parte de un movimiento mucho más amplio de reforma social.
Formó parte de una respuesta a
un sinnúmero de males ocasionados por los grandes cambios en la vida nacional. Los educadores y el público por igual se convencían cada vez más que las escuelas de Estados Unidos debían contribuir directamente a la solución de los problemas más intratables del país. Cuando en 1918 la Asociación de Educación Nacional (NEA) presentó los famosos Principios cardinales de la educación secundaria, los cuales ejemplificaban el ambiente nacional, la organización sugería que los currículos fueran tan amplios como la vida misma, para abordar siete propósitos: salud, dominio de procesos fundamentales, participación familiar valiosa, preparación vocacional, ciudadanía, adecuada utilización del tiempo libre, y desarrollo de un carácter ético (NEA, 1918). La magnitud de esas demandas en el movimiento educativo progresista trajo la oportunidad a gran escala de reconstruir los currículos de las escuelas norteamericanas y mostrar los desacuerdos acerca de cómo deben organizarse los currículos. A pesar de las explicaciones de DEWEY, muchos progresistas no mantuvieron los tres criterios básicos de la elección curricular en un equilibrio adecuado. Algunos destacaron lo que ellos consideran un estudio científico de los individuos y de la sociedad para crear un currículo que ajustara de manera eficiente a los individuos en las estructuras sociales predominantes. Otros enfatizaron los currículos que protegerían el desarrollo libre y espontáneo de los niños. Otros pocos destacaron los currículos diseñados directamente para reconstruir la sociedad misma. Aunque durante las décadas de 1920 y 1930 el currículo académico tradicional que habían heredado las escuelas norteamericanas como un legado del siglo XIX incorporó gradualmente diferentes énfasis progresistas, existieron pocos experimentos reales de educación genuinamente experimental y casi todos ellos fueron en pequeña escala y de corta duración. Experimentales idénticas. Cada una desarrolló libremente su propio currículo, sin embargo casi todos esos currículos fueron desarrollados de manera directa y en colaboración por los estudiantes y los profesores de las escuelas de acuerdo con su propia percepción de las necesidades e intereses. Además, las comparaciones entre los estudiantes de escuelas experimentales y los tradicionales se hicieron en términos del desarrollo de la experiencia individual, incluyendo consideraciones académicas, vocacionales, sociales y personales. Por consiguiente, fue evidente que el estudio era un experimento diseñado para medir el éxito del desarrollo curricular en general, de acuerdo con los principios básicos de DEWEY. Las comparaciones parecían indicar que los estudiantes de las escuelas experimentales, que enfatizaban la educación experimental, tuvieron un desempeño académico un poco mejor en el bachillerato que los estudiantes de las escuelas tradicionales, pero fueron decididamente mejores en términos de su desarrollo integral en numerosos aspectos, tales como pensar, tomar iniciativas para sus propias vidas y ajuste social.
Guía Teórico-Práctica para Docentes: Material de Apoyo para La Formación de Individuos Críticos A Través Del Fomento Del Pensamiento Crítico y La Actitud Crítica