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El cuento nos enfrenta ante varias paradojas: “¿el padre se hace más presente o más ausente con su partida?

” “¿la
partida del padre representa locura o salud?”

Según Winnicott, es precisamente en estas paradojas que ocurre la riqueza psíquica, donde el sujeto surge y se
despliega la estructura psíquica.

El narrador entonces nos sorprende no tanto por cómo recurre al padre sino por cómo utiliza la figura del padre para ir
elaborando, cuestionando, respondiendo, dudando, etc.

Es gracias a la ausencia del padre que la madre y el hijo en esta historia empiezan a tener un intercambio real, y no uno
implícito. Una madre mandona no permite un intercambio entre los hijos y ella, simplemente se “obedece” a sus
órdenes. La partida del padre provoca un intercambio particular entre el hijo y la madre cuando empiezan a ser
cómplices para darle de comer al padre. Se unen a causa de una terceridad que introduce lo simbólico.

Winnicott hace una distinción entre objetos subjetivamente concebidos y objetivamente percibidos. También utiliza la
denominación “madre suficientemente buena” para referirse a una madre que es atenta a lo que el niño imagina,
inventa y crea e intenta elaborar o de hacer presente en la realidad dichas invenciones del niño. Es evidente que la
madre va a fallar en poder proporcionarle al niño exactamente lo que imagina, pero lo intenta. Es como cuando leemos
un libro y luego vemos la película, nunca salimos satisfechos ya que hay algo de nuestra imaginación que se sacrifica.

Es en esa función materna que el niño logra evolucionar de un objeto que es creado pero no encontrado (un objeto
subjetivamente concebido) a un objeto que se transforma, lo subjetivo es percibido objetivamente (objeto
objetivamente percibido). El objeto puede ser capaz de satisfacer aun si él reconoce que no ha logrado hacerlo de
manera satisfactoria.

¿Cómo es que en este cuento el padre ayuda al hijo en esa transformación psíquica? Al inicio del cuento, el padre es
inimaginable. No deja de sorprenderme que el niño haya tenido que preguntar cómo era el padre antes de la partida.
Cuando el padre rema hacia el río y desaparece como un objeto real, el niño empieza a inventarse un padre y parece
proyectar muchos de sus miedos y de sus sentimientos hacia la imagen que percibe en el río. Cuando el niño termina de
inventarse al padre, es cuando supone que está listo para volver a tener un contacto real con él y vemos lo aterrorizante
que resulta verlo como un objeto objetivamente percibido ya que el padre se convierte nuevamente en algo real y deja
de ser lo que el niño concibe de él.

Creo que no interesa tanto la huida del hijo ante la presencia del padre, sino el haber estado dispuesto a sacrificar la
imagen concebida del padre y enfrentar la realidad que empieza a acercarse en la medida que el padre rema hacia el
hijo.

Lo que interesa también es ese movimiento circular del padre que conlleva a la elaboración del hijo donde se inauguran
nuevas preguntas, nuevas paradojas que logran que el aparato psíquico del hijo funcione de manera cada vez más
sofisticada y simbólica. La estructuración psíquica consecuente le permite al narrador construir una membrana
limitante para empezar a discriminar un adentro y un afuera de sí mismo para encontrar un tercer espacio que no es ni
absolutamente interno ni externo y es las dos cosas a la vez.

Es a ese límite entre el adentro y el afuera al que Winnicott le dedica gran parte de su obra y concluyo la conferencia de
hoy relacionando una vez más ese límite con la orilla del río, membrana que limita quién es el hijo y quién es el padre,
lo interno y lo externo, la orilla visible y la que no se ve. Pero en este cuento surge una tercera orilla, la que no se trata
de las dos orillas del río, la visible y la no visible, sino de la orilla que se crea entre el hijo y el padre, la tercera orilla, la
que permite riqueza psíquica y la que permite el pasaje a lo simbólico, la que permite realidad y fantasía al mismo
tiempo.

En ese cuento el relato del hijo sobre su padre presupone que las relaciones de parentesco, prefijadas en la
sociedad moderna pueden a través de la mímesis suscitar extrañamiento. La narración intradiegética, en primera
persona, impone un flujo de conciencia que manifiesta la relación entre el hijo que narra el cambio de su padre. De
la figura estereotipada (trabajador, reglado y optimista) el padre decide vivir solo en una canoa en el medio del río.
El narrador ( hijo) contrasta la referencia a la figura paterna por "nuestro padre" con la figura materna que es "la
madre". Esta sigue en su estereotipo femenino al manifestarse de forma contundente sobre la decisión del padre.
En la voz directa de la madre se condensa en una frase sutil el alejamiento de la pareja con la sutileza de la
escritura roseana. A través de una redundancia del pronombre de tratamiento íntimo (você) con distintas
variaciones coloquiales, en gradación creciente desde lo más afectivo, íntimo y popular "Cê" al registro más formal
y por lo tanto más distante, en una expresión lapidaria del cuento: "Cê vai, ocê fique, você nunca volte!" (ROSA,
1969,32)

Esa afirmación resuena en todo el relato como una sina trágica que construye una complicidad especial del
narrador intradiegético sobre la elección paterna de irse, aunque el padre se rehuse a llevarlo.

Nosso pai não voltou. Ele não tinha ido a nenhuma parte. Só executava a invenção de se permanecer naqueles espaços
do rio, de meio a meio, sempre dentro da canoa, para dela não saltar, nunca mais. A estranheza dessa verdade deu para
estarrecer de todo a gente. Aquilo que não havia, acontecia. GUIMARÃES ROSA, 1969,33).

El medio acuoso de cambio permanente plantea la nueva identidad del padre que se vuelve fluida, híbrida,
en tránsito y que por eso se recrea entre los dos márgenes sin estar en ninguna de ellas. Estar en la tercera
margen es crear una identidad en tránsito, en el viaje del cotidiano, conlleva el sentido de no dejarse fijar en el
pasado (origen) ni en el futuro (el devenir).

No nos bañamos dos veces en el mismo río, porque ya en su profundidad, el ser humano tiene el destino del agua que
corre. El agua es realmente el elemento transitorio...El ser consagrado al agua es un ser en el vértigo...la muerte
cotidiana es la muerte del agua. (BACHELARD, 1978,p.15)

La relación se transforma, el padre se vuelve hijo y depende de la complicidad del hijo que le deja
provisiones. La madre pasa a la represión. La prensa, elemento modernizador se vuelve inocua en el agua corriente
que oculta el cuerpo (concreciones). El hijo pasa a asemejarse al padre "del pasado". No hay enseñanza entre
generaciones. El padre se niega a ser abuelo. Vida es tránsito y no se enseña. La familia se pulveriza en los
márgenes. El sujeto solo. - "eu fiquei aqui, de resto" -(p. 35). La construcción de la subjetividad del hijo (narrador)
se hace desde la pérdida. En el último encuentro el hijo decide reemplazar al padre en el río para volverse oculto
en la corriente del tiempo: "peguem em mim e me depositem também numa canoinha de nada, nessa água, que
não pára, de longas beiras: e, eu, rio abaixo, rio a fora, rio a dentro - o rio. " ( GUIMARÃES ROSA, 1969,p.37)

En ambos cuentos, el río como símbolo fluye y se convierte en travesía por la oralidad que se impone como
recurso básico de la escritura, combinando espacios de identidad a través de las sensaciones distintas que
provocan en sus márgenes. En "El trueno entre las hojas" el lector atraviesa el río gracias al ánima del pasero
fantasmal que sacralizado por el mito mueve la narrativa por desvelar el espejo de un espacio multicultural. En
Guimarães Rosa, el río se convierte en la cosa contenida, "la forma de pensamiento" (FRYE; 1973,101)
(Vida/muerte) que transfunde al sujeto sin pasado ni presente: en el infinito.

La invitación de Arguedas con su descenso al pueblo muestra como en esos cuentos el río - como sangre o
leche - plasma el sueño primitivo a volverse espejo en la gramática de la necesidad humana.

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