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LA CONSTRUCCION DE LA MASCUUNiDAD Y LA

TRIADA DE LA VIOLENCIA MASCULINA

La historia es harte conocida: una mujer violada, una


esposa golpeada, una amante maltratada. Con apremio e
indignación el movimiento de liberación de las mujeres
ha inducido al debate público y promovido !a conciencia
popular sobre las múltiples formas, desde la más patente
hasta la más sutil, de violencia masculina contra las
mujeres. Estas formas de videncia constituyen un
aspecto de Ja dominación masculina de nuestra
sociedad; y, aunque no siempre sean conceoidas a tal
fin, en efecto refuerzan esta dominación.'
Ei acto ce videncia es muchas cosas a !a vez. Es el
hombre Individual ejer cIen do pod er en relacionas.
sexuales’ ’/, al mismo tiempo. ia violencia de una
seo: se ? ¡eramuica autoritaria, sexista, clasista,
uuansia, r.teísta, impersonal e insensata crovectada a
través da un hombre individua! hacia una mujer
; individual. . En 5a psiquis del hombre individual bien
j podría tratarse de la negación ce su impotencia social a
\ través de un acto de agresión. En suma, estos actos de
violencia son una especie de expresión ritual de las

>j
I.
f
trí Td t íÁ£m ±hh1ÍíftiTÍirv77

rajadores de poder: dcmlnaníe/dominado, pcds-rcsc/inv


potente, activo/pasivo... masculino/ femenino.
Para los hombres, escuchar las experiencias de ias
mujeres como objetos de violencia masculina, destruye
cualquier complacencia respecto al status quo basado en
si sexo. La fuerza y la indignación de las respuestas de
las mujeres nos obligan a reconsiderar cosas que
descubrimos cuando éramos pequeños. Cuando tenía
eres o daca años un amigó me explicó la diferencia entre
“coger" y viciar. Era sencilla: si se trataba de úna
violación se amarraba la mujer a un árbol, entonces los
detalles anatómicos eran todavía algo imprecisos, pero
sn cualquier caso era algo que "nosotros* supuestamente
hacíamos.
Esta información era sólo una parte de la educación,
Iniciada años antes, sobre el poder y les privilegios
relativos de los hombres y las mujeres. Recuerde
haberme reído ante la explicación de mi amigo, ¿hora me
estremece pensar en ello. La diferencia en mis
reacciones se debe parcialmente al hecho de que a los
doce artos estas formaban parta de ias posturas y
pretensiones que acompañaron mi entrada a ¡a
adolescencia. Ahora, por supuesto, desde ei punto de
vista ven talos o de un adulto, veo la cuestión ds manera
diferente; cero, más importante aún, la intervención ce
las mujeres, esa mayoría cuya voz ha sido reprimida, está
reconstruyendo mi visión del mundo.
Esta revaloración do la realidad de la violencia
masculina contra ias mujeres evoca muchos sentimientos
y recuerdos profundos en los hombres. A! rememorar y
reconstruir estos recuerdos so hace evidente que la
violencia masculina contra las mujeres es sólo un
componente de la tríada de la violencia masculina, Los
otros dos son la violencia contra otros hombres y la
violencia ccnrra sí mismo.

i
?
HOM BRES, placer, poder y cambio

A nivel psicológico la difusión da !a videncia resulta


da ío que Hercert Marcuse llama la 'represión excedente"
' de nuestros deseos sexuales y emocionales.1 La
sustitución de violencia por deseo {mejor dicho, la
transmutación ds la videncia en alguna actividad
emccicnaimeníe satisfactoria) ocurre de manera desigual
en hombres y mujeres. La' estructuración de la
mascuiinidarí implica ia estructuración de una
'agresividad excedente’ . SI contexto de esta tríada de
violencia es la institucionalízacíón de la violencia en el
manejo de la mayoría de los aspectos de la vida social,
económica y política. ®
Los tres componentes ds la tríada se refuerzan entre §
si. £1 primero, la violencia contra las mujeres, no se
puede afrentar eficazmente sin, ai mismo iiempo, desafiar
los otros dos componentes. Esto requiere el
desmame lamiente de la fuente social da ia violencia; o
sea, de ¡as sociedades patriarcales, heteras existas,
autoritarias y clasistas. Estos tres' componentes y fas
sociedades en las cuales florecen se apoyan entre sí, Y
juntos, suponemos, se derrumbarán.

La Naturaleza Social e Individual de la Violencia


y la Agresión.
Cagonas de !3 violencia wj.
La interrogante más inquietante respecto V la
violencia masculina es, por supuesto, sus raíces
biológicas. Sería de gran utilidad saber si los hombres en
particular, o los humanos en general, están biológica­
mente (por ejemplo, genética y hormonal,men's)
redíspuestos a cometer actos de violencia contra otros
o . .'

nu manos.

. HüfSfifj J.ta.'ojse, E/uS ar.d Ci'/i.!i23!Íon (Scslcn: Bduícfi ?;5ss, 1975; Naw
YoíV; Vifl’BíO. Í5S2}; OsU Ho.'cwifi, fisp ia ssio n (Tcfo.ita; Ufiívejsiíy of
Tcfcr.la Prass, K7T)

21
M khc-¿¡ Kxufrrart

Desda si principie, el feminismo ha tenido ai cuidado


de distinguir entre sexo y género. Las diferencias estricta-
mente biológicas entre tos sexos constituyen sólo la base
para la estructuración social de género. En efecto, para
muchos hombres, ei atractivo del feminismo, además del
deseo de aliarnos con nuestras hermanas en la Jucha
contra la opresión, radica en el intento de disociar
‘ hombre" de ‘ masculino". Mientras que muchas carac­
terísticas asedadas con ia masculinidad son rasgos
/ humanos valiosos, como^pcr ejemplo la fuerza, la
¡ audacia, eTvalórJa racionalidad, el intelecto y el deseo
f sexual, Ja_dis"torsión__de estos, rasgos_en_Ja . norma^
t masculina y la exclusión de otrps_ (asociados con,
1 femineidad) son opresivos y destructivos. E¡ proceso de
"ádaptácic'n á la masculinidad les resulta difícil a todos ios
hombres aunóme no lo experimentan consejen temante
oemo tal.
Mas la relación misma entre sexo y género es
problemática. Para empezar, lo que podría llamarse la
fundón del género de una sociedad se aplica a
entidades biológicas cuyosCquerops son Ja fuente
fundamental de placer v dolor.2 3 E! hecho de que la
producción de género sea en sí un proceso tan complejo
y confuso hace que Ja relación entre sexo y género sea
aún más difícil de entender. Como señalan Michela
Sarrett y Mary Mclnlosh, aunque sí existen roles
estereotipados, cada individuo “no es ta víctima pasiva de
un sistema impuesto monolíticamente".»
En años recientes se ha intentado enmarcar g|
comportamiento social de les seres humano centro de la

2, Furto á? la sabiduría da Frsud fus reconocer quo, aunque la psicología


engendrada col individuo sis producto da la maduración del mismo dentro do
un ámeteme social en evolución, el cuerpo es, en dgír.i¡iva el sireis y cu eto
Oí sus deseos..
3. WÍCmOíq Sorrstl y M ir / Moíntcsh, Ths A m i~Sac!a¡ f-arnily (London:
VersotMew ü iit EkoXs, 1S32), tC7.

vt
HCML5RES, placer, poder y cam bio

biología. La sociobíología pretenda nada menos qua ¡


reducir ía interacción social humana a nuestra herencia \
genética. El estudio de simios, osos hormigueros y tenías ¡
como medio para discernir la verdadera naturaleza de las 1
humanos sorprende en su ingenuidad mas es,' a veces,
socialmente peligroso en su concepción y ejecución,
Como ha sido señalado por muchos críticos, ignora to
que es único a los seres humanos: la creación de*T
*órdenes sociales en cambio
> permanente.4
------ ---
- ----
J
De hecho, los humanos sen animales; criaturas físicas
sujetas a los requerimientos de toda ciase de células, ;
órganos y hormonas. Con todo, no tenemos una cabal
comprensión de cómo esto determina la conducta; y,
aunque la tuviéramos, ásta no es más que un elemento
insignificante y fragmentado que hay que entender dentro
de la esfera rriás amplia de la motivación y el deseo
humanos, Aún>tuviéramos un conocimiento cabal, lo
Importante es qua !cs humanos, a diferencia da ios
simios y hasta de la loable hormiga, viven en sociedades
muy diversas en constante evolución. De^de lp era en
que los seres humanos comienzan su existencia, su
historia ha sido ei alejamiento progresivo de una.5imple,,
'natural', existencia anima!.
Todavía pudiéramos establecer que les humanos en
general, o tos hombres en particular, están predispuestos
a fabricar bombas atómicas esto no nos ayuda a
responder la interrogante primordial de cómo cada
sociedad determina, lim ita 'o acentúa esta tendencia.
Considerando tan sólo et problema de la violencia, ¿por
qué a medida que fas sociedades se desarrollan !a
violencia parece pasar de una práctica aislada y a
menudo ritual a una característica que impregna la vida
cotidiana? Y ¿per qué algunas formas de videncia física*

VáanEEf las crfácas ía Cj/rr.érí Seh¡fa¡li:3 J rídtürrinljrno en Cías


pa.'tüs ú'i osla volaran,

03
MichAÉí /Cííurrrrárí

son tan comuran ente aceptadas (como el castigo físico a


loa niños) mientras que oirás (como ataque físico a
faraones, presidentes y pontífices) no?.
A esto hay que agregar que no hay evidencia
psicológica, biológica o social que sugiera.que1 los
humanes no están predispuestos a la agresión o aún a la
.violencia. Por otra parte también es factible una
predisposición a la cooperación y a la paz. Es también
f posible que Jos hombres, por razones hormonales, sean
biológicamente más agresivos y más propensos a ia
violencia que ¡ss mujeres. Desconocemos la respuesta
por la sencilla razón de que los hombres que
examinamos no existen ai margen de las sociedades.s
En todo caso, ei asunto es quá hacen las sociedades
con la violencia. ¿Cuáles formas de violencia son
aprobadas y cuáles son toleradas sccíalmente?, ¿cuáles
formas de violencia parecen formar parte de ía estructura
misma de nuestras sociedades? E! proceso de desarrollo
social humano ha sido de restricción, represión,
formación, deformación, canalización y transformación de
diversas tendencias biológicas. ¿No podría ser que este
proceso de represión haya sido bien selectivo? Tal vez ia
represión de ciertos impulsos y la negación de ciertas
necesidades agraven otros impulsos. Me viene a la
mente si hombre que siente no tener conexiones
humanas en su vida y va y viola una mujer.
No obstante el rechazo general feminista da la
scciobiclcgía, esta pseutíociencia extrañamente cuenta
can ei apoyo de parte de algunas feministas. Susan
Srcwnmiller, en su libro AGAJNST GUR WILL. MEM,
WOMEN AND RAPE, sostiene que la agresión masculina
violenta no scío es psicológicamente innata, sino que se
fundamenta en la anatomía masculina. V, a ia inversa, la
visión de Ja sexualidad femenina parece ser de5

5. Víase el ari'cuia ¿a Richard Lee y Richard Oaiy en asía Volumen.

2-4
■:¿ri ■.

HOMBRES, placer, poder y cambio

victimización a impotencia. Brownmüler afirma que: 'por


determinación anatómica, es decir, la inescapable
estructura de sus órganos genitales, el hombre era un
depredador por naturaleza y la mujer su presa por
naturaleza.** Alies Echcls indica que muchas feministas
culturales también tienden a reproducir numerosas
imágenes tradicionales y estereotipadas del hombre y de
la mujer.5
*7
La cuestión fundamental no es si ios hombres están o
no predispuestos a la violencia sino qué hace la
sociedad con esta violencia. ¿Por qué las múltiples
expresiones de violencia perpetradas de manera
desproporcionada per los hombres han sido los puntales
de tantas sociedades?, ¿por qué hay tantas formas de
violencia aprobadas o aun fomentadas?, ¿cuál es
exactamente la naturaleza de la violencia?, ¿cómo se
desarrollan y se refuerzan los patrones de violencia y el
afán de dominación?

El Contexto Social
Cada acto de violencia aparentemente individual se
enmarca en un contexto social. Esto no significa que no
existan actos de violencia patológicos, pero aun en ese
caso el “lenguaje* de la acción violenta, ia manera cómo
se manifiesta ia violencia, es comprensible sólo dentro de
una cierta experiencia social. Nos interesamos aquí en
ias manifestaciones de violencia aceptadas ccmo dentro
es !o normal, aunque sean censurables: pelea, guerra,

5. Suscn Srowmrülor, Ajelosr Ctir Will: Man, Y/omon and Rapo (Naw YcrX:
Banlíirt Socks, 1376) 5
7. A lca Eehuls, ‘ ~h 0 New Fsml.-iis.Ti el Yin Ysn^’ , 3 r¡ Ann S ji í ü * c i aJ,,
eds.. Popero c i Cosita (New York: Monüily Reviev* Prass, 1&83) -103— 59; y
Alies echáis, *Tho Taming el the Id; Fercinist Sexual Poliücs, 1360— 83*, en
Corel Vanea, ed.. P 'o a su o and Dsngc-r [tendeo: Rcu'Jtxlgo and Xegan Paü,
1384), £0— 72. Ambos artículos sen esencialmente ¡guajes.
- Ai ichsel K j tifria n

violación, asalto, maltrato psicológica y así sucesiva*


(Tiente. ¿Cuál es el contexto de la violencia masculina en
los órdenes sociales prevalecientes hcy día? La violencia
ha sido desde hace tiempo Institucionalizada como un
recurso aceptable en la solución de conflictos. Pero en la
actualidad los vastos aparatos policiales y militares
¡ mantenidos alrededor del mundo constituyen una
) amenaza ai futuro de la vida misma.
Las sociedades ‘civilizadas" se han construido y forma­
do mediante ia destrucción, la represión, y la explotación
de otros pueblos: exterminación de poblaciones nativas,
I , .«m-' colonialismo y esclavitud. Escribe Aireé Césaire; “me relia-
ro a sociedades privadas de su esencia, a culturas pisotea­
das, a instituciones socavadas, a tierras confiscadas, a reli­
giones destrozadas, a magníficas creaciones artísticas
destruidas, a posibilidades extraordinarias eliminadas...
me refiero a millones de personas... sacrificadas."*
Nuestra relación con el medio ambiente natural ha
sido a menudo descrita con la metáfora ce la viciación.
o La actitud de con Quista hacia ia naturaleza, de dominio y
; f 1 explotación del meció ambiente por provecho económi­
co, tiene grandes consecuencias cuando disponemos de
una tecnología capaz de trastornar el balance ecológico
formado a lo largo de cientos de millones de años.
La vida de trabajo cotidiano de las sociedades
inousiriaies y clasistas está repleta de violencia.
Videncia esta que se disfraza de racionalidad económica
a medida que algunos de nosotros nos convertimos en
extensiones de máquinas mientras otros se convierten en
careares separados de sus cuerpos. Núes iros presases
industriales fian venido a ser el instrumento de tortura
me domo con c-l cual somos desfigurados y desmembra-

3. .‘ l.'Viá Césasp?. CiscdatZQ m CvionlítistV {<¡ew YefJc: Review P reiSj


'.372}, 2 1—2: pLh f^ii'ra crÍ3;nairny;U& í?íi I& 3 S pe: ?réso¡‘.C^
^ .icci.r.ñ.

- HCMBRES, placer, po<jof y cam bio

dos. Es is violencia la que expone a los trabajadores ai


■peligro de ias sustancias químicas, de la radiación, ds las
¡ maquinarias; de! aumento cíe producción sin aumento de
; salario y de la fatiga muscular. Es la violencia la que
i condena a ía mayoría a trabajar hasta el agotamiento
¡ durante cuarenta o cincuenta años para fuego ser
! arrojados a ios botes de basura cue la sociedad reserva
\ para los viejos y desgastados,
Eí racismo, el sexismo y el heterosexismo institucio­
nalizados en nuestras sociedades son actos de violencia
socialmente regulados. Nuestras ciudades son en sí una'
violación, no sólo ds la naturaleza, sino da ía comunidad
humana y ce fas relaciones humanas ccn !a naturaleza.
Como dijera el arquitecto Frank Uoyd Wright: "observar
i ios planos de una gran ciudad es algo asi como observar
e! corte transversal de un temer fibroso.-*
Nuestra ciudades, nuestras estructuras sociales,
■ nuestros trabajos, nuestras relaciones con fa naturaleza y
nuestra historia son más que el telón de fondo de ia
preponderancia de la violencia. Sen formas de violencia;
formas institucionalizadas de 'violencia codificadas en
estructuras físicas y relaciones socioeconómicas. Gran
parte deí análisis sociológico de la violencia en nuestras
sociedades indica simplemente que la violencia es una
conducta aprendida al presenciar y experimentar
violencia sedal: el hombre patea al niño, el niño patea ai
p e rro .11 Como lo indica el estudio del maltrate de

j, C. IV.naíd, 77.--J City c/.'.fan [Na-.v Ycr*: ScüifiW, 10SU¡, 40, Cilicio en M. O,
o ;;> r., Lito .Jj .í ./ís ; P a i .m -iM-ccíeicA-n: Vf'si.eyan L 'n ivtriils Ptsss. 19511,
sea,
11. S-:a 23 al ar.ioqua de, -er ejenulo, Suaar.r-b Siainmetí. Segvn Sí-ainmeCí
:4 .Tiaerifilvol sccid •; íes ccncicicncs ootnírnioaí ¡tío s carro ia pebíeía, al
sc5airp.ee. la vivienda inacccvada y ¡a «jíor.;'cacica y £cop;aci¿n da la
•-í nTí'4) ca-sucsn a arr rJlc cercarte;-.) da Oí[rn:ir¡a& y a ora icleranca -i 13
qr.a a ve,' llevan a ia ngnsi,;n on la lam.iij. Véasa su C yco s/
Zmíiw (f'4,v Y” 1:: P.'T.*™r. :377;, 00.
•/
j
I.-*
iVí ícit¿;r<d X d ü fm sn

esposas, tales experiencias de transmisión de violencia


son una realidad, ya que muchos de los hombres que
golpean a sus esposas eran maltratados cuando niños.
Más significativo aún es que nuestras personalidades
y sexualidad, necesidades y temores,'fortaleza y
debilidades, nuestras identidades propias, son creadas,
no simplemente adquiridas, a través de nuestra realidad
vivida, l a violencia de nuestro orden social fomenta una
psicología de violencia que a - su vez refuerza las
estructuras sociales, políticas y económicas de violencia.
Las exigencias cada vez mayores de la civilización y la
constante dependencia de estructuras de violencia
heredadas indican que el desarrollo de la civilización ha
ido mano a mano con un aumento continuo en la
violencia contra los seres humanos y en el medio
ambiente natural.
Sería fácil, pero a la larga, de poca utilidad, emplear
el término 'violencia* como metáfora para todos los
antagonismos, contradicciones y males de nuestra
sociedad, Por el momento dejemos a un lado el terreno
social y empecemos a descifrar la naturaleza de la
llamada violencia individual,

La Tríada ds la Violencia Masculina


La longevidad ds >3 opresión de /a mujer debe estar
basada es, algo mas que en la conspiración, oigo más
complejo que ¡a desventaja biológica y más perdurada que
la explotación económica (aunque lodos estos factores
influyan en cieno grado)
JuJist M itc h e !lí!

'1 •. Juüel Wüciiail. P sytíiean Jtíysis a n d ■¡New Verx: VlrUaga, ÍS75),


352.

SS
HOMÓIÍES, placar, p e d e r y cam bio

Parecería imposible creer que 12 mera codicia pueda


mantener a los hembras inquebrantables en sus
prepósitos.
. Jossph Cor.rsd12

El campo en ei cual se sitúa la tríada da la violencia


masculina es una sociedad o saciedades basadas en
estructuras de dominación y centro!. Aunque a veces este
control se haya simbolizado y personificado sn ei padre
individua! —patriarcado, por definición— es más impor­
tante enfatizar que las estructuras patriarcales de autori­
dad, dominación y control se encuentran diseminadas, en
tedas tas actividades sociales, económicas, políticas e
ideológicas, y en nuestras relaciones con e¡ medio
ambiente natural.
Ahora, quizás más que en ningún otra momento de Ja ■
(srga época del patriarcado, la autoridad no reside en el
padre, al menos en gran parte da! mundo desarrollado
capitalista y no capitalista. Esto ha ¡levado a más de un
autor a cuestionar la pertinencia del término patriarcado.*3
Sin embargo, me parece que sigue siendo útil como una
categoría descriptiva amplia. En este sentido Jessica
Benjamin habla del actual reinado del patriarcado sin el
padre: 'la forma de dominación peculiar de esta épcca no
se expresa directamente como autoridad sino indirecta­
mente corno la transformación ce todas las relaciones y
actividades en fórmulas objetivas, instrumentales e
impersonales,"11
Las estructuras de dominación y conírci constituyan
no simplemente el marco ce ia triada de violencia sino

12, Jcsopíi Conrad, LcfdJim (Naw York: Sar.Uun Ecoks, 1931). 143. Publicado
cricínaJrr.erLtacn 1C-CO.
13, Víase] por ejemplo, si ir.ieresania libro ce .VI¡chela Sarralt, V /oirtsn's
Cppressicn Ta¿a/(Lcndcn: Vsrsc/rfew Laít Socks, 1SSO), 1¡0—,0. CS'0—1.
;-l. Jcssica S-jr;gm'r>. 'Aulhchí/ end thfl Farnü/ .SevisiHí!; ; í . A V/crd Wllhcui
Fplíiers?*, NevfGsrmsn Cíisqua (Wlnlcr 1970J, 05.

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Micb.jel K¿\j.jmjí\ A-
HOMGRÉS, placer, poder y cambio

que generan y a su vez son fomentadas por esta vistas como ia personificación de la naluraleza. “Cra
. violencia, Esíps estructuras se reiíc-ren tanto a nuestras aliada, ora enemiga, la mujer se muestra como el oscuro
relaciones sociales como nuestra interacción con el me­ caos de donde emana la vida, como la vida misma, como
dio ambiente natural. La relación entre estes dos niveles e! más allá hacia donde esta tiende."'7 La violencia contra
t es, obviamente, en extremo compleja. Parece ser que la la naturaleza al igual que ia violencia contra la mujer,
i
-it violencia contra la naturaleza; es decir, el infructuoso y contra otros hombres y contra sí mismo se relaciona, en
i desastroso empeño en dominarla y conquistarla, está parte, con lo que Sidney Jourard llama los aspectos
i íntimamente relacionado con la dominación entre seres letales de la mascuiinidad,1*
t
humanos. Algunas de estas relaciones son bastante
obvias. Viene a ¡a mente el arrasamiento del planeta por
La R eproducción Individual de la Dominación
afán de lucro en las sociedades capitalistas, sociedades M asculina . ;
que se caracterizan por ei dominio de una ciase sobre ■ . - s

Ningún hombro naco carnicero.,


otras. Mas la relación entre la dominación de la
naturaleza y las estructuras de dominación de los seres Bsrtolt Erechi11
humanos va mas allá. Varios autores han hecho agudas
observaciones acerca de esta relación, En una sociedad dominada por los hombres, estos
Max Horkheimer y T. W. Adorno, señalan que la tienen ciertos privilegios. En comparación con la mujeres,
dominación de seres humanos por otros sienta las bases tenemos ia libertad de caminar per las calles de noche ’
para la dominación de la naturaleza.’5 Un importante estamos, por tradición, exentos del trabajo doméstico, y, en
tema secundario en el libro de Mary O'Srien, THE promedio, disfrutamos de salarios más altos, de mejores
POLITtoS CF REPRCDUCTlON es que los hombres "han empleos y de más. poder. Pero estas ventajas no explican
comprendido su separación de la naturaleza y su cor sí mismas la'reproducción individual de tas relaciones
necesidad de mediar esta separación desde el momento de dominación masculina; es decir, el porqué desde
en la oscura prehistoria en que ia idea de la paternidad ismprana edad cada hombre adepta (a mascuiinidad.
se apoderó da Ja mente humana. El patriarcado es la
La aceptación de la mascuiinidad no es tan sólo una
capacidad de trascender ias realidades naturales con “socialización" en cierto re! de género, como si
realidades históricas creadas por el hombre. Este es el
p r in c ip io d e p o t e n c ia e n s u f o r m a p r im e r d is f. “ ’ s
Según Simona dE oeauvom los sentimientos 1/. Simona da Saauvo.V, Tho Seccnü S j x (?¡¡¡w: Vinlajo. 1974) t £2
p o s a d o cfijínalmonto on 1949. Ocrothy Oinr.ersloin sigue una linea da
ambivalentes do los hombres haci 3 la naturaleza se­ argumentación similar, pato, tü acuerda con la c0 su i fcro, apunte a los
transfieren a sus sen [ir cientos hacia que son nir.oi criados perla macre ccmo ítemo de c-slos sentimientos ambivalentes
naca la mu,er. Ví-aso Cinnerstein, cp. d i, espeoaJrncnie 100— to
1S- usted Aspects al te* Mste fio sn bcsoch H
!5. Véssa ¡bid., 4a para una discusión brava Otateebe o i £r,!:gtnn\ant. Ce eax y Jack Savvyer. eds.. Aten and ¿(aseuil/wy (Siglewoc<3 C iffs- Prantica
Adcfr.o y Hür¡^Vrr,Cf. Mal!, 1374), 0 3—9. '
! 3. V e r/ C'Brién. ¡"fre Poiivcs o í R=z roducUQn (Lc/ídort! Rqu& xíso and Kscsn ' Sented Erecnt, Threepur.ny Novet. vad. Oasn smo-ndI Va5syíHarmond;v,c¡-h:
■aEu. 1S3I). 5J— S i. IC-3E),

31
Al/c^-'ai Kauftriatt

presxistiera un ssr humano que aprende un rol que luego


desempeñará por g! resto de su vida. Más bien, durante
su desarrollo psicológico, adopta e interioriza un conjunto
d 9 relaciones sociales basadas en et género; ia persona
formada mediante este proceso de maduración se
convierte en la personificación de estas relaciones. Ya a
ios cinco o seis años se han establecido en ei niño las
bases de !a masculínidad para toda !a vida.
Dos factores intrínsecos a ios humanos, y a su
desarrollo constituyen ia base para la adquisición
individual del género. Estas condiciones no explican ia
existencia del género; sen simplemente prarrsguisitos
para su adquisición individual.
E!/'prim erfactor es la maleabilidad de los deseos
humanos^ Para el bebé todas las actividades corporales
—tacto, vista, olfato oído, gusto, pensamiento— sen
fuentes potenciales de placer sexual; más bien, son
placeres sexuales en el sentido en que tenemos la
habilidad de derivar placer de nuestros cuerpos, Pero esta
pol[sexualidad es limitada, moldeada y reprimida durante
e! proceso ds maduración necesaria para responder a las
exigencias. deLmundo natural y social, A diferencia de
otros animales nuestra sexualidad no es puro instinto sino
que es construidaJndividcaLy.socia!mente.
Debido a esto y a fa capacidad humana de construir
sociedades e ideologías, si género existe comq^aígo
diferenciado del sexo biológico, ■
'^3í no ssm n Herbert .Vlarcuse, y a su vez Gao
Hcrovatz, las exigí acias de las sociedades de dominación
o "de represión excedente" progresivamente reducen ia
sexualidad si contacto genital de norma heterosexual.
(Marcuse afirma que cierta “represión básica" de-]
contención^ o desviación de los deseos humanes es i
necesaria a toe de ssc< ¡as
sociedades jerárquicas y autoritarias requieren, además, í

•’pi
H O M BRES, placer, podar y cam bio

una "represión excedente' para mantener las estructuras


,de dominación).50 ■
Esta reducción al contacto genital no se debe a una
pré'férencia natural sino que se trata de un bloqueo de
energía de _una amplia gama- de formas de placer
(incluyendo actividades "mentales"). Por motivos discuti­
dos por Hcrcvviía y Kaufman #»n otro artículo, Ia "dniiteHón"- !
da ia forma dominante de masculinldad es u n in te n sifica-
dión da las formas de ciacer asociadas con actividad y
una represión excedente da nuestra habilidad de
experimentar placar pasivamente. Tratamos de compen­
sar esta represión excedente con ios placerás' y las
preocupaciones que nos brindan ei trabajo, ei ocio, ios
deportes_ y la cultura. Esto no es suficiente para compen-
‘sar tos severos límites impuestos al amor y af deseo. Dicho
con crudeza, un fin de semana de dos días no compensa
emocionalmente cinco días de trabajo abrumador, sobre
todo si se toma en cuenta que estas actividades sociales
sen en sí una fuente de conflicto y tensión.
Ei fseoundo^factor que constituye la base para la
adquisición de! género es el fuerte apego a las figuras
paternas_gorjearte del niño que resuitá de ia prc’oncadá
niñez humana. El apasionado vínculo del niño con las figuras
paternas primarias es particularmente poderoso y rele­
vante para nuestro desarrollo persona] en sociedades
donde mujeres aisladas tienen como responsabilidad pri­
mordial la crianza de bebés y niños, en donde las reiacior.es
del n‘ño ccn ei mundo están fuertemente mediadas per una
íamíiia pequeña, y no una comunidad, y en donde son supri­
midos rasgos asociados con e! sexo "opuesto".
La niñez es un largo período de impotencia. E! amor In­
ter sq ^M ci^n o ^ ambospadres va unido a profundos sen-
timientos de privación y frustración. Esta ambivalencia na­
tural se agrava emocionalmente en sociedades en las que

,M¿jclí£ü. c.a e.rr pHcrcvi n. op.f ai.


MÍCñtfíf Küufm ^.l"

[os padres pueden dispensarles a los niños sólo una aten-'


ción limitada, en donde las exigencias sociales agregan
frustraciones a las inevitables experimentadas por el niño,
.i
y en donde uno o ambos padres aislados reviven y reprodu­
cen los patrones de su propia niñez. Como veremos, la ad­
quisición de la masculinidad es en parte una respuesta del
r ■
niño a esta experiencia de impotencia. •
r
A eso de tos cinco o seis años, cuando tos niños han
alcanzado un desarrollo físico, emocional e intelectual
suficiente para definirse a sí mismos separados de sus
padres, estas figuras paternas ya han sido interiorizadas
en ellos. En los primeros anos, al Igual que en años
posteriores, Inconscientemente nos identificamos con (o
reaccionamos contra) las características aparentes de los
objetos de nuestro amor y las incorporamos a nuestras
personalidades. Esta incorporación e interiorización, o
rechazo, de las características de nuestros objetos de
amor es parte del proceso de formación de nuestro ego,
de nuestra personalidad.
Esta interiorización es un proceso selectivo que tiene
lugar en ambientes sociales específicos. El ambiente
inmediato es la familia, ia cual es un “enérgico agente de
ubicación de ciase y un eficiente mecanismo de creación
y transmisión de desigualdad de género".2’
En mayor o menor grado, la familia refleja,jeproduce
y recrea el sistema jerárquico de género de la sociedad
en su ccniunio.1521

21. ‘.las r.p. p, :;2.


22. c ito es cierto r.o sólo pcrqu9 cada sistema socioeconómica paraca croar
un tipo de (armlia cerraspandiente. sino también. porque a su vez, ía
estructura familiar tueca un papel impcnar.to en Ja formación do la ¡declama
de la sociedad. Sagún Barrolt y Macintosh en nuestra sociedad ia
perspectiva^ !a iceclcgía da la lamilla tienon una "candiciin da hegemonía
absoluta' dentro do la sociedad ¡ín su conjunto. Existo, además, una
interacción dialéctica entre el tipo da lamilla y ia organización de la
producción y el trabajo asalariado. (!tld., 70, ¡20)

U-’r
HOMBRES, placer, poder y cambio

. Como se señaló anteriormente, el niño tiene


. sentimientos ambivalentes hacia sus figuras paternas
primarías. E! amor va unido a sentimientos de impotencia,
tensión .y frustración. La sensación de ansiedad e
impotencia que. experimenta el niño es el resultado no
sólo de las prohibiciones de padres estrictos sino también
dei hecho de que hasta los padres más amorosos nc
pueden vivir exclusivamente dedicados á sus hijos
debido a 'las'exigencias da la sociedad, de ia realidad
natural y de sus propias necesidades.
Niños y niñas experimentan estos sentimientos
ambivalentes y esta sensación de impotencia; Pero los
sentimientos hacia los padres y la cuestión del peder se
impregnan casi de Inmediato da.signiíicado social. Años
antes de que la niña o el niño sea capaz de expresarlo
jverbalmente, emoíeza a entender que la madre es inferior
al padre y que la mujer es inferior al hombre. Gue esta
inferioridad no es algo natural sino, que es socialmente
impuesta va más allá del entendimiento del niño y aún más
allá del entendimiento de biólogos sociales, presidentes y
papas. (El tamaño mismo puede influir en esta percepción
[ de inferioridad, o quizás se trate sencillamente de que en
una sociedad jerárquica y sexista el tamaño se convierta
en un símbolo de superioridad). A la larga, el hecho
biológico dei “otro” se matiza con el concepto de otro
I impuesto socíalmente. Al niño se le presentan dos
, categorías de humanos; los hombres, que personifican
("tocia la grandeza y el poder de ia humanidad, v Jas
,!_ m u ; c uo sec.ún Simone de Eesuvoir sen defWdas
como ei "Ciro" en una sociedad faiocéntricac*
Como respuesta a esta impotencia y al deseo de
percibir piacer, los humanos desarrollan un ego y un
superego; es decir; una identidad separada y un
mecanismo interno de autoridad. Parte importante del2 3

23. Cs Besuirúrr, op. cit., p&ssint*


Mkhital Kanfm^r,

proceso de desarrollo de! ego es ¡a identificación con los


objetos de amor; y. progresivamente ambos sexos
descubren y aprenden quiénes son las figuras de
identificación apropiadas.' Mas, estas figuras de
identificación no son iguales.
.La sociedad le presenta un gran escapa al niño. Este
podrá sentirse impotente pero sus perspectivas son
buenas ya que como hombre adulto gozará de privilegies
y (al menos en $u imaginación infantil) disfrutará de
peder. Una fuerte identificación, es decir, la incorporación
a su identidad en desarrollo de su imagen paterna en
particular y de figuras masculinas en genera!, compensa
su sensación de impotencia s inseguridad. Es su
compensación por la renuncia a su primer amor.
En este proceso el niño no sólo exige para sí la
actividad do los hombres y de su padre sino que al
mismo tiempo se distancia de la pasividad de la relación
infantil con su madre y de su sensación de pasividad en
general (pasividad en ef sentido de sentirse abrumado
por !cs deseos y por un mundo frustrante). Se lanza a!
proyecto de controlarse a sí mismo y al mundo y viene a
personificar la actividad. La . mascuiinfdad es una )
reacción contra, la pasividad y la impotencia y conlleva la !
represión de todos.los dessos y rasgos que una sociedad !
dada define negativamente ...como pasivos o como
resonantes de ^experiencias .pasivas,. Pcr„otra. parteóla,
nina descubro que nunca,poseerá. ppder_mascu!lno y
que, er. adelante. lo_más a que puede aspirar es a ser
_amac!a~pbd un nombre:'o sea, a ce rees y: r activamente Ia
pasividad.
Da esta modo, la realización da Jo que se considera la
personalidad masculina biológicamente normal (pero
que en realidad es una mascuiinídad construida
sccrsímente) es uno de ios resultados de ’a división dei
deseo humano y del ser humano en esferas de actividad
HOMBRES, pláccr, potícry ambío

y pasividad que se excluyen entre sí. H¡ monopolio de la


actividad por parte de los hombres no es un imperativo
psicológico o socia!; más bien, ía interiorización de las
normas de la masculinidad exige la represión excedente
d e . objetivos pasivos como lo es .el deseo da sar
protegido. La represión de la pasividad y la acentuación
da ia actividad .constituyen ei desarrollo de una
personalidad da i agresividad excedente, que
desgraciadamente es ia norma en !as sociedades
patriarcales, si bien el grado de agresividad varía de
persona a persona y de sociedad a sociedad.
Parte de tas causas de esta proceso es una respuesta
ai miedo, ai rechazo o al castigo; ai temor a perder el amor
y la autoestima. ¿Por qué cree eS niño que perderá el amcr
y la autoestima? Por hacer lo que está prohibido o se
considera ma!. Y, para no hacer ío que está prohibido o
mal, el niño, duranta este proceso de identificación
interioriza los valores y las prohibiciones de !a sociedad,
De este nr.cdo se forman e! superego, la consciencia, el
sentido de culpabilidad y ¡os criterios de autovaloración;
mediante la Interiorización de la autoridad social, la
agresividad se dirige contra uno mismo.”
Toco esta proceso de desarrollo del ego constituyo la
formación de una esfera psíquica que media entre
nuestros deseos inconscientes, e! mundo y un superego
mortificante. Pero, el desarrollo del ego es el desarrollo
del ego masculino o femenino; en este sentido, el ego es
una definición de sí mismo formada dentro de un contexto
social y psicológico dado y derUro ce io que Gay¡8 Rubín
llama un sistema es sexo y género específico.2 4
25

24. Sign’ L¡nU Fraud. Civilizado/] srd !:s DiscvMenlí ¡Nyw YojX: ’iV. W, NotTo íi ,
1552), 70,72.
25. G a /!j F.'jfciíi, ‘ T w TriVl:; in Tremen: ííolas en ISe 'P ojUc.i I tc c ic m /' oí
3 e * \ un Rtfyr a R R.oiíer, e-d.. Tc#a.'d sn Antiircpok;$y cí trysmiíriNsw Ver?.:
Mcnmly R-yvi-aw Press. 1975), 157—210.
HOMBRES, placer, poder y carr,bio

E! niño no está simplemente aprendiendo un roi de trabajo. Durante la adolescencia el dolor y el temor que
género sino que se está ccnvirtiendo en parte de ese Implican !a represión de la "femineidad" y pasividad^
, empiezan a hacerse evidentes. La mayoría de los
género. ledo su ser, en mayor o menor grado y ai precio
de un mayor o menor conflicto, será masculino. Ken
Kesey expresa esto magníficamente en su descripción de
Í hombres responden a este dolor interior reforzando les .
bastiones de la mascuünidad. El dolor emocional que'
Hank, un personaje principal en SGMETiMES A GREA7 ■ genera una mascuünidad obsesiva se reprime mediante .
NOTION: "¿costaba un esfuerzo tan grande el simple un refuerzo de la mascuünidad misma.
caminar o estaba Hank haciendo alardes de su
La familia, la escuela, los deportes, los amigos, la
desarrollo masculino? Cada movimiento era una
iglesia, los clubes, los niños exploradores, los empleos y
agresión abierta contra el propio aire que Hank
los medios de comunicación juegan un papel en la lucha
que sostiene el adolescente por dar los últimos toques a
su masculinldad. Las expresiones de peder masculino
El Refuerzo da la Masculinldad serán radicalmente diferentes según la clase social. El
La masculinldad se arraiga inconscientemente antes jadolescente 'de|[clase~7nedi^ con un futuro profesional o
de los seis años, se refuerza durante e! desarrollo del Ids nego.cios, expresará su poder personal y social a,
niño y estalla indudablemente en la adolescencia. El } través ds un dominio directo sobre el mundo. .
comentarlo de Beauvoir referente a que en las niñas "con El trabajo absesivo o al menos la apreciación da su
!a pubertad, no sólo se aproxima el futuro, sino que se valía de acuerdo ai nivel social y ?l dinero puede bien ser
establece en sus cuerpos y asume la más concreta el resultado. Las fantasías de poder a menudo se
realidad”17 se aplica Igualmente a los niños. 1 expresan en términos de jama y éxito.
La masculinldad se define de manera precisa, Para un muchacho de/ciase obreralel camino hacia eí
especialmente durante la adolescencia del individuo. La I mundo de los negocios, la política, las profesiones y la
norma masculina tiene matices y peculiaridades I riqueza está prácticamente cerrado. Per !o tanto, su pocer^
particulares que dependen de factores de clase, , masculino a menudo se manifiesta como machisirng
nacionalidad, raza, religión y stnicidad y que, dentro de : obrero y el peder de dominación se expresa en forma
cada grupo, se manifiestan de manera singular. La !l' r !cn directa. La dominación de ios factores de
importancia de ‘a adolescencia radica en el hecho de " í :k - oreducción o ds oírs psrscr 3 h rj m e ro s

que es durante esta cus el cuerpo sufre un nuevo alardes y poder musco i ar. u¡ W lilis, en un excelente
despertar, que finalmente tiene lugar ¡a tan esperada análisis del desarrollo de la identidad cerera del hombre
entrada a !a adultez y que ía cultura hace las últimas blanco en Inglaterra, demuestra que la adquisición de
preparaciones socioeducativas para la vida acuita de una positiva identificación ce clase está directamente
relacionada con e! desarrollo de una Identidad de género
"3 . Ken Kasay, S e rrin o s a C tos! ,'icbon (Mew Yí .-x : 3ar.:am. 1S65). 115. particular. Aunque estigmatizado por la sociedad en
(s 3i!f3 n3 íji5 n!6 vitífiü s le* Alemana '2 ciíirrtiacicn d«3 S jn A^usiin, ceda general, el Irahnvo _ íísico_ se coayj -j / m m
rsscifíiccn ;t?:ci »?*pacana.* or. fíorc/viLi, -p. -v», 2!.
2?. ü'.¿ üvLir, cp. ót,
serscmücacicn cei poder masculino. “Ei trabajo físico se

un
Midtael Kaufmsn

confunde con cualidades masculinas con ciertas


f implicaciones sensuales 'para los muchachos". 'La
dureza y la rudeza del trabajo y e! esfuerzo físicos'
1 adoptan visos de masculínidad y asumen un significado
/ desproporcionado/1*
La adolescencia es también la época de nuestros
primeros enamoramientos intensos. A pesar da que una
gran parta de la experiencia sexual previa a la adoles­
cencia y durante las primeras etapas de esta, es de
carácter homosexual, hay la tendencia a desvalorizarla e
ignorarla a favor da las relaciones con muchachas,
. consideradas como las verdaderamente auténticas. Esta
interacción promueve la adquisición de la masculínidad
en los muchachos debido a que se lleva, a cabo con
muchachas que a su vez están dedicadas a adquirir la
femineidad complementaria. Cada momento de interac­
ción refuerza la adquisición de género de cada sexo.

La Fragilidad de la Masculínidad
La masculínidad es ,_pgdgr1_pgj;Q__ es también
terriblemente frágil porque, contrario a ¡o que hemos sido
t inducidos a creer, no existe Sorna una realidad biológica
i que llevan les hombres dentro dé sf. La mascylintdad
r é:dsTe^orno~iclioíoqía, como conducta. ce diíícad a; ex isfe
¡ en el marco de relaciones "de género*. Pare en definitiva,
no es más que una institución social con una relación
' insustancial con la hombría y el sexo biológico, sus
supuestos sinónimos. El niño no sabe diferenciar ende
sexo y género, y para él ser hombre es ser lo que él
percibe como masculino. Eí niño es el futuro hombre. No
ser masculino es.carecer de sexo, es ser "castrado*.
La tensión entre la hombría y la masculínidad es

¿3. Paul yriltis, Lo3m¡r,y !o L jíx -r ( '!z x York: Col'j.-ribia LTniversi:/ Press, 1031).
150. Víass ramsS.t e¡ articulo es Slaji G.-ay an asís Ycúurr,sn.

■10
^ ’y^-r Lv^Víi.cii'U

HC M BR E3, placer, poder y « ra b io

\ intensa debido a qua ta masculínidad requiera la


| represión de una amplia gama do necesidades,
sentimientos y formas de expresión humanas. La
masculínidad es !a mitad da la estructura limitada y
reprimida de fa psiquis humana adulta. Aun cuando
estamos ¡ntelectualrnsnte conscientes de la diferencia
fentre hombría biológica y masculínidad, .el Idaal
( masculino está tan fijado en nosotros que resulta difícil
separar.la persona_.que quisiéramos llegar a sar (más
‘ enteramente humana", menos .sexista, con menos
represión excedente y así sucesivamente) de !a que
somos en re n d a d . ..... —...... . ....... ............. .
adolescentes (y a menudo cuantío aduitos) no somos
conscientes de ia diferencia' entre' hombría y
masculínidad. Con la excepción de la minúscula
■ proporción de ta población que constituyen los
hermafroditas, [a masculínidad biológica es obvia, como
atestiguan la presencia del pene y los testículos. No
obstante esto, ios muchachos y les hombres albergan
mucha inseguridad en cuanto se refiere a sus
credenciales masculinas. Esta inseguridad resulta de la
equipa-ración de la hombría ccn la masculínidad; mas,
esta última no es sino producto de nuestra imaginación
colectiva, patriarca! y ce represión excedente.
Aunque en una sociedad oatriarcal, ei ser hombre se.
] tiene en gran estima y ios hombres valoran su
1masculínidad, no por esto dejan de tener sentimientos
-Tusiva fññi es, Es muy significativo el hecho de que la
figura del padre es primordial en el proceso inicial do
interiorización. Ar.drsw Tolscn afirma que "para el niíio
l'ía masculínidad es a la vez misteriosa y atractiva
'.((promete un mundo es trabajo y poder} pero, al mismo
ytiempo, es amenazante (desconocida y emccicnaiments
distante).,. Actúa en ambos sentidos; atrae y repele en
una dinámica contradicción. Esta distancia y atracción
simultánea se jntericriz a como una tensión emocional

-ti
i\í/crtJ¿í Kjju/mart

permanente que do alguna manera el individuo ha de


esforzarse en superar.1*ía
Aunque la hombría y la mascuünidad son sumamente
valoradas, Sos hombres se sien ten ,' consciente o
inconscientemente, inseguros de su croáis hombría o
masculinídad. Cuando se les incita a -expresar sus
sentimientos, como es caso en grupos de apoyo y
I
terapia, resulta evidente que abrigan dudas acerca de
sus credenciales masculinas.
Pensemos solamente en la ansiedad que provoca el
.pene, ese cetro incomparable, símbolo de patriarcado y
u
de poder masculino. Aún pequeño, el niño experimenta,
más o menos conscientemente, espantosas fantasías de
r "castración*. El niño nota que las personas que carecen
1 de pene son las que tienen menos poder. Un niño de
cuatro años que ignera e! poder de ta publicidad, el esta­
do, Ja educación, los patrones de interacción psicológica,
la paga desigual, e! acosamiento sexual y la violación,
¿qué puede pensar que confiere las recompensas de la
masculinidad sino que esa pequeña diferencia visible
entre el hombre y la mujer, el niño y la niña?
Por supuesto a esta temprana edad et pequeño pene y
los testículos no constituyen una gran defensa centra el
mundo; como tampoco se pueden comparar con los
genitales asombrosamente grandes del padre y otros
hombres. Me recuerdo a mi mismo en la ducha cuando
tenía cinco o seis años, mirando con asombro a mi padre,
Años más tarde caí en cuenta de que se había completado
el círculo cuando al ducharme junto a mi hijo de cinco añes
percibí la misma expresión en su cara. Esta imagen
interiorizada de la pequeña e infantil identidad propia se
mantiene insistentemente en el inconsciente de cada
hombre; esto hasta tai punto que de adultos ¡os hombres
van a la guérra para demostrar que son potentes, arriesgan
*
CS. Andrew Tr.lsícn, í?is U.-nils ot Mascutinl?/ (Lontfcn: Tavrslocfc. '977). 25.
HOMBRES, placer, poder y cambia

sus vidas para demostrar que tienen cójanse Expresiones


tales como esta y el doble significado de la palabra
impotente no sen una casualidad.
Con todo lo valorada que es en la cuitura patriarcal, la
mera presencia de ese pedacitode carne maravillosa­
mente sensible no es suficiente garantía de hombría y mas-
cuíinidad. Si efectivamente existen tales dudas sobre ¡as
credenciales masculinas durante y después de la adoles­
cencia, ¿cómo se combaten? Una forma es la violencia, 1

La Violencia Masculina contra Jas Mujeres


A pesar del rol inferior que les asignen los hombres,
las mujeres son los más caros Objetos de su agresión.
Símone de Beauvoir*
La violencia masculina contra las mujeres es la forma
más común de violencia directa y personalizada en la
vida de la mayoría de los adultos.- Pocas mujeres se
libran del alcance de la agresión masculina, que va
desde el acosamiento sexual y la violación, hasta el
incesto y e! maltrato físico de la espesa pasando por el
espectáculo de Jas imágenes pornográficas violentas.
Mi propósito no es enumerar y evaluar las diversas
formas de violencia contra la mujer, como tampoco
pretender determinar to que puede ser clasificado como
violencia en sí;11 sino entender esta videncia como una

CO. S.rnone Beauvoir. Nouvel Cbservalo itf, 1ro. bs m a rjí de Í97S,


Citado en Cierta 5, H. Russeil y Niíolo Van co Ven. etís., C rirrss A gsifis!
W ofjic.i {Mi.larca, C iif.rLes Fe.TJnes. 1976), iiv,
Oí. Entre otros fuentes útiles, aunque a troces pre flemáticas, sobre !a violencia
masculina véaso Leerte,-e E, Wa.fcev, Í7:ií SúncrsU 'rVcmsn {Hsw Yerto Harper
Cclcpnon, 153C); Russel! y Van ¿o Ven, cp. cit.; Judith Lavvis Hermán,
FB:ef\et— C.iLtj.brer' ¡ncast (Cambridge, Mass.; Harvard Univefsity Press,
1531); Surtirme X, Stein.molz. TTta Cytía e l Violenta (New York: Praager,
1577); Sylria Levirto y Joseph Koaning. Vt'hy Kk>ú Rapa (Tcrento: M.acMitlan,
13eO>; Sjsr.n SrC ivnTi ücr, op. c.r., y Ccnn.u Cobermcn y Marglo Wolfe, ods.,
'la Sala Placo (Tárenlo: Viorr-.en’s Press, 1535).

-13
Aí iek ¿i¿i K jufrrtH n

■ expresión cíe la fragilidad masculina y su función en la


perpetuación de la masculinidad y la dominación
masculina. ■
En primer lugar, es probable que la violencia
masculina contra las mujeres sea la expresión más ciara
y directa del peder masculino y femenino relativo. Cue el
poder social, económico y político relativos puedan ser
expresados de esta manera se debe en gran medida a
diferencias en cuanto a fortaleza física y entrenamiento
permanente de lucha (o carencia de este). Se debe
también al dualismo activo/pasivo. La actividad en forma
de agresión es parte de la definición de género
masculino; mas, esto no significa que esta definición'
siempre incluya violación y maltrato físico aunque es una
posibilidad dentro de una definición da actividad que
después de tedo se fundamenta en ei cuerpo.
La violación es un buen ejemplo de la manifestación
de estas relaciones de poder y de las consecuencias da la
fragilidad masculina en una sociedad de represión
excedente. En los testimonios de violadores se perciben
una y otra vez expresiones de inferioridad, impotencia e
ira. Pero, ¿superiores a quiénes pueden sentirse estos
hombres? La violación es un crimen que no sólo demues­
tra poder físico sino que lo hace en el lenguaje de ¡as
relaciones hembre/mujer, sexc/gánero. Los testimonios de
violadores convictos recogidos por Douglas Jackson a
finales de la década de 1970 son escalofriantes y
reveladores.” Hal: 'me sentía muy inferior a los demás...
me sentía muy mal conmigo mismo y al cometer una
violación me desquité con alguien que pensaba inferior a
mí, alguien a quien pedía controlar." Cari: "creo que me
sentía tan mal, tan miserable y vil..." Len: "lo que creo es
que la violación no es tanto deseo sexual como ios
sentimientos que una persona tiene sobre sí misma y3 2

32. Lavine y Koening, cp c.i. pdgs. 23. 32, £3, 72.


HOMBRES, placar, poder y «rabio

cómo esto se relaciona con el sexo. Mi temor a relacio­


narme con la gente se volcó a! sexo porque... es
simplemente la forma más completa de expresar la ira, de
expresar ios sentimientos de uno.'
Esta ira y dolor pueden o no ser experimentados en
relación a las mujeres. En uno u otro caso se dirigen a
mujeres que, definidas como el "otro" en una sociedad
falocéntrica, son objetos de mistificación por parte de ¡os
hombres; objetos sobra los cuales ios hombres han
aprendido, desda su nacimiento, a expresar y desahogar
sus sentimientos, o simplemente objetos con menos
peder social y músculos más débiles. Es et crimen por
excelencia contra las mu,V.res •.».»« a -v4r • - - —
expresa plenamente la diferenciación de ¡os seres
humanos basada en el sexo.
Esta ira y este dolor están, a veces, matizados por los
efectos de la jerarquía de clase. John: “no me simpatiza­
ban mucho las mujeres. Sentía que no podía conquistar­
las por mí mismo. Me decidí por las mujeres de dase baja
e intentaba hacerlas parecer aún más bajas de lo que
realmente son; porque, lo que realmente quería era una
mujer.de clase alta pero no tenía la sutileza necesaria
-'-.T :.- ,- y ,
para conquistar mujeres de esta clase."
La violencia masculina dentro de las relaciones, tal
como la viciación y el maltrato físico y lo que Meg Luxton
■f

¡lama la "pequeña tiranía" de la dominación masculina en


I hogar,3334ha de analizarse "en términos de violencia
Í-J tu

i
¡rígida contra la mujer y contra la mujer como esposa".”
La familia constituye un- campo para la expresión de
necesidades y emociones consideradas ¡legítimas en
cualquier otra parte;33 es uno de los lugares en donde el

33. Veg Luxrsn, Moro ihan a Labcur o l Leva ¡Tcronto: V/crnen's Press,
is¿o), ;s.
34, .Margare! M, Killcran, *Tha Saiiod of Si!*; o ce ereaXirg. Tcwerd a Mstaiiecry
o í’.Vifa Atuso (M. A. t.esis, McMaster Urivarsir/, 1S8I), 1¿8.
55. SaíTa:! y I.ldíUcsil. c ;j- e '-, P- 23.

■15

J
A fícJuíí K ittjm sn

hombre se siente lo suficientemente seguro para


expresar sus emociones. Al romperse ei dique, las
emociones se desbordan sobra las mujeres y los niños.14
El hogar también se conviene en el lugar donde se
descarga la violencia experimentada per ¡os individuos
en su trabajo. "En e¡ trabajo los hombres sen impotentes,
de modo que en su tiempo libre quieren sentir que
controlan sus vidas."11
Aun cuando se puede tratar esta violencia en térmi­
nos de agresión masculina, ia misma opera dentro ce!
dualismo acíividad/pasividad, mascolinldad/'íemineidad.
El uno no puede existir sin e! otro. Esto no equivale a
culpar a ios mujeres por ser golpeadas o a excusar á los
hombres que golpean; no es sino indicio de que ías i
civersas formas da violencia masculina contra las ¡7
mujeres constituyen una afirmación enérgica da que la I
mascuünidad sólo puede existir en oposición a la
femineidad. La masculinidad requiere ser respaldada y ~J
afirmada constantemente. Esta afirmación se manifiesta
da innumerables maneras. La mayoría de ¡os hombres ni
son violadores ni golpean a sus esposas, si bien es
probable que ia mayoría de ellos ha utilizado su superior
fuerza física o algún tipo de coacción o amenaza física
contra alguna mujer a! menos una vez cuando

C5. La videncia en el hogar, por supuesto, .10 es monopolio da les horribles.


En Estacas Unidos, he menas y mujeres son íespeu sacies da casi ot mismo
número de homicidios. £n el 5975, ei 3% do los homicidios hieren cometidos
por esposes contra esposas y el 7 .?% por as,sosas contra esposos. Estas
s ira5, sin embarco, no toman en cuenta !a cedería do !a violencia: es decir,
el hacho do c¡ua ia mayoría de estas mujeres estacan reaccionando contra ei
maltrato ¡Isleo innigico por sus esposos, (Véase Stein.metz. Cp. a/., p. SC).
Asimismo, hombres y ;mujeras parecen maüratar verbal y Ksícamento a íes
niños en iguai proporcida. Sólo en el caso de-I incasto existe un monopolio
por para de los hombres, Los estimados varían mocho, pero once un Chinto
y Un tercio de las niñas experimentan algún tipo do contacto sexual con Vn
adulto hombro*en ia mayoría de tos casos con ei padre, el padrastro, un
panento o un maestro, (Véase Hermán, op, ót., 12y passim,
37. Lineen,cp. cit, p. $5.

■ió
HOMBRES, placer, poder y cambio

■ adolescente o adulto. Pero, para aquellos que abrigan


grandes dudas personales o tienen imágenes altamenía
negativas de sí o no pueden lidiar con sentimientos
cotidianos de impotencia, la violencia contra las mujeres
se puede convertir en un medio da afirmación de su
peder persona! en el lenguaje de nuestro sistema da
saxo/género. El hecho da que estas formas es violencia
no hacen sino fortalecer la imagen negativa de sí mismo
demuestra ¡a fragilidad, aríi! letalidad y precariedad de ia.
masculíniclad.

La Violencia contra otros Hombres

En el nivel de la conducta, la videncia de les hombres


contra otros hombres es evidente en todos les niveles da
.'a sociedad. Algunas formas, come ia pelea, la exhibición
ritual de violencia entre adolescentes y algunos grupos
do hombres adultos, la violación institucionalizada en las
cárceles y los ataques a homosexuales o minorías ra­
ciales, son expresiones directas de este tipo de violencia.
,En muchos deportes, la violencia está incorporada a!
'ejercicio y al entretenimiento. La humillación verbal v,
^combinada con factores económicos y de otra índole, la
¡competencia en el mundo de ios negocios, de la política y
'académico son formas más sutiles de esta misma
violencia. En su forma más espantosa, la violencia ha
sido, desde hace mucho ¡íempo, ur¡ método aceptable e
incluso preferido para enfrentar diferencias y conflictos
entre diferentes grupos y ¿estados. En el caso de la
guerra, al igual que en muchas otras manifestaciones de
violencia, la violencia contra otros hombres (y contra
mujeres civiles) so combina con tactores económicos,
Ideológicos y políticos autónomos.
Sin embargo, la violencia masculina contra otros
hombres es más que la suma de diferentes actividades y
tipos cjs conducta. Además de los factores autónomos
s • que involucra, esta forma de violencia representa una
descarga de agresión y hostilidad a veces recíproca, a
veces unilateral que, junto al permanente potencial de
violencia masculina contra otros hombres, refuerza el
hecho ce que, tanto a nivel individual como de pstado,
| las relaciones entre hombres son relaciones de peder,M
£ La mayoría de ios hombres experimentan-la videncia
en sus vidas. Algunos tuvieren un padre dominante,
severo, aun brutal, otros un padre que no les brindaba
suficiente apoyo, y aún otros,un padre que consciente o
< Inconscientemente rechazaba su necesidad de contacto
1físico y afectividad cespués de cierta edad. Todos los
hombres han pasado por ¡a experiencia de ser golpea­
dos y fastidiados cuando niños y todos aprendieron a gol­
pear o a huir, o a fastidiar a otros o a eludir e! enfrenta­
miento mediante bromas. Pero, en todo caso, estas
tempranas experiencias de violencia causaban una
increíble cantidad de ansiedad y requerían de un enorme
consumo de energía para ser resueltas. Esta ansiedad se
cristaliza en el temor encubierto {particularmente entre
hombres heterosexuales) de que todos los demás hom­
bres sean potencialmente sus humilladores, enemigos y
competidores.
Mas esta hostilidad mutua no siempre se expresa. Les
hombres han creado instituciones complejas de unión y
camaradería masculina tales corno clubes, pandillas,

OS. Esta hache fus ser'.ásdo en 1072 per I. F. S'.or.a an un articule sobre la
guerra de Vietnam, E.i una conferencia sobra al éscalamianto c-a los
be roboróse s en s! Ncda, si funcionado col Pentágono describió la estrategia
¿a los Estafes Unidos como tíos muchachos peleando: "si un muchacho
liara al otro amarrado por el brazo sn una lerna, es probable qua pueda
hacerte decir Yna rindo' si aumenta la presión de la toma mediante
sacudidas bruscas y calorosas y si índica claramente que está dispuesto a
romperle ci braco.' (Wachismo :n Washington', reimpreso en PlocX y
Sscvyer, o p .'c it, Aunque las mu-ares sen tsfnbión víctimas do la guerra,
incluyo la guerra en la enlajada de violencia contra hombres perqué me
refiero a la cacos!idetd da asta.

■13
HOMBRES, p ia íc r, p eder y.cam b io

equipos, excursiones de pesca, juegos de barajas, bares


. y gimnasios, por no decir nada la gran fraternidad del
Hombre. Es indudable, como han señalado muchas
feministas, que [os clubes de hombres heterosexuales
son una subcultura de privilegio masculino; pero son
también refugios donde ios hombres, de común acuerdo,
pueden sentirse seguros entro otras hombres y donde
pueden expresar su amor y afecto por otros hombres.
Freud sugiera que el establecimiento da relaciones
sociales entre hombres requiere de mucha pasividad
) pero que esta misma pasividad provoca el temor da
i perder et poder propio. {En una sociedad falo céntrica, do
dominación masculina, este temor se convierta en lo que
Freud llama 'ansiedad de castración’ .) Existe una
constante tensión entre actividad y pasividad. La razón de
ser y una do las muchas funciones .efe las instituciones
masculinas es mediar esta tensión entre actividad y
pasividad entre ios hombres.
Mís pensamientos transportan al sexto curso y a la
constante manifestación de este drama; el reto a pelear,^
ei puñetazo en et estómago que me dejaba sin aire, (a
acostumbrada palmada en el hombro a manera de
saludo. Antes de empezar ¡as ciases, después de ella,
durante ios cambios de clases, en el recreo y cada vez.
que nos topábamos con un amigo que no hubiéramos
visto en los últimos minutos, nos dábamos una trompada
en el hornero. Recuerdo que caminaba por ios pasillos
temeroso de encontrarme con Ed Sicagle, un fornido
■joven, jugador de fútbol, un curso más adelantado que yo,
que me dejaba el hombro magullado cuando mo
saludaba. Lo interesante de todo esto es que (a mayoría
\ de las veces era un gesto amistoso y afectuoso; mucho
1después ce haber desaparecido las magulladuras del
1hombro, recuerdo la sonrisa de Ed y su manera
protectora de saludarme. Poro no podíamos expresar
M ich ail Kanf man

este afecto sin mantener el equilibrio activo/pasivo. Más


precisamente, en la psicología masculina be agresión
! excedente, las expresiones de afecto y la necesidad be
1relacionarse con otros niños tenía que ser balanceada
tjp o r una agresión activa. Sin embargo, la -definición
tradicional de la masculinidad no es sólo la agresión
excedente; es también la heterosexuaüdad exclusiva
dado que e! mantenimiento de la masculinidad precisa
de la represión de la homosexualidad.” La represión de
la homosexualidad.ps-.un.a_cosaL pero ycómo se explica
eL.intenso temor.a la homosexualidad , la homofobia. tan
presente en la Interacción masculina? No es simple­
mente que muchos hombres pueden elegir no tener rela­
ciones sexuales con otros hombres, sino más bien que la
posibilidad Ies resulta aterradora y execrable.
Freud demostró que al niño renunciar al padre, y por
!o tanto a los hombres, como objeto de amor sexual
renuncia a lo que se consideran deseos sexuales
pasivos. La futura inserción del niño en la comunidad
masculina es parta de la ecuación:
■} varón = pene = peder = activo - masculino.
La otra parte de la ecuación, en el lenguaje del
Inconsciente en la sociedad patriarcal, es:
[ hembra = castrada = pasiva = femenina.
Estas ecuaciones inconscientes parecen absurdas,
j sin embargo, sen parte de una alucinación colectiva de la
1 sociedad patriarcal. Ei niño que se desvíe de estas
normas experimenta una grave ansiedad porque lo que
: aparentemente está en juego es su habilidad de ser
Lactivo. La atracción erótica hacia otros hombres se'

33. Esto os cierta tanto do ¡a masculinidad temo ínstíudcn cama da la


mascutinidpd en al individuo, to s hombres homosexuaios mantienen
intactas ciertas partos de las normas masculinas outorre-prosivas,
simplamanto porgue han nacido y so han criado an una scciodad
preoaminantQínOflta itetefC-sexual y patriarcal.

=0
H O M BRES, piscar, pod er y cam bio

sacrifica porque no existe un mcdeio fundamental para


nuestra sociedad de amor erótico activo Macla otros
hombres. Los emotivos lazos físicos con el padre y
amigos durante la niñez eventualmente producen -
sentimientos de pasividad y peligro y son desechados. La
ansiedad producida per ei riesgo de perder-pedej- y
actividad es "el móvil del aprendizaje social de rotes da
sexo y género de una niño “normal". Los niños
interiorizan !a definición de hombre ' "normal" y
“verdadero" como poseedor de un pene y por lo tanto
amante sólo de mujeres y amante activo; como poseedor
de un pene y por lo tanto "fuerte" y "duro' y no "blando",
“débil", "complaciente", "sentimental", "afeminado" y
pasivo. Desviarse de esta definición es no ser un
verdadero hombre, es provocar (lo que Freud define
como) la "ansiedad de castración.""
Dicho de otra manera, el niño aprende ia jerarquía
sexual de la sociedad. Este proceso de aprendizaje es en
parte consciente y en parte inconsciente. Para un niño, f
ser una niña es una amenaza que produce ansiedad /
porque representa una pérdida de poder. Mientras se
alcanza el verdadero poder, el niño corteja con este en el
mundo de la imaginación (con super héroes, pistolas,
fantasías y ¡a pretensión de ser adulto). Pero la influencia
continua de deseos pasivos, la atracción hacia las niñas
y la madre, la fascinación con el origen de los bebés
garantizan la permanencia de una tensión. En este
i mundo, lo único que es tan malo como ser una niña es
jser una mariquita; es decir, ser como una niña/' Aunque
el niño no ¡guala conscientemente el ser una niña a
mariquita con actividad genital homosexual, durante la
pubertad estos sentimientos, pensamientos y ansiedades
se transfieren a la homosexualidad en sí.
.10. .Hcrcvria, cp. c¡t., 59,
■11. Esta formulación rr.o fuo segorxía per primera veZ por Chartía Kreiner en un
tnile-r tío asesoramienco para herrares en 1S32.
i t ___________ ________________ ....'..I.....

A< ichacl Ksufman

Para la mayoría de tos hombres, el establecimiento de


la norma masculina"/ las severas prohibiciones sociales
contra la homosexualidad son suficientes para enterrar e!
deseo erótico hacia otros hombres. Sin embargo, la
represión de la bisexualidad no es suficiente para
contener este deseo. Parte de esía energía se transforma
en placeres derivados, tales como cultura física,
camaradería masculina, glorificación da héroes, rímales
religiosos, guerra y deportes, en ¡os cuates se pueda
expresar el placer de estar con y admirar a otros
hombres. Pero, estos tipos de actividades no son
suficientes para neutralizar la bísexualidad constitutiva, la
fusión orgánica ds pasividad y actividad y el amor hacia
nuestros padres y amigos. La gran mayoría de los
hombres, además de aquellos cuya preferencia sexual es
abiertamente homosexual, ha tenido relaciones sexuales
o cuasi sexuales con otros hombres o ha fantaseado o
soñado cor este tipo de relaclc, ’ s en algún momento de
su niñez, adolescencia o adultez. Aquellos hombres que
no han pasado [o no recuerdan haber pasado por ello)
invierten mucha energía en !a represión y negación ce
estos pensamientos y sentimientos. Peor aún, todas
aquellas actividades altamente masculinas en el campo
de los deportes, en los lugares de reunión, en ios
vestuarios, no disipan ¡os sentimientos eróticos hacia
otros hombres; mas bien Jos reviven. Ss lo que Freud
llamaría el retorno ds lo reprimido.
Esto no ha sido nunca tsn magníficamente expresado
como en la escena de lucha en el libro de O. H.
Lawrencs, quizás titulado impropiamente, WOMEN 1N
LOVE. Era tarde en la noche, Btrkin recién llegado a la
casa de Geraid después ds haber sido rechazado en una
propuesta do matrimonio. Conversaron acerca del
trabajo, e! amor, ¡a pelea y terminaron desvistiéndose y
juchando frente al fuego de la chimenea. Mientras
juchaban "parecían como empujar su carne bianca más y
HOM GRES, placer, podar y cambio

más e! uno centra el otro, como si se fueran a quebrar en


■un solo ser”. Se entrelazaban, luchaban, se apretaban
■más y más carca., "Un nudo tenso y blanco de carne fue.
apretado en silencio." Ei delgado Bírkin "parecía penetrar
en eí'cuerpo más sólido, más difuso, de Gerald, mezclan­
do su cuerpo en el del otro, como si lo fuera dominando
sutilmente, anticipando siempre, diabólicamente, cada
movimiento de la otra carne, .transformándolo y
neutralizándolo, valiéndose da los miembros y el trence
de Gerald come de un viento... Una y otra vez se
escuchaba el jadeo, o un sonido como de un suspiro, y
tu ego el ruido sordo de tos movimientos sobre la gruesa
alfombra, y luego el extraño sonido de la carne
escapando de la carne.
Son las mismas instituciones ds vinculación masculi:
na y poder patriarcal jas que constantemente compelen a
¡os hombres a volver a experimentar su cercanía y atrae-'
cién hacía otros hombres; es decir, aquello mismo a que
temen. Nuestra atracción por nosotros mismos, por más
'ambivalente que sea, puede ser generalizada solamente
como una atracción hacia los hombres en general.
Una fobia es un medio por el cual el ego trata de
hacer frente a la ansiedad. La homofobía es un medio por
el cual los hembras intentan hacer frente no simplemente
a ia atracción eró ¡isa hacia oíros hombres infructuosa­
mente reprimida sino a toda ia ansiedad que provocan
los también infructuosamente reprimidos- dáseos
sexuales pasivos, sean estes dirigidos a hombres o
mujeres. Pero, dice Cito Fenichel, con frecuencia lo s
individuos ccn icbias no logran evadir las situaciones
temidas; una y otra vez se ven obligados a experimentar
re ci samen te aquello que temen.'A menudo es ineludible
O "O

onciuir que esto se debe a ia propia estructuración de su

42. C-. H . la w r e n w , W « n s n ¡n Lo v a (Harm ondíwcrth: Pc-nguin. 1S60 ), C04— 5 .


: . ' rg : . ’ o l , T . < ? n : j c -n '.S ^ Í V

53
M icha t i K a ú /n a n

inconsciente. Parecería que inconscientemente luchan


per aquello que temen conscientemente. Esto es
comprensible debido a que fes situaciones temidas eran
o th ínai mente deseos instintivos. Es como un “retorno alo
reprimido"/5
En el caso da la homofebia no se trata simplemente
de una fobia individua!, aunque es cierto que ai qrado de
hemeíobra varía ce individuo a individuo. Se trata de una
febia construida sccialmer.ta que resulta indispensable
para la imposición y e¡ mantenimiento de la
masculinidad. Una1manifestación clave de homofebia es
la negación obsesiva da la atracción masculina,
negación que se expresa en violencia centra otros
hombres. Dicho de otra manera, la violencia masculina •
contra otros hombres ss uno de !os principales recursos ■
utilizados por la sociedad patriarcal para expresar y 1
rechazar simultáneamente la atracción de les hombres i
hacia los hombres.54
Las formas específicas sn que se manifiestan la
homofobia y la violencia masculina contra otros hombres
varían do hombre a hombre, de sociedad a sociedad y de
clase a clase. La enorme cantidad de violencia
manifestada directamente y de homofebia violenta entre
algunos grupos de jóvenes de clase obrera bien valdría
la pena analizaría para explicar la relación entre clase y
género.
p-r**

La violencia masculina contra otros hombres Inter-


actúa con y refuerza Ja violencia contra las mujeres. Este
componente de ia tríada de la violencia masculina
contiene parte de ia lógica es la agresión excedente;
explica la tendencia de muchos hombres a utilizar ia
fuerza como medio para ocultar y manifestar sus

:1C. Fen cóe-l, ep, cit^UI 2,


W. Véa so so w » vclu-Gfvsf análisis ¿o Retín VVocU c-o Ja ¡>«ilc¡,¡a .-ajjng
8u¡t.
H O M BRES, placer, jxjdtiir y cam bio

sentimientos simultáneamente. Ai mismo tiempo, el temor


a los demás hombres, especialmente ei temor de parecer
dábiies y pasivos con relación a otros nemb:es, contri;
buyeja crear en tos hombres una fuerte dependencia en ■)
las mujeres para satisfacer necesidades emocionales y I;
descargar em ocío nes.
En uno sociedad patriarcal de represión excedente y
clasista, se acumulan grandes cantidades de ansiedad y
hostilidad que necesitan ser liberadas. Sin embargo, ei
temer a las emociones propias y el miedo de perder ei
control significan que esta liberación sólo tiene lugar en
una situación segura. Para maches hembras esa
sensación da seguridad ¡a proporciona una relación con
una mujer, ia dedicación de una amiga c una amante.
Más aún, como se trata ce una relación con una m ujer'
esta tiene resonancias inconscientes de aquella primera
gran relación pasiva del niño con su madre. Pero, en esta
situación y en otros actos de videncia masculina contra'
¡as mujeres, también existe la seguridad que-se deriva
da¡ hecho de interactuar ccn alguien que no representa
una amenaza psíquica, que tiene manos poder sedal,
que probablemente es menos fuerte físicamente y que
opera dentro de un patrón de pasividad excedente.
Finalmente, dada la fragilidad de la identidad masculina y
la tensión interna de io que significa ser masculino, la
afirmación lina! de la masculinldac reside en el peder
sobre ¡as mujeres. Este poder puede manifestarse de
muenas maneras.
La violencia es una de ellas.

La Violencia contra sí Mismo,


Al hablar de Ja violencia del hombre contra sí mismo
me refiero a la estructura misma co! ego masculino. La
formación dei ego en un marco de represión y agresión
excedentes, es al desarrollo de una estructura orecar

55
Miehml Kiufmán

de violencia interiorizada. El -continuo bloqueo y


negación consciente e inconsciente de la pasividad y de
tedas las emociones y sentimientos que ¡es hombres
asocian con ésta, como el temer, el dolor, ta tristeza,.la
vergüenza, es Ja negación de parte de uno mismo. La
constante vigilancia psicológica y conductual de !a
pasividad y sus derivados constituye un acto de violencia '
perpetua contra uno mismo, tía negación y el bloqueo de
teda una gama de emociones y aptitudes humanas se
agrava con el bloqueo de las vías de descarga. Es
necesaria la descarga de temor, dolor y tristeza por
ejemplo (ya sea por el llanto o el temblor) pues estas
emociones doforosas subsisten aun cuando no sean
sentidas conscientemente. Los hombres se convierten en
ollas de presión. La falta de vías seguras de expresión y
descarga emocional significa que toda una gama de
emociones se transforma en ira y hostilidad. Parte de esta
ira se dirige contra uno mismo en forma de sentimiento
de culpabilidad, odio a sí mismo y diversos síntomas
fisiológicos y psicológicos; parte se dirige a otros
hombres y parte hacia las mujeres.
Al final de este proceso, los hombres se encuentran
tan distanciados de sí mismos que el símhdlú-miamiazie
mascuiinlefad se convierte en un objeto, una cosa. La
_P£eccupación...<üeTos hpmb7ss~por‘ e f podér,y efplace?
ge ni tal se une a [ajó esensi ib¡1íz ac ión. d e I pene. Según
Emmanuei Reyrsaud, ios hemores ta adscriben lo mejor
que pueden 'la frialdad y Ja dureza del meta:". Lo
convierten en su herramienta, su arma, su cosa, "Lo que
pierden en píacsr, esperan compensarlo en poder; pero
aún si consiguen un innegable símbolo de poder, ¿qué
placer pueden verdaderamente sentir con una arma entre
las ciernas?"''*

■45. E^ rn s n u e l fis y fia u d , Hcly Virílíty, arad, R o s Schw arti (Lcftdo o: Fluía Press,
IS&j, -H—2.

St>
H CMC RES, placer, p e d e r/c a m b io

Más allá de la Violencia Masculina

A jo largo da la obra de Gabriel García Márquez, EL


OTOÑO DEL PATRIARCA, el eterno dictador marcha dbr
i el palacio, arrastrando siempre sus enormes pies, en
i corredores interminables impregnados da corrupción. No
i había salida del mundo da terror, miseria y decadencia
que él mismo había creado. Su tragedia era que estaba
‘condenado para siempre a vivir respirando el mismo aire
que lo asfixiaba.’'* Ccmo hombres, estamos condenados
de manera similar, ¿o es que existe alguna forma de
escapar de la tríada de la violencia masculina y de las
precarias estructuras de la masculinidad que recreamos
en contra de nosotros mismos, de las mujeres, los niños y
el mundo?
Dictar una serie de cambios conductuales y legales
para combatir la violencia masculina centra las mujeres
obviamente no basta. Aún cuando cada vez más hom­
bres se convencen de la existencia del problema, este re­
conocimiento no afecta las estructuras inconscientes de
la masculinidad. Cualquier hombre que simpatice con el
feminismo se percata de las dolorosas contradicciones
entre sus opiniones conscientes y sus más profundas
emociones y sentimientos.
E! análisis de este artículo sugiere que les hombres y
las mujeres deben enfrentar cada componente de la
tríada de violencia masculina y las órdenes socio­
económicas y psicosexuales que íe sirven de base. En
otras palabras, es Imposible combatir efectivamente cual­
quier centónente de la ¡riada de manera aislada.
El contexto social que fomenta la violencia masculina
y la relación entre la transformación socioeconómica y el
fin del patriarcado han sido temas predominantes de!

•'5. Gabriel García Márquez, Auiurr.noi tha Patriazch. izad, Qregory P.abassa
(Harmcrdi.i.orCi: Pergj'n, 1372), 111. Publicado crgir.alír.aa!^ «r> 13G7.

57
M¡sha¿} Kauftnan

pensamiento feminista socialista. Este es un marco


ideológico que admito a pesar de sus interrogantes sin
respuesta y tas controversias que suscita. Eí patriarcado y
los sistemas autoritarios y de dominación de dase se
sostienen el uno al otro. Refiriéndose a la rsíación entre
el capitalismo y la opresión de las mujeres, Michele
Parrott afirma que las divisiones hcmfcre/mujer
están incorporadas sistemáticamente a ta estructura y
forma da ¡as relaciones sociales capitalistas.,, y de­
sempeñan un papel importante en ta estabilidad política e
ideológica de esta sociedad. También son constitutivas de
nuestra subjetividad así como también, en parte, da la
hegernonia^políBca y cultura! capitalista.. Están, además,
entre'azadas con ía relación fundamental que existe entre
el sistema de trabajo asalariado y la organización de la
vida doméstica, de manera que resulta imposible imaginar
que puedan ser extraídas de las relaciones da producción y
reproducción del capitalismo sin que estas relaciones'se
vean transformadas ^ad¡calmeníe.■‘:,
El fin do la violencia masculina precisa de cambios
socioeconómicos' y políticos radicales, Pero los cambios
macrosociales no bastarían para resolver el problema de
la violencia masculina, no sólo debido a la urgencia y ac­
tualidad de este, sino porque !a continua existencia de la
mascuünldad y la agresión excedente conspira contra les
ambicionados cambios macrosociales fundamentales.

47, Sarretí, op. cit., págs, 2S4—5. Wiliís opina Su manera similar en su
cSsousión sobra íri desarrolla de h dase obrera masculina. Según esta, el
patriarcado ‘coniribú/a a crear las verdaderas condiciones humanas y
c u tra le s que de bocho pormüen quo ios roles subordinados se adoptan
■lisn:mensa' dentro da ?a democracia liberal. (Wiilis. co. d i, 5Si), Pero, a se
vez. asta refuerza las trabas aJ cambio, al mantener Uia división dentro ce ia
dase obrara. Como sariala un articulo en SIubví de principios da ta década
da 1970, la tendencia cus tersan les obreros do considerarse hombres (os
decir, poderosos) más que obreros (es decir, miembros da una clase
oprimida), promueva un falso sentido de privilegio y poder y una
kientilrcadón cdn e¡ mundo da los hombres, incluido ei palrón.' Shfsw 3 No.
5 (Junio de ÍS71): 1— 2. citado por Shaiia ñowbotham, W om on's
Q ¿p:c,bu ¿r.sss, M sn's VVfeiyf.HarmondsvYcríi: Per.guin, 1973.
HOM¡3R£5, phCL'r, peder y cambio

Las feministas han centrado so lucha en combatirlas


. diversas manifestaciones de violencia contra las mujeres.
Las campañas de educación púdica feminista contra ta
violación, ei maltrato físico, el acoso sexual, y en genera!,
a favor dal control de las mujeres sobre sus propios
cuerpos son indispensables para desafiar ia violencia
masculina. El respaldo da ios hombres a la lucha feminis­
ta en sus centros de trabajo y entre sus amigos,
constituye una parte importante de esta lucha. Hay
muchas formas posibles de trabajo entre hombres. Estos
pueden: formar grupos de ssesoramiento y establecer
centros de asistencia para hombres que golpean a sus
esposas (como en el caso actualmente en diversas
ciudades de Norteamérica); abogar por la inclusión de
cláusulas sobre acosamiento sexual en acuerdos
colectivos y en las constituciones y estatutos de los
sindicatos, asociaciones, escuelas y partidos políticos;
reunir fondos y solicitar financlamiento gubernamental
para el mantenimiento de centros de asistencia a mujeres
violadas y refugios para mujeres golpeadas; pronun­
ciarse contra ia pornografía violenta y sexista; desarrollar
campanas en el vecindario centra el maltrato de esposas
y niños; y rehusarse a tomar parte en-el sexísmo de
compañeros de trabajo, colegas y amigos. Esto último es
quizás io más difícil da todo y requiere de paciencia,
humor y el apoyo de otros hombres que luchan contra ei
sexism.o.
Las soluciones son extremadamente complejas y
difíciles dado que la violencia masculina contra las mu­
jeres es inseparable da ios otros dos componentes da la
tríada dé videncia masculina. Los cambios ideológicos y
la conciencia da la existencia de los problemas son im­
portantes pero insuficientes. Aunque se pueden contem-
pla/jcambjps respectora ja prganizsQión.ge.ía.alanzada
ios niños, (que a su vez precisarían de cambios econó­
micos fundamentales), una solución definitiva ha de ir

59
Michutl Kaufrr.an

mucho más lejos, Sólo la creación de sociedades sin re­


presión excedente (como sea que estas fueran) permitirá
una mayor manifestación de las necesidades humanas,
que junto a un ataque al patriarcado en sí, reducirá ’a di­
visión entre Ies deseos psicológicos actives y pasivos/*
j El proceso para legrar estes objetivos a largo plazo
j jmpllcfl, m.udu3Sj:smblos. gsaaómlcos, ■SCtcial^g^.oijtfc.Qa,-
I y psicológicos, cada, uno. d g. Jos_.cu aip ?_reo pie re a .su vez
uüfL1ra/ 13f0'Tnaí LónJunpíaxí: 2maLif s Ja ¿actedatLT ransícr-
mación 3sm .que no surgirá hg ima amalgama da indivi­
duos, cambiados, No obstante, existe,una ^aciórL^nb'a.aL
cambio 3 nivai cersórml v In.capac¡dacLbn cm-s^abasaaár
n6micasj/. de_Qrgan:zrinióm-p.ua_puedan
V o s e a r efectivamente ei status cuc.
Una forma de lucha personal adoptada por un cre­
ciente número de hombres ha sido la creación de grupos
de apoyo masculino. Algunos grupos centran su actividad
sn la concientización, pero la mayoría de eilcs enfatizan la
importancia de que los hombres hablen acerca ce sus
sentimientos, de sus relaciones ccn otros hombres y con
mujeres y ce cualesquiera problemas personales. k— ¡HWS”
sienes, estos grupos han sido criticados por hombres ar,:i-
sexistas como un lugar más de connivencia masculina ha­
cia las mujeres. Proponen como alternativa grupos cuyo
objetivo primario sea brindar apoyo a fa lucha conducida
por las mujeres u organizar directamente campañas sr:i¡-
sexistas sntrs hombres. Estas actividades son muy Impor­
tantes pero también ;o es !s creación de nuevas estructu­
ras de apoyo entre nombres, estructuras que han da ir más
allá de la forma írsciclonsl de concientización.
La concientización generalmente gira en torno a las

■43. Pera una d s c U íiin Ce sociedades sin represan eicadente, p a rtio jarmenia
sn el so mido tío. ser complementa al ceneeptó marxiste tía comunismo,
vóasa Ha'cwte, o?. cit,, sspeoaitr.isr.ts el capitulo 7 y también Marcóte, cp.
d i, especialmente jos cap illos 7, 10 y I !.
HCíriDRES, piscar, poder y cambio

manifestaciones de !a opresión de la mujer y a !a conducta


opresiva del hombre; pero, como hemos visto, la rriascu'ini-
dad as más que ¡a sumada Jas’formas de conducta agresi­
va. Está profunda a inconscientemente fijada en la estruc­
tura del ego y ei superego masculino, es en lo que nos
hemos convertido. leüeLc^iñiidiajiaia.condLicia úpresi:.
va esjrp. po han fe c ero_con demasiada frecuerda sólo con-
dLi£S_a, un .sen tlmls'jta.d.e jjuipsSviiiclgít por ser hombre: y ia /
culpabilidad. es_ un.sentimiento profundamente con3ñr¿& \
Por y coran tal Ha noca idildah en ia pr.Vi m-oión de cam- j
No se puede cambiar o inspirar cambios en otres des­
de una posición de inseguridad y culpabilidad; después de
ledo, la inseguridad respecto a las credenciales masculi­
nas jugó un capel Importante en la adquisición individual
da ia masedinidad y la violencia masculina.
Es necesario promover la fortaleza y la segundad per-
scnaLqiud_peardíen_.a_1csJoomores hacer,cambíus_pscscr.
esms fundamentales y epfrpntar_ei.s_exismo y el haierosex-.
isreo de ia sociedad .en general. Los grupos de apoyo
generalmente le permiten a ics hombres hablar de cus sen­
timientos, de cómo también han sido afectados por haber
crecido en una sociedad de represión excedente, y de
cómo, a su vez, ocasionalmente actúan de manera opresi­
va. Los hombres empiezan avería correspondencia entre
fas experiencias dolcrGsas y frústrenles de sus vidas y las
formas relacionadas de conducta opresiva. Como indica
Ensila Fc.vcotham, "ia exploración de las áreas Internas de
i a conciencia es para nosotros una necesidad poiídea.'^3
u ?h;"-r ¿■.njrp hrm hrps,_es..un.gran paso adelante,.pero_
as aequiiLQDararK!g._dentfo de los ¡imites acepiable.S-deJa.
que los hombres consideran como cortducía_ rapio nal. Las
profundas barreras y temores permanecen aun cuando
podamos comenzar a reconocerlos. Por lo tanto, estos
grupos deben promover también la expresión directa de

■10.: r.JTTr sp. c, ‘-, 35,

51
M¡chá¿¡ K-¿r4fnu£¿i

emociones {como pena, ira, furia, dolor y amor) y do


intimidad física, tan bicqussdos por la represión de
deseos pasivos, per prohibiciones scciaias y por nuestros
superegos y nuestra conciencia. Esta descarga ce emo­
ciones tiene muchas funciones y resultados: ai igual que
todas fas formas de descarga emocional y física, dismi­
nuye la tensión del sistema humano y reduce las
probabilidades de una descarga espontánea da emo-
.clones a través de violencia dirigida hacia o Juera de sí.
Si embargo, la expresión da emociones, en este con -
texto, es un medio y na un fin en sí mismo. La represión .
de !as emociones relacionadas con sentimientos de dolor
actúa como un pegamento que permite que la represión
original perdure. La descarga emocional en un contexto
de apoyo y estímulo, contribuye a despegar las estructu­
ras del ego que rtos obligan a conducirnos de manera
rígida, fóbica, opresiva y de agresividad excedente. En
cierto sentido afloja las estructuras represivas y nes
permite mirar hacia nuestro interior y nuestro pasado bajo
una nueva luz. Con todo, sí esta descarga emocional .se.
lleva a cabo en soledad o la experimenta un hombre en
contra de su voluntad,_ sóio__servirá_para reforzar los
sentimientos de impotencia, de. descontrol o de-
necesidad obsesiva de controlar a otros. La base para el
cambio sólo existe en situaciones que representan una
contradicción a estos sentimientos; es decir, una
situación de apoyo, afecto, estímulo y respaldo per parte
j de oíros hombres que comparten los mismos
! sentimientos,*
VJjO, A u rig a ha adapiado un anáfisis froudrnno del ¡r con setenta y do los
mecanismos dí> represión, asas cbsorvíicicnes sobre el “ receso terapéutico
—espoeialmBnta sobre la Importancia de un ambiente da apoyo, de
relaciones terapéuticas entro compañeras, dé la c& íC írja emocional y de¡
concepto da c o n tra d icció n surjan del desarrollo de formas da terapia
cooperativa, en particular ’a terapia do (evaluación, Pero, a diferencia de ía
ó lem a, r.o creo que nincuno de nosotros pueda desear ja r todo el doice, la
pona y .'a ¡ra y descubrir un ser esencial, simplemente] perqué nuestra propio

ó2
HOMBRES, placer, poder y cambio

El estímulo a descargar emociones y a dialogar


abiertamente entre hombres también aumenta la
sensación da seguridad que empiezan a experimentar
los hombres al estar entro sí. Esto, a su vez, ¡es ayuda
a combatir ei temor obsesivo, aunque inconsciente,
hacia otros hombros. La mayoría de tos hombres
heterosexuales experimentan durante teda su vida esto
temor inconsciente y esta inseguridad. En el caso de
los hombres homosexuales, aunque su patrón de
conducta adulta es distinto, ia sociedad heteresexista y
patriarcal en que crecen y viven les incaica temores
similares.
El apoyo emociona! y la atención dispensadas per un
grupo de hombres constituyen una gran contradicción a
tos sentimientos de distancia, precaución, temor y
abandono experimentados con relación a otros hombres.
Esta contradicción es el mecanismo que permitirá
descargas adicionales, cambios emccionates y una
mayor seguridad. La sensación de seguridad
experimentada dentro de un grupo, aunque pequeño, de
hombres les proporciona a estos una mayor seguridad y
fortaleza para relacionarse con los hombres en su
totalidad. Esto, a su vez, les proporciona una sensación
de poder personal que les permite enfrentar el sexismo y
la homofebia en todas sus manifestaciones. En cierto
modo, permite, a cada hombre, ser un modelo dei
hombre fuerte y poderoso que no necesita comportarse
de manera opresiva y violenta con relación a ;as

ser ss crea 3 través de ese proceso do Ilustración, dolor y represión. Mis


bien «en que se puedo logra/ cierto cambia del ego, que ros permitiré
integrar da manera más plena toda una goma de necesidades y deséaselo
que a su vez reducirá las torreas da conducta opresivas hacia oíros y
dost/uctiyas hacia nosolros mismos. Mis aún, al darnos una mayor
condénela de nuestras sentimientos y de los medios de descarga, y al
liberar (armas de energía bloqueadas, estos cambios ros cerrr.iti/án aduar
can urá mayor resolución para cambiar el mundo.

CE
Mich a i Xaufnum

™ Jfrr®s: A° tr0S hcmbrss 0 sí ™smo. Este, presumo,


o a £ jp ^j¡rá 5 a: r° ntar -opresión de Jas sociedades
patriarcales, autoritarias y desistas. Serán los cambios
p „ . J l U8s,tras ProP'as v'Pas. • inseparablemente
entrenzados con los cambios de la sociedad en
conjunto, ios que romperán las conexiones de la (riada
de la violencia masculina,

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