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Deontología Jurídica

CONTENIDO DE LA SESION DE APRENDIZAJE Nº 11


DEONTOLOGÍA FORENSE Y ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

2. PLAN DE SESION Nº 11
El plan de sesión Nº 11, forma parte de la Segunda Unidad de Aprendizaje,
cuyo objetivo específico es conocer los principios morales que rigen en la
sociedad contemporánea. El tema de sesión como ha quedado dicho se
denomina “Deontología Forense y Administración de Justicia”.

EL JUEZ Y LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA


“Administrar justicia es administrar la vida,
garantizar la libertad, la propiedad, el trabajo, la
familia y nuestra noble existencia” (Filiberto
Villacorta Peralta).
CONDICIONES GENERALES PARA SER JUEZ.
La palabra Juez, deriva de las voces latinas: JUS y DAX. Este último es una
contracción de VINDEX, lo que significa que el Juez es un VINDICADOR del
Derecho, el que rectifica la injusticia, el que señala lo que es justo.
El Juez es un servidor del Estado y su función es Administrar Justicia,
aplicando el Derecho. Aristóteles en su obra la “Ética Nicomaquea”, dijo que:
“Todas las veces que los hombres disputan entre si, recurren al Juez. Ir al
Juez, agrega, es ir a la justicia, pues el Juez es, por así decirlo: LA JUSTICIA
ANIMADA”.
En la Ley 1, Título IV, de la partida 3, se prescribe: “Los juzgadores, han
nombre de jueces, que quiere decir tanto decir, como homes bonos que son
puestos para mandar et facer derecho”.
De lo anterior podemos decir que las calidades esenciales del Juez, son las
siguientes:
- Virtud de la justicia.
- Rectitud de la conciencia.
- Bondad del alma.

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Osorio y Gallardo, respecto al Juez ha dicho: “Los pueblos pueden vivir sin
riquezas, sin bellezas y hasta sin salud. Vivirán mal, pero vivirán. Y sin justicia
no podrán vivir. Si yo no tengo seguridad de que no moriré asesinado
impunemente, si no puedo conservar los vienes que he ganado con mi trabajo,
si no puedo defender a mi esposa contra la calumnia, si no puedo guiar la
formación de mis hijos, si no puedo ejercer libremente mis derechos de
ciudadano, la vida no merecerá la pena ser vivida. Existencia sin justicia es
inferior a la animalidad”.
Puede afirmarse, entonces, que el juez realiza la tarea más noble y su tarea es
impartir la justicia para alcanzar la paz perturbada por la violación del derecho.
El Juez debe poseer las más altas calidades morales, de modo que a los
“jueces indignos, son rechazados por la sociedad. “Los buenos jueces pueden
aplicar bien las leyes defectuosas; las leyes más perfectas son instrumentos
de iniquidad en manos de malos jueces”.
“La formación profesional del Juez, debe destacarse por su amplitud y solidez.
El Juzgador, expresa el mismo Saber, no es una simple máquina de
subsunciones lógicas, sino que debe ser un profundo conocedor del derecho,
esto es, del espíritu de la ley, que exige preparación filosófica, cultura
sociológica y económica, visión histórica y experiencia, aparte de lucidez y
agilidad de mente” (Mario Alzamora Valdez).
El Juez debe ser justo, es decir, aplicar la justicia, que es la más preclara de
las virtudes. Pero, además, debe ser PRUDENTE. Es el jurisprudente, hábito
moral que se traduce en: Ponderación y equilibrio, para apreciar los hechos y
crear el derecho al margen de la influencia y la pasión.
“No puede desempeñar la judicatura “el que fuere sin sentido, porque no tiene
entendimiento; el que fuese mudo, porque no podría preguntar a las partes, ni
responder a éstas; el que fuere sordo, porque no oiría las razones ni los
alegatos; el ciego, porque no vería a los hombres; el que tuviese una
enfermedad continuada, porque no podría asistir a los juicios: el que tuviese
mala fama o hubiese hecho cosa por la que valiese menos, porque ese no
tiene derecho de juzgar a otros …” (Hugo Alsina, citando la Ley XLII, del Título
XXXII del Ordenamiento de Alcalá).

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LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA Y EL ROL DEL JUEZ.


La Magistratura.
“Entre las formas de eclosión de la superioridad mental, ninguna más ingrata,
más penosa y acaso más propicia a la incomprensión y al olvido que la de la
Magistratura… La carrera judicial es tan fecunda, tan intensa y tan
extraordinaria, que francamente la vida de un hombre no alcanza ni puede
alcanzar para abarcar toda la experiencia que debe tener un completo
magistrado, como consecuencia de la máxima potencialidad del Derecho”
(Gabriel del Castillo).
Quienes no pueden ser jueces.
El poder de administrar justicia, no se puede encomendar al hombre común,
sino al selecto y preparado … Ya no puede ni debe ser juez el que posee un
espíritu rudo y vulgar, sino el que lleva en el, el eje escondido en que reposan
los derechos del ciudadano y del Estado, y la salvaguarda de la moralidad
social”.
Ya no pueden ser jueces, como los que condenaron a Arístides, a Sócrates y a
Jesús, en cuyas decisiones solo reino la ignorancia de la multitud.
“…la justicia cuando es tardía deja de ser justicia y los trámites innecesarios y
hasta maliciosos que se dan a los procesos, por la falta de voluntad para
resolverlos por la apatía e indiferencia del mal juez, es la polilla impía que la
estrangula y la asfixia…”.
A quien no puede llamársele Juez.
“No puede llamarse juez al inescrupuloso que deslustra la moralidad de la
institución, al que delega, con frecuencia, en otros el desempeño de sus
funciones, amparando como legal lo que jamás ha ejecutado y poniendo en
peligro en esta forma la seguridad de la convivencia y de la justicia social, al
que ha perdido la vergüenza y tiene la costumbre de pedir favores, amparado
en el cargo que desempeña, al que no permanece en su sitio, como verdadero
soldado de la justicia y distrae su precioso tiempo en charlas inútiles con
litigantes y amigos, menoscabando su prestigio y respetabilidad, al timorato
que no tiene el valor suficiente para hacer justicia con toda imparcialidad, y al
que hace del Derecho y de la Ley jirones despedazándolo por su propia

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inmoralidad e ignorancia”.
Quienes pueden ser jueces.
“Hoy sólo puede ser juez el que ha iniciado su carrera siguiendo la trayectoria
del tipo más humano que existió en la antigüedad, y fue Israel, el que sin
armas, es el defensor de la sociedad, el que sin poder material concurre a
orientar los destinos de esta: el que sin ser Maestro, con su conducta y sus
decisiones, influye en el carácter y las costumbres, y el que sin gobernar, sobre
todo, en los días azarosos para la moral pública, dependen de su entereza el
orden y el honor de la sociedad”.
“… el Juez que se levanta por encima del tiempo y que a través de los años su
nombre se pronuncia con respeto, es porque ha sido un valor trascendente,
una fuerza sustantiva, una entidad superior con relieve altísimo en la aplicación
de la ciencia del Derecho …” (El Peruano del 04.08.95).
Los retos que se imponen al Juez.
“Antes de terminar mi discurso, quiero hacerles una solemne invocación:
apliquen la ley con probidad y técnica jurídica sin escatimar tiempo ni energías,
con la entereza de carácter para mantener la independencia de la función que
nos permitan liberarnos de toda clase de influencias extralegales negativas. No
olvidemos que se nos ha concedido el privilegio de ejercer la excelsa función
de discernir la justicia y, por ello, ocupamos una posición prevalerte para
contribuir al logro de la paz, la justicia y el engrandecimiento de nuestra patria.
Que, el sumo hacedor nos de la sapiencia y la energía para lograr esos nobles
objetivos” (Nicanor Castillo La Rosa Sánchez, apertura del año judicial de
1994).
“… de nada servirá que tengamos una Constitución o Carta Política que defina
las funciones del Poder Judicial, una Ley Orgánica de este, que reglamente su
ejercicio, códigos penal, civil y especiales, que declaren y garanticen los
derechos, los de procedimientos que estatuyen la manera de ejercitarlos y
todas las demás leyes que posee el acervo de nuestra legislación, si los jueces
de la República no nos esforzamos por estudiarlos, por absorber su contenido
y por aplicarlos con el mismo espíritu y el mismo sentido con el que el
legislador las forjó …”.

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“… frecuentemente oímos decir que en vano nuestras leyes sustantivas y


procesales son tan buenas como las mejor concebidas, cuando al tiempo de
aplicarlas no se hace lo que pensó el legislador y un proceso judicial que debió
terminar en pocos meses, dura años, y el fallo se consigue cuando quizá todo
es tarde…”
“Los milagros los hacen los santos, no los códigos. Solamente a un técnico …
se le puede ocurrir que los procedimientos a través de los cuales se administra
la justicia pueden compararse a las máquinas, cuyo rendimiento, siempre que
sea exacto el juego de las leyes y la relación de los engranajes, se llega a
calcular anticipadamente con exactitud matemática… Los Jueces, los
abogados, los litigantes, los testigos, cada uno de ellos es un animal vivo, un
UNICUM que reacciona a su modo a los estímulos externos, de suerte que,
aun cuando las leyes de procedimientos estén hechas con la máxima
sabiduría, hay siempre que descartar algo imprevisible en su funcionamiento
práctico, lo cual hace aleatorios y aproximativos los cálculos de su resultado, y
las hace aparecer como buenas o malas leyes según las acompañe o las
abandone la buena voluntad de los hombres”. (Nelson Ramírez Jiménez. El
Peruano del 26.07.95).
“Nosotros los jueces, en lo que nos afectan tendríamos interés en que todos
los procesos se desarrollarán con gran velocidad; al alargarlos y complicarlos
crece nuestro trabajo, pero nuestra ganancia no crece…No se puede decir,
desgraciadamente lo mismo de los abogados cuando más se dilata el proceso,
tanto mayor es la ganancia: DUN PENDET RENDET. Estos son los hábitos de
los abogados, mientras estos hábitos no cambien. ¿Cómo se puede esperar
seriamente que, al cambiar el Código, las cosas vayan mejor?. Bastará que en
el nuevo exista un defectillo de nada apenas, un rasguño, un lunar…e
inmediatamente los abogados clavarán en ellos las uñas, y los ampliarán y
envenenarán hasta producir la gangrena … He oído a ciertos profesores que
enseñan que los abogados son los más preciosos colaboradores de los jueces
… no me hagan reír” (Nelson Ramírez Jiménez. El Peruano del 26.07.95).
JUECES Y ABOGADOS.
“Junto al Juez se ubica el abogado, personaje, igualmente, importante en la

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estructura de los debates judiciales, aun cuando su presencia social no se


agota en el litigio, quien representa la defensa de la parte involucrada en la
relación procesal al ser “llamado”, a defender la situación jurídica de su
patrocinado.
Pese a que ambos participan en el proceso cumpliendo un rol importante, es
cosa común escuchar comentarios agrios de uno respecto al otro,
trasladándose culpas para justificar o a explicar los problemas del proceso, la
injusticia de la decisión. Son personajes que parecen ocupar trincheras
opuestas, sin posibilidades de acceder al diálogo constructivo o de poder
admitir las razones expuestas por cada cual al sustentar sus alegatos o
decisiones, debido quizá al uso indiscriminado de “metáforas, imágenes,
metonimias y sinecdoques”, propiciando así que, de tanto discutir, la verdad se
pierda. “Ignorancia” es la palabra acusatoria con que se suele calificar cada
cual la intervención del otro, para desmerecer su labor.
Olvidan que ambos son (o deben ser) personas de talento y carácter, probos,
dignos y si además ilustrados, mejor. Devis Echandía, procesalista colombiano
(…), sostiene que “en el panorama de la justicia más valen muchas sentencias
buenas y rápidas, sin literatura jurídicas que unas pocas rebosantes de
ciencia”.
Ambos deben ser, además prospectivos, es decir, que entre las varias o
diversas formas de interpretar la ley, deben elegir aquella que engarce mejor
con el contexto social que se vive, propiciando una jurisprudencia
enriquecedora del Derecho, que se constituye en el primer paso hacia el
cambio legislativo cuando este es necesario.
El rasgo que los diferencia es la imparcialidad del primero y la parcialidad del
segundo. El Juez debe tener una ética intachable para sostener su posición
imparcial, pues debe moverse “entre la compasión y el castigo”, mientras que
el abogado, tal como lo sostiene Carnelutti; “no es un razonador imparcial… no
debe serlo, y porque no es imparcial el defensor, tampoco puede ser ni debe
ser imparcial el adversario. La parcialidad de ellos es el precio que se debe
pagar para obtener la imparcialidad del juez, que es, pues, el milagro del
hombre, en cuanto consiguiendo no ser parte, se supera a si mismo”.

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LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y SUS FUNCIONES EN EL MOMENTO


ACTUAL.
La administración de justicia es un concepto que se encuentra vinculado al
Poder Judicial, que como es sab ido, es un Órgano del Estado encargado de
asegurar la aplicación de las reglas de derecho establecidas por los
gobernantes, portador, además, del poder jurisdiccional . Sin embargo,
también es, y esto es una mejor manera de entenderlo y denotar sus
verdadera naturaleza UN SERVICIO POR EL ESTADO A LA COMUNIDAD
MEDIANTE LA SOLUCIÓN DE LAS CONTROVERSIAS PARA MANTENER LA
PAZ SOCIAL Y FACILITAR EL DESARROLLO ECONÓMICO.
Puede, entonces, afirmarse que las funciones de la Administración de Justicia,
en una Democracia Liberal, como la nuestra, son dos:
a) Asegurarse un control a los gobernantes, a través del
Principio de Legalidad y a caso a través del Principio de
Constitucionalidad, lo que quiere decir que estamos ante
una función de control de los gobernantes, por parte de
la Administración de Justicia.
b) Ejercer la potestad jurisdiccional, declarando el derecho
a favor de quien lo tiene, dentro de un proceso
desarrollado, cumpliendo los principios constitucionales
DEL DEBIDO PROCESO Y LA TUTELA
JURISDICCIONAL, Dentro de esta función, hemos de
ubicar dos tareas fundamentales: 1) El logro de la paz
social con justicia, con una finalidad mediata o abstracta,
a que se refiere el artículo III del T. P. del C. P. C. 2) El
desarrollo económico del país, lo que quiere decir que a
un Estado eficiente debe corresponderle una
administración de justicia eficiente y responsable.
Desde esta perspectiva el problema estará en determinar, si el Estado actual,
es eficiente y responsable. Para ello ha de preguntarse ¿Cómo entendemos o
debemos entender la administración de justicia?. Se entiende que ella es la
base fundamental de una sociedad organizad, además de necesaria para que

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predomine la legalidad. Debe asegurar un adecuado funcionamiento del


Estado, e indirectamente su estabilidad y consolidación; y a través de ello,
lograr un mercado eficiente y desarrollado. Por tanto, puede afirmarse que la
eficiencia del Estado y de la administración de justicia, se alimentan
recíprocamente en una relación de todo o parte, de la siguiente manera: Si el
Estado es eficiente, la administración de justicia, como parte del Estado,
deberá dar prioridad al valor eficiencia. A la inversa, si la administración de
justicia, como parte del Estado, prioriza el valor eficiencia, entonces,
contribuirá a lograr la eficiencia de la totalidad del Estado en el que está
incluida.
La eficiencia, en este contexto, es indispensable para que el Estado y la
administración de justicia, logren el objetivo final: El desarrollo, y a través del
funcionamiento de un mercado eficiente. Las transnacionales y los
inversionistas nacionales o extranjeros exigen al Estado, se supere la crisis de
la administración de justicia, que se les de seguridad que les garantice la
propiedad privada y la riqueza. Por ello es que podemos afirmar, que si el
Estado es ineficiente no se puede exigir una administración eficiente, desde
que vivimos como lo entiende el Derecho Económico (Análisis Económico del
Derecho), en un mundo en que los recursos son escasos y en el que los
individuos buscan la máxima eficiencia con el menor costo. En otras palabras
buscan maximizar su bienestar, o quieren mayores beneficios personales;
hecho que lleva a la aparición de costos sociales mayores, denominados
externalidades, que nos los asume el individuo como tal, cino los asume la
sociedad, esto es, el resto de individuos, creando inseguridad, insatisfacción y
finalmente conflicto. Dentro de esta misma lógica, hemos de ubicar al
inversionista, por lo que si queremos crecer y queremos desarrollo, el Poder
Judicial, debe ser coherente con esta exigencia, siendo dentro de esta
perspectiva que debe administrarse justicia, y porque, además, en la otra orilla
se encuentran quienes no son inversionistas o que no tienen riquezas, cuyos
intereses, en algún momento se contrapone a los de aquellos.

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