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* Una Serie de Catastróficas Desdichas *

Decimo Libro

LA PENDIENTE
RESBALADIZA

de LEMONY SNICKET

Ilustraciones de Brett Helquist


Título Original
THE SLIPPERYSLOPE
Traducción de Marco Rossi

ISBN 88-8451-635-8

© 2001, Lemony Snicket. Publicado por acuerdo con HarperCollins


Children's Book, una división de HarperCollins Publishers © de las
ilustraciones: Brett Helquist

Dibujos de la cubierta: © 2001, Brett Helquist


Diseño de la cubierta de Alison Donalty
Cubierta: © 2001, HarperCollins Publishers Inc.

de la traducción: Marco Rossi, 2011


http://unaseriedecatastroficasdesdichasls.blogspot.com/
Para Beatrice

Cuando nos conocimos por primera vez


eras muy bella, y yo estaba solo.
Ahora estoy muy solo.
CAPÍTULO

Uno

Un hombre que conozco, una vez escribió un poema llamado


“El camino menos transitado”, que habla de un viaje que él
hizo a través de los bosques por un camino que la mayoría de
los viajeros nunca toma. El poeta se dio cuenta de que el
camino menos transitado era pacífico pero muy solitario, y
probablemente estaba un poco nervioso mientras seguía por
ese camino, porque si algo le sucediera en el camino menos
transitado los otros viajeros que pasaban por el camino más
frecuentado no podrían escucharlo mientras gritaba por
ayuda, si es que la necesitaba. Efectivamente, el poeta está
muerto.
Al igual que un poeta muerto, se puede decir que este
libro va por el camino menos transitado, ya que comienza
con los tres niños Baudelaire en su camino a través de las
Montañas Mortmain, que no es un destino muy popular entre
los viajeros, y termina en las agitadas aguas de la Corriente
Afligida, a la que muy pocos viajeros se aproximan. Pero
este libro también va por el camino menos transitado, a
diferencia de los libros que la gente suele preferir, que
contienen historias divertidas y reconfortantes sobre gente
encantadora y animales que hablan, la historia que ahora
estás leyendo no es más que frustrante y desconcertante, y la
gente desafortunada que aparece en ella está más
desesperada y frenética que encantadora, y en cuanto a los
animales, prefiero no hablar de ellos. Por esta razón, no
puedo recomendarte que leas este espantoso libro más de lo
que puedo recomendarte que vagues por el bosque, porque al
igual que el camino menos transitado, es probable que este
libro te haga sentir solo, miserable, y con necesidad de
ayuda.
Los huérfanos Baudelaire, sin embargo, no tuvieron
más remedio que ir por el camino menos transitado. Violet y
Klaus, los dos mayores Baudelaire, iban en una caravana,
viajando muy rápidamente por un sendero muy empinado de
las montañas. Ni Violet, que tenía catorce años, ni Klaus,
quien acababa de cumplir trece años, jamás habían pensado

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que se encontrarían alguna vez en ese camino, excepto tal
vez durante unas vacaciones familiares con sus padres. Pero
los padres Baudelaire habían desaparecido después de un
terrible incendio que destruyó su casa —aunque los niños
tenían razones para creer que uno de sus padres podría no
haber muerto en el incendio, después de todo— y la
caravana no iba subiendo por las Montañas Mortmains, hacia
un cuartel secreto del que los hermanos habían oído hablar y
que tenían la esperanza de encontrar. La caravana iba
bajando por las Montañas Mortmain, muy rápidamente, sin
forma de controlar o detener este viaje, por lo que Violet y
Klaus se sintieron más como un pez en un mar tormentoso
que como turistas de vacaciones.
Pero Sunny Baudelaire se encontraba en una situación
que podría definirse aún más desesperada. Sunny era la
Baudelaire más joven, y aún está aprendiendo a hablar de
manera inteligible para todos, por lo que apenas pudo
encontrar las palabras adecuadas para lo asustada que estaba.
Sunny iba subiendo, hacia la sede en las Montañas
Mortmains, en un automóvil que funcionaba a la perfección,
pero cuyo conductor era un hombre que era en sí mismo
razón suficiente para estar aterrorizado. Algunas personas

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llaman a este hombre perverso. Algunos lo llaman forajido,
que es una palabra elegante para “perverso”. Pero todo el
mundo lo llamaba Conde Olaf, a no ser que llevara uno de
sus ridículos disfraces y se hiciera llamar por un nombre
falso. El Conde Olaf era un actor, pero hacía tiempo que
había abandonado su carrera teatral para tratar de robar la
enorme fortuna que los padres Baudelaire habían dejado. Los
planes de Olaf para obtener la fortuna habían sido mezquinos
y especialmente complicados, pero sin embargo se las había
arreglado para encontrar una novia, una mujer malvada y
elegante llamada Esmé Miseria, que estaba sentada junto al
Conde Olaf en el auto, quien se reía groseramente y apretaba
firmemente a Sunny sobre su regazo. También en el auto
estaban varios empleados de Olaf, entre ellos un Hombre con
Ganchos en vez de Manos, dos mujeres a las que les gustaba
llevar polvo blanco en sus rostros, y tres nuevos compañeros
que Olaf había reclutado recientemente en el Carnaval
Caligari. Los niños Baudelaire habían estado en el carnaval,
también, usando disfraces, y habían fingido unirse al Conde
Olaf en sus traicioneros planes, pero el villano había visto a
través de su estratagema, una frase que aquí significa “se dio
cuenta de quienes eran realmente y cortó el nudo que unía a

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la caravana con el auto, dejando a Sunny en las garras de
Olaf y a sus hermanos dando tumbos hacia su perdición”.
Sunny estaba sentada en el auto y sentía las largas uñas de
Esmé arañándole la espalda, y estaba preocupada por lo que
le sucedería a ella y lo que le estaba ocurriendo a sus
hermanos mayores, mientras oía sus gritos que eran cada vez
más y más remotos y el auto subía más y más alto.
—¡Tenemos que detener esta caravana! —gritó Klaus.
Se apresuró a ponerse las gafas, como si al optimizar su
visión pudiera mejorar la situación. Pero incluso con una
visión perfecta, pudo ver que su situación era adversa. La
caravana había sido el hogar de varios artistas de la Casa de
los Fenómenos del carnaval antes de que desertaran —una
palabra que aquí significa “se unieran al Conde Olaf y a sus
repugnantes secuaces”— y ahora los objetos que contenía la
pequeña casa rodaban y chocaban con cada sacudida en el
camino. Klaus se agachó para evitar ser golpeado por un
molde para hornear, el que Hugo el jorobado había utilizado
para preparar la comida, que en la sacudida se había caído de
un estante. Levantó sus pies del suelo cuando vio que un
grupo de fichas de dominó se deslizaban en su dirección…
un artículo con el que Colette la contorsionista hubiera

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disfrutado jugar. Y entrecerró sus ojos cuando una hamaca
giró violentamente sobre su cabeza. La hamaca había sido el
lecho de una persona ambidiestra llamada Kevin antes de
unirse al grupo de Olaf, junto con Hugo y Colette, y ahora
parecía que en cualquier momento podría caer y atrapar a los
Baudelaire debajo de ella.
Lo único reconfortante que Klaus podía ver era a su
hermana, que estaba mirando la caravana con el ceño
fruncido, reflexiva y desabrochándose la camisa que los dos
hermanos compartían como parte de su disfraz—. Ayúdame
a quitarme estos pantalones de fenómeno que los dos
llevamos puestos —dijo Violet—. No sirve de nada fingir
que tener dos cabezas es mejor que una, ambos debemos
tener la máxima movilidad posible.
En unos momentos, los dos Baudelaire se escabulleron
de la amplia ropa que habían tomado del kit de disfraces del
Conde Olaf y se quedaron de pie con sus vestimentas
comunes, tratando de mantener el equilibrio en la caravana
tambaleante. Klaus rápidamente se apartó del camino de una
maceta rodante que se había caído, pero no pudo evitar
sonreír mientras miraba a su hermana. Violet estaba tratando
de atar su pelo con una cinta para mantenerlo alejado de sus

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ojos, una clara señal de que estaba tratando de pensar en un
invento. Las impresionantes habilidades mecánicas de Violet
habían salvado la vida de los Baudelaire más veces de las
que se pueden contar, y Klaus estaba seguro de que su
hermana podría inventar algo para detener el peligroso
descenso de la caravana.
—¿Vas a inventar un freno? —Klaus le preguntó.
—Aún no —dijo Violet—. Un freno interfiere con las
ruedas de un vehículo, y las ruedas de esta caravana están
girando demasiado rápido para interferirlas. Voy a
desenganchar esas hamacas y las utilizaré como un
paracaídas de deceleración.
—¿Paracaídas de deceleración? —Klaus repitió.
—Un paracaídas de deceleración es un pequeño
paracaídas unido a la parte trasera de un auto —explicó
Violet apresuradamente, mientras un perchero se
desplomaba al lado de ella. Se acercó a la hamaca donde ella
y Klaus habían dormido y rápidamente la desprendió de la
pared—. Los pilotos de los autos de carrera los usan para
ayudar a detener sus vehículos cuando una carrera ha
terminado. Si hago que estas hamacas cuelguen de la puerta

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de la caravana, deberá reducir la velocidad
considerablemente.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó Klaus.
—Mira en la despensa de Hugo —dijo Violet—, y ve si
puedes encontrar algo pegajoso.
Cuando alguien te dice que hagas algo inusual sin una
explicación, es muy difícil no preguntarse por qué, pero
Klaus había aprendido hace mucho tiempo en confiar en las
ideas de su hermana, y rápidamente se acercó a un gran
armario que Hugo utilizaba para almacenar los ingredientes
para las comidas que preparaba. La puerta del armario se
balanceaba de un lado a otro como si estuviera riñendo con
un fantasma, pero la mayoría de los ingredientes aún se
encontraban dentro. Klaus miró el armario y pensó en su
hermana pequeña, que estaba cada vez más lejos de él. A
pesar de que Sunny era aún muy joven, había mostrado
recientemente un interés por la cocina, y Klaus recordó cómo
había inventado su propia receta de chocolate caliente y
como había ayudado a preparar una deliciosa sopa que todos
en la caravana habían disfrutado. Klaus abrió la puerta del
armario y miró hacia adentro, esperando que su hermana
sobreviviera para desarrollar sus habilidades culinarias.

• 14 •
—Klaus —dijo Violet con firmeza, tomando otra
hamaca y tratando de unirla a la primera—. No me gustaría
decirte que te apresures, pero tenemos que dejar esta
caravana tan pronto como sea posible. ¿Has encontrado algo
pegajoso?
Klaus parpadeó y volvió a la tarea de inmediato. Una
jarra de cerámica rodó entre sus pies mientras examinaba los
frascos y tarros de material de cocina—. Hay un montón de
cosas pegajosas aquí —dijo—. Veo melaza, miel de trébol
silvestre, jarabe de maíz, vinagre balsámico añejado,
mantequilla de manzana, mermelada de fresa, crema de
caramelo, miel de maple, mantequilla batida, marrasquino,
aceite de oliva virgen y extra virgen, crema de limón,
albaricoques secos, chutney de mango, crema di noci, pasta
de tamarindo, mostaza picante, bombones, crema de maíz,
mantequilla de maní, jalea de uva, dulces de goma, leche
condensada, tarta de calabaza rellena, y pegamento. No sé
por qué Hugo guardaría pegamento en la despensa, pero no
importa. ¿Cuáles de estos elementos necesitas?
—Todos —dijo Violet con firmeza—. Encuentra una
manera de mezclarlo todo, mientras uno estas hamacas.

• 15 •
Klaus tomó la jarra del suelo y comenzó a verter los
ingredientes en ella, mientras que Violet, sentada en el suelo
para mantener más fácilmente el equilibrio, unía las cuerdas
de las hamacas sobre su regazo y comenzaba a torcerlas
formando nudos. El descenso de la caravana se hizo más y
más áspero, y con cada sacudida, los Baudelaire se sentían
un poco mareados, como si estuvieran cruzando de nuevo las
turbulentas aguas del Lago Lacrimógeno tratando de salvar a
uno de sus desafortunados tutores. Pero a pesar del caos a su
alrededor, en un momento Violet se puso de pie con las
hamacas envueltas en sus brazos, todas unidas en una masa
de tejido, y Klaus miró a su hermana y levantó la jarra, que
estaba llena hasta el borde con un espeso y colorido limo.
—Cuando diga la palabra —dijo Violet—, voy a abrir
la puerta y tirar las hamacas fuera. Quiero que te vayas al
otro extremo de la caravana, Klaus. Abre la ventana pequeña
y vierte la mezcla sobre las ruedas. Si las hamacas funcionan
como un paracaídas de deceleración y la sustancia pegajosa
interfiere con las ruedas, la caravana debe reducir su
velocidad lo suficiente como para salvarnos. Sólo tengo que
atar las hamacas en el pomo de la puerta.

• 16 •
—¿Utilizaras el nudo lengua del diablo? —Klaus le
preguntó.
—El nudo la lengua del diablo no nos ha traído mucha
suerte —dijo Violet, refiriéndose a sus anteriores escapes
con cuerdas—. Voy a utilizar el nudo Sumac, un nudo de mi
invención que se llama como una cantante que admiro
mucho. Bueno… ahora parece seguro ¿Estás listo para verter
la mezcla sobre las ruedas?
Klaus se acercó a la ventana y la abrió. El traqueteante
sonido salvaje de las ruedas de la caravana se hizo más
fuerte, y los Baudelaire se quedaron por un momento viendo
el camino por el que iban bajando. La tierra era irregular y
sinuosa, y parecía que la caravana podría caer en cualquier
momento en un agujero, o en el borde de uno de los picos
cuadrados de la montaña—. Creo que estoy listo —dijo
Klaus vacilante—. Violet, antes de que probemos tu invento,
quiero decirte algo.
—Si no lo intentamos ahora —dijo Violet tristemente—
, no tendrás la oportunidad de decirme nada nunca más —le
dio otro tirón al nudo y luego se volvió hacia Klaus—.
¡Ahora! —dijo, y abrió la puerta de la caravana.

• 17 •
A menudo se dice que si tienes una habitación con
vistas, te sentirás más tranquilo y relajado, pero si la
habitación es una caravana que va a toda velocidad por un
camino empinado y retorcido, y la vista es una cadena de
misteriosas e inquietantes montañas alejándose a toda carrera
de ti, mientras que los fríos vientos de las montañas se
azotan en tu cara y te arrojan polvo en los ojos, entonces no
sentirás ni un pedazo de paz y relajación. En su lugar sentirás
el horror y el pánico que sintieron los Baudelaire cuando
Violet abrió la puerta. Por un momento no pudieron hacer
nada más que quedarse quietos, sintiendo las salvajes
sacudidas de la caravana, mirando los extraños picos
cuadrados de las Montañas Mortmain y escuchando el
chirrido de las ruedas de la caravana al rodar sobre rocas y
troncos de árboles. Pero entonces, Violet gritó —¡Ahora!—
una vez más, y los dos hermanos entraron en acción. Klaus
se asomó por la ventana y comenzó a verter la mezcla de
melaza, miel de trébol silvestre, jarabe de maíz, vinagre
balsámico añejado, mantequilla de manzana, mermelada de
fresa, crema de caramelo, miel de maple, mantequilla batida,
marrasquino, aceite de oliva virgen y extra virgen, crema de
limón, albaricoques secos, chutney de mango, crema di noci,

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pasta de tamarindo, mostaza picante, bombones, crema de
maíz, mantequilla de maní, jalea de uva, dulces de goma,
leche condensada, tarta de calabaza rellena, y pegamento
sobre las ruedas más cercanas, mientras que su hermana
echaba las hamacas fuera, y si has leído algo de la vida de
los huérfanos Baudelaire —y en realidad espero que no—
entonces no te sorprenderá saber que el invento de Violet
funcionó a la perfección. Las hamacas captaron de inmediato
la corriente de aire y se inflaron por detrás de la caravana,
como globos de tela enorme, lo que hizo que la caravana
redujera su velocidad hacia abajo un poco, de la misma
forma en correrías más lento si llevaras arrastrando algo
detrás de ti, como una mochila o un alguacil. La mezcla
pegajosa cayó sobre las ruedas giratorias, que
inmediatamente comenzaron a moverse con menos
ferocidad, de la misma forma en que correrías con menos
ferocidad si de repente te encontraras a ti mismo corriendo
en arenas movedizas o a través de lasaña. La caravana se
desaceleró, y las ruedas giraron con menos violencia, y en
unos momentos los dos Baudelaire viajaban a una velocidad
mucho más cómoda.
—¡Funciona! —dijo Klaus.

• 19 •
—Aún no hemos terminado —dijo Violet, y se acercó a
una pequeña mesa que se había volcado con las sacudidas.
Cuando los Baudelaire vivieron en el Carnaval Caligari, la
mesa resultó ser muy cómoda para sentarse y hacer planes,
pero ahora en las Montañas Mortmain resultaría útil por una
razón diferente. Violet la arrastró hacia la puerta abierta —.
Ahora que las ruedas se están desacelerando —dijo—,
podemos utilizar esto como un freno.
Klaus tiró la última pizca de mezcla de la jarra y se
volvió hacia su hermana—. ¿Cómo? —preguntó, pero Violet
ya estaba mostrándole cómo. Rápidamente se tumbó en el
suelo, y tomando la mesa por sus patas, la hizo colgar fuera
de la caravana haciéndola rozar contra el suelo.
Inmediatamente hubo un ruido ensordecedor y la mesa
empezó a temblar en las manos de Violet. Pero ella se
mantuvo firme, obligando a la mesa a rozar contra el suelo
rocoso, ralentizando aún más la caravana. Las sacudidas del
vehículo se hicieron cada vez más y más suaves, los objetos
de los empleados del carnaval dejaron de chocar unos contra
otros, y luego con un último chirrido las ruedas se detuvieron
por completo, y todo quedó en silencio. Violet se asomó por
la puerta y puso la mesa detrás de una de las ruedas, por lo

• 20 •
que no volverían a rodar otra vez, luego se levantó y miró a
su hermano.
—Lo hicimos —dijo Violet.
—Tú lo has hecho —dijo Klaus—. Todo fue idea tuya
—Puso la jarra en el suelo y se limpió las manos con una
toalla que se había caído.
—No dejes la jarra ahí —dijo Violet, mirando a su
alrededor los restos de la caravana—. Tenemos que reunir
todas las cosas que puedan ser útiles, tanto como sea posible.
Tenemos que conseguir que está caravana comience a
ascender si queremos rescatar a Sunny.
—Y llegar a la sede —agregó Klaus—. El Conde Olaf
tiene el mapa que hemos encontrado, pero recuerdo que la
sede se encuentra en el Valle del Fortín Desembocado
(Valley of Four Drafts / Valle de los Cuatro Bosquejos),
cerca del origen de la Corriente Afligida. Va hacer mucho
frío.
—Bueno, hay un montón de ropa —dijo Violet,
mirando a su alrededor—. Hay que agarrar todo lo que
podemos y organizarlo afuera de la caravana.
Klaus asintió con la cabeza y cogió la jarra de nuevo,
que estaba junto a varias prendas de vestir que habían caído

• 21 •
en una pila sobre un pequeño espejo de mano que perteneció
a Colette. Tambaleándose bajo el peso de tantas cosas, salió
de la caravana detrás de su hermana, que llevaba un cuchillo
de pan largo, tres abrigos pesados y un ukelele con el que
Hugo jugaba a veces en las tardes de ocio. El suelo de la
caravana crujió cuando los Baudelaire salieron de ella hacia
el brumoso y vacío paisaje, y se dieron cuenta de lo
afortunados que habían sido.
La caravana se había detenido justo en el borde de uno
de los extraños picos cuadrados de la cordillera. Las
Montañas Mortmain parecía una escalera, arriba en dirección
a las nubes o abajo hacia un manto de niebla espesa y gris, y
si la caravana hubiera seguido su camino en la misma
dirección, los dos Baudelaire se habrían volcado por un
acantilado y hubieran caído a través de la niebla al siguiente
escalón que estaba mucho, mucho más abajo. Pero a un lado
de la caravana, los niños podían ver las aguas de la Corriente
Afligida, que tenían un extraño color negro grisáceo,
deslizándose lentamente cuesta abajo por la montaña como
un río con petróleo derramado. Si la caravana se hubiera
volcado hacia un lado, los niños hubieran terminado
sumergidos en las oscuras y sucias aguas.

• 22 •
—Al parecer, el freno funcionó justo a tiempo —dijo
Violet en voz baja—. Sin importar a donde hubiera ido a
parar la caravana estaríamos condenados.
Klaus asintió con la cabeza y miró a su alrededor el
paisaje desolado—. Va a ser muy difícil sacarla de aquí —
dijo Klaus—. Vas a tener que inventar una especie de timón.
—Y una especie de motor —dijo Violet—. Eso va a
tomar tiempo.
—Y nosotros no lo tenemos —dijo Klaus—. Si no nos
damos prisa, el Conde Olaf estará demasiado lejos y nunca
encontraremos a Sunny.
—La vamos a encontrar —dijo Violet con firmeza, y
puso los objetos que llevaba en el suelo—. Vamos a volver a
la caravana y buscaremos…
Pero antes de que Violet pudiera decir lo que debían
buscar, se vio interrumpida por un crujido desagradable. La
caravana parecía gemir, y luego, lentamente, comenzó a
moverse hacia el abismo
Los Baudelaire echaron un vistazo hacia abajo y vieron
que las ruedas habían roto la pequeña mesa, por lo que no
había nada para evitar que la caravana se moviera de nuevo.
Poco a poco y con dificultad se inclinó hacia delante,

• 23 •
arrastrando tras de sí las hamacas mientras se acercaba al
borde del precipicio. Klaus se inclinó para agarrar una
hamaca, pero Violet lo detuvo—. Es muy pesada —dijo—.
No podemos detenerla.
—¡No podemos permitir que se caiga por el precipicio!
—gritó Klaus.
—Seríamos arrastrados hacia abajo también —dijo
Violet.
Klaus sabía que su hermana tenía razón, pero aún así
quería agarrar el paracaídas de deceleración que Violet había
construido. Es difícil, cuando te enfrentas a una situación
que no puedes controlar, admitir que no puedes hacer nada, y
era difícil para los Baudelaire permanecer de brazos
cruzados mientras veían como la caravana se acercaba al
borde del acantilado. Hubo un último crujido cuando las
ruedas traseras chocaron contra un montículo de tierra y
luego la caravana desapareció en absoluto silencio por el
abismo. Los Baudelaire se acercaron y vieron por encima del
borde del abismo, pero la niebla era tan densa que la
caravana sólo se veía como un rectángulo fantasmal, cada
vez más pequeño, hasta que se desvaneció.

• 24 •
—¿Por qué aún no se escucha un choque? —Klaus
preguntó.
—Porque el paracaídas de deceleración hace que tarde
—dijo Violet—, espera.
Los hermanos esperaron, y después de un momento se
produjo un apagado ¡boom! desde abajo, cuando la caravana
encontró su destino. En la niebla, los niños no podían ver
nada, pero sabían que la caravana y todo dentro de ella se
había ido para siempre, y de hecho nunca he sido capaz de
encontrar sus restos, incluso después de meses de
investigación en el área, con la única compañía de una
linterna y un diccionario de rimas. Parece que, incluso
después de innumerables noches de luchar contra los
mosquitos de nieve y de rezar por que no se agoten las
baterías, es mi destino que algunas de mis preguntas nunca
sean contestadas.
El destino es como un extraño e impopular restaurante,
lleno de camareros extraños que te traen cosas que nunca
pediste y no siempre te gustan. Cuando los Baudelaire eran
muy jóvenes, se habían imaginado que su destino era crecer
felizmente en compañía de sus padres en la mansión
Baudelaire, pero ahora tanto la mansión como sus padres se

• 25 •
habían ido. Al asistir a la Academia Preparatoria Prufrock,
habían pensado que su destino era graduarse junto a sus
amigos los Quagmire, pero no habían visto la academia ni a
los dos de los trillizos durante mucho tiempo. Y sólo unos
momentos antes había parecido que el destino de Violet y
Klaus era caer por un precipicio o por una corriente y en
cambio ahora estaban sanos y salvos pero lejos de su
hermana y sin un vehículo para ayudarles a volver a
encontrarla.
Violet y Klaus se colocaron muy cerca uno del otro, y
sintieron el helado viento de las Montañas Mortmain que
soplaba por el camino donde se encontraban, poniéndoles la
piel de gallina. Miraron las oscuras aguas y remolinos de la
Corriente Afligida, y miraron hacia abajo a la niebla desde el
borde del abismo, y luego se miraron entre sí y se
estremecieron, no sólo por el destino del que habían
escapado, sino también por el misterioso destino que les
aguardaba.

• 26 •
Violet dio una última mirada sobre el precipicio
neblinoso y después se agachó para poner sobre el suelo los
pesados abrigos que había sacado de la caravana—. Toma
uno de estos abrigos —le dijo a su hermano—, hace mucho
frío aquí y puede que haga aún más frio. Se supone que la
sede está muy arriba en las montañas. Mientras vayamos
subiendo, probablemente, vamos a tener que ir utilizando
cada una de estas prendas.
—Pero, ¿cómo vamos a llegar? —Klaus preguntó—.
No estamos ni siquiera cerca del Valle del Fortín
Desembocado y la caravana está destruida.
—Detengámonos un momento y veamos lo que
tenemos —dijo Violet—, tal vez podría construir algo con
los objetos que pudimos salvar.
—Eso espero —dijo Klaus—, Sunny está cada vez más
y más lejos. Nunca podremos alcanzarla sin un vehículo.
Klaus ordenó todos los objetos en el suelo y se puso
uno de los abrigos, mientras Violet examinaba su pila de
objetos, pero los dos Baudelaire se dieron cuenta al instante
que construir un vehículo no estaba dentro de lo posible, una
frase que aquí significa “no se podía construir un vehículo
con algunos objetos pequeños y con unas prendas de vestir
que pertenecieron a los empleados del carnaval”. Violet
recogió su cabello con una cinta de nuevo y frunció el ceño
ante las pocas cosas que había logrado salvar. En la pila de
Klaus había una jarra, aún pegajosa a causa de las sustancias
utilizadas para frenar las ruedas, así como el espejo de
Colette, un poncho de lana y una camiseta que decía
CARNAVAL CALIGARI. En la pila de Violet había un
cuchillo de pan largo, el ukelele, y una abrigo más. Incluso

• 28 •
Klaus, que no tenía la mente mecánica de su hermana, sabía
que los objetos dispersos por el suelo no servían para
construir algo que pudiera llevarlos a través de las Montañas
Mortmain.
—Supongo que podría hacer que una chispa frotando
dos piedras —dijo Violet, buscando alrededor del paisaje
brumoso materiales adicionales para inventar—, o
podríamos tocar el ukelele y golpear la jarra. Un ruido fuerte
podría llamar la atención de alguien y brindarnos ayuda.
—Pero, ¿quién lo escuchará? —preguntó Klaus,
mirando a través de la densa niebla—. Cuando estábamos en
la caravana no vimos ni un alma en los alrededores. El
camino a través de las Montañas Mortmain es como un
poema que leí una vez, hablaba sobre El Camino Menos
Transitado.
—¿El poema tiene un final feliz? —Violet preguntó.
—Ni feliz ni triste —dijo Klaus—. Más bien ambiguo.
Bueno, hay que recoger esto objetos y llevarlos con nosotros.
—¿Llevarlos con nosotros? —Violet preguntó—. No
sabemos a dónde ir y no sabemos cómo llegar allí.
—Claro que lo sabemos —dijo Klaus—. La Corriente
Afligida tiene su origen en la parte alta de las montañas y se

• 29 •
abre paso a través del Valle del Fortín Desembocado, donde
está la sede. Probablemente no sea la ruta más rápida o
sencilla para llegar allí, pero si seguimos la corriente
subiendo a través de las montañas llegaremos a nuestro
destino.
—Pero eso podría llevar días —dijo Violet—. No
tenemos un mapa, ni agua ni comida para el viaje, o tiendas
de campaña o sacos de dormir o cualquier otro material de
acampada.
—Podemos usar toda esta ropa como mantas —dijo
Klaus—, y podemos dormir en cualquier refugio que
encontremos. En el mapa habían varias cuevas que los
animales utilizan para hibernar.
Los dos Baudelaire se miraron y se estremecieron con
la fría brisa. La idea de caminar por las montañas durante
horas, sólo para dormir envueltos en la ropa de otras
personas en una cueva que podría estar habitada por
animales hibernando, no era la más agradable, y los
hermanos deseaban no tomar el camino menos transitado y
en su lugar viajar de manera rápida y con buena calefacción,
dentro de un vehículo para llegar con su hermana en tan solo
unos minutos. Pero desear algo, al igual que tomar un vaso

• 30 •
de ponche, o tirar de una alfombra de piel de oso con el fin
de acceder a una trampilla oculta en el suelo, es simplemente
una manera tranquila de pasar el tiempo antes de que las
velas del pastel de cumpleaños de uno mismo se apaguen, y
los Baudelaire sabían que era mejor dejar de desear y
comenzar su viaje. Klaus puso el espejo de mano y el ukelele
en los bolsillos de su abrigo y cogió el poncho y la jarra,
mientras que Violet ponía el cuchillo de pan largo en el
bolsillo y cogía la camiseta y el último abrigo, y luego,
dándole una última mirada a las huellas dejadas por la
caravana que había caído por el acantilado, los dos niños
comenzaron a subir siguiendo la Corriente Afligida.
Si alguna vez has hecho un largo viaje con algún
miembro de tu familia, entonces sabes que hay momentos en
los que te dan ganas de hablar y momentos en los que
prefieres permanecer en silencio. Este fue uno de los
momentos en los que prefirieron permanecer en silencio.
Violet y Klaus subieron por la ladera de la montaña hacia la
sede que esperaban encontrar, y escucharon el sonido de los
vientos de la montaña, un bajo y monótono gemido, como si
alguien estuviera soplando sobre la boca de una botella
vacía, y el áspero y extraño sonido de los peces cuando

• 31 •
asomaban la cabeza fuera de las oscuras y espesas aguas de
la corriente, pero los viajeros se encontraban en un estado de
ánimo en el que preferían guardar silencio y ninguno se
dirigió la palabra, cada uno sumido en sus pensamientos.
Violet dejó que su mente vagara por los días que había
pasado con sus hermanos en la Villa de la Fabulosa
Desbandada, cuando un misterioso hombre llamado Jacques
Snicket fue asesinado y los niños fueron acusados por el
crimen. Se las habían arreglado para escapar de la cárcel y
rescatar a sus amigos Duncan e Isadora Quagmire de las
garras del Conde Olaf, pero se habían separado en el último
momento de los dos trillizos, que zarparon en una casa móvil
autosuficiente construida por un hombre llamado Héctor.
Ninguno de los Baudelaire había visto a Héctor o los dos
Quagmire desde entonces, y Violet se preguntó si estaban a
salvo y si habían logrado ponerse en contacto con la
organización secreta que habían descubierto. La
organización se llamaba V.F.D. y los Baudelaire aún no
sabían exactamente qué es lo que hacía la organización o
incluso lo que significaban las iniciales. Los niños pensaban
que la sede en el Valle del Fortín Desembocado podría
proporcionarles ayuda, pero ahora, mientras la mayor de los

• 32 •
Baudelaire caminaban a lo largo de la Corriente Afligida, se
preguntó si alguna vez encontraría las respuestas que estaba
buscando.
Klaus también estaba pensando en los Quagmire, pero
en el día en el que los Baudelaire los conocieron, en la
Academia Preparatoria Prufrock. Muchos de los estudiantes
de la escuela habían sido malos con los tres hermanos —
sobre todo una chica muy desagradable llamada Carmelita
Polainas—, pero Duncan e Isadora habían sido muy amables
y pronto los Baudelaire y los Quagmire se habían hecho
inseparables, una palabra que aquí significa “amigos muy
cercanos”. Una de las razones de su amistad fue que ambos
grupos de niños habían perdido a personas muy queridas
para ellos. Los Baudelaire habían perdido a sus padres, por
supuesto, y los Quagmire habían perdido no sólo a sus
padres, sino también a su hermano, el tercer trillizo
Quagmire, cuyo nombre era Quigley. Klaus pensó en la
tragedia de los Quagmire y se sintió un poco culpable por el
hecho de que, después de todo, uno de sus padres aún podría
estar vivo. Un documento que los Baudelaire habían
encontrado contenía una foto de sus padres de pie junto a
Jacques Snicket y junto a otro hombre, con algo escrito a

• 33 •
máquina encima de ella que decía —Dadas las pruebas
comentadas en la página nueve, los expertos han llegado a la
conclusión de que tal vez hubiera algún superviviente en
aquel incendio, aunque se ignora su paradero—. Klaus tenía
dicho documento en su bolsillo en ese momento, junto con
algunos de los restos de los cuadernos de los Quagmire,
quienes se las habían arreglado para dárselos. Klaus
caminaba junto a su hermana mayor, pensando en el
rompecabezas de V.F.D. y en cómo amablemente los
Quagmire habían tratado de ayudarlos a resolver el misterio
que rodeaba a todos. Estaba pensando con tantas fuerzas en
estas cosas que cuando Violet finalmente rompió el silencio
fue como si hubiera despertado de un largo y confuso sueño.
—Klaus —dijo Violet—, cuando estábamos en la
caravana, querías decirme algo antes de probar mi invención,
pero no te permití decírmelo. ¿Qué era?
—No lo sé —admitió Klaus—, sólo quería decir algo en
caso de que… bueno, en caso de que el invento no
funcionara —suspiró y miró hacia el oscuro cielo—. No
recuerdo cual fue la última cosa que le dije a Sunny —dijo
en voz baja—. Debió haber sido cuando estábamos en la
tienda de Madame Lulú, o afuera, tal vez, justo antes de

• 34 •
entrar en la caravana. Si hubiera sabido que el Conde Olaf
iba a llevársela, hubiera tratado de decirle algo especial.
Pude haberla felicitado por el chocolate caliente que hizo, o
haberle dicho lo hábil que era al permanecer encubierta.
—Podrás decirle esas cosas —dijo Violet—, cuando la
volvamos a ver.
—Eso espero —dijo Klaus con tristeza—, pero estamos
tan lejos de Olaf y sus secuaces.
—Pero sabemos a dónde van —dijo Violet—, y
sabemos que no le tocará ni un pelo. El Conde Olaf cree que
perecimos en la caravana, por lo que necesita a Sunny para
poner entre sus manos la fortuna.
—Probablemente esté ilesa —coincidió Klaus—, pero
estoy seguro de que ha de estar muy asustada. Sólo espero
que sepa que iremos por ella.
—Yo también —dijo Violet, y caminó en silencio por
un rato, interrumpida sólo por el viento y por el extraño
gorgoteo de los peces.
—Creo que los peces están teniendo problemas para
respirar —dijo Klaus, que apuntó a la corriente—, hay algo
en el agua que les está haciendo toser.

• 35 •
—Tal vez la Corriente Afligida no siempre tuvo ese
horrible color —dijo Violet—, ¿Qué podría convertir el agua
normal en lodo negro grisáceo?
—El mineral hierro —dijo Klaus, pensativo, tratando de
recordar un libro sobre el medio ambiente que había leído
cuando tenía diez años—. O tal vez un depósito de arcilla
que fue liberado por un terremoto u otro evento geológico, o
por algún tipo de contaminante. Puede ser que en la zona
haya una fábrica de tinta o regaliz.
—Tal vez V.F.D. nos lo diga —dijo Violet—, cuando
lleguemos a la sede.
—Tal vez uno de nuestros padres nos lo diga —dijo
Klaus en voz baja.
—Es mejor no albergar tantas esperanzas —dijo
Violet—, incluso si uno de nuestros padres realmente
sobrevivió al incendio, y la sede de V.F.D. en realidad se
encuentra en el Valle del Fortín Desembocado, aún no
sabemos lo que encontraremos al llegar ahí.
—No veo nada malo en albergar esperanzas —dijo
Klaus—, estamos caminando a lo largo de una corriente
contaminada, detrás de un perverso villano, en un intento de
rescatar a nuestra hermana y encontrar la sede de una

• 36 •
organización secreta. Me vendría bien un poco de esperanza
en estos momentos.
Violet se detuvo—. Me gustaría más ropa —dijo—, está
haciendo más frío.
Klaus asintió con la cabeza, y le entregó lo que
llevaba—. ¿Quieres el poncho —preguntó—, o la sudadera?
—El poncho, si no te importa —dijo Violet—. Después
de mi experiencia en la Casa de los Fenómenos no quiero
hacerle publicidad al Carnaval Caligari.
—Yo tampoco —dijo Klaus, tomando la camiseta con
letras de las manos de su hermana—. Creo que me pondré la
camisa al revés.
En lugar de quitarse sus abrigos y exponerse a los
helados vientos de las Montañas Mortmain, Klaus se puso la
camiseta al revés por encima de su abrigo y Violet se puso el
poncho por fuera de su abrigo, donde colgaba torpemente
alrededor de ella. Los dos mayores Baudelaire
intercambiaron una mirada y no pudieron evitar sonreír a
causa de su aspecto tan ridículo.
—Estos son peores que los trajes de raya diplomática
que Esmé Miseria nos dio —dijo Violet.

• 37 •
—O que los suéteres que usamos, los que picaban,
cuando vivimos en la casa del Sr. Poe —dijo Klaus, al
referirse a un banquero que estaba a cargo de la fortuna de
los Baudelaire, con quien habían perdido contacto—. Pero
por lo menos nos mantendremos calientes. Si llega a hacer
aún más frío podemos turnarnos para llevar el abrigo extra.
—Si uno de nuestros padres se encuentra en la sede —
dijo Violet—, él o ella no nos reconocerá por toda la ropa
que llevamos puesta. Nos veremos como dos enormes sacos
de dormir.
Los dos Baudelaire miraron los nevados picos por
encima de ellos y se sintieron un poco mareados, no sólo por
la altura de las Montañas Mortmain, sino también por todas
las preguntas que zumbaban en sus cabezas. ¿Podrían
realmente llegar al Valle del Fortín Desembocado Bosquejos
por su cuenta? ¿Cuál sería la apariencia de la sede? ¿V.F.D.
estaba esperando a los Baudelaire? ¿El Conde Olaf llegaría a
la sede antes que ellos? ¿Encontrarían a Sunny?
¿Encontrarían a uno de sus padres? Violet y Klaus se
miraron en silencio y se estremecieron bajo sus extraños
atuendos, hasta que finalmente Klaus rompió el silencio con
una pregunta más, que parecía la más extraña de todas.

• 38 •
—¿Cuál de nuestros padres —dijo—, crees que sea el
sobreviviente?
Violet abrió la boca para responder, pero en ese
momento inmediatamente otra pregunta ocupó la mente de la
mayor de los Baudelaire. Era una pregunta terrible, y casi
todos los que han preguntado lo mismo han acabado
deseando nunca haber mencionado el tema. Mi hermano se
hizo la pregunta una vez y tuvo pesadillas durante semanas.
Un socio mío se hizo la pregunta y se encontró cayendo por
los aires antes de que pudiera oír la respuesta. Una vez hice
esa pregunta, hace mucho tiempo, con una voz muy tímida y
suave, y una mujer me respondió rápidamente poniéndose un
casco de motociclista en la cabeza y envolviendo su cuerpo
en una capa de seda roja. La pregunta es —¿Qué demonios
es esa nube de aspecto siniestro con pequeños y blancos
objetos zumbantes que viene hacia nosotros?— y siento
mucho tener que decirles que la respuesta es —Un enjambre
de bien organizados y malhumorados insectos conocidos
como mosquitos de nieve, que viven en las zonas frías de las
montañas y que disfrutan picotear a las personas sin ninguna
razón en absoluto.

• 39 •
—¿Qué demonios —dijo Violet—, es esa nube de
aspecto siniestro con pequeños y blancos objetos zumbantes
que viene hacia nosotros?
Klaus miró en la dirección que su hermana estaba
señalando y frunció el ceño—. Recuerdo haber leído un libro
sobre la vida de los insectos en las montañas —dijo—, pero
no recuerdo los detalles.
—Trata de recordar —dijo Violet, mirando
nerviosamente al enjambre que se acercaba. La nube de
aspecto siniestro con pequeños y blancos objetos zumbantes
había salido de una esquina rocosa y a lo lejos se parecía un
poco al inicio de una nevada. Pero ahora la nevada se había
agrupado para tomar forma de flecha y se dirigía hacia los
dos niños, zumbando cada vez más fuerte como si estuviera
molesta—. Creo que podrían ser mosquitos de nieve —dijo
Klaus—. Los mosquitos de nieve viven en las zonas frías de
las montañas y son conocidos por agruparse para tomar
formas muy definidas.
Violet miró la flecha que se acercaba a las aguas de la
corriente y al borde del pico de la montaña—. Me alegro de
que los mosquitos de nieve sean inofensivos —dijo—,
porque parece que no hay manera de evitarlos.

• 40 •
—Hay algo más acerca de los mosquitos de nieve —
dijo Klaus—, que no puedo recordar.
El enjambre estaba muy cerca, con la punta de la flecha
blanca revoloteando a pocos centímetros de la nariz de los
Baudelaire, y luego se detuvo en su camino, zumbando
furiosamente. Los dos hermanos se enfrentaron cara a cara
con los mosquitos de nieve por un largo y tenso segundo, y
el mosquito, que estaba más y más al frente de la flecha, voló
suavemente hacia delante y se introdujo en la nariz de
Violet.
—¡Ay! —gritó Violet. El mosquito de nieve voló de
regreso a su lugar, y la mayor de los Baudelaire se frotó una
pequeña marca roja que tenía en la nariz—. Eso me dolió —
dijo—, es como si me hubieran enterrado un alfiler.
—Ahora recuerdo —dijo Klaus—, los mosquitos de
nieve son malhumorados y disfrutan picotear a las personas
sin ninguna razón en ab…
Pero Klaus no pudo terminar la frase, porque los
mosquitos de nieve lo interrumpieron con una horrorosa
demostración de lo que estaba hablando. Tenaz y
perezosamente en los vientos de las montañas, la flecha
tembló y se convirtió en un gran círculo zumbante, y los

• 41 •
mosquitos comenzaron a girar alrededor y alrededor de los
dos Baudelaire como un bien organizado y malhumorado aro
de hula-hula. Cada mosquito era tan pequeño que los niños
no podían ver ninguna de sus características, pero sentían
como si los insectos estuvieran sonriendo maliciosamente.
—¿Las picaduras son venenosas? —Violet preguntó.
—Levemente —dijo Klaus—. No hay problema si nos
pican un par de veces, pero muchas picaduras pueden
hacernos mucho mal. ¡Ay!
Uno de los mosquitos había volado y picado a Klaus en
la mejilla, como si tratara de ver si el Baudelaire de en medio
se divertía al hacerle daño—. La gente siempre dice que si
no molestas a los insectos que pican ellos no te molestaran
—dijo Violet nerviosamente—. ¡Ay!
—Eso casi nunca es cierto —dijo Klaus—, y
ciertamente no es verdad con los mosquitos de nieve. ¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
—¿Que debemos… ¡Ay! —Violet medio preguntó.
—No lo… ¡Ay! —Klaus medio respondió, pero en unos
momentos los Baudelaire no tuvieron tiempo ni siquiera para
una media conversación. El círculo de mosquitos de nieve
comenzó a girar más y más rápido, y los insectos se

• 42 •
extendieron de tal manera que parecía como si los dos
hermanos estuvieran en el centro de un pequeño y blanco
tornado. Luego, con una serie de maniobras aparentemente
bien ensayadas, las picaduras de los mosquitos a los
Baudelaire comenzó, primero de un lado y luego del otro.
Violet chilló mientras varios mosquitos le picaban la
barbilla. Klaus gritó mientras un puñado de mosquitos le
picaba la oreja izquierda. Y los dos Baudelaire gritaron
mientras trataban alejar a los mosquitos, sólo para sentir sus
manos ondulantes llenas de pinchazos y aguijones. Los
mosquitos de nieve volaron picándolos de izquierda a
derecha. Atacaron a los Baudelaire desde arriba, por lo los
niños se agacharon, y luego desde abajo, haciendo que los
niños se pararan de puntas en un esfuerzo para evitarlos. Y
mientras tanto, el enjambre zumbo cada vez más y más
fuerte, como queriendo recordar a los Baudelaire lo mucho
que se estaban divirtiendo los insectos. Violet y Klaus
cerraron los ojos y se abrazaron, demasiado asustados como
para caminar a ciegas y caer fuera del pico de la montaña al
abismo o de hundirse en las aguas de la Corriente Afligida.
—¡Abrigo! —Klaus alcanzó a gritar, luego escupió un
mosquito que se había metido en su boca abierta con la

• 43 •
esperanza de picarle la lengua. Violet entendió al instante,
tomó el abrigo extra y lo extendió sobre Klaus y sobre ella
como un gran y blando paraguas de tela. Los mosquitos de
nieve zumbaron furiosamente, tratando de entrar para
continuar con su labor, pero tuvieron que conformarse con
picotear las manos de los Baudelaire que mantenían el abrigo
en su lugar. Violet y Klaus se miraron débilmente por debajo
del abrigo, con muecas de dolor por las picaduras en sus
dedos, y trataron de seguir caminando.
—Nunca llegaremos al Valle del Fortín Desembocado
de esta manera —dijo Violet, hablando más fuerte que de
costumbre por el zumbido de los mosquitos—. ¿Cómo
podemos detenerlos, Klaus?
—El fuego hace que se alejen —dijo Klaus—. En el
libro que leí, el autor dijo que incluso el olor del humo puede
mantener lejos a un enjambre entero. Pero no podemos
encender un fuego debajo de un abrigo.
—¡Ay! —un mosquito de nieve picó el pulgar de Violet
en un punto que ya había sido herido, al igual que los
Baudelaire rodeaban la esquina rocosa donde el enjambre
había hecho su primera aparición. A través de un raído

• 44 •
agujero en el abrigo, los Baudelaire apenas podían distinguir
una gran y oscura apertura circular en el lado de la montaña.
—Debe ser la entrada a una de las cuevas —dijo
Klaus—, ¿Podemos encender un fuego ahí dentro?
—Tal vez —dijo Violet—, y tal vez molestemos a un
animal hibernando.
—Ya hemos logrado molestar a miles de animales —
dijo Klaus, casi dejando caer la jarra cuando un mosquito
picó su muñeca—, no creo que tengamos muchas opciones.
Creo que debemos ir a la cueva y tomar nuestra oportunidad.
Violet asintió con la cabeza, pero miró nerviosamente la
entrada de la cueva. Tomar una oportunidad es como tomar
un baño, porque a veces terminas sintiéndote cómodo y
cálido, y a veces hay cosas terribles acechando alrededor que
no puedes ver hasta que es demasiado tarde y no puedes
hacer nada más que gritar y aferrarte a un patito de goma.
Los dos Baudelaire caminaron con cuidado hacia la gran y
oscura apertura circular, teniendo cuidado de mantenerse
alejados del borde del pico y tirando de la chaqueta con
fuerza alrededor de ellos para evitar que los mosquitos de
nieve pudieran encontrar una forma de entrar, pero lo que
más les preocupaba no era el altura del pico o las picaduras

• 45 •
de los mosquitos, sino la oportunidad que estaban tomando
mientras entraban en la sombría cueva.
Los dos Baudelaire nunca habían estado en esta cueva
antes, por supuesto, y por lo que he podido averiguar, nunca
volvieron aquí de nuevo, incluso en su camino de regreso
por la montaña, después de haber encontrado a su hermana
menor y de haber aprendió los secretos de los Verbal
Frigorífico Diálogo. Y, sin embargo, mientras Violet y Klaus
tomaban su oportunidad y caminaban dentro de la cueva, se
encontraron con dos cosas con las que estaban
familiarizados. La primera fue el fuego. En el umbral de la
cueva, los hermanos se percataron de inmediato que no había
razón de preocuparse por los mosquitos de nieve por más
tiempo, porque podían oler un humo que estaba cerca, e
incluso ver, a gran distancia, pequeñas llamas de color
naranja hacia el fondo de la cueva. El fuego, por supuesto,
era muy familiar para los niños, desde el olor ceniciento de
los restos de la mansión Baudelaire hasta el olor de las
llamas que habían destruido el Carnaval Caligari. Pero
mientras los mosquitos de nieve formaban una flecha y se
alejaban corriendo de la cueva, Violet y Klaus dieron otro
paso por el interior de la cueva y encontraron otra cosa

• 46 •
familiar ─una persona conocida, para ser más precisos, una
persona que había pensado no volver a ver jamás.
—¡Oigan ustedes Zampabollos! —dijo una voz desde el
fondo de la cueva, y el sonido fue casi suficientemente fuerte
para hacer que los dos Baudelaire desearan haber tomado su
oportunidad en otro lugar.

• 47 •
CAPÍTULO

Tres

Bien puedes preguntarte por qué no hay rastros de Sunny


Baudelaire en los dos primeros capítulos de este libro, hay
varias razones de por qué esto es así. Por un lado, es muy
difícil reconstruir el viaje que hizo Sunny en el auto del
Conde Olaf. Las huellas dejadas por los neumáticos han
desaparecido desde hace mucho tiempo, y las tormentas de
nieve y tantas avalanchas que se han producido en las
Montañas Mortmain han hecho que el camino haya
desaparecido casi por completo. Los pocos testigos del viaje
de Olaf, en su mayoría, han muerto en circunstancias
misteriosas, o estaban demasiado asustados como para
responder a las cartas, telegramas y tarjetas de felicitación
que les envié solicitando una entrevista. E incluso la basura
que fue arrojada por la ventana del auto de Olaf —la señal
más clara de que personas malvadas iban por ese camino—
fue recogida del camino mucho antes de que mi trabajo
comenzara. La basura extraviada es una buena señal, ya que
indica que ciertos animales de las Montañas Mortmain han
regresado a donde les correspondía y están reconstruyendo
sus nidos, pero eso ha hecho que sea más difícil para mí
escribir un relato completo del viaje de Sunny.
Pero si estás interesado en saber en que gastaba su
tiempo Sunny Baudelaire mientras sus hermanos detenían la
caravana, subían siguiendo el camino de la Corriente
Afligida, y luchaban contra los mosquitos de nieve, hay otra
historia que podrías leer que describe más o menos la misma
situación. La historia trata sobre una persona llamada
Cenicienta. Cenicienta era una mujer joven que fue puesta
bajo el cuidado de varias personas malvadas que se burlaban
de ella y la obligaban a hacer todas las tareas. Al final,
Cenicienta fue rescatada por su hada madrina, quien por arte
de magia le creó un vestido especial para que lo llevara a un
baile donde conoció a un apuesto príncipe, con quien se casó
poco tiempo después, viviendo felices para siempre en un

• 49 •
castillo. Si sustituyes el nombre de —Cenicienta— por el de
—Sunny Baudelaire— y eliminas el hada madrina, el vestido
especial, el baile, el apuesto príncipe, el matrimonio, y vivir
felices para siempre en un castillo, tendrás una clara idea de
la situación en la que se encontraba Sunny.
—Desearía que la bebé huérfana parara su irritante
llanto —dijo el conde Olaf, frunciendo la ceja mientras el
auto daba otro giro violento—, nada arruina más un
agradable viaje en auto como una secuestrada llorona.
—La pellizco tanto como puedo —dijo Esmé Miseria,
dándole otro pellizco a Sunny con sus uñas con estilo—,
pero aún no se calla.
—Escucha, dentona —dijo Olaf, quitando los ojos de la
carretera para mirar a Sunny—. Si no dejas de llorar, te daré
una razón para llorar.
Sunny dio un pequeño gemido de disgusto y se secó los
ojos con sus pequeñas manos. Era cierto que había estado
llorando durante casi todo el día, durante un largo viaje que
hasta el más dedicado de los investigadores sería incapaz de
reconstruir, y ahora, al ponerse el sol, aún seguía incapaz de
contenerse. Sin embargo, con las palabras del Conde Olaf,
estaba más irritada que asustada. Siempre es molesto cuando

• 50 •
alguien te dice que si no dejas de llorar te dará una razón
para llorar, porque si estás llorando, claramente hay una
razón por la que estás llorando y por lo tanto no hay razón
para que te den una razón más por la cual llorar, muchas
gracias. Sin duda Sunny Baudelaire sentía que tenía las
razones suficientes para llorar. Estaba preocupada por sus
hermanos y se preguntó cómo detendrían la caravana que iba
a toda velocidad hacia un cruel destino. Tenía miedo de su
propio destino, ya que el Conde Olaf había descubierto su
disfraz, arrancado su barba y atrapándola en el regazo de
Esmé. Y sentía mucho dolor por los constantes pellizcos de
la novia del villano—. No pellizco —dijo a Esmé, pero la
perversa y elegante mujer sólo frunció el ceño, como si
Sunny hubiera dicho una tontería.
—Cuando no está llorando —dijo Esmé—, habla en
una lengua extranjera. No puedo entender una cosa de lo que
dice.
—Los niños secuestrados nunca son divertidos —dijo el
Hombre con Ganchos en vez de Manos, que era quizás el
villano menos favorito de Sunny del grupo de Olaf—,
¿Recuerda cuando tuvimos a los Quagmire en nuestras
garras, jefe? No hicieron nada, pero se quejaron. Se quejaron

• 51 •
cuando los pusimos en una jaula. Se quejaron cuando los
encerramos dentro de una fuente. Puras quejas, quejas,
quejas... Estaba tan arto de ellos que casi me alegré cuando
escaparon de nuestras garras.
—¿Te alegraste? —dijo el Conde Olaf con un
gruñido—. Trabajamos duro para robar la fortuna de los
Quagmire y no obtuvimos ni un solo zafiro. Fue una
verdadera pérdida de tiempo.
—No se sienta culpable, Olaf —dijo una de las mujeres
empolvadas desde el asiento trasero—. Todo el mundo
comete errores.
—No esta vez —dijo Olaf—. Con los dos huérfanos
aplastados en algún lugar debajo de una caravana estrellada
y con la bebé huérfana sobre su regazo, la fortuna de los
Baudelaire es mía. Y una vez que llegamos al Valle del
Fortín Desembocado y encontremos la sede, todas nuestras
preocupaciones se acabarán.
—¿Por qué? —preguntó Hugo, el hombre jorobado que
había sido previamente empleado del carnaval.
—Sí, por favor explíquenos —dijo Kevin, otro ex
empleado del carnaval. En el Carnaval Caligari, Kevin se
avergonzaba mucho de ser ambidiestro, pero Esmé lo había

• 52 •
convencido para que se uniera al grupo de Olaf, atando la
mano derecha de Kevin a su espalda, para que nadie supiera
que tenía la misma fuerza que en su mano izquierda—.
Recuerde, jefe, no se olvide que somos nuevos en el grupo,
por lo que no siempre sabemos lo que está sucediendo.
—Recuerdo que cuando me uní al grupo de Olaf —dijo
la otra mujer empolvada—, nunca antes había oído hablar
del expediente Snicket.
—Cuando trabajan para mí aprenden sobre la marcha
—dijo Olaf—. No pueden esperar que les explique todo. Soy
un hombre muy ocupado.
—Yo les explicaré, jefe —dijo el Hombre con Ganchos
en vez de Manos—. El Conde Olaf, como cualquier buen
empresario, ha cometido una gran variedad de crímenes.
—Sin embargo, esos estúpidos voluntarios han reunido
de todo tipo de pruebas y las han archivado —dijo Esmé—.
Traté de explicarles que hoy en día la delincuencia se
llevaba, que es muy in, pero al parecer no estaban
interesados.
Sunny secó unas lágrimas de sus ojos y suspiró. La
Baudelaire más joven pensó que casi prefería ser pellizcada
de nuevo que escuchar más tonterías de Esmé Miseria sobre

• 53 •
lo que estaba in, o lo que se llevaba —palabra que utiliza
Esmé para decir “de moda”— y de lo que estaba out, o no se
llevaba.
—Tenemos que destruir esos archivos o el conde Olaf
podría ser arrestado —dijo el Hombre con Ganchos en vez
de Manos—. Tenemos razones para creer que algunos de los
archivos se encuentran en la sede de V.F.D.
—¿Qué significa V.F.D.? —la voz de Colette llegó
desde el piso del automóvil. El Conde Olaf le había
ordenado usar sus habilidades como contorsionista del
carnaval para acurrucarse a los pies de los demás miembros
del grupo.
—¡Esa es información confidencial! —gruñó Olaf, para
gran disgusto de Sunny—. Yo solía ser miembro de la
organización, pero me di cuenta que era más divertido ser un
practicante individual.
—¿Qué significa eso? —preguntó el Hombre con
Ganchos en vez de Manos.
—Eso significa una vida de crimen —dijo Esmé—. Es
muy in en estos momentos.
—Def errónea —Sunny no podía hablar correctamente
a causa de sus lágrimas. Por “def errónea” quería decir algo

• 54 •
como “Practicante individual significa que alguien trabaja
solo en vez de en un grupo, y no tiene nada que ver con una
vida de crimen”, y se entristeció con la idea de que no había
nadie a su alrededor que pudiera entenderla.
—Ya ha comenzado a balbucear de nuevo —dijo
Esmé—, es por eso que no quiero volver a tener hijos.
Excepto como sirvientes, por supuesto.
—Este viaje ha sido más fácil de lo que pensaba —dijo
Olaf—. El mapa dice que sólo hay que pasar unas cuevas
más.
—¿Hay un hotel cerca de la sede? —Esmé le preguntó.
—Me temo que no, querida —respondió el villano—,
pero tengo dos tiendas de campaña en el maletero del auto.
Vamos a acampar en el Monte Fraught, la cumbre de las
Montañas Mortmain.
—¿La cumbre? —dijo Esmé—. Hará mucho frío en el
pico más alto.
—Eso es cierto —admitió Olaf—, pero la llegada de la
Falsa Primavera está en camino, por lo que en poco tiempo
va a ser un poco más de calor.

• 55 •
—¿Pero qué haremos esta noche? —dijo Esmé
Miseria—. Definitivamente para mí no es in armar tiendas de
campaña en medio del frío.
El Conde Olaf miró a su novia y se echó a reír, y Sunny
pudo oler el mal aliento de su desagradable risa—. No seas
tonta —dijo finalmente el villano—, no vamos a armar las
tiendas de campaña, Esmé. Estarás cómoda y calientita en el
auto. La bebé dentona armará las tiendas de campaña para
nosotros.
Todos los secuaces de Olaf se echaron a reír, y el auto
se llenó con el olor del desagradable aliento de todos esos
villanos. Sunny sintió otras lágrimas rodar por sus mejillas y
se volteó hacia la ventana para que nadie la viera. Las
ventanas del auto estaban muy sucias, pero la Baudelaire
más joven podía ver los extraños picos cuadrados de las
Montañas Mortmain y las oscuras aguas de la Corriente
Afligida. En ese momento el auto había subido tan alto por
las montañas que la corriente estaba casi totalmente
congelada, y Sunny miró la amplia franja de helada
oscuridad y se preguntó dónde estaban sus hermanos, y si
irían en su rescate. Se acordó de la otra vez que había estado
en las garras del Conde Olaf, cuando el villano la ató y la

• 56 •
encerró en una jaula haciéndola colgar desde lo alto de la
torre como parte de uno de sus planes. Eso había sido una
experiencia absolutamente terrible para la Baudelaire más
joven, y a menudo tenía pesadillas en las que escuchaba el
lejano crujir de la jaula y en las que veía a sus hermanos
mirándola lejanamente desde el patio trasero de la casa del
Conde Olaf. Pero Violet había construido una ganzúa para
rescatarla, y Klaus había hecho una investigación legal muy
importante para descubrir el plan de Olaf. Cuando el auto
llevó a Sunny cada vez más y más lejos de sus hermanos, y
se quedó mirando el desolado terreno, sabía que podrían
salvarla nuevamente.
—¿Cuento vamos a permanecer en el Monte Fraught?
—preguntó Hugo.
—Lo que yo diga, por supuesto —respondió el Conde
Olaf.
—Pronto se darán cuenta que este trabajo implica
esperar mucho tiempo —dijo el Hombre con Ganchos en vez
de Manos—. Usualmente tengo algo cerca para ayudar a
pasar el tiempo, como una baraja de cartas o una gran roca.

• 57 •
—Puede ser aburrido —admitió una de las mujeres
empolvadas—, y puede ser peligroso. Recientemente varios
de nuestros compañeros han sufrido un destino terrible.
—Valió la pena —dijo el Conde Olaf con indiferencia,
una palabra que aquí significa “en un tono de voz que
indicaba que no le importaban un higo sus empleados
fallecidos”—. A veces, algunas personas deben morir en
incendios o ser devoradas por los leones si todo se hace por
el bien común.
—¿Qué es el bien común? —preguntó Colette.
—¡El dinero! —dijo Esmé con una alegría codiciosa—.
¡El dinero y la satisfacción personal, y vamos a conseguir
ambas cosas de esta bebé lloriqueando en mi regazo! ¡Una
vez que tengamos en nuestras manos la fortuna Baudelaire,
tendremos suficiente dinero para vivir una vida de lujos y
para concebir planes mucho más traicioneros!
El grupo entero empezó a aplaudir, y el Conde Olaf dio
a Sunny una radiante sonrisa hedionda, pero no dijo nada
más mientras el auto subía por una colina empinada, llena de
baches, y finalmente paró en seco, al igual que los últimos
rayos de sol se desvanecieron en el cielo de la noche—.
Hasta aquí hemos llegado —dijo el Conde Olaf y le entregó

• 58 •
las llaves del auto a Sunny—. ¡Afuera bebe huérfana!
Descarga de todo el equipaje y arma las tiendas de campaña.
—Y tráenos unas papas fritas —dijo Esmé—, así
tendremos algo que comer mientras esperamos.
Esmé abrió la puerta del auto, puso a Sunny en el
helado suelo y cerró la puerta otra vez. Al instante, el frío
aire de la montaña golpeó a la más joven de los Baudelaire
haciéndola estremecer. Era tanto el frío en el pico más alto
de las Montañas Mortmain que sus lágrimas se congelaron
en su cara, formando una pequeña máscara de hielo.
Inestable, Sunny se puso de pie y caminó hacia la parte
trasera del auto. Tuvo la tentación de seguir caminando y
escapar de Olaf mientras esperaba en el auto con su grupo.
Pero, ¿A dónde podría ir? Miró a su alrededor y no logró ver
un lugar donde un bebé pudiera estar a salvo por su cuenta.
La cumbre del Monte Fraught era un pequeño y plano
cuadrado, y mientras Sunny se acercaba al maletero del auto,
miraba más allá de cada borde del cuadrado, sintiéndose un
poco mareada por la altitud. En tres de sus bordes se podían
ver los brumosos picos cuadrados de algunas de las
montañas, la mayoría de las cuales estaban cubiertas de
nieve, y girando a través de los picos estaban las extrañas

• 59 •
negras aguas de la Corriente Afligida y el pedregoso camino
por el que el auto había pasado. Pero desde el cuarto borde
del pico cuadrado, Sunny vio algo tan extraño que le tomó
un momento averiguar de qué se trataba.
Desde el pico más alto de las Montañas Mortmain se
extendía una brillante y blanca tira, como un enorme pedazo
de papel aluminio doblado hacia abajo o como el ala de un
enorme pájaro. Sunny vio los últimos rayos de la puesta del
sol que se reflejaban en esa enorme superficie y poco a poco
se dio cuenta de lo que era: el origen de la Corriente
Afligida. Al igual que muchas corrientes, la Corriente
Afligida se originó entre las rocas de las montañas, y en una
estación cálida, Sunny podía imaginarse que la corriente caía
desde el pico más alto como una enorme cascada. Pero esta
no era una estación cálida del año, y al igual que las lágrimas
de Sunny se habían congelado en su rostro, la cascada se
había congelado en una larga pendiente resbaladiza que
desaparecía más abajo en la oscuridad. Fue un espectáculo
tan espeluznante que le tomó a Sunny un momento
preguntarse por qué el hielo era blanco en lugar de negro,
como las aguas de la Corriente Afligida.

• 60 •
¡Honk! Un fuerte sonido proveniente del claxon del
Conde Olaf le recordó a Sunny lo que se suponía debía
hacer, y se apresuró a abrir el maletero y encontró una bolsa
de papas fritas que llevó de regreso al auto—. Esto te tomó
una eternidad, huérfana —dijo Olaf, en vez de “Gracias”—
Ahora ve y arma las tiendas de campaña, una para Esmé y
yo, y otra para mi grupo, para que podamos dormir un poco.
—¿Dónde se va a quedar la bebe? —preguntó el
Hombre con Ganchos en vez de Manos—. Yo no la quiero
en mi tienda de campaña. He oído que los bebés pueden
robarte la respiración mientras duermes.
—Bueno, ciertamente ella no dormirá conmigo —dijo
Esmé—, tendrás que tener una bebé en tu tienda de campaña.
—Ella no va a dormir en ninguna tienda de campaña —
decidió Olaf—, en el maletero hay una gran cacerola con una
tapa. Puede dormir allí.
—¿Estará a salvo en una cacerola? —Esmé preguntó—.
Recuerda, Olaf, cariño, si ella muere, entonces no podremos
tener en nuestras manos la fortuna.
—Hay algunos agujeros en la parte superior para que
pueda respirar —dijo Olaf—, y la tapa la protegerán de los
mosquitos de nieve.

• 61 •
—¿Los mosquitos de nieve? —preguntó Hugo.
—Los mosquitos de nieve son unos bien organizados y
malhumorados insectos —explicó el Conde Olaf—, que
viven en las zonas frías de las montañas y que disfrutan
picotear a las personas sin ninguna razón en absoluto.
Siempre he sido aficionado a ellos.
—Nonat —dijo Sunny, lo que significaba algo así como
“Yo no vi ningún insecto afuera”, pero nadie le prestó
atención.
—¿La bebe no puede huir si nadie la vigila? —preguntó
Kevin.
—No se atrevería —dijo el Conde Olaf—, y aunque
tratara de sobrevivir en las montañas por su cuenta,
podríamos ver a dónde ha ido. Es por eso que nos vamos a
quedar aquí en la cumbre. Si la cría escapa, o si alguien
viene detrás de nosotros, lo sabremos, porque podemos ver
todo y a todos a muchas millas y millas de distancia.
—Eureka —dijo Sunny, antes de que pudiera detenerse.
Quería decir algo así como “Acabo de darme cuenta de
algo”, pero no había querido decirlo en voz alta.
—¡Deja de balbucear y ponte a trabajar mocosa
colmilluda! —dijo Esmé Miseria cerrando la puerta del auto

• 62 •
estrepitosamente. Sunny podía escuchar la risa del grupo y el
crujido de las papas fritas mientras caminaba lentamente de
regreso hacia el maletero para encontrar las tiendas de
campaña.
A menudo es muy frustrante poner todos los palos,
telas, mástiles y piquetas de manera que una tienda de
campaña esté armada correctamente, por lo que siempre he
preferido alojarme en hoteles o alquilar castillos, que además
tienen los atractivos añadidos de paredes sólidas y servicio
de mucama. Sunny, por supuesto, tenía el inconveniente
adicional de tener que hacerlo ella misma, en la oscuridad,
cuando aún era bastante principiante para caminar y estaba
preocupada por sus hermanos. Sin embargo, la Baudelaire
más joven tenía un largo historial de trabajos de Hércules,
una frase que aquí significa —tenía la capacidad de hacer
cosas muy difíciles—. Como estoy seguro que sabes, si
alguna vez has tenido que hacer algo muy difícil, a menudo
encontrar una fuente de inspiración es de gran ayuda.
Cuando Sunny se había visto envuelta en un duelo de diente-
y-espada en el Aserradero de la Suerte, por ejemplo, pensó
en lo mucho que amaba a sus hermanos, y eso le ayudó a
vencer a la malvada doctora Orwell. Cuando Sunny escaló

• 63 •
por el hueco de un ascensor desde el apartamento número
667 de la Avenida Oscura, se había concentrado en sus
amigos los Quagmire, y lo mucho que quería rescatarlos, y
en poco tiempo había llegado al apartamento en el ático. Por
lo tanto, mientras Sunny cavaba un agujero en la helada
tierra con sus dientes para fijar los palos de la tienda al suelo,
pensó en algo que la inspiró, y por extraño que parezca, era
algo que había dicho el conde Olaf, acerca de ser capaz de
ver todo y a todos a muchas millas y millas de distancia.
Mientras Sunny armaba las tiendas, y miraba hacia abajo de
vez en cuando hacia la pendiente resbaladiza de la cascada
congelada, decidió que no iba a tratar de escabullirse de Olaf
y su grupo. Simplemente no trataría de escapar. Porque si se
podía ver todo y a todos desde el Monte Fraught, eso
significaba que todo y todos, incluyendo a Violet y Klaus
Baudelaire, podrían ser vistos por ella.

• 64 •
CAPÍTULO

Cuatro

Esa noche fue un día oscuro. Por supuesto, todas las noches
son días oscuros, porque la noche es simplemente una
versión mal iluminada del día, debido al hecho de que la
Tierra sigue girando alrededor y alrededor del Sol,
recordando a todos que es el momento de levantarse de la
cama y empezar el día con un taza de café o con un mensaje
secreto plegado en un avión de papel volando a través de los
barrotes de una ventana de una
estación de guardabosques. Pero
en este caso, la frase
“un día oscuro”
significa “un
momento
triste en la
historia de
los huérfanos

• 65 •
Baudelaire, de V.F.D., y de todas las personas buenas,
valientes y de buen leer del mundo”. Pero Violet y Klaus
Baudelaire, desde luego, no tenían la menor idea de la
catástrofe que estaba ocurriendo por encima de ellos en el
Valle del Fortín Desembocado. Lo único que sabían era que
estaban oyendo una voz que habían esperado no tener que
escuchar de nuevo.
—¡Lárguense, zampabollos! —dijo la voz—. ¡Esta es
una cueva privada!
—¿Con quién hablas Carmelita? —preguntó otra voz.
Esta voz era mucho más fuerte y parecía pertenecer a un
hombre adulto.
—Puedo ver dos sombras en la entrada de la cueva, tío
Bruce —dijo la primera voz—, y me parecen zampabollos.
El fondo de la cueva se llenó de risas, y Violet y Klaus
se miraron consternados. La voz familiar pertenecía a
Carmelita Polainas, la desagradable chica que los Baudelaire
habían conocido en la Academia Preparatoria Prufrock.
Carmelita había tomado una aversión instantánea hacia los
tres hermanos, llamándolos por nombres ofensivos y
desagradables y en general haciéndoles la vida imposible en
la academia. Si alguna vez has sido un estudiante, entonces

• 66 •
sabes que por lo general hay una de esas personas en todas
las escuelas y que una vez que te has graduado tienes la
esperanza de no volver a verlas nunca más. Los dos mayores
Baudelaire habían tenido suficientes problemas en las
Montañas Mortmain como para toparse con esta persona
desagradable, y al oír su voz casi habían querido volver atrás
y tomar su oportunidad una vez más con los mosquitos de
nieve que zumbaban en la nieve.
—¿Dos sombras? —preguntó la segunda voz—.
Identifíquense, por favor.
—Somos montañistas —dijo Violet desde la entrada—,
perdimos nuestro camino y nos encontramos con un
enjambre de mosquitos de nieve. Por favor, déjennos
descansar aquí por un momento, mientras el olor a humo los
ahuyenta, y entonces retomaremos nuestro camino.
—¡Por supuesto que no! —dijo Carmelita, que parecía
aún más desagradable de lo habitual—. Este es el
campamento de los Exploradores de Nieve, quienes van
celebrar la Falsa Primavera y quienes me coronarán a mí
como reina. No queremos que ningún zampabollos arruine
nuestra diversión.

• 67 •
—Calma, calma, Carmelita —dijo la voz del hombre
adulto—, se supone que los Exploradores de Nieve deben ser
acomodadizos, ¿recuerdas? Es parte del juramento del
Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve. Y sería muy
acomodadizo para nosotros ofrecerles refugio en nuestra
cueva a estos extraños.
—No quiero ser acomodadiza —dijo Carmelita—, soy
la Reina de la Falsa Primavera, por lo que puedo hacer lo
que yo quiera.
—Tú no eres la Reina de la Falsa Primavera aún
Carmelita —dijo con paciencia la voz de un niño—, no hasta
que bailemos alrededor del Poste de la Primavera. Entren
viajeros y siéntense junto al fuego. Estamos contentos de ser
acomodadizos con ustedes.
—Ese es el espíritu, niño —dijo la voz del hombre
adulto—. Vamos, Exploradores de Nieve, hay que recitarles
todos juntos el Alfabeto Morse de los Exploradores de
Nieve.
Al instante se hizo un eco en la cueva de muchas voces
en perfecto unísono, una frase que aquí significa “recitar una
lista de palabras muy extrañas al mismo tiempo”—. ¡Los
Exploradores de Nieve —recitaron los Exploradores de

• 68 •
Nieve—, son acomodadizos, básicos, calmados, deseados,
emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes,
juguetones, Kafkianos (Kept / mantenidos), limitados,
mansos, nobles (Nap-loving / amantes de las siestas),
oficiales, preciosos, quietos (quarantined / en cuarentena),
recientes, sistematizados, tolerantes (Tidy / ordenados),
unidos (understandable / comprensibles), victoriosos, sanos
(wholesome), xilófonos, jóvenes (Young) y con zíperes…
cada mañana, cada tarde, cada noche, y todo el día!
Los dos Baudelaire se miraron entre sí confundidos. Al
igual que muchos juramentos, el Alfabeto Morse de los
Exploradores de Nieve no tenía mucho sentido, y Violet y
Klaus trataron de imaginar cómo un explorador podría ser
“calmado” y “manso” al mismo tiempo que “fogoso” y
“juguetón”, o cómo todos estos niños podrían evitar ser
“jóvenes” o “humanos”, incluso si quisieran. No podían
entender por qué el juramento sugería que fueran todas estas
cosas “cada mañana”, “cada tarde” y “cada noche” si
después añadía “todo el día”, o por qué la palabra “xilófono”
aparecía en el juramento. Pero no tenían mucho tiempo para
hacerse preguntas, ya que cuando el juramento había
terminado, todos los Exploradores de Nieve respiraron

• 69 •
profundamente y emitieron un sonido largo y espacioso,
como si trataran de imitar el sonido del viento haya afuera, y
esto lo hizo aún más extraño.
—Esa es mi parte favorita —dijo la voz del hombre
adulto cuando el sonido se desvaneció—. No hay nada como
poner fin al Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve
con un sonido nevoso. Ahora acérquense viajeros, para que
podamos echarles un vistazo.
—Mantén tu abrigo sobre tu rostro —susurró Klaus a su
hermana—. Carmelita podría reconocernos.
—Y los otros Exploradores probablemente han visto
nuestras fotos en El Diario Punctilio —dijo Violet, poniendo
la cabeza debajo de su abrigo. El Diario Punctilio era un
periódico que había publicado una historia en la que culpaba
a los tres Baudelaire por el asesinato de Jacques Snicket. Por
supuesto, el artículo era un completo disparate, pero parecía
que todo el mundo lo había creído e que iban en busca de los
Baudelaire para meterlos en la cárcel. Mientras los dos
hermanos caminaban hacia las voces de los Exploradores de
Nieve, se dieron cuenta de que no eran los únicos que
ocultaban sus rostros.

• 70 •
El fondo de la cueva era como una gran habitación
circular, con techos muy altos y paredes escarpadas de roca
que brillaban bajo la luz naranja de las llamas. Sentados en
círculo alrededor del fuego, había quince o veinte personas,
todas ellas mirando a los dos Baudelaire. A través de la tela
de los abrigos, los niños podían ver que una persona era
mucho más alta que las demás —probablemente Bruce— y
llevaba un abrigo a cuadros escoses feos y en la mano
sostenía un gran puro. En el lado opuesto del círculo había
alguien que lleva un suéter de lana gruesa con varios
bolsillos grandes, y el resto de los Exploradores de Nieve
llevaban blancos y brillantes uniformes con enormes zíperes
en la parte frontal y emblemas de copos de nieve, de
diferentes formas y tamaños, a lo largo de las abultadas
camisas de manga larga. En la parte posterior de los
uniformes, los Baudelaire podían ver las palabras del
Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve impresas en
grandes letras de color rosa, y todos llevaban cintas para
cabeza con pequeños copos de nieve de plástico que
sobresalían en todas direcciones en la parte superior y la
palabra “¡Brr!” escrita en una tipografía al estilo hielo al
frente. Pero Violet y Klaus no veían los copos de nieve de

• 71 •
plástico sobre las cabezas de los Exploradores de Nieve, o
los acomodadizos, básicos, calmados, deseados,
emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes,
juguetones, kafkianos, limitados, mansos, nobles, oficiales,
preciosos, quietos, recientes, sistematizados, tolerantes,
unidos, victoriosos, sanos, xilófonos, jóvenes uniformes con
zíperes que la mayoría llevaba puesto. Miraban las oscuras y
redondas máscaras que cubrían las caras de los
Exploradores. Las máscaras estaban cubiertas de pequeños
agujeros, como las que se usan para la esgrima, un deporte
en el que la gente lucha con espadas por diversión y no por
honor o con el fin de rescatar a un escritor que ha sido
pegado a la pared con cinta adhesiva. Sin embargo, en la
vacilante luz de la cueva, los Baudelaire no podían ver los
agujeros, y parecía que las caras de Bruce y los Exploradores
de Nieve habían desaparecido, dejando un oscuro y vacío
agujero por encima de sus cuellos.
—Ustedes zampabollos se ven ridículos —dijo uno de
los Exploradores, y los Baudelaire supieron de inmediato
que esa era la figura enmascarada de Carmelita Polainas—.
Sus caras están todas cubiertas.

• 72 •
—Somos muy mansos —dijo Violet, pensando
rápidamente—, de hecho, somos tan mansos que rara vez
mostramos la cara.
—Entonces encajaran bien aquí —dijo Bruce detrás de
su máscara—. Mi nombre es Bruce, pero pueden llamarme
tío Bruce, aunque en realidad no sea su tío real. Bienvenidos
a los Exploradores de Nieve, viajeros, donde todos somos
mansos. De hecho, somos acomodadizos, básicos,
calmados...
El resto de los Exploradores de Nieve se unieron al
juramento, y los dos mayores Baudelaire tuvieron que
soportar nuevamente la lista de absurdos, mientras que el
Explorador con el suéter se levantó y dio un paso hacia
ellos—. Tenemos algunas máscaras de repuesto por ahí —
murmuró en voz baja, señalando a un gran montón de
accesorios, apilados al lado de un poste de madera muy
largo—. Mantendrán a los mosquitos de nieve lejos cuando
vuelvan a salir. Ayúdense a ustedes mismos.
—Gracias —respondió Violet, mientras los
Exploradores se comprometían a ser mantenidos, limitados,
mansos. Ella y su hermano tomaron rápidamente las
máscaras y las pusieron por debajo de sus abrigos, de modo

• 73 •
que cuando los Exploradores se comprometieron a ser
xilófonos, jóvenes y con zíperes, los Baudelaire se veían sin
rostro como todos los demás en la cueva.
—Eso fue divertido, niños —dijo Bruce, mientras el
sonido nevoso se desvanecía y el juramento había
terminado—. Ahora, ¿por qué ustedes dos no se unen a los
Exploradores de Nieve? Somos una organización donde los
jóvenes se divierten y aprenden cosas nuevas. En este
momento estamos en una caminata de Exploradores de
Nieve. Vamos a subir hasta el Monte Fraught con el fin de
celebrar la Falsa Primavera.
—¿Qué es la falsa primavera? —Violet preguntó,
sentándose entre su hermano y el Explorador con el suéter.
—Cualquiera que no sea un zampabollos sabe lo que es
la Falsa Primavera —dijo Carmelita, con un tono burlón—.
Es cuando el clima se vuelve inusualmente caliente antes de
volverse frío otra vez. Lo celebramos con un bonito baile de
fantasía en el que giramos alrededor y alrededor del Poste de
la Primavera —señaló hacia el poste de madera, y los
Baudelaire se dieron cuenta de que todos los Exploradores
de Nieve llevaban brillantes guantes blancos, cada uno
adornado con una S.—. Cuando el baile termina, elegimos a

• 74 •
la mejor Explorador de Nieve y la coronamos la Reina de la
Falsa Primavera. Esta vez, soy yo. De hecho, siempre soy
yo.
—Eso es porque el tío Bruce es realmente su tío —dijo
uno de los Exploradores de Nieve.
—No, no es cierto —insistió Carmelita—. Es porque
soy la más acomodadiza, básica, calmada, deseada,
emblemática, fogosa, grata, humana, inocente, juguetona,
kafkiana, limitada, mansa, noble, oficial, preciosa, quieta,
reciente, sistematizada, tolerante, unida, victoriosa, sana,
xilófono, joven y con zíperes.
—¿Pero cómo alguien puede ser “xilófono”? —Klaus
no pudo evitar preguntar—. “Xilófono” ni siquiera es un
adjetivo.
—El tío Bruce no pudo pensar en otra palabra que
comenzara con X —explicó el Explorador de Nieve con el
suéter, con un tono que indicaba que él creía que no era una
buena excusa.
—¿Qué tal “Xenófilo”? —Klaus sugirió—. Es una
palabra que significa…
—No se pueden cambiar las palabras del Alfabeto
Morse de los Exploradores de Nieve —interrumpió Bruce,

• 75 •
moviendo su puro hacia su cara como si tratara de fumar a
través de la máscara—. El objetivo de los Exploradores de
Nieve es hacer la misma cosa una y otra vez. Celebramos la
Falsa Primavera una y otra vez, en el Monte Fraught, en el
origen de la Corriente Afligida. Mi sobrina Carmelita
Polainas es la Reina de la Falsa Primavera, una y otra vez. Y
una y otra vez, nos detenemos aquí en esta cueva para la
Hora de las Historias de los Exploradores de Nieve.
—He leído que las cuevas de las Montañas Mortmain
son el hogar de animales en hibernación —dijo Klaus—
¿Está seguro de que esta cueva es un lugar seguro?
El Explorador de Nieve con el suéter en vez de
uniforme volvió la cabeza rápidamente hacia los Baudelaire,
como si fuera a hablar, pero Bruce respondió primero—.
Ahora es seguro, niño —dijo—. Hace años, al parecer, estas
montañas estaban repletas de osos. Los osos eran tan
inteligentes que fueron entrenados como soldados. Pero
desaparecieron y nadie sabe por qué.
—No eran osos —dijo el Explorador con el suéter con
una voz tan baja que los dos Baudelaire tuvieron que
agacharse para escucharlo—. En estas cuevas vivían los
leones y no eran soldados. Los leones eran detectives...

• 76 •
Voluntarios Felinos Detectives —se dio la vuelta por lo que
su máscara estuvo frente a las de los dos hermanos, y los
niños sabían que tenía que estar mirándolos a través de los
agujeros—. Voluntarios Felinos Detectives —dijo otra vez, y
los Baudelaire casi se quedaban sin aliento.
—¿Has dicho… —dijo Violet, pero el Explorador de
Nieve con el suéter negó con la cabeza, como si no fuera
seguro hablar de eso en ese momento. Violet miró a su
hermano y luego al el Explorador, con el deseo de ver sus
rostros detrás de las máscaras. Las iniciales de —Voluntarios
Felinos Detectives—, por supuesto, formaban la sigla —
V.F.D.—, el nombre de la organización que estaban
buscando. ¿Sin embargo, las iniciales eran una coincidencia,
como tan a menudo les había sucedido? ¿O este explorador
misterioso les estaba dando algún tipo de señal?
—No se acerca de que están murmurando, niños —dijo
Bruce—, pero deténganse en este instante. Este no es
momento para conversar. Es Hora de las Historias de los
Exploradores de Nieve, cuando un Explorador de Nieve
cuenta una historia a los demás Exploradores de Nieve.
Entonces todos comemos malvaviscos hasta sentirnos
enfermos y vamos a dormir sobre una pila de mantas, al

• 77 •
igual que lo hacemos cada año. ¿Por qué nuestros nuevos
Exploradores de Nieve no cuentan la primera historia?
—Yo debo contar la primera historia —se quejó
Carmelita—, después de todo, yo soy la Reina de la Falsa
Primavera.
—Pero estoy seguro de que los viajeros tendrán una
maravillosa historia que contar —dijo el Explorador con el
suéter—. Me encantaría escuchar un Verdadero Fascinante
Drama.
Klaus vio a su hermana llevar sus manos a la cabeza
sonriendo. Él sabía instintivamente que Violet había
comenzado a atar su pelo recogiéndolo con una cinta para
que le ayudara a pensar mejor, pero era imposible hacerlo
con una máscara encima. Las mentes de los Baudelaire
trabajaban a toda potencia tratando de encontrar una manera
de comunicarse con este explorador misterioso, y los niños
estaban tan perdidos en sus pensamientos que apenas oyeron
como Carmelita Polainas los insultaba.
—No pierdan más el tiempo zampabollos —dijo
Carmelita—, si nos van a contar una historia, comiencen.
—Disculpen el retraso —dijo Violet, eligiendo sus
palabras con tanto cuidado como pudo—, hemos tenido un

• 78 •
Verdadero Frustrante Día, así que es difícil pensar en una
buena historia.
—No me había dado cuenta de que era una ocasión
triste —dijo el Explorador con el suéter.
—Oh, sí —dijo Klaus—, no hemos comido nada
durante todo el día a excepción de algunas Vinagradas
Fragantes Donas.
—Y luego estaban los mosquitos de nieve —dijo
Violet—, se comportaron como Voraces Frigorizadas
Donzelinhas (Zygoptera, en portugués).
—Cuando tomaron forma de flecha —dijo Klaus—, se
parecían más a un Voraz y Feroz Dragón.
—O a un Voluminoso Fútil Dictador, me imagino —
dijo el Explorador con el suéter, y le dio un guiño
enmascarado a los Baudelaire como si hubiera recibido su
mensaje.
—Esta es la historia más aburrida que he escuchado —
dijo Carmelita Polainas—, tío Bruce, dile a esos dos que son
unos zampabollos.
—Bueno, no sería muy acomodadizo decirlo —dijo
Bruce—, pero debo admitir que la historia que contaban era
un poco aburrida niños. Cuando los Exploradores de Nieve

• 79 •
cuentan historias, omiten todo lo aburrido y sólo cuentan lo
interesante. De esta manera, la historia puede ser tan
acomodadiza, básica, calmada, deseada, emblemática,
fogosa, grata, humana, inocente, juguetona, kafkiana,
limitada, mansa, noble, oficial, preciosa, quieta, reciente,
sistematizada, tolerante, unida, victoriosa, sana, xilófono,
joven y con zíperes como sea posible.
—Voy a mostrarle estos zampabollos cómo contar una
historia interesante —dijo Carmelita—. Érase una vez, me
desperté y me miré en el espejo, y allí vi a la más linda,
inteligente y adorable niña en el mundo entero. Me puse un
vestido precioso de color rosa para verme más bonita, y me
fui a la escuela donde mi maestro me dijo que yo era la niña
más guapa que jamás había visto en toda su vida, y me dio
un caramelo como un premio especial y...
En este punto, tomaré una página del libro de alguien,
una frase que aquí significa —adoptar una idea utilizada por
otra persona—. Si, por ejemplo, un hombre te dice que la
mejor manera de escribir tarjetas de agradecimiento es
recompensándote a ti mismo con una galleta cada vez que
termines una, puedes tomar una página de su libro y preparar
un plato de galletas para tenerlas cerca cuando acabe tu

• 80 •
cumpleaños o para cualquier otra ocasión donde se
intercambien regalos. Si una chica te dice que la mejor
manera de escaparte de casa a altas horas de la noche para ir
a verla es asegurarte primero de que todo el mundo está
dormido, puedes tomar una página de su libro y preparar un
brebaje vertiéndolo en el café de la cena para hacer dormir a
todos antes de subir y deslizarte por la hiedra que crece fuera
de la ventana de su dormitorio. Y si has estado leyendo esta
miserable historia, entonces la próxima vez que te encuentres
en una situación similar, puedes tomar una página de La
Pendiente Resbaladiza y usar una combinación de sustancias
pegajosas y un paracaídas de deceleración para frenar una
caravana que desciende a toda velocidad por una montaña, y
a continuación, recoger varias prendas de ropa gruesa para
protegerte del frío y encontrar una cueva llena de
Exploradores de Nieve reunidos alrededor de una fogata,
cuando un enjambre de mosquitos de nieve comiencen a
zumbar.
Pero voy a tomar una página del libro de Bruce, en la
que sugirió que un contador de historias sólo debe tomar en
cuenta las parte interesantes de estas y omitir lo aburrido.
Ciertamente, los dos mayores Baudelaire hubieran preferido

• 81 •
omitir esta aburrida parte de su propia historia, ya que
estaban muy ansiosos por salir de la cueva y reanudar la
búsqueda de su hermana. Pero Violet y Klaus sabían que no
podían irse antes de hablar con el Explorador misterioso con
el suéter, y no podían hablar con el Explorador misterioso
con el suéter frente a Bruce y los demás Exploradores de
Nieve, por lo que se sentaron junto al fuego, mientras
Carmelita Polainas hablaba y hablaba acerca de lo bonita e
inteligente y querida que era y de cómo todo el mundo que
conocía le decía que ella era increíblemente adorable.
Aunque los Baudelaire tuvieron que soportar esta parte
aburrida de su historia, no hay ninguna razón por la que tu
tengas que hacerlo también, así que pasaré por alto los
detalles de la desconcertante historia sin fin de Carmelita, y
el juramento lleno de sinsentidos que Bruce hizo repetir a
todos varias veces, y la cena de malvaviscos que los
Exploradores compartieron con los dos hermanos. Pasaré por
alto lo molesto que fue para Violet y Klaus alejarse de los
Exploradores y rápidamente subir sus máscaras y empujar
los malvaviscos en sus bocas antes de cubrir sus rostros
nuevamente para no ser reconocidos. Después de su largo y
arduo viaje, los niños hubieran preferido una cena más

• 82 •
substancial y menos complicada de comer, pero los
hermanos no podían omitir esta parte de su historia, por lo
que tuvieron que esperar a adentrarse más en la noche, hasta
que los Exploradores de Nieve comenzaron a sentirse mal y
acomodaron las mantas en un gran montón al lado del Poste
de la Primavera. Incluso cuando Bruce hizo que los
Exploradores de Nieve repitieran una vez más el Alfabeto
Morse de los Exploradores de Nieve como una forma de
decir buenas noches, Violet y Klaus no se atrevían a
levantarse y hablar con el Explorador con el suéter por temor
a ser escuchados, y tuvieron que esperar durante horas, muy
ansiosas y curiosas de sueño, mientras el fuego se extinguía
y la caverna resonaba con los sonidos de los ronquidos de los
Exploradores de Nieve. Pero voy a tomar una página del
libro del líder de los Exploradores de Nieve, e iré
directamente a la siguiente cosa interesante que ocurrió a
muy pero muy altas horas de la noche, cuando muchas partes
interesantes de las historias suceden, y las que muchas
personas se pierden, porque están dormidos en sus camas o
escondidos en el cuarto de los artículos de limpieza de una
fábrica de mostaza, disfrazados como un recogedor de
basura para engañar al vigilante nocturno.

• 83 •
Era muy tarde por la noche —de hecho, se podría decir
que era la parte más oscura de ese día oscuro—, y era tan
tarde que los Baudelaire casi fracasaban en permanecer
despiertos, sobre todo después de un día tan agotador, pero
justo cuando los dos hermanos estaban empezando a
conciliar el sueño, cada uno sintió que una mano les tocaba
el hombro, y rápidamente se incorporaron y se encontraron
contemplando el rostro enmascarado del Explorador con el
suéter.
—Vengan conmigo, Baudelaires —dijo el muchacho
con una voz muy baja—. Conozco un atajo que lleva directo
a la sede —y esto en realidad fue una parte interesante de la
historia.

• 84 •
CAPÍTULO

Cinco

Cuando tienes muchas preguntas en tu


mente y de repente tienes la
oportunidad de hacerlas, las preguntas
tienden a amontonarse y tropezar unas
con otras, al igual que los pasajeros de
un tren lleno de gente cuando llega a
una estación muy popular. Con Bruce
y los Exploradores de Nieve dormidos,
los dos mayores Baudelaire finalmente
tuvieron la oportunidad de hablar con
el explorador misterioso con el suéter,
pero todo lo que querían preguntar
parecía irremediablemente enredado.
—¿Cómo… —Violet comenzó,
pero la pregunta “¿Cómo sabes que
nosotros somos los Baudelaire?” tropezó con la pregunta
“¿Quién eres tú?” y cayó de espaldas contra las preguntas
“¿Eres un miembro de V.F.D.?” y “¿Qué significa V.F.D.?”.
—¿Sabes… —dijo Klaus, pero la pregunta “¿Sabes
dónde está nuestra hermana?” tropezó con la pregunta
“¿Sabes si uno de nuestros padres está vivo?” quien estaba
luchando con “¿Cómo podemos llegar a la sede?” y “¿Mis
hermanas y yo nunca encontraremos un lugar seguro para
vivir sin estar constantemente amenazados por el Conde Olaf
y su grupo mientras idean plan tras plan para robar la fortuna
Baudelaire?”, a pesar de que el Baudelaire de en medio sabía
que había pocas probabilidades de que esa última pregunta
fuera respondida.
—Estoy seguro de que tienen muchas preguntas —
susurró el muchacho—, pero no podemos hablar aquí. Bruce
tiene el sueño ligero, y ya ha causado bastantes problemas a
V.F.D. como para que escuche otro de nuestros secretos.
Prometo que todas sus preguntas serán contestadas, pero
primero debemos llegar a la sede. Vengan conmigo.
Sin decir una palabra, el Explorador con el suéter dio la
vuelta, y los Baudelaire vieron que llevaba una mochila con
una insignia que habían visto en el Carnaval Caligari. A

• 86 •
primera vista, esta insignia sólo parecía ser un ojo, pero los
niños habían descubierto que más de cerca se podían ver las
iniciales V.F.D. ingeniosamente escondidas en el dibujo. El
Explorador comenzó a caminar, y los dos hermanos salieron
de sus mantas lo más silenciosamente que pudieron y lo
siguieron. Para su sorpresa, él no los llevó hacia la entrada
de la cueva, sino en sentido contrario, donde había estado la
fogata de los Exploradores de Nieve. Ahora no era más que
un montón de cenizas grises, aunque todavía estaba muy
caliente y el olor a humo aún estaba en el aire. El Explorador
con el suéter buscó en su mochila y sacó una linterna—.
Tuve que esperar a que el fuego se extinguiera antes de
mostrárselos —dijo, y, con una mirada nerviosa a los
exploradores que dormían, encendió la linterna y la apuntó
hacia arriba—. Miren.
Violet y Klaus voltearon hacía arriba y vieron que había
un agujero en el techo, lo suficientemente grande para que
una persona se pudiera mover a través de él. Los últimos
vestigios de humo de la fogata se fueron flotando por el
agujero—. Una chimenea —murmuró Klaus—, me
preguntaba por qué la fogata no llenaba la cueva de humo.

• 87 •
—El nombre oficial es Vertical Flameante Desviación
—susurró el Explorador—, sirve como una chimenea y un
pasadizo secreto. Se extiende desde la cueva hasta el Valle
del Fortín Desembocado. Si subimos por ahí podremos llegar
a la sede en cuestión de horas, en lugar de subir por la
montaña. Hace años había un tubo de metal que corría por el
centro del agujero que la gente podía utilizar para deslizarse
hacia abajo y esconderse en esta cueva en caso de una
emergencia. El tubo ya no está, pero debe haber pequeños
puntos de apoyo en los laterales de la pared para escalar —
con la linterna señaló hacia la pared de la cueva y, por
supuesto, los Baudelaire pudieron ver dos filas de pequeños
agujeros excavados, perfectos para poner las manos y los
pies.
—¿Cómo sabes todo esto? —le preguntó Violet.
El Explorador la miró por un momento, y a los
Baudelaire les parecía que estaba sonriendo detrás de su
máscara—. Lo leí —dijo—, en un libro llamado Notables
Fenómenos de las Montañas Mortmain.
—Me suena familiar —dijo Klaus.
—Debería —dijo el Explorador—, lo tomé prestado de
la biblioteca del Dr. Montgomery.

• 88 •
El Dr. Montgomery fue uno de los primeros tutores de
los Baudelaire, y ante la sola mención de su nombre Violet y
Klaus descubrieron que tenían varias preguntas más que
querían hacer.
—¿Cuándo… —Violet comenzó.
—¿Por qué… —Klaus comenzó.
—Carm… —otra voz sorprendió a los Baudelaire y a el
Explorador… la voz de Bruce, quien se había despertado con
el sonido de la conversación. Los tres niños se paralizaron
por un momento, mientras Bruce se enredó en su manta y,
con un largo suspiro, se volvió a dormir.
—Hablaremos cuando lleguemos a la sede —susurró el
Explorador—, la Vertical Flameante Desviación hace mucho
eco, por lo que tendremos que ser absolutamente silenciosos
a medida que ascendemos, el ruido o eco alertará a Bruce y a
los Exploradores de Nieve. Adentro está muy oscuro, por lo
que hay que buscar puntos de apoyo en la oscuridad, y el aire
se llena de humo, pero si no se quitan sus máscaras estas
filtrarán el aire y harán más fácil el respirar. Yo iré primero y
los guiaré. ¿Están listos?
Violet y Klaus se vieron el uno al otro. A pesar de que
no podían verse las caras a través de las máscaras, los dos

• 89 •
hermanos sabían que no estaban en absoluto preparados.
Seguir a un completo desconocido por un pasadizo secreto a
través del centro de las montañas, hacia una sede que ni
siquiera tenían la seguridad de que existiera, no les parecía
algo muy seguro. La última vez que habían acordado realizar
un arriesgado viaje su hermana menor les había sido
arrebatada. ¿Qué pasaría esta vez, estando a solas con una
misteriosa persona enmascarada en un agujero oscuro y lleno
de humo?
—Sé que debe ser difícil para ustedes confiar en mí,
Baudelaires —dijo el Explorador con el suéter—, después de
que tantas personas les han hecho tanto mal.
—¿Puedes darnos una razón para confiar en tí? —
preguntó Violet.
El Explorador miró al suelo por un momento, y luego
volvió la máscara para hacer frente a los Baudelaire—. Uno
de ustedes mencionó la palabra “Xenófilo” —dijo—, cuando
estaba hablando con Bruce sobre ese tonto juramento.
“Xenófilo” es una palabra que se refiere a las personas que
sienten gran simpatía por cosas o personas extranjeras.
—Tiene razón —murmuró Klaus a su hermana.

• 90 •
—Yo sé que tener un buen vocabulario no garantiza que
yo sea una buena persona —dijo el muchacho—, pero sí
significa que he leído mucho. Y en mi experiencia, es menos
probable que las personas de buen leer sean malas.
Violet y Klaus se miraron entre sí a través de sus
máscaras. Ninguno de ellos estaba convencido en su
totalidad por lo que el Explorador enmascarado había dicho.
Hay, por supuesto, un montón de gente malvada que ha leído
muchos libros, y un montón de gente muy amable que al
parecer han encontrado otras maneras de pasar el tiempo.
Pero los Baudelaire sabían que había algo de verdad en lo
que había dicho el niño, y tuvieron que admitir que preferían
tomar su oportunidad con un desconocido que sabía el
significado de la palabra “Xenófilo”, en lugar de salir de la
cueva y tratar de encontrar la sede por su cuenta. Así que los
hermanos se volvieron hacia el explorador, asintieron con
sus máscaras, y lo siguieron a lo largo de los puntos de
apoyo en la pared, asegurándose de que aún tenía todos los
objetos que habían sacado de la caravana con ellos. Los
escalones eran sorprendentemente fáciles de usar, y en poco
tiempo los Baudelaire estaban siguiendo al Explorador
misterioso dentro del oscuro y ahumado pasadizo.

• 91 •
La Vertical Flameante Desviación que conectaba a la
sede de las Montañas Mortmain con esta particular cueva de
Voluntarios Felinos Detectives fue una vez uno de los
secretos mejor guardados del mundo. Todo el que quisiera
usarla tenía que responder correctamente a una serie de
preguntas sobre la fuerza de la gravedad, los hábitos de los
animales carnívoros y los temas centrales de las novelas
rusas, por lo que muy pocos conocían el lugar exacto del
pasadizo. Hasta la llegada de los dos Baudelaire, el pasaje no
había sido utilizado durante muchos años, desde que uno de
mis compañeros quitó el tubo con el fin de utilizarlo en la
construcción de un submarino. Por lo que sería exacto decir
que la Vertical Flameante Desviación era un camino menos
transitado… incluso menos transitado que el camino a través
de las Montañas Mortmain en la que este libro comenzó.
Mientras que los Baudelaire mayores tenían una muy
buena razón para ir por el camino menos transitado, con el
fin de llegar a toda prisa a la sede y rescatar a su hermana de
las garras del Conde Olaf, no hay razón alguna en el mundo
por la que tú debas ir por el camino menos transitado y
seguir leyendo el resto de este lamentable capítulo, que
describe su oscuro y humoso viaje. El aire ceniciento de la

• 92 •
fogata los Exploradores de Nieve— hacía difícil el respirar,
incluso a través de las máscaras, y Violet y Klaus tuvieron
que luchar por no toser, conscientes de que el sonido de la
tos haría un fuerte eco por el pasadizo y despertaría a Bruce,
pero no hay ninguna razón por la que tú debas luchar a través
de mi triste descripción de este problema. Un número
considerable de arañas se habían dado cuenta de que los
puntos de apoyo no habían sido utilizados últimamente y se
habían mudado para convertirlos en condominios de araña,
pero no estás obligado a leer lo que ocurre cuando las arañas
son repentinamente despertadas con un sobresalto por la
repentina aparición de un pie escalador en sus nuevos
hogares. Y a medida que los Baudelaire seguían al
Explorador más y más hacia arriba, los fuertes vientos
helados desde lo alto de la montaña se precipitaban a través
del pasadizo, y los tres jóvenes se aferraban a los puntos de
apoyo con sus propias vidas, con la esperanza de que el
viento no los golpeara y los enviara de vuelta al fondo de la
cueva. Pero incluso si los Baudelaire consideraban necesario
seguir subiendo por el resto de ese día oscuro para llegar a la
sede lo más rápido posible, y a pesar de que creo que es
necesario que deje de hablar para que mi historia de los

• 93 •
Baudelaire sea tan exacta y tan completa como sea posible,
no es necesario que tú termines de leer el resto de este
capítulo, para así evitar que seas tan miserable como sea
posible. Mi descripción del viaje que hicieron los Baudelaire
a través del camino menos transitado comienza en la página
siguiente, pero te ruego que no viajes con ellos. En cambio,
puedes tomar una página del libro de Bruce y pasar
directamente al Capítulo Seis, y encontrar mi informe sobre
las tribulaciones de Sunny Baudelaire —una palabra que
aquí significa “la oportunidad de escuchar a escondidas
mientras cocina para un grupo de teatro”— con el Conde
Olaf, o puedes saltar al capítulo siete, cuando los Baudelaire
mayores llegan al lugar donde se encuentra la sede de V.F.D.
y desenmascaran al desconocido que los llevó hasta ahí, o
puedes tomar el camino más frecuentado omitiendo este
libro por completo y encontrar algo mejor que hacer con tu
tiempo además de acabar esta triste historia convirtiéndote
en una persona agotada, llorosa, y de buen leer.
El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical
Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se
puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire
subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan

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oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con
escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical
Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se
puede describir sólo con escribirlo El viaje de los Baudelaire
subiendo por la Vertical Flameante Desviación fue tan
oscuro e insidioso que no se puede describir sólo con
escribirlo El viaje de los Baudelaire subiendo por la Vertical
Flameante Desviación fue tan oscuro e insidioso que no se
puede describir sólo con escribirlo —Mi querida hermana,
estoy tomando un gran riesgo al ocultar una carta para ti
dentro de uno de mis libros, pero estoy seguro de que incluso
las personas más melancólicas y de buen leer en el mundo
han encontrado mi historia de las vidas de los tres niños
Baudelaire aún más miserable de lo que les había prometido,
por lo que este libro se quedará en las estanterías de las
bibliotecas, completamente ignorado, esperando a que lo
abras y encuentres este mensaje. Como precaución adicional,
les advertí que el resto de este capítulo contiene una
descripción del miserable viaje de los Baudelaire subiendo
por la Vertical Flameante Desviación, por lo que cualquier
persona que tenga el coraje de leer esta descripción es

• 95 •
probablemente lo suficientemente valiente como para leer mi
carta escrita a ti.
Al fin he descubierto el paradero de la evidencia que me
va a exonerar, una frase que aquí significa “demostrar a las
autoridades que fue el Conde Olaf, y no yo, quien inició
todos esos incendios”. Tu sugerencia, hace muchos años
durante ese día de campo, de que un juego de té sería un
lugar perfecto y a la mano para ocultar algo pequeño e
importante en un día oscuro, resultó ser correcta. (Por cierto,
tu otra sugerencia, durante otro día de campo, de que una
simple combinación de rodajas de mango, frijol negro y apio
picado mezclado con pimienta, jugo de limón, y aceite de
oliva pude dar como resultado una deliciosa ensalada
también resultó ser correcta).
Ahora me dirijo hacia el Valle del Fortín Desembocado,
a fin de continuar mi investigación sobre la historia de los
Baudelaire. También espero finalmente recuperar las pruebas
mencionadas anteriormente. Es demasiado tarde para
recuperar mi felicidad, por supuesto, pero al menos puedo
limpiar mi nombre. Desde el sitio de la sede de V.F.D. iré
directamente al Hotel Denouement. Voy a llegar el… bueno,

• 96 •
no sería prudente escribir la fecha, pero debe ser fácil para ti
recordar el cumpleaños de Beatrice.
Nos vemos en el hotel. Trata de conseguir una
habitación que no tenga cortinas feas.

Con todos mis respetos,

Lemony Snicket

P.D. Si sustituyes el apio picado por corazones de palmito,


sigue siendo igualmente deliciosa.

• 97 •
CAPÍTULO

Seis

En las primeras horas de la mañana, mientras los dos


mayores Baudelaire luchaban por mantener el equilibrio
mientras subían por la Vertical Flameante Desviación —y
sinceramente espero que no hayas leído la descripción de ese
viaje— la más joven de los Baudelaire se encontraba
luchando con un tipo diferente de equilibrio. Sunny no había
disfrutado de la larga y fría noche en el Monte Fraught. Si
alguna vez has dormido en una cacerola con una tapa en el
pico más alto de una cordillera, entonces sabes que es un
lugar incómodo para descansar, incluso si encuentras un
paño de cocina en su interior que pueda servirte como manta.
Durante toda la noche, los helados vientos de la montaña
soplaron a través de los pequeños agujeros de la tapa,
haciendo tanto frío en el interior de la cacerola que los
enormes dientes de Sunny castañearon toda la noche,
dejándole pequeños cortes en los labios y con tal ruido que
era imposible dormir. Finalmente, cuando los primeros rayos
del sol de la mañana se filtraron a través de los agujeros y el
ambiente se calentó lo suficiente como para haberse quedado
dormida, el Conde Olaf salió de su tienda de campaña y
quitó la tapa de la cacerola con una patada para comenzar a
darle órdenes a Sunny—. ¡Despierta, tú, pesadilla de
dentista! —le gritó. Sunny abrió un agotado ojo y se
encontró mirando los pies del villano, en particular el tatuaje
en el tobillo izquierdo de Olaf, algo tan horrible de ver que
fue suficiente para que deseara mantener sus ojos cerrados.
En el tobillo de Olaf estaba tatuada la imagen de un ojo,
y a Sunny le parecía que ese ojo había estado observando a
los Baudelaire desde que iniciaron sus problemas, desde
aquel día en la Playa Salada cuando se enteraron de que un
terrible incendio había destruido su casa. Una y otra vez, el
Conde Olaf había tratado de ocultar ese ojo por lo que las
autoridades no lo reconocían, por lo que los niños siempre
trataban de descubrir el ojo que se encontraba detrás de sus
ridículos disfraces, y los Baudelaire comenzaron a ver los

• 99 •
ojos en otros lugares, como en la oficina de una malévola
hipnotista, en un lado de la carpa de un carnaval, en el bolso
de Esmé Miseria, y en el collar de una misteriosa adivina.
Era casi como si esos ojos hubieran reemplazado a los ojos
de sus padres, pero en lugar de vigilar a los niños y
asegurarse de que estaban a salvo de todo daño, este ojo sólo
los miraba fijamente, como si no le importara los problemas
de los niños o no pudiera hacer nada al respecto. Si se ve de
cerca se pueden distinguir las letras V.F.D. medio
escondidas en los ojos, y esto recordó a Sunny los siniestros
secretos que rodeaban a los tres hermanos, y lo lejos que aún
estaban para poder entender la red de misterios en las que se
encontraban envueltos. Pero es difícil pensar en misterios y
secretos a primera hora de la mañana, sobre todo si hay
alguien gritándote, y Sunny centró su atención a lo que
estaba diciendo su secuestrador.
—Vas a cocinar y limpiar para nosotros huérfana —dijo
el Conde Olaf—, y puedes comenzar preparando el
desayuno. Tenemos un gran día por delante, y un buen
desayuno le dará a mí y a mi grupo la energía que
necesitamos para cometer toda clase crímenes abominables.

• 100 •
—¿Plakna? —Sunny preguntó, y quería decir “¿Cómo
se supone que voy a preparar el desayuno en la cima de una
montaña helada?” pero el Conde Olaf se limitó a sonreír
desagradablemente.
—Es una pena que tu cerebro no sea tan grande como
tus dientes, pequeña chimpancé —dijo—. Como siempre,
diciendo sinsentidos.
Sunny suspiró, frustrada por el hecho de que no había
nadie en la cima de las Montañas Mortmain que entendiera
lo que estaba tratando de decir—. Traductor —dijo, lo que
significaba “Sólo porque tú no puedas entender algo no
quiere decir que sea un sinsentido”.
—Ahí vas, a balbucear de nuevo —dijo Olaf, y le tiró
las llaves del auto a Sunny—. Saca las provisiones, que
compramos en el supermercado, del maletero del auto y
ponte a trabajar.
Sunny de repente pensó en algo que podría animarla un
poco—. Sneakitawc —dijo, que era su manera de decir “Por
supuesto, ya que no puedes entenderme, te puedo decir lo
que quiera, y no tendrás la menor idea de lo que estoy
hablando”.

• 101 •
—Me estoy empezando a cansar de tu ridículo
impedimento del habla —dijo el Conde Olaf.
—Brummel —dijo Sunny, lo que significaba “En mi
opinión, necesitas desesperadamente un baño y tu ropa es un
desastre”.
—Silencio en este mismo instante —ordenó Olaf.
—Busheney —dijo Sunny, y quería decir algo como
“Eres un malvado hombre sin preocupación alguna por los
demás”.
—¡Cállate! —gritó el conde Olaf—. ¡Cierra la boca y
comienza a cocinar!
Sunny salió de la cacerola y se puso de pie, mirando
hacia abajo al suelo cubierto de nieve, por lo que el villano
no pudo que ver que estaba sonriendo. No es bueno burlarse
de la gente, por supuesto, pero la joven Baudelaire sentía que
no había nada malo con disfrutar de una broma a expensas
de un criminal tan perverso, y caminó hacia el auto de Olaf
con el corazón ligero, un frase que aquí significa “de una
manera sorprendentemente alegre teniendo en cuenta que
estaba en las garras de un despiadado villano en la cima de
una montaña tan fría que incluso la cascada de al lado estaba
congelada”.

• 102 •
Pero cuando Sunny Baudelaire abrió el maletero del
auto su sonrisa se desvaneció. En circunstancias normales,
guardar las provisiones de un supermercado en el maletero
de un auto durante un largo periodo de tiempo no es sabio,
debido a que algunos alimentos se echan a perder sin no
están refrigerados. Pero Sunny vio que la temperatura de las
Montañas Mortmain había hecho mucho más que mantener
las provisiones refrigeradas. Toda la comida estaba cubierta
con una fina capa de escarcha, y Sunny tuvo que meterse en
el maletero y quitar la escarcha con sus propias manos para
ver qué podría preparar para el grupo. Había una gran
variedad de comida congelada que Olaf había robado del
carnaval, pero ninguna parecía adecuada para el desayuno.
Había una bolsa de granos de café bajo un arpón y un trozo
congelado de espinacas, pero no había manera de moler los
granos en pequeños pedazos para hacer café. Junto a una
cesta de picnic y a una bolsa grande de hongos, había un
contender con jugo de naranja, pero estaba cerca de uno de
los agujeros de bala en el maletero, por lo que se había
congelado completamente por el frío. Después Sunny movió
hacia un lado tres trozos de queso frío, una gran lata de
castañas de agua, y una berenjena tan grande como ella, y

• 103 •
finalmente encontró un pequeño frasco de mermelada de
moras, y una barra de pan con la que podría preparar
tostadas, a pesar de que hiciera tanto frío que parecieran más
un tronco que el ingrediente para un desayuno.
—¡Despierta! —Sunny se asomó fuera del maletero y
vio al Conde Olaf llamando a través de la puerta de una de
las tiendas de campaña que ella había ensamblado—.
¡Despierta y vístete para el desayuno!
—¿No podemos dormir diez minutos más? —preguntó
la voz quejosa del Hombre con Ganchos en vez de Manos—.
Estaba teniendo un hermoso sueño en el que estornudaba sin
cubrirme la nariz y la boca, mientras todo el mundo recibía
mis gérmenes.
—¡Por supuesto que no! —respondió Olaf—. Tengo un
montón de trabajo para ti.
—Sin embargo, Olaf —dijo Esmé Miseria, al salir de la
tienda que había compartido con el Conde Olaf. Su cabello
estaba con rulos, vestía una bata larga y un par de pantuflas
de peluche—. Necesito un poco de tiempo para escoger que
ropa me pondré. No se puede incendiar una sede sin llevar
ropa a la moda adecuada.

• 104 •
Sunny contuvo el aliento. Ella sabía que Olaf estaba
ansioso por llegar a la sede de V.F.D. tan pronto como fuera
posible, con el fin de poner en sus manos los restos de cierta
evidencia crucial, pero no se le había ocurrido que
combinaría esta toma-de-evidencia con su habitual
piromanía, una palabra que aquí significa “amor por el
fuego, generalmente producido en una mente enferma”.
—No entiendo porque necesitas hacer eso todo el
tiempo —fue la respuesta malhumorada del Conde Olaf a su
novia—. Después de todo, yo siempre me pongo la misma
ropa durante semanas, excepto cuando me disfrazo, y
siempre me veo insoportablemente guapo. Bueno, supongo
tienes unos minutos antes de que el desayuno esté listo. La
lentitud del servicio es una de las desventajas de tener a
niños como esclavos —Olaf se dirigió con grandes pasos
hacia el auto y miró a Sunny, quien todavía estaba agarrando
la barra de pan.
—Date prisa, bocona —gruñó a Sunny—. Necesito una
buena comida caliente para quitarme el frío de la mañana.
—¡Nofacil! —gritó Sunny. Por “Nofacil” quería decir
“Para preparar una comida caliente sin electricidad, necesito
fuego, y esperar que una bebé encienda un fuego por sí

• 105 •
misma en la cima de una montaña nevada es cruelmente
imposible e imposiblemente cruel” pero Olaf sólo frunció el
ceño.
—Tu lenguaje infantil está comenzando a molestarme
—dijo.
—Higiene —dijo Sunny, sólo para sentirse mejor.
Quería decir algo así como “Además, deberías de estar
avergonzado por llevar la misma ropa durante semanas sin
lavarla”, pero Olaf sólo frunció el ceño y volvió a su tienda.
Sunny miró los fríos ingredientes y trató de pensar.
Incluso si hubiera tenido la edad suficiente para encender un
fuego por sí misma, Sunny sentía cierto nerviosismo por el
fuego desde aquel incendio que destruyó la mansión
Baudelaire. Pero al pensar en el incendio que destruyó su
casa, recordó algo que su madre le había dicho una vez. Un
día estaban las dos muy ocupadas en la cocina… la madre de
Sunny estaba ocupada preparando un delicioso y elegante
almuerzo, y Sunny estaba ocupada haciendo caer un tenedor
al suelo una y otra vez para ver qué tipo de sonidos hacía. El
almuerzo estaba a punto de comenzar, y la madre de Sunny
mezclaba rápidamente una ensalada con rodajas de mango,
frijol negro y apio picado mezclado con pimienta, jugo de

• 106 •
limón, y aceite de oliva—. Esta no es una receta muy
complicada, Sunny —le había dicho su madre—, pero si
arreglo la ensalada muy bien sobre los platos de lujo, la
gente pensará que he estado cocinando todo el día. A
menudo, cuando uno cocina, la presentación de la comida
puede ser tan importante como la propia comida—.
pensando en lo que había dicho su madre, abrió la cesta de
picnic del maletero de Olaf y descubrió que contenía una
vajilla elegante, decorada con el familiar símbolo de un ojo,
y un pequeño juego de té. Luego se arremangó las mangas
—una expresión que aquí significa “se enfocó totalmente en
su tarea, aunque en realidad no se arremangó las mangas, ya
que hacía mucho frío en el pico más alto de las Montañas
Mortmain”— y se puso a trabajar mientras el Conde Olaf y
sus compañeros comenzaban su día.
—Utilizaré esta manta como mantel —escuchó Sunny
decir a Olaf en la tienda, sobre el sonido que sus propios
dientes estaban haciendo.
—Buena idea —oyó responder a Esmé—. Es muy in
desayunar al fresco.
—¿Qué significa eso? —Olaf preguntó.

• 107 •
—Eso significa “afuera” por supuesto —explicó
Esmé—. Es muy de moda tomar las comidas al aire libre.
—Yo sabía lo que significaba —respondió el Conde
Olaf—. Sólo estaba poniéndote a prueba.
—Eh, jefe —dijo Hugo en la tienda al lado—. Colette
no me quiere prestar su hilo dental.
—No hay ninguna razón para usar hilo dental —dijo el
Conde Olaf—, a menos que estés tratando de estrangular a
alguien con un cuello muy frágil.
—Kevin, ¿me harías un favor? —preguntó el Hombre
con Ganchos en vez de Manos, mientras Sunny luchaba para
abrir el contender con jugo de naranja—. ¿Me ayudarías a
peinarme? Estos ganchos a veces lo hacen difícil.
—Siento envidia de tus ganchos —respondió Kevin—,
no tener manos es mejor que tener dos manos con la misma
fuerza.
—No seas ridículo —dijo una de las mujeres
empolvadas—. Tener la cara empolvada es aún peor.
—Pero tú tienes la cara blanca porque te maquillas —
dijo Colette, mientras Sunny salía del maletero y se
arrodillaba en la nieve—. Incluso estás poniendo polvo en tu
cara en este momento.

• 108 •
—¿Tienen que pelear cada mañana? —preguntó el
Conde Olaf, y salió de su tienda llevando una manta cubierta
con imágenes de ojos—. Que alguien tome la manta y ponga
la mesa allá sobre la roca plana.
Hugo salió de la tienda y le sonrió a su nuevo jefe—.
Con mucho gusto —dijo.
Esmé salió de la tienda, después de haberse cambiado,
vistiendo un brillante traje para nieve de color rojo, y puso su
brazo alrededor de Olaf—. Dobla la manta en un gran
triángulo —le dijo a Hugo—. Así es como se pone la mesa.
—Sí, señora —dijo Hugo—, y, si no le importa que lo
diga, lleva un traje para nieve muy hermoso.
La villana novia se comenzó a mover en todos los
sentidos para mostrar y modelar su ropa desde todos los
ángulos. Sunny levantó la mirada y notó que en la parte
trasera del traje había cosida una letra B, junto con el
símbolo de un ojo—. Me alegro que te guste, Hugo —dijo
Esmé—. Es robado.
El Conde Olaf miró a Sunny y rápidamente se puso
delante de su novia—. ¿Qué estás mirando, dientona? —le
preguntó—. ¿Has terminado de hacer el desayuno?
—Casi —dijo Sunny.

• 109 •
—Esa mocosa siempre dice sinsentidos —dijo Hugo—,
no es de extrañar que nos haya engañado haciéndose pasar
como fenómeno de carnaval.
Sunny suspiró, pero nadie la escuchó sobre las risas
burlonas del grupo de Olaf. Uno por uno, los espantosos
villanos empleados iban saliendo de la tienda, acercándose a
la roca plana, donde Hugo estaba doblando la manta. Una de
las mujeres empolvadas miró rápidamente a Sunny y le dio
una pequeña sonrisa, pero nadie se ofreció a ayudarla a
terminar con los preparativos del desayuno, o incluso a poner
la mesa con los platos decorados con ojos. En su lugar, se
reunieron alrededor de la roca, riendo y charlando hasta que
Sunny cuidadosamente les llevó el desayuno, puesto sobre
una gran bandeja con forma de ojo que había encontrado en
el fondo de la cesta de picnic. Incluso si aún estaba asusta
por el hecho de estar en las garras de Olaf y preocupada por
sus hermanos, Sunny no pudo evitar sentirse un poco
orgullosa mientras el Conde Olaf y sus compinches miraban
la comida que había preparado.
Sunny había tomado en cuenta lo que su madre había
dicho acerca de que la presentación de la comida es tan
importante como la comida en sí, y había logrado hacer un

• 110 •
delicioso desayuno a pesar de las adversas circunstancias.
Primero, había abierto el contender con jugo de naranja
congelado y utilizó una pequeña cuchara para raspar el hielo
hasta que tuvo un gran montón de virutas de jugo de naranja,
que colocó en pequeños montones sobre cada plato para
hacer granita de naranja, una fría y deliciosa mezcla que se
sirve a menudo en cenas lujosas y en bailes de máscaras.
Luego, Sunny se enjuagó la boca con nieve derretida para
que fuera lo más higiénico posible, y picó algunos de los
granos de café con sus dientes. Puso un poco de café molido
dentro de cada vaso y lo combinó con más nieve que había
derretido con sus propias manos para hacer café con hielo,
una deliciosa bebida que disfruté por primera vez cuando
visité Tailandia para entrevistar a un taxista. Mientras tanto,
la joven Baudelaire había puesto el pan congelado por
debajo de su camisa para que se calentara un poco, y cuando
estuvo lo suficientemente caliente para ser comido puso una
rebanada en cada plato, y con una pequeña cuchara untó un
poco de mermelada de moras en cada pedazo de pan. Hizo
todo lo posible para que la mermelada tuviera forma de ojo,
para complacer a los villanos que lo comerían, y como toque
final se encontró con un ramo de flores, que el conde Olaf le

• 111 •
había dado a su novia no hace mucho tiempo, y lo puso en el
pequeño jarro del juego de té que se utiliza para la crema. No
había crema, pero el ramo ayudaría con la presentación de la
comida, sirviendo como centro de mesa, una palabra que
aquí significa “elemento decorativo colocado en el centro de
una mesa, a menudo utilizado para distraer a la gente de la
comida”. Por supuesto, la granita de naranja y el café con
hielo a menudo no se sirven al fresco como desayuno sobre
la cima de los helados picos de las montañas, y el pan con
mermelada es mucho mejor si primero se tuesta, pero sin una
fuente de calor o de cualquier otro equipo de cocina, Sunny
lo había hecho lo mejor que había podido, y esperaba que
Olaf y su grupo pudieran apreciar sus esfuerzos.
—Caffefredde, sorbete, tartartoast —anunció.
—¿Qué es esto? —preguntó el Conde Olaf con recelo,
mirando su taza de café—. ¡Se ve como el café, pero es frío
y está congelado!
—¿Y qué es esa cosa naranja? —Esmé preguntó con
suspicacia—. ¡Quiero una comida a la moda, no un puñado
de hielo!

• 112 •
Colette tomó un pedazo de pan y lo miró con recelo—.
Esta tostada está cruda —dijo—. ¿Es seguro comer pan
crudo?
—Por supuesto que no —dijo Hugo—. Apuesto a que la
bebé está tratando de envenenarnos.
—En realidad, el café no está mal —dijo una de las
mujeres empolvadas—, aunque si un poco amargo. ¿Podría
alguien pasarme el azúcar, por favor?
—¿Azúcar? —Gritó el Conde Olaf estallando en cólera.
Se levantó, tomó de un extremo de la manta, y tiró tan fuerte
como pudo, lanzando al aire todo el trabajo duro de Sunny.
Los alimentos, bebidas y platos cayeron por todas partes, y
Sunny tuvo que agacharse para evitar ser golpeada en la
cabeza con un tenedor—. ¡Ni todo el azúcar del mundo
podría salvar este terrible desayuno! —rugió, y luego se
inclinó por lo que sus brillantes, brillantes ojos miraban
directamente a Sunny—. ¡Te dije que hicieras un buen
desayuno caliente, y me diste un frío y repugnante
sinsentido! —dijo, mientras su mal aliento hacia una nube
por el helado aire—. ¿No ves a que altura estamos, tu
especie de babuino dientes de sable? Si te lanzara del Monte
Fraught no sobrevivirías.

• 113 •
—Olaf —dijo Esmé—. ¡Me sorprendes! Seguramente
recuerdas que nunca conseguiremos la fortuna Baudelaire si
tiramos a Sunny por la montaña. Tenemos que mantener a
Sunny con vida por el bien común.
—Sí, sí —dijo el Conde Olaf—. Lo recuerdo. No tiraré
a la huérfana de la montaña. Sólo quería asustarla —le dio
una cruel sonrisa a Sunny, y luego se volvió hacia el Hombre
con Ganchos en vez de Manos—. Ve a la cascada congelada
—dijo—, y haz un agujero en el hielo con tus ganchos. La
corriente está llena de salmón afligido. Recoge lo suficiente
para todos nosotros y haremos que la bebé prepare una
comida real.
—Buena idea, Olaf —dijo el Hombre con Ganchos en
vez de Manos, se puso de pie y caminó hacia la pendiente de
hielo—. Es tan listo como inteligente.
—Sakesushi —dijo Sunny en voz baja, lo que
significaba—. No creo que disfrutes del salmón si está
crudo.
—Deja de balbucear y lava los platos —ordenó Olaf—.
Están cubiertos con esa repugnante y pésima comida.
—Usted sabe, Olaf —dijo la mujer empolvada que
había pedido el azúcar—, no es de mi incumbencia, pero

• 114 •
podríamos poner a otra persona a cargo de la cocina.
Probablemente fue difícil para una bebé preparar un
desayuno caliente sin fuego.
—Pero claro que hay fuego, un gran incendio —dijo
una profunda y baja voz, y todos se volvieron para ver quién
había llegado.
Tener un aura amenazante es como tener una comadreja
como mascota, ya que raramente conoces a alguien que
tenga una, y cuando lo haces te dan ganas de esconderte
debajo de la mesa de café. Un aura amenazante no es más
que una clara sensación de maldad que acompaña la llegada
de alguna persona, y muy pocas personas son lo bastante
malvadas como para producir una fuerte aura amenazante. El
Conde Olaf, por ejemplo, tenía un aura amenazante que los
tres Baudelaire habían sentido desde el momento en que lo
conocieron, pero un gran número de personas nunca pareció
darse cuenta de que había un villano a su alrededor, incluso
cuando Olaf se encontraba justo al lado de ellos con un brillo
maligno en sus ojos. Pero cuando los dos visitantes llegaron
al pico más alto de las Montañas Mortmain, su aura
amenazante era inconfundible. Sunny se quedó sin aliento
cuando los vio. Esmé Miseria se estremeció dentro de su

• 115 •
traje para nieve. Los miembros del grupo de Olaf —todos
excepto el Hombre con Ganchos en vez de Manos, quien
estaba muy ocupado pescando salmones, teniendo así la
suerte de pasar por alto la llegada de los visitantes— miraron
hacia abajo, al suelo cubierto de nieve, en lugar de echarles
un vistazo más a fondo a los visitantes. El conde Olaf parecía
un poco nervioso cuando el hombre, la mujer, y su aura
amenazante se acercaban más y más. Y hasta yo, después de
tanto tiempo, aún puedo sentir su aura amenazante tan fuerte
con sólo escribir acerca de estas dos personas, a quienes no
me atrevo a nombrar, y en su lugar me referiré a ellos de la
misma forma a la que todos los que se atreven a referirse a
ellos se refieren a ellos, como “el hombre con barba pero sin
pelo” y “la mujer con pelo pero sin barba”.
—Es un placer verte, Olaf —continuó la profunda voz,
y Sunny se dio cuenta de que la voz pertenecía a la mujer de
aspecto siniestro. Ella estaba vestida con un traje hecho de
un tejido extraño de color azul que era muy brillante,
decorado con dos grandes hombreras, una en cada hombro.
Ella estaba arrastrando un deslizador de madera —una
palabra que aquí significa “un trineo lo suficientemente
grande como para llevar a varias personas”— que hacía un

• 116 •
chirriante extraño sonido contra el frío suelo—. Estaba
preocupada de que las autoridades te hubieran capturado.
—Te ves bien —dijo el hombre con barba pero sin pelo.
Iba vestido de forma idéntica a la mujer con pelo pero sin
barba, pero su voz era muy ronca, como si hubiera estado
gritando durante horas y casi no pudiera hablar—. Ha pasado
mucho tiempo desde que nuestros ojos se cruzaron por
última vez —el hombre le dio a Olaf una sonrisa que la hacía
parecer aún más fría en la cima de la montaña, y luego se
detuvo y ayudó a la mujer a apoyar el deslizador en la roca
donde Sunny había servido el desayuno. La Baudelaire más
joven vio que el deslizador estaba pintado con la familiar
imagen de un ojo, y tenía un par de largas correas de cuero,
presumiblemente utilizadas para dirigirlo.
El Conde Olaf tosió ligeramente en su mano, que es
algo que la gente suele hacer cuando no sabe qué decir—.
Hola —dijo, un poco nervioso—, ¿Le he oído decir algo
acerca de un incendio?
El hombre con barba pero sin pelo y la mujer con pelo
pero sin barba se miraron entre sí y comenzaron a reír por lo
que Sunny se tapó los oídos con sus manos—. ¿No te has

• 117 •
dado cuenta —dijo la mujer—, de que no hay mosquitos de
nieve alrededor?
—Ya nos habíamos dado cuenta —dijo Esmé—. Pensé
que tal vez los mosquitos de nieve ya no eran in.
—No seas ridícula, Esmé —dijo el hombre con barba
pero sin pelo. Tomó la mano de Esmé y la besó, Sunny pudo
ver que temblaba—. Los mosquitos no están por los
alrededores ya que pueden oler el humo.
—Yo no huelo nada —dijo Hugo.
—Bueno, si fueras un diminuto insecto, podrías olerlo
—respondió la mujer con pelo pero sin barba—. Si fueras un
mosquito de nieve, podrías oler el humo de la sede en llamas
de V.F.D.
—Te hicimos un favor, Olaf —dijo el hombre—.
Quemamos todo el lugar.
—¡No! —gritó Sunny, antes de que pudiera detenerse.
Por “¡No!” quería decir “Ciertamente espero que eso no sea
cierto, porque mis hermanos y yo teníamos la esperanza de
llegar a la sede de V.F.D. y resolver los misterios que nos
rodean, y quizás encontrar a uno de nuestros padres”, pero
ella no tenía intención de decirlo en voz alta. Los dos

• 118 •
visitantes miraron a la joven Baudelaire, dirigiendo su aura
amenazante hacia ella.
—¿Qué es eso? —preguntó el hombre con barba pero
sin pelo.
—Esa es la Baudelaire más joven —contestó Esmé—.
Hemos eliminado a los otros dos, pero nos hemos quedado
con ella para poder hacer nuestra oferta y finalmente robar la
fortuna.
La mujer con pelo pero sin barba asintió con la
cabeza—. Los niños sirviente dan muchos problemas —
dijo—. Yo tuve un niño como sirviente una vez… hace
mucho tiempo, antes del cisma.
—¿Antes del cisma? —preguntó Olaf, y Sunny deseó
que Klaus estuviera ahí con ella, porque la bebé no sabía lo
que significaba la palabra “cisma”—. Eso sí que ha sido hace
mucho tiempo. Ese niño ahora debe ser toda una persona
adulta.
—No necesariamente —dijo la mujer, y se rió de
nuevo, mientras que su compañero se inclinaba para mirar a
Sunny. Sunny no podía ver directamente a los ojos del
hombre con barba pero sin pelo, y en su lugar miró sus
brillantes zapatos.

• 119 •
—Así que esta es Sunny Baudelaire —dijo en su
extraña y ronca voz—. Bien, bien, bien. He oído muchas
cosas acerca de esta pequeña huérfana. Ha causado muchos
problemas, casi tantos como sus padres —se levantó de
nuevo y miró a Olaf y a su grupo—. Pero sabemos cómo
resolver los problemas, ¿verdad? El fuego puede resolver
cualquier problema en el mundo.
Se echó a reír, y la mujer con pelo pero sin barba se rió
con él. Nerviosamente, el Conde Olaf se echó a reír también,
y luego miró a su compañía hasta que se echaron a reír con
él, y Sunny se encontró rodeada por altos villanos riéndose—
. Oh, fue maravilloso —dijo la mujer con pelo pero sin
barba—. Primero quemamos la cocina. Luego quemamos el
comedor. Después quemamos la sala, luego el centro de
disfraces, la sala de cine y los establos. Luego pasamos al
gimnasio y al centro de entrenamiento, al garaje y los seis
laboratorios. Quemamos los dormitorios y las aulas, el salón
social, el teatro y la sala de música, así como el museo y la
heladería. Entonces quemamos las salas de ensayo y los
centros de prueba y la piscina, que fue muy difícil de
quemar. Entonces quemamos todos los baños, y, finalmente,
quemamos la biblioteca de V.F.D. ayer por la noche. Esa fue

• 120 •
mi parte favorita… cientos y cientos y cientos de libros,
todos reducidos a cenizas para que nadie pueda leerlos.
¡Debiste haber estado allí, Olaf! Cada mañana iniciábamos
un incendio y cada noche lo celebramos con una botella de
vino y con algunos títeres para dedos. Hemos estado usando
estos trajes a prueba de fuego durante casi un mes. Ha sido
un tiempo maravilloso.
—¿Por qué queman todo gradualmente? —preguntó el
Conde Olaf—. Cada vez que yo quemo algo lo hago a la
primera vez.
—No podríamos haber incendiado la sede de una vez
—dijo el hombre con barba, pero sin pelo—. Alguien podría
habernos visto. Recuerda que donde hay humo hay fuego.
—Pero si quemaron la sede habitación por habitación
—dijo Esmé—. ¿No escaparon todos los voluntarios?
—Ellos ya se habían ido —dijo el hombre, y se rascó la
cabeza donde el cabello debió haber estado—. La sede entera
estaba desierta. Como si supieran que íbamos a venir. Pero
bueno, no se pueden ganar todas.
—Tal vez encontremos a algunos de ellos cuando
vayamos a incendiar el carnaval —dijo la mujer, con su
profunda, profunda voz.

• 121 •
—¿El carnaval? —preguntó Olaf nerviosamente.
—Sí —dijo la mujer, y se rascó en el lugar donde su
barba debió haber estado, si tuviera—. Ahí hay una pieza
muy importante de evidencia de V.F.D. escondida en una
figurita que venden en el Carnaval Caligari, por lo que
tenemos que ir a incendiarlo.
—Ya quemé el lugar —dijo el Conde Olaf.
—¿Todo el lugar? —la mujer dijo con sorpresa.
—Todo el lugar —dijo Olaf, dándole una sonrisa
nerviosa.
—Felicitaciones —dijo, haciendo casi un ronroneo—.
Eres mejor de lo que pensaba, Olaf —el Conde Olaf pareció
aliviado, como si no hubiera estado seguro de si la mujer iba
a felicitarlo o darle unas patadas.
—Bueno, es todo por el bien común —dijo Olaf.
—Como recompensa —dijo la mujer—, tengo un regalo
para ti, Olaf —Sunny vio como la mujer metió la mano en el
bolsillo de su brillante traje y sacó una pila de hojas de
papel, atadas con una cuerda gruesa. El papel parecía muy
viejo y gastado, como si hubiera pasado por muchas manos
diferentes con el paso del tiempo, oculto en una serie de
compartimentos secretos, y tal vez dividido en distintas pilas,

• 122 •
viajando alrededor de una ciudad sobre carruajes tirados por
caballos, y luego puestos nuevamente juntos a medianoche
en la trastienda de una librería disfrazada de un café
disfrazado de tienda de artículos deportivos. Los ojos del
Conde Olaf se hicieron muy amplios y muy brillantes, y
tomó los papeles con sus sucias manos, como si se tratara de
la fortuna Baudelaire.
—¡El expediente Snicket! —dijo en susurros.
—Todo está aquí —dijo la mujer—. Cada carta, cada
mapa y todas las fotografías del único expediente que podría
meternos a todos en la cárcel.
—Está completo, a excepción de la página trece, por
supuesto —dijo el hombre—. Sabemos que los Baudelaire
consiguieron robar esa página del Hospital Heimlich.
Los dos visitantes fulminaron con la mirada a Sunny
Baudelaire, que no podía dejar de gemir de miedo—.
Surchmi —dijo. Quería decir algo como “Yo no la tengo…
mis hermanos la tienen”, pero no hubo la necesidad de un
traductor.
—Los huérfanos mayores la tienen —dijo Olaf—, pero
estoy bastante seguro de que están muertos.

• 123 •
—Entonces, todos nuestros problemas se han
convertido en humo —dijo la mujer con pelo pero sin barba.
El Conde Olaf tomó el expediente y lo acercó a su
pecho como si fuera un bebé recién nacido, aunque no era
del tipo de persona que trataría con mucha amabilidad a un
bebé recién nacido—. Este es el regalo más maravilloso del
mundo —dijo—. Lo leeré en este momento.
—Todos vamos a leerlo juntos —dijo la mujer con pelo
pero sin barba—. Contiene todos los secretos que debemos
saber.
—Pero primero —dijo el hombre con barba pero sin
pelo—, tengo un regalo para tu novia, Olaf.
—¿Para mí? —preguntó Esmé.
—He encontrado esto en una de las salas de la sede —
dijo el hombre—. Nunca había visto uno antes, pero ha
pasado bastante tiempo desde que fui un voluntario —con
una socarrona sonrisa, buscó en su bolsillo y sacó un
pequeño tubo verde.
—¿Qué es eso? —Esmé preguntó.
—Creo que es un cigarrillo —dijo el hombre.
—¡Un cigarrillo! —dijo Esmé, con una sonrisa tan
grande como la de Olaf—. ¡Que in!

• 124 •
—Pensé que te gustaría —dijo el hombre—. Toma,
pruébalo. Resulta que tengo un par de fósforos por aquí —el
hombre con barba pero sin pelo encendió un fósforo,
encendido el extremo final del tubo verde, y se lo ofreció a la
malvada novia, que lo agarró y lo llevó a su boca. Un olor
amargo, como el de vegetales quemándose, llenó el aire y
Esmé Miseroa empezó a toser.
—¿Cuál es el problema? —preguntó la mujer con su
profunda voz—. Pensé que te gustaba lo que es in.
—Claro —dijo Esmé, y luego tosió un poco más. Sunny
recordó al Sr. Poe, que siempre tosía sobre un pañuelo,
mientras Esmé tosía y tosía y, finalmente, dejó caer el tubo
verde al suelo, donde se quedó haciendo una cortina de
humo de color verde oscuro—. Me encantan los cigarrillos
—le explicó al hombre con barba pero sin pelo—, pero
prefiero fumarlos con una larga boquilla, porque no me
gustan ni su olor ni el sabor y porque luego hacen daño.
—Eso no importa ahora —dijo el Conde Olaf con
impaciencia—. Entremos a mi tienda y leamos el expediente
—comenzó a caminar hacia la tienda, pero se detuvo y miró
a su grupo, que estaban empezando a seguirlo—. Ustedes se

• 125 •
quedarán aquí —dijo—. Hay secretos en este expediente que
no quiero que conozcan.
Los dos siniestros visitantes se echaron a reír, y
siguieron al Conde Olaf y a Esmé al interior de la tienda de
cerrando las solapas detrás de ellos. Sunny observaba en
silencio junto a Hugo, Colette, Kevin, y las dos mujeres
empolvadas, esperando a que el aura amenazante
desapareciera.
—¿Quiénes eran esas personas? —preguntó el Hombre
con Ganchos en vez de Manos, y todos se volvieron para ver
que había regresado de su expedición de pesca. Cuatro
salmones colgaban de cada uno de sus ganchos, goteando
agua de la Corriente Afligida.
—No lo sé —dijo una de las mujeres empolvadas—,
pero me pusieron muy nerviosa.
—Si son amigos del Conde Olaf —dijo Kevin—. ¿Qué
tan malos pueden ser? —los miembros del grupo se miraron
entre sí, pero nadie respondió a la pregunta de la persona
ambidiestra—. ¿Qué es lo que el hombre quiso decir cuando
dijo “Donde hay humo hay fuego”? —preguntó Hugo.
—No lo sé —dijo Colette. Un helado viento soplaba, y
Sunny miraba como se retorcía el cuerpo de la contorsionista

• 126 •
por la brisa, hasta que parecía casi tan curvilínea como el
humo del tubo verde que Esmé había tirado.
—Olviden esas preguntas —dijo el Hombre con
Ganchos en vez de Manos—. Mi pregunta es, ¿cómo vas a
preparar este salmón, huérfana?
El hombre de confianza de Olaf miró hacia abajo a
Sunny, pero la Baudelaire más joven no respondió por un
momento. Sunny estaba pensando que sus hermanos se
habrían sentido orgullosos de ella por la forma en la que
estaba pensando. Klaus se habría sentido orgulloso, porque
estaba pensando en la frase “Donde hay humo hay fuego” y
qué consecuencias podría tener. Y Violet se habría sentido
orgullosa, porque estaba pensando en el salmón, que el
Hombre con Ganchos en vez de Manos estaba sosteniendo, y
en qué podría inventar para que la ayudara. Sunny miró al
Hombre con Ganchos en vez de Manos y pensó tan duro
como pudo, y se sintió casi como si sus dos hermanos
estuvieran con ella, Klaus ayudándola a pensar en la frase y
Violet ayudándola a pensar en un invento.
—Respóndeme, mocosa —gruñó el Hombre con
Ganchos en vez de Manos—. ¿Qué vas a hacer para preparar
este salmón?

• 127 •
—¡Lox! —dijo Sunny, y fue como si los tres Baudelaire
hubieran respondido a la pregunta.

• 128 •
CAPÍTULO

Siete

Un socio mío una vez escribió una novela


llamada “Los Corredores del Poder”, que
cuenta la historia de varias personas
discutiendo de cómo el mundo se ha vuelto
un lugar corrupto y peligroso, y si hay o no
hay suficientes personas con la integridad
y la decencia necesaria para evitar que
todo el planeta caiga en la desesperación.
No he leído esta novela en varios años,
porque a menudo participo en debates
que discuten de cómo el mundo se ha
vuelto un lugar corrupto y peligroso,
y si no hay suficientes personas con la integridad y la
decencia necesaria para evitar que todo el planeta caiga en la
desesperación, no tengo necesidad pues de leer sobre esto en
mi tiempo libre, pero sin embargo la expresión “los
corredores del poder” ha llegado a significar el lugar
silencioso y secreto donde a menudo se discuten los asuntos
importantes. Sean o no corredores de verdad, los corredores
del poder tienden a ser tranquilos y misteriosos. Si algunas
vez has caminado dentro de un edificio importante, como la
sala principal de una biblioteca o la oficina de un dentista
que ha acordado camuflar tus dientes, entonces puede que
hayas experimentado esa sensación que acompaña a los
corredores del poder, y Violet y Klaus Baudelaire lo
experimentaron al llegar al final de la Vertical Flameante
Desviación, siguiendo al misterioso explorador con el suéter
mientras salían del pasadizo secreto. Incluso a través de las
máscaras, los dos hermanos podían sentir que estaban en un
lugar importante, a pesar de que no era más que un oscuro y
curvo pasillo con una pequeña rejilla en el techo, donde la
luz del día brillaba a través de ella.
—Ahí es por donde sale el humo de la fogata de los
Exploradores de Nieve —susurró el misterioso explorador,

• 130 •
apuntando hacia el techo—. Lleva directamente al centro
mismo del Valle del Fortín Desembocado, por lo que el
humo se dispersa a los cuatro vientos. V.F.D. no quiere que
nadie vea el humo.
—Donde hay humo —dijo Violet—, hay fuego.
—Exactamente —dijo el explorador—. Cualquier
persona que viera humo saliendo de la cima de una montaña
podría sospechar e ir a investigar. De hecho, me encontré
con un dispositivo que funciona exactamente de acuerdo con
este principio —metió la mano en su mochila y sacó una
pequeña caja rectangular llena de pequeños tubos de color
verde, exactamente iguales al que Sunny había visto, aquel
que el hombre con barba pero sin pelo le había dado a Esmé
Miseria.
—No, gracias —dijo Violet—. No fumo.
—Yo tampoco —dijo el explorador—, pero estos no
son cigarrillos. Estos son Verdeantes Flameantes
Dispositivos. Verdeante significa “verde”, cuando enciendes
uno libera un humo de color verde oscuro, por lo que otro
voluntario podrá saber dónde estás.
Klaus tomó la caja de las manos del explorado y los
examinó en la penumbra—. Ya había visto una caja como

• 131 •
esta antes —dijo—, en el escritorio de mi padre, cuando
buscaba un abridor de cartas. Recuerdo que pensé que era
extraño que estuvieran ahí ya que él no fumaba.
—Posiblemente los estaba escondiendo —dijo Violet—
, ¿Pero por qué guardarlo en secreto?
—Toda la organización es un secreto —dijo el
explorador—. Fue muy difícil para mí encontrar la ubicación
de la sede.
—También para para nosotros fue difícil —dijo
Klaus—. La encontramos en un mapa codificado.
—Tuve que dibujar mi propio mapa —dijo el
explorador, y metió la mano en un bolsillo de su suéter.
Encendió la linterna, y los dos Baudelaire pudieron ver que
estaba sosteniendo un cuaderno con una cubierta de color
púrpura oscuro.
—¿Qué es eso? —Violet preguntó.
—Es un libro común —dijo el explorador—. Cada vez
que encuentro algo que parece importante o interesante, lo
escribo. De esta manera, toda mi información importante
está en un solo lugar.
—Creo que debería empezar uno —dijo Klaus—. Mis
bolsillos están llenos de trozos de papel.

• 132 •
—De la información que leí del libro del Dr.
Montgomery, y de algunos otros —dijo el explorador—, me
las arreglé y dibujé un mapa de la ruta para llegar hasta aquí
—abrió su cuaderno púrpura y pasó varias páginas hasta
llegar a una pequeña pero elegante representación de la
cueva, de la Vertical Flameante Desviación, y del pasillo en
el que ahora se encontraban—. Como pueden ver —dijo,
deslizando el dedo por el pasillo—, el pasillo se divide en
dos direcciones.
—Este es un mapa muy bien dibujado —dijo Violet.
—Gracias —dijo el explorador—. He estado interesado
en la cartografía desde hace bastante tiempo. Miren, si
vamos a la izquierda, hay una pequeña área utilizada como
almacén de trineos y ropa de invierno, por lo menos de
acuerdo con un artículo de prensa que encontré. Pero si
vamos a la derecha, llegaremos hasta una Vernácula
Fortaleza Defensiva, que conduce directamente a la cocina
de la sede. Posiblemente encontremos a toda la organización
desayunando.
Los dos Baudelaire se miraron entre sí a través de sus
máscaras, y Violet puso una mano sobre el hombro de su
hermano. No se atrevió a decir en voz alta, con esperanza,

• 133 •
que posiblemente uno de sus padres podría estar a la vuelta
de la esquina—. Vamos —susurró Violet.
El explorador asintió en silencio y llevó a los
Baudelaire por el pasillo, que parecía más frío y más frío,
con cada paso. En ese momento estaban tan lejos de Bruce y
los Exploradores de Nieve que no había necesidad de
susurrar, pero los tres niños guardaron silencio mientras
caminaban por el oscuro y curvo pasillo, silenciados por la
sensación de los corredores del poder. Finalmente llegaron
hasta una gran puerta de metal con un extraño artefacto en el
lugar en el que debería haber estado la manija. El dispositivo
se parecía un poco a una araña, con ondulados cables
extendiéndose en todas direcciones, pero en el lugar en el
que pudo haber estado la cabeza de la araña había un teclado
de una máquina de escribir. Incluso con la emoción de ver la
sede, la mente inventiva de Violet estaba interesada en este
dispositivo, y se acercó para ver de qué se trataba.
—Espera —dijo el explorador con el suéter, tomándola
del brazo para detenerla—. Está bloqueada con código. Si no
se ingresa el código correctamente, no podremos llegar a la
sede.

• 134 •
—¿Cómo funciona? —preguntó Violet, temblando un
poco por el frío.
—No estoy seguro —admitió el explorador, y sacó su
libro común de nuevo—. Se llama Vernácula Fortaleza
Defensiva, por lo que…
—Por lo tanto, funciona con el lenguaje —terminó
Klaus—. Vernácula es una palabra para “un lenguaje o
dialecto local”.
—Por supuesto —dijo Violet—. ¿Ven cómo los
alambres se enroscan alrededor de las bisagras de la puerta?
Estos las bloquean, a menos que se escriba la secuencia
correcta de letras en ese teclado. Hay más letras que
números, por lo que será más difícil averiguar la
combinación de la cerradura.
—Eso es lo que he leído —confirmó el explorador
mirando una página de su cuaderno—. Se supone que tienes
que escribir tres frases específicas secuencialmente. Las
frases cambian cada temporada, por lo que los voluntarios
deben tener un montón de información a su alcance para
poder usar esta puerta. La primera es el nombre del científico
al que se le atribuye universalmente el descubrimiento de la
gravedad.

• 135 •
—Esa es fácil —dijo Violet, y escribió con el teclado S-
I-R-I-S-A-A-C-N-E-W-T-O-N, el nombre de un físico que
siempre había admirado. Cuando terminó, hubo un sordo,
sonoro y zumbante clic desde el teclado de la máquina de
escribir, como si el dispositivo se estuviera calentando.
—La segunda es el nombre latino de los Voluntarios
Felinos Detectives —dijo el explorador—. Encontré la
respuesta en Notables Fenómenos de las Montañas
Mortmain. Es Panthera leo —se inclinó hacia delante y
escribió P-A-N-T-H-E-R-A-L-E-O. Hubo otro ligero y
tranquilo zumbido y los niños vieron que los cables
alrededor de las bisagras vibraban ligeramente.
—Se está empezando a abrir —dijo Violet—. Espero
tener la oportunidad de analizar este invento más adelante.
—Primero lleguemos a la sede —dijo Klaus—. ¿Cuál
es la tercera frase?
El explorador suspiró y se volvió una página de su libro
común—. No estoy seguro —admitió—. Otro voluntario me
dijo que es el tema central de la novela de León Tolstoi,
Anna Karenina, pero no he tenido la oportunidad de leerla.
Violet sabía que su hermano estaba sonriendo, a pesar
de que no podía ver su cara a través de la máscara. Recordó

• 136 •
un verano, de hace mucho tiempo, cuando Klaus era muy
pequeño y Sunny aún no había sido concebida. Cada verano,
la madre de los Baudelaire les leía una novela muy larga,
bromeando acerca de que leer una novela muy larga era el
único ejercicio que a ella le gustaba hacer durante los meses
calurosos. En la época en la que Violet estaba pensando, la
Sra. Baudelaire había elegido Ana Karenina como su lectura
de verano, y Klaus se sentaba en el regazo de su madre
mientras leía durante horas. El Baudelaire de en medio aún
no entendía muchas cosas, por lo que su madre le ayudaba
con las palabras difíciles y de vez en cuando dejaba de leer
para explicarle lo que había sucedido en la historia, y de esta
manera Klaus y su madre leyeron la historia de la Sta.
Karenina, cuyo novio la trataba tan mal que terminó
lanzándose a las vías de un tren. Violet había pasado la
mayor parte de ese verano estudiando las leyes de la
termodinámica y construyendo un helicóptero en miniatura
con un batidor de huevos y algunos cables de cobre viejo,
pero estaba segura de que Klaus debía recordar el tema
central del libro que leyó en el regazo de su madre.
—El tema central de Anna Karenina —dijo—, es que la
simplicidad moral de la vida rural, a pesar de su monotonía,

• 137 •
es un relato personal preferible a una vida audaz llena de
pasión impulsiva que sólo conduce a la tragedia.
—Ese es un tema muy largo —dijo el explorador.
—Es un libro muy largo —dijo Klaus—. Pero puedo
escribir con rapidez. Mis hermanas y yo, una vez escribimos
un largo telegrama en cuestión de segundos.
—Es una pena que el telegrama nunca llegara —dijo el
explorador en voz baja, pero el Baudelaire de en medio ya
estaba presionando las teclas de la Vernácula Fortaleza
Defensiva. Mientras Klaus escribía las palabras “vida rural”,
una frase que aquí significa “vivir en el campo”, los cables
comenzaron a encresparse y desenroscarse con rapidez,
como los gusanos en la acera después de que ha llovido, y
cuando Klaus escribió “una relato personal preferible”, una
frase que aquí significa “la manera de vivir tu vida”, la
puerta entera se estremecía como si estuviera tan nerviosa
como los Baudelaire. Finalmente, Klaus escribió —T-R-A-
G-E-D-I-A, y los tres niños dieron un paso hacia atrás, pero
en lugar de que la puerta se abriera dejó de temblar y los
cables dejaron de moverse, y un silencio de muerte reinó por
el pasillo.

• 138 •
—No se abrió —dijo Violet—. Tal vez ese no sea el
tema central de Anna Karenina de León Tolstoi.
—Perecía estar funcionando hasta que se escribió la
última palabra —dijo el explorador.
—Tal vez el mecanismo está un poco atascado —dijo
Violet.
—O tal vez una vida audaz llena de pasión impulsiva
puede conducir a otra cosa —dijo el explorador, y en cierto
modo tenía razón. Una vida audaz llena de pasión impulsiva
es una expresión que se refiere a las personas que siguen lo
que está en sus corazones, y como la personas que prefieren
seguir lo que está en sus cabeza, o seguir los consejos de
otras personas, o seguir a un hombre misterioso con un
impermeable de color azul oscuro, las personas que llevan
una vida audaz llena de pasión impulsiva terminan haciendo
todo tipo de cosas. Por ejemplo, si alguna vez has leído un
libro titulado La Biblia, te encontrarás la historia de Adán y
Eva, cuya vida audaz llena de pasión impulsiva les llevó a
usar ropa por primera vez en su vida, con el fin de dejar el
jardín infestado de serpientes donde habían estado viviendo.
Bonnie y Clyde, otra famosa pareja que vivió una vida audaz
llena de pasión impulsiva, terminó teniendo una exitosa

• 139 •
aunque breve carrera como asaltantes de bancos. Y en mi
caso, en las pocas veces en las que he llevado una vida audaz
llena de pasión impulsiva, terminé teniendo todo tipo de
problemas, desde falsas acusaciones de incendio
premeditado hasta un gemelo roto que nunca puede reparar.
Pero en este caso, mientras los Baudelaire se encontraban
frente a la Vernácula Fortaleza Defensiva, con la esperanza
de llegar a la sede de V.F.D. para rescatar a su hermana y
para ver si uno de sus padres aún seguía con vida, el
explorador con el suéter estaba equivocado y los dos
Baudelaire tenían razón, ya que en Anna Karenina de Leo
Tolstoi, una vida audaz llena de pasión impulsiva sólo
conduce a la tragedia, como Klaus había dicho, y como
Violet había dicho, el mecanismo estaba un poco atascado, y
después de unos segundos, la puerta se abrió con un lento y
misterioso crujido. Los niños entraron por la puerta,
parpadeando por la súbita luz, y se quedaron congelados. Si
has leído hasta este punto la lamentable historia de los
Baudelaire, entonces no te sorprenderá saber que la sede de
V.F.D. en el Valle del Fortín Desembocado en las Montañas
Mortmain ya no existía, pero Violet y Klaus, por supuesto,
no pudieron haber leído su propia historia. Estaban en su

• 140 •
propia historia, y ésta fue la parte de su historia en la que se
quedaron en shock ante lo que vieron.
La Vernácula Fortaleza Defensiva no se abrió hacia una
cocina, ya no. Cuando los Baudelaire siguieron el explorador
misterioso a través de la puerta, se encontraron de pie en lo
que al principio parecía ser un vasto campo, en el que crecía
una negra y arruinada cosecha en un valle tan frío y con
tantas corrientes de aire como su nombre. Pero poco a poco
se fueron viendo los restos carbonizados de la majestuosa e
imponente construcción que habían estado donde los tres
niños estaban parados. Cerca de allí había un puñado de
plantas que habían sobrevivido a las llamas, dispersas por
delante de los restos de una estufa y de un refrigerador que
estaba tirado de lado, como si tratara de custodiar los restos
incinerados de la cocina. Al otro lado había un montón de
madera quemada que una vez fue probablemente una gran
mesa de comedor, con un candelabro medio fundido que
sobresalía de la parte superior, como si fuera un árbol bebé.
Más lejos, se podían ver las misteriosas siluetas de otros
objetos que habían sobrevivido al incendio: un trombón, el
péndulo de un reloj, lo que parecía un periscopio o tal vez un
catalejo, una bola de helado tristemente abandonada,

• 141 •
cubierta con un montón de cenizas y azúcar quemada, y un
arco de hierro adornado con las palabras “Biblioteca de
V.F.D.”, pero más allá del arco no había más que montones
y montones de restos ennegrecidos. Fue un espectáculo
devastador, e hizo que Violet y Klaus se sintieran como si
estuvieran solos en un mundo completamente en ruinas.
Lo único que parecía no haber sido tocado por el fuego
era una lisa pared blanca, más atrás de la nevera, que estaba
tan lejos que apenas los dos hermanos la podían ver. Le tomó
a los Baudelaire unos minutos darse cuenta de que era una
cascada congelada, que se levantaba en una pendiente
resbaladiza hacia el origen de la Corriente Afligida en el
Monte Fraught, tan blanca y brillante que hizo que los restos
ennegrecidos de la sede se vieran aún más oscuros.
—Debió haber sido muy hermosa —dijo el explorador
con el suéter, con voz temblorosa. Se dirigió hacia la
cascada, batiendo el polvo negro con los pies a cada paso—.
Leí que ahí había una gran ventana —dijo, moviendo su
mano enguantada en el aire como si la ventana aún estuviera
allí—. Cuando a alguien le tocaba cocinar, podía admirar la
cascada mientras picaba verduras o mezclaba una salsa. Se
suponía que era muy tranquilo. Y había un mecanismo justo

• 142 •
fuera de la ventana que transformaba el agua de la corriente
en vapor. El vapor se levantaba y cubría la sede para que no
fuera vista a través de la cortina de niebla.
Los Baudelaire caminaron hacia donde estaba el
explorador, y miraron la corriente congelada al pie de la
cascada. La corriente se dividía en dos afluentes, una palabra
que aquí significa “divisiones de un río o un arroyo, cada una
revolviéndose y fluyendo en diferentes direcciones,
alejándose de las ruinas de la sede y pasando curvadamente
alrededor de las Montañas Mortmain hasta desaparecer de la
vista”. Violet y Klaus miraron con tristeza las congeladas
aguas revueltas de color negro grisáceo que habían visto al
subir caminando al lado de la Corriente Afligida.
—Eran cenizas —dijo Klaus en voz baja—. Las cenizas
que produjo el incendio cayeron en la corriente al pie de la
cascada, y la corriente las llevó río abajo.
Violet se dio cuenta de que era más fácil hablar de un
problema pequeño que pensar en su inmensa decepción—.
Pero la corriente está congelada —dijo—, es imposible que
las haya llevado río abajo.

• 143 •
—Tal vez no estaba congelada cuando sucedió —dijo
Klaus—. El calor del fuego pudo haber descongelado el
arroyo.
—Debió haber sido un terrible espectáculo —dijo el
explorador con el suéter. Los tres niños imaginaron el
infierno, una palabra que aquí significa “enorme incendio
que destruyó una sede secreta en la cima de las montañas”.
Casi podían oír quebrándose los vidrios de las ventanas, y el
crepitar del fuego que consumía todo. Casi podían oler el
espeso humo aumentando, que flotaba hacia arriba y
oscurecían el cielo, y casi podían ver los libros de la
biblioteca cayendo de los estantes envueltos en llamas
terminando hechos cenizas. Lo único que no podían
imaginar fue a las personas que pudieron haber estado en la
sede cuando el fuego comenzó, corriendo a toda velocidad
hacia afuera, al congelante frío para evitar las llamas.
—¿Crees que —dijo Violet—, que algunos de los
voluntarios...
—No hay señal de que hubiera alguien aquí —dijo el
explorador rapidamente.

• 144 •
—¿Pero cómo podemos saberlo con seguridad? —
preguntó Klaus—. En este momento puede haber algún
sobreviviente en algún lugar.
—¿Hola? —Violet llamó, mirando a su alrededor en
los escombros—. ¿Hay alguien aquí? —se dio cuenta de que
sus ojos se habían llenado de lágrimas, mientras llamaba
desde el fondo de su corazón a las personas que sabía no
encontraría en ese lugar. La mayor de los Baudelaire sentía
como si hubiera estado llamando a estas personas desde
aquel terrible día en la playa, y que si llamaba lo suficiente
podría ser que aparecieran ante ella. Pensó en todas las veces
en las que los había llamado, cuando vivía con sus hermanos
en la mansión Baudelaire. A veces los llamaba cuando quería
que vieran algo que había inventado. A veces los llamaba
para que supieran que ya había vuelto a casa. Y a veces los
llamaba simplemente porque quería saber dónde estaban. A
veces Violet solamente quería verlos y sentirse a salvo en su
presencia—. ¡Madre! —Violet Baudelaire los llamó—.
¡Padre!
No hubo respuesta.
—¡Mamá! —Klaus los llamó—. ¡Papá!

• 145 •
Los Baudelaire no escucharon nada más que el silbido
de las cuatro corrientes de aire del valle, y el crujido de la
Vernácula Fortaleza Defensiva mientras se cerraba. Vieron
que la puerta había sido hecha para verse como la pared de
una montaña, de modo que apenas podían ver por dónde
habían llegado o la forma de volver. Ahora estaban
realmente solos.
—Yo sé que todos esperábamos encontrar a personas en
la sede —dijo suavemente el explorador con el suéter—,
pero no creo que nadie esté aquí. Creo que sólo somos
nosotros.
—¡Eso es imposible! —gritó Klaus, y Violet pudo oír
que estaba llorando. Buscó a través de sus muchas capas de
ropa hasta encontrar sus bolsillos, y sacó la página número
trece del Expediente Snicket, que llevaba con él desde que
los Baudelaire lo habían encontrado en el Hospital Heimlich.
En la página había una fotografía de sus padres, de pie junto
a Jacques Snicket y a otro hombre que los Baudelaire habían
sido incapaces de identificar, y la fotografía tenía una frase
escrita a máquina por encima, una frase que Klaus se había
aprendido de memoria de leerla tantas veces— “Dadas las
pruebas comentadas en la página nueve” —recitó con

• 146 •
lágrimas en los ojos—, “los expertos han llegado a la
conclusión de que tal vez hubiera algún superviviente en
aquel incendio, aunque se ignora su paradero” —se acercó al
explorador y sacudió la página frente a su cara—. Pensamos
que el superviviente estaría aquí —dijo.
—Creo que el superviviente está aquí —dijo el
explorador en silencio y se quitó la máscara para mostrar su
rostro—. Yo soy Quigley Quagmire —dijo—, y sobreviví al
incendio que destruyó mi casa, y tenía la esperanza de
encontrar a mi hermano y hermana.

• 147 •
CAPÍTULO

Ocho

Una de las peculiares verdades de la vida es que la gente


suele decir cosas que saben muy bien son ridículas. Si
alguien te pregunta cómo estás, por
ejemplo, podrías decir automáticamente
“Muy bien, gracias”, cuando en realidad
acabas de reprobar un examen o has
sido pisoteado por un buey. Un amigo
te puede decir “He buscado por todas
partes en el mundo mis llaves”,
cuando sabes que en realidad sólo ha
buscado en pocos lugares en las áreas
más inmediatas. Una vez le dije a una
mujer a la que amé demasiado, “Estoy
seguro de que este problema terminará pronto,
y tú y yo pasaremos el resto de nuestras vidas
juntos en la dicha y en la felicidad”, cuando en
realidad sospechaba que las cosas estaban a punto de ponerse
mucho peor. Y así sucedió con los dos mayores Baudelaire,
cuando se enfrentaron cara a cara con Quigley Quagmire y
se encontraron diciendo cosas que sabían eran absurdas.
—Estás muerto —dijo Violet, y se quitó la máscara
para asegurarse de que estaba viendo las cosas con claridad.
Pero no había duda de que era Quigley, a pesar de que los
Baudelaire nunca lo habían visto antes. Se parecía tanto a
Duncan e Isadora que sólo podía ser el tercer trillizo
Quagmire.
—Moriste en un incendio, junto a tus padres —dijo
Klaus, pero mientras se quitaba su máscara se dio cuenta de
que no era así. Quigley le dio a los Baudelaire una pequeña
sonrisa que era idéntica a la de sus hermanos.
—No —dijo Quigley—. Yo sobreviví, y he estado
buscando a mis hermanos desde entonces.
—Pero, ¿cómo sobreviviste? —Violet le preguntó—.
Duncan e Isadora dijeron que la casa se había incendiado.
—Es cierto —dijo Quigley con tristeza. Miró a la
cascada congelada y suspiró profundamente—. Supongo que
debería empezar por el principio. Yo estaba en la biblioteca
de mi familia, estudiando un mapa del Bosque Finito,

• 149 •
cuando escuché un ruido de vidrios rotos y gritos. Mi madre
entró en la habitación y dijo que había un incendio. Tratamos
de llegar a la puerta principal, pero la sala principal estaba
llena de humo, por lo que me llevó de vuelta a la biblioteca y
levantó una esquina de la alfombra. Debajo había una
trampilla secreta. Me dijo que esperara abajo mientras iba
por mis hermanos, y me dejó ahí en la oscuridad. Recuerdo
haber escuchado la casa derrumbándose a pedazos sobre mí,
y el sonido de pasos desesperados y a mis hermanos gritando
—Quigley puso su máscara en el suelo y miró a los dos
Baudelaire—. Pero nunca regresó —dijo—. Nadie regresó, y
cuando traté de abrir la trampilla, algo se había caído encima
de ella y no se movía.
—¿Cómo saliste? —Klaus preguntó.
—Caminé —dijo Quigley—. Cuando se hizo evidente
que nadie iría a rescatarme, me encontré rodeado por la
oscuridad y me di cuenta de que estaba en una especie de
túnel. No había otro lugar adonde ir, así que empecé a
caminar. Nunca había estado tan asustado en mi vida,
caminando solo por un túnel oscuro que mis padres habían
mantenido en secreto. No podía imaginar a donde iría a
parar.

• 150 •
Los dos Baudelaire se miraron entre sí. Pensaron en el
pasadizo secreto que habían descubierto debajo de su casa,
cuando estaban bajo el cuidado de Esmé Miseria y su
marido—. ¿Y adónde llevaba? —Violet preguntó.
—A la casa de un herpetólogo —dijo Quigley—. Al
final del túnel había una puerta secreta que daba a una
enorme habitación, hecha enteramente de cristal. La
habitación estaba llena de jaulas vacías, pero era obvio que
la habitación había albergado alguna vez una enorme
colección de reptiles.
—¡Estuvimos ahí! —gritó Klaus asombrado—. ¡Esa es
la casa de tío Monty! Él fue nuestro tutor hasta que llegó el
Conde Olaf, disfrazado como…
—Como ayudante de laboratorio —terminó Quigley—.
Lo sé. Su maleta aún estaba allí.
—También había un pasadizo secreto en nuestra casa
—dijo Violet—, pero lo descubrimos hasta que fuimos a
vivir con Esmé Miseria.
—Hay secretos por todas partes —dijo Quigley—. Creo
que los padres de todo el mundo tienen secretos. Sólo tienes
que saber dónde buscar para encontrarlos.

• 151 •
—Pero ¿por qué nuestros padres, y los tuyos, tenían
túneles por debajo de sus casas que conducían a un edificio
con apartamentos de lujo y otro a la casa de un herpetólogo?
—Klaus preguntó—. No tiene sentido.
Quigley suspiró y puso su mochila en el suelo
ceniciento, al lado de su máscara—. Hay tantas cosas que no
tienen sentido —dijo—. Tenía la esperanza de encontrar las
respuestas aquí, pero ahora no sé si algún día las encontraré
—sacó su cuaderno púrpura y lo abrió por la primera
página—. Todo lo que les puedo decir es lo que tengo aquí,
en este libro común.
Klaus le dio Quigley una pequeña sonrisa, y metió la
mano en los bolsillos para sacar todos los papeles que tenía
guardados—. Dinos lo que sabes —dijo—, y te diremos lo
que sabemos. Quizás juntos podamos responder a nuestras
preguntas.
Quigley asintió con la cabeza, y los tres niños se
sentaron en círculo en lo que fue el piso de la cocina.
Quigley abrió su mochila y sacó un paquete de almendras
saladas, que les pasó a los Baudelaire—. Deben tener
hambre por nuestra subida a través de la Vertical Flameante

• 152 •
Desviación —dijo—. Yo si tengo hambre. Vamos a ver,
¿dónde estaba?
—En la Habitación de los Reptiles —dijo Violet—, al
final del pasadizo secreto.
—Bueno, no pasó nada por un tiempo —dijo Quigley—
. En el umbral de la casa había una copia de El Diario
Punctilio, donde había un artículo sobre el incendio. Así es
como me enteré de que mis padres habían muerto. Me pasé
días y días allí, solo. Estaba tan triste y asustado que no sabía
qué más hacer. Supongo que estaba esperando a que el
herpetólogo se presentara a trabajar para averiguar si era un
amigo de mis padres o ver si me prestaba su ayuda. La
cocina estaba llena de alimentos, así que tuve lo suficiente
para comer, y cada noche me dormía a los pies de las
escaleras para poder escuchar si alguien llegaba.
Los Baudelaire asintieron con simpatía, y Violet puso
su mano sobre el hombro de Quigley—. A nosotros nos
sucedió lo mismo —dijo Violet—, cuando nos enteramos de
la noticia acerca de nuestros padres. Apenas recuerdo lo que
hicimos y lo que dijimos.
—¿Pero porque nadie te buscó? —preguntó Klaus.

• 153 •
—El Diario Punctilio dijo que también perecí en el
incendio —dijo Quigley—. El artículo decía que mi hermana
y hermano fueron enviados a la Academia Preparatoria
Prufrock, y que los bienes de mis padres estaban bajo el
cuidado de la sexta asesora financiera más importante de la
ciudad.
—Esmé Miseria —dijeron Violet y Klaus al unísono,
una palabra que aquí significa “con una voz disgustada, y
exactamente al mismo tiempo”.
—Exactamente —dijo Quigley—, pero yo no estaba
interesado en esa parte de la historia. Estaba decidido a ir a
la escuela y encontrar a mis hermanos. En la biblioteca del
doctor Montgomery encontré un atlas y lo revisé hasta que
encontré la Academia Preparatoria Prufrock. No estaba
demasiado lejos, así que empecé a recoger toda la comida
que pude encontrar en la casa.
—¿No se te ocurrió llamar a las autoridades? —Klaus
preguntó.
—Supongo que no estaba pensando con mucha claridad
—admitió Quigley—. En lo único en que podía pensar era en
encontrar a mis hermanos.
—Por supuesto —dijo Violet—. ¿Y entonces qué pasó?

• 154 •
—Fui interrumpido —dijo Quigley—. Alguien entró
justo cuando estaba poniendo el atlas en una bolsa de
compras que encontré. Era Jacques Snicket, aunque, por
supuesto, en ese momento no sabía quién era. Pero él sabía
quién era yo, y estaba muy contento de que aún siguiera con
vida.
—¿Cómo supiste que podías confiar en él? —Klaus
preguntó.
—Bueno, él sabía sobre el pasadizo secreto —dijo
Quigley—. De hecho, sabía un poco sobre mi familia, a
pesar de que no había visto a mis padres en años. Y. . .
—¿Y? —preguntó Violet.
Quigley le dio una pequeña sonrisa—. Y él era una
persona de buen leer —dijo—. De hecho, había ido a casa
del doctor Montgomery a investigar y buscar algo. Dijo que
había un expediente importante que estaba oculto en algún
lugar de la casa, y que se quedaría por unos días para tratar
de completar su investigación.
—¿Entonces no te llevó a la escuela? —preguntó
Violet.
—Dijo que no era seguro para mí ser visto —dijo
Quigley—. Me explicó que formaba parte de una

• 155 •
organización secreta, y que mis padres habían sido parte de
ella también.
—V.F.D. —dijo Klaus, y Quigley asintió con la cabeza.
—Duncan e Isadora intentaron contarnos acerca de
V.F.D. —dijo Violet—, pero nunca tuvieron la oportunidad.
Ni siquiera sabemos que es lo que significa.
—Al parecer tiene muchos significados —dijo Quigley,
hojeando las páginas de su libro común—. Prácticamente
todo lo que la organización utiliza, desde los Voluntarios
Felinos Detectives hasta la Vernácula Fortaleza Defensiva,
tiene las mismas iniciales.
—Pero, ¿qué es la organización? —preguntó Violet—,
¿Qué significa V.F.D.?
—Jacques no me lo dijo —dijo Quigley—, pero creo
que las letras significan Voluntaria Fundación de
Deflagraciones.
—Voluntaria Fundación de Deflagraciones —repitió
Violet, y miró a su hermano—. ¿Qué significa eso?
—En algunas comunidades —dijo Klaus—, no hay
ningún cuerpo de bomberos oficial, por lo que hay
voluntarios que se ofrecen para extinguir incendios.

• 156 •
—Eso ya lo sé —dijo Violet—, ¿pero qué tiene que ver
eso con nuestros padres, o el Conde Olaf, o cualquier cosa
que nos ha pasado? Siempre pensé que cuando conociera el
significado de las iniciales podríamos resolver el misterio,
pero sigo tan confundida como siempre lo he estado.
—¿Crees que nuestros padres extinguían incendios en
secreto? —Klaus le preguntó.
—¿Pero por qué lo guardarían en secreto? —preguntó
Violet—. ¿Y por qué hay un pasadizo secreto debajo de
casa?
—Jacques me dijo que los pasadizos fueron construidos
por los miembros de la organización —dijo Quigley—, para
que en el caso de que hubiera una emergencia pudieran
utilizarlos para escapar a un lugar seguro.
—Pero el túnel que descubrimos conectaba a nuestra
casa con la de Esmé Miseria —dijo Klaus—. Ese no es un
lugar seguro.
—Algo pasó —dijo Quigley—. Algo que cambió todo
—hojeó unas cuantas páginas de su libro común, hasta que
encontró lo que estaba buscando—. Jacques Snicket lo llamó
“cisma” —dijo—, pero no sé lo que significa esa palabra.

• 157 •
—Un cisma —dijo Klaus—, es la división de un grupo
de personas, unidas con anterioridad, en dos o más partidos
de oposición. Es como una gran discusión, en la que cada
quien elige un lado.
—Eso tiene sentido —dijo Quigley—. Por la forma en
que Jacques hablaba, parecía que toda la organización era un
caos. Los voluntarios que alguna vez trabajaron juntos ahora
son enemigos. Lugares que alguna vez fueron seguros ahora
son peligrosos. Ambas partes están utilizando los mismos
códigos, y los mismos disfraces. Incluso las iniciales de
V.F.D. que alguna vez utilizaron para representar los nobles
ideales que todos compartían, pero ahora todo se ha
convertido en humo.
—¿Cómo inició el cisma? —Violet preguntó—. ¿Por
qué todos están luchando?
—No lo sé —dijo Quigley—. Jacques no tenía mucho
tiempo para explicarme nada.
—¿Qué estaba haciendo? —Klaus preguntó.
—Estaba buscándolos —dijo Quigley—. Me mostró
una fotografía en la que aparecían los tres, esperando en el
muelle de en un lago, y me preguntó si los había visto en
alguna parte. Sabía que habían sido puestos bajo el cuidado

• 158 •
del Conde Olaf, y de todas las cosas terribles que les habían
ocurrido allí. Sabía que habían ido a vivir con el Dr.
Montgomery. Incluso sabía acerca de algunos de los
inventos que has hecho, Violet, y de las investigaciones que
has hecho, Klaus, y de algunas de las hazañas dentales de
Sunny. Quería encontrarlos antes de que fuera demasiado
tarde.
—¿Demasiado tarde para qué? —Violet preguntó.
—No lo sé —dijo Quigley con un suspiro—. Jacques
pasó mucho tiempo en la casa del doctor Montgomery, pero
estaba demasiado ocupado llevando a cabo su investigación
como para explicarme todo. Se quedaba despierto toda la
noche leyendo y copiando la información en su libro común,
y luego dormía durante todo el día o desaparecía durante
horas. Y entonces un día me dijo que tenía que ir a
entrevistar a alguien en la ciudad de Miserville, pero nunca
regresó. Esperé semanas y semanas su regreso. Leí los libros
en la biblioteca del doctor Montgomery y comencé a llevar
un libro común. Al principio fue difícil encontrar
información sobre V.F.D., pero tomaba notas de cualquier
cosa que encontraba. Debí de haber leído cientos de libros,
pero Jacques no volvió. Finalmente, una mañana, ocurrieron

• 159 •
dos cosas que me hicieron decidir no esperar más. La
primera fue un artículo en El Diario Punctilio que decía que
mis hermanos habían sido secuestrados de la escuela. Sabía
que tenía que hacer algo. No podía esperar más tiempo a
Jacques Snicket ni a nadie más.
Los Baudelaire asintieron solemnemente—. ¿Cuál fue
la segunda? —preguntó Violet.
Quigley se quedó callado por un momento, se agachó al
suelo y recogió un puñado de cenizas, dejándolas caer de sus
manos enguantadas—. Olí humo —dijo—, y cuando abrí la
puerta de la Habitación de los Reptiles, vi que alguien había
arrojado una antorcha a través del cristal del techo,
prendiendo fuego a la biblioteca. En cuestión de minutos
toda la casa estaba en llamas.
—Oh —dijo Violet en voz baja. “Oh” es una palabra
que por lo general significa algo así como “te escuché, pero
no me interesa lo que dijiste”, pero en este caso, por
supuesto, la mayor de los Baudelaire quería decir algo
completamente diferente, algo difícil de definir. Quería decir
“Me he puesto muy triste al enterarme que la casa del tío
Monty se ha incendiado”, pero no sólo eso. Por “Oh”, Violet
también estaba tratando de describir la tristeza que sentía por

• 160 •
todos los incendios que habían sido los causante de llevar a
Quigley, Klaus y a ella hasta las Montañas Mortmain, para
terminar sentados y reunidos en círculo tratando de resolver
el misterio que los rodeaba. Cuando Violet dijo “Oh”, no
sólo pensaba en el incendio en la Habitación de los Reptiles,
sino también en aquellos que habían destruido la mansión
Baudelaire, la mansión de los Quagmire, el Hospital
Heimlich, el Carnaval Caligari y la sede de V.F.D., en donde
el olor a humo aún permanecía y envolvía a los niños que
estaban sentados. Pensar en todos aquellos incendios hacía
sentir a Violet como si todo el mundo estuviera envuelto en
llamas, y que ella y sus hermanos y toda la gente decente en
el mundo ya no podrían encontrar un lugar que en realidad
fuera seguro.
—Otro incendio —murmuró Klaus y Violet sabía que él
estaba pensando lo mismo—. ¿A dónde fuiste Quigley?
—El único lugar en el que podía pensar era en
Miserville —dijo Quigley—. La última vez que vi a Jacques
dijo que iría allí. Pensé que si iba podría encontrarlo y
preguntarle si podía ayudarme a rescatar a Duncan e Isadora.
El atlas del doctor Montgomery me ayudó a entender como
llegar hasta allí, pero tuve que ir a pie porque tenía miedo de

• 161 •
que cualquiera que se ofreciese a llevarme fuera un enemigo.
Me tomó mucho tiempo llegar, pero tan pronto como entré
en la ciudad vi un gran edificio que tenía la misma imagen
que tenía Jacques Snicket tatuada en su tobillo y pensé que
podría ser un lugar seguro.
—¡La consulta de la Dra. Orwell! —gritó Klaus—. ¡Ese
no es un lugar seguro!
—Klaus fue hipnotizado allí —explicó Violet—, y el
Conde Olaf estaba disfrazado como…
—Como recepcionista —terminó Quigley—. Lo sé. Su
falsa placa de identificación aún estaba en el escritorio. La
consulta estaba vacía, pero me di cuenta de que Jacques
había estado allí, porque había algunas notas escritas sobre el
escritorio con su puño y letra. Con esas notas, y la
información que había leído en la biblioteca del doctor
Montgomery, me enteré de la sede de V.F.D. Así que en
lugar de esperar a que Jacques volviera, fui en busca de la
organización. Pensé que era la mejor manera de rescatar a
mis hermanos.
—¿Y fuiste a las Montañas Mortmain por tu cuenta? —
Violet preguntó.

• 162 •
—No totalmente por mi cuenta —dijo Quigley—. Tenía
esta mochila que dejó Jacques, con los Verdeantes
Flameantes Dispositivos y algunos otros artículos, y tenía mi
libro común. Y eventualmente me encontré con los
Exploradores de Nieve, y me di cuenta de que esconderme
entre ellos sería la forma más rápida de llegar al Monte
Fraught —hojeó unas páginas de su libro común y examinó
sus notas—. En Notables Fenómenos de las Montañas
Mortmain, que leí en la biblioteca del Dr. Montgomery,
había un capítulo oculto que decía todo acerca de la Vertical
Flameante Desviación y de la Vernácula Fortaleza
Defensiva.
Klaus miró por encima del hombro de Quigley para leer
sus notas—. Debí haber leído ese libro cuando tuve la
oportunidad —dijo, sacudiendo la cabeza—. Si hubiéramos
sabido de V.F.D. cuando vivíamos con tío Monty, podríamos
haber evitado todos los problemas que nos surgieron
después.
—Cuando vivíamos con tío Monty —Violet le
recordó—, estábamos muy ocupados tratando de escapar de
las garras del Conde Olaf como para hacer cualquier
investigación adicional.

• 163 •
—He estado investigando por mucho tiempo —dijo
Quigley—, pero aún no he encontrado todas las respuestas
que estoy buscando. Todavía no he encontrado a Duncan e
Isadora y sigo sin saber dónde está Jacques Snicket.
—Está muerto —dijo Klaus, en voz muy baja—. El
Conde Olaf lo asesinó.
—Temía que dijeras eso —dijo Quigley—. Yo sabía
que algo estaba muy mal cuando no regresó. Pero ¿Y mis
hermanos? ¿Saben que sucedió con ellos?
—Ellos están a salvo, Quigley —dijo Violet—.
Creemos que están a salvo. Los rescatamos de las garras de
Olaf y escaparon con un hombre llamado Héctor.
—¿Escaparon? —repitió Quigley—. ¿A dónde fueron?
—No lo sabemos —admitió Klaus—. Héctor construyó
una casa móvil autosuficiente que funciona a base de aire
caliente. Es como una casa voladora, manteniéndose en el
aire por un manojo de globos, y Héctor dijo que podía
permanecer flotando en el cielo para siempre.
—Tratamos de subir a bordo —dijo Violet—, pero el
Conde Olaf logró detenernos.
—¿Así que no saben dónde están? —preguntó Quigley.

• 164 •
—Me temo que no —dijo Violet, dándole una
palmadita en su mano—. Sin embargo, Duncan e Isadora son
personas intrépidas, Quigley. Sobrevivieron durante bastante
tiempo en las garras de Olaf, tomando notas de sus planes y
tratando de pasarnos la información.
—Violet tiene razón —dijo Klaus—. Estoy seguro de
que dondequiera que estén, continúan con su investigación.
Con el tiempo, sabrán que estás vivo e irán en tu búsqueda,
al igual que tú fuiste en su búsqueda —los dos Baudelaire se
miraron y se estremecieron. Habían estado hablando sobre la
familia de Quigley, por supuesto, pero sentían como si
estuvieran hablando de la suya.
—Estoy seguro de que si sus padres están vivos,
también están buscándolos —dijo Quigley, como si les
hubiera leído la mente—. Y Sunny también. ¿Saben dónde
está?
—En algún lugar cercano —dijo Violet—. Está con el
Conde Olaf quien también quería encontrar la sede.
—Tal vez Olaf ya estuvo aquí —dijo Quigley, mirando
a los escombros—. Tal vez fue él quien incendió este lugar.
—Yo no lo creo —dijo Klaus—. No habría tenido
tiempo para quemar todo el lugar. Estábamos pisándole los

• 165 •
talones. Además, no creo que este lugar se haya incendiado
todo a la vez.
—¿Por qué no? —preguntó Quigley.
—Es demasiado grande —dijo Klaus—. Si toda la sede
se hubiera quemado al mismo tiempo el cielo estaría cubierto
de humo.
—Es cierto —dijo Violet—, mucho humo hubiera
despertado demasiadas sospechas.
—Donde hay humo —dijo Quigley—, hay fuego —
Violet y Klaus se volvieron hacia a su amigo asintiendo con
la cabeza, pero Quigley no estaba mirando a los dos
Baudelaire. Miraba detrás de ellos, hacia la corriente
congelada y hacia los dos afluentes congelados, donde una
vez estuvieron las enormes ventanas de la cocina de V.F.D.,
y donde una vez piqué brócoli mientras la mujer que amaba
revolvía la salsa de maní picante que se pondría sobre el
brócoli, y Quigley apuntó con su mano hacia un punto en el
cielo, donde mis compañeros y yo solíamos ver a las águilas
voluntarias que eran capaces de detectar humo a grandes
distancias.
Esa tarde no había águilas en el cielo sobre las
Montañas Mortmain, pero mientras Violet y Klaus se

• 166 •
levantaban y miraban en la dirección indicada por Quigley,
había algo en el cielo que llamó su atención. Porque cuando
Quigley Quagmire dijo —Donde hay humo hay fuego—, no
se refería a la teoría de Klaus sobre como se había destruido
la sede de V.F.D.. Se refería al humo verde que flotaba en el
cielo desde la cima del Monte Fraught, en la parte superior
de la pendiente resbaladiza.

• 167 •
CAPÍTULO

Nueve

Los dos mayores Baudelaire se


quedaron un momento junto a Quigley
mirando a la pequeña columna, una
palabra que aquí significa “misteriosa
nube de humo verde”. Después de la
larga y extraña historia que les había
contado acerca de cómo sobrevivió al
incendio y de lo que había aprendido
acerca de V.F.D., apenas podían creer
que estuvieran frente a otro misterio.
—Es un Verdeante Flameante
Dispositivo —dijo Quigley—. Hay
alguien en la parte superior de la
cascada que está enviando una señal.
—Sí —dijo Violet—. Pero ¿quién?
—Tal vez sea un voluntario que escapó del fuego —
dijo Klaus—, y está haciendo señales para ver si hay algún
otro voluntario cerca.
—O podría ser una trampa —dijo Quigley—. Es
posible que quieran atraer a los voluntarios hasta el pico de
la montaña con el fin de tenderles una emboscada. No hay
que olvidar que los códigos de V.F.D. son utilizados por
ambos lados del cisma.
—Apenas parece un código —dijo Violet—. Sabemos
que alguien se está comunicando, pero no tenemos la menor
idea de quién es o lo que esté diciendo.
—Debe tratarse de lo mismo —dijo Klaus, pensativo—,
como cuando Sunny habla con personas que no la conocen
muy bien.
Mencionando el nombre de Sunny, los Baudelaire
recordaron lo mucho que la extrañaban—. Ya se trate de un
voluntario o una trampa —dijo Violet—, podría ser la última
oportunidad de encontrar a nuestra hermana.
—O a mi hermana y hermano —dijo Quigley.
—Respondamos a la señal —dijo Klaus—. ¿Todavía
tienes los Verdeantes Flameantes Dispositivo, Quigley?

• 169 •
—Por supuesto —dijo Quigley, sacando la caja con
tubos color verde de su mochila—, pero Bruce vio mis
fósforos y me los confiscó, porque los niños no deben jugar
con fósforos.
—¿Confiscados? —dijo Klaus—. ¿Crees que sea un
enemigo de V.F.D.?
—Si todos los que dicen que los niños no deben jugar
con fósforos fueran enemigos de V.F.D. —dijo Violet, con
una sonrisa—, entonces no tendríamos ninguna esperanza de
sobrevivir.
—Pero, ¿cómo vamos a encenderlos sin fósforos? —
preguntó Quigley.
Violet buscó en su bolsillo. Fue un poco difícil atar su
pelo recogiéndolo con una cinta, ya que las cuatro corrientes
de aire del Valle del Fortín Desembocado estaban soplando
fuertemente, pero al final logro alejar el pelo de sus ojos, y
las palancas y engranajes de su inventiva mente comenzaron
a moverse mientras observaba la misteriosa señal.
Pero por supuesto esta señal no era ni un voluntario ni
una trampa. Era una bebé, con dientes inusualmente grandes
y con una forma de hablar que muchas personas encuentran
incomprensible. Cuando Sunny Baudelaire había dicho

• 170 •
“lox”, por ejemplo, los miembros del grupo del Conde Olaf
habían asumido que era simplemente otro balbuceo, en lugar
de darse cuenta que trataba de explicar cómo iba a cocinar el
salmón que el Hombre con Ganchos en vez de Manos había
capturado. “Lox” es una palabra que se refiere al salmón
ahumado, y es una deliciosa forma de disfrutar del pescado
fresco, sobre todo si tienes los avíos adecuados, una frase
que aquí significa “bagels, queso crema, rodajas de pepino,
pimiento negro, y alcaparras, los cuales se pueden comer
junto al lox para tener una deliciosa comida”. El lox también
tiene el beneficio adicional de producir una gran cantidad de
humo mientras se está preparado, y esa fue la razón por la
que Sunny eligió este método de preparar el salmón, en
comparación con el gravlax, que es el salmón que se deja
marinar durante varios días en una mezcla de especias, o el
sashimi, en el que se corta el salmón en satisfactorias formas
y se sirve crudo. Pensando en lo que el Conde Olaf había
dicho acerca de ser capaz de ver todo y todos, desde el pico
más alto de las montañas, la Baudelaire más joven se dio
cuenta de que la frase “donde hay humo hay fuego” tal vez
podría ser de ayuda. Mientras Violet y Klaus escuchaban el
extraordinario relato de Quigley a los pies de la cascada

• 171 •
congelada, Sunny se apresuraba a preparar el lox y enviar
una señal a sus hermanos, que esperaba se encontraran cerca.
Primero pateó el Verdeante Flameante Dispositivo —que
ella, al igual que todos en el pico, creía que era un
cigarrillo— hacia una pequeña porción de malas hierbas, con
el fin de que el humo aumentara. Luego arrástrelo la cacerola
con una tapa que había estado utilizando como cama
improvisada, y colocó el salmón en su interior. En poco
tiempo, los peces capturados por el Hombre con Ganchos en
vez de Manos absorbieron el calor y el humo del tubo verde,
y una gran columna de humo verde flotaba en el cielo sobre
el Monte Fraught. Sunny miró la señal que había hecho y no
pudo evitar sonreír. La última vez que había sido separada de
sus hermanos, simplemente se había quedado esperando a
que fueran a su rescate, pero había crecido desde entonces, y
ahora era capaz de tomar parte activa y derrotar al Conde
Olaf y a su grupo, y al mismo tiempo tener tiempo para
preparar un plato de mariscos.
—Algo huele delicioso —dijo una de las mujeres
empolvadas, caminando por delante de la cacerola—. Debo
admitir que tenía mis dudas acerca de que una bebé estuviera

• 172 •
a cargo de la cocina, pero tu receta de salmón se ve muy
sabrosa.
—Hay un nombre para referirse a la manera en la que
está preparando el pescado —dijo el Hombre con Ganchos
en vez de Manos—, pero no puedo recordar cual es.
—Lox —dijo Sunny, pero nadie la escuchó porque el
conde Olaf salió corriendo de la tienda de campaña, seguido
de Esmé y de los dos siniestro visitantes. Olaf tenía en la
mano el expediente Snicket y miró hacia abajo a Sunny con
sus brillantes, brillantes ojos.
—¡Apaga el humo inmediatamente! —ordenó—.
¡Pensé que eras una aterrorizada huérfana prisionera, pero
estoy empezando a pensar que eres una espía!
—¿Qué quieres decir, Olaf? —preguntó la otra mujer
empolvada—. Está usando el cigarrillo de Esmé para cocinar
el pescado.
—Alguien podría ver el humo —gruñó Esmé, como si
no hubiera sido ella la que había estado fumando unos
minutos antes—. Donde hay humo hay fuego.
El hombre con barba, pero sin pelo cogió un puñado de
nieve y la arrojó sobre la hierba, apagando el Verdeante
Flameante Dispositivo—. ¿Estabas haciendo señales, bebé?

• 173 •
—le preguntó con su extraña voz ronca—. Si eres un espía te
tiraremos de la montaña.
—Goo goo —dijo Sunny, que significaba algo así como
“voy a fingir que soy una bebe indefensa, en lugar de
responder a su pregunta”.
—¿Lo ve? —dijo la mujer empolvada, mirando
nerviosamente hacia el hombre con barba pero sin pelo—.
No es más que una bebé indefensa.
—Puede que tengas razón —dijo la mujer con pelo pero
sin barba—. Además, no hay ninguna razón para tirar a una
bebe de una montaña, a menos que sea absolutamente
necesario.
—Los bebes pueden ser muy útiles —coincidió el
Conde Olaf—. De hecho, he estado pensando en reclutar a
más gente joven para mi grupo. Ellos son menos propensos a
quejarse de hacer mi voluntad.
—Pero nosotros nunca nos quejamos —dijo el Hombre
con Ganchos en vez de Manos—. Trato de ser tan
acomodadizo como me es posible.
—Ya, basta de chacharear —dijo el hombre con barba
pero sin pelo—. Tenemos una gran cantidad de malévolos
planes que hacer, Olaf. Tengo cierta información que podría

• 174 •
serte útil con tus planes de reclutamiento, y de acuerdo con
el expediente Snicket, hay un lugar seguro más donde los
voluntarios pueden reunirse.
—El último lugar seguro —dijo la siniestra mujer—.
Tenemos que encontrarlo e incendiarlo.
—Y una vez que lo hayamos hecho —dijo el Conde
Olaf—, la última evidencia de nuestros planes será
completamente destruida. Nunca tendremos que
preocuparnos por las autoridades de nuevo.
—¿Dónde está el último lugar seguro? —preguntó
Kevin.
Olaf abrió la boca para contestar, pero la mujer con pelo
pero sin barba lo detuvo con un rápido gesto y una mirada
recelosa hacia abajo a Sunny—. No delante de la huérfana
dentona —dijo con su profunda, profunda voz—. Si se
entera de lo que estamos haciendo, nunca volvería a dormir
otra vez, y necesitas que tu sirviente infantil se encuentre
llena de energías. Mándala lejos, y hagamos nuestros planes.
—Por supuesto —dijo Olaf, sonriendo nerviosamente a
los siniestros visitantes—. Huérfana, ve a mi auto y quita
todas las migas de patatas fritas que haya en el interior, no
olvides soplar tan fuerte como puedas.

• 175 •
—Fútil —dijo Sunny, lo que significaba algo así como
“Esa es una tarea absolutamente imposible”, pero caminó
tambaleante hacia el auto mientras Olaf y su grupo se
echaban a reír y se reunían alrededor de la roca plana para
escuchar el nuevo plan. Al pasar junto al fuego extinguido y
la cacerola con una tapa en la que había dormido esa noche,
Sunny suspiró con tristeza, pensando que su plan de señales
había fracasado. Pero cuando llegó al auto de Olaf y miró
hacia abajo de la cascada congelada, vio algo que iluminó su
espíritu, una frase que aquí significa “una nube de humo
verde idéntica procedente de la parte inferior de la
pendiente”. La Baudelaire más joven miró el humo y
sonrió—. Hermanos —se dijo a sí misma. Sunny, por
supuesto, no podía estar segura de que la señal de humo
estuviera siendo mandada por Violet y Klaus, pero tuvo la
esperanza de que así fuera, y la esperanza fue suficiente para
levantarle el ánimo mientras abría la puerta del auto y
comenzaba a soplar las migas que Olaf y su grupo habían
dispersado por todas partes.
Pero en el fondo de la cascada congelada, los dos
Baudelaire mayores no se sentían tan optimistas mientras

• 176 •
parados junto a Quigley observaban como el humo verde
desaparecía del pico más alto.
—Alguien apagó el Verdeante Flameante Dispositivo
—dijo Quigley, sosteniendo el tubo verde con una mano
hacia un lado para no oler el humo—. ¿Qué creen que
signifique?
—No lo sé —dijo Violet, y suspiró—. Esto no está
funcionando.
—Por supuesto que está funcionando —dijo Klaus—.
Está funcionando perfectamente. Te diste cuenta de que el
sol de la tarde se reflejaba en la cascada congelada, y eso te
dio la idea de usar los principios científicos de la
convergencia y la refracción de la luz… al igual que lo
hiciste en el Lago Lacrimógeno, cuando estábamos luchando
contra las sanguijuelas. Así que utilizaste el espejo de mano
de Colette para capturar los rayos del sol y reflejarlos en el
extremo inferior del Verdeante Flameante Dispositivo, por lo
que pudimos encenderlo y enviar una señal.
—Klaus tiene razón —dijo Quigley—. No pudo haber
funcionado mejor.
—Gracias —dijo Violet—, pero eso no es lo que quiero
decir. Me refiero a que está señal no funciona. Aún no

• 177 •
sabemos quién está arriba en el pico más alto, o por qué nos
enviaba señales, y ahora la señal se ha detenido y aún no
sabemos lo que significa.
—Tal vez deberíamos apagar también nuestro
Verdeante Flameante Dispositivo —dijo Klaus.
—Tal vez —coincidió Violet—, o tal vez deberíamos ir
hasta la parte superior de la cascada y ver por nosotros
mismos quien está ahí.
Quigley frunció el ceño y sacó su libro común—. La
única manera de llegar hasta el pico más alto —dijo—, es
por el camino que los Exploradores de Nieve están tomando.
Tendríamos que volver a pasar por la Vernácula Fortaleza
Defensiva, caminar y después bajar por la Vertical
Flameante Desviación para entrar de nuevo en la cueva de
los Voluntarios Felinos Detectives y reunirnos con los
exploradores y caminar por un largo tiempo.
—Esa no es la única manera de llegar a la cima —dijo
Violet, con una sonrisa.
—Sí lo es —insistió Quigley—. Mira el mapa.
—Mira la cascada —dijo Violet, y los tres niños
miraron hacia arriba a la brillante pendiente.

• 178 •
—¿Quieres decir —dijo Klaus—, que crees poder
inventar algo que nos ayude a subir por una cascada
congelada?
Pero Violet ya estaba atando su pelo alejándolo de sus
ojos, y miró alrededor de las ruinas de la sede de V.F.D.—.
Voy a necesitar el ukelele que sacaste de la caravana —le
dijo a Klaus—, y ese candelabro medio fundido de allí, el
que está por la mesa de comedor.
Klaus tomó el ukelele del bolsillo de su abrigo y se lo
entregó a su hermana, y luego se acercó a la mesa para tomar
el extraño fundido objeto—. A menos que necesites más
ayuda —dijo—, creo que podría ir a examinar los restos de
la biblioteca y ver si algunos documentos han sobrevivido.
Debemos conocer tanto como podamos de esta sede.
—Buena idea —dijo Quigley, y buscó en su mochila.
Sacó un libro común muy similar al suyo, a excepción de
que este tenía una cubierta de color azul oscuro—. Tengo un
libro común de repuesto —dijo—. Puede que estés
interesado en comenzar tu propio libro común.
—Es muy amable de tu parte —dijo Klaus—. Voy a
escribir todo lo que encuentre. ¿Quieres unirte a la
búsqueda?

• 179 •
—Creo que me quedaré aquí —dijo Quigley, mirando a
Violet—. He oído mucho acerca de los maravillosos
inventos de Violet Baudelaire, y me gustaría verla en acción.
Klaus asintió con la cabeza, y caminó hacia el arco de
hierro que marcaba la entrada de la biblioteca en ruinas,
mientras Violet se sonrojaba y se agachaba para recoger uno
de los tenedores que habían sobrevivido al incendio.
Una de las cosas más tristes del caso Baudelaire, es que
Violet nunca llegó a conocer a un hombre llamado C.M.
Kornbluth, un socio mío que pasó la mayor parte de su vida
viviendo y trabajando en el Valle del Fortín Desembocado
como instructor mecánico en la sede de V.F.D. El Sr.
Kornbluth era un hombre tranquilo y reservado, tan
reservado que nadie sabía quién era, de dónde venía, ni
siquiera lo que las letras C. o M. significaban, y pasaba gran
parte de su tiempo encerrado en su dormitorio escribiendo
extrañas historias, o mirando tristemente por la ventana de la
cocina. Lo único que ponía de buen humor al Sr. Kornbluth
era un estudiante de mecánica muy prometedor. Si un joven
mostraba interés en el sonar de un submarino, el Sr.
Kornbluth se quitaba las gafas y sonreía. Si una joven le
llevaba una pistola de grapas que había construido, el Sr.

• 180 •
Kornbluth aplaudía de emoción. Y si un par de gemelos le
preguntaban cómo redirigir correctamente algunos cables de
cobre, sacaba una bolsa de papel de su bolsillo y ofrecía
algunos pistachos a cualquiera que estuviera a su alrededor.
Por lo tanto, cuando pienso en Violet Baudelaire de pie entre
los escombros de la sede de V.F.D., quitando
cuidadosamente las cuerdas del ukelele y doblando los
tenedores, puedo imaginar ver al Sr. Kornbluth, a pesar de
que él y sus pistachos son cosa del pasado, alejándose de la
ventana y sonriendo a la inventora Baudelaire, diciendo—.
¡Beatrice, ven aquí! ¡Mira lo que esta chica está haciendo!
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Quigley.
—Algo que nos ayude a subir por la cascada —
respondió Violet—. Ojala Sunny estuviera aquí. Sus dientes
serían perfectos para cortar estas cuerdas del ukelele a la
mitad.
—Tal vez tenga algo que pueda ayudarte —dijo
Quigley, buscando en su mochila—. Cuando estuve en la
consulta de la Dra. Orwell, encontré estas uñas postizas.
Están pintadas con un terrible color rosa, pero son bastante
afiladas.

• 181 •
Violet tomó la uña de la mano de Quigley y la miró con
atención—. Creo que el Conde Olaf las uso —dijo—, como
parte de su disfraz de recepcionista. Es muy extraño que
hayas seguido nuestros pasos durante todo este tiempo y que
aun así ni siquiera nos diéramos cuenta de que estabas vivo.
—Yo sabía que estabas viva —dijo Quigley—, Jacques
Snicket me contó todo acerca de ti, Klaus, Sunny, e incluso
de tus padres. Los conocía muy bien desde antes de que tu
nacieras.
—Me lo imaginaba —dijo Violet, cortando las cuerdas
del ukulele—. En la fotografía que encontramos mis padres
están de pie junto a Jacques Snicket y otro hombre.
—Probablemente sea el hermano de Jacques —dijo
Quigley—. Jacques me dijo que estaba trabajando con sus
dos hermanos en un expediente muy importante.
—El expediente Snicket —dijo Violet—. Esperábamos
encontrarlo aquí.
Quigley miró a la cascada congelada—. Tal vez el que
nos envió la señal sabe dónde está —dijo.
—Lo sabremos muy pronto —dijo Violet—. Por favor,
quítate los zapatos.
—¿Los zapatos? —preguntó Quigley.

• 182 •
—La cascada será muy resbaladiza —explicó Violet—,
así que estoy usando las cuerdas del ukelele para atar estos
tenedores doblados a la punta de los zapatos, para hacer unos
crampones-tenedor zapatos de escalada. Llevaremos dos
tenedores más en nuestras manos. Las puntas de los
tenedores son casi tan afiladas como los dientes de Sunny, de
modo que los crampones-tenedor zapatos de escalada se
clavaran fácilmente en el hielo a cada paso, lo que nos
permitirá mantener el equilibrio.
—¿Pero para que es el candelabro? —preguntó
Quigley, quitándose los zapatos.
—Lo utilizaré como un probador de hielo —dijo
Violet—. Un cuerpo de agua en movimiento, como una
cascada, rara vez está completamente congelado.
Probablemente hay lugares en la pendiente donde sólo hay
una delgada capa de hielo, sobre todo con la llegada de la
Falsa Primavera. Si nos limitamos a clavar nuestros
tenedores a través del hielo y golpeamos el agua,
perderíamos el equilibrio y caeríamos. Así que golpearé el
hielo con el candelabro antes de dar cada paso, para así
encontrar los puntos solidos por los cuales subir.
—Suena a que será un viaje difícil —dijo Quigley.

• 183 •
—No más difícil que subir por la Vertical Flameante
Desviación —dijo Violet, atando un tenedor al zapato de
Quigley—. Estoy usando el nudo Sumac, por lo que debe
quedar lo suficientemente ajustado. Ahora todo lo que
necesitamos son los zapatos de Klaus, y…
—Siento interrumpir, pero creo que esto podría ser
importante —dijo Klaus, y Violet se volvió al ver que su
hermano había regresado. En una mano tenía el cuaderno de
color azul oscuro y en la otra un trozo de papel pequeño y
quemado—. Encontré este pedazo de papel entre un montón
de cenizas —dijo—. Proviene de alguna especie de libro de
códigos.
—¿Qué dice? —Violet preguntó.
—“En el flagración termine
destruyendo un refu — leyó Klaus — tarios
deberán valerse de los Verbal Frigrorífic Diálogo, los
cuales deben ocultarse donde corresponde”.
—Eso no tiene sentido —dijo Quigley—. ¿Crees que
está en código?
—Algo así —dijo Klaus—. Algunas partes de la
oración se quemaron, por lo que tenemos que descifrar las
palabras que faltan, como si estuvieran codificadas.

• 184 •
“Flagracion” probablemente es la última parte de la palabra
“deflagración”, una palabra elegante para incendio, y
“refu” es probablemente el principio de la palabra
“refugio”, que significa un lugar seguro. Así que la frase
probablemente diga “En el caso de que una deflagración
termine destruyendo un refugio”.
Violet se levantó y miró por encima del hombro de su
hermano—. “Tarios” —dijo—, probablemente sea
“voluntarios”, en este caso no sé qué signifique “valerse”.
—Significa “usar o hacer uso de” —dijo Klaus—,
como tú que te estás valiendo del ukelele y de los tenedores.
¿No lo entiendes? Esto dice que en el caso de que un lugar
seguro se incendie, se debe dejar un tipo de mensaje… un
“Verbal Fri Dialogo”.
—¿Pero qué podría ser un “Verbal Fri Dialogo”
—preguntó Quigley—. ¿Frívolo? ¿Friolento?
—¿Frígido? —supuso Violet—. ¿Fricado?
—Sin embargo, dice que deben ocultarse donde
corresponde —señaló Klaus—. Eso significa que el mensaje
debe ocultarse en un lugar lógico. Si se tratara de un Verbal
Cascada Diálogo, estaría oculto en la cascada. Así que

• 185 •
ninguna de esas palabras es la correcta. ¿Dónde se puede
dejar un mensaje que el fuego no pueda destruir?
—Pero el fuego destruye todo —dijo Violet—, mira la
sede. Nada ha quedado en pie a excepción de la entrada de la
biblioteca y…
—… y del refrigerador —terminó Klaus—. O bien,
podríamos decir, el frigorífico.
—¡Verbal Frigorífico Diálogo! —dijo Quigley.
—Los voluntarios debieron de haber dejado un mensaje
—dijo Klaus, que ya estaba a medio camino del
refrigerador—, en el único lugar donde sabían que no sería
tocado por el fuego.
—Y el único lugar donde a sus enemigos no se les
ocurriría mirar —dijo Quigley—. Después de todo, nunca
hay nada tan terriblemente importante en un refrigerador.
Lo que Quigley había dicho, por supuesto, no era del
todo cierto. Al igual que un sobre, una figurilla hueca, y un
ataúd, un refrigerador puede contener todo tipo de cosas, y
pueden llegar a ser muy importantes en función al tipo de día
que estés teniendo. Un refrigerador, por ejemplo, puede
contener una bolsa de hielo, lo cual sería muy importante si
te has lesionado. Un refrigerador puede contener una botella

• 186 •
de agua, lo cual sería muy importante si te estás muriendo de
sed. Y un refrigerador puede contener una cesta de fresas, lo
cual sería muy importante si un loco te dijera —Si no me das
una cesta de fresas en este momento te golpearé con este
palo largo—. Pero cuando los dos mayores Baudelaire y
Quigley Quagmire abrieron el refrigerador, no encontraron
nada que pudiera ayudar a alguien que se ha lesionado, o que
está muriendo de sed, o que está siendo amenazado por un
loco amantes de las fresas armado con un palo largo, o
cualquier cosa que pareciera ser importante en absoluto. El
refrigerador estaba casi vacío, con sólo algunas de las
usuales cosas que la gente suele guardar en un refrigerador y
que utiliza en raras ocasiones, incluyendo un tarro de
mostaza, un frasco de aceitunas, tres frascos de diferentes
tipos de mermelada, una botella de jugo de limón, y un
solitario pepinillo en un pequeño tarro de vidrio.
—No hay nada aquí —dijo Violet.
—Mira en la gaveta —dijo Quigley, apuntando a un
cajón en el refrigerador que se utiliza normalmente para
almacenar frutas y verduras. Klaus abrió el cajón y sacó unas
delgadas ramitas verdes.

• 187 •
—Huele como a verbena —dijo Klaus—, y parece que
es muy fresca, como si la hubieran recogido ayer.
—Verbena Fresca y Duradera —dijo Quigley.
—Otro misterio —dijo Violet, y sus ojos se llenaron de
lágrimas—. No tenemos nada más que misterios. No
sabemos dónde está Sunny. No sabemos dónde está el Conde
Olaf. No sabemos quién nos está enviando señales desde la
parte superior de la cascada, o lo que está tratando de
decirnos, y ahora nos encontramos con un misterioso
mensaje en un misterioso código en un misterioso
refrigerador, y con un manojo de misteriosas hierbas en la
gaveta. Estoy cansada de los misterios. Quiero que alguien
nos ayude.
—Nosotros podemos ayudar a los demás —dijo
Klaus—. Tenemos tus invenciones, los mapas de Quigley y
mis investigaciones.
—Y todos somos personas de buen leer —dijo
Quigley—. Eso debería ser suficiente para resolver cualquier
misterio.
Violet suspiró y dio una patada a algo que yacía en el
suelo ceniciento. Era la pequeña cascara de un pistacho,
ennegrecida por el incendio que destruyó la sede—. Es como

• 188 •
si ya fuéramos miembros de V.F.D. —dijo—. Hemos
enviado señales, descifrado códigos, y buscado secretos en
las ruinas de un incendio.
—¿Crees que nuestros padres se sentirían orgullosos de
nosotros —preguntó Klaus—, por seguir sus pasos?
—No lo sé —dijo Violet—. Después de todo, V.F.D
siempre ha sido un secreto.
—Tal vez nos lo iban a explicar más adelante —dijo
Klaus.
—O tal vez esperaban que nunca nos enteráramos —
dijo Violet.
—Me pregunto lo mismo —dijo Quigley—. Si pudiera
viajar en el tiempo hasta el momento en que mi madre me
mostró el pasadizo secreto en la biblioteca, le preguntaría por
qué guardaba esos secretos.
—Ese es otro misterio más —dijo Violet con tristeza, y
miró hacia la pendiente resbaladiza. Se estaba haciendo tarde
y tarde, casi de noche, y la cascada congelada parecía menos
y menos brillante con la luz del sol desapareciendo, como si
se estuviera acabando el tiempo para subir a la cima y ver
quien les había enviado la señal—. Debemos procurar
investigar los misterios que son más probables que podamos

• 189 •
resolver —dijo—. Yo subiré por la cascada y resolveré el
misterio de los Verdeante Flameante Dispositivo,
descubriendo quien está allá arriba y que es lo que quiere. Tú
debes permanecer aquí, Klaus, y resolver el misterio del
Verbal Frigorífico Diálogo, decodificando el código y
descubriendo cuál es el mensaje.
—Yo los ayudaré a ambos —dijo Quigley, sacando su
libro común de color púrpura—. Voy a dejar mi libro común
con Klaus, en caso de que pueda ser útil con los códigos. Y
subiré la cascada contigo, Violet, en caso de que necesites mi
ayuda.
—¿Estás seguro? —preguntó Violet—. Ya nos has
llevado hasta este punto, Quigley. No tienes la necesidad de
arriesgar tu vida de nuevo.
—Si quieres irte y buscar a tus hermanos —dijo
Klaus—, nosotros lo entendemos.
—No digan tonterías —dijo Quigley—. Todos somos
parte de este misterio, sea lo que sea. Por supuesto que los
ayudaré.
Los dos Baudelaire se miraron y sonrieron. En este
mundo es tan raro conocer a una persona de confianza que
en verdad te quiera ayudar, y encontrar a tal persona puede

• 190 •
hacerte sentir cálido y seguro, incluso si te encuentras en el
centro de un valle con mucho viento en lo alto de las
montañas. Por un momento, mientras su amigo les devolvía
la sonrisa, parecía como si todos los misterios ya hubieran
sido resueltos, a pesar de que Sunny seguía separada de
ellos, y el Conde Olaf seguía en libertad, y la sede
abandonada de V.F.D. aún permanecía en cenizas a su
alrededor. El hecho de saber que habían encontrado a una
persona como Quigley Quagmire, hizo sentir a Violet y
Klaus como si cada código tuviera sentido, y como si
cualquier señal fuera clara.
Violet dio un paso adelante, con los crampones-tenedor
zapatos de escalada, haciendo unos pequeños y determinados
ruidos sobre el suelo, y tomó la mano de Quigley—. Gracias
—dijo—, por ofrecerte voluntario.

• 191 •
CAPÍTULO

Diez

Violet y Quigley caminaron con cuidado a través de la


corriente congelada hasta llegar a los pies de la cascada—.
¡Buena suerte! —les gritó Klaus desde el arco de la
biblioteca en ruinas. Estaba limpiando sus gafas, como hacía
a menudo antes de emprender una investigación seria.
—¡Buena suerte! —respondió Violet, gritando por

• 192 •
encima de los furiosos vientos de la montaña, y cuando se
volteó y vio a su hermano, recordó el momento en el que los
dos hermanos estaban tratando de detener la caravana que se
precipitó por la montaña cuesta abajo. Klaus había querido
decirle algo, en caso de que el paracaídas de desaceleración
y la mezcla de sustancias pegajosas no funcionaran. Violet
tenía la misma sensación en ese momento, mientras se
preparaba para subir la cascada congelada y dejar a su
hermano atrás junto a los restos de ceniza de la sede de
V.F.D.—. Klaus… —dijo ella.
Klaus se puso las gafas y le dio a su hermana una
valiente sonrisa—. Cualquier cosa que quieras decirme —
dijo—, dímela cuando regreses.
Violet asintió con la cabeza, y golpeó el candelabro
contra un punto en el hielo. Oyó un profundo ¡thunk!, como
si estuviera tocando algo muy sólido—. Empezaremos aquí
—le dijo a Quigley—. Agárrate bien los pantalones.
La expresión “agárrate bien los pantalones”, como estoy
seguro sabes, no significa sujetar tus pantalones cuando los
llevas puestos para que no se te caigan en caso de que sean
muy amplios o no lleves un cinturón. La expresión significa
“estar listo para algo que probablemente será difícil”, y

• 193 •
realmente fue muy difícil escalar una cascada congelada en
medio de un valle azotado por el viento con nada más que un
candelabro y unos tenedores bien acomodados para ayudar a
los dos los niños en su ascenso. Les tomó unos minutos a
Violet y Quigley hacer funcionar el invento correctamente, y
empujar los tenedores en el hielo lo suficiente para
sostenerlos, pero no tanto como para quedarse atascados
permanente, y una vez que los dos estuvieron en la posición
correcta, Violet tuvo que estirarse lo más que pudo y golpear
el candelabro contra el hielo por encima de ellos para
encontrar el próximo lugar sólido por el cual subir. En los
primeros pasos, parecía que subir la pendiente de hielo de
esta manera sería imposible, pero a medida que pasaba el
tiempo, y los dos voluntarios se hacían cada vez más hábiles
con los crampones-tenedor zapatos de escalada y con el
candelabro probador de hielo, quedó claro que una vez más
las habilidades inventivas de Violet habían salvado el día,
una frase que aquí significa “permitir a Violet Baudelaire y a
Quigley Quagmire subir por una cascada congelada después
de agarrarse bien los pantalones para el difícil viaje”.

• 194 •
—Tu invento funciona —le dijo Quigley a Violet—.
Estos crampones-tenedor zapatos de escalada son
maravillosos.
—Parecen estar funcionando —coincidió Violet—, pero
no hay que cantar victoria antes de tiempo. Tenemos un
largo camino por recorrer.
—Mi hermana escribió un pareado sobre eso —dijo
Quigley, y recitó el poema de Isadora:

—“Si celebras cuando se está a medio hacer,


al terminar ni la mitad de divertido va a ser”.

Violet sonrió y extendió la mano para probar el hielo


sobre ella—. Isadora es una buena poeta —dijo Violet—, y
sus poemas han sido útiles más de una vez. Cuando
estuvimos en la Villa de la Fabulosa Desbandada, nos hizo
descubrir donde se encontraban ocultando un mensaje
secreto en una serie de pareados.
—Me pregunto si se trata de un código que aprendió de
V.F.D. —dijo Quigley—, o si lo hizo por sí misma.
—No lo sé —dijo Violet, pensativa—, Isadora y
Duncan fueron los primeros en decirnos acerca de V.F.D.,

• 195 •
pero nunca se me ocurrió que pudieran ser miembros. Sin
embargo, si pienso en ello, el código que utilizó es muy
similar al utilizado por nuestra tía Josephine. Ambos
escondieron un lugar secreto dentro de una nota, y esperaron
a que descubriéramos el mensaje oculto. Tal vez todos eran
voluntarios —quitó su crampón-tenedor zapato de escalada
izquierdo del hielo, y dio un nuevo paso a unos cuantos
centímetros más arriba—. Tal vez todos nuestros tutores han
sido miembros de V.F.D., de un lado u otro del cisma.
—Es difícil de creer —dijo Quigley—, que siempre
hemos estado rodeados de personas que llevaban a cabo
misiones secretas y no lo sabíamos.
—Es difícil de creer que estamos subiendo una cascada
congelada en las Montañas Mortmain —dijo Violet—, y, sin
embargo, aquí estamos. Quigley, ¿ves el saliente en donde
está mi crampón-tenedor zapato de escalada? Es lo
suficientemente sólido como para que los dos nos sentemos
un momento y recuperemos el aliento.
—Que bien —dijo Quigley—. Tengo una pequeña
bolsa de zanahorias en la mochila que podemos comer para
recuperar energías —el trillizo subió a donde Violet estaba
sentada, en un pequeño saliente apenas del tamaño de un

• 196 •
sofá, y se deslizó a su lado. Los dos escaladores pudieron ver
que habían subido más alto de lo que habían pensado.
Mucho más abajo estaban las ruinas ennegrecidas de la sede,
y Klaus era sólo una pequeña mancha cerca de un pequeño
arco de hierro. Quigley dio a Violet una zanahoria, quien la
mordió pensativamente.
—Sunny ama las zanahorias crudas —dijo Violet—.
Espero que esté comiendo bien, dondequiera que esté.
—También espero que mis hermanos estén comiendo
bien —dijo Quigley—. Mi padre solía decir que una buena
comida siempre levanta el ánimo.
—Mi padre solía decir lo mismo —dijo Violet, mirando
con curiosidad a Quigley—, ¿Crees que ese fuese también un
código?
Quigley se encogió de hombros y suspiró. Pequeños
trozos de hielo de la cascada caían desde los extremos de los
tenedores y volaron con el viento—. Es como si nunca
hubiéramos conocido realmente a nuestros padres —dijo.
—Los conocíamos —dijo Violet—. Sólo tenían unos
cuantos secretos, eso es todo. Todo el mundo debe tener
algún secreto.

• 197 •
—Supongo que sí —dijo Quigley—, pero pudieron
haber mencionado que se encontraban en una organización
secreta con una sede escondida en las Montañas Mortmain.
—Quizas no querían que conociéramos un lugar tan
peligroso —dijo Violet, mirando fuera del saliente—,
aunque sin duda es un hermoso lugar para ocultar una sede si
tienes que hacerlo. Aparte de los restos del incendio, la vista
es muy hermosa.
—Muy hermosa en verdad —dijo Quigley, pero no
estaba viendo la escena por debajo de él. Miraba a su lado,
donde estaba sentada Violet Baudelaire.
Muchas cosas les habían sido arrebatadas a los tres
Baudelaire. Sus padres les habían sido arrebatados, por
supuesto, y su casa les había sido arrebatada, por un terrible
incendio. Varios de sus tutores les habían sido arrebatados,
porque fueron asesinados por el Conde Olaf, o fueron
simplemente guardianes miserables que pronto perdieron el
interés por tres niños pequeños sin un lugar a donde ir. La
dignidad de los Baudelaire les había sido arrebatada, en las
ocasiones en que los hermanos se vieron obligados a usar
disfraces absurdos, y recientemente habían sido arrebatados
los unos de los otros, con Sunny secuestrada y obligada a

• 198 •
realizar tareas pesadas en la parte superior de la cascada
congelada, mientras que Violet y Klaus descubrían los
secretos de V.F.D. en la parte inferior. Pero una cosa que
había sido arrebatada de los Baudelaire de la que no se habla
a menudo es su intimidad, una palabra que aquí significa
“tiempo para estar solos, sin nadie a quien mirar o que
interfiera”. A menos que seas un ermitaño o la mitad de un
par de gemelos siameses, probablemente disfrutes
ocasionalmente de tomar un descanso de los miembros de tu
familia para disfrutar de un poco de intimidad, tal vez con un
amigo o compañero, en tu habitación o en un vagón de tren
en el que has logrado subir a bordo furtivamente. Pero desde
aquel terrible día en la Playa Salada, cuando el señor Poe fue
y les dijo a los Baudelaire que sus padres habían muerto, los
tres niños apenas habían tenido algo de privacidad. Desde la
pequeña y oscura habitación donde dormían en la casa del
Conde Olaf, hasta la atestada caravana del Carnaval Caligari,
por no lo hablar de los otros terribles lugares entre ellos, la
situación de los Baudelaire había sido siempre tan
desesperada y estrecha que rara vez podían tener un
momento para un poco de privacidad.

• 199 •
Así que, mientras que Violet y Quigley descansan
durante unos minutos más en un saliente a mitad de la
cascada congelada, voy a aprovechar esta oportunidad para
darles un poco de privacidad, por lo que no escribiré nada
más de lo que sucedió entre los dos amigos en esa fría tarde.
Es cierto que hay aspectos de mi vida personal que nunca
escribiré, por lo valiosos que son para mí, y le ofreceré a la
mayor de los Baudelaire la misma cortesía. Te diré que los
dos jóvenes retomaron el ascenso, y que la tarde poco a poco
se tornó en la noche y que tanto Violet como Quigley tenían
pequeñas sonrisas secretas en sus rostros mientras que el
candelabro probador de hielo y los crampones-tenedor
zapatos de escalada les ayudaban a acercarse cada vez más al
pico más alto de las montañas, pero ha habido tan poca
intimidad en la vida de Violet Baudelaire que la dejaré
conservar unos pocos momentos importantes para ella
misma, en lugar de compartirlos con mis angustiados y
llorosos lectores.
—Ya casi llegamos —dijo Violet—. Es difícil ver con
la puesta de sol, pero creo que ya casi llegamos a la cima del
pico.

• 201 •
—No puedo creer que hemos estado escalando durante
toda la tarde —dijo Quigley.
—No toda la tarde —le recordó con una sonrisa
tímida—. Creo que esta cascada es casi tan alta como el
número 667 de la Avenida Oscura. Nos tomó mucho tiempo
el subir y bajar por el hueco del ascensor tratando de rescatar
a tus hermanos. Espero que esta vez tengamos más éxito.
—Yo también —dijo Quigley—. ¿Qué crees que
encontraremos en la cima?
—¡Set! —fue la respuesta.
—No te pude oír por el viento —dijo Quigley—. ¿Qué
dijiste?
—Yo no he dicho nada —dijo Violet. Se esforzó para
ver por encima de ella, tratando de ver a través de la tenue
luz del crepúsculo, y casi sin atreverse a albergar esperanzas
de que hubiera escuchado bien.
De todas las palabras en Inglés, idioma en el que
originalmente fue escrito este libro, la palabra “set” es la que
tiene el mayor número de definiciones, y si abres un buen
diccionario y lees la larga, larga entrada de la palabra,
comenzarás a pensar que “set” ni siquiera es una palabra,
sino sólo un sonido que significa cosas diferentes

• 202 •
dependiendo de quién lo dice. Si un grupo de músicos de
jazz dice “set”, por ejemplo, se refiere probablemente a las
canciones que planean tocar en un club esa noche,
suponiendo que el club no se esté incendiando. Si el dueño
de un restaurante usa la palabra “set”, podría referirse a un
grupo de copas de vino idénticas o a un grupo de camareras
que tienen el mismo aspecto o se parecen mucho. Un
bibliotecario podría decir “set” para referirse a una colección
de libros de un mismo autor o sobre un mismo tema, y un
egiptólogo podría utilizar la palabra “set” para referirse al
antiguo dios del mal, aunque es algo que no se menciona
muy a menudo en una conversación. Pero cuando Violet
escuchó la palabra “set” proveniente de la cima del Monte
Fraught, no creyó que se tratara de un grupo de músicos de
jazz, o un dueño de un restaurante, o de un bibliotecario o de
un egiptólogo hablando de melodías de jazz, de copas, de
camareras, de libros temáticos, o de un oso hormiguero
negro e inmoral, quien es el peor enemigo del dios Osiris.
Violet elevó y clavo su tenedor tan alto como pudo, y vio
que los rayos del sol se reflejaban en un gran y largo diente,
y Violet se dio cuenta de que esta vez la definición de la

• 203 •
palabra “set” significaba “¡Sabía que me encontrarías!” y
que la persona que la estaba diciendo era Sunny Baudelaire.
—¡Set! —dijo Sunny de nuevo.
—¡Sunny! —gritó Violet.
—¡Sssh! —dijo Sunny.
—¿Qué sucede? —preguntó Quigley a unos cuentos
pasos detrás de Violet.
—Es Sunny —dijo Violet, y subió hasta la cima del
pico para ver a su hermana pequeña, de pie junto al auto del
Conde Olaf y con una sonrisa de oreja a oreja. Sin decir una
palabra, las dos hermanas Baudelaire se abrazaron
fuertemente, teniendo cuidado Violet de no clavarle a Sunny
el tenedor que llevaba. Cuando Quigley llegó a la cima del
pico y se acercó hasta apoyarse en uno de los neumáticos del
auto, las dos Baudelaire sonreían con lágrimas en los ojos.
—Yo sabía que te volvería a ver, Sunny —dijo Violet—
. Lo sabía.
—¿Klaus? —preguntó Sunny.
—A salvo y cerca —dijo Violet—. Él también sabía
que te encontraríamos.

• 204 •
—Set —coincidió Sunny, pero luego se dio cuenta de
Quigley y sus ojos se agrandaron—. ¿Quagmire? —preguntó
con asombro.
—Sí —dijo Violet—. Este es Quigley Quagmire,
Sunny. Sobrevivió al incendio —Sunny caminó tambaleante
hasta Quigley y le estrechó la mano—. Nos guió hasta la
sede, Sunny, con un mapa dibujado por él mismo.
—Arigato —dijo Sunny, que significaba algo así como
“Gracias por tu ayuda, Quigley”.
—¿Fuiste tú quien nos envió la señal? —preguntó
Quigley.
—Sí —dijo Sunny—. Lox.
—¿El Conde Olaf te ha obligado a que te encargues de
cocinar? —Violet le preguntó desconcertada.
—Vaccurum —dijo Sunny.
—Olaf incluso la obligó a limpiar migas de patatas
fritas del auto —Violet le tradujo a Quigley—, forzándola a
soplar tan fuerte como pudiera.
—¡Eso es ridículo! —dijo Quigley.
—Cenicienta —dijo Sunny. Quería decir algo como
“Tuve que hacer todas las tareas y fui humillada todo el

• 205 •
tiempo”, pero Violet no tuvo tiempo de traducir debido al
sonido de la áspera voz del Conde Olaf.
—¿Dónde estás, Bebelaire? —preguntó, añadiendo un
apodo absurdo a su lista de insultos—.He pensado en más
tareas que puedes hacer.
Los tres niños se miraron unos a otros en pánico—.
Ocultarse —susurró Sunny, y no hubo necesidad de
traducción. Violet y Quigley miraron a su alrededor el
paisaje desolado de la cima en busca de un escondite, pero
sólo había un lugar a donde ir.
—Debajo del auto —dijo Violet, y ella y Quigley se
metieron debajo del largo y negro automóvil, que era tan
sucio y maloliente como su propietario. Como inventora, la
mayor de los Baudelaire había mirado de cerca la maquinaria
automotriz cientos de veces, pero nunca había visto una
situación tan extrema de deterioro, una frase que aquí
significa “la parte inferior de un automóvil en tan malas
condiciones que el aceite del motor goteaba sobre las
cabezas de ella y su compañero”. Pero Violet y Quigley no
tenían tiempo que perder pensando en sus contrariedades.
Ocultaron tan pronto como pudieron sus crampones-tenedor
zapatos de escalada cuando el Conde Olaf y sus compinches

• 206 •
llegaron. Debajo de él auto, los dos voluntarios sólo podían
ver el tatuaje del villano en su mugriento tobillo por encima
de su zapato izquierdo y un par de zapatillas de tacón alto
muy a la moda, decoradas con purpurina y pequeños
estampados de ojo, que sólo podían pertenecer a Esmé
Miseria.
—Durante todo el día sólo hemos comido salmón
ahumado, y ya casi es la hora de cenar —dijo el Conde
Olaf—. Es mejor que comiences a cocinar, huérfana.
—Mañana es la Falsa Primavera —dijo Esmé—, y sería
muy in tener una cena de la Falsa Primavera.
—¿Has oído eso, dentona? —Olaf preguntó—. Mi
novia quiere una cena con estilo. Dedícate a tu trabajo.
—Olaf, te necesitamos —dijo una voz muy profunda, y
Violet y Quigley vieron dos pares de siniestros zapatos
negros aparecer detrás del villano y de su novia, cuyo
calzado hizo que se estremecieran y se comenzaran a mover
nerviosamente. De repente, parecía que hacía mucho más
frío por debajo del auto, por lo que Violet tuvo que empujar
sus piernas contra los neumáticos para no temblar y terminar
haciendo ruido.

• 207 •
—Sí, Olaf —coincidió la voz ronca de un hombre con
barba pero sin pelo, aunque Violet y Quigley no podían
verlo—. Nuestro plan de reclutamiento se llevará a cabo a
primera hora de la mañana, así que te necesitamos para
extender la red sobre la tierra.
—¿No se lo puedes pedir a uno de nuestros empleados?
—preguntó Esmé—. Ahí está el Hombre con Ganchos en
vez de Manos, las dos mujeres empolvadas, y los tres
fenómenos que recogimos en el carnaval. Son ocho personas,
si ustedes se incluyen, para extender la red. ¿Por qué
deberíamos hacerlo nosotros?
Los cuatro zapatos negros avanzaron hacia las zapatillas
de tacón alto muy a la moda de Esmé y al tatuaje de Olaf—.
Harás esto —dijo la mujer con pelo pero sin barba—, porque
yo lo digo.
Hubo una larga y siniestra pausa, y luego el Conde Olaf
se rió estridentemente—. Ese es un buen punto —dijo—.
Vamos, Esmé. Ya le hemos dado órdenes a la mocosa, así
que no hay nada más que hacer por aquí de todos modos.
—Eso es cierto —coincidió Esmé—. De hecho, estaba
pensando en empezar a fumar de nuevo, porque estoy
aburrida. ¿Tienes más de esos cigarrillos verde?

• 208 •
—Me temo que no —respondió el hombre con barba
pero sin pelo, alejándose junto a los villanos del auto—. Fue
el único que encontré.
—Qué lástima —dijo Esmé—. No me gustó su sabor u
olor, y son muy malos para la salud, pero los cigarrillos son
muy in y me gustaría fumar otro.
—Tal vez haya otro en las ruinas de la sede —dijo la
mujer con pelo pero sin barba—. Es difícil encontrar algo en
medio de todas las cenizas. Buscamos por días y no pudimos
encontrar el Azucarero.
—No delante de la bebé —dijo Olaf rápidamente, y los
cuatro pares de zapatos se alejaron.
Violet y Quigley se quedaron debajo del auto hasta que
Sunny dijo—. Vialibre —que significaba algo así como “Es
seguro salir ahora”.
—Esas eran personas terribles —dijo Quigley con un
estremecimiento, sacudiendo el aceite y la suciedad de su
abrigo—. Me hicieron sentir escalofríos por todas partes.
—Sin duda, tenían un aura amenazante —coincidió
Violet en un susurro—. Los pies con el tatuaje eran del
Conde Olaf, y las zapatillas de tacón alto muy a la moda eran
de Esmé Miseria. Pero, ¿Quiénes eran los otros dos, Sunny?

• 209 •
—Unno Narsonist —murmuró Sunny. Quería decir algo
como “no lo sé, pero sé que ellos incendiaron la sede de
V.F.D.” y Violet se apresuró a explicar esto a Quigley.
—Klaus encontró un mensaje importante que
sobrevivió al incendio —dijo Violet—. Cuando regresemos
al terminar de bajar la cascada, estoy segura de que ya habrá
descifrado el mensaje. Vamos.
—Novoy —dijo Sunny, que significaba—. No creo que
deba acompañarlos.
—¿Por qué diablos no? —Violet le preguntó.
—Unasanc —dijo Sunny.
—Sunny dice que los villanos mencionaron un lugar
seguro más donde los voluntarios se reúnen —explicó Violet
a Quigley.
—¿Sabes dónde está? —preguntó Quigley.
Sunny negó con la cabeza—. Olafpediente —dijo.
—Pero si el conde Olaf tiene el expediente Snicket —
dijo Violet—. ¿Cómo sabrás donde se encuentra ese lugar
seguro?
—Matahari —dijo, lo que significaba algo así como “Si
me quedo, puedo espiarlos y averiguarlo”.

• 210 •
—De ninguna manera —dijo Violet, después de haber
traducido—. No es seguro que te quedes aquí, Sunny. Ya es
bastante malo que Olaf te haya obligado a cocinar.
—Lox —señaló Sunny.
—Pero, ¿Qué prepararás para una cena de la Falsa
Primavera? —le preguntó Violet.
Sunny le dio a su hermana una sonrisa y caminó a la
cajuela del auto. Violet y Quigley la oyeron hurgar entre los
suministros restantes, pero se quedaron dónde estaban para
no ser vistos por Olaf o cualquiera de sus secuaces. Cuando
Sunny regresó, tenía una sonrisa triunfal en su rostro, y un
trozo congelado de espinacas, una bolsa grande de hongos, la
lata de castañas de agua, y la enorme berenjena en sus
brazos—. ¡Rollitos de la Falsa Primavera! —dijo ella, lo que
significaba algo así como “un surtido de verduras envueltas
en hojas de espinaca, preparados en honor a la Falsa
Primavera”.
—Me sorprende que incluso puedas cargar la berenjena,
¿Cómo vas a prepararla sola? —dijo Violet—. Debe pesar
tanto como tú.
—Suppertunity —dijo Sunny. Quería decir algo así
como “Servir la cena a los villanos será una oportunidad

• 211 •
perfecta para escuchar su conversación” y Violet tradujo a
regañadientes.
—Parece peligroso —dijo Quigley.
—Por supuesto que es peligroso —dijo Violet—. Si te
descubren espiando, ¿Qué es lo que harás?
—Ga ga goo goo —dijo Sunny, que significaba—. No
voy a ser capturada, porque creo que soy más que una bebé
indefensa.
—Creo que tu hermana tiene razón —dijo Quigley—.
De una forma u otra no sería seguro llevarla cargando
mientras descendemos por la cascada. Necesitamos nuestras
manos y pies para el descenso. Deja a Sunny investigar el
misterio que tiene mayor oportunidad de poder resolver,
mientras trabajamos en un plan de escape.
Violet negó con la cabeza—. No quiero dejar a mi
hermana detrás —dijo—. Los Baudelaire nunca deben ser
separados.
—Separado Klaus —remarcó Sunny.
—Si hay otro lugar donde los voluntarios se reúnen —
dijo Quigley—, tenemos que saber dónde está. Sunny puede
descubrirlo por nosotros, pero sólo si se queda aquí.

• 212 •
—No voy a dejar a mi hermana bebé en la cima de una
montaña —dijo Violet.
Sunny dejó caer los vegetales al suelo y se acercó a su
hermana y sonrió—. Yo no soy una bebé —dijo Sunny, y la
abrazó. Fue la frase más larga que la joven Baudelaire había
dicho, y mientras Violet miraba a su hermana, se dio cuenta
de que era verdad. Sunny en realidad ya no era un bebé. Ella
era una niña pequeña con inusuales dientes afilados, con
notables habilidades culinarias, y con la oportunidad de
espiar a un grupo de villanos y descubrir un pedazo de
información crucial. En algún momento, durante las
catastróficas desdichas que les habían ocurrido a los tres
huérfanos, Sunny había superado su primera infancia, y
aunque Violet se puso un poco triste al pensar en ello,
también se sentía orgullosa y le dio a su hermana una
sonrisa.
—Supongo que tienes razón —dijo Violet—. Ya no
eres un bebé. Pero ten cuidado, Sunny. Eres una niña
pequeña, pero aun así es muy peligroso para una niña
pequeña espiar a los villanos. Y recuerda que estamos justo
al pie de la pendiente, Sunny. Si nos necesitas, sólo envíanos
nuevamente una señal.

• 213 •
Sunny abrió la boca para contestar, pero antes de que
pudiera emitir sonido alguno, los tres niños escucharon un
largo y perezoso ruidoso silbido venir por debajo del auto de
Olaf, como si una de las serpientes del Dr. Montgomery se
hubiera escondido allí. El auto se balanceó ligeramente, y
Violet señaló uno de los neumáticos de Olaf, que se había
desinflado por completo—. Debo haberlo pinchado —dijo
Violet—, con los crampones-tenedor zapatos de escalada.
—Supongo que no es algo agradable de hacer —dijo
Quigley—, pero no puedo decir que lo siento.
—¿Cómo va la cena, dentona? —dijo la cruel voz del
Conde Olaf por encima del sonido del viento.
—Creo que será mejor que nos vayamos antes de que
nos descubran —dijo Violet, dándole a su hermana un
abrazo y un beso en la frente—. Nos vemos pronto, Sunny.
—Adiós, Sunny —dijo Quigley—. Estoy muy contento
de que finalmente nos hayamos conocido en persona. Y
muchas gracias por ayudarnos a encontrar el último lugar
seguro.
Sunny Baudelaire miró Quigley, y luego a su hermana
mayor, y dio a los dos una gran y feliz sonrisa en la que
mostró todos sus impresionantes dientes. Después de pasar

• 214 •
tanto tiempo en compañía de los villanos, estaba feliz de
estar con gente que respetara sus habilidades, que apreciara
su trabajo, y que entendiera su forma de hablar. Incluso si
Klaus se encontraba al pie de la cascada, Sunny se sentía
como si estuviera felizmente reunida con su familia, y que
sus aventuras en las Montañas Mortmain tendrían un final
feliz. Ella estaba equivocada acerca de eso, por supuesto,
pero en ese momento la joven Baudelaire se limitó a sonreír
a esas dos personas que se preocupaban por ella, una que
acababa de conocer y otra a la que había conocido toda su
vida, y sintió como si estuviera creciendo cada vez más en
ese momento.
—Feliz —dijo la joven, y todos los que la oyeron
entendieron lo que quería decir.

• 215 •
CAPÍTULO

Once

Si alguna vez has mirado la imagen de alguien que acaba de


tener una idea, es posible que observes el dibujo de una
bombilla encima de su cabeza. Por supuesto, no suele ser
común que haya una bombilla suspendida en el aire cuando
alguien tiene una idea, pero la imagen de una bombilla sobre
la cabeza de alguien se ha convertido en una
especie de símbolo del
pensamiento, así como la
imagen de un ojo, por
desgracia, se convirtió en un
símbolo de la delincuencia y del escabroso comportamiento
en lugar de la integridad, la prevención de incendios, y del
buen leer.
Mientras Violet y Quigley descendían por la pendiente
resbaladiza de la cascada congelada, sus crampones-tenedor
zapatos de escalada atravesaban el hielo a cada paso, y
miraron hacia abajo y vieron, iluminado por los últimos
rayos del sol poniente, la figura de Klaus. Llevaba una
linterna sobre su cabeza para ayudar a los dos escaladores a
encontrar su camino hacia abajo, pero parecía como si
acabara de tener una idea.
—Debe de haber encontrado una linterna entre los
escombros —dijo Quigley—. Se parece a la que Jacques me
dio.
—Espero que haya encontrado la información necesaria
para decodificar el Verbal Frigorífico Dialogo —dijo Violet,
y golpeó el candelabro por debajo de sus pies—. Ten
cuidado aquí, Quigley. El hielo se siente delgado. Vamos a
tener que bajar alrededor de él.
—El hilo es menos solido que en nuestro ascenso —
dijo Quigley.

• 217 •
—No es de extrañar —dijo Violet—. Hemos hecho
varios agujeros con los tenedores. En el momento en que
llegue la Falsa Primavera, probablemente está pendiente sólo
esté medio congelada.
—En el momento en el que llegue la Falsa Primavera
—dijo Quigley—. Espero que estemos en camino hacia el
último lugar seguro.
—Yo también —dijo Violet en voz baja, y los dos
escaladores no dijeron nada más hasta que llegaron al pie de
la cascada y cruzaron con cuidado la corriente congelada a lo
largo del camino que Klaus iluminaba con su linterna.
—Estoy tan feliz de que hayan regresado en una sola
pieza —dijo Klaus, apuntando su linterna en dirección a los
restos del comedor—. Parece que fue un viaje muy
resbaladizo. Está haciendo frío, pero si nos sentamos detrás
de la entrada de la biblioteca, nos resguardaremos de los
vientos.
Pero Violet estaba tan ansiosa por decirle a su hermano
a quien había encontrado en la cima del pico que no podía
esperar más—. Era Sunny —dijo—, Sunny estaba en la
cima. Fue ella quien nos envió las señales.

• 218 •
—¿Sunny? —preguntó Klaus, con sus ojos tan grandes
como su sonrisa—. ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Está a salvo?
¿Por qué no la trajiste?
—Ella está a salvo —dijo Violet—. Está con el Conde
Olaf, pero está a salvo.
—¿Le ha hecho daño? —preguntó Klaus.
Violet negó con la cabeza—. No —dijo—. La obliga
hacer la comida y la limpieza.
—¡Pero ella es una bebé! —dijo Klaus.
—Ya no más —dijo Violet—. No lo hemos notado,
Klaus, pero ha crecido bastante. Ella es demasiado joven
para hacerse cargo de todas las tareas, por supuesto, pero en
algún momento, durante todas las dificultades que hemos
pasado, dejó de ser una bebé.
—Ella es lo suficientemente mayor como para escuchar
a hurtadillas —dijo Quigley—. Descubrió quien incendio la
sede de V.F.D.
—Son dos personas terribles, un hombre y una mujer,
quienes tienen un aura amenazante —dijo Violet—. Incluso
el Conde Olaf les tiene un poco de miedo.
—¿Qué están haciendo todos ahí arriba? —Klaus
preguntó.

• 219 •
—Están teniendo una especie de reunión de villanos —
dijo Quigley—. Los hemos oído mencionar algo acerca de
un plan de reclutamiento y de una gran red.
—Eso no suena muy bien —dijo Klaus.
—Hay más, Klaus —dijo Violet—. El Conde Olaf tiene
el expediente Snicket, y se enteró de un lugar secreto… el
último lugar seguro donde los miembros de V.F.D. pueden
reunirse. Es por eso que Sunny se quedó allí. Si puede lograr
escuchar a hurtadillas donde se encuentra ese lugar,
sabremos a donde ir para conocer al resto de los voluntarios.
—Espero que tenga éxito —dijo Klaus—. Sin esa
información, todo lo que he descubierto es inútil.
—¿Qué has descubierto? —Quigley preguntó.
—Te mostraré —dijo Klaus, y caminó en dirección a
las ruinas de la biblioteca, donde Violet podía ver que había
estado trabajando. Su cuaderno común de color azul oscuro
estaba abierto, y pudo ver varias páginas llenas de notas.
Cerca de allí había una gran cantidad de trozos de papel a
medio quemar, apilados debajo de una taza de té quemada
que Klaus había utilizado como pisapapeles, y todas las
cosas del refrigerador estaban colocadas con precisión sobre
el suelo en un semicírculo: el tarro de mostaza, el frasco de

• 220 •
aceitunas, los tres frascos de diferentes tipos de mermelada,
y la Verbena Fresca y Duradera. El tarro de vidrio, que
contenía un solitario pepinillo, y la botella de jugo de limón
estaban a un lado—. Esta investigación es una de las más
difíciles que he hecho —dijo Klaus, sentado al lado de su
libros común—. La biblioteca jurídica de Justicia Strauss era
confusa, y la biblioteca gramatical de Tía Josephine era
aburrida, pero la biblioteca en ruinas V.F.D. fue un gran
desafío. Aunque sabía que el libro que estaba buscando
podría estar reducido a cenizas.
—¿Encontraste algo sobre el Verbal Frigorífico
Dialogo? —Quigley le preguntó, sentándose a su lado.
—Al principio, no —dijo Klaus—. El trozo de papel
que nos condujo al refrigerador estaba casi totalmente en
cenizas, lo que me dificultó un poco la búsqueda. Pero
finalmente encontré una página que probablemente
pertenezca al mismo libro —tomó su libro común y levantó
la linterna para poder ver las páginas—. La página estaba en
tan mal estado —dijo—, que inmediatamente la copié en mi
libro común. En ella se explica cómo funciona el código en
su totalidad.

• 221 •
—Léelo para nosotros —dijo Violet, y Klaus cumplió,
una palabra que aquí significa “seguir la sugerencia de
Violet y leer un párrafo muy complicado en voz alta,
explicando todo a medida que avanzaba”.
—“El Verbal Frigorífico Dialogo —leyó—, es un
sistema de comunicación de emergencia que utiliza los
productos más esotérico disponibles en el refrigerador. Los
voluntarios sabrán que el código está siendo utilizado por la
presencia de Ver…” —levantó la vista de su libro común—.
La frase termina ahí —dijo—, pero supongo que “Ver” es el
principio de “Verbena Fresca y duradera”. Si hay Verbena
Fresca y Duradera en el refrigerador, eso significa que
también hay un mensaje.
—Entiendo esa parte —dijo Violet—, pero, ¿qué
significa “esotérico”?
—En este caso —dijo Klaus—, creo que se refiere a
cosas que no son muy utilizadas… las cosas que se quedan
por mucho tiempo en el refrigerador.
—Al igual que la mostaza y la mermelada y cosas por
el estilo —dijo Violet—. Entiendo.
—“El destinatario del mensaje debe encontrar sus
iniciales, como lo señala más adelante uno de nuestros

• 222 •
voluntarios poetas, de la siguiente manera” —continuó
Klaus—. Y luego hay un breve poema:

De los tres tarros de mermelada el más oscuro será,


el que definitivamente el destinatario contendrá.

—Ese es un pareado —dijo Quigley—, como los que


mi hermana escribe.
—No creo que tu hermana haya escrito ese poema en
particular —dijo Violet—. Este código probablemente fue
inventado antes de que tu hermana naciera.
—Eso es lo mismo que pensé —dijo Klaus—, pero me
hizo pensar quién podría haberle enseñado a hacer pareados
a Isadora. Tal vez era un voluntario.
—Ella tenía un profesor de poesía cuando éramos
pequeños —dijo Quigley—, pero yo nunca lo conocí. Yo
siempre tuve clases de cartografía.
—Y tus habilidades cartográficas —dijo Violet—, nos
llevaron a la sede.
—Y tus habilidades inventivas —dijo Klaus—, les han
permitido subir el Monte Fraught.

• 223 •
—Y tus habilidades de investigación nos están
ayudando —dijo Violet—. Es como si hubiéramos sido
entrenados para esto, sin siquiera saberlo.
—Nunca pensé en aprender acerca de los mapas como
un medio de entrenamiento —dijo Quigley—, simplemente
me gustaba.
—Bueno, no he tenido un gran entrenamiento en la
poesía —dijo Klaus—, pero el pareado parece decir que
dentro del tarro de mermelada más oscuro está el nombre de
la persona a la que se supone va dirigida el mensaje.
Violet miró los tres tarros de mermelada—. Aquí hay de
albaricoque, de fresa y de boysenberry —dijo—. La de
boysenberry es la más oscura.
Klaus asintió con la cabeza y desenrosco la tapa del
tarro de mermelada de boysenberry—. Miren —dijo, y
apuntó con su linterna el objeto para que Violet y Quigley
pudieran ver. Alguien había tomado un cuchillo y había
escrito dos letras en la superficie de la mermelada: J y S.
—J.S. —dijo Quigley—. Jacques Snicket.
—El mensaje no puede ser para Jacques Snicket —dijo
Violet—. Está muerto.

• 224 •
—Quizás el que escribió el mensaje no lo sabía —dijo
Klaus y continuó leyendo las notas de su libro común—. “Si
es necesario, el diálogo hace uso de un calendario en el que
se utilizan frutas para definir los días de la semana, con el fin
de anunciar la fecha en la que se realizará una reunión. El
domingo es representado por una sola…”, Aquí la frase se
corta de nuevo, pero creo que significa que las aceitunas
dentro del tarro son un código para saber que día de la
semana se llevará a cabo una reunión. Para el domingo debe
utilizarse una aceituna, para el lunes dos, y así
sucesivamente.
—¿Cuántas aceitunas hay en el tarro? —Quigley
preguntó.
—Cinco —dijo Klaus, arrugando la nariz—. No me
gusta contarlas. Desde que los Miseria nos dieron esos
martinis acuosos, el sabor de las aceitunas no es de mi
agrado.
—Cinco aceitunas quiere decir Jueves —dijo Violet.
—Hoy es Viernes —dijo Quigley—. La reunión de los
voluntarios es en menos de una semana.
Los dos Baudelaire asintieron con la cabeza, y Klaus
abrió su libro común de nuevo—. “Cualquier condimento

• 225 •
hecho a base de especias —leyó—, debe tener en su etiqueta
un código que debe referir a los voluntarios a un poema
codificado”.
—No lo entiendo —dijo Quigley.
Klaus suspiró, y tomó el frasco de mostaza—. Aquí es
donde realmente se pone complicado. La mostaza es un
condimento hecho a base de especias, y de acuerdo con el
código, debe referirnos a un poema de algún tipo.—
—¿Cómo puede la mostaza referirnos a un poema? —
preguntó Violet.
Klaus sonrió—. Estuve perplejo por un largo tiempo —
dijo—, pero finalmente se me ocurrió mirar la lista de
ingredientes. Escuchen esto: “Vinagre, semillas de mostaza,
sal, cúrcuma, el cuarteto final de la undécima estrofa de “El
jardín de Proserpina”, por Algernon Charles Swinburne, y
calcio disódico, un conservador supuestamente natural”. Un
cuarteto tiene cuatro versos de un poema, y una estrofa es
otra palabra para verso. Ellos escondieron la referencia de un
poema en la lista de ingredientes.
—Es el lugar perfecto para esconder algo —dijo
Violet—. Nadie lee las etiquetas detenidamente. Pero,
¿encontraste el poema?

• 226 •
Klaus frunció el ceño y levantó taza de té—. Bajo el
signo de madera quemado que decía “Poesía”, encontré un
montón de papeles quemados prácticamente casi
desintegrados —dijo—, pero este es el único fragmento
sobreviviente, y también es el cuarteto final de la undécima
estrofa de “El jardín de las Proserpina”, por Algernon
Charles Swinburne.
—Que conveniente —dijo Quigley.
—Un poco demasiado conveniente —dijo Klaus—. La
biblioteca fue destruida, y el único poema que sobrevivió es
justo el que necesitamos. Esto no puede ser una coincidencia
—levantó el trozo de papel para que Violet y Quigley
pudieran verlo—. Es como si alguien supiera que estábamos
buscando esto.
—¿Qué es lo que dice el cuarteto? —preguntó Violet.
—No es algo muy alegre —dijo Klaus, e inclinó la
linterna para poder leerlo:

—Que la vida no sea eterna,


Que nunca los muertos hombres se levanten,
Que hasta el río más perezoso
Llegue en sus giros al reposo del mar.

• 227 •
Los niños se estremecieron y sentados se acercaron más
los unos a los otros. Cada vez oscurecía más, y la linterna de
Klaus era prácticamente lo único que podían ver. Si alguna
vez te has encontrado sentado en la oscuridad con una
linterna, tal vez hayas experimentado la sensación de que
algo se esconde más allá del círculo de luz que emite la
linterna, y leer un poema acerca de hombres muertos no es la
mejor manera de hacerte sentir mejor.
—Ojalá Isadora estuviera aquí —dijo Quigley—.
Podría decirnos lo que significa el poema.
—Que hasta el río más perezoso, Llegue en sus giros al
reposo del mar —repitió Violet—. ¿Crees que se refiere al
último lugar seguro?
—No lo sé —dijo Klaus—. No he encontrado nada que
nos ayude a entender el poema.
—¿Qué pasa con el jugo de limón? —Violet le
preguntó—. ¿Y el pepinillo?
Klaus negó con la cabeza, aunque su hermana apenas
podía verlo en la oscuridad—. Tal vez había algo más en el
mensaje —dijo—, pero todo se ha convertido en humo. No
he podido encontrar nada más en la biblioteca que pareciera
útil.

• 228 •
Violet tomó el trozo de papel de su hermano y miró el
cuarteto—. Hay algo escrito aquí —dijo—, una palabra
escrita con lápiz, pero es demasiado tenue como para
poderse leer.
Quigley buscó en su mochila—. Había olvidado que
tenemos dos linternas —dijo, e iluminó el papel con una
segunda luz. Efectivamente, había una palabra, escrita con
lápiz muy tenuemente al lado de los cuatro últimos versos de
la undécima estrofa del poema. Violet, Klaus y Quigley se
inclinaron tanto como pudieron para ver lo que decía. Los
vientos nocturnos hicieron crujir el frágil papel, e hizo
temblar a los niños, quienes sacudieron las linternas, pero
finalmente la luz iluminó el cuarteto y pudieron ver las
palabras escritas.
—Azucarero —dijeron al unísono, y se miraron unos a
otros.
—¿Qué significa eso? —preguntó Klaus.
Violet suspiró—. Cuando estábamos escondidos debajo
del auto —le dijo a Quigley—, uno de los villanos dijo algo
acerca de que estaban buscado el Azucarero, ¿recuerdas?
Quigley asintió con la cabeza y sacó su libro común de
color púrpura—. Jacques Snicket mencionó un Azucarero

• 229 •
una vez —dijo—, cuando estábamos en la biblioteca del Dr.
Montgomery. Dijo que era muy importante encontrarlo.
Escribí esto en la parte superior de una página de mi libro
común dejando un espacio en blanco, por lo que podría
añadir cualquier información que descubriera acerca de su
paradero —levantó la página para que los dos Baudelaire
pudieran ver que no había nada escrito—. Nunca supe nada
más —dijo.
Klaus suspiró—. Parece que cuanto más sabemos,
encontramos más misterios. Llegamos a la sede de V.F.D. y
decodificamos un mensaje, y todo lo que sabemos es que hay
un último lugar seguro, y que los voluntarios se reunirán allí
el jueves.
—Eso podría ser suficiente —dijo Violet—, si Sunny
descubre dónde está ese lugar seguro.
—Pero, ¿Cómo vamos a conseguir salvar a Sunny de
las garras del Conde Olaf? —Klaus preguntó.
—Con nuestros crampones-tenedor zapatos de escalada
—dijo Quigley—. Podemos subir de nuevo y rescatar a
Sunny.
Violet negó con la cabeza—. En el momento en el que
se den cuenta de que Sunny se ha ido —dijo—. Nos

• 230 •
encontrarán. Desde el Monte Fraught, se puede ver todo y a
todos a muchas millas y millas de distancia, y nos superan en
número.
—Eso es verdad —admitió Quigley—. Hay diez
villanos allí, y sólo cuatro de nosotros. Entonces ¿cómo la
recataremos?
—Olaf tiene a alguien a quien amamos —dijo Klaus
pensativo—. Si tuviéramos algo que el amara, podríamos
intercambiarlo por Sunny. ¿Qué es lo que ama el Conde
Olaf?
—El dinero —dijo Violet.
—Los incendios —dijo Quigley.
—No tenemos dinero —dijo Klaus—, y Olaf no
intercambiaría a Sunny por un incendio. Debe haber algo que
realmente ame… algo que lo haga feliz, algo que lo haría
muy infeliz si se lo quitaran.
Violet y Quigley se miraron y sonrieron—. El Conde
Olaf ama a Esmé Miseria —dijo Violet—. Si lográramos
convertir a Esmé en nuestra prisionera, podríamos realizar
un intercambio.
—Es cierto —dijo Klaus—. Sin embargo, Esmé no es
nuestra prisionera.

• 231 •
—Podríamos tomarla como prisionera —dijo Quigley,
y todos se quedaron en silencio. Tomar a alguien como
prisionero, por supuesto, es un acto muy villanesco de hacer,
y cuando piensas en hacer un acto villanesco —incluso si
tienes una muy buena razón para pensar en hacerlo— puede
que también te sientas como un villano. Últimamente, los
Baudelaire habían estado haciendo cosas como usar disfraces
y ayudar a quemar un carnaval, y estaban comenzando a
sentirse cada vez más como villanos. Pero Violet y Klaus
nunca había hecho nada tan villanesco como tomar a alguien
como prisionero, y al mirar a Quigley podían notar que se
sentía tan incómodo como ellos, sentado en la oscuridad
pensando un villanesco plan.
—¿Cómo lo haremos? —Klaus preguntó en voz baja.
—Debemos atraerla hacia nosotros —dijo Violet—, y
atraparla.
Quigley escribió algo en su libro común—. Podríamos
utilizar los Verdeantes Flameantes Dispositivos —dijo—,
Esmé cree que son unos cigarrillos, y ella piensa que los
cigarrillos son muy in. Si encendemos alguno de ellos, puede
que huela el humo y venga aquí.
—Pero entonces, ¿qué? —Klaus preguntó.

• 232 •
Violet se estremeció con el frío, y buscó en su bolsillo.
Sus dedos tropezaron con el cuchillo de pan largo, que casi
había olvidado estaba ahí, y luego encontró lo que estaba
buscando. Sacó la cinta de su bolsillo y se recogió el pelo
para que no le entrase en los ojos. La mayor de los
Baudelaire no podía creer que estaba utilizando sus
habilidades inventivas para idear una trampa—. La trampa
más fácil de construir —dijo—, es un agujero. Podemos
cavar un agujero profundo, y cubrirlo con un poco de madera
quemada, por lo que Esmé no podrá verlo. La madera se ha
debilitado por el fuego, así que cuando camine por ahí...
Violet no terminó la frase, pero a la luz de las linternas
pudo ver que Klaus y Quigley asintieron con la cabeza—.
Los cazadores han utilizado trampas como esas desde hace
siglos —dijo Klaus—, para capturar animales salvajes.
—Eso no me hace sentir mejor —dijo Violet.
—¿Cómo podemos cavar un agujero? —preguntó
Quigley.
—Bueno —dijo Violet—, no tenemos ninguna
herramienta, por lo que probablemente tendremos que usar
las manos. A medida que el pozo se haga más profundo,
necesitaremos algo para tirar la tierra.

• 233 •
—Aún tengo la jarra —dijo Klaus.
—Y debemos tener cuidado de no caer en nuestra
propia trampa —dijo Violet.
—Tengo una cuerda —dijo Quigley—, en mi mochila.
Podemos atar un extremo al arco de la biblioteca y utilizarla
para salir.
Violet puso sus manos en el suelo. La tierra era muy
fría, pero muy suave, y se dio cuenta de que podrían cavar un
pozo sin demasiados problemas—. ¿Esto es lo correcto? —
Violet preguntó—, ¿Crees que esto es lo que nuestros padres
harían?
—Nuestros padres no están aquí —dijo Klaus—. Puede
que hayan estado aquí alguna vez, pero ya no más.
Los niños se quedaron en silencio otra vez, y trataron de
pensar que era lo correcto en el frío y la oscuridad. Decidir
qué es lo correcto para una determinada situación es un poco
parecido a decidir que te pondrás para una fiesta. Es fácil
decidir qué es lo que te pondrás para una fiesta, como un
equipo de buceo o un par de almohadas grandes, pero decidir
qué es lo correcto es mucho más complicado. Puede parecer
lo correcto ponerte un traje azul marino, por ejemplo, pero
cuando llegas a la fiesta puedes notar que hay varias

• 234 •
personas llevando la misma ropa, y puedes terminar siendo
esposado debido a un caso de identidad equivocada. Puede
parecer lo correcto ponerte tu par de zapatos favoritos, pero
podría haber una repentina inundación en la fiesta, y tus
zapatos se estropearían. Puede parecer lo correcto ponerte
una armadura para la fiesta, pero pude haber muchas otras
personas usando la misma armadura, y podrías terminar
siendo capturado en una inundación debido a un caso de
identidad equivocada, y encontrarte a ti mismo siendo
arrastrado por las furiosas aguas del mar deseando haber
llevado el equipo de buceo después de todo. La verdad es
que nunca se puede estar seguro de que hayas tomado la
decisión correcta hasta que se acabó la fiesta, y para
entonces es demasiado tarde para volver atrás y cambiar de
opinión, por lo que el mundo está lleno de gente que hace
cosas terribles y usa ropa fea, y sólo hay algunos voluntarios
que son capaces de detenerlos.
—No sé si sea lo correcto —dijo Violet—, pero el
Conde Olaf capturó a Sunny, y tendremos que capturar a
alguien nosotros mismos para detenerlo.
Klaus asintió solemnemente—. Lucharemos contra el
fuego —dijo—, con fuego.

• 235 •
—Entonces será mejor que empecemos —dijo Quigley
y se levantó—. Cuando salga el sol, podemos encender de
nuevo los Verdeantes Flameantes Dispositivos con el espejo,
como lo hicimos cuando estábamos mandándole señales a
Sunny.
—Si queremos que el agujero esté listo al amanecer —
dijo Violet—, vamos a tener que cavar toda la noche.
—¿Dónde cavaremos? —preguntó Klaus.
—En frente de la entrada —decidió Violet—, así nos
podremos ocultar detrás del arco de la biblioteca cuando se
aproxime Esmé.
—¿Cómo sabremos si cayó en la trampa —preguntó
Quigley—, si no podemos verla?
—La escucharemos —dijo Violet—. Escucharemos
como se rompe la madera, y el grito de Esmé al caer.
Klaus se estremeció—. Ese no será un sonido
agradable.
—No estamos en una situación agradable —dijo Violet,
y la mayor de los Baudelaire tenía razón. No fue agradable
arrodillarse frente a la entrada de la biblioteca en ruinas, y
cavar a través de las cenizas y la tierra con sus manos
desnudas a la luz de dos linternas, mientras que los cuatro

• 236 •
vientos del valle soplaban a su alrededor. No fue agradable
para Violet y su hermano poner la tierra en la jarra y tirarla,
mientras que Quigley ataba la cuerda al arco de hierro para
que pudieran entrar y salir del agujero que se hacía más
grande y más profundo, como una enorme y oscura boca que
se abría cada vez más y más para tragarse todo a su paso. Ni
siquiera fue agradable detenerse para tomar un descanso y
comer una zanahoria para mantener sus energías, ni
contemplar la silueta blanca de la cascada congelada que
brillaba con la luz de la luna, ni imaginar a Esmé Miseria,
atraída por el humo de los Verdeantes Flameantes
Dispositivos, acercarse a la sede en ruinas para convertirse
en su prisionera. Sin embargo, la parte menos agradable de la
situación no era la tierra fría, o los vientos helados, ni
incluso su propio agotamiento a medida que el tiempo
pasaba y los niños cavaban más y más profundo. La parte
menos agradable fue la idea, compartida por los dos
Baudelaire y su nuevo amigo, de que estaban haciendo un
acto villanesco. Los hermanos no estaban seguros de sí cavar
un agujero profundo para atrapar a alguien, con el fin de
intercambiar prisioneros con un villano, era algo que sus
padres o cualquier otro voluntario haría, pero con tantos

• 237 •
secretos de V.F.D. perdidos en las cenizas, era imposible
saberlo a ciencia cierta, y esta incertidumbre los atormentó
con cada jarra llena de tierra, y con cada subida por la
cuerda, y con cada pieza de madera debilitada que colocaron
en la parte superior del agujero para ocultarlo.
Cuando los primeros rayos de sol aparecieron en el
horizonte brumoso, la mayor de los Baudelaire levantó la
mirada hacia la cascada. Ellos sabían que en la cima de las
Montañas Mortmain había un grupo de villanos, con los que
Sunny esperaba descubrir la ubicación del último lugar
seguro. Pero, cuando Violet y Klaus bajaron sus miradas
hacia su propia obra, y miraron al oscuro y profundo agujero
que Quigley les había ayudado a cavar, no pudieron evitar
preguntarse si no había también un grupo de villanos al pie
de la pendiente resbaladiza. Mientras observaban el
villanesco acto que habían hecho, los tres voluntarios no
pudieron evitar preguntarse si ellos también eran unos
villanos, y esta fue la sensación menos agradable en el
mundo.

• 238 •
CAPÍTULO

Doce

No hace mucho tiempo, en la ciudad


sueca de Estocolmo, un grupo de
ladrones de bancos tomaron unos
cuantos prisioneros durante el
curso de su trabajo. Durante
varios días, los ladrones de
bancos y los
prisioneros convivían
en estrecha
proximidad, una frase
que aquí significa
“estuvieron juntos
todo el tiempo
hasta que la
policía irrumpió

• 239 •
en el banco, detuvo a los agresores y los llevó a la cárcel”.
Sin embargo, cuando los prisioneros fueron puestos en
libertad, las autoridades descubrieron que se habían
convertido en amigos de los ladrones de bancos, y desde
entonces la expresión “síndrome de Estocolmo” ha sido
utilizada para describir una situación en la que alguien se
convierte en amigo de las personas que lo tienen prisionero.
Hay otra expresión, sin embargo, que describe una
situación que es mucho más común, cuando un prisionero no
se convierte en amigo de sus captores, sino que los considera
unos villanos y los desprecia cada vez más y más con cada
minuto que pasa, esperando desesperadamente una
oportunidad para escapar. La expresión es “síndrome del
Monte Fraught”, y Sunny Baudelaire lo estaba
experimentando mientras permanecía de pie en la cima del
Monte Fraught, mirando hacia abajo a la cascada congelada
y pensando en su situación.
La pequeña niña había pasado otra noche sin dormir en
la cacerola con tapa, después de quitar los restos de salmón
con un puñado de nieve derretida. Hacía frío, por supuesto,
con los vientos de las Montañas Mortmain soplando a través
de los orificios de la tapa, y fue doloroso, porque una vez

• 240 •
más le castañeteaban los dientes por el frío, provocándole
pequeños cortes en los labios, pero había otra razón por la
que Sunny no podía dormir bien, se sentía frustrada. A pesar
de sus intentos de espionaje, la joven Baudelaire no había
podido escuchar la conversación de los villanos y conocer la
ubicación del último lugar seguro donde los miembros de
V.F.D. se reunirían, o descubrir más sobre el plan de
reclutamiento previsto por los terribles hombre con barba
pero sin el pelo y la mujer con pelo pero sin barba. Cuando
los villanos se reunieron alrededor de la roca plana para la
cena, hablaron de estas cosas, pero cada vez que Sunny
trataba de acercarse lo suficiente para escuchar lo que
decían, ellos la miraban y cambiaban rápidamente de tema.
Parecía que lo único que había logrado Sunny en toda la
noche fue preparar una cena para que la disfrutaran los
villanos. Cuando ella había presentado su plato de Rollitos
de la Falsa Primavera, nadie se había quejado, y cada villano
había tomado una segunda porción.
Pero había un detalle crucial que había escapado a la
atención del Conde Olaf y sus secuaces durante la cena, y
Sunny estaba muy agradecida por eso. Como le había dicho
a sus hermanos, la Baudelaire más joven había preparado un

• 241 •
surtido de verduras envueltas en hojas de espinaca
preparados en honor a la Falsa Primavera. Su receta había
requerido la bolsa grande de hongos, la lata de castañas de
agua, y el trozo congelado de espinacas, que se había
descongelado sujetándolo por debajo de su camisa, como lo
había hecho en la preparación de sus tostadas. Pero Sunny
había decidido en el último minuto no utilizar la enorme
berenjena. Cuando Violet mencionó que la berenjena debía
pesar tanto como Sunny, la joven Baudelaire tuvo una idea, y
en lugar de cortar la berenjena en tiras pequeñas con los
dientes, se había escondió detrás de la rueda pinchada del
auto del Conde Olaf, y ahora, mientras salía el sol y el grupo
de villanos comenzaban sus disputas habituales por la
mañana, Sunny tomó la berenjena y la hizo rodar junto a la
cazuela. A medida que pasaba por delante del automóvil,
Sunny miró hacia abajo a la cascada congelada, y se dio
cuenta, con el sol de la mañana, que parecía menos
congelada. Ella sabía que sus hermanos estaban abajo con
Quigley, y aunque no podía verlos, se sintió mejor al saber
que estaban relativamente cerca y que, si su plan funcionaba,
pronto se les uniría.

• 242 •
—¿Qué haces bebe? —Sunny acababa de deslizar la
berenjena bajo la tapa de la cacerola cuando oyó la voz de
uno de los secuaces de Olaf. Las dos mujeres empolvadas
estaban afuera de su tienda de campaña y se estiraban bajo el
sol de la mañana.
—Berenjena —Sunny contestó, lo que significaba “He
creado un plan que implica la berenjena, y no importa si les
digo eso porque no entienden una sola palabra de lo que
digo”.
—Más balbuceos de bebé —dijo una de las mujeres
empolvadas con un suspiro—. Estoy empezando a pensar
que Sunny es sólo una bebé indefensa, y no una espía.
—Goo Goo ga… —Sunny empezó, pero la solapa de la
tienda de campaña del Conde Olaf se abrió antes de que
pudiera pronunciar la última “ga”. El villano y su novia se
pusieron de pie debajo del sol de la mañana, y estaba claro
que esperan que ese nuevo día —sábado— fuese un gran día,
porque estaban vestidos para la ocasión, una frase que aquí
significa “vestían ropa tan extraña que la Baudelaire más
joven estaba demasiado sorprendida para decir la última “ga”
que había estado planeando”. Sorprendentemente, parecía
que el Conde Olaf se había lavado la cara, y vestía un nuevo

• 243 •
traje hecho de un material que a primera vista parecía
cubierto de pequeños puntos. Sin embargo, cuando Sunny
miró más de cerca, vio que cada punto era un ojo pequeño,
iguales al tatuaje de Olaf y a la insignia de V.F.D. y a todos
los otros ojos que habían atormentado a los Baudelaire desde
aquel terrible día en la playa, por lo que ver al Conde Olaf
con su traje nuevo le hizo sentir como si estuviera entre una
multitud de villanos, todos mirando a Sunny Baudelaire.
Pero no importa cuán inquietante era el traje de Olaf, el de
Esmé Miseria era mucho peor a la vista. Sunny no recordaba
haber visto un vestido tan enorme nunca, y se sorprendió de
que una prenda de vestir tan enorme fuera capaz de entrar en
la tienda y todavía dejar espacio para que los villanos
pudieran dormir. El vestido estaba hecho de capas y capas de
tela brillante, en diferentes tonos de amarillo, naranja y rojo,
cortadas en feroces formas triangulares de forma en que cada
capa parecía penetrar en la siguiente, y elevándose por
encima de los hombros del vestido había enormes montones
de encaje negro, que se envolvían unos contra otros con el
aire en extrañas curvas. Por un momento, el vestido era tan
enorme y extraño que Sunny no podía imaginar por qué
alguien lo usaría, pero cuando la malvada novia dio otro

• 244 •
paso lejos de la tienda, se hizo terriblemente claro. Esmé
Miseria estaba vestida como un enorme fuego.
—¡Qué hermosa mañana! —se regocijó el Conde—.
Sólo piensa, ¡Al final del día voy a tener más miembros
nuevos en mi grupo de los que nunca he tenido!
—Y los necesitaremos —coincidió Esmé—. Todos
vamos a tener que trabajar juntos por un bien común...
quemar el último lugar seguro.
—¡Sólo pensar en ver el Hotel Denouement en llamas
me hace sentir muy emocionado! ¡Voy a abrir una botella de
vino! —dijo Conde Olaf, y Sunny se cubrió la boca con las
manos para que los villanos no escucharan su grito de
asombro. El Hotel Denouement, se dio cuenta, debía ser el
último lugar seguro para que se reunieran los voluntarios, y
Olaf estaba tan emocionado que acababa de pronunciar el
nombre sin darse cuenta, una expresión que aquí significa
“donde la joven Baudelaire podía escucharlo”.
—¡La idea de todas las águilas cubriendo el cielo me
hace sentir muy emocionada! ¡Voy a fumar uno de esos
cigarrillos verdes! —dijo Esmé, y luego frunció el ceño—.
Pero no puedo, no tengo ninguno. Maldición.

• 245 •
—Lo siento mucho, su Esménencia —dijo una de las
mujeres empolvadas—, pero he visto un poco de ese humo
verde proviniendo del pie de la cascada.
—¿En serio? —Esmé preguntó con ansiedad, y miró en
la dirección en la que la empleada de Olaf estaba señalando.
Sunny también miró, y vio una nube de humo verde familiar
en la parte inferior de la pendiente, cada vez más grande y
más grande mientras seguía amaneciendo. La joven
Baudelaire se preguntó por qué sus hermanos estaban
enviando una señal, y que era lo que estaban tratando de
decir.
—Es extraño —dijo Olaf—. Uno pensaría que no
habría quedado nada de la sede para quemar.
—Mira la cantidad de humo que hay —dijo Esmé con
avidez—. Tiene que haber un paquete entero de cigarrillos
allí. ¡El día se hace cada vez mejor!
El Conde Olaf sonrió, y luego desvió la mirada de la
cascada y se dio cuenta de la presencia de Sunny—. Le diré
a la bebe que baje y los consiga para ti —dijo el Conde Olaf.
—¡Siseñor! —dijo Sunny con entusiasmo.
—Probablemente la bebé se robe todos los cigarrillos
—dijo Esmé, mirando a la joven—. Yo iré.

• 246 •
—Pero tardarás horas en descender —dijo Olaf—. ¿No
quieres estar aquí para el plan de reclutamiento? Me encanta
tenderle trampas a las personas.
—A mí también —coincidió Esmé—, pero no te
preocupes, Olaf. Vuelvo en un momento. Pero no descenderé
a pie. Tomaré uno de los deslizadores para bajar por la
cascada y llegaré al fondo antes de que alguien se dé cuenta
de que me he ido.
—¡Maldición! —fue lo menos que Sunny pudo decir.
Quería decir algo así como “Eso es exactamente lo que
estaba planeando hacer”, pero una vez más nadie le entendió.
—Cierra la boca dentona —dijo Esmé—, y sal de mi
camino —pasó junto a la Baudelaire más joven y Sunny se
dio cuenta de que había algo cosido en la parte inferior del
vestido que hacia un ruido crepitante mientras caminaba, por
lo que la malvada novia sonaba como un fuego a la vez que
parecía uno. Esmé le mandó un beso al Conde Olaf y tomó el
deslizador que pertenecía a los siniestros villanos—. Ya
vuelvo, querido —dijo Esmé—. Dile a esa bebé que tome la
siesta para que no vea lo que estamos haciendo.

• 247 •
—Esmé tiene razón —dijo Olaf, dando a Sunny una
cruel sonrisa—. Metete en la cacerola. Eres una criatura tan
fea e impotente que apenas puedo mirarte.
—Tú lo has dicho, guapo —dijo Esmé, y se rió con
malicia mientras se sentaba en la parte superior de la
cascada. Las dos mujeres empolvadas corrieron a ayudarle, y
empujaron el deslizador mientras Sunny hacía lo que le
habían dicho, desapareciendo de la vista de Olaf.
Como te puedes imaginar, la imagen de una mujer
adulta ataviada con un enorme vestido con forma de un
enorme fuego deslizándose hacia abajo desde el origen de la
Corriente Afligida, por los dos afluentes y por un camino
medio congelado, hasta los pies de una cascada congelada no
es la clase de cosas que pasan desapercibidas, incluso desde
muy lejos. Violet fue la primera en ver los colores
distorsionados descender a gran velocidad por la pendiente,
y bajo el espejo de mano de Colette, que había utilizado una
vez más para reflejar los rayos del sol naciente y dirigirlos a
lo que Esmé pensaba eran cigarrillos, estaban apilados los
Verdeantes Flameantes Dispositivos frente al agujero.
Arrugando la nariz por el amargo olor del humo, se volvió a
Klaus y Quigley, quienes terminaban de poner la última

• 248 •
pieza de madera debilitada sobre el agujero para ocultar la
trampa.
—Miren —dijo Violet, y señaló a la figura que
descendía.
—¿Crees que es Esmé? —preguntó Klaus.
Violet volvió a miró a la figura en el deslizador—. Yo
creo que sí —dijo—. Nadie más que Esmé Miseria usaría
algo como eso.
—Será mejor que nos ocultemos detrás del arco —dijo
Quigley—, antes de que nos vea.
Los dos Baudelaire asintieron con la cabeza y
caminaron con cuidado a la entrada de la biblioteca,
asegurándose de caminar alrededor del agujero que habían
cavado.
—Me alegra no tener que ver más ese agujero —dijo
Klaus—. Mirándolo en la oscuridad me recordó a ese terrible
pasadizo del número 667 de la Avenida Oscura.
—Ahí fue donde tuvo como prisioneros a tus hermanos
—dijo Violet a Quigley—, y luego nos capturó.
—Y ahora que estamos combatiendo el fuego con
fuego, la capturaremos a ella —dijo Quigley incómodo.

• 249 •
—Es mejor no pensar en eso —dijo Violet, aunque no
había dejado de pensar en la trampa desde que tomaron el
primer puñado de cenizas y tierra—. Pronto recuperaremos a
Sunny, y eso es lo importante.
—Tal vez esto también es importante —dijo Klaus, y
señaló hacia el arco—. No lo había notado hasta ahora.
Violet y Quigley miraron hacia arriba para ver a que se
refería, y vieron cuatro pequeñas palabras grabadas encima
de sus cabezas, justo debajo de las grandes letras de
“Biblioteca de V.F.D.”.
—El mundo aquí, es tranquilo —leyó Quigley—. ¿Qué
crees que significa?
—Parece un lema —dijo Klaus—. En la Academia
Preparatoria Prufrock, había un lema esculpido en la entrada,
para que todo el mundo lo recordara cuando entraran a la
academia.
Violet negó con la cabeza—. Eso no es en lo que estoy
pensando —dijo—. Esta frase me recuerda a algo, pero muy
vagamente.
—Ciertamente el mundo se siente tranquilo por aquí —
dijo Klaus—. No hemos oído el zumbido de un solo
mosquito nieve desde que llegamos.

• 250 •
—El olor del humo los mantiene alejados, ¿recuerdas?
—preguntó Quigley.
—Por supuesto —dijo Klaus, y se asomó por una
esquina del arco para comprobar el progreso de Esmé. La
masa de colores distorsionados iba a mitad de la cascada,
dirigiéndose directamente a la trampa que habían
construido—. Ha habido tanto humo aquí en la sede, que
quizás los mosquitos de nieve nunca regresen.
—Sin mosquitos de nieve —dijo Quigley—, el salmón
de la Corriente Afligida morirá de hambre ya que se
alimentan de mosquitos de nieve —metió la mano en su
bolsillo y sacó su libro común—. Y sin salmón —dijo—, las
águilas de las Montañas Mortmain tendrán hambre. La
destrucción de la sede de V.F.D ha causado más daños de lo
que pensaba.
Klaus asintió con la cabeza—. Mientras caminábamos a
lo largo de la Corriente Afligida —dijo—, los peces tosían a
causa de las cenizas en el agua. ¿Recuerdas, Violet?
Se volvió hacia su hermana, pero Violet sólo escuchaba
a medias. Ella seguía mirando las palabras en el arco,
tratando de recordar dónde las había escuchado antes—. Casi
puedo escuchar esas palabras —dijo—. El mundo aquí, es

• 251 •
tranquilo —cerró los ojos—. Creo que fue hace mucho
tiempo, Klaus, antes de que nacieras.
—Tal vez alguien te las dijo —dijo Quigley.
Violet trató de recordar volviendo al pasado lo más que
pudo, pero todo parecía envuelto en la niebla, tal como lo
estaba en las montañas. Podía ver el rostro de su madre y su
padre de pie detrás de ella, vestidos con un traje tan negro
como las cenizas de la sede de V.F.D., sus bocas estaban
abiertas, pero Violet no podía recordar lo que estaban
diciendo. No importaba lo mucho que lo intentara, sus
recuerdos eran tan silenciosos como una tumba—. Nadie me
las dijo —dijo finalmente—. Alguien me las cantó. Creo que
mis padres me cantaban las palabras “El mundo aquí, es
tranquilo” hace mucho tiempo, pero no sé por qué —abrió
los ojos y miro fijamente a su hermano y a su amigo—. Creo
que no estamos haciendo lo correcto —dijo.
—Pero nos pusimos de acuerdo —dijo Quigley—, para
combatir el fuego con fuego.
Violet asintió con la cabeza y metió la mano en su
bolsillo, tocando el cuchillo de pan otra vez. Pensó en la
oscuridad de la agujero, y en el grito que Esmé haría al caer
en el—. Sé que nos pusimos de acuerdo —dijo Violet—,

• 252 •
pero si realmente V.F.D. es una Voluntaria Fundación de
Deflagraciones, es una organización que extingue incendios.
Si todo el mundo combatiera el fuego con fuego, el mundo
entero estaría envuelto en humo.
—Entiendo lo que quieres decir —dijo Quigley—. Si el
lema de V.F.D. es “El mundo aquí, es tranquilo” deberíamos
estar haciendo algo menos ruidoso y violento que tenderle a
alguien una trampa, sin importar lo malvado que sea.
—Cuando estaba mirando hacia el agujero —dijo Klaus
en voz baja—, me estaba acordando de algo que leí en un
libro de un filósofo famoso. Él dijo, “Quien con monstruos
lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando
miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira
dentro de ti” —Klaus miró a su hermana, luego a Esmé que
se acercaba, y por último a la debilitada madera que los tres
niños habían colocado en el suelo—. “Abismo” es una
palabra elegante para “agujero” —dijo—. Hemos construido
un abismo para que Esmé caiga en el. Eso es algo que sólo
un monstruo podría hacer.
Quigley copió las palabras de Klaus en su libro
común—. ¿Qué pasó con ese filósofo? —le preguntó.

• 253 •
—Está muerto —dijo Klaus—. Yo creo que tienes
razón, Violet. No queremos ser tan villanos y monstruosos
como el Conde Olaf.
—Pero, ¿qué hacemos entonces? —preguntó Quigley—
. Sunny sigue siendo prisionera de Olaf, y Esmé estará aquí
en cualquier momento. Si no pensamos en que es lo correcto
en este momento, luego será demasiado tarde.
Tan pronto como el trío terminó de hablar, los tres
niños escucharon algo que les hizo darse cuenta de que
probablemente ya era demasiado tarde. Desde detrás del
arco, Violet, Klaus y Quigley escucharon un fuerte crujido
mientras el deslizador llegaba al fondo de la cascada y se
deslizaba hasta detenerse, y luego una risa triunfante de la
boca de Esmé Miseria. Los tres voluntarios se asomaron
desde detrás del arco y vieron a la traicionera novia salir del
deslizador con una sonrisa codiciosa en su cara. Pero cuando
Esmé acomodo su enorme vestido que simulaba un fuego y
dio un paso hacia los Verdeantes Flameantes Dispositivos,
Violet no la estaba mirando. Violet estaba mirando hacia el
suelo, a pocos pasos de donde ella estaba de pie. Las tres
oscuras y redondas mascaras estaban apiladas unas sobre
otras, donde Violet, Klaus y Quigley las habían dejado al

• 254 •
llegar a las ruinas de la sede. Habían asumido que no las
necesitarían de nuevo, pero la mayor de los Baudelaire se dio
cuenta de que se había equivocado. Cuando Esmé dio otro
paso más hacia la trampa, Violet corrió hacia las máscaras,
se puso una y salió de su escondite mientras su hermano y su
amigo la observaban.
—¡Detente, Esmé! —exclamó Violet—. ¡Es una
trampa!
Esmé se detuvo y miró con curiosidad a Violet—.
¿Quién eres tú? —le preguntó—. No deberías de aparecer
repentinamente delante de la gente de esa manera. Es un acto
muy villanesco.
—Yo soy un voluntario —dijo Violet.
La boca de Esmé, pintada con el lápiz labial de color
naranja que hacía juego con su vestido, se torció en una
mueca burlona—. No hay voluntarios de aquí —dijo—. ¡La
sede entera fue destruida!
Klaus fue el siguiente en tomar una máscara y hacer
frente a la traicionera compañera romántica de Olaf—.
¡Nuestra sede puedo haber sido destruida —dijo—, pero
V.F.D. es más fuerte que nunca!

• 255 •
Esmé frunció el ceño ante los dos hermanos como si no
pudiera decidir si tener miedo o no—. Puede que sean
fuertes —dijo ella nerviosamente—, pero también son muy
bajos —su vestido crujió cuando empezó a dar otro paso
hacia el agujero—. Cuando ponga mis manos sobre ust…
—¡No! —Quigley gritó, y salió desde el arco con su
máscara, teniendo cuidado de no caer en su propia trampa—.
No te acerques más, Esmé. Si das un paso más caerás en
nuestra trampa.
—Te lo estás inventando —dijo Esmé, pero no dio un
paso más—. Estás tratando de quedarte todos los cigarrillos.
—No son cigarrillos —dijo Klaus—, y nosotros no
somos mentirosos. Debajo de la madera que estás a punto de
pisar hay un agujero muy profundo.
Esmé miró con recelo. Con cautela —una palabra que
aquí significa “sin caer en un agujero muy profundo”— se
inclinó hacia delante y movió una pieza de madera a un lado,
y miró hacia abajo en la trampa construida por los niños—.
Bien, bien, bien —dijo—. Han construido una trampa. Yo
nunca habría caído en la trampa, por supuesto, pero debo
admitir que cavaron un gran agujero.

• 256 •
—Queríamos atraparte —dijo Violet—, por lo que
podríamos intercambiarte por Sunny Baudelaire, pero…
—Pero no han tenido el coraje de llevar su plan hasta el
final —dijo Esmé, con una sonrisa burlona—. Ustedes los
voluntarios nunca tienen el suficiente valor como para hacer
algo por el bien común.
—¡Meter a la gente en pozos no es hacer algo por el
bien común! —gritó Quigley—. ¡Es un crimen repugnante!
—Si no fueras tan idiota —dijo Esmé—, te darías
cuenta de que esas cosas son más o menos lo mismo.
—No es un idiota —dijo Violet con fiereza. Sabía, por
supuesto, que no valía la pena molestarse por los insultos de
una persona tan ridícula, pero a ella le gustaba tanto Quigley
como para dejar que lo insultara de esa manera—. Él nos
condujo hasta aquí, a la sede, mediante un mapa que él
mismo dibujó.
—Él es una persona de buen leer —dijo Klaus.
Al oír las palabras de Klaus, Esmé echó la cabeza hacia
atrás y se rió, moviendo las crepitantes capas de su enorme
vestido—. ¡De buen leer! —que repitió en un tono de voz
particularmente repugnante—. Ser una persona de buen leer
no te ayudará en este mundo. Hace muchos años me dijeron

• 257 •
que debía perder todo el verano leyendo Anna Karenina,
pero sabía que ese libro estúpido nunca me ayudaría, así que
lo tiré a la chimenea —ella se agachó y recogió unas cuantas
piezas más de madera, y las arrojó a un lado con una
sonrisa—. ¡Miren su preciosa sede, voluntarios! ¡Está tan
arruinada como mi libro! ¡Y mírenme! ¡Soy hermosa,
elegante, y fumo cigarrillos! —ella se rió de nuevo, y señaló
a los niños con un dedo burlón—. Si no hubieran pasado
todo su tiempo con la cabeza en los libros, habrían
recuperado a su preciosa bebé.
—La recuperaremos —dijo Violet con firmeza.
—¿En serio? —dijo Esmé, burlonamente—. ¿Y cómo
lo harás?
—Hablaré con el Conde Olaf —dijo Violet—, y me la
regresará.
Esmé echó la cabeza atrás y empezó a reír, pero no con
tanto entusiasmo como antes—. ¿Qué quieres decir con eso?
—dijo.
—Justo lo que dije —dijo Violet.
—Hmmm —dijo Esmé sospechosamente—. Déjame
pensar un momento —la malvada novia comenzó a caminar

• 258 •
de ida y vuelta sobre la corriente congelada, por lo que su
enorme vestido crepitaba a cada paso.
Klaus se inclinó para susurrarle a su hermana—. ¿Qué
estás haciendo? —le preguntó—. ¿De verdad crees que
podemos recuperar a Sunny del Conde Olaf con una simple
conversación?
—No lo sé —le susurró Violet—, pero es mejor que
tenderle una trampa a alguien.
—Fue un error cavar ese agujero —coincidió
Quigley—, pero no estoy seguro de que caminar
directamente hasta las garras de Olaf sea lo correcto.
—Va a tomar algo de tiempo volver a la cima del
Monte Fraught de nuevo —dijo Violet—. Pensaremos en
algo durante el ascenso.
—Eso espero —dijo Klaus—, pero si no podemos
pensar en algo…
Klaus no tuvo la oportunidad de decir lo que podría
suceder si no podía pensar en algo porque Esmé aplaudió
para llamar la atención de los niños.
—Si de verdad quieres hablar con mi novio —dijo—,
supongo que puedo llevarte a donde se encuentra. Si no
fueras tan estúpida, sabrías que está muy cerca.

• 259 •
—Sabemos dónde está, Esmé —dijo Klaus—. Está en
la parte superior de la cascada, en el origen de la Corriente
Afligida.
—Entonces, supongo que sabes cómo podemos llegar
hasta allí —dijo Esmé, sonando un poco tonta—. El trineo
no va cuesta arriba, así que realmente no tengo la menor idea
de cómo podemos llegar a la cima.
—Ella inventará una manera —dijo Quigley, quien
apuntó a Violet.
Violet sonrió a su amigo, agradecida por su apoyo, y
cerró los ojos por debajo de su máscara. Una vez más pensó
en una canción que le habían cantado cuando era muy
pequeña. Ella ya había pensado en la manera en la que los
tres niños podrían llevar a Esmé con ellos cuando
ascendieran por la montaña, pero pensar en el complicado
viaje le hizo recordar una canción en la que no había
pensado en años. Tal vez cuando eras muy joven, alguien te
cantó esta canción, tal vez para hacerte dormir, o para
entretenerte durante un viaje muy largo en auto, o con el fin
de enseñarte un código secreto. La canción se llama “Itzi,
bitzi araña”, y es una de las canciones más tristes que se
haya compuesto. Cuenta la historia de una pequeña araña

• 260 •
tratando de subir por un grifo, pero cada vez que llega hasta
la mitad de su camino, cae un gran chorro de agua, ya sea
debido a la lluvia o alguien que abre el grifo, y al final de la
canción la araña decide intentarlo una vez más, y es probable
que haya caído nuevamente arrastrada por el agua. Violet
Baudelaire no podía evitar sentirse como esta pobre araña
mientras subía la cascada por última vez, con Quigley y
Klaus a su lado y Esmé Miseria en su deslizador detrás de
ellos. Después de atar los últimos dos tenedores a los zapatos
de Klaus, Violet le dijo a sus compañeros que ataran las
correas de cuero del deslizador a sus cinturas, por lo que
podrían jalar a la malvada novia a medida que ascendían.
Fue muy agotador tratar de llegar a la cima del Monte
Fraught de esta manera, sobre todo después de estar toda la
noche cavando un agujero, y sentían que podrían ser
arrastrados hacia abajo en cualquier momento por la goteante
agua de la Corriente Afligida, como la araña de la que Violet
había oído hablar cuando era una niña. El hilo en la
pendiente se estaba debilitando, después de un ascenso y
descenso con los crampones-tenedor zapatos de escalada, de
un paseo en deslizador, y del aumento de la temperatura por
la Falsa Primavera, y con cada paso de la invención de

• 261 •
Violet, el hielo se movía un poco. Estaba claro que la
pendiente resbaladiza estaba casi tan agotada como ellos, y
que pronto el hielo se derretiría por completo.
—¡Mush! —dijo Esmé desde el deslizador. Estaba
usando una expresión que los exploradores árticos les gritan
a sus perros de trineo, y esto ciertamente no hizo el viaje más
fácil.
—Me gustaría que dejara de decir eso —murmuró
Violet detrás de su máscara. Golpeó el candelabro contra el
hielo frente a ella, y un pequeño trozo se separó de la
cascada y cayó hasta las ruinas de la sede. Ella lo vio
desaparecer por debajo de ella y suspiró. Nunca volvería a
ver la sede de V.F.D. en todo su esplendor. Ninguno de los
Baudelaire lo haría. Violet nunca sabría que se sentía cocinar
en la cocina y mirar los dos afluentes de la Corriente
Afligida mientras charlaba con otros voluntarios. Klaus
nunca sabría que se sentía relajarse en la biblioteca y
aprender todos los secretos de V.F.D. en la comodidad de
una de las cómodas sillas de la biblioteca, con los pies en
uno de los taburetes a juego de V.F.D. Sunny nunca
utilizaría el proyector de la sala de cine, o practicaría el arte
del bigote falso en el centro de disfraces, o se sentaría en la

• 262 •
sala a la hora del té, comiendo las galletas de almendra
hechas con la receta de mi abuela. Violet nunca estudiaría
composición química en uno de los seis laboratorios, y Klaus
nunca usaría la barra de equilibrio en el gimnasio, y Sunny
nunca se pondría de pie detrás del mostrador de la heladería
para prepárales sundaes butterscotch a los instructores de
natación, cuando fuese su turno. Y ninguno de los
Baudelaire jamás conocería a algunos de los voluntarios más
queridos de la organización, incluyendo al instructor
mecánico C.M. Kornbluth, y al Dr. Isaac Anwhistle, a quien
todos llamaban Ike, ni al valiente voluntario que arrojó el
Azucarero por la ventana de la cocina, que no fue destruido
por el incendio, y que se fue flotando por uno de los
afluentes de la Corriente Afligida. Los Baudelaire no harían
ninguna de estas cosas, al igual que yo jamás volveré a ver a
mi amada Beatriz de nuevo, o al igual que jamás recuperaré
mi pepinillo de la nevera en la que lo dejé, para devolverlo a
su legítimo lugar en un importante sándwich codificado.
Violet, por supuesto, no estaba al tanto de todas las cosas
que nunca haría, pero mientras miraba hacia abajo a los
vastos restos cenicientos de la sede, sintió como si todo su
viaje por las Montañas Mortmain hubiera sido tan inútil

• 263 •
como el viaje de un diminuto arácnido en una canción que
jamás le había gustado.
—¡Mush! —gritó Esmé de nuevo con una cruel sonrisa.
—Por favor, deja de decir eso, Esmé —dijo Violet con
impaciencia—. Ese estúpido mush retrasa nuestro ascenso.
—Un ascenso lento podría ser una ventaja para nosotros
—murmuró Klaus a su hermana—. Cuanto más tardemos en
llegar a la cima, más tiempo tendremos para pensar en lo que
le diremos al Conde Olaf.
—Podríamos decirle que está rodeado —sugirió
Quigley—, y hay voluntarios en todas partes dispuestos a
arrestarlo si no deja inmediatamente a Sunny en libertad.
Violet sacudió la máscara—. Él no creerá eso —dijo
ella, clavando un crampón-tenedor zapato de escalada en la
cascada—. Desde el Monte Fraught se puede ver todo y a
todos. Se dará cuenta de que somos los únicos voluntarios en
la zona.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —dijo
Klaus—. No hicimos este viaje a las montañas por nada.
—Por supuesto que no —dijo Quigley—. Al fin nos
hemos encontrado, y hemos resuelto algunos de los misterios
que nos acechaban.

• 264 •
—¿Eso será suficiente —preguntó Violet—, para
derrotar a todos los villanos en la cima?
Le pregunta de Violet era difícil, y ni Klaus ni Quigley
tenían la respuesta, y por lo tanto en lugar de aventurarse a
dar una respuesta —una frase que aquí significa “seguir
gastando sus energías discutiendo el asunto”— decidieron
aventurarse y seguir su ascenso, una frase que aquí significa
“seguir su difícil camino en silencio, hasta que llegaron al
origen de la Corriente Afligida”. Al llegar a la cumbre plana,
se sentaron en el borde y jalaron las correas de cuero con
todas sus fuerzas. Fue una tarea tan difícil la de jalar a Esmé
Miseria y al deslizador por el borde de la pendiente para
hacerlos llegar a la cima del Monte Fraught que los niños no
se dieron cuenta de quien estaba junto a ellos hasta que
escucharon una áspera voz familiar detrás de ellos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó el Conde Olaf.
Sin aliento, los tres niños se volvieron para ver al
villano junto a sus dos siniestros secuaces de pie al lado del
largo y negro automóvil, mirando con recelo a los
voluntarios enmascarados.

• 265 •
—Pensábamos que regresarías tomando el camino y los
capturarías —dijo el hombre con barba pero sin pelo—, y no
que subirías por la cascada.
—No, no, no —dijo Esmé rápidamente—. Estas no son
las personas que estamos esperando. Son voluntarios que
encontré en la sede.
—¿Voluntarios? —dijo la mujer con pelo pero sin
barba, pero su voz no sonaba tan profunda como de
costumbre. Los villanos fruncieron el ceño y los miraron con
la misma confusión con la que los había visto Esmé, como si
no estuvieran seguros si debían tener miedo o no, y el
Hombre con Ganchos en vez de Manos, las dos mujeres
empolvadas, y los tres ex empleados del carnaval fueron a
ver lo que había hecho callar a su malvado jefe. A pesar de
que estaban agotados, los dos Baudelaire se apresuraron a
desatar las correas del trineo de sus cinturas y se pusieron de
pie junto a Quigley para hacer frente a sus enemigos. Los
huérfanos estaban muy asustados, por supuesto, pero se
dieron cuenta que al tener sus rostros cubiertos podían decir
lo que pensaban, una frase que aquí significa “hacer frente al
Conde Olaf y a sus secuaces como si no tuvieran miedo”.

• 266 •
—Construimos una trampa para capturar a tu novia,
Olaf —dijo Violet—, pero no quisimos convertirnos en un
monstruo como tú.
—¡Son unos idiotas mentirosos! —gritó Esmé—. Me di
cuenta de que también querían los cigarrillos, por lo que los
capturé y los obligue a que me jalaran por la cascada, como
perros de trineo.
El Baudelaire de en medio ignoró las tonterías de la
malvada novia—. Hemos venido aquí por Sunny Baudelaire
—dijo Klaus—, y no nos iremos sin ella.
El Conde Olaf frunció el ceño y los miró con sus
brillantes, brillantes ojos, como si estuviera tratando de ver a
través de sus máscaras—. ¿Y qué te hace estar tan seguro —
dijo—, de que te entregaré a mi prisionera sólo porque tú lo
dices?
Violet pensó furiosamente, mirando a su alrededor
cualquier cosa que pudiera darle una idea de qué hacer.
Estaba claro que el Conde Olaf creía que los tres
enmascarados delante de él eran miembros de V.F.D., y
pensó que si podía encontrar las palabras adecuadas, podría
derrotarlo sin convertirse en una villana como sus enemigos.
Pero ni ella, ni su hermano, ni su amigo sabían qué decir.

• 267 •
Los vientos de las Montañas Mortmain soplaron contra ellos,
y Violet metió las manos en sus bolsillos para protegerse del
frío, tocando por tercera vez el cuchillo de pan largo.
Empezó a pensar que, después de todo, tal vez hubiera sido
lo correcto atrapar a Esmé en la trampa. El ceño fruncido del
Conde Olaf comenzó a relajarse, y su boca comenzó a
curvarse hacia arriba hasta formar una sonrisa triunfal, pero
justo cuando abrió la boca para hablar, Violet vio dos cosas
que la hicieron recobrar la esperanza. La primera fue los dos
cuadernos de notas, uno de color púrpura oscuro y otro de
color azul oscuro, que sobresalían de los bolsillos de sus
compañeros… los libros comunes, donde Klaus y Quigley
habían escrito toda la información que habían encontrado en
las ruinas la biblioteca de la sede de V.F.D. Y la otra fue una
colección de platos sobre la piedra plana que los secuaces de
Olaf habían estado utilizando como mesa. Sunny se había
visto obligada a lavar los platos, con puñados de nieve
derretida, y los había puesto a secar bajo el sol de la Falsa
Primavera. Violet podía ver una pila de platos, cada uno
adornado con la imagen familiar de un ojo, así como una
hilera de tazas de té y una jarrita para la crema. Pero había
algo que faltaba en el juego de té, y que hizo sonreír a Violet

• 268 •
detrás de su máscara cuando volvió a ver nuevamente al
Conde Olaf.
—Nos entregarás a Sunny —dijo—, porque sabemos
dónde está el Azucarero.

• 269 •
CAPÍTULO

Trece

El conde Olaf jadeó, y levantó su única ceja mientras miraba


a los dos Baudelaire y a su compañero, sus ojos brillaban
más que nunca—. ¿Dónde está? —dijo en un terrible
jadeo—. ¡Entrégamelo!
Violet negó con la cabeza, agradecida por la máscara
que ocultaba su rostro—. No hasta que nos entregues a
Sunny Baudelaire —dijo.
—¡Nunca! —respondió el villano—. Sin esa mocosa
dentona, nunca obtendré la fortuna Baudelaire. ¡Dame el
Azucarero en este mismo instante o los tiraré por la
montaña!
—Si nos tiras por la montaña —dijo Klaus—, nunca
sabrás donde está el Azucarero —no añadió, por supuesto,
que los Baudelaire no tenían ni idea de dónde estaba el
Azucarero, o por qué era tan importante.
Esmé Miseria dio un paso hacia su siniestro novio, por
lo que el vestido en forma de fuego crepitaba al caminar
contra el frío suelo—. Debemos obtener el Azucarero —
gruñó—. Deja ir a la bebé. Después haremos otro plan para
robar la fortuna.
—Pero robar la fortuna es por el bien común —dijo el
Conde Olaf—. No podemos dejar que la bebé se vaya.
—Conseguir el Azucarero es por el bien común —dijo
Esmé con el ceño fruncido.
—Robar la fortuna —insistió Olaf.
—Conseguir el Azucarero —replicó Esmé.
—¡La fortuna!
—¡El Azucarero!
—¡La fortuna!
—¡El Azucarero!
—¡Ya es suficiente! —dijo el hombre con una barba
pero sin pelo—. Nuestro plan de reclutamiento está a punto
de ser puesto en acción. No podemos discutir todo el día.
—No discutiremos todo el día —dijo el Conde Olaf
tímidamente—. Después de un par de horas…

• 271 •
—¡Dijimos que es suficiente! —dijo la mujer con pelo
pero sin barba—. ¡Llévense a la bebé de aquí!
—¡Llévense a la bebé de inmediato! —ordenó el Conde
Olaf a las dos mujeres empolvadas—. Está durmiendo la
siesta en su cacerola.
Las dos mujeres empolvadas suspiraron, pero se
apresuraron a tomar la cacerola con tapa y se la llevaron,
como si fueran cocineras sacando algo del horno en lugar de
ser unas villanas empleadas llevándose a una prisionera,
mientras que los dos siniestros visitantes metían la mano en
el interior del cuello de sus camisas y sacaban algo que
colgaba en sus cuellos. Violet y Klaus se sorprendieron al
ver dos brillantes silbatos de plata, parecidos al que el Conde
Olaf había utilizado como parte de su disfraz en la Academia
Preparatoria Prufrock, cuando pretendía ser un entrenador.
—Miren esto, voluntarios —dijo el siniestro hombre
con su voz ronca, y los dos misteriosos villanos hicieron
sonar sus silbatos. Al instante, los niños escucharon un
crujido enorme sobre sus cabezas, como si los vientos de las
Montañas Mortmain estuvieran tan asustados como los
jóvenes, y de repente todo se volvió muy oscuro, como si el
sol de la mañana también se hubiera puesto una máscara.

• 272 •
Pero cuando miraron hacia arriba, Violet, Klaus y Quigley
vieron cual era la razón por la que el cielo era tan ruidoso y
porque se había oscurecido de repente, una razón tal vez más
extraña que una serie de temerosos vientos ruidosos y un sol
enmascarado. El cielo sobre el Monte Fraught estaba lleno
de águilas. Había cientos y cientos de ellas, volando en
círculos en silencio por encima de los dos siniestros villanos.
Debían de tener un nido cerca para llegar tan rápido, y
debían de haber sido perfectamente entrenadas para ser tan
inquietantemente silenciosas. Algunas parecían muy viejas,
con la edad suficiente como para haber navegado por los
cielos cuando los padres Baudelaire eran niños. Algunas
parecían muy jóvenes, como si fueran recién nacidos, sin
embargo ya estaban obedeciendo el estridente sonido de los
silbatos. Pero todas parecían agotadas, como si prefirieran
estar en otro lugar que en la cumbre de las Montañas
Mortmain, sin hacer absolutamente nada más que seguir las
órdenes de personas tan mezquinas.
—¡Miren a estas criaturas! —exclamó la mujer con pelo
pero sin barba—. Cuando se produjo el cisma, puede que se
hayan quedado con los cuervos mensajeros, voluntarios, y
puede que se hayan quedado con los reptiles entrenados.

• 273 •
—No más —dijo el Conde Olaf—. Todos los reptiles,
excepto uno…
—No me interrumpas —le interrumpió la siniestra
mujer—. Puede que tengan a los cuervos mensajeros, pero
tenemos a los dos mamíferos más poderosos del mundo para
que hagan nuestra voluntad: a los leones y a las águilas.
—Las águilas no son mamíferos —exclamó Klaus
exasperado—. ¡Son pájaros!
—Son esclavos —dijo el hombre con barba pero sin
pelo, y los dos villanos metieron sus manos en los bolsillos
de sus trajes y sacaron dos largos látigos de aspecto
malvado. Violet y Klaus se dieron cuenta de inmediato que
eran similares al látigo que Olaf había usado para dar
órdenes a los leones en el Carnaval Caligari. Con idéntica
sonrisas siniestras los dos misteriosos villanos hicieron
restallar los látigos en el aire, y cuatro águilas descendieron
desde el cielo, aterrizando en las gruesas y extrañas
hombreras que los villanos tenían sobre sus hombros.
—Estas bestias harán lo que les digamos que hagan —
dijo la mujer—. Y hoy nos ayudarán con nuestro mayor
triunfo —desenrolló el látigo y señaló a la tierra a su
alrededor, y los niños notaron por primera vez una enorme

• 274 •
red en el suelo que se extendía a lo largo de casi toda la
cumbre y se detenía justo frente a sus crampones-tenedor
zapatos de escalada—. A mi señal, estas águilas levantarán
esta red desde el suelo y la llevarán por los cielos,
capturando a un grupo de jóvenes que piensan que estamos
aquí para celebrar la Falsa Primavera.
—Los Exploradores de Nieve —dijo Violet asombrada.
—Capturaremos a cada uno de esos mocosos
uniformados —se jactó el malvado hombre—, y a cada uno
de ellos se les ofrecerá la emocionante oportunidad de unirse
a nosotros.
—Nunca se unirán —dijo Klaus.
—Por supuesto que sí —dijo la siniestra mujer, con su
profunda, profunda voz—. O se reclutan o serán nuestros
prisioneros, pero una cosa es cierta… incendiaremos todos y
cada uno de los hogares de sus padres.
Los dos Baudelaire se estremecieron, y hasta el Conde
Olaf parecía un poco incómodo—. Por supuesto —dijo
rápidamente—, que la razón principal por la que estamos
haciendo todo esto es para tener en nuestras manos todas
esas fortunas.

• 275 •
—Por supuesto —dijo Esmé, con una risita nerviosa—.
Conseguiremos la fortuna Polainas, la fortuna Kornbluth, la
fortuna Winnipeg, y muchas otras. ¡Seré capaz de pagar
cualquier ático de cada edificio que no esté en llamas!
—Una vez que nos digan dónde está el Azucarero —
dijo el hombre con barba pero sin pelo—, podrán irse,
voluntarios, y llevarse a la bebé con ustedes. Pero ¿no les
gustaría unirse a nosotros?
—No, gracias —dijo Quigley—. No estamos
interesados.
—No importa si estás interesado o no —dijo la mujer
con pelo pero sin barba—. Mira a tu alrededor. Están
irremediablemente superados en número. A dondequiera que
vayamos nos encontraremos con nuevos compañeros
dispuestos a ayudarnos.
—Nosotros también tenemos compañeros —dijo Violet
valientemente—. ¡Tan pronto como rescatemos a Sunny, nos
encontraremos con los otros voluntarios en el último lugar
seguro, y les diremos acerca de su terrible plan!
—Es demasiado tarde para eso, voluntarios —dijo el
Conde Olaf en señal de triunfo—. ¡Ahí vienen mis nuevos
reclutas!

• 276 •
Con una horrible risa, el villano apuntó en dirección del
camino pedregoso, y la Baudelaire mayor pudo ver, más allá
de la cacerola con tapa que aún seguía en manos de las
mujeres empolvadas, a los Exploradores de Nieve
uniformados llegando, caminando en dos perfectas filas, más
parecidos a huevos en un contenedor de cartón que a jóvenes
en una caminata. Al parecer, los exploradores se habían dado
cuenta de que nos estaban los mosquitos de nieve en esta
parte de las Montañas Mortmain y se habían quitado sus
máscaras, por lo que Violet y Klaus pudieron detectar al
instante a Carmelita Polainas, de pie en la parte delantera de
una de las filas con una tiara en la cabeza —“tiara” es una
palabra que aquí significa “pequeña corona dada sin ninguna
razón a una desagradable chica”— y con una gran sonrisa en
su rostro. A su lado, a la cabeza de la otra fila, estaba Bruce,
con el Poste de la Primavera en una mano y con un gran puro
en la otra. Había algo en su rostro que Violet y Klaus
encontraban familiar, pero estaban demasiado preocupados
por el malvado plan de reclutamiento como para pensar en
eso.
—¿Qué es lo que están haciendo todos ustedes aquí
zampabollos? —preguntó Carmelita, con una desagradable

• 277 •
voz que los dos hermanos encontraron igualmente familiar—
. ¡Soy la reina de la Falsa Primavera, y les ordeno que se
vayan!
—Vamos, vamos, Carmelita —dijo Bruce—. Estoy
seguro de que estas personas están aquí para ayudar a
celebrar tu día especial. Hay que tratar de ser acomodadizos.
De hecho, debemos tratar de ser acomodadizos, básicos,
calmados, deseados...
Los exploradores comenzaron a recitar el ridículo
juramento junto a Bruce, pero los dos Baudelaire sabían que
no podían esperar a que fuera recitada la lista completa por
orden alfabético—. Bruce —interrumpió rápidamente
Violet—, estas personas no están aquí para ayudarles a
celebrar la Falsa Primavera. Ellos están aquí para secuestrar
a todos los Exploradores de Nieve.
—¿Qué? —preguntó Bruce con una sonrisa, como si la
mayor de los Baudelaire estuviera bromeando.
—Es una trampa —dijo Klaus—. Por favor, de la vuelta
y llévese a los exploradores de aquí.
—No les prestes atención a esos tres idiotas
enmascarados —dijo el Conde Olaf rápidamente—. El aire
de la montaña se les subió a la cabeza. Sólo den unos

• 278 •
cuantos pasos más y todos participaremos en una celebración
especial.
—Estamos encantados de ser acomodadizos —dijo
Bruce—. Después de todo, somos acomodadizos, básicos…
—¡No! —gritó Violet—. ¿No se da cuenta de la red en
el suelo? ¿No ve las águilas en el cielo?
—La red es decorativa —dijo Esmé, con una sonrisa tan
falsa como la Primavera—, y las águilas son animales
salvajes.
—¡Por favor, escúchenos! —dijo Klaus—. ¡Está en un
grave peligro!
Carmelita miró a los dos Baudelaire y ajustó su tiara—.
¿Por qué debo escuchar a zampabollos desconocidos como
ustedes? —le preguntó—. Son tan estúpidos que todavía
llevan sus máscaras, a pesar de que no hay mosquitos de
nieve por aquí.
Violet y Klaus se miraron entre sí a través de sus
máscaras. La respuesta de Carmelita había sido muy grosera,
pero los dos hermanos tuvieron que admitir que tenía razón.
Era poco probable que los Baudelaire pudieran convencer a
alguien de que estaban diciendo la verdad, si mantenían sus
rostros cubiertos innecesariamente. Ellos no querían

• 279 •
sacrificar sus disfraces y revelar su verdadera identidad al
Conde Olaf y a su grupo, pero no podían permitir que todos
los Exploradores de Nieve fueran secuestrados, aunque fuera
para salvar a su hermana. Los dos Baudelaire asintieron con
la cabeza, y luego voltearon a ver a Quigley quien también
estaba asintiendo, y los tres niños se acercaron y se quitaron
las máscaras por el bien común.
La boca del Conde Olaf se abrió por la sorpresa—.
¡Estás muerta! —le dijo a la mayor de los Baudelaire,
diciendo algo que él sabía muy bien era ridículo—. ¡Moriste
en la caravana con Klaus!
Esmé miró a Klaus tan sorprendida como su novio—.
¡Tú también estás muerto! —gritó ella—. ¡Caíste de una
montaña!
—¡Y tú eres uno de esos gemelos! —dijo Olaf a
Quigley—. ¡El que murió hace mucho tiempo!
—Yo no soy un gemelo —dijo Quigley—, y no estoy
muerto.
—Y —dijo el Conde Olaf con una sonrisa burlona—,
no eres un voluntario. Ninguno de ustedes son miembros de
V.F.D. No son más que un puñado de mocosos huérfanos.

• 280 •
—En ese caso —dijo la mujer con pelo pero sin barba,
con su profunda, profunda voz—, no hay razón para
preocuparse por la estúpida bebé por más tiempo.
—Eso es verdad —dijo Olaf, y se dirigió a las mujeres
empolvadas—. ¡Tiren a la bebé de la montaña! —les ordenó.
Violet y Klaus gritaron horrorizados, pero las dos
mujeres empolvadas se limitaron a mirar la cacerola con tapa
que estaban sosteniendo, y luego se miraron una a la otra.
Luego, lentamente, miraron al Conde Olaf, pero ninguna de
ellas se movió ni un poco.
—¿No me escuchan? —preguntó Olaf—. ¡Tiren a la
bebé de la montaña!
—No —dijo una de las mujeres empolvadas, y los dos
Baudelaire se sintieron aliviados.
—¿No? —repitió Esmé Miseria asombrada—. ¿Qué
quieres decir con no?
—Queremos decir no —dijo la mujer empolvada, y
asintió con la cabeza a su compañera. Juntas pusieron la
cacerola con tapa en el suelo delante de ellas. Violet y Klaus
se sorprendieron al ver que la cacerola con tapa no se movió,
y asumieron que su hermana debía de estar demasiado
asustada como para salir.

• 281 •
—Ya no queremos participar en sus planes nunca más
—dijo la otra mujer empolvada, y suspiró—. Durante un
tiempo, fue muy divertido combatir el fuego con fuego, pero
hemos visto suficientes llamas y humo para el resto de
nuestras vidas.
—No creemos que fuera una coincidencia que nuestra
casa se haya incendiado —dijo la primera mujer—.
Perdimos a nuestra hermana en ese incendio, Olaf.
El Conde Olaf señaló a las dos mujeres con un largo y
huesudo dedo—. ¡Obedece mis órdenes en este instante! —
gritó, pero sus dos ex cómplices se limitaron a mover la
cabeza, le dieron la espada, y comenzaron a alejarse. Todos
los presentes observaban en silencio a las dos mujeres
empolvadas que pasaron por delante del Conde Olaf, de
Esmé Miseria, de los dos siniestros villanos con águilas
sobre sus hombros, de los dos Baudelaire y de Quigley
Quagmire, del Hombre con Ganchos en vez de Manos y de
los ex empleados del carnaval, y finalmente de Bruce y
Carmelita Polainas y del resto de los Exploradores de Nieve,
hasta llegar al camino pedregoso para comenzar a alejarse
del Monte Fraught.

• 282 •
El Conde Olaf abrió la boca y dejó escapar un terrible
rugido, saltando de arriba a abajo sobre la red—. ¡No pueden
alejarse de mí, mujeres cara pálida! —gritó—. ¡Las
encontraré y las destruiré con mis propias manos! De hecho,
¡Puedo hacer cualquier cosa por mi cuenta! ¡Soy un
practicante individual, y no necesito ayuda de nadie para
tirar a esta bebé de la montaña! —con una desagradable
sonrisa, cogió la cacerola con tapa, tambaleándose
ligeramente, y caminó hasta el borde de la cascada medio
congelada.
—¡No! —gritó Violet.
—¡Sunny! —gritó Klaus.
—Díganle adiós a su pequeña hermana bebé,
Baudelaires! —dijo el Conde Olaf, con una sonrisa de
triunfo que reveló todos sus sucios dientes.
—¡Yo no soy una bebé! —gritó una voz familiar bajo el
largo y negro auto del villano, y los dos Baudelaire mayores
observaron con orgullo y con alivio a Sunny salir por detrás
de los neumáticos que Violet había pinchado, quien corrió a
abrazar a sus hermanos. Klaus tuvo que quitarse las gafas
para limpiarse las lágrimas cuando finalmente se reunió con

• 283 •
la niña que era su hermana—. ¡Yo no soy una bebé! —dijo
Sunny de nuevo, dirigiéndose a Olaf con una mirada triunfal.
—¿Pero cómo puede ser posible? —dijo el Conde Olaf,
pero cuando levantó la tapa de la cacerola vio cómo es que
eso podía ser posible, y era posible porque el objeto dentro,
que era aproximadamente del mismo tamaño y peso que la
joven Baudelaire, no era una bebé.
—¡Babganoush! —gritó Sunny, lo que significaba algo
parecido a “inventé un plan para escapar con ayuda de la
berenjena que resultó ser aún más útil de lo que pensaba”,
pero no hubo necesidad de traducir, porque el gran vegetal se
deslizó fuera de la cacerola y aterrizó con un ¡plop! a los
pies de Olaf.
—¡Nada me está saliendo bien hoy! —gritó el villano—
. ¡Estoy comenzando a pensar que lavarme la cara fue una
completa pérdida de tiempo!
—No se enoje, jefe —dijo Colette, contorsionándose de
la preocupación—. Estoy segura de que Sunny nos cocinará
algo delicioso con la berenjena.
—Eso es verdad —dijo el Hombre con Ganchos en vez
de Manos—. Se está convirtiendo en una buena cocinera.

• 284 •
Los Rollitos de la Falsa Primavera eran bastante sabrosos, y
el salmón estaba delicioso.
—Aunque, en mi opinión, pudo haber usado un poco de
verbena —dijo Hugo, pero los tres reunidos Baudelaire se
alejaron de esa ridícula conversación para hacer frente a los
Exploradores de Nieve.
—¿Ahora nos creen? —Violet le preguntó a Bruce—.
¿No ve que ese hombre es un terrible villano que está
tratando de hacerles daño?
—¿No te acuerdas de nosotros? —Klaus le preguntó a
Carmelita Polainas—. ¡El Conde Olaf tramó un terrible plan
en la Prufrock, y está llevando a cabo un terrible plan justo
en este momento!
—Por supuesto que me acuerdo de ti —dijo
Carmelita—. Eres uno de los huérfanos zampabollos que le
causaron todos esos problemas al subdirector Nerón. ¡Y
ahora están tratando de arruinar mi día especial! ¡Dame el
Poste de la Primavera tío Bruce!
—Vamos, vamos, Carmelita —dijo Bruce, pero
Carmelita arrebató el largo poste de las manos de Bruce y
caminó a través de la red hacia el origen de la Corriente
Afligida. El hombre con barba pero sin pelo y la mujer con

• 285 •
pelo pero sin barba hicieron restallar los látigos y se llevaron
los brillante silbatos a sus siniestras bocas, pero los
Baudelaire se dieron cuenta de que estaban esperando a que
el resto de los exploradores caminaran y estuvieran sobre la
red, para activar la trampa y hacer que las águilas levantaran
la red por los aires.
—¡Me corono a mí misma cono la Reina de la Falsa
Primavera! —anunció Carmelita al llegar al borde del Monte
Fraught. Con una desagradable sonrisa triunfal, les dio un
codazo a los Baudelaire y llevó el Poste de la Primavera a la
parte superior de la cascada medio congelada. Hubo un lento
y fuerte sonido de algo resquebrajándose, y los Baudelaire
dirigieron su mirada hacia abajo, a la pendiente, y vieron con
horror que una enorme grieta poco a poco iba extendiéndose
hacia el centro de la cascada, por la corriente y por los dos
afluentes de la Corriente Afligida. Los Baudelaire gritaron
horrorizados. A pesar de que el hilo sólo estaba
resquebrajándose, parecía que toda la montaña estaba a
punto de dividirse en dos, y que pronto un enorme cisma
dividiría al mundo entero.

• 286 •
—¿Qué están mirando? —le preguntó Carmelita
molesta—. Todo el mundo debería estar bailando en mi
honor.
—Así es —dijo el Conde Olaf—, ¿Por qué no todos dan
un paso hacia adelante y bailan en honor de esta adorable
niña?
—Suena bien —dijo Kevin, al frente de sus compañeros
sobre la red—. Después de todo, tengo dos pies igual de
fuertes.
—Y debemos tratar de ser acomodadizos —dijo el
Hombre con Ganchos en vez de Manos—. ¿No es eso lo que
dijiste, tío Bruce?
—Absolutamente —coincidió Bruce, dando una
bocanada de humo de su cigarro. Parecía un poco aliviado de
que las discusiones hubieran terminado y que los
exploradores finalmente tuvieran la oportunidad de hacer lo
mismo que todos los años—. Vamos, Exploradores de nieve,
vamos a recitar el Alfabeto Morse de los Exploradores de
Nieve mientras bailamos alrededor del Poste de la Falsa
Primavera.
Los exploradores aplaudieron y siguieron a Bruce,
quien sin darse cuenta caminó sobre la red—. Los

• 287 •
Exploradores de Nieves —dijeron los Exploradores de
Nieve—, son acomodadizos, básicos, calmados, deseados,
emblemáticos, fogosos, gratos, humanos, inocentes,
juguetones, Kafkianos, limitados, mansos, nobles, oficiales,
preciosos, quietos, recientes, sistematizados, tolerantes,
unidos, victoriosos, sanos, xilófonos, jóvenes y con
zíperes… cada mañana, cada tarde, cada noche, y todo el
día!
No hay nada de malo, por supuesto, en tener un
juramento, y poner en él palabras que puedes considerar
importantes en tu vida, como un recordatorio para ti mismo
mientras sigues adelante por tu camino en el mundo. Si
sientes, por ejemplo, que la gente de buen leer es más
agradable que la malvada, y que un mundo lleno de gente
sentada en silencio con buenos libros en sus manos es
preferible a un mundo lleno de cismas y sirenas y otras cosas
ruidosas y molestas, entonces cada vez que entres en una
biblioteca puedes decirte a ti mismo “El mundo aquí, es
tranquilo”, como una especie de juramento que declara que
la lectura es algo que se debe hacer por el bien común. Si
sientes que a las personas de buen leer les deberían robar sus
fortunas y ser incendiadas, podrías adoptar el dicho

• 288 •
“¡Combatir el fuego con fuego!” como tu juramento, cada
vez que les des órdenes a tus camaradas. Pero a pesar de que
puedas elegir cualquier palabra para describir tu vida, hay
dos pautas básicas para escribir un buen juramento. Una de
ellas es que el juramento debe tener sentido, de modo de que
si tu juramento contiene la palabra “xilófono”, por ejemplo,
quiere decir que un instrumento de percusión tocado con
baquetas es muy importante para ti, y no que simplemente no
pudiste pensar en una buena palabra que comenzara con la
letra X. La otra es que el juramento debe ser relativamente
corto, por lo que si hay un grupo de villanos atrayéndote a
una trampa con una red y un grupo de exhaustas y
entrenadas águilas, tendrás más tiempo para escapar.
El Alfabeto Morse de los Exploradores de Nieve, por
desgracia, no seguía ninguna de estas pautas. Mientras los
Exploradores de Nieve se comprometían a ser “xilófonos”, el
hombre con una barba pero sin pelo hacia restallar su látigo
en el aire, y las águilas sentadas sobre los hombros de los
dos villanos empezaron a batir sus alas y a clavar sus garras
en las grandes hombreras, levantando a las dos siniestras
personas en el aire, y cuando el compromiso llegaba a su fin,
y los Exploradores de Nieve estaban tomando aliento para

• 289 •
hacer el sonido nevoso, la mujer con pelo pero sin barba
sopló su silbato, haciendo un fuerte y agudo sonido que les
hizo recordar a los Baudelaire cuando dieron vueltas y
vueltas como parte del plan de Olaf en la Prufrock. Los tres
hermanos parados junto a Quigley vieron como el resto de
las águilas descendieron rápidamente hasta el suelo, tomaron
la red con sus patas, y, con sus alas temblorosas por el
esfuerzo, levantaron a todos los que estaban de pie sobre ella
en el aire, de la misma manera en que podrías quitar todos
los platos de una mesa tomando y alzando todas las esquinas
de un mantel. Si utilizas este inusual método para limpiar la
mesa, lo más probable es que seas enviado a tu habitación o
seas expulsado del restaurante, y los resultados en el Monte
Fraught fueron igualmente desastrosos. En unos momentos,
todos los Exploradores de Nieve y los secuaces de Olaf se
encontraban en un cúmulo aéreo, revolcándose todos juntos
dentro de la red que las águilas sostenían. La única persona
que logró escapar del reclutamiento —además de los
Baudelaire y Quigley Quagmire, por supuesto— fue
Carmelita Polainas, de pie junto al Conde Olaf y su novia.
—¿Qué está pasando? —Bruce le preguntó al Conde
Olaf desde el interior de la red—, ¿Qué has hecho?

• 290 •
—He triunfado —dijo el Conde Olaf—, de nuevo. Hace
mucho tiempo, te quité una colección de reptiles que yo
necesitaba para llevar a cabo mis planes —los Baudelaire se
miraron asombrados, recordando de pronto cuándo vieron a
Bruce por primera vez—. ¡Y ahora, te he quitado una
colección de niños!
—¿Qué será de nosotros? —preguntó uno de los
Exploradores de Nieve con temor.
—No me importa —dijo otro de los Exploradores de
Nieve, que parecía ya estar afectado por el síndrome de
Estocolmo—. Cada año vamos de excursión al Monte
Fraught y hacemos lo mismo, ¡Por lo menos este año es un
poco diferente!
—¿Por qué me reclutaron a mí también? —preguntó el
Hombre con Ganchos en vez de Manos, y los Baudelaire
vieron que uno de sus ganchos salía frenéticamente de la
red—. Ya trabajo para ustedes.
—No te preocupes, ganchitos —dijo Esmé
burlonamente—. ¡Todo es por el bien común!
—¡Mush! —gritó el hombre con barba pero sin pelo,
haciendo restallar el látigo en el aire. Graznando de miedo,

• 291 •
las águilas comenzaron a jalar la red a través del cielo,
alejándose del Monte Fraught.
—¡Quítales el Azucarero a esos malcriados huérfanos,
Olaf —ordenó la mujer con pelo pero sin barba—, y nos
encontraremos en el último lugar seguro!
—¡Con estas águilas a nuestra disposición —dijo el
hombre siniestro con su ronca voz—, por fin podremos
llegar a esa casa móvil autosuficiente que funciona a base de
aire caliente y destruir a los voluntarios!
Los Baudelaire gritaron, y compartieron una mirada
atónita con Quigley. El villano ciertamente hablaba sobre el
dispositivo que Héctor había construido en la Villa de la
Fabulosa Desbandada, en el que Duncan e Isadora habían
escapado.
—¡Combatiremos el fuego con fuego! —gritó la mujer
con pelo pero sin barba triunfante, y las águilas se la
llevaron.
El Conde Olaf murmuró algo para sí mismo y luego se
volvió y comenzó a avanzar amenazante hacia los
Baudelaire—. Sólo necesito a uno de ustedes para saber
dónde está el Azucarero —dijo con sus brillantes ojos—, y
para tener en mis manos la fortuna. Pero, ¿cuál debería ser?

• 292 •
—Esa es una decisión difícil —dijo Esmé—. Por un
lado, ha sido agradable tener un sirviente infantil. Sin
embargo, sería mucho más divertido romper las gafas de
Klaus y verlo tropezar con las cosas.
—Pero Violet tiene el pelo más largo —propuso
Carmelita, mientras los Baudelaire retrocedían hacia la
agrietada cascada, con Quigley detrás de ellos—, podrías
jalárselo todo el tiempo, y atarlo a cosas cuando te aburras.
—Esas son dos excelentes ideas —dijo el Conde Olaf—
. Había olvidado la adorable niña que eres ¿Por qué no te
unes a nosotros?
—¿Unirme? —Carmelita preguntó.
—Mira mi elegante vestido a la moda —le dijo Esmé a
Carmelita—. Si te unes a nosotros, te compraré todo tipo de
ropa a la moda.
Carmelita se quedó pensativa, mirando primero a los
niños, y luego a los dos villanos quienes sonreían a su lado.
Los tres Baudelaire compartieron una mirada de horror y
decepción con Quigley. Los hermanos recordaron que tan
monstruosa había sido Carmelita en la escuela, pero jamás
habían pensado que estaría interesada en formar parte de
personas aún más monstruosas.

• 293 •
—No les creas, Carmelita —dijo Quigley, y tomó su
cuaderno púrpura de su bolsillo—. Incendiarán la casa de tus
padres. He aquí la evidencia, en mi libro común.
—¿A quién prefieres creerle, Carmelita? —le preguntó
el Conde Olaf—. ¿A un tonto libro, o algo que te dice un
adulto?
—Míranos adorable niña —dijo Esmé, con su amarillo,
naranja, y rojo vestido crepitando en el suelo—. ¿Crees que
parecemos la clase de personas a las que les gusta incendiar
casas?
—¡Carmelita! —gritó Violet—. ¡No le hagas caso!
—¡Carmelita! —gritó Klaus—. ¡No te unas a ellos!
—¡Carmelita! —gritó Sunny, lo que significaba algo así
como “¡Estás tomando una monstruosa decisión!”.
—Carmelita —dijo el Conde Olaf, en un tono dulzón—.
¿Por qué no eliges que huérfano vivirá, y empujas a los
demás por el precipicio, y luego vamos todos juntos a un
agradable hotel?
—Serás como la hija que nunca tuve —dijo Esmé,
acariciando su tiara.
—O algo por el estilo —agregó Olaf, quien parecía
preferir tener otro empleado en lugar de una hija.

• 294 •
Carmelita miró una vez más a los Baudelaire, y luego
sonrió a los dos villanos—. ¿De verdad crees que soy
adorable? —le preguntó.
—¡Creo que eres adorable, bella, coqueta, distinguida,
encantadora a la vista, fenomenal, guapa, hermosa,
impecable, juvenil, krausista, linda, magnífica, novedosa,
obviamente fantástica, perfecta, querendona, radiante,
sensacional, tierna, única, valiente, wagneriana, xilófono,
yin-yang, y zapateadora —recitó Esmé—, cada mañana,
cada tarde, cada noche, y todo el día!
—¡No le hagas caso! —imploró Quigley—. ¡Una
persona no puede ser “xilófono”!
—¡No me importa! —dijo Carmelita—. ¡Empujaré a
estos zampabollos de la montaña, e iniciaré una nueva
emocionante vida a la moda!
Los Baudelaire dieron otro paso hacia atrás, y Quigley
los siguió, mirando con pánico a los hermanos. Por encima
de ellos podían oír el graznido de las águilas, que se llevaban
cada vez más, más lejos a los nuevos reclutas. Detrás de
ellos podían escuchar las cuatro corrientes de aire del valle
soplar, donde la sede había sido destruida por la gente que
los padres Baudelaire se habían comprometido a detener

• 295 •
incluso a costa de sus propias vidas. Violet buscó su cinta en
su bolsillo, tratando de imaginar que podría inventar para
alejarse de aquellas personas tan villanescas y conocer la
ubicación del último lugar seguro para reunirse con sus
compañeros voluntarios. Sus dedos tocaron el cuchillo de
pan largo, y se preguntó si debía sacarlo de su bolsillo y
utilizarlo como arma para amenazar con violencia a los
villanos, o si esto también la haría ser tan villana como el
hombre al que estaba mirando en ese momento.
—Pobres Baudelaire —dijo el Conde Olaf
burlonamente—. Es mejor que se den por vencidos. Están
irremediablemente superados en número.
—No estamos superados en número —dijo Klaus—.
Hay cuatro de nosotros, y sólo tres de ustedes.
—Cuento por tres porque soy la Reina de la Falsa
Primavera —dijo Carmelita—, por lo que están superados en
número, zampabollos.
Esto, por supuesto, no era más que otra tontería
saliendo de la boca de esta cruel chica, pero incluso si no
fuera una tontería, no siempre es una cuestión decisiva si
estas superado en número o no. Cuando Violet y Klaus
estaban caminando hacia el Valle del Fortín Desembocado,

• 296 •
por ejemplo, eran superados en número por el enjambre de
Mosquitos de Nieve, pero se las arreglaron para encontrar a
Quigley Quagmire, subir por la Vertical Flameante
Desviación a la sede, y encontrar el mensaje oculto en el
refrigerador. Sunny había sido superada en número por todos
los villanos en la parte superior del Monte Fraught, pero
había sobrevivido a la experiencia, había descubierto el
nombre del último lugar seguro, e incluso había inventado y
preparado algunas recetas tanto fáciles como deliciosas. Y
los miembros de V.F.D. siempre han sido superados en
número, ya que el número de gente codiciosa y malvada
siempre parece ir en aumento a medida que más y más
bibliotecas son incendiadas, pero los voluntarios han logrado
perdurar, una palabra que aquí significa “reunirse en secreto,
comunicarse en código, y reunir pruebas cruciales para
frustrar los planes de sus enemigos”. No siempre es
importante saber si hay más personas de tu lado del cisma
que del otro lado opositor, y los Baudelaire parados junto a
Quigley dieron un paso más hacia atrás, ellos sabían lo que
era más importante.
—¡Rosebud!' —gritó Sunny, lo que significaba “En
algunos casos, la ubicación de un objeto determinado puede

• 297 •
ser mucho más importante que ser superado en número o
no”, y era verdad. Mientras los bandidos gritaban
asombrados, Violet se sentó en el deslizador y tomó las
correas de cuero. Quigley se sentó detrás de ella y puso sus
brazos alrededor de su cintura, Klaus se sentó al lado de él y
puso sus brazos alrededor de Quigley, y había suficiente
espacio detrás para una niña pequeña, por lo que Sunny se
sentó detrás de su hermano y lo abrazó con fuerza mientras
Violet empujaba el deslizador por la pendiente del Monte
Fraught y enviaba a los cuatro niños a toda velocidad hacia
abajo por la pendiente. No importaba si estaban siendo
superados en número o no. Sólo importaba que pudieran
escapar de un monstruoso final deslizándose por los últimos
tramos de la pendiente resbaladiza, al igual que para ti sólo
puede importar escapar de un monstruoso final deslizándote
por las últimas líneas de La Pendiente Resbaladiza, y leer un
libro en el que los villanos no le rugen a los niños que tratan
de escapar.
—¡Estaremos de tras de ustedes, Baudelaires! —rugió
el conde Olaf, mientras el deslizador iba a toda velocidad
hacia el Valle del Fortín Desembocado, golpeándose y

• 298 •
salpicando agua al pasar contra el agrietado hielo que se
derretía.
—El no estará detrás de nosotros —dijo Violet—. Mis
zapatos pincharon su neumático, ¿recuerdas?
Quigley asintió con la cabeza—. Y él tendrá que tomar
ese camino —dijo—. Un auto no puede ir por una cascada.
—Vamos a tener un buen comienzo —dijo Violet—.
Tal vez podamos llegar al último lugar seguro antes que él.
—¡Escucha! —gritó Sunny—. ¡Hotel Denouement!
—Buen trabajo, Sunny! —Violet dijo con orgullo,
tirando de las correas de cuero para evitar una gran grieta—.
Yo sabía que serías una gran espía.
—Hotel Denouement —dijo Quigley—. Creo que lo
tengo en uno de mis mapas. Revisaré mi libro común cuando
llegamos al pie de la cascada.
—¡Bruce! —gritó Sunny.
—Esa es otra cosa que deberemos escribir en nuestros
libros comunes cuando lleguemos —coincidió Klaus—.
Bruce estuvo en la casa del Dr. Montgomery, al final de
nuestra estancia. Dijo que estaba recogiendo la colección de
reptiles de tío Monty para llevarla a la sociedad
herpetológica.

• 299 •
—¿Crees que en realidad sea un miembro de V.F.D.?
—Violet preguntó.
—No podemos estar seguros —dijo Quigley—. Hemos
logrado averiguar muchos misterios, y sin embargo todavía
hay muchas cosas que no sabemos —suspiró pensativamente
y miró hacia abajo a las ruinas de la sede que se acercaban a
gran velocidad—. Mis hermanos…
Pero los Baudelaire nunca pudieron escuchar nada más
acerca de los hermanos de Quigley, porque en ese momento
el deslizador, a pesar de los esfuerzos de Violet sujetando las
correas de cuero, se deslizó por unas de las partes
resquebrajadas de la cascada y comenzó a girar. Los niños
gritaban y Violet agarró las correas de cuero tan duro como
pudo, pero sólo logró que se rompieran en sus manos—. ¡El
mecanismo de dirección está roto! —gritó ella—, ¡Jalar a
Esmé Miseria por la pendiente debió haber debilitado las
correas!
—¡Uh-oh! —gritó Soleado, lo que significaba algo así
como “Eso no parece una buena noticia”.
—A esta celeridad —dijo Violet, utilizando un término
científico para velocidad—, el deslizador no se detendrá
cuando lleguemos a la corriente congelada. Si no reducimos

• 300 •
la velocidad, caeremos directamente en el agujero que
cavamos.
Klaus estaba mareado por tantos giros y cerró los ojos
detrás de sus gafas—. ¿Qué podemos hacer? —le preguntó.
—¡Restriega tus zapatos contra el hielo! —gritó
Violet—. ¡Los tenedores pueden ayudarnos a reducir la
velocidad!
Rápidamente, los dos Baudelaire mayores estiraron sus
piernas y restregaron los tenedores de sus zapatos contra el
hielo que quedaba en la cascada. Quigley hizo mismo, pero
Sunny, que por supuesto no llevaba crampones-tenedor
zapatos de escalada, no podía hacer nada más que escuchar
los raspamientos y las salpicaduras de los tenedores contra el
débil hielo de la corriente mientras el deslizador se
desaceleraba ligeramente.
—¡No es suficiente! —gritó Klaus. Mientras el
deslizador seguía descendiendo, Klaus pudo ver brevemente
el agujero que habían cavado, cubierto con una fina capa de
madera debilitada, cada vez más cerca de los cuatro niños a
medida que se aproximaban al pie de la cascada.

• 301 •
—¿Bicúspide? —preguntó Sunny, lo que significaba
algo así como “¿También yo debo restregar mis dientes
contra el hielo?”
—Vale la pena intentarlo —dijo Klaus, pero tan pronto
como la joven Baudelaire se inclinó y restregó los dientes
contra el débil hielo de la cascada, los Baudelaire se dieron
cuenta de que en realidad no valía la pena intentarlo,
mientras el deslizador seguía girando a gran velocidad hasta
el fondo de la cascada.
—Eso no es suficiente —dijo Violet, tratando de
concentrar su inventiva mente tanto como pudo, recordando
cómo había detenido la caravana, cuando ella y su hermano
fueron despedidos lejos del automóvil del Conde Olaf. No
había nada lo suficientemente grande como para usarlo como
un paracaídas de desaceleración, y la mayor de los
Baudelaire empezó a desear que Esmé Miseria estuviera a
bordo con ellos, para que pudiera detener el deslizador con
su enorme vestido que parecía un fuego. Ella sabía que no
había melaza, miel de trébol silvestre, jarabe de maíz,
vinagre balsámico añejado, mantequilla de manzana,
mermelada de fresa, crema de caramelo, miel de maple,
mantequilla batida, marrasquino, aceite de oliva virgen y

• 302 •
extra virgen, crema de limón, albaricoques secos, chutney de
mango, crema di noci, pasta de tamarindo, mostaza picante,
bombones, crema de maíz, mantequilla de maní, jalea de
uva, dulces de goma, leche condensada, tarta de calabaza
rellena, o pegamento a bordo, o cualquier otra sustancia
pegajosa. Pero entonces recordó la pequeña mesa que había
utilizado como freno colocándola contra el suelo, detrás de la
caravana, y metió la mano en su bolsillo y sabía qué hacer—.
¡Esperen! —gritó Violet, dejó caer las correas rotas del
deslizador, tomó el cuchillo de pan largo y lo sacó de su
bolsillo. Sólo habían pasado unos días, pero tenía la
sensación de que había pasado mucho tiempo desde que
había tomado el cuchillo de la caravana, y parecía que cada
cinco minutos tocaba su dentada hoja dentro su bolsillo al
tratar de encontrar una manera de derrotar a los villanos sin
convertirse ella misma en uno de ellos. Pero ahora, por fin,
había algo que podía hacer con el cuchillo que podría
salvarlos a todos, sin herir a nadie. Apretando los dientes,
Violet se inclinó por fuera del girante deslizador y hundió el
cuchillo tan duro como pudo en el hielo de la pendiente
resbaladiza.

• 303 •
La punta de la hoja golpeó la grieta causada por el Poste
de la Primavera de Carmelita, y luego todo el cuchillo se
hundió en la pendiente justo cuando el deslizador llegó al pie
de la cascada. Se produjo un sonido que los Baudelaire
nunca antes habían escuchado, como una combinación de
una enorme ventana quebrándose y el profundo, retumbante
sonido de alguien disparando un cañón. El cuchillo había
ampliado la grieta, y con un tremendo estrépito, el resto del
hielo de la pendiente cayó hecho pedazos y todos los
tenedores, la luz del sol, los dientes y el deslizador
finalmente cobraron factura sobre la cascada. En un enorme
¡whoosh!, las aguas de la Corriente Afligida se precipitaron
por la pendiente, y en un instante los Baudelaire ya no
estaban sobre una corriente congelada en la parte inferior de
una extraña curva de hielo, sino simplemente en el fondo de
una cascada, con galones y galones de agua cayendo sobre
ellos. Los huérfanos apenas tuvieron el tiempo suficiente
para dar un respiro antes de que el deslizador se sumergiera
bajo el agua. Los tres hermanos se aferraron los unos a los
otros, pero la mayor de los Baudelaire sintió que un par de
manos se deslizaron de su cintura, y cuando el deslizador de

• 304 •
madera regresó a la superficie nuevamente, ella gritó el
nombre de su perdido amigo.
—¡Quigley !—gritó ella.
—¡Violet! —los Baudelaire escucharon la voz del
trillizo mientras el tobogán comenzaba a flotar sobre uno de
los afluentes. Klaus señaló un punto a través de la agitada
agua de la cascada y los niños pudieron vislumbrar por un
momento a su amigo. Se las había arreglado para aferrarse a
un trozo de madera de las ruinas de la sede, lo que
vagamente parecía una barandilla, como las que se necesitan
para apoyar las manos cuando se sube por unas estrechas
escaleras que conducen a un observatorio astronómico. El
torrente de agua arrastraba la madera y a Quigley por el otro
afluente de la Corriente Afligida.
—¡Quigley! —Violet volvió a gritar.
—¡Violet !—gritó Quigley por encima del rugido del
agua. Los hermanos pudieron ver que había sacado su libro
común de su bolsillo y que lo agitaba desesperadamente en
dirección a ellos—. ¡Espérenme!, ¡Espérenme en…!
Sin embargo, los Baudelaire no escucharon nada más.
La Corriente Afligida, en su repentino deshielo por la llegada
de la Falsa Primavera, se agitaba de tal manera que hizo que

• 305 •
la barandilla y el deslizador se separaran, enviando a cada
uno por un afluente diferente. Los hermanos le dieron una
última mirada a la cubierta de color púrpura oscuro del libro
común hasta que Quigley dio una vuelta alrededor de un
recodo en la corriente, y los Baudelaire dieron una vuelta
alrededor de otro, y el trillizo despareció de su vista.
—¡Quigley! —lo llamó Violet, una vez más, y las
lágrimas brotaron de sus ojos.
—Está vivo —dijo Klaus, y sujetó el hombro de Violet
para ayudarla a mantener el equilibrio en el tambaleante
deslizador. Ella no sabía si el Baudelaire de en medio
también estaba llorando, o si su rostro estaba mojado por la
cascada—. Él está vivo, y eso es lo importante.
—Intrépido —dijo Sunny, que significaba algo así
como ¡Quigley Quagmire fue valiente e ingenioso para
sobrevivir al incendio que destruyó su casa, y estoy segura
de que sobrevivirá a esto también”.
Violet no podía soportar que su amigo estuviera
alejándose de ella, no después de haberlo conocido mejor—.
Pero se supone que debemos esperarlo —dijo—, y no
sabemos dónde.

• 306 •
—Tal vez tratará de llegar con sus hermanos antes que
las águilas —dijo Klaus—, pero no sabemos dónde están
ellos.
—¿Hotel Denouement? —dijo Sunny tratando de
adivinar—, ¿V.F.D.?
—Klaus —dijo Violet—, viste algunas de las
anotaciones de las investigaciones de Quigley ¿Sabes si los
dos afluentes en algún punto se reúnen de nuevo?
Klaus meneó la cabeza—. No lo sé —dijo—, Quigley
es el cartógrafo.
—Godot —dijo Sunny, lo que significaba “No sabemos
a dónde ir, y no sabemos cómo llegar allí”.
—Pero sabemos algunas cosas —dijo Klaus—.
Sabemos que alguien le ha enviado un mensaje a J.S.
—Jacques —dijo Sunny.
Klaus asintió con la cabeza—. Y sabemos que el
mensaje dice que se reunirán el jueves en el último lugar
seguro.
—Matahari —dijo Sunny, Klaus sonrió y acercó a
Sunny hacia él para que no se cayera del deslizador flotante.
Ya no era una bebé, pero la joven Baudelaire aún era todavía

• 307 •
lo suficientemente joven como para sentarse en el regazo de
su hermano.
—Sí —coincidió Klaus—. Gracias a ti sabemos que el
último lugar seguro es el Hotel Denouement.
—Pero no sabemos dónde está —dijo Violet—. No
sabemos dónde encontrar a esos voluntarios, o incluso si hay
miembros sobrevivientes de V.F.D. Ni siquiera podemos
estar seguros de lo que significa V.F.D., o si nuestros padres
están realmente muertos. Quigley estaba en lo cierto. Hemos
logrado averiguar muchos misterios, y, sin embargo, todavía
hay muchas cosas que no sabemos.
Sus hermanos asintieron tristemente con la cabeza, y si
yo hubiera estado allí en ese momento, en vez de llegar
demasiado tarde para ver a los Baudelaire, también habría
asintió con la cabeza. Incluso para un escritor como yo, que
ha dedicado su vida entera a investigar los misterios que
rodean el caso Baudelaire, todavía hay mucho que he sido
incapaz de descubrir. No sé, por ejemplo, qué pasó con las
dos mujeres empolvadas que decidieron dejar el grupo de
Olaf y marcharse, por su cuenta, por las Montañas
Mortmain. Algunas personas dicen que siguen
empolvándose la cara, y que pueden ser vistas cantando

• 308 •
canciones tristes en algunos clubes de mala muerte de la
ciudad. Otros dicen que viven juntas en el hinterlands,
tratando de cultivar ruibarbo en la tierra seca y estéril. Y hay
quienes dicen que no sobrevivieron a su descenso por el
Monte Fraught, y que sus huesos pueden ser encontrados en
una de las muchas cuevas de los impares y cuadrados picos.
Pero a pesar de que he escuchado una canción triste tras otra,
y he probado algunos de los peores ruibarbos en mi vida, y le
llevé huesos tras huesos de unos esqueletos a una experta
hasta que me dijo que la estaba haciendo tan miserable que
esperaba que nunca volviera por ahí, no he sido capaz de
descubrir lo que realmente ocurrió con las dos mujeres. No
sé dónde están los restos de la caravana, como ya te dije, y
mientras llego al final del diccionario de rimas, y leo la corta
lista de palabras que riman con “zipizape”, estoy
comenzando a pensar que debería detener mi búsqueda del
vehículo destruido y renunciar a esa particular parte de mi
investigación. Y no he rastreado el refrigerador en el que los
Baudelaire encontraron el Verbal Frigorífico Dialogo, a
pesar de algunos rumores que dicen que se encuentra en una
de las cuevas de las Montañas Mortmain, o que puede ser

• 309 •
visto llevando a cabo algunas interpretaciones en algunos
clubes de mala muerte de la ciudad.
Pero a pesar de que hay muchas cosas que no sé, hay
algunos misterios que he resuelto y que se con seguridad, y
una cosa de la que estoy completamente seguro es a donde
fueron después los huérfanos Baudelaire, mientras las
cenicientas aguas de la Corriente Afligida alejaban al
deslizador de las Montañas Mortmain, tal como habían
alejado al Azucarero después de que el voluntario lo arrojara
a la corriente para salvarlo de las llamas. Pero a pesar de que
sé exactamente a dónde fueron los Baudelaire, e incluso
puedo rastrear su ruta en un mapa dibujado por uno de los
cartógrafos jóvenes más prometedores de nuestros tiempos,
yo no soy el mejor escritor para describir el camino de los
niños. El escritor que lograría describir con mayor precisión
y elegancia la trayectoria de los tres huérfanos podría ser un
socio mío que, como el hombre que escribió “El camino
menos transitado”, ahora está muerto. Antes de morir, sin
embargo, fue ampliamente reconocido como un poeta muy
bueno, aunque algunas personas piensan que sus escritos
sobre religión eran un poco demasiado mezquinos. Su
nombre era Algernon Charles Swinburne, y el cuarteto final

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de la undécima estrofa de su poema “El jardín de
Proserpina” describe perfectamente lo que los niños
descubrieron mientras este capítulo en su historia llegaba a
su fin, y comenzaba el siguiente.
La primera mitad del cuarteto dice:

Que la vida no sea eterna,


Que nunca los muertos hombres se levanten,

y, de hecho, los hombres adultos en la vida de los Baudelaire


que habían muerto, como Jacques Snicket o el padre de los
niños, nunca se levantarían otra vez. Y la segunda mitad del
cuarteto dice:

Que hasta el río más perezoso


Llegue en sus giros al reposo del mar.

Esta parte es un poco más complicada, ya que algunos


poemas se parecen un poco a los códigos secretos, ya que es
necesario estudiarlos cuidadosamente para averiguar su
significado. Un poeta, como la hermana de Quigley
Quagmire, Isadora, por supuesto, se da cuenta de inmediato

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de que es lo que estas dos líneas quieren decir, pero a mí me
tomó mucho tiempo decodificarlas. Eventualmente, sin
embargo, me quedó claro que “el río más perezoso” se
refiere a la Corriente Afligida, que de hecho parecía tener
bastante pereza de llevar entre sus aguas todas las cenizas de
la destruida sede de V.F.D, y que “Llegue en sus giros al
reposo del mar” se refiere al último lugar seguro donde
todos los voluntarios, incluyendo a Quigley Quagmire,
podrían reunirse. Como Sunny dijo, ella y sus hermanos no
sabían a dónde ir y no sabían cómo llegar hasta allí, pero los
huérfanos Baudelaire iban por una ruta tortuosa que
desembocaba a allí de todos modos, y eso es una cosa que sé
con seguridad.

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De todas las personas del mundo que arrastran vidas miserables —
y estoy seguro de que conocéis unas cuantas— los jóvenes
Baudelaire se llevan la palma, frase que aquí significa que les han
pasado más cosas horribles que a nadie... ¿Pero quiénes son estos
desgraciados?
VIOLET BAUDELAIRE
Tiene catorce años y es una de las más grandes
inventoras de su tiempo. Si la ves con el pelo atado con
una cinta, significa que los engranajes y las palancas de
su creativo cerebro están funcionando a toda velocidad.
KLAUS BAUDELAIRE
El segundo, tiene gafas, él puede dar la impresión de que es un
gran amante de los libros. Impresión absolutamente correcta.
Todo su conocimiento es utilizado, a menudo, para la
elaboración de planes con la intención de detener las malvadas
intenciones del Conde Olaf.
SUNNY BAUDELAIRE
Es la más joven de los tres, quien aún es un bebé. Sin
embargo, cualquiera de sus cuatro afilados dientes
pueden entran en acción tan rápido como sea posible.
Y este es su archienemigo:
EL CONDE OLAF,
Un hombre repugnante, pérfido y malvado, es mejor
decir lo menos posible de él.

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