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En su parágrafo número 9, Hahneman precisa que en el hombre sano, la Energía Vital ánima la
parte material del cuerpo, sobre el cual tiene un poder ilimitado para armonizarlo y mantenerlo
en equilibrio, de esa manera “el espíritu dotado de razón puede emplear todos estos
instrumentos para alcanzar los más altos fines de nuestra existencia”. Esos altos fines de la
existencia no son otra cosa que el llamado a la trascendencia de cada ser humano porque así
como cada persona se enferma de una manera única e irrepetible, así también cada individuo
está llamado a trascender de una manera única e irrepetible: cada sujeto consciente y dueño de
su propia voluntad tiene por delante una misión existencial exclusiva, un quehacer ontológico y
vital que nadie más posee. De este modo, si dicha persona no atiende al llamado de su
consciencia y de su ser interior, dicha tarea quedará inconclusa en el entramado mismo del
Universo. La Homeopatía, siendo una terapéutica humana y humanista por excelencia, concibe
al ser humano como una entidad en continuo e ilimitado crecimiento y puede brindarle la
consciencia y las aptitudes racionales, activas y volitivas para ir en pos de dicho llamado. La
consecución de estos altos fines, de esta misión de vida personal, es además la fuente de dicha y
bonanza más certera para cada ser humano: cuando cada persona, consciente de su ser y en
dominio de sus propias facultades, va en busca de sus tareas existenciales también va al
encuentro de su mayor felicidad.
Por esto mismo, desde la perspectiva filosófica homeopática la salud va mucho más allá de la
ausencia de síntomas y enfermedades, implicando una estabilidad física, mental y dinámica que
pueda estimular el desarrollo completo del ser humano, pudiendo con ello aspirar a un estado de
plenitud, felicidad y auto conocimiento donde se puedan manifestar las potencialidades latentes
o capacidades de cada persona. Y estas potencialidades latentes tienen que ver con los talentos
propios de cada individuo, los cuales, conforme se va instaurando el proceso de curación, a su
vez, se tornan más conscientes y activos. Así, la homeopatía no sólo tiene la capacidad, al
estimular a la Energía Vital, de sanar las afecciones físicas y mentales de los enfermos, sino que
también es capaz de catalizar los propios procesos de crecimiento y evolución del individuo.
Pero también existen medicamentos homeopáticos aún más específicos para aquellos que
desean trabajar sobre áreas que no se han podido desarrollar a lo largo de la vida, sus “esferas de
incompetencia”, cuyo estímulo puede provocar el crecimiento más integral y pleno del ser
humano. Estos medicamentos de acción particular y ontológica, es imposible listarlos porque
deben adecuarse en semejanza con cada individuo, de acuerdo a su historia, a sus rasgos de
personalidad y carácter, así como a sus cualidades y temperamento. Este tipo de remedios,
llamados por algunos autores medicamentos de la personalidad, constitucionales o remedios
profundos, tienen la capacidad de despertar no sólo los talentos latentes de cada persona sino
también de ayudar, a través de la propia voluntad y consciencia, al desarrollo de todas aquellas
esferas que el individuo quiera activar. El ser humano sólo está limitado por sus propias
creencias, por sus estructuras y mapas forjados en el crisol dinámico de la cultura y la familia.
Sin embargo, la Homeopatía es la herramienta más sólida y nítida para derrumbar estos muros
limitantes y poder acceder a la verdadera libertad: la capacidad intrínseca y volitiva de cada ser
humano para construir su misma realidad y su propia vida, la capacidad de elegir lo que se
quiere ser y cómo desde ahí se pueda trascender en pos de lo más sublime y significativo. Todo
lo cual constituye el verdadero y único sentido del éxito en la vida.