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aviso

1
Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera
altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por


aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que
disfrute de la lectura.
indice

2
Sinopsis .............................................................................................. 5

Prólogo ................................................................................................ 6

Capítulo 1 ......................................................................................... 21

Capítulo 2 ......................................................................................... 33

Capítulo 3 ......................................................................................... 44

Capítulo 4 ......................................................................................... 55

Capítulo 5 ......................................................................................... 66

Capítulo 6 ......................................................................................... 75

Capítulo 7 ......................................................................................... 86

Capítulo 8 ......................................................................................... 99

Capítulo 9 ....................................................................................... 118

Capítulo 10 ..................................................................................... 129

Capítulo 11 ..................................................................................... 141

Capítulo 12 ..................................................................................... 150


Capítulo 13 ..................................................................................... 164

Capítulo 14 ..................................................................................... 176

Capítulo 15 ..................................................................................... 186

Capítulo 16 ..................................................................................... 199

Capítulo 17 ..................................................................................... 206

Capítulo 18 ..................................................................................... 217

Capítulo 19 ..................................................................................... 226

3
Capítulo 20 ..................................................................................... 232

Capítulo 21 ..................................................................................... 239

Capítulo 22 ..................................................................................... 247

Capítulo 23 ..................................................................................... 253

Capítulo 24 ..................................................................................... 261

Capítulo 25 ..................................................................................... 269

Capítulo 26 ..................................................................................... 282

Capítulo 27 ..................................................................................... 292

Capítulo 28 ..................................................................................... 302

Capítulo 29 ..................................................................................... 310

Capítulo 30 ..................................................................................... 318

Capítulo 31 ..................................................................................... 324

Capítulo 32 ..................................................................................... 339

Capítulo 33 ..................................................................................... 350

Capítulo 34 ..................................................................................... 359


Capítulo 35 ..................................................................................... 368

Capítulo 36 ..................................................................................... 383

Capítulo 37 ..................................................................................... 394

Capítulo 38 ..................................................................................... 405

Capítulo 39 ..................................................................................... 416

Capítulo 40 ..................................................................................... 428

Capítulo 41 ..................................................................................... 437

4
Epílogo ............................................................................................ 448

Glosario de Términos y Nombres Propios ......................................... 453

Sobre la Autora ............................................................................... 459

Saga Black Dagger BrotherHood ...................................................... 460


sinopsis

5
Como aprendiz en el programa de la Hermandad de la Daga Negra, Boone ha
triunfado como soldado y ahora lucha junto a los Hermanos. Después de la
inesperada muerte de su padre, se le retira de la rotación contra sus protestas, y
se encuentra trabajando con Butch O'Neal, ex policía de homicidios, para atrapar
a un asesino en serie: alguien está atacando a las hembras de la especie en un club
de acción en directo. Cuando se llama a la Hermandad para que ayude, Boone
insiste en ser parte del esfuerzo, y lo último que espera es conocer a una mujer
atractiva y misteriosa... que cambia su vida para siempre.

Desde que su hermana fue asesinada en el club, Helaine se ha comprometido


a encontrar al asesino, sin importar el peligro que enfrenta. Cuando se cruza con
Boone, no sabe si confiar en él o no, y entonces no tiene otra opción. A medida
que ella misma se convierte en un objetivo, y alguien cercano a la Hermandad es
identificado como el principal sospechoso, los dos deben trabajar juntos para
resolver el misterio... antes de que sea demasiado tarde. ¿Un loco se interpondrá
entre los amantes o el verdadero amor y el bien triunfarán sobre un mal muy
mortal?
prologo

6
Hace un año...

Rexboone, el hijo de sangre de Altamere, podría anudar una corbata de seda


con los ojos vendados.

No era una habilidad que se había propuesto cultivar, sino una habilidad que
se había acostumbrado en virtud de su circunstancia en la vida. En este sentido,
era como su conocimiento del vino Domaine Auto-Dury, las obras de
Shakespeare y los relojes Audemars Piguet. Sin siquiera saber exactamente cómo
o dónde había recogido los detalles, sabía la diferencia entre un John Frederick
Kensett y un Iglesia Frederic Edwin. Cuando Rolls-Royce compró Bentley
(noviembre de 1931). Cuando los dos se separaron nuevamente (31 de diciembre
de 2002). Como liderar a una mujer en un vals. Dónde conseguir el mejor traje de
Savile Row.

Henry Poole & Co era la respuesta a eso.

―Maldición.

Desató el enredo en el cuello levantado de su camisa con monograma y probó


el nudo de nuevo. Tal vez sería mejor si le vendaran los ojos. Claramente, sus
globos oculares no estaban ayudando mucho.

En ese sentido, cerró los párpados.


El problema era que sus palmas estaban sudorosas y tenía problemas para
respirar. Así que ahogarse alrededor de su garganta, incluso si era cortesía de un
trozo de la mejor seda de Hermès, no lo hacía sentir menos mareado.

Las emociones eran el problema. Y no era una sorpresa.

Como miembro de la glymera, la aristocracia de la raza vampírica, sólo había


dos opciones para los sentimientos. Tenías una aprobación leve y desplazada o
una desaprobación condescendiente basada en el arco de la ceja.

Vaya rango allí. Como elegir entre una figura de cera y un maniquí de plástico.

Bien, si estuvieras realmente molesto por algo o alguien, como tu jardinero


cortando mal los canteros de hiedra o tal vez un piano (Steinway, por supuesto)

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caído en tu maldito pie, podrías, en un tono helado, ofrecer una misiva correctiva
que ensartara al jardinero o al dueño de ese gran concierto con tanta violencia
que se sintieran obligados a suicidarse como servicio público.

Ninguna de estas opciones le atraía en este momento. No es que alguna vez


haya querido a ninguno de ellos.

Con un tirón para llevar el nudo a su cuello, y luego con un suave tirón por las
dos colas, abrió los ojos.

Bien. Mira por dónde. Lo había hecho.

Colocando las lengüetas del cuello en su lugar, sacó su chaqueta de traje a


medida del tocador de caoba, se colocó la fina tela, y terminó su presentación
sartorial metiendo un cuadrado de seda coral y azul en su pecho.

―Hora de irse ―dijo a su reflejo.

Y sin embargo, no se alejó. Al mirar por el espejo hasta el suelo, no reconoció


al hombre de cabello oscuro que le devolvía la mirada. No los rasgos faciales
clásicos tan característicos de los aristócratas. No el pecho ancho, que no lo era.
No las piernas largas o las manos veteadas.

Deberías poder verte claramente. Especialmente cuando estabas en tu propio


vestidor en la suite de tu propio dormitorio en tu propia casa, con las luces
encendidas y sin distracciones.
Aún más inquietante, podía inspeccionar cada parte distintiva de lo que
llevaba puesto y recordar con detalles precisos dónde lo había conseguido todo:
Quién había hecho la camisa, la chaqueta y los pantalones, cómo los había
elegido, cuándo se los pusieron. Lo mismo era cierto para el fondo detrás de él,
las filas y filas de trajes que colgaban de varillas de latón organizadas por
temporada y color, los coloridos botones agrupados como bancos de peces, las
alineaciones de zapatos de vestir de cuero hechos a mano perfectamente pulidos
como un ejército marchando… todas las piezas que había elegido.

Entonces, ¿dónde diablos estaba él entre este vestuario envidiable?

Como no habría respuesta para esa pregunta, salió de su vestidor y atravesó


el dormitorio y la sala de estar. En el pasillo, pasó junto a los arreglos florales en

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las mesas de medialuna, una galería de pinturas al óleo y luego las puertas
cerradas del antiguo conjunto de habitaciones de su mahmen de sangre. Por lo
que entendía, los aposentos quedaron como estaban cuando la hembra había
muerto veinte años antes, la cerradura se abrió por última vez, y nunca más se
manipuló.

Pero no, dedujo, por el luto de su padre.

Era más un caso de hecho y desempolvado. La siguiente shellan de su padre se


había instalado, como una pintura, apenas seis meses después, con todos los
derechos y privilegios acordados. Incluyendo la expectativa de que se la llame
mahmen de Boone.

El hecho de que la mujer no desempeñara ese papel, incluso en un nivel


escalonado, nunca se tuvo en cuenta, y lo mismo sucedió con los sentimientos de
Boone sobre la pérdida de quién le había dado a luz. Por otra parte, Altamere no
creía en dar emociones en tiempo de aire, y extendió esa dudosa cortesía a su
nueva compañera. Una vez que terminó su ceremonia de apareamiento, Boone
nunca los vio juntos fuera de compromisos sociales.

La hembra no parecía particularmente molesta por la fría distancia. De hecho,


no parecía estar más emocionada con su hellren que Altamere con ella, aunque,
según las entregas regulares de Chanel, Dior y Hermès, el arreglo ciertamente se
adaptaba a su armario.
Su suite era la que estaba junto a la mahmen de sangre de Boone. ¿Y si alguna
vez fuera llamada al Fade? Boone estaba dispuesto a apostar que uno de los dos
juegos de habitaciones sería limpiado, redecorado y entregado a otra persona de
persuasión femenina. Era más bien como tirar las baterías agotadas y
reemplazarlas por otras nuevas, como si una parte de esta mansión, la vida de su
padre, requiriera que el componente de una shellan se automatizara, y gracias a
Dios que podría obtener una rápidamente en Amazon Prime cuando el viejo se
quedaba sin jugo.

Mientras Boone pensaba en lo que le esperaba abajo, decidió que no debía


apresurarse demasiado para juzgar.

Hablando de eso, la suite de su sire era la siguiente en la fila.

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A Boone nunca se le había permitido entrar allí, por lo que no podía comentar
sobre la decoración de una forma u otra. Pero apostaría dos tercios de su hígado
y un riñón entero a que nada estaba fuera de lugar, y la mayor parte era azul
marino.

Altamere probablemente había salido del útero con un abrigo deportivo azul
marino, franelas grises y una corbata.

Mientras Boone continuaba y tomaba la escalera curva, el sutil crujido bajo el


lujoso corredor rojo le resultó tan familiar que no podía imaginar cómo sería vivir
en otro lugar. Su hogar, el hogar de su padre, nunca había sido un lugar de alegría,
pero como con una experiencia insidiosa en todas las cosas consideradas ―de
buen gusto―, así como su incesante necesidad de hacer lo correcto, tales
constricciones eran todo lo que conocía y por lo tanto una parte predispuesta de
quién era.

No elegido, pero innegable.

Algo así como este apareamiento arreglado en el que se encontraba.

Abajo en el primer piso, se dirigió a la sala de estar a la derecha. Donde la


hembra lo esperaba a puerta cerrada.

―Hay algo con lo que pueda ayudarlo.


Boone se detuvo. Las palabras eran, suponiendo que uno las tradujera
correctamente, una pregunta. La actitud y el tono fueron una acusación.

Se dio la vuelta. Marquist, el mayordomo de la casa, no era un doggen, sino un


vampiro civil. Aparte de eso no-típico, el macho encajaba con la letra del sirviente
principal de una gran finca en una T: Formalmente vestido con un uniforme
recién salido del palacio de Buckingham, tenía el cabello gris lacado hacia atrás,
ojos sospechosos y un labio superior rígido que podría cortar un papel cada vez
que abría la boca.

El tipo también tenía una extraña habilidad para aparecer donde no lo querías.

Boone comprobó el nudo de su corbata con la punta de los dedos.

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―Estoy recibiendo un visitante.

―Sí. Yo fui quien la dejó entrar y te convocó.

Boone siguió encontrando la mirada que le regresaba.

―¿Y?

―Tu padre no está aquí.

―Soy consciente de eso.

―Entonces estarás sólo con ella.

―Estamos en un salón de recepción con cámaras de seguridad. Estoy muy


seguro de que supervisarás los videos. Apenas estamos solos.

―Voy a llamar a tu padre.

―Siempre lo haces.

Boone le dio la espalda al hombre y tuvo la intención de entrar al salón. Pero


cuando sus manos agarraron las manijas de latón, no pudo moverse. Mientras
tanto, se escuchó un resoplido detrás de él, y luego Marquist se dio la vuelta, las
suelas duras de esos zapatos lustrados haciendo ruido como maldiciones
mientras se retiraba a su guarida de telas abrillantadoras, mesas y ceños
fruncidos.
La vacilación de Boone no había sido sobre el mayordomo, pero el hecho de
que Marquist se fuera fue una ventaja.

―Mierda ―susurró.

Su cuerpo se negó a moverse, y fue una sacudida de por qué. Había mucho
para elegir. Al final, cerró los ojos para respirar profundamente, y eso fue lo que
hizo. Al igual que con anudar la corbata, siempre que no pudiera ver, estaba listo
para seguir adelante.

Cuando abrió las puertas dobles, sus párpados se levantaron.

La hembra estaba parada en una de las ventanas de suelo a techo que daban a

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la parte delantera de la mansión, de espaldas a él, la caída de las cortinas de
damasco frambuesa resaltaban su cabello rubio y su traje Chanel rosa y negro.
En los cristales, su grave reflejo era como el retrato de una bella hembra del
pasado, el perfil de una representación remota, aunque fiel, de algo que ya no
existe entre los vivos.

Rochelle, la hija de sangre de Urdeme, miró por encima del hombro cuando él
los encerró juntos, y en el instante en que sus ojos se encontraron, lo supo.

Y se sintió aliviado.

―Boone ―dijo bruscamente.

Exhaló un aliento que no había sido consciente de contener durante el último


mes.

―Está bien. Sé por qué viniste.

―¿Lo sabes?

―Cuando me llamaste directamente, en lugar de pasar por los canales


adecuados, supe que tenía que ser porque querías salir de este acuerdo. Y como
dije, está bien.

Parecía sorprendida, como si hubiera esperado tener que explicarse. Como si


hubiera anticipado una conversación dura. Como si se hubiera preparado para
la ira y la indignación de su parte.
―No… no está bien.

―Sí, lo está. Ven aquí.

Mientras extendía su mano, ella se acercó a él, pero sus palmas no hicieron
contacto. Tuvo cuidado de dejar caer su brazo antes de que ella estuviera cerca,
y la atrajo hacia el sofá indicándole el camino a través de la sala formal. Cuando
ambos estuvieron sentados en los suaves cojines, pensó en el fondo de su mente
que eran recortes de cartón de sus padres. A pesar de estar fuera de sus
transiciones unos cincuenta años, él y Rochelle se vestían y se comportaban como
si tuvieran trescientos o cuatrocientos años: Trajes y zapatos de salón. Joyas
discretas para ella, pañuelos de bolsillo para él. Modales perfectos.

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Por dentro, sabía que no estaba bien. Nada de esto era correcto y no sólo el
apareamiento arreglado. Ninguno de esta familia, este linaje en el que había
nacido, era como debería ser, y abruptamente, al contemplar la realidad de que
había estado preparado para cumplir un compromiso de por vida que sabía que
era malo para él, la ira se apoderó.

Gracias a la Virgen Escriba, Rochelle fue más valiente que él.

―Lo siento mucho ―dijo con un sollozo.

Se movió y sacó el pañuelo del bolsillo interior.

―Aquí.

―Qué desastre. ―Tomando lo que le ofreció, Rochelle se limpió


cuidadosamente los ojos―. Qué… absoluto desastre que estoy haciendo de todo.

Más lágrimas vinieron de ella, y deseó poder poner un brazo amigable


alrededor de sus hombros para su comodidad. Pero todavía no la había tocado
de ninguna manera, y ahora apenas era el momento de comenzar.

―Podemos elegir no hacer esto.

―Pero yo quiero. Realmente lo hago. ―Presionó debajo de un lado de su nariz


y lo miró―. Eres increíble. Eres todo lo que debería desear, pero simplemente
no… oh, Dios. No debería decir eso.

Boone sonrió.
―Lo tomo como un cumplido.

―Lo digo en serio. Desearía poder amarte.

―Sé que quieres.

De repente, sacudió la cabeza una y otra vez, su cabello rubio se abrió sobre
sus hombros en espesas olas.

―No, no, tenemos que seguir adelante. No sé por qué vine aquí. No hay forma
de salir de esto, Boone. Los emparejamientos arreglados no se pueden romper.

―Al infierno que no se pueden. Diles a todos que no me consideras aceptable.


Es tu derecho. Así es como tú, como nosotros, nos encargamos de esto.

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―Excepto que no es justo para ti. ―Las lágrimas brillaron en sus ojos―. Habrá
todo tipo de juicio sobre ti, y…

―Yo me encargaré.

―¿Cómo?

No sabía. Pero de lo que estaba seguro era de hacer que la glymera creyera que
era indeseable como un hellren para un miembro de las clases altas parecía mucho
mejor que forzar este emparejamiento. No era que a él no le gustara Rochelle o
que la encontrara poco atractiva. Era inteligente y divertida, y era clásicamente
hermosa. Con el tiempo, existía la posibilidad de que se desarrollaran cosas entre
ellos, pero eran esencialmente extraños.

Y mientras se sentaban aquí solos por primera vez, la pregunta que se había
estado haciendo desde la noche uno finalmente fue respondida: La única razón
por la que había seguido este camino de expectativa era porque había pensado
que tal vez podría hacerlo funcionar mejor de lo que su padre lo hizo. De hecho,
estaba decidido a tener éxito donde su padre había fallado al cumplir con las
expectativas de la glymera y aun así vivir una vida que fuera auténtica.

Excepto que ganar ese tipo de carrera sólo le daría un trofeo vacío, no lo haría,
en forma de apareamiento con una mujer de la que no estaba enamorado… sólo
para poder demostrar un punto a un macho que sin duda no notaría los matices
fuera de lo “normal”.
―Va a estar bien ―repitió.

Rochelle respiró hondo.

―No quiero que pienses que estaba siendo apresurada al llamarte. O


impulsiva.

¿Impulsiva?, pensó. ¿Qué, como firmar por setecientos años de apareamiento,


la posibilidad de tener una cría y la certeza de la dura parada de la muerte, a
pesar de que ambos habían compartido sólo dos tés de saludo supervisados, la
cena de padres requerida y la fiesta de cóctel? En total, había pasado unas cinco
horas en la compañía de Rochelle, y hasta ahora, todo había sido con testigos.

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―Boone, quiero explicarte. Estoy enamorada… de alguien más.

Mientras sonreía, se preguntó cómo se sentiría ese tipo de conexión.

―Estoy muy feliz por ti. El amor es una bendición.

Rochelle miró hacia otro lado, su rostro se convirtió en una máscara de


compostura.

―Gracias.

Boone quería hacer preguntas sobre el macho. Pero de nuevo, a pesar de que
estaban técnicamente comprometidos, como dirían los humanos, eran
esencialmente extraños, y eso fue lo que hizo que todo esto fuera tan loco.

¿Ella pensó que iba a ser difícil romper el compromiso? Intenta terminar un
apareamiento completo.

―Sólo diles que no soy digno ―insistió―. Y luego eres libre de emparejarte
con el otro macho.

Cuando los ojos de Rochelle volvieron a él, pensó que eran del mismo color
azul que los suyos y, por alguna razón, eso lo irritó. No es que hubiera algo malo
con ella; fue sólo… ya era suficiente con el material apropiado de sangre. Eran
tan parecidos en términos de color, salvo por su cabello oscuro, que podrían
haber sido hermanos y cuán espeluznante era eso.
Rochelle aplastó el pañuelo que le había dado en su regazo, alisó el cuadrado
y pasó la punta de su dedo sobre su monograma en el centro.

―Así que… ¿tampoco quieres hacer esto?

―Creo que sería mejor si nos conociéramos ―en general―, y estuviéramos


eligiendo esto. Sé que no es así como nuestra especie hace el apareamiento, pero
¿por qué? Mi sire y mi mahmen biológica nunca fueron felices el uno con el otro,
y tuvieron un apareamiento arreglado. Después de que ella murió, mi padre fue
y lo hizo todo de nuevo con el mismo resultado. Una parte de mí pensó que tal
vez podría mostrarle cómo se hace correctamente, ¿pero honestamente?
¿Especialmente si estás enamorada de alguien más? No sólo cuáles son las
posibilidades de un feliz para siempre para nosotros, sino por qué molestarse.

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―No puedo dejarte con todo el estigma social. No es justo.

―No te engañes a ti misma. Si terminamos esto por alguna razón que no sea
que yo sea inaceptable, las consecuencias sociales sobre ti serán francamente
brutales. ¿Ese macho que amas? No se le permitirá aparearse contigo. Serás
considerada arruinada e inelegible para un hellren adecuado por el resto de tu
vida. Además de eso, toda tu línea de sangre se avergonzará y te echarán la culpa
a ti. ¿Estás diciendo que prefieres disfrutar ese resultado?

Rochelle hizo una mueca.

―Sin embargo, vas a ser rechazado hasta cierto punto.

―No será nada comparado con lo que te hará la glymera. Prefiero ser el tema
de conversación del circuito de fiestas durante un año y quedarme de lado
durante una década antes de saber que arruiné tu vida y la vida de tu macho.

Rochelle sacudió la cabeza.

―Estás teniendo el mal final de esto. ¿Por qué harías esto por alguien?

―No lo sé. Supongo… vale la pena sacrificarse por amor. Incluso si no es mío.

―Eres un macho tan valioso ―susurró―. Y eres tan valiente.

¿Realmente lo era? Tal vez en el contexto de la glymera, pero el realista en él


sabía que la verdadera valentía no se enfrentaba a las hondas y las flechas de los
comentarios altivos y desaprobadores. Después de las redadas, después de que
la Sociedad Lessening había matado a tantos inocentes en sus hogares, ¿cómo
podría alguien sugerir que las costumbres sociales arbitrarias eran el todo y el fin
de todo lo que valía la pena? ¿O que frustrarlos por una buena razón debería
hacerte el vampiro equivalente al Corazón Púrpura?

Rochelle buscó en su rostro como si tratara de evaluar si podía manejar la


presión.

―Realmente no te importa lo que piensen de ti, ¿verdad?

Boone se encogió de hombros.

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―Nunca he sido un gran admirador de la escena social. Hay personas aquí
en Caldwell que no tienen idea de que Altamere tiene un hijo y estoy de acuerdo
con eso. Mi padre tomará un poco de presión, pero te aseguro que, después de la
forma en que me ha desestimado toda mi vida, me siento perfectamente cómodo
sin preocuparme por sus problemas. Y por favor no te sientas culpable. Esto es lo
mejor para los dos.

Rochelle se limpió las lágrimas frescas.

―Desearía ser como tú. Soy una cobarde.

―¿Me estás tomando el pelo? Estás siendo valiente aquí. Y no me hagas un


héroe. ―Sonrió con amargura―. Tengo muchas fallas. Sólo pregúntale a mi sire.
Te dará una lista más larga que tu camino de entrada.

Cuando se calló, la tristeza que volvió a sus ojos hizo que quisiera abrazarla.
Pero Marquist estaba observando en el circuito cerrado, y más aún, Rochelle no
era suya para consolarla.

Anular el acuerdo era lo correcto…

―No ―dijo con una voz más fuerte―. Asumiré la responsabilidad de esto.
No voy a dejarte...

―Rochelle. No sé quién es tu macho, pero ¿si está en nuestra clase? No puedes


ser la que rompe las cosas. Si te niegas a cumplir con este acuerdo, su familia
nunca les permitirá estar juntos. Lo sabes. Serás mancillada y te perseguirá por el
resto de tu vida. Déjame recibir el golpe.

―Todavía no sé por qué harías esto por mí.

―Si tuviera a alguien a quien amar, me gustaría estar con ella. Pero no la
tengo. ―Frunció el ceño y consideró a todas las hembras que conocía o había
conocido. Todas eran aristócratas―. Y honestamente, no puedo ver de dónde
vendría algo como el amor verdadero para mí. Así que quiero ayudaros a los dos.

Rochelle se limpió el rostro con el pañuelo de nuevo.

―Realmente desearía poder amarte. Eres un macho de verdadero valor. Pero

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no, no puedo dejarte...

Las puertas dobles se abrieron de golpe, los pesados paneles se abrieron de


par en par por Marquist.

El sire de Boone, Altamere, entró, sus zapatos haciendo ruido sobre el mármol
hasta que tocaron la alfombra y fueron silenciados. El cabello oscuro del macho
estaba peinado hacia atrás de su rostro finamente huesudo, y sus ojos claros eran
del color del acero en su ira. Ausentemente, Boone notó que el traje que llevaba
su padre estaba hecho de la misma lana fina que la suya. El color azul pizarra
estaba salpicado de hilos de brezo y gris pálido, las manchas tan sutiles que uno
no podía notarlo sin presionar la nariz en las solapas.

Sin embargo, el corte de la chaqueta y los pantalones no era el mismo. Boone


siempre había seguido el lado de las cosas de su mahmen, sus hombros anchos,
sus brazos gruesos, sus piernas largas y musculosas. Siempre había sido
consciente de que su padre desaprobaba su físico y podía recordar un comentario
en voz baja después de su transición, hecha en voz baja, que Boone tenía el cuerpo
de un trabajador. Como si eso fuera un defecto de nacimiento.

O tal vez algo que lo hizo dudar de la fidelidad de su shellan.

Boone siempre se había preguntado sobre eso.

―¿Qué están haciendo? ―exigió Altamere.


Cuando esa mirada dura se fijó en Boone, no fue una sorpresa que el macho
ignorara a Rochelle. Para él, las hembras no eran más que fondo, algo bonito en
la periferia, un accesorio más que un participante activo en la vida de uno.

Boone se puso de pie.

―Rochelle vino a decirme que no soy digno de nuestro acuerdo. Ella me ha


rechazado, y porque tiene honor, quería hacerlo en persona. Se va a ir de aquí
ahora.

Podía sentir que Rochelle lo miraba conmocionada, pero estaba preparado


para derribar cualquier intento que ella pudiera hacer para negar lo que él había
presentado. Mientras tanto, sobre el hombro de Altamere, Marquist era una

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presencia vigilante, una videocámara viva que respiraba, estaba asimilando todo.

―No me vas a avergonzar así ―siseó Altamere―. No lo permitiré.

Como si sintiera que había una historia más profunda.

La ira que se había acurrucado en el pecho de Boone encontró más agarre en


su alma.

―La elección no es tuya.

―Tú eres mi hijo. No eres de nadie más...

―Pura mierda. ―Mientras su sire palidecía ante la maldición, la voz de Boone


se hizo más profunda y más fuerte―. Hemos terminado tratando de complacerte.
De todos modos, nunca fui muy bueno en eso, al menos no de acuerdo contigo,
y es más allá del tiempo de defenderme.

En el fondo de su mente, el conteo de la negligencia y la condescendencia de


su sire era como un medidor eléctrico enloquecido, el recuento en espiral hacia
la estratosfera: El tipo de cuerpo de Boone. El deseo de Boone de leer en lugar de
ser social. La muerte de la mahmen de Boone ignorada. La nueva mahmen de
Boone entrando a la casa como una corriente fría. Boone nunca estando a la altura
sin importar el estándar.

Altamere señaló con el dedo en dirección a Boone.


―Te estoy dando una última oportunidad. No sé qué están haciendo ustedes
dos con estas tonterías, pero se detiene aquí. El apareamiento sigue adelante, o
vas a descubrir que la forma en que la glymera te evita no tiene nada que ver con
lo que haré para excluirte.

Rochelle se puso de pie.

―Soy yo quien no es digna de él...

―No te tengo miedo ―interrumpió Boone con claridad―. Y tienes razón, sire
mío, las cosas van a cambiar por aquí.

Altamere entrecerró los ojos.

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―¿Qué te pasa?

Boone sacudió lentamente la cabeza.

―Esto ha tardado mucho en llegar. ¿Cuál es esa teoría económica que citas tan
a menudo? Lo que no puede continuar, no lo hace. Ya he terminado con las
mentiras vivas.

Mientras miraba a los ojos al macho que supuestamente era su sire, desafió a
Altamere a seguir empujándolo. Y dejó en claro, al menos psíquicamente, que si
eso sucediera, sacaría a la superficie lo impensable.

A saber, las dudas en torno a su paternidad.

Delante de testigos.

¿Quieres hablar de vergüenza? La glymera generalmente reservaba sus


restricciones y desprecio para las hembras, pero ¿un macho cornudo? Bien… eso
daba horror sólo pensarlo. Hasta el punto en que Altamere nunca había
planteado la idea de una prueba de paternidad porque las ramificaciones eran
demasiado peligrosas socialmente. En cambio, la posibilidad sin respuesta de
que Boone había sido engendrado por otro había acechado en la casa, un
fantasma de infidelidad que seguía al “hijo” donde quiera que fuera.

Condenado por un presunto pecado que no había sido suyo.

Pero eso terminaba esta noche.


Después de un largo y tenso silencio, el sire de Boone finalmente miró a
Rochelle.

―No te culpo por esta elección.

Altamere se dio la vuelta y salió, Marquist lo siguió, los dos desaparecieron en


el estudio.

A raíz de la partida, Boone alcanzó el nudo de su corbata y la soltó. Se sintió


genial respirar.

―¡Por qué hiciste eso! ―dijo Rochelle.

Pensó en todo lo que su padre había dicho sobre él.

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―No soy digno. No es una mentira.

―Todo esto es mi culpa ―gruñó Rochelle mientras se desplomaba en el sofá.

Cuando Boone desmanteló el nudo Windsor por completo, pensó en el hecho


de que había tenido que atarlo con los ojos cerrados. Había entrado en este salón
con los párpados hacia abajo. Había vivido… toda su vida… en una ceguera que
no era sólo una elección, sino una cuestión de supervivencia.

Inconscientemente, supo que si miraba demasiado de cerca, o en absoluto, no


iba a poder continuar. Había absorbido tanto sin darse cuenta, seguro como si los
aires tóxicos de la aristocracia hubieran sido un gas real que había inhalado y
envenenado. Excepto que eso estaba deteniéndose ahora.

Si Rochelle podía defender su amor, él podría recoger las riendas de su propia


vida y decidir quién le gustaría ser. A dónde le gustaría ir. Lo que le gustaría
aprender. Sin disculpas

Su coraje había inspirado el suyo.

―Lo siento mucho ―dijo Rochelle con desánimo.

Boone sacudió la cabeza.

―No importa lo que pase después, yo no lo lamento.


capitulo 1

21
Calle 29 y Market Street

Caldwell, New York

Las botas de combate de Boone destrozaron las huellas de neumáticos


congeladas en medio del callejón, su cuerpo poderoso revolviéndose a través de
la nieve sucia de la ciudad, el aire frío absorbiéndose en sus pulmones y saliendo
como el vapor de la chimenea de una locomotora. En su mano derecha, tenía un
cuchillo de caza aserrado de treinta centímetros. A su izquierda, un tramo de
cadena.

Más adelante, a unos nueve metros, un lesser corría como si su vida de no


muerto dependiera completamente de que Usain Bolt tirara. El revelador hedor
enfermizo y dulce del enemigo era espeso a su paso, un rastreador con la sensible
nariz de Boone lo había captado hace siete manzanas. El asesino tenía un pie
descuidado, una mano agitada, y dado lo saturado que estaba su olor, Boone se
preguntó si ya estaba herido.

El oficial al mando de la Hermandad de la Daga Negra, Tohrment, hijo de


Hharm, estableció los territorios nocturnos para los hermanos y combatientes,
dividiendo secciones del centro de la ciudad en cuadrantes que serían acechados
por el enemigo. Los aprendices como Boone eran emparejados con personas más
experimentadas, ya sean hermanos o miembros de la Banda de Bastardos, en aras
de la seguridad, especialmente porque había una nueva amenaza en las calles.

Entidades sombra. Eso estaba matando civiles vampiros inocentes.

Boone miró por encima del hombro. Esta noche, estaba trabajando con Zypher.
El Bastardo era un gran compañero, un hombre grande y brutal que, sin embargo,
tenía la paciencia de un maestro y un ojo para la mejora constante.

Se suponía que debía haber sido Syn. Y un alivio cuando no fue así.

22
Syn era… diferente.

El favorito de Boone para trabajar, sin excepción, era Rhage. Pero la


Hermandad estaba ocupada de otra manera esta noche. Hasta el último de ellos.

Y Boone fue quien los había establecido en una misión que esperaba y rezó no
resultara en la muerte.

De su padre, específicamente.

En los doce meses transcurridos desde su explosión sobre el acuerdo roto, él y


Altamere se habían acomodado en una distensión incómoda. Que era lo que
sucedía cuando finalmente te enfrentabas a un acosador por su empujón. Los dos
mantuvieron las apariencias, algo que no fue difícil dado lo almidonada y
superficial que siempre había sido su relación, pero Boone había trazado una
línea y, en lugar de las repercusiones amenazadas, a cambio había recibido un
retroceso de hostilidad.

Probablemente debería haberse mudado, pero por insignificante que fuera,


había disfrutado obtener la ventaja y mantenerla. Especialmente después de
unirse al programa de entrenamiento de la Hermandad, algo que sabía muy bien
que su padre desaprobaba. ¿El “hijo” de Altamere un soldado? ¿Peleando en la
guerra? Qué brutal. El movimiento había hecho que las décadas de libros de
Boone parecieran una buena mano de cartas.

Pero le encantaba el desafío y era muy bueno en el trabajo, y había comenzado


un nuevo tipo de vida y ritmo, donde él y su padre rara vez se veían.
Excepto entonces, llegó la invitación: El placer de la compañía de su padre y
su mahmen adoptiva solicitada en la casa de un aristócrata esta misma noche.
Yendo sólo por el stock de tarjetas, estaba claro que otros miembros de la glymera
estaban incluidos en la lista de invitados.

¿Reunión social? Tal vez. ¿Violación traidora de la prohibición de Wrath de


que el consejo se una? Más probablemente.

Había sido la primera vez en un año que Boone le había hablado a su sire sobre
algo de la nota. Sin embargo, ¿cómo podría no instar al macho a quedarse en
casa? Esas víboras aristócratas ya habían intentado derribar el trono de Wrath, ¿y
si estaban planeando otro intento?

23
El centro de entrenamiento le había enseñado en detalle todas las cosas que los
hermanos eran capaces de hacerle a alguien que se cruzara con ellos. Y puede
que no le guste su padre… pero ese era el punto. Con las alarmas sonando sobre
la traición, si al menos no intentaba mantener al macho alejado de esa fiesta,
sentiría que había matado al propio Altamere.

Y eso estaba demasiado cerca de lo que a veces había querido hacer, y ¿quién
necesitaba vivir con esa culpa?

Como era de esperar, su padre había rechazado el sabio consejo. Así que Boone
había ido directamente a los hermanos, y esa era la razón por la que estaba
emparejado con un miembro de la Banda de Bastardos esta hermosa y fría noche
de invierno.

Centrándose de nuevo en su búsqueda, echó un poco más de velocidad en sus


piernas, sus muslos comenzaron a arder, sus pantorrillas se tensaron, su tobillo
lanzó la primera de lo que iba a ser una gran cantidad de quejas. Todo eso era
una charla de fondo fácilmente ignorada, completamente olvidable.

Sólo respira, se dijo. Cuanto más oxígeno podía ingresar a sus pulmones, más
ingresaba a su sangre, combustible para sus músculos, velocidad para su cuerpo.

Poder.
Y sabes que, él estaba cerrando la distancia. ¿El problema? Se estaba alejando
cada vez más de Zypher, que estaba bailando con un asesino propio, tres bloques,
ahora cuatro bloques, atrás.

Hora de hacer esto.

Según el protocolo, accionó la baliza del localizador en su hombro para


notificar a los otros escuadrones que estaba a punto de atacar. Y luego cerró los
ojos.

La desmaterialización era algo que los vampiros normalmente tenían que


concentrarse y calmarse para lograrlo. Boone, sin embargo, se había entrenado
para encontrar ese lugar de equilibrio interno, incluso cuando estaba corriendo a

24
toda velocidad en busca del enemigo. Y por cortesía de toda su práctica, su forma
física se desintegró en una dispersión de moléculas y se lanzó hacia adelante,
pasando al lesser.

Se reformó frente al enemigo, sus botas plantadas, su cuchillo hacia arriba y


su cadena hacia abajo, listo para la fiesta.

El asesino hizo lo que pudo para frenar su balanceo, los brazos revoloteando,
los zapatos golpeando la nieve y patinando mientras intentaba detenerse en el
hielo. El momento no era su amigo. A diferencia de algunos de los nuevos
reclutas escuálidos, este tenía el cuello grueso y el pecho de barril de un jugador
de fútbol, y todo ese peso corporal era una roca que rebotaba por la ladera de una
montaña, todo-adelante en lugar de retroceder.

Como había sido entrenado para hacer, la visión periférica de Boone imprimió
los contornos del callejón y las posibles oportunidades de cobertura. Su cerebro
también hizo una evaluación rápida del potencial de amenaza, catalogando
salidas de incendios, techos, puertas y ventanas, todos sus instintos alimentando
información en el cálculo de su propia seguridad. En el lado físico, su cuerpo se
preparó para el contacto.

Y la longitud de la cadena comenzó a balancearse.

Boone no estaba al tanto de darle a su mano y brazo esa orden en particular,


pero las cosas habían comenzado a suceder así en el campo durante el último
mes. Según el hermano de la Daga Negra, Vishous, había cuatro niveles de
desarrollo de habilidades: inconscientemente inexperto, lo que significaba que no
sabías cuánto y qué no podías hacer; conscientemente no calificado, que era
cuando comenzabas a darte cuenta de cuánto necesitabas desarrollar;
conscientemente cualificado, que era el nivel en el que comenzabas a usar para
lo que te has entrenado; y, finalmente, inconscientemente habilidoso.

Que fue lo que sucedió cuando su cuerpo se movió sin que su cerebro tuviera
que microgestionar cada molécula del ataque. Cuando tu entrenamiento formaba
una base de acción tan intrínseca a quién eras y lo que hacías en una situación
dada que no sabías que ocurría alguna cognición. Cuando ingresaste a “la Zona”,
como lo llamaba el hermano Rhage.

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Boone estaba en ese punto dulce ahora.

El zumbido de los eslabones de la cadena que circulaban a su lado era suave


pero amenazante, como la respiración fácil de una gran bestia, y Boone supo el
momento en que el asesino se movería porque uno de sus hombros se levantó y
sus caderas se inclinaron ligeramente.

El cuchillo que el lesser había metido en su mano salió volando hacia Boone de
punta a punta… prueba de que el subconsciente de Boone no había considerado
todo. Pero sus reflejos estaban en él, sacudiendo su torso hacia un lado, la oleada
de energía agresiva fluyó a través de él tan aguda, tan placentera, que era casi
sexual.

Su contraataque comenzó con la cadena. Sacudiendo los eslabones, los envió


alrededor del cuello del asesino, una serpiente de metal con una cola que se abrió
y se dobló sobre sí misma. Con un lazo apretado encerrado, tiró con todo su
cuerpo.

El asesino se lanzó hacia la nieve de cara.

Y fue entonces cuando Boone levantó su propia hoja de caza sobre su hombro.
Club Revyval Pyre

Calles 33 y Market

Un vampiro entre humanos que fingen ser vampiros.

Y él no era el único.

Entre los doscientos cuerpos agitándose, sacudiéndose, en la oscura cueva


perforada con láser de una antigua fábrica de camisas, sólo había cuatro o cinco
que eran verdaderos especímenes biológicos en lugar de personajes inventados
de una mitología engañosa. Pero a diferencia de los hombres y mujeres

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disfrazados y enmascarados que estaban desesperados por parecer como algo
diferente de lo que eran, el macho y su especie no anunciaban su estado de ADN
de ninguna manera. Estaban sólo entre los demás, mezclándose, observando… a
veces participando.

El macho tenía la cabeza y los hombros más altos que los hombres que
destacaban alrededor del vientre abierto del edificio abandonado, y con el poder
que tenía en su cuerpo y los colmillos afilados que podían caer de su mandíbula
superior, nunca carecía de medios violentos. A pesar de las armas
convencionales.

Cuando se hizo a un lado, se dio cuenta de que estaba mirando a través de sus
oscuras gafas de sol con un propósito, y eso lo agotaba. Estaba cansado de su otro
lado. Pero si no podía ejercer su talhman, su maldad, incluso un poco, entonces
venir aquí era una pérdida de tiempo. Como colgar carne justo afuera de las
barras de hierro de la jaula de un monstruo.

Y ese era el punto. Necesitaba asegurarse de que todavía tenía el control de sí


mismo. Hubo un largo tiempo en que no había sido capaz de controlarse, y
mucho tiempo en que las consecuencias de su pobre control de los impulsos no
habían importado. Sin embargo, las cosas habían cambiado.

Estaba en el Nuevo Mundo ahora.

Estaba alineado con el rey ahora.


Entonces se probaba a sí mismo aquí. ¿Porque si fuera a romperse? Si las
riendas de su monstruo se liberaban del control de su mente y… ¿ocurrían
cosas…? Entonces, en este club, sólo habían humanos o vampiros al azar en
riesgo. A quién le importaba si un par de ellos se llevaban la peor parte de su
lado malo. Lo más importante era el autoconocimiento de que él podría estar
entre estos objetivos fáciles y resistir los pensamientos que lo atormentaban. Ser
más fuerte de mente que de tentación. Frenar el hambre de matar.

¿Y si no podía permanecer en su carril? Bueno, a veces la presión tenía que ser


liberada en un lugar para que el resto del conjunto pudiera continuar en relativa
paz. Y de nuevo, tener un problema aquí era mejor que en cualquier otro lugar
en Caldwell…

27
A la derecha, la multitud se estaba engrosando, como si los cuerpos fueran
células y un tumor surgiera espontáneamente entre tejido sano. Era algún tipo de
discusión, la luz tenue, los disfraces negros, los empujones y movimientos hacían
imposible saber quién era el agresor, de qué se trataba la pelea, si se lanzaban
golpes o si era sólo otro caso de humanos que se posaban enfrente de un
gallinero.

Al menos esa fue la información que su cerebro registró. Su talhman, por otro
lado, estaba excitado por la expresión física de la ira, tentado por la posibilidad
de que la sangre brotara y goteara de las heridas, avivado por la posibilidad de
acechar y derribar presas.

―No para nosotros ―murmuró el macho.

Levantando la mano, arrastró la gorra negra sobre el cráneo más baja. La


acción fue reflexiva y sólo después reconoció lo que había hecho.

Se estaba preparando para entrar. Conseguir algo. Y no quería que se


conociera su identidad.

Al final resultó que, su campo de pruebas lo encontró.

Del caótico nudo de humanos, una hembra se liberó, y su primer pensamiento,


al reconocerla como una de su propia especie, fue ¿qué demonios estaba haciendo
al involucrarse con un grupo de ratas sin cola? Pero entonces nada de ella
importaba al mismo tiempo que todas las partes de ella se volvían significativas.
Parecía preocupada mientras miraba a su alrededor, su cabello negro
enredado en la máscara que cubría sus ojos y la mitad de su rostro, su lápiz labial
manchado, su corpiño asimétrico, un seno a punto de salir.

La dispersión discordante de su aura cambió instantáneamente cuando sus


ojos se encontraron. Su cuerpo, perdido en sus pies, se atrapó, quedando quieto.
Su respiración se detuvo y luego se reanudó a un ritmo más tranquilo. Sus manos
reajustaron el corpiño en la posición correcta.

Estaba dispuesto a apostar que sus pensamientos hacían lo mismo debajo de


su cráneo, su cognición se enderezaba.

Y centrándose en él.

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Dejando el cuerpo a cuerpo del que había salido en el polvo, se acercó a él,
apartando su cabello ondulado sobre su hombro, inclinando su barbilla hacia
arriba.

Si eso era para que ella pudiera mirarlo a los ojos desde su altura más baja o
como una muestra de independencia y agresión, no podía decirlo. Y en realidad
no importaba.

―Soy Nightingale ―anunció.

¿Se supone que eso tiene que significar algo para mí?, pensó.

A modo de respuesta, dejó que sus ojos recorrieran las curvas de su cuerpo
detrás de sus lentes oscuras. Ese cabello negro era largo, muy largo, cayendo en
cascada sobre sus hombros y cayendo hasta sus caderas, un río de rizos en espiral
que atrapaban y mantenían el azul brillante de los láseres. Ese corsé negro
recortaba su cintura y le subía los senos, creando globos cremosos que ella había
pulverizado con algo brillante. Sus labios estaban rojos como la sangre… su
garganta pálida y encantadora.

―¿Cómo te llamas? ―dijo con un acento.

El macho inhaló a través de su nariz y la olió. Estaba excitada, su estimulación


sexual obvia y dirigida hacia él, una ecuación que quería que él resolviera, una
distancia que ella había decidido que la llevaría, una fantasía que lo había elegido
para satisfacer.
Su sangre se disparó. Y debajo de su propia excitación, su talhman rondaba. Si
ella supiera cómo era realmente, no lo habría elegido entre la multitud. Pero ese
era el peligro y la emoción de lo que ofrecían lugares como este, ¿no es así?: Sexo
anónimo con extraños a los que podías empapelar con tus propias fantasías, cada
lado cumplía necesidades que podrían o no haberse expresado directamente, la
realidad de que no sabías lo que realmente estabas obteniendo prestando un
límite a todo.

Un borde que remendaba la falta de verdadera atracción, una lona de fantasía


para cubrir los agujeros que dejaron las tejas que se habían desprendido del techo
de la realidad.

29
Venganza, decidió. Mientras medía el fuego del infierno en sus ojos, y la forma
en que ella miraba a la multitud como si alguien en el club la hubiera enfadado,
estaba dispuesto a apostar que estaba buscando algo caliente y pesado en
represalia por una ofensa.

Hablando sobre quemar vapor.

El macho extendió su mano y colocó la punta de su dedo índice en el punto


blando entre sus clavículas, esa hendidura en su carne que estaba indefensa por
su maquillaje esquelético, ese ojal vulnerable y suave de su garganta. Cuando
presionó, restringiendo su flujo de aire un poco, ella jadeó.

Y luego gimió como si tuviera un dolor delicioso entre las piernas.

El macho presionó nuevamente, esta vez con más fuerza… para sentir su
garganta trabajar contra la compresión.

La lucha fue lo que lo endureció por completo, su erección se espesó detrás de


su cremallera.

El macho sabía lo que iba a pasar después. Encontrarían un rincón oscuro o tal
vez se quedarían aquí en la multitud de las personas enmascaradas. Sus manos
rodearían su cintura y se hundirían en su trasero. La acercaría y rodaría las
caderas para que su excitación rozara contra ella, dada su altura mucho más
corta, sería justo debajo de esos pechos levantados.

Ella temblaría y se ofrecería, floja, dispuesta y abierta, a él.


Temblaría por el talhman, pero ella supondría que era por su excitación.

Y cuando él se levantara debajo de esa larga falda, su sexo grueso y duro


empujándola profundamente, ella se correría, y en esa pequeña muerte, como lo
llamaban los franceses, nunca sabría lo cerca que estuvo de su muerte real.

Él no llegaría al clímax.

Nunca lo hacía.

Y siempre que su autocontrol se mantuviera, ella nunca sabría lo equivocada


que estuvo al elegirlo. Sin embargo, ¿si no pudiera controlarse? Bueno, ella iba a
aprender una lección importante, sólo una vez, por supuesto. Debido a que los

30
muertos no sólo no tenían cuentos que contar, tampoco había más educación para
ellos.

―Dime cómo te llamas ―suspiró.

Las sílabas vibraron contra la yema de su dedo, y su sangre caliente, su instinto


asesino, amplificaron la visión de ella en su máscara hasta que pudo ver cada
cabello individual en su cabeza y cada bombeo de su vena yugular.

El macho se centró en sus labios.

Deslizando su enorme palma alrededor de su nuca, la atrajo de cabeza hacia


él, su cuerpo moviéndose como el agua vertida desde un florero. Pero no la besó.
Incluso cuando ella dejó caer la cabeza hacia atrás contra su agarre y apoyó la
parte inferior de su cuerpo en el suyo, preparada para aceptar su boca sobre la
de ella, se detuvo antes de hacer contacto.

Con su mano libre, le levantó la muñeca. Manteniendo contacto visual, siseó y


mostró sus colmillos.

El corte que le hizo fue pequeño, pero estaba en el lugar correcto, la sangre
brotó y bajó por la piel pálida y suave de su brazo.

Sus pechos bombeaban en ese apretado corsé, ese polvo reluciente atrapaba la
luz.

―¿Ahora qué vas a hacer? ―murmuró.


Moviendo su agarre sobre su mano, extendió su lengua y la corrió por el flujo
que había creado, lamiendo lo que había escapado de su vena, tragándose el vino
oscuro. Su sabor era aceptable, no es que sus estándares fueran altos, así que
cuando llegó a la incisión en forma de cuchillo que había hecho, cerró un sello
tibio alrededor con su boca.

Succión.

Lamida.

Supo exactamente cuándo tuvo un orgasmo. Sus ojos se cerraron y se mordió


el labio inferior, sus duros caninos blancos hicieron que la carne suave y pintada
de rojo se volviera sumisa. Sus caderas se presionaron contra él y luego giraron,

31
y se imaginó que los pulsos dulces y punzantes que agarraban su núcleo eran
más tentadores que satisfactorios.

―Llévame abajo ―gimió.

Tan privado allá abajo en el nivel subterráneo. Sin ojos curiosos.

Poco tráfico peatonal, y los transeúntes podrían estar drogados y


desinteresados en otra cosa que no sean ellos mismos.

Un gran desafío.

El macho la levantó, separando sus muslos alrededor de su torso, sus pechos


presionando contra su pecho. Se la llevó usando un brazo. No pesaba mucho.

La hembra no se molestó en mirar a la multitud cuando partieron. Él era lo


único en su mente ahora.

El camino hacia el nivel inferior se localizaba fácilmente, y cuando se dirigió a


través de la multitud en esa dirección, ella se acurrucó en su cuello y apretó su
núcleo contra su torso. Cuando llegó a la puerta de acero que marcaba SALIDA,
la abrió de golpe. El hueco de la escalera era de hormigón y olía a tierra alcalina
y moho frío, y la temperatura bajó precipitadamente a medida que se alejaban de
los cuerpos radiantes y de cualquier sistema de calor que estuviera en vigor en el
área abierta.

―¿Cómo te llamas? ―le dijo la hembra al oído.


Abajo, abajo, abajo, los ecos de sus pesadas botas y su cuerpo más pesado
rebotando. En el rellano inferior, abrió la puerta de acero con la mente. El
corredor más allá estaba iluminado por viejas luces de techo que parpadeaban en
sus monturas oxidadas y decrépitas, la tenue iluminación se agolpaba desde
arriba, haciendo que las sombras bailaran en un vals malvado. Los olores en el
aire helado y rancio sugirieron que muchos otros habían usado el corredor con el
mismo propósito que la hembra pretendía…

El talhman del macho estiró su voluntad con garras debajo de su piel, una
nueva agresión floreció en todo su cuerpo y le hizo preguntarse si su control en
esta noche podría no fallarle...

El apagón, cuando llegó, sólo se anunció con su partida, el mundo regresó al

32
macho en una oleada de sensaciones, su lapso de conciencia le había robado todo:
Vista, oído, tacto y gusto.

Pero todavía estaba con la hembra… y estaba viva.

La había empujado contra una puerta insertada y sus manos estaban tratando
de encontrar un camino debajo de su falda…

Bueno, una de ellas. La otra estaba buscando el cerrojo para abrir la puerta.

Por experiencia pasada, sabía que detrás de cada uno de los muchos portales
de madera antiguos había áreas de almacenamiento llenas de equipos de
fabricación desechados, cajas de madera en descomposición y colonias de ratas
que hacían hogares de las cuevas húmedas y oscuras.

Dentro… podría hacerle aún más a ella.

Cuando se le ocurrió la idea, no estaba seguro de qué parte de él estaba


hablando. El impulso sexual… o el monstruo No eran lo mismo, pero a veces le
había resultado difícil saber la diferencia.

―Tu nombre ―exigió mientras se frotaba contra él―. ¿Cuál es tu nombre…?

―Syn ―gruñó en su garganta―. Soy Syn.


capitulo 2

33
En el callejón, a unas quince manzanas al oeste del Revyval Pyre, Boone
condujo con la punta de su espada, bajando sobre su lesser con el golpe de
gravedad de dos cuerpos y todo su pesado peso. La daga de acero entró en la
cuenca del ojo del no muerto, y cuando se abrió paso a través de la pupila y la
esclerótica, penetrando en el cerebro a través de la vía del nervio óptico, tomó
nota mental de su libro mayor cognitivo.

Esto era una violación del entrenamiento.

La regla para los aprendices era, ya sea que estuvieras trabajando en parejas o
sólo, y especialmente si era lo último, enviarías al enemigo de regreso al Omega
en el instante en que recibieras un claro golpe en el pecho. Los lessers, estos
humanos enfermizos, de olor dulce y desalmado, empeñados en erradicar a los
vampiros, eran esencialmente inmortales de la manera “La muerte le sienta bien”:
Sin importar cuánto daño le hicieran a sus cuerpos, todavía eran capaces de
cognición y movimiento. Podrías cortarles la cabeza, cortar las extremidades de
sus torsos, destripar, destruir, desbridar… y permanecerían animados, como una
serpiente de cascabel.

Sólo había una forma de “matarlos”: una puñalada a través de la cavidad del
corazón vacía con algo de acero. Luego era un caso de pop, pop, fizz, fizz, alivio,
etc.
De vuelta iban a su malvado creador.

Como alguien recién entrenado, Boone no tenía la gran experiencia que


poseían otros luchadores y los hermanos mismos. Entonces, para un soldado
como él, no debería correr riesgos. Un pago contra entrega rápida de regreso al
Omega era el camino más seguro… y durante las primeras semanas que estuvo
trabajando en el campo, se aseguró de seguir esas instrucciones. Después de un
tiempo, sin embargo…

Comenzó a prolongar el asesinato si tenía la oportunidad.

Todavía podía recordar la primera vez que se desvió del protocolo de


seguridad.

34
Tenía la intención de clavar un asesino en el pecho, pero había rodado a un
lado inesperadamente y había cortado su pectoral. Cuando el no muerto fue a
sentarse de nuevo, Boone toqueteó su espada y, aterrorizado, comenzó a
apuñalar cualquier cosa.

La sangre negra había salpicado, chorreado, fluido. El dolor había hecho llorar
al lesser. El brazo de Boone se había convertido en un martillo neumático que
subía y bajaba en un movimiento borroso.

Todo había sido una revelación.

Su cerebro se había iluminado en un extraño patrón nuevo, sectores de su


mente que habían sido previamente perforados con una iluminación de
excitación y excitación no sexual que lo sorprendió. La adrenalina había sido tan
aguda e inesperada que pensó que tenía que ser una anomalía.

Esa suposición resultó ser incorrecta.

La segunda vez que retrasó el momento final, había sido lo mismo: una
experiencia visceral que había subido el volumen en todo el mundo, cada matiz
de lo que estaba haciendo, cómo reaccionó el asesino, cuál fue el comienzo, el
medio y el final fue como, grabado en su mente. ¿La tercera instancia? Validó el
principio operativo en una especie de ley.

Desde entonces, había buscado estos momentos, con cuidado de no quedar


atrapado.
¿Todos los vampiros asesinados que habían perdido sus vidas inocentes por
estos monstruos sin alma? ¿Todas las familias destruidas? ¿El sufrimiento de su
raza a manos de estos asesinos?

A la mierda los lessers.

Reenfocándose, Boone sujetó el frente de la garganta del no muerto y luego


miró el rostro blanco y pálido del asesino. La daga todavía estaba donde la había
puesto, sobresaliendo de la cama orbital, el mango en ángulo para reflejar el arco
de su puñalada. La sangre negra, brillante y de olor horrible, goteaba como
lágrimas por la esquina exterior de la penetración, se deslizaba por la sien y se
acumulaba en la oreja.

35
De la nada, Boone recordó lo que era ser un joven recostado en el baño, el agua
entrando por sus canales auditivos, amortiguando cosas. ¿Era eso lo que estaba
experimentando el lesser?

Cuando la boca del asesino se abrió como la de un pez, y los brazos giraron
como si tratara de hacer ángeles de nieve en lo que se podría argumentar que era
un momento muy inoportuno, Boone apretó aún más fuerte, aplastando la
tráquea.

Los jadeos que surgieron de los labios del lesser le hicieron querer hacer más.
Alargar esto por horas. Cortar en el torso…

En el fondo de su mente, sonó una campana de advertencia. Sacar una


pequeña porción del sufrimiento de la raza en este asesino era una cosa. Lo que
el cerebro de Boone le estaba sugiriendo ahora… era otra cosa. Era tortura. Aun
así, ignoró la alarma interior mientras se preguntaba cómo sería usar sus
colmillos para matar a uno. Aunque eso sería más difícil de explicar a los
hermanos, se imaginó lo bien que se sentiría. Qué satisfactorio. Qué visceral.

La tentación le hizo cosquillas en la mandíbula, la boca abierta, los caninos


descendiendo.

Todo lo que quería hacer era lastimar a este hijo de puta. Y seguir haciéndole
daño.
Con su mano libre, extendió la mano hacia la empuñadura de su daga y
aseguró su palma al agarre contorneado. Lentamente, giró la cuchilla de un lado
a otro, sintiendo que la arena del hueso se desgastaba mientras giraba, giraba,
giraba…

―¿Qué demonios estás haciendo?

Boone levantó la vista en estado de shock. Zypher estaba de pie justo frente a
él, con el equipo de combate de cuero del Bastardo manchado con la sangre negra
del asesino con el que se había comprometido, con el arma en el muslo, la daga
plateada hacia arriba como si estuviera listo para usarla.

―Sólo terminar el trabajo ―contestó Boone mientras retraía su espada.

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Volviendo al torso, enterró su daga en el centro de ese pecho y luego levantó
los antebrazos para protegerse los ojos del destello cegador. El estallido fue como
el de una pistola, haciendo eco en el callejón, y cuando la explosión de
iluminación se desvaneció, Boone se puso de pie. No había que mirar a Zypher.
Mantuvo sus ojos fijos en el agujero derretido en la nieve, el borde negro
alrededor de la marca de la quemadura debido a la explosión, parte de la sangre
del enemigo.

Di algo, se dijo Boone.

―Me reportaré. ―Fue a buscar su comunicador―. Y luego estoy listo para


volver a patrullar…

―Qué mierda. Estás herido.

Bajó la mirada hacia su cuerpo, doblando la cintura.

―¿Dónde…? Oh.

El cuchillo que el lesser había lanzado todavía estaba incrustado en la carne de


su hombro, el mango sobresalía de la misma forma que había salido de la cuenca
del ojo. No, eso no era del todo cierto. Este cuchillo estaba incrustado
directamente en él. El de ese ojo había estado angulado por treinta… tal vez
cuarenta… grados
Débilmente, decidió que era algo extraño a tener en cuenta. Por otra parte,
todo se sentía raro, divertido. Desde el momento en que la presencia de ese otro
luchador se había registrado, fue como si se hubiera dividido en dos entidades,
una que había apuñalado y ahora estaba de pie con las botas junto a la marca de
quemaduras en la nieve… y otro que se observaba desde el otro lado del callejón,
una entidad imparcial e independiente.

Como un reflejo en un espejo, idéntico pero no real.

Por alguna razón, pensó en Rochelle. Lo cual era extraño ya que había pasado
mucho tiempo desde que había hecho eso.

Con una maldición para sí mismo, extendió la mano y sacó el cuchillo del

37
lesser. Cuando la espada se liberó de su carne, debería haber sentido algo.
¿Verdad?

Un resplandor de dolor. Una picadura. Una llamarada de…

No había nada excepto tal vez una calidez debajo de su chaqueta de cuero. Su
sangre. Corriendo hacia su camiseta deportiva.

Zypher activó el comunicador montado en la solapa de su chaqueta de cuero.

―Necesito un médico. De inmediato.

Boone sacudió la cabeza.

―No es nada. Estoy listo para seguir luchando...

―No va a suceder en mi turno.


415 Summit Lane

Pelea de Millonarios de Caldwell

Tohrment, hijo de Hharm, entró en un elegante salón que fue destrozado como
si hubiera sido anfitrión de una pelea en un bar. Muebles antiguos y sofás de seda
fueron volcados, empujados fuera de lugar, desgarrados. Los platos de porcelana
estaban destrozados. Las lámparas estaban sobre la alfombra oriental, las cortinas
estaban arruinadas, las bombillas rotas, los cuerpos destrozados.

Fue cuidadoso donde puso sus shitkickers. No hay razón para agregar a la

38
ruina.

El olor a sangre fresca de vampiro era espeso en el aire. Y eso no era todo.

Se detuvo frente a una gran pintura al óleo de un ramo de flores. Holandés.


Siglo dieciocho. La naturaleza muerta, con su representación enfocada del rocío
en los pétalos, los detalles cuidadosos del jarrón de mamut y el loro lleno de color
y cabeza inclinada a un lado, era un excelente ejemplo del famoso estilo.

Pero no se podía ver gran parte de la experiencia del artista. Había una
salpicadura negra sobre el lienzo, toda esa pintura vieja y talento intemporal
cubierto con una sustancia que era viscosa y brillante, pero que no olía a basura
sudorosa de agosto.

Por lo tanto, no se basaba en lesser. Pero ellos ya lo sabían.

Sombras. Y no sombras como Trez e iAm, sino sombras con s minúscula: Las
entidades que habían aparecido en Caldwell de la nada, no parecían estar
vinculadas al Omega y la Sociedad Lessening, y que, en este caso, habían atacado
una reunión de tipos de la glymera.

Con consecuencias mortales.

La Hermandad había tratado de salvar a los invitados. Pero sólo habían tenido
éxito en su mayoría.

Pasó sobre un sillón lleno de agujeros de bala y fue al cuerpo de un macho de


aproximadamente trescientos años. La chaqueta de esmoquin que llevaba el
difunto estaba abierta, las dos mitades caían a un lado para revelar un estrecho
chaleco de satén, una camisa de esmoquin plisada con botones de perlas y una
corbata de lazo que todavía estaba anudada con precisión digna de un relojero
en la parte delantera de la garganta.

Sangre manchaba el blanco brillante de esa camisa en un patrón de ojo de buey


que ya no aumentaba de diámetro. Lo que sucedía cuando el corazón dejaba de
latir y cesaba la circulación. No más fugas.

Fue allí donde terminaron la lógica y los procedimientos operativos estándar.


A pesar de la herida y su firma carmesí, ninguna de las prendas estaba rasgada
o desgarrada: a diferencia de esa silla, no había agujeros de bala a través de esa
chaqueta, el chaleco, la camisa. Sin rasgaduras ni agujeros penetrantes por un

39
apuñalamiento, tampoco.

―No tiene ningún sentido ―murmuró Tohr.

¿Si fuera a desabrochar el chaleco, desabrochar esas perlas y abrir esa camisa?
Vería el daño que de alguna manera había evitado la ropa y forjado la carne
debajo. Los hermanos no tenían idea de cómo funcionaba. Este nuevo enemigo
que atacaba con una eficacia despiadada era un misterio, poseía poderes que
nunca antes se habían visto, un origen que no podía determinarse y una agenda
que parecía relacionada con el Omega pero que no podía verificarse como tal.

Cuando Tohr se acuclilló, sus dos rodillas saltaron.

El rostro del cadáver era de color gris pálido y se ponía cada vez más encerado.

Típico de la aristocracia, la estructura ósea era simétrica y refinada, las


características no eran extraordinarias pero sí atractivas, aunque sólo fuera
porque no había nada malo en ninguna parte del conjunto: la nariz era
proporcional. La mandíbula estaba bastante firme por encima de la ranura en la
garganta. El arco de las cejas parecía diseñado a propósito para la alta costura.

Los labios estaban fruncidos como si el hombre no aprobara la forma de su


muerte.

¿Y quién podría culparlo de eso?

Esa extraña herida en el pecho no era, de hecho, lo que lo había matado.


El agujero de bala en el centro de la frente estaba fuera de lugar en tantos
niveles, la pequeña y redonda penetración lucía un borde exterior chamuscado,
que era lo que sucedía con un disparo a quemarropa. Vishous había sido el
tirador, y sucedió después del ataque mortal de las sombras, después de que John
Matthew y Murhder volaron dos de estos nuevos enemigos, lo que resultó en la
superposición de Jackson Pollock de esa vieja pintura y un montón de otras
antigüedades caras.

Con todo el caos que había estallado, había sido imposible rastrear los detalles,
pero Tohr estaría reconstruyendo toda la serie de eventos, así como la escena del
crimen en las próximas dos horas.

40
Incluyendo la parte donde V había tenido que rematar este cadáver en el
lóbulo frontal para evitar que se reanimara y atacara por sí mismo.

Un efecto secundario, todos habían aprendido, de un ataque mortal de


sombra.

Tohr volvió a mirar alrededor de la habitación y recordó a los aristócratas que


se dispersaron cuando las sombras entraron al salón desde algún lugar dentro de
la mansión. La Hermandad, después de haber sido informada de que la fiesta
estaba en marcha, entró por las ventanas e intentó salvar a los invitados.

Habían estado en la propiedad para oler traición. Pero, como muchas noches
en la guerra y la mayoría de los tratos con la glymera, el premio de la puerta había
sido inesperado.

Y no en el buen sentido.

―¿Se queda donde está?

Tohr miró por encima del hombro al murmullo seco. Vishous estaba como
siempre: vestido de cuero negro, cubierto con armas y con una expresión como
de alguien estúpido que acababa de hacer algo ridículo.

La expresión lacónica de V hacía que el rostro inexpresivo pareciera algo que


pertenecía a un póster inspirador.

―Seamos respetuosos, ¿de acuerdo? ―dijo Tohr.


―Lo que sea, ese tipo es un traidor. ―V acarició su perilla―. No me arrepiento
que esté muerto y me alegro de que siga así. Estas jodidas sombras y sus
cadáveres noqueados.

Al menos podrían estar de acuerdo en eso. La única forma de evitar que una
víctima de una sombra se despertara y atacara todo a su alrededor era poner una
bala con agua de la fuente de la Virgen Escriba en medio de su frente.

Todo el asunto tenía tantas violaciones de la naturaleza que era difícil llevar la
cuenta.

Tohr se puso de pie y miró la barra que había sido colocada a un lado. La mesa
cubierta de lino lucía una línea de vasos de cristal, hileras de licor de primera

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calidad, hielo derritiéndose en un cubo de plata esterlina y una colonia de
limones y limas en rodajas. Dada su posición de escenario a la izquierda, el diseño
se había salvado de lo peor de la destrucción, sólo un par de tallos de copas de
vino se destruyeron, una botella de chardonnay a su lado y dos limones
asomando por debajo del borde del mantel como si se hubieran cubierto allí.

Era muy inusual que un miembro de la glymera en una casa tan grande como
esta tuviera un autoservicio extendido así, pero dado lo que había sucedido,
había mucho más de qué preocuparse que la propiedad social. Veinticuatro
invitados habían llegado para la reunión, y todos los hombres eran ex miembros
del consejo, la invitación ofrecida por un teniente expulsado de la Banda de
Bastardos que tenía aspiraciones al trono de Wrath.

Entonces, sí, V tenía razón como siempre. Todos en la fiesta eran traidores, y
la noche no había sido de naturaleza social, lo cual era una violación de la ley.
Además, la Hermandad nunca habría sabido sobre esto, no habría estado en el
sitio para salvar a los demás, no podría haber intervenido en un instante… si no
hubiera sido por uno de los suyos. Gracias a un alma valiente, pudieron
responder instantáneamente cuando las sombras entraron.

―¿Cuántos heridos tenemos? ―preguntó Tohr.

Hubo un sonido agudo cuando se encendió un encendedor Bic y luego el


aroma del tabaco turco flotó.
―Tenemos una hembra en cirugía ―informó V―. Pensamos que nos
habíamos salido con sólo un esguince de tobillo, pero luego se derrumbó.
Hemorragia interna. Supongo que también fue víctima de las sombras.

―¿Quién es?

―Resulta que es la shellan de este tipo.

―¿Alguna posibilidad de que fueran atacados a propósito?

―Difícil de decir en este momento. Pero todo parecía aleatorio cuando


cayeron.

―Y nadie ha visto la piel ni el cabello de Throe.

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―No. El anfitrión con la mayoría todavía está desaparecido.

Tohr sacudió la cabeza.

―¿Cómo sabían las sombras que la reunión iba a suceder?

―Tal vez fueron invitadas. ―Cuando Tohr lanzó una mirada fulminante, V
se encogió de hombros―. ¿No crees que es una coincidencia que todos estos
aristócratas estaban parados cuando se produjo el ataque? Al igual que es una
coincidencia que las muertes de civiles en el campo por parte de estas entidades,
¿todas estaban conectadas a la glymera?

La necesidad de discutir fue casi irresistible. Excepto que el impulso vino de


estar hambriento y cansado en lugar de cualquier falla en la lógica de Vishous. El
hermano tenía razón. Las sombras parecían apuntar a los aristócratas, pero era
difícil decirlo con certeza porque nadie sabía quién estaba detrás de la nueva
amenaza o cuál era su objetivo.

―Tengo que ir a hablar con la familia ―dijo Tohr mientras volvía a mirar el
cadáver―. ¿Creemos que la hembra va a sobrevivir?

―Difícil de saber, pero sus signos vitales eran pobres cuando se sometió a
cirugía. ―V exhaló sobre su hombro, liberando una corriente azul de humo―.
Iré contigo.

―No es tu estilo, ¿verdad?


―El hijo de este hombre sin valor vale la pena la molestia.

Tohr negó con la cabeza al cadáver.

―Al menos todos podemos estar de acuerdo en eso..

43
capitulo 3

44
Helania, la hija de sangre de Eyrn, se aseguró de que la capucha de su capa
negra se mantuviera levantada mientras atravesaba a la multitud de jugadores
de rol de acción real. Los LARPers eran abrumadoramente humanos, aunque no
exclusivamente. Había al menos otros tres vampiros, además de ella, entre las
doscientas o trescientas personas que estaban vestidas como Drácula, guisándose
en drogas de diversos tipos y buscando sexo de todo tipo de extraños bajo la
apariencia de interpretar personajes en el juego Revyval Pyre.

El aroma de la sangre fresca era tan débil que no estaba convencida de que su
nariz realmente lo estuviera captando.

Pero tenía que estar segura.

Mientras se movía entre la multitud de personas, manos se extendieron y


rozaron sus brazos… sus hombros… y lo odiaba. En los últimos meses, sin
embargo, se había acostumbrado a las intrusiones físicas. Los humanos que
jugaban a ser otros no tenían límites que proteger, y desde detrás de sus
máscaras, asumían que ella estaba bajo el techo de esta vieja fábrica de camisas
abandonada por la misma razón que ellos.

No era el caso en absoluto.


A través de los láseres morados y los cuerpos girando, se centró en la robusta
salida que era su objetivo. Y cuando se acercó a la puerta de acero, el miedo
apretó sus entrañas. El olor a sangre se estaba volviendo cada vez más espeso en
el aire, no era suficiente para que cualquier nariz humana se diera cuenta, pero
para sus sentidos de vampiro, era como un grito penetrante a través del ruido
ambiental.

Algo que era innegable. Urgente. Espantoso.

Abriendo el pesado panel de metal, hizo una mueca cuando las bisagras
oxidadas gimieron en protesta. El hueco de la escalera al nivel inferior estaba mal
iluminado, su aire frío y húmedo, teñido de moho. Ignoró todo eso. La floración
cobriza de la sangre, mientras montaba una desagradable corriente ascendente

45
desde el nivel inferior, era todo lo que importaba.

Al deslizarse por la puerta, susurró al bajar por las sucias escaleras de


hormigón. La temperatura bajó perceptiblemente mientras descendía, y había
una segunda puerta en la parte inferior. Este panel de acero había tenido una
vida mucho más dura que la superior, su cuerpo rectangular pateado de tal
manera que colgaba de sus bisagras y no se asentaba correctamente en sus
jambas.

Abrió el peso maltratado lentamente, su mano caliente sobre la palanca fría,


creando una sorpresa que atravesó su sistema nervioso como un fuego químico.

Mirando alrededor, su corazón dio un vuelco. El corredor más allá era ancho
como una calle, arqueado en el techo bajo, manchado como el interior de una
vieja tubería de alcantarillado.

Las luces fluorescentes de la década de los sesenta parpadeaban de las


lámparas colocadas en lo alto, su iluminación espástica animaba la serie de
puertas que se extendían a lo que parecía una perpetuidad.

El olor a sangre era obvio ahora.

Debajo de su capa, debajo de su capucha, Helania temblaba tanto que le


castañeteaban los dientes e, incluso cuando su aliento salía en bocanadas de
blanco, no sintió el frío.
Dentro de los pliegues que la cubrían, buscó el arma que tenía enfundada en
la cintura. Había aprendido a dispararla hace unos ocho meses, y no podía decir
que estaba a gusto con tener el arma encima. Ni siquiera estaba segura de tener
las agallas para usarla, pero estaba tratando de no ser tonta. Desprotegida. Una
víctima.

Como había sido su hermana.

Al salir al pasillo, se pegó a un lado sin rozar las paredes cubiertas de pintura
y manchas de moho. Tan silenciosa como intentaba estar, sus pisadas suaves
parecían resonar como un trueno, y el miedo que golpeaba sus venas en cascos
de acero era algo que se preguntaba si los demás en el piso de arriba podían
escuchar sobre la música.

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El cuerpo de Helania se detuvo antes de que su cerebro diera la orden.

La puerta era igual que las demás, hecha de paneles de madera clavados muy
juntos en soportes horizontales, la parte superior arqueada se hacía eco del techo
de barril como un intento por ser elegante.

Miró a su alrededor. Se hallaba sola, pero no había forma de saber cuánto


duraría. O si era verdad, dado el número de puertas cerradas.

Al acercarse, su mano se enroscó alrededor del pestillo helado. Esperaba que


se cerrara con un candado. Cuando las cosas cedieron bajo presión fácil, se le
cortó la respiración. Empujando con su hombro, encontró resistencia y puso más
fuerza en ello, algo en el suelo se movió fuera del camino. Pero luego tuvo que
detenerse. A través de la densa oscuridad que se reveló, sangre fresca golpeó su
nariz como una cortina pesada, rozándole el rostro.

De repente, fue absorbida hace ocho meses, una hembra que no conocía en la
puerta de su apartamento llorando, las cuatro palabras que la extraña le dijo no
registrándose.

Tu hermana está muerta.

Helania empujó más fuerte. El interior del área de almacenamiento se


encontraba completamente a oscuras, y la luz estroboscópica del corredor detrás
no penetraba mucho.
Sacó su teléfono. Le temblaba tanto la mano que encender la linterna le tomó
un par de intentos…

El gemido que salió de su boca fue el de un animal, el horror ante ella era
demasiado grande para que su mente lo comprendiera, sus sentidos se
desbordaron de tal manera que su visión se volvió un tablero de ajedrez y el
mundo giró a su alrededor, fuera de control.

La Hermandad de la Daga Negra tenía recursos que ponían a la sombra

47
incluso el aristocrático de Boone. Todo lo que hacían esos guerreros y todo lo que
tenían, desde sus instalaciones hasta sus armas, desde sus juguetes hasta su
equipo serio, era de primera clase y de vanguardia.

Toma esta unidad quirúrgica móvil, por ejemplo. Era muy impresionante
cómo la caravana había sido equipada con un quirófano y equipada con todo tipo
de equipo de diagnóstico, incluido un radiógrafo portátil y una máquina de
ultrasonido.

Lástima que sus capacidades considerables, así como el tiempo y el talento de


su maestro, se desperdiciarían en él.

Cuando Boone empujó su pesado cuerpo hacia el área de tratamiento de la


parte de atrás, sacudió la cabeza.

―Doctor Manello, esto no es necesario.

El hombre en ropa de cirugía y la bata blanca sonrió, revelando dientes blancos


perlados que tenían los cortos y reveladores caninos de un humano. Era un tipo
guapo, su cabello oscuro y sus ojos color caoba eran el tipo de cosas que verías
en un drama médico de los ochenta. Emparejado con Payne, el cirujano era muy
respetado, y no sólo porque era capaz de coser todo tipo de rasgaduras y roturas,
por dentro y por fuera: además de todas esas habilidades técnicas, tenía que estar
impresionado por cualquier cosa de derivación masculina que podría ser tan
cercano de la hermana de Vishous y aún conservar la integridad estructural de
su masculinidad.
El humano cerró la puerta trasera y cruzó los brazos sobre el pecho.

―¿Qué tal si me dejas decidir qué está pasando con esa herida?

―Sólo digo que me siento bien y…

―Oye, ¿puedo mostrarte algo? ―El doctor Manello se inclinó hacia delante y
golpeó su bata blanca junto a la solapa―. ¿Qué es esto?

Boone se centró en las letras cursivas resaltadas en negro.

―Tu nombre.

―No, esta parte.

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―Doctor.

―¿Tienes letras con puntos después de tu nombre así? ¿No? Bueno, entonces
permitamos que el médico haga esta llamada. Si estás tan bien como dices, estarás
fuera de aquí en un minuto de Nueva York.

La amplia sonrisa del doctor Manello fue tan abierta y sin prejuicios como
siempre. Por otra parte, tenía que imaginar que lo había escuchado todo porque
no sólo trataba a los aprendices. Era parte del equipo médico privado de la
Hermandad, por lo que tenía que enfrentarse a personas como un Zsadist
sangrando o quebrado, por el amor de Dios.

Y eso no era suficiente para que tu sangre se enfriara, incluso en teoría.

―Es sólo una herida punzante ―se quejó Boone mientras se acercaba a la
mesa de examen. Saltando, se sorprendió al descubrir que su hombro comenzó a
hablar con él mientras intentaba quitarse la chaqueta. Dolor, un conocido
huésped, lo hizo estremecerse. Lo que apestaba en muchos niveles.

―Deja que te ayude.

El doctor Manello fue gentil y se tomó su tiempo con la disección del cuero y
la ropa de abrigo, pero Boone hubiera preferido que el hombre le arrancara la
chaqueta. Lo dejó sin algo para llamar su atención en una dirección particular…
Las cosas que había tratado de evitar toda la noche se le vinieron a la mente, una
multitud estalló a través de la barrera a la que se habían enfrentado, el caos giraba
dentro de los confines de su cráneo.

―¿Eso duele?

Boone miró al doctor.

―¿Qué?

―Tu respiración se acaba de acelerar.

No por la herida.

―Estoy bien.

49
Sin la chaqueta, Boone se miró. La sangre se había filtrado en el tejido fino de
su camisa negra Under Armour, la mancha marrón rojiza ubicada en el hueco de
su hombro.

Absorbe la humedad, de hecho.

Boone se quitó la funda de dagas del pecho con la ayuda del médico, y luego
cortaron la camisa de nylon. Bueno… ¿ven? No es tan malo. Sólo un pequeño
agujero, la penetración de aproximadamente tres centímetros de longitud y
delgada como una línea de lápiz. Y debido a que estaba alimentado
adecuadamente, su cuerpo ya se estaba curando, la piel se cerró, se volvió a
enroscar, sellando la herida.

―Te lo dije ―dijo Boone.

Cuando el doctor Manello no respondió, miró al humano. El hombre estaba


recostado contra los estantes de suministros y miraba el torso desnudo de Boone.

―¿Qué? ―preguntó Boone―. Está bien.

―Estoy de acuerdo, la herida no es tan grave.

―Entonces, con el debido respeto, ¿cuál es el problema?

―¿Dónde está tu chaleco antibalas, hijo?


La boca de Boone se abrió para responder esa pregunta, pero detuvo las
palabras antes de que salieran. Lo que había estado a punto de decir era que su
chaleco, el de Kevlar que, como aprendiz, debía usar en el campo, estaba allí con
su chaqueta de cuero. Su brazo, a un lado de él que no estaba herido, incluso se
estaba levantando para poder señalar, de manera útil, hacia donde tanto él como
esa chaqueta suya yacían al lado del pequeño lavabo.

Excepto que no había nada allí que pudiera detener una bala.

De hecho, se había olvidado de parte de su equipo cuando se vistió en su casa.


Y cuando asistió a la llamada de la lista en el puesto de control, se puso la
chaqueta, así que ni él ni nadie más se dieron cuenta de su error.

50
De la nada, oyó la voz del hermano Phury: La distracción durante la preparación
es mortal.

―Escucha ―dijo el doctor Manello―, no quiero ser un aguafiestas o un


soplón. Pero no puedo no denunciar esto.

Boone se sintió tentado a tratar de argumentar que era “sólo una vez” y que
“nunca volvería a cometer este error”. Pero darle tiempo al aire a esa ventaja
defensiva que de repente lucía lo haría parecer un imbécil no profesional.

Lo cual, ¿considerando que había olvidado un requisito de seguridad crítico?


Bueno, ya había capturado la bandera incompetente esta noche, ¿no? Gracias a
preguntarse qué demonios estaba haciendo su padre en esa fiesta.

―Tenemos compañía, espera. ―El doctor Manello fue a la puerta trasera y


esperó. Cuando sonó un golpe en los paneles, desbloqueó las cosas y abrió―.
Hola, chicos. Bienvenidos a mi humilde morada.

Inclinándose hacia adelante, Boone miró por el hueco. De pie en el resplandor


rojo de las luces traseras de la casa rodante, con el escape caliente ondeando a su
alrededor como la niebla en un set de película de Steven Seagal, Tohrment, hijo
de Hharm y Vishous, hijo del Bloodletter, era todo lo que Boone quería ser:
expertos en lucha y asesinos directos cuando tenían que serlo. El par también
eran machos resistentes que eran leales a los suyos y estaban dispuestos a
sacrificarse por cualquiera que luchara junto a ellos.
Si se trataba de otro hermano. O un soldado. O algún aprendiz idiota que había
cometido un error que podría haberle costado la vida.

Por una fracción de segundo, Boone pensó que tal vez también habían
resultado heridos en el campo. Pero mientras lo miraban a él y sólo a él… supo
por qué estaban aquí.

―¿Está muerto? ―Boone se escuchó decir―. Mi padre… está muerto.

Tohrment subió a la unidad quirúrgica móvil, la suspensión del vehículo se


inclinó para acomodar su peso formidable. El hecho de que el hermano Vishous
entrara con él hizo que Boone quisiera vomitar. Incluso el guerrero de ojos de
diamante, mejor conocido por su habilidad para desollar la carne de las personas

51
usando sólo palabras, parecía apagado.

El cierre de ese panel posterior fue ruidoso como un golpe, o pareció de esa
manera. Boone se dio cuenta de que su audición se agudizaba en un grado
doloroso, el crujido de los paquetes estériles cuando el médico sacó suministros
para limpiar la herida de arma blanca como disparos en un cañón.

La mano de Tohr aterrizó sobre el hombro de Boone, pesada como un yunque.

―Realmente lo siento, hijo. Tu padre…

Boone cerró los ojos. Sabía que el hermano continuaba hablando, pero no
podía registrar las palabras.

―Entonces tenía razón, ¿no? ―interrumpió. Cuando nadie respondió, levantó


los párpados y se centró en Tohrment―. Tenía razón, estaban conspirando contra
Wrath.

El hermano aplicó un poco de presión a su agarre.

―Por qué no te sientas aquí.

―¿Pensé que lo estaba? ―Boone miró al suelo y se sorprendió al descubrir


que se encontraba de pie―. Supongo que no.

Sin previo aviso, el mundo dio un giro con él en el centro, o tal vez estaba
volando alrededor del exterior de la galaxia y mirando hacia adentro, y luego
todo se volvió negro y silencioso…
Sin embargo, las cosas no se quedaron así. Lo siguiente que supo fue que se
hallaba acostado en la mesa de examen, con los otros machos de pie a su
alrededor y hablando sobre su cuerpo.

Huh. Entonces ahora sabía cómo se sentía un cadáver.

Mirándolos mientras conversaban entre ellos, notó la forma en que sus bocas
se movían y observó cómo sus ojos cambiaban de posición mientras la
conversación fluía y bajaba. Hubo un asentimiento o dos. Una sacudida de
cabeza. Mientras tanto, Boone volvió a escuchar nada. Por otra parte, ¿cuándo
descubriste que mataste a tu padre? ¿Incluso si fue indirectamente? Bueno, se te
permitía retirarte a tu cabeza.

52
Especialmente si, de vez en cuando, y por una buena razón, has orado por este
mismo momento aquí mismo.

Misión cumplida, pensó con tristeza.

¿Pero qué más podría haber hecho? Le había dicho a su padre que no fuera a
esa reunión en la casa de ese aristócrata. Y cuando su padre se había negado a
escuchar la razón, no es que el macho se haya preocupado mucho por la opinión
de Boone sobre un plato de postre, y mucho menos sobre cuestiones políticas,
había sabido que tenía que seguir haciendo lo correcto. Había tenido que ir a la
Hermandad: Como civil, aristocrático o no, tenía el deber de informar el
comportamiento traidor al Rey. Aun así, le había tomado tres días sin dormir
hacer la cita porque tenía que estar seguro de que lo estaba haciendo por la razón
correcta, no como una represalia contra Altamere.

―¿Cómo sucedió? ―espetó.

Todos los machos lo miraron. Entonces el doctor Manello y Vishous miraron


a Tohr, pasándose la pelota.

Así que fue malo, ¿no?

―Fue atacado por una sombra. ―Cuando Boone se sentó, el hermano volvió
a poner su mano sobre el hombro de Boone―. No, quédate abajo, hijo. Todavía
eres del color de la harina…

―¿Qué pasó?
La historia tuvo que repetirse dos veces, y luego una tercera vez, antes de que
entendiera que no sólo su padre se había ido, sino también su madrastra.

Aparentemente, esto último también fue una sorpresa para el doctor Manello.
No es que su paciente hubiera muerto en cirugía por un coágulo de sangre, por
supuesto, lo recordaba, sino que la hembra en cuestión había sido relacionada
por emparejamiento a Boone.

―Lo siento mucho, hijo ―dijo el buen doctor―. Por favor, sé que hice todo lo
posible para salvarla.

Boone sacudió la cabeza.

53
―Estoy seguro de que lo hiciste. Y no teníamos ninguna relación de la que
hablar, de verdad. No le deseaba mal, pero… ¿espera, cuéntame sobre mi sire
otra vez?

Esta vez, la totalidad de la historia finalmente la comprendió: su padre había


estado parado entre los otros aristócratas en la reunión cuando las entidades de
sombra entraron y emboscaron a la multitud. Los hermanos habían
contraatacado, pero no antes de que Altamere hubiera sufrido heridas mortales.

Boone se frotó el rostro. Tenía que hacer una pregunta, excepto que las sílabas
se negaban a salir. Todo lo que pudo hacer fue mirar impotente a los ojos azul
marino de Tohr.

Pasó un largo momento antes de que el hermano respondiera.

―Nos aseguramos de que antes de que hubiera alguna reanimación, el cuerpo


de tu padre fuera contenido adecuadamente.

―Gracias a Dios ―susurró Boone.

Cuando se trataba de su padre, “cercano” había sido una medida de


proximidad física entre ellos en lugar de una conexión emocional. “Cercano” era
una función de ellos compartiendo una casa, pasándose el uno junto al otro en
los lujosos pasillos, ocasionalmente sentados en la misma habitación elegante en
una comida. Y sin embargo, no importa cuán distanciado estés de tus padres…
cuando llegaba su muerte, sacudía el suelo bajo tus pies… incluso si estabas
acostado.
―Te llevaremos de regreso a casa ―dijo Tohr―. Después de que Manny haya
terminado aquí y te alimentes.

Boone miró su hombro y se sorprendió al descubrir que la herida de puñalada


estaba medio cosida.

―No necesito una vena ―murmuró―. Acabo de tomar una la semana pasada.

―No es una opción ―dijo Manny―. Y la Elegida está en camino.

Cuando algo comenzó a sonar, Vishous frunció el ceño y sacó su teléfono para
contestar una llamada.

―Sí. ―El hermano frunció el ceño, los tatuajes en su sien se distorsionaron―.

54
¿Dónde?

Vishous se volvió y bajó la voz, sus palabras salieron tan suavemente que
Boone no pudo registrarlas.

Tohr habló.

―Escucha, hijo, con todo este estrés y esa lesión, necesitas alimentarte. Y tan
pronto como termines, te llevaré a casa.

Boone miró el rostro sombrío del hermano.

―Has hecho esto mucho, ¿no?

―¿Hecho qué?

―Malas noticias para la gente.

―Sí, hijo, lo he hecho. ―El hermano exhaló largo y lento―. Y también he


estado en el lado receptor.
capitulo 4

55
A fin de cuentas, ser convocado era probablemente lo mejor.

Cuando V llevó su forma a unos diez buenos bloques de donde Boone estaba
siendo tratado, se tomó un minuto para recuperar el aliento en el frío. De acuerdo,
no respiraba con dificultad en absoluto. Y necesitaba apresurarse hacia su
destino. Pero… mierda. ¿Ver a ese chico descubrir por qué y cómo su padre y su
mahmen adoptiva estaban muertos? ¿Después de haber sido él quien mandó a la
Hermandad a la reunión?

El chico se sentía responsable. Lo podías ver en su rostro.

Era desgarrador. Incluso para alguien como V que se enorgullecía de tener un


armario de carne como pericardio.

Sacó un cigarro enrollado a mano, lo encendió y caminó por la acera llena de


nieve. Al exhalar, el humo flotó sobre el viento que golpeaba su espalda, una
nube blanca y brillante en el frío. Después de otras dos caladas, estaba mejor
calibrado. Buen momento, también. El lugar que estaba buscando estaba a sólo
doscientos setenta y cuatro metros de distancia. ¿Y dada la cantidad de humanos
en esa línea de espera? Consumirse adecuadamente con nicotina era un maldito
servicio público.
Aun así, ser enviado a este “recado” era mucho mejor que llevar a Boone de
vuelta a la casa del chico. A V le fastidiaba la simpatía. ¿Qué decía eso? Era sólo
una palabra entre “mierda” y “sífilis” en el diccionario.

Bien, bien, no era tan malo.

Pero sí, ¿ese joven macho? V lo sentía totalmente por él. Además, vamos,
dejando a un lado la demostración de lealtad de ese aprendiz hacia Wrath, V
conocía la mierda de los padres. Bloodletter, hola.

Lo que sea, es hora de tratar con los humanos, pensó V mientras lamía el extremo
encendido del cigarro enrollado a mano y metía el muñón en el bolsillo trasero
de sus pantalones de cuero.

56
A medida que se acercaba a la línea de humanos temblando, pateando y
resoplando, los hombres y las mujeres deambulando en sus lugares, sus ojos se
clavaron en él a través de sus máscaras, los cuerpos de las mujeres se calentaron
de excitación, los hombres se retrajeron como si no quisieran su atención. Debajo
de todos esos abrigos y chaquetas, podía ver suficientes disfraces. Neo-
victorianos. Negro, como si fueran alérgicos al color. Muchos tacones altos,
incluso en los hombres.

El portero de la puerta hinchó su considerable pecho como si estuviera ansioso


por decirle a Vishous que no se le permitía entrar. Que tenía que esperar como
todos los demás. Que no era nada especial…

V metió la mano en esa cabeza de guisante y tropezó con un montón de cables.

Como magia, el portero dejó caer la actuación de que estoy a cargo aquí y no
tú y se inclinó hacia un lado para abrir el camino.

―Justo por aquí.

Gracias, hijo de puta.

Pasando junto al tipo, V entró en la antesala del club. Oh, mira, tenían
guardarropa. Y ya sabes, la asistente de pechos grandes y labios hinchados miró
a V como si quisiera tomar sus pantalones y revisarlos con sus manos y su lengua.

Siguió adelante.
La instalación era una antigua fábrica de camisas convertida en absolutamente
nada después de todo. La modernización del espacio para el evento era manos
felices en casa, desde la colección empedrada de altavoces agudos y graves a las
luces que colgaban del techo por cordones elásticos y cuerdas hasta los láseres
aleatorios que se disparaban a través del espacio oscuro con toda la coordinación
de electrones radicales libres.

Después de años monitoreando a los humanos en Internet, estaba muy


familiarizado con los personajes que la gente interpretaba. Revyval Pyre era un
popular juego de rol de mesa, y sus personajes basados en la construcción del
mundo y los vampiros, habían hecho metástasis durante mucho tiempo fuera de
las páginas de su libro de reglas y lejos de esos dados de ocho lados que se usaban

57
para determinar la motivación y la fuerza del personaje.

Mientras se movía entre la multitud, buscando una escalera que bajara a un


nivel inferior, quería empujar a la gente fuera de su camino. Hacía
aproximadamente un año, había establecido un servicio de llamadas de
emergencia para la especie vampiro, una oficina de compensación al estilo 911
para todo, desde crímenes hasta problemas médicos. Tripulados por voluntarios,
las personas que llamaban eran examinadas y se les asignaba ayuda según fuera
necesario. El incidente al que estaba respondiendo se había registrado hacía unos
veinte minutos. Una mujer había telefoneado con el informe de un cuerpo en el
nivel inferior de este lugar. Se había negado a dar su nombre, pero había sido
muy clara acerca de la ubicación dentro del club.

Allí estaba. Una puerta de acero en la esquina más alejada.

Se inclinó hacia la cosa y la abrió. La escalera más allá olía desagradable y


estaba helada, e hizo un rápido trabajo en el descenso. En el instante en que
irrumpió en un corredor subterráneo, olió la sangre. Fresca.

Hembra.

Vampiro.

―Hijo de puta.

Caminando, usó su nariz para determinar si había alguien más alrededor. No,
en este momento, aunque había habido mucho tráfico esta noche: todo tipo de
aromas desvaneciéndose, humanos y vampiros, masculinos y femeninos,
permanecían como sombras, nada más que representaciones bidimensionales de
la vida y la respiración de quienes habían venido, follado y vuelto a la fiesta.

La mujer que había hecho la llamada aparentemente no se había quedado. Así


que era imposible saber cuál de los olores era el suyo.

Pero él sabía dónde parar.

Delante de una de las muchas puertas.

La sangre fresca era fuerte como un grito aquí.

Antes de seguir, frunció el ceño y se dejó caer sobre sus ancas. Una sola huella

58
brillaba roja en el suelo de hormigón, su talón hacia la puerta, sus dedos
triangulares apuntando hacia afuera. V miró por el pasillo. Sí… ahí. Otra huella.
Casi invisible. Y luego una final después de esa, tan débil que sólo lo vio porque
estaba buscando la maldita cosa.

¿El asesino?, se preguntó. ¿O la persona quien llamó e informó que había encontrado
un cuerpo?

Quizás eran la misma.

Se levantó a toda su altura, agarró la manija de la puerta y la abrió. El área más


allá estaba completamente oscura, y la poca luz de las luces parpadeantes en el
pasillo no iluminaba ni una mierda. No importaba. Sabía exactamente dónde
estaba el cuerpo, y no sólo por el aroma abrumador de la sangre. Cuando sus ojos
se ajustaron, pudo notar que había algo colgando del techo directamente frente a
él, y al igual que la huella, brillaba, la luz espástica de su hombro parpadeaba a
través de contornos brillantes.

V desenvainó su guante forrado de plomo, liberando la brillante palma y los


dedos de su maldición de los confines que protegían al mundo de la inmolación.
La iluminación que emanaba de su mano era tan brillante que parpadeó por el
resplandor y, cuando la levantó hacia adelante, apretó los molares.

Una mujer enmascarada colgaba del techo, un gancho de carne perforaba la


base de su cráneo, su punta sobresalía por su boca abierta y tocaba la punta de
su nariz. Su garganta había sido cortada, las venas drenaban su carga por la parte
delantera de su cuerpo desnudo, su sangre era una mortaja de muerte
transparente que coloreaba su carne pálida de un rojo brillante.

A través de los agujeros gemelos de la máscara, sus ojos estaban abiertos y


miraban directamente a V.

―Hijo de puta ―dijo.

Como las otras dos.

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Boone abrió la puerta de entrada a la casa de su padre y cruzó el umbral. Los
olores familiares del esmalte del suelo a limón, el pan recién horneado y las rosas
del salón de damas lo hicieron sentir como si estuviera en un sueño
distorsionado.

Debería ser diferente, pensó mientras miraba alrededor del vestíbulo formal.
Todo debería ser diferente.

Su padre ya no estaba vivo. Y ese cambio monumental parecía el tipo de cosas


que debería reflejarse en esta mansión que siempre había definido al hombre.
Seguro como su posición en la sociedad y su dinero y su línea de sangre habían
convertido a Altamere en el hombre que era, así también esta extensa mansión
había determinado el curso de su vida y le había dado la base.

―La puerta está entreabierta.

En las sílabas recortadas, Boone miró a la izquierda. Marquist estaba de pie en


el arco del comedor. Tenía un paño de pulir en la mano, se había quitado la
chaqueta y sus mangas blancas almidonadas estaban levantadas por un par de
bandas elásticas negras.

La puerta está entreabierta.

Como si el mayordomo fuera parte del sistema de alarma de la casa.

―Mi padre está muerto ―dijo Boone.


Marquist parpadeó. Y entonces esa tela comenzó a temblar muy ligeramente.
Aparte de eso, el macho no mostró reacción alguna.

―Ehrmine también se fue ―continuó Boone―. Ambos… se han ido.

El mayordomo parpadeó varias veces. Y Boone sabía malditamente bien que


cualquier molestia no era por la pérdida de la hembra. Ehrmine no había sido
más importante para la existencia nocturna de Marquist de lo que había sido para
Altamere.

Sin otra palabra, el mayordomo giró sobre sus talones y se alejó. Su mano libre,
la que no tenía la tela, se extendió en el aire, como si, en su mente, se estuviera
apoyando en la pared.

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La puerta abatible hacia el ala de la cocina se abrió y cerró cuando desapareció
por ella.

Boone se volvió hacia la brisa fría que se dirigía hacia la cálida casa.
Retrocediendo sobre el umbral, se quedó de pie en el pórtico y miró más allá del
camino curvo hacia el césped. A la luz de los elementos de seguridad que estaban
clavados debajo de la línea del tejado de la mansión, la capa de nieve que cubría
los terrenos de la finca era prístina, su peso amortiguaba los contornos ya sutiles
de la propiedad hasta los pilares de piedra junto a la carretera. A intervalos
irregulares, robles maduros y rodales de abedules, actualmente sin hojas,
rellenaban las vacantes como invitados amables en una fiesta en el jardín, y
también había parterres que se llenarían de flores pálidas cuando llegara el clima
cálido.

Mientras el viento frío soplaba contra su equipo de combate, pensó en su


mahmen de sangre.

De vuelta cuando Illumna se había ido al Fade, nunca había tenido una historia
clara sobre lo que le había sucedido. Había sido repentino e inesperado, al menos
desde su punto de vista. Había sido joven, sana y relativamente libre de malos
hábitos. Sin embargo, una tarde, él había ido a la Primera Comida, y su padre le
había informado, a través de los bollos y los huevos benedictinos, que su
Ceremonia al Fade se llevaría a cabo el jueves siguiente.

Eso fue todo.


Su padre se había levantado de la cabecera de la mesa del comedor, recogió el
Wall Street Journal y se fue.

Boone recordaba haber mirado hacia donde siempre se había sentado su


mahmen. Habían puesto una vajilla de porcelana y cubiertos para ella, como si su
presencia hubiera sido anticipada.

Dejado a su suerte, había subido a su habitación y se había sentado en su


escritorio. Había tenido la noción de escribirle una carta a Illumna, poniendo en
la página las preguntas que le pasaban por la mente. Pero no había llegado lejos
con eso porque nunca había sido capaz de preguntarle nada en vida y resultó que
la muerte no lo curó.

61
Lo siguiente que supo fue que era hora de la Última Comida. Se había vestido
con un traje diferente al que había usado al comienzo de la noche, como era
apropiado, y se unió a su padre en la mesa del comedor una vez más. Marquist
les había servido, como era costumbre cuando no tenían invitados.

No había un lugar preparado para la mahmen de Boone entonces.

Sus ojos se habían quedado en su silla vacía mientras su padre le había hablado
al mayordomo… lo mismo que siempre hacía: chismes sociales, problemas de la
casa, problemas de personal. Boone se había quedado callado. Por otra parte,
incluso cuando Illumna había estado viva, Altamere y su mayordomo siempre
hablaban en las comidas ”familiares”, los límites normales entre el amo y el
sirviente desaparecían en la relativa privacidad.

En ese momento, la falta de una conversación real sobre la pérdida de la


mahmen de sangre de Boone no le había parecido extraño. Así se hacían las cosas;
cuanto más probable es que un sujeto se moleste, menos se transmite sobre el
tema.

O tal vez había sido más un caso de una muerte sin importancia.

Dos décadas después. El hecho de que estaba de pie allí en el viento invernal,
con un hombro que le palpitaba por los puntos de sutura y un dolor de cabeza
que le palpitaba con el estómago vacío… sin nadie con quien hablar… salía justo
del libro de jugadas familiares. La aristocracia siempre había sido mejor en las
apariencias, elegantes cortinas de terciopelo echadas a través de escenarios que
finalmente estaban vacíos…

La primera de las formas se materializó de la nada a la derecha, el gran cuerpo


apareció en las sombras de las luces exteriores de la casa, tomando forma sólida.

Los ojos de Boone se llenaron de lágrimas cuando reconoció quién era. Y antes
de que pudiera ofrecer un saludo, había otra persona directamente en los talones
del hombre, una mujer esta vez.

Craeg y Paradise.

En rápida sucesión, llegaron otros tres. Axe. Novo. Peyton.

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Su clase de aprendices.

Cuando los cinco subieron por la pasarela, Boone sintió un aflojamiento en el


centro de su pecho, aunque eso fuera desatado no era bienvenido. La tristeza
parecía una pérdida de tiempo, no sólo porque no iba a hacer nada para arreglar
lo que había sucedido en esa fiesta de la glymera, sino porque no era como si
quisiera que su padre volviera. O su mahmen adoptiva.

Craeg se quitó la gorra de Syracuse.

―Hola, mi hombre.

El abrazo que siguió dijo más de lo que cualquier palabra podría haber dicho:
Estamos aquí por ti. No estás sólo. Lo que necesites, te tenemos.

Paradise, la compañera de Craeg, fue la siguiente. Y cuando abrazó a Boone,


él se relajó en su abrazo.

―Sé que esto es difícil ―dijo―. Lo siento mucho.

Como miembro de la glymera y prima lejana, entendía exactamente cómo era


en las familias aristocráticas. Como la pena era algo más que sería barrida bajo la
alfombra oriental, guardada en la caja fuerte, escondida en el armario plateado.

Axe, Novo y Peyton fueron los siguientes, y luego Boone se quedó allí de pie
como un tablón.

―Vamos dentro ―dijo Paradise suavemente.


―Oh, cierto. Sí, por supuesto. Hace frío aquí afuera.

Lo siguiente que supo fue que estaban todos en el salón de damas, sentados
en los sofás formales, mirándose los unos a los otros. Esperaba que Marquist
irrumpiera en cualquier momento. Cuando eso no sucedió, respiró hondo.

―Me alegra que hayáis venido.

―¿Quieres que nos quedemos todo el día contigo? ―preguntó Paradise.

―No sé lo que quiero, para ser honesto. ―Miró el jarrón de flores en la mesa
de café frente a todos―. Yo sólo…

Axe habló.

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―Lo sé, es difícil de explicar…

―Mi padre era un traidor.

Mientras decía las palabras, se dio cuenta de que estaba probando su


magnitud. Comprobando su peso. Ajustándose a la vergüenza por primera vez,
y sin duda no sería la última.

―Mi padre… era un traidor. ―Desvió la mirada hacia sus amigos―. Estuvo
directamente involucrado en el complot anterior para derrocar a Wrath, y hay
muchas posibilidades de que fuera parte de un renacimiento de esa traición esta
noche.

Craeg maldijo y giró su gorra una y otra vez en sus manos. Paradise puso una
mano sobre el hombro de Boone. Axe hizo como si estuviera escupiendo en el
suelo.

―Traté de que se quedara en casa. ―Boone sacudió la cabeza―. Le dije que


no fuera allí. Pero se negó a escucharme.

―Tu padre no eres tú ―dijo Paradise―. No eres él.

―Lo sé. ―Se aclaró la garganta―. De todos modos, sólo quiero volver a
trabajar.

Estudió ignorantemente la serie de miradas preocupadas que sus amigos


compartían. Pero mientras su hombro estuviera bien, ¿cuál era el problema?
―¿Cuándo harás la Ceremonia al Fade? ―preguntó Novo―. Queremos estar
allí.

―No he llegado tan lejos. ―Hablando de eso, ¿dónde estaba el cuerpo?


¿Quién tenía a su mahmen adoptiva?―. Pero os lo haré saber.

No tenía hermanos ni hermanas, ni abuelos, ni tías ni tíos que aún estuvieran


vivos después de las redadas. Pero tenía un par de docenas de primos en la
galería, ninguno de los cuales conocía bien porque había mantenido un perfil
social muy bajo. Aparte del alejamiento benigno, sin embargo, estaba dispuesto
a apostar que todos querrían presentarse a la ceremonia de Altamere.

Seguramente vendrían, aunque sólo fuera para mirar, suponiendo que la

64
noticia de cómo se había producido su muerte golpearía el árbol de los chismes,
y ¿cómo no podría? Su padre había sido atacado frente a más de otros veinte
miembros de la aristocracia, y todos ellos, evidentemente, habían sobrevivido.

¿Y en cuanto a la mahmen adoptiva de Boone? Tenía que asumir que su familia


cuidaría y honraría adecuadamente sus restos. Después de todo, había venido de
una muy buena línea de sangre con mucha herencia orgullosa propia.

Como si su padre se hubiera apareado con alguien menor que él.

―Mantendré la ceremonia discreta. ―Se oyó decir Boone―. Todos podéis


asistir, pero entenderé si…

El sonido del gong que resonó alrededor del vestíbulo fue una sorpresa, y al
principio, su cerebro congestionado no sabía cuál era la interrupción causada.

―Esa es la puerta de entrada ―murmuró.

Al ponerse de pie, se dio cuenta de una tensión en el pecho y los hombros,


aunque eso no se debía a quien había llegado: no quería ir a las rondas con el
mayordomo.

Pero Marquist no hizo acto de presencia.

Cuando Boone abrió los pesados paneles, exhaló en una combinación de


sorpresa y alivio curioso.

―Oh, eres tú. No tenías que venir… pero me alegro de verte.


―Acabo de enterarme. ―Los pálidos ojos de Rochelle eran tan encantadores
y cálidos como lo habían sido un año antes―. Lo siento mucho.

Hubo una larga pausa. Y luego ambos se movieron al mismo tiempo.

A pesar de que no había visto a la hembra desde la noche en que habían


terminado sus arreglos, y a pesar de que era totalmente inapropiado, Boone abrió
los brazos ampliamente y, en una ruptura similar de protocolo, Rochelle caminó
hacia él. Al principio, el contacto fue ligero, pero luego se abrazaron con fuerza.
Al igual que la casa de su padre, ella olía igual, al perfume Cristalle de Chanel y
al costoso jabón francés que siempre había preferido. También vestía el mismo
estilo, con un traje de Escada que resaltaba con buen gusto las sutiles curvas de
su figura.

65
Era negro. Por el luto. Y como la mayoría de las mujeres aristocráticas sólo
usaban color, sabía que se había cambiado por él antes de venir.

Mientras retrocedían, notó distraídamente que había nieve suelta en la corona


de su moño rubio.

―Oh ―dijo con un sobresalto―, tienes invitados.

Boone miró por encima del hombro y vio a sus compañeros aprendices
inclinándose hacia adelante en sus diversos asientos y mirándolo desde el arco,
a él y a Rochelle, con los ojos muy abiertos e interesados.

―Ven a conocer a mis amigos ―dijo―. Ya conoces a Peyton y Paradise, por


supuesto.

Cuando la atrajo a su lado, se sintió natural entrar en el elegante salón con ella
contra su cadera. Pero el hecho de que todavía estuviera armado, y también la
gente en esos sofás, fue un recordatorio de que su vida se había distanciado
mucho de la de Rochelle desde su arreglo.

Ella se había quedado en la sociedad, ¿pero él no había oído que se había


apareado? Por otra parte, estaba fuera de todo, en su mayor parte.

Sin embargo, estaba tan contento de que hubiera venido.

―Todos ―anunció―, esta es Rochelle.


capitulo 5

66
―No tienes que hacerme té.

Mientras Boone hablaba, miró a través de la cocina a Rochelle. Estaba en la


estufa de dieciséis quemadores, poniendo una tetera de cobre sobre una llama
abierta. Él estaba en la alcoba de las ventanas, en la mesa donde el personal se
sentaba y comía. No había nadie más alrededor. Marquist había anunciado
claramente el paso al otro personal y todos los doggen se habían retirado a llorar
por su amo, como era apropiado.

Mientras tanto, el mayordomo probablemente estaba puliendo los zapatos de


Altamere con sus propias lágrimas.

Hombre, su relación había tenido algunas líneas borrosas, ¿no?

―El agua hervida es lo único que sé hacer ―dijo Rochelle.

Los otros aprendices se habían ido poco después de su llegada, como si


esperaran que Boone necesitara privacidad con la mujer. Tendría que ocuparse
de eso después del anochecer. Cuando volviera a trabajar.

Les aclararía que no pasaba nada.

―Y aun así ―murmuró―, puedo quemar esta tetera.


―No te preocupes, tampoco soy un gran chef ―murmuró mientras giraba el
hombro, probando su rango de movimiento.

―¿Dónde está tu porcelana? ―Se giró y estudió los armarios de un kilómetro


cuadrado―. Hay tantos lugares para elegir.

Boone se encogió de hombros.

―Déjame ayudar. Deberíamos poder encontrarlo juntos.

Cuando él se levantó, ella negó.

―Te quedas quieto. Yo haré la investigación.

67
Se abrió camino alrededor de los armarios, abriendo las puertas con paneles
dobles, inspeccionando todo tipo de especias, tazones para mezclar, equipos de
cocina. Finalmente encontró unas tazas encima de uno de los tres lavavajillas.

Eran de porcelana fina y estaban decoradas con un patrón de oro y marrón


pintado a mano. Sin embargo, rara vez se usaban. El padre de Boone no los había
aprobado, llamándolos imperdonablemente groseros.

En un tono que sugería que su altura y sus viajes eran una ofensa contra las
leyes de la naturaleza.

―¿Están bien? ―preguntó Rochelle―. No tienen platillos, pero parece que no


puedo encontrar nada más.

―Son perfectos.

―Y hasta encontré el té. ―Sonrió mientras regresaba a la estufa―. ¿Tomas


miel o azúcar?

Al menos los condimentos eran fáciles de conseguir. Estaban enclaustrados en


una bandeja de plata en el mostrador, listos para ser repartidos en la forma en
que el dueño de la casa había preferido las cosas:

Espera, ella le había preguntado algo, ¿no?

―No puedo recordarlo ―dijo―. Ha pasado mucho tiempo.

No tenía ni idea de lo que salía de su boca. Pero ella no lo presionó, y lo


siguiente de lo que Boone se dio cuenta fue de una fragante y humeante taza
frente a él, con Rochelle tomando asiento al otro lado de la mesa.

―Entonces, ¿cómo has estado? ―comentó mientras tomaba un sorbo para


probarlo―. ¿Cómo van las cosas con tu hombre?

Intentaba entablar una conversación sencilla, pero la forma en que sus ojos se
llenaron de lágrimas le hizo lamentar el intento de bromas.

―Oh, Rochelle. ―Sacudió la cabeza―. ¿Qué pasó?

―Simplemente no funcionó. A pesar de tu valiente intento de ayudarnos.

Cuando se limpió las comisuras de los ojos con el meñique, con cuidado de no

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manchar su maquillaje, él extendió la mano y le tocó el brazo.

―Lo siento mucho ―dijo.

―Está bien. ―Respiró hondo―. Es sólo… que no estaba destinado a ser.

El dolor en su rostro era tan difícil de presenciar, y en ese momento, odiaba a


la aristocracia. Indudablemente, el hombre había escuchado sobre el arreglo roto
y no había querido lidiar con el equipaje.

―La glymera es un mal lugar ―murmuró.

―Lamento mucho lo de tu padre ―dijo bruscamente.

Abrió la boca para compartir ese sentimiento por un sentido de propiedad, y


no pudo sacar la mentira.

―Gracias. Fue bastante inesperado.

―La vida es inesperada.

―Demasiado cierto.

¿Si alguien le hubiera dicho hacía un año que los dos estarían sentados aquí,
sin acompañante, después de la muerte de su padre, con él ahora como soldado
y ella soltera? Le habría dicho a la persona que era tonta.

A medida que se prolongaba el silencio, quería preguntarle más sobre su


hombre, y tenía la sensación de que ella quería saber más sobre lo que le había
sucedido a su padre. Pero ambos estaban perdidos en su propio luto, un dolor
como una tercera rueda que ocupaba todo el espacio aéreo conversacional en la
habitación.

Los dos se sentaron uno frente al otro, el té que les había hecho a ambos sin
tocar y perdiendo gradualmente su calor.

Hasta que fue una fría piedra.

69
El amanecer se deslizó lentamente sobre Caldwell, los rayos del sol
anunciaban el comienzo del día laboral para la población humana, el final de la
noche laboral para los vampiros. El hecho de que la brillante llegada del bastardo
tardaba un tiempo era lo único bueno del invierno en lo que respecta a Vishous.

Regresó a la sede de la Hermandad desde el club LARPers del centro justo a


tiempo, y cuando se volvió a formar en la entrada principal digna de una catedral
de la mansión, sus retinas ardieron y su piel se erizó bajo su piel. Arriba, el cielo
estaba lleno de nubes, pero eso no significaba una mierda teniendo en cuenta las
apuestas en juego. ¿Quedabas fuera? Una rebanada de cielo azul se asomaba por
todo el cielo nublado y necesitabas obtener la salsa de barbacoa y una urna para
tus cenizas.

Al abrir la pesada puerta de entrada, entró en el vestíbulo y puso su rostro en


la cámara de seguridad. Fritz cumplió con su deber al otro lado, el rostro
arrugado del mayordomo se convirtió en una amplia sonrisa.

―¡Señor, bienvenido de nuevo!

Bien, V odiaba a las personas alegres. Gente valiente. Gente que se describiría
como “feliz”, “alegre”, “animada” y /o “vivaracha”.

Especialmente esos cabrones llenos de vida.

Pero Fritz, el jefe de los mayordomos de la Hermandad, era otra historia. El


viejo mayordomo estaba encantado sin reservas por todas las personas que lo
rodeaban. Vivía para satisfacer las necesidades de sus amos y amantes, y ¿cómo
podría alguien, incluso una madre misántropa como la de Vishous, no amaría al
hombre? Después de todo, sólo porque el 99 por ciento de los ocupantes de la
mansión no podían tolerar la luz solar, eso no significaba que el lugar no pudiera
usar un poco de luz solar. Y todo lo que Fritz tenía que hacer era entrar a una
habitación, y el doggen llevaba ese tipo de calidez y optimismo con él.

―¿Cómo estás, mi hombre? ―preguntó V mientras cerraba la puerta del


vestíbulo detrás de él.

―¿Puedo traerle Grey Goose, señor?

―No, está bien. Yo…

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Cuando el rostro del doggen se hundió en una tristeza total y abyecta, la voz
de V se secó. Jesucristo, era como si hubiera pateado a un cachorro.

―Ah, eso sería genial. Gracias, tomaré uno doble.

La señal del regreso de esa sonrisa brillante y el saltito en ese paso.

―¡Le haré el vaso más perfecto! ¡Inmediatamente!

Fritz se fue a la sala de billar como si se hubiera dejado un billete de lotería


ganador en el bar, y V sólo pudo sacudir la cabeza. Realmente no quería que lo
atendieran, pero a pesar de todo el S&M que había disfrutado en el transcurso de
su vida, no podía soportar el dolor de decepcionar a ese doggen.

El mayordomo era como kriptonita.

Al otro lado del majestuoso vestíbulo multicolor, la Última Comida estaba en


pleno apogeo en el comedor, los miembros de la familia sentados alrededor de
esa larga mesa, todo tipo de doggen sirviendo comida y bebida, las voces ruidosas
y la risa estridente del tipo de cosas que emanaban hacia afuera y llenaban todas
las habitaciones de la casa, sin importar cuán remotas fueran. Ordinariamente, V
se habría dirigido allí, pero sacó su teléfono y revisó sus mensajes de texto. Sí.
Jane estaba terminando las cosas en la clínica del centro de capacitación, y luego
iban a cenar sólo ellos dos en el Pit.

Agradable y privado.
Mmm.

Y no, no estaba hablando de la comida expertamente preparada o del buen


vino. Ni siquiera la tarta de durazno que había pedido para el postre.

No. Estaba pensando en otro tipo de… melocotón.

Cortesía de su naturaleza impaciente, que acababa de afilar su espada con una


dosis de necesidad sexual que le molía el molar, fastidiándole mucho…

V se volvió hacia la escalera adornada que conducía al segundo piso. Quería


estar arriba ya. Quería estar delante de su Rey, haciendo su informe. Quería
regresar al Pit para ver a su shellan muy, muy, muy desnuda.

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―¡Aquí estamos, señor!

Fritz le tendió una bandeja de plata. En el centro, un vaso alto lleno de hielo
lucía unos ocho centímetros de Grey Goose. También había una rodaja de limón
rota sobre el borde y una servilleta de cóctel con un monograma debajo de la
producción como una pequeña alfombra de área.

―Gracias, mi hombre.

V tomó el vaso y la servilleta. Con su mano enguantada, dejó caer la cuña y


tomó un sorbo de prueba… y el largo suspiro que soltó no fue una mentira. La
mierda fue perfecta. Justo como le gustaba, y preparado con el tipo de amor y
devoción que nunca entendería, pero que sin duda había llegado a apreciar.

No es que fuera a compartir ese hecho cursi con alguien pronto.

―Esto está increíble.

Fritz parecía radiante como un niño que había obtenido una estrella de oro por
su asistencia perfecta, y tenías que admitir que la reacción era conmovedora. Pero
incluso si V hubiera sido un abrazador, y no lo era, a menos que fuera para
estrangular a alguien por detrás, no podrías ni darle la mano al mayordomo. La
última persona que realmente abrazó al doggen, suponiendo que la historia fuera
cierta, fue Beth antes de que todos se mudaran aquí, antes de que ella aprendiera
el protocolo. Fritz casi había necesitado soporte vital por la conmoción. Sí, estaba
encantado de que lo valoraran, pero ¿si realmente le decías cuánto significaba
para ti o para el hogar? ¿O, Dios no lo quiera, le mostrabas afecto? Se desmayaba
sobre ti.

―Gracias de nuevo ―murmuró V.

Fritz se inclinó tan bajo que era una maravilla que sus papadas no rozaran la
alfombra.

―Es un placer sincero servirle.

Al llegar a las escaleras, V terminó su Goose cuando llegó al rellano del


segundo piso. Las puertas del estudio estaban abiertas de par en par y el gran
Rey Ciego, Wrath, hijo de Wrath, padre de Wrath, estaba sentado en el trono de
su padre. Detrás de un antiguo escritorio del tamaño de una SUV.

72
―Más buenas noticias, eh. ―El Rey rodó su hombro y crujió como un palo―.
No puedo esperar.

Sí, aunque Wrath estaba completamente ciego detrás de esas gafas, no había
nada malo en su oído o sentido del olfato.

―Sólo mantengo la tendencia. ―Al entrar al estudio, V cerró las puertas


dobles―. Ya sabes, porque así sigo la moda.

La habitación, con sus paredes de color azul pálido y muebles franceses, era
un desajuste total para el último vampiro de raza pura en el planeta, pero era lo
que era. Aquí era donde la Hermandad y los luchadores de la casa se encontraban
después de horas, las veinte toneladas de hombres apiñados aquí, tratando de
poner una sola mejilla en las delicadas sillas y sofás bergère Luis XIV. En este
punto, sin embargo, lo absurdo se había desvanecido, el hábito se había
establecido, y ahora sería extraño congregarse en otro lugar.

―¿Entonces la mujer muerta no fue un informe falso? ―demandó Wrath


cuando V se acercó y se situó junto al fuego.

―No. ―Hizo girar el hielo derretido en su vaso y tomó otro trago―. Fue
legítimo.

―¿Le sacaste una identificación?

―No. Estaba desnuda. La ropa había desaparecido de la escena.

Debajo del escritorio, George, el golden retriever del Rey, golpeó su cola en
señal de saludo, pero el perro no dejó los pies de su amo.

―¿Qué tan desordenado fue? ―preguntó Wrath.

―Mucho. Contuvimos cosas y quité el cuerpo con la ayuda de Zypher y


Balthazar. Está con Havers al otro lado del río. Lo único que podemos hacer es
esperar la llamada de una persona desaparecida o que alguien publique algo en
uno de los grupos de redes sociales. Nadie en la clínica la reconoció, pero alguien
la conoce y la está echando de menos.

―Un maldito desperdicio. ¿Estamos buscando a un perpetrador humano?

―No lo sé. Había una gran cantidad de aromas allí abajo, de ambas especies.
En el almacén donde ella también estaba colgada.

73
―Este es el tercer cuerpo en Pyre. ―Wrath chasqueó los nudillos uno por uno.

―La tercera mujer, ¿verdad?

―Sí, pero uno era humana. Es más o menos el mismo M.O. por lo que puedo
decir. En ese club, después del sexo, toman todo, el cuerpo fue dejado para
desangrarse. Creo que tenemos un depredador en serie. También creo que
necesitamos traer un profesional en esto.

―Estoy de acuerdo. Quiero encontrar al HDP que juega con cuchillos. Y


quiero que publiques una advertencia en las redes sociales. Estoy tentado incluso
a cerrar ese club a la antigua usanza.

Por el término “estilo anticuado”, V sabía muy bien que el Rey no estaba
hablando de pedirle al alcalde humano de Caldwell que arrojara un candado en
la puerta de entrada de esa vieja fábrica de mierda. Era más una caja de tres kilos
de C4, el acelerador de un tanque de gasolina, dos fósforos y algunas palomitas
de maíz.

Y ya sabes, podría ser bueno hacer algunos malvaviscos.

―Publicaré las advertencias en línea ―comentó V―. Y debemos asegurarnos


de que la Casa de Audiencias tenga panfletos. La palabra saldrá rápido.

―Quiero que alguien vigile ese lugar. Si se trata de un asesino en serie, querrá
volver a sus terrenos de caza. Podemos atraparlo de esa manera, incluso si no ha
dejado pistas sobre su identidad.

―O de ella.

―No puede ser una mujer.

―Quién sabe.

―Buen punto.

Mientras V consideraba los requisitos de personal, en su mayoría escondió una


maldición. Ya tenían poca mano, y ¿después del altercado con esas sombras a
principios de esta noche? Las cosas iban a ser más difíciles, ya que trataban de
precisar exactamente lo que había sucedido en esa fiesta de la glymera.

74
Pero, lo que sea, la rotación de alguien sólo tendría que pasar frotándose los
codos con vampiros falsos porque el Rey tenía razón. Necesitaban a alguien en el
lugar para atrapar al hijo de puta.

―Nos encargaremos de todo ―prometió.

El Rey dejó caer la barbilla y miró por encima de sus gafas, sus pálidos ojos
verdes iluminados con una luz impía. Era posible que no pudiera ver, pero aún
podría enviar un mensaje y medio con esas miradas.

―Encuentra a este asesino ―dijo Wrath con un gruñido profundo―, y lidia


con eso, ¿me entiendes?

Vishous asintió una vez.

―Me encargaré personalmente del final del juego.

Los humanos tenían cárceles para este tipo de cosas. Los vampiros, por otro
lado, creían en el ojo por ojo. Y si el delincuente podía manejar la luz del sol o no,
esto se solucionaría a la “manera antigua”.

Elige a los miembros de la raza, ¿sepas o no lo que eran? Estabas tocando a


una puerta que iba a ser contestada.

―Te mantendré informado.

―Hazlo, V ―gruñó Wrath.


capitulo 6

75
A la noche siguiente, Boone se desmaterializó en la entrada trasera de la Casa
de Audiencias del Rey, volviendo a formarse junto al garaje separado. Siguiendo
un camino escavado, entró por una puerta reforzada y, mientras atravesaba la
cocina, levantó una mano para saludar a los diversos doggen que preparaban
pasteles frescos para la sala de espera. Los aromas de la horneada masa dulce y
conservas caseras de cereza y fresa le recordaron que no había comido la Primera
Comida, pero tan pronto como salió por la puerta batiente y se alejó de las
motivaciones, se olvidó por completo de su estómago.

Con grandes zancadas, se dirigió al frente de la mansión, concentrándose en


las voces profundas que se filtraban por las puertas abiertas del comedor. Y a
medida que avanzaba, practicó su discurso: 1) Su hombro se había curado por
completo y estaba dispuesto a dejar que el doctor Manello examinara dicha
curación. 2) Había tenido todo el día para procesar la muerte de su padre y su
mahmen adoptiva. 3) La Ceremonia al Fade podría esperar hasta que estuviera
fuera de la rotación en dos días. 4) No había nada en el manual de aprendices
que requiriera un período de duelo después del fallecimiento de algún miembro
de la familia.
A mitad del vestíbulo, hizo una pausa y se alisó el cabello. Lo cual era estúpido
y un vestigio de su juventud. ¿Como si a alguno de los hermanos le importara si
su capullo se estaba portando bien?

Pateándose en el culo, marchó hacia el arco y golpeó la jamba.

Al otro lado del gran espacio vacío donde los civiles tenían reuniones privadas
con su Rey, un par de hermanos miraban desde la chimenea. Era Rhage, el más
grande y rubio de la Hermandad, y Butch, el humano con acento de Boston. El
primero estaba comiendo medio galón de helado de menta con chispas de
chocolate con una cuchara de plata esterlina, la bañera envuelta en un paño de
cocina para mantener el frío contenido. Este último estaba revisando lo que

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parecían ser imágenes en un teléfono móvil, deslizándolo con el dedo, su frente
fruncida.

―Hola, Boone, ¿qué estás haciendo? ―dijo Rhage con la boca llena―. Siento
mucho lo de tu padre y tu mahmen adoptiva.

Butch levantó la vista del teléfono.

―Yo también, hijo. Es algo duro. En muchos niveles.

Para reconocer las declaraciones, Boone se inclinó pero no dijo nada. No quería
ser grosero, pero en lo que a él respectaba, su padre y la segunda compañera del
hombre nunca más tendrían que ser discutidos en el trabajo.

―¿Se supone que debo encontrarme con Tohrment? ―dijo.

―El hermano debería estar aquí en cualquier momento. ―Rhage hizo un


gesto con la cuchara―. Entra.

―¿Puedo esperar aquí?

―No, está bien ―dijo Rhage―. ¿Quieres helado? Tengo tarros de chocolate
con chispas de chocolate y rocky road en el congelador. Y puedes tener tu propia
cuchara.

Boone sacudió la cabeza porque su garganta se había tensado. Las palabras de


condolencia eran más fáciles de manejar que los gestos. A lo primero era a lo que
estaba acostumbrado en la glymera, aunque en el caso de Rhage y Butch, sabía
que habían querido decir lo que habían dicho en el momento en que lo habían
visto. Lo último, la oferta de helado del alijo personal de Rhage, no estaba
acostumbrado.

Siempre se había cuidado porque tenía que hacerlo.

―Gracias, pero comí antes de venir. ―No le gustaba mentir, pero era mejor
que romper un rocky road.

―Avísame si cambias de opinión. ―Rhage volvió a centrarse en Butch―.


Entonces, ¿qué hizo V?

Butch no respondió de inmediato. Estaba de vuelta en el teléfono, y esperó

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hasta que terminó cualquier serie de imágenes que tenía allí antes de mirar de
nuevo.

―V bajó el cuerpo y lo empaquetó. ―El hermano puso el móvil en el bolsillo


de sus pantalones de Peter Millar―. Trasladó los restos a la casa de Havers, y
esperamos que alguien venga a reclamarla porque no tenemos identificación en
este momento. V me ha pedido que me haga cargo e investigue.

―Bueno, así es como solía ganarse la vida, señor detective de homicidios.


―Rhage pasó la cuchara por el interior del contenedor, recogiendo la parte
suavemente derretida―. ¿Por dónde empiezas?

Boone trató de hacer como si no estuviera espiando al seguir lo que esperaba


que pareciera una deambulación ociosa por la gran alfombra oriental en el centro
de la habitación. Mientras tanto, sus oídos zumbaban, y luego no había forma de
ocultar su interés. Cuando se acercó al escritorio donde Saxton, el abogado del
Rey, estaba sentado durante el horario comercial, hizo una pausa y se inclinó.
Había un montón de amarillo brillante de 8,5 por 11, y cuando vio la advertencia
impresa en ellos, tuvo que recoger uno de los folletos y girar hacia los hermanos.

―¿Qué pasó anoche? ―preguntó.

―Otro asesinato ―contestó Butch―. En el Revyval Pyre.

―¿El club de rol? ―Boone volvió a poner el folleto encima de la pila―. La que
se encuentra en esa fábrica de camisas abandonada.
―Esa. ¿Sabes algo al respecto?

―Algunos de mis primos solían ir allí. No sé si todavía lo hacen.

―¿Podrías llamarlos por mí? Quiero hablar con cualquiera que esté
familiarizado con la escena.

―Claro. ―Boone sacó su teléfono móvil―. Los llamaré ahora mismo.

Alejándose del escritorio, comenzó a enviar mensajes de texto a su primo


tercero, una vez retirado, y a su primo segundo por parte de su mahmen de sangre.
Mientras escribía los mensajes, no pudo evitar pensar que otra persona había
perdido a alguien de su familia la noche anterior.

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¿Estaban en un duelo convencional?, se preguntó. Lo cual sería doloroso con
seguridad, pero también, se imaginó, una especie de alivio “normal” dentro del
dolor.

En lugar de donde estaba con su padre. En ninguna parte.

Estaba presionando enviar el segundo mensaje de texto cuando Tohrment


entró por la puerta principal de la Casa de Audiencias. El hermano se quitó los
copos de nieve de su cabello negro con una franja blanca reveladora en el frente
y luego se desabrochó la chaqueta de cuero. Las armas debajo brillaban a la suave
luz del vestíbulo e hicieron que Boone estuviera más decidido.

―Hola, hijo ―dijo Tohrment cuando entró en el comedor―. ¿Qué estás


haciendo?

Boone se aclaró la garganta y recordó sus 1), 2), 3) y 4).

―Esperaba atraparte por un minuto…

―No, no vas a salir al campo. ―El hermano se quitó la chaqueta―. Sé que


estás convencido de que te volverás loco sin nada que hacer, pero te dije lo que
tenía que suceder antes de que te libere para volver al programa. Tendrás que ir
a hablar con Mary y obtener su autorización de salud mental. Luego te tomarás
un par de noches libres hasta la Ceremonia al Fade. Después de eso, volveremos
a evaluarte.

Boone bajó la voz porque no quería ser abiertamente insubordinado.


―No hay nada en el manual que requiera…

―No tiene que haberlo. ―Tohrment le dio la espalda a sus hermanos y


también se calló―. Ya cometí un error contigo. No cometeré otro.

―¿De qué estás hablando?

―Nunca deberías haber estado en el campo anoche. Estabas distraído por una
buena razón debido a dónde estaba tu padre, y lo sabía, pero se escapó por las
grietas.

―Derribé a un asesino muy bien.

Tohrment se inclinó, sus ojos azul marino casi negros.

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―Podrías haberte matado porque olvidaste tu chaleco. Si hubieras sido
apuñalado en el corazón y desangrado, o hubieras sido herido de muerte por una
bala, habría estado en mi conciencia durante el resto de mi vida, y sin ofender,
ese maletero en particular ya está lo suficientemente lleno sin que intente apretar
el equipaje con tu nombre.

Boone abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo.

Pero maldición, ¿qué podría discutir ahora?

―No lo entiendes ―murmuró Boone―. Voy a perder la cabeza si tengo que


sentarme en esa casa y preocuparme…

―Puedes ayudarme.

Boone miró a Butch.

―¿Con la muerte en Pyre?

―Sí. Llévame con tus primos y luego iremos a ver el club.

El hermano levantó su palma hacia Tohr.

―Estará conmigo todo el tiempo. Me ocuparé de él y aceptaré toda


responsabilidad por su bienestar.

Cuando Tohr parecía que iba a discutir, el otro hermano siguió hablando.
―Vamos, hombre, no estará en el campo. No vamos a buscar al enemigo, y
antes de que traces una línea sobre el riesgo de que tropecemos con algo,
tendremos que hacer algo, a menos que lo pongas en arresto domiciliario, es
probable que se encuentre con un lesser o sombra en cualquier lugar de la ciudad,
como cualquier otra persona. Me aseguraré de que no le pase nada, y ten algo de
compasión por el chico. Tampoco querrías estar encerrado sin nada que hacer
bajo sus circunstancias.

―No me arriesgaré. ―Se apresuró Boone―. Haré lo que me diga.

―También es una buena oportunidad para compartir protocolos básicos de


investigación. ―Butch se encogió de hombros―. Es una habilidad que los

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alumnos deberían tener en caso de que los llamen para responder a un crimen.
Como: Cómo no alterar una escena. De qué tener cuidado. Cómo documentar.
Hay un beneficio de entrenamiento legítimo.

Tohr cruzó los brazos sobre el pecho y maldijo. Y fue entonces cuando Boone
supo que se le permitiría ayudar.

En ese momento, su teléfono sonó con un mensaje de texto. Comprobando lo


que habían enviado, giró la pantalla para mirar a los hermanos.

―Esto es de mi primo tercero. Nos verá más tarde esta noche.

―Entonces vamos a Pyre primero. ―Butch sacó su teléfono y marcó algo,


luego le tendió la unidad a Boone―. Aquí está la llamada que llegó anoche.
Escúchalo y puedes intentar ese número nuevamente mientras conduzco. Ya he
dejado un mensaje una vez y nadie me ha respondido.

Boone miró a Tohr mientras tomaba lo que le ofrecían. Poniéndose el Samsung


en la oreja, le ofreció una sonrisa conciliadora al hermano.

Tohr señaló con un dedo el rostro de Boone.

―Si mueres haciendo esto, te estrangularé de nuevo a pesar de que ya estés


muerto. ¿He sido bastante claro?

―Sí, señor ―dijo Boone cuando comenzó la grabación―. Claro como el cristal.
De repente, el mundo retrocedió, sus sentidos y conciencia suplantados por el
sonido de la voz desesperada de una mujer.

¿…Hola? Hola… Necesito ayuda. Oh, Dios, está muerta. Ella está… muerta como la
otra…

Veinte minutos después, Butch llevó el R8 V10 Performance Plus de su mejor


amigo a un estacionamiento paralelo en el centro. El auto era asesino, todo era
oscuro, y era elegante como un transbordador espacial, capaz de alcanzar las

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velocidades del Halcón Milenario a pesar del hecho de que pesaba tanto como
Rhage. La cosa también era un dinosaurio en el mejor sentido de la palabra, un
retroceso a los autos de motor grande del pasado que sonaban como luchadores
profesionales y aspiraban gasolina como si un velocista usara oxígeno.

En otras palabras, estaba justo en el callejón de V.

Y por “sangriento parque paralelo”, Butch se refería a “real y jodidamente


cerca de un montón de nieve arando lo suficientemente grande como para
esquiar”. Ah, invierno en Caldwell, Nueva York. Donde esa cosa blanca hacía
metástasis como si hubiera aprendido el truco de la singularidad y estuviera
tratando de dominar el mundo.

Ya sabes, la versión meteorológica de la AI.

―No sabía que estos autos eran buenos en la nieve ―murmuró Boone cuando
el aprendiz miró a ese mini Killington como si no estuviera seguro si iba a abrir
la puerta del automóvil.

―Simplemente desmaterialízate de mi lado.

―Buen negocio. Gracias.

Butch salió y mantuvo las cosas abiertas.

―Y en cuanto al R8, Audi quattro funciona durante todo el año. Todo lo que
necesitas son buenas bandas de rodadura. Sin embargo, no hay espacio libre en
esa presa de aire delantera. Cinco centímetros, como máximo, es todo con lo que
tenemos que trabajar.

De todos los alumnos, a Butch siempre le había gustado más Boone. Tal vez
era porque el chico era del tipo Freddy de pie, sin complicaciones y constante que
tendía a formar la columna vertebral de cualquier buen equipo. Después de todo,
Butch siempre había querido ser ese tipo, y fracasó espectacularmente cuando
era humano.

Pero finalmente, después de unas buenas tres décadas intentando eliminar sus
emociones, estaba llegando a esa meta. Todo lo que había necesitado era la
hembra de sus sueños, una transición iniciada en una especie completamente

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diferente, y la libertad para expresarse a sí mismo sartoriamente.

Pero había otra razón por la que se preocupaba por el chico después de anoche.
No podía evitar interesarse porque sabía muy bien lo que era perder a un
miembro de la familia de mala manera.

Boone se volvió a formar en el exterior del R8 y miró a los edificios


abandonados con sus ventanas rotas.

―¿Es seguro dejar el auto de V aquí? ¿Y si lo roban?

―Cobertura total del seguro. ―Butch cerró la puerta―. Pero más importante:
todos van a suponer que es el cochazo de un traficante de drogas. Garantizado
que estará aquí cuando regresemos.

Butch golpeó la cerradura y los dos cayeron uno al lado del otro en una
caminata.

―No puedes confiar en nadie en la calle, pero siempre puedes confiar en cómo
se comporta la calle.

Con las aceras agrietadas, por lo que no era una opción debido a los montones
de nieve, continuaron por el medio de la calle arada. A pesar de que las únicas
preocupaciones en esta parte de la ciudad eran los traficantes de drogas en las
esquinas y las prostitutas en las rectas, había suficiente tráfico para que la capa
de nieve nivelara el asfalto lleno de baches de debajo.

―¿Puedo preguntarte algo? ―dijo Boone al frío.


―Cualquier cosa.

―Esa grabación de voz. La que era de la línea de llamada: ¿V pudo rastrear el


número de teléfono en el que entró? Quiero decir, él es el que es tan bueno en
esas cosas, ¿verdad?

―Cree que fue un quemador1. Y si eso es cierto, no vamos a descubrir nada


acerca de quién es el propietario o quién lo usó a menos que respondan a la
maldita cosa y estén dispuestos a hablar.

―Y ella no dejó un nombre. ―Boone se echó a reír en un estallido fuerte―.


Está bien, es una estupidez decirlo, supongo. Porque no escuché un nombre en
el mensaje.

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―Dime lo que escuchaste.

―Estaba asustada. Estaba realmente asustada.

―¿Qué más? ―Mientras Boone recitaba el mensaje palabra por palabra, Butch
asintió―. Sí, tienes todo eso bien. ¿Pero qué hay en el fondo?

―¿Como cuando llegó la llamada?

―No, de la llamada en sí misma. ―Butch miró―. Qué escuchaste.

El aprendiz frunció el ceño.

―Nada… ―Esas cejas oscuras se alzaron―. Ohhhh. Así que ella no llamó
desde el club. Si lo hubiera hecho, habríamos escuchado la música y la multitud
a su alrededor.

―Exactamente. Y V me dijo que no tenía cobertura en el nivel inferior de esa


antigua fábrica, por lo que es una buena suposición de que la que llamó no tenía
señal allí.

―Debe haber llamado desde fuera del edificio, entonces.

―O tal vez no estaba allí en absoluto.

1 Teléfono de prepago.
―¿Qué quieres decir?

Butch miró a ambos lados mientras cruzaban la calle a pesar de que no había
autos alrededor.

―El sesgo de confirmación es algo peligroso cuando investigas un caso,


especialmente al principio. La verdad necesita espacio y tiempo de emisión para
revelarse. La única forma de asegurarse de que eso suceda es dejar que tu cerebro
y tus sentidos graben cada matiz mientras al mismo tiempo resistes el deseo de
tu lado racional de llegar a conclusiones firmes y rápidas. Hay una solución para
la historia policiaca por ahí. Te lo prometo. Pero tienes que ganarte el derecho a
esa revelación, y la forma en que lo hacemos es sacrificando nuestras

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suposiciones en el altar de Oh-Dios-mío-sé-qué-pasó.

―Pero tienes que decidir algunas cosas, ¿verdad? ¿Con quién hablar? ¿Y qué
preguntarles?

―La verdad te dirá a quién necesitas entrevistar, qué debes preguntar y a


dónde tienes que ir. No decides nada. ―Butch sacudió la cabeza―. Lo diré de
nuevo. Debes estar atento al sesgo de confirmación. Se cuela y te hace negar
deliberada o inconscientemente la existencia de hechos que no respaldan una
conclusión dada que la sacaste de tu trasero. La verdad es absoluta, pero es como
la existencia de Dios. No sabes que lo tienes hasta que lo haces.

―¿Alguna vez has fallado en resolver un caso?

―Tenía una tasa de éxito del noventa y dos por ciento. Lo que, teniendo en
cuenta cuánto estaba bebiendo mientras era detective del DPC, es un milagro.

―Vaya. Debes ser realmente bueno en lo que estás haciendo.

Butch pensó en la última imagen que había tenido de su hermana de quince


años, Janie, saludando con la mano mientras la conducían a la muerte en ese auto
lleno de adolescentes. Sacudió la cabeza.

―No, sólo me negué a renunciar. Incluso si me mata, y casi lo hace, no iba a


dejar de hacer lo que estaba haciendo hasta que clavara a todos los asesinos de
mis víctimas. ―Volvió a mirar a su aprendiz―. Eso es algo más que debes tener
en cuenta. Tus posibilidades de encontrar al malo aumentan a un nivel
astronómico si superas su necesidad de mantenerse por delante de ti. Tarde o
temprano, todos los asesinos, incluso los buenos, se equivocan. Simplemente
debes estar listo para aprovechar esa versión de la Ley de Murphy.

―Tendré todo esto en mente. Lo prometo.

Yyyyyyy mira, por eso le gustaba trabajar con el chico, pensó Butch.

Boone escuchaba, aceptaba consejos y críticas, y siempre intentaba hacer lo


mejor.

Butch extendió la mano y apretó el hombro del aprendiz.

―Sé que lo harás, hijo.

85
capitulo 7

86
Mientras Boone caminaba junto al hermano, fue un alivio enfocar su mente en
algo más que en sí mismo. Lástima que el tema fuera violencia y muerte, pero ese
era su trabajo, ¿no? Y estaba en el lado correcto de ese libro de contabilidad. Uno
de los chicos buenos.

Eso importaba.

―¿Y qué más sobre la llamada? ―le preguntó Butch.

Más adelante, ahora a sólo tres manzanas de distancia, era fácil distinguir la
línea de espera de los humanos del club, muchos de ellos pisoteando los pies en
el frío, sus extravagantes pelucas y maquillaje salvaje, las únicas cosas que
mostraban sus disfraces porque todo lo demás estaba cubierto por parkas y
abrigos largos de Joe Blow. En los meses más cálidos, se imaginó, serían como un
grupo de pavos reales, mostrando sus extravagancias particulares en un ritual de
apareamiento diseñado para tener éxito de acuerdo con el sistema de valores de
los LARPers.

¿El asesino está aquí de pie incluso ahora? pensó Boone mientras recordaba el
horror y el miedo ahogado en la grabación de voz de esa mujer.

―¿Qué más aprendiste en esa llamada? ―preguntó el hermano.


Los ojos de Boone recorrieron la fila de humanos, memorizando cada rostro.
Los tipos de cuerpo. Los peinados.

La ira se enroscó en sus entrañas. ¿Y para responder la pregunta de Butch?


Bueno, la otra cosa que había captado de esa llamada era que quien había puesto
el terror en la voz de esa mujer, quien había matado a la víctima más reciente,
tenía que morir de la misma manera terrible.

De alguna manera, no parecía bueno soltar eso por ahí…

Giró la cabeza hacia el hermano.

―“La otra”. En la llamada, dijo “justo como la otra”.

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―Correcto. Entonces, ¿qué nos dice eso?

Boone entrecerró los ojos en esa línea de espera otra vez, sus colmillos
descendieron.

―Habrá otros a menos que detengamos al asesino.

―Sí. Esa es la única conclusión que me estoy permitiendo sacar en este punto.

En esa nota, Butch se desabrochó el fino abrigo de cachemir. Lo cual era el


protocolo para cuando alguien interactuaba con humanos. Ya sabes, por si
necesitabas llegar a tu arma. Cuando Boone hizo lo mismo con su chaqueta de
cuero, sintió la ira de su cambio dentro de su piel. Esperaba tanto que encontraran
al tipo que hizo eso esta noche…

Butch se detuvo en la calle.

―No “chico”.

Deteniéndose de repente, Boone miró a su alrededor.

―¿Qué?

―Acabas de decir qué esperas que encontremos al “chico” que lo hizo esta
noche. ―Butch sacudió la cabeza―. No sabemos si el asesino es hombre o mujer.
Recuerda, no hay suposiciones en este momento, ¿de acuerdo? Y cuando estemos
allí, sólo observa. Haré la mayor parte del trabajo.
Jesús, pensó Boone. Ni siquiera se dio cuenta de haber hablado en voz alta.

―Sí, señor.

Butch le dio una palmada en el hombro a Boone y continuó caminando.

―Vas a hacerlo bien.

Cuando se acercaron a la entrada de la antigua fábrica de camisas, sin pasar


por la línea, los dos gorilas de la puerta se flexionaron, pero finalmente no
siguieron con la postura de este-es-mi-territorio. En cambio, los dos hombres sólo
asintieron con claridad, como si hubieran sido golpeados en el rostro con un par
de pases VIP.

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Tenías que amar el control mental sobre los humanos. Y no era una sorpresa
que Butch fuera claramente un maestro en la manipulación.

―¿Así que has estado aquí antes? ―preguntó el hermano cuando entraron y
pasaron un guardarropa.

Boone hizo una nota mental para hablar con la mujer de guardia, excepto que
cómo sería eso:

Oye, ¿has visto pasar a algún vampiro?

Oh, sí, claro. Alrededor de trescientos cada noche. ¿Estabas buscando uno?

Volvió a enfocarse.

―Ah, sólo he estado aquí una vez, y fue hace un tiempo. Pero como dije, mis
primos vienen un par de veces al año.

―Sí, esta no parece tu escena.

Boone observó a un humano semidesnudo que vomitaba en una bolsa de


plástico en el rincón oscuro.

―No. No lo es.

Dentro de la gran área abierta, había una gran multitud bailando, hablando,
pasando el rato. La música estaba alta, por lo que la gente tenía que acercarse
para comunicarse, y la oscuridad reforzaba la necesidad de aferrarse: con las
facultades limitadas que poseían los humanos, tenían que levantarse en los
espacios del otro para escuchar y ver correctamente en el ambiente oscuro. Y no
todos eran Homo sapiens LARPing. Podía sentir algunos vampiros dando vueltas
entre los hombres y las mujeres, pero sólo tres o cuatro, y se mantenían alejados.
Tenía sentido. Había una regla no escrita de que no se fraternizaba con estas ratas
sin cola, por lo que nadie en la especie iba a decir hola y revelarse en este entorno
a menos que tuvieran que hacerlo.

―Bajemos al nivel inferior ―indicó Butch sobre el estruendo―. V me dijo que


la entrada de la escalera está en algún lugar allí atrás.

Mientras Boone seguía al líder a través de los cuerpos giratorios, miraba al

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frente y dejaba que su visión periférica rastreara las máscaras, las cortinas de la
ropa, las alturas y los pesos de los clientes de Pyre. Justo como había sido
entrenado para hacer.

El hueco de la escalera al nivel subterráneo resultó ser bastante fácil de


encontrar, bajaron una serie de escalones húmedos y fríos, tocando fondo en un
pasillo que era tan largo como un campo de fútbol e iluminado por varios
conjuntos de cuatro fluorescentes amontonados en el techo.

―Cuarta puerta abajo a la derecha ―dijo Butch―. Área de almacenamiento.

Boone miró la secuencia de pesadas puertas.

―¿Es eso lo que hay detrás de todo esto?

―Eso creo.

El sonido de algo rompiéndose hizo que Boone volviera la cabeza. Butch había
sacado un par de guantes de nitrilo azul brillante del bolsillo de su abrigo y estaba
poniéndoselos.

―Es un poco tarde para esto… ―El hermano levantó las manos como un
cirujano― …pero los viejos hábitos mueren duro y toda esa mierda.

―¿Por qué es demasiado tarde?

―No hay forma de que sacaran el cuerpo sin perturbar la escena. No importa
cuán cuidadosos hayan sido.
De otro bolsillo, Butch sacó un pequeño faro y se lo puso como una corona.
Encendiendo el haz de luz, se detuvo frente a la puerta número cuatro.

―Te quedas aquí, pero por supuesto, inclínate y mira a tu alrededor. Como
dije, la escena está básicamente arruinada en este punto, pero no hay razón para
que agreguemos eso al dar vueltas en el interior.

Cuando el hermano abrió los pesados paneles de par en par, las bisagras
crujientes salieron de una película de terror, y también el aroma que golpeó la
nariz de Boone como una bofetada.

Sangre. No exactamente fresca, no. Pero había mucha que se había


derramado…

90
Oh, Dios, pensó Boone.

Abajo, en el sucio suelo de hormigón, directamente en el camino del haz de


luz del lóbulo frontal de Butch, había un charco coagulado de un tamaño
impactante.

Cuando Butch atravesó las jambas y miró a su alrededor, las paredes vacías
del área de almacenamiento brillaron con la luz helada de su lámpara. Pero al
menos todo parecía ser filtración de agua subterránea en lugar de plasma.

El haz se elevó hasta el techo y se movió en un círculo lento antes de detenerse


en el centro de la habitación directamente sobre el charco coagulado.

―Aquí fue donde la colgaron. En uno de estos.

Una serie de ojales de hierro, gruesos como el pulgar de un hombre, estaban


colocados en filas en las pesadas vigas del techo. Era difícil imaginar para qué se
habían usado. ¿Tal vez como parte de un sistema de tintura para tela?

―¿Fue por cuerdas? ―preguntó Boone―. Como la colgaron, quiero decir.

―Un gancho de carne. ―El hermano se puso de rodillas y miró a su alrededor,


su lámpara iluminaba la sangre gelatinosa demasiadas veces para la comodidad
de Boone―. Chico… si ella no estaba muerta antes de que él la colgara, no duró
mucho.
―¿Él? ―Boone intentó toser la opresión en su garganta―. Pensé que habías
dicho que no deberíamos sacar conclusiones.

―Muy bien, me atrapaste. Pero estadísticamente, la gran mayoría de los


asesinos en serie son hombres. Y la naturaleza ritual de estos asesinatos, con las
mujeres colgadas, las gargantas cortadas, todas sangrando aquí en el club, es un
patrón claro. El asesino encuentra lo que está buscando y hace lo que tiene que
hacer con las víctimas fuera de la vista aquí.

Boone volvió a toser en el puño.

―¿Qué le hizo exactamente?

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―No te mostré las fotos, ¿verdad? ―El hermano sostuvo su teléfono detrás de
él en un estiramiento de brazo―. Están en la sección de cámara.

Boone tragó saliva mientras tomaba la unidad y fue a las fotografías. Cuando
encontró la primera de…

―Oh… joder ―murmuró.

Una imagen terrible, tras otra… tras otra. Parecía haber un número
interminable de ellas, y de repente, el olor a tierra podrida y mohosa, y el charco
de sangre fría, y la idea de que alguien había perdido la vida justo allí, donde
estaba, le mareó.

―Discúlpame un momento.

Las palabras corteses se pronunciaron rápidas y no esperó un reconocimiento.


Su cuerpo se movió antes de darse cuenta de que su cerebro ordenaba a sus
piernas que levantaran sus pies para poder retroceder. Cuando golpeó la puerta
opuesta a la que estaba abierta, tosió un par de veces más y giró la pantalla del
teléfono hacia su pierna. Bajó la cabeza, respiró por la boca y sintió que el mundo
giraba…

El olor del aire fresco en primavera, de delicadas flores, de… sol… le hizo
levantar los ojos.
Abajo, junto a la puerta de la escalera, una figura se quedó quieta como una
estatua y se centró en él. Y a pesar de la túnica negra con capucha que la cubría
de la cabeza a los pies, sabía que era una mujer.

Y esa esencia suya. Se metió por su nariz y no se detuvo allí. En algún lugar a
lo largo de los caminos neurológicos de su mente, o tal vez fue en sus venas, lo
que comenzó como algo que olió se convirtió en una experiencia sensorial de
cuerpo completo.

Como el tacto.

Como… una caricia.

92
Enderezándose, dio un paso adelante. Y otro. Seguro como si ella lo estuviera
llamando y él fuera impotente para resistir la súplica. Pero antes de que llegara
muy lejos, ella desapareció por la puerta de la escalera rápidamente como un
jadeo.

Desesperado por no perderla, fue tras su estela, su zancada nada menos que
un rayo. Para cuando llegó a donde ella había estado de pie, el panel de acero
distorsionado se estaba acomodando en su posición mal ajustada contra las
jambas, y tiró del peso para abrirlo. Siguiendo ese aroma de primavera, saltó los
escalones de tres en tres y entró en el club propiamente dicho.

Debe haber ido a una carrera de muerte, pensó. Había tenido que ponerse de pie
en esos descansillos muy rápido.

Boone miró a su alrededor para evaluar si había salido completamente del


edificio o si estaba tratando de perderse entre la multitud. ¿Y si este último era
su objetivo? Misión cumplida. Había demasiadas personas vestidas de negro con
demasiadas capas cubriendo sus cabezas…

Ahí estaba ella. Rumbo a la salida. Rápido.

Ahuyentando a los humanos, a Boone no le importaba si creaba el caos, y a


diferencia de ella, su gran cuerpo no podía sacudirse y zigzaguear a través de los
tensos apretones entre hombres y mujeres. Para cuando corrió hacia donde estaba
el guardarropa, ella ya estaba fuera, su aroma ya comenzaba a desvanecerse.

Afuera, en el frío, pasó junto a los gorilas y miró a izquierda y derecha.


Allí, dando la vuelta a la esquina más alejada del edificio. La cola de su capa
ondeaba detrás de ella.

Boone cerró los ojos, con la intención de desmaterializarse en un momento,


excepto que se dio cuenta de que tenía una gran cantidad de globos oculares
humanos centrados en él. No era exactamente el tipo de truco de relaciones
públicas que necesitaba la raza vampiro: ¡Sorpresa! ¡Realmente existimos!

Maldiciendo un rayo azul, se fue a pie e intentó seguir sus huellas en la nieve.
Sin embargo, no había forma de aislar cuáles eran las suyas, y su aroma se había
disipado en la noche.

La hembra sin duda buscaba algo de privacidad para poder salir de aquí. Y si

93
hacía eso, nunca la atraparía.

Boone dobló la esquina del edificio y redujo su velocidad a un paseo… el cual


luego cayó a una parada. No había luces de seguridad en el flanco exterior del
antiguo edificio. Ninguno en el almacén de al lado. Y la iluminación de las farolas
distantes sólo esculpía un estrecho corte visual en el espacio entre las estructuras.
Incluso con la calidad reflectante de la capa de nieve y un conjunto de retinas de
vampiro sobrealimentadas, había muchas cosas que no podía ver.

―Maldita sea…

El suave clic del seguro de un arma que se retiraba hizo que su cabeza girara.

Mirando hacia las densas sombras, sus fosas nasales se dilataron cuando captó
su aroma en la fría brisa.

Sí… pensó. Ahí estás.

―Puedes confiar en mí ―dijo en la oscuridad―. No te lastimaré, lo prometo.

No voy a darte la oportunidad de lastimarme, pensó Helania mientras mantenía su


nueve milímetros apuntando al vampiro que la había rastreado fuera del club.
El hombre de cabello oscuro estaba de pie en el tenue resplandor de las farolas
que estaban a una manzana y media de distancia, pero había luz más que
suficiente para evaluarlo. Y maldita sea… era francamente enorme, con hombros
pesados, un pecho de barril y piernas largas y poderosas. Todo lo que se llamaba
bienes raíces estaba cubierto de cuero negro, la chaqueta que llevaba puesta a
pesar del frío, sus manos sin guantes.

Sus ojos pálidos y profundos se enfocaron justo donde ella estaba de pie en la
oscuridad.

Eres demasiado guapo para ser un asesino, pensó.

Pero vamos, ¿como si sólo los hombres feos y jorobados mataran a la gente?

94
Aun así, estaba sorprendida de lo guapo que era su rostro: rasgos fuertes y
uniformes, así como un par de labios que la hacían pensar en cosas que deberían
ser las últimas en su lista cognitiva dadas las circunstancias de su relación, por
así decirlo.

―Sólo quiero hacerte un par de preguntas. ―Le mostró las palmas de las
manos y las levantó lentamente como si estuviera en un programa de
televisión―. Mi nombre es Boone. Y puedes bajar esa arma.

Tal vez podría verla, aunque lo dudaba. Estaba muy lejos del resplandor en el
que estaba de pie. ¿Cómo la había encontrado? Oh, espera, probablemente la
había escuchado quitar el seguro.

¿Y eso era una imposición aristocrática a sus palabras?

―¿Puedes decirme qué estabas haciendo en ese pasillo justo ahora?


―preguntó.

―No es acceso restringido. Cualquiera puede ir allí.

Hubo una pausa.

―Eres tú. Tú fuiste quien nos llamó.

Helania sintió que su ritmo cardíaco se duplicaba. Lo que decía algo


considerando lo rápido que había sido su pulso para empezar. Pero sí, había
llamado al número de emergencia de la Hermandad. Sí, había informado sobre
lo que había pasado anoche. Y sí, había bajado al nivel inferior como ahora para
descubrir qué estaban haciendo él y el otro hombre con el que había venido.

¿Dos hombres grandes entran al club e ignoran todas las oportunidades


sexuales? ¿Mientras hacen una línea recta hacia la parte de atrás donde estaba el
hueco de la escalera?

¿Quién más podrían ser?

―¿Eres un hermano? ―preguntó.

―Soy aprendiz. Pero vine con uno y me pusieron en este caso. ―Bajó las
manos―. Lo juro, sólo quiero preguntarte sobre lo que viste anoche. Esa es la

95
única razón por la que te seguí hasta aquí. No has devuelto nuestras llamadas, y
me preocupaba perderte.

Helania lo miró por el cañón de su arma. Por una fracción de segundo, una
imagen de su hermana vino a su mente y lloró. ¿Era este el error que Isobel había
cometido? ¿Bajando la guardia alrededor de un hombre con el que pensaba que
estaba a salvo… sólo para pagar ese paso en falso con su vida?

―Puedes confiar en mí ―dijo suavemente.

No, no podía. Pero cuando la imagen de esa mujer colgando del techo volvió
a ella, se dio cuenta de que podría necesitarlo. Asumiendo que fuera quien decía
ser.

Y eso no era un hecho.

―¿Qué quieres preguntarme? ―dijo ella―. Le dije al operador todo lo que sé.

―¿Cuál es tu nombre?

―Helania.

―Soy Boone. Y lamento que tengamos que encontrarnos así.

Si no estuvieran separados por seis metros (y un arma), tenía la sensación de


que él le habría ofrecido su mano, y se alegró de que no pudiera. No quería
tocarlo, aunque no porque la repugnara nada de él.

Era todo lo contrario y ese era el problema.


―Entonces, ¿qué pasó anoche? ―preguntó.

Helania se aclaró la garganta. Como si eso la empujara a pensar.

―Vi a un macho de la especie bajar al nivel inferior con una hembra. No


aparecieron durante bastante tiempo y tuve que comprobar si estaba bien.

―¿Vienes al club regularmente?

―En los últimos meses, sí.

Que sean los últimos ocho meses, pensó. Desde que Isobel había sido asesinada.

―La mujer en cuestión, ¿entonces eras amiga suya? La conocías.

96
―No, sólo estaba preocupada por su seguridad.

―¿La habías visto antes en el club?

―Eso no lo sé. Llevaba una máscara y todavía la tenía puesta cuando yo…
―Helania tragó saliva mientras las imágenes horribles inundaban los ojos de su
mente―. De todos modos, con todos los disfraces, es imposible decir si había
estado allí antes.

―¿Por qué estabas preocupada por su bienestar? ―Boone levantó las manos
como si estuviera tratando de no ofenderla y ponerla a la defensiva―. Quiero
decir, la gente tiene relaciones sexuales en el club, y sucede allí, estoy seguro.
Todo es parte de la experiencia, ¿verdad? Me pregunto por qué sentiste la
necesidad de verla.

―Se permite a las mujeres cuidarse unas a otras.

―Sin duda. Pero estoy tratando de descubrir cómo sabías que estaba en
problemas…

―No la maté.

El macho, Boone, retrocedió.

―No pensé que lo hicieras. ¿Por qué llamarías al cuerpo si lo habías hecho?

―Tengo que ir…


―¿El macho con el que estaba usaba una máscara? ¿Puedes decirme qué
aspecto tenía?

Sacudió la cabeza. Y luego recordó que probablemente no podía verla.

―Sin máscara, pero tenía gafas de sol, así que no podía ver sus ojos. También
llevaba un pasamontañas bajado. Era grande, más grande que tú. ―Parecía
extraño usar el cuerpo del macho como comparación, como si hubiera cruzado
alguna línea de propiedad―. La llevó allí abajo mientras se besaban. Eso es todo
lo que sé.

―¿Cuánto tiempo pasó hasta que fuiste a verlos?

97
Helania no consciente de decidir bajar su arma. En un momento seguía
apuntando a su pecho; al siguiente estaba establecida en su pierna.

―Debería haber ido antes. ―Sintió que sus hombros se desplomaban bajo su
capa―. Los dejé ir durante mucho tiempo.

―¿Cuánto tiempo?

―No lo sé. ―Se había distraído buscando entre la multitud otros signos de
inquietud o peligro―. Estaba mirando a la gente. No lo hice… debería haber ido
antes.

―¿Puedes darme una idea de cuánto tiempo pasó?

―Podría haber pasado más de una hora, pero podría haber sido más. Pensé
que olía a sangre, ya ves. ―En su mente, Helania repitió su descenso por las
escaleras paso a paso―. Capté el aroma que emanaba del sótano y tuve que
seguirlo.

―¿Estuviste aquí con alguien?

―No, sólo vengo por mi cuenta.

El macho…

Boone, cruzó los brazos sobre el pecho y eso no lo hizo parecer aún más
grande. Especialmente cuando frunció el ceño.

―¿Tienes algún entrenamiento especializado?


―¿Qué quieres decir?

―¿Como en defensa propia? Dijiste en el mensaje que había habido otra


víctima. Y sin embargo, fuiste allí, lejos de la multitud, para rastrear el aroma de
la sangre. ¿No te preocupaba tu seguridad personal?

Se imaginó a Isobel tan clara como el día.

―No en ese momento, no. Sólo estaba preocupada por ella.

98
capitulo 8

99
La hembra era ciegamente heroica… o completamente imprudente, decidió
Boone mientras miraba las sombras lanzadas por el viejo edificio. Gracias a que
sus ojos se ajustaron, pudo distinguir su forma, el negro de su capa ofrecía un
sutil contraste con la densidad del resto de la oscuridad en la que se había
escondido. Había bajado su arma a su lado, pero parecía a punto de salir
corriendo, su peso corporal se echaba hacia atrás sobre sus pies y se inclinaba
hacia un lado. Quería ver su rostro con una desesperación que era inquietante,
pero esa capucha todavía estaba puesta, y sin ninguna razón, se preguntó si ella
la había mantenido en su lugar mientras escapaba.

Quería atrapar su aroma nuevamente, pero el viento estaba siendo bloqueado


por los edificios a ambos lados. Dado que el calor subía, incluso de los cuerpos
vestidos, todo ese maravilloso perfume natural se estaba desperdiciando en los
cielos de arriba…

Vaya. ¿Desde cuándo su interruptor romántico se había girado?

Antes de que esa pregunta pudiera ser respondida, Butch llegó girando la
esquina del club. Caminaba rápido y se detuvo cuando vio a Boone.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―exigió el hermano―. Y quiero de vuelta mi


teléfono, muchas gracias.
―Esta es Helania ―comentó Boone a modo de disculpa―. Ella fue quien
llamó por la víctima.

El aura de Butch cambió de inmediato y caminó hacia adelante, deteniéndose


en la nieve junto a Boone. Cuando le tendió el teléfono, lo aceptó asintiendo.

Cuando habló a continuación, su voz era suave y muy grave, y se dirigió a


Helania en las sombras.

―Gracias por informarnos sobre ella. Lamento mucho que hayas tenido que
verla así, y quiero asegurarte que hiciste lo correcto. Estamos muy agradecidos
por tu ayuda y vamos a encontrar quién la mató.

100
La hembra…

Helania… permaneció en silencio, pero al menos pareció asentir. Y esa pistola


se quedó al nivel del muslo, notó Boone.

―Nos gustaría hablar contigo ―dijo Butch―. Estamos aquí para averiguar
quién la lastimó, y esa fue la razón por la que llamaste a la Hermandad, ¿no?
Querías ayudarla.

―Le conté todo lo que sé. No tengo nada que añadir.

―Entonces, ¿tal vez podrías repetirlo todo para mí?

Hubo un largo silencio, durante el cual el ruido de fondo de la música y el


parloteo de los humanos en la fila de espera al frente parecían aumentar. Si se
estaba calmando para desmaterializarse, pensó Boone, nunca la volverían a ver. Claro,
tenía su nombre, pero por cortesía de tener que vivir entre humanos, los
vampiros eran buenos desapareciendo, y eso incluía a las personas que eran de
la especie.

Si ella se desvanecía, nunca la volvería a ver.

¿Y por qué eso lo golpeó como una tragedia?

―Podemos volver al interior donde hace calor ―ofreció Butch―. Podemos


encontrar una esquina en el área del guardarropa. Prometo que esto no tomará
mucho tiempo. Sólo estamos tratando de reunir tanta información como
podamos para poder ayudarla…
―¿Cómo sé que eres quien dices ser? ―demandó ella.

Butch levantó sus manos lentamente hacia el frente de su abrigo de cachemir.

―No me dispares, por favor. No estoy usando un chaleco.

Esa pistola volvió a subir en un instante, y el rápido movimiento hizo que


Boone pensara que la hembra…

Helania… podría haber tenido algo de entrenamiento y experiencia con el


arma. Es bueno saberlo y le ofreció cierta tranquilidad dado que había estado en
el club sola.

101
―Adelante ―dijo.

Moviéndose con cuidado, Butch abrió las dos mitades.

Un jadeo salió de las sombras. Por otra parte, bien podría haber sido la primera
vez que la mujer había visto un conjunto de esas famosas dagas negras,
empuñaduras atadas al pecho de un guerrero: según las Leyes Antiguas, era una
violación castigable con el destierro o incluso la muerte por cualquiera que no
estuviera en la Hermandad poseer una daga negra, mucho menos usarla de la
manera tradicional.

Esa arma no sólo bajó de nuevo. Se enterró en algún lugar de su capa. Y luego
la hembra salió de las sombras. Cuando salió, lo primero que hizo Boone fue
tratar de ver debajo de su capucha, pero no pudo distinguir nada de su rostro.

―Estás a salvo con nosotros ―le dijo Butch.

―Ya no me siento segura en ningún lado.

―Venga, vamos a un lugar más cálido.

De vuelta al frente, los gorilas de la puerta les dejaron entrar a los tres, y luego
Butch ordenó algunas sillas plegables en una esquina del área del guardarropa,
tirándose en un pequeño círculo detrás de una media cortina que colgaba del
techo. Hubo un momento incómodo cuando todos se quedaron de pie alrededor,
y luego Butch tomó la delantera posando el culo.
Cuando Boone se sentó frente a la mujer, trató de parecer que se estaba
centrando en ella de una manera profesional, no personal. Y lo primero era cierto.
Estaba pensando en ella como una testigo que bien podría poseer más
información de la que hasta ahora había compartido.

Pero también había una corriente subterránea que no podía negar.

―Como dije ―comentó el hermano mientras sacaba un pequeño cuaderno en


espiral―, esto no tomará mucho tiempo. Soy el detective O’Neal, quiero decir, el
hermano Butch. Soy Butch. ¿Y tú eres?

―Helania. ―Sacudió la cabeza cubierta―. Pero le dije todo lo que sé y no es


mucho.

102
Cruzando las piernas por las rodillas, Butch la miró con ojos color avellana
llenos de compasión y comprensión.

―Apuesto a que no has podido dormir ni comer desde que la encontraste.

Hubo una larga pausa. Y luego Helania volvió a negar.

―No, realmente no.

―Lamento mucho que hayas tenido que ver eso. ―Los ojos de Butch se
mantuvieron firmes en la hembra, incluso cuando su pluma apuntó algo―. Sé
que te ha estado destrozando. Mi víctima realmente sufrió cuando murió.
¿Puedes decirme cómo se llamaba?

―No la conocía ―dijo Helania con tristeza―. Yo sólo… estaba preocupada


porque había estado allí con ese hombre durante mucho tiempo.

―Por supuesto que estabas preocupada por ella. Las hembras tienen que
cuidarse unas a otras.

La capucha de la capa asintió.

―Así es como me siento. Podría haber sido yo.

―Lo sé. Es peligroso aquí. Peligroso en todas partes. ―El hermano se inclinó
hacia delante con seriedad―. Sé que es difícil confiar en nosotros. Incluso con las
dagas negras que llevo puestas, no nos conoces ni a él ni a mí por un agujero en
la pared. Pero sólo quiero que sepas que ella es mi víctima ahora. Voy a cuidarla,
y la forma en que lo hago es descubriendo lo que le sucedió y asegurándome de
que quien la mató sea despachado. La forma en que puedes continuar
ayudándola es contándome lo que sepas. No importa cuán trivial o
intrascendente creas que pueda ser. Y cuanto antes lo hagas, mejor para ella.

Hubo otro largo silencio, y el sonido de fondo de la música se elevó para llenar
el vacío. Mientras tanto, Boone trató de no interrumpir. Agitarse. Ser un imbécil.

―Puedes confiar en que cuidaremos de ella ―reiteró Butch―. Todos estamos


en el mismo equipo.

―¿Qué harás si encuentras al asesino? ―Salió la suave pregunta.

103
―Cuando ―corrigió Butch―. Es cuando lo encuentre. Y si son humanos o uno
de nosotros, obtendrán lo que se merecen, te lo prometo.

Después de un momento, un par de manos temblorosas se elevaron hacia la


capucha que cubría la cabeza de Helania. Cuando retiró la tela negra hacia atrás,
Boone jadeó antes de que pudiera ocultar su reacción. Sus rasgos estaban bien
hasta el punto de ser delicados, sus ojos amarillos redondeados, sus cejas
arqueadas, su boca en forma de arco y su nariz puntiaguda equilibrada
perfectamente en el óvalo de su rostro. Su cabello era largo y ondulado, veteado
de rubio y rojo, y su piel era más oscura que la de él.

Era… asombrosa.

―No puedo dejar de verla ―susurró Helania―. Cada vez que cierro los ojos,
yo… La veo colgando de ese techo. Ese gancho…

―Lo sé. ―Butch puso una mano paternal en su rodilla―. Es realmente


terrible. Pero juntos, podemos hacer algo al respecto.

Esos ojos amarillos se alzaron hacia los del hermano.

―No dejarás que se salga con la suya.

―No, no lo haré.

―Lo he estado buscando, ya ves. ―Ella asintió hacia el área abierta donde
estaban los miembros del club―. Sé que volverá aquí.
―Porque ha matado antes.

Esa mirada amarilla fue al suelo.

―Sí.

―¿Cómo supiste de las otras muertes?

―¿Hay más de una? ―preguntó con sorpresa.

―Sí.

―Oh, Dios… bueno, sólo sabía de la otra. ―Sus párpados bajaron―. El


asesinato de esa mujer estuvo en todos los grupos sociales de la especie.

104
Incomodó a todos.

Boone habló.

―Así que por eso estabas vigilando a la víctima anoche. A pesar de que no la
conocías.

―Todos están nerviosos ―dijo Helania―. Quien es un vampiro, eso es.

―Lo cual es comprensible ―murmuró Butch―. Ahora, el macho o el hombre


que viste con mi víctima. ¿Lo habías visto antes en el club?

―Creo que sí. Sin embargo, no estoy segura. Está oscuro y hay mucha gente.

―¿Cómo es él?

―Es enorme. Gafas de sol negras. Gorra negra bajada con una calavera. Ropa
de cuero negro, aunque eso no dice mucho.

―¿Podrías identificarlo si lo vieras de nuevo?

―Tal vez. Pero nunca tuve una buena y clara imagen de su rostro. Su gorra y
sus gafas cubrían muchos de sus rasgos, y nuevamente, es difícil ver allí.

―¿Qué tal su aroma? ¿Lo reconocerías?

―No lo sé. ―Helania se tocó el costado de la nariz―. Seguí la sangre, no a él


o a ella.
―Entonces viste al hombre con mi víctima. ¿Qué estaban haciendo?

Un sonrojo estalló en sus mejillas.

―Lo que la gente hace aquí. Besos. Ya sabes.

Los ojos de Boone se centraron en su boca y se negaron a ser redirigidos. En


toda su vida, no podía recordar estar tan cautivado por un miembro del sexo
opuesto. Era probable que olvidara por qué estaba sentado tan cerca de ella, y
eso sería inaceptable.

Se dio una patada en el culo, se movió en su asiento y pensó en el cadáver que


había visto en el teléfono del hermano.

105
Butch asintió.

―¿Y recuerdas qué hora era cuando notaste que la hembra se fue con él para
ir al nivel inferior?

―En realidad no. ―La mirada de Helania se dirigió hacia Boone, y ya sabes,
sintió que lo habían puesto bajo una lámpara de calor―. Como le dije, vi al
hombre llevarla abajo. Me quedé en el piso principal hasta que olí la sangre. Era
tan débil que no estaba segura si lo estaba imaginando. Pero luego pensé en esa
mujer sola con ese hombre y me preocupé, así que fui a buscarla.

―¿Cuánto tiempo pasó entre cuando los viste partir juntos y cuando fuiste a
ver cómo estaba?

―Como, una hora o más. Pero no podría decirlo con certeza.

Butch tomó algunas notas, principalmente sin mirar su cuaderno.

―¿Viste a alguien más allí abajo? ¿Cuándo la encontraste?

―No había nadie.

―¿Y estabas sola?

―Eso es cierto.

―¿Alguna idea de qué hora era?


―Es difícil de decir. No estaba haciendo un seguimiento. Ya había estado en
el club durante un par de horas cuando lo vi.

―¿Viniste al club con alguien anoche? ―Después de que ella sacudiera la


cabeza, Butch dijo―: ¿Puedes darnos los nombres de algunas personas con las
que hablaste mientras estabas aquí? ¿Ya sabes, alguien que pueda darnos una
pista sobre cuándo llegaste y cuándo te fuiste?

Su mandíbula se tensó.

―¿Qué estás sugiriendo exactamente?

―Nada en absoluto. Me pregunto si alguien más podría haber mirado su reloj

106
o su teléfono mientras hablaban contigo para que pudiéramos establecer un
calendario.

―No hablé con nadie. Nunca lo hago.

―Entonces, ¿por qué vienes aquí?

Los ojos de Helania brillaron de ira.

―Soy mayor de edad y no una hembra sehcluded. Puedo ir a donde quiera.

―Lo siento. ―Butch tocó el centro de su pecho en disculpa―. Eso salió mal
de mi parte. Y no quise sugerir que estuviste involucrada en lastimarla.

―¿Hemos terminado?

―Claro, podemos terminar. ―El hermano pasó una página y escribió algo.
Arrancando la hoja, se la ofreció a Helania―. Este es mi número. Estaré en
contacto y quiero que hagas lo mismo. Supongo que el número desde el que
llamaste al servicio es tu teléfono, ¿y te podemos localizar en él?

Helania se inclinó hacia delante para tomar la página, su muñeca estrecha salió
de la voluminosa manga de su capa.

―Sí, lo es. Y sí, puedes.

―Te llamé varias veces esta noche.

―Estaba aquí y lo tengo en silencio.


Butch asintió.

―Si recuerdas algo más, házmelo saber.

Helania metió el papel en algún lugar de su capa. Luego se levantó de su silla,


y Butch hizo lo mismo, y se dijeron algunas cosas. Cuando Boone se puso de pie,
no siguió la conversación. Estaba demasiado ocupado deseando que la hembra
lo mirara por última vez.

Y luego lo hizo.

Citrinos. Tenía ojos como esas gemas de sol, profundas y misteriosas…


tentadores. Era muy fácil perderse en ellos.

107
―Mi nombre es Boone ―espetó. Lo cual fue estúpido. Como si no se lo
hubiera dicho antes. Dos veces. O había sido tres veces, por el amor de Dios.

Ella sólo asintió. O al menos pensó que lo hizo. Luego se puso la capucha sobre
su cabello espectacular y entró en el club, su cuerpo delgado desapareció entre la
multitud.

Debería irse, pensó Boone. No volver allí.

―Vamos ―dijo Butch―. Tenemos que conducir a continuación a casa de


Havers. Antes de golpear a tu primo justo antes del amanecer.

Pasó un momento más antes de que Boone pudiera darse la vuelta, y cuando
salieron del improvisado club, sintió que había dejado algo crucial para su
bienestar. La necesidad de darse la vuelta fue casi abrumadora.

Se dijo que al menos ella sabía cómo apuntar con un arma a alguien.

Estaban casi a mitad de camino de regreso al auto, y sí, Butch tenía razón, el
R8 todavía estaba donde lo habían dejado, cuando el hermano se detuvo en
medio de la calle. Boone dio un par de pasos más y luego se dio la vuelta en la
nieve, esperando que el hermano revisara su teléfono por una llamada o un
mensaje de texto.

Incorrecto.

Esos ojos color avellana estaban fijos en Boone.


―Cuídate, hijo. Ella podría estar metida en esto de una manera pequeña, de
una manera grande. No lo sabes.

―¿Qué? ―Boone frunció el ceño―. Nos llamó por el cuerpo. Y le dijiste que
no estaba en problemas.

―Todo lo que dije allí fue para que hablara. No confundas el interrogatorio
con la sinceridad, incluso si la persona con la que estamos hablando lo toma de
esa manera. La primera regla de homicidios es que no confíes en ningún testigo,
persona de interés o sospechoso hasta que tengas corroboración o evidencia que
demuestre que su historia es cierta. No importa cómo se vea alguien.

―Pero, ¿por qué nos habría llamado si hubiera estado involucrada en el

108
asesinato?

―No es nuestro problema en este momento. Sólo tenemos que apegarnos a los
hechos. ―Butch hizo un gesto sobre su hombro―. Esa mujer llamó a la línea de
emergencia la noche en que nuestra víctima fue colgada de la parte posterior de
su cráneo como media res con lo que probablemente era un gancho de carne. Eso
es lo único que sabemos con certeza en este momento…

―Ella no lo hizo.

Butch disparó una mirada de saltamontes.

―¿Cómo sabes eso? ¿Por el color de su cabello? ¿O fueron esos ojos los que
siempre trataste de atrapar?

Cuando Boone pisoteó la bota en la nieve y maldijo, Butch sacudió la cabeza.

―Mira, no te voy a llamar ni nada. Esta es la primera vez que has estado en
esta situación, por lo que no es sorprendente que necesites capacitación. Sólo
necesito que mantengas la cabeza en el lugar correcto. He visto mucho más que
tú cuando se trata de este tipo de mierda. Te recomiendo encarecidamente que
sigas mi consejo, ¿y si no puedes? No es ningún daño, no hay falta, pero no
participarás en esta investigación. ¿He sido claro?

Boone abrió la boca, con la intención de mostrar cuán agitada estaba Helania.
Cómo estaba claramente traumatizada. Como ella…
… tenía hermosos ojos y cabello citrino por el que quería pasar los dedos.

Cerrando su agujero de golpe, se guardó una serie de maldiciones para sí


mismo.

―Oye ―dijo Butch―, perder el enfoque les sucede a todos. Especialmente si


nunca has hecho esto antes. Sólo necesito tu juego de frente, ¿de acuerdo?

Cuando Boone asintió, los dos comenzaron a caminar de nuevo. Y mientras


metía sus frías manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, decidió que sabía
con certeza otra cosa sobre Helania. Aparte del hecho de que ella no era
absolutamente, positivamente, la asesina.

109
Iba a verla de nuevo.

De una manera u otra.

Las instalaciones médicas de la raza estaban al otro lado del río, el extenso
laberinto subterráneo de unidades de tratamiento enterradas debajo de los
campos planos de una granja y el perímetro boscoso.

Había cuatro entradas al lugar; uno en la antigua granja real, que formaba un
frente para la operación al mundo humano, y luego otros tres puestos
diseminados por la superficie de los pinos.

Cuando Boone se materializó frente al puesto occidental, no estaba


familiarizado con el centro médico. Como aristócrata, antes de unirse al
programa de entrenamiento de la Hermandad, estaba acostumbrado a que
Havers viniera a la casa si alguien necesitaba un sanador. Ahora, como aprendiz,
era tratado por el personal privado de los hermanos en su propia clínica.
Además, si la memoria servía, esta era la nueva instalación mejorada que acababa
de abrir después de las redadas.

Butch se reformó a su lado e ingresó un código en un teclado al lado de una


sólida puerta de acero. Después de que la cerradura se soltara, los dos entraron
en una habitación estrecha, cuyo punto focal era un conjunto de puertas de
ascensor cerradas.

―¿Estás listo para esto? ―preguntó el hermano.

―Sí ―respondió Boone, a pesar de que no estaba seguro de estarlo.

Butch presionó el único botón en la pared para invocar el ascensor. Cuando se


abrieron las puertas, los dos entraron y luego fue un caso de ¡Jeopardy! a medida
que descendían. Al final de su pequeño viaje a la tierra, él y Butch salieron a un
corredor reluciente y limpio. Mirando hacia la izquierda y hacia la derecha,
cualquiera veía todo tipo de señalización, pero nada de eso indicaba hacia dónde
debían dirigirse.

110
―Vamos por este camino ―señaló Butch sombríamente―. Es un recorrido.

Boone se puso al paso con el hermano, y se mantuvieron en silencio mientras


avanzaban, tomando esquinas y bajando en línea recta. No había razón para
preguntar cómo Butch sabía dónde estaba la morgue, y el hecho de que esa parte
particular de la instalación estuviera fuera del camino parecía apropiado dado
que Havers y su personal se dedicaban a preservar la vida. También tenía sentido
que no hubiera señalización para ella. A diferencia de las diversas directivas y
flechas que publicaban sobre radiología, cirugía ambulatoria, servicios de
emergencia y similares, no había nada sobre dónde se llevaban y almacenaban
los muertos.

Tenías que imaginar que la discreción era a propósito. No había razón para
recordarles a los pacientes y sus familias que a veces las personas no salían por
la puerta principal, por así decirlo.

Y en esa nota… los restos de su padre habían sido traídos aquí.

Había sido incinerado aquí. A petición de Boone como pariente más cercano.

Después de unos cinco minutos más pisando los talones, Butch les dio una
vuelta final hacia la izquierda, y fue entonces cuando el débil y dulce aroma del
formaldehído floreció en el aire. Efectivamente, más adelante, apareció un
conjunto de puertas dobles sin marcar, y Boone supo que habían encontrado su
destino.
Cuando llegaron a la entrada de la morgue, Butch saltó hacia delante y abrió
el camino. Boone, por otro lado, se detuvo en seco. Y no podía ir más lejos.

―¿Qué pasa, hijo? ―preguntó el hermano en voz baja―. ¿Estás bien?

Era difícil decir las palabras en voz alta. Mucho menos a un hombre que
respetaba.

―Lo estoy… ¿Está mal que no haya pedido ver su cuerpo?

No había razón para especificar el “él” del que estaba hablando.

―No, Boone. No está mal. Algunas cosas son mejores si no se ven.

111
―Lo he incinerado aquí. ―Se concentró en el hermano―. Simplemente no
quería que volviera otra vez, ¿sabes? No quería… eso. Aunque sólo estoy siendo
paranoico, ¿verdad? Quiero decir, nadie es reanimado por segunda vez
después…

Después de que fuera introducida una bala llena de agua de la fuente sagrada
de la Virgen Escriba a quemarropa en el lóbulo frontal.

De alguna manera, no era capaz de poner todo eso en palabras. La buena


noticia es que el hermano no parecía necesitar que se lo explicara.

―Hiciste lo correcto ―dijo Butch en voz baja―. Lo que sea que es más fácil
para ti es lo correcto.

―Nada de esto, como resultado, es fácil. No mientras mi padre estaba vivo, y


no ahora que está muerto. Mi fantasía no funcionó como pensaba cuando era
joven y vengativo.

―Afligir una relación complicada puede ser aún más difícil que una que
funcionó para ti. ¿Quieres esperar aquí mientras yo…?

―No, iré contigo. ―Boone respiró hondo y se preparó―. Seré un profesional


sobre esto.

Caminando por la puerta abierta, miró al alrededor a una habitación


alfombrada que era como una clínica en lugar de una clínica de cadáveres: Había
escritorios con ordenadores portátiles y estantes de archivos verticales
codificados de suelo a techo, también una mesa de conferencias que tenía algunas
fotografías en su superficie lisa. No quería mirarlas de cerca.

En la pared del fondo, había otro conjunto de puertas dobles, ¿y el hecho de


que no tuvieran ventanas? Eso tenía que ser donde se guardaban los cadáveres.

―¿Hace las autopsias él mismo? ―preguntó―. ¿Havers, quiero decir?

―Sí, lo hago.

Boone se dio la vuelta. El antiguo sanador de la raza estaba entrando desde el


pasillo exterior, con sus gafas de carey, pajarita y bata blanca como algo salido de
una escuela de medicina de la Ivy League. Quizás del cambio del siglo anterior.

112
―Rexboone. ―El macho se adelantó y le ofreció la mano―. Mis más sinceras
condolencias con respecto a la muerte de su padre. Conocía a Altamere muy bien
y siempre lo encontré como la compañía más agradable. Será extrañado.

Boone sacudió lo que se extendía hacia él e hizo lo que esperaba que fueran
murmullos de agradecimiento. El hecho de que Havers tuviera una alta opinión
del padre de Boone tenía sentido. El curandero de la raza era miembro de la
glymera, y estaba en el callejón de Altamere: rico, bien educado, de un buen linaje.
No era de extrañar que se hubieran llevado bien.

―Si está preparado para aceptar la urna ―dijo Havers―, la tengo lista para
usted.

Boone parpadeó.

―Ah… sí. Gracias. Me la llevo.

―Muy bien. Después de haber concluido nuestro triste presente, entonces.

Havers se volvió hacia Butch. Se habló sobre la víctima, y luego Butch firmó
un formulario de algún tipo. Mientras tanto, Boone era consciente de que su
corazón latía con fuerza y tenía la boca seca, aunque no se trataba del asesinato.

Pero vamos, como si esperara que el fantasma de Altamere despegara la tapa


de su lata, bajara por el pasillo de cualquier estante que le pusieran y se enojara
por todo el asunto de la cremación.
Las cenizas eran mucho mejores que un cadáver en un esmoquin apareciendo
en la Última Comida y pidiendo otra ronda de whisky.

Con una maldición silenciosa, Boone se obligó a reenfocarse mientras Havers


abría la mitad del conjunto interior de puertas dobles. El olor a formaldehído se
quintuplicó. Cuando Butch entró en el área de examen con el médico, Boone se
obligó a seguirlo. No llegó mucho más allá de la jamba de la puerta.

Había cuatro estaciones de trabajo en la sala de azulejos del suelo al techo,


cada una de ellas dominada por una losa de acero inoxidable hasta la cintura que
tenía un fregadero con llave en un extremo, un orificio de drenaje en el otro y un
sistema de tubos de metal y cables eléctricos debajo. Las mesas rodantes estaban

113
en su lugar para lo que supuso que eran instrumentos y muestras de tejido, y las
escalas colgantes para pesar órganos y cajas de luz montadas en la pared para
rayos X y resultados de pruebas de imágenes lo cual significaba que podía hacer
todo en un sólo lugar.

No se habían ahorrado gastos. Sin eficiencia subutilizada.

Tampoco cuerpos en las losas. Gracias a Dios.

―Ella está por aquí ―murmuró Havers.

“Por aquí” resultó ser una unidad de refrigerador del tamaño de una pared
con dos docenas de puertas de siete por diez metros apilados a dos alturas en su
rostro de acero inoxidable. Y a medida que Butch avanzaba, Boone se quedó
muuuuy atrás mientras Havers abría un compartimento en el nivel superior.

El médico sacó un tobogán de acero inoxidable y Boone dejó de respirar.

La mujer desnuda estaba acostada sobre su espalda, su cabeza apoyada en un


bloque colocado en su nuca, sus brazos metidos en sus costados, sus piernas
estiradas con sus pies colgando hacia la izquierda y hacia la derecha. Tenía el
cabello oscuro que estaba pegado al cráneo, y su piel era gris moteada con
moretones en algunos lugares. La sangre, seca y apelmazada, cubría gran parte
de su torso, y el gancho de carne que le había hecho sentir náuseas cuando miraba
las fotos en el teléfono de Butch todavía estaba en su lugar, sostenido por ese
bloque.
Como si hubiera sido algo intrínseco a su cráneo todo el tiempo.

Boone bajó los ojos por respeto. Y también porque su reflejo de nauseas estaba
empezando a hacer flexiones en la parte posterior de su garganta.

―Tenemos la peluca y la máscara que llevaba puesta ―dijo Havers


suavemente.

―Sí, vimos sus fotos en la escena. ―Butch hizo un sonido hmmm mientras se
inclinaba más cerca―. Ven aquí, Boone. Puedes ver aquí donde le cortaron la
garganta. También cortes bilaterales en sus muñecas. Debió haber estado viva
cuando fue colgada, dada la cantidad de pérdida de sangre en el suelo de
hormigón debajo de ella.

114
―Tendría que estar de acuerdo con esa evaluación ―dijo Havers―. No he
hecho un examen exhaustivo de sus restos, pero la entrada del gancho está muy
limpia, lo que sugiere que probablemente no estaba consciente o en estado de
shock cuando se le hizo esto. No se defendió. Pero tienes razón. Por el volumen
de sangre desplazada, su corazón siguió latiendo durante un tiempo después de
que la colgaran.

―Por este lado ―comentó Butch mientras cambiaba de posición―, puedes


ver dónde fue arrastrada por un suelo áspero. ―El hermano se enderezó―.
Entonces la cortó. La arrastró. Inserta el gancho y la agarró aquí… y aquí…
―Butch hizo como si estuviera poniendo sus manos sobre la parte superior de
sus brazos, exactamente donde había una serie de contusiones bilaterales, como
huellas dactilares―. Para levantarla. Después de lo cual ella continuó
desangrándose.

Mientras Boone se concentraba en esos grupos negros y azules, la ira que había
sentido cuando escuchó por primera vez la llamada grabada de Helania volvió a
él. La idea de que alguien le hubiera hecho esto a esta mujer… que la había
lastimado así… La mató así… lo puso positivamente furioso.

―¿Sabes si había tenido relaciones sexuales? ―preguntó Butch.

Havers inclinó la cabeza.


―Creo que sí, pero no sé en este momento si fue antes o después de su muerte.
Como dije, sólo le hice un examen superficial.

―Necesito que respondas a esa pregunta por mí.

―Me temo que hasta que encontremos a la familia, no me siento cómodo


realizando una autopsia.

―Puede que tengas que superar eso. ―Butch miró del cuerpo al médico―. No
podemos esperar mucho porque el rastro de su asesino se está enfriando mientras
hablamos.

Boone había tosido ante la mención del sexo… pero mientras el doctor y el

115
hermano continuaban hablando, comenzó a mirar el cuerpo de manera diferente,
viendo las marcas en su piel, las heridas, los lugares inflamados, como fuentes de
información, en lugar de…

―¿Qué es eso debajo de su piel? ―preguntó mientras señalaba.

En la parte superior del brazo de la hembra, parecía haber una astilla de algo
oscuro debajo del gris de su piel. Tenía sólo centímetro y medio de largo como
máximo y delgado como la punta de un lápiz, y parecía estar en ángulo en la
carne.

―No lo sé ―dijo Butch mientras se inclinaba―. Havers, ¿podemos sacarle


eso?

―Pero por supuesto. Un momento.

Butch sacó su teléfono y tomó una serie de fotografías, no sólo de ese lugar
discreto sino de otros como el gancho de carne, las contusiones en la parte
superior de los brazos, las abrasiones en los costados, las rodillas y las espinillas.
Mientras tanto, Havers regresó enguantado con un bisturí y un frasco de
recolección. Después de cortar la piel, sacó el objeto con la punta de la cuchilla.

―Parece ser una uña pequeña ―comentó mientras ponía lo que fuera en el
recipiente de plástico.

La cosa emitió un suave sonido de impacto, un chasquido, cuando aterrizó.


―Parece ―comentó Butch mientras miraba dentro del frasco―. Tal vez era de
la escena, mientras la arrastraba hacia donde la estaba colgando. Había muchos
escombros en ese almacén.

―¿Preferirías quedarte con esto? ―preguntó Havers mientras giraba la


tapadera azul―. Necesito etiquetarlo primero, pero estás recopilando toda la
evidencia, ¿no?

―Lo hago. Y lo tomaré, sí. Estableceré una sala de investigación de inmediato


para el caso en el centro de capacitación.

―Muy bien.

116
Después de que Havers dejara el escalpelo y marcara una etiqueta con un
bolígrafo dorado, el contenedor cambió de manos y Boone se dio cuenta de un
silencio incómodo.

―Sin embargo, ¿estará mi hermana? ―preguntó Havers suavemente.

―Ella es perfecta en todos los sentidos.

―Bien. Es decir… muy bien.

El hermano asintió hacia el cuerpo como si quisiera redirigir la conversación.

―Nos avisará si alguien se presenta para identificarla.

―Sí, lo haré.

―Si nadie se presenta en las próximas veinticuatro horas, te ordenaré que


hagas la autopsia. E incluso si alguien lo hace, la haremos con o sin el
consentimiento de la familia.

―Solicitaré la firma del rey. En cualquier caso.

―Me aseguraré de que la tengas.

―Gracias. ―Havers miró a Boone―. Y ahora, ¿te gustaría firmar por la urna
de tu padre?

Boone se tragó su respuesta honesta, porque prefería dejar los restos allí.
Siempre. Aceptarlos significaba que no podía evitar la Ceremonia al Fade, y lo
último que quería hacer era socializar con un grupo de mirones de la glymera. O,
para usar otro término, su familia extendida.

Indudablemente, todos sabían qué había pasado con su padre ahora. Y cada
uno de ellos iba a querer calentar sus corazones fríos ante un cotilleo
chisporroteante.

―Sí. ―Se obligó a responder―. Me llevaré la urna a casa conmigo.

117
capitulo 9

118
Cuando la luz del sol amenazaba en el este, Boone entró por la puerta principal
de la casa de su padre y cerró el pesado pestillo detrás de él. A su alrededor, las
persianas opacas en el interior de las ventanas estaban bajando, el zumbido sutil
en las habitaciones formales era un sonido familiar, el suave chasquido mientras
se cerraban en su lugar apenas audible sobre el calor que silbaba a través de las
rejas viejas instaladas en el suelo.

El hecho de que tuviera una urna de bronce con las cenizas de su padre debajo
del brazo, como si fuera un periódico que había recogido en el patio delantero,
era otra distorsión extraña del mundo de la forma en que su vida debería haber
ido…

No es que pasar por esta puerta después de una larga noche en el campo para
enfrentar a su padre hubiera sido una fiesta. Pero la familiaridad no sólo
generaba desprecio. A veces formaba los sujeta-libros de tu vida, reforzando sus
novelas y no ficciones por igual para que se pusieran de pie y no se cayeran de
los estantes.

Cuando esos confines se eliminaban repentina e inesperadamente, incluso si


habían sido desagradables, terminabas con un caso de desorden que te hacía
temblar.
En esa nota, se preparó y miró al otro lado del vestíbulo. Las puertas del
estudio de su padre estaban abiertas, y las paredes de nogal brillaban a la luz
mantecosa del fuego que brillaba en el hogar de mármol. Dirigiéndose hacia él,
se apoyó contra la jamba de la puerta de entrada, sus ojos recorrieron los libros
de cuero que llenaban los estantes. Y las pinturas al óleo de caballos que Altamere
había tenido en el Viejo País. Y los apliques de latón y los dos candelabros de
latón que arrojaban iluminación de forma complementaria a la que emanaba de
la chimenea.

―Necesita algo.

Las palabras eran técnicamente una pregunta. El tono era una demanda

119
sospechosa.

Boone miró por encima del hombro. Marquist se había materializado de la


nada, aunque dado el hecho de que había cámaras de seguridad en toda la casa,
su sincronización perfectamente podrida no era una sorpresa. El macho también
volvió a SOP. En contraste con la noche anterior, cuando las noticias lo habían
conmocionado claramente, el mayordomo estaba en buena forma, con el traje
presionado abotonado, la camisa almidonada blanca como la nieve fresca, la
corbata anudada con tanta fuerza en la garganta que era una maravilla que
pudiera respirar.

No más manos temblorosas. Esta vez, la tela de pulido perenne era tan estable
como siempre.

―No ―dijo Boone―. No necesito nada.

Al entrar en el estudio de su padre, cerró las puertas al otro hombre, muy


consciente de que era equivalente a una declaración de guerra. ¿Como si la pareja
no siempre hubiera cerrado las puertas? Algunas cosas, la muerte no cambiaba.

Algunas cosas, la muerte empeoraba.

Cruzando la alfombra persa, Boone colocó la urna en la esquina del escritorio


jacobeo, justo al lado de una lámpara libélula de Tiffany y una escultura de cristal
de roca de un semental de cría. Tal vez las cenizas podrían quedarse allí situadas
un rato, como cualquier otro jarrón en la habitación. No era como si hubiera algo
que se pudriera dentro del contenedor.
A diferencia del cadáver refrigerado de esa hembra.

Con una sensación de pesadez en los huesos, Boone dio la vuelta detrás del
escritorio y se sentó en la silla de cuero de su padre. Colocando las manos con la
palma hacia abajo sobre el papel secante, miró hacia el espacio.

¿Dónde estaba la voluntad?

La pregunta se había estado gestando en su mente durante las últimas


veinticuatro horas, no, espera. Más largo que eso. Se había estado preguntando,
al menos durante la última década, pero especialmente durante los doce meses
anteriores desde que hubiera hecho esa amenaza de paternidad, si su padre lo
iba a dejar sin cosas. Dejando el dinero y la casa y los efectos personales a otra

120
persona.

O un gato. No es que tuvieran alguna mascota.

Pero Altamere siempre había sido un gran fan de Karl Lagerfeld.

Inclinándose hacia un lado, Boone intentó sacar el cajón superior a la


izquierda. Bloqueado. Lo mismo con el resto de ellos. Mientras se enderezaba, se
preguntó qué era más importante para su padre, su supuesta propiedad póstuma
o venganza por el posible error de su primera shellan con otro macho…

El golpe en la puerta fue fuerte.

Hablando del demonio.

Y Boone debatió no responder sólo para ver hasta qué punto Marquist
empujaría las cosas. Pero maldita sea, estaba cansado.

―Adelante.

El mayordomo separó las puertas y, cuando el hombre vio a Boone sentado en


el escritorio de su padre, la ira que estalló en ese rostro no pudo ocultarse.

―Dime algo ―dijo Boone mientras se encargaba de acomodarse en la silla de


su padre y cruzaba las piernas cómodamente por la rodilla―. ¿Dónde están las
llaves de este escritorio?
Una máscara de profesionalismo golpeó la hostilidad del mayordomo,
cerrando la emoción.

―No lo sé.

―¿Has estado a cargo de toda esta casa durante cuánto tiempo? ¿Eras la mano
derecha de mi padre y no sabes dónde están las llaves? ―indicó Boone sobre su
hombro, a una pintura titulada Belleza a medida del Gran Campeón Altamere―.
¿Qué tal la caja fuerte que hay detrás de aquí?

Mientras el mayordomo registraba la sorpresa, Boone sonrió fríamente.

―Sí, sé que está ahí. ¿Me vas a decir que no conoces la combinación?

121
―Estas son áreas privadas de su padre…

―Mi padre está muerto. Son mías ahora. Todo bajo este techo es mío.

Existía la posibilidad de que fuera mentira. Sin embargo, era una buena idea
probar al mayordomo para ver si sabía algo.

Los ojos de Marquist se entrecerraron.

―Esta sigue siendo la casa de mi amo.

Boone agarró los brazos de la silla, listo para ponerse de pie y tirársela al
mayordomo. Pero se detuvo. Hasta que encontrara ese testamento, necesitaba
mantener al hombre cerca, y había una razón más grande para calmar a Marquist
en una falsa sensación de seguridad: Boone nunca había entendido la relación
entre su padre y este mayordomo. Los dos habían estado más cerca de lo que
deberían haber estado amo y sirviente. Con Altamere desaparecido, finalmente
había una oportunidad de llegar al fondo de todo. ¿Y si hubiera habido
transferencias incorrectas a favor de Marquist? ¿Regalos? ¿Beneficios?

Entonces Boone estaba en condiciones de averiguarlo y recuperar la mierda.


No porque le importara el valor monetario, sino por una cuestión de principios.

También había una parte de él que esperaba que el mayordomo hiciera algo
realmente estúpido.
Retrocediendo de nuevo, tamborileó el papel secante con la punta de los
dedos.

―Haré la Ceremonia al Fade dos horas antes del amanecer de mañana.

Las cejas de Marquist se levantaron.

―Sin embargo, ¿es eso posible? La publicación no funciona tan rápido y los
invitados no…

―Las invitaciones por correo electrónico son instantáneas. Un clic y aterrizan


en las bandejas de entrada de las personas. Justo como la magia.

El evidente horror del mayordomo hizo que Boone pensara en estar en la

122
morgue y de pie al lado del cuerpo maltratado de la mujer muerta. Ahora eso era
horrible. ¿Cómo serían las invitaciones a una fiesta para un montón de gente?
¿Incluso si era para una Ceremonia al Fade? Ni siquiera cerca.

Pero intentar decirle eso a alguien que disfrutaba usando la propiedad social
como un garrote.

―No puedes hablar en serio ―tartamudeó Marquist.

―No hay razón para esperar la ceremonia.

―¿Dónde está el cuerpo ahora?

―Cenizas.

―¿Qué?

―Hice que incineraran los restos y las cenizas están aquí. ―Se inclinó sobre el
escritorio y golpeó la urna con su dedo índice, un pequeño sonido metálico se
alzó―. Esto es con lo que vamos a hacer la ceremonia.

Marquist miró el contenedor con incredulidad. Y cuando sus ojos finalmente


volvieron a Boone, la furia vil en ellos fue una sorpresa. ¿Quién sabía que el
hombre lo tenía en él?

―Tu padre nunca te aprobó.

Boone jadeó y se puso la mano en el esternón.


―No… ¿de verdad? Oh Dios, estoy desconsolado. Todos estos años pensé que
era su hijo modelo. ―Dejando caer el acto, dirigió su mirada al escritorio―.
¿Crees que su opinión importa ya?

―No te merecía.

―Ni él a mí. Fuimos una maldición el uno para el otro, pero eso ya terminó.
―Boone hizo un movimiento despectivo con la mano―. Vete. Ya terminé con
esta conversación…

―No eres tu padre.

―Y puedes dejar esta casa en cualquier momento. Cuaaaaalquier momento.

123
De hecho, mantén esta actitud y te encerraré fuera de este lugar tan rápido que
hará que tu maldita cabeza gire.

Al otro lado de la ciudad, en un vecindario suburbano de edificios de


apartamentos de la década de los setenta, Helania estaba sentada sola en su piso
de dos dormitorios en el sótano. En lo alto, los humanos que vivían sobre ella
comenzaban su día, las pisadas amortiguadas haciendo un circuito entre lo que
ella imaginaba era su baño, su dormitorio y su cocina.

El mismo diseño que tenía. Excepto que una de sus habitaciones no había sido
utilizada en ocho meses.

El sofá en el que estaba sentada era viejo y desgastado, y para enmascarar la


edad, ella e Isobel habían puesto una funda nórdica gigante sobre los cojines y
los brazos. Almohadas de flores y plantas hechas con agujas hechas en casa se
apiñaban donde podía sentarse, pero nada de eso era permanente. Su tienda de
Etsy hacía negocios bastante enérgicos, por lo que siempre había rotación aquí en
su propio apartamento. Siempre con rollos de terciopelo, cajas de guata y cuencos
de borlas también.
Pero el ajetreo de su trabajo principal de edición en línea no era sólo un buen
ingreso suplementario. La había mantenido cuerda después del asesinato de su
hermana.

A veces, lo único que la mantenía en su piel durante las horas del día era llenar
bloques de color con hilo de lana, la naturaleza repetitiva de su caja de punto
obligaba a su mente a concentrarse en algo más que el asesinato de sus familiares
más cercanos, su compañera de cuarto, su mejor amiga.

Su única amiga.

Girándose, miró la puerta cerrada a la izquierda del baño.

124
En el otro extremo, había doce cajas de cartón de varios tamaños, todas llenas
de ropa, artículos de tocador, recuerdos, libros, y artículos de Isobel…

Helania había quitado las cosas de Isobel de las paredes, de los estantes, de la
cómoda también. Había vaciado el armario, vaciado los cajones, vaciado el cofre
de la manta al pie de la cama. Había desnudado la cama, empaquetado las
sábanas, doblado las mantas. Pero eso fue tan lejos como había ido. Tenía la
intención de darlo todo a la caridad. Todavía lo hacía.

Sin embargo, todavía no.

Tal vez… jamás.

Era difícil separarse de los objetos inanimados que su hermana había elegido
y usado, recogido y guardado. Por mucho que Helania se dijera que nada de eso
era Isobel, y por mucho que su lado lógico creyera eso, su corazón no cedería.

Bien podría haber estado regalando partes del cuerpo.

Frotándose los ojos cansados, se recostó en los cojines del sofá y cerró los
párpados. No tardó mucho en imaginarse a ese hombre, el del cabello oscuro y
la ropa negra y la inflexión aristocrática de su voz.

La imagen que invadió sus pensamientos persistentemente era de él de pie en


ese corte de iluminación entre los dos edificios, su aliento dejándolo en
bocanadas de blanco, su gran cuerpo equilibrado, sus ojos mirando hacia la
oscuridad.
Directamente a ella.

Cuando volvieron al club y se sentaron en esas sillas plegables con el hermano,


la había mirado todo el tiempo. Parte de ella quería creer, necesitaba creer, que
era sólo parte del interrogatorio, la investigación, el trabajo que la Hermandad le
había enviado a hacer.

Una obligación profesional.

Pero otro lado más profundo y preocupante de ella… se preguntaba sobre


cosas que no deberían haber estado en su mente en absoluto.

Cosas como que tal vez la había mirado por otra razón.

125
―Tienes que detener esto ―dijo en voz alta.

Arriba, hubo un ruido sordo, que fue una buena noticia. Esa era la puerta
exterior del apartamento de los humanos cerrándose. Las cosas se calmarían
ahora.

Otra imagen de ese hombre apareció en su cabeza. Fue cuando lo vio por
primera vez en el pasillo del sótano. Había estado retrocediendo desde la puerta
abierta hacia el almacén donde habían matado a esa mujer, su cabeza se apartó
del teléfono en la palma de su mano, sus ojos se cerraron como si estuviera
tratando de borrar algo de su mente.

Quizás una foto de esa mujer asesinada.

Puedes confiar en mí. No te lastimaré…

Cuando su teléfono sonó con un mensaje de texto, frunció el ceño y miró su


capa. Los pliegues negros colgaban de una clavija junto a la puerta, junto a su
parka y su impermeable amarillo. Poniéndose de pie, se preguntó quién estaba
buscando el número equivocado.

No había alguien que la buscara.

Ambos padres se fueron. Hermana… ida. No había relaciones extendidas. ¿Y


en cuanto a amigos? Isobel había sido la sociable, y después de su muerte, todas
aquellas personas que habían orbitado el centro carismático de su hermana se
habían escabullido en busca de otro sol alrededor del cual circular.
Tal vez era la Hermandad.

Helania buscó en la capa y sacó el teléfono de prepago que usaba del bolsillo
interior oculto. Era un mensaje de texto de un número desconocido:

Sólo quería disculparme si no manejé las cosas tan bien como podría haberlo
hecho esta noche. Me preocupa haberte hecho sentir incómoda al correr tras
de ti. Lo siento mucho. No te desanimes de compartir cosas con Butch ni con
nadie más. Lo único que importa es que descubramos quién está lastimando a
estas mujeres. Gracias por leer esto, Boone.

Helania se congeló dónde estaba de pie.

Luego miró hacia donde había estado sentada y se preguntó si de alguna

126
manera había captado el hecho de que había estado pensando en él.

De vuelta en el sofá, leyó el mensaje dos veces más, y señaló que, a diferencia
de los mensajes de texto que solía recibir de Isobel, no había abreviaturas. Sin
emoticonos. Sin gramática de texto. Era más como un correo electrónico. O una
carta escrita a mano.

De repente, se dio cuenta de que estaba sentada con el teléfono en las manos.

Como si pudiera hacer algo con él.

Como si pudiera responderle.

Su ritmo cardíaco se aceleró y sintió un sonrojo golpear su rostro. Mientras la


yema de su dedo flotaba por la pantalla del teléfono, observaba desde la
distancia.

Ningún texto. No.

La cosa estaba sonando.

Se llevó el teléfono a la oreja, sorprendida de haber hecho una llamada. No


tenía ni idea de lo que iba a decir o por qué lo estaba llamando. Especialmente
porque era sólo una civil, y él no sólo era claramente un aristócrata, sino también
alguien que estaba afiliado a la Hermandad de la Daga Negra.

―¿Hola? ―dijo una voz masculina en el otro extremo― ¿…hola?


Helania se aclaró la garganta.

―Hola.

Hubo una fuerte aspiración.

―¿Helania?

―Recibí tu mensaje. ―¿Como si él no lo supiera?―. Y yo, ah… ―Miró


alrededor de su apartamento como si los muebles baratos y la cocina pudieran
lanzar algunas sugerencias silábicas en su dirección―. Sólo quería asegurarte
que yo… mira, es una situación incómoda. No hiciste nada malo. Yo estaba… Es
sólo difícil. Todo esto es difícil.

127
―Por supuesto que sí. ―Hubo un crujido como si estuviera sentado contra
algunas almohadas, y tuvo que preguntarse si estaba en su cama―. Sólo pensé
que no ayudó a las cosas y quería arreglarlo de alguna manera.

Más susurro. Definitivamente estaba en la cama, y maldita sea, de repente se


preguntaba qué aspecto tendría sin toda esa ropa de abrigo. No desnudo, por
supuesto. Sólo con ropa de calle. Pantalones… camiseta…

Oh, mierda de caballo. Se preguntaba en qué dormía él. Y si era desnudo.

―¿Hola? ―dijo él.

―Lo siento. ―Helania sacudió la cabeza―. Está bien. Todo está bien.

Sí, claro, pensó. Nada estaba bien. No por qué se habían conocido o que lo
había notado cuando lo habían hecho… o en qué estaba pensando ahora.

―Nunca había hecho algo así antes ―murmuró.

Bueno, si supieras. Nunca llamé a un hombre de la nada y tampoco hablé con ellos.
Especialmente no después de que me los encontrara en una escena de asesinato.

―¿Cómo estás atado a la Hermandad? ―espetó―. Creo que dijiste algo al


respecto, pero no me acuerdo.

―Estoy en su programa de entrenamiento.

―¿Por la guerra?
―Sí, soy un soldado.

―¿Entonces peleas? ―Bien, eso era algo estúpido que decir. Pero vaya―.
¿Contra los lessers?

―Entre otras cosas ―comentó secamente―. Estoy fuera de rotación en este


momento.

―¿Porque estás herido? ―Por alguna razón, eso aumentó su ansiedad. Lo cual
era una locura dado que eran extraños. ¿Por qué le importaba si estaba herido?―.
Lo siento, eso no es asunto mío.

―No, no estoy herido. ―Hubo una pausa―. Mi padre murió recientemente.

128
―Oh, no. ―Helania se olvidó de la cama y las desnudeces―. Lo siento mucho.

Cerrando los ojos, quería saber el porqué de la muerte con la misma urgencia
que no quería que el enemigo lo lastimara.

¿Qué me está pasando?, se preguntó.

Y, por Dios, era como si tres personas estuvieran en esta llamada telefónica:
Él, ella y esta cosa de voz interior que seguía hablando en su cabeza.

―Lo mataron anoche, en realidad. ―Boone exhaló―. Así que es bastante


reciente.

Helania se recostó contra un mar de almohadas bordadas.

―Eso no es tiempo en absoluto.

―Tienes mucha razón.

Era difícil de creer que funcionara tan bien como parecía. ¿Las dos primeras
noches después de que Isobel hubiera ido al Fade? No había forma de que ella
pudiera manejar nada. Demonios, eso había sido toda la primera semana más o
menos. Quizás un mes.

―¿Qué pasó? ―Se escuchó preguntar.


capitulo 0

129
La suite de Boone estaba en la parte delantera de la casa de su padre, y la
combinación de habitaciones ocupaba una buena parte de la gran extensión de la
mansión. Tenía una sala de estar, un santuario interior sin ventanas para dormir,
un armario con vestidor y un baño de ágata que siempre había sido uno de sus
lugares favoritos en el mundo. También había un petit déjeuner con una pequeña
nevera, microondas, cafetera y similares.

Era un mundo en sí mismo dentro del universo más grande de la casa, y


mientras extendía las piernas debajo de las sábanas y miraba sus estantes llenos
de obras de Nietzsche, Hegel, Sartre y los grandes griegos, se dio cuenta de que
nunca había traído alguien más aquí arriba.

Bueno… hasta ahora.

Sí, se dio cuenta de que Helania no estaba realmente con él. Pero mientras
sostenía su teléfono cerca de su oreja, sintió que ese historial solitario que había
estado sacudiendo se estaba rompiendo.

Ella bien podría haber estado con él en persona… y le gustó.

Pero en esa nota.

―¿Me disculpas por un momento? ―dijo.


―Si este es un mal momento…

―¡No! ―Se sentó tan rápido que golpeó una almohada sobre la mesa auxiliar
y tuvo que agarrar la lámpara con la mano libre―. Quiero decir, no, para nada.
Sólo dame un segundo.

Fue a poner el teléfono boca abajo sobre la mesita de noche, pero luego cambió
de opinión y lo metió debajo de las almohadas restantes. Apartó las mantas y
saltó desnudo de la cama. Su cuerpo no apreciaba el frío, pero esa no era la razón
por la que salió pitando hacia su armario. Se sintió como si estuviera caminando
delante de la hembra, con sus hola-niñeras en exhibición, sus mejillas
destellando, todo con lo que había venido a este mundo en un desfile.

130
En su armario, encendió las luces del techo y miró su colección de trajes a
medida con seria consideración. Pero vamos, no estaban en una cita. Era una
maldita llamada telefónica, por el amor de Dios. Ni siquiera FaceTime.

Se giró hacia la sección informal y sacó de un juego de cajones incorporado


unos pantalones de calentamiento de nylon y la sudadera Syracuse que Craeg le
había prestado hacía un mes. De vuelta en el dormitorio, saltó a la cama y metió
la mano debajo de las almohadas. Después de cazar y tantear con la palma de la
mano, agarró el móvil como si fuera a autodestruirse si no lograba agarrar la cosa.

―¿Helania? ¿Hola?

―Hola. Todavía estoy aquí.

Boone sintió que se sonrojaba y se alegró de que no pudiera verlo. Y luego


volvió a meterse debajo de las sábanas, sólo para decidir que eso era inapropiado.
Saltando de la cama otra vez, aterrizó sobre la almohada de soldado caído, perdió
el equilibrio, extendió un brazo y se golpeó contra la pared mientras golpeaba el
costado de su pie contra esa mesa lateral.

―¿Boone? ¿Estás bien?

―Bien, sí, bien, simplemente genial. ―JODER. Joder. Joderjoderjoder―.


Simplemente me he golpeado… ―el lado derecho de todo mi cuerpo, maldita sea―
…el dedo del pie.
Volvería al hospital por las jodidas sábanas, decidió. A este ritmo, si no se
sentaba, iba a terminar con soporte vital con una conmoción cerebral y una
cadera rota.

―No quise ser demasiado personal ―dijo.

―No, está bien.

Estirándose sobre el edredón, levantó el pie e inspeccionó el daño. Buen


trabajo. Una palanca no podría haberlo hecho mejor.

Aclarándose la garganta, dijo:

―No estoy acostumbrado a hablar sobre la muerte de mi padre, ¿sabes? Todo

131
parece surrealista. Llegué a casa esta noche y me senté en su escritorio por
primera vez en toda mi vida. Sigo esperando despertar y encontrarlo aquí.

―Debes extrañarlo terriblemente.

Abriendo la boca para responder a eso sinceramente, decidió dejarlo donde


estaba. De alguna manera, no pensaba, qué demonios, no, me alegro de que esté
empujando margaritas, ups, llenando una urna, quiero decir, que fuera a ayudarlo a
causar una buena primera impresión.

Segunda impresión, eso era. Su primera fue perseguirla en la oscuridad como


un acosador.

Realmente necesitaba pedirles ayuda a los chicos del programa de


entrenamiento con estas cosas de citas.

Boone se volvió a enfocar.

―Me dijeron que sucedió rápidamente. No sufrió. Y eso es un consuelo.

―Así que no estabas… ahí.

―No cuando pasó, no.

―¿Puedo preguntarte algo?

―Cualquier cosa.
―¿Te sientes responsable? ¿Porque no estabas con él, quiero decir? Incluso
si… ¿tal vez no hay nada que pudieras haber hecho?

Boone se frotó el centro del pecho cuando un dolor sordo se convirtió


repentinamente en algo con lo que se estaba familiarizando y probablemente
necesitaba acostumbrarse. Resultó que la culpa tenía una vida media como algo
radiactivo.

Y una picadura que era lo mismo que ser apuñalado.

―Soy completamente responsable ―dijo bruscamente.

―Sé cómo se siente.

132
―¿A quién perdiste?

Cuando no respondió de inmediato, pensó que esperaría para siempre su


respuesta. Y en el momento en que la comprensión lo golpeó, se recordó la
advertencia de Butch: La verdad era que no conocía a esta hembra en absoluto y
se habían conocido en circunstancias inusuales y traumáticas. Una combinación
de lujuria masculina y gran drama probablemente lo hacía sentir una conexión
más profunda de lo que realmente era.

Elimina el “probablemente”.

Después de mucho tiempo, susurró:

―Mi hermana.

Boone se adelantó, las matemáticas se acumulaban.

―Háblame de ello.

Aunque lo supiera. Lo sabía, y fue un alivio, de una manera trágica. Explicaría


por qué estaba en ese club, vigilando a otras mujeres tan de cerca.

―La mataron hace ocho meses ―susurró Helania.

―En Pyre ―insistió, incluso cuando decidió dejarla ir a su propio ritmo―.


También la mataron en el club, ¿no?

Hubo otro largo silencio.


―Sí.

Boone cerró los ojos y agarró con fuerza su teléfono móvil.

―Eso es simplemente terrible ―comentó―. Ni siquiera puedo imaginar lo


que has pasado. Lo que tu familia ha…

―Sólo soy yo. Isobel era todo lo que tenía. Nuestros padres murieron en los
años cincuenta.

―¿Puedes decirme qué le pasó? Y te lo pido como amigo, no como parte de


ninguna investigación, te lo prometo…

―Tengo que irme.

133
Boone maldijo internamente y tuvo que luchar para no presionarla.

―Lo entiendo. Sólo… si alguna vez quieres hablar, ¿sabes dónde


encontrarme?

Cuando no hubo respuesta, se dio cuenta de que ella ya había colgado.

Lo que más le gustaba a Butch del Pit era la gente que había en él.

Mientras se sentaba en su sofá de cuero negro, con una botella de Lagavulin


en la mesa de café frente a él y un vaso con hielo contra su palma, sonrió a su
compañero de cuarto. Vishous estaba detrás de sus Cuatro Juguetes, el banco de
ordenadores y monitores, el tipo de cosa que podría usarse para aterrizar la
estación espacial en la cabeza de un alfiler en medio de un huracán.

Ya sabes, si estuvieras malvadamente aburrido o alguna mierda. Y no tenía


nada mejor que hacer que salvar a la humanidad.

Él y V se habían mudado a esta cochera cuando la Hermandad se había


establecido en la gran mansión gris al otro lado del patio. Y luego, después de
haberse apareado con Marissa y V se había establecido con la doctora Jane, sus
dos habitaciones habían logrado acomodar a todos.
Además del armario de Butch.

De acuerdo, está bien, las formas de vida basadas en carbono eran buenas para
ir en sus configuraciones asignadas de cuatro paredes. Su ropa, por otro lado,
había hecho una especie de metástasis desde su armario hasta el pasillo. Pero
nadie se quejaba del peligro de incendio extremadamente costoso y con mucha
clase. Todavía.

―De qué se trata esa sonrisa ―dijo un murmullo detrás de todo ese equipo
informático.

―Estoy de buen humor. ―Butch hizo girar el Lag en su vaso―. Sabes, estoy
seguro de que tuviste uno una vez. Sin embargo, probablemente te asustó.

134
―No, lo dejé en Cuaresma.

―No eres católico.

―Me has infectado. ―V se echó hacia atrás y miró alrededor de los monitores.

―Me dio un caso de mono-papa-leosis.

―Esa broma es blasfema, pero peor, no es tan graciosa.

―Bueno, al menos puedo adivinar por qué estás lleno de las alegrías de la
primavera, tra-la. ¿Marissa todavía se está recuperando en tu cama?

―Espera, espera, no puedo hablar en este momento. ―Butch sacó su pesada


pieza de oro de Jesús de su camisa de seda y cerró los ojos―. Estoy rezando por
tu alma eterna.

―No te molestes.

―Vamos, ¿no quieres ir al cielo?

―No conocería a nadie allí arriba. Y no me entrometo demasiado con esa


mierda religiosa, ¿verdad? No quiero pasar la eternidad sin ti, así que debes venir
a Dhunhd conmigo.

―¿Tendrán Milk Duds allí?


―Sí, pero todos se derretirán juntos. Y estaremos rodeados de fans de los
Yankees, televangelistas y sin alcohol.

―Pensaremos en alguna forma de pasar el tiempo.

―Siempre lo hacemos.

Butch tomó otro largo trago del borde de su vaso y dejó que su feliz brillo
floreciera por toda su mierda. Y sí, hombre, su hermosa shellan estaba durmiendo
en una sesión de maratón que los llevó a través de la Última Comida y dejó a
Marissa demasiado satisfecha para necesitar comida. ¿Y eso no le hizo sentir que
había sido un buen esposo? O hellren, para usar la palabra vampiro.

135
Agarrando el control remoto, anguló el control sobre la mesa de futbolín y
encendió la pantalla plana. No había razón para cambiar el canal. ESPN estaba
tan activo que era como si hubiera golpeado a todas las otras redes en una pelea
de bar.

V se aclaró la garganta detrás de los monitores.

―Así que cometí un error.

Señal para el sonido de llantas chirriando.

Butch se inclinó hacia adelante para poder ver al tipo.

―¿Qué has dicho?

―Ya me has oído.

―Lanzando la palabra e, huh. Debe ser serio. ¿Qué pasó? ¿Intentaste resolver
pi hasta doce mil dígitos y obtuviste el número once mil novecientos noventa y
nueve mal?

Esos ojos de diamante se dispararon.

―Estoy siendo real.

Butch dejó caer la mierda.

―Háblame.
V escribió algunas cosas en su teclado, esa mirada de diamante suya yendo y
viniendo como si estuviera leyendo algo en una de las pantallas. Y a medida que
el silencio crecía entre ellos, Butch se contentó con esperar al chico. Para empezar,
el hermano no era un gran conversador a menos que ejerciera su derecho
constitucional a ser sarcástico. Y luego podría ser francamente hablador. ¿Pero
cuando se trataba de algo remotamente emocional? Era duro para él.

―Arruiné esa escena en el trastero del club ―murmuró V―. ¿Verdad?

Butch parpadeó.

―Primero tomaste todas esas fotos.

136
―Pero no tuve cuidado después de eso. ―Antes de que Butch pudiera
responder, V continuó―: Estaba tan concentrado en sacar el cuerpo de allí y
llevarlo a Havers antes del amanecer que destruí el maldito lugar. No fue hasta
que fuiste allí esta noche que me di cuenta de lo que había hecho… tropezando
por todo el suelo, empujando cosas fuera del camino, llamando a Zypher y
Balthazar con su talla catorce.

―Fue una situación en evolución. Muchas cosas estaban sucediendo.

―No hay excusa. ―Esos ojos miraron―. Te hice las cosas más difíciles con la
investigación. Incluso podría haberte jodido para descubrir quién lo hizo. Fue
inexcusable.

Pensando en ese cuarto de almacenamiento, Butch no podía negar que hubo


un desplazamiento sustancial de la escena debido a la retirada del cuerpo. Pero
por mucho que le hubiera gustado hacer una cuarentena y una búsqueda
adecuada, nunca habían discutido cuál sería el protocolo para responder a un
asesinato. Además, había circunstancias atenuantes.

―Aquí está la cosa ―dijo―, hay prioridades para nosotros que no existían
cuando estaba en el lado humano de las cosas. Sacar ese cuerpo de allí era la
directiva principal. ¿Podrías haber molestado menos las cosas? No lo sé. La
mayor parte del club se había vaciado, por lo que me dijiste, pero todavía había
humanos en el lugar. No fue una recuperación segura de los restos ni por asomo.
Hiciste lo que tenías que hacer. Puedo lidiar con el resto.
―La próxima vez, si hay una, te llamaré primero. Todos te llamarán primero.

―Buen trato. ―Butch frunció el ceño mientras pensaba en el caso―. Sabes,


tengo un mal presentimiento sobre todo.

―¿Por qué?

Tragó lo que quedaba en su vaso y dio una vuelta al hielo, dando vueltas,
dando vueltas, dando vueltas.

―No lo sé, tal vez estoy fuera de forma con este tipo de trabajo.

―Derramé mis frijoles. Derrama los tuyos.

137
Butch sonrió un poco, pensando que era lo suficientemente justo.

―Bueno, creo que el asesino es uno de nosotros. Las hembras vampiros son
fuertes. Se necesitaría muchísimo humano para dominar a una.

―Espera, pensé que habías dicho que la mujer que había encontrado el cuerpo
ya te dijo que la víctima estaba con un vampiro esa noche.

―Estoy tratando de no sacar conclusiones precipitadas.

―Inteligente. De acuerdo, ¿y si la víctima fue drogada? Un hombre humano


podría subirla cuesta arriba.

―Es una posibilidad. Havers realizará una toxicología en su tejido cuando


terminemos la autopsia. Pero aun así, ¿ese gancho de carne? Se requiere mucha
fuerza para atravesar eso a través de la base del cráneo de alguien.

―Quizás tuvieron ayuda. ¿Y si hubiera dos asesinos?

―Esa es una posibilidad. ―Butch se encogió de hombros―. No hubo mucha


lucha, eso te lo puedo decir. Mi víctima no luchó contra su atacante. Entonces
conocía a su asesino, o estaba comprometida. Miré sus uñas y sus manos, no
había mucho allí. Y no había heridas defensivas en el exterior de sus antebrazos
o sus nudillos.

―¿Y si ella lo quería y luego el sexo se salió de control?

―Podría haber pasado de esa manera.


―¿Crees que tenemos un asesino en serie? ―murmuró V mientras escribía un
poco más y miraba su pantalla.

―Tres víctimas muertas en el mismo lugar en el último año y medio. Yo diría


que eso levanta una bandera roja. ¿Recuerdas lo que pasó con nuestra primera o
segunda víctima?

―Sé sobre la segunda. Recibimos una llamada la noche siguiente y fui allí. El
cuerpo ya había sido retirado por alguien, la escena estaba fría, la llamada
telefónica al servicio se hizo desde un prepago que no pudimos rastrear. No había
cuerpo, ni nombre en la persona que llamaba, y nadie denunció una persona
desaparecida a partir de entonces.

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―Rastro frío.

―Incluso me preguntaba si era un engaño. Ahora estoy pensando que no fue


así.

―¿Qué pasa con la víctima número uno?

―Era un humano. Encontré el artículo en el CCJ hace aproximadamente una


hora. Te enviaré el reportaje cuando termine aquí.

Butch miró la mesa de café sin ver el portátil, la revista SI, la bolsa de Doritos
que había traído junto con el whisky escocés de la cocina. Si había habido tres
cuerpos allí abajo, entonces sí, probablemente estaban tratando con un asesino
en serie, pero nuevamente, estaba atento a la conferencia que le había dado a
Boone.

No saltar a conclusiones. Mantener todo sobre la mesa en esta etapa temprana.

―El hecho de que una mujer humana y dos de nuestras mujeres murieran en
ese club ―indicó en voz alta―, no significa que fueran asesinadas por la misma
persona. Podría ser o no. Lo que necesito es información sobre esas otras dos
muertes…

―Lo tengo.

Butch se inclinó hacia delante para servirse más Lag.

―¿Tienes qué?
―La grabación que llegó sobre la muerte que ocurrió hace ocho meses.

Butch hizo una pausa a mitad de la recarga.

―Espera, ¿encontraste esa llamada?

Sin apartar la mirada de su monitor, V levantó la ceja por los tatuajes en su


sien.

―Dame un segundo para terminar de amortiguar las cosas.

Butch silbó por lo bajo.

―Eres un genio.

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―Lo sé.

Un momento después, el teléfono de Butch vibró en la mesa de café. Dejó la


botella, enganchó el móvil y miró la notificación en la pantalla.

Un correo electrónico de Vishous con un archivo adjunto de audio.

―Estás totalmente perdonado por alterar mi escena ―murmuró Butch a su


compañero de cuarto.

V encendió un nuevo cigarro enrollado a mano, ese enorme cuerpo recostado


en su silla acolchada de cuero.

―Si hay una próxima vez, se manejará de manera diferente. Tienes mi palabra.

―Espero que no sea así, pero tengo la sensación de que no vamos a tener tanta
suerte. ―Butch disparó el correo de voz en el altavoz, ingresó códigos numéricos
para obtener acceso y esperó a través de un preámbulo―. No sé cómo pasaste
esos cientos de grabaciones.

―A continuación, profundizaré más en esa primera víctima humana. El


asesino podría haber comenzado con ellos y haber pasado a nosotros.

Butch abrió la boca para decir algo más, pero la voz de una mujer salió de su
teléfono:
Yo… quiero denunciar una muerte. Un asesinato… un asesinato. En el centro de Pyre
Revyval. Sucedió la noche anterior. Una mujer. Ella, fue encontrada en el nivel inferior
por amigos. Fue llevada… fuera del club por ellos… estaba muerta…

―Hijo de puta ―murmuró Butch.

―¿Qué? ―dijo V.

―Es la misma mujer. Es la misma que denunció la muerte anoche.

140
capitulo 01

141
La noche siguiente, Boone salió de la casa a las nueve de la noche. Tenía unas
buenas siete horas antes de la Ceremonia al Fade de su padre, y había un único
lugar al que iría. Desmaterializándose en el centro de la ciudad, se reformó en el
lugar de estacionamiento donde él y Butch habían dejado el R8 la noche anterior.
Con una zancada cojeante, sus shitkickers se comieron la distancia hacia la puerta
de entrada del Revyval Pyre, las huellas de sus botas reforzadas con acero
perforando un patrón en la nieve fresca que había caído durante el día.

Habría estallado en una carrera. Excepto que eso habría significado que estaba
desesperado.

En realidad, ya sabía que estaba desesperado… pero ese era el tipo de cosas
que estaba más que feliz de guardar para sí mismo, muchas gracias.

Bueno, y luego estaba su tobillo. Resultó que había hecho más que golpearse
el dedo del pie cuando saltó de la cama y aterrizó mal en esa almohada. Pero no
iba a dejar que un poco de dolor lo frenara.

Cuando se acercó a la entrada principal del club, observó la longitud de la fila


de espera y pensó en cuántas personas sin duda ya estaban adentro. En disfraces
y máscaras. Paseándose alrededor en la oscuridad. Al menos podría intentar
localizar a Helania por el olor. Aunque la pregunta más importante era si ella iba
a querer verlo. Aun así, había una razón oficial para que él estuviera aquí, por así
decirlo, y le había dicho a Butch que se dirigía a monitorear las cosas.

No podría vivir consigo mismo si esa hembra fuera la próxima víctima.

Dios, no podía sacar a Helania de su mente. En el transcurso del día, ya que se


había acostado en su cama sin poder dormir (y negándose a masturbarse, porque
eso simplemente parecía jodidamente asqueroso) había recorrido su
conversación por teléfono una y otra vez, una y otra vez y otra vez. Mientras
repetía los yo-dije y ella-dijo, se dio cuenta de que la pérdida de su hermana y la
de su padre los convertían en una especie de parientes: Él y esta extraña estaban
unidos por el hecho de que ambos estaban encadenados por el dolor. Baja

142
autoestima. Arrepentimiento.

A pesar de que sus compañeros aprendices y los hermanos y combatientes se


habían acercado a él, experimentó su apoyo como un eco de fuentes lejanas, algo
al otro lado del valle, la cordillera, el Gran Cañón. Y no era que no apreciara los
mensajes de texto, los mensajes de voz… las confirmaciones de asistencia a la
Ceremonia al Fade más tarde esta noche.

Que, P.D., habían llegado por correo electrónico.

Porque el maldito Paperless Post había funcionado bien para las invitaciones, tu
herramienta, Marquist.

Pero sí, Boone estaba realmente agradecido por todas las amables palabras y
muestras de amor de todos los involucrados en el programa de entrenamiento.
Fue sólo… cuando había estado hablando por teléfono con Helania, no había
sentido que tenía que traducir nada sobre dónde estaba. Ella parecía estar allí con
él. Y necesitaba ese tipo de conexión intuitiva en este momento porque había
mucho que no entendía sobre dónde se hallaba.

Cuando se trataba de Altamere, este sentimiento triste y vacío que tenía cada
vez que pensaba en su sire no era nada que pudiera enmarcar adecuadamente, y
tal vez Helania podría tirar algo de luz sobre ello. Incluso si hubiera sido cercana
de su hermana, quizás también tenía algunos sectores discordantes en su propio
dolor. Podrían hablar de eso. Durante el café. Por teléfono. En correos
electrónicos, cartas… señales de humo o palomas mensajeras.
No le importaba.

¿Y si ella no quisiera tener nada más que ver con él? Bueno, en ese caso,
simplemente se quedaría en las sombras y se aseguraría de que no la mataran.

Ah… el romance.

En el momento en que se acercó al comienzo de la fila de espera, se preparó


para entrar en el cerebro del gorila para no tener que irrumpir en el club, pero
jugar con las neuronas humanas resultó no ser necesario.

―Oye, has vuelto. ―El hombre abrió las cosas―. Entra. ―Tienes que amar el
control mental, pensó Boone. Especialmente cuando se pega.

143
Caminando a través del área del guardarropa, entró al club y examinó a la
multitud. Mientras buscaba a Helania, filtró a los hombres, saltó sobre las mujeres
humanas e intentó concentrarse en cualquier vampiro.

Tantos cuerpos. Tantos olores: La vasta área abierta del club, junto con la
oscuridad, las colonias, los disfraces y las máscaras, iban a hacer las cosas más
difíciles de lo que pensaba…

Era difícil decir cuándo exactamente sus instintos pincharon con


reconocimiento, y dados los abrumadores estímulos visuales y olfativos, era
imposible aislar exactamente quién había llamado su atención. No Helania, no.

Pero alguien aquí estaba provocando una reacción en él.

Boone dio rienda suelta a sus ojos para ir a donde quisieran. Y mientras
intentaba identificar a quien fuera que había golpeado su radar, su teléfono sonó
en el bolsillo de su pecho. La primera ronda de vibraciones la ignoró al tiempo
que avanzaba a través de los cuerpos apretados. Cuando la cosa se detuvo e
inmediatamente comenzó a temblar de nuevo, maldijo y sacó el Samsung.

Butch estaba llamando. Mierda.

―¿Hola? ―dijo Boone.

El hermano fue corto y al grano.

Al igual que Boone:


―Joder.

Helania se materializó en la acera frente a una hermosa casa antigua. El


vecindario era elegante, las otras casas en expansión también se encontraban
alejadas del camino angosto, los céspedes cubiertos de nieve marcados con
grandes árboles que sin duda eran magníficos en los meses más cálidos.

Por Dios, los garajes por aquí eran más grandes que cualquier cosa en la que
ella hubiera vivido.

144
Mientras se cuadraba en la pasarela que conducía a una entrada elegante e
imponente, echó de menos su capa. Una ventaja de ir al Pyre era que podía
refugiarse bajo todos esos pliegues negros. Ahora, con ropa de calle de vaqueros,
un suéter y una parka, se sintió expuesta.

La amplia y brillante puerta negra se abrió y ella saltó hacia atrás.

―Adelante ―gritó el hermano Butch con su acento de Boston―. Hace un frío


terrible esta noche.

El macho estaba vestido con un abrigo deportivo azul profundo y una camisa
rosa con cuello abierto, y sus pantalones lucían una especie de patrón sutil.
Parecía el dueño de la casa en lugar de un guerrero para la especie, pero no se
dejó engañar. Lo había mirado a los ojos.

Debajo del armario de un caballero, tenía el alma de venganza y no sólo una


pequeña calle en él.

Cubriéndose con su chaqueta acolchada, subió por el camino despejado. A


pesar de que las cosas habían sido removidas y echado sal, se centró
precisamente en el lugar donde ponía sus zapatillas para correr, segura como si
estuviera en un terreno irregular.

Era más fácil que encontrarse con los ojos del macho que la esperaba.
Los escalones de la mansión crujieron cuando los subió, y luego estaba dentro
y parada en un encantador vestíbulo, el resplandor de las luces, el calor del
interior, los aromas de productos horneados frescos un abrazo hogareño.

Es curioso, las cosas que te hacían darte cuenta de que vivías sola.

―Así que gracias por venir ―indicó el hermano sobre su hombro―. Pensé
que podríamos hablar en esta sala de estar aquí atrás. O como la llamen. ¿Puedo
traerte algo de comer o beber? ¿Café? Tenemos panes daneses frescos… los de
cereza reafirmarán tu creencia en Dios, lo juro.

La ansiedad hizo cosquillas en la nuca de Helania y apretó el centro de su


pecho.

145
―Comí antes de venir. Pero gracias.

Era una mentira, y por una fracción de segundo, miró al hermano, pensando
que tal vez tenía una segunda visión y que iba a saber que había mentido sobre
la comida. Pero no había comida ni bebida para ella en este momento. Su
estómago estaba revuelto como una mezcladora de cemento, todo tipo de piedras
proverbiales y grava dando vueltas, vueltas y vueltas en su sección media.

En ese sentido, se quitó la chaqueta hinchada antes de que no-gracias al pan


danés se convirtiera en voy-a-vomitar-sobre-esta-bonita-alfombra.

―Está bien, avísame si cambias de opinión.

El hermano lideró el camino que parecía ser una sala de espera a un lado y
algo más grande con puertas de panel cerradas al otro.

―Así que esta es la Casa de Audiencias ―murmuró.

―Seguro que lo es. Supuse que te sentirías segura aquí.

Al otro lado de las puertas cerradas, podía escuchar voces masculinas


profundas, y tuvo que preguntarse si eran de otros miembros de la Hermandad
de la Daga Negra. La idea de que estaba bajo el mismo techo que incluso uno de
los grandes machos la dejó asombrada. Al crecer, había habido historias en la
especie sobre los famosos guerreros que protegían a la raza vampiro y al Rey,
pero nadie que ella conociera había conocido a ninguno de ellos.
Butch tenía razón. Se sentía segura aquí y eso sí importaba.

―Aquí estamos.

El hermano indicó el camino hacia una habitación que era como un museo,
una pintura al óleo enorme de algún tipo de aristócrata colgada en la pared
opuesta, los muebles viejos y hermosos, la chimenea hecha de mármol
espectacularmente veteada. No le sorprendió la riqueza. Dado que Wrath, hijo
de Wrath, padre de Wrath, había comenzado a ver a los civiles y a resolver sus
problemas, las historias de la grandeza de este hogar se habían filtrado a través
de la población civil.

¿En qué otro lugar pasaría el Rey su tiempo?

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―¿Te gustaría sentarte aquí? ―comentó el hermano al tiempo que señalaba
una silla cubierta de seda. Helania observó el fuego acumulado que estaba
lanzando no sólo chisporroteo alegre y luz cambiante sino calor. Tanto calor. Lo
cual no era genial para un estómago inquieto.

Se pasó una mano por la frente húmeda.

―¿Puedo sentarme un poco más lejos del hogar?

―Por supuesto.

Cuando la acercó a un sillón en ángulo en el extremo más alejado del sofá, una
corriente fría flotó sobre ella y fue perfecto.

―Gracias.

Mientras Butch se acomodaba en el sofá, revisó subrepticiamente cuántas


maneras tenía para salir de la habitación. Había un par de paneles cerrados por
allí… la puerta por donde habían cruzado… y dos sets franceses detrás de ella,
que eran su mejor apuesta para la desmaterialización, o, en caso de apuro,
algunas buenas cosas de doble de acción de Hollywood.

Después del violento asesinato de Isobel, se había acostumbrado a buscar


escapes.

―Así que voy a cerrar esta puerta para que no nos molesten. ―El hermano los
encerró juntos―. Y quiero que sepas que hay cámaras aquí… aquí… y por allí.
Así que estamos grabando todo, no porque piense que eres culpable de cualquier
fechoría, sino sólo porque es parte del sistema de seguridad de esta casa.

¿Dónde está Boone?, se preguntó.

Aunque, considerando la razón por la que estaba aquí para hablar con el
hermano, parecía ridículo preocuparse por alguien más. Sin embargo, había
pasado mucho tiempo pensando en ese otro macho. Cómo sonaba su voz en su
oído. Cómo se había visto la noche anterior.

Si lo volvería a ver.

No podía creer que le hubiera colgado al chico. Había sido increíblemente

147
grosero, pero se había puesto nerviosa. No había hablado de la muerte de su
hermana desde que sucedió porque no tenía a nadie con quien hablar. Sus
emociones habían sacado lo mejor de ella, la parte superior estalló en una
vorágine de sentimientos.

Ninguno de los cuales fue agradable.

―Entonces, ¿estás bien hablando conmigo en cámara? ―preguntó el hermano.

―Oh, lo siento. Sí, lo estoy. ―Se aclaró la garganta―. ¿Descubriste algo?

El hermano se inclinó hacia adelante sobre los lujosos cojines, con los codos
apoyados en las rodillas. Su mirada avellana era directa, pero su expresión era
relajada, y se preguntó si lo último era para tranquilizarla.

Ni una posibilidad de eso.

―En realidad ―dijo―, tengo un par de preguntas de seguimiento…

El sonido de pisadas fuertes interrumpió al hermano, y esos ojos penetrantes


se movieron hacia la puerta que había cerrado.

El pesado panel de madera se abrió de golpe y Boone irrumpió en la habitación


como si estuviera preparado para darle la RCP a alguien, recibir a un bebé y
salvar una camada de cachorros. Con el rostro enrojecido y su cuerpo todavía en
modo apurado, a pesar de que había llegado a su destino, respiró hondo. Y otra
vez.
―Sientollegartarde. ―Una sola palabra. Y luego volvió a inhalar―. El tráfico
era un infierno.

Helania no quiso reír. Pero la risita le subió por la garganta y salió volando de
su boca antes de que pudiera tirar de una correa. Ciertamente, se había
desmaterializado de dondequiera que había estado ¿y la idea de que había estado
tan apurado por venir aquí?

Tal vez terminar su llamada tan abruptamente no lo había ofendido


demasiado…

Está bien, de acuerdo. Él le estaba sonriendo.

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Bajando la cabeza, trató de no parecer que se estaba sonrojando. Y luego lo
examinó en su visión periférica. Bueno… sabes qué. El cabello oscuro, la ropa
oscura, la altura y amplitud de él… eran exactamente como recordaba. Quizás
incluso mejor. Tal vez… aún más atractivo.

Oh, ¿a quién estaba tratando de engañar? Todo era definitivamente mejor de


lo que su memoria había pintado.

Y no era como si lo hubiera imaginado jorobado y arrastrando un pie.

Hablando de eso, ¿él estaba…?

―¿Estás cojeando? ―exigió el hermano.

―No. ―Boone cerró la puerta―. De ninguna manera.

Mientras cojeaba hacia adelante, ella se obsesionó con el hecho de que


claramente lo había lastimado algo, y fue tan lejos como para buscar su teléfono
en su parka. Lo cual no tenía sentido. El único número al que podía llamar para
pedir ayuda eran los de la Hermandad y estaban aquí con un hermano.

Además, la salud y el bienestar de Boone no eran su problema.

En ese sentido, trató de recordarse que su preocupación por el hombre era un


síntoma de su soledad y una bandera roja. Con el número de veces que había
reproducido su llamada telefónica palabra por palabra, estaba bastante segura de
que había desgastado los surcos en su recuerdo y de que su cerebro estaba
cumpliendo las partes que se habían erosionado, la composición de él
transformándose más en lo que ella quería creer de él en lugar de lo que
realmente estaba allí. Lo cual era la naturaleza de la atracción inicial, ¿no? Ese
chisporroteo y la sorpresa de la conciencia tendían a ser más sobre lo que estabas
buscando que lo que realmente encontraste.

Excepto que… ¿ahora que estaba en la misma habitación que ella? En lugar de
sentirse decepcionada por su aspecto (una parte descentrada de su nariz
arruinando lo que había asumido que era perfección aguileña, un mal mechón en
un lugar extraño que hacía que la forma de su cabeza se torciera, sus hombros
menos anchos, su pecho más plano de lo que habían proyectado sus fantasías)
tuvo que obligarse a no mirar fijamente.

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Afortunadamente, ahora estaba hablando con el hermano, disculpándose por
llegar tarde. Y el hermano lo perdonaba, aunque con un tono severo.

Chica, necesitas controlarte, pensó. Ahora mismo.

Centrándose en la mesa baja frente a ella, descubrió que había una colección
de animales de cristal, los osos, los conejitos, los ciervos y las ardillas, todos
gordos y de rostro redondo, la luz del fuego fundiéndose dentro de los perfectos
globos lisos de sus cuerpos y rasgos, haciendo que lo que era vidrio pareciera
estar hecho de agua.

El reflejo de Boone estaba en cada uno, como un caleidoscopio del hombre,


pero todo era una distorsión de lo real, partes de él expandidas y comprimidas
por turnos. ¿Estaba sola y convirtiéndolo en una fantasía? Aunque, si tuvieras
que hacer esa pregunta…

Helania no quería volver a mirarlo.

Pero no podía luchar contra el impulso.

Y se preguntó qué más no podría negarle.


capitulo 02

150
Es sorprendente cómo conocer a alguien significa que puedes leer su vibra tan
bien. Por ejemplo, cuando Boone miró a Butch, se dio cuenta de que el hermano
estaba molesto. Era menos la expresión y más el aura del hombre, un mal olor
que emanaba de él mientras estaba sentado en el sofá. ¿Fue por toda la cosa
tardía? ¿O la cantidad de mensajes de texto y llamadas que no habían sido
respondidos cuando Boone había ido al club?

Lo que sea, no podría ser porque estaba emocionado de estar respirando el


mismo aire que Helania y el hermano lo había captado.

No. Boone era súper frío. Súper relajado.

Tosió un poco.

―¿Quieres tomarte un descanso? ―dijo Butch secamente―. Por aquí


conmigo. En el sofá.

Esto no fue una sugerencia. Un oye-quieres. Un qué-opinas. Fue más de haz-


lo-que-digo-o-te-romperé-ambas-piernas.

Pero al menos el hermano no lo estaba echando. Una ventaja.

Boone se arrastró por la habitación y se tiró sobre los cojines como si su trasero
estuviera apagando un fuego. Cruzó las piernas. Las descruzó. Luego jugó a
estoy-mirando, no-estoy-mirando con Helania. Estaba bastante seguro de que lo
había mirado cuando había entrado, aunque si lo hubiera hecho, no lo habría
mirado por mucho tiempo.

¿Pero qué había hecho ella? Sonrió ante su estúpido chiste. De hecho, también
se había reído un poco.

En el fondo de su mente, porque estaba loco, decidió que esto significaba que
eran totalmente compatibles y destinados a estar juntos para siempre.

Sí, una elevación de sus labios y una risita incómoda eran totalmente signos
de eterna pasión y felicidad.

151
Yyyyyyyyy con esto último, tuvo que retroceder en su vida de fantasía.

Mientras estaba sentada en ese sillón, vestida con ropa de calle normal, su
cabello recogido en una trenza, sus ojos de citrino clavados en algunas figuras de
cristal de Baccarat, no tenía idea si le importaba que estuviera allí. Si ella había
incluso pensado dos veces sobre su conversación esa mañana temprano. Si esa
sonrisa había sido nerviosismo o realmente sobre él. No podía leerla en absoluto.

Fue bueno recordarse que sólo porque los cuatro minutos que habían tenido
juntos en el teléfono habían cambiado el juego para él no significaba que esos
doscientos cuarenta segundos se hubieran registrado de la misma manera para
la otra parte de la llamada.

―Entonces, la razón por la que estamos aquí ―continuó Butch en ese tono
suyo―, es porque me gustaría que escuches una llamada anterior al número de
despacho de emergencia. ¿Me dejarás reproducirla para ti?

Helania se movió en el sillón en el que se hallaba sentada, volviendo a colocar


la parka en su regazo.

―Está bien.

El hermano empujó un conejito de cristal hacia atrás y colocó su teléfono boca


arriba junto a las patas delanteras. Un momento después, una voz que Boone
reconoció salió instantáneamente del altavoz.
Yo… quiero denunciar una muerte. Un asesinato… un asesinato. En el centro de
Revyval Pyre. Sucedió la noche anterior. Una hembra. Ella, fue encontrada en el nivel
inferior por amigos. Fue llevada… fuera del club por ellos… estaba muerta… Sonidos
indescifrables. Había sido… la habían colgado del cuello en una despensa y…

La mano de Boone salió disparada y cortó la grabación.

―Eso es suficiente.

Cuando los ojos del hermano se volvieron hacia él, sacudió la cabeza.

―Ella sabe lo que dice el mensaje. No necesita escucharlo de nuevo.

Sobre el sillón, Helania se abrazó a sí misma y apretó los párpados, el color de

152
su rostro se desvaneció hasta quedar blanca como la pasta.

Butch sacó su cuaderno de espiral.

―¿Eras tú?

Boone tuvo que evitar golpear al hermano. Por supuesto que era ella, maldita
sea, y Butch lo sabía.

―Sí ―susurró―. Fui yo.

Cuando el teléfono de Butch sonó con una llamada entrante, el hermano lo


silenció e hizo una nota para sí mismo.

―¿Puedes contarnos lo que pasó esa noche?

Cuando Helania no respondió, Butch dijo:

―Eres lo único que tenemos que seguir en este momento. En dos de las tres
muertes en ese club.

Ella abrió los ojos.

―¿Entonces hubo un total de tres?

―Sí. El primero fue un humano, hace aproximadamente un año y medio.


Estamos haciendo todo lo posible para rastrear eso. ―El teléfono de Butch volvió
a sonar, y lo silenció por segunda vez, deslizando la cosa en el bolsillo de su
abrigo deportivo―. Sé que esto es difícil, Helania. Sé…

―No ―dijo bruscamente―. No lo sabes.

―Entonces explícamelo. ―Butch juntó las manos como si estuviera


rezando―. Por favor.

El silencio que se extendió parecía durar para siempre. Pero entonces Helania
abrió la boca.

El golpe en la puerta del salón fue fuerte, una demanda.

Butch maldijo y se puso de pie.

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―¿Me disculpas? Voy a hacer que esto desaparezca.

Mientras el hermano se acercaba, tenías que compadecer a quien estaba fuera


de la habitación. Pero ese drama no era lo que le interesaba a Boone.

Dejado sólo con Helania, se centró en ella.

―Lamento que hayas tenido que escuchar esa grabación.

Quería tomarla en sus brazos. Protegerla de cualquier cosa y de todo. Pero


eran extraños.

Butch regresó al salón.

―¿Boone? ¿Podrías venir aquí?

Asintiendo, se puso de pie y cruzó la habitación.

―¿Qué pasa?

El hermano bajó la voz.

―Havers quiere que vaya a la clínica. Una familia se ha presentado por una
persona desaparecida con la descripción de una hembra que se ajusta a nuestra
víctima. Quiere que me ocupe de la posible identificación de los restos. Vamos a
tener que reprogramar con Helania…

―Puedo hablar con ella. ―Se apresuró antes de que el hermano pudiera
hacerlo, no él―. Incluso grabaré la sesión en mi teléfono. Escucha, ya ha pasado
suficiente. No necesita volver aquí sólo porque no confías en mí para seguir
siendo profesional.

Butch miró alrededor del hombro de Boone.

―Bueno. Pero atente a los hechos.

―Lo prometo. No te defraudaré.

Butch asintió y se dirigió a Helania para despedirse. Y entonces Boone estaba


cerrando la puerta detrás del otro macho.

Respirando profundamente, se sentó en el sofá donde había estado el


hermano.

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―¿Estás bien hablando conmigo sobre esto?

Pasó un tiempo antes de que ella respondiera, y en el silencio, él convirtió las


cosas en una situación de opción múltiple: A) Joder, no, no quiero estar a solas
contigo. B) ¿Estás loco? Me tengo que ir. C) ¿Tienes alguna idea de lo que estás haciendo
o simplemente estás haciendo esto? y D)…

―En realidad, prefiero hacer esto contigo.

Bueno. Vaya. Su D) había estado más en la línea de No soy una celebridad, sácame
de aquí.

―Con tu permiso, ¿comenzaré a grabar en mi teléfono? ―Ves, podía ser


profesional―. Es sólo para que Butch pueda escuchar, y de esta manera, tal vez
puedas terminar con esto.

―¿Pensé que la habitación lo estaba grabando?

Boone miró a su alrededor y vio cosas de seguridad por todas partes. Duh.

―Bueno, esto es sólo un cinturón extra y tirantes, entonces.

―De acuerdo.

Boone puso su teléfono sobre la mesa de café y, cuando estuvo seguro de que
funcionaba, se recostó.
―¿Me puedes decir qué es lo que pasó? Y tómate tu tiempo. Tengo toda la
noche.

Helania miró el teléfono porque era más fácil. Se dio cuenta de que la cosa
estaba grabando porque un pequeño contador en la parte superior de la pantalla
marcaba los segundos que pasaban y que se convertirían en minutos.

Esto bien puede ser una pérdida de tiempo, pensó, dado que su voz parecía haberla
abandonado. Realmente no quería hablar sobre la pesadilla que se había

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desarrollado ocho meses atrás y todavía estaba con ella. Pero había pedido ayuda
a la Hermandad. ¿Qué había pensado que iba a pasar?

Más concretamente, si quería detener a quien estaba matando hembras…

―Mi hermana, Isobel…

Cuando ese nombre salió de sus labios, se sintió sumida en la tristeza y se


encontró en silencio otra vez cuando los recuerdos llegaron a ella.

Se aclaró la garganta.

―Isobel no era como yo. Era extrovertida, le gustaba estar con la gente y a la
gente le gustaba estar con ella. Tenía novio e iba mucho al Pyre con él.

Boone frunció el ceño.

―Háblame del macho.

―Estaba más feliz con él de lo que la había visto antes. Había tenido novios
de vez en cuando, pero él era diferente. Sus ojos brillaban cada vez que hablaba
de él.

―¿Cuál era su nombre?

―No lo sé. ―Helania se encogió de hombros―. Nunca lo conocí.

Cuando el rostro de Boone se acomodó en una máscara, ella sacudió la cabeza.

―No fue él quien la mató. Conozco a Isobel y nunca hubiera estado con
alguien que fuera abusivo. Además, estaba embelesada cada vez que hablaba de
él. Ella no podía esperar para verlo.

―¿Era de la especie?

―Sí, lo era.

―¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

―Primero me habló de él un par de meses antes de su muerte, pero tuve la


sensación de que lo había estado viendo un poco antes de esa fecha.

―¿Cuánto tiempo “antes de esa fecha”?

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Helania se quitó la parka del regazo y la dejó en el suelo junto a la silla.

―Déjame pensar… lo mencionó en algún momento de febrero del año pasado.


¿Pero su estado de ánimo mejoró alrededor de las vacaciones humanas antes de
eso? Así que creo que comenzaron a verse por primera vez en diciembre. Pero es
difícil para mí decirlo con certeza. Ella siempre era muy sociable y salía casi todas
las noches con sus amigos de todos modos. De nuevo, sin embargo, algo cambió
alrededor de las vacaciones del año pasado. Era diferente. En el buen sentido.

―¿Eres cercana de alguno de sus amigos?

―En realidad no. ―Helania sacudió la cabeza―. Normalmente me quedaba


en casa.

Y eso no sonaba aburrido para sus propios oídos.

―¿Crees que alguno de los amigos de Isobel podría estar dispuesto a hablar
conmigo? ¿Sobre el novio?

―Una vez más, no pasé mucho tiempo con ellos, pero sus redes sociales
todavía están activas porque no he tenido el corazón de eliminar su Instagram o
Facebook. Algunos de ellos tienen que estar allí y podría contactarlos.

―Eso sería genial.

Boone sonrió un poco y el movimiento sutil la hizo concentrarse en sus labios.


Tenía una boca muy bonita, decidió, un labio inferior lleno, un pico alto. Parecía
suave…
―Entonces, Isobel tenía este novio ―dijo―, y hasta donde sabías, tenían una
buena relación.

De acuerdo, necesitaba total y completamente detenerse con lo de la boca.

―Sí.

―Y solía encontrarse con él en Pyre. ¿Había algún otro lugar al que iban?
¿Solían quedarse en su casa?

―No, en realidad no. No a menudo, quiero decir. Principalmente estuvo en


nuestro apartamento durante el día. ―Helania se miró las manos―. Creo que
sintió que tenía que cuidarme. Era un retroceso a cuando éramos más jóvenes.

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En la época en que Helania había sido diferente y en desventaja. E Isobel su
campeona.

―Tu hermana suena como una hembra de valor ―comentó Boone


suavemente.

―Fue la mejor persona que he conocido.

Mientras decía las palabras, se dio cuenta de algo. ¿Que Isobel esté muerta y
que ella sea la que vivió? Parecía un desperdicio y eso era parte de su culpa.

―Háblame de la noche que murió…

―Asesinada ―corrigió Helania―. La noche que fue asesinada.

Boone asintió gravemente.

―Dime lo que pasó. Y como dije, tómate tu tiempo. No me importa cuánto


tiempo necesites. Me sentaré contigo hasta el amanecer si es necesario.

―Lo trae todo de vuelta, ya sabes. ―De repente, Helania sintió que no podía
respirar, y se sentó derecha, como si eso le diera a sus pulmones un poco más de
espacio para expandirse―. Trae de vuelta… todo.

Mientras luchaba con sus emociones, Boone sólo se sentó en el sofá al lado de
su silla, sus ojos firmes, su cuerpo quieto. Y al final, su presencia tranquila fue lo
único que hizo posible que continuara.
Inhalando profundamente, suspiró las palabras.

―Eran las cuatro de la mañana cuando me enteré. Pero al menos todavía tuve
tiempo de llegar a ella.

―¿Al Pyre?

―No, a la casa donde la llevaron. Después de que la encontraron en Pyre.


―Helania enredó sus dedos, los anudó y luego los obligó a soltarse―. Ella tenía
estas dos amigas a quienes veía todo el tiempo. Una que conoció en la escuela de
enfermería. Otra era alguien con quien se había cruzado en la escena. Eran las
hembras que fueron a buscarla esa noche… y una de ellas la encontró.

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Mientras Helania lloraba, Boone le ofreció algo. Un pañuelo. Y, por supuesto,
tenía un monograma, como correspondía a su posición. Quería decirle que no,
gracias, pero no podía soportar el llanto. Por el amor de Dios, si no podía soportar
hablar de la muerte de Isobel sin perder la compostura, ¿cómo demonios iba a
ser lo suficientemente fuerte como para encontrar al asesino?

Aceptando lo que le ofreció, se puso los suaves pliegues en las mejillas.

―Gracias.

―¿Quieres agua?

―No, sólo quiero superar esto. ―Respiró hondo y retrocedió, con nombres y
rostros atorados en su cabeza, las sílabas retorciéndose en su garganta―. Esa
noche, Isobel… Isobel y sus dos amigas fueron al Pyre. Por lo que me dijeron, sus
amigas la perdieron en la multitud del club. Cuando llegó el momento de irse,
no pudieron encontrarla y probaron su teléfono. Me dijeron que incluso bajaron
al nivel inferior, pero no vieron nada ni olieron nada fuera de lo común.
Regresaron a casa, pensando que ella había ido a su casa, y se preocuparon
cuando no estaba allí.

―Entonces, ¿cómo la encontraron?

―Una de ellas regresó. Irrumpió en cada una de las áreas de almacenamiento,


y ahí fue donde… ―Helania presionó el pañuelo en sus ojos punzantes―. Ahí
fue donde la hembra encontró a Isobel colgando de un gancho en el techo. Su
garganta había sido… cortada. Estaba rígida, me dijeron. Fría. La… ah, la que la
encontró llamó a la otra amiga. Juntas, la sacaron de la escena. Hay tantos
humanos en ese club, como sabes. No podían dejarla, especialmente cuando
amanecía.

―Por supuesto que no podían.

Helania bajó la mirada hacia su teléfono y vio que los números aumentaron
un poco.

―Nunca olvidaré cómo sonaron los golpes en la puerta de nuestro


apartamento. Cuatro de la mañana. Tocando. Sabía que algo malo había sucedido
porque nadie venía a vernos. Isobel siempre salía. De todos modos, fui a revisar
la mirilla… había una hembra al otro lado y estaba llorando. Abrí la puerta y se

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derrumbó sobre mí. Le tomó tres intentos sacarlo todo, y no sé si fue porque no
podía escuchar bien o porque ella no podía hablar bien. Lo siguiente que supe
fue que íbamos conduciendo por la ciudad. Ni siquiera recuerdo qué tipo de
automóvil era, pero qué bueno que lo tenía, ya que las dos estábamos demasiado
alteradas para desmaterializarnos.

Levantando la vista del contador del teléfono, se enfocó en el rostro de Boone.

―Podía oler la sangre de mi hermana en ese auto. Era lo que habían usado
para moverla.

Boone cerró los ojos y maldijo.

―Ni siquiera puedo imaginarlo.

―Seguí pensando, no puede estar muerta. No puede estar muerta… ella no


puede estar muerta. Simplemente parecía, quiero decir, Isobel era la persona más
viva que conocía. ¿Cómo podría alguien como ella no estar respirando?

Helania dobló el pañuelo y se limpió el rostro. Mientras inhalaba, percibió el


aroma de un delicado olor, como si el cuadrado de algodón fino hubiera sido
lavado a mano en algo tan suave como costoso.

Continuó:

―Era una casa apropiada a la que fuimos. Una bonita casa, no tan elegante
como esta, pero alejada de la carretera con muchos arbustos y un garaje adjunto.
―Parpadeó y vio el lugar despejado como la luz de la luna en su mente―. Estaba
limpio por dentro, y los muebles eran nuevos y frescos. Isobel… estaba en el suelo
de la sala, envuelta en blanco. Una sábana, era. Como una momia. La habían
tendido en el suelo de madera. El aroma de su sangre era más intenso, e incluso
envuelta así, pude ver una mancha roja que se extendía en la parte posterior de
donde estaba su cuello.

»Su amiga, la que la encontró, y yo la lavábamos para la Ceremonia al Fade.


La otra amiga se quedó y observó. Al anochecer, las tres la llevamos a un parque
estatal que tiene muchos lugares muy escondidos en el bosque. Era principios de
junio, por lo que el suelo estaba blando. La amiga que la encontró y yo teníamos
palas. Cavamos tres metros. Nos llevó horas. La pusimos allí. No sé quién lloró
más. ―Helania levantó las palmas―. Destrocé mis manos.

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Boone se inclinó.

―Tienes cicatrices.

―Quería recordar a Isobel. ―Helania respiró larga y lentamente, y miró su


palma derecha―. Cuando llegué a casa, puse mi mano en agua salada. Como un
homenaje.

Trazó la red de crestas que cruzaba donde estaba su línea de vida, pasando la
punta de su dedo sobre los restos de todas esas ampollas. Como vampiro,
cualquier piel herida en su cuerpo no sólo se reparaba a sí misma, sino que se
regeneraba, por lo que, normalmente, nunca podía encontrar rastros de ninguna
lesión.

Sin embargo, ¿si ponías en contacto con sal una herida o un área de carne
desgarrada? Tenías esas cicatrices de por vida.

―Sólo quería honrarla de alguna manera.

―Por supuesto que sí. ¿Cómo no podrías?

Helania lo miró.

―Esa es la razón por la que he estado yendo a ese club. Por qué vi a esa mujer
anteayer. Por qué la revisé. Necesito averiguar quién le hizo esto a Isobel, y no
quiero que se lo hagan a nadie más… y ya he fallado una vez, o tú y yo no
estaríamos hablando.
Boone frunció el ceño.

―Escucha, Helania. No digo que no puedas manejarlo… Observé el cañón de


tu arma, ¿recuerdas? Sólo por favor, no seas un héroe a expensas de tu propia
seguridad.

―No voy a dejar de ir al Pyre ―dijo bruscamente.

―No te estoy pidiendo que lo hagas. Sólo llámame. En cualquier momento. Si


ves algo, si crees que estás en peligro, no dudes en llamarme. Estaré ahí en un
latido.

Un sentimiento extraño la invadió y tardó un momento en descubrir qué era.

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Con Isobel allí para cuidarla, incluso después de que Helania había pasado por
su transición, siempre había tenido un protector. Ahora, Boone parecía querer
entrar en ese papel trágicamente vacante, y la idea de que podría tener a alguien
a quien recurrir nuevamente la alivió en niveles profundos.

―Prométemelo ―dijo―. Que llamarás.

―Lo prometo. ―Se escuchó responder―. ¿Eso es todo? ¿Para esta entrevista?

Frotándose los ojos como si estuviera cansado, Boone pareció tener que
reenfocarse.

―En realidad, sobre el novio. ¿Alguna vez escuchaste de él después de la


muerte? ¿Intentó ponerse en contacto con su teléfono, sus redes sociales, tú o
alguna de sus amigas?

―No sé sobre sus amigas. Y supongo que lo intentó en su teléfono, pero no sé


dónde está.

―¿No tienes su teléfono?

―Se perdió esa noche. ―Cuando Boone frunció el ceño y se recostó, ella sabía
exactamente a dónde iba en su cabeza―. No fue el novio, te lo digo. Estaba
emocionada cada vez que hablaba de él. Nunca la había visto tan feliz en esos
últimos meses.

―Te creo. Es sólo… no sabes su nombre, nunca lo conociste, y no apareció


buscándola después de que ella se fue. ¿No te parece extraño?
Helania quería discutir el punto, pero la verdad era que a veces se había
preguntado sobre las mismas cosas. Sin embargo, cuestionar el verdadero amor
de Isobel parecía desleal.

―Yo no era parte de su escena. ―Helania respiró hondo―. Y si él intentó


encontrarla llamando a ese teléfono, nunca lo sabría, también.

―¿Y la ropa que llevaba puesta? ¿Alguna de esas se salvó?

―Su amiga me dijo que las tiraron porque estaban arruinadas.

―Realmente necesitamos hablar con esas dos hembras. ¿Cuáles son sus
nombres?

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―No sé cuáles son sus nombres de pila. Pero puedo encontrarlas en las redes
sociales. No puedo olvidar ninguno de sus rostros.

―Eso sería realmente útil.

Helania se dejó caer en el sillón. Cerrar los ojos fue una mala idea. El mundo
comenzó a girar.

―¿Estás bien? ―preguntó Boone.

―Sólo un poco mareada.

―¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Helania se obligó a abrir los párpados cuando comenzó a hacer los cálculos.
Cuando las horas se acumularon, y seguían aumentando, frunció el ceño.

―Necesitas comer. ―Boone extendió la mano y apagó el teléfono―. Y yo


también. Tomemos un descanso y comamos la Primera Comida juntos.

Su reacción instintiva fue decir que no, concluir la reunión y volver a casa para
cambiarse. Todavía podía llegar al Pyre y tener mucho tiempo allí antes del
amanecer. Excepto que… justo cuando se le ocurría todo ese apego al plan,
encontrar al asesino, mantener la distancia, de la nada, se imaginó a su hermana.

Isobel siempre había usado su cabello corto y puntiagudo, el color rojo aún
más fuerte y brillante de esa manera, sin moderación con el rubio que marcaba
las ondas mucho más largas de Helania. Y ella había tenido brillantes ojos azules.
Brillantemente azul, como el huevo de un petirrojo. Y una sonrisa super blanca,
ultra ancha.

Incluso su color había sido vívido.

¿Añadir a todo eso su risa? Isobel había cautivado a la gente. Las pocas veces
que Helania había salido y observado al margen cómo su hermana había
encantado a amigos y extraños por igual, la había sorprendido la presencia de la
mujer. Como a todo el mundo.

Había habido tantas veces en los últimos ocho meses que Helania había
lamentado el hecho de haber sido la sobreviviente. Isobel siempre había sido
mejor viviendo. ¿Por qué había sido la reclusa la que se había quedado en el

163
planeta? Y hasta ese punto, ¿si le hubieran ofrecido a su hermana una buena
comida con un buen macho cuando se estaba muriendo de hambre? Ella no
hubiera dicho que sí. Habría dicho “demonios, sí” a esa idea, y luego se
aseguraría de que la conversación fuera incluso mejor que la comida.

Helania miró a Boone a los ojos. Ellos eran… ojos bonitos. Con densas
pestañas. Profundamente determinados.

Pensó en el cadáver que había encontrado la noche anterior. Si esa hembra


hubiera sabido que iba a morir esa noche, si le hubieran dado la fecha de su
fallecimiento, ¿qué habría hecho de otra manera?

Estoy viva, pensó Helania. En este momento, no estoy muerta.

Así que ya era hora de que comenzara a vivir, ¿no?

―Sí. ―Se escuchó decir―. Me gustaría comer contigo. ¿Dónde, sin embargo?
¿Aquí?

Las cejas de Boone se alzaron, como si su aceptación de la invitación lo hubiera


sorprendido. Excepto que se apresuró a decir:

―Los doggen están ocupados en la cocina sirviendo a la gente de aquí. Pero


conozco un gran lugar para llevarte. Te va a encantar.
capitulo 03

164
El Hotel Remington era un elemento de Caldwell, un retroceso a los locos años
veinte que de alguna manera habían sobrevivido a la modernización del centro.
Rodeado de rascacielos, el edificio de treinta pisos y dos alas era una gran dama
gentil en compañía de robots, su patio era el tipo de cosa que estaba en cada
anuncio de turismo de la ciudad. Era el tipo de lugar donde la gente tomaba el té
del domingo en sus ropas de vestir, y las parejas se comprometían en el comedor
formal, y había suites con placas en las puertas que indicaban que el presidente
Taft se había quedado allí en 1911, Hemingway en 1956 y el presidente Clinton
en 1994.

Boone se volvió a materializar en el callejón al lado del hotel, y por una fracción
de segundo, mientras estaba sólo en el frío, se preguntó si Helania iba a cambiar
de opinión y reorientar su forma molecular a otro lugar.

Pero entonces ella estaba a su lado. En persona.

―Estoy vestida de manera informal ―dijo mientras indicaba su parka y


vaqueros.

Él señaló hacia su conjunto de cuero.

―Como lo estoy yo. Por eso vamos a ir a Remi.


Mientras hacía un gesto hacia el frente del callejón, caminaron juntos hacia los
autos que pasaban por East Main Street.

Di algo, pensó. Di… cualquier cosa…

―¿Te refieres a la película?

Boone sacudió la cabeza.

―¿Qué?

―Di algo. Ya sabes, ¿con John Cusack? ―Cuando le dirigió a Helania una
mirada en blanco, ella dijo―: Tiene esa escena clásica con él sosteniendo la caja
de música sobre su cabeza y Peter Gabriel sonando. ¿Qué te hizo pensar en ello?

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De acueeeerdo, debe haber dicho eso en voz alta.

―Ah, claro… Es una de mis favoritas.

―Mía también. ―Ella se rió un poco―. La mejor de Cameron Crowe, en mi


opinión. También me gustan todas las películas de John Hughes de los años
ochenta. Me enamoré de Jake Ryan para siempre… por cierto, estás cojeando.

¿Sí? No podía sentir su rostro, mucho menos sus piernas, y hablar sobre los
referentes de la cultura pop. Gracias, Weeknd.

―¿Cómo te lastimaste? ―preguntó―. ¿Estabas peleando?

―Sí. ―Con una almohada de plumón que había tenido un juego de tierra
infernal, como resultó―. El enemigo casi consiguió lo mejor de mí.

Helania se detuvo en seco.

―Oh, Dios mío. ¿En serio? ¿Viste a un médico...?

―Lo siento, no. ―Levantó una mano―. Mira, quiero impresionarte. Y si te


digo cómo sucedió realmente, vas a pensar que soy el estúpido más grande del
planeta.

―Ni siquiera sé qué es un estúpido.

Mientras lo miraba fijamente, con esos grandes ojos amarillos que llenaban su
rostro en forma de corazón y los mechones de su cabello rojo y rubio se burlaban
del viento y ese rubor brillante en sus mejillas por el frío… ella era lo más
hermoso que había visto en su vida.

Todas las hembras aristocráticas en todos los vestidos de baile del mundo no
podían competir con ella.

―¿Te refieres un “cerebrito”? ―le preguntó.

―No he escuchado esa palabra en un millón de años.

―Bueno, para ser justos, trajiste a los ochenta a esto primero. ―Esa leve
sonrisa, la que tanto amaba, inclinó su boca nuevamente―. Dime cómo te
lastimaste. Prometo que no juzgaré. Quiero decir, vamos, soy la persona

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socialmente más inepta que jamás conocerás. He vivido toda una vida a través
de películas que veía en casa. Puedo citarte cien mil líneas de mil comedias
románticas, pero ¿me pides que hable con alguien que no conozco? Me congelo
completamente. Así que no estoy en posición de juzgar.

Quiero besarte, pensó. Ahora mismo.

―Cuandollamastelanochepasadaestabadesnudoynopenséqueesofueraapropi
adoasíquecorríamiarmarioparaconsegiralgoderopaycuandosalíterminétropezan
do.

Helania parpadeó. Y luego se rió a carcajadas.

―Lo siento, ¿puedes intentarlo de nuevo?

―Estaba desnudo cuando llamaste. Corrí a vestirme. De vuelta junto a la


cama, tropecé con una almohada. Dedo del pie magullado, esguince de tobillo.
Tarjeta de hombre revocada. Sobreviene la tragedia.

Mientras ella se reía de nuevo, decidió que iba a tomar clases de stand-up.

Sólo para que pudiera escuchar ese sonido.

―¿Entonces estabas desnudo? ―dijo.

―Sí. ―Bien, ahora estaba haciendo la cosa del sonrojo―. No quería faltarle el
respeto.

―No estábamos en FaceTime. No podía ver nada.


―Pero yo sabía que no tenía ropa puesta.

Tenía la intención de mantener el tono ligero y divertido. Pero algo en su voz


cambió, y ella lo percibió al instante, porque esa pequeña sonrisa encantadora se
alejó de su expresión.

―No sé cómo hacer esto ―dijo bruscamente.

―¿Caminar por este callejón, quieres decir? ―Trató de recuperar el


ambiente―. Creo que estás mejor preparada para el trabajo que yo…

―No. ―Hizo un gesto entre ellos―. Esto.

Al instante, Boone se puso serio.

167
―Así que tú también lo sientes.

Sus ojos se dirigieron al extremo abierto del callejón, donde el tráfico era
frenético, de principio a fin. Debía haber habido un juego de baloncesto que acababa de
terminar, pensó. O un concierto. Un espectáculo.

Tal vez esto había sido un error arrastrarla al mundo humano.

―No quiero tergiversarme a mí misma. ―Sacudió la cabeza―. Isobel haría


algo como esto. Yo no…

―Tú eres con quien quiero compartir una comida. Nadie más.

―Simplemente no quiero que tengas grandes expectativas. Muchas veces,


incluso antes de perder a Isobel, no me sentía bien con otras personas. Es como
un equipo que no puede engancharse. Siempre ha sido así y no quiero que
pienses que eres tú. Estoy un poco fuera de…

Boone extendió la mano y tomó la suya. En el instante en que hizo el contacto,


Helania guardó silencio.

―No espero nada más que cenar ―indicó―. Palabra de honor.

Hubo una pausa. Entonces esa sonrisa se volvió aún más amplia, y ¿qué sabes?
Trajo a un amigo. Un hoyuelo apareció, dulce como podría ser, en una de sus
mejillas.
Doblando el codo, sonrió.

―¿Puedo tener tu brazo?

Agachó la cabeza, pasó la mano por el espacio que él había hecho para ella, y
luego volvieron a caminar juntos por el callejón.

―¿Te tropezaste con una almohada? ―murmuró.

―Al menos fue después de que me vestí o Dios sólo sabe qué más podría
haber lastimado con esa mesita de noche.

Su risa lo hizo sentir más alto y más fuerte, incluso cuando sus dimensiones
físicas no cambiaron.

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Y sabes qué, Helania seguía sonriendo cuando salieron a la calle Main y
entraron al famoso patio del Remington. Cortesía de las dos alas del hotel, había
un gran centro comercial abierto creado por el abrazo de sus extensiones de
piedra, la entrada principal un ancla majestuosa con sus banderas colgantes y
detalles Art Deco. Iluminado por antiguas linternas de gas y marcado por hileras
de árboles enrollados con miles y miles de luces navideñas, era un cuento de
hadas en el corazón del anonimato de acero y asfalto del centro.

―Esto es tan hermoso ―dijo ella mientras miraba a su alrededor.

―Sí ―murmuró mientras se concentraba en su rostro―. Lo eres.

Estaba tan cautivada por el espectáculo que parecía que no lo escuchó.


Probablemente igual de bien. Justo debajo de su superficie había una intensidad
que no quería revelarle. Todavía.

―Es mágico. ―Extendió una mano y se detuvo justo antes de tocar una de las
ramas iluminadas―. Algo sacado de un libro.

―El hotel es famoso por este patio.

―Sólo he visto fotos de eso antes. ―Hizo una pausa y luego giró en un círculo
lento―. El resplandor me recuerda a la luz del sol antes de mi transición.

Tenía razón, pensó mientras seguía su ejemplo y miraba a su alrededor. Todas


las pequeñas bombillas arrojaban una iluminación suave, inclinada, similar a la
de un atardecer de verano.
―¿También te escapabas de la casa de tus padres para mirar el sol?
―preguntó.

―Isobel me dijo que tenía que hacerlo. ―Helania sonrió―. Dijo que
absolutamente tenía que ver el sol antes de mi cambio. Como la mayor de las dos,
ya había pasado por el cambio. Me mostró a dónde ir a través del sótano de la
casa de nuestra familia, cómo seguir el espacio de acceso y salir por una vieja
puerta de tormenta.

―Siempre pensé que los humanos que fumaban cigarrillos a espaldas de sus
padres eran como nosotros escabulléndonos para ver el sol.

―Exactamente. ―Helania sacudió la cabeza―. No me quedé mucho tiempo.

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Era julio cuando lo hice y… sí, eso es lo que me recuerda el color de esta luz. Fue
justo al atardecer cuando salí. Mis padres estaban preparando la Primera
Comida, e Isobel los distrajo en la cocina. Nunca olvidaré la sensación de calidez
en mi rostro.

Boone pensó en cuando él y sus primos se escabullían y veían cómo se ponía


y se levantaba el sol. Lo habían hecho muchas veces. Hasta sus transiciones.
Después de eso, todo había sido diferente. No más sol.

―Isobel estaba muy orgullosa de mí. Me abrazó y me dijo que tenía que
hacerlo una y otra vez. Pero esa era ella. Nunca salí en otra ocasión.

―La extrañas.

―Todas las noches. ―Helania lo miró―. Debes sentir lo mismo por tu padre.

Boone se encogió de hombros.

―Ciertamente he notado su ausencia, eso es seguro.

Comenzaron a caminar nuevamente, dirigiéndose a la entrada formal con su


banco de puertas de vidrio y adornos de plata y latón. Por encima de todo, estaba
la bandera estadounidense y las del Estado de Nueva York, el Reino Unido y
España.

―Bienvenidos al Remington ―dijo un portero uniformado con una breve


reverencia.
―Gracias ―respondió Boone cuando el humano le dio un empujón a la puerta
giratoria y Helania entró primero.

En el interior, el cavernoso vestíbulo era de mármol negro, alfombras doradas


y plateadas, y accesorios de metal bruñido. Las áreas de asientos agrupadas
alrededor de las bases de amplias columnas cuadradas eran como regalos bajo
los árboles de Navidad humanos, y el personal discretamente vestido susurraba
mientras atendían a los huéspedes del hotel.

―Oh… vaya. ―Helania volvió a reducir la velocidad, sus ojos se


iluminaron―. Es un palacio.

―Por aquí. ―Mientras la tomaba de la mano, sintió la red de cicatrices y deseó

170
haberla ayudado a enterrarla―. Remi está aquí abajo.

En la esquina más alejada, había una cortina de terciopelo pesada digna de un


teatro con borlas doradas, y cuando la atrajo detrás de ella, se escucharon
débilmente las primeras notas de jazz. La escalera que se reveló era pequeña, los
escalones de mármol usados en lugares donde habían pisado los pies por siglos.
En las paredes negras brillantes, cientos de fotografías antiguas enmarcadas de
flappers2 y dandis de los años veinte y treinta estaban colgadas tan juntas que
formaban un mosaico de azulejos en blanco y negro.

En la parte inferior, la música suave era más fuerte, y en el stand del maître,
Boone deslizó al caballero un billete de cien dólares y fue recompensado con una
de las mejores mesas de la casa, justo enfrente del pequeño escenario. Se sentó de
espaldas al trío que tocaba para que Helania pudiera tener una mejor vista.

Mientras miraba maravillada al pianista, el clarinetista, el chico del bajo, sintió


algo cálido florecer en el centro de su pecho.

No había otro lugar en el planeta que quisiera estar. Y la felicidad que sintió,
la sensación de conexión y comunión, fue una sorpresa que iluminó lo sólo que
había estado.

2Flapper: es un anglicismo que se utilizaba en los años 1920 para referirse a un nuevo estilo
de vida de mujeres jóvenes que usaban faldas cortas, no llevaban corsé, lucían un corte de cabello
especial (denominado bob cut) y escuchaban música no convencional para esa época (jazz), que
también bailaban.
Por tanto tiempo.

Helania sintió que estaba debajo de una lámpara de calor. Y no en el mal


sentido.

Cuando se quitó la parka y se sentó frente a Boone, la música sensual los


envolvió en un abrazo, acercándolos más de lo que realmente estaban. La tenue
iluminación y el atento personal ofrecían poca o ninguna interrupción, e incluso
la pequeña mesa, así como las sillas inclinadas, parecían alentar la intimidad.

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Antes de que ella lo supiera, aparecieron platos de queso con fruta, y luego
comida más abundante, un estofado con carne y verduras, que posiblemente
podría haber sido lo mejor que había comido. O tal vez la compañía fue la especia
que convirtió un humilde plato en una obra maestra gourmet, a pesar del hecho
de que a menudo se sentía atorada con otras personas, ese no era el caso con
Boone. Parecía haber un sinfín de temas para el debate, desde libros y música
favoritos hasta temas de actualidad y recuerdos felices de la infancia,
compartidos junto con la canasta de pan común.

Todo fue bastante notable. Y luego, incluso los platos de postre habían sido
limpiados, y todavía estaban hablando.

Pasó las yemas de los dedos sobre el vientre de su copa de vino y miró el
Chardonnay que había estado haciendo durar… y se preguntó cómo iba a
terminar la noche.

―¿En qué estás pensando? ―murmuró Boone.

Sacudiendo la cabeza, sintió curiosidad por saber si había adivinado que había
estado con un macho antes, y si eso sería un problema o no. Obviamente era de
la aristocracia, y había muchas reglas para ellos. Bueno, también había reglas
para los civiles. Pero Isobel la había instado a salir de su caparazón y conseguir
un macho, y así lo había hecho hace aproximadamente una década. La relación
duró aproximadamente un año y luego fracasó, un experimento social que había
fallado en el laboratorio.
―Háblame ―murmuró―. Sea lo que sea, sólo háblame.

Fue una sorpresa darse cuenta de que realmente quería contarle todo. Pero no
podía encontrar exactamente las palabras correctas.

Deliberadamente, se imaginó el rostro de Isobel y respiró hondo.

―Nací con problemas de audición. ―Se tocó una de las orejas―. No estaba
completamente sorda, pero no podía escuchar mucho más que sonidos bajos.
Para mí fue difícil hablar, y por eso era tan difícil comunicarme con otras
personas. Aprendí el lenguaje de signos en los años sesenta, y todavía soy muy
buena leyendo los labios, pero ya sabes… Las cosas eran diferentes en aquel
entonces. Los problemas físicos en los jóvenes no eran tan aceptados. Así que fue

172
difícil para mí. Difícil para toda mi familia.

Lo miró y se sintió aliviada al descubrir que no había retrocedido con disgusto,


lo cual no era sólo algo que la gente le había hecho en el pasado, sino el tipo de
cosas por las que la aristocracia era conocida.

Boone, contrario a su posición, se inclinó aún más cerca, su expresión abierta…


aceptando

Tomando otra inhalación larga, dijo:

―Otros jóvenes fueron francamente crueles, pero Isobel estaba allí para mí.
Puedo recordar la primera pelea en la que se metió por mi discapacidad.
―Helania tuvo que sonreír―. Golpeó a este pequeño niño que se había estado
burlando de mí. Estaba demasiado ocupada tratando de llevarme bien con el
mundo como para preocuparme por lo que la gente pensara de mi sordera, pero
a ella le importaba y era feroz al respecto.

―¿Es por eso que crees que no puedes llevarte bien con la gente?

―Es una resaca de todos esos años, ¿sabes? ―Se tocó la oreja de nuevo―. De
todos modos, me habían dicho que existía la posibilidad de que mi transición
solucionara el problema con mis canales auditivos, pero nunca lo creí. Cuando
llegué al cambio, me sorprendió escuchar todo tan claramente. Al principio lo
odiaba. Todo era tan fuerte, especialmente las notas altas de cosas como bisagras
en las puertas, teléfonos sonando, silbando. Fue un ajuste difícil.
―Debe haber sido un mundo diferente para ti ―comentó.

―Totalmente diferente. Quiero decir, me había mantenido para mí antes.


¿Después de que mi audición funcionó? Me cerré por alrededor de un año. Fue
entonces cuando Isobel insistió en que nos mudáramos y comenzáramos a vivir
solas. Parecía entender que necesitaba espacio para mí, y mis padres estaban,
estuvieron muy preocupados y tenían buenas intenciones. Pero fueron
implacables al tratar de atraerme y todo ese empuje estaba teniendo el efecto
contrario. Las cosas mejoraron después de que Isobel y yo comenzamos a vivir
juntas. Las películas fueron lo que me salvó. Mientras Isobel estaba con sus
amigas, yo las reproducía en la televisión. Primero con esas grabaciones tipo
discos, ¿recuerdas los que venían como grandes álbumes en esas fundas de

173
plástico?

Boone rió.

―Sí, Dios… No he pensado en ellos en años.

―¿Verdad? Luego Beta y VHS. Después DVDs. Ahora tenemos Netflix y


Hulu. ―Tomó un sorbo de su vino―. Entonces, cuando Isobel estaba en el
mundo, me sentaba sola y miraba películas, primero con el sonido apagado y
luego gradualmente… ―Se encogió de hombros―. Me acostumbré. Ahora,
incluso puedo estar en multitudes y no sentirme abrumada por todas las capas
de sonido. Pero tomó años. Una vez leí un artículo que decía que el ajuste a un
sentido tenía que ver con el desarrollo de vías neuronales. Mi cerebro ha tenido
que reconectarse, en otras palabras.

―Pero todavía no estás completamente a gusto con la gente.

―No, no lo estoy. ¿Es la naturaleza en forma de introversión innata? ¿O


nutrirse de esas dos décadas y media de ser sorda y ser ridiculizada por niños de
mi edad y algunos de sus padres? No estoy segura. Y supongo que no importa.
Soy lo que soy.

Había una nota de disculpa en su tono, pero por mucho tiempo había sentido
que tenía cosas que compensar, daños que explicar, limitaciones que excusar…

Boone extendió la mano sobre la mesa y tomó su mano, la que tenía las
cicatrices en la palma.
―No cambiaría nada de ti.

―Bueno, eso es una suerte para mí ―susurró―, ya que no he tenido mucha


suerte de ser algo diferente.

Cuando el tempo del trío de jazz cambió, su pulgar acarició su carne.

―¿Bailas conmigo?

Una punta de calor estalló en el centro de su pecho, justo donde estaba su


corazón. El resplandor fue una sorpresa, similar a un fuego encendido en una
habitación fría y con corrientes de aire, un cambio impactante y muy agradable.

Isobel aprobaría esto, pensó abruptamente. Todo ello.

174
Boone. La música de jazz. El acogedor ambiente del pub. Helania…
arriesgándose con alguien.

Y en este momento, parecía que los dados que estaba tirando no estaban tanto
en Boone, sino… en ella misma.

―Sí ―dijo con una sonrisa lenta―. Me gustaría eso.

Se pusieron de pie al mismo tiempo, y dado que su mesa estaba justo enfrente
del escenario, estaban a sólo dos pasos y ella estuvo apoyada contra su cuerpo.

Querida Virgen Escriba, era grande. Su cabeza sólo llegaba a sus pectorales y
sus brazos parecían enormes mientras la envolvían. Pero la abrazó suavemente,
dejándola decidir qué tan cerca se acercaba y sabes qué…

Ella quería cerca.

Sin embargo, fue un objetivo difícil de lograr. Nunca se había quitado la


chaqueta de cuero, y no fue hasta que colocó una mano debajo de ella y se topó
con una pistola enfundada que se dio cuenta de por qué.

―Lo siento ―dijo tenso.

―Está bien. ―Lo miró a los ojos―. Al menos sé que estoy a salvo.

Su rostro se puso mortalmente serio.

―Siempre. Nunca dejaré que te pase nada.


Cuando las lágrimas pincharon las comisuras de sus ojos, recostó su cabeza
sobre su pecho cubierto de cuero. No quería arruinar el estado de ánimo, pero la
verdad era que ese voto era difícil de escuchar.

Demasiado como el pasado. Demasiado parecido a Isobel.

Arrastrándose de regreso al presente, se concentró en la forma en que él se


movía, el sutil balanceo de todo ese músculo, la promesa de que las cosas aún no
habían sido exploradas.

Cosas desnudas. Cosas placenteras.

Dios, olía bien. Cuero, un ligero olor a bronce de cañón… pero sobre todo el

175
de macho limpio debajo.

Helania pensó una vez más que no tenía idea de a dónde iba esto o qué estaba
pasando exactamente entre ellos. Pero quería que las cosas terminaran en una
cama.

Pronto…

Una de las manos de Boone le acarició el hombro y la espalda, siguiendo los


contornos de sus curvas. La calidez, la sutil presión de la caricia, la extensión de
su gran palma y sus hábiles dedos… todo reverberó en todo su cuerpo,
haciéndola sentir como si fuera un diapasón calibrado para él y sólo para él.
Inclinando la cabeza, lo miró de nuevo.

Su rostro era una máscara de hambre y sus ojos ardían mientras la miraba.

Excepto que ella no necesitaba ver su expresión tensa para saber cuánto la
deseaba.

Podía sentir su excitación.


capitulo 04

176
―No, lo voy a hacer.

El tono muerto cortó la conversación ansiosa en la sala de reuniones privadas


de la clínica, una bomba que abrió un agujero en el paisaje de la conversación. En
las secuelas silenciosas, Butch se centró en la hembra que había hablado durante
la tensa reunión. Sentada en una silla a un lado, estaba en la mediana edad, lo
que para un vampiro no significaba mucho en términos de cambios físicos, según
la esperanza de vida típica de la especie, todavía se veía de veinticinco años de
edad, los que tenía después de haber pasado por su cambio trescientos años
antes.

Pero los siglos que había pasado se mostraban en esos ojos suyos.

Y ese tono.

Claramente, había visto muchas cosas malas en el transcurso de su vida. Esto,


sin embargo… venir a ver si un cadáver era el de su hija era, sin duda, lo peor.
¿Y estos machos a su alrededor, el hellren, el hijo, el tío y el abuelo? Todos se
quedaron callados y dejaron caer sus miradas al suelo en deferencia hacia ella.
Sin duda, parte de eso fue porque nadie podía discutir su derecho, pero ¿más
que eso? Butch tuvo la sensación de que nadie, excepto ella, tenía la fuerza para
la sombría tarea.

Y no le sorprendió que la mahmen fuera la más fuerte. Sin embargo, después


de muchos años en homicidios, había aprendido sobre las diferencias entre los
sexos. Los hombres eran físicamente más fuertes, cierto. ¿Pero las mujeres? Eran
los guerreros. Por mucho que esos machos que habían venido con ella se
hubieran topado con un edificio en llamas para salvarla, ninguno de ellos era lo
suficientemente fuerte como para ocupar su lugar en este desgarrador deber.

Porque no podrían manejarlo.

177
―Está bien ―dijo Butch―. Avísame cuando estés…

La hembra se puso de pie.

―Estoy lista ahora.

La sala de reunión privada en la que se encontraban estaba al lado de la sala


de observación de la morgue, y cuando Butch le abrió la puerta, no miró a su
familia. Salió al pasillo con la cabeza en alto y las dos manos en su bolso. Todavía
llevaba puesto el abrigo, la lana marrón de tres cuartos de corte simple y hecho
simplemente.

Pensó que debería sugerirle que se lo quitara. Pero ella no parecía del tipo que
iba a desmayarse.

No, se mantuvo firme como el lecho de roca a pesar de que él podía sentir el
miedo hirviendo en sus poros.

Butch le abrió otra puerta y entraron en una pequeña habitación de azulejos


que tenía tres sillas a un lado y un refrigerador de agua. Al otro lado del camino,
un panel de vidrio horizontal de metro ochenta por metro veinte mostraba la
cortina del otro lado.

―No ―dijo mientras miraba la ventana―. Así no.

―Será más fácil para ti…

―Si esa es mi hija, no voy a identificar su cuerpo a través de un trozo de vidrio.


Butch sólo pudo asentir.

―Dame un segundo.

Al acercarse a la puerta estrecha junto a la ventana, llamó una vez. Cuando


Havers abrió, Butch mantuvo la voz baja.

―Vamos a entrar.

―Pero esa no es la manera…

―Esa es absolutamente la forma en que vamos a hacer esto ―susurró Butch―.


A petición suya.

178
Havers miró por encima del hombro de Butch y luego se inclinó.

―Por supuesto. Complaceremos sus deseos.

Cuando el médico de la raza se hizo a un lado, Butch miró a la hembra.

―Estamos listos cuando tú lo estés.

La hembra respiró hondo varias veces y el bolso que tenía agarrado a muerte
comenzó a temblar.

―Señora ―dijo―, voy a sugerirle que se quite el abrigo y deje su bolso aquí.

Miró hacia donde él señalaba como si nunca antes hubiera visto una silla.
Luego cruzó y dejó su bolso. Al quitarse el abrigo, tuvo cuidado al doblar la lana
y colocarla en el asiento, y cuando se enderezó, se metió la blusa en los
pantalones. Su ropa no era elegante, pero tampoco era casual; eran el tipo de
cosas que un asistente ejecutivo usaría para trabajar.

Y entendió totalmente su necesidad de prepararse. A veces, la compostura en


la superficie era todo lo que una persona podía pedir.

Cuando se acercó a él, le ofreció su mano. Sólo quería que supiera que no
estaba sola.

―Voy a entrar contigo.

La hembra miró lo que le ofrecía.


―No es tu familia.

―Se convirtió en mi familia en el momento en que tomé este caso.

―¿Has hecho esto antes?

―Mil veces.

Después de un momento, ella asintió. Y puso su palma contra la suya, su piel


fría y húmeda lo puso incalculablemente triste.

―¿Qué es ese olor? ―dijo antes de atravesar las jambas.

―Es el desinfectante que usan para limpiar las habitaciones.

179
―Bien.

Cuando Butch la atrajo hacia adentro, sus ojos se dirigieron al cuerpo que yacía
boca arriba en la camilla. Una sábana blanca cubría los restos de la cabeza a los
pies, los extremos colgando libremente en los cuatro lados.

La hembra palideció y se tambaleó sobre sus pies. Cuando Butch la atrapó,


Havers pareció reconocer que su presencia era irrelevante y el sanador tuvo la
sensatez de retroceder contra la pared.

―Ayúdame a llegar allí ―dijo la hembra suavemente―. Parece que no puedo


caminar.

―Apóyate en mí. ―Butch apretó su agarre en su cintura―. No te dejaré caer.

―Gracias.

Escoltándola hasta la cabecera, pudo sentir la presión en su brazo donde ella


confiaba en él, y se imaginó a su Marissa en su lugar, de pie sobre una losa, a
punto de ver si su hija muerta estaba frente a ellos…

―Tómate tu tiempo ―se atragantó cuando se detuvieron juntos.

La hembra respiró hondo, pero luego hizo una mueca y se frotó la nariz como
si no le gustara el olor astringente en la habitación.
Había sido sincero sobre el desinfectante. Se usaba para limpiar, sí. Pero
también, nadie quería que la familia oliera sangre o descomposición, y en el caso
de estos restos en particular, aunque había estado almacenado en frío la mayor
parte del tiempo, hubo tramos cuando no estuvieron expuestos a la temperatura
requerida.

―Está bien ―dijo bruscamente―. Déjame ver.

Butch extendió su mano libre y retiró la sábana del rostro, doblándola hasta el
cuello para que ninguna de las heridas apareciera.

La mujer se tapó la boca con la mano cuando todo el color se le fue del rostro.
Butch cerró los ojos brevemente y maldijo.

180
―Lo siento mucho. Pero tengo que preguntarte. ¿Esta es tu…?

―Sí, esta es mi hija ―dijo la hembra con voz ronca―. Ella es… nuestra.

Cuando Butch fue a cubrir el rostro, la mujer sacudió la cabeza.

―No. Aún no.

Se inclinó y, cuando su cabello se soltó, tuvo que meterse la parte suelta detrás
de la oreja. Con una mano temblorosa, extendió la mano y tocó el cabello corto y
teñido de negro en la sien. Luego acarició la mejilla fría y gris.

Las lágrimas cayeron de sus ojos, aterrizando en la sábana del brazo. Las dos
primeras se deslizaron del algodón seco. Las otras que siguieron fueron
absorbidas.

―¿Qué le pasó? ―La hembra levantó la vista con desesperación―. ¿Quién le


hizo esto a mi Mai?

Al otro lado del río Hudson, en lo profundo del campo de conflicto en el


centro, Syn acechó por un callejón en busca del enemigo, con sus instintos frente
a él, luego hacia un lado, ahora hacia atrás… y nuevamente tras el rastro de lo
que estaba delante de él. Era otra noche fría y clara, sin viento que despeinara los
copos sueltos de nieve que habían caído durante el día, nada que perturbara la
densa, seca y profunda helada que se había estancado sobre Caldwell.

―…abajo en ese club. Vishous llevó el cuerpo con Havers y ahora están
tratando de descubrir quién es ella y quién mató...

Normalmente, a Syn no le importaba ser emparejado con Balthazar. El


Bastardo era un asesino cruel y rara vez decía mucho, dos de los mejores
cumplidos que Syn podía hacerle a cualquier ser vivo.

Desafortunadamente, esa bendita racha silenciosa fue interrumpida esta


noche.

181
Aparentemente, todo lo que se necesitó para terminar con el promedio de
bateo de personalidad ganadora de Balthazar fue una hembra muerta en ese club
humano.

Aunque, para ser justos, no fue sólo la charla lo que estaba haciendo enojar a
Syn.

Debajo de su piel, su talhman estaba surgiendo, rondando… provocado por la


conversación sobre la hembra que había sido encontrada, colgada en el nivel
inferior de Pyre, desnuda.

Sin querer, una de sus manos fue hacia las dagas de acero que estaban
montadas, con las manijas hacia abajo, sobre su pecho. ¿Era posible, se preguntó,
que esos cortes en la garganta de esa hembra, las rebanadas en sus muñecas, el
otro daño en su cuerpo… había sido hecho por sus cuchillos? ¿Sus manos? Tenía
un claro recuerdo de bajar las escaleras húmedas y frías con las piernas de una
hembra envueltas alrededor de sus caderas. Y podía recordar vívidamente el par
de ellas contra una de esas puertas allá abajo, sexo apresurado y rudo llevándolos
a un área de almacenamiento. ¿Los había encerrado juntos después de que se
abrió la cerradura?

¿Le había hecho otras cosas además de penetrar en su núcleo?

No podía recordarlo. Y por primera vez en mucho tiempo, las advertencias le


subieron por la nuca.
De hecho, no podía recordar cuándo había terminado el sexo. Sabía que no
había tenido un orgasmo, por supuesto. Y estaba seguro de que ella lo había
tenido varias veces. ¿Pero aparte de eso? Lo siguiente de lo que había estado al
tanto era abandonar el club. Sólo.

Syn se miró las manos y trató de obligar a su cerebro a recordar si tenían sangre
cuando se alejó de Pyre. El hecho de que tomó otro espacio en blanco lo hizo
maldecir por lo bajo. ¿A dónde se había dirigido después de irse? A casa, pensó.
A la mansión de la Hermandad, donde él y la Banda de Bastardos vivían ahora…

No, eso no estaba bien. Justo cuando estaba a punto de desmaterializarse,


había olido a un lesser. Siguiendo el dulce hedor, había rastreado a su presa a un

182
par de manzanas del club.

Entonces, sí, cuando finalmente había regresado a la mansión de la


Hermandad, había estado cubierto con el desorden negro y aceitoso que había
corrido por las venas de ese asesino, sus manos y antebrazos. Su ropa. Sus
shitkickers. Y recordaba haberse registrado en la cámara de seguridad del
vestíbulo, uno de los doggen lo había dejado entrar. No había prestado mucha
atención a lo que había sido. ¿Alguien más lo había visto entrar?

Incluso con el hedor del enemigo sobre él, seguramente alguien habría
comentado el hecho de que él también tenía sangre de hembra. ¿Verdad?

―…sorprendido de que no estuvieras en la reunión.

Syn echó un vistazo.

―¿Qué?

―La reunión que Wrath convocó esta noche. Sobre la hembra muerta en ese
club.

―Estaba ocupado.

Balthazar se detuvo en medio del callejón.

―¿Haciendo qué?

Syn entrecerró los ojos.


―Lo mismo que hago todas las noches. Mirar mi reflejo y lamentar el día que
nací.

―En serio.

―Bien, vamos con algo alegre. ¿Qué tal yoga? Pilates. No, espera, estaba
ordenando mierda que no necesito de Amazon…

―¿Qué estabas haciendo cuando deberías haber estado en la reunión, Syn?

La pregunta se planteó con calma y de manera uniforme. Lo cual también era


característico de Balthazar. El tipo era un tirador directo, y para ser justos, tenía
motivos para sospechar. Él sabía… cosas… eso había sucedido en el Viejo País.

183
Cosas que habían involucrado a hembras, sangre y cuerpos encontrados.

―No fui yo ―dijo Syn secamente―. No maté a quien fuera.

La mentira sonaba convincente, al menos para sus propios oídos.


Desafortunadamente, esa fue una mesa para uno.

―Syn, no te juzgo. ―Balthazar sacudió la cabeza―. Sabes que nunca lo he


hecho.

―Oh, joder a esto, no estoy perdiendo el tiempo…

―Siempre te he dejado en tus asuntos. No hice preguntas. Sé que las cosas


son… diferentes… para ti. ―Balthazar volvió a negar―. Pero déjame ser muy
claro. No puedes estar haciendo esa mierda por aquí. Estamos en el Nuevo Mundo
ahora. Va a hacerse notar y luego tendremos problemas porque ya no estamos
solos. Estamos alineados con el Rey, y Wrath no va a hospedar a nadie en su
hogar haciendo lo que tú haces. La gente echa de menos a sus muertos por aquí.

―No te preocupes por eso. Lo tengo bajo control.

Cuando Syn comenzó a caminar de nuevo, Balthazar no se movió.

―No creo que lo hagas.

Syn se detuvo y se negó a darse la vuelta. Dirigiéndose al callejón vacío frente


a él, dijo:
―En el Viejo Mundo, hice lo que hice con un maldito propósito. Lo canalicé
correctamente.

―Es cierto, pero hay reglas en este lado del océano.

Mirando hacia adelante, Syn vio los botes de basura que fueron tirados y un
gato callejero hurgando en una bolsa de Hefty rota. Mientras observaba al animal
buscar la cena, pensó en la hembra de la otra noche. No había justificación de que
él fuera consciente de que la había matado. Incluso si ella hubiera sido una
criminal, una asesina, una ladrona, que eran su presa objetivo, no lo había sabido
cuando la había llevado a ese nivel inferior. Donde la habían encontrado no sólo
muerta, sino también deshonrada.

184
Así que tal vez ella era inocente. Y él había hecho algo muy, muy malo.

No quería escuchar lo que Balthazar decía.

No quería los agujeros en su memoria.

No quería… estar lidiando con esta mierda por más tiempo.

―Hazme un favor ―comentó suavemente.

―No ―respondió Balthazar―. No voy a ir allí. No me pidas que lo haga.

Syn se giró. Cuando sus ojos cambiaron de color, el callejón se inundó de un


resplandor rojo, su primo iluminado por el color de la sangre. Detrás de él, el gato
chilló y huyó, haciendo rodar una botella de vidrio.

Su voz fue deformada mientras hablaba.

―Entonces debes dejar de hablarme sobre hembras muertas.

Balthazar maldijo entre dientes.

―Tiene que haber otra manera.

―Te lo dije hace un siglo. Tarde o temprano, tendrás que ponerme una bala
en la cabeza. O encuentra a alguien que lo haga.

Sería un servicio público, en este punto. Y un alivio para él.


Dios sabía que lo habría hecho él mismo hace años, si el suicidio no significaba
que estuvieras excluido del Fade. ¿Aunque dado lo que había hecho a lo largo de
los años?

Iba a terminar en el Dhunhd de todos modos.

―Sabes que sólo hay una manera de detenerme ―dijo con un gruñido―. Y si
no lo haces, la sangre de las hembras que lastimé también está en tus manos.

185
Capitulo 05

186
Boone regresó a la casa de su padre con aproximadamente dos horas antes de
la ceremonia al Fade que había convocado. Cuando entró por la puerta principal,
estaba enojado. Dejar a Helania había sido lo último que quería hacer, ¿y el hecho
de que tenía que irse por algo relacionado con Altamere?

No estaba contento con sacrificar ni un segundo de su vida para conmemorar


al macho y mucho menos para algo tan importante como pasar tiempo con su
hembra.

No es que fuera técnicamente suya. Simplemente se sentía así.

Cerrando a ciegas, se puso las manos en las caderas y miró el suelo de mármol.
Lo cual, por supuesto, no había hecho nada malo. Estaba allí para ser pisado,
como lo había sido durante toda su vida.

―Tengo que relajarme ―murmuró.

Por supuesto, eso sería más fácil si no tuviera el par de bolas azules más grande
de este lado de una convención de globos aerostáticos. Joooooooder. ¿Y pensó
que su tobillo malo lo estaba haciendo caminar cojeando? A cada paso que daba,
sentía que alguien le había atado pesas rusas a la ingle.
Mirando alrededor de la escalera, miró la puerta del baño de invitados de los
machos. Podía entrar allí, desabotonarse la bragueta y encargarse del asunto. Al
ritmo que iba, le tomaría dos caricias y se vendría por todos lados.

Pero todavía no podía sacudirse la idea de que estaba siendo de alguna manera
irrespetuoso con Helania. Ella era mucho más que YouPorn. Que algún cuerpo
femenino al azar para masturbarse. Que una fantasía bidimensional hecha a la
medida de sus gustos sólo para poder frotarse.

Era una joven viva, que respiraba, increíblemente hermosa e inteligente que…

No se había despedido con un beso.

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Dios, lo había querido. En la pista de baile. De vuelta en su mesa. Cuando
estaban caminando por el patio del Remington y luego se habían escabullido
hacia las sombras al lado del lado alto del hotel para poder desmaterializarse.

La sensación de su cuerpo moviéndose contra el suyo mientras bailaban cerca


y lentamente había movido todas sus palancas a la posición Demonios-Sí. El
Jodido-AHORA-MISMO. El OMG-Suplicaré. Quería que ella se distrajera, su
sangre corriendo caliente y espesa con una lujuria que nunca había estado cerca
de sentir antes. Y ella había estado allí con él. Había olido su excitación y la miró
a los ojos brillantes y supo que ella también lo deseaba a él.

¿Qué lo había detenido? Dos cosas. No iba a detener las cosas con un sólo
beso… y tampoco ella. A menos que la estuviera malinterpretando, y no creía
que lo fuera, labio a labio sería sólo un comienzo para ellos, un precursor de piel
desnuda y mucho más, y quería el espacio y el tiempo para tomar el ‘sí’ en ambos
lados a su conclusión natural.

¿Y sabes qué? Oh, oye, lo siento, tengo que ir a la Ceremonia al Fade de mi padre era
un completo aguafiestas.

El otro conjunto de frenos en la situación había sido el hecho de que no quería


que ella pensara que era sólo sexo de su parte. Había sido un alivio descubrir que
tenían mucho en común además del dolor, y quería tener la oportunidad de estar
cerca de ella nuevamente tanto como deseaba todas las cosas horizontales. Pero
sabía que su posición aristocrática hablaba por sí misma: los machos de su clase
tenían la tendencia de usar hembras civiles para tener sexo casual, llevándolas a
la cama y tirándolas a un lado. Lo último que quería era que Helania pensara que
le faltaba al respeto de esa manera. Y aunque nunca habían discutido
abiertamente su linaje, no había tratado exactamente de ocultar su acento o su
pasado.

Así que había hecho de caballero en ese callejón: Abrazándola. Besándola


castamente en la mejilla. Asegurándose de que ella se desmaterializara de
manera segura primero.

Y ahora estaba aquí. En esta maldita casa. Esperando a personas a las que
realmente no les importaba llegar a una ceremonia que parecía una mentira para
poder cerrar la puerta a una muerte que lo había sacudido y, sin embargo, no

188
importaba en absoluto.

En ese sentido, probablemente debería ir a verificar los preparativos.

Al menos discutir con Marquist le permitiría canalizar algo de esta frustración


que no-lleva-a-ningún-lado.

Mientras Boone caminaba hacia el comedor y luego se abrió paso a través de


la puerta abatible que usaba el personal, la idea de que se estaba comportando
como su padre le habría enojado. Dios, Altamere y Marquist habían sido
consumidos por los preparativos y el alojamiento adecuados para los invitados
de la casa, ya fueran personas que venían a un cóctel, una cena, un evento o para
el día.

Esos dos pasarían horas en la oficina de Marquist, examinando los cuadros de


asientos, menús, pedidos de vinos y licores.

Loco.

Al otro lado de la puerta abatible, se hallaba el área de preparación para el


servicio de comidas, la sala de pulido de plata y luego la enorme despensa.
También la puerta cerrada de la oficina de Marquist y los alojamientos privados,
que, como se vio después, no tenían una carta de renuncia pegada en la jamba. O
cajas móviles de U-Haul apiladas a su lado. O un blanco de pistola con la
fotografía de Boone en el centro y agujeros de bala en un rostro sonriente en su
frente en cualquier lugar cercano.
Suponía que el macho aún no había renunciado. Y era difícil saber si eso era
bueno o malo.

La respuesta a la pregunta ‘¿Dónde está Marquist?’ Se resolvió en la cocina


propiamente dicha: El mayordomo estaba en el mostrador frente a la estufa, sin
la chaqueta y arremangado. Su atención se centraba en recortar la grasa de un
rosbif del tamaño de un carrito de golf, ese cuchillo Henckels volando alrededor
del pedazo de carne, manos expertas haciendo un trabajo experto.

El mayordomo no levantó la vista.

―Sí.

189
―¿Estamos listos?

―Sí. ―El cuchillo brilló cuando Marquist cambió el ángulo de la rebanada―.


Todo está a mano.

―¿Dónde están los otros doggen?

―Estoy completando los preparativos yo mismo. Es lo último que haré al


servicio de mi amo, y nadie es bienvenido a este espacio sagrado.

―Los demás querrán participar. Mi sire también era su amo.

―No como él era mío.

Boone frunció el ceño.

―Entonces, ¿cuánto tiempo estuvisteis durmiendo juntos? ¿Comenzó justo


después de que te trajo aquí o te contrató porque ya estaba sucediendo?

Marquist siseó y levantó la vista. Y sabes qué, un cuchillo desatendido era muy
parecido a una olla en la estufa: hacía su trabajo aún mejor sin ser vigilado.

Por supuesto, la salvedad era que la cuchilla cortaba al mayordomo en lugar


de la capa de grasa de toda esa carne.

El mayordomo dejó caer el Henckels y corrió hacia el lavabo. Y mientras Boone


observaba el enjuague del agua caliente y la envoltura con el paño de cocina, no
podía decidir si su aversión por el macho era lo que le impedía disculparse... o el
hecho de que después de todos estos años de monitorear sus propios modales
sociales, había dejado de dar una mierda.

No le importaba que el mayordomo estuviera herido. Y no iba a fingir que sí.

Marquist cuadró los hombros antes de darse la vuelta y, mientras giraba,


Boone miró directamente al macho.

―No te molestes en negarlo ―dijo Boone―. Y para tu información, no me


importa de una forma u otra. Al igual que aparentemente no fue un problema
para mi mahmen adoptiva. Tal vez ella sintió que le estabas haciendo un favor.

Mientras los ojos del mayordomo se entrecerraban como si estuviera

190
reflexionando sobre sus respuestas, Boone consideró cómo sería quedar fuera de
la última voluntad a favor del otro macho. Bien... sabes qué. La idea de dejar ir
esta casa infeliz, y toda su carga de basura, parecía un evento liberador en lugar
de uno alienante.

La expresión de Marquist se volvió altiva, como si estuviera por encima de


cualquier acusación. Especialmente aquellos de una variedad de pinchazo-y-
cosquillas, a pesar de que ambos sabían lo que había sucedido con Altamere a
puerta cerrada.

―Haría cualquier cosa al servicio de tu padre. Cualquier cosa.

―Estoy pensando que era muy cierto ―murmuró Boone.

―Es verdad. Le he servido de maneras que no puedes comprender,


protegiéndolo a él y a su familia, asegurando que todo esté bien. Y la muerte no
ha cambiado mi devoción por él.

¿Quieres un obelisco? pensó Boone. Un sello conmemorativo. No, espera, una valla
publicitaria en Times Square por todas las mamadas.

Bueno, eso era grosero. Pero vamos.

―No voy a dignificar esto con una respuesta a nada más. ―Los ojos de
Marquist se entrecerraron nuevamente―. Excepto para decir que tu sire y yo
fuimos excelentes socios. En el funcionamiento de esta casa.
Boone cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó contra uno de los
mostradores.

―Un poco conveniente, mi mahmen de sangre murió tan pronto después de


que llegaste bajo este techo.

―Qué estás sugiriendo exactamente.

No fue una pregunta. Y no por primera vez, Boone se preguntó exactamente


cuál era el trasfondo de Marquist. Sus motivos, por otro lado, parecían claros. Por
lo general, ningún civil masculino elegiría ser un sirviente en la casa de su
amante. Hablaba acerca de ser degradante. Pero había ventajas de estar con un
miembro de la glymera, y Dios sabía que la única forma en que Marquist podría

191
tener contacto nocturno con alguien del estatus de Altamere era si se mudaba
bajo la apariencia de un empleo.

¿En la aristocracia? No había tolerancia para la homosexualidad masculina


abierta. La propiedad social dictaba que, sin importar lo miserable que te hiciera,
debías aparearte con un miembro del sexo opuesto y procrear al menos una vez,
preferiblemente dos veces si tu shellan legal sobrevivía a la primera cama de
parto. Si tuvieras, como lo llamaban, una ‘ideología secundaria’, podrías tomar
discretamente amantes masculinos. Pero las relaciones nunca debían interferir
con tu pareja, tu familia o tu linaje, y la Virgen Escriba te salve si alguien alguna
vez se enteraba de tus actividades extracurriculares.

Ah, ¿y en cuanto a las hembras en la aristocracia? No se les permitían amantes


lesbianas. Nunca. Bajo cualquier circunstancia.

Sólo un ejemplo más del patriarcado de la glymera. La intolerancia. La


injusticia. Todo era tan injusto.

―Mis padres nunca fueron felices juntos ―dijo Boone―. Pero ninguno de
ellos había sido educado para esperar nada más ni nada menos. Dicho esto,
siempre me pregunté si mi mahmen se suicidó, o si fue algo más, algo siniestro
que la mató. ¿Exactamente cómo murió? Nadie me lo dijo porque nadie habló de
eso.
―Eso se debe a que el velo de privacidad continúa siendo apropiado después
de la muerte. Tu mahmen era una buena hembra de valor que cumplía con su
deber como era apropiado.

―Guau. Usaste ‘apropiado’ dos veces allí. Buen trabajo. No es de extrañar que
mi padre confiara en ti para planificar sus fiestas. ―Boone asintió a los pies del
mayordomo―. Mira. Estás goteando. Mejor ve a lo de Havers y haz que te cosan.

El mayordomo miró el rosbif como si estuviera contemplando volver a su


trabajo.

―Oh, no, no lo haces. ―Boone sacudió la cabeza―. No estás sangrando por


toda la comida, incluso si ese trozo de carne está a punto de entrar al horno. Iré a

192
buscar a los otros doggen, y se encargarán de todo, como deberían haberlo hecho
desde el principio para la ceremonia. Fue muy inapropiado de tu parte excluirlos.

La sonrisa de Marquist fue lenta mientras sus ojos se volvían calculadores.

―Ten cuidado, joven amo Boone. Odiaría que tu línea de sangre se manche
con cualquier cosa desagradable. La glymera es lenta para perdonar incluso
resbalones menores. Un aperitivo mal cocinado o un foie gras mal preparado
pueden ser devastadores para la reputación de un hogar. Mucho menos algo de
importancia mucho más grave.

―Estás asumiendo que me importan dos mierdas sobre lo que cualquiera de


ellos piensa. ―Boone dejó caer la barbilla y miró por debajo de sus cejas―. Y
permíteme señalar lo obvio: nunca conseguirás otro trabajo en una propiedad de
este calibre si sacas cualquier artimaña de indiscreción como hablar de tu
aventura con mi padre. Los aristócratas no te dejarán tanto como lavar sus autos
o limpiar sus alcantarillas si difundes rumores sobre mi padre.

―Esto de un macho que dice que no le importa lo que la gente piense.

―Sólo estoy tratando de ayudarte en caso de que no hayas considerado tu


próximo trabajo.

―Estás asumiendo que no he sido bien atendido. Lo cual es algo que sé que es
un hecho del que no tengo que preocuparme.
Marquist no se inclinó cuando fue a irse. Pero teniendo en cuenta la violación
de protocolo que acababa de confirmar, así como había amenazado, ¿quién
estaba contando?

Justo antes de que el mayordomo entrara al área de preparación, Boone dijo


sobre su hombro:

―No uses la puerta principal. Aquí sólo eres personal, no familia.

Marquist hizo una pausa y apretó el trapo ensangrentado en su mano cortada.

―Soy mejor que familia. Y tan pronto como termine la Ceremonia al Fade,
aprenderás exactamente cuánto mejor.

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―No me voy a ir de esta casa ―gruñó Boone.

―Yo tampoco.

Cuando Butch se reformó en el jardín lateral de la mansión de la familia de


Boone, no le sorprendió la rutina de dinero de la vieja escuela. El lugar era grande
como una embajada e iluminado como un estadio. A través del viejo cristal
ondulado de las ventanas, podía ver antigüedades y pinturas al óleo, esculturas
y jarrones de flores. Era exactamente el tipo de lujo anónimo y venerable que
había visto en todos los hogares de la glymera en los que había estado, una prueba
positiva de que el valor intrínseco no hacía que la mierda fuera hogareña, y
cuando sólo había un único estándar de aceptabilidad para las decoraciones, todo
lo que obtenías era una reducción monocorde.

Tomaría su Pit con su shellan y sus dos compañeros de cuarto sobre este alarde
todos los días de la semana y dos veces los domingos.

―Pobre chico ―dijo Rhage cuando llegó el hermano.

―Difícilmente ―murmuró V cuando apareció―. Boone está mejor así,


¿verdad? Ese sire suyo era un hijo de puta.

Butch miró a su compañero de cuarto.


―¿Podrías tratar de no mencionar eso en la maldita ceremonia? Es de mal
gusto.

―Odio el protocolo.

―No, ¿en serio? ―interrumpió Rhage―. Espera, déjame poner mi rostro de


sorpresa.

El hermano se dio la vuelta… y luego se giró con su hermoso rostro con los
ojos bien abiertos y la boca abierta.

Mientras jadeaba y agitaba ambas manos junto a su cabeza, V lo fulminó con


la mirada.

194
―Ven aquí.

―¿Por qué?

―Así puedo darte un rodillazo en las bolas. Yo mismo cerraría la distancia,


pero las campanas de tu iglesia no valen mis dos pasos a la izquierda...

―¿Podéis dejarlo? ―siseó Butch―. Esta es una ocasión solemne. Os necesito a


los dos para que os calléis y pretendáis que podéis ser apropiados durante diez
minutos.

V puso los ojos en blanco.

―Esto viene de un macho que tiene una pistola de patata.

Rhage puso su brazo alrededor de los hombros de Butch y se inclinó hacia él.

―¿Por favor dime que no estás tratando de razonar con el Jorobado de no-
doy-una-mierda por allá?

Mientras Butch consideraba hacer un trabajo de gónadas propio en Frick y


Frack, los hermanos Abofetéalo, Tohr se rematerializó y cambió el ambiente con
su presencia. Con la ligereza del grupo drenada, todos se encaminaron hacia el
frente de la casa. Arriba, en la entrada, pisotearon la nieve sobre la estera tejida y
dieron buen uso a la aldaba de latón. Un doggen bien vestido de negro -por
protocolo, naturalmente- respondió y luego entraron y revisaron las cosas lejos
del frío.
En un vestíbulo previsiblemente elegante, unas cincuenta o sesenta personas
estaban dando vueltas, y cuando Butch miró a través de la multitud, vio a Phury
y Z con John Matthew, Qhuinn y Blay. El grupo de personas con las que trabajaba
deambulaban por las afueras del salón y las palmas de las dagas se alzaron en
señal de saludo.

Rhage sacó una paleta de cereza y la desenvolvió.

―¿Dónde está nuestro chico?

Butch asintió más allá del arco de la sala. Boone se encontraba junto a la
chimenea, parecía que estaba en piloto automático mientras hablaba con una
pareja adinerada que se hallaba con él. Cuando miró a través de las cabezas

195
peinadas, hizo una doble toma al ver a los miembros de la Hermandad, y se
excusó, abriéndose paso a través de las aristocráticas hembras y machos.

―Todos estáis aquí ―dijo en voz baja.

Butch tiró al chico en un fuerte abrazo.

―Wrath también quería venir, pero es un gran riesgo para la seguridad. Y la


Banda de Bastardos también desearían poder asistir, pero están vigilando al Rey
en casa.

Hablando sobre sus peleas de derribo y arrastre. Con Wrath, eso era. La
discusión de quedarse en casa no había ido bien. Después de que los argumentos
razonables al Rey acerca de estar a salvo de los intentos de asesinato fallaran,
Vishous había amenazado con pegar con cinta adhesiva al último vampiro de
raza pura en su trono. Wrath realmente había perdido su mierda entonces, en ese
momento V había mencionado que las cosas pegajosas también funcionaban muy
bien en los agujeros.

KA-BOOM.

Beth, también conocida como la Gran Pistola, eventualmente le había dado


algo de sentido a su hellren. Gracias a Dios.

―Pero Wrath está aquí en espíritu ―dijo Rhage mientras se intercambiaban


más abrazos.
Además, aparte de los problemas de seguridad, la presencia de Wrath habría
sido una gran distracción. Al instante, la reunión se habría convertido en todo
sobre el Rey, ¿y dado lo que había sucedido en la fiesta de Throe con ese ataque
de sombras? Lo último que alguien necesitaba era un grupo de aristócratas que
exigieran saber qué se estaba haciendo para proteger a la especie contra este
nuevo enemigo.

Especialmente porque nadie del lado de la Hermandad sabía mucho.

Al otro lado del camino, la puerta principal se abrió nuevamente, y cuando los
aprendices entraron con sus objetivos estratégicos, Boone se despidió y fue a
buscar apoyo de sus contemporáneos.

196
―Son un buen grupo de chicos ―comentó Tohr.

―Lo mejor ―coincidió Butch.

Paradise, Craeg, Axe, Novo y Peyton, junto con Boone, habían demostrado ser
mucho más de lo que cualquiera podría haber esperado. Eran muy duros,
inteligentes e ingeniosos, también, y habían sido muy útiles cuando la guerra con
la Sociedad Lessening terminó, y apareció esta nueva cosecha de malas noticias.

Butch sacudió la cabeza mientras se dirigía hacia donde estaban los otros
hermanos. Tenían que averiguar más sobre esas entidades sombra, así como
sobre qué había sucedido exactamente en la casa de Throe. La muerte de
Altamere había sido una línea en la arena, un evento muy visible y muy
difundido que había elevado el perfil de la amenaza de las sombras.
Anteriormente, los ataques habían sido aislados. La muerte del padre de Boone,
por otro lado, había estado frente a otros veintitrés aristócratas en una casa
privada. Y luego hubo la muerte secundaria de la shellan de Altamere.

Hablando acerca de las excepciones llegando al trabajo. Indudablemente, las


líneas telefónicas se habían estado quemando, y tarde o temprano, Wrath iba a
tener que decir algo sobre la situación.

Pero aquí no era el lugar y ahora no era el momento.

Con esto último, Butch catalogó a los aristócratas de los que estaba rodeado.
Los tipos elegantes se daban cuenta de que había hermanos en la casa, todo tipo
de discretos señalamientos y comentarios, un zumbido que se abría paso por el
salón. Excepto que era divertido… o tal vez no tan sorprendente: no asistió
ninguna persona que hubiera estado en esa fiesta desafortunada donde Altamere
había sido asesinado. Claro, hubo un pequeño número de heridos durante el
ataque de la sombra, pero fueron de naturaleza relativamente menor, y con la
forma en que la especie se curaba. Todos esos dandis ya estarían de vuelta sobre
sus mocasines y estiletes.

―No apareció ninguno de ellos ―comentó Rhage alrededor de su paleta.

―Leíste mi mente ―murmuró Butch.

―A la aristocracia sólo le gusta el escándalo desde la distancia.

197
―Maricones ―anunció V―. Cada uno de ellos.

Cuando los aprendices se acercaron y saludaron a la Hermandad, Butch no


pudo evitar darse cuenta de los dos mundos que abarcaba Boone, su línea de
sangre y su vida laboral. Y dado el labio apretado del chico cuando se volvió
hacia los aristócratas en ese salón, estaba muy claro cuál prefería. Aun así, era un
buen hijo para hacer esto…

Cuando una ráfaga de aire frío anunció a un asistente que llegaba tarde, Butch
echó un vistazo. Entró una esbelta mujer rubia con gafas de sol Jackie O, con su
fino abrigo de cachemir en su elegante tono café que desencadenaba un par de
piernas espectaculares y unos nuevos Louboutins. Mientras cerraba las cosas
detrás de sí misma, Butch pudo oler sus lágrimas.

Hembra soltera. Fantástico estilo. ¿Obviamente molesta?

Efectivamente, Boone estaba allí, inmediatamente volviendo y saludándola


con una reverencia formal que ella regresó con un gesto amable. Y luego hubo
una incómoda quietud entre ellos, como si en sus cabezas, se estuvieran
abrazando. Bueno, bueno, bueno… ¿No hacía esto que un chico se sintiera mejor
acerca de toda la atención que Boone le había estado prestando a esa hembra que
estaba relacionada con las muertes del club? Tal vez simplemente estaba siendo
un ciudadano preocupado con ella. Claramente, el macho tenía una historia
profunda con esta encantadora dama que acababa de llegar, y él también se
preocupaba por ella. Parecía molesto porque ella obviamente estaba
conmocionada por la muerte de su padre.

Rhage se inclinó y susurró:

―¿Veo amor en el aire por allí?

―Harían una buena pareja de puta madre ―dijo Butch.

―Es cierto ―estuvo de acuerdo V―. Veo totalmente la conexión.

Rhage puso los ojos en blanco.

―Escribe una columna de Tía Agonía con mi Mary y es un experto en

198
relaciones.

―Todavía creo que deberíamos haber usado la salsa de barbacoa.

―Mmmm, barbacoa ―dijo Rhage con un suspiro mientras hacía crujir el


centro de chocolate de su piruleta―. Tengo hambre.

Butch tuvo que reírse para sí mismo. ¿Algo bueno de sus amigos más
cercanos? Podrías depender de que Rhage siempre quiera algo de comer y de que
V sugiera daños corporales como resolución de conflictos y que Tohr les diga a
todos que se calmen.

Era bueno saber dónde se hallaban las cosas en este mundo peligroso y
confuso en el que todos estaban.
capitulo 06

199
Debí haber pasado la ceremonia al Fade.

Este fue el pensamiento que pasó por la mente de Boone cuando le indicó al
doggen en la periferia del salón que era hora de traer y servir la comida. Sí, de
hecho… de alguna manera, aparentemente era apropiado que salieran los
entremeses y que se ofrecieran las bebidas y que comenzara la hora de
conversación.

Mientras el doggen se inclinaba y se retiraba a la cocina, la gente salió de la


herradura que se había formado alrededor de la urna, y a Boone le resultó
imposible recordar qué oraciones había dicho en la Lengua Antigua, qué
recitaciones habían sido repetidas en coro por la asamblea, qué palabras de honor
él, como único hijo y pariente más cercano, le había pagado al ahora difunto, gran
Altamere.

―Ese fue un servicio maravilloso. Fuiste muy apropiado.

Miró a la mujer mayor que se dirigió a él. Quienquiera que fuera, llevaba un
vestido de cóctel negro, tres hebras de perlas y guantes blancos de terciopelo. Lo
que significaba que era bastante intercambiable con todas las otras hembras de
su generación en la habitación.
¿Quién es? Pensó con pánico.

Algo salió de su boca en respuesta, una serie de sílabas, y oye, deben haber
tenido sentido para ella porque la hembra le respondió algo. Y luego se lanzó a
una historia, sus labios cuidadosamente pintados enunciando sus palabras con
deliberación como si estuviera acostumbrada y esperase que la gente se aferrara
a cada frase.

Mientras tanto, Boone no podía traducir ni una maldita cosa en ningún idioma
que conociera. Tampoco podía sentir sus piernas. No podía sentir… ninguna
parte de su cuerpo.

200
En el fondo de su mente, mientras el salón y la multitud de personas parecían
retirarse aún más de sus sentidos, se preguntó si había tenido una psicótica
descompostura. ¿Quizás nada de esto era real? Y si en realidad estuviera sólo en
esta habitación y su cerebro acabara de dibujar a estas personas desde la
memoria, producto de una alucinación que era aún más aterradora porque nada
de esto estaba bajo su control: no podía evitar que esta hembra hablara, y no
podía hacer que todos se fueran en este momento…

Oh, Dios, ahora su boca se movía de nuevo. ¿Qué estaba diciendo?

Debe haber sido ‘apropiado’ porque ella extendió la mano y le apretó el


antebrazo antes de irse. No hubo tiempo para recuperar el aliento. Un hombre
dio un paso al frente y le ofreció una mano, y Boone se sorprendió de que pudiera
agarrar esa palma.

Teniendo en cuenta que los dos estaban de pie a dos mil kilómetros de
distancia el uno del otro.

Personajes de caricatura. Todos a su alrededor no sólo eran bidimensionales;


eran dibujados en lugar de fotografiados, delineados de manera simple y
rellenados con colores primarios para atraer la mirada indiscriminada de un
joven. No tenían aromas, ni perfume ni colonia, y su elección de cóctel, de vino,
de soda… de caviar o canapé… de cigarro o cigarrillo… Era como un susurro en
un concierto, algo que apenas arrastraba el estruendo desde el escenario
principal.
Debajo de su traje, sudaba debajo de sus brazos, del cuello y la corbata que le
quedaban bien en el segundo piso, antes de que las cosas comenzaran, ahora se
tensaban como un alambre de piano en la mano de un asesino.

No podía respirar.

―…Sí, pero por supuesto ―se escuchó decir. Porque podrías usar esa frase
como respuesta a casi cualquier cosa en la glymera.

¿Extrañas a tu padre? Sí, pero por supuesto.

¿Te quedas con esta casa? Sí, pero por supuesto.

201
¿Ya está resuelta la voluntad? Sí, pero por supuesto.

Si estaba respondiendo sinceramente no importaba. De hecho, apenas podía


decir con quién estaba hablando, y mucho menos lo que le estaban preguntando,
y eso incluía cuando lo que parecían ser sus compañeros aprendices y los
Hermanos y los otros luchadores se acercaron para presentar sus respetos y
despedirse.

Cuando se fueron, sabía que no podía soportar esto ni un maldito minuto


más…

―Boone. Mírame.

Parpadeó… y finalmente vio a alguien correctamente. Rochelle estaba de pie


frente a él, y estaba tirando de su manga con su mano enguantada como si
hubiera estado intentando llamar su atención durante un momento.

Centrándose en su rostro, se escuchó decir:

―Necesito sacar a estas personas de la casa.

Rochelle se quitó las gafas oscuras. Sus ojos estaban inyectados en sangre por
el llanto, y él estaba conmovido porque a ella le importara tanto la muerte de su
padre.

―Ven conmigo ―dijo―. Necesitas un descanso de todo esto.

Ella agarró la manga de su traje y tiró de él a través de la multitud cada vez


más delgada. Cuando se fueron, todos los miraron, sí, pero por supuesto, debido
a su historia. Y si hubiera estado en su sano juicio, le habría dicho a su amiga que
no se expusiera a los chismes.

Especialmente dado que ella lo condujo directamente al baño de los hombres


en el vestíbulo.

Sin acompañante.

Rochelle los cerró a ambos en la extensión de ónix y lo dejó caer en el sofá de


cuero junto al lavamanos de mármol. Dejando a un lado su bolso de Longchamp,
sacó una toalla con monograma de una barra colgante y la agitó frente a su rostro,
la brisa que creó enfrió sus mejillas sonrojadas.

202
Ausentemente, notó que Rochelle no tenía máscara y que su sombra de ojos
estaba manchada.

Eres tan amable, pensó.

―¿Quieres aflojarte la corbata? ―le preguntó.

―No es apropiado ―murmuró―. ¿Si salimos de este baño sin mi corbata?


Asumirán que tuvimos sexo.

Mierda, eso fue contundente.

―Lo siento ―dijo―. No quiero ser grosero.

―Bueno, no me importa lo que piensen ―dijo bruscamente Rochelle―. Y si lo


haces, siempre puedes volver a anudarla.

Boone sacudió la cabeza, a pesar de que no sabía exactamente a qué estaba


respondiendo. No sabía nada. La buena noticia, sin embargo, era que
gradualmente comenzó a sentir que Rochelle estaba realmente de pie frente a él.
Y poco después de esa revelación, comenzó a sentir sus pies y piernas
nuevamente: el entumecimiento que lo había dominado retrocedió de abajo hacia
arriba, su torso finalmente se despertó también, sus hombros volvieron a estar en
línea y su cabeza volvió al esquema normal programado.

Mientras exhalaba largo y despacio, Rochelle se relajó con el abanico.

―Tu color es más normal ahora.


―No sé qué pasó allí.

―Ataque de pánico. ―Se sentó junto a él―. Sucede.

―No muy varonil.

―No es una cuestión de fuerza. Cualquiera puede sentir estrés. ―Moviendo


su bolso sobre su regazo, sacó un paquete de cigarrillos Dunhill y un encendedor
de oro―. ¿Te importa?

―No sabía que fumabas.

―Si prefieres que no…

203
―No, no. Está bien. No me importa.

Cuando fue a encenderlo, su mano enguantada tembló.

―La aristocracia desaprueba a las mujeres que fuman.

Boone apoyó los codos sobre las rodillas y se frotó el rostro.

―Fue muy amable de tu parte venir.

―No me hubiera perdido esto.

―Realmente eres una mujer de… ―Boone frunció el ceño―. Estás llorando.

Estúpido comentario para hacer. ¿Como si ella no lo supiera? Y sin embargo,


parecía sorprendida.

―Lo siento. ―Tomó la toalla de mano que había usado sobre él y se la puso
en los ojos―. Y te quedas con el pañuelo. Usaré esto.

Mientras la miraba, pensó en ese hombre suyo. El que no se había quedado.


Quien le había fallado.

¿Quién necesitaba una buena paliza para abandonar a alguien tan digno como
ella?

―Es una Ceremonia al Fade ―comentó mientras respiraba hondo―. Se


supone que debo romperme.
Poniéndose de pie, entró en el baño y se inclinó para golpear su ceniza en el
tazón. Mientras se enderezaba, accionó un interruptor para activar el ventilador
en lo alto y fumó con la cabeza inclinada hacia atrás, sus exhalaciones dirigidas
hacia el techo sobre ella.

Se quedaron allí, él en el sofá, ella en la puerta junto al baño, hasta que terminó
el cigarrillo y tiró el filtro en el retrete.

Descargando la cosa, dijo:

―¿Volvemos a la refriega?

―Conocí a alguien ―espetó él.

204
Las cejas de Rochelle se levantaron.

―¿Lo hiciste?

―Sí.

Mientras medía el tono uniforme de su voz y la expresión abierta en su rostro,


se dio cuenta de que había sacado el tema porque no había querido engañarla.
Estaba contento de ver a Rochelle y le conmovió que a ella le importara tanto la
muerte de su padre, y tal vez si no hubiera conocido a Helania, podría haber
tratado de comenzar algo con ella.

Pero Helania lo había cambiado todo.

―Eso es maravilloso. ―Rochelle regresó y buscó en su bolso.

Sacando un rollo de Certs, ella le ofreció uno primero.

―¿Cuando pasó?

Tomó la menta porque le daba a sus manos algo que hacer. Y en realidad,
cuando la gaulteria3 llenó su boca, lo despertó un poco.

3 Gaulteria: Planta originaria de México y del norte de los Estados Unidos.


―Muy recientemente. ―A propósito no contó el asunto de las horas, en
comparación con las noches o los meses, que habían pasado―. Siento… Creo que
estoy enamorado de ella. Suena loco, pero es donde estoy. Estoy enamorado.

―¿Lo estás? ―Rochelle sonrió―. ¿La conozco?

―No, no lo haces.

Boone vaciló. No estaba tan listo para ver la discriminación por la que su clase
era tan conocida en el rostro o actitud de Rochelle. No quería estar decepcionado
por ella.

Excepto que no estaba a punto de ocultar nada sobre lo que quería.

205
―Ella es una civil.

―¿En serio? ―La sorpresa estalló en los ojos de Rochelle―. ¿No es uno de
nosotros?

―No ―dijo―. No es una aristócrata.

La mirada de Rochelle cayó al suelo, y él se preparó para su respuesta. Maldita


sea, pensó que su amiga era mejor que eso. Más decente que…

―También me enamoré de un civil ―dijo con voz tensa.

Cuando Boone inhaló bruscamente, ella asintió y sonrió con tristeza.

―Sí. No es uno de nosotros tampoco.

―¿Por qué no lo dijiste? ―preguntó.

―¿Cómo podría haberlo hecho? ―Ella tomó otra respiración profunda―.


Aunque si hubiera sabido que eras tan abierto de mente… Podría haberte
hablado más sobre las cosas.

―¿No funcionó debido a la diferencia de clase?

Rochelle cerró los ojos. Y luego comenzó a llorar abiertamente, una emoción
sacudió su delgado cuerpo con tanta fuerza que le preocupaba que la partiera
por la mitad.
capitulo 07

206
Cuando el teléfono de Helania sonó con un mensaje de texto unos veinte
minutos antes del amanecer, tiró su aguja a un lado y agarró la cosa del sofá antes
de que el bing decayera. Cuando vio quién era, sonrió, hasta que abrió el mensaje.
Leyó las palabras dos veces. Y luego otra vez.

Dejando a un lado el iPhone, miró al frente. Durante unos dos segundos.

Su mano volvió a golpear el móvil y escribió una respuesta rápida. Golpeando


ENVIAR, se levantó del sofá y corrió hacia el baño. Encendiendo la luz, se cepilló
los dientes, y antes de que pudiera pensarlo mejor, liberó su cabello de su banda,
extendiendo las ondas rojas y doradas sobre sus hombros.

Y luego lo atusó.

En realidad… atusó… su cabello. Pero se veía aún mejor, enmarcando su


pequeño rostro, dándole carácter lo que sentía que de otra manera carecería.

Mirando fijamente su reflejo en el espejo, recordó todas las noches en que


Isobel estuvo de pie en ese lugar exacto y frotaba el cabello corto hasta que se
levantaba. En el fondo, siempre se escuchaban canciones de los Beatles. Quizás
algo de Bob Dylan. A veces Bob Marley.
Isobel había bromeado cuando salió Justin Bieber y le gustó uno de sus
lanzamientos que claramente tenía que haber una B involucrada para que ella se
uniera a las descargas.

Frunciendo el ceño, Helania bajó las manos y las apoyó en el borde del lavabo.
Sin ninguna buena razón, consideró la cantidad de tiempo que pasaba pensando
en su hermana: lo que Isobel había hecho. Lo que había pensado. Lo que le había
gustado y lo que no.

Recordar a los muertos probablemente no era algo malo, especialmente


cuando estabas en las primeras etapas del duelo. El problema era… que siempre
lo había hecho. Incluso antes de la muerte violenta y prematura de Isobel, se

207
había sentido más cómoda sentada al margen de la vida y experimentando las
cosas de manera filtrada, su hermana vivía en el exterior y traía historias a casa.

Películas, de hecho. Excepto que los eventos y la gente realmente existían.

¿Ese novio que Helania había tenido? Su relación había sido su única incursión
en una vida propia lejos de este apartamento. E incluso entonces, si era honesta,
sólo había estado con él porque Isobel le había dicho que realmente debería
intentar encontrar a alguien…

El golpe en la puerta fue suave, y Helania se dio la vuelta, con el corazón


palpitante.

Aunque no con miedo.

No, definitivamente no con miedo.

Rápidamente apagó la luz del baño en un intento de negar que había pasado
algún tiempo mirando su apariencia. Y sin embargo, mientras casi saltaba hacia
la puerta, estaba subiendo sus tejanos y tirando de su forro polar para que la tela
suave no tuviera ninguna arruga. Cuando revisó la mirilla, inhaló rápidamente.

Al abrir, no se molestó en ocultar la sonrisa que golpeó su rostro.

―Hola.

Boone parecía exhausto. Aun así, sus ojos se iluminaron.

―Hola.
Los dos se quedaron allí estúpidamente. Y luego se sacudió y dio un paso
atrás.

―Por favor, entra. Pero como dije en el mensaje de texto, no es lujoso.

―Es perfecto ―dijo, a pesar de que todavía la estaba mirando y no miraba a


su alrededor donde vivía.

Cuando Boone cruzó el umbral y cerró la puerta tras de sí, decidió que tenía
razón sobre la perfección. Porque, ¿ya sabes con él en su pequeño apartamento?
El lugar de repente se sintió emocionante y fresco. Decorado por un diseñador.
Equipado con ventanas que tenían bonitas vistas en lugar de sólidos muros de

208
hormigón interiores.

Él fue transformador. Y no sólo cuando se trataba de sus paredes y techo.

También era, se dio cuenta, el primer visitante que había tenido.

―¿Puedo ofrecerte un trago? Tengo leche. ―¿Qué, como si fuera un niño de


cinco años?―. Y, um, también creo que hay un poco de zumo de naranja en la
nevera…

―Estoy bien.

―¿Puedo tomar tu abrigo? ―Ella sacudió la cabeza―. Quiero decir, ¿quieres


que lo haga? Tomar tu abrigo, eso es.

―Correcto. Sí.

Se quitó la chaqueta de cuero, revelando un fino suéter de cachemira, y notó


que llevaba pantalones, no cuero. Cuando le pasó el pesado bulto, ella respiró
profundamente, captando su aroma en los pliegues.

―Ojalá hubiera pensado comprar comida ―dijo mientras ponía la cosa en el


respaldo de una silla―. Habría…

El peso del abrigo era tan grande que hizo que la silla se volcara, todo el
tinglado aterrizó con un ruido sordo.

―Lo siento ―dijo Boone―. Yo… ah, tengo cosas en los bolsillos.

Llegó a la chaqueta antes que él, y esta vez, la dejó sobre la mesa.
¿Un arma? pensó. O pistolas, plural. ¿Munición también?

Era un recordatorio de lo que hacía durante las noches y le hizo preguntarse,


dado que estaba en una especie de licencia compasiva por la muerte de su padre,
exactamente cuánto tiempo iba a estar fuera.

Cuando se volvió hacia él, la estaba mirando con una intensidad que no era
difícil de interpretar. Y cuando lo miró a los ojos, se dio cuenta de que estaba
diciendo que sí a una pregunta que aún no había formulado.

El silencio entre ellos se cargó de tensión sexual, y Helania sabía que estaba
esperando alguna señal de ella. También era consciente de un zumbido

209
imprudente en su cabeza, una energía creciente que era tan vívida como extraña
para ella. Todo esto se movía muy rápido. Boone había sido un extraño en el que
no se atrevía a confiar hacía sólo una noche. Y ahora lo había invitado a su
apartamento, donde estaban solos.

Por el día.

A menos que se fuera en los próximos cinco minutos.

―Se acerca la luz del día ―dijo con voz ronca.

―Sí.

―Eres bienvenido a quedarte.

Boone cerró los ojos y exhaló.

―Gracias a Dios. Gracias… a ti. No puedo estar atrapado en esa casa hoy.
Simplemente no puedo hacerlo.

―¿Qué casa?

―La mía. ―Sacudió la cabeza―. No quiero pensar en nada de eso ahora.

Helania se acercó a él lentamente, consciente de cada movimiento de su


cuerpo, desde sus pies golpeando el suelo, sus caderas moviéndose, hasta sus
hombros encontrando el equilibrio de sus pasos deliberados. Cuando estaba
frente a él, lo miró a los ojos y puso las palmas de sus manos sobre sus pectorales.

―Entonces no hablemos.
Cuando salieron las palabras, no tenía ni idea de quién era. Así no era como
normalmente actuaba. O hablaba. O pensaba. Y sin embargo, con Boone, todo se
sentía natural.

―Bésame ―dijo ella.

Boone cerró los ojos con reverencia, como si reconociera que una oración suya
hubiera sido respondida. Y luego la estaba atrayendo hacia él, su gran cuerpo se
ajustaba perfectamente contra el suyo mucho más pequeño a pesar de la
diferencia en sus alturas. Inclinando la cabeza, separó los labios, y no sólo porque
estaba lista para su boca. Su pecho estaba apretado por la emoción y la necesidad,
su corazón latía rápido, su respiración era corta.

210
Sus manos llegaron a los lados de su garganta, y luego acunó su mandíbula
con los pulgares. Cuando se dejó caer, bajó la cabeza hacia un lado… y luego
estaba haciendo lo que ella le había pedido. La estaba besando, suave y
lentamente, la presión cálida y aterciopelada se disparó por sus venas y espesó
su sangre con un impulso sexual que fue una revelación.

Esto, pensó, era como se suponía que debía sentirse. Eléctrico y desesperado,
pero nada que quisiera en cualquier momento demasiado pronto.

Arqueándose en su pecho, extendió la mano y las unió en su nuca, con las


yemas de los dedos jugando en la suave seda de su cabello cuando sus lenguas
se encontraron. Cuando sus senos rozaron su pecho, él gimió y apretó su agarre
en su cintura, su delicioso aroma ardía, esas especias oscuras magnificaban el
calor que generaban juntos.

Demasiada ropa. Había demasiadas barreras entre su piel.

Entre su núcleo y su excitación…

Cuando él interrumpió abruptamente el contacto de sus bocas, se sorprendió


y se preguntó si había hecho algo mal. Pero cuando él le recogió el cabello hacia
atrás, su sonrisa le dijo que ella estaba más que bien para él.

―No vine aquí sólo por esto ―dijo con gravedad―. Necesito que lo sepas.

―Sé que no lo hiciste. ―Pero, por el amor de Dios, no te detengas―. O no te habría


dejado pasar por mi puerta. Pero aprecio que me lo hayas dicho.
―Sólo necesitaba verte.

Helania le acarició el rostro, sintiendo sus suaves mejillas. Había pensado que
debía haberse afeitado de nuevo antes de venir.

―Parece que te dejé noches y noches atrás ―susurró―. Pero sólo fueron
horas.

―Me siento igual.

Así que ambos estaban borrachos el uno con el otro, pensó. Era bueno saber que no
estaba sola en la locura.

211
Dentro del cuerpo de Boone, un rugido de lujuria amenazaba con anular todo
su razonamiento superior. Su excitación palpitaba en sus pantalones, su sangre
corría por sus venas, su hambre por Helania como un cuchillo en sus entrañas.

Puso su mano sobre su espalda baja, rodó sus caderas hacia ella y acercó sus
labios a los de ella nuevamente. Cuando su lengua entró en su boca, apretó su
nuca y la besó más profundamente, penetrando en ella y retirándose, penetrando
en ella… y retirándose. Debió de gustarle el ritmo pulido y ardiente tanto como
a él porque de repente lo estaba agarrando, su peso colgando de su cuerpo.

―¿Dónde puedo acostarte? ―dijo con brusquedad.

―Ven. Por aquí.

Cuando ella tomó su mano, tuvo que ignorar la sensación de las cicatrices en
su palma. No quería que le recordaran todo por lo que ella había pasado, al
menos no en ese momento. Si pensaba demasiado en su situación, era probable
que se detuviera, y sabía que si lo hacía, nunca tendría otra oportunidad con ella.
Ella se alejaría. Desaparecería.

O tal vez ese era su miedo.

Fuera lo que fuese, ahora no era el momento para la mente. Esto era sobre sus
cuerpos.
La habitación a la que lo llevó era dolorosamente simple. Nada en las paredes,
nada en la cama, sólo una almohada y una colcha hecha a mano. Cuando ella
cerró la puerta, la luz de la otra habitación se cortó y, en la oscuridad total, perdió
el rumbo.

Sin embargo, cuando caminó hacia él una vez más, no le importó dónde
estaban. Todo lo que necesitaba, todo lo que quería, era ella. Era la gravedad que
lo mantenía en la tierra y el oxígeno en sus pulmones y la sangre que llenaba sus
venas.

―Para que lo sepas ―dijo ella con voz ronca―, no suelo hacer esto. No estoy
exactamente segura de lo que me ha entrado, pero lo que sé con certeza es que…

212
no quiero parar contigo.

Boone tuvo que cerrar los ojos cuando un disparo eléctrico atravesó su cuerpo.
Pero fue fácil recuperarse para poder tranquilizarla de algo que evidentemente
no le preocupaba:

―Y para que lo sepas, pararé si quieres. En cualquier momento y no importa


cuán lejos hayamos llegado.

Cuando lo atrajo hacia su boca nuevamente, Boone los arrastró a un lado hasta
que el colchón golpeó su pierna, y luego la levantó por la cintura, elevándola de
sus pies y colocándola sobre esa colcha. Mientras se estiraba a su lado en la
pequeña cama, la olió por todas partes sobre la almohada y las sábanas.

Mientras seguían besándose, su mano viajó hacia arriba desde donde se había
aferrado a ella, acariciando el costado de su pecho, moviéndola sobre su hombro.
Sus narices chocaron cuando volvieron a colocarse boca a boca, pero luego se
encontraron una vez más correctamente. Lentamente, apoyó parte de su peso
sobre ella, sintiendo su cuerpo hundirse en el colchón. Sin embargo, mantuvo las
caderas hacia atrás.

Por el amor de Dios, no quería correrse demasiado pronto, y ya estaba al


borde.

Con sus ojos incapaces de ver, todos los demás sentidos estaban más activos,
y quería quitarse la ropa del cuerpo para poder sentir aún más de ella, y ella debió
haber leído su mente. Sus manos fueron a su suéter de cachemir y le subió el
dobladillo por el torso. Alejándose de sus labios, él se sentó y sacó el fino tejido
sobre su cabeza.

―Tu camisa también ―dijo con brusquedad.

―Sí, señora.

Al soltarse los gemelos, Boone desabrochó el botón del cuello sin molestarse
con los botones, y cuando algo se rompió en el proceso, no le importó en lo más
mínimo. Tiró el algodón prensado y almidonado con la misma preocupación que
tenía por el suéter: ninguna.

Cuando bajó nuevamente sobre ella, sus manos se deslizaron sobre sus

213
costillas y él se congeló cuando su pene palpitó detrás de su cremallera.

―Tócame en cualquier parte.

Rodando hacia un lado, se dejó caer sobre el colchón y extendió los brazos
hacia arriba y sobre la cabeza, la sensación de que se estaba entregando a sí
mismo, su cuerpo, era tan excitante como un poco aterrador. Prefería el control,
¿pero para ella? Estaba más que dispuesto a renunciar a algo.

Renunciar a todo.

Lo primero que golpeó su pecho desnudo fueron las puntas de su cabello, los
suaves mechones le hicieron cosquillas que llegaron directamente a la cabeza
gruesa de su erección. Mordiéndose el labio inferior, siseó a través de los dientes
frontales y se arqueó hasta que crujió su columna. Y luego las yemas de sus dedos
encontraron su piel, viajando sobre las almohadillas musculares en su pecho y
subiendo a sus abdominales. Cuando ella exploró su torso, su respiración se hizo
más fuerte y más rápida, y un latido irregular comenzó en su excitación,
endureciéndolo aún más.

Maldita sea… cuanto más lo tocaba, más quería hacerle lo mismo, revolotear
sobre sus pechos desnudos, sólo que en su caso, sería su boca sobre su piel, no su
cabello o sus manos. Cuando la urgencia de conseguir todo de ella aumentó, él
casi cedió… Sin embargo, tenía la sensación de que ella se sentía más cómoda
aprendiendo su cuerpo primero, antes de que se volviera vulnerable.
Cuando esos dedos suyos rozaron su ombligo, justo encima de su cremallera,
el sonido que salió de él fue de un animal necesitado.

―¿Puedo?

La voz de Helania que llegó a través del tono oscuro fue como una sirena que
lo llamó y fue incapaz de no aceptarla. No es que alguna vez le hubiera dicho que
no.

―Por favor… ―Su voz se quebró―. Oh Dios… Por favor.

Lo sintió todo. El tirón del botón superior. La liberación del cinturón. La


cremallera bajando. Su erección, que se había hecho a un lado y estaba siendo

214
apretada por los huesos de su pelvis, fue un barómetro para todo, las lamidas de
placer viajaron por su eje y se clavaron en el saco…

La liberación, cuando llegó, fue de la variedad de constricción, no orgásmica,


y gracias a la Virgen Escriba por eso: mientras levantaba las caderas, Helania
descendió los calzoncillos por sus muslos y su excitación salió de su tenso
apretón, golpeando sobre su bajo vientre. Para ayudar con la evacuación y para
distraerse de todas las sensaciones que lo atravesaban, se quitó los dos mocasines
y, cuando los pantalones tocaron el suelo al final de la cama, se quitó los
calcetines…

Al final, él estaba donde quería estar.

De acuerdo, eso no era del todo cierto, pero estar desnudo era un paso en la
dirección correcta.

Ella estando desnuda era el resto…

Cuando la cama se movió y escuchó el cambio de ropa, su corazón latió con


fuerza en su esternón como si fuera una puerta por la que su músculo cardíaco
necesitaba pasar.

―Déjame ayudarte con eso. ―Extendió la mano a ciegas―. Puedo…

Él dejó de hablar mientras Helania yacía encima de él, su cuerpo desnudo era
la mejor manta del planeta, sus caderas comprimían su erección, sus senos, oh,
tan suaves contra todo su músculo. Con una mordedura de hambre, volvió a
encontrar sus labios, y sus cuerpos se movieron juntos en la oscuridad, la fricción
erótica y primitiva, la anticipación creciendo.

Moviéndola más arriba sobre su pecho, acarició su garganta y pasó un colmillo


sobre su yugular, y cuando ella se puso rígida, le dijo:

―No, no lo haré. Lo prometo.

―Quiero que lo hagas.

Todo su cuerpo se calmó ante eso. Pero sabía que las cosas ya estaban
demasiado calientes para cualquier tipo de alimentación. Probablemente la
drenaría a pesar de que había tomado de una vena sólo cuarenta y ocho horas

215
antes. Entonces, en lugar de perforarla con sus caninos, le mordisqueó la
clavícula y la movió más hacia arriba, sus muslos se separaron para que ella se
sentara a horcajadas sobre su torso. Y luego tuvo su premio. Cuando succionó
uno de sus pezones en su boca, ella jadeó en la oscuridad y escuchó un golpe en
la pared, como si hubiera plantado una mano para mantener el equilibrio.
Pasando las palmas hacia arriba y hacia abajo por sus costillas, la adoró con la
boca, pasando la lengua por sus puntos sensibles, chupándolos y luego besando
la parte inferior.

Mientras lo montaba, sus caderas frotaban su sexo de un lado a otro en sus


abdominales, su excitación lo volvía loco, su aroma primaveral llenaba la
habitación.

Tenía la intención de tomarlo con calma. Realmente lo hizo.

Pero cuando ella se enderezó desde su boca y se situó de vuelta sobre sus
caderas, él ladró una maldición y se arqueó tan fuerte que su cabeza golpeó esa
pared y empujó la cama fuera de lugar.

Todo lo que podía sentir era su núcleo resbaladizo y ardiente en la dura cresta
de su sexo, y fue demasiado.

El orgasmo comenzó antes de que pudiera detener la liberación, chorros


calientes explotaron fuera de él, volando desde la parte superior de su pene.
Apretando los dientes, ahora maldijo por una razón diferente...

La risa baja de Helania fue toda satisfacción. Y ella no lo dudó.


Ella se levantó de su pelvis, tomó su erección hipersensible y espasmódica en
su mano, y lo levantó.

Lo siguiente que sintió fue el increíble, apretado y resbaladizo agarre de su


sexo, la gloriosa presión que aumentaba su placer y lo ponía aún más duro.

Excepto maldita sea, odiaba lo descontrolado que estaba; la estaba


decepcionando con toda esta mierda prematura. Debería estar persuadiendo una
respuesta sensual de ella, montándola con cuidado, cabalgándola agradable y
lentamente hasta que encontrara el primer orgasmo.

Él había volado totalmente su primera vez.

216
Totalmente.
capitulo 08

217
Dado lo grande que era Boone, no fue una sorpresa que su tamaño general se
reflejara en cada una de las partes de su cuerpo.

Particularmente la parte que lo definía como un hombre.

Cuando Helania se sentó sobre su dura erección, la llenó y la estiró. Y lo


primero también fue literal. Él estaba teniendo un orgasmo en un frenesí salvaje,
y cuando comenzó a montarlo, le encantó todo sobre el sexo que estaban
teniendo: que ella estaba encima, que él había perdido el control, que la deseaba
mucho. Rodando sus caderas sobre él, sus muslos la levantaron hacia arriba y
hacia abajo sobre la cabeza de su eje, se arqueó y pasó las manos por su cabello,
levantando el peso sobre sus hombros y dejando que sus senos se balancearan
libremente.

Fue entonces cuando ella encendió la luz.

La iluminación ahuyentó la oscuridad, el brillo de la mesita de noche la bañó


con una luz suave.

Cerrando sus ojos cuando sus retinas picaron, siguió con lo que estaba
haciendo, bombeando sobre su pelvis, su sexo entrando y saliendo de ella, sus
senos balanceándose. Parecía extraño que pudiera estar tan desinhibida con
alguien que no conocía bien, pero Boone la hacía sentir hermosa y, además,
quería esto.

Lo quería a él.

Cuando abrió los párpados, él la estaba mirando con éxtasis, sus ojos
rebotando entre sus apretados pezones rosados, su boca… y donde estaban
unidos.

―Oh Dios… Helania. ―Sus grandes manos se levantaron y capturaron sus


senos, sus pulgares acariciando las puntas super-sensibles―. Nunca te detengas.

―No voy a hacerlo.

218
Dejando caer sus brazos, se inclinó sobre él y apoyó su peso a cada lado para
un mejor rango de movimiento, sus senos se balancearon aún más, rozando una
y otra vez contra sus dedos, acercándola aún más al placer que ya había
encontrado.

Ella no quería dejarse llevar. No quería que esto terminara. Podría pasar una
eternidad unida a él.

Su cuerpo tenía ideas diferentes. En unos momentos, las contracciones rítmicas


comenzaron en su núcleo y la llevaron al borde, su orgasmo tan agudo que fue
casi doloroso, y el placer la inundó.

―Así es ―gruñó―, córrete para mí.

El mundo dio un giro en ese punto, pero no porque estuviera perdiendo el


conocimiento, aunque con todas las sensaciones que la recorrían, era una
maravilla que no se desmayara. Pero no, ella no se estaba desmayando; Boone la
estaba apartando de él y la hizo rodar a un lado. Con su cama sólo una doble
modesta, tuvieron que mover los brazos y las piernas para que nadie terminara
en el suelo, y luego ella no estaba pensando en la gravedad.

Él estaba encima de ella, sus muslos separados para acomodar su pesado


cuerpo, su sexo deslizándose de vuelta dentro de su núcleo como si estuviera
destinado a estar allí y en ningún otro lugar. Se miraron el uno al otro durante
un momento, y luego la besó suavemente.
―¿Está bien? ―dijo con voz ronca.

―Oh, sí ―respiró ella.

―Eres mucho más de lo que esperaba.

Levantando la mano, ella le acarició el rostro.

―Y yo diría lo mismo a ti.

Boone se movió lentamente al principio, pero eso no duró. En poco tiempo, él


estaba bombeando contra ella con fuerza, la cama golpeando contra la pared, su
pelvis golpeando la cuna de la suya. Agarrando sus hombros, ella intentó no
hincar las uñas en su piel y falló.

219
Helania tuvo que aferrarse por amor de Dios, y no fue tan increíble.

Crudo. Poderoso. Dominante.

Él era todo lo que se suponía que era un guerrero, destrozando sus


experiencias sexuales incómodas, en gran medida insatisfactorias, haciendo volar
todo, incluso sus fantasías, fuera del agua. Y mientras su cuerpo absorbía sus
penetraciones, su cabeza iba y venía sobre la almohada, su vista del techo
vacilaba mientras él avanzaba y retrocedía con toda la fuerza en su cuerpo
robusto.

Aunque todavía no había terminado, no podía esperar para estar con él otra
vez.

No tenía ni idea de cuánto duró.

Cuando las caderas de Boone finalmente se bloquearon con las de Helania, y


su sexo expulsó una última eyaculación, estaba completamente agotado. Y
cuando sus brazos perdieron bruscamente su fuerza, apenas logró girar a un lado
para evitar aplastarla.
Ambos respiraban con dificultad, sus sexos aún unidos gracias a la rotación
de su columna vertebral, su piel cubierta de un brillo de sudor.

Había hecho un desastre por toda ella. ¿Y dada esa sensual sonrisa en su
rostro? No le importó ni un poco.

Al abrir la boca, quiso decir algo perfecto. Expresar el asombro y la alegría que
había en su corazón. Reunir una combinación de palabras que le hicieran saber
cuánto había significado todo esto para él.

Nada salió.

Había demasiado que decir, y estaba demasiado saciado para hacer otra cosa

220
que murmurar.

Así que dejó que sus dedos hicieran el camino.

Le apartó el cabello del rostro y le acarició la garganta, la clavícula… su


esternón. Con un toque suave, dibujó círculos alrededor de uno de sus senos y
luego una línea por su vientre. Su cuerpo era tan fino como sus rasgos faciales,
sus curvas y sus rectas sutiles y perfectas, se tomó su tiempo con su exploración
perezosa y amorosa.

En respuesta, ella hizo algo de exploración por sí misma, pasando su mano


arriba y abajo por su brazo, deteniéndose sobre el bulto de sus bíceps y el trozo
de sus tríceps.

A medida que sus cuerpos se enfriaban, se comunicaban por contacto, todo lo


compartido y aceptado, todos los pensamientos y sentimientos sobre la mesa, la
experiencia que habían memorizado por las secuelas tranquilas y pacíficas…

El sonido de un golpe le hizo levantarse y alcanzar un arma que no tenía


enfundada sobre él, porque, hola, estaba malditamente desnudo. Cuando los
golpes volvieron a ocurrir, miró hacia el techo.

Helania se rio.

―Son los humanos de arriba.

Chirriiiiiiido. Boom, boom, boom.


―Se están metiendo en la ducha.

Boone fulminó con la mirada los sonidos.

―Al infierno que lo hacen. Bailan con zapatos de hormigón.

―Vamos a tener unos ocho minutos de silencio después.

Boone miró el reloj digital.

―¿Lo has cronometrado?

―Con la cantidad de ruido que hacen todos los días entre semana, tuve que
adaptarme y ayuda a conocer las diferentes etapas. Puedes superar casi cualquier

221
cosa siempre que sepas que no durará para siempre.

Reubicándose a su lado, la dobló contra él y le acarició la parte externa del


brazo.

―¿Ocho minutos?

―Jabón, champú y acondicionador.

―¿Es un hombre o una mujer allí arriba?

―Uno de cada.

―Oh, Dios, podrían reproducirse. Y luego habría más de ellos.

―Siempre puedo mudarme.

Boone abrió la boca, pero luego la cerró de golpe cuando se dio cuenta de que
estaba a punto de sugerir que podría quedarse con él. Hablar acerca de moverse
rápido, era muy, muy temprano para eso.

La próxima semana podría mencionarlo. O tal vez mañana por la noche.

J / k, pensó.

Con toda seriedad, a menudo había escuchado a Craeg, Peyton y Axe hablar
sobre sus hembras en el centro de entrenamiento o después de las horas en que
todos se relajaban en el autobús. Era como una preocupación constante y de bajo
nivel para sus amigos: cuando veían a sus compañeras, a dónde iban a ir con
ellos, cómo iban a disfrutar el tiempo que tenían. Nunca lo había entendido antes.
Claro, había apreciado a una hembra bonita en ocasiones; tomemos a Rochelle,
por ejemplo, a pesar de que tenía sus reservas sobre comprometerse a vivir toda
su vida con ella, no había sido ciego ante su obvia belleza y elegancia.

Pero nunca se acercó a lo que había visto de sus amigos.

¿Ahora? Él tan jodidamente entendía esa rutina. Y al igual que sus amigos, no
se trataba sólo de sexo para él. Quería hablarle a Helania sobre la Ceremonia al
Fade. Descubrir cómo se sentía con respecto a la investigación. Pedirle consejo
sobre cosas relacionadas con Marquist y la casa de su padre y la maldita
voluntad.

222
Esta conexión que tenía con un pariente desconocido era similar con la que los
otros tres machos habían sido sorprendido: en lugar del tiempo y las experiencias
que revelaban una compatibilidad que conducía a una relación, con Helania,
había sido una evolución menos gradual de los sentimientos para él y más como
una bóveda de banco siendo abierta por la combinación correcta.

Un desbloqueo que fue instantáneo…

¡Boom! Ba-boom, ba-boom, ba-boom.

Boone miró el reloj.

―Dios mío, ocho minutos. Tienes razón.

―He tenido algo de experiencia con ellos. ―Presionó un beso en su pecho―.


Lo siguiente es vestirse. Se volverá más fuerte porque están justo encima de
nosotros.

Hombre, ella no subestimó el espectáculo del piso. Los golpes y choques,


crujidos y rebotes, le hicieron dudar de que la ropa fuera lo único involucrado.

―¿Estás segura de que no están jugando al jai alai allí arriba? ―Mientras se
reía, la miró―. Escucha, puedo encargarme de esto por ti. Puedo hacer que esto
desaparezca.

―¿Haciendo qué?
―Rompiendo ambas piernas. ―Le guiñó un ojo―. O si hay más de dos, todas
las piernas que están ahí arriba. Reducirá el gran ruido.

Helania sonrió.

―¿Estás bromeando no?

―Sí. ―Se puso serio―. No me gusta lastimar a alguien innecesariamente.


―En el instante en que lo dijo, supo que eso no era exactamente cierto. Pero los
lessers no contaban. Ni siquiera estaban vivos, por el amor de Dios.

―¿Puedo preguntarte algo? ―susurró ella.

―Por favor. ―Metió un poco de su cabello detrás de su oreja―. ¿Qué quieres

223
saber?

―Cuando viniste aquí y abrí esa puerta… ―Su voz fue a la deriva―. Te veías
agotado. ¿Está todo bien?

Boone giró un mechón de su cabello rojo y rubio alrededor de su dedo.

―Siento que debería elegir mis palabras con cuidado aquí.

―¿Por qué?

―Mi padre murió, como sabes. Pero yo no… No lo estoy llorando como lo
haces con tu hermana. Él y yo no tuvimos una buena relación. Era una vergüenza
para él, casi desde mi nacimiento, porque no parecía el aristócrata adecuado que
era él. Siempre fui más grande, más musculoso, no del tipo de cuerpo delgado
como prefiere la glymera. ―Dudó en compartir que podría haber sido producto
de una aventura―. Después de que mi mahmen de sangre pasara al Fade, él
simplemente movió a otra mujer sin hablar de eso. Como si fuera un sofá que
reemplaza un sofá manchado. No pude soportar más su mierda superficial
después de eso. Intenté cumplir con sus expectativas, pero sólo puedes soportar
tanta censura antes de separarte o…

―¿O qué?

―Matarte. ―Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa. A pesar de


que lo había sido―. Mi gota que colmó el vaso fue la mahmen adoptiva. Su gota
que colmó el vaso conmigo fue un arreglo roto que trajo vergüenza a la línea de
sangre. Y luego me uní al programa de entrenamiento de la Hermandad, por
supuesto. Así que, de todos modos, cuando murió… fue un alivio para mí en
muchos niveles.

―Lamento que hayas tenido un momento tan difícil con tu padre.

―Sucede. Particularmente en el glymera, creo.

―No estoy segura de qué es peor. Extrañar a alguien a quien amaba tanto
como a Isobel… o sufrir a través de la relación que tuviste con tu padre.

―Triste sacudida. ―Y probablemente una de las raíces de su conexión―. El


sufrimiento tiene muchas palabras de vocabulario, ¿no?

224
Hubo un período de silencio.

―¿Estabas comprometido? ―preguntó.

―Lo estuve. Ella lo terminó, y la verdad fue que estaba más que bien con eso.
Estaba preparado para seguir adelante con cosas para salvarle la cara a ella y a
todos los demás en mi familia. Pero el verdadero amor no estaba allí para mí y
tampoco estaba allí para ella.

Helania respiró hondo.

―Lamento haberte preguntado sobre el apareamiento. Y para que lo sepas,


nunca he estado ni remotamente cerca de algo así.

Boone sonrió lentamente.

―Puedes preguntarme cualquier cosa. Y si hubiera sabido que habías tenido


un acuerdo roto, eso habría sido algo en lo que también me centraría.

―Tu padre debió haberte lastimado profundamente a lo largo de los años.

―Está bien. Así son las cosas.

Helania metió su brazo debajo de su cabeza y jugó con su mano.

―Cuéntame más sobre cómo fue para ti crecer. Y el programa de


entrenamiento. Y… qué pasó con tu padre cuando fue al Fade.
En lugar de sentirse abrumado u obligado, fue un alivio abrirse a alguien. A
ella, específicamente.

―¿Por dónde quieres que empiece?

La sonrisa de Helania estaba llena de compasión, al igual que sus hermosos


ojos amarillos.

―Por donde quieras. Tenemos todo el día.

Sí, pensó para sí mismo. Lo tenemos.

Y no era eso una gran cosa.

225
capitulo 09

226
Butch silenció la grabación que era emitida por el pequeño altavoz de su
teléfono y giró la cabeza sobre la almohada hacia su shellan. Marissa estaba
acurrucada bajo las mantas junto a él, con su cabello rubio desplegado sobre los
hombros desnudos, sus pálidos ojos azules lucían sombríos.

―Hizo un gran trabajo ―murmuró Butch―. Boone tiene talento para el


interrogatorio. Estaba preparado para tener que hablar con ella nuevamente,
pero él cubrió todo lo que habría preguntado.

―Esa pobre hembra. ―Marissa sacudió la cabeza―. Me pregunto si deberías


preguntarle si le gustaría hablar con Mary. Eso que atravesó es un gran trauma
que sobrellevar. Primero su hermana y luego encontrar ese cuerpo.

Butch dejó el teléfono en el edredón entre ellos.

―Se lo sugeriré.

―Pero… ¿qué?

Echando un vistazo a su hembra, se encogió de hombros.


―Nada. ―Cuando Marissa siguió mirándolo fijamente, maldijo y miró al
techo de su dormitorio―. Dios, me conoces tan bien. Lo que, en momentos como
ese, era buenas y malas noticias a la vez.

―¿Crees que ella haya tenido algo que ver con las muertes? ―preguntó
Marissa.

Butch se encogió de hombros y frotó la cruz de oro macizo que colgaba


alrededor de su cuello.

―No me fío de nadie. No, en esta etapa de la investigación. Aunque decir eso
en voz alta después de escuchar una grabación como esa me hace sentir como un

227
idiota.

―Tienes un trabajo que hacer. Estás siendo profesional. ―Ella frunció el


ceño―. ¿Así que hubo dos muertes?

―Tres. ―Se giró hacia Marissa de nuevo―. Vishous investigó la primera. Fue
un ser humano. Hubo varios informes en el Caldwell Courier Journal al respecto.
Ella fue encontrada en un cuarto de almacenaje en el club, igual que las dos
hembras, y fue asesinada con un cuchillo. No la colgó, sin embargo. De acuerdo
con la última actualización del DPC, sigue siendo un caso abierto. Homicidios no
ha encontrado al asesino, pero eso no quiere decir que fuera un vampiro, por lo
que es difícil saber cómo encaja esa víctima. O tenemos un asesino en serie que
está refinando su técnica, o lo de esa se trata de una coincidencia.

―La tercera hembra que fue asesinada... ¿su familia tiene sus restos ahora?

―No. ―Negó con la cabeza―. Havers le está haciendo una autopsia. Con el
permiso de ellos, gracias a Dios. Cuando ellos se acercaron y confirmaron su
identidad, realmente no quise ponerlos a través del infierno de tener que
obligarlos a ese tipo de cosas. Pero quieren saber quién hizo esto.

A medida que las cosas se tranquilizaban, reflexionó que no parecía extraño


en absoluto referirse al hermano de sangre de su shellan como si el macho fuera
un tercero sin relación. Havers era muy competente en su trabajo, atendía muy
bien de sus pacientes y el personal. ¿Pero cómo hermano? ¿Con Marissa?
Butch nunca iba a perdonarle al tipo haberla echado cuando no tenía a dónde ir.
Justo antes del amanecer.

¿Qué era lo que había aprendido de la cosa con la verdadera familia? A veces
comparten tu ADN. A veces no. Y dado que la conexión de sangre solamente iba
tan lejos, los amigos que elegíamos eran los que compensaban esa parte cuando
tus parientes eran una mierda.

―Havers va a hacer un trabajo muy detallado. ―Marissa apartó la mirada―.


Puedes contar con él para que haga eso siempre. Es un médico experto.
―Después de todo lo que había pasado con su único hermano, ella todavía tenía
la clase para resaltar los rasgos positivos que tenía el macho. Pero esa era su

228
shellan. Era demasiado buena para Butch. Y para ese hermano que tenía.
Butch quitó el teléfono del camino y la acercó hacia él.

―Eres una hembra de valía, ¿sabes?

―Tú no estás siendo objetivo ―susurró mientras besaba su boca.

―¿Estás bromeando? ―Le acarició el labio inferior con el pulgar―. Soy un


tipo de hombre que va a los hechos solamente. Digo la verdad y sólo la verdad,
Dios es mi testigo.

―La verdad, mmm. Bueno, dime una cosa, señor veracidad. ¿Cómo se siente
esto?

Cuando la mano se envolvió alrededor de un lugar muy personal y privado


de su cuerpo, cerró los ojos y gimió.

Apretando los molares, dijo:

―No sé. No estoy seguro. Tal vez deberías apretarlo un poco o mover cosas
hacia abajo-oh… Sí… más. Creo que algo se me va a venir.

Marissa soltó una risa baja, y le mordió el labio inferior con su colmillo.

―Más bien como que se va a venir para mí, ¿no?


―Sí. Seguro. Siempre, ¿cuál era la pregunta?

Las horas diurnas llegaron y se fueron con presteza deprimente.


Al menos eso fue lo que pensó Boone cuando miró el reloj digital en la mesita de
noche de Helania y vio que eran pasadas las 6 p.m.

Mierda, pensó. Se sentía como si acabara de atravesar su puerta.

―¿A dónde ha ido el tiempo? ―murmuró.

229
Helania bostezó.

―Hemos hablado todo el día.

Y sin embargo, no había habido un momento en que hubiera tenido problemas


para encontrar algo que decir o perdido el interés en absoluto en todo lo que ella
tenía para contarle. Bueno… y también habían hecho algunas cosas que no
habían sido exactamente conversacionales.

―Ocho minutos ―murmuró.

―¿Eh?

―Siento que todas estas horas no duraron más que los ocho minutos que esos
humanos pasaron en la ducha.

¡Bum! Ba-bum, Ba-bum, Ba-bum...

―Hablando del diablo ―soltó con una risa mientras miraban al techo.

―¿Ya regresaron? ―Se quejó Boone―. ¿Acaso los invoqué como con un
hechizo maligno?
―La jornada de trabajo humano ha terminado y su viaje es corto.
El sonido de un timbre lejano le hizo levantar la cabeza. Era su teléfono. Ubicado
en la mesa de la cocina, dentro de su chaqueta.

―Y nuestra noche de trabajo apenas comienza. Me están llamando. ¿Me


disculpas?

―Por supuesto.

Mientras se levantaba de la cama, se estiró y sintió que su columna vertebral


crujía posicionándose correctamente en el lugar.

230
Yendo hacia la puerta, la abrió, caminó donde su chaqueta de cuero y la
palmeó en busca de su teléfono.

―¿Hola? ―dijo―. Sí. Bien, seguro. Sip. Ah… ¿me das veinte minutos? Bien,
gracias. Adiós.

Finalizando la llamada, se quedó mirando fijamente el Samsung por un


momento. Entonces se giró. Helania estaba en la puerta de su habitación; su
espectacular cuerpo desnudo era una visión, y le hizo perder su tren de
pensamiento.

―No tienes que dar explicaciones ―comentó suavemente―. Tienes una vida
a la que regresar, y no te estoy pidiendo que me expliques.

―Se trata de mi padre.

Ella frunció.

―¿Hay algo que pueda hacer?

―Sólo tengo que ir a hacer frente a algunas cosas desagradables, pero sabía
que iba a suceder. De un modo u otro, todo va a estar bien. ―Acercándose a su
hembra, le tomó el rostro entre las manos y dejó que sus ojos recorrieran sus
facciones, su mente memorizando cada una de ellas como si nunca fuera a estar
con ella otra vez―. ¿Cuándo puedo verte? ―susurró.
La sonrisa de Helania fue tan hermosa, que sintió como si su corazón se
expandiera hasta llenar todo su cuerpo.

―Cuando quieras. ―Se levantó en puntillas y lo besó en la boca―. Estaré aquí.

―Bueno, mis amigos Craeg y Paradise me invitaron a una Primera Comida


tardía esta noche. ¿Te gustaría unirte a nosotros?

―¿De verdad? ―La tímida felicidad que se apoderó de ella la hizo


resplandecer―. Me encantaría.

―Es una cita. Te enviaré un mensaje con el dónde y cuándo lo antes posible.

231
―Está bien. Me reuniré contigo donde sea.

Boone la acercó a su pecho y se limitó a abrazarla contra su cuerpo desnudo.


El contacto fue instantáneamente eléctrico, pero no podía ceder a la tentación. Era
propenso a no resurgir hasta el amanecer. O por días y más días a partir de ese
momento.

Y teniendo en cuenta a dónde se dirigía, tenía que ser bueno en este momento
si no llegaría tarde. Además, si así lo disponía la Virgen Escriba, esta sería por
lejos la última vez que tenía la oportunidad de estar con Helania.

―No puedo esperar a verte de nuevo ―le dijo mientras apoyaba la barbilla en
la parte superior de su cabeza―. Y voy a estar contando los ocho minutos hasta
que lo haga.

Mientras ella se reía, sintió esa risa reverberar en su propia carne.

―Buen trato ―dijo mientras levantaba la mirada hasta verlo―. Haré lo


mismo.
capitulo w

232
Cuando Boone se re materializó en los escalones de entrada de su casa, se
distrajo con las imágenes de Helania que se estaban reproduciendo en el dorso
de sus párpados. Y quién lo diría, le gustaba especialmente la imagen de ella de
cuando la luz de la habitación se encendió la primera vez que habían estado
haciendo el amor, con su cuerpo arqueado mientras le montaba, con las manos
aferrándose el cabello y sosteniéndolo en lo alto, sus pechos espectaculares
mientras se balanceaban al mismo ritmo que los movimientos de su cadera-
Espera, ¿qué estaba haciendo?

Oh, cierto. La puerta. Estaba tratando de abrir la puerta de entrada a la casa,


pero la cosa no cedía.

Con el ceño fruncido, echó un vistazo a su alrededor, sólo para asegurarse de


que estaba en la mansión correcta.

Sip. Esas eran las ventanas de su dormitorio.

Probó el pestillo de metal con la mano nuevamente y luego hizo un intento


con su mente, pero, obviamente, las cosas eran de cobre, por lo que no fue capaz
de forzar el desbloqueo con su mente. Como último recurso, empujó con el
hombro los paneles pesados, lo cual fue estúpido porque no se trataba de un
atasco de la puerta. Todo lo que obtuvo fue una zona dolorida.

Retrocediendo al patio cubierto de nieve, comprobó todas las ventanas. Las


persianas contra la luz del día se encontraban levantadas y podía observar todas
las cosas familiares con las que había crecido a través de los anticuados paneles
de cristal. Entonces echó un vistazo a los jardines. No había nada particularmente
fuera de lugar. No había huellas de neumáticos frescas. Ningún olor extraño.

Por lo tanto, no era como si Marquist hubiera empacado su basura, mudado,


y cerrado con llave detrás de sí.

233
Concentrándose nuevamente, Boone no estaba dispuesto a utilizar la aldaba
en su propia maldita casa.

Mirando a su alrededor otra vez, se dirigió hacia los setos que anclaban los
parterres delanteros. Detrás de uno de ellos, había una manguera de jardín que
se enrollaba alrededor de un soporte de metal pesado. La manguera no se
encontraba anexada al grifo debido al frío, y todo el armazón probablemente
debería haber sido guardado durante el invierno.

Pero bueno, era su noche de suerte.

Con un gruñido, recogió el carrete y lo levantó de entre los arbustos.


Asegurándose de que tener un buen agarre sobre la cosa, hizo un giro de
lanzamiento de disco y permitió que el soporte de veintitrés kilos con su
manguera verde saliera volando…

Por el aire, con mucha facilidad.

O... no realmente. Era tan aerodinámico como un sillón, pero hizo el trabajo,
estrellándose a través de las ventanas de vidrio revestidas de plomo del estudio
de su padre, rompiendo cosas, creando un agujero irregular de un metro de
diámetro.

Lucía algo así como la boca de un tiburón, con todas las partes afiladas creando
un mal círculo.
Pero al menos no tenía que trepar a través de la nueva entrada de la mansión.

Desmaterializándose hacia la casa por la puerta que había creado, se re-formó


al mismo tiempo en que Marquist llegó deambulando de algún cuarto trasero,
obviamente, llamado por el sonido de cristales rotos.

El macho estaba sin uniforme. Y vestido con uno de los trajes hechos a mano
de Altamere.

También llevaba uno de los abrigos formales del padre de Boone.

―Lindo atuendo ―comentó Boone mientras caminaba en dirección a las

234
escaleras. Al pasar junto al mayordomo, se aseguró de golpear a Marquist con el
mismo hombro con el que lo había intentado en la puerta―. Nos vemos en unos
diez minutos ―dijo mientras el otro macho luchaba para mantener el equilibrio,
balanceándose a cada lado―. Y sé que harás arreglar ese agujero, dadas las
libertades que te has tomado con la puerta principal.

Pisando los escalones alfombrados de a dos a la vez, la rabia de Boone creció


dentro de su pecho y echó tentáculos, la porquería tóxica haciendo huir el pacífico
resplandor que había encontrado con Helania. Y como cortesía de la furia, una
parte de él quería ir a la Casa de Audiencias en ese momento, sólo para poder
golpear allí al mayordomo bastardo. Pero no iba a ir allí oliendo a su hembra.

Lo que él y Helania habían hecho era privado, y habría sucedido ya fuera que
estuviera o no involucrado en la investigación de Butch.

Cuando llegó a su habitación, se preguntó si iba a tener que reventar su propia


puerta para abrirla, pero la cosa se abrió con facilidad.

En el interior, no perdió el tiempo. Se duchó. Afeitó. Se cepilló los dientes.


Consideró la posibilidad de ponerse un traje. Pero al final, se vistió con el cuero
y las armas que usaba en el campo.

Tenía sentido. Dado que se iba a la guerra.


Helania tomó una larga ducha, sin darse prisa, demorándose con su rutina de
champú y acondicionador, tomándose su tiempo con el jabón, incluso se sentó en
la bañera y se recostó para dejar que la lluvia caliente cayera sobre su cuerpo.

Se encontraba increíblemente relajada, sus músculos y sus huesos estaban


flácidos, su piel brillante, su sangre perezosa en las venas. Lo cual no quería decir
que no tuviera algunos dolores y molestias. El interior de sus muslos punzaban
dependiendo de la posición de sus piernas; su centro se encontraba un poco

235
magullado; la parte baja de la espalda se sentía rígida. Todo ello simplemente la
hizo sonreír.

Tan bien merecido y ¡qué ejercicio! Esperaba con ansias tener más de este tipo
de ejercicio.

Cuando el agua caliente finalmente se agotó y las cosas fueron de muy


calientes a temperatura ambiente, no tuvo más remedio que salir y secarse.
Envolviéndose en una toalla, echó un vistazo a través de la puerta abierta del
baño y observó la capa que llevaba a Pyre.

En cualquier otra noche, se habría vestido con su ropa negra, cubierto con esos
pliegues pesados, y dirigido al centro a observar a la multitud. Pero sólo tenía
cuatro horas hasta el momento en que se suponía debía encontrarse con Boone y
sus amigos en ese restaurante que estaba abierto toda la noche y tenía que hacer
su trabajo independiente de editora.

Cambiando la toalla húmeda por un grueso albornoz azul, se dirigió a su


dormitorio y permaneció mirando fijamente el colchón desnudo. Había arrojado
la colcha y las sábanas a la lavadora, y mientras metía la carga y le echaba Tode
a las cosas, sintió un sutil orgullo por el hecho de que ella y su amante habían
ensuciado las cosas.

Tenía un amante.
No un novio al que se había convencido a sí misma de tener, como una pieza
de equipaje en un viaje a pie, sino una relación sexual en toda regla que no era
una aventura de una noche.

Isobel estaría tan orgullosa de ella.

Con el ceño fruncido, Helania regresó a la pequeña mesa junto a su gabinete


de la cocina.

Sentándose en la silla en la que había tratado de colgar la chaqueta de Boone,


colocó su portátil frente a ella y abrió la pantalla. Encendiendo la cosa, fue
consiente de un hoyo formándose en su estómago mientras se dirigía a Facebook.

236
Iniciando sesión como Isobel, accedió a la página de su hermana con la
contraseña que habían creado juntas: Isolania101.

Sus ojos se humedecieron mientras miraba la imagen de perfil. Era un primer


plano de su hermana, con esa sonrisa tan brillante y feliz, el revelador cabello rojo
picudo era algo que Helania no había visto en una década.

Ella había tomado la foto. Isobel había estado sentada allí en el sofá,
inminentemente en su salida, por supuesto, con el abrigo en su regazo. La camisa
que llevaba puesta era una que Helania recordaba poner en esas cajas de cartón:
Azul-y-blanco con un pequeño collarín que se elevaba desde el cuello. Informal
pero elegante, así había sido Isobel.

A pesar de que nunca habían tenido mucho dinero, siempre había lucido
impecable porque era una compradora experta. Durante los meses más oscuros
del otoño y el invierno, siempre había ido al centro comercial humano y
explorado las ofertas antes de la hora de cierre. Habían bromeado que con veinte
dólares y la pila correcta de descuentos y cupones, podrían armar algo digno de
la Quinta Avenida en Nueva York.

Tomando una respiración profunda, Helania se desplazó por la página. Todo


lo que veía le hacía daño, sobre todo la parte de la biografía donde Isobel había
elegido “en una relación”.
Tenía sentido que Boone sospechara del macho que había estado en la vida de
Isobel, pero Helania conocía a su hermana. El tipo de felicidad que Isobel había
mostrado era legítimo.

¿Verdad?

Avanzando un poco más abajo, Helania leyó las cosas que la gente había
puesto en el muro después de la muerte de Isobel. Ver que las entradas
terminaban abruptamente ocho meses atrás era difícil, la naturaleza impactante
de la muerte; una noche está allí, la siguiente se ha ido; era una representación
clara. Y había muchas personas que la echaban de menos.

237
Tantos mensajes de tributos, aunque era difícil determinar quiénes eran
realmente esas personas. Como de costumbre, los miembros de la especie eludían
sus identidades reales en las redes sociales, la precaución adicional había sido
tomada como medida de seguridad, visto desde el punto de vista de la Sociedad
Lessening, como también desde el humano.

Helania se detuvo. Se acercó más a la pantalla. Uno de los mensajes tenía sólo
cinco palabras: Te amo, Issie. Para siempre. No había imágenes incluidas, pero
Helania no se centró en eso. Estaba mirando el avatar, el pequeño círculo con
parte de un rostro en él.

Hizo doble clic en el nombre y fue llevada a otra página.

―Eres tú ―susurró.

Sentada en su silla, observó fijamente la fotografía parcialmente oculta de la


línea de la mandíbula y los pómulos y los labios de una hembra. No era el perfil
completo, pero un lunar revelador debajo de la oreja fue lo que le aseguró la
identificación: esta era la mujer que había llamado a la puerta de Helania esa
horrible noche. La que la había ayudado a preparar el cuerpo de Isobel para la
ceremonia del Fade. La que había tenido la otra pala en esos bosques.
Algunas personas simplemente no las olvidabas.

Frotando su rostro, sintió que su cuerpo estallaba en un sudor frío. Pero


entonces se obligó a ordenar sus pensamientos acelerados.
El nombre era uno extraño: Rocky B. Winkle.

Helania pensó en las cosas por un tiempo. Y luego entró a la mensajería directa
y creó lo que esperaba no fuera a sonar como una solicitud desesperada y loca
para la mujer.

Mientras escribía, no pudo evitar el cambio que se estaba produciendo en su


mente.

Ese novio. ¿Quién era él?

Y ¿dónde estaba?

238
capitulo w1

239
Cuando Boone se presentó en el comedor de la Casa de Audiencias de Wrath
por Rhage y Tohr, fue imposible no recordar haber venido a ver al Rey unas
noches antes para hablar sobre la reunión a la que habían invitado a su padre.

Al detenerse en la alfombra oriental debajo del gran candelabro, Boone se dio


cuenta de que estaba aterrorizado de que hubieran matado a su padre por la
información que él mismo compartió con el Rey. Y su miedo se había hecho
realidad, pero no por la razón que había asumido… no porque su padre hubiera
sido un traidor. Aunque tal vez, si la noche hubiera continuado
ininterrumpidamente, la traición habría sucedido. Altamere ciertamente no
había amado al Rey.

―¿Cómo estás, Boone?

Sacudiéndose a sí mismo a la atención, se enfocó en Wrath. El gran macho


estaba sentado en uno de los sillones junto a la chimenea, ese enorme cuerpo se
echó hacia atrás para acomodar a todo el perro rubio en su regazo. George le
ofreció a Boone un movimiento, pero no habría un saludo en persona. No esta
noche.

Esto era un negocio y de alguna manera el golden lo sabía.


―Estoy bien, mi Señor. ―Boone se inclinó aunque el Rey no lo supiera―.
Gracias por vernos.

En voz baja, Wrath dijo:

―¿Dónde está la otra mitad de esto?

Rhage habló desde la puerta.

―Fuera en la sala de espera. Creo que estaba hablando con Saxton.

Boone no le había prestado atención a Marquist cuando había llegado, y había


sido muy consciente de ser arrastrado aquí rápidamente, como si los Hermanos

240
de guardia estuvieran preocupados de que la mierda volara.

Por otra parte, Boone estaba llevando tres cargadores automáticos, varios
cargadores adicionales de municiones, e incluso había envuelto su cadena de
acero alrededor de su hombro. Ya sabes, por si acaso tenía ganas de estrangular
algo.

―¿De verdad estás bien, hijo? ―presionó Wrath―. Y respóndeme


honestamente.

Boone bajó la mirada. A pesar de que esas gafas no cubrían un conjunto de


ojos funcionales, no podía mirar al Rey a la cara mientras contaba una mentirijilla.

―Oh, sí. Estoy bien. Está todo bien.

―Estás seguro de eso.

Llamaron a la jamba de la puerta y Boone echó un vistazo. Saxton, el abogado


del Rey, flotaba en el arco abierto.

―Mi Señor, ¿podemos entrar? ―preguntó el abogado.

―Sí. Terminemos con esto.

Saxton entró con un grueso documento en sus brazos, y después de saludar


con la cabeza a Boone, se acomodó detrás de su escritorio. Con su traje de tweed,
camisa y corbata a contraste, y su pañuelo de bolsillo alegre, parecía el aristócrata
que había nacido y criado para ser. Pero sus ojos grises eran agudos, y se hicieron
más agudos cuando Marquist entró y las puertas se cerraron.
Boone dio un par de pasos para no estar demasiado cerca del mayordomo,
porque ¿adivina qué? La vista de ese jodido hombre con la ropa de su padre le
hizo querer vaciar un cargador en el lóbulo frontal de Marquist.

―Mi Señor ―dijo Marquist a Wrath en el Idioma Antiguo―, es un honor


supremo estar en su presencia. Permíteme prometer mi lealtad a…

Cuando el mayordomo dio un par de pasos hacia adelante, Wrath echó un


vistazo a Rhage, y el Hermano estaba allí, saltando y golpeando el hombro de
Marquist.

―Está bien ―gruñó Rhage―. Te quedas aquí.

241
Marquist parecía sinceramente ofendido.

―Como civil, tengo derecho a rendir homenaje a mi Rey.

Rhage tomó al hombre por la parte superior de los brazos, lo levantó como si
fuera una tostadora y lo llevó de regreso a donde había estado de pie, colocándolo
sobre un par de mocasines que Boone recordaba que su padre había comprado
hacía unos seis meses.

Con voz aburrida, Rhage dijo:

―Considera tus respetos pagados. Sigue adelante.

Marquist parpadeó, su cerebro claramente tuvo que recalibrar la forma en que


había esperado que sucediera todo esto. Y Boone no estaba sorprendido. El
hombre se comportaba como si tuviera una posición social. En realidad, tenía un
traje prestado y una actitud, en el mejor de los casos. Bien… probablemente
también tenía una herencia.

Saxton se aclaró la garganta.

―Estamos aquí para asentar la finca de Altamere, hijo de Himish. Como


recordarán… ―El abogado miró a Boone e inclinó la cabeza― …el caballero pasó
al Fade dos noches antes de la última, y esta noche anterior, según la costumbre
habitual, se realizó una Ceremonia al Fade con los testigos. Una vez cumplida
esa formalidad, ahora es apropiado que se lea y certifique la última voluntad y
testamento. Marquist, hijo de Merihew, me proporcionó una copia de lo que se
dice en dicho documento, y lo tengo en mis manos en este momento.

Boone miró al abogado, consciente de que su respiración era superficial.

―¿Qué dice? ―exigió el Rey.

Hubo una pausa incómoda, y Saxton miró el grueso paquete de páginas que
estaban unidas en el lado izquierdo por un cordón de encuadernación. Al frente
de la construcción digna de un libro, cintas de raso en naranja y azul brillante
denotaban la línea de sangre de Boone.

Boone habló.

242
―Mi padre me sacó del testamento. ¿Verdad?

Los ojos de Saxton estaban tristes cuando se aclaró la garganta.

―Sí, parece que ese es el caso. El codicilo se agregó hace aproximadamente un


año.

―Y le dejó todo a Marquist.

―Sí.

El mayordomo hizo una doble toma.

―Lo siento… perdóname, pero ¿qué me dejó exactamente?

―Todo ―respondió Saxton―. Si este documento es de hecho la versión final


del testamento, establece que debe recibir toda la propiedad de Altamere,
tangible e intangible. Además, todos los fideicomisos se actualizan para reflejarlo
también como beneficiario.

La sorpresa de Marquist fue reemplazada lentamente por una sonrisa


satisfecha.

―Mi maestro fue más generoso de lo que pensaba.

―Fue obligado ―exigió Wrath. Cuando el mayordomo abrió la boca y


comenzó a responder, el Rey espetó―: Hazte un favor y cállate la boca. No estoy
de buen humor en este momento, y si por alguna razón no empujaste rápido,
querrás que decida a tu favor en lugar de ordenarle a alguien que te convierta en
donante de órganos.

Marquist siguió esa orden tan rápido que sus molares aplaudieron. Saxton
tosió ligeramente en la mano.

―Boone, estés o no en el testamento, eres legalmente el pariente más alto de


Altamere, dado que su segunda shellan también ha fallecido. Como tal, me
gustaría que vinieras y verificaras la firma de tu padre.

Cuando el abogado comenzó a pasar para llegar al final de las cosas, Boone
habló.

243
―¿Cuándo se firmó el codicilo?

Saxton terminó de pasar las páginas y aplastó el último par contra la


encuadernación.

―Al parecer… la firma aquí está fechada el 17 de febrero del año pasado.

Boone sacudió la cabeza.

―Marquist no lo falsificó. La firma es legítima.

―Es cierto ―dijo el mayordomo a toda prisa―. No hice tal cosa. Altamere
aludió al hecho de que había hecho ciertos cambios, y sospeché que algunos eran
para mi beneficio, pero no estaba seguro. Y ciertamente no pensé que fuera así…
todo.

―¿Qué pasa con esa fecha? ―preguntó Wrath a Boone―. ¿Por qué es
relevante?

Boone cruzó los brazos sobre el pecho y, al sentir las cuchillas atadas, las
empuñaduras hacia abajo, sobre el esternón, comenzó a ponerse nervioso.

―Eso fue veinticuatro horas después de que se rompiera mi acuerdo ―dijo


sin emoción―. Así es como lo sé. Mi padre estaba furioso porque la hembra me
había encontrado indigno, por lo que el momento tiene sentido.

Bien, eso no era del todo falso. Pero tampoco era del todo cierto. De dólares a
rosquillas, y parecía que Boone no tenía ninguno de estos, har, har, la amenaza
sobre su paternidad había sido más motivadora que el acuerdo que había fallado
con Rochelle.

Pero en este punto, agua debajo del puente, ¿verdad?

Cuando las cejas negras de Wrath se alzaron sobre sus gafas, Saxton se aclaró
la garganta.

―Bien… Sea como fuere, ¿tal vez vendrás aquí y mirarás la tinta de todos
modos?

Boone cruzó la alfombra y se acercó al escritorio. Cuando Saxton hizo girar el


testamento, se inclinó. La familiar serie de cortes y florituras de su padre eran

244
perfectas, y no era algo fácil de duplicar.

―Eso es legítimo.

Saxton parecía querer ofrecer sus condolencias.

―¿Estará dispuesto a firmar una declaración jurada en este sentido?

―Sí. Sólo tráeme los papeles y lo haré…

La voz de Wrath le cortó.

―Sólo para que lo tengas claro, si firmas un documento como ese, lo dejas ir
todo. Dices que sabes que John Hancock es real y no una falsificación debido a
un apareamiento roto, pero incluso si eso es lo que crees, aún podrías presentar
una causa de acción como pariente más cercano. Tienes la posición. Durante la
investigación, puede surgir algo de lo que no estás al tanto en este momento.
Influencia indebida, por ejemplo.

Léase: El Rey no confiaba mucho en las intenciones de Marquist. Boone


sacudió la cabeza.

―No voy a desafiarlo.

La voz de Wrath bajó.

―Esa es la herencia de tu línea de sangre, hijo. Si tu familia es como cualquier


otra en la glymera, estamos hablando de siglos y siglos de arte y antigüedades. Y
luego está el dinero, las acciones. No seas tonto sólo porque estés enojado.
―No estoy enojado. ―Miró a Tohr y Rhage porque lo conocían y podían leerlo
bien―. No siento nada en absoluto. Marquist puede tenerlo todo. Que haga lo
que quiera. Gastarlo todo, guardarlo todo, vender la mierda, regalarlo.
Realmente no me importa. Después de todo este tiempo… Prefiero ser libre que
financieramente seguro.

Hubo un largo silencio ante ese anuncio, y estaba dispuesto a apostar al menos
que uno de los Hermanos, y probablemente Wrath también pensaba que
necesitaba una evaluación psicológica.

Marquist, por otro lado, comenzaba a parecer que había ganado la lotería.

Lo cual, hola, había hecho.

245
Wrath acarició la cabeza cuadrada de su perro.

―Te voy a dar dos semanas para pensarlo.

―No las necesito.

―Los estás obteniendo de todos modos. ―El Rey miró en dirección a


Marquist, y sabes, ser golpeado por esa mirada dura, a pesar de que no registraba
detalles desde un punto de vista ocular, abofeteó al feliz justo en el rostro del
mayordomo―. Y escucha, vas a permitir que se quede en esa casa durante las
próximas catorce noches. Si escucho de cualquier mierda, de alguien, voy a
romper esa voluntad y daré todo a la organización benéfica que elija Boone.

―N… no puede hacer eso ―tartamudeó Marquist.

Wrath sonrió, revelando enormes colmillos.

―Este no es el mundo humano, hijo de puta. Soy el Rey y puedo hacer lo que
quiera, incluso enviar a alguien a que te visite mientras duermes para que no
vayas a la Primera Comida. Si haces lo que te digo, probablemente te irás con
decenas de millones de dólares y una bonita cuna. Siéntate bien y cállate la boca
o te pondré bajo tierra.

Bien. Había eso, pensó Boone.

Excepto que volvió a sacudir la cabeza hacia su Rey.


―Está todo bien. Pero si quieres que esperemos dos semanas, está bien.
―Miró a Marquist―. Puedes tener el dinero y esas cosas, pero si crees que te
estás metiendo en los zapatos de mi padre sólo porque te pones la ropa, te espera
un despertar brutal. La glymera ni siquiera acepta los suyos. Nunca tendrás nada
más que una casa vacía para caminar y cosas que no son tuyas para mirar. La
riqueza sólo se ve bien desde el exterior, confía en mí.

Con eso, caminó hacia las puertas dobles para salir.

Cuando se acercó a Tohr y Rhage, esperó algún tipo de conversación sobre


cómo no debería ir al campo esta noche. Que todavía estaba fuera de rotación.
Que necesitaba más tiempo, especialmente a la luz de esta nueva y maravillosa

246
noticia.

Pero los Hermanos simplemente le abrieron el camino y se hicieron a un lado.

Ya sea porque sabían que no podían detenerlo o porque no sabían a dónde se


dirigía, no estaba seguro.

Y no importaba.

Como muchas cosas en su vida.


capitulo w2

247
Mientras Boone hacía crujir el aguanieve congelado de un callejón frente a sólo
Dios sabía en qué calle del centro, el viento frío le quemaba el rostro y las orejas.
También sus manos. En su apuro por salir de la casa tras el enfrentamiento con
Marquist, se había olvidado de sus guantes, pero no le importaba la congelación.
O lo que se había revelado sobre la voluntad. O el hecho de que él estaba
esencialmente sin hogar.

O que su padre había considerado adecuado para todo menos borrarlo de la


línea de sangre. A favor de un extraño civil que había entrado en sus vidas por
capricho y había cambiado el camino de la historia de la familia. Probable en más
de un sentido.

Excepto de nuevo, que nada de eso estaba en su radar.

Al menos no conscientemente.

Aunque su mente estaba completamente en blanco, había grandes oleadas de


agresión que atravesaban su cuerpo, el motor que alimentaba su estado de lucha
como un reactor nuclear que amenazaba con derretir su núcleo.

Pero no estaba enojado con su padre. No. Él estaba jodidamente bien.


Sólo quería matar a todos los lessers que habían existido en la historia de la
guerra. ¿Y después de que hiciera eso? Tendría que encontrar algo más para
comprometerse porque en este momento, en este estado de ánimo, era insaciable
en una escala épica.

Al llegar al final del callejón, no se detuvo antes de salir a un camino de cuatro


carriles, sin escatimar ni siquiera una mirada a los autos que tocaban sus bocinas
y frenaban para evitar golpearlo. A su paso, oyó crujidos de metal y voces que
maldecían, y pronto habría sirenas. Pero ya se habría ido para entonces.

Boone siguió avanzando, progresando por el callejón, atravesando otras


intersecciones en la cuadrícula de edificios en descomposición.

248
Aproximadamente ochocientos metros después, finalmente se presentó una
oportunidad. Pero era un caso de mendigos y escogedores. En lugar de los lessers
que estaba buscando.

La mujer humana que salió corriendo en su camino estaba medio vestida,


descalza y sangrando de varios lugares. Y al igual que todos los Hondas y
Nissans que había sorprendido en esas intersecciones, se vio obligado a pisar los
frenos sin previo aviso, aunque las suelas de sus botas eran mucho mejores que
cualquier conjunto de Michelin en la cubierta nevada. Su peso pesado se detuvo
por demanda.

La mujer se giró, lo miró y le gritó como loca. Por otra parte, había descubierto
sus colmillos hacía doce manzanas. Y él era fácilmente tres veces más grande que
ella.

Resbalando y patinando, se alejó por el callejón lejos de él, dejando un rastro


sangriento detrás suya mientras corría.

Boone se quedó allí parado y jadeó, dejando que grandes bocanadas de blanco
salieran por su boca abierta. Oh, por el amor de Dios. Lo último que quería era
ser acorralado en una tonelada de drama humano. Pero fue como estar en un
automóvil, dirigirse al Starbucks para tomar un café con leche, y tener un perro
corriendo delante de tu parachoques.

Claro, puedes seguir y tomar tu maldito café.


Pero ibas a perder el resto de la noche preguntándote qué demonios le pasó a
ese maldito perro.

Y ninguna cantidad de espuma de leche te haría sentir mejor.

―Oh, vamos ―murmuró cuando las visiones de matar a un asesino fueron


reemplazadas por la molestia de quitar recuerdos y llamar al 9-1-1.

Excepto que cuando ella siguió corriendo, se dio cuenta de que estaba desnuda
de cintura para abajo… y había sangre en el interior de sus muslos.

Se abrió una puerta a unos quince pies delante de él, el panel de mierda golpeó
el costado de su edificio con la clara y definida señal de exclamación de un hacha

249
que se adentraba en madera dura.

El hombre humano que salió estaba subiéndose los pantalones y tenía un


cuchillo entre los dientes. A diferencia de la mujer, ni siquiera se dio cuenta de
Boone. Estaba demasiado ocupado rastreando las huellas sangrientas en la nieve
con los ojos, y cuando vio a la hembra humana, la risa que dejó sus labios fue
pura maldad.

No la persiguió a la carrera. Caminó, con botas, detrás de ella, su torso


desnudo marcado con tatuajes en negro, sus músculos cubiertos con una
saludable capa de grasa.

―Es un callejón sin salida, perra ―gritó―. Y nadie te va a salvar.

Syn recibió el mensaje acerca de que el aprendiz se iba AWOL al comienzo de


su turno. No le dijo nada al respecto a Balthazar porque no era necesario. Por un
lado, el otro hombre también había recibido la alerta de texto. Pero más
concretamente, aunque los Bastardos ayudaran con el programa de
entrenamiento de vez en cuando si la Hermandad tenía poco personal, en su
mayor parte, Syn y sus chicos no iban en camión con los jóvenes soldados.
Entonces, el hecho de que uno de esos chicos estuviera en la calle, fuertemente
armado y sin pareja, no era el tipo de problema que cualquiera esperaría que él
resolviera.

Entonces Syn voló la mierda cuando él y Balthazar cubrieron el cuadrante


occidental de la ciudad. La colección de caminatas abandonadas y madrigueras
de crack llenas resultó ser su tarea favorita porque los humanos que estaban en
estos vecindarios se apegaban a sí mismos. No importaba cuántos disparos o
gritos u olores extraños se filtraran en el aire nocturno. Se podía garantizar cierta
privacidad para trabajar.

Naturalmente, la Sociedad Lessening también lo sabía, y como resultado, este

250
tramo de diez o quince manzanas era la mejor caza de la ciudad. Y sabes, dos
asesinos aparecieron aproximadamente una hora y media en sus barridos. Syn lo
mató rápidamente, una decepción, pero eso era lo que sucedía cuando te vuelves
descuidado con tu cuchillo y golpeas la yugular demasiado pronto: había estado
apuntando a una puñalada en el hombro para poder descartar la muerte, pero el
cabrón había hecho zigzagueado cuando debería haberse zafado.

Y luego fue un caso de Viejos Adeptos, un maldito géiser de aceite negro con
olor desagradable.

El maldito imbécil se desangró tan rápido que Syn decidió que el Omega debía
poner a sus nuevos reclutas warfarina.

Mientras tanto, Balthazar, el mierda afortunado, había conseguido uno vivo


con buenas habilidades de lucha. Los dos iban mano a mano en el callejón a pesar
de que había muchas armas disponibles, al menos del lado del Bastardo. Pero la
caza había sido lenta últimamente, y eso significaba que, si tenía la oportunidad
de perfeccionar sus habilidades, se aprovecharía.

¿Quién sabía que el final de la guerra sería tan aburrido?

Después de que Syn apuñalara a su patético filtrador de nuevo a su jefe, se


apartó del camino, a pesar de que se estaba muriendo por ‘ayudar’ a Balthazar.
Y por ‘ayuda’, se refería a saltar y apuñalar al enemigo. Un par de cientos de
veces.

Dar o tomar.
El problema era que era temprano en la noche, y un movimiento como ese
haría que su compañero para el turno se pusiera de mal humor y garantizaría así
una larga rutina de diversión.

Cuando el viento cambió de dirección, el olor a sangre roja que le llegó a la


nariz fue débil y algo distante. Pero el perfume cobrizo hizo que sus colmillos
cayeran y su boca salivara. Ambas eran señales seguras de que no se había
alimentado durante demasiado tiempo, especialmente porque el plasma que
había llamado su atención era derivado humano, no vampiro, y por lo general
esas cosas diluidas no le interesaban.

Levantando la barbilla, olisqueó el aire. Muy fresco. Como… Realmente

251
jodidamente fresco.

Silbando fuerte entre dientes, esperó a que su compañero respondiera, y el


Bastardo no perdió el tiempo. Balthazar lanzó un vicioso gancho de derechas que
envió a su asesino a toda velocidad a un contenedor de basura, y luego miró por
encima.

Syn se tocó la nariz y luego señaló más abajo por el callejón.

Balthazar asintió una vez y volvió a su lucha, saltando sobre su lesser,


agarrando la parte posterior de su cabello y jugando a Hopper Ball con su rostro
y el costado de un edificio de ladrillos, bangada-bangada-bangada…

Jesús, esa mancha de salpicadura negra era una prueba urbana de Rorschach
si Syn alguna vez había visto una.

Al darse la vuelta, supo que Balthazar tenía las cosas bien en sus manos, ¿y si
había algunas copias de seguridad de asesinos que aparecieran en la escena?
Entonces Syn no iba a estar lejos en absoluto.

Siguiendo el olor, se adentró en el callejón, y unos trescientos metros más


tarde, encontró huellas sangrientas en la nieve y otros dos pares de huellas con
ellas. Y justo cuando comenzaba a seguir el espectáculo, oyó una voz masculina
más abajo, los tonos profundos rebotando como si quien fuera estuviera en un
callejón sin salida.

Algo estaba parpadeando, algo pálido, en las sombras muy por delante.
Syn comenzó a trotar, y cuando entró en la parte más oscura del callejón, sus
ojos se ajustaron rápidamente: una mujer corría por su vida en la nieve, una parte
de su ropa colgaba de ella, la sangre bajaba por sus piernas, sus movimientos
descoordinados como si tuviera mucho dolor o hubiera sido drogada. Cerrando
la distancia, un hombre la perseguía, sus pasos lentos un metrónomo de muerte
que era inminente…

Una tercera figura apareció sin previo aviso, una gran forma oscura que se
materializó de la nada directamente entre el hombre y la mujer.

Como sólo un vampiro puede.

Syn reconoció la chaqueta de cuero negro y la postura al instante. El rostro

252
tardó un segundo más en conectarse.

Bueno, ya sabes. Había encontrado al aprendiz perdido. Y Boone era una


montaña de músculos bloqueando el camino del hombre, protegiendo a la mujer
herida.

Movimiento galante, incluso si la víctima era humana. Lástima que la rutina


del Buen Samaritano rompiera una tonelada de las reglas de la Hermandad,
comenzando con No Involucrarse en Negocios Que No Son Nuestros. Lo cual era
más o menos el primer no-no en la lista.

Afortunadamente para el chico, sin embargo, su tipo de pensamiento libre era,


junto con su ubicación y la carga de mierda que sin duda estaba a punto de tirar,
que no era un problema que Syn buscara resolver.

Al final de la noche, ¿quién era él para caer en un desfile como este?


capitulo w3

253
Cuando Boone retomó su forma corpórea entre el hombre y la mujer, su
repentina aparición causó una gran reacción en ambas partes: la víctima detrás
de él gritó y su asaltante con ese cuchillo en la mano saltó hacia atrás y cayó
directamente sobre su trasero.

Y una perdiz en un peral, para ir con el tema invernal del callejón.

Boone miró por encima del hombro a la mujer.

―Cierra los ojos. ―Su pálido rostro estaba magullado, su cabello enmarañado
con sangre. Tampoco temblaba con las bajas temperaturas, lo cual no era una
buena señal.

―Cariño ―dijo suavemente―, pon tus manos sobre tus ojos. Te diré cuándo
puedes mirar de nuevo. Créeme. No voy a dejar que te pase nada, pero no
necesitas ver esto.

Su pecho se agitaba, su mirada se abrió de par en par. Pero algo en él la


atravesó. Asintiendo en una serie de sacudidas de la cabeza, se llevó las manos
empapadas de sangre al rostro y se dejó caer, agachándose y acuclillándose para
hacerse una bola apretada.

Como si tal vez estuviera acostumbrada a protegerse de los golpes.


Boone volvió a centrarse en el hombre y descubrió sus colmillos.

Su asaltante empujaba los talones contra la capa de nieve mientras intentaba


caminar hacia atrás, con el cuchillo en la mano obstaculizando su proceso. Atrás
quedaron las bravuconadas varoniles, la agresión, el sentido todopoderoso de
Te-he-pillado.

Incluso se había mojado sus jodidos pantalones.

Mientras Boone caminaba hacia el hombre, sabía qué arma iba a usar para
matarlo.

―Ella es sólo una puta ―dijo el humano―. Por el amor de Dios.

254
Hubo otro montón de palabras pronunciadas, pero Boone había terminado
con esa mierda.

Lanzándose en el aire, atacó completamente de frente, con una mano


enfocándose en la parte delantera de la garganta del hombre, y la otra
asegurándose de bloquear la muñeca que controlaba ese cuchillo. No hubo lucha
por hablar. Los humanos, incluso los machos, no eran rivales para la fuerza de
los vampiros, y Boone tuvo que trabajar un momento para sacar ese brazo de su
articulación y dejar caer el cuchillo.

El crudo sonido del dolor que salió del asaltante era música para los oídos de
Boone, pero no podía dejar que eso continuara por mucho tiempo.

Forzando con los dedos la boca abierta del hombre, levantó la cabeza por la
mandíbula inferior con tanta fuerza que la mayor parte del torso también se
levantó. Y luego golpeó la parte posterior del cráneo en la capa de nieve, tocando
la campana del cabrón. El impacto le provocó la inmovilidad aturdida que estaba
buscando: el hombre todavía estaba vivo, su pecho subía y bajaba, las venas de
su garganta seguían bombeando con un pulso, pero la cognición estaba atenuada.

Ese volvería pronto.

No es que hubiera una salida para el asaltante.

Por el rabillo del ojo de Boone, vio el cuchillo que el hombre había usado con
la mujer. El arma yacía de costado, la hoja manchada brillaba débilmente.
Oh, bien, pensó Boone. Sería más divertido si la cosa no estuviera afilada.

Palmeando la empuñadura, se recostó sobre los talones y esperó a que esos


ojos inyectados en sangre comenzaran a enfocarse nuevamente. No tardó tanto
tiempo, un testimonio tanto de la relativa juventud del hombre como de las
propiedades de amortiguación de la nieve.

Cuando Boone estuvo seguro de que el asaltante estaba listo, se inclinó y puso
el cuchillo justo en ese rostro.

Masculló. Muchos murmullos. Seguido por una mendicidad desesperada.

―Quiero que me mires ―dijo Boone arrastrando las palabras―. ¿Bien? ¿Estás

255
conmigo? No me molestes, es una mala idea. ¿Estás listo? Respóndeme.

Cuando la cabeza asintió, Boone señaló la punta con el dedo índice. Luego se
movió hacia la cintura del hombre y señaló el área de la entrepierna.

Muchos gemidos, y el brazo que aún funcionaba golpeó una mano en ese lugar
sensible.

―Síp, no ―dijo Boone suavemente―. No seguirá así.

Mientras buscaba en uno de los bolsillos de su chaqueta, Boone encontró el


pañuelo que siempre llevaba puesto en caso de que tuviera que presionar una
herida. Luego, en un ataque rápido, clavó el cuchillo en el dorso de la mano
protectora del asaltante.

Cuando el hombre abrió la boca para gritar, Boone empujó los pliegues de
algodón entre todos esos dientes.

Después de lo cual cerró el puño y golpeó al hombre en la articulación del


hombro con tanta fuerza, que algo crujió allí. Fue una buena prueba del
silenciador, y fue aprobada. El grito fue amortiguado como si tuviera un saco de
arpillera sobre esa cabeza. Sin embargo, las piernas que giraban eran un dolor en
el trasero, levantaban la nieve, movían el torso, y Boone se habría ocupado de ese
problema, excepto que estaba preocupado porque la hembra humana perdiera
mucha más sangre y calor corporal.

Sacando el cuchillo del dorso de la mano, esperó hasta que el humano pudiera
concentrarse una vez más. Luego agarró la parte delantera de los pantalones del
tipo e insertó la punta de la cuchilla. La tela empapada de orina era relativamente
resistente, el tejido azul marino era el tipo de cosa que los conserjes usaban para
trabajar, pero no era rival ni siquiera para una cuchilla sin filo.

Sin ropa interior. Imagínate.

Colocándose entre las piernas del hombre, Boone sujetó los muslos
temblorosos con las rodillas. Justo cuando estaba a punto de colocar la cuchilla
en su lugar, se detuvo y pensó que estaba llevando las cosas demasiado lejos.

Pero luego pensó en la mujer detrás de él.

―Esto es por ella ―dijo en un gruñido.

256
Helania llegó al restaurante de veinticuatro horas un poco antes de la
medianoche. Mientras se reformaba en las sombras de su estacionamiento
trasero, tuvo que sonreír. El lugar se llamaba literalmente The 24 Hr. Cena.

Hablando acerca de la claridad de la misión.

Al pisar la acera que daba a la entrada principal, le gustaron los paneles


exteriores de aspecto de acero inoxidable y las ventanas curvas y el hecho de que
había un número sorprendentemente grande de humanos ocupando espacio
dentro de las cabinas junto a las ventanas y los taburetes. En el mostrador.

Al entrar, vaciló cerca de la caja registradora junto a la puerta. La decoración


era lo que esperarías de algo de los años cincuenta: combinación de colores rojo
y blanco, servilletas y cortinas de algodón a cuadros, camareras con faldas con
camisas y delantales con volantes.

El menú estaba colocado encima del mostrador, había gramolas individuales


en cada asiento, y había compartimentos de vidrio llenos de rebanadas de pastel
en los platos junto a la fuente de refrescos.

Boone no se veía por ningún lado, y no reconocía a nadie como perteneciente


a la especie.
La sensación de que estaba fuera de lugar en muchos niveles creó un pánico
irracional en el centro de su pecho, y consideró darse la vuelta y volver a salir.
Pero luego cuadró los hombros y se dijo que se quedaría, aunque eso significara
que tenía que estar de pie y comer un trozo de tarta sola.

Estaba más allá del tiempo para que estirara sus horizontes. Incluso si sólo
fuera un puesto en The 24 Hr. Cena.

Una mujer mayor con una etiqueta con el nombre que tenía ‘Ruth’ se acercó.

―Hola, cariño, ¿estás lista para sentarte?

El acento sureño fue una sorpresa. Pero, de nuevo, Helania nunca había

257
escuchado uno en persona antes.

―Um, ¿se supone que tengo que encontrarme con algunos amigos aquí?

―¿Ya han entrado?

Helania miró a su alrededor otra vez. Ya sabes, por si había extrañado a tres
vampiros sentados entre los humanos.

―Ah, no. No lo creo.

―¿Cuántos seréis?

Al menos eso fue lo que pensó que dijo la mujer.

―¿Disculpa qué?

Recurriendo a los viejos hábitos, leyó los labios la respuesta que se le dio:

―Cuantos son.

―¿Tres? ―Está bien, así que toda esta pregunta y respuesta que estaba
sacudiendo era molesta. ¿Como si la mujer estuviera en condiciones de confirmar
el número psíquicamente en caso de que Helania se equivocara?―. Quiero decir,
cuatro. En total. Tres más yo.

La sonrisa que volvió a ella fue tan inesperada y tan… tipo… que Helania
estuvo a punto de llorar.

―Estás nerviosa ―dijo la mujer―. ¿Te vas a encontrar con un hombre?


―Um… bueno, sí. Sí, acabo de empezar… um… a ver a alguien. Y él y sus
amigos se encontrarán conmigo aquí, una pareja. Quiero decir, hay otra pareja
que viene. Con él.

―¡Oh, una cita doble! Vamos, todos pueden sentarse aquí donde está
tranquilo.

Helania siguió a la camarera hasta una cabina al final de la fila frente al


mostrador. Cuando se deslizó en el interior para enfrentar la puerta, ‘Ruth’ trajo
cuatro vasos de agua y apoyó una cadera contra el lado libre del banco acolchado.

―Entonces, háblame sobre tu novio ―dijo la humana.

258
Bueno, es un vampiro y mata a los muertos vivientes para ganarse la vida. También es
un gran besador.

―Nos estamos conociendo. ―Por dentro y por fuera, en su caso, pensó


ruborizada―. Y es un tipo muy agradable.

―Cariño, tienes sentido entonces. Estuve casada con mi Merv durante


cincuenta años y me gustó tanto cuando lo enterré como cuando caminé hacia él
por el pasillo. ―La mujer se inclinó y bajó la voz―. Marca mis palabras, los
buenos son los que quieres llevarte a casa y conservar. Los chicos malos
simplemente te rompen el corazón, y ese es un rito de iniciación que una mujer
inteligente sólo atraviesa una vez. ¿Los buenos chicos? Esos son con quienes te
estableces.

Ruth le guiñó un ojo a Helania mientras se enderezaba.

―¿Quieres café?

¿Lo quiero? se preguntó Helania.

―¿Sí, por favor? ―Dios, de nuevo con el maldito signo de interrogación―.


Quiero decir: sí. Por favor.

―¿Crema y azúcar? Y escucha, no hacemos nada de esa leche de almendras o


tonterías de soja, así que ni siquiera preguntes. Nuestra crema es de vaca. El resto
de esa basura simplemente arruina un café perfectamente bueno.
Como Helania no sabía cómo quería algo en este momento, simplemente dijo
que lo tomaría negro. Y mientras Ruth se fue a tomar la cafeína, Helania se frotó
las palmas sudorosas en sus tejanos. Pensando que su parka no estaba ayudando
a las olas calientes que la atravesaban, y sabiendo que pronto tendría que
estrecharle la mano, se quitó la chaqueta y apretó los pliegues entre su muslo y
la pared de la cabina.

Justo cuando estaba mirando la máquina de discos del tamaño de una mesa,
sus sentidos se dispararon y levantó la vista.

Una pareja muy bonita entraba por la puerta. La mujer era rubia y realmente
llamativa, poseía el tipo de doble atractivo que convertía sus tejanos casuales y

259
su abrigo de lana en ropa formal. El hombre a su lado era muy alto y llevaba una
gorra de béisbol de Syracuse, su gran cuerpo a gusto, incluso cuando sus ojos
recorrían el restaurante como si esperara que tal vez, posiblemente, sólo si fuera
necesario atacara el agresor.

Mientras ambos se enfocaban en ella, el primer pensamiento de Helania fue


¿Qué haría Isobel? Y la respuesta a eso fue obvia: su hermana habría saltado de la
cabina, se habría apresurado hacia ellos, los abrazaría a pesar de que eran
extraños y los llevaría de regreso para que pudiera comenzar a convertirse en su
mejor amiga y confidente.

De acuerdo, cierto… cuando Helania consideró sacar esa carta de baile, tuvo
que irse al infierno en todos esos movimientos. Por el amor de Dios, estaba tan
nerviosa que probablemente tropezaría y se caería de bruces si intentaba
deslizarse fuera de ese asiento. Y luego, antes de que pudiera pensar en un plan
B, la pareja saludó con la mano y comenzó a caminar por el camino.

Tragando saliva, Helania miró por la ventana de cristal a su lado. Ella siempre
podría desmaterializarse. Dejarlos para limpiar los recuerdos a los humanos.
Regresar a su apartamento y nunca más volver a intentar este tipo de cosas.

Nunca.

Excepto que se dio cuenta de algo. No se trataba de lo que haría Isobel.

Se trataba de lo que haría Helania. Y el hecho de que no pudiera ser fuerte y


ser compañera instantánea con dos personas que aún no conocía, esto no
significaba que hubiera reprobado algún tipo de prueba. Tampoco era una
condena moral de su naturaleza tímida.

Cuando la pareja llegó a la mesa, respiró hondo. Y luego, con una voz
sorprendentemente tranquila y nivelada, dijo:

―Hola, ¿creo que vamos a comer juntos? Soy Helania.

Con un sentimiento de temor, esperó a ver qué hacían…

La hembra sonrió y se metió en la cabina al otro lado.

―¡Estamos muy felices de conocerte! Soy Paradise, y este es mi hellren, Craeg.


Boone ha hablado muy bien de ti.

260
―Sí ―estuvo de acuerdo el hombre―. Está loco por ti.

Paradise le dio una mirada a su hombre.

―No la hagamos sentir rara…

―Sólo lo digo. ―Craeg se encogió de hombros―. Vamos, Leelan, él es como


yo contigo. Y tampoco hay nada malo en que ella lo sepa.

Paradise miró por encima de la mesa y sonrió.

―Escucha, si acabamos de revelar la tapa de Boone, nos disculparemos con él


más tarde. Pero es verdad. Parecía realmente emocionado cuando nos envió un
mensaje de texto de que vendrías.

―Muchos emoticonos. ―Craeg tomó un trago de su agua―. Y él nunca pone


emoticonos.

Cuando Ruth llegó con el café y algunos menús, Helania sintió que sus ojos
picaban con lágrimas nuevamente. Parpadeando rápidamente, exhaló aliviada…
y feliz.

Mírala. Conociendo gente. Haciendo amigos, posiblemente. Y esperando a un


chico que estaba ‘loco’ por ella.

Con todo, la noche no podría ir mejor.


capitulo w4

261
Cuando los desafilados cuchillos desaparecieron, el arma elegida por el
asaltante hizo un trabajo explosivo. Bueno, el trabajo de corte era más parecido.
No poner demasiado bien una punta en las cosas.

Har-har, har-har resistente.

Y qué sabes, Boone pensó que se sentiría un poco mejor si fuera capaz de hacer
bromas para sí mismo. El hombre humano, por otro lado, se sentía mucho peor,
por muchas razones diferentes. Aunque, dada la forma en que su pecho ya no
subía y bajaba, uno podría suponer que ya no sentía nada.

Terminó muy pronto, pensó Boone mientras retrocedía de su muerte. Pero había
tenido que trabajar rápido, y ahora había mucho desorden que limpiar. Tanto
rojo en la nieve, tanto rojo en la piel del hombre, tanto rojo…

Boone levantó la vista. Todo el callejón sin salida estaba bañado en un


resplandor rojo, la extraña luz iluminaba la pared, la parte posterior de los
edificios, la basura que se había acumulado y había nevado… así como la mujer
que estaba donde Boone la había dejado, agachada, acurrucada, sosteniendo sus
palmas contra sus dos ojos.
Poniéndose de pie, cambió el cuchillo a su otra mano y desenvainó una de sus
armas con la palma de la lucha. La misteriosa iluminación irradiaba desde las
profundidades de las sombras a unos treinta pies de distancia, desde dos puntos
láser:

El olor de un vampiro macho llegó a él en la brisa fría, y Boone frunció el ceño.

―Quien hay ahí. Identifícate o te daré un nombre que no te gustará…

―Duras palabras de un aprendiz.

Boone bajó su arma. Reconoció esa voz. Reconoció el olor, también. Y además,
algo se activó en su mente, algo… que no pudo ubicar del todo.

262
―Muéstrate ―dijo.

La tremenda figura que salió estaba vestida con el mismo tipo de cuero negro
que llevaba Boone. Pero con la luz roja proveniente de lo que parecían ser sus
ojos, no había forma de ver su rostro.

―Buen trabajo. ―El hombre arrastró las palabras―. Podrías ser cirujano. Sin
embargo, la limpieza va a ser una perra.

Boone retrocedió.

―¿Syn?

Un silbido agudo y alto atravesó la noche, el sonido proveniente de varias


manzanas por el callejón en la dirección opuesta.

Al instante, el resplandor rojo se desvaneció, y fue entonces cuando Boone vio


al hombre correctamente: su Mohawk, su rostro duro y áspero, sus anchos
hombros.

―Dame el cuchillo. ―El Bastardo se adelantó―. Rápido.

―¿Qué? ¿Por qué?

―Porque lo digo yo maldita sea. ―Cuando Boone no cumplió, Syn maldijo y


habló más despacio. Como si supusiera que la audición de Boone estuviera
rota―. Dame el cuchillo del humano y ve a atenderla. ¿A menos que pienses que
ella preferiría que fuera yo?
Oh, sí… eso sería un infierno. Sin ofender al Bastardo, pero cualquiera que
acabara de correr por su vida no necesitaba a Syn en su rescate.

Lanzando el cuchillo al Bastardo, Boone se acercó y se arrodilló junto a la


mujer. Ella todavía tenía sus manos cubriendo sus ojos, y Dios… había mucha
sangre debajo de donde estaba en cuclillas.

―Está bien, ahora estás a salvo. ―Enfundó su arma y buscó en los bolsillos―.
Vamos a conseguirte ayuda.

Sacó un cuadrado doblado, arrancó su envoltura de plástico y agitó la manta


Mylar de sus pliegues. Cuando fue a rodear a la víctima, ella gritó y trató de
alejarse de él. Sin sus manos para mantener el equilibrio, cayó sobre la nieve

263
sucia.

―No, no, estás a salvo ahora. ―Le puso la lámina plateada alrededor de los
hombros y la enderezó suavemente―. Aquí. Esto ayudará a conservar el calor de
tu cuerpo.

Boone sostuvo la manta en su lugar y miró en dirección a Syn.

Alguien bajaba por el callejón, ¿y con la forma en que Syn estaba de pie sobre
ese cuerpo ensangrentado con un cuchillo en la mano? Sólo podías rezar para
que fuera otro vampiro.

―Jesucristo ―llegó la voz molesta―. ¿Qué demonios hiciste ahora?

―La mierda sucede ―respondió Syn.

―Sabes, en realidad no ocurre cuando no estás involucrado.

Cuando Boone frunció el ceño, reconoció a Balthazar, otro de los Bastardos.


Pero lo que no entendió fue la conversación.

―Hiciste un jodido desastre. ―Balthazar se detuvo al pie del humano.

―Y ahora tenemos que lidiar con ello.

Boone abrió la boca para enfrentarse a la condición del cuerpo similar a un


tamiz, pero Syn lo golpeó con fuerza.
―Mira, el cabrón se lo merecía. Y no finjas que no te tomaste tu tiempo con
ese asesino allí atrás. ¿A menos que, por supuesto, creas que el daño craneal es la
forma de hacer que los lessers regresen al Omega? De lo contrario, me pareció que
lo estabas pasando bien en la fiesta de conmoción cerebral que estabas
organizando…

―No le des la vuelta a esto sobre mí…

―También podrías haber apuñalado a tu presa. Así que trata de no


molestarme por hacer exactamente lo mismo que hiciste.

Boone abrió la boca para dejar las cosas claras, pero ambos lo ignoraron.

264
―Ese… ―Balthazar señaló el cadáver― …es un humano. ¡No explota! ¡Ni se
vuelve polvo! Adiós…

―¿Quién eres tú?

Mientras la discusión sobre el muerto continuaba, la pregunta se hizo


suavemente, y Boone miró a su víctima. La mujer había bajado un poco las manos
y lo miraba con los ojos negros.

―Sólo estoy aquí para ayudarte. ―Se aseguró de colocar su cuerpo para que
no pudiera ver lo que había en medio del callejón―. Necesitamos que te trate un
médico…

―No ―susurró.

―Estás sangrando. Internamente.

―¿De dónde vienes? ¿Es esto un sueño?

Boone sacó su teléfono y colocó un código en el texto grupal de las personas


en servicio durante la noche.

―Haré que alguien venga aquí.

―¡No! ―Ella se apartó―. No quiero ir al hospital.

―No es una ambulancia humana. No te preocupes.

―¿Humana…?
Joder, pensó Boone.

―Escucha, quédate conmigo ―dijo mientras volvía a colocar la manta


Mylar―. Necesitas mantenerte consciente.

―No me ha respondido.

Cuando la mitad masculina de la pareja frente a Helania puso su móvil boca


abajo en la mesa de la cabina, sintió la necesidad de volver a salir. Las doce y

265
media, casi… y no encontraban a Boone por ninguna parte.

Lo único que hizo que esto fuera remotamente soportable fue que parecía que
también había dejado plantados a sus amigos. Durante treinta minutos. Y
contando.

―Bueno ―dijo Paradise mientras se recostaba en su banco―. Estoy muerta de


hambre. ¿Qué tal si ordenamos y esperamos que aparezca?

―Funciona para mí. ―Craeg abrió un menú―. El frío me da hambre. Además,


¿alguien más está oliendo las hamburguesas con queso?

Mientras la mujer miraba expectante a través de la mesa, Helania no estaba


segura de qué hacer.

―¿Hay alguna posibilidad de que Boone pueda salir lastimado?

¿Aunque dado que él le había dicho que estaba fuera de rotación?


Probablemente no estaba buscando atención médica por una herida de guerra.

―¿Quieres decir herido por estar en el campo? ―dijo Craeg desde detrás de
la imagen laminada de un sándwich Reuben y un trozo de pastel, la primera
página del menú―. No tienes que preocuparte por eso. Todos estamos equipados
con localizadores cuando estamos participando. Pero él está fuera de rotación.
Estará aquí en cualquier momento. Lo sé.

Bueno, al menos sabía que no le había mentido sobre eso.


Paradise asintió.

―Creo que Craeg tiene razón. Ordenemos y sigamos con nuestros asuntos.
Aparecerá. ¿Qué dices, Helania? ¿Comes con nosotros?

La sensación de que no podía respirar la invadió y volvió a mirar por la


ventana. Excepto que cuando abrió la boca para decir no-gracias, Ruth se acercó
a ellos.

―¿Todavía estáis esperando a uno más? ―dijo la camarera―. ¿Queréis un


poco de café para pasar el tiempo? Me rechazasteis la última vez, pero me siento
afortunada esta noche.

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―En realidad, estoy listo para ordenar. ―Craeg dejó su menú―. Pero las
mujeres primero.

―Bueno, ahora hay un caballero. ―Ruth le guiñó un ojo y sacó su libreta de


pedidos―. ¿Quién quiere qué?

Todos miraron a Helania.

Respiró hondo y se imaginó a sí misma volviendo sola a su apartamento. Para


sentarse y esperar. Y ver qué había pasado con Boone.

Aclarando su garganta, empujó la taza de café sin tocar al centro de la mesa.

―Prefiero un poco de chocolate caliente. Creo que debería haber pensado en


eso antes de tomar el café. Y me gustaría dos huevos poco hechos con tostadas
blancas y tocino, una orden doble de tocino.

―Te quitaré ese café de las manos ―dijo Craeg.

―Está frío ―advirtió Helania.

―La cafeína es la cafeína.

Helania sonrió débilmente y empujó la taza más lejos en su dirección.

―Tienen crema y azúcar, si quieres.

―Pero ninguna de esas cosas raras ―intervino Ruth.


Mientras la camarera revisaba su discurso sobre los males de las alternativas
lácteas, Helania se preguntó de qué iba a hablar con los amigos de Boone. Y
cuando otra pareja se acomodó en la siguiente cabina y se rio a carcajadas, su
antiguo miedo a no poder escuchar adecuadamente regresó.

Labios, se dijo a sí misma. Ella siempre podía leer sus labios.

Mientras Paradise y Craeg ordenaban, ella resistió el impulso de limpiarse la


frente. Debajo de la mesa, su talón comenzó a rebotar y sus palmas sudaron…

―Entonces, háblanos de cómo os conocisteis ―dijo Paradise―. Boone siempre


está muy callado y queremos detalles.

267
Helania parpadeó y se sacudió de vuelta a la atención. Ruth se había ido, los
menús despejados, y Craeg había terminado a medio camino la taza de café negro
y frío.

―Ah… ―La idea de pasar por todo lo relacionado con su hermana y la mujer
asesinada empeoró su malestar estomacal―. En el Revyval Pyre.

―Oh, ese club. ―Paradise conectó un brazo a través del de ella―. No sabía
que a Boone le gustaran ese tipo de cosas. En su mayoría se queda sólo, pero uno
pensaría que surgiría. Por otra parte, a pesar de que resulta que estamos
emparentados, nunca lo conocí antes. Se mantuvo alejado de la sociedad.

―¿Tú también eres una aristócrata? ―espetó Helania.

La mujer se echó a reír y retiró el cuello de su forro polar.

―Difícil de creer, ¿verdad?

No si pasas por esos pómulos, pensó Helania.

―Boone y yo somos como primos cuartos o algo así. ―La hembra se encogió
de hombros―. Pero entonces todos están relacionados entre sí, ¿verdad?

―Yo también soy callada. ―Helania se sonrojó y se preguntó por qué sentía
la necesidad de mencionarlo―. En caso de que no lo hayas notado.

Craeg habló.

―Nada de malo con eso.


―Estoy de acuerdo ―agregó Paradise.

Helania miró a sus hombros relajados y sus rostros abiertos y acogedores.

―¿Cómo os conocisteis?

―Ambos nos unimos al programa de entrenamiento ―dijo Paradise―. Pero


incluso antes de que lo hiciéramos, tan pronto como él cruzó la puerta… Supe
que era el indicado para mí.

―Lo mismo por aquí ―acordó Craeg―. Y escucha, no te preocupes por esta
cosa de llegar tarde. Boone es un tipo de pie. Siempre hace lo correcto, aparece
cuando dice que lo hará, se toma en serio la responsabilidad y los compromisos.

268
Paradise asintió.

―Está bien. Es uno de los hombres más fiables que conozco.


capitulo w5

269
De pie bajo el resplandor de las luces traseras rojas de la camioneta quirúrgica,
Boone miró las puertas cerradas de la parte trasera del RV como si tuvieran la
respuesta al universo. El Dr. Manello había aceptado tratar a la mujer humana, y
para evitar llamar demasiado la atención sobre las grandes manchas de lodo en
ese callejón, Boone la recogió y la llevó cuatro manzanas para que la examinaran.

Con lo cual el buen doctor la había ayudado a entrar en la parte de atrás de


tratamiento y silenció las cosas.

Observando el agotado levantamiento a través del resplandor rojo le recordó


cuando el pequeño truco ocular de Syn le había convertido completamente en
Freddy Krueger. ¿Quién sabía que los ojos de un vampiro podrían hacer eso? Por
otra parte, había todo tipo de subespecies en el mundo.

Tal vez el macho tenía algo más mezclado en sus venas. Quién sabe. Pero había
un problema más acuciante con ese Bastardo, y no sólo el hecho de que, por
alguna razón inexplicable, Syn había decidido culpar al hombre humano muerto
allí en la nieve.

Lo cual era algo que Boone había intentado rectificar en el callejón. Sin
embargo, Syn acababa de hablar sobre él, y luego las cosas tuvieron que
resolverse con la víctima. Pero esa mala distribución de la castración y otras
diversiones y juegos iba a ser tratada.

De vuelta a Syn. Cuando apareció el Bastardo en el callejón, la memoria de


Boone se había disparado con una conexión hecha, pero no había juntado los
disparadores mentales. Ahora lo recordaba. Anoche, cuando había ido a Pyre
para buscar, leer, cuidar…

Helania, había sentido una presencia en la multitud que reconoció, pero no


pudo identificar de inmediato.

Había sido Syn. Estaba absolutamente seguro de ello.

270
Y ordinariamente, eso no hubiera sido gran cosa. El Bastardo podría haber sido
un guerrero de sangre completa, pero eso no significaba que no pudiera
desahogarse con algunos humanos. Otros miembros de la especie iban allí. Sólo
que era… ¿Por qué no se lo había mencionado a Butch en el texto grupal que
incluía a todos? El Hermano había estado actualizando a todos con la
investigación y había preguntado específicamente si alguien había estado en el
Revyval Pyre.

Quizás Syn no había visto el mensaje, sin embargo. ¿O había tenido una
conversación en privado?

Las puertas traseras del RV quirúrgico se abrieron y el Dr. Manello bajó a la


nieve. Después de cerrar las puertas, sacudió la cabeza hacia Boone.

―¿Puedo preguntarte algo? ―preguntó el hombre.

―¿Sí?

―¿Atrapaste al bastardo que le hizo eso?

―Lo hice. Y me ocupé de las cosas.

―Gracias joder. Porque esa pobre chica… ―El médico sacudió la cabeza―.
Está en mal estado. En este momento le estoy dando una vía intravenosa para
reemplazar los líquidos y ponerle algunos antibióticos. La cosí cuando fue
necesario, pero va a necesitar un seguimiento con un médico para que los retiren.
Y más inmediatamente, no creo que tenga un lugar seguro a donde ir y no
podemos dejarla aquí.

―¿Qué estás sugiriendo?

―No lo sé. ―El doctor miró las puertas cerradas―. Regresaré. Te avisaré
cuando pueda tener una visita, y tú, o alguien más, tendrá que borrar sus
recuerdos.

Cuán lejos llegaría, se preguntó Boone cuando el médico volvió a entrar en el


RV.

Boone todavía estaba de pie en las luces traseras cuando fuertes pisadas le

271
hicieron girar la cabeza. Syn avanzaba hacia él, las pesadas piernas del guerrero
se comían la distancia.

―El desastre se ha ido ―anunció.

―¿Qué hiciste con el cuerpo?

―Lo envolvimos y lo sacamos de allí. Comenzamos un incendio en la basura


sobre la sangre en la nieve. Pero a nadie le importará una mierda...

―¿Por qué me cubriste? ―exigió Boone―. Y luego no me dejaste hablar.

Syn cruzó los brazos sobre el pecho y hubo un período de silencio. Justo
cuando Boone estaba a punto de preguntar de nuevo, el bastardo asintió sobre
su hombro en dirección a donde habían sucedido las cosas.

―Cuán a menudo haces eso.

No era una pregunta. Y a pesar de que Boone sabía qué estaba preguntando el
hombre, dijo:

―Cantar villancicos a pleno pulmón ―espetó Syn―. ¿De qué coño crees que
estoy hablando?

Boone miró hacia otro lado. En verdad, reconoció que lo que había hecho con
ese asaltante fue ir demasiado lejos, y eso era sólo una parte del problema. La
realidad de que no podría haberse detenido era un problema aún mayor.

Sin embargo, no estaba dispuesto a hablar de todo eso.


―Lo maté. Le salvé la vida y eliminé a su asaltante…

―Inhabilitaste al hijo de puta y luego lo castraste mientras aún estaba vivo. Y


luego comenzaste a cortar trozos de él hasta que murió.

―Balthazar hizo lo mismo. Tú mismo lo dijiste.

―Ni siquiera se acerca. Jugó con un asesino. Tú, por otro lado, infligiste dolor
de manera deliberada.

―Cortando los cabellos.

―¿Eso crees? Tenías una víctima esperando ayuda, y aún tenías que soportar

272
el sufrimiento, ¿verdad? A pesar de que necesitaba atención médica, sólo tenías
que obtener esa liberación o el rugido dentro de tu cuerpo te destruiría. ¿Tengo
razón?

De nuevo, no era una pregunta. Y Boone se dio cuenta de que cualquiera de


los hermanos podía aparecer de la nada en cualquier momento.

Boone se maldijo a sí mismo. Por lo que había hecho. Por el hecho de que el
bastardo parecía estar caminando dentro del cráneo de Boone.

La voz de Syn bajó de volumen, los tonos profundos casi seductores.

―Cuando saliste al campo esta noche, aunque se supone que no debes estar
aquí, habrías seguido hasta que encontraras algo con lo que jugar. Hasta que te
sacaras el veneno. Hasta que apagaste tu sed de derramamiento de sangre.

Con un giro lento, Boone se volvió hacia Syn.

―¿Cómo sabes tanto sobre esto…?

El cambio en el bastardo fue instantáneo. Desapareció la mirada sabia de


serpiente, como si nunca hubiera existido.

―Sólo te estoy dando retroalimentación sobre tu rendimiento ―dijo Syn


secamente―. ¿No es eso lo que se supone que debemos hacer con vosotros, los
alumnos?

Gilipolleces, pensó Boone. Sabes exactamente lo que estaba haciendo en ese callejón.
Y tus ojos se iluminaron porque sabes lo bien que se siente tener algo a tu merced.
Una repentina sensación de temor se apoderó de Boone.

―¿Alguna vez has estado en Revyval Pyre?

La expresión del guerrero no cambió. Y su cuerpo no se movió. Y sus ojos no


parpadearon en lo más mínimo.

―No ―dijo de manera uniforme―. No, no he estado allí.

Helania estaba de vuelta en su apartamento, sentada en su pequeña mesa de

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cocina en su pijama, su portátil abierto y copias impresas del trabajo desplegadas
frente a ella. No es que estuviera haciendo mucha edición. Había estado en esta
silla, mirando al espacio, ¿durante cuánto tiempo ahora?

Dos horas. Eran poco más de las cuatro de la mañana.

Después de una comida bastante agradable en The 24 Hr. Cena, había dejado a
Paradise y Craeg en el estacionamiento trasero alrededor de la una y media.
Materializándose en casa, había quitado una carga de su sofá y acunó su teléfono
en las palmas de sus manos como si fuera una bola de cristal, para luego decirle
qué le deparaba el futuro.

Después de aproximadamente media hora de esas tonterías, se había obligado


a levantarse, cambiarse y mudarse aquí. Como si esto fuera mucho más
productivo, sus papeles yacían intactos sobre la mesa, su protector de pantalla
escupía burbujas sobre el documento de Word en el que debería haber estado
escribiendo, su trasero estaba adormecido.

Con un estiramiento, miró hacia su puerta como si eso enviara vibraciones al


universo de que alguien necesitaba atravesarla. Y no, no estaba hablando de la
vieja escuela Avon.

Esa capa negra que colgaba con sus otras chaquetas junto a la salida era un
recordatorio de la distracción de su verdadero propósito. El tiempo perdido. El
neutral en el que se había permitido caer.
Todo por culpa de Boone. Y aun así, no había sabido nada de él.

Echó la silla hacia atrás y se llevó las manos al estómago. Había comido
demasiado en el restaurante, pero dado que no podía recordar cuándo fue su
última comida anterior, probablemente no tenía que preocuparse por las calorías.
Además, no parecía que alguien la estuviera viendo desnuda esta noche.

Querida Virgen Escriba, ¿dónde estaba Boone? ¿Qué le había pasado…?

Su teléfono comenzó a sonar, la vibración lo envió a un pequeño paseo junto


a su portátil, e instantáneamente, su mano se soltó para agarrar la cosa. Cuando
vio quién era, exhaló una suave maldición.

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―Boone…

―Helania, lo siento mucho. ―Su voz por la conexión era lo mejor que había
escuchado―. No quise perderme la cena…

―¿Estás bien…?

―…Pero tuve que lidiar con una emergencia…

―…todo lo que me importa es…

―…estoy bien.

―…que estás bien.

Ambos terminaron ahí y respiraron profundamente al mismo tiempo.

El alivio fue sorprendente, ya que inundó el cuerpo de Helania, aflojándole los


músculos, su cabeza nadando de tal manera que se mareó: lo había matado. Tal
vez estaba al lado de un camino resbaladizo e invernal. O en el centro en un
callejón. O en el suelo de su baño, la cabeza golpeada en el borde de una bañera
de porcelana.

La muerte llegaba de muchas formas, y después de la pérdida de Isobel,


Helania estaba preocupada de que el destino maldijera a cualquiera que amara.

Preocupada, se corrigió. No podría amarlo tan rápido… ¿verdad?


―Muchas gracias por llamarme. ―Se frotó la cabeza dolorida―. Estaba
realmente preocupada por ti.

―¿Puedo ir a verte? ―preguntó―. No tengo que quedarme el día, sólo…

―Sí, por favor. Me encantaría ver… ―El golpe en la puerta fue una sorpresa,
y se dio la vuelta―. ¿Eres tú?

―Sí ―dijo, su voz provenía tanto de la conexión telefónica como del delgado
panel.

Helania tiró su teléfono, se apresuró y abrió la cosa. Ni siquiera se molestó en


mirarlo. Sólo fue directamente contra su cuerpo, y él hizo lo mismo, sus brazos

275
se dispararon y la abrazaron con fuerza.

Olía a ducha reciente, y su ropa era informal, como lo había sido la noche
anterior, no es que a ella le importara lo más mínimo su guardarropa. Lo único
que importaba era la forma en que su corazón latía uniformemente en su amplio
pecho, su pulso fuerte. Sano. Vivo.

―Aquí, entremos ―comentó mientras los trasladaba a su apartamento.

Cuando Boone cerró la puerta y cerró la cosa detrás de ellos, ella puso sus
manos en sus mejillas. El rubor que la atravesó la mareó, y se acercó y se sentó en
el sofá. Bajando la cabeza entre sus rodillas, sus mocasines entraron en su campo
de visión cuando se encontró con ella.

―¿Estás bien? ―preguntó.

―Por favor, no lo tomes a mal, pero me preocupaba que estuvieras muerto.


―Ella sacudió su cabeza―. Sí, me doy cuenta de que eso suena loco…

―Lo siento mucho. ―Sus rodillas crujieron cuando se puso de rodillas―.


Quedé atrapado en algo en el campo que necesitaba ver. Llamé tan pronto como
pude.

Helania levantó los ojos y luego le rozó el rostro con la mano.

―¿Qué pasó?
―Fue horrible. ―Cambió y se sentó a su lado entre todas las almohadas
bordadas―. Mujer humana. Mal herida. Estaba en el centro y ella se cruzó en mi
camino. No quería involucrarme, realmente no lo hacía, pero luego ese tipo salió
detrás de ella, persiguiéndola con un cuchillo. No podía dejarlo ir.

―¿La salvaste?

―Lo hice. Y después… resolví… las cosas con el hombre humano, la llevé con
el cirujano de la Hermandad. Terminaron llevándola de regreso al centro de
entrenamiento, pero no puede quedarse allí por mucho tiempo. Creo que están
explorando opciones en el mundo humano para ella y, con suerte, la llevarán a
una casa entre medias. Mientras sus recuerdos sean bien borrados, no tendrá

276
ningún recuerdo de la especie, y al menos parte del trauma que sufrió.

Helania tomó su mano.

―Es tan afortunada por toparse contigo. ¿Qué hiciste con el hombre? ¿Lo
entregaste a la policía?

―Ya no será un problema para ella. Eso es todo lo que importa. ―Helania
parpadeó cuando asimiló lo que quería decir.

―Bueno… Supongo que sería difícil denunciar el crimen.

―Se complicó y hay reglas contra la interacción con humanos. Pero no podía
dejarlo ir. Alguien necesitaba ayudarla.

Helania pensó en lo que Craeg y Paradise habían dicho sobre él, que siempre
hacía lo correcto.

―Me alegra que hayas dado un paso adelante. ―Sonrió―. Te extrañamos en


la comida, pero estabas donde necesitabas estar.

―No quise decepcionarte ―comentó con gravedad―. O hacer que te


preocuparas.

―Todo está mejor ahora. Mientras estés bien.

Mientras se miraban el uno al otro, Helania se dio cuenta de una


profundización de su conexión, un fortalecimiento del vínculo que había sido
instantáneo y algo inexplicable. Y sin embargo, ninguno de ellos reconoció el
momento profundo.

Era demasiado pronto para que se pronunciaran las palabras. Demasiado


aterrador. Y, sin embargo, lo que estaba sucediendo era muy real, y tal vez por
eso ambos se quedaron en silencio. Si encontraras un tesoro, no querrías hacer
brillar una luz demasiado brillante hasta que estuvieras seguro de que no ibas a
ser asaltado.

La autoprotección, después de todo, tomaba muchas formas, y no todas eran


cobardes.

Con un murmullo de algo dulce y suave, Boone la atrajo contra su pecho, y sus

277
pesados brazos estuvieron muy bien envueltos alrededor de sus hombros y
cintura.

―¿Te divertiste con Craeg y Paradise? Son muy buenas personas.

―Sabes, en realidad lo hice. Quiero decir, estoy oxidada para entablar


conversación, pero incluso para mí, fueron realmente muy abiertos.

―¿De qué hablasteis?

Echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.

―Craeg dice que eres salvaje para mí.

La sonrisa sensual que estiró la boca de Boone tenía grandes planes escritos
por todas partes. Y no en un sentido conversacional.

―Lo hizo.

―¿Lo eres?

―Bueno, si recuerdas ayer… ―Su mano ancha acarició la curva de su


cintura―. Creo que ‘salvaje’ parece bastante preciso.

―Mmmm… ―Ella se concentró en su boca―. Sí, si la memoria no me falla,


creo que eso lo cubre, pero es posible que debas recordármelo.

―El gusto es mío.


Cuando dejó caer su boca sobre la de ella y la besó, sabía a pasta de dientes y
respiró hondo para poder oler su afeitado. La idea de que se hubiera encargado
de limpiarse antes de venir la hizo sonreír.

―¿Te importaría si fuéramos a un lugar más plano? ―indicó con esa sonrisa
sexy suya―. ¿Y desnudos?

Poniéndose de pie, fue golpeada con la desesperada necesidad de estar con él


y lo sacó del sofá con un tirón.

―Démonos prisa.

―Me gusta tu actitud.

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En su habitación, se apresuró a sentarse al pie de su colchón, y luego se quitó
la camiseta. Antes de que pudiera trabajar en sus calzoncillos, Boone se arrodilló
entre sus rodillas y la frenó.

―Permíteme ayudarte.

Cuando se movió para besarla, ella envolvió sus brazos alrededor de sus
grandes hombros y levantó sus caderas.

―Sólo quiero estar desnuda contigo.

El gruñido que surgió de su garganta fue tan satisfactorio, y no perdió el


tiempo en tirar de esos bóxers por sus piernas y sus pies. Luego, sus manos
grandes y callosas acariciaron sus muslos mientras continuaba besándola, su
lengua burlándose y retirándose, poniéndola más caliente. De hecho, todo
parecía intensificado, cada cambio de su cuerpo, cada punto de contacto, y
ciertamente cada lamida de esa lengua suya.

Recostada sobre el colchón, esperaba que él fuera con ella para que pudieran
ponerse manos a la obra. No lo hizo. Asomándose por encima de ella, sus manos
se deslizaron sobre sus senos, apretándolos y manteniéndolos en su lugar para
que las puntas casi se encontraran. Su boca alternaba entre sus hipersensibles e
hinchados pezones, chupando, lamiendo y…

La liberación que la atravesó fue un shock y levantó la cabeza mientras gemía.


Mientras tanto, Boone la miró por encima de la hinchazón de sus senos, los
párpados bajos, los colmillos descendidos, los hombros enormes bloqueando la
vista de la habitación exterior detrás de él.

―Eso es ―dijo con voz ronca―, córrete para mí.

La visión de su lengua rosada que se extendía hacia abajo y rodeaba su


apretado y brillante pezón rosa fue suficiente para dejarla cautiva de nuevo. Dios,
no tenía ni idea de dónde venía su respuesta y realmente no le importaba. Tal
vez era porque ya habían hecho esto varias veces el día anterior y sus inhibiciones
habían disminuido. Tal vez era porque la había despertado como mujer.

Tal vez era sólo porque él era tan caliente como el infierno y la deseaba tanto

279
como ella a él.

Cuando Boone finalmente le soltó los senos, estaba segura de que la iba a
montar, y estaba muy lista. Tan increíble como habían sido sus liberaciones, lo
quería dentro suyo con una avaricia que era tan impactante como lo había sido
ese primer orgasmo pícaro.

Excepto… no.

No subió más alto sobre ella. Bajó más abajo.

Mucho más bajo.

Sus manos se cerraron sobre sus caderas mientras sus labios besaban un
camino hacia sus costillas… su vientre… su ombligo…

Cuando se dio cuenta de hacia dónde se dirigía, sus piernas se balancearon


con impaciencia, y se arqueó de nuevo sobre el colchón, su cabeza giró hacia un
lado para poder mirar. Pero maldición, había momentos para burlarse,
engatusar, construir sensualmente la anticipación. Este no era uno de ellos. Y rezó
para que él lo supiera de alguna manera.

Esta noche, ella no estaba jugando. Su hambre era demasiado fuerte. Boone
acarició una de sus piernas y luego la movió hacia un lado, abriéndola.

―Helania…
Sin preámbulo. Gracias a la Virgen Escriba. Entró, adorando su núcleo con su
boca, absorbiendo su sexo y lamiendo profundamente su núcleo. Se vino de
nuevo inmediatamente, gritando su nombre, apretando el edredón debajo de
ella, retorciendo su cuerpo por el placer. Y mientras se retorcía contra su rostro,
él tomó todo lo que tenía para darle, la sensación resbaladiza de su lengua, su
aliento caliente, su atención incesante, sacudiendo su mundo.

Cerrando los ojos, Helania jadeó y gimió. Luego tuvo que abrir los párpados
y mirarlo de nuevo.

Como si supiera que lo estaba mirando con asombro y calor, deliberadamente


lamió su centro mientras la miraba fijamente, su lengua rosa y sus colmillos

280
blancos y brillantes descendieron de una manera que nunca iba a olvidar.

¿Pero qué pasaba con él? Él necesitaba…

Todo pensamiento abandonó su mente cuando otra liberación se disparó a


travesándola, su pelvis onduló creando fricción contra su boca y magnificando
todo.

Boone podría no haber sido objeto de burlas, pero seguro que se tomaba su
tiempo con todo. Parecía contento de pasar lo que quedaba de la noche y todo el
día venidero justo donde estaba, el ronroneo que estaba haciendo en su garganta
sugería que estaba disfrutando esto tanto como ella.

Pero finalmente se enderezó, sus manos yendo a su cremallera.

―Oh Dios… sí… ―dijo ella. Y se habría sentado para ayudarlo, pero estaba
completamente sin huesos, su cuerpo a la vez totalmente saciado y listo para más.

Lo siguiente que sintió fue su dura y ardiente longitud penetrando en ella. Y


no hubo nada más que necesitara para volver al límite. Incluso cuando él
comenzó a moverse, ella ya estaba allí: las sensaciones la atravesaron y luego
aumentaron aún más cuando él comenzó a bombear, y tuvo un espectáculo
increíble cuando él barrió su suéter y su camisa sobre su cabeza, su pecho y los
brazos pesados en exhibición cuando la última de sus ropas desapareció.

Ahora la sostenía por las caderas de nuevo, tirando de ella, empujándola a un


ritmo similar al de sus empujes. Los golpes aumentaron hasta que sus senos se
sacudían de un lado a otro, sus puntas ultrasensibles con los ecos del sexo que
estaban teniendo seguro como si él la estuviera tocando a través de esa conexión
de abajo.

Los ojos de Boone estaban ardiendo, y sus colmillos destellaron cuando de


repente se echó hacia atrás y se clavó en ella. La fuerza de su orgasmo fue tan
grande, que los cordones de los músculos que le recorrían los hombros hasta el
cuello sobresalían con un gran alivio, las gruesas venas saltaban, el poder en su
cuerpo activado al servicio del suyo.

Boone era completamente magnífico.

Y no dejó de llenarla.

281
Por mucho, mucho tiempo.
capitulo w6

282
―Tengo que decir ―murmuró Helania―, que la noche terminó incluso mejor
de lo que imaginaba.

Cuando la hembra de Boone se acurrucó más cerca de él, sonrió. Estaban


acostados desnudos en su pequeña cama, ella tendida sobre su pecho, sus
cuerpos arrojando tanto calor que las mantas eran impensables, a pesar del hecho
de que finalmente se habían derrumbado por el sexo hacía más de una hora.

El aroma de las especias oscuras era espeso en el aire y se preguntó si ella lo


habría notado.

La vinculación masculina no era algo sutil. Sin embargo, sabía que había
muchas cosas sin decir entre ellos, nada malo; por el contrario, sólo cosas que
parecían demasiado buenas para ser verdad.

―Sabes ―murmuró―, tengo que estar de acuerdo contigo. Hubo muchos


finales en ambos lados…

Habían hecho el amor por Dios, sólo sabían por cuánto tiempo, y hablaban
calientes y pesados. Por alguna razón, tal vez por el estrés que habían sufrido y
la liberación de toda esa energía acumulada, la sesión había sido una maratón.
Hasta el punto en que estaba preocupado de haberla irritado.
Y luego había otro problema. Limpiar.

―Deberíamos… ―Se aclaró la garganta―. He hecho un desastre por todos


lados.

La risa baja y sexy de Helania lo hizo sentir como el Hombre del Año.

―No es un desastre. Y la mayor parte está dentro de mí, donde puede


quedarse.

Él sonrió tan ampliamente que le dolieron las mejillas.

―Eres fabulosa. Lo sé… Sé que suena como a un guion, pero no lo es. Me


pones de rodillas y me levantas al mismo tiempo. Es la definición de magia.

283
―Diría que estamos bien juntos. ―Bostezó tanto que se le quebró la
mandíbula―. Muy bien.

Boone besó la parte superior de su cabeza mientras ambos callaban. Un


momento después, ella gimió y rodó lejos de él, acostada sobre el colchón a su
lado.

―¿Necesitas más espacio? ―preguntó mientras se movía.

―Creo que dejé la calefacción demasiado alta. Espera.

Cuando se puso de pie y caminó hacia el termostato en la pared, él admiró la


vista de sus hombros, su cintura… su hermosa mitad inferior… y recordó cuando
había estado arrodillado entre sus piernas, haciéndole el amor con su boca. Se
había tomado su tiempo, y no podía esperar para volver allí. Para darle placer,
oírla decir su nombre de esa manera ronca, sentir su lugar más íntimo contra sus
labios… Todo lo que quería era volver a esa experiencia.

―Sólo está a setenta ―comentó con confusión en su voz―. Supongo que


creamos nuestro propio calor.

―Puedes decir eso otra vez.

Cuando se dio la vuelta, sus ojos se posaron en sus senos. Sus pezones eran de
un color rosa intenso y muy pronunciados, las puntas sobresalían de sus
cremosas olas, el balanceo de su cuerpo mientras caminaba hacia él provocaba
que se movieran.

El deseo lamió su pelvis nuevamente, su pene saltó en respuesta. Pero por


mucho que quisiera estar con ella otra vez, el resto de su cuerpo estaba gastado.

Helania se detuvo a un lado de la cama y miró su excitación.

―No tomes esto de manera incorrecta, pero ¿cómo estás ya…?

―¿Duro? ―dijo arrastrando las palabras―. Es justo lo que me haces.

Aunque en realidad, tampoco podía creer que estuviera erecto de nuevo. Y

284
luego, de repente, ya no estaba preocupado por su resistencia: Helania se levantó
sobre él, sus suaves muslos extendiéndose sobre sus caderas, su núcleo flotando
justo por encima de su excitación.

―Sé honesto ―dijo mientras ponía sus manos a cada lado de su torso―. Y
puedes decirme que no si no quieres…

―Nunca no querré estar contigo ―gimió, su pelvis rodando, su bien usado


pene rogando por más atención.

―Si hago el trabajo…

―Por favor, fóllame. ―Se mordió el labio inferior con uno de sus colmillos y
se arqueó―. Lo suplicaré. Te lo suplicaré por…

Inclinándose hacia él, besó su boca.

―No hay necesidad de eso.

Sus manos fueron a su excitación y ella lo levantó. Cuando bajó su cuerpo


hacia él, comenzaron a moverse juntos, el sexo se reanudó como si no hubieran
estado en eso durante dos horas seguidas. Y por alguna loca razón, no duró
mucho. Tampoco ella.

Fue el mejor tipo de locura, ¿no?

Después de que ella se derrumbara sobre su pecho nuevamente, respiraron


juntos un poco y luego se deslizó fuera de él, rodando sobre su espalda una vez
más. Al acercarse, se aseguró de que tuviera espacio tanto en el colchón como en
la almohada, y cuando su mano agarró la suya, él le apretó la palma a cambio.

Y las cosas estuvieron en paz… durante un ratito. Dichoso… durante un


tiempo.

Pero los lobos que le pisaban los talones finalmente regresaron a él, la realidad
se entrometió en el espacio sagrado con Helania a toda prisa, como si le hubiera
molestado ser bloqueado por la pasión: la muerte de su padre. La amante de su
padre. El testamento de su padre. Y tantas otras cosas.

Cerrando los ojos, decidió no pensar en lo que había sucedido en la Casa de


Audiencias. O sobre esa mujer que había salvado en ese callejón. O lo que le había

285
hecho a ese hombre, que reconoció que había sido completamente inapropiado,
y que nunca volvería a hacer lo mismo.

Y luego estaba Syn…

Resoluciones a lo contrario, Boone rápidamente se convirtió en un cable vivo


debajo de su piel, el estrés de todo disparó su adrenalina en una nueva oleada,
como si la tranquilidad y la calma de la habitación de Helania fueran el suelo
superior que ayudaba a que creciera una planta venenosa.

Pero FFS, pensarías que todos esos orgasmos le habrían drenado


completamente la energía. Por otra parte, había tenido sangre de la vena de esa
Elegida cuando había sido herido en el campo. Se sabía que eso le daba una
súper-fuerza masculina…

―Así que contacté a los amigos de Isobel ―murmuró Helania.

Los párpados de Boone volvieron a abrirse y volvió la cabeza sobre la


almohada.

―¿Lo hiciste?

―En Facebook. Encontré la página de la mujer que vino aquí para hablarme
sobre Isobel, con la que yo… enterré a mi hermana. De todos modos, le envié un
mensaje privado. Y luego decidí, ¿por qué parar allí? Golpeé a todos los que
dejaron un homenaje a mi hermana.
―¿Alguno de ellos te respondió?

―Algunos lo hicieron. ―Hubo una pausa―. Les pregunté a todos sobre el


novio. Un nombre. Datos de contacto. Posible ubicación.

Boone obligó a su voz a mantenerse nivelada.

―¿Alguno de ellos lo conoció?

―No. Habían oído hablar de él, pero nadie lo conocía o lo había conocido.
―Hubo una pausa―. Y nadie lo ha visto ni tenido noticias suyas desde entonces.

Boone trató de guardar su maldición para sí mismo.

286
―Quizás haya una explicación razonable.

―Realmente solía pensar que la había ―suspiró―. Pero si hubiera sido


abusivo… ¿Simplemente no sé por qué Isobel me habría mentido? Y sé lo que vi
aquí en este apartamento. Viví con ella toda mi vida, podía leerla mejor que
nadie. Estaba feliz.

Todo lo que Boone pudo hacer fue sacudir la cabeza. Quería dar una vuelta
cuidadosa sobre el tema de ese novio por respeto a ella y a Isobel, pero maldición,
sus campanas de advertencia estaban sonando: incluso si su hermana había sido
feliz, los hombres a veces explotaban. Hola… él mismo lo hizo esta noche en ese
callejón.

―Tenemos que seguir cavando ―comentó―. ¿Y la mujer que vino a verte?


¿Respondió?

―No. Aún no. Y al igual que con muchas personas en la especie, claramente
está usando un seudónimo. Así que no sé cuál es su verdadero nombre.

Cuando un escalofrío la atravesó, él levantó la cabeza y miró el edredón que


había sido arrojado al suelo.

―¿Tienes frío?

―No sé lo que siento ―dijo con cansancio―. Lo que sí sé con certeza es que
me alegro de que estés aquí.

Boone le acarició el brazo.


―Yo también. Me alegro de estar aquí también.

Estuvieron en silencio durante un rato, y Boone pasó el tiempo intentando


controlar la contracción de los músculos de sus muslos. Y sus piernas no eran lo
único que despertaba. Estaba totalmente erecto de nuevo, su excitación se tensó,
su sangre se espesó en sus venas. Pero lo que sea, el Sr. Feliz allí abajo podría
joder las ideas brillantes. El sexo era lo último en la mente de Boone, incluso si
era lo primero en la agenda de su libido. Había agotado a su hembra lo suficiente
y, con suerte, con las bendiciones de la Virgen Escriba, tendrían muchos días y
noches juntos que esperar.

―A tus amigos realmente les gustas mucho ―dijo.

287
―También me gustan mucho. ―Trató de concentrarse en algo… cualquier
cosa―. Deberías conocer a todos los demás en mi clase de aprendices. Al menos
dos veces al mes salimos todos juntos. Descubriré cuándo es la próxima vez y les
avisaré, y me aseguraré de que no me lo pierda.

―Me hace feliz cuando hablas sobre el futuro.

En ese sentido, hubo una tentación de preguntar si podía mudarse, dado que
no tendría un lugar para vivir en catorce días, y luego tal vez podría hacer una
broma sobre cómo sería eso para el futuro. Pero se quedó callado sobre su drama.
Ella ya tenía suficiente…

―¿Te importaría si fuera pobre? ―espetó.

Mientras Helania lo miraba y estaban cara a cara, se dio cuenta de que esa era
la definición misma de charla de almohada.

―No sabía que eras rico ―dijo―. Quiero decir, supuse que eras miembro de
la aristocracia por tu acento, pero realmente no había considerado las
repercusiones financieras.

Él le apretó la mano otra vez.

―¿Lo harías, sin embargo? ¿Te importaría si no tuviera dinero?

―En lo más mínimo. Nunca he sabido lo que es ser rico. Entonces, si no lo


eres, no cambia mi situación en lo más mínimo, y estoy feliz dónde estoy ahora.
Cuando Boone exhaló aliviado, no le sorprendió que su respuesta significara
tanto para él.

―Estoy tan feliz. La mayoría de las hembras en la glymera están más


interesadas en cuentas de gastos y tarjetas de crédito.

―Tu apareamiento arreglado. ―Ella dudó―. ¿Por qué exactamente la mujer


lo rompió?

Como Helania parecía avergonzada de haber preguntado, Boone sonrió con la


esperanza de tranquilizarla de que ningún tema estaba fuera de los límites.

―No fue una cuestión de dinero. Ella estaba enamorada de alguien más. Es

288
por eso. Y adivina qué, él también era un civil. Conocerás a Rochelle algún día.
Ella es notablemente realista considerando de dónde viene, y fue más valiente
que yo cuando realmente contaba. Nos hizo un favor a los dos.

―¿Entonces te habrías emparejado con ella? ―Helania hizo una pausa―. Y


escucha, si me estoy volviendo demasiado personal…

―No tengo nada que esconderte.

Cuando Boone sintió que la cama comenzaba a temblar, miró hacia su cuerpo
desnudo y casi esperaba encontrar que un perro se hubiera colado y estuviera
moviendo la cola contra algo, pero no. Su pie iba y venía sin cesar, seguro como
si estuviera unido al cuerpo de otra persona.

Por fuerza de voluntad, hizo que la cosa se detuviera y luego se centró en lo


que ella le había preguntado.

―En cuanto a mi seguimiento del apareamiento, creo que me sentí… Sabía


que no la amaba, pero dado como es la aristocracia, si me hubiera retirado del
acuerdo, la vergüenza que hubiera caído sobre ella habría sido intensa y
duradera. Nunca habría sido considerada por ningún otro macho para un
apareamiento, y su familia nunca la habría perdonado por la vergüenza social.
Habría arruinado su vida.

―¿Sólo por un arreglo roto? ―Cuando asintió, ella pareció horrorizada.

―Eso es cruel.
―Suficientemente cierto. Pero la buena noticia fue que la saqué de allí. Se lo
dije a mi padre, y a través de mi padre, al resto de la sociedad, que no me
encontraba digno. Era la forma de evitar que las consecuencias cayeran sobre ella.

―¿Pero entonces qué te pasó?

―Bueno, soy un hombre. ―Puso los ojos en blanco―. Así que las reglas son
diferentes. Claro, tomé un poco de mierda por mi francés, excepto que no era
nada comparado con lo que Rochelle habría tenido que enfrentar. No es justo,
pero hay un doble rasero en todo el lugar en la glymera, y generalmente socavan
la libertad y los roles de las hembras.

―Ella debe haber estado muy agradecida por lo que hiciste.

289
―Creo que lo estaba y todavía lo está. Pero quiero decir, no fue culpa suya
que nos pusieran juntos, y tampoco fue mía. Era sólo la situación, y por la
realidad en la que estábamos, preferiría haber sacrificado mi reputación para que
pudiera ser libre de estar con la persona que amaba antes de que la condenaran
a la soltería y la ridiculizaran a cada paso.

Helania sonrió.

―Eso es lo que dijeron tus amigos sobre ti.

―¿Qué?

―Paradise y Craeg dijeron que siempre haces lo correcto.

Cuando se le vino a la mente una imagen del cuerpo ensangrentado y abierto


en rodajas de ese hombre humano, Boone pensó: No todo el tiempo…

―Pero después de que se rompió el acuerdo ―preguntó Helania―, tu padre


no estaba contento, ¿verdad? Ya me dijiste que había problemas en tu relación
con él y asumiría…

―Estaba absolutamente furioso conmigo. Y es por eso que saco el tema del
dinero. En dos semanas, no tendré un lugar para vivir y estaré bastante cerca de
un centavo. Mi padre me sacó de su testamento. Me acabo de enterar.

Helania volvió a levantar la cabeza y tuvo que admirar el rubor en sus mejillas.
Su alta coloración, junto con su cabello rojo y rubio, era tan hermoso que él estaba
asombrado de ella. Y cuanto más la miraba, más lujuria surgía bajo su piel,
merodeando, buscando una salida.

Mientras tanto, todo lo que podía pensar era… los machos realmente eran
cerdos, ¿verdad?

―Simplemente no lo entiendo ―dijo―. ¿Cómo podría un padre desheredar a


su propio hijo en una situación como esa?

―Esa es la glymera para ti. Y había algunas otras cosas también.

Como él, tal vez, posiblemente, no tenía una relación de sangre con Altamere.
Y le habría dado toda esa sórdida historia, pero de repente estaba cansado de

290
hablar de su padre. Se sentía como si el hombre ya hubiera ocupado demasiado
espacio, y además, ¿con su padre muerto y la enmienda del testamento siendo lo
que era? Boone no estaba dispuesto a gastar mucha energía en lo que ahora era
una cosa del pasado.

Helania levantó la cabeza y lo miró.

―¿Fue por eso que fuiste al centro esta noche? ¿Para despejarte la cabeza?

Boone pensó en los ojos rojos de Syn brillando en ese callejón. Además de lo
que él mismo le había hecho a ese humano.

―Sí ―dijo―. Todavía estoy fuera de rotación, pero lo necesitaba… Tenía que
salir y estar sólo un rato. Caminar por las calles. Tomar un poco de aire frío y
limpio. Después de dejar la Casa del Audiencias del Rey, tuve que sacar todo de
mi cabeza, aunque fuera sólo por un momento.

Por supuesto, el mecanismo que mejor funcionó fue matar al agresor de esa
mujer. Y Syn fue demasiado correcto. Boone había necesitado esa liberación antes
de poder confiar en sí mismo para estar cerca de alguien. Incluyendo, si no
especialmente, a su Helania.

―Y de nuevo ―murmuró―, fue cuando estaba caminando por las calles que
me encontré con esa mujer humana.

Helania recostó la cabeza sobre la almohada.

―Como dije antes, tiene suerte de haberte encontrado. Y yo también.


Boone besó la parte superior de la cabeza de Helania y sonrió al techo de su
habitación.

Estuvieron callados durante un tiempo, y ninguno de los dos estuvo quieto. El


cuerpo de Helania seguía moviéndose contra el suyo, como si estuviera en busca
de una posición cómoda y se le negara ese premio, y él estaba igual, inquieto de
esa manera, de esa otra.

Parecía irónico que en medio de su incomodidad mutua, decidiera que


realmente la amaba.

Amaba a Helania.

291
Sí, el momento no era el mejor. Sí, había sucedido rápidamente. Pero cuando
lo sabías… lo sabías. Y el siguiente paso era decírselo a la persona…

Helania dejó escapar un suave ronquido, y cuando pasó un segundo, Boone


volvió a cerrar los ojos y se dijo a sí mismo que hiciera lo mismo. Ya habría tiempo
para revelaciones más tarde. Y tal vez algo francamente romántico, con rosas y
velas.

O tal vez se relajaría y se lo guardaría para sí durante un rato. Como una


semana. Más.

Asumiendo que pudiera mantener su felicidad para sí mismo.

Poco tiempo después, el agotamiento lo reclamó, su conciencia se fue agotando


y fue reemplazada por un denso vacío de pensamiento, emoción y sueños. Pero
cuando cayó de ese acantilado, había una sonrisa en su rostro.

No podía esperar para decirle que la amaba. Y hacerlo correctamente.


capitulo w7

292
Al principio, Boone no sabía qué lo despertó. Ni siquiera estaba seguro de si
se había despertado del sueño. Sintió como si estuviera flotando, todo borroso y
muy lejos, donde su cuerpo era más éter que sustancia a la manera de un paisaje
onírico. Y sin embargo, algo era muy, muy real en medio de la bruma…

Su nombre. A través de una conciencia vaga y cambiante, podía sentir su


nombre siendo llamado desde muy lejos.

Alguna cosa… Lo estaba llamando a casa.

Alguien.

Una sensación de necesidad de apresurarse agudizó sus pensamientos, la


urgencia lo hizo intentar correr… excepto que no parecía estar conectado a
ninguna forma corpórea: no tenía extremidades para poner en acción, ni pies
para levantar, ni brazos para mover. Además, no había una base sólida sobre la
cual deambular.

¿Había muerto y se había ido al Fade?

¿Quién lo estaba llamando?


La desesperación hizo latir su corazón y fue entonces cuando sintió el calor.
Había un fuego en algún lugar cercano, el ardor tan intenso que seguramente
derretiría la piel de sus huesos…

Boone se levantó de golpe, un gran aliento explotó de su boca cuando se liberó


del sueño… ¿o había sido una pesadilla?

Mirando frenéticamente a su alrededor, vio una habitación oscura que estaba


casi vacía. Paredes estériles. Sábanas enredadas alrededor de sus pantorrillas.

Pasó una fracción de segundo antes de que reconociera dónde estaba, y tan
pronto como lo hizo, los últimos restos de su confusión desaparecieron y alcanzó
a su hembra…

293
Estaba sólo en la cama.

―¿Helania?

Un gemido torturado le respondió desde otro lugar del apartamento, y el


terror absoluto lo hizo saltar hacia la puerta abierta, sus pies no tocaron el suelo
en absoluto. Excepto que no se veía a Helania en la sala de estar o en la cocina, el
sofá y las sillas alrededor de la mesita estaban vacías…

De repente, miró hacia la parte delantera de sus caderas y retrocedió. Estaba


dolorosamente excitado, su erección destacaba en sus caderas con tanta fuerza
que sobresalía.

Estaba al borde de un orgasmo incluso ahora.

Una sensación de temor disociado se apoderó de él cuando se dio cuenta de


que estaba jadeando y se sonrojó. Levantando sus manos, notó el brillo del sudor
que cubría toda su piel, y mientras inhalaba por la nariz, el olor en el aire hizo
que sus alarmas sonaran aún más fuerte.

En cámara lenta, se volvió hacia la puerta abierta del baño. Helania estaba
acostada en el suelo de baldosas, su cuerpo desnudo boca abajo y extendido, la
alfombra de baño empujada a un lado como si estuviera tratando de enfriarse lo
más que podía.
Incluso desde el otro lado del camino, podía ver su sexo brillante… y la ola de
lujuria que lo invadió fue tan grande que lo puso de rodillas.

Cuando golpeó el suelo con fuerza, ella trató de cerrar la puerta y murmuró
algo:

―Oh… Dios ―susurró―. La necesidad.

Impulsado por un instinto para protegerla, aunque no había nada que pudiera
hacer para detener las hormonas emergentes de su tiempo fértil, Boone se puso
de pie y tropezó hacia ella, con las piernas descuidadas y descoordinadas, como
si estuviera borracho. Chocando contra el sofá, extendió una mano hacia la pared,
hacia una mesa, hacia la jamba de la puerta, hacia lo que pudo encontrar, hasta

294
que volvió a caer y tuvo que gatear a cuatro patas.

―Helania…

―Enciérrame… enciérrame adentro… vete si puedes… No lo sabía, lo juro…

Extendiendo su brazo, evitó que la puerta golpeara una de sus piernas, cuya
posición le parecía desconocida. Luego se dejó caer contra la jamba de la puerta
e intentó conectarse a su lado racional a través de su propia respuesta hormonal
casi abrumadora.

Las hembras vampiro sólo eran fértiles aproximadamente cada diez años, y
eso era una bendición. Cuando la necesidad golpeaba, como claramente lo había
hecho en Helania, sufrían terribles antojos sexuales, la tortura era tan grande que
la mayoría, si no estaban tratando de quedar embarazadas, pedían drogarse. ¿La
única otra solución, aparte de ser expulsadas de su miseria médicamente? Un
macho tenía que atenderlas aliviando sus antojos de manera carnal.

Llenándolas una y otra vez.

―Vete… ―murmuró a través de su cabello enredado―. Lo siento mucho,


vete…

―No te voy a dejar. ―Y no sólo porque era de día―. ¿Quieres que llame a los
médicos?
Como humano, Manny podría conducir. Traer drogas. Aliviar su
sufrimiento…

No, espera. Doc Jane. Sí, una hembra sería mejor.

Cuando Boone fue a levantarse, no tenía la coordinación suficiente para llegar


a la vertical, así que se arrastró de regreso a la habitación. Al encontrar sus
pantalones, buscó en los bolsillos. Sin teléfono. ¿Dónde estaba su maldito
teléfono? Lo había tenido cuando había venido al apartamento porque había
estado hablando con ella sobre eso, por el amor de Dios.

A cuatro patas, regresó a la sala de estar, arrastrando los pies por el suelo,
juntando las alfombras, tratando de ignorar la forma en que su polla se

295
balanceaba mientras apretaba los molares contra su propia necesidad sexual.
Volvió al sofá. Palpando alrededor, buscó entre los cojines bordados…

Cuando finalmente encontró la maldita cosa, sus manos temblaban tanto que
luchó para levantarlo y sostenerlo. Y luego se dio cuenta de que no tenía el
número de la clínica.

―¡Hijo de puta!

Era extraño cómo se podía extrañar a los vivos como si estuvieran muertos.

Mientras Butch estaba sentado sólo en una de las salas de interrogatorios del
centro de entrenamiento, estaba en una mesa que había sido atornillada al suelo.
La silla en la que había estacionado su trasero, por otro lado, era móvil, aunque
sólo porque la había liberado de su propia atadura de cuatro puntos con una
cabeza Phillips. Había otros tres palacios del culo, y estaba preparado para
ofrecer una liberación similar como cortesía a cualquiera que viniera aquí para
unirse a él.

El hecho de que estuviera sólo en este grupo de expertos improvisado fue lo


que lo hizo pensar en su ex compañero, José de la Cruz.

O, como, extrañaba a su ex pareja. O bien, tal vez la palabra era más ‘llorar’.
―Deberías estar aquí, José ―dijo en voz alta.

Volviendo a centrarse en la pared opuesta, dejó que sus ojos deambularan por
la horrible exhibición que había hecho sobre cada uno de los asesinatos en Pyre.
Yendo de izquierda a derecha, había comenzado con el asesinato número uno.
Bajo ese número romano, había pegado con cinta adhesiva los artículos que
habían estado en el CCJ secuencialmente, con el más reciente en la parte superior.
Sin fotos. No hay notas reales.

Ves, si todavía hubiera estado con el Departamento de Policía de Caldwell,


tendría el informe del incidente y toda la documentación del asistente para
trabajar. Las fotografías de la escena del crimen. Pruebas admitidas. Nombres de

296
testigos, sospechosos, etc.

Demonios, tal vez hubiera sido el asignado al caso.

Pero no.

Bajo el número romano II, tenía algunos detalles sobre el segundo asesinato
enumerado:

―Hembra, Isobel, hija de sangre de Eyrn, ¿encontrada por???, ¿en el


trastero??? Removida por hembra(s) desconocida(s). ¿Cuerpo enterrado???
(Terreno público). Llamada para despachar registrada la noche siguiente de
Helania, otra hija de sangre de Eyrn.

La pregunta era si tenían que ir tan lejos como para pedir permiso a Helania,
como pariente más cercana, para una exhumación. El problema con eso,
suponiendo que se hubiera realizado una Ceremonia al Fade civil típica, y el
cuerpo envuelto sólo en capas de tela, era que los restos estarían severamente
degradados para ahora. No quedaría mucho más que huesos.

El otro problema con esa idea era que tenía que sopesar cualquier potencial de
evidencia contra el trauma en Helania. Si existía la posibilidad de descubrir algo
material de lo que quedaba de los restos, lo haría en un abrir y cerrar de ojos e
iría tan lejos como para forzar el problema con un decreto de Wrath si fuera
necesario. Pero no sabía qué demonios estaba buscando o podía esperar
encontrar, y el suelo estaba congelado. Así que parecía cruel.
El número romano III era la columna con las fotografías brillantes y
horripilantes.

Comenzando desde arriba, tenía el mismo tipo de conceptos básicos:

―Mujer, Mai, hija de sangre de Roane, encontrada por Helania, hija de sangre
de Eyrn, el 23 de enero. Cuarta unidad de almacenamiento a la derecha. Restos
removidos por V.

Las imágenes en blanco y negro que Butch había desplegado incluían algunas
de las tomadas por Vishous en la escena: el primer plano facial que mostraba el
gancho. La longitud total del cuerpo colgante. El trastero a través de la puerta
abierta. Y luego estaban las que Butch mismo había tomado en la morgue de

297
Havers: las rebanadas en la garganta y los cortes en las muñecas. Los moretones.
Las abrasiones de ella habían sido de arrastrarla. Esa pequeña uña que Boone
había notado.

Como le había dicho a su shellan, la familia de Mai había aceptado una autopsia
y Havers lo haría al anochecer una vez que se abriera paso a través de su horario
quirúrgico.

Así que, en este momento, era sólo un juego de espera.

Balanceando su silla sobre sus patas traseras, Butch cruzó los brazos sobre el
pecho y miró el tablero que había creado.

Había hecho exactamente esto con José innumerables veces: poner todo lo que
sabían sobre un caso en una pared para que pudieran mirar la mierda hasta que
algo haga clic. Dios… Había habido tantas muertes que habían investigado
juntos. Tantas vidas perdidas que trataron de redimir de alguna manera. Tantos
miembros de la familia a quienes tuvieron que dar malas noticias.

Madres, padres, hermanas, hermanos. Abuelos. Tías, tíos y primos.

Y mientras tanto, había estado ocupado tratando de suicidarse con la bebida.

José, por otro lado, había sido un hombre de familia. Un buen católico que
amaba a su esposa y a sus hijos.
―Me pregunto si podrías ver lo que me estoy perdiendo, José ―comentó en
el aire tranquilo.

Había tan poco que seguir, y la agitación familiar de su cerebro al masticar lo


que tenía y lo que aún no se había encontrado, lo que sabía y lo que se
preguntaba, era una puerta de entrada a un período de diez años de su anterior
vida. Como humano.

El gran cambio en su existencia, en su propia identidad, ya no parecía extraño.


Probablemente porque le gustaba todo acerca de ser un vampiro: su shellan. Sus
amigos. Su trabajo, su propósito, su estilo de vida.

Contrariamente a las fábulas sobre aquellos con colmillos, él era una de las

298
razas mestizas que habían sido ‘convertido’ de lo que era esencialmente humano
en algo que no lo era del todo. En el mundo real, un mordisco de los ‘muertos
vivientes’ no condenaba a una virgen piadosa a una eternidad de acecho sediento
de sangre. Naciste de la especie o no naciste. Excepto en su caso, y el de un
puñado de otros.

Y así como esa división de especies era una línea dura que no se cruzaba,
también lo eran los dos mundos que separaban al Homo sapiens de los vampiros.
Así que… cuando llegó a este lado, no había podido llevar a José con él. Y no
había podido decir adiós. O explicar a dónde había ido o qué le había pasado.

Uno de sus mayores remordimientos en la vida era el hecho de que había


desaparecido para su ex pareja. Sin embargo, siempre había imaginado que a José
no le había sorprendido. ¿Dada la forma en que Butch había estado viviendo?
Sólo un idiota no habría visto el ataúd dirigiéndose hacia él.

Butch miró la fotografía de los restos de Mai y se sintió culpable. Tan horrible
como era un cadáver, tan desgarrador y terrible como lo era para un ser querido
ver eso o escucharlo de un oficial de la ley, lo único que era peor era nada.
Ninguna respuesta al ‘dónde’. Sin pistas sobre el ‘cómo’ o el ‘por qué’. Ninguna
oportunidad de comenzar el proceso de duelo y, por lo tanto, ninguna forma de
superar su dolor por algún tipo de paz.

Odiaba el hecho de que, sin duda, José habría aparecido en ese apartamento
de mierda en el que Butch había estado viviendo, tal como lo había hecho siempre
cuando Butch había tenido demasiada resaca para levantarse de la cama, y no
encontró absolutamente nada. Ningún compañero que huele a whisky
desmayado en la cama. Ningún bastardo irritable en la ducha que se estaba
cortando mientras se afeitaba debido a los delirios temblorosos. Sin desequilibrio,
es decir, tratando de ponerse los pantalones en una pierna a la vez.

Nada.

Nadie. Sin nota. Sin respuestas.

Y la cuestión era que José había sido el tipo de persona que se habría comido
vivo por eso. Dios sabía que Butch había visto el compromiso del hombre con los
extraños. ¿Para su propia pareja? ¿A quién había querido, por alguna razón

299
desconocida, durante años?

José habría buscado respuestas.

Seriamente. Durante bastante tiempo.

En ocasiones, a pesar de que era una mala idea, Butch salía por la noche y se
ponía casi en la posición de encontrarse con el tipo. Incluso hubo una noche en
que él y Marissa fueron a un elegante restaurante y José había estado allí, al otro
lado del camino.

Butch había ido. Y hablado con el hombre.

Luego rehízo algunos de los recuerdos de José.

Pero no parecía suficiente. Y no era suficiente cuando se trataba de momentos


como este, cuando deseaba poder llamar al tipo y resolver un problema o… En
este caso, un asesinato. O dos, suponiendo que el primero no haya sido parte de
todo.

¿Ves? Exactamente lo que quería hablar con José.

Pensando en su antiguo compañero, Butch trató de imaginar lo que el hombre


diría, y casi pudo escuchar la voz de José: Cuando no puedas conectar los puntos,
obtén más puntos.

Quizás lo que Butch necesitaba hacer era llegar a la raza y pedir ayuda a través
de las redes sociales. Podía abrir las líneas telefónicas y el buzón confidencial de
correo electrónico y ver qué le respondían. Tendría que avisar a la familia de Mai
al anochecer, pero luego podría dejar una publicación en el grupo cerrado de
Facebook para la raza y enviar un correo electrónico a todos los que habían estado
en la Casa de Audiencias.

Y luego qué, se preguntaba…

Cuando su teléfono sonó, casi se cayó de espaldas. Y mientras colgaba en el


equilibrio entre aterrizar sobre cuatro patas y caer de cabeza, tuvo un loco
pensamiento de que José había captado psíquicamente el ambiente que
necesitaba y había marcado misteriosamente los siete números que estaban
conectados con el nuevo teléfono de Butch.

300
La silla golpeó el suelo de piedra correctamente y Butch levantó el Samsung.
Dando la vuelta a la pantalla, él…

Oh.

Al aceptar la llamada, dijo:

―Oye, Boone, ¿qué estás haciendo…? ―El aluvión de palabras que vino hacia
él fue tan confuso y frenético, que todo lo que podía pensar era: Joder. En su
mayor parte, Boone era sensato, un tipo medido y equilibrado. Como, en ese
callejón esta noche: cuando Syn se estaba volviendo loco con algún humano,
Boone había tenido la presencia mental para cuidar a una mujer herida.

Entonces, ¿qué era esto? Era una mierda seria.

―Baja la velocidad, hijo ―interrumpió Butch bruscamente―. Tienes que


hablar más claramente.

Tomó un par de intentos, pero luego el mensaje llegó y todo lo que Butch pudo
hacer fue cerrar los ojos y maldecir. Esto estaba mal. Muy jodidamente mal. Y
P.D., ¿qué demonios estaba haciendo ese chico en el apartamento de Helania
durante el día…?

Oh, ¿con quién demonios estaba bromeando? Sabía exactamente por qué Boone
había ido allí. Y ahora la peor complicación que podría ocurrir entre miembros
del sexo opuesto había llegado a casa para establecerse.
¡Sorpresa!

Levantando sus párpados, miró su reloj. Y, por supuesto, era la una de la tarde.

―Está bien, Boone, esto es lo que quiero que hagas… no, me encargaré de
todo. Pero a menos que quieras que quede embarazada, debes encerrarte en una
habitación… ¿qué? Sí, sé que está sufriendo, pero si entras allí con ella, terminarás
con un bebé en unos dieciocho meses. Necesitas encerrarte lejos de ella ahora. Las
cosas sólo van a empeorar. Mientras tanto, voy a buscar a Doc Jane y estará
contigo lo antes posible.

Hubo algunas sílabas más confusas, y Butch las cortó de inmediato.

301
―Enciérrate. Me encargaré del resto.

Cuando colgó y marcó al Pit, tuvo que sacudir la cabeza. Ves… por eso no te
involucras con testigos.

Las cosas podrían pasar de apestar a totalmente irse a la mierda en cuestión


de horas. Aunque tenía que admitir, ¿la cosa de la necesidad?

Incluso con toda su experiencia en homicidios, nunca habría visto venir esto.
capitulo w8

302
Boone quería pensar que el hermano Butch estaba equivocado. Quería creer lo
mejor de sí mismo, que era un caballero en primer lugar, que tenía autocontrol y
moderación… que por lo tanto podría cuidar a Helania mientras ella se retorcía
y contorsionaba en esas baldosas frías en el baño. Quería esperar con confianza
que podía elevarse por encima de su necesidad, y cubrirla con una sábana liviana,
y pararse sobre ella con una toalla del tamaño de un baño, avivándola para
enfriarla.

Con todo lo que Helania significaba para él, realmente quería creer que podía
poner sus necesidades antes que las suyas mientras esperaban que llegara la
ayuda.

Al final, sin embargo, a medida que la oleada de hormonas con la que se veía
afectada se hizo cada vez más intensa, no tuvo más remedio que hacer lo que el
hermano le indicó. E incluso se puso tan mal que no sólo se metió en el dormitorio
y cerró la puerta, sino que también empujó el colchón contra los paneles para
tratar de mantener las cosas cerradas.

Lo cual, cuando lo pensó, era estúpido. Si era lo suficientemente fuerte como


para mover la cama hacia allí, era lo suficientemente fuerte como para moverla
hacia atrás.
Pero eso no venía al caso.

Mientras se acurrucaba en el suelo de la habitación, con las rodillas contra el


pecho, los brazos cerrados alrededor de ellos, su cuerpo temblando no por el frío,
sino por la paralizante necesidad sexual que lo aplastaba… cerró los ojos y rezó
para que no fuera con ella.

No porque no quisiera embarazarla.

Sino porque lo quería.

¿La idea de que podría liberarse del legado de su familia… y comenzar el suyo,
con Helania? Era el tipo de destino por el que ni siquiera sabía que podía orar. ¿Y

303
ahora, con la posibilidad justo en frente de él?

Bueno… ¿en la habitación de al lado?

Una familia feliz era lo único que podía imaginar. Lo único que quería. La
única forma en que podía continuar en lo que se había sentido como un vacío en
los últimos tiempos. Apareado con Helania, con hijos… Él tendría un propósito.
Nociones. Un lugar y un linaje que había creado con amor, en el que no había
nacido.

Excepto… no sabía lo que quería Helania. Y en ausencia de estar seguro de


dónde estaba, no podía arriesgarse. Cuando las hembras pasaban por su
necesidad, todos los machos de la vecindad se veían afectados hasta cierto punto,
¿pero un macho que estaba emocionalmente vinculado a la hembra para
empezar? ¿Quién se había unido claramente a ella? Los impulsos sexuales de
Boone eran casi tan malos como los suyos…

El ¡bing! que sonó a su lado le hizo levantar la cabeza y miró su teléfono.

Era Jane, enviándole un mensaje de texto diciéndole que estaba justo afuera de
la puerta del apartamento.

Gimiendo, Boone fue a ponerse de pie, y estuvo a punto de tener un orgasmo


cuando su polla rebotó, rozando su pierna, golpeando el suelo.

Joder, todavía estaba desnudo. Encendiendo la luz, localizó sus pantalones y


logró meter sus patas oscilantes en ellos. Poniéndose su camisa, no la iba a meter
adentro. Sus manos temblaban demasiado.
Moviendo la cama fuera del camino, salió a trompicones de la habitación,
enfocando sus ojos en la puerta en la que estaba Doc Jane. No se permitió mirar
hacia el baño. No respiró por la nariz. Se negó a permitir que sus pies giraran su
lamentable trasero e impulsaran su cuerpo hacia ese baño y lo bajaran al suelo y
entre las piernas de su hembra.

No caminó tanto hacia la puerta del apartamento como si corriera de frente,


su incapacidad para controlar sus piernas hacía imposible el equilibrio adecuado.
Buscando a tientas… Hurgar… hurgar con el pomo de la puerta. Cuando eso no
salió bien, tiró de la maldita cosa...

Estaba bloqueada. Atrancado a muerte.

304
De alguna manera hizo saltar las cosas y luego…

―Oh, gracias a Dios ―murmuró al ver a la pareja de V de pie en el pasillo del


sótano.

Cuando Doc Jane entró y cerró las cosas detrás de ella, retrocedió, o más bien
tropezó con sus pies descalzos y cayó de culo. Aterrizando en un montón, sabía
que era un desastre total.

Y siguiendo la expresión en el rostro de la doctora, ella estaba de acuerdo.

―Noquéame ―murmuró―. Hazlo primero para que no tengas que tratar


conmigo. Me preocupa ser peligroso. No puedo… pensar…

La boca de Doc Jane comenzó a moverse, y Boone fue transportado


instantáneamente de regreso a la Ceremonia al Fade de su padre, alguien parado
frente a él, comunicándose en lo que en teoría era inglés, pero que no tenía
sentido para él.

¿Qué tenía sentido?

El hecho de que la hembra de V dejó la maleta de médico a la antigua en el


suelo.

Obtuvo una jeringa y una pequeña botella transparente con una tapa de goma.
Y luego cargó rápidamente algún tipo de droga en el vientre de la aguja.

Cuando se arrodilló a su lado, dijo:


―¿Subes la manga por mí?

Rodar. Arriba. Manga.

Lo tengo, pensó.

Se arrancó la cosa del hombro y la tiró a algún lado. Extendiendo su brazo


desnudo, observó cómo ella frotaba un cuadrado de alcohol en un círculo en su
bíceps y luego lo golpeaba con uno bueno.

Boone abrió la boca para agradecerle.

Pero la mierda era de acción rápida. De verdad.

305
El cuerpo de Helania era una cuerda y las hormonas que inundaban su sistema
eran manos enojadas en cada extremo, retorciéndose, retorciéndose… tirando…
hasta que seguramente las fibras que formaban su forma corpórea se romperían.
Boca abajo sobre el azulejo, estaba ardiendo desde adentro hacia afuera, nada la
aliviaba de la agonía, la necesidad de aserrar, las garras, el deseo inútil.

No tenía ni idea de dónde estaba Boone. Pero la había dejado como le había
dicho que hiciera.

En este punto, ella ni siquiera se hallaba segura de dónde se encontraba.

Al abrir los párpados, todo estaba borroso, por lo que parpadeó hasta que un
pequeño lavabo se volvió casi aparente. Baño. Estaba en el baño.

Rodando sobre su espalda, sintió una corriente de aire cuando su barriga


quedó expuesta al aire. Sin embargo, no había un lugar frío para sus hombros. El
horno dentro de su cuerpo había calentado los azulejos en el suelo.

Alivio, tenía que haberlo… un poco de alivio.

De nuevo boca abajo. Ahora de lado. Piernas rectas. Piernas arriba. Una pierna
hacia abajo y la otra hacia arriba. Hombros planos, hombros curvos.

Nada ayudaba. Pero esa era la naturaleza de la necesidad. ¿Cómo podría


haberse perdido las señales? Inquietud. Tener demasiado calor. Tocino y
chocolate en ese restaurante, en los que normalmente nunca tuvo interés.

El hecho de que, por primera vez en su vida, había tenido relaciones sexuales
sin conocer realmente a la otra persona durante mucho tiempo. Su audacia
inusual ahora tenía mucho sentido. Había sido un incitador en este tiempo fértil.

¿Cuándo había sido su última necesidad? No podía recordarlo.

Oh, Dios, Boone. Le habría advertido que se mantuviera alejado si hubiera


estado pensando más claramente, si hubiera captado las señales…

La brisa fresca provino de la nada, como si alguien hubiera abierto una

306
ventana y hubiera dejado entrar algo del aire exterior. Excepto que no tenía
ventanas para abrir…

Levantando la cabeza, levantó la vista y no entendió lo que estaba viendo. Pero


parecía que un ángel femenino había venido y la cubrió con una nube blanca.
Espera… ¿a menos que fuera sólo una sábana?

―Hola ―dijo el ángel―. Soy Doc Jane. Estoy aquí para ayudarte.

Helania parpadeó un par de veces para ver si la visión ante ella cambiaba. No.
Todavía es un ángel femenino con cabello rubio corto, ojos verde oscuro y… ¿Un
par de uniformes médicos azules por ropa?

Renunciando a tratar de darle sentido a todo, dejó caer la cabeza hacia el


azulejo.

―Ayuda… me…

―Voy a revisar tus signos vitales, y luego veremos cómo cuidarte con algunos
medicamentos, ¿te parece bien?

¿Medicamentos? ¿Y qué tipo de ángel hablaba sobre signos vitales? Además,


si se había ido al Fade, ahora estaría muerta por una eternidad, así que todo eso
era un punto discutible.

Mientras otra ráfaga de calor la agitaba, Helania gimió y abruptamente no le


importó cuál era el plan. Cualquier cosa era mejor que esta terrible necesidad
agobiante.
―Sí, por favor. Gracias.

No tenía ni idea de lo que estaba diciendo.

Las cosas sucedieron en ese punto. Le pusieron algo en el brazo… después de


lo cual hubo una constricción lenta y una liberación. Luego, un disco frío que era
el cielo se presionó contra la parte delantera de su pecho. Después de eso, hubo
un pitido al lado de su oído… no, espera, eso estaba dentro de su oído.

―¿Helania? Te daré una inyección de morfina, con tu permiso. Te relajará y


hará que esto sea mucho más llevadero. ¿Eso está bien?

La voz del ángel estaba más cerca ahora y Helania intentó abrir los ojos.

307
―Sí. Cualquier cosa…

En este punto, si tuviera que meterse en un baño de hielo seco, saltaría…

Otra oleada la poseyó y, mientras gritaba, se dio cuenta de que los picos de
hormonas aún se estaban fortaleciendo. Tan imposible como parecía, podía sentir
la intensificación…

La relajación comenzó en una oleada e inundó su cuerpo, calmando el hervor


como si fuera una olla sacada de una llama abierta. Pero no confiaba en el alivio,
y por un tiempo, se preparó y esperó a que el sufrimiento volviera.

―Está bien ―dijo esa voz femenina―. Sólo déjate relajar. Me quedaré aquí y
te supervisaré. No dejaré que se nos escape.

Las lágrimas llegaron fuertes y pesadas, Helania lloró sin ninguna razón
convincente y cada variación de una agotada.

―La madre naturaleza puede ser tan cruel con las hembras ―comentó la voz.

Limpiándose los ojos con el antebrazo, Helania se giró. A medida que los
detalles de la mística hembra aparecían con mayor claridad, frunció el ceño. Sin
alas. Sin aura. Sin presencia preternatural. En cambio…

―No eres un ángel.

La hembra se echó a reír, sus ojos verde bosque brillando.


―Oh, confía en mí, no lo soy. Sólo pregúntale a mi hellren.

Helania se miró a sí misma. Lo que había asumido era una nube blanca y
esponjosa que cubría su cuerpo torturado resultó ser una de sus propias sábanas.
Reconoció el patrón desvaído de pequeñas flores rosadas y amarillas.

―¿Cómo te sientes ahora? ―preguntó la médica.

―¿Dónde está Boone?

―Está enfriándose junto al sofá. También le he ayudado un poco. ―Helania


cerró los ojos.

―Lo juro, no sabía que iba a llegar. La necesidad.

308
¿Estaba teniendo algún sentido? Sintió que estaba balbuceando.

―Por lo que entiendo ―dijo la doctora―, no siempre es posible que todos


vosotros adivinéis el momento de tenerlo. Y Butch me dice que has estado
lidiando con mucho estrés. Eso también puede arruinar las cosas.

―¿No eres un vampiro?

―No, no lo soy.

Oh, por supuesto. ¿De qué otra manera podría haber venido la hembra aquí
durante el día? Espera… era de día, ¿no?

Lo que sea. Daba igual.

―Debería haber sido más inteligente. ―Helania cerró los ojos―. Yo debería…

―¿Qué tal si te llevamos a tu cama? Hace frío aquí y ese suelo tiene que ser
muy duro.

¿Era qué? Dada la morfina, los azulejos se sentían tan suaves como las plumas.
Aun así, cuando la médica le ofreció una mano, Helania puso la suya e hizo todo
lo posible para participar en el esfuerzo de llevar su cuerpo a la posición vertical.

Una vez logrado ese objetivo, la doctora se aferró a la cintura de Helania y


apoyó más de la mitad de su peso mientras cojeaban hacia la sala de estar,
arrastrando los bordes de sábana detrás.
Cuando doblaron la esquina para entrar en el dormitorio, finalmente vio a
Boone. Estaba en el suelo frente al sofá, con los brazos y las piernas hundidos en
una serie de ángulos inconexos, su torso retorcido de modo que estaba medio
boca arriba, mitad boca abajo. Parecía que le habían dado un puñetazo y se había
caído con fuerza.

―Está bien ―dijo la médica―. Le di una dosis más ligera y se ha quedado


dormido. Y antes de preguntar, revisé sus signos vitales. Está simplemente
agotado.

―¿Estás segura?

―Sí. Se alimentó de una Elegida hace sólo tres noches. ―Una Elegida, pensó

309
Helania.

―Era un alimento para necesidades médicas ―indicó la doctora


suavemente―. No es para preocuparse. No hay nada allí.

―No es de mi incumbencia.

―Eso es para que tú y él decidáis. ―La doctora sonrió―. Vamos, vamos a


acostarte. Si te desmayas, es posible que no pueda evitar que te caigas al suelo.

Helania se dejó arrastrar hacia su colchón, que, por alguna razón, había sido
trasladado fuera de lugar. Pero qué le importaba. Mientras se acostaba, sabía que
la médica tenía razón al ponerla de nuevo en posición horizontal. Una ola de
mareos hizo que la habitación girara, y luego su cuerpo se debilitó tanto que se
preguntó si había sufrido un derrame cerebral o algo así.

Mirando fijamente la pared, pensó en Boone, allí en el suelo, atrapado con ella
en el interior por lo que sin duda sería el día más largo de sus vidas. Incluso con
las amables atenciones de la médica.

Al menos no estaba embarazada. Hasta donde sabía, no habían tenido


relaciones sexuales después de que llegó el momento fértil.

De lo contrario, se habría sentido aún peor de lo que ya se sentía.

Aun así… qué desastre era todo esto.


capitulo w9

310
Boone recuperó la conciencia y se sorprendió al encontrarse a sí mismo en el
sofá. Pero al menos sabía dónde estaba…

En el apartamento de Helania mientras ella atravesaba su necesidad… aunque


no recordaba levantarse del suelo. Tal vez lo había hecho cuando Doc Jane le dio
la segunda inyección. O la tercera.

Qué hora es…

―Es después de medianoche.

Levantó la cabeza con brusquedad. Doc Jane estaba sentada en la mesa de la


cocina de Helania, con una tableta abierta delante de ella, una especie de película
se reproducía en su pequeña pantalla.

―¿Dije eso en voz alta o lees la mente? ―le preguntó mientras trataba de
incorporarse.

Hombre, su camisa estaba más arrugada que un mapa al final de un largo


viaje.

La doctora sonrió y apagó lo que estaba reproduciéndose.


―Hablaste las palabras.

Boone se estiró y se sonó el hombro. Luego miró hacia el dormitorio. La puerta


estaba abierta, pero las luces estaban apagadas en el interior, así que no podía ver
a Helania.

―No te preocupes, está bien. Acabo de revisarla hace veinte minutos.

Con un gemido, se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en las rodillas.

―Siento como si hubiera sido golpeado por un camión.

―Así fue. ¿La carga hormonal bajo la que has estado con el cazador de

311
opiáceos? Te vas a sentir aletargado por un tiempo.

―No esperaba esto.

―Ni ella. ―Doc Jane sacudió la cabeza―. Los cuerpos femeninos de cualquier
especie son una cosa, ¿pero los de los vampiros? Es tan injusto.

―¿Ha terminado? ¿Para ella?

―Es difícil de decir. Por lo que entiendo, ha estado bajo mucho estrés, y eso
podría acortar o alargar el curso de la necesidad. O podría seguir la línea de
tiempo típico. He de decir que, en la última hora ha habido una mejora en
comparación con cómo estaba. Creo que lo peor ya pasó, y se sentirá mucho
mejor en otras seis horas.

―Gracias a Dios.

―Ella tendrá que alimentarse. Y tiene que venir para hacerle un chequeo
mañana por la noche.

―¿Para qué?

―Para ver si está embarazada.

Boone se quedó inmóvil.


―Pero no tuvimos sexo.

El rostro de Doc Jane se transformó en una mueca profesional.

―¿Durante la necesidad o en absoluto en las últimas veinticuatro horas?

―Ah… ―Mientras se sonrojaba, se aclaró la garganta―. Durante la


necesidad.

―¿Cuándo fue la última vez que estuviste con ella?

Cerró los ojos y se recordó a sí mismo que, para Doc Jane, el acto sexual era

312
parte de la historia clínica, un evento biológico. Pero, maldita sea, sentía un poco
como si se estuviera confesando a una mahmen.

―Boone ―dijo en voz baja―, es importante. Para su salud y bienestar, es


mejor que lo sepamos; aunque si prefieres, puedo preguntárselo a ella
personalmente, estaré feliz de esperar hasta que esté en mejores condiciones para
que hable conmigo…

―Tal vez seis horas antes de que la necesidad golpeara. Al menos cuatro.

Doc Jane asintió.

―De acuerdo, entonces debe ser revisada. Si está embarazada, va a necesitar


cuidado prenatal inmediatamente.

Boone parpadeó. Entonces espetó:

―Voy a aparearme con ella sí lo está.

La sonrisa de Doc Jane fue firme.

―Vamos a tomar esta situación un paso a la vez. Puedes cruzar ese puente
una vez llegues a él.
Helania despertó lentamente. Su primer pensamiento fue que una gran dosis
de morfina debía seguir estando en su sistema: No podía sentir sus brazos o
piernas, y la flotabilidad de la cama era demasiado exagerada, como si estuviera
en una canoa en un cuerpo inmóvil de agua en lugar de acostada en un colchón.

Girándose de costado, echó un vistazo hacia la puerta abierta de su habitación


y se preguntó qué hora sería. Si la doctora se encontraría todavía en el
apartamento. Si Boone se había…

Seguro como si hubiera llamado su nombre, él apareció entre las jambas.


Parecía tan exhausto como ella, su cabello sobresalía en ángulos malos, tenía la
camisa arrugada hasta el punto de la ruina, sus pantalones colgaban bajo en sus

313
caderas como si hubiera perdido cinco kilos de peso en agua.

―¿Estás bien? ―preguntó.

Su voz era áspera, y cuando entró en la habitación, se preparó para recibir una
avalancha de deseo doloroso.

―Creo que sí. ―Cuando su cuerpo no se deshizo sobre sí mismo, exhaló―.


Estoy mucho mejor. Dónde está…

―¿Doc Jane? Tuvo que ir a la clínica. Pero le dije que la llamaría de inmediato
si tú necesitabas algo.

Helania trató de incorporarse, y cuando el mundo giró, se debatió dejar ir esa


idea. Pero a medida que regresaba su equilibrio, aferró las sábanas alrededor de
su cuerpo desnudo y se apartó el cabello del rostro.

―¿Qué hora es? ―preguntó.

―Las cuatro en punto.

―¿Por la tarde? ¿Sólo duró tres horas?

―De la mañana.

―Oh.
Boone se sentó en la cama con cuidado, como si estuviera tratando de no poner
todo su peso sobre el colchón. Mientras se miraban fijamente el uno al otro, ella
sintió todo lo contrario de lo que había sentido la noche anterior en lo de Remi:
En vez de que él fuera alguien con quien podía conversar excepcionalmente fácil,
ahora tenía la lengua más atada que nunca.

Pero tenía que hablar.

―Lo siento mucho.

Él retrocedió.

314
―¿Por qué? No tuviste ningún control sobre cualquier parte de ello.

Bueno, eso era técnicamente cierto. Pero tan pronto pensó en cómo había
lucido Boone, drogado en el suelo delante de su sofá, todavía se sintió
responsable.

Helania le miró directamente a los ojos.

―Es importante para mí decir esto y que tú lo escuches. No sabía que mi


necesidad estaba por suceder. Si lo hubiera hecho, te habría enviado lejos, o
nunca te habría permitido entrar. Tienes que creerme.

―Helania, te creo totalmente…

―¿Me crees?

Boone sacudió la cabeza, confundido.

―¿De dónde viene esto? Nunca he dudado de ti con respecto a nada.

El agotamiento la hizo más franca de lo que habría sido de otra manera.

―Sólo quiero asegurarme de que sabes que no estoy tratando de forzarte en


un apareamiento o algo así.

―Epa… ―Se inclinó hacia delante, como si pudiera ser capaz de entenderla
mejor si estuvieran físicamente más juntos―. ¿Por qué habría de pensar eso?
―Eres un miembro de la glymera y tienes dinero. No quiero que pienses que
estoy buscando un viaje gratis.

―¿Estás… recuerdas la conversación que tuvimos anoche? ¿Sobre cómo


podría ser pobre y te pregunté si eso sería un problema?

Dios, tenía razón, pensó. Su cerebro… nada estaba funcionando bien ahí arriba.
Y sin embargo, todavía era un buen punto a tener claro.

―Creo que las cosas hay que decirlas en voz alta.

Boone juntó las manos y apoyó la barbilla en las puntas de los dedos.

315
―Eso es justo.

Se sentaron en un incómodo silencio durante un rato, y lo único que ella podía


pensar era en como deseaba que la noche anterior hubiera terminado de manera
diferente. Si tan sólo su emergencia con esa mujer humana hubiera durado un
poco más de tiempo, la luz del día los habría mantenido separados, y luego nada
de esto habría sucedido.

―A Doc Jane le gustaría que vinieras a nuestra clínica ―le dijo.

Helania sacudió la cabeza.

―No es necesario. Esta no es la primera vez para mí. Siempre he estado bien
después.

―Tiene que revisarte.

―¿Por qué? ―Cuando él simplemente se limitó a mirarla con fijeza, su lento


proceso de pensamiento se encendió―. No estoy embarazada.

―Tuvimos sexo justo antes de que llegara.

―No estoy embarazada.

―Puedes estarlo.
―No lo estoy.

Mientras volvían a quedarse en silencio, ella se dio cuenta de que estaba siendo
poco razonable, pero no podía dar marcha atrás. ¿La idea de que pudiera ser
responsable de otro ser vivo? Se negaba a contemplar la posibilidad; y sentía que
por tanto no abriera esa puerta mental, entonces ese resultado no sería parte de
su destino.

Era un ermitaño que apenas podía cuidar de sí misma. ¿Cómo en el mundo…?

―¿Necesitas alimentarte? ―le preguntó.

316
Helania levantó la mirada hacia él.

―¿Alimentarme? ―Cuando él levantó las cejas; como si se preguntara si su


lapsus mental era algo de importancia médica, ella negó ―. No, no tengo que
tomar una vena.

―¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?

―Antes de que Isobel muriera. Tenía un amigo que nos permitía tomar de su
vena, pero no he estado en contacto con él desde que ella falleció.

―¿Ocho meses?

―No necesito hacerlo más de una vez al año, en verdad. ―Dios, si eso no era
un foco sobre la poca frecuencia con que salía de la maldita casa, no sabía lo que
era una luz brillante―. Estoy bien…

―Helania, tienes que estar…

―No estoy embarazada.

―No voy a discutir esto contigo. ―Boone se puso de pie―. Mañana a


medianoche, vas a estar frente a este edificio de apartamentos, donde voy a
recogerte para que podamos entrar en el centro de entrenamiento, juntos.

―Tú no tienes por qué ser revisado…


―Tú sí. Porque si estás embarazada, entonces es mi hijo y voy a asegurarme
de que los dos estéis atendidos en cada nivel.

Mientras salía de su dormitorio, Helania lo siguió con la mirada. Ella quería


decirle que regresara, pero ¿con qué fin? ¿Así podrían discutir sobre algo que no
estaba sucediendo? Los dos acababan de atravesar una versión del infierno, y lo
que necesitaban era comida, dormir y un descanso. Más charla no era la
respuesta.

Además, no había nada de qué hablar.

No estaba embarazada.

317
capitulo y

318
Boone regresó con un humor de perros a la casa de su padre; espera, sería la
casa de Marquist ahora, y tenía que recordar eso. Para empezar, odiaba el
conflicto, y al parecer esa no afinidad era aún más intensa cuando tenía que ver
con Helania.

Todo había ido mal con respecto a alejarse de ella.

Pero, maldita sea. Estaba tan decidida a no tener a su hijo que no estaba
dispuesta a cuidar de sí misma. ¿Qué demonios?

Cuando llegó pisando fuerte a través de la nieve, medio que esperaba que la
puerta principal estuviera bloqueada de nuevo. Quería tomar todo su cuerpo y
romper algo con él, dejar manchas de sangre en la madera y contusiones en su
carne.

Por desgracia, la maldita cosa se abrió enseguida.

En el interior, fue directamente a la cocina, siguiendo el denso aroma harinoso


del pan horneado que impregnaba toda esa ala de la casa. Al pasar por la sala de
pulido y la despensa, se detuvo frente a la suite del mayordomo. Todo estaba
abierto, por una vez, y entró en la sala de estar / oficina.
Bien… mira quien se había mudado.

Había varias cajas de cartón desechadas y un rollo de cinta en el centro de la


alfombra oriental descolorida, y una pila de libros encuadernados en piel estaba
apoyados en el sillón junto a la chimenea, listos para su reubicación. Los libros
de contabilidad para las cuentas de la casa aún estaban abiertos en el útil
escritorio, el tintero y el anticuado bolígrafo que el jefe de personal siempre había
usado se encontraban en su posición sobre el secante.

Pero las fotografías en sepia de lo que siempre había asumido eran el padre de
Marquist y su mahmen se habían ido. Y así, también, se habían ido sus efectos
personales de las mesitas laterales.

319
Yendo más adentro, Boone entró en el dormitorio. A pesar de que había estado
en la zona de la oficina antes; allá en las noches cuando había tenido que ir al
mayordomo para gastar dinero, nunca había procedido más lejos. El espacio
privado era un espacio privado. Le habían enseñado eso desde su nacimiento.
Pero dado que el mayordomo claramente ya no ayudaba en el hogar, por así
decirlo.

No había razón para no mirar a su alrededor.

La habitación tenía un colchón doble en un marco de madera de la década de


los cincuenta contra la pared del fondo. El edredón matelassé4 se encontraba
tendido con precisión y plegado a lo largo de la almohada. La mesita de noche a
la derecha tenía una sola lámpara, un posavasos para el vaso de agua, y un
soporte de carga que Boone estaba dispuesto a apostar había sido olvidado en la
prisa por mudarse al piso de arriba y hacia una de las muchas, muchas
habitaciones en busca de la mejor suite en la casa.

Dirigiéndose a la cómoda, abrió el cajón superior. Bueno, mira qué tal. Filas de
calzoncillos y camisetas. El siguiente estaba lleno de calzoncillos abotonados
almidonados. En la parte inferior había cien pares de calcetines negros, doblados.

4Matelassé: Se trata de una técnica de tejido que produce un patrón estilo escocés. Tiene una
apariencia acolchada, aunque en realidad se produce en un telar.
Marquist había dejado su uniforme de mayordomo atrás.

Para confirmar esto, a pesar de que en realidad no le importaba a Boone y que


ya estaba seguro de la respuesta, cruzó las desnudas tablas de madera del suelo
y abrió la puerta del estrecho armario. Efectivamente, había una decena de
diferentes trajes negros.

Algunos abrigos. Una bata negra gruesa.

Probablemente había dejado todo para el siguiente mayordomo. Y eso era una
línea en la arena, eh.

320
Una vez fue parte del personal, ahora estaba en el lado de la contratación como
el propietario de la finca. Boone se quedó allí de pie, mirando fijamente dentro
del armario, durante mucho tiempo, y supuso que estaba esperando que algún
tipo de ira tomara el relevo. Realmente parecía que debería preocuparse más por
este extraordinario giro de los acontecimientos.

Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que podría tener que pensar en


la próxima generación de su línea de sangre.

Sin embargo, cuanto más lo consideraba todo, más se preguntaba qué había
sacado de este prestigioso trasfondo suyo. Claro, el dinero había sido agradable,
pero no había sido suyo. Y la casa estaba bien, si te gustaban los museos y
escenarios diseñados para impresionar. Pero no podía decir que había habido
muchos otros beneficios.

Maldiciendo, dejó el juego de habitaciones y se dirigió a la cocina. Cuando


entró, los doggen que estaban ocupados preparando la Última Cena detuvieron
todo lo que estaban haciendo, cada uno de ellos congelándose mientras picaban,
o revolvían, o amasaban.

Fue entonces cuando la tristeza le golpeó. Había conocido a estos leales y


maravillosos hombres y mujeres durante toda su vida. Algunos habían sido
contratados por su mahmen. Una pareja había sido heredada de sus abuelos. Y
ellos estaban mirándolo con una combinación de pánico y luto.
―Todo está bien. ―Les sonrió de uno a la vez―. Todo va a estar bien. Él va a
tener que manteneros, así que nada va a cambiar para vosotros.

Thomat, el chef, bajó su cuchillo.

―¿Podemos preparar algo para usted, mi Señor?

Mi señor. La nomenclatura que se refería al jefe masculino de la casa.

―Thomat, no es así. ―Boone se adelantó y se detuvo frente al doggen, la


mesada que los separaba era una metáfora de sus diferentes puestos―. Pero te
agradezco el honor. Has sido… todos vosotros habéis sido tan maravillosos

321
conmigo.

―Esta es su casa, mi Señor. ―Thomat negó―. De nadie más. Ahora, sería un


placer servirle.

―Ni siquiera soy un invitado aquí. El Rey me ha ordenado permanecer bajo


este techo durante las próximas trece noches. Así que voy a servirme yo.

Cuando le ofreció la palma como una forma de respeto, el doggen la contempló.

Entonces Thomat se apartó de su lado de la encimera… e hizo una reverencia


tan bajo, que su toque5 casi rozó el cordero que había estado cortando.

Cuando Boone miró a su alrededor, se dio cuenta de que varios otros de los
miembros del personal habían llegado. Y cada doggen le estaba haciendo también
una reverencia.

Cerrando los ojos, quería decirles que iban a tener que seguir adelante.

Pero no tenía la fuerza. Sin embargo, se sorprendía por cuán conmovido se


sentía por la muestra de lealtad y respeto.

Realmente le calentó el corazón.

5 Toque: Gorro de cocinero


Helania pasó las horas de la noche limpiando todo lo que pudo.

Empezó con la cama y las toallas, quitó todo y llenó su lavadora con una gran
carga. Luego fue a limpiar el baño con Scrubbing Bubbles6, poniéndose sobre sus
manos y rodillas, e hizo de todo menos atravesar las capas de baldosas hasta
alcanzar la estructura del edificio. Lo siguiente en la lista del aseo extremo era su
cocina. Vació el refrigerador, llevó los estantes al fregadero, y los lavó con la
esponja, agua caliente y jabón hasta que brillaron. También lavó a mano el suelo,

322
los frentes de los armarios y los cajones.

Incluso sacó la bandeja en que estaban los cubiertos de plata y aspiró lo que
había debajo. Cuando eso no fue lo suficientemente lejos, puso los tenedores y
los cuchillos y las cucharas en la encimera y limpió la propia bandeja.

En la sala de estar, sacó la funda nórdica del sofá. La arrojó en el lavadero.


Aspiró la alfombra y luego se dio la vuelta y reorganizó sus suministros bordados
de almohadas. Cuando salió del banquillo y pasó el plumero a una telaraña desde
la esquina hacia el techo, se sintió avergonzada de cuánto tiempo había pasado
desde que realmente había prestado atención al lugar.

Había sido desde mucho antes de que Isobel falleciera.

De que hubiera sido asesinada, se corrigió. Como lo había hecho con Boone. En
algún momento de la madrugada, se quedó sin fuerzas. Sentada en el sofá
desnuda y escuchando la secadora realizar su labor con el edredón, luchó contra
las emociones que estaban justo debajo de la superficie.

Isobel sabría cómo manejar esto, pensó mientras se ponía la mano sobre su vientre
plano.

6 Scrubbing Bubbles: Marca de limpiador.


Si su hermana estuviera viva… Isobel sabría qué hacer. Sobre la posibilidad de
embarazo. Sobre la situación con Boone. Sobre estas lágrimas que parecían
decididas a romper su autocontrol.

―¿Por qué tuviste que irte? ―murmuró con voz ronca.

En el instante en que las palabras la dejaron, sus ojos se dispararon a la capa


que usaba para esconderse en Pyre. Y fue entonces que la ira bulló, al darse
cuenta de que debería haber estado fuera buscando al asesino de su hermana.

Quién aún no había sido encontrado.

323
Helania miró a su alrededor, a su apartamento resplandeciente de limpio. Una
noche de perder el foco estaba permitido, pero no más que eso. No estaba
embarazada, y sin importar cuán protector se sentía Boone, iba a volver a trabajar
a ese club mañana por la noche.

Tenía un muerto que ahvenge. Y sentarse, lloriquear y ser ridícula no iba a


servir a ese propósito mayor.

Metiendo la mano en el bolsillo de su sudadera, sacó su teléfono. Había


silenciado el timbre porque había necesitado tiempo para enderezar las cosas en
su cabeza, lo cual, evidentemente, se había traducido en conseguir arreglar las
cosas en su apartamento.

Mientras abría el aparato, se preparó para ver un montón de notificaciones de


que Boone había llamado o mensajeado, y no estaba segura de cómo sentirse al
respecto. Una parte de ella quería hablar con él. Una parte de ella no…

No había llamadas de él. No había textos, tampoco.

Mirando la pantalla en blanco, fue golpeada por un dolor hueco en su pecho.


Pero, ¿qué podía esperar? Había deseado algo de espacio.

Él se lo estaba dando.
capitulo y1

324
La noche siguiente, Helania apuntó el cañón de su nueve milímetros a un
objetivo que se encontraba muy lejos del alcance de la pistola. Estaba en el muelle
de tiro 4, con protección para los oídos, una caja abierta de balas en el mostrador
frente a ella, una vacía en el suelo de hormigón a sus pies.

Centrándose en el centro de la diana, lo cual irradiaba del contorno de un


torso, estabilizó sus brazos frente a ella y apretó uno… dos… tres…
cuatrocincoseis…

―…Cerrando en quince minutos. Cerraremos en quince minutos. Por favor,


empiecen a empacar ahora.

Bajando el arma, presionó el interruptor en la pared del cubículo, y el objetivo


corrió hacia ella como un perro llamado a casa, su parte inferior doblada hacia
atrás contra el tirón creado por la velocidad. Cuando el pesado papel estaba
frente a ella, lo soltó y miró los agujeros que había hecho.

Todos estaban concentrados en el centro de los círculos concéntricos,


separados por un sólo anillo… dos a lo sumo.

―Eres muy buena con una pistola.


Mientras miraba al asistente que se había acercado a ella, se maravilló una vez
más de cómo los silenciadores en sus oídos lograban atenuar los disparos
mientras dejaban pasar las voces.

Quitándose la protección auditiva, dijo:

―Soy buena.

―Mejor que la mayoría.

Ella sonrió porque sentía que tenía que hacerlo y, en realidad, no tenía nada
en contra del chico. Era el mayor simpático que llevaba un sombrero de veterano
estadounidense y siempre llevaba una camiseta de concierto de los años ochenta.

325
Con tejanos azules holgados y un rostro desgastado que le hizo pensar que tenía
más de sesenta años, principios de los setenta, parecía que estaba bien
familiarizado con el trabajo manual, largas horas y AC / DC.

―¿Quieres que te acompañe a tu auto? ―comentó―. Ya es tarde.

―Estaré bien, pero gracias.

―Mantén tu arma cargada y fuera. Te miraré por el monitor como siempre lo


hago. Una linda chica como tú, me alegra que sepas cómo disparar.

Con un breve asentimiento, regresó cojeando por la fila de muelles vacíos.


Estaba bastante segura de que le faltaba una pierna y tenía una prótesis, pero no
se lo había preguntado. Y apreciaba su preocupación por ella. Generalmente.

Esta noche, la hizo sentir incómoda, aunque no porque estuviera amenazada


por él de ninguna manera. Simplemente se preguntó por qué recibía atención
especial. ¿Era porque sentía una debilidad por ella?

De alguna manera, no quería que esa pregunta fuera respondida. La fuerza


interior era muy importante para ella de repente.

Enfundando su arma en la cadera, guardó el arma sin usar en su bolsa de


nylon, arrojó la caja vacía de balas y se puso la parka. En su camino hacia la salida,
pasó por el quiosco acristalado donde el asistente se sentaba y lo saludó con la
mano. Señaló un televisor granulado en blanco y negro que mostraba una imagen
del estacionamiento y le dio el visto bueno. Ella asintió a cambio.
Fuera, se acercó a un camión Toyota de diez años. Ella e Isobel habían
comprado la cosa nueva juntando sus ahorros. Aunque siempre podían
desmaterializarse a los lugares, los vehículos, especialmente aquellos con una
plataforma plana, eran realmente útiles para grandes distancias, cuando te
mudabas, y en esas raras ocasiones en las que simplemente tenías ganas de
conducir a alguna parte.

Cuando se puso al volante, apretó el embrague, puso la palanca de cambios en


punto muerto y arrancó el motor. En el camino, se dirigió a casa… y se preguntó
si iba a terminar allí. Tantos desvíos: podría ir al supermercado. Podría alcanzar
el Target de veinticuatro horas para obtener suministros de limpieza. Podía
conducir hasta que necesitara gasolina.

326
En ese momento, podría obtener algo de gasolina y seguir conduciendo.

Sin embargo, sabía que Boone la estaba esperando y no se iría hasta que
apareciera en su apartamento. A pesar de que todavía no se había acercado, era
de hecho el tipo de hombre que, si hacía una cita con alguien, siempre aparecía.
Bueno, excepto por esa cena, y ciertamente tenía una razón válida para perderse
esa comida.

Él estaría frente a su edificio, tal como había dicho.

Dios… realmente quería alejarse, conducir muy, muy lejos. La idea de ir a


alguna clínica para ser tocada y pinchada no tenía ningún atractivo, y estaba
luchando con el equilibrio de intereses. Era su cuerpo, pero Boone no estaba
equivocado. Si estaba embarazada, la mitad de lo que había dentro de ella era de
él.

Parte de él.

Entonces tenía algunos derechos en todo esto.

No es que estuviera embarazada, por supuesto. Cuáles eran las posibilidades,


realmente.

Claro, habían tenido relaciones sexuales de antemano, pero habían pasado


horas antes.

Al menos cuatro. Tal vez seis.


Mierda.

Diez minutos después, Helania estacionó en el aparcamiento detrás de su


edificio. Al salir, se llevó al hombro su bolsa de nylon y caminó a través de la
nieve compacta hasta la entrada trasera. Usó su llave para entrar, luego giró a la
derecha y bajó las escaleras hasta el sótano.

Mientras tocaba fondo en el nivel inferior, abrió la puerta de acero.

Boone estaba de pie junto a la entrada nada especial e impresionante de su


apartamento: su gran cuerpo estaba apoyado contra la pared, sus manos en los
bolsillos de sus pantalones de cuero, su cabeza oscura baja. Le llamó la atención
en la fracción de segundo que la vio, y dada la forma en que se arregló la chaqueta

327
de cuero, era obvio que se sentía tan incómodo como ella.

―Hola ―dijo mientras avanzaba.

―No sabía si estabas… ―Se aclaró la garganta―. Hola.

―¿No sabías si iba a aparecer?

―El auto nos está esperando afuera.

―Me gustaría dejar mis cosas.

Sus fosas nasales se dilataron.

―Estabas disparando.

―Sí. ―Frunció el ceño―. Es importante mantener mis habilidades.

―No estoy sugiriendo que no lo sea. Estoy en un programa de entrenamiento,


recuerdas. Los hermanos enfatizan todo el tiempo cuán crítica es la práctica.

Mientras se miraban el uno al otro, recordó haberse sentado frente a él en


Remi, la conversación fluyó tan suavemente que había sido como el aire en sus
pulmones: fácil y vital. Y, sin embargo, ahora estaban allí, con nada más que
sílabas y silencios irregulares entre ellos.

Helania dejó caer su bolso y cruzó los brazos sobre su pecho. Pasó un tiempo
antes de que pudiera encontrar las palabras correctas.
―No lo sé… ―respiró hondo y lo miró a los ojos―. No sé cómo volver a donde
estábamos. Nos he perdido. E incluso mientras digo esto, sé que es ridículo
porque no es que hayamos estado juntos por mucho tiempo. Entonces, ¿a qué no
estoy volviendo exactamente? Todavía… Extraño dónde estábamos y odio dónde
estamos.

Las cosas se pusieron onduladas cuando llegaron las lágrimas, y maldijo,


pensando en el asistente del lugar de práctica de tiro. No era de extrañar que la
gente asumiera que necesitaba que la cuidaran una y otra vez. Era un desastre…

―Helania. Ven aquí.

Ella extendió la mano.

328
―No. No, no quiero apoyarme en ti. No quiero… Necesito estar sola. Por
primera vez en mi vida, quiero ser fuerte.

―No es una o la otra, ya sabes. Puedes ser fuerte y confiar en tus amigos y
familiares.

―No estoy tan segura de eso. Y aún más al punto, he terminado de arruinar
la vida de otras personas. Isobel me cuidó durante décadas, ¿y sabes qué? He
estado pensando mucho hoy, y me he estado preguntando qué más podría haber
logrado en su vida demasiado corta si hubiera estado libre todas esas horas. ¿Se
habría mudado con su amante? ¿Se habría emparejado y habría tenido hijos
propios? ¿No lo habría conocido porque hace diez años, en lugar de comprar un
camión conmigo, habría comprado una casa con otro hombre, otro diferente, y
habría forjado un futuro con él? Hubo muchos caminos que pudo haber tomado,
pero en cambio, desperdició años en mí, años que, como resultó, no tuvo que
compartir.

―No puedes culparte por lo que le sucedió ―dijo Boone―. Y no tienes ni idea
de qué futuro habría tenido de una forma u otra.

―Fue culpa mía. Esos años perdidos fueron culpa mía.

Boone frunció el ceño.

―Sin ofender, pero ¿qué tiene esto que ver contigo y conmigo?
―Si tengo hijos, querrás emparejarte.

―Por supuesto que lo haré. ¿Cómo no iba a hacerlo?

Helania sacudió la cabeza.

―Pero no quiero eso. No quiero que caigas en otra espada del deber.

―No es así.

―¿De verdad? ¿Eso crees? ¿En qué se diferencia mi embarazo de un


apareamiento arreglado? ―Mientras apretaba los dientes, ella podía decir por la
barbilla que sabía que tenía razón―. Siempre haces lo correcto. Lo entiendo. Pero
aquí está el problema. Si alguna vez me apareo, me gustaría pensar… ―El dolor

329
atravesó su pecho―. Me gustaría ser elegida por amor, no por obligación, y por
favor no digas ‘Te amo’ en este momento. Esas dos palabras son sagradas, no una
panacea porque no quieres herir los sentimientos de alguien o ignorar la realidad
en la que tú y yo nos encontramos. Somos esencialmente extraños, y lo sabes. Y,
sin embargo, nos enfrentamos a algo que podría cambiar nuestras vidas para
siempre.

Sacudió la cabeza y maldijo.

―Lo haces sonar como un accidente automovilístico.

―Es uno.

De repente, se frotó el rostro.

―Bueno, entonces, vamos a la maldita clínica. ¿Porque no es eso lo que uno


hace cuando está en un maldito accidente automovilístico?

Helania apartó la vista bruscamente. Y entonces las palabras que había estado
sosteniendo surgieron de ella.

―No quiero estar embarazada.

―Sí ―murmuró Boone―, creo que has dejado muy claro que no quieres a mi
hijo. Pero sea como sea, la Doctora Jane te va a echar un vistazo y haremos todo
lo que ella diga porque somos adultos en una situación adulta de nuestra propia
creación.
―No sabías que iba a pasar por mi necesidad. Así que esto depende de mí.

―¿Como si pudieras controlarlo cuándo llegó? Y además, lo atravesaste, y


estuve contigo de antemano. Y ya no discutiré esto ni nada más sobre ir a la
clínica.

La amargura en su voz atrajo sus ojos hacia él. El rostro de Boone estaba tenso,
sus cejas hacia abajo, su mirada desenfocada entrenada en algún lugar frente a
él.

Verlo tan infeliz la hacía sentir aún peor, y sabía que si mantenía esa actitud,
los destruiría a ambos. Tal vez aquí y ahora.

330
Además… tal vez fue todo por nada.

―Bien ―dijo―, dame un minuto y nos iremos.

Boone sólo asintió sin mirarla.

―Te veré en el auto. Está en la parte delantera.

Boone salió por la parte trasera del edificio de apartamentos para poder tomar
aire fresco. Mientras caminaba hacia donde estaba esperando Fritz en el
Mercedes negro de la Hermandad, le dolía tanto el pecho que se preguntó si el
dolor emocional podría causar un ataque cardíaco, y luego no le importó
particularmente la respuesta.

Porque oye, si caía muerto en un banco de nieve, al menos ya no sentiría esta


mierda.

Cuando dobló la esquina y vio el auto, sintió la tentación de decirle a Fritz que
se fuera y luego enviarle un mensaje de texto a Helania de que no iba a obligarla
a hacer lo que no quería. Después de lo cual saltaría de un puente y se daría un
largo baño en el Hudson.

Y después de eso, tal vez encontraría algo de alcohol.


Lo que no iba a hacer era sacar sus frustraciones mutilando a un asesino o un
humano. Mientras había estado dando vueltas todo el día, decidido a no llamar
o enviar mensajes de texto a Helania porque estaba claro que ella quería espacio,
él había sido perseguido por sus propias acciones en ese callejón. El hecho de que
ese hombre en particular, ese asaltante, hubiera merecido más de lo que se le
había presentado era irrelevante, y lo aterrador era la pregunta que Boone se
había negado a expresarse.

Pero Dios, ¿y si el hombre no lo hubiera merecido? ¿Qué pasaría si Boone se


hubiera cruzado con un humano inocente que estaba caminando por las calles?

Le gustaba creer que no habría hecho nada. Quería creer que habría seguido

331
hasta que encontrara a un lesser o una sombra.

Excepto que realmente no confiaba en sí mismo en nada de eso, y le hizo


preguntarse si tal vez Helania sabía algo sobre él que él no sabía. Tal vez por eso
no quería a su hijo.

Al acercarse al Mercedes, sacudió la cabeza cuando Fritz salió del volante.

―No, tengo mi puerta. Gracias.

El rostro del mayordomo cayó, seguro como si Boone hubiera cuestionado el


valor de su mahmen.

―Oh… ―Boone se frotó la cabeza dolorida―. Ah, vale. Por supuesto.

―¡De inmediato, señor!

Para un macho mayor, el mayordomo podía moverse rápido; de nuevo,


parecía hacer muchas cosas rápido. En el camino hacia aquí, condujo como si las
leyes de tránsito y los límites de velocidad fueran ajenos a otras personas.

―¿Dónde está tu hembra? ―preguntó el mayordomo cortésmente mientras


mantenía abierta la puerta trasera.

No sé a dónde se fue, pensó Boone. Incluso cuando está justo en frente de mí.

―Ahora viene.

Ojalá.
Un momento después, ella lo hizo. Justo cuando se instaló en el asiento del
fondo, Helania salió por la puerta principal del edificio. Dudó cuando vio al
mayordomo uniformado y al S 65, pero luego cuadró los hombros y caminó por
los senderos cubiertos. Llevaba vaqueros y la parka que había usado la noche que
fueron a casa de Remi, y sus botas le llegaban hasta los tobillos y estaban bien
usadas. Con el cabello recogido y sin maquillaje, parecía fresca y natural.

Además de alguien que necesitaba proteger y sabía que no quería eso de él.

―Saludos, señora ―dijo el mayordomo con una amplia sonrisa. Luego se


inclinó más abajo―. Es un placer estar a su servicio. Soy Fritz Perlmutter.

―Um… ¿gracias? ―murmuró.

332
―Por favor ―dijo Fritz alegremente―, tome asiento y procederemos con
prontitud.

Cuando Helania entró, Boone miró hacia otro lado.

―Esto no tomará mucho tiempo.

Fritz saltó al volante y se volvió hacia ellos.

―¡Pondré la partición ahora! Por favor, abróchense los cinturones y nos


iremos.

Mientras se levantaba el cristal negro, también aparecían paneles en todas las


ventanas, bloqueando las vistas fuera del automóvil. Excelente. No podía
pretender estar mirando el paisaje nevado. Pero esto era parte de la seguridad en
torno al centro de entrenamiento de la Hermandad. Algún día, tal vez él y los
otros aprendices tendrían acceso sin restricciones. Sin embargo, aún no había
sucedido, e incluso si lo hubiera hecho, Helania no estaba autorizada a saber
dónde estaba la instalación.

Tratando de hacer algo con sus manos, aparte de crujir compulsivamente sus
nudillos…

Boone se colocó el cinturón alrededor del pecho y, cuando lo colocó en su


lugar, se produjo una sacudida y el sutil rugido de un motor muy potente.
Entonces, ¿qué pasaba con esos laboratorios de metanfetamina?, pensó para sí
mismo.

―Por cierto ―dijo―, Butch ha establecido una sala de pruebas en el centro de


entrenamiento. Después de que hayas terminado en la clínica, le gustaría que
pasaras a verlo.

―Bien.

Mientras su teléfono vibraba en su chaqueta de cuero, quería agradecerle a la


Virgen Escriba por la distracción válida, pero cuando lo sacó, frunció el ceño.
Rochelle le había enviado un mensaje de texto, pero tendría que mirar el mensaje
más tarde. No podía concentrarse en nada en este momento.

333
―¿Pudiste quedarte en tu casa durante el día? ―preguntó Helania. El corazón
de Boone palpitó ante el inesperado sonido de su voz y miró su reflejo en el panel
de vidrio liso del divisor.

―Sí. Dormí allí. El Rey me dio un total de catorce noches antes de que pueda
ir a otro lado.

―¿Dónde te quedarás después de eso?

―Craeg y Paradise me ofrecieron compartir su dormitorio. Pero encontraré


algo por mi cuenta.

Hubo un tiempo, poco más de veinticuatro horas antes, en que se habría


preguntado si podía quedarse con ella. Sin embargo, esa ventana de oportunidad
se había cerrado. Y como ella misma había dicho, él no sabía cómo volver a ese
espacio.

―Lamento mucho lo de tu padre…

Boone dio la vuelta y levantó la voz.

―Bien. Tenemos que parar con la mierda aquí. A ti y a mí nos está pasado
demasiado para que puedas hacer algún comentario sobre mi situación de vida
o sobre mi maldito padre muerto. Me doy cuenta de que no estoy manejando esto
bien, pero para ser honesto contigo, no entiendo lo que está mal. Sinceramente,
no lo hago. No entiendo este estado de ánimo en el que estás, pero, francamente,
el hecho de que no lo entienda es sólo un recordatorio de que realmente no te
conozco. Teníamos una química fantástica, y tenía muchas ganas de explorar eso
contigo… bueno, durante el tiempo que duró. Pero no entiendo esto y no te
entiendo, y eso me está volviendo loco. Así que discúlpame si no puedo hablar
en este momento, especialmente sobre cosas importantes en mi vida.

Esperaba que le gritara. Acusarlo de ser una especie de matón emocional. Ir


contra el hecho de que podría estar embarazada… otra vez.

En cambio, sólo asintió.

―Eso es justo. Tienes razón.

334
Boone miró hacia la ventana oscurecida a su lado. Cuando sintió que el auto
daba una vuelta amplia y se hundió en el asiento por la aceleración a una
velocidad rápida, supo que estaban subiendo por Northway.

―Esperaba que me gritaras ―se escuchó decir.

―Lamento decepcionarte.

Después de un momento, sintió un suave toque en su brazo y la miró.

―Qué.

―Si no puedo cuidarme, ¿cómo puedo cuidar a un hijo?

Boone parpadeó.

―¿Qué?

Helania retrajo su mano y la metió en su muslo.

―No quiero que me revisen en la clínica porque no quiero saber que estoy
embarazada. Y no quiero quedar embarazada porque me aterra ser responsable
de un hijo.

Abriendo la boca para decir algo, se calló cuando ella comenzó a hablar
apresuradamente.

―No tengo las habilidades necesarias para cultivar amistades. Me da miedo


salir sola al supermercado. Vivo aterrorizada de que los humanos que están
arriba prendan fuego al edificio durante el día y sin saber qué hacer para evitar
la luz del sol. No he dormido bien durante ocho meses porque la verdad es que
odio vivir sola. Y me preocupo todo el tiempo por el hecho de que no hay nadie
a quien llamar si necesito algo. ―Sacudió la cabeza y se miró las manos―. Ese no
es el tipo de madre que un hijo necesita.

Ese no es el tipo de persona que es lo suficientemente fuerte como para ser


mahmen.

Los ojos de Helania volvieron a los suyos.

―Y tienes razón. Estoy de un humor ridículo. Tal vez son las hormonas que
aún están saliendo de mi sistema, pero incluso si es parte de eso, la necesidad no

335
cambia la realidad en la que estoy. Quiero decir, Dios, todavía no sé quién mató
a mi hermana, todo lo que tengo en ese frente es que quienquiera que haya sido
podría haberlo hecho con otra mujer. Soy sólo… Lo he fastidiado, Boone, con
todo, incluido conmigo misma. Se supone que esta es la era del poder femenino,
pero ¿sabes qué? Soy lo opuesto a una mujer fuerte y resistente, y lo odio. Lo odio
y no puedo escapar de esa realidad porque donde quiera que vaya, allí estoy.

Boone parpadeó de nuevo. Luego se aclaró la garganta.

―Creo que te das muchísimo menos crédito del que mereces. No hay mucha
gente, hombre o mujer, que vaya a Pyre todas las noches y haga lo que has estado
haciendo.

―No llegué a tiempo para salvar la vida de esa otra mujer.

―Pero tampoco te mataste en el proceso. Y trajiste a los hermanos a eso. Fuiste


a donde tenías que ir.

―No es suficiente ―señaló, con la voz quebrada―. No pude salvar a esa


hembra. No pude salvar a Isobel.

Extendiendo la mano, le apartó una lágrima de la mejilla y quiso abrazarla.

―Estás haciendo lo que puedes. Estás ayudando con la investigación.

―Volveré allí. Al club. Necesitas saberlo.

Boone inclinó la cabeza.


―Lo sé. Nunca pensé que no lo harías.

―Incluso si estoy embarazada.

Cuando su intestino se retorció en un nudo, se negó a dejar que su miedo se


mostrara, o permitir que la ola de agresión protectora que sentía tuviera algo de
aire. Estaba muy familiarizado con lo que era vivir bajo el dominio de alguien
que pensaba que te conocía bien cuando se trataba de tu propia maldita vida. No
iba a compartir esa riqueza con Helania sólo porque era un hombre y físicamente
más fuerte que ella.

―Mientras sea médicamente seguro ―dijo―, no trataría de detenerte.

336
―¿Lo dices en serio?

―Sí, lo hago. ―Se inclinó hacia ella y deseó poder tomar su mano. Pero no
quería saturarla―. Eso es lo mucho que confío en ti. Eso es lo que creo en ti. Eres
más valiente de lo que crees y más fuerte de lo que piensas, y te apoyo.

Mientras pronunciaba las palabras, se dio cuenta de que eran la verdad


honesta y muerta. Y a veces, para tener fe en ti mismo, tenías que hacer que
alguien iluminara ese camino por ti. Lo había aprendido de los hermanos. De sus
compañeros aprendices.

―Pensé que querrías que me quedara en casa ―susurró.

―Y luego fallarías a tu hermana, ¿verdad?

Sus ojos brillaban con lágrimas.

―Ya tengo muchos problemas viviendo con la culpa. ¿Además de lo que llevo
ahora al renunciar a encontrar al asesino de Isobel? No puedo entenderlo.

―Tiene sentido para mí. ―Boone sacudió la cabeza mientras consideraba su


propio pasado.

―Mira, he visto en lo que la glymera convierte a las hembras. He vivido en esa


pesadilla. No querría que alguien me tratara con prepotencia, ¿por qué creo que
querrías eso? Como dije, siempre que sea médicamente seguro, no tengo derecho
a convertirte en un mueble sólo porque estás embarazada, ni me gustaría.
El ablandamiento comenzó en sus ojos, la luz hostil atenuándose ligeramente.
Luego sus rasgos se relajaron, seguidos de sus hombros y los brazos que había
cruzado sobre su pecho.

―Gracias ―dijo.

―Sólo digo la verdad tal como la conozco. ―Tenía tantas ganas de tomarla en
sus brazos, pero se quedó dónde estaba―. Y solicito sólo una cosa.

―¿Qué es?

―La próxima vez, sólo pregúntame qué pienso en lugar de duplicar mi


opinión con lo que esperas que no sea cierto. Lo prometo, siempre seré honesto,

337
y tal vez no te gusten algunas de mis posiciones sobre las cosas, pero al menos
discutiremos sobre las diferencias reales en lugar de las hipotéticas.

Helania respiró hondo.

―¿Recuerdas cuando me llevaste a casa de Remi?

―Eso fue hace tres noches ―dijo con una breve carcajada―. Así que, sí.
Aunque incluso si hubiera sido hace tres años, puedo asegurarte que recordaría
cada segundo de estar contigo.

Helania se sonrojó, y el color era encantador en su rostro.

―Cuando te dije que no soy buena en esto… ―Hizo un gesto entre ellos―.
Realmente estaba siendo sincera. No puedo relacionarme bien con la gente.

Boone se encogió de hombros.

―¿Sin embargo, hay alguien bueno en eso? Especialmente si la atracción está


involucrada.

―No lo sé. Craeg y Paradise parecían totalmente unidos.

―Oh, Dios mío, mira, los estás viendo ahora. Tuvieron una gran cantidad de
conflictos al principio.

―¿De verdad?
―Sí. Y oye, podrías preguntarles al respecto, pero probablemente no
entenderían bien la historia. El verdadero amor, cuando hace clic, es el gran
borrador. Todo el conflicto y el trabajo para hacer que una relación despegue
simplemente desaparecen cuando la gente comienza a navegar sin problemas.
―Boone se encogió de hombros nuevamente―. Pero qué sé yo.

Al quedarse callado, dejó que su cabeza descansara sobre el respaldo y cerró


los ojos. No estaba cerca de quedarse dormido, pero tal vez ella se imaginaba que
estaba durmiendo: la mano de Helania se coló entre las suyas.

Y en el instante en que hizo el contacto, él la miró. Ella también había echado


la cabeza hacia atrás y su respiración era lenta y uniforme. Pero tampoco estaba

338
dormida.

Él lo sabía porque le apretó la palma… ella movió la cabeza en su dirección y


luego se apoyó contra la parte exterior de su hombro.

―¿Helania? ―dijo suavemente.

―¿Hmm?

―Para que lo sepas, no tienes que ser buena en las relaciones conmigo. Se tú
misma. Seré yo mismo, ¿y tanto como sigamos hablando? Deberíamos estar bien.

Sus párpados se abrieron, sus pestañas se alzaron para revelar una luz en sus
ojos que nunca había visto antes.

―Realmente me gustaría que hiciéramos eso.

―¿Hablar un poco más? ―murmuró mientras le quitaba un cabello suelto del


rostro.

―Está bien ―dijo suavemente―. Realmente me gustaría… que estuviéramos


bien.
capitulo y2

339
Helania dormitaba mientras viajaban, entrando y saliendo de un sueño ligero.
Fue un alivio no tener sueños. Tenía miedo de lo que podría salir de su
subconsciente. Pero al menos sentía como si el aire hubiera sido despejado hasta
cierto punto con Boone.

Cuando comenzó una serie de paradas y arranques, se sentó desde donde se


había apoyado contra él.

―¿Nos estamos acercando? ―dijo.

Boone se movió en su asiento.

―Sí.

Helania crujió su cuello y estiró los brazos.

―Así que aquí es donde vas a entrenar.

―Sí, lo es. La instalación es bastante intensa. Lo tienen todo.

―Bueno, es de la Hermandad.

Era consciente de que estaban charlando, evitando una recaída en cualquier


profundidad emocional. Aun así, se sentía mucho mejor después de haber
expresado su peor miedo en voz alta, y se maravilló de la forma en que le ayudó
a vocalizarlo a alguien que sabía que le importaba.

Y ahora podía reconectarse con Boone mucho mejor. Especialmente dado que
sabía que él no iba a detenerla en Pyre.

Siempre que los médicos no tuvieran una gran opinión sobre las cosas.
Querida Virgen Escriba… ¿Y si estaba embarazada?

―Gracias ―dijo―, por dejarme sacar todo eso.

Cuando la miró, bebió de los hermosos planos de su rostro… y se preguntó


cómo se verían en un niño pequeño con su color y su tipo de cuerpo.

340
―Siempre haré tiempo para ti.

Poniéndose la mano en el vientre debajo de la parka, pensó… bueno, esa


declaración era una especie de te amo, ¿verdad?

El Mercedes se detuvo y se quedó en su lugar, el motor se apagó bruscamente.


Y luego el mayordomo con el rostro de perro y la sonrisa californiana de sol abrió
su puerta.

―¡Ama, hemos llegado! ―Como si fuera un milagro y un concierto de música


y un evento deportivo, todo en uno―. ¡Bienvenida!

Cuando salió, le devolvió la sonrisa.

―Muchas gracias. ―Hizo una profunda reverencia y luego frunció el ceño


cuando Boone se deslizó por el asiento y desplegó sus enormes hombros y su
altura desde la parte posterior.

―Hubiera ido a tu lado, señor.

―Oh, lo sé. Gracias, Fritz, por traernos aquí.

Hubo un momento de consternación como si el doggen aún estuviera atrapado


en la puerta abierta. Pero luego volvió a la felicidad.

―Permíteme mostrarte ―comentó el mayordomo antes de caminar hacia una


pesada puerta de acero―. ¿Puedo por favor conseguir algunas provisiones?
Como si le estuvieran haciendo un favor para pedirle algo de comer.

Mientras Boone y el mayordomo hablaban, Helania miró a su alrededor.


Estaban en algún tipo de área de estacionamiento subterráneo que se había
construido según el centro, con estándares de calidad comercial, y el lugar no
estaba vacío. Había un autobús con ventanas oscurecidas estacionado en el
camino, y un par de autos alineados, incluido un Audi muy elegante y bajo, de
alguna descripción que tenía marcas de nieve en sus elegantes lados.

Guau. No podía creer que alguien hubiera sacado algo así en las calles
invernales. Intensa, de hecho…

―¿Helania? ―dijo Boone―. ¿Quieres algo de comer?

341
―Oh, no, lo siento. ―Se sacudió de nuevo prestando atención―. Estoy bien
gracias.

Mientras el mayordomo mantenía abierto el pesado panel con facilidad,


decidió que él era más sincero de lo que su edad sugería. Y cuando entró en las
instalaciones, no estaba preparada para lo que encontró. Cuando Boone explicó
que el lugar era de primera categoría, asumió que el centro de entrenamiento
sería considerable y estaría bien equipado. Pero… Guau. Un largo, largo corredor
se extendía hasta el otro lado del mundo, por lo que podía ver, e irradiando había
innumerables puertas, algunas de las cuales estaban abiertas. Mientras
caminaban, vio aulas dignas de una gran universidad y lo que parecían salas de
interrogatorio. En el aire, captó un ligero olor a cloro, lo que sugirió que tenían
una piscina en algún lugar cercano, y cuando el mayordomo se detuvo en la
puerta abierta de una sala de examen médico de nivel profesional, pudo escuchar
el tintineo de las pesas y el ruido de pelotas de baloncesto rebotando en la
distancia.

―Iré a llamar a la doctora Jane ―comentó Fritz con una profunda


reverencia―. Y esperaré a que me llamen para su viaje de regreso.

Después de que ella y Boone le dieran las gracias nuevamente al mayordomo,


y Fritz se alejara con un salto en su paso, miraron hacia la sala de examen. Había
una mesa de pacientes en el centro bajo las luces médicas, una delgada hoja de
papel sobre su superficie acolchada, un par de estribos listos. También había una
lámpara con un cuello de grúa a un lado.

Los exámenes internos eran muy divertidos.

―¿Qué me van a hacer? ―dijo en voz alta.

―No mucho hoy ―llegó una respuesta.

Helania giró y reconoció al instante a la mujer que hablaba. Era el médico que
había confundido con un ángel, y estaba totalmente aliviada de que esa fuera la
persona que la vería.

―Bienvenida a nuestra humilde morada ―dijo la doctora cuando se acercó y

342
le ofreció la mano―. Soy Jane. Terminemos con esto rápidamente para que
puedas volver a tu programación programada regularmente.

Helania sacudió esa palma y tomó nota del cabello rubio corto y los ojos verde
oscuro. Sí, recordaba la amabilidad que el médico había demostrado, incluso si
no había tenido conocimiento de muchos detalles.

―Gracias por ser tan buena conmigo ―le comentó a la mujer―. Estoy muy
agradecida.

Una mano tranquilizadora cayó sobre su hombro.

―Sólo quería ayudar. Realmente no te sentías bien.

La doctora saludó a Boone con un abrazo y luego le indicó el camino a la sala


de examen.

―Todo lo que haremos esta noche es revisar los signos vitales y tomar un poco
de sangre para evaluar tus niveles hormonales. Entonces serás libre de irte.

Al mirar esos estribos escondidos, Helania estaba más que agradecida.

―Fantástico. ―Cuando entró en la habitación, se quitó la parka y la puso en


una silla lateral, luego se subió a la mesa. Cuando Boone se quedó fuera en el
pasillo, frunció el ceño.

―¿No vas a venir conmigo?


Boone se sentó y observó todo desde una de las tres sillas que estaban
alineadas contra la pared frente a la mesa de exploración. Presión sanguínea.
Frecuencia cardíaca y estadísticas de oxígeno. Temperatura. Estetoscopio para el
pecho. Mientras tanto, las dos hembras estaban hablando de agujas todo el
tiempo. Cómo Helania se había metido en eso; cómo lo había hecho la madre de
la Doctora Jane; donde conseguir los mejores lienzos e hilados.

Era bueno que ninguna de las dos estuviera buscando comentarios de él sobre
el tema. Por un lado, no sabía tejer, o de agujas, supuso que era. Dos, era mucho

343
más fácil ocultar el hecho de que estaba hiperventilando si no abría su agujero.
Ah, y tres, no estaba seguro de tener voz.

Estar en este entorno médico le recordó todos los riesgos del embarazo,
especialmente los que llegaban al final. Las camas de parto de vampiros eran
especialmente peligrosas tanto para las mahmen como para los jóvenes. Morían
tantos, y apenas se estaba dando cuenta de que Helania estaría sujeta a esas
terribles tasas de mortalidad.

Desde un punto de vista evolutivo, no era de extrañar que la necesidad fuera


tal. Sin esos intensos antojos, no podía imaginar que las mujeres estuvieran
dispuestas a ser voluntarias para el embarazo.

―Está bien ―dijo la Doctora Jane―, ahora tengo que tocarte un poco.

Boone tragó saliva y extendió una mano hacia la parka de Helania, que había
sido colocada en la silla junto a la suya, como si eso de alguna manera se tradujera
en que él ayudaría a apoyarla directamente. Pero como la parte vital de las cosas,
era muy dramático. La Doctora Jane trajo una pequeña bandeja con ruedas,
inspeccionó el interior de uno de los codos de Helania… luego fue un caso de
limpieza, inserción de aguja, y el abdomen del tubo se llenó. La Doctora Jane
luego retiró la pequeña aguja de acero y cubrió el agujero con una bola de
algodón. Levantando el brazo de Helania, tomó el tubo y le puso una etiqueta
impresa.
―¿Podrías…? ―Helania se aclaró la garganta―. ¿Sabremos los resultados
ahora mismo?

―No. Es muy temprano. ―La doctora levantó el vial―. Sin embargo, esto nos
dará una línea de base descendente. Te necesitaremos de vuelta en cuarenta y
ocho horas. Si tus niveles hormonales aumentan desde aquí, entonces estás
embarazada. Si continúan bajando, no lo estás.

―¿Y qué pasa si lo estoy?

―Entonces te programaremos un monitoreo regular. O, si es más fácil,


transferiré la atención a Havers para que no necesites que te acompañen aquí
para tus citas.

344
―No quiero molestar a nadie…

―Será tratada aquí ―se oyó decir Boone.

―Estoy feliz de hacerlo de cualquier manera. ―La Doctora Jane le sonrió a


Helania―. Creo que lo importante es que elijas cómo quieres manejar las cosas.
No me ofenderé, lo prometo. Desde mi punto de vista, hay tanto fuera de tu
control durante el embarazo que es importante agarrar las riendas cuando
puedas.

―Estoy de acuerdo con Boone. Prefiero hacerlo aquí.

Boone asintió.

―Bien. Eso está decidido.

―Entonces sería un honor verte a través del parto si estás embarazada. ―La
Doctora Jane asintió hacia la puerta―. Ahora, ¿entiendo que Butch está
esperando para veros? Sois libres de ir, y te veré sobre esta hora pasado mañana
si eso funciona para tu horario.

―Funciona. ¿Pero me llamarás con el resultado de esta noche? ―preguntó


Helania.

―Por supuesto. Pero, de nuevo, cualquier número que sea no nos dirá nada
hasta que tengamos algo con qué compararlo.
―Está bien. ―Helania saltó de la mesa y se acercó a buscar su abrigo―.
Gracias.

―Estaré en contacto ―dijo la doctora mientras abría la puerta y los esperaba


con una sonrisa paciente.

Boone le entregó la parka a Helania, y luego salieron al pasillo y estaba


guiando el camino de regreso a la parte escolar.

―Vamos a bajar por aquí.

Mientras caminaban, quiso abrazarla.

―¿Estás de acuerdo con cómo te fue?

345
―Realmente me gusta la Doctora Jane.

―A mí también.

―Es sólo un juego de espera ahora.

Volvieron a quedarse callados, pero estaba seguro de que ambos estaban


pensando lo mismo: Mierda, ¿y si habían creado una nueva vida? ¿Y ella tenía
que llevarlo a término a salvo?

Las implicaciones parecían tan vastas como la galaxia, y fue un alivio


detenerse frente a la puerta de una de las salas de interrogatorios.

―Creo que este es el correcto. ―Golpeó―. ¿Butch?

Cuando alguien respondió al otro lado, Boone abrió el camino. Una mirada a
la derecha a las fotografías que se habían puesto en la pared y retrocedió. Detrás
de él, Helania también jadeó.

En la mesa, Butch levantó la vista de un bloc de notas.

―Oh. Lo siento. Debería haberte avisado.

Boone se acercó y se paró frente a las fotografías de la morgue, su tamaño


garantizaba que nada de las imágenes se mostrara.

―No tenemos que hablar aquí ―dijo Butch.


―No. ―Helania sacudió la cabeza―. No ignoraré esto ni fingiré que nada de
eso sucedió.

Mientras se acercaba a la pared, Boone no se movió, pero no estaba mirando


lo que estaba bloqueando. Estaba enfocada en la parte central que estaba marcada
con un número romano II. Al acercarse, tocó un trozo de papel con el nombre de
su hermana.

―¿Cómo te va con la muerte de Isobel? ―preguntó Butch en voz baja―. Y


lamento ser franco al respecto.

Boone abrió la boca para detener la línea de preguntas, pero Helania llegó
primero. Mirando por encima del hombro al hermano, dijo:

346
―Me alegro de que estés al frente. ¿Y en cuanto a manejarlo? No mucho mejor
que cuando me enteré por primera vez.

―Sé dónde estás.

―Sí, imagino que has visto muchos homicidios.

―Yo también perdí a mi hermana.

Boone miró al hermano bruscamente.

―No lo sabía.

Butch se reclinó en su silla, balanceándose sobre sus dos patas traseras.


Tocando un bolígrafo Bic azul en el muslo, se concentró en el diseño que había
hecho.

―Mi hermana fue secuestrada, violada y asesinada, y yo fui la última persona


en verla mientras se marchaba con los chicos que se lo hicieron. Yo tenía doce
años. Ella tenía quince años.

Helania se acercó a la mesa. Cuando trató de sacar una silla, frunció el ceño.

―Estás atornillados ―indicó Butch mientras se enderezaba―. Tengo un


destornillador…
―No, está bien. ―Helania se deslizó en el espacio entre la mesa y el asiento,
de espaldas a las fotografías y notas―. ¿Puedes decirme… puedes contarme
cómo lidiaste con su pérdida?

Butch ahora golpeó el bolígrafo en el bloc en el que había estado garabateando,


sus veintidós por veintiocho centímetros llenas de cruces azules, flechas que
saltaban de oración en oración y garabatos de… ¿carros de golf?

―Seré honesto, todavía no lo he superado. Cuando pienso en Janie, es justo lo


que dijiste. Fresco como en el instante en que me enteré. Toma mucho tiempo
antes de que no te revuelvas en pena cada segundo del día y de la noche. Más
tiempo del que quieres. Sin embargo, te prometo que una noche te despertarás y

347
estarás frente al espejo cepillándote los dientes… y te darás cuenta de que
realmente dormiste todo el día y no sientes que estás en la piel de otra persona.

Boone se acercó y se unió a ellos. La experiencia de meter su cuerpo en esa silla


sin caer no fue tan suave como lo había sido para Helania, pero encajó.

―Toda muerte es difícil ―murmuró Butch a los dos―, pero es mucho peor
cuando sientes que podrías haber hecho algo para detenerla.

Boone asintió.

―Amen a eso.

―¿Realmente te sientes responsable de la muerte de tu padre? ―preguntó


Helania.

―Traté de que se quedara en casa esa noche. ―Boone se imaginó a su padre


tan claro como el día en su mente, Altamere sentado en ese escritorio en su
estudio y fulminándole con la mirada mientras Boone intentaba razonar con él―.
Pero él insistió, y ¿lo que me preocupa… lo que me persigue? Es y si yo…
―Boone se aclaró la garganta―. ¿Y si quería que esto sucediera? ¿Y si yo… quería
que se fuera, así que no lo intenté lo suficiente como para mantenerlo alejado de
esas personas?

―Pero hablaste con él, ¿verdad? ―dijo Helania―. Le advertiste sobre no ir.

―Tal vez podría haber hecho más.


Butch sacudió la cabeza.

―Estaba allí cuando viniste a hablar con Wrath. Vi la convicción en tu rostro


cuando seguiste sobre tu padre. ¿Si pudiera volver a mostrarte mis cintas
mentales? Verías lo que yo vi: un buen hijo tratando de hacer lo correcto en
privado y luego acudir a su Rey cuando había llevado las cosas lo más lejos que
pudo en el DL. Y la realidad es que si no nos hubieras dicho lo que estaba
pasando, la Hermandad no habría estado allí y más personas habrían muerto esa
noche.

―¿Qué pasó? ―preguntó Helania.

Cuando Boone dio los detalles de manera objetiva, deseó poder creer lo que

348
dijo el hermano. Sin embargo, las dudas persistieron, y lo mismo parecía ser
cierto para los otros dos.

Todos habían perdido a un miembro de la familia de manera violenta y cada


uno de ellos se sentía responsable.

Al mirar alrededor de la mesa, Boone sintió como si un pequeño club se


estuviera reuniendo en esta sala, y cuán apropiado era que los montajes en esa
pared fueran sobre la muerte.

Después de un estiramiento tranquilo, Butch miró más allá del hombro de


Helania y vio lo que había puesto.

―Ya sabes, como alguien que está caminando por el mismo camino que
vosotros, pero ¿quién está un poco más adelante? Todo lo que puedo decir es que
es un proceso, y la única forma de superar lo peor del dolor es poner un pie
delante del otro. Hay etapas, pero lo malo es que nunca llegas al final. Nunca
dejas de extrañarlos. Sin embargo, las cosas al principio son las peores. Ambos
buscareis debajo de todo tipo de piedras y buscareis respuestas por un tiempo.
Lo que tienes que hacer es recorrerlo y no auto-medicarte. Lo intenté durante tres
décadas, y beber y usar drogas no hizo una mierda, excepto darme cirrosis
hepática. Es mejor hacer el trabajo y acabar de una vez que meter la cabeza en la
arena y arrastrar la mierda para siempre.

―Extraño mucho a Isobel ―comentó Helania.


Sin pensar, Boone extendió la mano y tomó su mano. Cuando se dio cuenta de
lo que había hecho, se preguntó si preferiría que no la tocara. Pero en cambio, ella
se aferró a su palma con fuerza. Cuando sus ojos se encontraron, sintió una
comunión con ella, aunque era triste el tipo de territorio que tenían en común.

Hubiera sido mucho mejor si hubiera sido… sobre bordados, por ejemplo.

Aun así, estaba agradecido de saber que no estaba sólo y que ella estaba con
él. El hermano también.

Agachando el pulgar, Boone acarició deliberadamente la fina red de cicatrices


que marcaban la palma de Helania, restos de su trabajo con esa pala.

349
Ella le ofreció una sonrisa triste. Luego se centró en el hermano.

―Entonces, ¿tienes algo nuevo?

El hermano se reclinó en su silla nuevamente y se cruzó de brazos. Sus ojos


color avellana se estrecharon una vez más en las fotografías, los artículos, las
notas en esa pared.

―No ―murmuró―. Nos estamos enfriando en este momento. ¿Pero Boone


dijo que habías contactado con algunas de las personas de tu hermana en las
redes sociales?

―¿Puedo darte los detalles de inicio de sesión de las cosas de Isobel para que
puedas verlo por ti mismo? ―Helania se encogió de hombros―.
Desafortunadamente, no creo que haya nada muy útil. Sin embargo, tal vez
notarás algo que me perdí. Eres el profesional.

―Algo tiene que romperse ―comentó Butch en voz baja―. Sólo tenemos que
tomar un descanso antes de que alguien más salga lastimado.
Capitulo y3

350
Mientras Helania recitaba el inicio de sesión y la contraseña en la página de
Facebook de su hermana, vio al hermano Butch anotar los detalles en una hoja de
papel nueva. Ella nunca habría adivinado que supiera de primera mano lo que
estaba pasando con el asesinato de Isobel, y el hecho de que ambos habían
perdido a sus hermanos le permitieron darle rienda suelta con cualquier cosa que
pudiera ayudarlo.

Eran una especie de parientes. Por derramamiento de sangre.

―Hay un ordenador en la oficina aquí abajo ―dijo―. Iniciaré sesión después


de que todos se vayan.

―¿Puedo hacer algo para ayudar? ―preguntó.

―Sólo avísame si tiene noticias de alguien en una plataforma diferente. Todo


lo que podemos hacer es seguir cavando hasta que aparezca algo. Siempre lo
hace. Desafortunadamente, las revelaciones están en el tiempo de Dios, no en el
del hombre, y Él nos hace esperar.

―No sé cuándo volveré a la rotación ―dijo Boone―. Pero volveré a Pyre y


vigilaré las cosas hasta entonces.
―Te agregaremos a la lista de monitoreo, hijo. A partir de la medianoche de
esta noche, tendremos hermanos y combatientes en el lugar cada hora que ese
lugar esté abierto. Por si acaso.

―Entonces la gente estará a salvo ―comentó Helania con alivio.

―Es para vampiros, en primer lugar, aunque, por supuesto, si ven que algo
afecta a un humano, intercederán como una prioridad secundaria.

―Es bueno saberlo. ―Helania se deslizó de su silla―. Iré allí esta noche.

Butch frunció el ceño mientras la miraba fijamente y se preparó para una carga
de seamos razonables.

351
―No creo que sea necesario ―dijo el hermano―. Y es arriesgado, dado lo
conectada que estás con la investigación.

―Nunca he estado en peligro allí.

―¿Lo sabes con seguridad? Alguien podría atacarte sólo porque llamaste por
los asesinatos.

―Pero es una línea confidencial.

Sacudiendo la cabeza, el hermano se puso de pie.

―Pido disculpas por sonar paranoico, pero no confío en nadie con mis
testigos. Las cosas pueden ir en direcciones que nadie puede adivinar. Quiero
que estés a salvo, así que por favor mantente alejada del Revyval Pyre.

Boone se puso de pie también.

―No tenemos derecho a decirle lo que puede y no puede hacer. Ella no es


sospechosa ni una persona de interés. Es una testigo, lo acabas de decir.

―Y es por eso que me gustaría mantenerla del lado de la vida y la respiración.

―¿Qué tal si puede ir si quiere, pero estaré allí con ella?

El hermano miró de un lado a otro entre ellos. Luego recogió su libreta.

―Bien. Con eso puedo vivir.


―No dejaré que nada le pase.

Helania habría discutido la línea de autosuficiencia nuevamente, pero el


hermano tenía razón. Ella quería ayudar a la investigación… como el
representante más cercano de Isobel. ¿Pero tal vez había riesgos en el club que no
podía evaluar? ¿Y por qué ser estúpido al respecto? Además…

Cuando su mano volvió a su abdomen inferior, supo que podría haber otra
razón por la que quería seguir con vida…

Por alguna razón, fue en ese momento cuando se dio cuenta de que Isobel
nunca conocería a ningún joven que pudiera tener.

352
Con una nueva ola de tristeza golpeándola, Helania dijo:

―Realmente espero encontrar a quien esté haciendo esto.

Los ojos del hermano estaban serios cuando tiró del cuello de su camisa de
seda y sacó una pesada cruz de oro.

―Juro por mi Señor y Salvador que nunca me rendiré hasta que el que mató a
tu hermana sea encontrado y tratado adecuadamente. Este es mi voto para ti y tu
Isobel. Nunca pararé y nunca abandonaré la búsqueda, y Dios me mostrará el
camino. Él siempre lo hace.

Helania miró al hombre. Y luego, aunque probablemente debería haber


mantenido las cosas profesionales, tiró sus brazos alrededor y lo abrazó.

Alejándose un poco, lo miró a su rostro sorprendida.

―Tratas a cada víctima como si fuera tu hermana, ¿no? Y cada perpetrador


como su asesino.

El dolor que ardía en sus ojos era difícil de ver, porque ella tenía lo mismo en
su corazón.

―Sí ―dijo―. Cada uno de ellos es mi hermana.

―Encontrarás al hombre. ―Miró a Boone―. Y trabajaremos juntos contigo.

El hermano le dio un fuerte abrazo y luego dio un paso atrás.


―Gracias.

―¿Por qué?

―Por creer en mí.

Ella miró su cruz.

―Se trata de la fe, ¿no es así?

Después de que Boone se despidiera del macho con una palmada, Helania
salió de la habitación con él y el hermano se alejó por el pasillo.

Boone sacó su teléfono.

353
―Sólo necesito enviarle un mensaje de texto a Fritz diciendo que estamos
listos.

―No hay prisa.

Acomodándose contra el frío muro de hormigón, se preguntó si vendría aquí


a menudo. Para citas. A medida que su barriga se hiciera más grande y la vida
creciera dentro de ella.

Una emoción tranquila y tentativa se encendió profundamente en su corazón.

Un joven. Alguien a quien amar. Algo en lo que centrarse aparte de ella y su


dolor por Isobel…

En el camino, justo después de la sala de examen en la que había estado, se


abrió una puerta y dos hombres salieron de lo que tenía que ser una instalación
de levantamiento de pesas. Estaban sin camisa y sudando, y no prestaron
atención a Helania o Boone. Simplemente caminaron en la dirección opuesta.

Helania se enderezó, su cuerpo se movió antes de que su cerebro le dijera que


cambiara de posición. Levantando los orificios nasales, dio un paso tambaleante
hacia adelante. Y luego otro.

El aroma de uno de ellos era familiar, a pesar de que era un extraño. Y la


conexión que se hizo instantáneamente en su mente fue aterradora.

Boone llamó su atención.


―¿Helania? ¿Qué es…?

Señaló al hombre alto a la izquierda, el que tenía un Mohawk, y gritó:

―¡Tú! ¡Fuiste tú!

Butch tenía todo en su cabeza mientras se dirigía a la oficina del centro de


entrenamiento. Cada vez que Janie aparecía, en cualquier situación, siempre se
sacudía un poco. Pero había más que eso. De alguna manera, mirar a los ojos

354
amarillos de Helania, ya que ella había puesto su fe en él con la misma confianza
que él puso en su Dios, lo había sacudido hasta su alma.

Tratas a cada víctima como si fuera tu hermana, ¿no? Y cada perpetrador como su
asesino.

En un nivel, no era una extrapolación tan dura. Hola. ¿Trauma infantil que
afecta el curso de la vida adulta? Particularmente, ¿como motivación decía que
un individuo obtenía lo que había salido mal en su propio pasado en el futuro de
los demás? No era exactamente el material de Einstein. Pero, aun así, ¿escuchar
a Helania decirlo así?

Guau, le hizo querer un whisky escocés. O quince.

Pero la necesidad de tomar una copa, y no en una especie de cóctel, no era algo
en lo que fuera a actuar. Usar el alcohol como un borrador emocional era parte
de su antigua forma de vida, y sería condenado si volvía a caer en esa mierda
incluso por una noche…

―…¡fuiste tú!

Butch se detuvo en seco y se dio la vuelta. Abajo, en la sala de pesas, Helania


avanzaba hacia dos miembros de la Banda de los Bastardos, con el dedo acusador
y el cuerpo temblando.

Mientras Balthazar y Syn también giraban al grito, Boone saltó entre ellos y la
mujer, extendiendo sus brazos para evitar que Helania se acercara demasiado.
Con una maldición, Butch instintivamente buscó el auto-cargador que había
enfundado en su cadera, pero mantuvo la pistola baja por el muslo mientras
trotaba de regreso al drama.

―¿Qué está pasando aquí? ―demandó uniformemente, entrando en modo


policía.

Una rápida mirada a los dos bastardos, y parecía como si un ataque suyo fuera
poco probable. Balthazar parecía confundido, nada más que WTF en su rostro.
¿Y en cuanto a Syn?

―¡Mató a la hembra! ¡Mató a mi hermana!

355
Helania hablaba rápido pero con claridad y ese dedo que apuntaba a Syn era
una identificación de libro. Y la reacción del Bastardo fue interesante, porque no
hubo ninguna. El guerrero sólo miró a la mujer, nada cambiaba en su rostro, sus
ojos, su postura.

―¡Estuviste con esa mujer asesinada en el club! ―dijo Helania―. Entonces te


olí. Tú fuiste quien la llevó al nivel inferior. Y cuando bajé allí después de oler la
sangre, ¡tu aroma estaba en el aire! ¡Fuiste tú!

Syn continuó jugando la carta Sphinx, sus rasgos permanecieron compuestos,


casi aburridos. ¿Pero Balthazar? El Bastardo ahora miraba a su compañero con
ira… como si tal vez, sólo tal vez, hubiera pasado por esto antes con el chico.

Butch miró a Boone.

―Hazme un favor, ¿llévala de regreso a la habitación en la que estábamos?


Quiero hablar con Syn…

―¡Lo hizo! ―Helania se abalanzó sobre el hombre, pero Boone la sostuvo en


su lugar―. ¡Bastardo! ¡Maldito bastardo!

Butch se acercó a la hembra y, cuando llamó su atención, bajó la voz.

―Te creo. Creo que lo viste con la mujer que fue asesinada. Creo que lo
rastreaste hasta el nivel inferior. En este momento, necesito que me dejes hablar
con él, ¿de acuerdo? Y luego quiero hablar más contigo.
Helania respiraba con dificultad, su rostro blanco, sus ojos muy abiertos. Pero
para su crédito, se calmó.

―No lo dejes ir ―dijo con dureza―. No te atrevas a dejarlo ir.

―No lo haré. Lo juro. Por mi Janie.

Helania miró a Boone. Después de un momento tenso, dejó que el macho la


llevara lejos, los dos caminando hacia la sala de interrogatorios. Ella miró por
encima del hombro todo el tiempo, e incluso después de que la puerta se cerrara,
Butch podía jurar que sintió sus ojos acusadores a través del maldito hormigón.

Butch se volvió hacia los bastardos. Le pareció curioso que Balthazar se

356
hubiera acercado a su compañero, como si le preocupara que el otro hombre
pudiera hacer algo estúpido. ¿Pero como si hubiera algún lugar para correr?

Por otra parte, dada la dura mirada de Syn, tal vez había otro tipo de ‘estúpido’
por el que estar preocupado.

―Bueno, eso fue inesperado ―dijo Butch al Bastardo en un tono relajado―.


¿Quieres hablar de lo que acaba de pasar?

―No, en lo más mínimo. ―Syn arrastró las palabras―. Necesitas hablar con
ella. Yo no.

―No estoy seguro de estar de acuerdo con eso. ―Butch cerró la distancia entre
ellos y los miró directamente a los ojos―. Acabo de tener una identificación
positiva de que estabas con una mujer que fue asesinada, la noche en que fue
asesinada, en el club donde fue asesinada. Y dada la forma en que tu amigo se ve
tan exasperado, tengo la sensación de que no es la primera vez que has estado en
este tipo de problemas. ¿Estoy en lo cierto?

Syn se encogió de hombros.

―No tengo nada que decir.

―¿En absoluto?

―¿Vas a jugar al mundo humano ahora? ¿Leerme algunos derechos antes de


esposarme y arrojarme a una celda?
Butch no pensó que fuera útil entrar en el hecho de que no había cárceles para
vampiros, al menos no en Caldwell. Ahora, en el oeste, tenían opciones, pero el
desierto de Nevada estaba muy, muy lejos. Entonces otra vez… tal vez podrían
meter al hijo de puta en una caja de FedEx, hacer algunos agujeros en ella y enviar
su trasero a la colonia penal.

Después de que Butch descubriera qué coño estaba pasando, por supuesto.
Balthazar fulminó con la mirada a su compañero.

―O comienzas a hablar o lo hago yo.

―Le dije al tipo, que no tengo nada que decir.

357
Hubo un largo silencio. Y luego Balthazar se centró en Butch.

―Mi amigo aquí tiene un pequeño problema con los cadáveres. Parecen
suceder mucho a su alrededor, y no siempre son los que queremos.

―Ese hombre humano en el callejón tuvo lo que se merecía ―murmuró Syn.

―Pero no tenías que hacerlo como lo hiciste. ―Balthazar sacudió la cabeza y


cruzó los brazos sobre el pecho―. Si algo sucedió en Pyre, debes aclararlo.

Syn arqueó una ceja y luego se encogió de hombros.

―Bien. Estuve con una mujer en el club, pero no sé si fue ella la que fue
asesinada o no.

Butch frunció el ceño.

―¿Por qué no me lo dijiste antes? Os pedí a todos que me hicierais saber si


habíais estado allí.

―No pensé que importara.

Butch levantó la barbilla.

―Tengo a una mujer muerta en una losa siendo cortada en este momento por
Havers para su autopsia. Y no pensaste que importara.

―No, no lo hice.
―Bueno, mira, aquí está mi problema. Si me lo hubieras dicho de antemano,
no estaría pensando en este momento que estás ocultando algo.

Syn puso los ojos en blanco e hizo como si fuera a darse la vuelta.

―Esto me está aburriendo…

Butch se movió rápido, agarrando al otro macho y empujándolo contra la


pared de hormigón. Sujetando Syn por la garganta con su antebrazo, dejó caer su
bloc de notas y apuntó la boca de su arma en la sien del Bastardo.

―¿Crees que esto es una maldita broma?

Por el rabillo del ojo, Butch vio a Boone y Helania mirando hacia la puerta de

358
la sala de interrogatorios, pero no podía preocuparse por eso. Si tenía que
dispararle al Bastardo para obtener algunas respuestas, apretaría el gatillo en un
instante. Perder una oreja, por ejemplo, podría ser doloroso. Luego recibiría una
bala de plomo en la parte superior del brazo. La rodilla. Había muchos lugares
no letales para disparar, y el dolor solía ser un gran abridor de puertas
proverbiales.

Syn, sin embargo, no parecía estar impresionado por el espectáculo de la


pistola de metal. Sus ojos negros brillaban con inteligencia, pero ninguna
emoción en absoluto.

―Una mujer está muerta ―gruñó Butch―, y acabas de ser acusado de


matarla. ¿Y te quedas en silencio?

―No tengo ningún comentario, pero haré algo. ―Syn sonrió de manera
malvada, esa mirada negra de repente se puso roja como una luna de sangre―.
¿Qué tal si hacemos un dos por uno en los cadáveres?

El macho fue demasiado rápido para que Butch lo atrapara. Syn agarró el arma
y metió el cañón cargado en su propia boca.

En sus ojos, en sus ojos rojos y brillantes, había un único mensaje: Hazlo.
capitulo y4

359
Abajo en la sala de interrogatorios, Boone sólo quería asegurarse de que
protegía a Helania de cualquier bala perdida que llegara a volar.

Pero por supuesto, ese imperativo se convirtió en un tema discutible cuando


Syn se puso la maldita pistola de Butch en la boca.

Los dos machos temblaban cuando estaban enlazados al borde del gatillo, el
torso superior desnudo del Bastardo tallado en alto relieve, el tamaño real de
Butch de un boxeador bajo su sofisticada ropa. Y en una fracción de segundo,
como si hubiera sonado una alarma silenciosa, los hermanos entraron, llegando
desde el gimnasio, la oficina… las otras salas de la clínica. Momentos después, el
arma estaba fuera de la cavidad oral de Syn, los dos estaban separados, y Vishous
llevaba a Butch a la sala de interrogatorios.

Cuando los dos entraron, Boone pensó en darles algo de espacio, pero Helania
no lo aceptó. Entró justo después de los hermanos, y eso significaba que Boone
también iba a entrar.

Vishous dio la vuelta y los congeló con ojos helados.

―Dame un minuto con él. No tenéis que iros, pero ambos necesitan relajarse.
Boone asintió mientras él y Helania retrocedían contra el muro lejano. Juntos
observaron en silencio cómo V obligaba a Butch a sentarse en una silla y pareció
sostenerlo en su lugar con una mano pesada. Hablaron en voz baja y, por respeto,
Boone se dio la vuelta, por lo que era menos probable que lo escuchara por
casualidad.

―¿Estás bien? ―le susurró a Helania mientras miraba su pálido rostro.

Sacudió lentamente la cabeza y habló en voz baja y ronca.

―Sé que fue él ―dijo con urgencia―. Oh, Dios… era él esa noche. Y tal vez
también mató a Isobel.

360
Cuando comenzó a llorar, la rodeó con sus brazos y se hundió en su pecho
hasta que la sostuvo erguida. Fue entonces cuando los hermanos miraron.

―Lo siento ―murmuró Butch―. Me comporté de forma poco profesional. No


volverá a pasar.

Helania levantó la cabeza de los pectorales de Boone.

―¿Estás bromeando? Yo también quiero dispararle.

―Nadie va a disparar a nadie ―intervino Vishous. Luego puso los ojos en


blanco―. Y sabes que la gente pierde la cabeza si soy yo el que dice algo así.

―¿Estás segura de que fue él? ―le preguntó Butch a Helania―. No tienes
dudas.

―Sé lo que he olido. Me someteré al polígrafo. O una prueba a ciegas en una


línea de reconocimiento, lo escogeré miles de veces correctamente.

―De acuerdo ―Butch miró a Vishous―. Quiero a Syn aquí en una habitación
de paciente con guardia completa hasta nuevo aviso. Debe ser considerado con
riesgo de suicidio, así que despeja el lugar de todo con lo que se pueda apuñalar,
cortar o colgarse. Voy a registrar su habitación en la mansión ahora y necesitamos
que hable. Que venga Xcor. Si hay alguien que puede hacer que se abra, es su
maldito jefe. Y quiero que se grabe esa mierda.

Vishous asintió.
―Lo tienes.

―Pero primero, necesitas actualizar a Wrath mientras confirmo los detalles


aquí con Helania.

Cuando el otro hermano partió, Boone no tenía ninguna duda de que todo iba
a ser ejecutado exactamente como Butch quería, y eso fue un alivio.

Dios mío, ¿la idea de que uno de los suyos fuera el asesino? Boone no podía
creerlo, y sin embargo, al recordar esos ojos rojos que parpadeaban en ese
callejón, pensó en lo que el Bastardo le había dicho cuando se pararon sobre el
cuerpo mutilado de ese asaltante humano.

361
No dudaba de que Syn era capaz de matar por deporte. Butch miró a su
alrededor y maldijo.

―Maldita sea, dejé mi libreta en el pasillo.

―¿Quieres que vaya a buscarla? ―preguntó Boone, mientras volvía para


bloquear las fotografías con su cuerpo.

―No, está bien. ―El hermano se centró en Helania―. ¿Puedes decirme otra
vez qué llevaba puesto Syn la noche que lo viste con Mai en el club?

Ella asintió y se dirigió a la mesa. Sentada, puso sus manos delante de sí


misma, y Boone tuvo la impresión de que era para probar que no estaba
escondiendo nada.

―Tenía un gorro de punto negro que tiró hacia abajo. Gafas de sol oscuras. Y
toda la ropa negra.

―¿Puede ser realmente específica en cuanto a qué tipo de ropa? ¿Una capa
como tú? ¿O…?

―Cuero. Camiseta sin mangas negra, creo. Y luego una chaqueta de cuero.

Boone habló, indicando su cuerpo.

―¿Como la mía?

―Sí, exactamente como la tuya.


―¿Qué tipo de zapatos? ¿O botas? ―preguntó Butch.

―No lo sé. Lo siento. ―Sacudió la cabeza―. Y antes de que preguntes, no vi


su rostro realmente. Tengo que admitirlo. Pero su aroma es inconfundible.

―Lo estás haciendo muy bien. Me has dado más que suficiente, y mucho más
de lo que pensaba que tendríamos esta noche. ―El hermano sacó de nuevo su
cruz de oro―. ¿Ves? Lo que digo. En su tiempo.

Helania se sentó y miró a Boone.

―Sabes, si no hubiera venido aquí para mi chequeo, nunca me hubiera


encontrado con él.

362
―Estaba destinado a ser ―dijo Boone.

Helania volvió a mirar a Butch.

―¿Qué le pasará ahora?

―Espera aquí abajo mientras yo busco en sus habitaciones a ver qué


encuentro. ¿Si hay algún rastro de la sangre de Mai o de su olor en algo? ¿Alguna
evidencia como ganchos de carne colgados en su maldito armario o una pieza de
ropa de alguna víctima? Entonces lo llevo a Wrath y se lo presento todo al Rey,
junto con tu testimonio, como si estuviera frente a un juez con él. Wrath decide
el destino de Syn.

Los ojos de Helania se entrecerraron.

―¿Y qué es lo más probable que pase con eso?

El hermano se quedó en silencio durante un momento.

―¿Si Syn es el asesino? No vivirá al final. Eso te lo puedo prometer...

―Quiero estar allí. Cuando muera. ―Se sentó hacia adelante y agarró la
manga del hermano―. ¿Entiendes? Nada es más importante para mí que eso.
Quiero verlo muerto. Es la única forma en que mi hermana puede descansar en
paz.

Butch se frotó el rostro como si le doliera la cabeza.


―No estamos seguros de que Syn haya matado a tu hermana.

Boone habló.

―Pero podría haber una conexión allí. Una conexión muy probable.

―Sí. ―Butch se puso de pie―. Tengo la sensación de que podría haberla.

―Quiero estar allí ―insistió Helania―. Cuando lo maten.

―Eso depende de Wrath. Si terminamos con una sentencia de muerte, tendrás


que pedirle al Rey ser testigo y ver qué dice. ―El hermano puso una mano sobre
su hombro―. ¿Pero conociéndolo de la forma en que lo conozco? Entenderá
completamente lo que me estás diciendo.

363
Para Helania, el viaje de regreso a su apartamento en el elegante Mercedes de
la Hermandad pareció tomar menos de un respiro. Está bien… tal vez fue más
bien como dos inhalaciones profundas y un hipo. Pero no fue más que eso.

Y hubo una distorsión adicional en el tiempo mientras salía del cálido interior
gracias al anciano mayordomo que mantenía la puerta abierta: no podía decidir
si habían pasado días o segundos desde que ella y Boone se sentaron en la parte
trasera del auto y condujeron hasta donde la Hermandad estaba escondiendo
todas esas instalaciones.

Mientras jugaba con las teorías de la relatividad en su cabeza, Boone también


salió del asiento trasero. Y tal como había estado en el estacionamiento del centro
de entrenamiento, el mayordomo se puso nervioso porque no había tenido
tiempo de ir por ahí y cumplir con su deber con esa puerta.

Los dos machos dijeron algunas cosas, y luego ella le dio las gracias a Fritz y
el auto se alejaba por la nieve acumulada.

―Sólo quiero acompañarte hasta la puerta ―indicó Boone―. No tengo que


quedarme.
―Está bien. ―Se sacudió a sí misma―. Quiero decir, me gustaría que entraras.
Si tienes un minuto.

Demasiado para su intento de independencia, pensó, mientras caminaban hacia la


entrada principal de su edificio. Sin embargo, quería que Boone viniera a su casa
y no sólo porque no quería estar sola. Fue porque quería estar con él y no
necesariamente sexualmente.

Sólo necesitaba asegurarse de que todo eso había sucedido, que al ver a ese
guerrero en el pasillo… ellos hablando con Butch sobre la pérdida de hermanas
y un padre…

Cuando ella y Boone entraron por la puerta exterior de su edificio, se

364
detuvieron junto a las filas de buzones mientras sacaba la llave correcta.

―Nunca esperé que el asesino estuviera conectado con la Hermandad. ―Puso


su llave en la cerradura interior y se giró―. Quiero decir, él es uno de ellos,
¿verdad?

―No, pelea con ellos. ―Boone la ayudó a abrir las pesadas cerraduras―. Es
una gran diferencia.

Se quedaron en silencio mientras bajaban al sótano, y entraron en su


apartamento.

―Vaya―dijo mientras cerraba―. Este lugar es tan limpio.

―Tenía que encontrar algo que hacer conmigo mismo durante el día. ―Se
quitó la parka y la colgó junto a su capa de Revyval Pyre, su mano se entretuvo
en esos pliegues de tela negra―. Mantenía mi mente alejada de las cosas.

Cuando lo miró, él se había sentado en su sofá y tenía una de sus almohadas


de punto en su regazo. Sus hábiles dedos viajaban sobre las líneas ordenadas de
costura, trazando un jacinto.

―Esto debe haber llevado mucho tiempo ―murmuró―. Es otra excelente


distracción.

Ella vino y se sentó con él.


―Mantiene mi mente ocupada lo suficiente para que mis pensamientos no se
descontrolen.

―Quizá debería intentarlo. ―Dejó la almohada a un lado―. Podría venderlos


y vivir de las ganancias.

―Me ayuda a pagar las cuentas.

―Bueno, he dejado de dormir, así que ahora tengo tiempo extra en mis manos.
―Se miraron fijamente el uno al otro. Y cuando se inclinó en su dirección, no
estaba segura de lo que él iba a hacer. Las cosas estaban mejor de lo que estaban
después de la necesidad, pero había muchas incógnitas.

365
Boone la detuvo poniendo su dedo índice en sus labios.

―¿Estás segura de que quieres hacer esto?

―Le pregunté específicamente a la Doctora Jane si, ya sabes... si no estoy


embarazada, si la fertilidad dura más que los síntomas. Dijo que no. Así que no
tenemos que preocuparnos. ―Frunció el ceño―. A menos que las cosas hayan
cambiado para ti.

―¿Quieres decir si te deseo? ―Le rozó el labio inferior con el pulgar―. No


han cambiado. Todavía no voy a decirte que no. Ni ahora, ni nunca.

Pudo haberle dicho algo a cambio, comunicándole con palabras que aunque
su situación era compleja, sus sentimientos por él no lo eran.

En vez de eso, dejó que su boca hablara chupándole el dedo entre los labios y
enrollando su lengua alrededor.

El ronroneo que salió de él era lo que quería escuchar. Y el siguiente paso de


Boone fue retraer su dedo y reemplazarlo por su lengua mientras lamía su
camino hacia ella. El beso fue todo lo que ella necesitaba, y se arqueó contra él
mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Cuando la empujó de vuelta al sofá,
se soltó.

Excepto que quería que supiera que no lo estaba usando como distracción. No
quería pensar, era verdad. Pero había muchas otras razones por las que lo
necesitaba en este momento.
―Boone...

―No tienes que explicarlo. ―Se retiró―. Sólo quiero estar contigo y te tendré
de cualquier forma que pueda conseguirte.

Helania le acarició el rostro mientras olía las oscuras especias que había
llegado a asociar con él.

―No te merezco.

―Ídem.

Sus bocas se fusionaron en un beso aún más profundo, y lo mantuvieron en


alto mientras se quitaban la ropa, y la tiraban al suelo. Cuando estuvieron

366
desnudos, abrió sus muslos y le dio la bienvenida.

―Iré despacio ―dijo―. En caso de que todavía tengas dolor.

―De acuerdo.

Hizo una pequeña mueca, pero luego la llenó, en lo más profundo de su ser,
grueso y caliente. Sin embargo, no se movió.

―Helania… ―susurró―. Toma mi vena.

Espontáneamente, sus ojos se dirigieron a la gruesa yugular que subía por el


costado de su garganta. Había pasado tanto tiempo desde que se había
alimentado, y el estrés que había sufrido se había agravado con una súbita y
aguda hambre.

Y luego estaba la posibilidad de que estuviera embarazada.

―¿Estás seguro? ―respiró.

―¿Quieres que te suplique?

Sus colmillos cayeron de su mandíbula superior con prisa, y él gimió mientras


sus labios se abrían para revelar los puntos gemelos. Con un rápido cambio, él
reposicionó sus cuerpos para que ella estuviera sobre sus caderas, en control…
dominante.

―Tómame ―dijo―. Úsame.


El silbido que salió de ella fue el tipo de sonido que nunca antes había hecho,
y mientras golpeaba su garganta, Boone gritó su nombre, sus caderas subiendo,
su excitación empujando aún más dentro de ella. Su gusto en su boca y en la parte
posterior de su garganta era una emoción embriagadora, y cuando comenzó a
beber, comenzó a mover su pelvis.

Tragando el alimento que sólo él podía darle, estaba llena en su vientre y en


su sexo mientras él tenía el orgasmo, el dulce dolor de su mordedura claramente
lo enviaba al borde del abismo. Y eso era todo lo que necesitaba. También
encontró su liberación, los anillos de placer que irradiaban desde su corazón
uniéndose al torrente de euforia que acompañaba a la fuerza que él le estaba
dando.

367
Por muy increíbles que fueran las sensaciones, por muy tentada que estuviera
de seguir adelante con su vena, tuvo mucho cuidado de no tomar demasiado. El
hecho de que era tan puro de sangre, y que también había tomado recientemente
de una Elegida sagrada, algo que Helania nunca había escuchado que alguien lo
hiciera antes, significaba que probablemente podría haberle dado mucho más.
Pero realmente se preocupaba por él, y prefería pasar hambre de sangre antes
que poner en peligro su preciosa, preciosa vida.

Cuando había tomado lo suficiente para mantenerse, lamió las heridas de la


punción y luego besó su boca. Y aun así sus cuerpos se movían juntos, orgasmos
acrecentando orgasmos, el sexo una expresión de todas las cosas que ninguno de
ellos parecía ser capaz de poner en palabras.

Había tantas preguntas sin respuesta. Tantas cuerdas que aún no se han
reunido. Tantos caminos divergentes ante ellos.

Sin embargo, tuvieron este momento. Y sólo podía rezar para que no fuera el
último.
capitulo y5

368
Cuando la Banda de Bastardos se había mudado con la Hermandad a la
mansión, se había tomado la decisión de abrir un conjunto de habitaciones
previamente cerradas. A la que se accedía saliendo por la lejana pared de la sala
de estar del segundo piso, la huella de las habitaciones adicionales se extendía
por toda el ala de la cocina, la despensa y la lavandería, así como por el garaje.

Mientras Butch avanzaba por una sala muy bien decorada, no desperdició una
mirada en los óleos de los paisajes ingleses que colgaban de los paneles, ni miró
las flores frescas, incluso en invierno, de las mesas auxiliares, ni se fijó en el
ocasional busto que se asentaba en las cornisas debajo de las ventanas.

Estaba concentrado en Fritz. El mayordomo estaba a tres cuartos del camino


hacia abajo, parado frente a una puerta cerrada con una expresión curiosa en el
rostro.

―¿Señor? ―dijo mientras Butch se acercaba―. ¿El Rey indicó que deseaba que
yo abriera esta puerta para usted?

―Sí.

―El Rey le indicó que iba a inspeccionar las habitaciones… ¿bajo la dirección
de mi Señor?
―Síp. Ese es el plan.

Y gracias, Wrath.

Tal vez fue el hecho de que Butch había sido policía en el sistema humano
durante todos esos años. O tal vez fue porque sentía que tenía que cubrirse el
trasero para asegurarse de que no hubiera ningún problema en la casa. O tal vez
simplemente estaba reconociendo la posición de autoridad de su primo sobre
todos los asuntos bajo este techo y dentro de la carrera. Pero sea cual sea la razón,
se sintió obligado a preguntarle a Wrath si estaba bien pasar por la mierda de
Syn.

Y sabes qué, basado en la identificación de Helania del bastardo, dijo que el

369
permiso había sido concedido.

Butch se detuvo frente al mayordomo.

―Quiero que seas mi testigo mientras reviso todo.

―¿Testigo?

―Para atestiguar que no planté nada ni manipulé las pertenencias de Syn.

Fritz se inclinó profundamente.

―Es un placer servirle en todo lo que necesite.

―Buen trato. Gracias. Ahora abramos las cosas y veamos qué tenemos.

El mayordomo insertó una llave de cobre que era casi del tamaño de su propia
mano en la cerradura, y se oyó un ruido sordo cuando las antiguas cerraduras se
desengancharon. Sin bisagras crujientes. Eso nunca pasaría en un hogar dirigido
por Fritz.

Mientras la luz de la sala fluía hacia la oscuridad, Butch frunció el ceño ante lo
que veía, o, para ser más exactos, ante lo que no veía.

―¿Qué demonios? ―murmuró.

―Así es como él quiere que sea.


Butch sacudió la cabeza al entrar. La habitación estaba totalmente vacía. Sin
alfombra. Sin cama. Sin mesita de noche ni armarios. Sin escritorios, ni sillas
auxiliares, ni nada de las cosas antiguas que llenaban cada centímetro cuadrado
de la mansión, como si Darius hubiera tenido una adicción a los atracones de
compras que sólo Christie's7 podía satisfacer.

Butch miró por encima de su hombro.

―¿Dónde lo puso todo Syn? Me refiero a los muebles.

―Me pidió que me deshiciera de ellos, así que volví a repartir algunas de las
cosas en otras suites, y el resto se fue al sótano. Me ofrecí a pedirle algo más a su
gusto, pero me informó que, como soldado en el Viejo Mundo, estaba

370
acostumbrado a dormir en escondites y puestos de avanzada con nada más que
lo que pudiera llevar en la espalda. Hasta la decoración más rudimentaria le hacía
sentir apretado.

Mientras Butch caminaba alrededor de las tablas del suelo, las pisadas de sus
mocasines resonaban alrededor de las paredes estériles.

―¿Estás seguro de que se parece a esto desde que se mudó? ¿No hay ninguna
posibilidad de que en las últimas cuarenta y ocho o setenta y dos horas haya
vuelto y limpiado algo?

Cuando el rostro de Fritz cayó y palideció, Butch se dio cuenta de lo que había
hecho. Volviendo corriendo al mayordomo, levantó las manos, pero luego las
dejó caer porque sabía que sólo empeoraría las cosas si trataba de tocar el doggen.

―Lo siento ―comentó Butch con prisas―. Sólo estaba murmurando, ya sabes,
hablando conmigo mismo. No quise insinuar que estabas recordando mal o que
no estabas al tanto de la composición, distribución y contenido de cada
habitación, armario, pasillo y sótano de esta casa.

Fritz dudó, como si estuviera preocupado de que Butch estuviera tratando de


animarlo en lugar de decir la verdad.

7 Christie’s: Famosa casa de subastas.


―Lo juro por mi Señor y Salvador ―dijo Butch al sacar su cruz―. La única
razón por la que hablé en voz alta es porque es vital que vea todo en estas
habitaciones exactamente como estaba, sin que nadie intente ocultar sus huellas
tirando algo.

―¿Es Syn sospechoso? ―preguntó Fritz―. ¿De algo que fue robado?

Sí, pensó Butch. Una vida. O dos. Tal vez tres.

―Es una situación difícil. ―Butch miró a su alrededor―. Bueno, supongo que
esto es un callejón sin salida, espera, el baño y el armario. Tiene que haber un
armario aquí.

371
Caminando, se asomó al baño. La extensión de mármol también había sido
despojada, todos los lujos que Butch estaba acostumbrado a ver se habían ido:
Sin alfombras de baño. Sin toallas mullidas extra. Sin batas. Había un cepillo de
dientes y un tubo de pasta de dientes. Crest Original.

Como si al tipo tampoco le gustara el alboroto cerca de su fluoruro. Butch abrió


los cajones. Rompió los armarios. Se inclinó hacia el baño.

Una navaja y loción de afeitar era todo lo que tenía. Miró a Fritz.

―¿Dónde duerme?

―Creo que lo verá ahora.

―¿El armario?

―Sí, eso creo.

Caminando hacia un conjunto de puertas dobles, Butch las abrió y parpadeó


al encenderse la luz.

―Bien, esto es un desperdicio criminal ―dijo mientras miraba las varillas


colgantes desnudas que corrían alrededor del espacio del tamaño de una
habitación a la altura de los hombros―. Podría poner al menos la mitad de mi
guardarropa aquí.

O toda la ropa de Marissa, Jane y Vishous y su carrito de golf.


Pero había algo de lo que Fritz había estado hablando: en el rincón más alejado,
un anillo de pistolas y cuchillos había sido colocado en un semicírculo, cuya
circunferencia se ajustaba a un cuerpo del tamaño de Syn.

La ropa, tal como estaba, estaba apilada al pie del arreglo.

Al sacar el teléfono, Butch se paró en la puerta abierta y grabó un video del


armario. Entonces entró y se acercó a la ropa. Después de hacer varias tomas de
distancia media y primeros planos, se sacó un par de guantes de nitrilo del
bolsillo, se los puso y fue a través de las capas.

Encontró una gorra de punto negra. Gafas de sol negras.

372
Y dos pares de trajes de cuero que olían como si hubieran tenido sexo.

Miró a Fritz, que estaba de pie en la puerta, sus viejas manos agitándose frente
a él como si estuviera desesperado por ayudar de alguna manera.

―¿Cuántos pares de trajes de cuero tiene Syn? ―preguntó Butch.

―Dos. He pedido más en su tamaño exacto, pero están abajo en el embalaje


en el que llegaron. Todavía no los ha aceptado. Está esperando a que algo se
desgaste, me dijo. Sólo entonces reemplazará lo que tiene.

Butch colocó ambos pares en la alfombra de pared a pared, estirando las


piernas largas y planas. Después de fotografiar los decorados por separado y
luego juntos, los giró e hizo lo mismo con los lados traseros. Repitió el proceso
con la chaqueta de cuero antes de revisar sus bolsillos.

Balas. Navaja automática. Longitud de la cadena.

Chicle Trident sin azúcar en canela. Bien, entonces el bastardo estaba


claramente preocupado por un aliento limpio y un esmalte dental sano.

Sentado en sus caderas, Butch maldijo.

―¿Qué es lo que está mal? ―preguntó Fritz.

Consideró si presionar o no al mayordomo sobre si estaba seguro de que no se


había sacado nada del armario.

Sí, porque había ido tan bien con toda la conversación acerca de la decoración.
Volviendo a centrarse en los trajes de cuero, Butch les dio la vuelta, de modo
que se veían los frentes y miraba las marcas de desgaste. Las manchas. Los
arañazos. Inclinado hacia abajo, respiró por la nariz, probando los olores.

Bien, mucha sangre de lesser. Alguna sangre masculina que tenía que ser de
Syn.

Suciedad. Sudor. Pólvora. Sexo.

Pero… no sangre femenina. En cualquiera de los dos conjuntos.

Lo que era un poco bueno, mierda. Los trajes de cuero no eran el tipo de cosas
que se tiraban en la lavandería y se enviaban a dar una vuelta con algo de Tide.

373
No eran limpiados tan fácilmente, y siguiendo la declaración del mayordomo,
estos eran los únicos dos pares que tenía Syn.

Así que, asumiendo que lo que Fritz dijo era correcto, no era como si Syn
hubiera matado a esas hembras, se hubiera deshecho de lo que sea que llevaba
puesto en su mitad inferior, y luego se hubiera puesto un par nuevo cuando llegó
a casa. A menos que él mismo los ordenara a escondidas y enviara los trajes de
cuero a algún lugar de la ciudad.

Si Butch tenía alguna información sobre su cuenta bancaria, podía comprobar


y ver las transacciones que se habían realizado a tal efecto. Pero algo le dijo que
ese tipo de problemas probablemente no era una gran prioridad para alguien que
vivía con tan poco. Aunque ¿si estuvieras tratando de encubrir un homicidio?
Pedirías a Amazon Prime otro par de pantalones.

¿No lo harías?, pensó.

―¿Qué hay de las camisetas sin mangas? ―solicitó Butch―. ¿Las envía a
lavandería regularmente?

Fritz se inclinó.

―Así es, en efecto. También tiene dos sudaderas entre las que se alterna, así
como algo de ropa de gimnasia.

―Quiero hablar con la lavandera, por favor.

Fritz se inclinó de nuevo.


―Enseguida, señor. Quédese aquí. Se la traeré.

Quedándose sólo, Butch se sentó sobre su trasero y dejó que sus manos con
guantes azules colgaran de sus rodillas. Mirando los trajes de cuero, intentó
encontrar el agujero en el razonamiento. Alguna otra explicación de por qué los
únicos dos pares de pantalones que el hombre parecía tener no olían a muerte ni
a sangre de mujer.

Tal vez Syn había tomado prestadas los trajes de cuero de otra persona cuando
terminó de matar y luego las tiró. Tal vez… Fritz había contado mal.

Lo último probablemente no lo era.

374
Inclinado hacia un lado, Butch miró hacia el dormitorio vacío. Tan vacío. Tan
solitario. Así que… no eran las habitaciones privadas de un hombre bien
adaptado. Pero el anti-acaparamiento no significaba que Syn fuera un asesino.

Helania, por otro lado, no sólo estaba totalmente segura de que había visto al
bastardo con la víctima, sino que las gafas oscuras y el gorro de punto que
describió estaban aquí con el resto de la ropa de Syn.

―¿Señor? Esta es Lilf. ―Fritz entró en el armario con una doggen


uniformada―. Estará encantada de responder a cualquiera de sus preguntas.

Mientras Lilf se inclinaba, Butch notó que su uniforme blanco y gris prensado
coincidía con su cabello gris.

―Señor ―dijo―, ¿en qué puedo servirle?

―Hola, Lilf. Gracias por venir aquí.

Butch se puso de pie e indicó el montón de ropa: tres camisetas sin mangas,
todas planchadas, y tres camisetas, todas planchadas, y una sudadera negra.
También había seis pares de calcetines negros gruesos y un suspensorio.

―¿Lavas toda su ropa? ¿La de Syn? ―dijo.

―Yo lavo la ropa de todos, señor.

―Bien, y gracias por hacer un buen trabajo por mi cuenta, por cierto. Ahora,
¿puede decirme si, en las últimas cinco noches, has olido sangre de vampiro en
alguna camisa, pantalón, calcetín, vellón, algo que pertenezca a alguien de esta
casa? Quiero decir, sangre de vampiro que no era la del dueño.

―Permítame pensar. ―Los ojos de Lilf viajaban alrededor del estéril


armario―. Bueno, sí. El Hermano Vishous tenía una camiseta sin mangas con
sangre, no la suya, en ella. Esta misma mañana. Era femenina de procedencia.

Sin duda de cuando el hermano había movido el cuerpo de Mai.

―Bien. De acuerdo. ¿Alguien más?

―Balthazar y Zypher tenían la misma sangre en sus camisas. Me di cuenta por


el olor.

375
Habían ayudado a V, pensó Butch.

Hubo un largo período de silencio.

―Lo siento, señor, parece que estoy muy lenta esta noche.

―Tómate tu tiempo, Lilf. Es muy importante que estés cien por cien segura.

La doggen cruzó sus brazos sobre su pecho, bajó su barbilla, y cerró los ojos.
Cuando parecía caer en un estado de trance, Butch rezó para que recordara eso…

―Nadie más ―comentó mientras levantaba los párpados―. Sólo esos tres. En
las últimas cinco noches.

―De toda la casa.

―Sí, señor. ―Miró a Fritz―. ¿He hecho algo malo?

Fritz le dio una palmadita en el antebrazo.

―Oh, no, querida. Lo estás haciendo bien, siempre y cuando estés segura.

―Lo estoy. ―Volvió a mirar a Butch―. Hago todas las cargas


secuencialmente. Hay un sistema que rota a través de todas las habitaciones. Así
que sé de quién es la ropa sucia.

―¿Hay alguna manera de que las cosas de V, Balthazar o Zypher se hayan


mezclado con las de otra persona? ―Butch habló con mucho cuidado, ya que no
quería ofender a la doggen―. ¿Es posible que te confundas sobre qué camiseta sin
mangas es de quién?

Tal vez V tiró la suya, y la de Syn era la otra de las tres que estaba contando.
No explicaría por qué los trajes de cuero del bastardo no estaban marcados con
el olor de la sangre de Mai, pero sería algo para continuar.

―No ―contestó Lilf con confianza―. Todas las cargas, por pequeñas que
sean, se mantienen separadas, ya que cada persona en el hogar prefiere que las
cosas se limpien de una manera diferente. A algunos les gusta el suavizante de
telas, a otros no. A algunos les gustan las fragancias, a otros no. Muchos tienen
una preferencia específica de detergente, así que mientras verifico las cestas…

376
―¿Revisas su contenido?

―Sí, tengo un registro.

Butch miró fijamente a la doggen.

―¿De cada pieza de ropa enviada a la lavandería, por el dueño?

―Sí, y tiene notas sobre las manchas, así es como estoy segura de la sangre.
―Ella inclinó la cabeza hacia un lado―. ¿De qué otra manera podría hacer las
cosas bien?

Dayum. Había ganado el premio gordo.

―¿Hasta dónde llegan los registros?

―Desde la primera carga que hice para el Rey bajo este techo.

Bien... ahí tienes, pensó Butch.

―¿Puedo ver el registro? ―preguntó―. No porque dude de ti, sólo tengo


curiosidad por saber cómo se hace.

Y porque él la estaba revisando dos veces.

―Oh, sí, señor. Por aquí, por favor.

Cuando Fritz y Lilf salieron de la suite de Syn, Butch les siguió.


Se quedó callado mientras bajaban por las escaleras traseras de la lavandería,
pero no estaba en piloto automático.

Todo lo contrario.

Estaba tratando de averiguar cómo Syn había logrado cortarle las muñecas y
la garganta a Mai, y colgarla de un gancho para carne... sin manchar de sangre
sus trajes de cuero. Su gorra de punto. Su camiseta…

Butch se imaginó a Syn saliendo de la sala de ejercicios, cubierto de sudor.

―¡Espera! ―exclamó.

377
Mientras ambos doggen se detuvieron en el descanso, él hizo un gesto con la
mano hacia adelante y hacia atrás.

―Lo siento, no me refería a vosotros. Me olvidé de las taquillas del centro de


entrenamiento.

La evidencia que necesitaba estaría ahí. Estaba seguro de ello.

De vuelta en el apartamento de Helania en su dormitorio, Boone estaba


desnudo y de espalda bajo las sábanas, el cuerpo de su hembra metido
firmemente contra él. Estaba bastante seguro de que estaba dormida. Después de
que ella había tomado la vena y habían hecho el amor de nuevo aquí, ella había
estado en ese estado aletargado post-alimentación, y estaba feliz de ser su sostén
mientras se quedaba laxa y se entregaba para descansar.

Mientras miraba el techo, se dio cuenta de que estaban en un patrón de espera.

La puerta al sexo estaba abierta de nuevo y se alegró de ello. Pero la cuestión


más importante de quiénes eran el uno para el otro se presentó por el momento.

Si estaba embarazada, tenía razón. Iba a querer aparearse con ella y eso era
todo. No iba a tenerla a ella y a un niño suyo solos en el mundo, de ninguna
manera, y no se trataba de honrar a su linaje. Demonios, ya ni siquiera era parte
de su propio árbol genealógico, ¿verdad?
Ser desheredado era una línea bastante clara en ese tipo de arena. Pero para él,
cuidar de ella y de sus hijos, asegurarse de que sus hijos tuvieran un hogar estable
y amoroso, era un imperativo personal, no uno atado al espectáculo de mierda
en el que había nacido. La actuación de su padre fue un ejemplo de todo lo que
Boone no quería ser.

―Necesito encontrar a esa mujer. ―Boone levantó la cabeza.

―¿Qué?

Helania frotó el rostro hacia arriba y hacia abajo sobre su pecho como si
estuviera tratando de mantenerse despierta.

378
―La mujer que vino a hablarme de Isobel, que me ayudó a enterrarla. Merece
saber que el asesino ha sido encontrado, y necesita decidir si quiere estar allí al
final, también.

―Eso tiene sentido. ―Boone frunció el ceño―. ¿Qué tenemos para continuar?

―La casa. La casa donde me llevó. Necesito encontrarla, ¿me ayudarás?


Quiero intentar recordar en qué parte de la ciudad está. Revisé su perfil en
Facebook, pero no hay dirección, obviamente. No hay un nombre real. No hay
pistas de su identidad. Su foto es sólo un primer plano de una parte de su rostro,
por el amor de Dios.

―¿Alguna vez te devolvió la llamada? Sé que dijiste que le habías enviado un


mensaje.

―Aún no, pero no lo he comprobado desde que fuimos al centro de


entrenamiento. ―Helania apoyó la barbilla en su mano y lo miró―. Siento una
responsabilidad hacia ella. Estaba tan molesta como yo. Totalmente
desconsolada. Claramente, era una muy buena amiga de Isobel.

―La encontraremos. ―Le pasó la mano por el cabello a Helania y la besó en


la frente―. Y empezaremos registrando esa casa al anochecer. Y seguiremos
buscándola hasta que puedas volver a hablar con ella.

Como las pestañas de Helania parpadeaban rápidamente, deseaba poder


soportar el dolor por ella. Haría cualquier cosa para hacer su luto más fácil, así
que sí, maldita sea, iba a encontrar esa casa, esa hembra, para ella aunque fuera
lo último que hiciera en la tierra.

―Gracias ―susurró―. Siempre estás ahí cuando te necesitan, ¿no?

―Trato de estarlo.

―¿Cómo podría tu padre no estar orgulloso de tenerte como hijo?

Boone se encogió de hombros.

―Parámetros diferentes. Muy diferentes.

Hubo una pausa. Y entonces ella dijo:

379
―¿Qué es?

―¿Hm?

Le rozó las cejas con las yemas de los dedos, suavizándolas.

―Estás frunciendo el ceño. ¿En qué estás pensando?

Probablemente no era el mejor momento para hablar de ello. Pero por alguna
razón, no podía dejar de hablar, probablemente debido a la conversación que
habían tenido con Butch en esa sala de interrogatorios.

―A veces pienso que mi padre pudo haber hecho que asesinaran a mi mahmen
de sangre.

Helania se sacudió, sus ojos citrinos se abrieron de par en par.

―¿Hablas en serio?

―Está bien. ―Acarició sus hombros con sus manos―. Está bien.

―No, no lo está. ¿Qué pasó?

―No lo sé. No estaba enferma. No era vieja. No estaba embarazada. Excepto


que una noche, amaneció muerta. ―Sacudió la cabeza―. No estaba más cerca de
ella de lo que estaba de mi padre, pero incluso un extraño podría decir que era
lamentablemente infeliz.
―¿Se suicidó?

―No puedes entrar en el Fade de esa manera. O al menos eso es lo que dicen,
y sé que ella lo creía. Una vez la escuché hablar con mi tía, diciendo que lo único
que la mantenía viva era la idea de que la eternidad la esperaba al final del
sufrimiento. Siempre y cuando no hiciera nada precipitado.

―¿Cómo murió?

―Nunca lo supe. Bajé a la primera comida y mi padre me informó que había


fallecido. Eso fue todo. Como si fuera una actualización del tiempo o algo así.
Nunca supe la historia del cómo y debería haber preguntado. Aunque
probablemente no habría recibido ningún tipo de respuesta de él, me arrepiento

380
de no haberlo intentado.

―¿Tu padre estaba molesto?

Boone negó con la cabeza. Y se sorprendió un poco de lo difícil que era decir
las palabras.

―Mi padre estaba enamorado de otra persona.

―¿La estaba engañando?

―Fue más que eso, creo. Era una relación en toda regla.

―¿Y se quedó con tu mahmen porque el divorcio no existe en la glymera?

―No, creo que fue porque era un hombre. Estaba enamorado de un hombre.
Con Marquist, a quien le dejó todo.

La mandíbula de Helania se abrió lentamente.

―¿Lo sabía tu mahmen?

―Debe haberlo hecho. Aunque los aristócratas son muy particulares acerca de
sus vicios, muy privados acerca de ellos, y ese tipo de relación no estaba, no está,
permitida, no hay manera de que cuando Marquist se mudó no fuera aparente
para ella. ¿Cómo podría no serlo? ―Se encogió de hombros―. Además, dudo
que fuera la primera aventura de mi padre en ese sentido, y tal vez por eso ella
también lo engañó.
―¿Lo hizo?

―Ni siquiera estoy seguro de ser biológicamente suyo. ―Cuando los ojos de
Helania se abrieron de nuevo, se rio amargamente―. Sí, me temo que las cosas
sólo se ven bien desde fuera de donde yo vengo. Y es precisamente por eso que,
justo después de la muerte de mi mahmen, mi padre se mudó con otra mujer
"apropiada". A su segunda shellan no le fue mejor que a la primera, pero al menos
mis hermanastros parecían mejor preparados para vivir con la situación.

―Boone... No tenía ni idea de que habías crecido así.

―Está bien.

381
―No, no lo está. ―Helania le dio un masaje en el centro del pecho, justo
encima del corazón―. Mis padres no tenían mucho cuando se trataba de dinero,
pero su amor era el vínculo con mi hermana y con mi vida. No puedo imaginar
lo que fue no tener ese ejemplo en el que creer, modelar, esperar para ti mismo.

La idea de que ese tipo de relación amorosa había existido entre sus padres
hizo que Boone la deseara aún más para su propia shellan.

―Lo siento mucho ―susurró Helania―. Eso suena tan poco convincente,
pero… Desearía…

―Está bien ―dijo mientras se inclinaba y la besaba―. Se siente bien sacarlo al


aire con alguien. Nunca le he contado a nadie la verdadera historia, y en cuanto
a la muerte de mi mahmen de sangre, no estoy seguro de cuál de ellos lo hizo
―Boone se echó a reír apresuradamente―. Conociendo a mi padre,
probablemente se negó a ensuciarse las manos. Y oye, Marquist es bueno con el
cuchillo de trinchar. Deberías ver lo que le puede hacer a un roast beef, aunque
esas noches en la cocina ya han pasado, ahora que es el señor de la mansión.

―¿Puedes hacer algo al respecto? Tal vez Butch pueda ayudar.

―Fue hace dos décadas, y todo lo que tengo son mis sospechas. Además,
ahora tengo un conflicto de intereses porque fui desheredado a favor de
Marquist. ¿Si cometió un asesinato relacionado con mi mahmen? Creo que estaría
descalificado para obtener los bienes porque ella era la shellan de mi padre, y si
hubiera vivido, se lo habría quedado todo, y yo sería su único heredero.
―Pero si lo que crees es cierto, Marquist podría salirse con la suya y llevarse
tu herencia.

Boone pensó en ello durante un rato. Y luego se centró en Helania.

―Bueno, entonces ese ex mayordomo puede darse palmaditas en la espalda y


disfrutar del dinero y de la casa. No voy a retroceder, sólo avanzar.

Y mientras decía las palabras, se dio cuenta de que… realmente quería que
estuviera embarazada. Quería empezar su vida de nuevo. Con Helania y sus
hijos.

Y quería hacer las cosas bien, como sus padres habían hecho.

382
capitulo y6

383
Cuando se abrió la puerta de la habitación de pacientes, Syn alzó la vista desde
donde estaba sentado al pie de la cama de hospital. Cuando vio quién era, maldijo
y miró fijamente al suelo. Cualquier otra persona. Habría preferido a cualquier
otra persona y, sin duda, esa era exactamente la razón por la que los hermanos
habían elegido al macho.

Y quién lo habría dicho, Xcor, el líder de la Banda de Bastardos, no estaba sólo.


Vishous estaba detrás de él, y cuando los dos entraron, el hermano cerró la puerta
y la aseguró.

―Así que te mandaron a ti ―murmuró Syn―. Debería haberlo adivinado.


―Xcor se sentó en una de las sillas que estaban alineadas contra la pared, su
enorme cuerpo llenando la pieza de mobiliario. El macho se había rapado el
cabello recientemente, y la falta de éste hacía que su cuello se viera aún más
grueso, sus hombros más grandes y su pecho más ancho. Como era típico de él,
su rostro estaba serio, ese labio leporino distorsionando su boca en lo que parecía
una mueca, pero que en realidad era sólo una desviación del labio superior.

O tal vez el sujeto estaba enojado.

―Como si no hubiera venido por mi cuenta ―dijo Xcor en voz baja.


Ese acento del Viejo Mundo, tan similar al de Syn, era un recordatorio de
cuántos años habían estado juntos. Peleando, sobreviviendo… estando furiosos
con el destino. Pero Xcor había cambiado su curso. Ahora estaba felizmente
emparejado e incluso tenía hijastros.

Eso nunca lo habría visto venir, pensó Syn mientras miraba a los ojos de su
mentor, su líder… su amigo.

La mirada que le llegó en respuesta era tan penetrante, tan impasible, que
transmitía un puñetazo en el estómago que Syn tuvo que ignorar resueltamente.
Por mucho que odiara admitirlo, ellos dos estaban en diferentes lados de la mesa
en este momento y eso le molestaba.

384
Xcor alzó la vista hacia Vishous.

―¿Puedes dejarnos?

El hermano negó con la cabeza y levantó su teléfono.

―Y estoy grabando.

―Semejante espectáculo oficial es todo esto ―dijo Syn.

―Es oficial. ―Xcor se reclinó en la silla, su peso haciendo crujir el plástico y el


metal―. Una hembra está muerta.

―¿No eran dos?

―¿Estás diciendo eso para presumir?

―No, sólo para corregir el registro dado que estamos tan serios. ―Syn asintió
hacia el hermano cerniéndose junto a la puerta como un guardia de prisión―. Y
también para darle a su teléfono algo que hacer.

Hubo un largo silencio, y el hecho de que su líder, y los demás, estuvieran


operando bajo la creencia de que Syn había cometido los asesinatos tenía absoluto
sentido. El presente siempre era juzgado en base al pasado y sus acciones
hablaban por sí mismas.

O tal vez era más como que sus cadáveres hablaban por sí mismos.

Después de un tiempo más, Xcor dijo:


―No es como que dejas los cuerpos atrás. Por lo general, nadie los encuentra,
al menos por un tiempo. Y luego son difíciles de identificar.

―Suenas decepcionado de mí.

―Habría facilitado las cosas ―murmuró el macho secamente.

Syn levantó las cejas.

―Pero esa pobre hembra todavía estaría muerta, cierto. Y la otra. ¡Búa!

―Entonces estás admitiendo que lo hiciste.

―¿Qué gano si lo hago?

385
―Conoces la respuesta a eso.

Al recordar al hermano Butch empujando esa pistola contra su sien, Syn


sonrió.

―Estoy de acuerdo con ese resultado. Podemos hacerlo ahora, o tenéis que
esperar al anochecer para que podamos salir al bosque y dejarle a los doggen
menos desorden que limpiar.

El pie de Xcor comenzó a golpetear, el tacón de su shitkicker rebotando en el


piso de baldosas.

―Te estás repitiendo con mucha frecuencia. Hace ocho meses. Hace seis
noches. Antenoche con el hombre humano en el callejón. Te estás moviendo
realmente rápido.

―Entonces acabemos con esto ahora mismo. ―Syn asintió hacia el arma
enfundada en la cadera de V―. Él puede hacerlo. O si quieres, hazlo tú.

El hermano Vishous frunció el ceño, el tatuaje en su sien distorsionándose.

―Todavía no te he escuchado decir que mataste a las hembras.

Cerrando los ojos, Syn recordó aquella noche, ese club… la hembra con la
peluca y el corpiño, los senos y los labios. Recordó haberla visto a través de la
multitud, los empujones, la discusión en la que había estado involucrada. Luego
se encontró con él, se le acercó, jugueteó con él, hasta que la levantó y la llevó
abajo. Contra la puerta, echando un polvo. La puerta abriéndose y ellos cayendo
en el negro interior de la despensa.

Su monstruo despertándose en su piel. Merodeando. Exigiendo ser liberado.

Luego él fuera del club, el frío quemándole el rostro, su cuerpo caliente bajo
su ropa, su polla todavía dura.

Estaba tan cansado de todo esto, tan agotado de su naturaleza, de sus


necesidades, de esta cosa dentro de él que tenía que salir. Había hecho todo lo
posible, al menos en el Viejo Mundo, por elegir a las víctimas que lo merecían,
pero ahora… ya no le importaba una mierda.

386
―Por supuesto que lo hice ―dijo mientras miraba al hermano―. Las maté a
las dos y las colgué con ganchos de carne en las despensas. Y a menos que se
ocupen de mí adecuadamente, voy a hacerlo de nuevo.

Horas más tarde, cuando el sol dejó sus tareas de iluminación y se hundió bajo
el horizonte, Butch estaba de regreso en su sala de evidencias en el centro de
entrenamiento, mirando fijamente hacia la pared, su silla sobre dos patas. En sus
manos, el Bic que usaba para tomar notas, notas y más notas estaba viajando
dentro y fuera de los tallos de sus dedos, haciendo piruetas alrededor de ellos en
un baile interminable.

Cuando la puerta se abrió, no echó un vistazo. No era necesario. Por el aroma


a tabaco turco, sabía quién era.

Enderezando su silla, acercó algunos de los papeles sobre la mesa para hacer
un lugar para Vishous por si el hermano quería dejarse caer.

―¿Cómo vas, chico?

―Dime tú.

La puerta se cerró, y su mejor amigo se acercó y miró fijamente las fotografías


en blanco y negro de Mai. Tanto V como él permanecieron en silencio durante
mucho tiempo y tuvo que admitir que le alegraba que su compañero de cuarto
estuviera en casa, por así decirlo. V era la persona más inteligente que había
conocido en su vida. Seguramente, si había alguien que pudiera darle sentido a
esta ensalada de frutas de “¿Qué carajos?”, era Vishous.

Porque las cosas sencillamente no estaban aclarándose y eso no tenía sentido.


Tan sólo… no lo hacía. Todo en la superficie estaba apuntando directamente a
Syn, pero eso era todo. La evidencia no respaldaba las cosas, y era difícil
comprender por qué alguien se adjudicaría un asesinato ―o dos― que no
cometió. Butch tenía algunos otros ángulos que podría explorar… pero si la
forma en que el caso había ido hasta ahora era una indicación, no iba a conseguir
mejores respuestas que las que ya le habían estado llegando.

387
―¿Te importa si enciendo uno? ―preguntó V mientras retrocedía como si el
primer plano no hubiera funcionado, por lo que tal vez una vista panorámica de
las cosas podría ayudar.

―Nop. En este momento estoy pensando en ofrecerme voluntario para el


hábito también.

Vishous fue a retirar una de las sillas. Cuando ésta se resistió, Butch se
enderezó y alcanzó su cabeza Phillips8.

―Toma, vamos a desenroscar la…

El hermano arrancó la cosa, el agudo chirrido del metal alcanzando y


superando su integridad estructural haciendo estremecer a Butch. Mientras
algunos de los tornillos rebotaban en el duro suelo pulido, V giró la silla e
inspeccionó las patas destrozadas.

―No pensé bien en eso ―murmuró.

Su solución a la inevitable inestabilidad fue golpear esas cuatro puntas en el


hormigón una y otra vez hasta que la cosa estuvo de alguna manera nivelada
sobre sus patas.

―Ya está ―dijo mientras dejaba caer su trasero―. Arreglado.

8 Cabeza Phillips: destornillador con punta de ranuras en forma de cruz.


El hecho de que estuviera sentado torcido y que había hecho agujeros en el
suelo pareció insignificante de señalar.

―Buen trabajo ―comentó Butch.

―¿Podría hacerlo con las otras dos?

―Creo que estamos bien. Pero gracias por la oferta.

Vishous asintió y sacó sus papeles y su bolsa de tabaco. Mientras enrollaba


uno, Butch observó esas manos fuertes, la que estaba enguantada y la que no.

―Entonces, ¿qué estás pensando? ―dijo el hermano mientras lamía el borde

388
del papel y alisaba la solapa en su lugar.

Butch sacudió la cabeza y volvió a enfocarse en las fotos de Mai.

―La autopsia llegó.

―¿Alguna sorpresa?

―Nop. ―Butch se frotó el hombro y lo giró en su articulación―. La


toxicología tomará un tiempo, pero ¿qué va a salir de eso? ¿Que ella tenía drogas
en su sistema? ¿Que tal vez la drogó antes de cortarle la garganta? Incluso si ese
fuera el caso, he estado en la habitación de Syn. Ahí no tiene nada aparte de armas
y ni siquiera la suficiente ropa para hacerme pasar ahí una tarde. No había drogas
ni parafernalia.

―Podría haberlo tirado todo. ―V exhaló lejos de Butch a pesar de que estaban
en un espacio cerrado―. Deshacerse de los pantalones de cuero y la chaqueta. Y
cualquier droga.

Butch se encogió de hombros.

―En cuanto a sus pantalones de cuero, la cuenta es correcta. Fui al armario de


suministros. Los de reserva, los que Fritz le ordenó, coinciden con el recibo. La
cuenta de lavandería también es prístina. Todo está justificado.

―Hay todo tipo de formas de explicar eso. Podría ordenar los pantalones de
cuero él mismo.
―No tiene tarjeta de crédito. Recibí toda su información bancaria, o debería
decir la falta de ella, de Balthazar.

―Tal vez tiene una cuenta de la que no sabemos.

Butch inclinó la cabeza.

―Cierto.

V se quitó una hojuela errante de tabaco del labio inferior y acercó una taza de
café frío medio vacía para echar las cenizas en ella.

―Syn lo admitió, joder. Escuchaste la grabación.

389
―Sí. ―Butch buscó en su camisa de seda y tomó su cruz en la mano, frotando
el pesado oro―. Lo sé…

El golpe en la puerta fue agudo y único.

―Entra ―murmuró V.

Balthazar entró y volvió a cerrar las cosas. El bastardo estaba en su ropa de


campo, pero sin su chaqueta o sus armas, y Butch tuvo que preguntarse si se
había quitado las últimas deliberadamente como medida de respeto. Conocido
por ser un ladrón, no obstante Balthazar era un sujeto honorable y resuelto, al
menos en la corta lista con la que consideraba que valía la pena ser honesto. ¿En
cuanto al resto del mundo? Era probable que hurtara en algunas tiendas y algo
más.

A decir verdad, le recordaba a Butch a algunos de los matones de la mafia


irlandesa en el sur de Boston y, curiosamente, eso lo hacía respetar al sujeto.

―Oye ―dijo el bastardo―. ¿Querías verme?

Butch se puso de pie y le ofreció la palma.

―¿Cómo te va? Gracias por venir.

―Seguro. Sí.

Vishous ofreció su palma sobre su hombro y el otro macho la chocó.


―¿Quieres un cigarrillo?

Balthazar apretujó su cuerpo cargado de músculos en la silla del otro lado.

―Vaya, este es un fuerte apretón. Y sí, por favor, a la nicotina.

―¿Quieres que arregle tu silla? ―ofreció V.

―No ―dijo Butch―. Ya terminamos con la redecoración. Mis tímpanos no


pueden soportar otra ronda de eso.

V le lanzó una mirada asesina de qué aguafiestas y luego se puso a trabajar en


enrollar uno para Balthazar.

390
Butch se inclinó hacia adelante y entrelazó los dedos alrededor de su lapicero.

―Creo que sabes por qué te he pedido que te sientes conmigo.

―Mi primo Syn.

―Sí. Tengo ciertos problemas con él.

―Sé que los tienes. ―El bastardo bajó la mirada a sus manos callosas―. Él es
un caso difícil y me entristece.

Hubo un momento de silencio cuando V pasó un nuevo enrollado a mano, así


como su encendedor. Mientras Balthazar aceptaba ambas cosas y lo encendía,
Butch pensó en las habitaciones yermas en las que Syn se mantenía. “Triste” era
una buena palabra para ese espacio vital, incluso si asumías que sólo se estaba
quedando con una tradición en la que se sentía cómodo.

―Oh… este es un buen tabaco ―murmuró Balthazar―. Tan suave. ―V sonrió


con satisfacción, como si el sujeto hubiera elogiado su auto.

―Cada vez que quieras uno, te tengo, ¿cierto?

―Lo aprecio. ―Balthazar exhaló en un chorro largo y lento y luego volvió a


mirar a Butch―. Entonces… Syn. ¿Cómo puedo ayudar?

―Háblame de la mierda en el Viejo Mundo ―dijo Butch.

Balthazar giró el enrollado a mano y miró fijamente la punta encendida.


―Amo a mi primo. Tengo una gran cantidad de lealtad hacia él. No es un mal
macho, pero él… al crecer, estuvo en una mala situación. En aquel entonces, las
cosas eran diferentes. Los jóvenes civiles eran criados para trabajar en los campos
y proporcionar alimentos: eran equipos agrícolas, no bendiciones. Su sire era un
borracho que necesitaba algo que golpear, y Syn decidió a una temprana edad
que prefería que fuera él y no su mahmen. Así que recibía las palizas.

Butch sacudió la cabeza.

―Conocí hogares como ese en el lado humano.

―Las personas pueden ser estúpidas, sin importar la especie. ―Balthazar se


encogió de hombros y golpeteó su cabeza―. Una noche, el padre de Syn tomó

391
una olla de cobre y persiguió al pobre niño hasta la despensa. Golpeó el cráneo
de Syn con tanta fuerza que deformó el jodido metal. Nunca fue el mismo
después de eso. Convulsiones. Desmayos. Y… la rabia vino después de eso.

―Clásico trauma de conmoción cerebral ―murmuró V.

―Incluso si eso no hubiera sucedido, creo que Syn habría tenido un montón
de ira, pero después de eso… él era diferente.

―¿Cómo se libró de la situación en casa? ―preguntó Butch.

―Mató a su padre. ―Balthazar se frotó los ojos como si estuviera viendo cosas
que hubiera preferido no ver―. Yo fui quien encontró el cuerpo. Era
irreconocible. Eviscerado y decapitado. No supe quién era hasta que vi la cabeza
a un lado debajo de un condenado arbusto. Syn estaba sentado allí, al lado de los
restos, cubierto con la sangre de su sire mirando fijamente el cuchillo en su mano
como si estuviera sorprendido por lo que había hecho con él.

―Su primera probada de muerte ―susurró V.

―No lo culpé por esa. ―Balthazar sacudió la cabeza y echó las cenizas en la
taza―. Su padre tenía que irse. Pero luego, después de su transición, hubo otras.
Muchas otras.

―¿Hembras?
―Sí, hembras también. Para su crédito, nunca atacaba a alguien que no lo
mereciera. Las personas que mataba eran asesinos, tramposos… ladrones. ―El
bastardo levantó la mirada y sonrió remotamente―. Recibo un pase gratis en esa
última porque soy familia para él.

―Suena como que tuviste suerte ahí ―dijo Butch.

―Sí, de hecho. ―Balthazar le dio una calada al enrollado a mano―. Las cosas
se ponen espantosas cuando va a trabajar y es muy creativo.

―Así que las dos hembras que fueron encontradas en el Pyre son tal como le
gustan.

392
Balthazar se puso de pie y se acercó a las fotografías en blanco y negro del
cuerpo de Mai.

―Esto es un poco insulso para él, en realidad.

―Bueno, se depravó bastante para mis gustos. ―Butch sacudió la cabeza


mientras miraba la pared de evidencias que había creado―. La autopsia
demostró que tuvo relaciones sexuales con ella después de muerta.

Balthazar lanzó una mirada sobre su hombro.

―Te refieres a que la penetró.

―No sólo eso. Fue el asunto completo, como dicen.

El bastardo regresó a la mesa con un ceño en su rostro.

―¿Estás seguro de esto?

Butch rebuscó alrededor de los papeles sobre la mesa y sacó el informe.

―Sí, esto acaba de llegarme y está justo aquí. ―Giró la página superior del
documento de autopsia y llegó a las notas―. Se encontró semen en la vagina y
Havers fue capaz de determinar mediante examinación del tejido que fue
después de la muerte. Voy a pedirle a Syn que me dé una muestra, y si se niega,
tendré que forzar el asunto. Quizás eso finalmente me dé la evidencia concreta
que necesito.

―Espera, estás seguro. ¿Sobre el semen?


Butch golpeteó la página.

―Está en el informe. Y aunque veo con malos ojos a mi cuñado en algunos


aspectos, nunca he tenido una razón para dudar de sus hallazgos clínicos.

―Bueno, porque si eso sucedió después de su muerte, Syn no fue el último


macho con ella.

Frunciendo el ceño, Butch volvió a dejar el informe de la autopsia.

―¿Qué te hace decir eso?

Balthazar exhaló una columna de humo.

393
―Porque él no puede eyacular. Nunca lo hace. Así que, si estás seguro de que
las relaciones sexuales ocurrieron después, esa noche hubo otra persona con la
víctima entonces.
capitulo y7

394
La noche siguiente, Boone se materializó desde el apartamento de Helania
hasta la casa de su padre. Mientras estaba parado en el frío, miró la ventana del
estudio que él había roto con la manguera de jardín y su soporte. Los sonidos de
dos machos obreros hablando dentro de la casa eran transportados a través del
agujero que Boone había hecho, la delgada lona que había sido colgada
temporalmente ofreciendo poco filtro de lo que estaba siendo dicho.

Dejando de lado la charla, ellos estaban progresando. Los dentados cristales


rotos habían sido retirados y estaban en proceso de ser reemplazados uno por
uno. Para el amanecer, estaba dispuesto a apostar, todo estaría arreglado.

Por otra parte, Marquist siempre había sido eficiente en conseguir las cosas
hechas, ¿no?

El aroma primaveral de Helania fue el primer anuncio de su llegada y justo


después de eso estaba su forma física cuando se materializó a su lado. Cortesía
de ella habiéndose alimentado de él, podía rastrear su paradero en cualquier
lugar, por lo que no había tenido que darle una dirección.

Cuando miró la entrada formal de la mansión, sus ojos se agrandaron. Y luego


dio un par de pasos hacia atrás en la nieve y miró hacia arriba, bien alto, al
exterior elegante y refinado de la casa.
Su expresión cambió a una de conmoción absoluta.

―Cuando dijiste que vivías en un lugar grande… no tenía ni idea.

Boone sacudió la cabeza y se adelantó para abrir la pesada puerta.

―Al final de la noche sigue siendo un techo y cuatro paredes.

Pasando al interior, sostuvo abiertos los grandes paneles de roble y esperó a


que se uniera a él. Cuando se acercó a la entrada, tuvo cuidado de sacudirse la
nieve de las suelas de sus botas y, cuando cruzó el umbral, no fue muy lejos.

Sus ojos saltaron alrededor del vestíbulo, moviéndose desde el hueco de la


escalera con su balaustrada tallada y el salón donde él había tenido esa

395
Ceremonia Fade hasta el pasaje abovedado abierto del estudio de su sire. Y todo
el tiempo que examinaba la grandeza, Boone sentía que quería disculparse por la
demostración de riqueza.

―Este no soy yo ―se escuchó decir―. No soy esta casa.

Helania lo miró y pasó un rato antes de que hablara.

―Pero de aquí es de donde eres. Este es el mundo en el que vives.

―Bueno, ya no lo es. ―Boone se encogió de hombros―. Vamos, tomemos un


auto para que podamos comenzar a buscar esa casa y salir de aquí…

―¿Dónde está tu habitación?

―En el piso de arriba. Pero no es importante.

―Oh. Bueno.

Cuando le tendió la mano, ella se acercó a él y la condujo hasta la parte trasera


de la casa. Al pasar por la sala de pulido, ella perdió el impulso cuando miró las
bandejas de plata que estaban alineadas y a la doggen uniformada que las estaba
frotando con una pasta rosada que gradualmente se volvía gris.

―¡Oh, mi Señor! ―La criada dejó caer la esponja que estaba usando y se
inclinó profundamente ante Boone―. Es un honor…
―Está bien, no te preocupes, está bien… ―Boone se interrumpió y deseó
poder hacer que la doggen se irguiera de nuevo. Dirigiéndose a Helania, dijo―:
Me gustaría presentarte a mi…

―Amiga ―dijo Helania mientras extendía la mano―. Soy su amiga.

La doggen miró fijamente la palma que le había sido ofrecida con un


desconcierto absoluto. Luego miró a Boone confundida.

―¿Mi Señor?

Boone intervino y bajó discretamente el brazo de Helania.

―Estás haciendo un trabajo maravilloso, Susette. Muchísimas gracias. Por

396
ahora simplemente nos iremos.

Mientras llevaba a Helania rápidamente a la despensa, ella tiró de su manga.

―¿Qué hice mal? ¿No entiendo?

Boone se detuvo en el área de preparación con todo el espacio en sus encimeras


ocupadas con montones de platos de porcelana. Mientras miraba los platos, se
preguntó, dadas las bandejas que estaban siendo preparadas en la otra
habitación, Marquist iba a intentar organizarse una fiesta de felicitación.

Buena suerte con eso, pensó Boone mientras volvía a centrarse en Helania.

―¿Alguna vez has conocido a un doggen antes? ¿Aparte de Fritz?


―preguntó―. Y no pretendo ser irrespetuoso, en realidad no.

―Eh… no. Nunca he estado en un hogar como este siquiera.

―Bueno, entonces, los doggen son muy tradicionales y todo lo que quieren
hacer es atender a su familia. No creen que estén a nuestro nivel y por lo tanto al
ofrecerles tu mano, no saben cómo manejar el ser reconocidos de esa manera. Es
indescifrable para ellos. Personalmente, nunca he estado de acuerdo con eso,
pero ellos han elegido sus maneras, y es un debate que ni siquiera he tratado de
abordar por respeto a sus tradiciones.

―Oh. No lo sabía.
―Está bien. Está olvidado. ―Sonrió sombríamente―. Además, ahora eso está
fuera de mi vida, así que no tenemos que preocuparnos por ello.

Jalándola hacia la cocina, pensó que la explicación llegaba en buen momento


dado todos los doggen que estaban cocinando y preparando la Última Comida.
Cuando Boone revisó las cantidades, no había suficiente para sugerir que
vendrían otras personas, pero se preguntó cuánto duraría eso.

―¿Dónde está el señor de la casa? ―le preguntó a Thomat, que estaba junto a
la estufa.

El chef hizo una reverencia.

397
―Creo que lo estoy mirando, sire.

Boone quería poner los ojos en blanco, pero se detuvo.

―Me refiero a Marquist.

―Está arriba, siendo atendido por un entrenador y después por un masajista.


Luego tengo entendido que viene un sastre, seguido de un zapatero.

―Anda poniéndose todo emperifollado. Supongo que la ropa de mi padre le


quedó corta y que ha renunciado a sus noches de lustrar zapatos, ¿eh?

―Es una abominación.

Boone dejó que eso quedara donde aterrizó.

―Voy a sacar mi auto… oh, y esta es Helania. Mi amiga.

Cuando Thomat hizo una reverencia en dirección a la hembra, ella metió las
manos debajo de los brazos y dijo:

―Encantada de conocerlo.

―Es un honor. ―El chef se enderezó―. Si hay algo que requiera, señora, por
favor hágamelo saber.

―Gracias.

Cuando Helania le echó un vistazo a Boone, le dio un sutil pulgar hacia arriba.
―Volveremos en un par de horas, Thomat. Para recoger algunas de mis cosas.

―Sí, mi Señor.

Estaba en la punta de la lengua de Boone sugerirle al macho que no usara ese


término en ningún lugar al alcance del oído de Marquist, pero supuso que eso
era evidente. O tal vez al chef no le importaba.

Podría ser una revancha interesante, pensó Boone. ¿Ex mayordomo versus actual
chef?

En igualdad de condiciones ―que no las había― apostaría por Thomat.

398
Guiando el camino hacia los garajes, Boone encendió las luces enjauladas que
colgaban sobre la alineación de media docena de autos. Cuando Helania inhaló
bruscamente, le recordó que debería estar impresionado por la exhibición de
riqueza. Pero era a lo que estaba acostumbrado.

―El Bentley es mío ―comentó, señalando hacia el final de la fila.

―¿Cuál es ese?

―El dorado. El cuarto hacia el final. Tiene tracción en las cuatro ruedas.

El Continental GT Speed era de su propiedad, y cuando se puso al volante y


comprobó dos veces que las llaves todavía estuvieran en la consola central, se dio
cuenta de que podría venderlo y sacar algo de dinero de la cosa. Tenía que valer
más de cien mil, lo que era suficiente para pagar un anticipo de algo pequeño en
las afueras de la ciudad.

Por supuesto, en esta fantasía, tenía a Helania mudando sus cosas con las
suyas y los dos esperando los dieciocho meses antes de que su crío llegara en la
clase de dicha de apareamiento sobre la que estaban escritos los libros.

Ah, ficción. Mucho mejor que la realidad.

Helania entró junto a él y cerró su puerta.

―Vaya.
Mientras pasaba la punta de los dedos sobre los paneles ceniza de lobanillo en
el tablero, se preguntó por qué nunca les había prestado especial atención. Era
una madera realmente buena y debería ser notada.

En cambio, sólo había adquirido el auto porque había necesitado ruedas y su


primo conocía a un tipo en Manhattan que podría entregarle uno en veinticuatro
horas.

El color no había importado. Ni el interior. Nada de eso había parecido


particularmente significativo… cuando en realidad era un auto hermoso,
fabricado sin reparar en gastos.

Los ricos tenían la habilidad de ignorar la riqueza que los rodeaba, ¿no?

399
Presionando el control de la puerta del garaje, Boone giró el cuello y retrocedió
hacia la nieve.

―Entonces, ¿por dónde deberíamos comenzar?

Helania miró por la ventana a la mansión mientras hacían un giro en K 9 en el


patio y los dirigía hacia la carretera.

―Es sólo una casa ―murmuró―. Y no lo digo como si te estuviera criticando


por mirarla así. La cuestión va más de que no me gusta lo que el lugar representa.

―No tengo intención de parecer… anhelante, creo que es la palabra. Es sólo


que nunca he visto nada como esto fuera de las películas. Quiero decir, esta es
mucho más grande que la casa de los padres de Jake Ryan.

―¿De quién?

―Dieciséis Velas. La película. Él hace el papel romántico.

―Necesitamos ver esa juntos algún día.

―Sí, algún día ―murmuró mientras se inclinaba hacia adelante para seguir
mirando la casa.

9 K-turn: método estándar para girar un vehículo hacia la dirección opuesta en un espacio
limitado, utilizando marchas hacia adelante y hacia atrás, mejor conocido como “giro de tres
puntos”.
En la carretera, los llevó al pequeño centro de lujosas tiendas locales donde
imaginó que todas las damas de las casas de su calle iban a arreglarse las uñas,
comprarse regalos entre sí y ver a sus decoradores y estilistas.

―¿Puedes recordar en qué vecindario estaba la casa? ―preguntó.

Pareciendo sacudirse para enfocarse, Helania se reclinó en su asiento.

―Desearía haber prestado más atención esa noche. Pero recuerdo claramente
que pasamos por el Templo Beth Shalom. ¿Sabes dónde está?

―¿Dices el que está saliendo a la biblioteca municipal? ¿En Sheffield?

400
―Ese es.

―Sé exactamente dónde está eso ―dijo mientras ponía su señal direccional.

Aproximadamente una hora después, Helania miró por la ventanilla del auto
a su lado y dejó de medir las calles, las casas y los vecindarios, contra un recuerdo
suyo de ocho meses. En cambio, evaluó los copos de nieve que estaban
comenzando a caer.

―Llegó una tormenta ―dijo.

Cuando los limpiaparabrisas del Bentley comenzaron a moverse de un lado a


otro, Boone maldijo.

―¿Esta es la tormenta de nieve de la que estaban hablando?

―¿Quiénes?

―No lo sé.

Sonaba cansado, pero no como si estuviera listo para tirar la toalla todavía. Sin
embargo, no estaba segura de que tuviera mucho más de este círculo infinito en
ella. Tan importante como era encontrar la casa, ellos sólo estaban conduciendo
por ahí, siguiendo una serie de caprichos suyos, gastando combustible… ¿y
ahora con la llegada de una tormenta?
Dios, deseaba poder hacer que su cerebro funcionara mejor.

El Bentley disminuyó la velocidad hasta detenerse en el arcén de la carretera


y Boone se inclinó hacia delante, entrecerrando los ojos hacia un poste indicador
de la calle.

―¿Avenida Manchester? ¿Te suena en algo?

Helania miró a su alrededor y no reconoció nada sobre el área en la que


estaban.

―Nada. Y estas casas… Todo lo que recuerdo es que era una casa blanca con
muchos arbustos en el frente. Arbustos altos, por lo que no podías ver mucho.

401
No lo sé. Creo que he malgastado nuestro tiempo.

―No es un malgasto. Sigamos andando.

Quince minutos después, los limpiaparabrisas iban y venían mucho más


rápido, y la nieve cayendo en los faros estaba cortando violentamente.

―Creo que deberíamos regresar ―dijo ella―. La tormenta está empeorando.

―Sí. Pero siempre tenemos mañana por la noche.

Boone les dio la vuelta y cuando las llantas del poderoso auto se aferraron a la
acumulación que ya estaba aumentando poco a poco, se alegró del asunto del
cuatro por cuatro.

―Gracias por esto.

―Fue un placer servirte.

Las palabras que pronunció fueron distraídas, pero la hicieron pensar en los
doggen, en esa casa… en el mundo en el que él había crecido.

―¿Estás seguro de que estás bien renunciando a todo eso? ―preguntó―. El


dinero, esa mansión…

―He pensado mucho en eso en las últimas veinticuatro horas y puedo decir,
sinceramente, que lo estoy. De todos modos, nunca fui feliz allí. Es como lo que
dijiste, ¿que no conocías nada diferente y estás contenta dónde estás? Bueno, yo
he estado al otro lado y lo odié la mayoría del tiempo, así que me siento más
ligero y más libre.

―Lamento mucho lo de tu mahmen. Has sufrido un montón de muertes en tu


vida.

―No más que cualquier otro con el paso del tiempo…

Cuando un teléfono comenzó a sonar por todo el interior del automóvil, ella
se enderezó de golpe.

―Qué ca…

402
―Lo siento, Bluetooth. ―Frunció el ceño―. ¿Te importa si respondo eso?

―Oh, no, por favor hazlo.

Boone aceptó la llamada y habló al aire.

―¿Hola, Rochelle?

Una voz incorpórea inundó la cabina.

―¿Boone?

―Hola ―dijo mientras frenaba en una señal de alto y luego seguía derecho―.
Tenía la intención de volver a llamarte anoche. Las cosas han estado… un poco
agitadas por mi parte. ¿Estás bien?

―¿Estás en el auto? ―La voz iba y venía―. La conexión es mala.

―Debe ser la tormenta. Y sí, lo estoy. ―Sus cejas bajaron―. ¿Todo está bien?

Helania se movió en su asiento. Así que… esta era la hembra con la que él casi
se había emparejado. La que había querido echarse a atrás del acuerdo con el que
de otro modo él habría continuado. La que supuestamente estaba enamorada de
alguien más.

Era difícil negar que estaba sobrenaturalmente interesada en escuchar la voz


correctamente. Pero en realidad, ser territorial no tenía ningún condenado
sentido dado todo lo que Boone le había contado sobre la hembra y su relación.
―…ir a ver? ―estaba diciendo Rochelle― …para hablar… contigo.

―¿Quieres venir a verme? Seguro, pero…

―Ir a… tu… …sa?

―¿Mi casa?

―¿Sí? ―fue la respuesta en tono delgado y agudo―. ¿Ahora?

Boone miró el tablero.

―Estoy a media hora de distancia de allí. ¿Te veo en treinta minutos?

403
―…minutos?

―Treinta ―dijo en voz alta―. Treinta minutos.

―Sí… treinta.

Cuando la llamada terminó, él le echó un vistazo.

―¿Te importa si volvemos a mi casa? De todos modos, quiero llenar el auto


con ropa y algunos de mis libros.

―Sí, claro. ―Se encontró poniendo su mano sobre su vientre―. Me gustaría


conocer a Rochelle.

―De verdad te va a caer bien. Es una hembra de valía.

Helania forzó una sonrisa y luego volvió a medir la arremolinada pixelación


de los copos en los brillantes faros.

Dado todo lo que estaba sucediendo, no tenía ni la energía ni la compostura


necesarias para sobrevivir el conocer a la aristocrática casi-shellan de Boone. Pero
lo haría sólo para probarse a sí misma que podía pararse en sus dos pies.

Estaba muy interesada en su independencia, se recordó a sí misma.

Hora de demostrarlo.

―Y escucha ―comentó Boone―, sólo quiero que lo sepas. No tengo que ir a


tu apartamento, ya sabes, después que estas catorce noches terminen. Supongo
que tomaré algunas de mis cosas ahora y las mantendré conmigo. Marquist no
va a impedirme el acceso de nuevo, no después del enfrentamiento que Wrath le
montó. Pero nunca se sabe cómo van a ir las cosas y bien podría comenzar la
migración más temprano que tarde.

Helania lo imaginó mudándose con ella, su ropa masculina en su armario, sus


grandes botas dejadas justo dentro de la puerta en su alfombra, dos tazas de café
en el fregadero después de la Primera Comida en lugar de sólo una.

―Eres bienvenido a quedarte conmigo.

404
capitulo y8

405
Cuando Butch miró a Wrath caminando con paso airado por el corredor del
centro de entrenamiento, tuvo que admitir que el Rey seguía siendo la clase de
cosa que podría hacer que el culo de un macho adulto se frunciera. Especialmente
dada la enojada nube de agresión que flotaba a su alrededor como un aura
malvada. Vishous estaba a un lado de él, Tohr al otro, Xcor detrás… y oh, mierda.

Wrath había dejado al golden retriever.

Entonces se estaba preparando para gritar un motón.

Butch se enderezó de estar apoyado contra el muro de hormigón.

―¿Cómo te va?

―¿Dónde está? ―exigió Wrath.

―Por aquí.

Butch condujo la procesión de fatalidad a la habitación de pacientes donde


habían estado manteniendo a Syn, como si el bastardo fuera un animal salvaje
con una enfermedad contagiosa. Tocando a la puerta, Vishous abrió las cosas
antes de que hubiera una respuesta.
Cuando Wrath se estrelló contra los cuerpos entre él y la habitación, quedó
claro que esa ceguera no era completamente decisiva en lo que a su orientación
espacial respectaba. Pero había límites.

―Alguien que me indique la dirección del bastardo ―ladró.

Tohr dio un paso adelante y giró al Rey sin decir una palabra. Y luego se largó
como si no quisiera quedar destruido por la metralla.

Syn, que había estado vacilando entre “no dar una mierda” e “iros a joder
todos y tu madre” se enderezó en la cama y, por una vez, no sacó la rutina de la
sonrisa de superioridad. No es que Wrath técnicamente lo hubiera notado…
aunque, dada la capacidad del Rey para oler cosas, bien podría haber detectado

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cualquier falta de respeto. Y en su estado de ánimo actual, estaba claramente
inclinado a sacarle la estupidez a bofetones a cualquiera.

―Háblame, Butch ―dijo bruscamente el Rey mientras fulminaba con la


mirada al bastardo.

Butch se había estado preparando para esto desde que había apretado el gatillo
de traer al Rey aquí abajo. El caso estaba extrañamente estancado; no había
muchas más rocas bajo las cuales mirar cuando se trataba del bastardo, y no
podían retener al sujeto aquí abajo para siempre si no había una razón válida
para la rutina de bajo llave.

Syn merecía ser liberado o baleado en el cráneo. O por lo menos que se le diera
alguna especie de idea de cuándo una de esas dos eventualidades iba a caer sobre
su cabeza. Era lo justo y la clase de llamado que sólo Wrath podía hacer.

Aclarándose la garganta, Butch mantuvo la mierda eficiente: la acusación e


identificación de Helania. La confesión de Syn. La mierda sobre la lavandería. El
conteo de los pantalones de cuero. El hecho de que, contrario a lo que había
asumido que sería el caso, el casillero que Syn usaba aquí en el centro de
entrenamiento no tenía nada relevante para el caso. La incapacidad para
eyacular.

Lo último que explicó fue el informe de Balthazar sobre el pasado, menos los
lúgubres detalles sobre la situación familiar y la traumática lesión cerebral.
Ahora, técnicamente, esa última parte, sobre los demás asesinatos en el
Antiguo País, así como el brutal hace tres noches de un asaltante humano, eran
perjudiciales. La evidencia de crímenes anteriores nunca era admisible en los
tribunales humanos. Pero este era el mundo vampiro, por lo que las reglas eran
diferentes y Wrath era mucho más sensato que los jurados humanos…

―Carajos, ¿entonces lo hiciste o no? ―dijo bruscamente el Rey.

Vale. Bueno. Quizás “sensato” no era exactamente la palabra correcta.

―Escuchaste a Butch ―dijo Syn.

Wrath se inclinó hacia el bastardo, su largo cabello cayendo de su pesado

407
hombro y balanceándose suelto como una mortaja.

―Bueno, quiero oírte decirlo.

Syn se encogió de hombros.

―No hay razón para duplicar esfuerzos. Y él hizo tan buen trabajo…

Cuando algo se precipitó hacia adelante, Butch captó el movimiento por el


rabillo del ojo… y rápidamente tuvo que frenar esa mierda. Vishous,
aparentemente llegando a la conclusión de que su condición como residente
sabelotodo estaba siendo desafiada por la demostración de actitud de Syn, había
decidido cargar violentamente contra la cama de hospital.

Butch se lanzó hacia adelante y atrapó a su mejor amigo antes de que la mierda
se convirtiera en un caos total.

―No ayuda ―siseó Butch en el oído de V mientras arrastraba hacia atrás a su


compañero de cuarto―. Tienes que calmarte.

―Escucha a tu mejor amigo, V ―murmuró Wrath―. Y no te metas en esto.

Hubo un largo período de silencio, durante el cual Syn se negó a mirar a los
ojos ciegos de su Rey… y Butch pasó el tiempo asegurándose de que su fuerte
agarre alrededor del pecho de V no perdiera tensión. Conociendo a V, el hermano
estaba en peligro de tratar de sacarle a golpes una confesión al bastardo.
Y eso no sólo era coercitivo, sino que Butch tenía la sensación de que era lo que
Syn quería.

―Voy a ser perfectamente claro aquí ―explicó Wrath con voz aguda―. No
vamos a jugar suicidio por policía10 contigo. Si quieres marcharte de este planeta
por un tecnicismo, está bien, pero no voy a permitir que mis machos te ayuden a
hacerlo. Vas a tener que matarte tú mismo o esperar a que La Parca te ponga de
patitas en la calle. Pero lo que no vas a hacer es usarnos a nosotros y a esa
situación allá en Pyre para ayudarte a entrar en el Fade.

Syn cruzó los brazos sobre su pecho desnudo y apretó la mandíbula.

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―Entonces ―continuó Wrath―, voy a volver a preguntarte. ¿Mataste a esas
dos hembras en Pyre?

El silencio que siguió fue tan denso y tan duradero que Butch casi gritó.
Excepto que Syn abrió la boca.

―Sí, las maté. A las dos.

Las fosas nasales del Rey se dilataron y nadie en la habitación se movió. De


hecho, Butch estaba bastante seguro de que todo en Caldwell se detuvo por
completo.

―¿Por qué me estás mintiendo? ―demandó el Rey con seriedad.

Dadas las condiciones similares a una tormenta de nieve, Boone hizo un mejor
tiempo regresando a la casa de lo que pensó que haría, aunque incluso la tracción
cuatro por cuatro del Bentley tuvo problemas para subir la colina a su antiguo
vecindario. Cuando estacionaron en la entrada, fue directamente a la puerta
principal para que sacar sus cosas fuera más fácil.

10 Suicidio por policía: método pasivo de suicidio en el que un individuo suicida se comporta
deliberadamente de manera amenazante, con la intención de provocar una respuesta letal de
un oficial de seguridad pública o de un cuerpo policial.
Mientras apagaba el motor, miró a Helania.

―Saldremos de nuevo. Mañana por la noche.

Ella asintió.

―Sí, por favor.

Ambos salieron del auto, y ella esperó a que se acercara, la pesada nieve
cayendo creando una imagen de ella mientras se recogía en su hermoso cabello.
Acercándose, capturó su rostro en sus manos y la miró a los ojos. Había cosas que
quería decir, pero las guardó para sí mismo, consciente de las noticias que
esperaban escuchar. Ya sea que estuviera embarazada o no, no cambiaba nada

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para él, y para demostrarlo, sentía como que tenía que esperar hasta que supieran
lo uno o lo otro antes de poder decirle que la amaba.

Si ella no esperaba a su crío, estaría decepcionado, pero sería su mejor


oportunidad para asegurarle que sus sentimientos y su compromiso eran reales.
¿Y si lo estaba?

Bueno, como había dicho Doc Jane, tan sólo tendrían que cruzar ese puente si
llegaban a él.

Boone le pasó el pulgar por la mejilla.

―Quiero que sepas que el hecho de que estés aquí hace que sea más fácil para
mí el estar aquí.

Helania entrelazó sus manos sobre sus antebrazos.

―Estoy realmente contenta. ―Bajando la cabeza, le quitó un copo de nieve del


labio inferior con un beso―. Vamos, hace frío.

Acercándose a la puerta principal, una ráfaga los empujó por la espalda y tuvo
que agarrarla y ayudarla a subir los escalones. Al entrar al vestíbulo, fue un alivio
salir de la tormenta, pero cuando las luces se atenuaron y parpadearon, sacudió
la cabeza.

―Creo que está empeorando ―comentó mientras empujaba la pesada puerta


contra el viento para cerrarla―. Si eso es posible.
Helania bajó la mirada a sus botas.

―Estoy cubierta de nieve.

―Esta alfombra puede soportarlo. ―Él sacudió sus pies para hacerla sentir
mejor―. No hay que preocuparse.

Ella insistió en quitarse sus zapatos y luego tuvo cuidado con su parka.

―¿Tienes un baño de damas? Y tal vez una taza de té…

―Bienvenido a casa, mi Señor. ―Thomat salió de la parte de atrás―.


¿Gustarían de un poco de café? ¿Chocolate caliente?

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―Oh, chocolate caliente, por favor. ―Helania le sonrió al chef―. Y te ayudaré
a prepararlo.

Cuando el chef retrocedió, ella maldijo.

―Oh no. Lo volví a hacer. No se supone que ayude, ¿cierto?

Thomat le sonrió lentamente. Luego le echó un vistazo a Boone.

―Si mi Señor permitiera que su amable invitada nos ayudara a preparar


chocolate caliente y tal vez una pequeña bandeja de sándwiches para el té,
estaríamos de lo más encantados con su participación. Con el permiso de mi
Señor.

Boone le devolvió la sonrisa al chef. Luego articuló: Eres el mejor.

―Oye. ―Helania lo codeó en un costado―. Recuerda que puedo leer los


labios.

―Sí, puedes. ―Boone se abalanzó para un beso rápido. Contra su boca,


susurró―: ¿Quieres traducir lo que de repente tengo en mente?

Cuando ella se sonrojó, dijo:

―No en compañía mixta, no, no quiero. Pero estoy tan lista para algo cálido.

Thomat escondió una risa y luego se inclinó e indicó el camino a la cocina.


―Sígame, señora, y creo que preguntó por un excusado. Estaré encantado de
mostrarle nuestro baño formal para hembras.

―Maravilloso. Ah, y me aseguraré de que tengamos también algo para


Rochelle.

―Gracias ―dijo Boone mientras lo llenaba un cálido sentimiento que no tenía


una condenada cosa que ver con las calderas de la casa.

Helania se despidió con la mano, y luego el chef con su chaqueta blanca formal
y la hembra con sus pantalones vaqueros y suéter, pasaron juntos por el elegante
comedor.

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La aldaba de la puerta sonó.

Apresurándose, abrió las cosas.

―Oh, Rochelle, entra… esta tormenta es extrema.

Rochelle entró y sacudió sus botas de tacón alto en la alfombra mientras él


volvía a bloquear la tormenta.

―Horrible ―dijo ella―. Simplemente horrible…

Cuando las luces se atenuaron una vez más, ambos levantaron la vista hacia
el dispositivo que estaba encima. Afuera, el viento aullaba aún más fuerte.

―¿Creo que está empeorando? ―comentó mientras desenvolvía la bufanda


de cachemir que cubría su cabeza con el cabello arreglado.

―Aquí, déjame tomar tu abrigo.

Después de que la ayudó a salir de una chaqueta drapeada amarillo limón que
era más pesada de lo que parecía, Rochelle se quitó los guantes y se alisó el moño
en el que tenía recogido su cabello rubio. Sus mejillas estaban brillantes por el
viento y el frío, su lápiz labial de un perfecto color piel, su maquillaje ligero y de
buen gusto. El perfume que estaba usando... Cristalle de Chanel, su distintivo
aroma.

Sus ojos estaban curiosamente frenéticos.

Boone frunció el ceño cuando dejó su abrigo a un lado y se quitó el suyo.


―Ven aquí, siéntate junto al fuego.

Cuando la llevó al salón, no fue hacia las alegres llamas de la chimenea de


mármol. Se acercó a las ventanas que daban a la tormenta… y eso le recordó
aquella noche, hacía un año, cuando había bajado a este salón y la había
encontrado mirando hacia la oscuridad de la misma manera.

―¿Qué está pasando? ―demandó con seriedad―. Háblame.

Rochelle respiró hondo, su reflejo en el cristal uno de dolor casi


inconmensurable.

―Aquí es donde todo comenzó.

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―¿Disculpa?

Ella miró por encima del hombro. Estaba usando pantalones blancos como el
invierno con una chaqueta a juego, con una versión citrina de “Ave en una
Roca”11 de Tiffany en la solapa izquierda.

―Aquí en este salón ―comentó―. Aquí es donde tú y yo nos conocimos por


primera vez a solas… y todo cambió.

Boone inclinó la cabeza y se sentó en el sofá.

―Lo es. Justo estaba pensando en eso mismo.

―Necesito ser más honesta contigo de lo que he sido.

―Está bien. ―Palmeó el cojín a su lado―. Ven y siéntate, te ves muy pálida.

Pero Rochelle no se movió hacia él. Se cubrió el rostro con las manos y respiró
hondo.

―No sé cómo hacer esto. He practicado y practicado. Pero ahora que estoy
aquí contigo…

11 Bird on a Rock: icónico broche de un pájaro de diamante con cresta encaramado en una piedra
preciosa facetada; uno de los diseños más conocidos de Jean Schlumberger para Tiffany desde
su introducción en 1965.
―Rochelle. No hay nada que puedas decirme que cambie mi opinión sobre ti.
¿Entiendes eso? Nada.

Dejando caer las manos, se acercó al sofá y se sentó en el mismísimo borde de


un cojín. Después de un largo silencio, su voz fue baja.

―Cuando vine aquí y te dije que no podía seguir adelante con el arreglo, te
confundí.

―¿Cómo así? ―No es que le importara―. Y sea lo que sea, está bien.

―Te dije… te dije que estaba enamorada de alguien.

Boone estiró el brazo y puso una mano sobre su delgado hombro.

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―Está bien, sólo dime…

―No era un macho.

―¿Entonces era un humano? ―Boone se echó hacia atrás lentamente y se


encogió de hombros―. Quiero decir, me dijiste que era un civil, ¿sólo estabas
preocupada por decirme que él…

―No era un “él”.

―No entiendo… ―Las cejas de Boone se elevaron―. Oh.

Rochelle cruzó las piernas y unió las manos en su rodilla.

―Sí… oh. Era una hembra. Estaba enamorada… de una hembra.

Cuando su sorpresa se desvaneció, las matemáticas que siguieron fueron


rápidas.

―No es de extrañar que lo mantuvieras en secreto. La jodida glymera…

―¿Acaso esto cambia lo que piensas de mí? ―Sus ojos se fijaron en el fuego,
como si no pudiera soportar ver ninguna desaprobación en su rostro―. Puedes
ser honesto. Por favor.

Boone retrocedió.
―Por supuesto que no. ¿Acaso el hecho de que me enamorara de una civil
cambió tu opinión sobre mí?

―¿Hablas en serio? ―Rochelle frunció el ceño―. Para nada. Sólo me alegró


que fueras feliz. Que seas feliz, eso es.

―Bueno, yo sólo quiero que tú seas feliz. En lo que a mí respecta, eso es todo
lo que importa.

Bajando la cabeza hacia sus manos, Rochelle comenzó a temblar, y Boone le


acarició el hombro, dejándola tener un momento de liberación emocional.

―Ella está muerta ―dijo Rochelle―. Mi amada está muerta...

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―Oh, Dios. ―Boone se apartó a un lado y sacó un pañuelo del bolsillo trasero
de sus pantalones de cuero―. ¿Ella está muerta?

Sollozando, Rochelle aceptó el cuadrado y lo presionó contra su rostro.

―Está muerta y parte de mí murió con ella. No he sido la misma desde


entonces. Nunca voy a ser la misma.

―Querida Virgen Escriba... Rochelle. Cuéntame qué pasó. ―Le frotó la


espalda de nuevo―. Desde el principio. Y no puedo imaginar lo que es mantener
todo esto dentro.

Su amiga respiró trémulamente.

―Cuando vine aquí, hace un año, para romper el arreglo contigo, ella y yo
habíamos decidido dejar de luchar contra la atracción y comprometernos en una
relación. Tenía miedo de que mi familia descubriera algo, pero ella era… era mi
mundo entero. Nunca había estado tan feliz, tan completa. Y ella no sabía de ti.
No sabía sobre… todo esto y todo lo que conlleva. ―Rochelle indicó la sala
formal con la mano―. Sabía que no podría seguir con el emparejamiento contigo.
No sólo por lo que le haría a ella, sino por lo que te haría a ti. Ambos merecíais
más que eso. Y ella especialmente merecía mi respeto y mi amor. Ella no era el
vergonzoso secreto de nadie.

―Entonces viniste aquí…


―Y te lo dije y me llamaste valiente. ―Rochelle volvió a esnifar y palmeó su
nariz―. No soy valiente. Intentaba conservar mi familia y tenerla a ella al mismo
tiempo. Sabía que mis padres nunca entenderían ni la aceptarían, y lo que es peor,
soy su única descendencia. ¿Después de mí? No queda nadie de la línea de
sangre. Estaba vacilando sobre este presunto problema… cuando…

A distancia, él percibió un olorcillo a chocolate caliente y se enderezó. ¿Quizás


debería decirle a Helania que esperara un momento? Después de todo, aunque
confiaba en Helania con todo en su vida, ella era una extraña para Rochelle.

―Ah… escucha, Rochelle. ―Él se estiró por su mano―. Sólo voy a…

Cuando el contacto con la palma de su amiga fue hecho, Boone se congeló, una

415
sensación de conmoción e incredulidad lo inundó. Mientras Rochelle esnifaba de
nuevo y lo miraba como si estuviera esperando que terminara su oración, él
lentamente le giró la mano.

Allí, en el centro, había una red de finas cicatrices que habían sido saladas para
quedar en su lugar.

―¿Qué pasa? ―le preguntó ella.

Boone tragó con fuerza mientras miraba fijamente las heridas.

―¿Dónde te las hiciste?

―Enterré a mi amada. Afuera en un parque estatal. Con su hermana…

El estruendo de una bandeja hizo añicos el silencio y Boone se levantó de un


salto. Helania estaba parada en el pasaje abovedado del salón, con el rostro
blanco, las manos temblando, las tazas de chocolate caliente y los platos de
sándwiches en un desastre a sus pies.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―le dijo en un graznido a Rochelle.


capitulo y9

416
Helania se quedó completamente entumecida mientras miraba a la hembra
que estaba sentada, compuesta como una matrona, en el sofá formal de Boone.
La ropa y las joyas no eran nada familiares, ni lo eran el maquillaje o el peinado,
pero el rostro… ese rostro era inolvidable.

Y el reconocimiento no era sólo del lado de Helania.

La hembra se levantó lentamente, su mano cayendo de la de Boone, su


semblante palideciendo.

―Eres… tú.

Helania fue a dar un paso al frente, pero cuando bajó el pie, estaba sobre
porcelana rota. Perdiendo el equilibrio, se agarró de la moldura del pasaje
abovedado. Cuando levantó la vista a continuación, la hembra estaba justo en
frente de ella.

―No entiendo ―dijo Helania.

La hembra la miró fijamente por el tiempo más largo.

―Te pareces tanto a ella que duele.


Lo siguiente que supo fue que se estaban abrazando como una familia que
había estado separada por una generación. Y en ese momento, a Helania no le
importaba nada más que el hecho de que esta extraña, a quien había conocido en
un gran momento crucial y trágico en su vida, estaba aquí.

―Encontraron al asesino de Isobel ―dijo Helania a toda prisa―. Lo tenemos.


Estaba tratando de contactarte para hacértelo saber.

―¿Lo hicieron? ―La hembra se echó hacia atrás―. ¿Lo encontraron?

―Sí. La Hermandad lo tiene a él.

―Oh, gracias a Dios.

417
―Traté de contactarte en Facebook para informarte. No mató nada más a
Isobel. Mató a otra hembra…

―Lo sé. ―La hembra miró a Boone―. Y es por eso que te pedí vernos esta
noche.

Fue en ese momento que Helania sumó dos más dos más apropiadamente.

―Espera… estaba acordado que tú te emparejaras con Boone. Ibas a ser su


shellan.

―Sí. ―Hubo una larga pausa―. Soy Rochelle.

―Rocky B. Winkle. En Facebook.

―Sí. ―La hembra miró de un lado a otro entre ellos. Luego se alejó―.
Helania… ¿qué tanto te contó Isobel sobre nosotras?

―¿Dijo que eran las mejores amigas? Y tú misma me dijiste eso.

Rochelle dio otro paso atrás.

―Acaso ella… ¿te habló de su novio?

―Sí, oh Dios, ¿lo conoces? ¿Puedes ponerte en contacto con él? ―Helania
asintió hacia Boone, que estaba sentado con gran quietud en el sofá―. Él y yo
hemos estado trabajando en la investigación de la muerte de Isobel… y también
en un segundo asesinato. Así es como él y yo nos conocimos, por cierto. Y hemos
estado esperando encontrar a ese macho que significaba tanto para Isobel. ―Le
echó un vistazo a Boone―. Ves, te dije que el compañero de Isobel no fue quien
la mató. Sabía que él la hizo más feliz de lo que la había visto antes.

Cuando nadie dijo nada más, Helania miró a la hembra, pero Rochelle sólo
seguía mirando a Boone. Quien seguía mirando a Helania.

―¿Qué? ―dijo Helania.

La otra hembra respiró hondo y cayó de rodillas. Una por una, recogió las
piezas rotas de porcelana y las colocó en la bandeja en la que Helania y Thomat
habían trabajado tan duro por preparar bien.

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―Vamos a necesitar un paño de algún tipo para limpiar esto adecuadamente
―murmuró Rochelle―. Quizás deberíamos llamar a un doggen…

―Puedes decirle lo que me acabas de decir ―señaló Boone suavemente―.


Está bien.

Rochelle se congeló con la mitad de un plato en sus manos. Levantando los


ojos, miró fijamente a Helania. Y luego en voz baja, susurró:

―Tu hermana… era mi único gran amor.

Helania abrió la boca para decir algo… pero luego parpadeó. Tuvo que mirar
dos veces. Estaba segura de que no había escuchado lo que había escuchado, sino
que había leído incorrectamente los labios de la hembra.

―Isobel… ―repitió Rochelle―, era mi amante. Éramos mucho más que


amigas.

Las lágrimas amenazaron los hermosos ojos de la hembra… y luego se


derramaron por sus mejillas, goteando en la arruinada porcelana.

―Nunca supe ―se escuchó a sí misma decir con voz ronca―. Nunca supuse…

Que mi hermana era homosexual, pensó.

―Le dije que no podía decírselo a nadie. ―Rochelle colocó la mitad del plato
en la bandeja y se sentó en cuclillas en sus botas de tacón alto―. Le hice prometer,
debido a quién era mi familia, que no se lo diría ni a un alma. Y para mí ese fue
el primero de tantos arrepentimientos después de que murió.

―Nunca lo supuse ―repitió Helania―. Ella se refería a ti como su…

―Novio. Lo sé. Le dije que lo hiciera.

―Espera, esa noche. ―Helania se agachó para que pudieran estar frente a
frente―. Esa noche fuiste a decirme que estaba muerta…

―Sabía dónde vivía. Ella me había dicho su dirección. Cuando la encontramos


en ese club… ni siquiera puedo decirte cómo fue eso. Sabía que ella querría que
supieras de inmediato, en lugar de tener que preguntarte y preocuparte sobre

419
qué le había sucedido cuando no regresara a casa. Así que llevé su cuerpo a mi
casa secreta, la que compré por mi cuenta y a la que mis padres nunca van…

―La casa blanca.

―En la Avenida Macon. Donde la preparamos para la Ceremonia del Fade.

Helania miró a Boone.

―Entonces estábamos cerca esta noche. ―Se reenfocó en Rochelle―.


Estábamos tratando de encontrar esa casa. No podía recordar la dirección. Estaba
desesperada por encontrarte.

―Ahora vivo ahí. ―Rochelle se dejó caer hacia atrás para quedar sentada en
el suelo, y el hecho de que sus prístinos pantalones blancos se estuvieran
manchando con chocolate caliente no parecía importarle en lo más mínimo―.
Esa noche, mientras tú y yo estábamos preparándola, quería decirte la verdad.
Pero soy una cobarde y tampoco sabía cómo reaccionarías. Lo último que quería
hacer era estropear tus recuerdos de tu hermana. Te amaba tanto. Pensaba en ti
todo el tiempo. Todo lo que siempre quiso fue cuidarte, y la idea de que pudiera
arruinar ese recuerdo de ella en tu mente… no pude decírtelo porque no sabía
cuáles serían tus pensamientos sobre nosotras.

Helania recordó los meses previos a la muerte de Isobel. Cómo Isobel había
estado tan feliz, tan radiante, tan optimista. A diferencia de todo lo que Helania
había visto antes.
Estirando su palma con cicatrices, puso la mano sobre el hombro de la otra
hembra. Con una voz fuerte y segura, dijo:

―Déjame decirte cuáles son mis pensamientos. Tú también eras el amor de su


vida y la hiciste más feliz de lo que la había visto jamás.

Los ojos de Rochelle se llenaron de nuevas lágrimas. Y luego la hembra puso


su mano con cicatrices sobre la de Helania.

―No puedo decirte ―dijo la hembra con brusquedad―, lo que eso significa
para mí. Es como si Isobel me hubiera hablado desde la tumba.

420
Sentado al margen, Boone estaba teniendo problemas para ponerse al día y a
la vez sintiéndose muy orgulloso de las dos hembras en el suelo frente a él.
Rodeadas por los fragmentos rotos del decoro de la glymera, Rochelle y Helania
estaban extendiéndose, literal y figurativamente, sobre la división de
desinformación, estilo de vida y muerte… y encontrando consuelo la una en la
otra.

Aunque nunca había conocido a Isobel, tenía que imaginar que ella estaba
mirando desde el Fade, irradiando felicidad porque las dos personas más
importantes en su vida estaban encontrando algo de paz.

Después de abrazarse por segunda vez, Rochelle miró a Boone.

―Pero hay más. Y es por eso que te pedí vernos.

Boone se levantó del sofá y decidió unirse a la fiesta “no tan de té” en el duro
suelo. Se sentía tan correcto tirar a un lado la tradición y los valores y echarse una
agachadita aquí en el pasaje abovedado, con porquería rota por todos lados,
secretos siendo revelados, preguntas siendo respondidas.

La curación comenzando.

Levantó el asa de una taza y jugueteó con ella.

―Cuéntanos.
―Se remonta a antes. Cuando se hizo el arreglo.

Rochelle frunció el ceño y sacudió la cabeza.

―Justo después de conocerte, comencé a sentir que estaba siendo vigilada.


Seguida. No podía precisarlo, pero estaba en la casa de mis padres y miraba por
las ventanas… y juraba que había alguien allí. Era tan espeluznante. Y luego, una
noche, me encontré con Isobel en el Pyre, y sentí que este macho me estaba
siguiendo mientras paseaba por el club. ―Miró a Helania―. Solíamos ir allí
porque no teníamos que ocultar nuestra relación. Con todas esas máscaras y
capas, podíamos ser libres. Pero recuerdo esa noche: habíamos ido en mi
automóvil porque acababa de comprarlo y tenía ganas de conducir. Después de

421
que llegamos… tuve esta extraña sensación de estar siendo seguida.

―Puto Syn ―murmuró Boone.

―Siguió así por bastante tiempo. Y luego… Isobel fue asesinada. ―Rochelle
cerró los ojos―. No volví al club después de eso y esto desapareció. La
sensación… se fue. No pensé de nuevo en eso hasta… ―miró de un lado a otro―.
Hasta que mataron a Mai hace una semana.

Boone se sacudió hacia delante.

―¿Mai? ¿Espera? ¿Sabes sobre su asesinato, el segundo?

―Era nuestra amiga. De Isobel y mía. Era la única persona que sabía de
nosotras.

―¿Ella era la otra hembra? ―tartamudeó Helania―. ¿Esa noche que fui a tu
casa? Pero espera… oh, por supuesto, no la reconocí cuando la encontré porque
estaba usando la máscara. Y luego en esas terribles fotografías después que
estaba muerta… no pude soportar mirarlas en esa pared en la sala de evidencias.

―Mai fue la segunda muerte ahí abajo. ―Rochelle miró a Boone―. Y me


enteré de eso por un amigo nuestro la noche…

―De la Ceremonia del Fade de mi padre ―completó Boone―. Es por eso que
estabas tan alterada.

―El perderla a ella también. Fue casi demasiado.


Fuera de la mansión, la tormenta aumentó repentinamente con una ráfaga de
vientos huracanados, las luces parpadeando y apagándose. Pero justo cuando
Boone estaba pensando en encontrar un candelabro, volvió la electricidad.

Rochelle puso su mano sobre su corazón.

―Cuando me enteré sobre Mai, no supe qué hacer. Con quien hablar. No sabía
si las muertes estaban relacionadas, aunque…

―Lo estaban ―dijo Boone―. Y tiene que ser el mismo macho que estaba
acechándote. Hay demasiadas conexiones.

―Eso es lo que me dice mi intuición. ¿Dos muertes, en el mismo lugar, tan

422
próximas? Pero dudé en ofrecer información porque había mantenido todo en
secreto con Isobel. Estaba toda inquieta por eso cuando vi la publicación que la
Hermandad puso en las redes sociales, y fue entonces cuando recibí tu mensaje
directo. ―Después de asentir hacia Helania, volvió a mirar en dirección a
Boone―. Te envié un mensaje de texto anoche para venir a verte para que
pudiéramos hablarlo todo y averiguar qué hacer.

―Estábamos en el centro de entrenamiento. Tenía la intención de responderte


el mensaje de texto, lo lamento.

―Ahora estamos aquí, está bien. ¿Y me dices que descubrieron quién fue?

Boone asintió.

―Él es uno de los luchadores que trabaja con la Hermandad. Tiene un historial
de acosar y asesinar hembras.

―¿Entonces debe haber encontrado a Mai y a Isobel a través de mí? Pero,


¿cómo me encontró y por qué soy importante?

―Iba al Pyre. Tal como lo hacías tú. Debe haber comenzado a seguirte por eso.

―Supongo que esa fue la conexión. Entonces, ¿soy la próxima?

Antes de que pudiera responder, ella puso una expresión distante en su rostro
y Boone frunció el ceño.

―¿Qué más?
―Bueno, se trata de Mai. ―Rochelle respiró hondo y le echó un vistazo a
Helania―. Creo que ella pudo haber tenido contacto con él. Por teléfono.

―¿Cómo así? ―preguntó Boone.

―Después de la muerte de Isobel, Mai se mudó a mi casa en la Avenida


Macon. Dijo que necesitaba un lugar donde quedarse, pero creo que sólo estaba
preocupada por mí, y yo había empezado a pasar un montón de días allí. Quiero
decir, estaba llorando ante la más mínima cosa y no podía explicarles a mis
padres por qué, ¿sabes? Son buenas personas, pero son totalmente tradicionales.
De todos modos, durante la última semana o dos, pude escuchar a Mai
discutiendo con alguien por teléfono durante el día, con voz exaltada. Cada vez

423
que le preguntaba qué pasaba, no me decía. Sin embargo, estaba claro que estaba
muy molesta. Tal vez era ese macho.

―Syn de seguro tiene un teléfono. ¿Y con el tipo de alcance que tiene la


Hermandad? Podría haber encontrado su información de contacto a través de
una base de datos de la especie o algo así.

―Debe ser así como sucedió. ―Rochelle miró a Helania―. Salgo y visito a
Isobel en su tumba. ¿Tú lo haces?

―Sí, absolutamente. ―Helania frunció el ceño―. Y sabes, conservé todas sus


cosas. ¿Te gustaría venir a mi apartamento y verlas? ¿A lo mejor querrías
algunas?

―¿Harías eso? ―dijo Rochelle con voz ahogada―. ¿Darme… algo a mí?

―Sí. ―Helania sonrió―. Estoy absolutamente segura de que eso es lo que ella
habría querido.

―¿Cuándo podemos ir allí?

Helania le echó un vistazo a Boone.

―Ahora nos dirigimos de regreso a mi apartamento. Ven con nosotros. Y


podemos actualizar a la Hermandad desde allí si quieres. Ciertamente tendrías
más privacidad.
Boone se puso de pie y se sacudió los pantalones de cuero. Agachándose,
recogió la bandeja.

―Tenemos un plan. Sólo tengo que conseguir un cambio de ropa y algunos


libros, y nos vamos de aquí.

La expresión de Rochelle se calentó.

―¿Os estáis mudando juntos?

―Ah, más o menos ―comentó Boone mientras Helania permanecía en


silencio.

―Bueno, estoy feliz por los dos.

424
―Gracias, amiga. ―Él asintió hacia la bandeja―. Ya vuelvo.

Cuando se retiró, escuchó a las hembras comenzar a hablar sobre Isobel y se


dio cuenta de estar triste porque nunca conocería a la hermana de Helania… y el
gran amor de Rochelle.

Debía haber sido una magnífica persona, pensó.

De vuelta en la cocina, tiró todo lo que estaba en la bandeja a la basura y le dijo


a Thomat que hiciera que alguien limpiara el suelo en un ratito… quería darle a
sus dos hembras un poco más de tiempo para sí mismas. Luego regresó por la
despensa y se detuvo en la puerta abierta a la antigua suite de Marquist.

Ah, sí. Moviendo cajas. Justo lo que necesitaba…

Cuando su teléfono sonó, lo sacó, y tan pronto como vio que era Butch,
respondió.

―Estaba a punto de llamarte. Encontramos a la… ―Él dudó, inseguro de qué


tanto quería reservarse Rochelle. Además, sólo Dios sabía dónde estaba Marquist
en la casa―. Encontramos a la amiga que ayudó a enterrar a Isobel, la que
Helania estaba buscando…

―Syn no lo hizo.

Boone se quitó el teléfono de la oreja y miró fijamente la cosa.


Luego lo volvió a poner en su lugar.

―¿Qué dijiste?

―Mintió. Wrath pudo olerlo. ―El hermano soltó una áspera carcajada―. El
gran Rey Ciego hace las veces de una tremenda prueba de polígrafo.

―Espera, esto no tiene sentido. Helania lo vio con Mai, con la hembra que
mató.

―Estuvo con Mai. Pero no fue la última persona en estar con ella.

―Eso no es posible. ¿Por qué mentiría?

425
―Mira, no voy a discutir ni a debatir por qué demonios ese luchador se
adjudicaría algo que no hizo porque en este momento no puedo entender su
razonamiento sobre nada. Está realmente jodido de la cabeza, para ser honesto.
Pero sea como fuere, no mató a ninguna de esas hembras ni al primer humano
que fue encontrado en el club.

Boone recordó ese callejón y al hombre humano que él había castrado y


torturado… por el que Syn había asumido la responsabilidad.

Antes de que pudiera mencionar todo eso, Butch continuó:

―En conclusión, no tenemos evidencia concreta sobre él de todos modos. Sin


ropa ensangrentada. Sin ganchos de carne escondidos debajo de su cama, no es
que tenga una.

Boone sólo pudo sacudir la cabeza.

―No tiene sentido.

―En realidad, tiene mucho sentido cuando recuerdas lo que te dije sobre el
sesgo de confirmación. He estado allí… joder, estoy allí con este caso. Sólo pensé
que querrías saber las actualizaciones, y Helania también necesita ser informada.
Creo que los dos deberíais venir aquí.

Boone miró por encima del hombro.

―Ella está aquí conmigo en mi casa. Le hemos prometido a la amiga que


podría ir a ver algunas de las cosas de Isobel allí en el apartamento. Pero después
de eso podemos ir, y quiero llevar a la amiga con nosotros. Hay otro ángulo para
todo, pero no puedo adentrarme en ello donde estoy ahora.

―Bien. Sólo llama a Fritz. Él está listo para ir a buscarte, incluso en esta
tormenta. ―Cuando Boone terminó la llamada, sintió ganas de tirar su teléfono
contra la pared.

Lo que lo detuvo fue el hecho de que el jodido asesino todavía estaba por ahí
en alguna parte y que bien podría necesitar la maldita cosa.

Pasando el umbral de las antiguas dependencias de Marquist, se dirigió hacia


las cajas de mudanza…

426
Las luces se apagaron, esta vez sin advertencia de parpadeo. Desorientado en
la oscuridad, Boone se topó con una silla, luego pateó algo bajo y pesado, lo que
sea que fuera derrumbándose y dispersando lo que fuera que contenía.

Justo cuando estaba buscando a tientas su teléfono para encender la linterna,


volvió la electricidad y miró hacia abajo.

Lo que se las había arreglado para pelotear era un kit de lustrado de zapatos,
la caja de madera de costado, los contornos del “pon tu pie aquí” en la parte
superior abiertos. Latas metálicas de abrillantador y un trapo de gamuza
manchado, así como un frasco de pequeñas tachuelas, se habían derramado como
la sangre y los órganos de una víctima, el impacto de su shitkicker con punta de
acero dispersándolos en un abanico.

Por supuesto, Marquist dejaría el kit aquí. No más pulido de zapatos…

Boone frunció el ceño cuando algo llamó su atención. Agachándose, le dio una
mirada más de cerca a la alfombra. Las pequeñas tachuelas que se habían salido
de su recipiente eran como ortigas, y él recogió una, inspeccionando su cuerpo
como astilla y la parte superior como cabeza de alfiler.

Era igual a la que había salido de la piel de Mai.

Pero… no era posible que hubiera una conexión.


Poniéndose de pie, miró alrededor de la sala de estar con nuevos ojos. Excepto
que, vamos, ¿acaso esperaba que Marquist tuviera un gancho de carne colgado
en la parte de atrás de la puerta?

Dirigiéndose al área del dormitorio, Boone revisó la mesita de noche, se


agachó por debajo del faldón de la cama ―otra zona libre de ganchos de carne―
y abrió el baúl de mantas en la esquina.

Que tenía mantas dentro, por supuesto.

Estaba girando hacia el armario abierto cuando se encendió el ventilador de la


calefacción, una corriente apenas perceptible de aire frío como preámbulo del
asunto caliente… suministrado, por supuesto, si la electricidad no se cortaba de

427
nuevo.

Y fue entonces cuando captó el olor. Era tan sutil que apenas lo notó.

Pero como los tiburones en las aguas del océano, los vampiros estaban
adaptados evolutivamente para encontrar sangre.

Su cabeza giró por su propia voluntad, y luego su cuerpo se movió despacio.

A lo lejos, oyó el ruido de la puerta principal cerrándose, pero no le prestó


atención al sonido. Cada parte de su conciencia estaba enfocada en ese armario.

Con un sentimiento de absoluta irrealidad, extendió la mano y tiró de los


pesados pliegues negros hacia adelante.

Cuando había mirado aquí la noche anterior, había hecho una suposición
equivocada. Lo que había pensado que era una bata de baño negra era, de
hecho… una capa negra. ¿Y cuando puso su nariz en la gruesa tela?

Olió sangre. Sangre seca, pero sangre no obstante. Y era de una hembra.

¿Qué cojones?
capitulo r

428
En el vestíbulo de la mansión de la familia de Boone, Helania se hizo a un lado
mientras Rochelle se ponía un abrigo drapeado amarillo limón, que
probablemente valía más que la camioneta que Helania tenía allá en su casa. Y,
sin embargo, la hembra no tenía pretensiones sobre ella.

―Realmente necesito que sepas ―estaba diciendo Rochelle―, que estaba


equivocada al hacer que Isobel guardara silencio sobre nosotras. La puse en una
posición tan terrible y todo por mi propio temor. Pero eso ya terminó. Ya no me
voy a esconder. Si todo esto me ha enseñado algo, es que la vida es corta, sin
importar cuántas noches te han dado, y no voy a perder más tiempo. Voy a
declarárselo a mis padres y mudarme completamente a esa casa blanca… y sólo
para que lo sepas, tú y Boone sois bienvenidos en cualquier momento.

Helania sonrió un tanto tristemente y luego murmuró:

―Nunca se sabe lo que depara el futuro.

Poniendo su mano sobre su bajo vientre, pensó en el deber y la obligación… y


en las personas sacrificándose por un bien mayor lo que significaba que no vivían
sus vidas completas. Ella y Boone iban a tener que resolver su relación en algún
momento, pero temía el futuro para ellos. Embarazada o no… quería creer que
estarían juntos, pero le preocupaba ese lado responsable de él.
La parte que significaba que se sacrificaba a sí mismo, sin importar el costo.

Claro, las relaciones sexuales que tenían eran buenas. Pero no era nada por lo
que valiera la pena comprometer sus futuros.

Cuando las luces se apagaron nuevamente, esperó a que volvieran a


encenderse. Cuando lo hicieron, Rochelle estaba examinándola expectante, como
si esperara una declaración menos obtusa de cómo estaban las cosas entre Boone
y Helania.

―Es sólo que ―dijo Helania―, ya sabes, él y yo… quién sabe qué ocurrirá.

La hermosa aristócrata rubia frunció el ceño.

429
―Él está enamorado de ti.

Helania retrocedió, pero al mismo tiempo, un lugar secreto en su corazón se


emocionó. Lo primero no trató de ocultarlo. Lo último, se obligó a sí misma a
moderarlo.

―No puede estar enamorado de mí. No sé si te lo ha dicho, pero pasé por mi


necesidad la otra noche. Así que… si dijo que nos íbamos a emparejar o algo así,
es sólo por eso…

―No me dijo nada acerca de que había llegado tu hora. Pero sí me dijo que se
había enamorado de ti en la Ceremonia del Fade de su padre.

Helania hizo los cálculos de los días de la semana. Espera… eso había sido
antes de su necesidad.

―¿De qué estás hablando?

―Justo allí dentro. ―La hembra señaló al otro lado del vestíbulo―. En el baño
formal de machos. Estaba colapsando en mitad de la multitud después de la
ceremonia y lo llevé ahí dentro para un descanso. Me dijo que estaba enamorado
de ti. Mira, vosotros haced lo que queráis, pero ¿los machos vinculados? Caen en
segundos, como dice el dicho. Y tengo que decirte que Boone es uno de los
mejores machos que…

El golpe en la cabeza de Helania vino de la nada. En un momento, estaba


lidiando con un punto de inflexión total; al siguiente, era consciente de la otra
hembra enderezando la espalda y levantando la cabeza aterrorizada. Antes de
que pudiera preguntar por qué, un dolor agudo explotó en su cráneo, el impacto
de lo que sea que fuera haciéndola tambalearse hacia un lado, tropezar… caer.

Cuando golpeó el suelo, su visión se volvió borrosa y su audición desapareció


por completo. Pero resultó que ella era sólo un objetivo secundario. Rochelle
estaba retrocediendo contra la pared del vestíbulo, alguien acercándose a ella con
amenaza y un cuchillo de hoja larga.

Enfocando toda su voluntad en su vista, Helania trató de abrirse una ventana


de enfoque de todo lo que estaba tan borroso… y finalmente su visión se aclaró.
Fue entonces cuando vio el rostro del atacante, incluso si no podía decir mucho

430
sobre su cuerpo o sus extremidades.

Era un macho vestido formalmente, con el cabello veteado blanco y negro que
estaba peinado lejos de su frente. Tenía una expresión asesina en lo que de otro
modo era un rostro de rasgos uniformes y sus labios se estaban moviendo
mientras hablaba. Helania recurrió a viejos hábitos mientras los leía.

…debería haberte matado a ti en lugar de esas otras dos. Más eficiente de esa manera,
pero pensé que habría comentarios. Mi señor no merecía que su línea de sangre fuera
mancillada por ese arreglo roto. Y sé lo que estabas haciendo con esa hembra. Te vi, te
observé.

Helania intentó levantar la cabeza, levantar el brazo, mover el cuerpo, gritar.

Tu amiga lo pidió. Se atrevió a amenazarme con descubrirme. De alguna manera


averiguó que fui yo y…

Isobel. Mai.

¡Este era el asesino!

La adrenalina aumentó repentinamente en el cuerpo de Helania cuando sus


instintos se dispararon y la agresión inundó sus venas. Obligando su cabeza a
levantarse, buscó un arma. Cualquier cosa. El macho estaba enloquecido y era
peligroso…

El cuchillo que se elevaba sobre su hombro era brutalmente afilado, y la luz


del candelabro por encima brillaba sobre su hoja de acero pulido.
Empujándose del suelo, Helania…

La chaqueta de cuero de Boone estaba apoyada en una silla justo al lado de


donde había aterrizado, y la recordó allí en su apartamento, cayendo al suelo por
el peso de las armas en ella.

Se movió más rápido de lo que lo había hecho jamás en su vida, una gran
reserva de poder interior movilizando su cuerpo. Lanzándose por la chaqueta,
agarró los pliegues justo cuando las luces se apagaban nuevamente.

Daga de mano, pensó mientras giraba el cuero, sus manos sacudiéndose. Él era
diestro…

431
Metiendo la mano en el hondo bolsillo del lado derecho, palmeó el arma de
Boone y liberó el seguro. Sabía que estaba cargada por el peso de la misma, y
quien lo habría dicho, el arma era de la misma marca y modelo que ella usaba.

Cuando las luces volvieron a encenderse, tenía el cañón en posición y apretó


el gatillo justo cuando el atacante comenzó el arco descendente de su movimiento
para apuñalar.

La bala entró directamente a la cabeza por la sien. Exactamente donde había


apuntado.

Un disparo mortal fue todo lo que necesitó.

En un horrible montaje que sabía que nunca iba a olvidar, un fino chorro de
sangre y salpicaduras de materia cerebral golpearon la pesada puerta principal
en un patrón de margaritas y el macho se desplomó en el suelo.

Todo su cuerpo temblaba. Pero el arma estaba firme como una piedra en sus
palmas mientras la mantenía sobre él.

―Ponte detrás de mí, Rochelle ―ordenó.

La otra hembra se movió rápidamente y tropezó, viniendo a donde ella estaba


y cubriéndose mientras Helania mantenía la boca del arma de Boone apuntada
hacia el macho.

―Ve a buscar a Boone ahora…


―¡Estoy aquí! ―gritó su voz―. Estoy justo aquí.

Helania asintió cuando sus pisadas atronadoras se acercaron al drama, la


atención de él sin duda captada por el sonido del disparo. Pero ella no se movió.
El cuerpo del atacante se estaba retorciendo en lugares al azar, y ella no estaba
segura de si iba a volver a levantarse.

Débilmente, escuchó a Boone hablando por su teléfono. Y luego, en su visión


periférica, fue consciente de otras personas entrando al vestíbulo, miembros del
personal, dados sus uniformes.

De repente, Boone estaba muy cerca de ella, de pie justo al lado de sus
antebrazos extendidos y rígidos como una tabla.

432
―Helania, puedes bajar el arma ahora…

―No sé si está muerto ―dijo ahogadamente―. Cómo sé que está muerto.

―Lo atrapaste ―llegó su suave voz―. Salvaste la vida de Rochelle y lo


atrapaste. Pero necesito que bajes el arma. Los hermanos están en camino y no
queremos que nadie salga herido.

Se concentró en la mancha roja en esa puerta… y el pequeño agujero que podía


ver en el centro de ella donde la bala había terminado su viaje a través de la
materia viva dentro de la madera.

―Quería estar allí cuando el asesino de Isobel muriera ―señaló con voz
ronca―. Necesitaba estar allí.

―Bueno, hiciste algo mejor. Tú ahvenged a tu hermana de la manera adecuada.


Le quitaste la vida como él le quitó la suya.

Eso fue lo que la liberó. De repente, sus manos y sus brazos estaban
temblorosos y débiles, y justo cuando estaba a punto de soltar el arma, Boone
sacó el arma de sus palmas y le puso el seguro.

Cayendo en su fuerte cuerpo, Helania lloró por todo. Por Isobel.

Por Mai.

Por lo que habría pasado si, Dios no lo quiera… ella hubiera fallado.
Mientras Boone sostenía a Helania contra su cuerpo, su cerebro trató de
ponerse al día con la realidad: Marquist estaba desplomado en el suelo, una parte
de su cerebro y una salpicadura de sangre en la puerta principal. Rochelle estaba
desplomada sobre una silla, con las manos en el rostro como si estuviera
conteniendo un grito. Thomat y los doggen se habían apresurado a salir de la
cocina, sus cuerpos juntos en un apretón mientras se abrazaban entre ellos.

Afuera de la casa, la tormenta invernal bramaba, los vientos sacudiendo las


persianas, la nieve azotando las ventanas. Pero eso no era nada comparado con

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el caos helado dentro del silencioso y tranquilo vestíbulo.

Rochelle levantó los ojos aterrorizados.

―Él intentó matarme. Helania… me salvó…

―¿Por qué? ―preguntó Boone―. ¿Qué demonios estaba pensando él…?

―Dijo que era por su Señor. ―La hembra miró el cuerpo, que finalmente había
dejado de retorcerse―. Dijo… que se negaba a permitir que la vergüenza llegara
a este hogar.

―¿Entonces era el que te acechaba? ―Boone volvió a colocar a Helania contra


él―. Debe haberse enterado…

―Sobre Isobel ―terminó Rochelle―. Pero tú y yo ya habíamos terminado el


arreglo y fue asesinada después de eso. ¿Por qué tenía que llevársela si ya estaba
hecho?

Boone sólo pudo sacudir la cabeza.

―Me dijo que haría cualquier cosa para proteger esta casa y a mi sire. Debe
haberse preocupado de que, si eras vista con Isobel, la verdad saldría a la luz y la
vergüenza no habría estado únicamente en ti.

Helania levantó la cabeza de su pecho.

―¿Mató a mi hermana por decoro social?


―Y a Mai ―agregó Rochelle―. Dijo que Mai había estado amenazando con
presentar detalles sobre el asesinato, detalles que probarían que fue él quien lo
hizo. Ella había estado decidida a descubrir quién me estaba siguiendo y lo había
encontrado a través de la chica del guardarropa. De alguna manera, esa humana
lo conocía de un curso de entrenamiento de defensa personal que habían tomado
juntos. Él me dijo que pensaba que eso era irónico… estaba balbuceando
incoherentemente.

―Pobre Mai ―dijo Helania―. Fue realmente buena con mi hermana.

―Era mi querida amiga. ―Rochelle sacudió la cabeza―. Sabía que desde que
murió Isobel, he estado completamente desconsolada. Parte de eso era no saber

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quién la había matado y por qué. Claramente, Mai estaba tratando de resolver el
misterio y conseguirme respuestas.

―Ojalá hubiera pedido ayuda ―señaló Boone tristemente.

―Hay demasiados secretos en la glymera ―indicó Rochelle entre dientes


apretados.

―Demasiadas cosas de las que nuestra clase se niega a hablar. Y el silencio es


mortal…

Los golpes en la puerta fueron fuertes.

―¡No entréis todavía! ―gritó Boone―. ¡Esperad!

Mirando a Helania, le alisó el cabello hacia atrás.

―Estás bien para sostenerte.

―Sí ―respondió―. Tengo mis dos pies para sostenerme. Y harán el trabajo.

Después de dejar un beso rápido en su boca, Boone entró en el estudio. Los


machos obreros que habían estado reparando el daño ahí más temprano habían
terminado mayormente con la ventana, pero no habían sellado completamente el
agujero antes de que claramente se hubieran ido a casa debido a la tormenta. El
trozo de lona de plástico azul brillante había sido asegurado contra los cristales,
y él lo arrancó.

―¡Por aquí… entrad por aquí! ―gritó a través del espacio vacío en los paneles.
No es que los hermanos no pudieran haberse materializado en cualquier
parte… pero si Butch le había enseñado una cosa durante la investigación, era
que las escenas del crimen debían ser protegidas y sabía que era más seguro para
los hermanos, sin importar cuántos vinieran, reunirse primero en el estudio de
su sire.

Y efectivamente, uno por uno, aparecieron: V fue el primero. Luego Tohr y


Phury. El último fue Qhuinn. Butch entró por una de las puertas francesas del
salón cuando V se acercó y las abrió para él.

El ex policía miró hacia el vestíbulo.

―¿Qué demonios pasó aquí?

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Boone miró a Rochelle. Cuando ella asintió, él repasó todo: su arreglo roto. La
relación de ella con Isobel. El acecho. El asesinato de Isobel para guardar el
secreto. Luego Mai amenazando a Marquist y a él asesinando a la hembra y
profanándola enfurecido.

Mientras hablaba, Butch y los hermanos se acercaron y observaron el cuerpo.

―Y luego Marquist intentó atacar a Rochelle ―dijo Boone―. Pero Helania…


se encargó del problema.

Helania levantó la vista desde donde se había sentado en el suelo junto a


Rochelle. Su rostro estaba pálido y todavía estaba temblando, pero oh, había sido
tan valiente. Tan fuerte. Tan… segura… cuando el momento realmente había
contado.

Nunca había estado tan impresionado con nadie en su vida. Y todo lo que
quería hacer era abrazarla y asegurarse de que todavía estaba viva. A pesar de
que podía ver la realidad justo frente a él, su corazón estaba tan aterrorizado ante
la posibilidad de perderla que seguía preocupándose de que de alguna manera
el final hubiera sido diferente y simplemente se negaba a ver la verdad.

―Helania le disparó una vez ―concluyó―. Exactamente donde necesitaba


hacerlo.

Butch les echó un vistazo a las hembras.


―¿Ambas estáis bien?

Helania puso la mano en la parte trasera de su cabeza.

―Él me golpeó con algo.

―Era la culata del cuchillo. ―Rochelle extendió la mano―. ¿Estás bien?


Debería haberlo detenido, pero no sabía qué hacer.

―Haremos que te revisen de inmediato ―dijo Butch mientras se inclinaba


sobre el cuerpo―. Doc Jane debería estar aquí en cualquier momento.

Cuando el hermano se dejó caer sobre sus cuartos traseros y examinó la herida
de bala, Vishous sacudió la cabeza y encendió un enrollado a mano.

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―A la gran puta ―anunció el hermano―, ¿lo hizo el mayordomo?
capitulo r1

437
El sesgo de confirmación era una cosa, pensó Butch cuando volvió a salir de un
congelador del tamaño de un garaje.

―Pero evidencia es evidencia ―murmuró mientras miraba el gancho de carne


en su mano.

Volviendo a mirar hacia la cámara frigorífica, sacudió la cabeza hacia los dos
costados de carne que colgaban en el centro de la unidad congeladora del tamaño
de una habitación, listos para ser descongelados y cortados. Los ganchos eran
exactamente como aquel en el que Mai había sido colgada.

―¿Encontró lo que necesitaba, sire? ―preguntó el chef de la casa.

Butch asintió.

―Sí. Lo hice.

El doggen se inclinó.

―¿Hay algún otro lugar que pueda mostrarle?

Thomat había sido genial: llevándolo a unas habitaciones justo al final del
pasillo, mostrándole el armario del que Butch había sacado cuidadosamente una
capa manchada de sangre. Había sido en el área de la oficina del mayordomo que
había recogido un pequeño frasco de tachuelas de zapatero. También tenía el
cuchillo del vestíbulo del frente y luego los relatos de primera mano de Helania
y de Rochelle, la anterior prometida de Boone.

―Creo que estoy bien ―comentó Butch mientras caminaban de regreso a la


cocina como tal―. Gracias por las bolsas de papel.

―Un placer, sire. ¿Puedo abrir otra para usted?

―Sí, eso sería genial. Gracias.

El chef sacudió una para soltarla de sus dobleces y Butch puso el gancho de
carne allí. Luego agarró las dos que tenían la capa y el cuchillo y se dirigió de

438
vuelta al vestíbulo. Rhage había llegado tarde y estaba compensando su retraso
cumpliendo el deber con la cámara de su teléfono, tomando fotos del cuerpo y
de la puerta.

Pero al igual que las cosas en las bolsas de Hannaford, todo eso era en cierto
modo una precaución irrelevante. La explicación había sido provista, la fe en los
poderes de revelación de Dios recompensados, el asunto de “esto luego aquello,
luego lo otro” finalmente explicado. Aun así, hábitos de toda una vida
profesional y todas esas chorradas.

Dejando las bolsas en el suelo, Butch entró en el salón, donde Boone estaba
sentado con las dos hembras y Helania estaba siendo revisada por Doc Jane.

―Aquí atrás tienes un tremendo nudo ―estaba diciendo la doctora―. Y


probablemente tienes una especie de conmoción cerebral, aunque no puedo
hacer ninguna imagen diagnóstica para probar eso. La buena noticia es que tus
pupilas están iguales y reactivas, y pasaste tu examen neurológico muy bien, así
que creo que estarás fresca como una lechuga. Sólo avísame si ves doble, sientes
náuseas o no puedes mantenerte despierta, ¿de acuerdo? Y no… no tienes que
preocuparte por ningún efecto sobre cualquier otra cosa que pueda estar
pasando.

―Gracias ―dijo Helania mientras su mano encontraba la parte más baja de su


abdomen―. Estoy agradecida.
Cuando la doctora les dio un abrazo a los tres y luego se fue, Butch sacudió la
cabeza.

―Sé que vosotros tenéis que estar en estado de shock.

―Eso es un eufemismo ―murmuró Boone mientras acariciaba la espalda de


Helania.

―Escuchad ―dijo Butch―, tengo una buena idea de cómo ocurrieron las
cosas esta noche, pero sólo para que podamos cerrar el caso, tendré que pediros
que vengáis al centro de entrenamiento para algo oficial. Pero podemos esperar.
Mañana está bien para eso.

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―Gracias ―dijo Rochelle―. No estoy pensando bien ahora.

―No te culpo. Esto es algo difícil. ¿Tienes a alguien que pueda venir a
buscarte?

Rochelle frunció el ceño.

―Realmente no puedo soportar la idea de volver a casa…

―Puedes quedarte ―comentó Boone―. Con nosotros.

―Sí ―agregó Helania―. Por favor. De hecho… ¿podemos quedarnos todos


aquí durante el día? La tormenta es terrible y mi apartamento es pequeño.

―Seguro ―ofreció Boone―. No me importa dónde estemos, siempre que


estemos juntos.

―Gracias. ―Rochelle levantó las manos y comenzó a sacar horquillas de su


cabello una por una―. Eso sería… gracias.

Cuando se sacudió el moño, se quitó las botas de tacón y se reacomodó con los
pies con calcetines debajo de ella, Butch sonrió. Nada como soltarse el cabello con la
familia que resultaban ser amigos, pensó.

Había aprendido eso de primera mano.

―Está bien ―indicó―. Vamos a retirar el cuerpo ahora. Quiero que os quedéis
aquí, si no os importa.
―No hay problema ―dijo Boone mientras las hembras asentían.

―Y escucha, me pondré en contacto con los padres de Mai antes del final de
esta noche. Iré a su casa en persona. Ellos van a querer saber qué pasó.

―Por supuesto ―dijo Rochelle―. Eso es muy bueno de su parte. Y por favor
siéntase libre de ser completamente honesto. No tengo nada que ocultar, ya no.

―Lo tienes. ―Butch dudó mientras miraba a Boone―. Sabes que esta casa es
tuya ahora, ¿verdad?

―¿Qué? ―dijo el macho sorprendido.

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―Marquist está muerto. Eres el familiar vivo más cercano de tu sire. Es todo
tuyo. Sé que justo ahora no es el momento de pensar en eso, pero la ley es la ley.
Es lo que es. ―Butch agitó una mano desdeñosa en el aire―. Pero como dije, eso
no es nada en lo que pensar en este momento. Ni siquiera sé por qué sentí la
necesidad de decir algo al respecto.

Eso último eran sandeces, por supuesto. La conclusión era que el chico nunca
había sido otra cosa salvo perfectamente leal y un macho todoterreno cumplidor.
Y mientras tanto, había sido jodido regiamente por su padre y ese mayordomo…
y, a veces, a la mierda.

Sólo querías que el bueno ganara al final.

―Llamadme si me necesitáis ―les dijo Butch.

Alejándose, estaba saliendo de la habitación cuando algo lo agarró del brazo.


Cuando se dio la vuelta, era Helania.

―Tu hermana está realmente orgullosa de ti en este momento ―susurró―.


Has ayudado a darle a otro grupo de personas un poco de consuelo y la clase de
propósito que necesitan para seguir adelante.

Butch contuvo el aliento. Y no supo qué decir en respuesta. Pero eso no


importó. Helania lo envolvió en un fuerte abrazo y a veces eso comunicaba todo,
a que sí.
Mientras bajaba la cabeza y le devolvía el abrazo, sintió, en el fondo de su
pecho, que el dolor persistente que siempre llevaba consigo… se aligeraba un
poco más.

Este fue por ti, Janie, pensó para sí mismo.

Por otra parte, cada asesino que había encontrado siempre había sido por ella.

Mientras Boone observaba a Helania y a Butch abrazarse, estaba

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tambaleándose por lo que el hermano había dicho sobre el testamento. Pero
suponía que Butch tenía razón. Con Marquist muerto y ningún otro beneficiario
identificado… él era el pariente más cercano.

Poniéndose de pie, hizo como si se hubiera puesto en vertical sólo para estirar
la espalda, pero no era por eso que se había puesto de pie. Estaba mirando
alrededor del salón con nuevos ojos y tenía la sensación de que estaba
considerando la idea de quedarse a ver si le convenía.

Excepto que era una locura. No quería nada de las sandeces de la glymera. No
había sido fanático de eso antes, pero ¿después de lo que habían pasado Rochelle
y Helania? Estaba tan poco interesado…

A través del pasaje abovedado, vio que el personal de la casa seguía agrupado
en el vestíbulo, Thomat y alrededor de una docena de doggen parados en ese
grupo que habían formado. Y todos lo estaban mirando. Claramente habían
escuchado lo que Butch había dicho.

Porque había esperanza en sus rostros.

Lealtad… hacia Boone… en sus ojos.

―Creo que quieren que te quedes ―señaló Rochelle suavemente.

Cuando Helania se acercó a él, abrió los brazos y se relajó contra él. Se
quedaron allí mientras los restos de Marquist eran retirados, la gran puerta
principal abriéndose, las ráfagas de la tormenta entrando y reemplazando el calor
por el frío. Pero luego los hermanos se despidieron y Boone observó a través de
la ventana del salón cómo la camioneta quirúrgica se alejaba y procedía a salir de
la entrada.

Tras la partida, se produjo el más extraño silencio en la casa, un vacío que era
a la vez impactante… y liberador.

―¿Te gustaría comer algo? ―le preguntó Helania―. Eso es lo que estaba
tratando de hacer antes…

―¿De que todo se descarrilara? ―murmuró.

―Sip.

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Rochelle se puso de pie.

―Creo que deberíamos volver a intentar todo el asunto del chocolate caliente.

―¿Quizás es de mala suerte? ―ofreció Boone―. Podríamos probar algo más.

―No, no soy supersticiosa ―comentó su amiga cuando los tres comenzaron a


salir del salón.

En el vestíbulo, Boone hizo una pausa y miró al personal.

―Thomat, creo que todos necesitamos una buena comida. Algo de comer.
Algo de beber. Y con eso, me refiero… a la casa completa. Juntos.

Cuando se encontró directamente con los ojos del chef, se dio cuenta de que
estaba estableciendo una regla. Un nuevo sistema operativo. Una nueva forma
de conducir las cosas en la casa.

¿Y si el chef no estaba de acuerdo? Entonces Boone se dio cuenta con total


claridad de que se iría. Vendería la casa y las cosas. Cortaría por lo sano con el
legado enfermizo, retorcido y tóxico en el que había nacido.

Thomat miró a su alrededor al resto del personal. Hubo algunos susurros. Y


luego el chef se inclinó profundamente.

―Mi Señor, encontraríamos eso de lo más agradable. ¿Quizás deberíamos


trasladarnos a la cocina y decidir un menú en comunidad?
Boone sonrió lentamente y pasó el brazo por los hombros de Helania.

―Buen trato. Así… así es precisamente como me gustaría que fuera.

Entrando en un grupo suelto, todos se dirigieron por el comedor y salieron a


la sala de pulido y a la despensa. Mientras pasaban por la puerta abierta de la
suite del mayordomo, se acercó y la cerró con firmeza.

Una hora después, todos estaban sentados alrededor de la mesa del comedor,
pasando bandejas de plata y tazones de porcelana, la comida ecléctica de sobras
y guarniciones de preparación sencilla creada por todas las manos, todos
servidos entre sí, todos los platos llenos de la misma comida.

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Boone se sentaba a la cabecera de la mesa, con Helania no en el otro extremo,
sino justo a su lado. Rochelle estaba en el medio, sentada entre Thomat y una de
las criadas. Todo el mundo estaba hablando, y había la risa ocasionalmente,
aunque Boone era consciente de que todos seguían recuperándose del
extraordinario giro de los acontecimientos.

Sirviéndose más puré de patatas, miró a Helania. Y se encontró preguntándose


si estaba embarazada de su hijo. Esa era la única forma en que se sentiría mejor
respecto a las cosas. Si tuvieran un…

Frunciendo el ceño, detuvo ese pensamiento al recordar lo que ella había dicho
acerca de que se emparejaran. Hablando de una situación sin salida. Estaba
enamorado de ella. Se había dado cuenta de eso de muchas maneras diferentes y
en muchas situaciones diferentes, pero estaba atrapado por la perspectiva del
embarazo. ¿Si le dijera ahora que la amaba? ¿Si le pidiera que se emparejase con
él? Ella ya había dejado en claro que sólo lo vería como si él cumpliera con un
deber. Y el problema era que… a pesar de que bien podría no haberse dado
cuenta por sí misma, él podía sentir un cambio muy sutil en su aroma primaveral.

Tenía un presentimiento… de que estaba embarazada de su crío.

―¿Estás bien? ―preguntó ella mientras estiraba el brazo y le tomaba la mano.

―Sí, estoy bien. ―Forzó una sonrisa―. Estas patatas están geniales.

―Así es como las hacíamos en mi familia. El queso crema hace toda la


diferencia.
―No me digas ―murmuró, frotando el agujero vacío detrás de su esternón―.
Queso crema. Quién lo habría pensado.

Mientras Helania seguía a Boone por un largo pasillo formalmente decorado,


miró a todas las puertas cerradas y perdió la cuenta en dieciséis.

Increíble, cuán grande era la casa.

Finalmente, él se detuvo.

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―Así que este es mi dormitorio.

―Estoy emocionada de verlo.

―No es nada lujoso. ―Se contuvo y luego se rio un poco―. Quiero decir, no
es como… oh, lo que sea, hagamos esto.

Cuando abrió la puerta, ella entró para…

―Espera, ¿esta es una sala de estar?

―Es el living de la suite.

―Oh. ―Sacudió la cabeza tristemente―. Vaya. Bueno…

Ella dejó de hablar cuando miró a través de un pasaje abovedado a la pared


del fondo. Llamada por lo que vio, caminó hacia un dormitorio de ensueños. La
cama era del tamaño de Boone, de verdad, una enorme King que estaba envuelta
en sábanas con monogramas y cubierta por un edredón que tenía una especie de
sello en el centro. Pero nada de eso era lo que había llamado su atención.

Eran los libros.

Alineando las paredes, colocados en estanterías, había cientos de libros,


algunos modernos, otros viejos, algunos encuadernados en cuero, algunos con
tela. Cuando se acercó para leer los lomos, sonrió para sí misma. Su solución a
ser callada había sido el cine. La suya claramente era la lectura.
Y a ella le encantaba que tuvieran esa introversión en común.

―Esto es increíble ―susurró mientras miraba por encima del hombro―. No


tenía idea de que tú…

Dejó que la oración se desvaneciera cuando asimiló su expresión sombría… y


sus ojos tristes. Sin tener que preguntar, supo a dónde había ido en su mente y
pensó en lo que Rochelle le había dicho en la puerta, justo antes de que las cosas
se hubieran vuelto realmente locas.

Con tantas cosas resueltas esta noche, todavía había un problema muy abierto.
Y era uno importante para los dos.

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Pero ella también sabía la solución. Lo había sabido… durante casi todo el
tiempo, a pesar de que había temido admitirlo.

Cruzando hacia él, tomó la mano de Boone y lo llevó a su propia cama.


Mientras se sentaban juntos, él acariciaba con el pulgar el interior de su muñeca…
pero no la miraba a los ojos. Y esa tristeza suya era algo que te rompía el corazón.

Helania tragó con fuerza.

―Estoy tan feliz de conocerte.

Él hizo un ruido evasivo en el fondo de su garganta.

―Y estoy agradecida por todo lo que has hecho por mí en estas últimas dos…
―¿Noches? Dios, se sentía como años― …ya sabes, desde que te conocí. Sobre
Isobel. Y el caso.

Las palabras le estaban fallando. Su cerebro no estaba funcionando bien.

Pero su corazón sabía exactamente dónde estaba parada.

Moviéndose frente a él, se dejó caer en una rodilla y capturó sus dos manos
entre las suyas. Mirándolo fijamente a sus sorprendidos ojos, ella sonrió… y
repentinamente encontró todas las sílabas que necesitaba.

―¿Recuerdas cuando te dije que no quería que me pidieras que me emparejara


contigo?

Él cerró los ojos y se tensó.


―Sí.

―Dije que nunca estaría segura de si era salido del deber y la obligación.

―Lo hiciste.

―Dije que quería ser elegida.

Él exhaló y abrió los párpados.

―Sin ofender, pero no necesitamos repetirlo todo. Esa fue una conversación
dolorosa que no olvidaré pronto…

―Bueno, he decidido algo.

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Él extendió la mano para detenerla.

―No sabemos si estás embarazada. Así que no hay nada que decidir. Pero
quiero que sepas, que si lo estás, entonces voy…

―Te amo, y quiero saber si serías mi hellren.

Boone parpadeó. Luego se echó hacia atrás sorprendido.

―¿Qué? Espera, ¿qué acabas de hacer…?

Helania sonrió.

―Te lo estoy pidiendo. Mira, es diferente de esta manera. No hay obligación


de tu parte, ya que no sabemos con certeza si estoy embarazada, y yo estoy
haciendo la elección. Te estoy eligiendo a ti. Te estoy diciendo que te amo y que
quiero que tú y…

Eso fue lo más lejos que llegó.

―Yo también te amo ―dijo Boone apresuradamente mientras bajaba a la


alfombra y la besaba―. Oh Dios… sí, por favor, me emparejaré contigo. No me
importa si estás embarazada… ―Se echó hacia atrás―. Quiero decir, sí me
importa. Realmente quiero que lo estés.

Helania contuvo las lágrimas mientras tomaba su mano de la daga y colocaba


su gran palma sobre su vientre.
―Realmente yo también quiero estarlo.

―¿Qué ha cambiado? ―susurró.

Mientras pensaba en todo lo que habían traído las últimas noches, y luego
recordaba su disparo seguro cuando había protegido al verdadero amor de su
hermana de un lunático, se encogió de hombros.

―Como te dije cuando me preguntaste si podía valerme por mí misma en mi


piso de abajo ―lo miró fijamente a sus hermosos ojos―: he encontrado mis dos
pies. No necesito ser la Mujer Maravilla, y no tengo que hacerlo siempre bien…
pero cuando sabes quién eres y puedes cuidar de ti mismo, entonces eres libre de
amar a quien quieras honesta y completamente. Ya sean machos o hembras… o

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un crío que diste a luz de tu propio cuerpo.

La sonrisa de Boone fue un amanecer que iluminó no sólo su rostro, sino


claramente también su alma.

―Bueno ―susurró contra su boca―. Si eso no es una verdad de sangre… No


sé qué es.
epilogo

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Dos noches después…

Boone viajó por el aire invernal en una dispersión de moléculas, trazando el


rastro que Helania dejó para él en virtud de haberse alimentado el uno del otro.
Mientras se reformaba, se encontró en una cañada boscosa cubierta de nieve, el
bosque de pinos espeso hasta que se separaban por alguna razón explicable para
crear un claro perfectamente circular.

Helania estaba parada a un lado, su cabello rojo y rubio suelto y sacudido por
una suave brisa, su rostro sombrío, sus ojos fijos en el suelo.

Cuando lo notó, sonrió, la apariencia afligida dejando su mirada.

―Hola.

―Hola.

Caminando a través de la nieve, sus botas apisonaron un patrón de huellas en


la prístina caída de copos diminutos, y cuando se acercó detrás de su hembra,
ella se recostó contra su cuerpo. Con sus brazos envueltos alrededor de ella y sus
ojos en el mismo lugar que los suyos, se contentó con esperar hasta que ella
hablara.
―Aquí es donde enterramos a Isobel ―dijo después de un momento. Luego
se rio un poco―. En caso de que no lo hayas averiguado.

Boone besó la parte superior de la cabeza de su amor.

―Gracias por traerme aquí.

―Desearía que la hubieras conocido.

―Yo también. Creo que la habría amado.

―Oh, te garantizo que lo habrías hecho.

El viento que atravesaba el claro era suave y no tan frío como había sido, como

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si se hubiera calentado y disminuido por respeto a los muertos.

―Quiero creer que está en el Fade ―dijo Helania―, y no sólo… ya sabes, bajo
la tierra.

Boone se encontró mirando hacia el cielo y midiendo las estrellas que


centelleaban en la gran extensión negra sobre sus cabezas. ¿Mientras consideraba
las posibilidades de que él y Helania se encontraran, y de que Rochelle fuera
quien resultó ser?

―Es como si Isobel encontrara una última forma de cuidarme ―murmuró


Helania.

―¿Qué?

―No lo sé. Es bastante extraordinaria, toda la historia. El que terminaras en


mi vida como lo hiciste. Rochelle…

―Siendo quien es ella en todo ―terminó él―. Justo estaba pensando lo


mismo.

Helania se inclinó hacia un lado y le sonrió.

―Me encanta cuando hacemos eso.

―A mí también.

Se enderezó de nuevo y volvió a enfocarse en el suelo.


―Y sí, en cierto modo creo que mi hermana mayor intervino en todo esto.

De la nada, un soplo de fino perfume francés entró en el bosque, y allí estaba


ella, Rochelle apareciendo en la nieve. Llevaba un abrigo frambuesa y pesadas
botas con ribetes de piel, y cuando anduvo con paso pesado, ella también miró
fijamente ese punto en el centro del claro.

Cuando la hembra se acercó a ellos, Helania estiró el brazo y le tomó la mano.

―Hola, amiga.

―Hola, amiga. ―Entonces Rochelle suspiró tristemente―. Lo siento. Es difícil


venir aquí.

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―Me siento igual. ―Helania volvió a mirar al suelo―. Pero es una noche
importante.

―Tenemos algunas noticias que compartir ―dijo Boone―. Y queremos que


seas la primera en saberlo.

Rochelle giró el cuello y sus ojos se iluminaron.

―No. ¿En serio? ¡¿Es en serio?!

―Estamos esperando un bebé ―dijo Helania―. Nos acabamos de enterar…

Cuando Rochelle dejó escapar un grito triunfante, el sonido alegre espantó a


una lechuza de su percha.

―¡Estas embarazada!

Rochelle casi derribó a Helania en un abrazo, y luego la hembra le estaba


sacando el aire a Boone de un apretón.

―¡Estoy tan feliz por vosotros! ¡Oh Dios mío! Los dos esperáis un crío.

―Gracias. ―Boone dio un paso atrás―. Pero escucha, no hay un “vosotros”


aquí, ¿de acuerdo? Helania es la que está haciendo todo el trabajo. Todo eso del
“nosotros” es una locura. Soy el macho más afortunado del planeta, y ella está
llevando a mi crío, pero es su cuerpo el que está pasando por eso, no el mío.

Rochelle echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.


―Dejando las cosas claras, ya veo. Bien. Y me gusta tu actitud, Boone.

Helania unió su brazo con el de él.

―Sí, a mí también. ¿Qué puedo decir? Es un tesoro.

―Vamos a llamarla Isobel ―dijo él―. Si es una niña. Y, de cualquier manera,


queremos que te subas a un tren humano con nosotros. Ellos hacen este asunto…

―Se llama padrinos ―terminó Helania―. Queremos que seas la madrina, sin
importar que género tengamos.

Las manos enguantadas de Rochelle fueron a sus mejillas.

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―Me estáis haciendo llorar ahora mismo.

―¿Por favor? ―dijo Helania―. Eres el vínculo más cercano que tengo con mi
hermana, y te quiero en la vida de nuestro crío como un miembro oficial de la
familia.

―No es que no lo seas ya ―agregó Boone.

―Amén a eso. ―Helania miró hacia el claro―. Es por eso que quise decírtelo
aquí. Es como… si Isobel estuviera con todos nosotros, ¿sabes? Porque si
estuviera viva, os lo habríamos contado a las dos al mismo tiempo. ¿Entonces qué
dices?

La respuesta de Rochelle fue un abrazo grupal.

Y realmente, esa fue la mejor respuesta afirmativa que podría haber.

Mientras Boone envolvía sus brazos alrededor de las dos hembras que estaban
riendo y llorando al mismo tiempo, y mientras pensaba en cómo estaba formando
su propia familia, algo arriba, en el cielo nocturno, llamó su atención.

En lo alto del cielo, una brillante estrella fugaz estaba viajando en un arco…
que creaba la perfecta forma de una sonrisa directamente sobre ellos.

Levantando una mano, Boone la saludó mientras su rastro se desvanecía y


articuló: Es un placer conocerte, Isobel.
Algo le dijo que no sería la última vez, y estuvo aliviado por eso. Después de
todo, la muerte no era más fuerte que el amor y las señales de los ángeles estaban
por todas partes.

Sólo tenías que buscarlas… y saber que las hermanas mayores siempre
cumplían con su deber, incluso si era desde el Fade.

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Ahstrux nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para matar que es
nombrado para ese puesto por el Rey. Puede ser hombre o mujer.

Ahvenge (v.) Acto de mortal retribución típicamente llevado a cabo por el ser
querido de un macho.

Attendhente (n.) Elegida que sirve a la Virgen Escriba de una manera


particularmente cercana.

Black Dagger Brotherhood — La Hermandad de la Daga Negra (pr n.)


Guerreros vampiros altamente entrenados que protegen a los de su especie
contra la Sociedad Lessening. Como consecuencia de la selección genética de su
raza, los Hermanos poseen una inmensa fuerza física y mental, así como una
extraordinaria capacidad regenerativa —pudiendo recuperarse de sus heridas de
una manera asombrosamente rápida. Normalmente no están unidos por vínculos
de parentesco, y son introducidos en la Hermandad mediante la propuesta de
otros Hermanos. Agresivos, autosuficientes y reservados por naturaleza, viven
separados del resto de los civiles, manteniendo apenas contacto con los miembros
de otras clases, excepto cuando necesitan alimentarse. Son tema de leyenda y
objeto de reverencia dentro del mundo de los vampiros. Sólo pueden ser muertos
por heridas muy serias, por ejemplo, un disparo o puñalada en el corazón, etc.

Blood Slave — Esclavo de sangre (n.) Hombre o mujer vampiro que ha sido
subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La
costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y
recientemente fue prohibida.

Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua.

The Chosen — Las Elegidas (pr n.) Mujer vampiro que ha sido criada para

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servir a la Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque
se enfoquen más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con
los hombres es prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con
Hermanos por orden de la Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas
poseen el don de la videncia. En el pasado, eran usadas para cubrir las
necesidades de sangre de los miembros no emparejados de la Hermandad, y esa
práctica ha sido reinstaurada por los Hermanos hace poco.

Cohntehst (n.) Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser
el compañero de una hembra.

Dhunhd (pr n.) Infierno.

Doggen (n.) Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Tienen


antiguas tradiciones conservadoras sobre cómo servir a sus superiores y
obedecen un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar
bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de
aproximadamente unos quinientos años.

Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales.

Exhile dhoble (pr. n.) El gemelo malvado o maldito, es el que nace en segundo
lugar.

El Fade (pr n.) Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres
queridos para pasar juntos el resto de la eternidad.
First Family — Familia Principal (pr n.) Compuesta por el Rey y la Reina de
los vampiros y su descendencia.

Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians,


siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded, también llamado whard.

Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, equivalente aproximadamente


al ton del período de la regencia en Inglaterra.

Granhmen (n.) Abuela.

Hellren (n.) Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los
machos pueden tomar a más de una hembra como compañera.

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Hislop (n. or v.) Término que se refiere a un error de juicio que por lo general
resulta de las operaciones mecánicas de un vehículo u otro medio de transporte
motorizado de algún tipo. Por ejemplo, dejarse las llaves de uno en su propio
coche cuando está aparcado fuera de la casa familiar por la noche. Después de lo
cual dijo que el coche era robado.

Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia.

Leelan (adj. n.) Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a.

Lhenihan (pr. n.) Bestia mítica conocida por su potencia sexual. En slang
moderno se refiere a un macho de un tamaño preternatural y gran resistencia
sexual.

Lessening Society (pr. n.) Orden u organización de asesinos reunida por el


Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas.

Lesser (n.) Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se


dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se
les puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son
impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden
pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los
ojos empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad —
introducidos por el Omega— se les extrae el corazón y se conserva en un tarro
de cerámica.
Lewlhen (n.) Regalo.

Lheage (n.) Un término respetuoso que usan los que son sometidos
sexualmente refiriéndose al que los domina.

Lys (n.) Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos.

Mahmen (n.) Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y


cariñosamente.

Mhis (n.) El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un


campo de ilusión

Nalla (hembra) o Nullum (macho) (adj.) Amada/o

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Needing period — Período de celo (pr n.) Período de fertilidad de las mujeres
vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo sexual. Se
produce, aproximadamente, cinco años después de la transición femenina y,
posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo, todos los
machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor medida, a la
llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede provocar
conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando la
hembra no está emparejada.

Newling (n.) Una virgen.

El Omega (pr n.) Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza
vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un
reino atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación.

Phearsom o Pherarsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los


órganos sexuales del macho. La traducción literal sería algo como «digno de
penetrar a una mujer».

Princeps (n.) El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por
los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es
un rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con
posterioridad.
Pyrocant (n.) Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir cualquier
individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una adicción, o
externa, como un amante.

Rahlman (n.) Salvador.

Rythe. (n.) Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido
ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge arma y golpeará con ella al
ofensor, que acudirá desarmado.

The Scribe Virgen — La Virgen Escriba (pr n.) Fuerza mística consejera del Rey,
guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un
reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto

457
de creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros.

Sehclusion (n.) A petición de la familia de una hembra el Rey puede conferirle


este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su whard, que
generalmente es el macho mayor de la familia. Su whard tiene el derecho de
determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción que ella
tenga con el resto del mundo.

Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las


mujeres vampiros no suelen emparejarse con más de un compañero debido a la
naturaleza dominante y territorial de estos.

Symphath (n.) Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras


peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los
demás (con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido
discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos
a la extinción.

Tahlly (n.) Un término cariñoso, flexiblemente traducido como «querida».

The Tomb — La Tumba (pr n.) Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga


Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los
tarros de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones,
funerales y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar,
excepto los miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la
iniciación.
Trahyner (n.) Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto.
Traducida libremente como «querido amigo».

Transition — Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro en el


que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro
debe beber sangre del sexo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento,
no pueden soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años.
Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos.
Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente
ignorantes e incapaces de desmaterializarse.

Vampire — Vampiro (n.) Miembro de una especie distinta a la humana. Para

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sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los
mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una
vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben
alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no
pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una
transfusión, aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros
de otras especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben
estar calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de
borrar los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean
lejanos. Algunos vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor
a los mil años, y en algunos casos incluso más larga.

Wahlker (n.) Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se


les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones.

Whard (n.) Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo


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Jessica Rowley Pell Bird Blakemore es la
novelista estadounidense más vendida del New
York Times, la número uno del mundo. Bajo su
nombre de soltera, Jessica Bird , escribe novelas
románticas contemporáneas, y como JR Ward ,
escribe romance paranormal .

Ward estudió Historia Medieval y más tarde


Derecho en la Albany Law School, trabajando
posteriormente como gestora dentro del mundo de
la sanidad, ocupando puestos de dirección en
importantes clínicas. Actualmente vive en
Kentucky con su marido y su perro.

A Ward le gusta escribir novelas de series que incorporan personajes de sus


libros anteriores. Ella compara el proceso de crear una serie para "conocer amigos
a través de otros amigos". Sus héroes son a menudo machos alfa, "mientras más
duro, más arrogante, más arrogante, mejor", mientras que las heroínas son
inteligentes y fuertes.
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0.5 The Story of son (2015)

1 Amante oscuro (Dark Lover, 2005)

2 Amante eterno (Lover Eternal, 2006)

3 Amante despierto (Lover Awakened, 2006)

4 Amante confesso (Lover Revealed, 2007)

5 Amante liberado (Lover Unbound, 2007)

6 Amante consagrado (Lover Enshrined, 2008)

6.5 Father Mine (Dentro de la “La guía secreta de la Hermandad de la


Daga Negra”, 2008)
6.5 La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra (The Black
Dagger Brotherhood: An Insider’s Guide, 2008)

7 Amante vengado (Lover Avenged, 2009)

8 Amante mío (Lover Mine, 2010)

9 Amante liberada (Lover Unleashed, 2011)

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10 Amante renacido (Lover Reborn, 2012)

11 Amante al fin (Lover At Last, 2013)

12 El rey (The King, 2014)

13 The Shadows (2015)

13.5 Blood Kiss (Black Dagger Legacy #1, 2015)

14 The Beast (2016)

14.5 Blood Vow (Black Dagger Legacy #2, 2016)

15 The Chosen (2017)

15.5 Blood Fury (Black Dagger Legacy #3, 2018)

15.5 Dearest Ivie (2018)

16 The Thief (2018)

16.5 Prisoner of the Night (2019)

17 The Savior (2019)

17.5 Blood Truth (Black Dagger Legacy #4, 2019)

18 The Sinner (2020)

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