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Stoner-Mctavish PDF
Stoner-Mctavish PDF
ISBN 0-934678-06-5
PUBLISHERS,
NOTA: Este libro fue traducido por mi, sin permiso de su autora
o de sus agentes literarios. Lo hice porque es un libro
maravilloso y divertido y me gustaría que las personas que
no saben inglés no se lo pierdan. No soy una traductora
profesional, sólo soy amateur. Pero creo que está bastante
bien.
“Amor.”
Stoner resopló. “Esta gente está loca. Imaginate lo que puede llegar
a ser Walt Disney con este clima?”
“Gracias.”
Su amiga y socia la miró con temor. “Por ahí está mas fresco en
Wellfleet que en Boston.”
“Por ahí,” dijo Stoner sin alterarse, “está mas fresco en el infierno.
El programa de United, por favor?”
“No lo tengo. De veras. Vas a tener que llamarlos.” Sirvió una copa
de plásico con vino para Stoner y otra para ella. “Te van a poner en
espera, sabes”.
“Qué otra cosa puedo hacer? United Airlines no está sintonizando
con mis pensamientos”.
“Uno de estos días,” dijo Stoner, “me van a sacar de acá, pataleando
y gritando, con una camisa de fuerza.”
“Lo que salva mi día,” dijo Stoner, sonriendo, “es saber que arruiné
el suyo.”
“Nunca!”
“Qué?”
“Por supuesto que no, tonta. Te piensas que podría estar sentada acá
siete años, día tras día, destrozando mi corazón? Te hubiera
encerrado en el cuartito y arrancado la ropa hace mucho tiempo.”
Abrió un sobre con un abrecartas plateado. “Mierda, la luz volvió a
subir. Igual, prefiero a los hombres en la cama, Dios sabe por qué.
Te vas a quedar parada ahí todo el día?”
“Cómo?”
“No puedes. Voy a cenar a tu casa. Tía Hermione dijo que había una
emergencia. Me pregunto qué tipo de vino va con emergencias.”
“Supongo.”
“Eh?”
“Tu tía,” anunció Marylou, “es una dulce viejita. Y también es una
sinverguenza.”
Guardó lo que pudo en una mochila vieja, y esperó hasta que la casa
estuviese en silencio. Aterrorizada, bajó las escaleras, se robó
cincuenta dólares de la cartera de su madre, y se tomó el micro a
Boston.
En la terminal de Park Square, su coraje se desintegró. Tía Hermione
la iba a odiar por esto. Era cobarde, irresponsable, e injusta. La iba a
echar de su casa – o peor, la iba a mandar de vuelta con sus padres.
No pudo enfrentar a tía Hermione.
“Te aseguro que me quejé largo y fuerte, para lo que sirve de todas
formas.”
“Qué?”
“Qué dijeron?”
“Lo estás?”
“Cuánto te costó?”
“Quinientos.”
Stoner silbó.
“No fue nada comparado al placer que me dio saber que cada vez
que te nombrara se iba a acordar de Lucy B.” Tía Hermione
reflexionó con aire inocente. “Si hubiera sabido entonces lo que sé
ahora, hubiera insistido con Gertrude Stein.”
“Oh, no seas así,” dijo Tía Hermione. “Me anima el corazón en las
frías noches de invierno saber que Helen produjo una Safo.”
Revolvió el té. “Tenemos que planear nuestra estrategia, Stoner. No
nos va a ser fácil salir de ésta.”
“Líos! Amo los líos.” Miró el reloj en su solapa. “Pero ahora debo ir
a meditar. Tengo un cliente en veinte minutos.”
“A mis padres.”
Marylou miró el reloj. “Es esa hora ya? No encargué las tarjetas
navideñas.”
“No funcionaría.”
“Mafia?”
“Tienes?”
“No creo.”
“Tengo?”
“No.”
“Yo no, amiga. Eres tú la que guarda todo para los archivos.”
Tal vez Marylou tenga razón. Tal vez necesito estar enamorada.
Dios sabe, necesito algo. Estoy inquieta, aburrida, indecisa, y hecha
una cobarde. Bueno, siempre fui una cobarde. Y a veces he sido
indecisa. Pero no tanto. O si? Dios, ni siquiera me puedo poner de
acuerdo en esto.
“No podemos.”
“Mirá quien habla,” dijo Stoner. “No recuerdo la última vez que
saliste de Boston.”
“Bajo coacción.”
“No, en micro.”
“Tengo... miedo.”
“De qué?”
“Tus padres?”
Stoner asintió.
“Por qué?”
“Debes pensar que soy una maldita cobarde,” dijo, sin atreverse a
levantar la vista.
“Lo sé.”
“Tía Hermione le dijo que iba a hacer un viaje, asi que lo hizo.”
“No lo dijo.”
“Si.”
Marylou la apuntó con un tenedor. “No deberías usar esas cosas, Tía
Hermione. Son primitivas. Las usan en los moteles.”
“Lo sé,” dijo Tía Hermione, “pero ésta llegó por correo. Yo no la
encargué, por supuesto. Jamás encargaría una cosa tan horrible, y
menos de un lugar de venta por correo. Pero ahí estaba. Pensé que
podía ser una señal.”
“Pensé que eso era la emergencia,” dijo Stoner. “Pensé que estaban
acá.”
“Tendrán que esperar.” Su tía le apuntó con un dedo. “Tiene que ver
con una clienta, Eleanor Burton. Creo que lo va a explicar ella
misma.”
“Oh.” Stoner se sintió floja. “Es con ella con quien estabas ahora?”
CAPITULO DOS
Stoner intentó dividir su atención entre la comida, la conversación, y
los apliques de lata en forma de globo en los cuales unas velas de
cera de abeja resplandecían con fuerza. La luz era dorada, las
sombras sepias, el aire con un toque de ligera dulzura. Cada tanto
miraba de reojo a la Sra. Burton, y se preguntaba qué la preocuparía
tanto. La anciana era delicada, casi frágil. Las líneas alrededor de
sus ojos estaban marcadas con preocupación. Los hoyos en sus
mejillas eran severos, pero no por la edad, pensó Stoner, sino por
falta de sueño. Sus dedos se movían por la vajilla y por el borde de
su servilleta. Stoner rechazó un impulso de saltarse las reglas y
exigirle saber qué estaba mal.
“Sólo con los perros, querida. Pero cerdos! No creo que te dejen
tener uno aunque sea bien chiquito y bien limpito.”
“Te puedes llevar tu porción, Marylou. Tengo una de más, sólo para
ti.”
“Deberían canonizarte.”
Marylou rió.
“No creo que sea hereditario,” dijo Marylou. “Por otro lado, en un
ambiente en el cual tales cosas son formas de comportamiento
aceptadas...” Hizo un gesto, palmas para arriba. “…cualquier cosa
puede suceder.”
Uh-oh. “Y es cierto?”
“Qué?”
“No fue su culpa,” dijo Stoner con compasión. Ella misma había
conocido bebés del tipo femme fatale. Nacían así, y a falta de
cirugías plásticas desfigurantes, no había nada que hacer exepto
empujarlas a un pantano.
“Harry?”
“Entiendo.”
“Estoy segura de que no,” dijo Stoner. “No después de todos estos
años.”
Stoner apoyó los brazos en las rodillas. “Puede decirme, por favor,
qué hizo sobre esta situación hasta ahora?”
“Impensado?”
“Si alguna vez tienes motivos para llamar a las autoridades,” dijo la
señora Burton, “hazlo antes de cumplir cincuenta. Después de los
cincuenta, no te dan ni la hora.”
“En serio?”
“No tanto.”
Esconderse detrás de los arbustos? Espiar por las puertas? Por las
ventanas? No hacía ese tipo de cosas desde los diez años.
“Congraciarme?”
“Le digo la verdad, señora Burton, creo que usted puede manejarse
en cualquier situación.”
“Si yo…”
La señora Burton suspiró. “Oh, espero estar equivocada. Realmente
quiero que sea felíz.”
“Me he comportado tan mal hasta ahora. Piensas que algún día me
perdonará?”
“El amor nos hace hacer cosas extrañas.” Buscó en la cartera la llave
de su casa.
“Ciertamente.”
“Pero qué mas hay?” Tocó el brazo de Stoner. “Creo que ya estoy
lista para Marylou.”
Stoner puso sus manos en los bolsillos traseros. “Por Dios, Tía
Hermione, en qué me metiste?”
“Bueno?”
“Huh?”
Stoner se resfregó los ojos con sueño. “Es sólo porque te la pasas
cambiando las reglas.”
“Ok, Stoner.” Tía Hermione le sirvió otra taza de café. “Conozco ese
gesto McTavish. Ya tomaste una decisión, y quiero saber cual es.”
“Marylou…”
“No necesitas llevar mucho. Puedes conseguir tu disfraz una vez que
llegues allí.”
“Mi disfraz.”
Marylou le puso una mirada irritante. “Sobresaldrías como un dedo
con llagas con esa ropa. Debes parecer una turista, mezclarte con el
paisaje, que según entiendo es magnífico. Llevate la mochila, botas
de escalar, y otras cosas esenciales.” Puso una montaña de folletos
de Jackson Hole el el escritorio. “Estudiate éstos.”
“Espera un minuto...”
“En Denver cambias a Frontier Airlines, lo que sea que fuera, que te
lleva a Jackson. Te alquilé un auto. Tienes una reserva en la Posada
Timberline, donde Gwen y Bryan están alojados.”
“No quise...”
“No pensé.”
“Es fácil. Sólo hay que apretar ese cosito que cuelga... No?”
“Eso espero.”
CAPITULO TRES
Por otro lado, un auto le hubiese dado algo que añoraba a cada rato
desde que el avión despegó de Boston – la oportunidad de regresar.
Sólo disciplina, autodominio, y un Manhattan doble habían
impedido que se suba de polizón en el próximo vuelo de vuelta hacia
el Este desde Chicago. Stoner apoyó la cabeza contra la butaca y
miró la parte superior del ala del avión. El cielo se estaba
oscureciendo un poco, limpiando hacia el oeste. Un atado de nubes
pasó por la ventanilla.
Las ciudades al este del Mississippi se caían por la curva de la
Tierra. Sintió una ola de excitación. Allí abajo estaba la Zona de
Praderas, hogar de las ahora desaparecidas manadas de búfalos, los
trenes de carga, los Arapaho, el Pony Express, las luchas por la
tierra, la Zona de Sequía.
Los pioneros se habían propuesto cruzarla sin saber qué había del
otro lado – o si había otro lado. Los hombres se volvieron violentos,
y las mujeres se volvieron locas, por la desolación, la incertidumbre,
y el viento. La vida era inimaginable, aún hoy. Debía haber unas
miles de millas entre cada granja. Amas de casa que pasaban días,
hasta semanas, sin verle la cara a otra mujer. Limpiaban, cocinaban,
cultivaban vegetales, y miraban la tele. Día tras día, una vida entera.
Qué hacías si te sentías sola? Qué hacías si tu marido abusaba de ti?
Qué, por Dios, hacías si eras lesbiana? Bueno, probablemente hacías
lo mismo en cada caso – huir si podías. Y si no podías, apretabas los
dientes, intentabas no sentir, y esperabas con locura que haya otra
vida después de la muerte – o después de Nebraska, cualquiera que
llegara primero.
Asintió. “Sequía.”
“Vive en Jackson?”
“Estudio los wapiti. Los ante. Pero no son ante, son wapitis.”
“Maldita turista.”
“Pero no me agradan.”
“Por ejemplo?”
Pensó que lo había hecho sonreir un poco, pero pudo haber sido una
alucinación.
“Sólo quiero echar un vistazo,” dijo Stoner. “Para tener una idea del
lugar, así no se lo recomiendo a la gente equivocada.”
Pesca y Vida Silvestre la miró. “Quiere ver el lugar para mantener a
la gente alejada?”
Stoner miró hacia la cola del avión. Si había algún tipo de cocina,
estaba destinada a la carga de la empresa de correos. “Sirven tragos
en este tipo de aviones?”
“Si, muy bueno.” Era, notó con algo de asombro, capaz de temblar
sin mostrarlo. Tenía que ver con la presión de las muelas. “Usted no
toma?”
“Para qué?”
“Alguna vez escuchó algo sobre los B.P.O.E.?”
“Tetones.”
Stoner miró mejor, y vió una enorme superficie de agua que parecía
mercurio derramado. Más al norte, otro grupo de luces cortaban la
oscuridad.
“Si.”
Pesca y Vida Silvestre rió, algo que Stoner creía que era incapaz de
hacer. “Stell no serviría nada que no pudiera pronunciar.”
“Por favor.”
El avión rebotó y se detuvo. “El hijo de puta aterrizó esta cosa,” dijo
el hombre. “Juro por Dios, algún día lo va a aterrizar en el Cañón de
Granito.” Sacó un sobretodo del compartimiento de equipajes.
“Mejor saque un abrigo. Se le congela el culo vestida así. Que tenga
buen viaje.” Se fue por el pasillo. “Turistas,” lo escuchó mascullar
Stoner.
“Un poco raro. Quiero decir, nunca vi un paisaje como este antes.
Digo, lo que vi hasta ahora.” Por alguna razón se sintió como de
quince años. “Hay siempre tanto – espacio?”
“Supongo que si. Todo por aquí es mas o menos del mismo estilo.
Excepto los lugares nuevos en Teton Village. Siento lo del sauna.”
“Perdón?”
“Little Bear?”
“Está al fondo, así que vas a tener mucha privacidad. Vamos.” Abrió
la puerta de la cocina, y Stoner entró. Fue amor a primera vista.
Detrás del hogar del comedor había otra, totalmente completa y con
hornos de ladrillo. Sobre los morillos, una enorme pava negra
colgaba de una barra de hierro. Una vieja Border Collie parpadeó
desde su alfombra al lado del fuego. “Esa es Chipper,” dijo Stell.
“No sirve de mucho pero es un amor. Está un poco sorda, y un poco
lenta, pero en su tiempo supo ser una gran cazadora de ratones. No
es cierto, chica?”
“No, gracias.”
Algo parecido a un balde estaba atornillado a una larga tabla de
carnicero que cubría todo el largo de la cocina. Stell tomó una
manija que tenía arriba. “Te importa si termino con esto mientras
hablamos? El pan casero es una de nuestras especialidades.”
“No sé para que necesitan una especialidad,” dijo Stoner. “Este lugar
es hermoso.”
Stell rió. “Café de cowboy. Agua y café se hierven juntos, con unas
cáscaras de huevo para que se asiente.”
Stoner apoyó los brazos en la mesa y tomó su café. “Veo que es muy
tranquilo aquí,” dijo. “Es porque son todas familias?”
Stoner asintió.
“Por qué?”
“Pone a los huéspedes nerviosos, como que es algo que tienen que
hacer. Como que te arruina las vacaciones.” Enjuagó un trapo y
limpió la pileta. “Desde la fogata hay dos caminos, uno al Lago
Jenny y el otro a Taggart. Están señalizados. Hay un teléfono en tu
cuarto. El médico más cercano está en Jackson, pero hay una
enfermera en la posada Lago Jackson para emergencias. Tenemos
nuestros propios establos. Si quieres ir a cabalgar o a escalar, es
buena idea registrarse. De esa forma, si pasa algo, tarde o temprano
alguien va a salir a buscarte. Por supuesto, eso no es necesario en los
caminos mas populares. Nuestro vaquero se llama Jake. Es un poco
taciturno, pero no te dejes intimidar. Nuestras mozas y mucamas son
estudiantes universitarias. Las sábanas se cambian cada tres días. Me
olvidé de algo?”
“Totalmente.”
Stoner salió al frío aire de la montaña y miró hacia arriba. Aún con
media luna, sintió que podía ver cada una de las estrellas del
universo. Sobre ella se extendía la vía láctea, una cinta de diamante
que flotaba descuidada. Otras estrellas y galaxias se veían como
granitos en el cielo azul terciopelo. Una lluvia de meteoritos cruzó
por la oscuridad. Mi Dios, pensó, la belleza me va a matar.
Little Bear estaba lejos de las otras, una pequeña cabaña hecha de
troncos, diminuta como una casita de juegos para niños. Una luz se
colaba por las ventanas a través de las cortinas. Un porche techado
esperaba con dos mecedoras. Un grupo de adelfillas rodeaban la
cabaña. Stoner levantó el pestillo y entró. El fuego siseó y
chisporroteó en el hogar, flanqueado por unos muy confortables
sillones. Sobre una pared había una mesa escritorio. La pared
opuesta tenía una puerta que iba al baño. El piso estaba revestido
con alfombras indias. Al lado de la puerta de entrada había dos
camas dobles separadas por una mesa de luz, y enfrente el vestidor y
armario. En cada lugar que miraba encontraba el brillo amigable de
madera lustrada. Era demasiado. Stoner soltó la valija, se sentó en el
borde de la cama y llorisqueó.
Miró todo lo que pudo soportar. Harta del paisaje, huyó camino
abajo hacia la posada.
“Yo...uh...llegué anoche.”
“Ambos.”
“Por qué?”
“Sería un gusto.”
Smokey la guió hacia una mesa para dos, ofreciéndole la silla que
daba a la gran ventana. Stoner la rechazó. Si podía ver la puerta, tal
vez podría ver a Gwen antes de que Gwen la viera a ella. Le daría la
ventaja…
Una camarera les trajo café y menús. “Cuidado con eso,” dijo
Smokey, señalando el café.
“Gente de cine.”
Stoner sacudió la cabeza. “Me perdí de algo.” Una pareja de
ancianos entró en el comedor. No eran ellos.
“Lo sé,” dijo Stoner. “Ya lo escuché todo de Pesca y Vida Silvestre.”
Stoner se masajeó la frente. “Oh, por favor, ya pasé por esto con
Pesca y Vida Silvestre.”
“Por donde?”
Smokey rió. “Ese debe haber sido Harry. Ese caballero nació con un
palo metido en el...” Se detuvo y carraspeó. “Disculpame.”
“No lo sé.”
(N. de T.) Mick es una forma ofensiva del slang de llamar a alguien
de descendencia irlandesa).
“Qué nombre?”
“Boston.”
“Dónde naciste?”
“Nevada.”
Por el rabillo del ojo, Stoner vió una pareja entrando en el comedor.
Su estómago dio una vuelta. “Smokey, son ellos!”
“No, es banquero.”
“Pasa algo?”
Gwen la miró y Stoner sintió que el piso se sacudía bajo sus pies. Mi
Dios, ojos caoba. Se metió las manos en los bolsillos. “Eres...” Su
boca estaba seca. “Eres... por casualidad... Gwen Owens?”
“Bryan. Y tú?”
“Por favor,” dijo Bryan. Stoner saltó. Se había olvidado de él. “Por
lo menos una taza de café.”
“Oh, lo siento.”
Stoner respiró hondo. Tenía que sobreponerse. Compasivamente, la
camarera se hizo presente. “Café, por favor,” dijo. “Negro.”
“Soy qué?”
“Excitable.”
“Lo siento, amor,” dijo Bryan. “Cada vez que pienso en lo que te
hizo…”
Gwen miró a Stoner. “Mi abuela no quería que nos casemos tan
pronto,” dijo, casi apologéticamente. “Me temo que ello ha creado
algunos…sentimientos desagradables.”
“No.”
“Ella elije creer que me casé con Gwen por su dinero,” explicó
Bryan. “Mi teoría es que ella esperaba que Gwen sea su seguridad y
compañía debido a su avanzada edad.”
“No tengo planes para hoy,” dijo Gwen. “Bryan tiene una reunión de
negocios con unas personas que conoció.”
“Campamento?”
“Huh?”
CAPITULO CUATRO
“Tal cual”
Gwen rió. Cristo, hasta su risa era aterciopelada. “Está bien que se
choque con sus propias políticas cada tanto. Le hace bajar los
humos.” Sonrió para sí misma. “Sus intenciones son buenas. Lista
para salir?”
“Yo pasé por lo mismo,” dijo Gwen. “Mira, los Tetones siempre
están al oeste. Si están a tu derecha, vas hacia Jackson. A tu
izquierda, y vas a Yellowstone.”
Stoner rió.
“Quienes? Qué?”
El auto avanzó a través del aire fresco de la mañana, por campos con
artemisas, sobre arroyuelos llenos de piedras de marfil. Bosques de
álamos se extendían al costado de los arroyos, y sus suaves
filamentos bailaban con la brisa. Colinas polvorientas se elevaban
del piso del valle. Las secas montañas Gros Ventre rodeaban la
cuenca del río hacia el este. Y sobre todo se extendía el cielo, azul.
Stoner sintió ganas de cantar.
La montaña Snow King cerraba el lado sur del valle. El pueblo
Jackson abrazaba el llano en su base. Algunas de las tiendas estaban
abriendo. Stoner paseó junto a Gwen por las veredas de madera que
rodeaban el parque. Un carruaje estaba estacionado en la plaza, los
caballos sacudiendo las riendas. Una multitud de niños miraban
asombrados como el conductor les colocaba el arnés. Las galerías de
arte proliferaban detrás de deteriorados frentes de madera. Todas,
parecía, tenían pinturas a la venta. La mayoría eran de los Tetones.
Stoner se puso roja hasta los dedos de los pies. “Gracias,” murmuró,
levantándose.
“Uh, andaba.” Dudó. Oh, qué demonios, mejor temprano que tarde.
“Y dictaba un curso. Estilos de Vida Alternativos.”
“Pensé que habías dicho que era muy temprano para almorzar.” Se
arriesgó a mirar a Gwen.
Cruzaron por el semáforo y tomaron una calle lateral. “Si alguna vez
sientes que las paredes se te vienen encima,” dijo Gwen, señalando
la Librería Teton, “metete ahí. Tienen una sección para mujeres.”
“En serio?”
“Y tú?”
“Qué?”
“Si quieres que algo pase, lo único que tienes que hacer es no creer
en ello. Quieres otra cerveza?”
“Pero…”
“Entonces no lo discutamos.”
“Stoner…”
“Soy yo la que se supone que tiene que estar nerviosa,” dijo Gwen.
“Lo estás?”
“Qué?”
“Estás nerviosa?”
Gwen le tomó la mano y se la apretó. “No eres la primer lesbiana
que conozco. No eres la primer lesbiana con la que hablo. No eres la
primer lesbiana que toco. Pero puedes ser, tal vez, la primer lesbiana
a la que le tiro un vaso de cerveza en la cara.”
“Tomaron qué?”
“No muy bien.” Tomó un trago de cerveza. “Tuve que irme de casa,
y entonces intentaron internarme en un hospital de locos.”
“Para nada.”
“A tu preferencia sexual.”
“No es lo mismo que una mujer íntegra, de mediana edad, que vaya
a las reuniones de padres y compre en el supermercado local.”
“Puedes?”
“Por supuesto.”
“Lo loco es,” dijo Stoner, “que en realidad no me gusta mucho ese
mundo normal.”
“De qué?”
“De la gente que no se preocupa por ser amada.” Rió con un poco de
ansiedad. “Es mi obsesión personal.”
“Bueno, esto es un poco fuera de lo común para mí. Tal vez seas tú.”
“Bueno, tienes suerte,” dijo Gwen. “Quieres una madre, así que tu
juicio está a prueba sólo con mujeres veinte años mayores que tú. De
mí se aprovechan mujeres, hombres, niños, pares, mayores,
menores, perros, gatos, y peces tropicales.”
Y Bryan Oxnards.
“Quién?”
Gwen la miró. “No tengo la menor idea. Era un libro muy gordo. Y
un conejillo de Indias muy chiquito.”
“Todavía no.”
“Frecuentemente.”
Stoner la miró.
“En serio.”
“Espera, persona.”
“Dra. Kesselbaum?”
“Marylou?”
“Es tu novia?”
“Ya veo. Bueno, vas a tener algunas para mostrarle cuando vuelvas a
casa.”
Gwen se atragantó con una papa frita. “Si me haces quedar mal,
nunca te lo voy a perdonar.” Tomó un trago de cerveza. “Lo juro,
Stoner. Seré resentida hasta mi muerte.”
“Qué?”
“Lo siento.”
“Vende qué?”
“Los porotos McTavish Blue Runner Sin Hilos. Nunca los sentiste
nombrar?”
“Mi abuelo los inventó,” explicó Stoner. “Del lado de mi papá. Tía
Hermione es la hermana de mi mamá, pero cuando él – um – murió,
se los dejó a ella. A Tía Hermione. Dijo que ella estaba llena de
energía, mientras que su lado de la familia estaba lleno de inútiles.”
Sintió que se ponía roja. “Era…una vieja broma de él,” continuó
impotentemente.
“Que apropiado.”
“Encuentros Hort?”
“Debes tener una vida fascinante,” dijo Gwen. “Con todo ese horting
y etc…”
“Lo siento.”
“No nos llevábamos.”
“No soy yo misma,” dijo Stoner. “No estoy segura de quien soy,
pero definitivamente no soy yo.”
“Tal vez.”
“Stoner,” dijo Gwen, de repente seria, “mi abuela está muy enojada
conmigo?”
“Bueno,” dijo Stoner, “me imagino que funciona para ambos lados.”
“Estuve sola durante años, dando clases, saliendo cada tanto con
alguien, pero nada especial. Y entonces apareció Bryan.”
En su caballo blanco.
Aw, mierda. Eso es tan viejo, que el rigor mortis ya vino y se fue.
“Bueno,” dijo.
“Tal vez hice lo incorrecto,” continuó Gwen. “Tal vez debí haber
esperado. No lo sé.”
“La verdad, no. Estuvimos juntos las veinticuatro horas del día en
toda la semana, y él ha sido…maravilloso. O sea, si pudimos
sobrevivir la Interestatal 90, el resto debería ser nada. No te parece?”
“Seguro.”
“Ella está preocupada por ti, es todo. La gente se preocupa por sus
seres queridos.” A veces con muy buena razón.
Gwen empujó la silla hacia atrás y se paró. “De veras piensas que
están tomando jerez allá en Boston?”
“Son sólo las once de la mañana allá. Mi abuela es muy mayor para
beber a esta hora.”
“Qué?”
“Bueno…”
“Te busco.”
“Es una caminata maravillosa,” dijo Gwen. “Pero qué no lo es, acá?”
Apoyó una mano en el hombro de Stoner. “Que no te afecte la
altura.”
“Suenas rara.”
Marylou rió. “Ojalá. Las cosas están tan tranquilas que estoy
pensando en largar el caviar.”
“Qué?”
“Yo? Nada.”
“Oh.”
“No lo estoy.”
“Qué?”
“No...me...estoy...babeando.”
“Nunca dije que tengas buen juicio. Sólo dije que estás babeando.”
“Okay.”
“Marylou?”
Para evitar pensar en eso, hizo una lista de formas de matar a alguien
en el Parque Nacional Grand Teton y hacerlo parecer un accidente.
Envenenamiento. No, comían afuera. Un accidente de caza. No
existía la caza en el parque. Coche se cae por alcantilado. Pero hasta
donde ella sabía, había una sóla ruta en el parque que iba por las
alturas, la ruta hacia Signal Mountain. Y era muy usada de día y
cerraba por la noche. Coche choca con algo. Pero qué? No había
obstáculos, y la visibilidad era al menos de diez kilómetros en toda
dirección. Posible en la oscuridad, pero arriesgado. Un accidente
acuático en el Lago Jackson? Otra vez, demasiado arriesgado,
mucha probabilidad de ser visto por el Servicio Forestal, los
Guardaparques, Pesca y Vida Silvestre, o turistas. El Parque
Nacional Grand Teton, parece, es el lugar más seguro del planeta.
Excepto por las tierras altas, las áreas remotas que todo el mundo se
apuraba a advertirle que no pisara. Lo que nos vuelve a llevar al
viaje de camping. Tenía que averiguar más sobre eso.
“Dónde?”
“Cuál es el secreto?”
Se paralizó. “Secreto?”
“Ya, ya,” dijo Bryan. “No hay secretos entre compañeros de tragos.”
“Bien.”
“Si?”
“Tengo un problema.”
Ella lo miró. Ahora era él el que estudiaba su trago. Tal vez un día
escribiría un libro sobre lo fascinante que era observar el alcohol.
“Sólo la vi una vez.” Algo le dijo que sea cuidadosa, muy cuidadosa.
“Sé que debimos esperar,” dijo Bryan. “Pero era el sueño de toda mi
vida venir aquí…” con un gesto comprendió el bar, la posada, el
parque, y probablemente todo el Estado de Wyoming. “…con la
mujer que amo.”
“Por qué?”
“No lo sé.”
Para probar que te amaba, pavo. Todo lo que tuviste que hacer fue
hacerte el lastimoso, tal cual estás ahora, y ella hubiera hecho lo
que quisieras. Y lo sabes.
Si. Hasta la torpe, lenta, retardada puede verlo. “Qué quieres que
haga?”
“Gwen?”
“Tengo algún dinero ahorrado,” dijo ella. “No es gran cosa, unos
pocos miles. Me gustaría invertirlo. Qué me sugerirías?”
“Qué?”
“No entiendo.”
“Mira,” dijo, “en los tiempos de nuestros abuelos, qué hacía la gente
para relajarse? Se iba a pasear al campo. Miraba atardeceres. Jugaba
a las cartas.” Tiró unas cenizas al piso, adiós atardeceres. “Las cosas
cambiaron. Ahora la gente quiere ver y ser vista. Quieren moverse,
hacer ruido, impactar en el ambiente.”
Jesucristo.
Stoner apretó los dientes. “No creo que pueda reunir tanta plata.”
“Este país está lleno de idiotas que podrían estar haciendo fortunas.
Pero qué hacen? Dejan su dinero durmiendo en algún Banco chico y
conservativo y mueren lentamente. Mira por ejemplo mi mujer…”
Okay.
“Tiene su dinero guardado en un banco municipal. Podría sacarlo,
ponerlo en nuestro projecto, y hacer suficiente para poder pasarse el
resto de sus días sentada contando las ganancias. Pero le da miedo
tocarlo.”
El la miró.
“No, no deberías.”
“Dinero.”
“Poderosos arrastrados.”
“Está aislado?”
“Huh?”
“Eso nos dice hacia dónde te dirigías. No nos dice dónde caíste. Aún
si lo sabemos, no siempre podemos sacarte.”
“Lo siento.”
“Es mi trabajo, Smokey. Como tú, a veces tengo que hacer cosas
desagradables.”
“Es un secreto.”
Smokey gruñó.
“No.”
Para su sorpresa, se quedó callado por un largo rato. Por fin levantó
la vista. “Stell Perkins,” dijo por lo bajo.
“Stell…”
“Te vas a quedar sentada así toda la noche, McTavish?” Su voz era
ruda.
“Si quieres verlos haciendo una película,” dijo él, “ven hasta el
Snake mañana. Por el Parque hasta Blacktail Ponds y de ahí hacia el
norte bordeando el río.”
Corrió hasta Little Bear. No había forma de que pudiese dormir esta
noche. Ninguna forma.
CAPITULO CINCO
Pero sí durmió. Y hasta tarde, de hecho. Eran bien pasadas las nueve
cuando terminó de vestirse y hacer la cama. Demasiado tarde para
desayunar, no había razón para apurarse. Enjuagó la ropa nueva y la
colgó sobre la cerca del porche, esperando que el sol le saque un
poco la dureza. La posada Timberline estaba quieta, los huéspedes
ausentes, cada uno en su propio projecto. Se quedó parada un rato,
oliendo los pinos y la tierra y los últimos humos de los fuegos del
desayuno. Otro día glorioso.
Cuando bajaba por el camino se encontró con Stell, que llevaba ropa
blanca a una cabina recientemente desocupada. “Buen día, perdida.”
Dijo Stell. “Te extrañamos.”
“Eso dijo,” Stell estiró los brazos sobre la cabeza. “Pero lo envié al
pueblo a buscar víveres, así le saco un poco de la cabeza a la gente
de la película.”
“Casi cuartenta años,” dijo Stell. “Lo conocí cuando llegué acá,
recién casada.” Rió. “Era un galancito en esa época.”
Stell tomó unos sorbos de café y se inclinó hacia delante, las manos
sosteniendo la taza, los codos en las rodillas. “Hemos pasado por un
largo trecho, John, Ted y yo. Por algunos momentos difíciles, y por
muchos buenos. Pero siempre juntos. Es lo único que cuenta al final,
juntos.”
Stell la miró. “Tienes ojos, no? Mira los mapas. Ellos te lo van a
decir más clarito que yo. Terminaste ese café?”
Suspiró y observó sus notas. Okay, veamos lo que tenemos. Entre los
mapas y Heinrich P., se había quedado con cinco. Avalancha,
cortando al oeste desde el Lago Taggart entre Cloudveil Dome y
Monte Wister. Leigh y Morgan, pasando por Monte Moran. Hanging
Canyon – lindo nombre, tenía posibilidades – hasta el Lago de los
Peñascos, sobre el norte de Monte St. John. Y Bannock, una grieta
entre Grand Teton y Teewinot.
Al ser agente de viajes, Stoner fue atendida por los dueños de los
moteles como uno de los suyos. La recibieron en sus oficinas
privadas, le ofrecieron café o licor (que no aceptó – beber a tantos
metros de altura podía ser peligroso para la salud, como ya lo había
comprobado anoche), y le contaron sobre sus planes de expansión y
ganancias. Para cuando hubo escuchado el décimo proyecto para
infiltrarse en los pocos holdings privados que había en el Parque, su
correcta sonrisa se había quedado dura. Cuando el manager del
Slumber Inn, un motel tan original como su nombre, empezó a
confiarle sus planes de convertir la posada Timberline en una
ciudad-condominio, supo que estaba a punto de quebrarse. Alegando
un dolor de cabeza, huyó y manejó lo mas rápido que pudo de vuelta
al Parque.
Grandes nubes de media tarde se estaban formando cuando pasó por
la estación de entrada y se dirigió hacia el norte por Rockefeller
Highway. Tenía que poner tanta distancia como pudiera entre ella y
las tiendas de souvenirs, bares, y el A & W Root Beer Drive Inn. Y
su mente había registrado, levemente, un par de taxidermistas.
Quería dejar atrás ese conocimiento.
“Qué pasa?”
Stoner se pasó las manos por la cara. “Me temo que no soy una
persona muy tolerante, Smokey.”
Stoner dibujó lineas en la tierra con una ramita. “Estoy asustada, ese
es el problema. Van a destrozar todo, y no hay nada que yo pueda
hacer.”
“Y entonces qué?”
“En serio.”
“Te cuento otra,” dijo Smokey. “Hay pájaros acá que caminan bajo
el agua.”
“Creo,” dijo él, “que esa vieja está en lo mejor de su cósmica vida.
Creo que un día nos va a convertir a todos en yuyo.”
El gruñó.
“Alumbrará lo suficiente?”
“Si no llueve.”
“El perro más idiota que vi en mi vida,” dijo Smokey. “No come a
menos que alguien le muestre cómo. El otro día una ardilla se le
acercó, lo miró directo a los ojos, y se fue. El perro ni siquiera
pestañeó. Esa ardilla quedó muy decepcionada.”
Smokey se sacó los anteojos y los limpió con la camisa. “Si. Todo lo
que esa bestia significa para alguien es dinero, y siempre será así.
No hay derecho a hacerle eso a un perro.”
“Vamos a secuestrarlo.”
“Gwen es galesa.”
“Madre de Dios, esos son los peores. Por lo menos los irlandeses
toman. Y escriben poesía.”
“Y los escoceses?”
La llevó a un tour por ranchos privados que había dentro del Parque.
Acá, al menos, el énfasis estaba puesto en mantener una forma de
vida, no en cambiarla. La interacción con los caballos le dejó la boca
un poco seca – el día, parecía, giraba alrededor de cuidar, alimentar,
ensillar y montar, la noche reservada a hablar y cantar sobre ellos
(no es que no fueran hermosas criaturas – de lejos) – pero la vida era
relajada e interesante. Su disgusto, pensó mientras Smokey la guiaba
hacia el este desde Moran Junction a la Posada Lago Jackson – no
era con el ser humano en sí mismo, sino con esa parte egoísta,
irresponsable, ruidosa, descuidada, inconsiderada, y ruda. Esa parte,
en resúmen, que Impactaba con el Medio Ambiente.
“Oh...solo...en general.”
Tony les trajo un bol con maní. “De mi colección privada,” dijo
Smokey. Rompió uno y le pasó el plato. Stoner lo rechazó.
“Casi.”
Stoner dudó.
Ella asintió.
“Y la mujer?”
Eso era algo que Stoner nunca había considerado, que la señora
Burton usara lo que ella descubriera en contra de un perfectamente
inocente Bryan – todos tenían alguito que esconder en su pasado.
Sintió una punzada de culpa por los cincuenta dólares que le había
robado a su madre. Cualquier cosa podía ser exagerada. Y si todos
habían sido manipulados por la señora Burton para su propio
beneficio?
“Tú no?”
“Si tuviera una hija, preferiría que se case con un delincuente antes
que con un arrastrado. De un delincuente te puedes librar. Un
arrastrado siempre está en el medio.”
Stoner sonrió.
“No hace mal,” dijo Smokey, “seguirle los pasos a alguien que está
sola, sobre todo siendo la primera vez.”
“A veces, si.”
Bryan rió. “Mujeres.” Se inclinó sobre Stoner para dirigirse a
Smokey. “Digame, Flanagan, usted las entiende?”
“Ah,” dijo Bryan, mirando por encima de ella, “una mesa libre.
Gwen baja en un minuto. Tomas un trago con nosotros?”
Stoner lo miró. “Celoso! Está casado con ella, por todos los cielos.
Yo soy sólo una amiga.”
“Rock Springs.”
“Algo más?”
“No, lo siento.”
“Sé a lo que te refieres. Esa gente de los moteles pueden hablar hasta
matarte. A propósito, la señora Oxnard te encontró?”
Stell sonrió. “Algo que les puede agarrar a las vacas lecheras.
Tenemos truchas frescas esta noche.”
“Con cabezas?”
“Chamarices?”
“Alguien me dijo,” dijo Stoner, “que hay pájaros acá que caminan
bajo el agua.”
“Si, un poco.”
Del otro lado había una mesa redonda con tres bulliciosas parejas.
Los hombres era gritones y pelados, con panzas de cerveza que
sobresalían sobre unos cinturones nuevos de cuero labrado. Las
mujeres debían haber pasado el día en el salón de belleza. Sus
cabellos estaban esculpidos y duros, y se lo arreglaban
nerviosamente. Unas joyas de fantasía les colgaban como musgo de
las muñecas, cuellos, y orejas. Probablemente jugaban a los bolos
juntos cada miércoles.
“Qué?”
Stoner se lo mostró.
“Oh, Dios, la Guía Bonney. Nosotros pasamos los primeros tres días
haciendo esos auto tours. Recuerdas, Bryan?”
“Dónde?”
“No te está escuchando,” dijo Bryan.
Jesús, María y José, y todos los Santos del Cielo. Stoner se deslizó
por la silla.
“Si. Si, muy raro.” Querido Dios, sacame de esta. Nunca volveré a
pecar, lo prometo. Ni en pensamiento, ni en palabra, ni en hecho.
Miró a Gwen. Bueno, tal vez sólo un poquito. Un pequeño
pensamiento, es todo, un inofensivo pequeño pensamiento.
“No sabía.”
“Me invitó ayer, mientras estabas en Jackson.”
“Son negocios, amor,” dijo él. Alargó las manos. “Puede ser
importante para nuestro futuro.”
“Quiero ir,” dijo Gwen. “Es sólo que…bueno, la gente no hace este
tipo de cosas en su luna de miel, no?”
“Qué?”
“Tengo dramamina.”
“Y si no funciona?”
“Qué carta?”
“Si.”
“La señora Burton está haciendo que Harry Smythe busque los
antecedentes de Bryan. A propósito, no te parece que pasa algo entre
esos dos?”
“Puedo llamarlo?”
“Ahí va. Tienes lápiz y papel? Escucha con atención. Sólo lo puedo
repetir una vez. Uno, ochocientos...”
“Hay veces,” dijo Stoner, “que desearía que no tengas sentido del
humor.”
“Lo siento,” dijo Marylou seriamente. “Estoy un poco asustada,
Stoner. Mi más querida amiga está lejos cazando a un sinverguenza
cerca de la frontera.”
“No estoy segura.” Hizo una pausa. “Te quiero, Stoner. Vuelve a
casa pronto.”
Edith Kesselbaum suspiró. “Diez años, Stoner. Hace diez años que
te pido que me llames Edith.”
“Hay cosas que tengo que averiguar, y que sólo puedo averiguar por
Bryan. No sé cómo hacerlo.”
“Quieres decir que fuiste allá sin un plan de ataque? Stoner, un plan
de ataque es de importancia vital. Nunca salgas sin un plan de
ataque.”
“Simplemente... no puedo.”
Me rindo.
“Oh, mi querida, por supuesto que no. Tienes tan poca experiencia
con hombres. Recuerdas algún consejo que tu madre te pueda haber
dado?”
“Dra. Kesselbaum?”
“Si?”
CAPITULO SEIS
“Si te vas a descomponer, más vale que tengas algo con que
descomponerte.” Gwen se sentó y ordenó jamón y huevos para ella,
y tostadas y leche para Stoner. Miró por la ventana. “Otro día
perfecto. Aburrido, no?” Puso la dramamina sobre la mesa. “Qué
estás pensando?”
Stoner asintió.
“De veras, no creo que haya peligro de eso,” dijo Gwen suavemente.
“Sé que me gustas.” La comisura de su boca se torció con una
sonrisa irónica. “Pero bueno, últimamente nadie me da medallas por
mi buen juicio.”
“Cómo estuvo?”
Stoner rió.
“Así que ahí estaba, pensando, ´Oigan, muchachos, tal vez ustedes
crean en otra vida, pero yo no estoy muy segura, y me gustaría vivir
un poquito más si no es mucho problema,´ cuando aterrizaron esa
cosa en una pequeña playita de arena. Bueno, si te fijas en los
problemas de erosión que tienen ahí, y sabes que a ese pedazo de
tierra le quedan como cinco minutos de existencia…Y ellos sacan
toda su comida y esperan que tú comas.”
“Estuviste.”
“De alguna forma,” dijo Stoner, “no estoy tentada.” Los osos le
recordaban a sillones rellenos, gordos y peludos. “Desgarbados,
no?”
“Lo siento.”
“Perdón.”
“Está suelto.”
“Todo está suelto acá,” dijo Gwen. “Nosotros somos los que estamos
encerrados, no te diste cuenta?”
“Bien.”
“Exacto.”
“Peor?”
“Increíble.”
“Y volviste?”
“Aparentemente.”
“Por qué?”
“Por qué?”
“Probablemente.”
“Creo,” dijo Stoner, “que voy a esperar hasta que las cosas
mejoren.”
Gwen la miró. “Por qué tienes tanto miedo? Has visto fotos de
Yellowstone, o no?”
Se estaban moviendo otra vez, por la orilla del lago, hacia el norte
por el Fishing Bridge. El majestuoso desorden de los pinos torcidos,
los abetos Engelmann, y los abetos alpinos inclinados hacia los
pastizales de Hayden Valley. Flores salvajes brillaban como joyas en
los anchos prados, y en la distancia un bisón pastoreaba
plácidamente. El sol, las colinas y el ruido de las ruedas del bus la
hicieron dormir de vuelta. Y entonces, de repente, estaban parados.
“Qué es?”
“Lo sé.”
“Stoner, calmate.”
“Stoner?”
“Y bueno, no lo está?”
“Espero que no.” Stoner observó el suelo bajo sus pies. “Lo siento,”
dijo al final. “A veces pienso que logro ver un poquito de algo…”
No logró terminar la sentencia…
“Cómo es eso?”
“Yo voy al dentista dos veces al año,” dijo Gwen. “Pero eso no lo
hace divertido.”
Gwen se recostó y estiró las piernas. “Las familias son algo raro.
Pueden lastimarnos tanto como nadie. Intento entenderlo, pero no
puedo.”
“Yo tampoco.”
“Por qué?”
“Cobardía Creativa.”
“Rumores?”
“Te lo cuento,” dijo Gwen, “tan pronto como esté segura de que lo
logré. Podría ser un retoño tardío.”
La gente estaba volviendo al bus. Stoner suspiró. “Arriba hacia el
próximo horror. Este viaje me está deformando como nunca lo
hubiese soñado.”
“No me lo recuerdes.”
A decir verdad, muy recientemente. “Una que otra vez,” dijo Stoner.
“Lo que me preocupa,” dijo Gwen, “es que no estoy segura de saber
la diferencia entre un acierto y un error.”
Amén.
Tal vez era el paisaje lo que hacía que Gwen pareciese tan pequeña.
Tal vez fuese otra cosa.
“Imposible.”
“Nada es imposible.”
“Te he ofendido.”
“Te golpeaba?”
“Qué pasó?”
“Era tarde. Nos sacó de la cama y le empezó a pegar a Don con el
cinturón. Me quedé petrificada. Siguió golpeándolo y golpeándolo.
Intenté no llorar. Siempre te pegan más si llorás. Pero tenía tanto
miedo que no lo pude evitar. Así que empezó a pegarme a mí.”
“Pensé que me iba a matar,” dijo Gwen. “Realmente pensé que iba a
morir. Y lo hice, casi. Quiero decir, algo en mí murió. Por lo menos
pude parar de llorar.”
“Quiso llevarme. Pero estaba segura de que papá nos iba a agarrar.
Sabía que no podría volver a pasar por eso. De todas formas,
murieron tres meses después, y me fui a vivir con la abuela. El está
casado ahora. Me encantaría verlo.”
Gwen rió. “Llegas tarde.” Se puso seria. “No he llorado desde esa
noche. A veces temo que una parte mía siga muerta. A veces hago
cosas, o digo cosas, que se sienten muy…lejanas.” Dudó. “A
veces…me siento así con Bryan.”
Oh, Dios.
No hagas eso. A no ser que quieras innundar este bus con tres años
de lágrimas acumuladas. Una gota resbaló por su rostro.
“Ahora?”
“Inmediatamente.”
“No creo poder.”
“No lo soy,” dijo Gwen seriamente. “No hago amigos con facilidad.
No verdaderos amigos. Pero a veces conocés a alguien, y de
inmediato sentís…simpatía. Sabes a que me refiero?”
“Absolutamente.”
“Hace mucho que no me pasa. Tal vez esa parte mía estaba muerta,
también.”
“Ninguna, Capitán.”
“Qué?”
“Hey,” dijo Gwen alegremente, “lo mejor está aún por venir.”
“Y qué es?”
“Old Faithful!”
Gwen la golpeó.
“Espera.”
Stoner aplaudió.
“Busco la válvula.”
Las sombras eran largas y frías a medida que avanzaban por West
Thumb hacia Teton. Gwen bostezó. Stoner hizo una almoada con su
campera, retiró el posa brazos, y empujó a Gwen hacia su falda. Fue
un acto de coraje consumado. “Estirate,” dijo con su mas casual
´hago-esto-todos-los-días-de-la-semana-y-dos-veces-los-domingos´
tono.
Esto era más que atracción sexual. Esto era amor total, corazón,
cuerpo y alma. Gran, envolvente, flotante hasta el cielorraso, amor.
CHAPTER SEVEN
Revisó sus cosas. Todo estaba en orden. No faltaba nada. Tal vez una
de las mucamas había estado, pero no era el día de cambio de
sábanas. Desconcertada, se sentó en la cama, y recordó la carta de
Marylou.
Querida Stoner,
En serio, amiga, mil vidas han pasado desde que te fuiste. Navidad
está a punto de llegar. No puedo creer que me hayas dejado, tu mas
querida y vieja (y volviéndose rápidamente mas vieja) amiga, sola y
desolada en Navidad. Me encantó hablar contigo por teléfono, pero
me hizo sentir SOLA.
Te ama, Marylou.
“Residencia de Empleados.”
“Tan rápido?”
“Es posible.”
“Lo entiendo.”
“Debe ser temprano. Tengo que estar en el set a las 8.30. Podríamos
tener un tiempo horrible para el fin de semana.”
“Así que esa es la historia,” dijo Stoner. Cortó un waffle. “No lo sé,
Smokey. En voz alta suena ridículo.”
“Tal vez.”
“Jueves.”
“Qué pasa?”
“Asesinato.”
“No.”
“Supongo.”
“Qué?”
“Huh?”
“FBI.”
“Smokey!”
Gwen la miró a los ojos y sonrió. “Hola,” dijo con esa voz
aterciopelada.
“Dormiste bien?”
Stoner asintió.
“Sin pesadillas?”
“Ni una.” Sus sueños, de hecho, habían sido con Gwen. También
habían sido pornográficos.
El levantó una ceja. “De veras? Pensé que la gente como tú estaba
hecha de algo más fuerte.”
“Bryan, qué quisiste decir con ´gente como tú´?” preguntó Gwen
bruscamente.
“No tengo un mal día,” dijo Gwen apretando los dientes. “Al menos
no lo tenía hasta ahora.”
“No hay luna llena,” dijo Stoner, y suplicó que Gwen nunca la
mirara a ella de la forma en que estaba mirando a Bryan.
“Me rindo,” dijo Bryan. “Dos contra uno…” Simuló secarse la
frente. “Oh, amigo. Ustedes chicas sí que van bien jun..”
“Supongo.”
“No sé,” dijo Stoner, apretujando las manos en los bolsillos. “La
´gente como yo´ no arregla los problemas de esa forma.”
“No me incomodaste.”
“Concientizarlo.”
Stoner la miró. Iba a ser un día interesante para los Oxnards. Vamos,
Gwen, quería decir, camina conmigo bajo la lluvia. Dejalo que se
concientice…solo. “Ten cuidado, si?” dijo, soprendiéndose a sí
misma.
“Con eso?”
“En serio?”
Stoner tocó una roca que estaba al costado del camino. Su superficie
despareja le raspó la mano. Inmediatamente detrás del bosque se
elevaban las paredes de montañas. Sin la distracción del cielo y las
nubes, el granito lucía duro y áspero, con bordes y puntas filosas.
Caminó hacia la orilla norte del lago y se dió vuelta para observar
las Cathedrals. Ellas, también, habían cambiado. En el aire oscuro de
la mañana se veían andrajosas, duras, amenazantes. Picos que se
elevaban como guardias contra la roca implacable. Nubes rotas y
tironeadas se abrían paso entre las afiladas cumbres. Algunos
troncos relucían en el oscuro bosque. El Lago Jenny estaba denso, y
gris como el estaño.
La lluvia había dado paso a la niebla por un rato mientras paseó por
el Arroyo Cottonwook y se sentó junto a un álamo. Del otro lado de
Park Road, la isla Timbered se elevaba en la oscuridad, una sólida
masa que resaltaba del valle, su denso bosque fuera de lugar al lado
de la artemisa. Smokey dijo que una manada de alces vivía en la
helada morada. Intentó imaginarlos, fantasmas color crema
moviéndose silenciosamente entre los árboles mojados.
Arrancó la envoltura de su barrita y le pegó un mordisco. Sabía
exactamente a cartón, o alguna otra comida saludable,
probablemente una eficiente fuente de proteínas, etc. etc. Bueno,
tendría que servir.
“No es una chica, Hortense,” dijo una voz desde el dormitorio. “Es
una mujer.”
La jóven Thibault asomó la cabeza por una puerta. “Ya que quieres
saber, estoy doblando tu maldita ropa interior.”
“Cómo le va?”
“Oh, no,” dijo Stoner rápidamente. “Por favor no piense eso… Sra.
Thibault.”
“Treinta y uno.”
“Boston.”
“Espero que no de esos departamentos llenos de ratas de
Cambridge.”
“No te molestes. Sólo tengo que traer las tortas.” Galatea volvió a la
cocina.
“No, gracias.”
“Hermione Moore.”
“En ese caso,” dijo Galatea, “Stoner debe ser un osito” Stell la miró
con cariño. “Lo eres, Stoner?”
“Uh…” Se pasó la mano por el pelo.
“Tenemos una.”
Stoner pasó.
“Porotos?”
“Porotos.”
“Bueno, no puedo entender que hago mal,” dijo Hortense. “Sigo las
instrucciones al pie de la letra.”
“Siempre supe que los del este estaban locos,” dijo Stell,
Stell la miró por encima de sus anteojos. “Me puedo arreglar muy
bien sin mutantes, gracias.”
“Si.”
Galatea tiró las cartas que le quedaban sobre la mesa. “El resto es
mío. Quieren jugar otro?”
“Probablemente.”
“No puedo hacer nada por ella,” dijo Stell. “No soy su madre.”
Hey. Esa fue una excelente idea.
Stell frunció el entrecejo y eligió una carta. “Oh, pasé por los
bombos y platillos normales al principio. Tuve visiones de él
huyendo a San Francisco para convertirse en decorador de interiores
y enganchándose con un Adonis bronceado que use camisetas
manga corta y lo llame ´Teddy´ .”
“Y tu marido?”
“Vivo con mi tía desde los 18,” dijo Stoner. “Nos gusta. La única
razón por la cual me iría a vivir sola sería para probar algo, y eso no
tiene mucho sentido. Además, creo que ella me necesita.”
“Amy.”
“En mayo fue arrestada por grafitear Hustler con crema de afeitar.”
“Hay otro problema,” dijo Stell, arreglando sus cartas. “No devolvió
las llaves. Si no las encontramos, tendremos que cambiar todas las
cerraduras.”
“No me importa.”
“Bueno,” dijo Stell, “no podemos hacer nada por el momento. Quién
apuesta?”
Bryan Oxnard era la última persona en el planeta que quería ver,
pero no tuvo elección. Era absolutamente vital averiguar lo que
pudiese sobre el viaje de camping – y tenía curiosidad por ver su
reacción sobre la entrada a la fuerza en su cabaña. Rechazó una
invitación a cenar de las Thibaults, privándose de la oportunidad de
conocer al inquieto, elusivo Ted Perkins – cuya existencia estaba
empezando a dudar seriamente – y trotó a través de la lluvia hacia el
Stampede Room.
“Perdón?”
“Qué?”
“Sobre qué?”
“Geología y vida.”
Alzó las cejas. “Ah,” dijo. “Vida.”
“Vida.”
“Vida de quién?”
“No mucho.”
“Lo hay?”
“Para qué?”
“Separarnos.”
“Cuánto?”
“Que bueno,” dijo Stoner, “ya que estás casado con ella.”
“No.”
“Lo reportaste?”
“Si.”
“Supongo que no.” Pasó los dedos por el borde del vaso. Un hábito
que había tomado de Gwen.
“Hay alguna razón,” dijo Bryan con lo que Stoner estaba segura era
una despreocupación estudiada, “por la que alguien querría entrar en
tu cabaña?”
“Todo listo.”
“Andas a caballo?”
“Que pena. Hay un par de caminos que son realmente salvajes. Pero
no podrías pasarlos si debes apurarte.”
“No le contaría.”
“Cómo sé que no lo dejarías escapar,” dijo pausadamente, “durante
uno de tus íntimos tête-à-têtes?”
“No.Yo. No.”
“En el bar.”
Hubo una pausa. Stoner luchó con el broche de su puño, y notó que
inconscientemente se había puesto la camisa marrón, la que
resaltaba los rayos esmeralda de sus ojos. Oh, Dios, me vestí para
ella.
“Stoner?”
“Huh?”
“Qué intruso?”
“No importa.”
“Qué pasa?”
“Nada. No es nada.”
Por supuesto que no. Las guarda para decírmelas a mi. No hay por
que repetirse, es una cuestión de ahorro.
Puaj.
“Qué?”
El sonrió. “Tenemos toda la vida para estar juntos,” dijo, y con sus
ojos agregó, “no lo olvides.”
“Lo siento,” dijo ella. “Hay cosas que prefiero hacer sola.”
“Qué pena.”
Ahora lo entiendo. No quiere perderme de vista. Tengo una pequeña
sombra que entra y sale conmigo, y para qué me serviría es algo
que no llego a darme cuenta.
“Dónde?”
Quería llorar.
CAPITULO OCHO
Querida Marylou,
“Cocktail Hour?”
“En serio?”
“Sabes la única cosa que lamento, Stoner?” dijo Stell. “Nunca tuve
una hija.” Se hamacó, apoyando la cabeza contra la silla. “Solía
soñar con ello. Cómo trabajaríamos juntas en la cocina, charlando
por las tardes. Como ahora. Ted y yo somos tan unidos como lo
pueden ser un hombre y una mujer. Pero hay cosas, cosas de las que
no podría hablar con él. No es que no me entienda, o no lo intente.
Pero las entendería diferente, como un hombre.” Suspiró. “Mis hijos
son buenos hijos, buenos hombres. Pero seguro desearía que uno
hubiese sido mujer.” Ejem. Tengo una sugerencia…
“Raro,” dijo Stell. “Siempre imaginé que mi hija podría ser como
tú.” Stoner se miró las manos. “Tu madre es una mujer con suerte,
Little Bear.”
“Por qué?”
“No me quería.”
Stell chasqueó los labios. “Es verdad. Siempre hay una mosca en la
sopa.” Observó a Stoner. “Te molesta que te hable así?”
“Ni en un millón de años. La mayoría no lo hace, sabes. Creo que
tienen miedo de contagiarse si hablan de ello.”
“Bryan Oxnard.”
Stell se acomodó un mechón que le tapaba los ojos. “Sabía que era
una gato sarnoso la primera vez que lo ví.”
“Con Amy?”
Stell atacó el pan de vuelta. “Pensó que le iba a echar la culpa a ella.
Probablemente pensó que era su culpa. Tú sabes como son las
chicas. Así que se escondió en el bosque toda la tarde e hizo dedo
hasta Jackson a primera hora de esta mañana.”
“Y las llaves?”
“Las perdió.”
“En el bosque?”
“En el manoseo.”
Las piezas caían en su lugar. Stoner respiró hondo. “Stell, hay algo
que debo contarte.”
“Si? Qué?”
Stonner asintió.
“Y?”
Stonner asintió.
“En serio?”
“Y si pone otro?”
“Y hacer qué?”
“Detenerlo.”
“Cómo?”
“No sé.”
“Se me ha…ocurrido.”
“Si.”
“Quiero la verdad.”
“La verdad.”
“Ya me arrepentí.”
“Si señora.”
“Quiero saber donde estás cada minuto, y por qué. Si me entero que
estuviste por ahí haciendo tonteras, vas a saber lo que son los
problemas como nunca antes.”
“Stell?”
“Ahora qué?”
“Bueno…” dijo.
“No muerdo.”
“Mucho.”
“Mejor?”
“Tal vez.”
“Ya llegamos.”
1. Dónde lo va a hacer?
2. Cuándo lo va a hacer?
3. Cómo lo va a hacer?
“Así y todo, tiene que haber algo que te guste. Lo suficiente como
para pasar tu luna de miel aquí.”
O para un asesinato.
Ella rió. “Creo que Gwen puede tener algo que decir al respecto.”
“Esa fue muy buena,” dijo Bryan. “No hay nada que me guste mas
que un partido de esgrima.”
“No estoy haciendo nada. Pienso que eres una mujer atractiva. Es
eso un crimen?”
Bryan chasqueó los labios. “No eres de las que cuenta, huh?”
“Para qué?”
“Basta.”
“Eres desagradable.”
“Suéltame, Bryan.”
“Yo sé que ella flirtea contigo,” dijo en voz baja. “La he visto
tocándote. He visto esas sonrisitas conspiradoras que te hace. He
visto como te mira. Pero no significa nada, Stoner, mi amor. Ella es
así con todo el mundo.”
Bryan saltó hacia un lado, riéndo. “Nada de eso, chiquita. A mí, con
eso, no.”
El la miró.
Lo volvió a ver, auto detenido al lado del camino, la puerta del baúl
levantada. Cubierta pinchada, Oxnard? Trágatelo. Le tocó bocina y
aceleró, dejándolo atrás.
“Salió a caminar.”
“Dónde?”
“Pálida.”
“Algo así.”
“Debo irme.”
“Stoner.”
Se volvió. “Si?”
Espero.
Mientras, qué puedo hacer? Uno – tiró una piedra al arroyo Cascade
– encuentra la forma de poner a Gwen en guardia. Dos – tiró otra
piedra – vigilarlos lo más que se pueda. Tres – otra piedra – seguir
investigando su pasado, intentar conseguir evidencia sólida en su
contra. Pero sobre todo – se llenó la mano de piedras y las estrelló
contra una roca – DETENLO!
“Qué?”
“Caminando.”
“Dónde?”
“Qué?”
Stoner se quedó sin aliento. “No ibas a quedarte ahí afuera con esta
tormenta, o si?”
“Si.”
“Estás mejor?”
Se quedó dura. “Gwen, hay algo que debo decirte. Esta mañana,
Bryan…”
“Bryan?”
“Bryan y yo…tuvimos un problema.” No estaba escuchando.
“Gwen.”
“Esta mañana?”
“Gwen.”
“Es correcto.”
“Decirle qué?”
“No quise arruinarlo. Sólo pregunté. El me despertó. Yo estaba
dormida y desperté y él estaba parado ahí, en la entrada. Mirándome.
Lo supe. Supe que alguien le había dicho.”
“Háblame.”
“El me despertó.”
Silencio.
“Bryan?”
“Lo haría?”
“Intenta.”
“Por qué?”
“Stell?”
“Ella va a entender.”
“Lo prometo.”
Gwen la miró.
“Huh?”
“Le faltan las espadas,” dijo Stoner tristemente, “pero con seguridad
tiene el comodín.”
“Ah, si, el comodín. En las cartas antiguas, el Tonto. La carta de la
inocencia, ignorancia, pero que tiene la sabiduría instintiva de un
recién nacido.”
Edith Kesselbaum jadeó. “Oh, por God, espero que no. Sería
expulsada de la Sociedad Psicoanalítica.”
“Batea?”
“Toca de oído.”
Stoner gimió.
“No es irremediable, querida. Es muy probable, en su estado mental,
que cometa un error.”
“Necesito ayuda.”
“Bannock Canyon.”
“Que es?”
“Si?”
CAPITULO NUEVE
Stoner suspiró.
“No te va a gustar.”
“Ahora no.”
Stell entró por la puerta del comedor. “Buen día, Stoner. John.”
Smokey gruñó.
“Si.”
“Cómo estuvieron?”
“Muy.”
“Lo sé,” dijo Smokey. “Me encantaría no tener que trabajar hoy.”
“Jueves. Bannock.”
“Sumarios?”
“No.”
“Por supuesto que si. Tan mojada el otro día. No se puede evitar un
resfrío.”
“Tengo un sweater.”
“Dónde?”
Arrojó la servilleta y salió del comedor. Si iba a ser uno de esos días,
mejor pasarlo con los impresos de la computadora.
“La clientela.”
“En qué?”
“Suerte de principiante?”
“La Dra. Kesselbaum dice que está loco. Eso debería hacerme sentir
otra cosa por él, supongo. Pero no.”
“Si.”
“Agradecerme?”
“Lo recuerdo.”
“A las siete?”
“Stoner?”
Quequequequeque? “Si?”
“Creo que ese momento del mes,” dijo Stell. “No te preocupes. Yo lo
limpio.”
Stoner la miró. “Dí una sola palabra” dijo,”una palabra y me voy sin
pagar la cuenta.”
Stell se puso los lentes y levantó los papeles. Los revisó. “Qué son?”
Stoner cerró los ojos. “Son tan poco originales. El único que
encontré que fue un poco creativo es envenenamiento con hongos.”
“Si.”
“Mas le vale.”
Stell sonrió. “Nos llevó veinte años, Stoner. Hicimos algunas cosas
bien, y algunas cosas mal. Todos salimos un poco heridos. Y
también nos hemos divertido. Supongo que lo que nos hizo
sobrevivir es que nunca dejamos de amarnos los unos a los otros.”
“Seh.”
Rodando sobre su estómago, Stoner se encontró cara a cara con el
último estante de la biblioteca de Stell. Escaneó los títulos. Una
habitual colección de misterio – la edición de El Club del Crimen –
siempre presente en lugares turísticos donde todo pasa por el sol.
Una copia muy usada de tapa dura de The Virginian. El Centennial
de Michener (en el este sería Hawaii, o Boon Island de Roberts). Un
par de romances de la Segunda Guerra, probablemente muy
atrevidos en su tiempo pero ahora aptos para niños. Jack London,
por supuesto. “Dónde está el Zane Grey?”
“Arriba.”
Stell levantó la vista. “Son de Phil. Los guardaba por si alguna vez
se hacía dentista.”
“Celos?”
Stoner suspiró y tomó los archivos. “Bueno, ahora tengo que pasar
estos tres días. Los próximos dos y medio. Después de eso…Si meto
la pata, no habrá nada después de eso.”
“No conozco a nadie en quien confíe mas,” dijo Stell.
“En serio?”
“De corazón.”
Observó una hoja. “Sabes, a veces me cuesta creer que esto es real.
Un poco espero que lleguemos al final, aparezcan las luces, el
público deje el teatro.”
“De veras?”
“Creo que todo lo que ocurre debe ocurrir.” Se alejó del escritorio.
“Y eso incluye la cena.”
Para las seis y media, había terminado, ordenado y empaquetado los
archivos en sus respectivas cajas, arruinado sus ojos, desarrollado un
dolor de cabeza, y avanzado absolutamente nada. Se arrastró hasta el
bar, pidió un Manhattan, y pasó el tiempo preguntándose como
podían hacer cerezas al marrasquino sin Tintura Roja Nº 2. Y por
qué no hacían M&M rojos de la misma forma. Los M&M ya no eran
lo mismo.
“Nada.”
“Huellas digitales.”
“Uh-huh.”
“Tal vez sea útil en invierno.” Su mente imaginó noche, nieve, una
suave y mullida alfombra – y la luz de las llamas brillando sobre
cierto cuerpo desnudo. Presta atención, por Dios.
“En Cheyenne?”
“A qué va a Cheyenne?”
“Dice que no quiere preocuparse por dejarme sentada por ahí con
calor y aburrida.”
“Qué pena.”
Gwen golpeó el vaso contra la mesa, “Miren,” dijo con furia. “Ya
basta, o me cuentan qué ocurre.”
Oh, vómito.
“Es por como te criaron,” dijo Gwen en tono conciliador. “Ya vas a
aprender.”
Qué bueno que estos vasos sean baratos. Puede que termine
destrozando este lugar con mis propias manos.
Levantó la mirada.
Bajó la vista hacia la mesa. Los vasos ausentes, llevados por el mozo
cuando trajo su trago. Un carrito en un rincón contenía un montón
de platos, el vaso de Bryan enterrado entre ellos. No había forma de
encontrarlo ahora. Stoner se tomó la cabeza con las manos.
Realmente esto era el colmo.
Comió sola y con rapidez, tomó un panfleto con horarios de buses, y
se fue a la cabaña a pensar. El primer bus a Cheyenne salía 7:30. El
Highlands Room habría a las 7:00. Eso significaba que él
desayunaría en Jackson, no en Timberline. Se iría hasta el miércoles.
No había tiempo para la Opción Huelas Digitales. Se había quedado
sin opciones.
“Por supuesto.”
“Tía Hermione…”
“Estoy segura.”
“Y tenemos ese extraño incidente del gato con los Blue Runners. De
alguna forma supiste que se los iba a comer.”
“Pero ese día. Ese día tú me dijiste. ¨Tía Hermione,¨ dijiste. ¨El gato
se va a comer los Blue Runners.¨ Cómo llamas a eso si no son
poderes psíquicos?”
“Si tuviese que evitar las rocas,” dijo Stoner, “no podría salir de mi
cuarto. Me moriría de hambre.”
“No, no tienen.”
“Oh, otra cosa, querida. Necesito un favor. Qué tan amigable eres
con esos Nativos?”
“Qué Nativos?”
“Joyas?” dijo Stoner. “Hay joyas muy lindas hechas por Nativos en
algunas tiendas de por aquí.”
“Un árbol?”
CAPITULO DIEZ
“Bueno,” dijo Stell, sentándose con una taza de café. “Escuché que
tu presa viajó a la Tierra. O al menos a Cheyenne.” Arrugó la nariz.
“Ese es tu desayuno?”
Stoner asintió. Pensé que me iba a dar ventajas revolver las sobras.
Esta era la semana de ¨Sé amable con tu forense.¨ “Has visto a
Gwen?”
Sola.
“Así es.”
“Mejor que mires por donde pisas,” dijo Stell. “Jackson puede ser
peligroso a la noche.”
“De veras?”
“He hecho todo lo que pude,” dijo Stoner. “La pelota está en la
cancha. Ibamos a intentar conseguir sus huellas digitales de un vaso,
pero lo perdí.”
“Te las dejaré ahí. Ted y yo vamos al pueblo esta mañana. Phil y su
esposa e hijos están aquí por una semana. Ahora que sé que mis
gallinas están seguras, no hay problema en irse. Vas a evitar meterte
en líos?”
“Voy a intentarlo.”
“Ni idea. Dijo que era algo sobre el testamento de su padre. Pero por
supuesto no podemos encontrar ni un registro de que sea de por
aquí.”
“Por Oxnard?”
“Oh.”
Jack acarició el cuello del caballo. “Diablos, Walker creería que este
es un pony. Va a subir?”
“No hay mucha diferencia. Sólo hay más de que agarrarse. Aquí.”
“No debe preocuparse por Blacky,” dijo Jake. “Es un buen pony.
Riendas indirectas.”
“Qué?”
“Riendas indirectas.”
“Oh.”
“Digamos que quiere ir a la derecha,” explicó Jake. “Hay que tirar
firme de la rienda derecha, y la izquierda la deja descansar en su
cuello.”
“Fascinante.”
“Okay.”
“Qué es esto?”
Stoner asintió.
“Si.”
“Mapa topo?”
Lo sacó y se lo mostró.
“Qué?”
Demasiado silencio.
Silencio.
Una piedra gris y blanca, decorada con cuarzo, colgaba del borde del
camino justo encima de ella. Entre el polvo y los rayos del sol,
parecía moverse.
“Bryan!” Gritó.
No quiero morir.
Estaba casi sobre ella ahora, tapando el sol. Otras piedras le caían en
oleadas.
No quiero morir.
Silencio.
A Leigh Canyon.
Nada.
Cuidadosamente, empujó las rocas hasta sacar la cabeza.
No puedo.
Entierra los dedos en la tierra, bajo las piedras. Buscó por entre las
rocas rugosas. Y tocó tierra sólida. Tierra seca. Rascó con las uñas.
El corazón le sonaba como el de un pájaro aterrorizado.
Su mano tocó pasto. Muerto, frágil, pero pasto! Reptó hacia adelante
unos pocos metros, y colapsó en el camino con un sollozo de
agotamiento.
Qué tan lejos había llegado esta mañana? Cinco millas? Diez? El
mapa todavía estaba en su bolsillo, pero estaba demasiado oscuro
para ver. Como si importara.
Sigue andando.
“Stoner?”
“No!”
“Voy a estar bien. Nada roto.” Levantó la vista. “Por favor, no puedo
discutir. Estoy muy cansada.” Se obligó a decirlo. “Por favor
ayúdame, Gwen.”
Gwen llenó la hielera con agua tibia y jabón. “Lávate las manos
aquí,” dijo. Fue a encender el fuego.
Fácil decirlo.
Gwen trabajó en ella por un rato. “Bueno, creo que vas a vivir. Algo
más?”
“Ahora?”
“Ahora.”
“Aquí?”
“Okay,” dijo Gwen. “Yo me ocupo.” Trajo agua fresca y con cuidado
mojó las tiras de tela llenas de sangre que estaban pegadas a la piel
de Stoner.
“Le tengo.”
“Estabas sola?”
“Qué pasa?”
“Tienes antiséptico?”
Empezó a temblar por dentro. “Sabía que este era mi día de suerte.”
Gwen tiró una pelota de papel en el piso con furia. Estaba llena de
iodo y sangre y tierra. “Odio esto,” dijo.
Díme que quieres de mí, Dios. Haré lo que sea. Lo que sea. Lo que
sea para detener esto.
“Entonces mejor limpio esto. A como van las cosas, seguro las pisas
y te agarras tétano.” Su voz estaba tensa.
“Yo, también.”
“Por qué?”
“Si.”
“No es necesario.”
CAPITULO ONCE
“Por qué?”
“Sí lo hiciste.”
“Después del desayuno.” Se pasó las manos por el pelo y tiró un par
de leños al fuego. “Vuelvo en un minuto.”
Cómo le dices a la mujer que amas que el hombre que ella ama
planea matarla?
“Y tú?”
“No.” Sus labios estaban tensos, su cara pálida. Evitó mirar a Stoner
a los ojos.
“Pasa algo?”
Oh, Dios, y ahora qué le hizo? “Gwen.” Se inclinó hacia ella. “Qué
ha ocurrido?”
“Todo… ”
“Trabajas para mi abuela. Te envió aquí para separarnos.” Se rió con
pesar. “Todo este tiempo pretendiendo ser mi amiga, y ha sido todo
una mentira.”
Tiene una carta sin usar. Juégala. Es el dos de bastos, y las espadas
son ganadoras.
“Cuándo la viste?”
“Recién.”
“Cómo se veía?”
“Dónde?”
“Bannock Canyon.”
“Tarde!”
“Jake?”
Stoner asintió.
“Lo voy a matar!” Bramó Stell. “Lo voy a matar con mis propias
manos.”
Stoner las levantó. “Mejor que lo sepas todo,” dijo. “Bryan lo hizo.
Me engañó para que vaya allí arriba. Asustó al caballo. Y luego
intentó matarme.”
“Suerte de principiante.”
“Bueno,” dijo Stell, pasándole una venda por la mano, “y ahora qué
harás?”
“Decirle la verdad.”
“Y dónde creés que eso te llevará?” Le hizo un gesto a Stoner para
que levante la otra mano.
Ella la levantó. “No lo sé. Es todo lo que puedo hacer. Has tenido
noticias de las huellas digitales?”
“John llamó esta mañana. Le dijeron que tardaría una semana. Sabe
Oxnard en lo que andas metida?”
“Muy cuidadosa.”
“Tú esposa,” dijo Stoner, volviéndose hacia él, ”puede hablar por sí
misma.”
Stoner lo miró a los ojos. “No tengo nada que perder,” dijo
fríamente, “no?”
“Siéntate.”
“Más mentiras?”
“Gwen, no te he mentido.”
Gwen la miró con dureza. “No has hecho más que mentirme desde
el momento en que nos conocimos.”
“Estamos parejas.”
“No lo sé.”
“Qué?”
“No!”
“Maldita seas!”
“No quiero que te pase nada.”
“Bryan me ama.”
“No fue.”
“Tienes fiebre?”
Stell arrojó el lápiz. “Sé que la amas, Stoner, pero esa mujer está
causando un montón de problemas a un montón de gente.”
“Está confundida.”
“Y ahroa qué?”
“Cuándo vuelves?”
“Si.”
“Dónde ocurrió?”
“Creés?”
Bryan rió. “No hay nada más ridículo que una tortillera enamorada.”
“Querías saber cómo sería para poder pensar en ello, no? Querías
imaginarla allí arriba conmigo, pero en mi lugar estarías tú.”
“No me perdería esto por nada del mundo.” Se sintió tan liviana
como una pluma mientra corría hacia su auto.
“Necesito ayuda.”
“Qué te ha ocurrido?”
“Con armas?”
Stoner asintió.
“Puedo verlo?”
Había algo que debía saber. Bill estaba sacando el caballo. Le pasó
las manos por todo el cuerpo, y encontró lo que estaba buscando. En
su parte izquierda, un chichón del tamaño de una moneda. Corrió el
pelaje para revelar un bulto rojo. “Qué podría causar esto?” Bill
observó el punto. “Un tábano, tal vez. No es serio.”
“Nombre?”
“Si?”
“Mi tía?”
“Tú.”
“Además.”
“Además?”
“Boston.”
Silencio.
“Eso es Massachusetts.”
“Tuve un accidente.”
“Gracias,” dijo Stoner. “Si ves a Smokey, díle que le dejé una nota
en la cabaña.”
“Okay.”
“Mapa?”
“Si.”
Stoner se sonrojó.
“Flanagan.”
Ni lo pienses.
Alístate.
Un jinete con camisa roja emergió del bosque, seguido por otro con
camisa escosesa. Dos caballos cargados con equipamiento los
seguían de cerca. Bryan y Gwen. Se acercaban a la pendiente con
extrema lentitud.
Si no lo hace aquí…
Bryan se detuvo.
“Qué haces?”
Grita. Avísale.
No, él tenía que quedar en evidencia. A menos que Gwen sepa sus
planes, no tenía sentido.
Contuvo la respiración.
“Bájate!”
Espera.
Ahora!
Todavía no.
“Es perfecto.”
“Bueno,” dijo Bryan. “Mira lo que trajo el gato. Qué hay de nuevo,
vaquera?”
Gwen no se movió.
Bryan sonrió ampliamente. “Lindo día, no?” Una mano estaba atrás.
Con la otra sacó del bolsillo un cigarrillo y encendedor, y lo prendió.
Estudió el humo. “Sin viento. Te parece que eso significa lluvia?”
“Gwen, muévelo.”
“No hay apuro.” Sacó la mano oculta y tomó las riendas del caballo
de Gwen. “Ella no se va a ningún lado.”
“Por qué?”
“Te hubiese dado el dinero. Todo lo que tenías que hacer era ponerle
una de tus caritas de perro abandonado. Por qué esto?”
Gwen no se movió.
“No te le acerques!”
“Bastardo.”
El sonrió. “No hay nada malo en rogar. Querías que yo ruegue por
su dinero. Y lo hubiese hecho, vaquera, si hubiese sido su dinero lo
que quería.”
“Ahora te hice enojar,” dijo él. “Bien. Me gusta el enojo.” Sus ojos
destellaban plata Estiró las manos.”Vamos.”
Ella tomó una bocanada de aire, vió su pié derecho levantarse del
piso, apuntar hacia adelante…
Stoner se abalanzó.
A través de las oleadas de polvo vió a Bryan, los brazos alzados para
protegerse el rostro de las garras cortantes. Por un momento se
balanceó en el borde del precipicio.
Y cayó.
“Ya terminó,” suspiró Stoner, sabiendo que para Gwen era sólo el
comienzo.
CAPITULO DOCE
No quiero irme.
“Bueno.”
“Sin cambios?”
Stoner sacudió la cabeza. “Le hicieron identificar el cuerpo. No sé
por que tuvieron que hacer eso.”
“Lo que no entiendo,” dijo Stell, “es por qué cambió el viaje para el
miércoles.”
“Estaba preocupada por Blacky. Y sabía que debía seguirlos, así que
quise ver a que hora salían. ” Se encogió de hombros. “Supongo que
soy un poco impulsiva.”
“No seas idiota,” dijo Stell. Le pasó el brazo por detrás de los
hombros. “Tú eres parte de mi familia.”
“Stell, puedo decirte algo feo?”
Stoner la miró.
“Hay algo que hemos aprendido a través de los años, John, Ted y yo.
Los buenos momentos son mejores, y los malos menos malos si
tienes un amigo del alma. Y no importa lo que el futuro les depare a
tí y a Gwen, no puedo imaginar una mejor amiga que tú. ”
“Dijo que te diga, que la próxima vez que te encuentres con cinco
caballos a cargo, intentes atarlos juntos.”
“Oh.”
“Si.”
Stoner rió. “No te haría eso.” Raspó el piso con el pié. “Buen…”
“Bueno…”
“Me hubiese gustado que me dejes pagar por mi cuarto y por todo.”
Stoner le pasó los brazos por alrededor del cuello. “Te amo,” le dijo.
Uno de los problemas de Nebraska era que no sabías si era peor con
las ventanillas bajas o altas. El aire en el auto sofocante, pero cuando
abrió las ventanas, el viento caliente le raspó la cara.
Otro era la Interestatal 80, larga, rápida, derecha, que pasaba por
todos lados menos por un Stuckey. A veces podías ver brevemente
algún pedazo de algún pequeño y gris pueblito desde la autopista.
Pueblos contruídos con rapidez cuando las vías se expandieron hacia
el oeste, destruídos con más rapidez cuando las Interestatales se
expandieron hacia el Este. Si las cosas hubiesen sido diferentes,
podrían haber bajado de la autopista, visitado alguno de esos
pueblos con nombres como Roscoe y Darr y McCool Junction, los
elevadores de cereales, los trenes, almorzado en el Bar y Grill de
Mike o en el Ethel Luncheonette, dado vueltas por los almacenes
generales, y sentido cómo era la vida en esos lugares apartados del
tiempo.
Qué fue de esa chica con ojos caoba y pelo castaño y voz de
terciopelo? Bromeamos juntas en un bar de Wyoming. Nos
acariciamos en Yellowstone. La contuve en una tormenta. Me
contuvo. Qué sucedió?
Una fina capa de polvo cubría el interior del auto. Sus labios estaban
partidos y agrietados. El viento se retorcía y agitaba los campos
creando formas como las olas del mar. Olas amarillas de cereal, mi
Tía Matilda. Puedo vivir mil años sin otra ola amarilla. Véndansela a
los rusos. Dénsela a los esquimales. Dispárenla hacia el espacio
exterior. Entierren basura radioactiva en ella. Quien la necesita?
“Ya casi estamos en Grand Island, lo que sea que fuere. Tienes ganas
de almorzar?”
“Si tú tienes.”
“No soy muy buena compañía,” dijo Gwen. “Por qué no te tomas un
avión en Omaha? No es necesario que te quedes estancada
conmigo.”
“Qué?”
“Mucha gente famosa salió de aquí. ´El salió de Oscuridad Relativa.
´ O también está, ´Él salió del closet en Oscuridad Relativa´ ”
“Es la altura.”
“No puedo.”
“Gwen…”
“Gwen, yo…”
Shirley apiló los platos con toda la gracia de una reina, y se los
llevó, aderezo de la ensalada chorreando entre los platos, hacia la
caja. “Quieres más café?”
“No, gracias.”
“Mi amiga.”
“Qué hiciste?”
Grinnell, Iowa.
Pasta dental en mano, Gwen salió de baño. “Es todo tuyo,” dijo.
Apagó la luz y se acurrucó en la cama.
Le partía el corazón.
“No te odiaba.”
“No me amaba.”
Cuidado.
“Porque te amo.”
“Tenía verguenza por las cosas que te había dicho. Tenía miedo de
que no me perdonaras.”
Stoner le sonrió. “Gwen, eres imposible.” Imposiblemente adorable.
Imposiblemente…apetecible.
“Por qué no ví lo que él era,” dijo Gwen, “en todo este tiempo?”
“Si?”
“Si no quieres…”
“Asustada?”
“Un poco.” Su rostro brillaba bajo la pálida luz de neón rosa. Sus
ojos estaban oscuros.
“Rayos y centellas.”
“Quédate quieta.”
Hicimos el amor.
“Diez y media.”
Voy a tener algo peor si me vuelves a tocar entre los omóplatos. “No
hagas eso,” chilló cuando Gwen la tocó entre los omóplatos.
“Eres…una descocada.”
“Soy una necesitada,” dijo Gwen. Sus labios acariciaron los lóbulos
de Stoner. Los mordisqueó suavemente.
“Levántate.”
“De veras?” Agarró una de las tostadas de Stoner. “El sexo me deja
hambrienta.”
“No tan alto,” dijo Stoner rápidamente. “Este lugar está lleno.”
“Qué?”
“Qué?”
“Doblar la servilleta?”
“Estuve…bien?”
“Oh, gracias a Dios. Pensé que no podía hacer otra cosa que no sea
enseñar historia.”
Gwen sacudió la cabeza. “No puedo creer que haya hecho eso.
Nunca me sentí tan avergonzada en mi vida.”
Lo sabía. Sabía que esto vendría. Stoner bajó la vista hacia la mesa.
“Bueno,” dijo tristemente, “no es para cualquiera.”
“Tengo treinta años, por todos los cielos,” dijo Gwen con furia.
“Hacer algo estúpido y adolescente como eso…”
Stoner sintió una punzada de rabia. “Si eso es lo que crees, al diablo
con ello.” Son todas iguales. Está bien por unas horas de calentura,
un revolcón casual. Pero a la mañana…
“Stoner?”
“Oh.”
“A dónde vas?”
Había una colina detrás del restaurante. Ofrecía una vista de maíz al
norte, maíz al sur, maíz al este, maíz al oeste, y pasto bajo los piés.
Stoner se sentó cruzada de piernas en el suelo pedregoso. Hoy el
paisaje dejaría paso a lo familiar. El cielo bajaría y estaría gris de
humo. Habría ciudades con edificios altos, pueblos pegados uno al
otro como mejillones. El olor de los automóviles. Corrientes
contaminantes, charcos de aceite. Y todos apurados.
Cortó una hoja de pasto y la partió con el dedo. “En qué piensas?”
preguntó Gwen.
“En casa.”
“No mucho.”
“Caballos.”
“Lindo, eh?”
“Tengo que hacerlo.” Apoyó los codos en las rodillas y miró el piso.
“No sé lo que significa para mí. Estoy…confundida. Sobre mí
misma. Sobre el futuro. Estaba tan segura de…” Tomó una bocanada
de aire. “…Bryan. Y estaba tan equivocada. No confío más en lo que
sé.”
“Ni yo.”
CAPITULO TRECE
“Si tú crees que esto es malo, espera a ver el New York Thruway.”
Gwen se sentó en el borde de la cama. “Odio sentirme así,” dijo con
tristeza. “Especialmente después de esta mañana.”
Stoner la abrazó. “Va a ocurrir. Simplemente no te cierres.”
Gwen asintió.
“Es una de las cosas,” dijo Gwen, “que nadie puede hacer por mí.”
“Ahora,” dijo su tía, entre la parafernalia del té. “No quiero que me
cuentes nada. Tenemos compañía para la cena y no hay necesidad de
que te repitas a tí misma.”
“Quién?”
“Oh, espero que no. Grace me aseguró que estaba castrada. Aún así,
cosas extrañas han ocurrido. Ese niño israelí, por ejemplo.”
“Tenemos un gato.”
Stoner cerró los ojos y sacudió la cabeza. “Ya me dijiste eso. Qué
más?”
“Stell Perkins.”
“Y en Iowa.”
“El qué?”
“Lo sé, querida. Y nos miraron bastante mal desde una procesión
funeraria que pasó…”
Stoner gimió.
“No, gracias.”
“Me moría por abrir el ataúd y mirar adentro, por supuesto. Pero
hubiese sido un error, con Eleonor presente.”
Tía Hermione se golpeó las mejillas con las manos. “Oh, querido
Dios. Qué podemos hacer?”
Sonó el teléfono.
“Hiciste qué?”
“Me negué a cenar con ellos. Me temo que vamos sufrir un largo
asedio.”
“Oh, Stoner, lo siento.”
“No es de tu incumbencia.”
“Se me escapó.”
Otro murmullo.
“De veras! La amo con todo mi corazón, pero ha estado encima mío
como un hongo toda la tarde.”
“Lo sé. Le dije que iríamos a Nova Scotia por unos días. Tal vez eso
la tranquilice un poco.”
“Estás invitada.”
“Stoner?”
“Qué?”
“Si.”
“Apenas.”
“Bien.”
“Qué?”
“Intento poner orden en todo este caos.” Miró a Marylou. “El cual,
incidentemente, no he creado.”
“Orden,” dijo Marylou, “no es poner los archivos del Grand Canyon
con los de Virgin Islands.”
“No,” dijo Marylou. “Puede que haya pusto algo importante ahí.”
“Dos semanas,” dijo Stoner, moviendo los brazos. “Te dejo sola dos
semanas y conviertes este lugae en un vertedero.”
Stoner gritó.
Marylou la ignoró.
La puerta se abrió.
“Quién?”
“Gwen,” gritó.
“Por favor,” dijo Marylou. “Si quieres ayudar, haz algo con…” hizo
un gesto hacia Stoner. “…ella.”
“Marylou!”
“Gwen…”
“Qué es interesante?”
“Todo ese toqueteo y abrazos. Hay sólo una cosa que hace que la
gente se comporte así.”
“Qué?”
“Sexo.”
Stoner le arrojó los vouchers en la cara. “Te odio, Marylou.” Corrió
hacia la puerta.
Gwen asintió.
“Dormiste anoche?”
“No.”
“Supongo.”
Stoner gruñó.
“Doce años.”
“Me amas,” dijo Stoner. “Es todo lo que importa.” Le tocó el pelo.
“Stell me dijo algo. Una vida es mucho tiempo para vivir. Lo
importante es hacerlo juntas.”
Observaron como un bote cisne descargaba pasajeros.
“Lo sé.”
FIN