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©de ldana
3ª y última Parte
1 ”Adiós Esther” © by ldana
El amanecer sorprendió a Encarna sin haber podido cerrar los
ojos, había dado mil vueltas en la cama, a su lado Teresa, parecía
dormir relajadamente, pero supo que no era así cuando se levantó
aún con el cielo rojo y una vista impresionante.
En_ Espero que sí, espero que cuando se haya terminado la pasión,
hayan hablado como dos personas racionales –entrecerró los ojos
mirando al infinito como si al hacerlo la visión de aquel lugar le
llegará más nítidamente-. Sería una verdadera lástima que
perdieran la oportunidad que les ha dado la vida.
T_ Creo que las dos han sufrido lo suyo, no son tontas y saben lo
que se quieren, quiero pensar que solo sea un bache cómo todos
pasamos en nuestros matrimonios, y estoy casi segura, que lo
sabrán apreciar para el futuro.
En_ Una vez oí a alguien que dijo, “una duda pesa más que una
razón”, y en ellas han existido no una, sino, muchas dudas... tengo
miedo que algo les haga romper esa fina línea que han trazado a su
alrededor.
T_ Encarna... ¿sabes lo que pasa? –la mujer la miró con sus ojos
repletos de lagrimas-. Estás cansada, yo misma lo estoy... tu
cansancio ha salido ahora y no te deja ver las cosas con tranquilidad
–le acarició las manos que tenía cruzadas sobre el vientre-. ¿Sabes
lo que necesitas?
En_ Paz.
T_ Dime Maca –su voz sonó precipitada y debía estar tomando algo
porque se notaba que salía a tropezones con algo que llevaba en su
boca.
En_ ¿Estos bichos no tienen altavoz? -se oyó la voz de Encarna que
por su ubicación debía estar cerca de Teresa.
Ca_ Vamos, venga Teresa, ¿qué dice?, ¿qué dice? –repetía Carmen.
T_ ¡Maca!, venga por Dios que me van a echar al suelo que las
tengo encima mía –protestaba Teresa.
En_ ¡Qué te decía yo! –se oyó la voz nerviosa de Encarna por
encima de la protesta musitada de Teresa y la carcajada de Carmen.
Ca_ Dejar a las chicas tienen mucho que hacer, ¿verdad Maca? –le
preguntó mientras daba una sonora carcajada.
T_ Pero vamos a ver Maca, ¿tú qué quieres?, que nos tengan que
ingresar a las tres... bueno a Carmen no porque está encantada con
vuestras locuras... ¡pero a Encarna y a mí!, ¡vamos palabrita del
niño Jesús que de esta nos ingresan! –Maca sonrió.
En_ Si, si, tú ríete que cuando tengas que cuidar de nosotras –le
dijo sonriendo ella también.
En_ Mira Maca, hacer lo que queráis, pero quiero que la próxima
llamada tuya o de la pachorra de mi hija, me digáis que todo está
solucionado ¿me has oído?
M_ ¿Tanto?
En_ ¿Y qué?, mientras ese par de madres que tiene tan fogosas
sigan poniéndose al día, el niño disfrutara de todos y cada uno de
los malcriamientos de sus abuelas, ¿alguna objeción, Maca?
En_ No has dicho tú una verdad tan grande como la que acabas de
decir en días –sonrieron todas-, que digo días... meses.
M_ Hasta la noche.
E_ ¡Nevado!
E_ Ahora si, pero dame tiempo... dame tiempo y verás –le susurró
mientras restregaban su nariz la una contra la otra.
E_ La derretiremos.
M_ Esther... no he terminado.
E_ Tú.
M_ Me lo temía.
E_ Te quiero Maca.
M_ La nieve cariño.
E_ ¿Qué? –llevó sus labios con suavidad hasta sus pechos para
devorarlos con mimo.
M_ Pero bueno...
M_ ¿Ah si? –le besó con pasión dejándola más deseosa sin cabía.
M_ Vale, ¿vas a ser una buena chica? –la miraba susurrándole tan
cerca que su aliento parecía llenar sus pulmones-. Dime.
M_ Oye.
E_ Dios estás tan buena –le dijo yendo hacia ella corriendo.
M_ No sé de que me hablas.
E_ La nieve no se va a marchar.
M_ Eso vamos.
En_ Mira, yo pase por algo así y nunca más volví a mirar a mi
marido como antes, porque siempre me quedó la duda.
Ca_ Pero ellas no es igual –les dijo muy seria-. ¿No decís que les
mintieron?
T_ ¿Y eso qué tiene que ver? –la miraba sin entender mientras cogía
a Daniel al brazo.
En_ Por su parte no, claro, pero me da miedo él –abrió sus ojos en
señal de temor.
Ca_ ¿Y eso?
Ca_ ¡Pero qué decís!, a ellas no las va a separar nadie, estoy segura
que con esta situación que han pasado ya no se dejan manejar por
nadie, y a lo mejor Encarna está exagerando al preocuparse –la
mirada de Encarna les hizo entender que no era una exagerada sino,
una dolorosa realidad-. Bueno... de todos modos no podemos hacer
nada.
T_ ¿A qué?
Ca_ Así me gusta, es más me voy contigo, por si hay que hacer más
fuerza.
M_ Tengo que darte las gracias –le dijo mientras el vaho que salía
de su boca se perdía delante de ellas.
M_ ¿Estás segura?
E_ Sí.
M_ Voy a ser el ser más bueno del planeta, vamos, un angelito –dijo
elevando sus hombros graciosamente.
M_ ¿Y eso?
E_ No, nosotras vamos a tener una muñeca de nieve –Maca dio una
gran carcajada acompañada por Esther-. ¿Qué, no te gusta?
E_ ¿Ah si?
M_ Llegó tu hora.
M_ Va Esther... venga...
M_ Esa sonrisita por bajo del bigotillo quiere decir... ¿que estoy
perdonada? –le estiró de la cremallera pero Esther se giró.
E_ Vale.
M_ Vamos allá.
E_ ¿Seré tu postre?
E_ Descuida.
M_ ¿Qué te pasa?
M_ No me hace gracia.
M_ Es un encanto.
E_ Como yo.
M_ No.
E_ Gracias mi amor.
E_ Vale –aceptó sin más, pues sabía que el momento debía llegar,
se recostó algo más sobre su pecho y la escuchó.
M_ Me dijo que era para mí, puedo hacer dos cosas o leerla o
echarla a la chimenea.
Al abrir, vio que tan solo había una hoja, se miraron un tanto
nerviosas aunque ambas sonrieron, no fueron capaces de disimular
sus nervios que aparecían reflejados en sus gestos. Maca, pasó a
leer en voz alta, no quería leerla solamente para ella, fuera lo que
fuera, quiso compartirlo con su mujer que la escuchaba atentamente
M_ Bueno... –no sabía muy bien que decir, entonces sintió la caricia
lenta de la mano de Esther, como recorría su rostro poco a poco,
llenándolo de ternura-. Hubiera sido una lástima no leerla –ladeó su
cabeza para llenarse de aquellos ojos felinos que irradiaban luz.
M_ No, claro que no Esther... –hizo una mueca con sus labios
tratando de retener sus lagrimas emocionadas-. Lo sé cariño, lo sé.
M_ Lo sé, quizá por eso caímos las dos en la trampa, porque crearon
una duda, y es lo que no quiero que vuelva a pasar, quiero que me
prometas que si alguna vez dejas de quererme, al instante me lo
dirás.
E_ Maca....
M_ Sí.
M_ Vale, eso está mejor... y ahora... ven aquí –la cogió subiéndola
sobre sus piernas ante su risa y gritito-. Ahora vamos a revivir
aquellos momentos en el lavabo de la discoteca, ¿lo recuerdas?
E_ Por Dios como olvidarlo –se acomodó de manera que Maca podía
llegar a cualquier punto de su cuerpo con un simple movimiento.
M_ Creo que esto nos sobra –le dijo graciosamente mientras dirigía
sus manos al cierre del sujetador. Justo cuando iba a desabrochar,
el timbre de la puerta sonó. Provocando el quejido de ambas-.
¡Mierda!
M_ Más te vale tener una buena razón para venir –la miraba de
manera inquisitiva con aquellos ojazos que podían hacer temblar a
cualquiera.
M_ Eso.
T_ Tengo el carné para conducir máquinas quita nieves –lo dijo tan
seria que ambas se miraron y rompieron en una gran carcajada que
ella misma les acompañó-. Bueno sentaros.
T_ Lo sé.
T_ Conmigo borderías las justas ¡eh!, además vas a tener más –les
guiñó un ojo.
T_ Bueno a lo que iba, nos vamos, así que por unos días vamos a
descansar de vosotras que nos lo hemos ganado.
E_ ¡Ya te vale!
E_ ¿Nosotras.
T_ Pues eso, yo hablaré con los chicos del Hospital para que vengan,
les hacéis una parrillada de carne, Carmen os ayudará, así que
hasta el Sábado podéis poneros al día de vuestro retraso marital, y
después, os ponéis a trabajar.
M_ Gracias.
E_ Está como una cabra –dio una carcajada al ver que les saludaba
con su brazo.
M_ Princesa, ¿por dónde nos habíamos quedado? –se puso tras ella
rodeándola con sus manos la cintura.
M_ Vale… a ver… –le besó el cuello mientras una mano bajaba hasta
la cremallera del pantalón y la otra subía hasta su pecho-. ¿Voy por
buen camino?
M_ Mi amor…
E_ No me sueltes.
M_ Dime.
E_ Si –le dejó un suave roce en sus labios, tan suave que Maca se
quedó con los ojos cerrados esperando más-. Vamos.
E_ Confía en mí. ¿Confías en mí? –le preguntó con esa sonrisa suya
tan especial y mágica que enamoró a Maca. Tuvo que insistir pues
parecía como si la pediatra se hubiera quedado aturdida ante ella-.
¿Confías o no?
M_ No tardes.
E_ ¿Lista?
E_ Aún no.
En_ Dime.
En_ Espero que no, solo temo la reacción del muchacho, él iba
diciendo por el pueblo que llegaría un día en que Esther pagaría por
haberlo dejado, no estaba muy bien de la cabeza... yo siempre he
temido que llegara el momento en que apareciera en su vida
nuevamente, parecía que la había olvidado de esto que te cuento
hará más de ocho años.
T_ Ya.
En_ Por eso quiero localizarlo y hablar yo, no voy a permitir que
ahora ese hombre que ya no tiene ninguna explicación a que
aparezca, haga daño a mi hija o a Maca.
En_ Pues ojalá y nada más sea un amago de susto –sonrió-. Y otra
cosa, ¿ya tienes preparado lo nuestro?
T_ Sí –sonrió contenta.
Ca_ ¡Qué frío hace!, bueno a ver, ¿y las niñas nuestras... cómo
están? –se sentó un tanto cansada.
T_ Pletóricas –sonrió.
En_ Vamos Fermín no sea tímido, que su mujer está coladita por
usted –sonrió ampliamente.
Ca_ Ya voy, venga que hoy tenemos una cena para chuparse los
dedos, venga, venga chicas.
En_ Mañana toca –le dijo bajando la voz para después dar una
sonora carcajada.
E_ ¿Te gusta?
M_ Me encanta.
E_ ¿Precioso, verdad?
E_ Esto es cosa del amor tan grande que Fermín le tiene a su mujer
–comenzó a desnudarse poco a poco ante el gesto fogoso de una
M_ Me encanta.
E_ Si –sonrió.
E_ Te lo prometí.
M_ No.
M_ Uf, te lo aseguro.
M_ Esther...
M_ Esther...
M_ No te vayas –murmuró.
M_ No –susurró agotada.
E_ Te quiero.
M_ Y yo mi amor…
E_ Quiero que sepas que eres lo más importante que tengo, y que…
bueno… me arrepiento de muchas cosas de las que te he hecho –sus
ojos se llenaron de lagrimas-, soy una estúpida y a veces no sé
porque estás a mi lado.
E_ Como tú quieras.
E_ No tardo.
En_ Nada hija que parece que han tenido una tregua.
En_ Lo sé, y de corazón te digo Esther que soy muy feliz por
vosotras, en especial por ti hija, te lo mereces después de todo.
En_ Mañana.
E_ Te quiero mami.
En_ Y yo.
M_ A cambio de un beso.
E_ No sé, debe saber todo lo que estamos haciendo, ¡yo que sé! –
dio una carcajada.
M_ Sí, tú.
M_ Te quiero mi niña.
M_ ¿Si?
M_ Descansando.
R_ Me alegro mucho.
M_ Buenas noches.
M_ Ni a mí.
M_ No, Encarna yo quería darte las gracias por todo lo que has
hecho por mí.
E_ Te quiero.
M_ Y yo...
E_ Ven aquí –la volvió a coger para que subiera-. ¿Y mi súper beso?
E_ Mejor no –sonrió.
M_ Si es que por esa sonrisa daría todo lo que tengo –se acercó
irremediablemente a su cuello y Esther la rodeó con sus manos la
cintura.
M y E_ ¡Carmen!
M_ Mala.
T_ Creo que voy a irme más veces, ¡uf! –se tapó la boca con su
mano mientras Encarna se reía abiertamente.
T_ ¡Qué pesadito!
T_ ¡Anda que yo! –le dijo sofocada ante la risa de Encarna agregó
con rapidez-. No seas mal pensada Encarna digo... por el asunto
este.
En_ Ya, ya, anda tira que desde luego no sé que voy a hacer con
tanta loca a mi alrededor.
M_ Esther...
E_ Dime.
E_ Vaya... yo no te creí.
E_ ¿Nos vamos?
E_ ¿Te gusta, eh? –el vaho por el frío recorrió el camino hasta la
figura de Maca quien pareció reaccionar a su contacto.
Pa_ ¡Esther hija! –se detuvo una señora al salir de su casa y verla.
Pa_ Me alegro mucho hacéis muy buena pareja –les sonrió con
sinceridad-. Pues nada... ha disfrutar que la vida es corta y en dos
suspiros se pasa.
M_ ¿Así qué vosotros sois quienes nos han recomendado ese lugar
tan maravilloso? –todos contestaron orgullosos y sonrientes-. Pues
muchas gracias chicos, nos gustó mucho, ¿verdad Esther? –le guiñó
el ojo sonriente.
Sa_ ¿Y cómo sigue Daniel? –preguntó Sara que era la más mayor.
E_ ¿Qué le pasa?
M_ Nada... pensaba que con toda la maravilla que nos rodea es una
verdadera lastima no tener aquí mi cámara de fotos, te haría miles.
E_ ¿Cómo qué no?, con las ganas que tengo de ver a mi chiquitín –
la miraba incrédula.
E_ Mira Maca –la miró tan fijamente que notó como sus ojos le
escocían-. O me lo explicas inmediatamente o te aseguro que te
torturare y ya sabes como me las gasto.
E_ Pues ya lo sabes.
E_ Sin duda, por eso es algo así como nuestra protectora aquí. Si le
decimos lo que ha pasado antes, ¡uf!, seguro la arma.
M_ ¡Qué va!, son adorables las dos, seguro que es algo bueno.
M_ ¿Sabes?
E_ ¿Qué?
Ca_ Pero si son mis niñas adorables –dijo abriendo los brazos y
sonriendo-. Venir, venir a estos brazos.
E_ ¡Carmen!
En_ Bebe hijo bebe, nosotras sabemos que esto después de tantos
años te iba a impresionar, pero... tus padres realmente te necesitan
–él la miró incrédulo.
T_ ¿Cómo que no? –le preguntó con ese gesto de incredulidad que
también sabía expresar Teresa.
Ju_ Ellos.. fue lo peor que he hecho en mi vida, cuando les dije la
verdad sabía que les estaba inflingiendo un dolor que me estaba
matando a mi mismo, jamás podré olvidar los ojos de mi padre... su
mirada... todas las noches la revivía en las paredes de mi casa... –
su tono era apenado.
En_ Esos son tus padres, ¿sabes que les mantiene el alma viva? –él
negó con lagrimas en los ojos-. La esperanza de verte llegar un día.
En_ ¿Por qué nunca les diste una dirección?, no sé un lugar donde
encontrarte.
En_ Sin duda... ellos te esperan con los brazos abiertos, pero te
quedan dos días y medio para pensarlo.
En_ Irá.
En_ Ese... ese nos va a costar más, te lo aseguro –le dijo con un
tono un tanto intranquilo.
En_ Espero que todo salga bien Teresa, porque no creo que
pudiéramos pasar por lo mismo otra vez.
Ca_ Ni Carmen ni nada, dijimos dos días, así que hasta el Viernes
por la tarde no os quiero ver.
E_ Por supuesto que no, pero representa que es nuestra fiesta y que
nosotras debemos ponernos las pilas, tú bastante haces y has hecho
–los ojos se le fueron hasta su mujer que en ese momento regalaba
una carcajada al viento.
E_ ¿Ah si?
Ca_ Vale.
M_ Pero...
E_ Es la verdad.
M_ Lo sé, y por eso me siento hoy más que nunca tan afortunada.
E_ Te quiero.
T_ No lo creo.
V_ ¿Tú eres el famoso Pablo? –lo miró como la anterior mujer había
hecho con anterioridad, duramente, él asintió un tanto intimidado
por aquel hombretón-. Vamos, cuanto antes acabemos, mejor.
M_ Mmmm me encanta.
E_ Vale, pues ves pero antes... –la volvió de cara a ella y se besaron
tímidamente sin demostrarse pasión-. ¿Dónde está ese chocolate de
anoche?
E_ Sí –volvió a besarla.
E_ ¿Me esperas?
E_ Hola.
E_ Pero que bruta eres –le dijo mientras le daba una palmada suave
en el culo e introducía sus manos entre el tanga y la piel.
M_ Sigue.
M_ Allí sobre la cama –le decía deprisa mientras se vestía pues los
golpes no cesaban.
Ma_ Prefiero que muera a que una de ustedes la toque, ¡me dan
asco! –las miró con odio primero a Esther, luego a Maca.
El silencio tenso y pesado se hizo dueño del lugar, tan solo roto
por el sollozo de una mujer. Todos quietos, todos contemplando a
las dos mujeres que se habían quedado quietas, tan solo hubo un
movimiento... tan solo uno...
Aquel movimiento firme y sin dudas fue dado por Fermín, dio
dos pasos hasta colocarse delante de Manuel, el padre de la niña.
Los ojos de los dos hombres parecían desafiarse, los de Fermín rojos
por la cólera clavaban su mirada en los otros que trataban de no dar
marcha atrás. Mientras, al fondo de la sala seguía oyéndose el llanto
de una mujer, y la mano tierna pero al mismo tiempo fuerte de
Esther mantenía a una Maca que se había quedado sin capacidad
para reaccionar.
Fermín abrió paso ante los que allí estaban, todos miraban
apenados al hombre, en el pueblo todos eran conscientes del dolor
que aquel hombre llevaba consigo, y llevaría hasta la tumba por
haber dado la espalda a su hijo, todos lo miraron tratando de darle
un poco de apoyo ante aquel momento en que le había hecho daño.
Su_ Doctora por Dios, sálveme a mi niña –le decía entre lagrimas
mientras apretaba las manos de una Maca totalmente
desconcertada.
E_ Está bien, ahora será mejor que salga fuera Susana, deje a su
hija con nosotras, haremos todo lo que podamos… se lo aseguro.
En_ Mira hijo, sabes que te aprecio, y sabes que aunque en su día
hiciste sufrir a mi hija, aquello lo dejamos pasar, ha pasado mucho
tiempo desde entonces, no sé a que vienes pero te diré algo... mi
hija tiene su vida, su familia y no creo que tú tengas nada que
decirle.
P_ ¿Se ha casado?
En_ No Vilches déjalo –le dijo con media sonrisa Encarna y Vilches
se volvió a sentar-. Sabes que aquello solo estaba en tu cabeza,
sabes que era mentira.
F_ Maca...
F_ De acuerdo.
M_ Vamos allá.
E_ ¡Maca! –le habló sin querer asustarla pues sabía que aquel
reconocimiento tan minucioso era vital para poder salvarla.
M_ Ya lo tengo casi.
M_ ¡Mierda!.
E_ Nada…
F_ Vamos Susana.
M_ Vamos.
Li_ Puede que usted no, pero sí su mujer y aunque en este pueblo
no somos muy abiertos con este tema, el bueno de Fermín lo sabe,
quería pedirle mis disculpas de todo corazón.
P_ Prometió...
P_ Ella...
P_ Yo la quería.
C_ ¿Ya se ha ido?
T_ Que va, aún sigue ahí dentro hija –se quitó las gafas
sujetándolas con el poyo acodado sobre el mostrador.
T_ Está Vilches.
M_ Dime.
E_ Te quiero.
P_ No me vale.
P_ Nunca pude con usted, pero tenga seguro que jamás podré
olvidar a Esther.
C_ ¿Qué ha pasado?
V_ Llama a Héctor.
T_ ¿Qué le pasa?
T_ ¡Encarna!
Cuando Esther salió con las dos tazas de tila, se encontró con
una Maca pensativa, había subido sus piernas al sofá y estaba
abraza a ellas, Esther se sentó a su lado, dejó con cuidado las tazas
sobre la mesa de madera sin derramar ni una sola gota, sus ojos
después fueron directos a la chimenea y entendió que Maca había
echado más leña para calentar aquel lugar que sin saber porque,
había perdido la calidez de horas antes. Sus pensamientos los
rompió la voz apagada de Maca.
M_ Estoy temblando.
En_ Es un cielo.
T_ ¿Qué, qué?
T_ ¡Vilches no me toques las narices! –le dijo con gesto muy serio.
V_ Sí, pero trata que descanse mañana se irá a casa y todos tan
contentos.
T_ ¿Avisamos a Esther?
V_ No hace falta.
V_ ¿Y tú donde vas?
V_ Está bien, voy a dejar que esté aquí esta noche como tenemos
guardia la vigilaremos pero mañana a casita.
E_ Sí… tengo mucho sueño… estoy agotada –le decía con voz aún
adormilada-. ¿Qué hora es?, quiero llamar a mi madre antes no
estaba debía estar jugando al bingo o las cartas con sus amigas.
E_ No tardes.
M_ Descuida.
T_ ¡Qué cosas tienes Encarna por Dios!, aunque es mejor que estés
de buen humor.
En_ No lo sé, yo creo que no porque Vilches estuvo muy bien puesto
en su lugar, se dio cuenta que aquí está bien cuidada.
T_ ¿Y a casa?
En_ No sabe donde vive, podría seguirla pero no creo, no creo que
se exponga tanto.
M_ ¿Y qué hace ahí? –no sabía muy bien como encajar aquel
comentario aunque de repente empezó a dolerle el estómago.
T_ Tuvo un desmayo.
M_ ¿Está ahí?
T_ Sí la tengo aquí espera que quiere ponerse, espera. Que dice que
vienen.
En_ Maca escúchame bien, solo te lo diré una vez, si te veo entrar
por la puerta de este hospital, te aseguro que vas a conocer el lado
más desagradable de tu suegra y te aseguro que es muy pero que
muy desagradable –su voz no dejaba dudas a que lo decía en serio.
M_ Pero...
En_ No hay peros que valgan, no le digas nada a Esther porque esto
es una tontería y total pasado mañana nos volvemos a ver...
M_ No me convences.
En_ ¡Ahora mismo te daba un colleja que todas las tonterías que has
dicho juntas te las tragabas! –le dijo molesta.
M_ Joder Encarna.
En_ Eso, joder, déjame tranquila que ya soy mayorcita. Ale, ahora a
callar a disfrutar de tu mujer y a dormir. Hasta mañana hija.
M_ Pues sí, hemos hablado y... tenías razón estaba jugando con sus
amigas –le dijo un tanto nerviosa girándose para beber agua.
E_ Pues a mí me gustas con este olor y todo –la besó y Maca sonrió
mordiéndose el labio-... ¿será que estoy muy pero que muy
enamorada... tanto que pierdo la cordura? –le decía mientras iba
besándole por el cuello, la barbilla, la boca.
M_ ¡Vale!
En_ Que hombre más simpático ¿por qué os metéis con él? –
sonreía.
M_ Verás Esther...
E_ ¿Es mi madre?
M_ Creo que sí, ella ha estado aquí con mucha tensión y...
M_ ¿Teresa?
E_ Joder Vilches eres adivino –le dijo Esther sin poder aguantarse.
V_ No, solo que sé que Maca no iba a poder callarse esto. Anda
quieres hablar con tu madre.
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E_ Si.
M_ ¿Qué pasa?
E_ ¡Me ha colgado! –dijo con sus ojos abiertos como platos mirando
fijamente el teléfono.
E_ ¿Cómo estás?
En_ Estoy bien, dile a Maca que cuando la vea ella y yo tendremos
una charla.
E_ Menos mal.
E_ Aunque –la miró sonriente sabía que debía borrar aquella tristeza
suya-. Si que sé que te haría a ti.
M_ ¿Tú que crees? –le preguntó con un suspiro al notar como las
manos cálidas, deseosas y hambrientas de Esther se llenaban con
sus pechos apetitosos.
M_ Claro.
M_ ¿Tú crees?
M_ Si, debías ver como esta tarde nos miraba, creo que sueña en
ver así a su hijo, feliz, sea como sea.
E_ Es que lo soy.
E_ Lo sé.
E_ ¿Fervor?
M_ Tonta.
E_ Pero yo te diré, que te miro con los ojitos que Dios me ha dao
con un único fin –se detuvo y la besó-. Mirarte a ti.
V_ Ha muerto.
En_ ¿Qué ha pasado, Cruz? –le dijo con sus ojos entrecerrados por
la fuerza que las arrugas de su frente le oprimían.
E_ Sí, sí...
M_ ¡Por favor Fermín!, ¡qué tonterías son esas, hombre! –le dijo
mirándolo fijamente con sus ojos grandes mirándolo fijamente.
F_ Sí, he hablado mucho con ella de ti, un día estaba hundida aquí
llorando sin ver una solución ante el grave problema al que debía
enfrentarse –Maca frunció su frente mientras dejaba su taza
nuevamente sobre la mesa y miraba aquel hombre-. No sé si a
modo de ayuda a sí misma, me explicó como era tu rostro, lo definió
parte por parte, y te aseguro que lo hizo perfecto.
F_ ¿Te sorprende?
M_ Te quiero...
M_ Te quiero mi niña...
Mientras en el hospital...
En_ ¿Pero qué haces aquí?, te dije que te fueras a casa a descansar
–la quiso reñir pero el verla la llenó de paz y no pudo más que
sonreír agradecida.
En_ Fue algo que ella quiso borrar de su mente, tiene esa facilidad –
elevó sus hombros en señal de afirmación- … yo en cambio siempre
lo tuve presente.
En_ Tú lo has dicho, ¿por qué no podemos dejar a la gente ser feliz?
T_ ¿Qué ha pasado?
En_ Que ayer mi nuera salvó la vida a una niña –le dijo al ver el
gesto preocupado de la mujer.
En_ Bien... pero arrancaste... –le sonrió-. ¿Y qué tal está la niña?
E_ No lo sabemos mami.
En_ ¡Uy que ñoña la tengo! –dijo de pronto Encarna ante la risa de
Maca y Teresa.
E_ ¡Es mi madre!
En_ Anda ni que tu madre fuera tonta y no supiera lo que haces con
tu mujer.
E_ Vale mamá, vale, voy a dejarte... total te llamo para saber que
tal vas y te pasas el rato hablando con Maca.
M_ ¡Hola Vilches!
V_ Ya y no te fías de mí.
V_ Pues mira, vengo a darle una buena bronca –la miró con
seriedad la misma mirada que le devolvió ella desde su cama con los
brazos cruzados-. No tiene ni colesterol, ni triglicéridos, ni glucemia,
¡no tiene nada!, está hecha una chavalina.
M_ ¡Y yo!
E_ Porque es verdad...
M_ Ya... pero...
M_ Será –elevó sus cejas sonriendo-. Pero que sepa que te aguanto
con mucho gusto –bajó la voz para susurrarle al oído-. Sobre todo
me gusta aguantarte cuando subes sobre mí en la cama.
E_ Ya... pero ese será nuestro secreto –le contestó con la piel
erizada pues el roce de su aliento en la oreja la hizo tiritar.
E_ Sí –le dijo sin moverse besándole ella también-. A ver que tal
está Daniel.
M_ Uf Esther…
R_ Bien hija, bien –Maca volvió a llevar su mano donde debía estar
respondiendo así a la mirada y la sonrisa de Esther que tuvo que
contener un gemido entregado-. Llamaba porque… bueno… no sé
muy bien si decírtelo…
R_ ¿Estás bien?
E_ Mi amor…
M_ ¿Qué…?
M_ Y yo…
E_ Te quiero cariño…
R_ ¡En el hospital!
R_ Bueno… me vas a decir que tiene –su voz se mostró algo severa
ante el silencio nuevamente de su hija.
R_ ¿Está en el Central?
M_ Sí, sí, sí –el último sí fue más una exclamación fuera de control
que una contestación relajada.
M_ Te quiero…
La suya contestándole.
E_ Mi vida…
M_ Dime mamá.
M_ Vale mami.
E_ Sí… -sonrió.
E_ Vale.
E_ ¿Y?
E_ No puedo.
M_ Ni yo.
E_ ¿Y qué hacemos?
M_ Mi glotona favorita…
E_ Venga… ve.
E_ ¿Ah si? –la miró pues sus ojos le estaban transmitiendo sus
pensamientos y dio una carcajada acompañada por Maca-. Pero es
pegajosa…
E_ Maca para… creo que es mejor que hagamos todas las llamadas
precisas y desconectemos los teléfonos –se levantó a duras penas.
L_ Luna pidió traslado, creo que hizo bien –apoyó su cabeza sobre la
pared.
T_ Es que estoy muy nerviosa ¡hija! –se frotaba las manos como
disculpándose por hablar.
T_ ¿Y de Esther?
L_ No va a protestar.
L_ Si.
T_ Seguro que son las pesadas de tus… ah no, pues este número no
se de quien es.
En_ ¡Ah, cómo quiera pero... anda trae! –le dijo-. Rosario, hija ¿qué
tal?, yo bien no te preocupes... no quiero ser molestia de verdad, le
he dicho a Teresa que me iba a mi casa pero insiste... de acuerdo...
vale... gracias hija.
T_ Bien Encarna, yo creo que os irá bien hablar... –no pudo evitar
un poco la decepción de no llevársela.
M_ ¿Qué te pasa?
M_ ¿De mi?
E_ ¿Y la miel?
E_ Aguantar.
M_ Bien.
E_ Dios Maca...
M_ Esther...
En_ Bien… nada más fue un susto… yo creo que debilidad más bien.
R_ He hablado con Cruz –le sonrió y luego besó a Teresa que seguía
con el ramo en sus manos-. ¿Qué tal Teresa?
En_ Ven aquí Teresa –su amiga llegó y al recibir el enorme abrazo
de Encarna cerró los ojos emocionada. Mientras Encarna le decía
con un nudo en la garganta y una gran emoción en su voz.-. Gracias
por estar ahí, gracias.
As_ Buenos días Doctora –se le acercó con un pañuelo entre sus
manos temblorosas al igual que su barbilla que no cesaba de
contraerse.
As_ Vengo… vengo primero a darle las gracias –de sus ojos cayeron
un par de lagrimas tan fuertes que Maca mostró temor ante las
noticias que pudiera darle-. Gracias por salvar a mi pequeña que es
lo único que tengo…
M_ Te lo prometo.
M_ No digas tonterías...
E_ La puerta.
M_ Ya...
E_ ¿Pero...?
M_ Voy a ponerlo.
M_ ¿Sigo?
E_ Maca...
E_¿Y tú?
M_ ¿Yo qué?
E_ ¿Crees que podré llevarte allí dónde he estado yo? –la miraba de
manera provocativa.
Esther sonrió y dejó el sitio que ocupaba para que una Maca
que no podía borrar de sus labios la sonrisa se tumbara. Esther
suspiró para poder controlar las ganas que tenía de devorar aquel
cuerpo maravilloso, trataba de dominar su estado excitado para
poder devolver a su mujer todo cuanto ella había sentido. Una vez
Maca estuvo cómoda subió sobre ella, le sonrió y comenzó a besar
suavemente su rostro, simples roces de sus labios que desataban
los latidos de ambos corazones, su boca rodaba por sus mejillas
lentamente, cuando Maca cerró los ojos le besó con tacto los
párpados, después llegó a la comisura de aquellos labios tan
M_ Esther... cariño...
M_ Esther...
M_ Sí, sigue –fue lo único que acertó a decir extasiada por las
caricias de su mujer-. Sigue...
M_ Esther...
Cuando llegó a casa, fue Pedro quien le abrió y con una sonrisa
le hizo pasar adelante.
T_ Muy bien Pedro –le contestó alegre dándole dos besos que ya no
sorprendieron al hombre acostumbrado a los gestos cariñosos de la
mujer-. ¿He llegado muy pronto?
En_ Hija mía si que has tardado –se besaron pues Encarna estaba
retumbada en el sofá por órdenes expresas de Rosario-. Cuenta.
T_ ¿Cómo te encuentras?
En_ Pues nada, que las pobres criaturas deben haber arrancado
todas las clavijas –dio una carcajada.
R_ ¿No me digas? –esta vez quien puso gesto de sorpresa fue ella.
T_ Así es, la vida que tiene cada casualidad que te deja perpleja.
T_ Yo creo que irá, solo tiene que pensarlo bien además tiene un
hijo.
T_ Sí.
T_ No podemos decirlo.
T_ Porque creo que eso tiene que ser su hijo el que le explique el
entramado de la situación. Además yo lo único que veo posible, es...
que si él no va los traigamos nosotros y los dejemos frente a la
peluquería.
E_ ¿Ah si?
T_ Ya, hija, menos mal que Rosario entiende estas cosas –le guiñó
el ojo-. Así que problemas con la línea ¿eh?
En_ Muy bien hija, yo casi tampoco me creo lo bien que estoy –
sonrió.
E_ Durmiendo.
R_ Lo mande a comprar.
T_ Adiós, hija.
E_ ¡Ay Maca! –suspiró dejando caer todo su peso sobre ella que la
acunó.
M_ Pues...
Ca_ ¿Molesto?
E_ Nada Carmen.
E_ No es nada.
M_ Anda ven ayúdanos que Carmen viene cargada –le decía sin
gritar pero alzando un poco la voz.
E_ Oye Carmen nos tienes que decir cuanto te debemos ¿eh?, para
nada vamos a dejar que gastes tú dinero por nosotras.
Ca_ Pues está hecho un sol con su abuelo Fermín jugando en las
caballerizas, pero no os preocupéis, en cuanto llegue lo baño.
M_ Eso Carmen. Precisamente eso, ser como eres con nosotras, ser
como has sido el apoyo de Esther, y habernos ayudado como lo has
hecho con Daniel, y de verdad que no sé como os lo vamos a
agradecer –le cogió la mano ante la mirada atenta de Esther y al
mirarla Maca, agregó un tanto dubitativa.
M_ Será que solo me gusta a mí, ¿eh? –la miró mordiéndose el labio
sin esconder en su mirada unas ganas enormes de devorarla.
M_ Te acompaño.
E_ ¿Qué haces?
M_ Contemplarte.
M_ Sí.
M_ Sí –le sonrió.
En_ Pasa Rosario estoy despierta –le dijo al oír que daba dos golpes
en la puerta.
En_ Deja, deja que yo estoy bien y Esther necesita otras cosas –
Maca guardó silencio Encarna no vio su rostro pero de haberlo visto
se hubiera alertado. Su seriedad y el ceño fruncido era el típico
gesto que no gustaba nada a su suegra porque daba muestras de su
alto grado de preocupación-. ¿Va todo bien hija?
En_ ¿Y Esther?
M_ Esther es lo mejor.
M_ No iba a volver.
M_ Sí.
E_ ¡No digas eso! –le dijo entre dientes con rabia y cerrando los
ojos.
E_ Para ti, puede –su voz apareció ronca por el dolor y la angustia
que sentía en su garganta-. ¿A dónde vas a ir? –ante la mirada de
Maca agregó-. No me importa por ti, pero sí por mi hijo –murmuró
con pena y al hacerlo sintió como su alma se desgarraba.
E_ Otra vez no... otra vez no... Maca –repetía con negando con la
cabeza, cerrando los ojos, agachando la cabeza, sintiéndose
perdida.
M_ La verdad...
M_ Adiós Esther...
M_ Bueno... en algo tiene razón esa pesadilla –la miraba con sus
ojos repletos de ternura y ante el gesto de Esther agregó-. En que
me apasiona hacerte el amor, en que me vuelve loca –Esther sonrió
con pesar mientras le daba un golpecito suave en el brazo. Maca se
acercó poco a poco a ella besándola con ternura mientras con sus
dos manos le sujetaba la cara con cuidado como si fuera algo
sagrado-. Ay Esther, ¡mi niña!, que ya vuelve a ser la Esther mía, la
Esther de siempre –la miró fijamente a los ojos y le susurró con su
voz suave como la seda al desgarrarse-. La mujer que amo más que
a mi vida.
E_ Te quiero...
E_ ¿Hablar?
M_ Eso he dicho.
M_ De ti.
E_ ¿De mí?
M_ Y yo mi niña, y yo.
E_ Sí, la verdad que la ducha me ha ido muy bien –resopló aún con
cara de susto.
M_ Si, será mejor. Oye Esther –la miró con cariño-. No me has
contado nada de lo que sucedió mientras yo estaba en coma.
M_ ¿Qué?
E_ Sí, yo no dije nada pero... al final fue creo que Cruz quien lo dijo.
Me negué por supuesto, es más, cuando volvamos a Madrid
romperás esa ultima voluntad –Maca dio una carcajada-. No me río
Maca, de verdad que lo pasé muy mal.
M_ Por eso quiero que me cuentes –la miró con extrema dulzura,
con extremo amor.
E_ La primera vez que te vi pensé que no eras tú, que sólo era una
broma del destino –Maca asintió dejando su taza y tomándole la
mano-. Era horrible.
E_ Pues... sí, así fue todo, recuerdo las noches cuando nada más oía
el pitido de la máquina y el sonido del respirador, es algo que a
veces sigo escuchando, me daba pánico Maca –sus ojos se llenaron
de lagrimas-. Me daba pánico dejarlo de oír, a veces me daba
cuenta, que no respiraba casi por no romper la monotonía de aquel
aparato.
M_ Debe ser duro ver a la persona que amas ahí, si hubiera sido al
revés no sé si lo hubiera resistido cariño.
M_ Puede que sea más fuerte que tú para según que cosas, sé que
cuando te trajeron del accidente de helicóptero, pensaba que me
moría, y solo fueron unas horas, no creo que hubiera resistido a
tanto dolor –Maca quería llegar al punto donde sabía le dolía, la
había escuchado en sueños, y quería que le hablara de su intento de
suicidio. Le acarició la cara.
M_ Lo sé, me lo dijiste.
E_ Maca...
M_ Llora, quiero que llores, que saques ese miedo que tienes
dentro... no volverá a suceder mi amor, no volveremos a sufrir así –
la miraba fijamente a los ojos, buscando transmitirle ese
pensamiento mientras Esther lloraba desconsoladamente-. Y si
tenemos que hacerlo, sabemos que nos tenemos la una a la otra y
que detrás tenemos nuestra propia familia, la que hemos creado con
nuestro amor, tenemos gente maravillosa que nos quiere.
M_ Dios nos ayuda claro que sí, está con nosotras diariamente. Yo
también me refugio en Él a veces.
E_ Aquella nota tuya “La vida es maravillosa”. Y supe que era cierto.
E_ Quiero vivir cada día para ti, cada noche para ti –Maca asintió
sonriente-. Bueno... y para Daniel...
M_ Pues claro... –la aupó sobre ella mientras Esther encajaba sus
piernas a los lados de las de Maca y se sentaba.
E_ Maca –no sabía que decir y por respuesta se subió sobre ella que
estaba retumbada sobre el sofá y la besó suavemente-. En este
momento es lo que más me apetece... poder tener un hijo contigo...
con la mujer que amo.
M_ Bien... pero será niña, será una Esthercita –sonreía con picardía
mientras se repartían sedosos besos.
E_ Maca... –se mordió el labio con felicidad-. ¿Te das cuenta que
podríamos tener la parejita?
E_ Ya no Maca...
M_ Para, para Esther por favor –le decía riendo mientras Esther no
cesaba y se revolcaban por el sofá-. ¡Para!
E_ No voy a parar.
E_ Ven aquí.
M_ ¡Esther por lo que más quieras para! –le decía sin poder detener
su risa.
E_ Por ti, lo que más quiero eres tú –la miró llena de deseo.
M_ ¡Te vas a enterar! –esta vez quien le dio la vuelta fue ella
echándola sobre la alfombra, se subió sobre ella luchando con sus
manos en el aire.
M_ Esther... Esther...
E_ Maca...
F_ Veinte minutos.
M_ ¿No tienes curiosidad? –esta vez sonrió feliz ante la sorpresa que
les había causado la llegada de Fermín.
M_ ¡Venga, corre! –estiró de ella para buscar algo elegante les había
dicho y salir a descubrir que pasaba.
E_ ¡La hostia!
M_ Ni idea.
M_ Pues será...
M_ Pues anda que tú, ya puedes rezar que Fermín no esté mirando
por la ventana, porque vas desnuda –le dijo sonriente.
E_ ¡Maca!
E_ ¿Qué haces?
E_ Pues no, te necesito muy viva, y mucho más ahora que nunca,
debemos quedarnos embarazadas.
M_ Dios...
M_ ¿Preparada?
M_ Veamos que nos depara ahí fuera –su sonrisa mostró felicidad
plena.
E_ Pues sí.
F_ Cosas de la Carmen.
E_ Ya... pero no hemos llegado hasta aquí para que nos caigamos
por este precipicio ¡Dios mío!
F_ ¿Tan poco confías en mí? –la miró por el espejo retrovisor y ante
el gesto de Maca, negó con su cabeza suspirando-. Pues relájate.
M_ Es precioso.
E_ Seguro. ¿Vamos?
M_ Vamos.
E_ ¡Qué yuyu!
En_ Gracias Rosario, por dar una oportunidad a mi hija –le tocó la
mano sonriente.
T_ Si –suspiró.
T_ Sí, la verdad que sí. Pero nuestras niñas están en el Paraíso, dice
que se quedaron con la boca abierta al ver aquel lugar.
R_ No me engañes.
E_ Luego lo probamos.
M_ Será mejor que dejemos los abrigos cariño –le dijo pues la
percha de hierro antiguo estaba justo al lado de Esther-. ¿Cuántos
años tendrá esto?
M_ Porque cariño… te queda tan bien ese vestido, pero tan bien –
asentía mirándola de arriba a bajo.
E_ ¿Puedo intentarlo?
M_ Ves como lo sabes hacer mi vida… además mucho mejor que yo.
M_ Eres fantástica –la abrazó con una sonrisa amplia que iluminó
aquella entrada del castillo-. Bueno mi vida… ¿seguimos?
E_ Seguro.
M_ Sigamos.
E_ ¿Y ahora qué?
M_ Y a mí .
M_ Mira, esta flor estaba el día que fuimos al lago –le dijo calmando
aquella sonora explosión de alegría.
M_ Te quiero.
E_ Maca mi vida...
E_ Y yo cariño, y yo.
M_ ¿Seguimos?
En_ Ahí voy, pero reconozco que no tengo mucha fuerza hoy,
seguro que mañana estaré mejor.
P_ Ya, pero tengo que reconocer que tú has sido para todos, incluido
yo, nuestro soporte, nuestro mejor apoyo –la miró fijamente con los
ojos repletos de gratitud-. Y quiero decirte que… tantas veces
critiqué que Maca estuviera con tu hija, haciéndotelo llegar incluso a
ti sin ningún pudor –suspiró demostrando su alto grado de
arrepentimiento ante su actitud, después la miró con una sonrisa de
lado y concluyó-. Que necesito ahora agradecerte Encarna no sólo lo
que has hecho por mi hija, también por lo que has hecho por mi
mujer, y hasta por mí, hoy cuando he entrado en el despacho, he
sido consciente de que todo cuanto tú me decías era cierto, que
estaba tan equivocado… ahí dentro he reconocido mi error y te pido
disculpas.
P_ Es verdad… pero debo reconocer que no tengo otra mejor que tú,
ya no sólo como te dije antes por la ayuda inestimable que le has
dado a Maca, también a Rosario, y por supuesto a mí. Pues si en su
día recé para que no volviera con Esther, hoy rezo para que no la
deje nunca –le tomó la mano con una caricia tan sincera como
tierna y con esos ojos y esa mirada de Maca le dijo-. Gracias
Encarna, gracias por todo cuanto has hecho y gracias por
enseñarnos a apreciar el amor que tu hija siente por la mía y
viceversa. Cuanto necesites sabes que nos tienes tanto a mi mujer
como a mí.
P_ Y a ti también te espero.
P_ Pues claro.
E_ No tiene nota.
E_ La tienes en el bolsillo.
E_ ¡Pero cómo me pones mala, más que mala! –se abrazó a ella y
Maca la estrechó fuertemente entre sus brazos necesitando sentirla-
. Te quiero.
E_ Pero más quiero una buena cena –dio una carcajada porque
Maca cerró los ojos con gesto de cansancio.
M_ ¡Ay Dios mío que cruz tengo con la niña! –se puso las manos en
la cabeza.
M_ ¡Ay Esther Esther!, menos mal que era Carmen si llega a ser otra
salen publicadas nuestras noches de lujuria –rompió a reír
abrazándola con enorme cariño.
M_ Sigamos a ver.
E_ Pues no tienen, pero aquí hay unas botellas bien raras. No voy a
tocar nada, si acaso venimos después.
M_ Por supuesto.
E_ Una nota.
M_ Lo intentaré. ¿Abrimos?
E_ Sí, espero que esté aquí la cena –giró con cuidado el pomo y al
entrar las dos no pudieron más que silbar-. ¡Pero qué barbaridad!
M_ Y que lo digas cariño, ¿has visto esto? –le enseñó las copas.
M_ Ni yo –sonrió-. Oye pero encima de la cama hay algo –le dijo con
expresión seria entrecerrando los ojos.
E_ Teresa...
E_ Si.
M_ ¿Y a ti?
E_ ¿A mí qué?
M_ Pues tranquila porque una vez cene ese ruido no volverá a sonar
–Esther la miró y ante su carcajada le golpeó el culo-. ¡Oye!
E_ Mira tu servilleta.
E_ A propósito Maca, tengo una noticia que darte –ella elevó una
ceja de manera tentadora-. No es lo que piensas.
E_ ¿Y? –esta vez quien la miraba con un ardor en sus ojos que no
quería esconder era ella.
E_ En serio.. verás...
E_ ¿Me provocas?
E_ Vamos...
M_ Brindo por ti –le dijo con su voz susurrante mirándola a los ojos,
devorándola de manera consciente-. Brindo porque ni nada ni nadie
nos separe, por nuestro amor, brindo porque eres la dueña de mi
vida.
E_ ¿No te gustan?
E_ ¿Te gusta?
M_ Apriétame Esther.
M_ Esther... Esther...
E_ Los camisones.
M_ Vale –dijo una vez de pie cogiéndola fuertemente del culo-. Voy
a por la nata mientras te cambias.
M_ ¿No? –la miró sin entender muy bien y con un resoplido-. Esther
no estoy para esperar mucho rato, te lo advierto, tengo un fuego
interior que me va a abrasar –decía mordiéndose el labio y
dirigiéndose de forma impulsiva a besarle.
E_ ¡Espera!
M_ ¿Y ahora qué?
E_ No, a la vez.
M_ Venga si.
E_ Voy.
M_ Estás divina...
E_ Tú si estás divina.
E_ Maca... ¿duermes?
M_ No... pero no me puedo mover cariño –le dijo con voz extasiada.
E_ Yo tampoco –sonrió.
E_ Oye.
E_ Te quiero.
M_ Con nadie mi amor –le besó la sien-. A veces tenía miedo porque
lo que sentía y siento por ti es tan fuerte, que me daba miedo.
E_ ¿Sabes una cosa Maca? –murmuraba con una voz más que rota
por el cansancio, mientras reposaba en el pecho de su mujer
E_ Sí –sonrió graciosamente.
M_ ¿Y en el coche?
M_ Confía en mí.
M_ ¿Y eso? –la llevaba cogida del vientre con sus manos mientras
Esther sujetaba la manta.
M_ ¿Ah si? –le abrió las piernas y se puso entre ellas sin tocarla,
Esther se estremeció-. Veamos que te parece esto –pasó su dedo
corazón por el vientre de su Princesa que no pudo evitar con una
gesto rápido y un golpe de respiración, esconder su vientre-. Bien…
veamos… ¿y esto? –con la otra mano le apartó la melena pasando
delicadamente su dedo por el cuello mientras la miraba con la boca
entreabierta y una ligera sonrisa vencedora.
E_ Joder…
E_ Vale –le cogió su mano y la llevó a la boca, Maca cerró sus ojos y
se humedeció los labios. Esther besó con delicadeza cada uno de sus
dedos.
E_ Si.
M_ Si.
E_ No tardes…
M_ Estoy aquí –le dijo desde detrás del dosel. Con cuidado le llevó el
vaso hasta la cama y se lo dio-. Bebe, te hará bien.
M_ Para Esther… esto no tiene nada que ver… y no quiero que vivas
el presente de recuerdos pasados ¿vale? –le alzó nuevamente la
cara para mirarla a los ojos-. Aquello pasó y está olvidado. Si no lo
olvidamos no podremos seguir adelante, aprendamos de nuestros
errores.
E_ ¿Y tú?
E_ Lo sé –le enlazó sus dedos con los otros que estaban calientes-.
Siempre tienes las manos calientes. No como yo.
M_ Pues por eso mismo Esther, por ese amor que nos tenemos y
que no han conseguido vencer, es por lo que tenemos que
levantarnos cada día seguras de lo que somos, y de quienes somos.
M_ ¿Lo dudabas?
E_ Joder...
E_ ¿Y qué sería?
M_ ¿Frambuesa?
E_ De muerte.
E_ Lo sé.
E_ ¿Ahora?
M_ Sí.
T_ Estoy histérica.
En_ Pues pronto lo estás... son las siete de la mañana –le apuntó
acercándose a ella-. Vamos a preparar el desayuno.
T_ Ya está preparado.
En_ Hay un dicho que dice: “mala hierba nunca muere” –soltó una
de sus encantadoras carcajadas.
T_ Otra que tal, ¿tú crees que esto es normal?, vosotras divinas de
la muerte y yo...
E_ Eres tan mala, tan bicho, tan... divina –le dijo después de que
Maca la besara con dulzura.
E_ ¿Qué?
M_ No, porque las llevaba cenando... tienen que estar por aquí.
E_ Vamos Maca por favor... faltan cinco minutos para que llegue
Fermín y quiero ver lo de fuera.
M_ Si lo que Carmen pretendía era que este lugar fuera mágico para
la despedida, lo ha conseguido
M_ Pues no.
E_ ¿Cómo?
M_ Pues...
E_ ¿Volviéndote loca?
M_ Eres más mala... eres de lo peor –y una vez se puso las bragas
salió corriendo tras ella-. No te vas a librar, ven aquí...
M_ Fermín...
M_ Yo llevo la falda metida por las bragas y tú, el escote por donde
no es –le señaló con las cejas y se miró encontrándose que tenía el
sujetador por fuera de su escote. Luego miró a Maca que se estaba
sacando la falda que se había metido en las bragas con las prisas y
dio una carcajada. Mientras Maca murmuraba-. Que fuerte, ¡qué
fuerte!
M_ Vale.
En_ El chico sabe llegar solo, no nos necesita –añadió una Encarna
que aún estaba un tanto impresionada por la reacción de todos
hacia ella.
F_ De eso no os preocupéis.
M_ Pero... es que...
M_ Eso también.
E_ Un poco, la verdad.
E_ Tu madre
M_ Lo haces.
Ca_ Bueno, bueno, bueno. ¡No mires hijo que tus mamis aún no han
acabado con sus cosas! –exclamó entre una carcajada sonora
Carmen mientras las chicas rompían a reír por el comentario.
M_ Gracias por todo –le dijo mirándola con sus ojos emocionados.
M_ Nos alegramos
F_ Claro.
F_ Las gracias hija mía, os las tengo que dar yo, te lo aseguro
Ca_ No hija, que va, si eres un sol y tienes una mujer que es otro
sol
E_ ¿Me crees ahora cuándo te decía que sin ella prefería morirme?
Ca_ Esther hija mía, yo también soy feliz de veros a vosotras así de
bien, y le pido a Dios que os ayude en vuestro camino.
E_ Gracias, con Su ayuda así será. ¡Ah pero ni creas que nos vas a
perder de vista, eh! –le decía sonriendo aunque ella también estaba
emocionada-. Vendremos siempre que podamos, y quiero que tú y
Fermín, vengáis a nuestra casa en Madrid, y os ayudaremos a
encontrar a vuestro hijo
E_ Te quiero Carmen
E_ Oye Carmen.
Ca_ Dime corazón –se detuvo ante ellas que seguían cogidas de la
cintura
E_ ¿Mi madre?
E_ Y yo... te quiero
L_ Esto es maravilloso
C_ Cariño no empieces…
C_ ¡Rodolfo!
A_ Es precioso, sí.
H_ Ellas son las que están preciosas, ché, no viste… ¡dios que par de
mujeres!
C_ ¡Dios mío Maca que alegría! –la estrechó fuertemente Cruz entre
sus brazos
M_ Gracias Cruz –le dijo con palabras sinceras que no hacían falta ni
más, ni más concisas.
H_ Ya la regó el proteston.
E_ Está dormidito…
H_ Vayamos para fuera, es lindo este lugar como para estar acá
encerrados
E_ Francamente, no.
E_ Maca –le dijo un tanto azorada por el tono que había gastado
ante sus compañeras-. Bueno… Carmen ha dicho que vayamos
M_ Me moría de ganas.
M_ Estás muy guapa –la miraba a los ojos con esa devoción,
idolatrándola como el primer día que la miró con los ojos del amor-.
Estás realmente hermosa, cariño.
E_ Soy muy feliz, tener a todos aquí –le dijo mientras pasaba sus
manos por la espalda delicadamente de Maca, allí en aquel lugar
que se habían amado tanto, apoyada contra la puerta-... tenerte a ti
así... tan cerca de mí... tan maravillosamente cerca de mi corazón
otra vez.
E_ Y a mí que estés...
T_ Ahora y es serio.
T_ No sé yo... no sé yo...
En_ ¿Has aprendido de tus errores hija? –le preguntó tras dar un
trago a la limonada-. ¡Todo lo hace bueno esta mujer!
En_ La vida es un camino largo hija, siempre hay que pensar que es
largo, y vas aprendiendo de tus errores, de tus sufrimientos…
siempre y cuando puedas salvar la situación pues es hasta normal
porque nadie es perfecto, pero lo que sí es importante cariño, es
aprender de ellos. Tú tienes una mujer que te adora, un hijo por
En_ Cariño –la abrazó bajo la atenta mirada de una Maca que
comprendía perfectamente a que era debido y sonrió mientras
seguía hablando con Javier y Héctor-. Eres mi hija del alma... lo
mejor que me ha dado la vida
En_ Nada hija... que me puse tonta yo que sé... –elevó los
hombros-. La tensión acumulada.
E_ Mamá yo...
E_ Te quiero.
E_ No quiero que te ocurra nada –la miró con sus ojos llenos de
miedo.
En_ Pues es ley de vida ¿eh? –entonces miró hacia Maca que seguía
mirándola aunque en esta ocasión lo hacía con su frente fruncida-.
Venga Esther Maca esta mirando con esa cara que pone ella de
preocupación, que aún así está guapa, ¿eh?
E_ ¿Dónde?
En_ No, es mejor así, algún día se enterara pero ahora no.
C_ Hacía mucho tiempo que no veía a Esther así... feliz –hizo una
mueca elevando sus hombros.
M_ Hola papá
M_ Entiendo –le dijo sin ese lado suyo tan defensivo de cuando
hablaba con su padre.
P_ Creo que te debo una disculpa, y sabes que me gusta aclarar las
cosas cara a cara.
En_ Paciencia hija, paciencia –en ese momento salían Maca y Pedro
de la cocina. Encarna le hizo una señal a Teresa con sus cejas hacia
ellos-. Creo que Pedro ha firmado la paz
T_ Pero...
Cuando Esther se percató les dijo a las demás que ya era hora
de ayudar y dejar de hablar, de esa manera, se fueron todas hasta
la cocina y los hombres se quedaron todos allí ayudando a Fermín.
F_ Así es.
E_ ¿Ah si? –ladeó su cabeza un poco elevando sus cejas con una
sonrisa triunfante
E_ Y yo
M_ Ya Teresa
T_ A lo que iba
M_ Eso
E_ Te quiero, Teresa
M_ Bueno… vamos a ver que encontramos por aquí –se puso a mirar
las botellas mientras Teresa se ponía las gafas y también miraba
M_ Mira que bien. Pues ahora ya que has querido tu fin de semana
en el balneario, te lo vas a tener que currar –se dio la vuelta
mirándola fijamente
T_ ¡Por Dios Maca no me mires con esos ojos! –le dijo un tanto
asustada
M_ ¿Quieres ir al balneario?
M _ ¿Qué otro?
M_ Toma anda –le dio una botella bajó otra del altillo y se dirigió
hasta la puerta-. Yo no recuerdo tal cosa, además, ahora debo
T_ Eso son celos, ¡lo que yo te diga Maca! –salió a pasos ligeros
hacia el comedor con las botellas de vino
R_ No tienes remedio.
M_ ¿Y Esther?
R_ Los hombres han ido con Fermín a ver desde no sé que lugar una
montaña
M_ ¿Papá también?
M_ Lo soy mamá, Esther y yo creo que nos hemos dado cuenta que
queremos vivir siempre juntas, que pase lo que pase, yo me muero
por ella y ella por mí, que tenemos una vida en común a partir de
R_ Ya me extrañaba a mí –sonrió
M_ Claro que esté pequeñín sabe que sus mamis están felices –se
tumbó en la cama junto al niño y comenzó a juguetear con él
E_ ¿Yo hago trastadas? –le abrió las piernas poniéndose entre ellas
ante la sonrisa de Maca
E_ ¿De verdad?
En_ Nada que Teresa está impaciente, bueno, algo histérica también
En_ Vamos como ahora –le dijo seria pero irónicamente Encarna
C_ Vamos Vilches deja al niño que vaya con su tito Héctor que se le
está cayendo la baba
M_ Yo te ayudo
C_ No hace falta ya voy yo, ¿no puedes estar unos segundos sin
ella? –le preguntó en voz baja sonriendo
C_ ¿Una solo?
M_ Oye... ¿pero esto que es? –protestó-. A ver si ahora voy a tener
que ponerme celosa –todos sonrieron
CA_ Eso o tendré que darle alguna que otra sesión –dijo Carlos muy
serio
Ca_ Dios mío Maca si llevas un plato en tus manos –dijo poniéndose
las manos en la cabeza
M_ ¡Pero bueno!
T_ ¡Ya estamos!
T_ ¿Quejica yo?
E_ Sí, tú.
En_ Lo es
Ca_ No late de una manera distinta amiga mía –se le acercó y con la
mano que le quedaba libre, le acarició suavemente la mejilla-. Late
gritando tu sentimiento de madre, más madre que nunca porque
ahora puedes abrazar a tu hija de manera abierta, sintiendo y
dejando sentir en tu alma su llegada. Ahora eres madre con todas
las palabras ya no tienes que luchar contra ti, ahora solo tienes que
dejar recorrer por tu sangre ese sentimiento de madre que tenías
amaniatado. Siéntelo con todas tus fuerzas Rosario siéntelo amiga
mía.
M_ Ya va, ya va
M_ Mira que eres malo ¿eh? Rodolfo –le dijo entrecerrando sus ojos
graciosamente
T_ Y que lo digas hija –soltó Teresa muy seria y consiguió que todos
rompieran en una carcajada y algunos aplausos-. Gracias.
M_ Y yo.
E_ No tenéis que hacer nada más que prepararos la maleta, eso si,
con ropa fresca ¿eh?, y pasarlo estupendamente
T_ ¿Y lo mío?
E_ Eso es cierto...
Ca_ ¿Sentarme?
F_ Vamos
Ca_ ¿Rafael has dicho? –le preguntó a su hijo que miraba a su padre
sonriendo.
Ca_ ¡Pero bueno esto que quiere decir!, vamos a presentaros a toda
esta que es nuestra familia.
M_ Hermano.
Ca_ Hijo, hemos sufrido mucho, mucho –le dijo con voz
entrecortada-. Nos equivocamos tanto cariño... pero ahora todo será
diferente, ¿verdad?
Ju_ Claro que sí Madre –la abrazó-. Que ganas tenía de abrazarte,
de volver a olerte sigues oliendo a leche de almendra.
M_ Sí.
Ca_ ¿Cómo que has hablado con ella? –la miró perpleja.
Ca_ Si es que ves como tengo razón y son mis niñas –las abrazó a
las dos a la vez haciendo que ambas quedaran muy juntas y
muertas de risa dándoles besos sin parar-. ¡Qué feliz soy madre!
E_ Mamá...
D_ Tiene razón ¿eh?, que últimamente estás tú muy por las nubes –
le dijo sonriente Dávila mientras todos seguían la broma.
C_ ¿Por qué?
C_ Es cierto.
C_ ¿Y?
M_ Tengo miedo.
C_ ¿A qué?
M_ Niña.
C_ Vale niña –respiró negando con la cabeza gesto que hizo que
Maca sonriera-. Sabes que eso le va a ayudar a superar este amargo
trago.
C_ No creo que sea un reto para ella –se sentó sobre la mesa de la
cocina igualmente que lo hacía ella-. Simplemente creo que te ama,
pero que con sus miedos no creía que para ti ella fuera tan
importante.
M_ Lo sé.
C_ Ese complejo que tiene ella, ese mar de dudas que siempre le
embargan, creo que lo ha superado.
M_ Lo sé.
M_ Sí, Esthercita.
C_ Pobre criatura.
M_ Ven aquí –le cogió por los hombros ante su gesto ilusionado-. Te
voy a mandar a uno que te va a encantar.
T_ ¿De verdad?
M_ Bien.
M_ Gracias.
T_ Me voy de un feliz.
M_ Me alegro mucho.
M_ Sí mi amor.
M_ Te quiero mamá.
R_ Y yo.
P_ Cuídate.
M_ Tú también.
En_ ¡Qué bichejo eres canalla! –la abrazó como ella solía hacer con
toda su fuerza-. Por eso te quiero tanto ahora que no me oye mi
hija.
En_ Soy muy feliz, de verdad, pero quiero decirte algo que llevo en
mente, ¿puedes acompañarme hasta el coche?
M_ Eso ya lo sé.
M_ ¿De qué?, ¿de tener una Esthercita? –la mujer la miraba con un
poco de temor en sus ojos-. Pues claro Encarna.
M_ Y yo...
M_ Un poco bastante.
M_ Tengo miedo Esther, aquí eres mía, este lugar es como una
fortaleza, nuestra fortaleza, puedes reírte de mí si quieres.
M_ Ya... lo sé... pero... ¿puedo decirte una cosa sin que te rías?
E_ ¡Ah, creía! –le besó mientras Daniel rompía a reír-. ¿Qué pasa
pequeño, te gusta que tus mamis se den cariñitos, eh?, a mí
también pero es un secreto.
M_ De acuerdo.
M_ Lo sé...
E_ Que está Daniel cariño –le susurró pues la mano de Maca se coló
por su camiseta.
E_ ¡Pero serás! –le dio un buen golpe haciéndola reír como loca.
P_ Bueno Fermín... me alegro que todo haya salido bien –le dijo
Pedro pues los hombres se habían adelantado a las mujeres que
reían divertidas con aquel bendito crío.
F_ Así es... pero ver esa luz en su mirada, me deja muy claro que
me importa un bledo lo que piensen los demás... he perdido muchas
cosas de su vida como para que los comentarios de la gente me
pueda afectar
P_ Somos afortunados.
En_ Tú lo has dicho, eso es ser madre, dar sin esperar nada a
cambio, dar el apoyo, el amor y el aliento que les falte.
P_ ¿Nos vamos?
R_ Pues ya sabes...
Ca_ No, ahora te veo como una madre y una esposa de verdad –le
sonrió
Ca_ Por supuesto... gracias Encarna –le dijo al estrecharla entre sus
brazos, con la emoción reflejada tanto en sus palabras como en sus
ojos-. Gracias amiga.
E_ Es espectacular
E_ Lo sabía
M_ Sí, sé el esfuerzo que hiciste para comprarme este anillo –le dijo
sonriendo
M_ Le hice una oferta a Fermín por ella, pero me dijo que no, que
esta casa no estaba en venta
E_ ¿Entonces?
E_ ¿Y?...
M_ ¿Y qué?
E_ ¿Bailas?
E_ El placer es mío
me enseño a pecar
E_ ¿Si?
E_ ¿Ahora?
E_ ¡Pero tendrás morro! –le dijo sonriendo-. Anda vamos cariño que
tu madre tiene más morro que yo que sé... ¡ay que rico madre! –
explotó en una exclamación feliz
E_ ¿A mi madre?, le va a encantar
M_ Ese mismo
E_ Te lo prometo
M_ Si
E_ Venga... venga...
M_ De acuerdo. No tardes
E_ Maca
M_ Mmmm
M_ Lo que tú quieras
M_ Lo prometo
FIN