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El blanco de los ojos nos hace humanos

Daniel Mediavilla

Hace unos años, el descubrimiento de Ardi, un homínido que caminaba erguido y tenía los colmillos
pequeños y poco afilados, planteó que hace más de cuatro millones de años la selección natural
había favorecido a machos menos violentos, más proclives a la cooperación y a colaborar en el
cuidado de las crías.
En una línea similar se podría interpretar la aparición de un rasgo físico que se considera relevante
en el florecimiento de nuestras habilidades sociales. La esclerótica blanca, el blanco del ojo, es un
rasgo fundamentalmente humano. Aunque otros primates, como los gorilas, tienen una parte blanca
en sus ojos, indicio de que esta característica pudo surgir de forma progresiva, la humana es la
especie en la que esta característica es la norma.
La evolución favoreció a humanos más proclives a la cooperación aunque más débiles en apariencia
Para una especie que cace en solitario o en la que la cooperación es menos necesaria, ese blanco de
los ojos puede ser una desventaja. Ese color no es un buen camuflaje contra un entorno oscuro y,
además, los ojos humanos dejan ver la dirección de la mirada e incluso las intenciones del que mira.
Sin embargo, cuando en la estrategia de supervivencia tiene mayor relevancia la cooperación con
los otros, esos ojos enmarcados en un fondo claro, que son una ventana a la mente de su propietario,
pueden convertirse en una herramienta que favorece el bien común.
Esta teoría, fue planteada por primera vez por los investigadores japoneses Hiromi Kobayashi y
Shiro Khoshima. Después, otros científicos, como Michael Tomasello, del instituto Max Planck de
Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania), avanzaron en el análisis de la función particular de
este rasgo en los humanos. Comparando a nuestra especie con otros primates, se observó que los
gorilas o los chimpancés siguen la mirada viendo los movimientos de la cabeza y no lo de los ojos y
solo los humanos siguen la mirada independientemente de si la cabeza se mueve o no.
La importancia de la comunicación visual en la cooperación entre humanos también se pudo
desarrollar como un mecanismo de defensa. Grossmann y otros han mostrado que somos capaces de
detectar el miedo al mirar a los ojos de nuestros congéneres, incluso si no somos conscientes de que
exista ninguna amenaza. Esta cualidad supone una importante ventaja a la hora de identificar
situaciones de riesgo tan rápido como sea posible. Desde un punto de vista de la empatía en general,
que también es una herramienta importante en la construcción de vínculos sociales, investigadores
como Mariska Kret, de la Universidad de Ámsterdam, han observado que tanto los humanos como
los chimpancés imitan de manera inconsciente el tamaño de la pupila de su interlocutor. En este tipo
de interacciones, una esclerótica blanca reforzaría el efecto.
Los ojos son una herramienta fundamental en el funcionamiento social de los humanos que ha
surgido de transformaciones biológicas a lo largo de millones de años. En ese tiempo, se han
incorporado incluso señales hormonales, como las que envía la oxitocina para modular nuestras
respuestas inconscientes a las miradas de otros. Muchos de esos cambios habrían parecido en
principio una forma de hacernos más débiles, al menos como individuos, pero el hecho de que
hayan persistido sugiere que lograron justo lo contrario.
https://elpais.com/elpais/2016/01/15/ciencia/1452878450_692815.html

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