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El personalismo

Emmanuel Mounier

i u ADUCCIÓN Josefina Anaya

L
Mounier, Emmanuel, 190 5-19 50.
E l personalismo / Emmanuel Mounier ; tr. de Josefina
Introducción familiar
Anaya. - México : Jus, 2005
17 6 p. ; 17 cm. al universo personal
Traducción de: Le personnalisme

IS B N 968-9925-02-4

1 . Personalismo. I. Anaya, Josefina, tr. II. t.


La palabra “ personalismo” es de uso reciente. Utilizada
141.5 MOU.p. Biblioteca Nacional de Mexico
en 1903 por Renouvier para denominar su filosofía, mas
tarde cayó en desuso. Varios norteamericanos la emplea­
ron siguiendo a Walt Whitman, en sus Democrattc vistas
(1867). Reapareció en Francia hacia 1930 para designar,
P r im e r a e d ic ió n e n f r a n c é s , 1 9 4 9 en un ámbito completamente diferente, las primeras
P r im e r a e d ic ió n e n e s p a ñ o l, 2005 indagaciones de la revista Esprit y de otros grupos seme­
P a r a v e n t a e x c lu s iv a e n M é x ic o
jantes (Ordre Nouveau, etcétera) acerca de la crisis po 1-
Y EL CONTINENTE AMERICANO
tica y espiritual que a la sazón prorrumpía en Europa.
Título original en francés: Le personnalisme El Vocabulaire philosophique de Lalande le otorga dere­
© Presses Universitaires de France cho de ciudadanía en su quinta edición de i^ y .C o n t r a
d .r . © 2005, Maica libreros editores, S. A. de C. V.
todo uso, el Larousse la convierte en sinónimo de ego­
Av. Constituyentes núm. 647
Col. 16 de Septiembre
centrismo” . Como vemos, su sendero es indeciso y rami­
México, 118 10 , D.F. ficado, el de una inspiración buscada y que experimenta
sus caminos.
Se prohíbe la reproducción
parcial o total de esta obra 1 Esprit se fundó en 1932- Véase la colección completa y E . Mounier,
-por cualquier medio- sin el permiso Manifeste au Service du personnalisme Aubier, *936 ( « d •
por escrito del editor. fiesto al servicio del personalismo, trad. de Julio González Campos, Taurus)
í Qu’est-ce que le personnalisme?, Éditions du Seuil 19 4 7 («ad. en español
p o r t a d a : Fotografía de Emmanuel Mounier j Qué es e l personalismo?, trad. de Edgar Ruffo, Ed. Criterio). En partícu­
ISBN 968-9925-02-4 l a : “ Personnalisme catholique” (Esprit, febrero-marzo-abrd de 19 4 0 , reim­

I m p r e s o e n M é x ic o • P r in t e d i n M e x ic o preso en Libertésous conditions, Du Seuil, 1947)-


6 / E l personalismo Introducción familiar al universo personal / 7

Sin embargo, lo que hoy llamamos personalismo no es tico de soluciones y de consignas, barrera contra la inves­
una novedad. El universo de la persona es el universo del tigación, confianza contra la inquietud, la adversidad y el
hombre. Sería sorprendente que se hubiese esperado la peligro. Por lo demás, una reflexión nueva no debe liar
llegada del siglo xx para explorarlo, aunque fuese con sus problemas en un fardo con demasiada rapidez.
otros nombres. Como veremos, el personalismo más ac­ Así, a la vez que, por comodidad, hablamos de perso­
tual se inserta en una larga tradición. nalismo preferimos decir que hay personalismos y respetar
sus procesos diversos. Un personalismo cristiano y un
personalismo agnóstico, por ejemplo, difieren hasta en su
El personalismo 110 es un sistema estructura íntima. No ganarían nada con buscar caminos
medios. Sin embargo, se confirman en ciertos campos de
El personalismo es una filosofía, no solamente una acti­ pensamiento, en ciertas afirmaciones fundamentales y en
tud. Es una filosofía, no un sistema. No teme a la siste­ ciertas conductas prácticas, en el orden de lo individual
matización, ya que se necesita orden en los pensamientos: o en el de lo colectivo: esto basta para dar su razón de ser
conceptos, lógica, esquemas de unificación no son sólo úti­ a un nombre colectivo.
les para asentar y comunicar un pensamiento que sin ellos
se diluiría en intuiciones opacas y solitarias; sirven para
escudriñar estas intuiciones en sus profundidades: son ins­ Idea sumaria del universo personal
trumentos de descubrimiento a la vez que de exposición.2
En vista de que necesita estructuras, el personalismo es ( '.abría esperar que el personalismo comenzara por defi­
una filosofía y no solamente una actitud. nir a la persona. Pero sólo se definen objetos externos al
Empero, como su afirmación central es la existencia hombre y que podemos poner bajo nuestra mirada.
de personas libres y creativas, introduce en el corazón de Mas la persona no es un objeto. Incluso es aquello que
estas estructuras un principio de imprevisibilidad que da 110 puede ser tratado como objeto en ningún hombre.
al traste con toda voluntad de sistematización definitiva. Pongamos por caso a mi prójimo. É l tiene una sensación
Nada puede repugnarle más profundamente que el gusto, singular de su cuerpo que yo no puedo tener, pero pue­
tan común en nuestros días, de un aparato de pensamien­ do ver este cuerpo desde afuera, examinar sus humores,
to y de acción que opere como un distribuidor automá­ herencias, forma, enfermedades, en pocas palabras, tra-
1 arlo como materia de conocimiento fisiológico, medico,
2 J. Lacroix, “ Système et existence” , Vie Intellectuelle, junio de 1946. etcétera. Es funcionario y tiene estatus de funcionario,
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una psicología de funcionario que puedo estudiar en su 1 ualquier otro objeto. Es la única realidad que conoce­
caso, aun cuando no sea enteramente él, en su realidad mos y que al mismo tiempo confeccionamos desde den-
comprensiva. En el mismo sentido, es también un fran­ no. Presente por doquier, no está dada en ningún sitio.
cés, un burgués o un maniaco, un socialista, un católico, Sin embargo, no por ello la relegamos a lo indecible.
etcétera. Pero no es un Bernard Chartier: es Bernard I lúa experiencia rica que se sumerge en el mundo se ex­
Chartier. Las mil maneras en que puedo definirlo como presa por una creación incesante de situaciones, reglas e
un ejemplar de cierta clase me ayudan a comprenderlo y instituciones. Pero como este recurso de la persona es in-
sobre todo a utilizarlo, a saber cómo comportarme de i Id ¡nido, nada de lo que la expresa la agota, nada de lo
manera práctica con él. Pero no se trata más que de vis­ ■|ue la condiciona la domina. No más que un objeto visi-
tas de algún aspecto de su existencia tomadas en cada I ile, no es un residuo interno, una sustancia agazapada
ocasión. Mil fotografías muy bien montadas no hacen a en nuestros comportamientos, un principio abstracto de
un hombre que camina, que piensa, que ambiciona. Es nuestros gestos concretos: una forma más de ser un ob­
un error creer que el personalismo exija solamente que jeto, o el fantasma de un objeto. Es una actividad vivi-
en vez de tratar a los hombres en serie se tenga en cuen­ , la de autocreación, de comunicación y de adhesión, que
ta sus diferencias sutiles. El “ mejor de dos mundos” de se capta y se conoce por sus actos, como movimiento de
Huxley es un mundo en que los ejércitos de médicos y personalización. Nadie puede ser condicionado ni obliga­
de psicólogos están dedicados a condicionar a cada indi­ do a esta experiencia. Los que la llevan a su cúspide ape-
viduo según minuciosas informaciones. Al hacerlo desde I-111 a su alrededor a que acudan a ella, despertando a los
fuera y con autoridad, al reducirlos a todos a meras má­ dormidos, y así, de llamado en llamado, la humanidad se
quinas bien montadas y bien aceitadas, este mundo su- despoja del pesado sueño vegetativo que la mantiene
perindividualizado es, sin embargo, lo opuesto de un adormecida. E l que se rehúsa a escuchar el llamado y a
universo personal, porque todo en él está acondiciona­ comprometerse en la experiencia de la vida personal
do, nada en él se crea, nada en él se juega la aventura de pierde el sentido de esta, como se pierde la sensibilidad
una libertad responsable. Hace de la humanidad un in­ de un órgano que no funciona. Y la tomará por una com­
menso y perfecto parvulario. plicación del espíritu o por la manía de una secta.
Por lo tanto, no hay piedrecillas, árboles, animales —ni Existen, pues, dos maneras de expresar la idea gene-
personas, que serían árboles móviles o animales más as­ 1 al del personalismo.
tutos. La persona no es el objeto más maravilloso del 1) Se puede partir del estudio del universo objetivo,
mundo, un objeto que conoceríamos desde afuera, como mostrar que el modo personal de existir es la forma más
o I E l personalismo Introducción familiar al universo personal / 1

elevada de existencia y que la evolución de la naturaleza la conciencia sino, en toda su longitud, en el del esfuer­
prehumana converge en el momento creador en que sur­ zo humano por humanizar a la humanidad.
ge esta culminación del universo. Se dirá que la realidad
central del universo es un movimiento de personaliza­
ción, donde las realidades impersonales, o en gran medi­ 11reve historia de la noción de persona
da despersonalizadas (la materia, las especies vivas, las v tic la condición personal3
ideas), no son más que pérdidas de velocidad o languide­
ces de la naturaleza sobre el camino de la personaliza­ Si nos limitamos a Europa, el sentido de la persona es em-
ción. El insecto que remeda la rama para no hacerse no­ i irionario desde la Antigüedad hasta los albores de la era
tar en la inmovilidad vegetal anuncia al hombre que se 1 1 istiana. El hombre antiguo es aspirado por la ciudad y
entierra en el conformismo para no responder por sí mis­ 1 >or la familia, sometido a un destino ciego, sin nombre,
mo, aquel que se abandona a las ideas generales o a las superior a los dioses mismos. La esclavitud no choca a los
efusiones sentimentales para no afrontar los hechos ni a espíritus más elevados de la época. Los filósofos no tie­
los hombres. En la medida en que esta descripción siga nen en estima más que el pensamiento impersonal y su or-
siendo objetiva, no hace más que presentar imperfecta­ 1 irii inamovible que regula tanto a la naturaleza como las
mente una realidad que para empezar no es objetiva. ideas. La aparición del singular es como una mancha en
2) O bien se vive públicamente la experiencia de la vi­ 1.1 naturaleza y en la conciencia. Platón tiene tentación de
da personal esperando seducir a un gran número de los 1educir el alma individual a una participación de la natu-
que viven como árboles, como animales o como máqui­ I iileza y a una participación de la ciudad, de ahí su “ co-
nas. Bergson hablaba del “llamado del héroe y del san­ IIii mismo” . Y la inmortalidad individual, para él tanto co­
to” . Pero estas palabras no deben engañarnos: el llamado mo para Sócrates, no es más que una bella hipótesis
personal nace de la vida más humilde. aventurada. Aristóteles afirma que lo único real es lo in-
Vemos ya la paradoja central de la existencia perso­ i iividual, pero su dios no puede desear con una voluntad
nal: es el modo propiamente humano de la existencia. particular ni conocer por esencias singulares, ni amar con
Sin embargo, debe ser incesantemente conquistada; la un amor de elección. Para Plotino hay una especie de fal-
conciencia misma se desprende lentamente del mineral, 1.1 primitiva en el origen de toda individualidad, y no hay
de la planta o del animal que pesan en nosotros. La his­
3 Para otras notas sobre esta historia véase J. Plaquevent, “ Individu et
toria de la persona será, por ello, paralela a la historia del lirsonne. Esquisse des notions” , Esprit, enero de 1938. Dos Historias del
personalismo. No solamente se desplegará en el plano de personalismo están en preparación en Francia y en los Estados Unidos.
2 / E l personalismo Introducción familiar al universo personal /

salvación más que en un retorno arrebatado del Uno y a existencia por amor ya no opera la unidad del mundo por
lo Intemporal. !,i abstracción de una idea sino por una capacidad infini-
No obstante, los griegos tenían un agudo sentido de la i \ de multiplicar indefinidamente estos singulares actos
dignidad del ser humano, que periódicamente causaba de amor. Lejos de ser una imperfección, esta multiplici­
problemas en su orden impasible. Testimonio de ello son dad nacida de la superabundancia lleva consigo la super­
su gusto por la hospitalidad, su culto a los muertos. Cuan­ abundancia en el intercambio indefinido del amor. Du­
do menos en una ocasión (Edipo en Colona) Sófocles pre­ rante mucho tiempo el escándalo de la multiplicidad de
tende reemplazar la idea del Destino ciego por la de una Lis almas tropezará con las supervivencias de la sensibili­
justicia divina dotada de discernimiento. Antígona afirma dad de la Antigüedad, y Averroes sentirá todavía la ne­
la protesta del testigo de lo eterno en contra de los pode­ cesidad de imaginar un alma común a la especie humana.
res. has troyanas oponen a la idea de la fatalidad de la gue­ 2) E l individuo humano no es el cruce de varias parti-
rra la de la responsabilidad de los hombres. Sócrates, en . ¡paciones en realidades generales (materia, ideas, etcéte-
el discurso utilitario de los sofistas, sustituye la sonda de 1 a), sino un todo indisociable cuya unidad recompensa la
la ironía, que desconcierta al interlocutor, y lo cuestiona multiplicidad, ya que hunde sus raíces en el absoluto.
al mismo tiempo que sus conocimientos. El “ conócete a ti 3) Por encima de las personas no reina la tiranía absolu-
mismo” es la primera gran revolución personalista conoci­ 1a de un Destino, de un cielo de ideas o de un Pensamiento
da. Pero no podía tener más que un efecto limitado en las impersonal, indiferentes a los destinos individuales, sino un
resistencias del entorno. Por último, no hay que olvidar ni I )ios a su vez personal, aunque eminentemente un Dios que
al sabio de la Etica a Nicómaco ni a los estoicos y su con­ Im “ dado de su persona” para asumir y transfigurar la con-
movedor presentimiento de la cantas generis humani. i lición humana, y que propone a cada persona una relación
singular de intimidad, una participación en su divinidad;
Entre estos intentos, el cristianismo aporta de entrada un Dios que no se afirma, como creyó el ateísmo contem­
una noción decisiva de la persona. Hoy no podemos me­ poráneo (Bakunin, Feuerbach), en lo que quita al hombre
dir el escándalo absoluto que fue para el pensamiento y sino concediéndole, por el contrario, una libertad análoga
la sensibilidad de los griegos: ,1 la suya, dándole generosidad a cambio de generosidad.
i) Mientras que para ellos la multiplicidad era un mal 4) El movimiento profundo de la existencia humana
inadmisible para el espíritu, el cristianismo la convierte no es asimilarse a la generalidad abstracta de la Natura-
en absoluto al afirmar la creación ex nihilo y el destino Ir/a o de las Ideas, sino cambiar el “ corazón de su cora­
eterno de toda persona. El Ser supremo que los trae a la zón” (neiayoia) con el fin de introducir en él, para que
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irradie en el mundo, un Reino transfigurado. El secreto lista visión era demasiado nueva, demasiado radical, pa-
del corazón donde se decide, por elección personal, esta 1 u i|iie se vieran todos sus efectos de golpe. Levadura de
transmutación del universo es un dominio inviolable, que Li historia a los ojos del cristiano, los desarrollará hasta
nadie puede juzgar y que nadie conoce, ni los ángeles, so­ ■ I fin de la historia.
lamente Dios. Durante todo el periodo medieval las persistentes for­
5) En este movimiento, el hombre es llamado libre­ mas sociales e ideológicas de la Antigüedad griega le opo­
mente. La libertad es constitutiva de la existencia crea­ nen una prolongada obstinación. Transcurrirán varios si­
da. Dios puede haber creado instantáneamente una cria­ los antes de pasar de la rehabilitación espiritual del
tura tan perfecta como puede serlo una criatura. Prefirió si lavo a su liberación efectiva; de la igualdad de las al­
apelar a que el hombre hiciera madurar libremente a la mas no hemos deducido todavía la igualdad de las opor­
humanidad y los efectos de la vida divina. El derecho de tunidades sociales: en los fenómenos de gran número, el
pecar, esto es, de rechazar su destino, es esencial para el i spíritu no corre más de prisa que el cuerpo; además, la
pleno ejercicio de la libertad. Lejos de ser un escándalo, ■ondición pretecnológica de la época feudal impide a la
es su ausencia lo que enajenaría al hombre. humanidad medieval liberarse de su esclavitud excesiva
6) Este absoluto de la persona no separa al hombre del . U-l trabajo y del hambre, así como construir una unidad
mundo ni de los demás hombres. La Encarnación confir­ ( ívica por encima de los estados sociales. Aun cuando el
ma k unidad de la tierra y el cielo, de la carne y el espí­ | listianismo de inmediato haya luchado enérgicamente
ritu, el valor redentor de la obra humana una vez asumi­ I ■mtra ella, la tentación dualista persiste en nuestros días
da por la gracia. Por primera vez la unidad del género en la sensibilidad común. Esta cultivó durante la alta
humano se afirma plenamente y se confirma doblemen­ lid ¡id Media una prolongada aberración platónica que
te: cada persona es creada a la imagen de Dios, cada per­ II riló el realismo albertino-tomista, reafirmando la digni-
sona está llamada a formar un inmenso Cuerpo místico • Lu I de la materia y la unidad del compuesto humano. La
y carnal en la Caridad del Cristo. La historia colectiva Bodón de persona, sin embargo, se fue precisando poco
de la humanidad, de la que los griegos no tenían ni idea, a poco a través de las controversias trinitarias y cristoló-
adquiere sentido, un sentido cósmico, inclusive. La con­ gicas, del siglo 11 al vi, más ricamente armonizada por la
cepción misma de la Trinidad, que alimentó dos siglos sensibilidad griega, mientras que el juridicismo romano,
de debates, anuncia la asombrosa idea de un Ser supre­ ¡i la vez que le prestaba el rigor de sus fórmulas, se resis­
mo donde las personas dialogan íntimamente, que es ya tía en el fondo. Cada gran pensamiento le añadía un nue­
de por Sí la negación de la soledad. vo loque. Pero el aparato lógico y conceptual heredado
Introducción familiar al universo personal / 1
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, 1,,s los seres se diluyen en su representación: finalmen-


de los griegos, que giraba alrededor de la clase y de la ge­
1 no es casualidad que profese la sumisión total del in­
neralidad, no facilitó su expresión. dividuo al Estado. Pero no debe hacernos olvidar lo que
Suele remitirse a Descartes el racionalismo y el idealis­
. I personalismo debe a Leibniz y a Kant, y la dialéctica
mo modernos, que disuelven en la idea la existencia con­
, I, la persona a todo el esfuerzo reflexivo del pensamien­
creta, olvidando el carácter decisivo y la compleja riqueza
to idealista. Pascal, padre de la dialéctica de la concien-
del cogito. Acto de un sujeto además de intuición de una
. existencial moderna, sería el más grande de sus maes­
inteligencia, es la afirmación de un ser que rompe los in­
tros, si el pensamiento jansenista no lo hubiera desviado
terminables caminos de la idea y se coloca con autoridad en
|,i)Cia la religión solitaria y altanera que también había
la existencia. El voluntarismo, de Occam a Lutero, prepa­
ai aparado a Kierkegaard. No olvidemos, de paso, a Ma-
rará estos caminos. Desde ese momento la filosofía dejara
klm nche y su Traité de morale-, a Rousseau, al que le re-
de ser una lección que hay que aprender, como era usual vienta el racionalismo empobrecido de la Ilustración,
en la escolástica decadente, y se convertirá en una medita­ des orientado por el individualismo, pero que da a su si­
ción personal que se propone a todo el mundo para que la
glo el sentido de la soledad y sienta las bases de una edu-
rehagan por sí mismos. Comienza, como el pensamiento
, ,u !ón del ser personal. Y señalemos la actualidad de
socrático, por una conversión; una conversión a la existen­ Goethe, que busca en la acción la unidad dinámica de
cia.4 En el mismo momento, la joven burguesía sacude las espíritu y de la materia. Mas es necesario destacar, en el
formas agobiantes de la estructura feudal. Pero la burgue­ ,iKlo xix, tres nombres que no conocerán la gloria hasta
sía, en reacción a una sociedad demasiado gravosa, exalta
rl siguiente siglo: a tal punto tienen dificultad para res­
al individuo aislado y arraiga este individualismo económi­
pirar en el clima ideológico del suyo.
co y espiritual que continúa causando estragos entre nos­ Maine de Biran es el precursor moderno del personalis­
otros. Igualmente Descartes deja en su cogito gérmenes del mo francés. É l denuncia la mecánica mental de los ídeolo-
idealismo y del solipsismo metafísicos que minarán profun­ Bus que diluyen la existencia concreta en los “ seudoelemen-
damente el personalismo clásico de Leibniz a los kantianos, t,,s” del pensamiento, y busca al yo en el esfuerzo motor
pese a las abundantes riquezas que deja a su paso. gracias al cual tenemos peso en el mundo. Unidad de una
Hegel será el arquitecto, imponente y monstruoso, del Iniciativa interior y de una iniciativa muscular, esta expe-
imperialismo de la idea impersonal. Todas las cosas, to- 1 inicia revela en el corazón de toda conciencia una relación
de exterioridad y de objetividad: así pues, no hay que opo­
4 Maxime Chastaing, “ Descartes, introducteur à la vie personnelle” nerse a la conciencia ni al espacio; toda conciencia es espa-
Esprit, julio de 1937.
1 8 / E l personalismo Introducción familiar al universo personal / i

cializante, se afirma en el espacio. El pensamiento de Mai- .lulición material y le recuerda que su destino no esta so-
ne de Biran aclara extraordinariamente las raíces de la per­ ii11-n su corazón sino también en sus manos. ¡Funesta di­
sona y su zona de emergencia. visión! Después las dos líneas seguirán separándose, y la
Kierkegaard, por su parte, frente al “ Sistema” simbo­ Mira de nuestro siglo tal vez sea superar su divergencia,
lizado por Hegel y a sus difuminados espiritualistas, afir­ . Irvarse hacia la unidad que desterraron, y no reunirías
ma el irreductible surgimiento de la libertad. Profeta de ahí donde ya no pueden encontrarse.
la grandeza paradójica y dramática del hombre, en oposi­ Mujo estos faros que distribuyen las grandes luces del
ción al cómodo conformismo burgués y a la razón fácil, siglo habrá que seguir el lento desarrollo sociológico de la
desafortunadamente padece la corriente romántica y no .ni lición humana. Por más reservas que se tengan sobre
logra, por su abrupta soledad, reunirse con el mundo y los lit Revolución francesa, no dejó de marcar una fase im-
hombres. Pero en el umbral de una época lista para toda ...... ante de la liberación política y social, aunque limita-
clase de esclavitudes a cambio de una especie de felicidad la |ior su contexto individualista. A partir de entonces se
vegetativa, lleva al paroxismo el sentido de la libertad en Ir ,arrolla una suerte de fatalidad. Por un lado, al encon-
su conexión radical con el sentido del absoluto. u ji un terreno favorable en la fase conquistadora del ca-
Al mismo tiempo que Kierkegaard, Marx reprochaba a (Utalismo, el individualismo se desarrolla como el rayo. El
Hegel poner el espíritu abstracto como sujeto de la histo­ I i ado liberal lo cristaliza en sus códigos y sus institucio-
ria y no al hombre concreto, reducir a la Idea la realidad nei, pero, profesando al mismo tiempo un personalismo
viva de los hombres. Esta enajenación transcribe a sus ojos muí al (de tinte kantiano) y político (a la manera burgue-
la enajenación del mundo capitalista, que trata al hombre ia), entrega la condición concreta de las masas urbanas a
trabajador y productor como un objeto de la historia y lo 1h n vidumbre social, económica y pronto política. El ro-
expulsa, por así decir, de sí mismo a la vez que de su rei­ mi ¡cismo desarrolla la pasión del individuo en todos los
no natural. Parecería que aquello que podríamos llamar la . • (¡íst ros de la afectividad, pero, en el aislamiento al que
revolución socrática del siglo xix, el asalto contra todas las lo arrastra, no le deja otra elección que entre la soledad
fuerzas modernas de despersonalización del hombre, se desesperada y la dispersión del deseo. Retrocediendo an-
dividió en dos vertientes: una, la de Kierkegaard, llama al tf r la nueva angustia, y temeroso de las imprudencias
hombre moderno, aturdido por el descubrimiento y la ex­ Ir 1 deseo, el mundo pequeñoburgués las reprime detrás
plotación del mundo, a la conciencia de su subjetividad y iIr un colchón de mediocres satisfacciones; instaura el rei-
de su libertad; la otra, la de Marx, denuncia el engaño a ro del individualismo cauteloso. Durante este tiempo el
que lo arrastran las estructuras sociales incorporadas a su nlinio surgimiento de la tecnología rompe las fronteras
Introducción familiar al universo personal /
20 / E l personalismo

niel rigor de las ciencias. Después de Laberthonniere ,Mau-


del individuo y sus estrechos círculos e instala de todos
ricc Blondel define una dialéctica del espíritu y de la ac-
los costados los grandes espacios y las relaciones colecti­
. ion que deteriora profundamente el marco espiritualista.
vas. E l individualismo perturbado se atemoriza tanto de
M ientras que Péguy con su lirismo hace surgir todos los
la anarquía, donde zozobra, como del colectivismo que lo
temas que abordaremos, J.Maritain aplica a los problemas
amenaza. Y tiende a cubrir con la “ defensa de la perso­
nuis actuales el realismo desmitificador que hereda de San­
na” sus operaciones de retaguardia. Y a Renouvier había
to Tomás, GabrielMarcel y Jaspers, el primero cristiano y
denunciado por igualmente amenazantes la pasión meta­
el segundo agnóstico, hacen una contribución capital a la
física y la búsqueda política de la unidad. La persona, pa­
■Inscripción de las estructuras del universo personal. P .L .
ra él, es ante todo el no, la negativa de adherirse, la po­
¡Mttdsberg se coloca detrás de ellos, en su obra interrumpi­
sibilidad de oponerse, de dudar, de resistirse al vértigo
da, Sobre sus investigaciones propiamente personalistas,
mental y, correlativamente, a todas las formas de la afir­
a las que la revista Esprit dio continuidad desde 1932, el
mación colectiva, ya sea teológica o socialista. Sana reac­
f■histencialista renovado y el marxista renovado ejercen pre­
ción — ¡y vaya!— contra ciertos peligros pero que va a
siones laterales. El primero contribuyó en gran medida a
enredarse en las tentaciones anárquicas. Son éstas las que
reanimar los problemas personalistas: la libertad, la inte-
parcialmente esterilizaron la gran obra de Proudhon. El
1 ioridad, la comunicación, el sentido de la historia. El se­
anarquismo pasional derivado de Nietzsche dramatiza la
cundo provoca al pensamiento contemporáneo entero a
puesta, pero alienta la misma actitud forzada de negación,
.I. :,prenderse de las imposturas idealistas, a afirmarse en
a la que se adhieren algunas formas de existencialismo.
hi común condición de los hombres y a vincular la mas al-
Empero, la elección no está entre el impersonalismo
1,1 filosofía a los problemas de la ciudad moderna. Podría­
ciego, enorme cáncer que prolifera y mata, y los soberbios
mos identificar así una tangente existencialista del perso­
desesperados que prefieren que los aplasten de pie. Plom-
nalismo (al que se suman Berdiaeff, Landsberg, Ricceur,
bres que comenzaron a exhibir el miedo de los monstruos
Nédoncelle), una tangente marxista comúnmente en com-
a la vez que desarrollaban una noción más fértil del hom­
I»ciencia con la primera y una tangente más clásica, en la
bre personal, de sus relaciones con el mundo y sus obras.
tradición francesa reflexiva (Lachiéze-Rey, Nabert, Le
Después de Lotze, las primeras traducciones de Max Sche-
ler y de Buber son contemporáneas de los primeros libros Senne, Madinier, J. Lacroix).
IHiera de Francia se forman en varias direcciones co­
de Berdiaeff, que no quiere sacrificar ni la libertad del es­
mentes que se dicen pertenecer al personalismo. Otras
píritu ni la tecnología, tal como un poco antes Bergson no
-,r le asemejan sin llamarse tales. En Inglaterra el nom­
había querido abandonar ni el surgimiento de la libertad
2 / E l personalismo
Primera parte
bre es reivindicado por una o dos revistas y el Personna-
list Group de J. B. Coates. Inicialmente se inspiraron en 1 ,AS E ST R U CT U RA S DEL UNIVERSO PERSO N AL
John Macmurray, John Middleton Murry, N. Berdiaeff
y Buber, sin olvidar a Newman. Un contexto de subjeti­
vismo religioso, de liberalismo político y de antitecnolo-
gicismo ruskiano (H. Read)) con frecuencia los alejaron
Capítulo I
de las vías del personalismo francés. Pero se establece el
diálogo. En los Países Bajos, nacido en un campo de re­ I .a existencia incorpórea
henes, en 19 4 1, el movimiento personalista sólo se desa­
rrolló en el plano político e intentó realizar un nuevo so­
cialismo a través del Movimiento Popular Neerlandés,
que ocupa el poder en el momento de la Liberación, an­ 1 )s esplritualismos modernos dividen el mundo y al hom­
tes de fusionarse con el partido socialista. En los Esta­ bre en dos categorías independientes, una material y una
dos Unidos, de Royce y Howinson, a los padres Bownes, espiritual. A veces aceptan como un hecho crudo la inde­
Brightman y Flewelling, se desarrolla una fuerte corrien­ pendencia de las dos categorías (paralelismo psicofisioló-
te. En Suiza, donde no se ha olvidado a Secrétan, se pu­ j¡Í( o), abandonando la materia a sus vicisitudes, con tal
blican los Cahiers Suisses Esprit. En los países liberados ijus* guarden el derecho de legislar absolutamente en el rei-
del fascismo se forman grupos de inspiración semejante. no del espíritu: la confluencia de los dos mundos queda
sin explicar. Otras veces rechazan la realidad al mundo
En virtud de que la persona no es un objeto que se pue­ nuil erial, al punto de que el espíritu no es más que una
da separar y mirar, sino un centro de reorientación del apariencia: la importancia de esta apariencia compete en-
universo objetivo, nos queda dar un giro al análisis ha­ tm ices a la paradoja. E l realismo personalista rompe de en-
cia el universo edificado por ella, para esclarecer las es­ tiiidii con este esquema.
tructuras en diversos planos, que, no hay que olvidarlo,
no son más que diferentes incidencias sobre una misma
realidad. Todo el mundo tiene su verdad, solamente que I .1 persona inmersa en la naturaleza
ligada a la de los demás.
1 1 hombre es un cuerpo en pie de igualdad con el espíri­
tu, todo “ cuerpo” y todo “espíritu” . De sus instintos más
/‘E l personalismo La existencia incorpórea /

primarios, comer, reproducirse, hace sutiles artes: la co­ haiu, aleza humana, es el compuesto humano en su tota-
cina, el arte de amar. Pero un dolor de cabeza frena al ii,la, 1el que fue tocado; desde los Evangelios la malicia
gran filósofo, y San Juan de la Cruz vomitaba durante sus v las perversiones del espíritu han levantado más anate-
éxtasis. Mis humores y mis ideas están moldeados por . que las de la “ carne” en el sentido estricto de la pa­
el tiempo, la geografía, mi situación en la superficie de úl *j ,i. El cristiano que habla con desprecio del cuerpo y
la tierra, mi herencia genética y más allá, quizá por la .Ir I., materia lo hace, pues, contra su tradición más cen-
corriente masiva de rayos cósmicos. A estas influencias II al Para la teología medieval, generalmente no pode-
vienen a añadirse las determinaciones psicológicas y co­ hur, acceder a las más elevadas realidades espirituales y
lectivas posteriores. No hay nada en mí que no esté mez­ •í 1 líos mismo más que traspasando la materia y con ello
clado de tierra y de sangre. Hay investigaciones que arro­ 1 1 peso que ejercemos sobre ella. En realidad, es el des-
jan que las grandes religiones marchan sobre los mismos pifi io de los griegos por la materia lo que se transmite
itinerarios de las grandes epidemias. ¿Por qué formalizar­ í|r '.¡¡»lo en siglo, hasta nuestros días, detrás de falsas jus-
se ? Los pastores también tienen piernas que guían en los (jfii aciones cristianas.
declives del terreno. I loy es necesario acabar con ese dualismo pernicioso
Esta es la parte de verdad, considerable, del análisis . n nuestros modos de vida y en nuestro pensamiento. El
materialista. Pero no es inédita. La unión indisoluble del hombre es un ser natural; forma parte de la naturaleza
alma y del cuerpo es el eje del pensamiento cristiano. No • ii virtud de su cuerpo, cuerpo que esta dondequiera que
opone el “ espíritu” al “ cuerpo” o a la “ materia” en su . i eslá. Es necesario sacar las debidas conclusiones.
acepción moderna. Para ella el “ espíritu” , en el sentido I ,a naturaleza — naturaleza exterior prehumana, in­
compuesto del espiritualismo moderno, que designa a la consciente, psicológica, participaciones sociales no per-
vez el pensamiento (vou<;), el alma (yux1!) y el soplo de Kmalizadas— no es el mal del hombre: la encarnación no
vida, se fusiona en la existencia con el cuerpo. Cuando es una caída. Pero como es el sitio de lo impersonal y de
este todo va en sentido inverso de la vocación sobrena­ I. objetivo, es una ocasión permanente de enajenación.
tural del hombre, el cristianismo llama a este movimien­ 1 „i miseria nos agobia, como la abundancia. El hombre
to la carne, y designa con esto también el peso del alma pMii como cercado entre una y otra. El marxismo está en
y el de los sentidos; cuando se mueve hacia Dios, cuer­ lo correcto al pensar que el fin de la miseria material es
po y alma juntos colaboran en el reino de lo espiritual .-I l in de una enajenación, y una etapa necesaria para el
(Ilveuna), en el reino sólido de Dios y no en el reino eté­ 1 le.arrollo de la humanidad. Pero no es el fin de toda ena-
reo del Espíritu. Si bien el pecado original lastimó la jrnación, incluso en el plano de la naturaleza.
La existencia incorpórea /
2 6 / E l personalismo

L a persona trasciende la naturaleza Si queremos dar cuenta de la humanidad, es necesario


■i|n arla en su ejercicio vivo y en su actividad global. Las
El hombre es un ser natural. ¿Es exclusivamente un ser e*| .rriencias de Pavlov son creaciones artificiales de labo-
natural ? ¿Es enteramente un juguete de la naturaleza P i #torio: sus resultados tienen una figura mecanicista por-
Inmerso en la naturaleza, ¿al salir de ella la trasciende ? jur el sujeto está en ellas colocado en condiciones a su
La dificultad está en pensar bien en esta noción de - >z perfectamente mecanicas. El hombre las evade. El
trascendencia. Nuestro espíritu se resiste a representar­ 1umibre es un ser natural, pero un ser natural humano.
se una realidad totalmente inmersa en otra por su exis­ Ahora bien, el hombre se singulariza por una doble capa-
tencia concreta y sin embargo superior por el nivel de ■idad de romper con la naturaleza. Solamente él conoce
existencia. No se puede estar al mismo tiempo en la plan­ tltg universo que lo engulle, y solamente el lo transfor­
ta baja y en el sexto piso, decía Léon Brunschvig. Es tan­ ma, el menos equipado y el menos poderoso de todos los
to como ridiculizar con una imagen espacial una expe­ geundes animales. Es capaz de amar, lo cual es infinita­
riencia que el espacio no puede transcribir. El universo mente mucho más. El cristiano agregará: se vuelve capaz
está lleno de hombres que hacen los mismos gestos en los v i imperador con Dios. No hay que olvidar los reflejos sa­
mismos lugares, pero que llevan consigo y suscitan a su le ales, pero tampoco hay que obsesionarse con ellos.
alrededor universos más distantes que las constelaciones. I ,os determinismos que nos rodean no son vana pala-
Examinemos, pues, la naturaleza. Hagamos a un lado el h, u. Pero la noción de deterninismo, sin haber sido ex­
mito materialista de la Naturaleza Persona impersonal, de pulsada de la ciencia, como se ha dicho, se ha localizado
ilimitados poderes. Hagamos a un lado el mito romántico m el plano de los fenómenos materiales en gran escala.
de la Madre benévola, sagrada, inmutable, de la que no hay I..>s fenómenos infraatómicos la trastornan. Los fenóme­
que alejarse so pena de sacrilegio y de catástrofe: ambos mi­ no'. biológicos la desbordan. En pequeña escala, ya no
tos someten al hombre personal y activo a un impersonal hay para el médico más que una débil causalidad , tal
ficticio. En realidad, la naturaleza no entrega a nuestro sa­ , timo “ una misma causa puede producir uno u otro de
ber racional más que una red infinitamente complicada de ■■-arios efectos posibles exclusivamente con una cierta
determinaciones de las que no sabemos siquiera si, detrás probabilidad de que se produzca este efecto y no aquél”
de los sistemas que desarrollamos para asegurar nuestras
conquistas, son reducibles a una unidad lógica. ¿Qué au­ 1 Marx, Economiepolitique etphilosophie, Éditions Coste, p. 78 (trad.
toridad tiene para reducirnos a estos signos ? Por ejem­ tu español Economía política y filosofía, trad. de A .G . Rühle y J. Horari,
plo, con Pavlov, ¿a cadenas de reflejos asociados ? 1 *1, América).
28 / E l personalismo La existencia incorpórea / 2

(L. de Broglie). El hombre ya no está bloqueado en su ») 1 ,a otra es un movimiento de personalización que en ri-
destino por el determinismo. Si seguimos concretamen­ ft tt comienza con el hombre pero cuya preparación puede
te conectados a muchos determinismos rigurosos, cada Me ni ¡I ¡carse a través de toda la historia del universo. Los
nuevo determinismo que descubra el estudioso será una U mímenos radiactivos anuncian ya una primera ruptura en
nota adicional en la escala de nuestra libertad. Mientras |§i monótonas vicisitudes de la materia. La vida aparece en
se ignoró la existencia de las leyes de la aerodinámica, los »í inda como una acumulación de energía cada vez más or-
hombres soñaron con volar; y volaron cuando su sueño ¿nteada en torno a nudos de indeterminación cada vez
se incorporó a una red de necesidades. Siete notas son p á( complejos, abriendo así el abanico de posibilidades que
un corto registro, sin embargo, con estas siete notas se Ius dispositivos biológicos ofrecen al libre albedrío del in-
han establecido varios siglos de invención musical. i¡ aluo y prepara la formación de centros personales. La
Quien con el pretexto de las fatalidades de la naturaleza ¡.a. iíc ula atómica, desprovista de cualidades, no es indivi-
niega las posibilidades del hombre se abandona a un mi­ tliiálizable, incluso por su posición en el espacio, desde que
to o pretende justificar una dimisión. ! 1 (enrías cuánticas ya no permiten atribuirle una ubica-
Este surgimiento de la persona creativa puede leerse f¡i>n precisa y constante. Un embrión de individualidad
en la historia del mundo. Aparece como una lucha entre ■ imirnza con el átomo, estructura de partículas. La indivi­
dos tendencias contrarias: dualidad animal está mejor asegurada; la naturaleza, sin
i) Una es una tendencia permanente a la personalización. ■mbiirgo, no le tiene mucha consideración, la multiplica
No afecta solamente a esta materia que es la impersonali­ , - prodigalidad para despilfarrarla masivamente: dos in­
dad, la dispersión, la indiferencia mismas, que tiende a la dividuos en diez millones de huevos de mosca alcanzan la
nivelación (degradación de la energía), a la identidad o a tdfid adulta. El animal ignora la conciencia reflexiva y la
la repetición homogénea como a su fin. Ataca la vida, apa­ ¡f 1 iprocidad de conciencias. En caso de conflicto, la suer-
ga su impulso, la divide en especies de ejemplares que se 1e . Irl individuo sigue estando subordinada a la de la espe-
repiten al infinito, hace que los descubrimientos degene­ t Je, * ion la persona humana todo este movimiento no en-
ren en automatismos, repliega la audacia vital en forma­ iUent ra ciertamente su explicación pero sí su significación.
ciones de seguridad de las que la invención se retira, con­ I ..1 emergencia del universo personal no detiene la his-
tinúa por inercia movimientos que acaban volviéndose (eriiu le la naturaleza, más bien la empeña en la historia del
contra sus fines. Distiende, en fin, la vida social y la vida hombre sin someterse enteramente a ella. Hablamos a ve-
del espíritu por el relajamiento del hábito, la rutina, la idea
general, la charla cotidiana. '• Sobre esta preparación véanse los escritos de Teilhard de Chardin.
La existencia incorpórea / 3
/ E l personalismo

ces del “ hombre primitivo” como si estuviera refundido en | i) No es necesario atestar a la ciencia de la “ materia”
la noche de los tiempos. Cuando hayamos tomado una con­ j- i lu 1 iencia del “ espíritu” de hastíos ni de exaltaciones
ciencia viva y sacudidora de la realidad personal, nuestros jh tiior en el plano de la realidad.
orígenes nos seguirán pareciendo muy próximos. Actua­ : 1 1 ,1 personalismo no es un esplritualismo, sino todo
mos una comedia mundana y moral que los instintos, los (t ■intrario. Captura el problema humano entero en toda
intereses y las necesidades regulan sordamente; lo que lla­ ia . .trusión de la humanidad concreta, de la más humil-
mamos la “vida del espíritu” emplea una buena parte de E|e . 1indición material a la más alta posibilidad espiritual.
sus actividades en levantar frente a estos oscuros actores ( .<l.i cruzada es a la vez, por razones diversas, el produc-
un telón de justificaciones y prestigios. El materialismo tie­ ui supremo del sentimiento religioso y de los movimien-
ne razón en parte cuando es histórico y está fechado: no en t g c i Gnómicos de la feudalidad declinante. Es verdad que
el absoluto de los valores sino en la etapa de la humanidad 1 1 , aplicación por el instinto (Freud) y la explicación por
en que nos encontramos, y para la gran mayoría, salvo con­ H «1 .momia (Marx) son un camino de acercamiento a to-
versión individual, siempre posible (lo que hace que sean . los fenómenos humanos, hasta los más elevados. Pe-
tres condiciones restrictivas), nuestra situación biológica y .11 revancha, ninguno, ni el más elemental, se com-
económica todavía manda masivamente nuestros compor­ ¡.o-tii 1<- sin los valores, las estructuras y las vicisitudes del
tamientos. Desde hace largo tiempo, y sin duda desde que Universo personal, inmanente como un fin a todo espíritu

el hombre es hombre, muchos individuos y vastos movi­ huiinmo y al trabajo en la naturaleza. El espiritualismo y
mientos han roto estas esclavitudes: solo o en grupo, de un i 1 intiralismo son impotentes porque se desentienden de
salto el hombre toca las cumbres de la humanidad antes de la-, .. i vidumbres biológicas y económicas. Pero el mate-
retomar, paso a paso, los peldaños que lo acercan. Pero el . iilismo no lo es menos, por la razón inversa. Como dice
universo personal no existe todavía más que en estado de i I ptopio Marx, “ materialismo abstracto” y “ espiritualis-
islotes individuales o colectivos, de promesas por realizar. ..... .ilistracto” convergen; no es el caso escoger entre uno
Su conquista progresiva es la historia del hombre. u ..ico, sino “la verdad que los une” más allá de su sépa­
la. ióti. La ciencia y la reflexión nos presentan cada vez
, un mundo que no puede prescindir del hombre, y un
Consecuencias de esta condición !.• mibre que no puede prescindir del mundo.

De la condición que acabamos de definir resultan impor­ ' "Critique de la philosophie du droit de Hegel” , (Euvres, Coste, t. iv, p. 183
tantes consecuencias: iíh .1 tn español Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Biblioteca Nueva).
2 / E l personalismo La existencia incorpórea / 33

3) Es necesario repetir en el plano de la acción lo que .huí puramente ideal; 2) diluye al sujeto personal en una
acabamos de decir en el plano de la explicación. En to­ |f*ma de relaciones geométricas o inteligibles, de donde
do problema práctico hay que asegurar la solución en el §11 presencia es expulsada, o lo reduce a un simple poste
plano de las infraestructuras biológica y económica, si jn rptor de resultados objetivos.
queremos que sean viables las medidas tomadas en otros Para el personalismo en cambio:
planos. Este chico es anormalmente perezoso o indolen­ 1) Por abundante y sutil que sea la luz que el espíritu
te: examina sus glándulas endocrinas antes de darle un Humano pueda deslizar hasta las más finas articulaciones
sermón. Este pueblo se queja: examina sus recibos de pa­ drl universo, la materialidad existe con una existencia
ga antes de acusar al materialismo. Y si quieres que tenga Irreducible, autónoma, hostil a la conciencia. No puede
más virtudes, dale primero la seguridad material que ol­ resolverse en una relación interior de conciencia. Esta
vidas que si no la pasas de padre a hijo tu moderación so­ al li mación es la que Marx y Engels tachan de materia-
cial se verá tal vez turbada. ir,t;t. Pero está conforme con el realismo mas tradicio­
Recíprocamente, la solución biológica o económica de nal, un realismo que no se prohíbe integrar los elemen-
un problema humano, por próximo que se encuentre a las |ns válidos de la crítica idealista. Lo radicalmente ajeno
necesidades elementales, es incompleta y frágil si no se tie­ a la conciencia es dispersión pura, ciega y opaca. No se
nen en cuenta las más profundas dimensiones del hombre. puede hablar de un objeto, y mucho menos de un mun­
Lo espiritual también es una infraestructura. Los trastor­ do más que en relación con una conciencia que lo perci-
nos psicológicos y espirituales ligados a un trastorno eco­ 1>e Reducir la materia a una red de relaciones no quiere
nómico pueden minar durante mucho tiempo las solucio­ ■leen- nada. ¿Qué sería de las relaciones que no fueran
nes encontradas en el plano económico. Y la estructura percibidas ? La conexión dialéctica de la materia con la
económica más racional, si se establece desdeñando las exi­ 1 .nciencia es irreductible en la misma medida que la
gencias fundamentales de la persona, lleva en sí su ruina. rx istencia de una y otra.
2) Soy persona desde mi existencia más elemental y,
Ir jos de despersonalizarme, mi existencia encarnada es
L a existencia encarnada un factor esencial de mi base personal. Mi cuerpo no es
un objeto entre tantos, el más cercano de los objetos:
El personalismo se opone así al idealismo cuando el idea­ ¿cómo se uniría a mi experiencia de sujeto? En realidad,
lismo 1) reduce la materia (y el cuerpo) a una apariencia Lis dos experiencias son inseparables: existo subjetiva­
del espíritu humano, absorbiéndose en él por una activi- mente, existo corporalmente son una sola y misma expe-
La existencia incorpórea /
/ E l personalismo

es la primera tarea de toda vida creativa. Quien la recha­


rienda.8 No puedo pensar sin ser, ni ser sin mi cuerpo:
za divaga y sus acciones son desatinadas. Pero esta acep-
él me expone, a mí, al mundo, a los demás, por él me li­
i ación no es más que un primer paso. Si me adapto de­
bro de la soledad de un pensamiento que no sería más
masiado me libro a la esclavitud de las cosas. E l hombre
que pensamiento de mi pensamiento. Negándome a ser
. le la comodidad es el animal doméstico de los objetos de
completamente transparente a mí mismo, sin cesar me
su comodidad, el hombre reducido a su función produc­
arroja fuera de mí, en la problemática del mundo y de las
tora o social, un engranaje. La explotación de la natura­
luchas del hombre. Por la solicitación de los sentidos me
leza no está destinada a articular sobre una red de deter-
impulsa al espacio, con su envejecimiento me enseña la
minismos una red de reflejos condicionados, sino a abrir,
duración, con su muerte me enfrenta a la eternidad. Me
,mte la libertad creativa de un número de hombres cada
hace sentir su esclavitud, pero al mismo tiempo está en
vez mayor, más altas posibilidades de humanidad. Es la
el origen de toda conciencia y de toda vida espiritual. Es
fuerza de afirmación personal la que rompe el obstáculo
el mediador omnipresente de la vida del espíritu. En es­
y abre el camino. Para ello debe negar la naturaleza co­
te sentido, se puede decir con Marx que “un ser que no
mo algo dado para afirmarla como obra, como obra per­
es objetivo no es un ser” , a menos que agreguemos de en­
sonal y soporte de toda personalización. Entonces perte­
trada que a un ser que sólo fuera objetivo le faltaría es­
nencia a la naturaleza se convierte en dominio de la
ta culminación del ser: la vida personal.
naturaleza, el mundo se anexa a la carne del hombre y a
su destino. Y queda por asignar su sentido a esta acción

L a personalización de la naturaleza sobre la naturaleza.

No puede, sin catástrofes, abandonarse al delirio de


La persona no se contenta con padecer a la naturaleza,
su propia aceleración, el que Ford confesaba cuan­
de la que emerge, o con rendirse a sus provocaciones. Se
do respondía a quien le preguntaba por qué seguía
vuelve hacia ella para transformarla e imponerle progre­
desarrollando sus empresas: “ Porque no me puedo
sivamente la soberanía de un universo personal.
detener” .
En un primer momento la conciencia personal se afir­
No consiste en imponer a las cosas una relación
ma asumiendo el medio natural. La aceptación de lo real
de amo y esclavo. La persona no se libera mas que
liberando. Y está llamada a liberar a las cosas y a la
8 Tema esencial en Gabriel Marcel y Maine de Biran. Véase también humanidad. Marx decía que el capitalismo degrada
G. Madinier, Conscience et mouvement.
36 / E l personalismo
La existencia incorpórea /

las cosas a mercancías, a mecanismos de lucro, ha­ hace que ya no haya naturaleza pura sino una naturaleza
ciendo zozobrar su dignidad misma de cosas, la que
1 |ue comienza a humanizarse. En la llamada naturaleza es-
por ejemplo alcanza el poeta. Procedemos a esta de­
1fin entretejidos nuestros artificios. Además, desde el co­
gradación cada vez que consideramos las cosas úni­
mienzo de los siglos no hemos hecho más que aprender y
camente como obstáculos que vencer, materia que organizar burdamente al mundo. Ahora abordamos sus
poseer y que dominar. Entonces, el poder discrecio­
iccretos: el de la materia, el de la vida, los de la psique.
nal que queremos ejercer sobre ellas no tarda en co­
Ls un giro capital. Como triunfalmente anuncian las Te­
municarse con las relaciones humanas, en excretar
sis de Feuerbach, a partir de ahora transformaremos además
tiranía, que proviene siempre del hombre y no de
■le explicar. La sabiduría va a anexarse a la industria. La
las cosas. El movimiento del marxismo, que piensa
niilustria cometerá locuras: ¿más que el pensamiento ? En
que la misión del hombre es, por el contrario, ele­
este sentido, producir es una actividad esencial de la per­
var la dignidad de las cosas humanizando la natura­
sona, si damos a la producción esta perspectiva total en
leza, es similar en este sentido al del cristianismo,
■|ite arrastra las tareas más humildes al soplo divino que
que da a la humanidad vocación de comprar con el
exalta a la humanidad. Al principio sujeta a la satisfac-
trabajo, comprándose, una naturaleza que se lleva
. ion inmediata de las necesidades elementales, luego des-
consigo en su caída. El valor central que toma en
vinda por intereses parásitos o librada a su propia embria­
Marx la actividad práctica del hombre (praxis) es
guez, la producción debe convertirse en una actividad
una especie de laicización del valor central que en
lil >eradora y libertadora, una vez moldeada a todas las exi-
la tradición cristiana adquiere el trabajo.5
«rncias de la persona. Bajo esta condición, ahí donde rei-
¡m el primado de lo económico, éste es ya el primado de
La relación de la persona con la naturaleza no es, pues,
In humano. Pero la producción sólo tiene valor por su fin
una relación de pura exterioridad, sino una relación dia­
in.is alto: el advenimiento de un mundo de personas. No
léctica de intercambio y de ascensión. El hombre presio­
■le la organización ni de la tecnología, ni de la acumula-
na sobre la naturaleza para vencer a la naturaleza, como
1 ion de productos, ni de la instalación pura y simple de
el avión sobre la gravedad para liberarse de ella. Desde su
lii prosperidad.
primer gesto —colocado en la tierra para “ echar a andar
Kn este enfoque captamos el sentido profundo del
la tierra” (Génesis 2, 15) y dar nombre a todas las cosas—
1Icsarrollo tecnológico. El hombre es el único que inven-
1,1 herramientas, que luego conecta a un sistema de má­
9 Esprit, núm. especial: Le travail et l'homme, julio de 1933.
quinas que confecciona un cuerpo colectivo para la hu­
La existencia incorpórea /
3 8 / E l personalismo

Fracaso de la personalización de la naturaleza.


manidad. Los hombres del siglo xx están enloquecidos con
este nuevo cuerpo todopoderoso que constituyen para sí.
I Jn optimismo trágico
Es cierto que la potencia de abstracción de la máquina es
Aun cuando tracemos con una suerte de amplitud triunfal
pavorosa: al romper los contactos humanos puede hacer
los vastos destinos que se abren a la obra de la personali­
olvidar a los hombres implicados que, más que ninguna
zación, no olvidemos que este futuro no es para nada au-
otra fuerza, a veces aplasta; perfectamente objetiva, ente­
lomático. Momento a momento, con cada nueva dificul-
ramente explicable, desacostumbrada de la intimidad, de
1ad, cada uno de nosotros lo pone una y otra vez en tela de
lo secreto, de lo inexpresable; da medios inesperados a los
juicio en nuestra elección personal, y cada uno de nuestros
idiotas; además nos divierte, para distraernos de sus cruel­
ubandonos lo compromete. La materia es rebelde y no so­
dades. Librada a su peso ciego, es una fuerza pujante de
lamente pasiva; ofensiva y no solamente inerte. El perso-
despersonalización. Pero solamente cuando está separada
1lalismo, en la expresión de Maurice Nédoncelle, no es una
del movimiento que la suscita como instrumento de la li­
’‘ filosofía de domingo por la tarde” . Por dondequiera que
beración del hombre respecto de las esclavitudes natura­
la persona lleve su luz, la naturaleza, cuerpo o materia, in­
les y de la reconquista de la naturaleza. Una actitud pura­
sinúa su opacidad: detrás de la fórmula del sabio, detrás de
mente negativa ante el desarrollo tecnológico se desprende
la claridad de la razón, detrás de la transparencia del amor.
del análisis insuficiente, o de una concepción idealista de
Por dondequiera que la libertad emprenda el vuelo, mil
un destino que no forjamos más que con todas las fuerzas
vínculos la entorpecen. Por dondequiera que la intimidad
de la tierra. La era de la tecnología hará que el movimien­
se ofrezca, exterioriza, expone, generaliza: las cualidades
to de personalización corra grandes peligros, al igual que
sensibles son el abatimiento de la sensación, tal como las
el brusco florecimiento de su cuerpo hace que el adoles­
especies son el deterioro de la vida, el hábito la suspensión
cente corra el riesgo de perder el equilibrio. Pero no lo gol­
de la invención y las reglas el enfriamiento del amor.1’ In­
pea ninguna maldición en particular. Lejos de ser un error
vestida por el universo personal, la naturaleza amenaza sin
funesto de los cantones europeos, tal vez constituya el me­
dio por el cual el hombre invada algún día el universo,
desarrolle en él su reino e incluso, en cuanto a la imagina­ ele, Du Seuil, 1948 (trad.en español E l miedo del siglo xx, trad. de Floren-
tina trapero, taurus).
ción, deje de ser una paradoja perdida en el espacio.10 11 Sobre el tema de la objetivación véase sobre todo Berdiaerr, en es-
pecial Esprit et liberté (Je sers), La destination de Vhomme (Je sers) (trad. en
español E l destino del hombre contemporáneo, trad. de Lydia Hahn de Vae-
Uo, Pomaire) y Cinq méditations sur l ’existence (Aubier).
10Véase, sobre estos problemas, E. Mounier, La petite peur du xxe siè-
/ E l personalismo

cesar con investir a su vez. Nada en la relación del hombre Capítulo II


personal y del mundo evoca una armonía a la manera de
Leibniz. La inseguridad, la preocupación son nuestro des­ I a i comunicación
tino. Nada permite prever que esta lucha pueda terminar
en un lapso apreciable;12 nada nos empuja a dudar que no
sea constitutiva de nuestra condición. La perfección del
universo personal encarnado, entonces, no es la perfección
de un orden, como pretenden todas las filosofías (y todas
las políticas) que piensan qu& el hombre pueda algún día
totalizar el mundo. Es la perfección de una libertad com­ i mnenzamos colocando a la persona al aire libre. Ahora
bativa, y un combatiente cauteloso. Por eso subsiste aun > ominaremos su experiencia fundamental. Contraria-
en la amenaza. Entre el optimismo impaciente de la ilusión mc-nte a una opinión difundida, no es la originalidad, su
liberal o revolucionaria y el pesimismo impaciente del i .-ii te reservada, su afirmación solitaria; no es la separa-
fascismo, el camino apropiado para el hombre es este opti­ ■huí sino la comunicación.
mismo trágico en que encuentra su justa medida, en un am­
biente de grandeza y de lucha.
Autodefensa del individuo. Personalismo
i v’/yus individualismo

I ‘ ii a quien observa el espectáculo de los hombres y no se


i irga a sus propias reacciones, esta verdad no es eviden-
te I )esde los inicios de la historia, los días consagrados
a l.i guerra son más que los consagrados a la paz. La vida
*Ir la sociedad es una guerrilla permanente. Ahí donde
1«. hostilidades se apaciguan la indiferencia se instala.
1 „i-, avenidas de la camaradería, de la amistad o del amor
pttifcen perderse en este inmenso fracaso de la fraterni-
12 A este respecto Etienne de Greeff es más bien pesimista en sus obras
torales: Notre destinée et nos instincts (Pion) y Les instincts de défense et de ■liid humana. Heidegger y Sartre lo convirtieron en filo-
sympathie (p u f). §»t ia. Para ellos la comunicación está bloqueada por la
/ El personalismo La comunicación /

necesidad de poseer y someter. Cada copartícipe es o ti­ que el cuerpo. Una virtud en la que se insiste demasiado
rano o esclavo. La mirada del otro me roba mi universo, disuade de la virtud, la intención de seducir desencanta
su presencia paraliza mi libertad, su elección me estor­ al amor, la intención de convertir enfada al infiel. La más
ba. El amor es una infección mutua, un infierno. Ir-ve presencia a veces parece excretar un veneno mortal
Contra este panorama indignarse es inútil. Es difícil iliira la relación del hombre con el hombre.
negar que evoca un importante aspecto de las relaciones Sobre este separatismo profundo la cultura desarrolla
humanas. El mundo de los otros no es un jardín de deli­ • 1' ■; juegos de máscaras que se van incrustando poco a po-
cias. Es una permanente provocación a la lucha, a la adap­ 111 hasta que ya no se distinguen del rostro del individuo.
tación y a la superación. Reintroduce constantemente el Sun un doble y único medio para engañar a los demás y
riesgo y el sufrimiento ahí donde contactaríamos la paz. ¡•.ira engañarse, para instalarse en los refugios de la im-
Así, el instinto de autodefensa reacciona rechazándolo. pi istura y evitar la zona de verdad que nace del encuen­
Unos lo olvidan y suprimen toda superficie de contacto. tro de la mirada del otro y de la mirada interior.
Otros se convierten, con las personas, en sus objetos ma­ El individualismo es un sistema de costumbres, de
nipulabas y utilizables, en los pobres del filántropo, en batimientos, de ideas y de instituciones que organiza al
los electores del político, en los hijos de éste, los obreros individuo en torno a estas actitudes de aislamiento y de
de aquél: el egocentrismo se aturde con ilusiones altruis­ ■Irfensa. Fue la ideología y la estructura dominante de la
tas. Otro reduce su entorno a simple espejo. Una especie ipdedad burguesa occidental entre los siglos xvm y xix.
de instinto trabaja así para negar perpetuamente y empo­ Un hombre abstracto, sin apegos ni comunidades natu-
brecer a la humanidad que nos rodea.13 i «les, dios soberano en el corazón de una libertad sin di­
Aun en las mejores disposiciones el individuo eclipsa lección ni medida, volviendo primero hacia el otro la
la comunicación por su sola presencia. Desarrolla una es­ ■irsconfianza, el cálculo y la reivindicación; instituciones
pecie de opacidad dondequiera que se instala. Mi cuer­ que se limitan a asegurar la no intrusión de estos egoís­
po me da la imagen más evidente de esta opacidad, tal mos, o su mejor rendimiento por la asociación reducida
como en el malestar que provoca en medio de una con­ la utilidad: éste es el régimen de la civilización que ago­
fidencia. Pero esta opacidad nace en algo más profundo niza frente a nuestros ojos, uno de los más pobres que la
historia haya conocido. Es la antítesis misma del perso­
nalismo y su adversario más próximo.
13 Cfr. E. Mounier, Traité du caractère, cap. xi; Introduction aux existen­
tialismes, cap. v. (trad. en español Introducción a los existencialismos, trad.
A veces se opone persona e individuo para distinguir­
de Daniel D. Montserrat, Guadarrama). les. Así se corre el riesgo de cortar a las personas de sus
44 / E l personalismo La comunicación /

apegos concretos. E l movimiento de repliegue que cons­ tu el olvido de mí mismo. Por experiencia interior14 la
tituye al “ individuo” contribuye a asegurar nuestra for­ persona se nos revela también como una presencia diri-
ma. Sin embargo, la persona sólo crece purificándose in­ ¡41<l:i hacia el mundo y hacia otras personas, sin límites,
cesantemente del individuo que hay en ella. No lo logra • ni i-c-mezclada con ellos, en una perspectiva de universa-
a fuerza de poner atención en sí misma, sino, por el con­ lidud. Las demás personas no la limitan, la hacen ser y
trario, haciéndose disponible (G. Marcel), y con ello más • tm-r. No existe más que para los demás, no se conoce
transparente para sí misma y para los demás. Entonces, pás que por los demás, no se encuentra más que en los
al ya no estar “ ocupada consigo misma” , “llena de sí” , y i Ir ni :ís. La experiencia primitiva de la persona es la ex-
sólo entonces, será capaz de estar con los demás, entrar [iri ¡encia de la segunda persona. E l tú, y en él el nosotros,
en la gracia. jü eeede al yo, o cuando menos lo acompaña. Es en la na-
luiuleza material (y todos estamos parcialmente sumidos
■n rila) donde reina la exclusión, porque un espacio no
L a comunicación nos hace primitivos ¡■urde ocuparse dos veces. Pero la persona, por el movi­
miento que la hace ser, se ex-pone. De esta manera es co­
Así, la primera inquietud del individualismo es centrar municable por naturaleza, incluso es la única que lo es.
al individuo en sí mismo, la primera inquietud del per­ I s necesario partir de este hecho primitivo. Al igual que
sonalismo es descentrarlo para colocarlo en las perspec­ • 1 11 lósofo que primero se encierra en el pensamiento no
tivas abiertas de la persona. • ni mitrará nunca la puerta hacia el ser, el que se encie-
Éstas se afirman desde muy pronto. E l primer movi­ II ¡i primero en el yo no encuentra nunca el camino hacia
miento que manifiesta un ser humano en la primera in­ jos demás. Cuando la comunicación afloja o se corrom-
fancia es un movimiento hacia el prójimo: el infante de !•■ . me pierdo profundamente a mí mismo: todas las lo-
seis a doce meses, al salir de la vida vegetativa, se descu­ ( m as son un fracaso de las relaciones con los demás —al-
bre en el prójimo, aprende de sí en actitudes ordenadas ifi se vuelve alienus, me vuelvo, a mi vez, extraño para
por la mirada del prójimo. Será más tarde, hacia el ter­ m¡ mismo, enajenado. Casi podría decirse que no existo
cer año, cuando llegue la primera oleada de egocentris­
mo reflexivo. Cuando pensamos en la persona influye en 14 Cfr. Maurice Nédoncelle, La réciprocité des consciences (Aubier); Bu-
bt i , ¡r ct tu (Aubier) (trad. en español Yo y tú, trad. de Carlos Díaz, Capa-
nosotros la imagen de una silueta. Nos colocamos enton­ ffó§), y Madinier, Conscience et amour (PUF). Los alemanes dicen: mi ser es
ces delante de ella como delante de un objeto. Pero mi ,:§ü con” , Mitsein, o “ ser-hacia” , Zusein. Cfr. el latín adsum, para decir (a
cuerpo es también ese agujero del ojo abierto al mundo, }ei demás) “heme aquí” (hacia ustedes, a su disposición).
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más que en la medida en que existo para los demás y, en lií irrado. Los antiguos hablaban de lucha contra el amor
el límite, ser es amar. : i ipio: hoy lo llamamos egocentrismo, narcisismo, indi-
Estas verdades son el personalismo mismo, al grado vil iualismo.
que es un pleonasmo designar la civilización a que aspi­ ) Comprender. Dejar de colocarme en mi propio pun-
ra como personalista y comunitaria. 1 5 Expresan, frente al ■ ' le1 vista para situarme en el punto de vista de los de-
individualismo y al idealismo persistentes, que el sujeto Mi.r, No buscarme en otro escogido por mí que se me pa-
no se nutre por autodigestión, que uno no posee más que í 1 u ;1, no conocer al prójimo de manera general (la
lo que da y aquello a lo cual uno se da, que uno no alcan­ * 11' ión a la psicología no significa interés en los demás),
za su salvación por sí solo, ni social ni espiritualmente. litio abrazar su singularidad con mi singularidad, en un
E l primer acto de la persona es, pues, suscitar junto ¡jeto de recepción y en un esfuerzo de recentramiento.
con otros una sociedad de personas cuyas estructuras, ■ri iodo para todos sin dejar de ser, y de ser yo: porque
costumbres, sentimientos y finalmente las instituciones hay una manera de comprenderlo todo que equivale a no
están marcados por su naturaleza de personas: sociedad |(h«r nada y a no ser ya nada; disolución en el otro más
cuyas costumbres apenas empezamos a entrever y a es­ ii" comprensión del otro.16
bozar. i) Tomar para sí, asumir, el destino, el sufrimiento, la
Esta sociedad se cimienta en una serie de actos origi­ iif gi «a, la tarea del otro, “ tener dolor en el pecho” .
nales que no tienen equivalente en ninguna otra parte del 4) Dar. La fuerza viva del impulso personal no es ni
universo: ia reivindicación (individualismo pequeñoburgués) ni la
x) Salirse de sí. La persona es una existencia capaz de hit i 1:1 a muerte (existencialismo), sino la generosidad o la
separarse de sí misma, de desposeerse, de descentrarse | mtuidad, esto es, en última instancia, el dar sin medida
para estar disponible para los demás. Para la tradición V §iii esperanza de recompensa. La economía de la per-
personalista (sobre todo cristiana) la ascesis de la despo­ ....... es una economía de dádiva, y no de compensación
sesión es la ascesis central de la vida personal; no libera tii 1 le cálculo. La generosidad diluye la opacidad y anula
a los otros ni al mundo más que aquel que primero se ha I* oledad del sujeto, aun cuando no reciba respuesta:
Hiura el estrecho rango de los instintos, de los intere-
. de los razonamientos, es, propiamente hablando, in-
15 Fórmula empleada en Esprit (invierno de 1932-1933), núm. especial:
Révolution personnaliste, révolution communitake, y en E. Mounier, Révo-
fjliirl ante. Desarma el rechazo al ofrecer al otro un valor
lution personnaliste et communitake (Aubier, 1934}, retomada en múltiples
ocasiones desde entonces. Cfr. J . Lacroix, Le sens du réalisme, La Baconniére.
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eminente a sus propios ojos, en el momento en que po­ dispone de estas esperanzas: es darle crédito. Perder las
día esperar ser rechazado como un objeto reacio, y lo esperanzas en alguien es desesperarlo. E l crédito de la ge­
arrastra en el contagio: de donde el valor liberador del nerosidad, por el contrario, es infinitamente fecundo. Es
perdón, de la confianza. Sólo fracasa frente a ciertos llamado, “ invocación” (Jaspers), y este llamado nutre. Se
odios más misteriosos que el interés, y que parecen diri­ ■I¡ce así, equivocadamente, que el amor identifica. Esto
gidos contra el desinterés mismo. es verdad de la simpatía, de las afinidades electivas, en
5) Ser leal. La aventura de la persona es una aventura Lis que todavía buscamos un bien que asimilar, una reso­
continua desde el nacimiento hasta la muerte. La dedi­ nancia de nosotros mismos en un semejante. El amor ple­
cación a la persona, el amor, la amistad no son, pues, per­ no es creador de distinción, reconocimiento y voluntad
fectos más que en la continuidad. Esta continuidad no ■Ir! otro en tanto que otro. La simpatía es también una
es un escalonamiento o una repetición uniforme como .ii inidad de la naturaleza, el amor es una nueva forma de
los de la materia o los de la generalidad lógica, sino un .rr. Se dirige al sujeto más allá de la naturaleza, quiere su
rebote continuo. La fidelidad personal es una fidelidad iralización como persona, como libertad, cualesquiera
creativa.17 ■[lie sean sus dones o sus desgracias, que no cuentan mu-
. lio a su modo de ver: el amor es ciego, sólo que es un cie­
Esta dialéctica del comercio personal acrecienta y con­ go extra lúcido.
firma el ser de cada copartícipe. Al liberar al que llama, la comunión libera y confirma
Trato a mi prójimo como objeto cuando lo trato co­ .1 aquel al que llama. E l acto de amor es la mayor certe-
mo un ausente, como un repertorio de informaciones pa­ -.! del hombre, el cogito existencial irrefutable: amo, por
ra mi uso (G. Marcel) o como un instrumento a mi mer­ le. tanto el ser es, y la vida vale (la pena ser vivida). No
ced; cuando lo catalogo sin apelación significa, fttr confirma solamente por el movimiento en que lo pre-
estrictamente, que he perdido las esperanzas en él. Tra­ se&to, sino por el ser que el otro me da. Sartre no quiso
tarlo como un sujeto, como un ser presente, es recono­ conocer la mirada del otro como una mirada que me fija
cer que no puedo definirlo, clasificarlo, que es inagota­ v me paraliza, su presencia como una intromisión que me
ble, que está henchido de esperanzas, y que sólo él • Irspoja y me sojuzga. Es al menos igualmente inquie-
tante, sacude mis certezas, mis hábitos, mi sueño ego-
• ■ni rico, incluso es hostil, el revelador mas seguro de mi
17 Sobre el tema de la fidelidad, G . Marcel, Etre etavoir. Du refus a Vin-
vocation (trad. en español Ser y tener, trad. de Ana Ma. Sánchez López, Ca­
mismo. Así, la relación interpersonal positiva es una pro-
parros). í [vocación recíproca, una mutua fecundación.
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Fracaso de la comunicación jetos nos hace pensar en una máquina con las correas sal-
hielas, con los engranajes girando en desorden” (Nédon-
Pero el ser no se convierte en amor de la noche a la ma­ i elle); un mundo fracturado (G. Marcel).
ñana. La comunicación se topa con diversos fracasos: Se diría que es culpa de las instituciones, que perpe-
1) Algo en el otro elude siempre nuestro mayor esfuer­ l úan la lucha de clases y la opresión del hombre por el
zo de comunicación. En el más íntimo de los diálogos, la hombre. Pero, ¿quién puede decir si son las causas o los
coincidencia perfecta no me está dada; nunca nada me t íectos ? Hay que atacarlas, y aquí, no más que en otros
asegura que no intervengan malentendidos, nada salvo . asos, no basta con apelar a los buenos sentimientos. Las
en escasos momentos milagrosos en que la certeza de la estructuras de nuestra vida social invaden como parasitos
comunión es más fuerte que cualquier análisis, y que son nuestra imagen de la persona; son otras las estructuras
un viático para la vida entera. Tal es la profunda soledad que nos permitirán eliminar sus residuos del individualis­
del amor; mientras más perfecto, más la resiente. mo. Pero falta que demos y mantengamos el sentido de
2) Algo en nosotros se resiste profundamente al es­ esta maduración. La soledad, que tantos textos presentan
fuerzo de reciprocidad, una especie de mala voluntad hoy como un factor de la condición humana, suele ser
fundamental, que describimos antes. nuestra obra: nos hacemos por nosotros mismos.
3) Nuestra existencia misma no transcurre sin una
opacidad irreductible, una indiscreción que se interpone
siempre en el intercambio. ( Comunidad y colectividades
4) Cuando hemos formado una alianza de reciproci­
dad, familia, patria, cuerpo religioso, etcétera, pronto Al cabo de estas reflexiones puede sorprendernos que el
nutre un nuevo egocentrismo y levanta una nueva pan­ personalismo esté a veces presente como una reacción
talla entre un hombre y otro. Así pues, y de hecho, en el ¡mticolectivista. En su nombre se suele oponer lo comu­
universo en que vivimos la persona está más inerme que nitario a lo colectivo. Y nos lamentamos por las peque­
protegida, aislada que comunicada. Está ávida de pre­ ñas comunidades perdidas (la aldea, el taller, la familia)
sencia, sólo que el mundo entero de las personas está au­ y hacemos cundir el temor de las mas vastas.
sente de ella en masa. La comunión es más excepcional En esta actitud hay graves malentendidos. Abusamos
que la dicha, mas frágil que la belleza. Cosa de nada la de la mística del prójimo como de la mística de lo pequeño.
coarta o la divide entre dos sujetos: ¿cómo podemos es­ ( ',ada vez que el hombre ha visto que su radio de acción se
perar que exista entre muchos ? “ El universo de los su­ ensancha, el mismo pánico se apodera de él, el mismo sen­
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timiento de amenaza y de desamparo. Cada vez ha invoca­ relación personal, dado que no puede asegurar la continui­
do, como en nuestros días, sociedades “ a la altura del hom­ dad excepto por la repetición. Una familia angélica sería
bre” , “ a la medida del hombre” . Pero, ¿a la medida de qué quizá un desarrollo ininterrumpido de actos de amor, una
está hecho el hombre ? ¿De los jardines suburbanos y de las economía angélica, un circuito de dones. Una familia real
vecindades de barrio, o del universo y de la historia ? Aquel es también una presión psicológica y jurídica, una econo­
que escudriña los millones de kilómetros arriba de su cabe­ mía humana, una red de reglamentos y necesidades. Este
za o los miles de milímetros bajo el arco de sus manos, aquel impersonalismo parcial de las estructuras es peligroso. Pe­
que esta llamado a leer y a hacer la historia universal, no ro no solamente es peligroso. Es al impulso de comunión lo
se mide por su zancada. Puede que no tenga habilidad pa­ que el cuerpo individual es al impulso de personalización,
ra aunarse a la humanidad en sus grandes masas; sin duda la resistencia y el apoyo necesarios. Rechazarlo a causa de
debe poseer la experiencia viva en sociedades poco exten­ su ambivalencia es querer eludir la condición humana: los
sas. La crítica del gigantismo social opone aquí una inquie­ sueños anarquizantes, por emotivos que sean a veces, osci­
tud saludable a la locura de lógica y poder que piensa en lan entre la impotencia, el catastrofismo y el cándido con­
los hombres por masas para poder pensar en él como ma­ formismo. El personalismo se rehúsa, pues, a afectar con un
teria o instrumento, para poder negarlo mejor como perso­ coeficiente peyorativo la existencia social o las estructuras
na. Pero si esta crítica nos compromete a articular las rela­ colectivas. Solamente que distinguirá una jerarquía de co­
ciones sociales, a guardar la noción de escala o de óptimo lectividades, según su mayor o menor potencial comuni-
en materia de agrupamientos humanos, de ninguna mane­ i ,irio, esto es, su mayor o menor fuerte personalización.
ra nos exige imponer de una vez por todas un módulo uni­
forme a las sociedades humanas. La escala humana difiere I’or muy abajo que se pueda situar un universo de hom-
según la relación humana que está en juego: evidentemen­ I>res, es el que Heidegger llamó el mundo del ello, ese don­
te, no es la misma en la amistad que en la sociedad econó­ de nos dejamos aglomerar cuando renunciamos a ser suje-
mica moderna, para tomar dos extremos. los lúcidos y responsables: el mundo de la conciencia
En realidad, este anticolectivismo espiritual oculta la K imnolienta, de instintos sin rostro, de la opinión vaga, del
nostalgia de una sociedad imposible de puras personas: la respeto humano, de las relaciones mundanas, de la charla
comunicación suele posponerse, el plan místico de la fu­ cotidiana, del conformismo social y político, de la medio-
sión de las libertades la cede al plano social de la coopera­ ■ rielad moral, del gentío, de la masa anónima, del aparato
ción de las actividades y de la organización de las estruc­ irresponsable. Mundo desvitalizado y desolado, en el que
turas. La estructura social empobrece evidentemente la i .ida persona ha renunciado provisionalmente como per­
La comunicación /
54 / E l personalismo

sona para convertirse en un cualquiera, en quien sea, in­ caminaba hacia la paz universal con la enseñan2a obliga­
tercambiable. El mundo del ello no constituye ni un nos­ toria, la organización industrial o el reino del derecho.
otros ni un todo. No está ligado a una u otra forma social, I ,a experiencia mostraría que el saber no conmueve a los
es una manera de ser en todas. El primer acto de la vida corazones, que el derecho formal puede encubrir trastor­
nos rebeldes, que la organización y la ideología, si des­
personal es la toma de conciencia de esta vida anónima y
rebelarse contra la degradación que representa. deñan el absoluto personal, se vuelven, como la pasión,
Un poco por encima las sociedades vitales, más indivi­ Iuicia la policía, la crueldad y la guerra. En pocas pala­
dualizadas que las precedentes, siguen sin embargo ligadas bras, no se puede establecer la universalidad sobre el ol­
a funciones; ahora bien, las funciones coordinan, no unen vido de la persona. Es una conciencia colérica de estas
profundamente. Una familia que no conoce más que los la­ ilusiones defraudadas y la desolación afectiva a donde
zos de sangre fácilmente se convierte en un nido de víbo­ han dejado al hombre contemporáneo, que en los últimos
ras. Una comunidad de necesidades o de intereses lleva en años ha lanzado a las masas a un furor de irracionalismo:
su seno la discordia detrás de provisionales convenios, por­ “ místicas” fascistas, el absurdo, el psicoanálisis, el eso-
que, contrariamente a lo que piensan los moralistas li­ i crismo, etcétera.
berales, la práctica de la asociación no arranca nunca defi­ Seguramente no nos curaremos de esta descomposi-
nitivamente el interés en su vector egocéntrico. No sólo i ion o de esta neurosis colectiva retornando a las ilusio­
eso, las sociedades vitales, insuficientemente personaliza­ nes racionalistas. Pero seguramente tampoco dejando de
das, forman bloques solidarios, tienden a la hipnosis, a la tomar en consideración las mediaciones racionales. Un
arrogancia y a la guerra; la jerarquía interna de las funcio­ pensamiento no existe y no irradia más que incorporado
nes, si bien reina soberana, se endurece en una relación m un sujeto. Sin embargo, si el pensamiento no se vuelve
amo-esclavo: clases, castas, etcétera, germen de guerras in­ . omunicable, y por ende impersonal en un aspecto, no es
ternas. Tienden a formar un todo que corroe al nosotros. pensamiento sino delirio. La ciencia y la razón objetiva
No permanecen abiertas a la persona más que cuando un .un los soportes indispensables de la intersubjetividad.
orden superior las atrapa al vuelo. I )cl mismo modo el derecho es un mediador necesario.
El siglo x v i i i pensó que el único camino para escapar ! ‘Vena el egoísmo biológico, garantiza la existencia de ca-
a las pasiones de las sociedades irracionales era una so­ i la uno, asegura, en la jungla de instintos y de fuerzas, el
ciedad razonable, basada en el acuerdo de los espíritus en mínimo de orden y de seguridad que permitirá los pri­
un pensamiento impersonal y en el acuerdo de las con­ meros injertos del universo personal. Es necesario tener
ductas en un orden jurídico formal. Se creyó que así se conciencia a la vez de la necesidad absoluta de estas me­
56 / E l personalismo La comunicación /

diaciones y de su insuficiencia para asegurar una comu­ 1mudar respecto a ellas este nombre común de persona.
nidad personal plena.18 I;,s necesario que entre ellas haya alguna medida común.
Esta, cuando menos en la etapa actual de nuestra ex­ A nuestro tiempo le repugna la idea de una naturaleza hu­
periencia, no puede aproximarse más que a dos, o a un mana permanente, porque toma conciencia de las posibi­
pequeño número de personas: pareja, amistad, pequeño lidades todavía inexploradas de nuestra condición. Repro-
grupo de camaradas, de fieles, de militantes. Esta rápi­ 1 lia al prejuicio de la “ naturaleza humana” el limitarlas por
da sofocación del impulso comunitario amenaza con de­ anticipado. En realidad, suelen ser tan asombrosas que no
gradar en sociedades cerradas a las mejores de estas rea­ hay que ponerles límites sino con extremada prudencia.
lizaciones. Resienten los elementos de un universo 1 ‘ero una cosa es rechazar la tiranía de las definiciones for­
personal solamente cuando cada una se mantiene virtual­ males y otra rechazar en el hombre —como lo hace a ve-
mente abierta a la universalidad de las personas. 1 es el existencialismo— toda esencia y toda estructura. Si
iodo hombre no es más que lo que hace consigo, no hay ni
Ini inanidad ni historia ni comunidad (ésta es la conclusión
De la unidad de las personas que algunos existencialistas aceptan en última instancia).
Así, el personalismo incluye entre sus ideas claves la
El orden de la persona se nos presenta ahora en su tensión ¡il irmación de la unidad de la humanidad en el espacio y
fundamental. Está constituido por un doble movimiento, r-11 el tiempo, presentida por algunas escuelas en las pos­
aparentemente contradictorio, de hecho dialéctico, hacia trimerías de la Antigüedad, afirmada en la tradición ju-
la afirmación de absolutos personales que se resisten a to­ deocristiana. No hay para el cristiano ni ciudadanos ni
da reducción, y hacia la edificación de una unidad univer­ bárbaros, ni amos ni esclavos, ni judíos ni gentiles, ni
sal del mundo de las personas. Esta unidad no puede ser I ilancos ni negros ni amarillos, sino hombres, creados to-
una unidad de identidad: por definición, la persona es ■los a imagen de Dios y llamados todos a la salvación por
aquello que no puede repetirse dos veces. el Cristo. La idea de un género humano con una historia
Sin embargo, hay un mundo de personas. Si éstas for­ y un destino colectivo del que ningún destino individual
maran una pluralidad absoluta, sería imposible para una ■•!• puede separar es una idea magistral de los Padres de
sola de ellas, yo, ustedes, pensarlas juntas, imposible pro- l.i iglesia. Laicizada, anima los cosmopolitismos del siglo
kvui, y más tarde el marxismo. Se opone a la hipótesis de
Cfr. Gurvitch, /., idée de droit social (Sirey); Jean Lacroix, Personne et amour
(Éditions du Livre Français); las observaciones de Renouvier sobre el pasaje del
una discontinuidad absoluta entre las libertades (Sartre)
estado de guerra al estado de paz, y los Opuscules sur l'histoire de Kant (Aubier). o entre las civilizaciones (Malraux, Frobenius). Se opone
58 / E l personalismo La comunicación /

a todas las formas de racismo y de castas, a la elimina­ endurecer el pluralismo de los individuos, desafiando mis-
ción de los anormales, al menosprecio del extranjero, a 1 il icaciones pasionales o totalitarias. Hoy es necesario que
la negación totalitaria del adversario político, en general las reubiquemos y las despojemos de temores parasitos.
a la fabricación de réprobos: un hombre, aun si es dife­ Pero también hay que ir más allá. Y a lo dijimos: la justi-
rente, o está envilecido, sigue siendo un hombre al que . ¡a apunta más alto de lo que puede llegar.
debemos permitir seguir viviendo una vida de hombre. Más allá: ¿hacia una finalidad de la humanidad? Sí,
El sentido de la humanidad una e indivisible está es­ i desprendemos la idea de finalidad de sus asociaciones
trechamente asociado a la idea moderna de igualdad. Las biológicas, tal como hubo que desprender la idea de
fórmulas con que se expresa a veces nos engañan sobre su igualdad de su resonancia aritmética. En el mundo vi­
carácter: no es una idea esencialmente individualista y di- viente, la finalidad expresa una estrecha subordinación
sociativa, el sentido del vínculo humano le es esencial. Se . Ir las partes al todo y de las partes entre sí por un juego
formó en contra de las comunidades esclerosadas para en­ ile funciones complementarias. Semejante estructura no
contrar, en lo profundo, el principio de toda comunidad. puede regular a una sociedad de sujetos espirituales, ca-
De la misma manera, la idea contemporánea de justicia . la uno con su fin en sí mismo a la vez que en el todo: in­
asumió primero el aspecto de la reivindicación individual, troduciría en ella un totalitarismo de la organización, co­
porque la justicia debe siempre reconquistarse de la natu­ mo el que prevalece en ciertas sociedades primitivas
raleza que recrea la desigualdad sin cesar. Pero la justicia ''comunistas” (en el antiguo sentido del termino), el que
es un reino y un vínculo (Proudhon). Estas ideas tienen, establecería una tecnocracia pura. Pero la organización
así, más profundidad de lo que la crítica tradicionalista ad­ no es viable más que a través de las personas, y en el cam­
mite: “ La igualdad —escribe G. Madinier— es lo que se po de estructura de un universo de personas. Si no, en
convierte en la exterioridad de los individuos cuando és­ vez de liberar al hombre da origen a un nuevo estado de
tos aspiran a formar una comunidad moral.” Esta fórmu­ naturaleza, reino de las “ masas” , reino del “ aparato” y
la afortunada indica de un plumazo la riqueza y los lími­ 1Ir sus directores, de los que la persona es un mero jugue-
tes de estas nociones, que sobreestiman las potencias de ie. El totalitarismo escogió bien su nombre: no se tota­
la razón formal y del derecho positivo, desconociendo por liza un mundo de personas.
una parte la fuerza del instinto y por la otra la originali­ Lo que nos lleva, después de describir el movimiento
dad del amor que hombres como Renouvier y Proudhon hacia la unificación del universo personal, a poner aho-
tendían a colocar antes de la razón, del lado de la natura­ 1 a el acento en los elementos de diferenciación y de ten­
leza vital, y no más allá. De esta manera fueron llevadas a sión interna.
La conversión íntima / 61

Capítulo III lutos biológicos. El hombre puede vivir a la manera de

La conversión íntima una cosa. Pero como no es una cosa, semejante vida se le
presenta con el aspecto de una dimisión: es la “ diver-
iión” de Pascal, el “ estadio estético” de Kierkegaard, la
"vida inautèntica” de Heidegger, la “ enajenación” de
I.irx, la “ mala fe” de Sartre. El hombre de la diversión
vive como expulsado de sí, confundido con el tumulto
• xlerior: es el hombre prisionero de sus apetitos, de sus
I unciones, de sus hábitos, de sus relaciones, del mundo
6o Si bien la persona es desde el origen movimiento hacia el que lo distrae. Vida inmediata, sin memoria, sin proyec­
otro, “ ser-hacia” , desde otro aspecto se nos revela caracte til, sin dominio, la definición misma de la exterioridad
rizada, contrariamente a las cosas, por el latido de una v, rii un registro humano, de la vulgaridad. La vida per­
vida secreta donde incesantemente parece destilar su ri­ sonal comienza con la capacidad de romper el contacto
queza. Hablaríamos aquí, como todo el mundo, de subjeti­ i (iti el entorno, de retomarse, de reconquistarse, con la mi-
vidad, de vida interior o de interioridad si estas palabras no ■.i de recogerse alrededor de un centro, de unificarse.
evocaran una representación espacial ambigua y no dieran A primera vista, este movimiento es un movimiento
la impresión de fijar la vida personal a una fase de replie­ de repliegue. Pero este repliegue no es más que un tiem­
gue que, como veremos, no es el opuesto del movimien­ po en un movimiento más complejo. Cuando alguien se
to de comunicación sino una pulsación complementaria. 'Iriic-ne en él y se contorsiona es porque intervino una
i inversión. Lo importante no es, en realidad, el replie-
B'ir, sino la concentración, la conversión de fuerzas. La
E l recogimiento (el “sobre sí”) jipi sona no recula más que para saltar mejor.
Kn esta experiencia vital se basan los valores del si­
He aquí una piedra encima de mi mesa. Existe, pero de li ndo y del retiro. Es oportuno recordarlos hoy. Las dis-
la misma manera en que existe un cruce de caminos, es IfHiriones de nuestra civilización carcomen el sentido
lo que hacen de ella las fuerzas que se cruzan en ella, y le I esparcimiento, el gozo del tiempo que pasa, la pacien-
nada más. E l mundo animal inicia una ruptura con esta * in de la obra que madura, y dispersan las voces internas
existencia sin dimensión interior: en el mundo exterior ip é , ellas solas, a no tardar, escucharán al poeta, al hom­
se labra un medio propio alrededor de los grandes apa- bre religioso.
6 2 1E l personalismo La conversion intima / 63

El vocabulario del recogimiento (retomar, reconquis­ plegado), una presencia activa y sin fondo. La psicología
tar) nos recuerda, sin embargo, que se trata de una con­ i ontemporánea ha explorado algunas regiones infernales
quista activa, lo opuesto de una candorosa confianza en ile sus honduras. Ha prestado menos atención a lo que
la espontaneidad y la fantasía internas. Nuestro primer podríamos llamar sus abismos superiores, aquellos don-
enemigo, dice G. Marcel, es lo que nos parece “ comple­ . le se hunden la exaltación creadora y la vida mística. Sus
tamente natural” , lo que cae por su propio peso, según el 1 onceptos, las sugerencias del arte sólo parcialmente lo­
instinto o el hábito: no somos ingenuamente personas. gran evocar unos y otros.
Sin embargo, el movimiento de la meditación es también Se comprende que la vida personal esté ligada por na-
un movimiento simplificador, no una complicación o un turaleza a un cierto secreto. Las personas completamen­
refinamiento psicológico. Va al centro, y va derecho. No te externas, completamente en exhibición, no tienen se-
tiene nada que ver con la rumia o la introspección mór­ 1 lelos, ni densidad, ni segundo plano. Se leen como un
bidas. Un acto la inicia, un acto la concluye. libro abierto y pronto se agotan. Al carecer de la expe-
1 ¡encia de esta distancia profunda, ignoran el “respeto
Ileí secreto” , del suyo propio o del de los demás. Expe-
E l secreto (el “en sí”) i mientan un placer vulgar en hablar, en hablar de sí y en
. ¡ue les hablen de otros, en exhibir y hurgar. La reserva
¿Qué persigue este recogimiento en lo profundo ? ¿Una en la expresión, la discreción, es el homenaje que la per-
fórmula ? La profundización personal se ayuda sin lugar --.iiia rinde a su infinitud interior. Nunca será capaz de
a dudas de conceptos, de esquemas, de estructuras.19 No I Innunicar completamente mediante la comunicación di-
hay que apelar demasiado pronto a lo inefable. Pero la irrta, y prefiere a veces los medios indirectos: ironía,
explicación, por definición, deja escapar lo singular, que -nítido del humor, paradoja, mito, símbolo, fingimien­
es uno e indivisible. La persona no es “ algo” que uno en­ to, etcétera.
cuentre en el fondo del análisis, o una combinación de­ Todavía encontramos muchas veces, en el pensamien­
finible por sus rasgos. Si es una suma, sería inventaria- to de inspiración personalista,20 el tema del pudor. El pu-
ble: pero es el sitio de lo no inventariable (G. Marcel). Si dnr es el sentimiento que experimenta la persona de no
fuera inventariable sería determinable: pero es el sitio de -agotarse en sus expresiones y de sentirse amenazada en
la libertad. Es una presencia más que un ser (un ser des­ §l! ser por aquel que pretenda tomar su existencia mani­

19 Cfr. E . Mounier, Traité du caractère, cap. i. Kierkegaard, Jaspers, Soloviev, por ejemplo.
64 / E l personalismo
La conversión íntima / 65

fiesta por su existencia total. El pudor físico no significa los valores ligados al recogimiento. En esta encrucijada
que el cuerpo sea impuro, sino que soy infinitamente más .imbigua es donde se establece la zona de lo privado. En-
que este cuerpo mirado o tomado. El pudor de los senti­ i re mi vida secreta y mi vida pública, marca el campo
mientos, que todos ellos me limitan o me traicionan. El donde aspiro a mantener, en mi ser social, la paz de las
pudor de ambos, que no soy un juguete de la naturaleza profundidades, la intimidad que se intercambia de per-
ni de los demás. No me siento confundido por ser esta sona a persona. Pero también es el sitio donde busco la
desnudez, o este personaje, sino de que parezca que no l ibieza vital, la pasividad vegetativa, la dependencia bio­
soy más que eso. Lo contrario del pudor es la vulgaridad, lógica. Los elogios de la vida interior, de la vida exigua,
consentir que no soy más que lo que la apariencia inme­ <le la familia, revelan con demasiada frecuencia este do­
diata ofrece, consentir exhibirme a la mirada pública. ble origen.
A continuación desbarataremos los falsos pudores y el No obstante, tampoco hay que jugar a los espíritus pu­
sentido morbido de lo secreto. ros. Seres mezclados de luz y de sangre, no podríamos
acceder a los santuarios de la persona sin pasar en algún
I»tonto por la paz vegetal de la vida. Pero hay que cuidar­
L a intimidad. Lo privado se del momento en que la pesantez de lo vegetativo so-
loca la vivacidad espiritual. Lo simple y acogedor de la
En la cálida privacidad de estas experiencias encontra­ intimidad personal se vuelve cerrado y exclusivo. Es el
mos una especie de plenitud, el sentimiento de intimi­ punto en que el pudor se endurece en gazmoñería, en que
dad, que no es simple. Éste expresa la dicha de reencon­ la discreción se degrada en tapujos, distancia o amanera­
trar las fuentes interiores y de refrescarse en ellas. Pero miento. La práctica burguesa de la vida privada ha desa­
esta experiencia se ve frecuentemente entorpecida por el rrollado en gran medida esta corrupción, multiplicando
gusto por una vida vegetativa, estrecha y cerrada, simi­ los seudosecretos (de los negocios, del departamento, de
lar a la que lleva el embrión en el seno de la madre, o el la enfermedad, de los enredos privados, etcétera). Los
inrante en sus brazos, mágicamente aislado y protegido regímenes totalitarios usan como argumento esta sofisti­
de contacto. Este sentimiento de estar en el hogar guar­ cación para eliminar radicalmente la esfera de lo priva­
da, por la fusión de elementos tan diversos, una ambiva­ do: hay que temer que tengan miedo de sus recursos pro-
lencia profunda. Puede marcar el momento en que me i lindos tanto como de sus perversiones. Lo único que hay
bato en retirada del combate personal y representa en­ que desmitificar es lo privado, impedir que sea privile­
tonces una dimisión, aun cuando se disfrace con todos giado como una defensa contra la vida pública. La es­
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tructura misma de la vida personal es la que manda aquí: en demasía, de angustia. En boca del vulgo a menudo no
la reflexión no es solamente una mirada interna replega­ es otra cosa que el signo sociológico de una época que ha
da sobre el ego y sus imágenes; es también intención, pro­ perdido el rumbo, un producto de descomposición. Al la­
yección de sí mismo. Ese árbol no está allá, ni la imagen do de esta angustia patológica existe una angustia esen­
de ese árbol encerrada en mí como en una caja con el ojo cial ligada a la experiencia personal como tal, al misterio
de la conciencia en el fondo de la tapadera. Tener con­ aterrador de su libertad, a su combate descubierto, a la
ciencia de ese árbol, de ese ser que está allá, entre sus ra­ loca exploración donde se proyecta desde todos los ex­
mas y sus hojas, es en cierta forma, como dicen los hin­ tremos. Todos los medios desplegados para disimular es­
dúes y los románticos, llegando al límite, ser ese árbol, te vértigo de las grandes profundidades: indiferencia,
moverme con su dulce fiebre primaveral, estirarme en él conciliaciones, comodidad, seguridad simulada, dureza
en su estiramiento secular, resplandecer en la alegría de fingida, tiene la fragilidad de los engaños y los artificios
sus brotes, al mismo tiempo que sigo siendo yo mismo, y desembocan en un verdadero suicidio espiritual por es­
y distinto. La conciencia íntima no es una covacha don­ terilización de la existencia, o bien se desploman a la pri­
de la persona enmohece, es, como la luz, una presencia mera prueba de trascendencia.
secreta que sin embargo irradia hacia el universo entero.

De la apropiación a la desapropiación
El vértigo de las profundidades
La vida personal es la sucesiva afirmación y negación de
Los dulzores familiares de la intimidad no son más que sí, ritmo fundamental que encontramos en todas sus
un aspecto de la vida personal. Apartarse de la agitación operaciones. Se afirma en su perpetuo trabajo de asimi­
no es reposo en absoluto. Aquel que, al descender hacia lación de las aportaciones del exterior. Se elabora ela­
sí, no se detiene en la calma de los primeros cobijos, si­ borándolas. Hemos visto que la subjetividad pura es im­
no que se decide a llevar la aventura a sus últimas con­ pensable para el hombre. Una necesidad elemental para
secuencias, pronto se verá precipitado lejos de cualquier la persona es disponer para sí de un determinado campo
refugio. Artistas, místicos y filósofos han vivido a veces de objetos con el que pueda entrar en intimidad, un po­
hasta el aplastamiento esta experiencia integral, llama­ co como lo hace con las personas, en extensión de tiem­
da, por demás curiosamente, “ interior” , porque los cua­ po y de frecuentación. Afirmarse es ante todo darse
tro vientos del universo la azotan. Hoy se habla mucho, campo. No hay que oponer, entonces, demasiado brutal­
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mente21 el tener y el ser, como dos actitudes existenciales cia.22 Cabe agregar que esta degradación del tener parte
entre las cuales hubiera que escoger. Pensemos más bien de su corazón como la putrefacción de una fruta. En el
en dos polos entre los cuales se extiende la existencia in­ régimen de bienes actual no hay solamente una enajena­
corpórea. No le es posible ser sin tener, aun cuando su ción histórica contingente, llamada a desaparecer junto
ser sea un impulso indefinido de tener, nunca sea sacia­ con las estructuras que la propician. En el centro de toda
do por sus posesiones y que los rebase a todos por su sig­ posesión humana hay una enajenación del trabajo, que re­
nificación. Sin tener es inaprensible, se desvanece en el nace incesantemente. Como la mano del rey Midas, mi
objeto. Poseer, además, es entrar en contacto, renunciar posesión tiende a degradar a los seres y los objetos que
a estar solo, a ser pasivo: hay falsas pobrezas que son eva­ me anexo; presentándome ante ellos como un conquista­
siones. El idealismo moral es muchas veces la búsqueda dor que exige y un amo que somete, en la misma jugada,
de una existencia que ya nada lastraría: búsqueda contra bloqueo su disponibilidad y la mía. Se habla a menudo de
natura que culmina en la ruina, o en la inhumanidad. “ expansión de la persona” como si con sólo extender
En este sentido, la propiedad, como la intimidad, es nuestro campo extendiéramos nuestro valor. Se exalta la
una exigencia concreta de la persona. Excluirla a causa de posesión del mundo como si por sí sola fuera liberadora.
sus abusos es una utopía y, con excepción de algunas sec­ 1.a dialéctica personalista del tener es menos triunfal. De­
tas, ni los propios comunistas han pretendido semejante be partir de esta entropía o de esta involución del tener.
cosa, La propiedad expresa esta doble y solidaria vocación La expansión de la persona implica como condición inte­
de la persona: centrarse y evolucionar al mismo tiempo. rior una desapropiación de sí y de sus bienes que despo­
Sin embargo, si bien es verdad que el tener constitu­ lariza el egocentrismo. La persona no se encuentra más
ye la densidad de nuestro ser, también es su lastre. Co­ que perdiéndose. Su riqueza es lo que le queda cuando es­
mienza con la ligereza vibrante del deseo, con el triunfo tá despojada de todo tener —lo que le queda a la hora de
exaltante de la conquista, pero pronto el vencedor se la muerte. No hay que concluir de estas nociones un as­
vuelve beneficiario, el poseedor es poseído por sus bien­ cetismo formal ni un malthusianismo económico: a lo que
es mortales, ya no goza más que del prestigio que le pro­
porcionan y muere de sed en el desierto de su abundan­
22 Cfr. esta dialéctica analizada más extensamente en E. Mounier, “ De
la propriété capitaliste à la propriété humaine” (De Brouwer, 1936), repro­
21 Menos incluso que G. Marcel en Étre etavoir (Aubier) (trad. en es­ ducido en Liberté sous conditions (Du Seuil, 1946). Respecto a este párrafo
pañol Ser y tener, op.cit.), Le joumal métaphysique (Gallimard) (trad. en es­ véase también Traité du caractère, cap. x. Marx aborda la crítica del tener
pañol Diano metafísica: i 9 z 8 - i 9 í 3 , trad. Félix del Hoyo, Guadarrama), y on Economie politique et philosophie (Editions Molitor, sobre todo la p. 20)
Du refus a l ’invocation (Gallimard). (trad. en español Economía política y filosofía, op. cit.).
7 0 1E l personalismo La conversión íntima /

se refieren es a la disposición del poseedor y al uso efec­ vida traduciendo. Por eso el término vocación le convie­
tivo de sus bienes, no a su cantidad. Los problemas téc­ ne más que ningún otro. Adquiere pleno sentido para el
nicos de la propiedad y la distribución se agregan a los cristiano que cree en el llamado envolvente de una Per­
que aquí planteamos, no los eliminan. sona. Pero para definir una posición personalista basta
con pensar que la significación de toda persona es tal que
no puede ser reemplazada en el sitio que ocupa en el uni­
L a vocación verso de las personas.23 Tal es la magistral grandeza de
la persona que le da la dignidad de un universo, y tam­
Volverse sobre sí para encontrarse, luego extenderse pa­ bién su humildad, ya que toda persona le es equivalente
ra enriquecerse y volverse a encontrar, volverse nueva­ en esta dignidad, y las personas son más numerosas que
mente sobre sí en la desposesión, la vida personal, sísto­ las estrellas. Es evidente que no tiene nada que ver con
le, diástole, es la búsqueda hasta la hora de la muerte de las “ seudovocaciones” profesionales que con demasiada
una unidad presentida, deseada y jamás realizada. Soy frecuencia siguen la pendiente del temperamento o del
un ser singular, tengo un nombre propio. Esta unidad no entorno.
es la identidad muerta de la roca que no nace, ni se mue­ El continuo desciframiento de la vocación por parte
ve, ni envejece. No es la identidad de un todo que inclu­ de una persona incesantemente quebranta cualquier me­
yamos en una fórmula: abismos del inconsciente, abis­ ta más corta: interés, adaptación, éxito; se puede decir
mos del supraconsciente, surgimiento de la libertad, mil en este sentido que la persona es la gratuidad misma,
sorpresas la ponen en cuestión sin cesar. No se me pre­ mientras cada uno de sus actos esté comprometido y con­
senta ni como un dato, como taras o mis aptitudes, ni co­ sagrado. Es aquello que no puede ser utilizado en un
mo pura adquisición. No es evidente: pero tampoco hombre. A esto se debe que, aun en la vida colectiva, el
lo es a primera vista la unidad de un cuadro, de una sin­ personalismo dará siempre prioridad a las técnicas de
fonía, de una nación, de una historia. Es necesario educación y de persuasión por sobre las técnicas de pre­
descubrir en uno mismo, detrás del fárrago de las distrac­ sión, de engaño o de mentira: porque al hombre no le va
ciones, el propio deseo de buscar esta unidad viviente, bien más que cuando él mismo va con todo. La unidad
escuchar largamente las sugerencias que nos susurra, ex­ de un mundo de personas sólo puede alcanzarse en la di­
perimentarla en el esfuerzo y la oscuridad, sin tener nun­ versidad de vocaciones y la autenticidad de las adhesio-
ca la seguridad de poseerla. Esto se parece, más que nada,
a un llamado silencioso, en una lengua que pasaríamos la 23 Cfr. Esprit, i de abril de 1938, y Jean Gosset, Vocation et destination.
2 / E l personalismo La conversión íntima /

nes. Es un camino más difícil y más largo que las bruta­ más que en el efecto que produce o en el efecto que pro­
lidades del poder. Sería utópico pensar que pudiera es­ duce para sí. Cultivar esta imagen del yo, conservarla, pro­
tar siempre cuidado. Cuando menos debe comandar las tegerla serán en adelante su único horizonte en la vida. To­
líneas directrices de la acción. El totalitarismo es la im­ do comenzó con una infancia demasiado mimada,
paciencia de los poderosos. demasiado protegida; como dicen los psicólogos, la vida
“captativa” toma el sitio de la vida “ oblativa” y en el co­
mienzo falta la adaptación a la realidad y a los demás. Es­
L a dialéctica interioridad-objetividad to a menudo prosigue en una vida insuficientemente com­
binada con labores viriles y disciplinas comunes; el mal del
Así, la existencia personal se disputa siempre entre un siglo es el mal de los desarraigados y los ociosos. Desde el
movimiento de exteriorización y un movimiento de in­ siglo xv el hombre occidental se ha deslizado continuamen-
teriorización que le son esenciales y que pueden enquis- te por esta pendiente. Todo valor ha sido arrastrado hacia
tarla o disiparla. este sofisticado teatro de Narciso: la santidad y el heroís­
Ya evocamos el infortunio de la persona objetivada. mo hacia la gloria y el triunfo, la fuerza espiritual hacia el
De este sueño y a veces de esta muerte objetiva periódi­ placer en la inquietud, el amor hacia el erotismo, la inteli­
camente vienen a sacarnos los grandes despertares perso­ gencia hacia el “ espíritu” , la dialéctica hacia la astucia, la
nalistas. Denunciamos el peligro de encerrarnos en nos­ meditación hacia la introspección y la pasión por la verdad
otros mismos, y es real. Sin embargo, hay que decir con hacia las más pérfidas “ sinceridades” .
Valéry, de la mayoría de los hombres y de un amplio sec­ Es entonces cuando hay que recordar al sujeto que no
tor de nuestra vida, sobrecargada de tentaciones del ex­ se encuentra ni se fortifica más que a través de la media­
terior: “ Estamos encerrados fuera de nosotros mismos.” ción del objeto: es necesario salir de la interioridad para
El recogimiento nos libera de esta prisión de las cosas. cultivar la interioridad. La flor del primer amor, decía
Pero encontramos en nosotros las mismas amenazas de K ierkegaard, se marchita si no acepta la prueba de la fi-
disipación y de esclerosis que nos siguen en nuestro retiro. i lelidad (de la repetición) en la institución del matrimo-
Demasiado rumiar nos disipa, demasiada interioridad nos nio, que, después de desconcertarlo, le restituye su ri­
sutiliza, demasiada solicitud para con nosotros mismos, queza. Se ha hablado (Klages) de un verdadero instinto
aunque sea espiritual, instala el egocentrismo como un cán­ de exteriorización. La persona es un adentro que
cer en la plaza. La imagen del yo ocupa el lugar del yo vi­ necesita del afuera. La palabra existir indica, por su pre-
viente, propiamente el yo se mira vivir, ya no tiene interés I ¡jo, que ser es expandirse, expresarse. Esta tendencia
74 / E l personalismo

muy primitiva es la que, en su forma activa, nos impul­ Capítulo IV


sa a exteriorizar nuestros sentimientos en la mímica o la
palabra, a dejar la huella de nuestra acción en obras vi­ El enfrentamiento
sibles, a intervenir en los asuntos del mundo y de los de­
más. Todas las dimensiones de la persona se sostienen y
se integran. La presión que ejerce la naturaleza sobre
nosotros, el trabajo que le responde no son solamente
factores de producción, son una fuerza de ruptura del
egocentrismo, y por ello mismo factores de cultura y de
espiritualidad, en la misma medida, y más todavía, sin Si los místicos de la persona llegan a “ interiorizar” en ex­
duda, que de potencia y de riqueza. No hay que despre­ ceso, olvidando su incorporación y su presencia en el
ciar tanto la vida exterior: sin ella la vida interior es una inundo, las políticas de la persona suelen tener tal con-
locura, en la misma medida en que sin vida interior la vi­ i iencia de esta situación que expusimos que ya sólo pien­
da exterior delira por su parte. san en la persona como los militares en su país: en sus
Ironteras, en sus obras defensivas, en su fuerza de resis-
tencia y de ataque. El lenguaje personalista no despierta
entonces un impulso creativo, sino un reflejo de separa-
■ ión y de defensa. La “ defensa de la persona” abarca a
vt*ces un verdadero separatismo espiritual, del que hay
que protegerla.
La persona se expone, se expresa: hace frente, es una
>ara. La palabra griega más parecida a nuestra noción de
persona es jipocjcojiov: la que va con la mirada al frente,
hi que afronta. Pero encuentra un mundo hostil: la acti­
tud de oposición y de protección está, pues, inscrita en
su condición misma. Es aquí donde intervienen las con­
fusiones.
76 / E l personalismo E l enfrentamiento /

La singularidad. Lo excepcional que alcanza por sí sola una cima inaccesible, con una ha­
zaña. El personalismo no es una ética de los “ grandes
Ser personal, singularizarse, he aquí un sinónimo bien hombres” , una aristocracia de un nuevo género, que se­
afianzado en el lenguaje. De una personalidad marcada se leccione las más prestigiosas victorias psicológicas o es­
dice también que es original. Incluso, la opinión cultivada pirituales para hacer de ellas las cabezas altivas y solita­
de nuestra época hace a menudo de la diferencia el mayor rias de la humanidad. Es, como sabemos, la posición de
valor de la persona. Se piensa que está amenazada cuando Nietzsche. Desde entonces muchas vanidades, embria­
las costumbres o las ropas se uniforman a través del mun­ gadas de desdén, han levantado tablados respaldándose
do. En realidad, es bien cierto que por definición la perso­ en su nombre. Si la persona se realiza persiguiendo valo­
na es lo que no se repite, cuando incluso los rostros y los res situados en el infinito, está llamada a lo extraordina­
gestos de los hombres, que recaen siempre en lo general, se rio en el corazón mismo de la vida cotidiana. Pero esto
imitan desesperadamente en la superficie. Pero la búsque­ extraordinario no la separa, ya que toda persona está lla­
da de originalidad aparece siempre como un producto mada a lo extraordinario. Como escribe Kierkegaard,
secundario, para no decir un subproducto de la vida perso­ que a veces cayó en la tentación del extremo: “ El hom­
nal. El héroe en plena batalla, el amante cuando se entre­ bre verdaderamente extraordinario es el verdadero hom­
ga, el creador obsesionado con su obra, el santo deportado bre ordinario.”
por amor a su Dios, en esos momentos en que acceden a la
más elevada vida personal, en que no buscan diferenciarse
ni singularizarse, su mirada no se posó sobre la forma de su I x)s valores de ruptura. La persona como protesta
acción, está enteramente con ellos, lanzada hacia fuera de
sí mismos, demasiado poseídos por lo que son para exami­ I ,xistir es decir sí, es aceptar, es adherirse. Pero si acep-
nar cómo son. Lo que es más, todos nos dicen que en esas to siempre, si no rehúso ni me rehúso nunca, me estan-
cumbres de la existencia se suman a una suerte de superior i o. Existir personalmente es también y con frecuencia
banalidad, los temas más simples de la humanidad común. „iber decir no, protestar, sustraerse. Jaspers destacó la
La dificultad para captar esta intensa banalidad sin diluir­ inquietante cuestión que plantean a todo hombre las ne­
la en los pálidos colores de la generalidad que dificulta los gaciones limítrofes del suicida y del místico, negación de
poemas de amor y las pinturas del bien. l,i vida por parte de uno, y del otro negación del mundo.
Por las mismas razones debemos cuidarnos de pensar I ,a existencia más humilde es ya separación, decisión.
que la más elevada vida personal sea la de la excepción ( ,:ida apego obstaculiza mi libertad, cada obra me entor­
78 / E l personalismo El enfrentamiento /

pece con su peso, cada concepto inmoviliza mi pensa­ amor desagraciado;24 el anarquista intelectual o político,
miento. ¡Difícil presencia en el mundo! Me pierdo al el refractario, el réprobo, el poeta maldito, el profeta
evadirla, me pierdo también al abandonarme a ella. Por apocalíptico, el hereje, el abstencionista. Por desgracia
lo que parece, sólo salvaguardo mi facilidad de manio­ ilan una coartada a muchos inadaptados, reivindicado-
bra y la juventud misma de mi ser a condición de cues­ res, desvariantes superficiales, crispados o fanáticos, que
tionar todo en todo momento, creencias, opiniones, cer­ al están, a la izquierda, los movimientos libertarios de to-
tezas, fórmulas, adhesiones, hábitos, afiliaciones. La tlos colores, a la derecha los movimientos de “ defensa so-
ruptura, la recuperación, son categorías esenciales de la >¡al” y por doquier las herejías.
persona. Este izquierdismo comienza en varios planos. En el in­
Sin embargo, como toda categoría de la persona, al dividual, con la mayor frecuencia traduce un fracaso pre-
aislarlas las desviamos. El acento está peligrosamente II w del contacto afectivo con la comunidad, en el curso de
puesto en ciertas corrientes de pensamiento personalis­ una educación demasiado vejatoria, cerrada o solitaria, o al
tas, aunque no todavía al punto de desnaturalizarlas. Es 1 niitrario demasiado liberal y complaciente. En el plano
mucho más marcado en el pensamiento de Heidegger y social, denuncia ya sea una sociedad o un grupo en el que
Sartre, en Kierkegaard .0 en el anarquismo político. ¿Por el Ilombre se ahoga. Más profundamente aún, expresa una
qué estas filosofías del sustraerse se multiplican desde ruptura íntima del sentido de la existencia. En virtud de
hace cien años ? Evidentemente porque el individuo se haber descuartizado al Ser trascendente y la existencia co-
siente cada vez menos el amo de su entorno, entorno que IHliana, Kierkegaard rechaza interminablemente el mun­
por su lado se desarrolla y se organiza como fuera de él, do, el matrimonio, la acción, a la Iglesia, las meditaciones
a una velocidad acelerada; las máquinas, las masas, los Inlelectuales, quedando reservadas al Absoluto, por una
poderes, la administración, el universo y sus fuerzas les especie de fíat solitario y paradójico, todas las fuerzas de
parecen cada vez más una generalización de la amenaza, ni li mación del Individuo. Para Heidegger la existencia no
cuando que buscan en todo ello una generalización de la recepción del ser interior, sino el rechazo de la nada, el
protección. De ahí el desarrollo de una suerte de para­ m liazo de la muerte. Para Sartre el ser humano está in­
noia a escala de la humanidad, que se traduce en filoso­ vestido por un ser amenazante, viscoso, estúpido, y no
fías o en políticas, pero que echa raíces en una situación existe más que en el alarde que lo arranca de su parálisis.
de inadaptación o de fracaso. Estos pensamientos tien­
den a fijar el modelo humano en una categoría muy limi­
•M Cfr. Denis de Rougemont, L'amour et l ’ Occident, Albin Michel (trad.
tada: el héroe romántico de la soledad insoportable o del III español Amor y occidente, trad. de Ramón Xirau, México, 1946.
E l enfrentamiento / 81
8o / E l personalismo

Todas estas corrientes de pensamiento han dado notables golpes. Sin embargo, aparentaban fuerza en la abundan­
descripciones de la fuerza de ruptura concentrada en la cia y la magnanimidad, es decir, en la generosidad misma
persona. Pero habiendo creado un vacío en el mundo que del ser: muchos son cobardes por avaricia y falta de ima­
la rodea, ya no pueden más que meter terror y ponen a la ginación. La victoria interna sobre la muerte une estas dos
persona en un perpetuo estado de alerta y de réplica. Ig­ zonas de la energía. Una persona no alcanza su plena ma­
noran las disposiciones de calma, de recepción, de dádiva, durez más que en el momento en que ha escogido para sí
que también forman parte constitutiva de su ser. fidelidades que valen más que la vida. Bajo la tapadera de
tina filosofía del amor o de la paz, y sobre el confort moder­
no y el mullido desvelo que da al alma, hemos introduci­
L a lucha de Jacob. L a fuerza do un desconocimiento monstruoso de estas verdades ele­
mentales. No existe sociedad, orden ni ley que no nazca de
El lenguaje del amor, aun filosofando, es difícil de mane­ nna lucha de fuerza, no exprese una relación de fuerzas,
jar con discreción. En él las almas bellas alimentan una re­ no viva sostenido por una fuerza. E l derecho es un inten-
pugnancia invencible a acordar algún sitio o algún valor a lo siempre precario de racionalizar la fuerza e inclinarla
la fuerza. ¿Acaso no escuchan a Gandhi que les grita: “ Me en el sentido de la esfera del amor. Pero también es un
arriesgaría mil veces más a la violencia que a la degrada­ combate. Pretender lo contrario sólo lleva a la hipocresía:
ción de toda una raza” ? El amor es lucha; la vida es lucha, “ nos oponemos a la lucha de clases como si hubiera al­
contra la muerte; la vida espiritual es lucha, contra la iner­ gún progreso social sin lucha; 1 nos oponemos a la violen­
cia material y el sueño vital. La persona toma conciencia cia” como si no realizáramos, desde que amanece hasta
de sí misma no en un éxtasis, sino en una lucha de fuer­ que anochece, actos de violencia blanca, como si no par-
za. ¡La fuerza es uno de sus principales atributos! No la I ieipáramos con gestos indirectos en los asesinatos difusos
fuerza bruta de la potencia o de la agresividad, en las que de la humanidad. La utopía de un estado de reposo y de
el hombre renuncia a sí mismo para imitar el choque ma­ armonía, “ reino de la abundancia , reino del derecho ,
terial, sino la fuerza humana, a la vez interna y eficaz, es­ "reino de la libertad” , “ paz perpetua” , es la aspiración de
piritual y manifiesta. Los moralistas cristianos daban a la nna tarea infinita e interminable, no la dejemos debilitar­
fuerza esta dimensión total. Le destinaban como objetivo se en un sueño pueril.
principal el temor del mal corporal, y por detrás de él de El verdadero problema es que, comprometidos en una
la debacle corporal suprema, la muerte: a muchos les fal­ lucha de fuerzas por lo que la humanidad dure, al mismo
ta el valor moral sencillamente porque tienen miedo de los i iempo tenemos la vocación de luchar contra el imperio de
82 / E l personalismo E l enfrentamiento / 83

la fuerza y la instalación de un estado de fuerza. Contra medio, y el juicio moral que hago de mí mismo en la inti­
este reino universal de la violencia, sin duda hay cabida midad de mi conciencia. La persona, por rica que sea en
para negaciones absolutas y proféticas: no son vocaciones otros aspectos, se quebranta cuando éste se quebranta.
tranquilas. Ordinariamente, la vida personal es confron­ Ahora bien, actuar es elegir, por lo tanto resolver, cor­
tación de la violencia por la violencia: querer extirpar to­ tar de tajo, y al mismo tiempo adoptar, rechazar, diferir.
da agresividad de la educación, sofocar demasiado pronto Como dice Nédoncelle, hay una crisis de alojamiento en el
la fuerza viril en ensoñaciones idealistas es retirar a un mundo de la libertad. Una mentalidad infantil sobrevive
combatiente del ideal, fabricar un eunuco con aires de ex- en estas individualidades demasiado abundantes que no
tasiado. quieren excluir nada ni dañar a nadie, que llaman compren­
sión a su incapacidad de escoger y apertura a la confusión
resultante. Edificar es sacrificar. Pero la decisión no es un
L a afirmación. abuso de autoridad interior, ciego y arbitrario. Es la per­
L a persona como acto y como elección sona en su totalidad, entregada a su porvenir, concentrada
en un acto penoso y magnífico, que resume su experiencia
Ser es amar —dijimos. Pero ser es también afirmar. Pode­ y le integra una experiencia nueva. Los rechazos de que va
mos poner al derecho y al revés el estudio objetivo del yo, acompañada son renuncias reales, embarazosas y a veces
hacer que la sustancia espiritual suceda a la sustancia ma­ desgarradoras, pero no son mutilaciones. Parten de una
terial para que sea más necesaria, hacer que la sustancia plenitud demandante, y no de una indigencia. Por eso son
material suceda a la sustancia espiritual para que sea más creativos. Toda organización, toda tecnología, toda teo­
sólida, pero nunca haremos que se desprenda un acto de ría que niegue a la persona esta vocación fundamental a
aquel que dice yo. El factor elemental de la experiencia en la elección responsable, o reduzca su ejercicio, aunque va­
la comunicación no es el estado más sutil o el más general ya acompañada de mil seducciones, es una ponzoña más
que uno desee, sino el acto por el cual me afirmo al expre­ peligrosa que la desesperación.
sarme. Este acto tan simple en apariencia es el resultado
de una cultura compleja y de un equilibrio frágil: al niño
le viene lentamente, se endurece con el egocentrismo, de­ I ,o irreductible
lira en el reivindicador y el orgulloso, se derrumba en cier­
tas catástrofes psíquicas. Mi equilibrio biológico y sexual Si bien la mayoría de las veces los nos de la persona son
contribuye, al igual que la manera en que me sitúo en el dialécticos, y solidarios de una recuperación, siempre lie­
E 1 enfrentamiento / 85
84 / E l personalismo

cilio, babeas corpus; presunción de inocencia hasta que no


ga el momento de los rechazos irreductibles, cuando el
se demuestre la culpabilidad; protección del trabajo, de
ser mismo de la persona está en juego.
la salud, de la raza, del sexo, de la debilidad y del aisla­
En la persona existe una pasión indomable que arde
miento. Pero siempre veremos a las colectividades discu­
en su interior como un fuego divino. Se levanta y chas­
tir las fronteras donde estos derechos deben transigir con
quea con el viento cada vez que se huele la amenaza de la
el bien común. Las más solemnes declaraciones de dere­
servidumbre y prefiere defender, más que su vida, la dig­
chos pronto se desechan cuando no se basan en una so­
nidad de su vida. Esta pasión define al hombre libre, al
ciedad suficientemente rica en caracteres indomables a la
intratable, “ al hombre —dice Bernanos— capaz de im­
vez que en sólidas garantías en las estructuras. Una socie­
ponerse su propia disciplina, pero que no la recibe ciega­
dad cuyos gobiernos, la prensa y las élites no difunden
mente de nadie; al hombre para el que el ‘consuelo’ su­
más que escepticismo, engaño y sumisión es una sociedad
premo es hacer, en la medida de lo posible, lo que le place,
moribunda y que moraliza solamente para ocultar su po­
en el momento que elige, aunque tenga que pagar con la
soledad y la pobreza ese testimonio interior al que da tan­ dredumbre.
to valor; al hombre que se da o se rehúsa, pero que no se
presta jamás.”
Es una rara especie. La masa de los hombres prefieren
la esclavitud en la seguridad al riesgo en la independen­
cia, la vida material y vegetativa a la aventura humana.
Sin embargo, la rebelión contra el adiestramiento, la re­
sistencia a la opresión, el rechazo del envilecimiento son
el privilegio inalienable de la persona, su último recurso
cuando el mundo se levanta contra su reino. Es bueno
que los poderes definan y protejan los derechos funda­
mentales que garantizan la existencia personal: integri­
dad de la persona física y moral contra la violencia siste­
mática, el trato degradante, la mutilación física y mental,
la sugestión y la propaganda colectiva; libertad de movi­
miento, de palabra hablada o escrita, de asociación y de
educación; inviolabilidad de la vida privada y del domi­
La libertad condicionada / 87

Capítulo V sas dadas y situaciones cumplidas. Así, por no poder ubi­

La libertad car a la libertad, la buscamos en forma de negación: au­


sencia de causa, laguna en el determinismo. Pero, ¿para

condicionada qué me sirve algo que falta ? Así pues, nunca llegamos a
descubrir más que en la naturaleza, al ras de la naturale­
za, dos formas de libertad apenas existentes.
Una es la libertad de indiferencia: libertad de no ser
nada, de no desear nada y de no hacer nada; no solamen­
te indeterminismo sino indeterminación total. Algunos
86 La libertad tiene incontables amigos. Los liberales se liberales y espíritus que tienden a la anarquía se repre­
arrogan su defensa a justo título. Pero los marxistas, a los sentan la libertad de pensamiento o de acción con esta
que la disputan, pretenden preparar contra ellos el verda­ modalidad. Pero el hombre no conoce nunca este estado
dero “reino de la libertad” que está detrás de su ilusión. de equilibrio: al hacerle creer que es posible se le ocul­
Existencialistas y cristianos la ponen también en el cen­ tan sus opciones o bien se le empuja efectivamente hacia
tro de sus perspectivas, sólo que no la misma, ni la mis­ el gusto mortal de la indiferencia.
ma que la de liberales y marxistas. ¿Por qué tanta confu­ La otra es la que mendigamos al indeterminismo físi­
sión? Porque cada vez que la separamos de la estructura co. Se ha prestado mucha atención a esta nueva perspec­
total de la persona la relegamos a alguna aberración. tiva de la física moderna, se ha querido obligarla a “ de­
mostrar la libertad” . Esto es ir en contrasentido de la
libertad. La libertad del hombre no es algo que “reste” de
L a libertad no es más que una cosa la suma universal. ¿Una libertad que no fuera más que una
irregularidad del universo, que probará que no se reduce
Si no hay libertad, ¿qué somos ? Juguetes en el universo. a una debilidad de nuestro saber, a menos que sea una de­
Esta es nuestra mayor angustia. Para sosegarla querría­ formación sistemática de la naturaleza o del hombre?
mos apoderarnos de ella en flagrante delito, tocarla co­ ¿Qué valor puede tener para mí semejante anomalía ? El
mo un objeto, cuando menos para probarla como un te­ indeterminismo de los médicos modernos desarma las pre­
orema; establecer que hay libertad en el mundo. Pero es tensiones positivistas, y nada más. La libertad no se gana
en vano. La libertad es afirmación de la persona, se vive, en contra de los determinismos naturales: se conquista so­
no se ve. “ No hay” , en el mundo objetivo, más que co- bre ellos, pero con ellos.
88 / E l personalismo La libertad condicionada / 89

Todo lo que puede decirse, en este plano, es que: asegura que es libre si no emprende con audacia la expe­
1) La ciencia moderna establece que el universo no es riencia de la libertad.
totalizable en el plano del determinismo, donde busca es­
ta totalización, y se da cuenta de ello en aquellas de sus
actividades (matemática y logística) que más directamen­ L a libertad no es puramente florescencia
te deberían conducirla a la sistematización perfecta; si la
ciencia no tiene nada que decir en favor de la libertad, Como la libertad no es una cosa, hay quienes rechazan
debe renunciar a impugnarla cada vez más. que sea objetiva en absoluto. E l ser objetivo (el “ en sí”
2) La naturaleza revela una preparación lenta y con­ de Sartre) es idéntico e inmóvil; si dura, se repite inde­
tinua de las condiciones de la libertad. El indeterminis­ finidamente. En cambio, la existencia libre sería una
mo de la partícula material no es la libertad, pero propo­ cualidad incesantemente cambiante, florescencia origi­
ne una estructura no rígida a un mundo en que la libertad nal (Ursprung, dicen los alemanes), invención perpetua
actúa. La molécula viviente no es la libertad, pero una de sí para sí; en otras palabras: subjetividad absoluta. No
acumulación tal de energía explosiva no tiene otro sen­ se capta más que desde adentro y desde la raíz, al surgir
tido que el de multiplicar los posibles y preparar centros junto con ella.
de elección. La conquista del mundo animal de la auto­ Desde el momento en que la libertad es afirmación
nomía de los grandes aparatos fisiológicos, que permite absoluta, nada puede limitarla, es total y sin límites (Sar­
al individuo regular su nutrición, su calor, su movimien­ tre) por el mero hecho de ser. No expresa ninguna natu­
to y sus intercambios, todavía no es libertad, pero pre­ raleza anterior a ella, no responde a ningún llamado: de­
para la autonomía corporal que instrumenta la autono­ jaría de ser libertad. Se hace y me hace al hacerse, en ella
mía espiritual de la libertad. y gracias a ella me invento, invento mis motivos, los va­
Sin embargo, la libertad no sale de estos preparativos lores y el mundo conmigo, sin apoyo ni ayuda.
como el fruto de la flor. En el enigma de las fuerzas na­ Esta libertad absoluta es un mito.
turales que los traspasan y los trastornan, a la persona le La noción de naturaleza es una idea confusa que es
está reservada la iniciativa irremplazable de reconocer necesario depurar. Pero expresa que la existencia, al mis­
las pendientes cómplices de su libertad, de escogerlas y mo tiempo que florescencia, es también espesor, densi­
de tomarlas. Es la persona la que se hace libre después dad; al mismo tiempo que creación es algo dado. No soy
de haber escogido ser libre. En ningún sitio encontrará solamente aquello que hago, el mundo no es solamente
la libertad ya dada y constituida. Nada en el mundo le aquello que quiero. Soy un elemento de mí mismo y el
La libertad condicionada / 9
/ E l personalismo

mundo es anterior a mí. Siendo ésta mi condición, hay no tiene más distracción que condenar a los demás a ella,
en mi libertad incluso una pesadez múltiple, la que le vie­ , orno Calígula, al punto del terror. Pero la libertad no
ne de mí mismo, de mi ser particular que la limita, la que está aherrojada al ser personal como una condena: se le
le viene del mundo, de las necesidades que la constriñen I>ropone como una dádiva. La acepta o la rechaza. El hom­
y de los valores que la oprimen. Su gravitación es verda­ bre libre es aquel que puede prometer, y aquel que pue­
deramente universal. Si la olvidamos, se sutiliza y tien­ de traicionar (G. Marcel). Al no ser esclavo de su liber­
de a convertirse en una sombra, una idea sin consisten­ tad, como los Perken o los Garine, drogados de libertad,
cia, un sueño limítrofe; es amorfa y creemos que es el hombre no podrá darle nunca el sabor de alguna for­
absoluta. Lanza al individuo a sobresaltos de rebelión y ma de esclavitud.
Finalmente, ¿qué es de la comunidad de las personas
de exaltación, sólo su intensidad lo cautiva, es indiferen­
te a sus contradicciones (el universo de Malraux o de ni un mundo en que cada libertad está aislada en su sur­
gimiento? “ No soy verdaderamente libre —escribe Ba-
Montherlant).
Hay algo más grave aún. Una libertad que florece co­ kunin— más que cuando todos los seres humanos que me
mo un hecho puro, que está tan estrechamente imbrica­ 1 odean, hombres y mujeres, son igualmente libres... Só­
da en la afirmación bruta de la existencia, al grado de lo me vuelvo libre por la libertad de los demás.” Preci­
sión capital: la reivindicación de mi propia libertad está
despertar una necesidad — Sartre dice una condena­
-Irmasiado entremezclada de instinto como para no ser
ción— , es una naturaleza ciega, un poder desnudo.
-lospechosa, y cabe decir con justeza que el sentido de la
¿Quién puede distinguirla de lo arbitrario vital y de la
libertad comienza con el sentido de la libertad de los de­
voluntad de potencia? ¿Cómo podría ser mía si no pue­
do rechazarla ? ¿O asumirá un rostro humano, en vista más.25 Esta cooperación de libertades está excluida de un
mundo en que cada libertad está imposibilitada para
de que el hombre no tiene cara más que por sus decisio­
unirse con la libertad de los demás, como piensa Sartre,
nes ? ¿Quién le pondrá los límites de lo inhumano, en vis­
,1 no es sojuzgándola o dejándose sojuzgar por ella; inte­
ta de que de lo humano a lo inhumano no hay más fron­
riormente enraizada en una necesidad, semejante liber­
tera que la que ella decreta ? ¿Quién le impedirá desear,
tad no puede comunicar más que necesidad. No libera a
en una suprema exaltación, experimentar con su propia
disolución ? Esta posición no sólo corre el peligro de con­ aquel al que se aproxima, cuanto más podrá arrancarlo
.!<•! sueño y arrastrarlo en su irresistible torbellino. La li-
ducirnos a las ilusiones de la libertad formal, sino a los
delirios de la “ vida intensa” . El que se siente condena­
25 Étienne de Greeff, Notre destinée et nos instincts.
do a su propia libertad, una libertad absurda e ilimitada,
2 / E l personalismo La libertad condicionada /

bertad de la persona, por el contrario, crea libertad a su itierza. La libertad no progresa, como el cuerpo, sin obs-
alrededor, en una especie de superficialidad contagios* i :iculos, decisiones, sacrificios. Pero la idea de gratuidad
— al igual que la enajenación, a la inversa, engendra en­ es una idea de existencia abundante, y en condiciones
ajenación. . Icmasiado oprimentes la libertad se convierte en la
“ conciencia de la necesidad” , como la llanfaba Marx. Es
un comienzo, porque la conciencia es promesa e inicia-
L a libertad en la condición total de la persona uva de liberación; el que no ve sus yugos es un enclave,
¡uinque se siente feliz bajo su tiranía. Pero este comien­
No obstante, es verdad que la libertad es fuente viva dt* zo es todavía apenas humano. Por eso, antes de procla­
ser, y que un acto no es un acto de hombre si no transfi­ mar la libertad en constituciones o de exaltarla en dis-
gura los elementos más rebeldes en la magia de esta espon . ursos debemos asegurar las condiciones comunes de la
taneidad. En este sentido, y solamente en este sentido, el libertad: biológicas, económicas, sociales, políticas, que
hombre es internamente libre y por entero siempre y cuan­ permitan que fuerzas medias participen en las más altas
do así lo desee. Esta es la libertad que le queda al deste­ aspiraciones de la humanidad; ocuparnos de las liberta­
rrado en el momento mismo en que parecería rodeado pol­ des tanto como de la libertad.
la servidumbre y la humillación. Cabría decir en este sen­ Defender “la libertad” sin mayor precisión, donde­
tido que las libertades concretas no son indispensables pa­ quiera que un acto de poder o un estado de las costum­
ra el ejercicio de la libertad espiritual, que manifiesta así, bres la limiten, es condenarse a tomar el partido de las
en los momentos de grandeza, que ha trascendido sus con­ luerzas de inmovilidad contra las fuerzas de movimien­
diciones de facto. to. Las libertades de ayer siempre son sacudidas por las
Pero la libertad del hombre es la libertad de una per­ Übertades de mañana. Las libertades de la nobleza fue­
sona, y de esta persona, así constituida y situada en sí mis­ ron amenazadas por las de la burguesía. Las libertades
ma, dentro del mundo y frente a los valores. de la burguesía están amenazadas por las libertades po­
Lo cual implica que está en regla común, estrecha­ pulares. La libertad de todos puede comprometer la li­
mente condicionada y limitada por nuestra situación bertad de algunos. A esto se debe que las más bellas de­
concreta. Ser libre es, en un primer momento, aceptar claraciones de derechos corran el riesgo de cubrir, por
esta condición para apoyarse en ella. No todo es posible, su misma generalidad (lo escribió Marx), solamente la
no todo es posible en cualquier momento. Estos límites, libertad “ del hombre egoísta, del hombre separado del
cuando no son demasiado estrictos, constituyen una hombre y de la comunidad” .
La libertad condicionada /
94 / E l personalismo

Estas falsedades explican que la causa de “la libertad” aparente conservación de su mundo. De la misma mane­
sea tan fluctuante desde hace un siglo.* En el mismo ra, a la izquierda la división tiene lugar después de Lenin,
momento, de 1820 a 1830, es reivindicada a la vez, en el y sobre todo después de Stalin, entre los demócratas y los
plano espiritual y el académico, por cristianos tradiciona- socialistas liberales y el socialismo autoritario que sacrifi­
listas como Montalembert, en contra del Estado moder­ ca la libertad política en aras de lo que considera el cami­
no centralizado y laico de la burguesía napoleónica; en el no necesario de la liberación económica, prefacio necesa­
plano económico, por la ascendente burguesía, deseosa de rio a la desaparición de la opresión política. La libertad, a
meter las manos hasta los codos en la gran aventura indus­ partir de entonces, oscila vertiginosamente de la izquier­
trial que está despuntando; en el plano político, por los da (libertad antifascista) a la derecha (liberalismo antico­
medios populares y los precursores del socialismo. La li­ munista).
bertad burguesa conquista sus derechos con el reino de Nuestra libertad es la libertad de una persona situa­
Luis Felipe, y no pide más. El pueblo se deja persuadir de da, es también la libertad de una persona valorada. No
que la libertad de sus amos es la suya. La libertad no pa­ soy libre solamente por el hecho de ejercer mi esponta­
sa de Montalembert. Pero cuando la conciencia popular se neidad, me vuelvo libre si inclino esta espontaneidad en
forma, de 1830 a 1848, y estalla por todos los rincones de el sentido de una liberación, es decir, de una personali­
Europa en 1848, Montalembert y la burguesía voltairiana zación del mundo y de mí mismo. Del florecimiento de
abandonan sin más pena la libertad política para salva­ la existencia a la libertad hay, pues, aquí, una nueva ins­
guardar sus privilegios económicos y sociales; el empera­ tancia, la que separa a la persona implícita, en la franja
dor nacional-industrial preludia, en tono menor, la demo­ del impulso vital, de la persona que madura por sus ac­
cracia nacional-socialista. Su régimen lleva a la libertad tos en su espesor creciente de existencia individual y co­
hacia la izquierda. Ahí permanece durante la era conquis­ lectiva. Así, no dispongo de mi libertad en lo arbitrario,
tadora del liberalismo político. Una vez que los liberales aun cuando en el punto en que la desposo esté enterra­
expandieron suficientemente sus privilegios, su libertad do en mi propio centro. Mi libertad no es solamente flo­
se volvió conservadora, opuesta al socialismo. Entonces se reciente, es ordenada o, mejor, convocada.
produjo un divorcio entre ellos. Unos siguieron siendo li­ Este llamado le da su fuerza de impulso, y por eso,
berales contra viento y marea, los otros no vacilan, en la analizada insuficientemente, se confunde con su impul­
era del fascismo, en sacrificar la libertad política por la so. Pero sin el llamado el impulso cae, se adapta. Es ne­
cesario adaptarse, pero si nos adaptamos demasiado bien
* El autor escribe en 1949. [T.] nos instala y no volvemos a despegar. Es necesario reco­
96 / E l personalismo La libertad condicionada /

nocer el sentido de la historia para insertarse en ella, pe­ pertarán esclavos. Las libertades son oportunidades que
ro si nos adherimos demasiado bien a la historia que es se ofrecen al espíritu de libertad.
dejamos de hacer la historia que debe ser. Es necesario El espíritu de libertad infatigablemente despistará y
buscar los designios de la naturaleza humana, pero si cal­ reabsorberá mis enajenaciones, esto es, las situaciones a
camos demasiado bien las formas conocidas dejamos de las que me entrego como el objeto a fuerzas impersonales.
inventar las posibilidades inexploradas. Es el proceso de Un amplio sector de estas situaciones ha sido descrito por
todo conformismo. También, a la vez que modesta, la li­ el marxismo, y otro sector completo le es desconocido.
bertad del hombre debe ser intrépida. Y a denunciamos Los yugos que golpean nuestra existencia hacen que no ha­
el espíritu de evasión que disuade de las tareas viriles. ya una sola situación humana que no implique una enaje­
En una época cada vez más aplastada por lo que consi­ nación más o menos difusa: está en la condición del hom­
dera fatalidades, tan carcomida por las aflicciones y la bre aspirar indefinidamente a la autonomía, perseguirla
angustia, que está dispuesta a entregar su libertad por un sin cesar y fallar indefinidamente en alcanzarla. Para que
mínimo de seguridad, no es menos urgente denunciar el nos viéramos librados de toda ocasión de enajenación se­
espíritu de servidumbre y sus formas larvarias. Un cier­ ría necesario que la naturaleza fuera enteramente inteli­
to gusto pasivo por la autoridad, rayano en la patología gible, la comunión permanente, universal y perfecta, y la
más que en la teología, ciegas adhesiones a consignas de posesión de nuestros ideales total. Aun las enajenaciones
partidos, dócil indiferencia de las masas desorientadas históricas, las que duran sólo un tiempo, no nos dan tre­
revelan el retroceso del hombre libre: es necesario re­ gua: sobre una que derribamos se levanta una nueva; to­
constituir esta especie. La libertad es operativa, también da victoria de la libertad se vuelve contra ella y llama a un
es divina. Es necesario recordarle la resistencia de los nuevo combate: la batalla por la libertad no conoce fin.
materiales, también es necesario dejarle su incansable
pasión y, a veces, un momento de locura creativa. Es ver­
dad que la libertad no debe hacernos olvidar las liberta­ Libertad de elección y libertad de adhesión
des. Pero cuando los hombres ya no sueñan con catedra­
les ya no saben qué hacer con las lindas buhardillas. Cada etapa del combate está marcada y consolidada por
Cuando ya no tienen la pasión por la libertad ya no sa­ el “bautizo de la elección” , como decía Kierkegaard. La
ben cómo edificar libertades. No se da la libertad a los elección se presenta primero como poder de aquel que eli­
hombres desde afuera, con facilidades de vida o con ge. Al elegir esto o lo otro, indirectamente me elijo a mí
constituciones: si se adormecen en sus libertades se des­ mismo en cada ocasión, y la elección me edifica. Por ha­
98 / E l personalismo
La libertad condicionada /

berme atrevido, por haberme expuesto, por haberme


individuo que la vuelve opaca e inaccesible. E l movi­
aventurado en la oscuridad y en la incertidumbre, me en­
miento de libertad también es relajación, permeabiliza-
contré un poco mas sin haberme buscado directamente.
ción, hacerse disponible. No solamente ruptura y con­
La decisión creativa, al romper una cadena de fatalidades
quista, finalmente también es adhesión. E l hombre libre
y de probabilidades, un intimidante juego de fuerzas, ha
es un hombre al que el mundo interroga y que responde:
trastornado los cálculos: se toma en la oscuridad y en la
es el hombre responsable. La libertad, con esta finalidad,
confusión, pero se convierte en el origen creativo de un
no aísla sino une, no establece la anarquía, es, en el sen­
nuevo orden y de una nueva inteligibilidad, y para aquel
tido original de estas palabras, religión, devoción. No es
que la tomó, una nueva madurez. Por ella sola el mundo
el ser de la persona, sino la manera en que la persona es
avanza y el hombre se forma. Ninguna organización tec­
todo lo que es, y esto lo más plenamente y no por nece­
nológica la reemplazará: todo lo contrario, más tecnolo­
sidad. Pero henos aquí ya, con estas conclusiones, en el
gía llama a más libertad.
borde de un nuevo panorama esencial de la persona.
Sin embargo, una especie de miopía filosófica ha des­
viado hacia el acto de la elección el centro de gravedad
de la libertad, que está en la liberación consecutiva a la
elección afortunada. ¿Qué valor tendría la libertad si no
nos diera a escoger más que entre la peste y el cólera? Y
si los hombres le son hoy indiferentes, ¿no es acaso por­
que no saben ya qué hacer con ella ? Ciertamente, posee
su propia belleza por su atractivo y su divina soberbia,
pero es bella por ser soberana solamente porque puede
ser saludable. Concentrar la atención en la libertad ba­
sándonos exclusivamente en el poder de elección es po­
ner a la libertad en desaceleración y hacer que pronto sea
impotente para la elección misma, por falta de impulso
suficiente; es cultivar esta cultura de la abstención o de
la alternancia que es el mal espiritual de la inteligencia
contemporánea. Condensarla solamente en torno a la
conquista de la autonomía es alentar esa crispación del
La eminente dignidad / i

expresión. Como las relaciones espirituales son relacio­


Capítulo VI nes de intimidad en la diferencia y no de exterioridad en
la yuxtaposición, la relación de trascendencia no es ex­
La eminente dignidad clusiva de una presencia de la realidad trascendente en
el corazón de la realidad trascendida: Dios, dice San
Agustín, me es más íntimo que mi propia intimidad.
La trascendencia de la persona se manifiesta desde la
actividad productora. “ Hacer, y al hacer hacerse, y no
ser más que lo que se ha hecho” : esta fórmula en que Sar­
tre quiere encerrar la totalidad del hombre es casi mar-
IOO ¿Existe una realidad más allá de las personas? La res­ xista. Pero la producción no es esta soledad operaría. La
puesta de ciertos personalismos, como el de Mac Taggart, materia abunda en maravillas que saturan mis poderes.
el de Renouvier o el de Howison, es negativa. Para Jas- El sujeto productor, por su lado, no se basta a sí mismo;
pers, la realidad personal confirma una trascendencia ín­ una producción sin objeto (algunos desterrados lo han
tima, pero una trascendencia radicalmente innombrable experimentado) se vuelve un suplicio. En fin, el intento
e inaccesible, si no es que una especie de lenguaje cifra­ de reducir toda actividad, aun del espíritu, a una fabri­
do. En la perspectiva que es la nuestra, el movimiento cación fracasa frente a ciertas situaciones fundamenta­
que hace la persona tampoco se cierra sobre ella, pero in­ les: el aspecto receptivo del conocimiento, la admiración,
dica una trascendencia que reside entre nosotros y que la testificación (G. Marcel), lo irracional (Meyerson), lo
no puede evitar ser nombrada. intencional (Husserl).
Del mismo modo, afirmándome experimento que mis
actos más profundos, mis creaciones más elevadas, surgen
Enfoques concretos de la trascendencia en mí como a pesar de mi mismo. Los otros me aspiran.
Mi propia libertad me viene como dada, sus momentos
Como vimos, para pensar una trascendencia es necesario más elevados no son los más imperiosos, sino momentos
cuidarse de las imágenes espaciales. Una realidad que de respiro y de ofrenda a una libertad encontrada o un va­
trasciende a otra no es una realidad separada que planea lor amado.
por encima de ella, sino una realidad superior en cuanto No confundamos esta superación del ser y la turbulen­
a calidad de ser, que el otro no puede alcanzar en un mo­ cia del impulso vital: el impulso vital no nos lleva a otra co­
vimiento continuo, sin un salto de la dialéctica y de la
1 0 2 1E l personalismo La eminente dignidad / i

sa que no sea él mismo; es pasión de la vida a cualquier pre gestos y mis palabras; la ironía: la idea es más que la idea.
ció, aunque sea al precio de los valores que le darían senti­ En mi percepción, el pensamiento trastorna a los senti­
do. Aceptar el sufrimiento y la muerte para no traicionar dos; en el pensamiento la fe trastorna la determinación,
la condición humana —del sacrificio al heroísmo— es, al tal como la acción trastorna las voluntades que la plan­
contrario, el acto supremo de la persona. Comienza, como tean, y el amor, los deseos que lo despiertan. E l hombre
escribe Gabriel Marcel, en el momento en que tomo con­ —decía Malebranche— es movimiento para ir cada vez
ciencia de que “ soy más que mi vida” . Ésta es su parado­ más lejos. El ser personal es generosidad. De esta mane­
ja: sólo se encuentra (en el plano personal) perdiéndose (en ra establece un orden inverso de la adaptación y de la se­
el plano biológico). Dice Nietzsche: “Amo a las personas guridad. Adaptarse es reducir la propia superficie ame­
que no quieren conservarse, a las que zozobran, las amo nazada y parecerse a lo que es, al precio de lo que puede
con todo mi corazón, porque pasan al otro extremo.” ser. La vida en nosotros, sobre todo delante del peligro,
No se trata tampoco de lo que llamaremos simétrica­ sólo pide que nos adaptemos, al costo más bajo: es lo que
mente el impulso social, el movimiento que nos lleva a llama la felicidad. La persona se arriesga y gasta sin fi­
ensanchar continuamente nuestra superficie social. Éste jarse en el precio.
también, como lo demostró Bergson, tiende al repudio
en las sociedades cerradas donde el yo se fortifica en un
egocentrismo acrecentado. Dirección de la trascendencia
La aspiración trascendente de la persona no es una agi­
tación, sino la negación de sí como mundo cerrado, sufi­ ¿Tiene alguna orientación esta efervescencia del ser per­
ciente, aislado por su propio florecimiento. La persona no sonal ? La proyección perpetua de sí mismo por delante
es el ser, es movimiento de ser hacia el ser, y no es consis­ de sí mismo, por un ser sin finalidad en un universo sin
tente más que en el ser al que apunta. Sin esta aspira­ significado, no es una orientación, ni una verdadera tras­
ción, se dispersaría (Müller-Frienfels) en “ sujetos mo­ cendencia. Que la persona se rebase a sí misma no es so­
mentáneos” . lamente un proyecto, es elevación (Jaspers), superación.
Esta íntima riqueza de su ser le da una continuidad El ser personal es un ser hecho para superarse. Tal como
no de repetición sino de sobreabundancia. La persona es la bicicleta o el avión encuentran el equilibrio en el mo­
lo “ no inventariable” (G. Marcel). Incesantemente la vimiento y más allá de una cierta fuerza impetuosa, el
experimento como desbordamiento. E l pudor dice: mi hombre no se mantiene de pie más que con un mínimo
cuerpo es más que mi cuerpo; la timidez: soy más que mis de fuerza ascensional. Al perder altura, no cae sobre una
io4 / E l personalismo La eminente dignidad / 1

humanidad moderada, como suele decirse, sobre el ani­ idea general, aun cuando una especie de debilidad los in­
mal, sino muy por debajo del animal; excepto el hombre, cline permanentemente a caer de nuevo en ella. Una idea
ningún ser vivo ha inventado las crueldades y las bajezas general es una suma determinada de determinaciones,
en las que todavía se complace. su poder es poder de repetición: el cuadrúpedo es un
¿Cuál es el término para el movimiento de trascen­ animal de cuatro patas, y sanseacabó. El valor es fuente
dencia? Jaspers se niega a nombrarlo. Varios pensadores viva e inagotable de determinaciones, exuberancia, atrac­
contemporáneos hablan de “ valores” como de realidades ción irradiante: en lo que refleja una suerte de singulari­
absolutas, independientes de sus relaciones y conocidas dad expansiva y un parentesco con el ser personal más
a priori (Scheler, Hartmann). Pero los personalistas no primitivo que su deslizamiento hacia la generalidad.
pueden sin miramientos librar a la persona a estos ele­ Además, tiende invenciblemente a incorporarse en un
mentos impersonales; por eso la mayoría buscan perso­ sujeto concreto, individual o colectivo.
nalizarlos de alguna manera. El personalismo cristiano La mayoría de los valores tienen una existencia histó­
va al extremo: para él todos los valores se agrupan bajo rica. Nacen a la conciencia de la humanidad en el curso
el llamado singular de una Persona suprema. de su desarrollo, como si cada edad de la humanidad tu­
Se nos pedirán pruebas de la trascendencia, del valor viera la vocación de descubrir o de inventar para los de­
de los valores. Como pertenece al universo de la liber­ más un nuevo sector de valores. Hemos hablado de una
tad, la trascendencia no es objeto de demostración. Su vocación de las épocas y de las naciones: se puede decir,
certidumbre aparece en la plenitud de la vida personal, así, que el honor es un valor medieval, que la libertad y
y se agobia con sus caídas. El sujeto puede entonces vol­ la justicia social son valores modernos. O bien, en el es­
verse ciego al valor, y su desengaño ontológico conver­ pacio, que la piedad es un valor hindú, la gracia un va­
tirse en odio. lor francés, la comunidad un valor ruso, etcétera. Cada
uno nace, se desarrolla, se esclerosa y luego se eclipsa por
un tiempo, en una especie de sueño histórico. En el mo­
Personalización de los valores mento de la esclerosis se producen malentendidos. Éste
que defiende la familia, la libertad o el socialismo se en­
La misma fe en un Dios personal recurre a mediaciones cuentra menos próximo a su espíritu que aquel que pa­
impersonales: nociones de bondad, de omnipotencia, de rece impugnarlos, que se encarniza solamente contra sus
justicia, normas morales, estructuras espirituales, etcéte­ formas endurecidas o decadentes. Lo eterno mismo, con­
ra. Los valores, sin embargo, difieren totalmente de la trariamente a los prejuicios, es lo opuesto de la inmovi­
10 6 / E l personalismo La eminente dignidad / 10 7

lidad y se expresa bajo rostros siempre renovados. Lo re­ las inmediaciones de su poste, que, desde la perspectiva
pudiamos so pretexto de servirle cuando lo paralizamos de esta condición, puede abrazar el universo e indefini­
en una de sus formas históricas en el momento en que damente prolongar los lazos que la unen a él. La persona
inicia su declive. es, pues, en definitiva, movimiento hacia lo transpersonal
Sin embargo, la historia distribuye todavía el valor en que anuncia a la vez la experiencia de la comunión y la de
lo general. Su verdadero sitio es el corazón vivo de las la valorización.
personas. Las personas no existirían plenamente sin los Esto es lo que ensambla estrechamente estas dos últi­
valores, pero los valores existen para nosotros sólo gra­ mas experiencias. La fórmula jansenista “yo solo con mi
cias al fiat ventas tua que les dicen las personas. No cons­ Dios” es tan falsa para la vida religiosa como para la vida
tituyen un mundo hecho, realizándose automáticamente de un valor dentro de nosotros, cualquiera que sea. Cier­
en la historia, como dicen los mitos perezosos de la tamente, la relación absoluta con el Absoluto no se con­
“ fuerza invencible de la verdad” , de “la marcha irresis­ quista en el barullo de la muchedumbre; pero si bien es
tible de la historia” . No se “ aplican” a la realidad como verdad que le es necesario batirse en retirada, se labra con
principios constituidos. Se revelan en las profundidades una colaboración, ya consciente, ya invisible, de media­
de la libertad, madurando con el acto que los elige, acep­ ciones individuales, que corrige la estrechez de cada una.
tando a menudo la humildad de un origen inferior —un Este movimiento de la persona hacia lo transpersonal
interés, un contrasentido incluso— que con el tiempo es un movimiento combativo; por haberlo reducido a un
purificarán. éxtasis empalagoso es por lo que tantos idealismos y es-
Vemos cuán ambiguo es afirmar o negar la “ subjetivi­ piritualismos provocan náuseas. La experiencia muestra
dad” de los valores. No son subjetivos porque no depen­ que no hay valor que no nazca en la lucha y que no se es­
den de particularidades empíricas de un sujeto dado; lo tablezca en la lucha, desde el orden político hasta la jus­
son porque no existen sin relación con sujetos, porque ticia social, desde el amor sexual hasta la unidad huma­
quieren ser recreados por ellos, sin estar ligados a éste o na, y para los cristianos, hasta el Reino de Dios. Es
aquél, sirviendo de mediación entre todos, arrancándolos necesario combatir la violencia; pero huir de ella a cual­
de su aislamiento y haciéndolos expandirse en lo univer­ quier precio es renunciar a todas las grandes tareas huma­
sal. No sería, pues, posible confundirlos con proyeccio­ nas.26 Al valor de comunicar después al sujeto la paz que
nes del ego, que pronto agotan su modesto venero. Son,
al contrario, la señal de que la persona no es una realidad 26 P. Ricceur, “ L ’homme non violent et sa présence á l’histoire” , Esprit,
local y separada, atada a su condición como el caballo a lebrero de 1949.
o 8 / E l personalismo
La eminente dignidad / 109

asciende de las profundidades. Esta paz no podrá ser nun


ca total, ya que el valor no puede ser abarcado, no comu Sólo nos queda recorrer de un rápido vistazo las gran­
nicado en su plenitud. Para expresarlo el poeta, el pintor des direcciones de los valores y su articulación en la vi­
o el filósofo deben hacer uso de medios parcialmente os- da personal.
euros o desconcertantes; el sentido de la historia es toda­
vía ambiguo; las verdades más profundas no se contactan 1) La felicidad
más que a través del ardid del mito, de lo paradójico, del La importancia excepcional —y, es necesario decirlo,
humor o de la trasposición del arte; a veces incluso el re­ anormal— que han adquirido hoy los valores biológicos
to o la imprecación son una tentativa desesperada de lan­ (la salud, la vida) y económicos (la utilidad, la organiza­
zarse hacia ellas. Dios es silencioso, y todo lo que vale en ción) se desprende de que son compromisos y de que,
el mundo está henchido de silencio. amenazados, trastornan el organismo humano entero. Pa­
Sobre estos derroteros poco frecuentes, donde es tan ra atender a su urgencia actual no es necesario sobreesti­
fácil jugar con la luz y la sombra, la mala fe y la impostu­ mar su nivel. Por regla general, es necesario sacar al hom­
ra florecen en abundancia. Sin embargo, desde esta región bre de la miseria fisiológica y social para que tenga acceso
irradia la “ eminente dignidad del hombre” . El respeto de a valores superiores; y es necesario denunciar el fariseís­
la persona humana es solamente en segundo término el mo que le reprocha abandonar los valores cuando no le
respeto de la vida; el respeto de la vida corre el riesgo de da los medios para siquiera tener acceso a ellos. Pero el
no desbordar el gozo en el vivir instintivo, y el negarse a valor supremo no puede ser la perfecta organización de
matar, a cubrir la repugnancia de que lo maten a uno, en­ los valores vitales y económicos que comúnmente se de­
noblecida por proyección. Ahora bien, querer vivir cues­ signa con el nombre de felicidad. Desde este punto de vis­
te lo que cueste es aceptar vivir un día al precio de las ra­ ta, las sociedades más felices nos dejan entrever hacia qué
zones de vivir. No existimos definitivamente más que a sopor espiritual nos puede hacer resbalar, y hacia qué
partir del momento en que nos hemos constituido en una tempestades de angustia, hacia qué frenesís de pánico,
cámara interior de valores o de adhesiones que sabemos cuando se siente amenazada. Aislada, la felicidad parece
que ni la amenaza de muerte nada podrá contra ella. Las irremediablemente atrapada entre el egoísmo individual
técnicas modernas de envilecimiento, las facilidades del y la mecanicidad colectiva; la paz a toda costa, o la feli­
dinero, las resignaciones burguesas y las intimidaciones cidad nacionalizada, o una y otra, contribuyen a la susti­
partidistas son más mortales que las armas de fuego por­ tución de la libertad por la seguridad, para obligar a la hu­
que desarman estas ciudadelas interiores. manidad a la retirada o, peor aún, para trazarle el camino
más común de la traición.
o I E l personalismo La eminente dignidad / 1

2) La ciencia su pasión de universalidad, y por la ascesis que definen


Junto con la felicidad, ha constituido el segundo ideal contra los ardides del egoísmo vital. Pero la universalidad
durante los dos últimos siglos. Se puede pensar que, al que persiguen no es la universalidad de un mundo de per­
considerar el universo y el hombre exclusivamente des­ sonas. Conducen a dos fatalidades igualmente mortales.
de el solo punto de vista de la determinación objetiva, la 0 bien eliminan radicalmente al espectador como un ser
ciencia es un disolvente de las realidades personales. En existente personal y libre, manteniendo la fuerza de la
realidad ni siquiera las comprende, pero no representa idea: la ideología entonces se convierte en una potencia
una amenaza para ellas más que si, saliéndose de su pa­ extrínseca para la persona, y con frecuencia también en
pel, pretende negarlas. La resistencia a esta tentación, la un medio para gobernar el espíritu. O bien no dejan sub­
purga de los mitos, los prejuicios y las certidumbres ins­ sistir más que a un espectador “ objetivo” , esto es, inde­
tintivas son un trámite preliminar sin duda, pero tras­ terminado, que lo explica todo, lo comprende todo, lo ad­
cendente, de la ascesis personal. Por lo demás, si el mo­ mite todo. Es la debilidad interna del pensamiento liberal.
vimiento de objetivación es un momento importante del El pensamiento que fabrica opone una densidad insufi­
movimiento total de la existencia, no hay reflexión váli­ ciente de ser en esta degradación.
da que no ceda todo el lugar a la reflexión científica. Una ¿Diremos por eso que la objetividad carece de valor ?
de las debilidades del existencialismo consiste en reali­ Es la última posición de Nietzsche y, después de él, de
zar sus análisis, con más frecuencia de la necesaria, co­ 1odas las filosofías (y prácticas) de la violencia irracional.
mo si la ciencia no existiera. De ser necesario, bastarían para darnos una probada de
la razón y de sus disciplinas. Pero no se trata de desco­
3) La verdad. ronar a la razón para coronar al instinto, sino de tomar
Esbozo de una teoría personalista del conocimiento conciencia de la situación global del ser cognoscente.
Ciertos racionalismos se abandonan a la ficción inco­ Fuera del sector preciso de la determinación científi­
herente de un mundo que —naturaleza o idea— no sería ca (“ la ciencia” , en su vida concreta, compromete ya
mundo para nadie, espectáculo puro sin espectador, a una más), el espíritu cognoscente no es un espejo neutro, ni
verdad que no sería verdad para nadie, sin referencia a una una fábrica de conceptos en estado de secesión en el se­
libertad a la que apela y que se da. Frente a esta Razón no de la personalidad total; es un existente indisoluble­
impersonal la persona se reduce a un punto de vista limi­ mente ligado a un cuerpo y a una historia, llamado por
tado, destinado a desaparecer (Spinoza, Lagneau, Bruns- un destino, comprometido en esta situación por todos
chvicg). Estas filosofías son conmovedoras y fecundas por ais actos, entre ellos los de conocimiento. Se renueva
La eminente dignidad / 1 1 3
2 / E l personalismo

con cada uno y los alimenta con su renovación. Como 9] para escribir un elogio de lo impersonal. La mediación
hombre está siempre comprometido, el compromiso dr es nuestro yugo, pero también nuestra saludable disci­
un sujeto cognoscente, lejos de ser un obstáculo, es un plina.
medio indispensable del conocimiento verdadero. No Desde esta perspectiva, toda una lógica está todavía por
hay impresión automática ni autoritaria de la verdad re:, edificarse.27 Las lógicas clásicas son lógicas de lo imperso­
pecto de las personas. Esta no es aceptable si no se pro­ nal: en ellas el juicio aglutina generalidades (Pedro es bue­
pone con discreción, y no se da más que a aquel que S6 no, sensato, activo, etcétera). El juicio encierra al indivi­
le entrega, en cuerpo y alma. La inteligencia que preten duo en sus cercos, incapaz de expresar la comunicación
de reducirse al formalismo lógico se aniquila. Así, en un (“ Pedro es Juana” ). De esta manera disuelve u objetiva al
universo de personas, la verdad es siempre apropiada sujeto. Una lógica personalista no puede ser tampoco una
Por eso no apela solamente a una técnica sino a una con­ lógica de la pura identidad: la superación introduce en el
versión, condición previa de la iluminación (mito de la sujeto la negación y el rompimiento, la ambivalencia o la
cueva de Platón, noción de metanoia en la filosofía cris tensión de los contrarios. Es verdad que son dirigidos por
tiana, de desgarramiento o de sobresalto entre los exis el piloto interior que mantiene sus lealtades a través de las
tencialistas). noches del espíritu. Pero no pueden serlo sin ruptura, se­
Empero, no por ello la verdad es subjetiva. Dar pro gún la lógica afortunada de la implicación o de la síntesis
ferencia a la intensidad apasionada del sujeto cognosce» dialéctica: a las fases de negación y de suspensión de sí, que
te por sobre el valor objetivo de la verdad es la pendien­ deberán evitar bloquearse en la ironía estéril, las sucede­
te resbalosa del pensamiento existencialista. A partir de rán fases de comprensión, de compromiso, de confianza
ese momento se abre el camino al primado subjetivo del ontològica; la riqueza de su botín corre peligro a su vez de
temperamento; del fervor o de la voluntad de poder; abrumar al espíritu debido a la indecisión, entonces debe
Nietzsche caminó por él, y otros después de él. La tras­ resolver, desechar, rechazar. Y así sucesivamente.
cendencia de los valores, las necesidades de la comuni Tres peligros amenazan a esta dialéctica: quedarse fi­
cación, la continuidad temporal de la persona implican, jado en un mecanismo automático, objetivado y objeti­
como vimos, una perspectiva de objetividad. Tomado en vante, dando mate al principio creador de la persona; de-
este nivel, lo impersonal es con frecuencia una aproxi
mación, una primera elaboración de lo suprapersonal: Encontramos un esbozo de esta lógica en Nedoncelle, La personne
desde este ángulo, un personalismo completo, contra una humaine et la nature ( p u f), en Mounier, Traité du caractère, pp. 684 s, y en
sutilización excesiva de la subjetividad, debe estar listo la obra de M. Blondel.
La eminente dignidad / 1
1 14 / E l personalismo

tenerse en el momento de la alternancia, de la vacilación; preocupación moral, mejor sera la partida. E l sentimien
o rematar en el eclecticismo. Confundirla a priori con es­ to de impureza, de deshonra personal es válido, pero, to­
tas caricaturas es una crítica de mala fe; ponerla en guar­ davía demasiado cercano a la preocupación egocéntrica
dia contra ellas siempre es oportuno. Los que creen que de la integridad, se pierde en el sueño o se detiene en el
la densidad de la afirmación inmediata, pasión subjetiva escrúpulo. Mejor es un encuentro, mejor todavía la viva
o consigna exterior, da más fuerza a los individuos y al e inquietante herida ocasionada por el mal hecho a otros.
partido que toman, se equivocan sobre la estructura mis­ Solamente el sufrimiento hace madurar al cogito moral.
ma del universo humano. El alma acostumbrada — al bien o al mal— surge, debi­
do a la herida de su debilidad, del círculo mágico que la
4) Los valores morales. Líneas de una ética personalista contenía.
Libertad y valor: el universo personal define el universo A partir de este momento el combate moral prosigue
moral y coincide con él. No es la inmoralidad la que se en dos direcciones. Es necesario que alimente la insatis­
sustrae: culpa o pecado son efecto y condición de la li­ facción y el drama de la libertad. E l fin de la inquietud
bertad. Es el estado de premoralidad: abandono al auto­ es el fin de la moralidad, y de la vida personal: la liber­
matismo impersonal del instinto o del hábito, a la disper­ tad es sustituida por un legalismo que prolonga las pre­
sión, al egocentrismo, a la indiferencia o a la ceguera siones sociales y las intimidaciones infantiles, elimina la
morales. Entre las dos, la moralidad burlada busca en la invención moral y socializa el criterio moral clasifican­
observancia externa un término medio entre las exigen­ do, según la observancia formal, a los buenos y a los ma­
cias de valor y las fuerzas premorales, o máscaras para la los. Sin embargo, el legalismo no condena a la ley, que
inmoralidad. sigue siendo necesaria para una libertad incorporada y
El mal moral comienza con estas imposturas. Perver­ socializada. Mediadora entre la práctica y la invención,
sión profunda de la libertad, el conocimiento objetivo entre la interioridad absoluta de la elección moral y la
del bien y del mal no puede bastar para disiparlo, no más comunicación en la generalidad de la idea moral, la ley,
que una mera técnica de la higiene y del bien vivir. Es piloteada por la libertad, es el instrumento de nuestra
necesaria una conversión. Sólo que ésta pide una manio­ libertad y de nuestra agregación progresiva a un univer­
bra liviana como la libertad. La obsesión moral instala so de personas morales. La tensión entre la ética de la
en la virtud el espíritu de propiedad, y con frecuencia ley y la ética del amor sitúa el vasto campo de la mora­
bloquea los caminos de la moralidad más que abrirlos. lidad personal entre la trivialidad de la regla y la para­
Mientras más alejada de la órbita del yo se encuentre la doja de la excepción, entre la paciente transfiguración
La eminente dignidad / 1
i6 / El personalismo

que presenciamos hoy es, en ciertos aspectos, una señal


de lo cotidiano y los alocados excesos de la libertad exa­
del profundo nihilismo de la época. Pero aun asi, es un
cerbada.28
signo menos grave, y en ocasiones mas rico en promesas
que la vulgar sumisión a la visión acostumbrada y utili­
5) E l arte. Esbozo de una estética personalista
taria. Realismo, pero ¿qué es la realidad? ¿El mundo ob­
E l exceso de la vida de trabajo nos oculta también que
jetivo de la percepción inmediata ? Hoy se ha demostra­
la vida en poesía es un aspecto central de la vida perso­
do que hasta en lo más profundo está cargado de
nal y debería contar en nuestro pan cotidiano. Trascen­
construcciones del espíritu y de la vida social. Un su­
dente, “ sublime” propiamente hablando, no se reduce ni
puesto “ real” , complaciente y vulgarizado, es un arre­
a las ansias de sensación ni a la embriaguez de la vida; e,
glo, generalmente poco sólido, destinado a tranquilizar­
incorporada, tampoco se reduce a la pura contemplación
nos sobre la realidad más que a revelárnosla. E l arte es
de la idea, o a la potencia industriosa del espíritu. En to­
precisamente una protesta contra esta mentira, en nom­
da la extensión de la existencia, es la expresión sensible de
bre de la realidad total percibida en sus experiencias
la gratuidad íntima de la existencia; se complace en des­
concertar a las visiones habituales, en arrojar sobre el ob­ marginales.
No cabe duda que sobre este camino se plantea un pro­
jeto familiar un rayo de luz divina, en introducir en las
blema dramático de comunicación. Un arte confinado,
regiones sublimes la conmovedora presencia de una per­
cepción familiar. Como la ciencia de las ondas, nos apro­ sometido a una clientela sofisticada, se pierde en la com­
plicación, el enigma o el calculo. E l arte busca seres, y for­
xima a aquello que nuestros sentidos y nuestros pensa­
mientos no captan directamente; tiende a hacernos mas, que sean seres reales. Pero “ realista” por naturaleza
presentes lo infernal y lo sobrehumano. En este punto, es por naturaleza “ abstracto” , si es verdad que la trascen­
cabe medir la penosa estrechez de tantos debates sobre dencia no se comunica más que por signos indirectos. Y
el realismo. Es verdad, muchos ocultan detrás de juegos en esta traducción sobrehumana no puede eludir la oscu­
abstractos su fracaso en los límites del hombre, al igual ridad ni la soledad. Son los físicos más abstractos, y no
que otros, con menos exigencias, se desencantan de ellos los operarios, los que van a dar un vuelco a nuestra vida
en las destrezas, las monerías o la moda del día. También cotidiana. Cuidemos que no sean los artistas menos pú­
es cierto que esta dislocación de la forma y de la figura blicos los que mañana, con sus subterfugios, encuentren
los caminos de un gran arte popular.-9

28 Para reflexionar más fructíferamente sobre estas cuestiones, cfr. la


25 Esprit, febrero de 1947. Lo real no le pertenece a nadie.
obra de Berdiaeff y Le devoir, de Le Senne, plumas contemporáneas.
1 8 / El personalismo La eminente dignidad / r

6) La comunidad de destinos. La historia cipadora. En estas condiciones, el destino común de la


La historia humana o, más concretamente, el destino co­ humanidad es efectivamente, para un colegio de perso­
mún de la humanidad, ¿constituye valores para un mun­ nas, uno de sus más altos valores. Con el despertar de los
do de personas ? Si las personas sólo son libertades flo­ continentes y después de las aflicciones padecidas en dos
recientes y rigurosamente solitarias, no hay entre ellas guerras mundiales comienza a tomar cuerpo como no lo
una historia, son, cada una, una historia incomunicable. había hecho antes.
Hay una historia porque hay una humanidad.
Pero si el sentido de esta historia está escrito por an­ 7) Los valores religiosos. Personalismo y cristianismo
ticipado, ya no hay libertad. Si no lo está, ¿cómo leerlo Un personalista cristiano no tiene más que decir sobre el
con eficacia, cuando el más informado de nosotros, aun­ propio cristianismo que cualquier cristiano. Sobre la re­
que se apoye en la experiencia de una comunidad más ex­ lación de fe, se limitará a subrayar la estructura perso­
tensa, no conoce más que superficialmente un estrecho nal, la confianza o intimidad suprema y oscura de la per­
sector, y con una deformación perspectiva ? Lo peor es sona con una Persona trascendente, y la incompetencia,
entonces cubrir la historia de una estructura hecha; esto respecto a ella, de toda demostración o regulación que
la convierte en objeto, no puede seguir siendo valor; fa­ sería puramente objetiva.30 Pero el cristianismo es tam­
tal, ya no puede ser escogida y amada. Entre los parti­ bién una religión, la religión de una trascendencia que se
dos más diversos existe una manera de presentar “ el sen­ encarna en un universo de personas incorporado e histó­
tido de la historia” o el “ designio providencial” , que rico. Un amplio sector de su vida concreta está, así, so­
hace imposible que encontremos la libertad del hombre metido a condiciones de especie, de lugar y de tiempo,
bajo la dialéctica colectiva. Perspectiva inaceptable en expresa con figuras caducas, y a veces en convenios sos­
un universo de personas. La historia no puede ser más pechosos, su inspiración creadora. Es necesario reem­
que una cocreación de los hombres libres y sus estructu­ prender incesantemente una labor de discernimiento en­
ras o sus condicionamientos, la libertad debe retomarlos. tre esta inspiración trascendente y las amalgamas que
No lo hace instantáneamente, y este margen entre la his­ forma con el entorno histórico. Nacidos en el tiempo,
toria registrada y la historia asumida es el del determi- desaparecen en el tiempo (por ejemplo, la cristiandad
nismo histórico. Sólo que esta recuperación es la obra medieval, la conexión trono-altar). Un cristiano sensible
humana por excelencia. Tiene lugar durante una prueba
lo bastante conjetural como para que nadie, en nombre 30 Sobre esta descripción personalista de la fe, véase J. Mouroux, Je crois
en toi. Structure personnelle de la fot (Revue de Jeunes, 1949).
de la Historia, instale la dictadura de una hipótesis anti-
12o / E l personalismo La eminente dignidad / i

a la importancia central de la Encarnación en su religión muerte cercena su curso. Los valores se desgarran unos
no desdeñará estas realizaciones históricas a causa de sus a otros y no logran formar una totalidad armoniosa. Po­
impurezas. Pero estará vigilante ante las desviaciones vi­ dría decirse de la vida valorizada lo que Paul Ricoeur31
sibles o secretas que introducen en los valores cristianos, dice de la filosofía de Gabriel Marcel, que oscila entre
e incesantemente cuidará de prepararle caminos en cada un nivel lírico en que el valor se entrega en su aspecto
nuevo panorama histórico, en lugar de inmovilizar lo eter­ triunfal y promete la reconciliación progresiva, y en un
no en formas caducas. En fin, el personalismo cristiano nivel dramático, en el que se impone la permanencia del
destacará, contra el individualismo religioso, la índole co­ fracaso. La dicha es inseparable de la vida valorizada, pe­
munitaria, muy descuidada desde hace dos siglos, de la fe ro no lo es menos el sufrimiento, y este sufrimiento, le­
y de la vida cristiana; al reencontrar en nuevas perspecti­ jos de disminuir con el progreso de la vida organizada,
vas el equilibrio de la subjetividad y de la objetividad, des­ se sensibiliza y se desarrolla en la medida en que la per­
confiará del subjetivismo religioso, al igual que de toda ob­ sona se enriquece en existencia.
jetivación reductora del acto libre que está en el meollo de Más todavía, el sufrimiento con frecuencia se recupe­
todo proceso auténticamente religioso. ra por las fuentes de humanidad que desarrolla. Pero,
¿quién puede negar el carácter absoluto de ciertas formas
del mal ? Podemos tratar de absorberlo en un orden im­
Fracaso del valor. El sufrimiento. El mal. L a nada personal del cual sería la condición (Leibniz, Malebran-
che). Pero esta orquestación escamotea la experiencia
El movimiento de impugnación de los valores no es me­ personal que tenemos de él, su mordedura tan íntima co­
nos violento que el encarnizamiento de sus combatientes. mo la del amor, su escandalosa densidad, su singular po­
Aun antes de ser disputado, el impulso hacia el valor der de atracción, igual al de valores más elevados. Si ha­
refleja una especie de debilidad interna. La felicidad se cemos de él una fatalidad, ¿dónde queda la libertad ? En
detiene en seco, el conocimiento no alcanza la inteligibi­ realidad, el mal comienza con la persona: por debajo de
lidad radical a que aspira, el arte no hace del todo pre­ ella no puede haber más que desorden. Toma conciencia
sente y para todos el milagro del mundo, las morales no solamente en una conciencia, o en una conspiración de
alcanzan a desembarazarse del formalismo y a destrabar conciencias. (Para el cristiano es incluso una Persona, co-
el corazón humano, la historia a suprimir la violencia, la
religión a mantener su espíritu puro. El fracaso se mani­
31 Véase el estudio “Personnalisme et christianisme” (Esprit, 1940),
fiesta por doquier en las obras superiores del hombre. La reimpreso en Liberté sous conditions.
1 22 / E l personalismo

mo el Bien.) Pone su rúbrica en la libertad: no hay ver­ Capítulo V II


dadera elección ante el valor más que si la libertad puede
elegir el no valor. Sin embargo, desde el momento en que El compromiso
aparece, el mal disloca el universo personal, corroe y des­
dibuja a la persona. Nos recuerda que si bien ésta aspira
a la plenitud no es la plenitud del ser en la condición del
hombre. Salida de la nada, nuestra libertad es floreci­
miento de la nada a la vez que de la existencia. Las cir­
cunstancias extremas (pensemos en las revelaciones del Que la existencia es acción, y la existencia más perfecta ac­
universo concentracional) y las experiencias límite, como ción más perfecta, pero de todos modos acción, es una de 1 2 3
las de los místicos, que amasan hasta la desesperación el las intuiciones magistrales del pensamiento contemporá­
sabor de la nada por los caminos del Absoluto, nos recuer­ neo. Si hay a quienes les repugna introducir la acción en el
dan esta condición íntima. pensamiento y en la más elevada vida espiritual es porque
¿Es el ser, es la nada, es el mal, es el bien lo que final­ implícitamente le dan una noción estrecha, reduciéndola al
mente domina? Una suerte de gozosa confianza ligada a impulso vital, a la utilidad o al devenir. Sólo que es nece­
la experiencia personal expandida inclina a la respuesta sario entenderla en su sentido más amplio. En cuanto al
optimista. Pero ni la experiencia ni la razón pueden de­ hombre, designa la experiencia espiritual integral; en cuan­
cidir. Aquellos que lo hacen, cristianos o no, lo hacen to al ser, su fecundidad íntima. Podemos decir entonces:
guiados por una fe que rebasa toda experiencia.32 lo que no actúa no es. E l logos es una verdad; a partir del
cristianismo es también camino y vida. Debemos a Mauri-
ce Blondel el haber resuelto en gran medida estas ideas.
Una teoría de la acción no es, pues, un apéndice del
personalismo, sino que ocupa un lugar central en él.

Las derivaciones de la acción


32 Por ejemplo Jaspers. Del lado del cristianismo, véase, para este as­
pecto del problema, La petite peur du xxe siècle (Du Seuil) (trad. en españo-
E l miedo del siglo xx, op.cit.) y M. Dubarle, Optimisme ou pessimisme (Edi­ La acción supone la libertad. Una doctrina materialista o
tions Revue des Jeunes). determinista no puede, explícita ni implícitamente, sin
1 2 4 / E l personalismo E l compromiso / T25

abusar, llamar a una acción, y menos a una acción orien A menudo, en una primera etapa, la organización no ha­
tada. Si todo lo que ocurre en el mundo está arreglado ce más que endurecer las fuerzas masivas así suscitadas.
desde antes por procesos inevitables, ¿qué nos queda más Solamente con la personalización adquiere el número sen­
que esperarlos y ajustar nuestros sentimientos para no tido humano, asegura la cooperación de las libertades y de
sufrir, como proponían los estoicos y Spinoza ? El mar los dones, controla los delirios y los engaños hacia los que
xismo comprendió el peligro que lleva en sí por su mate la separación conduce al individuo. Buscar una “ técnica
rialismo ambiguo; constantemente debe atraer hacia sí los para los medios espirituales”33 no debe separarnos de las
recursos de la praxis. Una concepción prácticamente fata­ condiciones de la acción, replegarnos sobre la purificación
lista del “ sentido de la historia” o del progreso lleva a la interior y la expresión moral. No existe más acción válida
justificación del conformismo del día. Todos los partidos que aquella en que cada conciencia particular, aunque sea
sufren hoy por su incertidumbre en torno a estas en el retiro, madura a través de la conciencia total y todo
relaciones de la “ objetividad” y la responsabilidad perso­ el drama de su época.
nal; dicho de otro modo, de la estrategia y de la militan- Aunque no existiera ni una sola forma de dar senti­
cia. Muchos creen en fatalidades en mayor o menor me­ do, por franca que fuera, a la naturaleza humana, aun­
dida, y en lo único que piensan es en sortearlas en el que el universo no tuviera ningún valor que proponer­
futuro inmediato, hasta que la catástrofe se presente, y me, cabe deducir una conclusión para la acción: haz lo
se consuelan creyendo que su posición centrista es una que sea, con tal que tu acción sea intensa, y esté alerta
posición central; o bien hacen como que conocen estas fa­ al oscurecimiento de lo que dura y se estanca.
talidades adosándoles vastos sistemas ideológicos, y cuan­ Unos pueden entonces elegir darse valores. Pero los
do la realidad se niega los imponen con policías. Frente a eligen con plena arbitrariedad, y su fidelidad, completa­
estas dimisiones, es urgente restituir el sentido de la per­ mente voluntaria, es precaria.
sona responsable, y del enorme poder que posee cuando Los otros se pronunciarán por el rechazo a la acción,
tiene fe en sí misma. no habiendo en un mundo absurdo nada que aporte una
De todos modos es necesario recordar que la persona razón suficiente para emprender esta acción en vez de
no está aislada. El esfuerzo por la verdad y la justicia es aquélla. Un diletantismo artístico, un anarquismo irónico,
un esfuerzo colectivo. No es que un millón de conciencias
aporten necesariamente más conciencia que una concien­
33 Véase, con este título, el estudio aparecido en Esprit de noviembre
cia severa. La cantidad, antes que la organización, desa­
de 1934 a febrero de 1935, y el artículo de André Rivier en el número de
rrolla primero facilidad, confusión, somnolencia, pasión. octubre de 1938.
2 6 / E l personalismo E l compromiso / 1

una afición maniática de los apartidistas, abstencionistas, Para ser exactos, pedimos de toda acción que responda
protestatarios, libertarios, reina en estos parajes. General­ más o menos a estas cuatro exigencias, ya que el hombre
mente sólo desemboca en concentraciones de secesionis­ entero en nosotros se inclina para beber en cada uno de
tas, corazones orgullosos, espíritus confusos, tramposos nuestros actos. No obstante, existen tipos de acción que
puntillosos y seseras secas indiscerniblemente mezclados. ponen en marcha de manera dominante una sola de ellas,
Se distinguen por una repugnancia visceral al compromi­ dejando a las otras como acompañamiento. Regazare­
so y por una impotencia para realizar, que dejan transpa­ mos aquí una distinción clásica.
rentar el agotamiento de las fuentes bajo la elocuencia a i) En el hacer (jtoieiv) el principal objetivo es dominar
veces coloreada por sentimientos. y organizar una materia exterior. La llamaremos econó­
O bien, bajo la locura de una acción liberada de toda mica: acción del hombre sobre las cosas, acción del hom­
regla y apasionados por la vida intensa, se dejarán llevar bre sobre el hombre en el plano de las fuerzas naturales
a una especie de delirio de acción: agitación inquieta y o productivas, por doquier, ya sea en materia de cultura
mediocre en las naturalezas empobrecidas, exaltación de o de religión, donde el hombre desbarata, esclarece y de­
la exaltación y de la fuerza entre los más fuertes. De creta determinismos. Es el ámbito de la ciencia aplicada
Ernst von Salomon a Malraux, de Lawrence a Drieu y a a los asuntos humanos, de la industria en sentido lato. Su
Junger, esta ruta abunda en ricas figuras. Pero cuando finalidad y su propia medida están en su eficacia. Pero el
nada traza una frontera entre lo humano y lo inhumano, hombre no se satisface con fabricar y organizar si en es­
¿quién los protegerá de lo inhumano ? ¿Y de huir de la tas operaciones no encuentra su dignidad, la fraternidad
inhumanidad en el terror ?34 de sus camaradas de quehacer y una cierta elevación por
encima de la utilidad: incluso no fabrica bien más que en
estas condiciones, como lo demuestra la psicotécnica. El
Las cuatro dimensiones de la acción economista que las ignora anuncia al tecnócrata que ma­
neja los reportes humanos como si fueran leyes objetivas
¿Qué es lo que pedimos a la acción? Que modifique la relativas a las cosas. La economía no puede definitiva­
acción exterior, que nos forme, que nos acerque a los mente resolver sus problemas si no es en la perspectiva
hombres, que enriquezca nuestro universo de valores. de lo político, que la articula a lo ético. Cuando el eco­
nomista vacila en aceptar esta conexión se debe a que
con el nombre de política introducimos con demasiada
34 Sobre estas cuestiones véase Bertrand d’Astorg, Introduction au mon­
de de la teneur (Du Seuil) e Introduction aux existentialismes, cap. vi. frecuencia, en el rigor de sus problemas, el sentimiento,
28 / E l personalismo E 1 compromiso / 1

la opinión, la intriga o el apriori ideológico, mientras que ra posible actuar sobre un registro de medios puramen­
el político debe ligar el rigor de la ética al rigor de la téc­ te tecnológicos, el medio estaría tan estrechamente em­
nica. Es a su nivel donde debe personalizarse lo econó­ palmado a la finalidad que no habría entre ellos diver­
mico e institucionalizarse lo personal. A esto se debe que gencia posible. En este registro es la eficacia la que
el apolitismo que huye de esta zona vital de la acción —por manda; todo medio que triunfa es bueno, y es bueno por­
debajo hacia la técnica pura, por arriba hacia la medita­ que triunfa. La eficacia regula el aspecto técnico de los
ción pura o la exclusiva formación interior— es una de­ problemas, y hay que recordarles sus exigencias a los nos­
serción espiritual en la inmensa mayoría de los casos. tálgicos del fracaso, a los espíritus confundidos que, so
2) Desde el ángulo del actuar (jipcmsvn) la acción ya no pretexto de moralizar la acción, la inundan de intencio­
apunta principalmente a edificar una obra exterior, nes vagas. Pero una relación de personas no se establece
sino a formar al agente, su habilidad, sus virtudes, su uni­ nunca en un plano puramente técnico. Una vez presen­
dad personal. Esta zona de la acción ética tiene su finali­ te el hombre, contamina al mundo entero. Actúa hasta
dad y su medida en la autenticidad, nota fuertemente acen­ por la calidad de su presencia. Los medios materiales
tuada por las corrientes de pensamiento existencialistas: mismos se convierten, gracias a ella, en medios humanos,
importa menos aquí lo que hace el dinero que cómo lo ha­ que residen en los hombres, son modificados por éstos,
ce o qué pasa con él al hacerlo. La elección ética, empero, los modifican e integran esta interacción en el proceso
no deja de tener efecto en el orden económico. Como as­ total. Si envilecen al agente, a corto o mediano plazo po­
piraban a una especie de sabiduría mesurada y contem­ nen en entredicho su resultado. Por eso la ética de una
plativa a la que poco complacía el poder y desdeñaba la revolución o de un régimen es, desde el punto de vista
materia, los griegos no desarrollaron una civilización tec­ mismo de sus resultados, tan importante como los cálcu­
nológica, aun cuando sus primeros ingenieros demostra­ los de fuerza.
ron que eran bien capaces de hacerlo. Los suburbios de Desconfiemos de la esperanza saintsimoniana y tec-
un mundo individualista no se parecen a una aldea cris­ nocrática de reemplazar el gobierno de las relaciones hu­
tiana, ni a una ciudad colectivista, aunque se levanten en manas por la administración de las cosas. E l hombre aca­
el mismo emplazamiento. Y se ha demostrado que las re­ baría pronto siendo tratado como un objeto en semejante
ligiones dan forma a los paisajes y a las casas tanto como mundo, si fuera viable. Tecnología y ética son los dos po­
las condiciones materiales, si no es que más. los de la inseparable cooperación de la presencia y de la
Estas nociones esclarecen el problema, que suele operación en un ser que no hace más que en proporción
plantearse mal, del fin y los medios. Si al hombre le fue­ de lo que es y que no es más que haciendo.
1 3 0 / E l personalismo E l compromiso / 1

3) ©sropeív, decían los griegos para designar aquella debates en torno a la estructura del átomo a la energía
parte de nuestra actividad que explora los valores y se atómica, etcétera). Dos siglos de disputas teológicas pa­
enriquece con ellos al extender su reino sobre la huma­ ra resolver la Encarnación del Cristo en su plenitud han
nidad. Si conservamos la traducción clásica de acción hecho que las civilizaciones cristianas sean las únicas ci­
contemplativa es necesario especificar de inmediato que vilizaciones activistas e industriosas. Cabe hablar aquí
para nosotros esta contemplación no es nada más un de inducción contemplativa. Esta experiencia debe con­
asunto de la inteligencia sino del hombre total; no es eva­ tenernos y no declarar inútil a priori una actividad cuya
sión de la actividad común hacia una actividad escogida próxima utilización no contemplamos.
y separada, sino aspiración a un reino de los valores que El contemplativo, cuya principal inquietud es conti­
impregne y desarrolle toda la actividad humana. Su fin nuar con la exploración y la consumación de los valores,
es perfección y universalidad, sólo que a través de la obra también puede tener directamente en la mira conmocio­
terminada y la acción singular. nar la práctica. Diremos entonces que su acción es del ti­
La actividad contemplativa es desinteresada en el sen­ po profètico. La acción profètica garantiza la conexión
tido de que no apunta directamente a la organización de entre lo contemplativo y la práctica (ética + económi­
las relaciones externas entre las cosas y entre los hom­ ca), así como la acción política entre lo ético y lo econó­
bres. No lo es en el sentido en que permanecería indife­ mico. Por ejemplo, afirmará el absoluto en su tajante ri­
rente a estas relaciones, sin acción sobre ellas y sin ac­ gor, por medio de la palabra hablada o escrita o del gesto,
ción por parte de ellas. Como toda actividad humana, cuando su sentido se vea embotado por los términos me­
recibe su primera trama de las condiciones naturales: la dios: es el caso de las Provinciales o el J ’accuse, de la obe­
búsqueda monástica es feudal entre los benedictinos, co­ diencia de Abraham, la protesta del objetor de concien­
legial entre los dominicos, miliciana entre los jesuitas, cia, las huelgas de hambre de Gandhi. Podríamos hablar
porque los tiempos así lo pedían. La contemplación ac­ incluso de instituciones proféticas, que adquieren sentido
túa a su vez sobre el campo entero de la práctica de dos como testimonios de un mundo por venir y que lo pier­
formas. den si se presentan como células de una organización de­
Primero, indirectamente, como por distracción y co­ rivada por yuxtaposición (falansterios, comunidades
mo algo superfluo. Las especulaciones matemáticas más Boismondeau, etcétera). El gesto profètico puede ser
elevadas, las menos utilitarias, son las que condujeron a “ desesperado” (en el plano tecnológico), estar seguro del
las aplicaciones más fecundas a la vez que más imprevis­ fracaso inmediato, no obedecer sino al impulso irresisti­
tas (de los cálculos astronómicos a la navegación, de los ble de dar un testimonio absoluto y absolutamente des­
32 / E l personalismo E l compromiso / 1

interesado. Pero creer que siempre es desesperado y que con lo que despertaremos a una acción agotada de deses­
no tiene más fin que una suerte de vana afirmación es peranza.
confundir la especie con el género. Hacer virtud del fra­
caso y de la ineficacia, sustituir la modestia rigurosa de
las responsabilidades por quién sabe qué oscura aspira­ Polo político y polo profètico.
ción al martirio traduce, la mayoría de las veces, desvi-
Teoría del compromiso
talización más que espiritualidad. E l gesto profètico pue­
de acompañarse de la voluntad consciente de ejercer Ésta es la extensión total de la acción. Como es eviden­
presión en una situación, aunque sea por medios relati­ te, no basta afirmar en general la solidaridad de la teo­
vos a la fe en la eficacia trascendente del absoluto y no ría y de la práctica. Es necesario trazar la geografía com­
en la puesta en práctica de la eficacia tecnológica. A ve­ pleta de la acción para poder conocer qué es lo que se
ces el propio profeta salva todo el espesor de la acción y debe unir y cómo. No es sana ni viable ninguna acción
de testimonio sevconvierte en técnico: Juana de Arco co­ que descuide completamente, ni mucho menos rechace,
menzó dando testimonio de sus votos antes de ser gene­ la atención a la eficacia o la aportación de la vida espiri­
ral del ejército. Sin embargo, si bien el profeta no des­ tual. Ciertamente, la incapacidad del hombre individual
deña la eficacia (difiriendo en este sentido del migrante de realizar plenamente a todos los hombres especializa la
espiritual), no calcula la eficacia como la política, lanza acción. E l técnico, el político, el moralista, el profeta, el
por delante la fuerza invencible de su fe, seguro de que contemplativo frecuentemente se irritan mutuamente.
si no alcanza ningún objetivo inmediato cuando menos No se puede ser todo a la vez: pero la acción en el senti­
logrará mantener la fuerza viva del hombre en el único do corriente de la palabra, la que incide en la vida publi­
nivel donde se incide en la historia. ca, no podría darse, sin desequilibrarse, una base más re­
4) No es necesario que volvamos sobre la dimensión ducida que el campo que va del polo político al polo
colectiva de la acción. Comunidad de trabajo, comuni­ profètico. El hombre de acción cabal es aquel que lleva
dad de destino o comunión espiritual son indispensables en su seno esta doble polaridad y va de un polo al otro,
para su humanización integral. Por haberlas ofrecido, combatiendo por turnos para asegurar la autonomía y
más o menos entremezcladas, a los que habían dejado de normar la fuerza de cada cual, así como para encontrar
encontrarlas en su entorno o en el de su país, el fascismo las comunicaciones entre ellos. La mayoría de las veces,
y el comunismo ejercieron gran atracción. Hoy por hoy, el temperamento político, que se alimenta de los arreglos
no sera con los clamores de los solitarios sin esperanza y los compromisos, y el temperamento profètico, que se
E l compromiso / 13 5
1 3 4 / E l personalismo

alimenta de la mediación y la audacia, no coexisten en el vista más baladí, suele cubrir, con una capa de majestuo­
mismo hombre. Para las acciones concertadas es indis­ sidad, la impotencia, la pusilanimidad, hasta la puerili­
pensable producir las dos especies de hombres y articu­ dad.36 E l sentido de lo absoluto se ve comprometido aquí
larlas entre sí. De lo contrario, el profeta aislado se da a con una cristalización psicológica ambigua. No solamen­
la vana imprecación y el técnico se enreda en la manio­ te nunca llegamos a conocer situaciones ideales, sino que
bra. Precisemos estas dos necesidades. casi nunca elegimos situaciones iniciales donde se solici­
Una filosofía para la que existen los valores absolutos te nuestra acción. Nos acometen diversamente de como
se va tentada, para actuar, a esperar causas perfectas y me­ nuestros esquemas lo preveían, y desprevenidos. Es ne­
dios irreprochables. Lo cual es lo mismo que renunciar a cesario que respondamos de improviso, jugándonosla e
la acción. Lo Absoluto no pertenece a este mundo y no inventando, cuando nuestra pereza se aprestaba “ a apli­
es conmensurable con este mundo. Sólo nos involucra­ car” . Se habla siempre de comprometerse, como si depen­
mos en combates discutibles sobre causas imperfectas.35 diera de nosotros: pero nos comprometen, nos embarcan,
Rechazar por este motivo el compromiso es rechazar la nos preocupan. La abstención es por ende ilusoria. El es­
condición humana. Aspiramos a la pureza: frecuentemen­ cepticismo sigue siendo una filosofía; la no intervención,
te llamamos pureza a la ostentación de la idea general, entre 1936 y i939> engendró la guerra de Hitler, y el que
del principio abstracto, de la situación soñada, de los “ no hace política” hace pasivamente la política del po­
buenos sentimientos, como traduce la preferencia intem­ der establecido.
perante de las mayúsculas: lo exactamente opuesto a la Con todo, si bien es consentimiento de la desviación,
heroicidad personal. Esta preocupación celosa de pure­ de la impureza (“ ensuciarse las manos ) y de los limites,
za expresa muchas veces también un narcisismo supe­ el compromiso no puede consagrar la abdicación de la
rior, una preocupación egocéntrica de integridad indivi­ persona ni de los valores a los que sirve. Su fuerza crea­
dual, distante del drama colectivo. Desde un punto de tiva nace de la tensión fecunda que suscita entre la im­
perfección de la causa y su lealtad absoluta para con los
35 Sobre estos temas véase Esprit, núm. especial: Notre action, octubre valores implicados. La conciencia inquieta y a veces des­
de 1928, sobre todo P.L. Landsberg, “Le sens de l’action” ; y del mismo au­ garrada que tomamos de las impurezas de nuestra causa
tor “ Reflexions sur l ’engagement personnel” , Esprit, noviembre de 1937.
nos mantiene alejados del fanatismo, en estado de vigi-
Este tema del compromiso, que por cierto se remonta a Scheler y a Jaspers,
fue difundido en Francia por Esprit antes de 1939, con anterioridad a que
fuera retomado por el existencialismo en 1945 y luego explotado hasta los
36 Véase, sobre este tema, Qu’est-ce que le personnalisme? (Du Seuil),
límites del abuso. Cfr. también Introduction aux existentialismes, cap. iv
(trad. en español Introducción a los existencialismos, op. cit) cap. 1.
13 6 / E l personalismo E l compromiso / 1

lancia crítica. Al sacrificar en aras de las incitaciones de relativo y honra la vigilancia. Las políticas le reprochan
lo real los caminos y las armonías imaginadas por nos­ el ser intratable porque no olvida sus referencias absolu­
otros, ganamos una suerte de virilidad, que desarrollan tas. La entereza consiste en aceptar esta condición de in­
la limpieza de ingenuidades e ilusiones, el esfuerzo con­ comodidad y no renunciar a ella por las muelles planicies
tinuo de fidelidad en el tránsito de caminos desconcer­ del eclecticismo, el idealismo y el oportunismo. Una ac­
tantes. E l riesgo que asumimos en la oscuridad parcial de ción no mutilada siempre es dialéctica. A menudo, en la
nuestras elecciones nos coloca en un estado de desposei­ oscuridad y la duda, es necesario sostener los dos extre­
miento, de inseguridad y de arrojo, la atmósfera de las mos de una cadena que no puede soldar, o, con una ima­
grandes acciones. gen más activa, las dos palancas de un mecanismo que to­
Habiendo experimentado esta estructura trágica de la davía no es capaz de unificar. Empujará una y luego la
acción, ya no es posible confundir compromiso con enro­ otra, el intento táctico y luego el testimonio profètico, el
lamiento. Aprendemos que el campo del bien y el campo compromiso y luego el desprendimiento, la mediación y
del mal rara vez se contraponen como el blanco y el ne­ luego la ruptura, no en una arbitraria alternancia en la
gro, que la causa de la verdad a veces no se distingue de que cada movimiento anule el precedente, sino como el
la causa del error más que por el espesor de un cabello. obrero prueba la máquina descompuesta, aprovechando
No nos pone a temblar el conocer y el combatir abierta­ cada encendido y avanzando cada vez hacia el embrague.
mente las debilidades de nuestra causa, sabemos de la re­ La educación que se imparte hoy no podría preparar
latividad de toda acción, del peligro permanente de la ce­ peor para esta cultura de la acción. La universidad dis­
guera colectiva, de la amenaza de los aparatos y los tribuye un saber formalista que empuja al dogmatismo
dogmatismos; nos rehusamos a sustituir el diletantismo ideológico o, por reacción, a la estéril ironía. Los educa­
de la abstención con el diletantismo de la adhesión, y a dores espirituales conducen con demasiada frecuencia la
considerar un acto viril esos naufragios desesperados en formación moral hacia el escrúpulo y el caso de concien­
un conformismo cualquiera, lo contrario del acto adulto: cia en vez de al culto de la decisión. Es necesario modi­
un suicidio pueril para resolver una versatilidad infantil. ficar esta atmósfera si queremos dejar de ver, en el pla­
Pero también sabemos que la acción es medio de cono­ no de la acción, a los intelectuales dar ejemplo de ceguera
cimiento, y que la verdad se da al que la ha reconocido y a los concienzudos de cobardía.
y elaborado, aunque sea del espesor de un cabello.
La acción así situada no es fácil. Los fanáticos le re­
prochan que sea vacilante porque se rehúsa a divinizar lo
Segunda parte

E L PERSONALISM O Y LA REVOLUCIÓN
D E L SIGLO XX

E n vista de que para el personalismo el pensamiento y la 1 3 9


acción están estrechamente ligados, se espera que defina
no solamente métodos y perspectivas generales de ac­
ción, sino líneas precisas de conducta. Un personalismo
que se contentara con especular sobre las estructuras del
universo personal, sin ningún otro efecto, traicionaría su
nombre.
Sin embargo, la conexión de los fines con los medios
no es inmediata y evidente, debido a las complejas relacio­
nes que introduce la trascendencia de los valores. Dos
hombres pueden estar de acuerdo con las páginas prece­
dentes y no estarlo sobre el problema de la escuela en
Francia, el sindicato que eligen o las estructuras económi­
cas que sea necesario impulsar: Sorel inspiro a Lenin y a
Mussolini. La acción se piensa por reflexión acerca de aná­
lisis concretos y elecciones efectivas en el contexto de una
perspectiva de valores. Los valores pueden ser comunes,
los análisis diferir y las apuestas divergir. Ni siquiera un
sistema de pensamiento como el marxismo, enteramente
subordinado al análisis político social, puede asegurar tra-
140 / E l personalismo E 1 personalismo y la revolución del siglo xx / 14 1

yectos directos de sus conceptos a sus consignas: salvo te había domesticado definitivamente la animalidad y el
error, Stalin, Trotski y Léon Blum se consideran igual­ bienestar neutralizado las pasiones. Tres llamados de ad­
mente marxistas. vertencia se le dieron en cien años a esta civilización de­
Desde los años treinta, los temas personalistas se reto­ masiado segura de su equilibrio: Marx, con sus armonías
maron a través de una determinada situación histórica y económicas, reveló la lucha inmisericorde de las fuerzas
en un proceso de pensamiento combatiente. No quisiéra­ sociales profundas; Freud, con sus armonías psicológicas,
mos referir el personalismo al detalle de estas investiga­ destapó la marmita de los instintos; por último, Nietzs-
ciones, que no pretenden ser exhaustivas ni definitivas. che anunció el nihilismo europeo antes de pasar la voz a
Cuando menos son ilustrativas y bosquejan un movimien­ Dostoievski. Las dos guerras mundiales, el advenimiento
to que no carece de unidad. Sigamos su trazo. de los estados policiacos y del universo concentracional
habían venido orquestando sus temas desde hacía largo
tiempo. Hoy el nihilismo europeo se extiende y se orga­
El nihilismo europeo niza sobre el retroceso de las grandes creencias que man­
tenían a nuestros padres en pie: fe cristiana, religión de
Esta reflexión nació de la crisis de 1929, que dio el toque la ciencia, de la razón o del deber. Este mundo desespe­
final al bienestar en Europa y desvió la atención hacia las rado tiene sus filósofos, que hablan de absurdo y de de­
revoluciones en curso. Para las inquietudes y las desgra­ sesperación, sus autores que lanzan escarnios a diestra y
cias que comenzaban a la sazón, unos daban una explica­ siniestra. Están sus masas, menos estridentes. “ La deses­
ción exclusivamente técnica y otros exclusivamente mo­ peranza suprema —dice Kierkegaard— es no estar de­
ral. Algunos jóvenes pensaron que el mal era a la vez sesperado.” El reino de la mediocridad satisfecha es sin
económico y moral, en las estructuras y en los corazones; duda la forma moderna de la nada, y tal vez, como pre­
que el remedio, por lo tanto, no podía eludir la revolu­ tendía Bernanos, de lo demoniaco.
ción económica ni la revolución espiritual. Y que, como Y a no se sabe qué es el hombre, y como hoy lo vemos
el hombre es como es, sería necesario encontrar nudos es­ pasar por asombrosas transformaciones se piensa que la
trechos entre una y otra. Había que analizar primero am­ naturaleza humana no existe. Para algunos esto se tradu­
bas crisis para quitar los escombros de ambas vías. ce en: todo es posible para el hombre, y en ello encuen­
La crisis espiritual es una crisis del hombre clásico eu­ tran esperanza; para otros: todo le está permitido al hom­
ropeo, nacido con el mundo burgués, que pensó que había bre, y aflojan todas las bridas; para otros más: todo está
realizado el animal razonable, en el que la razón triunfan­ permitido en lo tocante al hombre, y henos aquí en Bu-
142 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / 1

chenwald.* Todos los juegos que supuestamente nos dis­ Rechazo del nihilismo
traerían del desasosiego han agotado sus virtudes, o ra­
yan la saciedad. El juego de las ideas ya dio su obra maes­ Ante esta crisis total tres actitudes se manifiestan. Están
tra con el sistema de Hegel, que, efectivamente, signa el los que se entregan al miedo y su reflejo habitual: el re­
fin de la filosofía, ahí donde la filosofía no es más que pliegue conservador hacia las ideas adquiridas y los pode­
una docta estructura para ocultar nuestra angustia. La res establecidos. La simulación del espíritu conservador
enajenación religiosa que se quedó fijada al dios de los fi­ es erigir el pasado en una seudotradición, o incluso en una
lósofos y de los banqueros nos autoriza, en efecto, cuan­ seudonaturaleza, y condenar todo movimiento en nom­
do de este ídolo se trata, a proclamar la muerte de Dios. bre de esta forma abstracta. Se cubre así de prestigio a
Que las guerras den un respiro al milagro tecnológico y pesar de que pone en entredicho, al retirarlos de la vida,
pronto, ahitos de confort, podremos hablar de la muer­ los valores que pretende salvar. Se busca la seguridad: en
te de la felicidad. Una especie de siglo xiv se desmorona sus flancos lleva la furia y la muerte.
ante nuestros ojos: se acerca el tiempo de “rehacer el Re­ Están los que se evaden en el espíritu de la catástro­
nacimiento” .37 fe. Embocan la trompeta del Apocalipsis, repudian todo
La crisis de las estructuras está enmarañada con la cri­ esfuerzo progresivo con el pretexto de que solamente la
sis espiritual. A través de una economía enrevesada la escatología es digna de su gran alma; vociferan por el
ciencia sigue su curso impasible, redistribuye riquezas y desorden de los tiempos, cuando menos aquellos que
trastorna fuerzas. Las clases sociales se desarticulan, las confirman sus prejuicios. Neurosis clasica de los tiempos
clases dirigentes zozobran en la incompetencia y la inde­ de crisis, en que las falsedades abundan.
cisión. E l Estado busca su identidad en medio de este Queda una sola y única salida: enfrentar, inventar,
tumulto. En fin, la guerra, o los preparativos para la gue­ arremeter, la única que desde los orígenes de la vida ha­
rra, resultante de tantos conflictos, paraliza desde hace ya trastrocado las crisis. Los animales que para luchar
treinta años la mejoría de las condiciones de existencia y contra el peligro se refugian, entorpecidos por sus cara­
las funciones primarias de la vida colectiva. pachos, en rincones tranquilos no han dado mas que me­
jillones y ostras.* Viven de sobras. El pez que ha corri­
do la aventura de la piel desnuda y el desplazamiento

* Campo de concentración alemán, en Turingia (1937-1945). [T.] * Des moules et des buitres: “ mejillones y ostras” ; el sentido figurado y
37 Título del artículo liminal del primer número de Esprit en 1932. familiar de ambos términos es “ zoquete, estúpido” . [T.]
E l personalismo y la revolución del siglo x x / 1 4 5
144 / E l personalismo

abrió el camino que remata en el homo sapiens. Sólo que ¿Es para evitar que tantos otros se entreguen en cuer­
hay varias maneras de arremeter. po y alma a las consignas de un partido? Naturalmente,
No estamos combatiendo aquí el mito conservador de muy pronto se habló de conformismo. En este nuevo
la seguridad para caer en el mito ciego de la aventura, sentido del trabajo colectivo y del imperativo disciplina­
tentación en la que cayeron muchos jóvenes, de los me­ rio, y basada en una nostalgia de las iglesias perdidas,
jores, ante la mediocridad, el fastidio y la desesperanza hay una modestia, un espíritu de sacrificio y de comuni­
en los inicios del siglo xx. Sus maestros son un Lawren- dad más respetables que el anarquismo intelectual, que
ce, un Malraux, un Jünger, con Nietzsche como telón de se acaba a los treinta años en un gabinete de notario o se
fondo. “ Un hombre activo y pesimista a la vez —dice eterniza en las mesas de café. Pero ¿qué son sin el espí­
Manuel en Espoir— es o será un fascista, a menos que ritu de libertad y el espíritu de verdad ?
De todas estas observaciones podemos concluir, a mi
haya alguna lealtad detrás de él.” A su soledad cercada
por la muerte no le queda más que precipitarse en los modo de ver, algunas reglas de estrategia personalista.
1) Cuando menos al principio, es necesaria la inde­
arrebatos de una vida única y suntuosa, desafiar el obs­
táculo, la regla, la costumbre, buscar en el paroxismo el pendencia respecto de los partidos y de las agrupaciones
constituidas para medir nuevamente las perspectivas, no
sustituto de una fe vital, y dejar, sobre esta tierra maldi­
para afirmar un anarquismo ni un apolitismo de princi­
ta, una cicatriz perdurable, aunque sea al precio de la
pio. Además, ahí donde la adhesión individual a una ac­
crueldad, para asegurarse una existencia que ni el frene­
ción colectiva deja al adherente suficiente libertad de
sí logra hacer evidente. Una cierta propensión del exis-
tencialismo puede conducir a este extremo; pero las de­ ejercicio, es preferible al aislamiento.
2) Si el espíritu no es una fuerza excesiva o magica, la
cepciones acumuladas y el bandolerismo de los tiempos
mera afirmación de los valores espirituales corre el riesgo de
de guerra propician en la misma medida este coctel de li­
ser engañosa ahí donde no vaya acompañada de una asigna­
rismo y de realismo. Alcohol para olvidar los problemas,
ción rigurosa de sus condiciones de acción y de sus medios.
reservado para los que pueden obsequiárselo: sabemos
3) La solidaridad de lo “ espiritual” o de lo “ material
hoy que termina en el crimen colectivo.38
implica que en cualquier asunto la totalidad de la proble­
mática, desde los datos “ viles” hasta los datos “ nobles ,
38 Estos seudovalores espirituales fascistas fueron denunciados en un sea abarcada con gran rigor en ambos extremos: el espí­
número especial de Esprit (septiembre de 1933), que volvió sobre el tema
en diciembre de 1947 {La pause des fascismes est terminéé) y sobre el plano
ritu de confusión es el primer enemigo de las corrientes
menos político en torno de una Interrogation á Malraux (octubre de 1948). de pensamiento de amplia perspectiva.
146 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo x x / 1

4) E l sentido de la libertad y el sentido de lo real impo­ nos encontramos, las necesidades, las costumbres, los in­
nen que la investigación se cuide de los a priori doctrina­ tereses y los apuros económicos determinan en masa las
rios, que esté positivamente dispuesta a todo, incluso a vi­ conductas y las opiniones de los hombres. De ello no se
rar la dirección para permanecer fiel a lo real y a su espíritu. desprende que los valores económicos sean exclusivos, o
5) La cristalización masiva de los trastornos en el superiores a los demás: la primacía de lo económico es
mundo contemporáneo ha llevado a algunos personalis­ un desorden histórico del que hay que salir.
tas a llamarse revolucionarios. Es necesario despojar a es­ Pero para salir de él no basta con entrenar a los hom­
te término de toda facilidad pero no de todas las espinas. bres, es necesario forzar las cosas: no se cura lo económico
El sentido de las continuidades nos disuade de aceptar más que con lo económico, y solamente por lo económico.
el mito de la revolución-tabla rasa: una revolución siem­ Sobre las modalidades tecnológicas del desorden, el
pre es una crisis mórbida y no aporta ninguna solución personalismo como tal no tiene nada que decir, sino que
automática. Revolucionario quiere simplemente decir estudiar y constatar, como cualquiera. Comprueba, a
que el desorden de este siglo es demasiado íntimo y de­ grandes rasgos, que en Europa el capitalismo en sus di­
masiado obstinado como para ser suprimido sin un cam­ versas formas está al cabo de sus fuerzas y de inventiva.
bio radical, sin una revisión profunda de los valores, una El capitalismo norteamericano, todavía en periodo de
reorganización de las estructuras y una renovación de las expansión, puede, si interviene en los asuntos del viejo
élites. Admitido esto, no hay peor uso de la palabra que mundo, darle una moratoria. Pero tarde o temprano, al
cuando se torna en conformismo, en sobrepuja o en un vivir de las mismas estructuras, enfrentará condiciones
sustituto del pensamiento. igualmente graves. Por lo demás, esta evolución debe se­
guirse muy de cerca, sin aplicar “ al capitalismo” una no­
ción acabada e insensible al desarrollo de los hechos. ^
L a sociedad económica Referida a una perspectiva personalista, esta crítica
coincide con el análisis marxista en varios puntos. El hom­
El marxismo afirma con justificada razón una cierta pri­ bre, que comenzó a convertirse políticamente en sujeto
macía de lo económico. En general, solamente desdeñan con la democracia liberal, generalmente sigue siendo ob­
lo económico aquellos a los que la neurosis del pan de ca­ jeto en el plano de la existencia económica. La potencia
da día ha dejado de hostigar. Más que los argumentos, anónima del dinero,39 su privilegio en la distribución de
un paseo por los suburbios sería preferible para conven­
39 Esprit, octubre de 1933: L ’arpent, misére du pauvre, mtsere du nche.
cerlos. En la etapa todavía primaria de la historia en que
148 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / 149

las ganancias y las ventajas de este mundo endurecen a las de la división del trabajo o la fortuna; la primacía de la res­
clases y enajenan al hombre real. Éste debe reencontrar la ponsabilidad personal por sobre el aparato anónimo. La
disposición de sí mismo, sus valores subvertidos por la ti­ opción para el socialismo como dirección general de la re­
ranía de la producción y las ganancias, su condición des­ organización sociales no implica que aprobemos todas las
centrada por los delirios de la especulación. Pero el impe­ medidas que puedan ser propuestas en su nombre. Aquí
rialismo económico no teme, ahí donde se siente el socialismo se adormece, allá se extravía o se pervierte
amenazado, volverse contra la libertad que defiende don­ bajo el peso del aparato administrativo y policiaco. Por
de le conviene, y confiar su suprema defensa a regímenes ello es tan necesario un socialismo renovado, riguroso y
de terror o a guerras inexpiables. democrático a la vez. Esta es la invención que se le pide a
El capitalismo no puede ser sustituido por un régimen Europa, hacia la cual el personalismo busca su vía políti­
construido de cero. La economía tiene mayor continui­ ca actual. El mañana dirá si deberá seguir otras, de con­
dad. Es en el centro del cuerpo capitalista donde aparecen formidad con la lección de los tiempos.
los primeros esbozos de un mundo socialista, que es nece­ En esta perspectiva, los problemas de organización y
sario desarrollar, si entendemos por socialismo: la aboli­ los problemas humanos son inseparables: la gran prueba
ción de la condición proletaria; la sustitución de la econo­ del siglo xx será sin duda evitar la dictadura de los tec-
mía anárquica, basada en la ganancia de una economía nócratas que, de derecha o de izquierda, olvidan al hombre
organizada en torno a las perspectivas totales de la perso­ que está detrás de la organización. Pero no es tan cómo­
na; la socialización sin estatización de los sectores de la do asegurar la conexión de las dos series de problemas.
producción que perpetúan la enajenación económica;40 el Hay quienes están tentados a edificar a priori una econo­
desarrollo de la vida sindical;41 la rehabilitación del traba­ mía a su imagen del hombre, pero de la misma forma en
jo;42 la promoción, en oposición al compromiso paternalis­ que los primeros constructores de automóviles pegaban
ta, de la persona obrera;43 la primacía del trabajo por so­ su imagen del coche (de caballos) sobre una estructura
bre el capital; la abolición de las clases formadas a partir buscando su forma propia. Unos se refieren al organis-
/ • 44
mo humano e imaginan una economía corporativa en
40 Véase, sobre la nacionalización: Esprit, abril de 1945 y enero de
r 9 4 ^j sobre la propiedad: el num. especial De ¡a propriété capitaliste à la pro­ que la armonía de los trabajadores, de los patrones, de la
priété humaine, abril de 1934. nación y del Estado sea postulada por mitos de identifi-
41 Sobre el sindicalismo véase Esprit, núnjs. especiales de julio de 1936
y de marzo de ^ 3 7 .
42 Véase Esprit, núm. especial: Le travail et l ’homme, julio de 1933. 44 Véase Esprit, núm. especial: Duplicités du corporatisme, septiembre
43 Véase Esprit, núm. especial: La personne ouvrière, marzo de 1936.
de 1948.
1 5 0 / E l personalismo E 1 personalismo y la revolución del siglo xx / 1

cación que se contradicen estrepitosamente con los per­ vimientos obreros y campesinos organizados, unidos a las
manentes conflictos de intereses. Otros piensan en las fracciones lúcidas de la burguesía. Y a sea que se conquis­
relaciones interpersonales e imaginan una sociedad en te por fragmentos o en bloque, rápida o lentamente, di­
que las relaciones económicas serían la indefinida multi­ rectamente o por atajos, es un secreto reservado al maña­
plicación de las relaciones del hombre con el hombre en na. Pero tendrá el rostro que tendrán estos movimientos:
una diversidad de grupúsculos “ en escala humana” (mi­ de ahí la importancia de velar por su integridad y no sola­
to proudhoniano). Pero la economía moderna, en sus ele­ mente por sus conquistas.
mentos, parece evolucionar como la física, hacia lo con­
creto pasando por lo abstracto. Es la desviación por las
ecuaciones de la aerodinámica la que dotó al avión de las L a sociedad familiar. L a condición de los sexos
formas bellas y suaves de las aves; sin lugar a dudas, se­
rán las estructuras inicialmente muy apartadas de los es­ En materia humana no es posible ninguna clasificación
quemas del corporativismo o del contractualismo las que lineal. La sociedad familiar, que cae en este rango por sus
mañana nos llevarán a las formas simples pero imprevi­ aspectos carnales, es en ciertos aspectos también una de
sibles de una economía humana. las más espirituales. La literatura moderna ha denuncia­
Queda la cuestión de los medios: ¿cómo pasar del des­ do hasta la saciedad sus estrecheces y sus estragos. Hay
orden económico actual al orden de mañana ? Sin duda va­ quienes no están lejos de idolatrarla y claman sacrilegio
riarán con las circunstancias. El paso del capitalismo a la cuando se señalan sus límites. La verdad sea dicha, no
escala mundial y su unificación posible en un imperialis­ merece ni los honores excesivos ni la indignación.
mo pujante hacen más probable una evolución sin resis­ Para empezar, es una estructura carnal, complicada,
tencias y sin crisis. La democracia parlamentaria, que en rara vez del todo sana, de la que se derivan innumera­
escala nacional demostró ser incapaz de realizar reformas bles dramas individuales y colectivos en virtud de sus
económicas profundas, no deja esperanza alguna para una desequilibrios afectivos internos. Aun en los casos en
escala más amplia. Un “produccionismo sin trabajadores” , que es sana, su horizonte carnal a menudo limita su es­
que se desprendería de la mera buena voluntad concilia­ piritualidad. Pero también le comunica esa densidad y
dora de la fracción esclarecida de las clases medias, ha de­ esa luz íntima que constituyen su propia poesía.
mostrado su impotencia a lo largo de las resistencias euro­ Es una célula social, la primera de las sociedades del
peas. Además de que el socialismo será, según su fórmula niño; enseña las relaciones humanas, luego las nutre en el
primitiva, la obra de los propios trabajadores, de los mo­ plano del corazón, y ésta es su grandeza; empero —y és­
2 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / 15 3

ta es su debilidad— , en ella las personas carecen de la dis­ inversa se confunde la intimidad con la promiscuidad y
tancia necesaria para la intimidad misma, están amenaza­ se cierra la entrada al aire libre, sofoca. Los encantos de
das en su vitalidad espiritual por la usura de la costumbre lo privado son el opio de la burguesía, su medio de ocul­
y las pasiones de la tribu. A la larga estos desequilibrios tar la miseria del mundo: es perentorio rescatar los valo­
internos se comunican a las sociedades que la sostienen: res privados de esta profanación.
muchas revueltas políticas y religiosas son revueltas apla­ Comunidad incorporada, la familia padece las condicio­
zadas contra el pasado familiar. nes del entorno, las modificaciones estructurales que pue­
Así pues, su pasivo es abultado e impide la idealiza­ den afectar profundamente su semblante sin llegar a tocar
ción excesiva. Esto hace que algunos no vean en ella más su ser. La organización de la juventud como edad indepen­
que un valor reaccionario.45 diente,46 una mayor movilidad de los desplazamientos, la
Pero la familia no es únicamente una utilidad biológi­ democratización de las costumbres aflojan lentamente el
ca o social, y al defenderla exclusivamente en su aspec­ viejo puño familiar. ¿Para bien, o para mal ? Es verdad que
to funcional muchos pasan por alto su sentido: constituir la creciente indisciplina de las costumbres y los últimos so­
el sitio de articulación de lo público y de lo privado, unir bresaltos del individualismo minan peligrosamente la ins­
una cierta vida social con una cierta intimidad. Sociali­ titución familiar en lo que tiene de más válido, pero no hay
za al hombre privado e interioriza las costumbres. En que confundir por ello esta descomposición con su airea­
virtud de este papel mediador, constituye un nudo capi­ ción y su promoción a una mayor universalidad.
tal del universo personal. Si su peso carnal la hunde, des­ Precisadas estas perspectivas, podemos situar en ellas
vigoriza a aquellos que tiene a su cargo conducir más allá los problemas de la condición de los sexos, acerca de los
de ella misma, hacia sociedades más perfectas. Pocos es­ cuales las propias grandes corrientes filosóficas son curio­
pectáculos hay más vulgares que cuando se socializa por samente discretas. No se reducen, como da a entender un
completo o se libra al imperialismo familiar. La familia cierto f amilismo, a los problemas de la familia objetiva; sin
propietaria de sus miembros, la familia erizada de dere­ embargo, están comprendidos en el orden interno que la
chos y de enojos, aquellos a los que les complace dar es­ familia expresa socialmente. E l hombre y la mujer no se
ta imagen furibunda no han entendido nada de su frágil realizan más que en la pareja, la pareja no se realiza más
milagro, tejido por el amor, educador del amor. Si a la que en el hijo: orientación interior y como superflua, no

45 Contra lo que reacciona el librito de Jean Lacroix, Force etfaiblesses de lafa­ 46 Véase Esprit, núm. especial: Mouvements et institutions de jeunesse, oc­
mille (Du Seuil, 1948), que converge con un libro un poco anterior de L. Doucy. tubre de 1945.
154 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / 1

finalidad utilitaria y extrínseca. En el plano del sexo ais­ L a sociedad nacional e internacional
lado, o de la pareja aislada, se desarrollan una serie de pro­
blemas parcialmente válidos, parcialmente suscitados por La nación representa una mediación mas unlversalizan­
este aislamiento artificial. Disfrazarlos equivale a alimen­ te que la familia: educa e impulsa al hombre razonable,
tarlos y frecuentemente provocar el desorden que se les enriquece al hombre social debido a la complejidad de
acusa de nutrir. Pero su luz definitiva la reciben cuando ambientes que le ofrece, lo proyecta hacia el abanico en­
se colocan dentro del conjunto de la condición privada y tero de sus posibilidades. Su peligro correlativo es de lo
de la condición humana. más general, lo que menos resiste al verbalismo pasional,
Sería ingenuo reprochar a la respetabilidad burguesa a la tutela de los intereses o del Estado. El nacionalismo
el haber inventado el fariseísmo sexual. De todas formas hoy por hoy está a todas luces decrépito, ruinoso y en de­
ha desarrollado formas particularmente odiosas, nacidas cadencia. Sin embargo, el sentido de lo nacional es toda­
del temor y del interés. La moral se vería más favorecida vía un poderoso auxiliar en contra del egoísmo vital del
por un poco de lucidez y de perspectivas menos ruines. individuo y de las familias, en contra del dominio del E s­
Sigue siendo visible en el enorme problema de la con­ tado y el avasallamiento de los intereses económicos cos­
dición de la mujer. No hemos acabado de desenmarañar, mopolitas. Desde este sitio prominente se regula una
en su “ seudomisterio” , lo permanente de lo histórico. Ni parte del equilibrio humano, que no sólo le concierne al
la insuficiencia masculina ni la exasperación del feminis­ ciudadano: la nación es un elemento integrante de nues­
mo vengativo esclarecerán el problema. Es verdad, em­ tra vida espiritual. Puede que algún día muera, pero su
pero, que nuestro mundo social es un mundo hecho por papel mediador no está terminado.
varones para varones, que las reservas del ser femenino La nación se enclaustra y siembra la guerra si no se ar­
están entre aquellas que la humanidad no ha abrevado ticula a un orden internacional. E l error de las mentes
masivamente aún. Cómo desarrollarlo al límite de sus re­ más esclarecidas desde 19 18 fue creer, siguiendo la línea
cursos sin aprisionarlo en sus funciones, cómo integrar­ de la ideología liberal, que este orden podía fundarse ex­
lo al mundo e integrarle el mundo, qué nuevos valores, clusivamente sobre los cimientos del sentimiento, del
qué nueva condición llama este proyecto, preguntas to­ contrato jurídico y de las instituciones parlamentarias,
das y tareas para aquel que da pleno sentido a la afirma­ mientras otras fuerzas, pasionales, económicas y sociales
ción: la mujer también es una persona.47 fomentan sus conflictos y conducen a explosiones. La se­
gunda posguerra mantiene la ilusión (o n u ) y manipula la
47 Véase Esprit, nüm. especial: La femme aussi est une personne, junio de 1936. fuerza con mayor cinismo: un mal se suma al otro. Sin
156 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / i

embargo, el mundo se internacionaliza de fa d o cada vez problemas concretos que plantean las diferencias étni­
más. Y a no existen las naciones independientes en el an­ cas. E l hecho colonial está a punto de llegar a su fin. La
tiguo sentido de la palabra. Las áreas de influencia pre­ justicia ordena a las metrópolis que guíen efectiva y fiel­
ludian la unidad mundial, que se hará tarde o temprano, mente hacia la independencia a esos pueblos a los que se
pero con tres condiciones: que las naciones renuncien a comprometieron a educar, y a los que arrancaron de un
la soberanía total, no en beneficio de un superimperia- equilibrio político tan válido como el suyo. Un mínimo
lismo, sino de una comunidad democrática de los pue­ de perspicacia les aconseja no empujar a la violencia a los
blos; que la unión se realice entre los pueblos y sus re­ pueblos con los que podrían salvar su obra pasada en
presentantes electos, no entre los gobiernos: que los nuevas comunidades de naciones.51
pueblos unidos rompan las fuerzas del imperialismo, so­
bre todo la económica, que manipulan ya el nacionalis­
mo ya el cosmopolitismo. Hasta entonces, toda organi­ E l Estado. L a democracia.
zación internacional será debilitada desde el interior por Esbozo de una teoría personalista del poder
las fuerzas de la guerra. El federalismo como utopía di­
rectriz es una expresión del personalismo:48 pero una La política no es un objetivo final, que absorba a todos los
utopía directriz, ya se trate de pacifismo49 o de federa­ demás. No obstante, aunque no lo sea todo, está en todo.
lismo,50 no debe transformarse en utopía actual ni disfra­ Su primer punto de referencia debe ser hallar el lugar
zar el sentido que las circunstancias le hacen tomar, a ve­ del Estado. E l Estado, repitámoslo, no es la nación, ni
ces en contra de su propio espíritu. siquiera una condición necesaria para que la nación pase
Debe hacerse particular mención, en nuestra época, al verdadero ser.52 Solamente los fascistas proclaman su
de la sociedad interracial. Evidentemente la igualdad de
51 Sobre la cuestión judía: Esprit, mayo de 1933, septiembre de 1945,
las personas excluye toda forma de racismo y su varian­ octubre de 1947. Sobre la cuestión colonial: expedientes Indochina, diciem­
te, la xenofobia; lo cual no quiere decir que niegue los bre de 1933; a e f , marzo de 1934; Marruecos, diciembre de 1937 y abril de
1947; Argelia, julio de 1947 y octubre de 1948; Vietnam, febrero de 1947
y passim; Madagascar, febrero de 1948; dos núms. de doctrina: Le colonia­
48 Es la tesis emitida por Esprit en L ’ Europe contre les hégémonies, no­
viembre de 1948, y que sostienen hoy personalistas de formación como Ale- lisme, son avenir, sa liquidation', diciembre de i 9 3 5 > Y Dernières chances de
l’ Union Française, julio de 1949. Sobre la xenofobia y el problema de los ex­
xandre Marc, Henri Brugmans y Denis de Rougemont, en los consejos eu­
tranjeros, el núm. V émigration, problema revolucionario, julio de 19 3 1.
ropeos, pero sin agregar todavía estas reservas.
52 E. Mounier, “Anarchie et personnalisme” , Esprit, abril de 1937. Sobre
49 Véase Esprit, núm. especial: Revisión des pacifismes, febrero de 1949.
el problema del Estado, además de la obra de G. Gurvitch, véase J. Lacroix,
50 Véase Esprit, núm. especial: Les deux visages du fédéralisme européen,
Personne et amour, y Rougemont, Politique de la personne, Albin Michel.
noviembre de 1948.
1 5 8 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / i

identidad en provecho del Estado. El Estado es la obje­ de la persona, debe respetarla y promoverla. Varias conse­
tivación potente y concentrada del derecho que nace es­ cuencias se desprenden de esto.
pontáneamente de la vida de los grupos organizados (G. Ante todo, la persona debe ser protegida contra el abu­
Gurvitch). Y el derecho es el garante institucional de la so de poder, y todo poder descontrolado tiende al abuso.
persona. El Estado es para el hombre y no el hombre pa­ Esta protección exige un estatus público de la persona54 y
ra el Estado. una limitación constitucional de los poderes del Estado:
El problema decisivo para el personalismo es el de la equilibrio del poder central por los poderes locales, orga­
legitimidad del poder que el hombre ejerce sobre el hom­ nización de los recursos de los ciudadanos en contra del
bre, que parece ir en sentido contrario de las relaciones Estado, babeas corpas, limitación de los poderes policia­
interpersonales. Es lo que los anarquistas piensan.53 Pa­ cos, independencia del poder judicial.
ra ellos la afirmación sin cortapisas del individuo basta­ Si la persona puede ser subordinada, le conviene ser­
ría para hacer surgir espontáneamente un orden colecti­ lo solamente si mantiene su soberanía de sujeto, reduci­
vo. El poder, por el contrario, es fatalmente corruptor y da al máximo la inevitable enajenación que le impone la
opresivo, cualquiera que sea su estructura. La tesis libe­ condición de gobernada. Es el problema de la democra­
ral no es esencialmente diferente. En el otro extremo, cia. Existen muchas ambigüedades en torno a esta pala­
los teóricos del poder absoluto piensan que el hombre, bra: designa ya una forma de gobierno, ya un régimen de
incurablemente egoísta, no puede alzarse por sí solo a la espontaneidad de las masas. En realidad es la búsqueda
ley colectiva, y debe ser sometido a ella por coacción. de una forma de gobierno que se articula alrededor de la
Así, por un lado, optimismo de la persona, pesimismo del espontaneidad de las masas, con el fin de asegurar la par­
poder; del otro, pesimismo de la persona y optimismo del ticipación de los sujetos en el orden objetivo del poder.
poder. En ambos extremos, en la relación de la persona Pero si bien no es posible separar estos dos problemas,
con la colectividad se idealiza un término y se aplastó el es necesario distinguirlos: la “ democracia permanente”
otro. Anarquismo y liberalismo olvidan que las personas de unos y el gobierno permanente del Estado totalitario
desaparecen en la naturaleza, y que no es posible forzar son dos formas de confusión tiránica.
las cosas sin forzar a los hombres. Sin embargo, si bien La soberanía popular no puede fundarse en la autori­
esta coacción hace inevitable el poder, no lo cimienta. dad del número; el número (o la mayoría) es arbitrario,
Este no puede cimentarse más que sobre el destino final
54 Propuesto por Esprit en 1939, fue objeto, en la misma revista, en
1944-1945, de un proyecto de declaración que ejerció alguna influencia en
53 Y el propio Marx, que anuncia la futura decadencia del Estado. la Constitución francesa de 1948.
E l personalismo y la revolución del siglo xx /
16o / E l personalismo

nuevo estado social.56 La sinceridad de la representación


al igual que el capricho de un solo individuo. Sin embar­ supone también que el poder no desvirtúe la expresión;
go, como bien observó Rousseau, tampoco puede ser le­ que funcione una vida política espontánea y sancionada;
vantada sobre una soberanía anárquica de las libertades que la mayoría gobierne para todos y para la educación,
individuales. Es la autoridad de una sociedad de perso­ no para la exterminación de la minoría.
nas racionalmente organizada dentro de un orden jurídi­ Cuando la representación traiciona su misión, la so­
co, es la soberanía del derecho: el derecho, mediador en­ beranía popular se ejerce por presiones directas sobre los
tre las libertades y la organización, prosigue por poderes: manifestaciones, revueltas, agrupamientos espon­
intercambio la práctica colectiva de las personalidades y táneos, clubes, huelgas, boicoteos, la insurrección nacional
la personalización continua de los poderes. La iniciativa en última instancia. E l Estado, nacido de la fuerza y olvi­
popular se expresa en él en dos planos. dadizo de sus orígenes, considera ilegales estas presiones.
Indirectamente, por medio de una representación to­ Cuando justifica la injusticia o la opresión, éstas siguen
do lo sincera, íntegra y eficaz que sea posible de la vo­ siendo la legalidad en lo profundo. Es necesario recono­
luntad de los ciudadanos.55 Esta supone la preocupación cer que durante los ciento cincuenta últimos años (pense­
preponderante de su educación política. Durante mucho mos sólo en el nacimiento del derecho obrero) han crea­
tiempo los partidos han asegurado esta función: cuando do más leyes que la iniciativa de los juristas y la buena
se vuelven aparatos para despersonalizar al militante y al voluntad de los poderosos. Tal vez encuentren un nuevo
elector por medio del lastre administrativo, el confor­ campo de acción en la elaboración del derecho interna­
mismo interno y la esclerosis ideológica, renuncian a sí cional. Son un derecho del ciudadano, difícil de ejercer,
mismos. Ligados a la etapa liberal de la democracia, mal listo para abusar, pero inalienable.57
afianzados entre la ideología, la táctica y las clases socia­ Junto con estos problemas permanentes del poder y
les que mal que bien imitan, parecen estar en vías de ser del Estado es necesario destacar la estrecha solidaridad
superados. Un estatuto de los partidos para remediar es­ de las formas políticas y la extensión de su contenido so­
tos males no es suficiente; sobre nuevas estructuras so­ ciológico. La crítica marxista de la democracia formal,
ciales la democracia deberá suscitar no un partido único
y totalitario que endurezca sus defectos comunes y que 56 Esprit, núm. especial: l e r é g i m e despartís .Bilan-avenir, mayo de 1 9 3 9 -
conduzca a un Estado policial, sino nuevas estructuras Para el problema del estatuto de los partidos, tratado por François Goguel,
de educación y la acción política correspondiente del véase Esprit, enero de 1946.
57 Véase, por ejemplo, sobre la huelga, Esprit, núms. especiales: Greve

et arbitrage, julio de 193», Y La i rève ^t-eUe anachronique?, marzo de 1948.


55 Esprit, núm. especial: Le problème de la représentation, marzo de 1939.
iÓ2 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / i

en su conjunto, es decisiva. La mayoría de los derechos L a educación de la persona


que el Estado liberal da a los ciudadanos están alejados
de su existencia económica y social. El Estado parlamen­ La formación de la persona en el hombre, y del hombre
tario ya no es más que una mera supervivencia. Sus en­ con exigencias individuales y colectivas del universo per­
granes giran en el vacío, sus discursos siembran el vien­ sonal, comienza al nacer.
to y recogen la tempestad. La democracia política debe Se ha dicho que nuestra educación59 era, en gran medi­
estar enteramente reorganizada alrededor de una demo­ da, una “ masacre de inocentes” : en el desconocimiento de la
cracia economica efectiva, adaptada a las estructuras mo­ persona del niño como tal, e imponiéndole un condensa-
dernas de la producción.58 do de perspectivas del adulto, las desigualdades sociales
Solamente sobre esta base orgánica puede restituirse forjadas por los adultos, reemplazando el discernimien­
la autoridad legítima del Estado. Hablar de esta restau­ to de caracteres y vocaciones por el formalismo autorita­
ración sin decir con miras a qué y con qué medios signi­ rio del saber. E l movimiento de la nueva educación, que
fica reivindicar para la injusticia establecida un poder de reaccionó, fue particularmente desviado por el optimis­
ejecución más vigoroso. ¿Deberá desaparecer el Estado? mo liberal y su ideal exclusivo del hombre florido, filán­
¿El gobierno de los hombres será destruido algún día por tropo y bien adaptado. Debe ser reformado (diríamos vi­
la administración de las cosas ? Cabe dudarlo, en vista de rilizado) poniendo nuevamente en perspectiva total al
la estrecha maraña de hombres y cosas y de la imposibi­ hombre individual y social.
lidad creciente de dejar que las cosas vayan a la deriva. ¿A quién compete la educación del niño ? Esta cues­
¿Puede el Estado renunciar a su unidad? En ocasiones tión depende de otra: ¿cuál es su objetivo? No es hacer
la exigencia personalista ha debido manifestarse en pro personas, sino despertarlas. Por definición una persona se
de la reivindicación de un “ Estado pluralista” , con po­ suscita por atracción, no se fabrica con adiestramiento.
deres divididos y confrontados para protegerse mutua­ La educación no puede, pues, tener la finalidad de mol­
mente del abuso. Pero la fórmula corre el riesgo de pa­ dear al niño al conformismo de un medio familiar, social
recer contradictoria; habría que hablar más bien de un o estatal, ni limitarse a adaptarlo a la función o al papel
Estado articulado al servicio de una sociedad pluralista. que desempeñará como adulto. La trascendencia de la
persona implica que la persona no pertenece a nadie que
no sea ella: el niño es sujeto, no es ni R E S societatis, ni

59 Esprit, marzo y agosto-septiembre de 1935.


1 6 4 / E l personalismo
E l personalismo y la revolución del siglo xx / i

R E S familiae, ni RE S Ecclesiae. No obstante, no es suje­


la, en sus diversos grados, no debe ser el privilegio de una
to puro ni sujeto aislado. Inserto en colectividades, se
fracción de la nación; tiene a su cargo distribuir entre to­
forma gracias a ellas y en ellas; si bien ellas no son po­
dos el mínimo de conocimientos que sirve a un hombre li­
tencias todopoderosas para él, son entornos formadores
bre, y apelar, en todos los medios, dándoles facilidades
naturales: la familia y la nación, abiertas ambas sobre la
efectivamente iguales, a los sujetos que deben renovar en
humanidad, a los cuales el cristiano suma la Iglesia.
cada generación la élite directriz de la nación.61
El problema de la educación no se reduce al problema
de la escuela: la escuela es un instrumento educativo entre
otros; es un abuso y un error hacer de ella el principal ins­
trumento; no está encargada de una “ instrucción” abstrac­ L a cultura
ta que sería definible fuera de toda educación, sino de la
La cultura no es un sector sino una función global de la
educación escolar, un sector de la educación total. Esta úl­
vida personal. Para un ser que se hace a sí mismo, y se
tima, la más estrechamente ligada a las necesidades de la
hace por desarrollo, todo es cultura; la organización de
nación (formación del ciudadano y del productor), es aque­
una fábrica o la formación de un cuerpo, al igual que el
lla en que la nación, a través de sus organismos, tiene el
tenor de una conversación o el uso de la tierra. Esto es,
derecho de observación y organización más directo: la es­
no hay una cultura en comparación con la cual toda otra
cuela no es un órgano de Estado, pero en nuestros países
modernos es una institución nacional; sus modalidades de­ actividad sería inculta (un “ hombre cultivado” ) sino tan­
ben moldearse a las necesidades y situaciones concretas de tas culturas diversas como actividades. Es pertinente re­
la nación, en el marco del derecho natural educativo. Es­ cordarlo frente a nuestra civilización libresca.62
tas condiciones pueden llevar sea a dispersar, sea a concen­ Como la vida personal es libertad y superación, y no
acumulación y repetición, la cultura no consiste en nin­
trar la institución escolar, sin estatizarla. El sector educa­
tivo extraescolar debe gozar de una libertad lo más íntegra gún dominio en la acumulación del saber, sino en una
transformación profunda del sujeto, que lo dispone a
posible.60Finalmente, el órgano de toda la nación, la escue-

60 Sobre los problemas de educación y de la escuela: “Manifeste au Ser­ (núm. especial: Propositions de paix scolaire)-, octubre de 1949 (continuación
vice du personnalisme” , Esprit, febrero de 1936, pp. 98 s. {Pour un statut del anterior). Laberthonnière, Théorie de Véducation, sigue siendo actual.
pluraliste de Vécolé)', diciembre de 1944 (H. Marrou, “ Protoschéma d’un 61 Sobre la formación de las élites, véase los estudios de Jean Gadoffre,
plan de la réforme universitaire”); marzo de 1945 (André Philip, “Projet etcétera, publicados en Esprit en 1945 y reimpresos en Le style du xxe siè­
d’un statut du service public de l’enseignement” ); marzo-abril de 1949 cle (Du Seuil).
62 Véase Denis de Rougemont, Penser avec les mains, Albin Michel.
E l personalismo y la revolución del siglo xx / x
1 66 / E l personalismo

más posibilidades por medio de más llamados internos. academicismo, pedantería, lugar común. Cuando no apun
Como dijimos, es lo que queda cuando ya no sabemos na­ ta a la universalidad, se deseca en especialidad. Cuando
da: el propio hombre. confunde universalidad y totalidad decretada, se endu­
Se sigue que, como todo lo relativo a la persona, ésta rece en sistema.
se despierta, no se fabrica ni se impone. Al igual que to­ La mayoría de estas situaciones se esconden detrás de
do lo que concierne a la persona, ésta no se desarrolla en la cultura, de ahí su desorden. La división manos blan-
una libertad pura, sin que mil tentaciones y obligaciones cas-manos negras y los prejuicios respecto a la primacía
la apremien y sin que saque provecho de ellas. Pero, co­ del “ espíritu” hacen que la cultura se confunda con los
mo es invención hasta cuando consume, la ortodoxia la conocimientos librescos y las técnicas intelectuales. La
paraliza, el decreto la mata. Es evidente que una cultu­ profunda división de las clases que acompaña a este pre­
ra, en cierto nivel, puede y debe ser dirigida o, mejor, asis­ juicio ha encerrado a la cultura, o cuando menos sus ins­
tida. Pero no soporta ser domada. Y en un plano creati­ trumentos, sus privilegios y a veces su ilusión, en una mi­
vo, tiene necesidad de estar sola, ya que en esta soledad noría, en la que se vuelve sofisticada y se empobrece. Y a
el mundo entero viene libremente a murmurarle.63 una clase social la pone cada vez más a su servicio, para
Es verdad que un poco de apoyo de las colectividades su justificación o su mistificación, o bien un gobierno:
es indispensable para la creación; si son vitales, harán donde quiera que sea, se sofoca. Las medidas comunes a
que sea vital, si son mediocres, la marchitarán. Pero el una sociedad y a una espiritualidad han desaparecido de­
acto creador surge siempre de una persona, aunque esté trás de lo convencional o el último grito. Los creadores
perdida en la masa: todas las canciones llamadas popula­ ya no tienen público, y ahí donde hay uno los creadores
res tienen autor. Y si todos los hombres fueran artistas, no tienen los medios para surgir. El régimen económico
no serían un artista: todos lo serían. Lo cierto en las con­ y social es en gran medida el causante de todos estos ma­
cepciones colectivistas de la cultura es que, tal como las les. Crea una casta de cultura que empuja al arte (corte­
castas tienden a confinarla en lo convencional, el pueblo sano, de salón, de capilla) al esoterismo, al esnobismo o
es siempre el gran recurso de la renovación cultural. a la rareza para adularla, al academismo para afianzarla,
En fin, toda cultura es trascendencia y superación. a la frivolidad para aturdiría, a lo picante, la complica­
Cuando la cultura se detiene se convierte en incultura: ción, la brutalidad para desenfadarla. Cuando la tecno­
logía, con la multiplicación de los medios, multiplica las
posibilidades de transfiguración, el dinero las comercia­
63 Esprit, núm. especial: Alerte a la culture dirigée, noviembre de 1936;
Trois vues sur l ’affaire Lyssenko, diciembre de 1948.
liza y las envilece, para mayor provecho de los pocos,
1 68 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo x x /

perjudicando al autor, la obra y al público. La condición Los compromisos del cristianismo contemporáneo
del artista, del profesor o del académico oscila entre la acumulan varias supervivencias históricas: la vieja tenta­
miseria del réprobo y el yugo del proveedor.64 Todos es­ ción teocrática del poder efectivo sobre las conciencias
tos males se derivan de las estructuras sociales, y no des­ por parte del Estado; el conservadurismo sentimental
aparecerán hasta que estas estructuras que los cultivan que anexa la suerte de la fe a regímenes caducos; la lógi­
no desaparezcan. Sin embargo, no debemos olvidar la ca dura del dinero que guía a aquellos a los que debería
parte, no menos considerable, en el debilitamiento de la servir. Por otra parte, en reacción a estas nostalgias y es­
cultura, de la desvalorización de la conciencia contem­ tas lealtades, una frívola coquetería se adapta al éxito del
poránea debida al retroceso de las grandes perspectivas día. El que quiera que los valores cristianos conserven su
de valores (religiosas, racionales, etcétera) y la invasión vigor debe organizar, en todos los extremos, la ruptura
provisional de la obsesión mecánica y utilitaria. del cristianismo con estos desórdenes establecidos.
Esta acción, empero, es todavía muy externa. Más
esencial es el problema crucial que nuestra época plantea
Situación del cristianismo al cristianismo. Éste ya no está solo. Aparentemente, na­
cen fuera de sus límites realidades masivas, valores in­
Distinguimos, en la realidad religiosa concreta, la parte controvertibles, suscitando morales, heroísmos y toda
de lo eterno, sus amalgamas con las formas temporales clase de santidades. Por otro lado, no parece haber lo­
caducas y los conflictos en que los hombres la compro­ grado, con el mundo moderno (desarrollo de la concien­
meten. El espíritu religioso no consiste en justificarlo to­ cia, de la razón, de la ciencia, de la tecnología y de las
do con lo apologético, sino en identificar lo auténtico en masas trabajadoras), el matrimonio que logró con el
lo inauténtico, lo duradero en lo caduco. Aquí es donde mundo medieval. ¿Está acercándose a su fin? ¿Es este
encuentra el espíritu del personalismo.65 divorcio la señal? Un estudio más profundo de estos he­
chos nos lleva a pensar que esta crisis no es el final del
64 Esprit, núm. especial: L ’art et la révolution spirituelle, octubre de 1934; y cristianismo, sino el final de una cristiandad, de un régi­
Pour un nouvel humanisme, octubre de 1935.
65 Véase Esprit, los núms.: Rupture de l ’ordre chrétien et du désordre établi,
men de mundo cristiano carcomido que rompe sus ama­
marzo de 1933; Arpent et religion, octubre de 1934; Pour une nouvelle chrétienté, rras y se va a la deriva, dejando tras de sí a los pioneros
octubre de 1935; Monde chrétien, monde moderne, agosto-septiembre de 1946. de una nueva cristiandad. Parecería que después de ha­
También P.H. Simon, Les catholiques, la politique et l ’argent (Montaigne, 1935)
(trad. en español Los católicos, la política y el dinero, trad. de José Bianco, Sur). ber acariciado durante siglos la tentación judía de la ins­
Los cuadernos Jeunesse de l’ Eglise estudian estos problemas permanentemente. talación directa del Reino de Dios en el plano de la po­
1 70 / E l personalismo E l personalismo y la revolución del siglo xx / 1 7 1

tencia terrestre, el cristianismo regresa lentamente a su Las posiciones esbozadas en estas páginas son discu­
posición inicial: renunciar al gobierno de la tierra y a las tibles y están sujetas a revisión. Gozan de la libertad de
apariencias de su sacralización para formar la obra propia no haber sido pensadas por aplicación de una ideología
de la Iglesia, la comunidad de cristianos en el Cristo, mez­ recibida, sino descubiertas progresivamente junto con la
clados con los otros hombres para la obra profana. Ni teo­ condición del hombre de nuestro tiempo. Todo persona­
cracia, ni liberalismo, sino regreso al doble rigor de la tras­ lista no puede menos que desear que sigan el progreso de
cendencia y de la encarnación. Sin embargo, no se puede este descubrimiento y que el término personalismo sea
decir de las tendencias actuales ni de las de ayer que olvidado algún día, porque ya no será necesario atraer la
sean una figura definitiva de las relaciones entre el cristia­ atención sobre lo que debería convertirse en la triviali­
nismo y el mundo, porque no las hay. En cada una lo esen­ dad misma del hombre.
cial es que el espíritu se mantenga vivo.
La crisis del cristianismo no es solamente una crisis his­
tórica de la cristiandad, es, en sentido más lato, una crisis
de los valores religiosos en el mundo blanco. La filosofía
de la Ilustración creía que habían sido artificialmente pro­
vocados, y se convenció de su próxima desaparición. Por
un tiempo pudo autorizar esta ilusión con el ascenso del
entusiasmo científico. Pero hoy es una lección evidente
para el siglo xx que ahí donde desaparecen bajo su faz
cristiana las formas religiosas reaparecen detrás de otro
factor: la divinización del cuerpo, de la colectividad, de la
Especie, en su esfuerzo de ascenso, de un Jefe, de un Par­
tido, etcétera. Todos los elementos que se desprenden de
la fenomenología religiosa se vuelven a encontrar entre
estos nuevos cuadros, en forma generalmente degrada­
da, muy retrógrada en comparación con el cristianismo,
precisamente porque el universo personal y sus exigen­
cias han sido suprimidos en mayor o menor medida. É s­
te es uno de los problemas cruciales de nuestro siglo.
/

Indice

Introducción familiar al universo personal > 5

P rim era pa rte :


Las estructuras del universo personal > 23

C apítulo I
La existencia incorpórea > 23
C apítulo II
La comunicación > 4 1
C apítulo III
La conversión íntima > 60
C apítulo IV
E l enfrentamiento > 75
C apítulo V
La libertad condicionada > 86
C apítulo VI
La eminente dignidad > 1 0 0
C apítulo V II
El compromiso > 1 2 3

S egunda pa rte :
E l personalismo y la revolución del siglo xx > 139
E l personalismo
d e E m m a n u e l M o u n ie r ,
SE TERMINÓ d e im p r i m i r e n o c t u ­
b r e DE 2005 EN LOS TALLERES DE
IMPRENTA DE JUAN PABLOS, S. A .,
MALINTZIN 19 9 , COL. DEL CARMEN,
DELEGACIÓN COYOACÁN, MEXICO,
O4IOO, DISTRITO FEDERAL. EN SU
COMPOSICIÓN SE UTILIZARON FUEN­
TES DE LAS FAMILIAS GARAMOND Y
BIG CASLON. EL TIRO CONSTA DE M IL
EJEMPLARES.

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