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Todo ser humano entra a este mundo únicamente con su cuerpo, su mente y el alma que
Dios le ha concedido. Depende completamente de la bondad de Dios y del servicio de otras
personas para vivir, para su bienestar y la satisfacción de sus necesidades básicas,
sobretodo al principio de su existencia. A medida que madura y a través de toda su vida,
desarrolla capacidades internas para sustentar, utilizar, aumentar y acumular bienes
espirituales y materiales con una voluntad libre para decidir cómo, cuándo y por qué.
Cuando un ser humano deja este mundo, lo hace de la misma manera como entró a él:
desposeído de todos sus bienes y belleza materiales; únicamente se lleva en su alma los
logros espirituales, para presentárselos a Dios el día de su juicio.
Por esto es que entendemos que si todo ser humano comienza sin nada material y termina
sin nada material, entonces nunca fueron suyos aquellos bienes materiales que Dios le
asignó durante su permanencia en la tierra. Todo lo que poseía, incluyendo su propio
tiempo, le pertenecía a otro; sólo tuvo el privilegio de usarlo.
Así como en las ciencias, los negocios, la economía, y en otras áreas, el por qué de la
Administración Cristiana de los Bienes de dios se puede estudiar y analizar con
imparcialidad antes de decidir a comprometernos totalmente a ella.
Por eso, consideremos que la Administración Cristiana de los Bienes de Dios contiene ocho
compromisos distintos que hay que cumplir antes de darle cuenta de nuestras acciones al
Señor durante su juicio final.
EL PRIMER COMPROMISO
Más recientemente, en su "Apostolado del Laicado", el Concejo del Vaticano Segundo dio
énfasis a la Administración de los Bienes de Dios en su llamado a la renovación: "Para el
ejercicio de este Apostolado, el Espíritu Santo que santifica a la Gente de Dios a través del
su ministerio y los sacramentos, le da además al fiel dones especiales. Por eso, ‘cada uno
de ustedes sirva a los demás según los dones que haya recibido’ y conviértanse en ‘buenos
administradores de las variadas bendiciones de Dios’ (1 San Pedro 4:10). También dice este
documento que: "Desde el momento en que se reciben estos dones, incluyendo aquellos
menos conmovedores, todo creyente asume el derecho y la responsabilidad de usarlos en la
Iglesia y en el mundo para el bien del prójimo…"
EL SEGUNDO COMPROMISO
En su libro, "La Administración de los Bienes de dios El Llamado a una Nueva Forma de
Vida," el Padre Hugh J. O’Connel, C.SS.R., escribe, "…La Administración de los Bienes de
Dios consiste en el reconocimiento práctico de que el ser humano no es el dueño absoluto,
ni de sí mismo ni de sus posesiones. Ha recibido de Dios los dones de la naturaleza y el
don de la gracia. Debe usarlos de una manera responsable para dar a conocer los deseos
de Dios y establecer Su Reino en los corazones de los demás."
EL TERCER COMPROMISO
Este mensaje lo encontramos en San Lucas (10:27): "Y él respondió: ‘Ama al Señor tu dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu
prójimo como a ti mismo."
Una vez que aceptamos el dogma de nuestra fe, que todos los dones y gracias son recibidos
de Dios, no podemos ser selectivos. No podemos aceptar únicamente aquellos dones que
creemos satisfacen nuestros deseos personales o nuestra manera de vivir. Seguir la misión
de Cristo es una vocación de tiempo complete. En todas las etapas de nuestras vidas, aún
en esta época moderna, encontramos oportunidades para participar de una manera
Cristiana y total.
Con frecuencia, el concepto de la Administración Cristiana de los Bienes de Dios se
representa como si fuera una meta o una simple donación a obras de caridad. Esta
interpretación, apoyada en muchos casos por la Iglesia, es demasiado limitada. Las
enseñanzas de Cristo cubren toda la vida, no sólo parte de ella. La gracia Divina, nuestras
capacidades mentales, destreza manual, talento artístico, paternidad y maternidad, riquezas,
recursos naturales, responsabilidades sociales, obligaciones familiares, comunitarias,
gubernamentales y de justicia-inclusive la misma vida—nos las ha concedido Dios.
Aceptamos con gratitud estos dones que Dios nos ha otorgado y los usamos reconociendo
que son de El y que sólo los usamos para servicio propio temporalmente.
CUARTO COMPROMISO
La Administración de los Bienes de Dios es motivada por el amor a Dios y al prójimo con el
uso de nuestro tiempo, talento y tesoro.
Siendo motivado por el amor a Dos y al prójimo, cada término se convierte en parte esencial
del componente; cada componente se convierte en una parte esencial y potente de la
vocación y de sus objetos de espiritualidad total y salvación eternal.
EL QUINTO COMPROMISO
Al respecto, el Señor nos ha dicho: "Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que
permanece unido a mi, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mi no pueden ustedes hacer
nada. El que no permanece unido a mi, será echado fuera y se secará como las ramas que
se recogen y se queman en el fuego." (San Juan 15: 5-6)
El Consejo del Vaticano Segundo, por su parte, nos dice: "De la liturgia, por lo tanto, y
especialmente de la Eucaristía, como si fuera un manantial, fluye el don de la gracia hacia
nosotros." Y en otro lugar, también nos dice: "La liturgia, a su debido tiempo, inspira al fiel a
convertirse de ‘todo corazón’ … Oramos para que ‘ todos podamos entender por hecho
aquello que ya creemos por credo."
En su libro sobre la Administración de los Bienes de Dios, el Padre O’Connell nos recuerda:
"…es principalmente en el culto de la Iglesia que se desarrolla y se sostiene el sentido de
comunidad que hará consciente a los Cristianos de sus responsabilidades para con los
demás. En la liturgia, Cristo renueva su entrega total al Padre, une a la Iglesia a si Mismo y
administra la gracia de la redención."
EL SEXTO COMPROMISO
San Pablo nos dice: "y nos ha hecho conocer su voluntad secreta, o sea el pan que El
mismo se había propuesto llevar a cabo. Según este plan, que se cumplirá fielmente a su
debido tiempo, Dios va a unir bajo el mando de Cristo todas las cosas tanto en el cielo como
en la tierra." (Efesios 1: 9-10).
EL SÉPTIMO COMPROMISO
Encontramos este mensaje en la carta de Pablo a los Romanos: "Dios nos ha dado
diferentes dones, según lo que él quiso dar a cada uno. Por lo tanto, si Dios nos ha dado el
don de comunicar sus mensajes, hagámoslo según la fe que tenemos; si nos ha dado el don
de servir a otros, sirvámoslos bien. El que haya recibido el don de enseñar; que se dedique a
la enseñanza; el que haya recibido el don de animar a otros, que se dedique a animarlos. El
que da, hágalo con sencillez; el que ocupa un puesto de responsabilidad, desempeñe su
cargo con todo cuidado; el que ayuda a los necesitados, hágalo con alegría"
En el plan de dios para la Administración de sus Bienes, toda persona recibe ciertos talentos
y destrezas para que las use a Su servicio. Nunca se debe preguntar cómo ni cuándo se
puede usar, porque las oportunidades son muchas. La pregunta debida es: ¿Las
usaremos? La oportunidades incluyen no sólo la posibilidad de una participación directa en
la comunidad apostólica de la Iglesia, sino también en la comunidad humana. Para así: el
Apostolado Individual; el Apostolado Organizado; el Apostolado Diario.
Estos y otros representan la manera en que un buen administrador puede usar su tiempo y
talentos en su trabajo de apostolado individual.
Para avanzar la formación Cristiana, es bueno emplear tiempo y talento en una educación
parroquial, actividades de discusión en grupo para adultos, educación religiosa entonos los
niveles, y participando en retiros, días de recogimiento, cursos y programas vocacionales.
Se puede mejorar la vida familiar suministrando capacitación religiosa y ejemplos en el hogar
y participando en encuentros, cursos matrimoniales y pre-matrimoniales y actividades
educacionales para adultos.
El plan de Dos ha dispuesto que todos tengamos algo que hacer – como padres,
negociantes, sacerdotes, campesinos, religiosos, doctores, obreros, contadores, enfermeros,
ama de casa, mecánicos, políticos, técnicos, secretarias, abogados, y de muchísimas otras
maneras. En su trabajo, el Administrador Cristiano debe dar un ejemplo de amor y respeto
hacia su prójimo. Ya sea jefe u obrero, debe hacer un buen trabajo; para él con justicia;
como empleado devolver la justicia a su empleador. En la comunidad, con sus compañeros
de trabajo, el Administrador Cristiano debe tratar de mejorar las condiciones de pobreza y
hambre, eliminar tensiones raciales, guerras y amenazas de guerras. Siempre encuentra en
su camino la responsabilidad de respetar los recursos naturales otorgados por Dios.
Cualquiera que sea el trabajo diario, ¿Qué podría ser mejor que el dedicar el desempeño de
cada trabajo a la gloria de Dios? Fue El quien, en primer lugar, nos otorgó el tiempo y la
capacidad necesaria para desempeñarlo.
EL OCTAVO COMPROMISO
La Administración de los Bienes de Dios reconoce que todos los tesoros recibidos de Dios
deben ser usados para la gloria de Dios.
San Pablo nos dice: "Acuérdate de esto: aquel que siembra poco, poco cosecha; el que
siembra mucho, mucho cosecha. Cada uno debe dar según lo que ha decidido en su
corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. Dios
puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre
todo lo necesario y además le sobra para ayudar en toda clase de buenas obras." (2
Corintios 9: 6-8)
En el amplio sentido de la Administración de los Bienes de Dios, el tesoro es una
recompensa a una vida Cristiana. Por lo general, la acumulación de gracia santificante y
riqueza material tiene origen en el empleo del tiempo y talento otorgado por Dios.
Lógicamente, la misma conclusión prevalece cuando el esfuerzo se ha hecho dando de uno
mismo en la búsqueda diaria por sustento, en el trabajo, en los negocios o profesión.
Y aún más-si en el empleo del tiempo y talento, uno es motivado por el amor a Dios y al
prójimo, el logro es espiritual, ya sea que el logro sea en forma de una gracia santificando o
en una recompensa material.
Para entender mejor la espiritualidad de la administración del tesoro y el por qué es bueno
devolver a Dios una porción de lo que nos ha concedido, nos serviría poner en perspectiva
unos cuantos factores importantes.
De las escrituras aprendemos – También dijo: "Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la
vida no depende de poseer muchas cosas." (San Lucas 12:15) Y de San Pablo aprendemos
– "En cambio, los que quieren hacerse ricos no resisten la prueba y caen en la trampa de
muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y en la
condenación. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por
codicia, se han desviado de la fe y han llenado de sufrimientos sus propias vidas." (1
Timoteo 6: 9-10)
Desde los primeros siglos de nuestra Iglesia, las ofrendas fueron parte de la Misa litúrgica,
haciéndolas así parte del culto. Originalmente, las ofrendas consistían en pan, vino y otros
productos. Algunos fueron usados en el sacrificio de la Misa y lo que sobraba se devolvía
para el sostenimiento de la Iglesia y sus sacerdotes y para distribuirlo entre los pobres.
La misma muestra de adoración persiste hoy día en nuestra Iglesia. Ofrecemos a Dios
ofrendas que son el resultado del uso de nuestro tiempo y talento. Lo que ofrecemos es una
dimensión de la ofrenda total de nosotros mismos. Tal como el Padre O’Connell nos dice,
"Es importante anotar que todas las ofrendas traídas por el fiel son ofrecidas ante todo a
Dios. Dios entonces acepta una parte de estos bienes para el sacrificio. El resto El lo
devuelve para el sostenimiento de la Iglesia y sus ministros y para los pobres. Las ofrendas
no se dan directamente para el sostenimiento de los sacerdotes o para ayudar a los pobres.
Se dan directamente a Dios y entonces El los devuelve a Su Iglesia y a los pobres."
Con sus nobles ofrendas a Dios, el Administrador Cristiano participa en los trabajos
espirituales y seculares de la Iglesia. Sus ofrendas ayudan a suministrar a muchos las
cosas materiales que la Iglesia local y universal necesitan como centros de oración, como
lugares para recibir los Sacramentos y para escuchar la Palabra de Dios. La instrucción
religiosa se necesita para personas de todas las edades y en particular para los niños; los
servicios son programados para satisfacer las necesidades de los jóvenes, los adultos, los
enfermos y los pobres. Por amor a Dios, el Administrador Cristiano ayuda a mantener estas
necesidades.
CONCLUSIÓN
Todo privilegio administrativo secular o espiritual que se le ha dado al ser humano conlleva
algún tipo de responsabilidad. Entre más grande sea el compromiso, mayor será la
responsabilidad.
La administración, en su sentido usual, tiene que ver con el uso del tiempo, talento y tesoro
únicamente durante nuestra vida en la tierra. La administración, en el sentido de la
Administración de los Bienes de Dios de acuerdo a las Escrituras, va más allá del tiempo en
este mundo y se extiende hasta la eternidad. Es en este sentido espiritual que se deben
siempre examinar los efectos de la Administración de los Bienes de Dios.
En Sus enseñanzas, Cristo ha suministrado los principios que debemos seguir para el
desempeño del don de la administración de sus bienes. El nos ha enseñado, de muchas
maneras, la prudencia que debemos emplear en nuestra preparación para asumir esa
responsabilidad y nos ha revelado como será el juicio que confrontaremos.
Uno de los ejemplos del juicio de Dios se encuentra en la Parábola del Dinero cuando el jefe
le pide cuentas a sus empleados: "Primero llegó el que había recibido las cinco mil monedas,
y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole: ‘Señor, usted me dio cinco mil, y aquí tiene
otras cinco mil que gané. ‘El jefe le dijo: ‘Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que
fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’ (San
Mateo 25: 20-21)
Para demostrar que es posible que se nos pida cuenta sobre cualquier momento de nuestra
vida, Jesús relató esta parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran
cosecha. El rico se puso a pensar: ¿Qué haré? No tengo donde guardar mi cosecha y se
dijo: Ya se lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para
guardar en ellos todas mis cosechas y todo lo que tengo. Luego me diré: Amigo, tienes
muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, alégrate. Pero Dios le
dijo: Necio, esta misma noche vas a morir, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Así
le pasa al hombre que amontona riquezas para si mismo pero es pobre delante de Dios."
(San Lucas 12: 19-21)
En otra ocasión dijo: "Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá
cuando ustedes menos lo esperen." (San Lucas 12: 40)
Sobre la necesidad de cumplir con nuestras responsabilidades a Dios, sirviéndonos los unos
a los otros, Jesús dijo: "Y dirá el Rey a los que están a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que
han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde
que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me
dieron de beber, anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes
me la dieron; estuve enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a verme." (San
Mateo 25: 34-35)
Sobre como servimos a Dios sirviendo al ser humano, El dijo: "Entonces los justos
preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con sed, y de dimos de beber? ¿O cuándo te vimos
como forastero, y de dimos alojamiento, o falto de ropa y te la dimos? ¿O cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo
que hicieron por uno de estos hermanos mismos más humildes, por mi mismo lo hicieron."
(San Mateo 25: 37-40)
De igual manera, el pecar con intención o el pecar por omisión tiene su consecuencia. Una
vez más, el resultado está determinado por lo que se hizo. Aunque lo que haya hecho no
siga el plan de Dios, aún así será juzgado de acuerdo a Su plan.
En la misma Parábola del Dinero, se nos dice acerca del juicio del Jefe contra el empleado
que no usó una de las monedas que había recibido: "El jefe les contestó: ‘Tú eres un
empleado malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo
donde no esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido
mi dinero más los intereses.’
En la misma Parábola del Dinero, se nos dice acerca del juicio del Jefe contra el empleado
que no usó una de las monedas que había recibido: "El jefe les contestó: ‘Tú eres un
empleado malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo
donde no esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido
mi dinero más los intereses.’ Y dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle las mil monedas, y
dénselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero
al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y a este empleado inútil, échenlo
fuera, a la oscuridad, donde llorará y le rechinarán los dientes." (San Mateo 25: 26-30)
Cuando no cumplimos con nuestras responsabilidades mutuas, Cristo nos ha dicho lo que
podemos esperar en el día del Juicio Final: "Luego el Rey dirá a los que estén a su
izquierda: ‘Apártense de mi, ustedes que están bajo maldición; váyanse al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de
comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, yo no me dieron
alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no
vinieron a visitarme.’ Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o
con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El
Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más
humildes, tampoco por mi los hicieron." (San Mateo 25: 41-45)
Y en respuesta a cómo le faltamos a Dios cuando nos faltamos los unos a los otros:
"Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como
forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos? ‘El Rey les
contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más
humildes, tampoco por mi lo hicieron.’ Esos irán al castigo eterno, y los justos a la vida
eterna." (San Mateo 25 44-46)
Se nos ha dicho que el Evangelio de San Mateo al que aquí nos referimos es un evangelio
de juicio, un escrito de la cuenta de nuestra responsabilidad. En este evangelio y en las
Sagradas Escrituras se nos han dado los principios de cómo llevar a cabo la administración
de los bienes de Dios, principios que nos ayudarán a explicar mejor el por qué de nuestra
responsabilidad ante Dios.
1. Discutan en detalle sobre cómo Jesús nos da el ejemplo de una buena administración
de los bienes de Dios. Describan de qué manera un Cristiano puede seguir Su
ejemplo hoy día.
3. En muchas de sus parábolas, Jesús enseñó cómo el amor a Dios y al prójimo son
inseparable. Discutan las razones por las cuales "el amor a la humanidad" es a
menudo el más difícil de profesar… el por qué la naturaleza humana puede muchas
veces ser cruel e inhumana aún bajo la apariencia de ser justa.
4. Discutan las maneras en qué alguien, que dice ser Cristiano, a menudo tiende a ser
selectivo en su aceptación de la palabra de Dios… evalúen las razones que pueden
tener para hacerlo… demuestren cómo este tipo de selección puede estar relacionada
con la cuenta final durante el Juicio Final.
5. Discutan en detalle las maneras en las que "el tesoro" es el resultado de emplear "el
tiempo" y "el talento" en un sentido espiritual… en un sentido secular. Demuestren
cómo el tesoro también tiene un significado espiritual… para el ser humano… en su
relación con la Iglesia… con relación a la cuenta final.