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DE DERECHO
COMERCIAL
Séptimas Jornadas Chilenas de Derecho Comercial 2016
ISBN: 978-956-9947-05-6
1ª edición diciembre de 2017
Tiraje: 400 ejemplares
Impresores: Gráfica LOM, Concha y Toro 25, Santiago
Impreso en Chile / Printed in Chile
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Séptimas Jornadas Chilenas de Derecho Comercial
I. INTRODUCCIÓN
Los acuerdos de actuación conjunta son un fenómeno relevan-
te en el mercado de valores chileno. En él los grupos económicos
juegan un rol preponderante, dada la alta concentración en la
propiedad de las empresas así como el que gran parte de los emi-
sores de valores tienen un controlador. Por lo tanto, un estudio de
los acuerdos de actuación conjunta resulta imprescindible, pues
a través de estos pactos pueden configurarse grupos económicos,
participaciones de control y relacionadas.
Me parece necesario comenzar con una lectura detenida del
art. 98 de la Ley de Mercado de Valores (en adelante, LMV). La base
doctrinal para el estudio de los acuerdos de actuación conjunta se
hace inestable si se omite la reflexión sobre la norma legal expresa. Por eso, este
estudio es principalmente un ejercicio de interpretación legal. Los desarrollos
dogmáticos que el fenómeno exige –y me parece que son varios– serán objeto
de futuros estudios.
3 Luco, cit. (n. 2), p. 419. A propósito del grupo económico, cuyo supuesto de hecho puede
involucrar la celebración de un acuerdo de actuación conjunta, señala el mismo autor que “este
concepto se crea para, con fines de fiscalización, dejar en evidencia las muchas veces sutiles, velados
y rápidamente cambiantes vínculos entre empresas” (íd., p. 420).
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4 Agradezco al Sr. Fiscal de Valores José Antonio Gaspar, el comentario formulado al acabar la
ponencia, que me ha ayudado a aclarar mi posición sobre esta cadena de definiciones. Como señalé
en ese momento, hay razones de historia fidedigna para interpretar el inciso primero del art. 98 desde
un punto de vista dogmático y no solo funcional, pues el informe técnico con que se acompañó la
indicación al proyecto de reforma original omite toda referencia al nuevo art. 98 (Historia de la ley
18.660, pp. 1212-1214); la comisión conjunta por su parte se centró en el inciso segundo del art. 98,
omitiendo también el análisis del inciso primero (Historia de la ley 18.660, pp. 1659-1665).
5 No me parece tan relevante, como sí le parece al profesor Baeza, el que el art. 98 emplee la
palabra “convención” y no contrato (Baeza, cit. (n. 2), p. 929 y 942. Sobre todo teniendo en cuenta que
estos conceptos se encuentran equiparados por el art. 1438 del Código Civil.
6 Luco, cit. (n. 2) p. 434. La calificación de bilateral es discutible, pues parece más adecuada la
categoría de plurilateral, como han sostenido Herrera, Cristián. Pactos de accionistas en la sociedad
anónima, Colegio de Abogados de Chile, Santiago, 1997, pp. 6 y s., y Vásquez, Fernanda. Sociedades,
Thomson Reuters, Santiago, 2015, 2ª ed., t. II, p. 612; y como sugiere una lectura del art. 98 desde la
promoción del “idéntico interés”, que es la que propongo en este estudio.
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7 Sobre la terminología, pueden verse Pérez, Aránzazu. Los sindicatos de voto para la Junta General
de Sociedad Anónima, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pp. 40 y ss., y Baeza, cit. (n. 2), p. 926.
8 Debe advertirse que la participación en la sociedad puede ser directa o indirecta. El art. 98
considera que el acuerdo puede celebrarse “a través de personas jurídicas controladas”, lo que no
obsta a entender que lo han celebrado dos o más accionistas de la sociedad.
9 La distinción entre derechos de contenido económico y derechos de contenido administrativo
(en nuestro medio, también llamados políticos) puede verse en Paz-Ares, Cándido, “Las sociedades
mercantiles”. En A. Menéndez y Á. Rojo (dirs.), Lecciones de Derecho Mercantil, Thomson-Civitas, Cizur
Menor, 2011, 9ª ed., volumen I, p. 361.
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serie): no haría falta un acuerdo especial para compartirla. Y sobre todo porque,
sea cual sea el significado de la palabra en el art. 98, los derechos de contenido
económico no tienen por objeto “gestión” de ningún género.
De esta manera, la participación de los accionistas debe ejercerse a través
de derechos administrativos (también llamados políticos), el principal de los
cuales es el derecho de voto en las juntas ordinarias y extraordinarias. Así,
resulta coherente que la presunción de acuerdo que puede hacer la SVS pue-
da construirse sobre “la frecuencia de votación coincidente en la elección de
directores o designación de administradores y en los acuerdos de las juntas
extraordinarias de accionistas”. El inciso tercero del art. 98, cuya lectura es
impuesta por una interpretación lógica ex art. 22 del Código Civil, ilustra el
sentido del inciso primero.
Nótese que, en el inciso tercero, la votación frecuentemente coincidente
se da en la elección de directores (o designación de administradores), o bien
en las juntas extraordinarias. Se excluye la votación coincidente en juntas
ordinarias, salvo que la coincidencia se refiera a la designación de directores
o administradores. La exclusión obedece a que no puede desprenderse de
manera inequívoca un concierto entre los accionistas de una coincidencia en
otras materias: el examen de la situación de la sociedad y de los informes de
los inspectores de cuentas y auditores externos; la aprobación de los estados
financieros; o la distribución de las utilidades y reparto de dividendos.
El idéntico interés recae sobre la gestión de la sociedad.10 Esta gestión no
puede entenderse como administración, en el sentido técnico que se da a esta
palabra en materia societaria, pues en este sentido la gestión es privativa del
Directorio y de los gerentes, y, como he señalado, los miembros del acuerdo
son accionistas.11 Por lo tanto, la palabra gestión debe entenderse en un sentido
concreta del contrato. “Es el ejercicio unificado del derecho de voto, ya sea en las juntas de accio-
nistas ya sea en las sesiones del directorio, el elemento que mejor define” los acuerdo de actuación
conjunta (Herrera, cit. (n. 6), pp. 29-30).
12 Alcalde señala que el acuerdo puede recaer en “el objeto más específico y característico de
las deliberaciones que se dan en el seno de una junta de accionistas o directorio, a saber, la misma
gestión de la sociedad” (Alcalde, Enrique. La responsabilidad de los directores de sociedades anónimas.
Responsabilidad civil y penal administrativa, Ediciones UC, Santiago, 2013, p. 191). Palma, en cambio, se
limita a afirmar que el art. 98 no se refiere a la administración (Palma, Juan Eduardo. “De los pactos
de accionistas en las sociedades anónimas chilenas. Concepto, contenido y límites a la autonomía
de la voluntad”. Revista de Derecho Comercial, 2014, vol. 3, n° 3, p. 165), sin proponer una lectura alterna-
tiva. Herrera se pronuncia por la ilicitud de un acuerdo dirigido a ejercer influencia en el directorio,
aunque con matices (Herrera, cit. (n. 6), pp. 23-26). El art. 155 del Decreto Ley 3.500 permite a las
Administradoras de Fondos de Pensiones actuar concertadamente en la elección de directores, pero
dispone que “éstas no podrán realizar ninguna gestión que implique participar o tener injerencia
en la administración de la sociedad en la cual hayan elegido uno o más directores”. Esta norma, que
distingue gestión y administración, permite sostener la lectura que proponemos.
13 Tal subordinación ha sido refutada por Sáez. “La existencia de relaciones de confianza en
sentido amplio no es base suficiente para fundamentar deberes de lealtad en sentido estricto, es
decir deberes de desinterés, de subordinación del interés personal”. Sáez, Maribel. “Reconsiderando
los deberes de lealtad de los socios: el caso particular de los socios de control de las sociedades
cotizadas”. InDret, 2016, n° 1. Recuperado de www.indret.com/pdf/1211_es.pdf (fecha de consulta:
28 de junio de 2016), p. 17.
14 Esta conjugación es característica de los grupos económicos: su reconocimiento legal es
una legitimación de un interés grupal distinto del interés social (Jequier, Eduardo. “Premisas para
el tratamiento de los grupos empresariales y administradores de hecho en el derecho chileno”. Re-
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vista Chilena de Derecho, 2014, vol. 41, n° 1, p. 123). Es lo que Fuentes llama esfera de legitimación explícita
(Fuentes, Mónica. “Conflicto de intereses en grupos de sociedades: reflexiones a propósito de la STS
del 12 de abril de 2007”. Revista de Derecho de Sociedades, 2008, vol. 30, p. 412). El interés del grupo ha
de prevalecer sobre la sociedad en los mismos casos en que la sociedad lo hace sobre el accionista
particular. “Decir que la figura del grupo es legítima en nuestro ordenamiento significa prima facie
que será legítimo también defender y promover su interés y ejercer, en consecuencia, el poder de
dirección de las sociedades integradas en el grupo aunque ello suponga lesionar patrimonialmente
su integridad patrimonial, o los intereses de sus socios y acreedores”: Embid, José Miguel. “El contra-
to de constitución del grupo en el derecho español”. En A. Salinas (ed.), Derecho de sociedades. Libro
homenaje a Fernando Sánchez Calero, McGraw Hill, Madrid, 2002, tomo V, p. 5327. Lo que se afirme del
grupo económico en general vale para el acuerdo de actuación conjunta en particular.
15 Herrera, cit. (n. 6), pp. 30-31. En el mismo sentido, Alcalde, Enrique. La sociedad anónima.
Autonomía privada, interés social y conflicto de intereses, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2007, p.
93. En contra –aunque no abunde sobre el punto–, Prado, Arturo. “Los pactos de accionistas y su
régimen jurídico”. En E. Jequier (ed.), Estudios de Derecho Comercial. Cuartas Jornadas Chilenas de Derecho
Comercial, Legal Publishing, Santiago, 2014, p. 313.
16 Agradezco al profesor Osvaldo Lagos el comentario formulado al acabar la ponencia, que
observa que la sola mención por el art. 96 de un interés del grupo parece insuficiente para justificar
lesiones de ninguna índole al interés social. En realidad, este es un punto sobre el que no existe
consenso, pero que presupongo para efectos de esta ponencia, apoyándome en la opinión de los
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autores nacionales y extranjeros citados en la nota anterior. Me hago cargo –a sugerencia del pro-
fesor Guillermo Caballero– de que haría falta desarrollar las consecuencias de una lesión, aun de
una lesión proporcionada, al interés social; particularmente, qué instrumentos resarcitorios serían
aplicables en esta hipótesis. Con todo, ese desarrollo excede los propósitos de esta ponencia, y queda
para futuros trabajos.
17 Es lo que se ha llamado “cooperación en el monitoreo” (monitoring cooperation): acuerdos
celebrados por accionistas minoritarios con el objeto de fiscalizar la actuación del controlador o de
los administradores y evitar conductas oportunistas: cfr. Ghetti, Riccardo. “Acting in Concert in EU
Company Law”. European Company and Financial Law Review, 2015, vol. 11, n° 4, pp. 596 y s; y Hansen,
Jesper Lau. “The Directive on takeover bids: unwanted harmonization of corporate governance”.
Nordic & European Company Law Working Paper Series, 2011, n° 10. Recuperado de www.ssrn.com/
abstract=1869891 (fecha de consulta: 28 de junio de 2016).
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18 Una cosa es, como se ha señalado supra, capítulo II, que el inciso primero del art. 98 esté
dotado de una cierta autonomía en la cadena de disposiciones con que se abre el Título XV. Otra
cosa –que no afirmamos– es que el mismo inciso esté completamente fuera de lugar en el Título XV,
que es lo que ocurriría si pudiera referirse a una adquisición concertada de acciones.
19 Señala Luco que “este defecto [la exigencia de que los miembros del acuerdo sean accio-
nistas] debería corregirse en la ley, ya que de esta manera se podría burlar la obligación” (Luco, cit.
(n. 2), p. 434). El fin de la norma es considerar el acuerdo a efectos de anticipar la vinculación de las
acciones y la existencia de un grupo o de partes relacionadas, de modo que –a nuestro juicio– no hay
tal defecto. El art. 98 no se dirige a regular las tomas de control, que es el problema que se plantea
el autor, porque la adquisición concertada de acciones no es un acuerdo de actuación conjunta.
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V. CONCLUSIONES
A modo de síntesis, quiero proponer las siguientes claves para interpretar
el art. 98 de la LMV:
El inciso primero del art. 98 de la LMV ofrece una definición sustantiva de
los acuerdos de actuación conjunta. Esta perspectiva permite analizarlo con
20 Bajo la primera lectura que he propuesto para el art. 98, ha de concluirse que un concierto
para la adquisición de acciones es un acuerdo de actuación conjunta: los accionistas se han compro-
metido a obtener el control, aunque posteriormente no actúen coordinadamente. Bajo la segunda
interpretación, se concluye que no lo es, porque no se han comprometido a participar con idéntico
interés en la obtención del control. A lo más, se puede decir que los accionistas han acordado actuar
en forma coordinada, pero no que han participado (tomado parte, ejercido el derecho de voto) con
ese idéntico interés. Como he señalado, me parece que esta última es la lectura correcta.
21 Como idea tentativa lo han hecho Lazén, Vicente, y Sepúlveda, Ana Cristina. (2004). “Desarrollo
de las tomas de control corporativo en Chile después de la ley de OPAS”. Documento de trabajo de
la Superintendencia de Valores y Seguros, noviembre de 2004. Recuperado de www.svs.cl/portal/
publicaciones/ 610/w3-article-15021.html (fecha de consulta: 28 de junio de 2016), pp. 35-36; para
España y de manera rotunda, Pérez-Ardá, Javier. “Pactos parasociales”. En F. Vives y J. Pérez-Ardá
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202 | Pablo Manterola Domínguez
AJE