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Abstracción y Naturaleza por Wilhelm Worringer

Libro: Abstracción y naturaleza

Autor: W. Worringer

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Año: 1953. México. Edición en versión en español

Worringer rebate la tesis de Lipps, la proyección sentimental, según la cual el goce estético es
autogoce objetivado, una obra de arte no es bella si no identificamos en ella el sentimiento que el
artista ha querido expresar a través de sus líneas onduladas, por ejemplo.

Ahora, para Worringer el autogoce objetivado no existe en el arte antiguo, sino que existe un afán
por abstraer la realidad: negarla, con líneas inexpresivas para eternizar lo temporal, es el fin de los
primeros artistas.

Los primeros artistas no han querido transmitir ningún sentimiento a través de símbolos, lo que
han querido hacer es negar la sensación de terror frente a la vastedad del mundo valiéndose de
líneas no orgánicas, sino geométricas.

Lo que buscaban los primeros hombres era negar la tridimensionalidad, esa agorafobia frente a
sus primeras impresiones del mundo, despojar a lo cúbico de lo torturante.

Es que para Worringer en el hombre primitivo el instinto de “la cosa en sí” es más fuerte que en el
hombre de nivel superior.

“El creciente dominio intelectual sobre el mundo exterior y la costumbre adquirida hacen que este
instinto pierda su agudeza y vigor”.

Por ello, Worringer sostiene que la historia del arte puede ser dividida en dos grandes etapas
según la voluntad que impulsó al artista a transformar la materia en obra de arte, estas dos etapas
se distinguen por un afán de abstracción inicial del hombre que teme la vastedad del mundo, que
poco a poco va diluyéndose por el entendimiento del hombre de las cosas externas a él; al cobrar
el hombre conciencia del mundo y pensar que por su sensualidad puede guiarse en él, lo que lo
impulsa a transformar la materia es el afán de proyección sentimental, ya no el afán de
abstracción.

Ambas voluntades están sujetas a distintas leyes de representación, a las cuales Worringer llama
ley de sujeción geométrica, que corresponde al afán de abstracción, y ley de sujeción orgánica,
propia del afán de proyección sentimental.
La sujeción a la ley orgánica significa acercar la representación a la superficie, totalmente lineal,
limitada a anchura y altura, evitando de este modo la representación de la tercera dimensión.

Por ejemplo, con la pirámide egipcia “ se quería crear un monumento que, situado solitario en la
vasta llanura, visible de lejos, diera una impresión de gran solemnidad” (p.96), desde lejos la línea
del contorno define un triángulo equilátero visto hacia cualquiera de sus lados, la pirámide era
negada “para despojar a esta forma ‘tridimensional’ de lo torturante” y dar una impresión plana al
observador.

En el templo dórico más bien aparece como una transición entre el afán de abstracción y el afán
de proyección sentimental, entre lo abstracto y lo orgánico.

Pues el templo dórico estaba constituido por una ley inexpresiva, no orgánica, sino puramente
geométrica, su concepción estaba basada en puras leyes mecánicas de la resistencia del material,
dando finalmente a la arquitectura un carácter abstracto con impresión de pesadez, a la vez
relajado con detalles de tendencias orgánicas: la irregularidad en el orden de los triglifos, el éntasis
y agostamiento de las columnas exteriores de los travesaños angulares son factores de transición
hacia lo orgánico.

Esta transición entre lo abstracto y lo orgánico se hace patente según Worringer en la catedral
gótica: en ella la materia se ha llenado de vida orgánica, las leyes mecánicas, aparentemente por
capricho obedecen a una voluntad artística “saturada de sensibilidad para la vida orgánica”.

Sólo a través de las leyes mecánicas, que no expresan ningún sentimiento, el arquitecto logra
satisfacer su necesidad de expresión, de expresar a Dios (p. 119).

Finalmente Worringer sostiene que con el advenimiento del Renacimiento el afán de abstracción
de los primeros artistas se pierde, queda en el olvido y es reemplazado por el afán de proyección
sentimental.

Para Worringer resulta imposible estudiar el arte de los primeros artistas sin considerar la
voluntad que los impulsa a crear. Se cae muchas veces en el error de considerar la historia del arte
como historia de la capacidad técnica para expresar una idea; para Worringer la historia del arte es
la historia de las voluntades, una de las cuales es la voluntad de abstracción de la impresión del
hombre del mundo exterior, voluntad que nace de sus miedos iniciales al encontrase solo en el
mundo, pavorosamente solo.

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