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Min ha-metzar karati Yah anani va-merchav Yah

Fuera de mis apuros invoqué al Señor; Él me


respondió con gran ampliación.
Santificado sea Tu Nombre”… ¿Cuál?
septiembre 15, 2015Catequesis y MistagogiaCódigos Sagrados, david nesher, Enseñanza de
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Por P.A. David Nesher

 
“Y dijo Moshé a Elohim; He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo, El Elohim de sus padres me ha enviado a ustedes; si ellos me
preguntaren; ¿Cuál es su nombre? ¿qué les responderé?“

(Shemot/Éxodo 3:13)

Verónica, una mujer nueva en la fe verdadera, y por consiguiente muy hambrienta por el
conocimiento de la Gloria de Abba, me preguntó, vía Whatsapp, lo siguiente: ¿Cuál es el
nombre real de Dios? ¿YHWH, Jehová, Yahvéh, Yahwéh?

La noche antes de su muerte, Yeshúa estuvo orando a Dios al alcance del oído de sus
discípulos, y una vez más éstos le oyeron dar énfasis a la importancia del nombre de Dios.
Dijo él: “He manifestado tu Nombre a los que me has dado sacándolos del mundo”. Más
tarde, repitió: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer”.
(Juan 17:6, 26, Biblia de Jerusalén.) Ellos mismos había sido entrenados por el Maestro a
orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9,
Versión Popular).

Ante esto, debemos preguntarnos: ¿Por qué tenía tanta importancia para el Mesías el
nombre de Dios? ¿Cuál era este Nombre que Jesús dio a conocer a sus seguidores?
¿Cuál Nombre?
Si se le pregunta a la mayoría de los creyentes en la Biblia, especialmente evangélicos, cuál
es el nombre del Padre Celestial, ellos probablemente responderán, con rapidez y
apresurada “certeza”: Jehová. Si se les pide algunas pruebas de esto, ellos señalarán el uso
tradicional o le referirán a usted al Antiguo Testamento de alguna versión de la Biblia en
español.

Pues bien, ante esto debo decirles que el nombre del Padre Celestial no es Jehová, y nunca
lo fue. La historia de la palabra “Jehová”, que algunas enciclopedias llaman errónea y que
muchos eruditos de la Biblia concuerdan en que no es exacta, es completamente evidente
en nuestros días gracias a los manuscritos antiguos encontrados en Qunram.

En el versículo citado en el encabezamiento de esta bitácora, vemos que el Eterno dijo:


“Eheie asher Eheie“, que es traducido como “Soy el que Soy“, y quizás mejor: “Seré el
que seré“, pero indudablemente se lo puede reducir a “Yo Soy“, como expresa la misma
Torah.

Es decir, el Eterno asegura que Su nombre es sinónimo de Existente, de Ser. También se


traduce como “El Eterno” porque describe Su eternidad y autoexistencia.De aquí es
sencillo derivar que la Única Realidad es Él. ¡Él es el único que ES!

Entonces, vemos que cuando el Eterno Dios dijo “YO SOY”, estaba mencionando Su
nombre. En el idioma hebreo en el cual este versículo fue escrito, las letras son: yod, hei,
vav, hei, de donde obtenemos YHVH, conocido como Tetragrámaton . Pero, ¿cuál es su
correcta pronunciación?

Para responder a esta pregunta, deberé antes decir que YHVH es el nombre con el que Dios
quiso que se lo conociera cuando ejercía Su Voluntad Misericordiosa y Justiciera con Su
Pueblo. YHVH es Su Nombre para ser conocido a perpetuidad.

Sin embargo, la dicción apropiada y correcta del Tetragrámaton, YHVH, se perdió hace


siglos. El problema en la pronunciación del nombre de Dios radica en que el hebreo antiguo
no usó designaciones vocales cuando se escribieron las Escrituras; solo se usaron
consonantes. Es decir, al descifrar lo escrito, en este idioma sólo se cuenta con la ayuda de
consonantes y del fondo de conocimiento lexical que cada individuo hebreo maneja. Para
que esto se entienda bien, y a modo de ejemplo, supongamos que escribiéramos en el
idioma español, sin usar vocales, la frase: “El nombre de Dios es YHVH”, seguro lo
haríamos así: “l nmbr d Ds s yhwh”. Esto no presentaría ningún problema a los hebreos
porque sabían cuáles eran las palabras y cómo pronunciarlas. No fue sino después de
cientos de años, que los judíos empezaron a incluir lo que se llamó “puntos vocales” en los
textos copiados del hebreo del Antiguo Testamento.

Al regresar los judíos del exilio babilónico, durante el liderazgo de Nehemías y


Esdras, algunos expertos en la Torah decidieron ocultar la pronunciación de este Nombre,
influenciados por la superstición pagana, para que no pudiera ser tomado en vano o
blasfemado. Desde entonces, la premisa básica del judaísmo tradicional rabínico contra la
pronunciación del nombre de Yahvéh, está basado en el retuerzo y en la perversión de los
versículos de Vayicra (Levítico) 24:10-16. La prohibición religiosa y rabínica de usar el
nombre correcto surge del malentendido de los eventos cuando Yahvéh le hablo a Moshe
diciendo que apedreé al hijo de una mujer israelita que blasfemó Su Nombre. Desde ese
pasaje, los rabinos han concluido, que el blasfemar el Nombre es igual que pronunciarlo, o
mencionarlo, o llevarlo en los labios de uno.

Pero analizando con cuidado los textos de Vayicra/Levítico 24:11 y 15 notamos que ellos
revelan el significado plano y literal (pashat) de los textos. La explicación correcta es la
siguiente: blasfemia es sinónima con MALDECIR el Nombre o usar el Nombre para
maldecir a otros. En ningún lugar estos versículos siquiera sugieren que el pronunciar el
Nombre Yahvéh es un acto de blasfemia. Eso es pura tradición religiosa, surgida, lo
expresé antes de una superstición temerosa, que en su credo mas básico, es tanto peligrosa
como anti Torah, tanto que sofoca el poder transformador del verdadero evangelio.

Con la aparición de esta hermenéutica errada, los judíos en general al llegar a la lectura del
tetragrámaton o tetragrama (“las cuatro letras”), decían Adonay, que significa “mi Señor”.
Por esta causa, cuando las cuatro letras del Tetragrámaton aparecían en el texto, los escribas
“lo marcaron” con las vocales cambiadas para la palabra hebrea Adonay para que se leyera
como “Señor” en lugar de el Sagrado Nombre “Yahvéh”. Los únicos que tenían el derecho
de conocer la correcta pronunciación eran aquellos que pertenecían a la casa del Sumo
Sacerdote, quien pronunciaba estas cuatro letras en su forma correcta una vez al año, en el
Día de la Expiación (Yom Kipur). Y así, con el transcurso de los siglos el olvidó de la
débil memoria humana incluso devoró el Nombre Excelso.
¿Qué hicieron los escribas judíos medievales cuando inventaron un sistema de puntuación para marcar las vocales?

Los masoretas, judíos eruditos bíblicos durante la edad media, reemplazaron los signos
vocales que tenían que aparecer encima o debajo de las consonantes YHVH con los signos
vocales de Adonay. Ellos insertaron las marcas vocales de aDoNaI entre las consonantes de
YHVH. (La “I” de Adonai en realidad corresponde a la media vocal Yud, “Y”).

La palabra quedaba así: “YaHoVaH“.

Por una regla gramatical que ahora no explicaremos, la primera “A” de Adonay, se
transforma en una “E” breve. Así pues, escrito aparecía: “YeHovaH”.

De esta manera, en los libros escritos con la novedosa notación, al llegar a YHVH uno la
encontraba punteada con las vocales de aDoNaI. ¿Para qué? Pues, para que el lector
recordara que esa palabra se pronunciaba Adonai, y no de otra forma.
Hebreo no comprendido. Espíritu olvidado.

Sabemos muy bien que los primeros convertidos al Salvador y Mesías Yeshúa fueron
judíos, incluyendo a los supervisores y líderes de las primigenias asambleas. Pero, a medida
que más gentiles convertidos eran aceptados, la asamblea tomó un matiz de gentilidad aún
en sus costumbres y prácticas. Estos gentiles generalmente no entendían el hebreo.

De tal modo ocurrió este alejamiento de las raíces hebreas de la fe, que en el siglo V,
tiempo de Constantino, hubo una influencia decididamente mayor contra los judíos y la
mayor parte de estos gentiles convertidos buscaban no tener nada que ver con lo hebreo, a
fin de no ser confundido con los judíos.

Cuando el Antiguo Testamento fue traducido al griego (conocido como la Septuaginta)


éste llegó a ser el texto estándar para las primeras asambleas.

Al principio, en todo el texto griego de la Septuaginta, estaba el Nombre Sagrado


del Tetragrámaton. Siendo ignorantes del hebreo, los lectores del texto griego pronunciaban
equivocadamente el Tetragrámaton hebreo como “Pipi” ya que la pi griega “π”, se parece a
la hebrea hei (‫)ה‬. Las traducciones llegaron a ser el estándar para la iglesia romana y así
aparecieron las letras latinas YHVH en lugar del Tetragrámaton hebreo. En aquellos
tiempos la vocal i era equivalente de la ye. La V tenia el sonido de W, “u.”

A la i mayúscula pronto se le añadió una cola, una modificación popularizada por los
impresores holandeses, así que el Tetragrámaton empezó a aparecer como JHVH. Aunque
se veía semejante a nuestra J, la letra latina J se pronunciaba como la letra i. Fue así
como alrededor del siglo XV de la era común, entre los cristianos se comenzó a leer
erróneamente “Jehová”. Digo erróneamente pues se mezclaba en la dicción lo que era para
leer y lo que era para decir…

Para que quede un poco más claro, supongamos que la palabra “libertad” por ley estatal no
se debe pronunciar. Y supongamos que es un su lugar la gente dice “zapallo”. Y sigamos
suponiendo que a alguien se le antojo mezclar las consonantes de la palabra prohibida con
las vocales de la palabra usada. En los escritos aparecería: “LaBaRToD”.

¿En realidad dice labartod?

¿Es eso lo que se quiere pronunciar?

¿Es que alguien sabe en efecto que es un labartod?

Simplemente, lo que debería leerse zapallo, al estar escrito libertad, al final se pronuncia:
labartod.

En conclusión labartod, no existe, es un error.

Así mismo, Jehová NO EXISTE, es un error, basado en profunda ignorancia, o en alguna


otra cosa que sustente el error.

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