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Curso de Economía Feminista • #1

Sororidad y patriarcado
En la primera clase conceptualizamos el sistema jerarquizado de
género y, como contrapartida, la propuesta emancipatoria del feminismo.
Sin embargo, para poder comprender cabalmente lo que está en juego
cuando hablamos de una sociedad en donde se nos jerarquiza de acuerdo
al género, debemos entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Para
ello, les proponemos explorar los conceptos de “patriarcado”, esto es, el
sistema político que el feminismo busca desplazar, y “sororidad”, esto es, la
alternativa política feminista para construir una sociedad más igualitaria.
¿QUÉ ES EL PATRIARCADO?

De acuerdo a Marta Fontela en el Diccionario de estudios de Género y


Feminismo, en su sentido literal “patriarcado” significa gobierno de los
padres. Históricamente el término ha sido utilizado para designar un tipo de
organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño
del patrimonio conformado por los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes.
La familia es, claro está, una de las instituciones básicas de este orden social.
Las feministas han analizado y teorizado sobre las diferentes expresiones que la
noción de “patriarcado” ha ido adoptando a lo largo de la historia y las distintas
geografías, estructurándose en instituciones de la vida pública y privada, desde
la familia al conjunto de la sociedad. También fueron definiendo los contenidos
ideológicos, económicos y políticos del concepto “patriarcado” que, conforme a
Carole Pateman en El contrato sexual, es el único que se refiere específicamente
a la sujeción de las mujeres y singulariza la forma del derecho político que los
varones ejercen en virtud de ser varones.

Gerda Lerner en La creación del patriarcado lo ha definido como “la


manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres
y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la
sociedad en general”. Kate Millett en Política sexual define al patriarcado más
específicamente como “una política sexual ejercida fundamentalmente por el
colectivo de varones sobre el colectivo de mujeres”. Liliana Hendel en Violencias
de género establece que para el feminismo (al menos el feminismo de los 70, en
donde se origina la tematización de estos conceptos) el patriarcado expresa los
siguientes intereses específicos:

 Sexual: en tanto obtención del placer masculino.


 Reproducción: su cuidado intensivo por parte de las mujeres con el
aporte subjetivo, emocional, u objetivo en inversión de tiempos perso-
nales.
 Laboral: explotación del trabajo doméstico no remunerado.
 Utilización de los servicios de atención y cuidado: un alto ren-
dimiento especializado de las mujeres al servicio de otras personas en
la convicción profunda de que así debe ser, por obra de la naturaleza o
por amor.

No todas las feministas creen, sin embargo, que la noción de “patriarcado” sea
adecuada para hablar de la opresión histórica de las mujeres. Este es el caso de
Gayle Rubin, quien en su clásico artículo “El tráfico de mujeres: nota sobre una
economía política del sexo” de 1975 propone hablar del sistema sexo-género.
Su propuesta central, entonces, es el recurso a la noción de sistema sexo/género
como una herramienta teórico-analítica alternativa a la noción de patriarca-
do, en tanto el patriarcado refiere a un modo de dominación característico de la
cultura judeo-cristiana y no se puede universalizar. Rubin entiende al sistema
sexo/género como un “conjunto de disposiciones por el que una sociedad trans-
forma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual
se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”. Esta noción sería un
término neutro que permite indicar que la opresión femenina es un producto
de las relaciones sociales específicas que organizan ese sistema. Lo que está a la
base del sistema sexo/género es, justamente, la diferencia que logró establecer
el feminismo de la segunda ola entre sexo y género.

SORORIDAD Y PRAXIS POLÍTICA FEMINISTA

El vínculo que une a las mujeres a sus opresores no es comparable a ningún


otro, sostuvo Simone de Beauvoir en El segundo sexo. Por eso se insiste en que
la opresión de la mujer es un tipo de opresión particular que merece su análisis
específico. Este análisis es el que ha emprendido el feminismo teórico desde hace
varias décadas, el cual nos ha permitido ver cómo funcionan los mecanismos
de opresión e inferiorización de las mujeres. Ahora bien, sin la formación de
una comunidad, de un “nosotras”, la liberación es imposible. La sororidad es
un concepto que viene a intentar dar cuenta de cómo generar una nueva ética
y una nueva política feministas que puedan dar lugar a la conformación de una
comunidad de mujeres, que si bien no tiene por qué ser homogénea, pueda
constituirse de modo armónico y eficaz.

“Sororidad” proviene del latín “soror, sororis, hermana, e-idad, relativo


a, calidad de”. Se relaciona con el concepto de “affidamento” acuñado por
el Colectivo de la Librería de Mujeres de Milán al propiciar la confianza, el
reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo entre mujeres. Por lo tanto,
es un concepto nacido dentro de lo que se conoció en la década de los 80 como
el “feminismo de la diferencia” que era, en pocas palabras, un feminismo
que exaltaba la diferencia sexual en favor de las mujeres y lo femenino.
También se relaciona con el término “Sisterhood”, utilizado por las feministas
norteamericanas de la segunda ola y conceptualizado en Política sexual de Kate
Millet. En Latinoamérica, este concepto es retomado por Marcela Lagarde en un
texto ya clásico que se titula “Pacto entre mujeres”.

De acuerdo a Lagarde, frente a los pactos a la usanza masculina (las formas


excluyentes, sectarias, supremacistas y violentas de enfrentar la disidencia y
los conflictos), la sororidad emerge como alternativa. La sororidad permite a las
mujeres, según Lagarde, la identificación positiva de género, el reconocimiento,
la agregación en sintonía y la alianza. La sororidad, entonces, es un concepto
político. En otros términos, es un modo feminista de hacer política. No hay que
entender que esta sororidad se encuentra basada en alguna forma natural de
“solidaridad femenina”, que pudiera sugerirnos que existe una esencia femenina
que compartimos y que debemos descubrir y poner en acción. Las relaciones
entre mujeres son complejas y están atravesadas por numerosas dificultades.
No nos olvidemos que somos, ante todo, personas. Somos conscientes de
que esta solidaridad natural no existe y de que, a la vez, la dispersión entre las
mujeres refuerza la dinámica sexista de la sociedad. De ahí surge, dice Lagarde,
la conciencia de la necesidad de la unidad de las mujeres para tener mayor poder
de incidencia y la necesidad de desmontar la confrontación misógina entre
nosotras.

La sororidad nos habla de crear pactos de coyuntura en los que podamos


encontrarnos cada vez más mujeres; de generar nuevos vínculos entre nosotras
y en relación también con otros grupos y otras luchas; de incluir nuevas
subjetividades, también, porque no todas las personas que vivimos la opresión
patriarcal nos reconocemos mujeres; de ir alcanzando objetivos consensuados
en acuerdos fundamentales; de potenciar las diferencias para no violentar la
pluralidad con el ideal de lo homogéneo. La sororidad, en definitiva, es un pacto
político entre pares, en donde quienes pactan son, justamente, quienes nunca
antes habían podido pactar y que, a causa de eso, quedaron por fuera del terreno
de lo público y de la arena política.
ACTIVIDADES
En esta clase hemos tomado el ejemplo de la falta de representación fe-
menina en política y hemos visto por qué es necesario analizarlo desde una per-
spectiva de género. Como actividad, invitamos a las y los estudiantes a que:

 1) Piensen un tema o problemática que consideren que merece


ser analizada desde una perspectiva de género.

 2) Fundamenten, a partir de lo estudiado, por qué ese tema o


problemática merece un análisis desde una perspectiva de género.

 3) Escriban la actividad en no más de dos párrafos.

Este ejercicio les va a servir para poder ejercitar la argumentación a la hora


de sostener la necesidad de tomar una perspectiva de género sea cual fuere el
tema en cuestión.

REFERENCIAS
Beauvoir, Simone de (2005) El segundo sexo, Buenos Aires, Losada

Fontela, Marta (2008) “Patriarcado” en Diccionario de estudios de Género y Feminismo,


Buenos Aires, Eudeba

Hendel, Liliana (2017) Violencias de género, Buenos Aires, Paidos

Lerner, Gerda (1990) La creación del patriarcado, España, Crítica

Millett, Kate (1990) Política sexual, Madrid, Cátedra

Pateman, Carol (1988) El contrato sexual, México, Anthropos


CURSO DE ECONOMÍA FEMINISTA

Coordinación académica: Mercedes D’Alessandro

Equipo docente: Mercedes D’Alessandro, Magalí Brosio, Danila Suárez Tomé y


Violeta Guitart

Diseño: Andrés Snitcofsky

Ilustraciones: Lina Castellanos

Colaboraciones de Kim Piaget, Asesora de Justicia de Género en Oxfam México y


Carlos Brown Solá, Coordinador del Programa de Justicia Fiscal en Fundar Centro
de Análisis e Investigación

Proyecto realizado con el apoyo de Oxfam Internacional

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