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Subsidio Litúrgico preparado por la Comisión Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Maturín para ayudar a las familias en

la Celebración del XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A), en medio de la pandemia del Coronavirus COVID-19.

No. 21 / Año 2020


Subsidio* Litúrgico preparado por la Comisión Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Maturín para ayudar a las familias en
la Celebración del XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A), en medio de la pandemia del Coronavirus COVID-19.

*Subsidio preparado por el Equipo Base de


la Comisión Diocesana de Liturgia
de la Diócesis de Maturín.
*Revisado y aprobado por S.E.R.
Mons. Enrique Pérez Lavado,
Obispo de Maturín.
Diseño y Diagramación:
MEGA Agencia Creativa, C.A.

@Liturgia.Maturin Liturgia.Maturin@gmail.com

Maturín, Septiembre 2020


En este Vigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A), concluimos
el cuarto gran discurso del Evangelio de Mateo, conocido como “La Enseñanza de la
Comunidad”
El tema central es el “perdón” ofrecido al hermano que nos ofende. En la línea
de los evangelios que hemos leído los domingos anteriores, la capacidad de perdonar
al hermano aparece como una expresión clara de la radicalidad evangélica.
Ofrecemos este subsidio para las celebraciones litúrgicas en familia por la
contingencia del COVID 19. Contiene esquemas celebrativos para el Domingo XXIII,
fáciles de seguir, y las indicaciones para cada celebración, sobre todo en la liturgia de
la Palabra, con una gran fidelidad al espíritu litúrgico-teológico. Esperamos que las
familias celebren de manera consciente y activa, en comunión con las demás familias
y pequeñas comunidades, los misterios de la salvación, así; cuando nos volvamos a
reunir en grandes asambleas, pasada esta crisis, cada familia compartirá las maravillas
del señor Resucitado
Invoquemos a la Santísima Virgen María, a quien el Padre la ha constituido
Reconciliadora de los pecadores en virtud de la sangre preciosa de su Hijo con la
cual reconcilió al mundo, para que por su intercesión podamos alcanzar el perdón de
nuestros pecados.

«No te canses de perdonar nunca»


XXIV DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
CELEBRACIÓN DOMINICAL VIVIDA EN FAMILIA

¿QUÉ DEBEMOS PREPARAR?


• Disponer una mesa con un crucifijo, velas, una imagen de la Santísima
Virgen María en un lugar adecuado de nuestra casa, el cual será el
centro de reunión para la oración familiar.
• Lecturas para la celebración tomadas del Subsidio (en físico o digital)
¿CÓMO CELEBRAREMOS?
1. Reunida toda la familia se da inicio a la Celebración: un miembro
de la familia lee la monición de inicio y luego se entona un canto para
dar inicio a la celebración; se hace la invocación trinitaria, se reza el
acto penitencial, el himno litúrgica del Gloria a Dios en el cielo” y la
oración propuesta.
2. Los integrantes de la familia procederán a las lecturas que
corresponden al XXIV Domingo del T.O. Ciclo A. Culminada la
segunda lectura se canta el Aleluya mientras todos se colocan de pie,
se anuncia la lectura del Evangelio (Del santo Evangelio según S…)
y se procede a la lectura sin signarse. Culminado el Evangelio se dice
“Palabra del Señor”, con su respectiva respuesta.
3. Luego de un momento de silencio meditativo los integrantes de
la familia hacen eco de la Palabra, comparten aquello que más los
interpeló de la lectura, ¿qué luz ha arrojado en su vida? el cabeza de
familia puede guiar también una reflexión general sobre la lectura. Se
considera propicio que, de ser posible, pueda leerse la Catequesis del
Obispo Diocesano para este día, o hacer la lectura de las pistas para la
Lectio Divina incluidas en el subsidio
4. Terminado el tiempo de compartir la Palabra, la familia se coloca
de pie y recita el Credo, sabiendo que se está uniendo a toda la Iglesia
universal que confiesa una única fe.
5. Luego se dirigen peticiones como respuesta a la Palabra proclamada
y al hoy de su vida. Se pide que se guarde al menos unas intenciones
especiales por el Papa, el propio obispo, la Diócesis, la comunidad
parroquial y especialmente por la situación de emergencia que estamos
viviendo por la pandemia del COVID-19.
6. Se culminan las peticiones con el rezo del Padre nuestro. Terminada
la oración dominical en un ambiente de silencio y recogimiento se hace
una oración de comunión espiritual, donde se pida unirse a Cristo y a
todo su cuerpo que es la Iglesia, recordando que la comunión con la
persona de Cristo también se realiza en el encuentro con la Palabra y
en la oración de la comunidad cristiana.
7. El encuentro concluye con el rezo de la oración final, la fórmula de
despedida y el rezo de un Ave María.

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XXIV DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
CELEBRACIÓN DOMINICAL VIVIDA EN FAMILIA

Monición de Inicio:
Un miembro de la Familia se dirige a todos con las siguientes palabras:
Querida familia:
No es fácil perdonar. Sobre todo cuando hay heridas profundas; cuando el ofensor no
da muestras de arrepentimiento.
El ser humano siente la necesidad de justicia; incluso lo acecha el impulso a la
venganza.
En este Vigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia nos plantea un
tema crucial para el cristiano: la necesidad de perdonar; Jesús ilustrará su respuesta a
Pedro con un contundente parábola. La misericordia de Dios es infinita. ¿Hasta dónde
llega la nuestra?
Confiados en la misericordia de Dios y en su amor inmenso, participemos de este
encuentro de oración y escucha de su Palabra en familia.
Ritos Iniciales
Canto de Inicio JUNTOS CANTANDO LA ALEGRIA
El Padre de Familia o quien presida la celebración inicia con la invocación trinitaria, signándose:
En el nombre del Padre +, del Hijo y del Espíritu Santo
R./ Amén.
Acto Penitencial
Quien preside la celebración invita al acto penitencial que, después de una breve pausa de silencio,
hacen todos juntos una fórmula de confesión general
Hermanos para iniciar dignamente nuestra celebración reconozcamos humildemente
nuestros pecados. (Momento de silencio)
Tú perdonas nuestras culpas. R./ Señor, ten piedad.
Tú nos coronas de amor y de ternura. R./ Cristo, ten piedad.
Tú no nos tratas según nuestros pecados. R./ Señor, ten piedad
Todos dicen
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna. Amén

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Seguidamente todos proclaman el Himno Litúrgico del Gloria:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Oración
De pie. El que preside dice:
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y
concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos
de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. R./Amén.
Liturgia de la Palabra
PRIMERA LECTURA: Si 27, 33-28, 9 Perdona la ofensa a tu prójimo para obtener tú el
perdón..
Del libro del Sirácide (Eclesiástico):
Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra
a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus
pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus
pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados,
¿hallará quien interceda por él?
Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda
los mandamientos.

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Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la
alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Palabra de Dios. R./ Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 102, 1-2.3-4.9-10.11-12.


R/. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al
Señor, alma mía y no te olvides de sus beneficios. R/.
El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. R/.
El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados. R/.
Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia;
como un padre es compasivo con sus hijos,
así es compasivo el Señor con quien lo ama. R/.

SEGUNDA LECTURA: Rom 14, 7-9 En la vida y en la muerte somos del Señor.
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos:
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo.
Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto,
ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo
murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios. R./ Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 13, 34


R/. Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los
otros, como yo los he amado. R/.

EVANGELIO Mt 18, 15-20 No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete
Del santo Evangelio según san Mateo

E n aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende,


¿cuántas veces tengo que perdonado? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No
sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso
ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos
millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su
mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose

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a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey
tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros,
que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba,
mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba:
‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escuchado, sino que
fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al
rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda
aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión
de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, encolerizado, lo entregó
a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de
corazón a su hermano”.
Palabra del Señor. R./ Gloria a ti, Señor Jesús.
Para la Reflexión: Se recomienda leer la Catequesis de Mons. Enrique Pérez Lavado el XXIV
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo A publicada en las medios digitales de la Diócesis de
Maturín o bien, las pistas para la Lectio Divina que a continuación se presenta

“El perdón es una de las modalidades del amor. Una de sus más exigentes. Porque
en la convivencia humana en general, y en las distintas formas de convivencia familiar
o comunitaria, pueden surgir problemas, malentendidos, discusiones e incluso ofensas
entre las personas. En este caso, un cristiano está llamado a la reconciliación. Y el
camino de la reconciliación pasa por el reconocimiento del propio pecado y/o por el
perdón al ofensor. San Pablo exhortaba a los cristianos al perdón mutuo, siendo Cristo
la clave de este perdón: “como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros”
(Col 3,13).
De la misma forma que el amor tiene distintas dimensiones y alcances (amor entre
los esposos, amor a los familiares, a los conocidos, a los compañeros de trabajo), y el
amor cristiano alcanza dimensiones universales, pues no conoce límites, encontrando
en el amor al enemigo, al que no se lo merece, su alcance más universal, también el
perdón cristiano tiene distintas dimensiones y un alcance universal. El perdón no tiene
límites. A Jesús le formulan una pregunta sobre los límites del perdón: ¿cuántas veces
hay que perdonar? Pregunta muy lógica y muy humana. Jesús responde que, para sus
seguidores, el perdón no tiene límites, puesto que hay que perdonar siempre y en toda
circunstancia. No es fácil el perdón, como tampoco es fácil el amor. Pero hace feliz.
El auténtico amor y el auténtico perdón son gratuitos. Por eso su alcance es universal.
Lo que tiene precio es siempre limitado. Y lo más interesante: el perdón no es un favor
que hacemos el ofensor, es un bien que nos hacemos a nosotros. El primer beneficiario
del perdón es el que perdona.

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Una cosa sobre la parábola de hoy. Pues los títulos con los que recordamos algunas
parábolas pueden desorientar. Así ocurre, por ejemplo, con la conocida como parábola
del hijo pródigo. Espontáneamente nuestra mirada se dirige a este hijo. Cuando así
ocurre vamos mal orientados. Porque el protagonista de la parábola del hijo pródigo
no es ninguno de los dos hermanos. Ellos no son nuestro punto de referencia. Nuestra
mirada debe dirigirse al Padre, que representa a un Dios que acoge a todos los que
están alejados de él, a los dos hermanos que están fuera de casa, y quiere que los dos
participen en el banquete que prepara para todos.
Lo mismo ocurre con la parábola que hoy hemos escuchado. El protagonista no
es ninguno de los dos siervos. Nuestra mirada debe dirigirse al verdadero protagonista,
que es el rey. Un rey que perdona “lo que no está en los papeles”, que perdona
incondicionalmente al que no puede pagarle de ninguna manera. Este rey debe atraer
nuestra mirada. En él podemos ver al Dios que en Jesucristo se revela, un Dios que
perdona sin condiciones, que acoge a los pecadores, Dios de misericordia y de bondad.
Este Dios se revela en su Hijo Jesús, que en la cruz perdona a sus enemigos. Jesús, el
verdadero rey (“rey de los judíos”), en la cruz, no solo perdona, sino que se convierte
en el abogado defensor de sus asesinos: “perdónales, porque no saben lo que hacen”.
La parábola de hoy nos invita a identificarnos con este sorprendente rey perdonador.
Hay un problema. No por parte del rey que perdona sin condiciones, sino por
parte del destinatario del perdón. Porque el perdón, como el amor, necesitan ser
acogidos, para producir su efecto transformador. ¿Y cuando son acogidos? Cuando
se transmiten. El problema del siervo llamado inicuo es que no ha sabido acoger el
perdón. La prueba está en que no lo transmite, no lo comparte. Por eso, en la oración
de Jesús se nos recuerda que, para ser de verdad perdonados, para que el perdón nos
cambie y produzca efectos transformadores, necesitamos perdonar nosotros también a
los que nos ofenden. Al hacerlo nos identificamos con el Padre celestial. A él tenemos
que mirar, a este rey de la parábola que lo representa, para identificarnos con él.
El tema de la liturgia de hoy es de una sorprendente actualidad. En nuestro mundo
abundan expresiones de rechazo e intolerancia. Las denuncias por delitos de odio
(según datos del Ministerio del Interior español, que seguramente son extrapolables
a otros países) aumentan de año en año. Abundan los delitos de xenofobia, racismo y
violencia doméstica. Desde las tribunas políticas se predica la intolerancia y se lanzan
falsedades sobre colectivos no deseados (por ejemplo, los inmigrantes). Los cristianos
estamos llamados a “ir contra corriente”, y a contrarrestar las olas de violencia e
intolerancia con hechos y palabras de acogida, comprensión, misericordia y perdón.”
Fray Martín Gelabert Ballester O.P. Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)

Culminada la reflexión el que preside invita a hacer la profesión de fe


Como respuesta a esta Palabra que nos ha sido proclamada y explicada profesemos
nuestra fe: Creo en Dios

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Oración de los fieles:
A cada invocación responderemos:
R/ Ayúdanos a perdonar
Para que la Iglesia sea aceptada como signo visible del amor misericordioso de
Dios. Oremos. R/
Para que sea posible lo que parece imposible: la reconciliación de los pueblos y
grupos étnicos enfrentados por la intolerancia y el odio. Oremos. R/
Para que los que sienten injustamente ofendidos puedan superar el resentimiento,
adquieran la paz y sean capaces de perdonar. Oremos. R/
Para que produzcamos gestos de reconciliación perdonando y pidiendo perdón.
Oremos. R/
Para que las Pequeñas Comunidades Cristianas de nuestra Diócesis, y cuantos
les animan y profundizan en sus encuentros, descubran la riqueza de la palabra
de Dios en sus vidas. Oremos: R/
Para que los que sufren las consecuencias de la pandemia COVID-19: los que han
perdido su empleo, los enfermos y el personal sanitario que les está asistiendo,
puedan sentirse fortalecidos con tu auxilio, Oremos: R/
Para que a los difuntos, especialmente por los que han fallecido a causa del
COVID-19 en todo el mundo, y particularmente en nuestro país, les concedas el
descanso eterno y a sus familiares el consuelo y la paz. Oremos: R/
Unidos como hermanos, hijos de un mismo Padre dirijámonos a Él con las palabras
que Jesús nos enseñó. Padre Nuestro
Oración de comunión espiritual:
El que preside introduce a la oración siguiente:
Yo creo Jesús mío que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar, te amo
sobre todas las cosas y deseo fervientemente recibirte en mi corazón, más al no
poderlo hacer sacramentalmente en este momento te pido vengas espiritualmente
a mi corazón (momento de silencio) y como si ya te hubiera recibido me uno y me
abrazo inmensamente a ti. No permitas Jesús mío que jamás me aparte de ti.
Amén
Oración final:
Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas
de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre
aproveche a todos para su salvación. R./ Amén.
El Señor nos bendiga +, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
R./ Amén.
Terminada la celebración rezamos un Ave María, como un signo de veneración a la Virgen Santísima,
Madre de la Iglesia Dios te salve María…

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“Si te obstinas en tu indignación y en el resentimiento,
entonces serás tú mismo quien sufrirá el perjuicio:
no el que te provoca la ofensa del enemigo,
sino el que viene de tu propio rencor”
(San Juan Crisóstomo)

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