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RELATO

José Alonso González S.


j.alonso.gonzalez@hotmail.com
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Crónica: “Cuidados en lo cotidiano”

Es un asunto de cuidado esencial –recordando a Leonardo Boff. “Cuidar es más que un


acto; es una actitud. Por lo tanto abarca más que un momento de atención, de celo y de
desvelo”

Viernes 06 de marzo.
Como ninguna otra, en períodos recientes, esa semana había sido especialmente difícil.
Camino a casa me preguntaba: qué habría pasado. Se me ocurrió una especie de acuerdo
tácito entre algunos estudiantes de los cuatro grupos –lunes a viernes, excepto el jueves-
para incomodar el desarrollo de la clase. Pero, estaba seguro que había algo más. Algo
más allá de una simple fantasía mía. Algo menos perceptible. Caí en cuenta: el salón de
clase. Es marzo, hay un árbol que para esas fechas llena el campus de una “pelusa” que
cae de sus ramas, seguro es un proceso natural que desconozco. Todo se halla plagado
de ese material. Los salones de clase no son la excepción. Ahora pasan por mi mente ideas
que me aterran: ¿había algo en el ambiente general que presentía lo que venía en proceso?
puede ser, al fin de cuentas todo está conectado a todo. ¿Acaso el efecto mariposa?
Domingo 08
Han sido dos días de congestión. De notoria incomodidad para respirar. Sin fiebre –por
fortuna- pero con la cabeza en otro lugar. Mañana hay reunión a primera hora en otra sede.
Tengo el tiempo para regresar a casa a almorzar, ajustar los últimos detalles de la
evaluación parcial. Para colmo: es la semana de ejercicios evaluativos. La TV emite cortos
informes de una epidemia en una ciudad de China. No hay que alarmarse. Es una situación
reiterada para esas poblaciones, algo derivado de sus costumbres alimenticias, repiten los
noticieros.
Martes 10
Al igual que ayer, hoy tampoco asistí a realizar el ejercicio evaluativo. Ya son dos grupos
que debo postergar. El médico en casa me expidió incapacidad, por dos días. Mucho
reposo, ingesta de líquido. No hay nada de qué alarmarse. Además hay antecedentes:
rinofaringitis. Vieja conocida. Hacía mucho tiempo no nos encontrábamos. Nada grato
volver a tenerla cerca. Las noticias siguen el curso del virus que ha copado la atención de
alguna parte del mundo en los últimos días.
Jueves 12
Las noches no han sido las mejores. Por eso el miércoles tampoco asistí. No tenía
incapacidad médica oficial, pero primó el criterio del que siente. Es un bálsamo que el jueves
no tenga actividad académica. Sirve para tomar un nuevo impulso. Respirar mejor. El
asunto de la epidemia en China no es normal. Se han activado las alertas. Los países
vecinos atienden el llamado. Aun parece estamos “lejos” de esa realidad.

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Viernes 13
Asisto a aplicar la evaluación. En especial ese grupo no quería postergarlo. Lo hago
tomando precauciones básicas. Todo sale bien. De regreso en el trasporte público refuerzo
los cuidados. No hay tos, pero algo de congestión al respirar. En pocos días, los mismos
en que he transitado por este malestar, la epidemia ha tomado características de pandemia.
El miércoles, finalmente, la OMS la declaró. Vaya, lo que es la geografía, las distancias, voy
en trasporte público por una vía del sur de la ciudad, en una ciudad en el sur –occidente del
país, de un país en el sur de América. Qué lejano parece estar ese problema.
Lunes 16
El mundo está en alerta máxima, esto ya no es el brote de un virus local, esto es una guerra
global contra un enemigo invisible, solo unos pocos tienen el “privilegio” de conocerle. Están
de bata blanca, protección en la cara, las manos; armados de equipos electrónicos. Los
demás nos debemos limitar a escuchar y ver las imágenes del caos que empieza a
ocasionar. Llamé de nuevo al médico en casa. De nuevo una medida de prevención, los
síntomas son los mismos, han menguado algo, pero la voz del facultativo obra como
placebo. Es lunes día de una de las pruebas pendientes. Pero, todo queda en pausa. La
pandemia nos envía a todos a casa.
Viernes 20
Todo se ha puesto “patas arriba”. Ese micromundo de nosotros los profesores igual no sabe
qué hacer. La pandemia vino con declaratoria de cuarentena. Lo que fue un “devuelta a
casa” aquel pasado lunes es ahora confinamiento obligatorio. Primera conclusión: las
clases no se pueden impartir de manera presencial. Todo es confusión. Cada ciudadano
vive su propio drama. Ya quedan pocas señas de aquel malestar. Algo de disfonía leve que
no imposibilita dirigirme a mis estudiantes a través de vídeo para entregar un parte de
tranquilidad y dar orientaciones de lo que serán las clases, pero sobre todo las
evaluaciones. Quien quiere que se le mencione examen en plena crisis sanitaria producida
por un virus. Algo loco.
Miércoles 25
El cuidado en casa ha sido esencial. La cercanía de los hijos y la esposa el mejor remedio.
La distancia con lo otro la mejor medida. El tiempo y el silencio para reflexionar el mejor
consejero. Aquel episodio en retrospectiva pudo llegar a tener conexión con el virus. Solo
habría faltado una mala decisión: salir, romper distancias, ignorar las ayudas preventivas.
Es cuestión de conciencia. La de uno mismo, la propia. Aquí recuerdo a Boff, lo que no
hagas por cuidarte a ti mismo no lo vas a transferir a otros. No es egoísmo, es sensatez.
Como en los aviones ante una emergencia, si vas con un compañero de puesto que
necesita ayuda, primero auto proporciónatela, luego entrégala. No estamos preparados
para ello.

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Sábado 04 de abril

No estamos bien, nadie podría decir lo contrario. Todos somos portadores potenciales del
virus. Haría falta algo de infortunio. Este tipo de circunstancia no se decanta solo por las
malas acciones. A veces al margen de ellas se cae en la trampa que el patógeno crea con
el apoyo de nuestras propias células. Es dantesco. El contacto con los estudiantes continúa.
Así debe ser, ellos no reclaman porque también están sumidos en miedo; pero se les debe
esa atención. Los escritos que me hacen llegar dejan traslucir ese temor, ese estado de
incertidumbre. De no saber qué va a pasar. Estoy seguro que lo que menos lugar ocupa en
sus pensamientos es qué tanto están aprendiendo. Al fin de cuentas de que valdría el
conocimiento sino está acompañado de salud y de vida.
Domingo 05
Ramos, entrada a Jerusalén. Todo en desorden. Todo es un caos. Como hace 2000 años,
así está nuestro mundo hoy. Creemos que la culpa la tiene el virus SARS-CoV-2. No estoy
tan seguro de ello. La culpa es de muchos, de todos mejor. De nuestros hábitos de vida.
De la cadena de malas decisiones de los organismos que tienen que ver con la vida en el
planeta. Inicia una semana de receso para el mundo católico. En receso estamos desde
hace dos. Pero esta tiene algo especial, incluso sobre todas las precedentes: está en medio
de la crisis sanitaria más compleja que la mayoría de nosotros haya vivido. No hay en
nuestro “disco duro” datos, registros de algo ni medianamente parecido. Semana de
desconexión voluntaria con todo lo que a medias veníamos haciendo. Entre ello el contacto
con los estudiantes. El cuidado no reconoce tiempos especiales. Qué bien que así sea.
Jueves 09
Día especial para nosotros los católicos. En otrora día de mucha caminata. De visitas a los
templos. De parar aquí o allá a merendar, es parte del ritual. Además, cómo dar la espalda
a esa economía itinerante que se mueve conforme se desplazan las celebraciones, los días
especiales. Continúa el contacto con los estudiantes, hay tareas que hacer, lo que demanda
toda su autodisciplina para cumplir con las entregas en medio de esta confusión del tiempo.
La crisis es de tiempo y de espacio.
Viernes 10

Muere Jesús. Por nosotros. Por lo que hacemos o dejamos de hacer. La pandemia nos
confronta. Es una crisis humana. Solo nosotros somos los responsables. De aquel primer
contagio humano que se denomina “paciente cero”, ha corrido mucha agua debajo del
puente de la vida. Qué estamos haciendo mal o qué estamos dejando de hacer. Quienes
escriban esta historia con toque místico escribirán que el punto alto del contagio fue en
semana santa. Desde luego que esto dirá poco para los fieles de otras religiones, pero la
fe católica tiene la suficiente audiencia para que estas reflexiones generen inquietud. Son
días de paz, de sosiego en medio de la crisis, ella está fuera. Yo estoy dentro. En el cuidado
del día a día. Dejó a los estudiantes en lo suyo. Ellos, seguro también hacen su contribución
a este estado reflexivo.
Domingo 12
Las palabras reconfortan. Son poderosas, sirven para todo aquello que las queramos
utilizar. La resurrección. Volvemos a nacer. En sentido figurado será lo que suceda cuando

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todo esto tenga un punto de quiebre. Tal vez el punto final esté muy lejos es típico de este
tipo de tragedia. Pero por lo pronto vemos algo de luz. Se habla de “aislamiento inteligente”
–de nuevo las palabras-. Hoy día todo al parecer es inteligente: los teléfonos, las ciudades,
los vehículos. Es un volver gradual a la normalidad. Hay mucho escepticismo. En esa
gradualidad la educación va en la fila intermedia. Podría no volver a ver en persona a mis
estudiantes al menos durante este período lectivo. Algo jamás imaginado. Muchas palabras
por aquí merodeando. Un escritor con mucha sensibilidad y arrojo podría hacer maravillas.
Lunes 13
Es de no creer, hay en el ánimo un peso adicional al que ya traemos de cinco o seis semana.
Es el peso de la semana de pascua. Pero no por lo que ello significa en la cosmovisión
católica, sino porque aun cuando estemos en cuarentena nuestra memoria nos dice que se
terminó la semana de estar en casa y que todo vuelve a la “normalidad”. Desde luego que
de eso no hay. Pero así operan nuestros condicionamientos mentales. Los días pasan, la
angustia no decrece. El cuidado se mantiene. No importa que los indicadores de aquellos
días estén controlados. Hay confusión, hay sicosis, hay momentos en que tenemos todos
los síntomas que recrean a cada minuto los noticieros y las redes. Otra vez el poder de las
palabras. Por eso el cuidado minuto a minuto es latente. Lo hago yo mismo, es físico,
emocional y mental. Es holístico, debe serlo. Leer a Boff es primordial. Es nuestra
reconciliación con la vida, con la naturaleza, con el Otro. A los estudiantes les interfiero su
cotidianidad en la justa medida. Mi curso no es su única responsabilidad. Lejos estamos
de saber cómo viven nuestros estudiantes. Sabemos tan poco de ellos. Gran lección para
el sistema universitario.
Martes 14
Desde hace varios días se tomó la decisión en casa de minimizar el contacto con los
noticieros de TV. El historiador israelí Yuval Harari en su primera obra: “de animales a
dioses” refiere el influjo que ha tenido y continua teniendo en la vida del hombre los
números. Todo es números, somos números, somos datos. Esta crisis también. Frente al
televisor parecemos estudiantes de un curso rápido de epidemiología: cifras y datos de
morbilidad y mortalidad en todas las formas de presentación. ¿Le servirán de algo al
ciudadano común en su actual estado de confinamiento? Considero que no. Cada día que
pasa es un refuerzo in situ de lo esencial del cuidado. Cuidado que no se reduce a
medicamentos, toma de muestras o exámenes –todos hoy lejos del alcance de la mano-.
Es una noción de cuidado que trasciende lo convencionalmente médico. Es un cuidado con
lo simple de la vida. Con la forma como nos levantamos, como estamos en el día y como
nos vamos a la cama. Si nos levantamos livianos de cama en la mañana así debemos volver
a ella. Dejemos a la imaginación qué puede significar esa liviandad. Los estudiantes me
hacen falta. No es de sorprender, durante cinco meses la vida de ellos y la de los profesores
está llena de encuentros. Hay de todo en ello, pero encuentro es encuentro.
Miércoles 15
Recuerdo, pienso, escribo, el orden es lo de menos. No es cuento, es crónica. Podría ser
incluso la de una pandemia anunciada. Los coreanos han salido a decirlo. En 2019 quisieron
alertar sobre esta posibilidad. Tarde, no hay tiempo para devolver la película, ni forma de
hacerlo. Este tren solo sabe ir hacia delante. De qué vale hoy saber que ya sabían o tenían
indicios. Habrá tiempo y personas para los juicios, pero eso tardará mucho. Se requerirá de

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mucho criterio y honor para hacerlos. Aun no hemos terminado de hacer los del holocausto.
Esta pandemia tendrá que esperar. Escribir es una forma de cuidado, mental ante todo. Se
tiene el pensamiento ocupado. No hay mejor paliativo que escribir para hacerle el quite a
esos “rollos” que solemos crear en nuestra cabeza. Al fin de cuentas vivimos en medio de
un mundo de ficción, de narrativas. Vayamos a saber si el coronavirus es una de estas.
Escribo, sacándole un tiempo a la lectura de los estudiantes. Todos los días me llega algo
al correo. Abro, imprimo, leo. Comento y califico. Es parte del cuidado. La vida continúa. La
zozobra se mantiene. El cuidado no cede. La fe en mejores momentos palidece y de nuevo
toma color. A ello contribuyen las palabras. Pensémoslas antes de decirlas. Coronavirus es
una de ellas. Pandemia es otra, aislamiento otra más. Como lo es cuidado. Hijos, esposa,
madre, amigos, vecinos, compañeros. Es un asunto de contrapesos, de equilibrios. Es la
vida.
Dieciséis días de crónica. Esto no termina aquí. Quisiera creer que no serán muchos más.
Nadie lo sabe. Mucho menos los arrogantes dirigentes que estiman las cosas desde sus
propios cálculos. Hay que regresar, pero en lo posible no con la misma “carga”, con otra
más liviana, con cosas realmente necesarias, significativas. Con renovadas disposiciones.
El confinamiento no es una sentencia, es una oportunidad; no para ser mejores, suena a
lugar común, para ser nosotros mismos.

FIN

José Alonso González S


Abril 2020

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