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La inauguración del concilio de Trento no llega hasta finales del año 1545.

Ya
en la segunda sesión pública, en la que participan 42 miembros, se determina
tratar conjuntamente las cuestiones doctrinales y las disciplinares, dando así a
entender que la reforma intentaba alcanzar la vida y realidad del pueblo
cristiano. Pero la posibilidad de incorporar a los trabajos del Concilio a las
iglesias del bloque protestante aparecía muy lejana. En los años 1540-1541 se
habían celebrado en diversas ciudades alemanas (Hagenau, Worms,
Ratisbona) varios coloquios entre teólogos católicos y protestantes (Juan Eck,
Julio von Pflug, Juan Gropper, de parte católica; Melanchton, Bucero,
Pistorius, de parte protestante), sobre la base de 23 artículos ("libro de
Ratisbona"). Las discusiones tuvieron lugar con la presencia de los legados
pontificios, Contarini y Morone, y con el apoyo del emperador Carlos V. Se
vio entonces la dificultad de conciliar las posiciones de unos y otros, tanto en
temas doctrinales como en cuestiones disciplinares. Al anuncio de la
celebración del concilio de Trento, los protestantes manifestaron abiertamente
su rechazo. Lutero publica entonces una de sus diatribas más fuertes contra
Roma, Contra el papado de Roma, creado por el diablo. En la Dieta de
Ratisbona (a. 1546), los protestantes rechazan también la invitación que se les
dirige. El 18 de febrero de 1546 muere Lutero a los sesenta y dos años y en
ese mismo año se declara abiertamente la guerra de Esmalcalda entre los
príncipes católicos y protestantes.
El concilio de Trento aborda en sus primeros decretos el tema de la Sagrada
Escritura y de su interpretación, teniendo en cuenta las tergiversaciones que en
este punto venían haciendo Lutero y sus seguidores. En relación con este
tema, aparece luego el "decreto de reforma" sobre la enseñanza de la Sagrada
Escritura y sobre la predicación, dos cuestiones que, en opinión de los
protestantes, estaban abandonadas en la atención de la Iglesia y que eran
efectivamente básicas para todo proyecto de reforma que quisiera inspirarse en
la fe cristiana2. El tema de la justificación, clave para la comprensión de la fe
y punto de especial fricción entre católicos y protestantes, comienza a
discutirse en la quinta sesión del Concilio, a mediados de 1546, ocupando
largas y acaloradas discusiones entre los padres conciliares. El decreto
dogmático sobre la justificación, que se promulga en la sesión VI después de
seis meses de discusión sobre el tema, configura en lo esencial la orientación
doctrinal del concilio y pone el fundamento para el tratamiento de otros temas,
en especial el de sacramentos. Juntamente con este decreto dogmático, se
aprueba el decreto "de reforma" sobre la residencia de los obispos, cuestión
que constituía una grave y prolongada anomalía en la vida de la Iglesia. A
continuación, los padres conciliares abordan el tema de los sacramentos.
Estudia este tema un grupo de 40 teólogos, entre los que figuran los jesuítas
españoles Laínez y Salmerón, como enviados del Papa; el franciscano Alonso
de Castro, profesor de Alcalá; el dominico Melchor Cano, de la Universidad
de Salamanca; el canciller de la Universidad de Lovaina, Rouard Tapper; Juan
Gropper, de la Universidad de Colonia, autor del Enchindion chnstianae
rehgwnis; etc.3 En el estudio del tema de los sacramentos en general y de los
primeros sacramentos (bautismo y confirmación), se hace una confrontación
entre la doctrina protestante, extraída de los escritos de Lutero, y la doctrina
teológica enseñada en la Escolástica, especialmente la de la escuela tomista.
Al lado de estos temas doctrinales estudiados en la sesión séptima del
Concilio, se tratan en la misma sesión importantes cuestiones de reforma
eclesiástica, como las relativas a la acumulación de obispados y prebendas y a
las cualidades que han de tener los prelados. En la sesión VIII, se decide el
traslado del Concilio a la ciudad de Bolonia, en parte por el temor a la peste,
que llegó a afectar incluso a algunos padres conciliares, en parte por el deseo
de los padres del Concilio de estar más libres de las presiones del emperador.
La fase conciliar de Bolonia (marzo 1547-septiembre 1549) discurre con
discreción, evitando dejarse influir por los problemas que afectaban a las
relaciones entre el papa y el emperador y sin llegar a dictaminar ningún
decreto, pero con la participación de un grupo muy numeroso de teólogos y
obispos que siguen trabajando en el tema de los sacramentos, especialmente la
eucaristía y la penitencia4. Los errores protestantes sobre la penitencia se
recogen en 14 artículos, extraídos principalmente de las obras de Lutero y
escogidos entre 29 que habían sido presentados por el general de los
agustinos, Seripando. Este material de trabajo será utilizado por los padres
conciliares en la segunda etapa del Concilio, que tendrá lugar de nuevo en
Trento, en mayo de 1551, con no pequeñas dificultades. Tratado el tema de la
eucaristía en la sesión XIII, se fijan los temas de la penitencia y
extremaunción para la sesión siguiente, a celebrar en noviembre del mismo
año. Intervienen en la sesión 50 teólogos, entre los que sobresalen Diego
Laínez y Melchor Cano. Los padres conciliares son 645. El sacramento de la
penitencia fue uno de los grandes temas del concilio de Trento. La necesidad
de afrontar detenidamente las principales cuestiones doctrinales y disciplinares
relativas a la confesión se hacía urgente teniendo en cuenta las doctrinas y
decisiones prácticas adoptadas por los reformadores y no sólo algunas críticas
que provenían de católicos ilustrados como Erasmo o Luis Vives6. La mayor
preocupación de los padres de Trento se centraba en las ideas de Lutero y sus
seguidores, que partían de una concepción sobre la fe, la Iglesia y los
sacramentos intencionadamente distanciada de la católica7. El cardenal
Marcelo Crescenzi, legado del Papa y presidente del Concilio, presenta en la
sesión XIV (15 octubre 1551) los puntos esenciales en los que la doctrina
protestante se apartaba de la enseñanza católica. Los "errores" habían sido
extraídos de las obras de Lutero, Melanchton y Calvino. La presencia oficial
en Trento, a finales del año 1551, de algunos delegados protestantes que no
son admitidos a participar en las sesiones de trabajo no tuvo consecuencias de
relieve, salvo la precaución de los padres de no tomar inmediatamente
posición acerca de la comunión bajo las dos especies8. Los propios cánones
aprobados por el Concilio recogen expresamente los puntos rechazados de los
reformadores":
— la reducción del texto de Juan 20,22ss a la "predicación del Evangelio"
(canon 2);
— la reducción de los actos penitenciales al remordimiento de conciencia o a
la fe puesta en el Evangelio y en la absolución (canon 4);
— la afirmación de que la "atrición" no es un dolor útil y bueno (canon 5);
— la afirmación de que la confesión privada es una institución humana, ajena
al mandato de Cristo (canon 6);
— la afirmación de que la confesión de los pecados mortales no es necesaria
por derecho divino ni es humanamente posible, y la de que no es lícito hacer
confesión de los pecados veniales (cánones 7 Y 8);
— la afirmación de que la absolución sólo sirve para "declarar" que los
pecados han sido perdonados (canon 9);
— la afirmación de que todos los fieles y no sólo los sacerdotes son ministros
de la absolución (canon 10);
— la negación del derecho de los obispos a reservar determinados pecados
(canon 11);
— la afirmación de que la pena debida por el pecado se perdona enteramente
con el perdón de la culpa, y la de que la satisfacción consiste solamente en
creer en los méritos de Jesucristo (canon 12).
Estos "errores" pueden evidentemente atribuirse a los protestantes solamente
de una forma parcial y selectiva, en cuanto señalan puntos concretos en los
que son ostensibles las diferencias entre las posturas de los protestantes y la
doctrina católica en el tema de la confesión. El concilio de Trento opone a las
tesis protestantes la doctrina que se enseña en las escuelas más representativas
de la Escolástica, respetando cuidadosamente las divergencias que en
cuestiones de menor importancia existían entre dichas escuelas. Las cuestiones
históricas relacionadas con el sacramento de la penitencia no eran en general
suficientemente conocidas en aquella época, pero los protestantes ponían
mayor énfasis que los católicos en este punto. Lo que diferencia más
profundamente a unos y otros desde el punto de vista doctrinal es su distinta
concepción acerca de la gracia como realidad que eleva la condición del
hombre y que se manifiesta a través de la fe, los sacramentos y las buenas
obras. En la espiral de estas diferencias entraba la idea de la sacramentalidad.
Lutero y Calvino toman como norma exclusiva de fe, la Escritura y buscan en
ella apoyo para sus ideas y reformas, reduciendo a meras tradiciones humanas
lo que no consta expresamente en los libros sagrados10. Los teólogos y padres
del concilio de Trento parten de la realidad de la Iglesia, jerárquicamente
constituida, que es fiel a la voluntad de Cristo cuando transmite la tradición de
la fe, defiende la ortodoxia y celebra el culto y los sacramentos11.

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