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Ya es momento de concluir este análisis, en c!

que espero haber f P E N T E O , E L CAZADOR CAZADO,


mostrado cómo, a partir de una serie de trazos aparentemente pin- ¥ O L A S AMBIGÜEDADES D E - D I O N I S O
torescos e inconexos, se puede dibujar el perfil de un personaje so- 3
cial determinado, el del adivino en el mundo épico griego, llamado | f (En tomo ai sentido de las Bacantes, de Eurípides)
en e! mito Tiresias Qomo un interrricdiariq_entre ios dioses y los •:-
hombres, entre lo sagrado y jo Pj^ano^ etjtre este mundo y erotro," '
está marcado con los estigmas de esa peligrosa condición. Para l a j g
mentalidad griega tradicional, que tiene un aprecio decidido por la
sabiduría y por la capacidad de acción, el mántis aparece como onay^
figura ambigua, venerable por su videncia del más allá y de lo ocul-^
to,jjero miserable por su impotencia, que le margina de la aventura t
heroica. En esa ambigüedad reside el carácter patético que asume la
figura de Tiresias, un patetismo del que los grandes trágicos, Sófocles
y Eurípides, han sabido extraer, en escenas inolvidables, en el agón
entre el rey y el profeta, una irónica y dramática lección.

" Con posterioridad a mi a r r í n i l o «Tiresias o e! adivino como mediador>.


Emérita, 43, 1975, se publicó el libro de L . BRISSON. L Í mythe de Ti-í-stas.
ESSJ: d'andyse structurde, París, 1976, que presenta algunas sem-i,irii:3s de
enfoque y otra orientación, a partir de cuas. E ? muy interesante qi;e BRissaN 4
^ \
«proveche la versión de Eustacio en su Comentario a la Odisea, a v. X , 494, ^ g 1
3*
con algunos raros rasgos, procedentes qu¡2á de un mitógrafo rebuscado del <t'.
siglo II d. C , Ptclo-neo Quennos, que no hemos considerado aqiií del todo. -v!í
.A. las serpientes se añaden ratones y topos en la configuración de ia Icycnaa. - s..
Como señalé en una reseña de este libro (publ en rrnént.-, -ió, 2.', j978,
páginas 468-469), las conclusiones de ese trábalo y d .-.'jestro «son sienificati-
vamente divergentes. E n el fondo lo que habría q-jc discutir, tras e! metódico-.,.SÍ_
análisis estructural, es lo que entendemos como significado de los mitos -¡ us v,'
estruaurasi reflejos de una sociedad y sus conflictos, o transfiguraciones un
tanto poéticas de la figura de éste o aquel ünima!, por ejemplo, de la ser- ;
píente o el ratón».

Í4S
un papel singular, como en un drama sacro ^ E l protagonista de la
tragecüa, el héroe empeñado en la kybris —^^es jfemesura es opo-
nerse a~un HioFcomo~Dioniso y convertirse así en insospechado ad-
versario de la divinidad, en tbeómachos—, es Penteo, rey joven y
despótico de Tebas, vocado a la catástrofe.
Por otro lado esta tragedia, con su tema dionisíaco y su estruc-
tura perfecta, con-sus aires de drama sacro, con el Qjro en una po-
sición destacada frente a la acción^, con úñ~lcrvor diamático de'
corte esquileo, no es un drama arcaico, no es una obra que e n t r ó n ^
que con el transfondo ongmal religioso de un nsodo directo. i 5 ~
Üñ^3e^^ílllffia5^rápdii37^"^ina^ más inquieto
y descreído de los trágicos, algo así como la despedida melancólica
del viejo Eurípides. Se ha hablado de «testamento espiritual», de
«conversión» del crítico discípulo de los sofistas, que la escribió a sus
ochenta y tantos años, alejado de Atenas, en la imstériosa atmósfera
Bacantes, de Eurípides, es una de las tragedias más conocidas y
discutidas del teatro griego clásico. Y no sin claras razones. Ofrece '"^'^ ' Véase el estudie de J . KoTT, «The eating of the gods», en d libro dd
el smgular atractivo de ser, entre las treinta y tantas tragedias con- . r i í mismo r>ombre, un tanto erróneamente traducido al español como E¡ manjar
servadas, la única que trata un tema dionisíaco, si por tal emende- de los dioses, Mé.xico, 1977, págs. 180-223, donde se resalta ia similitud de al-
gunas escenas de la tragedia con escenas de la pasión de Cristo en represen-
mos el,que el dios de la máscara y el entusiasmo, Dioniso, se presente
taciones del teatro medieval, además de la influencia directa de la uagedia en
en ella como uno de los personajes centrales del drama. No es Dio- La versión del Christus Patiens (siglos xi-xit).
niso el héroe sufriente, como en el prototipo del drama ritual que ' E l Coro es quien da nombre a la pieza y sus intervcnciotiís puntúan emo-
habría dado origen a la tragedia, segtín cierta hipótesis acerca del — tívamente la acción dramática. Mientras que en algunas de las últimas tragedias
origen dionisíaco del teatro atenienseDioniso es el antagonista de Eurípides — d Orestes, o la Ifigeniú e» Aidiáe, por ejemplo— d coro va
perdiendo su función y resulta casi supcrfluo, lo que preludia su posterior y
y aparece, a la vez, como dios y con figura humana, desenípeñando
pronta desaparición, en Bacantes tiene una especial resonancia. Fomiado por
un grupo de extranjeras lidias. ataX'iadas con el hábito ritual de las bacantes,
F . NIETZSCHE msistió en que «Is visió.i dio.^Jsíacas inspira desde su 'ori- empuñando c! tirso, nwviéndose en frenéticos rumos, ai comr>as de sus tito-
gen la tragedia en su b r ü l a n i c libro El r¡(¡C!mienío de la tragedia fl871). (La bales y panderetas, el coro comparte con el Extranjero EHoniso los avatares
excelente traducción castellana de A., Sánchez Pascual, Madrid, 1973, ofrece el 3e su destino teatral. Como las jóvenes fugiuvas del coro de las Suplicantes de
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texto de Nietzsche acompañado de los «escritos preparatorios», muy inierc-san- ,¿, j Esquilo, las coristas expresan muy directafñente los temores y aíegrias défíTa-
tes para a d v e r t í r cómo la lectura de las Bacante! de Eurípidra lo había influido.) dos' de la pcnpeaa dramánca. E l coro refleja bien, en su aspecto atraaivo y
Sobre ia úmpronta de! ritual, en relación con e! orlto de un «dios que muere», '^1 esc^ñoaíoso. Ta ambigüeda3f" dd dionisismo: su euforia festiva y evangélica y
v¿ase. por ejemplo, ¡as páginas de G . Mvfji.\Y en Eíquiio. El creador de la f-.'j su desafío a las normas de la cordura dvilizada. En derto modo es d Coro
tragedia, traduc. española. Madrid, 1954, pa'gs. 19-21. U.Ta crítica ciara v dircc- quien nos da la réplica más humana a ia aaitud de Penteo, mientras su anta-
^a de todo esto la hace G . E L S E en The Ongi» and Esrh ForT: oj Greek §| gonista, el Dios, permanece sonriente e irónico ante las amenazas dd rej' des-
Tragedy, Han-ard Universiry Press, 1965; c.:rios3menre A. \.T%v^. que dice perico. I^s rr.cr.cdcs de la orcbestra representan también a otro coro, ci de las _
que^tpocos niegan .boy que la tragedia SÍ haya desarrollado a partir del culto mujeres teoanas que, poseídas de ia waw/c inspira^, por Dioniso. abandonando
ce L'iontso», es rjuy severo con los partida-rios dei drama ntual y no toma en -íüEí surivinos~y sus hogares, danzan por los repliegues del Citerón y luego destro-
cuenti tales anrecedenref, en D:e tr-g:¡che Dichlung der Ueller.e^., br edición, zarán a Penteo. en la escena narrada por un mensajero. E l coro en escena no
Gctinga, 5972. psgs. 4(K44. Tambit'n H . ]ÍK%\\MÍJ.. en D.'.IKVS.OS. Histoire du inter%-iene directamente en esa venganza, aunque sí sufre la {persecución y ¡a
cuite ¿£ ñ,xci-hu;. Pa-Í?. 1951, csp. V i l , ts ssrre=:aJa;acnic 'caa-.cioso aT'res- cárcel, pero de algún modo es prolongadón de ese gran tropel invisible de
pecio. Entre cr-iicnci han inrentado rcvalorizar desde uns perspectiva filológica '% bacantes montaraces. ¿Hasta qué punto el «pegador ate.niense_ podía identifi-
la tesis de N'ietzsche vale ¡a pona c'tar a M. UNTERS-riNfR. en' Ls r,-:g,iri Jei'a car su sentir con d de este coro exóncoFT^asta qué punto sus cantos refle¡fln_
írjírd:j. Milán ¡ 9 5 5 . 2.' C.J.. .iá^-s 1-1 V .=s k i nostaigias del viejo Eurípides.'

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religiosa de Macedonia, donáe tal vez persistían vestigios del cuito dicadas a este ciclo. Además de Esquilo y de Eurípides conocemos
orgiástico, de Dionlsó. Acaso en este-drama arcaizante el viejo Eurí- de nombre varias piezas de otros tragediógrafos que trataron el
pides intentaba reparar sus revtáudonarias novedades, sus corrosivos - tema: Polifrasmon escribió un Licurga (hada 467), Jenodes unas
ataques al mito, y en la crisis del sentido trágico que amenazaba de Bacantes (con las que obtuvo un primer premio en 415), lofonte, el
muerte a la tragedia quiso demostrar que aún podía crear un drama hijo de Sófodes, una tragedia. Bacantes o Penteo; Espíntaro, ima
tan paradigmático como el Agamenón, de Esquilo, o et Edipo rey, Sémele fulminada; Qeofonte, unas Bacantes; Quercmón, un Dioniso;
3e~Sólodes. " ' Cárdno, una Sémele, y d cínico Diógenes parodió d tema en una
Bacantes se estrenó en AtenaSi jimto con otras dos piezas postu- - obra con ese mismo título. Sólo UIMS fragmentos exiguos de Esquilo
mas, Akmeón en Corinto e Ifigenia en Áulide, tras la muerte del sobreviven hasta hoy, jimto a la tragedia de Eurípides, que ya en la
anciano Eurípides en 406, tras la muerte de Sófocles en el año si- época hdenística eclipsó a las demás obras de idéntico contenido
guiente, acaso tras la derrota de Atenas en la larga guerra de desas- mítico. Entre los dramaturgos latinos, Nevio y Pacuvio compusie-
troso final, y obtuvo el primer premio en la representación, ese pri- ron sendas tragedias sobre d mismo asunto, muy influidas, sin duda,
mer premio que en vida los atenienses le habían regateado tantas por la de Eurípides.
veces a Eurípides. Tal vez resulte conveniente recordar, aunque sea de un modo
G>n su crueldad, con su patetismo feroz y cfcspiadado. Bacantes esquemático, la_estructura dramática de la tragedia de Eurípides,
eí una magnífica despedida. Eurípides, al que se acusó de destruc- para advertir la habilidad mn que f s t á distribuida la acdón y qué
tor de la tragedia (Nietzsche y otros lo denimcian y no sin algimas diestramente Penteo avanza hada la trampa mortal que d dios le
razones), recupera en esta pieza el. sentido más hondo de lo trágico ha preparado.
(una categoría no descubierta por los críticos griegos, sino por otros E l prólogo \d recita el propio Dioniso. Anuncia que ha llegado
muy posteriores), y en la muerte de Penteo descuartizado por su a_Te5ás_para vengarse de la familia de Cadmn, por las ofensas l>e-
propia madre y el cortejo de bacantes da ima espléndida lección. chas a su madre Sémele, fulminada allí rprciü^^v ep rechazo de su
^ 'Uoa lecdón, sin embargo, un tanto difídl, ambigua, para nosotros. culto. Ya^a_enloquecido a las mujeres de la dudad, sacándolas de
— Se^ha hablado de «eTenigmá <fe las Bacantes» *. ¿De qué nos~ad- sus_iiQg2xes-y-conauciéndolas en delirio báquico ai monte Citerón.
_yierte EurípidSpnEn la falta t r á g i c F W T P e m w , £u_^y^ su Luego invita al Q>ro, formado por bacantes asiáticas. Que le han
bamartía, ¿qué Dchle pasión se coñ3ena? ¿Es su castigo justicia o se.guido en su peregrinar, hasta allí, a entrar en escena.
una cruel venganza de ese dios ambiguo y feroz y enigmático, Dio- E n ia parados tenemos un exaltado canto que celebra ios gozos
niso? y los ritos dionisíacos. A continuadón. en el primer episodio, er|íra
H_mito que Eurípidf^ f<!r.°nifica en sus Bacantes tenía una larpa en escena Tiresias que llama a Cadmo. Sale d viejo fundador de
tradición en la dramaturgia ateniense. Al propio Tespis, el fundador Tebas. Los dos viejos, con vestidos apropiados a las ceremonias bá-
del teatro trágico en Atenas, se le atribuyó un Venteo, del que sólo quicas, se disponen a marchar al monte para datizar allí en honor de!
amocemos el nombre. Esquilo había dedicado a la leyenda rebana dios. Entonces irrumpe en escena Penteo. Violento ajón f^__^ que
<kl n^imiento del dios y 1^ introducción de su culto en la ciudad de PemecT increpa a Tiresias y éste replica con una curiosa y diploipá-
C^mo_una tril^a_Hgaíia —es decir, que las tres tragedias de la tjca defeiisa de la prudente aceptación dd nuevo culto a Dioniso.
misma semEzaban en la exposición del desarrollo del tema trata- E n el primer estástmo e{ coro invoca a la Piedad y, de nuevo^.
do—, Sémele o Las^rtadoras de as.ua, Las cardadoras de lana, y evoca la feiicidad_gue^ Baco |Miede procurar. E n d secundo episodio
P«tíí'o, seguida por el drama^satírico Las nodrizas de Dioniso. Y en aparecen los guardias que traen preso al Extranjero —Dioniso—-
otra trilogía había tratado también de la leyenda de temática similar, Diálogo rápido entre Penteo y eí prisionero, que_rgspQnde_3-aJS-,grne-
la resistencia de un re\ ante los cjltos dionisíacos invasores, y la ven- nazas c i.nsultos c o n caLma e ironías. En el segundo estásirno el coro
ganza y victoria de Baco sobre su mortal oponente, en este caso el suplima a su dios que ias^canforte m . f s t p rrtpmento de desestiera-
rey trado Licurgo, ya aludido por Homero. Edonos, Basárides, Mu- don.
chachos y el drama satírico Licurgo componían las caatro piezas de- El episodio terccrc-. muv amplio, se abre con la escena de! terre-

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mmo, con el que ei dios se ha liberado y aparece ante el coro. 2
Nuevo enfrentamicnto entre Dioniso v Penreo, interrumpido porel
relato de un niensajero acerca de las maravillas producidas por las
bacantes, vencetioras de las asechanz-is de ios pastores y dotadas
facultades milafi;ro.sas en su libre y festiva comunicación con la na-
turaleza salvaje. Tras el relato del mensajero, Penteo se deja con-
vencer por el Extranjero a que acuda como espía, disfrazado de
mujer, al monte;_EsJa.«f_cnj_^c^^^
jra3ir7
E n el estásimo tercero, el cpro manifiesta su alegría, txar la libe-
ración V la confianza en la victoria. Penteo, vestido de mujer, dialojra
con el Extranjero, en una escena de trágica ironía, antes de parür
hacia el monte, guiado por el. Tras este breve cuarto episodio, el
cuarto estásimo es tma invLKación de la vengap-za despiadada contra
el sacrilego Penteo. que ya ha caído en h red fatídica de Dioniso.
E l episodio quinto lo 'Dcupa un lar.¿G relato de! mensajero que Como siempre, la_tragedia está anclada v enraizada en una tras-
narra cómo Penteo ha sido cazado v descuartizado por las furiosas fondo mítico. Del mito tradicional se nutre la acdón trágica. Los
hijeantes en delirio, v cón-jC la propia .AL-avc, h. madre del rev. fue hilos fundamentales de su trama prnri»d<>r, ^^l ^cq.Tpma transmirido
la primera en desgarrar su cuerpo. En !a estrofa única del estásimo por el relato le.gendario. La intriga escénica puede jugar con cUos
quinto el coro celebra \.: \. hasta cierto punto, pero siempre tiene que ajustarse a tmos límites
El_éxodo_se_ abre_can-ia-i¿gaéuc3 d&rw;,a--d£ A^»ve, que .viene prcestableddos. No cabe una alteración de los trazos esenciales de
tra;v^endo, empalada en su tirso báquico, la cabeza de Penteo. Tras la saga. Dioniso es hijo de Zeus y de -Sémele. hiia de Cadmo. que
la escena de danza. Agave reclama la presencia de Cadmo, para ufa- tuvo amores con el dios supremo y fue fvilminada, al tiempo que
narse ante él de su presa de caza. Acude Cadmo, que viene de reco- Zeus salvó al hijo de ambos, luego divinizado, el dios del diritambo.
ger los restos de su nieto, el descuartizado Penteo. Poco a poco el Penteo, sucesor de su abuelo Cadmo en el trono real de Tebas, in-
anciano consigue que su hija vuelva en sí y reconozca todo el horror tentó oponerse ai culto báquico en su dudad y fue castigado con la
de su ha;:aña. Después cei piante de C^drno, sejuia la iairientacióii muerte, siendo descuartizado por su propia madre v las mujeres de
de Agave, mientras recomponía el destrozado_cuerpo_de_^t£ hijoT" su dudad, bacantes poseídas por el delirio dionisíaco. Estos son los
(Hemos perdido parte cíe esta escena. / También nos falta ei comieiízo trazos en que se encuadra la versión que e! dramaturgo atem'ense
del discurso de Dioniso, Q\IÍ- .'¡pa.'-cce aho'-a como ccus ex machina profxjne a los espectadores. Pero el mito le ofrece también ima liber-
en lo alto de! eicemirio. ,xiri Jijlogar ccn C.:amo y Agave y desfíe- tad de reinterpretación. Y e! tragediógrafo ateniense propone una
dirios, prediciendo sus futuras crranzas. relecíura del mito, una lección ciudadana del mismo en el teatro y
la fiesta de Dioniso. En ese doble aspecto de fidelidad y libertad
interpretativa se encuentra uno de l o s m é r i t o ; d^eja sabiduj;ía__trágica.
Cada dram-aturgo recuenta. su manerg, ei mito. Y uno de los trazos
que se pertiían con mayor originalidad en cada versión es el carác-
ter Gc los person-jes. E l ethas de i a; grandes firuras del mito está
-definido por su actuación trágica en un .modo desconocido para el
niito arcaico. Ll"""mxrtagonista de Edtpo rey es mucho más que d
sujeto dei miro, incestuoso y parricida; es ese rey justo c inocente,
a la vez policía, juez y culpable, de esa Intriga que se desenvuelve

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como una novela policíaca perfecta en unas horas, delator y verdugo una espléndida catástrofe, en un drama canónico, «el más slj^espea-
(fc sí mismo, en esa anagnórisis retardada por la maestría dramática riano de los dramas griegos»
de Sófocles. Los estudiosos d d teatro de Eurípides han destacado que d viejo
E n lo que podemos considerar el núcleo del argiunento mítico se -aturgo pudo observar en su retiro macedónico d fervor de los
nos cuenta _^^na leyenda dionisíaca relativa a l¿~lucha5 a xnvé^ TTP^ tos dionisíacos y la grandiosa belleza de la naturaleza agreste de la
las cuales se impone el culto aBaco', una leyenda que eñoientra jión. Por otra parte, en aquellos mismos años desastrosos para Ate-
. ánrersos reflejos en varias comarcas de Grecia. De modo paralelo nas^Ja^judad_se^veíi]^v^i^ cultos de origen oriental
a como el dios se impone victorioso y vengativo en el desastre~de y acudían con sus ritos mistérírns v sus doctrinas extrañas, con sus
Penteo en Tebas. vence sobre Licurgo en tracia, sobre Atamante -' ^rr>sn?:'iS2j^parr^^-ic>s< evangelios^ los prosélitos de Cíbde y Bendis,
en Orcómeno, y en Tirinto y Argos sobre las hijas de Preto. Una" de Aris, Adonis, Sábado y de Isis, a predicarlos en la misma cuna
%pilia_r^l_sg.^iega a aceptar la divinidad de Dioniso yrechaza el de la ilustración sofística.
culto báquico y sus mistéricas orgías; el dios la castiga enloquedendo La última tragedia d d trágico, tan influido por el racionalismo
a las mujeres y destrozando a los descendient^__masQtlÍDP5_de la i la crídca ilustrada de los sofistas, no parece ima palinodia ni el
misma, manifestando así su pocfar. Tal como e s t e n ú d e o argim:iental testimonio de una conversión final, sino la expresión de un anhelo
se dbtece en d ejemplo de Éacantes puede advertirse ia pervívencia íargo~tiempo vivido, ia "advertenda de que lo divino tiene muchas
de antiguos dementos del ritual. Penteo es ejecutado como ima formas de manifestarse que no caen bajo el control de la razón limi-
víctima propiciatoria, como el phármakos que expía sobre sí los tada." La intensidad "con "que"evoca —en los uncos versos del coro—
jaecados de la comunidad, inmolado en un sparagmós ritual, un des- esas" Imágenes de una dichaserena^jCOtiSana. seTvatJca^ en la armo-
pedazamiento en vivo a manos de las ménades enfert'oreddas (y a níi"con la" hatiúráTéza, q"ije~ef~3íonisisnio promete, refleja que para
debía seguir la omophagia, la comida en común de la él se^resentaba coino un_dirícil^hdo^acas^^ proHI-
carne cruda dd animal sacrificado, a lo que en el texto de E u f í p i 3 5 DÍdo)»_a_su_Ln^9me_to y escéptico c a r á c t e r ,
se alude). E l travestímiento de Penteo con una indumentaria feme'mna
y_ báquica, su encaramarse en un árbol, que no es cortado, sino
arraiKado de cuajo, la procesión festiva en que se lleva su ensan-
grentada cabeza (como un trofeo de caza), evocan momentos de un
ritual dionisíaco. Como su primo Acteón, Perneo paga con su des-
cuartizamiento~la transgresión. de_,una norma religiosa, es la víctima
'^^^J^LSISSiS^kÉZilj empujado a actos de desmesurada osa-
día, al enfrentarse a Dioniso, como un «adversario de ios dioses», un
teómaco que con tiránico arrojo quiso emplear la violencia contra
Baco, d «liberador», dios del entusiasmo y e! delirio, «el más dulce
y el más terrible de los dioses».
E l viejo y desilusionado Eurípides ha sabido exprimir toda U'-
fascinación primitiva, bárbara v feroz de esta historia sacra v san-
grienta, y expresar en una poesía de acentos sincs.'-os jos gozos del
"^^Itó_auevo,_de_ia comunión enrusiasta con la nA:;jraie;:a idílica y !i-
bre, y las sombras dei estremecimiento y ei iurcr a.nitr I J pasión de
Dioiüso, una pasión que se trueca en la pasión dei rey Penseo, con
-' Tomo la frase del prólogo Je j RoLX a su cdiCió.n dr la obra (Parfs. 1970).
• Sobrí cMa ;<-nderi^;j Je ir'. '{.-•.-ra ohras ha insistido c!a-
' Tbe RiddU oi íke Bac-har es el utu'o c ; un conoc.oo Hbro o- G . \op- rini.n-o V ni B L N Í D Í ; - . ~. rur:;.::, :,,:r. , . .v;-;.; Ti;rín 197! í c ! ;>á-
WOOD • I w ? ; sob.-- L-:u : r . t c ; . á

•53 159
En la rc-iecrur? que Eurípides nos ofrece del mito de la muerte
de Penteo y de ia entronización ce Dioniso en el solar de sus ante-
pasados en Tebas.Jiav un esquema mu;-.- fniiguo. incluso cienos ras-
goí arcaiza.ntes, pero rsay también una dosis de novedad. Nos es
difícil, faltcis de los términos de comparación, ai iiaber perdido esas
otras tragedias sobre el mismo tema a que nos hemos referido, pre-
cisar esos rasgos nuevos; frente a versiones como las de E.squiio o
de Jenocles que no nos han llegado es imposible aquilatar qué es
lo novedoso. Pero, conr/ciendc otros trata.mientos de Eurípides de
mitos ya tratados por otros trágicos, no es arriesgado sutxjner que
una de sus características es ia caracterizació:! psicológica de su
prctagonistj. _?vl'jchas veces el énfasis en la .humanización de los
héroes trágicos r.z lievado a Eurípides a una crítica dei sentido heroico
de los mismos; vueltos demasiado humanos, los héroes de aiguna?
piezas de Eurípides revelan una estatura mediocre y un natural de-
tnasiado turbio para una conducta heroica, para_Ja_jiLasnaiiiííiidad
propia del héroe incluso en la desmesura que le lleva a la ruina.
"Ejemplos de esto son tanto Orestes, er. la pieza de su noinbre.
C'^"r,o Mcrneiao y .igamenón en !a JH^^ri: >::: Au''dc. por citar lo?
casos más extremados^
Pero r.o es así en el_cá_50 de Pentec. V .'-.o pcrque_éste se;3_un
pc_rscnaie_grardios3 o una iigura de una yieza. fino ;)orque, a pesar
de su carpa psicológica, conserv^ jjn£_£ranüeza_jr)ea^^
dudíi, una de las grandes iigura? trágicas de Huripidei, como lo e?

i: i
Ici

I
Hipólito, en su personalidad obcecada, pero no mezquina'. E l en- Por el canana de estos intentos psicoanalíticos se puede llegar
faentagiento entre Penteo v Dioniso MVnp f^^^ ^r'fl'^'V una lejos, demasiado lejos tal vez. Pero no cabe duda que en estas piezas
dimensión emocional que va más allá de la tremenda contienda exte- del viejo Eurípides la psicología de los personajes es un elemento
t i o r ^ m l á que el dios aniquila a su adversarin h n m g n r t Y ptta m m . dramático de primer rango, piénsese lo que se quiera de la impor-
prensión en profundidad del esquema mítico es una innovación de tancia de la psicología y la estabilidad de los caracteres en la trage-
Eurípides. ' dia griega, que no es, en su comienzo, un teatro psicológico. Sin
«^_dios_que arrastra a Penteo a su perdición, en verdad está embargo, la interpret^ión_^cológica dd conflicto, la interioriza-
t ^ ^ J ^ ^ ^ ^ ^ o » , señalaba U . v. Wilamowitz', y lo inismo~rdte- don del cbcx^ue de^uetzásm^el propio carácter de Penteo. no de^
ran E ^ m ^ r í a de comentaristas; «el dios subyuga definitivamente a truye d drama sacro oue aquí se representa, sino que le añade una
Penteo no desde fuera, sino desde su propio interior», reconoce airva dimensión
H . Diller'. Quienes se sienten tentados a aplicar el análisis psicoló- Esos análisis psicológicos resultan modemizadores. E n Penteo
gico al protagonista de la tragedia descubren en Penteo un mundo pTipientra B. Sddensticker " los trazos y la actitud d d tirano de
de impulsos reprimidos que el eiKruentro con Dioniso hace aflorar. tragedia. Algunos de estos trazos típicos están bien subrayados por
£. R, Dodds ha trazado decididamente el camino de tales interpre- Dodds: «falta de autocontrol», «predisposidón a creer lo peor en
taciones psicoanalíticas que continuaron Winnington-Ingram y otros noticias d é o í d a s o sin ftmdameiito». «brutalidad-jamta H índeL
intérpretes Para Dodds, Penteo es un «puritano» despótico cuya fensp», «ima estúpida confianza en la fuerza física como un medlo_
violencia encubre la represión de los propíos instintos. Por eso acep- para soludonar problemas espirituales» ^. Pero a esos se agregan
ta fácilmente la sugerencia de Dionisio y se deja sugesüonar~coir]ra- 4Ji^utoidentificadón con la dudad, la convicdón de actuar con dere-
pidez para convertirse en un íravesti que va de voyeur a lo que é T cho y rectitud en interés del Estado, d sentimiento de la superiori-
sejnaagjna como frenéticas orgías de las bacantes en sus escondrijos dad moral e intelectuairy el ansia de poder y honor». A su orgullo
de la montaña. La arrogancia masculina, su enfática afirmación d e j a riadaI7basado en la fe en la superioridad de su nadón y raza sobre
moralidad tradicional, su desprecio por las mujeres y el sexo, todo los extranjeros, se agrega Ta~pretendida arrogancia masculina sobre
eUq^son máscaras que encubren ese sórdido aspecto de su persona- la mujer, situada en una posición subordinada, tanto física como in-
lidad, que ahora va a salir a la luz y arrastrará al joven rey a su telectualmente y, por tanto, también inferior en el plano moral y
ruina espiritual, que Penteo evidencia repetidamente (cf. w . 785 y si-
guientes, V. 803). «Con su desprecio de los bárbaros y^dejas muje-
res reproduce Penteo ^prejuicios "ampliamente diTundidos en la socie-
' L a comparación de Penteo con H i p ó l i t o viene con frecuencia a la memo- dad gri^a,_comoJo.s gue^ufípIdéTha dTncado y^jtacadcLJmp'íclra
ria. Cf. A . R. BOLLINC-ER, « T h e Bacchae and Hippolycus», en Yaie CUssical y explícitamente en una serie d^ obras, en las que aparecían superio-
Studies, 6, 1939, págs. 15-27.
res bárbaros a ¿riegos y mujeres a hombres (por ejemplo, en Alcesíis,
' E n Gnechische Tragódien, I V , B e r l í n , 1923, págs. 142 y ss
' H . D i L L E R , «EHe Baccben und ihrc Stellung im Spatwerk des Eurípides»,
Medea. Andr'ínraca. Ifi^enia en Áulide)»
Betíragí der Mainz. Akademie der Wiss. und Uteratur, 1955. págs. 451-471.
" E n el prólogo a su famosa edición de la tragedia: Bacchae, 0.\ford. 2.' edi- do comentario de la tragedia. Les Bacchantes, I , París, 1970, y I I , París, 1972,
ción, 1960 (!.• en 1944). ix> comparte esta ctmcepdón de Dodds.
" R . P. WINNTNGTCMÍ-INCRAM, Eurípides and Dionysos, Cambridge, 1948: " Sobre la psicología de sus personajes, el trabajo ya clásico es el de
J . A . L A RUÉ, «Prurience Uncovered. T h e psycholop;,- of Eurípides' Pcníheus», A . L E S K T , «Psychologie be: Euripidcs», ai el vo!. col. sobre Eurípides de los
Classtcal Journa!, 63, 1968. págs. 2 C « - 2 1 4 ; W. SALE. . T n t psychoanalysis ot Entretter.s de la ForJ. Hardt, 6, Ginebra, 1960, p.-í^s. 125-150. .Me parecen tam-
Pcntheus in the Bacchae of Eurípides». Yole Gaíucal Studic:. 22. 1972. pá bién interesantes las observaciones al respecto de B . VJCKERS. en Jowards
pnas 63-82. Sale descubre en Perneo u,-, «complejo d'c castració.T ('.). aunque Greek Tragedy, Londres, 1973. Vickcrs no es un filósofo clásico, sino un crí-
en un postenor iibro riO insiste en tal dcsoibrimicnio. ( Q . VT. SALE. Eiisícn- nco de teatro, y sus obscr^-aciones están hechas desde css perspectiva.
tidism and Eunpides. Sickness. tragedy and divtmfi '.n the Medca. the H/pix-x'v- " B . SEIDENSTICKER, «Penthcu.';», en ?O--.-.VJ, 5, 5-4, 1972, págs. 35-63.
tus and the Bacchae, Mclbourne. ¡ 9 7 7 . ! I>.~Dris o r . pá^s X L ' . I ! , y cuna. ¿1 verso 214.
" 1. RoLX, c;uc ha publicaiio jr-í cdirión con «.T^ph- pr-:;.->;:c v L:- Jrtd^la " St:i:it:.S'sní,í:f.K, art c;t., pii', -17.

162
f
Pero todos estos rasgos que caracterizan e¡ temperamento de 4
Penteo: la inestabilidad emotiva —que está en !a base de ! . i atrac-
ción que Penteo siente hacia lo dionisíaco como lo «pecaminoso»—,
Í3- su conservadurismo, sus prejuicios etnocéntricos y patriarcales, su
ansia de poder y honores, su modo de pensar según esquemas tijos,
su torpeza mental, su carencia de autoconocimicnto, su incompren-
sión para todo cuanto supera la experiencia cotidiana y su incapaci-
dad para aprender lo nuevo, corresponden, según Seidensticker, a
un tippde personalidad analizada por "algunos "sociólogos y~psicóIo^
J O S en~eiiibro colectivo The AuthoTitarian Personaliix' í Nueva
York, 1950,1. E n esta publicación d e l T n s í i t u t e oí Sc^cial Research de
la Universidad de Berkeley, dirigida por Th. \X'. Adorno y Max
Horkheimer, se trataba de anahzar y describir un upo humano autori-
tario y <"pütcnciaimeníe fascista^». Las características fundamentales
deesa lipo'de personalidad sen, en el resume;: esque.-nático que da
Seidenstiker ' , éstas: 1; Represión de impulsos y tendencias incons-
cientes (por e;cmplo. temor, debilidad, deseos sexuaiesi y la liberación La tesis de algunos estudiosos del drama euripídeo que, consi-
de ios subsiguientes conflictos internos a través de ia proyección de derando el aspecto «radonalista» del mismo, veían en Fenteo un
ias propiedades reprimidas en o t r o Ñ y ia luciia contra elios. 2; Etno- mártir de la razón v d orden trente a la demoníaca locura de Dioniso,
cenirismo que iíeva a tratar a los extranjeros ccmo enemigo? e inte- tesis_io¿ienida por A.W. Verraü " v G . Nor.vood, parece contar hoy
riores. 3) Una potencial agresividad y tendencia a la brutalidad que con pocos adeptos. Pero la tesis opuesta se ha extralimitado también,
propone ideales de fuerza, virilidad, impuiso de dominación. 4; Con- al recalcar las taras psíquicas de Penteo. sus hábitos despóticos, su
vicción de la superioridad del varón y de la i.nrerioridad \ el deber carácter de puritano encubridor de libidinosos impulsos de ,un in-
de sumisión de la mujer al hombre. 5i Convencionalis.rno v conser- consciente muy turbio, etc. Dodds enfocó al protagonista de la
vadurismo, admitiendo sin crítica las nor:Tías traciicionaies. 6' Pensar tragedia con conceptos de psicoanálisis freudiano, y otros'íian exa-
estereotipado y ¡jgiido J prcjuicioi, con tendencia n genéralizadones
gerado este diagnóstico. Pero está claro que Eurípides no compartía
y rechazo de io r;ue>o y originai. 7/ Rigidez e incapacidad para admi-
la concepción de Freud sobre la estructura psíquica del individuo y
tir nuevas experiencias socia]e<. que son sentidas como amenaza,
que no presenta a Penteo corrió el_P£g£g-_yj5FcUenre de un psiquia-
rechazadas co.mo peiigr^'bas para ei orden estaniecido.
tra moderno.
Todos esvs ras;:c5 ce ia <• ntríiina'idad auLor;taria>> nuecen encon- Cierto que Penteo es cpjppjan tirano de tragedia:.infl,exibk4!;..pre-
trarse, en ma\cr c menor rntensKÍad, en ios tiranos ce tragedia, cipítado en su actitud autoritaria —como Eteocles en los Siete contra
como ei Creóme ce 1^ A'::-go>:^,. du Sórociei. ;.• en vanos personajes f 7 ¿ f l í 7 c o m o ^ d í p o , como Creoote— y ese carácter rígido y violento
de F.'j''r:des Pero r - ••n grado mayor u-e :i;r::^Mr!i:> en Pcnito. cuya k arrastra a su perdición, a \& ate_ final., como a tanto héroes. Cierto
desc-¡r.c;c- :-:ro;c:g;ca r ;eqe •r^tertít'^e a D:"-r;r d'r su actitud des- que en la pieza hay u.na afirmacióri clara;^ja_deja_grandez;a de Dioni:
equilibrada en nuc^trí'i .l-.^-'i? nstc rev w:<-:\^r.. :¿:i arrobante de su so, que el joven rey, autoritario y rígido, desatiende, para caer en
r;,!s^-ui!,tid.:d v ae ^•: p '..r. c- ; Í \ e' ;n;r.!.:-:.^ <:":e<;ro que sos-
"'ec^'P' r^<./-inv ;• r. i ; : : r;t•;rii"i>' i.;;r :".^ueno ^ .;d.:Co Eurípides the Rjit:oKJÍist es el ntuio ce nn Hbro de A . W . VERE.^LI,
(de 1914;., donde se ve a Eurípides c o n » u.-i discípulo de ¡os sofistas y^un
crírico ilustrado de los miros tradicionales. A esa visión se opone el brillan-
te s n í c u b d ; T . R. EX^DDS, «^Euripidcs u-e Irrationalist.., de 1929. recogido
ahíiru ca su libro The AKCICKÍ Cotc^pt of Prop/ess dnd Other Essais, Ox-
ford, 1973.

165
quiere cortar los bucles del Forastero y encerrarle en un establo» ^. "%
trampa mortal terrüda por el dios. Dioniso es un dios del gozo y el fLa reacción del autoritario Penteo no está injustificada: las mujeres J
'"entusiasmo, proclaman sus fieles, un gran benefactor de la humani- de la ciudad ya se han desmandado y, dejando sus helares. seTianr"'
dad indigente. Pero en el castigo de Penteo hay algo más que un ido a los bosques a celebrar sus orgías, con pretextos místicos. E l ~
acto de justicia, si es que es un castigo justo. Contra quienes lo me- espectáculo que le ofrecen k s dos viejos, Cadino y Tiresias, no es
gan el dios manifiesta su aspecto cruel, con una catástrofe que en- tampoco alecdoaadorrvnias advertencias de ambos le parecen estú-
vuelve a pecadores y justos, con tma crueldad que se intenta justifi- pidas y cobardes incitaciones a una componenda que él^ imbuido de
car como fatídica, como la antigua decisión de Zeus, según dice su autoridad como"3efensor de la ley y d orden, no puecleTde ningún ^
Dioniso en imo de los versos finales de la tragedia (1349). ** mo3c), aceptar. Penteo se cree d único aierdo en un mundo enlo-
- Atendamos im momento al carácter del dios al que se enfrenta quecido por Ta pestítériTmfluénS^dei Extranjero. Se cree obligado a
el joven inonarca tebano, a Dioniso, primo de Penteo, que llega reprimir con la mayor dureza k violadón escandalosa del orden
como Extranjero, extrañamente ataviado, con el largo vestido de tradidonal. Cree que la ley y la sabiduría están de su lado.
color azafrán, sus cintas de lana blanca, la piel de corzo moteada y
Pero el ioven tirano no sabe bien a quién .se enfrenta Y vano
la larga cabellera rubia suelta, con sus aires afeminados y su máscara
trata de reducir a Dioniso. E l dios de la locura y d entusiasmo, el
sonrosada y sonriente. Este es el dios de la fiesta bácpiica, el dios
que sabe susdtar la manía y el desvarío, también le seducirá a él.
del entusiasmo y el delirio, el de la embriaguez vital y la liberación
Hay quienes piensan que en la famosa escena de la seducdón Dioniso
de las tareas cotidianas. E s un dios sutil y versátil, dulce y extreiña-
hipnotiza a Perneo. Prefiero la sospecha de una seducdón másjutil
damente feroz'-. Penteo intenta encadenar a este daimon, que es
por la que d dios despierta los turbios instintos reprimidos del joven
Lysíos, el dios de la liberación, ei que destroza cualquier cadena y
yjejtrae_así a vestirse de muier-y-Z^jchar al monte de~espía. Dio-
no conoce prisión. Desde el Himno homérico a Dioniso —en que el
niso es d Seductor, el Tentador, por excdencia, con un poder démo-
dios raptado por irnos piratas despliega su magia para enloquecerlos
níaco. Sonriente, irónico, el dios juega con Penteo, como d gato
y liberarse— es famosa su habilidad para tales milagros. Penteo enca-
juega con el ratón que va a devorar en seguida. Dioniso no es justo,
dena a un toro en lugar del dios, el prisionero provoca un terremoto,
como no es justa tampoco Afrodita (por ejemplo, tñ~'¿rTTip6Ttto);
y aparece triunfal ante las bacantes. Este dios, que acude como ex-
sitio cruel en su venganza, que envuelve alodáTIa familia de (2acJmo.
tranjero a la ciudad de su madre, no porque sea un profeta de
Él castigo de Penteo resulta mucho más cruel que el de Hipólito,
Oriente, sino porque «es el dios que tiene por vocación lo Extra-
porque este mártir de la castidad conserva, al menos, su discutible
ño».,^. Un dios ambiguo, afeminado, de rasgos exóticos, seguido por
virtud; pero Penteo sufre la ignominia de dejarse seducir, y su des-
í-flffr cortejo de vagabundas sectarias que danzan al son de las pandere-
cuartizamiento va precedido de un desgarramiento interior, simboli-
tas y convocan a fiestas nocturnas en el monte, es escandaloso. No
zado en su trasvestirse de bacante, con el hábito femenino. .'\ impío
^iene demasiada culpa la reacción del joven rev de Tebas —a quien
Acteón, transformado en dcrvo, lo devoraron sus propios perros de
nadie ha probado que tras ese aspecto escandaloso del Extranjero se
caza; a Penteo lo destrozan las mujeres de su familia y su dudad.
esoonda una auténtica divinidad—. «Penteo mira al Forastero como
un sheriff de Arizona miraría a un gurú barbacfo que hubiese invadido
el pueblo con una pandilla de muchachas desharrapadas. Contrapone
i j ^ «rT0g''"rí3 dei mistirismn la arr^ganría de la razón Pragmática.

" Sobre Dioniso y su cuito, son clásicos !os estudios de W F OTTO^


Dionyfo!. Mythos und Kuiíus. J." ed., Francfort, Í 9 6 0 . y e! de H . JEA.NM.^IRE,
ya citado. Los coméntanos de Dodds y de Roux advierten bien esos aspectos
de DiorJso en la pieza.
" L a frase es de M . D ^ T I E N N E , en Dionysos mis a mort. París, 1977.
^ J . KoTT, en U rr.inm de los dioses. pá«. ! S 0 .
página 163.

167
166
5

Hay en J a representación de ia tragedia dos objetos que denen


un valor simbólico: unas botas de caza y una peluca rubia. Penteo"
aparece caüado con unas arbylai, unas botas de caza, que .«rgs.u.eaaQ—
dentro del paladq» anunciando amenazadoras su llegada. Son un
símbolo de su inarcado carácter varonil, de su firme paso guerrero y
cazador. E l coro se sobresalta ai oír ei eco de iias nasos en el ver-
so 638. E n 113-í. n.irra el mensajero que una bac.inte le arranca,
en d descuartizamiento, «el pie con su mismo calzado de caza». Aún
en su trasvestimiento Penteo ha conservado esc par de botas masculi-
nas que, al trocearlo, hacen voltear por el aire las bacantes. Símbolo
fa.nfarrón de su viri!idad,_d ojzado de caza delrey, capturado como
uria_v2ctma_en la^ momc^^ ¡xjne una nota irónica en la des-
cripción de su muerte.
Luego está la peluca. ElLlevar la melena larga es una de las
garacterísfiras de los fieles de Baco,. E n las ceremonias y bailes lan-
zan a! aire las bacantes sus largas guedejas. E i Extranjero «lleva una
melena larga y perfumada de rubios bucles», que escandaliza a Penteo,
que quiere cortársela fvv. 234 y 495). A\e de mujer, Pen-
teo sale con u.^ melena larga (bien sea que antes llevara el pelo
recogida y que ahora se lo ha soltado, bien que ha tomado una ca-
bellera postiza), como ias que ¡levan las bacantes y el Extranjero. M
ser descuartizado, esa cabellera pasa ¡unto con su cabeza a coronar,
e! tirso de .^iga-.e. romo si fuese la rubia meiena del león que ella
cree haber cazado. Este trazo femenino -—en Dioniso es un rasgo
de afeminado—_caracteriza el desmoronamiento de Penteo. Lleva los
bucles escandalosos que quiso cortarle a! Extranjero, pe.ro. al tiempo.

169
esos bucles parecen los de un león —uno de ios anímales en los que trear al Forastero. "Captúrame» la presa tras la cual nos enviaste;
puede metamorfosearse Dioniso—. un león como^el que Penteo hu- peto esta presa fue dócil"... ( w . 435 y ss.). Y es Penteo quien se ve
biera querido ser. Los dos objetos, el uno calcado de connotaciones cazado y destrozado como una bestia por un hato de mujeres. "Fe-
masculinas y el otro femeninas, nos conducen a evocar im símil que liz fue la cacería" (v. 1.171). E l cazador se ha convertido en la
se manüene y reitera en toda la obra: el de caza. Esta imagen parece .bestia.
latir siempre como trasfondo de la acdón dramática. G . S. Kirk ha Penteo se vuelve d chivo expiatorio. E l chivo expiatorio es un
subrayado muy bien las múltiples alusiones al mismo símil a lo largo sustituto que ha de asemejarse a A q u d a qiúen susütuye. E n un
de la trama ^. Penteo nos aparece en la figura de un cazador que va antiguo ritual se doraban los cuernos d d camero llevado al sacrifi-
a traer al redil a las mujeres que se han escapado de stis befares, do y se colgaba de su cuello una guirnalda. E l chivo expiatorio es
va a ir al monte a por ellas, a cazarlas. Las ménades, gozosas y li- la imagen de Aquel a quien se sacrifica. E l ritual es una repeüción
bres, o acosadas, se ven como cervadllas y gacelas por los prados (Wjacrifidq^divino. Penteo es despedazado porque también d Otro
y boscajes dd Citerón, y allí transforman su agilidad en la furia de fue despedazado. Él cuerpo de Penteo vudve a juntarse a pardr de
unas fieras que destrozan a los que las atacan. Mediante una inversión l^fiigmentos desmembrados porque también los pedazos desmem-
dd símil, lo que al comienzo nos presentaba Penteo como una cace- brados d d Otro se juntaron.»
ría de las mujeres fugadas de sus hogares va a concluir en una mon- ~ ITengo mis dudas de que Eurípides hubiera querido exponer aquí,
tería donde él mismo será la presa, al caer en la mortífera celada, en este drama de sus últimos años, esas referenaas a un prmittivo
en la red de caza, que d dios le ha tendido. Y será descuartizado rimaT dionisíaco, o a ese drama ritual que, según las teorías de los
como d ceiv-ato que los adeptps del culto báquico sofiaíTdespedazar antropólogos de la llamada Escuela de Cambridge aceptadas por d
tras de cazarlo. Agave regresa al palado de Cadmo portadora del gran G . Murray, sería el prototipo ancestral de todas la tragedias
botín, y quiere colgar de los muros como trofeo venatorio la cabeza atenienses Creo, más bien, que en su estructura de inversión de
de su presa, su propio hijo. Penteo resulta así cazado por las que los papdes, la tragedia refleja los extremos de la condición humana,
él se proponía como presas. en un mimdo donde los \s^^~^^^^um^'^í^^^^cs en ^remendas
.5£j[!?_£í2áH?M9_l"^?Jíl!í££5Í2? papeles —como significa OTOsIciones, don3e~ra iambigüedad y la contradicción son el lote amar-
etimológicamente la palabra griega katastrophe? La catástrofe es~"per- go de los individuos, y se expresan singularmente en la catástrofe
fecta, como la del Edipo rey, de Sófocles. Muchos críticos lo han ad- dd héroe~trágico> como hajdestacado J . P. Vcrnant, a propósito de
vertido: d perseguidor se ha convertido en víctima de los persegui- la estructura de Edipo~rey^\
dos. Así lo señala J . Kott ^:
«Dioniso llega a Tebas como un extraño; Penteo abandona Te-
bas como un extraño. Quería ser espectador en una orgía sagrada;
pero es Dioniso quien resulta el gran voyeur. E l rey de aspeao de
dios arrojó al Forastero al establo dd palado; ahora el Forastero,
transformado en dios, mira en su gloría, desde d alto techo de la
escena, el cadáver regio. E l perseguidor se convierte en el perseguido,
el acosado se convierte en el verdugo, y estos cambios de papd son
paralelos. Penteo envió a sus soldados como un hato de perros a ras-

G . S. KiE.£ en su prójogo i su traduc: The Bacchae, Lond.'-es, 1970,


páginas 13-1-4.
No o.Kidenxr, que ya en ias Eumér.idcs, de Es(ji;:.o, \-\-. 24-27, se recuerda
a DioHisc., el Brsmador íBiornros) .que cx>nd-jjo como 2 un ejército a las ba-
cantes y atrapando a Penteo corto a una liebre el dios le dio n)-JcrTr»
" O. c. p¿p, 1S6.

170
6

Pei^ojratemos ahor^^e adoptar otro punto de vista y relacione-


mos iT^ctuacion de Penteo con los valoreF morales~3e""Ia~socr¿3^
gnega, la sociedad ciudadana ^^tc la que ei drama'se represen ta .'"Eií
la tragedia suele presentarse una cierta ambigüedad, puesto 'que ios
personajes actúan utilizando un vocaBülario ético que cada uno en-
tren d e a s u m ^ o ~ y ~ ^ ^ en cuanto~arsígñrfí^or3é
las ^Ia5rasTatF^üño^de_lqs esenciales trazos def~v'erdadero conilicto
trágico ~. Tanto Penteo como ¡as Bacantes invocan en su~lavorTi"
Justicia y la tradición religiosa, el nomos, y pretenden poseer una
cierta torma de sabiduría, de sophía, en su conducta. Pero sus con-
cepciones resultan opuestas v se acusan mutuamente dejn5ensatez_v_
extravio. Penteo acusa a Cadmo y a Tiresias de locos, y Tiresias
y el hxtranjero le echan en cara su propia locura insensata. ¿Tt tb
sophón? ^ «t^-Qué es lo sabio?», prepunta el coro. Y hav. en una de
las frases más discutidas de la obra, una sentencia enigmática: tb

" Cf. el artículo de J . P. VERNA.S'T, «Tcnsions ct ambigüités dans la trage-


dle grccque», recogido en Mythe ct tragedle recie'n citado.
" Versos 877 y 897. ¿Cuál es la verdadera corduró.> Ac;iso por cicinia
de «lo sabio» están las bendiciones de la fe, incluso dei ?-i!U',I-;ST:O y
i'ia'w. « L o sabio» no garantiza, según comenta el coro varúis veces, una vida
fcüz. Por ello, dice ei coro tb sophón ou pbthc':6. «-no envidio el saber»
ív. 1.005).
«No envidio el saber. Disfruto en la persecución de otros o b j e ú v o s , gran-
de; y m.irjifiestos, a los que siempre acompañan los bienes: ü e v a r una vida
pura noche y día, ser piad'oso y, rechazando las deciíicnes que ignoran la
ji'stic-'a, dar culto a los dioses», canta el Coro mie.ntras invoca la terrible ven-
panzti del dios contra el sacrilego Penteo.

173
fq^hón^u sophh^, «lo sabio no es sabiduría». Esto quiere decir, giosidad/entusiasmo y manía, Penteo defiende siempre la línea tra-
seguramente:^ «lo que es considerado como sabio, lo respetado como >didonal. E n la sodedad griega los términos careados de valor^posirivn
sabio, no es, a la postre, la verdadera sabiduría». Dos conceptos de s<[Mnos~primeros de los pares opuestos, y d rey, defensor de las
«Io.-4>ab''"» reptan: gl ceñirse a las normas del orden tradicio- normas dudadanas, está dd buen lado. Su excesiva soberbia, su falta
nal y el rechazo de lo nuevo, defendido por Penteo, y el obedecer al de autocontrol, su predpitadón en rechazar los acontecimientos, le
nuevo dios y seguir sus proclamas de feliSdad^cotidiana, según el hace culpable de hjbris^. Pero desde la perspectiva de la moral tra-
evangelio báquico que proclama el coro. E l ¿itrentamiento de una didonal Penteo ddiende d orden dudadano, que Dioniso ha venido
serie de valores pone en entredicho la vida de la dudad. Penteo no a alterar. Frente al joven tirano ¡xuece alccdonador (pero un tanto
es un psicópata, es el defensor de determinados ideales, que chocan turbio) Tiresias, en su tendencia a buscar un pacto y a transigir,
con una concepdón nueva de la vida sodal. como transigían los edécticos sacerdotes de Belfos al dedicar ima
E n el enfrentamicnto entre las normas de vida en la dudad (don- parte d d año al culto a Dioniso, mientras Apolo visitaba a los Hiper-
de las mujeres viven en reclusión hogareña junto al telar, la cocina bóreos. Incluso Cadmo, prudente y contemporizador, está dispuesto
y la cuna de los niños) y la huida al monte para danzar en fiesta y a una componenda que redunde en honor de la familia.
en libertad; en el contraste"entre la autosufidencia espiritual de lo Tal vez Eurípides se ha permitido aquí trazar una dará adverten-
arieoo y d evangelio bárbaro de las ménades venidas de Asia con su da a los atenienses de sa época, a los conservadores que están^ in-
escandaloso profeta; en la antítesis de la autoridad masculina de la flm£íemente, d ^ lado de Penteo. La llegada d d dios pone en tela
sodedad patriarcal y el afán femenino de liberación de los lazos de de juicio todas esas valoradones tradidonales, opresivas para las
sumisión familiar; en la oposidón entre la unión famüllár represen- mujeres, menospredadoras de los bárbaros, basadas en un orgullo
tada oor la casa (el oikos), y la asodadón rdigiosa^ET thiasos báquico, injustificado. Al mostrar que la moralidad de Penteo es un tanto
entre la aceptadón de la religión tradidonal, y la moderación (so- dc_fachada, que también el puritano se deja seducir v arrastrar ai
phrosjne) apolínea y el frenético entusiasmo dionisíaco. se plantea jnonte, pero no encuentra allí más que la muerte, justo castigo a su
un grave conflicto, que ia intransigencia de la personalidad autorita- impiedad, a su agresiva cerrazón espiritual, Eurípides se dirigía a
ria de Penteo agrava ^. Pero en esos enfrentamientos: dudad/monte sus contemporáneos, a los espectadores dudadanos. Y a notamos que
salvaje, griego/bárbaro, autoridad masculina/liberadón femenina, fa- en esa época se introdujeron en Atenas nuevos cultos orientales,
milia/comunidad religiosa sectaria, correcdón y mesura en la reli- que prometían una felicidad espedal a sus iniciados, mientras la
ilustración sofística replegaba su influencia. Dioniso es, sin duda,
" V . 395. « L o sabio no es la sabiduría. N i tampoco el meditar más allá un dios cruel Penteo es ailpable, ante todo, de su limitación, de
de lo humano, Brc\'e es la vida. Por ello, ¿quién pniede cosechar el presente,
si persigue el infinito? Tales actitudes son propias, en mi opinión, de monales " E l dios ha tramado ¡a trampa en que va a p.-wipitarse Penteo, y el
enloquecidos.» mortal no puede escapar al cngaíio de un dios ícf. M , V Í L C H E Z , El engaño en
Junto a ese rechazo de ese saber inhumano, el coro canta la dicha que da el teaíro griego, Barcelona. 1976, págs. 139-143). Pero no es menos cierto que
iDioniso: «El dios, hijo de Zeus, se regocija en los festejos y ama b paz, diosa timbién su propio carácter coopera en su precipitarse en su destino. Como dice
que da ¡a prosperidad y nodriza de la juventud. Igtial a! rico y al más pobre les ia sentencia de Heráclito, tatnbién aquí «el c a r á a e r es para el hombre su
ha ofrecido disfrutar ( ¿ 1 goce del vino que aleja el pesar. Aborrece a quien de destino», éthos xnthrópói daimon.
esto se despreocupa: de vivir, a lo k r g o del día y por las noches am»bles, una " Cadmo protesta, a! final de la tragedia, de! terrible castigo impuesto por
«nstencia feliz, y a quien D O mantiene sagazmente su corazón y su mente Dioniso en venganza sobre Tebas: «¡No deben ios dioses asemejarse en su có-
apartados de los indi\-íduos geniales. L o que la gente más humilde ha admi- lera a los mortales» (v. 1.34S) Y el dios le responde: « D e s d e antaño mi
tido corno fe y practica, eso quisiera yo creer» (327-432). padre Zeus !Ü había d e c i d i d a » Dodds cita a W.nmngion-Inera.m, para comen-
" Penteo, sLn embargo, lia perdido su liderazgo, su integración cor. h ciu- tar: «La apel.-!c:5n a Ze-ji os i;pc;.;r a! mi.<-;en.j u!ti.T-,o. a una estructura del
dad se ericuent.-a cucsLiO~adi por ia apa.nción de Dioniso. este xrros que es .mundo en que !á5 !u'.-.'-.:a'. que U:on:so reprcsc.ití son i;n oíemenio ineluctable.
oikdos, .familiar., er; Tebas. Cf, A . j . P O D L E C K I . « I n d i v i d u a l and jroup in Contra !->o r;o 'ra\- po5ibic dis^us-.-n y .-Ig.íve reconoce que esa es una pala-
Euripidcs' B j - f . i í . - . , LVU.-r.ji.-rí CUssi^ue, 1974. págs. ¡ 4 3 - 1 6 5 . y A. P Btnt- bra dcíi.nitiva. :D:;nr>s, o c . pus 2Mi Cuino señaiu POPLECKI, art. cit.. pá-
N E T T , «Penthcus and Dio.-.vsos, H-ost a-id G u c s t . . en Cisssicai Pht'.oiof^y. 65. gip.a i "^S ^•c:-.c U:^'•:^' .?r, :\ tr*- p'jTuntnír hi'.tijno y no ::cre icntid-o en - i
1970, págs, 15-29. miinio Uí los diosc-s e; L::r!p:dcs»

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pensar que puede regirse ia ciudad p-ir las normas tradicionales, por C O N F L U E N C I A D E DOS MITOLOGIAS
un racionalismo ligado a los prejuicios de siempre, rechazando todo E N LA
lo escandaloso y recurriendo a la tuerza para mantener el orden
amenazado por un evangelio re'%olucionario en lo espiritual y |o
social.
Tal vez Eurípides, desengañado de muchos ideales sofísticos,
amargado por el triste quebranto político de Atenas, ¿,¿
corazón, los consejos exultantes del coro:

« ; F e l i 2 aquél que. dichoso conocedor de ¡os misterios de ios dioses, santi-


fica su vida y se hace en su alma co.mpañero de tíaso del dios, danzando en
io< montes como bacante en sus santas ceremonias, celebrando ¡os ritos de ¡a
Gran Madre Gíbele, agitando en ;u mano el tirso y, coronado de yedra, sirve
a D i o n i s o : » {w. 73-82)'-.

--.-£íL£^j92ílO'£í2jk-Z£l2i]^L3H?J^LiI'^'° ayudado a presentar so-


hví- b. escena ateniense, ei viejo Eurípidei^e muestra .desccíi.íiaclo del
triunfo de los prejucios tradicionales de ia sociedad griega, Y SÍ para
defenderlos se recurre a la violencia —sugiere—, acaso ocurra como
en el mito, que los oprimidos lleguen con la ayuda de un dios a ven-
cer y destrozar a su perseguidor, y el cazador sea, al final, cazado y
descuartizado en honor de una nueva divinidad, liberadora y ambi-
gua, como Dioniso

- Sobre estas exaltadas rnanifestaCTones, cf. A . I . F E S T O G I É R E , « L a signifi-


cation religieuse de la parodos des Bacchantes» (ahora en sus Éíudí-s de R-el:
gwn Grectíue et Hcllénistique, París, 1972). y J , D E R O M I L L Y . « L e theme du
boiAeur dans les Bacchantes», en Rev. Ét. Grecques, 1963. págs. 361-380.
" Hay varias traducciones castellanas de esta tragedia de Eurípides. Desta-
caré la de A . T O V A R , con edición del texto griego, Eurípides. Tragedias, II. Las
bacantes, Hécuba, Barcelona, Alma Mater, 1960, y la mía, que he citado en
los párrafos aquí aducidos, en Eurípides. Tragedias, lU, Madrid, Bibl. Clás.
Credos, 1979.

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