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Revisitando los debates en el marxismo en torno a la renta de la tierra y su

importancia para el análisis de la acumulación capitalista en Latinoamérica

Introducción

En el presente trabajo exponemos los principales debates que surgieron en torno a los
conceptos de renta de la tierra, renta diferencial y renta diferencial de tipo II, desde la
publicación del tomo III de El Capital de Karl Marx en 1894. El objetivo del trabajo es
realizar una revisión crítica de las diferentes interpretaciones marxistas en torno a este
problema y, a partir de ella, explicar el papel de la renta de la tierra en los procesos
nacionales de acumulación de capital en Latinoamérica.

De este modo, nuestro trabajo se divide de la siguiente forma. En primer lugar


analizamos el lugar que ocupa la renta de la tierra en el proyecto general de la crítica de
la economía política de Karl Marx, revisitando sus críticas a las elaboraciones sobre el
problema en Rodbertus y Ricardo. En segundo lugar, avanzamos en la recuperación de
las interpretaciones clásicas de este problema haciendo especial énfasis en los
desarrollos de Kautsky, Lenin y la tradición soviética. En tercer lugar, desplegamos las
principales tesis que elabora la interpretación moderna que, desde la década de 1970, se
ha vuelto dominante en la academia. Por último, en cuarto lugar, explicamos el rol de la
renta de la tierra en el proceso global de acumulación de capital y el papel de los países
latinoamericanos productores de mercancías de este tipo.

La crítica de la economía política y el lugar de la renta de la tierra en su sistema

El lugar que ocupa la renta de la tierra en la crítica de la economía política es muy


escueto si lo comparamos con otras partes de ella. De hecho, solo existen dos
borradores que contienen los desarrollos sobre este tema. El primero es correspondiente
a los manuscritos del 62-63, en donde Marx realiza una crítica a las tesis de Rodbertus;
y el segundo, que es el único borrador que contiene el capítulo sobre la renta de la tierra
que luego fue publicado en el Tomo III, escrito en 1865. A pesar de ello, la renta de la
tierra sí ocupaba un lugar nodal en su crítica de la economía política. En efecto, para
Marx, la renta de la tierra bajo el comando del capital debía ser concebida ante todo
como una forma concreta que adopta el plusvalor y, por tanto, solo comprensible
después de haber dado cuenta de las determinaciones generales de la producción y
circulación del capital (Guidi, 1998). Empero, como con otras partes de la crítica de la
economía política, por ejemplo con lo referido a la subjetividad productiva y
subjetividad revolucionaria (Starosta, 2015), la renta de la tierra no alcanzó el estatus de
explicación acabada y definida (Moseley, 2015).

Es pertinente destacar que la explicación marxiana de la renta de la tierra tiene un


vínculo con las explicaciones de la economía política clásica, en particular, de Ricardo1.
La necesidad de diferenciarse de las explicaciones clásicas era una preocupación
importante para Marx (Marx, 1983: 122). Como expondremos más adelante, las
interpretaciones clásicas de los marxistas enfatizaban que la única diferencia entre las
elaboraciones de Ricardo y Marx, era sobre la renta absoluta. Para el primero, la peor
tierra no podía producir renta; para el segundo sí:

Ricardo hace caso omiso del problema de la renta absoluta, que niega
en teoría, ya que parte de la falsa premisa de que, si el valor de las
mercancías se determina por el tiempo de trabajo, los precios medios
de las mercancías deberán ser iguales a sus valores. [...] Si los valores
y los precios medios de las mercancías fueran idénticos, la renta
absoluta [...] sería imposible. [...] Si sabemos, en cambio, que precios
medios y valores no son idénticos, sino que el precio medio de una
mercancía puede ser igual, mayor, o menor que su valor, desaparece
con ello el problema (Marx en Dussel, 1988: 171)2.
De esta suerte, consideramos que las diferencias entre Ricardo y Marx sobre la renta de
la tierra y la renta diferencial, se deben en primer lugar a sus distintas teorías del valor
y, en segundo lugar, a sus diferencias en torno a cómo conciben la transformación de los
valores en precios3.

1
Para Ricardo la renta de la tierra se origina en el momento en que la demanda social de productos
agrarios hace necesaria la producción en tierras de segunda calidad. A partir de allí, la diferencia entre el
producto que se obtiene en estas tierras y el que se obtiene en las mejores será abonado en concepto de
renta a los dueños de las últimas. Esto es lo que Ricardo denomina como Renta Diferencial, el único
concepto de renta que desarrolla en su obra (Ricardo, [1817] 1985).
2
Como bien explica Dussel, aquí el “precio medio” podemos entenderlo como sinónimo de precio de
producción. En cambio, aún “es un concepto ambiguo, que muestra un Marx que se va elaborando o
constituyendo histórica, genética, progresivamente” (Dussel, 1988:172).
3
Para ver las diferencias entre las teorías del valor de Marx y Ricardo, siempre es conveniente ir a los
textos originales, en particular, a El Capital de Marx y los Principios de Economía y Tributación de
Ricardo. Asimismo es recomendable la lectura de las Teorías sobre la Plusvalía de Marx, en donde el
autor alemán realiza una historia crítica del pensamiento económico de su época, dedicándole buena parte
a sus diferencias con Ricardo. También recomendamos lecturas más recientes: Dialéctica y Capital de
Robles Báez (2014) y Conocer El Capital Hoy: Usar críticamente El Capital de Juan Iñigo Carrera
(2007). Como bien señala Patrick Murray: “…el corte del que se desprende la teoría del valor en Marx es
distinto al de la teoría de Ricardo; aspecto que señala Marx desde el primer capítulo de El Capital,
Finalmente, vale la pena reponer sucintamente cuál es la concepción de la renta
diferencial (en adelante RD) en general y de la renta diferencial de tipo II (en adelante
RDII) en particular, que subyace a las distintas interpretaciones que examinaremos. En
términos generales, podemos afirmar que la valorización del capital a una tasa media de
ganancia se debe al movimiento anárquico de la competencia entre capitales
individuales, en donde se impone la tendencia a una creciente reducción del tiempo de
trabajo socialmente necesario mediante el acrecentamiento de la porción constante del
capital, que redunda en un aumento creciente de la productividad del trabajo en la
producción de las mercancías. Empero, esta tendencia choca en determinadas ramas de
la producción con los límites que las condiciones naturales le imponen a la
productividad del trabajo, como es el caso de la producción de mercancías agrarias:

“…la existencia de tierras de mejor fertilidad y/o ubicación que otras


dentro de las tierras disponibles para la producción, redunda en la
existencia de diferentes productividades del trabajo y, en
consecuencia, en distintas tasas de ganancia para una misma inversión
de capital…” (Caligaris y Pérez Trento, 2017:221)
De este modo, dado que las ganancias extraordinarias producto de una valorización por
encima de la tasa media de ganancia no están determinadas por el movimiento del
capital, sino específicamente por las particularidades de cada tierra, las mismas se
constituyen en renta de la tierra. En la medida en que se trata de una renta que surge por
la puesta en funciones de una productividad del trabajo mayor a la que rige en la
valorización media del capital, Marx la define como renta diferencial de la tierra:

“…la renta diferencial… [es] el resultado de la productividad


diferente de iguales inversiones de capital en iguales superficies de
terreno de diferente fertilidad [y/o ubicación], de tal manera que la
renta diferencial resulta … determinada por la diferencia entre el
rendimiento del capital invertido en el suelo peor … y el del capital
invertido en el suelo mejor…” (Marx, 2009:865).
Esta es la determinación más simple del fenómeno de la renta diferencial. Pero Marx, en
su análisis, descubre otras determinaciones. ¿Qué pasaría cuando se invirtiera diferentes
montos de capital sobre una misma tierra? Así, el barbudo de Tréveris descubre la
RDII, que es el resultado de la inversión de distintas escalas de capital sobre una

donde subraya la importancia (y originalidad) de la distinción entre trabajo concreto y trabajo


abstracto, Además, a este último lo caracteriza en tanto que constituye al valor como “socialmente
necesario”, describe al valor como una “sustancia social” y una “objetividad espectral” e introduce una
innovación seminal, poca veces reconocida en la economía política: el análisis de la forma-valor…”
(Murray en Robles Báez, 2014:219).
idéntica tierra. Este tipo de renta, cuando se analiza sus materializaciones, se complejiza
su determinación. Por ello, ha generado fuertes debates a raíz de las diferentes
interpretaciones que ella ha suscitado. En concreto, estas se movieron en torno la
explicación de este tipo de renta.

La interpretación clásica

La primera interpretación de la RDII, que denominaremos clásica, es la que realizan los


marxistas a pocos años de publicarse el tercer tomo de El Capital. Para esta
interpretación, la plusganancia que constituye la RDII surge de las inversiones sucesivas
de capital aplicadas a una misma tierra, siendo cada una de ellas portadora de una
productividad del trabajo inferior a la anterior. Esta inversión se frena cuando la
productividad del trabajo sea igual al precio de mercado vigente, en otras palabras, hasta
que la última inversión de capital solo arroje una tasa media de ganancia. Puesto en un
cuadro, quedaría representado de la siguiente forma:

Tabla I4

CP Q Ppi PPg RDII


100 10 10 50 400
100 5 20 50 150
100 2 50 50 0

Elaboración propia en base a Caligaris y Pérez Trento (2017)

Los primeros desarrollos de esta interpretación podemos rastrearlos en las obras de


Kautsky ([1898] 2002) y en escritos de Lenin ([1901] 1976 y [1908] 1977). Ya entrado
el siglo XX aparece en la tradición soviética a través de Lapidus y Ostrovitianov (1929)
y, en la tradición trotskista, con Mandel (1972). Cabe señalar que, incluso para los
críticos de Marx, esta interpretación de la RDII era el punto de partida; por ejemplo con
el ricardiano Diehl, quien fuera el primero que realizara una lectura pormenorizada de

4
Donde cp es el costo de producción (el capital total adelantado más la ganancia media), q es la cantidad
de producto, ppi es el precio de producción individual, ppg es el precio de producción general y rdii es la
renta de la tierra de tipo II (Caligaris y Pérez Trento, 2017)
los desarrollos de Marx en torno a la renta de la tierra a poco tiempo de la publicación
del tercer volumen de su obra cumbre (Caligaris y Pérez Trento, 2017: 223 y Caligaris,
2018).

Como bien señala Caligaris (2018), esta interpretación es bastante simple y


esquemática, en donde no existen diferencias cualitativas entre la solución propuesta por
Marx y la formulada por Ricardo. A modo de ejemplo, citamos un pasaje de la Cuestión
Agraria Kautsky:

“…Finalmente, he aquí ahora un tercer tipo de renta del suelo; […] si


puede aumentar la producción de los medios de subsistencia,
poniendo en explotación no solamente una tierra aún no cultivada sino
también mejorando la calidad de la tierra ya sometida a explotación,
por medio de un mayor empleo de trabajo, por medio de una mayor
inversión de capital […]. Si este capital adicional, invertido en un
terreno mejor, obtiene un provecho mayor del que se logra cultivando
en el terreno peor -que de cualquier manera debe ser explotado- este
mayor provecho constituye un nuevo superbeneficio, una nueva renta
de la tierra […] Supongamos que […] se realiza en el lote A una
inversión adicional de capital que duplique, por ejemplo, el capital
inicial, y que la nueva inversión no sea de la misma productividad que
el primero [de 420/3200 en vez de 450/3200], pero que sea más
productivo que la inversión en el terreno peor [de 400/3200].
Tendremos entonces: [...] La renta de A ha aumentado, por lo que
respecta a la masa total, sobre la inversión adicional A2…” (Kautsky,
[1898] 2002: 85)
En concreto, para estos autores lo único que Marx le añade a la solución de Ricardo es
una mayor precisión para la determinación de las relaciones cuantitativas en las que se
nos presenta la RDII. Por lo tanto no resulta extraño que en el periodo en donde la
interpretación clásica domina, los debates estuvieran centrados en las diferencias entre
la explicación marxiana y ricardiana de la renta absoluta.

La moderna interpretación

Esta interpretación aparece en la década de 1970 y, rápidamente, se volvió la dominante


en el espacio académico. En estos años se produce una crítica general a las
interpretaciones ricardianas de la crítica marxiana otrora dominantes, a un nivel más
general con los trabajos de Nueva Lectura de Marx (Backhaus, 1978 y Reichelt, 2009)5
y bien delimitadas, como es el caso de las versiones clásicas sobre las determinaciones
de la renta de la tierra. En estas últimas, se destacan las elaboraciones de tres autores:
Ball (1977), Flichman (1977) y Fine (1979).

Las objeciones de Ball:

Este autor argumenta que las interpretaciones precedentes cometieron el error de no


considerar las diferencias sustanciales entre las explicaciones de Marx y Ricardo en
torno a la RDII que se sustentan en, como señalamos, distintas teorías del valor. Por
ello, Ball señala que toda la cuestión pasa por cómo se calcula el valor y el precio de
producción de la mercancía agraria.

A diferencia de los desarrollos clásicos, Ball argumenta que la forma correcta de


calcular la RDII es tomar al capital total invertido en una sola unidad y no de manera
separada como en los clásicos. Así, siguiendo el ejemplo puesto en la Tabla I, nos
quedaría representado de la siguiente forma:

Tabla II: Interpretación de Ball

CP Q Ppi PPg R
300 17 17,65 50 550

Elaboración propia en base a Caligaris y Pérez Trento (2017)

Ball señala que el procedimiento encarado por los clásicos es marginalista:

“…ya que considera cada inversión adicional de capital sobre una


base incremental, en vez de tratar al total de capital invertido en cada
parcela como una totalidad", lo cual resulta de "la incapacidad de
Ricardo para salirse del chaleco de fuerza teórico de considerar sólo el
tiempo de trabajo concreto…" (Ball en Caligaris y Pérez Trento,
2017:225)

5
Para un balance crítico de la Nueva Lectura de Marx ver Starosta, G. (2017). “Fetichismo y Revolución
en la teoría marxista contemporánea: una evaluación crítica de la Neue Marx-Lektüre y el Marxismo
Abierto en clave metodológica” en Izquierdas, nº37, pp. 162-190
Sin embargo, la solución de Ball es insuficiente. Como se puede observar en las dos
tablas, la diferencia entre los dos cálculos nos arroja la misma magnitud tanto para la
masa de capital, la de ganancia y la de renta. Empero, nuestro autor explica que esta
diferencia en el cálculo es crucial, puesto que si se considera el cálculo marxista del
precio de producción, la puesta en funciones de un capital sobre una misma tierra podría
continuar hasta que el conjunto del capital arroje una ganancia media. Pero, indica Ball,
la existencia de la propiedad de la tierra impide que este proceso se realice de manera
sucesiva, ya que avanzaría sobre la renta de la tierra. Así, la renta diferencial es el eje
por el cual gira la inversión de capital y los precios de mercado en la producción
agraria.

En cambio, Caligaris y Pérez Trento critican esta solución de Ball. El cálculo sobre la
base en el capital total adelantado nos dice que, de no existir la propiedad privada sobre
la tierra, se debería invertir porciones de capital que arrojen una productividad del
trabajo menor a la que determina el precio de mercado, lo cual desde el punto de vista
del capital social global es un derroche de trabajo social. Dicho de otra forma “no tiene
sentido continuar aplicando cuotas de trabajo cada vez más improductivas sobre una
misma tierra cuando se puede alcanzar el mismo producto con cuotas de trabajo más
productivas, por ejemplo, las que se pueden aplicar sobre nuevas tierras” (Caligaris y
Pérez Trento, 2017: 227). De esta forma, Ball confunde propiedad privada sobre la
tierra con “limitación de la tierra”, cayendo en lo mismo que Lenin le marcara a
Bulgakov (Lenin, [1901] 1976).

En Flichman:

Las interpretaciones de Flichman y las de Fine (que analizaremos más adelante) son las
dominantes en la actualidad. Los que nos viene a decir Flichman es que la RDII es una
forma histórica y acotada de la RD; en otros términos, la RDII es un concepto
englobado por uno más general: el de RD. Esta posición podría resumirse de la
siguiente manera. Luego de establecer el supuesto de la inexistencia del cambio técnico,
nuestro autor presenta al capital agrario como esencialmente dividido en múltiples
partes, cada una de ellas poniéndose en acción sucesivamente hasta que el rendimiento
por unidad se iguale con el rendimiento que determina el precio de mercado, portador
de una tasa de ganancia media. Sobre esta base concluye entonces que:
“…puede ampliarse la definición de renta diferencial I formulándola
como la ganancia extraordinaria que surge por causa de la diferencia
de fertilidad entre distintas tierras simultáneamente explotadas en
forma capitalista, estando el valor comercial de los productos
agrícolas fijado por el precio de producción de la tierra peor. No
necesariamente el monto de la inversión por hectárea habrá de
coincidir en las distintas tierras, más bien resulta lógico pensar que, en
general, no coincidirá…” (Flichman, 1977: 27)
Así, el concepto de RDII queda subsumido a un gran concepto: el de RD. A raíz de esta
afirmación, el autor se ve obligado a reinterpretar el concepto de RDII. De este modo,
considerará las diferencias en la distribución del capital y el acceso al capital dinerario
entre los capitalistas agrarios por causa de la lentitud con la cual las relaciones de
producción capitalistas penetran en la producción agraria. Para justificar esto, el autor
trae a colación la referencia de que en los capítulos dedicados a la renta de la tierra en El
Capital, Marx cita muchos ejemplos de atraso relativo del capitalismo en la agricultura
(Flichman, 1977: 23). En suma, para Flichman la RDII se constituye por la
plusganancia que surge del llegar al precio de producción individual, situado éste por
debajo del precio de mercado debido a la puesta en marcha de una mayor productividad
del trabajo aplicando un capital de mayor escala al de los que rigen la producción
agraria. En concreto, la RDII es la apropiación por el terrateniente de la ganancia que
surge de la innovación técnica.

A pesar de ello, esta interpretación choca ante las siguientes objeciones: 1) como separa
al terrateniente del capitalista en dos individuos distintos, no puede explicar el proceso
de formación de la RDII cuando el capitalista y el terrateniente son la misma
personificación; 2) que la fuente de este tipo de renta no es, como en el caso de la RD,
una plusganancia que le corresponde genuinamente al propietario de la renta, sino una
que le corresponde inicialmente al capitalista y luego es "confiscada" por el
terrateniente. En este punto se pierde la raíz compartida con la RD y, en consecuencia,
el sentido de clasificarla como RDII; 3) esta interpretación implica que la tasa media de
ganancia que determina los precios de las mercancías agrarias no se determina por las
condiciones de producción del capital agrario "normal", esto es, del capital que se
"requiere" "exactamente de la misma manera que en la industria “a fin de poder
elaborar las mercancías a su precio de producción" (Marx, 2009: 903), sino por un
promedio entre la tasa de ganancia de este tipo de capital y las de los pequeños capitales
agrarios, ya que de otro modo el primero no podría obtener la ganancia extraordinaria
en cuestión. Finalmente, esta interpretación queda restringida solo a situaciones muy
concretas y particulares quedando el concepto de RD, como señala Flichman, con la
capacidad de poder dar cuenta del fenómeno de la renta en su complejidad.

En Fine:

Este autor comparte algunos puntos en común con Ball. En primer lugar, por considerar
a la propiedad de la tierra como la determinante en la formación del valor en la
agricultura y, en segundo lugar, por criticar el carácter ricardiano de la explicación
clásica. Así, el autor propone una nueva interpretación en donde se enfatiza que, en la
producción agraria, se produce una inversión sucesiva de capitales de diferentes escalas
donde, los más grandes, pueden producir una plusganancia que se constituiría en renta
de la tierra:

“…Marx deja lo suficientemente claro en varios lugares que [… la


rdii] depende de aplicaciones desiguales de capitales sobre las tierras
[…]. El significado que da a estos capitales desiguales es su distinto
tamaño como fuente de incremento de la productividad y ganancias
extraordinarias […] las ganancias extraordinarias que resultan de las
inversiones de gran escala son sólo temporariamente prerrogativa del
arrendatario capitalista, pero no por que vayan a ser erosionadas por la
competencia con otros capitalistas. En última instancia, al igual que
las ganancias extraordinarias que forman la rdi, son acumuladas por el
terrateniente bajo la forma de la rdii…” (Fine en Caligaris y Pérez
Trento, 2017: 232).
Empero, Fine debe suponer que el concepto de RDII opera en su forma pura como
“inversiones desiguales de capital sobre tierras idénticas”, por tanto, se ve forzado a
suponer que existe una oferta ilimitada de tierra de igual calidad. De esta manera le
aparece el problema sobre cómo, a partir de ese supuesto, definir cuál es el capital
normal. Su respuesta es que algunos capitales pueden ser normales para un tipo de tierra
y no para otras, lo que le vuelve a llevar a la determinación del capital rector por la peor
tierra. Pero, para seguir con su interpretación, Fine argumenta de que existe una
“determinación simultanea entre el capital normal y la peor tierra”, donde la estructura
de rentas interviene en la formación de la estructura de la acumulación de capital y esta
última, a su vez, formaría también la estructura de rentas. Coincidiendo con Caligaris
(2018), la posición de Fine se enfrenta a la imposibilidad de determinar el tamaño del
capital normal que rige en la producción agraria y por ello debe apelar a la jerga
neoclásica (vacía de contenido) de la “determinación simultánea”. Sin embargo, Fine
sostiene que su solución porta la potencialidad de poder explicar cómo se formaría la
renta en tierras donde el capital sea de baja composición orgánica, como las que
caracterizan a la renta absoluta:

“…En efecto, según esta interpretación, al quedarse con la


plusganancia que surge del aumento de la productividad del trabajo, la
propiedad de la tierra desincentiva la inversión de capital y con ello
acaba por constituirse en una barrera a la tecnificación del
capital…“(Caligaris y Pérez Trento, 2017: 233)
Como el lector sabrá considerar, esta lectura de Fine no se diferencia en lo sustancial de
la explicación de Flichman. Por tanto, le corresponden las mismas críticas que le
hicimos al mencionado autor. Por otro lado, es preciso enfatizar en algunas lecturas
problemáticas que se desprenden necesariamente de la tesis de Fine. En primer lugar, el
supuesto de la cantidad ilimitada de tierras de igual calidad niega de plano lo específico
de la producción agraria, a saber, que en ella se dispone de una cantidad limitada y
diferencial (en términos de calidad y productividad) de tierras. En segundo lugar, que
las ganancias (como se ve en la cita) solo se producen temporariamente va en contra del
concepto mismo de renta de la tierra. En tercer lugar, el desincentivo a la inversión que
resultaría de este proceso es relativo, ya que no sólo sería posible que las ganancias
extraordinarias fueran mayores que la renta pagada, sino que tal situación desaparecería
en el caso de que el capitalista y el terrateniente fueran la misma persona. En cuarto
lugar, lejos de salvar al "concepto de valor de mercado" de las contradicciones de la
economía neoclásica, esta interpretación lo deja en un completo vacío de determinación,
atrapado entre la determinación por la peor tierra y la determinación por el capital
normal. Por último, como señala Juan Iñigo Carrera (2015), la solución Fine termina
por afirmar el absurdo de que podría existir dos cánones de arriendo por la misma tierra.

La recepción de la interpretación moderna en Latinoamérica:

La moderna interpretación ha sido recibida de diferentes formas en el mundo académico


latinoamericano. Con un manifiesto rechazo (Klimovsky, 1985) o con un gran
entusiasmo (Margulis, 1979 y Kamppeter, 1983). Sin embargo, a pesar de ser omitida su
referencia a sus formuladores originales, fue tomada como la interpretación aceptada de
los desarrollos de Marx (Moreira, 1995; Farina, 2006; Balsa, 2006;
; Anino y Mercatante, 2009) y, en el caso de Astarita (2013), se produce una inversión,
a saber, que el economista argentino hace pasar a esta interpretación como clásica y a la
clásica como moderna. En este último, a partir de la noción de trabajo potenciado de
Marx, se intenta dar cuenta del origen del plusvalor que se constituye en renta de la
tierra. Astarita argumenta que sus desarrollos están respaldados por la “tradición
clásica”, sin embargo es subsidiaria de la tesis Flichman que, como vimos, considera
que la renta que va a parar a manos del terrateniente proviene de la ganancia
extraordinaria producto de la innovación tecnológica puesta en funciones en la
producción agraria.

La renta de la tierra y la especificidad de los procesos nacionales de acumulación


de capital en Latinoamérica

Todos los enfoques sobre el desarrollo capitalista en Latinoamérica coinciden en que la


especialización de la región como productora y vendedora de materias primas para el
mercado mundial es, prima facie, el contenido por el cual se desarrollaron sus procesos
de acumulación de capital. Como el capital es nacional por su forma, pero internacional
por su contenido, la determinación más simple por la cual giró la inserción de estas
economías estuvo determinada por la producción de plusvalía relativa mediante el
sistema de la maquinaria, característico de la gran industria capitalista. En contraste con
los planteos dependentistas, la determinación de los países latinoamericanos como
exportadores de mercancías portadoras de renta de la tierra no fue para satisfacer las
necesidades de los capitales totales nacionales “del centro”, sino que por la propia
dinámica del capital global mundial, su especialización como región productora de
bienes primarios es la forma concreta de la producción de plusvalía relativa a escala
mundial.

En efecto, la base material por la cual Latinoamérica participó de la primera gran


división internacional del trabajo se debe a que, en virtud de sus excepcionales
condiciones naturales para la producción primaria, permitió el desarrollo de una
productividad del trabajo superior a la media mundial. De esta manera se redujo el
tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario, hecho de manera privada e
independiente, en la producción de los medios de vida de la clase obrera mundial,
generando así, el abaratamiento del valor de la fuerza de trabajo. Sobre esta base,
podemos afirmar que el planteo de Ruy Mauro Marini (1991) de que el abaratamiento
de las mercancías primarias se produce por la inducción de los monopolios industriales
del centro, no es correcto.
Ahora bien, la inserción de Latinoamérica en los procesos globales de acumulación
encierra una contradicción. Si por un lado, el capital total mundial incrementa su
valorización gracias a la reducción del valor de la fuerza de trabajo, por el otro se ve
afectado por una sangría de la plusvalía extraída a los productores directos, ya que parte
de ella fluye hacia la clase terrateniente de los países latinoamericanos en forma de renta
de la tierra:

“…en tanto las mercancías de origen primario de la región han sido


destinadas a la exportación y entonces consumidas en el exterior (en
gran medida, en los países “centrales”), la renta de la tierra ha
constituido un aflujo internacional continuo, desde el exterior y hacia
los países de América Latina, de riqueza social extraordinaria…”
(Starosta y Steimberg, 2019: 200)
En este sentido, se observa como la tesis central que estructuró a la teoría de la
dependencia en todas sus versiones, se encuentra desmantelada ya que las mismas no
consideraron nunca el papel de la renta de la tierra. Deteniéndose en las apariencias de
supuestos “monopolios industriales”, no pudieron ver que el proceso real se produce al
revés, a saber, que el valor fluye desde los países centrales hacia los países
latinoamericanos.

En cambio el capital, como “potencia económica que lo domina todo en la sociedad


burguesa” (Marx, 2007), se vio con la necesidad de derribar esta tendencia inmanente a
través de la una “asociación contradictoria” con la clase terrateniente de los países
latinoamericanos. De este modo, Latinoamérica se transformó en un ámbito de
recuperación parcial de renta de la tierra, no por el capital total de los países centrales,
sino por el capital global mundial. Este proceso se desarrolló históricamente, de manera
contradictoria, como una unidad cuyo contenido adoptó formas concretas particulares
según cada espacio nacional de acumulación. En el caso de Argentina, con la asociación
de la clase terrateniente con el capital extranjero (principalmente británico) en el
período “agroexportador”, pero también con la llamada Industrialización por Sustitución
de Importaciones (ISI), perdurando hasta la actualidad.

Como forma necesaria, este proceso de asociación contradictoria debe producirse con la
mediación política del Estado, forma concreta del capital social global de los
respectivos espacios nacionales de acumulación:

“…Esta mediación política es necesaria para bloquear el curso


“espontáneo” de la renta de la tierra hacia los terratenientes, e
involucra una variedad de políticas públicas que intervienen en la
circulación de las mercancías portadoras de renta y, de este modo,
desvían su flujo hacia el capital industrial (en el sentido estricto
marxiano de capital que pasa en su movimiento de rotación por la
forma de productivo, lo cual incluye el que se valoriza en el sector
primario), así como a sus socios “secundarios”, el capital comercial y
el capital financiero…” (Starosta y Steimberg, 2019: 201)
Estas modalidades de transferencia de la renta de la tierra pueden actuar de manera
directa, por ejemplo mediante la sobrevaluación de la moneda nacional. Ésta permite
que el exportador reciba un precio efectivo menor al que rige en el mercado mundial,
siendo esa masa de riqueza social apropiada por el mercado cambiario y captada luego
por los capitales que importan medios de producción abaratados por la moneda
potenciada o, también, gracias a que mediante la misma la fuerza de trabajo local se
encuentra abaratada debido a la reducción del precio de las mercancías portadoras de
renta de la tierra que entran en el consumo obrero. Asimismo, esta modalidad aparece
mediante un impuesto directo, las llamadas retenciones, que gravan las exportaciones.
Por último, las transferencias de renta de manera directa tiene una expresión particular:
la fijación de precios internos anormalmente elevados de los medios de producción no
agrarios, mineros, etc., utilizados por los capitales que operan en dichas ramas del sector
primario, esto es, de precios que se encuentran por encima de los precios de producción
normales que rigen en el mercado mundial, en un contexto donde, por los mecanismos
recién vistos, los precios a los que las mercancías de origen primario circulan
internamente se sitúan por debajo de los respectivos precios internacionales. Este poder
de compra extraordinario tiene como fuente la renta de la tierra.

En cuanto a las modalidades indirectas, nos encontramos con que las políticas públicas
no constituyen un redireccionamiento de la riqueza social bajo la forma de renta de la
tierra, sino que es un primer paso en su captación, para luego, transferirlos a capitales
individuales (nacionales y extranjeros) a través del gasto público: subsidios directos a
empresas, servicios abaratados, etcétera. Esta forma particular de captación de la renta
de la tierra, ha sido especialmente atractiva para los capitales nacionales de la región,
que pueden subsistir a pesar de su falta de competitividad para reproducirse de manera
ampliada en el mercado mundial. Pero también ha sido atractivo para el capital de
origen extranjero que ha podido, gracias a los mercados altamente protegidos, valorizar
un capital fijo obsoleto respecto al que rige en la producción mundial, acumulando
capital sin la necesidad de destinar parte de la plusvalía en desarrollar las fuerzas
productivas.

Consideraciones finales

En este trabajo hemos recuperado críticamente los debates sobre la renta de la tierra, en
particular, en torno a la RDII. Luego de ubicar la problemática de la renta de la tierra en
el contexto de la crítica marxiana de la economía política, hemos reconstruido la historia
de las interpretaciones marxistas en torno a la RDII, las cuales dividimos analíticamente
en clásicas y modernas. En la primera se argumentaba que la única diferencia entre la
teoría de la renta de la tierra de Ricardo y Marx, era que en el ultimo la peor tierra si
podía producir renta; de este modo terminaban considerando que, en su contenido,
ambas teorías eran las mismas y que la potencia de la crítica marxiana radicaba en la
mayor precisión con la que esta establecían las relaciones cuantitativas. En contraste,
argumentamos que esta interpretación era esquemática y simple, motivada por una
consideración esencialmente ricardiana de la teoría del valor de la crítica marxiana.

En cuanto a las interpretaciones modernas, nos centramos en los desarrollos de Ball,


Flichman y Fine. En el primero, sus consideraciones sobre la RDII terminaban en la
inversión de que la propiedad privada sobre la tierra es esencialmente “limitación de
tierra” y que no encerraba más contenido que eso. En el segundo, se subsumía al
concepto de RDII en el más amplio de RD, restringiéndolo a la potencia de explicación
de situaciones históricamente particulares. Además, la interpretación de Flichman
separaba artificialmente al capitalista del terrateniente, quedándose sin la posibilidad de
explicar el proceso de formación de la plusganancia que se constituía en RDII cuando
un mismo individuo personifica al terrateniente y al capitalista. Por último, en el caso de
Fine, se mutilaba el concepto mismo de renta de la tierra, ya que el autor partía del
supuesto de la cantidad ilimitada de tierras y de que, en la producción agraria, los
capitales rectores obtenían ganancias extraordinarias “temporarias”. Luego, analizamos
brevemente la recepción de esta interpretación en Latinoamérica, centrándonos en la
interpretación de Astarita que, a pesar de considerar que su noción era la clásica, era
subsidiaria de la interpretación de Flichman.

A modo de cierre, explicamos la importancia que tiene la renta de la tierra para


comprender los procesos nacionales de acumulación capitalista en Latinoamérica. En
clara oposición a las teorías de la dependencia, argumentamos que la especialización de
la región como exportadoras de mercancías primarias, lejos de subordinar a los capitales
totales nacionales latinoamericanos a los “países centrales” a través de una sistemática
transferencia de valor de la “periferia al centro”, se producía el proceso inverso, a saber,
la transferencia de valor del capital total nacional que compra mercancías primarias
hacia la clase terrateniente de los países latinoamericanos bajo la forma de renta de la
tierra. Luego, explicamos el proceso por el cual el capital global mundial recupera parte
de la renta de la tierra a través de una asociación contradictoria con la clase terrateniente
bajo la forma concreta de la mediación del representante político de los capitales totales
nacionales de Latinoamérica: el Estado. Así, explicamos sucintamente las formas
concretas por las cuales se recuperaba la renta de la tierra: de forma directa, a través de
sobrevaluación del tipo de cambio e impuestos directos; y, a través de medios
indirectos, como por ejemplo el gasto público estatal transferido bajo la forma de
subsidios a los capitales individuales nacionales y extranjeros. En este sentido, dimos
cuenta como los capitales locales pueden subsistir a pesar de su falta de competitividad
en el mercado mundial y, como los capitales extranjeros, pueden valorizar un capital
fijo obsoleto en relación al que rige la producción mundial.

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