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sólo añadió un documento extraordinario (el catálogo de C u a r t a jo r n a d a

todos los libros filosóficos que circulaban, junto con los nú­
meros de pedidos a la Société Typographique de Neuchâtel, Prácticas privadas,
lo que proporciona la jerarquía de éxitos de cada uno de
espacio público
estos textos), sino que retomó también todo su argumento
para establecer o defender su posición acerca del efecto de
este tipo de literatura, que él considera muy importante, en
las rupturas prerrevolucionarias. El p o d e r d e l l ib r o

Esto me hace volver a los enfoques lingüísticos. Si bien


puede rechazarse una de sus conclusiones, que olvida a todos D a n i e l G o l d i n : Quisiera que volviéram os a la idea ingenua de

los agentes concretos que participan en la producción de qu e la difusión de las ideas se traduciría inm ediatam en te en
sentido, Darnton llama la atención sobre la inestabilidad in­ una transform ación de los lectores, controlada p or el em isor de
terna de los textos, abiertos a las interpretaciones, a las relec­ la ideas.
turas, a los usos diversos. Me parece que estamos frente a un R O G E R C h a r t i e r : Podría estudiarse de qué manera, en
problema importante, de difícil solución. Podemos utilizar, muchas comunidades de lectores, hay lecturas y textos que
del lado del texto, todo lo que sabemos ahora sobre los ju e­ definen el paradigma de la lectura. Lo que se ha hecho en los
gos paratextuales y textuales, y del lado del lector, la recons­ últimos años sobre la lectura bíblica en los protestantismos
trucción de los horizontes de expectativa propios a cada co­ (calvinismo, puritanismo, pietismo) es un ejemplo de esto.
munidad de interpretación. La lectura bíblica tiene sus reglas propias: lectura, relectura,
conocimiento de memoria, lectura compartida, articulación
entre la lectura en la casa y la lectura de la B iblia en el tem ­
plo. Todo esto define claves de lectura que se aplican a otros
textos, a otros libros, aunque no sean bíblicos ni religiosos.
Mi colega Daniel Fabre mostró cóm o en las comunidades
campesinas de los Pirineos franceses o españoles había una
concentración en el libro de magia, en el libro de secretos.1
Este tipo de libro circuló en forma impresa y definía en el
lector una relación de poder, pues manejarlo o tan sólo co­
nocerlo constituía un poder sobre la naturaleza y sobre los
demás miembros de la comunidad. Además, esta relación

1 Daniel Fabre, “Le livre et sa magie”, en Roger Chartier (coord .), Pratiques de la lecture,
Httris, Payot et Rivages, 1993, pp. 231-263.

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con semejantes textos era peligrosa pues el libro de magia o o solitaria. Es una lectura que, como hemos dicho, conduce
do secretos podía finalmente cautivar, capturar a su lector y a la escritura. Este modelo de relación con un género y unas
atarlo, vincularlo a su letra. En cierta manera, este tipo de re­ obras particulares define una nueva concepción de la lectura
lación con el libro de magia que otorga poder y es un peligro que se generaliza fuera de este género y que, en particular,
(pues finalmente es una alienación del lector) se generaliza vincula la lectura a los afectos. Cuando se lee la novela -pero
en la manera de entender la lectura. Dentro de la com uni­ también fuera de ella- hay emoción y sensibilidad: las perso­
dad, los o las que leen tienen un poder mayor sobre las cosas nas lloran, se conmueven, y esto define un paradigma gene­
que los otros; pero al mismo tiempo la lectura es siempre ral de la lectura. Cada comunidad organiza, explícita o im ­
vista en su exceso como un peligro para la mente, para el in­ plícitamente, sus prácticas de lectura y sus representaciones
dividuo, para su salud, pues fue muy común explicar la lo­ a partir de la lectura particular de un texto particular. Me pa­
cura por el exceso de lectura. Vemos cómo el libro de magia rece una idea original porque no es la descripción clásica de
y su lectura es un paradigma que define otras lecturas, otros todas las lecturas ni un análisis de las prácticas desvinculadas
libros y, finalmente, la relación con lo escrito. Éste es un tema de los textos. Es una manera de superar la cuestión de la de­
que puede verse fuera de semejante contexto. pendencia o independencia de la práctica en relación con el
El peligroso poder del libro es una constante que podemos texto, pues muestra cómo una dependencia primordial se
hallar en el Próspero de La tem pestad de Shakespeare, ya que transforma más tarde en independencia, en el sentido de que
debe arrojar al mar su libro, su único libro, para quitarle su más allá de un contenido textual portador se construye una
poder y, al mismo tiempo, para reconquistar una libertad manera de leer, una técnica de lectura, un paradigma de
humana. Es el tema de Borges en El libro de arena, donde, a libro.
la manera de Próspero, debe dejar oculto un libro, enterrán­
dolo bajo la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires, en la calle
México. Es un tema que se vincula a la idea de la relación con A c u l t u r a c ió n y a p r o p ia c ió n

un libro en particular, el libro mágico.


Otro ejemplo que podría mencionarse es el de la lectura G o l d in : M e gu sta ría q u e habla ra sobre el p o d e r a cu ltu riz a n tc
de las novelas -d e Richardson y Rousseau a Bernardin de d e la lectura , a h o ra q u e retu v e esa expresión.
Saint-Pierre y G oethe- que define un nuevo modelo de lec­ C Podemos cada uno de nosotros decir lo que en­
h a r t ie r :

tura, de relación de los lectores con los libros, y desplaza a la tendemos por aculturación. En la tradición de la antropolo­
lectura bíblica porque es también una lectura de repetición. gía cultural o de la historia antropológica francesa, la acultu­
Así, al concluir el libro debe empezarse de nuevo: el texto ya ración significa, en general, la destrucción de un antiguo sis­
es conocido por el individuo, que proyecta su vida en el texto tema de representaciones y prácticas a partir de un nuevo
incorporándolo a su existencia personal y borrando toda di­ sistema impuesto por una autoridad, cualquiera que sea. Se
ferencia entre ficción y realidad, como si los personajes fue­ hablaría de esta manera de aculturación de los medios po­
ran personas reales, sin importar si la lectura es compartida pulares a partir de las reformas religiosas, que debían anular

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todo un conjunto de prácticas y representaciones en prove­ zos, pero que funciona siempre en las relaciones culturales.
cho de una nueva normatividad de conductas y creencias. El Así, las iglesias de la Contrarreforma católica o la protestante
término aculturación, según me parece, llegó al mundo de las son aculturizantes aunque, de otra manera, son también
referencias francesas con los trabajos de Nathan Wachtel aculturadas. Hay un movimiento recíproco de aculturación
sobre la aculturación que la conquista, en su forma política que define las relaciones entre cultura popular y cultura le­
y en su forma religiosa, impuso a los antiguos sistemas de trada, eclesiástica y absolutista. Lo más apasionante es el es­
creencias y com portam ientos.2 Para el caso de México, Serge tudio de las formas, quiero subrayar, desiguales y que acultu-
Gruzinski retomó la misma perspectiva. De esta manera, la ran a unos por otros.
aculturación se define en primer térm ino como la imposi­ G o l d i n : M e parece que el térm ino apropiación anula la p o ­
ción de un nuevo sistema de representaciones que debe anu­ sibilidad de un único sentido. La apropiación com o lector se
lar y hacer desaparecer creencias y conductas antiguas. dispara o se disparará inevitablem ente hacia algún sitio que tal
Pero hay que agregar que el concepto de aculturación no vez tiene que ver con la intención p rim a ria del escritor del
fue entendido sólo en este sentido de imposición (en el caso texto, del editor, etc., o con la inestabilidad fu n dam en tal del
de Wachtel, en el de Gruzinski y en el de la religión popular), texto escrito, una vez que em piece a circular.
sino también com o aculturaciones recíprocas, si bien este úl­ C h a r t i e r : Sí, estoy de acuerdo con eso. Yo he utilizado a
timo caso no implica una igualdad en el proceso pues per­ menudo el término apropiación y a la vez he intentado dis­
siste un poder económico, político, militar y eclesiástico tinguir mi propio uso del de otros y recuperarlos; porque hay
frente a los vencidos. Por ejemplo, se llegó a decir “indios de además algunos usos clásicos. El uso a la manera de Fou-
India” o “indios de Europa”, pues en la visión de la Reforma cault: apropiación es, en el orden del discurso, la voluntad
católica existió la idea de que los campos de Europa eran por parte de una com unidad, cualquiera que sea su
otras Indias y, así, indio podía ser el campesino de Italia, de naturaleza, de establecer un monopolio sobre la formación y
España o de Francia, y no sólo los naturales de México o de circulación de discursos.3 En tal sentido, el término se refiere
Perú. Así pues, aculturación recíproca no significa igualdad, a la prohibición del acceso de los otros a un discurso m ono­
sino que el vencedor debe aceptar y negociar con lo que so­ polizado. Es una primera realidad de la apropiación y es la
brevive de la cultura derrotada, anulada, pero que no lo es definición etimológica: apropiación com o propiedad, como
nunca de manera absoluta. De esta manera, vemos cóm o en control y como monopolio. Tenemos también el sentido, casi
Europa las iglesias de la Reforma protestante o la de la C on­ inverso, de la hermenéutica de Paul Ricoeur: la actualización
trarreforma católica deben negociar con las creencias y las del texto en la lectura que se abre a la relación entre el
conductas establecidas. Es una negociación que puede ser mundo del texto, tal como lo proponen la ficción o la histo­
más o menos abierta, que puede generar equilibrios o recha­ ria, y el mundo del lector que se lo apropia (actualiza y rea­

1 Nathan Wachtel, La vision des vaincus. Les Indiens du Pérou devan t la C on qu ête espag­
nol? 15.10-1570, Paris, Gallimard, 1971, y Le retour des ancêtres. Les Indiens Urus d e Bolivie 3 M ichel Foucault, L'ordre du discours, Paris, Gallimard, 1970 (traducción al español: El
We xvie siècle. F.ssni d ’histoire régressive, Paris, Gallimard, 1990. orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1972).

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liza el texto) y lo recibe, de manera que se modifiquen m i al concepto hermenéutico de apropiación debe ir vinculado
concepción, su visión o su representación del tiempo, del in .i una visión donde la apropiación provenga de una tensión
dividuo, del sujeto.4 Para mí, se trata de la apropiación en el entre las voluntades de conquista y las voluntades de control
sentido de hacer algo con lo que se recibe. He utilizado el tei y monopolio. De este modo, se ligan el sentido de Foucault
mino en el sentido de la pluralidad de usos, de la multiplii i que atiende al aspecto de los obstáculos y las prohibicio­
dad de interpretaciones, de la diversidad de comprensión de nes- y la apropiación en el sentido que yo le doy -definida
los textos, lo que significa seguir la definición hermenéutiia ionio un uso inventivo y creador. La noción se vuelve pro­
pero con un contenido sociohistórico particular, pues en el gresiva y paulatinamente más compleja. Quizá yo pueda uti­
caso de la hermenéutica se trata de un fenómeno que es visto lizarla con más seguridad que en mis primeros ensayos,
como universal, invariable o abstracto. donde la apropiación era la manera de rechazar la tiranía de
Com o historiadores, como sociólogos o com o antropólo l.i escala social aplicada a las prácticas culturales o todos los
gos, debemos ver que cada apropiación tiene sus recursos y discursos que pensaban que, cuando hay una fuerza de acul-
sus prácticas, y que unos y otras dependen de la identid.ul luración, la gente es de inmediato aculturizada sin haber de
sociohistórica de cada comunidad y de cada lector. Pero de la por medio espacios, distancias o lugares para estas formas de
definición foucaultiana debemos mantener la idea de que apropiaciones distintas a lo que intenta imponer una autori­
este proceso de apropiación es desigual. Una crítica justa, i o dad, cualquiera que sea su naturaleza.
rrecta, contra este uso de apropiación -la de mi colega Ai
lette Farge- expresaba el riesgo de que se piense en un ¿iba
nico de apropiaciones en el que cada una sea equivalen!«' ,t I'.NTENDER LA REVO LUCIÓ N

otra, lo que conduciría a una forma de relativismo en el sen


tido cultural y, en la dimensión histórica, a la anulación <li­ ( Mil.os AGUIRRE: Volviendo a l tem a de la interpretación de la
las relaciones de dominación, a la anulación de las relacione* Revolución a partir d e la deducción y del corpus de ideas en
de poder. Para evitar eso, hay que ubicar las apropiaciones (e.vfos y en libros, contrapuesta a una interpretación que haría
dentro de las relaciones sociales que definen un mundo so hincapié en la im portancia d e las prácticas cotidianas, m e p a ­
cial particular y, a la vez, quizá deba retomarse algo del sen iree interesante observar cóm o ¡a imagen m ás fu erte de la R e­
tido foucaultiano de este término, que señala que hay siein volución es la ruptura. Es decir, algo que no necesariam ente se
pre una voluntad de monopolio, de control, de propiedad, y ¡nrvé, cam bia de m anera violenta en un tiem po muy corto; en ­
que la apropiación no se da por sí misma sino com o resnl tonces esta idea de las prácticas cotidianas se refieren a otro
tado de un conflicto, de una lucha, de una voluntad ion tiempo y a otros ritm os para explicar estos m om entos en tiem ­
frontada con otra. Así, otorgar un contenido sociohistoi n o pos muy cortos, de ruptura muy rápida. M e parece muy suge-
inite qu e esta nueva tendencia a explicar aspectos de una rup­
Paul Ricoeur, Du texte a l ’action. Essais d'herm enéutique II, París, Seuil, 19Rí>, p|< I •I
tura revolucionaria se haga a partir de conceptos que se refie­
159. Sobre la obra de Ricoeur, véase Gabriel Aranzueque (com p.), H orizontes del rehilo I .
turas y conversaciones con P aul R icoeur, Madrid, Cuaderno Gris, 1997. ren a procesos de m ás largo plazo. Es sugerente esta m an era d e

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abordar los estudios sobre la Revolución francesa y, posible­ dador que sus actores pensaron. En relación con las series de
mente, sobre las otras revoluciones. discursos que pueden analizarse, hay al menos tres situacio­
C h a r t i e r : Sí, porque hay tres realidades un tanto contra­ nes: discursos que empiezan con la Revolución, que acaban
dictorias. Lo que usted dice es que cada revolución se piensa con ella y que la abarcan. Así, ésta existe pero no como el m o­
como una era nueva. En el caso francés, esto se ilustra con el mento que tiene su duración precisa y que define una inno­
nuevo calendario, que definía una nueva era, que significaba vación particular, sino como un m omento con duraciones
una ruptura con la temporalidad, la cronología, la duración más largas que se abarcan una a otra. Vemos cómo la Revo­
antigua y, posteriormente, con todas las otras cosas: la ma­ lución puede pensarse de dos maneras, lo que conduce a una
nera de vestir, de hablar, de dirigirse al otro. Se impuso una crítica de los estudios publicados en 1989 y después, inspira­
idea de fundación radicalmente nueva, de un surgimiento dos por ejemplo en la obra de François Furet, en Francia, o
que se destaca de todo el pasado acumulado. Me parece que en la de Baker, en Estados Unidos. Ellos consideran que la
esta idea se halla presente, con diferencias, en todas las otras Revolución fue ante todo un hecho político y que significó
revoluciones. El segundo elemento es la búsqueda de los pre­ una ruptura al ser definida com o la inventora de la demo­
cursores, lo que es un poco contradictorio con la primera cracia, sin practicarla realmente, y de los derechos humanos
idea: constituir en este pasado rechazado lo que la revolución de igualdad cívica, jurídica y política de los individuos.6 Es
inició. A la vez hay una diferencia radical, un surgimiento in­ algo real e importante, y quizá la herencia de la Revolución
discutible. Además, en el pasado anulado y borrado hay ele­ en el mundo contemporáneo se vincula a estas dos invencio­
mentos que perfilan al evento mismo. Y hay una tercera rea­ nes. Pero, por otro laclo, no me parece una razón suficiente
lidad: desde un punto de vista analítico, la Revolución m an­ para escribir la historia de la Revolución en el lenguaje de sus
tiene una vinculación particular con la evolución histórica actores, quienes pensaban que habían establecido una rup­
de las prácticas y de los discursos. Aquí podemos seguir lo tura total, definida por su contenido político, con el Antiguo
que hizo Foucault con el tema de la Revolución en sus libros. Régimen.
¿Por qué la Revolución está presente en cada uno de ellos? Por último, el retorno a una historia de lo político, a la
Porque en El nacim iento de la clínica, en Vigilar y castigar, en manera de Furet, consiste en reproducir la conciencia misma
H istoria de la locura en la época clásica y en La arqueología del de los individuos de la Revolución, que pensaron que con la
saber, la Revolución es atravesada por los discursos que tie­ transformación política se podía cambiar la sociedad y el in­
nen su origen en la Revolución, mientras que otros desapa­ dividuo y no únicamente lo político. Era una refundación
recen y otros más ni siquiera son afectados por ella.5 Tene­ absoluta del régimen político de la sociedad y del individuo;
mos aquí una multiplicidad de situaciones que no permiten así lo creyeron, y actuaron para hacerlo posible. Pero vol­
precisamente decir que la Revolución sea el momento fun- viendo a la pregunta de cóm o pensaba y ubicaba Foucault a

5 Véase Roger Chartier, "La quimera del origen. Foucault, la Ilustración y la Revolución 6 François Furet, La révolution: 1770-1880, Paris, Hachette, 1988, y Keith Michael Baker,
francesa”, en Escribir las prácticas. Foucault, De C erteau, M arín, Buenos Aires, Manantial, Inventing the French Revolution. Essays on French P olitical Culture in the Eighteenth Century,
1996, pp. 14-54. Cambridge, Cambridge University Press, 1990.

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la Revolución en sus libros, es claro que esta visión de rup­ de las exclusiones recíprocas y progresivas de un partido por
tura, que debe estudiarse com o tal (pues inspiró tales com ­ otro hasta el Terror del año II. Puede discutirse este diagnós­
portamientos), es sólo una cara de la Revolución. Existen las tico, pero me parece que establece una continuidad: la Revo­
otras visiones que la sitúan en continuidades de largo plazo, lución sería la expresión política del funcionamiento socio-
que finalmente abarcan a la Revolución en un movimiento, cultural de las sociedades de pensamiento. No quiero entrar
en un proceso de más larga duración. Lo irónico es que sea en el problema de saber qué diagnóstico es el adecuado, el de
Furet quien ejemplifique de manera más intensa ese retorno Tocqueville o el de Cochin; sin embargo en ambas perspecti­
a lo político, a la interpretación de la Revolución en el sen­ vas la Revolución es abarcada por una duración más amplia,
tido de la reproducción de los pensamientos de los actores en más larga. Al leer a Furet me parece contradictorio retornar
torno a los hechos, mientras que, en un libro anterior, Pensar a la historia política que supone necesariamente que lo polí­
la Revolución francesa, hacía hincapié en dos autores que de­ tico transforma al mundo y, al mismo tiempo, hacer hinca­
finen particularmente a la Revolución como una continui­ pié en autores que subrayan casi lo contrario: las continui­
dad y no como una innovación.7 Por un lado, Tocqueville, dades en que se ubica la Revolución.
quien veía en la Revolución la forma última del proceso de Este debate me parece interesante porque tiene dimensio­
centralización del Estado, que comenzó con la monarquía. nes metodológicas: cómo puede y debe establecerse la di­
De acuerdo con la obra de Tocqueville, en la conciencia re­ mensión política en la historia sociocultural, que es la que
volucionaria hay ilusión en la medida en que aquélla piensa más nos interesa, pero sin reducirla a una historia de lo polí­
establecer una ruptura en el momento en que se despliega un tico, que significa la historia de las teorías y las instituciones
proceso continuo. Lo mismo sucede con el otro autor en que políticas (que traducen estas teorías políticas) y, en cierta me­
se apoyó Furet, Augustin Cochin, quien decía que el Terror dida, de las prácticas políticas. Sin embargo, me parece que
jacobino, robespierrista, del año II, tiene sus raíces en el fun­ esta definición ofrece una dimensión muy estrecha. Observo
cionamiento de las logias, de las academias, de las sociedades que las dimensiones de lo político deben reintroducirse en la
de pensamiento del siglo xvm, porque en todas estas socie­ historia cultural de otra manera. Lo veo -co n ayuda de Fou­
dades (muy pacíficas) existía la idea del consenso así como la cault- en el tema de los poderes, lo que él llamaba la microf'i-
imposibilidad de organizar prácticas para aceptar las dife­ sica del poder, que era el estudio de la dispersión de las rela­
rencias de opinión en la medida en que funcionaban con l.i ciones de poder dentro de la sociedad en su conjunto. Lo veo
idea de un consenso universal de sus miembros. Era una ma­ a la manera de Norbert Elias, un tanto complementaria, ia
nera de inventar un régimen político donde no hay lugar, cual consiste en pensar que la forma de ejercicio del poder
institución o posibilidad para la diferencia, la discusión. Yo central supone condiciones sociales para su posibilidad a la
creo que es lo que se ha traducido en la Revolución a través vez que produce nuevas configuraciones sociales. Por ejem ­
plo la sociedad cortesana, gracias a un poder absoluto, nece­
sita de una sociedad de este tipo para mantener el equilibrio
7 François Furet, Penser la R évolution fra n ç a ise, París, Gallimard, 1978 (traducción al o
paflnl: Pensar la R evolución fran cesa , Barcelona, Petrel, 1980) de tensiones entre los grupos dominantes que se anulan en

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sus oposiciones pero que deben sostenerse para existir. Ésta es C h a r t i e r : La revolución y la lectura. Por un lado, tenemos

la condición misma para la reproducción del poder absolu­ desplazamientos en las prácticas de lectura a lo largo del
tista. Las configuraciones sociales, constituidas a partir de un siglo x v i i i , que abarcan las prácticas revolucionarias. Se trata
ejercicio específico del poder, imponen nuevas normas y re­ del tipo de lectura más extensiva, que es una lectura más crí­
glas de comportamiento individual. Precisamente es dentro tica, que acumula los textos efímeros, que está directamente
de la sociedad cortesana donde se inventa una nueva raciona­ vinculada a lo cotidiano de los cambios políticos. Este m o­
lidad que, según Elias, define una nueva economía de la psi­ delo de lectura, establecido por lo menos en las ciudades a
que, una nueva estructura de la personalidad que, a través de partir del crecimiento de la producción impresa, no significa
un proceso de divulgación y apropiación, transforma más únicamente la producción del libro sino también la circula­
tarde a la sociedad en su conjunto.8 Me parece que estas dos ción de panfletos y libelos, y se vincula a los lugares de la so­
perspectivas son complementarias: la que hace hincapié, con ciedad donde los textos son leídos - y pienso que Darnton
Elias, en la forma de ejercicio del poder central, y la que, con tiene razón al hacer hincapié en los clubes, cafés, plazas pú­
Foucault, disemina las relaciones de poder dentro de todas y blicas y jardines. Tenemos entonces un modelo prerrevolu-
cada una de las configuraciones sociales. Esto me parece cionario que va a ser utilizado y desarrollado durante la Re­
mucho más innovador, mucho más complejo y pertinente volución; es una manera de ver cóm o se instala la Revolución
que ese retorno a lo político, tal como lo hemos visto en Fran­ en una duración más amplia.
cia y fuera de Francia en los últimos años. Por otro lado, tenemos por diversas razones a la Revolu­
ción com o innovadora en el campo de las prácticas de lec­
tura. La primera de estas razones es que cada revolución,
La l e c t u r a r e v o l u c io n a d a desde la inglesa del siglo xvn, ha construido la referencia a lo
escrito com o una identificación del gesto revolucionario: la
A g u ir r e : Pienso en este tiem po de m ayor duración de la revo­ alfabetización, la confianza en la palabra impresa, la trans­
lución, y -v olvien do otra vez a l lugar q u e ocupan las ideas y la misión de lo escrito, etc., lo cual define para cada revolución
lectu ra- ya se plan tea de una m an era más específica: la rela­ una ideología de lo escrito. Y en cuanto a las revoluciones del
ción entre las m aneras d e leer, que se transform an, y la m anera siglo X X , un ejemplo de esto podría ser la idea de que la re­
en que las prácticas cotidianas im pactan más que las exposi­ volución es ante todo una aculturación en un doble sentido:
ciones críticas y de denuncia propuestas p o r los libros filosó fi­ impone una nueva ideología en lugar de las viejas creencias
cos. ¿No habría que p o n er el acento en las transform aciones que y comportamientos, y es una aculturación que permitirá a
m odifican profu n dam en te las m aneras de leer? los más humildes, a los más pobres, a los más numerosos, ac­
ceder a la cultura. A esto se vincula la invención de nuevas
* Norberl Elias, Ü ber d en Prozess d e r Z ivilisation. Soziogenetische un d psychogenetische prácticas de lectura o de un nuevo contenido impuesto a las
Untersuchungen, Basilea, Haus zum Falken, 1933 (reeditada por Suhrkamp, Francfurt, 1978 antiguas. Durante la Revolución, por ejemplo, la lectura en
(traducción al español: El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéti-
k i s , M éxico y Madrid, Fondo de Cultura Económ ica, 1987; 2a ed, 1989). voz alta, tanto en los clubes como en las secciones políticas

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ilc las ciudades o en los campos, sirve a la propaganda o a la se deba a una revolución en el registro literario. Pienso en dos
uculturación revolucionarias. Todas estas lecturas del siglo elem entos: la incorporación del espacio urbano en la literatura,
x v i i i en las plazas públicas se regularizan y son vehículos y el em pleo de la crónica y el ensayo en los nuevos m edios de di­
normales de difusión de textos, de las asambleas de gobierno, fusión, com o los periódicos. El cam bio en la figura del autor des­
de las noticias periodísticas, que constituyen intentos de en­ plaza tam bién el cam bio en el ejercicio de la lectura. No conozco
señanza entre el pueblo. Tenemos pues la práctica de la lec­ com o quisiera el caso de Francia, pero en la literatura inglesa
tura en voz alta como mediación revolucionaria. esto es muy claro con Joseph Addison y Richard Steele, a prin ci­
Tenemos también la “revolucionarización” de los géneros pios del XVIII, cuyo vuelo recupera en España la Ilustración es­
tradicionales. En el caso francés, el almanaque, el catecismo, pañ ola a m ediados del mismo siglo, hasta llegar a M éxico a
etc., donde éstos adquieren una forma revolucionaria y se principios del XIX. H ay un juego interesante en la traducción de
convierten en los soportes, en los vehículos de un mensaje The Spectator al español, pues pasa a ser El Pensador en Es­
que utiliza una forma clásica para diseminar un contenido p añ a y, m ás tarde, José Joaquín Fernández de Lizardi, en Nueva
nuevo, que es otra realidad de la Revolución y de la lectura. España, se lo apropia y lo convierte en El Pensador Mexicano
A la vez, debemos pensar que desde el punto de vista de un retom ando las ideas que ventilaron en España escritores com o
paradigma de lectura, la Revolución francesa se ubica en los José Cadalso o Jerónim o Feijoo, autores que pensaban en voz
cambios previos del siglo x v i i i que dieron un nuevo modelo alta los asuntos m ás inm ediatos a la vida en sociedad.
a la lectura; y, por otro lado, como sucedió en las otras revo­ C h a r t i e r : Podemos reforzar estas reflexiones con dos ele­
luciones, la Revolución inventa prácticas de lectura, géneros mentos: la ciudad como objeto de la literatura y, a la vez,
textuales y editoriales, y da una centralidad a su pensamiento como el lugar donde circulan los textos. Y la figura de la cual
y una actualización a lo escrito. Es otra manera de ser here­ hablan los textos podría verificarse en las listas de nuestro
dera del siglo x v i i i porque, com o ya dijimos en el caso de amigo Darnton, pues uno de los libros más difundidos en el
Condorcet, la idea de la imprenta de Gutemberg como fun­ siglo x v i i i es el Tablean de Paris de Louis-Sébastien Mercier,
dadora de la modernidad es una idea muy difundida en el obra que pertenece a este género de descripción ciudadana
siglo x v i i i , cuando el alfabeto y la imprenta eran considera­ de los lugares, las prácticas y las sociedades, y que expresa
dos como los dos momentos clave de la evolución de la hu­ una dimensión crítica; razón por la cual fue una obra prohi­
manidad. Tenemos también el culto o las fiestas durante la bida y publicada fuera de Francia e introducida clandestina­
Revolución, que celebran a Gutemberg. Hay una forma de mente. En cuanto a la segunda reflexión, me parece que es
reverenciarlo, y éste sería un tema interesante de investigación. interesante, en el caso de The Spectator o The Taller de Addi­
A n t o n io S a b o r it : En cuanto a las prácticas de lectura en el son y Steele, la relación con las formas de sociabilidad. Usted
siglo x v iii , y a l a lectura com o m otor o generador del cam bio re­ mencionó la educación del público a partir del periódico,
volucionario, creo que tam bién deberíam os incluir los cam bios pero en este caso hay una vinculación estrecha entre los co-
en el registro y en el gusto literarios del siglo x v iii . Porque si bien ffee-hou ses y los periódicos The Spectator o The Taller, ya sea
hay una revolución en la lectura, no descarto que su realización porque el periódico publica discusiones, imaginarias o rea-

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los, que se desarrollan en el café o porque el contenido del un lado, la opinión pública identificada con las s o c i a b i l u l a
periódico alimenta las discusiones que tienen lugar en los des particulares del salón, del café, del club, de la sociedad li
cafés. Hay estudios recientes sobre los co ffee-h ou ses en Ingla­ teraria, de la logia masónica, o con lugares más i n f o r m a l e s
terra que han demostrado dos o tres cosas importantes en como la plaza pública o el jardín, temas que han estudiado
relación con nuestro tema. Por un lado, el hecho de que estos tanto Arlette Farge, en sus formas más populares, como
cafés nacieron a mediados del siglo xvil; que no son única­ Darnton, en sus formas más letradas. Corresponde a la idea
mente de Londres sino también de las provincias; que cuen­ de opinión pública que Jürgen Habermas retomó en su libro
tan con una participación y una presencia de mujeres (y por sobre los espacios públicos y la publicidad: el espacio público
tanto, no son sociedades exclusivamente masculinas), y que, a partir de las formas y lugares de la sociabilidad.10 Esto in­
a lo largo del siglo xvm se observa un rechazo de ellos. Este cluye, como usted lo ha señalado, el periódico como un
rechazo se basa en una referencia a un elemento de la cultura lugar; no como un lugar propiamente dicho pero sí como un
nacional inglesa, la taberna, com o el lugar donde se bebe cer­ elemento que se vincula a otros lugares y que funciona como
veza, contrapuesta al café, pues en aquélla se observan los va­ una forma de comunicación entre ellos. Por otra parte, tene­
lores vinculados a una cultura masculina y en éste se da la mos la definición más abstracta de la opinión pública, no
presencia femenina, con reminiscencias de un ámbito des­ como una serie de lugares particulares, sino como un con­
vinculado de la cultura de la cerveza.9 El café se asienta como cepto, como una noción: la opinión pública a la que el autor
un espacio público que vincula muy estrechamente la publi­ debe dirigirse cuando se escribe un texto en el siglo xvm, que
cación impresa y la conversación o la discusión. Y el caso de define un espacio abstracto de la circulación de lo escrito
T h e S p ecta to r es pertinente porque en él vemos muchas refe­ entre personas que no se unen, que no participan en la
rencias de este tipo. misma sociedad, pero que en privado, al leer o al escribir en
su esfera privada, se comunican entre sí a través de la circu­
lación de lo impreso.
D e f in ic io n e s d e la o p in ió n p ú b l ic a Me parece que las dos realidades deben vincularse y no
oponerse, ni constituir una oposición radical entre las ideas
S aü ORIT: D esea ría te n e r p re s e n te q u e tanto esta fo r m a d e lec­ y la sociabilidad. Creo que las formas de sociabilidad que de­
tura co m o lo q u e se lee se re fiere n a los p ro b lem a s d e u n a colec­ finen un espacio público funcionan a partir de la idea que
tivida d m ás o m en o s n u ev a y m á s o m en o s im a g in a d a en el cada uno de sus miembros tiene de la opinión pública como
siglo x v m . entidad abstracta, como tribuna, como instancia de juicio a
C De manera más general, necesitamos articular
h a r t ie r :

dos definiciones de la opinión pública para el siglo xvm. Por 10 Arlette Farge, Dire et m al dire. L'opinion p u bliqu e a u xvuie siècle, Paris, Seuil, 1992; Ro­
bert D arnton, Édition et S édition. L’univers de la littérature clandestine au siècle, Paris, Galli
mard, 1 9 9 1 ,y Forbidden Best-Sellers o f the P re-R evolution ary F rance, NuevaYorky Londres,
* Steve Pincus, '“Coffee Politicians Does Make’. Coffehouses and Restoration Political W. W. Norton & Company, 1995; Jürgen Habermas, S truktu rw andel der Ö ffentlichkeit, Nru
Culture", The / ou rn al o f M odern H istory, vol. 67, num. 4, diciem bre de 1995, pp. 807-834. wied, Hermann Luchterhand, 1962.

172 173
Il

la vez que como justificación, en la medida en que hay per­ sí encontram os que en prim er lugar está un individuo. Por
sonas que compiten para ser los portadores. Hay aquí un ejem plo, en la reconstrucción de Addisoti y Steele el núcleo es
tema fundamental con el siguiente planteamiento: de una un personaje, y m uchas veces el propio cronista habla en p ri­
parte, un periódico define un espacio abstracto de opinión m era persona y describe lo que ve; en otros casos, se trata de un
publica porque circula y cada quien puede leerlo en su esfera person aje ficticio que diserta o reconstruye la opinión, las a t­
privada; por otra, porque se vincula a formas específicas de m ósferas - e l que o p in a-, y esto fo rm a una opinión pública. En
sociabilidad. Es una manera de superar lo que hemos visto el xix la práctica será escribir textos en los que la m ano del cro­
en los últimos años, la oposición entre los historiadores inte­ nista no asom e necesariam ente en ellos; son textos escritos en
resados en las existencias concretas, a la manera de Darnton prim era persona con la com plicidad de la tercera persona.
o de Farge, y los que investigan conceptos, nociones, ideas. C h a r t i e r : S u reflexión es muy kantiana porque en esta
Me parece que debemos superar esta división y vincular la perspectiva hay únicamente la constitución de una esfera
definición inmaterial y abstracta de opinión pública con las privada, y la existencia se identifica en este caso con el pro­
sociabilidades particulares en que se expresa. Ello quizá ceso de individualización, el cual permite la construcción de
ayude a superar una distinción, que ahora no tiene mucho un espacio público. Como lo dice el texto “¿Qué es la Ilus­
sentido, entre historia intelectual de las ideas e historia so­ tración?”, de Kant, es el uso público de la razón por personas
ciocultural de las formas y lugares de sociabilidad. Es un privadas, y “personas privadas” significa individuos en su
gran desafío, pero ahora existe una tendencia en la historio­ privacidad, no en conjuntos. Hay una vinculación estrecha
grafía italiana, cuyo tema es el Iluminismo a partir de la obra con las líneas que Philippe Aries siguió al subrayar la inven­
de Franco Venturi, que hace hincapié en las ideas, en los con­ ción de una esfera privada de existencia, una de cuyas formas
ceptos, en la filosofía, pero abriéndose hacia una dimensión era la individualización (el individuo solitario, que lee en si­
sociocultural fuerte.11 Por lo demás, no puede hacerse una lencio en su privada) y otra la constitución de una opinión
historia de las formas de sociabilidad, de las sociedades par­ y un espacio públicos a partir de las prácticas o las experien­
ticulares, sin tomar en consideración los conceptos abstrac­ cias escritas por los individuos singulares y aislados. Así, el
tos o las nociones, que son referencia de las prácticas cultu­ proceso de invención de la privacidad es condición de una
rales. De esta manera, inventamos quizá un nuevo espacio nueva definición de lo público. Este texto de Kant añade algo
que, a partir del encuentro entre el texto, el libro y la lectura, apasionante: cuando la gente tiene un puesto oficial como
define un campo más amplio: el de una historia cultural y a administrador, como sujeto de un Estado o como miembro
la vez intelectual. de una Iglesia, Kant califica el uso de la razón que puede ha­
S a b o r it : N o deja de ser paradójico que este espacio de op i­ cerse en estas situaciones como privado, lo que es paradójico
nión pública sea la construcción de textos escritos en los que la pues para nosotros una Iglesia, un Estado o un cargo oficial
voz narrativa no se descubre. En el siglo xvill, p o r el contrario, son instancias públicas, y Kant dice privado porque se trata
de familias, de comunidades, de entidades particulares, las
11 Franco Venturi, Settecento riform atores, Turin, Giulio Einaudi, 5 vols., 1969-1990. cuales no dan una idea de figura universal. Kant no habla en

174 175
ese texto de las sociedades de pensamiento, de los salones, de circulación de lo escrito se mantiene en relación con la cir­
los clubes ni de los cafés pues éstos reproducen una realidad culación de los objetos impresos, y ahora con los textos elec­
fragmentada, segmentada de la universalidad. La única fi­ trónicos. El problema consiste en saber cóm o se ubican estas
gura posible de la universalidad que define lo público en su redes electrónicas en el mundo actual, si reforzarán esta ho­
sentido nuevo es la circulación textual, que se apoya en la mogeneidad y esta virtualidad de universalidad o si reforza­
privacía de cada uno pero que define una red de intercam ­ rán las comunidades particulares, los desfases entre las situa­
bios de ideas, juicios y críticas. Y es así porque finalmente la ciones nacionales, las distancias dentro de una misma socie­
Ilustración es en este sentido un proceso, un movimiento y dad; es decir, si van a actuar como medios divisorios y no
no una realidad. Quizás en francés Lum ières da una idea fija como medios universalizadores.
del concepto, mientras que el término alemán Aufklärung de­
fine más bien un proceso, porque este proceso debe unir la
definición abstracta del espacio en que cada uno puede ac­ D e l a d e s c r ip c ió n d e l p r e s e n t e a la in v e n c ió n d e l f u t u r o

tuar como sabio y como lector con la realidad social. El pro­


ceso de la Ilustración, pensaba Kant, acabará cuando la enti­ G o l o i n : Para volver a este paralelism o entre la revolución de la

dad abstracta, filosófica, de una opinión pública en que cada lectura en el siglo x v illy el m om ento actual, en el xvin se da a la
uno actúa com o crítico, sea adecuada o igual a la realidad so­ diversidad de lo escrito y de las lecturas un determ inado papel
cial del universo; cuando efectivamente cada persona, con las en el surgimiento de una cultura crítica. ¿Cóm o ve usted esta di­
capacidades de lectura y de escritura, con la capacidad de ac­ versidad de lo escrito? ¿Cree que fo rm a una cultura crítica?
tuar en una dimensión crítica, pueda hacerlo. Y el proceso de C h a r t i e r : Hemos mencionado la situación en que nuestra
la Ilustración se daría cuando el público sea el pueblo o relación con un texto literario puede ser subjetiva o estética,
cuando el pueblo sea el público en la dimensión de cada Es­ sin preocuparnos por las condiciones de producción, circula­
tado y, finalmente, en la dimensión universal. Es un tema ción e interpretación del texto en su tiempo, situación dife­
apasionante porque vincula la privacidad como condición rente al momento mismo de la invención (que es nuestra
del nuevo espacio público, en tanto que la visión tradicio­ aportación al texto a partir de lo que somos, pensamos y sen­
nal del público como perteneciente a la esfera del ejercicio timos) y que no es una forma de relación con el texto como
del poder real no suponía, de ninguna manera, al individuo la del crítico literario ni la del historiador cuando intentan re­
singular actuando en su privacidad. construir la ubicación del texto en su mundo propio. Son dos
Es una gran lección para el presente y para la construcción cosas que no van necesariamente a la par, razón por la que
de un nuevo espacio público. Ahora contamos con un medio cité aquel texto de Contreras Soto que narra las dos relacio­
que permite a cada persona actuar de manera crítica. Con las nes posibles con un mismo texto. Ahora nos sucede más o
redes electrónicas cada uno podría enviar a los otros sus opi­ menos lo mismo. Por un lado, como observador sociológico
niones y propuestas, y al mismo tiempo recibir las de los que intenta dar un enfoque a nuestra sociedad, es importante
demás. Así, en Kant el sueño de universalidad a través de la subrayar que, contra los discursos más habituales, que la­

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mentan la pérdida de una edad de oro de la lectura y del libro nuestro mundo. Por otra parte, son textos que, por encima de
y afirman que ya no se lee o que los libros existen únicamente su objeto particular (investigación histórica, descripción et­
para la minoría, debe decirse que existen múltiples prácticas nológica, encuesta sociológica), proponen a los lectores ins­
de lectura que no son necesariamente prácticas cultas, o pro­ trumentos, herramientas críticas, maneras de ver, de pensar,
fesionales, o “legítimas”; que hay muchos textos, libros o im ­ de situarse, que, esperemos, van a permitir a ellos o a ellas
presos que no se definen a partir de un contenido filosófico, tomar una distancia en relación con lo más habitual, obliga­
literario o científico, y que estas prácticas se apropian de la torio y espontáneo. Era la idea de Foucault: destruir lo que se
cultura textual impresa disponible en los puestos de periódi­ hace y se piensa espontáneamente, poner una distancia nece­
cos, revistas y textos útiles. Contra toda la nostalgia de una saria. Me parece fundamental la entrada de nuestros contem ­
edad de oro, real o imaginaria, hay que medir, analizar y en­ poráneos en este mundo cultural que ofrece una densidad de
tender el conjunto de estas prácticas de lectura y de estos tex­ reflexión o que propone estos instrumentos críticos; pero no
tos que no son precisamente lo que se llama literatura. Hay deben confundirse los dos niveles, pues a menudo nos llevan
que dejar atrás la nostalgia (literaria o política) y atender el a juzgar las prácticas del presente a partir de esta expectativa
hecho de que ahora se lee más que antes, sin olvidar que la legítima de difusión en torno a los instrumentos críticos o de
producción de textos impresos es más importante hoy que a acceso a las obras más densas.
comienzos del siglo XX. Se impone un modelo de texto, de libro y de lectura que
Éste es un punto de vista neutro que analiza, describe. Pero necesariamente va a concluir en que estamos frente a una te­
desde el punto de vista ilustrado, y no meramente científico, la rrible decadencia. Para recuperar el proyecto ilustrado que
pregunta sería: ¿cómo puede construirse un espacio público a compartimos, es indispensable establecer un diagnóstico ob­
la manera del siglo xvm en nuestra sociedad? Aquí cambiamos jetivo y neutro de las prácticas del presente. A partir de estas
de registro y de nivel. Pensemos, en primer lugar, que dotar de prácticas, cambiando de registro, podremos ver si son un obs­
instrumentos críticos a los lectores es algo necesario e impor­ táculo o un apoyo para llegar a una sociedad democrática,
tante (yo también lo pienso), pero debemos hacer notar que lo crítica, en la cual cada quien pueda actuar con cierta distan­
asumimos de manera un tanto voluntaria, un poco como una cia o con las restricciones necesarias. Me parece que aquí hay
ideología; y, por otro lado, recordemos que algunos textos per­ una distinción absolutamente esencial. Somos a la vez indivi­
miten esta actividad crítica de manera más aguda que otros y duos que intentan dar cuenta de lo que sucede en nuestro
que, para nosotros, estos textos son los que constituyen un mundo, o en el pasado, o en otras sociedades, y ciudadanos
denso patrimonio de referencias literarias y culturales que con una perspectiva de la sociedad, de lo que podría ser un
ayuda a pensar, que permite al individuo situarse en relación futuro menos malo que el presente. Es difícil articular esta
con los otros, con el mundo, con la naturaleza, con la trascen­ doble identidad que estamos obligados a controlar, porque si
dencia, y que es el soporte de la actividad crítica. hay una confusión entre una y otra identidades se produce
Hay dos tipos de textos fundamentales: los que enriquecen inmediatamente el discurso nostálgico, melancólico, de la
la vida y los que permiten reevaluar y ver de manera distinta edad de oro perdida y de la decadencia universal. Por otro

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lado, si se mantiene únicamente un registro descriptivo de las Desde esta perspectiva de la circulación de lo escrito, sería inte­
prácticas, se corre el riesgo de un relativismo cultural que de­ resante contrastar las oposiciones entre el libro y el periódico.
bilitará cualquier forma de intervención dentro de la socie­ C h a r t i e r : Me parece que el hecho es verdadero, pero es un

dad, como si todo fuera equivalente. proceso en el que hay una emancipación del periódico en re­
G o l d in : M e p a re c e q u e todos co m p a rtim o s un proyecto así, lación con el libro. Los primeros periódicos de los siglos xvn
en el q u e se co m b in e n el análisis y la d escrip ció n p a ra p ro c u ra r y xvm se diferencian apenas de los libros porque pueden ser
un p resen te m u c h o m ás habita ble. encuadernados de la misma manera que un libro y no están
C Pienso que no es por azar. Foucault tenía una re­
h a r t ie r : vinculados a la actualidad, con excepción de las suscripciones
lación particular con el citado texto de Kant “¿Qué es la Ilus­ de los diarios, si recordamos el sentido etimológico de la pa­
tración?”, y lo comentó dos o tres veces en sus cursos, según labra diario, journal. En el siglo xvm, si bien se mantienen
dijo en una entrevista. Al parecer vivimos un momento en estos elementos de dependencia, se inventa un nuevo perió­
que la filosofía es filosofía del presente, que tiene al presente dico, que quizá lo es más por el contenido textual que por la
como objeto de reflexión filosófica, lo que es curioso porque forma material. Hay otra relación entre el periódico y el acon­
¿cómo imaginar una distancia más grande entre una práctica tecimiento que va a distanciar al periódico del libro, pero la
filosófico-histórica de la discontinuidad, a la manera de Fou­ evolución que usted describe me parece hallar su realidad
cault, y las críticas kantianas que definen las condiciones uni­ más profunda en el siglo xix. Y en el caso de Francia hay dos
versales de posibilidad del conocimiento o del juicio estético? etapas. En el decenio de 1840 baja el precio del periódico, que
Parecen dos mundos completamente opuestos. definía hasta ese momento a una sociedad de lectores muy
restringida y que adquiere nuevas formas, por ejemplo con la
publicación de los feuilletons. Pero las innovaciones de esa dé­
I n v e n c ió n d e l p e r ió d ic o cada se ven fuertemente limitadas porque incluso con la re­
ducción del precio tenemos a un público restringido. El se­
A guirre : La circulación de lo escrito en el siglo xvill está espe­ gundo momento, el de la verdadera evolución del periódico,
cialm ente relacionada con los diarios, los periódicos y las fo r ­ ocurrió en el decenio de 1860, con la compra por número,
mas de sociabilidad que ellos suponen. Al hablar de la circula­ que permitió la difusión en todo el país gracias al correo o al
ción de lo escrito, se hom ogeinizan objetos diferentes: libros y ferrocarril, y con la invención del formato grande de los pe­
periódicos, con form a s asociadas de sociabilidad, igualm ente riódicos o diarios, que ya se vinculan a la actualidad, no sólo
distintas. Por ejem plo, en los periódicos se exponen opiniones política sino también de la vida cotidiana. Antes de ello, surge
que se com parten y debaten en un café; m ás tarde, pueden a p a ­ el episodio revolucionario, que es un momento en que se
recer escritas en diarios que, a su vez, pueden dar lugar a p o lé­ multiplican los periódicos, si bien con una vida muy breve, y
micas públicas. Este fen óm en o se generaliza en M éxico, espe­ que desaparecen al mismo ritm o que se publican. Pero des­
cialm ente en el siglo xix, en lo que se conoció com o folletines, pués de la Revolución, con el Imperio, se restablece un tanto
donde hay abundantes polém icas entre diferentes autores. la situación anterior. Y si bien las formas impresas pertenecen

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¡i una estructura global idéntica, sus diferencias han aumen­ aquí el contenido es más importante que la forma, el conte­
tado con el tiempo. Así, la imposición del formato del libro en nido en su relación con esta impaciencia de los aconteci­
toda la cultura impresa de los siglos XVI y X V II, e incluso con mientos y la impaciencia de los lectores también.
los primeros periódicos, va a reducirse en el siglo x i x . Aquí A naya : Aunque hay un reflejo del m undo del libro, de lo que
hay una notable diversificación de la producción. le pasa al libro en su relación con los lectores. Ocurre en los su­
J e s ú s A naya R o siq u e : Una cosa interesante es que a partir plem entos culturales de los periódicos, del Times, de Le
del éxito de los periódicos en la segunda m itad del siglo xix, el Monde, del New York Times, o de los nuestros en M éxico. El
cam bio notable tiene que ver con todos los elem entos que usted m undo del libro se convierte en un m om ento de reflexión y de
citó, y las innovaciones técnicas van a estar muy aceleradas por com entario en esas secciones de los diarios.
la necesidad d e tener periódicos con linotipos y prensas d e gran­ C h a r t i e r : Exactamente, pero voy a dar un ejemplo. Aun­
des tirajes. Todas esas innovaciones técnicas que se van prod u ­ que yo escribo para Le M onde, nunca he conservado las se­
cir en función de la necesidad de tener periódicos de otro tipo, ries o los suplementos de Le M onde como conservo libros.
regresan a las form as del libro en el siglo XX, al contrario de lo Tal vez no es una experiencia compartida, pero la acumula­
que h a b ía sucedido antes, a partir del xvm . Es decir que en ción es tan grande que con los libros basta. Aun cuando los
efecto esta em ancipación d el periódico y d e otros géneros res­ suplementos literarios hablen de libros, desvinculándose de
pecto a la fo rm a libro se produce a fin e s del siglo xix, pero en el la actualidad del mundo, no tienen el estatuto de libro como
XX sucede lo contrario. objeto que se conserva: son textos completamente domina­
C h a r t i e r : Sí, pero el periódico nunca se ha reintegrado dos por lo efímero del contenido de las otras partes del pe­
verdaderamente a la cultura del libro. Más bien se ha sepa­ riódico. Quizá únicamente en los casos de diarios especiali­
rado, pues me parece que lo que ha definido al nuevo perió­ zados como la New York Review o f Books, o el Times Literary
dico (y tiene usted razón al decir que hay evoluciones en las Supplemetit se tiene un estatuto diferenciado del periódico
formas) es la relación con lo efímero, con una sucesión bru­ clásico y éstos pueden transformarse en objetos impresos
tal y rápida de hechos. Esta dimensión de lo efímero ha con­ que merecen ser conservados y a los que se puede volver. Se
taminado las otras secciones del periódico; las reseñas, por reutilizan, se releen. Pero me parece que el periódico, en
ejemplo. En los siglos xvn o xvm las noticias tomaban su esencia, no lleva a la relectura, incluidas las secciones que
tiempo para llegar al periódico, y la reseña no daba una re­ podían ser de este tipo.
presentación de lo más actual en él, sino que era un com en­ G o l d in : M e viene a la m ente un com entario de Borges: “es­
tario al mismo tiempo que una noticia. A partir de la evolu­ cribir para el periódico es escribir para el olvido”, y el cuento
ción del xix vemos esta relación con la noticia acumulada, aqu el de Cortázar sobre un periódico que va rotando y a l fin a l
con la noticia urgente que ejerce presión sobre el periódico. envuelve un pedazo de carne. Es una desacralización d e lo es­
Esta relación con el flujo cotidiano de las noticias va a defi­ crito, una m etam orfosis cotidiana del papel...
nir al periódico, y la transformación a contrapelo de éste de C h a r t i e r : Exactamente, es un tema a la manera de Fou-
nuevo en libro no me parece una tendencia actual, porque cault. Los artículos de un “autor”, ¿pertenecen a su obra o no?

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Es todo un problema porque, para volver a Borges, sólo en la dades literarias: ¿Qué es la Ilustración? fue un tema pro­
antología de obras de la edición francesa de La Pléiade se han puesto a los ilustrados alemanes, y el periódico Berlinischer
recogido los artículos de los años veinte y treinta. La primera M onatschrift recibió diversas respuestas. El texto de Kant pu­
edición de las obras completas de Borges excluyó los artícu­ blicado en este periódico se titula “Respuesta a la cuestión,
los periodísticos.12 Esa condición inestable se observa en la ¿Qué es la Ilustración?” No es que Kant dijera voy a escribir
pregunta de Foucault: ¿qué textos constituyen la obra de al­ un texto y a titularlo “¿Qué es la Ilustración?”, sino que es
guien? ¿Incluyen sus notas para ir a comprar al almacén, sus una respuesta al tema planteado. Aquí tenemos una forma
cartas personales, sus agendas, sus artículos periodísticos? moderna en que el periódico se vincula a la sociedad de pen­
¿Dónde se establece la división? Vemos que la delimitación samiento que ha creído útil fundamentar y plantear la pre­
no es clara, particularmente en el caso de los artículos perio­ gunta; y se dirige a sus lectores com o autores potenciales del
dísticos, y vemos también que hay una gran dificultad para periódico. Un tema a la manera de Walter Benjamin en su
recoger estos artículos aun para los escritores como Borges. ensayo sobre la obra de arte en la era de la reproducción m e­
Es un trabajo casi arqueológico de regreso a las fuentes. Lo cánica, cuando los lectores se convierten en autores del pe­
efímero no es únicamente el flujo de las noticias: es el objeto riódico a través del correo recibido, o cuando el hombre or­
mismo, que se convierte en papel y que no se ha conservado dinario se convierte en actor de cine a través de las películas
con el mismo cuidado que las ediciones impresas. Por úl­ de tipo realista que muestran la realidad cotidiana.13
timo, la solución viene de la condición de autor; si se publica La cuestión es saber si se trata de un fenómeno específico
a Borges, se considera que los textos de los artículos perio­ de alguna parte del mundo europeo, incluyendo a toda Eu­
dísticos pertenecen finalmente a la obra. Para un historiador, ropa y a la Ilustración española. Saber, también, si se produ­
no estoy seguro de que si se publicara una obra completa se cen las mismas cosas en el mundo colonial. Porque hablamos
integraran sus artículos periodísticos. Por último, es la im ­ de una situación que se ubica en la Alemania de la A ufklä­
portancia del autor lo que define la frontera de su obra, dada rung, en la Francia de las Lum ières y en la Inglaterra de fina­
la naturaleza del soporte mismo. les del siglo xvii, en relación con una decisión administra­
S a b o r it : El texto de Kant que ha citado es, si no m e equivoco, tiva, que ocurre en 1695, y que otorga la libertad de prensa y
una respuesta a un periódico. suprime la censura. Pero este mundo, que corresponde al
C h a r t i e r : Para añadir algo a la reflexión sobre The Specta­ mundo de la historia del libro, al mundo más desarrollado
tor. De una u otra forma, el periódico es en el siglo xvm un según todos los criterios económicos que pueden recogerse
producto de esta primera emancipación; que no es una para el siglo xvm, al mundo de la alfabetización medida por
emancipación formal sino textual porque, como en este caso, las firmas, ¿es un mundo ejemplar para otras partes de Eu­
los periódicos alemanes organizaban encuestas de opinión, si
se puede decir, a partir de los temas discutidos en las socie­ l-1 Walter Benjam in ,“L’oeuvre d’art à l’ère de sa reproductivité technique”, en L'homm e,
le langage cl la culture, Paris, Denôel/Gonthier, 1971, pp. 137-181. Acerca de este texto, véase
Roger Chartier, “De la reproducción mecánica a la representación electrónica”, en Plum a de
12 Véase Annick Louis, Jorge Luis Borges: oeu vre et m anoeuvres, París, L’H arm attan, 1997. ganso, libro de letras, ojo viajero, op. cit., pp. 63-70.

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ropa y el mundo, o hay desfases cronológicos u otras formas C h a r t i e r : L o que usted plantea es quizás el problema de
que finalmente hacen existir la misma realidad en las colo­ una Pléiade de los autores mexicanos del siglo X IX ...
nias? Sería una pregunta para ustedes: saber si todo este m o­
delo que hemos construido entre formas de sociabilidad y
espacio público a partir de la circulación de lo escrito tuvo El o r d e n d e lo s l ib r o s

vigencia en otros puntos.


Saborit : En el caso am ericano, creo que sería útil retom ar el A naya : Claro... pero apenas en la década p asad a se tuvo la
tem a de la representación del m undo, la tecnología y el estado com pilación de las obras com pletas de un escritor fu n d am en tal
del conocim iento. Si tom am os estas tres piezas podem os esta­ para M éxico, Ignacio M anuel Altam irano, y ahora habrá que
blecer diferencias muy ilustrativas respecto al caso europeo. En revisar esos 22 volúmenes. Y por fin se tienen las obras de Gui­
el siglo xvin el periódico va vinculado a lo efím ero pero busca el llerm o Prieto en 28 volúmenes hasta el m om ento, y las de M a­
prestigio libresco pues son hojas coleccionables que, finalm ente, nuel Gutiérrez N ájera, editadas p o r la Universidad N acional, y
form arán un libro. de otros más.
C h a r t i e r : Sí, he visto la G azeta de M éxico en la biblioteca S a b o r it : Ninguno de ellos, salvo excepciones, logró publicar
de la Universidad Iberoamericana, y es com o un libro... Su fu era de las revistas y de los periódicos. Toda la literatura m exi­
forma final es un libro. Y toda publicación seria que se plan­ cana del siglo XIX descansa prácticam ente en los periódicos. Y la
tee con cierta periodicidad debe aterrizar finalmente en el historia literaria de M éxico se ha hecho a partir de las obras ed i­
formato de libro. tadas com o libros, lo cual es perderse la m itad de la literatura.
S a b o r it : En el x ix ocurre en M éxico una cosa muy intere­ Es una contradicción, por otro lado, si nos referim os a la histo­
sante: el periódico term ina desplazando el espacio del libro, y la ria del libro en México, que com ienza com o una vindicación
queja de los escritores m exicanos es que no existe el libro en desde los prim eros intentos de la historia bibliográfica. Está el
M éxico. Todas la energías hum anas y la inversión se van hacia caso de Juan José de Eguiara y Eguren, a m ediados del siglo xvm,
la fun dación de periódicos y no existe la industria editorial p ro ­ que reivindica frente a Europa la cultura libresca e intelectual de
piam ente. A quí la pregunta no es si los artículos son p arte de la las colonias am ericanas, y se propon e hacer la bibliografía a m e ­
obra de un escritor, sino que son la obra. Todo se va al p erió ­ ricana, novohispana. Por supuesto, Eguiara y Eguren nunca
dico y el lam ento de los literatos del siglo x i x es ju stam en te que concluye su obra, es un proyecto inconcluso. Y más adelante, a
su obra está dispersa en un p apel que, a la m añ an a siguiente, finales del siglo XV///, José M ariano Beristáin y Souza retom a el
va a envolver un pedazo de carne. proyecto sin escapar al fracaso de su empresa, y una vez consu­
A naya : Por eso, cuando hablábam os del editor m oderno en m ada la independencia colonial se cancela este proyecto. Éste no
Francia a partir de 1830, yo le aclaraba que en M éxico es un volverá a aparecer en la im aginación histórica m exicana, en
fen óm en o que no aparece sino hasta el siglo XX, después de la fo rm a significativa, hasta fin ales del siglo XIX, cuando Joaquín
segunda década. El Fondo de Cultura Económ ica, p o r ejem plo, García. Icazbalceta com ience su bibliografía m exicana y, d án ­
se fu n dó en 1934... dose cuenta de la im posibilidad del proyecto, se concentre en el

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siglo xvi; su Bibliografía mexicana del siglo xvi es p arte de esta una competencia lingüística entre el italiano y el francés para
tradición. Luego, otro historiador y bibliófilo qu e realiza su obra establecerse cada una como la lengua más adecuada para la
entre los siglos XIX y XX, Nicolás León, se propon e hacer una Bi­ producción literaria. Pero la bibliografía, que parece un ob­
bliografía mexicana del siglo xvm, quedando la laguna del jeto muerto, inerte, neutro para la tradición de la historia del
xvn, pues, precisam ente este siglo, en lo que se refiere a la ciudad libro, en el caso mexicano me gusta, ahora que lo menciona
de M éxico, estuvo asolado por inundaciones y tumultos que h i­ de esta manera, porque revive lo que sucedió en el siglo XV I,
cieron desaparecer muchos libros. Entonces es una cuerda histo- cuando la bibliografía era un elemento de construcción de la
riográfica que no logra encajar con el siglo XX justo porque es entidad nacional a través, en primer térm ino, del lugar de
parte de un estado de ánim o vindicativo, muy criollo. nacimiento de los autores y, después, a través de la lengua en
C h a r t i e r : E s interesante esta recuperación del pasado a que escribieron. Pienso que todos estos escritores o biblió­
través de una bibliografía de los textos impresos que debe grafos mexicanos conocían más o menos esa tradición de
defender la honra, la reputación nacional contra una deva­ afirmación de una identidad y de una comunidad a través
luación que viene de fuera porque, a dos siglos de distancia, del inventario de su producción escrita e impresa en el que
repite el fenómeno de la construcción de las primeras biblio­ deben enlistarse tanto autores com o obras.
grafías basadas en una definición, en una delimitación na­ S a b o r it : H abría que agregar que la prim era de estas biblio­
cional y en la reconstrucción de toda una producción li­ grafías, la de Eguiara y Eguren, está escrita en latín.
bresca en un proyecto del orden de los libros.14 Me interesa C h a r t i e r : Entonces es la misma evolución, reproducida a
esto porque hay un texto central que es una bibliografía, de más de dos siglos de distancia.
hecho la primera en el mundo occidental -la Bibliotheca S a b o r it : E s interesante observar cóm o algunos textos que
Universalis de Conrad Gesner, de 1545 -q u e se define de otra aparecen p o r prim era vez en la prensa d iaria se convierten en
manera, pues incluye todos los textos escritos en griego, latín libros, y cóm o a su vez la prensa influye en los libros. Hay
y hebreo. Y España fue una de las primeras naciones en con­ m ucha literatura del siglo XIX que tiene este origen. Y tam bién
tar con una bibliografía crítica de su producción literaria, es interesante ver cóm o (tal vez se trata de un fen óm en o m ás es­
con la Bibliotheca H ispana que Nicolás Antonio publicó en pecífico del siglo xx) la lectura de los periódicos va generando
una primera parte en 1672 y, postumamente, en una segunda una especie de gusto literario que crea una literatura efím era,
parte en 1696. En la década de 1580 tenemos en Francia las p o r llam arla de alguna fo rm a : todas estas novelas que se leen
Bibliothèques Françaises de la Croix du M aine et de Du Ver- en los aviones y que se dejan a h í com o se lee el periódico.
dier, que forman la bibliografía de todos los escritores que C h a r t i e r : Me parece que el rom an feu illeton indica, a
escribieron en lengua vernácula y que constituyen una de­ principios del siglo X IX , el cambio más fundamental. En el
fensa e ilustración del francés contra el idioma italiano. Hay X V III tenemos publicaciones por entregas o por fascículos,
que en general se llamaron Bibliothèques Universelles, e in­
u Roger Chartier, “Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos xiv y xvin", cluían novelas, relatos de viajes, etc. Eran entre cien y dos­
en El orden d e los libros, Barcelona, Gedisa, 1994, pp. 69-89. cientos volúmenes, pero cada cual con su unidad y su cohe­

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rencia, pues se trataba de fascículos encuadernados que se glaterra del siglo xvm donde se inventan los oficios más o
transformaban en libros según la misma fórmula que las ga­ menos profesionalizados que están ligados a la prensa: co­
cetas que comentábamos. Con el rom án feuilleton pasa otra lumnista, autor de crónicas, de recopilación de noticias, del
cosa porque la misma historia continúa de un número a otro editorial. Se da una primera profesionalización de los oficios
y permite organizar las obras en respuesta a la recepción por vinculados al periódico que no parece ir al mismo ritmo en
parte de los lectores. Y aquí hay un modelo o un género que Francia, por ejemplo, donde los que escriben para los perió­
instaura una nueva forma de relación entre los géne­ dicos son un poco com o los autores: personas que tienen una
ros textuales y la forma misma del periódico. Es una forma posición, una fortuna, un oficio, o que son escritores reco­
en Francia; pero fuera de Francia, en Europa, el m omento nocidos o personas que viven del mecenazgo, etc. La primera
esencial me parece que ocurre en los decenios de 1830 y de profesionalización es inglesa y define los oficios que van a ser
1840, e incluye a los autores más prestigiosos, como Balzac, importantes en los periódicos del siglo xix.
en la forma de folletín, que no es la misma fórmula de las pu­ S a b o r it : N o deberíam os pasar por alto la invención de tin
blicaciones por entregas o por fascículos. tono entre quienes escriben sobre libros. Pensemos en lo que
S a b o r it : C om o Charles Dickens en Inglaterra... hizo fa lta para llegar al tono de un Sainte-Beuve, p o r ejem plo.
C h a r t i e r : Como Dickens en Inglaterra. De la misma m a­ Supongo que una parte im portante tiene que ver con el escritor,
nera, puede seguirse la evolución de las reseñas, porque en el con su espacio privado. Pero su tono tam bién tiene que ver con
siglo xvill lo que define una reseña es el extracto; una cita, un registro literario muy particular que se basa, desde luego, en
que no es una cita según nuestros criterios porque se trata de los ensayos o en los tanteos de otros que le han precedido.
una paráfrasis, una reescritura. Podemos ver cómo las rese­ C h a r t i e r : Es quizás el desfase de un siglo entre la indivi­
ñas de un libro determinado eligieron tal o cual fragmento, dualización del autor tal como la hemos mencionado a través
cómo fue reescrito el texto, cómo hay paráfrasis y no literali­ de Richardson, Rousseau, Bernardin de Saint-Pierre o Goe­
dad. lod os estos elementos constituyen una historia de la re­ the, y la individualización del periodista o de la escritura en el
cepción. El periódico es como el primer lugar de recepción e periódico; porque en el siglo xvm las reseñas en forma de ex­
interpretación de un texto, porque el extracto debe dar lo tracto no tienen firma, son textos anónimos que se remiten al
esencial, parafraseando, copiando o reescribiendo el texto. A periódico mismo; el autor de la reseña se esconde detrás de las
partir del siglo xix, la reseña es un comentario más personal, citas y las paráfrasis. Se observa una muy lenta emancipación
con una distancia tomada a partir de citas muy breves. Hay de la escritura personal a través del periodismo.
otra práctica de lectura y de escritura. Y así podría seguirse,
del siglo xviii al xix, la manera en que se transforman los gé­
neros más directamente vinculados al periódico. Me parece E ven to y m on um en to

un tema importante para la autodefinición de los autores,


para el concepto mismo de obra y, por último, para las prác­ S a b o r it : Y la form ación de un canon. William Hazzlit, a prin ­
ticas de escritura dirigidas al periódico. Quizá sea en la In­ cipios del siglo xix, escribe acerca de autores y de libros entre

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muchos otros temas que aborda, pero tam bién toca asuntos del miento de la oda de alabanza, que respeta todas las reglas en
gusto y de lo bien y lo m al escrito. Él tom a com o patrón de el poema murmurado, efímero y nunca escrito. Pero hay otra
buena escritura la que se hace para ser leída en voz alta; es decir, trayectoria, tal vez la más histórica, que conduce de los tex-
para él, la m ala escritura será siem pre la destinada a la lectura tos-acontecim ientos (que tienen una función ritual, cuyo
silenciosa, la que no ha tenido en consideración el oído... valor está en su efectuación, que no suponen la fijación es­
C h a r t i e r : Esto puede vincularse a la supervivencia de la crita) a la situación del texto-monumento -qu e para nos­
lectura en voz alta del periódico com o órgano de unificación otros constituye el repertorio literario. Hay estudios recien­
de una sociabilidad, de una sociedad. Me parece que el dia­ tes -p o r ejemplo el de Florence Dupont, especialista en lite­
rio es como la carta en el registro del manuscrito. El perió­ ratura de la Antigüedad griega- que describen la trayectoria
dico y la carta fueron quizá los objetos privilegiados de esta de la literatura griega desde esta perspectiva, es decir si­
lectura que permite com partir el texto a través de la lectura guiendo otros géneros, por ejemplo la oda. Ésta se vinculaba
en voz alta, y aquí vemos una relación entre una práctica a una cena ritual en la que se convocaba a los dioses -D io n i-
efectiva y un ideal de escritura. Un tema interesante, más allá sos en primer lugar-, y era una poesía que encontraba su
de la cuestión del periodismo, es la identidad entre la ficción sentido en la circunstancia puramente oral; de este modo era
de circulación oral y las condiciones reales de sus usos. Por una poesía performativa porque al evocar la presencia del
ejemplo, tenemos el siglo xvi con todas las antologías de dios éste se hacía presente. Se había convertido así en una es­
cuentos a la manera de Boccaccio con su D ecam erón (1352) pecie de literatura virtual que no existe fuera de su actualiza­
o de Margarita de Navarra con su H eptam eron (1559), que ción, en un género literario con reglas que pertenecen a una
imaginan una situación en la cual hay personas reunidas en poética que se transforma finalmente en material pedagó­
un lugar cerrado y, para pasar el tiempo, cada uno a su vez gico que puede producir comentarios. El acontecimiento se
cuenta una historia, una nouvelle, un relato. Me parece que ha transformado en un monumento donde se conserva algo
hay aquí un vínculo fuerte entre la construcción de esta fic­ de la ficción de la enunciación primitiva, porque la oda se da
ción enunciativa y las condiciones reales de circulación del como una obra oral vinculada a la cena ritual, si bien se co­
texto, como si el lector, en la misma situación, replicara la si­ munica en formas de transmisión completamente distintas
tuación enunciativa ficticia del texto. Debe distinguirse entre de las imaginadas en la obra misma. Tenemos así una forma
géneros literarios que mantienen un vínculo fuerte entre las de historia de la literatura que puede integrar todo lo que
condiciones imaginadas de enunciación y las condiciones hemos discutido y articular las prácticas culturales con las
posibles de circulación, y otros géneros en que hay una dis­ ficciones.
tancia total entre la escena enunciativa del texto y las condi­
ciones efectivas de la circulación. Sería otra manera de escri­
bir la historia de la literatura. Hemos comentado, a la ma­
nera de una paráfrasis, el texto de Borges que señalaba la
transformación del texto-m onum ento en el texto-aconteci­

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