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Los primeros fuertes impactos económicos políticos y militares sobre el orden mundial
se originaron en los pueblos dependientes.
Pero si esta onda revolucionaria pudo sacudir con la fuerza que lo hizo al primer mundo,
fue porque los límites y contradicciones del boom económico ya se hacían nota dentro
de los países más ricos y poderosos, y también en ellos se reavivaba la llama de la lucha
de clases.
Ese endeudamiento ilimitado estaba desde fines de los sesenta, provocando inflación,
inestabilidad del régimen de cambios y riesgos excesivos para el consumo mundial.
En los años 1973 y 1974 la crisis del petróleo sacó a la luz aquella enfermedad oculta
del imperio del dólar.
Los dólares residentes en EU habían bajado más de la mitad del total. En cambio, en
manos del resto de países había demasiados. El mundo entero estaba comenzando a
sufragar el déficit comercial y público del Estado imperial y su costosa máquina de
guerra.
En 1974, la producción industrial de EU cayó más del 11%. A nivel mundial, el aparato
productivo manifestaba sobrecapacidades o infrautilización del orden del 30% o del
35% en muchos sectores. La inflación acompañaba a esta recesión.
Una vez declarada la crisis del imperio del dólar, el contraataque de las compañías
norteamericanas tuvo que orientarse a romper el que había sido el otro condicionante
del mercado imperialista desde 1950: el estatismo.
Al final de la guerra mundial, hubo que contar con la presión del movimiento obrero
sobre un capitalismo europeo que estaba agotado y de rodillas.
Hay una conexión directa entre la destrucción masiva de empleos y la concentración del
capital en empresas de una talla gigantesca y de ámbito mundial.
La globalización arranca de la crisis de los años 73-74 como un intento de las empresas
más poderosas de superar los límites del mercado, que la política de endeudamiento
ilimitado ya no conseguía hacer más elásticos. Consistía en organizar una destrucción
de fuerza productiva, abrir mercados ocupados por el capital nacional, público y por la
pequeña producción, y aumentar paralelamente la cuota de explotación del trabajo.
En 1982 estallo la crisis de la deuda externa que se extendió hasta 1991. El crédito a los
países dependientes había servido a los mayores banqueros para canalizar los dólares
que se estaban depreciando y estimular la venta de excedentes de producción a aquellos
países en condiciones desfavorables para ellos.
Para satisfacer la deuda, la banca mundial dictó el llamado plan Brady. Hubo que
devolverla en activos: empresas públicas, tierras y otros títulos.
Otra resultante de la tendencia depresiva de la producción desde 1974, fue que los
gobiernos han acometido una desreglamentación del mercado laboral para lanzar a los
trabajadores a una dura competencia entre ellos mismos y acabar reduciendo en todo el
mundo su nivel de vida y sus derechos.
La reforma laboral del neoliberalismo es: despido libre, elasticidad de la jornada laboral,
reducción de empleo público, movilidad del puesto de trabajo, subcontratación, entre
otros, a fin de crear un mercado laboral basado en la precariedad del empleo y el
despotismo patronal, que debilite al movimiento sindical.
El capitalismo del siglo XX, en unos países más y en otros menos, cobra, gestiona y
reparte a través del Estado, una parte del salario en forma de beneficios sociales. El
Estado actúa así como capitalista colectivo que administra un salario indirecto con el fin
de atenuar las crisis y sus riesgos políticos.
El espacio económico antes ocupado por la gestión estatal del salario obrero diferido
bajo la forma de derechos sociales, empieza a ser ocupado por el capital privado para
ampliar de ese modo los márgenes de explotación de los asalariados.
Los años 70 había sido para la URSS años de total estancamiento. La burocracia
dirigente se sentía ya entonces incapaz de reformar el sistema productivo por miedo a
cualquier reacción popular contra el régimen de privilegios y totalitarismo. Compraba a
los capitalistas extranjeros lo imprescindible y lo pagaba gracias a los precios que
alcanzo el petróleo en ese entonces.
La economía soviética dependía del mercado capitalista mundial que aumentaba año
con año, lo que aumentó su endeudamiento.
Con esto se da a conocer, no que los burócratas liberales rusos hayan tenido
superioridad del pensamiento económico neoliberal sobre los conservadores estalinistas,
sino la incapacidad de una economía aislada para sufrir las presiones de un mercado
mundial globalizado y ocupado por 200 pulpos capitalistas multinacionales.
El neoliberalismo avanzó gracias al peso económico adquirido por la fracción del gran
capital financiero multinacional dentro de la producción mundial, por las 200 empresas.
Su fuerza se manifestó incontenible, al menos dentro del marco del sistema capitalista.