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Nombre Del Alumno:

Ismael Luna Sánchez.

Matricula:

124798.

Grupo:

E071.

Nombre De La Materia:

Pedagogía e historia de la educación.

Nombre Del Docente Asesor De La Materia:

Mtro. Jose Armando Avila del Moral

Numero: 1

Tema:

Formador de Formadores.

Ciudad y Fecha: Zacatlán, Pue, a 27 De Abril


de 2020.
Introducción:

La equidad y la calidad ofrecida por el servicio de la educación básica actual en


México, se relaciona con la formación de los profesores porque ésta constituye un
insumo que afecta el logro de los propósitos educativos.

El subsistema de formación tiene, acertadamente, como propósito la educación inicial


y continua de los docentes de la educación básica pero no considera la bonanza que
constituiría apoyar formativamente a los formadores de profesores.

Comúnmente se considera que la función del formador de maestros es la de operar los


programas educativos en las instituciones formadoras de profesores, pero la
necesidad de mejorar los procesos formativos en la localidad, ha exigido que
diversifiquen y amplíen sus tareas para responder a las situaciones de la dinámica
formativa no únicamente de los profesores sino también de los formadores de
profesores.
Antecedentes:

Las instituciones de enseñanza constituyen espacios donde se llevan a cabo y se


configuran las prácticas de los docentes; estos escenarios son formadores de
docentes, debido a que modelan sus formas de pensar, percibir y actuar (De Lella,
1999). El impacto de esta influencia modeladora puede observarse en el hecho de que
las prácticas docentes dentro de una institución determinada, presentan regularidades
y continuidad a través del tiempo.

La práctica docente de acuerdo con De Lella (1999), se concibe como la acción que el
profesor desarrolla en el aula, especialmente referida al proceso de enseñar, y se
distingue de la práctica institucional global y la práctica social del docente.

García–Cabrero, Loredo, Carranza, Figueroa, Arbesú, Monroy y Reyes (2008),


plantean la necesidad de distinguir entre la práctica docente desarrollada en las aulas
y una práctica más amplia, llevada a cabo por los profesores en el contexto
institucional, denominada práctica educativa. Esta última se define como el conjunto
de situaciones enmarcadas en el contexto institucional y que influyen indirectamente
en los procesos de enseñanza y aprendizaje propiamente dichos; se refiere a
cuestiones más allá de las interacciones entre profesores y alumnos en el salón de
clases, determinadas en gran medida, por las lógicas de gestión y organización
institucional del centro educativo. Todo lo ocurrido dentro del aula, la complejidad de
los procesos y de las relaciones que en ella se generan, forma parte de la práctica
docente, en tanto que los factores contextuales, antes tratados como variables ajenas
al proceso de enseñanza y de aprendizaje, aquí se consideran parte de la práctica
educativa.
¿Cómo debe influir la pedagogía en la práctica educativa?

La práctica educativa de los docentes es una actividad dinámica, reflexiva, que


comprende los acontecimientos ocurridos en la interacción entre maestro y alumnos.
No se limita al concepto de docencia, es decir, a los procesos educativos que tienen
lugar dentro del salón de clases, incluye la intervención pedagógica ocurrida antes y
después de los procesos interactivos en el aula.

La práctica educativa de los docentes:

1) el pensamiento didáctico del profesor y la planificación de la enseñanza;

2) la interacción educativa dentro del aula;

3) la reflexión sobre los resultados alcanzados. La relación entre estas tres


dimensiones es interdependiente, es decir, cada una de ellas afecta y es afectada por
las otras, por lo cual resulta indispensable abordarlas de manera integrada.

¿Cómo debe vincular el formador los conocimientos teóricos a su labor de


enseñanza?

Una persona que desea impartir conocimientos debe tener vocación de profesor, es
decir, en pocas palabras que le guste enseñar el porque de las cosas con paciencia,
interés y detenimiento.

Un profesor puede marcar a sus estudiantes con una buena o mala enseñanza, y esto
ocurre a lo largo de etapas de la educación. Enseñar no es solo mostrar lo que hay en
los libros o realizar exámenes, es ir más allá para generar un vínculo con los
estudiantes, por eso cualquiera no puede tener esta profesión.

¿Cuáles deberán ser las competencias que un formador debe tener para su labor
educativa?

El formador de formadores se ocupa de difundir las competencias necesarias a otros


formadores, preparando a los futuros educadores para que cuenten con mejores
capacidades comunicativas y formativas. Asimismo, el formador de formadores debe
tener distintas capacidades o competencias para desarrollar su trabajo:
Planificación: debe ser capaz de estructurar de forma adecuada una programación de
formación para dar respuesta a las carencias en conocimientos que ha detectado.

Capacidad de transmitir conocimientos: debe ser capaz de traspasar a los nuevos


educadores los conocimientos necesarios para poder desenvolverse en su futuro
puesto de trabajo.

Personalidad: debe ser una persona empática, con alta sensibilidad interpersonal y
capaz de manejar grupos de trabajo y de mantenerlos motivados.

Habilidad directiva: debe dominar el método y la didáctica para poder implementar la


metodología adecuada, pudiendo así transmitir los contenidos al grupo.

Capacidad asesora: debe saber asesorar a cada integrante del grupo, los cuales
poseen necesidades formativas generales, específicas y peculiares.

¿Cómo se puede lograr una educación de calidad con una adecuada preparación
del docente?

El profesorado es pieza fundamental en todo el proceso de la enseñanza y tiene la


llave para mejorar el futuro del alumnado, y cuando comparte el conocimiento y se le
facilita formación, al transmitir aprendizajes y valores universales fomenta la creación
de ciudadanos y ciudadanas activos que comprenden los principios democráticos,
promueven la tolerancia y participan en la sociedad en la que viven de forma
responsable. El poder transformador de la educación de calidad permite el desarrollo
personal, la equidad de género y la erradicación de la pobreza.
Conclución:

La función del formador de docentes, es una función actual diluida en la de formación


de profesores, sin distinción alguna, ignorada, no delimitada, construida en la práctica
y que integra como opción de formación, alternativas no planeadas por el subsistema,
generadas por voluntad personal. La formación de formadores de maestros no ha sido
prioritario en el subsistema de formación. La estrategia de formación, capacitarse en la
práctica, es muy económica pero la escasa inversión ha causado también el rezago y
la marginación educativa para muchos estudiantes.
Referencias:

Orbes, I. y Figueroa, A. (2001). La evaluación docente como un proceso de diálogo,


comprensión y mejora de la práctica. En M. Rueda, F. Díaz–Barriga y M. Díaz
Pontones (Eds.), Evaluar para comprender y mejorar la docencia en educación
superior (pp. 161–174). México: CESU–UAM.  

Ardiondo, J. (2001). La evaluación desgarrada: Entre un balance contable y el pleno


ejercicio de una función crítica plural (multirreferencial). En M. Rueda, F. Díaz Barriga
y M. Díaz (Eds.), Evaluar para comprender y mejorar la docencia en la educación
superior (pp. 19–35). México: UAM–UNAM–UABJO.

Arbesú, I. y Piña, J. (2004). Evaluación de la docencia desde la visión de los


estudiantes: una experiencia interpretativa. En: M. Rueda (Coord.), ¿Es posible
evaluar la docencia en la universidad? Experiencias en México, Canadá, Francia,
España y Brasil (pp. 225–240). México: UABJO–ANUIES.

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