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El Contexto Histórico Social de la Carta a los Gálatas

Article · September 2013

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María Nely Vásquez Pérez


University of Deusto
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María Nely Vásquez Pérez 1
Reseña Bíblica, Setiembre 2013

El Contexto Histórico Social de la Carta a los Gálatas1

Introducción

El contexto social de la carta a los Gálatas, permite situar el posible lugar


de los destinatarios, el impacto que ejerció sobre ellos la influencia del
Imperio romano, la vida y la organización socio-económica de las
comunidades, las relaciones entre judíos y no judíos. Al mismo tiempo, sirve
como telón de fondo para comprender la estrategia misionera de Pablo,
en su intento por responder a los conflictos y divisiones que se suscitaron al
interior de dichas comunidades.

1. Pablo a “las iglesias de Galacia”

A diferencia de otras cartas (Flp, Tes, Cor), donde Pablo especifica el


nombre de las ciudades a la que se dirige, en la carta a los Gálatas no se
menciona el lugar concreto en la que habitan los destinatarios.
Simplemente escribe “a las iglesias de Galacia” (Ga 1,2) o se invoca a los
receptores como “¡gálatas insensatos!”(3,1), en plural. Surge entonces la
pregunta: ¿Dónde estaban las iglesias y quiénes eran éstos gálatas? Esta
pregunta no tiene una respuesta unilateral. Encontramos dos hipótesis:

- La “hipótesis del norte”, según la cual los llamados “gálatas” serían


tribus celtas, que residían en la cuenca del Danubio (Europa central)
y que durante el siglo III a.C. emigraron hacia el sur este, en su afán
de colonizar y conquistar el norte de Asia Menor. Se asentarían en las

1 María Nely Vásquez Pérez es licenciada en Teología Bíblica por la Universidad de Deusto (2009-2011). En
el año 2011, defendió la tesina de licenciatura en la misma Universidad de Deusto, "la construcción de la
identidad cristiana en la primera carta a los Corintios". Actualmente es candidata al doctorado en Teología
Bíblica por la Universidad de Deusto con el título "La reinterpretación paulina de la identidad judía en la carta
a los Gálatas". Ensayo de exégesis socio-científica. Ha realizado estudios de especialización en judaísmo y
pensamiento paulino en Jerusalén (2011-2012).
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ciudades que rodean Ancira (Actual Ancara): Giordio, Tavio, Pésino,


Germa.

- La “hipótesis del sur” entiende por “Galacia” a la provincia romana


que el emperador Augusto anexionó al Imperio Romano en el siglo I.
Esta provincia abarcaba la tercera parte de la población de Asia
Menor y comprendía no sólo la región “gálata”, sino también
Licaonia, Pisidia, Isauria, Panfilia, Frigia, Paglafonia y Ponto. Por tanto,
según esta hipótesis, los gálatas a los que Pablo escribe serían
aquellas comunidades que él fundó durante el primer viaje
misionero: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe (Hch 13,13-14,27),
constituidas por judeocristianos.

La solución más ampliamente aceptada es la primera. Pablo habría escrito


a los cristianos celtas de la región septentrional de Galacia (Ga 3,1). Éstos
serían antiguos paganos (Ga 4,8; 5,2-3; 6,12-13), que permanecieron en
mutua comunicación y que se enfrentaban a problemas comunes (Ga
1,2), aunque no se descarta la posibilidad de que en la región hubiese
alguna comunidad judeocristiana. Pero no era a éstos a los que Pablo se
dirige en esta carta, sino a los creyentes de origen gentil.

2. La influencia del Imperio romano

A mediados del siglo I tanto las ciudades del norte como las del sur de
Galacia estaban sufriendo el proceso constante de romanización y
urbanización. En ambos lugares, celtas y latinos, autóctonos y expatriados,
estaban asimilando la cultura romana con la cual Pablo tuvo que vérselas.

a) Las calzadas imperiales y la comunicación

Durante la época del emperador Augusto se estableció una amplia red


viaria que unía las diferentes regiones, facilitando una comunicación fluida
entre las ciudades más importantes entre sí y entre éstas y Roma. Las
calzadas romanas simbolizaban el poderío de Roma y, en concreto, del
emperador.
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Los viajes por estas calzadas estaban justificados por diferentes causas:

- Servían como estrategia para las operaciones militares y


administrativas del Imperio en su afán de colonizar y conquistar
diversas regiones.

- Se utilizaba con fines comerciales y de transporte, permitiendo a los


mercaderes trasladar sus negocios de un lugar a otro, asegurando la
supervivencia de la región.

- El tránsito por estas calzadas permitía a la población movilizarse del


campo a la ciudad en busca de mayor desarrollo y prosperidad.

- Por otro lado, las calzadas se erigían como los mejores causes de
intercambio de información: facilitaban la difusión rápida de cultos
extranjeros, gracias a los emigrantes, e incluso a los filósofos y
predicadores itinerantes.

Esta extensa red viaria del Imperio que unía las grandes ciudades fue, sin
lugar a dudas, una gran ayuda en la labor misionera y fundacional de
Pablo. Pablo siguió las vías de comunicación más importantes; a su paso,
visitó y creó pequeñas comunidades, y, al marcharse, enviaba
colaboradores y cartas para mantener los lazos, resolver problemas y
completar lo que le faltaba en su primera visita al anuncio de su evangelio
(Ga 4,13). A través de estas rutas, la predicación paulina encontró un
cauce de expansión, y así se iba difundiendo y consolidando.

b) El culto al emperador

Las calzadas romanas sirvieron como plataforma para la difusión del culto
imperial por todas las ciudades del imperio. Las fiestas y los honores
dedicados al emperador se extendieron ampliamente dominando la vida
pública en las ciudades. La relación entre la figura del emperador y sus
súbditos adquirió diversas formas religiosas. Los espacios públicos de las
ciudades se transformaron en templos, rodeados de estatuas, inscripciones,
santuarios, imágenes, dedicados al emperador. Se instituyeron festivales,
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teatros y juegos imperiales. Las fiestas en honor al emperador se centraban


en acontecimientos, como por ejemplo, su nacimiento, visto a veces como
el inicio de una nueva era, proclamaba que con el emperador y su
gobierno había llegado la salvación, la paz, la seguridad y la felicidad al
mundo entero.

Así, el culto imperial estructuró el tiempo y la vida urbana de sus habitantes.


La imagen del emperador se convirtió en omnipresente y fue ampliamente
venerada en todas las ciudades. La élite local se convirtió en
patrocinadores del culto imperial en las provincias romanas. A través de
ceremonias, ritos, cultos, procesiones, los nobles, los hombres libres y los
esclavos, reafirmaban su lealtad y subordinación al emperador. El culto era
parte importante de la red de dominio del emperador, en torno al cual se
formaba el tejido de la sociedad, permitiendo a la élite social consolidar su
propio poder. En forma de síntesis, podemos decir que el culto al
emperador creó una vida cívica urbana que exigía, por una parte, lealtad
al emperador, y obtenía, por otra parte, beneficios políticos y económicos.
La participación en dicho culto fue considerada como la mejor muestra de
lealtad al Imperio.

Si bien es cierto que la élite social se encargaba de la propagación del


culto al emperador, no obstante, la popularidad fue sostenida en gran
medida por la plebe. Las festividades eran espacios donde los pobres
manifestaban su orgullo cívico y su colaboración en la vida social. La
participación ritual de ese culto definía y santificaba la posición del
emperador, así como también el lugar del Estado, las ciudades y los
individuos en relación con él.

Como es de imaginar, no todos los súbditos participaban de esos ritos y


ceremonias. Los judíos que profesaban una religión monoteísta, se oponían
a toda forma de culto pagano que consistía en la veneración de
imágenes, rendía culto a diversos dioses. Sin duda, esto generó conflicto y
desencuentro entre dos culturas que profesaban cultos diferentes. Algunos
creyentes judíos intentaban mantener su identidad dentro de una
sociedad predominantemente politeísta, rechazando valores, ritos y
símbolos de la sociedad, otros, sin embargo, podían adoptar otras
costumbres, sin renunciar a perder su propia identidad o cosmovisión. El
conflicto se hizo visible cuando esas diferencias se hicieron intolerables,
provocando fanatismo y odio entre creyentes.
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Pablo adoptó la estrategia del culto al emperador para su anuncio de “un


nuevo evangelio”, como un desafío del culto al emperador en las
ciudades más importantes del Imperio romano. Pero, a diferencia de este
modelo que era excluyente y absolutista, Pablo, propone una oferta
gratuita de salvación por parte de Dios. Su peculiar comprensión de Cristo
Crucificado y Resucitado que ahí se le revela, le llevó a Pablo
enérgicamente a ampliar las fronteras étnicas y culturales. “De modo que
ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3,28).

c) La lengua

El ambiente sociocultural de las ciudades de Asia Menor estaba


caracterizado por la influencia de la cultura grecorromana. El sueño de
Alejandro Magno de crear un imperio con una sola lengua permitió la
comunicación fluida en las ciudades de la región. Es así como la lengua
griega, logró unificar culturalmente Occidente y Oriente. Durante la
dominación helenística, la mayoría de la población celta sintió el influjo de
esta cultura, especialmente en la asimilación de la lengua griega, la
llamada koiné (lengua común). Los habitantes hablaban lengua griega,
aunque no todos se expresaban y escribían de forma adecuada. La
lengua marcaba las fronteras sociales entre los que hablaban y los que
desconocían la koiné. A estos últimos se les catalogaba como bárbaros,
por su desconocimiento e incomprensión del griego.

Tras la muerte de Alejandro Magno el Imperio helénico desapareció, pero


la influencia de la cultura y la lengua griega permaneció viva. El helenismo
había dejado una profunda huella en los habitantes y ciudades
conquistadas por el Imperio. Roma permitió a las ciudades seguir su vida
normal, respetando su lengua, costumbres, estructuras y religión. La difusión
de la lengua griega en todo el Imperio romano, significó un avance
extraordinario en la difusión de la cultura grecorromana, al mismo tiempo,
favoreció la transmisión de cualquier doctrina y, en particular, fue útil para
la difusión, anuncio y comprensión del evangelio de Pablo.
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3. La vida y la sociedad

Los estratos sociales marcaban las diferencias entre los ciudadanos. La


condición social de la familia y el lugar donde se había nacido, en
ocasiones, era el factor decisivo para la catalogación de sus habitantes.

a) Una sociedad estratificada y piramidal

Galacia era una sociedad estratificada y piramidal; en la cúspide superior


de ella se encontraban las familias aristocráticas, y en la base, los
campesinos, las mujeres, los esclavos y los libertos. La aristocracia que se
movía en la esfera del poder controlaba el comercio y poseía grandes
latifundios. Esta pertenecía al clan imperial, no vivían en la región, sino que
probablemente dirigía sus propiedades a través de libertos. Mediante una
política de alianza con Roma, estas familias aristócratas, mantenían el
control de la ciudad, poco a poco fueron introduciendo ciertas
condiciones que favorecían la movilidad social y económica de las
ciudades. Dichas condiciones generaban oportunidades, sobre todo, para
que los ricos y poderosos incrementaran su riqueza y su poder.

El estrato inferior integrado por la mayor parte de la población, estaba


compuesta por una compleja gama de personas. Socialmente estas
personas estaban situadas por debajo de la aristocracia, entre ellos se
encontraban artesanos, comerciantes, campesinos, agricultores, pastores,
esclavos y libertos. La vida de estos habitantes se centraba
primordialmente en el comercio y en la agricultura. La geografía de la
región gálata consistía en suaves valles, fructíferos para el cultivo de
ganado vacuno, ovino, cereales... Buena parte de la población estaba
dedicada al arado y el buey, al cultivo de cereales, al pastoreo de ovejas
y de cabras. Galacia era famosa por su lana, la venta de este producto
generaba riqueza en la región. Los latifundistas arrendaban sus tierras a
pequeños agricultores. Éstos trabajaban como arrendatarios, o como
contratados para la agricultura o para el pastoreo.

En las ciudades conquistadas por el Imperio romano, la estratificación


social no estaba únicamente determinada por los distintos grupos de
actividad económica (artesanos, campesinos, aristócratas, comerciantes),
sino también por la división, legalmente justificada como parte de la ley
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natural, entre ciudadanos libres y ciudadanos esclavos. En algunas zonas


del imperio, la esclavitud se caracterizaba por su carácter mercantil: el
esclavo era concebido como propiedad que se podía comprar, vender,
adquirir, regalar. El amo ejercía poder absoluto sobre el esclavo.

El esclavo tenía un mínimo de derechos: alimentación, vivienda, incluso a


ciertas posesiones y ahorros. Sin embargo, había algunos esclavos que
gozando del consentimiento de sus amos, conseguían ahorrar dinero
suficiente para comprar su propia libertad. La liberación podía ser absoluta
o condicional. Una vez liberado, el esclavo no siempre quedaba libre de
toda obligación hacia su ex señor, como la de servirlo ocasionalmente y la
de honrarlo en todo momento.

El nivel socioeconómico de los esclavos era variado, dependía del nivel


económico de sus amos y de la actividad a la que estos los destinaran.
Había esclavos destinados al servicio doméstico, otros dedicados al
trabajo del campo. Entre ellos, también había gente culta: maestros,
filósofos, poetas y artistas. Estos recibían el aprecio de sus señores, hasta el
punto de que a algunos se les encomendaba el cuidado y la supervisión
de la conducta de los hijos de la familia, y actuaban como “pedagogos”
(cf. Ga 3,24-25; 4,2).

b) Las asociaciones voluntarias

La vida social de los habitantes de la ciudad, además de los vínculos


familiares, estaba formada por pequeños grupos o asociaciones que
posibilitaba y favorecía una comunicación personal intensa entre sus
miembros. La afiliación dependía de la libre decisión y no del origen social
del individuo, aunque los factores de procedencia étnica, rango, cargo y
profesión solían ser importantes a la hora de participar en dichos clubes.
Las asociaciones tenían lugares habituales para sus reuniones, donde se
realizaban cultos, ritos, se celebraban banquetes comunes y otros actos
que iban acompañados de una comida o ágape de fraternidad. Los
vínculos de amistad y de solidaridad caracterizaban las relaciones entre los
miembros de dichos grupos.
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No obstante, las relaciones en estas asambleas no fueron del todo


homogéneas, aunque estaban caracterizadas por un fuerte sentido de
identidad comunitaria, ciertos ritos exclusivistas y sincretistas fueron
cuestionados por nuevos miembros que se asociaban y proponían un estilo
de vida diferente. Es así como las tensiones se fueron acentuando cada
vez más, generando recelos y conflictos entre los asociados.

La estructura y conflictos sociales de estas asociaciones formaron parte de


la estrategia paulina, en su intento por promover una nueva forma de
relacionarse socialmente. Pablo organiza un “nuevo grupo alternativo”,
mediante el uso de terminología familiar. Así, los miembros de la asamblea
pertenecen a “la familia de Dios” (Ga 4,4-7); son “hermanos y hermanas”
(Ga 3,15); son “hijos e hijas de Dios” (Ga 3,26). Las asambleas paulinas
estaban formadas simbólicamente por una red de parentesco en la que
las diferencias sociales fueron desapareciendo. Probablemente estas
personas se sintieron atraídas hacia un movimiento cuya intimidad, estilo
de vida y acogida afectiva generaba un sentido y bienestar a su
existencia, algo que no era fácil conseguir en su contexto.

Al parecer, Pablo había atraído y reunido en asambleas religiosas a


mujeres y a varones gentiles gracias a su predicación de “la libertad en
Cristo” (Ga 5,1). Hans Dieter Betz subraya que para estos gentiles dicha
“libertad” no era algo abstracto, es decir, no era una mera aceptación de
un concepto teológico, sino que ellos se consideraban liberados de “este
mundo malvado”, de sus leyes sociales, religiosas, culturales represivas y de
sus convenciones. Habían dejado atrás todo sistema opresor de esclavitud
y de subordinación de los sistemas sociales.

c) Las relaciones entre judíos y no judíos

En tiempos de Pablo, los judíos no residentes en Israel llevaban a cabo una


acción proselitista dirigida a los paganos. Al entrar en contacto con otras
filosofías: estoicismo, epicureísmo, cinismo, sentían la necesidad de
defender sus propias creencias. La actividad misionera les permitía llevar a
cabo su defensa. Con el fin de ganar adeptos para sí, presentaban al
judaísmo como una religión que poseía antigüedad, un monoteísmo
radical, o como uno de los cultos que tenía un código ético superior. Estos
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aspectos, generaban un fuerte sentido de pertenencia y de cohesión


social entre los judíos.

Para muchas personas del mundo pagano, el judaísmo resultó ser atractivo
por diferentes razones. La fe en un único Dios, absoluto y creador,
contrastaba con las religiones politeístas carentes de una revelación sólida,
arraigada en una tradición histórica y respaldada por las Sagradas
Escrituras como lo poseía el judaísmo. Por otro lado, la identidad judía,
basada en una ética solidaria, resultaba atrayente para quienes buscaban
llevar una vida ordenada y consecuente. Más aún, en un período de
inestabilidad política, económica y social, muchas personas se sintieron
atraídos por una comunidad que, a través de su auto-regulación, ofrecía
protección y seguridad. El compartir la mesa, el participar en las fiestas
semanales, el evitar consumir algunos alimentos venía a ser un refugio para
quienes se encontraban solos.

De igual modo, la diáspora era una oportunidad para el intercambio y


crecimiento económico. Las alianzas económicas y políticas que los judíos
establecieron con los gentiles les abría el acceso al crecimiento de fuentes
internacionales de capital. Los gentiles al hacerse judíos evitaban pagar
impuestos e intereses, con lo cual muchos gentiles deseaban hacerse
judíos.

Sin embargo, el proselitismo judío no sólo giraba en torno a fines


comerciales, sino que, además, pretendían que los gentiles asumieran la
vida y la praxis judía. En relación con el judaísmo hay que distinguir entre el
individuo plenamente judío, el que se identifica con algunos aspectos
característicos del judaísmo, y el pagano o gentil. Estas formas de
pertenencia recibieron diferentes nombres: los simpatizantes o temerosos
de Dios eran aquellos que participaban en los cultos de las sinagogas y
realizaban algunas prácticas judías, su observancia de la Torá era limitada.
Los prosélitos o gentiles, eran los que se convertían al judaísmo y
aceptaban las obligaciones de la alianza: la circuncisión y la sujeción a la
Ley.

El asumir la identidad judía exigía para los paganos rechazar los dioses
ancestrales, el país de nacimiento y la familia. En un mundo en el que la
religión formaba parte integral de la vida social de los individuos, algunas
de estas exigencias para muchos candidatos al judaísmo resultaban
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difíciles de aceptar. La precariedad que afectaba a la identidad social de


los conversos era significativa. Al convertirse al judaísmo, ellos renunciaban
a su anterior identidad. Por otro lado, los que habían abandonado a los
dioses paganos para adherirse al Dios de Israel, al no estar circuncidados,
tampoco se convertían en judíos. Su nueva identidad no se vería libre de
ambigüedad. Probablemente el prosélito tenía un estatus ambiguo dentro
de la comunidad judía, pues no alcanzaba igualdad real con los judíos. El
problema de la identidad social fue generando tensiones y polémicas en
las relaciones entre judíos y no judíos en las asambleas comunitarias.

4. Las circunstancias y el motivo de la carta

Pablo escribe la carta a un grupo de creyentes de origen gentil que están


a punto de aceptar “un evangelio diferente”, basado en el rito de la
circuncisión y la sujeción a la Ley, en lugar de aferrarse al “evangelio de
Cristo” que les había predicado. Si prestamos atención a la carta, tras una
introducción protocolar, entra directo en el tema: “Me maravillo de que
tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo,
para pasaros a otro evangelio. No es que haya otro, sino que algunos os
están turbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo” (Ga 1,6-7). Pablo
se siente defraudado por la comunidad que habiendo aceptado
libremente el evangelio (Ga 1,6.8-9; 3,1-2; 4,6.9.13-14.19) y experimentado
el don del Espíritu, por medio del rito del bautismo (Ga 3,27-28); están a
punto de volver al yugo de la esclavitud (Ga 5,1). Sin duda esta actitud
ponía en entredicho su anuncio del evangelio y legitimidad apostólica,
que le generaba una sensación de “haber predicado en vano” (Ga 4,11).

El conflicto había sido provocado por un grupo de creyentes ajenos a la


comunidad que discrepaban con la visión paulina del evangelio. Pablo se
refiere a ellos como “perturbadores” (Ga 1,7; 5,10.12) o “falsos hermanos”
(Ga 2,4) ¿Quiénes eran estos perturbadores? ¿Eran judeocristianos
provenientes de la asamblea de Jerusalén? ¿Eran gentiles judaizantes,
miembros de las asambleas gálatas? ¿Eran judíos helenísticos cristianos?
¿Eran evangelizadores avalados por la autoridad de Santiago y de la
comunidad de Jerusalén? ¿Eran sincretistas religiosos, gentiles que habían
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asumido rasgos del judaísmo en combinación con elementos de su propia


religión de origen?

En todo caso, se trataría de un grupo de creyentes de origen judío para


quienes la sujeción a la Ley por medio del rito de la circuncisión era una
condición necesaria para asumir la identidad judía. Por tanto, si los gentiles
querían participar en las promesas bíblicas hechas a Israel -además de
adherirse a Jesús por la fe- debían cumplir aquello que Dios había exigido
a Israel. Estos defendían su posición en algunos textos bíblicos (Gn 17,10.14;
Lv 19,37; Dt 4,2; Dt 11,26-28) considerándolos como una prueba requerida
por la fidelidad a la Alianza.

La posición de Pablo era clara, apelando a su experiencia personal afirma


que la aceptación divina de los gentiles y su pertenencia al pueblo de Dios
no dependía ya de que hicieran suyas las señas de identidad judías. “En
Cristo”, las diferencias sociales de clase, género, religión, enormemente
significativas en el mundo antiguo, han sido eliminadas por medio del rito
del bautismo que fundamenta la restauración de la igualdad: “Sois uno en
Cristo Jesús” (Ga 3,28). A través del bautismo se crea una nueva forma de
unidad la cual no es sólo discernible con los ojos de la fe, sino algo que
repercute en la vida y praxis social de los creyentes (Ga 2,11-14).

El planteamiento de los creyentes judíos chocaba frontalmente con el


anuncio de la libertad del evangelio Pablo: libertad del yugo de la Ley,
libertad del poder dominante, libertad de los esquemas discriminatorios de
la sociedad. Si Pablo no hubiese considerado como una seria amenaza
para los creyentes gálatas, no habría escrito esta carta, y menos en el tono
apologético en el que lo hizo. Más aún, el considerar el evangelio
predicado por los creyentes judíos como auténtico resultaba problemático
para la identidad cristiana, que se fundamenta en el evangelio de
Jesucristo, que es Buena noticia de salvación, de liberación integral, cuya
ley es la de Cristo, no la de Moisés.

La liberación frente a la Ley judía que él anunció a los creyentes gentiles,


no fue una simple estrategia, sino la voluntad de Dios en la nueva era
mesiánica, enseñada por Pablo y reconocida por los dirigentes cristianos
de Jerusalén (Ga 2,1-10). Por primera vez, Pablo defiende su evangelio
recurriendo a la revelación. Señala que el evangelio proclamado a los
gálatas no se basa en una enseñanza humana, sino que es una
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“revelación de Jesucristo” (Ga 1,12). Su revelación fue un encargo, similar


al que recibían los profetas bíblicos, de “anunciar al Hijo entre los gentiles”
(Ga 1,16).

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