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DE LA CONDICIÓN PLURAL DE LA SUBJETIVIDAD

Marcelo Percia

1994

1. Estar plural.

No ando en una sola dirección. No voy en un único sentido. Deseo vivir diferentes vidas. Y
apenas hago una costura definitiva en mis pensamientos, se hincha el argumento. Y todo
vuelve a estallar.

2. ¡Tanto horror!

La intimidad es una experiencia que nos es ajena, dice el Dr. Jekyll. En 1886,
Stevenson narra El extraño caso del Dr Jekyll y Mr. Hyde. Un reputado y agradable médico
inglés –por obra de un droga de su invención– descubre el camino para hacer vivir a ese otro
que habita en las sombras de su alma: el impulsivo y malvado Mr. Hyde. Pero, ¿tanto horror
para decir: misterio de la mismidad, deseo tenaz de ser otro e ilusión de vivir otra vida en
esta vida?

3. Cierto pensamiento.

Cierto pensamiento piensa la duplicación de la conciencia como una amenaza a la


razón. Y sus teorías hacen causa común con las conciencias que viven obsesionadas por
desalojar al extraño representado por el doble.

4. Amenaza.

Duplicación y terror son dos términos que hacen sociedad en el pensamiento.

5. Nos guarde la razón.

En uno de los grabados de su serie Los caprichos, Goya escribe que: El sueño de la
razón produce monstruos. Muestra la figura de un hombre sentado que duerme con la cabeza
sobre una mesa. Con los brazos apoyados sobre hojas de papel. Y se ve un lápiz. O una pluma.
Por detrás llegan animales. Vuelan orejudos. Parecen murciélagos y lechuzas. Vienen de su
sueño. Goya piensa que la fantasía abandonada por la razón engendra deformes. Monstruos
imposibles. Criaturas que viven por su cuenta. Y que nos ponen en peligro. Y piensa que la
fantasía unida a la razón, es la madre de las artes. El origen de todas las maravillas. Las
fantasías necesitan vigilancia. Sin precaución, hacen el amor con hordas del infierno. Y andan
dando aullidos por el aire. Entre tinieblas. Una muchedumbre de terror. Y piensa que las
fantasías, bajo tutela de la razón, transforman esa furia en belleza.

6. Halla en el oponente su semblante.

Dice: Eso mismo que me asedia sale de mí. Y dice: Suelo ser testigo de actos y
pasiones que no dirijo ni gobierno.

7. El secreto de la mismidad.

El otro puede ser pensado como doble, como espejo, o como manifestación de lo
mismo. El otro puede ser pensado como perseguidor, como personificación de la conciencia
dividida, o como extraña libertad de un impulso ingobernable. Y, aún así, el pensamiento y la
razón no consiguen rodear el misterio.

8. Semblanza neurótica.

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Está enfermo de un símil que lo hace sufrir.

9. Trozos de roca.

– El hombre lucha en su interior. Vive la contraposición de sus impulsos. Y se


arranca a sí mismo de la nada. Y asciende en su existencia por la síntesis de sus
contradicciones. Funde y neutraliza la diversidad. Y hace, provisorias y sucesivas,
unidades de su espíritu en formación– dijo el profesor.

– ¿Y la mujer –pregunta una joven sentada en primera fila– ¿Cree, usted, que
también vive esa vida de piedras?

10. Experiencia del desacuerdo.

El doble no anuncia únicamente la muerte (anuncio que hace cualquier


representación). Anuncia la existencia de lo plural. Y lo plural es la muerte de una identidad
monológica.

11. Mi miedo.

No es temor a que la imagen se independice de mí y se revele siendo extraña.


Tampoco me sobresalto por ver mi sombra. Ni creo en el mal como un pacto con el diablo del
que sólo nos libra la muerte. No es ésta la narrativa de mi terror. Temo no saber qué hacer
con mi alma insatisfecha, con mi conciencia infeliz, con mi cuerpo doliente, con la continua
intuición del fracaso, y con la insaciable locura por la confirmación amorosa. No es miedo por
lo otro, es terror por lo mismo.

12. Singular idea de lo plural tiene el rector de Salamanca.

Cuando Unamuno se pregunta qué es lo más íntimo, lo más creativo, lo más real de un
hombre, se responde con la historia de los tres Juanes y los tres Tomases. Recuerda que
cuando Juan y Tomás hablan hay seis en conversación. El Juan real que sólo conoce dios, el
Juan ideal de Juan, el Juan ideal de Tomás. De modo que tenemos para cada cual: uno propio
y esencial, uno que cree ser y uno que el otro cree que es. Y añade Unamuno un cuarto Juan:
el que Juan quisiera ser. El pensador español persigue otra cosa que ubica más allá de la
pluralidad. Busca un modo singular que oriente a Juan para su vida imperdurable. Dice: “Y
por el que hayamos querido ser, no por el que hayamos sido, nos salvaremos o perderemos.
Dios le premiará o castigará a uno a que sea por toda la eternidad lo que quiso ser.”
Unamuno piensa lo plural como condición pasajera de la existencia. Un estado provisorio
entre el uno original concebido por dios y el uno eterno (premio o castigo divino). En el
principio uno, en la eternidad uno. Mientras tanto, fragmentos terrenales de un vida que pasa
por lo plural.

13. ¡Ay! ¡Qué pereza!

Mario de Andrade escribió este hermoso poema: Soy trescientos, soy trescientos
cincuenta/ Pero un día al final yo daré conmigo. Andrade piensa dar (al final) con el que es.
Mi amigo no comparte esa ilusión. Pero (igual) le gustan estos versos.

14. No me puedo explicar mejor.

Quiero relatar algo que me conmueve en el diálogo clínico: el deseo de una


convivencia serena en el desacuerdo con uno mismo.

15. Locura de la mismidad.

Lo que llamo mi identidad es la permanencia de una semejanza en la que proyecto


una morada para mi existencia. A veces, no me explico por qué hago de mi morada un
infierno. Y no encuentro algo que me arranque de ese castigo sin dejarme caer en el vacío.

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16. El asunto está en saber qué se contenta.

A mi amigo le gusta esta cita de Lacan porque ayuda a pensar un misterio: Es


evidente que la gente con la que tratamos, los pacientes, no están satisfechos, como se dice,
con lo que son. Y no obstante, sabemos que todo lo que ellos son, lo que viven, aún sus
síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen a algo que sin duda va en contra de lo
que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido de que cumplen con lo que ese algo
exige. No se contentan con su estado, pero aún así, en ese estado de tan poco contento, se
contentan. El asunto está justamente en saber qué es ese se que queda allí contentado.

Mi amigo se dice: ¡No te quejes! ¡No me gusta esa satisfacción que no te entiendo! Y
recuerda una frase de Osvaldo Lamborghini que siempre lo hace reír: El Sebregondi con plata
es un Sebregondi con-tento.

17. Disidente.

La identidad es un acuerdo. Una conciliación. Pero tener identidad es estar en


disidencia y desacuerdo.

18. Desdoblamiento.

Plena y extendida en su sueño, desdobla los silencios del día y siente vibrar las voces
no escuchadas.

19. El tiempo no duerme.

Cuando anda despierta muchas cosas pasan inadvertidas. Pero en los sueños ella no se
desdobla. No se hace doble. No se hace dos. No se hace otra. Ni se extiende sobre la cama
como una tela. En los sueños libera tiempo. Y mientras duerme algo que le pasa se hace
notar.

20. Un hombre íntegro.

Lleva una vida poco unificada. Además de olvidos, omisiones, represiones, negaciones
y ausencias inconscientes; vive deseos contrapuestos. Y no sabe si es genuino lo que siente. Y
no puede creer lo que le pasa.

21. Punto de arranque.

¿Por qué someter al ideal de unidad los movimientos turbulentos de la subjetividad?


¿La conciencia no soporta su condición plural? La idea de unidad es soberbia cuando se tiene
por superior a la de fragmento, dispersión o multiplicidad. Y en ese caso es pedante, altanera
e inútil. Pero se podría decir lo mismo si la presunción fuera al revés.

22. Polifónico incomprendido.

El mérito del Señor Ka es que se abstiene de ordenar su mundo. No intenta unificar ni


conciliar sus contradicciones. Admite sus incoherencias. Y viviría en paz. Pero es un hombre
enamoradizo. Y las mujeres interpretan mal lo que llaman su vocación huidiza.

23. Fuga.

Tiene un sueño que le deja húmedo el sexo. Ya despierto borra las huellas de esa vida
nocturna.

24. Un hombre transitorio.

Anda pasante. Pasajero en voces que hacen alborotada estadía en su existencia.

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25. Inseguro.

Y ningún cuidado alcanza, ninguna precaución es suficiente. La conciencia se asegura


como puede porque sabe que toda propiedad está amenazada.

26. Orgulloso.

Prefiere decir que se halla a disgusto en su alma antes que admitir que tiene mal
aliento.

27. Funes.

Funes es memoria. No tiene memoria, una memoria prodigiosa. Si no que es


conciencia arrancada de sus referencias. Es conciencia disuelta en la memoria. Testimonio de
todas las conciencias. Funes asiste como testigo innecesario al recuerdo. No recuerda para sí,
para otro o para algo. Es recuerdo. Sólo recuerdo. Memorioso. Asiste al recuerdo para nada.
Tener un recuerdo no es participar de la memoria. Es merodear la memoria. Conciencia
merodeante que roba un detalle, una palabra, un segundo de ese abrazo en aquel frío
mediodía.

28. Funes II.

Escribe Borges: Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es
olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el alborotado mundo de Funes no había sino
detalles, casi inmediatos.

29. Un mundo vertiginoso.

Estar en lo que me pasa no excluye formas de ausencia. Sin la sucesión y la


discontinuidad, sin las omisiones y olvidos, tendríamos la cabeza como una olla llena de
grillos. La simultaneidad, la yuxtaposición, la continuidad infinita, la permanencia de todo
sería insoportable. Y andaríamos aturdidos y sin existencia. A veces, resulta imprescindible
librarnos de algo que se hace presente cuando moramos en nosotros mismos. Hablar es un
modo de decir. Y es, también, un modo de acallar lo que no se quiere y no se puede
escuchar.

30. Enterados.

En complicidad, los mutilados celebran estar completos.

31. Una idea de T. S. Eliot.

La poesía no es dar rienda suelta a la emoción, sino un escape a la emoción; no es


expresión de la personalidad, sino un escape a la personalidad. Pero, naturalmente, sólo
aquellos que tienen personalidad y emociones saben lo que es librarse de esas cosas.

32. Fuga imperfecta.

A veces, la idea de un estar plural hace complicidad con el deseo de librarme de mí


mismo.

33. No lo diría mejor

Se lee en una novela de Armonía Somers: La soñante quedó por unos momentos como
superada por lo inexplicable. A veces, dijo, yo no entiendo nada de lo que sueño, pero no
quisiera despertar, me parece que el mundo es sólido allá y que lo de aquí se deshace como
una nube de humo, o que aquello era el cuerpo y lo de acá la sombra.

34. Estar en el decir.

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Entrar en diálogo. Encontrarnos en nuestros actos. No sólo para captar, en el griterío
que somos, las mismas voces dominantes sino para hacer –también– recepción de las débiles,
las acalladas, las que no han tenido tiempo de decirse. Las voces por inventar.

35. Estar en lo que nos pasa.

Estar escuchantes de las voces que se dicen en nosotros mismos puede ser un motivo
de felicidad, indiferencia, pesadilla y otras tantas posibilidades. Por momentos, no podemos
expresar nada de lo que nos pasa. Es una locura hacerse oír cuando uno se encuentra
aturdido.

36. Existencia plural.

El texto es de Oliverio Girondo. Pertenece a un libro publicado en 1932. Se llama


Espantapájaros. Escribe allí en primera persona. Dice que no tiene una personalidad. Que es
un cocktail. Un conglomerado. Una manifestación de personalidades. Y dice que estar con sí
mismo es rodearse de una aglomeración. ¡Imposible lograr un momento de tregua, de
descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera! Y dice que aunque se ve forzado a convivir
con todas ellas, no se convence de que le pertenezcan. Tiene en su propia existencia una
vivencia promiscua. Son personalidades inconfesables. ¿Habré de permitir que se me
identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse,
o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora? Y habla de su cuerpo
como hospedaje. Y dice que alguien en él se indigna. Y que como no puede negar estas
personalidades, por lo menos espera que se oculten, se replieguen o tengan un poco de tacto.
Y dice que entre ellas hay peleas, conflictos y discusiones que no terminan nunca. Y que lo
ideal sería contemporizar. Hacer convivir gustos distintos. Y que no. Si alguna tiene una
ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un
paseíto por el cementerio. Y vive tironeado. Indeciso. Y feliz de estar vivo entre tantas
posibilidades. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de
dificultades, antes de cometer un acto insignificante necesito poner tantas personalidades
de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo
que han de hacer con mí persona, para tener al menos, la satisfacción de mandarlas a todas
juntas a la mierda. Girondo tiene simpatía por lo contradictorio. Sin olvidar contratiempos e
inconveniencias. Me parece que piensa que la posibilidad de sentir y pensar en un cuerpo
plural es prueba de existencia.

37. Borges y yo.

En el texto Borges y yo, Borges presenta una intuición de lo plural. Dice que al otro, a
Borges, es a quien le ocurren las cosas. Y dice que el otro comparte sus gustos y preferencias
de un modo vanidoso. Y que vive, y se deja vivir para que Borges pueda tramar su literatura,
y que esa literatura lo justifica. Y recuerda la prosa de Stevenson. Y evoca una idea de
Spinoza que dice que las cosas quieren perseverar en su ser. Y piensa en un Borges íntimo. Y
en un Borges público. Y dice que su vida es una fuga, y que todo lo pierde, y que todo es
olvido, o del otro. Y no sabe cuál de los dos escribe esa página.

38. No es desgarradura de la unidad.

Me resisto a pensar que alguien contenga muchos en estado de confusión, de


represión, de contradicción o de armonía. Lo plural no es algo que una persona posea como
condición de su unidad dividida. En la subjetividad acontece lo plural. Estar plural no es estar
divididos. En partes distintas, opuestas o complementarias. La fragmentación requiere la idea
de un todo previo. Estar plural es ser testigo de mi propio pasaje por estares que hacen
diferencias que la conciencia procura –luego, muchos después– integrar.

39. Sin mundo interno.

La noción de mundo interno que se lee en Pichon proviene de otro debate. Discute la
idea de instinto como destino prefigurado. Y viene a dar racionalidad, esclarecimiento y
causalidad al doloroso misterio de la locura. En Pichon insiste la idea de producción de una

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modalidad vincular singular a partir de la internalización de las experiencias psicosociales de
la infancia. Es una teoría de la subjetividad como aprendizaje social. Y la idea de mundo
interno está próxima de los efectos que tiene la expresión mi mundo. El adjetivo posesivo
(mi) designa algo propio y algo impropio. Y alude a mi estar poseedor y a mi estar extraño.
Así como en nuestra lengua el adjetivo posesivo concuerda con la cosa poseída antes que con
el poseedor; parece que en el pensamiento de Pichon el poseedor se hace sujeto necesario a
consecuencia de un acto de apropiación del mundo. Mientras tanto, a la idea de un estar
plural de la subjetividad acuden otros problemas: la inestabilidad, la multiplicidad de
estares, el griterío que aturde a la conciencia limitada; y la simultaneidad que provoca la
existencia, en un sólo individuo, de muchos sujetos.

40. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces, Alejandra Pizarnik.

La muchacha se busca tal como se encuentra. Desea participar de sí misma y estar, a


la vez, ajena. ¿Antes de salir a su encuentro no existe? La existencia no es existir, es
recepción de existencia.

41. Una mujer.

Conozco una mujer que presta su cuerpo para que viva en ella el cuerpo de su madre
insatisfecha. Y siente una satisfacción inexplicable. En su piel suave, en su corazón
sobresaltado y en su alma silenciosa. Anda de un lado en otro. Satisfaciendo a vivos,
holgazanes y dichosos,

42. Pierre Menard, autor del Quijote.

No transcribe. No copia. No incurre en tautologías. No escribe otro Quijote, escribe el


Quijote. Siendo –palabra sobre palabra y línea sobre línea– el otro, no es el mismo. Porque
llega a lo mismo pero a través de un arduo trabajo en su experiencia. Muchas veces una
coincidencia es el resultado del olvido y la expulsión de lo incoincidente. Coincidir es
doblegar la espontánea facilidad de la diferencia. Escribe las mismas palabras del otro pero
les añade el invisible aire de sus dudas e indecisiones. Los inadvertidos temblores de sus
noches. Y sus sueños. No escribe un Quijote falso. Escribe el Quijote. Y en ese acto no
desaloja a Menard para ser Cervantes. Inventa a Menard en ocasión de Cervantes. Lo singular
de su coincidencia imposible.

43. El otro, el mismo(1).

En las esculturas de Leandro Berra se expresa un diálogo que me conmueve. Una


figura es de madera. Tiene espesor y está pintada. La otra, una imagen impresa en papel, es
una fotografía. La fotografía de esa misma talla. Y están en diálogo. No en una conversación
forzosa. Ni en interminables disputas sobre cual es más genuina, más real, más profunda o
causa primera. No importa qué representan sino la existencia dialógica de la representación.

44. El otro, el mismo II.

Piensa la escultura como una vecindad que articula existencias diferentes de lo


mismo. Vecindad de la existencia con la existencia. Una talla de madera y la fotografía de esa
talla. En esas esculturas la conciencia entra en relación con la experiencia de lo plural. Y esa
relación, que podría ser crispada, desafiante, equívoca, amenazante, se muestra serena. Y
aquí reside un pequeño júbilo para el pensamiento.

45. El otro, el mismo III.

El doble encuentra una convivencia serena. No importa tanto su dimensión irreal,


enigmática o terrorífica. Serena quiere decir despejada de sospecha. La imagen no conspira.
La imagen representada no es una presencia que espía la falla o el desperfecto del modelo.

1 El otro, el mismo es el título que Leandro Berra toma prestado de Borges para su muestra de esculturas realizada
en el Centro Cultural Recoleta Buenos Aires, del 23 de abril al 16 de mayo, 1993.

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No quiere tejer la intriga de lo real. Se contenta con estar.

46. El otro, el mismo IV.

La duplicación es un modo de incidencia de lo plural. El personaje no se siente


inseguro de su identidad. Vive en la identidad insegura de una existencia plural. Conoce la
alegría y la turbación que es saberse acompañar en soledad.

47. El extraño en nosotros.

Suely RoInik en un artículo sobre el pensamiento de Félix Guattari, se refiere a la


necesidad de acoger al extraño. De hospedar al ajeno que somos. Piensa la experiencia del
extraño-en-nosotros sin la vivencia de terror. Y sin la tragedia de la desintegración. Imagina
al extraño como un aliado precioso. La posibilidad del asombro. Y la invención de territorios
existenciales que sean su encarnación. Recuerda que para Guattari la subjetividad neurótico
capitalista se caracteriza por el terror al otro. Y que la compulsión a la integración, la unidad
y la síntesis están reguladas por el terror al extraño. Al que se cree peligroso. Y se sospecha
del extranjero. No se admite el “carácter intrínsecamente procesual, heterogénico del ser”.
Y se conspira contra el extraño. Entiende por intercesor algo o alguien que funciona como
soporte del extraño-en-nosotros. Y dice que Félix Guattari fue su amigo intercesor.

48. Una tregua.

Tiene necesidad de una distracción, una alegría, un descanso. Esta cotidiana


coincidencia con sí misma la desespera.

49. En diálogo con Los que fui, poema de Henri Michaux.

(“Nunca se está sólo en su pellejo”). Habitado por otros, en ocasiones, me siento


extranjero. Y encuentro en mi pellejo viviendo a un imprudente. Lo que llamamos nuestro
propio ser se compone de extrañezas con las que tramamos relaciones de intimidad. Suele
ocurrir que uno no se entienda. Y que la conciencia coincida con ese uno que no entiende eso
que se nos mete en el cuerpo y en el alma. Y que ocupa todos los pensamientos. Y que en ese
griterío uno quiera hacer algo. Y la conciencia no pueda evitar el acto del que ya está siendo
espectadora. Y tampoco pueda desconocer el propio ser extraño que habita y que pocas veces
gobierna solitariamente.

50. Sin imprimir.

La potencia de enunciar no coincide con el acto enunciado. La pluralidad de


subjetivaciones posibles y por decir no llegan al enunciado sino como silencios, exclusiones,
acallamientos, inexistencias. Siempre es poco lo que se dice comparado con la que se podría
decir. Hay un por decir que no es discurso reprimido. Es discurso sin imprimir.

51. ¡Muchas!

No hay una sola vida. Son muchas. Qué desperdicio vivir una sola vez cada instante. A
veces, siento multitudes que vienen a disputarse tiempo.

52. Error.

Las voces que escucho hablar en mí son una de las claves para sostener como un
trágico error mi creencia de que sólo hablo en mi nombre.

53. Desdoblamiento.

Atahualpa Yupanqui compuso una canción que se llama Vidala para mi sombra.
Presenta un desdoblamiento: el del cuerpo y su sombra. Y en esa separación las partes
traman amistad.

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54. Nombre de distinción.

Recuerda que la niña inventaba un mundo para sus juegos. Y era otras. Era Alejandra
Hamilton. Y era, en los días tristes, Sandra Morgan. Se comprende que la mujer era
completamente feliz siendo una Hamilton.

55. Seudónimos.

Un seudónimo es un nombre falso. Un nombre que está en lugar de otro. Un apelativo


no verdadero. Un disfraz. A veces, una protección. La afirmación de algo propio con otro
nombre.

56. Heterónomo.

Fernando Pessoa explica que el heterónomo no es sólo un nombre. Es el llamado de


otra existencia. Es una voz del autor fuera de su persona. Un decir que habla por su cuenta. Y
que inventa un sujeto para esa palabra.

57. Viven en nosotros innúmeros.

Escribe Pessoa: Viven en nosotros innúmeros;/ Si pienso o siento, ignoro/ Quien es


que piensa o siente./ Soy tan sólo el lugar/ Dónde se siente o piensa./ Tengo más almas que
una./ Hay más yos que yo mismo. / No obstante, exista/ Indiferente a todos./ Los hago
callar. yo hablo. / Los impulsos cruzados/ De cuanto siento o no siento/ Disputan en quien
soy. / Los ignoro. Nada dictan/ A quien me sé: yo escribo.

58. Lisboa, 13 de enero de 1935.

Vive en desacuerdo. No sufre manías persecutorias. Es uno. Y es muchos. Habla de su


tendencia a la despersonalización y a la simulación. Hace explosión. Y vive siendo otros a
solas consigo. Sus ataques acaban en silencio y poesía. Inventa mundos. Amigos y conocidos
que no existen. Un heterónomo es un conocido inexistente. Un nombre con el que firma
cartas de otro dirigidas a sí mismo. La voz extraña que dice sus palabras. Cuando se pone a
hablar no tiene freno. Asiste a la aparición de otro. Y le da nombre, cara, estatura, traje y
gesto. Siente cómo se ajusta a sí mismo. Y lo ve. Y lo extraña. Sale de sí. Pasa por el otro. Y
vuelve al que es. Escucha dentro de sí discusiones. Y esas voces ocurren fuera de su voluntad.
Cuando uno que lo habita habla emocionado, llora lágrimas verdaderas.

59. Lisboa, 20 de marzo de 1935.

Vive siendo muchos en su ser. Y cada uno de los que es lleva una existencia prolija. Y
todo ese mundo de gente diversa proyecta una sombra única y compacta.

60. Lisboa, 2 de abril de 1935.

Pienso que su dispersión es un desconocido estado del alma. Y admito la posibilidad


como una conquista y no como peligro. Vuela siendo otros. No obstante, a veces, existe
indiferente a todos. Los hace callar. Y, entonces, habla en su propio nombre. Pero sin la
estúpida arrogancia de sentirse verdadero.

61. Lisboa, 7 de abril de 1935.

Dicen que es un farsante. Y que soy una de sus víctimas. Y que he caído en su trampa.
Y que sus heterónomos son payasadas. Pero no me importa.

62. Lisboa, 30 de noviembre de 1935.

Fue internado ayer con un cólico hepático. Hoy ha muerto. A los cuarenta y ocho
años. Escribió: “Huyéndome vivo y así vivo estoy”. El optimista creía haber escapado de su

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propio encierro.

63. Lisboa, 2 de diciembre de 1935.

Asisto al entierro, en el Cementerio dos Prazeres. Escribo en un cuaderno: La


identidad puede ser una conjetura. Una conexión entré hechos diferentes y ajenos. En el
mejor de los casos, un verosímil poético. Una creencia amorosa. Algo que nos permite
permanecer un tiempo en nosotros mismos.

[capítulo 6 del libro Una subjetividad que se inventa. Diálogo demora recepción. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1994.]

BIBLIOGRAFÍA

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