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PSICOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD

UNIDAD III: Elementos principales del enfoque disposicional de la personalidad


Objetivo general:

Desarrollo de objetivos específicos

TEORÍA HUMANISTA DE LOS RASGOS Y DEL SÍ MISMO – ALLPORT


El término de rasgos de la personalidad se refiere a aquellos patrones constantes en la
forma en la que un individuo se comporta, siente y piensa. Por lo que, el término rasgos tiene dos
connotaciones: la persistencia, y la distinción. Por persistencia, se entenderá que el rasgo describe
una regularidad en la conducta de la persona. La persona parece predispuesta a actuar en la forma
descrita por el término de este rasgo. Allport creía que los rasgos eran unidades básicas de
personalidad. De acuerdo con él, los rasgos en verdad existen, y se encuentran en el sistema
nervioso. Éstos representan predisposiciones generalizadas de la personalidad que dan cuenta de
las regularidades en el funcionamiento de una persona a través de situaciones y a lo largo del
tiempo.

La naturaleza de la personalidad

Herencia y Ambiente

Para apoyar su énfasis en la singularidad de la personalidad del individuo, Allport decía que somos
reflejo de la herencia y también del ambiente. La herencia proporciona la materia prima (psique,
inteligencia y temperamento), y las condiciones del entorno la moldean, expanden o limitan. Así,
Allport se refiere a las variables personales y situacionales para señalar la importancia de la
genética y del aprendizaje. No obstante, gran parte de nuestra individualidad es resultado de
nuestros antecedentes genéticos.

Discontinuo de la personalidad de la niñez a la de la edad adulta


.
Según Allport, la personalidad es distinta y discontinua. No sólo se distingue de todas las demás,
sino que el adulto también está divorciado de su pasado. Allport no encontró un continuo de la
personalidad de la niñez a la de la edad adulta. Los impulsos y los reflejos biológicos primitivos
rigen la conducta del lactante, en tanto que el funcionamiento del adulto es de índole más bien
psicológica. En cierto sentido, existen dos personalidades: una en la niñez y otra en la edad adulta.
Las experiencias infantiles no limitan la personalidad del adulto. Así, encontramos la visión única
que Allport tenía de la naturaleza de la personalidad. Anteponía el consciente al inconsciente, el
presente y el futuro al pasado. Reconocía la singularidad de la personalidad en vez de recurrir a
generalidades o semejanzas entre grupos numerosos de individuos. Además, optó por estudiar la
personalidad normal y no la anormal.

Los rasgos de la personalidad


Allport consideraba que los rasgos de la personalidad son predisposiciones a responder a diversas clases de
estímulos de la misma manera o de manera semejante. En otras palabras, son formas consistentes y
duraderas de reaccionar frente al entorno.

Rasgos

Según Allport, características distintivas que rigen la conducta. Los rasgos se miden sobre un
continuo y están sujetos a influencias sociales, ambientales y culturales. Un rasgo de personalidad es
una estructura neuropsíquica real que predispone a una persona a formas específicas de
comportamiento en ciertas circunstancias.

Características de los rasgos

 Los rasgos de la personalidad son reales y existen en nuestro interior. No son constructos
teóricos ni simples etiquetas inventadas para explicar el comportamiento.
 Los rasgos determinan la conducta o la causan. No sólo ocurren frente a ciertos estímulos.
Nos impulsan a buscar los estímulos correctos e interactúan con el entorno para producir
conducta.
 Los rasgos se pueden demostrar de forma empírica. Si observamos la conducta durante
cierto tiempo, podremos inferir la existencia de los rasgos en razón de la consistencia de
las reacciones de un individuo a estímulos idénticos o similares.
 Los rasgos están interrelacionados y se pueden traslapar no obstante que representen
características diferentes. Por ejemplo, la agresividad y la hostilidad son rasgos distintos
pero están relacionados y muchas veces se presentan juntos en el comportamiento de
una persona.
 Los rasgos varían con la situación. Por ejemplo, un individuo puede mostrar el rasgo de
orden en una situación y el de desorden en otra

Disposiciones personales

A medida de distinción Allport reservó el término rasgos para los rasgos comunes y llamó
disposiciones personales a los rasgos individuales, rasgos propios de un individuo en contraste
con los que comparten varias personas. No todas las disposiciones personales tienen la misma
intensidad o importancia; pueden ser rasgos cardinales, centrales o secundarios.

Rasgos cardinales

Los rasgos humanos más generalizados y potentes. Un rasgo cardinal está tan
generalizado e influye tanto que toca casi todos los aspectos de la vida. Allport lo definió
como una pasión avasalladora, una fuerza poderosa que domina el comportamiento.
Ofreció los ejemplos del sadismo y la patriotería.

Rasgos Centrales

Unos cuantos rasgos sobresalientes que describen el comportamiento de una persona.


Todos tenemos unos cuantos rasgos centrales, entre cinco y diez temas que describen
muy bien nuestro comportamiento. Agresividad, autocompasión y cinismo son tres
ejemplos citados por Allport. Constituyen la clase de características que mencionaríamos al
hablar de la personalidad de un amigo o al escribir una carta de recomendación.
Rasgos Secundarios

Los rasgos menos importantes que uno puede mostrar de un modo discreto y de manera
irregular. Son los menos influyentes y se manifiestan con menor consistencia que los
cardinales o los centrales. Pueden pasar tan inadvertidos o ser tan débiles que sólo un
amigo íntimo se percatará de ellos. Incluyen, entre otras cosas, una preferencia menor por
determinado tipo de música o de comida.

Hábitos y actitudes

Cuando Allport desarrolló su sistema, señaló que los rasgos y las disposiciones personales se
distinguen de otras características, como los hábitos y las actitudes. Sin embargo, aceptó que las
dos últimas también pueden iniciar y dirigir la conducta.

Hábitos

Respuestas específicas, inflexibles, frente a determinados estímulos; a veces se combinan


varios hábitos para formar un rasgo. Uno sólo tiene que fijarse en sus propios hábitos para
ver cómo infuyen en su forma de comportarse. Éstos tienen menos repercusiones que los
rasgos y las disposiciones personales, porque son relativamente inflexibles e implican una
respuesta específica a un estímulo concreto. Los rasgos y las disposiciones personales
son más generales porque provienen de la integración de varios hábitos que comparten
alguna función de adaptación. Por lo tanto, los hábitos se combinan para formar un solo
rasgo.

Ej.: Los niños que están aprendiendo a cepillarse los dientes o a lavarse las manos antes
de comer ejemplifican la idea de Allport. Transcurrido algún tiempo, las dos conductas se
vuelven automáticas o habituales. En conjunto, los dos hábitos persiguen el mismo
propósito y forman el rasgo que llamamos pulcritud.

Actitudes

Según Allport, las actitudes se parecen a los rasgos, pero tienen objetos de referencia
específicos y suponen una evaluación positiva o negativa. Se tiene una actitud hacia algo;
por ejemplo, hacia los pelirrojos, un grupo musical o una marca de calzado deportivo. En
segundo lugar, las actitudes son positivas o negativas; están en favor o en contra de algo.
Llevan a la simpatía o al odio, a aceptar o a rechazar, a acercarnos a un objeto o a evitarlo.

Diferencia entre rasgos y actitudes


En primer lugar, las actitudes tienen un objeto de referencia específico. Un rasgo o
una disposición personales no van dirigidos a un solo objeto o a una categoría de
objetos. Si alguien tiene una disposición personal hacia la timidez, interactuará con
otros de esa misma manera independientemente del color de su cabello o de la
marca de su calzado. En conclusión, los rasgos son más generales que las
actitudes. En segundo lugar, las actitudes son positivas o negativas, a diferencia de
los rasgos o las disposiciones personales, suponen un juicio o una evaluación.
Motivación: la autonomía funcional de los motivos

Hipótesis que plantea que los motivos de un adulto maduro normal no dependen de las
experiencias de la niñez en que se presentaron originalmente. Lo importante es el estado
actual del sujeto, no lo que sucedió en el adiestramiento del control de esfínteres, en la
instrucción escolar o en alguna otra crisis de la niñez. Lo que ocurrió en el pasado es
exactamente eso: pasado. Ha dejado de ser activo y no explica la conducta del adulto,
salvo que exista como una fuerza motivadora en el momento actual.

Los procesos cognoscitivos –es decir, los planes e intenciones conscientes– constituyen un
aspecto esencial de la personalidad. Las intenciones deliberadas forman parte esencial de
la personalidad humana. Lo que queremos y lo que buscamos son la clave para entender
el comportamiento. Así pues, Allport trató de explicar el presente en función del futuro, no
en función del pasado.

Autonomía funcional

Propone que los motivos de los adultos maduros y emocionalmente sanos no dependen de las
experiencias anteriores en las cuales se manifestaron por primera vez. Las fuerzas que nos
impulsaron en los primeros años de vida adquieren autonomía y se independizan de las
circunstancias originales. De modo análogo, cuando maduramos nos independizamos de nuestros
padres. Aun cuando sigamos ligados a nuestros progenitores, ya no dependemos funcionalmente
de ellos y no deberían tratar de controlar ni de dirigir nuestra vida.

La conducta que cumplía con un motivo particular ahora se ha convertido en un fin en sí. El motivo
original se ha transformado en algo autónomo. Por lo tanto, los motivos de los adultos no se
pueden entender por medio del análisis de la niñez. La única manera de entenderlos es investigar
por qué la gente se comporta de cierta manera en el presente.

Autonomía funcional perseverante

Nivel de la autonomía funcional que se relaciona con conductas rutinarias de bajo nivel, el
nivel más elemental, se refiere a conductas como las adicciones y las acciones físicas
repetitivas, por ejemplo la forma habitual de desempeñar una tarea diaria. Las acciones
continúan o perseveran por cuenta propia, sin recompensa externa alguna. En algún
momento tuvieron un propósito, pero ya no lo hacen y su nivel es demasiado bajo como
para considerarlas parte integral de la personalidad.

Autonomía funcional del proprium

Nivel de autonomía funcional que se relaciona con nuestros valores, autoimagen y estilo de
vida. Es más importante que la perseverante y es indispensable para comprender la
motivación de los adultos. Allport utiliza el latín proprium para designar el yo o el sí mismo.
Los motivos del proprium son exclusivos del individuo. El yo determina cuáles motivos se
conservarán y cuáles se eliminarán. Retenemos los que mejoran la autoestima o
autoimagen. En consecuencia, existe una relación directa entre los intereses y las
capacidades: nos gusta hacer lo que hacemos bien.

Proprium
Término utilizado por Allport para designar el yo o el sí mismo. El funcionamiento
del proprium es un proceso de organización que mantiene el sentido del sí mismo.
Determina cómo percibimos el mundo, lo que recordamos de nuestras experiencias
y hacia dónde se dirigen nuestros pensamientos. Estos procesos perceptuales y
cognoscitivos son selectivos. De entre la masa de estímulos que hay en el entorno,
sólo eligen los relevantes para nuestros intereses y valores. Tres principios rigen
este proceso de organización:

 Organización del nivel de energía; explica cómo se adquieren nuevos motivos.


 Dominio y competencia; se refiere a la medida en que uno decide satisfacer los
motivos.
 Estructuración del proprium; describe la lucha por conseguir la congruencia y la
integración de la personalidad.

Desarrollo de la personalidad en la niñez: el yo único

Allport escogió el término proprium para designar el yo o sí mismo. No empleó términos


como yo o sí mismo en razón de los muchos significados que les habían adjudicado otros
teóricos. La mejor manera de entender la palabra proprium es pensar en la acepción del
adjetivo apropiado. El proprium incluye los aspectos de la personalidad distintivos de
nuestra vida emocional y que, por lo mismo, son propios de ella. Estos aspectos son únicos
de cada individuo y unen nuestras actitudes, percepciones e intenciones.

Etapas del desarrollo


Interacciones entre progenitor e hijo

La interacción social con los padres es indispensable a lo largo de las etapas de desarrollo
del proprium, en especial el vínculo materno– infantil como fuente de afecto y de seguridad.
Si la madre o el cuidador primario ofrecen suficiente afecto y seguridad, el proprium se irá
desarrollando de forma gradual y constante, y el niño tendrá un crecimiento psicológico
positivo. Los motivos de la niñez se podrán transformar en los afanes autónomos propios
de la edad adulta. Se formará un patrón de disposiciones personales y su resultado será un
adulto maduro y psicológicamente sano. En cambio, si se frustran las necesidades de la
niñez, el sí mismo no madurará correctamente. El niño se volverá inseguro, agresivo,
exigente, celoso y egoísta. El crecimiento psicológico se estancará y el resultado será un
adulto neurótico que funciona en el nivel de los impulsos de la infancia. Los motivos del
adulto no lograrán la autonomía funcional, sino que permanecerán atados a las
condiciones originales. No se desarrollarán los rasgos ni las disposiciones personales y la
personalidad continuará tan indiferenciada como lo era en la infancia.

La personalidad adulta sana


Los adultos maduros normales tienen una autonomía funcional que no depende de los
motivos de la niñez. Funcionan racionalmente en el presente y crean su propio estilo de
vida de forma consciente. Según Allport, la personalidad sana pasa de ser un organismo
dominado por fuerzas biológicas en la infancia, a ser un organismo psicológico maduro en
la adultez. Las motivaciones se separan de la niñez y se orientan hacia el futuro. La
personalidad adulta proviene de la niñez, pero deja de estar dominada o determinada por
los impulsos de esa etapa. Expuso seis criterios de la personalidad adulta normal, madura
y sana:
 El adulto maduro extiende su sentido de sí mismo a personas y a actividades del
mundo exterior.
 El adulto maduro tiene una relación afectuosa con otros, mostrando intimidad,
compasión y tolerancia.
 El adulto maduro se acepta a sí mismo y esto le ayuda a tener seguridad
emocional.
 El adulto maduro tiene una percepción realista de la vida, desarrolla habilidades
personales y se compromete con algún tipo de trabajo.
 El adulto maduro tiene sentido del humor y objetivación del sí mismo (conocimiento
o discernimiento de su propio ser).
 El adulto maduro adopta una filosofía unificadora de la vida, que le sirve para dirigir
la personalidad hacia metas futuras.

Cabe decir que el adulto que cumple los seis criterios anteriores es sano en el aspecto
emocional, autónomo en el aspecto funcional e independiente de los motivos de la niñez.
Ello le permite lidiar con el presente y hacer planes para el futuro, sin ser víctima de las
experiencias de los primeros años de vida.

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