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En ese sentido, muchos de los objetores de conciencia fueron procesados de acuerdo a las
leyes de reclutamiento por desobediencia a la ley. Finalmente, esto ocasionó que la Corte
Suprema tuviese que pronunciarse en algunos casos (Gillette v. United States y Negre v.
Larsen) sobre la constitucionalidad de las leyes de reclutamiento y la objeción de
conciencia. Resumiendo, la Corte resolvió defender la constitucionalidad de las leyes de
reclutamiento y sostener que solo las objeciones basadas en motivos religiosos, debían ser
amparadas. Este “privilegio” dado a la libertad religiosa, aunque injustificado, se entendía
en la medida de que la Corte buscaba impedir que se produjera cuestionamientos selectivos
a la guerra de Vietnam. Es decir, los objetores por motivos religiosos se oponían a las
guerras en general; mientras que muchos otros objetores se oponían a la guerra de Vietnam
por considerar exclusivamente a esta, como injusta.
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Por ejemplo, en la novela El ruido de las cosas al caer del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez se
menciona en parte la historia de jóvenes estadounidenses que se enlistaban como voluntarios del Cuerpo de
Paz en Colombia para evitar ser reclutados para la Guerra de Vietnam.
Esto nos lleva a plantearnos como se entiende la objeción de conciencia y cuál es su mayor
limitación: su limitada aplicación.
Sin embargo, la objeción de conciencia termina por ser un derecho “frágil” por cuanto se
presenta solo como una excepción a cumplir determinada obligación sin afectar la
legitimidad de la obligación en sí2. Es así como se explica la decisión adoptada en la Corte
Suprema en el caso del reclutamiento militar para la Guerra de Vietnam: solo se admitió las
objeciones que no cuestionaran la legitimidad de la guerra.
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La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso Christián Daniel Sahli Vera y otros c. Chile
señaló incluso que:”La Convención Americana no crea y ni siquiera menciona expresamente el derecho de
‘objeción de conciencia’, el alegado derecho a no ser obligado a cumplir, por razones de conciencia, las
imposiciones de la ley”
En ese sentido, el derecho (en esencia, estatal) admite solo aquellos casos de desobediencia
que le resulte conveniente aceptar. El Estado como detentador de la verdad y la moral
correcta, admite algunas situaciones en las que los individuos puedan alegar objeción de
conciencia para no cumplir con determinada obligación, siempre y cuando otros puedan
cumplir con esa obligación. Tal es el caso del ámbito militar. Se puede eximir a alguien del
servicio militar porque existe un gran número de personas que pueden realizar ese servicio.
Así, la objeción de conciencia se asemeja más a una concesión del Estado en favor de los
individuos que un auténtico derecho.
Ello se representa más claro en la objeción médica, en el que para que la objeción sea
válida “debe realizarse frente a una autoridad competente que se encargará de relevar y
validar las objeciones, así como de archivar, diseñar las listas o registro de objetores y
dictar medidas para garantizar la disponibilidad de personal no objetor para la realización
de las prácticas en todo momento” [CITATION Ari13 \p 11 \l 10250 ] 3. Además, en situaciones
de emergencia en la que la vida de un paciente corra peligro, el objetor no podrá alegar sus
convicciones morales o religiosas para no cumplir con sus obligaciones. En ese sentido,
frente a otros derechos, el de objeción de conciencia tendría un menor peso abstracto.
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Lo cual nos parece positivo, por cuanto en ciertas sociedades es probable que gran número de médicos
compartan esas posturas conservadoras y, por tanto, puedan incidir negativamente en el derecho de las
mujeres para acceder a métodos anticonceptivos o al aborto seguro.