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¿Vuelta a la normalidad?
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Un año después
El tiempo había pasado, muchas cosas habían cambiado, algunas seguían igual. Alguien
me dijo una vez que un año es mucho tiempo, no sé si tenía razón, ni siquiera a que se
refería. Pero hay cosas que no cambian, el paso del tiempo no las desgastan, ni las
debilitan, incluso en raras ocasiones las hace más fuertes. Esther no cambió, Maca no
cambió. Un año, un año de visitas al hospital, un año contemplando aquellos ojos
cerrados, un año cuidando de Cristian sola, un año conociendo a sus suegros, un año en
que su madre la conoció, un año, solo uno
Esther está en el balcón de su piso en Madrid, es mediados de otoño y las hojas secas
adornan las calles, no hace mucho frío, contempla la ciudad, y empieza a recordar
Era por la mañana, el teléfono sonó sobresaltándola, se despertó de golpe y lo cogió, era
una costumbre que había adquirido aquel año, cada vez que sonaba el teléfono ella se
lanzaba sobre él. No supo que lo que le había dicho aquella voz era cierto hasta que lo
vio, no se lo había creído, aun así algo dentro le decía que fuese. Despertó a Cristian y
lo ayudó a vestirse, cogió el metro. Iba pensando en mil cosas, todas grandes tonterías,
tenía gracia, llevaba mucho tiempo esperando aquel momento, y no lo creía, en vez de
pensar en eso estaba pensando en que Cristian llegaría tarde al colegio, en que tenía que
ir a ingresar el dinero para la excursión, en que no le quedaban yogures en la nevera...
mil tonterías sin importancia para no centrarse en lo que sentía, un miedo enorme que se
le aferraba
Entraron por la puerta de urgencias, como otros tantos días, igual que siempre, pero
aquel día todo era diferente. Teresita no soltó ningún comentario de los suyos, solo
sonrió, a Esther le pareció que detrás de las gafas aquella mujer lloraba, Vilches incluso
le dio un abrazo cuando la vio, Cruz enseguida salió a buscarla y la acompañó a la
habitación. En el pasillo se encontraron con Rocío, la madre de Maca, que se quedó un
momento con Cristian, Esther sería la primera en entrar
Agarró el pomo de la puerta y lo giró, tenía miedo, pero aún así abrió y entró. En la
cama estaba Maca, dormida, estaba igual de guapa que siempre, Esther se acercó y
como un millón de veces antes cogió su mano entre las suyas, fue aquello lo diferente,
aquello lo que lo cambió todo, aquel el momento en que se dio cuenta que era verdad,
Maca había apretado sus manos. Miró el rostro de aquella mujer a la que no había
dejado de querer y sus miradas se encontraron. Maca sonrió, estaba algo confusa y
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desorientada antes de ver aquellos ojos, pero encontró su norte, era lo único desde que
había despertado que no la confundía
Lo que pasó en la semana siguiente fue extraño, tenían que adaptarse a muchas cosas, a
Maca le hizo mucha ilusión lo de Cristian, también estaba contenta con la relación que
tenía su madre con Esther, y Encarna se portaba muy bien con ella, aquella semana fue
rodando, muchas cosas que saber, muchas que recuperar, en los recuerdos se veían
imágenes confusas, fue todo muy lioso
Esther siente como unos brazos la rodean, un peso sobre su hombro y un perfume que
le encanta
A las dos semanas de estar en casa, Maca ya tenía ganas de volver a su trabajo, Esther lo
había hecho hacía una y el pequeño Cristian iba al colegio, así que las horas que no
estaba con ellos se le hacían interminables, intentaba matarlas leyendo libros,
escuchando música, viendo documentales y preparando sorpresas para cuando llegaran
a casa. A veces sentía algo que le oprimía el pecho, para ella no había pasado un año,
apenas unos días, en cambio para el resto el mundo había seguido girando, a pesar de
los esfuerzos de Esther, se sentía a destiempo, como si todo aquello no fuera con ella.
Sus compañeros del hospital habían ido a verla a menudo, sobre todo Elisa y Cruz,
Teresita también se había dejado caer, intentaba ponerla al día de las cosas del hospital
pero Esther no la dejaba, decía que ya habría tiempo. Maca estaba contenta a pesar de
eso, Esther se llevaba bien con su suegra, y Maca también lo hacía con Encarna, el niño
era encantador y se llevaban a la perfección
Maca se sobresaltó al oír su voz, se giró para mirarla, estaban en la cama, su cama, todo
estaba bastante oscuro, apenas algo de luz que iluminaba débilmente sus cuerpos
Mientras Esther y Cristian dormían, Maca seguía pensando, a veces se sorprendía con la
facilidad que había tenido de estar con Esther como si llevasen una vida juntas, cuando
en realidad para ella apenas llevaban dos meses, luego la miraba hacer algo, alguna
tontería, un gesto, y se volvía a sorprender, pero esta vez por no haber pasado una vida
junto a ella
A la mañana siguiente Maca y Esther llevaron al niño al colegio, aquel día se había
despertado muy temprano ya que estaba nervioso, tenía una excursión a la montaña con
el colegio, y le daba miedo perder el autocar, así que mientras Esther lo intentaba
tranquilizar y vestirlo Maca preparó los bocadillos y la mochila. Así que al llegar el niño
se despidió con la mano y subió rápidamente al autocar, Maca y Esther lo observaron
sonrientes, esperaron a que el autocar se fuera y entonces Maca acompañó a Esther al
hospital, Esther no quería porque sabía que al final Maca iba a ponerse a trabajar, pero
su chica podía llegar a ser muy convincente cuando quería, así que al final no pudo
resistirse y aceptó que la llevara. Entraron en el muelle y Teresita al verlas se abalanzó
sobre ellas abrazándolas
E: Vaya par... (poniendo los ojos en blanco) Bueno, cariño, me tengo que ir ya, ten
cuidado al volver a casa
M: ¿Volver? Bueno, había pensado hablar con el director y eso, ya sabes, para ver si...
E: Maca...
M: Solo quiero saber si aún puedo volver, ¿Vale?
E: Vale, pero espérame que me cambie y subimos las dos
M: No hace falta, ya voy yo. Nos vemos luego
E: ¿A quien ves luego?
M: A las dos claro (sacándole la lengua a las dos mujeres)
T: Tu chica está tonta
E: Ya te digo
Esther fue a cambiarse y luego a cortinas para empezar a ayudar, aún no había contado a
Maca los cambios en el hospital, no quería incomodarla, porque si de algo se había dado
cuenta era que cuando alguien mencionaba algo de lo ocurrido durante el sueño de
Maca, ella se ponía incomoda, intentaba mostrarse interesada, ya que quería saber cosas,
pero Esther notaba como que a veces se enfadaba porque le contaran cosas, o tal vez se
enfadaba por no haber estado allí, Esther no lo sabía seguro era una de esas cosas que no
había hablado con Maca, además, la enfermera creía que Maca ya tenía bastante con
haberse puesto al día de sus familias, como para encima tener que hacerlo en el hospital,
donde, la verdad, había bastantes cambios
Maca subía en el ascensor camino al despacho del director del hospital, el ascensor se
paró en la planta de pediatría y dos personas subieron, Maca no pudo evitarlo y antes
que las puertas se cerraran ya estaba en el pasillo. Miró a su alrededor, había un montón
de dibujos por todas partes, los miró un buen rato, aquello era nuevo, parecía que
hubiesen hecho un concurso, al llegar a un panel se dio cuenta que así era, alguien había
hecho un concurso de dibujos para los niños. Sus ojos vagaban por todas partes, aquello
estaba bastante cambiado desde la última vez que había estado allí, trabajando, antes de
todo, pasó por delante de la guardería, y a través de los cristales vio a niños y niñas
jugar y pintar, todos reían, a Maca le vinieron unas ganas enormes de entrar a jugar con
ellos, pero no estaba allí para eso, estaba para volver a trabajar
Maca se giró y contempló a la mujer que le hablaba, una chica alta, de pelo dorado y
ojos azul claro, llevaba una bata puesta, en el bolsillo superior una tarjeta se balanceaba
de un clip. “Dra. Helena Sáez. Pediatra” Maca volvió a mirar a aquella mujer, esta vez
con otros ojos, aquella debía ser su substituta
Maca se fue hacia el ascensor y se subió, su mente vagaba sin rumbo, algo se había
movido en su interior y no sabía que era, quizás era por la nueva pediatra, quizás ya no
tenía su plaza allí, ya no había lugar para ella, o tal vez era otra cosa. El ascensor se paró
en la planta del despacho del director, Maca salió y avanzó por el pasillo hasta la puerta
del final, una recepcionista la saludó, era nueva, le pidió si tenía alguna cita y Maca dijo
que no
M: Pero prueba a ver si diciendo que Maca está aquí me deja pasar
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Maca se acercó a la puerta y al echar mano al pomo su vista se clavó en el cartel que
había en ella, lo leyó un par de veces, sin salir de su asombro. ¿Cuántas cosas más
habían cambiado en el hospital?
Abrió la puerta, el doctor que estaba al otro lado del escritorio sonrió al verla y se
levantó, le dio dos besos y le pidió que se sentará, él hizo lo mismo inclinándose hacia
atrás en su butaca, miró a la pediatra atento
Cuando Maca terminó de hablar con Vilches fue a pediatría de nuevo, quería
presentarse a su compañera de trabajo y que la pusiera al día de posibles cambios. Al
llegar allí la encontró en una habitación mirando a un paciente, Maca esperó afuera a
que la pediatra saliese. Ésta, al salir ni se fijó en ella, iba concentrada mirando unos
informes, Maca volvió a tener una sensación extraña
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Bajó a recepción para que Teresita la pusiera al tanto de los cambios del hospital, y
claro, la mujer encantada de poder hablar por fin con ella
T: Uy, chica, pues sí, Vilches está a gusto en su puesto, le encanta, y la verdad, entre tú
y yo, se lo merece, es que es perfecto para el puesto, así con su pose y su...
M: Teresita...
T: Aish, perdona, que me voy por las ramas, y bueno, luego están los nuevos, que creo
que dos son de las tuyas
M: ¿De las mías?
T: Sí, mujer, ya sabes, de “esa” acera
M: Ah... Claro... De “esa” acera... ¿Se puede saber de que me estas hablando?
T: Sí, chica, lesbianas, ya sabes, la pediatra y la residente de urgencias, me da que sí
M: ¿Y eso? ¿Te lo imaginas o...?
T: Uy, mujer, yo estaba el otro día aquí, trabajando como siempre, porque si hago algo
es trabajar, y estaba concentrada en mis cosas, cuando entraron ellas, y claro, una que
no es sorda y que ellas estaban casi gritando escuchó “cosas”...
M: Cosas...
T: Sí, que si el “ambiente”, que si “ella”, que si “novia” y eso
M: Ah, ¿Ya está?
T: Uy, ¿Te parece poco? ¡Solo les faltaba llevar un cartel!
M: Ay, Teresita, Teresita... ¿Y de los demás? ¿Algo nuevo?
T: Uf, bueno, en lo personal, ya sabes ¿No?
M: Sí, eso ya me lo contaste
T: Bueno, pues por lo demás, Cruz sigue siendo la jefa de cirujanos, Javier sigue con lo
suyo, Laura y Héctor ya están fijos, el otro doctor nuevo, José es un Vilches dos pero
antipático
M: Teresita, más que Vilches no puede ser
T: Vilches no es antipático, solo tiene “carácter”
M: Ya, claro, claro...
Esther apareció por detrás de Maca y rodeó su cintura mientras le plantaba un beso en el
cuello
Maca y Esther fueron a la farmacia, no había nadie, así que Maca cerró la puerta tras
ella, la enfermera miraba unos papeles y luego los estantes, Maca la miraba apoyada
contra la pared
Maca y Esther salieron de farmacia y Esther se fue a cortinas, Maca se iba para casa
cuando vio a los del Samur salir corriendo
Eva: Teresita, tenemos un aviso, un incendio en la sierra, hay dos autocares atrapados
T: Vale, marchaos
M: ¿Qué dicen?
T: Algo de un incendio, no sé, oye, que antes no me ha dado tiempo a avisarte, ten
cuidado con la pediatra, se arrima mucho a Esther
M: No me preocupa
T: Ya, claro, pues yo de ti me preocuparía, porque esa chica es encantadora
M: ¿Encantadora? Otra igual, pues a mi no me lo ha parecido
T: Bueno, chica, yo te aviso, ándate con cuidado
V: Teresita, ¿Dónde están los del Samur? tengo que hablar con ellos
T: Acaban de salir a un incendio
V: Vale, avísame si eso
T: Bien
Al cabo de un rato llamaron los del Samur, pedían que estuviesen alerta, que había dos
autocares atrapados en las llamas, que los bomberos estaban haciendo todo lo que
podían, pero que quizás habría muchos heridos. Teresita avisó a Vilches, que convocó
una reunión en rotonda, Maca se quedó por si la necesitaban, uno de los autocares era de
una excursión escolar, por un breve momento se le pasó por la cabeza Cristian, pero no
podías ser, la sierra era grande y prácticamente todos los colegios se iban de excursión
por aquellos días, aún así, se quedó algo preocupada, preocupación que aumentó un
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poco cuando vio llegar a Esther hablando entre risas con la otra pediatra, Esther la miró
y se acercó a ella
Mientras tanto, en la sierra, los del Samur ya habían llegado, los bomberos batallaban
contra las llamas para intentar controlarlas, se veía a poca distancia un autocar, había
gente a su alrededor, las llamas no habían llegado a él, en cambio el otro autocar, el de
la excursión escolar, estaba completamente rodeado, los bomberos intentaban ver si
había gente, pero no se veía nada, las llamas eran muy grandes aún. Había coches de
policías y más ambulancias alrededor, lo suficientemente alejadas y cerca para no correr
peligro y poder atender rápidamente a los heridos. Cerca de los coches de la policía
había un grupo de cuatro niños envueltos en manta, que hablaban con dos agentes. Eva
se acercó a un bombero para ver la situación
Habían conseguido acercarse más, y se distinguían las ventanas, no se veía a nadie, pero
podía ser que estuviesen agachados en el suelo, se veía mucho humo, Eva miró las
ruedas del autocar, estaban completamente derretidas, quizás ya no había tiempo, allí
dentro debía de haber una elevada temperatura, las llamas estaban demasiado cerca,
demasiado
M: Elisa. Hazme un favor, quédate con Esther, ¿Vale? Dale una tila o algo, y dile que
estoy, no sé, por aquí ¿Vale?
Elisa: ¿Qué pasa?
M: Puede que en el autocar vaya nuestro hijo. Voy a ir
Elisa: Vale, me quedo con ella, ten cuidado Maca, suerte
M: Gracias, cuídala
Maca salió disparada hacia la sierra con el coche, mientras, Elisa fue a donde estaba
Esther, Cruz y Helena la acompañaban, la convencieron para que fuera a la cafetería a
tomarse una tila, y la acompañaron, hablaban de trivialidades para distraerla, pero
Esther ni siquiera las escuchaba, solo podía pensar en su pequeño, y encima hacía un
rato que no veía a Maca, estaba muy preocupada
En la sierra, habían conseguido controlar en fuego y abrir una vía, se acercaron los
bomberos al autocar, para evaluar la situación, miraron a través de las ventanas, pero el
humo era denso en el interior y apenas veían nada, se acercaron a la puerta, pero de la
calor se había quedado encallada, empezaron a trabajar para abrirla, los del Samur
esperaban, al otro lado, preparados para intervenir. Tras muchos esfuerzos consiguieron
abrir la puerta, dos bomberos entraron en el interior, tras un tiempo, que resultó a todos
eterno, salieron, negaron con la cabeza y se acercaron a los demás
Bombero 1: No están
Bombero 2: Ahí dentro, no hay nadie, ni siquiera el conductor
Bombero 3: Quizás no les dio tiempo a llegar al autocar
Bombero 4: Puede que se escondieran como aquellos críos
Al cabo de un rato empezaron la búsqueda de los demás, la policía, los bomberos y los
chicos del Samur, buscaban en los alrededores, entre el autocar y el lugar donde habían
encontrado a los otros niños, no se podían haber esfumado tenían que estar en algún
sitio, era imposible que hubieran desaparecido
Habían buscado en toda la zona desde el autocar hasta el punto en el que habían sido
encontrado los otros niños, pero nada, ni una señal, ampliaron el cerco de búsqueda,
Maca llegó y al ver a aquellos chicos se acercó corriendo les pregunto por Cristian, pero
le contestaron que no lo encontraban, que era uno de los desaparecidos, Maca al
escuchar esto casi se derrumba. A lo lejos distinguió los chalecos amarillos del Samur, y
le pareció que una era Eva así que fue corriendo hacia allí, pero no era ella, preguntó
que había pasado y se lo explicaron, en aquel mismo instante se unió al equipo de
búsqueda
En el hospital, Esther seguía hecha un manojo de nervios, los intentos de las demás por
distraerla no habían funcionado, de hecho solo hacían que se pusiera de mala leche
¿Cómo en un momento como aquel se ponían a hablar de chorradas? Pero intentaba
controlarse, porque en el fondo sabía que lo hacían por su bien, hacía un rato las había
esquivado y se había escondido en una habitación vacía, llevaba un buen rato allí,
sentada contra el suelo, llorando sin parar. Helena, la otra pediatra, la estaba buscando y
al encontrarla permaneció callada, cerró la puerta tras de sí y sin hacer ruido se sentó en
el suelo, al lado de Esther, Helena sabía que lo único que podía hacer era quedarse al
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Los minutos pasaban y no encontraban a los niños, Maca había encontrado a Eva, ellas
dos habían ido en sentido contrario al lugar del autocar y el otro sitio, quizás al no poder
subir al autocar habían intentado descender la montaña a pie, Maca estaba muy
preocupada. Iban entre unos árboles, estaban quemados y aún salía humo del suelo, iban
pisando con cuidado
Maca se acercó corriendo a donde estaba Eva, en el suelo, a su lado, había una
cantimplora con dibujos infantiles, estaba algo chamuscada, y los dibujos se habían
distorsionada por el calor, Maca miró a su alrededor, los niños tenían que estar por allí,
pero la zona estaba quemada por el fuego. Siguieron descendiendo la montaña
Esther había dejado de llorar, ya no le quedaban fuerzas para seguir haciéndolo, o tal
vez simplemente ya no le quedaban lágrimas para desahogarse, Helena la miraba, se
sentía impotente de no poder hacer algo, cualquier cosa, lo que fuera para animar a
aquella enfermera. Esther se separó de ella y apoyó la cabeza en la pared, mirando un
punto fijo en el aire
E: ¿Estará bien?
Helena: Estoy segura de ello, todo ira bien, ya verás, seguro que todo ha sido un mal
entendido, él debe estar ahora jugando en otra parte con sus amigos, ya verás, tranquila
E: Pero ¿Y si...?
Helena: Esther, no sabemos nada, no pienses en lo peor, seguramente está bien, y te
estás llevando todo este susto por nada
E: Por nada... por él, lo es todo
Helena: Ya, pero ya verás, no va a pasar nada malo. ¿Me oyes? Nada malo
E: Eso espero
Helena: Ya verás como sí
Cristian: ¡Mama!
Helena abrazaba de nuevo a Esther, Elisa entró y las vio allí, sentadas en el suelo,
abrazadas la una a la otra
Esther no paraba de dar vueltas por recepción, había hablado con Maca, estaban en
camino, se irían a casa nada más llegar, Vilches decía que no soportaría tenerla por allí
dando tumbos sin hacer nada más que pensar en llegar a casa, lo que se traducía en que
estaba alegre por ella y quería darle el día libre, pero claro, el señor Rodolfo Vilches
jamás reconocería eso. Helena y Elisa la observaban sonrientes, se notaba que Esther
estaba ansiosa por abrazar a su hijo
Maca iba en el coche, no paraba de mirar a Cristian, el pobre no sabía la que había
armado, tampoco era culpa suya, Maca pensaba en Esther, debía estar esperándola, y
encima había pillado un atasco. Por fin, dejó el coche en el parking del central, cogió la
mano de Cristian y se dirigieron a urgencias
Esther al verlos casi se cae, corrió hacia Cristian y empezó a darle besos por todas
partes, como hacía poco había hecho Maca, no lo soltaba para nada, el niño el pobre se
estaba asfixiando
Volvió a girarse ante la mirada atenta de las tres mujeres, Maca extrañada, Helena
normal y Elisa con algo rondándole la cabeza. Maca se encogió de hombros y fue a la
sala de médicos a buscar sus cosas, Elisa la siguió y entró detrás de ella
Elisa: ¿Maca?
M: Dime (buscando su bolso por el sofá)
Elisa: Oye, que... no sé si debería meterme en esto... pero... bueno...
M: Elisa, ¿Pasa algo?
Elisa: Sí, bueno no, no lo sé, pero por si acaso, estate pendiente de Esther
M: Ya lo hago
Elisa: Ya, pero vigila a Helena
M: ¿Pero que os pasa? ¿Tú también?
Elisa: ¿Cómo que también?
M: Teresita también me dijo que tuviera cuidado
Elisa: Deberías hacerlo
M: Elisa no te ofendas, sabes que te considero una amiga, pero no creo que Esther
pueda sentir nada por ella, no sé donde le veis la amabilidad a esa chica, porque no la
tiene, y ahora, solo me apetece una cosa, volver a casa con Esther y nuestro hijo y pasar
tiempo juntos
Elisa: Bien, lo entiendo, pero hazme caso, ten cuidado
Maca encontró el bolso y se despidió con una sonrisa de Elisa, salió del hospital y se
metió en el coche, Esther y Cristian jugaban en el asiento de atrás, Maca miró un
momento a su chica, sonrió, arrancó el coche y puso rumbo a casa
Una vez allí los tres estuvieron jugando durante horas, al final, Cristian cayó rendido
por el cansancio del día, Esther se fue a duchar mientras Maca preparaba algo para
comer. Cuando estuvo listo llamó a su chica, que apareció con el pelo mojado y el
pijama puesto. Esther al pasar por su lado para sentarse le dio un cachete en el culo y le
guiñó un ojo, estaba feliz, todo había ido bien. Empezaron a comer
Fueron a la habitación entre arrumacos y besos, no podían para de tocarse, era como si
un imán las atrajese la una hacia la otra, una fuerza contra la que no podían luchar,
tampoco es que quisieran hacerlo. Se echaron sobre la cama y se miraron unos instantes,
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unas miradas llenas de grandes palabras que pierden significado si las dices en voz alta,
sus labios se unieron, en la que sería una larga noche de amor y pasión a partes iguales
Maca se puso su bata y cogió su fonendo, se lo puso sonriente alrededor del cuello y
salió de la sala de médicos, subió a pediatría y se dio una vuelta por allí, no había niños
que necesitasen su atención, aburrida bajó a recepción
M: Teresita...
T: Sí, mujer, acaba de entrar un niño, todo tuyo antes de que baje Helena
M: Gracias (con una sonrisa de oreja a oreja)
Fue a la sala de espera y se encontró a un niño bastante pálido, de unos dos o tres años
que se agarraba la barriga, su madre lo abrazaba. Maca se acercó y les pidió que la
siguieran a cortinas. Una vez allí colocó al niño en la camilla y empezó a auscultarle
Madre: No, lo de siempre, pero hace dos días empezó a quejarse de que tenía dolores
M: Bueno, parece que tiene la zona un poco inflamada, le haremos una ecografía
Madre: ¿Una ecografía?
M: Sí, hay que descartar apendicitis
Esther volvía de mirar el historial del paciente, esta vez sí que vio a Maca, se quedó un
momento mirándola, estaba preciosa cuando de ponía en plan profesional, una sonrisa
tonta se le dibujó en la cara, Maca alzó la vista y al verla le guiñó un ojo, la enfermera
se derritió allí mismo
Helena: ¿Esther? ¿Has mirado eso ya? (asomando la cabeza por la cortina) ¿Esther?
E: ¿Eh?... Sí, perdona, no pone nada de alergias, ten, te he traído esto para el dolor
Helena: Ok, oye, si quieres, no hace falta que te quedes aquí
E: No, no, te ayudo, no pasa nada (entrando en la cortina y al pasar por el lado de Maca
rozándole la mano)
Maca pidió a una enfermera que le trajese el aparato de hacer ecografías, se quedó allí,
pendiente en todo momento del niño, no le podía dar ningún caramelo por si acaso, pero
le prometió que antes de irse, le traería una bolsa entera llena, el niño a pesar de que le
dolía la tripa sonrió
Esther terminó tarde de ayudar a Helena con el chico, cuando lo hizo Maca ya no estaba
en la cortina de al lado, había escuchado algo de quirófanos así que se acercó un
momento. Al final del pasillo Cruz y Maca hablaban
M: Es mi paciente, Cruz
C: Lo sé, pero seamos realista Maca, tú tienes poca experiencia en quirófano y ella
mucha, si casi me podía quitar el puesto, ¿Quieres atenderlo tú o que esté bien atendido?
M: Insinúas que...
C: Maca, eres mi amiga, no insinuó nada, solo me parece que no estás pensando con la
cabeza. Hoy acabas de empezar, después de mucho tiempo, deberías tomártelo con más
calma
M: ¿Tomármelo con más calma? ¿Eso significa que esa opere a mi paciente?
C: Maca...
M: Perdón, yo...
C: Ey, lo entiendo, todo esto es nuevo, pero recuerda porque trabajas aquí
M: Para ayudar a los niños... (miró la puerta) Que operé ella, pero avísame cuando
acabéis ¿Quieres?
C: Ya tenía pensado hacerlo
Cruz desapareció por el acceso a quirófanos, Esther aprovechó para acercarse a su chica
No volvieron a coincidir hasta la hora de comer, como solo tenían una hora libre fueron
al restaurante que había cerca del hospital, Teresita, Elisa, Cruz y Laura, las
acompañaron. Comieron rápido así que se tomaron un café antes de volver al trabajo
Teresita siguió insistiendo, cada vez con un argumento más tonto, las demás se partían
de risa ante las caras que ponía Teresita, Maca la ignoraba, estaba demasiado
concentrada en jugar con los dedos de su novia, el tiempo fue pasando y era la hora de
volver a trabajar, así que las mujeres pagaron la cuenta y regresaron al hospital
La tarde pasó tranquila, Esther y Maca estuvieron casi todo el rato juntas, se peleaban
como dos niñas por los pasillos y se daban caricias y besos cada dos por tres, de vez en
cuando alguien las interrumpía, en el caso de Esther Elisa, que la necesitaba en un sitio
u otro, en el de Maca, Helena, que quería que revisaran tal o cual. Maca estaba harta de
aquella mujer, no sabía bien porque, pero le caía mal, bueno, sí lo sabía, era una borde,
punto, con los demás era muy amable, pero con ella era seca y tajante, Maca intentaba
poner buena cara, pero nunca se le dio muy bien fingir y tampoco le gustaba hacerlo, así
que al final del día, Maca y Helena se habían declarado la guerra, a parte de discutir
varias veces sobre tonterías
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Cuando acabó la jornada, Maca tenía muchas ganas de volver a casa con Esther y con
Cristian, aquella sensación inicial al conocer a Helena, aquella cosa moviéndose en su
interior, había descubierto que era odio, tenía que serlo, no la soportaba. En el coche,
camino a casa
Aquel día Maca entraba más temprano, así que dejó durmiendo a Cristian y a Esther y
se fue a trabajar, iba decidida a hacer su trabajo sin más, esperaba poder coger su
anterior ritmo, pero no lo iba atener fácil
Entró por la puerta de urgencias y saludó a Teresita, estaba ocupada atendiendo a una
mujer así que simplemente le sonrió de oreja a oreja y le guiñó un ojo, como Maca le
solía hacer. Maca fue a cambiarse, allí empezó todo. Entró en la sala, como cualquier
día, dejó el bolso, como cualquier día, fue a coger su bata, como cualquier día, y... nada,
no estaba, su bata había desaparecido, la buscó por la sala para ver si la habían movido,
nada, solo encontró una más pequeña, se la puso, le venía corta de mangas y bastante
ajustada, incluso desabrochada, salió con esas pintas y se encontró con Helena, la otra
pediatra. Maca la miró de arriba a bajo, había algo que la extrañaba, no sabía lo que era,
hasta que se fijo en el bolsillo derecho de la bata de Helena, había una marca con
rotulador rojo, recordó que el día anterior había estado pintando con un niño, y que se
había manchado sin querer el bolsillo de la bata
Maca tuvo que ir a buscar una bata nueva, la gente la miraba raro por llevar aquella
pequeña, tampoco es que le importara, pero es que ni siquiera podía agacharse
enfundada en aquella. Pasaron los minutos, y Maca volvió a coincidir con Helena en
recepción, a las dos la habían avisado para el mismo paciente, se miraban de reojo, con
los brazos cruzados sobre el pecho y desafiándose, cada vez que una daba un paso
adelante, la otra también lo hacía, toda esta escena era observada por Teresita, Rusti
llegó y miró
En ese momento entraron los del Samur con la camilla y el niño encima, las dos dieron
un salto, cogieron la camilla cada una por un lado, tirando hacia ellas, lo único que
consiguieron fue quedarse en medio de recepción, cada una agarrada a un lado de la
camilla y mirándose desafiantes. Menos mal que el paciente no estaba grave, que si no...
El chico se movió y las miró, al final buscó a su madre con la mirada
Vilches pasaba por allí, por suerte no se fijó en lo que ocurría a su alrededor, se acercó a
Maca y le dijo que necesitaba que mirase unos informes, Maca con mirada vencida le
dijo que sí. Miró a Helena y esta le sacó la lengua, Maca hizo un gesto como diciendo
“Ya verás tú”
Cámara lenta
Maca empieza a correr hacia la cafetera. Helena hace lo mismo. Las dos con la mirada
fija en aquella cafetera, Maca esquivó a una enfermera, Helena saltó una silla, las dos a
toda velocidad, se miraron, corrieron más, Helena tropezó con algo y cayó al suelo,
Maca la miró y sonrió ¡El café era suyo! Siguió corriendo, una mujer que se levantaba
para ayudar a la otra doctora echó la silla hacia atrás, Maca la vio justo a tiempo y la
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esquivó de un salto, Helena intentaba levantarse y miraba a Maca, estaba muy cerca del
café ¡Tenía que darse prisa! Maca chocó contra la pared al saltar, miró a Helena, ya
estaba de pie, siguió corriendo, las dos corrían...
Cámara normal
Rusti asomó la cabeza de detrás el mostrador, por fin había encontrado el vaso, cogió la
cafetera y se echó lo que quedaba, se lo bebió de un trago y sonrió
Esther llegó poco después y se encontró a Maca en la cafetería bebiendo algo, se sentó a
su lado después de darle un beso en la mejilla y la miró
E: ¿Cómo va?
M: Bien (mirando airada otra mesa más alejada)
E: ¿Te pasa algo?
M: No (Maca sonrió y besó a Esther en los labios)
E: Mmmm... sabes a zumo de naranja... Me gusta
M: ¿En serio?
E: Sip. Quiero otro... (Maca miró a la otra mesa y sacó la lengua a la persona que había
sentada antes de besar a su chica, su busca sonó mientras lo hacía)
M: Tengo que irme ¿Nos vemos luego?
E: Claro (sonriendo de oreja a oreja)
Después de ver como Maca se marchaba, Esther miró al sitio al que había mirado Maca,
allí en una mesa estaba la otra pediatra, Helena la vio y alzó su vaso a modo de saludo,
también sumo...
Por suerte para Maca, apenas coincidió con la pediatra, suerte, porque si Esther se
enteraba del numerito que estaba montando su chica por el hospital se iba a reír, y
mucho, la mujer seria y distante, comportándose como una niña de cuatro años. Al
acabar el turno fue a casa a prepara una sorpresa para Esther, el niño aquel día se
quedaba con su abuela, así que tenían la casa para ellas dos solas
Esther esperó en la puerta a que Maca la fuera a buscar, vio la moto pararse delante de
ella, y se acercó, Maca solo le tendió el casco y le dijo que subiese, Esther se extrañó de
que ni tan siquiera le diera un beso. Cruzaron Madrid en poco tiempo, Esther solo veía
luces pasar, era de noche y hacía mucho frío, así que iba pegada completamente a Maca,
para disgusto de las dos no pillaron ningún semáforo en rojo, aunque llegaron antes a
casa. Entraron en el parking para dejar la moto, al bajarse Maca se quitó el casco y
sonrió a su chica, seguro que no se esperaba la sorpresa que le había preparado. Cogidas
de la mano fueron hacia el ascensor, a medio camino
Esther subió al ascensor, había un señor dentro que se bajó antes que ella, el hombre por
lo menos tardó media hora porque se paró a hablar con una vecina justo en la puerta,
Esther no quería interrumpir así que esperó, hasta que se acordó que Maca debía estar
esperando el ascensor abajo y le dijo que si salía o entraba, el señor la miró con mala
cara y se fue refunfuñando. Por fin llegó a su planta se bajó y se acercó a la puerta,
estaba abierta, Esther se asustó, esperó un rato para ver si Maca llegaba, estaba con el
móvil en la mano
De repente el móvil vibró y Esther dio un salto, miró la pantalla y frunció el ceño, un
mensaje de Maca: “Cariño ¿Piensas entrar?” Esther sonrió y terminó de abrir la puerta,
se quedó parada en el umbral
Encima del mueble del recibidor había un gran ramo de margaritas naranjas, las
preferidas de Esther. Un resplandor anaranjada venía del comedor, dejó la chaqueta y su
casco al lado del de Maca, entró en el comedor. La mesa estaba cubierta por un mantel
blanco, encima la vajilla cuadrada que habían comprado hacía unos días, en el centro de
la mesa unas velas y una botella pequeña de cristal con dos margaritas dentro. Miró
alrededor buscando a Maca pero no la encontró, se giró y fue al pasillo
De la puerta del baño también salía un resplandor, hasta ella llegaba un olor a vainilla,
se acercó con una sonrisita tonta en la cara, entró en el baño y se encontró la bañera
rodeada de velas, el olor a vainilla que había notado era del incienso que había en la pila
de lavar las manos, la bañera estaba llena de agua y en la superficie había pétalos de una
flor. Tampoco había rastro de Maca allí. Salió del baño y fue a la habitación que
compartían, la puerta estaba cerrada y había un post-it enganchado. Esther lo cogió y lo
leyó:
“Quieres hacer el favor de dejar de dar vueltas por la casa y venir a la cocina”
¿Vuelta a la normalidad? 20
Esther fue corriendo a la cocina y abrió la puerta, Maca estaba apoyada en un mueble
con una sonrisa en los labios
Al llegar al baño Maca atrajo a Esther hacia ella, la rodeó con sus brazos y le dio un
mordisquito en el cuello, Esther hizo lo mismo con ella, cuando iba a quitarle la ropa a
Maca ésta la paró y negó con la cabeza, Esther sonrió y se mantuvo quieta
Maca acercó sus manos al cuello de Esther, acariciándolo con las puntas de los dedos
mientras lo miraba, sus dedos empezaron a deslizarse por él, Esther no podía evitar una
sonrisita tonta, Maca le hacía cosquillas. Maca empezó a descender sus manos
dibujando el contorno de Esther, pasó cerca de los pechos sin llegar a tocarlos y se
quedó quieta en la cintura del tejano que llevaba su chica, introdujo un poco sus dedos
índices a cada lado de la untura, empezó a acercarlos el uno al otro, recorriendo la
cintura del pantalón, llegó al primer botón y lo acarició, Esther miraba cada gesto que
hacia Maca con sus manos mientras no paraba de morderse el labio, la sonrisilla tonta
había desaparecido por un deseo que iba creciendo desde lo más profundo de su
corazón, su piel estaba erizada y temblaba bajo el contacto de las manos de su amada.
Maca volvió a deshacer el camino hasta situar sus manos una en cada lado del cuerpo de
Esther, la miró con una mirada que derretía, Esther sintió un escalofrío a lo largo de la
espalada, estaba deseando abalanzarse sobre Maca, pero también quería que ésta
siguiese con su juego
Maca metió las manos por debajo de la camiseta de Esther y mientras acariciaba su
cuerpo iba subiéndosela, al llegar al pecho, Esther la ayudó sacándose las mangas, Maca
puso una mano en la espalda de su chica, acariciándola suavemente, justo en la curva
donde empieza lo que ya no es espalda, la otra la puso justo debajo del pecho de su
chica, acarició esa parte, mientras notaba como la piel se estremecía a su paso y el pulso
de Esther se aceleraba, empezó a subir poco a poco pasó entre los pechos de Esther
rozándolos muy poco y siguió subiendo la camiseta de Esther hasta quitársela, se acercó
a ella y dejó un húmedo beso en el hombro de Esther, a ésta se le escapó un pequeño
gemido de placer, Maca dibujo una media sonrisa en su rostro mientras contemplaba el
torso de su chica, la mano que tenía en su espalda subió hasta encontrar el broche del
sujetador y lo soltó, con un rápido movimiento dejó al descubierto los senos de Esther,
el color de las velas le daban un tono dorado a la piel de su chica, la besó suavemente en
los labios y Esther quiso más de ese beso pero Maca se apartó un poco y besó su cuello
¿Vuelta a la normalidad? 21
Sus manos volvieron a bajar a la cintura de Esther, esta vez no acarició el botón, lo
desabrochó lentamente mientras besaba el cuello de su chica, fue desabrochándolos uno
a uno, deslizó sus manos por la cadera de la enfermera y fue quitando el pantalón,
Esther lo apartó con el pie al llegar abajo. Maca empezó a besar de nuevo el cuello de
Esther, esta vez descendiendo, poco a poco, mientras Esther no paraba de temblar, y su
pulso, descontrolado ya, resonaba en el baño. Maca fue dejando besos húmedos por
donde pasaba, entre los pechos de Esther en su ombligo, justo debajo donde comienza la
ropa interior, estaba arrodillada ante aquella mujer besando su vientre, sus manos
descansaban en las piernas de Esther, empezó a subirlas lentamente, siguiendo su
contorno, llegó hasta donde se hallaba su boca y empezó a quitarle la ropa que le
quedaba y puso sus rostros a la misma altura levantándose. Miró a su chica
Esther estaba con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, al notar que Maca
había dejado de acariciarla abrió los ojos y se encontró a la pediatra mirándola, estaba
increíblemente bella bajo la luz de las velas, se dio cuenta de que estaba completamente
desnuda, mientras su mujer aún estaba vestida, sonrió malilla y se acercó a ella, ahora le
tocaba a ella. Esther siguió los mismos pasos que Maca, deteniéndose donde más le
gustaba a su chica, provocándole los mismo gemidos que hace unos momentos salían de
su propia boca, una vez desnudas, se metieron en la bañera, y las caricias siguieron
haciéndose dueñas del momento y dejando atrás cualquier palabra
Maca y Esther se despertaron, una abrazada a la otra, con solo una fina sabana
ocultando su desnudez. Maca abrió los ojos lentamente al mismo tiempo que Esther, se
dieron un distraído beso de buenos días y fueron a la ducha
Entraron a trabajar como todos los días, Rusti acababa de llegar, y al ver las caras de
felicidad de ambas se echó a reír a carcajada limpia, Teresita puso los ojos en blanco y
siguió a los suyo, Esther se limitó a dar una colleja al celador ante la mirada de una
sorprendida Maca que no entendía nada. Se separaron para irse a cambiar, quedando
para más tarde
Maca, por su parte, se estaba poniendo la bata, su bata, una que no le iba pequeña y que
había marcado con su nombre, por si las moscas, tenía sentimientos encontrados, por un
lado se moría de ganas de ayudar a los niños, cuidarles y esas cosas que hacen los
pediatras, por el otro lado estaba su “nueva” compañera de trabajo, a la que si le dieran
oportunidad mandaría de una patada a la china, se sorprendió al pensar esto, ella no era
partidaria de la violencia para nada, pero es que aquella mujer conseguía sacarle de sus
casillas. Tomó aire y salió de la sala de médicos para ir a pediatría
Helena miró de reojo a Maca, se llevó la mano a la boca para ocultar una sonrisilla,
Maca había puesto su nombre en la bata, bien grande y con letras rojas “Macarena
Fernández”. Maca la miró de reojo y vio que se estaba riendo, le molestó mucho
Las puertas se abrieron y entró Rusti que sonrió a Maca, la pediatra no se dio cuenta,
miraba con furia a Helena y ésta le devolvía la mirada, Rusti se puso en medio y miró a
un lado y a otro, Maca no veía a Helena, así que echó medio cuerpo hacia adelante y la
miró
M: Tú
Helena: Rusti ¿Cómo llevas el día? Aún me debes un cafecito
R: Es verdad, cuando quieras lo tomamos ¿Maca? ¿Estás bien?
M: Sí, apunto de echar cohetes... (en un murmuro refunfuñando)
¿Vuelta a la normalidad? 23
Esther fue a recepción, Teresita le había dicho que tenía una llamada, se acercó y cogió
el teléfono
E: ¿Diga?
Escuchó lo que le decía la voz, su cara palideció al instante, ¿Cómo lo había podido
olvidar? Supo la respuesta, Maca. La voz al otro lado preguntaba si la escuchaban,
Esther estaba con el teléfono agarrado mirando un punto en el vacío, no podía ser, en
aquel momento no, ahora que estaba tan bien no, su mano se movió como si fuera
autómata, y colgó el teléfono, el resto del cuerpo de Esther siguió sin moverse ni un
poco. Teresita la sacó de su ensimismamiento y Esther se fue de allí a la sala de
enfermeras, se apoyó contra la puerta cerrada y se dejó resbalar hasta que llegó a
sentarse en el suelo
“¿Por qué ahora? Ahora no... joder... no es justo... tanto tiempo esperando y ahora que
estoy con Maca van y me llaman... ¿Y ahora que hago? ¿Se lo digo a Maca? Dios, no
lo entenderá, llevamos tan poco de nuevo juntas, joder ¿A quién se lo cuento? Mierda...
mierda... ¡Mierda!”
Maca no pudo buscar a Esther, nada más bajar se encontró con los del Samur que le
traían un paciente, enseguida lo llevaron al box y empezaron a trabajar, cuando había
pasado una hora aún estaban tratando de estabilizar al chico, pintaba muy mal
Maca entró en aquel momento, al ver a su chica se alegró, pero se fijo en la chica que la
acompañaba y se enfadó, ¿Qué hacía aquella mujer tocando a su chica? Y sobre todo
¿Por qué a Esther le caía bien? No eran celos, más bien era un sentimiento de disgusto,
no le gustaba aquello. Se acercó y se sentó con su chica, Helena le saco la lengua y
Maca hizo lo mismo. La otra pediatra se fue dejando a la pareja a solas. Esther miraba a
Maca
Maca fue a la sala de médicos, a descansar un rato, se tumbó en el sofá y cerró los ojos.
Al cabo de un rato sonó su busca, Maca miró la pantalla y fue a rotonda
Maca esperaba en el muelle a que trajeran al niño. Era un niño de cinco años, según
testigos había recibido una paliza por otros chicos, de siete, nueve y diez años, cuando
la policía les preguntó sobre lo sucedido simplemente le contestaron que el niño era
“marica”. Cuando llegó al hospital, Maca lo atendió enseguida, tenía bastantes golpes,
moratones en la espalda y en el tórax, el pobre sangraba bastante, Maca curó las heridas
del niño y lo subió a pediatría. Los padres esperaban en el despacho de Vilches, dada la
situación creían conveniente que escucharan lo sucedido en un ambiente tranquilo y que
el director se hiciese cargo, Maca había pedido estar presente en la reunión, así que
subió
No se había encontrado con los padres del niño, de hecho no sabía nada de ellos,
Vilches se había hecho cargo de todo, así que cuando entró en el despacho, se quedó
muy extrañada
M: ¿Vilches?
V: Maca, espera, Maca te presento a las madres adoptivas de David, ella es Lorena y
ella Marta, les presento a la doctora que se encarga de el caso (Maca intercambió una
mirada con Vilches, luego saludó a las dos mujeres) Bueno, ahora que me acuerdo,
tengo que asistir a una operación (se levantó y se fue, Maca lo siguió)
M: ¿Se puede saber a donde vas?
V: Creí que ya podías tú
M: Dijiste que lo harías tú
V: Mira, soy el director, no tengo porque hacerlo, tú eres la doctora que lo ha atendido,
sabes tú más que yo, además, que coño, me apetece ver un rato a Cruz, ¡Así que entra
ahí dentro y haz lo que tienes que hacer! (Maca se enfadó, Vilches tenía un morro que
se lo pisaba)
¿Vuelta a la normalidad? 26
Entró en la sala y se sentó en el lugar de Vilches, se dio cuenta que aquel sitió le
gustaba, miró a las dos mujeres, tenían una cara de preocupación que enternecía,
recordó lo del incendio y enseguida se sintió identificada con aquellas mujeres
M: Bien, supongo que lo primero que quieren saber es como se encuentra su hijo
L: Pues, la verdad, doctora... (Maca se fijo en que agarraba la mano de Marta con una
infinita ternura)
M: Su hijo está bien, tiene algunos moratones y heridas, pero nada grave, por mí lo
veíais ahora mismo, pero la nueva política dice que primero os tenemos que explicar la
situación, en casos como este
L: Usted... ¿Sabe lo que ha pasado?
M: Bueno, su hijo ha recibido una paliza por parte de otros tres niños
Maca siguió explicándoles lo sucedido, mientras abajo, Esther estaba con Teresita
hablando, obviamente Teresita ya conocía todos los detalles
T: Pues sí, se ve que las madres son... ya sabes, como tú y Maca... y adoptaron a un
niño... ya sabes, como tú y Maca... y se ve que los otros niños se enteraron que tenía dos
madres, y se reían de él, y las insultaban y eso, y el niño esta mañana, dicen que se
defendió, tan pequeño y ya teniendo que defenderse, dijo que el no era “marica” y que
tenía las mejores madres del mundo, así que no tenían que meterse en eso, y los otros
niños le empezaron a pegar. ¿No es horrible?
E: Dios, me imagino que le hacen eso a Cristian y es que me los cargo, pobrecito, ¿Y
Maca las está atendiendo?
T: Sí, ahora está hablando con las madres
Pasaron las horas y Maca y Esther no pudieron coincidir. A Maca todo aquello le había
supuesto mil pensamientos en la cabeza, desde que había despertado no había pensado
en lo que le podría pasar a Cristian, tan solo se había preocupado de cuidarle, darle su
cariño y jugar con él, darle su amor, pero no se había planteado que quizás, los demás,
no les pareciera bien todo aquello, a ella no le preocupaba eso del todo, pero las
consecuencias que aquello podía tener sobre Cristian la asustaban. Maca contemplaba
como las dos madres hablaban con su hijo, Esther pasó y se apoyó en el hombro de
Maca, miró dentro, supo que era el caso del que había hablado con Teresita, se quedó
callada, mirando a aquella familia, abrazaba con fuerza a su chica, ella no tenía dudas,
al principio las tuvo, pero ahora ya no
E: ¿Estás bien?
M: No lo sé
Maca se fue a hacer la ronda antes de terminar el turno, se dio cuenta que aun no habían
subido los análisis que había pedido aquella mañana así que tuvo que bajar al
laboratorio a pedirlos, estuvo allí hasta que terminó el turno y fue a buscar a Esther
Esther y Maca fueron a casa de Encarna a buscar a Cristian, Maca iba pensativa en el
coche, le estaba empezando a doler la cabeza, pero no podía hacer nada, los
pensamientos se agolpaban en su cerebro y no la dejaban ni tan siquiera respirar. Esther
la observaba de vez en cuando mientras paseaban por la calle, estaba preocupada por su
¿Vuelta a la normalidad? 27
mujer, pero no tenía ni idea de que le pasaba y estaba claro que Maca no tenía ganas de
hablar
Llegaron a casa de Encarna sobre la hora de cenar, así que la mujer las invitó a
quedarse. Maca se dejó caer en el sofá agotada, Esther jugaba con Cristian en el suelo
mientras su madre les preparaba la cena. La pediatra contemplaba a aquellas dos
personas que eran su vida, no podía si quiera imaginar como alguien, quien fuese,
pudiera ver algo de malo en aquello. Cristian reía en el suelo, Esther había empezado a
hacerle cosquillas, Maca no pudo evitar sonreír
Empezaron a jugar por la casa de la abuela, juego que se saldó con un Cristian que le
dolía de reírse, una cena que había preparado Encarna en el suelo, porque Esther había
tropezado con ella al perseguir a Maca y Cristian y todos ellos comiendo pizza en el
sofá de Encarna
Ambas pasaron la noche en vela, una a cada lado de la cama, dándose la espalda,
sumidas en el silencio, Maca pensaba en lo que podría pasar más adelante, se dio cuenta
que por primera vez, tenía miedo, miedo de lo que fuera a ser, pero ella siempre se había
concentrado en el “ahora”, y ahora era el fin de semana que se irían con Cristian a algún
sitio. Esther por su parte, le daba vueltas a lo de la beca, quizás se preocupaba por nada,
total, había colgado antes de saber si la habían aceptado o no, quizás llamaban para
decirle que no, pero en el caso que fuera que sí, no sabía que hacer, era su sueño, desde
que tenía memoria, el mar, infinito, inmenso, pero tenía un amarre, algo que la ataba a
tierra, su familia, su Maca, su Cristian, decidió que llamaría donde las becas, necesitaba
saber que era lo que querían decirle, se engañaba a si misma diciendo que solo era por
curiosidad, decidió despejar su mente y concentrarse en el fin de semana, no sabía si a
Maca se le había ocurrido algo, pero aún así, ella pensaría en eso
El fin de semana llegó, Maca había organizado todo, no le había dicho a Esther donde
iban, solo que era hacia el sur. Al terminar el turno, el viernes al mediodía, pasaron a
buscar a Cristian, después de meter las maletas en el coche empezaron su viaje. Maca
conducía pensando en el lugar al que iban, se había enamorado de aquel sitio la primera
vez que estuvo allí, y ahora, después de diez años volvía, era algo que había pospuesto,
le dolía recordar aquella tierra, pero la llevaba siempre con ella, en un rincón de su
mente, siempre presente, cuando necesitaba relajarse, dejar de preocuparse, acudía a ese
rincón de su cabeza y pasaba allí horas. Esther estaba tan cansada que a medio viaje se
durmió, Cristian lo había hecho nada más salir de Madrid. Maca se concentró en la
carretera, deseando llegar a su destino
¿Vuelta a la normalidad? 28
El coche avanzaba por una pequeña carretera, hacía una hora que habían dejado atrás
Almería, Maca había tomado un camino más largo entre Almería y aquel lugar, quería
disfrutar de todo aquello, Esther iba al volante, siguiendo las instrucciones de Maca,
cuando ya todo era seguir aquella carretera, la pediatra se concentró en el paisaje. El sol
se estaba ocultando en la lejanía, tiñendo todo de un color anaranjado, cálido,
absorbente, a un lado de la carretera se veían las montañas, al otro lado, una gran
explanada rojiza, brillante, un mar en calma, balanceándose, Maca sabía que aquello no
era un mar, pero aún así no podía evitar sumergirse en él, la belleza la embriagaba, el
mar fue substituido pronto por montañas, llenas de cultivos de viña y otros, sentía cada
rayo de sol, reflejado en ellos, despedirse de aquella tierra hasta el día siguiente,
acariciándola, había algo de viento, que mecía los cultivos, balanceándolos suavemente.
Pronto, a lo lejos, se divisaron unas casas, una mancha amarillenta en medio de las
montañas, los tejados, brillantes, cortaban aquel cielo, Maca sonrió, ya habían llegado
Se cambiaron los puestos, y Maca aceleró por la pequeña carretera, en poco tiempo, las
casas se hicieron más nítidas, a la vez que la noche les daba la bienvenida, eran
pequeñas casas, blancas por la cal, en el centro se divisaba una torre, anaranjada, un
campanario, Maca sabía que era el centro del pueblo. La carretera se introducía en él,
Maca giró a la derecha, internándose por una pequeña callejuela, al final, una puerta de
color azul marino, Maca llegó allí y giró a la izquierda, unos metros más allá vio la
plaza. Era una plaza pequeñita, justo enfrente quedaba la iglesia, con las paredes
pintadas de un color naranja-rosáceo, a su derecha el ayuntamiento, y al otro lado unas
casas. Enfrente del ayuntamiento había algo de sitio para aparcar, Maca paró el coche
allí y se bajó. Respiró profundamente aquel aire, que se colaba directamente a su
interior, no se le borraba la sonrisa de la cara, en diez años, aquello no había cambiado
nada, seguía todo igual. Esther la miraba, se había bajado y puesto a su lado, miraba
alrededor
Bajaron por una callejuela que se abría a la izquierda del ayuntamiento, y luego se
metieron por otra calle, una gran pared blanca con una verja en el centro las esperaba,
Maca cruzó la verja, con Cristian dormido en sus brazos, Esther arrastraba la pequeña
maleta que llevaban consigo. Al entrar, vieron un parque, y un edificio blanco, Maca se
dirigió allí y entró. Poco después estaban en la habitación. Se quedaron dormidas
enseguida
Maca fue la primera en despertarse, solo iban a estar dos días, y no quería
desaprovecharlos, Esther y Cristian dormían plácidamente, así que Maca fue a darse un
paseo por el pueblo. Vagabundeo por aquellas callejuelas que le traían mil recuerdos, su
infancia, aquel lugar la había visto crecer, cuando era pequeña había correteado por sus
calles mil veces, su padre la solía llevar allí, sus abuelos maternos tenían un pequeño
cortijo a las afueras, a ella le encantaba aquel lugar, no era como la finca en Jerez, allí
nunca había sido una Wilson, sino una Fernández, y le había encantado. Acabó en la
¿Vuelta a la normalidad? 29
plaza del ayuntamiento, sentada en un banco, mirando la gran fuente que había en el
centro, se veía a si misma jugar con aquella agua a los cinco años, a los diez con otras
chicas comprando dulces en la librería, a los quince esperando a su primer amor a un
lado de la fuente, a los dieciocho, la última vez, paseando agarrada de la mano de su
pareja, despidiéndose de aquel lugar, hasta aquel momento, que había regresado, con
otra vida, con una familia suya. Miró el reloj y pensó que su familia ya se habría
despertado, así que fue al hostal
Esther y Cristian estaban abajo, en el pequeño parque que había dentro, Cristian se
balanceaba en un columpio, Esther lo empujaba suavemente, Maca se acercó y se sentó
en el otro columpio
M: Buenos días
Cristian: Buenos días, mama, tengo hambre
M: ¿No habéis desayunado?
E: Te estábamos esperando
M: Perfecto, vamos dentro
Entraron a desayunar al hostal, tenía un pequeño comedor, aparte de una mujer mayor
no había nadie, se sentaron en una mesa y empezaron a desayunar. Maca le contaba a
Esther las cosas que tenía pensado hacer, Esther intentaba averiguar porque aquel
pueblo era tan importante para su chica, pero ella evadía el tema. Al terminar de
desayunar salieron a la calle. Cristian no paraba de correr arriba y abajo mientras Maca
le enseñaba el pueblo. Cerca del mediodía fueron a buscar el coche, Maca les quería
enseñar algo
Salieron del pueblo por la carretera y a los quince minutos se metieron en un camino de
tierra, poco después, Maca paró el coche en la puerta de un pequeño cortijo. Un edificio
de una planta, con otro al lado que parecían establos, era como las casas del pueblo,
blanco, y parecía muy austero y viejo
Maca empezó a hacer trotar a los caballos, a paso lento, Maca era muy feliz, miraba con
cariño a Esther y a Cristian. Empezaron a ir por el camino de tierra, Maca le explicaba
historias sobre aquel lugar a los dos, leyenda y cuentos del lugar, inventados por los del
pueblo hacía mucho. Esther se había acostumbrado al movimiento del caballo y parecía
¿Vuelta a la normalidad? 30
Maca, Esther y Cristian regresaron al cortijo, Maca se lo enseñó por dentro a los dos,
era muy sencillo, un comedor con fuego a tierra, una pequeña cocinita a un lado y dos
habitaciones. La pediatra preparó algo de comer, había pedido a los que mantenían el
cortijo que les trajeran algo, después de comer se echaron una pequeña siesta. Pusieron
a Cristian en la habitación pequeña, y Maca y Esther se echaron en la de matrimonio.
Maca se quedó dormida enseguida, se había despertado temprano y el cúmulo de
recuerdos y emociones la habían agotado, Esther, apoyada sobre un brazo, la observaba
dormir. Estaba realmente preciosa, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, pidiendo
ser besados, su vientre bajando y subiendo al ritmo de su respiración, un ritmo lento,
plácido, Esther no paraba de mirarla, mientras pensaba en todo aquello. Al llegar al
pueblo se había dado cuenta de lo poco que conocía en realidad a Maca, apenas sabía
nada de ella, de su pasado, de su infancia, de todo lo que le había llevado a ser la
persona que era, la persona que la había enamorado. Miró la habitación, no conseguía
¿Vuelta a la normalidad? 31
imaginarse a una pequeña Maca allí, era todo tan sencillo. No conseguía dormir, así que
se levantó y salió al comedor, cogió el móvil de su chaqueta y se fue afuera. Miró la
montaña que había delante, era de un color rojizo, sin árboles, ni nada, pero a la vez era
preciosa, levantándose al cielo azul, con su rojo insultante. Marcó un número en el
móvil y esperó que diera señal. Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Una voz al otro lado
E: Buenas tardes. Verá. Me llamo Esther García, hace unos días me llamaron
Voz: Espere un momento (ruido de teclas al otro lado) Sí. Aquí lo tengo
E: Bueno, es que no pude escuchar lo que me decían, se cortó
Voz: Ah, sí, espere. A ver (más teclas) Sí, la llamaron por la beca para la universidad
Australiana en referencia a los estudios de Bióloga Marina
E: Vale, em... ¿Me han rechazado?
Voz: No, de hecho se la han concedido. Sería para ir dentro de dos meses, el curso dura
tres años (Esther estaba petrificada) ¿Aún le interesa?
E: Em... Yo... (¿qué le pasaba?) ¿Cuándo tengo que confirmarlo?
Voz: Bueno, tiene un plazo de un mes para confirmarlo
E: De acuerdo, ya les llamaré
Voz: Muy bien, esperamos su llamada
E: Gracias (colgó, ¿Qué había echo? Bueno, ya llamaría para decir que no)
E: Seguro que tenías un monitor de natación que había participado en las olimpiadas o
era campeón de algo
M: ¿Cómo lo has sabido? (rRiéndose)
E: Las pijas hacéis eso ¿No?
M: Sí... ¿Te importa?
E: Mmm... en absoluto (acariciando las manos de su mujer)
M: Dame un beso
E: ¿Aquí? Es un pueblo Maca...
M: ¿Y? Yo quiero un besito... ¿No me lo vas a dar?... (poniendo cara de niña buena,
irresistible para Esther)
E: Anda, ven aquí (Maca se subió al primer escalón y abrazó a su chica por la cintura,
Esther se acercó y se dieron un dulce beso, la pediatra jugaba con la cuerda del bikini de
Esther)
Esther había vuelto a su silla mientras esperaba que Maca se sincerara con ella, se diera
a conocer. Maca la miraba y de vez en cuando miraba el paisaje
E: ¿Y en otros sitios?
M: Pues... así... estables... otro chico y tres chicas
E: Dios...
M: ¿Qué?
E: Yo serios solo he tenido tres...
M: ¿Me incluyes? (divertida)
E: No... Tú eres otro mundo, no comparable
M: ¿En serio? (besazo)
E: ¡Ey! No cambies de tema... ¿Por qué lo dejaste?
M: ¿Con cual?
E: Con todas... Y todos...
M: Uf (echándose a reír) Vale, dos me dejaron, los dos chicos. Una me dejó para irse a
África a ayudar a niños, lo intentamos pero no duró, otra estaba un poquito mal, era una
mala influencia, me metió en un mundo en el que no quería estar. A otra la dejé porque
me enamore de otra persona, no quería engañarla. La otra de hecho no era amor, éramos
pequeñas y confundimos la amistad, las dos lo supimos, con el tiempo pasamos. Y la
última, bueno, ella estaba comprometida, y yo no quería sufrir más
E: Vaya... ¿Y los dos chicos? ¿Por qué te dejaron?
M: Quizás se dieron cuenta que me fijaba más en sus amigas que en ellos...
E: Que tontita (riéndose)
M: Te toca
E: ¿Cómo? (haciéndose la loca)
M: Cuéntame cosas...
E: Vaya, que tarde que es... (haciendo que mira un reloj en su muñeca) Hay que ir a
dormir ya, eh (lLevantándose y metiéndose en la habitación)
M: ¡Ey! ¡No es justo! (poniéndose encima de Esther en la cama)
E: Sh... (en un susurro) Vas a despertar a nuestro hijo... Buenas noches cariño...
(dándole un inocente beso y cerrando los ojos)
M: Ay... (resignada) Buenas noches, cari
El agua estaba algo fría, aunque en ese momento no era muy importante, Maca empezó
a besar apasionadamente a Esther, quería sentirla dentro de ella, hacerle el amor, allí, en
su tierra, atrapaba los labios de Esther con fuerza, aprisionándolos entre los suyos como
con miedo a que se escaparan. Sus manos apretaban a la enfermera contra ella. Esther
hacía lo mismo con Maca, no podía respirar apenas, pero separarse de aquel cuerpo se le
hacía imposible, Esther empezó a gemir, muy flojito, Maca estaba tan concentrada en
cada centímetro de piel, que no se dio cuenta. Sus besos descendían poco a poco, sin
perder la fuerza, la pasión, haciendo que la espalda de Esther se arqueara de placer
M: Aun no me has contado tu vida... (iban andando cogidas de la mano, Maca miraba
distraída las calles, le traían muchos recuerdos, Cristian correteaba varios metros por
delante)
E: ¿Qué quieres saber?
M: Todo. Yo te lo conté
E: mmm... Me contaste muy poco...
M: Vale, un poco tú y otro yo
E: Bueno, no sé, me críe en Madrid, en el barrio, con mi madre y mis hermanos
M: Ya...
E: Y... luego crecí y me hice enfermera (sonriendo de oreja a oreja) ¿Te vale?
M: Pues... como que no (besándola) No seas mala...
E: Vale, vale. A ver, cuando era pequeña me pasaba todo el día peleándome con mis
hermanos, se metían conmigo y yo me intentaba defender. Luego, fui creciendo, dejé de
pelearme con ellos para fijarme en sus amigos, que no eran muy buenos. Mientras tanto
me saqué el titulo de enfermera y empecé en el central, luego... poco más. Los tres
chicos con los que salí, bueno... no eran muy adecuados, una drogata, el otro estaba
prometido y el otro me pegaba, así que, no tuve mucha suerte. Luego conocí a una
pediatra... y nací
M: Mhm... ¿En serio? (poniéndose detrás de su chica y rodeándola con los brazos)
E: Sí... (acariciando las manos de Maca) Te toca... ¿Qué querías ser de pequeña? (lo
soltó sin pensar)
M: Pediatra
E: ¿De verdad? (extrañada) ¿Siempre consigues lo que quieres?
M: Mhm... No siempre (mordiendo suavemente el cuello de Esther) ¿Y tú?
E: ¿Yo? (se arrepintió de haber echo la maldita preguntilla) Yo... bióloga marina
(mirando al suelo)
M: ¿Bióloga marina? ¿Cómo la obregón? (soltándola para reírse)
E: Uy, que graciosa, bióloga de verdad
M: Mhmhmm... tienes que estar preciosa con un traje de submarinismo...
(imaginándoosle ay mordiéndose el labio)
E: Anda que... (dándole un golpecito en el brazo)
C: ¡Ma! (acercándose a ellas) ¿Puedo ir a jugar? (señalando a unos niños, los mismos de
la piscina)
E: Pero...
¿Vuelta a la normalidad? 35
Al cabo de un buen rato, ya en el hostal, Maca se estaba duchando, Esther estaba aún
desnuda en la cama, agotada, no podía moverse, tampoco es que quisiera. Tocaron a la
puerta. Esther lo ignoró. Volvieron a tocar. Maca desde adentro lo escuchó
Esther refunfuño, se puso un albornoz que había tirado en una silla y abrió la puerta. Sí
era Cristian, con la rodilla vendada, pero Cristian. Lo acompañaba una mujer y otro
niño, a los que Esther no hizo mucho caso. Abrazó al pequeño y le examinó el vendaje
E: ¿Qué te ha pasado?
Cristian: Me he caído, pero ya me han curado (señalando a la mujer que estaba allí
parada) Ya no me duele... Y... mira (sonriendo de oreja a oreja mientras le mostraba a su
madre una piruleta)
Mujer: Hola, me llamo Sandra. Su hijo estaba jugando con mi hermano (dando un
coscorrón al niño que tenía delante de ella) Y se han caído del columpio. Solo se ha
hecho una rozadura... Pero debería ver como ha quedado el columpio...
E: Me lo puedo imaginar... (riendo las dos) Yo me llamo Esther y soy la madre de este
bicho
Maca, dentro del baño, se puso un albornoz y una toalla en el pelo, abrió la puerta del
baño y se quedó allí quieta. Sandra la miró y también se quedó parada. Esther se fijo en
ese detalle, pero decidió no darle importancia
M: Una escapadita... (Esther suspiró) ¿Eh? Oh... Sandra te presento a mi mujer, Esther,
Esther ella es Sandra... una vieja amiga
Sandra: Fui más que eso, Maca... (sonriendo divertida y dándole dos besos a Esther)
Jamás lo reconocerá
E: Mmm...
M: Bueno...
Maca no sabía que hacer, a Esther de repente se le vino algo a la cabeza, ¿África? ¿La
ex de Maca que se había ido allí? ¿La que fue a cuidar niños? ¿La que la dejó tirada?
¿Esa chica?
Aquellos segundos incómodos pasaron cuando Cristian y el otro niño dijeron que tenían
hambre, Sandra dijo de irse pero los niños no querían separarse. Así que bajaron todos
al comedor. Maca y Sandra intercambiaban miradas, Esther se estaba empezando
preocupar un poco bastante, y los niños, bueno, ya se sabe, son niños, riendo y jugando
ajenos a las movidas del mundo adulto
E: Bueno... ¿Así que saliste con Maca? (quería distraerlas para que dejasen de mirarse,
aunque quizás el tema no era el más adecuado)
Sandra: Em... Sí, un tiempo, cuando teníamos... no sé... ¿Diecisiete?
M: Dieciocho, empezamos con dieciocho
Sandra: Ay, sí, fue antes de lo de tus abuelos
E: ¿Así que tú eras con la que vino aquí?
Sandra: ¿Te lo ha contado?
E: Em... sí, claro
Sandra: ¿Se lo has contado todo? (extrañada)
M: ¿Cuándo murieron mis abuelos y viniste conmigo al entierro? Sí
Sandra: Ah, eso (entendiéndolo, Esther estaba enfadada ¿Qué era “eso”?)
M: Eso y porque lo dejamos
E: Sí (puntos sobre las “i”es) Que lo intentasteis cuando te fuiste pero no lo
conseguisteis, así que lo dejasteis (cogiendo la mano de Maca)
Sandra: Bueno, tanto como intentarlo...
E: ¿No fue así? (“¿ein?”)
Sandra: Sí, más o menos, yo me fui a ayudar allí y le pedí a Maca que viniera, pero no
podía, así que decidimos dejarlo, bueno, lo decidió ella, luego me llamo y me dijo que
se arrepentía y volvimos, pero claro, no aguantamos mucho
E: Ah... (muy preocupada... ¿Maca le había mentido?)
Terminaron de comer y Sandra se despidió de ellas, dijo que si alguna vez pasaba por
Madrid las llamaría, si querían, Maca aceptó, a Esther no le hizo ninguna gracia, pero
no podía hacerle nada. Subieron a la habitación a echarse la siesta, apenas habían
hablado
Maca daba vueltas inquieta, no esperaba ver a Sandra allí, recordó cuando ella le dijo
que se iba, nada menos que a África, a Maca le molestó que lo fuera a dejar todo, bueno,
le molesto que fuera a dejarla a ella, discutieron, mucho, Maca la quería pero no
soportaba que la dejase, que se fuera sin más, vale que le pidió que fuera, pero Maca no
podía, acababa de empezar la carrera, y quería hacerla, así que no le quedó otra salida
que dejarla, le dolió, muchísimo. Pero al final lo superó, con el tiempo. No es que al
verla hubiera saltado algo en su corazón, no, ella quería a Esther, pero los recuerdos,
todo lo vivido, el pasado, eran algo que la atormentaban. A lo largo de su vida se había
¿Vuelta a la normalidad? 37
arrepentido en contadas ocasiones, el haber dejado a Sandra era una de esas, y aunque
era algo olvidado ya, seguía teniendo aquella espinita de que hubiera pasado. Notó
como Esther se movía en la cama y sonrió. Su pasado era solo eso, su pasado, su
presente estaba, todo, en aquella cama, su hijo y su mujer, era lo único que quería
Cuando despertaron de la siesta hicieron la maleta, tenían que volver a Madrid. El viaje
fue largo, Maca tenía ganas de llegar a casa, Esther iba en su mundo montándose
paranoias y el niño jugando con un camioncito de plástico
Al llegar a Madrid hicieron lo dicho, dejaron a Cristian con Encarna, ella ya lo llevaría
al colegio. Fueron corriendo a casa, ni siquiera deshicieron las maletas. Mañana sería
otro día, tenían que volver a trabajar, por suerte hacían el mismo turno y quizás tuvieron
tiempo de estar juntos. Aunque a Maca no le hacía mucha gracia volver al trabajo, la
Helena aquella estaría por allí dando vueltas, Esther sí que tenía ganas, le apetecía
concentrarse en su trabajo y olvidar aquella beca, lo tenía que hacer, por Maca, por
Cristian, recordó que aún tenía que llamar para decir que lo rechazaba. Pero Maca no
paraba de darle besitos y acabaron en la cama olvidándolo absolutamente todo, menos el
cuerpo que se apretaba contra el suyo, y el sabor de la piel
Maca empujó suavemente a Esther encima de la cama, Esther rió divertida, la pediatra
empezó a quitarle un zapato, lo tiró aun lado, hizo lo mismo con el otro, Esther la
miraba coqueta. Maca fue subiendo, a escasos milímetros del cuerpo de Esther hasta
llegar hasta los labios de la enfermera, mordió el labio inferior de Esther mientras metía
su mano por debajo de la camiseta que llevaba, acariciándole el ombligo
Esther cerró los ojos, Maca empezó a besarla apasionadamente, besos húmedos y
profundos seguidos de caricias por el vientre de su amada. Una de sus manos iba
subiendo muy poco a poco hacia sus pechos, la dejó a escasos milímetros del pecho de
Esther, y aunque no la tocaba del todo, Esther sentía aquella presencia, al igual que sus
pezones. Maca sonrió cuando rozó levemente los pechos de aquella mujer, la miró
seductoramente y se volvieron a besar, Esther apretaba a Maca hacia ella, quería
sentirla, le sobraba todo, la ropa, los cuerpos, todo, la quería sentir dentro de sí, en su
mismo centro
¿Vuelta a la normalidad? 38
Maca fue bajando en dirección al ombligo de Esther, dejando besos y caricias a su paso,
Esther gemía en susurros que solo hacían que excitar más a Maca. Maca subió el jersey
de Esther hasta llegar por encima de sus pechos, sentada a horcajadas encima de ella,
miró el tórax de su chica, se mordía el labio, Esther levantaba las caderas buscando el
contacto con la pediatra, ésta, al notarlo, sonrío malévolamente y bajó sus labios al
ombligo de ella, lo lamió lentamente, haciendo que Esther se excitará, Esther se terminó
de quitar el jersey, tenía mucho calor, Maca, desde la posición que estaba la miró, con
un infinito deseo, sin dejar de mirarla fue subiendo hasta llegar a sus pechos. Esther
sonrió
Maca miró los pechos de Esther, ocultos por un sujetador negro, sus manos pasaban por
encima de ellos rozándolos, se veían dibujados los pezones de Esther, ésta contemplaba
como Maca acercaba sus manos, sin llegar a tocarla, intentaba levantarse un poco para
que se tocaran, pero Maca siempre apartaba la mano, no paraba de morderse el labio.
Sus manos dejaron de torturar a Esther, se colaron entre el colchón y su espalda y
desabrocharon el sujetador. Maca acercó su boca entre los pechos de Esther y cogió el
sujetador, lo aparto y siguió mirando, esta vez completamente desnudos. Sus manos
volvieron a acercarse, pero esta vez no pudo evitar atrapar unos de los pezones y jugar
con él, acercó su boca al otro y empezó a lamerlo en pequeños círculos. Luego pasó al
otro, la respiración de la enfermera ya estaba completamente descontrolada y sus
gemidos resonaban por toda la habitación
Maca bajó sus manos hasta el pantalón de Esther y lo empezó a bajar, iba dejando besos
por las piernas de Esther, cuando Maca se los quitó, miró a Esther, y sin perderla de
vista, ella misma, se quito su jersey y su sujetador, Esther se medio incorporó
abrazándola y fundiéndose en un largo beso, con sus lenguas bailando en sus bocas
excitadas. Maca hizo que Esther volviera a quedarse tumbada, y empezó a acariciar la
parte interna de sus muslos. Poco a poco se acercó al centro de Esther, y sus manos se
deshicieron en caricias, Esther no paraba de moverse arriba y abajo buscando el
contacto de aquella mano, pronto las dos se desnudaron completamente, Maca acercó su
sexo al de Esther y ésta se apretó contra él, no paraban de mirarse y acariciarse la una a
la otra, sus besos se fueron distanciando por la falta de aire, y los gemidos de las dos
competían en una dulce batalla por ver quien disfrutaba más, los dedos de ambas no
paraban de moverse
Esther tenía delante suyo los pechos de Maca, que se movían bailando ante ella,
tentándola, sus labios pronto atraparon uno y jugaron con él, mordisqueando el pezón de
la pediatra y haciendo que gimiera más aún, Esther puso su mano libre en el otro pezón
de Maca. Sus manos seguían acariciándose, dándose placer, cuando estaban a punto de
llegar al clímax, sus ojos se encontraron, tanta pasión que quemaban. Se besaron con
rabia, con deseo, con hambre, sus labios se quedaron entreabiertos, a escasos milímetros
los unos de los otros cuando llegaron al mismísimo cielo entre caricias y palabras
susurradas
T: ¡Buenos días, pareja! ¿Cómo ha ido el fin de semana? (“no es que quisiera saberla,
que va”)
E: Muy bien... (a Maca) Me voy a cambiar
M: Vale (le dio un beso y se fue cada una por su camino)
Maca tenía que hacer la ronda, así que comenzó a visitar paciente por paciente para ver
como estaban. Esther por su parte al salir del vestuario se encontró con Helena, la otra
pediatra
Helena: ¡Buenos días! ¿Qué tal le ha ido a mi enfermera favorita? (sonriendo de oreja a
oreja)
E: Bien (devolviéndole la sonrisa)
Helena: Genial, ¿Te apetece ir a quirófano? Tengo una operación dentro de una hora y
aun no tengo enfermera
E: Vale, ya iré yo
Helena: Genial, nos vemos luego (sonriendo y siguiendo andando por el pasillo)
Esther fue a cortinas a ayudar hasta que tuviese que prepararse para quirófano, Elisa la
vio y se acercó a ella. Las dos se pusieron a atender a un paciente
Siguieron atendiendo pacientes, hasta que Esther miró el reloj y fue a prepararse para la
operación. Maca ya había terminado la ronda, no tenía nada que hacer así que bajó a ver
a Esther. Por el camino, se encontró con Helena
M: Sí (seca) Voy a buscar a Esther (“¿Por qué le daba explicaciones a aquella? Ah,
claro, lo de “Es mía””)
Helena: Uy, pues no sé, debe estar en quirófano
M: ¿Cómo? (desilusionada)
Helena: Sí, le he pedido que me acompañara y le ha encantado. Operamos en diez
minutos
M: Oh... (intentando controlar sus instintos)
Helena: Espero que no te importe (entrando en quirófano sin esperar respuesta)
Maca se fue a la cafetería, aquella mujer la alteraba, se cogió un zumo, lo último que
necesitaba era cafeína. Mientras tanto Esther ya estaba en quirófano, esperando a la
pediatra para empezar con la operación, Cruz las acompañaría también. Empezaron a
operar, no era una operación excesivamente complicada, así que las tres mujeres
charlaban tranquilamente
Terminaron de operar, todo estaba bien, Cruz se limpió rápido porque tenía que ir a
hablar con Vilches, cosas de director-jefa de cirujanos. Esther y Helena se quedaron
lavándose las manos
Helena: ¿En serio no te la han dado? (mirando a la enfermera a través del espejo
mientras se enjabonaba las manos y los antebrazos)
E: Em... ¿No te lo crees?
Helena: No, aunque no es asunto mío
E: Uf (suspirando) Me la han dado
Helena: ¿Y les has dicho que no?
E: Es que... no sé... supongo que la parte de mí que siempre quiso ser bióloga me obligó
a no cerrar la puerta
Helena: ¿Entonces?
E: Entonces... nada. Tengo que llamar para decir que no
Helena: ¿Hasta cuando?
E: Un mes. Me han dado un mes
Helena: Esther (dándose la vuelta y mirándola mientras se secaba las manos) Piénsatelo
bien
E: Ya está... ya está pensado (sin mirarla siquiera)
¿Vuelta a la normalidad? 41
Helena: Mira, sé que tienes muchos motivos para quedarte, pero es una gran
oportunidad para ti, quizás algún día te arrepientas de no haber tomado la decisión
correcta
E: Ya... no sé. Pero Maca... Cristian... no sé
Helena: Ellos te quieren, esperaran, lo que haga falta
E: No estoy tan segura de ello
Helena: ¿Y eso?
E: Bueno, Maca... a ella ya le pasó... que la dejaran para irse al extranjero... y no
funcionó... tal vez no quiera intentarlo si me voy...
Helena: Pero... ¿Has hablado con ella?
E: Sí... no, no se lo he dicho, no la quiero preocupar, ahora estamos bien, muy bien
Helena: Deberías decírselo
E: Tal vez...
Maca se paseaba por el hospital, no tenía pacientes a los que atender, Esther estaba
ocupada y ya se había leído todas las revistas del hospital, se fue a la sala de médicos a
descansar un rato. Allí estaba Helena, que tenía más o menos la misma faena que ella,
vamos, absolutamente nada. Helena estaba en el ordenador, Maca la ignoró y se tumbó
en el sofá, cerró los ojos para dormir un rato. Pero no podía evitar echar una miradita de
vez en cuando a Helena, para ver que hacía, curiosidad sana...
Al cabo de un rato, Maca estaba dormida, sus buscas sonaron, entraba un niño, Helena
apagó el suyo y el de Maca, se fue a rotonda a recibir al paciente
Una Maca bastante cabreada cruzó los pasillos buscando a su “compañera” de trabajo,
la encontró saliendo de la habitación donde habían ingresado a la chica intoxicada.
Maca le agarró del brazo y la llevó a un lado del pasillo
Helena miró a Vilches y se fue al despacho del director, Vilches miró a Maca, ésta
desvió la mirada y empezó a andar. Esther se quedó allí parada con cara de tonta, la
pobre no tenía ni idea de a que venía todo aquel numerito. ¿Por qué Maca se había
enfadado tanto? ¿Por qué había dicho lo de embobados? Vilches, la miró un momento
Maca y Helena estaban sentadas cada una en una butaca, enfrente del escritorio de
Vilches, éste las miraba con los brazos cruzados, llevaban unos minutos en silencio,
intercambiando miradas, entre las pediatras de odio, la de Vilches de enfado, al final
perdió la paciencia
Maca contempló como la otra se iba con rabia, ahora le iban a echar la bronca a ella,
hasta Vilches había caído en las redes de aquella mujer, era increíble, ¿Cómo podían
estar tan ciegos? Vilches miraba a Maca, no con ira, sino más bien con algo de pena,
tenía que reconocerlo, le dolía más que Maca fuera la que se hubiera comportado así,
hubiera preferido que fuera otro doctor, pero había tenido que ser ella, la pareja de
Esther, a la que, aunque jamás lo reconociera, le tenía mucho cariño
Esther estaba apoyada en la pared enfrente del despacho, vio a Helena salir, no le dijo
nada, estaba demasiado pendiente de que Maca saliese, cuando lo hizo fue con un
ruidoso portazo, para asombro de la enfermera Vilches no salió a echarle la bronca. Se
acercó a ella
Maca evitó a Esther hasta que acabaron el turno, estaba avergonzada, la había tratado
mal al salir del despacho de Vilches, pero es que la ira la había consumido, tenía que
disculparse con Esther, al igual que con Teresita, la pobre también había sufrido su
enfado. Se acercó a rotonda y le pidió perdón a Teresita, la mujer las aceptó, le quitó
importancia diciendo que todo el mundo podía tener un mal día, incluso la pija del
hospital, Maca rió el comentario de la recepcionista y acabaron bromeando. Esther la
encontró riendo a carcajadas con Teresa, se acercó por detrás y la rodeó con sus brazos,
apoyó su barbilla en el hombro de la pediatra y le susurró
E: ¿Estás mejor?
M: Sí (dándose la vuelta y abrazándola) Lo siento, me he comportado como una cría
E: Mmhm... (mirándola a los ojos)
M: ¿Me perdonas? (mirándola con ojitos)
E: Sabes que sí... pero me tienes que contar lo que ha pasado (con voz dulce)
M: Vale... pero... ¿Me das un besito?
E: Claro... (se besaron y abrazadas salieron del hospital)
Fueron a casa de Encarna a buscar al niño, una vez más, ésta las convenció para que se
quedaran a cenar. Maca estaba en el comedor ayudando a Cristian con los deberes,
mientras tanto, Esther ayudaba en la cocina a su madre
En: Te veo preocupada (con ese tono que tienen las madres)
E: No... no lo estoy... (cortando zanahorias para la ensalada)
En: Hija, soy tu madre, y las madres lo sabemos todo, ya deberías estar al tanto
teniendo un hijo
E: Em... ya...
En: ¿No me lo vas a contar? Ya sé que ahora tienes a Maca, pero vamos, que sigo
siendo tu madre (con voz melancólica)
E: Ya lo sé, ma, solo es que... no sé ni porque me preocupo. ¿Recuerdas aquella beca
que pedí?
En: Uy, sí, la que liaste para pedirla, fuiste a mil sitios diferentes, fue cuando te dio
aquel bajón y te apuntaste al curso de cocina
E: Sí. Pues... resulta que el otro día me llamaron...
En: ¿De verdad? (ilusionada) ¿Y que te han dicho? ¿Te han aceptado?
E: Sí... la verdad es que sí...
En: ¡Hija! ¡Eso es genial! (abrazando como una loca a Esther) Estoy muy orgullosa de
ti (apretándola tan fuerte que a la enfermera le costaba respirar)
E: Ma... ma... que vale... ma... me ahogo...
En: Uy, perdón, es la ilusión, mi niña va a cumplir su sueño... No podía ser más feliz
(con la lagrimilla ya asomando)
E: Aun no les he dicho que sí
En: ¡¿Cómo?! Pero cariño, si es lo que querías
¿Vuelta a la normalidad? 45
E: Ya, lo que quería... ahora tengo una familia, tengo que mirar por todos
En: Pero, hija, por el niño no te preocupes, te recuerdo que tiene otra madre, y una
abuela que le adora
E: No es eso, ya sé que el niño estará bien... pero Maca...
En: Bueno hija, ella lo entenderá
E: No estoy segura de eso, y ahora que estamos tan bien no quiero estropearlo todo,
además no sé si sería capaz de estar mucho tiempo apartada de ella y el niño
En: Cariño, estoy segura que te darán vacaciones, y puedes hablar con ellos siempre, y
conmigo, pero es una gran oportunidad, tu oportunidad. Además siempre lo has querido
(toma un tono más divertido) ¡Pero si cuando eras pequeña, a nada que me descuidaba,
te llenabas la bañera hasta arriba, cogías las gafas de tu padre y te metías en la bañera
vestida y todo!
E: Era una niña... además, ¡las gafas de papá parecían de buceo!
En: ¡En eso tienes razón! (riendo)
Maca entró en aquel momento en la cocina, sonrió al ver a madre e hija felices, aún sin
saber porque se reían a carcajadas
Terminaron de cenar y fueron a casa, estaba muy cansadas así que en nada se acabaron
durmiendo, los tres en la misma cama, Maca y Esther con una mano cogida rodeando a
la vez al pequeño Cristian. Mañana sería otro día
A Esther aquella situación le molestaba, Maca era su mujer y Helena una buena a miga,
no era capaz de entender como podían llevarse tan mal, Teresita y Elisa tenían una
explicación, pero cuando se la contaron la enfermera no pudo más que echarse a reír.
¿Helena enamorada de ella? ¡Eso era imposible! Rusti tenía la suya propia, pero no la
había compartido con su amiga, él apuntaba también que Helena estaba enamorada,
pero de otra persona, de la misma a la que no podía ni ver, del odio al amor solo hay un
paso, y viceversa, y el celador lo creía a pie juntillas
¿Vuelta a la normalidad? 46
Así que mientras el hospital seguía su ritmo, atender pacientes, operaciones, accidentes,
etc. Las personas que trabajaban allí no hacían otra cosa que pensar en lo que estaría
pasando en Pediatría. Teresita la primera, que cada vez que podía llamaba a pediatría
para pedir cosas o hablar con gente
La semana transcurrió entre miradas tensas y sonrisas falsas, cuando llegaba a su fin,
todo empezó a caer, sin nadie que lo pudiera evitar, arrasando con todo lo que
encontraron
Maca estaba tranquilamente en la sala de médicos, era viernes por la tarde y a todo
estaba tranquilo. Helena entraba en aquel momento, tenía que pasar unos historiales al
ordenador. Empezaron como siempre. Comentarios estúpidos y de crías. Una lanzaba la
pelota y la otra la devolvía. Hasta que al final, por una chorrada, todo estalló en mil
pedazos. De nuevo
En aquel momento todo estalló, una caída en picada, las cosas empezaban a ir mal en
ese mismo instante
Helena: Que una, o la otra, quizás las dos vais a empezar a tomar decisiones, y puede
que la cagéis
M: Está bien. Te creo. No me gusta, pero te daré un voto de confianza, por ella, no por
mí
Helena: Claro
Se quedaron un rato mirándose, luego, viendo que ya lo habían dicho todo cada uno
volvió a lo suyo, Maca al sofá, y Helena a pasar los historiales. El turno acababa en dos
horas
Esther entró corriendo al baño, quería darse una ducha y despejarse, Maca aun estaba en
la puerta dejando las llaves cuando escuchó la puerta cerrarse, Maca iba a seguirla para
compartir el baño, pero al pasar por al lado del teléfono vio que parpadeaba una luz roja.
Cristian ya estaba en el sofá viendo la tele, Encarna se había quedado con él en casa, y
lo habían pasado a buscar. Maca se acercó al teléfono, estaba cansada, pero si era algo
importante quería saberlo, quizás había pasado algo en Jerez o en el hospital. Apretó al
botón de mensajes mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba a un lado del sofá,
Cristian la miró y sonrió, Maca le devolvió la sonrisa antes de dejarse caer en el sofá
“Tiene dos mensajes nuevos en su buzón de voz... Primer mensaje... Recibido... Hoy...
A las doce veinte...”
“¿Maca? Soy tu madre, que me llames, que tengo ganas de ver a mi nieto...”
¿Vuelta a la normalidad? 48
“Fin del primer mensaje... Segundo mensaje... Recibido... Hoy... A las dieciséis treinta
nueve...”
Maca escuchó el mensaje dos veces más antes de borrarlo, sin pensarlo, su mano se
había deslizado hasta un botón y al instante después una voz mecánica anunciaba:
Empezaron a pasar los días, cada vez la cosa iba a peor, solo que no se veía a simple
vista, era algo que empeoraba por culpa del silencio, Maca esperaba en silencio que su
chica confiara en ella y le contara aquello de la beca, Esther esperaba en silencio tener
el valor para tomar aquella decisión, cuando estaban juntas lo hacían como siempre,
como hasta ahora, pero cuando se quedaban dormidas por la noche, el silencio las
consumía, haciendo el problema cada vez más grande, dándole tantas vueltas que ya
nada tenía sentido
Aquella mañana Maca no tenía mucho trabajo, en cambio Esther no tenía tiempo ni para
respirar, la pediatra estaba en la cafetería, iba dando vueltas al café, llevaba media hora
haciéndolo, ya estaba frío y mareado, sintió una mano en su hombro y alzó la vista
esperando encontrar a la enfermera, llevaba esperándola encontrar desde que había
escuchado aquel mensaje, pero no, no era la enfermera. Se levantó nerviosa y le dio dos
besos, se sentaron Y no hacían más que mirarse
Hablaron un rato, hasta que fueron interrumpidas por el busca de la pediatra, Maca
maldijo por la bajo, había estado toda la mañana deseando que aquel busca sonará, se
aburría, y ahora que no quería empezaba a sonar, miró a Sandra, como tantas veces lo
había hecho a lo largo de su vida
Fue a rotonda y esperó que trajeran al niño, una vez lo llevó al box y pidió una
enfermera empezó a trabajar, al cabo de un ratito Esther apareció
Terminaron de atender al niño, Esther enseguida se tuvo que ir a cortinas, Maca pasó
por donde Teresita para entretenerse un rato
M: ¡Hola Teresa!
T: Ay, mira, contigo quería hablar (haciéndole un gesto para que se acercara)
M: ¿Qué pasa, Teresita?
T: Que has tenido una visita (Maca la miró con los ojos abiertos como platos ¿Cómo lo
sabía ella? Luego recordó que era Teresita y sonrió)
M: Ya lo sé (Teresita la miró extrañada)
T: ¿Cómo lo sabes si estabas en el box?
M: Oh... otra visita (cayéndose n la cuenta) Y bueno, ¿Me vas a decir quien era o te
tengo que dar un regalito? (sonriendo divertida)
T: ¿Un regalito? Uy... No hace falta... (no se lo creía ni ella la pobre) Pero si yo
encantada, además me ha contado ciertas cositas, así que no hace falta regalito, pero
vamos, que si tú quieres, no seré yo la que le haga un feo a una Wilson (pensando en
que con el dinero que tenía Maca el regalito más bien podía ser un regalazo)
M: Jaja, vale, te compraré algo ¿Me dices quien era? (poniendo cara de corderito
degollao” )
T: Tu madre, chica, tu madre. Te ha esperado un rato, pero luego ha llamado a tu
suegra, y como el niño está con ella, se ha ido volando. Dice que si tenéis un hueco a la
hora de comer se acercan, que la llaméis
M: Vale, gracias, Teresita, recuérdame lo del regalo (marchándose a cortinas a buscar a
Esther)
Esther estaba con Elisa en farmacia, a Maca le costó un rato encontrarla, se acercó a ella
y la abrazó por la espalda
¿Vuelta a la normalidad? 50
Seguían abrazadas la una a la otra, hasta que se dieron cuenta de que estaban solas,
completamente solas
Maca miró a Esther con un brillo de picardía en los ojos, Esther se mordió el labio al
darse cuenta de que pasaba por la cabeza de su chica. Maca se apretó contra Esther
mientras le dejaba dulces besos por el cuello, subiendo por el lóbulo de la oreja, Esther
solo se reía
Poco a poco Esther fue cediendo terreno, Maca se hacía dueña de todo su cuerpo,
siempre lo hacía, con solo acercarse ya era suya, a su entera disposición. Esther atrapó
el labio de Maca y empezó a acariciarlo con su lengua...
Sus labios se hacían eco de su amor, poco a poco, mezclándose, como si de echo se
trataran de solo uno, se fundían lentamente, de una forma tan natural que parecía que lo
hubieran hecho toda la vida. Aquel beso se convirtió pronto en deseo, pasión,
acompañándose por las manos, recorriendo cada centímetro de piel, con ansias, con
necesidad de sentirla cerca, las manos pronto se colaron por debajo de la ropa
E: Rusti... tranquilo ¿Querías algo? (sin poder ocultar una sonrisilla maliciosa)
R: Em... esto... ha llamado tu madre, está al teléfono con Teresita
E: Vale, voy (se giró para mirar a Maca) Ya le digo lo de la comida, nos vemos en un
rato (marchándose sin despedirse, Maca se lo agradeció, si se hubiera acercado a ella no
se habría podido controlar)
Cada uno volvió a su trabajo deseando que llegara la hora de la comida, a Esther le
llamaron de nuevo de la beca, se extrañó al escuchar que le habían dejado un mensaje
en el contestador de casa, no había visto ninguno, no le dio más importancia hasta que
esperaba que Maca saliese. Fue un segundo, un momento de pánico absoluto que la dejó
atontada durante el resto del día... ¿Y si Maca había escuchado el mensaje?
Terminaron de comer hablando de tonterías, Maca entraba una hora más tarde, así que
acompañó a su madre, su suegra y su hijo a casa. Su madre nada más entrar se escabulló
al servicio, Cristian se fue a jugar a su habitación. Encarna se sentó en el sofá y pidió a
Maca que hiciera lo mismo. Maca lo hizo, ya se sabe, las suegras...
¿Vuelta a la normalidad? 52
Maca salió de casa aturdida, las ideas volvían a agolparse en su cabeza, fue al hospital
como una autómata, estuvo trabajando toda la tarde, si no tenía pacientes, revisaba
historiales, se ponía al día de pasas de enfermedades, etc... cualquier cosa que sirviese
para mantener ocupada su mente. Estaba sentada frente al ordenador cuando entró
Helena. La pediatra la miró un instante antes de volver a centrar su atención en la
pantalla. Helena se sentó en el sofá y cogió una revista para leer, sabía que en aquel
momento a Maca no le apetecía hablar. Era increíble lo que se parecían, ella no lo había
dicho, a nadie, ni siquiera a Esther, pero desde el primer momento que vio a Maca le
recordó a alguien, alguien a quien creía olvidada, en lo más profundo de su corazón, en
el rincón más oculto, alguien a quien odiaba, por eso se llevaba mal con Maca, le
recordaba tanto a aquella persona, pero también por eso se preocupaba por ella, porque
antes de odiar a aquella persona la quiso por encima de todo
Las dos pediatras bajaron abajo, mientras tomaban un café se dieron cuenta que tenían
muchas cosas en común, a parte de la profesión, a las dos les gustaba la misma música,
a las dos les gustaba leer por las noches, aunque apenas lo hacían, les gustaba el cine, no
el de ahora, sino el de antes. Se les pasó el tiempo volando y pronto Maca se dio cuenta
que eran cerca de las nueve, tenía que irse, y tenía que despedirse de Esther
Maca buscó a Esther, la encontró en cortinas, salía de una de ellas camino de recepción,
Maca la detuvo y le dio un beso en la mejilla
Otro beso en la mejilla y desapareció por la puerta de urgencias, dejando a una Esther
preocupada, ahora ya lo sabía, Maca tenía que haber escuchado aquel mensaje, empezó
a sentir la culpabilidad adueñándose de su cuerpo, le iba a esperar una larga noche.
Suspiró y volvió al trabajo
Maca se apresuró a ir a casa para darse una ducha rápida, ni siquiera se paró a hablar
con Encarna y Rocío que veían la tele con Cristian dormido entre las dos, las saludó al
entrar y se despidió al salir. Cogió su moto, desde que eran una familia tenía pocas
ocasiones de hacerlo. Se lanzó a las calles de Madrid, llenas de luces a aquellas horas, el
viento frío de l anoche se arremolinaba en torno a la chaqueta de cuero que llevaba
puesta. Enseguida llegó a la dirección que Sandra le había dado. Era un edificio alto,
situado en una callejuela, dejo la moto al lado de una farola, y se bajó, la ató con
cuidado y miró el edificio. Se acercó al portero automático y presionó el botón al poco
rato escuchó el sonido que indicaba que la puerta se abría. Estaba nerviosa y no sabía
del todo porque, supuso que era por el tiempo que había pasado
Sandra le abrió la puerta antes de que Maca llegar a tocar el timbre, la recibió con una
sonrisa y dos sonoros besos en las mejillas. Maca correspondió de la misma manera y
pasaron. La mesa estaba preparada con un par de platos, un par de copas y un vino.
Sandra había llamado a un chino, ella y Maca solían hacerlo a menudo cuando salían, a
¿Vuelta a la normalidad? 54
ninguna de las dos les gustaba mucho la cocina en aquel entonces. Maca al verlo sonrió,
se quitó la chaqueta y la tiró sobre el sofá de cualquier manera, Sandra sonrió al ver
aquel gesto, ya olvidado
Pasaron el resto de la cena bromeando y hablando de mil cosas, nada que tuviese que
ver con el pasado, todo parecía realmente cómodo, era como si no hubiera pasado el
tiempo, como si volviesen a tener dieciocho años, aquellas tardes en casa hablando,
viendo películas, discutiendo sobre las noticias... por un instante se trasladaron a la
juventud, cuando ellas eran una, y no dos, acabaron en el sofá, la una sentada medio
encima de la otra comiendo palomitas y viendo una película que echaban en la tele, de
esas romanticotas, soltaban comentarios irónicos con casi cada escena y les dolía todo
de reírse
Estaban tan a gusto que las horas pasaron, Maca no recordaba que su móvil estaba casi
sin batería, de hecho, ésta se había consumido, así que siguieron a lo suyo. Con tanta
broma empezaron a hacerse cosquillas, era su deporte favorito cuando salían juntas, y
aquel día nada había cambiado, en un momento en que cayeron al suelo, una encima de
la otra, Maca vio el reloj de refilón, al ver la hora se quedó quieta de golpe, eran las tres
de la mañana. Se despidió corriendo de Sandra, con la promesa de verse más a menudo
y un tierno beso en la mejilla, salió escopeteada hacia casa, se había olvidado de todo,
incluso de la conversación que tenía pendiente con su chica
Maca abrió con cuidado de no hacer ruido la puerta, esperaba que Esther y estuviera
durmiendo, pero la luz del comedor estaba encendida, dejó la chaqueta en el perchero y
se asomó, Esther estaba en el sofá hojeando el libro que Maca había empezado a leer,
La sombra del viento, Esther notó el perfume de Maca en el aire y alzó la vista del libro,
miró a Maca, no parecía enfadada, pero tampoco estaba feliz
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E: Buenas noches...
M: Buenas noches... lo siento... se me ha hecho tarde...
E: No pasa nada...
Maca se acercó al sofá y se sentó entre las piernas de la enfermera, ésta dejó el libro a
un lado y se cruzó de brazos mirándola
Se alejó de Esther y pasó por su lado sin mirarla, se metió en la habitación, y vestida
como estaba se coló en la cama, acurrucándose echa un ovillo. Empezó a darle vueltas a
todo, joder, con la cena tan buena que había tenido, y el buen rollo, y se tenía que
estropear al llegar a casa, la verdad es que le había gustado cenar con Sandra, había
estado cómoda, feliz, sin preocupaciones ni obligaciones
aquella beca cuando la llamaron por primera vez, pero a la vez no podía evitar
preguntarse porque no había hecho ninguna de aquellas cosas que parecían tan lógicas
Así, cada una enfrascada en sus propias preocupaciones, se quedaron dormidas, Maca
en una cama que se le antojaba enorme, y Esther a unos metros, en el sofá con una
manta por encima
Esther apenas había podido dormir, no paraba de dar vueltas, se había caído del sofá dos
veces, cuando amanecía en Madrid decidió ir a dar una vuelta, salió de casa sin hacer
ruido y bajó a la calle. Las furgonetas se agolpaban en panaderías y librerías, algún
coche madrugador iba por las calles, Esther paseaba con las manos en los bolsillos de su
chaqueta, la cabeza agachada y la tristeza rodeándola
Maca, mientras tanto, estaba en casa, había escuchado la puerta pero no se había
movido, se había quedado allí, como si una fuerza invisible la atara allí, se acurrucó
abrazando la almohada y empezó a llorar, algo que hacía muy poco, solo cuando ya no
podía aguantar más, aquella mañana lo hizo, lloró por lo que pudo haber sido, lloró por
lo que era y lloró por lo que tal vez sería, lloró por Esther y lloró por Sandra, su presente
y su pasado, lloró por no saber cuál sería su futuro
Vagó sin rumbo fijo por el paseo de la castellana, acabó en el retiro. Entró y se sentó en
un banco cara al estanque, observaba el agua, verde, un abuelote estaba sentado en otro
banco, solo, al igual que ella, un cruce de miradas y la comprensión, cada uno siguió en
su banco pensando en su vida
Maca había dejado de llorar, estaba preparándole el desayuno a Cristian, al pasar por la
puerta del comedor no había podido evitar mirar al sofá, estaba vacío, un amanta medio
doblada en un rincón y nada más. Preparó cereales y zumo y levantó al pequeño, se
sentaron los dos a desayunar
Maca lo acercó al colegio y luego se fue a trabajar, no tenía ni la menor idea de donde
estaba Esther, supuso que estaría allí. Al entrar a rotonda se paró a saludar a Teresita
Maca se metió en la sala de médicos para ponerse la bata ¿Así que Esther no iba a
trabajar?
¿Vuelta a la normalidad? 57
Esther no paraba de darle vueltas a todo, sin cesar, Maca estaba enfadada con ella, y ella
era el único motivo por el que no se iba, lo único que la ataba a aquella ciudad fría, si la
familia de Maca estuviese en Madrid, quizás sería diferente, no le sabría tan mal
arriesgarse a cumplir el sueño de su vida, pero lo deseaba, deseaba irse, sabía de sobras
que Cristian estaría bien, tenía a Maca y a Encarna, pero Maca, Esther no sabía como lo
iba a pasar, además del hecho de que a Cristian no se arriesgaba a perderlo, pero con
Maca, Maca no era su hija, nadie a la que estuviera atada sin remedio, ¿Y si mientras
estaba en Sydney Maca conocía a alguien? Recordó la noche anterior, volvió tarde,
había estado con una amiga y se había olvidado de la conversación que tenía con Esther,
quizás Maca ya había conocido a otra, quizás ya no importaba nada. Esther se levantó
del banco y salió del retiro
Maca estaba atendiendo a un chico que había tenido un accidente, un coche se lo había
llevado por delante, tenía varias fracturas en las piernas y mientras examinaba las
radiografías junto a Cruz, para determinar si operar o no, no paraba de pensar en todo lo
que había pasado la noche anterior, cada momento, desde que salió al hospital hasta que
acabó llorando mientras amanecía
C: Tendremos que operar ¿Eh? Hay que poner un hierro, sino el hueso no sanará bien
(señalando la pierna izquierda del chaval)
M: Vale... ¿Te encargas tú?
C: ¿No quieres entrar?
M: Hoy no, voy a hacer la ronda (al salir se encontró con Helena que también iba a
hacer la ronda)
Maca y Helena subieron al ascensor, no hablaron allí, había dos personas más, y
tampoco tenían ninguna prisa, así que se limitaron a mirar las paredes de aquel sitio
mientras esperaban subir a pediatría
Esther seguía paseando por Madrid, recordando los momentos que había vivido en
aquella ciudad, que ahora se le antojaba solitaria y fría, ella había crecido allí, y le
gustaba aquello, desde que Maca había llegado a su vida le gustaba más, recordó el día
que la conoció, había estado a un tris de echarle una bronca, no lo hizo, ¿Quién sabe lo
que hubiera pasado si lo hubiera echo? Seguramente ahora no estarían así
Sumida en sus pensamientos, sus pasos la guiaban hasta el mismo lugar desde siempre,
aquel que le había servido de refugio cada vez que algo iba mal en su vida, aquel en el
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que se olvidaba de todo, sin darse cuenta, sus pasos se pararon, alzó la mirada y ante
ella se alzó el acuario de Madrid, miró la hora, eran las once y cuarto de la mañana,
sonrió acababan de abrir. Compró una entrada y se refugió en su interior
Helena: No, Maca, en aquel momento no pensé, ese es el problema, ninguna de las dos
lo hizo, simplemente nos dejamos llevar por el amor, solo que aquella vez nos traicionó
Esther entró en el acuario, había estado muchas veces allí, se lo conocía a la perfección,
fue por los pasillos, metida en sus pensamientos, mientras observaba las grandes peceras
que llegaban hasta el techo, llenas de peces, corales y vida acuática
Recordó la primera vez que pensó en dedicarse a ser bióloga marina, claro, entonces no
tenía ni idea de que aquello se podía estudiar, pero pensó que ella lo haría, algún día.
Era un domingo de verano, en Madrid hacía mucho calor, estaban rondando los cuarenta
grados. Como en Madrid, ni entonces ni ahora había playa, sus padres los llevaron al
zoo, sus hermanos se divertían viendo a los monos y a los gorilas. Pero ella se aburría
mucho. Estaba apoyada en una pared fría, a la sombra, viendo como sus hermanos les
tiraban trozos de bocadillo a los pobres monos, no paraban de reír, sus padres estaban en
un banco hablando, sin mirarlos. Fue entonces cuando lo escuchó por primera vez, un
sonido que se coló dentro de ella, no lo había escuchado nunca, venía del edificio bajo
el que se resguardaba del calor, había una puerta a su lado, la abrió un poco y miró
dentro
Solo había un montón de sillas vacías, no veía más que eso y el techo, pero aquel ruido
se volvió a repetir, una pequeña Esther se coló tímidamente mirando a los lados ¿De
donde venía aquel sonido? Se acercó a la fila de sillas y vio que delante había otra, y
luego otra, y otra y más, muchas más. El sonido se repitió, la pequeña Esther miró de
donde venía, solo vio agua, como una piscina al final de las hileras de asientos. Sintió
una mano en su hombro y al levantar la mirada vio a su madre
En: Hija, vamos, que aquí no se puede estar, ¿No ves que no hay nada? (la agarró de la
mano y la empezó a sacar de allí)
El ruido volvió a escucharse esta vez seguido del ruido del agua, Esther se giró y allí,
por primera vez en su vida vio uno, le pareció que estaba suspendido en el aire, que
flotaba, tenía la boca abierta dejando ver pequeños dientes, su piel era de un gris
brillante, y parecía que el sonreía, luego empezó a caer poco a poco, y se fundió en el
agua, con una gran salpicadura. La pequeña niña de cinco años se quedó allí, con la
boca abierta de par en par, mirando el agua, sabiendo que debajo estaba aquel animal, su
madre le dijo que era un delfín, que luego los verían en un espectáculo, Esther no
aparataba la vista del agua mientras su madre intentaba sacarla de allí
La Esther adulta, sonreía al recordarlo, solo había sido un segundo, lo suficiente como
para maravillar a una niña pequeña y cambiar su destino de querer ser modelo por el de
bióloga marina. Seguía andando por los pasillos del acuario, estar rodeada del agua, de
los animales nadando grácilmente, la calmaban, el pasillo en el que estaba se
ensanchaba. Esther sabía lo que significaba aquello, no los miró, subió una pequeña
¿Vuelta a la normalidad? 60
escalera, el espectáculo debía estar a punto de comenzar. Se sentó en una de las últimas
filas y observó
Un hombre vestido con un traje de neopreno estaba subido en una plataforma, tenía un
silbato en la boca, lo hizo sonar y cuatro delfines se asomaron en el agua, un par de
gestos con los brazos y los delfines se sumergieron, a los pocos segundo volvieron a
salir, alzándose en el aire, saltando para luego volver a su hábitat, el agua. Mientras
Esther observaba las idas y venidas de aquellos viejos amigos, tomó su decisión, siguió
allí un rato más. Luego, cuando el espectáculo aun no había terminado, se levantó y
salió a paso tranquilo del acuario de Madrid
Esther salió del acuario y fue a casa, se sentó cómodamente en el sofá, estaba algo más
tranquila, puso la televisión, no hacían nada, en la mesita de noche vio el libro que
Maca leía a veces por la noche. Recordó que la noche anterior lo había hojeado, Esther
no solía leer mucho, pero aquel día no pensaba ir a trabajar, así que lo abrió y empezó a
leer “La sombra del viento”
Maca llevaba un buen rato trabajando sin descanso, había habido un tráfico enorme y en
urgencias estaban saturados. Iba de un lado a otro sin parar tan siquiera. Para colmo,
cuando estaba en el box, Rusti le dijo que su madre estaba allí. Salió del box una vez
terminado, y fue a rotonda, le dio dos besos y enseguida tuvo que ir a atender a otro
paciente, su madre le dijo que cuando tuviera un hueco la esperaba en la cafetería
Esther estaba sumergida en la lectura del libro, nunca había pensado que en un libro
pudiera encontrar algo, pero ya sabía porque a Maca le gustaba leer a menudo, podías
olvidarlo todo y sumergirte en una historia ajena a todo
Maca terminó por fin con el último paciente, se dirigió a la cafetería donde su madre la
esperaba en una mesa, se cogió un zumo y se sentó delante de ella
Esther seguía ensimismada en el libro pero el timbre sonó y lo dejo a un lado, se levantó
del sofá y abrió la puerta. Allí delante de ella había una mujer parada, la recordaba de
Almería, era la chica que había dejado Maca, Sandra
Esther se quedó allí parada sin saber que hacer, miraba a aquella mujer atónita ¿No
estaba en el pueblo?
En el hospital, Maca colgaba la bata en la percha, por fin había acabado el turno, salió
de allí y se subió al coche, tenía que pasar por casa de Encarna a recoger al niño, la fue a
llamar para avisarla de que iba en camino
Esther fue a la cocina a hacer café, momento que aprovecho para llamar a su madre,
volvió al comedor con una bandeja y dos cafés, los puso en la mesita y volvió a sentarse
en el sofá
Esther se quedó allí parada sin saber que hacer, aquel día había tomado una decisión, y
la tenía que cumplir, pero la presencia de Sandra en Madrid la preocupaba, aún así, la
decisión estaba ya tomada
Maca estaba parada en medio de un gran atasco, a su alrededor la gente insultaba a todo
lo que se movía y se quejaba, Maca se limitaba a apoyar la cara en una mano mientras
tenía la vista perdida, pensaba en todo lo que había pasado desde el momento en que
supo lo de la beca, las cosas habían cambiado bastante, Esther tal vez se iba a ir, Sandra
había vuelto a Madrid, se llevaba bien con Helena, todas las señales le indicaban que
dejara marchar a Esther, quizás era lo mejor, solo quizás
Esther estaba parada en medio del comedor, contemplaba la nota que había escrito para
Maca, a su lado, una maleta llena de ropa, en su mano el libro que había empezado a
leer, no creía que a Maca le importara mucho que se lo llevase. Contemplo el piso una
vez más. Sus pasos la llevaron fuera de allí, a la fría Madrid, le seguía pareciendo igual
de triste que durante todo el día, se alejó de allí, giró la esquina y siguió andando sin
mirar atrás
Maca por fin había salido del atasco, encontró sitio a la primera, no tuvo que dar vueltas
a la manzana esperando que alguien se marcharse, apagó el motor y subió al piso. Abrió
la puerta esperando a Esther, pero lo único que la recibió fue el silencio y la oscuridad
Maca recorrió el piso buscando a Esther, nada, su ropa no estaba, su maleta tampoco, al
final encontró la nota, no se había fijado al entrar, la tomó entre sus dedos, mientras el
miedo se aferraba en su cuello, era absurdo, lo había decidido, pero aún así, cuando
pensó que se estaba haciendo realidad, no pudo evitar el miedo, miedo a equivocarse,
miedo a perderse, miedo a morir, no de una forma literal, sino a perder su alma, su vida,
su todo... pero aún así, lo había decidido, si la amaba, era lo que debía de hacer
Sus manos temblaban cuando abrió la nota, la letra de Esther se le antojó dolorosamente
familiar, una gota cayó sobre el papel, había empezado a llorar. Cerró los ojos con
fuerza y los volvió a abrir, se concentró en aquel trozo de papel
¿Vuelta a la normalidad? 63
"Maca,
Sé que tal vez debería haberte esperado, habértelo explicado cara a cara, pero no he
podido, lo siento, sé que mereces más de mi parte, pero ahora no te lo puedo dar, no
quiero que me odies, tal vez lo hagas, no lo sé
He decidido aceptar la beca, quiero hacerlo, no creas que no he pensado en todo lo que
significa irme, lo he pensado, de verdad, y a pesar de todo, todo lo que tengo aquí, me
voy, puede que no lo entiendas
No pienses que no has significado nada para mí, si piensas eso, te equivocas, porque
has significado mucho, lo has sido todo, has sido mis pensamientos, mis manos, mis
labios, mis ojos, todo. He vivido mil cosas más contigo, que en toda mi vida, y aunque
estos últimos días no han sido los mejores, no me arrepiento de nada, en ningún
momento. Resulta raro decir que lo eres todo y dejarte. Pero tú, Maca, tal vez tú y yo
dejemos de ser nosotras, y no quiero arrepentirme de haber estado contigo, si me
quedo, si me quedo y esto no funciona, lo haré, me arrepentiré de no haber aceptado
esta oportunidad, esta gran oportunidad
No te voy a pedir que me esperes, no quiero que lo hagas, no quiero sufrir, no quiero
que tú sufras, no quiero que nos engañemos, la distancia lo puede, no hay amores
eternos, no existen los cuentos de hadas...
Creo que esto es mejor así, me voy a casa de mi madre, quiero pasar los días que me
quedan en Madrid con ella y con Cristian, solo te pido una cosa Maca, no vengas, no
cuando yo esté, mi madre te llevará al niño cuando quieras, pero no quiero verte,
ahora no
Esther”
La nota resbaló de las manos de Maca, cayendo al suelo, ésta la observó caer, los ojos
llenos de amargas lágrimas y un fuerte nudo en la garganta que no la dejaba respirar.
Las dos creían que era lo mejor. Esther se le había adelantado. ¿Pero si era lo mejor por
qué no paraba de llorar?
Su corazón se inundaba poco a poco, todo se volvía gris, perdiendo su color, incluso sus
lágrimas se le antojaban grises, miró alrededor, esperando verla allí diciéndole que todo
había sido una broma, una broma de muy mal gusto, cerró los ojos, y antes de abrirlos
deseó estar en la cama del hospital, despertando después del coma, que todo aquello no
fuera real... Al abrirlos la oscuridad se hizo ama de esos ojos y no los abandonó
mientras el dolor consumía a Maca
Pasaron los días, Maca no fue a trabajar, se había encerrado en el piso a cal y canto, ni
siquiera dejaba que la luz se colase allí, no le apetecía hacer nada, se tiraba horas
tumbada en la cama, mirando el techo, sin pensar en nada, aquello no era normal e ella,
siempre había llevado todo con gran control pero aquella vez, se le escapaba de las
manos, no era ella
¿Vuelta a la normalidad? 64
El timbre de la puerta sonó, Maca ni siquiera se movió, siguió allí, concentrada en aquel
techo, todo le parecía fuera de lugar, el timbre volvió a sonar, estuvo sonando un buen
rato, al final Maca se rindió, fue a abrir la puerta. Delante de ella se encontraba la otra
mujer que le había hecho daño. Sandra
Sandra: Maca... (miró con pena a la pediatra, no había rastro de la mujer que tanto
tiempo atrás había amado) ¿Qué ha pasado?
Maca no dijo nada, solo se abrazó a Sandra, con todas sus fuerzas, como si así pudiera
borrarlo todo, Sandra, sin saber que hacer, solo se le ocurrió abrazar a Maca con la
misma fuerza. Entraron en el comedor después de un largo rato, en silencio, se sentaron
en el sofá, Maca miraba el suelo, Sandra la miraba a ella
Maca le explicó a media voz todo lo que había hecho, lo que no había hecho, mientras
hablaba el peso que sentía se hacía un poco más leve, Sandra escuchaba atenta, sin
interrumpir a Maca, aunque ésta a veces se callaba y miraba al suelo, se quedó allí a su
lado. Cuando Maca terminó Sandra la abrazó
La andaluza consiguió convencer a Maca para que se diera una ducha mientras ella le
preparaba algo de comer, la pediatra obedeció sin hablar, tomó una toalla y se metió en
la ducha. La sensación del agua resbalando por su cuerpo la distrajo por un momento,
no lo suficiente como para ignorar aquel dolor que se le atravesaba
Comieron en el mismo silencio que habían mantenido desde hacía un rato, sus miradas
se lo decían todo, después de comer Maca se echó a dormir, Sandra la acompañó a la
habitación. Maca se tumbó en la cama, echa un ovillo
M: Podrías... (no hizo falta que terminara la frase, Sandra se tumbó detrás suyo y la
rodeo con sus brazos)
Sandra: Descansa... voy a estar aquí (Maca se quedó finalmente dormida, mientras
Sandra acariciaba su pelo)
En la otra punta de Madrid, una mujer sentía lo mismo que Maca, intentaba ignorar
aquel sentimiento pensando en la gran oportunidad que tenía delante, a su mano, pero a
medida que el tiempo pasaba y se acercaba el día de marcharse, aquel sentimiento se
hacía más fuerte. Esther tampoco había ido al hospital, no le apetecía, no quería
encontrarse con Maca. Eso la hubiera consumido por completo, su madre no hacía más
que repetirle que estaba haciendo lo correcto, pero ella cada día dudaba más
Pasaba las horas viendo la tele, leyendo el libro que se había llevado de su piso, jugando
con Cristian, hablando con su madre, cualquier cosa para mantenerse ocupada y alejar
los fantasmas de su cabeza, pero no lo conseguía
Se encontraron en un parque de Madrid, las dos habían salido a tomar el aire, llevaban
un tiempo sin poder respirar y un paseo no les venía mal
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Maca estaba sentada en un banco cuando la vio, allí, andando en su dirección, con la
mirada perdida y encogida en el abrigo. Esther la miró. El mundo se apiadó de ellas y se
paró en aquel momento. Maca se acercó y Esther hizo lo mismo. Se quedaron allí
paradas, una enfrente de la otra, sin decir nada, solo mirándose
M: Ho... hola...
E: Hola...
Más silencio, la tristeza se reflejaba en los ojos de las dos, mil preguntas, mil respuestas
agolpadas detrás de aquellas miradas
E: Maca... yo...
M: No tienes que decir nada. Es lo mejor
E: ¿En serio?
M: Sí, lo primero es tu vida, hay muchas personas en el mundo, pero al final, quien
queda eres tú
E: Todo esto es...
M: Esther... Quizás algún día... Quizás nos volvamos a cruzar, cuando las dos podamos
estar juntas, cuando ya lo hayamos hecho todo, cuando solo quede estar juntas...
E: Sí, quizás...
Siguieron observándose la una a la otra, hasta que el mundo volvió a seguir girando, era
el momento, la despedida
M: Cuídate mucho
E: Sí. Y tú
M: Adiós
E: A... adiós...
Esther miró como Maca se alejaba de ella, lo que no vio es que lo hacía llorando, igual
que Maca no vio que Esther también lloraba
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Las horas pasaban, interminablemente lentas, agotadoras, Maca observaba el reloj que
había comprado hacía semanas, lo había comprado por ella, aún recordaba su cara
cuando la vio con aquel reloj en las manos, tenía un pequeño mickey que apuntaba con
sus brazos el tiempo que pasaba, era lo más infantil que os podáis imaginar, pero aun
así, a Esther le había encantado que Maca le regalase aquel reloj
Toda aquella situación le parecía absurda a veces, tanto dolor, solo por una decisión,
luego recordaba la vez que tuvo a Sandra lejos, cuando la quería, y ya no le parecía tan
absurdo, aquel dolor que sentía, por muy grande que fuera, no era comparable al que
producía la distancia, más lento, más doloroso, consumiéndote poco a poco, si apenas
darte cuenta hasta que ya era tarde y no quedaba nada más que un triste reflejo de lo que
habías sido una vez. La pediatra no quería pasar por aquello, no otra vez, menos en
aquel momento, no ahora que sabía que a Esther la amaba más que a otra, no cuando
sabía que el dolor de la distancia podría acabar con ella para siempre
Para Esther todo aquello también el parecía estúpido, pero lo último que deseaba era
arrepentirse de todo, odiar a Maca en algún momento, su experiencia en el amor le
gritaba que aquello no iba a funcionar, por mucho que se quisieran, al final siempre
acababa, ya no había príncipes azules, en este caso princesas, ni cuentos de hadas, todo
eso ya solo eran historias, fabulas, irreales. Aunque Esther se había dado cuenta de que
aquella vez era diferente, todo, no por amar a una mujer, sino por amar, amar de verdad,
sin más, simplemente amar. Tenía miedo de lo que todo aquello podía llegar a suponer,
si todo aquel amor que sentía se convertía en odio o en dolor, su corazón, lleno de viejas
heridas, no lo resistiría. Quería recordar a Maca como era, perfecta, quería poder decir
que había conocido el amor, ese para el que no hay palabras, el oculto en miradas,
caricias, gestos, el que no tiene nombre y algunos lo menosprecian llamándole
simplemente “el gran amor”
Esther salió a pasear, se sentó en un banco del parque del retiro, baja la distante mirada
de aquel hombre que pasaba las horas sentado en aquel banco, quizás esperando un rayo
de luz, en su soledad. Abrió el libro que hacía poco había empezado a leer, intentando
sumergirse en su historia y olvidar la propia, pasó la página y se encontró con una frase
subrayada, un leve rasgo de lápiz bajo unas palabras
“El destino suele estar a la vuelta de la esquina. [...] Pero lo que no hace es visitas a
domicilio. Hay que ir a por él”
Esther volvió a casa, con aquella frase grabada, cuando giró la calle vio al destino
parado en frente del portal de casa de su madre. La moto de Maca estaba al lado de una
farola, no había rastro de ella, recordó una vez más la frase. “Hay que ir a por él.” Salió
corriendo, subiendo las escaleras de dos en dos y entró en la casa
Maca estaba en la mesa del comedor, al verla se alzó de golpe, sus miradas se quemaban
la una a la otra. Fueron acercándose, empujadas por algo que las unía
irremediablemente
Sus labios no se separaban, necesitaban el uno del otro, sus cuerpos se apretaban con
miedo a la separación, el beso se volvió más intenso al ritmo de aquellos segundos que
les habían parecido eternos hacía un momento
Sus cuerpos se fundían en uno lentamente, Maca recorría con sus manos el cuerpo de
Esther, lo había echado tanto de menos, sus labios apenas daban abasto para todas las
cosas que Maca quería que hiciesen. Ansiaba el sabor de la piel de Esther en su boca, el
calor de su cuerpo, su alma entera
Maca fue llevando a Esther hasta una habitación, sin separarse ni un solo segundo, sus
respiraciones agitadas por el deseo chocando la una con la otra, se tiraron encima de la
cama, desnudándose apresuradamente, con prisas por ver de nuevo aquel cuerpo al que
amaban
Sus labios ardían, quemando la piel que besaban, provocando escalofríos y suspiros que
poco a poco ganaban terreno, haciéndose gemidos, rompiendo el silencio de la
habitación
Se entregaron la una a la otra como nunca lo habían hecho, con el dolor, la necesidad y
la pasión que produce un amor que se te escapa de entre los dedos. Rendidas, cayeron
en un profundo sueño, sin importarles nada, abrazadas la una a la otra sin querer
separarse
Maca se despertó, todo estaba aún oscuro, la luna dejaba reflejos plateados en la
habitación, pálidos y suaves, la pediatra miró a su lado, Esther estaba tumbada de
espaldas a ella, su espalda al descubierto, recordó cuando la había recorrido con sus
manos, cuando sus labios habían redescubierto su sabor
Miró al lado de la cama, la maleta de Esther estaba allí, como para recordarle lo que iba
a pasar, Maca la miró con rabia, como si aquel estúpido objeto fuera el culpable de todo
lo que le estaba pasando, seguramente en otra circunstancias se habría reído al odiar a
una maleta, pero en aquel momento no
Esther se despertó con los primeros rayos de luz, sonrió al recordar la noche pasada, se
dio la vuelta en la cama y miró el vacío que había dejado Maca, su sonrisa se
desvaneció, como si jamás hubiera estado allí. Tocó las sabanas, estaban ya frías,
heladas, Esther se levantó, esperando ver alguna señal de la pediatra. No había nada,
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todo parecía como la noche anterior, excepto la ausencia de Maca, se levantó y recorrió
la casa, su madre estaba en la cocina preparando el desayuno
En: Buenos días cariño (le dio dos besos) ¿Se ha despertado ya Maca?
E: Em... sí...
En: Bueno, llámala
E: Se ha ido antes...
En: Oh, vaya. Bueno, desayunamos y vamos al aeropuerto
E: Quiero ir sola
En: Como quieras cariño
Las lágrimas recorrían sus mejillas, había esperado hasta el último momento, hasta que
los interfonos habían resonado en el aeropuerto
“Última llamada para los pasajeros del vuelo 185 destino Sydney”
Había mirado a su alrededor mil veces, esperando verla, pero no había aparecido, era el
final, un final que no conseguía digerir, no otra vez, demasiadas veces había estado
cerca de la felicidad, sobre todo con ella, para después perderlo todo en el último
momento. Esther miró por última vez a su alrededor, pero el vacío fue lo único que
encontró, se secó las lágrimas un poco, pero estas no dejaban de fluir incansables por
sus ojos. Empezó a andar entre la gente, con la cabeza agachada para que los demás no
se dieran cuenta del dolor que sentía, subió a las escaleras metálicas que la llevaban a la
puerta de embarque, a un lado había la escalera que bajaba y una pared, al otro un gran
cristal por el que se veía la pista de aterrizaje, contempló los aviones, uno de aquellos la
alejarían de Madrid para siempre. La gente que bajaba iba comentando algo, parecía que
todos hablaban de lo mismo, a pesar de no poner el menor interés en escuchar nada, a
Esther le llegaban algunas palabras al oído
“Que bonito” “Deben de quererse mucho” “Ya me gustaría que hiciesen eso por mí”
“Es precioso” “¿Cómo lo habrá hecho?” “Yo quiero un mensaje así” “Niño, quita los
carteles que nos los llevamos a casa, ay, Tano, mejor los ponemos en la fragoneta”
Fue entonces cuando los vio, a lo largo del cristal había papeles pegados, en cada papel
una palabra, a medida que la escalera iba subiendo iba leyendo lo que ponía en cada
uno, no tenía nada mejor que hacer
Esther no pudo evitar pensar en Maca, sintió un gran vacío, así mientras los demás
comentaban aquellos cartelitos, Esther se sumía en la más profunda oscuridad. Las
escaleras seguían impasibles su rumbo a la puerta de embarque. Esther agachaba aún
más la cabeza, como si así consiguiera evitar sus demonios, aquel sentimiento que la
había atormentado durante las últimas horas. Al llegar arriba vio una azafata con un
gran ramo de flores, sonreía a todos y parecía buscar con la mirada a alguien en
concreto, Esther se desesperaba, parecía que el mundo se hubiese confabulado para
restregarle una felicidad que ella estaba muy lejos de sentir
Azafata: Hola (y encima aquella estúpida azafata con su estúpida sonrisita la saludaba)
¿Eres la señorita García? (¿ein?)
¿Vuelta a la normalidad? 69
“Esther, no te dije nada porque temía pedirte que te quedaras, sé que tienes muchas
ganas de hacer esto, y te apoyo, pero no podía decirte nada, sabía que si empezaba a
hablar iba a pedirte que te quedaras, y que tú, cariño, lo harías y más tarde quizás me
odiarías por no haberte dejado marchar. Cuídate mucho no soportaría perderte. Te
quiero, eres lo mejor de mi vida. Maca”
El avión de Esther dejó atrás el aeropuerto, ella no podía evitar cierta nostalgia y
melancolía, no había dado un beso de despedida a Maca, pero ahora sabía, que la
amaba, y eso le daba fuerzas para enfrentarse a cualquier cosa
Maca observaba alejarse en la distancia del avión, había observado la cara de su niña
cuando la azafata le dio el ramo, estaba llena de felicidad y tristeza a la vez, se alejó
rumbo al hospital, deseando que su chica llegara bien a Sydney
Cuando entró todo el mundo le preguntaba por la enfermera, que si ya se había ido, que
qué tal estaba y mil cosas más, la única que no le preguntó fue Helena, con la que
apenas cruzó una mirada y una media sonrisa. Todo estaba bastante tranquilo, así que se
fue a rotonda a chacharear con Teresita
Mientras Maca intentaba pasar el aburrimiento como podía, en aquel caso con Teresita,
Esther viajaba rumbo a Sydney, en su cabeza solo había sitio para tres cosas, los nervios
de una nueva vida que no sabía como era, su hijo Cristian e inevitablemente, la tercera,
Maca. Estaba algo preocupada, pero Maca le había demostrado a bombo y platillo que
la amaba, y eso, era suficiente como para encerrar sus demonios bajo llave y tirarla al
mar. El mar. Esther sonreía al pensar en el mar, decían que de allí había surgido la vida,
Esther lo único que sabía era que cada vez que estaba cerca su cuerpo se llenaba de
sensaciones que la calmaban y la llenaban de paz. Aun le quedaban bastantes horas de
viaje, pero estaba deseando llegar, a pesar del temor de que iba encontrar en un lugar tan
diferente a su Madrid natal
El vuelo de Esther llegó a la hora prevista, las 18:45 de la tarde, nada más bajar del
avión se sintió completamente perdida, se dejo llevar por la masa de gente que salía e
iba a buscar sus maletas. Cuando por fin pudo hacerse con las suyas y salir del montón
de gente que se agolpaba en la cinta miró alrededor. Le habían dicho que un guía iba a ir
a recogerla para enseñarle Sydney de camino a la residencia de estudiantes. Esther
buscó a alguien que le hiciera señales, o lo que fuera, ni siquiera le habían dado una
descripción de cómo era la persona que la iba a ir a buscar
Una chica de unos veinticinco años sostenía un pequeño cartel en el que se leía: “Esther
García”, era alta, la piel morena, seguramente de tomar el sol en la playa, el pelo rubio y
unos ojos azules que podrían haber sido perfectamente dos gotas de agua, incluso se
podía ver el mar en ellos, tenía los labios finos, y a Esther le pareció preciosa, se sintió
culpable al pensar en aquello, por Maca, su chica también era preciosa. Se acercó con
una media sonrisa en los labios y se paró justo delante, la chica del cartel le sonrió de
oreja a oreja, tenía sonrisa de anuncio de dentífrico, algunos hombres que pasaban por
su lado la miraban aun a riesgo de recibir unas collejas por parte de sus respectivas
Chica: ¡Bienvenida a Sydney! (sonriendo más) Me llamo Cat y voy a ser tu guía (tenía
un acento agradable y su voz transmitía mucha alegría y energía)
E: Hola, yo soy Esther... (miró el cartel con su nombre y se puso colorada)
Cat: Bueno, lo primero, dame tu maleta (la cogió y sus manos se rozaron un breve
instante, Esther sintió un escalofrío) Y ahora, tenemos que coger un taxi, ¡Sígueme!
(sonriendo aún más y girándose, con el paso del tiempo Esther descubriría que Cat
siempre sonreía, pasará lo que pasará)
Esther iba en el taxi con los ojos abiertos pegada a la ventanilla, Sydney era preciosa de
noche, altos edificios llenos de luz, brillando en la noche como estrellas, estaba
deseando ver aquella ciudad a la luz del día, Cat le había dicho que mañana darían un
paseo por la ciudad, tenían el día libre, Esther le había sonreído con alegría, como una
niña pequeña a la que prometen que la van a llevar al circo. El taxi atravesaba la ciudad
a bastante velocidad, demasiada para Esther que no podía captar todos los detalles de
aquella ciudad que iba a ser su nuevo hogar
La habitación tenía dos camas, una a cada lado, una parte estaba vacía, sería la suya, la
otra estaba llena de fotos del mar, de gente haciendo surf y de fotos de gente sonriente,
Esther distinguió a Cat en algunas de las fotos. Había una mesita de noche a un lado de
cada cama, la suya solo tenía una lámpara, sobre la otra se apilaba tres libros, un vaso de
agua medio lleno y un reloj de un delfín. También había dos escritorios, que miraban de
cara a un gran ventanal que, según Cat, daba a la ciudad y al mar
Cat le enseñó a Esther el pequeño cuarto de baño, una ducha, un water y un lavamanos,
había sales de baño y velas de colores por todas partes, en un estante, la mitad estaba
vacía, supuso que era para sus cosas. Había un solo armario en la habitación, la mitad
estaba vacío y la otra llena de ropa de alegres colores. Esther empezó a sacar sus cosas y
meterlas allí, la australiana se tumbó en la cama y miraba a Esther
E: ¿Y mi compañera de habitación?
Cat: Soy yo (alegremente)
E: ¿En serio? ¡Que bien! Oye... aquí... ¿Cuándo se cena? Tengo un hambre que me
muero
Cat: Enseguida bajamos (Riendo)
E: ¿Dónde has aprendido tan bien castellano?
Cat: Mi abuela era española, ella me lo enseñó, aunque tengo algo de acento ¿No?
E: Un poco, pero me encanta (sonriendo)
Cat: Genial. Luego, en la cena, te presentaré a mis amigos, ya verás, seguro que te
llevas muy bien con ellos
Cuando Esther terminó de colocar sus cosas en su nueva habitación, pidió a Cat por un
teléfono, ésta la acompañó a recepción, por el camino Cat le presentaba a gente que la
saludaba cariñosamente, Esther apenas les prestaba atención, iba ensimismada pensando
¿Vuelta a la normalidad? 72
En: ¿Diga?
E: ¡Ma! Soy yo
En: ¡Hija! (Maca y Cristian alzaron la vista ilusionados)
Cristian: ¡Yo quiero! ¡Yo quiero! (dando saltos alrededor de su abuela)
M: Espera, cariño, ahora te pones, deja a la abuela (cogiéndole de la mano y sonriendo)
En: Cariño ¿Cómo estás? ¿Qué tal el viaje? ¿Todo bien? ¿no te has perdido? l risa de
Esther le llegó desde el otro lado)
E: Sí, mama, todo bien, esto es genial. ¿Cómo va todo por allí?
En: Muy bien hija (Cristian le tiraba del vestido) Ay, espera, tu niño no para quieto,
quiere ponerse, muchos besos cariño, cuídate mucho, no te fíes de nadie, no se sabe
nunca, promete que llamarás a menudo y...
Cristian: ¡Abuela! (haciendo pucheros)
En: Vale, vale, cariño, te pongo con Cristian (Encarna pasó el teléfono a su nieto)
Cristian: ¡Ma!
E: ¡Cariño! ¿Cómo estás mi vida? ¿Te estás portando bien?
Cristian: Sí, ma, ¿Cuándo vuelves?
E: Cariño, me voy a quedar un tiempo, pero llamare todos los días, hablaremos mucho
¿vale?
Cristian: Vale. Ma, te quiero
E: Yo también, y ahora dile a la abuela que te meta en la cama, ya deberías estar
durmiendo
Cristian: Te quiero (soltando el teléfono y poniéndose a ver la tele sonriente, Maca lo
cogió)
M: ¿Esther?
E: ¡Maca! ¿Cómo estás?
M: Bien, te echo de menos
E: Yo también
M: ¿Ya has visto la ciudad?
E: Un poco de camino, ahora íbamos a cenar
Cat: (acercándose a Esther desde la puerta) ¡Ya viene, tienes que colgar! (volviendo
luego a la puerta para vigilar a la recepcionista)
E: Vale, voy... Maca, que tengo que colgar, cuídate mucho, no me olvides
M: No lo haré, pórtate bien, cariño
E: Vale, un beso mi vida
M: Vale, un beso, cariño
Esther y Cat salieron corriendo entre risas a la vez que la recepcionista llegaba y veía el
teléfono descolgado, refunfuñando lo volvió a poner en su sitio
En la cena Esther conoció a mucha gente, apenas recordaba los nombres, pero se lo
estaba pasando en grande, todos eran muy simpáticos, estaba gastando bromas cada dos
por tres, Cat le hacía de traductora cuando Esther no entendía algo, que solía ser muy a
menudo. Cuando volvieron a la habitación, Esther se echó sobre la cama, rendida,
enseguida se quedó dormida, Cat la tapó con una manta, no hacía mucho frío, pero no
sabía si el cambio de clima la afectaría, luego se tumbó en su propia cama y sonriendo
se quedó dormida. Al día siguiente le esperaba un mundo nuevo por conocer
¿Vuelta a la normalidad? 73
El móvil de Cat sonó a las seis de la mañana, ella lo cogió y sonrió al escuchar al otro
lado a Matt, le decía que había unas olas enromes en la costa, Cat se disculpó y con
pena colgó el teléfono, se iba a perder unas olas estupendas, pero tenía que enseñarle la
ciudad a Esther, y tenía ganas de hacer eso también, sin hacer ruido, se vistió y se fue a
correr un poco
Esther se despertó aturdida, tardó unos segundos en recordar donde estaba, miró el reloj,
eran las nueve de la mañana, Cat salió del baño con una toalla en el pelo, unos tejanos
ajustados y una camiseta roja de tirantes que resaltaba su moreno
El taxi paró en la costa, en Circular Quay, Cat había pensado que una forma de enseñar
a Esther Sydney era tomar un ferry que diese un rodeo por la costa de la ciudad. Cuando
Esther bajó del taxi, se quedó maravillada, a un lado, el resplandeciente Opera House,
con sus formas de aletas rasgando el cielo azul de la ciudad, rodeado de mar de un azul
intenso, Esther lo miraba embobada, nunca había visto nada así. Al otro lado, el puente
de la Bahía, se alzaba inmenso sobre las aguas. Cat avisó a Esther de que el ferry ya
había llegado, sonreía ante la mirada embelesada de la española. Desde el ferry
contemplaron la ciudad de Sydney, bajo la luz del día, arrojaba energía todas partes,
Esther estaba feliz
Bajaron del ferry un poco más allá del Opera House, dieron un paseo por el filo del mar
y volvieron a los pies del gran edificio. Allí, numerosos puestos de artesanía con
cerámicas, mascaras y pinturas, se apilonaban. Esther paseaba entre los puestos
mirándolo todo
Entraron en varias tiendas de artesanía y librerías, Cat le explicaba que los pies del
Opera House eran el centro neurálgico para los artistas y los que amaban el arte, cada
día había alguna exposición nueva que ver, incluso se podía ver a algunos artesanos
elaborando sus obras. Esther estaba maravillada, le gustaba todo lo que había allí,
compró varias cosas para su madre, su hijo y su novia. Cat no le hacía preguntas, se
limitaba a aconsejarle que comprar o que no, que estaba bien de precio y cosas así
A la hora de comer pararon en un puesto de musaca, Esther era la primera que probaba
aquel plato típico de Grecia, y es que en Sydney, como en Nueva York y otras grandes
¿Vuelta a la normalidad? 74
ciudades, la diversidad de razas y culturas era algo que se veía a simple vista, quizás por
eso Esther se enamoró aún más de aquella ciudad multicolor
Maca pasó la tarde jugando con Cristian, le había comprado algunos juguetes, como si
así el niño olvidase que una de sus madres estaba lejos, ¿Para qué engañarnos? Es un
niño, en cuanto vio el videojuego del Spiderman se puso a dar saltos de alegría y corrió
a casa para ponerse delante de la consola. Lo que dejaba a Maca sola, se dio cuenta de
que la echaba a faltar, pensó que eso serían los primeros días, luego se acostumbraría,
también pensaba en si Esther la echaría de menos o no, supuso que estaría demasiado
ocupada en su nueva vida, como para pensar en ella, cogió un libro cualquiera y se
entretuvo pasando las hojas una detrás de otra
A media tarde el timbre sonó, al abrir la puerta se encontró con su madre, venía a
despedirse ya que volvía a Jerez
Rocío: Cariño, si quieres me quedo, no me importa, ahora que estás sola, no me gustaría
que...
M: Mama... estaré bien, soy mayorcita... ¿Ves? (dando un par de vueltas a si misma
para que su madre la viera)
Rocío: Ay, hija, es que te voy a echar mucho de menos, con tu padre en los viñedos y tu
hermano en Almería, la casa es muy grande...
M: Será que te faltan amigas para tomar algo y echar unas risas, anda mama, ¿Te llevo
al aeropuerto?
Rocío: No hija, el taxi me está esperando abajo. Cuídate mucho (le dio un beso a Maca
y después logró que el niño le diera uno mientras no apartaba la vista de la tele)
Cuando Rocío se fue, Maca se dio cuenta de que tal vez tenía razón, esos días se le iban
a hacer muy largos, además el echo de pensar que a su chica seguramente la llevarían a
bares y esas cosas de los universitarios no ayudaba a que se sintiera mejor. Tomó el
teléfono y llamó a Sandra. Quedaron para la noche, ir a dar una vuelta, Cristian se
quedaría con su abuela Encarna. Poco antes de las ocho, llamó Cruz
M: Pues igual que esta mañana Cruz... (sin saber para que la mañana si se habían visto
hacia nada en el hospital)
C: Que hemos estado pensando... y hemos decidido que esta noche nos vamos de fiesta.
Y tú te vienes
M: Cruz, yo no, pasarlo bien...
C: Venga, que tu chica no está, ¿No querrás pasar la primera noche sola? Que esa es
muy dura, ¡Nos lo pasaremos bien! Venga... (Eva arrebató el teléfono a Cruz)
Eva: Señorita Wilson, no vale un no, la pasaremos a buscar en nuestro carrusel a las
doce en punto (escapándosele la risa)
M: Que no, en serio
Eva: Que dice que no, Laura, haz algo
L: ¿Maca? Quiero te vienes por propia voluntad o te secuestramos ¿Qué prefieres?
Helena: Laura, que no creo yo que así...
L: ¿Sabes una forma mejor? (dándole el teléfono a Helena)
Helena: Maca, que si no te apetece ir de fiesta, podemos alquilar unas pelis ¿No chicas?
Todas las demás: ¡Noooooo!
Helena: Vale, ignóralas, el caso es que no queremos que te quedes sola, sabes que
puedes contar con nosotras
M: No me quedo sola, ya he hecho planes con una amiga
L: ¿Qué dice?
Helena: Que ha hecho planes con una amiga...
Eva: ¡Que se venga su amiga también!
Helena: Que dicen que...
M: Ya, ya lo he escuchado, yo y medio Madrid (riendo por el grito que había metido
Eva) Está bien, a las doce.. ¿Aquí?
Helena: ¡Dice que sí!
Todas a coro: ¡Maca! ¡Maca! (Vilches entró en aquel momento)
V: ¡Se puede saber que es todo este follón! ¡¿No tenéis trabajo o que?!
Helena: Maca... esta noche... tenemos que irnos...
M: Ok
Maca colgó y llamo a Sandra para contarle los planes, a ésta no le importó en absoluto,
así que a las doce todas se irían de fiesta. Llevó al niño con Encarna, que se alegró al
saber que Maca se iría con sus amigas, ella tampoco quería que estuviese sola
Maca se había puesto unos tejanos ajustados negros y una camisa roja, solo iban a ir de
bares, así que no hacía falta que se arreglase mucho, de todas formas estaba preciosa, a
las doce en punto estaba en el portal esperando junto con Sandra a que vinieran las otras
Las copas fueron corriendo a medida que todas ellas se animaban mucho, incluso Maca
(que parecía que intentase ahogar las penas en alcohol) iba contenta y se había olvidado
de todo. Las chicas bailaban provocando las miradas de las otras personas que había allí,
y es que aparte de mujeres, había algún que otro moscardón morboso que no apartaba la
vista de las mujeres que se movían al ritmo de la música con sensualidad y apretándose
las unas contra las otras, montando el numerito
¿Vuelta a la normalidad? 76
C: ¡Chicas! ¡Quitádmelo! (un chaval, porque era un chaval, se había arrimado a Cruz y
no la soltaba)
Eva: ¡Déjamelo a mí! (no se supo nada más de Eva en toda la noche)
Helena llevaba un rato hablando con una chica a la que conocía, todas la miraban, no
fuera que también desapareciese, en un momento Helena puso cara de mala leche y se
fue al baño, Laura y Cruz fueron detrás de ella, dejando a Maca y Sandra solas en la
pista de baile
En aquel momento pusieron una balada, según la DJ para relajar un poco el calor. Maca
hizo ademán de irse a sentar, pero Sandra le tomó la mano sonriendo mientras pasaba un
brazo por la cintura de la pediatra
Cat le dijo a Esther que no se arreglara mucho, y que se llevara el bikini debajo de la
ropa, a la enfermera le extrañó pero hizo caso a su compañera de habitación, bajaron a
la puerta y se encontraron con un grupo de gente, todos morenos por el sol de Sydney y
las horas de playa, todos eran surfistas, eso le dijo Cat. Había dos chicos, uno rubio
(Matt) y el otro moreno (Pit), a ambos se le notaba el ejercicio físico que sometían a su
cuerpo, tres chicas, una muy parecida a Cat que resultó ser su hermana Liz, otra morena,
con los ojos negros azabache que tenía cara de mala leche (Ángela) y la otra también
morena pero con el rostro de una niña pequeña (Saku)
Tal y como le había dicho Cat, fueron a KingsCross, la zona de discotecas y bares más
concurrida de la ciudad, fueron de bar en bar, Esther pronto se dio cuenta de que sus
nuevos amigos solían hacerlo a menudo, conocían a todos los camareros, camareras,
seguratas y gente de los bares y discotecas. A Cat y a Liz les gustaba especialmente un
local de salsa, a Esther pronto le dieron ganas de aprender salsa
El local era pequeño, abarrotado de gente sudorosa que se movía de forma que el calor
del local aumentaba, todos eran ritmos muy calientes, y las manos de los que bailaban
vagaban por el cuerpo de la persona con quien bailaban, el tequila y el ron corrían por
las barras, donde algunas personas se habían subido improvisando un escenario,
contoneándose y arrimándose los unos a los otros
Esther, al no saber bailar salsa, se había quedado en un rincón, junto con Saku hablando
de la ciudad, Saku le contó que sus abuelos maternos eran de origen chino, de ahí su
nombre, pero que hacía mucho que vivía en Australia, de hecho, ella era australiana, al
igual que sus padres, Esther se mostraba interesada por la conversación de Saku, pero
por alguna razón incomprensibles sus ojos se desviaban hacia el cuerpo de Cat
¿Vuelta a la normalidad? 77
Las perlas de sudor brillaban en su ombligo, al descubierto ya que solo llevaba un top
amarillo. Esther observaba como aquellas gotas, con los contoneos sensuales de Cat, se
escurrían hacia la hebilla del cinturón que llevaba Cat, Esther sentía un escalofrío
recorrer su cuerpo a medida que la sensación de calor aumentaba. Sus labios estaban
ligeramente abiertos, y tenía los ojos cerrados llevándose por la música, Matt bailaba
con ella, y no le quitaba los ojos de encima, en un momento Cat abrió los ojos y se
encontró con los de Esther, sonrió y Esther se derritió, quizás era el tequila, o la música,
o estar sola, pero se derritió. Cat se acercó a ella sonriente y le alargo la mano
arrastrándola hasta la pista
Cat se movía como alguien que había nacido con la salsa en sus venas, Esther apenas
podía seguirla, y a veces Cat tenía que ayudar con sus manos a Esther para que su
cuerpo perdiera aquella rigidez, poco a poco Esther se iba soltando
Maca y Sandra se miraban como tiempo atrás, estaban a punto de cometer un error,
quizás, cuando Cruz las separó y les dijo que Helena estaba llorando en el baño. Maca
fue allí, dejando a su viejo amor con Cruz y le dijo a Laura que ya se encargaba ella.
Laura le hizo caso. Helena lloraba en un rincón del baño, con la mirada en el suelo y la
cabeza entre las manos, sentada en el suelo contra la pared, Maca se sentó en el suelo
con ella y la abrazó, dejó un beso en el pelo de la otra pediatra, ésta ni se inmutó hasta
que Maca le habló
Poco después se fueron en un taxi a casa, cada una a la suya. Cuando Maca llegó a la
suya se tiró sobre la cama tal y como iba, estaba algo mareada por el alcohol y por lo
¿Vuelta a la normalidad? 78
sucedido aquella noche, el timbre sonó y Maca se acercó a abrir, con temor que fuera
Sandra, estando como estaba no respondía de si misma. Al abrir se encontró con la otra
pediatra, Helena
Helena: Lo siento... no me apetece estar sola ahora y... bueno... no sabía a donde ir...
(tenía la mirada clavada en el suelo avergonzada)
M: No pasa nada, entra
Aquel fue el día que Helena y Maca dejaron atrás todas sus diferencias, con el tiempo,
la amistad de Helena haría que Maca no sintiese tanto la distancia de Esther
Todos acabaron bastante bebidos y para salir de allí tuvieron que llamar dos taxis, uno
para el resto, y otro para Liz, Cat y Esther. Cat quería enseñarle a Esther Bondi, cuando
salieron del club de salsa amanecía. Se subieron al taxi y en poco tiempo ya estaban en
Bondi
Bondi resultó ser una playa preciosa, centró de reunión de muchos surfistas, entre ellos
los amigos y amigas de Cat, ahora también de Esther. Se sentaron en la arena de la
playa, contemplando el mar. Cat dijo que no era buena idea que se bañasen, a pesar de
que su hermana lo estaba deseando, iban bebidas y no quería que pasara nada malo. Las
tres mujeres observaron como el sol le iba ganando terreno a la luna e iba alzándose, la
playa empezó a llenarse, no había muchas olas, y no eran grandes, así que la mayoría de
los que iban eran bañistas o surfistas que esperaba que se animase un poco el mar
Hablaron sobre surf un rato, hasta que la playa ya se estaba llenando demasiado y la
resaca hacía su primera aparición, así que, cansadas pro la larga noche de baile,
decidieron volver a la residencia, sus camas las esperaban
Esther echó un ultimo vistazo a la playa, al ver los grupos de surfistas esperando en la
orilla y a los bañistas, supo que iba a ir mucho a aquel lugar, sobre todo si Cat pensaba
enseñarle a hacer surf, aunque a la enfermera eso le daba un poco de miedo, pero había
ido para estudiar biología y tener nuevas experiencias, la salsa y el surf, sin duda, iban a
ser unas de esas experiencias
Los días fueron pasando, y pronto iba a hacer un mes desde que Esther estaba en tierras
australianas, Maca le iba a dar la sorpresa de ir a verla, Encarna también se había
empeñado en ir, y Cristian también las acompañaba, solo iban a ser unos días, pero iban
ilusionados, Esther seguramente no se los esperaba
En Sydney, Esther se había adaptado perfectamente, tanto a los estudios, en los que se
esforzaba y sacaba buenas notas, como en el grupo de amigos, que eran como una
segunda familia para ella, Cat y ella se habían hecho inseparables en poco tiempo, tal
vez porque Cat era una de esas personas que enamoran a cualquiera con solo mirarla,
con su simpatía, su belleza y su optimismo era imposible no cogerlo cariño. Esther
había aprendido muy bien a bailar salsa, horas de práctica en el club y en la habitación,
lo del surf le costaba un poco más, solo le habían dado un par de clases, ya que había
hecho una semana de mal tiempo, algo poco común allí, pero el tiempo había mejorado
y Esther esperaba poder subirse a una ola
En el aeropuerto de Madrid, los amigos y amigas de Maca, los del hospital y Sandra, se
despedían de ella deseándole suerte. Maca estaba nerviosa, pronto estaría de nuevo con
su chica, Encarna no para quieta de puro nervio y Cristian preguntaba si podrían ver la
televisión en el avión
Pocas horas más tarde, una más que nerviosa Maca, una histérica Encarna y un tranquilo
Cristian llegaban al aeropuerto internacional de Kingsford-Smith, Sydney les daba la
bienvenida. Cogieron un taxi y le dieron la dirección de la universidad, la única que
tenían
Hicieron una parada en el hotel en el que pensaban alojarse aquellos cuatro días que
iban a estar allí, dejaron las maletas en recepción y volvieron al taxi que puso rumbo a
la colina
El taxi les dejó justo delante de una verja, al otro lado el edificio de la Universidad de
Sydney se alzaba, de cara a la bahía. Encarna miraba ensimismada el gran edificio, de
su mano, un Cristian inquieto se balanceaba, Maca, mientras tanto, hablaba con el
guardia de la caseta de seguridad que había a un lado, le intentaba convencer que las
dejasen pasar, al final lo consiguió, y entraron. Subieron por el sendero que llevaba a la
entrada de la Universidad, Maca sabía que Esther debía de estar apunto de acabar las
clases, así que se dirigieron a la puerta del Departamento de Biología, estaba a un lado,
una pequeña plaza con bancos y árboles se abría delante, Maca, Encarna y Cristian se
sentaron en un banco que daba justo a la puerta, a unos veinte metros o así. Esperaron a
que Esther saliese
Mientras tanto, la enfermera salía del aula donde habían tenido la última clase del día,
acompañada de sus amigos, iban hablando por el pasillo. Decían de ir a la playa, ya que
Alek (el que les arreglaba las tablas de surf y le había regalado una a Esther) les había
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llamado para decirles que había unas olas increíbles, y que el día era perfecto para
pasarlo sobre ellas
Cat: ¡Esther, esta tarde cogerás tu primera ola! (entusiasmada, sonreía a Esther mientras
la abrazaba con un brazo mientras seguían andando)
E: No sé, Cat, ¿Y si no puedo? (mirándola para intentar darle pena)
Cat: Hay muchas olas y tenemos toda la tarde, así que tranquila, ya verás, cuando estés
encima de una, uf, impresionante. ¡Va a ser genial! (sonriendo)
E: Confío en ti ¿Eh? (riendo mientras contemplaba el mar en sus ojos)
Cat: Eso espero (guiñándole un ojo)
Matt: ¡Ey! ¡Alek al teléfono, Cat! (dándole un móvil)
Cat: ¡Ey! ¿Qué tal mis olas?... Así me gusta, que me las cuides... Sí... (riendo) No, no,
que va... sí... ¿Quién?... ¿En serio? ... ¡Eso es estupendo!... Sí, sí, dile que me espera
allí... ¡Oye! Prepárame la tabla de Esther, hoy será su primera vez (recibiendo justo
después un golpe cariñoso por parte de la enfermera)... Sí... Nos vemos luego, Alek
(colgó y le pasó el teléfono a Matt)
E: ¿Esta noche podríamos ir al club? ¿No?
Matt: Cat y yo vamos a los cines ¿Os venís?
Pitt: No tío, que me duermo, ¡me apunto a lo de la salsa!
E: ¿Saku?
Saku: ¡Claro! ¡Nos vemos allí! Ángela también ¿No?
Ángela: Ya veré (mirando hacia otro lado)
Cat: ¿Y yo qué?
E: No has dicho que ibas al cine...
Cat: Yo no he dicho nada... (sacándole la lengua a Esther mientras salían a la calle,
Maca se levantó del banco al ver a su niña)
E: Entonces... ¿Vienes? (poniendo cara de niña buena, Cat se acercó a ella y jugó con la
mano de Esther a escasos milímetros de ella)
Cat: Contigo donde haga falta (poniendo voz de culebrón venezolano mientras todos
reían)
E: Tonta... (poniendo los ojos en blanco)
Cat: Ya (encogiéndose de hombros mientras reía) Pero voy, que sabes que me gusta
bailar contigo
Saku: Me voy, ¿Nos vemos en la playa?
Pitt: Sí, espera, que te acompaño. ¿Vas a la biblioteca no?
Saku: Sí, ¿Esther?
Cat: A Esther la secuestro yo (poniéndose detrás de ella y abrazándola por la cintura)
Me prometió que cocinaría para mí
Esther miró a los lados, Cat seguía abrazándola mientras hablaba con Saku, la
enfermera ya estaba acostumbrada, además de que le encantaba todo aquel cariño, paseó
la mirada por la plaza, distraída. Fue un solo segundo, una mirada de la que no pudo
apartar la vista. Maca. Su Maca. Estaba de pie, mirándola, el mundo desapareció en
aquel instante, y ya solo tuvo alma para ella. Sus pies la llevaban hacia ella, sus amigos
la miraban extrañados
Cat: Me parece que tiene planes mejores (sonriendo mientras miraba a la mujer que
miraba a Esther)
Maca estaba preciosa, o eso le parecía a Esther, siempre lo estaba, pero quizás aquel día
rayaba la perfección, no podía apartar la mirada de aquellos ojos marrones que la habían
enamorado tanto tiempo atrás
De repente, algo se le echó en brazos, Esther desvió a su pesar los ojos de aquel ángel
que veía y los fijo en un pequeño niño que la abrazaba con fuerza. Sus ojos se
iluminaron al ver quien era, su pequeño, su niño, lo abrazó con gran fuerza mientras no
paraba de besarlo y lágrimas de felicidad se escurrían por sus ojos, siendo incapaz de
contener toda aquella emoción dentro de su cuerpo. Encarna se acercó y abrazó a su hija
y a su nieto mientras no paraba de llorar. Maca las miraba desde el mismo sitio, incapaz
de moverse, con miedo a que si lo hacía todo se desvaneciese
Esther se acercó a ella, un mes sin poder contemplar aquellos ojos, aquella sonrisa,
aquel cuerpo, y ahora tan solo deseaba perderse en él. Se quedaron a pocos pasos,
mirándose la una en la otra, buscando señales de algo diferente, sus miradas acariciaban
el cuerpo a la otra, tenían miedo de acercarse más y darse cuenta de que era un sueño,
que no estaban allí, a dos pasos de su todo
En aquel momento no hubo palabras, no reales, no hacía falta que se dijeran lo mucho
que se habían echado de menos, ni que se morían por besarse, ni nada, porque lo sabían,
sabían lo que sentía la otra porque era lo mismo que sentían ellas. Sus cuerpos se
acercaron más, mientras sus miradas se desviaban a los labios, se fundieron en un beso,
un beso que contenía todas las miradas, sonrisas y caricias que no se habían podido dar
durante aquel mes
Les costó un mundo separarse, no querían que aquel beso acabase nunca, pero Encarna
se impacientaba. Al separarse se miraron a los ojos, chispeaban de felicidad. Esther las
acompañó a su habitación, para que la vieran, de una mano cogía a Cristian, de la otra a
Maca, fuertemente pero con cariño, no dejaba de mirarla de reojo mientras les contaba
como le había ido y decía las cosas que quería enseñarles. Por el pasillo de la residencia
Esther se cruzaba con gente que conocía, y muy contenta les decía que su familia estaba
de visita. Al llegar a la habitación y abrir la puerta se encontró con Saku, Pit y Cat.
Sentados en la cama de Cat y los apuntes dispersados por allí
En: Si se ha pasado todo el viaje durmiendo, bueno medio, la otra mitad jugando con
aquí la pediatra, que no me dejaban dormir
Cristian y M: Mentira (poniendo los ojos en blanco a la vez)
En: Hija, deberíamos ir al hotel, la verdad es que yo también estoy cansada y ya sé que
mi niña está en buenas manos (mirando descaradamente a Pit)
E: ¡Mama!
En: Uy, hija, ¿Qué dices Maca? ¿Vamos al hotel? (inconscientemente Esther apretó con
fuerza la mano de Maca, esta la miró sonriendo)
M: Yo, si no te importa, prefiero quedarme, no tengo sueño. Os acompaño a coger el
taxi
En: Da igual, ya nos las apañaremos. ¿Cristian? (el niño estaba sentado en la cama con
los ojos cerrados, Maca se acercó a él y le acarició la cara)
M: Cariño, la abuela se va a dormir al hotel ¿Te vas con ella?
Cristian: Sí, adiós Ma (dándole un beso a Esther) Adiós mama (otro beso para Maca)
Encarna y el niño salieron por la puerta cogidos de la mano y con gesto cansado
Los tres recogieron los apuntes y se marcharon, Cat fue la última en salir, y antes de
cerrar la puerta miró a Esther, le sonrió y le guiñó un ojo
Maca y Esther se quedaron solas por primera vez, se miraron la una a la otra, Maca se
acercó a la enfermera, ahora estudiante de biología, y la rodeó con sus brazos a la altura
de la cintura
Las dos se acurrucaron en la cama de Esther, Maca rodeando con sus brazos el cuerpo
de su chica, estaban tan bien que enseguida se quedaron dormidas
¿Vuelta a la normalidad? 83
Se despertaron a media tarde, bueno, fue Esther la que se despertó y empezó a jugar con
el pelo de Maca, no pudo evitar acariciar sus labios con sus dedos, y Maca, al notarlos,
se despertó sonriendo
Llegaron a la playa a las siete, el sol empezaba a ocultarse a lo lejos, había poca gente,
en el agua solo estaba Cat y los demás con sus tablas, hablando, no había muchas olas
ya. En la arena, Alek miraba al grupo, sentado con los brazos apoyados en la arena, al
ver a Esther sonrió de oreja a oreja
Con numerosos esfuerzos Maca consiguió seguir el ritmo de Esther, y al poco rato ya
estaban rodeados de los demás
Maca y Esther habían cenado con Cristian y Encarna en el hotel, y luego habían ido a
cambiarse, Esther había cogido algo de ropa, quería quedarse en la habitación de Maca,
en el hotel. Maca decidió ponerse un vestido rojo de tirantes que le llegaba a medio
muslo, ya que iban a un sitio de salsa no quería desentonar, Esther iba con unos tejanos
y un top
El local estaba lleno, como siempre, y el calor era la de siempre. Esther no soltaba la
mano de Maca, y se dedicaban caricias y miradas mientras se abrían paso entre la gente
para llegar a la pista
Pitt: ¡Cat! ¡Esther! ¡Demostrad lo que sabéis hacer! (haciendo que los demás
empezaran a animar a las dos par que bailasen)
E: Cariño (mirando a Maca)
M: Mm.. pero solo uno, que te quiero solo para mí, eh (dándole un beso)
Esther movía las caderas, con Cat a su espalda siguiendo sus movimientos a milímetros,
las manos de las dos estaban cogidas, la música las balanceaba, y hacía que se apretaran
más las una con la otra. Se agitaban con el resto, Esther puso sus manos en la cintura de
Cat, sin despegarse de ella y echando la cabeza a un lado con los ojos cerrados, Cat hizo
lo mismo, colocando sus manos en la de Esther, a medida que el ritmo se hacía más
rápido y sus caderas lo seguían, haciendo sus movimientos más sensuales a cada nota,
las manos de ambas empezaron a vagar por sus caderas, pequeñas perlas de sudor se
dejaban ver en el escote de Esther, del que Maca no apartaba la vista, quizás para no ver
las manos de Cat en el vientre de su chica y sus labios en el cuello de Esther
Se dieron la vuelta sin apenas separarse mientras sus cuerpos iban a un ritmo excitante,
Cat empezó a bajar su cuerpo, sin dejar de mover su cintura en movimientos circulares,
su cara quedó a la altura del ombligo de Esther, mientras esta lo acercaba y lo alejaba.
La gente las observaba moverse, sumergidas en el calor del momento. Las manos de Cat
empezaron a acariciar sensualmente los muslos de Esther, y con sus labios a milímetros
del cuerpo fue ascendiendo pasando entre los pechos de Esther, Esther repitió lo que
segundos antes había echo Cat, las dos estaban con los labios entreabiertos, los ojos
cerrados y la calor aumentando cada vez más en sus cuerpos
Maca no pudo aguantar más ver aquello, no quería montar el número así que se fue a
buscar los baños
Esther, ajena a todo, solo estaba pendiente de las notas que se colaban en su cuerpo
haciéndola mover febrilmente con Cat pegada a su cuerpo, la canción acabó, y las dos
exhaustas se abrazaron
Cat: No ha estado mal... (riendo al ver las caras de algunos chicos del club)
E: Jaja, no (buscó a Maca con su mirada, no estaba) ¿Dónde esta Maca?
Pitt: Me parece que tu chica se ha ido al baño
E: Oh (mirando hacia allí a ver si volvía)
Pitt: Esther, me parece que a ella el baile no le ha gustado... no sé...
E: Solo es un baile
Pitt: Ya pero ella quizás no sabe que solo es un baile
E: Voy con ella
Cat: ¿Quieres que...?
E: Déjalo, Cat, ya me arreglo yo
Esther se abrió paso entre la gente para llegar hasta el baño, las chicas se agolpaban
haciendo cola, Maca no estaba entre ellas. Se apoyó en la pared y esperó, quizás estaba
dentro de alguno. Mientras esperaba salían chicas de todos, de todos menos uno, el que
había al final del todo, Esther se acercó y tocó la puerta
E: ¿Maca?
Maca estaba apoyada en la pared, con los ojos cerrados conteniendo las lágrimas,
escuchó a Esther y cerró los ojos con más fuerza, en todo aquel tiempo no se había
imaginado que Esther pudiera tener tan cerca de otra chica, y menos una chica como
aquella, temía descubrir que habían hecho durante todo aquel tiempo. Esther insistió
llamando a la puerta, sabía que era Maca ya que no contestaba. Maca se secó las
lágrimas y abrió la puerta para salir, cuando lo iba a hacer la mano de Esther la empujó
suavemente dentro antes las quejas de las demás. Esther cerró la puerta con el pestillo y
miró a Maca, tenía los ojos rojos, Maca había estado llorando
Maca acarició la cintura de Esther, intentando borrar las huellas de Cat, sus lengua
comenzaron a explorar sitios conocidos, se apretaban la una contra la otra, pronto la
¿Vuelta a la normalidad? 86
pasión se adueñó de las dos, llevaban un mes sin poder sentirla. Las manos de Maca
fueron bajando hasta el botón del pantalón de Esther, lo desabrochó mientras empujaba
a Esther contra la pared, ésta puso sus manos alrededor del cuello de Maca, apretándola
con fuerza contra sí, Maca introdujo la mano con la que acariciaba el ombligo de Esther
en sus pantalones, entre la tela, acariciando sensualmente a su chica, sus bocas no daban
abasto para la pasión, se devoraban la una a la otra, sus respiraciones, agitadas, se
mezclaban en el aire, y no paraban de acariciarse y de mirarse
Esther introdujo sus manos por el vestido de Maca, subiéndolo a medida que se hacía
dueña de sus muslos, Maca se apretaba contra Esther, queriendo sentirla más cerca,
queriendo fundirse con ella. Sus gemidos empezaron a huir de sus bocas, mientras
escalofríos de placer recorrían sus espaldas. Maca subió una mano a los pechos de
Esther y empezó a jugar con ellos, sin dejar un instante de besarse, faltándoles el aire
pero negándose a separarse
Saku: ¿Esther? ¡¿Esther?! (tocando a la puerta) Que nos vamos a la residencia, ¿Te
vienes? ¿Dónde esta Maca? No la encontramos
E: Joder (en un susurro apagado mirando con deseo a Maca) Sí, enseguida vamos
M: Vamos al hotel (susurrando entre besos)
E: Mi madre debe estar esperándonos, seguro que Cristian querrá dormir con nosotras...
M: Vale, vamos a tu habitación... (mordiendo sensualmente los labios de su mujer)
Esther se despertó temprano, en aquel mes se había acostumbrado a dormir poco, notaba
el suave contacto de los brazos de Maca, rodeándola, el ritmo de su respiración en su
nuca, abrió los ojos y distinguió la habitación del hotel. Cuando llegaron, después de
pasar por la residencia (y echar a Cat cariñosamente de la habitación), era muy tarde,
Encarna y Cristian ya dormían profundamente en la habitación de al lado
Esther tuvo que explicarle a su madre que el Opera House era un edificio, que lo verían
por fuera,.. Y aunque a veces hacían opera y conciertos en el interior no lo verían,
también le dijo que a los pies del OH había un mercadillo artesanal. La pobre mujer no
¿Vuelta a la normalidad? 87
debió entender lo de artesanal, porque iba pensando en comprarse un jersey y una falda,
además de dos pares de calcetines
El mercadillo artesanal estaba lleno a rebosar de gente, vagando entre los puestos,
mirándolo todo, el pequeño Cristian disfrutaba mirándolo todo, todos aquellos colores,
de vez en cuando le preguntaba a alguna de sus madres que hablaba aquel señor o aquel
otro, o porque aquella mujer llevaba un pañuelo y cosas así. Esther y Maca se lo
explicaban, contentas con que a su hijo, la diversidad, le interesara tanto, tal vez solo era
la curiosidad de los niños
M: Mira esta máscara... (cogiendo una máscara tribal de un puesto) es preciosa ¿No?
Nos la podríamos llevar a casa... bueno... llevármela... (con un reflejo de tristeza en los
ojos que se desvaneció al mirar a Esther)
E: Es preciosa, no tanto como tú, pero es preciosa... Podríamos ponerla en el salón ¿No?
M: Sí (dándole un beso a su mujer, se lo había ganado)
Pasaron el resto de la mañana paseando entre los puestos del mercado, por el muelle
viendo los barcos y los ferrys que salían de Circular Quay, en el barrio The Rocks,
tomando algo en una cafetería modernista con vistas al mar...
Cuando iban a buscar un lugar para comer, se encontraron con Matt y Saku, les
contaron que Pit había aprobado la asignatura que tenía pendiente, y que iba a celebrarlo
por todo lo alto en el restaurante de su tío, a dos manzanas de allí, por supuesto Esther y
su familia estaban invitadas, así que después que Matt avisara a Pit, se fueron hacia allí
Para disgusto de Maca, Esther al entrar, se había sentado al lado de Cat, más por
costumbre que otra cosa, Maca se había puesto entre su chica y Encarna. Cristian jugaba
con Matt, que rea como un niño pero algo más crecidito, jugaban a tirarse migas de pan
y a tirárselas a los demás entre risas. Esther hablaba con Cat mientras su mano estaba
cogida a la de la pediatra
La pediatra se sentía algo incomoda, hasta que empezó a hablar con Saku, ésta le contó
que su hermana era pediatra en el hospital de allí y que iba mucho a verla, le encantaban
los niños, Maca se sintió mucho mejor al hablar de algo que conocía, y las dos
conversaron alegremente sobre pediatría. Esther acariciaba de vez en cuando el muslo
de su chica, alguna mirada y una sonrisa que se intercambiaban, y algún susurro al oído
Maca fue un momento al baño, Cat la siguió y entró en el servicio, Maca estaba
lavándose las manos cuando lo hizo, Maca la miró un momento, allí estaba aquella
mujer con sonrisa de anuncio y mirada risueña, suspiró y siguió a lo suyo
Cat: ¿Te lo estás pasando bien? ¿Te gusta esto? (intentando entablar conversación)
M: No está mal (seca) Prefiero Madrid (más seca aún)
Cat: Vaya, a Esther le encanta esto
M: Ya (sequísima)
Cat: Oye... (dejando de sonreír un momento) Creo que no te caigo bien... y lo entiendo,
de verdad, Esther es una gran mujer, yo también me pondría así si alguien se acercara a
ella (volviendo a sonreír) Ella y yo solo somos amigas, de verdad, no tengo ninguna
intención... vamos... que no (riendo) ¿Sabes la de noches que se ha tirado hasta las
tantas hablando de ti?
M: Me lo puedo imaginar (algo más calmada e intentando disimular una sonrisa) Siento
lo de...
Cat: ¡Ey! ¡Eres la novia de Esther! Y Esther es como una hermana, así que, a partir de
ahora, nada de “lo siento” ¿Ok?
M: Vale (riendo)
Volvieron a la mesa, Esther miró interrogante a Cat y ésta le guiñó un ojo, cuando miró
a Maca, ésta le dio un beso en los labios sonriente, se separo y rió
Pitt: ¡Yo quiero uno de esos! (un poco, bastante, contento por el vino)
Matt: ¡Ven aquí, guapetón! (levantándose de golpe y atrapando la cara de Pit entre sus
manos para estamparle luego un beso)
Saku: ¡Matt!
Matt: ¿Qué? Lo ha pedido... (poniendo morritos mientras volvía a su sitio)
En: (al oído de su nieto) Eso no lo hagas con tus amigos y amigas, no se hace
Cat: Vale... (riendo por la cara del amigo de su madre)
Al salir del restaurante, se despidieron de todos, Matt les había conseguido convencer
para que fueran al Luna Park a pasar el día, así que habían quedado para el día siguiente
en el ferry, Encarna y Cristian querían volver al hotel, la primera para dormir un poco,
según ella estaba cansada, Esther apuntaba más al vino australiano, y Cristian se había
dejado su consola portátil en la habitación. Así que Esther decidió ir a dar un paseo con
Maca. Cogieron el tren para llegar al Centenal Park, Esther le comentó a Maca que allí
podían alquilar caballos y claro, la jerezana no se pudo resistir
El centenal park, no muy lejos de la playa de Bondie, era un gran parque lleno de
plantas, árboles y pequeños estanques artificiales. La gente iba allí a pasear por los
senderos, montar a caballo, a sentarse bajo los árboles, a jugar al fútbol, practicar
footing, etc. Maca y Esther alquilaron dos caballos y empezaron a cabalgar a trote lento
por los senderos
¿Vuelta a la normalidad? 89
Siguieron cabalgando por el parque, hasta que se les acabó el alquiler y devolvieron los
caballos, decidieron sentarse un rato a la sombra de unos árboles, a un lado del sendero,
delante suyo tenían un estanque y al lado, unos niños jugaban al fútbol. Por el sendero
veían a parejas pasear regalándose caricias y besos. Maca estaba con la espalda apoyada
en el tronco del árbol, y Esther sentada entre sus piernas, la pediatra abrazaba a su chica
mientras miraba a l agente que paseaba por allí. Jugaba con la mano de Esther
Maca dio un beso a Esther y salió a la recepción para que le dejasen hacer una llamada,
marcó el número que en aquel mes ya había aprendido de memoria, una voz soñolienta
respondió al cuarto tono
M: ¿Helena?
Helena: Vaya... (bostezando) La chica australiana sigue viva...
M: Lo siento. Es que se me pasó, ya sabes
Helena: Me lo puedo imaginar. ¿Todo bien?
M: Sí, mucho, Esther está preciosa, estamos muy bien, la echaba de menos, aunque eso
tú ya lo sabes
Helena: Sí (riendo) Me lo has dejado claro todas las noches. ¿Y le va bien?
M: Sí, a veces creo que demasiado, pero hemos hablado y creo que podremos con todo
esto
Helena: Me alegro, os lo merecéis
Maca siguió contándole a Helena lo que había pasado desde que habían llegado a la
ciudad, luego Helena la puso al corriente de lo sucedido en el hospital. Cuando volvió a
la mesa los demás ya iban por el postre. Se sentó sonriendo y miró a Esther
Un señor de la edad de Encarna, que Maca reconoció como el botones del ascensor, se
acercó a la mesa sonriente, llevaba encima un traje negro empapado en colonia, acercó
su mano a Encarna
Seguía leyendo a Cristian bajo la mirada de Esther, cuando ésta se fue el cuento
preferido de su hijo era “El mago merlín”, ahora se trataba de “Peter pan” le dolió no
saber en que momento había cambiado, y le dolió no saber cuantos detalles más habían
cambiado, puede que para los demás solo fuesen detalles, pero para ella, la vida eran
esos detalles, mientras pensaba en lo que se estaba perdiendo, Maca la miraba de reojo,
sabía lo que pasaba por la cabeza de su chica, pero no podía permitírselo, aunque ella
quisiera en aquel momento lo mismo, más tarde se arrepentirían
Llegaron a las nueve al Circular Quay, Encarna (por motivos desconocidos) se había
negado a ir, decía que quería descansar. Al llegar a la Terminal de los ferrys vieron a
Cat, Saku, Matt y Pitt, se acercaron a ellos y los saludaron. Tomaron el ferry hasta el
Darling Harbour, luego caminar hasta el Luna Park
¿Vuelta a la normalidad? 92
Luna park era un parque de atracciones pequeño, la entrada a este eran dos columnas de
colores vivos que entre ellas, en la parte de arriba tenían un solo sonriente. Cristian lo
miraba maravillado. Entraron en el interior del parque. Como principalmente iban por el
niño, fueron a la parte de atrás, al final, donde estaban las atracciones de los niños
Poco después montaron en la montaña rusa, Cristian, Pitt y Matt en un vagón, Cat y
Saku en el otro y Maca y Esther en el otro
Saku: Veis, os pasa por listos. Ni el niño ha gritado. Es muy valiente (sacudiéndole el
pelo a Cristian)
Cat: Bueno, ahora nos dejaran entrar en el pasaje del terror... ¡Van a creer que estos dos
trabajan allí!
Pitt: Matt, las mujeres son malvadas...
Matt: Pitt, déjalo, no le puedes hacer nada, ¡y encima las adoramos!
A la hora de comer pararon en uno de los restaurantes de dentro del parque, todos
sentados en una mesa, con unos callados Pitt y Matt que bebían un refresco para que se
les pasara el susto
E: ¿Cat? ¿Has...?
Cat: No... (sacándole la lengua) Y no pienso hacerlo, que lo sepas
E: Tonta (sacándole también la lengua)
Pitt: Y luego dicen de nosotros...
Desde lo alto se veía el mar, a sus pies, con tonos dorados, naranjas y rojos brillando en
la superficie, las siluetas negras de los barcos se dibujaban en él, a lo lejos, se veía algún
grupo de delfines saltando. Esther apretó la mano de Maca con la suya sin apartar la
vista del mar. Mientras ellas se perdían en aquella belleza, en la cesta de los chicos
Pitt: Sí, Cristian, las mujeres son malas, es algo que deberías saber, sobre todo viviendo
con dos
M: ¡Deja al pobre chico! (dándole una colleja)
Pitt: ¡Ey! ¿Quieres guerra? (alzando los puños al estilo boxeador)
M: Te vas a enterar (riendo con maldad fingida y poniéndose en posición)
Empezaron a darse collejas entre ellos, los tres reían las gracias de los otros, desde abajo
Chico: ¡Ey! ¡No podéis! ¡Ey! ¡Estaros quietos! (con mala leche)
Maca, Esther y Saku miraron cansadas la cesta en la que iban los chicos, Cristian estaba
escondido entre los dos riéndose, Matt y Pitt se habían quedado con una mano en el aire
preparada para dar una colleja al otro, se iban mirando mientras se escondían poco a
poco de la vista del chico que se encargaba de la noria
Aquella mañana fueron a Bondie, la playa estaba llena de surfistas, hacía un día perfecto
para practicar ese deporte. Maca, Esther y el niño (a Encarna no la habían vuelto a ver
desde el día anterior) se pusieron cerca del agua. Maca y Cristian se fueron a jugar con
la arena de la orilla, querían hacer un castillo de arena, Esther mientras tanto miraba a
los grupos de surfistas, buscando a sus amigos, con las olas que había no debían estar
lejos
Esther lo miró y vio que ya tenían una montaña de arena preparada para hacer el
castillo, Cristian trasteaba con un cubo, Maca estaba a su lado, con las rodillas clavadas
en la arena mojada de la playa, su bikini blanco y mirando a su chica con una sonrisa
radiante en la boca, Esther se sentó a su lado y le dio un suave beso en los labios antes
de ponerse a jugar con Cristian
Saku: ¡Esther! ¡Esther! (dentro del agua, sentada sobre una tabla y rodeada por Pit y
Matt, Saku la llamaba)
E: ¡Ey! (saludando con la mano sonriente mientras se acercaban a ellos)
Matt: ¡Ey! ¿Qué hacéis? (dejando la tabla a un lado y sentándose en la arena)
¿Vuelta a la normalidad? 94
Las chicas se adentraron en el mar, de vez en cuando Saku cogía alguna ola,
deslizándose por ella como si volará. Cuando llegaron a una zona más tranquila vieron a
Cat y Ángela, estaban una al lado de la otra, mirando a la orilla y de vez en cuando
echando una mirada atrás, en un momento cruzaron una mirada y las dos empezaron a
mover los brazos con rapidez, deslizándose hacia delante sobre sus tablas, una ola las
seguía a poca distancia, siguieron moviendo los brazos, la ola hizo que se elevaran un
poco, cuando estaba a punto de empezar a romperse, las dos mujeres se alzaron
rápidamente poniéndose de pie sobre la tabla, y fueron deslizándose por la ola
Jugaron un rato entre ellas, nadando en círculos, haciéndose cosquillas, jugando al pilla-
pilla. Cuando se cansaron de nadar volvieron a la orilla. Maca se tumbó bocabajo en la
toalla y Esther se puso a su lado con la cabeza apoyada en una mano mientras con el
dedo índice de la otra dibujaba círculos en las espalda de Maca
Esther se colocó encima de Maca, a horcajadas, puso sus manos sobre los hombros de la
pediatra, con los pulgares empezó a trazar círculos sobre la piel de Maca, ésta se
relajaba sonriendo, Esther empezó a mover sus manos por su espalda, haciendo un poco
de presión, arriba y abajo, tenía las manos suaves, se concentró en la parte superior del
trasero de su chica, sus manos iban de la cintura al centro, con las palmas. Sus dedos
entraron en juego y empezó a acariciar la columna de Maca, se iba deslizando poco a
poco por hacia la cintura, al llegar allí no se detuvieron, siguieron su camino metiéndose
entre el cuerpo de Maca y la toalla, siguieron el filo del bikini para luego volver a la
espalda por el mismo sitio, Esther fue haciendo esto hasta que notó que la respiración de
Maca se aceleraba, sin dejar de seguir con sus dedos la cintura del bikini, metiendo sus
manos cada vez más adentro y haciendo que la pediatra se tuviera que levantar un poco
para dejar espacio a las manos de Esther, ésta no dejó de hacerlo y puso su tórax pegado
a la espalda de Maca, su cabeza en su hombro, sus labios a escasos milímetros de la
oreja de ella
Maca se refugió en el mar para apaciguar los celos que sentía dentro, sabía que Esther la
quería, o al menos eso creía, pero pensar que hubiera estado tan cerca de aquella otra
chica la consumía, apoderándose de todo su cuerpo, aquel era su último día allí, no
quería montar ningún numerito, y mucho menos pelearse con Esther, así que intentó
calmarse nadando con fuerza en el mar, golpeándolo como si así pudiese convencerlo
para que se llevara aquel sentimiento con la marea. Esther la fue a seguir pero Cristian
la agarró de la pierna al acercarse a la orilla
Cristian: Ma, mira... (señalando algo parecido a la parte de arriba de una ballena echa
con arena) No es un castillo...
E: ¿Qué... (Ladeando la cabeza mientras miraba aquello) ¿Eso es un castillo? (mirando
a los chicos)
Matt: Es más difícil de lo que creíamos (todo lleno de arena hasta las orejas)
Pitt: Sí... pero... Cristian, ¿Te enseñamos a hacer surf? ¡Eso si que sabemos hacerlo!
(con una sonrisa de oreja a oreja)
Cristian: ¿Seguro que sabéis?
Matt: Somos los mejores de todo el Bondie-eye, ya verás, ven aquí
Se levantaron y pusieron a Cristian encima de una tabla sobre la tierra. Mientras ellos le
explicaban como tenía que hacerlo cuando se metieran en el agua, Esther se metió
dentro, nadó buscando a Maca, pero no la encontró, esta se había alejado siguiendo la
orilla. Esther se quedó parada mirando, le pareció verla bastante lejos, nadando, pero no
estaba segura de que fuese ella
Saku: ¡Esther! Quédate con mi tabla, me salgo a vigilar a aquellos (señalando a los
chicos que tenían cogida la tabla por los lados y la zarandeaban, con Cristian encima de
ella riéndose a carcajada limpia)
E: ¿Eh?... Sí, claro (agarró la tabla con un brazo mientras seguía mirando la figura que
se alejaba)
Estuvo un rato pensando en si seguirla o no, luego creyó que lo mejor era dejarla un
rato, así que empezó a hacer el tonto con la tabla y las olas cayéndose todo el rato, Cat y
Ángela se apiadaron de ella y empezaron a darle instrucciones, pero Ángela no tenía
mucha paciencia y al cabo de un rato se fue por su cuenta, dejando a Cat y a Esther
peleándose con las olas
Cat: ¿Te parece si le tocamos la moral al mar un rato? (señalando con la cabeza las
olas)
E: ¡Claro!
Maca volvió a la arena nadando, una vez allí paseo por la arilla para llegar a donde
estaban Cristian y los demás. No vio a Cat ni a Esther, hasta que miró al mar y las vio a
lo lejos, cada una encima de una tabla, mirando con atención una ola que se acercaba a
ellas
Cat: ¡Ya! (las dos empezaron a mover los brazos a toda velocidad)
Maca giró la cabeza, alejándola de ellas y miró la toalla, se sentó sobre ella, observaba a
Cristian encima de la tabla, estaba en el suelo, pero Cristian se reía mucho y se
imaginaba que tenía una gran ola debajo, Pit y Matt, movían la tabla para darle más
realidad, todos reían. Saku y Ángela hablaban en una toalla mientras se reían de Pit y
Matt de vez en cuando. Maca suspiró y se tumbó boca arriba con los ojos cerrados,
sintiendo el calor del sol abrasándole la piel. Esther y Cat llegaron sonrientes a la orilla,
Esther al ver a Maca dejó la tabla en el suelo, se acercó a ella y se sacudió el pelo
mojado sobre el ombligo de la pediatra. Había pensado que lo mejor era ignorar lo
ocurrido, y por la mirada de Maca, ella también había pensado lo mismo, al menos de
momento. Maca atrajo a Esther hacia así, haciendo que acabará tumbada encima de ella,
mojándola
Se quedaron allí, hablando todos hasta que empezó a anochecer, entonces se levantaron
y se fueron a las duchas para quitarse la arena
E: ¿Te apetece que vayamos al club? Así te enseñó a bailar salsa... (guiñándole un ojo)
M: Vale
M: Esther... espera, un poco más despacio. Creo que casi lo tengo... (con el ceño
fruncido mirando la cintura de Esther)
E: Cariño... (entre risas) Ven anda...
Esther pegó su cintura a la de Maca, puso las manos en las caderas de esta, y sin dejar
de mirarse a los ojos empezó a mover la cintura, al hacerlo obligaba a Maca a seguirla,
ésta miraba de vez en cuando hacia abajo, pero Esther se reía y con la mano hacía que la
mirase
Siguieron bailando, de vez en cuando paraba para tomarse algo o para salir a la calle
para que les diera el aire, el calor dentro del local era asfixiante, Maca hablaba
animadamente con los amigos de su chica, e intentaba hacerlo con Cat, pero la
naturalidad y la amabilidad no eran las mismas, sabía que ella no tenía la culpa de nada,
nadie la tenía, era cosa suya, pero aún así le molestaba su presencia, Cat lo sabía y se
había tirado toda la noche lo más lejos de Esther que había podido, ni siquiera le había
pedido que bailase con ella, y eso que le encantaba poner nerviosos a todos los del local
A las tres decidieron irse, tardaron una hora en conseguir marcharse, ya que los amigos
de Esther no paraban de darle besos a Maca y decir tonterías y bromas, Matt llegó a
cogerla como un saco de patatas y meterla dentro del local otra vez para que no se fuese.
Al final pudieron coger un taxi y volver al hotel. Solo faltaban tres horas para que su
avión saliese, y tenían que estar antes en el aeropuerto
Maca se levantó de la cama y buscó en su maleta, encontró una pequeña pelota azul de
goma, y se la lanzó a Esther. Se tumbó en la cama, con la cabeza en el centro, Esther
sonrió e hizo lo mismo solo que en sentido contrario, poniendo su cabeza al lado de la
de ella, con sus mejillas pegadas. Esther lanzó la pelota hacia el techo y al caer Maca la
cogió, cada vez que la lanzaban se hacían una pregunta
Maca terminó de preparar la maleta después de una ducha rápida, Esther llevaba un rato
que no hablaba, solo la observaba ir y venir por la habitación del hotel, tocaron a la
puerta y Maca abrió. Encarna y Cristian estaban al otro lado con las maletas hechas
En: Os dejo al niño, yo voy bajando (con los ojos llorosos también y desapareciendo
por el ascensor)
Cristian: Tengo sueño...
M: Ya, en el avión duermes ¿Vale?
Cristian: Sí... (sentándose en la cama al lado de Esther y apoyando la cabeza en ella
con los ojos cerrados)
M: Bueno... Esto ya está. ¿Bajamos? ¿O le damos un poco más de tiempo a tu madre?
E: ¿Tiempo? ¿Para qué?
M: Me parece que quería despedirse de alguien...
E: Y yo que creía que lloraba por mí... (con la vista fija en el suelo)
M: Que tontita que te has puesto... (dándole un beso en el pelo) Vamos abajo
En el taxi de camino al aeropuerto, todo era silencio, Maca y Esther se cogían la mano,
Cristian estaba dormido sobre el hombro de la enfermera y Encarna no paraba de llorar
en el asiento de delante, el pobre taxista la miraba de reojo y le pasaba algún clínex
Esperaron a que avisasen de la salida del vuelo a Madrid, el pobre niño, agotado del día
de playa, aún dormía, Encarna llevaba desde hacía un buen rato en una cabina de
teléfonos. Maca la miraba sospechando con quien hablaba, cuando habían salido de la
habitación para coger el ascensor, habían tenido que bajar andando, porque estaba
parado, al bajar habían estado buscando a Encarna, hasta que las puertas del ascensor se
¿Vuelta a la normalidad? 99
abrieron y una Encarna acalorada salió por ellas, dejando atrás a un botones bastante
despejado y con la camisa por fuera
Esther jugaba con la mano de Maca, que tenía en sus rodillas, de vez en cuando le daba
un beso, pero no hablaban, solo se miraban. Empezaron a anunciar los vuelos, el de
Madrid entre ellos. Encarna colgó y se acercó a su hija. Esther se levantó y abrazó a su
madre, entre sollozos se despedían, prometiéndose cuidarse, y llamar a menudo. La
abuela zarandeo al dormido Cristian, para que se despidiera de Esther, ella lo abrazó con
fuerza, cerrando los ojos para intentar que el niño no viera todas sus lágrimas
Esther miró como desaparecían, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, pensando en
cuanto tiempo iban a estar separados otra vez, en cuantas cosas más se iba a perder de la
vida de su hijo. Miró a Maca. Se quedaron allí paradas, con la gente pasando a su
alrededor y sin darse apenas cuenta, solo mirándose, Maca se acercó a Esther e intentó
sonreír a pesar de la tristeza que sentía, Esther vio que los ojos de su chica estaban
empañados. Maca puso una mano en la mejilla de Esther. Un dolor profundo se le clavó
en el alma, como si el simple contacto con la piel de Esther la matará, y en realidad lo
hacía. La mataba no poder hacerlo cada vez que quisiera, la mataba no poder perderse
en aquellos ojos cada día. Apoyó su frente contra la de ella, y cerraron los ojos,
permanecieron allí, sintiendo la cercanía de la otra, abrazadas, hasta que anunciaron la
última llamada. Fue entonces cuando abrieron sus ojos, no hicieron falta palabras, en
momentos así, nunca hacen falta palabras, sus labios se unieron, a la vez que lo hacían
sus lágrimas, llenas de dolor y de adiós, llenas de no quiero, llenas de todo
Solo se separaron cuando Maca se giró para entrar por la puerta, Esther miró como se
marchaba, Maca no se dio la vuelta, si miraba a Esther sería incapaz de coger aquel
avión, pero debía hacerlo. Esther miró al suelo cuando Maca se acercaba a la puerta.
Tampoco se sentía con fuerzas para verla desaparecer. Pasaron unos segundos, eternos
para ellas, rápidos para los que pasaban por su lado, con prisas por no perder el vuelo.
Cuando Esther alzó la vista, ya no estaba. Las puertas de embarque se balanceaban. No
había rastro de ella. Se quedó allí, mirando aquella puerta, inunda su alma, su corazón y
su cuerpo con aquellas amargas lágrimas
Maca estaba sentada en su asiento del avión, había empezado a llorar en el mismo
momento en que había dejado de sentir los labios de Esther sobre los suyos, miró por la
ventanilla, mientras el avión se alzaba sobre la ciudad. Maca se despidió de Sydney,
dejando lo que más le importaba allí
Esther llegó una ahora más tarde a la residencia de estudiantes, entró en su habitación
con gesto abatido, no había nadie, cerró la puerta y se tiró encima de la cama, sus
lágrimas empapaban la almohada, a la que se aferraba con fuerza, como si así, de alguna
manera, pudiera menguar su dolor, aquel que se le atravesaba en la garganta y que no la
dejaba respirar
¿Vuelta a la normalidad? 100
Cat entró y la vio así, se sentó en la cama, a su lado y puso una mano en su espalda
En el avión Maca pensaba en Esther, no creía que pudiese aguantar aquel dolor mucho
más, creía que ir a verla era una buena idea, pero ahora que había estado con ella, la
distancia parecía hacerse más grande. Había sido un error, ahora aún la echaba más de
menos, faltaban algunas horas para llegar a Madrid, lo único que le apetecía era
refugiarse en su trabajo. Olvidarla. Hasta la próxima vez que se vieran. Aquello no iba a
cambiar, la alegría del reencuentro siempre iría acompañada de la tristeza de la
separación. En tres años sería igual. Y Maca no sabía si sería capaz de pasar por aquello
una y otra vez. No se veía con fuerzas
Cat convenció a Esther para que fuesen a la playa, dieron un paseo y acabaron
sentándose a la orilla, mirando aquella basta extensión de mar, misteriosa y a la vez
conocida. Esther intentaba ahogar sus recuerdos de aquellos días, cada vez que
recordaba algo se le clavaba en el corazón, como si cada segundo de felicidad pasado
con Maca ahora, por capricho del destino, se convirtiera en dolor. Cat pasó un brazo por
los hombros y acercó a Esther. Se quedaron allí, abrazadas, cada una pensando en sus
cosas. Con el mar como único testigo
Cuando el avión de Maca llegó a Barajas y consiguieron coger las maletas buscaron una
cabina, querían decirle a Esther que habían llegado bien, se la imaginaban preocupada
Esther estaba dándose una ducha, por consejo de Cat, para ver si así se relajaba un poco,
llevaba un día duro, y la noche no parecía que fuera a mejorar. El teléfono de la
habitación sonó, Cat pensó que sería la recepcionista para quejarse de algo
E: ¿Quién era?
Cat: No tengo ni la más mínima idea... Pero quien fuera ha preguntado por ti...
E: ¿Y no han dicho nada más?
¿Vuelta a la normalidad? 101
E: Cat...
Cat: Sí...
E: ¿Duermes conmigo?
Cat: ¿Eh?
E: Que si duermes conmigo, no me apetece dormir sola
Cat: Oh, claro... (levantándose de su cama sin apartar la vista del libro y metiéndose en
la de Esther)
E: Gracias... (abrazándose a la cintura de su amiga)
Maca llevó a casa a Encarna, luego se fue con Cristian a la suya. Cenaron un poco y se
pusieron los pijamas para ir a dormir. Cuando Cristian ya se iba para su habitación,
Maca lo cogió en el aire, abrazándolo
Los días iban pasando, las dos se habían empeñado en olvidarse, para no sufrir, pero lo
único que conseguían con ese empeño era recordarse a cada momento. Algo había
cambiado, no se habían dejado de querer, pero algo había cambiado. Quizás la
costumbre, hay veces que te acostumbras a algo, bueno o malo, que ya no te impresiona,
te parece algo normal, y lo normal no nos arranca una emoción, lo que vemos todos los
días lo acabamos despreciando, como si ya no lo viéramos, sabemos que está ahí, pero
no le damos importancia. Dices sí, tengo una novia lejos, pero ya no se te encoge el
corazón, ni sientes esa punzada de dolor que sentías con solo escuchar su nombre, la
costumbre hace que dejemos de sentir
Esther lo tenía fácil, al menos más que Maca, ella no tenía que enfrentarse a mil
recuerdos juntas cada vez que estaba en su trabajo, para Esther todo era nuevo, nuevo y
alejado de Maca, no tenía nada que ver, los cuatro días juntas allí no podían competir
con los meses de recuerdos y emociones nuevas. Simplemente no tenían comparación.
A parte del hecho de que Esther no tenía que enfrentarse a los demás, nadie le
¿Vuelta a la normalidad? 102
preguntaba por Maca, de vez en cuando, alguna vez, Cat se interesaba por ese tema,
pero era algo de lo que no solían hablar
Maca, por el contrario, se tenía que tragar las preguntas de Teresita nada más entrar, las
de Elisa y otras enfermeras mientras atendía apacientes y las de los demás doctores y
doctoras cuando coincidían en la cafetería o en la sala de médicos. Helena había
descubierto hacía mucho que a Maca todo aquel interés por su chica le sobraba. Se
habían hecho grandes amigas, de alguna forma, Helena era lo que necesitaba Maca en
aquellos momentos, al menos su amistad comenzó así, hablaban de mil cosas, que no
tuvieran que ver con Esther, fue así como poco a poco se fueron conociendo. Maca de
vez en cuando recordaba aquella primera sensación, antes de que descubriera el lado
borde de Helena, aquella sensación cuando la vio en pediatría, cada vez se hacía más
presente, más intensa, incluso a veces le parecía saber que era, pero entonces la
recordaba a ella, Esther, su Esther. Aunque esto, pasaba cada vez menos a menudo
Maca miró a su lado, en el sofá, recordó lo que estaba haciendo antes de sumirse en sus
pensamientos, Helena y ella veían una película, aquella era la primera noche que Helena
se quedaba allí, bueno la primera de la semana que iban a pasar juntas, porque quedarse
ya lo había hecho antes, pero no más de dos noches. Aquella semana además iban a
estar solas, Cristian se había ido de colonias aquella misma mañana, estaría fuera hasta
la semana siguiente y a Maca no le apetecía quedarse sola, era un manía que había
cogido, odiaba la soledad, así que como otras veces llamó a Helena
Fueron a la cocina, decidieron hacer algo fácil, bistecs rebozados, mientras Maca sacaba
la carne de la nevera, Helena llenaba dos bols, uno con huevos y otro con harina. Helena
puso la sartén y Maca rebozaba la carne. Iban bromeando alegremente mientras lo
hacían, y en un ataque de risa a Maca se le resbaló un trozo de carne, éste cayó en el bol
con los huevos, salpicándolo todo en un momento, la encimera, la pared, los delantales
y sus caras. Helena se quedó como helada, con la boca abierta y los brazos extendidos,
Maca la miraba de reojo mientras intentaba contener la risa
Acabaron las dos en una cocina llena de huevo y harina por todas partes, tiradas en el
suelo, la una encima de la otra, porque habían resbalado, partiéndose de risa. Se miraron
¿Vuelta a la normalidad? 103
y por un segundo se pusieron serias, a ambas se les pasó lo mismo por la cabeza, luego
volvieron a ver aquella masa pastosa en la cara de la otra, y llenaron aquella casa vacía
de sonoras carcajadas
Llamaron al chino para que les subiera algo de comer, la cara del pobre lo decía todo
cuando le abrieron la puerta dos mujeres riéndose y toda embadurnada de aquella
“pasta”. Maca cogió la bolsa con la comida, poniéndose seria, Helena le dio el dinero,
con la misma seriedad, mientras las dos cruzaban una mirada cómplice cerraron la
puerta. El pobre chino pudo escuchar grandes carcajadas al cerrarse la puerta, pero se
fue contento con la propina que le habían dejado
M: Tienes que probar esto... (acercando un trozo de carne entre sus palillos a los labios
de la otra pediatra)
Helena: Ekss... (mueca de asco) ¡Está malísimo!
M: ¡Pero que dices! ¡Está buenísimo! (comiendo ella un trozo)
Helena: Me gusta más... (cogiendo con su dedo índice algo de “pasta” de la mejilla de
Maca y enseñándoselo) Esto
M: ¡Ey! (riendo) ¿Eso es mío!
Helena: Nop, ya no (poniendo cara de niña pequeña)
M: ¡Te vas a enterar! (empezando una batalla de cosquillas mientras se revolcaban por
el suelo)
A miles de kilómetros de allí, un grupo de chicas y chicos se abría paso por una calle
llena de gente de juerga, eran las cinco de la mañana y al día siguiente tenían un
examen, pero no habían podido evitar salir aquella noche, celebraban que Pit y Saku
estaban juntos, Matt celebraba que Cat lo había dejado con su pareja, Cat y Esther
simplemente se intentaban olvidar durante unas horas del examen. Iban agotados, toda
la noche bailando sin parar. Saku y Pitt iban por delante haciéndose carantoñas, Matt los
observaba a corta distancia, con un poco de celos por no hacer él lo mismo con Cat, Cat
y Esther iban más atrás, en silencio, agotadas
Llegaron a la residencia a las seis, cada uno se fue a su habitación para estudiar, bueno,
Saku y Pitt no estudiaron mucho aquella noche, al menos no lo que “debían” estudiar.
Cat y Esther se sentaron cada una en su cama, mirándose, con los apuntes en el regazo y
explicándose las cosas la una a la otra
¿Vuelta a la normalidad? 104
E: Puf... ya son las ocho... solo faltan dos horas... (mirando el reloj)
Cat: Pero ya nos lo sabemos todo
E: Ya...
Cat: ¿Lo hacemos?
E: Vale, creo que como vea más apuntes me da algo...
Se pusieron tumbadas en la misma cama, con un libro entre las dos, leyendo, lo hacían a
menudo, leían libros entre las dos, Esther había descubierto que aquello de leer le
gustaba, bueno, eso ya lo había hecho con un libro de Maca, solo que ahora leía con Cat
E: “Me gustaría que me vieran ahora los chicos de la escuela de Leamy, cómo guío al
caballo y muevo los sacos...
Cat: “Me gustaría que me vieran empujar la carretilla hasta la taberna de South...
Siguieron leyendo hasta la hora del examen, cuando entraron en el aula hicieron lo de
siempre, las dos se sentaron una al lado de la otra, con un breve espacio entre ellas, en la
última fila, cuando el profesor les dio el examen cruzaron una mirada, un guiñó y un
“mucha suerte” dibujado en sus labios
Se hizo muy tarde entre risas y cosquillas, decidieron dejar lo de recoger todo para el
día siguiente, Helena se fue a dormir a la habitación de Cristian después de una rápida
ducha, como hacía cuando se quedaba, Maca se fue a la suya, aquella vez el pequeño no
dormiría con ella. Maca se quitó la ropa en el baño y se metió en la ducha. Poco después
se puso el pijama y se metió en la cama, cogió un libro de la mesita de noche y se puso a
leer un rato. Las palabras aparecían ante sus ojos formando escenarios en su
imaginación, estaba tan concentrada en el libro que no escuchó los pequeños sollozos
que venían de la habitación de al lado, al menos hasta que no paso un buen rato
Se levantó con cuidado y fue a la habitación de al lado, pego el oído en la puerta y los
escuchó con claridad, se quedó allí parada, sin saber del todo que hacer, una parte de
ella le gritaba que entrase en aquella habitación, la otra le pedía que volviera a la suya y
se echara a dormir, pero no podría sabiendo que alguien a su lado estaba llorando, y
menos alguien que tenía tanta importancia para ella. Así que abrió un poco y se coló
dentro
El sol las sorprendió abrazadas, Maca rodeaba el cuerpo de la otra pediatra con sus
brazos, estaba fuera de las sabanas, no se había atrevido a meterse dentro. Ninguna de
las dos comentó lo que había pasado al despertarse aquella mañana, simplemente se
vistieron y fueron a trabajar
T: ¡Buenos días, parejita! (lLas saludó una más que feliz Teresita)
M y Helena: ¡Buenos días!
M: ¿Y toda esa felicidad Teresita? ¿Algo nuevo y emocionante que contar? (riendo y
recibiendo un codazo cariñoso por parte de Helena)
T: Pues sí, ahora que lo dices sí, pero claro, a las pijas esas cosas no les van...
Helena: A las pijas no sé... Pero a las bordes mucho... (mirando a Maca y sacándole la
lengua)
¿Vuelta a la normalidad? 105
M: Anda, os dejo, niñas. Nos vemos luego (Maca se fue sonriente a la sala de médicos
para ponerse la bata)
Helena: Bueno... ahora que la señorita se ha ido... ¿Qué es eso que ha pasado?
T: Uy, uy, no se lo digas a ella, Esther ha llamado, vendrá dentro de una semana para
quedarse unos días. ¿No es genial?
Helena: Sí. Y... ¿Por qué no se lo puedo decir a Maca? Se pondrá contenta (la
amabilidad de sus palabras desentonaba con la tristeza que había aparecido en sus ojos,
una mezcla de sentimientos algo desacorde)
T: Pues porque es una sorpresa. Aparecerá aquí el viernes, creo que viene con sus
amigos de allí. Ya tengo ganas de verles... (solo le faltó frotarse las manos)
Helena: Claro, más gente sobre la que cotillear (riendo al verla) Me voy a cambiar, ya
sabes, si entra algo avísame a mi o a Maca
T: Vale. No le digas nada ¡eh!
Helena: Tranquila no lo haré... (marchándose de recepción y cruzándose con Rusti)
R: ¡Ey! ¿Qué te pasa? Vaya carita que me traes
Helena: Nada. ¿Cómo está Queca?
R: Ahí sigue (señalando hacia cortinas, Queca iba tener otro hijo, Rusti estaba
encantado, aunque esperaba que no fuera como la úultima vez)
Helena: Luego me paso a verla, hasta luego
La mañana pasó rápida, no tenían mucho que hacer, pero todo el mundo comentaba lo
de la visita de Esther, está claro que lo hacían cuando Maca no estaba, algunos también
evitaban sacar el tema delante de Helena, sus razones tendrían. A media mañana, Maca,
cansada de ver cuchichear a todos sus compañeros se acercó a Teresita
Cruz, Elisa y Helena hablaban en una mesa. Con sus cafés delante, Cruz un zumo. Maca
se acercó y se puso entre la pediatra y la cirujana
C: Es que no puedo vivir sin ti, amorcito (colgándose de su cuello y poniendo voz de
culebrón)
V: Encima pitorreo. ¡Lo que me faltaba!
Se subieron a la moto después de ponerse los cascos, Maca arrancó y Helena apoyó sus
manos en la cintura de ésta. Maca no se dio mucha prisa por llegar a casa, de hecho por
alguna razón, solo quería que los semáforos se pusieran rojos. Cuando llegaron tardó un
rato en parar el motor, cuando lo hizo Helena se bajó de la moto. Pero antes de que se
quitara el casco Maca volvió a encender la moto
M: Sube, quiero llevarte a un sitio (sonriéndole con la mirada ya que con el casco no
veía sus sonrisa)
Helena: ¡Vale! ¡Vamos!
Mientras tanto el teléfono de casa de Maca sonaba sin parar, se callaba un rato, pero
volvía a sonar enseguida
Esther lo siguió intentando, hasta que al final harta de esperar dejó un breve mensaje y
colgó, bajó abajo donde sus amigos la esperaban
Como prácticamente todas las noches fueron al club, horas de baile y alcohol hicieron
que se despertaran tarde al día siguiente, como no, llegaron tarde a clase y al poco se
¿Vuelta a la normalidad? 107
quedaron dormidos sobre sus mesas. Los profesores ya se lo tomaban a coña, y mientras
sacaran buenas notas los dejaban hacer, al fin y al cabo, todos eran ya grandecitos
Maca aparcó la moto a un lado en la acera, enganchada a una farola. Cogió la mano de
Helena y la guió por la calle hasta ir a parar a donde quería. Ante ellas estaba el jardín
botánico de Madrid. Se aceraron a la caseta del guarda
M: Ves, ese árbol de ahí es el Olmo de Caucaso, es el más alto de todos los del jardín.
Oh, y aquél (mientras seguía sus palabras con movimientos de la linterna) aquel es un
ciprés, es el más viejo, tiene unos 200 años o más
Maca seguía explicando lo que señalaba con la linterna, al cabo de un rato de andar,
Maca se detuvo, a un lado había unas grandes plantas trepadoras, con flores blancas y
lilas con forma de estrella. Un aroma agradable inundaba el aire, Helena inhaló
profundamente cerrando los ojos
Helena: ¿Vamos? (señalando con la mano el resto del jardín que no habían visto)
M: ¿Eh? ... Oh... (volviendo a la realidad) Claro, venga
Siguieron paseando por el jardín, Maca ahora algo más distanciada de Helena.
Volvieron a casa cerca de la una de la noche, las dos se fueron a la cama, agotadas por
el largo día
Helena: Buenas noches, que duermas bien (dándole un beso en la mejilla y metiéndose
en la habitación de Cristian)
¿Vuelta a la normalidad? 108
Maca se quedó allí parada, aún sentía aquellos labios sobre su mejilla, cuando dejó de
soñar se sintió tremendamente culpable, se metió en su habitación y miró la foto que
tenía sobre la mesita de noche. Era del viaje a Sydney, Encarna la había hecho, Maca y
Esther estaban entre unos puestos del mercado artesanal sonrientes, todo estaba lleno de
luz y colores en aquella foto. Maca la tomó entre sus manos y la observó durante un
rato. Cerró los ojos, tanteó con la mano y abrió el cajón de la mesita de noche, después
de dejar la foto y cerrar el cajón, abrió los ojos, suspiró y se puso el pijama
Cuando despertó por la mañana se levantó, aún sentía aquel sentimiento de culpabilidad
dentro de ella, no sabía muy bien que estaba pasando, solo sabía que estaba mal, lo que
fuera estaba mal, lo sabía porque ya no miraba las fotos de Esther como antes, ahora lo
hacía con aquel sentimiento en su corazón, no podía ser bueno. Fue a la cocina, Helena
aún no había salido de la habitación, seguiría durmiendo, preparó la cafetera y la puso
en marcha. Mientras esperaba se paseaba por la cocina, acabó en el comedor, se fijó en
que la luz del contestador parpadeaba. Distraídamente, mientras encendía la televisión
para ver las noticias de la mañana, pulsó el botón
Maca se sentó en el sofá, consumida por la culpabilidad y las lágrimas afloraron sin
querer en su rostro. El pitido de la cafetera la alertó y se levantó a apagarlo. Helena aún
no había salido, se secó las lágrimas, al pasar por el pasillo se miró en un pequeño
espejo con forma de luna que había, miró que estuviera bien, al instante movió la cabeza
negativamente, pensando en lo que estaba haciendo, golpeó suavemente la puerta. Nada.
Volvió a llamar. Nada. Abrió un poco la puerta y asomó la cabeza, la cama estaba vacía
y echa, una nota encima de la almohada, Maca se acercó y la leyó en voz alta
M: “Maca, hoy tenía turno antes, se lo cambié a Salinas, no me acordé de decírtelo. Esta
noche no me quedaré aquí. Nos vemos mañana. Cuídate y sonríe” (Maca dejó caer la
nota sobre la cama, se sentía extraña, salió a dar un paseo a ver si así se le pasaba)
En Sydney, Esther ultimaba los preparativos par el viaje, había llamado para confirmar
los billetes de avión, Saku, Pitt y Cat irían con ella a Madrid, les apetecía conocer donde
había crecido su amiga. Esther no estaba tan nerviosa como esperaba, de hecho, había
pensado que se pondría histérica, pero la verdad es que estaba muy tranquila. De hecho,
la ponía más nerviosa el hecho de que cuando volvieran empezarían las prácticas, que
no el ir. Tenía gracia, aun no se había ido a Madrid y ya estaba pensando en la vuelta
E: Cuando lleguemos hay que ir al hospital, o mejor primero vamos a buscar a Cristian
que regresa de las colonias y luego nos pasamos por el hospital. Ya verás, cuando
conozcas a Teresita, te va a recordad mucho a la “gruñona” (apodo cariñoso de la
recepcionista de la residencia)
Cat: Como quieras, tu país, tus normas. Creo que esa tal Teresita y yo no nos vamos a
llevar bien (riendo al imaginarse a una “gruñona dos”)
E: Que va, es encantadora (mientras salían sonriendo de la habitación y cerraban la
puerta)
Helena estaba en su casa, sentada en el sofá mirando la tele sin ver nada, de vez en
cuando pasaba de canal, aburrida. Había decidido no ir a casa de Maca por una sencilla
razón. Sobraba. Se daba cuenta, Esther era amiga suya y Maca... bueno, Maca era Maca.
¿Para qué engañarse? La noche anterior, en el jardín botánico, había notado la mirada de
Maca atravesándola, si no hubiera reaccionado a tiempo se hubiera quedado allí parada,
esperando a que Maca hiciera algún movimiento. Pero no podía hacer eso, sabía que
Maca no sentía absolutamente nada por ella, y aunque le doliera no podía dejarse llevar,
por primera vez en su vida, en vez de dejar que su corazón la guiará, lo había hecho
callar. Cinco días. Cinco días y Esther estaría allí. Sabía que los días que pasara aquí,
por pocos que fueran, bastarían para que Maca se olvidase por completo de todos los
demás, incluida ella, Maca solo tendría ojos para Esther. Era normal, se querían.
Seguramente lo del jardín había sido su imaginación, fijo que mientras ella estaba con
los ojos cerrados sintiendo aquel aroma por su cuerpo, Maca estaba mirando las flores, o
algún árbol, o cualquier cosa menos a ella. Suspiró y volvió a cambiar de canal
Estaban todos en la cafetería, Rusti había traído champán para celebrar el nacimiento de
su hijo, el parto había ido bien, el niño era precioso y el padre estaba que babeaba por
todas partes
En Sydney, Esther intentaba prestar atención a la clase, pero sus ojos se iban hacia Cat,
que le hacía muecas graciosas y la distraía contando chistes. Era toda una payasa, feliz,
pero payasa. Había vuelto a llamar a Maca, pero no había contestado, ¿y si le había
pasado algo a Cristian? Estaba preocupada, muy preocupada. En cuanto acabará la clase
llamaría a su madre
E: ¿Mama?
En: Ay, ¡hija! Cariño, ¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Comes bien? Seguro que no, como si lo
viera, con aquellos platos tan raros que hay por allí...
E: Bien. Y sí que como bien. Oye, ¿Cómo está Cristian?
En: Ay, hija, yo muy bien, gracias por preguntar
E: Ma...
En: Vale, vale, bien, de vacaciones con el colegio, llamé ayer, se lo esta pasando muy
bien
E: ¿Y Maca? Es que la llamó pero no lo coge
En: Ah, no lo sé, la habrás pillado trabajando. Desde que se fue Cristian que no la veo
E: Bueno, ma, que te voy a decir una cosa, pero Cristian no puede saberlo ¿Vale? Y
Maca tampoco (rectificó al poco)
En: Uy, hija, ¿Qué pasa? ¿Seguro que va todo bien?
E: Sí, ya lo verás el viernes
En: ¿El viernes? ¿Qué pasa el viernes? No me digas que...
E: Sí, el viernes estaré en Madrid (sonriendo como si la sonrisa pudiera llegar al otro
lado del cable)
En: ¡Hija! ¡Que alegría! ¡Que bien!
Hablaron un rato, Esther se reía, porque su madre no paraba de decirle lo contenta que
estaba con su futura visita. Al cabo de un rato colgó y fue a la playa con los demás a
practicar un poco de surf. Ya le había cogido el tranquillo y se lo pasaban en grande
haciendo carreras o dibujando ochos en las olas
Maca llamó por la noche a Helena, pero ésta no cogió el teléfono, luego recordó el
mensaje de Esther y la llamó, pero tampoco se lo cogió
Al día siguiente, Maca estuvo buscando a la otra pediatra, pero la faena que tenían le
impedía encontrarla. Solo coincidieron una vez en todo el turno
Maca estaba en la cafetería, con Laura, Elisa, Cruz, Rusti y Eva. En el único descanso
que había tenido desde que se había puesto atrabajar. Maca quiso coger a Helena y
hablar con ella, no sabía porque se había sentido mal todo el día anterior y la noche, le
preocupaba aquella nota, era extraño en su amiga, normalmente la hubiera llamado o
algo, pero no, solo había dejado aquella breve nota en la almohada. Pero Rusti, nada
más verla, se levantó de golpe
Sus cuerpos se rozaban cada vez que alguien se movía, pero ellas apenas se daban
cuenta, estaban perdidas, irremediablemente la una en la otra. Maca quería decir tantas
cosas pero solo podía mirar aquellos ojos azul claro, Y Helena solo veía el marrón de
los de Maca, todo había desaparecido en un instante, el ascensor, los demás hablando a
gritos, absolutamente todo, solo existían ellas dos, ellas dos y sus cuerpos, en un baile
sin música, balanceándose, cada vez que uno retrocedía el otro se acercaba, a escasos
milímetros, notando el calor del otro cuerpo. Bajo las batas dos mujeres que temblaban,
que no podían separarse, cada vez que lo intentaban la otra la retenía, simplemente con
el hecho de mantenerse allí, cerca
No se dieron cuenta cuando el ascensor llegó a la planta que querían, tampoco cuando
los demás salieron, ni siquiera se dieron cuenta que estaban solas en el ascensor cuando
se cerraron las puertas. A pesar del espacio que tenían, siguieron allí, la una contra la
otra. Maca sentía un escalofrío cada vez que el ascensor se movía y su cuerpo rozaba el
de Helena, ésta sentía exactamente lo mismo. La mano de Maca buscó por propia
voluntad la de Helena, al encontrarla la rozó, en una breve caricia, que hizo que una
descarga eléctrica atravesara todo su cuerpo y su corazón empezará a latir más deprisa.
Se iban acercando más la una a la otra, entre roces, y aquellas miradas incapaces de ver
nada más. Las puertas se abrieron de nuevo
V: ¿Tenéis frío o que? Tan apretaditas (un malhumorado Vilches entraba) ¿Chicas?
¿Ey? Joder, en este hospital estáis todas locas... ¡Chicas! (gritando)
M y Helena: ¿Qué? (se miraron con los ojos abiertos como platos y se separaron al
instante, las dos sonrojadas mirando el suelo)
Durante el resto del día evitaron encontrarse, aquello estaba mal, se mirase por donde se
mirase, al acabar el turno Maca se fue rápidamente a casa, a refugiarse entre sus libros,
Helena subió a hablar con Vilches. Después de una larga discusión consiguió lo que
quería
Maca llegó al día siguiente agobiada, se había pasado la noche pensando, mirando el
vacío del techo, había pensado en Helena y en Esther, había intentando descifrar lo que
sentía al pensar en ellas, pero era tal el tormento al que se sometía que no había sido
capaz, a veces cuanto más te empeñas en ver algo más te cuesta verlo
T: ¡Buenos días! Vaya cara que traes, mujer, seguro que en un par de días se te pasa
M: ¿Has visto a Helena?
T: ¿Helena? Mujer, estás en las nubes, ayer pidió vacaciones a Vilches y él se las dio,
que no sé como lo consiguió porque estaba de mal humor, algo le daría a cambio...
(empezando a montarse una película a todo color y con sonido HomeCinema en su
cabeza)
M: ¿Vacaciones? ¿Estás seguro?
T: ¿Eh? Oh... sí, sí, dos semanas
¿Vuelta a la normalidad? 112
Maca se fue a la sala de médicos, desde su móvil llamó al teléfono de Helena, pero
nadie lo cogía, luego probó en su móvil y le salía que estaba apagado. Se puso la bata y
con gesto abatido empezó a trabajar
Helena había dejado el móvil en casa, al lado del teléfono fijo, no quería saber nada de
nadie, y así se evitaba llamar a Maca, aunque fuera lo único que le apetecía hacer. Había
salido del hospital la noche anterior y se había ido a casa, una pequeña maleta y algo de
dinero eran su equipaje. Por delante tenía dos semanas, dos semanas para olvidar, para
no sufrir, para no hacer sufrir, estaba convencida de que cuando volviese ya se le habría
pasado aquella estúpida idea ¿Salir con Maca? Eso era una tontería, o al menos eso
pensaba mientras miraba a través de la ventana del tren que la llevaba a Calafell
Aquellos dos días se hicieron interminables para ambas, no se habían llamado, bueno
Maca lo había hecho pero sin obtener respuesta, y Helena de vez en cuando se había
quedado en alguna cabina con el teléfono en la mano, apunto de marcar un número que
hasta entonces no se había dado cuenta que tenía memorizado. Pero para Maca aquel
malestar iba a pasar, aquella tarde llegaba Cristian de las colonias, seguro que tenía mil
aventuras que contarle y ella estaba más que dispuesta a pasar todo el tiempo que
hiciera falta. Había pedido al director que la dejase salir antes, habían acabando
discutiendo, con Helena de vacaciones y Salinas en casa no se lo podía permitir. Pero
era su hijo y eso estaba por encima de cualquier otra cosa. Se quitó la bata y salió al
pasillo con la sonrisa en la cara
T: Uy... ¿A dónde vas? ¿No puedes irte? (pensando en que Esther llegaba ese día y
Maca debía estar allí)
M: A buscar a mi hijo (no cabía en si de felicidad)
T: Pero... ¿Luego vuelves?
M: ¡No! (y se fue riendo)
Cuando llegó el autobús ya estaba allí, los niños abrazaban a sus padres y madres
alegres, sin para de hablar, fijó su vista en un pequeño niño que correteaba alrededor de
su madre, dando saltitos, ésta intentaba cogerle la mano para marcharse, pero el niño la
esquivaba y reía, mientras no paraba de contarle algo que hacía que su madre lo mirase
divertida. La mujer al fin consiguió coger la mano del niño, y sin apartar la vista de él
empezaron a andar, iban hacia ella, miró a su lado y una brillante moto la saludó, sonrió
y esperó a que estuviesen cerca. El niño levantó la vista mientras le contaba a su madre
la semana que había tenido, no dejaba de sonreír, aún lo hizo más cuando sus ojos se
cruzaron con los de ella, una gran sonrisa apareció en su boca
Maca seguía allí, congelada, sin saber que hacer, que decir, nada. Esther la miraba
mientras Cristian era zarandeado cariñosamente por Pitt. Esther leyó muchas cosas en
aquellos ojos que había intentado olvidar, pero que tan bien conocía. Leyó amor, cariño,
pero no fue eso lo que la sorprendió, fue aquel breve instante, aquel segundo, en el que
pudo leer miedo. A Esther se le vino el mundo encima cuando vio aquello en los ojos
marrones de Maca
¿Vuelta a la normalidad? 113
Cat: ¿Hemos venido para que te quedes mirándola como una tonta? (le susurró alegre)
Maca frunció el ceño al escuchar aquello, pero no tanto como esperaba, negó con la
cabeza y besó a su chica en la mejilla
M: ¿Vamos a casa?
E: Claro... Primero tengo que pasar por el hospital...
M: Como quieras... (cogidas de la mano fueron donde el resto) ¡Hola! (saludó Maca)
Saku: Que bonito, la parejita junta (sonriendo)
Pitt: Tengo hambre... (mirando distraído alrededor) ¿Por aquí no hay un bar?
Saku: Perdónale, es que Esther no nos ha dejado parar a comer (a Maca)
M: ¿No? Bueno, en frente del hospital hay uno
Pitt: ¿Pues a que estamos esperando?
E: Anda, vamos (Esther agarró la mano de Cristian y empezaron a andar hasta el
hospital)
T: ¡Esther! ¡Esther! (abrazándola) ¡Que guapa estás! ¿No es verdad, Maca? Sí, estás
guapísima. Hay chica, que envidia (Teresita empezó a soltar incoherencias una detrás de
otra sin parar de hablar, Esther se reía a gusto, había echado de menos a aquella
recepcionista algo entrometida del Central)
E: ¡Teresita! (entre carcajadas) Tranquila mujer, que me quedo unos días
T: Uy, es verdad, perdóname, la emoción, ya sabes, ¡Que alegría verte! (Teresita miró
hacia la puerta) Por cierto... ¿Dónde están?
E: ¿Dónde están quién? (haciéndose la tonta)
T: Uy, hija, ¿Pues quién va a ser? Los australianos esos...
E: Comiendo algo, ya los conocerás
Rusti apareció por la rotonda para hablar con Teresita, al no verla allí se giró hacia la
puerta
Teresita hablaba de lo guapa que estaba Esther, pero Maca no la escuchaba, estaba
como en otro lugar, quizás un lugar en el que no debería estar, pero estaba allí, y sobre
eso, sobre eso no podía hacer absolutamente nada. Decidió ir a la cafetería a tomarse
algo, no se despidió de Teresa, a la que dejó hablando sola en la entrada. Maca se sentó
en una mesa con la mano en el bolsillo, no se había dado cuenta, notó que se agarraba a
algo, sacó la mano y vio su móvil
L: ¿Dónde está Esther? ¡Me han dicho que ya ha llegado! (acercándose a la pediatra)
M: Ha ido a ver al hijo de Rusti... (sin dejar de mirar el móvil)
L: ¡Voy a saludarla! (mientras se iba se giró un momento) ¿Estás bien?
M: Sí...
Dos horas más tarde Maca abría la puerta de casa para dejar entrar a su hijo, a Esther y a
sus amigos, Esther se había empeñado en que no hacía falta ningún hotel, que ya se
apañarían allí, solo eran cuatro días, quizás lo que no quería era quedarse sola con
Maca, estaba algo asustada, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se
habían visto
Esther les ensañaba el piso alegremente a sus amigos, hacían bromas y comentarios
graciosos. Maca aún estaba en la puerta colgando la chaqueta en el perchero, entró en la
sala de estar y se dejó caer en el sofá, cansada, Cristian se sentó a su lado y se miraron.
Ambos sonrieron
Al poco rato todos estaban en los sofás, Cristian les contaba lo de sus colonias, y todos
reían las pequeñas gracias que hacía el niño. Maca se levantó un momento para ir a la
cocina a beber agua. Al pasar por el perchero no pudo evitarlo, pensó en coger el móvil
pero luego miró a Esther y se enfadó consigo misma. Mientras bebía agua notó como
alguien la miraba. Al girarse vio a Cat parada en el marco de la puerta, se escuchaban
las voces de los demás que venían de la sala
Cat se fue, dejando a una enfada Maca en la cocina, aunque la pediatra no sabía si su
enfado se debía a que aquella mujer se metiera así en su vida, o en el hecho de que,
quizás, Cat tenía razón. Pasaba algo, aunque no era el momento, alejó aquellos
pensamientos y salió de la cocina con la mejor de las sonrisas para regalársela a los
demás
Pidieron algo de comer, y hablaron hasta la madrugada, habían puesto unos colchones
inchables en el suelo del saló, para Pitt y Saku, Cat dormiría en la habitación de
Cristian, y Cristian, Maca y Esther en la suya
Cristian fue el primero en quedarse dormido, así que cuando Maca, cansada de escuchar
batallitas de Sydney, se fue a la cama, se lo encontró profundamente dormido. Maca se
acurrucó a su lado, después de ponerse el pijama mientras Esther y los demás seguían
con sus batallitas
Esther y Cat dejaron solos a Saku y Pitt en el salón, cerraron la puerta y salieron al
pasillo
Esther entró en la habitación y miró a Cristian, al ver lo dormido que estaba, sonrió y se
puso el pijama. Se acurrucó al lado de su hijo, la cama estaba caliente, seguramente ese
era el sitio que había cogido Maca, cerró los ojos y a pesar del sueño no pudo dormirse
¿Vuelta a la normalidad? 116
Maca apareció al rato, sin hacer ruido se acercó a la cama, no encendió la luz para no
molestar, fue hacia su sitio y al meterse debajo de las sabanas notó el cuerpo de Esther,
se quedó como una tonta quieta sin hacer ni decir nada. Esther se movió un poco y
Maca decidió tumbarse y echarse a dormir, pero por alguna razón no podía
Todos dormían, menos ellas dos, que estaba tumbadas en la cama pensando en el palmo
que separaba sus cuerpos, Esther cansada de esperar que Maca la abrazara como tiempo
atrás se movió, buscando el cuerpo de Maca, cuando Maca sintió a su chica se
estremeció. Se puso de cara a ella, y lentamente, con miedo, levantó su mano, la dejó
suspendida en el aire, sin saber si aquello estaba bien o no. Esther debió sentirlo, porque
a tientas buscó la mano de Maca y la llevó hasta su cintura
Esther cerró los ojos con fuerza y se acurrucó apretándose contra Maca, ésta sonrió a la
oscuridad y la mano que descansaba en la cintura de Esther bajo hasta su ombligo
mientras la pediatra hundía la cabeza en el pelo de Esther
Maca metió una pequeña maleta en el maletero del coche, Esther mientras tanto
abrazaba a su hijo con cariño
Maca se despidió y subió al coche, Esther lo hizo segundos después. A los pocos
minutos ya estaban en la autopista, Esther iba mirando por la ventanilla, aquella era su
tierra, su hogar, aunque ahora le parecía tierra de nadie, al menos, no suya, la veía como
si lo hiciera por primera vez, una tierra completamente desconocida. De vez en cuando
miraba a Maca, que iba concentrad al volante, siguiendo las indicaciones de los carteles
Alguien le había hablado de un pequeño pueblo en la costa catalana, ya había hecho las
reservas de hotel, había elegido uno menos lujosos pero desde el cual verían el mar,
Maca creía que Esther se sentiría a gusto allí, al fin y al cabo, se había acostumbrado al
mar, Sydney era toda mar
¿Vuelta a la normalidad? 117
En Madrid, Cat, Pitt, Saku y Cristian paseaban por la calle, en sus manos tenían una
guía turística de Madrid, habían decidido ir a aquello que llamaban “El Retiro”, Pitt y
Cristian habían cogido una pelota de fútbol para jugar. De camino al parque pasaron por
una tienda de golosinas, al pequeño se le iluminó la vista
Pitt: ¡Ey! (a él también se le iluminó) ¡Golosinas! ¡Vamos! (los dos echaron a correr
sonrientes hacia allí)
Después de comprar caramelos para toda una escuela se fueron al parque, mientras los
“niños” jugaban a la pelota cerca del estanque, Cat y Saku los miraban desde lejos, en
un banco
Maca y Esther llegaron poco después del medio día al pueblo costero, como las calles
cercanas a la playa eran la mayoría peatonales o demasiado estrechas para aparcar,
dejaron el coche en un parquing al otro lado de la vía del tren, pasaron por debajo de
ella andando, con la maleta a cuestas y cruzaron la poca distancia que les quedaba hasta
llegar al paseo marítimo
Esther sonreía al mirar el mar, como Maca recordaba haberla visto cuando estuvo en
Sydney, solo que aquella vez a quien sonreía era a ella y no al mar. Por primera vez en
mucho tiempo estaban solas, y tenían por delante dos días solo para ellas. Ya estaba
cerca el verano, el sol bañaba la arena dándole un toque dorado y haciendo brillar el
agua, hacía ya algo de calor, y en la playa la gente se bañaba y otros tomaban el sol.
Fueron andando, con la playa a su derecha, por el paseo. Había algunas tiendas con
“recuerdos” para comprar, bares con los nombres de las tapas en la puerta o en pizarras,
heladerías, todo lo que suele haber en playas turísticas
Maca vio el hotel a lo lejos, lo distinguió porque enfrente, dentro de la arena de la playa,
había una pista de baile. El hotel era sencillo, y no muy lujosos, pero las vistas seguro
que les merecían la pena. La entrada al hotel estaba situada al otro lado, en la parte que
no daba a la playa. Maca y Esther cruzaron la puerta y se acercaron a recepción, Maca
hablaba con la recepcionista, Esther mientras tanto decidió sentarse en una de las sillas
¿Vuelta a la normalidad? 118
de mimbre que había. Poco después ya estaban en la habitación, una cama, una mesita y
poco más. Esther enseguida se asomó al pequeño balcón
Salieron a dar una vuelta por allí, iban cogidas de la mano, lo habían hecho sin darse
cuenta, poco a poco ya iban recordando, aunque aun les costaba tener la naturalidad de
cuando estaban juntas a cada momento, y es que cada una, sentía que la otra ya tenía
una vida en la que ellas no pintaban nada. Se pararon en una gran heladería que había en
el paseo, con sillas de colores alegres y grandes cristaleras que daban a la arena.
Pidieron una copa de helado para las dos, no tenían mucha hambre, cuando el camarero,
un alegre ecuatoriano les trajo la copa vieron que habían acertado, era enorme, cogieron
cada una, una cucharilla y empezaron a comer
Al principio estaban algo tensas, pero empezaron a hablar, a contarse lo que habían
estado haciendo, a contar anécdotas y al final acabaron las dos riéndose a carcajadas e
intercambiando miradas cómplices. Maca omitió su nueva amistad con Helena, al
menos no dejó que Esther viera lo amigas que eran, Esther, por su parte, también omitió
algo, un pequeño desliz de hacía dos meses que le podría costar caro
Volvieron al hotel para buscar los bikinis, les había entrado calor con tanto paseo arriba
y abajo, así que bajaron a la playa con un par de toallas y una pequeña mochila. Se
observaron cuando se quitaron los vestidos ligeros que llevaban puestos encima del
bikini, cuando sus miradas se cruzaron se echaron a reír, los dejaron encima de una
toalla y se acercaron al agua
M: Uf... debe estar congelada... (mirando como un niño entró de golpe y salió con la
misma velocidad)
E: Anda... no será para tanto (metiéndose corriendo y sumergiéndose para aparecer
unos metros más allá) ¡Está buenísima! ¡Vamos!
E: Anda, ven aquí (acercándose a ella y abrazándola mientras le frotaba la espalda con
las manos, Maca apoyó la cabeza en el hombro de Esther, estaba temblando) ¿Mejor?
(sin separarse)
M: Mhm... (cerrando los ojos) Pero vamos fuera, por favor
Esther rió y acompañó a Maca a la toalla, ésta se sentó y Esther se puso detrás de ella,
las dos se envolvieron en la otra toalla que habían traído, Maca tenía la cabeza apoyada
en el pecho de Esther y notaba su respiración y su calor
Siguieron allí, hasta que empezó a oscurecer y decidieron volver al hotel, una ducha
rápida y bajaron a tapear a alguno de los bares que había allí. Por la noche, las chicas
¿Vuelta a la normalidad? 119
que hacían trenzas, algunos caricaturistas o algunos artistas del “spray” en papel se
ponían en el paseo, creando pequeños grupos de gente a su alrededor. Maca y Esther
habían parado en un bar a tomarse algo y cenar un par de tapas, ahora paseaban junto
con la demás gente que llenaban el paseo marítimo. Llegaron a un puente de madera que
cruzaba una riera, al lado opuesto a la playa, había tres chorros de agua que se lazaban
al cielo, iluminados por una luz cada uno, atravesaron el puente pasando a una plaza,
había algunos “chiringuitos” con cosas artesanales, pulseras, collares, camisetas, una
mujer leía las manos y las cartas en una pequeña mesa, a un lado un chino pintaba
nombres en un mesita. Esther quiso hacerle uno a Cristian, las letras eran animales o
árboles, con colores llamativos, preciosos. Apuntaron el nombre en una libreta que
había allí y mientras esperaban que el artista hiciera el suyo, se sentaron a ver como
trabajaba
E: Le va a encantar
M: Sí, seguro
Regresaron al hotel con el dibujo bajo el brazo y algunas pulseras hechas con pepitas de
frutas en las muñecas, estaban agotadas y enseguida se metieron en la cama, con los
pijamas puestos
Maca empezó a jugar con el pelo de Esther mientras esta la miraba con una sensual
sonrisa, Maca introdujo la mano por el pantalón del pijama de su chica y acarició su
piel, al contacto con los dedos de la pediatra se estremeció, Esther se apretó contra
Maca, acariciando su espalda, sus labios se unieron en un largo beso, en el que sus
lenguas se reconocían la una a la otra
Esther metió una de sus manos por debajo de la camisa de Maca, notaba su piel suave,
tierna, en las yemas de sus dedos, a Maca le hacía cosquillas, Esther iba bajando y
subiendo por la espalda de ésta, cada vez con un poco más de presión, haciendo más
intensa la caricia, quería fundirse con aquél cuerpo que tantas veces había sentido
Poco a poco fueron desnudándose entre caricias, sin prisas, parando de vez en cuando
para mirarse, o para una caricia en la cara, o un suave beso. Cuando las dos estuvieron
piel con piel, Maca empezó a dejar suaves besos por el cuello de su chica, que se
estremecía al notar aquellos labios tan dulces en su piel, sus manos jugaban con el pelo
de la pediatra. Maca empezó a jugar con los pechos de su mujer, acariciándolos con su
lengua y con sus dedos, apretándose contra aquel cuerpo
Esther se movió quedando encima de Maca, sonrió a su chica y empezó a darle tiernos
besos por el hombro, por el brazo, en la mano, mientras que con una mano acariciaba el
otro brazo de Maca. Maca la miraba mientras la besaba, los escalofríos se
arremolinaban en la espalda, mientras su respiración perdía el poco control que le
quedaba. Esther subió a los labios de Maca para morderlos y acariciarlos con su lengua
¿Vuelta a la normalidad? 120
Los gemidos se iban abriendo paso a través de la garganta de la pediatra, que los dejaba
escapar haciendo que Esther cada vez volviera sus caricias y sus besos más apasionados.
La enfermera fue bajando lentamente, acariciando con sus dedos la piel en la que se
fijaba, aquella piel con el aroma de Maca, aquél que había olvidado en algunos
momentos, pero que ahora la envolvía como en un sueño. Sus manos fueron bajando
mientras ella besaba el abdomen de Maca, empezaron a acariciar lentamente la zona
más sensible de ella, provocando que su espalda se arqueara
Maca atrapó el rostro de Esther entre sus manos y con delicadeza lo acercó a su boca,
mientras se besaban Esther no cesaba en sus caricias, que cada vez iban más rápido,
Maca las podía sentir por todo su cuerpo, ella también llevó sus manos por debajo del
ombligo de Esther, las dos seguían el mismo ritmo
Cuando estaban a punto de llegar al éxtasis se miraron a los ojos, el deseo, la pasión, la
lujuria se reflejaba en ellos con una fuerza arrolladora. Pero por encima de todos, solo
uno, el que no tiene nombre pero algunos lo insultan llamándolo simplemente amor,
aquel sentimiento que las hacía más fuertes que a nadie, tan solo por ser capaces de
sentirlo dentro de ellas
Saku: Muy bien, tranquilas. Pitt está como loco con tu hijo
E: Uf, que no se pase mucho, que luego quien lo tiene que aguantar somos nostras
Saku: Tranquila (riendo) Todo está bien, te lo devolveremos sano y salvo. Cat, espera
(la australiana le pedía el teléfono) Oye, te paso con Cat, que está muy pesada
Cat: Ni caso, ¿Cómo os va?
E: Bien
Cat: ¡Genial!
E: ¿Estáis conociendo Madrid?
Cat: Sí, ayer fuimos a aquel parque que nos dijiste, el retiro, tenías que haber visto a
Pitt (su risa contagiaba a Esther) ¡Se metió un porrazo contra el suelo!
E: Vaya, ¿Lo habéis grabado?
Cat: ¡Que va! Pero tranquila, ya sabes como es, seguro que lo repite
Poco después colgó el teléfono, miró a Maca que miraba distraída por la ventana que
daba al paseo, se moría por saber que era lo que estaba pensando Maca, quizás si lo
hubiera podido hacer todo aquello hubiera terminado en aquel mismo instante. Maca
contemplaba a una mujer que había en la playa, bajo una sombrilla, aquella silueta le era
increíblemente familiar
E: Maca...
M: Dime... (sin apartar la vista de aquella mujer)
E: ¿Vamos a dar un paseo?
M: Claro (mirándola) Venga, tenemos que comprarle algo a Cristian, sino nos mata
(riendo)
¿Vuelta a la normalidad? 121
Salieron a pasar cogidas de la mano para ver si encontraban algo que llevarle a su hijo,
ya que lo habían tenido que dejar en Madrid al menos le llevarían un regalito. Mientras
entraban en un atienda y empezaban a mirar camisetas y cosas por el estilo, el móvil de
Maca sonó, era Teresita
T: ¿Maca?
M: Vaya, ¡hola Teresa!
T: Oye... que... ya sé que Esther está aquí y todo eso... Pero... hay un problema...
M: ¿Qué pasa? (frunciendo el ceño atenta a las palabras de la recepcionista)
T: Pues que... Salinas se ha puesto malo... y no encontramos a Helena... y claro...
bueno... Mira que lo siente, porque ya os veo ahí, juntitas, contándoos cosas, por cierto
¿Qué tal va? ¿Bien? Esther no te habrá contado nada que yo deba saber sobre sus
nuevos amigos... es que claro, me tiene aquí sin decirme nada, y así no puede ser...
M: Teresita, Teresita, ya, lo he captado, pero no estoy en Madrid
T: ¿No? ¿Y dónde estáis?
M: Pues... en la playa. Pero volvemos mañana, ¿No puede encargarse otro de mientras?
T: Uy, se lo diré a Vilches, por si acaso haz como Helena, apaga el móvil (de repente
Maca cayó en algo, y por un breve instante su mirada se iluminó como hacia días que no
lo hacia, Esther se dio cuenta pero decidió hacer como si nada)
M: Vale, cuídate
T: Acuérdate de contarme lo que...
Maca había colgado, Teresita se quedó mirando el teléfono con cara de tonta
R: ¡Teresita! ¿Qué pasa, mujer? Ya sé, tu prima del pueblo que no viene a verte
T: No, no, la pija, que me ha colgado. ¿Y si cuando viene no me cuenta lo que han
hecho estos días?
R: Teresita, tranquila, que la pobre no se te escapará. Además, no hace falta pensar
mucho para saberlo (riendo)
Después de pasarse por el hotel, bajaron a la playa. Maca iba dándole vueltas a algo,
Teresita le había dicho que apagara el móvil para que no la molestaran, ¿y si era eso?
¿Y si ella tenía el móvil apagado para que no la molestaran? ¿Para que no la molestara
quién? ¿Ella? No, fijo que era por el hospital, para que no la llamaran para ir a trabajar,
ni nada, una semana de reposo, sí, era eso
Cuando Maca se metió en el agua Esther la rodeó con sus brazos y la besó, Maca al
principio estaba tan metida en sus pensamientos que no respondió a aquel beso, pero
Esther insistía así que al final Maca se percató y dejó un suave beso en sus labios. En su
cabeza todo era un caos, por un lado estaba Esther, su mujer, su pareja desde hacía
mucho tiempo, con quien compartía casa e hijo, su relación formal y a la que había
amado muchísimo, y aun la amaba, por el otro, Helena, Helena era... ¿Por qué iba a
¿Vuelta a la normalidad? 122
malgastar toda aquella relación seria por un capricho provocado, seguramente, por la
distancia? ¿Pero por qué aun teniendo a Esther allí y en aquel momento, no podía evitar
pensar en Helena? Maca se convenció de que la culpable era la distancia, y rechazó
aquella última pregunta como si jamás se la hubiera hecho, aunque en realidad seguía
resonando en su cabeza
Esther miró a Maca. Aquello era algo de lo que no habían hablado, ¿Qué iba a pasar al
acabar la carrera? La verdad es que Esther lo había pensado en alguna ocasión, podía
volver a Madrid y buscar trabajo en el acuario o en el zoológico, y bueno, siempre le
quedaba cualquier otro lugar, por ejemplo, si no encontraba trabajo en Madrid siempre
podría volver a Sydney, ella se había enamorado de aquella ciudad, además a Cristian le
había gustado cuando fueron a visitarla tanto tiempo atrás. Pero por el momento, no
quería compartir aquello con Maca, no quería estropear nada
Jugaron un poco en el mar, nadando y buceando de vez en cuando, agotadas salieron del
agua y se tumbaron en las toallas. Sentían como el sol las acariciaba secando las gotas
de agua que habían quedado en su piel, aquel suave calor, la brisa marina, el ruido de las
olas al romper en la orilla. Esther miraba a su alrededor
Se quedaron un rato en silencio, mirándose, Maca intentó tranquilizar a Esther con una
sonrisa, aunque tal vez lo que quería era tranquilizarse ella misma. Fuese lo que fuese
Esther pareció que se quitaba un peso de encima, sonrió a su chica y la besó, luego se
echo a reír
¿Vuelta a la normalidad? 123
Estuvieron un rato en silencio, mirando el cielo azul sobre sus cabezas, Esther estaba
pensando si contarle lo de su desliz a Maca o no, al fin y al cabo en aquel momento
estaban bien, y parecía que aquella sensación extraña se había disipado, pero aún notaba
a Maca algo distante a veces, decidió esperar a otro momento, pero luego pensó que
cuanto más tarde se lo dijera sería peor, así que reunió todo el valor que fue capaz y
miró a su chica
E: Maca...
M: Dime... (con los ojos cerrados de cara al cielo)
E: Hay algo que quiero contarte... algo que pasó hace tiempo... verás... tú sabes que yo
te...
M: Lo sé, tranquila (no le apetecía tener una conversación trascendental en aquel
momento, seguramente por miedo a aclarar sus dudas y hacer daño a alguien)
E: Sí, vale. Hice algo de lo que me arrepiento, fue una tontería, en serio, no fue nada,
estábamos de exámenes, agobiados, salimos a distraernos un poco y bebimos mucho,
fuimos al club a bailar salsa. Y bueno, tú ya sabes como se baila allí
M: Lo recuerdo vagamente (sonriendo)
E: El caso es que... Maca... yo... me acosté con alguien. No es con Cat, si es lo que estás
pensando. Fue con su hermana. Pero de verdad Maca, fue, un error, en serio, yo...
(Esther seguía hablando mientras esperaba la reacción de Maca)
Mientras Esther seguía disculpándose Maca pensaba en lo que le había dicho, Esther le
había sido infiel. Infiel. Le dolía, no tanto como esperaba, pero le dolía, o tal vez le
dolía que no se lo hubiera contado antes, aunque claro, por teléfono hablar de aquello no
era muy correcto. Aunque tal vez no tenía el derecho a enfadarse, tal vez ese derecho lo
perdió la primera vez que pensó en besar a Helena. Miró a Esther, la pobre seguía
disculpándose. Su culpabilidad solo hacía que ella se sintiera más culpable. Vale, no le
había sido infiel de la misma forma, pero ella se sentía culpable
M: Esther... déjalo, no pasa nada. Solo fue un error ¿no? Pues ya está, no le des más
vueltas
Esther se quedó parada de repente, había esperado muchas respuestas de Maca, peor no
aquella, ¿No le molestaba ni un poco? ¿Eso que significaba? ¿Ya no le importaba que se
liara con alguien? Vale, había sido un error y se lo había dicho ella misma, pero ¿Ni un
poco molesta? ¿Y si no estaba molesta porque ella también lo había hecho? La miraba
detenidamente, Maca no sería capaz de hacer eso, no pensando que su chica estaba
estudiando en el extranjero, no pudiendo hacer daño, Maca no era así, no era como ella,
aún se sintió más culpable por haber pensado aquello
¿Vuelta a la normalidad? 124
Sabía que la sinceridad de su chica, solo se podía pagar de una forma, siendo sincera
también ella, pero era algo para lo que no estaba preparada, ni siquiera sabía que era lo
que sentía, no del todo, tal vez solo era un capricho y no había porque preocupar a
Esther
Se quedaron un rato más en la playa, Esther más tranquila, Maca algo preocupada por
no atreverse a hablar con ella, era algo inusual, antes se lo contaban todo, y Esther le
había demostrado que aún podía hacerlo, pero por alguna razón se calló, no dijo nada, y
quizás ese era un error del que más tarde se arrepentiría
M: ¿Volvemos al hotel?
E: Sí, claro. ¡Vamos!
Regresaron al hotel y se dieron una ducha para relajarse, bueno en realidad Maca se
metió en la ducha para quitarse la arena, y al poco rato apareció Esther completamente
desnuda metiéndose con ella y abrazándola
E: Te adoro... ¿Lo sabías? (Maca se concentró en las rendijas que había entre las
baldosas del cuarto de baño)
E: ¿Qué miras?
M: Nada (se giro para mirarla) ¿Qué te apetece hacer?
E: Mhm... nada (con una sonrisa pícara mientras sus labios se unían)
M: Vaya...
Bajaron a cenar unas horas después, cuando ya el sol se había ocultado por completo, no
salieron del hotel aquella noche, cenaron en el mismo comedor. Charlaban sobre
tonterías
Maca se quedó de repente parada, allí, de nuevo, aquella silueta familiar, iba con un
vestido azul cielo corto de tirantes, y la palidez de su piel le daba un toque angelical.
Maca la miraba mientras Esther seguía riéndose sin darse cuenta de nada. Sintió como
su corazón se paraba cuando sus miradas se cruzaron, como todo su cuerpo temblaba,
como si hubiera recibido una descarga eléctrica, tenía ganas de acercarse a ella y
abrazarla, solo abrazarla, sentir su cuerpo contra ella, lo deseaba tanto que le dolía, en lo
más profundo, no poder hacerlo, miró a Esther, su Esther, aquello no podía continuar así
¿Vuelta a la normalidad? 125
Helena había ido aquella noche a cenar al hotel donde se hospedaba una amiga suya,
habían quedado dentro, Helena se había propuesto olvidarlo todo, y su amiga la iba a
ayudar, siempre lo había hecho. Había llegado al hotel andando, paseando entre una
multitud de caras desconocidas, entró en el comedor buscando con la mirada a su amiga.
Pero sus ojos se pararon en una persona, que no era su amiga, sintió que se mareaba,
que su mundo se hacía pequeño de golpe, allí, en una mesa, estaba la persona que más
daño le había hecho en el mundo, que se lo estaba haciendo, era extraño, también era la
persona que más cariño y apoyo le daba, pero era un cariño y un apoyo desde la
amistad, y aunque había intentado conformarse con ello, le dolía, le dolía no ser la
dueña de sus pensamientos, le dolía no ser la que provocara con un roce que se
estremeciera
Mujer: Helena, por fin has llegado, ven conmigo (colgándose de su brazo y recibiendo
una tímida sonrisa de Helena)
Helena: Sí... Vamos...
Maca había visto a aquella mujer acercarse, la había visto coger el brazo de Helena, y
había visto la sonrisa de ésta cuando lo hizo. Había sentido que el mundo se desvanecía
Maca salió de allí a paso ligero, evitó pasar cerca de la mesa donde aquella mujer y
Helena charlaban, cruzó las puertas del comedor y luego salió a la calle. Hacía una calor
asfixiante, y la multitud de gente que había en el paseo no ayudaba en nada, Maca se
abrió pasó entre ellas para llegar a la arena de la playa. Algunos pescadores estaban con
sus cañas en la orilla del mar, Maca se acercó a un trozo donde no había y se sentó en la
arena
La luna bañaba el mar de un tono plateado, y el olor a sal se adhería a la piel, Maca
contemplaba a las olas mecerse las unas a las otras. Sintió pasos detrás de ella e imaginó
que sería Esther, así que ni se movió, siguió allí perdida en aquel mar de plata
Helena: Vilches debe estar como loco, le faltan dos pediatras (no se acercaba a Maca,
se quedó a unos pasos de ella de pie, mirando el cielo lleno de estrellas)
Maca seguía callada, había reconocido aquella voz, seguramente era capaz de
distinguirla en un estadio lleno de gente gritando a pleno pulmón
Maca fue a girarse pero no lo hizo, se levantó de espaldas a la otra pediatra y suspiró
Se giró dispuesta a marcharse, solo llevaba tres pasos cuando notó las manos de Maca
sobre las suyas, su respiración en su cuello, intuía el cuerpo de ella a escasos milímetros
del suyo, cerró los ojos, al igual que Maca, sus dedos acariciaban las palmas de las
manos de Helena, en un suave roce, como con miedo a que se rompieran si llegaba a
apretar un poco, como si fuesen de cristal. Se balanceaban en las oscuridad, al ritmo de
una canción que les pertenecía solo a ellas dos, sus cuerpo deseaban tocarse, sus labios
besarse, sus manos acariciarse, pero seguían allí, con los suaves roces de las manos de
Maca, paralizadas, con los ojos cerrados, como si así pudieran hacer aquel momento
eterno
Esther había salido a fuera, a buscar a Maca, dio unos pasos por el paseo, al no
encontrarla entre al gente, pensó que quizás hubiera ido a la habitación del hotel, cuando
se giraba para ir allí, de reojo, captó algo, una escena, dos siluetas pegadas la una a la
otra, la oscuridad las amparaba, pero no lo suficiente para que Esther no pudiera
distinguir que se trataba de dos mujeres, sonrió y se dio media vuelta para ir a buscar a
Maca. Cuando estaba subiendo los escalones del primer piso cayó en algo, una de las
mujeres, la que cogía las manos de la otra, su pelo, su ropa...
Esther volvió sobre sus pasos, salió a la calle y atropelló a medio paseo para llegar a
donde empezaba a la arena, miró con atención las dos siluetas que seguían allí. Casi se
cae al suelo al distinguir a una de ellas. Maca. Su Maca. No soportaba más ver aquello y
se subió a la habitación, cerró la puerta de un portazo y se tiró encima de la cama
apretando contra si la almohada
En la playa, las dos mujeres seguían quietas, la una cerca de la otra, sin enterarse de
nada más, estaban en otro mundo, uno diferente, en el que no había nada ni nadie, solo
ellas, a escasos centímetros, sus manos, aquél contacto, el perfume de la otra, su
respiración, eran incapaces de separarse, de romper aquel lazo, de negar lo evidente. Ya
no existía el tiempo, ni la noche, ni siquiera aquella luna que las bañaba desde el cielo,
ya no había nada
Aquella magia, aquel mundo irreal, se desvaneció en un instante, cuando Helena sintió
su nombre, abrió los ojos y distinguió a su amiga en el paseo, entre la gente, llamándola
y mirando alrededor
Maca acarició una vez más las manos de Helena y luego un suspiró se fugó de sus
labios
Helena intentó moverse, pero no podía, seguía con la vista fija en su amiga, y sabía que
tenía que ir hacia allí, pero su cuerpo se negaba a separarse de aquella persona, Maca no
hacía nada por retenerla, pero solo por la cercanía ya conseguía que la otra no pudiera
irse. Los ojos de Helena se cruzaron con los de su amiga, su amiga se acercó a ella para
verla mejor, al distinguirla sonrió y saludó con la mano
¿Vuelta a la normalidad? 127
Helena: Adiós... (rompió aquel momento, dando un paso hacia delante, y otro, cada
paso le costaba menos)
M: Adiós... (mirando como aquella silueta se acercaba al bullicio del paseo y saludaba a
su amiga)
Maca aún se quedó un rato, allí de pie, intentando recuperar aquella magia, intentando
recordar, pero lo único que consiguió recordar es que era tarde, y ya debería estar en la
habitación del hotel. Con Esther... ¡Esther! Se le había olvidado por completo, empezó a
nadar hacia el hotel y subió a la habitación una vez dentro
M: ¿Ya has terminado de cenar? (no la tocaba, ni la miraba, solo estaba allí, sentada a
su lado)
E: Sí
Maca notó algo raro en aquella voz, era la de ella, pero sonaba triste, apagada, Maca la
miró y vio que tenía los ojos un poco rojos
Maca miraba por la ventana, pensando en que decir, en por donde empezar, a pesar de
todo lo que estaba pasando la quería, no quería hacerle daño por nada del mundo, por
eso se odiaba, por haber cometido el error de dejar que su corazón fuera libre, debería
haberlo encerrado, y tirado la llave a aquel mar que Esther tanto quería, para que solo
ella fuera capaz de encontrarla. Respiró hondo, esos meses se habían ocultado cosas,
demasiadas cosas, quizás no pasarían de aquella noche, así que temiendo perder a
Esther para siempre, decidió decir la verdad
perdonaré jamás. Quise creer que no pasaba nada, que mi familia, nuestra familia,
seguía intacta, que ni la distancia ni nada la afectaban, pero no es así. No lo sé, quizás si
hubiera hecho las cosas de otra manera, no estaríamos ahora aquí. Pero no hay vuelta
atrás, aunque me gustaría
Esther sabía que Maca estaba siendo sincera, lo leía en sus lágrimas, que intentaba
ocultar, lo leía en el temblor de sus manos, supo que decía la verdad cuando le dijo que
no quería hacerle daño, y que la quería, a pesar de todo, la quería
Se miraron a los ojos, ambas lo sabían desde hacía mucho tiempo, solo que aquel era el
momento, el momento de aceptarlo y seguir adelante, con la esperanza de que aun les
quedara algo bueno, algo que salvar de todo aquello. No podían vivir así, no pensando
que hubiera pasado si... Ya estaba hecho, las decisiones estaban tomadas desde hacía
mucho tiempo, y ahora, ahora solo les tocaba mirar al frente
Ninguna de las dos durmió mucho aquella noche, Maca estaba preocupada, se esperaba
que Esther hiciera algo, lo que fuera, enfadarse, llorar, lo de siempre, no se esperaba que
fuera así, indiferente, la indiferencia dolía más que cualquier otra cosa, pero quizás,
igual que ella había cambiado en aquellos meses, Esther también lo había hecho, quizás
la Esther que se fue a Sydney a cumplir su sueño, su Esther, ya no estaba
Se vistieron y dejaron el hotel, aquella mañana pondrían rumbo a Madrid, Maca tenía
que ir a trabajar al hospital y Esther quería enseñarles Madrid a los australianos y pasar
algo de tiempo con su hijo. Su hijo. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Qué sería de él? Esther
no se lo podía llevar a Sydney, al menos hasta que no terminará el curso escolar, lo más
lógico era que se quedará con Maca, al fin y al cabo, el hijo era de las dos
Iban calladas, Maca concentrada en el volante y Esther mirando por la ventana, las dos
creían que se habían dicho todo lo que se tenían que haber dicho, tal vez se
equivocaban, o tal vez no
M: ¿Teresita?
Rogelia: No, Teresita no esta
M: Vale... ¿Rogelia?
Rogelia: Sí, soy yo, ¿Quién eres tú?
M: Soy la doctora Fernández, era para ver si hoy me necesitaban
Rogelia: Ay, mujer, pues sí, eh, porque Salinas no ha aparecido en toda la mañana,
dicen que está malo, pero yo creo que es que tiene problemas con su mujer, porque el
otro día, que estaba yo aquí, trabajando... (Maca la cortó)
M: Vale. Llegaré en unas horas ¿De acuerdo?
Rogelia: Uy, sí, sí (Maca colgó) Y la pija esta... no, si ya me dijo Teresita...
E: ¿Vas a ir a trabajar?
M: Sí. Soy la única que puede
E: ¿Y Salinas? ¿Helena?
M: Salinas está malo y Helena... (“díselo”) Está de vacaciones
E: Vaya, tenía ganas de verla...
Un silencio incomodo se adueño de Maca, debía decirle a Esther que Helena era la
mujer con la que la había visto en la playa, por otra parte, tampoco es que tuviera que
decirle nada, Helena solo era una amiga, no había pasado absolutamente nada entre
ellas... ¿Nada? A Maca aquel nada le había dado más que muchos todo
El resto del viaje permanecieron calladas, llegaron a Madrid poco después del mediodía,
no habían pillado atascos, Maca aparcó el coche cerca de casa y se bajaron, cuando fue
a buscar la maleta al maletero Esther la detuvo
Las dos se miraron un momento, una sonrisa apareció en los labios de ambas, aún
seguían pensando igual a veces. Maca tomó la maleta del maletero y subieron hacia el
ascensor
Abrieron la puerta de casa, y el caos las saludó, Pitt andaba con un bañador por la casa,
Saku estaba leyendo unas revistas y Cat y Cristian jugaban al escondite
V: Ya era hora ¿No? Joder, yo no sé para que os pago. Venga. Tienes un paciente para
quirófano
M: Voy... (no estaba de humor para que Vilches le echara la bronca)
V: Más te vale, y rapidito... (despareciendo mientras Maca se acercaba a Teresita)
M: ¿Y a este que?
T: Uy, Cruz ha tenido una falsa alarma... y Vilches está de los nervios...
M: Joder... genial... (se fue corriendo a por la bata para ir a boxes)
Esther estaba jugando con Cristian cuando Pitt le dijo de jugar a la videoconsola, una
oferta que el niño no pudo rechazar, así que Esther se quedó sentada en el suelo del
comedor mientras aquellos dos se iban a jugar. Se apoyó en el sofá y suspiró, Cat se
acercó y se sentó a tu lado
En el hospital Maca iba de un lado a otro sin parar, Vilches llevaba toda la tarde
presionándola y Maca estaba empezando a perder la paciencia con el director de
urgencias, solo se lo pasaba porque estaba preocupado por Cruz. Había pensado mucho
en aquellos dos días. En Esther. En su reacción. En Cristian. Todo se le antojaba
extraño, como si no fuera con ella. También se había permitido pensar unos segundos en
Helena
Aún recordaba aquella sensación en la playa, estaba tan cerca, solo tenía que moverse
un poco hacia delante, solo un poco... pero no lo había hecho, se hacía quedado allí, en
punto muerto, sin volver atrás ni ir hacia delante. Aún creía estar en punto muerto,
Esther era su atrás y Helena su adelante. Y su corazón tiraba hacia ambos lados con la
misma fuerza y a la vez de diferente manera. Sabía que habían hecho lo correcto, Esther
había estado de acuerdo, al menos eso creía, la verdad es que no sabía muy bien como
se lo había tomado, no se lo había dejado ver, recordó cuando antes Esther se mostraba
tal cual era con ella, quizás ya no era ella, o quizás Maca ya no tenía derecho a verla
R: (entrando a toda prisa en el box donde Maca estaba en aquel momento) ¡Maca! ¡Que
ya viene! ¡Ha roto aguas!
Maca corrió con Rusti a quirófano, Cruz estaba en una camilla, las contracciones ya
eran fuertes, acababa de romper aguas, era el momento, Vilches cogía su mano,
aforrándose a ella, entraron en quirófano seguidos de Javier, Laura y una doctora
especialista en partos que Vilches había hecho llamar. Teresita estaba en la puerta con el
móvil en la mano
Maca se quedó parada un instante, dudando, ¿Todos? Eso no podía ser... Helena estaba
en Calafell... su móvil en Madrid... ¿Habría vuelto a Madrid? ¿No estaba de vacaciones?
Poco después de entrar en quirófano, todos los que no estaban allí trabajando, ya se
encontraban en el pasillo, esperando, todos menos la pediatra y Salinas, que no estaban.
Esther había llegado hacía nada, Maca estaba sentada en una de las sillas que había a los
lados del pasillo, Esther al llegar se había sentado a su lado
Elisa: ¡Esther! (le dio dos besos) Cuanta tensión ¿Eh? Uf, Vilches nos ha tenido de culo
todo el día, menos mal que no estabas (riendo)
E: Uf, quita, quita, lo que me faltaba
¿Vuelta a la normalidad? 132
Maca escuchó aquel comentario inocente, la miró, Esther negó con la cabeza y sonrió,
aún estaban cogidas de la mano, supusieron que era normal, eran amigas, al menos, así
habían quedado, y en momentos como aquel, había que apoyarse
Acercándose por el pasillo, con la mirada fija en ella, con paso rápido, al ver que Maca
la miraba desvió la mirada, aquellos ojos le dolían sobre la piel por no ser suyos. Helena
se acercó temblando a Teresita y la saludó con dos besos. Esther al verla se levantó y la
abrazó
E: Cuanto tiempo... ¿Cómo que te fuiste? ¿No sabías que venía? Mira que Teresita fijo
que se lo contó a todo el mundo... (guiñándole un ojo a la recepcionista)
Helena: Yo...
Sentía como su cuerpo temblaba, sentía la mirada de Maca sobre ella, se estaba
empezando a poner muy nerviosa... aquellos ojos... no se atrevía a mirarla, temía que
viera en su mirada lo que sentía. Necesitaba alejarse de allí, no esperaba que Maca
estuviera allí, había vuelto a Madrid porque la noche que se vieron había sentido algo.
Un cosquilleo, por primera vez se le había pasado por la cabeza que Maca, la chica pija
que la había llamado borde en una ocasión, que tal vez, sintiera algo, aunque fuera
pequeño por ella. Seguramente si Helena no hubiera sabido que Esther estaba allí, si no
la hubiera visto en aquella mesa del hotel, habría cometido un gran error, pero estaba
De hecho seguía allí, estaba en Madrid, ella había vinido huyendo, temía volver a
encontrarse con ella, y aunque trabajaban juntas y tarde o temprano se iban a encontrar,
Helena necesitaba que aquello que sentía se desgastara un poco, que doliera un poco
menos, al menos que no le doliera tan solo con saber que estaban cerca. Que la opresión
en su pecho, que las ganas de llorar por un imposible pasaran
L: ¡Es una parejita! (dándole un golpe cariñoso en la espalada a Vilches, que parecía un
fantasma)
Todos: ¡Felicidades! (y cosas por el estilo, todos menos Maca, que seguía mirando a
aquella mujer que a pesar de que no la mirara, sentía que lo hacía)
T: ¿Y el golpe?
V: Fui... fui... yo (todos rieron, Vilches se había desmayado, el duro, el malhumorado,
se había desmayado al ver a sus nuevos hijos)
¿Vuelta a la normalidad? 133
La mayoría estaban en la cafetería, intentaban que Vilches se tomara algo para que se le
pasara el bajón. Maca se había metido en el baño al poco de conocer la noticia
Se había mojado con agua fría la nuca y la frente, estaba con las manos apoyadas en el
lavamanos mirándose al espejo. ¿Qué era lo que le estaba pasando? Estaba perdiendo el
control, al menos, no lo tendría por mucho tiempo, ya no había nada que evitara que se
acercase a Helena, pero aún así, seguía sintiéndose en punto muerto. Cuando la había
visto... no importó nada. Solo aquellos ojos azules, aquella sonrisa cuando hablaba con
Teresita, aquella mirada de reojo que le había echado ¿Y si no la había mirado? ¿Y si no
sentía lo mismo? No. Lo había notado. Aquella noche en la playa. Aquello no podía ser
un espejismo. La había sentido dentro de sí, había notado su dolor, había leído en su
cuerpo lo que su boca no se atrevía a pronunciar
Helena: Deberías salir a ver a Vilches... No tendremos oportunidad de verlo así mucho
más (intentando sonreír mirando el reflejo de Maca en el espejo)
M: Enseguida voy...
Se quedaron paradas mirando sea través del espejo, sin poder moverse, sin querer
moverse. Maca se dio la vuelta y la miró
Era increíble, a pesar de que las dos estaban deseando decirse mil cosas, que tal vez
podían resumirse en dos, no eran capaces de sacar el tema, Helena porque no tenía ni
idea de que Maca no estaba con Esther, Maca por aquel punto muerto del que no sabía
como salir. Esther seguía allí, en Madrid, y no quería hacerle daño. Tendría que hablar
con ella, contarle toda la verdad, explicarle aquello. Pasó por el lado de Helena,
decidida a hablar con Esther y sus cuerpos se rozaron
Un roce, no era ni una caricia, solo un roce. Maca se quedó parada, sintiendo la piel de
la otra pediatra tan cerca, su perfume, la miró, las dos lo hacían. Todo les daba vueltas,
y a la vez no había nada que diera vueltas, solo ellas. Maca se acercó a Helena, sus
labios, las respiraciones de las dos estaban desbocadas. Era tarde. Ya no había más
silencios, más miradas ocultas, más caricias negadas, más besos escondidos en miradas.
Se besaron, un beso suave, una caricia de sus labios, un suspiro
La puerta se abrió y una Esther sorprendida se quedó paralizada al ver a aquellas dos
mujeres. Lo supo entonces. Supo quien era la mujer de la playa. Supo que Maca ya no la
amaba. Supo que no había vuelta atrás. Ellas no se dieron cuenta. No se dieron cuenta
cuando una lágrima caía por el rostro de Esther. No se dieron cuenta de cuando esta se
fue. No se dieron cuenta que dejó en aquella puerta una relación
Helena se separó todo lo que le permitió su cuerpo, que fue poco, de Maca, sus miradas
se cruzaron, quemándose la una a la otra
Maca siguió buscando a Esther, al final, cansada de buscar, la llamó al móvil. Al cuarto
tono la voz de Esther se coló en la línea
E: Dime
M: ¿Dónde estás?
E: En el tren. Voy a casa
M: Oh... oye, esta noche...
E: ¿Si?
M: Quiero que hablemos. Hay algo que no te he dicho
E: Vale, pero esta noche hemos pensado ir a cenar a algún restaurante
M: ¿Hemos?
E: Sí, los demás y yo
M: Bueno, entonces cuando volváis de la cena...
E: Vale, cuando volvamos
Pasaron las horas, faltaba muy poco para que Maca terminase su turno, y se fuese a
casa, donde por lo visto solo le esperaba algo de comida en la nevera y alguna película.
Estaba pasando unos informes en la sala de médicos cuando la puerta se abrió. Helena
se coló por ella. Se habían visto un par de veces desde “aquello”, pero Maca no había
dicho nada y Helena tampoco. Maca sospechaba que Helena no sabía lo de Esther,
bueno, era lógico, no se lo habían dicho a nadie, al menos ella, Esther a lo mejor si lo
había hecho. Helena se sentó en el sofá, de espaldas a Maca e hizo que leía una revista.
Maca al verla sonrió de oreja a oreja. La revista estaba al revés
M: ¿Interesante?
Helena: Mhmhm.. ¿El qué? (sin darse la vuelta)
M: La revista
Helena: Oh, sí, mucho
M: Ya... (Maca se levantó y se acercó a ella, se sentó a su lado, Helena seguía
sosteniendo la revista entre sus manos) Helena...
¿Vuelta a la normalidad? 135
Helena: ¿Sí?
M: No sé lo que... Bueno que... Esther y yo ya no estamos juntas
Maca salió por la puerta, antes de hacerlo miró a Helena y rió, Helena se quedó atontada
con aquella risa, tanto que ni siquiera se preguntó porque Maca reía. Rusti la miraba con
la cabeza ladeada
Helena miró delante y vio la revista por primera vez desde que la había cogido, no pudo
evitar reír también, vaya ridículo había hecho
Quedaron en visitar Toledo, Maca mientras tanto estaba en casa, recalentando algo de
comida en el microondas e intentando elegir entre una película u otra. Había salido del
hospital rápido, necesitaba hablar con Esther, y creía que la podría pillar antes de que se
fueran, no fue así
A las tres de la mañana la puerta se abrió, Maca dejó de mirar la televisión apagada y se
levantó. Unos contentos australianos y una chica a la que creía conocer, al menos antes,
hicieron aparición
Los demás se metieron en la habitación de Cristian, y se echaron a dormir los tres sobre
la cama individual, el alcohol no los había dejado suficientemente tontos como para no
ver que allí sobraban
M: Estás borracha...
E: ¡Síp! Pero... no lo bastante (riéndose de su propia gracia)
M: Te voy a preparar algo de café. Date una ducha mientras. ¿Podrás?
E: Tal vez necesite un poco de ayuda (acercándose a Maca peligrosamente)
M: Esther... (con la voz apagada)
Maca preparó el café, Esther se dio una ducha y al salir ya estaba bastante más
despejada, lo suficiente como parar recordar que se acababa de insinuar a Maca, sintió
la vergüenza en sus mejillas, se pasó algo de agua fría por ellas y salió del baño, lo más
entera que pudo
Maca estaba sentada en el sofá, de cara a Esther, aquella mujer con la que había
compartido tanto y que apenas conocía. Esther miraba el líquido espeso que había en la
taza que sujetaba, no se atrevía a mirar a Maca. No había vuelta atrás
Maca miraba a Esther, intentando descubrir que es lo que pasaba por aquella cabeza,
pero ya era incapaz de hacerlo, ni siquiera de aproximarse
Se miraron, las dos se quedaron allí, en aquel sofá, despidiendo lo que podrían haber
sido con cuatro palabras mal dichas, es increíble la facilidad con lo que algo cobra
¿Vuelta a la normalidad? 137
importancia, y lo difícil que resulta ponerle las palabras adecuadas, un final, decir adiós.
Puede que los sentimientos hubieran cambiado, puede que ellas hubieran cambiado,
pero nunca es fácil decir adiós, ni siquiera, cuando es lo único que queda
Maca fue a cortinas después de ponerse su bata. Vio a Helena en una de las cortinas, se
acercó sin que se diera cuenta, Maca sentía como todo volvía a nacer en su interior.
Helena estaba preciosa, un mechón de pelo caía por su mejillas, sus ojos azules miraban
con dulzura al paciente, un niño de tres años que se había torcido el tobillo. Helena
sonrió al pequeño cuando este le decía que quería un caramelo, buscó en su bolsillo y
guiñándole un ojo se lo dio, Maca sonreía al verla. Helena alzó la vista y sus miradas se
cruzaron
Helena miraba como se iba, aquel día, como todos, estaba preciosa, aún recordaba el
beso que se dieron, aquella sensación, cuando el mundo se paró y no hubo nada más.
Sonrió para sus adentros y siguió trabajando, alejando de su mente aquellos ojos
marrones de Maca
Maca se acercó a Helena, lentamente, pasó su mano por el brazo de esta, rozándolo y
provocando que su piel se erizase, Helena miraba aquellos labios, quería volverlos a
sentir. El corazón de ambas estaba desbordado, solo con un roce, y el aire les faltaba, y
solo deseaban aquellos labios y aquél cuerpo que tenían delante
Helena: Yo...
Maca llevaba dos horas arreglándose, poniéndose una camiseta u otra, hacía muchísimo
tiempo que no se ponía tan nerviosa con una visita en casa. Se sonrojó al pensarlo. Se
miró al espejo una vez más antes de ir a abrir la puerta, acababan de llamar
Cenaron entre miradas, entre susurros, y entre pequeñas caricias que se robaban la una a
la otra
Sus miradas se abrasaban la una a la otra, llevaban temblando desde que la puerta se
había cerrado, con aquel escalofrío dentro cada vez que se rozaban, cada vez que se
miraban. Después de cenar se sentaron en el sofá, pusieron una vieja película y se
quedaron dormidas viéndola
Maca despertó cuando la película estaba acabando, notaba el olor de Helena, a jazmín,
envolviéndola al completo, quería quedarse allí, su cabeza estaba apoyada ligeramente
en su hombro, y su respiración sonaba tranquila. Maca sonrió. Recordó aquel momento,
en el jardín botánico, aquella vez que deseo estar cerca de ella, recordó la playa, aquella
noche, el baño, todo, su corazón volvía a latir de felicidad, después de mucho tiempo, de
dudas, de errores, de todo, después, allí estaba. Helena abrió los ojos y al ver a Maca
sonrió tiernamente y los cerró de nuevo, hundiendo su cabeza en el cuello de Maca
Maca alzó con su mano la barbilla de Helena, sus ojos azules, tan llenos de todo, la
miraban, con esa forma de mirar que solo un sentimiento conoce. Maca acercó sus
labios a los de ella, deteniéndose a poca distancia, pidiendo una aprobación con la
mirada que no necesitaba, Helena sonrió y se acercó a ella, sus labios se rozaban, solo
un poco, una caricia, notaban el calor del aliento de la otra en los suyos, a Helena le
temblaba ligeramente en labio inferior, Maca lo notó, y lo acarició entre los suyos
¿Vuelta a la normalidad? 139
Se quedaron de pie, la una enfrente de la otra, Maca contempló los labios de Helena, su
cuello, sus hombros, sus manos siguieron lentamente a sus ojos, con pequeños roces,
temiendo que se rompiera, Helena sentía como su cuerpo se iba, se alejaba de ella, como
Maca se hacía dueña de él, cerró los ojos, pequeños suspiros se escapaba de entre
aquellos labios que Maca había besado, que aun conservaban su sabor
Maca le quitó con dulzura la camiseta a Helena, con una mano, mientras la otra
acariciaba su espalda, acercándola. Sus manos vagaron hacia el broche del sujetador de
la otra pediatra, ésta, acariciaba la cintura de Maca, aún con los ojos cerrados, como si
así pudiera sentir aun más intensamente aquellas caricias
Pronto las dos estaban desnudas, en silencio, mirándose la una a la otra, se miraban a los
ojos, perdiendo la noción del tiempo, sin darse cuenta de los segundos, de nada, solo de
aquel cuerpo tembloroso por la excitación que tenían delante. Maca acarició la cintura
desnuda de Helena, mientras esta hacía lo mismo con su espalda, no dejaban de mirarse,
no podían dejar de hacerlo, sus labios se acercaron, fundiéndose en un beso. El resto de
sus cuerpos se rozaban, sintiendo la piel de la otra, caliente, suave, Maca empujaba
suavemente a Helean hasta la cama, al notarlo ésta, se tumbó en ella, Maca se puso
encima suyo, volviéndola a besar, con sus lenguas saboreando aquel beso
Maca pasó su dedo pulgar por los labios de Helena, notando la humedad, sonriendo, sus
manos bajaron poco a poco, Helena respiraba entrecortadamente, al igual que Maca. Sus
dedos se detuvieron en los pechos de Helena, suaves, firmes, miraba como sus dedos
acariciaban alrededor de los pezones de Helena. Mientras esta arqueaba la espalda, para
hacer aquel contacto más intenso, necesitaba aquel cuerpo en el suyo. Tantos “quiero y
no puedo” tantas veces deseándolo
Maca volvió a poner su rostro a la altura del de Helena, para saborear una vez más sus
labios, mientras sus cuerpos se agitaban, en uno contra el otro, y sus susurros y gemidos
se mezclaban en el aire de la habitación. Las manos de Maca acariciaban a Helena,
provocándole gemidos, Helena bajó sus manos, siguiendo la línea entre los pechos de
Maca, disfrutando del contacto con aquella piel, hasta llegar a la altura de las de Maca
Sus ojos se encontraron, una vez más, hablando de deseo, de pasión, de dulzura, de
ternura, se suspiros y gemidos, de caricias, de besos. Sus cuerpos se estremecieron a la
vez, arqueándose, mientras notaban como la tensión de su cuerpo disminuía, aquella que
ellas misma habían creado con sus manos. Exhaustas, con pequeñas perlas de sudor por
sus cuerpos desnudos, se abrazaron. Sin poder articular palabra alguna, y aun temblando
Maca se despertó tarde, sobre las diez, notaba un brazo desnudo alrededor de su cintura,
se giró y miró a Helena, estaba medio tapada por la fina sabana, con su espalda desnuda
al aire, Maca pasó su dedo índice por la espalad de Helena, acariciándola con cuidado
de no despertarla, parecía un ángel, durmiendo cómodamente. Maca depositó un
pequeño beso en su mejilla, sonriente, se levantó de la cama y se metió en la ducha
Veinte minutos antes de las once, Maca estaba en el aeropuerto de Barajas, cruzaba la
puerta de entrada y buscaba a Esther con la vista, Cristian iba de su mano y Encarna a
su lado. Les había llamado y pasado a buscar. La vieron cerca de la puerta de embarque,
junto con Cat, Pitt y Saku
Cuando ya faltaba poco para que les llamaran a embarcar, solo quedaban por despedirse
Maca y Esther. Se miraron un momento, y los demás se apartaron para dejarlas solas.
Maca miraba a Esther, aquellos ojos que tanto la habían emocionado tiempo atrás,
aquellos en los que se había perdido sin remedio tantas veces
Esther también la miraba, aún sentía algo, quizás solo fuera el peso de los recuerdos, o
tal vez no, ella sentía algo, algo al mirarla, al ver a aquella mujer por la que había
pasado un año esperando, mientras dormía, y por alguna extraña razón, no había sido
capaz de aguantar seis meses, quizás era diferente
M: Cuídate
E: Y tú
Se separaron para contemplar los ojos vidriosos de la otra. Cat, Saku y Pitt, entraron por
la puerta de embarque. Esther agarraba la mano de Maca, mientras la miraba a los ojos
Esther se dio la vuelta para irse, con el beso en la mejilla que le acababa de dar Maca,
con la esperanza que tal vez, en algún momento, sus destinos se volvieran a cruzar, con
¿Vuelta a la normalidad? 141
menos errores y más ganas de luchar. Subió al avión que la alejaba de Madrid, aquella
vez lo dejaba todo allí, su corazón, su familia, todo
Maca esperó a que el avión se perdiera en el aire, en aquel avión viajaba su pasado,
quien sabe si tal vez fuera su futuro. Pero lo único en lo que pensaba era en el ahora,
como siempre, y su ahora era la mujer que la esperaba en casa, Helena. Sonrió y cogió
la mano de Cristian. Encarna los siguió mientras se perdían entre el bullicio del
aeropuerto
FIN