Está en la página 1de 3

Fue un día común como cualquiera, salí a realizar mis actividades cotidianas como siempre,

pero al llegar a casa me enteré de algo inesperado, parecía una falacia. Pero ahí estaba mi
familia preocupada porque las fronteras se iban a cerrar y no podrían sacar mercadería para
comercializar. Talvez en ese momento lo más preocupante fue no generar dinero, o ir al
mercado y comprar alimentos e incluso materiales de aseo. Vi cómo las personas
compraban desesperadas y las caseritas subían el precio, indicando que debido a la
situación los productos no estaban llegando.

Así transcurrieron las semanas y las noticias informaban que los casos de Covid
aumentaban, los familiares y amigos indicaban que tienen conocidos con esta enfermedad y
no sólo eso sino que estaban perdiendo sus fuentes de trabajo. Indignada por la situación
incluso empecé a sentir enojo porque no podía observar que el gobierno este ayudando a las
personas necesitadas o que no cuentan con un salario fijo.

Muchos de los sueños y anhelos que tenía se vieron truncados, sentí que la vida se me
acabaría en cualquier momento: talvez sería al salir de casa, en las compras que realizaba,
al abrazar a un ser querido, al ir al trabajo, manipular un alimento de forma inadecuada, etc.
Una tarde al realizar un trabajo de la Universidad y buscar información leí un artículo de
Daniel Goleman, conocido por la teoría de “Inteligencias Múltiples”, fue entonces que me
di cuenta que tenía la segunda pandemia, “el miedo” se estaba apoderando de mí y de mi
familia. El “miedo” una emoción que se activa ante la presencia o percepción de un peligro
real o imaginario. Es un mecanismo de prevención del daño potencialmente ocasionado por
una circunstancia determinada. Es una reacción frente a una amenaza a nuestros intereses
de orden vital. ¿Y de dónde surgía este miedo? De mis pensamientos, pensamientos que
debido a la información de los medios de comunicación o del entorno social, hizo que
desencadenaran pensamientos negativos. Hizo incluso que mi conducta y la de mis
familiares sean condicionadas frente al estímulo de preservar la “vida” y como respuesta
realizábamos aseo estricto.
Así fueron transcurriendo meses, aprendimos a controlar nuestras emociones pero no
olvidar todas las emociones que experimentamos en especial esta que es latente, “el miedo”
un sentimiento que puede parecer desapercibido. A pesar que vivimos de cerca la vivencia
de amigos que contrajeron esta enfermedad y no hallaron atención o fueron muriendo en el
transcurso de la misma. Hoy nos deja una gran enseñanza “vivir una día a la vez”, teniendo
fe y confiando en que Dios es nuestro protector y lo más valioso que tenemos no son los
bienes materiales sino nuestras vidas y la de nuestros seres queridos.
“El miedo te paraliza no teja avanzar”, ¡sigue adelante tú puedes!

También podría gustarte