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EBIT y EBITDA.

Comúnmente el propósito es comparar la rentabilidad de un negocio, en sí


mismo, y en relación con otros.

Si los activos se pagaron con dinero proveniente de accionistas y de


préstamos bancarios, al calcular el beneficio debemos dejar lo necesario
para pagar a ambas fuentes de financiamiento. Por eso los gastos totales no
incluyen los intereses.

Como primero se pagan los intereses y después se pagan impuestos, sería


bastante contradictorio restarle a esta cifra los impuestos. El EBITDA presenta
entonces el beneficio antes de impuestos.

Cuando se calcula el beneficio típico se les han incorporado a los gastos


“depreciación y amortización”. Si hacemos esto estaríamos hablando del EBIT
y estaríamos seguramente tratando de determinar qué tan bueno es un
negocio.

El EBITDA, en cambio, se calcula sin incorporar estos dos conceptos por dos
razones: primero porque sería una suerte de doble contabilidad. Si capital y
deuda nos sirvieron para financiar los activos y estamos tratando de determinar
de cuánto disponemos para pagar capital y deuda, el considerar la
depreciación es contar el uso del capital otra vez.

Del EBITDA debe salir suficiente para pagar los intereses y los impuestos, y el
remanente es lo que ganan los accionistas que son, por principio de cuentas,
los interesados en calcular esta cifra.

1. Margen de contribución
1. Costes Fijos
2. Resultado bruto de explotación (EBITDA)
1. Amortizaciones
2. Depreciaciones
3. Resultado neto de explotación (BAIT) (EBIT)
1. Gastos Financieros
4. Beneficio ordinario antes de impuestos (BAT)
1. Extraordinarios
2. Impuestos
5. Resultado neto
1. Ingresos
2. Costes variables

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