Está en la página 1de 5

Catedrático: Lic.

Guillermo Brand

Asignatura: Filosofía

Alumna: Mayra Esther Rodriguez Zelaya 201210020523

Investigar sobre
El alma humana es incorruptible

La Ceiba, Atlántida 15 de Marzo del 2019.


INTRODUCCION

La perfección del alma humana consiste precisamente en cierta abstracción del cuerpo.
Pues el alma se perfecciona con la ciencia y la virtud. Según la ciencia, tanto más se
perfecciona cuanto más inmateriales son las cosas que considera. Según la virtud, la
perfección del hombre consiste en no seguir las pasiones del cuerpo y en templarlas y
dominarlas en conformidad con la razón. Luego la corrupción del alma no consiste en su
separación del cuerpo.

Santo tomas afirma que es necesario señalar que el alma humana a la que llamamos
principio intelectivo es incorruptible. Algo puede corromperse de dos maneras, Una,
sustancial: Otra accidental, es imposible que algo subsistente se genere o se corrompa
accidentalmente, esto es, o por la generación o corrupción de otra cosa. Pues a algo le
corresponde ser engendrado o corromperse como le corresponde al ser engendrado o
corromperse como le corresponde al ser, que se adquiere por generación y se pierde por
corrupción. Por eso, lo que sustancialmente tiene que ser, no puede generarse o
corromperse más que sustancialmente. En cambio, lo que no subsiste, por ejemplo, los
accidentes y las formas materiales, se dice que es hecho y que se corrompe por
generación o corrupción de los compuestos.
Si se dijera que la perfección del alma consiste en su separación del cuerpo en cuanto al
obrar, y la corrupción en su separación en cuanto al ser, no se objeta debidamente. Porque
la operación demuestra la substancia y el ser de quien obra, pues cada cual obra en cuanto
es ser, y la operación propia de una cosa es secuela de su propia naturaleza. Luego no se
perfecciona la operación de una cosa sin perfeccionarse al mismo tiempo su substancia.
Luego si el alma se perfecciona, en cuanto al obrar, abandonando al cuerpo, su incorpórea
substancia no dejará de ser porque se separe del cuerpo.
El perfectivo propio del hombre, en cuanto al alma, es algo incorruptible. Pues la operación
propia del hombre, en cuanto hombre, es el entender, y por ella se diferencia de los brutos,
de las plantas y de los seres inanimados. El entender versa precisamente sobre lo
universal y lo incorruptible, en cuanto tales, y las perfecciones deben estar proporcionadas
a sus perfectibles. Luego el alma humana es incorruptible.
Es imposible que un deseo natural sea en vano. El hombre naturalmente desea
permanecer perpetuamente. Prueba de ello es que el ser es apetecido por todos; pero el
hombre, gracias al entendimiento, apetece el ser no sólo como presente, cual los animales
brutos, sino en absoluto. Luego el hombre alcanza la perpetuidad por el alma, mediante la
cual aprehende el ser en absoluto y perdurablemente.
“Lo que es recibido en otro se ajusta al modo de ser de su recipiente”. Las formas de las
cosas se reciben en el entendimiento posible como inteligibles en acto. Y son inteligibles en
acto porque son inmateriales, universales y, en consecuencia, incorruptibles. Luego el
entendimiento posible es incorruptible. Y ya se probó (cc. 59 y 61) que el entendimiento
posible es parte del alma. Luego el alma humana es incorruptible.
El ser inteligible es más perdurable que el ser sensible. Si, pues, lo que en las cosas
sensibles hace las veces de primer recipiente es incorruptible substancialmente, a saber, la
materia prima, con mayor razón lo será el entendimiento posible, que es el recipiente de las
formas inteligibles. Luego el alma humana, de la que es parte el entendimiento posible, es
incorruptible.
“El que hace es más noble que lo hecho”, como dice también Aristóteles. El entendimiento
agente “hace” dos inteligibles en acto, como consta por lo dicho (c. 76). Luego, como los
inteligibles en acto, en cuanto tales, son incorruptibles, con mayor razón será incorruptible
el entendimiento agente. Luego también el alma humana, cuya luz es el entendimiento
agente, como consta por lo ya dicho.
Ninguna forma se corrompe si no es o por la acción de su contrario, o por la corrupción de
su sujeto, o por defecto de su causa; así, por la acción de su contrario, el calor desaparece
con el frío; por la corrupción de su sujeto, destruido el ojo, desaparece la potencia visual;
por defecto de su causa, como cuando el aire pierde la luminosidad al desaparecer el sol.
Pero el alma humana no puede corromperse por la acción de su contrario, porque no lo
tiene, pues por el entendimiento posible es a la vez conocedora y receptiva de todos los
contrarios. Igualmente, tampoco por la corrupción de su sujeto, pues ya queda dicho (c. 68)
que el alma humana es una forma que no depende del cuerpo en cuanto al ser. Y, de igual
modo, tampoco por la corrupción de su causa, pues no puede tener otra causa que la
eterna, como se demostrará después. Luego de ninguna manera puede corromperse el
alma humana.
Si el alma humana se corrompe por la corrupción corporal, su ser deberá debilitarse
cuando el cuerpo se debilita. Sin embargo, si alguna potencia del alma se debilita a
consecuencia de la debilidad del cuerpo, lo es sólo accidentalmente, a saber, porque dicha
potencia necesita de órgano corpóreo; así, la vista se debilita accidentalmente por debilidad
de su órgano. Mas, si a la potencia le afectara esencialmente tal debilidad, nunca se
recobraría, aunque se restaurase el órgano; pues vemos que, cuantas veces se debilita la
vista, si se repara el órgano, inmediatamente se recobra. Por eso dice Aristóteles en el I
“Sobre el alma” que, “si el viejo recibiera el ojo del joven, vería en realidad como un joven”.
Luego como el entendimiento es una potencia del alma que no precisa de órgano, como ya
se demostró (cc. 68 y 69), no se debilita ni esencial ni accidentalmente, ni por vejez o
cualquier otra debilidad corporal. Sin embargo, si el entendimiento se siente afectado al
obrar por la fatiga o por otro impedimento ocasionado por enfermedad corporal, esto no le
sucede por propia debilidad, sino por la debilidad de aquellas potencias de que se sirve el
entendimiento, tales como la imaginación, la memoria y la cogitativa. Luego se ve que el
entendimiento es incorruptible. Por consiguiente, también lo es el alma humana, pues es
una substancia intelectual.
Y también puede demostrarse invocando la autoridad de Aristóteles, pues dice en el I
“Sobre el alma” que “el entendimiento parece ser una substancia, y que no se corrompe”. Y
que esto no debe entenderse de una substancia separada, que fuese el entendimiento
posible o el agente, consta por lo precedente (cc. 61, 78).
También se manifiesta con las palabras propias de Aristóteles en el XI de los “Metafísicos”,
donde dice, hablando contra Platón, que “las causas que mueven son prexistentes, pero
las causas formales existen simultáneamente con aquellos de quienes son causas”; así
“cuando el hombre es sanado, entonces recibe la salud”, y no antes; contra esto dijo Platón
que las formas de las cosas son prexistentes. Y, dicho esto, añade después: “Si, pues, algo
permanece después, hay que averiguarlo. Porque en algunos seres no hay dificultad; por
ejemplo, si se trata de un alma determinada; no de cualquiera, sino de la intelectual”. Y
esto demuestra que, como habla de formas, quiere que el entendimiento, que es la forma
del hombre permanezca después de la materia, o sea, desaparecido el cuerpo.
Y, además, por las palabras citadas de Aristóteles se ve que, considerando al alma como
forma, no dice que no sea subsistente y, por tanto, corruptible, como supuso Gregorio
Niceno; porque precisamente excluye al alma intelectiva de todas las otras formas,
diciendo que ella “permanece después del cuerpo y es una substancia”.
Todo lo dicho está de /acuerdo con el sentir de la fe católica. Porque en el libro de “Los
dogmas eclesiásticos” se dice: “Creemos que únicamente el hombre tiene alma substancial
que, separada del cuerpo, vive y conserva sus sentidos y potencias plenamente, y no
muere con el cuerpo, como asegura el árabe, ni después de un pequeño intervalo, como
dijo Zenón, porque vive substancialmente”.
Y con esto queda excluido el error de los impíos, en cuyo nombre dice Salomón (Sap. 2,2):
“Hemos salido de la nada y después de esto seremos como si nunca hubiéramos sido”; y
en su nombre también dice (Eccl. 3, 19): “Una es la muerte de los hombres y de los
jumentos e igual la condición de ambos. Como muere el hombre, así mueren ellos. Todos
expiran de la misma manera, y en nada supera el hombre al jumento”. Y que esto lo dice,
no en su nombre, sino en el de los impíos, se ve por lo que añade al fin del libro, como
determinando (Eccl. 12,7): “Hasta que el polvo vuelva a la tierra de donde vino, y el espíritu
vuelva a aquel que lo dio”.

CONCLUSIONES

1. El alma humana no puede corromperse a no ser que se corrompiera


sustancialmente. Esto es imposible que se de no solo con respecto al alma, sino
con respecto a cualquier ser subsistente que sea solo forma. Ya que es evidente
que lo que le corresponde a alguien sustancialmente, le es inseparable.

2. No hay corrupción más que allí donde hay contrariedad, pues las generaciones
y corrupciones surgen de contrarios y se dan en contrarios, por eso los cuerpos
celestes, al no tener materia sometida a contrariedad, son incorruptibles.

3. Todo lo que tiene entendimiento por naturaleza desea existir siempre. Un deseo
propio de la naturaleza, no puede ser un deseo vacío, así pues toda sustancia
intelectual es incorruptible.

También podría gustarte