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CURSO 2017/2018
UNIVERSIDAD UPV-EHU
un hecho estructural inevitable al desarrollo del capitalismo industrial sino que es un fenómeno
de carácter discursivo?
pasamanera, niñera, lechera o criada, así nos describe Joan Scott la diversidad de trabajos que
industrial se convirtió en una figura problemática y visible. Esta visibilidad que adquirió fue porque
se la empezó a considerar como un problema. En relación con ello, en esta misma época se
iniciaron unos debates sobre el papel o “el problema” de la mujer trabajadora en referencia a su
carácter como madre, esposa o mujer. La idea generalizada sobre el problema de la mujer
Así pues, la polémica giraba en torno a las oposiciones entre hogar y trabajo, maternidad y trabajo
consideraba que de trabajar las mujeres en las fábricas, sería con periodos cortos de trabajo
asalariado con una retirada al contraer matrimonio. Asimismo, cabe decir que esta ocupación
estaba caracterizada por las malas condiciones laborales que, a su vez, le restaban tiempo para sus
Por otra parte, según Scott, el problema que realmente representaba el papel de la mujer
trabajadora era una anomalía, una irregularidad, dentro un contexto de desarrollo industrial
preindustrial).
Según la autora, la separación de las esferas doméstica y de trabajo asalariado representa
una contribución al proceso industrial capitalista. Esta división entre las esferas del hogar y trabajo
asalariado proporcionó enfatizar las diferencias funcionales y biológicas entre mujeres y hombres,
con lo que se lleva a legitimar e institucionalizar estas diferencias como base de organización
social. De esta manera, se utilizó el sexo como categoría que diferencia a hombres y mujeres en el
mercado laboral, presentado a la figura del “trabajador” como el obrero cualificado, masculino,
como el “modelo del trabajo”. Mientras se remarcaba esta diferencia, se obviaban otras tan
inevitable puesto que responde a “un proceso de desarrollo capitalista industrial con una lógica
hegemónico que influyó en los ámbitos científico, político y moral y en la opinión pública,
contrario, Scott considera que el fenómeno de la división sexual del trabajo no responde a ello, al
La fijación en los estudios sobre la ocupación de la mujer ha resultado ser simplista respecto
a la realidad. Se tiene en cuenta el paso del trabajo femenino de la casa a la fábrica pero no se
contemplan otras realidades del mundo preindustrial. En esta etapa histórica las mujeres
trabajaban de manera informal, sin remuneración y con una prioridad por el trabajo del cuidado
de la familia. Se muestra así, una imagen de la fuerza de trabajo cooperativa de base familiar,
donde la producción y la reproducción eran complementarias. Sin embargo, las mujeres del siglo
XVII y XVIII, en su mayoría, jóvenes y solteras, trabajaban fuera de casa en diferentes oficios para
ganar un sustento. Las casadas, también participaron en la vida activa como fuerza de trabajo
industrialización provocó una separación entre el hogar y el trabajo y forzó a las mujeres a elegir
entre domesticidad o el trabajo asalariado fuera del hogar (…). Dónde trabajaban las mujeres y
qué hacían no fue resultado de ciertos procesos industriales ineluctables sino de cálculos relativos
al coste de la fuerza de trabajo”. Más bien la autora apela a que los problemas que surgen con el
aumento de la población asalariada femenina no residen tanto en paso del trabajo del hogar al
trabajo fuera del cual, sino de un tipo de trabajo a otro. Este cambio de trabajo conllevaba ciertos
problemas que no tenían como causa alejar a las mujeres de su hogar y de sus familias, sino que
respondían a la lógica y condiciones del mercado y a los ciclos económicos (como puede ser, un
cambio de horario laboral o salarios que dependían de la producción). Considera, además, que
para entender el problema de la división sexual del trabajo, es de gran interés estudiar los
procesos discursivos con los que se constituyeron las divisiones sexuales del trabajo. Es decir, un
estudio crítico sobre las interpretaciones históricas predominantes. De esta manera, se podrá
Desde la economía política podemos ver cómo se originó un discurso sobre la división sexual
del trabajo. Por un lado, esta disciplina defendía la idea, a cabo entre la prosperidad de la sociedad
y el beneficio empresarial, de que los salarios de los hombres deberían ser suficientes para cubrir
el mantenimiento y sostén de toda una familia. Por otro lado, bajo el imaginario común de que las
mujeres dependían de los hombres por naturaleza, algunos autores no consideraban que el salario
de la esposa pudiera sostener las necesidades de toda una familia, sino que debían cubrir los
costes de su subsistencia. Sin embargo, otros consideraban el trabajo asalariado femenino como
una imposibilidad pues, no estaban destinadas a ello y al mismo tiempo desatenderían las
en ellos. De este modo, el salario de los varones es considerado como generador de economía,
valorizándolos al entenderse que estos salarios deben de cubrir los costes de reproducción y
asalariado. Por esta razón el trabajo realizado por las mujeres no adquiría importancia ni
reconocimiento. Porque no generaba dinero, no genera el valor más preciado de esta sociedad
occidental. Así, pues, las tareas domésticas quedan invisibilizadas por no formar parte del marco
económico hegemónico masculino. Bajo este paradigma, las mujeres conformaban una mano de
obra barata al considerar su salario como suplementos de los ingresos de los varones en la familia.
Esta diferente asignación del valor de los trabajos según el sexo fue contribuida y legitimada por
parte de la economía política al manifestar dos leyes diferentes sobre los salarios, dos sistemas
diferentes para calcular la fuerza de trabajo en base al sexo explicándola en términos de división
Sin embargo, esta división de los valores dentro de la economía asalariada, entendiendo que
los varones eran más productivos, no expulsaba a las mujeres por completo de la economía
formal. Pues en diferentes países en vías de expansión del capitalismo industrial, en este proceso
de cambio de un sistema económico a otro, las familias necesitaban dinero para subsistir y, por
tanto, las mujeres se empleaban en diferentes trabajos para compensar esa necesitad indiscutible.
En general, el objetivo de los clásicos era entender los cambios que se estaban produciendo
en la organización económica como consecuencia del surgimiento del sistema capitalista. En otras
palabras, estábamos ante la emergencia del sistema capitalista y, por tanto, su objeto de estudio
quedan al margen del mercado serán descuidados por sus estudios. En este caso, debemos
continuidad de la vida, a la vez que indispensables para que el mercado pueda funcionar.
Desde un punto de vista feminista, se considera que la economía clásica ha sido acusada -tal
como argumenta Carrasco– de una ceguera patriarcal porque no prestaron atención al trabajo
femenino. A saber, resaltan el sesgo androcéntrico de esta disciplina en tanto que ignoraban el
problema de la división sexual del trabajo y la consideraban "natural". Por consiguiente, con la
creación de nuevos conceptos básicos sobre las nuevas esferas pública (mercado
división del mundo. Además, se trata de una ceguera patriarcal que, siendo conscientes de la
relevancia del trabajo doméstico y de cuidados (mostrando esa importancia a través del doble
carácter de los salarios -coste de reproducción - y en sus estudios teóricos), no incluyeron ni una
vez como categoría analítica las problemáticas de las relaciones sociales de las mujeres, ni
Por lo que respecta a los empleadores, según Joan Scott, también contribuyeron a la división
sexual del trabajo. Diferenciaban los empleos que se ofrecían en base al sexo con diferentes
características para cada uno (y también se empleaba en función de otros términos como la raza o
la etnia). Tareas como la delicadeza, que requieren de dedos ágiles o paciencia estaban designadas
a las mujeres. Mientras, los hombres desempeñaban funciones relacionadas con el vigor muscular,
cualidades propias para cada sexo. Estas diferencias en las tareas de los sitios de trabajo y la
ideología que hay detrás de la contratación de las mujeres en ciertos trabajos y no en otros
palanca de presión para considerar el ahorro de los costes laborales como un factor importante.
Existían diferentes estrategias para el recorte en los costes laborales. La instalación de máquinas,
Asimismo, no siempre conllevó a una feminización en el trabajo asalariado, pero es cierto que la
contratación de las mujeres sí significaba que los empleadores querían ahorrar capital.
Por diferentes razones esta tesis sostiene, pues, que para establecer el salario de las mujeres
se tenía en cuenta el salario de los hombres asalariados. Los empleadores han utilizado la mano de
obra femenina para ahorrar costes en sus fábricas, como consecuencia de su salario menor al de
los hombres. Estas prácticas han enfatizado la segregación sexual en el ámbito laboral, hasta el
punto que se vislumbra que los sitios de empleo femenino estaban creados por los empleadores
dotando de una naturalización del sitio de trabajo apto o idóneo para las mujeres. Una prueba de
este ahorro se muestra en que, en una gran variedad de sectores, se empezó a emplear a las
mujeres como medio para disminuir los costes labores. Entre ellos, la industria del calzado, de la
Por lo que respecta al trabajo “de cuello blanco”, profesional y de oficina, las mujeres vieron
su empleabilidad muy favorable por una serie de cuestiones. Estas profesiones estaban enfocadas,
por una parte, en la enseñanza y el cuidado de las niñas y niños y, por tanto, eran catalogadas
como tareas propias de su “naturaleza”. Por otra parte, los trabajo de oficina eran muy aptos para
las mujeres gracias a su carácter sumiso, tolerante, detallista y por su capacidad de repetición. Se
hacía patente, pues, una naturalización de las características de estos puestos de trabajo
relacionados con la mujer, de igual forma que se naturalizó su salario más bajo que el de los
varones.
y el status de los puestos de trabajo, la agrupación de mujeres en unos tipos de empleo y sectores
del mercado específicos condujo a la creación de una fuerza de trabajo sexualmente seccionada.
Sin embargo, esta naturalización de la división sexual del trabajo no es más que una falacia,
pues estas divisiones son el resultado de una toma de decisiones económicas en base al beneficio
en el sistema capitalista. Como dice Joan Scott, esta división sexual no es “natural”, sino que es un
producto de las prácticas que la han naturalizado, es decir, son un ejemplo de las prácticas de la
De esta manera, podemos entender como las hipótesis que configuraron la segregación
sexual (hablamos de que las mujeres eran más baratas que los hombres por su inferior salario y
menos productivas que ellos, la afirmación de que están capacitadas para cierta clase de trabajo
sin cualificar, eventuales y de servicio, y aptas para el trabajo asalariado solamente en unos
períodos vitales) eran, realmente, el producto del modelo de los empleos asalariados femeninos
A continuación, desde las organizaciones sindicales masculinas ha habido prácticas que han
facilitado o apoyado a la división sexual del trabajo. Así pues, los varones agrupados en estas
organizaciones han tratado de proteger sus empleos y sus salarios apartando a “sus camaradas”
mujeres de la organización sindical y del mercado laboral asalariado. Para ello, han consentido que
el salario de las obreras fuera menor, las han reconocido como una amenaza en vez de como
compañeras de sindicato y han contribuido al imaginario social de amas de casa y madres como
finalidad y destino social de las mujeres obreras. Estas decisiones y prácticas sindicales se
A pesar de ello, en sectores de la industria textil, del tabaco o del calzado, debido a su gran
proporción de fuerza de trabajo femenina, las propias trabajadoras llegaron a organizar varios
sindicatos. Un caso importante fue la Federación Nacional de Mujeres Trabajadoras (de Gran
Bretaña) que llegó a reunir a 20.000 afiliadas en 1906. Esta clase de organización sindical de
mujeres solía definirse como una categoría especial, la de trabajadoras con independencia de cual
Asimismo, las mujeres fueron admitidas en muchos sindicatos (masculinos), sin embargo, en
estos espacios ellas desempeñaban un papel subordinado al de sus compañeros. Es decir, sus
esfuerzos no bastaron para demostrar a “sus camaradas” que eran plenamente trabajadoras y
Desde los sindicatos era más frecuente el reclamo por la regulación de un salario familiar, lo
cual estaba relacionado con su respetabilidad en la lucha de clases. Pero, por el contrario,
descansaba en una gran contrariedad ideológica pues, mientras se reclamaba la igualdad para la
clase de trabajadores, también se apostaba por una protección de la vida familiar y doméstica de
la clase obrera (que es desde donde nace el salario familiar, y promueve la división sexual del
trabajo). Asimismo, esto complicaba la demanda social de las mujeres para adquirir un status
autonomía de las mujeres en sus vidas no estaba representando la feminidad, caracterizada por la
estaba marcando una imagen estigmatizada sobre el obrero. En otras palabras, se lo consideraba
dominado por su mujer y estaba quedándose fuera del ideal masculino, el cual estaba
representado por el poder mantener a la familia. Este pensamiento se consideró importante
dentro de un marco donde el proletariado se disputaba una lucha social por su dignidad de clase y
Desde el Estado y legislación social, las mujeres no eran consideradas ciudadanas de pleno
derecho como lo eran los varones. Ellas no tenían acceso al poder político y por esta razón se las
de los sindicatos y no tenían la capacidad de organización que éstos proporcionan. Cierto es que,
en este momento, las feministas que intentaban expresar su opinión no se las escuchaba y se
prefirió adoptar una postura paternalista sobre ellas, sobre todas y sin el total consentimiento.
Nacieron diferentes reformas y legislaciones laborales que atendían a temas como la maternidad,
responde a los mismos problemas que los relacionados con la fuerza de trabajo masculino. Esta
postura política exaltó la división sexual del trabajo y la brecha entre el trabajo masculino y
femenino, a la vez que se acusó y reforzó el papel reproductor de la mujer como su función
importante recalcar como las diferentes leyes laborales (como la prohibición del trabajo nocturno
tenían aplicación.
una visión de la sociedad dividida y jerárquica de los espacios asignados privilegiando a los
hombres. La mentalidad dominante de la época instauró una injusta visión de entender la
organización social y las relaciones que en ella tenían que reproducirse. Estamos hablando de la
filosofía occidental masculina. De la mano de autores como Descartes, Rousseau, Kant, los
público y privado. Así, este planteamiento sentenciaba una división del mundo en dos hemisferios
totalmente opuestos en diferentes espacios asignados según el sexo. Respondían a una división de
la posición social segmentada por barreras impuestas a las dimensiones de la vida como
necesidad/libertad, centro/periferia.
Se trata pues, de una sociedad patriarcal. Porque, por un lado, reproduce una jerarquización
del poder sexista al diferenciar a las personas según su sexo. Por otro lado, porque designa una
ideología de valores, creencias y características diferentes para el sujeto femenino y masculino. Es,
por tanto, la creación de una división del mundo encarnada en dos esferas opuestas, sexualizadas,
donde una estaba supeditada a la otra. Por lo cual se establecía una dependencia jerárquica entre
un centro y una periferia, una estructuración de los espacios que otorgaba supremacía a aquello
Esta ideología patriarcal marginaliza la posición social de la mujer porque le otorga un papel
secundario al legitimar una dicotomía del reconocimiento basada en la prioridad de unos espacios
(el masculino) sobre otros. Además, porque no considera legítimas y reconocidas de pleno
derecho las actividades del sujeto femenino en el espacio privado. En este contexto, en la sociedad
occidental del siglo XVII-XVIII las mujeres fueron consideradas prácticamente invisibles. Esta
socialización de los futuros economistas políticos clásicos, aquellos con los que la economía
A modo de ejemplo, podemos asociar la publicación 1776 de la obra de Adam Smith, "La riqueza
de las Naciones", como símbolo del nacimiento de la disciplina económica y, en particular, el inicio
del pensamiento clásico. Otros autores de referencia de la época como David Ricardo y Karl Marx
siguieron la misma línea analítica respecto a los procesos del mantenimiento de la vida, trabajo
doméstico y el papel desarrollado por las mujeres en la esfera socioeconómica. En este sentido, el
objetivo de los clásicos era entender los cambios que se estaban produciendo en la organización
económica como consecuencia del surgimiento del sistema capitalista. La economía política clásica
es considerada como la ciencia que estudia las leyes sociales que gobiernan la producción y la
distribución de los medios materiales para satisfacer las necesidades humanas. Dos rasgos que
remarcamos de ella (y que se desvincularán de la posterior escuela neoclásica) son los siguientes:
por un lado, habla de aspectos y actividades concretas en una sociedad y, por otro lado, las leyes
En este contexto, estábamos ante la emergencia del sistema capitalista y, por tanto, su
objeto de estudio estaba definido por unas fronteras analíticas excluyentes al centrarse en la
producción y distribución mercantil, al otorgar una centralidad al trabajo remunerado. Todos los
procesos que quedan al margen del mercado serán descuidados por su estudio. En este caso
continuidad de la vida a la vez que indispensables para que el mercado pueda funcionar.
Ahora bien, tal y como hemos mencionado anteriormente, desde un punto de vista
feminista se considera que la economía clásica posee una ceguera patriarcal porque no prestó
atención al trabajo femenino doméstico (ni prestigió tampoco el asalariado femenino). Se resalta
el sesgo androcéntrico de esta disciplina en tanto que ignoraba la división sexual del trabajo y la
consideraba "natural". Por consiguiente, con la creación de nuevos conceptos básicos sobre las
individual), se legitima una injusta división del mundo. Además, los principales autores de esta
disciplina, siendo conscientes de la relevancia del trabajo doméstico y de cuidados realizados por
las mujeres (habiendo mostrado esa importancia a través del doble carácter de los salarios -coste
de reproducción- y en sus estudios teóricos), no incluyeron ni una vez como categoría analítica las
problemáticas de las relaciones sociales de las mujeres, ni tampoco las actividades realizadas por
Posteriormente, a finales del siglo XIX, la escuela del pensamiento neoclásico situará como
objeto de estudio el funcionamiento del sistema de mercado con un carácter ahistórico, aislado de
las relaciones sociales que se dan entre la vida laboral y doméstica. En otras palabras, el nuevo
sociedad que tenían los clásicos. Este sitúa en el centro de estudio el funcionamiento del papel del
sistema de mercado como mecanismo que asigna el valor material a bienes y recursos "escasos" a
través de los precios. Las características de este sistema de mercado se pueden detallar en la
libertad de circulación de los bienes y servicios bajo la lógica de la libre competencia, que garantiza
la riqueza económica y la relación de oferta y demanda, que resuelve los deseos y la distribución
de dichos recursos.
las personas, del homo economicus, las decisiones de las cuales respecto al mercado laboral se
Primeramente, se pasó de una teoría que reflejaba a través del salario (el precio del trabajo) el
proceso social necesario para que los trabajadores pudieran trabajar y reproducirse, a una teoría
del salario como incentivo que refleja un cálculo en el margen de utilidad del ingreso y desutilidad
del trabajo. Se sustituyen las necesidades vitales y las responsabilidades cotidianas hacia otras
personas por una racionalidad. La disciplina neoclásica tiene la convicción en una nueva economía
desprovista de los aspectos políticos, éticos y sociales. Es decir, la ontología del individuo, según
esta economía el nuevo sujeto trabajador actúa bajo una lógica axiomática, evidente, cierta,
fundamentada en una coherencia sobre el orden de preferencias, con pleno conocimiento de los
recursos, por lo tanto, el trabajador tiene la capacidad para resolver cuestiones sobre su empleo.
En otras palabras, este sujeto responde bajo los criterios de utilidad individual y egoísta, con una
fuerte autoconciencia de sí mismo, racional en sus decisiones tomadas, guiadas hacia el objetivo
para el análisis. El feminismo es una de estas corrientes críticas, y una de las principales
aportaciones de este conocimiento será la deconstrucción de los discursos dominantes sobre los
que han vivido las mujeres bajo la etiqueta "no-sujeto-femenino" o "El otro Sujeto". El
feminismo como teoría y como movimiento social ha “materializado” una parte de la realidad
social, hasta el momento oculta por la hegemonía académica y política, al situarla en el objeto de
análisis científico.
único, todos tienen en común ciertos elementos compartidos. A saber, la ampliación de la noción
de economía para incluir todos los procesos de aprovisionamiento social, pasen o no por los
mercados. La introducción de las relaciones de género como un elemento constitutivo del sistema
socioeconómico y, por lo tanto, del género en cuanto que categoría analítica central más allá de
la desagregación de datos por sexo. Y, por último, la convicción que el conocimiento es siempre un
compromiso feminista.
la historia o la psicología que han sido más receptivas a una perspectiva de género
disciplina ha sido más restrictiva a la hora de incorporar otras miradas científicas. Por esta razón se
dominante oficial. Las razones de esta negativa las encontramos en el propio marco ideológico de
la teoría económica, puesto que se caracteriza por un fuerte sesgo patriarcal y capitalista y, como
tal, no puede permitir la aceptación del pensamiento rupturista que predomina en la economía
feminista. La economía neoclásica está dotada de una gran hegemonía social en cuanto que su
discurso de poder se basa en la justificación de la actual economía neoliberal. Por lo tanto, esta
disciplina tiene la capacidad de definir las propias fronteras de su objeto de estudio, de considerar
Aunque muchas son las mujeres que se consideran como precursoras de la economía
como Bodichon, Perkins, Heather-Bigg o Taylor, es cierto que el impulso de la crítica feminista a la
teoría económica se sitúa a partir de la década de los sesenta del siglo XX. En este momento, en
las sociedades occidentales, la economía feminista se empodera elaborando una teoría y análisis
empírico de gran importancia, y se inicia con fuerza como crítica epistemológica y metodológica
hacia los paradigmas neoclásicos y marxista por su manera de analizar la realidad socioeconómica
de las mujeres. Esta etapa coincide con el momento histórico de la segunda ola del feminismo, en
dentro del movimiento feminista, y que más tarde pasaría a trabajarse en la academia. Un debate
que dejó unas líneas de estudio y unos objetos analíticos abiertos para el seguimiento de la
economía feminista. Pese a las diferencias políticas feministas, entre marxistas y radicales, el
debate (claramente marxista) pretendía poner de relieve el trabajo doméstico y analizar dicho
trabajo realizado por las mujeres en la esfera invisibilizada, el hogar, con la intención de averiguar
cuál era la base material de la opresión femenina en las sociedades capitalistas occidentales.
poner en el centro del análisis el trabajo doméstico y la dualidad de esas esferas. Las críticas
trabajo, posicionando una clara indignación hacia la práctica política marxista clásica por su olvido
Uno de los problemas que se hizo evidente en este debate sobre el trabajo doméstico
formado por las feministas marxistas y radicales es la denuncia urgente de redefinir los conceptos
y categorías tradicionales androcéntricas con las que se estudiaban las temáticas del mundo del
trabajo y las experiencias femeninas. Por este motivo, se empezó a manifestar la creación de
nuevos marcos teóricos para su análisis de la realidad social y económica que integren las
emocional del trabajo doméstico, tanto a nivel metodológico como epistemológico. Y así, el
organización de la producción asalariada. Los cuales son dos subsistemas que están presentes en
las sociedades y su enlace permite la reproducción social. También es cierto que algunas autoras
Este enfoque es considerado de una gran aportación crítica feminista a la teoría económica
ortodoxa. No obstante, realizan una crítica hacia las categorías analíticas tradicionales que
las mujeres. El análisis representa, además, una crítica y un cuestionamiento a las categorías
convencionales porque estas sólo hacen alusión a una parte de la actividad productiva de la
sociedad, es decir, aquella que se da bajo las relaciones de producción capitalista a través de los
mecanismos del mercado y, además, está legítimamente asignada al colectivo masculino. De esta
producción mercantil y el trabajo remunerado. Entendemos, pues, que desde esta postura crítica
A partir de esta perspectiva va naciendo una línea académica de estudios, gran aportación
del feminismo a la teoría económica, que reside en la descentralización de los mercados uniéndolo
a la relación existente entre el desarrollo económico y los niveles de vida de la población. Como
hemos comentado, se trata de ir quitando del centro del análisis la categoría principal de la
economía hegemónica (los mercados) para ir situando otras categorías más representativas de las
realidades sociales.
En los años noventa el imaginario del ama de casa va entrando en crisis, desapareciendo
como ideal de futuro entre las mujeres. Fue ocupando su lugar el modelo de la mujer trabajadora.
En esta época, las mujeres reivindican sus derechos sociales, su autonomía, queriendo formar
parte del mercado asalariado y renegando del rol de la domesticidad. Sin embargo, la masificación
de las mujeres en dicho mercado confirmó la tesis de las feministas radicales. La cual consistía en
una crítica a sus compañeras marxistas. A saber, que con la incorporación de las mujeres en el
mercado asalariado no se conseguiría abolir su situación de opresión. Cierto es que no fue así, por
trabajo doméstico seguía recayendo bajo la responsabilidad de las mujeres y, al mismo tiempo,
histórica de una generación de mujeres que en los noventa viven un fenómeno alienante: la
“doble presencia” o “doble ausencia” que plasma como esta nueva mujer trabajadora debe de
redistribuir sus tiempos entre el trabajo remunerado y el trabajo doméstico, entre su voluntad de
adquirir autonomía y derechos laborales, sociales y económicos y, por otra parte, las obligaciones
domésticas que siguen responsabilizándose en las mujeres. De esta manera, va naciendo un nuevo
Para finalizar, otra de las grandes aportaciones del feminismo en esta materia de economía
han sido sus trabajos en torno a los cuidados y al bienestar social, en tanto que el bienestar
cuotidiano de las personas se encuentra día a día y generacionalmente dentro de la esfera privada
(y no reflejado en un salario). Este enfoque del feminismo mantiene una posición de la economía
centrada en las personas y repiensa como se resuelven las necesidades de subsistencia en los
sistemas capitalistas occidentales, entendiendo que el objetivo principal de una sociedad son las
condiciones de vida de las personas en una situación de justicia e igualdad para todo el mundo.
Este enfoque sitúa como elemento central el trabajo de cuidados y doméstico en el análisis
del bienestar social. Pues este trabajo reproductivo posibilita la fuerza de producción necesaria
para que los procesos capitalistas puedan mantenerse en el tiempo. Así pues, este enfóquese se
declara rupturista con la economía ortodoxa porque antepone como epicentro la lógica de la vida
a la del capital mercantil y financiero. La calidad de vida en el centro del análisis es la apuesta
fuerte de esta corriente del feminismo. El cual entiende que las necesidades básicas de la vida no
son solo materiales, sino también emocionales y de cuidados. Unas necesidades emocionales que
Además, los cuidados es un trabajo destinado a cuidar la vida, nos permite crecer, socializarnos
adquirir unos valores y una identidad, una autoestima básicas y necesarias. Estas necesidades
emocionales, afectivas y relacionales se llevan a cabo dentro del hogar. Es un trabajo relevante
para la reproducción social porque ofrece una gran aportación a lo que es el mantenimiento de las
Este discurso, además de visibilizar las prácticas de cuidados que se llevan a cabo en la esfera
privada por mujeres, también ha querido recuestionar el concepto de trabajo del cuidado. Así
del homo economicus. Esta reflexión, critica la base en la que se ha creado el concepto de
cuidados: Autonomía/dependencia. Por ello apuestan por una ampliación del concepto,
podríamos decir que apelan por una universalización de los cuidados. Con un carácter
multidimensional, se considera que afecta a todas las personas y atendiendo al principio de que
todas somos vulnerables y por tanto necesitamos de afectos y curas a lo largo de nuestro ciclo
vital. Es decir, este principio también remarca el carácter social e interdependiente de los cuidados