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E d ip o rey

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P e r s o n a je s d e la o b r a
E dipo
S acerdote
C reonte
C oro de ancianos tebanos
T iresias
Y ocasta
M ensajero
S ervidor de L ayo
M ensajero del palacio

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3

Un grupo de niños, jóvenes y ancianos, arrodillados en actitud


suplicante, se encuentra ante el palacio de Edipo en Tebas.
Un S acerd o te de Zeus está al frente del grupo.
Edipo sale del palacio y se dirige a ellos.
Edipo. ¡Hijos míos, nueva descendencia del antiguo Cadmo !1
¿Por qué están ante mí en actitud suplicante, coronados
con ramos de olivo ?2 La ciudad desborda de incienso, de
plegarias 3 y gemidos. Por eso, yo, a quien todos llaman

7. Mítico fundador de Tebas y su primer rey. Era nieto de Poseidón


e hijo de Agenor. Cuando su hermana Europa fue raptada por Zeus,
Agenor le encomendó a él y a sus hermanos que salieran a buscarla.
En el camino, los hijos de Agenor fueron estableciéndose en distintas
regiones y fundaron ciudades. El oráculo de Delfos ordenó a Cad­
mo abandonar la pesquisa y establecer una ciudad en el lugar donde
una vaca se echara a descansar. Siguiendo su mandato, Cadmo fundó
Tebas. Allí dio muerte a un dragón y sembró sus dientes por con­
sejo de Atenea; de los dientes brotaron los spartoí (los sembrados),
antepasados de los tebanos. Pero entre ellos surgió la discordia y los
sembrados se aniquilaron entre sí. De los únicos cinco sobrevivientes
descendieron los tebanos.
2. Los suplicantes se colocaban en una postura ritual, de rodillas y
sentados sobre sus piernas. Llevaban como señal ramos de olivo o
laurel, rodeados con tiras de lana (de allí la expresión metafórica co­
ronados). Los dejaban sobre el altar y luego los retiraban cuando la
súplica había sido saüsfecha. La actitud suplicante formaba parte de
la religión griega.
3. Plegarias-, literalmente, peanes. El peán era un himno en honor de
Apolo en su condición de sanador de males. Se cantaba para implo­
rar salud.

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4 SÓFOCLES

el ilustre Edipo ,4 hijos míos, no quise informarme por


mensajeros, sino que vine aquí en persona. (Dirigiéndose
al S acerd o te de Zeus.) Dime, anciano, porque a ti te
corresponde hablar en nombre de estos suplicantes :5
¿Por qué están sentados aquí? ¿Cuál es su temor o deseo?
Me gustaría ayudarlos en todo; sería insensible, si no me
compadeciera de sus súplicas.
Sacerdote. Edipo, señor de mi tierra, ya ves las edades de
los que nos postramos ante tu altar: unos aún no tienen
fuerza p ara volar muy lejos; otros, entorpecidos por la
vejez, somos sacerdotes -yo, sacerdote de Zeus-; y los
demás son jóvenes selectos. El resto del pueblo, con ramos
de suplicantes, está sentado en las plazas junto a los dos
templos de Palas6 y a las cenizas proféücas de Ismeno .7
La ciudad, como tú mismo puedes ver, está ya demasiado
sacudida y no puede alzar la cabeza del fondo de este
sangriento 8 oleaje. Se consume en los fecundos retoños
de la tierra; se consume en los rebaños de bueyes y en los
partos estériles de las mujeres; porque el dios que trae la

4. El personaje de Edipo tiene los rasgos propios del héroe legenda­


rio. Este se caracterizaba por su megalopsykhía, es decir, su arrogancia.
5. Le corresponde hablar por su edad y su condición de sacerdote.
6. Palas es un epíteto de Atenea. En la ciudad había dos templos
consagrados a esta diosa: el templo de Palas Oncaia y el de Atenea
Cadmea.
7. Ismeno era un semidiós tebano, hijo de Apolo y de la ninfa Melia,
en cuyo altar se practicaba el arte de la adivinación con fuego.
8. En griego, phóinos significa de color rojo sangre en su primera acep­
ción. De allí sangriento, sanguinario, manchado de sangre, asesino. Este
adjetivo resulta significativo porque connota la noción religiosa de
miasma (impureza causada por el derramamiento de sangre, cf. nota
22). Si bien, en primera instancia, el adjetivo hace referencia a los
efectos de la peste, puede interpretarse como una alusión indirecta al
crimen impune de Layo perpetrado por Edipo.

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EDIPO REY 5
peste 9 se ha lanzado sobre nuestra ciudad y la asóla. Esta
odiosa peste vacía la casa de Cadmo, mientras el sombrío
Hades se enriquece 10 con gemidos y lamentos. 30
Ni yo ni estos jóvenes estamos ante tu palacio por consi­
derarte igual a un dios; pero sí el primero entre los hom­
bres ,11 tanto en las circunstancias de la vida como en el
trato con los dioses .12 Porque cuando tú llegaste, liberaste
a la ciudad Cadmea del tributo que pagábamos a la cruel
cantora ; 13 y lo hiciste sin que nosotros te dijéramos ni te
enseñáramos nada. Solo con la ayuda de algún dios -así
se dice y se piensa- encauzaste nuestras vidas. 40
Y también ahora, Edipo, el más poderoso ,14 todos los

9. Que trae la peste: en griego, pyrphóros. Este epíteto significa literal­


mente que lleva elfuego y hace alusión a la fiebre, síntoma de la peste.
Los griegos creían que la peste era un castigo de los dioses (cf. Ilíada
I, 10). Por otra parte, se ha asociado este episodio de la obra con la
peste que asoló a la ciudad de Atenas al comienzo de la guerra del
Peloponeso en el año 430 (Tucídides II, 49).
10. Hades era el dios de los infiernos, que reinaba sobre los muertos
en el mundo subterráneo. Su epíteto más corriente era Plutón («el
rico»), que alude a las riquezas de la tierra. Hay un juego de palabras
entre el epíteto y el verbo griego ploutízo {se enriquece).
11. Al final de la obra el primero de los hombres se nombrará a sí mismo
como el peor de los hombres (verso 1433). Son recurrentes las antítesis y
correspondencias entre el primero y el último episodio de la pieza (cf.
nota 189; véase Introducción, pp. xix y ss.).
72. En el trato con los dioses: según Jebb, este verso alude al episodio
de la Esfinge (cf. nota 13) y de la peste, dos circunstancias provocadas
por la ira de los dioses.
13. Se refiere a la Esfinge, monstruo con rostro de mujer, alas de
pájaro y cuerpo de león. Hera la había enviado contra Tebas para cas­
tigar el amor de Layo por Crísipo, el hijo de Pélope (cf. Introducción,
p. vm). La Esfinge cantaba enigmas y devoraba a quienes no podían
resolverlos. Solo Edipo respondió acertadamente. Afligida por la de­
rrota, la Esfinge se suicidó.
14. Resulta irónica y significativa la repetición enfática de términos
relativos al poderío y la superioridad de Edipo. Esta posición de

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6 SÓFOCLES
suplicantes te rogamos que encuentres salvación para
nosotros, ya sea con auxilio de un dios, o bien de un
mortal; porque yo sé que los consejos de los hombres de
experiencia son los más eficaces. ¡Vamos, excelentísimo
mortal! ¡Levanta a esta ciudad! ¡Por tu buen nombre!
Porque esta tierra te llama ahora su salvador por un
favor pasado. ¡Que nunca recordemos tu reinado como
aquel en que nos levantamos para después caer! ¡Levanta
con firmeza a esta ciudad! Si con buenos augurios, antes
nos diste fortuna, dáno sla tam bién ahora. Y si seguirás
reinando en esta tierra, como hasta hoy, mejor será que
la gobiernes poblada que vacía. Nada son una fortaleza
ni una nave sin los hombres que la ocupan.
Edipo. ¡Hijos míos, dignos de compasión! Conozco el deseo
que los trae, no lo ignoro en absoluto. Sé bien que todos
están sufriendo; pero aunque sufran, ninguno sufre 15
tanto como yo. Porque cada uno de ustedes sufre solo
por sí mismo y no por sus semejantes. Pero mi alma, en
cambio, llora al mismo tiempo por la ciudad, por mí y
por ti. Por eso, no me están despertando de un sueño;
yo ya he derram ado muchas lágrimas y he recorrido
muchos caminos en las vueltas de mi pensamiento. Y
finalmente, luego de largas cavilaciones, encontré un
solo remedio y lo puse en práctica: envié a Creonte,
máximo poder se invertirá por completo al final de la obra (cf. In­
troducción, pp. xix y ss.). Por cierto, uno de los temas centrales de la
pieza es precisamente la caducidad del poder humano.
75. En griego, noséo. El primer sentido del verbo es estar enfermo, y
de allí, sufrir. Este verso admite, por lo tanto, un segundo sentido:
nadie está tan enfermo como yo. Esta segunda lectura implica una alusión
irónica a la mácula (miasma) que Edipo lleva por el asesinato de su
padre. Los griegos creían que las acciones sacrilegas, como el asesina­
to de sangre, contaminaban al asesino y a todo aquel que lo rodeaba
(cf. nota 22). Edipo, sin saberlo, afirma su condición de verdadero
causante de la peste.

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ED1PO REY 7
hijo de Meneceo ,16 mi propio cuñado, al templo pítico 17
de Febo 18 para que averigüe qué debo hacer o decir
para salvar a esta ciudad. Al día de hoy, calculando
el tiempo transcurrido, me preocupa no tener noticias
suyas, porque su ausencia se prolonga más de lo normal
y conveniente. Pero seré un canalla si apenas llegue no
hago todo lo que el dios ordene.
S a c e r d o t e . Has hablado en el momento oportuno porque
ahora mismo me indican que se acerca Creonte. so
E d ip o . ¡Soberano Apolo! ¡Ojalá venga con la fortuna de la
salvación, así como viene con el rostro radiante!
S a c e r d o t e . Hay buenas noticias, parece; de lo contrario, no
vendría con la cabeza coronada de laurel florido .19
(C r e o n t e se acerca.)
E d ip o . Pronto lo sabremos. Ya está bastante cerca como
para escucharnos. (Dirigiéndose a C r e o n t e .) ¡Señor ,20

16. Creonte era el hermano de Yocasta. Ambos eran hijos de Mene­


ceo, descendiente de Penteo y de Cadmo.
17. Se trata del oráculo de Delfos, el santuario más famoso de Grecia.
Apolo se había apoderado del oráculo luego de matar a la serpiente
Pitón (de allí templo pítico). En el santuario, u na sacerdotisa, la Pitia,
pronunciaba las respuestas oraculares en nombre de Apolo.
18. Febo es un epíteto de Apolo que significa el brillante. Son recurren­
tes en el texto las expresiones asociadas a la luz y la oscuridad, que
se vinculan a su vez con la problemática del conocimiento. El dios
Apolo está presente en toda la obra y pone la acción en movimiento
(cf. Introducción, pp. xvi y xxx).
19. La corona de laureles, árbol sagrado de Apolo, indicaba que la
respuesta del oráculo había sido favorable. El laurel era la planta
apolínea por excelencia. La Pitia mascaba hojas de laurel en sus
trances proféticos.
20. En griego, ánax: señor, soberano. Se utiliza para dirigirse a reyes,
miembros de la familia real y dioses. El término admite una segunda
lectura irónica, ya que, luego de la caída de Edipo, Creonte se conver­
tirá en el rey de Tebas (cf. Introducción, pp. xvm y ss.).

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8 SÓFOCLES

cuñado mío, hijo de Meneceo! ¿Qué anuncio del dios


nos traes?
C reo n te. Uno bueno, digo yo; porque creo que incluso
las desgracias pueden ser favorables, si llegan a buen
término.
Edipo. Pero, ¿cuál es el anuncio? Por lo que has dicho hasta
90 ahora, no estoy ni tranquilo ni asustado.
C reon te. Si quieres escucharme delante de estos, estoy dis­
puesto a hablar; o si prefieres, podemos ir adentro.
E dipo . H abla delante de todos, porque sufro m ás por ellos
que por mi propia vida.
C reo n te. Bien, te diré la respuesta del dios. El soberano
Febo nos ordena claramente21 desterrar la mancha22 que
se nutre de esta tierra y que no la dejemos crecer hasta
lo irremediable.23
Edipo. ¿Con qué rito de expiación?24 ¿De qué desgracia
se trata?
27. En griego, emphanós (claramente): en el texto se utilizan en forma
insistente términos con el tema radical phan-. Esta clase de palabras se
refieren a las nociones de luz y revelación y se asocian, a su vez, con la
problemática del conocimiento (cf. Introducción, p. xxx).
22. Según la concepción religiosa griega, la mancha (en griego, mias­
ma) era la impureza causada por el derramamiento de sangre o el
contacto con un muerto. Las acciones sacrilegas debían ser purifica­
das; de lo contrario, contaminaban al individuo que había cometido
la falta, pasaban a su descendencia y podían polucionar toda una
ciudad. El oráculo se refiere al crimen impune de Layo.
23. Según Hölderlin (Notas al Edipo, Zürich, 1944), el verdadero men­
saje del oráculo estaría reproducido solo en estos versos (96 a 98);
todo lo demás sería producto de la interpretación humana. Esta lectu­
ra resulta convincente porque el mensaje que transmite Creonte tiene
el tipo de lenguaje enigmático, propio de la palabra oracular.
24. Literalmente: ¿Con qué clase de purificación? En griego se utiliza
el término katharmós (equivalente a kátharsis) es decir, la purificación
de tipo religioso. La mancha (miasma) exigía la realización de un rito
expiatorio.

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EDIPO REY 9

C reo n te. Con el destierro o expiando un crimen con otro,


porque esa sangre está azotando a la ciudad. 100
Edipo. ¿Y a quién le ha señalado esta suerte?
C reo n te. En otro tiempo, señor, antes de que tú gobernaras
la ciudad, nuestro soberano fue Layo.
E dipo . Sí, lo sé de oídas, porque jam ás lo he visto.25
C reonte. El fue asesinado. Y ahora se nos ordena claramente
castigar a los responsables, no importa quienes sean.
Edipo. Pero ¿en qué lugar de la tierra están? ¿Dónde encon­
trar la oscura huella de una vieja culpa?
C reo n te. Aquí, en esta tierra, dijo. Lo que se busca se en- no
cuentra, y lo que se descuida, escapa.
Edipo. ¿Layo fue asesinado en el palacio, en el campo o en
otro país?
C reo n te. Se había m archado para consultar el oráculo,
según dijo; pero después de su partida, ya no volvió
más a casa.
E dipo . ¿N o lo vio ningún mensajero o com pañero de viaje
que pueda darnos información útil?
C reo n te. Murieron, excepto uno, que huyó despavorido.26
Y solo una cosa pudo afirmar con seguridad de todo lo
que vio. 120
E dipo . ¿Cuál? Porque una sola podría revelarnos muchas y
dam os un pequeño principio de esperanza.

25. Sófocles utiliza permanentemente en todo este pasaje el recurso


de la ironía trágica. La ironía se produce cuando el héroe se encuen­
tra totalmente engañado con respecto a su situación y se encamina
sin saberlo hacia la ruina y el cumplimiento de su destino. El público,
que conoce el mito, sabe más que el propio personaje y es capaz de
darles a las palabras un sentido que el propio personaje ignora (cf.
Introducción, p. xxix).
26. Se trata del servidor de Layo que había recibido la orden de ma­
tar a Edipo recién nacido.

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