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La naturaleza de la personalidad
Herencia y Ambiente
Para apoyar su énfasis en la singularidad de la personalidad del individuo, Allport decía que somos
reflejo de la herencia y también del ambiente. La herencia proporciona la materia prima (psique,
inteligencia y temperamento), y las condiciones del entorno la moldean, expanden o limitan. Así,
Allport se refiere a las variables personales y situacionales para señalar la importancia de la
genética y del aprendizaje. No obstante, gran parte de nuestra individualidad es resultado de
nuestros antecedentes genéticos.
Rasgos
Según Allport, características distintivas que rigen la conducta. Los rasgos se miden sobre un
continuo y están sujetos a influencias sociales, ambientales y culturales. Un rasgo de personalidad es
una estructura neuropsíquica real que predispone a una persona a formas específicas de
comportamiento en ciertas circunstancias.
Los rasgos de la personalidad son reales y existen en nuestro interior. No son constructos
teóricos ni simples etiquetas inventadas para explicar el comportamiento.
Los rasgos determinan la conducta o la causan. No sólo ocurren frente a ciertos estímulos.
Nos impulsan a buscar los estímulos correctos e interactúan con el entorno para producir
conducta.
Los rasgos se pueden demostrar de forma empírica. Si observamos la conducta durante
cierto tiempo, podremos inferir la existencia de los rasgos en razón de la consistencia de
las reacciones de un individuo a estímulos idénticos o similares.
Los rasgos están interrelacionados y se pueden traslapar no obstante que representen
características diferentes. Por ejemplo, la agresividad y la hostilidad son rasgos distintos
pero están relacionados y muchas veces se presentan juntos en el comportamiento de
una persona.
Los rasgos varían con la situación. Por ejemplo, un individuo puede mostrar el rasgo de
orden en una situación y el de desorden en otra
Disposiciones personales
A medida de distinción Allport reservó el término rasgos para los rasgos comunes y llamó
disposiciones personales a los rasgos individuales, rasgos propios de un individuo en contraste
con los que comparten varias personas. No todas las disposiciones personales tienen la misma
intensidad o importancia; pueden ser rasgos cardinales, centrales o secundarios.
Rasgos cardinales
Los rasgos humanos más generalizados y potentes. Un rasgo cardinal está tan
generalizado e influye tanto que toca casi todos los aspectos de la vida. Allport lo definió
como una pasión avasalladora, una fuerza poderosa que domina el comportamiento.
Ofreció los ejemplos del sadismo y la patriotería.
Rasgos Centrales
Los rasgos menos importantes que uno puede mostrar de un modo discreto y de manera
irregular. Son los menos influyentes y se manifiestan con menor consistencia que los
cardinales o los centrales. Pueden pasar tan inadvertidos o ser tan débiles que sólo un
amigo íntimo se percatará de ellos. Incluyen, entre otras cosas, una preferencia menor por
determinado tipo de música o de comida.
Hábitos y actitudes
Cuando Allport desarrolló su sistema, señaló que los rasgos y las disposiciones personales se
distinguen de otras características, como los hábitos y las actitudes. Sin embargo, aceptó que las
dos últimas también pueden iniciar y dirigir la conducta.
Hábitos
Ej.: Los niños que están aprendiendo a cepillarse los dientes o a lavarse las manos antes
de comer ejemplifican la idea de Allport. Transcurrido algún tiempo, las dos conductas se
vuelven automáticas o habituales. En conjunto, los dos hábitos persiguen el mismo
propósito y forman el rasgo que llamamos pulcritud.
Actitudes
Según Allport, las actitudes se parecen a los rasgos, pero tienen objetos de referencia
específicos y suponen una evaluación positiva o negativa. Se tiene una actitud hacia algo;
por ejemplo, hacia los pelirrojos, un grupo musical o una marca de calzado deportivo. En
segundo lugar, las actitudes son positivas o negativas; están en favor o en contra de algo.
Llevan a la simpatía o al odio, a aceptar o a rechazar, a acercarnos a un objeto o a evitarlo.
Hipótesis que plantea que los motivos de un adulto maduro normal no dependen de las
experiencias de la niñez en que se presentaron originalmente. Lo importante es el estado
actual del sujeto, no lo que sucedió en el adiestramiento del control de esfínteres, en la
instrucción escolar o en alguna otra crisis de la niñez. Lo que ocurrió en el pasado es
exactamente eso: pasado. Ha dejado de ser activo y no explica la conducta del adulto,
salvo que exista como una fuerza motivadora en el momento actual.
Los procesos cognoscitivos –es decir, los planes e intenciones conscientes– constituyen un
aspecto esencial de la personalidad. Las intenciones deliberadas forman parte esencial de
la personalidad humana. Lo que queremos y lo que buscamos son la clave para entender
el comportamiento. Así pues, Allport trató de explicar el presente en función del futuro, no
en función del pasado.
Autonomía funcional
Propone que los motivos de los adultos maduros y emocionalmente sanos no dependen de las
experiencias anteriores en las cuales se manifestaron por primera vez. Las fuerzas que nos
impulsaron en los primeros años de vida adquieren autonomía y se independizan de las
circunstancias originales. De modo análogo, cuando maduramos nos independizamos de nuestros
padres. Aun cuando sigamos ligados a nuestros progenitores, ya no dependemos funcionalmente
de ellos y no deberían tratar de controlar ni de dirigir nuestra vida.
La conducta que cumplía con un motivo particular ahora se ha convertido en un fin en sí. El motivo
original se ha transformado en algo autónomo. Por lo tanto, los motivos de los adultos no se
pueden entender por medio del análisis de la niñez. La única manera de entenderlos es investigar
por qué la gente se comporta de cierta manera en el presente.
Nivel de la autonomía funcional que se relaciona con conductas rutinarias de bajo nivel, el
nivel más elemental, se refiere a conductas como las adicciones y las acciones físicas
repetitivas, por ejemplo la forma habitual de desempeñar una tarea diaria. Las acciones
continúan o perseveran por cuenta propia, sin recompensa externa alguna. En algún
momento tuvieron un propósito, pero ya no lo hacen y su nivel es demasiado bajo como
para considerarlas parte integral de la personalidad.
Nivel de autonomía funcional que se relaciona con nuestros valores, autoimagen y estilo de
vida. Es más importante que la perseverante y es indispensable para comprender la
motivación de los adultos. Allport utiliza el latín proprium para designar el yo o el sí mismo.
Los motivos del proprium son exclusivos del individuo. El yo determina cuáles motivos se
conservarán y cuáles se eliminarán. Retenemos los que mejoran la autoestima o
autoimagen. En consecuencia, existe una relación directa entre los intereses y las
capacidades: nos gusta hacer lo que hacemos bien.
Proprium
Término utilizado por Allport para designar el yo o el sí mismo. El funcionamiento
del proprium es un proceso de organización que mantiene el sentido del sí mismo.
Determina cómo percibimos el mundo, lo que recordamos de nuestras experiencias
y hacia dónde se dirigen nuestros pensamientos. Estos procesos perceptuales y
cognoscitivos son selectivos. De entre la masa de estímulos que hay en el entorno,
sólo eligen los relevantes para nuestros intereses y valores. Tres principios rigen
este proceso de organización:
La interacción social con los padres es indispensable a lo largo de las etapas de desarrollo
del proprium, en especial el vínculo materno– infantil como fuente de afecto y de seguridad.
Si la madre o el cuidador primario ofrecen suficiente afecto y seguridad, el proprium se irá
desarrollando de forma gradual y constante, y el niño tendrá un crecimiento psicológico
positivo. Los motivos de la niñez se podrán transformar en los afanes autónomos propios
de la edad adulta. Se formará un patrón de disposiciones personales y su resultado será un
adulto maduro y psicológicamente sano. En cambio, si se frustran las necesidades de la
niñez, el sí mismo no madurará correctamente. El niño se volverá inseguro, agresivo,
exigente, celoso y egoísta. El crecimiento psicológico se estancará y el resultado será un
adulto neurótico que funciona en el nivel de los impulsos de la infancia. Los motivos del
adulto no lograrán la autonomía funcional, sino que permanecerán atados a las
condiciones originales. No se desarrollarán los rasgos ni las disposiciones personales y la
personalidad continuará tan indiferenciada como lo era en la infancia.
Cabe decir que el adulto que cumple los seis criterios anteriores es sano en el aspecto
emocional, autónomo en el aspecto funcional e independiente de los motivos de la niñez.
Ello le permite lidiar con el presente y hacer planes para el futuro, sin ser víctima de las
experiencias de los primeros años de vida.