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La Primera Guerra Mundial 1914-1918, Historia Económica Mundial

del siglo XX, cap. VI.


Hardch

Antes de la llegada de la primera guerra mundial, el oro era el eje en torno al cual giraba
el sistema económico internacional multilateral. Los bancos de emisión estaban
sometidos a una doble exigencia: la de sus propios ciudadanos que acaparaban oro y la
de los inversores extranjeros que pretendían repatriar sus capitales.

Por esto, algunos bancos de emisión por propia iniciativa suspendieron los pagos en oro.
El resultado fue la momentánea paralización general del sistema monetario
internacional que se sustentaba en parte en la libre circulación de capitales y en la
convertibilidad de las monedas.

La conversión del papel moneda en oro se prohibió en Rusia, Alemania, Francia, Italia,
etc.

Gran Bretaña abandonó el patrón oro de forma discreta. Se preservó la legalidad de la


exportación de oro durante la guerra pero en la práctica chocaba con fuertes
restricciones.

Más adelante se prohibieron oficialmente, las exportaciones de oro.

Estados Unidos abandonaron el patrón oro pero siguieron manteniendo formalmente su


vigencia legal. Al iniciarse la contienda, toda una serie de países neutrales siguieron los
pasos de los contendientes en la medida que también revocaron la convertibilidad del
oro y embargaron los transportes.

Dinamarca, Holanda, Noruega, Suecia y España limitaron temporalmente las


importaciones de oro.

Cada uno de los estados se esforzaba en preservar en sus monedas nacionales las
apariencias del patrón oro. Las legislaciones monetarias evitaban cuidadosamente
cualquier alusión a una ruptura con el patrón oro y los bancos de emisión en adelante se
comprometieron a preservar sus reservas de oro.

En el curso de la guerra el oro todavía se uso en algunas operaciones internacionales de


todos los bandos, pero los déficit de las importaciones de un país se financiaban
fundamentalmente a través de acuerdos crediticios bilaterales.
Tras la crisis monetaria de 1914, quedó muy claro que los estados beligerantes jamás
volverían a adoptar el patrón oro. La oferta interna de dinero, exigida por el
financiamiento de la guerra, aumentó enormemente y ello fue posible porque se había
revocado la convertibilidad legal del papel moneda. En el terreno de los intercambios
exteriores, se prohibieron los pagos en oro a causa de los enormes saldos negativos de
las importaciones, que nunca hubieran podido compensarse con transferencias de oro.

Gracias a los saldos positivos de sus exportaciones, los países neutrales mantuvieron
una solida posición en relación al oro, pero en este caso, dentro del espacio que le
quedaba a la economía mundial fuera del ámbito donde se desarrollaba la contienda, la
restauración del patrón oro, intrínsecamente viable, se frustró porque faltó una moneda
que asumiera la dirección del proceso.

Puesto que no hubo una medida de referencia universal, las monedas fuertes de los
países neutrales tendieron a la fluctuación.

En los lugares donde las partes beligerantes alcanzaban a ejercer su influencia, se


sustituyó el patrón oro por dos sistemas de control de divisas rivales con paridades
administradas. En los mercados monetarios neutrales surgieron sistemas de libre
intercambio.

El principal problema monetario de los países aliados era el mantenimiento de la


paridad de la libra con el dólar, puesto que la libra a su vez, era la base de sustentación
de las monedas del resto de los aliados europeos.

En 1915, Gran Bretaña transfirió oro a los Estados Unidos por un valor total de 328
mdd. Un exceso de transferencias de oro no respondía a los intereses de Gran Bretaña ni
de Estados Unidos. De modo que el equilibrio de la balanza de pagos pudo restablecerse
fundamentalmente mediante movimientos de capital.

A partir de agosto de 1915, el gobierno británico empezó a intervenir en el mercado de


las divisas para estabilizar la paridad de la libra respecto al dólar. El resultado de esta
operación fue la repatriación de valores americanos y ello contribuyó a transformar la
posición deudora de Estados Unidos en una posición acreedora.

Francia y Rusia intentaron incorporarse al bloque dólar-libra esterlina.


En 1914, Francia era un país acreedor, sólidamente implantado en el mercado
internacional, pero la mayor parte de sus inversiones se habían realizado en Rusia y
habían quedado inmovilizadas por la guerra.

En 1915 se firmaron importantes acuerdos de cooperación financiera entre los tres


grandes aliados, y en abril de 1915, Gran Bretaña concedió por primera vez a Francia un
crédito de gran envergadura.

El gobierno ruso al comienzo utilizó los activos que tenía depositados en el extranjero,
principalmente en Francia, al estallar las hostilidades. A comienzos de 1915 sus activos
en el extranjero se habían agotado y, a pesar de que posteriormente el gobierno ruso
volvió a tranferir oro al extranjero, tuvo que recurrir fundamentalmente a operaciones
crediticias, generalmente negociadas con Gran Bretaña.

Los gobiernos aliados acordaron colaborar estrechamente en cuestiones tales como la


concesión de créditos a los aliados menores, la suscripción conjunta de créditos en el
extranjero y el establecimiento de estrechas relaciones entre los bancos de emisión.
Gran Bretaña ejerció el papel de banquero de la Alianza.

Los créditos británicos no implicaban la obligatoriedad de comprar en Inglaterra, sino


que se concedían con el propósito de ayudar a los aliados a financiar los saldos
negativos de sus importaciones procedentes de terceros países.

Los créditos de guerra de los Estados Unidos relegaron a un segundo plano los créditos
de guerra intereuropeos.

Los créditos de guerra contribuyeron a consolidar la primacía económica de los Estados


Unidos.

Los problemas monetarios estimulaban mucho menos a las potencias centrales, puesto
que éstas, a consecuencia del bloqueo, quedaban cortadas del mercado mundial.

El comercio con los países neutrales colindantes resultó inevitablemente positivo para
éstos debido a los saldos positivos de sus exportaciones.

Las potencias centrales no lograron imponer, en los mercados monetarios de los países
neutrales, la ficción de la sólida paridad de sus monedas con el oro.

La inflación que se produjo en el curso de la guerra no causó ningún impacto profundo.


LAS FINANZAS DE LA GUERRA

El motivo de colapso del patrón oro radicaba en el esfuerzo militar que tuvieron que
realizar los principales países que sustentaban el comercio internacional. Antes de 1914
la carrera armamentista había provocado un enorme incremento de los presupuestos
militares de los estados europeos.

El incremento del gasto público venía condicionado por un lado, por la propia guerra y,
por otro, por la inflación que provocaba la guerra.

El conjunto de gastos generados por la guerra estuvo en cuatro renglones esenciales: el


gasto militar, el gasto de las autoridades civiles a causa de la guerra, las subvenciones y
los créditos a los aliados.

En aquella época sólo se detallaba en los presupuestos una parte de los gastos de
defensa.

Los presupuestos extraordinarios y los presupuestos de guerra quedaban fuera del


control parlamentario y ello explica que los gobiernos llegaran incluso a incorporar
gastos normales en las partidas de los presupuestos de guerra.

En principio, el problema del financiamiento de la guerra era el mismo en todos los


países. El método moderno de financiamiento de la guerra a través de los bancos de
emisión se caracterizaba por un ritmo que consiste en alternar la creación de dinero con
la absorción de una parte de la capacidad de compra. El gobierno obtenía dinero del
banco de emisión contra la entrega de títulos a corto plazo de su propia deuda. Más
tarde estos títulos renovados o se rescataban con los ingresos que el Estado se había
procurado mediante la recaudación de impuestos o a través de la suscripción de
empréstitos. La creación de dinero por parte del Estado desencadena un impulso
inflacionista que, en primer lugar, afecta a la industria de armamentos y luego, tras la
acción del reputado efecto multiplicador, se transmite al conjunto de la economía. La
demanda adicional atrae factores de producción no utilizados hasta entonces, pero una
vez alcanzado el pleno empleo, el Estado y los intereses privados compiten en un marco
de restringida capacidad productiva. La reducción de la capacidad de compra privada
mediante la acción de los impuestos y de los créditos perseguía dos propósitos. En
primer lugar frenar el alza de precio y en segundo lugar el financiamiento de la guerra
ejercía la función de regulador monetario.
ALEMANIA

En el Imperio germánico la movilización financiera empezó a prepararse, de hecho en la


última década del siglo XIX. Se crearon las llamadas cajas de préstamos, las cuales
emitían papel moneda propio contra la pignoración de mercancías y efectos públicos.

Tanto la movilización financiera como todo el resto de preparativos económicos para la


guerra se sustentaron en la idea de una guerra de corta duración que podía financiarse
solo con la suscripción de empréstitos. El financiamiento de la guerra se basaba en la
expectativa de que al concluir la lucha, la cuenta correría a cargo del enemigo.

El gobierno del Reich se planteó unos objetivos de política fiscal modestos: los
impuestos debían cubrir los gastos ordinarios, excluyéndose los generados por la guerra
y los intereses de la deuda del Estado.

En el siguiente presupuesto, el gobierno no pudo eludir la creación de nuevos


impuestos.

La recaudación de impuestos corría a cargo de las autoridades financieras de los estados


federales. En 1918 se creó el Tribunal de Finanzas del Reich, el cual entendía en todas
las cuestiones tributarias de ámbito confederal.

La reducción de una parte de la capacidad de compra fue principalmente una


consecuencia de los empréstitos de guerra.

Para consolidar las deudas a corto plazo del Reich se suscribieron un total de nueve
empréstitos.

Al final de la guerra, la deuda del Reich alcanzaba la cifra de 156 100 millones de
marcos, lo cual representaba un incremento de 150 700 millones de marcos respecto al
2014.

FRANCIA

Tras la declaración de guerra, la Banque de France puso a disposición del gobierno un


adelanto de 2900 millones de francos contra bonos del Tesoro a corto plazo. Además
contemplaba el incremento correspondiente del contingente autorizado de papel moneda
del banco de emisión y era una consecuencia de los acuerdos firmados entre el banco de
emisión y el Estado ante la posibilidad de la movilización.
El sistema fiscal francés antes de la preguerra era claramente regresivo y se basaba en
principios extremadamente individualistas lo que ocasionaba que cualquier intervención
fiscal o la investigación de la situación fiscal de las personas se consideraba una
agresión a las libertades del ciudadano. Por esto la mayor parte de los ingresos públicos
se recaudaron mediante contribución indirecta y los impuestos directos sólo se
impusieron sobre objetos fiscales manifiestos (como propiedades rurales y urbanas y
empresas industriales).

En 1918, los intereses de la deuda nacional excedían a los ingresos en 230 millones de
francos, es decir, el gobierno debía pedir dinero prestado para pagar los intereses de la
deuda en curso.

Los primeros empréstitos de la guerra franceses no se emitieron hasta noviembre de


1915. Se emitieron otros tres empréstitos de guerra en 1916, en 1917 y en 1918. Estos
empréstitos adoptaron la forma de rentes perpetúales; ello significaba que el gobierno
no quedaba vinculado a un plazo fijo de amortización, y que transcurrido un tiempo de
carencia, podía elegir la fecha de amortización. En total, los empréstitos de guerra
aportaron 24 100 millones de francos. El gobierno francés para recaudar fondos recurrió
fundamentalmente a la venta directa al público de bonos del Tesoro a corto plazo. En
1914 se emitieron unos bons de la Défense Nationale. Estos títulos fueron concebidos
como un mero instrumento de prefinanciación que posteriormente debían ser sustituidos
por empréstitos de guerra. Recibieron una acogida tan favorable del ppublico que el
gobierno los adoptó como medio estable de financiamiento de la guerra. Estos títulos a
corto plazo interesaban mucho al gobierno, tanto por el bajo interés como porque eran
muy fáciles de vender.

Una parte sustancial de la deuda pública estaba constituida por créditos exteriores, cuya
finalidad, no era compensar el déficit del presupuesto sino más bien obtener divisas.

GRAN BRETAÑA

El principal problema con el que se enfrentó la política financiera y monetaria de Gran


Bretaña, fue la crisis de liquidez internacional.

El Banco de Inglaterra solicitó y obtuvo la autorización para rebasar el contingente de


emisión de papel moneda que le asignaba. De este modo el Banco pudo anticipar dinero
al gobierno para que éste hiciera frente a los gastos que requería la guerra. El gobierno
también recurrió a otros medios para recaudar fondos, como la venta en el mercado libre
de bonos del Tesoro y la emisión de papel moneda de la Oficina del Tesoro.

En 1914 se presentó el primer presupuesto de guerra que incluía algunas alzas


tributarias.

En cada presupuesto, los impuestos se fueron aumentando paulatinamente. Tres fueron


las principales fuentes de recaudación: el impuesto sobre la renta, cuya eficacia y
capacidad expansiva ya se había demostrado antes de la guerra, los diferentes tipos de
impuestos indirectos y el nuevo impuesto sobre beneficios de guerra.

En los impuestos indirectos surgieron los derechos arancelarios. Los aranceles debían
recaudar dinero para las arcas públicas y recortar las importaciones y contribuir al
ahorro de divisas, reduciendo, a la vez el transporte de mercancías.

A pesar de la creación de nuevos impuestos y de los aumentos que experimentaron los


viejos, los ingresos no pudieron mantener el ritmo de los gastos.

La política de creación de deuda fue la punta de lanza del ataque que sufrió el poder
adquisitivo de los ciudadanos.

A comienzos de 1916 empezó a advertir que su política de empréstitos resultaba


demasiado cara.

Después, en 1917 se emitieron los National War Bonds que en seguida tuvieron una
excelente acogida en el mercado. De marzo de 1914 a marzo de 1919, la deuda pública
interna aumentó globalmente.

RUSIA

A finales de julio de 1914, el gobierno ruso tomó una serie de medidas en relación a la
moneda que crearon las condiciones del financiamiento de la guerra. Se suspendió la
obligación que tenía el Banco Nacional de convertir el papel moneda en oro, se
prohibieron las exportaciones de oro y se autorizó al Banco Nacional a que descontara
bonos del Tesoro, sin límite de cuantía. La circulación fiduciaria aumentó de 300
millones de rublos a 1500 millones de rublos.

Se aumentaron en varias ocasiones los aranceles y los impuestos existentes sobre el


consumo y los transportes, así como varios impuestos directos. El resultado de ello fue
que, debido en gran parte a la repercusión de la inflación en los precios, en 1916 el
impuesto sobre la renta, en términos monetarios aumentó en relación al nivel de la
preguerra.

El presupuesto militar se financió a través de empréstitos.

Una de las grandes desventajas del financiamiento de la guerra en Rusia fue la


incapacidad manifiesta para lograr que el público suscribiera una cantidad suficiente de
títulos del Estado.

El poco éxito de la política de empréstitos se explica porque el sistema bancario ruso


estaba muy poco desarrollado y, se estima que, la mitad del papel moneda en
circulación lo habían acaparado los campesinos.

ESTADOS UNIDOS

La neutralidad armada engendró un instrumento del gasto público que obligó a recabar
nuevos ingresos que se obtuvieron con el aumento de varios impuestos. En 1917 se
emitieron títulos de deuda del Tesoro a corto plazo para hacer frente a futuros gastos
militares.

El principal propósito de los empréstitos consistió en atraer la capacidad adquisitiva del


sector privado.

INFLACIÓN

El Estado gastaba mucho más de lo que ingresaba en concepto de impuestos. La mayor


parte del gasto de guerra se cubrió a través de empréstitos.

El coste de la guerra recayó en espaldas de los acreedores del Estado y sobre quienes
debían resarcirles, esto es, el conjunto de los contribuyentes.

En el curso de la guerra se fue produciendo una polarización de la estructura de la renta:


en un extremo, pauperización, en el otro enormes beneficios. La única política fiscal
eficaz consistía en ejercer una presión tributaria progresiva sobre la renta y el
patrimonio, luego, cuando se restableciera la normalidad, se repartiría la carga tributaria
entre la población mediante impuestos sobre el consumo y la circulación.

Como consecuencia del financiamiento inflacionista de la guerra y de las medidas de


control central de las economías se produjo en los países beligerantes una
sobreabundancia de dinero en manos privadas. La consecuencia de ello fue la
existencia de una presión inflacionaria constante cuya intensidad se traducía
generalmente en el incremento de la circulación fiduciaria y en la colocación de la
deuda flotante fuera del ámbito de competencia de los bancos de emisión.

Los gobiernos establecieron controles de precios fundamentalmente sobre artículos


alimentarios.

La devaluación de la moneda afectó a todos los países del mundo. Después de la guerra,
resultó bastante difícil volver a fijar una adecuada paridad internacional. En los países
continentales de Europa, en los que la inflación había sido más pronunciada, se procedió
a la devaluación de las monedas.

Se recurrió excesivamente a medidas de ajuste que debían haber servido para


reequilibrar la balanza de pagos y el resultado fue que la devaluación y la
sobrevaloración de las monedas se convirtieron en importantes factores de inestabilidad
del sistema monetario internacional en los años veinte.

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