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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Hebreos 7
Vv. 1-3.Melquisedec salió al encuentro de
Abraham cuando éste volvía de rescatar a Lot.
Su nombre, “Rey de Justicia”, es indudablemente
apto para su carácter que lo marca como tipo del
Mesías y de su reino. El nombre de su ciudad
significa “paz”y, como rey de paz era tipo de
Cristo, el Príncipe de Paz, el gran reconciliador
entre Dios y el hombre. Nada se registra acerca
del comienzo o el fin de su vida, así que como
tipo recuerda al Hijo de Dios, cuya existencia es
desde la eternidad hasta la eternidad, que no
hubo quien fuera antes de Él y que no tendrá a
nadie que venga después de Él, en su
sacerdocio. Cada parte de la Escritura honra al
gran Rey de Justicia y de Paz, nuestro glorioso
Sumo Sacerdote y Salvador, y mientras más le
examinamos, más estaremos convencidos de
que el testimonio de Jesús es el espíritu de
profecía.
Vv. 4-10.El Sumo Sacerdote que iba a aparecer
después, del cual Melquisedec era un tipo, debe
ser muy superior a los sacerdotes levíticos.
Nótese la gran dignidad y felicidad de Abraham;
él tuvo las promesas. Rico y dichoso es
indudablemente el hombre que tiene las
promesas de la vida que es ahora y la de la vida
venidera. Este honor tienen todos los que reciben
al Señor Jesús. Sigamos adelante, en nuestros
conflictos espirituales, confiando en su palabra y
su poder, atribuyendo nuestras victorias a su
gracia y deseando ser hallados y bendecidos por
Él en todos nuestros caminos.

Vv. 11-25.El sacerdocio y la ley, por la cual no


podía venir la perfección, quedan terminados; un
Sacerdote se levanta y se instala en una
dispensación por la cual los creyentes
verdaderos puedan ser perfeccionados. Claro es
que hay ese cambio. La ley que hizo al
sacerdocio levítico mostraba que los sacerdotes
eran criaturas débiles, mortales, incapaces de
salvar sus propias vidas, muchos menos podían
salvar las almas de los que iban a ellos. Pero el
Sumo Sacerdote de nuestra profesión tiene su
oficio por el poder de la vida eterna que hay en
Él; no sólo para mantenerse vivo Él mismo, sino
para dar vida eterna y espiritual a todos los que
confían en su sacrificio e intercesión. El mejor
pacto, del cual Jesús fue el fiador, no es aquí
contrastado con el pacto de obras por el cual
todo transgresor queda bajo la maldición. Se
distingue del pacto del Sinaí con Israel y la
dispensación legal bajo la cual permaneció por
largo tiempo la Iglesia. El pacto mejor puso a la
Iglesia y a todo creyente bajo una luz más clara,
una libertad más perfecta y privilegios más
abundantes. En el orden de Aarón había una
multitud de sacerdotes, sumos sacerdotes, uno
tras otro, pero en el sacerdocio de Cristo hay
solamente uno y Él mismo. Esta es la seguridad
y la felicidad del creyente, que este Sumo
Sacerdote eterno es capaz de salvar hasta lo
sumo en todos los tiempos y en todos los casos.
Seguramente entonces nos conviene desear la
espiritualidad y la santidad, mucho más allá de la
de los creyentes del Antiguo Testamento, porque
nuestras ventajas exceden a las de ellos.
Vv. 26-28.Nótese la descripción de la santidad
personal de Cristo. Él está libre de todos los
hábitos o principios de pecado no teniendo la
menor disposición a ello en su naturaleza. Nada
de pecado habita en Él, ni la más mínima
inclinación pecaminosa, aunque la hay en el
mejor de los cristianos. Él es inocente, libre de
todo pecado actual; Él no hizo pecado, ni hubo
engaño en su boca. Él no es corrompido. Difícil
es mantenernos puros como para no participar
de la culpa de los pecados de otros hombres.
Pero no tiene que desfallecer nadie que vaya a
Dios en el nombre de su Hijo amado. Que tengan
la seguridad de que Él los librará en el tiempo de
la prueba y el sufrimiento, en el tiempo de la
prosperidad, en la hora de la muerte y en el día
del juicio.

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