Está en la página 1de 10

BREVE HISTORIA DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL DESDE 1850

ASHWORTH WILLIAM
RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES
1914-1933
Antes de 1914 comenzaron a surgir cambios económicos muy profundos. La necesidad
de adaptarse a aquellos cambios fue inadecuadamente satisfecha. Hubo un conflicto
continuado entre la organización de los asuntos económicos internacionales y las
condiciones en que ésta tenía que operar.

A causa de este conflicto, la historia económica internacional fue mucho menos


coherente que antes, por lo menos durante treinta años, a partir de 1914. Parece una
serie de breves fases marcadas por turnos de parciales derrumbamientos y
recuperaciones, donde resultaba evidente que los remiendos no bastaban y que era
precisa la reconstrucción. La primera fase fue de creciente descoyuntamiento con
algunas pérdidas permanentes.

Después, se hicieron grandes esfuerzos para eliminar los recientes descoyuntamientos y


restituir el sistema económico internacional a una situación lo más próxima posible de
la anterior a 1914.

El año 1933 señaló el final, de un sistema económico internacional totalmente


organizado. Después hubo una época breve que no podía durar, en la que, a pesar del
mantenimiento del comercio y de los pagos internacionales como parte integrante de la
vida económica internacional. Las consideraciones internacionales se hallaban casi
enteramente subordinadas a las políticas financieras y de recuperación nacionales en
aquel periodo. A esto puso fin la Segunda Guerra Mundial, que produjo una destrucción
suficiente para dejar paso libre a un esfuerzo de reconstrucción de un sistema
económico internacional sobre unas líneas distintas de las anteriores y para ponerlo en
funcionamiento gradualmente.

La inflación introdujo un gran elemento de incertidumbre en las operaciones


comerciales, el crédito a corto plazo era esencial, pero había algunas monedas respecto
a las cuales nadie sabía a cuánto ascendería una deuda cuando llegase el momento de
pagarla. Los negocios se hicieron cada vez más especulativos y la recuperación
económica se atrasó.
Algunos países (como Francia e Italia, los de Europa Central y los de la Oriental)
necesitaban grandes importaciones, pero no podían pagarlas a causa de su elevado
precio en relación con el precio de las exportaciones y el bajo nivel de la producción
impedía remediar la situación ampliando el volumen de unas exportaciones
relativamente baratas.

Países cuyos negocios se habían ajustado, durante largo tiempo, a la recepción regular
de los intereses de sus inversiones en el exterior se encentraron con que estos ingresos
se reducían. Antiguos deudores se habían convertido en acreedores y antiguos
acreedores, especialmente Alemania, habían pasado a tener una aguda necesidad de
préstamos exteriores. Durante la guerra, los Estados Unidos habían dejado de ser un
deudor internacional y, en 1922, se habían convertido en un país acreedor neto de unos
1200 millones de librar esterlinas.

Algunas de las decisiones políticas relativas a la organización de la paz introdujeron


nuevas dificultades. Esto se volvió un obstáculo para la reanimación del comercio.
Igualmente grave fue la decisión de exigir fuertes sumas de las potencias derrotadas, en
concepto de reparaciones. Esta decisión sin tener en cuenta el efecto que produciría en
la economía mundial, pues originaría movimientos internacionales de capital que no
guardarían relación alguna con las transacciones comerciales corrientes ni con las
oportunidades de inversión beneficiosa.

A finales de 1920 y durante 1921 se produjo una grave depresión que retrasó el
restablecimiento de la plena capacidad productiva de Europa y que era debida, en parte,
a la imposibilidad de la Europa Central y de la Oriental de tener una gran participación
en el comercio internacional. Los cambios políticos y el colapso económico habían
situado a Rusia fuera de los asuntos económicos internacionales, lo que venía a romper
muchas e importantes conexiones comerciales y financieras.

Pero la verdadera cuestión consistía en saber cuánto tardaría en hundirse totalmente la


actividad económica de la Europa Central.

A finales de 1922 amenazaba con un total descoyuntamiento de la actividad económica,


y Alemania no cumplió con sus pagos por reparaciones a Francia y a Bélgica. En
noviembre de 1923 el valor de la moneda había caído hasta un nivel disparatado: 4200
miles de millones de marcos por dólar.
Este colapso financiero se debió a la continuada negativa del Gobierno alemán a realizar
aproximación alguna hacia un presupuesto equilibrado. Por desafortunados que
hubieran sido los intentos de exigir pagos de reparaciones, era imposible abandonarlos,
porque las potencias aliadas necesitaban los ingresos de tal procedencia, a fin de saldar
las deudas intergubernamentales originadas por la guerra y sus secuelas.

En la Nota Balfour de 1 de agosto de 1922, el gobierno británico declaró que no exigiría


de sus deudores más de lo que él se viese obligado a pagar a los Estados Unidos. Pero
esta política no hizo más que suscitar la crítica hostil de los Estados Unidos y provocó la
no cooperación por parte del gobierno americano, que estaba presionando por la
consolidación de todas las deudas de guerra de que era acreedor.

El gobierno americano se negaba a admitir que hubiera conexión alguna entre las
deudas de guerra y las reparaciones y la ausencia de todo propósito de evitar la carga
financiera de las deudas interaliadas era una parte importante de la base para la
reconsideración de la cuestión de las reparaciones a finales de 1923, aunque el acuerdo
finalmente alcanzado no admitió tal relación. Este acuerdo fue conocido como el Plan
Dawes.

La introducción del Plan Dawes fue una útil contribución a una señalada mejora tanto
en los aspectos económicos como en los políticos de las relaciones internacionales de
aquel tiempo.

La introducción de un conjunto de grandes y arbitrarias adiciones a los pagos


internacionales normales no fue un fruto del sentido común económico, ni la amplia
variedad de plazos concedidos a los diferentes deudores fue una contribución a la
justicia política. Los acuerdos mostraron un cierto reconocimiento de las necesidades
prácticas. Se prestó atención a las posibilidades de pago de los deudores. La suma total
a pagar se redujo en todos los casos, generalmente en una gran cantidad.

Indudablemente se habrían facilitado las operaciones internacionales si se hubieran


abolido las deudas de guerra y las reparaciones, de modo que los pagos internacionales
pudieran regularse por las necesidades y las condiciones del momento. Pero los
acuerdos sobre las deudas no eran tan malos como la incertidumbre anterior.

En 1925 parecía que el mundo podría, al menos, restablecer la organización económica


y reanudar el tranquilo curso que había abandonado en 1914, pero no fue así. Las
circunstancias impedían que el nuevo sistema económico internacional fuese una copia
exacta del anterior.

Se había presentado una reducción en la producción del oro de nueva explotación, a la


vez que se establecía, a causa de los fuertes endeudamientos internacionales, una
importante redistribución en la propiedad de las reservas de oro mundiales que dejaba a
la mayor parte de los países europeos con reservas proporcionalmente menores que sus
responsabilidades.

En lugar de mantener el oro como base de su estructura monetaria y de crédito,


conservaban valores en los países de patrón oro, en forma de moneda, de depósitos
bancarios o de títulos.

Esto hacía las finanzas internacionales más vulnerables que antes de 1914.

Los Estados Unidos, la Gran Bretaña y Francia emprendieron el préstamo internacional


a largo plazo en gran escala.

Los Estados Unidos habían sustituido al Reino Unid como el máximo acreedor
internacional en cuenta corriente, pero sus préstamos a largo y corto plazo combinados
eran, respecto a su superávit circulante, inferiores a los del Reino Unido antes de 1914.
Hasta 1924 el oro y el cambio exterior afluyeron a los Estados Unidos en grandes
cantidades.

La inversión comprometía a los prestatarios a hacer pagos mayores en el futuro y el


inconveniente consistió en que una gran parte de la inversión internacional de los años
veinte no llegó a contribuir un incremento de la producción vendible.

La inversión internacional no contribuyó, pues, tanto como en el pasado a la continuada


difusión de la capacidad productiva y a la prolongada atenuación de las dificultades a
largo plazo. Era aún más grave que lo mismo pudiera decirse de la inversión interior en
muchos países. Capital nuevo demasiado escaso, imprudentemente distribuido, era una
situación común que reflejaba deficiencias, tanto como en la inversión exterior como
interior.

Aunque la inversión internacional no contribuía como podría haberlo hecho a una firme
expansión económica, proporcionó, desde luego, unos años de tregua a la incertidumbre
financiera. En la medida en que un país continuaba recibiendo préstamos exteriores,
tenía una fuente de ingresos del exterior (aunque se llamase capital) con los que podría
pagar intereses de los préstamos anteriores, tanto si éstos habían sido destinados a un
uso productivo como si no.

Alemania pedía prestado en el exterior casi tres veces más de lo que había pagado en
reparaciones. Los Estados Unidos prestaban a Alemania un dinero que le permitía pagar
las reparaciones a los ex aliados europeos, lo que les permitía pagar las deudas de guerra
a los Estados Unidos, y así continuaba el círculo.

El problema de las áreas de densa población con un bajo nivel de productividad no


desapareció, sino se hizo más grave. Pero se hizo menos por remediarlo con la
migración a otras áreas donde la fuerza de trabajo pudiera producir más. Hubo alguna
migración internacional durante los años veinte, pero en una escala mucho menor que a
comienzos del siglo, y sus orígenes y sus destinos cambiaron considerablemente.

En los que habían sido los principales países receptores de emigrantes, quedaba
disponible mucha menos tierra sin ocupar, y los nuevos inmigrantes estaban pasando a
ser considerados menos como un medio de colocar en situación de utilización
productiva la natural riqueza del país, y más como competidores que podían rebajar los
salarios existentes, sobre todo si procedían de países de bajos niveles de vida. Se
convirtió en norma, no sólo la de restringir el total de nuevos inmigrantes, sino la de
ejercer una discriminación, mediante contingentes y pruebas de saber leer y escribir,
acerca de los países de donde tales inmigrantes podían proceder.

El restablecido sistema económico internacional de los últimos años veinte fue, en


muchos aspectos, una versión lamentablemente debilitada del sistema de anteguerra que
le sirvió de modelo.

Un síntoma de debilidad fue el predominio de tasas de desempleo más altas de las que
anteriormente se habían asociado con una actividad en expansión.

Otro síntoma inquietante fue el hecho de no poder ajustar la producción de un


determinado número de las mercancías básicas del comercio internacional al nivel de la
demanda predominante a unos precios aceptables. Hubo ejemplos de esto tanto entre los
artículos primarios como entre los manufacturados.

Había una dificultad general que consistía en que la fuerza de trabajo dedicada a la
producción primaria para el mercado estaba aumentando mucho más de prisa que la
población de las principales áreas consumidoras, en que las ofertas aumentaban todavía
más por el empleo de mejores métodos técnicos, en que los incrementos de la renta en
los países más ricos no se dedicasen a la adquisición de mayores cantidades de
productos alimenticios básicos y en que, en otros países estaban materialmente
necesitando mayores provisiones de tales productos, las rentas no se elevaban lo
suficiente para permitir la adquisición de las ofertas disponibles.

En los años veinte, los precios de los artículos descendieron más lentamente que los de
los productos primarios. Así, países altamente industrializados pudieron mantener una
situación económica internacional relativamente fuerte mediante la obtención de
importaciones más baratas, aunque algunos de ellos no acertaron a ampliar su propia
actividad todo lo posible.

La expansión relativa de la producción primaria y manufacturera en el mundo no se


hallaba tan ajustada a las necesidades generales como lo había estado antes de 1914. Las
áreas productoras primarias ofrecían, en general, más cosas de las que las áreas
manufactureras necesitaban, mientras los ingresos de las primeras no aumentaban con la
rapidez suficiente para poder comprar todo el excedente de producción que la plena
capacidad de las áreas manufactureras podía producir.

En 1927 la actividad comercial había vuelto a un grado considerable de uniformidad y,


la posición dominante de los Estados Unidos como acreedor e inversor internacional fue
la causa de que la economía mundial se viese profundamente influida por las
condiciones americanas.

En 1928 las operaciones financieras continuaron extendiéndose y se desplegó un fuerte


“boom” especulativo. Un nivel de precios muy firme, en un momento en que los costos
reales de producción estaban, en general, bajando, había contribuido a engrosar los
beneficios durante algunos años, y una política de crédito fácil colocó más dinero a
disposición del mercado de existencias.

Al principio se reflejaba un incremento en los beneficios. En el verano de 1928 las


autoridades monetarias trataron de frenar aquella oleada de especulación estrechando la
política de crédito, pero no pudieron hacerlo. Tasas más elevadas de interés atraían a la
bolsa más dinero, y el precio de los títulos se remontó, sin relación alguna con las
posibilidades de beneficios de los valores por ellos representados.
La confianza comercial experimentaba profundas sacudidas, la actividad económica
declinaba y las deficiencias del sistema económico internacional se hallaban expuestas a
tensiones nunca antes vistas.

La situación financiera de los Estados Unidos había tenido ya repercusiones en el


exterior. La atracción del dinero a Nueva York por las elevadas tasas de interés, la
expectativa de una quiebra financiera en los Estados Unidos y una cierta presión sobre
las reservas de oro habían dado origen a que algunos bancos centrales restringiesen el
crédito y acelerasen así un descenso en la actividad económica que había comenzado ya.
La situación empeoró como consecuencia de una reducción en la inversión
internacional, de la que el mundo había vuelto a depender.

Las oportunidades de beneficio mediante la especulación conservaban el capital dentro


de los Estados Unidos. Las naciones deudoras podían mantenerse durante algún tiempo
consumiendo los valores circulantes que poseían en el exterior, pero su situación iba
haciéndose cada vez más difícil, a medida que los préstamos americanos descendían,
tras el hundimiento de la bolsa, y la contracción del comercio exterior imponía una
reducción en los préstamos británicos al exterior. El hecho de que determinados
deudores habían podido cumplir sus obligaciones sólo gracias a que habían continuado
recibiendo préstamos del exterior acabó poniéndose de manifiesto, al fin, cuando la
oferta de préstamos se derrumbó.

La cautela provocada por el desastre financiero de 1929 fue la causa de que los
comerciantes se atuviesen a las existencias, en lugar de renovar pedidos y esto a la
superproducción de muchas mercancías primarias hizo bajar los precios muy
rápidamente.

Los países cuyas exportaciones consistían en alimentos y en materias primas se vieron


obligados a restringir sus importaciones.

En los países manufactureros hubo una fuerte caída en los ingresos y un grave
incremento en el desempleo.

El 5 de junio de 1931 el gobierno alemán publicó un memorándum que expresaba una


visión extremadamente sombría de su situación financiera y manifestaba la
imposibilidad de seguir pagando reparaciones. Esto convenció a otros países de que el
desastre financiero era inminente.

Los trastornos financieros de Alemania, en 1931, estaban llegando a su punto


culminante, inmediatamente antes de la fecha de pago del próximo plazo de las
reparaciones el día 1 de julio.

El Banco de Liquidaciones Internacionales sería invitado a convocar un comité de


representantes nombrado por los gobernadores de los bancos centrales, con el fin de
estudiar las necesidades de crédito de Alemania. Estas medidas junto con otras
permitieron que en Alemania las actividades financieras continuasen de forma
improvisada.

Aunque en 1931 Alemania estaba salvada del colapso financiero, la situación general de
las finanzas internacionales empeoraba rápidamente.

Los acontecimientos de 1931 pusieron de manifiesto la vulnerabilidad de un sistema


internacional que hacía un uso tan amplio de un patrón de cambio de oro y la
insuficiencia de las reservas británicas para servir de base a las funciones del país como
uno de los dos principales centros de comercio y de las finanzas.

El abandono británico del patrón oro eliminó uno de los más importantes pilares del
sistema económico internacional.

Una gran parte de lo que se llevó a cabo para alcanzar un cierto grado de estabilidad fue
el resultado de decisiones unilaterales de los gobiernos. Sus efectos dentro del marco
internacional consistieron en evitar que las cosas empeorasen, más que en ofrecer
ninguna perspectiva de mejora general.

Una fuente de alivio más eficaz que la restricción de importaciones fue el conocido
remedio de incumplir los pagos de las deudas. Unos deudores imponían una moratoria
en la satisfacción de la deuda; otros acertaban a negociar aplazamientos de los pagos.

El único procedimiento viable para las potencias europeas internacionales era el de


reconocer la evidencia, poniendo fin a las reparaciones, y haciéndolo de tal modo que se
crease un precedente político lo más fuerte posible para inclinar a los Estados Unidos en
favor de un arreglo final de los pagos de las deudas de guerra. Esto es lo que se llevó a
cabo en una conferencia internacional que se inauguró en Lausana el 16 de junio de
1932.
El Acuerdo de Lausana nunca fue ratificado, pero tampoco se realizó ningún intento de
abolir la reserva de los pagos de las reparaciones. De facto, aunque no de jure, las
reparaciones se acabaron.

Acabar con las reparaciones y con las deudas de guerra no significaba más que la
destrucción de un ordenamiento que se había vuelto gravoso e inviable para casi todos
los países interesados y aun aquella obra de saludable destrucción se llevó a cabo a
pesar de la oposición de los Estados Unidos.

En 1933, la Sociedad de Naciones convocó una Conferencia Económica Mundial, a la


que los Estados Unidos accedieron a enviar una delegación. El día 19 de abril los
Estados Unidos abandonaron el patrón oro. Precisamente cuando había que hacer un
esfuerzo para reafirmar la estabilidad monetaria internacional, se dejaba que la monera
más importante del mundo fluctuase inestablemente durante un periodo indefinido, sin
indicación alguna acerca de cuál acabaría siendo su valor.

La prolongación de una fuerte depresión y de una intensa presión política, decidió al


Gobierno estadounidense a experimentar métodos inflacionarios de elevación de
ingresos mediante la elevación de los precios.

En la primera mitad de 1933, el valor exterior del dólar descendió en un 30% y los
precios interiores de varios productos primarios se elevaron, a la vez que la actividad
industrial se incrementaba un poco, los Estados Unidos no estaban dispuestos a
abandonar su experimento financiero en consideración a la Conferencia Económica
Mundial.

En 1933 el problema de restablecer un sistema económico internacional era tan difícil


que, aun cuando la política americana hubiera sido totalmente distinta, la Conferencia
Económica Mundial tampoco podría haber alcanzado mucho. La mayoría de los países
había llegado a adquirir tal conciencia de que dependía de sus propios recursos
económicos proteccionistas, que no se aventuraba a correr el riesgo de abandonarlos a
cambio de participar en unos beneficios internacionales prometidos, pero no probados.
Las condiciones eran tales, que la introducción de cualquier plan que facilitase algún
medio continuado y parcialmente automático de regular las relaciones económicas entre
diferentes países tenía la apariencia de un experimento arriesgado mas que de un retorno
a la normalidad.

También podría gustarte