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Teoría del origen de la vida

Finales del siglo XIX y principios del XX aparecieron algunas concepciones sobre el origen de la
vida llamadas ‘eternalistas’, que se oponían básicamente a las corrientes vitalistasii y para afirmar
que la vida era una propiedad de la materia, la consideraban eterna como ésta. En la actualidad, la
ciencia está lejos de pensar en estos términos y el problema que se debate es el de la biogénesis. Un
grupo de teorías, que en realidad desplazan el problema de la biogénesis, pueden agruparse bajo el
nombre de panspermia o teoría del origen extraterrestre de la vida. Ya en la antigüedad, aunque con
otros objetivos intelectuales, Anaxágoras había declarado que la vida se habría originado en un
conjunto de gérmenes etéreos y que, de la misma manera que observamos que la vegetación puede
invadir las islas surgidas por movimientos volcánicos, como producto de la fecundación de las lavas
estériles por esporas transportadas por el viento, se creía ya por entonces también en la posibilidad
de que tal fenómeno afectase al conjunto de la Tierra.
Según Giordano Bruno 1548- 1600, proclamaba que “existen innumerables soles e innumerables
Tierras que giran alrededor del Sol, de la misma manera como nuestros siete planetas giran
alrededor de nuestro Sol. Hay seres vivos habitando estos mundos”. Asimismo según Pérez,
Gutiérrez, García y Gómez, 2005 definen que el ser humano necesita configurar las relaciones que
lo mantienen en contacto con todo lo existente; por ello, las diferentes explicaciones que le ha dado
a cuestiones sobre el origen del universo y la naturaleza humana se fundamentan principalmente en
una serie de respuestas religiosas, filosóficas y científicas. De igual modo estas respuestas además
de involucrar directamente el análisis de algunos aspectos de la ciencia y la religión, tienen como
base el sistema de creencias que el hombre posee. Cuando se estudia la historia de la humanidad no
cabe duda de la importancia que las creencias han tenido en su desarrollo; y no hay conducta
humana que no se encuentre constituida por ellas. Estas son convicciones que no siempre son
conscientes, pero que le permiten al ser humano manejarse en el mundo; forman la base de la vida,
el terreno sobre el que acontece; en ellas se vive, se mueve y se es.
Es importarte resaltar que dentro del origen de la vida se destaca investigar el origen de la creencias
de corte científico y religioso es, en gran medida considerar los debates y confrontaciones ante la
compatibilidad o incompatibilidad de estas. Por un lado, la ciencia es considerada como aquella que
trata de documentar el status de objetividad del mundo natural y construye teorías que lo expliquen,
no así la religión, que es igualmente importante pero esta ópera sobre el reino de los fines, los
significados y los valores humanos. Las investigaciones científicas y la literatura sobre el tema de
las creencias respecto al origen de la vida y naturaleza humana en comunidades científicas,
presentan información similar en cuanto a las controversias e implicaciones que estas suscitan al
exponerse ante la sociedad. De aquí que investigaciones como las de Leuba 1921, Larson &
Witham 1997-1998 y Pérez-Agote & Santiago 2005, se hayan interesado por indagar en las ideas y
posturas de científicos frente al tema religioso. En estas investigaciones la hipótesis que se puso a
prueba fue que cuanto más instruida es la gente, menos probable es que crea en Dios; hipótesis que
mediante el análisis de los resultados obtenidos fue aprobada, es decir, cuanto mayor es el nivel
educativo de los individuos, menos probable es que sean creyentes en Dios. A partir del recuento de
estas investigaciones se plantea que aún continúa el cuestionamiento de si ¿es conciliable la ciencia
con la religión? La pregunta ya ha sido hecha por el prestigioso físico español Fernández (2000), en
su libro Los científicos y Dios, donde defiende la tesis de que "la ciencia y la religión son
plenamente compatibles", y se adscribe a la idea de que "por sí misma, la práctica de la ciencia ni
aleja al hombre de Dios, ni lo acerca”. Esto no solo permite armonía y ningún conflicto, sino que
además, no obstaculizaría que los científicos coherentes fueran creyentes religiosos no menos
coherentes.
El tema de las creencias por lo que implica su naturaleza, ha sido muy polémico a lo largo del
tiempo; estas poseen una gran importancia en el desarrollo de nuestra especie y, gran parte de la
historia gira en torno a ellas Pepitone, 1991. El sistema de creencias es uno de los marcos más
utilizados dentro de la psicología social para explicar el comportamiento del ser humano; según
Fishbein, 1967a 1967, la creencia representa la información que la persona tiene acerca del objeto,
que está unido a algún atributo, es una hipótesis de probabilidad o improbabilidad en relación con la
naturaleza del objeto y sus relaciones con otros objetos.
En conclusión según La teoría darwiniana de la evolución por selección natural no soluciona el
problema del origen de la vida (aunque pueda de hecho proporcionar indicios y nuevas líneas de
abordaje) sino que, antes bien, elude la cuestión desdoblando las preguntas en: ¿cuál es el origen de
la vida? y ¿cuál es el origen de las especies? La teoría de la evolución funciona a partir de la
existencia de lo viviente, pudiendo resumirse: “dado un conjunto de seres vivientes con las
características de los conocidos en el planeta Tierra, surgirán especies diversas a través de
mecanismos naturales y universales, siendo el principal la selección natural”.
En primer lugar, Darwin contempla la posibilidad de que la vida en su origen haya sido obra de un
Creador, pero luego todo habría funcionado según leyes tan eternas, universales y naturales como la
de la gravitación. Atentos a la férrea oposición que suscitó la teoría de la evolución en los sectores
religiosos, algunos han sostenido que la afirmación de Darwin es una suerte de concesión a las
presiones de su época (algunos sostienen que también es una concesión a su esposa, una mujer muy
creyente). Sea cual fuere la motivación última de esta frase, el aspecto epistemológicamente más
interesante es otro: la teoría darwiniana no explica el origen de lo viviente en sí mismo, de modo tal
que la diferenciación de problemas se sigue de exigencias metodológicas internas a la teoría y, aquí,
son superfluas las consideraciones psico-sociológicas. Mientras una explicación que se base en la
creación divina de las especies por separado encontrará allí solución a ambos problemas. Por su
parte, una explicación evolucionista mecanicista podrá dejar de lado el problema del origen de la
vida, en la medida en que excede sus posibilidades. El origen de la vida no es, por lo menos en
principio, un problema para el evolucionismo darwiniano aunque sí lo era para los interlocutores
contra los cuales disputaba Darwin. En efecto, otras versiones sobre el origen de las especies, como
las que defendían los científicos fijistas-creacionistas anteriores y contemporáneos de Darwin,
compatibles con el cristianismo dominante, y para las cuales dios habría originado mediante un
único acto de creación especial a cada especie tal cual es en la actualidad, respondían
simultáneamente a las dos preguntas señaladas. Incluso el evolucionismo de Lamarck respondía a
ambas preguntas, estableciendo cuatro leyes o principiosvii de la evolución que comenzaban a
funcionar a partir de la generación espontánea de ciertos seres simples y ganando en complejidad a
través de las generaciones.

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