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GÉNESIS DE LA GLOBALIZACIÓN

A. Van den Eynde

La globalización surge orgánicamente de todo el precedente desarrollo. La


globalización se presenta como la forma necesaria en la que el capital se adapta hoy a la
relación de fuerzas, entre explotadores y explotados, y a otras circunstancias históricas
dadas, a la vez que se esfuerza por recuperar y ampliar su poder.

Desde 1950 tuvo lugar una gran acumulación de capital.

La expansión económica en su mejor momento (1960), el sistema de explotación hizo


soñar a la humanidad con una nueva era de expansión ilimitada del capitalismo, se
bienestar y sembró el desconcierto entre los marxistas.

Los primeros fuertes impactos económicos políticos y militares sobre el orden mundial
se originaron en los pueblos dependientes.

Pero si esta onda revolucionaria pudo sacudir con la fuerza que lo hizo al primer mundo,
fue porque los límites y contradicciones del boom económico ya se hacían nota dentro
de los países más ricos y poderosos, y también en ellos se reavivaba la llama de la lucha
de clases.

El problema económico más acuciante era el amenazador nivel de endeudamiento


alcanzado por todos los Estados del mundo. El endeudamiento empezó con la política
de reconstrucción y después no paró de crecer.

Ese endeudamiento ilimitado estaba desde fines de los sesenta, provocando inflación,
inestabilidad del régimen de cambios y riesgos excesivos para el consumo mundial.

En los años 1973 y 1974 la crisis del petróleo sacó a la luz aquella enfermedad oculta
del imperio del dólar.

Los dólares residentes en EU habían bajado más de la mitad del total. En cambio, en
manos del resto de países había demasiados. El mundo entero estaba comenzando a
sufragar el déficit comercial y público del Estado imperial y su costosa máquina de
guerra.

En 1968, la producción americana era incapaz de respaldar al dólar.


Comenzó una fase predominantemente depresiva, porque las condiciones políticas e
históricas generales no volverían a permitir a los propietarios de los medios de
producción seguir abusando de los mismos artificios que habían alimentado aquel boom
de la posguerra.

La política de endeudamiento ilimitado fue el intento de la clase dirigente de esquivar el


problema crónico del régimen económico capitalista, que es la sobreproducción. Esta
sobreproducción solo se corrige y reajusta en el mercado mediante choques, que toman
la forma de crisis económicas siempre destructivas.

En 1974, la producción industrial de EU cayó más del 11%. A nivel mundial, el aparato
productivo manifestaba sobrecapacidades o infrautilización del orden del 30% o del
35% en muchos sectores. La inflación acompañaba a esta recesión.

En 1982 estalló la gran crisis de la deuda externa latinoamericana.

La política de endeudamiento ilimitado impulsada desde Washington ocultaba y


aceleraba la pérdida de competitividad de la industria norteamericana a expensas de las
dos grandes potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial.

Una vez declarada la crisis del imperio del dólar, el contraataque de las compañías
norteamericanas tuvo que orientarse a romper el que había sido el otro condicionante
del mercado imperialista desde 1950: el estatismo.

El estatismo adquirió una excepcional importancia económica a causa de un cúmulo de


circunstancias reunidas en la primera mitad del siglo. Entre ellas se encuentra incluso la
liberación de los pueblos coloniales y la lucha de las nuevas naciones por emanciparse
económicamente de la dictadura financiera imperialista.

Al final de la guerra mundial, hubo que contar con la presión del movimiento obrero
sobre un capitalismo europeo que estaba agotado y de rodillas.

El capitalismo monopolista de Estado, fue, en los años de la posguerra, maquinaria


esencial de la reconstrucción y de un nuevo desarrollo de la producción.

Cuando la estimulación de la demanda en base al endeudamiento comenzó a estrangular


la producción, hacía ya tiempo que las grandes empresas multinacionales habían sacado
todo el jugo posible del capitalismo estatal y solo veían en el rigideces y barreras.
La tendencia a la sobreproducción quedaba semioculta y en parte sustituida por la baja
creciente de la tasa media de ganancia; y las crisis de sobreproducción, por el
estrangulamiento financiero de la producción.

En 1973/1974 se sumaron dos tipos de fenómenos y hubo recesión con inflación. La


gran empresa multinacional impuso su ley a los mercados a fin de restablecer su tasa de
ganancia.

Los efectos de la globalización muestran el ansia de la burguesía para sobreponerse, no


solo a la crisis del petróleo (la crisis de 1973) sino a la tendencia declinante de sus
fuerzas productivas que desde ese momento se puso en evidencia.

Hay una conexión directa entre la destrucción masiva de empleos y la concentración del
capital en empresas de una talla gigantesca y de ámbito mundial.

Las grandes empresas impusieron un salto en la explotación intensiva del trabajo a


través de innovaciones tecnológicas que permitieron aumentos impresionantes, tanto de
la productividad del trabajo como del desgaste del trabajador, y un descenso de la
cualificación profesional media para generalizar los salarios bajos y la movilidad de
ocupación, la mano de obra de temporada, inexperta, a tiempo parcial, etc. Esto es
llamado toyotismo, un paso más en la organización del trabajo para abaratar la fuerza
laboral cualificada.

La globalización arranca de la crisis de los años 73-74 como un intento de las empresas
más poderosas de superar los límites del mercado, que la política de endeudamiento
ilimitado ya no conseguía hacer más elásticos. Consistía en organizar una destrucción
de fuerza productiva, abrir mercados ocupados por el capital nacional, público y por la
pequeña producción, y aumentar paralelamente la cuota de explotación del trabajo.

EL NEOLIBERALISMO, POLÍTICA DE LA GLOBALIZACIÓN

Los gobiernos de Thatcher y Reagan fueron los primeros en izar la bandera de el


neoliberalismo, promovido por la clase dirigente norteamericana. Éste abomina de la
intromisión de los poderes públicos en la vida económica. La salud de la economía
radica en la libertad de mercado. Cierto proteccionismo nacional, un fuerte sector
público, seguridad nacional, entre otros aspectos, serían los vicios y enfermedades que
impedirían el desarrollo de la producción y el bienestar de las personas.

El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial quedaron en evidencia como


vehículos de un imperialismo financiero. Canalizaban el crédito y otras ayudas a las
economías en dificultades y ataban con pesadas cadenas financieras a los países que se
habían librado de sus viejas cadenas coloniales.

En 1982 estallo la crisis de la deuda externa que se extendió hasta 1991. El crédito a los
países dependientes había servido a los mayores banqueros para canalizar los dólares
que se estaban depreciando y estimular la venta de excedentes de producción a aquellos
países en condiciones desfavorables para ellos.

Para satisfacer la deuda, la banca mundial dictó el llamado plan Brady. Hubo que
devolverla en activos: empresas públicas, tierras y otros títulos.

La deuda externa quedó como forma permanente de dependencia de la mayoría de los


pueblos del mundo respecto a las grandes potencias de la Tríade; se hizo deuda eterna.
Los antiguos países coloniales se convirtieron en países supuestamente libres que
trabajan para los financieros de los países ricos, a la manera en que el pequeño
campesino o comerciante libre trabaja para el banco, para el usurero, siempre agobiado
por el crédito.

La manifestación más nueva del neoliberalismo en el campo diplomático y militar es la


doctrina del intervencionismo humanitario, bendecida por las Naciones Unidas, que
legaliza la injerencia armada, con excusas humanitarias o sin ellas, allí donde están en
juego los intereses de la comunidad internacional, que evidentemente son los de cuatro
o cinco países y los de la minoría que los gobierna.

Otra resultante de la tendencia depresiva de la producción desde 1974, fue que los
gobiernos han acometido una desreglamentación del mercado laboral para lanzar a los
trabajadores a una dura competencia entre ellos mismos y acabar reduciendo en todo el
mundo su nivel de vida y sus derechos.

La deslocalización de sus inversiones permite a la compañía transnacional hacer a sus


empleados ofertas laborales que, como las de la mafia, no se pueden rechazar,
poniéndolos en concurrencia con trabajadores de otras ciudades, de otros países, que
tienen otros salarios y otras jornadas. Las transnacionales chantajean a los gobernantes,
a los policías, a los sindicatos, ofreciendo al país empleos a cambio de adaptar las
relaciones laborales al plan de la empresa.

La reforma laboral del neoliberalismo es: despido libre, elasticidad de la jornada laboral,
reducción de empleo público, movilidad del puesto de trabajo, subcontratación, entre
otros, a fin de crear un mercado laboral basado en la precariedad del empleo y el
despotismo patronal, que debilite al movimiento sindical.

El capitalismo del siglo XX, en unos países más y en otros menos, cobra, gestiona y
reparte a través del Estado, una parte del salario en forma de beneficios sociales. El
Estado actúa así como capitalista colectivo que administra un salario indirecto con el fin
de atenuar las crisis y sus riesgos políticos.

Algunas grandes metas de los gobernantes, son políticas premeditadas de reducción


forzosa del gasto social de los países implicados.

Los recortes sociales pueden combinar la motivación económica con la política.

El espacio económico antes ocupado por la gestión estatal del salario obrero diferido
bajo la forma de derechos sociales, empieza a ser ocupado por el capital privado para
ampliar de ese modo los márgenes de explotación de los asalariados.

Desde la década de los ochenta, el neoliberalismo estuvo asociado a las privatizaciones


a gran escala para que los estados más parásitos consiguiesen liquidez a corto plazo,
para abrir ciertos mercados a las grandes compañías transnacionales, sustituyendo
capital público nacional por capital privado transnacional, para que ciertas empresas o
sectores de empresas públicas fuesen a parar a las manos de ciertos personajes muy
influyentes, como medio de destruir las bases materiales de una independencia nacional
frente al imperialismo económico, etc.

Hay un caso dramático de aplicación destructiva de la política neoliberal: el de Rusia.


Es dramático por sus efectos sociales y por lo que representaba la URSS para los
partidarios de una economía socializada, sin propietarios privados capitalistas.

Los años 70 había sido para la URSS años de total estancamiento. La burocracia
dirigente se sentía ya entonces incapaz de reformar el sistema productivo por miedo a
cualquier reacción popular contra el régimen de privilegios y totalitarismo. Compraba a
los capitalistas extranjeros lo imprescindible y lo pagaba gracias a los precios que
alcanzo el petróleo en ese entonces.
La economía soviética dependía del mercado capitalista mundial que aumentaba año
con año, lo que aumentó su endeudamiento.

Por medio de la Pereztroika se hizo un intento de restaurar el capitalismo por medio de


reformas negociadas con el imperialismo y asumidas por la burocracia. Pero esto inclinó
a la burocracia a las recetas del capitalismo más neoliberal, que sumieron a Europa del
Este y Rusia en una depresión de más de una década de duración.

Con esto se da a conocer, no que los burócratas liberales rusos hayan tenido
superioridad del pensamiento económico neoliberal sobre los conservadores estalinistas,
sino la incapacidad de una economía aislada para sufrir las presiones de un mercado
mundial globalizado y ocupado por 200 pulpos capitalistas multinacionales.

El neoliberalismo es la expresión cabal del predominio adquirido por las compañías


multinacionales en una fase histórica tendencialmente recesiva.

El neoliberalismo avanzó gracias al peso económico adquirido por la fracción del gran
capital financiero multinacional dentro de la producción mundial, por las 200 empresas.
Su fuerza se manifestó incontenible, al menos dentro del marco del sistema capitalista.

La globalización no es una política aleatoria sino un desarrollo económico orgánico del


clásico imperialismo.

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