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En países en aparente desarrollo como Estados Unidos, Francia y Alemania, se han generado
diversas perspectivas en cuanto a la pedagogía, donde reemplazan las funciones del pensamiento
y la percepción por el sentimiento y la intuición, sin tener en cuenta que lo que se debe hacer es
revalorizar esta última para la búsqueda de una síntesis entre dimensiones psíquicas. Es por ello,
que las funciones de sentimiento e intuición no potenciarán el desarrollo humano por sí solas, sino
que se da por procesos independientes y posteriormente integrados, Jung lo denomina como:
“función trascendente”.
Ésta atribución negativa a las dimensiones del sentimiento y la imaginación se pueden ver desde
dos aspectos; el primero, visto desde la degeneración moral de la raza humana; el segundo,
mirado desde el retroceso del progreso económico y el orden social, donde se consideraba que la
formación de los estudiantes debía ser proyectada para la sociedad hostil; además, dichas
dimensiones eran atribuidas al sexo femenino, desviando al ser humano en la inmoralidad y el
desequilibrio de energías.
Foucault menciona el proceso de individualización, donde se crea una barrera que no permite la
subjetivación, desarrollándose en la exterioridad del sujeto, separando al individuo para actuar
sobre sí mismo. En este caso, Foucault habla sobre la tecnología del yo, la cual posibilita la
introspección del ser humano, garantizando la transformación propia para alcanzar la felicidad,
sabiduría, y pureza, resumido en: «el modo en que un individuo actúa sobre sí mismo.»
Este texto es enfocado en el discurso de la normalidad de la subjetividad, donde el ser humano por
naturaleza es instintivo, lo que lo convierte en un sujeto sensible con cierto tono afectivo que lo
hace perceptible a la imaginación y a los sueños.
En la etapa inicial de los niños, los pedagogos manifiestan que en esta primera etapa es donde los
sentimientos predominan, pero al pasar los años, se cree que la enseñanza debe inclinarse a los
contenidos curriculares de pensamiento, a lo academicista y racional. Aquí es ineludible aportar
que la racionalización no tiene el éxito total, pues consciente o inconscientemente, las
dimensiones sensibles e imaginativas intervienen en los procesos sociales, políticos, culturales,
educativos, y demás, haciendo uso de la expresión natural que el ser humano posee.
La definición de símbolo ha sido esclarecida por el filósofo Ramón Paniakkar, quien plantea que el
símbolo es una relación vivida que trasciende de lo objetivo y lo subjetivo.
En este momento surge una importante pregunta: ¿Cómo lograr que el proceso necesario de
desarrollo sistemático del conocimiento en la educación formal no se haga a expensas de los
sentimientos, la intuición y la imaginación?
Teniendo en cuenta lo anterior, es importante mencionar que el aprendizaje debe ser, no sólo
concebido para lo científico y tecnológico, sino también para la expresión subjetiva que
permita el autoconocimiento. Así mismo, el inconsciente juega un papel primordial, pues
fomenta la creatividad tanto individual como social. Pero para que esto se priorice, la
pedagogía tiene que cambiar la mirada a la aceptación de la subjetividad del estudiante que se
forma en prácticas como: arte, danza, poesía, el teatro, y demás, viendo éstas como el
privilegio para la modernidad, pues expande la imaginación y creatividad. Viéndolo desde esa
perspectiva, la educación en el arte debe ocupar un lugar trascendental, desvaneciendo la
división de los subjetivo y objetivo.
En este apartado, se quiere valer la importancia que tiene la subjetivación como prácticas
reales, apuntando al papel de los sentimientos y la imaginación, dejando de lado las
convenciones racionales.
«(...) el individuo que desea tener una respuesta al problema del mal, tal como este
se plantea hoy en día requiere, en primerísimo lugar, de auto-conocimiento, eso es,
el máximo conocimiento posible de su propia totalidad. Debe conocer,
infatigablemente, qué tanto bien puede realizar y de qué crímenes es capaz y debe
tener cuidado de no considerar el bien como real y el mal como una ilusión. Ambos
son elementos de su propia naturaleza y ambos, con toda seguridad, se harán
visibles en él, si llega a desear vivir - como debería - sin auto-engaños»