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El sentido religioso

Introducción

El libro de El Sentido Religioso, por medio de sus capítulos, no pretende dar una solución a todos los
problemas; sino, encaminarnos o guiarnos hacia el camino de la razonabilidad.
Se cree que la razón y la fe no se encuentran vinculadas dado que la mentalidad moderna reduce la razón
a un conjunto de categorías en las que se fuerza a entrar a la realidad y lo que no entra es irracional.
La razón, por el contrario, es como una mirada abierta de par en par a la realidad, es lo que nos define
como hombres, es el elemento con el que el hombre afronta la realidad.

Capitulo 1 – Primera Premisa: Realismo

De que se trata:
El realismo implica partir de lo que es un objeto de la realidad. Por eso decimos que poca observación y
mucho razonamiento es un error y, al contrario, mucha observación y poco razonamiento es la verdad.
El pensar en abstracto, por el solo hecho de pensar es un error, porque no nos permite conocer
verdaderamente al objeto; de ahí que sólo después la observación de lo real se deba pensar.
Nuestra época, es una época ideológica, en lugar de aprender de la realidad con todos sus datos, se intenta
manipular la realidad ajustándola a un esquema prefabricado por la inteligencia.

El método de la investigación lo impone el objeto: una reflexión sobre la propia experiencia:


En nuestra cultura, hoy en día, pareciera que sólo algunos métodos son los correctos, cuando es el objeto
el que lo debe imponer; la cuestión es entonces de tratar de ir al fondo del tema que queremos abordar.
Según Giussani es necesario que nosotros abordemos el tema, en este caso el sentido religioso, como un
hecho, el hecho mas estadísticamente difundido en la experiencia humana, es el hecho mas verificable
que suscita en el hombre un interrogante sobre todo lo que realiza.
El interrogante del sentido religioso es que sentido tiene todo, es un fenómeno humano que pertenece a la
persona, por eso es sobre mi mismo sobre quien debo reflexionar, el método es una indagación
existencial. La realidad que debo mirar soy yo mismo, por lo tanto parto de lo que a mi me pasa, parto de
mi experiencia.

La experiencia implica una evaluación:


Este volver a mi experiencia exige una evaluación. Experimentar es probar algo, pero sobre todo
entender, descubrir el sentido de algo y emitir así un juicio, que es esa valoración.
El problema es hacer lo que el otro dice sin juzgarlo, sin una capacidad de valoración el hombre no puede
tener una experiencia.

Criterio de evaluación:
Un juicio implica un criterio sobre el cual se realiza. Al emitir un juicio debe seguirse un criterio que no
es inventado por el hombre, que es objetivo e innato.
Este criterio nos es dado, nos viene dado con la naturaleza (tras esta palabra se entiende Dios), como el
hombre antes de ser no era nada, es imposible que sé de por sí este criterio.

La experiencia elemental:
Todos los hombres tienen el derecho y él deber de aprender a comparar cada propuesta que reciben con la
experiencia elemental u original, esta es un conjunto de evidencias y exigencias que forman el corazón,
con las cuales el hombre se ve proyectado a confrontar todo lo que existe para no dejarse llevar por otros,
para estar más atento a los deseos de su corazón, para lo cual hay que ser realistas.
Cualquier afirmación del hombre sólo puede tener lugar a partir de esta experiencia elemental. De todos
modos, que un hombre desconozca una cosa no significa que ella no exista.
El hombre, ¿último tribunal?:
En la conciencia humana los hombres se enfrentan a las cosas y a su destino, de modo que me doy cuenta
de que ni me hago yo solo ni que las cosas se hacen solas. Sin embargo, el hombre, por su libertad, puede
negar a aquel del cual depende. El hombre religioso ve tan clara esta evidencia de dependencia, su
existencia finita, que no ve sentido a negar dicha evidencia que esta en nuestro corazón. Pero la anarquía
es una tentación e induce a olvidar que el hombre antes no existía.
La superación de la anarquía se encuentra cuando el hombre comienza a afirmarse a sí mismo y acepta
que existe, pero que no se ha dado el mismo; o sea toma conciencia de su dependencia.
Por otro lado, esta experiencia existencial es sustancialmente igual en todos los hombres, aunque luego se
realice de modos distintos, o incluso aparentemente opuestos.

Ascesis para la liberación:


Si queremos llegar a hacernos adultos tenemos que habituarnos a confrontarlo todo con la experiencia
elemental y esto no es fácil, es mas bien impopular. Por lo tanto, el desafió más audaz es habituarnos a
juzgar todas las cosas a la luz de nuestras evidencias primeras y no estar a merced de nuestras reacciones
ocasionales.
Empezar a juzgar es el comienzo de la liberación. Sin embargo, esto es un trabajo ascético (de renuncia a
lo material), donde ascesis indica la búsqueda de la madurez, del camino hacia el destino.
Este trabajo no es obvio, es simple, pero no se puede dar por descontado. En términos cristianos, este
esfuerzo forma parte de la conversión.

Capitulo 2 – Segunda Premisa: Razonabilidad

El concepto de la razón es la apretura a la realidad, la capacidad de darse cuenta de ella, de tomar


conciencia y de afirmarla conforme a la totalidad de los factores. No anula nada ni deja nada afuera. La
razonabilidad representa un modo de obrar que expresa y ejerce la razón, esa capacidad de tomar
conciencia de la realidad.

Razonabilidad, una exigencia estructural del hombre:


¿Cómo se percibe cuando una actitud es razonable? En principio, esta debe dejar entrever sus posibles
razones. Pero con ello no basta, sino que, además, deben ser adecuadas. Así, algo es razonable cuando la
actitud del hombre manifiesta tener razones adecuadas.
La razón consiste en darse cuenta de la realidad y esta relación cognoscitiva debe desarrollarse de modo
razonable, y es razonable cuando los pasos de esa relación presentan razones o motivos adecuados. Y la
manera en la razón debe usarse es determinada por la naturaleza del sujeto.

Uso reductivo de la razón:


Es importante no reducir el ámbito de la razonabilidad. Hoy se observa un uso reductivo de la razón,
grave error, reduciéndola a lo demostrable y a lo lógico.

Diversidad de procedimientos:
La razón tiene diversos caminos para llegar a la verdad. Método es un concepto que significa
procedimiento y es a través de un método o procedimiento como se llega a conocer al objeto. El uso de la
razón implica ciertos métodos según el tipo de objeto de que se trate, según el tipo de verdad que se
pretenda: Así, si el objeto es matemático el método es matemático, si el objeto es cientifico el método es
científico, si el objeto es lógico o filosófico el método es lógico o filosófico y si el objeto es el
comportamiento del hombre el método es la certeza moral.
En conclusión considerar que la razón tiene un único método es caer en el error.

Un procedimiento particularmente importante:


Hay realidades cuyo conocimiento no puede alcanzarse por los tres primeros métodos. Son valores que
atañen al comportamiento del hombre, en su significado y sobre los que nadie puede negar que pueda
adquirirse certeza razonable al respecto. Para ello hay que utilizar la razón de manera diferente, caso
contrario su uso deja de ser razonable.
Matemáticas, ciencias, filosofías son necesarias para la evolución del hombre en la historia, pero uno
podría vivir perfectamente sin ellas; por el contrario el hombre no puede vivir sin certezas morales. Esto
es porque el hombre es un ser social, que se hace con los demás. Por ello, la incertidumbre en las
relaciones constituye una de las enfermedades más terribles de nuestra generación y lleva a la infelicidad.
En ciertos campos la naturaleza ha creado un método, un tipo de desarrollo lento. Inversamente, para
permitirnos adquirir certeza en nuestras relaciones nos ha dado un sistema velocísimo, casi una intuición
más que un proceso, que constituye la forma más común de conocer de todos los hombres y que el
hombre necesita a cada instante para poder vivir, o sea, las certezas morales.
Este método no esta mecánicamente establecido, sino que es introducido por la inteligencia como el único
sentido razonable que explica la convergencia de determinados signos. Para alcanzar la certeza moral, se
necesita la demostración de un conjunto de indicios cuya única lectura razonable sea esa certeza. Se lo
llama también certeza existencial porque es como si el hombre hiciera una comparación rápida con su
propia experiencia elemental.
Dos observaciones importantes:
a. A mayor cantidad de indicios en el tiempo (convivir y compartir), más atento a la vida del otro, mayor
seguridad del otro.
b. A mayor potencia humana de uno (sencillez del corazón, madurez como persona) mayor capacidad de
alcanzar seguridad sobre el otro partiendo de pocos indicios, de percibir con certeza.
La capacidad de fiarse es característica de hombre fuerte y seguro; el hombre inseguro de nada se fía.

Una aplicación del método de la certeza moral: la fe.


La fe es adherirse a lo que afirma otro. Esto puede ser irrazonable si no hay motivos adecuados para ello,
y razonable si los hay, lo que implica que una persona sabe lo que dice y no me engaña.
Sin el método del conocimiento propio de la fe no habría por consiguiente desarrollo humano. Si lo único
razonable fuera la evidencia inmediata o demostrada personalmente, el hombre no podría progresar,
porque cada uno tendría que rehacer todos los proceso desde el principio, habríamos sido siempre
trogloditas.
Así, el problema de la certeza moral es el problema capital de la vida en cuanto existencia personal y a
través de ésta, también de toda la civilización, porque todo conocimiento que producen los otros tres
métodos son impulsos en razón a este cuarto.
Todo ello no implica que el hombre pueda equivocarse al utilizar cualquiera de los cuatro métodos, pero
poco significa que con el de la certeza moral se puedan alcanzar verdades.

Capitulo 3 – Tercera premisa: Influencia de la moralidad en la dinámica del conocimiento

¿Como puede uno fiarse de determinada persona? Fiarse de otra persona introduce un factor de actitud en
el sujeto que debe fiarse, que designamos con término usual de moralidad.

La razón inseparable de la unidad del yo:


Hay una unidad profunda, una relación orgánica, entre el instrumento de la razón y el resto de la persona.
El hombre es uno, y la razón no es una maquina que pueda funcionar por sí sola separada del resto; sino
que es inmanente a la unidad de todo nuestro yo, está orgánicamente ligada con el.

La razón ligada al sentimiento:


Cualquier cosa que intervenga en el horizonte del conocimiento de una persona produce una reacción
inevitable e irresistible, una emoción, una conmoción o cierto estado de animo. Y esta reacción, este ser
tocados por algo, se llama sentimiento.
El hombre es el nivel de la naturaleza en que esta toma conciencia de si misma, en que la realidad
comienza a convertirse en razón.
El valor del objeto de conocimiento se vera en cuanto esté interese a la vida de la razón, es la realidad que
conocemos en cuanto nos interesa, en cuanto vale la pena. A mayor apertura del corazón, a mayor interés,
mayor valor que se da. Así, el valor del objeto que se conoce le toca al hombre de modo tal que provoca
en el sentimiento. La razón, por no poderse separar del resto del yo, esta ligada al sentimiento,
condicionada por él, ya que para conocer un objeto tiene necesariamente que contar con él.

La hipótesis de una razón sin interferencias, postura racionalista:


Aquí la razón se concibe como una capacidad de conocimiento que debe desarrollarse en relación con el
objeto sin que nada la interfiera, si hay una interferencia (estado de animo o sentimiento) comienza a
surgir el interrogante de si se trata de un conocimiento objetivo o de una impresión del sujeto. Por eso, la
postura racionalista dirá que no se puede alcanzar certeza objetiva porque el sentimiento influyo
demasiado.
Sin embargo, hay ciertos objetos que hacen a un interés que el hombre no puede evitar, que ponen a la
persona en la búsqueda del significado de sí misma: el problema del destino, el problema afectivo y el
problema político. Cuanto más interese una cosa al hombre y cuanto más valor tenga, más sentimiento
produciré para conocer ese valor e igualmente se podrán encontrar certezas.

Una cuestión existencial y una cuestión de método:


Hay dos observaciones que hacer:
a) En primer lugar, que la postura racionalista llevada a las ultimas consecuencias, lleva a sostener que
cuanto más hace la naturaleza que me interese por una cosa y más curiosidad, exigencia y pasión por
conocerla me produce, más me impide conocerla.
b) La otra observación es que es un error formular un principio explicativo que, para resolver una
explicación, tenga que eliminar alguno de los factores en juego, ello significa que no es un principio apto.
La verdadera solución está en una postura que no sólo no se vea en la necesidad de eliminar un factor,
sino que los exalte a todos, que los valore.

Otro punto de vista:


La cuestión no se resuelve en eliminar el sentimiento, sino situarlo en su justo lugar. Es un engaño
imaginar que el juicio con el que la razón intenta llegar a la verdad del objeto, sea mas valido o mas digno
cuando el estado de animo esta en completa indiferencia. Ello es imposible por la estructura misma de la
dinámica humana y la incidencia del sentimiento aumenta cuando el objeto reviste un mayor significado.
Encontrar el justo lugar es un problema de actitud, un problema moral que se refiere al modo de situarse,
de ponerse frente a la realidad y no de inteligencia. Frente al problema del destino, la fe, la religión,
mucha gente, comete el delito de no estar atentos por estar ocupados y después pretenden dar un juicio
sobre estos temas. Por tanto, el centro del problema es tener una postura justa del corazón, una actitud
adecuada, una moralidad.

La moralidad en el acto de conocer:


Hemos visto que la moralidad consiste en adoptar una actitud justa ante cada objeto, pero está, también,
se ve determinada a su vez por el objeto en cuestión. Se trata de una actitud adecuada y justa en la
dinámica del conocimiento de cada objeto y para que pueda darse un juicio sobre el objeto debo
someterlo a mi consideración. Pero insisto, para poner un objeto bajo mi consideración, debo tener interés
por él; o sea, debo tener deseo de conocer lo que ese objeto es verdaderamente.
En su aplicación al campo del conocimiento ésta regla moral es la siguiente: Amar a la verdad más que a
uno mismo.

Prejuicio:
El verdadero problema no es evitar estas ideas sino situarse frente a los problemas y utilizándolas hacerse
rápidamente una imagen de las cosas, un juicio sobre ellas. Este amor a la verdad más que a uno mismo
implica seguir un proceso para realizar un trabajo que se llama ascesis. Pero, si la moralidad no se
continua practicándola se corrompe y el amor que puede llevarnos a realizar este trabajo es el destino de
nosotros mismos.

Capitulo 4 – El sentido religioso: Punto de partida

Premisa:
Nosotros estamos hechos para la verdad, entendiendo por verdad la correspondencia entre conciencia
(capacidad de mirar la realidad) y la realidad que es, la naturaleza del dinamismo racional. A esta verdad
última se la reconoce, si se esta atento. El problema, por tanto, es de atención y no de inteligencia.

Como proceder:
Si la experiencia religiosa es realmente una experiencia, no podemos hacer otra cosa que partir de
nosotros mismos a fin de considerarla y captar los aspectos que la constituyen. Pero partir de nosotros
mismos es una proposición que puede prestarse a equívocos. Este yo mismo puede correr el riesgo de
verse definido por una imagen que tengo de mi, por un prejuicio.
Partir de uno mismo es algo real cuando se mira a la propia persona en acción, es decir, cuando se la
observa en la experiencia cotidiana. En efecto, no existe una persona que se pueda abstraer de la acción
que lleva a cabo (excepto cuando duerme). Hay que partir de uno mismo porque el sentido religioso me
pasa a mi.

El yo en acción:
Los factores que nos constituyen emergen, por tanto, al observarnos en acción uno entiende que existe,
que vive, por el hecho que piensa, siente y lleva a cabo otras actividades semejantes. Solo la acción
descubre el talento, el factor humano y la acción es provocada por la realidad.
En la sociedad, el desocupado es un hombre que sufre un atentado grave a la conciencia de si mismo: está
en una condición en la que la percepción de sus valores personales le resulta cada vez más oscura.
Cuando un hombre adulto asume frente al hecho religioso una postura que le lleve a decir: no siento a
Dios, no tengo urgencia de afrontar este problema, se esta poniendo en esa actitud empujado por una serie
de condicionamientos destructivos y no es llevado por la razón, que no podría eludir este problema. De
tales condicionamientos se sacan conclusiones que nada tiene que ver con un juicio razonable que nazca
del compromiso real con el hecho vital.
Los factores constitutivos del hombre se perciben cuando están comprometidos con la acción. Por eso una
persona que jamás ha querido comprometerse con el hecho religioso en su vida, es como si este no
existiera para ella.

El compromiso con la vida:


La vida es una trama de problemas, un tejido de reacciones debidas a encuentros provocadores de la
conciencia. El significado de la vida es una meta sólo posible para quien se la toma en serio y esta
comprometido. El compromiso nunca es parcial porque sino se vive como algo que deriva del
compromiso global con la vida misma, corre el riesgo de convertirse en una fijación o una histeria.
La condición para poder encontrar en nosotros la existencia de un factor clave, decisivo, que es el sentido
religioso, es el compromiso con la vida entera, donde debe incluirse todo sin olvidar nada, amor, estudio,
dinero, amistad, esperanza, rabia...

Aspectos del compromiso:


a) Uno de los aspectos que está olvidado es la tradición, la cual esta fuertemente ligada al problema
religioso, y la que cada hombre adquiere al nacer, haciendo frente a la realidad dotado por la naturaleza
de elementos que lleva consigo; esa, podemos decir, es la tradición. Es una hipótesis de trabajo con la que
la naturaleza nos pone a operar en el camino de la vida.
Ahora, para que la tradición y la lealtad se practiquen como hipótesis de trabajo operante, es necesario
que la riqueza tradicional se aplique a la problemática de la vida a través de un examen crítico, caso
contrario, el hombre quedará alienado en la tradición o entregado a la violencia del ambiente, y terminará
por abandonarla.
b) Un segundo aspecto fundamental del compromiso del yo es el valor presente, el que nos parece nada a
nuestros ojos, un simple instante, pero si lo pensamos con detenimiento es todo lo que nos ha precedido.
El hombre para entender los factores que lo constituyen debe partir del presente, y si se comprenden los
factores de mi experiencia como hombre puedo proyectarme en el pasado y reconocer esos factores tal
como se ven en Dante, Platón, y se convertirá en experiencia como la civilización crece y se enriquece.
 
Dos realidades:
El hombre descubre en su presente dos tipos de realidades:
a) Un tipo es la mensurable, o sea comparar el todo con una parte suya que se erige en unidad de medida,
afirmando esto, lo mensurable es divisible, que se puede fraccionar. El tipo de esta realidad se lo puede
definir como realidad material.
b) Otro tipo es lo inmutable; por ejemplo, la idea de bondad no puede medirse, ni dividirse, ni cambia con
el tiempo; lo mismo ocurre con el juicio, la decisión; éstos son fenómenos cuyo contenido no es
mensurable, divisible.
Estas dos realidades se las ha llamado: materia y espíritu, cuerpo y alma. Y lo que es importante es tener
bien en claro la imposibilidad de reducir la una de la otra.
Corolario: El fenómeno de la muerte está asociado en la Biblia con un vocablo: corrupción (la
descomposición). Sin embargo hay en mí una realidad que no es divisible, ni cambiable, a ella la idea de
muerte, la cual no le resulta aplicable. ¡Hay en el yo algo de no-mortal, algo inmortal!.

La reducción materialista:
Hay una objeción contra estas dos realidades, se trata de la objeción materialista. La vida humana, como
cualquier otra vida animal, nace de un elemento masculino y otro femenino. Nadie puede negar que en el
hombre brota un nivel expresivo que se distingue de la vida animal. La diferencia de los factores se pone
en evidencia más tarde. El materialista dirá que lo que aparece después, es decir, espíritu, amor,
inteligencia, etc es una reflexión del dato material inicial, el hombre es materia por naturaleza.
Evidentemente nadie puede negar que en el hombre brota un nivel expresivo que se distingue de la
expresividad de la vida animal. Pero si queremos reaccionar racionalmente frente a la postura
materialista, constatemos, en primer lugar su contradicción con la experiencia. Ya que la experiencia
muestra como existen en mi dos realidades mutuamente irreductibles, que no puedo hacer coincidir, por
que ello significaría violentar la experiencia, supeditarla a un prejuicio.
La exigencia de unidad es ciertamente una grandiosa exigencia de la razón que origina todo el empuje de
la dinámica de la inteligencia. Pero esta necesidad de unidad no se puede saciar negando algo para poder
explicar unitariamente todo. Además, es profundamente experimentadle que existe una unidad compuesta
de dos factores irreductibles entre si, pero en la que el sobresalir el segundo factor está condicionado a
cierto desarrollo del primero.

Capitulo 5 - El sentido religioso: su naturaleza

Este capitulo trata el tema del factor religioso como aspecto fundamental del factor espiritual.

El nivel de ciertas preguntas:


El factor religioso representa la naturaleza de nuestro yo en cuanto se expresa en ciertas preguntas: ¿Cual
es el significado de la existencia?, ¿Por que existe el dolor, la muerte? o ¿De que y para que esta hecha la
realidad?. El sentido religioso esta situado dentro de la realidad de nuestro yo y al nivel de estas preguntas
coincide con ese compromiso radical con la vida de nuestro yo, que se manifiesta en esas preguntas (leer
poesía ”él pastor errante en Asia”). El sentido religioso es aquella cualidad que caracteriza al nivel
humano de la naturaleza y que se identifica con esa intuición inteligente y esa emoción dramática con la
que el hombre, al mirar su propia vida y a sus semejantes, dice: Somos como hojas.
Como decía, el sentido religioso esta ahí, al nivel de esas emociones inteligentes y dramáticas; emociones
que son además inevitables, aunque el glamour o la obtusidad de la vida social parezcan querer acallarlas.

En el fondo de nuestro ser:


Estas preguntas arraigan en el fondo de nuestro ser: son inextirpables. San pablo las identifica con la
energía que gobierna toda la movilidad humana: es la búsqueda de Dios.

La exigencia de una respuesta total:


Son preguntas que agotan toda la energía para investigar que tiene la razón. Preguntas que exigen una
respuesta total que cubra por entero el horizonte de la razón, agotando todas las categorías de lo posible.
Si solamente respondiendo a mil preguntas se agotara el sentido de la realidad y el hombre encontrará
respuesta a novecientas noventa y nueve de ellas, seguiría tan inquieto e insatisfecho como si estuviera al
principio. Hay en el evangelio una llamada interesante a recordar esta dimensión: ¿De que le sirve al
hombre poseer todo el mundo si pierde el significado de sí mismo? O ¿Qué dará el hombre a cambio de sí
mismo? Dará al yo el sentido religioso como lugar de la naturaleza donde se afirma el significado de todo,
ya que ahí se encuentra la respuesta.
Desproporción con la respuesta total:
Por eso, cuanto más se adentra uno en el intento de responder a esas preguntas mejor percibe su fuerza y
más descubren su propia desproporción con la respuesta total y este el tema dramático de los
pensamientos de Leopardi.
La imposibilidad de agotar esas preguntas exalta la contradicción que hay entre el ardor de la exigencia y
la limitación de la capacidad humana para buscar.

Desproporción estructural:
La imposibilidad de dar una respuesta exhaustiva a las exigencias que constituyen nuestro yo es
estructural, es decir, tan inherente a nuestra naturaleza que conforma su característica esencial. Se trata de
algo que por su propia naturaleza esta más allá, fuera del alcance de cualquier movimiento humano.
Giussani pone el ejemplo de Severi, que era un matemático, que cada vez que adelantaba en su
investigación descubría que el horizonte al que llegaba le remitía de nuevo a otro horizonte, asiéndole ver
su conquista como algo que lo empujaba en ultimo termino hacia una X o quid que estaba lejos del
alcance de las condiciones en las que operaba.
La R es la energía investigadora de la razón y la libertad humana, y la X la meta provisional, que siempre
tiende hacia una incógnita ulterior.
Si uno esta atento a esta dinámica con seriedad y empeño, cuanto más avanza más evidente le resulta la
inconmensurabilidad y la desproporción que hay entre la meta que alcanza la investigación y la
profundidad de sus preguntas. Semejante experiencia es la que llevo a Severi a su conversión, después de
50 años (como cuenta el mismo) de alta experimentación científica. En una conversación que tubo con
Einstein pocos día antes de la muerte de este, discutió con el gran físico sobre el tema religioso .En un
momento de la conversación quien no admita el carácter insondable del misterio tampoco puede ser un
científico. Si no admite esa X inconmensurable, si no admite la desproporción insuperable que hay entre
el horizonte ultimo y la medida de los pasos humanos, el hombre elimina la categoría de lo posible. Y es
esto lo que, al ser reconocido hace del hombre un investigador incansable.
De ahí que la filosofía deba tener la profunda humildad de ser un intento completamente abierto de par en
par a la realidad y deseoso, de adecuarse, de ser completado y corregido.
Cuando no existe ese humilde sentido de que el pensamiento humano es esencialmente reformable la
metamorfosis se pone en marcha inevitablemente: la filosofía se convierte en ideología. Y tal
metamorfosis se lleva a cabo en la medida en que llegue a considerarse normal que la idea preconcebida
que se tiene de la vida tienda a imponerse. Así entra en escena la violencia del poder.

La tristeza:
A la presunción del poder le corresponde en el individuo una gran tristeza, característica fundamental de
la vida conciente de si; como decía Santo Tomas, el deseo de un bien ausente.
La absoluta falta de proporción que hay entre el objeto verdaderamente buscado y la capacidad humana
de postura produce la experiencia de poseer algo que por naturaleza es insuficiente. La tristeza surge
entonces del esfuerzo laborioso que nos fatiga sin descanso. El ser consiente del valor de esta tristeza se
identifica con tener conciencia de la vida y con el sentimiento de su destino.
La ocultación de esta diferencia (suceda como suceda) engendra el opuesto lógico de la tristeza: La
desesperación.
Para el hombre, bastante más indispensable que su propia felicidad, es saber y creer todo momento que
existe un lugar donde hay una felicidad perfecta y calma para todos y en todo. En esto se resume toda la
ley de la existencia humana: en que el hombre pueda inclinarse ante lo infinitamente grande. Si los
hombres se vieran privados de lo infinitamente grande, ya no podrían vivir y morirían presos de la
desesperación. Si las cosas fueran solo aquello que vemos seriamos unos desesperados.

La naturaleza del yo como promesa:


Lo que un hombre busca en los placeres es un infinito, y nadie renunciaría a la esperanza de conseguir
esta infinitud. Quizás el no pensó que la espera constituye la estructura misma de nuestra naturaleza, la
esencia de nuestra alma. No es resultado de un cálculo: es algo dado. La promesa está en el origen,
procede del origen mismo de nuestra hechura. Quien a hecho al hombre, es mendigo por estructura; la
vida es estructuralmente promesa.

El sentido religioso como dimensión:


El sentido religioso es la capacidad que tiene la razón de expresar su naturaleza más profunda en un
interrogante último; es el locus de la conciencia que todos los hombres tienen de su existencia.
Pues, en efecto, la pregunta ultima es constitutiva del individuo, y en este sentido el individuo esta
totalmente solo puesto que él mismo es ese interrogante. Por eso, si contemplamos a un hombre, una
mujer, un amigo o un caminante sin que resuene entre nosotros el eco de la pregunta, de la sed del destino
que lo constituye, nuestra relación no será una relación humana, y menos aun podrá tratarse de una
relación amorosa a cualquier nivel que sea; de tal manera que no respetara la dignidad del otro.
Sin embargo, la misma pregunta que define mi soledad sienta también las bases de mi compañía, porque
significa que yo estoy constituido por otra cosa, aunque permanezca misteriosa para mí.

Conclusión:
Solo la hipótesis de Dios, corresponde a la estructura original del hombre y la naturaleza de esté le exige
una búsqueda indomable de respuesta. Shakespeare dice a través de un personaje suyo, “el mundo sin
Dios sería como una fábula contada por un idiota en acceso de ira”. Esto quiere decir que de no existir
Dios el único modo de relacionarse sería la violencia, o sea, la ilusión de poseer.
Por ello, el sentido religioso es una exigencia de totalidad constitutiva de nuestra razón, que permite al
hombre introducirse y abrazar cada vez más a la realidad.

Capitulo 6 - Actitudes irrazonables frente al interrogante último: Vaciar la pregunta.

Estas actitudes son irrazonables porque dejan aspectos de la realidad afuera, no tienen un concepto
verdadero de la realidad. No son adecuadas a todos los factores implicados en el fenómeno.
Vaciar es no tomar en cuenta a la pregunta; pero, en la realidad el hombre no puede dejar de hacérselas,
aunque por tratarse de preguntas cuyas respuestas son difíciles de encontrar, pretende evitarlas.

Negación teórica o teórica de las preguntas:


Para esta postura las preguntas no tienen respuesta, son inútiles y no tienen sentido, las frases que
expresan tales preguntas son puramente formales. Por eso responderían a la inmadurez del sujeto. Pero,
decir que la verdad absoluta no existe implicaría que no es verdadera la verdad que estoy diciendo. De
ahí, que Giussani diga que alguien que anula la cuestión no es alguien humano.

Situación voluntarista de las preguntas:


Está nos dice que en lugar de buscar el sentido de las cosas, se lo debe sustituir por un moralismo o
voluntarismo. Por tanto, la energía que nos impulsa a obrar se reduce en este caso a la afirmación de uno
mismo, y el instrumento para esto es la voluntad.

Negación práctica de las preguntas:


Por ultimo, esta postura es una actitud existencial por la que simplemente se vive y es necesario
plantearse la vida de tal modo que las preguntas no afloren (“no pienses en ello”).
Es un error de la sociedad actual olvidar las premisas, las cuales están en la conciencia del hombre, de
donde brotan las preguntas últimas, ya que no se puede vivir suprimiendo las exigencias. Por eso, la única
alternativa digna es el compromiso con una vida religiosa (comprometido con las preguntas últimas).
Nunca debemos pensar que como no es posible dar respuestas a estas preguntas es necesario anestesiarnos
frente a ellas. El hombre digno y sabio es aquel que se entrena en el dominio de sí mismo y constituye un
equilibrio totalmente racional para si.

Capitulo 7 - Actitudes irrazonables frente al interrogante último: reducir la pregunta


Las tres posturas a las que nos vamos a referir ahora tienen un denominador común: toman, en cierta
medida, en serio la realidad del estímulo que constituye la razón, pero la reducen: una quedándose a mitad
de camino, otra aniquilándose a causa de la discultad de su respuesta y la tercera convirtiendo en
instrumento del poder esas sagradas preguntas en las que radica el sentido de nuestras vidas.
Evasión estética o sentimental:
Para esta postura, el hombre acepta las preguntas y las mide con su sentimiento, pero no hay un
compromiso personal del yo. Por la urgencia de encontrar sentido a la vida, esté se convierte en un
espectáculo de belleza, asume forma estética. Así, cuando nos encontramos ante una desgracia nos
conformamos con el sentimiento y no tratamos de hacer algo. Sin embargo, cuando la desgracia nos toca
lo hacemos, ya que no podemos pararnos a mitad de camino, regodeándonos en una experiencia emotiva
que se convierte en evasión.

La negación desesperada:
Es la negación de que haya respuesta a las preguntas. Aquí la búsqueda se toma en serio pero, al llegar a
un determinado punto, la dificultad de las respuestas lleva a decir que no es posible una respuesta.
Giussani dice que es la actitud más dramática porque pone en juego la libertad de opción del hombre y lo
que se debe hacer es permanecer abierto a la posibilidad o esperanza que es lo que nos permite respirar,
vivir.

La alineación (o progresismo):
Para la tercera y última postura la vida tiene un sentido totalmente positivo, pero niega que este sentido
contenga la verdad para la persona, y lo afirma en las ciencias que solo pueden dar respuestas ciertas.
Sin embargo, los interrogantes últimos constituyen mi persona, se identifican con mi corazón y mi
conciencia, son el contenido de mi autoconciencia: Su solución, la verificación de su significado, es algo
que debe tocarme a mi, que me atañe directamente a mí. No habrá respuesta si ésta no se da en mi y seria
como disolver la identidad irreductible de mi cuerpo el negarlo.
Las preguntas son mi yo, y en la solución progresista, ese yo no tiene respuesta, queda alienado. Se trata
de una solución que no se adecua a los factores en juego, y que, por tanto, es irrazonable. Tendría que
destruirse el yo para que la evolución de la realidad tuviera lugar. Pero eliminar el factor principal y
fundamental, que es el yo, es eliminar el factor más incómodo y decisivo.

Capitulo 8 - Consecuencias de las actitudes irrazonables ante el interrogante último

Las seis categorías de posturas antes comentadas tienen en común una devaluación de las preguntas, un
vaciamiento de la consistencia y del espesor de esas preguntas expresivas de la originalidad del hombre.
El extravió del significado, como consecuencia del vaciamiento o de la reducción de las preguntas,
acarrea consecuencias culturalmente graves debido a que el hombre pierde el control de si, de sus
factores. La primera consecuencia es una ruptura con el pasado; la segunda, la soledad del hombre en su
situación correcta; y la tercera, una eliminación de la libertad como característica antropológica y social.

La ruptura con el pasado:


La pérdida del significado tiende a la anulación de la personalidad, ya que la personalidad del hombre
adquiere densidad y consistencia justamente como exigencia, intuición, percepción y afirmación del
significado. Sin comprender el significado de una cosa, esta permanece extraña a nosotros., ya que el
hombre no es capaz de comprenderla y, por eso, no es capaz de utilizarla.
De manera que para el hombre que pierde el significado de su vida, la respuesta a sus preguntas
fundamentales, la vida es demasiado dramática y, en última instancia, trágica.
Sin embargo, el hombre reacciona instintivamente ante la falta de reflexión y la reactividad corta los lazos
con el pasado por la ausencia de un significado reconocido, perseguido y querido que, de algún modo,
reúna y compagine todos los factores presentes. Por eso, si la reacción instintiva se pone por delante
produce como primera cosa un corte con el pasado.
Hoy se tiene el coraje de plantear esta destrucción del pasado como ideal y esto es una alienación
generalizada. Aunque, en última instancia, esto ni siquiera se puede concebir, porque la misma reacción
del instante me obliga a reconocer que yo para reaccionar ahora, tengo que usar una cosa que me han
dado en el pasado: mi carne, mis huesos, mi inteligencia, mi corazón. Por eso, la fuerza de la construcción
futura es la energía, la imaginación y el coraje del presente, pero la riqueza del presente viene del pasado.
Incomunicabilidad y soledad:
Incomunicabilidad: Pero este desenfoque del sentido del pasado reduce de un modo vertiginoso el diálogo
y la comunicación humana porque el pasado es el humus que echa raíces al diálogo.
Entonces preguntémonos, la comunicación y el diálogo ¿Dónde surgen?, ¿De que brotan? El diálogo y la
comunicación surgen de la experiencia, cuya profundidad radica a su vez en la capacidad de la memoria:
cuanto más cargado de experiencia estoy más capaz de hablarte soy, más capaz de comunicarme contigo,
de encintrar en tu postura, sin importarme lo herida que sea, una conexión con lo que tengo dentro de mí.
Pero para entender mejor citamos las dos notas:
a) La experiencia está guardada por la memoria. La memoria consiste en custodiar la experiencia. Por
tanto, mi experiencia tiene que guardarse en la memoria.
b) La experiencia debe ser verdaderamente tal, es decir, tiene que ser algo juzgado por la inteligencia.
Soledad: La incomunicabilidad vuelve a su vez más trágica la soledad que el hombre experimenta frente a
su propio destino. Pero la incomunicabilidad, además de incrementar esta soledad personal, le da un
realce exterior, llegando a configurar un clima social exasperante, que es lo característico de la sociedad
de hoy.
El individuo se encuentra cada vez más vulnerable dentro del tejido social, a merced de las fuerzas
incontroladas del instinto y del poder. La soledad llega a ser tan grande que el hombre se siente reducido
a pedazos, desgarrado por mil solicitaciones anónimas.

Pérdida de la libertad:
La percepción de la libertad: El individuo al estar cada vez más a merced de las fuerzas más
incontroladas del instinto y del poder llega a la desaparición de la libertad.
El camino para liberarnos de esas fuerzas es mediante una ascesis. Como ya hemos dicho, la ascesis es
una aplicación que el hombre hace de sus energías en un trabajo sobre sí mismo, su propia inteligencia y
su propia voluntad.
Por tanto, ¿Como haremos para saber que es la libertad? Las palabras son signos con los que el hombre
identifica una experiencia determinada: la palabra amor especifica una experiencia determinada, y la
palabra libertad especifica otra experiencia determinada. Para entender que es la libertad debemos partir
de la experiencia que tenemos al sentirnos libres. ¿Cuando nuestra experiencia natural, juzgada según las
evidencias y exigencias elementales, hace que nos sintamos libres? Experimentalmente nosotros nos
sentimos libres cuando se produce la satisfacción de un deseo.
Y en este sentido es verdad la frase corriente: Ser libre es hacer lo que se te de la gana. Pero no se trata
sólo de ser libre un fin de semana, o una tarde, de ser libre en cien, doscientas, mil ocasiones, sino
siempre: se trata de ser libre, es decir, de gozar la libertad, no de un momento de libertad. Por lo tanto, la
plena realización de uno mismo es la libertad. La libertad es para el hombre la posibilidad, la capacidad y
la responsabilidad de completarse, es decir, de alcanzar su propio destino. Por lo tanto la libertad es la
capacidad de Dios. Mucho más que una capacidad de elección, la libertad, en profundidad, es una
dedicación total, humilde, apasionada y fiel a Dios en la vida cotidiana.
La fe es, pues, el gesto fundamental de libertad, y la oración es la constante educación del corazón del
espíritu en la autenticidad humana. Esto es así porque fe y oración son el reconocimiento pleno de esa
presencia que constituye mi destino, y en depender de ella consiste por consiguiente mi libertad. Sin
embargo, en la realidad existencial esta libertad no es aun completa; en la existencia está en tensión hacia
su cumplimiento, es una tensión y una adhesión progresiva al ser, está en devenir.

Capitulo 9 - Prejuicio, ideología, racionalidad y sentido religioso

Puntualizaciones sobre el prejuicio:


Si la negación trae consecuencias tan contrarias a la naturaleza, ¿Por qué se abandona el hombre a
semejantes posturas? Giussani opina que sólo que es por el predominio de las ideas preconcebidas, por el
desenfreno del prejuicio.
Hay como hemos visto, un sentido justo del término prejuicio: cuando esta palabra se usa en su sentido
etimológico. En efecto, frente a una postura, sea de la naturaleza que sea, el hombre reacciona, y
reacciona a base de lo que sabe y de lo que es.
El sentido negativo del término prejuicio se da cuando el hombre se sitúa frente a la realidad que se le
propone asumiendo que su reacción es el criterio para juzgar y no sólo un condicionamiento a superar
mediante la apertura para preguntar. En efecto, es la superación del prejuicio lo que permite llegar a un
significado que exceda lo que ya sabes (o crees ya saber).

Sobre la ideología:
La ideología es una construcción teórico práctica desarrollada sobre la base de un prejuicio. La ideología
está constituida sobre algún punto de partida que ofrece realmente la experiencia, de modo que ésta
misma se toma como pretexto para una operación determinada por preocupaciones extrañas a ella.
Las opiniones de los intelectuales que el poder encuentra conveniente, y que en consecuencia asume,
llegan a convertirse en mentalidad común a través de los medios de comunicación en masa, la enseñanza
y la propaganda, de modo que lo que Rosa Luxemburgo denunciaba con lucidez revolucionaria el reptar
del teórico, muerde en su raíz y corrompe todo impulso auténtico de cambio. Un ejemplo de esta
dinámica social es precisamente el del prejuicio materialista contra la religión.

Sobre la razón:
El prejuicio se limita a aspectos notorios o supuestamente conocidos. En tanto que la ideología tiende a
atribuir una aureola de redención y salvación a visiones y prácticas bien determinadas, dominables y
manipulables llamadas científicas. Pero actualmente la investigación de más alto nivel da un testimonio
claro contra el proceso reduccionalista del prejuicio y la ideología.
La experiencia misma considerada en su totalidad, guía hacia la comprensión auténtica del termino razón
o racionalidad. En efecto, la razón es ese acontecimiento singular de la naturaleza en el cual ésta revela la
exigencia de explicar la realidad en todos sus factores por lo que el hombre se ve introducido en la verdad
de las cosas. Así, pues, la realidad emerge en la experiencia y la racionalidad iluminando sus factores. La
racionalidad es la transparencia critica, o sea, una visión totalizante, de nuestra experiencia humana.
Una vez planteado un concepto que no demuestra la experiencia integral, se puede hacer discursos lógicos
sobre él, incluso de volúmenes enteros, pero totalmente fuera de la realidad.

Sobre el sentido religioso y la racionalidad:


El sentido religioso vive de esta racionalidad y es precisamente expresión más auténtica. El sentido
religioso aparece como la primera y más auténtica aplicación del término razón, puesto que no cesa de
intentar dar respuesta a la exigencia mas estructural: el significado de la vida.
Pero, solamente se puede intuir la razón entera con una dimensión religiosa: porque esta plantea la
exigencia del significado, que es como el resumen último o la intensidad última de todos los factores de la
realidad y porque nos abre las puertas de lo distinto, de lo otro, de lo infinito.
Pero el hecho de que la razón se vea forzada a buscar otros principios es una constricción que está
implicada en la experiencia ya que es un factor de la experiencia misma: negar este paso es ir en contra de
la experiencia, es renunciar a algo que está implicado en ella. Si no se obedece a esa implicación
necesariamente se vuelve a caer en la ideología y en el perjuicio.

Capitulo 10 - Como se despiertan las preguntas últimas. Itinerario del sentido religioso

¿Como se despiertan las preguntas últimas? Para responder esta pregunta será necesario observar la
dinámica humana al chocarse con la realidad, pues ese impacto es el que pondrá en marcha el mecanismo
que revela esos factores. Un individuo que haya tenido en su vida un impacto débil con la realidad,
porque, por ejemplo, haya tenido que esforzarse muy poco, tendrá un sentido escaso de su propia
conciencia, percibirá menos la energía y la vibración de su razón.
En la descripción que vamos a iniciar ahora los factores que señalaremos en ese mecanismo se siguen
unos a los otros, en cierto sentido, como si se produjeran cronológicamente.
El estupor debido a la presencia:
¿Cuál seria el primer sentimiento que tendrías, es decir el primer factor de vuestra reacción ante la
realidad? El asombro, la maravilla que produce esta realidad que se me impone, y que está en el origen
del despertar de la conciencia humana. Por eso el primer sentimiento que tiene el hombre es el de estar
frente a una realidad que existe independientemente de él y de la cual depende y que provoca estupor.
El que no cree en Dios no tiene excusa, dice San Pablo en la carta a los romanos, porque debe negar este
fenómeno original, esta experiencia original de lo otro. E1 niño la vive sin darse cuenta, por que todavía
no es conciente del todo, pero el adulto que no la vive o que no la percibe, como hambre consciente es
menos que un niño, está como atrofiado.

El cosmos:
El hombre, una vez que se ha dado cuenta de este ser real, de esta inexorable presencia con su variedad y
sus diferencias, y de su propio yo como parte de esta presencia, cae en la cuenta también de que dentro de
esta realidad hay un orden, o sea que esta realidad es cósmica (de la palabra griega que significa orden).
Por tanto, el asombro, el estupor original, implica un sentido de la belleza, el atractivo que ejerce la
belleza armónica y por otro lado de la dependencia.

Realidad providencial:
No sólo se da cuenta el hombre de que esta presencia inexorable es bella, atrae y tiene un orden armónico,
constata además que se mueve conforme a un designio que le puede ser favorable.
El contenido de las religiones más antiguas coincide con esta experiencia de las posibilidades que brinda
la realidad providencial. El nexo con lo divino tenia de hecho como contenido el misterio de la
fecundidad de la tierra y de la mujer.

El yo dependiente:
En este punto cuando se ha despertado ya su ser por la presencia de las cosas, por la atracción que ejercen
y el estupor que provocan, y se ha llenado de gratitud y alegría porque esa presencia puede ser benéfica y
providencial, el hombre toma conciencia de si en cuanto yo y recupera su asombro original.
Si estoy atento, es decir soy una persona madura, no puedo negar que la evidencia mayor y más profunda
que percibo es que yo no me hago a mi mismo, que no me estoy haciendo a mi mismo. Por eso la Biblia
dice de Dios que "nadie es tan padre", porque el padre que conocemos en nuestra experiencia es alguien
que da el empujón inicial a una vida, la cual, desde la primera fracción de segundo en que recibe su ser, se
separa y marcha por su cuenta.
En cambio Dios, padre en todo instante, me esté concibiendo ahora. Nadie es padre de este modo
engendrando constantemente a sus hijos. Por eso podemos decir que todos los movimientos de los
hombres, en cuanto tienden a la paz y al gozo, se hacen en búsqueda de Dios.

La ley en el corazón:
Pero, llegados a este punto, hay un último significado vital en el interior mismo de este yo que hemos
sorprendido como hecho de Dios. Se trata del hecho de que dentro del yo brama algo como una voz que
me dice bien o mal. La conciencia del yo lleva consigo la percepción del bien y del mal. Es lo que la
Biblia y San Pablo definían como la ley en los corazones.

Conclusión:
¿Cuál es la fórmula para recorrer el itinerario que conduce hacia el significado de la realidad? Vivir lo
real. ¿Como podrá adquirir fuerza esa experiencia? Mediante el impacto con la realidad.
Por eso decimos que lo que bloquea el desarrollo de la dimensión religiosa autentica es una falta de
seriedad con lo real, cuyo ejemplo mas claro es el prejuicio. Por otro lado, el mundo es como una palabra
que requiere o remite a otra cosa diferente, que esta más allá de sí mismo, más arriba

Capitulo 11 - Experiencia del signo


Démonos cuenta ahora de la forma en que se muestra la clase de fenómenos de los que hemos hablado y
que es inherente a ella. El modo en que se impresiona la realidad demuestra que existe otra cosa distinta.
Pero, ¿Cómo?

Provocación:
Al abrir los ojos a la realidad, me encuentro delante algo qué me provoca una apertura. El modo en que la
realidad se me presenta es una solicitación a descubrir otro cosa distinta.
La realidad se aferra a nuestra conciencia de tal modo que está presiente y percibe algo distinto, otra cosa.
Ante el mar, la tierra, el cielo y todas las cosas que se mueven en ellos, yo no me quedo impasible, me
siento animado, movido, conmovido por lo que veo y esto me pone en marcha para buscar otra cosa que
es diferente de ello. Esta reacción se expresa con las siguientes preguntas: ¿Qué es esto? ¿Por qué existe
todo esto? Pero, no soy una mera registradora de aquello con lo que se topa mi conciencia, sino que me
perturba esta relación con la realidad y me empuja mas allá de lo inmediato.

El signo:
El signo es una experiencia real que me remite a otra cosa. El signo es una realidad cuyo sentido es otra
realidad distinta que adquiere su significado al conducir a otra realidad diferente.
Pero también es el modo normal en que se producen las relaciones entre nosotros porque las maneras en
que busco decirte mi verdad y comunicarte mi amor son signo. Si un marciano viera a una madre besando
a su hijo, se preguntaría el por qué de ese gesto, se vería solicitado por la realidad de ese gesto a indagar
que es lo que podría querer decir. La realidad le provocaría a buscar otra cosa; o sea, al signo.

Negación irracional:
Ante este fenómeno sería racional o no estaría de acuerdo con la naturaleza del hombre negar la
existencia de esa cosa distinta. Frente a una señal de tráfico que indica una bifurcación, pretender reducir
el sentido de la cosa a la existencia del poste y de la flecha que hay en el cartel, negando que exista
aquello otro a lo que se refieren, seria irracional. No seria humanamente adecuado participar en ese
fenómeno reduciendo la experiencia que se tienen de él a ese especto inmediato.
Las exigencias últimas de las que hemos hablado anteriormente son las que determinan el intento
inagotable de buscar respuesta a las preguntas ¿Por qué? ¿Cómo? Es algo que nunca se para en nosotros.

Carácter exigente de la vida:


Lo que prueba el hecho de que el hombre, por su propia naturaleza, busqué lo otro es que la vida tiene un
carácter exigente. El tejido mismo de la vida es una trama de exigencias, trama que podría resumirse en
dos categorías fundamentales, pero una y otra con corolarios tan decisivos que podrían también formar
parte de la lista como categorías originales por sí mismas:
La primera categoría de exigencias se resume en la exigencia de la verdad, es decir, sencillamente en la
exigencia del significado que tienen las cosas, del significado de la existencia, y se expresa a través de
esta ¿Cuál es su función? Así, pues, la exigencia de la verdad implica siempre la identificación de la
verdad última. La segunda exigencia que pertenece también a la primera categoría por su naturaleza, es la
exigencia de justicia. La tercera exigencia es la felicidad o sea, el pleno cumplimiento de nosotros
mismos. La cuarta categoría es la del amor.
Las exigencias humanas constituyen una referencia, una afirmación implícita de la respuesta última que
esta más allá de las modalidades existenciales que se pueden experimentar y si se elimina la hipótesis de
un más allá esas exigencias se ven sofocadas de forma antinatural.

El tú signo supremo:
Una visión en la conciencia del hombre que bloquee la dinámica del signo, que detenga ese remitir a otra
cosa, cometería un asesinato de lo humano, frenaría indebidamente el impulso del dinamismo vital.
Si al producirse el impacto de la realidad en el hombre el mundo funciona como un signo, tendremos que
decir entonces que el mundo demuestra la existencia de otra cosa diferente, que demuestra a Dios como
todo signo demuestra a aquello de lo que es signo. La mujer para el hombre y viceversa, o el otro para
cualquier persona, constituyen realmente otro distinto; todo lo demás es asimilable y dominable por el
hombre, pero jamás el tú. El tú no puede consumirse, es evidente y no demostrable, pues el hombre no
puede rehacer todo el proceso que lo constituye; y, sin embargo, nunca percibirá y vivirá el hombre una
experiencia de plenitud como puede hacerlo frente al tú. Algo distinto, por naturaleza, propia diferente de
mi, otra cosa, me realiza más que cualquier experiencia de posesión, de dominio o de asimilación.

Descubrimiento de la razón:
Tratemos ahora de iluminar brevemente el valor racional que tiene la dinámica del signo. Si queremos ser
coherentes con esta energía, sino queremos negarla, su mismo dinamismo nos obliga a afirmar que la
respuesta total y concluyente esta más allá del horizonte de nuestras vidas.
La respuesta existe, porque está clamado a través de las preguntas que constituyen nuestro ser, pero no
puede medirse con la experiencia. Existe, pero no se sabe que es.
La cumbre que la razón puede conquistar es la percepción de que algo desconocido o inalcanzable, existe,
y hacia ello se dirigen todos los movimientos humanos por la dependencia de ello, del misterio.
El misterio no es un límite para la razón, sino que es el descubrimiento más grande al que puede llegar la
razón: la existencia de algo inconmensurable con ella misma. Por otro lado, esta afirmación constituye
una señal de la pequeñez de nuestra existencia, pero al mismo tiempo es un signo inconmensurable, que
tiene nuestra existencia, nuestra razón, nuestro ser.

Aperturas:
Por lo que hemos dicho se entenderá el motivo de que los términos con los que toda tradición religiosa
auténtica de la humanidad ha designado el misterio, han hablado de Dios, en forma positiva y negativa.
No son términos carentes de significado, o puramente monoteístas; son términos que intensifican el modo
de relacionarnos con él, que nos acerca más al misterio: son aperturas al misterio.

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