Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Un juego virtual muchas veces ayuda a llenar el vacío de fantasía, aventura y ficción que
necesitan los niños, ya que se convierte en el ser que desea ser, trasformando sus sueños en
realidad en un mundo que se sienten bien, provocando entretenimiento y diversión,
aspectos que también encantan a un videojugador (Ramírez, 2009).”
Los videojuegos hoy en día forman una parte importante de la vida de muchos niños y
adolescentes, y pueden ser considerados una buena actividad recreativa en los hogares.
Diversos estudios han demostrado que cuando los niños juegan videojuegos son capaces de
desarrollar habilidades mentales que ayudan a fomentar el razonamiento activo e incluso
hay juegos que son creados simplemente con este objetivo. Sin embargo, cuando los
videojuegos ya no forman parte de un pasatiempo, sino que consume la mayor parte del
tiempo de los niños y niñas, los padres comienzan a preocuparse y es donde inician a
hacerse preguntas tales como: ¿Qué debo hacer? ¿Esto le hace daño? ¿Qué puedo hacer
para que los deje? ¿Se deberá al confinamiento? ¿Mi hijo es adicto a los videojuegos?
Muchas veces resulta extraño asimilar que el jugar videojuegos pueda ser considerado una
adicción, cuando por lo general acuñamos este términos para hablar sobre drogas, alcohol y
cigarros, sin embargo este tipo de adicciones (incluyendo las adicciones a Internet y a las
máquinas traga monedas) se han denominado «adicciones tecnológicas» (Griffiths, 1995a;
1996a) y se han definido operacionalmente como adicciones (conductuales) no químicas
que implican una interacción excesiva hombre-computador.
Marlatt (1985) define las conductas adictivas como un patrón conductual difícil y
progresivo, que posee predisposición biológica como psicológico y social. Para este autor,
las características de este patrón conductual son su excesivo involucramiento por parte de la
persona, una compulsión a continuarlo, una escasa habilidad para controlarlo y una
persistencia a pesar de las consecuencias negativas que presenta el individuo o quienes lo
rodean.
Tomando en cuenta la teoría anterior, las conductas que podrían ser consideradas como
señales de alerta para los padres en cuanto a una posible sospecha de adicción o actividad
excesiva a los videojuegos son las siguientes:
Sacrificar actividades sociales como jugar con otros niños, y pasar tiempo en
familia por jugar
No hay duda de que muchos de estos síntomas pueden ser confundidos con actividades
excesivas en lugar de adictivas, pero de igual forma, los padres deben tomar cartas en el
asunto, cuando el niño pasa más tiempo jugando en una consola que haciendo cualquier
otra actividad recreativa, ya que las consecuencias de una verdadera adicción a los
videojuegos pueden generar problemas de aprendizaje y emocionales.
En primer lugar, los padres deben identificar qué videojuegos juegan los niños, de tal
forma si no están de acuerdo con el mismo, informarles el por qué están mal y poner ciertas
normal al respecto para intentar detener el consumo de estos tipos de juegos.
Asegurarse de que el niño tenga otras actividades recreativas para el tiempo libre a
parte de los videojuegos
Si todas estas medidas fallan y aún el niño sigue mostrando conductas excesivas de juego
se aconseja temporalmente retirar la videoconsola y dejársela sólo por periodos de tiempo
cuando crea que sea apropiado jugar.
Pese a todo lo mencionado anteriormente, los padres necesitan recordar que en un buen
contexto, los videojuegos pueden ser muy productivos para los niños, aumentando y
desarrollando las habilidades mentales así como su tiempo de reacción.
Es por eso que no debemos alarmarnos cuando nuestros hijos juegan frecuentemente
videojuegos, sino que lo más importante es darse cuenta cuando el niño puede estar
abusando de los juegos, ya que luego de este primer paso, por lo general el problema puede
resolverse reduciendo la frecuencia de juego del niño y/o aplicando algunas de las medidas
antes mencionadas.