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Dirigido por Andrés Ortiz Osés y Patxi Lanceros

Diccionario interdisciplinar
de Hermenéutica
HG. Gadamer E. Dussei
P. Ricoeur L. A. Schökel
G. Durand M. Frank
G. Vattimo E. Neumann
J.L. Aranguren M. Maffesoli
R. Panikkar E. Coreth
J. Rof Carballo L. Cencillo
E. Trias J.L. Abellán
J. Oteiza J. Gémez-Tabanera
C. Moya M. Beuchot
X. Rubert de Ventés y otros

3.a Edición, revisada

2001
Universidad de Deusto
Bilbao
Serie Filosofía, voi. 26

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la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmi­
tida en manera alguna ni por ningún m edio, ya sea eléctri­
co, químico, m ecánico, óptico, de grabación o de fo to co ­
pia, sin permiso previo del editor.

Portada: Piedra erosionada, Algorra (T. Félix)


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ISBN: 84-7485-475-X
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Fotocom posíción: IPAR, S. Coop.
Imprime: Artes Gráficas Rontegui, S.A.L.
La Hermenéutica ha llegado a ser una suerte de koiné
idioma común de la cultura occidental.
(G. Vattimo, Ermeneutica nuova koiù

Proemio*
Las aventuras de la Hermenéutica
Un diccionario creativo y atípico que aglutina a los amigos de
la ciencia y el arte de interpretar

Andrés Ortiz-Osés es, dentro del pensamiento español actual, una d¡


Hi las figuras más dinámicas y emprendedoras. Tiene, además, la rara virtuV
de aglutinar personajes y nombres, tanto nacionales como extranjeros, e
111los que descubre un mismo feeling\ o si quiere decirse en forma m u
Higensteineana, un mismo «aire de familia». Podría decirse que ese conuí
denominador es la sensibilidad hermenéutica: cierto patronazgo mític
en relación a los aspectos más nobles del complejo dios Hermes de 1
tradición greco-romana (escrudiñador perpetuo de misterios, mensaje:
incansable de los arcanos designios de los dioses, etcétera).
La Hermenéutica es el arte y la ciencia correspondiente, que sah-
orientarse debidamente en relación a textos o contextos de marcada difi
HIcuitad en razón de su naturaleza arcana: textos sagrados, por ejemplc
De Aristóteles a Paul Ricoeur, o a Gadamer, ese arte corresponde a 1
que suele llamarse interpretación: esa «intercalación» que sabe «apre
ciar» (interpraetium) el sentido justo de un texto susceptible de una um
plia gama variable de «versiones» (por ejemplo, una partitura música
que debe ser justamente «interpretada»).
Fruto de esa general convocatoria de sensibilidades comunes es 1
espléndido Diccionario de Hermenéutica, que acaba de aparecer en c;
dadosa forma en la Editorial de la Universidad de Deusto. Aquí aparece:
esos «amigos de la Hermenéutica» que son el conjunto generoso de per
sonas afines a Ortiz-Osés en un arte que él domina como pocos. Se recu
peran figuras injustamente olvidadas como el médico y humanista Ro
% Carballo; aparece el gran artista y polemista que es Jorge Oteiza; inter­
vienen pensadores foráneos avezados en artes hermenéuticas: desde e
ìli gran maestro Gadamer a su discípulo italiano Gianni Vattimo. Y soba
todo está presente la mítica Escuela de Eranos (Eliade, Jung, Durand

* Reproducimos para esta edición la recensión del conocido filósofo Eugenio Trías en c
periódico El Mundo (Nota de la Editorial).
PROEMIO

| Corbin), de la que Ortiz-Osés ha sido uno de los mejores difusores en


[l nuestros pagos. Asimismo aparecen teólogos de reconocida solvencia
> como Raimundo Panikkar, intelectuales y filósofos como Salvador Pani-
ker, nuestro llorado maestro José Luis Aranguren o figuras francesas
f como Paul Ricoeur.
La edición ha corrido a cargo de Ortiz-Osés. con la inestimable cola­
boración de Patxi Lanceros, un joven filósofo de la escuela de Ortiz-Osés
jl.que ya nos ha deleitado con su magnífico trabajo sobre Michel Foucault,
[i titulado Avatares del hombre, publicado también por la Universidad de
j[ Deusto; uno de los mejores trabajos que se han escrito en lengua castella-
na sobre el fallecido pensador francés y que tuve el honor de orientar y
í auspiciar cuando era, antes de convertirse en libro, una prometedora tesis
1 doctoral.
Ortiz-Osés es de los pocos pensadores de este país que ha sabido crear
í en torno suyo un equipo de colaboradores de verdadera orientación inter-
| disciplinaria: en el intersticio entre la antropología cultural, la filosofía
r de la religión y la hermenéutica filosófica y teológica. Todo ello lo ha
J realizado siempre con pocos recursos, con escasos apoyos instituciona- [
i les, pero con un espíritu positivo y afirmativo muy raro en nuestros me-
i dios universitarios e intelectuales. Fue mi amigo mayor, desgraciada­
mente desaparecido, José Luis Aranguren el primero que, hace de esto
I mucho años, me habló, en términos extraordinariamente elogiosos, de
| Ortiz-Osés y del equipo de estudiosos que había sido capaz de consolidar
desde su magisterio en la Universidad bilbaína de Deusto. Aranguren fue
siempre un hombre extraordinariamente despierto, abierto y generoso; lo
más opuesto que cabe imaginar, en un país marcado por el sectarismo y |
^ el espíritu de confrontación, o por el cainismo más visceral, de esos hábi-
fj tos atávicos que desgraciadamente también están muy vivos y vigentes
J en medios intelectuales. «
Eugenio Trías

6
Prólogo a la segunda edición
Hermenéutica actual
^ Nuestro Editor Javier Torres Ripa anuncia la reedición del Diccionci-
'] rio interdisciplinar de Hermenéutica, publicado en las Prensas Deusten-
ses hace unos meses. Esta grata noticia del rápido agotamiento de ejem­
plares de la primera edición, me ofrece un motivo de reflexión sobre el
interés actual por la Hermenéutica, convertida en una especie de nueva
i koiné o lengua franca común de carácter intercultural.
El interés de la Hermenéutica está en su impronta mediadora entre el
| pensamiento clásico y la emergencia de las ciencias humanas, reuniendo
así tradición y modernismo y constituyéndose en tarea interdisciplinar.
i Pues si la Hermenéutica se define como interpretación comprensiva del
sentido, he aquí que el sentido es la clave de la filosofía y las ciencias
del hombre.
Ahora bien, la Hermenéutica como disciplina comprensora del sentido
ha sufrido últimamente una fuerte torsión o giro simbólico, ya que el senti-
| do sólo es captable a través de un lenguaje simbólico. Y bien, nuestro Dic­
cionario de. Hermenéutica ha ofrecido especial relevancia a este giro sim-
íj bólico de la Hermenéutica contemporánea, con lo que ello conlleva de
apertura del sentido frente a toda clausura, reducción o dogmatismo.
Pues bien, esta apertura simbólica de la Hermenéutica actual posibi-
lita la compresencia oblicua de una nueva ética basada en la interpretá­
is}ción como comprensión del sentido: la cual comprensión dice no sólo
compre/zensión o entendimiento teórico sino comprensión o entendi­
miento práctico. Esta comprensión práctica deviene ética, por cuanto ex-
presa la coimplicación o coimplantación de el/lo otro; lo cual requiere
1 afrontamiento de la alteridad y, en consecuencia, la propia alteración en
un diálogo cómplice con la otredad.
De esta guisa, la Hermenéutica se nos convierte en una filosofía o ta-
lante existencial abierto al otro: Hermenéutica existencial cuya divisa
J ética dice implicación y apertura, compromiso y libertad, audición ajena
y dicción propia. Podría entonces hablarse políticamente de social-libera-
lismo hermenéutico: en todo caso la Hermenéutica es la gran aportación
final típicamente europea y, por tanto, situada entre la tradición sociali­
zante o comunal-comunitaria y la tradición individualista.
HERMENÉUTICA ACTUAL

I Por una parte, yo creo apercibir en la Hermenéutica actual refunda-


/ da por el heideggeriano H.G. Gadamer, un claro rasgo de personalismo
(cristiano). Por otra parte, mi visión de la Hermenéutica contemporánea
parecería refrendar una especie de ecodemocracia, entendiendo por tal
^ el diálogo abierto de la política y la cultura, de'lá ciudad y el campo, de
los procedimientos y los valores, de la verdad racional y del sentido hu­
mano. O la Hermenéutica como humanismo abierto, descentrado u hora-
si dado: por cuyo hueco circula la razón simbólica que denominamos sen-
\ tido (auténtico lugar de encuentro de verdad, bondad y belleza).
Por las páginas de nuestro Diccionario desfilan H.G. Gadamér y P. Ri­
coeur, G. Durand y G. Vattimo, J.L. Aranguren y R. Panikkar, M. Frank y
E. Neumann, J. Rof Carballo y L.A. Schókel entre otros. Y están represen­
tadas las hermenéuticas filosófica y cultural, psicosocial y moral, política y
teológica, antropológica y lingüística, lógica y teológica, axiológica y esté­
tica. En suma, una Sumrna (pos) moderna de los saberes humanos y una
obra de engarce entre dos milenios. El primer Diccionario de Hermenéuti­
ca que se publica y, en consecuencia, una aportación única en su género.
Andrés Orfiz-Osés

Postdata a la tercera edición

El éxito de esta nueva edición del Diccionario de Hermenéutica se


debe a mis maestros europeos, a mis colegas hispanos y a mis discípulos
vascos. Por mi parte, reclamo aquí solamente la propuesta de una Her­
menéutica simbólica, la cual recrea la hermenéutica posheídeggeriana y
el simbolismo posjunguiano en el proyecto de una «razón-sentido» de
carácter anímico y coimplica ti vo (implicacionismo simbólico): puede
consultarse al respecto mi obrita La razón afectiva, San Esteban, Sala­
manca 2000.

s
Indice de autores
1 i
A bellán , José Luis (Universidad C om plutense. M a d r id ).................. 5 9 7 , 787
A bumalham , Montserrat (U niversidad Com plutense, M a d r id ).. . . 386
A gís , M arcelino (Universidad de Santiago de C o m p o ste la )............. 728
A legre G orri, Antonio (U niversidad de B a r c e lo n a ) .................... .... 601
A lmarza , Juan Manuel (Instituto Superior de F ilosofía, Valladolid) 407
A ntón , José Antonio (Universidad de S e v illa ) ...................................... 294
A ranguren , José L uis L. (Universidad Com plutense, M adrid) . . . 765
B a l iz a , Jon (Universidad de D eusto, B ilb a o )........................................ 5 5 0 , 766
B arrios , M anuel (Universidad de S e v i l l a ) ............................................. 571
B eriain , Josetxo (Universidad Pública de N a v a r r a )......................... .. 278, 656
B euchot, M auricio (Universidad N acional A utónom a d e M éxico) . 376
B ustamante , Javier (Universidad Com plutense, M a d r id )............... 357
C aminero , Juventino (Universidad de D eusto, B ilb a o )....................... 75, 2 7 0
C astro , Fem ando (Instituto de E stética de M a d r id )............................ 123
C encillo , Luis (Universidad Com plutense, M a d r id )......................... 699
C oreth , Emerich (Universidad de Innsbruck, A u stria )............... .. 296
D elgado , M anuel (Universidad de B a r ce lo n a )...................................... 57
D uque , F élix (Universidad Autónom a de M a d r id ).............................. 213
D urand , Gilbert (Universidad de Grenoble, F ra n cia )......................... 15. 155
D ussel , Enrique D. (UAM -Iztapalapa, M é x ic o ) ................................... 24
E chenique, M .a Teresa (Universidad de V a le n c ia ).................... .. 461
E mbid , José M iguel (Universidad Jaume I de C astellón).................... 263
E stoquera , José María G. (Conservatorio de M úsica de B ilb a o ). . 755
F ernández L omana , Ramón (Universidad de D eusto, B ilb a o ) .. . . 90
F lores F arfán , Leticia (Universidad Intercontinental, M éxico) . . 789
F rank , M anfred (Universidad de Tubing a, A le m a n ia )....................... 578
G abá S, Raúl (Universidad Autónom a de Barcelona)........................... 118
G adamer , Hans-Georg (Universidad de H eidelberg, A lem ania) . . 228
G a Ragalza , Luis (Universidad del P aís V a s c o ) ................................... 200, 211.
G inzo , A rsenio (Universidad de A lcalá de H enares, M ad rid ).......... 731
G ómez-H eras , José María G. (Universidad de S a la m a n c a )............. 177
G ómez-T abanera , José M anuel (Prehistoriador y A ntropólogo) . . 646
G urméndez , Carlos (E nsayista)................................................................... 750
H ornilla, Txem a (Universidad del País V a s c o ). ■................................ 3 52, 784
Innerarity , Daniel (Universidad de Z aragoza)..................................... 611
Jáuregui, José Antonio (Cátedra Europea Jean M onnet de Antropo­
logía S o c ia l) ................................................................................................ 39
L anceros , P atxi (Universidad de D eusto, B ilb a o )................................ 4 5 , 109. 168,
525, 535, 556,
567, 575, 664,
7 1 3 ,7 4 5 .7 5 9 ,
795, 855
L anceros -M é n dez . Senentxu (U niv. de W ürzburg, Alem ania) . . . 187
L a nz , Juan José (Universidad del País V a s c o ) ..................................... 466, 625
L izcano , Em m anuel (U N E D . M a d r id ).................................................... 489
L omillos , M ig u el A ngel (U niversidad de Sao Paulo, B r a sil).......... 101
L ópez Q u in ta s , A lfon so (U niversidad Com plutense, M ad rid ). . . . 427
L orite M e n a , José (Universidad de M u rcia).......................................... 313, 5S7
M affesoli, M ich el (Universidad de la Sorbona, P a rís)...................... 632
M a i u .ard , Chanta] (U niversidad de M á la g a )........................................ 516
M ardones , José María (Centro Superior de Investigaciones Científi­
cas, Madrid) ................................................................................................. 6 9 3 ,7 7 1
M ate , R e y es (Director del Instituto de F ilosofía, C .S .I.C .)............... 687
M a y r , Franz-KarI (Universidad de Portland, E E .U U .)...................... 439
M orla , V íctor (U niversidad de D eusto, B ilb a o )................................... 236
M oy a , Carlos (U niversidad Com plutense, M a d r id ) ........................... 129
M uñoz D elgado , V icente (Universidad P ontificia de Salamanca) . 475
N eu m a nn . Erich (P sicólogo m iem bro del C írculo E r a n o s)............... 174, 831
O riol , Carm en (U niversidad Rovira i Virgili,- T a rra g o n a )............... 126
O rtiz-O s é s , A ndrés (Universidad de D eu sto, B ilb a o )......................... 11, 71. 7 9 ,
174, 245. 329,
340, 3 5 1 .3 8 3 ,
4 1 0 ,5 2 9 ,5 5 8 ,
7 1 0 ,7 5 4 .7 9 7
O teiza , Jorge (Escultor y E s c r ito r )............................................................ 166
P aniker , Salvad or (F ilósofo y e sc rito r).................................................... 724
P anikkar , R aim ond (Universidad de Sta. Bárbara, E E .U U .) .......... 650
P erettj, C ristina de (U N E D , M a d r id )....................................................... 143
P kat , Joan (U niversidad Rovira i V irgili, T arragona)......................... 196
R am os , F ran cisco José (U niversidad de Puerto R i c o ) ......................... 776
R icoeur , Paul (U niversidad de la Sorbona, P a rís)................................ 325
R odríguez . José Javier (U niversidad del País V a s c o )......................... 1 6 ,7 1 7
R of C arballo , Juan (M éd ico, A cad ém ico y E sc r ito r )...................... 494 '
R ubert de V entos , X avier (U niv. P olitécn ica de B arcelon a).......... 67
S ánchez , C e lso (U niversidad Pública de N a v a r r a ).............................. 342 *
S chókel , L uis A lonso (Instituto B íb lico de R o m a )............................. 449
T rebolee , Julio (Director del Instituto de C C .de las R eligiones) . . 395
T rías , E u gen io (U niversidad Pom peu Fabra, B a r c e lo n a )................. 229
V attimo , G ian ni (U niversidad de T urín).................................................. ■ 640
V ázquez F ernández , A ntonio (U niv. P ontificia de S alam an ca).. . 670
V ázquez M edel , M anuel A . (U niversidad de S e v i ll a ) ...................... 149
V eg a , A m ador (U niversidad Pom peu Fabra, B a r c e lo n a )................. 546
V erjat , A la in (U niversidad de B a r c e lo n a )............................................. 287

10
Obertura

Ensayo general de interpretación

La mejor crítica
consiste en comprender.
(J.J. Bachofen).

Un Diccionario de Hermenéutica refiere las dicciones del Ser: sus


«voces» relatan los diferentes nombres, avatares y accidentes del Sentido,
omninombrable, las declinaciones y con-jugaciones de su Juego trascen­
dental y las explicaciones de la Gran Implicación que simboliza. Por ello
éste es un Diccionario abierto y plural, multidisplinar y mediador/media-
do, coimplicante de temas, autores y conceptos que se articulan configu­
rando un Interlenguaje cual Signatura de las cosas (Asignatura verían).
La Hermenéutica se presenta en este tránsito/transición del milenio
como la actitud fundamental/fundacional de la filosofía, así como el me-
dío/mediación de nuestra gran tradición antropológico-cultural situada
entre racionalismos e irracionalismos, ciencias y artes, lógicas y míticas.
Ello es posible porque la Hermenéutica se autodetermina como razón re-
lacional, y la re-lación implanta un pensamiento no plano ni lineal, sino
inclusivo y circular: la tierra de la mito-logia hermenéutica es redonda,
podríamos afirmar aduciendo a C. Lévi-Strauss (véase la idea de «Círcu­
lo hermenéutico»).
Por esto mismo los textículos que componen este Intertexto confor­
man un Diccionario cuasi enciclopédico, en el sentido de que unos textos
se abren a otros, a modo de enrolamiento/enrollamiento —que es lo que
significa en-ciclopedia— sobre sí mismos a través del otro: cercanía del
vecino que se media a través del extranjero, y viceversa, interpretación
de la interpretación como interposición e interpenetración, con-fusión de
horizontes (cf. ad hoc H.G. Gadamer). Entre la irracionalidad mítica y la

11
OBERTURA

abstracción lógica, la Hermenéutica ocupa ese médium simbólico de una


mito-logia del sentido, cuya relación relata como una partitura abierta a
su coejecución.
La Hermenéutica no es una disciplina cerrada, sino una actitud o ta­
lante ecuménico: los textos que presentamos ofrecen un ensayo general
de interpretación interdisciplinar que, a modo del .«Ensayo de Orquesta»
felliniano, nos convocan a una armonía recóndita: al ajuste de las reali­
dades entre sí y al encaje de las cosas con sus nichos ecopáticos, tal y
como el jungiano Círculo de Eranos concibe ]a coimplicación de lo real.
Para un tal ensayo, apenas si ha habido que templar gaitas: han sido invi­
tados (casi) todos los intérpretes o hermeneutas, y los aquí compresentes
están tan afinados como el famoso músico que Buda encontró en ocasión
significativa con su instrumento ajustado —ni demasiado in-tenso ni de­
masiado ex-tenso o flojo—, de modo que la presunta/presuntuosa direc­
ción ha quedado reducida felizmente a una mera labor de zapa y compo­
nenda (contrabajo). Pues, como señalara nuestro Rof Carballo, toda
seducción debe acabar en conducción: de sí al otro, y no del otro al sí
propio.
Hermeneia y hermeneusis, sentido e interpretación: lenguaje musical
que, como sabía platónicamente S. Agustín, se refiere al alma porque la
refiere o correlata, música anímica. No resultará extraño que este Diccio­
nario concluya con una pertinente Hermenéutica del alma debida al más
emblemático miembro de Eranos: el exquisito judeoalemán Erich Neu-
mann. El alma es el pendant del ser como sentido: he psyjé ta onta pos
(Aristóteles), anima quodammodo omnia (Tomás de Aquino), el alma
de algún modo todas las cosas. Todas las cosas en su lagos relacional o
reunión simbólica (coimplicatio).
Por eso este Diccionario está dedicado a todo(s), porque procede de
todo(s). En el D ic c io n a r io de Filosofía que publicamos, bajo la dirección
de M.A. Quintanilla los denominados «filósofos jóvenes» —hoy, ay, ca­
ducos o caducados—, la dedicatoria se refería a «quienes nos han prece­
dido en la lucha por una pensamiento libre, y a quienes nos suceden en la
lucha por un pensamiento liberador» (Diccionario de Filosofía, Col. Her­
meneia, Ed. Sígueme, Salamanca 1976). Pasados prácticamente 20 años
y calmada (que no colmada) aquella «lucha», nuestra dedicatoria bien
podría referirse a quienes nos precedieron en la interpretación libre y a
quienes nos poscedan en la interpretación liberadora. Ahora bien, inter­
pretación libre no quiere decir libre interpretación (arbitraria), ni inter­
pretación liberadora significa liberación de la interpretación (acrítica­
mente). Pues la interpretación es precisamente la ineludible distinción
del hombre ante el mundo y la inexcusable intermediación de los contra­
rios así re-mediados. Pues si en la Hermenéutica hay graves cuestiones
no hermeneutizables, como dice R. Panikkar, aun estas cuestiones han de
ser apalabradas o implicadas (ya que no explicables), de modo que no se
nos pudran dogmáticamente al margen de toda comprensión (comprehen-
sión).
Interpretación, comprensión, mediación: cuestiones no sólo teóricas
sino éticas. Los coordinadores de este Diccionario muestran su adscrip­
ción a un tal entendimiento hermenéutico de la realidad, a menudo dua-
lizada esquizoidemente por nuestra civilización aún incivilizada. Vícti­
mas correspectivas familiarmente del macabro dualismo bélico entre el
político color «rojo» y el político color «azul», ambos podemos repre­
sentar bien la soterrada intención hermenéutica de la conjunción de los
contrarios. O el color mixto de azul y rojo —el violeta o morado— como
coloración simbólica del sentido hermenéutico, a la vez símbolo de asee-
sis mística en la liturgia cristiana y de liberación y emancipación de 3o
femenino en el hombre secular.
Con razón concibió P. Ricoeur el auténtico simbolismo como media­
ción entre la remitologización del sentido arcaico y su desmitologización
critica —una visión certera que situaría la Hermenéutica simbólica entre
el romanticismo y la ilustración. Por ello publicamos esta importante
obra colectiva bajo los auspicios de Hermes, dios de la Hermenéutica y
numen de los encuentros y encrucijadas, al que G. Durand ha cantado
hermético-hermenéuticamente como «doble» herntafrodítico, mensajera
cual Gabriel del tres (trinidad) convertido en cuatro (cuaternidad) por la
Encarnación, mentiroso como todas nuestras humanas verdades, inventoi
de la lira armonizante, para quien la oscuridad es ya aurora consurgente
y el dolor y el mal promesa latente de flores renovadoras.
Dr. Phil. Andrés Ortiz-Osés
Catedrático de Hermenéutica en la Facultad de Filosofía d.
la Universidad de Deusto-Bilba,

1?
A Hermes
Eranos 1973
A los Amigos de Eranos,
a los Adeptos, en toda confraternidad
¡Oh Heniles, Mercurius Paradoxus!
Bastardo ínfimo, como Jesús en su pesebre de paja;
Viejo Sabio tres veces grande, Hermes Trismegistos
Más alado que el Amor; Ladrón com o Prometeo,
Doble como tu hijo nacido de Afrodita,
Mensajero del tres convertido cuatro, Gabriel;
Mentiroso como todas nuestras humanas verdades,
Astil de la Balanza, inventor de la Lira
sin la que no hay armonía ni retribución,
Abuelo de toda Odisea, Padre de los Argonautas,
Proyector de D ioniso y de todas las encrucijadas,
Mediador divino de todo encuentro,
Posada de todo Eranos, de toda comida campestre.
No es en absoluto preciso subir a la Acrópolis:
Te invoco en este lugar del que eres el Genio Secreto
para que siempre mantengas ligados el Azufre y la Sal,
el Sol y la Luna.
Te invoco, Hijo que resplandeces en todo magisterio,
Filius philosophorum, para que enseñes a los hombres
Que ellos son Maestros en la Cámara del Medio.
Haz que siempre seamos espejo del Orden y de
la Sabiduría del Mundo, para los que la tiniebla
Es ya Aurora que surge,
Para los que el Mal y el Sufrimiento prometen flores,
Haz que nuestra ciencia del hombre sea humana,
Que nuestra vida y nuestra Alegría permanezcan
eternamente por la ofrenda de nuestras noches y de nuestras contradicciones.
Gilbert Durand
(trad. Femando Pérez Alonso)
Alegoría
Apenas incurriríamos en hipérbole al lado, la tendencia a la formación de tradi­
decir que el verdadero contenido de esta ciones de lectura, que terminan por esta­
entrada coincide con uno de los segmentos blecer un repertorio bien c o n ocid o de
básicos del presente Diccionario. Tomada equivalencias doctrinales para muchas de
en un sentido extenso, no pocas veces usa­ las figuras y acontecimientos de los relatos
do en el pasado y en el presente, la alego­ mitológicos; por otro, la variación y consi­
ría se convierte, en efecto, en sinónimo de guiente pluralidad de las interpretaciones,
interpretación. Desde otro punto de vista, en función de los cambios de los códigos
la amplitud y los matices de sus empleos de desciframiento, esto es. de los sistemas
en muy diversas situaciones de la historia conceptuales para los que se busca equiva­
del pensam iento occidental hacen de la lencia figurada.
noción instrumento escurridizo, de rendi­ Si bien los primeros testimonios de la
miento problemático para el discurso hu­ interpretación alegórica del mito remontan
manístico actual. Nuestro objeto consisti­ al siglo vi a.C., mencionaré solamente da
rá, en consecuencia, en señalar los núcleos práctica de los primeros estoicos, tanto
principales de sus varias acepciones, evo­ como tributo a su importancia objetiva en
cándolas en sus contextos originarios, la historia del concepto que nos atañe,
El concep to que nos ocupa (primero como por su transparencia ejemplar res­
bajo el nombre de hyponoia . sólo más tar­ pecto a las ideas que venimos exponiendo.
de con el más difundido de alíegoria) sur­ En efecto, las divergencias entre las lectu­
ge en contacto con las nanraciones míticas ras de unos y otros pensadores estoicos,
griegas. La centralidad de Homero y las que a menudo han sido aducidas com o
demás fuentes míticas en la educación y síntoma de arbitrariedad o desmesura en el
en la cultura helénicas justifican sobrada­ afán del desciframiento, se reducen a una
mente el desarrollo de una actividad inter­ serie coherente cuando comprobamos su
pretativa, sin que ello sea óbice para con­ referencia común a las nociones claves in­
siderar también entre sus impulsos tempra­ troducidas por la escuela en su investi­
nos la disputa entre la poesía y la filosofía gación sobre el orden natural. La interpre­
por el espacio del saber, dentro del apasio­ tación del mito va evolu donando de modo
nante contexto del aislamiento respectivo paralelo al progreso de la propia física es­
entre el mito y el logos. toica. Naturalmente, la práctica que c o ­
La presunción fundadora de tal práctica mentamos ofrece una muestra magnífica
hermenéutica reside en la postulación de de la ambivalencia de la lectura alegórica
la existencia de un significado velado y de (¿de toda interpretación?): por un lado, los
mayor rango bajo la superficie deí sentido mitos son glosados mediante el estableci­
anecdótico e inmediato del mito. El men­ miento de un sistema de equivalencias con
saje oculto de los poemas de Homero o de un discurso externo; al mismo tiempo, se
Hesíodo toma, según los intérpretes, va­ reconoce en el mito el tesoro de toda la sa­
rias direcciones-, física, psicológica, moral, biduría, encerrado en un cofre que sólo
religiosa (en la varia medida en que estos puede ser abierto parcial y progresivamen­
dom inios puedan diferenciarse en cada te por la investigación filosófica, que nos
caso). Asim ism o, se constatan dos fenó­ pone en condiciones de comprender cada
menos aparentemente encontrados; por un vez mejor el mito1.

1 Sobre la teoría y la práctica alegórica de los estoi­ pp, 301-321). Estudios fundamentales de conjunto so ­
co!,, me permiio enviar a Alain Le Boullucc, «L'alie- bre la inlerprelnieiún alegórica en la Antigüedad son
gorie elicz les .sioTciens» (Poeiiqite, 23 — 1975— . los de J. Tate, «Plato and allcaorical interpretador)»

16
Como consecuencia de lo que vamos alegoría abandona el contexto de la acti-^
diciendo, se impone enriquecer el estudio vidad interpretativa y se traslada al o t n ^
de la dicotom ía entre el mito y la filoso­ polo de la comunicación, el de la produc ^j|
fía, mediante la consideración de un ter­ ción del mensaje, para formar parte ¿ l
cer miembro, a menudo puenLe entre am­ unos tratados que tienen com o misión ii
bos: la interpretación alegórica de aquél. brar al autor de los riesgos del azar, ofre-^
U tilizado en defensa de la poesía unas c ién d oie una técnica de co n fecció n de™
veces, también constituye otras el princi­ lo s discursos (oratorios o poéticos) q u e^
pal objeto de una censura que demasiado asegure la conform idad con sus fines.
apresuradam ente adjudicam os al m ito D esd e este punto de vista, no puede re- ^
mismo. El célebre fragmento de Heráclito sultar extraño que la sección de elocuiio-
donde se refuta la autoridad de Homero ne de tales preceptivas muestre despreo- 4
en materia física, por ejemplo, sólo resul­ cupación por la naturaleza o las causas
ta comprensible si pensamos en las glosas últimas de la alegoría: de lo que se trata ^
alegóricas de sus poemas, no tamo si lo es de ofrecer una descripción puramente
enfrentamos con los propios relatos (que, operativa del fenómeno, de modo que se
por sí, nada postulan sobre dichas cues­ transforme en un instrumento disponible
tiones). D el m ism o modo, en el seno de para el rétor o el poeta.
la reiterada y matizada discusión platóni­ A la noción genérica que comentába­
ca a propósito del legado homérico, se mos desde la perspectiva de la interpreta­
encuentran referencias dirigidas específi­ ción, corresponde etl la clasificación de:
camente a los usos hermenéuticos: la iró­ instrumental retdrico-elocutivo todo un
nica interpretación socrática del rapto de conjunto de conceptos ligados, pero dife­
Oritía por Bóreas al comienzo del Pedro, renciados, dentro del cual la alegoría ocu­
de hecho, supone una declaración contra­ pa un lugar preciso: el ámbito formado
ria a un- tipo de lectura racionalizadora por los tropos y las figuras de pensamien­
del mito que lo reduce a una suerte de to p er inmutationem (esto es, aquellas for­
elaboración legendaria y folclórica de lo m acion es expresivas que prolongan d
cotidiano (una derivación del alegorismo m ecanism o del tropo a lo largo de seg­
que alcanzará todo su vigor a partir de mentos textuales de extensión superior a
E remero). la palabra). Es conocida la definición re­
La segunda estación de este rápido re­ tórica del tropo, que manifiesta una mis­
corrido permanece dentro de la Antigüe­ ma inlención práctica desde sus dos pers­
dad, en un terreno a veces colindante, a pectivas: o bien se trata de la substitución
veces más alejado del anterior. Nos refe­ en un enunciado de la palabra propia por
rimos a la asunción del concepto de ale­ otra que no lo es; o bien, desde el punto
goría por parte de la retórica y la poética de vista del término efectivamente utiliza­
o, para ser más precisos, por parte de ese do, del desplazamiento de su sentido ordi­
dom inio com partido por ambas que se nario en favor de otro que no le corres­
refiere al acabado lingüístico-m aterial ponde habitualm ente. Com o bien sabe
del texto: la elocutio. En definitiva, la Quintiliano, este trueque de significados

(The Classical Quarterly, 23 — 1929— , pp. 1-12-154; — 2* ed.— ). De gran utilidad resulta, asimismo —na
24 — 1930— pp. 1-10), y ,fOn the history o f allego- sólo para la lectura antigua del mito, sino también
rism» (Ibidem, 28 — 1934— pp. 105-1 14), F. Buffiè- para la exégesis patrística y medieval del texto bíbli­
re. Les Mythes d'Homère cl ¡a pensée grecque (Paris, co— . el claro panorama, ricamente acompañado de
Les Belles Lettres, 1956). y Jean Pépin, Mythe et allé- jjj J referencias bibliográficas, de José Domínguez Czps-
gone. Les origines grecques et les contestations / « - [ n i rrós, Orígenes del discurso crítico (Madrid, Gredas.
déo-chrétiennes (Paris, Etudes August in iennes, 1976 1 ] 1993).

17
ALEGORIA

puede afectar al verbum , pero también al ce un uso dictado por la necesidad, bien
senno, de manera que una sola noción ge­ de índole lingüística (ci idioma carece de
neral es capaz de dar cuenta tanto de los un término propio), o bien práctica (la
tropos com o del grupo de figuras al que mención directa resulta peligrosa para el
nos referíamos hace un instante: tropas est orador); al margen de estos casos, el em ­
verbi vel ser monís a propria significatione pleo libre del tropo surte efectos ventajo­
in aliam cum virtute mutatio (Inslinitio sos en dos direcciones complementarias:
oratoria , 8, 6. 1). En este contexto clasifi- por un lado, permite acomodar la expre­
catorio y operativo, la alegoría va acercán­ sión a la solemnidad del asunto tratado o, _
dose a otro de los lugares donde se acomo­ quizá mejor, favorece la consideración
da hasta los tratados de estilística de la ac­ del asunto como relevante; por otro, exci­
tualidad: su entendimiento como metáfora ta el interés de auditorios adecuados me­
continuada («allegarían» facit continua diante su condición de no menos ajustado
«metáfora» -ibklem , 9, 2, 46); así como a reto intelectual, mediante su ofrecimiento
su compañía más conocida: la ironía, el de placer para la in teligen cia. D e tal
énfasis, la sinécdoque, la hipérbole. modo, la obscuritas puede abandonar su
Paralelamente, la retórica incluye a la valoración viciosa y trasladarse al campo
alegoría en su tipología de los efectos y en de las virtudes discursivas. La descrip­
la consiguiente reglamentación del uso de ción de su utilidad recoge argumentos ya
los tropos y las figuras de pensamiento esgrimidos en favor de la expresión indi­
que comparten su naturaleza. En primer recta de los mitos y los oráculos: la con­
lugar, el uso figurado de la palabra no veniencia de una forma solemne para un
constituye sino una parte (por más que mensaje transcendental; la importancia de
bien especificada) del órnalas elocutivo. proteger la verdad frente a los impíos o,
De acuerdo con ello, la consideración de inversamente, la calidad del lenguaje reli­
sus efectos aparece subordinada a la del g io so com o m edio de iniciación en sí
conjunto de los recursos de la ornamenta­ mismo. Se trata de afirmaciones seculari­
ción discursiva, deslindados y valorados zadas por la retórica antigua y trasladadas
en contraste con las otras virtudes princi­ de su mano a todos los ensayos justifica-
pales de la expresión: la corrección lin­ torios de la oscuridad derivada de la ex­
güística (latinitas), la claridad conceptual presión indirecta, hállense éstos en el
(perspicuitas) y, por encima de todas ellas, contexto de la interpretación m edieval
el valor regulador general de lo aptum (ar­ cristiana de la Escritura, hállense en el
monización de todos los factores, intra y campo de la literatura de la misma época
extradiscursivos, orientada en b e n e f ic io de o de los siglos modernos, se arrogue ca­
la utilitas, o bien, tras la crisis del valor rácter docente o se proclame exclusiva­
práctico de la retórica y en el dominio de mente placentera.
la poética, armonía valorada en sí misma y A modo de conclusión de este apartado
referida principalmente a la dicotomía for­ de nuestro escrito, vale la pena insistir en
ma-fondo). Igualmente, las directrices so­ que, con mayor decisión aún que la tradi­
bre el em pleo de la expresión trópica se ción de la Hermenéutica antfgua, la elabo­
pliegan ante las recomendaciones genera­ ración retórica reduce la alegoría y, con
les sobre la intensidad y los modos del or- ella, el lenguaje figurado en general, a una
natus convenientes en cada caso (objeto mera opción estilística, ventajosa en cier­
central en la conocida distinción retórica tos momentos para la eficacia comunicati­
de los tres estilos — humilde, medio, subli­ va o para el relieve estético del texto, pero
me— ). que no afecta en absoluto a la naturaleza
Por lo que hace a los tropos en particu­ de su sentido, que habría siempre podido
lar y, en su seno, a la alegoría, se recono­ expresarse y que, en consecuencia, cabe

18
ALEGORIA

traducir sin pérdida alguna por medio de acomodar las conclusiones de aquella in­
verba propriá1. vestigación a unos presupuestos teológi­
Las dos matrices del concepto de alego­ cos. Cada una de ambas ópticas tuvo su
ría señaladas hasta el momento prolongan esfera de predominio particular durante
su influjo, entrecruzado de modos diver­ largos siglos, por más que ambas forma­
sos, a lo largo de los siglos que corren en­ sen intersección en la interpretación del
tre la Antigüedad clásica y la Ilustración, Texto: la primera se ocupaba del sentido
en dos ám bitos principales: la exégesis alegórico, la segunda de la tipología, con­
cristiana de la B ib lia y la literatura. La fluyendo ambos en la determinación del
exégesis bíblica cristiana combina en su sentido espiritual de los pasajes bíblicos.
origen varios elementos: las actividades El proceso de articulación de las dos pers­
interpretativas ejercidas ya sobre los tex­ pectivas dio lugar posteriormente al es­
tos sagrados por los judíos, la propia dis­ quema polar que separaba el poder de evo­
posición al desciframiento de la Escritura cación de significados secundarios en las
observable en los libros del Nuevo Testa­ palabras (aHegoria hi verbis) y la facultad
mento — cuyo mensaje se funda entera­ sígnica de los referentes mismos (allego-
mente sobre el hecho de que Cristo culmi­ ria infcictis). Por último, los presupuestos
na y explica toda la antigua Ley— , la acti­ teológicos ordenaron definitivamente el
tud descodificadora de los paganos griegos panorama con el tomismo, que asimila la
y romanos ante sus mitos — influencia esta allego ría in verbis al tropismo retórico-
última que puede rastrearse en los textos poético, mientras que reserva exclusiva­
de los primeros grandes exegetas (el judío mente para la Biblia la aHegoria infactis,
Filón de Alejandría, lo s cristianos C le­ puesto que sólo la omnipotencia y la pro­
mente de Alejandría, Orígenes, Agustín) y videncia divinas justifican la considera­
que parece perfectamente comprensible a c ió n de las res com o signa, al m ism o
partir de la consideración de los ingredien­ tiempo que indican el código y el límite de
tes de su formación intelectual, la misma su desciframiento,
que recibieron los demás hombres cultos De lo someramente expuesto se deriva
de la Antigüedad tardía, la misma que in­ la segunda de las insistencias que deseo
cluía ya desde la gramática la Lectura ale­ consignar. Podría parecer en principio que
górica de los poetas. la exégesis hereda el impulso descodifica­
En relación con el lugar de la alegoría dor de la Hermenéutica mitológica (aun­
en la exégesis, no quem a sino tocar ligera­ que, claro está, marcando en todo momen­
mente algunos puntos. El primero de ellos, to su distancia doctrinal) y que desarrolla
consiste en destacar el prolongado esfuer­ su teoría f su práctica en una suene de en­
zo realizado dentro de su ámbito para pre­ frentamiento puro entre los libros sagrados
cisar los fundamentos y mecanismos de la y el discurso teológico. Basta recordar una
expresión indirecta. En esta tarea, los teó­ de las obras cruciales de la historia de la
ricos de la interpretación se movieron en­ exégesis (el tratado De doctrina christiana
tre dos grandes referencias: por un lado, la de San Agustín, cuya exposición de ha­
reflexión de carácter semiológico, lingüís­ llazgos, intereses y problemas preside toda
tico y retórico; del otro, el imperativo de la Edad M edia, desde su condición de

2 Todos los conceptos utilizados en estos párrafos valor práctico de la retórica, con el consiguiente acer­
pueden comprobarse y ampliarse en el Manual de re­ camiento entre esta disciplina y la poética, contem­
tórica literaria de Heimich Lausberg (Madrid, Ore- plado todo d io desde la perspectiva del lenguaje in­
dos, 1967), Sobre la noción de lo api tan, acódase en directo, se consultará con provecho el capítulo 2 del
primer lugar a la entrada «Retórica» de la presente libro de Tzvetan Todorov, Thiories tht ¡ymhale (Pa­
obra. Para ella, así como para la idea de la crisis del rís, Seuil, 1977), pp. 59-83.

19
ALEGORÍA

punto de llegada de la interpretación anti­ necesaria con la naturaleza especial del


gua) para convencerse de que un tercer significado, siempre comunicable en tér­
miembro resulta de importancia decisiva. minos no figurados. No obstante, en otro
En efecto, hasta la Sumitm theologica toda lugar de la teoría exegética se atisba un
la reflexión y la práctica en lomo al senti­ concepto diferente del lenguaje indirec­
do indirecto de la Escritura se desarrolla to. Se trata de los momentos en que se
en fluido contacto con la preceptiva retóri­ discute sobre los límites de la interpreta­
ca de la elocittio. Beda el venerable, por ción, la cualidad polisémica del texto bí­
ejemplo, instaurador definitivo de la dico­ blico, la posibilidad de una interpreta­
tom ía allegoria in verhix / allegaría in ción agotadora y definitiva. D e forma in­
factis, se esfuerza en acomodarla a las en­ dudable, se establecen los códigos y los
señanzas del arte antiguo de la palabra, márgenes del descifrado, pero sin supri­
tratando de encontrar equivalente de am­ mir la licitud de la variedad de lecturas.
bas posibilidades en cada uno de los casi­ Incluso más: se confiesa lo defectivo de
lleros retóricos del lenguaje figurado, a lo toda exégesis, la imposibilidad de trasla­
largo de su tratado De scheitiatibus et tro- dar íntegramente a verba propia el senti­
pis. Incluso cuando esta dualidad se trans­ do de los textos bíblicos. En definitiva,
forma en jerarquía aislante, declarando el la expresión figurada deja de ser un velo
tomismo la insalvable distancia entre el opcional de la verdad, para transformarse
tropismo meramente verbal de los poetas y en el único lenguaje adecuado al carácter
el sim bolism o eminentemente real de la misterioso, jamás totalmente racionaliza-
Biblia, la retórica permanece incrustada en ble, del mensaje.
la exégesis. N o cabe olvidar, en efecto, Este aspecto de la especulación exegéti­
que sigue siendo ella el vehículo que surte ca será aprovechado de modo más acen­
de justificaciones prácticas al modo figu­ tuado por algunas corrientes del pensa­
rado de significar de la Escritura, perma­ miento y la creación cristianos: pienso
neciendo en todo momento válidos los ar­ particularmente en la mística. Tomemos el
gumentos agustiníanos de tal origen; el es­ ejemplo cercano y eminente de San Juan
tímulo intelectual del receptor, que repercute de la Cruz. Para dar cuenta del uso en sus
complementariamente en un encarecimien­ propios poemas de «figuras, comparacio­
to del contenido y en una aprehensión nes y semejanzas», así como de la correla­
más aLenLa; el pudor que conviene a la ex­ tiva insu ficien cia de su personal (y de
presión de las verdades últimas y que, por toda) exégesis («seria ignorancia pensar
añadidura, Íntegra la lectura del texto en que... con alguna manera de palabras se
el seno de la iniciación cristiana, al tiem­ puedan bien explicar»), acude el místico al
po que protege su verdad de la ignorancia ejemplo del Cantar de los cantares («don­
impía. de, no pudiendo el Espíritu Santo dar a en­
La elocutio y la e x ég e sis comparten tender la abundancia de su sentido por tér­
además un rasgo fundamental para nues­ minos vulgares y usados, habla misterios
tros propósitos: los intérpretes cristianos en extrañas figuras y semejanzas») y de la
mantienen en la práctica una misma acti­ frustración perpetua a que permanecen
tud básica ante la expresión indirecta, condenados sus intérpretes («los santos
con sid erad a com o op ció n e stilístic a , doctores, aunque mucho dicen y más di­
«Pero para evitar qüe las verdades mani­ gan, nunca pueden acabar de decirlo por
fiestas cansen, han sido cubiertas con un palabras, así como tampoco por palabras
velo, permaneciendo idénticas», apunta se pudo ello decir; y así lo que de ello se
Agustín ( Cartas , 137, V, 18): el lenguaje declara ordinariamente es lo menos que
figurado reporta una serie de ventajas di­ contiene en sí»). Lo misterioso del conte­
dácticas, sin corresponderse de manera nido y lo misterioso de la expresión for­

20
ALEGORÍA
I
man, por tanto,- un vínculo necesario e in­ de «simbolismo universal» (omitís munái *
discernible3. creatura / quasi iiber et pictura / nobis es¡ ^
. La doble faz de la obra del místico, exe- et speculum, según los célebres versos de ^
gética y poética, nos traslada de aquel pri­ Alain de Lille). Incluso en los momentos en
mer ámbito donde anticipábamos la in­ que la racionalización tomista pone coto ^
fluencia de las nociones antiguas de alego­ conceptual y dogmático a la contaminación g
ría al segundo: el vasto territorio de la entre la literatura profana y los escritos sa- "
teoría y la práctica literarias en las edades •grados, los poetas (de manera destacada, d
media y moderna. Con carácter general, Dante) se aferran a los prestigios devenga- *
puede afirmarse que en este dominio se dos para la literatura por las viejas ideas, ig- |
transmite y se cultiva mayoritariamcnte la norando el argumento teológico de la sepa­
acepción retórica del concepto y del len­ ración y acogiéndose a su insuficiente fon- |
guaje figurado. N o obstante, conviene in­ damcntación semiológica. ,
troducir algunas señales de advertencia en En dirección bien distinta de la anterior. "
relación a la amplia gama de matices re­ una aclaración se toma necesaria para no |
gistrada por la realidad histórica. perderse del todo en la desordenada profu­
Por un lado, sobre todo durante los siglos sión de ocurrencias del término alegoría en |
medios, parece innegable el contacto entre la literatura de esta época y en su biblio­
la esfera literaria y la exegética en relación grafía crítica. A lo largo principalmente de ^
al punto que nos concierne. Las nociones la Edad Media, pero también en manifesta- ,
difundidas por los intérpretes eclesiásticos d o n e s literarias y artísticas posteriores
supusieron el impulso decisivo para una va­ (pensemos, como ejemplo conocido, en el <
riada estirpe literaria, que encontraba allí auto sacramenta] calderoniano), se registra
indudablemente respaldada la conveniencia el cultivo de algunos procedimientos trópi­
docente de los procedimientos de la expre­ cos que constituyen una variedad de alego­
sión indirecta. Asim ism o, la literatura re­ ría peculiar. Hallamos en ocasiones lo que
coge a menudo los beneficios de las funda- ya Quintiliano especificara como alegoría
mentaciones más laxas del alegorismo bí­ apertis permixía (op. cit., 8, 6 ,4 7 ), esto es.
blico, agrupadas por la crítica bajo el rótulo aquella modalidad de la figura que facilita

3 Un panorama eficaz de los conocimientos y las Irvine, «Interpretation and the semiotics o f allegory
líneas de investigación actuales sobre la e x é g e s is in Clemcm u f Alexandria, Origen and AuguStine>■
cristiana, se encuentra en el mencionado libro de (Semiótica, 63, 1/2 (1987), pp. 33-71; en el mismo
lo s é Dom ínguez Caparros. La obra de conjunto refe­ lugar, pp. 89-108, cl autor ofrece un útil repertorio de
rencia! pertenece a Henri de Lubac. Exégèse médié­ las fuentes primarias para la investigación de estos
vale. Les quaire sens de l ’Ecriture (Paris, Aubier, problemas). Sobre nuestra alusión a la mística y a
1959-1964, 4 vols.), sin que tampoco deba olvidarse San Juan de la Cruz, renunciamos a dar cuenta de su
la aportación de Edgar de Eruyne, en las pp. 316-384 bien nutrida bibliografía crítica, sobre todo cuando e!
del segundo tomo de sus Estudias de estética medie­ punLo evocado constituye el núcleo mismo de la in­
val (Madrid, Gredos, 1958). Contamos además con vestigación, Remitirnos solamente a dos estudios clá­
varias presentaciones concisas y penetrantes de cues­ sicos directamente comprometidos con el problema,
tiones fundamentales: Johan Chydenius, «La théorie los de lorge G uillen, «Lenguaje insuficiente: San
du symbolisme medieval» (Poétique, 23 — 1975—■, Juan de la Cruz o lo inefable místico» (Lenguaje y
pp. 322-341 ); Armand Strubel, «Allegaría in factis ct poesía, Madrid, Afianza Editorial, 1969. pp. 75-109 >,
Allegarla in verbis-» (ibidem, pp. 342-357); T/.velan y don Francisco Ynduráín, «San Juan de la Cruz, en­
Todorov, «Une interprétation finaliste; l’exégèse pa- tre alegoría y sim bolism o» (Releccíón de clásicos.
trislîque», pp. 91-124 de su libro Symbolisme et pi­ Madrid, Prensa Española, 1969. pp. 11-21), así como
re/juré/af/rw (Paris, Seuil, 1978; en las pp. 75-ss. del a una ajustada y renovadora puesta al din, la de Cris­
libro del auLor citado en la nota anterior puede am­ tóbal Cuevas, en el prólogo a su edición de las obras
pliarse la cuestión de las justificaciones retóricas del del santo Cántico espiritual. Poesías (Madrid. A l­
empleo de la expresión indirecta en la Biblia); Martin hambra, 1979).

21
ALEGORÍA

su descifram ien to incluyendo en la su­ El antiguo vínculo entre la lectura alegó­


perficie expresiva componentes léxicos rica de los poemas y su defensa frente al
empleados en sentido propio; otras veces, modelo filosófico del saber se perpetúa,
y me dirijo ahora al verdadero objeto de como vemos, en la tradición literaria, que
este párrafo, se practica una alegoría que recurre una y otra vez a la asociación entre
paradójicamente no sólo no incurre en el la expresión indirecta y el relieve noético
riesgo del enigma, sino que tiende resuelta­ del mensaje. La evolución barroca de la
mente hacia la evidentia: procura una in­ poética moderna, sin embargo, aporta algu­
tensificación de la perspicititas, alejándose na novedad de consideración. Se trata de
de la asociación definitoria del tropo con la un momento de encumbramiento del len­
obscuritas. Este modo de alegoría sobre­ guaje figurado, que pasa a ocupar decidi­
viene principalmente cuando se vertebra damente el centro de la poesía (toda ella
no sobre la metáfora, sino sobre la personi­ dispuesta en torno del «concepto»). Tal lu­
ficación de conceptos abstractos: aquellas gar conviene ciertamente a una literatura
relatos y dramas protagonizados por figu­ de propósitos docentes, que pretenda reno­
ras como Inocencia, Pecado o Genero Hu­ var y mejorar sus medios de captación
mano sensibilizan las nociones, hacen in­ (pensemos en Gracián). Con todo, asisti­
mediatamente accesibles unos conceptos mos al desarrollo de tendencias que se per­
cuya comprensión exigiría de otra forma miten romper el nudo gordiano tradicional.
un esfuerzo de abstracción intelectual; su Góngora resulta quizá el mejor represen­
efecto, en definitiva, es contrario al perse­ tante del fenómeno. Fundamenta su poesía
guido por la alegoría propiamente dicha, en la perfección del tropo arriesgado, lo
entiéndase con la mayoría como velo vo­ que le vale la admiración del mismo Gra­
luntario de la verdad, que la toma deseable cián; justifica tal práctica, como Agustín el
y estimula el trabajo interpretativo, léase velo bíblico, apelando al estímulo y placer
con los m ísticos como única evocación po­ intelectual que procura al lector; pero di­
sible del misterio, inalcanzable. cho estímulo, que para el agustino hallaba
El clasicism o renacentista supuso el ac­ su razón de ser en la atracción hacia el des­
ceso directo al caudal íntegro de la poesía cubrimiento de una doctrina encarecida, no
antigua, caudal que arrastraba también su necesita en Góngora complemento ulterior,
propia interpretación alegórica. Junto a se sostiene a sí mismo como placer, se alza
ello, se restauró el debate entre la literatu­ suficiente como fin de la poesía. El signifi­
ra y la filosofía, mejor o peor conjugado cado, como para Agustín, como para Gra­
ahora con las disputas m edievales entre cián, espera al otro lado del descifrado con
poesía y teología. La lectura alegórica de la misma imperturbable seguridad. Pero
los poetas y su presupuesto, la existencia ahora ya no resulta el beneficiario de la
de un m ensaje doctrinal mente relevante táctica solemnizadora o captadora de las fi­
bajo el sentido literal anecdótico, volvió a guras y los tropos: queda simplemente
esgrimirse en defensa de la literatura, lle­ como el punto de llegada necesario para
gando incluso a penetrar en las poéticas que se produzca el trayecto,*el juego de la
como criterio influyente en la jerarquiza­ descodificación, valorado en sí mismo y
ción de los géneros literarios: de tal modo, complementado sólo por la magnífica posi­
la primacía de la epopeya aparece muy es­ bilidad de admirar, desde el final, la habili­
trechamente conectada con su susceptibili­ dad del artífice que ha forzado la ruta y la
dad de desciframiento alegórico-didáctico. ha sembrado de sorpresas4.

■* Para contextualizar nuestras aseveraciones refe­ de Emst Roben Cunius, Literatura europea y Edad
ridas a la literatura medieval, debe comenzarse por la Media iañna (Méjico, F. C. E., 1955). Lo dicho a
lectura de los capítulos pertinentes del libro clásico propósito de la teoría literaria renacentista y barroca

22
ALEGORIA

El espléndido crepúsculo de la retórica los rom ánticos. La necesidad de la c o ­


clasicista del siglo xvm mantiene inamo­ nexión entre significante y significado
vida, a pesar de su esfuerzo definidor y implica que el uso figurado del lenguaje
clasificatorio, la noción del lenguaje figu­ no puede ser tampoco una mera maniobra
rado como opción estilística, com o desvío que se ejerce exclusiva e impunemente
voluntario, sabio y ventajoso en arte, res­ sobre el primero de los planos, sin afectar
pecto al uso ordinario de la lengua, o bien, de ningún modo al segundo. Más aún: la
respecto a un abstracto grado cero del em­ expresión figurada pierde esta condición
pleo de la expresión indirecta. La evolu­ y adquiere el reconocimiento de su carác­
ción ilustrada del clasicismo, no obstante, ter propio, se piensa como la única expre­
introduce suavemente algunas novedades sión propia para su propio mensaje. En
que no tardarán en revelarse como decisi­ otros términos: recibe una expresión indi­
vas. La conocida exigencia de Pope («The recta lo que sólo se puede concebir de tal
sound must secm an echo to the sense») va modo, lo que sólo se concibe por medio
mucho más allá de la justa proporción en­ de tal expresión, lo que nunca surgiría ni
tre las calidades del contenido y de la ex­ podría com unicarse a través de verba
presión, que pedía el decoro retórico. El propria.
eco evocado en el Essay on criticism su­ En este contexto, la alegoría cobra de
pone que el vínculo imitativo entre poesía nuevo protagonismo, aunque le toque re­
y realidad, postulado por la poética clasi- presentar ahora el papel del perdedor. El
cista, se vuelve ahora interno al primero término es utilizado, en efecto, por la ma­
de los términos: la mimesis no define la yor parte de los pensadores románticos,
relación signo-referente, sino la conjun­ para designar el viejo modo de entender el
ción entre significante y significado. El lenguaje figurado y, consiguientemente,
nexo arbitrario entre ambos planos del sig­ la poesía (y el mito). Mito y poesía resul­
no, que domina y hace posible el funcio­ tan desnaturalizados cuando se conciben
namiento de la lengua, se substituye en como mensajes gratuitamente velados, re-
poesía por un lazo necesario. Por de pron­ duciblcs de una vez por todas a términos
to, entonces, los tropos y figuras dejan de conceptuales. Mito y poesía, al contrario,
ser una mera posibilidad estilística, un expresan veladamente su propio ser vela­
plus ornamental de la imitación poética, d o . El nombre de la nueva categoría, desti­
para pasar a primer término, cóm o el prin­ nada a definir la poesía y el mito, por opo­
cipal de los m ecanism os por los que el sición a las nociones implicadas bajo el
lenguaje de la poesía motiva la relación denostado concepto de a le g o ría , será el de
«sound»-«sense». símbolo*5.
Pero el vuelco es de mayor transcen­
dencia, como se encargaron de evidenciar José Javier Rodríguez

ha de comprobarse y matizarse mediante la informa­ aportación del sensualismo a la teoría y la práctica


ción suministrada por Antonio García Berrío, Forma­ literarias del siglo xvm, determinante de lo que aquí
ción de la teoría literaria moderna, (vol. I: Madrid, denomino «evolución ilustrada del clasicismo», se
Cupsa, 1977; vol. II: Murcia, Universidad, 1980,1. debe a Russell P. Sebold. Remito simplemente a sus
5 Una aproximación sugerente a los aspectos tra­ obras El rapto de la mente (Barcelona, Anthropos,
tados en los últimos párrafos puede hallarse en el li­ 1989 — ed. corregida y aumentada— ) y Trayectoria
bro de T í ve tan Todorov, Théories du symhole, cita­ del rom anticism o español (B arcelon a, Crítica,
do en notas anteriores. Una visión renovadora de la 1983).

23
Alteridad y liberación
El método dialéctico negativo u ontolo­ crítica a la ontología heideggeriana ha sido
gico llega hasta el horizonte del mundo, la efectuada por Levinas. Los primeros son
com-prensión del ser, el pensar esencial todavía"modernos; el segundo es todavía
heideggeriano, o la Identidàd del concepto europeo. Seguiremos indicativamente el
eil y para-sí como Idea absoluta en Hegel: cam ino de ellos para ir más allá desde
«el pensar que piensa el pensamiento». La América latina. Ellos son la prehistoria de
ontología de la Identidad o de la Totalidad la filosofía latinoamericana y el antece­
piensa o incluye al Otro (o lo declara in­ dente inmediato de nuestro pensar latinoa­
trascendente para el pensar filosófico mis­ mericano. No podíamos contar ni con el
mo), Nos proponemos mostrar cómo más pensar preponderante europeo (de Kant,
allá del pensar dialéctico negativo u onto­ Hegel o Heidegger) porque nos incluyen
logico y la Identidad del fin de la historia como «objeto» o «cosa» en su «mundo»:
y el Saber hegeliano (imposible y supre­ no podíamos partir de los que los han imi­
mamente veleidoso: ya que intenta lo im­ tado en América Latina, porque es filoso­
posible) se encuentra todavía un momento fía de comentario. Tam poco podíam os
antropológico que permite afirmar un nue­ partir de los imitadores latinoamericanos
vo ámbito para el pensar filosófico, meta­ de los críticos de Hegel (los existencialis­
fisico, ético o alterativo. Entre el pensar de tas latinoamericanos). Los únicos reales
la Totalidad, heideggeriana o hegeliana críticos al pensar dominador europeo han
(uno desde la finitnd y el otro desde el Ab­ sido los auténticos críticos europeos o los
soluto) y la revelación positiva (que sena movimientos históricos de liberación en
el ámbito de la palabra teológica)1 se debe América Latina, Africa o Asia. Es por ello
describir el estatuto de la revelación del que, empuñando (y superando) las críticas
Otra, antropológica en primer lugar, y las a Hegel y Heidegger europeas y escuchan­
condiciones metódicas que hacen posible do la palabra pro-vocante del Otro, que es
su interpretación. La filosofía no sería ya el oprimido latinoamericano en la Totali­
una ontología de la Identidad o la Totali­ dad nordatlàntica, nace la filosofía latinoa­
dad, no se negaría como una mera teología mericana, que es, analógicamente, africa­
kierkegaardiana. sino que sería una ana- na y asiática. Veamos muy resumidamente
léctica pedagógica de liberación, una ética cómo pueden servimos los pasos críticos
primeramente antropológica a una meta­ de los que líos han antecedido, y de cómo
física histórica. deberemos ir más allá desde la pro-voca­
La crítica a la dialéctica hegeliana fue ción al servicio en la justicia que nos exige
efectuada por los posthegelianos (entre el pueblo latinoamericano en su camino de
ellos Feuerbach. Marx y Kierkegaard). La liberación.

1 Jcan Ladriere en su obra L'urticidalion du sens. la palabra de la revelación responde la palabra de la


Díscola s identifique el parole de lafoi, nos dice: «el fe» (p. 187). Para Ladriere, como para la ontología
discurso del saber (filosófico) tiene en vista la redu­ de la Totalidad, toda fe es teológica y toda revelación
plicación de lo real, el asumir lo real en el nivel de la lo es igualmente. Queremos demostrar que la fe pue­
palabra comprensora» (p. 187), como «un saber de de ser una posición antropológica (en el cara-a-cara
la totalidad» fp. 184). y por ello se dirige a «la activi­ del varón-mujer, padres-hijos, hermano-hermano) y
dad constituyente absolutamente originaria» (p. 18), por ello hay filosofía en la revelación y la fe antropo­
que es «la vida universal como génesis absoluta de to­ lógica, teriium quid entre la ontología dialéctica de la
das las formas, de todos los fenómenos y de todas las Totalidad y la teología de la fe sobrenatural. La des­
si unificaciones» (p. 185). Más allá de este pensar, que cripción de la revelación antropológica, dicho sea de
en su esencia en la ontología hcideggeriana. nos hahría paso, fundamentará una nueva descripción de la revela­
sino «la palabra de la fe» (teológica) (pp. 186 ss.); «a ción teológica c indicará el límite del pensar filosófico.

24
ALTERIDAD Y LIBERAC

D e Schelling queremos recoger la indi­ sido dejada de lado por H egel en el n;


cación de que más allá de la ontología dia­ de la conciencia.
léctica de la Identidad del ser y el pensar Feuerbach, que escuchó las lecciones
(por ello Heidegger, con su «pensar esen­ Schelling, continúa su reflexión, moslt
cial» con respecto al «ser desde él mis­ do que si el ser es el pensar en Hegel, t(
m o», es criticado anticipadam ente por se resume en el ser com o pensar divino
Schelling) se encuentra la positividad de el pensar absoluto es la Idea y ésta es di
lo impensable. El Schelling definitivo se es necesario, para recuperar la existen* «
vuelve contra Hegel indicando, como para negar a dicho dios: «La tarea del tier;
Kant, que «la representación no da por sí nuevo fue la realización y la humaniza;,
misma la existencia a su objeto»2. Es de­ de dios, el pasaje y la resolución de la •
cir, para Kant una de las categorías de mo­ logia en la antropología8.» Es por ello
dalidad (y por tanto sus juicios) es la de ateísmo. Pero el ateísmo del dios de la
posibilidad o imposibilidad34, y, por ello, talidad hegeliana es la condición de p\
analítica o negativamente deductible. Para bilidad de la afirmación del Dios cread
S c h e llin g , H eg e l se encuentra en esta Negar al hombre como sólo razón es p;i
posición (que Fichte y el mismo Schelling de la posibilidad a la existencia; es red
de la juventud habían aprobado y expues­ cubrir al hombre sensible, corporal, car
to), ya que «sólo se ocupa de la posibilidad que había negado Descartes. Kant ha!
(Móglichkeit) (lo que algo es: das Wa.r) [...] dicho que «en todos los fenómenos, lo r.
pero independientemente de toda existencia (R eal) e s un objeto de sen sación (<■
(Existenz)»* y, por ello, es sólo una filoso­ Empfindung)»9. Por ello «lo real (das fi
fía negativa porque «el acto en sí es sólo en kliche) en su realidad o como real es
el concepto»5. La «filosofía positiva es la real como objeto de los sentidos; es lo s
que emerge desde la existencia; de la exis­ sible (Sinnliche). Verdad, realidad, ser
tencia, es decir, del actu acto-Ser [...] Este jeto del sentido (Sinnlichkeii) son idén
es primeramente sólo un puro esto (én tí)»6. eos»10. Si la existencia de algo es percr
La existen cia es un «prius»7 que había da y no pensada, la sensibilidad corpa

3 Kant, KrV, A 92, B 125. tico, Descurtes, el pensar y el ser (Dmken ttnd >
3 Y en este caso, como mera «posibilidad», es «la ais witniitelhar idauisch > , de donde deducirá .
condición universal, aunque puramente negativa fsic), «pertenece al concepto de la Esencia perfecta i,
de que no se contradigan a sí mismos» {KrV, A 150. bien el concepto de existencia necesaria; por lo
B 189). D ios es sólo pensar»; (Werke, t. V, pp. 79-83 1; s
4 Parte de la famosa lección universitaria 24 de la Idea es el Ser, Dios no es sólo Ser sino que es « e l.
Einleilimg in die Philosophie der Mythologié (Werke, ñor del Ser (derHerr des Seins), no sólo transmmu
t. V, p, 745). Schelling tiene conciencia que lo que es no (transmitndan) como si Dios fuera la causa fin
«puro pensar» no es sino pura «potencialidad» ••{Pa- sino supramundano fsupramundan)» (Einleitung
tentiaiitüt)» {ibíd., p. 744). Hegel defendía al final la die Pbil, der Milhol.. p. 748). Por ello la posic.
realidad desde la posibilidad (Enzykiop., a 383, Zu- «contemplativa» lo que mejor puede es. acaso, co;
satz; i. X , p. 29). cer «sólo Una Idea», pem de lo que se trata es de q
5 Ibíd., p, 745. «la persona busca a la persona» (ibíd.), «algo lucra
6 Ibid., pp. 745-756. Esto le permite decir a Schelling la Idea, algo que es más (mcbr) que la Idea, krcíii
que «Dios es exterior (ausser) a la Idea absoluta... (la 1oñ lógou» (ibíd.). Esto es la «crisis de la ciencia di
que es) sólo pura Idea, sólo en ej concepto, pero no razón (Kn’sis der Vemunfiwixxenschaft)», superan
Ser actual» (ibíd., p. 744). Dios, en este caso, no es en su intento al mismo Husserl.
una Idea (la Idea sena el Ser como pensado); Schelling 7 Ibid., p. 747.
ha criticado m aei si ral mente a Descartes y a su propia 8 Gnmdsatze der Pililosophie dcrZuknr.fi US-í
postura de juventud, cuando en las lecciones Zur s. 1.
Gescbichte der neueren Pbilosopbie dice: «En este * KrV, B 208.
Cogito ergo sttm avanzó inmediatamente como idén- 10 Feuerbach. up. di., s. 32,
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

es la condición del constatar la existencia sujeto»11. Lo real no siempre es «dado» a


o realidad. Por su parte, lo supremamente la sensibilidad, sino que hay que producir­
real o existente es para el hombre oLro lo para que se dé. Tengo hambre; el pan
hombre, porque «la esencia del hombre es sensible debe producirlo para que se me
la comunidad» (s 59), «la unidad de Yo y dé a la intuición sensible desde la necesi­
Tú» (s 60). Es decir, lo supremamente sen­ dad y para el consumo. Es real {real como
sible es otro hombre, y, por ello, «la verda­ lo efectivamente dado al ser humano como
dera dialéctica no es el monólogo (hegelia­ satisfactor) lo que por el trabajo es puesto
no) del pensador solitario consigo mismo, a la disposición efectiva del ser humano.
sino el diálogo entre Yo y Tú» (s 62). El La antropología feuerbachiana ha sido
Tú sensible es exterioridad de la razón; es transformada en antropología económico-
existen cia real. Es un paso más allá de cultural, si cultura (del latín: agrí-caltura)
Schelling, pero, y al m ism o tiempo, se es «lo producido» por el trabajo humano.
cierra nuevamente en la Totalidad de la La totalidad no es ahora la humanidad
humanidad; «La verdad es sólo la Totali­ sensible sino la económica como produc­
dad de la vida y esencia humana (die Tota­ ción-consumo. La exterioridad del trabajo
lität...)» (s 58). La Alteridad no ha sido vivo será la referencia critica del capital1112.
sino indicada pero no propiamente pensa­ Kierkegaard viene a dar un nuevo paso,
da y definida para que no se caiga nueva­ pero en otra dirección. Para el filósofo da­
mente en la Totalidad. nés, el mundo hegeliano sistemático racio­
Marx continúa el camino emprendido. nal queda comprendido en la etapa de lo
Contra la mera intuición sensible de Feuer­ estético; se trata de la contemplación o de
bach, criterio visivo o pasivo de lo real, el la «identidad del ser y el pensar»13, «un
joven filó so fo describe lo real no sólo sistema y un Todo cerrado»14, donde cada
com o «lo sensible» más allá de lo mera­ hombre queda perdido como una «parte»
mente racional, sino como «lo pro-duci- de la «visión histórico mundial»15. La se­
do» más allá de la mera sensibilidad. Por gunda etapa, la ética, se produce por la
ello, «el error principal de todos los mate­ conversión que permite acceder al sujeLo a
rialismos hasta ahora (incluyendo al feuer- la elección personal de su existencia como
bachiano) consiste en que el objeto, la rea­ exigida por el deber. No es ya un hombre
lidad, el ser objeto de la sensibilidad, ha perdido en el abstracto mundo de la con­
sido captado sólo bajo la forma de un ob­ templación descomprometida, pero es to­
jeto o de una intuición, pero no como ac­ davía, «éticamente, la idealidad como la
ción humana sensible, como praxis, como realidad en el individuo mismo. La rcali-

11 Thesen iiber Feuerbach, s. 1; t. II, p. 1. Para un yn soy; pero si yo soy pensante no es tampoco una
replanteo de esta problemática véase nú trabajo: «La maravilla que sea, ya se lo ha dicho y, entonces, la
razón del Otro. La interpelación como acto-dc-ltabla», primera parle de la proposición dice lo mismo que la
en Apel, Ricoeur, Rorty y ¡a filosofía de la liberación. segunda. Si en cambio se comprende por el yo que
12 Véase mi trilogía sobre Marx (1985-1990). reside en el cogito un solo hombre particular exis­
13 Por ejemplo en Post-scriptum aux minués phi- tente, el filósofo (hegeliano) grita: Locura, locura,
losophiques, p. 202, nota 2. Kierkegaard es, de los no es cuestión aquí de mi yo o de tu yo, sino del yo
nombrados, el más fiel al pensar del Schelling defi­ puro. Ese yo puro no puede tener otra existencia que
nitivo, y el más metafísico de los tres. Resume bien el de una existencia conceptual... es una tautología»
la cuestión de la existencia cuando dice que «todo (pp. 211-212).
saber sobre la realidad es sólo posibilidad» (p. 211). 14 Ibid., p. 71.
Todo Kierkegaard (y también su modernidad) queda 15 Ibid., pp. 88 ss. Si la cuestión de la exterioridad
expresado en la crítica a D escartes y H egel: «Si del Otro teológico será el aporte kicrkegaardiano, sus
comprendo el yo del cogito com o un hombre parti­ defectos serán la subjetividad moderna, su individua­
cular, la frase no prueba nada: yo soy pensante, ergo lismo europeo y el «saltar» por sobre la antropología.

26
ALTERIDAD Y’LIBERACIÓN

dad es la interioridad que tiene un interés mentó o identidad ha quedado atrás: absur­
infinito por la existencia, el que el indivi­ do = sin razón o fundamento [Grundlos]),
duo ético tiene por sí m ism o»16. El hom­ permite vivir sobre la palabra reveladora de
bre ético está todavía encerrado en la To­ Dios; se «opone a las opiniones» de la To­
talidad, aunque sea una Totalidad subjeti- talidad («paradójico» entonces). Por ello,
vizada y exigente; es no sólo el Hegel de la la posición «religioso-paradojal»22 es la
Filosofía del Derecho, sino el Heidegger re-ligación suprema al Otro y la acepta­
de Ser y tiempo. ción de su exterioridad a toda especula­
En la tercera etapa el pensar de Kierke­ ción; es el respeto por la existencia (Dios,
gaard indica la cuestión de la Alteridad concreto, personal, individual), desde el
(pero sólo en el nivel teológico, dejando escándalo y lo absurdo de la razón siste­
de lado la otra indicación de Feuerbach, en mática.
el senLido de que la Alteridad debe comen­ Es aquí donde aparece nuevamente el
zar por ser anlropológica y, por ello, dejan­ viejo Schelling. En su última obra, Filoso­
do igualmente de lado el avance del mismo fía de. la revelación, indica que por revela­
Marx). Más allá del saber ético se encuen­ ción se entiende cuando es «la verdadera
tra la fe existencial, que permite acceder a revelación de la fe»23, no sólo de lo que no
la «realidad com o exterioridad»17, en su hay ciencia, sino de lo que no podría haber
sentido primero y supremo. Más allá de la nin gún saber sin la m ism a revelación
Totalidad ética del deber se encuentra la (ohne die Ojfenbarung)2425. Por ello, «aquí
Alteridad: «El objeto de la fe es la realidad sería establecida la revelación primera­
del otro [...j El objeto de la fe no es una mente como una adecuada y especial fuen­
doctrina [...] El objeto de la fe no es el de te de conocimiento (Erkeimtiiissquelle)»15.
un profesor que tiene una doctrina [...] £1 Ahora, se pregunta Schelling: «¿En qué
objeto de la fe es la realidad del que ense­ condiciones es posible llegar al conoci­
ña que él existe realmente [...] El objeto de miento filosófico de lo que sea [la revela­
la fe es entonces la realidad de Dios en el ción]?»26. A lo que responde que acerca
sentido de existencia»18. La fe no «com ­ del Dios creador, a priori, sólo «podemos
prende la realidad del Otro como una posi­ tener un conocimiento a posteriori»21; es
bilidad»19, sino com o «lo absurdo, lo in­ decir, la revelación supone el revelador. Por
comprensible»20. «¿Qué es lo absurdo? Lo ello, «la fe (der Glaube), no debe ser pensa­
absurdo es que la verdad eterna no haya da como un saber infundado (unbegriinde-
revelado en el tiempo [...] Lo absurdo es, tes Wissen), sino que habría más bien que
justamente por medio del escándalo obje­ decir que ella es lo mejor fundado de todo..
tivo [es decir, el sistema hegeliano], el di­ (allerbegriindeste), porque sólo ella tiene
namómetro de la fe»21. La fe, entonces, es [como fundamento] algo tan Positivo en
la posición que, superando el saber de la absoluto que toda superación (Vebergang)
Totalidad (absurda en cuanto el funda­ hacia otro término es imposible»28.

16 Ibid., p. 217. * Ibid.


*■'Ibid. * Ibid., p. 399.
>s Ibid., p .2 1 8 . n Ibid., p, 407. Schelling afirma entonces que
« Ibid, p. 242. más allá del lógos como razón intuitiva o comprenso­
20 Ibid., 380. ra se encuentra el lógos como la palabra del Otro que
11 Ibid., p. 139. revela. La palabra com o inunción o expresión es To­
Ibid., p. 386. talitaria; la aceptación de una palabra reveladora da
23 Philosophie der Offenbarung, Ul, Vorlesung 24; lugar a un más allá del pensar, da lugar al Otro y por
Werke, t. VI. p. 396. ello es posible sólo en la fe. Esta es la problemática de
^ Ibid. un Jaspcrs, en su obra Derphilosophische Glaube (cfr.
25 Ibid, p. 398. M. Dufrenue-P. Ricoeur, Kart Jaspers, pp. 247 ss.;

27
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

La superación real de toda esta tradi­ está más allá del pensar; de la com-pren-
ción, más allá de Marcel y Buber, ha sido sión, de la luz, del lógos-, mas allá del fun­
la filosofía de Levinas, todavía europea, y damento, de la identidad: es un án-arjos.
excesivam ente equívoca. Nuestro ir más Sin embargo, Levinas habla siempre
allá consistirá en repensar el discurso des­ que el Otro es «absolutamente» otro. Tien­
de América Latina y desde la ana-Iogía; de entonces hacia la equivocidad. Por otra
superación que he podido formular a partir parte, nunca ha pensado que el Otro pudie­
de un personal diálogo mantenido con el ra ser un indio, un africano o un asiático.
filósofo en París y Lovaina en enero de El otro, para nosotros es América Latina
1972. En la sección de su obra Totalidad e con respecto a ja Totalidad europea, es el
infinito, que denomina «Rostro y sensibili­ pueblo pobre y oprimido latinoamericano
dad»**29, asume a Feuerbach y lo supera: el con respecto a las oligarquías dominado­
«rostro» del Otro (en el cara-a-cara) es ras y sin embargo dependientes. El méto­
sensible, pero la visibilidad (aún inteligi­ do del que queremos hablar, el a/to-Iécti­
ble) no sólo no agota al Otro sino que en co, va más allá, más arriba, viene desde un
verdad ni siquiera lo indica en lo que tiene nivel más alto (ana-) que el del mero mé­
de propio. Ese «rostro» es, sin embargo, todo dia- láctico negativa. El método dia­
un rostro que «interpela», que «pro voca» léctico negativo es el camino que la Tota­
a la justicia. Esta es una relación alterativa lidad realiza en ella misma: desde los en­
antropológica, que siguiendo la consigna tes al fundamento y desde el fundamento a
de Feuerbach, debió primeramente ser atea los entes. De lo que se trata ahora es de un
de la Totalidad o «lo Mismo» como onto­ m étodo (o del explícito dominio de las
logía de la visión, para exponerse al Otro condiciones de posibilidad) que parte des­
(pasaje de la teodicea hegeliana a la antro­ de el Otro como libre, como un más allá
pología trans-modema). Pero el Otro, ante del sistema de la Totalidad; que parte en­
el que nos situamos en el cara-a-cara por tonces desde su palabra, desde la revela­
el désir (expresión afectiva que intelecti­ ción del Otro y que con-fiando en su pala­
vamente correspondería a la fe), es prime­ bra obra, trabaja, sirve, crea. El método
ramente un ser humano, que se revela, que dia-léctico negativo es la expansión de la
dice su palabra. Revelación del Otro desde Totalidad desde sí; el pasaje de la potencia
su subjetividad no es manifestación de los al acLo de «lo Mismo». El método ana-léc-
entes en mi mundo. Con esto Levinas ha tico es el pasaje al justo crecimiento de la
dado el paso antropológico, indicado por Totalidad desde el Otro y para «servirle»
F euerbach y «sa lta d o » por S ch ellin g, (al Otro) creativamente. El pasaje de la
Kierkegaard y Jaspers. El Otro, un ser hu­ Totalidad a un nuevo momento de sí mis­
mano, es la epifanía del OLro absoluto. El ma es siempre dialéctica, pero tenía razón
Otro (posición que está condicionada por Feuerbach al decir que «la verdadera dia­
el ateísmo previo de la Totalidad: tesis fe­ léctica» (hay entonces una falsa) parte del
cunda de Feuerbach y Marx), habla desde diá-logo del Otro y no del «pensador soli­
sí, y su palabra es un Decir-se30. E] Otro tario consigo mismo». La verdadera dia-

X . T illielle. Kart Jaspers, pp. 189 ss.). Dejando de das leben aus dem Umgreifenden» (p. 20). Además
lado otras cuestiones graves, Jaspers mantiene la al­ habla de una «fe filosófica» (en aposición a la teolo­
teridad de la fe casi exclusivamente al nivel teológi­ gía revelada positivamente), que. como hemos dicho,
co. con respecto a la Trascendencia (ap. cit.. p, 29); y el mismo Schelling y Kierkegaard no coneeptuuliza-
por ello la cuestión de la revelación se sitúa exclusi­ ron adecuadamente.
vamente en el nivel religioso fpp. 65 ss.). La Alteri­ 29 TotaUté et infitti, pp. 161 ss.
dad queda así unilateral e imprecisamente formulada, :,D V éase el artículo de Levinas: «Le D il el le
sobre todo con el término Umgreifeiule: «Glaube isi Dire».

28
ALTERIDAD Y LIBERACI'

léctica tiene un punto de apoyo ana-Iéctico que Proudhon hubiera querido escrib A
(es un movimiento ana-dia-iéctico); mien­ «C’est toute un critique de Dieu et du geW
tras que la falsa, la dominadora e inmoral re humain-11.» Es una filosofía de la l i b e i ^
dia-léctica es simplemente un movimiento ción de la miseria del hombre latinoame;
conquistador: dia-léctico. cano, pero, y al mismo tiempo, es a teta n ®
Esta ana-léctica no tiene en cuenta sólo del dios burgués y posibilidad de p e n s^ ^
un rostro sensible del Otro (la noción he­ un Dios creador fuente de la L iberach^^
brea de basar, «carne» en castellano, indi­ misma. £
ca adecuadamente el unitario ser inteligi- Resumiendo. En primer lugar, el di
ble-sensible del hombre, sin dualismo de curso filosófico parte de la c o tid ia n id r ^
cuerpo-alma), del Otro antropológico, sino óntica y se dirige dia-léctica y ontológtc< ^
que exige igualmente poner fácticamente mente hacia el fundamento. En segmu ®
al «servicio» del Otro un trabajo-creador lugar, de-muestra científicamente (epist ^
(más allá, pero asumiendo, el trabajo que mática, apo-dícticamente) los entes con
parte de la necesidad de Marx). La ana- posibilidades existen cíales. Es la filosof ^
léctica antropológica es entonces una eco­ como ciencia, relación fundante de lo o-
nómica (un poner la naturaleza al servicio tológico sobre lo óntico. En tercer luga
del Otro), y una erótica y una política. El entre los entes hay uno que es írreductib ^
otro nunca es «uno solo» sino, fluyen­ a una de-ducción o de-mostración a pan ™
temente, también y siempre «vosotros». del fundamento: el rostro real del Otro qi £
Cada rostro en el cara-a-cara es igualmen­ en su v isib ilid a d p e m ia n e ce presen: ^
te la epifanía de una familia, de una clase,
de un pueblo, de una época de la humani­
como Lrans-ontològico, meta-físico, étú
El pasaje de la Totalidad ontológica ;
«
dad y de la humanidad misma por entero, Otro como otro es ana-léctica , discurs €
y, más aún, del Otro absoluto. El rostro negativo desde la Totalidad, porque
del Otro es un aná-bgos; él es ya la «pa­ piensa la imposibilidad de pensar al O i: €
labra» primera y suprema, es el gesto sig­ positivamente desde la misma Totalidac
nificante esencial, es el contenido de toda discurso positivo de la Totalidad, cuand 1
significación posible en acto. La significa­ piensa la posibilidad de interpretar la reve 4
ción antropológica, económica, política y lación del Otro desde el Otro. Esa revela
latinoamericana del rostro es nuestra tarea ción del Otro, es ya un cuarto momenti i
y nuestra originalidad. Lo decimos sincera porque la negatividad primera del Otro h
y simplemente: el rostro del pobre indio cuestionado cí nivel on tologico que e 4
dominado, del mestizo oprimido, del pue­ ahora recreado desde un nuevo ámbito. E
blo latinoamericano es el «tema» de la fi­
<
discurso se hace ético y el nivel funda
losofía latinoamericana. Este pensar ana- mental ontologico se descubre com o ru i
léclico, porque parte de la revelación del originario, com o abierto desde lo ético
Otro y piensa su palabra, es la filosofía la­ que se revela después (ordo cognoscendi t 4
tinoamericana, única y nueva, la primera posteriori) como lo que era antes (el prin­
realmente postmoderna y superadora de la de] ordo realitatis). En quinto lugar, e¡
europeidad. Ni Scbelling, ni Feuerbach, ni mismo nivel óntico de las posibilidades
Marx, ni Kierkegaard, ni Levinas han po­ queda juzgado y relanzado desde un fun­
dido trascender Europa. Nosotros hemos damento éticamente establecido, y estas
nacido afuera, la hemos sufrido. ¡De pron- posibilidades como praxis analéclica tras­
Lo la m iseria se transforma en riqueza! pasan el orden ontològico y se avanzan
Esta es Ja auténtica filosofía de la miseria31 como «servicio» en la justicia.

31 Proudhon. Philosophie de ta misère, p. 45.

29
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

Lo propio del método ana-léctico es que la pedagógica, la política, la teodicea). La


es intrínsecamente ético y no meramente conversión al pensar ontológico. es muerte a
teórico, como es el discurso óntico de las la cotidianidad. La conversión al pensar
ciencias u ontológico de la dialéctica. Es meta-físico es muerte a la Totalidad. La
decir, la aceptación del Otro como otro sig­ conversión ontológica es ascensión a un
nifica ya una opción ética, una elección y un pensar aristocrático, el de los pocos, el de
compromiso moral: es necesario negarse Heráclito que se opone a la opinión de «los
como Totalidad, afirmarse como finito, ser más» (hoi poiloí). La conversión al pensar
ateo dei fundamento como Identidad. «Cada ana-léctico o meta-físico es exposición a un
mañana despierta mi oído, para que oiga pensar popular, el de los más, el de los
com o discípulo» (Isaías 50, 4). En este oprimidos, el del Otro fuera del sistema; es
caso el filósofo, antes que un hombre inteli­ todavía un poder aprender lo nuevo. El filó­
gente, es un hombre éticamente justo; es sofo ana-léctico o ético debe descender de
bueno; es discípulo. Es necesario saber si­ su oligarquía cultural académica y universi­
tuarse en el cara-a-cara, en el éthos de la li­ taria para saber-oír la voz que viene de más
beración, para que se deje ser otro al Otro. allá, desde lo alto (and), desde la exteriori­
El silenciarse de la palabra dominadora; la dad de la dominación. La cuestión es, aho­
apertura interrogativa a la pro-vocación del ra: ¿Qué es la ana-logia? ¿Cómo es posible
pobre; el saber permanecer en el «desierto» interpretar la palabra ana-lógical ¿La mis­
como atento oído es ya opción ética. El mé­ ma palabra del filósofo, la filosofía como
todo ana-léctico incluye entonces una op­ pedagogía analéctica de la liberación, no es
ción práctica histórica previa. El filósofo, el ella misma analógica? ¿La filosofía lati­
que quiera pensar metódicamente, debe ya noamericana no sería un momento nuevo y
ser un «scr\'idor» comprometido en la libe­ analógico de la historia de la filosofía hu­
ración. El tema a ser pensado, la palabra re­ mana? Estas cuatro preguntas deberemos
veladora a ser interpretado, le será dada en responderlas sólo programáticamente, es
la historia del proceso concreto de la libera­ decir, resumida e indicativamente.
ción misma. Esa palabra, ese tema no pue­ El problema de la analogía es un tema
de leerse (no es un «ser-escrito»: texto), ni de suma actualidad32. La palabra lógos sig­
puede contemplarse o verse (no es un «ser- nifica para la Totalidad: co-leclar, re-unir,
visto»: idea o luz), sino que se oye en el expresar, definir; es el sentido griego origi­
campo cotidiano de la historia, del trabajo y nario que Heidegger ha sabido redescubrir.
aún de la batalla de la liberación. El saber- Pero la palabra lógos traduce al griego el
oír es el momento constitutivo del método término hebreo dabar que significa en
mismo; es el momento discipular del filo­ cambio: decir, hablar, dialogar, revelar, y,
sofar; es la condición de posibilidad del sa­ al mismo tiempo: cosa, algo, ente. El lógos
ber-interpretar para saber-servir (la érotica, es unívoco; la dabar es aná-loga33.

M Por no citar sino sólo tres obras, téngase en cuenta cuestión de «La palabra» (pp. 45 ss.; 161 ss.). Boman
la de L. Dreno Punlel, Analogie und Geschichtlichkeit nos propone un siguiente ctiadro,iquc hemos corregi­
C1969), I, con bibliografía en pp. 558-69, y de Henry do en parte, y que nos permite comprender la doble
Chavannes, L'analogie entre Dieu et le mande (1969), significación de «palabra» (etimológicamente).
con bibliografía en pp. 313-31 S, y B. Montagnes, La
(En hebreo}
doctrine de l'analogie de l'être (1963), pp. 185-197- La Libertad-nada
El Otro
palabra analéctica la usa B. Lakcbrink, en su obra He­
gels dialektische Ontologie und die thornistische Ana­ impeler hacía

leklik (1955), aunque en otro sentido del que usamos adelante x


nosotros. reveíar-mandar hablar, calcular,
pensar, expresar
33 Cfr. Tborleif Boman, Das hebräische Denken x y
im Vergleich mit dem griechischen, en especial la palabra

30
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

Cabe destacarse, desde el inicio de nues­ mejanLe idénticamente» (taina), estos tér­
tra descripción, que tratamos aquí, por aho­ m inos son análogos (análogon)»**. Los
ra, la analogía verbi (la analogía de la pa­ homónimos son los que tienen igual Lérmi-
labra), es decir, del hombre como revela­ nu para significar dos entes o nociones
ción , ya que el hombre (el Otro) es la «semejantes» (no idénticas ni diferentes)
fuente de la palabra y en su libertad estriba pero con un momento de «diversidad».
por último lo originario de la palabra reve­ Dejando de lado todas las analogías ond­
ladora, no meramente expresora. Analogía eas, recordemos lo que nos dice genial­
verbi o analogía fulei no debe confundír­ mente el Estagirita en cuanto a la analogía
sela con la analogía nominis, ya que esta ontológica: «7o dé on légetai pollajós (el
última es de la palabra-expresiva, mientras ser se predica de muchas maneras)»31*35,
que la primera es la palabra que revela pero aclara de inmediato que dichas predi­
ante la Totalidad que escucha con con-fian- caciones se refieren «a un polo (èn) y a
za (con fe antropológica), en la ob-ediencia una misma Jysin [...E s decir] el ser se pre­
discipular. dica de muchas maneras pero todas [las
La noción de analogía es ella misma dichas maneras] con respecto a un origen
analógica. La analogía del ser o el ente (pros mían aijén)»36. De la misma manera
(cuya diferencia es ontológica: la «dife­ se plantea la cuestión de la analogía en
rencia ontológica») no es la analogía del Kant y Hegel desde la subjetividad moder­
ser mismo (cuya diversidad es alterativa: na, o en Heidegger desde la ontología37.
la «distinción meta-física»). Si el ser mis­ Toda esta docLrina se resume en su esen­
mo es analógico los dos analogados del cia, sin entrar a la «clasificación» de las
ser no son ya di-ferentes sino dis-tintos, y diversas analogías ónticas, en que el «ser»
de allí la denominación que proponemos no se predica como los géneros. Los géne­
(más allá que la de Heidegger) de «dis-tin- ros se diferencian en especies, gracias a
ción meta-física». Esta simple indicación las «di-fcrencias específicas». Las espe­
deja casi sin efecto la totalidad de los tra­ cies coinciden en la identidad del género.
bajos contemporáneos sobre la cuesLión N o debe olvidarse que el nivel de los gé­
analógica, y los reinterprcta desde otra neros y especies es óntico: los entes son
perspectiva. los que coinciden en los géneros y espe­
La analogía del ser y del ente, la «defe­ cies. El «ser» está más arriba (ano) que
rencia ontológica», fue explícita y correc­ todo género y no es meramente un género
tamente planteada por Aristóteles (conti­ de géneros, sino que se encuentra en un
nuando el esfuerzo platónico, rematado en nivel diverso, ontològico. Los géneros y
el plotiniano). N os dice, dejando de lado especies son interpretables, conceptualiza-
el uso óntico de la analogía en biología y bles por el lògos. Aquí lògos es una función
cosmología, refiriéndose a la analogía en secundaria de la inteligencia, fundada en el
su caso lógico ontológigo: «[tos términos] noetn (Aristóteles), en la Vemunft (Hegel),
pueden compararse por su cantidad o por en la «com-prensión del ser» (Heidegger):
su semejanza (kaíá homo ios) [...] y cuando el lògos es aquí el entendimiento (Kant.
de estas cosas no se predica (légelai) lo se- H e g e l) o la interpretación existen cia l

31 / Tópicos 15; 107 b 13-16. El synónymon es lo que (melódicamente), por ello se refiere a «na naturaleza
llamamos unívoco (un término para un ente o noción); el (pros mían fyxin)» (linTí., b 13-14).
parónimos es en castellano el equívoco (término deriva­ .37 La obra de Bruno Puntel, Analogie und Ges­
do idéntico para dos entes o nociones diversas). chichtlichkeit, puede ser consultada sobre la cuestión.
35 Meta/., Cama, 2; 1003 a 33. Estudia la analogía en Kant (pp. 303 ss.}, en Hegel
36 Ibid., a 33 - b 6. Más adelante agrega todavía (pp. 396 ss.) y en Heidegger (pp. 455 ss.).
que «una sola ciencia es la que Leoriza de una manera

31
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

(Heidegger)38. Más-arriba?9 de dicho la­ gico fundamental es «la eterna repetición


gos se encuentra el «ser» que metafórica­ de lo M ismo». La mera analogía del ente
m ente puede llam arse «h orizon te» del termina por ser la negación de la histori­
mundo, «luz» del ente o, estrictamente, la cidad.
Totalidad de sentido. Para los griegos era En cambio, la ana-logia del ser nos con­
la fy sis, nom brada e x p líc ita m en te por duce-a' una problemática abismaímente di­
Aristóteles, que se puede manifestar como versa. El «ser mismo» es análogo y por
materia o forma, como potencia o acto, ello lo es doblemente el ente, ya que la
como ousía o accidente, como verdad o «cosa» (res para nosotros no es ens), ella
falso, la última referencia. Pero en último misma es analógica. La diversidad del ser
término, el contenido de la palabra «ser», en una y otra significación originariamen­
el «ser» en cuanto ser, es idéntico a sí mis­ te dis-tinta la hemos denominado la «dis­
mo, es U no y «lo M ism o». S í es verdad tinción m eta-física». No se trata de que
que «puede predicarse de muchas mane­ sólo el ser como fundamento se diga de
ras» con respecto al ente (y en esto el ser maneras analógicam ente diferentes. Es
es ana-lógico en el nivel óntico), sin em­ que el mismo ser como fundamento de la
bargo, es idéntico a sí mismo. El ser, que Totalidad no es el único modo de predicar
se predica analógicamente del ente, es él e! ser. El ser como más-alto (áno) o por
mismo tó auto, deis Selbe, «lo M ism o», sobre (ana) la Totalidad, e l Otro libre
como «lo visto» (físicamente por los grie­ com o negatividad primera, es ana-lógico
gos, subjetualmente por los modernos). El con respecto al ser del noein, de la Razón
ser se «ex-presa» entonces de muchas ma­ hegeliana o de la com-prensión heidegge­
neras (con «di-ferencia ontológica», tanto riana. La Totalidad no agota los modos de
del ser con respecto a los entes, como con decir ni de ejercer el ser. El ser eomo Jysis
respecto a las predicaciones fundamenta­ o su bjetividad , com o Totalidad, es un
les: la materia, la forma), pero dicha «ex­ modo de decir el ser; el ser idéntico y úni­
presión» no sobre-pasa la Totalidad onto­ co funda la analogía del ente. En cambio,
lógica como tal. que es idéntica y unívoca el ser como la Libertad abismal del Otro,
(« llama» y es «llam ada» fundamental y la Alteridad, es un modo de decir el ser
ontológicamente de la misma manera); el verdaderamente ana-lógica y dis-tinta. se­
fundamento es U no, es neutro y trágica­ parada, que funda la analogía de la palabra
mente «así, como es». Hay sólo analogía (como primer modo que se nos da la ana­
del ente (analogía entis) (no se olvide que logía de la cosa real; la analogía fidei es la
el «ente» es «el que es» {ínticamente, y «lo p io p e t lé u t i c a a la analogia rei, como vere­
que» es com o sentido tiene su raíz en el mos más adelante). El ser único e idéntico
fundamento ontológico); analógica es la en sí mismo de la analogía del ente, gra­
predicación del ser con respecto al ente. La cias a la «diferencia ontológica», funda la
dia-léctica ontológica es posible porque el ex presión (lògos apofantikós) de la Tota­
ente es analógico o porque se le predica al lidad. El ser analógico del Otro como alte­
ser analógicam ente; es decir, el ser está ridad m eta-física, gracias a la «dis-tin-
siempre más allá y el movimiento es posi­ ción», origina la revelación del Otro como
ble como actualidad de la potencia. Pero al pro-creación en la Totalidad. El lògos
final el ser es Uno y el movimiento ontoló- com o palabra ex-presora es fundamen-

1S Cfr. cl s 7 del cnp. II. del tomo I de la Filosofía w ara. Mensch. Typoiagische A nthropologie I,
Etica Latinoamericana. pp. 73 ss,
:'9 V éase la diferen cia vertical de átto-katá y
horizontal de aná-aná in d icad a por Erick Pryz-
ALTERIDAD Y LIBERACK

talmente (con referencia al horizonte del «interpretar» por lo abismal e incomprer


mundo) unívoca; dice el único ser. La da- sible de su origen dis-tinto. Tomemos
bar (en hebrcro «palabra») como voz reve­ gunos ejemplos cotidianos para d escu b r:^
ladora del Otro es originariamente aná­ la como la palabra primera y más fr e c u c iP
loga. Ahora la ana-logia40 quiere indicar te. La palabra reveladora erótica exclam a^
una palabra que es una revelación41, un D e­ «-T e amo» (sea mujer o varón a un vart^r
cir42 cuya presencia43 patentiza la ausencia, o mujer). La revelación pedagógica pu ecj^
que sin embargo atrae y provoca, de «lo indicar: « -V e a comprar pan a la nucv:.
significado»; El otro mismo como libre y panadería de la esquina» (la madre a su
como proyecto ontológico alterativo; ahora jito). La revelación política puede d e c ii^
todavía incom-prensible, Iránson tológico. «-Tengo derecho a que se m e pague m l P
La palabra reveladora del Otro, como yor salario» (un obrero al empresario). Fa
otro y primeramente, es una palabra que estos tres niveles se da ya todo el m i s t e r *
capta (comprensión derivada inadecuada) de la analogía fid ei o verbi con « d is t i; ^
de la «semejanza»44, pero que no se llega a ción meta-física». Queremos insistir en c

10 E. Pryzwara tiene una feliz descripción de este 43 La palabra, o mejor el rostro mismo com o s i . i £
hecho: «Agustín debió denominar and- corno lo que no, se «presenta» como un ente en el mundo de I,
anuncia a lo dito (con omega): el Misterio más próximo Toialidad, pero esa presencia es sólo un velo q : ^ )
dd creador como ia revelación de la Ti niebla que ence­ aparece como velo y avanza lo que cubre como ai
guece por su resplandor» (Analogía cutis, 1, p. 171). Es sente: sugiere, llama, invita, acoge.
el sentido que da Max Müller a la noción del símbolo 411 «Sem ejante» traduce el hómaios griego. R e­
(«Symbolon = Zusammenlall, Ineinsfall des Endlichen cuérdese que la analogía se juega entre dos té r m in o ^
mit detn es unendlich Uebersteigenden und doch in ambos tienen algo de semejan Le (pero no idém ico
das Endliche Eingehenden» ( ExistenzphÜosophie im non cammunmte univocaban is sed unalogtae) y a l " ^
geistigen Leben der Gegemvart, p. 230). cu lo que son dislinlos (no meramente diferentes). '
41 Esta cuestión la indicaba ya Schelling con su esto Cayetano dice correctamente que «el fúndam e:--^
Phiiosophie der Ojfenbanmg. de la similitud de la analogía (fundainenlum anulo
J- Emmanuel L evin as in d ica exactam ente la giae simililudinis) es necesario que no haga a b s tr i^ f
cuestión cuando escribe: «La significación del Decir ción cu los extremos (de la diversidad) de los ex ir
va más allá de lo dicho: no es una ontología que sus­ mos mismos; por su parte los fundamentos permax A
cita el sujeto parlante, es la significancia ignifian­ cen disfinios (fundamenta distincta), semejante
ee) del Decir más allá de la esencia que justifica la embargo por proporción, por lo que se dice que
exposición del ser o la ontología» (un. cit. «Le D íl analógicam ente idénticos ieadem )» (De nominui,.
el le Dire», p. 30). La univocidad fundamental la ex­ analogía III, 33; p. 57). La noción analógica («sciJB
presa asf; «El lenguaje com o Dicho puede entonces p. e.) tiene un ámbito de semejanza donde los rnodr^®
concebirse como un sistema de palabras identifican­ originarios (del ser) coinciden: pero al mismo tiem pM
do las entidades» (p. 34). La cuestión ana-lógica de tiene cada uno un ámbito irreductible o dis-tinlo qu™
la Alteridad, anterior a la mera «diferencia ontológi­ quedó confusamente englobado, no precisamente, c ttf
ca» en indicada cuando dice: «De la anfíbiología del la noción analógica com o semejante. La mera sem *
ser y el ente en lo Dicho será necesario remontarse janza puelle llevar a confitsión si no se indica la di
hasta el Decir, significante anles que la esencia, an- tinción. Llamamos con Heidegger «comprensión
les que la identificación... Nada hay más grave, nada rivada» (y agregamos lo de «inadecuada»), a q u c ll^
mas a gusto que la responsabilidad por el Otro y el que capta el ente confusamente excluyendo su distini™
Decir» (p. 39). «El Parlante (le Disan!) en el Decir ción originaria; al confundir su distinción es «inade,
no da un signo, se hace signo. El es-para-el-Olro cuada». Llamamos «interpretar» al acto mismo de
(p. 421. «El Decir es la exposición de uno al Otro... Es conceptuar o descubrir un sentido (...como esto): acu
el descubrirse en el riesgo en sí mismo, en la sinceri­ que sólo puede cumplirse accediendo de alguna má
dad. en la ruptura de la interioridad y en el abandono ñera al ámbito dis-línto de Otro; haciendo que lo¿M
de loda seguridad, en la exposición al traumatismo, en fundamenta distincta hayan devenido, a! menos e i ^
la vulnerabilidad* (p, 44): es «exhibición, inseparable un cierto nivel, fundamenlwn univocae simititudin'u^
de la violencia del que se desnuda, exposición de esta es decir, Toialidad compartida (porque se puede «i¡ ^
exposición, signo que hace signo del signo, haciéndo­ terponer» algo desde un mismo fundamenlo, su¡n —
se a sí mismo signo: revelándose» (p, 45). cnmimmicationciH beatitudinis [11-11, q. 24. a.2. resp. J
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

hecho de que esta palabra no es sólo la pri­ ahora ir,verificado (ya que el amor .se mos­
mera palabra, sino la primera experiencia trará efectivamente en la diacronía del cum­
humana en cuanto tal. En el útero materno plimiento de la palabra meta-física), se apo­
se vive ya la alteridad, pero es en el momen­ ya en su pretensión (esta pretensión se hace
to mismo del nacimiento,, en el instante de i imperativa) de verdadera. La veracidad de
parto (parir como a-parición), en el que se «lo dicho» queda asegurada y sólo con-fia-
es cobijado y acogido en el Otro y por el da en el «Decir» mismo, en el Otro que lo
Otro, que ya se presenta como «hablante». dice. Exige ser tenida como verdadera: se
La madre dice: «-Hijito mío». El médico obliga a tener fe, ya que el lógos o dabar
exclama: «-Es una niña». El recíenparido, proferido en la revelación dice referencia
el a-parecido en el mundo de los Otros (to­ radical a lo que es más-alto y más allá que
davía él mismo sin mundo), comienza a for­ «lo» dicho y que mi propio horizonte onto-
mar su mundo en la confianza filial y en la lógico de com-prensión como Totalidad: su
obediciencia discipular en el Otro: el más- palabra es ana-lógica (el lógos como fysis o
alto y por ello maestro del mundo. Esta pa­ mundo) porque su presencia (el «Decir»
labra no es ni el signo o el concepto de la que exclama «lo dicho»; «-Te amo») remi­
ciencia45, ni el simbolismo como dominio te al que revela («el que» dice amar), pero
operatorio matemático, ni la palabra de oculta su mismidad transontológica (la
Wittgenstein. ni el lenguaje perfomiativo de mentira es siempre posible y su «Decir»
Austin, ni el lenguaje de auto-implicación puede ser hipocresía)43.
(self-involvement) de Evans, ni el discurso Esta remitencia o referencia de la pala­
ético de Ladriere (cuando dice que «el hom­ bra reveladora al revelador deja al que"es­
bre es responsable de sí mismo como ser cucha dicha palabra en la Totalidad en una
egológico, y responsable ante sí mismo»)46 situación que es necesario describir, por­
cuando quiere indicar una diversidad entre que toca a la esencia misma del ser huma­
la «différence» y la «différance»47. no, de la historicidad, de la racionalidad.
«-T e amo», dice el muchacho a su novia. La palabra del Otro en la Totalidad no es
Es una palabra, mejor aún, es una proposi­ del todo interpretable, porque puede inter­
ción; un juicio con sujeto y predicado pero pretarse algo en la medida en que guarda
que «propone» algo a alguien: que se «pro­ relación de fundamentación con la com ­
pone» a sí mismo. Es un juicio imperativo, prensión del ser mundano. Pero dicha pala­
no en el sentido que ordene o mande algo, bra irrumpe desde más allá del mundo (des­
sino porque incluye una como obligación, de el mundo del Otro). Sin embargo, es
una exigencia, un imperio. «Lo Dicho», por «comprensible inadecuadamente» — como

45 Cfr. Ladriere, / , 'articulation du sens. Vamos se vive en el cara-a-cara o no se vive. La palabra ana­
nombrando los lindos de los más importantes temas lógica meta-física exige el rostro del Otro hablando
de este valioso libro. en acto (o por lo menos su recuerdo como Otro «di­
46 Ibid ., p. 15S. En la revelación del Otro el hom­ ciendo» y no el mero recuerdo de «lo que» me dijo, y
bre es responsable del Otro ante el Otro. En el artículo sólo en este caso «lo escrito» se refiere al «Decir»
de Paul Ricoeur. «Langage (philosophie)», en Ency­ mismo donde se juega la esencia de la palabra, que es
clopaedia Universalis, t. IX (1971), pp. 771 ss., tam­ primigeniamente revelación).
poco aborda la cuestión que aquí nos ocupa. 4S De igual manera la madre con-fía en que el
47 «Une voix sans différence est à la fois absolu­ hijo comprará pan y no una revista; el hijo confía
ment vive et absolument morte» (La voie et la phéno­ que el dinero es suficiente y la panadería nueva se
mène, p. 115), Derrida nos da, de todas maneras, una eucuenlra en la esquina. A sí también e) empresario
preciosa ayuda con sus análisis sobre la palabra dicha y escucha la interpelación: como revelación (y le dará
la escrita (cfr, p.e.. De la gromniatalogie, pp. 21 ss.): crédito), como usurpación de lo propio (e interpre­
la Vo?, y la escritura. La «revelación» de la que veni­ tándola com o tentación la rechazará com o algo
mos hablando es imposible que se dé como escrita. malo, calculando lácticamente ios pasos a dar para
Se puede escribir «lo Dicho», pero el «Decir» mismo acallarla).

34
A L TE R ID A D Y LIB E R A C IÓ N

hemos dicho más arriba— , Comprensión lame), permite avanzar por la praxis libe­
por «semejanza» y confusa. A partir de la radora, analéctica, por el trabajo servicial
experiencia pasada que tengo de lo que en ibabudúh), en vista de alcanzar el proyec­
su Decir me dice el Otro, uno se forma una to fundamental ontológico nuevo, futuro,
idea aproximada y todavía imprecisa, inve­ que el Otro revela en su. palabra y que es
rificada, de lo que revela. Se asiente, se tie­ incoin-prerisible todavía porque no se ha
ne convicción o se comprende inadecuada­ vivid o la experiencia de estar en dicho
mente «lo Dicho» teniendo con-fianza, fe. mundo (totalidad nueva, nueva Patria, or­
en el Otro: «poique él lo dice». El amor- den legal futuro). Es decir, la revelación
de-justicia. transontológico. permite acep­ del Otro abre el pro-ye cto ontológico pa­
tar como verdadera su palabra inverificada. sado. de la patria vieja, de la dominación y
Este acto de la racionalidad histórica es el alienación del Otro como «lo otro», al pro­
supremamente racional y la manifestación yecto liberador. Ese pro-yecto liberador,
de la plenitud del espíritu humano: ser ca­ ámbito transontológico de la Totalidad do­
paz de jugarse por una palabra creída es. minadora. es lo más-alto, lo más allá a lo
precisamente, un acto creador que camina que nos invita y pro-voca la palabra reve­
por sobre el horizonte del Todo y se avan­ ladora. Sólo con-fiados en el Otro, apoya­
za sobre la palabra del Otro en lo nuevo49. dos firmemente sobre su palabra, la Totali­
La palabra tenida por verdadera (für- dad puede ser puesta en movimiento: cami­
Wahr-halten)50, con el asentim iento del nando en la liberación del Otro se alcanza
entendimiento en una confusa compren­ la propia liberación. Sólo cuando por la
sión óntica inadecuada a partir de la «se­ praxis liberadora, por el compromiso real
mejanza» de lo ya acontecido en la Tota­ y ético, erótico, pedagógico, político, se
lidad, com o d eclaración , p rop osición , accede a la nueva Totalidad en la justicia,
pro-vocación del otro (la muchacha con sólo entonces se llega por su parte a una
respecto al «amor»: el hijo y la madre con cierta semejanza analógica (communitas
respecto a la palabra dada, el empresario bonitatis) desde donde, sólo ahora, la pala­
con respecto a la reivindicación interpe- bra antes comprendida confusamente, tan-

JIJ Anticipándose por siglos a la crítica del cosito aunque no tiene tunla evidencia (eridentiam) como la
cartesiano, del Saber absoluto hegeliano y del cienti­ ciencia y la intuición» (ibíd., ad 7). Este asentimiento
ficismo del neopositivismu, un medieval decía que «de lo ausente» (non apparens) (el Otro como miste­
«ei que intuye (inmediatamente los principios! tiene rio. lo aná de la palabra analógica) determina al en­
un cierto asentim iento (assensum), porque adhiere tendimiento por medio de la voluntad y transforma el
con certeza (cerrissime) a lo intelegido, pero no por «asen tumi ente» en «convicción» («dictar comiedo,
mediación del pensamiento (cogiiutioncm), ya que quia convincít intellectum modo praediclo»; ibíd., a.2.
sin mediación queda determinado por el fundamento, A 2) (Voluntas). Por ello se decía en el medievo que
El que sabe (scierts) ejerce el pensar y tiene asenti­ el «amor es el que constituye la con-fianza» (fidei
miento, pues el pensar causa el asentimiento y el asen­ forma sít caritas: ibíd., a.5).
timiento concluye el pensar... Pero en la fe no hay 50 La «fe racional» (vemünftige G¡atibe) de Kant
asentimiento por mediación del pensamiento sino por no es la «fe meLa-física» o antropológica quq hemos
mediación de la voluntad (ex volúntate)» (Tomás, De propuesto aquí; para él es una convicción subjetiva
Veníate, q. 14, a. 1, e. Patct). ¿Por qué? «Porque en con validez objetiva. Cfr. QMS, Ba70; y nuestra Para
la fe el entendimiento no alcanza el fundamento (ad una destrucción de la historia de la ética, s 15; Kant
unum) com o término propio al que se dirige, que es tiene le de lo que Heidegger tiene coin-prensión del
la visión de algo inteligible (visio.,.)» (Ibid.) y, por ser. Kant cree lo que es com-prendido. La fe meta-fí­
ello, debe apoyarse en un «término ajeno»; en la vo­ sica o antropológica de ia que hablamos es una con­
luntad, el amor, la praxis como-trabajo liberador; se vicción ontológica con validez meta-física. No sólo
apoya en el Otro. Sin embargo, la fe puede tener una es necesario superar e) saber para que se do el com ­
«certeza (certitudo)» mayor, a saber, «por la firmeza prender; es necesario aún superar el comprender mis­
de la adhesión, y en cuanto a esto la fe tiene tanto mo para que pueda revelarse el Otro como otro en la
más certeza (certior ) que la intuición y la ciencia [...] fe meta-física: en la con-fianza.

35
a l t e r id a d y l ib e r a c ió n

to cuanto era necesario para poder comen­ aniquilación de la Totalidad antigua como
zar la ad-ventura de la liberación en el única y eterna; riesgo en comenzar a Decir
amor-de-justicia, alcanza la posibilidad de lo nuevo y, así, anticipación de la época
una adecuada interpretación. Poseyendo clásica, que es cuando las cosas hayan ya
com o propio el fundam ento ontológico sucedido o sea el tiempo de cosechar los
desde donde el Otro, en la diacronía de la resultados, nunca finales, siempre relati­
palabra reveladora, pronunció su palabra, vos, de la historia de la liberación humana.
ahora, en el futuro del pasado pasado, en El pasaje del oír la revelación a la veri­
el presente, puede referirse aquella palabra ficación de la palabra; la diacronía entre la
recordada al actual y vigente horizonte al­ Totalidad puesta en cuestión por la inter­
canzado por la praxis liberadora y a partir pelación hasta que la pro-vocación sea in­
del Otro revelante, provocante. Si el méto­ terpretada como mundo cotidiano, es la
do analéctico era el saber situarse para que historia misma del hombre. La revelación,
desde las condiciones de posibilidad de la primeramente antropológica, es la presen­
revelación pudiéramos acceder a una recta cia dé negatividad primera, lo mid-lógico;
interpretación de la palabra del Otro, todo es lo que el método analéctico posibilita
lo flicho vien e a m ostrarnos el m étodo (en el sentido que deja lugar para ello; lu­
mismo. gar que no existe en el método dia-léctico)
En el pasaje diacrónico, desde el oír la y lo que debe saber describir y practicar.
palabra del Otro hasta la adecuada inter­ Sí la filosofía fuera sólo teoría , com­
pretación (y la filosofía no es sino saber prensión refleja del ser e interpretación
pensar reduplicativamente esa palabra in­ pensada del ente, la palabra del Otro seria
yectándole nueva movilidad desde la con­ indefectiblemente reducida a «lo yo di­
ciencia crítica del mismo filósofo), puede cho» e interpretada equívocamente desde
verse que el momento ético es esencial al el fundamento vigente de la Totalidad, al
método mismo. S ólo por el compromiso que el sofista sirve (aunque cree ser filóso­
existencial, por la praxis liberadora en el fo). Es equivocada su interpretación por­
riesgo, por un hacer propio discipu lamien­ que, al opinar que «lo dicho» es «lo M is­
te el mundo del Otro, puede accederse a la mo» que él interpreta cotidianamente, ha
interpretación, conceptualizaeión y verifi­ hecho «idéntico» (unívoco) lo de «seme­
cación de su revelación. Cuando se habita, jante» que tiene la palabra aná-loga del
por la ruptura ética del mundo antiguo, en Otro. Es decir, ha negado lo de «distinto»
el nuevo mundo puede ahora interpretarse de dicha palabra; ha matado al Otro; lo ha
dia-léc tica mente la antigua palabra revela­ asesinado. Tomar la palabra del Otro como
da en el mundo antiguo. Puede aún de­ unívoca de la propia es la maldad ética del
mostrarse, desde el pro-yecLo ahora con-vi- sofista, pecado que lo condena ya que es
vido, el por qué reveló lo que reveló. Pero el error capital de la inteligencia: culpabi­
aquella palabra, de ayer, hoy está muerta, lidad negada que permite a la Totalidad
y quedarse en ella por ella misma es nue­ seguir considerándose como verdadera y
vamente sepultar la analéctica presente en conquistando o matando a los «bárbaros»
la dia-léctica del pasado. En este caso filo­ en nombre de la Filosofía del sofista. Consi­
sofía es sólo recuerdo (Er-hmenmg como derar a las palabras del Otro como «seme­
diría Hegel); por esto la filosofa se eleva­ jantes» a las de mi mundo, conservando la
ría en el atardecer como el ave fénix. Pero «dis-tinción meta-física» que se apoya en
los que describen la filosofía como des-ol­ él como Otro, es respetar la ana-logia de la
vido o recuerdo, como mayéutica. olvidan revelación: es deber comprometerse en la
que primeramente la filosofía es oír a la humildad y la mansedumbre en el aprendi­
voz histórica del pobre, del pueblo; com­ zaje pedagógico del camino que la palabra
promiso con esa palabra; desbloqueo o del Otro como maestro va trazando cada

36
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

día. A sí el auténtico filósofo, «hombre de la liberación práctica del Otro. Eí f iló s o f o ^


pueblo con su pueblo», pobre junto al po­ que se compromete en la liberación con-W
bre, otro que la Totalidad y primer pro­ creta del Otro accede al mundo n u e v e s
feta del futuro, futuro que es el Otro hoy a donde com-prende el nuevo momento d e í ^
la intemperie, va hacia el nuevo pro-yecto ser y desde donde se libera como sofista
ontológico que le dará la llave de interpre­ nace como filósofo nuevo, ad-mirado de
tación pensada de la palabra previamente lo que anLe sus ojos venturosamente s e ^
revelada como niño que aprende todavía. despliega histórica y cotidianamente. E 'i^
La filosofía en este caso, originariamente mito de la caverna de Platón quiso d ecir^ i
ana-léctica, camina dia-léc ticamente lleva­ esto pero dijo justamente lo contrario. L o ^
do por la palabra del Otro. El filósofo, ra­ esencia] no es el ver ni la luz: lo real es eli™
cionalidad actual refleja auténtica, sabe amor de justicia y el Otro com o m isterio .^
que el com ienzo es con-fianza, fe, en el como maestro. Lo supremo no es la con­
magisterio y la veracidad del Otro; hoy es templación sino el cara-a-cara de los q u e ^
con-fianza en la mujer, el niño, el obrero, se aman desde el que ama primero. ^
el subdesarrollado, el alumno, en una pala­ Por su parte, la filosofía latinoamerica-™
bra, el pobre: él tiene el magisterio, la pro­ na puede ahora nacer. Sólo podrá nacer si
vocación ana-lógica; él tiene el tema a ser el estatuto del hombre latinoamericano es ^
pensado: su palabra revelante debe ser creí­ descubierto como exterioridad m eta-física^
da o no hay filosofía sino sofística domi­ con respecto al hombre nordatlàntico (eu-
nadora. ropeo, raso y americano). América no es V
L a f ilo s o f a a s í e n te n d id a es n o u n a e r ó ­ la materia de la forma europea como con- ^
tic a n i u n a p o lític a , a u n q u e te n g a f u n c ió n ciencia51. Tampoco es de Latinoamérica el
lib e ra d o ra p a r a e l e ro s y la p o lític a , p e ro tem ple radical de la expectativa, m odo ^
es e s tric ta y p ro p ia m e n te u n a p e d a g ó g ic a : inautèntico de la temporalidad52. La cate­
re la c ió n m a e s tr o -d is c íp u lo , en e l m é to d o goría de fecundidad en la Alteridad d e ja ^
d e s a b e r c re e r la p a la b ra d e l O tro e in te r ­ lugar mcta-físíco para que la voz de Amé-
p retarla. E l filó so fo p a ra ser el fu tu ro m a e s ­ rica Latina se oiga. América Latina es e' ^
tro d e b e c o m e n z a r p o r s e r el d is c íp u lo a c ­ h ijo d e la m a d r e a m e rin d ia d o m in a d a y d e ; ^
tu a l d e l f u tu r o d is c í p u lo . D e a llí p e n d e p a d r e h is p á n ic o d o m in a d o r. E l h ijo , el
to d o , P o r e llo e s a p e d a g ó g ic a a n a lé c lic a O tro , o p r im id o p o r l a p e d a g o g ía d o m in a - ^
(no só lo d ia lé c tic a d e la T o ta lid a d o n to ló ­ d o r a d e la T o ta lid a d e u ro p e a , in c lu id o en
g ic a ) e s d e Ja lib e ra c ió n . L a lib e ra c ió n es e lla c o m o el b á rb a ro , e l « b o n s a u v a g e » , el 4
la c o n d ic ió n d e l m a e s tr o p a ra s e r m a e s tro . p rim itiv o o s u b d e s a rro lla d o . E l h ijo no
S i es u n e s c la v o d e l a T o ta lid a d c e r r a d a r e s p e t a d o c o m o O tr o s in o n e g a d o c o m o
n a d a p u e d e in te rp r e ta r re a lm e n te . L o q u e e n te c o n o c id o ( c o g iía tw n d e lo s « I n s titu ­
le p e r m ite lib e r a r s e d e la T o ta lid a d p a r a to s p a r a A m é ric a L a tin a » ), L o q u e A m é r i­
se r sí m is m o es la p a la b ra a n a lé c tic a o m a ­ c a L a tin a e s, lo v iv e el s im p le p u e b lo d o ­
g is tra l d e l d is c í p u lo (s u h ijo , su p u e b lo , m in a d o e n su e x te rio rid a d d e l s is te m a im ­
sus a lu m n o s : el p o b re ). E s a p a la b ra a n a ló ­ p e ra n te . M a l p u e d e n lo s filó s o f o s d e c ir lo
g ic a le a b re la p u e rta d e su lib e ra c ió n : le q u e e s A m é r ic a L a tin a lib e r a d a o c u á l s e a
m u e stra c u ál d e b e s e r su c o m p ro m is o p o r e l c o n te n id o d e l p r o - y e c lo l ib e r a d o r la ti-

51 Améiieu ks el ser en bruto, la materia: Europa 5: El análisis a hermenéutica existencial ontológi­


cs el espirili] que descubre la forma (cfr. Alberto Ca- ca de Ernesto Mayz Vallenílla, El problema de Ame­
lurelli, America bifronte), que se loca al linai con la rica, no podía llegar sino a un callejón sin salida. Mal
tesis europeista (Cfr. Juan Sepich. Gèneris v /nuda­ puede definirse un pueblo a mitad alienado y a mitad
meli io de Europa, en Europa, comincine espìniua!, encubierto en lo mejor de sí: el pueblo indio, mestizo
Insti tuta de Filosofia, Mendoza, 1947). y pobre.

37
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN

noamericano. Lo que el filósofo debe sa­ nal e inimitable, Otro que todo otro, por­
ber es cóm o de-struir los obstáculos que que piensa la voz única de un nuevo Otro:
impiden la revelación del Otro, del pueblo la voz latinoamericana, palabra siempre
latinoamericano que es pobre, pero que no reveladora y nunca oída ni interpretada).
es materia inerte ni telúrica posición de la Si se expone la historia de la filosofía se
fysis. La filosofía latinoamericana es el privilegia el momento de «semejanza» que
pensar que sabe escuchar discipularmente tiene toda filosofía auténtica. Si la «seme­
la palabra analéctica, analógica del opri­ janza» se la confunde con la identidad de
mido, que sabe comprometerse en el mo­ la univocidad se expone una historia a la
vimiento o en la movilización de la libe­ manera hegeliana: cada filósofo o pueblo
ración, y, en el mismo caminar, va pen­ vale en tanto «parte» de la única historia
sando la palabra reveladora que interpela de la filosofía, y en ese caso «ser un indi­
a la justicia; es decir, va accediendo a la viduo no es nada desde el punto de vis La
interpretación precisa de su significado histonco-mundial»5''. En ese caso la filo­
futuro. La filosofía, el filósofo, devuelve sofía latinoamericana no es nada, como
al Otro su propia revelación como renova­ tal. y deberá simplemente continuar un
da y re-creadora crítica interpelante. El proceso idéntico al comenzado por Euro­
pensar filosófico no aquieta la historia ex­ pa. Si. en cambio, se sobrepasa lo de «dis­
presándola pensativamente para que pue­ tinto» que cada filósofo o pueblo tiene,
da ser archivada en los museos. El pensar puede llegarse a la equivocídad total y a
filosófico, como pedagógica analéctica de la imposibilidad de una historia de la filo­
la liberación latinoamericana, es un grito, sofía. a lo que tienden las sugerencias de
es un clamor, es la exhortación del maes­ Ricoeur en Historia y Verdad, y en espe­
tro que relanza sobre el discípulo la obje­ cial de Jaspers: no hay historia de la filo­
ción que recibiera antes; ahora com o re­ sofía: hay biografías filosóficas. N i la
velación reduplicadámente pro-vocativa, identidad hegeliana ni la equivocídad jas-
creadora. persiana, sino la analogía de una historia
La filosofía latinoamericana, que tiende cuya continuidad es por semejanza pero
a la interpretación de la voz latinoamerica­ su dis continuidad queda igualmente evi­
na, es un momento nuevo y analógico en denciada por la libertad de cada filósofo
la historia de la filosofía humana. No es ni (la nada de donde parte discontinuamente
un nuevo momento particular del Todo la vida de cada uno) y de cada pueblo (la
unívoco de la filosofía abstracta universal: distinción de la realidad de la opresión la­
no es tampoco un momento equívoco y tinoamericana). La filosofía latinoameri­
autoexplieativo de sí misma. Desde su dis­ cana es, entonces, un nuevo momento de
tinción única, cada filósofo y la filosofía la historia de la filosofía humana, un mo­
latinoamericana, retoma lo «semejante» de mento analógico que nace después de la
la filosofía que la historia de la filosofía le modernidad europea, rusa y norteamerica­
entrega; pero al entrar en el círculo herme- na, pero antecediendo a la filosofía africa­
néutico desde la nada distinta de su liber­ na y asiática pos (moderna, que constitui­
tad el nivel de semejanza es analógico. La rán con nosotros el próximo futuro mun­
filosofía de un auténtico filósofo, la filoso­ dial: la filosofía de los pueblos pobres, Ja
fía de un pueblo como el latinoamericano, filosofía de la liberación humano-mundial
es analógicamente semejante (y por ello es (pero no ya en el sentido hegeliano unívo­
una etapa de la única historia de la filoso­ co, sino en el de una humanidad analógi­
fía) y dis-tinta (y por ello es única, origi-53 ca, donde cada persona, cada pueblo o na-

53 S. Kierkegaard, Post-scriptum, ed. d t., p. 98.

38
ALTERIDAD Y LIBERACIÓN / ANTROPOLOGÍA BIOSOCIAL .

don , cada cultura, pueda expresar lo pro­ mente tautológica de la filosolía europea
pio en la mundialidad analógica, que no se presenta como «bárbara», y al pensar el
es ni universalidad abstracta [totalitarismo «no-ser» todo lo que dice es falso. Lo que
de un particularismo abusivamente unl­ pretendemos es, justamente, una «filosofía
versalizado], ni la universalidad concreta bárbara», una filosofía que surja desde el
[co n su m a ció n u n ívoca de la d om in a­ «no-ser» dominador, Pero, por ello, por
ción])54. encontrarnos más allá de la totalidad euro­
Esta simple posición Europa no lo acep­ pea, moderna y dominadora, es una filoso­
ta; no lo quiere aceptar; es el fin de su pre­ fía del futuro, es mundial, postmodema y
tendida universalidad. Europa está dema­ de liberación. Es una nueva Edad de la fi­
siado creída de su universalismo; de la su­ losofía. una Edad ¿mírelo-lógica: hemos
perioridad de su cultura. Europa, y sus dejado atrás la fisiología, griega, la teo-lo­
prolongaciones culturo-dominadoras (Es­ gia medieval, la /ogo-logía moderna, pero
tados Unidos y Japón), no saber oír la voz las asumimos en una realidad que las asu­
del Otro (de América Latina, del Mundo me. Es una nueva revelación analógica
árabe, del Africa negra, de la India, la Chi­ del Otro en la historia del mundo.
na y el Sudeste asiático). La voz de la filo­
sofía latinoamericana como no es mera­ Enrique Dussel

Antropología Biosocial
La Antropología Biosocial estudia la re­ reunidos en asamblea echando mano de la
lación entre el cerebro y la sociedad del án- razón pura crean la sociedad humana. La
tropos, el ser humano, entre algo biológico sociedad humana sería una creación racio­
(el cerebro) y algo que pudiere parecer me­ na! y cultural, pero no biológica (dejando
nos biológico, nada biológico o, incluso, de lado — que ya es dejar— «la razón»,
antibiólogico (la sociedad). Los pechos de algo tan biológico como la cabeza o los pe­
la mujer son, sin duda alguna algo biológi­ chos). Pero el diseño y funcionamiento de
co, ¿pero no es su cometido algo social? El los pechos y de los testículos no ha sido vo­
pene y los testículos son, sin lugar a duda, tado en asamblea ni han sido concebidos e
algo biológico, ¿pero no es su razón de ser instalados por la razón del hombre.
algo social? ¿Podrían el pene, los testícu­ Pero, ¿no es ya algo tan social como bio­
los y los pechos abrimos camino en nues­ lógico el hecho antropológico de todos los
tra exploración de la Antropología Bíoso- tiempos y de todas las culturas de que haya
cial? ¿No son los pechos y los testículos hombres y mujeres? ¿No es este un hecho
algo tan social como biológico y por tanto elemental tan social como biológico de la
biosocial? Supongamos que los hombres sociedad del ántropos? ¿Y no es algo tan

Llam am os mundialidad analógica d «todo» Por ello, iiú hay filosofía universal (abstracta, uní­
de la humanidad futura unificada en la diversidad voca ni aún concreta). No hay «filosofía sin más».
de sus partes integrantes, donde cada una. sin perder Hay filosofías, la de cada filósofo auténtico, la de
su personalidad cultural pueda sin embargo partici­ cada pueblo que haya llegado al pensar reflexivo,
par de una comunicación sin fronteras de cerrados pero no incomunicables sino comunicadas analécti-
nacionalism os. No es la univocidad de una humani­ eamente; la palabra de cada filosofía es una ana-ló­
dad dominada por un sólo Imperio, sin o una sola gica.
Patria mundial en la libertad solidaria de las partes.

39
ANTROPOLOGÍA BIOSOCIAL

social como biológico el encaje perfecto y y emocional del ántropos. ¿Hay algo más
maravilloso del biberón genético tan dulce subjetivo e individual que el pensamiento y
y tan suave con la boca del bebé? ¿Y no es el sentimiento? Nadie sabe qué piensa de
algo tan social como biológico el encaje de verdad «nuestro mejor amigo», cuando nos
dos enchufes diseñados e instalados por la está ofreciendo una dádiva apetecible que
ingeniería genética com o es la conexión en sus planes es un cebo que oculta un an­
del pene con la vulva-vagina? La cuestión zuelo con el que intenta atraparnos y freír-
es: ¿hasta qué punto insospechado está la nos en alguna sartén. Tiene el ser humano
sociedad humana diseñada, modelada y fa­ una propiedad suya, top secret, que puede
bricada por el plan genético y en qué medi­ ocultar y disimular: el universo secreto de
da puede intervenir o interferir en este dise­ sus pensamientos. Los sentimientos no son
ño y/o fabricación Carlos Marx, Cristo, menos subjetivas, individuales y secretos.
Buda, Hitler? No utiliza de la misma mane­ Puede alguien sentir una repugnancia hacia
ra sus herramientas genitales San Juan de alguien que «le cae muy gordo» y, sin em­
la Cruz o D on Juan, pero ninguno de los bargo, puede ocultar y disimular este senti­
dos ha diseñado esas herramientas ni las ha miento. El sentimiento es algo tan subjeti­
instalado o colocado entre sus piernas. vo e individual que, incluso, no puede un
AI disponer de un cierto margen de di­ amante o un amigo repartir o compartir un
seño y de fabricación de su propia socie­ cruel dolor de-muelas: «tú la mitad y yo la
dad (o de sus propias sociedades) y al ver otra mitad, ¿vale?» Sin embargo, creo ha­
un panorama social tan dispar y a veces ber descubierto unas leyes tan sociales
tan disparatado de una inmensa variedad como biológicas, o sea biosociales, que ri­
de lenguajes y sistemas culturales ame el gen el aparentemente subjetivo y caótico
gran tótem humano de la Torre de Babel, mundo de las em ociones que forman y
el ántropos ha concluido: «N o tenemos conforman un sistema coherente y rígido:
una sociedad dada com o las abejas o las el sistema emocional.
hormigas: aquí nosotros, con nuestra razón
ó con nuestra locura, creamos y deshace­
mos nuestras propias sociedades y cultu­ Paradigma de Antropología Biosocial
ras, como castillos de arena: nos divierte
tanto construir meticulosamente un casti­ Emile Durkhcim nos llamó la atención
llo de arena — llámese Imperio Romano o sobre un hecho colosal y desconocido: los
la URSS— como destrozarlo a patadas.» hechos sociales como cosas, como fenóme­
En esta aparenLe jungla social y cultural de. nos que tienen su propia existencia, exter­
la Torre de Babel, en esta aparente libertad na, distinta y aun opuesta a los hechos indi­
del hombre para erigir y destrozar sus pro­ viduales. Para probar este hecho Durkheim
pias colmenas, en esta aparente diversidad insiste en cómo los hechos sociales se im­
de lenguas o culturas podemos y debemos ponen al individuo: el idioma francés se
descubrir unas leyes biosociales instaladas im pone a un individuo — Durkheim— .
en el cerebro del ántropos que gobiernan Pero, aunque Durkheim definió los hechos
tanto sus sistemas sociales como sus siste­ sociales «como maneras de pensar y de
mas «más suyos»: su sistema mental y emo­ sentir», seguimos pensando que los pensa­
cional. mientos y los sentimientos son algo indivi­
Si puede pasársenos desapercibido el di­ dual y subjetivo, mientras que el francés,
seño e instalación del pene o de los pechos un idioma, es algo social. Sin embargo, en
y sus encajes correspondientes como algo mi opinión, el idioma francés es, como
tan social como biológico, o sea, biosocial, todo sistema de comunicación, la corres­
todavía resulta más difícil descubrir las le­ pondencia y sincronización entre dos sis­
yes biosociales que rigen el mundo mental temas: un doble sistema interior e invisible

40
ANTROPOLOGÍA BIOSOCI1

(el sistema niental/emocional) y un sistema Puede durante el vu elo decid ir c u á n t ^


sensorial, exterior, público (un sistema fó­ conducirá la nave aérea el piloto a u to m á ^
nico y visual). Un sistema de comunicación co o él m ism o — el piloto consciente—
social no es un sistema puramente exterior También el águila, al despegar, vopm ^^
ni puramente interior. No. Es ¡a correspon­ aterrizar es guiado por un piloto automr
dencia y sincronización de un doble siste­ co y por un pilotó consciente. Pero en ^ P
ma interior e invisible (mental/emocional) caso del águila, no sale físicam ente d ^
y un sistema exterior, sensorial y público. avión el piloto consciente y se va a c a s™
Cuando una abeja, volviendo de un viaje No es el piloto consciente el que d e s e ^
exploratorio, danza ante sus colegas, todos chufa todos los motores del águila; es c-
los animales presentes que tengan cámaras piloto automático el que desenchufa el
oculares pueden ver cómo danza (moscas, loto consciente que se apaga com o uir
avispas, pájaros, seres humanos y elefan­ bombilla: no siente nada, no tiene concie^ P
tes). Pero solamente las abejas que tienen cia de nada. A
en su cerebro instalado el programa de la La primera ley rígida, instalada y d i$ ¡^
correspondencia/sincronización de ese sis­ fiada por el plan genético en el ser hum a:^^
tema sensorial — esa danza con una coreo­ es que el piloto automático, siguiendo u
grafía precisa— con un sistema mental y programa instalado en el ordenador
emocional pueden descifrar el mensaje rebral, activa y desactiva el piloto c o n ^ ^
mental (hay tantas ñores y tanto polen en cíente. Cuando estamos dormidos, el p iliw
tal situación precisa geográfica) y emocio­ to consciente está tan desactivado c o i r A
nal (se disparan automáticamente en la abe­ cuando estamos en estado de coma, anc
ja que descifra el mensaje sensorial ciertas tesiados o muertos (la muerte es una sie.L^ ^
emociones precisas: ganas de ir a recoger el irreversible y la siesta es una muerte m
polen, ganas de gozar al olerlo, al tocarlo, versible). A l estar el piloto consciente d V
al recogerlo, al traerlo a la colmena con una sactivado no puede tomar la decisión
intensidad emocional precisa). activarse, Es el piloto automático el que ^ P
La vieja y nueva polémica del idealismo activa: lo saca al mundo misterioso de ^
y del realismo o empirismo es un dispara­ conciencia, del sentir, de tomar d e c isio u c^
te. La clave está en la correspondencia y dentro de unos límites muy precisos que £
sincronización diseñada e instalada en el piloto consciente no ha diseñado ni im _
cerebro entre un doble sistem a interior lado. Cuando el piloto consciente está - - w
(mental y emocional) y uno o varios siste­ sactivado, el piloto automático dirige
mas sensoriales, exteriores y públicos. dos loa sistemas: el digestivo, el respirau^^
rio y todos los demás. Pero en el in g e n io :^
diseño de este maravilloso robot orgáni
Los dos pilotos y biosocial está previsto un piloto co.
cíente y sintiente para realizar ciertas tan.
Comparemos dos artefactos voladores: precisas. El piloto autom ático dirige . 0
un águila y un airbús. El airbús puede des­ complejo sistema respiratorio sin n e c e s iiiA
pegar, volar y aterrizar pilotado por un pi­ para nada del piloto consciente. Pero.
loto automático siguiendo un programa entra a los pulmones un gas nocivo, el
instalado en un ordenador. Sin embargo loto automático necesita la colaboració
necesita del concurso de un piloto cons­ del piloto consciente. En ese caso el pih
ciente que tome algunas decisiones: enchu­ automático informa al piloto consciente ¡ _
far o desenchufar el piloto automático, in­ algo que éste ignoraba: «Un gas n o c iv ™
sertar tal o cual programa-itinerario de está penetrando en el sistema.» ¿Cómo
vuelo (Madrid a Bruselas o a San Peters- envía este mensaje? Activando un densíti™
burgo) y desenchufar toda la maquinaria. metro emocional: el piloLo consciente sieiáft
ANTROPOI.OGÍA BIOSOCIAL

te una sensación desagradable. Aquí pode­ Todos los sistemas sociales — no sólo
mos decubrir la punta del iceberg del sis Le­ los orgánicos— están gobernados por el
ma emocional. El piloto automático informa mismo sistema emocional que funciona
al piloto consciente con un lenguaje único siguiendo estas mismas leyes biológicas,
entre una máquina programada y un miste­ rígidas e ineludibles. Es necesario que en
rioso ente que tiene la propiedad de sentir; la buena marcha del sistema digestivo se
el piloto siente. Sólo el piloto consciente eliminen ciertos deshechos sólidos, líqui­
siente (sensación desagradable por colarse dos y gaseosos. Pero, lo que conviene a
un gas nocivo al sistema respiratorio), pero un sistema somático puede ser perjudicial
el que activa este y cualquier densitómetro al sistema social. Todo está previsto. La
em ocional es una máquina biológica; el programación es ingeniosísima. El piloto
piloto automático. automático activa el densitómetro em o­
cional de expulsar un gas; el piloto cons­
ciente sienLe ganas de expulsar un gas.
Pero no conviene que un líder religioso o
político en pleno sermón desde el pulpito
de la iglesia o del parlamento comience a
disparar con estrépito y a contaminar los
pulmones de sus señorías o de su congre­
gación. El piloto automático desde otro
programa cerebral informa y presiona al
piloto consciente: «si ahora expulsas es­
tos gases ante esta congregación pública,
te castigaré con los azotes emocionales
de la vergüenza y del ridículo». El piloto
consciente aquí tiene la última palabra,
pero no puede cancelar los densitómetros
emocionales activados (ganas intensas de
expulsar un gas y la amenaza de las mul­
las emocionales de la vergüenza y del ri­
dículo).
¿Cómo sabe el piloto consciente que
En la misteriosa y maravillosa ingenie­ tiene que expulsar un gas y no deshechos
ría de este extraordinario robot, el sistema líquidos o sólidos? Aquí podemos descu­
emocional es, además de un sistema infor­ brir cómo el sistema emocional es un sis­
mativo, un sistema de presión. El piloto tema ingeniosísim o que se compone de
automático hace un trato/contrato unilate­ distintas tonalidades o colores emociona­
ral en el que el piloto consciente no puede les: las ganas de comer son de distinta na­
poncr/imponer sus condiciones. El piloto turaleza que las ganas de hacer el amor o
automático, al activar la sensación desa­ las ganas de beber, de besar, de vivir, de
gradable correspondiente a un gas nocivo, suicidarse... El sistema emocional se com­
presiona al piloto consciente; «o te esca­ pone de todo un repertorio de sentimientos
pas de esta zona en la que se respira este o sensaciones distintas por naturaleza.
gas nocivo o seguiré incordiándote». El Pero, además, he acuñado la expresión
piloto consciente sale de esa zona y, cuan­ «densitómetro emocional»; difiere la in­
do el piloto automático verifica que ha ce­ tensidad o los grados del sentimiento de
sado de entrar el gas nocivo, cancela la cero a cien. El piloto automático informa y
sensación ingrata. «¡Uf, qué bien me sien­ presiona al piloto consciente indicándole
to!», suspira el piloto consciente. cuál es la tarea a realizar (ingerir líquidos

42
ANTROPOI.OGÍA BI050C1AL _.

o sólidos) y cuál es la urgencia o necesi­ den programarse y desprogramarse, s i­


dad (ganas de beber a diez grados — «pue­ guiendo unas pautas genéticas y no el de­
do aguantar»— o a noventa grados — «sed seo del piloto consciente. Puede el cere­
salvaje»— ). bro grabar un programa del idioma espa­
ñol (en diversas calidades y cantidades), o
bien un programa que procede del sistema
Program as bíonaturales y bioculturales culinario de los ultraortodoxos judíos, de
fumar cigarrillos, de voto de celibato, de
En el cerebro está instalado ei sistema sexo oral o anal... Un programa biocultu-
digestivo al alimón con el sistema em o­ ral, una vez instalado puede ser tan pode­
cional. Para que el piloto consciente sepa roso como uno bionatural, empatar con
que alimentos son nocivos para su sistema éste y hasta ganarle la partida. Puede el
digestivo existe una programación que de­ piloto consciente de un monje devoto pro­
nomino bionatwal, es decir común a toda gramado con el voto de celibato sentir
la especie. Las heces o el vóm ito están unos impulsos muy poderosos de aguantar
programadas con una sensación muy fuer­ las ganas de hacer el amor a una joven
te de rechazo. En cambio las moscas están atractiva que está a tiro y sentir desde el
programadas — por lo que puede apreciar­ programa bionatural de hacer el amor ga­
se— para gozar paladeando heces huma­ nas intensas de mandar el voto de celibato
nas. No puede el piloto consciente ni el de a la porra. Está por estudiarse con rigor en
la mosca ni el del buitre ni el del ántropos que medida nuestra especie y la de los pá­
elegir el menú de especie ni la correspon­ jaros pinzones está programada con siste­
dencia entre Lal alimento y tal sensación mas bionaturales y bioculturales y qué
grata o ingrata— un cadáver descompues­ fuerza tienen unos y otros. El profesor
to está programado con un sabor exquisito Thorpe descubrió que los pájaros pinzo­
para una ave cantonera pero con una sen­ nes que no escuchaban el canto de los
sación de disgusto muy fuerte para el pi­ pinzones no cantaban, aunque escuchasen
loto consciente del ser humano. En cam­ cantos de otros pájaros. Este es un descu­
bio, ¿por que el Mahatma Gandhi intenta brimiento original en la línea de investi­
comer carne sin éxito o por qué un espa­ gación que debemos seguir: la investiga­
ñol g o z a saboreando ch ip iron es en su ción de qué programas pueden o no gra­
tinta? Las diversas so cied a d es en que barse en el cerebro de cada especie (llamo
cristaliza la especie humana — franceses, disco duro al programa del ordenador ce­
musulmanes, comunistas, cuáqueros...-— rebral que permite grabar ciertos progra­
crean sus propios sistemas culturales. Es­ mas pero no otros: por ejemplo un mono
paña ha creado en su sistema culinario los no puede grabar en su cerebro ningún sis­
chipirones en su tinta y este invento cultu­ tema religioso).
ral puede instalarse en el cerebro a través En la especie humana podemos dejar­
de grabaciones periódicas con más o m e­ nos despistar por la variedad de sistemas
nos intensidad. El cerebro informa y pre­ culturales y no percatarías de que tene­
siona al piloto consciente tanto desde pro­ m os sistemas de comunicación y de co­
gramas bionaturales (aversión al vómito) m unión com unes a toda la especie: el
como bioculturales (adicción a los chipi­ llanto (primer sistema de comunicación),
rones en su tinta: correspondencia entre la sonrisa, el sistema ético, el sistema de
chipiron es en su tinta y una sensación la vergüenza, el sistema de la risa o del
grata determinada). Los programas biona­ ridículo, el sistem a musical común que
turales son comunes a toda la especie e va unido al francés o español (misma me­
ineludibles. Los programas bioculturales lodía para expresar la tristeza o la ira,
no son comunes a toda la especie y pue­ etc.).

43
ANTROPOLOGÍA BIOSOCIAL

El fantasma del castillo ordenador cerebral: beber hasta que el ce­


rebro le diga: «basta», cancelando el densi­
Un estudiante me confesó que después tómetro emocional de la sed.
de leer los primeros capítulos de mi libro ¿Somos entonces un puro robot progra­
El ordenador cerebral1 fue a tirarlo de un mado? Que somos, en un orden de cosas,
séptimo piso: «Si los sentimientos, lo que un robot programado es un hecho científi­
parece más subjetivo, privado y espiritual camente innegable. Pero en otro orden de
no es más que un mecanismo ingenioso de cosas nos topamos con el misterio. ¿Qué es
una máquina para que hagamos los reca­ ese misterioso ser que siente? ¿Qué es sen­
dos para el cuerpo y para la sociedad, en­ tir? ¿Cómo una máquina da órdenes emo­
tonces somos un puro robot manejado por cionales a un sujeto, a un espíritu o como
un horrible ordenador cerebral que nos queramos llamarle?
manipula con las cuerdas invisibles pero Si supiéramos en qué consiste ese sujeto
poderosísimas del dolor de muelas, de la misterioso o piloto consciente, podríamos
sed de agua, la sed de sexo, la sed de dine­ fabricar aviones, automóviles, máquinas y
ro... y hasta la sed de santidad... N o quiero robots que tuvieran instalado un sujeto, un
seguir leyendo este libro más.» A l ir a ti­ piloto consciente que pudiese activarse y
rarlo, pensó que iba a cometer un dispara­ desactivarse y que estuviera informado y
te, ya que podría herir a algún transeúnte. gobernado por un sistema emocional. Pero
Pasados unos días, volvió a leer el libro y no tenemos ni idea ni parece que podamos
al terminar su lectura exclamó: «Hay lugar descubrir este secreto bien guardado. No
para la esperanza.» basta por tanto, para entender la sociedad
Comparto los sentimientos de este estu­ humana o el comportamiento de cada ser
diante. Lo más subjetivo, interior, secreto humano, con descubrir las relaciones entre
e incomunicable son nuestros sentimien­ el cerebro y la sociedad. Hay que contar,
tos. Sin embargo, los sentimientos forman además, con el m isterioso sujeto, piloto
un sistema, el sistema emocional, diseñado consciente, sintiente o fantasma del castillo.
e instalado en el cerebro por un programa­ ¿«Nos» vemos en el espejo? No. Vemos el
dor (sea este programador Dios, la natura­ castillo, pero no el fantasma del castillo.
leza y/o el azar, tema que aquí dejamos de Lo «más nuestro» es nuestro sujeto o pi­
lado). No puede elegir el sujeto ni que se loto consciente: ese m isterioso ser que,
active o desactive su sed de agua, de fama, cuando está activado o despierto, goza, su­
de dinero o de solidaridad. Sólo el sujeto fre, duda, espera, se desespera, se da a los
siente, pero siente lo que una máquina bio­ demás o se aprovecha de los demás... Pues
lógica activa en cada segundo de su vida bien, ese sujeto que entra y sale de la esce­
(ganas de beber o de hacer el amor) y la in­ na de la conciencia no se ve ni se toca. No
tensidad prevista en un densitómetro emo­ vem os ni tocamos a nuestro amante. Ve­
cional (tantos grados de sed: diez, cincuen­ mos y tocamos su cuerpo, pero no vemos
ta o cien). Puede el sujeto aguantar una sed ni tocamos sus sentimientos, el sujeto que
«inaguantable» — de agua o de se x o — , está «sujeto» a esos sentimientos. Un beso
pero no puede cancelar las ganas de beber es una traducción sensorial de un senti­
agua activadas a noventa grados a menos miento interno, secreto, invisible. La tra­
que cumpla con las órdenes precisas del ducción puede ser errónea o tergiversada:

1 Véu'e El ordenador cerebral (Labor, Barcelo­ go: Las tribus (Espasa-Calpe, Madrid 1977). Las re­
na. 1990) Je próxima aparición en inglés (Blackwell, glas del juego: Los sexos (Planeta, Barcelona, 19S2)
Oxford) Con el ifluí o The computational brain, para y Dios hoy en la Ciencia, en la Cultura, en la Sacie­
una explicación más extensa de este nuevo paradig­ dad y en ¡a vida del hombre (Ediciones Nobel. Ovie­
ma. Otras obras del mismo autor: Las reglas del jue- do, 1992).

44
ANTROPOLOGÍA DIOSOOAL/ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

- «¿Con un beso entregas al hijo del hom­ mismo espejo. El cuerpo que vem os — el
bre»?, preguntó Cristo a su amigo y compa- nuestro o el de nuestro/a amante— es tan
. ñero Judas. Los sujetos o espíritus m isterioso com o el espíritu: ¿qué se e s ­
psijé- en griego) se comunican entre ellos conde tras las ilusiones empíricas y los co­
ideas y sentimientos pero no directamente: lorines de la materia que nos despistan?
solamente a través de traducciones sensoria­ Los ojos azules y las curvas de un cuerpo .
les (palabras, besos, abrazos, lágrimas, son­ que nos marea se com ponen de muchas "
risas, patadas, regalos, contactos eróticos...). visceras y líquidos poco «atractivos» que |
¿Cabria un mundo en el que los espíritus asimismo se componen de «átomos» y és­
pudieseis vivir sin sistemas digestivos, sin tos, a su vez, de neutrinos, cuarks y otros |
cuerpos, sin cerebros? ¿Cabria un mundo en' entes de razón tan invisibles com o los es­
el que los espíritus pudiesen comunicarse píritus o los ángeles. La estructura y natu- 1
directamente, sin traducciones sensoriales? raleza íntima y verdadera tanto del beso .
¿Por qué algunos seres humanos son (mundo sensorial visible, tangible) com o
clasificados como «des-almados» o bien de la traducción del beso (amor de padre |
como «almas grandes»? Mohandas Gandhi de hijo, de amante) es un misterio. Pode­
fue calificado com o «mahatma», o sea mos y debemos estudiar la correspondencia I
«alma grande». Pese a todas las programa­ entre los sistemas mentales y emocionales
ciones cerebrales recibidas en el curso de (que no se ven ni se tocan) y los sensoriales *
la infancia y en otras etapas de la vida, (incluyendo los sistemas de comunicación ,
cada sujeto o espíritu tal vez siga una u social: el llanto, el idioma francés, el idio­
otra ruta ética o esté Liea optando por la tu­ ma marxista...); la relación entre el cere- i
pía (topos: lugar, o sea colocarse bien, en bro, los programas (cómo se programan y
buenos «puestos») o bien por la utopía (el desprograman), las diversas socied ades
no-lugar: ou-topos), la utopía del buen sa- que se tejen y destejen con sus sistemas
maritano que «pierde» su tiempo y su di­ culturales y la intervención de] piloto cons­
nero por ayudar a un desconocido que no ciente que puede crear nuevas sociedades y
le compensará o recompensará en el mer­ sistemas (Buda la sociedad y cultura budis­
cado de los favores, del do m des con inte­ ta, Marx la sociedad y cultura marxista,
reses del veintinueve por ciento más IVA. Darwin el darwinismo — y lo que es más—
Sentir y paladear un bello amanecer o la los darwinistas, Freud los freudianos y an-
música divina de Bach; sentir y paladear tifreudianos, y Cristo los cristianos que se
el goce intenso de dos espíritus que se dividirán en c a tó lic o s , protestâmes, angli­
aman a través de besos, abrazos, sonrisas canos. cuáqueros...). Podem os descubrir
y lágrimas es algo misterioso y maravillo­ ciertas leyes biosociales. Ese es el empeño
so. invisible pero real. Por otra parte, tam­ o la tarea de la Antropología Biosocial.
poco sabemos qué diablos se esconde en
ese cuerpo que vemos en el espejo ni en el José Amonio Jdu reg ni

Antropología Hermenéutica
i y ánimo a una bulliciosa multitud de trans­
formadores — aficionados y profesiona­
Durante un tiempo, quizá demasiado lar­ les— que. repletos de voluntad y buenas
go, la famosa decimoprimcra tesis ha pros­ intenciones, han pretendido im poner (a
crito la interpretación y ha dado cobertura menudo sin reparar en medios) diíerenies

45
ANTROPOLOGIA HERMENÉUTICA

programas de Lransformación del hombre, coherente en la que las anteriores pregun-


de la sociedad, de la cultura, etc. Para tales las encuentren, si no una solución, al me­
«mejomdores de la humanidad» la inter­ nos un lugar propicio para ser permanente­
pretación es una actividad ociosa, escapis- mente replanteadas. La argumentación y
ta, complaciente para con el orden estable­ los ejemplos se refieren a la antropología,
cido y, en el extremo, decididamente reac­ como ciencia que se ha beneficiado del re­
cionaria: el espíritu transformador exige ciente «giro hermenéutico»1; pero es pre­
una ciencia comprometida y militante, una ciso señalar que, con leves matices y esca­
ciencia que, sin distracciones hermenéuti­ sas reformulaciones, la exposición resulta­
cas, acate fielmente los dictados de la ante­ ría válida para la filosofía, la historia y el
dicha voluntad y de las buenas intenciones. resto de las ciencias humanas y sociales.
Hoy, cuando se ha evidenciado la inviabili­
dad de alguna de aquellas intenciones y la
perversa intención de alguna de aquellas II
voluntades, acaso sea tiempo de plantear
de nuevo ciertas preguntas: ¿la transforma­ A diferencia de la Hermenéutica clásica,
ción y la interpretación son realmente in­ cuyo fundamento y justificación radican
compatibles hasta el punto de que el ejerci­ en la necesidad psicológica (individual y
cio de una excluye la otra? ¿la comprensión colectiva) de integración comprensiva en
y la crítica se oponen entre sí? ¿las ciencias un corpas de verdades y creencias que
— y particularmente las ciencias humanas conforman la tradición cultural-, la Herme­
y sociales— deben ser primariamente ins­ néutica contemporánea tiene su origen en
trumentos de intervención? el descubrimiento de laradicalidad ontoló­
Desde otro punto del espectro (ideológi­ gica de la interpretación y del lenguaje.
co) y con otros argumentos, la Hermenéu­ Mientras para la época clásica la Herme­
tica se ha visto también denunciada como néutica es un complemento técnico en el
actividad pseudocientífica y estéril. Se tra­ proceso de búsqueda de la verdad, para la
ta esta vez de los herederos del positivis­ época moderna la interpretación es un des­
mo, de los programas fuertes de investiga­ tino: el lugar en el que se constituye la
ción basados en la presunta inmediatez de verdad posible (parcial y episódica) dado
los hechos y en la posibilidad de que una que el hombre y el mundo son, desde el
observación precisa pueda extraer de ellos punto de vista de las ciencias de la cultura,
la verdad única, universal y, por lo tanto, conjuntos significativos, formas simbólicas
ininterpretable. Pero también a este res­ o urdimbres de sentido en los que co-inci-
pecto es oportuno plantear — de nuevo— den interpretación y lenguaje.
una serie de preguntas: ¿a qué tipo de he­ El trazo teórico que va desde Nielzsche
chos se enfrentan las ciencias sociales? ti hasta
(no hay hechos, sólo interpretaciones)
Gadamer (el ser, que puede ser com­
¿qué tipo (y no qué nivel) de objetividad
pueden pretender? ¿qué significa observar
en el ámbito de las ciencias humanas y so­
ciales? ¿cuáles son los límites de la observa­
ti prendido, es lenguaje) pasando por Hei­
degger y Wittgenstein (y sus respectivas
investigaciones en cuanto tienden a supe­
ción? rar la polaridad mundo-lenguaje) o por el
En las páginas que siguen vamos a in­
tentar componer una respuesta articulada y*
% Cassirer de la Filosofía de las formas sim­
bólicas, sienta las bases para una generali-

' Al respecto del j<giro hermenéutico» en las cien- Rabinow, I’, y Sullivan, W.M. (comps.): huerpretati-
cias humanas en general y en la antropología en par- ve Social Science: A Reader, Berkeley, 1979,
ticular, la bibliografía es abundante. Una buena pre- 2 Ejemplo eminente es el desarrollo hermenénlico
sentación de diversas posiciones puede hallarse en: de S. Agustín en su De doctrina cristiana.

46
ANTROPOLOGIA HERMENÉUTICA

zación paradigmática de la Hermenéutica: j\ toma forma de aventura hermenéutica, de


que no aparece por lo tanto com o mero interpretación y comprensión. Interpreta­
método sino como plena cosm ovisión o. ción y comprensión no son. por supuesto,
en palabras de Vattimo, com o filosofía de i /■ indiferentes a la observación y a los he­
la modernidad (dando al genitivo valor chos: se afirman en los hechos aceptando
subjetivo y objetivo)-1. previamente que éstos se recortan sobre
No es necesario multiplicar las referen­ una interpretación subyacente (que no les
cias a las obras de los autores menciona­ priva de su «facticidad» sino que precisa­
dos: tan Lo los argumentos com o las con­ mente la concede y la informa); practican
clusiones son sobradamente conocidos. Y la observación y se remiten a la experien­
a partir de unos y de otras cabe postular cia asumiendo que tanto la una como la
que la generalización paradigmática de la otra se ejercen bajo las directrices (diná­
Hermenéutica se asienta en la constatación micas y variables) de un ser-senlido-len-
— difícilmente discutible— de que el mun­ guaje constitutivo y fundante.
do y el hombre se constituyen como tales
en y por el lenguaje; que no hay nada que
no se dé en una urdimbre de sentido que III
funda y sostiene la realidad hasta el punto
de que llegar-a-ser es llegar a la palabra, a Que las ciencias humanas y sociales — y
la imagen o, más adecuadamente, al relato particularmente la antropología— se hayan
(mythos) constitutivo; que lo real, por lo visto concernidas por la generalización pa­
tanto, se real-iza en el lenguaje: es ya in­ radigmática de la Hermenéutica no puede,
terpretación que tolera o exige un acceso después de todo, resultar extraño. Extraña
hermenéutico. resulta, por el contrario, la reserva que di­
No se trata aquí de un reduccionismo chas ciencias han tenido para acompañar
que elevaría la proposición todo es len­ en sus respectivos ámbitos de estudio el
guaje a categoría metafísica; se trata, sin «giro hermenéutico» que ya, desde finales
embargo, de consolidar la afirmación de del siglo xix, se venía produciendo en filo­
que todo se da en un lenguaje ontològica­ sofía.
mente cualificado, a la vez creado y creí­ En el caso de la antropología, trayecto­
do, lenguaje que articula y constituye el rias como las de Turner, GeerLz, Clifford o
sentido y se manifiesta como cultura en la Marcus han establecido definitivamente 1
cual — y sólo en la cual— se pueden espe­ tanto la necesidad como la gama de p o s i-^
cificar hechos, objetos, acontecimientos y Mbilidadcs de un a c e r c a m ie n t o hermenéuti-jj v
establecer las necesarias relaciones. El / ( co a la(s) culturáis}34. Pero el programa bá-
mundo aparece entonces, efectivamente, ■ sico — y por lo tanto la exigencia— de una
com o mundo interpretado (R ilke) y el J antropología hermenéutica se encontraba
hombre como signo y diálogo (Hölderlin). ‘ ya en una obra del mismo título que A. Or-
La confrontación de hombres y mundos tiz-Osés publicó en 197 i 5, cuando todavía

3 De V ultimo, véase al respecto Más allá de la in­ 3 Ortiz-Osés, A.: Antropología hermenéutica, Ed.
terpretación, Paidós, Barcelona, 1996. La Editorial, Zaragoza, t971 (segunda edición revisa­
J D e la extensa bibliografía de los citados autores da, Aguilera, Madrid, 1973}. Tras esta obra programá­
mencionamos tan sólo obras de obligada consulta para tica, el autor ha seguido una trayectoria fiel a la filoso-
el lema: Tumcr, V.; La selva de'fos símbolos, Taurus, fía hermenéutica que comprende trabajos tanto teóricos
Madrid, 1984; Geertz, C.: La interpretación de las f j I (La nueva filosofía hermenéutica, Anthropos, Barcelo-
culturas, Gedísa, Madrid 1992; Conocimiento local, f \ na, 1986) como prácticos o de interpretación (El ma-
Paidós, Barcelona, 1994; Los usos de la diversidad, triarcalismo vasco. Universidad de Deusto, Bilbao,
Paidós, Barcelona, 1996. 1980; La diosa madre, TroLLa, Madrid, 1996).

47
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

t . en España la Hermenéutica constituía una intervención con vistas al sometimiento,


?/: flagrante ausencia y en el resto del mundo pasando por todos los modelos intermedios
I un atractiva e interesante dificultad^. imaginables de relación e intercambió).
Y , sin embargo, cabe preguntarse ¿no Esta breve constatación es ya una cons­
es la antropología el lugar idóneo para ex- tatación hermenéutica. La conciencia de
perimentar la confrontación entre culturas pertenecer a distintas «tradiciones» (Gada-

Í en términos de interpretación y compren­


sión? ¿no es la antropología, precisamente
por exigencias que provienen de su objeto
mer), «formas de vida» (W ittgenstein),
«mundos» (Heidegger), la conciencia y ex-,
peri encía de inserción (necesaria y consti­
. i de estudio, el espacio apropiado para per- tutiva) en diferentes universos de sentido
}J cibir la constitución de lo real como reali- es la disposición previa para el ejercicio
f zación interpretativa? ¿no está obligada a hermcnéutico. Esta síntesis de experiencia
salvar la evidente distancia entre las dis­ y conciencia — que tal vez sea ajena al

I tintas culturas a través de un ejercicio de


interpretación?
La antropología se ha construida — se
universo teórico de las ciencias naturales o
exactas— se le impone al antropólogo exi­
gida por su objeto de es ludio: el antropó­

¡ construye— como episódico o permanente


encuentro entre culturas7. No tanto como
descubrimiento y exposición de una cultu-
logo se enfrenta a lo extraño-humano, a lo
que permanece extraño aunque revele or­
den; coherencia, estructura o sistema (que
ra, sino, cuando menos, de dos: la cultura siempre son «otros»). Diferentes valores,

! del observador (el antropólogo) y la cultu­


ra observada. El relato del antropólogo,
sus constataciones, sus valoraciones, sus
diferentes com portamientos y actitudes,
diferentes lenguajes, creencias y modos de
vida, diferentes sistemas de producción y
silencios y extrañezas, su misma «curiosi­ gobierno se revelan en la conducta y en la
dad científica» vienen sugeridas por la autocomprensión de los nativos: diferen­
cultura que nos constituye (llam ém osla, cias que. para ser comprendidas, requieren
sin entrar en innecesarias precisiones, oc­ ser interpretadas y, en el ejercicio herme-
cidental): la propia voluntad de saber, el néutico, conducidas sin violencia a la ma­
«hecho» de ver en el nativo un hombre de triz de sentido de la que derivan. Y para
cultura diferente (y no una bestia o un bár­ ello es necesario — tras el primer efecto de
baro. por ejemplo), el interés en componer sorpresa, extrañeza o incluso repugnan­
un texto que revele la «verdad» de la cul­ cia— investigar los sistem as sim bólicos
tura observada (en vez de emprender una que anudan el conjunto de los pensamien­
guerra de conquista u exterminio) son acti­ tos y acciones y lo constituyen como tal
vidades. intenciones o intereses que tienen conjunto; sistemas simbólicos que no dis­
su fundamento en la cultura que nos con­ frazan u ocultan la realidad sino que cifra­
forma. No sé si la curiosidad por lo extra­ damente la desvelan, la exponen en cuanto
ño es «natural»; lo cierto es que las formas realidad o inundo constituidos como mun-
de reaccionar ante lo extraño y de operar do-del-hombre, como cultura.
sobre ello son culturales (y van desde la La disposición y el ejercicio hermenéu-
indiferencia — sincera o fingida— basta la ticos — esporádicos y acaso innaLos en los

b Desde la publicación de la obra de H.G. Gada­ Gadamer en su 70 cumpleaños, Hermeneutik und Dh¡-
mer. Wahrheií mui Methode (Tübingen, 196(1). que ha ¡ckñk (Tübingen, 1970).
de coniar como pumo de partida de la Hermenéutica 7 La proposición sigue siendo válida aún en el
contemporánea, se empezaron a producir reacciones caso de que el antropólogo tome por objelo lo extra-
de aceptación y crítica (o de aceptación critica) que no o extrañado en el seno de su propia cultura: o
reunieron a pensadores com o Ricoeur. Apcl. Haber­ cualquiera de los ámbitos diferenciados en el interior
mas. ele. L'na muestra es el compendio-homenaje a de la misma.
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

primeros visitadores dé lo ajeno que perci­ ción .no sólo tiene sentido sino tal vez un
bieron .cultura donde,ptros.sólo proyecta­ sentido erninente.-De la misma forma, el
ban; barbarie— se ¡benefician ihoy de.justi- sacrificio,ritual de los enemigos y el cani-
:fi cqrion es teóricas y prientaciones metodo­ ¡balismp.practicados •m odélicam ente .por
lógicas válidas ep cuatito.pepiniten acceder Ips aztecas, (y. en dosis.más moderadas por
a' lascu lluras. «o tras». tje ¡forma,más. eficaz innumerables ¡tribus como los iroqueses, a
y cprpprensiya. que deposiciones y .méto­ hurqpes ¡yLtupinambast.por ejemplo) pope "
dos alternativos, ;Lo opal np ¡ha.de enten­ .en.escena.una ^conducta q u e — inevitable- |
derse.CpinP: un; jntcnto. fie, prescindir, de. la .mqnte— ;hiere ¡la .sensibilidad.de! especta­
obscrvaqióm y^deja. crítica. ¡Más bien al dor,'(qcq iden tal):. conducta patológica, des- {
,contrarip,.se:trata,de epajificar;tanto.la una yigda,,criminal,¡Pero-tal conducta tiene, de
como.la ptrarcreo quese. puede demostrar nueyp,,sentido.qp.umuniverSo cultural.en '
que .la interpretación. comprensiva es .la el.que la sangre,(humana), es el.alim ento ,
única,(y, aún.psí, .leve) ¡garantía tanto.de que. necesitan los. dioses yl.por lo tanto, el 1
una;observación .adecuada.como. d e. una ordqn cósm ico para mantenerse9. N o es j
. critica eficaz. preciso ¡multiplicar,ejemplos. S e trataba
Por lo que a la. observación .respecta, tan sólo, de, píos trar que. en el terreno de:las I
cabe señalar lo siguiente:,toda actividad ciencias. humanas .y sociales — particular­
observada -^pienso sobre todo en aquellas mente en. el ámbito, de la an Lropología— ;la '
actividades, que, ¡por ,su.reiteración e im­ observación no.termina con la mera per- ,
portancia,, requieren t?I título, de costumbre . qepcipn de. comportamientos y. su cuidado­
y se convierten así en. categoría cultural— so registro., 0.¡ lo que es. lo m ism o, que una i
.pepe sentido.en el universo,cultural en el cultura, no, puede ser fotografiada . in-rne-
que se produce. Opera aquí-lo que, en.ho­ diatgmente percibida.¡Observar una cultu­
nor.a otro principio, podemos denominar ra es observar un estilo, es decir, una. tra­
«principio,de:relación su ficien te^ :.tal ma de. relaciones cuyo sentido remite a un
. principio,exige entender dos actos corno sistema,sirnbQlicp:,aJa tradición que cons--
parles de, una conducta, de un modo de ser tituye la, conciencia, de hombre y mundo,
o estilo individual y colectivo..Cada acto, que establece divisiones entre lo real y.lo
a primera vista.incomprensible, ocupa en­ irreal,,1o justo,y lo injusto, la virtud.y el
tonces su jugar, en un puzzle que lo hace pecado;.q.ue legitim a.determ inadas con­
no. sólo inteligible ..sino,, en cierto; casos, ductas y jerarquiza, el valor de los comppr-
inevitable: s a c a r un. cadáver.de una casa prmico tos.
practicando.un hueco,en la,pared puede TyLás adelante,insistirem os.en:la impor­
parecer una conducta absurda cuando:la tancia. tfel,universo,sim bólico. Ahora.es
casa tiene puertas y ventanas..La mera ob­ conveniente-replantear.la vieja (y falsa), ín-
servación constata tal absurdo, tal compor­ compatibilidad. entre la comprensión y la j
tamiento «manifiestamente, irracional»;, la crítica,. «La.mejor critica -—afirma el ¡p- ■
'
disposición hermenéutica prefiere conocer justamente, olvidado J.J. Bachofen— con- (
el sistema de, creencias que legitima tal ac­ .siste.en comprender»; quizá la frase sea
ción, el universo,simbólico, en el que la ac­ matizable.. Lo, cierto, es que la mejor crítica

s Principio que podría ser compartido por el es- 9 Más ¡idel ante analizaremos hipótesis explicp.li-
iruciuraiiMno (cfr.. Lévi-Strauss. C.: Anthrapohgie \as de otro tipo, como las procedentes del materialis-
iimaumk', Pión, París. I95S) y por el funcionalismo nw cííííW fjf divulgad as, por M, Harris, cuyo error
rt'ir. Malinowski. B.: Una teoría científica c- la cid- fundamental radica en desconocer la .importancia fer­
iara. Sarpe, Madrid, 19S4. pp. 47 ss.l. Nuestra pers- matiya del sistema simbólico: su autonomía y r e s ­
pectiva entiende, sin embargo. la relación como reía- piones con referencia a l.os otros segmentos que com-
rión .diabólica o de sentido. ponen la totalidad cultural.

49
ANTROPOLOGIA HERMENEUTICA

requiere el fundamento de la mejor com­ constatación c o m p r e n s iv a del pluralismo


prensión. priva a Occidente del privilegio de ú n ic o o
Desde algunas trincheras se signe repro­ ú ltim o esquema cultural acorde con la hu­
chando a la Hermenéutica en general y mana naturaleza y susceptible de universa­
particularmente a la Antropología Herme­ lización.
néutica bien su falta de interés en cuanto a La cuestión es que buscando el origen
critica se refiere, bien su incapacidad para nos encontramos siempre con lo ya origi­
ejercer la susodicha critica. Incurriría la nado, y buscando la naturaleza nos encon­
Antropología Hermenéutica en el flagrante tramos siempre con laculLura: y c u ltu r a s e
delito (de lesa universalidad) del relativis­ d ic e en p lu r a l. El hecho de que la presunta

t mo cultural: al subrayar las diferencias


culturales, al exponer los sistemas simbó-
[' licos que explican tales diferencias, al en-
«naturaleza humana» aparezca siempre
engastada en sistemas culturales produce
el fenómeno (no tamo el problema, y m e­
r tender las culturas como «modos de vida» nos el peligro) del relativismo: efectiva­
I o «comunidades de sentido» autónomas mente. los comportamientos, los valores y
[ (estríelo sensu. es decir, con su propia ley) los juicios, los procesos de raciocinio, etc.,

I
| se privaría de la posibilidad de una com-
¡ paraeión evaluativa y nnrmalizadora que
distinguiera las culturas sanas y virtuosas
son relativos, es decir, se especifican e n
re la c ió n a un universo de sentido o r e la to
cultural básico. Decir que no hay valores
de las culturas perversas. La insistencia en absolutos es simplemente indicar que nada
la comprensión conduciría inevitablemente se sustrae a tales universos de sentido, que
al temido (y. sin duda, temible) to d o vale. nada sobrevuela, ab-suelto de arraigo y
El reproche resulta conocido: Clifford concrección cultural, el universo de lo hu­
Geertz, por poner un ejemplo, en el ámbi­ mano.
to de la antropología ha sido víctima del La antropología ha disuelto — inmiseri-
mismo, así como, en otros territorios del cordemente— unas cuantas elaboraciones
pensamiento. Th. Kuhn o M. Foucault. El especulativas del «estado natural»: ni lia
tema es sumamente complejo. Tanto que encontrado al «buen salvaje» ni se ha en­
no puedo pretender resolverlo en breves lí­ frentado a la «horda primitiva»; ha encon­
neas; aunque sí ensayar un replanteamien- trado sistemas diferentes de imaginación,
to que lo haga digno de ser tratado con raciocinio, juicio, valoración, culto, pro­
I más estudio que ira. ducción y gobierno; siempre sistemas cul­
Si la Antropología Hermenéutica ha avi­ turales. La Antropología Hermenéutica ha
vado <el debate al respecto del relativismo pretendido — pretende-— comprender tales
versus universalismo, o. lo que viene a ser sistemas desde su propia coherencia inter­
casi lo mismo, de las variables culturales na, que les acredita como «mundos», «m o­
versus constantes naturales del ser humano dos de vida» o «comunidades de sentido»,
individual y colectivamente considerado, evitando calificativos como mentalidad
no es tanto porque desemboque — acusa­ prelógica, salvajismo cruel, depravación
ción infundada— en el proverbial anything moral o p atología colectiva. Con e llo
goes, sino porque el reconocimiento de la muestra y demuestra que la gama de posi­
pluralidad cultural y la propuesta — bas­ bilidades del comportamiento humano for­
tante sensata— de la inconmensurabilidad ma un mosaico colorista y dinámico (no
de las culturas arremeten contra alguno de siempre agradable o no agradable para to­
los seguros baluartes que nuestra propia dos) que incluye conductas que van desde
cultura ha ido generando a lo largo del la calma proverbial de algunas tribus poli­
tiempo: y no por el hecho de que se pre­ nesias hasta la ferocidad (también prover­
tenda sustituir nuestros esquem as por bial) de Jos aztecas o los yanomamo: todos
otros «de importación», sino porque la ellos comportamientos humanos — dema­

50
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

s ia d o h u m a n o s — , to d o s e llo s c o m p o r ta ­ pacho. Y esta indisposición a variar mis


m ie n to s q u e c o n ju g a n r a c io n a lid a d e ir r a ­ hábitos gastronómicos no se debe a una
c io n a lid a d , c á lc u lo y d e v o c i ó n , ló g ic a y elección individual: nosotros, los occiden­
m ís tic a . T o d o s e llo s c o m p o rta m ie n to s n a ­ tales, participamos de los códigos de un
tu r a le s p re c is a m e n te p o r s e r c o m p o rta ­ sistema cultural que hace intolerable el sa­
m ie n to s c u ltu r a le s . crificio humano y el canibalismo, nos he­
L a in v o c a c ió n a la n a tu r a le z a h u m a n a mos socializado en el marco de un univer­
— o a la m e n te h u m a n a — 10 c o m o fu e n te so simbólico que prescribe unas conductas
d e s o lu c ió n d e p ro b le m a s e s b a s ta n te e s té ­ y proscribe otras (no tolera el infanticidio
ril. S e a lo q u e s e a la n a tu ra le z a , lo c ie rto femenino, tolera en algunos casos la pena
e s q u e lo s p ro b le m a s se g e n e r a n e n el n i­ de muerte y se le plantea un «problema de
v e l d e las c u ltu ra s ; y e s p r e c is a m e n te e n umbral» con el aborto, por ejemplo: y pro­
e s e n iv e l d o n d e h a y q u e b u s c a r (o p ro p o ­ gresivamente con la eutanasia).
n e r. o im a g in a r...) las s o lu c io n e s . El conocimiento comprensivo de otras
E l i n te r é s d e la A n tr o p o l o g í a H e r m e ­ culturas no conduce a la indiferencia: más
n é u tic a p o r lo s sisL em as s im b ó lic o s ra d ic a bien al contrario, agudiza el sentido críti­
— c o m o a c o n tin u a c ió n v e r e m o s c o n m á s co y dota a la crítica de fundamentos múl­
d e te n im ie n to - — p re c is a m e n te on e s ta c u e s ­ tiples.
tió n : p u e s s o n lo s s is te m a s s im b ó lic o s el A una crítica, todo hay que decirlo,
m a rc o en el q u e se c o n s titu y e n lo s v a lo re s que se ha de dirigir preferentemente ha­
y c o m p o r ta m ie n to s b á s ic o s d e u n g ru p o , cia el universo cultural que nos constitu­
lo s q u e le g itim a n la s c o n d u c ta s , in te n s if i­ ye. A quellos comportamientos que nos
c a n o d i s u e l v e n lo s c o n f l i c t o s , g e n e r a n son ajenos, aquellos que se alzan ante no­
i d e n t i d a d y d if e r e n c ia . S o n lo s s is te m a s sotros como radical alteridad, ni nos in­
s im b ó lic o s lo s q u e d ic e n « a d in tra » y « ad quietan ni nos tientan. Que esas culturas
e x tra » , r e f le x iv a y tr a n s itiv a m e n te , lo q u e «otras» deban desarrollar — también por
u n g ru p o h u m a n o es, lo q u e q u ie re , p u e d e , comparación— sus propias formas de au­
s a b e , d e b e y e s p e ra . tocrítica cultural me parece evidente. Es,
P o r e llo la u rg e n c ia d e l c o m p re n d e r. P o r sin duda, un proceso abierto cuyo futuro
e llo la c o m p re n s ió n a n te c e d e — y d e b e a n ­ no podemos predecir. Cabe suponer que la
te c e d e r— al a n s ia d e ju z g a r , a la s ie m p re globalización acelerada de los mercados,
p re s ta d is p o s ic ió n a c ritic a r o a la v o lu n ta d políticas y com unicaciones acelerará un
d e tra n s fo rm a r. proceso de parcial homogeneización cultu­
R e s ta u n a ú ltim a c u e s tió n . C o m p ren d er ral (que sin duda p rovocará nuevos proble­
lo s d i f e r e n t e s s is te m a s c u l t u r a l e s , c o m ­ mas y nuevos conflictos).
p r e n d e r lo s d e s d e su s u n iv e rs o s s im b ó ­ El caso es que la Antropología Herme­
l i c o s . n o s i g n i f i c a d e c i r q u e to d o s s o n néutica no pone en peligro la capacidad de
« ig u a le s » s in o , p o r el co n L rario , q u e so n juicio o el sentido crítico: no nos dice que
d is tin to s . N o s ig n if ic a ta m p o c o aceptar. no debemos juzgar desde nuestras catego­
C r e o c o m p r e n d e r e l s e n tid o — p o r p o n e r rías culturales sino que, por el contrario,
d e n u e v o u n e je m p lo d rá s tic o — d e l s a c ri­ nos muestra que sólo podemos juzgar des­
f ic io a z t e c a y d e l c a n i b a lis m o ritu a l. N o de esas nuestras categorías culturales. Y
p o r e llo e s to y d is p u e s to a d e v o r a r — re q u i­ que es buena cosa que seamos conscientes
r ie n d o ju s t i f i c a c i ó n d iv in a y a p e l a n d o al de ello, y que perdamos ciertas segurida­
re la tiv is m o c u ltu ra l— a m i v e c in o d e d e s ­ des. Y un ápice de dogmatismo.

10 Unitarias y universales, por supuesto. Pero sólo


per supuesto.

51
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

Creo que quienes siguen levantando mo­ sentido: se manifiestan y -se arriesgan a la
numentos: a-la ignota naturaleza humana confrontación.
málentienden e l :prob tema:antropológico, T ras:lo s :pasos de Nietzsche, Cassirer,
sociohistórieo y :filosófico: ;la:n (incógnita Heidegger, Wittgenstein o .Gadamer hemos
naturaleza) se da siempre .culturalizada; .el .comprendido .que no,hay -.ummundo, sino
ámbito-.de-planteamiento del ¡problema' hu­ :.una pluralidad.de:mundos:,tantos.como len­
manóles. el de.la- diversidad.cultural y:él.de guajes. Y. hemos aprendido.que la vía de
la..posibilidad — real .o imaginaria— ;de .acceso. a ilos -di ferentes ;mundos- e s :herme-
aproximación entre culturas. ¡náutica..En«otras palabras,_un.mundo es
Y.en.ese.nivél.es.en él que‘hay.que pre­ siempre una.comprensióm.UTV.umverso sim­
guntare, alrespecto.de los mni versales .an­ b ó lico :que,-a su -,vez:hay.que comprender y,
tropológicos ,(presuntos, ■hasta. que:no se por ;lo tanto, (.ya. que Ila .comprensión:no es
.demuestre lo ,con trari o).. N i. c abe:pre-supo - ;inmediata,- empáíica o contagiosa), hay que
nerlos/ni cabe atribuirlos.a.la.n incógnita: interpretar.!El:trabajo-.del antropólogo.con­
tal vez :quepa buscarlos entre-.el denso Ta­ siste, en,una comprensión-de segundo ni­
raaje dedos.diferentes sistemas sim bóli­ v e l 2: comprensión de .comprensiones.'El
cos. Tal vez haya que inventarlos (donde .antropólogo se encuentra, utilizándo la jus­
¡nveníar no significa crear de,1a nada sino tamente fam osa expresión de:Rilke, con
ia-venire, .hacerlos venir de su lugar de mundos interpretados que se le ofrecen
procedencia). Tal-.vez — dejemos todas las como texto, TélaLo o leyenda: material sus­
posibilidades.abiertas— haya que olvidar­ ceptible de lectura, Lraducción.y: re-interpre­
los y operar.con entidades, reales o imagi­ tación. Esto.yno otra cosa son las culturas.
narias," menos ambiciosas.IV *lio Ahora bien,'las expresiones, texto, relato
y leyenda -han de ser. entendidas en su sig­
nificado ¡más profundo y radical. Aluden
IV al universo simbólico en el cual un grupo
humano se:rcconoce,com o tál, conoce el
«Quedaré cautivado por los. componen­ entorno;real e imaginario y-se constituye
tes _cii Iturúlmente. específicos,, estudiaré ;.así en cultura. Se trata, efectivamente, del
coma tención ilo s:procesos de raciocinio-,y ,mythos com o soporte, e intensificador de
i caeré.deibruces sobre los-sislemas simbó- .conductas, valores y comprensiones: como
! licos. 'Todo .eso no hace desaparecer .el . arlicidación del sentido.
j mundo;ral .contrario, lo expone a la v is - Y ¡precisamente en da comprensión .del
i. tan .» ;Ln.declaración de .Clifford Geertz, sentido radica el,interés de la Hermenéuti­
decidida, -vale, com o.escueto;programa, de ca,desde.-sus.comienzos: el sentido.dc;las
■una Antropología Hermenéutica,-porlo me­ verdades y los valores, de las prohibicio­
nos, en, cuanto local iza los objetivos: com­ n e s . de las.devociones, de los rituales..De
ponentes- culturales. específicos-procesos , aquí'la necesidad de. dirigirse: al -universo
de raciocinio-sistemas simbólicos: que. no sim bólico.com o lugar privilegiado en el
son. efectivamente, .cortinas que ocultan el que se. con figuran y transforman las: imá­
«mundo- verdadero» sino los:1egítimos-.es­ genes de sentido (Siim-bilder) que.coagu-
caparates, en. los quedos diferentes mundos :lan. conocim ientos, intereses y ;fantasías,
se .exponen. :Y-se exponen en un .doble .conforman la. identidad y constituyen la

;l Geertz,-C.: Conocimiento ¡ocall Paidós: Barce­

r lona. 1994, p. 212.


12 O de enésimo, si se tiene en cuenta que la evo­
lución cultural se realiza como proceso de hitcrpreta­
lio continua.

52
ANTROPOLOGÍA -HERMENÉUTICA- 1

conciencia (y acaso el inconsciente)1de un- algunos decenios-, han ido acumulando-


grupo humano: fracasos- hasta'hacerse prácticamente in- j
T al vez. sea: preciso'insisLir. brevemente1 sosteniblés.-Pienso fundamentalmente en
en la centralidad dé la-pregunta por el senti­ el materialismo cultural; su popularidad' j
do cuando dé lo que se trata es-de compren­ — sirva como-ejemplo la obra de su m á x o
der una cultura; Y tal vez sea preciso por­ m e divulgador,. Mi Harris— no:se debe- a (
que persiste —contra' toda evidencia— al­ lbs éxitos logrados sino a. lá simplicidad
guna voz qué entiende' el sentido como' d e la’ teoría; que reduce- «los enigmas de
valor suntuario, como una especie" de'plus­ las culturas» am era búsqueda dé-proteí- ,
valía ajena, a lá estructura fundamental de ñas. E l único efecto conseguido es discul­
las sociedades o grupos líumanos. No con- par lo s1extraños comportamientos de los
siguen entcnder estas líneas de pensamiento diferentes pueblos, civilizaciones e impe­
que la complejidad cultural — tanto di acró­ rios-recurriendo a una causa racionalmente
nica como sincrónicamente considerada-— inteligiblé-y racionalmente aceptable por el
difícilmente tolera explicaciones reduccio­ racional lector occidental- Pero1el precio es
nistas del tipo de la «determinación en últi­ excesivamente alto: las construcciones teó­
ma instancia». El universo simbólico no se. ricas del materialismo cultural no se sostie­
explica — en cuanto a su origen y desplie­ nen ni'desdé el punto de vista empírico'ni'
gue— desde la estructura económica (la. desde e l punto, de vista-lógico. Y el mate­
presión demográfica, o ecológica...). Y, lo rialista cultural— buen evolucionista, buen
que quizá sea más importante, el simbolis­ racionalista— no entiende’que e l déficit
mo cultural no se comprende por referencia' proteínico (o la presión demográfica) no es
única a presuntas causas externas. la;causa-última.de la formación y desarro­
No se trata de un mero argumento dé llo de ninguna mitología, de ninguna cos­
fuerza: todos los trabajos de antropología- movisión. Como tampoco entiende que la
hermenéutica y antropología sim bólica multiplicidad de racionalidades distintas no
coinciden en' mostrar la autonomía del puede— ni debe— reducirse a (ni explicar­
universo simbólico. Entiéndase bien: auto­ se por) la «ú'nica-rarionalidad verdadera».
nomía no quiere decir independencia.. En La breve exposición-de un ejemplo pue­
una cultura todos-los mecanismos están in- de contribuir a- esclarecer la perspectiva
Lerreladonados formando un tejido en el que aquí se propone. Por dos razones elijo
que apenas es posiblediscemir causalida­ el-«caso» azteca, al que ya he-hecho refe­
des unívocas y sí, por el contrario, apre­ rencia esporádica anteriormente: primero,
ciar interdependencias' (que pueden darse1 porque ha sido objeto de estudio para las
en la forma del refuerzo pero también del: más diversas-corriemes antropológicas; se­
conflicto) entre los distimos vectores fun­ gundo, porque1alguno de los- usos de la
damentales. cultura azteca.— el sacrificio humano ma­
Por todo ello, la alternativa teórica váli­ sivo: el' canibalismo— se sitúan en el ex­
da no consiste en reducir sino en intentar, tremo de lo incomprensible, inexplicable e
comprender: no reducir todos los vectores intolerable desdé nuestra cultura y desde
que conforman la cultura a una causa úni­ nuestra racionalidad. El juicio que merece
ca sino respetar liv complejidad cultural y el comportamiento azteca parece casi evi­
comprender el conjunto. De hecho., las dente: pero nos- ayuda poco a comprender
teorías monocausales, que han predomina­ el fenóm eno13. Y las aproximaciones ra­
do en la historia de la antropología durante cionalistas se han revelado profundamente

Insisto en que comprender no significa «discul­


pan' ni -(perdonar»; actitudes que. por otra parle, no
vienen al caso.

53
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

insatisfactorias. Y es que el enigma de la Y la cultura no se reduce a epifenómeno


invencible ferocidad azteca no admite ex­ supraestruccural de planos infraestructurales
plicación si no es teniendo en cuenta el en los que se encontraría la verdadera causa
universo simbólico, la trama mítico-reli- que la ideología disfraza u oculta. El mate­
giosa en torno a la cual se gestó una identi­ rialismo cultural, a través de Sh.F. Cook,
dad colectiva y un sentido de misión sagra­ M. Hamcr o M. Harris14, ha ensayado una
da que hicieron del pueblo mexica una má­ racionalización del comportamiento azteca
quina de guerra y convirtieron a su capital, explicándolo com o consecuencia de la
Tenochtitldn. en un macroaltar sacrificial. presión demográfica (que el sacrificio ma­
El episodio histórico es más o menos co­ sivo ayudaría a aliviar) o del agotamiento
nocido: en un lapso de tiempo relativamen­ de recursos ecológicos y el consecuente
te breve, un pueblo pequeño y débil en déficit proteínico (que el canibalismo pa­
comparación con las fuerzas existentes en liaría al proporcionar a los aztecas proteí­
la zona de la actual Ccntroamérica conquis­ nas cárnicas suficientes). Tanto a nivel fi­
tó un imperio a través de una serie inin­ losófico como a nivel empírico la hipóte­
terrumpida de guerras expansivas. El pueblo sis materialista incurre en errores graves:
mexica, eje de la cultura azteca, se mostró filosóficamente porque reduce cualquier
particularmente feroz. Tanto los documen­ (y todo) tipo de relación a relación causal;
tos históricos como los datos arqueológicos y empíricamente porque estudios más re-'
prueban que e¡ sacrificio humano y el cani­ cientes prueban que no hubo nunca una
balismo fueron practicados a escala desco­ presión demográfica apremiante (y que
nocida en otras latitudes: cálculos actuales cuando se produjo mayor incremento de
ratifican que en una sala ceremonia pudie­ población en la zona de Tenochtitlán fue
ron ser sacrificados 15.000 prisioneros, ci­ precisamente en épocas avanzadas del im ­
fra realmente impresionante: y cronistas es­ perio. cuando el sacrificio humano y el ca­
pañoles hacen referencia a una pared en Te- nibalismo formaban parte de las tradicio­
nocbdtlán construida con cráneos en la que nes más asentadas o de las «rutinas» de los
contaron 136.000 unidades. Los mismos aztecas) y que no se produjo el «déficit
cronistas describen, no sin horror pero con proteínico» que Marvin Harris introduce
notoria corrección, las ceremonias sacrifi­ — por el bien de la teoría— . Más bien su­
ciales y los festines caníbales consecutivos. cedió lo contrario de lo que los materialis­
Puede pensarse que los aztecas fueron tas culturales proponen: el imperialismo
«naturalmente» agresivos, que su feroci­ azteca —con su vocación sacrificial y ca­
dad no requiere mayor ex p lica ció n : seres níbal inclu ida — fue el causante de la acu­
inhumanos, carentes de sensibilidad y va­ mulación demográfica al favorecer (o im­
lores, más animales que personas, habrían pulsar) la emigración hacia la capital del
dado rienda suelta a los más elementales imperio, con lo cual se generó, no tanto
instintos. Pero el problema es que son hu­ una deficiencia de proteínas como un pro­
manos, que efectivamente tenían vajores blema de abastecimiento y la consecuente
compartidos. Lo que ocurre es que los va­ escasez de alimentos (no sólo cárnicos) y
lores, com o la sensibilidad, se conforman de todo tipo de mercancías.
culturalmenle; la explicación de la «fero­ De hecho, ni desde el nivel político ni
cidad» azteca no se halla en la naturaleza desde el económ ico (en el que inclu yo
sino en la cultura. ecología y demografía) se produce una ex-

1-1 Cook, Sh.F.; «Human sacrifice and warfare as fac­ Aztec sacrifico, American Etimología!, 4, 1977; «The
tors in the demography of pre-colonial Mexico», Hitman enigma of Azlec sacrifice», Natural History, S6, 1977;
Biology, 18, 1964; Hamer, M,: «The ecological basis for Harris, M.: Caníbales y reyes, Alianza, Madrid. 1988.

54
ANTROPOLOGÍA HERMENÉUTICA

plicación adecuada de los rasgos específi­ Huitzilopochtli, no el dios único (los azte­
cos de la cultura azteca. En ella — como, cas mantuvieron siempre un poblado y po­
por otra parte, en el resto de las culturas— lícromo politeísm o) pero sí el dios más
sucede que todos los planos están interre- importante. Los mexicas son el pueblo de
lacionados y cada uno de ellos aporta al Huitzilopochtli, el pueblo del sol: el dios
tejido una parte sin duda esencial. Pero ni les condujo en su mítico éxodo hacia Te-
la política es mera función de la economía nochtitlán: les sacó de mil apuros, les ayu­
ni el universo simbólico es mera legitima­ dó en mil batallas hasta mostrarles la tierra
ción de ambas. prometida. Pero como pueblo del sol los
En el caso que nos ocupa, la respuesta aztecas acogen la sagrada misión de ayu­
ha de buscarse precisamente en el nivel dar a éste en su permanente lucha contra
simbólico, en el conjunto de creencias que, las fuerzas de la oscuridad: la solidaridad
como anteriormente he indicado, dieron al de grupo que confiere el hecho de ser hijos
pueblo mexica identidad y sentido. Y si no de la divinidad solar se completa entonces
se entiende la importancia de la identidad y con un sentido misionero que consiste en
el sentido — presuntamente epifenoméni- contribuir con su comportamiento a la vic­
cos—■nunca llegará a comprenderse la toria de la luz y el consecuente manteni­
complejidad de una cultura, ni estructural miento del orden del universo. Ahora bien,
ni dinámicamente considerada. En el mito así como los dioses favorecen la victoria
y el ritual está la respuesta al enigma azte­ militar del pueblo mexica, así también exi­
ca; porque en el mito y en el ritual el pue­ gen ser alimentados y fortalecidos para su
blo mexica se constituye como tal, se dice lucha permanente: y su alimento es la san­
a sí mismo y a los demás quién es y cómo gre humana.
es, cuál es su misión sagrada y cómo debe El universo simbólico azteca se asienta,
realizarse tal misión. El mito y el ritual ins­ por lo tanto, en una particular idea de co­
piran, mantienen y ratifican los comporta­ laboración entre hombres y dioses, para la
mientos individuales y colectivos15. cual la vicLoria militar y el sacrificio hu­
En la zona mesoamerícana y en épocas mano son absolutamente indispensables.
anteriores al dominio azteca parece que se Y el canibalismo que sucede al sacrificio
practicaban ya sacrificios — y sacrificios no se explica proteínica sino ritualmente:
humanos— a las distintas divinidades de un se trata de canibalismo ritual, se trata de
complicado panteón que incluía dioses del una comunión eucarística en la que hom­
cielo (Tezcatlipoca, Huitzilopochtli..) y de bres y dioses comparten alimento y ganan
la tierra, fertilidad y v e g e t a c ió n (Tláloc, fuerzas para contin uar la lucha.
Xipe Totee.,.). Durante“mucho tiempo ese El comportamiento y el propio ser del
conjunto simbólico, complicado y dinámi­ pueblo azteca se comprenden desde este
co, sancionó comportamientos individuales universo simbólico brevemente esbozado:
y colectivos que no tuvieron nada que ver la sagrada obligación de mantener y ali­
— por lo menos cuantitativamente— con los mentar a los dioses para preservar el orden
desarrollados en el posterior periodo azteca. del cosmos dotó a los aztecas de rasgos cul­
Pero es que con el advenimiento de los turales específicos que se concretan en tres
aztecas se observa una modificación no­ palabras: guerra, sacrificio, canibalismo.
table en el universo simbólico: se opera La sensibilidad azteca, su concepción de
una completa «solariz ación» que hace de la piedad o de la virtud, así como de la fal-

15 Una introducción a la milologfa azteca puede sociopolfticas en Conrad. G.W. y Demurest, A.A.:
hallarse en Caso, A.: El pueblo del sol, F.C.E., Méxi­ Religion a nd Empire, Cambridge University Press,
co, 1971; una interesante lectura de las implicaciones 1984.

55
ANTROPOLOGÍA h e r m e n é u t ic a

t a ó el pecado se deducen1dé esta-trama: sistemas simbólicos los que dan cuenta dé'
simbólica: e l pecado es 1á'cobardía (peca- procesos de raciocinio; criterios de verdad
docoritra los hombres, los dioses-y e l■üiií- y esdalaS-dé valor: dé tbdos-cuantos sóiv y
versó en su totalidad) y las figuras’máxi­ han sido. Liria gama extensa dé mundos rea­
mas de la virtud y dé la piedad1tienen qué' les (im aginan áiiiéii te c ons ti liii dos16) ' que'
ver cón el'cómplejb'qué hemos descrito: el sin duda no'agota la nóm ina de mundos
guerrero muerto en el-campo de batalla' ó posibles. Y comprender e so s mundos es
en!la' piedra' del sacrificio (que gozará' dé ún ejercicio importante; no sólo para satis­
tin puesto importante en compañía’del'sol)' facer la1curiosidad intelectual Característi­
y la mujer que muere de paltó'(piles el ca'dé' nuestra cultura,- sino-para retomar a
simbolismo azteca reduce el! papel' dé la' nosotros mismos con una mirada'diferen­
mujer a productora dé'güerrér'os). te'. Ñ o se tratá dé'abofiaf lh nostalgia por los
Quiero mostrar con todo esto que lá'píe- paraísos perdidos. Precisamente la antropo­
stírita «pasividad» de] nivel' simbólico-es logía muestra que no hay tales paraísos. Se
un-error de apreciación. El universo' sim­ trata más' bien dé apreciar qué cada cültura
bólico es eminentemente productivo:'pro­ produce' sus formas' de verdad (y, conse-
duce seiiíido. Y de la m isma'forma; que cúentemente, de error) y de virtud, su arte y
una cultura no puede prescindir de los ali­ su economía, sú sensibilidad, pero también
mentos y mercancías que se producen1en su miseria; surhorror. Se tratá de ver cómo
el nivel económico y no se entiende simias cada cultura narra y escenifica la humana
estructuras de organización qué se produ-, candil io de forma diferente, generando fi­
cen en el nivel político, tanipóco-puede guras distintas que para nosotros resultan
prescindir del sentido que'se producé eri el «exóticas». Y se trata también dé apreciar,
nivel simbólico y solamente en él. Y aún por comparación, nuestro'propio exotismo:
sin mitigar la importancia de úna an[topo­ e l: d é nuestros usos y costum bres; el dé
logía económica o de una antropología po­ nuestras verdades y nuestros" valores; ol de
lítica, ambas necesarias, se puede afirmar nuestro simbolismo compartido.
que la posibilidad de comprensión de un El relato que nos contamos a nosotros
complejo cultural radica fundamentalmen­ mismos y que hace de'nosotros únicos o
te en lá interpretación del:universo simbó­ úlLimos, ápice de las civilizaciones y con­
lico: puesto que en él se expresa la cultura sumación de la «naturaleza humana», ese
como mundo o forma de vida; en él- se relato qúe hoy inclíne palabras como mo­
dice y se celebra la identidad y el sentido dernidad, hum anism o, progreso... no es
del grupo y en él se dan cita las conviccio­ del Lodo'original; Una breve excursión que
nes y sensibilidades básicas que explican nos ponga' en contacto con oLros universos
las-decisiones y voluntades conscientes sim bólicos nos persuadirá de élló. Y tal
que interactúan en el nivel político.V vez ayude a romper con ciertos dogmas
que todavía resisten.
Y éii este intento, tal vez el único que
V merece la pena, la Antropología Hermenéu­
tica acom ete una tarea fundamental: que
La Antropología Hermenéutica fija su consiste en mantener la tensión entre los
atención en los sistemas simbólicos por­ parámetros culturales propios y los ajenos,
que en ellos las culturas se exponen: y con o, lo que viene'a ser lo mismo, entre univer­
ellas los hombres y los mundos. Son los salidad y parLicularismo(sj. Hija legítima

K’ Véase al respecto de la constitución imaginaria y La institución imaginaria de la saciedad (2 vols.).


de las relaciones simlx>li>mo-soeiedad Casioriadis. C.: Tusquets, Barcelona, 1983.

56
1
ANTROPOLOGÍA'HERMENÉUTICA / ANTROPOLOGÍA INTERPRETATÍVA

de'la!tradición ofccidéiitai, educada en sus tér cultural y simbólico dé nuestra «imagi- t


valores y portadora dé sus ambiciones, lk nación moral», al confrontar ésta con otras *
Antropología Hermenéutica-no puede1de­ diferentes; tal vez perdamos'1ese tipo de j
sasirse'del univeTso simbólico en el qué certidumbre que es la antesala del dogma.
participa; pero hija de’un períodode'crisis, Sin duda volvéremos a'platileár pregón- |
está dispuesta a comprender otros univer­ tas. Las m ism as. Las que nos inquietan-
sos. a aüscükar devociones, a re-conocer desde hace um tiempo: P erirlo haremos7 I
verdades; valores y razones. Consciente de1 Con otro tono y buscaremos-en-otra direc- .
sus pre-supuestos, prefiere no imponerlos ción: ¿hay valores y verdades universali-
sino'exponerlos. zables? ¿es posible mediar entre los distin- ¡
Qülzá:en el fondo no estemos sino ope­ Los mundos o comunidades- de sentido?'
rando lk-extensión teórica de un principio ¿hay- constantes profundas en-la g'ama'po- (
ético que'se ha elaborado' en ñüéstrá pro­ limorfa de los universos simbólicos? Aca­
pia cultura: etr todos los niveles de la ex­ so-sean1las mismas preguntad. Pero el he- {
periencia uno'1prefiere' ser comprendido cho'de dirigirlas a la pi uri forme cülturasin
cotí anterioridad a ser juzgado. Esta prefe­ invocar a la incógnita naturaleza anticipa
rencia—cultural, como todas—- se halla a un episodio diferente.
la base de una teoría que'estima que la Estoy convencido de que la tarea'de la
comprensión eS, no sólo anterior al juicio, Antropología Hermenéutica; de la Herme­
sino 'condición indispensable del juzgar. néutica Simbólica —o de la Hermenéutica
Y todo ello: no favorece la indiferencia to'ut court— no se agota en la1exaltación de
sino la posibilidad' de trato (cortés) con la la-diferencia o en la contemplación'— inter­
diferencia. Sin remedió' seguiremos man­ pretativa y comprensiva— dé la diversidad.
teniendo nuestros modos de vida, ejercien­ Pero las vías que con una investigación' de
do nuestros comportamientos virtuosos y este tipo se abren no pueden, todavía, ser an­
perversos, jurando por nuestros dioses y, ticipadas. Conocemos — y aceptamos— el
acaso, muriendo y matando por nuestras punto de partida; no sabemos, sin embargo,
ideas. Pero quizá, y ésta será la medida del qué direcciones se inaugurarán en el recorri­
tramo-recorrido, con un ápice de escepti­ do: Y en ello, precisamente, radica el interés.
cismo o dé distancia, con menos autoconf
placencia y seguridad. Al mostrar el carác- PatxiLanceros

Antropología Interpretativa
1. ¿Fin de la antropología? ya la explicación, como la tarea central a
la que debe entregarse el investigador de
Una vez superado1el clima de animad­ la cultura, Las herramientas conceptuales
versión que contra la especulación filosófi­ de que tal orientación se está valiendo pro­
ca habían desplegado, desde posturas cien- ceden en gran medida de la filosofía: y.
lificistas, tanto el materialismo cultural más en concreto, de la Hermenéutica. Esa
como el estructuralismo de Lévi-Strauss sensitividad hacia ios problemas relativos
— las estrategias dominantes en los 60 y a la posibilidad'de traducir al nuestro siste­
principios de los 70— . parece en vías de mas de mundo exóticos es central en la lla­
hegemonización una tendencia en antropo­ mada escuela posmodema, cuyos represen­
logía que reclama la interpretación, y no tantes — Crapanzano. Rabinow, Taussing.

57
ANTROPOLOGIA IVIERPRETATIYA

Clifford. Pratt. Rosaldo...— ! han insistido reducción, ante las trampas de la elección
en que es el carácter experiencia! del tra­ y de la exclusión, y ante la conciencia de
bajo sobre el terreno lo que otorga una sin­ ser instrumento sometido al despotismo de
gularidad al enfoque antropológico, y no la representación y del discurso. Se perci­
tanto su capacidad de procurar inferencias be entonces, todavía más poderosa, la con­
de orden general. Desde tal óptica, la labor dena a no poder hacer otra cosa que ficcio-
teórica del antropólogo queda deslegitima­ nar sobre las ficciones sin garantía que le
da más allá de la elaboración de conjeLuras cuentan los otros, y entre las que creyó ver
probables sobre materiales que se entiende un día atrapada la esencia de su ser.
no pueden ser sino fragmentarios y contra­ Frente a esa certeza de la intersubjetivi-
dictorios. dad como subjetividad am plificada, la
Esta perspectiva es el resultado princi­ posmodernidad antropológica ha colocado
palmente — aunque no en exclusiva— de en primer término de sus producciones el
la recepción norteamericana de una forma asunto de la trabazón entre circunstancia
francesa — Laean. Foucault. Den-ida, Lvo- personal y circunstancia etnográfica. La
tard. D eleu ze...— de integrar el pensa­ compilación de datos en el campo se plan­
miento de Heidegger en un sustrato estruc­ tea, así, a la manera de una alétheia hei-
turalista y cuyo presupuesto vertebral acaso dcggeriana, a la que guía una voluntad de
seria el de que toda persecución ontológi­ desocultación o reconocimiento de alguna
ca de la verdad puede ser mostrada como cosa que se manifiesta en un momento pri­
un puro predicado metalógico. De la mano vilegiado en que pensamiento y corporei­
de la critica literaria — el Grupo de Yale, dad son idénticos y se confunden, una
en particular— . esta nueva perspectiva se coincidencia que, por otra parte, vista de
tradujo en una abdicación, por parte del cerca, se contempla como el resultado de
sector de la antropología cultural estadou­ aplicar un molde predefinido y contingen­
nidense que la asumió como propia, de te, que hace de lo visto una sombra de
proseguir cualquier intento de crear un có­ quien mira. Y eso en el mejor de los casos.
digo unificador que diera cuenta de ese En el peor, la ilusión de plenitud se reduce
objeto imposible de conocimiento que pa­ a un mero solipsismo, y ya no hay diálogo,
saban a ser las culturas otras. Los esfuer­ ni tan sólo indígenas interpelados, sino, a
zos nomotéticos del período anterior deja­ lo sumo, antropólogos ventrílocuos.
ron su lugar a una nueva tensión no exenta Esa convicción básica en la antropolo­
de ironía y a una permanente suspicacia gía posmoderna — una postantropología,
#ante los riesgos de la palabra. Enfrentados de hecho- de que lo que fuera la ciencia
a la tremenda responsabilidad del lengua­ de la cultura sólo podía aspirar a lo sumo
je. fue así que los antropólogos posmoder­ a constituirse en una frontera de la Her­
nos se descubrieron a sí m ism os en la menéutica, colocada ante un otro radical
frontera última de esc problema nodal en que obligaba a hacer incontestable la in-
la Hermenéutica que es el de la posibilidad conmesurabilidad e intraductibilidad de
de la verdad como coincidencia de pensa­ los discursos, ha encontrado entre los
miento y mundo. Con ello se agudizaba la pensadores posmodemos una cierta reci­
hipocondría ética consu stan cial desde procidad, consistente en esa m ism a per­
siempre a la praxis antropológica, la sen­ cepción de que el círculo hermenéutico
sación de impostura ante las miserias de la1 había encontrado en los intentos de cono-

1 Una visión panorámica de la anlropología posmo- üntropología posmodertta, Gedisa, México, 1991. Ade­
dema puede encontrarse en las accesibles compilaciones más; G. Marcus y M.M.J. Fishcr, Anihropulogy as Cul­
de J. Clifford y E. Maicus, Retóricas de la antropología. tural Critique: An Experimental Moment in rhe Human
Júcar, Gijón, 1991, y de C. Reynoso, E7 surgimiento de la Scietices, University of Chicago Press, Chicago, 1986.

58
ANTROPOLOGÍA INTERPRETATIVA

cimiento de la alteridad cultural su límite pología sólo podía producirse a partir de la


extremo. renuncia de ésta, ya asumida por la antie-
Tal proceso de «etnologización » del pistemología de los antropólogos posmo­
pensamiento actual, por nombrarlo a la dernos, a lo que en ella se había intentado
manera como lo hace un joven antropólogo introducir de nomotético. Quedaba la an­
catalán2*, se inicia desde el lugar central tropología reducida de este modo a su va­
que el tema del otro merece en cierta filo­ lor prístino de discurso particularista sobre
sofía del lenguaje — L e v in a s^ y a partir las culturas otras, definidas en tanto que
también de la simpatía hacia la desvío etno­ portadoras de lo que Michel-Rolph Troui-
lógico por parte de pensadores que procura­ llot llamaba la savage slot, la «muesca sal­
ron, en Francia, una profundización en los vaje»5. De hecho, pocos escenarios mejores
apuntes sentióticos de Nietzsche — Deleu- que el del shock cultural del etnógrafo para
ze. Foucault, Baudrillard, Derrida— . Con­ ilustrar, en su clave más radical además, tan­
cretando esa predisposición, la propuesta to la ZwiefaU o «partición» como el Miss-
de pacto arranca en el posfacio que Haber­ verstehen o «equívoco» heideggerianos, que
mas escribe en 1973 para su Conocimiento predicaban una dimisión de lodo ensayo es-
e interés-, en el que apunta que los intere­ pecularizador sobre el discurso otro, corto-
ses cognitivos y. en general, los proyectos eircuitado — por decirlo a la manera de Ga-
de los que nace cualquier vinculación damer— por la presencia intrusa, por inevi­
hombre-mundo, podían vindicar no sólo tablemente etnocéntrica, de la teoría.
un estatuto trascendental, sino también A sí pues, la antropología y la filosofía
empírico al ser analizados en términos de posmodemas han encontrado no sólo una
una antropología cultural, concebida a su desembocadura concurrente para sus pro­
vez como idéntica a una historia natural. posiciones, sino, todavía más: un espacio
La tesis ya había sido enunciada por Ha­ común en que ensayar una disolución de
bermas en un artículo del 65: «Las realiza­ la una en la otra, previa renuncia a aque­
ciones del sujeto trascendental tienen su llas especificidades utiiversalizadoras en
base en la historia natural del género hu­ que ambas fundaron el espejismo de su
mano.»4 Esa sugestión era llevada a sus singularidad. La desñmdamentacíón radi­
últimas consecuencias teóricas por R i­ cal heideggeriana implicaba, en efecto, un
chard Rorty, que, en el último capítulo de más allá tanto para la antropología como
La filosofíii y el espejo de la naturaleza, para la metafísica, a las que, luego de de­
reclamaba directam ente una identifica­ sactivarlas, las desligitimaba, para acabar
ción-disolución de la Hermenéutica en la retiñiéndolas en una hermenéutica de tono
antropología cultural. Proyecto éste que abiertamente nihilista.
Gianni Vattimo, en el capítulo IV de El fin
de la m odernidad . consideró al mismo
tiempo con simpatía y con escepticismo, 2. La verdad en antropología
habida cuenta del compromiso que, según
él, la antropología había adquirido ya con Hasta ahí lo que aparece como una si­
las perspectivas metadiscursivas. Se daba tuación de ruptura en antropología y en fi­
por supuesto que tal asunción de la antro­ losofía. Tal estado de ánimo se canespon-

2 Cf. A. López Bargados, «De la etnologización 4 J. Habermas, Ciencia y técnica como *ideolo­
de la filosofía contemporánea». Luego.,., Facuhat de gía », Tccnos, Madrid. 1992, p. 174.
Beiles Arts, Universität de Barcelona, Barcelona. 1992, 5 M.-R. Trouillot, Recapturing Anthropology. Wor­
pp. 21-40. king in the Present, School o f American Research
•’ Menciono en español los títulos de las obras que Press, Santa Fe, 1991, p. 54.
conocen versiones redemes y accesibles en ese idioma.

59
ANTROPOLOGÍA INTERPRETATIVA

de coii; c l‘ cuadro general de desaliento ralizaciones-y todavía niás a:dar por bue­
ante el fracaso de todos los grandes entu­ nas las--ya" dadas; Tanto esa'desconfianza:
siasmos transformadores y lá-intemperie de là' antropología^ ante cualquiér fórmula:
en la que parece-haber; quedado el pensar ontologizante dé amplio espectro,- como'-su:
en general. Tanto'los antropólogos-de prudencia^ ante' la:posibilidad' dé acceder a:
Stanford; Santa Cruz, Berkeley o Ricei he- lh: lógica: d é sistem as- dé- m uiido- o tw s \
rederos del Seminario de Santa Fe en que arrancan: dé" ese axioma — el relativismo
se organiza el etnoposmodemismo. como' cultural1— del-' qué' Ia: disciplina- hace su­
los cultivadores del peusiero- debele, haiv mas innegociable’ recurso' tanto1epistemo­
creído descubrir parámetros en tomo a tas­ lógico como'deontológico;- por mucho-que-
que articular una nueva negociación inte­ la hayamos visto emerger'con ínfulas dé
lectual entré filósofos y cullurólogos. Pero, novedad- bajo la -pósmodema: noción- dé
¿es realmente novedosa ésa situación? «diversidad1d é los un'ive'rSos: culturales»..
¿Ha sido ahora, bajo el sigilo1de todos los- Com0/hacía notar Alberto Cárdín6, frente a
desencantos y derrotas, qué la; antropolbL las pretensiones dé originalidad'del pensa-
gía ha naufragado en su viaje imposible * miento débil posmoderno la antropología
hacia las ciencias, para arribar exhausta a está en condiciones-de brindar'los resulta­
las playas de una filosofía' de la decep­ dos de casi un siglo de pejísamiento lábil.
ción? ¿Ha habido que esperar hasta hoy La critica dé'lo que hoy sé d a en llamar
para que la preocupación de tas filósofos metarrelatos nació: efectivamente, a prin­
por la verdad y sus interrupciones haya cipios- de siglo; en- el momento mismo eiv
encontrado en la etnología un laboratorio que Franz Boas y su-particularismo-histó­
donde certificar sus más pesimistas intui­ rico fundan la antropología- contemporá­
ciones? nea-. Desde ese punto inaugural, la historia
¿O no? ¿O todo esto ya fue visto antes, de la disciplina ha sido la d é su impugna­
y no de una forma en exceso distinta? Por' ción- de las- pretensiones omniexplicativas
supuesto que la respuesta es que, desde su de' tas grandes discursos teóricos, incluso
aparición entre los saberes, la antropología: por parte de' quienes podían antojarse en'
ha conocido esa tirantez éntre su vocación principio sus représentâtes en- la1-discipli­
naturalista y la evidencia de que su cono­ na: Malinowski; desenmascarando e í valor
cimiento estaba en cierto modo condenado intercultural del complejo de Edipo freu-
de antemano a ser particular y conjetural, diano, o la renuncia d é la- mayoría dé an­
es decir interpretativo. Por otra parte, una tropólogos marxistas a; dar con algo pare­
porción en todo momento impórtame — y, cido a là noción canónica:dé infraestructu­
a épocas, mayor itana— de estudiosos dé ra en las- sociedades primitivas-, por citar
la cultura humana han sido conscientes de un par de elocuentes ejemplos. Ni siquiera
la imposibilidad ■—o cuanto menos de la la posmoderna abolición del' sentido puede
alta dificultad— de toda globalización. De negar su precedente en' la- negatïvidàd y la
igual manera que el Círculo de Viena ya apoteosis de la: in-significancia en que: se
anticipó, cotí su' asimilación de la filosofía resolvía el hiperformatismo de la1antropo­
al mero análisis lingüístico, esa renuncia logía estructural. Al tiempo, al primar lo
al universalismo metafíisico dél que el pos- sincrónico' y lo tipológico' la tarea del an­
modernismo se arroga la exclusividad, la tropólogo' ha empezando siempre por des­
antropología lleva décadas demostrando' mentir cualquier ilusión geneticisia, lo que'
su escasa predisposición1a precipitar gene- le convertía en precursor de esas formas de

*’ Cf. A. Cardin, -Mejor lábil que clébile. Lo próxi­


mo v !a ajeno, Jíicar. Icaria, 1990. pp. 31-46.

60
análisis, queiahoradlamaríamosantinarralo- de -Wilhelm ^Dilthey y su .Geisteswissens-
dógieas o deeonstrutivas. :Dicho de otro chaftliche.Psychologie, .el conocim iento
¡modo, ni el .abstencionismo crítico, ni la «desd e dentro» que h acía p o sib le una
•,vocación desabsolutizadora, ;ni uji.cierto ciencia del espíritu. Algo parecido podría
acento cín ico-en sus ..contentados pueden decirse del. ascendente que tanto L ow ie
p r e se n ta rle orno, rasgos .de una antropolo- como-Kroeber, discípulos y continuadores
gía.detenninada. desde, el ultraescepticismo d estacad os,de Boas, sufrieron una fuerte
p o s moderno, sino que-son parte jrrenun- dependencia, de la escuela neokantiana de
.ciable de'la moral y :la gnoscologia.de la ,Baden, .sobre todo, de Windelband y Rjckert.
, disciplina.desdere 1.momento mismo,de- su ;Esos son los. cimientos .sobre los que se le­
.constitución. vantará luego la. escuela, de. Cultura y Per­
tPor.otra.-partej .el encuentro comía Her­ sonalidad —rKardiper, ;Linton, Mead, Be-
menéutica- por parte, d e’la.antropología■no nedict...— , a la que transmite una preocu­
es .en absoluto .cosa deminguna.«última pación p o r trascender los dinteles de la
:tendencia» de.los saberes.:En pri raer- lugar superficie contextúa! para profundizar en
:porque;la:forma antropológica de conocer, la dimensión psicológica,.algo que se.hará
.por su insistenejaen la.opacidad.de la con­ a partir d e 1la adaptación de presupuestos
c ie n c ia .inmediata .y-su hostilidad conLra -freudianos pero que no se aleja demasiado
cualquier evidencia, pasó a alinearse desde a l1fin d e .la idea deideggeriana de círculo
-.imprimen momento, del,Jado de.lo. que, lue­ -.interpretativo. Fieles a esa.Lradición, en los
ngo .Ricoeur, llamaría. niosofias.de la. sospe- a ñ o s-60, Alfred Schutz y, tras.él, Harold
.cha..A.olro;nivel, el estudio.de las culturas Garfinkel: elaboraron en forma de Leoría
extraoccidentales recuperaba el.objeto ini- organizada un.ascendente de la fenomeno­
,cial de^todo el proyecto hermenéutico de logía y la hermenéutica centrqeuropcas
'■Schkiermacher, destinado, como.se sabe, que siempre,había estado implícito en el
,ál esclarecimiento; de textos remotos y di­ cültnralismo norteamericano7. Fue así que
fíciles,, a;la:manera,como; haría la exégesis se. determinaron las orientaciones de signo
protestante alemana con.la Biblia. Todas mentalista — ctnometodologíá, nueva etno­
las .escuelas que, originándose .en Boas, grafía, ..antropología cogniLiva, interaccio-
. ponen.el .acento.en. los. aspectos, idcaciona- ;nism o sim bólico— que iban a competir
les.de la.cñltura y..enla reconstrucción de con la antropología materialista en el pa­
las categorías indígenas de pensamiento norama académico de los Estados Unidos.
no hacen,.en.defin itiva, sino.aplicar,el Fue también esc el marco que co n o ció
principio.schléiermachiano.de «entender polém icas históricas, com o la relativa.al
.el-.discursoprimero igual de bien y;luego efecto. Rashomon en antropología, que en­
:mejor.de ,cuanto.lo .entendía, el. autor mis- frentó a los objetivistas, encabezados por
uno»,. Ese fue,. a-.su. vez,, el. presupuesto que Manan :Harr,is y partidarios de.primar los
hacía sostener, al rprimer Dilthey.que todo .conceptos, del observador científico — la
p roceso de..exteriorización en términos dimensión etic— en el estudio de la cultu­
culturales.de la.actividad:humana podía ra, con quienes, asumiendo los postulados
ponerse en,paralelo-a .aquél otro proceso .teóricos.de Pike, defendían que eran las
mediante el que un. autor exterioriza.unas .categorías.indígenas — o emic — las que
determinadas intenciones en un texto. debían ser atendidas, como fundamentales.
Se ha. estudiado-bastante a fondo la En.el Reino Unido, dominado hasta fi­
fuerte influencia,que.Franz Boas recibió nales de los 40 por la severidad cientificis-

7 Aunque conociera reconocimientos como d de


Ruth Benediei con respecto a N ieusche.

ól
ANTROPI)I.OCIA INTERPRETATIVA

t;i del estructural-funcionalismo, esa incor­ de la verdad en antropología pasaba a con­


poración de la perspectiva inLerpretacio- vertirse en una de las variantes de la pro­
nista estaba ya de algún modo presente en blemática general de las posibilidades de
el propio Radcliffe-Brown. que había he­ comprensión de otros universos culturales,
cho suya la sodologización de la semióti­ tal y como los teóricos de la ciencia la
ca de Pierce debida a Whitehead. Habría plantearon a partir de la propia literatura
de profundizarse más en ella en el marco antropológica9. En el seno de la firme tra­
de esa síntesis generalizada que la época dición positivista de la antropología social
de posguerra conoce entre el empirismo británica se abría cam ino una creciente
positivista y pragmático de la tradición an­ atención hacia las perspectivas abiertas
glosajona y las distintas sensitividades de por la filosofía analítica. Fue desde esa te­
matriz más o menos existencialista proce­ situra que se intentó dotar de una base
dentes del continente. El punto de partida epistemológica mínima la problematiza­
de esa apenara hermenéutica se produce ción de la exégesis de lo diverso — ya su­
desde el momento mismo en que Evans- gerida por Boas, por los primeros trabajos
Pritchard y Firth acercan la antropología de Evans-Pritchard y, más explícitamente,
social británica a posturas ideográficas. En por Malinowski—■, y fue desde ese nuevo
sus conferencias radiadas por la BBC de frente que se desencadenó el gran debate
1950, Evans-Pritchard pronuncia Las pala­ que, a principios de los 70, encaró en Gran
bras que sellarán como irreversible el di­ Bretaña, y a propósito de la racionalidad o
vorcio con una parte sustancial de su pro­ no de las cosmologías de base extracientí­
pio pasado; -La antropología social estu­ fica, a antropólogos y filósofos poppcria-
dia las sociedades como sistemas morales nos — Horton, Jarvie— con teóricos del
o simbólico; y no como sistemas natura­ lenguaje ordinario que seguían las aporta­
les; se interesa menos en el proceso que en ciones del último W ittegen stein — Peter
el propósito, y, por lo tanto, busca esque­ Winch, sobre todo— .
mas y no leyes, demuestra la coherencia y
no las relaciones necesarias entre las acti­
vidades sociales, e interpreta en vez de ex­ 3. La etnografía como hermenéutica
plicar.»8 De esa desviación hacia actitudes
analíticas de tipo semiologizante van a re­ Los antropólogos posmodemos han su­
sultar obras capitales en la formación de brayado que el trabajo de campo, en que el
una tendencia simbolista en antropología, investigador incide en su objeto pero tam­
como — por citar las más accesibles, pero bién es alterado por él, implica algo muy
acaso también las más importantes— La parecido a la «experiencia de verdad» que,
religión nuer. de Evans-Pritchard, o Divi­ a partir de H egel, Hans-Georg Gadamer
nidad y experiencia, sobre la cosmología conceptualizaba en Verdad y método para
religiosa dinka, de Goodfrey Lienhardt. dar cuenta de lo que sucede cuando el en­
Cabe remarcar que muchas veces la Her­ cuentro con algo produce una m odifica­
menéutica se filtró en l'a antropología bri­ ción-incorporación en el sujeto, cuya con­
tánica a partir del emparentamiento de ciencia se ve fragmentada o desplazada
aquella tamo con la filosofía analítica del — «dislocada», escribe Gadamer— por lo
lenguaje como con la teoría crítica inspira­ conocido. Se trata, en definitiva, de lo que
da en la Escuela de Frankfort. El problema el propio Gadamer llama «fusión de hori-

* E.E. Evans-Fritehard, Antropología social, Nue­ Frazer, Teenos, Madrid, 1992) o Brujería, magia y
va Visión, Buenos Aires, 1982, p. 78. oráculos entre los azande, de Evans-Pritchard, en el
9 La rama dorada, de Frazer, en el caso de Witt­ de Peter Winch (cf. Comprender una sociedad primi­
genstein (cf. Observaciones a La Rama Dorarla de. tiva, Paidós, Barcelona, 1994).

62
ANTROPOLOGÍA INTERPRETATJ VA

zontes» hermenéutica, cruce de tradicio­ vido a su decibilidad, no ha tenido que


nes que impone a su vez interpretaciones aguardar a la pos modernidad antropológi­
dialógicas, juego entre interlocuciones en ca. Mucho ames de las monografías «de
la que no tiene porqué haber vencedores ni moda», centradas casi en la desintegración
vencidos y de la que, al margen o en los personal que amenaza al observador de lo
bordes del propio método etnográfico, sur­ distinto, la etnología francesa heredera de
ge una tercera figura, que no es otra que la Durkheim y Mauss llevaba décadas prove­
de la evocación narrativa a que se vuelca yendo de piezas considerablemente más
el explorador de lo distinto. Por encima de autenticas e incluso más valiosas literaria
todos los malentendidos que el término c informativamente, en que se levantaba
haya podido suscitar, es bien cierto que acta de los descalabros vitales derivados
ese principio de observación participante del trabajo sobre el terreno en antropolo­
que inspira el trabajo sobre el terreno no gía. Pienso ahora, por citar un puñado de
consiste sino en eso, en la experiencia que casos, en Afrique funtóme, de Leiris, Dios
sitúa al etnógrafo en el ojo del huracán del de agua, de Griaule, Do Kamo, de Leen-
proceso que, como señalaba Habermas al hardt, L ’Afrique ambigiie, de Balandier,
final de Conocimiento e interés, conduce Lo exótico es cotidiano, de Georges Con­
de la «experiencia sensorial», u «observa­ dominas, o, sin ir más lejos, el Tristes tró­
ción», a la «experiencia comunicad onaK picos . de Claude Lévi-Strauss. La propia
o «comprensión», proceso que se resuelve tradición anglosajona había dejado esca­
en una descripción y una narración, y que par, por entre las rendijas de su rigidez po­
muestra cómo la lógica de la investigación sitivista, alguna que otra expresión de ese
es la del contacto entre los a priori de la malestar — que los poslantropólogos tanto
experiencia y los de la argumentación. y tan injustificadamente reclaman com o su
Tampoco en ese aspecto de las comuni­ tesoro— ante lo que Remo Guidieri — el
caciones entre antropología y hermenéuti­ antropólogo favorito de Vattimo— llama
ca se puede evitar la sensación de déjá vtt. la incompletezza de la inteligencia etno­
m Esa «moral del diálogo» — Levinas, Gada- gráfica10*. Ahí están ese Naven, de Bate-
/ mer— o «ética de la comunicación ilimita- son, el célebre Diario de campo en Mela­
‘ da» — Apeí, Habermas— es lo que encon­ nesia en que Malinowski se permitía des­
tramos en la mayoría de las monografías moronarse, o la introducción de una obra
etnográficas clásicas, anteriores desde lue- tantas veces citada como ejemplo del rigor
j¡V\ go a la melancolía algo afectada que des- estructural-funcionalista en la elaboración
Vjtilan Tutiami. de Crapanzano, Medusa 's de monografías de campo: Los nuer, de
' Hair, de Obeyesekere, Ilongot Headhun­ Sir Eduard E. Evans-Pritchard.
ting, de Rosaldo, o Reflexiones sobre un Esa calidad exegética que posee, como
trabajo de campo en Marruecos, de Rabi- naturalmente, la buena descripción etnográ­
now, por citar algunos productos de la fica tuvo, empero, que esperar a la primera
^ sensibilidad etnográfica posmoderna. La antropología explícitamente interpretativa
'.) manera de plasmarse en forma de relatos para ser formulada teóricamente. Ciifford
í la tensión, notada por Habermas, entre Geertz anota: «Lo que se interpreta es el flu­
l) ij práctica de vida y práctica de investiga- jo del discurso social y la interpretación con­
> I ción, o, por enunciarlo ahora a la manera siste en tratar de rescatar “lo dicho” en ese
como Ricoeur se hacía eco del naema de discurso de sus ocasiones perecederas y fi­

Í 'Husserl, el drama de la reducción de ¡o vi­ jarlo en términos susceptibles de consulta.»11

Guidieri, II cunan:no dai moni, Adelphi, Mi­ 11 C. Geert/., La interpretación de ¡a cuitan:, Ge-
lán, 1988. p. 25. disn, Mexico, 1986, p. 32.

63
ANTROPOLOGÍA INTERPRETATIVA

También se debe.hacer notar,que todo lo .4. La antropología interpretativa


que se.ha venido, diciendo sóbre la imposi­ en la;actualidad
bilidad de;salir indemne.del contacto pro-
:fimdo. con. el otro cultural se parece, mucho La totalidad de expresiones derivadas de
a ima .manifestación vehemente de lo que aquello que Apelíllame la «transformación
Gadamer. entiende: que es la experiencia de semiótica del kantismo».han acabado reca­
lo simbólico, em que «este individual, este bando,explícitamente o. no,. en:la. problemá­
particular, se representa cgmo. un; fragmen­ tica, tal y. como la inaugqra Heidegger- y :1a
to de Ser .-que promete complementar en .desarro}] a. luego Gadarnqr, de .las. condicio­
un=Lodo íntegro,al que se corresponda con nes que hacen posible o n o e l conpciniien-
él; o, también, quiere.decir que existe el . to_a. partir de un .yo.conocedor..El dasein. o
otrp fragmento, siempre, buscado, que com­ ser-allí.heideggeriano se ha convertido, en
plementará en un lodo nuestro propio ^frag­ .el «estar, allí».de Geertz.en sus di.squisicio-
mento vital»12. Lo. que. conecta con aquella .nes.sobre lo autorial en.liLeralura etnográ­
declaración de-principios.geerlziana de que fica de -El. antropólogo como autor. Junto
«la vocación.escncial de.Ja.antropología in­ ..con Gadamer,.aunque distanciándose de él
terpretativa no es:dar respuestas a.nuestras al reconocer una dim ensión del ser.que
preguntas-más.profundas, sino darnos ac- trasciende el lenguaje, ha sido Paul Ricoeur
.ceso a respuestas dadas por otros»13, pero el filósofo que más .ha influenciado en el
no menos ..que condo escriLO un día,por panorama general de la. antropología.inter­
Habermas ,sin ■pensar, en .la etnografía: «El pretativa. El-.paso fundamental que llevó la
■mundo del.sentido transmitido se abre al idea-de simbqIo propia.de la antropología
.intérprete .sólo en da,m edida en que se .simbólica al que manipula la actual antro­
aclara a la.yezcf propio mundo d exste.»14 pología interpretativa —incluyendo, en.su
El etnógrafo, en efecto, dncluso mquél ala más radical a los antropólogos posmo-
.que paife.de distinciones,ajenas a toda vo­ demos— se debió precisamente a la capa­
luntad: interpretan va y que se limita.a re­ cidad que tuvo la concepción:ricocuriana
gistrar acontecimientos, que presume signi­ de metáfora de romper con la oposición
ficativos, no puede evitar-una puesta en entre pensamiento y. acción que había im ­
comillas casi-mecánica, y una reformula- puesto e l :neopragmat isnio dc.G eeitz, que
ción luego, de sus anticipaciones iniciales se empeñaba en mantener la vieja identifi­
y de las .experiencias concretas dedas que cación utilitarista entre símbolo y estrate­
fueron producto.-En este caso, la-Herme­ gia15*. La. teoría de Ricoeur sobre la metá­
néutica, no estaría, como quieren VaLlimo fora y el símbolo superaba también 1.a dis­
y lo s:antropólogos posmodemos, a l;final ensión, que la antropología; británica había
de un proceso, como indicio de su frustra­ conocido a propósito de la. ración alidad, al
ción, sino;.aI principio, como prerrequisito tiempo que descalificaba la pretensión,
gnoseológico, anterior al método, a que el am pliamente mantenida desde todas las
antropólogo somete no sólo sus propios variantes del em pirism o anglosajón, de
postulados .y Ios.de su disciplina,:-sino los ..que existía una dimensión «expresiva» o
que fundan y organizan, el mundo, del que «connoLativa». de la metáfora cuya, función
procede. era no sólo ex trains trunienta], sino también

H.-G.- Gadamer, ¡m actualidad de ¡a bello,- Pai- imciprctaciQnal. a partir de la transición que el con­
dós/ICE-UAB, Barcelona.- ] 991, p. S5. cepto ricoeuriano de inscripción permitía operar en­
IJ Gc£rt2 , ¡m interpretación,... p. 445. tre la escritura como discurso y .la acción y el suceso
1J Habermas. Cii-uciny lecnalo^ín.... p. 171. como discursos.
15 Lo que-no excluye que Clifford G ecn z haya
podido construir íu influyente idea de an Topología

64
ANTROPOLOGÍA INTERPRETATIVA

extradenotativa, y que se reducía sus tareas tual en Chicago, como James W, Fernán­
a las meras de evocación y ornamentación dez, llevaron su asimilación de la herme­
figurativa. néutica ricoeuriana a reclamar para la an-
El razonamiento de Ricoeur de que toda Lropo’ogía el estatuto de :v o p o ¡ o ^ í a \ es
metáfora pertenece al discurso — lo que decir de una modalidad de retórica, consa­
llama «metáfora de la oración»— , que se grada al conocimiento o explicación de los
mantiene en tensión con el significado li­ tropos o «palabras apropiadas ausentes»19.
teral a través de la estructura de la oración, Se han de destacar incluso intentos serios
abría nuevas posibilidades a la exégesis de de sintetizar la hermenéutica de Ricoeur
costumbres o prácticas culturales hasta en­ con enfoques sugeridos desde el estructural-
tonces concebidas como de racionalidad marxismo tanto filosófico — -Althusser—
enigmática o inverosímil. La interpreta­ como antropológico — Meillassoux, Gode-
ción metafórica destruía el comentario li­ lier— , así como desde cierta historiografía
teral al arrastrarlo a una contradicción, que culturalista de inspiración no menos marxia-
era, a su vez, generadora de significado y, na — Thompson, Williams— 20.„Entre no­
por ello, predicativa, fuente de mundo. sotros, ese descubrimiento de Ricoeur por
Ese método hermenéutico de Ricoeur, ba­ parte de la escuela lisoniana21 ha provisto
sado en las relaciones dialécticas entre en­ de trabajos de indudable valor, como los
tendimiento, explicación y comprensión, debidos a María Cátedra, Frigolé, Joan
así como la idea de que todo acto comuni­ Prat, Zulaika o Sanmartín, entre otros22.
cativo posee una contenido propositivo y En una segunda fase de su evolución in-
una fuerza ilocucional, han resultado fun­ tectual, Ricoeur distinguió el símbolo de
damentales en la antropología social de la la metáfora, al atribuir al primero un ori­
dos últimas décadas. El camino que re­ gen prelingüístico y al resituar dialéctica­
corre Víctor Turner desde su militancia en mente, a partir de tal condición extrase­
la escuela funcionalista de Manchester a la mántica, las relaciones entre naturaleza y
antropología de la experiencia y la pefo- cultura, un tipo de conclusión a la que
mance que elabora tomando como base a Mary Douglas ya había llegado desde pre­
Dilthey, pasa sin duda por Ricoeur16. La supuestos neodurkheimnianos en su Sím­
idea de que la determinación de lo útil exi­ bolos naturales, pero todavía más afín a la
ge el concurso de una mediación simbóli­ antropología estructural y su teoría del
ca, fundamento de la crítica de Sahlins al pensamiento simbólico como metalengua-
materialismo cultural del que había sido él je, es decir como dominio en que los sig­
mismo tránsfuga, está abiertamente inspi­ nificados no significaban ya el signo,
rada en la manera como Ricoeur vincula como sucede en el nivel semiológico con­
palabra, significado y acción1718. Quienes vencional, sino la significación misma. En
heredaron de Turner el liderazgo intelec­ efecto, ese concepto ahistórico y arrefe-

líl CF., sobre todo, V. Turner, On the Edge o f the -*1 Cf. R.C. Clin, Antropología v teoría social. Si-
Bush. Anthropology o f Experience, The University nf glo XXL Madrid, 1990.
Arizona Press, Tucson, 1985. 31 El homenaje de Carmelo Lisón a Ricoeur eon-
11 Véase, por ejemplo, la discusión sobre Mali- 1 cluye en un «el antropólogo es, por la naturaleza de
nowski en M. Sahlins, Cultura y razón práctica. Con- | ( su profesión, un intérprete del significado, de la dite-
tra el ¡unitarismo en la teoría antropológica, Gcdisa,/» * renda, un hermeneuta» {Antropología social y her-
Barcelona, 1987, pp. 78-95. menéutica, FCE, Madrid, 1983, p. 129).
18 Cf. J.W. Fernández, Persuasions and Petfor- 22 Véanse, por ejemplo, J. Zulaika. Violencia vas-
nmnrcs. The Play of Tropes in Culture, Indiana Uni- cct. Metáfora y sacramento, Nerea. Madrid, 1990. o
vers ¡tv Press. Bloomington, 1986. R, Sanmartín, Identidad y creación. Horizontes ctd-
P- Ricoeur, Ln metáfora viva, Europa, Madrid, turales e interpretación antropológica. Humanida-
1980, p. 74. des, Barcelona, 1993.

65
ANTRO FUI .OG ¡A INTERPRETATIVA

rencial del símbolo, que lo señalaba como al margen de los proyectos liquidacionistas
consecuencia de una economía del pensa­ de la antropología que los posmodernos
miento. era resultado de la recuperación encarnan, la mayoría de etnólogos están
que en cierto momento -hizo Ricoeur de] por ir más allá de las intencionalidades
objetivismo lingüístico de Saussure, lo que subjetivas, y de los contextos particulares
suponía tenderle una mano a aquel «kan­ históricos y culturales a los que puede atri­
tismo sin sujeto trascendente» que el filó­ buirse su génesis, en tanto consideran via­
sofo atribuía a Lévi-Strauss. Como es sa­ ble una reconstrucción de las pautas que
bido, el autor de El pensamiento salvaje orientan las expectativas mutuas de los in­
no se condujo con reciprocidad con res­ terlocutores en el intercambio comunica-
pecto a la afirmación de Ricoeur de que cional, Lo «real» existe, por mucho que no
«nunca podrá hacerse hermenéutica sin es­ como hecho instrumental y objetivo, sino
tructural] smo»25, y no quiso aceptar la in­ más bien, y como Ricoeur quería, bajo el
vitación a ampliar su sintaxis a una se­ nuevo aspecto de una polisem ia hacia la
mántica que se interesase por los conteni­ que es posible proyectarse y regresar.
dos. Por otra parte, el distanciamiento o Tal sería la base de esa teoría herme­
epodié husserliano era difícilmente com­ néutica de la cultura que la antropología
patible con el estatus epifenoménico que social y cultural convoca a redefinir el
Lévi-Strauss asignaba al significado con campo semántico sobre el que opera, sin
respecto de la estructura. otro objeto que el de adaptarse a las dra­
Si Lévi-Strauss declinó la invitación de máticas mutaciones históricas que la en­
Ricoeur a extender la etnología a una her­ vuelven. Pero esa hermenéutica que la an­
menéutica. no puede decirse lo mismo de tropología asume como requisito para pro­
lo que hoy es el grueso de la antropología longarse y sobrevivir no concluye en un
social y cultural. La cuestión de fondo se estallido de la disciplina, como los posmo-
ha planteado en torno a si la interpretación demos pretenden, sino en lo que Ricoeur de­
es o no una actividad descifradora que nos finía como una «nueva aprehensión del sen­
permite acceder a alguna forma de reali­ tido por medio de un pensamiento reflexivo
dad. Desde la Hermenéutica, tal fue la pre­ o especulativo»-4, o, siguiendo ahora a Ha­
sunción no sólo de Ricoeur, sino también bermas, en una «comprensión de sentido
tanto de A peí como de Habermas, y hasta que, en lugar de la observación, abre acceso
puede especularse sobre si, a pesar de a los hechos»25.
Yattimo, en Ser y tiempo , Heidegger no Esa asunción de la hermenéutica supo­
participaba de una cierta voluntad recons­ ne que la antropología social y cultural ha
tructiva, capaz de descubrir intenciones en confesado la fragilidad de sus métodos, lo
las acciones humanas y en los actos comu­ fragmentario de sus observaciones y la
nicativos en general. En esa dirección es precariedad de cuanto pueda afirmar de
que los nuevos eclecticismos que configu­ los mundos que compara. Tales constata­
ran la antropología actual admiten la nece­ ciones, que tanto comprometen la voca­
sidad de una exégesis de las culturas, en­ ción que un día experimentara la antropo­
tendidas como textos, que no cierre la posi­ logía de devenir productora de saber no-
bilidad de acceder a los significados desde m ológico, hacen de la interpretación un
otros horizontes distintos a los que consti­ instrumento refundador de la disciplina,
tuían su fuente inmediata. Eso supone que, capaz de desautorizar las pretcnsiones del

u En la discusión con Lévi-Strauss en «Respuesta 3J En Lévi-Strauss, op. cit., p. 45.


a algunas preguntas», en C. Lévi-Strauss, Elogia de la 23 Habermas, Ciencia y técnica..., p. 170.
Antropología, Caldén, Buenos Aires, 1976, p. 38.

66
ANTROPOLOGÍA 1NTF.RPRF.TATJ VA / ARTE

positivismo — y de la lógica de domina­ que nació y existe para dar repuesta a


ción a que obedece— de convertir la etno­ enigmas que la precedieron. Como en sus
logía en una más de sus prótesis operati­ inicios, continúa siendo necesario y ur­
vas. Tendría lugar, con ello, un episodio gente el combate contra la apariencia y
parecido a aquél en que Kranz Boas des­ por dar con las tecnologías recurrentes y
manteló otra forma de ingenuidad pseudo- los esquemas inerciales que se ocultan
eientífica —-el evolucionism o unilineal tras la infinita multiplicidad de los aconte­
del xix— , haciendo posible así el alum­ cimientos culturales, para esclarecer de este
bramiento de la antropología moderna. modo el repertorio de mecanismos de que
Esa reconversión gnoseológica de la an­ los seres humanos se han valido y se valen
tropología, mediante la que se reclama un para pensar ese universo en que viven, y
lugar no marginal para la intersubjetivi­ que les piensa.
dad, no tiene por qué significar la renun­
cia a lo que da sentido a una disciplina Manuel Delgado

Arte
Al hablar de las «malas artes» con las aún el otro origen del arte: el mito, el cul­
que alguien ha conseguido una cosa, se to, la ceremonia ritual... El sentido etimo­
está más cerca del sentido etimológico del lógico del término es pues en Grecia mu­
término arte que cuando se utiliza para re­ cho más amplio y más difuso que el actual,
ferirse a actividades y objetos consagrados y engloba elementos que hoy tenderíamos
como tales. En Grecia, el término téchne a distinguir com o artísticos, científicos,
significaba una forma de aprendizaje espe­ técnicos y religiosos.
cializado: así «la pintura, el bordado y la Tampoco la clasificación y la distinción
construcción de barcos» — dice Platón— . entre las artes fue «clara y distinta» en
El término aparece asociado al principio a Grecia, donde la mousiké. era a la vez poe­
la estricta habilidad manual o industrial, sía, teatro y música, y donde la escultura,
pero ya desde Aristóteles se habla también la pintura y el arte de la construcción esta­
de técnicas intelectuales, como la oratoria. ban aún integrados. La estricta distinción
Este significado perduró en el equivalente entre las artes no se inició hasta el período
latino, el término ars, que servía igualmen­ helenístico y no culminó hasta la época
te para designar la «Artes liberales» del moderna con la transformación del arte de
triviwn y el qualrivium o cualquier técnica la iluminación, de la vidriera o del retablo
aprendida. Artes eran pues la gramática, la en «pintura», de la polifonía en sinfonía o
lógica, la magia, la astrología o el'Ars del gregoriano en música de cámara. La
Magna — «la técnica de descubrir verda­ elaboración teórica y la consagración de
des»— de Ramón Llull. Tanta es la ambi­ esta diferencia entre arte y práctica ritual o
güedad del término clásico que, cuando secular son aún más tardías: no es hasta el
Platón quería hablar de lo que hoy llama­ siglo xviii cuando los filósofos empiezan a
mos obras de arte, insistía precisamente en hablar del arte en el sentido en que hoy lo
que no son producto del «arte» — de una entendemos. La Académie d ’Esculpture et
técnica aprendida— , sino de la inspira­ de Peinture, fundada por Colbert, sólo fue
ción, del entusiasmo o furor divino (Ion). denominada des Beau.x Arls desde su reor­
Y en el mismo D iálogo Platón recuerda ganización en 1795.

67
ARTE

Y bien: parece evidente que si los anti­ guidos, de extraer el «denominador c o ­


guos no tenían un término o una institu­ mún» de aquellas actividades. Según la
ción específica para designar la actividad época y la escuela, la «esencia» del arte se
«artística», es porque no la apreciaban define así como Intuición, Expresión, Re­
como algo independiente. A partir de ahí presentación; Proyección, Sublim ación,
la discusión queda abierta entre quienes Evasión, Sim bolización, Form alización,
creen, como Colingwood, que esa indistin­ Abstracción, etc. Aristóteles fue el prime­
ción delata una limitación o falta de matiz ro en definir el arte como «imitación» (mi­
de los griegos, y los que piensan, como los mesis) de los caracteres generales o típi­
románticos, que refleja la profunda intui­ cos de la realidad. En la época moderna,
ción de la raíz común de todas estas activi­ Bergson o Proust retomaron su teoría para
dades, intuición que la sensibilidad y el invertirla: arle es mimesis de lo particular ,
pensamiento modernos han olvidado. Sea de lo atípico, de aquello que siempre se
de ello lo que fuere, la ambigüedad del nos escapa porque no es habitual ni clasi-
término arte refleja, todavía hoy, el carác­ ficable según esquemas generales, y que
ter heteróclito de los objetos o las activi­ es precisamente lo que el artista capta y
dades mismas que designa. Los garabatos enseña. Kant invierte una vez más la pers­
de un bosquimano, una tumba etmsca, una pectiva al definir el arte como aquel objeto
iglesia gótica, un icono, un cuadro impre­ que produce una «satisfacción desinteresa­
sionista y una «instalación» son objetos da» producto de un especial «equilibrio
muy diversos que responden a intenciones entre las facultades», entre sensualidad e
muy diferentes y que pocas veces pueden intelecto, entre deseo y conocimiento. Con
ser atribuidos a una deliberada o exclusiva el Idealismo romántico, sin embargo, se
voluntad de crear arte. Lo que se aprecia vuelve a insistir en el carácter objetiva del
como artístico en un momento histórico no arte. Obra de arte ya no será, com o para
es independiente de las transformaciones Kant, «lo que complace» o «el objeto de
culturales que hacen ver «arte» donde la un juicio de gusto», sino «manifestación
generación anterior no veía sino productos sensible» de algo que trasciende la apa­
sin interés: es el caso del manierismo y del riencia: de la Naturaleza, de la Divinidad,
modernismo «recuperados», de las pare­ de la Idea. La difícil tarea del arte es en­
des viejas desde el informalismo, de los tonces, con palabras de Schiller, «elevarse
productos comerciales desde el pop-art. Si por encima de lo real manteniéndose den­
queremos encontrar pues el denominador tro de lo .sensihle».
común — «el rasgo familiar común», como Pero el Romanticismo supone también
diría Wittgenstein— entre todos estos ob­ una nueva conciencia de la dimensión so­
jetos o actividades que son calificadas cial e histórica del arte. A partir de la idea
como arte, no hemos de buscarlo ni en la kantiana del «equilibrio de las facukades»,
«forma» ni en la «intención» de estas obras, la tarea del arLe aparece ahora como la su­
sino en la estructura a la que responden: en peración y liberación, mediante la «educa­
el hecho de que todas ellas, en nombre de ción estética del hombre», de lo que hoy
exigencias reales y actuales, instauran o denominaríamos la «alienación» personal
estabilizan un orden nuevo — un nuevo es­ o social. Y es desde esta misma perspecti­
tilo—- que rompe o erosiona el código o va que H egel plantea la relatividad históri­
sistema formal anterior y que tiende, en fin. ca del concepto y de la función del arte di­
a transformarse a su vez en código conven­ vidiendo su historia en tres grandes perío­
cional: en la forma de hablar, de hacer o de dos: el arte simbólica (el arte egipcio y, en
ver, establecida. general, la arquitectura, que traduce, hierá-
La historia de la filosofía muestra un re­ tica e impersonalmente, la Idea), el arte
pertorio de intentos, más o menos conse­ clásico (el arte griego y, en general, la es­

68
ARTE

cultura, que lleva a cabo su traducción fi­ marxismo abrió una nueva perspectiva so­
gurativa, armónica y «política»), el arte ciológica al explicar los diferentes papeles
romántico (el arte moderno y, en general, o funciones que puede cumplir el arte en
la pintura o la música, que traducen las di­ el contexto de la tensión entre fuerzas pro­
mensiones expresivas, íntimas o subjetivas ductivas y estructuras de producción. D es­
de la Idea). de este punto de vista se definió el arte
La esLética moderna Lrató de definir el como realización plena del trabajo y de las
arte insistiendo en uno u otro de estos as­ categorías de la vida cotidiana (Lukacs,
pectos o «estadios». D e ahí el vitalismo Fischer, Lefcvre), o — extrayendo el «nú­
(Schopenhauer, Nietzsche: «lo apolíneo y . cleo racional» de la propuesta schilleria-
lo dionisíaco»), el psicologisino (Frcud, na— , como instrumento posible de una
Groos. Volkelt, Lipps: la «proyección afec­ auténtica red en ción de la hum anidad
tiva») y el formalismo (Herbart, Zimmer- (G ram sci). Las tendencias, dentro del
mann, RiegI, Wólfflin: la «historia del arte marxismo, a revalorar el papel de los fac­
sin nombres»). Desde !a fenomenología, tores «sohredeterminantes» permitieron
sin embargo, no parece ya lícito el quedar­ superar los tópicos marxistas de una época
se en la afirmación de que la obra de arte en la que se resolvía el problema del arte
nace de una obsesión, que es una proyec­ calificándolo de «superestructura» y bus­
ción o que responde a unas leyes estruc­ cando los factores socio-económicos a que
turales. La fenomenología advirtió que es respondía. Una nueva y más profunda in­
preciso no confundir la génesis del arte terdependencia entre el arte y la estructura
— que es lo que estas teorías, mejor o social fue subrayada al fin por Adorno y
peor, explicaban— con su esencia. El Marcuse. para quienes la obra de arte es

«Minoiuuromuquia» de Picasso

69
ARTE

la actualización en lo irreal de los ideales su condición necesaria. En el arte, la rela­


— armonía, proporción, equilibrio, etcéte­ ción entre condición necesaria (los códi­
ra— que los factores económicos y políti­ gos visuales, verbales, etc., que ha de utili­
cos no permiten realizar en el mundo efec­ zar), y la condición suficiente (aquello que
tivo. El arte del futuro debería así superar hace de estos códigos algo más que una
esta escisión y hacer de la sociedad una obra simple uso-usura ) es siempre difícil y ten­
de arle (die Gesellschafi ais Kunstwerk), lo sa. Y es precisamente la buena solución de
cual comporta ciertamente una evolución esta tensión entre convención e innovación
no sólo estética. o entre redundancia e información, lo que
Una hermenéutica que incluya toda la caracteriza a una verdadera obra de arte.
variedad de producciones que a lo largo Al querer mostrar la oLra cara de las co­
de la historia se han llamado «arte» no sas, el pretender describirlas o mostrarlas
puede, sin embargo, limitarse a suscribir de una nueva forma, la creación artística
una u otra de estas posiciones. Debe más violenta siempre las convenciones expresi­
bien tratar de situar el arle dentro de la vas en que se precipitó y solidificó la ma­
familia de ios «mensajes» que funcionan nera tradicional de verlas y de entenderlas:
en la sociedad, y entender lo que caracte­ unas convenciones que sólo se han hecho
riza y diferencia, de entre todos ellos, a fácil e inmediatamente com prensibles a
los propiam ente artísticos. La estética fuerza de perder riqueza y sugestión: que
contemporánea ha tratado de realizar esta se han vuelto opacas e insignificantes en
demarcación apelando al valor «connotaii- la misma medida que conocidas y previsi­
vo» (emocional, sugestivo, formal, expre­ bles. El arte lucha, pues, contra esta bana­
sivo) de los mensajes artísticos frente al lidad de las convenciones expresivas, de
mero «denotativo» (representativo, alusi­ las fórmulas o frases hechas y su eficacia
vo, referencial) de los cotidianos. Esta tesis, social no puede entenderse independiente­
sin embargo, ofrece una mera caricatural mente de su peculiar relación con este có­
contraposición entre lo «artístico» y lo «no digo convencional. Más aún, el artista es
artístico». precisamente quien mantiene y renueva
Está por elaborar aún un esquema capaz estos códigos — auditivos, visuales, verba­
de dar razón, a la vez, de la continuidad y les— desde los cuales, después, sentimos,
de la originalidad que caracteriza la rela­ vemos o hablamos los demás. Su produc­
ción entre los mensajes artísticos y los co­ to, su obra, no puede entenderse pues sólo
tidianos. El arte o la inflexión estética, en como forma (teoría «formalista»), ni sólo
efecto, no es un fenómeno que suspenda como referencia (teoría del arte «realis­
las leyes que rigen la emisión, la transmi­ ta»), sino com o un artificio formal que po­
sión y el desciframiento de los mensajes sibilita una nueva transparencia del signi­
normales: es más bien una de sus posibili­ ficado a través del significante: a través
dades latentes, si bien pocas veces actuali­ del sistema de significantes o «lenguaje»
zada. La diferencia radica en el hecho de que todos utilizamos y que, luego de esta
que aquello que en los signos o mensajes obra, ya no será el mismo.
habituales es la condición suficiente (su
inteligibilidad), en los artísticos no es sino Xavier Rubert de Ventos

70
Bachofen y ei simbolismo
El suizo Juan Jacobo Bachofen (1815- una parte están los antropólogos y soció­
1887). nacido en Basilea en el seno de una logos que van de L. Morgan a Jane Harri­
rica familia industrial, se consagró al estu­ son. B. Malinowski, Frazer, W. Schmidt,
dio del derecho accediendo, a través de la Briffault y R. Graves; al otro lado compa­
visión del vínculo o nexo jurídico-social pri­ recen los m itólogos y sim bólogos que, a
mitivo. a la idea de un trasfondo o sustrato iravés de F. Nietzsche y C,G. Jung, desem­
matriarcal arcaico de nuestra cultura: lo que bocan en el Círculo Eranos, como K. Ke-
llamó «derecho materno» (Mutterrecht), gi- rényi, E. Neumann, M. Eliade, J. Campbell
necocracia o matriarcalismo (Miatertum). (entre nosotros cabría citar al mitólogo A l­
Se trataría de un estadio medial de la civili­ varez de Miranda y al psicólogo Rof Car-
zación que, por una parte, se superpondría bailo).
al más primitivo nivel de promiscuidad JJ. Bachofen tuvo por maestro en dere­
sexual (barbarie) y, por otra, sería superado cho a F.K. von Savigny, así como en filo­
por el patriarcado como estadio «superior» sofía a Schelling, siendo su inspirador en
o más espiritual. m itología sim bólica F. Creuzer. T odos
Los diversos nombres que Bachofen ellos dejarán honda huella en su espíritu y
otorga a ese sustrato arcaico dan cuenta de su obra eruditísima, de claras tendencias
la ambigüedad que obtiene en el propio románticas. El romanticismo de Bachofen
autor: se trata de un trasfondo cultural de se advierte en su visión numinosa o sacra
carácter mitológico y simbólico pero, ade­ del derecho materno o matriarcal, frente a
más, se concibe como un estadio, estadía, la visión posterior, desacralizada y secular
experiencia o modo de vida que incluye propia del derecho paterno o patriarcal:
factores psisociales y político-económicos. pues para nuestro autor lo matriarcal-ctó-
Esta ambivalencia de! concepto bachofe- nico es lo «santo» o intocable, frente a lo
niano de «matriarcado» se continuará en patriarcal-celeste como meramente sagra­
sus herederos, seguidores y críticos: a do o consagrado1.

1 Los antropólogos descubren que las iniciaciones suelen ser mucho más frecuentes y obtienen un ca­
femeninas son menos frecuentes y de carácter bioló- rácter colectivo y social: acaso tenga ello que ver con
gico-individual (suelen referirse a la primera mens­ la bacholeniana idea de que la mujer es considerada
truación), mientras que las iniciaciones masculinas cuasi numinosa por naturaleza en muchas sociedades

71
BACHOFEN Y EL SIMBOLISMO

teoría matriarcal la afirmación nacional de la


propia tierra y del propio pueblo, de la con­
sanguinidad y la mama pangermánica (tén­
gase en cuenta la autocrítica de A. Baeumler
en su obra Das mythische Weltalter, edición
1965).
Al margen de estas desviaciones ideoló­
gicas, hoy podemos constatar que la pio­
nera labor de Bachofen ha posibilitado el
redescubrimiento de culturas de rasgos
matriarcales (parapalriarcales), que en ­
cuentran en el neolítico agrario el eco cul­
tural de las viejas diosas madres paleolíti­
cas rupestres. Especial interés reviste para
nuestra cuítura el descubrimiento del sus­
trato mediterráneo preindoeuropeo, típico
de la cultura cretense en el Egeo (véase al
respecto la obra de M. Gimbutas sobre las
diosas mediterráneas).
Pero además la ingente obra hermenéu­
tica de Bachofen ha sido pionera en el es-
Ludio simbólico de mitos, leyendas, m o­
numentos y folklore. Mientras que para
Cassirer el simbolismo procede del mito
concebido como pro tovi vencí a de nuestra
situación existencial en el mundo, en Ba­
chofen el propio mito hunde su raíz en el
símbolo como expresión cuasi numinosa
del sentido uniLario de la vida; así, el sím­
Figura fem enina (J. Cima) bolo en Bachofen se enhebra o implica en
el arquetipo, al concebirse com o símbolo
radical que alberga o anida una urdimbre
Un tal romanticismo de lo matriarcal-te­ de sentido o inrago arquetípica como con­
lúrico será reinterpretado y reapro vcchacó figuración del sentido.
tanto desde la izquierda como desde la de­ La obra mitosimbólica de Bachofen ha
recha p olítica. Los m arxianos E ngels. quedado en su labor de desescombramíen-
Bloch y E. Fromm verán en la estructura to hermenéuLico de los mitos, relatos y mo­
simbólica matriarcal una afirmación del numentos antiguos, así como en su inter­
principio igualitario, comunal y mater-ma- pretación simbólica refinada de la cultura
terialista. Por su parte, A. Baeum ler y antigua. Ha sido revisada, sin embargo, su
ciertos nacional-socialistas verán en la visión dialécLico-estru crural de la civiliza-

arcaicas, no teniendo que ser iniciada en la sacralidad (muene y resurrección, re naei mi en lo o regeneración,
que ya simboliza, mientras que d hombre debe ser regresión al útero para poder progredir o salir de él).
consagrado tanto por su menor sacralidad nature! Pueden consultarse al respecto las obras clásicas de
como por su mayor socialidad exterior. Parece refor­ A. van Gcnnep (Los ritos de paso) y V, Turncr (¿7
zar lo dicho el que la iniciación masculina recurra a proceso ritan!), así como J, Prat, en: Diccionario te­
natales de paso de lo natural-materno a lo cultural- mática de antropología, 2.a eii., Barcelona 10^3 (ed.
paterno a través de una mediación cuasi matriarcal A. Aguirre).

72
BACHOFEN Y EL SIMBOLISMO

ción dividida en tres estadios — promiscui­ hermenéutica y su logos de la compren­


dad, matriarcado y patriarcado— , así como sión;
el forzamiento historicista de ciertas sim-
bologías y mitologías. Especial interes ha la mejor crítica consiste en comprender.
obtenido su revisión matriarcal de nuestras
categorías patriarcales, es decir, la entrevi­ B ibliografía
sión de un estrato inconsciente de sim­
bolismo matriarcal-femenmo que cultural- B achofen , J.J., Gesammelte Werke, 10 vo­
mente remite a Oriente y su influjo, pero lúmenes, ed. K, Meuli. Basel 1943-67.
que psicológicamente proviene de la primi­ B achofen, J.J.. Mitología arcaica y derecho
genia relación con la madre, y qne ha sido inatento, Anthropos, Barcelona 1987.
reprimido por nuestra civilización patriar­ O rtiz-O sés , A., C.G. Jung: Arquetipos y
cal occidental — un tema, sin duda, de sig­ Sentido, Deusto, Bilbao 1989.
nificación feminista, pero que incide en la M a y r , F .K ., La mitología occidental,
axiología, la ética y la visión del mundo. Anthropos, Barcelona 1987.
La contracrítica romántica de Bachofen B achofen , J.J. en: The Enciclopedia o f
al criticism o perilustrado del racionalis­ Religión, ed. M. Eliade. N. York/Lon-
mo ha quedado consagrada en el lema dres 1987.
que parece anidar, como la estructura sim­
bólica matriarcal, tras la actual razón neo- Andrés Ortiz-Osés

73
Cabala
La cabala es un saber secreto que tiene un creador y malabarista de las cosas, que
la virtualidad de situarse en medio de se congregan para configurar un mundo
otros saberes de una manera subrepticia e propio.
inquietante, vinculándose a tendencias La Cabala se desarrolla dentro del ju ­
gnósticos y esotéricas. Su modas ope run­ daism o, entre lo s sig lo s Xll a x v n . El
dí responde al deseo profundo de conocer monumento escrito más antiguo que re­
los misterios de la creación del mundo laciona la creación del mundo con la D i­
por medio de la palabra, que en el Gé­ vinidad es el Libro de la creación (Séfer
nesis se proclama como el medio por el Yesirá), escrito en hebreo en P alestina
cual Dios creó el universo. La palabra es, en el siglo iii o iv. Según esta fuente, la
pues, el centro de donde proceden nuclear- creación del mundo está relacionada con
mente todas las especulaciones, siendo la la existencia de diez números elem enta­
más sugerenle aquélla que declara que la les denominados Séfirot y con las com ­
palabra crea realidades (dubar). Decir o binaciones de las veintidós letras del al­
pronunciar la palabra tiene como resulta­ fabeto hebreo. Los Séfirot son entendi­
do inmediato la producción de la cosa dos también com o atributos y poderes de
que la palabra enuncia o designa. Eviden­ Dios.
temente, la lengua dotada de esa facultad El primer escrito propiamente cabalís­
mágica es el hebreo. Esto tiene implica­ tico aparece en Francia hacia 1180, un
ciones de gran importancia para la física breve texto esotérico por nombre Sefer
cósm ica y para el quehacer poético. El ha-Bahir. Se compone de un conjunto de
mundo es el resultado de° una especie de opiniones teosóficas en forma de com en­
combinatoria de letras y números, un pro­ tarios bíblicos, en su mayoría de origen
ceso que sigue materializándose en la in­ talmúdico.
cesante expansión del Universo: no so­ Las diferentes tendencias de exégesis
lamente es infinito sino que también se alegórica y m ística de la B iblia tienen
expande. Desde el. punto de vista de la lugar en España, aunque la característi­
poesía, la palabra funda realidades (Hei­ ca fundamental de la interpretación b í­
degger), como dice Octavio Paz y, con blica hispano-judía es el enfoque literal
mayor precisión, Juan Ramón Jiménez en sobre todo en la Edad Media y R enaci­
su Ars poética, «Intelijcncia». El poeta es miento, desde M aimónides a Fray Luis

75
CÀBALA

de L eón 1. El representante más importan­ Para crear concentró su luz, produjo el


te de las tendencias cabalísticas en cues­ vacío y le fue llenando con sucesivas
tión es el Libro del esplendor (Séfer ha- emanaciones de su lumbre. La primera
Zohar) del siglo x iit , casi con toda seguri­ es el arquetipo de todo lo creado, el
dad escrito por el rabino español Moisés Adam Kadmón. D e El emanaron cuatro
de León. Se trata de una especie de nove­ mundos. En el primero y más excelso,
la filo s ó fic a que con tien e com entarios en el Acilah, o mundo de la emanación,
alegóricos a varios textos de la Biblia. se distinguen las diez cualidades acti­
La cabalística es una corriente eminen­ vas, inteligencias o Sephirot del Adam
temente ecléctica, como hemos indicado al Kadmón, Sus nombres son: l.° corona;
principio: efectivamente, y de acuerdo con 2." prudencia; 3." intelecto; 4.a grandeza;
un experto en el tema: «En la metafísica 5.° fuerza; 6.° hermosura: 7.° victoria;
de la Cábala se mezclan elem entos bíbli­ 8.® majestad; 9.° fundamento, y 10.° rei­
cos, neoplatónicos y gnósticos»2, citando no. De este mundo emanaron los otros
com o apoyo el Zahar, a H eg el, Jacob tres; el último es el mundo de la materia
B oehm e, Sp inoza, L eib n iz y otros3. El y del mal, las heces de la creación. El
eclecticismo puede producir ambigüedad e hombre, o microcosmos, es imagen del
imprecisión a la hora de explorar los se­ Adam Kadmón, y participa de los tres
cretos de las relacion es entre D io s y el mundos inferiores, puesto que en él se
mundo, problemática que se presta al abu­ distinguen Lres principios: nephes (alien­
so de la arbitrariedad del signo lingüístico, to vital), rttaj (espíritu), nesjama (alma
ya que el nombre de D ios es inefable; su racional). Hay bastante dualismo en la
acción en el mundo está sometida a la con­ Cabala, pero está absorbido por el panteís­
jetura epístémica. Un especialista en hete­ mo que la informa4.
rodoxias lo explica de la siguiente manera:
Hay que enfatizar que el pensamiento
Dios, en el sistema de los cabalistas, cabalístico está influido por el neoplato­
es una e sp e c ie de p a te r agnostos, el nismo en su doctrina de la emanación y de
oculto de los ocultos, la unidad indivisi­ los seres intermediarios entre D ios y el
ble; se llama Ensoph. Su luz llenaba el mundo, «and one of the channels by which
espacio, o más bien, el espacio era E l. N eoplatonism influenced the construc-

1 Alexander Habib Arkin. La influencia de la exé­ 4 Antología general de Menéndez Pelayo. BAC
gesis hebrea en los comentarías bíblicas de Fray Madrid. 1956, p. 336. El texto diado pertenece a His­
Luis de León. CSIC. Madrid, 1966. El estudio funda­ toria d e los heterodoxos españoles, 11. pp. 172-173.
menta] sohre ln Cábala es el de Gcrshom Scholem: Ver también Angel L. Cílvcti, introducción a la místi­
bíajor Tienda in Jewish Misiicism, 1959, traducido al ca española, Ed. Cátedra, Madrid. 1974. pp. 102-103.
español, y publicado en Siglo Veintiuno de España Otra versión más clara de los Sefiroth:
Editores. Referencias concretas a diferentes estudios La divinidad escondida, el En-Sof. posee los 10 nú­
de Scholem sobre la Cabala pueden verse en el resu­ meros primarios, potencias o gradaciones, es decir, los
men que realiza A. Orliz-Osés de los 57 volúmenes Sefirots, géneros unh Ersales que lodo lo coimplican y
(1933-1988) del Círculo de Eranos, en su artículo generan. Son los siguientes:
«La Escuda de Eranos, una arquetipo!ogfa de la cul­
Kether: voluntad
tura». en Suplementos, de Anthropos, n.":42, lebrero
Bina: discernimiento Khojma: sabiduría
1994-. pp. 4 9 . 5 1.6 1 y pasxim.
Din: justicia Hescd: amor
- Claude Tresmomant. Estudios de metafísica bí­
Tifereth: misericordia
blica. Ed. Gredos, Madrid. 1961, p. 169.
Hod: duración Nezaj: majestad
Ibid., pp. 172 y ss. V er también C oncepción
Zaddik: el justo
Gonzalo Rubio, La angelolugia en la literatura ra­
Maijuth: Shekltíná: corona, gloria
íl (nica y sefardí, A m eller E d iciones, Barcelona,
1977. pp. 5 7-62. donde aduce algunos textos del Ver A. Ortiz-Oiés. vp. cit., p. 49, con íl comenta­
Zallar. rio correspondiente.

76
CÀBALA

tion o f the em anationist philosophy o f La Cúbala también es cuestión de nom­


the Sobar was the thought o f the Spanish bres, que poseen siempre algún ángulo sin
Jew who was known to the Latin S cholas- iluminar, comenzando por el nombre de
tics as Avicebron»56. D ios, cuya inestabilidad, abundancia y
En suma, el potencial creativo de la pa­ evolución histórica ha estudiado Alejandro
labra es de tal calibre y fuerza que se codi­ D iez Macho a fondo, dentro de un marco
fica a modo de sentencia o aforismo axio­ de sincretismo e indefinición cultural (la
mático y contundente en el repertorio de la época prerromana y helenista)9. Un exce­
lógica formal: «quod non in Thora non in lente modelo de sincretismo ideológico y
mundo», se entiende, de una manera em­ de cabala poética es el poeta lituano Mi-
brionaria y nuclear. El mundo se converti­ lo sz 10*.
ría, entonces, en algo así como un diccio­ La idea de mezcla es el término que me­
nario, motivo de gran prosapia histórica y jor define la obra de M ilosz, intelectual y
recurrencia literaria. Por otra parte, el mo­ artista, fluctuando siempre entre conflic­
tivo en cuestión está vinculado a otro que tos, entre la familia cristiana y la hebrea,
di efe que ia Naturaleza es el Libro de DiosL entre el mundo báltico y el latino, entre la
estos motivos se perpetúan hasta en pleno visión y las pasiones, entre la tierra y el
siglo xx. Baste un ejemplo, que puede ver­ cielo, entre la liturgia y la mística. Su fuer­
se en una novela «intelectual» de un escri­ za expresiva radica en un estilo de salmo­
tor dotado de solidez en la doctrina y de dia y visión profética, como se manifiesta
brillantez en la expresión; se trata de Be- en el «Salmo del Rey de Belleza». «Salmo
Iarmiño y Apolonio, de Ramón Pérez de de la Maduración» y «Salmo de la Reinte­
Ayala, donde el diccionario y el cosmos in­ gración»11.
tercambian recíprocamente sus funciones7. Uno de los poemas más representativos
En esta perspectiva de análisis cabe am­ (y centrales) de su obra es «El poema de
pliar el ámbito de realización de la Gábala los arcanos», que podría ser considerado
en dos vertientes, una histórica y otra ideo­ como un sello personal (de 1927) y como
lógica. Ambas son descritas en uno de los muestra de su sincretismo poético12. El au­
mejores libros que se han publicado sobre tor medita constantemente sobre la mate­
el Judaismo a través de los siglos al que es ria, el espacio, el tiempo, las realidades
acreedor el gran teólogo Haas Küng. Así degradadas (cf. R. Alberti, Sobre los ái ige-
pues, tenemos una «prehistoria» de Ja Ca­ íes), las ideas de movimiento y de vacío
bala y una historia que llega hasta el pre­ (cf. Federico García Lorca, Poeta en Nue-
sente; la ideológica es la así llamada Cú­ vu York), el sitio universal (Juan Ramón
bala Cristiana. Esta última viene repre­ Jiménez), el conocim iento y la idea del
sentada por el gran escriturista Reuchlin Otro (cf. Antonio Machado), la exaltación
(siglos x v -xvi)8. cósmica (cf. Vicente Alexandre) y vitalis-

5 Frederick Copleston, S.J., A ¡iisfory o f Philo- * Alejandro D iez Macho, «Neophici I: Tnrgum Pa-
snphy. Vol. 2, Medieval Philosophy, Pan I: Angustí lestmense», tomo IV, Números, CSIC, Madrid, 1974,
ne lo Bonaventure, A Double Day Image Book, New pp. 38-44.
York. 1962, p. 227. ,u O.W. de Lubiec M ilosz (.1887-1939), Antolo­
6 Ernst Roben Curtius, Literatura europea y Edad gía poética. Compañía General Fabril Editora, Bue­
Media latina, FCE, 1976, p. 451 y passim. nos Aires, 1961,
7 Ver In edición publicada por Cátedra, Madrid, 11 Milosz, Poemas de 1929. pp. 171-183.
1976, ed. de Andrés Amorós, pp. 169 y ss. Ibid.. El poema de las arcanos, n.° 7. p. 147 y
8 Hnns Küng, Das Judentum. Die Religiöse Situa­ passim.
tion derzeit. Piper, 1992, pp. 223 y ss. donde expone
detalladamente el tema, con la correspondiente bi­
bliografía actualizada en notas al texto.

77
C.VH.AI.A

ta: «Porque la sangre es contemporánea El lugar es el Maqom hebreo, sustituido


del ftcit. Es la sustancia mágica del impul­ por «El Santo, Bendito sea» en el siglo m a.C.
so espiritual primero, el movimiento espon­ Otro nom bre, tam bién m eton ím ico, es
táneo y vivo de minadas de universos»'3. «Cielos», en hebreo Samayim[1, según mi
Milosz es un buen ejemplo de búsqueda opinión.
de integración cósmica, como lo son Juan Las connotaciones cabalísticas de estos
Ramón Jiménez y Jorge Guillen (La esta­ nombres provienen de su capacidad de
ción total, Cántico). La estructura poéti­ combinación variable y proteica: «... el es­
ca más frecuente en M ilosz es la concate­ pacio descriptible formaba, con el movi­
nación de conceptos o imágenes concep­ miento-tiempo, un Cuerpo universal úni­
tuales. muy propios de la combinatoria co»18.
cabalística, recurriendo siempre a la tácti­ Hablando de la sangre y la fuerza pro­
ca de la recapitulación nocional, que es la creadora, M ilosz elabora sus correspon­
manera de formular poéticamente la aspi­ dientes ramificaciones cabalísticas alrede­
ración a la unión con el cosmos y a la uni­ dor de la relación original del aleph con el
dad d d pensamiento propio. He aquí algu­ beth, del vidente con la visión, del ser con
nos ejemplos: el amor, el «primer amor de Adán por
Eva, su compañera terrestre»13, manifesta­
Ese primer pensamiento (del Rey del
ción del arcano conyugal: la relación del
mundo) acercaba una suma de los cono­
esposo con la esposa, sugerida por la for­
cimientos, porque el movimiento consti­ ma y significado de las dos letras: la unión
tuye una perfecta simultaneidad, una ab­
de aleph y beth remite, pues, a la unión y
soluta identidad y una indivisible unidad conocimiento de Adán y Eva, siendo am­
del espacio, de la materia y del tiempo'L bos lina sola carne. Entre ellos dos sola­
Dentro del mismo contexto, el primer mente se interpone la Nada, «que no es
hombre. Adán, bendijo la belleza del mundo más que un nombre, por cuanto el vacío y
y «se sintió universo»13*15. Otro arcano desco­ el pleno, el tiempo y el movimiento están
dificable, o simplemente revelable, es el que en ella proscritos»20.
se refiere a los nombres de Dios. Uno de Según los presupuestos anteriores, po­
ellos es el Lugar, por metonimia, el univer­ dríamos concluir o presentar la hipótesis
so targúmico, a mi parecer. Dice Milosz: de que la Cabala se inclina más hacia la li­
teratura místico-simbólica que hacia la fi­
El Lugar, el espacio inseparable del losofía. El simbolismo en cuestión no es
tiempo-movimiento, identificábase con fruto de experiencias espirituales sino de
la relación dinámica, y el todo, aprehen­ una forma de experimentación lúdica den­
dido en su simultaneidad perfecta, en su tro del ámbito de la relación entre las pala­
instantaneidad absoluta, daba como re­ bras y las cosas.
sultado la materia, sustancia mágica del
mundo16. Juventino Caminero

13 Ibid., n.“ 23, p. 148. Cfr. el extenso poema en prosa <6 Ibid., p.149.
«Espacio», de J.R. Jiménez, poeta intelectual a (odas lu­ 17 A. D iez Macho, op. cit., pp. 38-44.
ces bastante esotérico, aunque no hermético, en la antolo­ 1S Milosz, pp. 158 y ss.
gía postuma. Leyenda (1896-1956), ed. de Antonio Sán­ ■» Ibid., p. 161.
chez Romeralo, Cupsa Ed., Madrid, 1978, pp. 606-620. 10 Ver «A l gran cero» y «Al gran pleno u con­
w Lo m ism o que J.R. Jiménez, por ejemplo, en ciencia integral», con el comentario de Antonio Ma­
«El ser uno», de Estación total, en Libros de poesía, chado sobre la nada, en Poesías completas, Espasa-
lomo II. Ed. Aguilar, Madrid, 1967, p. 1.232. Calpe, Madrid, 1975, pp. 324-326.
15 Milosz, n.° 30, p. 149. Cfr. J.R. Jiménez, «Su sitio
fiel», de Animal defondo, en Pajinas escojidas, p. 197,

78
Cassirer y las formas simbólicas
Introducción: Las funciones simbólicas sea de la realidad — mundo— es ab initio [
humanas re-presentativa. in-formativa y, en su senti- |
do radical, «lingüística». Como tendremos
El filósofo alemán emigrado a Nortea­ suficiente ocasión de constatar, el lenguaje
(■
mérica Ernst Cassirer, muerto en 1945, í i es el protosímbolo de la actividad típica- ,
está ejerciendo en nuestra actual cultura mente humana: el lenguaje, exactamente, j
una influencia decisiva. Neokantiano de la convierte el caos (materia) en forma o Ges- j
escuela de Marburgo, su posición puede talt\ representando así en la gramática pro- t,
ser bautizada como simbologismo. Según funda de ia filosofía cassireriana la forma |
él efectivamente, y puesto que el hombre simbólica fundamental o. si se prefiere, la [
es un animal simbolizador a natura, todo fí) formación simbólica fundacional humana. 1
es ya símbolo. La actualidad de una tal fi­ En cualquier caso nos hallamos ya, con
losofía consagrada al estudio de la forma­
la- i nuestra precedente declaración, en el centro
ción simbólica humana de la realidad- del pensamiento cassireriano según el cual,
cultura— en sus formas más relevantes'de ‘ y para decirlo con Goethe, «lo fáctico es ya |
la comprensión del mundo (mito, lenguaje I® teoría» y la mera visión de algo es asimismo ji
y ciencia), quedará acentuada en nuestro *j ya «relacionamiento»4 — una tesis hoy bien '
estudio. La universalidad de Cassirer se verificada por la teoría de la ciencia y en ge- I
aclara si tenemos en cuenta que, además neral por el racionalismo contemporáneo
de representar la difícil coyuntura del pen­ (Popper)— . Desde el primer instante de su I
samiento idealista alemán con el pensa- i / concepción el hombre concibe e.d. relacio­
miento empirista anglo-americano, su filo -1 \ na, expresa y conecta, a] menos implícita o (
sofía de las formas simbólicas es hoy lugar , ¡ inconscientemente. Es tema de la actividad í
común obligado de la discusión hermenéu- )(' filosófica precisamente conscienciar lo que
tica en torno al lenguaje humano1. Nuestro siempre ya hacemos dándonos cuenta o no,
ínteres al estudiar la obra de Cassirer es e.d. traer a palabra el lenguaje — logos—
doblemente hermenéutico: intentamos lo­ que articula desde el primer momento la rea- r
grar una «interpretación» de su obra so n -/^ lidad caótica en un mundo de relaciones5.
sacando al mismo tiempo de ella sus pro­ La especificidad del trabajo de Cassirer
pios principios de interpretación; es pues consiste, sin embargo, no en considerar la
nuestra labor una hermenéutica de una función simbólica de la mente humana en \
h e rm e n é u tic a — d e o tra h e rm e n é u tic a . sí y en abstracto, sino que su quehacer i<
Cassirer parte de un presupuesto funda­ concreto e.d. en sus obras. Las form as **
cional de su teoría de la cultura: la simbó-1 /i simbólicas humanas son el mito (la reli­
lica natural de nuestra consciencia en s i r ‘ gión y el arte), el lenguaje (e inscrito en él |
totalidad2. Que nuestra consciencia, siem­ la historia y ía filosofía) y la ciencia (ma­
pre ya, sea simbólica, quiere decir lo si­ temáticas y ciencias naturales). Estas for­
guiente: toda captación por primigenia que mas sim bólicas son entendidas aquí no

1 Ferrater Mora ha calificado In postura de. Cassi­ fíologie der Erkenntnis, Darmsladt, 1972). Sobre las
rer com o idealism o objetivo o, correlativamente, formas simbólicas fundamentales de comprensión del
como realismo idealista (ver su Diccionario); más mundo, ver 111, V. Respecto a ia obra de Cassirer,
bien es un realismo simbolista^ idealismo simbolo- consúltese Rev. int. de phii. 28 (1974), ti,1’ 110.
gistn. Citaremos a Cassirer de acuerdo al siguiente 2 Tomo I, p. 4.
régimen; Filosofía de las formas simbólicas: Tomo I 2 1,43 y 46.
(Die Sprache, Darmstadt. 1964). Tomo II (Fl pensa­ J 111.20, 31.
miento milico, México, 1972). Tomo III (Fhiinome- 5 I, 12 y 20.

79
CASSIRER Y LAS FORM AS SIMBÓLICAS

com o meros reflejos de la realidad sino Filosofía: mundo de los conceptos (lin­
como las funciones de la conformación de güísticos) organizados.
lo real e.d. como las condiciones de la pro­ 3. Ciencia: mundo del concepto lógico
pia visión de la realidad6. Cada una de es­ unificación (univocidad).
tas formas sim bólicas alberga su propio Objetivismo8.
principio formador de la realidad, su propia
«formación» y formatividad — normativi­ Entre hombre y mundo se interpone
dad— que especifica a cada una como tal. pues el mundo simbólico sea bajo ia forma
Ames de pasar revista a las tres forma­ del mito, del lenguaje o de la ciencia, La
ciones simbólicas relevantes — mito, len­ imposibilidad de acceso inmediato por pai­
guaje y ciencia— , y a fin de posibilitar el te del hombre al mundo queda superada a
contexto de los siguientes textos, proponga­ base de la mediación simbólica: es pues el
mos la clave estructural que abre la com­ mundo del símbolo el auténtico interlen-
prensión y lectura de la investigación cassi- guaje que relaciona y articula — interpre­
reriana. Según ésta, coexiste entre mito, ta— realidad e idealidad, objeto y sujeto,
lenguaje y ciencia una correlación dialécti­ mundo y hombre, materialidad y Formali­
ca: si el pensamiento científico (= «lógico») dad (formalizadón). Pero frente a Berg-
supone el pensamiento lingüístico («repre­ son, Cassirer sostiene que la mediación
sentativo») y éste al pensamiento mítico que los símbolos efectúan en el mundo del
(«intuitivo»), no es menos cierto que, vice­ hombre no equivale a cosificación . Al
versa, ya en el mundo mítico coactúa el es­ contrario, el símbolo representa la mani­
pacio de la representación que el lenguaje festación o visibilización de la vida huma­
abre y en cuyo recinto a su vez se incoa la na en su totalidad y la espaciación de
conceptualización que dará lugar a la cien­ nuestro tiempo interior9.
cia. Pues si por una parte la génesis ascen­ Por todo ello podríamos definir la acti­
dente de mito —» lenguaje —» ciencia es vidad hermenéutica que instaura la filoso­
comparable al desarrollo de los «concep­ fía de las formas simbólicas intercambian­
tos» de Physis —> Logos —» Lógica7, por do la denominación que Ravaisson da de
otra haya que tener en cuenta que el de­ la actividad estética (arte): une métaphysi-
sarrollo de lo lógico no encuentra su expre­ que figurée. Un lenguaje figurativo y una
sión primeramente en la lógica científica metafísica de la figuración en un mundo
sino que ya actúa implícitamente, según lo en que todo es, desde que el hombre lo ha­
dicho y por decir, en la «lógica» — prelógi­ bita y cohabita, «figura» simbólica, y no
ca— mitopoiética. Pero en cualquier caso, mera y pura, nuda y desnuda (Znbiri) rea­
efectivamente, el movimiento es evolutivo y lidad en sí sustancial o sustantiva. Una fi­
ascensional de lo incoado a lo explícito y gura que el genio interpretativo de Cassi­
del mito al logos. El siguiente encuadre her- rer nos diseñará con mano maestra.
inenéutíco puede servir de falsilla para la
posterior lectura de nuestra investigación;
I. El mundo de la expresión intuitiva:
1. Mito: mundo del devenir y de la apa­ el pensamiento mítico
riencia.
Di versificación: subjetivismo. El pensamiento mítico es el primer paso
2. Lenguaje: mundo de la denom ina­ en la escalada del conocimiento humano
ción: multivocidad e identidad (unidad) de del mundo y, al mismo tiempo, el honta­
los nombres. nar de nuestra exp erien cia sim bólica:

6 1,24 y 27. 3 III, 18-21.


7 111, 20- 21. 9 111,43-4.

80
CASSIRER Y LAS FORMAS SIMBÓLICAS

sus ubres nutricias. Es el lugar, momento o caso por nuestra imaginación proyectíva).
nivel de la experiencia original y primigen- La imaginación polisintética típicamente
cia del hombre con las cosas, el ámbito de mítica es ya imaginación simbólica y todo
la experiencia inmediata de la realidad si- símbolo dice; presentación, la cual implica
nólica, omniabarcante, numinosa y emer­ ya, si bien de un modo incoativo, un ele­
gente. Con el lenguaje de Merleau-Ponty mento de representación e interpretación.
denominaríamos a este umbral de cohabi­ En realidad la conciencia en su totalidad
tación simbólico-sensorial del hombre con aparece en toda toma parcial de concien­
las cosas, nivel perceptual. En efecto, es la cia. Como dice el maestro en «Lenguaje y
experiencia de la realidad como presencia mito»;
fisiognómica de la vivencia y de la visión
La más simple figura mítica surge en
prístina del mundo como un todo indiferen­
virtud de una conformación por la que
ciado10. El pensamiento mítico — mythos—
una determinada impresión se sustrae a
com o form ula sim b ó lica fu n d acion al,
la esfera de lo ordinario, cuotidiano y
aparece en ese lugar de intersección corre-
profano siendo transpuesta al círculo de
lacional de la realidad com o expresión
lo «sagrado», o sea de la significación
p resen tacion al y de nuestra id ealid ad
m ítico-religiosa. Se trata propiamente
com o in tu ición perceptual, por lo que
no solamente de una traducción (trans-
puede hablarse de una m etaforización
ducción; Übertragung) sino de una au­
sensible de lo real*11. En el mundo simbó­
téntica inetábasis eis alio genos13.
lico dcl.myLhos la realidad se revela en su
fenomenalidad original e.d. en su expre­ Y es que la percepción m itop oiéü ca
sión vital-subjetiva. Más en concreto, es el (mythmaking: Langer) no es sensación pa­
ámbito de lo im personal y preanúnico siva, sino ya simbolización selectiva: re­
pero personificado y animada — ámbito de presenta de un modo inmediato y concreto,
relaciones sim patcticas entre mundo y colorista o cromático — e.d. sensiblemen­
hombre al encuentro en donde emerge el te'— una significación de por sí inteligible
sentido com o sentido tropológlco12. A sí o suprasensible14. D e este modo, el mythos
entendido, el mito no aparece como iluso­ com o formación simbólica primigenia se
rio (M ax M iiller), ni com o p atológico constituye genéticamente por la individua­
(Brinton) o imitativo (realismo), sino como lización y objetivación en forma simbólica
símbolo u órgano proyectivo de la reali­ de la excitación subjetiva1'.
dad, la cual se nos visibiliza en las diver­ Descendamos ahora de nuesLra presen­
sas formas simbólicas en cuanto diversos tación global del pensamiento m itológico
puntos de vista. a su concepción. El nivel mitológico de la
Sin embargo, no hay que olvidar algo experiencia simbólica humana está consti­
fundamental en el universo del discurso tuido según Cassirer por las siguientes ac­
cas si redaño: el hecho de que la actividad tividades: magia, mito y religión con sus
m itopoiética o pensam iento m ítico sea, correspondientes y condicionantes ritos y
siempre ya, pensamiento y forma simbóli­ cultos, así como finalmente el arte. Serian
ca mediadora de la realidad (o mundo) y las actuaciones o performancias concretas
mediada por nuestra idealidad (en este de la com petencia general m itopoiética.

1U III, 94, 84; II, 45. M Van Roo, Symbo! accoarJing n> Cassirer and
11 Ver al respecto W.A. van Roo, en Gregorio- Langer. ibíd., 53/3, Resumée.
num 53/4 (1 9 7 2 ). p .á74. 15 Esta objetivación simbólica se realiza según
llí, 73 y 86; II, 314. Cassirer por las funciones de orden trascendental
11 E. Cassirer, Wcíe/t und Wirkung des Symbols- propias de nuestra subjetividad: Tomo III, p. 59.
brgriffs, Studien Bibi. Warburg 6, 1925. p. 148.
CASSIRER V LAS FORMAS SIMBOLICAS

D e ja r e m o s a un lado e l comportamiento dos (cosas) a la teoría (condiciones) se


m á g ic o , que según nuestro autor es el pri­ realiza de un modo incoado y anticipado.
mer estigma de la actividad sirilbolizadora Y sin embargo se da. Es labor de la imagi­
humana — ámbito primario de la simpatía nación polisintética (Preuss), global o sím­
y de la «magic o f analogy»— , para ceñir­ pate tica aglutinar y fusionar en una cninci-
nos propiamente a los tres símbolos máxi­ dentia oppositorum la experiencia mágico-
mos de nuestro nivel: el mito en sentido simbólica humana primigenia. Ello se lleva
estricto, la religión y el arte16. a cabo tanto a.un nivel material como a un
En la inmersión mágica del hombre en nivel formal: quoatí materiani, se realiza la
su mundo simbólico, simbolizada a su vez animización y espiritualización o vivifica­
por la admiración (zaumadsem) exclamati­ ción de lo sensible; quoad formam, se lo­
va así como lingüísticamente por la inter­ gra una materialización sensible de lo espi­
jección, el mito emerge como una primera ritual19.
objetivación plástica o diferenciación sim­ Y sin embargo, de nuevo el hiatus entre
bólica de tal situación indiferenciada e pensam iento m ítico y pensamiento con­
imaginaria o imaginativa. El mito aparece ceptual: aquél funciona a modo de agluti­
conformando el contenido de nuestra per­ nante {«pegamento») de acuerdo al princi­
cepción, significando a su vez la primera pio de la participación, pero en el concep­
reacción a la fisiognom ía natural17. A sí to se realiza una reducción de la realidad a
como según Koffka el niño reacciona dife- relaciones. Y mientras la imaginación mí­
rcnciadamente y con interés a rostros hu­ tica es interferente, en el pensamiento con­
manos y sonidos articulados, así el mito ceptual se constituye un contexto ideal en
representa la primera respuesta articulada el que se enlazan y diferencian los conte­
típicamente humana a la magia de la natu­ nidos individuales211. El pensamiento míti­
raleza que es ahora percibida com o un co llev a a término un ordenamiento del
comportamiento18: de este modo se entien­ caos destacando intuitivamente las relacio­
de el pan demonismo mítico e.d. la organi­ nes de la realidad; en el pensamiento con­
zada visión mítica del mundo como mun­ ceptual, las relaciones reales quedan fun-
do de fuerzas y potencias. cionalizadas en conexiones de pen'samien-
En el mito, definido por nuestro autor to:i, lo que no quiere decir que la verdad
en su funcionalidad esencial como fantasía mítica sea relativa y la científica sea abso­
estética, se da el paso definido y definitivo luta, ya que — nota perspicazmente el ma­
de la impresión sensible a su represen­ estro Cassirer— también la realidad cien­
tación intuitiva por destacamiento de re­ tífica es relativa: relativa a sus condiciones
laciones. Este paso es fundamental por e hipótesis e.d. a sus supuestos. Una acota­
cuanto se realiza ya el tránsito o transición ción de indudable interés actual a cansa de
del mundo perceplual de las cosas sensi­ la brillante teoría de la ciencia de Kuhn22.
bles a la visión de sus condiciones, si bien Así pues si el mito, como toda forma sim­
en el caso de! mito este paso de los senti­ bólica, es la manifestación sensible de un

16 Según nuestro autor, la actividad ritual y cul­ i» II, 43, 92-3, «3, 53.
tual preceden al propio mito y lo condicionan o fun­ 70 II, 7 8 ,8 2 ,9 3 .
dan: cfr. Tomo II, pp. 63 y 272. 21 Conocida es la tesis general del libro de Cassi­
17 III, 72. Cassirer retoma la concepción schellin- rer Sustancia y función: nuestro conocimiento, tanto
giana de las formas simbólicas como formaciones ra­ genética o históricamente como esLructuralmentc o
cionales — e.d. como articulación de sentido del pro­ formal mente, ha dado ya el paso de la sustancia a la
pio «sinsentido» (o sen Licio prelógico)— ; ver Filoso­ función, e.d. de un pensar «sustancial izador» (meta­
fía de las formas sbnbólicux, II, 21. fórico) aun pensar «funcional» (científico).
18 III, 75-6. Con Scheler afirma Cassirer que la — II, 57. Consúltese la obra de Kuhn, Lakatos y
percepción vital del tú es anterior a la del yo: III, 104. Feyerabend sobre e] tema.

82
CASSIRER Y LAS FORMAS SIM BÓLICAS

sentido suprasensible, esta manifestación es «Lenguaje y mito»: es el lenguaje quien


propiamente prcsentacional y aún no pro­ introduce la articulación de la realidad po­
piamente reprcsentacional, si bien ia repre­ niendo en crisis el pensamiento mítico al
sentación anida ya en la lógica mitológica. oponer lo permanente a lo transeúnte. El
Propiamente representacíonal comienza lenguaje como diálogos de mythos y togos
a ser la manifestación que especifica al representa el lugar límite entre el mundo
lenguaje (el significado objetivado en un del pensamiento complexivo y de la com­
nombre) c incluso en el arte (la imagina­ presión iniensiva y el mundo del análisis,
ción objetivada en imagen)23. la abstracción y la distribución extensiva
Decimos que el pensamiento y activi­ (teoría).
dad mágica encuentra su primera realiza­ El movimiento de nuestra actividad sim­
ción y objetivación en la forma simbólica bólica resulta ser de lo indefinido a lo de­
del mito — sería el paso del mundo imagi­ terminado, de lo mítico como hipostatiza-
nario al mundo simbólico24. Hay que te­ ción de lo sustancial a lo teórico, de lo anó­
ner en cuenta sin embargo que tal paso no nimo a la generalización. Y ésta es también
se da sino en y por la mediación implícita la progresión que la religión realiza según
e implicada del lenguaje, el cual posibilita nuestro autor: del brahma al attnan. De un
la articulación narrativa o cuasi-histórica modo concreto, Usener ha investigado las
(«legendaria») que el mito lleva a cabo del fases que la religión histórica recorre ge­
mundo en su totalidad. Y es precisamente néticamente; son las siguientes;
también la articulación lingüística la que
posibilita el paso del mito ahistórico a la 1. a fase. Producción de «deidades m
religión histórica y al arte al pro-poner un mentáneas»: es la experiencia primigenia
nombre para D ios o los diversos dioses del daimon, según la cual se diviniza todo
(funcionalización) condicionando asimis­ fenómeno trascendente e.d. extraordinario.
mo su plasmación u objetivación en imá­ 2. “fase. Producción de «dioses especi
genes (ídolos). Mito y lenguaje emergen les»: aparecen los dioses funcionales e.g.
conjunta y respectivamente de la exclama­ romanos; cada dios especifica una función
vital.
ción y de la interjección23; pero mientras
el pensamiento mítico queda anclado en la 3. afase. Producción de «dioses person
visión mágico-numinosa de la realidad, el les»: los dioses reciben ya nombre propio.
lenguaje se emancipa críticamente de su Las religiones históricas revelan pues -
humus originario superando sus orígenes también esta progresión del mito al logos
«matriarcales» en inequívoca dirección e.d. de lo mágico-mítico a lo h is tó r ic o - m í-
patriarcal (lógica). Es la tesis general de tico (Frazer). Cassirer nos ofrece al res­

23 II, 107: el lenguaje (y el arte) aparece definido cante ambivalente con un exceso de significación y,
como representación. en tanto, con un defecto de significado unívoco — sig­
11 En el mentida psicoanalítico. Cír. sobre Lacan, nificación flotante que reaparece en la aproximación
G. Rosolato, Ensayos sobre la simbólico, Barcelona, verbal de nuestra experiencia límite com o «Dios» o
1974. de nuestra experiencia totalizadora como «ser». Por
15 Según Cassircr la primigenia exclamación míti­ todo ello redefine E. Trias la intención de la metafísi­
ca con su concomitante interjección lingüística esta­ ca clásica en cuanto discurso sobre el ser o ente en
ría representada por: «¡manítu!» que puede traducirse cuanto ente como un discurso sobre el mana en tanto
aproximadamente por «¡Dios!» o «¡éste (extraordina­ que mana. En efecto, el saber metafísico reaparece
rio) es un dios!» Manitu conlleva «mana» que es, hoy como saber mitológico: como un pretendido sa­
como es bien sabido, la palabra-clave del código de la ber sobre lo mágico (e.d. sobre un no-saher). Diría­
mitología, indicando el poder o fuerza sobrenaturales mos: como el intento de racionalización de lo irracio­
que circula en hechos, cosas o personas sagradas (Co- nal (ver Metodología del pensamiento mágico, Bar­
drington). Se trata de un signo flotante, de un signifi- celona, 1970).

83
CASSIRER Y LAS FORM AS SIM BÓLICAS

pecto un interesante recuento de los men­ y logos— funciona asimismo de acuerdo a


sajes liberadores predicados por diversas tal dialéctica mito-lógica, E.d. que en el in­
formas religiosas: y así puede decirse que terior del propio mito, del lenguaje y del
mientras en la India los Upanishads y el logos (ciencia) se descubre soterrada la di­
b u d ism o predican la lib eración por el nám ica expansiva de nuestra actividad
«sueño» o por el nirvana respectivamente, simbólica. Hemos observado tal funciona­
y mientras C onfucio y el taoísmo chino miento en el caso del pensamiento mítico
afirman con absolutez la mismidad de lo que progrede de lo mágico a lo estético-re­
real y, en tanto, el pasado, las religiones ligioso e.d. a una racionalidad más explíci­
mesiánicas persas (e.g. el Avesta y Zara- ta; e incluso hemos comprobado cómo el
tustra) propugnarán la lucha y la voluntad curso de las religiones va de una fase míti­
futurista. Asim ism o, encontramos una di­ ca a una fase histórica. Pues bien, este mis­
ferencia radical entre la religión egipcia en mo proceso y proceder reaparecerá tanto
pro de una estabilización estática y la reli­ en el mundo de la representación lingüísti­
gión de la Grecia clásica con la afirmación ca como en el mundo de la abstracción ló­
del tiem po en cuanto presente temporal gica. El paso de lo temporal y concreto a lo
puro (especu lativo) y de su superación. espacial e ideal27 o, correlativamente, de lo
Pero es la religión cristiana la que según espacial-sustancial a lo espacial-relaeional
Cassirer alcanza el último grado de cons­ se realiza no sólo en nuestra actividad
ciencia crítica, de objetivación histórica y sim bólica como totalidad sino al mismo
de auténtica liberación no del yo (budis­ tiempo en cada una de sus partes o esta­
mo) sino para el yo. Aquí la mediación libe­ dios. MyLhos y logos conforman un diálo­
radora se reconvierte en correlación liberta­ go o círculo hermenéutico de coimplica­
dora de lo personal. Como afirma nuestro ción mutua — un círculo que paralelamen­
autor en su Antropología, la «synipatheia te al ser heideggeriano, circula no como
ton olon» o simpatía del todo típica del ésLe en las existencias (realidades, entes)
pensamiento mítico politeísta, llega a ser sino en las esencias ideales o ideacionalcs
en el pensamiento religioso cristiano mo­ que constituyen nuestro saber— . Por ello,
noteísta simpatía ética de signo individual- si el logos supone al mythos y lo supera
personal-6. (en el sentido hegeliano de la Aufhebung
Con esto abandonamos el nivel mitoló­ como «transducción»), el mythos vuelve a
gico para adentramos en el nivel lingüísti­ emerger en el límite de nuestro saber lógi­
co — nivel intermediador de mythos y lo­ co: como dice nuestro autor en su Antro­
gos— . Mas antes de tematizar el horizonte pología, el mito en cuanto «creencia» co­
lingüístico de la F ilosofía de las formas mienza donde culmina lo racional28. Por
simbólicas, queremos hacer una observa­ ello nuestro pensamiento es esencialmente
ción general imbricada ya en la presenta­ un pensar metafórico, translativo y pro-
ción de la actividad simbólica humana se­ yecrivo bien a un nivel intuitivo hien a un
gún Cassirer. No solamente nuestro univer­ nivel racional29. En ambos casos se salva­
so de discurso humano funciona genética y guarda el carácter esencialmente simbóli­
estructuralmente del mito al logos, sino que co de nuestro pensar: en el primer caso
cada estadio fundamental ---mito, lenguaje*21 (mythos) el símbolo es pregnante, en el se-

26 II, 165 y ss.: ver, asimismo, E. Cassírer, Antro­ nuevo a este último, y así, al fabricar un instrumento
pología filosófica , M éxico. 1971, pp. 1-4-5 y 155. (objetivación) se lo remltifica (subjetivación) otor­
21 II, 112-3,291 y 122. gándole poderes míticos.
;s II, 117 y 125. Como también dice Cassírer en 59 El pensamiento metafórico se caracteriza por
Lenguaje y mito, Buenos Aires, 1973, el «mundo»/ se ser un pensamiento sustitutivo. el cual a su vez se ca­
separa de lo m ilico-religioso para reconectarse de racteriza poT tomar la pane por el todo (pars pro loto).

84
CASSIRER Y LAS FORM AS SIMBÓLICAS

gundo caso el símbolo lógico-científico es círculo mágico de las ideas figurativas, lo­
vacío (cfr. al respecto Urban). gra romperlo en dirección de la lógica y la
-'■-.-Pero es el lenguaje com o form ación concepción pura de hechos30. Mas, ¿cómo
simbólica fundamental de la experiencia logra romper el lenguaje el hechizo mítico
humana el encargado de intermediar dialó­ y abrir nuestro pensamiento sim bólico al
gicamente mito y logos. mundo del logos? La respuesta suena así:
por la relación.
En e fec to , el lenguaje aparece en la
II. El mundo de la representación: magna obra cassireriana representando ex­
- el pensam iento lingüístico plícitamente la actividad esencialmente re­
lacionante o relacional de nuestro pensa­
El hilo conductor de ida y vuelta del m iento sim bólico. Este puede definirse
mito al logos es el lenguaje. El lenguaje como la actividad del relacionar o poner
logra la mediación m itológica de nuestro (en) relaciones, de modo que el «número»
universo del discurso y es el encargado de representaría la operación fundamental de
articular y distender el mundo de la repre­ nuestro pensar. Por el número, nos dice
sentación. La representación lingüística Casstrcr de acuerdo a su correligionario
surge así en el lugar de intersección dialó­ Natoip, se realiza la correlación del pensar
gica de la presentación mítica y de la me- y hablar por cuanto queda configurado en
tarrepresentación lógica. El lenguaje de signo lingüístico. De este modo el lengua­
este modo hunde sus raíces en el mito y je representa «aquella forma del pensa­
arriba críticam ente al logos, por lo que miento relacional» a que aspira sin lograr
Cassirer puede distinguir la siguiente evo­ alcanzarla plenamente31. Por todo ello el
lución lingüística: número aparece en la filosofía cassireriana
com o fundamento incluso del espacio y
1. El lenguaje m ím ico (signo mítico):,
tiempo, si bien se apoye la propia concep­
escritura de imágenes directas o ideogra­
ción del número en el espacio y tiempo en
ma.
cuanto relación dialógica de lo sim ulta­
2. El lenguaje analógico (signo diferen­
neo-colectivo (espacio) y lo sucesivo-indi-
ciado en sonido y significado): escritura
vidual (tiempo). Espacio y tiempo adquie­
silábica (expresión).
ren a nivel representarivo-üngüístico, como
3. El lenguaje simbólico (separación de
formas relaciónales, un papel intermediador
significante y significado): escritura foné­
entre el espacio-tiempo cu al ilativo-sustan­
tica (simbolización)29’.
cial (mítico) y el espacio-tiempo cuantitati-
Podríamos considerar com o lenguaje vo-funcional (lógico)32.
específico el lenguaje analógico (diacríti­ Nos acercamos con ello a la tesis pitagó­
co) situado genética y estme turaímente en rica del número como relacionalidad — te­
el paso dialéctico del lenguaje mítico-rní- sis recuperada hoy por otro marburgiano:
mico al lenguaje lógico-sim bólico. Es de H.G. Gadamer— . La relacionalidad se en­
nuevo el tránsito de un pensamiento sus­ carna específicamente en nuestro lenguaje
tancial que funciona por metamorfosis a humano com o sistema absoluto de coor­
un pensamiento más y más funcional que denadas o espacio-tiempo relacional pri­
funciona por intcrrelación de diferencias, mario del hablante y cohablante. La origi­
Y es que, como dice en un texto célebre naria relación mítica del hombre con su
S. Langer, si bien el lenguaje nace en el entorno queda objetivada, distinguida >

II, 291 SS. 3] I, 185-6.


M Aiito y lenguaje, ibid.. Inlrnduccion (ver la ed. « It, 157 y 211.
inglesa: Language and Myth. N. York. 1953).
C a S-S'.'ñ 'í X V LAS FORMAS SIMBÓLICAS

reLc;.er..:da — e.d. «numerada» o articula­ dríamos denominar presentación signa­


da £" > :vr el lenguaje— . De este modo la da— . Se trata del momento propiamente
fur.ó.tvou de conceptos no procede a la ge- constitutivo del lenguaje, momento situado
ner.’.adad sino a la determinación. El len- dialécticamente entre el prelenguaje mítico
guYí ;s el paso obligado, previo y condi- (onomatopéyieo) y el poslenguaje científi­
cior.av.:; de la abstracción. Su primer resul­ co (significado lógico). Cassirer lo define
tado es generalizar— éste es su segundo así: la representación es en cuanto presente,
resultado— sino cualificar, caracterizar, al mismo tiempo presentación37. La idea­
otieod ar. determinar, configurar y corrcla- ción simbólica propia del lenguaje se basa
cier-ur''. El lenguaje se convierte en senso- ea el des tacam lento — así por ej. un mo­
ti:.—. . ne en base a un trabajo social mento abstraído del todo de una relación de
que surge de la actividad interhumana. El sentido o «respecto» en cuanto ejemplar de
ler.gu.re es esencialmente selectivo, y, en una especie— . No es ni el ámbito de la pura
cuar.ro rumiación simbólica intermedia e expresión o «cuadro» ni tampoco del sím­
írueuuedutdorn, aparece como forma expre­ bolo abstracto ideal, sino el ámbito del es­
s é ¿ sousible e intelectual a la vez. Como quema simbólico, el cual en el contexto de
Carro:: lo ha definido magistralmente en nuestra experiencia imaginadvo-proyectiva
uru evasión: (a priori) es el ámbito de la facultas úgna-
trix (Kant), en el que todo tiene solamente
el lerguaje distingue, elige y organiza,
un valor relativo y correlativo como en un
errurdo por medio de tal toma de posi-
mapa o sistema estructural. Y con ello vol­
ci;r determinados centros o puntos me­
vemos de nuevo a la relación como determi­
dios de visión objetiva3-*.
nación esencial y esencialmente lingüística de
O corto lo expresara en «Lenguaje y la consciencia. Como afirma Nalorp: «puesto
mire*: O e hecho la más primitiva expre­ que la consciencia propiamente tal dice rela­
sión lingüistica exige ya una transforma­ ción, lo originario y primigenio no es la
ción . rurtsposición-traducción) de un deter­ presentación sino la representación. En la
minado contenido intuitivo o sensible en el auténtica vida de la consciencia la relación
soroldo., o sea. en un medio extraño y total­ es lo primero»38.
mente d: -erso de ese mismo contenido»35. Precisamente un tal relacionamiento sim­
El lenguaje nos aparece así como una bólico representado em inentemente por
foTmjeten simbólica representativa y dis­ nuestro lenguaje es lo que falla o falta en la
cursiva cgue podríamos asimismo caracteri­ afasia como enfermedad específicamente
zar come momento evolutivo analítico-in- lingüística, así como en la agnosia como en­
rnirivo de la conciencia a medio camino fermedad perceptiva y en la*apraxia como
entre un. momento meramente reproductor enfermedad del obrar. En el caso de la afa­
y el momento científico36. Es el momento sia lo que ocurre no es un fallo de vocabu­
cnnco-süitbóUco de la de nominación o dc- lario o léxico e.d. de palabras que el enfer­
signcctcn condicionante del m om ento mo conoce, sino de lenguaje o articulación
correluñ *o de la concepción o denotación frásica. En la afasia como enfermedad lin­
(así Keróerf. La definición de lenguaje como güística aparece la im posibilidad de ar­
re-poísmavión (Darstellung) que Cassirer ticulación categorial de la realidad en y
revivo -de Bühler, incluye el carácter de pre­ por el lenguaje, pudiendo definirse como
sentad.'o representacíonal — lo que po­ asimbolia (Finkelnburg)39. Y es que como

- i :-S . 165.236-8,257. 36 Van Roo, 53/3.


•- ld S ,A ¡ j t ,2 7 8 , 300. 37 III, 128.
“ W . ct iru/ IVirkung de*Svmbolsbegriffx, ibíd., 38 III, 158 y 133, 177, 189,236.
p. U S 39 III, 3 0 5 ,2 4 8 ,2 4 5 y 262.

86
CASSIRHR Y LAS FORMAS SIMBÓLICAS

dice nuestro autor «el comportamiento ca- (afásico-agnósico-apráxico) no puede “so­


tcgorial y el tener un lenguaje en su inten­ ñar” de esa manera»*41.
ción significativa es la expresión de un Quizá pudiéramos explicar esto mismo
único y mismo comportamiento funda­ de un modo general diciendo que es la pér­
mental^ (III, 265). Por lo que respecta a la dida de la vivencia noética lo que ocurre
agnosia óptica y táctil se trata de la inca­ en tales enfermos. Nuestra consciencia es
pacidad de re-conocimiento visual o táctil esencialmente consciencia de sentido re­
de un espado de la representación, lo que presentativo e.d. de un sentido representa­
acerca tal situación a la de los pueblos pri­ do de un modo no meramente inmediato-
mitivos cuando se nos manifiestan como material sino m ediado-form al. Si según
conocedores de lugares singulares pero in­ Cassirer la forma sim b ó lica en cuanto
capaces de obtener el conocim iento del forma (no sustancial como quería la esco­
todo e.d. de un mapa. Nos las habernos de lástica, sino funcional) configura a la reali­
nuevo con un «agramatismo» de la per­ dad (fonna dat esse rei), entonces la enfer­
cepción y con la falta de un ámbito rela- medad lingüística consiste en no re-cono­
cional o espacio numeral y, en definitiva, cer la conformación de la realidad, en no
con un mero reconocimiento de señales ser capaz de captar la forma o todo de sen­
pero no de símbolos. Es la falta de un ter- tido de la realidad, la cual queda convertida
tiuin comparationis así com o la falta de en una pura pluralidad caótica de impresio­
una red o reja lingüística que filtre la per­ nes, sensaciones y vivencias desconexas.
cepción ubicándola, distinguiéndola y ob­ Falla la relación medial y valoración abs­
jetivándola en una forma sim bólica si­ tracta que, como una moneda, recor La el
nóptica-10. continuum natural en significaciones cul­
Las funciones imposibilitadas tanto en turales aptas para el intercambio y la co­
la afasia lingüística como en la agnosia municación. Falta en definitiva la función
pcrceptual (así como en la apraxia activa conectara de las formas simbólicas — fun­
resultante de las dos anteriores) son fun­ ción situada en el paso y traspaso (trans­
ciones específicam ente lingüísticas. El posición) de las funciones orgánico-vitaícs
lenguaje realiza la delimitación, numera­ a las funciones específicamente espiritua­
ción, discreción, diferenciación, relativiza- les, e.d. de la inmediatez e inmanencia al
ción y correlativizacíón de la realidad om­ contorno y mundo com o representación
nímoda. Su función fundamental queda cultural— . Tal trasposición no es posible
descrita como transposición — que consis­ sin la mediación de las formas y formacio­
te en ese característico cambio de perspec­ nes sim bólicas posibilitadoras del inter­
tiva que falta precisamente en los enfer­ cambio de naturaleza y cultura42. De este
mos afásico-agnósicos., En la «libre varia­ modo la formación sim bólica lingüística
ción del sistema relacionaí» el lenguaje aparece como una formación histórico-filo-
logra una proyección y anticipación de las sófica a medio camino entre la formación
posibilidades ideales. Como dice Cassirer prehistórico-mítica y la formación ahistóri-
apoyado en Jackson: «En todas las accio­ co-lógica; o en otra terminología, entre la
nes arbitrarias hay un preconcepto. La ac­ diacronía vital y la sincronía conceptual.
ción es realizada potencialmente antes de Entre el sincretismo mítico y la diacrítica
llevarse a cabo actualmente; el “sueño” de abstracta, la representación lingüística apa­
la operación le precede a esta misma», Y rece como synkrisis y diacrisis e.d, como
concluye nuestro autor: «Pero el enfermo sincrético-diacrítica (IH, 366).

•»o III, 265,286 y 2 9 6 ,278-9,285. « III, 230, 243, 295, 322 y ss.
41 III, 291 y 2 9 6 ,304,289, 319.

87
CASSIRER Y LAS FORMAS SIMBÓLICAS

III. -El mundo de la concepción abstracta: concepto puramente relativo y funcional.


el pensamiento lógico-científico Las ciencias naturales estrictas en su ac­
tual grado de formalización intentan for­
El mundo del logos abstracto es el mun­ mular y sonsacar en todo instante la fun­
do del significado puro. Cassirer, que ha ción matemática de las relaciones observa­
dedicado el tomo I de su Filosofía de las bles (M. Yela). Y es que aquí el concepto
formas simbólicas al lenguaje y el II al es él mismo pura función e.d. pura relación
mito, dedica el tomo más voluminoso (III) y unidad proyectiva. Los conceptos lógico-
a la formación simbólica científica. El lo­ matemáticos, con los que en definitiva tra­
gos lógico-científico se constituye sobre el baja la física y demás ciencias naturales,
mundo del logos lingüístico y del logos son de pura naturaleza funcional y reí aei o-
mítico de acuerdo ai siguiente esquematis­ nal últimamente reducible al número. La
mo simbólico reconstruido por nosotros generalidad del concepto no es una genera­
cum fundamento in re: lidad abstraída de lo común por semejanza
sino una regla de lo singular44. Podríamos
Mythos: Ambito inmediato de la subje­
definir el concepto asimismo como un puro
tividad como expresión mtuitrva-presenta-
punto de vista correlacional. Como quería
cional de lo sustancial.
Burkamp. un concepto es una pura estruc­
Lenguaje: Ambito mediador de la inter­
tura relacional que puede relacionarse con
subjetividad como representación percep­
realidades indeterminadamente diversas:
tiva orientadora de la realidad.
Lo nomotético generalizador (Rickert).
Logos: Ambito mediado de la abstrac­
En realidad el concepto científico como
ción (impersonal) como sistema formal de
relación, función y número no representa
los significados puramente ideales*43.
sino la explicitación de un movimiento in­
El nivel del logos científico es el nivel herente a nuestro pensamiento, el cual es
del concepto entendido no como generali­ fundamentalmente pensamiento relacional.
dad sino como la unidad de una regla, con En este sentido nuestro pensamiento es im-
lo que las cosas no aparecen subsumidas plicadamentc siempre ya conceptual por
en un concepto general sino más bien cuanto consiste esencialmente en ordenar y
cumpliendo una función común. Cassirer relacionar (pensamiento como logos). Sólo
tiene ante los ojos al hablar de ciencias a que al nivel explícita y puramente lógico
las ciencias empírico-deductivas e.d. tanto nuestro pensamiento se autodefine como
a las ciencias formales (lógica y matemáti­ logos puro e.d. como relacionalidad numé­
cas) como a las ciencias naturales en senti­ rica. Por ello la relación fundamental y pri­
do estricto entre las que nuestro autor co­ maria de nuestra actividad simbólica es la
loca a la Física como paradigmática, por relación de implicación. En esta puesta-en-
cuanto la física contemporánea no es sino relación y consiguiente «distinción» carac­
una ciencia pura o matemática. Pues bien, terística de nuestro pensamiento se funda el
a partir de tales ciencias empírico-forma­ concepto lógico-matemático del número, el
les se entenderá la concepción de nuestro cual, en cuanto concepto de orden entre ele­
autor sobre el concepto científico como un mentos, consiste en una relación asimétrica

4;! III, 329-35, 367. 3S8-9. Cassirer expone Lum- — Formación lógica; síntesis de la recognición en el
bieti un cuadro correlativo (III, 367 y 388); concepto. Predicación lógica o esencial (conceptual).
— Formación mítica: síntesis de la aprehensión en ■!J III. 381 y 354. Cassirer nos recuerda que el con­
la intuición. Predicación deíctica o existencial. cepto lógico es una función proposicional (Satzfuuk-
— Formación lingüística: síntesis de la reproduc­ tion o proposiiionai fimction: Russcll ¡f(.i) /, en don­
ción en la imaginación. Predicación dialógica o inler- de .v representa las variables y / l a función relacional
subjetiva (discursiva: dialéctica). (o relación funcional) (III. p. 380).

SS
CASSIRER Y LAS FORMAS SIMBÓLICAS

transitiva entre ellos (R ussell). D e este dad (logos) es entonces el hilo conductor
modo Cassirer se coloca en una tesis neo- de ida y vuelta; relacionalidad polisintéti­
kantiana que parte de Parménides y Platón ca en el caso de la magia y del mito, rela­
y a través de Leibniz arriba a Natorp45. cionalidad dia-lógica o analítico-intuitiva
. Por todo ello Cassirer se coloca de modo en el caso del lenguaje y relacionalidad
original y radical en la famosa disputa en­ funcional y abstracta en el caso del puro
tre lógicos y matemáticos. Para los prime­ logos científico47. Cassirer nos ha ofrecido
ros (Russell) la matemática se reduce a ló­ de esta forma lo que él mismo denominará
gica, para los segundos (Brouwer) el pensa­ como «proceso de emancipación lógica»,
miento matemático-aritmético (el número) o sea, el paso que realiza el logos humano
funda las reglas deducidas de la lógica. La de la imagen (Bild) a la forma a través de
posición de Cassirer lo acerca en la dispu­ la representación simbólica48.
ta a Wcssl, para el cual la matemática se Queda sin embargo sin aclarar el estatuto
basa en la intuición del número considera­ lógico-simbólico de las ciencias naturales
do como puro concepto funcional. Según y, en representación de todas ellas, de la fí­
nuesLro autor la matemática se fundaría en sica. Pues bien, también en la física como
ia pura idea de número, el cual habría de dice D uhcm s, se trata de reproducir lo
ser considerado como una forma origina­ «real» en el ámbito del número. En efecto,
ria de «posición» (Setzung) por parte de la formación de los conceptos físico-quími­
nuestro pensamiento esencialmente rela- cos se realiza de un modo conslructivo-ge-
cional. De nuevo el primado de la relación néLico de tipo hipotético e.d. ganando la
funda la posibilidad de que la intuición «realidad» fisíco-química en un orden de­
matemática ponga relacion es. D e este ductivo construido por nosotros mismos.
modo tanto el mundo lógico-reí aei o nal La materia queda en la física reducida-for-
abstracto, como el mundo matemático del m al izada a «cam po», y sus propiedades
numero propio y el mundo empírico-obje­ aparecen como meros fenómenos de campo
tivo tienen un m ism o fundamenLo y es­ en donde el «orden» sigue siendo el con­
tructura en las puras formas de relación en cepto clave. El átomo comparece entonces
las que se basan46. Si el concepto lógico se como un construclo conceptual, convirtién­
define como una relación o función prepo­ dose la cosa u objeto fisical en la x kantiana
sicional, el concepto matemático se redefi- e.d. como mera idea-límite (Weyl)49.
ne asimismo como una relación o función Dado que la imagen del mundo de la fí­
numérica. En ambos casos, el concepto ló­ sica actual ha relativizado las determina­
gico-matemático se inscribe y funda en la c io n e s de movimiento, masa, energía, du­
concep ción general que nuestra razón ración. etc., las cuales no son ya algo en sí
como razón relacional, ordenadora y dis- sino que significan algo distinto para ob­
tinguidora, instituye en cada forma simbó­ servadores en m ovimiento relativo unos
lica, incluyendo a sus diversos niveles de respecto a otros, «el concepto de realidad
experiencia la formación simbólica mítica, de la física ha de entenderse como unifi­
la formación simbólica lingüística y en ge­ cando, explicando y haciendo inteligible la
neral la formación simbólica de la propia totalidad de aspectos tal como se ofrecen a
realidad empírico-objetiva. La relacionali­ diversos observadores511. De este modo los

45 III. 407 ss. Sobre el Gnmdverhiiitnix der ¡mpli- Tica de nuestra actividad .simbólica entendida funda­
kolion. ¡bid. mentalmente como relacional o logos. Ver voz »R e­
4<’ III, 432.437 y 439. Cfr. jll, -148: Urschichi n>¡- lación».
ner Bcziehimgsfonneii. ■1S 111,505.
-7 Se comprenderá pur qué el lenguaje aparece 47 Ibid., 478. 519, 554: sobre Weyl. p. 557.
como prolosímbolo y verificación primaria y especí- III. 560.

89
CA5SIRER V LAS FORMAS SIMBÓLICAS i CfENCIA VTÉCNICA

conceplus fisicales no son reflejo o copia símbolos y sus formas— aparecen funcio­
do una realidad dada de antemano, sino nando en nuestra experiencia intersubjeti­
c¡ue implican una proyección de posibles va como un interlenguaje-intérprete51.
•.(posiciones» unitarias que han de compro­ El ciclo se ha cerrado: del mundo mítico
barse progresivam ente en la aplicación de la apariencia, el devenir y la di versifica­
empírica. ción al mundo lógico del concepto unívoco
El cuadro sim bólico queda ahora com ­ y del objetivismo a través del espacio sim­
pleto: la originaria relación que preside las bólico de la representación lingüística53.
relaciones de ser y pensar queda concep-
tualizada com o relación lógica, y final­
mente. como relación numérica o matemá­ Bibliografía
tica e.d. com o puro orden serial. En la
ciencia efectivamente se realiza la reduc­ E charRI, J., Humanismo científico, Deus-
ción de La realidad a relaciones concebidas to 1979, en donde los átomos comparecen
com o conexiones de pensamiento en un como parámetros, y la teoría física como
contexto ideal5'. estructura pura: función métrico-operativa
Con ello queda asegurado el símbolo que opera sobre números métricos.
— pero sobre todo el sím bolo lingüístico Sobre el actual contacto de la física con
como medio (medium) y mediación (Ver­ lo mítico-místico, ver B ohm, D., La tota­
mittlung) de semejante relacionamiento. lidad y el orden im plicado , Barcelona
Nuestra consciencia es simbólica, quiere 1985.
ahora decir: nuestra consciencia es re-pre-
sentativa y lingüística. El sím bolo — los Andrés Ortiz-Osés

Ciencia y técnica
i | aparece debido a que en los primeros si-
[y l glos de la Edad Moderna se consuman
«La pregunta por el origen de la téc­ K m odificaciones sustanciales en ramas
nica moderna no es, en primer término, enteras de la cultura.»1
como ya hemos observado varias v e c e s ,
v ( una cuestión propia de la historia de la Estas palabras de H.J. M eyer pueden
|) \ | técnica, sino de la historia del espíritu, servir de marco a unos sencillos pensa­
que debe tomar en consideración todos mientos sobre el fenómeno técnico como
los factores que impulsan hacia adelante elemento cultural determinante de una nue­
el desarrollo de la cultura. Lo que noso­ va hermenéutica del ser y del hombre, a la
tros llam am os técnica moderna sólo *32 que, dados los presupuestos y condiciona-

51 DI, 558; II, 93 y 82. El mundo de la física, según H. presentacionales intermedias (concreto-abstractas). Para
Dingle, es un conjunto de relaciones entre conceptos, que una ampliación crítica de) mundo cassireriano, puede
representan combinaciones de los resultados de medidas. consultarse mi libro Mundo, hombre y lenguaje crítico.
32 III, 20; T, 41. Salamanca 1976; y el artículo «Comunicación» en Dic­
ÍJ Cfr. DI. 18-21. En correspondencia a tal ciclo mito­ cionario de Filosofía contemporánea, Salamanca 1976.
lógico, Cassirer hablará de espacio, tiempo y número
concretos en el milo y como formas ideales en el logos 1 H.J. M cycr, La tecnificación del mundo, ed.
(II, 112 ss.). En el lenguaje aparecerán como formas re- Credos. Madrid, 1966, p. 102.

90
CIENCIA Y TÉCNICA

miemos. parece dirigirse irremediable­ «manipular» el ser y las cosas, que surge
mente la civilización industrial. Por otra de la concepción que el hombre histórico
parte, sólo de este modo, a través de una tenga de la Naturaleza y de sus relaciones
visión profunda de la evolución del espíri- con la misma. Debajo — por decirlo de al­
m. rastreando sus últimas motivaciones, se gún modo—- de los mecanismos y proce­
nos iluminará en toda su nitidez la técnica sos racionalizados de nuestro trepidante
moderna como fruto, hoy ya desconcertan­ mundo tecnificado, anida una visión del
te. de la actual situación histórica. ser y del hombre, una concepción de la re­
Oirá consideración del fenómeno técni­ lación que existe entre ambos, que nos
co que no surja de esta radicalidad, es de­ proponemos subrayar someramente, por­
cir, de una nueva situación del espíritu que de aquí surgirá una mejor compren­
unte el ser, resultará elemental y superfi­ sión de nuestra cultura científica, de todo
cial, por muy sazonada que esté de socio­ lo que nos «jugamos» en ella y, en defini­
logía y datos empíricos, e impedirá una tiva, una más exacta toma de conciencia
comprensión fontal y prim igenia de la de todos los problem as que aquejan al
misma, y sacar las conclusiones oportunas hombre del siglo xx.
para la consideración del ser que late en su Para evitar confusiones, vamos a distin­
misma raíz, y que sólo puede proporcionar guir. ya desde el principio, entre la técnica
el pensamiento metafísico. antigua a la que podemos llamar también
Es ya tópico, entre historiadores y filóso­ artesana, precientífica o natural, y la técni­
fos, la afirmación de que el origen de la téc­ ca moderna o científica o racional. Claro
nica moderna está íntimamente ligado a la está que nosotros únicamente nos referi­
evolución general del espíritu que ha hecho mos, en este trabajo, a esta última. Sólo ella
posible el nacimiento de la ciencia natural ha hecho posible la evolución del mundo
matemática. Procede, pues, como dice el moderno y, lo que es más importante, sólo
autor antes citado, «del más íntimo decurso ella podía hacerlo, porque se asienta en
histórico de la evolución del espíritu de Oc­ nuevas fuentes, nace de una nueva posición
cidente, de la historia de la filosofía y de la del espíritu frente al ser.
ciencia. Presupuestos suyos ineludibles son Asistimos hoy, todavía sin sentir toda su
cuantas cosas han hecho posible, hasta el decisiva importancia, a la invasión abru­
pensamiento de los griegos, el origen y de­ madora de la técnica moderna en todas las
sarrollo de la ciencia moderna»2. dim ensiones del acontecer humano, con
Sin embargo, a la hora de estudiar el fe­ todo lo que esto supone para el futuro. No
nómeno técnico con cierta profundidad, se trata de la técnica natural como modo
distraídos por las implicaciones inmedia­ de operación inmediata del hombre sobre
tas que este hecho trae consigo (económi­ su medio, sino de una técnica específica,
cas, sociales, psicológicas...), los pensado­ nacida de presupuestos históricos típicos,
res han olvidado que una comprensión fi­ que suponen una nueva mentalidad, una
losófica de la técnica moderna sólo es postura específica del espíritu ante el mun­
posible a partir del estudio de la misma en do y la Naturaleza; una técnica que, de he­
relación estrecha con la secular problemá­ cho, ha nacido solamente del despliegue
tica en tomo a la idea del ser y a las rela­ del espíritu de Occidente y que, por moti­
ciones del hombre con él mismo, es decir, vaciones que ahora no son del caso, se ex­
en tomo a una verdadera cosmovisión. tiende, como una mancha de aceite, im­
Cada técnica, pues, sepá un producto, pregnándolo todo y determinando el que­
una consecuencia, un modo concreto de hacer humano por nuevos caminos,

1 H .J . M e y e r , o b r a c it a d a , p . 15.

91
CIENCIA Y TÉCNICA

II tos de las culturas no racionales, incapaces


de asimilar en sus pliegues elementales y
A) La técnica científica es algo «esen­ sencillos, el impacto de una racionalidad

! cialmente» distinto de la técnica artesana


existente en las restantes culturas históri­
cas. Allí donde el hombre actúa, surge su
total y progresiva,
—-De hecho, históricamente, la técnica
moderna nace en Europa, en un momento
actividad de técnico con respecto al medio determinado, cuando el espíritu occidental
^| que le rodea. D e este modo lo domina, lo superaba la antigua concepción cósmica.
subjetiviza, lo humaniza, lo hace suyo y Al calificar de diferencia «esencial» la
acorde con su naturaleza, Pero sería pro­ que media entre ambas técnicas, tomamos
ducto de una escasa capacidad diferencia- el término «esencial» en su más preciso
dora ver la misma actividad técnica en la sentido filosófico. Se trata, pues, de dos
talla de una piedra de sílex, en el humano realidades culturales «sim pliciter diver-
y respetuoso trato del material por parte sae», como diría la añeja terminología es­
del orfebre, del tejedor o del ceramista, colástica. Por mucho que hubiera evolu­
Lj que en el proceso abstracto y ración aliza- cionado en el Liempo la técnica natural y
l)[j do de una producción «estandarizada» o artesana, jamás hubiera producido la técni­
( n en la objetivación científica que supone el ca científica. Ambas se sitúan en horizon­
/[; acelerador de partículas. La técnica cientí- tes diversos.
I fica supone «un nuevo modo de tratar el Sólo a partir de un cambio fundamental

I ser» que nada tiene que ver con el modo


, de proceder artesano.
Es revelador al respecto, y puede servir
del espíritu en su visión.del ser y del cos­
mos y, por lo mismo, de un giro copemica-
no en sus relaciones con la Naturaleza, se
J\ de indicador práctico, ver con ojos de his­ posibilitan las condiciones para el surgi­
toriador objetivo una serie de datos de in­ miento de la nueva técnica. Suponen cos­
teresante significación; movisiones distintas, diversa consideración
yi — La técnica artesana y precientífica no respecto al ser y su significado último.
-¡I es capaz de traspasar ciertas barreras his­ Quiero hacer todavía unas precisiones
tóricas y geográficas sin perder todo su para subrayar este punto:
pleno sentido; tal vez el hecho de nacer de — El artesano maneja su material some­
i un contacto vital, inmediato e intuitivo tiéndose a las peculiaridades específicas
•_ ¡ con el mundo circúndame, al margen de del mismo, no de acuerdo con su propia
( í un pensamiento causal-especulativo, sea la racionalización; en este senrido será dis­
explicación de su corto horizonte. Sólo la tinto el actuar del orfebre, del tejedor, del
razón unlversaliza, no la intuición. El he­ ceramista. Es la obra en su materialidad la
cho histórico evidente de la progresiva que impone su ley.
«estandarización» de la vida en pueblos de — Las obras artesanas tienen ese aire
cultura y origen disLinto, a medida que asi­ único e irrepetible que las aproxima al arte,
milan e incorporan la técnica moderna, lejos de todo mimetismo impersonal y abs­
tendría por aquí una explicación suficien­ tracto.
te. Marginan, por m otivos diversos, sus — Cada artesano dispone «personalmen­
modos de vida y acción autóctonos y acep­ te» de una serie cíe conocimientos empíri­
tan. con la técnica, sus presupuestos racio­ cos obtenidos a través del asiduo trato con
nales y unlversalizantes. el material de elaboración. Por lo tanto, su
— Sólo la técnica científica ha adquirido saber queda estructurado en reglas prácti­
la calificación de planetaria, de absoluta. cas. Reglas que se limitan a describir, a ex­
—-Allí donde se implantan sus mecanis­ poner, pero no a explicar: dicen el «qué» y
mos racionales y abstractos, se desmoro­ el «cómo», nunca el «por qué». Esta caren­
nan, como figuras de barro, los presupues­ cia de pensamiento causal y sus categorías

92
CIENCIA Y TÉCNICA

nace de su propia esencia. No actúa de otro table, con la posibilidad de una plena ra­
modo porque no puede hacerlo: supondría cionalización, con todo lo que esto supone
otro modo de contemplación de la realidad. de positivo y negativo. De negativo, por la
Por no tener la artesanía su punto de pérdida del sentido natural del ser y de la
gravitación en la racionalización de la ac­ naturaleza; de positivo, por el aumento de
tividad misma, sino en la obra mostrenca, eficacia, que es lo mismo que decir de do­
son extrañas a ella todas las categorías de minación de la realidad.
la acción programada: racionalización, Querer admitir una línea evolutiva y
éxito, eficacia, etcétera. continua que vaya desde la técnica primiti­
. — La escisión sujeto-objeto, nacida de va hasta la moderna es hilar demasiado
la esencia misma del pensamiento moder­ grueso y no ver en el fenómeno técnico to­
no y, por lo mismo, presente en la técnica das las virtualidades que encierra.
científica, está ausente de la artesana. Esta B) Las relaciones de dependencia de la
es el resultado de una concepción de la na­ técnica moderna respecto al espíritu cien­
turaleza teológico-antropomórfica, que ex­ tífico pertenecen, como lugar común, a los
cluye salir fuera de las posibilidades de la temas estudiados por un alumno de bachi­
intuición natural. A veces el artesano pro­ llerato. Tal elementalidad no impide que
cede en su arte de m odo racional, pero se desconozcan, incomprensiblemente, las
esta racionalidad está muy lejos de la que consecuencias y virtualidades que implica
presupone el espíritu científico: la escisión esta relación de dependencia. Y se trata
dialéctica sujeto-objeto, la fundamema- precisamente de eso, de abrir, de manifes­
ción metafísica de esta dicotomía, la di­ tar, de esclarecer algo aparentemente sen­
mensión óntica y posibilitante del sujeto y, cillo y sabido. Y es que no basta con la
por lo mismo, la progresiva espiritualiza­ afirmación de un hecho que, por lo demás,
ción del ser es algo extraño al pensamien­ puede mostrarse de modo muy claro y’ señ-
to artesano y a su estructura conciencial. ciilo: es necesario, por el análisis continua­
Por lo mismo, la técnica antigua no cono­ do y tenaz, desentrañar ioda la riqueza en
ció la dominación de la naturaleza. Esto y él encerrada. A sí adquiere verdadera di­
sus condiciones de posibilidad, pertenecen mensión y perspectiva. Sucede aquí como
a los hechos definitorios de la nueva situa­ con tantas cosas aparentemente sencillas, y
ción histórica. que se muestran desconcertantes y turba­
T écn ica antigua y técn ica moderna, doras cuando la mente del pensador las za­
pues, responden a posturas totalmente dis­ randea y agita.
tintas. Suponen relaciones diversas del es­ Están de acuerdo casi todos los pensa­
píritu con la naturaleza y con el mundo. dores que se han ocupado de esta cuestión
Son fruto de cosm ovisiones dispares. Su (Heidegger, Jaspers, Ortega, B, Russell,
esencialidad solamente puede entenderse a Dessaucr, Meyer, etcétera), que la técnica
partir de un análisis previo de las condi­ moderna nace del conocimiento, de la apli­
ciones de posibilidad de cada una. La arte­ cación y utilización práctica de las leyes
sanía es fruto de la intuición, de un con­ naturales halladas por la ciencia actual.
tacto personal, natural y sensible con la A sí pues, lo que diferencia a la técnica
naturaleza, en la que la racionalización moderna de cualquier otra, y la constituye
está todavía lejos; es el producto inmedia­ como elemento cultural determinante, es
to de una relación inmediata y sencilla con su base científico-exacta. Por tanto, el na­
el ser. Sin embargo, la técnica moderna cer en un nuevo horizonte ontológico. que
contempla a la naturaleza como objeto y, esto es lo que fundamentalmente supone el
por tanto, a partir de las leyes de la subjeti­ nuevo espíritu científico; ya no es el ser
vidad científica. Aparece, así, el ser como natural que se ofrece en su elemental pa­
un decurso regular matemáticamente cap- tencia al yo humano, imponiendo su pro-

93
CIENCIA Y TÉCNICA

pia objetividad, sino un ser distinto que v,¡ ca se aplica ahora a dominios que tienen
fundamenta, posibilita y establece el yo |vi muy poco que ver con la vida industrial.
científico. De aquí habrán de salir todos La extensión de este poder es actual­
los estudios y teorías sobre la esencia y mente extraña a la extensión de la má­
origen de la técnica moderna, y, es claro quina. Y la balanza parece más bien ha­
que al extender ella sus tentáculos a lo lar­ berse invertido: Hoy es la máquina la
go y a lo ancho del mundo universo, ex­ [a que depende por completo de la técnica
tiende, con el mismo caminar, la perspec­ ' 1 y no la representa sino en una pequeña
tiva on tica que supone. ,, parte. Si se quisiera caracterizar las rela-
( La técnica moderna es, pues, una conse­ il\ ciones entre técnica y máquina, se po-
jé cuencia y un elemento impulsor definitivo ^ dría decir no sólo que la máquina es ac­
|’| de una nueva visión del ser. Para esclare- tualmente el resultado de una determi-
J cer, del modo más exacto posible esta afir­ ^ nada técn ica, sin o también que sus
mación, vamos a proceder a través de dos lj)\ aplicaciones sociales y económicas son
momentos o etapas; [posibles gracias a otros progresos lécni-
a) Analizando primero lo más visible, la )?cos de los que ella no es más que un as-
máquina donde la técnica actual aparece /^ p e c to » 3. Pero no hay duda alguna que
del modo más plástico y caracterizado, y ella constituye su manifestación más es­
b) intentando fundamentar, a partir de la truendosa, perfecta e ideal. Si en algún si­
ciencia natural exacta, las condiciones de tio la técnica se manifiesta plásticamente
posibilidad de la máquina moderna, para conforme a su propio ser, sin duda, esto
decirlo con planteamiento kantiano. sucede en la máquina. En ella, pues, se
dan las condiciones apropiadas para un
Evidentemente, el centrar el proble­
acercamiento a la discriminación de la
ma de la esencia de la técnica en la má­
esencia de la técnica moderna y todo lo
quina puede ser un error, que quita uni­
que lleva ésta consigo.
versalidad al planteam iento en cues­
tión, aunque explicable por lo que ésta a) Para comprender todas las im
tiene de significativo en el esclareci­ . ciones fundamentales que supone la má-
m iento de este problema. La técnica /I quina de la técnica moderna bastan unas
actual es mucho más que la. máquina. pinceladas históricas de comparación con
«Es — dice J. Ellul— indiscutiblemente la «máquina» de la técnica prccientífica: el
erróneo incurrir en esta confusión (con­ '^1 carro, el m olino de agua, el m olino de
fundir, sin más, máquina y técnica), tan­ 11viento, etc. Todas estas «máquinas» ánti-
to más cuanto que ella conduce, en ge­ | guas dependen de las fuerzas naturales; las
neral, a considerar que, puesto que la condiciones de eficacia y utilidad las esta­
máquina se encuentra en el “origen” y la ¡ blece la propia naturaleza con su m ovi-
en el “centro” del problema técnico, tra­ ' miento, a veces imprevisible; y suponen
tar de la máquina es, en consecuencia, ^ i una vida humana asentada en los condieio-
tratar de todo el problema. Aquí hay un D/l namientos orgánicos naturales, es decir,
i i error más grave todavía. La técnica tie- im puestos por la propia naturaleza. Por
y | ne ahora una autonomía casi completa tanto, la capacidad de prever, de controlar,
' || respecto a la máquina, y ésta se queda de determinar, en una palabra, de raciona-
muy atrás con respecto a su hija. i lizar, por parte del hombre, la naturaleza
D ebem os llamar la atención princt- ^ fl con esos parcos y humildes instrumentos
pálmente sobre el hecho de que la técni- ¡í es prácticamente nula. En el fondo, todas

3 J. Ellul, El siglo xv y la técnica moderna, ed.


Labor. Barcelona, 1960. pp. 9-10.

94
CIENCIA Y TÉCNICA

estas máquinas (por llamarlas de alguna I , ponen una situación de dependencia, sino j
manera) significan y simbolizan la depen- de claro dominio, y no precisamente de j
deuda de la vida humana respecto a la na- * fuerzas orgánicas, sino inorgánicas: elec- j
luraleza orgánica. Símbolo de esta depen­ tricidad. energía atómica, carbón, etc.
dencia son los objetos artesanos. Quiero subrayar estas ideas con unas pa­
Basta analizar, con un poco de perspica­ labras del autor alemán anteriormente cita­
cia, un molino de agua o de viento para do. H.J. M eycr: «La m áquina moderna
comprender todo lo que decimos: su situa­ constituye el vehículo de esta orientación 'f
ción en un determinado lugar, donde la na­ hacia el mundo de lo inorgánico merced a la
turaleza se muestra favorable: su trabajo cual la nueva fase cultural se diferencia de
en un tiempo fijo y concreto, su orienta- , la antigua. Con ella se inicia un nuevo modo
ción — las aspas del molino son como bra- !(j de explotación de la naturaleza que se dife­
zos gigantes buscando ansiosam ente el J rencia en todo y por todo de la utilización
impulso del viento— hacia las fuerzas cós­ conocida hasta el momento por la humani- í
micas, son elementos significativos de la ¡1 dad: la utilización y explotación técnicas. '
situación de dependencia por parte del í La técnica moderna, en la que acontece la (
hombre respecto a la naturaleza orgánica. ( ; dedicación a la naturaleza inorgánica y la \
Digo naturaleza orgánica porque toda la emancipación del mundo orgánico, no es,
existencia humana de la era pretécnica, y por ello m ism o, un fenóm eno cultural al
por tanto también su actividad, se halla in­ lado de otros y dentro de una cultura supe­
mersa en condiciones culturales arraigadas í[ rior común determinada y fijada en su reía- lf
en típicas formas de vida (laboreo, pasto- & ción con la naturaleza. Con ella, en efecto,
reo, aceptación de las fuerzas naturales...) | se modifica la relación del hombre respecto
Evidentemente lo orgánico, por su propia al ser, de forma tan profunda, que queda asi­
naturaleza, no ofrece facilidades a una in- í mismo modificado el sentido de lo que has-1
tervención directiva por parte del hombre. ' i ta la sazón era considerada la cultura.»4
Este es dueño y señor de los materiales t'/( Podríamos decir, por lo tanto, que la má­
inorgánicos, con los que puede fabricar ' 4 quina moderna, máxima representación plás­
objetos, en un sentido completamente di- tica del espíritu científico, tiene dos condi­
ferente a como lo es de aquellos seres cu- 1 ciones fundamentales de posibilidad:
yas condiciones de actuación esLán en ina-1 {
1. La orientación al mundo inorgánico.
nos de la propia naturaleza, es decir, no
2. La nueva situación de dominio del i
dependen para nada de la intervención hu-1 (
ser por el yo científico, o lo que es lo mis­
mana. Por ello en las culturas orgánicas,
mo, la subjetivación total del mismo por
es decir, asentadas en una consideración j¡/
las concretas determinaciones del espíritu ■1
anlropomórfica de la naturaleza, la sitúa- ' *
de la ciencia moderna. De otro moda: La
ción de dependencia con respecto al ser es
estructuración del ser a partir de las con­
casi total. El hombre, en su actividad, se
diciones de posibilidad de la nueva cultu­
limita a estructurar del mejor modo posi- /?
ra científica.
ble unas fuerzas e impulsos que se le im- * ■
ponen irrecusablemente. La artesanía es el A m bos condicionam ientos suponen lo
símbolo de este modo de hacer. Está claro i que podríamos calificar con menos pala­
que en el motor eléctrico, en el reactor n u -1 bras: La objetivación científica del ser.
clear o en la bomba de cobalto las condi- 1 1. N o es difícil subrayar la relación d
ciones de utilidad y eficacia las impone el dominio respecto a la naturaleza que supo­
propio ser humano. Estas máquinas no su­ ne la máquina moderna. Basta para ello

4 H.J. Meyer, obra citada, p. J38.

95
CIENCIA Y TÉC NICA

observar cualquier mecanismo de produc­ dependencia del acontecer natural, que deter­
ción de energía; una central atómica por mina la realidad según las leyes de su propia
ejemplo: actividad, que se establece así en la condi­
ción de «dueño del ser», sólo es posible
— Puede ser usada en todo momento
cuando caen las condiciones de la cultura or­
(supera el tiempo).
gánica, cuando lo inorgánico ocupa la posi­
— Dondequiera que sea (supera el es­
ción central, cuando el ente queda totalmente
pacio).
objetivado. Sólo ante un ser así—objetivado
— N o interrum pe jam ás su trabajo
cosificado— es posible radicalmente esta
(salvadas las condiciones normales de
postura de dueño y señor de la Naturaleza.
desgaste, etc.).
Es significativo señalar al respecto que

— Abre un campo casi infinito de nue­
la cultura de la máquina es la cultura de
vas posibilidades de trabajo y de trans­
los materiales inorgánicos: carbón, petró­
formación de la Naturaleza.
leos, hierro y metales, electricidad, energía
— Supone, además, una libérrima vo­
atómica, plásticos, tejidos y alimentos sin­
luntad, desvinculada de ataduras natura­
téticos, etcétera.
les. que se propone sus propios fines,
La vida humana asentada en las condi­
con lo que el abanico de los mismos se
ciones neolíticas de la agricultura y el pas­
amplía de forma casi ilimitada.
toreo, en fuerzas orgánicas, deja paso a
— La perfección de la máquina que
una cultura industrializada que se polariza
cumple de modo casi perfecto el ideal
en grandes ciudades de vidrio y cemento,
racional de funcionamiento sobrepasa,
regidas, más que por el acontecer natural,
en mucho, cualquier otro trabajo.
por la ley inexorable del cronómetro y la
— Supera plenamente las realizacio­
máquina. En ellas, el contacto con las
nes del trabajo humano en precisión,
fuerzas naturales, con la vertiente orgánica
perfección, celeridad y rendimiento.
de la vida, es cada vez menos intenso y
— Con ella es posible un control casi
sustituido por una existencia limitada pro­
perfecto del proceso productivo en sus
gresivamente por las creaciones artificia­
diversos pasos de previsión, calculabili-
les de la técnica. La vida en una cápsula
dad, racionalización y control.
espacial, símbolo ya cercano de un futuro
Todas estas peculiaridades, y otras mu­ palpitante, en todas sus dimensiones bioló­
chas que pudiéramos haber enunciado, sur­ gicas y psíquicas, está muy lejos de ser es­
gen en primer lugar de la nueva situación de pontánea y natural, viéndose posibilitada
dominio en. la que se. sitúa el hombre res­ únicamente por infinitos artilugios y con­
pecto al ser en la moderna situación históri­ troles. D e una dependencia toLal de las
ca. En la máquina él es el que establece las fuerzas naturales se ha pasado a un domi­
condiciones de eficacia y funcionamiento. nio de las mismas que. de modo curioso y
En ella, pues, se simboliza plásticamente la desconcertante, ha supuesto la esclaviza­
nueva relación de «dueño del ser»; siLuación ción del hombre a sus propias creaciones,
fundamenta] para comprender, con profun­ ¿Qué puede hacer el hombre lanzado al
didad, las peculiaridades del mundo moder­ espacio vacío sin esa red de cables y luce-
no. (Está claro que prescindimos de todo citas que le rodean? Todo su mundo es
juicio de valor en estos pequeños comenta­ inorgánico, producto artificial de una obje­
rios: esto nos llevaría más allá del objetivo tivación científica: el aíre que respira, el
de estas páginas que no es otro que ilumi­ agua que bebe, el alimento, la luz, el vesti­
nar, someramente, el nuevo horizonte onto- do. sus órganos de comunicación y senti­
lógico del hombre de la cultura científica.) do. No han surgido de la naturaleza «na­
2. Este dominio absoluto del yo que se tural», sino de unos presupuestos inorgá­
impone a sí mismo sus propios fines con in­ nicos cada vez más absorbentes, de una

96
CIENCIA Y TÉCNICA

objetivación y cosificación del ser cada en la que éste es plenamente objetivado


vez mayor. Los últimos hallazgos en bio­ «respecto de la representación mental del
logía con los nuevos avances en las técni­ sujeto», como diría Heidegger.
cas de inseminación artificial y manipula­ En las condiciones que hicieron posible
ción de los genes con fines preestablecidos este nuevo modo de ver el cosmos se en­
parecen indicar que el camino comprendi­ cierra la caída de la antigua cultura, la
do por el hombre sigue inexorable. nueva situación de dominio por parte del
Por lo que supone de esclarecedor para hombre y, en definitiva, la objetivación
estos pensamientos vuelvo a traer unas pa­ del ser: elem entos lodos que m anifiesta
labras de Meyer: «El que el ente aparezca plásticamente la máquina científica. Ella
como objeto, como cosa, es considerado no es sino el órgano y el símbolo de esta
hoy día como algo obvio, pero no lo es en situación científica.
manera alguna. En su relación originaria b) Para profundizar, finalmente, en e
con el mundo, el hombre no- conoce ente tos pensamientos vamos a intentar un aná­
alguno que se le enfrente com o objeto, lisis de algunos de los presupuestos de la
coíno algo que esté ahí. Por el contrario, es ciencia moderna, pues en ella se encuen­
el mundo el que se alza frente a él, y este tran las condiciones de posibilidad de la
“estar frente” del mundo, designa al propio máquina. Y nada mejor, para ello, que in­
tiempo la actitud general en la que el hom­ tentar comprender, mediante una sencilla
bre se encuentra frente a él. El hecho de comparación, la naturaleza de la experien­
que el mundo aparezca como objeto presu­ cia natural y la de la experiencia científica,
pone la existencia de un sujeto que piensa junto con el estudio del método experi­
el mundo como tal objeLo. La relación con mental que ha creado la nueva ciencia.
el mundo en la que entra el hombre por Está claro, pues, que se trata de dos expe­
medio de la técnica incluye en sí, por parte riencias totalmente distintas, de dos modos
del hombre, su reducción a la condición de diversos de concebir el ser y de relacionarse
sujeto calculador, y por parte de la natura­ con él. Es curioso que una cosa tan evidente
leza, la reducción al estado de naturaleza y fundamental pierda perspectiva por el he­
calculable. En esta relación se abandona de cho de no radicalizarla suficientem ente.
antemano a la naturaleza natural, esto es, a Hoy, como siempre, la auténtica postura fi­
la naturaleza vivenciable, contemplable, a losófica que se pregunta con profunda sim­
la naturaleza que se ofrece en formas, colo­ plicidad por todo y que, serenamente, saca
res y sonidos, en favor de una construcción las consecuencias oportunas, sigue siendo la
abstracta y mental de la naturaleza. Puede fuente fecunda de las ideas directrices de la
decirse también que la relación técnica con cultura. A todos nos rodea la misma tramo­
el mundo tiene como presupuesto previo el ya, pero sólo el sabio llega a comprender los
despojamiento de significado de la natura­ hilos ocultos que mueven la danza de las le­
leza, despoj amiento radical y total. Cuan Lo yes naturales; únicamente el trabajo metódi­
más severamente lleve a cabo la investiga­ co descubre ese mundo fundamental a partir
ción natural exacta esta objetivación de la del cual se nos iluminan los fenómenos en
naturaleza, tanto más radicalmente desapa­ su verdadera explicación.
recerá de ella, la naturaleza natural.»5 Unas breves pinceladas sobre el método
Así, pues, la orientación al mundo inor­ experimental terminarán por esclarecer
gánico y la nueva situación de dominio esta nueva hermenéutica del ser que supo­
respecto al ser, no son más que consecuen­ ne la civilización industrial y concreta­
cias de la nueva hermenéutica del mismo, mente la máquina moderna.

s H .J. M eyer, cihrn citada, pp, 194- 5 .

97
CIENCIA Y TÉCNICA

NcU. experiencia natural. Nat. experiencia científica


Supone una relación vital con la Natura­ El yo humano queda desprovisto de
leza, en la que queda implicado d hombre todo lo que no sean los condicionamientos
completo, no sólo su razón calculadora. del conocer científico en general: se trata
de un yo lógico.
— Se trata de una relación inmediata Es una relación mediata y abstracta en la
que surge en el contacto cálido con el ser. cual el ente no es visto según aparece en el
acontecer natural, sino a través de las condi­
ciones de posibilidad (teoría, hipótesis, ex­
perimento) que establece el sujeto científico.
— Es la base y soporte de nuestra expe­ D e nuestra experiencia científica.
riencia próxima.
— Supone una concepción antropomòr­ Un contexto muerto, material, estricta­
fica y teleologica de la Naturaleza. Esta mente normativo de los fenómenos.
aparece llena de im pulsos, propiedades,
intenciones...
— En el hombre supone una postura de Este sentim iento se ha convenido en
sometimiento y dependencia. otro distinto de dueño y señor de la misma.
— La Naturaleza aparece como un con­ Como un contexto inorgánico y muerto.
texto de seres y fuerzas orgánicas.
— El mundo aparece como lo hostil y ex­ Como un decurso regular y aséptico de
traño o como el hogar protector y benigno. leyes naturales,
— Como un entorno misterioso y enig­ C om o un decurso espacio-tem poral
mático. captable matemáticamente.
— Como una realidad cualitativa llena Como una realidad reducible a simples
de sentido y significado. relaciones cuantitativas y neutras e indife­
rente desde el punto de vista axiológico.
... etc...., etc....

El método experimental, com o ha veni­ de la civilización técnica. Por otra parte,


do usándose desde Gal ileo hasta nuestros estos caracteres son subrayados por los au­
días, es uno de los descubrimientos máxi­ tores clásicos de la filosofía de la ciencia:
mos realizados por el hombre y, además,
1. La hipótesis o momento teórico (do­
de influencia definitiva en la cultura hu­
minio del yo e incipiente objetivación).
mana: ha troquelado de modo nuevo la re­
2. El experimento (ser objetivado y obe­
lación del hombre con la naturaleza, situa­
diente a las leyes del yo).
do al ser en otro horizonte y provocado,
3. Formulación matemática de la ley na­
con el desarrollo de sus virtualidades,
tural (plena objetivación).
toda la fantástica eclosión de la vida m o­
derna. 1. La hipótesis constituye el primer mo
Para proceder con cierta claridad en un mento del método experimental, precisa­
asunto tan complejo, vamos a fijarnos so­ mente, el momento teórico y, tal vez, el
lamente en tres puntos del método experi­ más importante en la creación de la nueva
mental, precisamente en los más significa­ ciencia. Constituye el momento anticipado
tivos, los cuales encierran las consecuen­ de la razón, del yo, que limita y enmarca a
cias más ricas para el conocimiento de la una variedad múltiple de fenómenos y les
esencia de la ciencia moderna y, a la vez, confiere un fundamento común, La especi-

98
c ie n c ia y t é c n ic a

fi cae ion de este fundamento sintetizador e Es, pues, significativo que en este mo­
iluminante de un caos de fenómenos que mento inicial del método experim ental,
los relaciona en atención a un elemento que hem os tomado para comprender la
común, constituye uno de los hallazgos esencia de la ciencia naLural exacta, se nos
del genio y pertenece a la esencia más ínti­ muestre en su propio suelo lo que decía­
ma del pensamiento científico. mos al intentar definir la esencia de la má­
Lo que el sabio hace en la hipótesis es quina: la situación de dominio del yo y la
trasladar los múltiples fenóm enos a una consiguiente objetivación del ser.
unidad básica que sirve entonces de funda­ 2. Con la hipótesis sólo se ha creado «e
mento de explicación y comprensión. Sin proyecto anticipado de la razón», pero nada
ella, lo que ofrece la experiencia es un se ha dicho todavía de la verdadera presencia
caos oscuro de hechos mostrencos que no de las relaciones pensadas en la naturaleza.
tienen significación. Es, por tanto, el yo, Por otro lado, la hipótesis, como tal, no puede
mediante la hipótesis, el que ilumina esa ser trasladada a ella porque ésta, en su decur­
maraña de hechos vinculándolos a un fun­ so natural, no obedece a tales planteamientos.
damento, y el que va a interpretarlos de Veamos, pues, lo que ocurre en el expe­
acuerdo con lo que él mismo ha puesto en rimento:
ellos. Como dice Kant, «la razón sólo acep­
ta aquello que ella m ism a produce, de — El fenómeno natural (un hecho concre­
acuerdo con su propio proyecto». Este pro­ to) es arrancado del conjunto natural de los
yecto anticipado de la razón supone lo que hechos naturales para ser estudiado de modo
decíamos al estudiar la esencia de la máqui­ particular y preciso. Esta fragmentación, que
na moderna, la nueva situación de dominio supone el proceso analítico de la nueva cien­
del hombre respecto a la naturaleza, porque cia, tiene sus ventajas e inconvenientes. En
al acercarse de este modo al ser, no lo hace cualquier caso la ciencia empieza a dejar a
—en palabras kantianas— «en la condición un lado los grandes problemas absolutos in­
de un alumno que escucha y atiende cuanto capaces de ser controlados en un experimen­
quiere decirle el maestro, sino en la de un to, en favor del estudio minucioso y sistemá­
juez en funciones que fuerza a los testigos a tico de lo real. Lo que se pierde en visión
responder a las preguntas que el mismo general se gana en eficacia y precisión.
dirige»6. ¿Qué mejor medio de dominar — El fenómeno a estudiar se sitúa en un
un fenómeno que poniendo el fundamento nuevo marco; marco inventado por el hom­
que sirve para explicarlo, es decir, p o ­ bre de acuerdo con el proyecto anticipado
niendo su propia inteligibilidad? La pro­ de la razón, con las condiciones más apro­
pia objetividad del ser tiene aquí uno de piadas para su desarrollo y estudio. Se trata
sus puntos de arranque, pues es la conse­ de una segunda naturaleza creada por el
cuencia más próxima del predominio del hombre, aislada, abstracta, artificial.
yo en la ciencia moderna. — La investigación experimental supone
Si la teoría o hipótesis es una represen­ que el fenómeno así enmarcado, con esa
tación anticipada en Ja razón, de procesos segunda naturaleza, puede ser modificado
naturales calculables, se trata de una re­ metódicamente para su mejor estudio, lo
presentación objetivante porque, por ella, que significa su pleno sometimiento a la
la naturaleza queda convertida en objeto voluntad humana de los mismos.
de acuerdo con las condiciones que el pro­ — La introducción de la m atem ática
pio sujeto busca y que él mismo pone. para la medición de las variaciones del fe­

6 M. Kant, Crítica de ¡a Razón Pura, ed. Victo­


riano Suárcz, Madrid, 1960, p. 23.

99
CIÉNCIA Y TÉCNICA

nómeno es sustancial en el experimento esta ya no es la natural, sino la del experi­


moderno. La relación de las ciencias exac­ mento.
tas con la naturaleza es de un carácter dis­ — Finalmente conviene notar que este
tinto a] de la pura medición cuantitativa de m étodo científico encuentra su máxima
los fenómenos naturales. Heidegger habla aplicabilidad en la naturaleza inorgánica.
de un proyecto matemático de la naturale­ Este plano o estrato del ser se caracteriza
za en la ciencia moderna: «La severidad porque ofrece la mínima resistencia a la
de la cien cia natural m atem ática es la objetivación. Para ese trozo de la realidad
exactitud. Todos los fenómenos naturales más alejado del espíritu está hecho a la
han de estar determi nados aquí de antema­ medida el método de la cosificación.
no, si es que han de tener cabida en la re­
En este mundo de lo inorgánico, ia cien­
presentación mental en su calidad de tales,
cia natural matemática encuentra su objeto
como magnitudes espacio-temporales de
adecuado al centrar toda su atención en las
movimiento. Tal determinación se consu­
determinaciones espacio-temporales capta-
ma en la medición, con auxilio de los nú­
bles por el cálculo. En la naturaleza orgáni­
meros y del cálculo. Pero la investigación
ca este planteamiento que busca regularida­
natural matemática no es exacta por el he­
des y magnitudes cuantitativas resulta más
cho de que calcula exactamente sino que,
problemático. Sin embargo, cuando la cul­
inversamente, tiene que calcular así por­
tura moderna se empeña en proyectar el
que la vinculación al objeto posee el ca­
pensamiento de la ciencia natural exacta so­
rácter de la exactitud.»7
bre campos del ser ajenos a estas dimensio­
—-La medición se dirige a la captación
nes, por lo que esta postura tiene de eficaz
dd fenómeno naLural, puesto en marcha arti­
y positiva, esto se realiza a costa de la esen­
ficialmente, en su comportamiento espacio-
cia de tales realidades y de su «alienación»
temporal. Lo que supone que este fenómeno
a un modo de ser ajeno; en el fondo equiva­
está determinado ya en el proyecto anticipa­
le a su destrucción como tales realidades.
do de la razón como magnitud espacio-tem­
Contemplando el experimento con mi­
poral de movimiento. Desde esta perspecti­
rada filosófica se descubre en su proceder
va contempla la ciencia moderna al ser y,
los antiguos presupuestos que veíamos al
así. éste se constituye por esta dimensión.
estudiar la esencia de la máquina, pero
— Mediante la variación metódica del
esta vez en su fuente de origen:
fenómeno en el experimento se descubre
la legalidad oculta del hecho y, con la in­ a) La orientación al mundo inorgánico
troducción de la matemática, se estructura En él encuentra su marco adecuado y se
en fórmulas esLe proceder regular. El ex­ muestra eficaz y positivo. Y no sin razón.
perimento, pues, tiene com o presupuesto Si el hombre se acerca al ente buscando en
previo la consideración de la naturaleza él la medida exacta, viéndolo como mag­
como un conjunto de fenómenos que ac­ nitud extensa a través de su decurso espa­
túan según una regularidad absoluta. cio-temporal, en el ser material encuentra
— La ley natural matemática no concibe precisamente el terreno adecuado para es­
ya a las causas como esencias intentas de tas determinaciones. El experimento cien­
carácter secreto y oculto, sino como rela­ tífico responde claramente a una búsquda
ciones fijas de tipo matemático, esto es, humana muy específica. En este sentido,
como magnitudes. La verdad de la ley tie­ postura científica y experimento son dos
ne que confirmarse en la experiencia, pero*19 caras de la misma moneda: un yo que mira

M. Heidegger. S e in u n d Z e it , 5.a ed., Halle.


19—I. p. 362.

100
CIENCIA Y TÉCNICA / C INE

al ser como objeto inedible y un hallazgo, A sí, pues, su objetividad depende del
el experimento, que responde a la perfec­ yo, y si éste busca la medida de sus proce­
ción a tal investigación humana. sos espacio-temporales de movimiento, el
V ' b) Respecto a la situación de dominio del ser queda reducido a algo cuantitativo, que
ser que presupone y origina el experimento actúa en el espacio y en el tiempo com o
de la nueva ciencia, basta recordar las mo- un mecanismo previsible y captable por el
dificaciones metodológicas a las que se ve número. La objetivación del ser es, por
sometido el ser, con lo que el fenómeno tanto, el resultado inmediato del método
queda totalmente bajo la voluntad huma- experimental de la nueva ciencia y la con­
ña, el* fragmentarismo analítico como vía dición primera de la técnica moderna. Es el
sencilla para comprender y dominar la rea­ resultado más importante del espíritu cien­
lidad, el establecimiento de Lodo el proce­ tífico, de incalculables consecuencias para
so experimental bajo las condiciones que la cultura humana y el horizonte en el que
el propio sujeto establece, etc. Es, precisa­ básicamente se asienta nuestro mundo.
mente. esta realidad metódica la que ba 3. La formulación matemática de la le
hecho al hombre dueño del mundo inorgá­ natural cieña y corona todo el proceso de]
nico; incluso ella misma es ya una conse­ método científico. Aunque es una captación
cuencia de esta nueva situación del yo, de un proceder real e independiente de la
como dueño y señor de la naturaleza. naturaleza, no conviene olvidar que nunca
se tomaría conciencia de tal regularidad sin
En fin, todo el proceso del experimentó la hipótesis que ordena el caos de fenóme­
es una manifestación clara de la plena ob­ nos según un principio unificante, sin el ex­
jetivación del ser. Este se constituye radi­ perimento que, ayudado por las variaciones
calmente según las leyes que el yo estable­ metódicas del hecho en cuestión, permite
ce en la hipótesis y que comprueba en un captar su modo de ser, y sin la cuanlifica-
experimento, cuyas condiciones y objeti­ ción y objetivación del ser que permite su
vos son puestos también por su propia di­ expresión en una fórmula matemática. Sólo
námica. Es como si la realidad perdiera su si el ente se objetiva, si queda reducido a un
propia esencia, su propia entidad para re­ proceso espacio-temporal de movimiento,
solverse en las leyes que nacen del sujeto es posible su formulación matemática.
científico; en ellas se centra toda su «qui­
didad». Ramón Fernández-Lomana

Cine
El cine ofrece al espectador una grafía Pura mirada, me insinúo invisible entre los
de imágenes en movimiento que tiene algo espacios para interceptar la mirada de los
de prodigioso (hoy día un hecho que, por interlocutores, escrutar reacciones y g e s­
reiterado, resulta banal y rutinario). Yo. tos, explorar ambientes, ver todo con niti­
espectador, disfruto de la mirada privile­ dez. de cerca o de lejos. Las personas y las
giada que me ofrece la cámara. Ocupo el cosas que aparecen en e! encuadre me su­
centro que se me asigna, sin asumir ries­ gieren lo que está al lado o más allá y no
gos ni encargos, para ver el mundo que se se me muestra. En la pantalla, la imagen
despliega delante de mis ojos. Estoy pre­ es duración, persiste, pulsa, me reserva
sente sin participar del mundo observado. sorpresas. Si es continua, puedo acompa­

101
CIN'E

ñar un movimiento en toda su amplitud y mer sistematizador de una serie de proce­


profundidad; si interviene el montaje, veo dimientos dispersos hacia la consecución
una sucesión de imágenes tomadas desde de una sinLaxis cinematográfica (el monta­
ángulos diferentes, acompaño la evolución je paralelo, el primer plano, el campo-con-
de un acontecimiento a partir de una co­ tracampo, el plano americano, el esquema
lección de puntos de vista especialmente conjunto/detaüe/conjunto). Son recursos
cuidados para que el espectáculo del mun­ que fragmentan la escena según su lógica
do se ofrezca para mí con claridad, belle­ material y dramática que definen un tipo
za, dramaticidad. Las palabras y los ruidos de decoupage (selección progresiva de
me hacen ver que el silencio también es los puntos de vista) basado en el principio
posible. Cuando recibo la imagen de un de continuidad, tanto técnica (raccords)
rostro, veo no sólo su conexión de mira­ com o narrativa (linealidad, causalidad).
das, Lambién la intensidad que unas y Todo esto se hace con el fin de provocar la
otras provocan en la fisionomía. Con una relación más intensa posible del especta­
velocidad infinita salto de un punto a otro, dor con la ficción, éste como observador
de un tiempo a otro. En fin, ocupo las po­ ideal de los hechos, aquélla como un orga­
sicion es de innúmeras miradas sin com ­ nismo que funciona con plena autonomía.
prometer mi cuerpo, sin los límites de mi La industria, el reconocimiento social
cuerpo. del nuevo medio, su alianza con el Estado
El viaje inmóvil, que suscita esta mirada disciplinar acaban por consolidar este có­
sin cuerpo a un universo donde se enredan digo que, en líneas generales, es el mismo
la ilusión y lo real, encuentra su plena ac­ desde 1916 hasta nuestros días. Crónica
tualización en el cine clásico. Muchos lo que no está muy lejos del temor anunciado
ven com o el aparato más perfecto de la por Benjamín sobre el peligro de un cine
más vieja ilusión: las sombras chinescas, que hiciese coincidir el movimiento auto­
la cámara oscura, la linterna mágica. Re­ mático con el automatismo de las masas.
tornan los códigos figurativos originados El cine clásico, que no es más que un esti­
con la perspectiva del Quattrocento e in­ lo particular como otro cualquiera, cum­
tensifica la riqueza perceptiva de la foto­ ple su papel hegemónico en la industria
grafía con el movimiento y la duración (y cultural como estética dominante que do­
más tarde con el sonido y el color). La mestica el imaginario audiovisual y pro­
«impresión de realidad» que resulta del ci­ mueve la insalubridad de otros estilos o
nematógrafo parece atender al sueño posi­ propuestas.
tivista de almacenar y reproducir lo fac­ Al cine que atrapa al espectador y lo
tual. El ilusionisino, la reconstrucción del arrastra hacia el interior del universo físico
«como si se estuviera allí», fuente de en­ y mental de la narrativa (sujeto ubicuitaño,
volvim iento y fruición de la platea, y el om nividente) N oel Burch lo denomina
melodrama, género de masas por excelen­ M odo de R epresentación Institucional.
cia, son los pilares del sistema de repre­ Está basado en el dominio omnímodo de
sentación popular-burgués que cristalizan la narratividad, la transparencia y el pre­
en la nueva técnica de reproducción. Am­ dominio del orden metonímico sobre el
bos parecen ajustarse com o anillo al dedo metafórico. Los acontecimientos parecen
a la potencialidad expresiva dei aparato: el narrarse a sí mismos. El montaje y la cá­
impulso de un campo nuevo al lado de las mara se ocultan. El cinc, que es desconti­
artes tradicionales. La herencia de la mi­ nuidad, montaje, relación, esconde sus
m esis al alcance de todos, un mundo de operaciones para ofrecerse como un hecho
ídolos a falta de dioses.- natural. El proceso narrativo (sus mediacio­
El aura del mito, el encanto de la prime­ nes y articulaciones) y el proceso díegético
ra vez le cupo a Griffith, sin duda el pri­ (el mundo narrado) tienden a (con)fundir­

102
CINE

se. El espectáculo está asegurado: abando­ En ella resalta el lado sistemático e ineluc­
no, reflejo, duplicidad. Para Burcli el efec­ table de las ilusiones y engaños que consti­
to diegético pleno y entero que produce el tuyen estructural mente el cine y su aparato
es decir, la denominada «ilusión de base: cámara/imagen/montaje/proyec-
de realidad», oculta «la existencia de un tor/sala oscura. La radical formulación de
sistema racionalmente selectivo de inter­ este crítico de la revista Cinéthique, que
cambio simbólico». aparentem ente va dirigida al cine tout
Christian M etz comenta que el placer court, invierte el pensamiento tradicional
que despierta el «deseo de ver» atiende a que confía en el poder de la imagen, en la
una curiosa complicidad entre el cine y el capacidad del cine como revelación de al­
espectador. El film prefiere ocultarse (para guna verdad (Griffith. Epstein. Eisenstein,
que la ficción se presente como historia) y Bazin). Baudry porte en tela de juicio, no
al mismo tiempo finge no saber que está las diferentes formas particulares de hacer
siendo mirado (lo que nos agrada). La m e­ cine, sino el mismo fundamento de la ob­
cánica de la simulación, que no depende jetividad del cine como técnica de repro­
de la imagen en sí, sino de su relación con ducción (la falsa neutralidad de sus apara­
el sujeto observador (ignorancia de estar tos ópticos que incorporan una ideología
siendo visto/ver sin ser notado), y los efec­ de representación basada en la impresión
tos especulares del aparato (que conoce de realidad). En este sentido, la ilusión se
bien este pacto y sus pod eres p le n o s) crea por el propio dispositivo o aparato
constituyen una de las claves, tal vez la de base y no por su mayor o menor grado
mayor, del cine clásico. Un film que ofre­ de imitación a la realidad. Su análisis de
ce una metáfora perfecta de este dispositi­ las condiciones del espectador (más ajus­
vo es Vértigo (1958), de Hitchcock; tanto tado ciertamente al cine clásico) define un
el enredo de los personajes como el propio sujeto ideal que se ve a sí mismo como lu­
principio de la narración son la trama de la gar originario del sentido. Baudry sitúa al
simulación por excelencia. Sin embargo, el cine en la tradición idealista de la cultura
engranaje de simulación exhibido en este occidental (traza un paralelismo entre la
film está bajo el control de la mirada sin situación del espectador y el mito de la ca­
cuerpo del cine clásico que une la seducción verna de Platón). En fin, Baudry ve el cine
de la escena a la invisibilidad del aparato. com o una máquina de efectos y el más efi­
La identificación con la mirada que rela­ caz de todos sería este efecto-de sujeto, la
ta es esencial para el poder del relato clási­ sim ulación de una consciencia transcen­
co, tanto en la pantalla com o en la n o v e la . dente que descubre el mundo y se ve en el
No obstante, antes de producirse una identi­ centro de las cosas, al mismo tiempo que
ficación primordial con el relato — caracte­ radicalmente separada de ellas, observan­
rística de todas las artes narrativas—• o con do el mundo como pura mirada.
alguno de los personajes — consecuencia La actitud iconoclasta de la teoría de
de aquélla— en el cine existe, según las te­ Baudry se enmarca en la atmósfera de de­
sis de Baudry y Metz, una identificación sencanto posterior a mayo del 68 y puede
primaria1 con la mirada que ve, con la mi­ verse como síntoma y efecto del impasse a
rada que posibilita ver, con el aparato de que llegó la culLura de contestación en el
base, (la cámara y todo su dispositivo). medio-cine. Una época que discute como
Jean-Louis Baudry formuló en 1970 una nunca la contienda entre estética, ideolo­
de las teorías más originales y polémicas. gía y medios de producción; el programa a

1 No confundir su sentido con el término psicoa-


nalítica

103
CINE

seguir es descontrucción; desenmascarar Por tanto, las vanguardias históricas de


el sujeto ideal, desmontar la representa­ los años 20 ven el cine com o ruptura,
ción (Godard, Straub, nuevos cines nacio­ Griffith ya es blanco de críticas. Es Los in­
nales), La teleología de la vanguardia de telectuales y artistas europeos, inmersos en
los años 20 — la de la técnica redentora las nuevas experiencias de la modernidad,
obstaculizada por la política y la econo­ qtiicrcn un cine que despierte una nueva
mía— es reemplazada por otra; la de la sensibilidad, uti cine que exprese la com­
técnica como instrumento más eficaz para plejidad de la experiencia humana en el
el mantenimiento de un sistema de poder. universo urbano-industrial en transforma­
Un film que expone este clima de rupturas ción. La convicción que aglutina a los di­
y enfrentamientos en sil propia esfera de ferentes grupos, al margen de idearios di­
actuación es Ven D ’est (1969), de Godard y versos, es el destino del cine com o tarea
el grupo Dziga Vertov. Aquí se muestra la de redención; experiencia iluminadora que
divergencia entre Godard que pregona un afirma su papel subversivo y liberador. La
cine militante de radicalización estética (lo fe en el cine'se apoya también en la acui­
que implica situarse al margen de los cir­ dad de la reproducción de las apariencias,
cuitos de exhibición) y Glauber Rocha que. pero el elogio a la técnica se hace con la
poniendo ciertos límites a la experimenta­ promesa de salvarla de la adulteración del
ción estética, responde con la urgencia de universo de la mercadería (tradición litera­
reconstruir un cine nacional (y con más ra­ ria y teatral, cotidiano burgués).
zón cuando se refiere al Tercer Mundo). La palabra-idea clave es la expresión de
Si llevamos la teoría de Baudry hasta sus la nueva imagen, la expresividad ambigua
ultimas consecuencias podría pensarse que y cambiante del mundo: el movimiento de
lo que impide la consolidación de otros len­ las cosas y de la naturaleza engendra for­
guajes no encuadrados en el ilusionismo se­ mas muLables que el cine, gracias a su mi­
ría este pecado original que la técnica lleva rada automática, capta con exclusividad,
consigo. Sin duda este instigante (¿impro­ sin las pertu rbacion es del ojo natural
cedente?) diagnóstico totalizador denota el (cinema de avantgarde francés). La libe­
impacto de la formulación del teórico (¿por ración de la m irada sin cuerpo de las
qué el cine en general es tan ilusionista?). amarras de la continuidad narrativa abre
No comparto la (hipo)tesis de que el ilusio- posibilidades ilimitadas al trabajo de la
nismo está embutido en el mismo aparato cámara, al primer plano y, sobre lodo, al
de base del cine, la experiencia histórica de montaje. El close-up ya no es el lugar del
otros cines nos lo confirma, pero sin duda fingimiento y del glamour de las estrellas,
Baudry define con exactitud la situación del sino una presencia que revela lo que se es
espectador del cine clásico (voyeurismo. y no lo que se pretende ser. El montaje,
identificación, efecto de sujeto). que el cubismo ya anticipaba, es conside­
Veamos esos otros cines. Para las van­ rado por algunos cineastas como la esen­
guardias rusas, francesas y alemanas el cia del cine y ahora se exhibe abiertamente.
que asume la primera y definitiva caída mostrando sus fisuras y hendiduras (Eiscns-
del cine es Griffith, que amarró el nuevo lein, Vertov). A partir de estos recursos es­
arte a los moldes del folletín y del melo­ pecíficos del cine (y otros como la cámara
drama. Su pecado menos original: solidifi­ lenta, aceleraciones, etc.) la vanguardia
car el encuentro entre la técnica del cine y apuesta en el poder analítico del registro
la narratividad. Un encuentro probable, lo­ cinematográfico (la versión más radical es
dos lo admiten, pero no impuesto por el el cine-ojo de Vertov con su postura docu­
orden de la naturaleza sino tan controverti­ mental y constructivista volcada para el
do como todo acontecimiento histórico y desocultamiento de los procesos naturales
cultural. y sociales).

104
CINE

Paradójicamente, en un mundo desacrali- La oposición cine dom inante/cine de


zado y desmitificado por la modernidad y la contestación se repite con igual virulencia
tecnología (y la fotografía y el cine han ju­ en los años 60 confirmando la tesis de que
gado un papel fundamental), Epstein dirá que los movimientos de crisis sociales produ­
el cine tiene como destino devolver al mun­ cen una actividad artística intensa, de que
do una cosmología y encantamiento para los la destrucción de las formas nunca vienen
cuales el cartesianismo y la Filosofía de la solas de forma gratuita. Al vigor y efer­
Ilustración estaban ciegos. Si tenemos en vescencia creativa de los años 20 sucedió
cuenta la cuestión del objetó-mercancía en el asentamiento de las formas tranquiliza­
la sociedad moderna, cabe preguntarse a res­ doras del realismo (socialista, hollywoodia-
pecto de la revelación pro fa n a de Epstein: el no, manierismos). El soplo conlracultural
cine nos ofrece ¿una actualización del feti­ de los años 60 dio paso a la era del simula­
che (respuesta de Bela Balázs al discurso cro, del cliché, de imágenes que remiten a
fragmentado de la vanguardia) o un extraña­ imágenes en un flujo infinito.
miento que induce a la reflexión entre el Antes de abordar nuestra última etapa
hombre y el objeto? El problema que subya­ — el cine contemporáneo— . hagamos un
ce en el pensamiento de Epstein, hoy día breve pero obligatorio repaso a los dos
evidente a nuestros ojos saLurados de imáge­ grandes polos de reflexión sobre el cine:
nes, es su fe integral y absoluta en el aconte­ Eisenstein, primer gran teórico y esteta de
cimiento visible, en la capacidad de la ima­ la práctica del cine, y André Bazin, cuya
gen por la fuerza exclusiva de sus relaciones obra constituye la primera teorización mo­
internas. Un espíritu más atento a las contra­ derna sobre el cine.
dicciones pero que también participaba de La critica de Eisenstein al ilusionísmo
ias promesas del nuevo arte, a pesar de la (y su lógica aristotélica) radica en la idea
pérdida del aura que trajo consigo, dirá en fundamental de que la imagen cinemato­
su célebre ensayo de 1936: «la naturaleza gráfica no d ebe leerse ca iro p ro d u c to d e
que se dirige a la cámara no es la misma que una m irada (el pre-supuesio de que hay un
la que se dirige a los ojos» (Benjamín). encuentro, una contigüidad espacio-tem-

Fotograma de ¡a película <tCtisablanca»

105
CINE

poral entre cámara y objeto no es óbice). (que son los m ism os que han utilizado
La imagen es un hecho de naluraleza plásti­ los creadores del cine moderno; Renoir,
ca que debe observarse en su valor simbóli­ W elles, W yller, Rossellini): ei plano-se­
co cuando evaluam os su com posición y cuencia (mirada única, sin cortes), los mo­
función en el contexto de un discurso que vimientos de cámara, la profundidad de
es exposición de ideas y no sucesión natural campo, el respeto a la duración continua
de acontecimientos. Su cine-discurso son de los h echos, la m inim ización de los
ensayos visuales donde prima la disjunción, efectos del montaje. Podíamos resumir la
la descontinuidad y el impacto de las atrac­ ontología cinematográfica de Bazin de la
ciones. Está basado en la noción dialéctica siguiente forma; si el cine es lenguaje y
del montaje como conflicto o choque; el discurso, debe señalarse que. antes de sus
sentido no se encuentra en los componentes procesos y articulaciones, tiene una rela­
o unidades sino en la colisión de éstas. ción inmediata con el mundo en virtud de
Eisenstein y Bazin coinciden en el mis­ su naturaleza técnica (automatismo y reso­
mo punto de partida, la ambigüedad del lución fotoquímica) que produce un «mol­
mundo y el «realismo consustancial» (el de de la duración», un calco del m ovi­
término es del suviético) de la imagen ci­ miento. Para Bazin, el ilusionismo no pue­
nematográfica, pero si para el primero hay de serlo plenamente ; el objeto ha dejado
que combatirla con la construcción de un su rastro en la película, podemos creer en
discurso organizado, para el segundo debe su existencia.
respetarse lo más fielmente posible, traer Hoy, que respiramos en medio del esce­
el curso de los fenómenos y situaciones a nario posrnodemo la polución imagética y
la superficie de Ja imagen, preservar la au­ el vacío del simulacro, todavía podemos
tenticidad y espesura de la duración. Como encontrar lazos vivos con el pensamiento
puede percibirse, para esta crítica inspirada de Bazin (que se ciñen a consideraciones
en la fenomenología toda imagen es pro­ teóricas y críticas, dejando de lado, obvia­
ducto de una mirada , presupone un obser­ mente, sus excesos idealistas). Por un lado,
vador en interacción con el mundo. Al for­ la vigencia de cuestiones que después de
m alism o e im agen-signo de Eisenstein, décadas de análisis del discurso y de la
Bazin opone la imagen-acontecimiento y imagen no han desaparecido de nuestra
la «vocación realista» del cine. Defiende pauta teórica. Entre ellas destaco lo que es
el principio de continuidad con unos pará­ el meollo de su discurso; el poder de la
metros totalmente diferentes a la narración imagen cinematográfica de captar y regis-
clásica. En ésta la continuidad surge de tar !a duración, traer la espesura de un ins­
m odo espurio gracias a la manipulación tante vivido, el rastro o residuo de lo real
del montaje (ocultado) para crear un mun­ en la imagen, su capacidad de memoria y
do abstracto, de sentido cerrado, prejuzga­ preservación. Si estas cuestiones han pasa­
do. Para Bazin, el montaje significa dis­ do desapercibidas para la semiología, el
curso, retórica, manipulación, ya sea de psicoanálisis, la deconstrucción, estas dis­
Eisenstein, Ford o Buñuel. Propone una ciplinas, muy acordes a los nuevos tiem­
mirada cinematográfica más acorde a un pos, no han ayudado a avanzar la teoría del
sujeto circunstanciado, un ser-en-situación cine y de la imagen. En el terreno de una
que tiene lím ites, acepta la abertura del teoría general, el último paso lo ha dado el
mundo, soporta la ambigüedad y el aspec­ filósofo G. Deleuze con dos libros: La ima­
to muftifocal de la realidad. Esa mirada es gen-movimiento y La imagen-tiempo. Cier­
más leg ítim a cuanto mejor exprese las tamente, comparte con Bazin la confianza
condiciones de nuestra mirada anclada en en la imagen cinematográfica; la imagen
el cuerpo. En este sentido, la forma de este precede al lenguaje y es el mismo material
realismo tiene sus procedimientos claves de nuestro pensamiento; la imagen como

106
CINE

producción de conocimiento y como pro­ tiempo del cine moderno); la situación dis­
ceso de temporalidad (no es por casualidad persiva (personajes múltiples, aconteci­
que Deleuze retome a Bergson). mientos flotantes, desintegración), los nexos
En relación a la producción fílmica ac­ débiles (tiempos muertos, la elipsis ya no es
tual, ohservamos muchos film es que pre­ un recurso, ahora pertenece a la situación
sentan la pauta formal (algunos incluso el misma), la forma de vagabundeo (erran-
espíritu) de la estilística baziniana: obras cia, soledad), la toma de conciencia de los
de Wenders, Guney, K ieslovski, Angelo- tópicos (anonimato, despersonalización) y
poulos, Kauristami, Amelio, Taviani, Pero ia demanda del complot (poder oculto que
sin duda el cineasta que mejor recoge el sólo se manifiesta por sus efectos; nmss
testigo baziniano lo tenemos muy cerca; media, aparatos, instituciones).
Víctor Erice. Su última película, El sol del En realidad, esta síntesis describe el
membrillo (1992), es un cara a cara con esa hombre moderno y su tiempo; ciudad gran­
fenomenología de la ambigüedad, con la de, exilio, alienación, aislamiento, spleen,
imprevisibilidad de la espera y la abertura com unicación de masa. Si situamos esta
al tiempo en su devenir. Son situaciones en caracteriología en el contexto inmediato de
bloque, las cosas se presentan por sí mis­ la II Guerra Mundial veremos abrirse toda­
mas, sin el análisis previo exigido por el vía más la herida; la imposibilidad de fic­
montaje o por el guión (debe ser la única pe­ ción (la conciencia de que algo se pierde),
lícula del cine español realizada sin guión). la ciudad (y los estudios) destruidos. Surge
Hay una riqueza secreta en el interior de las el neorrealismo; ya no se representa lo real
cosas que debe ser observada con insisten­ sino que se «apunta» a él, al ser de las co­
cia hasta que emerjan con naturalidad. El sas (Rivette lo comparaba con el impresio­
film de Erice traduce a la perfección el ideal nismo, los pintores recogen sus bártulos y
de la comprensión baziniana: antes de ser se van a pintar a la calle, al campo). Pero la
juzgado, el mundo existe, se encuentra en modernidad, propiamente se funda en el
proceso, en curso. En este caso, ese proceso cine con la Nouvelle Vague, que el neorrea­
o curso es la experiencia diaria de un pintor lismo ya prenunciaba (antes, Welles ya ha­
en su empeño de fijar en el lienzo un frutal bía manifestado las primeras señales de re­
al sol (la posibilidad, tanto de la imagen flexividad con la desconstrucción del apa­
pictórica como la cinematográfica, de traer rato ilusionista de Hollywood y el imperio
una presencia, una verdad). massmediático de Kane),
La fotografía y el cine liberaron a la pin­ El cine moderno es, para entendernos,
tura de su afán de imitar las apariencias. Bu­ el cine de amor, el cine de esbozo, del
ceando en su propia inmanencia, el esfuerzo fragmento, de la nota; el cine de urgencia,
creativo se orientó hacia su material y su siempre débil, a punto de deshacerse. Se
proceso constructivo. En busca de su propia propone destruir la relación entre el espe­
realidad, de su misma posibilidad de dimen­ jo (film clásico) y el deseo de ver (sujeto
sión estética, las prácticas artísticas se hicie­ ideal), la omnipotencia del espectador ca­
ron reflexivas y modernas. El cine, que na­ paz de hacer la síntesis del mundo. M ovi­
ció moderno y primitivo al mismo tiempo, liza al espectador obligándolo a entrar en
tuvo que atravesar un largo período clásico el juego, hacerse sujeto activo, participar,
(exigencias del espectáculo, los géneros, los tomar una actitud. Frente al 1ogocen tris-
estudios) y la ruptura de las vanguardias mo, el antropocentrismo y el grave carác­
hasta alcanzar su crisis, su .reflexividad para ter etnocéntrico del modelo clásico, el cine
hacerse contemporáneo a su tiempo. moderno se hace antropológico y herme-
Deleuze atribuye cinco caracteres a la néulico. Cuestiona su propia producción y
crisis de la im agen-acción (punto nodal construcción de imágenes, buscándose a sí
del cine clásico que dejó paso a la imagen- mismo. Tematiza su abierta configuración

107
CINE

inmanente, la estructura interpretacional tros pero dentro de la pauta del mercado y


que lo constituye, su desprotegida osa­ la industria. Los cineastas de más talento
menta se hace «carne de lo visible». A la disputan en los viejos festivales las posi­
teleología, hom ogeneidad, racionalidad, ciones de honra en el comercio internacio­
univocidad del viejo cinc oponen el des- nal. En el lenguaje, se da un proceso de
centramiento, las fisuras, los agujeros, las reiteraciones y desplazam ientos: citas,
estructuras de agresión, las di laceraciones, mezcla de estilos, el uso hiperconsciente
. los pliegues, el vacío. Personajes indeter­ de. figuras de estilo de la convención (re­
minados y contradictorios, el espacio que pertorio antes inocente) con la introduc­
se hace tiempo: figuras en un paisaje. Su ción de los nuevos ingredientes de la mo­
lenguaje complejo reintegra los viejos te­ dernidad. En una palabra, se consolida la
mas expurgados: lo irracional, el sinsenti- ficción de segundo grado.
do. la incomunicación, c] dolor y la muer­ En EE.UU. se rehace el gran mercado
te, la revolución, el silencio. Su poética, dentro del esquema holly woodi ano a partir
hecha de rechazos e imposibilidades, sólo de La guerra de las galaxias (1977), una
puede expresarse por el trabaja de la au­ vuelta a la ficción de siempre que revive el
sencia, la muerte, lo negativo. éxito de los viejos tiempos. Epoca de nos­
Quien quiera ver sus film s difícilmente talgia y acomodación que se prolonga has­
los podrá encontrar en el videoclub del ta el presente con todo su arsenal de rema­
barrio: Resnais, Alltonioni, Tarkovski, Eus- kes, fórmulas temáticas (terror, ciencia-fic­
tache, Syberberg, Alea, Rohmer, Tonacci, ción, catástrofes, policíaco, etc,), revivals,
Oshima, Duras, Pasolini, Chytilova, Porta- exceso de referencias. El agotamiento de
bella, Paradjanov, Robbe-Grillet. Fasbin- historias y escenarios de este universo uni­
der, O liveira, S h o w . Solanas, Godard... forme no es obstáculo para reincidir en el
Sin duda alguna, Godard, líder de la nueva imaginario de la adolescencia y las viejas
ola, es el verdadero representante de la mo­ mitologías de la «fábrica de sueños». En
dernidad en el cine; procura liquidar la fin, vivimos la era del llamado cine de alu­
Historia, se impone corno regla de renova­ siones.
ción y la crisis permanente («El cine no es Cansado de ser moderno, el cine arrojó
reflejo de la realidad, sino la realidad de la vanguardia de nuevo a los márgenes y
ese reflejo»; «No hay que hacer films polí­ recupera así la carretera, ahora como auto­
ticos. hay que filmar políticamente»). pista intergaláctica de multiefectos espe­
En el pasaje de los años 60 a los 70 se ciales (el cine clásico, en verdad, y ése es
vive un periodo de extrema radicalización su punto fuerte, nunca ha salido del parque
internacional. Se persigue el rendimiento de atracciones) que circulaba antes de en­
político inmediato en la batalla contra el contrar a Godard,
ilusión isirio y contra el cine como institu­ En 1995 cumple 100 años el último de
ción social. Es un cine conceptual, autocrí­ los lenguajes artísticos {la ¡'¡¡tima imagen.
tico, de negación de la imagen y la repre­ tal como algunos denominan al cine frente
sentación (Paríner de Bertolucci, rodado a la explosión de la imagen electrónica, di­
en 1968, es un film emblemático de esta gital, virtual..,). Es relativamente joven,
época). En los años 70, la industria cultu­ pero nació cuando el hombre y el mundo
ral entra a la ofensiva y muestra su compe­ eran ya muy viejos. Sobre el futuro-destino
tencia en la absorción de lo que había ve­ del cine, ninguna palabra. O tal vez una
nido para negarla. La experiencia radical sola, la misma que para nosotros: supervi­
se desintegra, excepto algunos casos aisla­ vencia (los optimistas pueden dividirla por
dos (Ackerman, Duras, Straub) y el dis­ el medio).
curso y la crítica se atenúan. El cine de au­
tor de se rcestablece con nuevos paráme­ Miguel Angel Lamidos

108
Conocimiento
... El surgimiento y desarrollo de la forma única decisiva) en nuestra historia cultural
de pensamiento y expresión que finalmen­ es la que marca el declive del predominio
te asumió el título de filosofía es solidario del texto poético en beneficio de una for­
- con un proceso de progresivo descrédito ma de expresión basada en la exposición,
de la literatura en general, y particular­ la defin ición y el con cep to, una forma
mente de la poesía, com o vehículo ade­ donde cada palabra aspira a categoría y
cuado para la transm isión y análisis de niega el parentesco sim bólico (y a la vez
contenidos con pretensiones fundamenta­ aquella mencionada procedencia del texto
les. N o es preciso destacar que los prime­ y del lenguaje)1.
ros documentos culturales que han llegado Esc cambio o corte al que nos referimos
hasta nosotros cobijan y adornan su ver­ no es en modo alguno arcano o incógnito.
dad, su fe y su sentido bajo el manto de Tam poco es fruto de una d ecisión o un
una form a literaria que su ele — tal v e z instante. Tampoco ha sido nunca definiti­
fdebe— combinar la narración y la invoca­ vamente consumado.
ción. Esto, que es sin duda válido para los El discurso de los siglos que antecedie­
primeros textos de la cultura judía y de la ron inm ediatam ente a la g e sta ció n del
griega, universos de referencia en que oc­ proyecto filosófico (del que Aristóteles es
cidente hunde sus raíces, se puede percibir santo y profeta), el que por alguna extra­
también en los desiertos de Medio Oriente ña razón se denominan «filosofía preso­
— poblados antaño por civilizacion es de crática» siendo así que es prefilosofía %
las que apenas queda rastro— , en los res­ ese discurso fragmentario y valiente, crea­
tos precolom binos, en la prototradición tivo y polém ico tiene todavía la extraña
nórdica, en los textos orientales... belleza de la batalla, el contagioso dina­
En esos primeros estratos culturales de m ism o del com bate. Es inseguro y m o­
los que el discurso nos da la noticia, el vedizo pero, por lo m ism o, entregado y
texto surge de un diálogo — difícil pero fe­ arrogante: no se deja tentar por la reposa­
cundo— que, com o la ceremonia, el sacri­ da y mecánica tranquilidad del sistema;
ficio o el rito, convoca e implica los dis­ tam poco acepta el falso so sie g o — nor­
tintos segm en tos de una totalidad frag­ m ativo y conm inatorio— que emana de
mentada: los hom bres, los m uertos, los la doctrina.
dioses. S ólo para el analista posterior el Es en ese momento, en esos dos siglos
texto explica (es ideológico, jusLificatorio, que sim ulan una e t e r n id a d de e n t r e g a ,
ctiológico...). Para el que vive y muere en cuando se puede observar la fricción entre
el universo del texto, éste conjuga la reali­ el texto p recedente, fundam entalm ente
dad, la esperanza y el recuerdo, invoca poético y sim bólico, y el texto subsiguien­
potencias salvadoras y se convierte en re­ te, fundamentalmente especulativo y cate­
fugio frente a la adversidad; regenera y goria!.
sostiene Jos vínculos de los hombres entre El discurso p r e filo só fic o , en mdas y
sí y de é sto s con lo s d io se s y con lo s cada una de sus manifestaciones, se elabo­
muertos. ra y se recibe en un universo saturado de
El «cambio de paradigma» por excelen­ fuerzas y de dioses. Le asiste razón y sen­
cia. la ruptura fundamental (y tal vez la tido en la medida en que se presenta como

1 Cassirer, E.. M ito y lenguaje, Nueva Visión, Bue­ - García Calvo. A., Razón común, Encina. Madrid,
nos Aires, 1973: La Filosofía de las formas simbólicas. 19S1 (prolegómenos).
F.C.E. México. 1970.

109
CONOCIMIENTO

texto confuso y comprensivo: texto com­ Para nuestros ojos de occidentales tar­
plicado que no se basa en la delimitación díos, al texto prefilosófico le falta deci­
conceptual sino en la omnímoda capaci­ sión, se ubica en un «entre» difuso en el
dad de la palabra para conjugar la totali­ que resulta inasequible y esquivo. Bien es
dad de «lo que hay». cierto que nosotros, lectores distanciados,
Laboriosa y polémicamente se va ope­ podemos elegir lo óptimo, decidir al res­
rando una restricción en el «decir» (legein). pecto de lo conveniente, discriminar lo
Si en este momento es todavía vocativo, oportuno de aquel texto sin fronteras. El
comunicativo y poiético, progresivamente resultado de esa operación tantas veces
deriva asertivo, deflnitorio y teórico. Este realizada es ya conocido: cada uno de los
desplazamiento que evoca el paso de lo llamados filósofos presocráticos será un
poiético a lo teórico resume en dos pala­ prologuista, un precursor, en el que — en la
bras un proceso largo y fundamental en nebulosa forma del balbuceo— se encuen­
cuanto a sus consecuencias y efectos, un tran latentes métodos y categorías, concep­
proceso de cuyas dimensiones depende el tos que esperan para ser desarrollados un
rasgo del pensamiento occidental, de nues­ fu turo propicio, una escena racional. La
tro pensamiento. identidad deficiente de aquel pensamiento
Y como aplicados a vastos períodos his­ párvulo se completa con la historia.
tóricos y construcciones colectivas es vana Es preciso asumir otra óptica: nada so­
la contrieción, estéril el arrepentimiento y bra y nada falta en el pensar prcfilosófico,
absurda la nostalgia, no se trata aquí de que no es epigónico ni precursor. Es, ni
deplorar las consecuencias del menciona­ más ni menos, agónico, polémico, mezcla­
do desplazamiento, tampoco de reclamar do. En Tales de Mileto es tan fundamental
una imposible (y no deseada) vuelta a un \ necesaria la universalidad constitutiva
paraíso inexistente en el que la palabra se del agua com o la omnipresencia de los
alzara pura y sin reservas. Si es dudoso el dioses, de la que tiene que ser solidaria.
pensamiento que condesciende y trabaja Para el pitagorismo, la regularidad numéri­
en connivencia con el presente, con lo es­ ca y la armonía de la escala se sitúan en el
tablecido. mucho más lo es el que preten­ mismo plano de verdad que la transmigra­
de reinstaurar el pasado. No es función del ción de las almas. En Parmenides de Elea
pensamiento idealizar un islote del pretéri­ la lógica convive con la devoción, la des­
to, plegarlo sobre el gozne del presente y cripción con el análisis, el ser con la diosa.
calcar en el futuro el perfil de una prome­ El pensamiento de Heráclito, en la medida
sa. Más adecuada al pensamiento es la ac­ en que no desdeña la contradicción, se pre­
titud insolente, la disidencia: la críticá del senta como modélico.
tejido de relaciones que constituyen el aho­ Esta breve detención en la escena prefi­
ra para servir de prólogo a un mañana losófica no tiene otra intención sino servir
siempre incierto. de preámbulo: se trataba de localizar un
El lo g o s p o ié tic o y e l lo g o s teórico ámbito en el que el logos poiético no fuera
c o n v iv en y polem izan en la reflexión omnipotente y en el que el logos teórico
prefilosófica. El primero convoca y reú­ no decidiera al respecto de ninguna otra
ne; el segundo disgrega y delimita. D e alternativa de discurso, un momento en el
ahí tal vez la extrañeza que produce el que los símbolos se expresan con cautela y
discurso prefilosófico. N o es decidida­ los conceptos con timidez. Se trataba tal
mente poético: en él se abona la idea, se vez de buscar patrocinio y cobijo para una
fragua el concepto. Tampoco es inequí­ filosofía simbólica: un texto que quiere ser
vocam ente teórico: contemporiza con la simbólico sin dejar de ser filosófico, que
sensibilidad, acude al símbolo, entromete quiere permanecer filosófico sin renunciar
el secreto, a ser simbólico.

110
CONOCIMIENTO

De la posibilidad de una filosofía sim- el sím bolo es temporal y vocativo. No


bóliar' depende Ja posibilidad subsiguien­ pacta con el presente sino que le inquieta
te de tratar un problema que no ha elegido desde la doble ausencia del pasado y del
el ensayo como forma idónea para ser ex­ futuro, desde un «más allá» acrónico, in­
presado, que ha preferido la narración o el temporal, eterno.
poema, el ritmo o el color; una temática Podrá presentarse así esta doble perte­
que se resiste a ser objeto de análisis, o nencia del símbolo:
que reclama a la vez convicción, que se
opone a ser conquistada por la inteligencia
sin el concurso de la pasión.
Decir filosofía sim bólica supone renun­
cia y desacato, supone no aceptar el juego
dentro de los límites de oposición racio­
nal-irracional. A esta criterización típica­
mente moderna y tópicamente contempo­
ránea le ronda desde hace tiempo la fatiga
de la rutina y la tentación del dogma. La
realidad es decididamente más compleja
de lo que sugiere esa m etodología binaria A sí, el sím bolo constituye la intersec­
de cuyo uso y abuso som os todavía here­ ción objetivo-subjetiva del tiempo mítico
deros y administradores. Y no es evidente y del tiempo histórico. El tiempo mítico (a
que la filosofía tenga que despreciar todo través del Paraíso, la Edad de Oro, los bos­
aquello que la categoría «irracional» encu­ ques primigenios, la Tierra Prometida, el
bre: tantos personajes imaginarios, tantos Walhall, el Cielo...) se sitúa en unas coor­
desarrollos oníricos, la disposición para el denadas que suponen la eternidad. El tiem­
llanto, la angustia, el éxtasis revoluciona­ po histórico está contenido en ellas pero
rio, el rostro plural de la locura o el epílo­ disminuido en cuanto a su importancia,
go unánime de la muerte. considerablemente excedido. El tiempo de
Todo ello constituye el afuera del logos la historia,.susceptible de cómputo y data-
teórico, aquello a lo cual el concepto no ción. se sitúa entre los límites pasad o-fu tu­
tiene acceso. Porque el concepto es el pro­ ro: es el tiempo del suceder sin más rastro
ducto y la condición de la teoría y sólo que la memoria y sin más perdón que el'
opera en un entorno ob jetu alizad o. El olvido. Es el tiempo de la crónica.
modo conceptual de percepción, vinculado La posibilidad de establecer u n a r e la ­
ab origine al sentido de la vista34, se orien­ ción afectiva con la historia, sea individual
ta sólo hacia presencias objetivas, sea su o colectivamente, presupone que el tiempo
objetividad material o ideal. histórico pueda dialogar con el tiempo mí­
Por el contrario, el símbolo -—que cris­ tico, o que éste pueda redibujar a aquél. La
taliza en aquel logos poiético que, más que historia meramente acumulativa, la histo­
disgregar, reúne— es capaz de dialogar en ria-dato del anal y la crónica no puede ge­
y con la ausencia. Mientras el concepto, nerar añoranza ni anhelo, es preciso que el
como la vista, es espacial y representativo, tiempo mítico configure el pasado históri-

3 V éase al respecto: O rtiz-O sés, Mayr, B orne- pos. Barcelona 1989; un ensayo de sociología simbó­
mann, Símbolos, mitos y arquetipos. Ed. La Gran lica en esta dirección se puede hallar en Beriain, }.,
Enciclopedia Vasca; R oss, W_, Nuestro imaginario Representaciones colectivas y proyecto de moderni­
cultural, Anthropos. Barcelona 1992, pp. 241 ss. Una dad, Anthropos. Barcelona 1990.
magnífica introducción a la filosofía simbólica en Ga- 4 Aristóteles, Metafísica. Libro A (varias edicio
ragalzn, L., La interpretación de los símbolos, Anlhro- nes).

111
CONOCIMIENTO

co y prefigure el futuro: es preciso que Esta continua relación de diálogo e inter­


conmine a la reserva arquctípica, que haga ferencia entre el tiempo mítico y el tiempo
una lectura épica o trágica, que diseñe un histórico, que no puede ser negada en cuan­
paisaje pletórico de significados ocultos o to a su realidad, no puede tampoco ser me-
de revelaciones nuevas. D e ese maridaje noscabadá'én cuanto a su importancia. La
entre el tiempo mítico y el tiempo históri­ posibilidad misma del pensamiento, del arte,
co, del que surgen la añoranza y el anhelo, la posibilidad misma de las relaciones socia­
nacen también elementos como la identi­ les e incluso de la propia autocomprensión
dad, la tradición o la utopía. individual dependen de la configuración mí­
Muchas y complejas son las formas de tica de lo histórico, de la presentación sim­
diálogo e interferencia entre el tiempo m í­ bólica de valores arquetípicos y de su dina-
stico y el tiempo histórico, com o para di­ mización y enriquecimiento diacrónicos.
suadir de un tratamiento exhaustivo y sis­ Porque no hay que pensar el ámbito ar-
temático. Basta evocar precipitadamente quetípico^simbólico como reserva fija e
las dos más burdas: la inclusión y la ex­ invariable de significados. Hablar de diá­
clusión. Ocasioñalmcnte el tiempo mítico logo e interferencia supone que también el
introduce en el histórico personajes o epi­ sím bolo puede (y debe) ser modificado,
sod ios que no pertenecen al orden del redefinido por los actores históricos. Lo
acontecimiento o del suceso. Esos perso­ contrario sería pensar en términos de ideas
najes o episodios se instalan en la con­ o esencias al modo de Platón: y no se trata
ciencia y en la memoria colectivas, enri­ aquí de explicar «lo que hay» desde la pre­
quecen la historia con la leyenda, generan sencia eterna de esencias prototípicas sino
en su entorno un paisaje, una jerarquía, un de implicar lo que deviene desde la vigen­
código, un mundo de significados y com­ cia imaginaria de constelaciones arquetípi-
portamientos: se constituyen o configuran cas de sentido configuradas en símbolos e
como símbolo, lugar al que vuelve la me­ incesantemente enriquecidas5.
moria y desde el que se proyecta la espe­ A partir de esta sumaria caracterización
ranza: ámbito en el que se trenza la tradi­ se puede pensar el símbolo como eminen­
ción y se prepara la utopía. Arturo y su temente dinámico y plural. Una filosofía
Corte, Don Quijote de la Mancha, los hé­ simbólica ha de apoyarse en esos dos atri­
roes del acoso y la resistencia a las puer­ butos y percibirlos como condición de la
tas de Troya son ejemplos de esta opera­ crítica: nada de lo históricamente cons­
ción de inclusión del tiempo mítico en el truido, ninguna realidad instituida, ningún
histórico. presente pueden arrogarse plenitud frente
En otras ocasiones el tiempo mítico ex­ al símbolo. Pues el símbolo convoca au­
cluye a un personaje o momento históricos sencias. supone la imperfección, configu­
del mero estatuto de realidad episódica, de ra imaginariamente la disidencia y el de­
acontecimiento. La desnuda realidad viste sacato.
entonces el ropaje imaginario: se disfraza Por otra parte, desde una perspectiva
de fiesta o de luto, aparece el héroe, el ele­ epistemológica, el símbolo se enmarca en
gido de los dioses, el libertador, el conquis­ el ám bito o escena del imaginario, más
tador. El Cid Campeador, Cortés, Buffalo amplia que la teórica o la funcional. Esto
Bill son ejemplo de existencias tal vez más supone que los distintos tipos de conoci­
discretas de lo que c] mito nos ha acostum­ miento. los distintos tipos de texto y dis­
brado a pensar. curso tienen un ámbito propio de ejercicio

5 Véase Oniz-Osés, A., Jung. Arquetipos y Senti­


do. Deusto. Bilbao 1990.

112
CONOCIMIENTO

y unos límites de contacto con los otros dis­ tos normativizados y un límite en que tales
cursos: límites en los que se da el débate y conocimientos se muestran ineficaces: allí
la polémica, en los que emerge el criterio. surge la discusión y la polémica, allí se es­
■Esquemáticamente presentado: pera el progreso, el desarrollo de nuevas
técnicas (es decir, la inclusión de nuevos
saberes en el ámbito de lo normativizado y
funcional).
Sería, sin duda, largo estab lecer las
múltiples relaciones de la escena funcional
con el lím ite de acción. Señalam os una
que nos parece fundamental: la relación
ya-todavfa: la base de la confianza en el
progreso, la relación que verifica en la his­
toria la «evolución del género humano ha­
a) E sre n a vs-.-írjvo -N 'a c n c f (normativa!.
cia mejor». Tras el límite de acción habita
b) Escena h:p— a r a X s r c a topeculaLivs). la inseguridad de lo especulativo, la duda
0 Escena in’íq^ar.a .= -M ira) al respecto de lo práctico, la inercia de lo
técnico. La escena funcional está consti­
En la escena veritativo-funcional se dis­ tuida por un ya en incesante incremento,
pone de los conocimientos elaborados y por un ya del que se espera siga exten­
prestos para el uso, Es un ámbito de saber diendo el lím ite de acción en el ámbito
técnico. Esto no significa que sea pura­ del todavía no que es la escena hipóte tica-
mente maquínico o manipulatorio. E vi­ teórica.
dentemente en la esfera veritativo-funcio- En la escena veritativo-funcional (más
nal se ubican los saberes del artefacto pero que en ninguna otra) vale inmediatamente
también aquellos que generan código, el supuesto de que «inform ación es po­
aquellos de los que se usa en la institu­ der»: cuando se trata de un saber converti­
ción, aquellos en y con los que se educa, ble en norma o fórmula (y que asegura re­
se manda, se dirige. Es el ámbito o escena sultados), la posesión de conocim ientos
de una racionalidad realizada y normativa: asegura poder (tanto en el sentido político
que tolera ser expresada en norma, en fór­ y de autoridad como en el de capacidad de
mula, en decreto. realización de cualquier propuesta o de so­
Es el tipo de conocimientos en que se lución de cualquier problema).
sustenta toda suerte de técnica y de prácti­ Más allá del límite de acción se extien­
ca (laboral, administrativa, legal, médi­ de la escena hipotético-teóríca. Aquí los
ca...). conocim ientos se ordenan en hipótesis,
Esta escena veritativo-funcional se ago­ iniciativas de investigación, experiencias y
ta en un primer Límite, al que denomina­ pruebas. El saber así ordenado no puede
mos límite de acción: allí donde los cono­ reclamar la infalibilidad de lo funcional:
cimientos asumidos en la norma o en la hay una inevitable franja de riesgo, un evi­
fórmula agotan su capacidad y se mues­ dente margen de error. La escena teórica
tran titubeantes e inseguros. Aquí se pro­ está en relación con los saberes funciona­
duce la primera colisión epistemológica: a les, saberes que prolonga e incrementa.
través del límite de acción el discurso nor­ Partiendo del límite de acción intenta am­
mativo (técnico) choca con el discurso es­ pliarlo dotando de seguridad a lo insufi­
peculativo (teórico). cientemente conocido. Pero su límite pro­
En cualquier ámbito de la acción huma­ pio no es el de acción sino el de compren­
na (en todos y cada uno) se observa esta sión. El límite de comprensión significa el
escisión entre una escena de conocimien­ ocaso de los conocimientos propios de la
CONOCIMIENTO

escena hipotético-teórica: no cabe operar to de que lo imaginariamente concebido y


con los mismos instrumentos, no es posi­ simbólicamente expresado denota falLa de
ble extender la vigencia de la hipótesis. El conocimiento, más concretamente ausen­
«más allá» del límite de comprensión se cia de cientifieidad. De ahí — asegura este
experimenta como caos ó amenaza; tam­ simpático credo— que la progresiva am­
bién com o reto, también como esperanza. pliación del ámbito científico acabará mos­
Las palabras «enigma» o «misterio» apa­ trando lo ilusorio y fantástico del pseudo-
recen com o formas de respetuosa reserva conocimiento simbólico.
para designar aquello que se intuye tras el Pero no es cierto que el imaginario se
límite de comprensión. nutra de la ignorancia. No es cierto que el
Lo que habitualmente ocupa al científi­ símbolo sea expresión del no saber. Sabe- -
co (no es aquí pertinente la distinción en­ res y conocim ientos pueblan la escena
tre ciencias empíricas y ciencias humanas imaginaria, saberes y conocimientos que
o «del espíritu») se sitúa en la escena hi­ interactúan con los de la escena funcional
potético-teórica, entre el límite de acción y y la hipotético-teórica. El imaginario es
el límite de comprensión. Bajo el límite de dinámico, plural, multiforme. Se amplía
acción opera el técnico. Más allá del límite — no se reduce— a medida que se extien­
de comprensión se sitúa aquello sobre lo den los ámbitos funcional y teórico de co­
cual la ciencia establecida agota sus posi­ nocimiento. Y esto es así porque el ima­
bilidades de orden y discurso y se muestra ginario no admite que nada pueda ser su­
agnóstica. perado , no admite que nada pueda ser
Pero ese más allá del limite no es un va­ definitivamente vencido y olvidado. Lo
cío de conocimiento o una ausencia de dis­ que se ha dicho o hecho, lo que se ha ima­
curso. Llamamos a este tercer ámbito esce­ ginado, todo lo que para el tiempo históri­
na imaginaría, y al tipo de saber cuyo acce­ co es mero acontecimiento queda inscrito
so tolera, saber o conocimiento simbólico. en la escena imaginaria y es susceptible de
Nos hallamos ante un tipo de conocimiento reactivación. En la escena imaginaria dia­
que, escapa a la norma y a la hipótesis, que loga el mundo ptolomeieo con el newto-
no es susceptible de rigurosa esquematiza- niano, las sagas nórdicas con la mitología
ción ni de plena explicación. Ese conoci­ griega, la fantástica imaginación de Hyc-
miento se expresa en símbolos, dibuja hori­ ronimus Bosch con el paisaje urbano de
zontes de sentido, juega con los miedos y Joyce o con los mundos de Kafka, el Le-
las esperanzas colectivas y se organiza en viatán con la Tierra prometida.
discursos y prácticas no exentos de un cier­ Si, utilizando la terminología de Jung,
to carácter conmemorativo y ritual. se puede afirmar que el Imaginario está
Vano es pensar, en términos evolucio­ estructuralmente compuesto por arqueti­
nistas, que la ampliación de la escena fun­ pos y se definen éstos como «residuos de
cional y de la hipotéLico-teórica acaba(rá) innumerables vivencias del mismo tipo»
eliminando el espacio de la escena imagi­ que operan como «determinantes aprióri-
naria. Vano pensar que la norma, el esque­ cos de la experiencia»6»(tanto individual
ma y el concepto harán innecesario e ino­ como colectiva), podemos colegir el nece­
portuno el sím bolo. Esa hipótesis evolu­ sario dinamismo del Imaginario, el ince­
cionista (generalmente aceptada a finales sante incremento de los residuos vi vencía­
del siglo pasado y principios del presente) les, el exponencial incremento de la expe­
basa su fuerza de convicción en el supues­ riencia colectiva.

6 Bndkin, Maud, Archetypal Patterns in poetry.


Psycological studies of Imagination. Oxford Univer­
sity Press, London 1965,

114
CONOCIMIENTO

De la misma forma se puede afirmar Esas figuras inestables y plurales a las


que la escena imaginaria no constituye un que se denomina verdad, certeza, verosi­
territorio aislado, no está epistemológica­ militud... se dibujan sobre el paisaje com­
mente clausurada, sino que, a través de un plejo de las tres escenas en continua inte­
punto de unión, penetra en las otras dos racción.
escenas; problemática la acción y el cono­ Tal vez el problema parcial de los sabe­
cimiento teórico, a la vez que se deja fe­ res funcionales sea el de la operatividad
cundar por la norma vigente y la investi­ del conocimiento medida en la forma dei
gación en curso. cómputo de resultados positivos. Tal vez
Hay, por lo tanto, relaciones entre el el problema de los saberes especulativos
ámbito imaginario y los ámbitos teórico y sea el de la adecuación de las hipótesis a
de acción. Pero esas relaciones son siem­ la realidad (siempre elaborada de nuevo,
pre de crítica, nunca de acomodo. La satu­ siempre íntimamente esquiva).
ración de rastros, residuos y saberes que Pero de lo que se trata en una teoría gene­
caracteriza a la escena imaginaria se veri­ ral del conocimiento es del dinamismo de
fica en multitud de proyecciones, de vías los límites y la interpenetración de las esce­
de salida, de puntos de fuga con respecto nas: porque ningún conocimiento, ningún
al presente constituido. Desde la escena sueño, ninguna fantasía pueden ser desdeña­
imaginaria está prohibido el pacto con lo dos en base a criterios operativos, de necesi­
establecido — siempre deficiente, siempre dad funcional o de coherencia teórica.
incom pleto, siem pre injusto— . Y si la Es posible que el hombre, antropológi­
ciencia y la técnica son incapaces de dibu­ camente considerado, sea el único animal
jar otro paisaje (no diremos, por cautela, que no tolera la expresión pura del instin­
un paisaje mejor), la fantasía, que se adue­ to. Es posible que sea el único animal que
ña del recuerdo y se pertrecha de esperanza está obligado a suplir las deficiencias na­
y anhelo, sí puede (de la misma forma que turales a través de la ortopedia cultural.
puede — habituada al terror— prolongar Lo cierto, lo evidente, es que la primera
imaginariamente las relaciones vigentes, y permanente prolongación del instinto
dibujando, no un perfil utópico, sin o’la ac­ (aún deficiente) es la fantasía. Las pasio­
tualización del infierno o del apocalipsis)7. nes y sentimientos primarios se tematizan
Dos conclusiones preliminares se dedu­ individual y colectivamente a través del
cen de lo anteriormente expuesto: imaginario; de un imaginario en continuo
crecimiento: allí encuentran su sitio las
a) La insuficiencia de una teoría del co­ mil formas de la ambición y el rostro múl­
nocimiento que tan sólo considere la im­ tiple del deseo, allí se sublima el odio, allí
portancia (o la problematicidad) de los sa­ se regula la agresividad, allí se considera
beres concentrados en la escena hipotéli- la vida y se dialoga con la muerte.
co-teórica en detrimento de los saberes El símbolo — insoportablemente denso,
funcionales o imaginarios. La evolución casi in a g o ta b le — resum e y expone la
— diacrònica— y la coexistencia— sincró­ complejidad del imaginario. Es cierto que
nica— de las tres escenas, así como de los desborda lo funcional y lo teórico. No por
límites que simultáneamente las separan y ello pertenece al ámbito de la ignorancia,
Jas vinculan, impiden hablar de exclusivi­ o al más problemático de la patología.
dad y aún de determinación de una sobre b) L os conocim ien tos fundamentale
las otras. - (en el doble sentido de «importancia» y

7 A sí en la literatura de Orwell o Huxley. De rorma zos en el tiempo del expresionismo alemán (Mumau,
mucho más perceptible en el cine, desde sus comicn- Lang...) hasta los actuales desarrollos.

115
CONOCIMIENTO

«fundamento») no se ubican en la escena o a priori legitima la actividad, los intere­


de los conocimientos funcionales o espe­ ses y las espectativas de cada una de las
culativos. O, con otra formulación, los sa­ escenas y se convierte en base de sus es­
beres operativos y los saberes teóricos no trategias.
sólo no agotan el conocim iento posible, La escena veritativo-funcional se cons­
sino que no acceden siquiera al ámbito del tituye a partir del axiom a o convicción
sentido, que habita en el imaginario, y que «(el) todo puede ser dominado »: se trata
se prolonga en un tiempo que no es el de de un imperativo tecnológico, que estable­
la historia. Se trata aquí de un conocimien­ ce una forma de trato con lo real en térmi­
to que no sólo necesita los sentidos sino nos de objeto y con el saber en términos
también los sentimientos, no sólo razón de instrumento. 1
sino pasión. Se trata aquí de saberes larga­ No es necesario, a este nivel, señalar di­
mente reposados, diferente e incluso con­ ferencias entre tipos de tecnologías: las que
tradictoriamente interpretados; saberes tratan con el objeto natural o con el hombre
que no son dañados sino enriquecidos por objelualizado, las que se ejercen sobre el
el tiempo; saberes que no se someten al cuerpo o sobre el alma, las que pretenden
sistema ni se entregan al concepto sino conservar o transformar, las que operan so­
que prefieren el ritmo narrativo de una bre el individuo o sobre el coiectivo. Todas
saga, la rigurosa y amable disciplina de un ellas se constituyen a partir del imperativo
poema, la honda raigambre colectiva de tecnológico (percibido como posibilidad y
una oración o de un lito, la inmediatez ex­ exigencia), que-garantiza la necesidad del
presiva de una pintura o la aparente senci­ discurso, la justificación de la actividad y la
llez de un cuento. . comprensión de la propia historia como de­
sarrollo y consumación de lo contenido en
Desde esta perspectiva (interactiva y el presupuesto o convicción inicial.
plural), el proceso de conocimiento no co­ La escena hipotético-teórica está vincu­
mienza con la observación de hechos y lada al axioma «(el) todo puede ser cono­
acaba con la verificación o refutación de cido». EsLablece con la realidad una rela­
hipótesis sino que cubre todo el espacio ción en términos sujeto (conciencia)-obje-
que va desde la acción (aparentemente ni­ to que pretende un incremento cuantitativo
mia) hasta la fantasía (aparentemente gra­ y cualitativo de la observación así como
tuita). Es preciso percibir que cada una de un desarrollo de las metodologías de repre­
las escenas es a la vez autónoma y relativa. sentación de lo real en signos y lenguajes:
que en cada una de ellas se construye y re­ adecuación constante Lanto de la sintaxis
presenta un argumento que necesita del ar­ como de la capacidad semántica de los sis­
gumento correlativo de las otras escenas temas de representación.
(aún para establecer relaciones polémicas). La escena imaginaria está animada por
Autonomía y relatividad: ambas están lo que vamos a llamar el postulado trági­
implicadas en el hecho de que cada esce­ co: «(el) todo está (ab initio) fracturado».
na se atribuye capacidad para producir La convicción al respecto de una fisura
discurso verdadero y eficaz al respecto deil ) (spaltung) radical, de una ruptura, que se
todo. Tal autopercepción entraña como pe­ tematiza com o ausencia o abismo, entraña
ligro la pretensión de exclusividad que, la necesidad de buscar formas de implica­
desde la perspectiva desde la que hablamos, ción que reconstruyan (siquiera de forma
aparece como injustificado reduccionismo efímera o tenue) la totalidad escindida.
de la complejidad tanto del conocimiento Una adecuada comprensión de lo sim ­
como de la realidad. bólico debiera concluir que tanto el postu­
Porque es un enunciado al respecto lado trágico com o la escena imaginaria
de(l) todo el que, a modo de presupuesto que se constituye en su entorno y bajo su

116
CONOCIMIENTO

signo son los ámbitos en Jos que el símbo­ tología y la religión, sino la arquitectura,
lo se insinúa como instancia de mediación el relato, la música y el cómputo.
y,vínculo de sentido, No es un presunto pesimismo ni una ne-
^ Porque lo trágico — irreductible e inso­ crofilia patológica lo que inspira la anterior
bornable— sobrevive a cualquier ensayo consideración (poco importa, por otra par­
de racionalización, no se somete ni a la te, que se trate de necrofilia o de necrofo-
coherencia de una lógica, ni a la coacción bia). Se trata de interpretar un hecho unáni­
de un sistema, ni a la disciplina de una ins­ me y plural: que en toda gran literatura,
titución, Se insinúa como resto irredento, desde Homero y la tragedia ática hasta
perpetuamente vigente, de irracionalidad nuestros días hay un poderoso componente
constitutiva. elegiaco y funeral; que !a música alcanza
D e ahí la esterilidad de todo plantea­ el grado sublime cuando se expresa en el
miento que analiza los polos racionalidad- ámbito tremendo y fascinante del Réquiem
irracionalidad (o el par simbólico luz-som­ (así en Mozart, Fauré, Brahms..,); que a la
bra) como términos excluyentes, alternan­ base de toda iniciativa arquitectónica están
tes y sustitutivos. Hay una paradoja radical el menhir, el dolmen, el túmulo o la "estela
en el centro mismo de la cultura en todas funeraria. Que el hombre — individual y
sus formas, pues cultura es el reiterado en­ colectivamente— está implicado y concer­
sayo de gestión racional de la irracionali­ nido por la tarea de resistir a la muerte y
dad originaria y fundamental a la que de­ para ello se ha dotado de un poderoso apa­
nominamos lo trágico (la herida o desgarro rato técnico, hermenéutico. estético, etc.
que aparta al hombre de sí mismo, de la Tanto Scherezade como el Califa sabían
naturaleza y de los dioses). que hay que incluir a la muerte en el relato
La incesante y multiforme proliferación y continuar hablando, continuar recordan­
de esquemas racionales do conducta — teó­ do, continuar inventando para resistir a la
rica y práctica— es la respuesta cultural a muerte. Continuar hasta completar esa ci­
la persistencia de la herida trágica, que no fra capicúa y mágica. 1001. que sugiere el
tolera sutura definitiva. El hombre, animal infinito o que lo anhela. Pero también Ro-
inacabado (Nietzsche), arrojado al mundo binson Crusoe sabía algo de cifras y muer­
(Heidegger) pretende habilitar un espacio te, En la magnífica epopeya de D efoe, el
propio que le redim a de la alienación personaje, obligado por la suerte a revivir
esencial consistente en no pertcnecer.se a una supuesta condición primitiva, reinven-
s í mismo (contingencia), saberse re c h a z a ­ ta el primer sistema de cálculo y cómputo:
do por los dioses y vulnerado por el tiem­ el calendario, el grado cero de la matemá­
po (finitud), saberse finalmente requerido tica. Pues el cómputo es inicialmente la
por la muerte. memoria de una batalla, es la memoria or­
Es preciso detenerse un momento a con­ gullosa (individual y social) de los días,
siderar la importancia de la muerte: la úni­ los meses, los años de supervivencia.
ca certeza, el único hecho incontroversi- La muerte, hija de la noche (Hesíodo),
ble. el dato por excelencia (y, por lo mis­ consecuencia de la separación de D ios y
mo, la fuente de toda interpretación). La los hombres (Génesis), resume la vigencia
muerte es la presencia desnuda del radical de la herida trágica, de la fisura inicial en
trágico — de la herida o desgarro ontológi- torno a la cual se constituye el imaginario.
cos— perpetuamente actualizado. Pero no sólo eso. Es la presencia indis­
B ien podría apostarse que, desde el creta y constante de la muerte en todas sus
principio, se construye, se canta y se cuen­ formas lo que constituye el punto de unión
ta (en el doble sentido del término) contra de las tres escenas ames mencionadas. V
la muerte y bajo su manto, que la muerte en ese punto es donde se muestra la espe­
es el punto del que surgen, no sólo la mi­ cificidad de la escena imaginaria: pues

117
CONOCIMIENTO / CONSENSO

mientras la escena normativa y la especu­ en la prolongación infinita de una lucha


lativa entablan lina relación con la herida sin término y sin victoria posible.
trágica describible en términos de explica­ De ahí que la escena imaginaria se vierta
ción. captura y superación, la escena ima­ en una proliferación multiforme de modos
ginaria ensaya un tratamiento comprensi­ de expresión que acentúan sensibilidades
vo y simbólico. individuales, sociales o epocales; modos de
La aludida especificidad es radical. No expresión que van desde el ritual o la ofren­
es la m etodología o el desarrollo en las da hasta los diversos ensayos artísticos. Ta­
distintas escenas lo que la confirma sino el les constelaciones no preLenden forma siste­
presupuesto que rige en cada una de ellas. mática ni toleran lecturas en clave de evolu­
Mientras en las dos primeras hay una vo­ ción, desarrollo y progreso. Son las escenas
cación inicial de control y explicación, la normativa y especulativa las que leen su
escena imaginaria se inaugura bajo la irre­ historia en base a tales parámetros. En el
futable convicción y experiencia de que la ámbito del imaginario todo lo que una vez
herida trágica tiene contextura ontológica ha acontecido mantiene su vigencia, su im­
y no es, de ningún modo, evitable: es el portancia, su contemporaneidad.
presupuesto de un pensamiento trágico y
agónico, un pensamiento que se justifica Patxi Lanceros

Consenso
El concepto de consenso (c.) es tan am­ perfeccionaríamos nuestras armas. Nietzs-
plio como el de lenguaje, sociedad, o in­ che y Heidegger, entre otros, han puesto
tersubjetividad. En todos estos conceptos de manifiesto que los afectos abren el pri­
se supone un mundo com ún, un fondo mer horizonte desde donde sale a la luz y
hermenéutico compartido de significacio­ se erige el mundo, que es el primordial
nes, reglas y formas de vida o conducta. fondo, consensuante. Damos aquí por su­
A partir de allí se hacen posibles las ac­ puesto que los afectos intervienen en las
ciones cooperativas y los pactos en con­ diversas formas de consenso social, hasta
creto. La etimología del vocablo c. hace tal punto que podría cuestionarase la posi­
referencia a un «sentir juntam ente» o bilidad de un c. puramente racional, basa­
«sentir en común». Si miráramos al nexo do en meras razones discursivas.
entre el consenso y el sentimiento, habría­ La idea del c. racional como base de la
mos de explorar la fenom enología de lo existencia comunitaria recorre la historia
afectos relativos a la unión con el otro de la filosofía política desde finales de la
(sentir juntamente simpatía, amor, conta­ edad media hasta la actualidad. El conei-
gio colectivo, según la terminología de liarismo, que hace emanar la verdad de la
M ax Scheler), De hecho, el núcleo de c. asamblea conciliar, y Lutero, que erige la
que mantiene cohesionadas y activas las conciencia individual en instancia última
diversas sociedades no puede explicarse de las decisiones en materia de fe, consti­
sin ciertos afectos compartidos. Pacifismo tuyen los presupuestos religiosos de las
y belicismo, grupos «nosotros» y «ellos», concepciones modernas de la relación en­
ctmcisrno, países fuertes y países débiles, tre individuo y Estado. Las primeras teo­
son nociones que implican matices afecti­ rías del contrato social como origen del
vos. Sin sentim iento de agresividad no Estado suponen una situación (un estado)

118
CONSENSO

iKiuuai en la que los individuos, siendo ménica) con la teleología del c. en Rousseau.
plenamente autónomos, ponderan las ven­ Uno de sus problemas fundamentales es
tajas y los inconvenientes de entrar en una la circuíaridad entre ciudadanos y Estado.
forma de vida cooperativa. Bajo la pers­ Por una parte, el Estado ha de garantizar
pectiva de Hobbes, el interés de cada uno el pacto social y educar a los ciudadanos (el
por la propia conservación mueve al «pac­ pacto como meta) para la existencia en la
to social» com o garantía de ese interés. limitación recíproca de las libertades indi­
También Locke defiende que el pacto so­ viduales. Y, por otra parte, el Estado mis­
cial nace por el interés de preservar la mo ha de ser vigilado en el ejercicio de su
vida, la libertad y el patrimonio. Ambos función de garante del derecho (eforato).
autores fueron conscientes de la dificultad Según Hegel la historia camina hacía un
de derivar la sociedad a partir de la volun­ estado ultimo en el que la libertad de cada
tad individual. Por ejemplo ¿cómo sé que, uno se hará compatible con la libertad de
si yo me comporto cooperativamente, los todos. Y la realización de ese estado final
demás se comportarán de igual manera? iiene que entenderse como una manifesta­
Rousseau asume asimismo el presupuesto ción de lo que «en sí» ya es eternamente.
de un estado natural, pero lo combina con Marx, finalmente, en su concepción de la
una concepción teleológica del contrato, consumación histórica puede considerarse
Según este autor, el hombre se alejó del como heredero de Hegel (desarrollo dia­
estado natural a causa de acontecimientos léctico de la historia) y de Rousseau, con
históricos como el nacimiento de la pro­ quien comparte la idea de que todos los in­
piedad privada. Con ello se ha perdido la dividuos podrán otorgar SU consenso autó­
verdadera autonomía. La meta de la activi­ nomo a la sociedad que ha de constituirse
dad política se cifra en lograr una configu­ en el futuro.
ración estatal adecuada a la autonomía del Los pensadores de la época de la ilus­
hombre. El fin de la historia es la conquis­ tración partían de la unidad de la razón,
ta de un estado futuro que debe entenderse de una estructura mental común a todos
como realización del «contrato social». los hombres. Por eso mismo suponían la
En el idealismo alemán el problema de posibilidad de llegar a consensos univer­
la voluntad común queda anclado en un sales. válidos para grupos de hombres e
estrato supraetnpírico. Kant abandona en incluso para todo hombre. De alguna ma-_
su concepción moral la racionalidad utili­ ñera esto llevaba inherente la persuasión
taria y establece la libertad numérica (su- de una naturaleza común, que originó
praempírica) com o punto de partida de la con cep tos tan importantes como el de
universalidad. Podríamos decir que, según «derecho natural» y «derechos del hom­
Kant, en los consensos empíricos se mani­ bre». Actualmente el modelo democráti­
fiesta la naturaleza suprasensible del hom­ co tiene qúe afirmarse en el torbellino de
bre, En la Critica del juicio lo bello es en­ tres fuentes confluyentes de escep ticis­
tendido com o manifestación simbólica de mo: la manipulación de la opinión a tra­
lo suprasensible (de lo moral), y el agrado vés de los medios de comunicación, la;di­
inherente a la belleza tiene su base en la ficultad de unlversalizar los discursos,
reflexión sobre la comunicabilidad univer­ c o n sig u ie n d o que todos participen en
sal del estado de ánimo expresado en el ellos, y la desaparición de todo contenido
predicado «bello». Es decir, la libertad ori­ que pudiera considerarse «natural». Cuan­
ginaria que actúa en lá b elleza emerge do el consenso logrado en los discursos
como una apelación a la universalidad del ya no se considera como manifestación
gusto, que ha de actuar como primordial so­ de una naturaleza previa o de una subjeti­
porte consensuante de la sociedad. Fichte vidad universal, la acción consensuante
combina la herencia kantiana (libertad nu- no sólo tiende a lograr acuerdos entre su­

119
CONSENSO

jetos, sino también a constituir la identi­ dad de proposiciones. Solamente la verdad


dad de los mismos. y la rectitud son justificables discursiva­
En nuestros días el «consenso» es un mente. Para comprender esta afirmación
concepto relevante en la filosofía política habermasiana es necesario distinguir tres
(John Rawls y Robert Nozick), en la eco­ planos: ei de la objetividad de los objetos,
nomía política (J. Buchanan y G. Tullock) en cuya constitución interviene la acción
y en la ética (K.O. Apel, Habermas, Hans trascendental del sujeto; el de la acción
Joñas). La importancia del c, ha crecido de técnica práctica mediante el uso no discu­
la mano del giro lingüístico, entendiendo tido (espontánea) del lenguaje; y el del
por tal la persuasión de que la realidad se discurso, que interrumpe (pone entre pa­
constituye y hace accesible en el lenguaje. réntesis) el contexto de acción y abre una
I)e acuerdo con este giro ha sido someti­ situación argumentativa en tomo a un es­
da a revisión la teoría de la verdad como tado de cosas, a un contenido preposicio­
correspondencia (adecuación), cuyo punto nal que ha sido problematizado. Hablar de
de referencia es la coincidencia entre nues­ la verdad como consenso o de la verdad
tras formas mentales y las formas de las como argumentación (discurso) significa
cosas. Todavía Wittgenstein en el Tracia- una misma cosa. La teoría consensual de
tus habla de un isom orfism o entre la es­ la verdad entiende a ésta como resultado
tructura lógica del lenguaje y la estructura de un discurso. Cualquier participante en
de los hechos en el mundo. En contraposi­ una discusión puede afirmar «P es verda­
ción a la verdad como adecuación, se de­ dero». ¿Qué pretende con d io ? Hemos
sarrolla la teoría de la verdad como con­ aclarado ya que la verdad se atribuye a un
senso tan pronto com o la reflexión lingüís­ enunciado, a una afirmación. Esto signifi­
tica adquiere conciencia de la dimensión ca que lo usado directamente en los dis­
pragmática del lenguaje, es decir, de que cursos es una cadena de actos lingüísticos,
el lenguaje no sirve solamente para desig­ quedando en segundo plano el contexto de
nar cosas, sino también y primordialmente acción y el de la objetividad de los obje­
para la interacción entre sujetos humanos. tos. Para Habermas la pretensión misma
La conexión entre «pragmática» y «con­ expresada en la afirmación «es verdadero»
senso» aparece particularmente en Jürgen implica sobre todo una dimensión de uni­
Habermas, que formula su teoría de la ver­ versalidad e incondicional! dad. En Teorías
dad com o consenso en e l marco de una de la verdad dice el autor que, según la
«pragm ática universal». Con apoyo en concepción de la verdad como c., u n p a l­
Austin y Searle, Habermas centra el pro­ lante sólo puede atribuir un predicado a un
blema de la verdad en la dimensión per- objeto cuando también cualquier otro que
formativa del lenguaje, en el sentido de pudiera entrar en diálogo con é l, atribuiría
que, cuando decimos: «P es verdadero», el mismo predicado al mismo objeto. La
referimos el calificativo «verdadero» a un condición para la verdad de enunciados es
enunciado (P), no precisamente a un obje­ el asentimiento potencial de todos los de­
to. Y. a la vez, lo afirmado con la expre­ más. Por eso, verdad significa la promesa
sión «es verdadero» no indica precisamen­ de lograr un c. racional. La suposición de
te un isomorfismo entre lenguaje y reali­ que todo hombre de cualquier tiempo ha­
dad, sino el cumplimiento de un conjunta bría de afirmar lo mismo que yo, implica
de condiciones que permiten plantear una la anticipación de una comunidad ideal de
determinada pretensión de validez. Las diálogo. Esta anticipación consiste en que,
pretensiones de validez son fundamental­ cuando atribuyo el predicado «verdadero»
mente: veracidad en la expresión de la a un enunciado, equivalentemente digo
propia naturaleza interior, comprensibili­ acerca de él que es capaz de acreditarse
dad del lenguaje, rectitud de normas y ver­ bajo las condiciones formales del discurso,

120
CONSENSO

cosa que se requiere para que un enuncia­ ción mediante las condiciones formales
do sea «fundado». En general, Habermas del discurso.
desarrolla una lógica pragmática que in­ La cita anterior aludía al fa lib ilis m o . En
vestiga las propiedades formales de los este punto hay una discrepancia clara entre
contextos de argumentación. Frente a una Apel y Habermas, que en amplios trechos
primera serie de criticas contra la equipara­ recorren caminos paralelos. En el princi­
ción entre verdad y consenso, Habermas ha pio de falibilismo se pone de manifiesto
desplazado el peso cada vez más hacia la un doble plano de discurso. Entendemos
fundamentación, hacia el discurso funda- por falibilismo el hecho de que, incluso cu
mentador. Si, como fruto de la critica men­ las afirm aciones que sostenem os c o m o ’
cionada, Habermas pasa a definir la verdad verdaderas, no podemos excluir la con­
como «consenso fundado», a partir de ese ciencia simultánea de que tal afirmación
momento le interesa más el progreso argu­ podría llegar a revisarse en un futuro, Es
mentador (la fuerza del mejor argumento) decir, en principio Lodos los enunciados
que el mero hecho del consenso. Desde verdaderos son revisables. Pero ¿qué suce­
esta perspectiva la verdad (de enunciados) de si aplicamos el principio de falibilismo
y la rectitud (de normas) descuellan entre a sí mismo? (¿es falible el falibilismo?),
las demás pretensiones de validez porque Ese principio sólo tiene validez si se ex­
pueden sostenerse discursivamente ante el cluye a sí mismo de su propio ámbito de
foro de un discurso universal, abierto a to­ validez. Aquí se insinúa un doble plano de
dos. El cumplimiento de la condición «dis­ «discurso» y de «metadiscurso». A Haber­
cursiva», la sumisión real o posible a un dis­ mas se le plantea la cuestión de si las con­
curso abierto, universal o universalizable, es diciones formales por las que se ha de lle­
lo que confiere a un enunciado su carácter gar a un c. fundado tienen que fundarse a
de verdadero. Por ello, la verdad no se re­ su vez en un consenso. El se niega a acep­
fiere primordial mente a un contenido ob­ tar un plano de «metadiscurso» (trascen­
jetivo, sino a las «condiciones formales» dental) com o fundamento del discurso
del discurso. En Réplicas (Entgegmmgen, empírico. Para Habermas no hay ninguna
en Kommunikatives Handdn, p. 352), es­ jerarquía de discursos. «Fundar» es lo
cribe el autor comentado: «Quizá el desa­ mismo que aplicar las reglas del respecti­
cuerdo entre Apel, Kuhlmann y mi punto vo juego argumentativo. Cada tipo de dis­
de vista no se refiere al falibilismo, sino a curso se regula a sí mismo. Apel. por el
la teoría de la verdad. Entiendo la teoría contrario, distingue entre el plano del dis­
de la verdad como discurso de la siguiente curso filosófico (trascendental) y el de los
manera. A diferencia de lo que indican diversos discursos empíricos. Según él, la
algunas de mis formulaciones anteriores, teoría habemiasiana del c, no puede distin­
el c. logrado discursivamente no ha de se­ guirse de una teoría de la coherencia (con
ñalarse com o criterio de la verdad. Más las reglas del discurso respectivo). Cree,
bien, dicha teoría, en base al cumplimien­ por eso, que en aquélla se requiere un
to discursivo de las pretensiones de vali­ complemento, que describe como sigue.
dez, ha de explicar el sentido de aquel Hay una diferencia trascendental entre to­
momento de inc on di ció nal i dad que uni­ dos los juegos lingüísticos descriptibles y
mos intuitivam ente con el concepto de el juego lingüístico (de la filosofía) en el
verdad.» Este texto, aunque no merezca que se puede hablar sobre todos los juegos
un premio a la concisión, deja en claro lingüísticos con pretensión de validez uni­
por lo menos que la preocupación haber- versal. El principio de falibilismo debe ex­
masiana relativa a la verdad gira en torno cluir de su ámbito de validez todos aque­
a dos puntos: el carácter de incondiciona- llos enunciados de los que puede mostrar­
lidad inherente a la verdad y su explica­ se que indican condiciones de validez de
COVShNSO

enunciados teóricos, Según Habermas, los está acabada la discusión entre la constitu­
enunciados de una pragmática universal ción lingüística del mundo, que es el pre­
lian de considerarse como hipótesis com­ supuesto de la verdad como c., y los anti­
probables. lo mismo que los de cualquier guos conceptos de intuición, evidencia,
ciencia. Para Ape) esto no tiene sentido, certeza, falsedad, autenticidad, etc., radi­
pues, por ejemplo, los presupuestos im­ cados en la conciencia subjetiva.
plicados en el principio de falsación no En nuestra vida social el c. guarda una
pueden a su vez falsarse. Hay principios relación muy estrecha con la praxis demo­
indiscutibles desde el primer momento de crática. Tanto en las elecciones como en
toda discusión. En primer lugar, es evi­ las decisiones parlamentarias, las cuestio- --
dente el de la autocontradicción perfor- nes se dirimen por el c. o voto mayorita-
mativa. Por ejemplo, Descartes tiene que rio. Sin embargo, el peso de los intereses,
existir para afirmar que no existe. Hay la propaganda y la manipulación en los
afirmaciones que no pueden hacerse sin procesos electorales y decisorios ha llega­
incurrir en contradicción. Por el hecho de do tan lejos que está debilitándose am­
entrar en el discurso racional asumimos pliamente la persuasión democrática. En
la racionalidad, el principio de evitar la esta situación parece obvio pensar que el
autocontradicción performatíva, la exis­ sujeto racional (discursivo) no existe o no
tencia de una comunidad de com unica­ se ha formado todavía. Y si esto es así, no
ción , la argumentación con sentido, la podemos identificar sin más la verdad con
existencia de nosotros mismos como ar­ el c. Más bien, habría que hablar de una
gumentantes. Todo ese tipo de presupues­ tensión entre c. y verdad, ¿No parece hoy
tos que están asumidos por el hecho de ar­ cínico identificar la verdad y la legitimidad
gumentar son evidentes a priori y, como con las persuasiones resultantes del uso de
tales, pertenecen a un ámbito trascenden­ los medios lingüísticos? No obstante, en
tal. En consecuencia, Apel defiende la medio del dominio y de un lenguaje sofís­
posibilidad de una filosofía com o saber tico, seguramente no carece de toda efica­
infalible relativo a los presupuestos de la cia el lenguaje discursivo, que no puede es­
argumentación. En toda praxis argumen­ tar ausente en el c. y equilibrio social. Nin­
tativa nos presentamos con pretensiones gún pueblo es concebible sin cierta base de
de sentido, verdad y validez intersubjeti-- c. Pero la respectiva proporción de sangre
va, así com o de capacidad de c. de lo que (pasión, afecto, visccralidad) e inteligencia
aspira a la validez intersubjetiva. Los pre­ (discursividad) en el consenso dominante,
supuestos trascendentales son enunciados marca el carácter y a la vez el destino de
evidentes, y a su vez pueden ser objetos cada uno de los pueblos.
de c. cuando se explicitan en un discurso En la investigación de nuestro siglo el
empírico. De acuerdo con lo dicho, Apel problema del c. debe ponerse en relación
considera compatible la teoría de la verdad con el «mundo de la vida». Frente al sue­
como evidencia con la teoría de la verdad ño de una entera identidad racional, hoy
como consenso, Y afirma igualmente que, día la cabeza de iceberg del c. racional
una teoría fenom enológiea de la verdad sólo puede extenderse a una pequña parce­
com o correspondencia es compatible con la de la vida humana. Y, sin embargo, la
una teoría de la verdad como c. o discur­ existencia del hombre resulta inconcebible
so, si admite la acción mediadora del len­ sin la fuerza consensual de la ciencia y
guaje en la constitución del mundo para de una base normativa (p.ej., la constitu­
la comprensión de los fenóm enos como ción). Ahora bien, lo mismo que hay cons­
«algo». tituciones buenas y otras peores, también
Estas concesiones de Apel, situado en el es posible hablar de consensos más o me­
giro lingüístico, son un indicio de que no nos logrados, verdaderos o acertados. ¿En

122
CONSENSO / CRÍTICA

qué se distingue un c. verdadero o legíti­ B ecker . Werner, «Das KonsenkonzepL in


mo de un c. falso o ilegítimo? Si esa dis­ der Philosophie der Neuzek», en Philo­
tinción ha de ser posible, resulta inacepta­ sophie und..., e.c.
ble que ia verdad y la justicia (rectitud) H abermas , «Was heisst üniversalpragma-
equivalgan adecuadamente a los c. logra­ tik». en A pol, K.O., Sprachprugmatik
dos en los respectivos discursos empíricos. und Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt,
Por tanto, la verdad y el bien tienen que 1976.
seguir desbordando los límites del lengua­ H abermas . «Wahrheilstheorien», en Wir­
je fáctico. klichkeit und Reflexion , P fullingen,
Neske 1973 (trad, cast, de estos trabajos
en Teoría de la acción comunicativa.
Bibliografía Complementos y estudios previos, Cáte­
dra, Madrid, 1989).
A pel . K.O.. Teoría de la verdad y ética H abermas , «Entgegnungen», en Kommu­
del discurso, Paidós, Barcelona, 1991. nikatives Handeln , Suhrkamp, Frank­
APEL, K.O., «Fallibilismus, Konsenstheo- furt, 1986.
rie der Wahrbeit und Letzbegründung», T ugendhat, Einst, Autoconciencia y auto­
en Forum fiir Philosophie, editor, Piiüo- determinación, FCE 1993.
sophie und Begründung, Suhrkamp,
Frankfurt. 1987. Raúl Gabás

Crítica
Cuando T.S. Eliot señaló que Arnold crítica. Las argumentaciones laberínticas,
había establecido una distinción demasia­ la estructura excursiva de los textos (que
do tajante entre crítica y creación, estaba recogen la herencia de Benjamín o Blan-
preparando el terreno para unía fusión que chot), el babelismo de la creación contem­
él mismo no estaba dispuesto a admitir. El poránea, se deja reducir conceptualmente
e n sa y o m od ern o , los c a m in o s de la inter­ como una intensificación de la lectura, ese
pretación y de toda cartografía de la estéti- # trabajo de la interpretación que ha de en­
ca de la recepción, se sitúa en una mirada tenderse com o construcción de una obra
m icrológica , en la cual los géneros se de arte.
vuelven permeables, las pasiones se entre­ El crítico es consciente del carácter de
mezclan en un discurso mestizo, ajenos a la ficción y así se entrega a una repetición
las jerarquías clásicas. de la seducción que la escritura, el gesto,
Se podría reconstruir un mapa de ese comporta: un teatro de las sensaciones
paso de fronteras, estrictamente su disolu­ gráficas. El momento esencial del escribir
ción, que se extiende desde los rom ¿uticos (y, en bastantes sentidos, también el de la
ingleses hasta Derrida o desde los Salones composición artística) es la perplejidad
de Baudelaire a la radical ización de la es­ hermenéutica, esto es, la asunción de lo
cultura social en Beuys. La saturación heterogéneo; se produce una tartamudez
¡cónica es contestada con unas estéticas del texto o la mirada cuando el comentario
del grado cero que demandan y ofrecen al se entreteje en esos espacios. El crítico
m ism o tiempo ejercicios lectura atenta, siempre llega tarde y con cierta tendencia
eso que puede caracterizar la tarea de la a incomodar; en definitiva, su práctica

123
CRÍTICA

produce ilegibilidad, desestabiliza los sig­ mente estratégico, sino signo de esa deca­
nos en esa tarea de la traducción que es ya dencia que N ietzsche incorporara en su
una tradición de la m odernidad, desde proceder filológico. La topografía de lo
Benjamín a Steiner. moderno , entendido como un dispositivo
La obra de arte filo só fic a (entendida estético que se opone a lo efímero elevado
como un autocuestionamiento de la obra ritualmente como moda, se vuelve un ara­
de arte misma, una desestabilización de besco barroco que intenta ofrecer una ima­
sus signos que impide cualquier conden­ gen de nuestro destino oscilante entre el
sación romántica de su «temporalidad»), fundamentalismo, la invitación pragmática
acompañando a Glas de Derrida, las con­ al diálogo, la estetización de lo real o la
secuencias de la destrucción m etafísica charl atañen a mediática.
beideggeriana o la estrategia de los non- Es necesario establecer una línea de re­
site de Smithson, es una hermenéutica de sistencia frente a una complaciente moda
la indeterminación, una práctica del des­ melancólica que «prefiere la nada a la in-
plazamiento que se concreta como una es­ certudumbre», para reclamar una cons­
critura parasitaria, plagada de alusiones trucción de valores, otros modos de entrar
que funcionan com o elementos subversi­ en una relación cognoscitiva con lo real:
vos. El retomo de la exégesis alegórica, las artes, la poesía y la narrativa. Acompa­
ese impulso que Owens colocó en primer ñar a la crisis no supone entregarse al tra­
plano en relación con el arte contemporá­ bajo de las plañideras sino sostener instru­
neo, aproxima el nihilismo y una especie m entos y len guajes que representen el
de nuevo sentido «sagrado» de los textos, conflicto que incorporen la contradicción
de las obras. «El nihilismo es el gato de como por ejemplo hace Bruce Nauman en
Cheshire del lenguaje», escribe Gcoffrey sus trabajos sobre el Teorema de Gódel
Hartman sabedor de que la «nueva infini­ que muestra la incompletud de la lógica:
tud» sólo puede darse en el marco de una no hay un último discurso, una práctica o
dialéctica negativa: diferencial, decons- fondo científico que nos asista y redima
truccionisia, capaz de oír lo disonante bajo de la inestable tarea del combate interpre­
las «armónicas» fachadas del neoclasicis­ tativo.
mo que ciertas formas del discurso post- Se trata de un discurso que parte desde
moderno sancionaron. «E xperiencia y pobreza» de Benjamín
La lectura es un ejercicio al que se en­ para indicar un saber de la precariedad en
tregan espíriLus tristes, pacientes, en su re­ nn tiempo que es caducidad inevitable. La
corrido agudizan el desencanto del mun­ superación del pensamiento negativo se
do. En definitiva, el crítico es un payaso produce desde un saber construcción que
de úlLima hora, un intruso. Su única venta­ encuentra su espacio moderno fundacional
ja es que, frente al sentido común y los en la com icid ad de Kafka, la memoria
historicismos, taxidermia y necrofilia au­ proustiana, el gozne Freud Rilke o la crisis
nados, se sostiene en la jungla del lengua­ vienesa en su conjunto con figuras como
je: su tensión cuestionadora, la práctica Kraus, Mahler u Otto Wagner, prolonga­
desconstruccionista, es una forma de resis­ dos hasta el momento presente, por ejem­
tencia al monolingüismo o el éxtasis m e­ plo, en la preocupación que Kounellis ma­
diático, tal vez esa escritura m estiza sea nifiesta por el «pequeño hombre de Pira­
higiene verbal. nesi»: «Busco dramáticamente la unidad
La determinación de las posibilidades — escribe en un texto titulado «Un hombre
del pensamiento y el arte en tiempo de cri­ antiguo, un artista moderno» (Revista Var-
sis es el lugar de confluencia de los discur­ dar, Madrid, 1982)— aunque sea inapren­
sos filosofico-estétíeos contemporáneos, sible, aunque sea utópica, aunque sea im­
sumidos en un repliegue que no es mera­ posible, y por eso es dramática.»

124
CRÍTICA

■■ La nueva escena para el pensamiento es filosofía, ese espacio que es común con al­
la del inconsciente y la lógica del sentido gunas formas del arte, reposa en la tácita
lal com o Deleuze la intensificara, en la conciencia de aquel elemento de irrespon­
que se construye el tiempo de la actualiza­ sabilidad, de suprema felicidad que emana
ción. Es necesario, en una palabra, atrave­ de la fugacidad del pensamiento, el cual
sar el tiempo de la caducidad, los escom­ siempre se sustrae a lo que enjuicia. Este
bros, los lutos, es decir, recorrer la lógica corte es ya la marca del camino que cruza
de lo siniestro, del desarraigo , afrontando entre las ruinas, de ese sobresalto que el
nuestra condición. humor convierte en repentina «com uni­
La escritura poética es aún posible, la dad»; com o H egel ya entreviera en sus
temperatura de las cosas aguarda su reden­ Lecciones de estética es precisamente la
ción en el nombre, en la forma, ese rescate conceptualización del arte la que conduce
qué las sitúa en la tierra. E l reconocimien­ a la muerte de su imagen clásica para ofre­
to de la precariedad se condensa en imáge­ cer un abismo romántico que en sí mismo
nes y palabras alejadas de la palabra plena, tiene inscrita la ironía como clave y princi­
esa temporalidad del pacto mefistofélico, pio de descomposición.
fragmentos que son una conquista del El humorismo agita sus cascabeles corro­
tiempo: construcción del presente. sivos (esos jokers que vienen a contaminar
El laberinto benjaminiano, que se ex­ su propia tradición de tristeza) en ese ca­
tiende mucho más allá de su ambivalencia mino de lo sublime a lo hermenéutico. El
ante la dimensión cultual del arte en su mito que necesitamos como intérpretes, y
conocido ensayo sobre «La obra de arte en que no tenemos, es el de las estrellas caí­
la época de su reproductibilidad técnica», das en el lenguaje. Ellas son la letra negra,
esa fisiognómica materialista, continúa de­ las oscuridades intermitentes de la moda.
safiando al pensar actual, porque en esa Mállarmé se aproximó al mito, para él, las
constelación el escritor se comporta como palabras poéticas son asteriscos, constela­
un estratega del saboteo en una sociedad ciones que guían al navegante, últim os
entregada al anacronismo del museo y las restos a los que agarrarse ante el naufragio
exposiciones universales, esos paraísos en inminente. «La distancia entre un aconte­
los cuales «los productos industriales son cimiento luminoso — escribe Hartman— y
proyectados al pasado». La melancolía y el su huella verbal no es la distancia de la
tedio modernos son expresiones del final pérdida o del misterio: es hermenéutica.»
de una experiencia comunicable, esa narra­ El arte se localiza a la sombra del nihi­
ción que Benjamín viera ejemplarmente en lismo, leyendo la distancia y la discreción,
Leskov. Adomo exigía también una nueva soportando la soledad. E l hermetismo,
configuración de la experiencia (tal vez la que Celan encarna de un modo extremo,
única misión digna de una pedagogía mo­ es una emergencia de la disonancia mo­
derna, sobre todo si intenta establecerse en derna: un arte sin consuelo. «H em os de
ese dominio transversal de las llamadas «ar­ reconocer — apunta Gadamer a propósito
tes plásticas») gestada desde una barbarie del autor de Cambio de atiento —, además,
ascética contra la cultura de masas. el espanto ante Ja fuerza monstruosa de
El vínculo entre la melancolía y el pro­ ese universo cultural, que, a la vista de la
ceder alegórico en Benjamín desvela una nueva barbarie del siglo XX, es lo que nos
discontinuidad entre existencia y significa­ ha asaltado.» Una nueva intensidad surge
do. Esa catástrofe marca también la exis­ en la poesía, en el arte, que se conduce
tencia dañada de Adorno: la crítica se hasta los límites de lo soportable. Aconte­
acerca a la forma del fragmento o la pará­ cim ientos verbales, textos de som bras,
bola. momentos en los cuales el pensar es gestos enigmáticos, residuos acumulados
autentica exageración. Lo no bárbaro de la al azar se extienden en una tierra baldía.

125
CRÍTICA / CL'ENTO

La pregunta que Adorno eleva teniendo puede afirmar sin temor a equivocarse que
presente la memoria de Auschwilz se repi- «donde nos encontramos los unos con los
Le: ¿Tiene el artista aún un cometido en otros es en las encrucijadas»; no es única­
nuestra civilización? Gadamer levanta su mente el texto una obra de arle, la biografía
voz para defender esa búsqueda en la cual (un cuaderno de bitácora inacabable) lo es
el poeta desciende hasta e-1 fondo de la len­ profundamente, pero en la forma de un
gua para encontrar una experiencia capaz, gozne, un umbral: «El dolor — escribe el
de iluminamos. autor de La tijera— es un umbral, y el ins­
La cuesLión no es saber si los poetas en­ tante de felicidad, su estadio previo. Si en
mudecen o si los artistas ingresan en esa esos recuerdos hay un texto, entonces has­
«mítica» inactividad (productiva a la pos- ta ahora hemos leído tan sólo sus páginas
Lre) de Marcel Duchamp convertido en ex­ borradas.» La fuerza de la interpretación
celso diletante del ajedrez, sino si tenemos se mantiene porque aún se espera leer esas
aún un oído lo suficientemente fino para páginas que son un límite. La escritura es
escuchar y una mirada que sepa asombrar­ en ese lugar algo neutro, se consuma en un
se. La crítica moderna, esa tensión con­ desvanecimiento del sujeto: queda un pen­
ceptual que no es patrimonio de ninguna sar que es, en palabras de Blanchot, la veni­
disciplina, sino una exigencia de las obras da de una alegría, la afirmación de una di­
mismas, se localiza en un mundo interme­ cha, desolada y arrebatadora. La obra de
dio. Estar en ese mundo es errar, recorrer arte se entrega a esa crítica que como en la
un laberinto de palabras, imágenes, sentir mímica mallarmeana ofrece una imagen
desconcierto en los pasadizos, encontrarse muda, pero tremenda en su fragilidad, del
con aperturas casuales, ser atraído y distraí­ pensamiento: sin fondo, vertiginoso.
do continuamente, olvidar y recordar simul­
táneamente. Ernst Jiinger, a sus 95 años, Fernando Castro

Cuento
Desde el punto de vista del folklore, la receptor interaccionan de forma directa
denominación «cuento popular» se refiere (Ben-Amos, 1971).
a aquellos relatos que presentan una estruc­ Aunque la forma de transmisión de estos
tura narrativa más o menos compleja, que relatos es oral, en no pocas ocasiones los
se sitúan en un mundo imaginario y que se cuentos populares han sido fijados o inmo­
han transmitido oralmente de una genera­ vilizados a través de la escritura. Así, las
ción a otra. Este proceso de transmisión colecciones de cuentos populares de Basile
oral ha ocasionado, con el paso del tiempo, (1634-1636), Perrault (1697), o Grimm
la existencia de múltiples versiones para un (1812-1814) constituyen un ejemplo del
mismo argumento de un cuento. interés habido en el pasado por divulgar
Los cuentos populares, desde la óptica estos relatos a través de libros, interés que
del folklore, son narraciones que presen­ se ha mantenido hasta nuestros días y que
tan variación, que tienen una existencia ha dado lugar a nuevas c o leccio n es de
múltiple y que forman parte de la tradi­ cuentos populares.
ción de una determinada cultura (Dundes, Sin embargo, hay que precisar que en la
1966). Además, por lo que respecta a su inmensa mayoría de casos los compilado­
realización, constituyen una forma artísti­ res de cuentos no se han mostrado fieles a
ca de comunicación en la cual emisor y las versiones existentes en la tradición oral

126
- CUENTO

Miiu que han utilizado esas versiones como publicado por primera vez en 1911 por
p.ise para reeluborar, según su gusto o es­ A. Aame, contenía tres apartados referidos,
otica personal, los relatos orales. El resul­ respectivamente, a cuencos de animales,
t o de dicho proceso ha sido el de pro­ cuentos maravillosos, y anécdotas. El catá­
p orcion ar un producto más literario que logo fiie ampliado en 1961 por S. Thomp­
folklórico. son, profesor de la Universidad estadouni­
Por otro lado, los cuentos populares han dense de Indiana. Esta edición contiene, por
..i-nido. también, de inspiración a escrito- ejemplo,- información relativa a los cuentos
tes que lian incluido en sus obras motivos de la colección española de A.M. Espinosa
o argumentos enteros de dichos cuentos, (1946-1947) y de la colección catalana de
liste fenómeno se observa en muchos auto­ J. Amades (1950), así como la referencia al
res a lo largo de la historia de la literatura catálogo de cuentos españoles de R.S. Bogas
universal (la obra dramática de Shakespea­ (1930) y al de cuentos hispanoamericanos
re constituye, sin duda, un buen ejemplo de de T.L. Hansen (1957).
la influencia de los cuentos populares en la La existencia de un catálogo internacio­
literatura). Finalmente, algunos literatos nal de cuentos populares permite la reali­
lian inventado narraciones al estilo de los zación de estudios de comparación de las
cuentos populares como sucede con la ma­ diversas versiones de un cuento. En su
yar parte de los cuentos publicados por momento, los trabajos de catalogación
H.C. Andersen (1835-1872). contribuyeron al desarrollo de la investiga­
Dejando de lado el tema de la influencia ción según el método histórico-geográfico,
de los cuentos populares en la literatura o método muy en boga a principios de siglo,
de los cuentos debidos a la creación litera­ que pretendía, entre otras cosas, dar cuenta
ria de un autor erudito, cabe decir que el sobre el origen geográfico e histórico de un
mayor interés por la recopilación de los determinado cuento y fijar, al mismo tiem­
cuentos populares (aquéllos que existen en po, las áreas de distribución y de expansión
la tradición oral de los pueblos) se produ­ de dicho cuento a través del estudio de las
jo, en el siglo xix, como consecuencia del variaciones que presentaba su argumento
romanticismo europeo. Concretamente, la en las distintas culturas. Un digno repre­
publicación, entre 1812 y 1814, de los sentante de la aplicación de dicho método,
Kinder und Hausmarchen (Cuentos infan­ por lo que se refiere al conjunto de cuentos
tiles y del hogar) de los hermanos Grimm españoles, fue A.M. Espinosa, profesor de
en Alemania, y el éxito que conllevó tal la Universidad de Stanford (California).
publicación en su propio país, provocó un El siguiente paso de importancia en el
vivo interés por la recogida de cuentos po­ estudio científico del cuento popular se
pulares en los diversos países europeos. dio en estrecha relación con el desarrollo
De esta forma se llegaron a publicar du­ de la lingüística durante la primera mitad
rante todo el siglo xtx un gran número de del siglo XX. Concretamente, se incorpora­
colecciones de cuentos populares, algunas ron los procedimientos teóricos y metodo­
mas fidedignas que otras a los relatos pro­ lógicos de la escuela formalista rusa al es­
cedentes de la tradición oral. tudio de los cuentos maravillosos. Dentro
Al interés por la recogida y recopilación de esta línea de investigación fue de cru­
de cuentos populares siguió un interés por cial importancia la publicación del libró
su estudio y hermenéutica. Así, con el cam­ Morfología del cuento, de V. Propp. El li­
bio de siglo, se iniciaron en Finlandia traba­ bro apareció publicado por primera vez,
jos conducentes a la clasificación de los en ruso, el año 1928 pero no fue conocido
cuentos populares. Estos trabajos dieron en el mundo occidental hasta la publica­
como resultado la publicación de un catálo­ ción de una traducción en lengua inglesa
go de argumentos de cuentos. El catálogo, en los Estados Unidos el año 1958.

127
La obra de Propp consiste en la descrip­ cesidad m etodológica. Entre los estudios
ción morfológica de los cuentos maravi­ interpretativos realizados desde una pers­
llosos. Propp plantea que el cuento mara­ pectiva psicoanalítica son conocidos entre
villoso está formado, com o máximo, por nosotros los trabajos de B. Bettelheim, des­
31 funciones y por 7 personajes y que las de la psiquiatría, o de M.L. von Franz, que
funciones del cuento están estrechamente aplica al análisis del cuento popular la me­
relacionadas con las esferas de acción de todología propia de escuela jungiana, Otros
los personajes; es decir, las funciones apa­ planteamientos buscan la objetividad en la
recen en el cuento siempre en el m ism o interpretación a base de combinar diversas
orden ya que se corresponden con la entra­ aproximaciones como, por ejemplo, la so­
da en acción de unos personajes concretos. ciológica con la psicoanalítica, o la meto­
El libro de Propp provocó gran interés en dología comparativa con el estructuralismo
círculos estructuralistas y fue motivo de di­ y el psicoanálisis. Entre los investigadores
versas polémicas. La más profunda fue la que han aportado sugerencias metodológi­
que protagonizaron V. Propp y C. Lévi- cas importantes en las líneas que se acaban
Strauss. De hecho, los pumos de vista para fle mencionar, cabe citar los nombres de
el análisis diferían enormemente entre am­ J.L. Fischer, en el primer caso, y de A. Dun-
bos investigadores. Mientras que la descrip­ des y B. Holbek, en el segundo.
ción de Propp era formulada para el cuento Los cuentos populares poseen también
maravilloso y era de tipo sintagmático, un valor funcional. Como sucede en otras
Lévi-Strauss aplicaba al estudio del mito manifestaciones del folklore, los cuentos
una descripción de tipo paradigmático. populares tienen una doble función que
A las formulaciones de tipo estructura­ plantea, de hecho, una curiosa paradoja
lista han seguido, en las últimas décadas (Bascom, 1954), Por un lado, tienen una
del siglo xx, las metodologías de análisis función educativa, y en este sentido cons­
que inciden sobre todo en el significado de tituyen el reflejo de la cultura; su valor es
los cuentos populares. Este enfoque valora formativo ya que los cuentos populares
especialmente el contexto en que se pro­ son portadores de normas de conducta que
ducen les cuentos populares. De esta ma­ están de acuerdo con el sistema de valores
nera, se observa que la realización y la in­ de una determinada sociedad. Su valor ins­
terpretación de los cuentos no puede ser tructivo se hace más evidente en aquellas
de modo alguno única, sino que variará en sociedades en las que la educación de sus
función de las características del narrador miembros no está institucionalizada o en
y de su audiencia. Según sea la cultura a la aquellas capas sociales que no tienen acce­
que pertenezcan los individuos, según sea so a la escuela como institución. Un ejem­
hombre o mujer quien explica el cuento, plo del valor pedagógico de los cuentos
según sea la edad de los que escuchan, o populares se encuentra explicado en el es­
su momento madurativo, el cuento se ex­ tudio de una versión del cuento de la Ceni­
plicará de una determinada manera y ten­ cienta perteneciente a la cultura de la Isla
drá un significado u otro. de Java en Indonesia (Danandjaja, 1976).
Desde este punto de vista, los cuentos Pero por oLro lado, los cuentos popula­
populares pueden estudiarse no sólo desde res tienen una función proyectiva, es decir,
una disciplina como la literatura, sino des­ permiten expresar la reacción del indivi­
de aproximaciones de tipo sociológico, duo contra aquellos aspectos de la propia
psicoanalítico. feminista, conductisia. etc. cultura que no le satisfacen. En este senti­
Las perspectivas de estudio del cuento do, los cuentos populares transmiten en un
popular son diversas y complementarias, lenguaje indirecto y a través de símbolos
de forma que la aproximación interdiscipli­ todo aquello que no puede ser expresado
nar a los cuentos populares es hoy una ne­ en un lenguaje directo ya que es conside-

128
CUENTO / CULTURA Y SOCIEDAD

rado un tabú. Un ejemplo que ilustra esta B a s c o m , W., «Four Functions of Folklore».
función proyectiva se da en el ciclo de cuen­ Journal o f American Folklore 67 (1954),
tos del tipo «Cenicienta». En estos cuentos, pp. 333-349.
el odio de la madrastra (madre en algunas B en-A mos, D., «Toward a D efinition o f
versiones) hacia la heroína puede interpre­ Folklore in Context». Journal o f Ameri­
tarse com o una proyección invertida del can Folklore 84 (1971), pp. 3 - 15.
complejo de Edipo que puede afectar a la Psicoanálisis de los cuen­
B e t t e l h e im , B .,
niña que escucha el cuento en una etapa de­ tos de hadas. Barcelona: Crítica, 1977. 1
terminada de su desarrollo afectivo (Dun- B o d g s , R.S., Index of Spanish Folktales.
des, 1976). * FFC 90. Helsinki: Soumalainen Tiedea­
Por lo tanto, el lenguaje indirecto del katemia, 1930.
cuento permite poner al alcance de los ni­ D anancjaja . J., «A Javanese Cinderella
ños explicaciones sobre los problemas que Tale and Its Pedagogical Value». Maja-
lleva implícito su crecimiento madurativo. lah Ilmu-ltmu Sastra Indonesia 6 (1976),
Así, el narrador puede explicar el cuento p p .15-29.
que el niño solicita en un momento dado y D undes, A., «The American Concept of
responder a las necesidades que plantea su Folklore». Journal o f the Folklore Insti­
desarrollo psicológico. Es por eso, tam­ tute 3 (1966), pp. 226-49.
bién, por lo que un mismo narrador adapta D u n d e s , A., «To Love My Father All: A
constantemente el contenido de un cuento Psychoanalytic Study o f the Folktale
y lo reelabora en los múltiples contextos Source o f King Lear». Southern Folklo­
en que lo explica. El cuento popular se re Quarterly 40 (1976), pp. 353-366.
convierte, de este modo, en un elemento E spin o sa , A.M., Cuentos populares españo­
dinámico, en evolución y adapLación cons­ les. 3 vols. Madrid: Consejo Superior de
tante como corresponde a un producto útil Investigaciones Científicas, 1946-1947.
al ser humano. H a n s e n , T.L., The Types of the Folktale in
Cuba, Puerto Rico, the Dominican Re­
public and Spanish South America. Ber­
Bibliografía keley and Los Angeles, 1957.
PROPP, V., Morfología del cuento. Madrid:
Aarne, A: T h o m p s o n , S., The Types afilie Fundamentos, 1977.
Folktale. FFC 184. Helsinki: Soumalai- Erase una vez... Una in­
V o n F r a n z , M.L.,
nen Tiedeakatemia, 1961. terpretación psicológica. Barcelona: Lu­
A mades, J., Folklore de Catalunya: Ron- ciérnaga, 1993 [edición original 1970].
dallística. Biblioteca Perenne 13. Bar­
celona: Selecta, 1950. Cannen Oriol

Cultura y sociedad
La crisis actual de la razón sociológica nal controversia ideológica en tanto su ar­
es la propia crisis de la razón científica oc­ gumentación no trascienda los propios lí­
cidental en su imperio universal sobre el mites epistemológicos de la razón científi­
mundo. Si la crítica del imperialismo es un co-social, desde la que tal crítica se em ­
momento necesario en la reconstrucción prende. Que son aquellos mismos en que
actual de las ciencias sociales, tal crítica la «razón occidental moderna», auto afir­
no conseguirá rebasar el nivel de una ba­ mándose ritualmente como razón y funda­

129
C L '¡.n /R A Y S O C IE D A D

mentó objetivo del imperio occidental so­ co, en el que se determinan, históricamente,
bre el mundo, se presupone, míticamente las sucesivas definiciones culturales de «la
como Razón Universal, y así, como su­ razón». Solamente así sería posible hacer
puesto hermenéutico de la validez univer­ entender científico-socialm ente la cons-
sal del lenguaje de ía Ciencia. ciente/inconsciente intencionalidad teoló-
Ha sido la Escuela CriLica de Frankfurt gico-política de la secularizada «razón so­
la que ha establecido la dimensión inten­ ciológica», actualmente vigente en el mun­
cional de dominación que habita en la ra­ do científico-tecnológico de la Occidental
zón científica. «La ciencia, a causa de su Sociedad Industrial, que hoy deviene, es­
método y de sus conceptos, ha hecho el tatal mente, universal realidad planetaria.
proyecto de un universo, en el cual la do­ Nada de lo cual parece indicar que en
minación sobre la naturaleza ha quedado ese único argumento «racional» se agote la
vinculada a la dominación sobre el hom­ pluriforme actualidad histórico-cultural de
bre y ha favorecido es Le Universo (...). La este viejo y complejísimo mundo. N i que
Razón, en tanto que pensamiento concep­ los límites epistemológicos de la Ciencia
tual, en tanto que comportamiento, produ­ Social tengan que seguir siendo, al nivel de
ce necesariamente dominación. El logos una ritualización inconsciente del propio
es la ley, el imperio, el orden por el poder lenguaje científico, los degradados lími­
del conocimiento» (Marcuse). Pero aque­ tes carismáticos de un mítico discurso teo-
llo que se ha llegado a entender desde una lógico-político. Que habiendo sid o ya
aguda revisión del pensamiento que va realizado objetivamente como Estado In­
desde Hegel y Marx hasta Nietzche, We­ dustrial y racionalización burocrática del
ber, Freud y Lukacs, necesariamente se va mercado mundial, resultan ahora científi­
a entender abstractamente desde la propia camente inteligibles en su objetiva reali­
determinación epistemológica de esa Teo­ dad político-cultural. Hacer transparentes
ría Crítica Universal. De ahí la abstracción los lím ites epistem ológicos de la razón
utópica en que se resuelve todo este argu­ sociológica contemporánea, hacer científi­
mento. «Una sociedad verdaderamente ra­ camente explícita su subyacente determi­
cional subvertiría la idea de la Razón» nación política como inconsciente deter­
(Marcuse). Frente a la Omnipotente Razón minación mítico-ritual, es multiplicar el
del Concepto Científico (razón de domina­ territorio intencional del conocimiento cien­
ción). la verdad absoluta de la razón críti­ tífico-objetivo acerca del acontecer social de
ca, com o razón de liberación. Sino que. los humanos. Que es tanto como decir: en­
ambas «razones» no son sino dos caras de ganchar y determinar los propios límites
lo mismo: la razón de la Ilustración, im­ formales, dentro de los cuales el lenguaje
poniéndose en Occidente y, desde ahí, en científico-social puede seguir aspirando a
el mundo, a partir de la Revolución Bur­ la validez universal de sus proposiciones
guesa. teóricas.
D ifícil será ponerse en claro sobre la Esta investigación se dibuja com o un
pretensión de validez universal de la ra­ necesario y primer paso hacia otra recons­
zón, si previamente no se analiza en con­ trucción hermenéutica de la Ciencia So­
creto la conexión gcnético-estructural en­ cial. Abstracto campo que en su académi­
tre «razón» y «dominación» a lo largo de ca institucionalización actual abarca no
la misma historia objetiva de esa singular sólo las llamadas «ciencias sociales» (So­
producción cultural «occidental» que es ciología, Psicología Social, Antropología
«la razón». Solamente desde el supuesto Cultural o Social, Lingüística y Sem iolo­
de un tal análisis, siquiera sea esquemáti­ gía) y la Historia Social en sus múltiples
co, se puede entender los límites mítico-ri- sectores, sino también a esas dos singula­
tuales del colectivo proceso cpistemológi- res ciencias teórico-prácticas de nuestro

130
CULTURA Y SOCIEDAD

tiempo que son el Psicoanálisis y la Eco­ su propia reproducción social llega hasta
nomía Política. M aquiavelo, H obbes y nuestros días? ¿Cómo delimitar lógico-
Adam Smith son los primeros fundadores conceptual mente tan excesivo y fantasmá-
de lo que hoy llega a ser la ciencia social tico objeto de investigación?
contemporánea. Para el viejo Ibn Khaldún. Lo que desde el principio hay que esta­
como para su maestro, Aristóteles, los pro­ blecer claramente son los límites esparcio-
blemas de la economía política eran toda­ temporales del proceso hi stòrico-soci al a
vía un argumento central de su «ciencia investigar. La historia territorial del dis­
política» de la realidad social. La departa- curso epistemológico de eso que se conoce
mentalización académico-escolar del plu- como «razón occidental» es lo que va des­
riforme campo de la «ciencia social» no de la Hélade de los presocráLicos a la so­
debiese ser un obstáculo institucional para ciedad industrial de nuestros días — que,
e! objetivo entendimiento científico entre en nombre de tal razón, hoy se llega a tipi­
sus sectoriales cultivadores. En la actuali­ ficar académicamente com o «sociedad
dad, la «unificación lógica» de las ciencias científico-tecnológica»— . Con la inven­
sociales es epistem ológicam ente posible. ción del discurso del logos, los pensado­
Lo que parece mucho más difícil es llegar res griegos — desde Tales a Sócrates, des­
a la institucionalización político-académi­ de Parménides a Platón, desde Heráclito
ca de esa postulable «unificación». Tanto hasta Aristóteles— han puesto en marcha
peor para esa singular actividad que es «la el discurso histórico-cultural de la razón
ciencia social». Para los concretos huma­ occidental: Toda la investigación científi­
nos, que son los cien tíficos-sociales, tal ca actual en torno a la aparición histórica
cuestión, como inmediata cuestión prácti­ del pensamiento filosófico griego parece
ca. resulta por ahora objetivamente irrele- suficiente para asumir, en términos cientí­
vanie. Lo cual no es óbice para que el en­ fico-sociales, la validez del límite territo­
frentar ese problema no pueda tener una rial originario de esta historia. Antes de
relevancia cien tífico-ep istem ológica de los griegos, en ninguna otra cultura se ha
primer orden. Y de una inmediata actuali­ hablado y escrito públicamente en el nom­
dad académica universal, ya que todo el bre de la razón. Otra cosa es que en su úl­
más importante discurso científico-social timo argumento intencional no esté muy
contemporáneo se mueve en los límites de lejos la escritura poética del logos en He­
una autocrítica epistem ológica en la que ráclito de la escritura poética de la harmo­
aquí se pretende avanzar algún paso; si­ nía del Tao en los círculos de mandarines
quiera éste de ahora sea necesariamente chinos, a los que pertenecen Lao-Tsé y
introductorio. Kung-Futsé (522 a 479 antes de Cristo).
El primer problema que a una investi­ Pero la diferencia histórico-cultural entre
gación como ésta se le presenta es el de el desarrollo objetivo de ambos discursos,
delimitar teóricamente el campo científi­ originariamente coetáneos, es más que so-
camente observable. Problema singular­ brada como para no precisar aquí de ma­
mente peliagudo cuando la determinación yores precisiones, El lenguaje de los poe­
temática del campo comprende, en alguna mas de Lao-Tsé y Confucio es el monopo­
forma, «toda» la historia social de eso lio ritual de esos singulares altos escribas,
que hoy se llama «razón científica», en que son ios mandarines; el pueblo admi­
tanto tradición histórico-cultural de lo nistrado por tales mandarines habla una
que en la vieja Grecia sé'llam ó «logos». multitud de lenguas extrañas a esa única
¿Cómo convertir en un objeto científica­ lengua escrita. El lenguaje de los poemas
mente observable ese misino proceso his­ presocráticos es, básicamente, el lenguaje
tórico objetivo que H egel definió como público cotidiano en la Polis griega. En las
«historia universal de la Razón», y que en ciudades griegas del siglo vi antes de Cris­

131
CULTURA Y SOCIEDAD

to, la escritura no es el monopolio ritual de tra investigación científica. La materiali­


un estamento de escribas, sino una tecno­ dad empírica de nuestro objeto — la histo­
logía instrumental de uso público y coti­ ria de la razón occidental— deviene así
diano, al alcance de todo ciudadano que científicamente observable. Una colección
desee aprenderla. de textos con nombre propio, de localiza­
Si conocemos y podemos fechar aproxi­ ción cronológico-territorial suficientemen­
mativamente la invención de «la razón» en te precisa, forma la inmediata base empíri­
Grecia, es porque disponemos de suficien­ ca sobre la que montar nuestro análisis
tes escrituras heládicas anteriores, coetá­ científico-social. Los «textos», fechados o
neas y posteriores al momento en el que fechables siguen siendo el material empí­
discurrir «según el logos» surge y deviene rico p riv ile g ia d o para e so s sin gu lares
argumento culluralmente domíname en el «científicos sociales» que son — lo sepan
contexto sociál en el que se escriben los o no— los profesionales de la investiga­
textos que hoy seguim os conservando. ción histórica. Por lo demás, los textos y
Con Aristóteles, el aprendizaje de las «ca­ los datos así establecidos en torno a esa
tegorías lógicas» se acaba de instituciona­ «historia filosófica» de la razón no están
lizar como una específica disciplina aca­ en el vacío. Se encuentran estratégicamen­
démica. Que desde entonces sigue dom i­ te situados en el contexto de toda una vo­
nando, en una u otra forma académica, la luminosa información histórica cuya cui­
construcción lógico-conceptual de esa se­ dadosa elaboración científico-analíL ica
rie lingüística que va: 1. desde el griego al hace posible una mínima reconstrucción
latín y al árabe islámico, pasando por la cien tífico-social del contexto histórico-
escritura judía posterior a Filón y a todo el cultural en el que tales textos «sobre la ra­
movimiento gnóstico, en el que ha surgido zón» han sido concebidos y escritos. Dis­
el cristianismo; 2, desde el latín clásico, ponemos así de suficiente material empíri­
imperial, al latín eclesial medieval y a toda co, y suficientemente elaborado ya, como
la serie posterior de las lenguas occidenta­ para empezar a hacer analíticamente ob­
les, que sólo llegan a convertirse en len­ servable el proceso histórico-social en el
guas escritas de carácter «nacional» a par­ que el originario discurso acerca del «lo­
tir de la escritura alfabética del latín o el gos» encabeza lo que com o totalidad espa-
griego. En todas las lenguas occidentales, ciotemporal inicialmenLe delimitada puede
más o menos «nacionales», en que hoy se enunciarse hoy com o «historia universal
habla por escrito de «la razón», se siguen de la razón occidental». Lo único que aho­
estudiando, rilualmenLe, las escrituras fun­ ra falta es diseñar el modelo teórico míni­
dacionales de los pensadores griegos. En mo desde el cual toda esa abstracta acu­
Grecia comienza, oficialmente, la «histo­ mulación de hechos empíricos, histórica­
ria universal» de la cultura occidental en mente establecidos, resulte analíticamente
cuanLo «cultura racional». Eso es lo mis­ inteligible en los términos cienLífico-sacia-
mo que implícitamente se afirma cuando les de esta específica investigación.
con mayor o menor ingenuidad se repite «Lo que se deja describir, puede tam­
académicamente que la Historia Universal bién suceder, y lo que debe excluir la ley
del Pensamiento Filosófico comienza con de la causalidad, no se deja tampoco des­
los pensadores griegos. cribir» (W ittgen stein , Tractalus 6.262,
La historia del pensamiento filosófico, 1960. 78). Todo lo que se puede describir
en sus múltiples construcciones académi­ en términos de proposiciones científicas es
cas, nos ofrece un repertorio de textos y susceptible de análisis causal; iodo aconte­
datos, mejor o peor sistematizados, cuya cimiento empíricamente observable a par­
académica acumulación constituye el mí­ tir del sistema lógico-conceptual de una
nimo material empírico de base para nues­ Ciencia deviene susceptible de ser enun­

132
CULTURA Y SOCIEDAD

ciado dentro del sistema de proposiciones analítico-descriptiva de nuestro objeto


nomológicas que articulan el edificio teó­ dentro de tal marco. Para delimitar clara­
rico de tal ciencia. La construcción lógico- mente tal objeto, comencemos por deter­
conceptual del objeto científico asegura y minar los conceptos, postulados y supues­
determina su análisis explicativo. tos fundamentales que van a regir su mis­
Cuando parece que ya tenemos una pri­ ma construcción analítica.
mera imagen Iógico-conccptual del objeto Denominamos «razón» a aquel tipo de
de nuestra investigación científico-social,, discurso hablado/escrito que va desde los
el objeto observable amenaza con escapar­ pensadores presocrátícos hasta el mundo
se de nuestras manos. Al nivel de la depar- científico tecnológico de la sociedad in­
tamentalizada «ciencia social» de nuestros dustrial contem poránea. C om o todo el
días no hay todavía ningún modelo teórico mundo sabe, el término castellano «razón»
capaz de explanar satisfactoriamente la no es sino una versión romance del latín
génesis y el desarrollo histórico-social de «ratio», tomado como traducción canónica
ese singular acontecimiento cultural que del griego «logos». Lo mismo que sucede
aquí se define empíricamente como «dis­ en castellano, sucede actualmente en todas
curso hablado y escrito de la razón». Otra las lenguas nacionales occidentales, ro­
cosa es que haya una serie de esquemas mances o no: en todas estas lenguas escri­
científico-sociales, más o menos reducii- tas existe un término semánticamente equi­
vos, que con mayor o menor ingenuidad valente al de «razón» («ragione», «raison»,
epistemológica, pretendan resolver o di­ «reason», «vernunft»...); en todas ellas, el
solver, desde su sectorial enfoque, tan irre­ significado actual de tal vocablo ha sido
suelta cuestión. acuñado a paitir de la canónica equivalen­
A nadie debiese extrañarle esta limita­ cia «ratio» = «logos», establecida por la
ción teórico-metodológica de la «ciencia Lradición romano-cristiana de la cultura es­
social» contemporánea. Tan objetiva reali­ crita griega. Lo que actualmente se conoce
dad histórico-social como esa de «la ra­ como cultura occidental moderna — y su
zón» es «el estado», y la explicación de su penúltimo desarrollo es la contemporánea
génesis histórica, concreta, sigue siendo cultura científico-tecnológica de la socie­
todavía un «misterio» para la más avanza­ dad industria]— presupone un proceso de
da ciencia social contem poránea (vid. tradición cultural urbana, que pasando por
Clastres). Aquí no puedo sino registrar la Roma y su imperio se remonta a la «polis»
absoluta validez científica de la argumen­ griega. Allí, desde el siglo vi al v antes de
tación teórica con que el mismo antropólo­ Cristo se ha establecido el sentido y signifi­
go, que conoce esa laguna explicativa, re­ cado del término «logos»: la escritura del
futa la pretendida explicación marxiano- poema de Heráclito se fecha, aproximada­
engelssiana sobre el origen del Estado. mente, hacia el 490 a. de C.» (Capelle).
Acaso no vaya descaminada la sospecha Constatemos la estrecha conexión se­
analítica de que el problema de la génesis miótica entre ía escritura alfabética griega
y el desarrollo histórico objetivo de «la ra­ y la de! latín, determinando la estructura
zón» sólo será suficientemente explicable semiótica de la escritura alfabética de las
cuando exista una teoría sociológica capaz lenguas nacionales occidentales. La cultu­
de explicar la génesis histórica del Estado, ra racional, en cuanto cultura escrita, es
Entre tanto, es posible dar un primer una tradición cultural que se inicia con la
paso teórico hacia esa nueva frontera de la escritura clásica del latín de Roma, acuña­
«ciencia social» contemporánea. Se trata da como «escritura culta» desde su traduc­
de diseñar un enfoque hermenéutico sufi­ ción de los textos modélicos griegos. A lo
cientem ente com plejo y general como largo de la historia de eso que se llama
para intentar una mínima investigación cultura occidental, la tradición cultural de

133
CULTURA Y SOCÍF.DAD

«la razón» — la tradición cultural del pen­ conexión semántica entre el lenguaje de
samiento lógico-conceptal que hace posi­ los científicos y el de los filósofos.
ble la «ciencia occidental»— se asegura, Desde la progresiva distinción y separa­
en último término, a través de la escritura. ción de ambos tipos de dedicación intelec­
Los «textos clásicos» por excelencia de tual — a partir del desarrollo de la «ciencia
toda contemporánea cultura nacional occi­ moderna»-—, científicos y filósofos son
dental, los «textos clásicos» privilegiados los dos tipos de escribas profesionales que
de la cultura racional occidental, siguen en Occidente se han consagrado al especí­
siendo textos griegos y latinos. Con ellos fico desarrollo del lenguaje lógico-concep­
com ienza la historia occidental de la ra­ tual que requiere su propio trabajo social y
zón: con ellos se consagra ritualmetite y la misma tradición y actualidad racional
así se determina la tradición cultural del de esa e sp ecífica cultura. No creo que
«pensamiento lógico» en Occidente. En haya que insistir aquí en otro hecho histó-
una u otra forma, la reproducción de la cul­ rico-social definitivo: la construcción lógi­
tura escrita a lo largo de todo el proceso co-conceptual del D erecho Rom ano se
histórico, que lleva desde los griegos hasta cumple a partir de una cierta tradición Li­
nuestros días, asegura y produce la institu­ teral de la lógica griega: tanto en Roma
cionalización colectiva, más o menos pú­ como en Bizando, o entre los glosadores y
blica y masiva, de un lenguaje y una escri­ canonistas de la cristiandad medieval. Lo
tura que hacen socialm ente posibles el que se llama «teología» — y hoy se distin­
«pensamiento lógico», el «entendimiento gue radicalmente de la ciencia y de la filo­
racional». En esta forma, «la razón» se im­ sofía— no es sino la singular forma en que
pone colectivamente como estructura in­ la tradición greco-alejandrina de la profe­
tencional dominante de esa singular cultura sión filosófica deviene ritual profesionali­
urbana que es la occidental. zación cristiana de aquellos escribas que
«La proposición [científica] “muestra” se dedican, eclesialmente, a pensar y escri­
la forma lógica de la realidad» (Wiugens- bir sobre la Escritura Sagrada de la Reve­
tein, Tractatus, 4.121). «¿Cómo el “logos” lación: El Hijo de Dios, el Verbo, es, des­
(lo “lógico”) llega a ser la esencia del pen­ de San Juan, la propia encarnación divina
sar?» (Heidegger). La abstracta argumen­ del logos. Habría que recordar aquí cómo
tación que antecede, en su contenido his- Aristóteles, al hablar de los primeros filó­
tórico-concreto. resuelve científicamente sofos, los presocráticos, les denominaba
la posible traducción empírica de la pre­ «teologoi»: hablaban, según el «logos», de
gunta de Heidegger. Cuyos escritos filosó­ lo divino. Hasta la aparición de la Filoso­
ficos han sido, en este siglo, acaso la máxi­ fía y la Ciencia modernas, los teólogos se
ma contribución a la elucidación científica sabían — en una u otra forma— «filóso­
de la génesis presocrática de la «historia fos» y «hombres de Ciencia». Ellos son los
occidental de la razón». Según una especí­ que controlaban, canónicamente, no sólo
fica tradición occidental, académicamente las «escrituras sagradas», sino la porción
institucionalizada a lo largo de toda esta mayor o menor de los textos greco-latinos
historia de dos mil quinientos años, los entonces conocidos y latentemente sacrali-
«filósofos» han sido los más celosos escri­ zados como «autoridad originarial».
bas custodiando la tradición literal y la ac­ Esa singular disciplina académica que
tualidad literal de ese legado cultural que es la Historia de la Filosofía — presente
nos viene desde Grecia: la razón. La con­ actualmente en todas las Academias occi­
temporánea separación académica entre dentales— sigue siendo, bajo sus formas
«la Ciencia» y «la Filosofía» y su rigurosa más o menos rigurosas la Historia Sagrada
diferenciación epistemológica no debieran de la Razón Occidental. Al margen de esta
hacer olvidar la perdurable e íntima inter­ implícita determinación ritual, en la que se

13 4
CU1.TURA Y SOCIEDAD

reproduce la simbiosis cultural cristiana de profesional de esa tecnología social clave


la tradición literal greco-romana con la que es la escritura. El más arcaico y deci­
tradición liLeral judía, tal disciplina, con sivo supuesto tecnológico de todo poste­
un rigor objetivo mayor o menor, es la que rior desarrollo científico-tecnológico. La
ha establecido y articulado la colección de invención del mercado de la econom ía
los textos fundamentales en los que resulta monetaria reposa sobre la previa existen­
em píricamente observable el desarrollo cia cultural de la escritura. Llamar «mone­
histórico-cultural de «la razón». Siquiera da» o «mercado» a patrones de valor y re­
esto se haga posible solamente al nivel de laciones de intercambio anteriores a la
sus paradigmas lógico-conceptuales más aparición de la escritura, aparte de ser un
literalmente nítidos y dotados de un mayor disparate etnocéntrico, es disolver abstrac­
reconocim iento carismàtico, ritualmente tamente la específica objetividad hiscóri-
academizado como última y originaria le­ co-cultural de tales hechos sociales.
gitimación de toda posible y contemporá­ A llí donde se ha producido histórica­
nea organización académica de escribas. mente la invención y difusión social de la
Tomo el término de «paradigma» de Kuhn, escritura — la invención y organización de
precisándolo un tanto. los escribas como una categoría social do­
SÍ repetidamente hablo de «escribas», minante— , se ha producido como resulta­
es porque es el único término capaz de do de la propia expansión territorial de
abarcar en una unidad lógico-conceptual una cultura urbana. Historiadores, arqueó­
profesiones histórico-cultural mente tan di­ logos y antropólogos han establecido con
versas como aquella de las arcaicas cultu­ suficiente claridad y precisión empírica tal
ras urbanas de carácter teocrático donde se hecho: no quiero perder tiempo aquí con
ha inventado la escritura, y todo el jerar­ una multiplicación ad lihitum de sus refe­
quizado abanico actual de ocupaciones rencias textuales. Aquí no se está investi­
profesionales cuy ó'instrumento fundamen­ gando tal cuestión histórico-cultural. sino
tal de trabajo es la escritura. La categoría que se está dando por supuesto el estado
sociológico-cultural de «escriba» permite actual de la cuestión en cuanto científica­
incluir en una única y abstracta tipifica­ mente constatable. No puedo entrar ahora
ción analítica géneros sociales aparente­ en la conexión genctico-estruclural entre
mente tan dispares como los de «intelec­ la aparición histórico-cultural de esos he­
tual» y «ejecutivo», «funcionario» y «lite­ chos sociales que son las «clases sociales»
rato», «periodista» y «profesional liberal». y el «estado», con la invención de la escri­
Todos los cuadros políticos y religiosos de tura y de sus escribas en el marco de cul­
nuestra secularizada sociedad industrial turas urbanas, dominantes sobre un territo­
contemporánea cumplen su trabajo social rio que incluye el «campo» necesario para '
como «escribas» más allá de su personal la propia reproducción social de la domi­
autodefinición. Actualmente, todos los al­ nación urbana. Desde Lévi-Strauss a Le-
tos y m edianos cuadros de tal sociedad febvre, Clastres y Deleuze, tal argumenta­
pueden ser tipificados como especificacio­ ción científica deviene progresivamente
nes profesionales del trabajo basado en ese consistente. Pero su discusión analítica no
instrumento singular que es la escritura. cabe aquí. En toda cultura urbana con or­
De ahí que los estudios académicos fun­ ganización estatal y escritura, la «cultura
cionen com o una mediación institucional, .literal», monopolizada por los escribas, es
estratégicamente diserimi natoria, en el re­ la cultura dominante imponiéndose sobre
clutamiento y reproducción social de tales el campo desde la ciudad.
cuadros dominantes, Toda la burocratiza- De ahí que con una u otra forma de or­
da sociedad industrial reposa sobre la uni­ ganización institucional y jerarquización
versalización pública y la espccialización social, la categoría social de los escribas

135
CULTURA Y SOCIEDAD

forma siempre uno de los núcleos centra­ co-ep istem ológicam ente com o discurso
les de toda clase dominanLe. Y ello más «lógico-conceptual». El sentido verbal li­
allá de la propia autoidentificación perso­ teral de todos y cada uno de los textos de
nal de los escribas individuales, profesio­ la «escritura de la razón» permite «desci­
nales por lo demás en la elaboración de frar» analíticamente el específico paradig­
toda suerte de racionalizaciones verbales ma lógico-conceptual que articula en tér­
consumibles por el público de su palabra y minos sintáctico-semánticos el respectivo
su escritura. Las codificaciones legales ■L..significado «racional» de cada texto den­
donde se inscribe el imperio de la ciudad tro de su propio contexto histórico-cultu­
sobre el campo son una definitiva inven­ ral. La determinación lógico-conceptual
ción y ocupación propia de escribas traba­ de la intencionalidad significante de la
jando en el nombre más o menos teocráti­ «escritura de la razón» se diferencia así de
co del Estado. Otro tanto sucede con los todo otro tipo de escriLura cuya estructura
«textos sagrados» que regulan canónica­ sem iótica haga im posible una tal reduc­
mente los cultos colectivos mediante los ción analítica de su sentido textual. Esto es
cuales la ciudad establece sacralmente la * lo que sucede con toda la serie histórico-
colectiva unidad ritual en donde se juega cultural de las escrituras ajenas a la tradi­
el destino de todos aquellos que habitan su ción culLural de «la razón». Más allá de su
territorio estatal. Me atrevería a sostener eventual traducibilídad verbal a las «len­
que en nuestra secularizada y racionalizada guas racionales», el sentido histórico-con-
cultura industrial sigue cumpliéndose — en textual de tales textos nunca resulta plena­
su específica forma contemporánea— este mente reducible a términos lógico-concep­
mismo argumento objetivo. Discutir es La tuales. El satisfactorio desciframiento del
afirmación me apartaría dem asiado del sentido verbal literal de tales textos den­
tema que aquí se intenta delimitar. tro de su originario contexto social — su
La colección histórica de textos que tra­ «correcta traducción» en los términos ra­
taremos de analizar es el material empírico cionales del lenguaje científico occiden­
a través del cual resulta científicamente tal— presupone siempre el conocimiento
observable el desarrollo histórico-cultural objetivo de la dimensión «no racional» de
de «la razón». Podem os denominar tan tal escritura: su específica determinación
amplia colección como serie Lexlual de la milico-ritual en función de la específica li­
«escritura de la razón», en tanto codifica­ turgia político-religiosa del Estado dentro
ción escrita de ese singular tipo de «pensa­ del cual acontece tal escritura. Resulta así
miento-lenguaje» que tradicionalmente se posible la distinción analítica entre «escri­
reconoce — en nuestro contexto cultural tura de la razón» y toda otra escritura «no
occidental“ como «racional». Lo que hoy racional», cuyo sentido literal contextual
sea o haya sido tal tipo de lenguaje y pen­ viene regido, explícitamente, por supues­
samiento es, ante todo, un resultado objeti­ tos mítico-rituales, a determinar sociológi­
vo de la organización social de la escritura camente mediante la investigación cientí­
como «escritura de la razón», asegurando, fica de su originario contexto cultural.
con su misma transmisión literal, la difu­ Empezamos a cercar analíticamente el
sión y la reproducción social del complejo objeto de nuestra posible investigación.
de hábitos semióticos característicos de di­ Disponemos ya de un mínimo modelo teó-
cho lenguaje en cuanto colectiva forma de rico-conceptual que nos permite demarcar
entendimiento verbal del mundo, dentro analíticamente ese singular «hecho social»
de aquellas sociedades en las que se pro­ que es la «escriLura de la razón». La dis­
duce ese específico tipo de escritura. tinción entre «sentido lógico-conceptual»
Provisionalmente, el discurso verbal de y «sentido mítico-ritual» de la escritura re­
«la razón» puede ser tipificado sociológi- suelve en términos sociológico-epistemo-

136
CULTURA Y SOCIEDAD

lógicos la tradicional diferenciación históri- co de una selección de textos clasificables


co-cultural entre «pensamiento lógico» y com o «escritura de la razón», se intenta
«pensamiento no lógico» (vid. Lévi-Strauss, una mínima investigación de la conexión
Él pensamiento salvaje). «Lenguaje lógico- genético-estructural entre «razón» y «do­
conceptual» y «lenguaje mítico-ritual» son minación» a lo largo de la historia social
clasificaciones analíticas mutuamente ex- de «la razón». Concebida así tal investiga­
“ rcluyentes, asegurando la correcta traducibi- ción es a la vez, como análisis en base a
r!’ lidad de los lenguajes propios de culturas un material empírico históricamente esta­
■'-' .«no racionales» a nuestro lenguaje científi- blecido, una «positiva» investigación cien­
6. co-racional. tífico-social y una «crítica» investigación
L Todo comportamiento social, en cuanto epistemológica sobre los límites mítico-ri-
; verbalizado o verbalizable dentro de la tuales de los sucesivos paradigmas lógico-
cultura en la que se produce, puede ser rt­ conceptuales literalmente dominantes a lo
f ' pificado así como «comportamiento racio­ largo de la historia objetiva de la razón.
nal» o «comportamiento mítico-ritual» en En su última pretensión intencional, tal es­
- Función de su específica traducibilidad a tudio concluye en una crítica radical de las
los términos racionales de nuestro propio formas actualmente dominantes de la «ra­
lenguaje científico-occidental. Lo que aquí zón sociológica» estableciendo los presu­
. se denominará frecuentemente como «lí­ puestos para una reconstrucción analítica
mites mitológicos» de un cierto discurso de la Ciencia Social. La crítica investiga­
racional indican la determinación mítico- ción científico-social de la «historia uni­
- ritual subyacente a su misma verbaliza- versal de la razón» deviene así presupues­
ción racional. A nivel de este análisis so- to objetivo para «otra» y «distinta», cons­
ciológico-epístem ológico, la determina­ trucción epistemológica de la Sociología,
ción m ítico-ritual del comportamiento y, en general, de toda otra posible «ciencia
social, a diferencia de toda posible deter­ social» particular.
minación propiamente racional, se presen­ El oficio de escríba, a lo largo de toda
ta como determinación inconsciente, más su historia social; es una profesión urbana,
o menos verbalizable según las específicas genético-estructuralmente vinculada a la
pautas litúrgicas de su singular cultura específica articulación política del Estado
. contextual. La «construcción típico-ideal» que desde la Ciudad convierte al Campo
(Weber) de este modelo sociológico-epis- en «su» territorio político: en espacio so­
temológico debe dejar en claro un hecho cial estatalmente dominado. El destino po­
fundamental: los límites inconscientes de lítico-religioso, la colectiva identidad ri­
toda consciente verbalización racional pre­ tual de toda sociedad estatal, se d e te r m in a
suponen, siempre, una u otra articulación ritualmente en el dramático escenario ur­
mítico ritual del inconsciente colectivo sub­ bano donde se concentran los escribas de­
yacente a la «lengua» (Saussure) dentro de terminando por escrito Ja imagen colectiva
la cual se produce la determinación lógico- y la propia articulación política de esa so­
conceptual de tal discurso. El enfoque teó­ ciedad territorial. Pues con la escritura se
rico que aquí se indica esquemáticamente fija y se determina el «lenguaje dominan­
presupone la reelaboración analítica de una te» al nivel de la propia liturgia político-
argumentación que desde Hegel y Marx se religiosa de tal organización estatal. N o se
prosigue en Freud, Durkheim y Weber, has­ trata de afirmar aquí una suerte de omni­
ta Lévi-Strauss y Lacan. potencia social de los escribas en general,
Con la argumentación precedente pode­ sino de mostrar la específica determina­
mos determinar analíticamente el sentido ción político-estatal de la escritura en ge­
científico-social de nuestro estudio: a tra­ neral. Sin escritura y escribas una organi­
vés del análisis sociológico-epistemológi- zación político-religiosa de carácter urba­

137
CULTURA Y SOCIEDAD

no no llega a ser propiamente «un estado». ción epistemológica de una determinada


La aparición y el desarrollo de esa singu­ cultura urbana que así se reproduce tan­
lar formación política que es el estado está tas máticarnente a lo largo y a lo ancho del
inexorablemente vinculada a la aparición territorio político de tal razón.
de la escritura y de una u otra organiza­ En toda sociedad estatalmente organiza­
ción de escribas. Tal proposición debe va­ da, la articulación político-religiosa de la
ler como supuesto básico para una riguro­ existencia social impregna, ritualmente,
sa delimitación conceptual de ese singular toda la existencia colectiva a partir de su
hecho social que es «el estado» allí donde específica configuración litúrgica. La li­
culturalmente resulte observable. No se turgia político-religiosa de toda formación
emra. por lo demás, aquí en las otras di­ estatal es el mecanismo social clave para
mensiones analíticas del concepto socioló­ su propia legitimación y reproducción so­
gico «estado»: la volum inosa literatura cial, asegurando la determinación mítico-
académica acerca de ellas contiene, más ritual del comportamiento colectivo en tér­
allá de'su posible banalidad ideológica, minos simbólicamente coherentes con tal
suficiente precisión analítica para los efec­ organización institucional. La existencia
tos de esta investigación. Hobbes y Hegel, social de un mercado en el que se celebran
Marx y Weber — y en el trans fondo Freud cotidianamente intercambios monetarios
y Durkheim— siguen siendo las referen­ supone, en una u otra forma, la seculariza­
cias clásicas de tal conceptualización ana­ ción política de las relaciones de intercam­
lítica, notablemente enriquecida y diferen­ bio social. A lo largo de todo el proceso
ciada por toda la «ciencia social» contem­ que aquí se estudia, la comunidad domés­
poránea. En una u otra forma, la escritura tica familiar ha sido siempre — y de ahí su
de la ciencia social — presuponiendo la crisis contemporánea— una unidad políti­
realidad objetiva del Estado Nacional Oc­ co-cultural: una «unidad sagrada». A l me­
cidental que comprende, en unau otra for­ nos, en el contexto social sobre el que se.
ma, la organización académica de la Cien­ impone ritualmente la cultura literal del
cia— «siempre» ha estado ocupada con el Estado. Se declare o no formalmente en la
Estado: consciente o inconscientemente. serie occidental de las constituciones polí­
M ediante una esquemática investiga­ ticas contemporáneas, la fam ilia sigue
ción acerca de la conexión significante de siendo, en la individualista sociedad in­
la «escritura de la razón» con la inmediata dustrial, una «unidad política». De ahí su
realidad político-religiosa sobre la'que se propia conflictualidad contemporánea. No
escribe, trataremos de mostrar, sociológi­ puedo insistir aquí en algo que debiese ser
camente, la conexión genético-estructural una pura obviedad sociológica: la familia,
entre «razón» y «dominación». La «histo­ como unidad doméstica centrada en la au­
ria de la razón» se analiza así como el de­ toridad del padre sobre la casa, la madre,
sarrollo histórico-social de una invención los hijos y la posible hacienda familiar, es
cultural en el contexto de la polis griega, un invento de la cultura urbana estatal im­
transmitiéndose hasta hoy con la propia poniéndose políticamente sobre las viejas
reproducción literal de toda una serie de determinaciones ciánicas de las relaciones
sucesivas culturas estatales. En ese con­ de parentesco, articulando originariamente
texto, el «logos» helénica aparece como la las relaciones de filiación y de intercambio
carismática tradición cultural que determi­ matrimonial. Apliquemos las categorías
na en una u otra forma la propia condición sociológicas con precisión para no reducir
«racional» de tales culturas, a lo largo de la historia universal de los humanos al et­
un proceso histórico que llega a nuestros nocéntrico reflejo especular de nuestra
días. De cómo el discurso histórico de la propia cultura. La existencia social de la
razón se muestra como específica produc­ pareja humana y de sus específicas rela-

138
CULTURA Y SOCIEDAD

cienes entre sí y con su descendencia ha rizada liturgia político-religiosa de esos li­


tenido lugar y tiene según una multitud de mitados estados que son las ciudades de la
pautas culturales suficientemente diferen­ Hélade presupone la discusión pública ra­
ciados entre sí para que no sean reducibles cional en el primer plano de su dramática
a la «novela familiar» (Freud) de la cultu­ representación colectiva como argumento
ra racional de Occidente. sustancial de la «libre» existencia política
Una precisión penúltima. En la polis de sus ciudadanos. Los cultos públicos de
griega, donde se inventa la razón, la difu­ la ciudad a sus dioses ocupan el segundo
sión social de la escritura entre sus ciuda­ plano de ese escenario político manifes­
danos presupone la secularización pública tando los supuestos mítico-rítuales de su
de tal tecnología social, resultado de la se­ misma determinación racional.
cularización político-económica de su de­ La utopía occidental de una sociedad
sempeño profesional. Del ejercicio profe­ racional en un mundo racional es, antes
sional de la escritura — y ante todo como que nada, una específica utopía urbana.
«pedagogos profesionales»— viven esos Que la razón c ie n tífico -so c ia l se haya
singulares «escribas» que son el «aramma- convertido de puro imperativo trascen­
tistés», el «didáskalos», el «sofista». Los dental, legitimando o criticando el orden
círculos pitagóricos, como el Liceo plató­ social estatalrnente dominante, en un su­
nico o la Academia de Aristóteles, son or­ puesto tecnológico-social de la propia or­
ganizaciones regidas por escribas profe­ ganización burocrática de la sociedad in­
sionales que viven libremente de su traba­ dustrial contemporánea, es algo que sólo
jo pedagógico particular, consagrado a su resulta analíticamente inteligible como re­
particular clientela, sin formar parte inte­ sultado de esta singular tradición cultural
grante de un aparato burocrático-estatal. A urbana. En último término se intenta aquí
diferencia de lo que ocurre en todas las an­ una primera aproximación histórico-crítíca
teriores culturas escritas, los «escribas» al análisis científico-social de los supues­
griegos no constituyen «una casta» ni «un tos epistemológicos de la razón científica
estamento» burocráticamente organizado occidental y, por tanto, de la propia cons­
en base al monopolio ritual de la escritura. trucción teórica de la «ciencia social» con­
Solamente en Grecia el arte de escribir se temporánea.
presenta com o una tecnología puramente P roduciéndose históricam ente, só lo
instrumental, cuya utilización pública y como resultado se hace manifiestamente
cotidiana está desprovista de toda mistéri­ inteligible la posible verdad teórica de un
ca connotación mágico-ritual. La condi­ pensamiento. Una afirm ación cuya p o sib le
ción radicalmente política del lenguaje pú­ evidencia axiomática se halla escandalosa­
blico que se aprende con el aprendizaje de mente oscurecida en la propia crisis actual
tal escritura es lo suficientemente explícita de las Ciencias Sociales. Significativa­
com o para no exigir aquí mayor deteni­ mente, el Fin de la Historia es el decreto
miento. La organización social de la escri­ epistemológico que anima toda construc­
tura característica de las ciudades-estado ción estructuralista de las Ciencias Socia­
helénicas, con su peculiar determinación les — desde Parsons a Foucault y Tourai-
institucional del ejercicio profesional de ne— . Pero así este decreto no es sino la
sus escribas, supone un cambio radical absolución in extremis a la crisis radical
frente a toda otra cultura escrita, coetánea de la sociología occidental. Como tal no
o anterior. Los máximos escribas del len­ hace sino cancelar teológicamente la pro­
guaje público de la «polis» no viven de la pia falta de legitim ación epistem ológica
administración liturgico-insfrumental del de tal ciencia: la que se expresa en su pro­
poder estatal, sino de su libre discusión pia pretensión de conocer empíricamente
pública en términos racionales. La secula­ un objeto, la existencia social humana,

139
CULTURA Y SOCIEDAD

cuya concreta génesis histórica, espacio- «razón urbana», es algo cuyo cabal enten­
temporal, se ha manifestado como científi­ dimiento se presenta hoy com o supuesto
camente insolu ble, y por tanto disuelta radical de toda reconstrucción critica del
dentro de los propios límites académica­ conocim iento cien tifico-social. Pues tal
mente «racionales» del discurso científico- pretensión científica se construye desde el
-social. marco estructural de nuestra urbana socie­
La ilusión tecnocrática de una «com ­ dad industrial, desde su específica trascen­
pleta» racionalización político-económica dencia colectiva. Y así, o bien deviene for­
de un mundo burocráticamente organiza­ malmente consciente de tal supuesto so-
do — la ilusión científico-utópica que se ciológico-epistemológico, o de otra forma
dibuja como trascendental imago colecti­ seguirá encerrada en los límites mitológi­
va de la Sociedad Industrial contemporá­ cos de esa ilusión colectiva.
nea— resulta inseparable del proceso de Los límites del lenguaje sólo son defini­
urbanización mundial que determina la tivos límites del mundo cuando un lengua­
existencia social de nuestros días. Pero el je se absolutiza en términos excluyentes.
lugar so c io ló g ic o de toda construcción La propia estructura racionalista deí pen­
científica, en tanto construcción histórico- samiento occidental, en general, y del dis­
socíal, es el de la trascendencia colectiva, curso cientificosocíal. en particular, deter­
concebida com o proceso de producción mina la reproducción idealista de la mito­
social de las clasificaciones y categorías logía político-urbana en el horizonte de la
con que toda sociedad histórica ordena propia secularización desmiíificadora de la
formalmente su propio comportamiento razón occidental. D e ahí Ja necesidad de
colectiva. La producción del sentido nor­ una exploración inicial sobre la fenomeno­
mativo de tal acontecer, como condición logía histórica de la razón y sus produc­
del propio entendimiento y comunicación ciones teórico-sociales en el marco del de­
entre sus sujetos humanos, es el contenido sarrollo histórico de la cultura urbana en
práctico-simbólico del discurso de la tras­ Occidente: solamente así se puede superar
cendencia colectiva. Si la racionalización la propia m itología idealista con que la
científico-burocrática del mundo se confi­ matriz urbana reproduce en el discurso de
gura como ilusión central de la sociedad la razón los últimos supuestos cansina ti­
industrial contemporánea tal ilusión forzo­ cos de su ritual imperio político sobre esa
samente se ha de reproducir en el discurso sociedad.
científico-social de nuestros días, mientras Hegel ha dicho que la Historia de la Re­
éste no baya asumido críticamente la vi­ ligión es Ja A rq u eo lo g ía de la R azón.
gencia de esa ilusión que carismáticamen- Nada extraño debe resultar el que se pon­
te constituye su propia estructura episte­ ga de manifiesto cómo la razón occidental
mológica. Sí tal reproducción mitológica surge de la crisis polírico-religiosa de la
es uno de los supuestos de la crisis actual ciudad griega, en su radical y democrática
de las ciencias sociales — desde el empi­ ruptura y enfrentamiento con la mítica teo­
rismo analítico al estructuralismo— . pare­ logía política de las ciudades-im perios
ce oportuno tratar de introducir una cierta orientales. Es la crisis producida en la lu­
claridad sobre el propio proceso histórico- cha griega por la hegem onía del M edi­
-social en el que los límites epistemológi­ terráneo. El destino de la razón, como ori­
cos de la razón se definan como estructu­ ginario logos político, tiene radicalmente
ralmente determinados en el marco de la que ver con el discurso de la Teología Po­
trascendencia colectiva peculiar al desarro­ lítica. Que no es otro que el discurso de Ja
llo de la cultura urbana occidental. racionalización p o lític o -r elig io sa de la
Que la razón y la razón científica sean trascendencia colectiva con el que las ciu­
necesariamente, «razón política», esto es, dades occidentales afirman la perduración

140
CULTURA Y SUCIEDAD

de su imperio social frente al azar de las neral de Rousseau sino teológica razón de
contingencias históricas. Hasta la Reforma la democracia política? En la misma forma
Protestante Roma ha sido la Ciudad Eterna que la cristiana reunión eclesial alcanza su
desde cuyas piedras se ha construido el verdad religiosa por obra y gracia del Es­
edificio teológico-político del imperio oc7 píritu Santo que preside tal comunión, la
cidental de la razón. Al desvelar la sustan­ sociedad política democrática sólo asegura
cia mitológica de la producción urbana de su verdad colectiva com o producción y
la razón, lo que fue límite mitológico de producto de la Voluntad General.
su específica configuración como razón El proceso en el que el monoteísmo de­
colectiva de un cierto orden social deviene viene religión de la sociedad urbana occi­
crítica posibilidad epistemológica para una dental a partir de la Edad Media, es el mis­
construcción racional más alta. El desarro­ mo proceso en el que se configura, política
llo de la razón y de la teoría política moder­ y teológicamente, la Razón Científica M o­
na — desde Maquiavelo, Bacon y Hobbes derna. Pues a la propia trascendencia co­
hasta Kant y Hegel— es inseparable de la lectiva de la ciudad occidental, tal y como
crítica racionalista de la Teología Política se dibuja a partir de Grecia, corresponde la
cristiana tradicional, cuya penúltima en­ definición religioso-carismàtica de la Ra­
camación clásica es la Teoría Social de la zón, en cuanto úlLimo vínculo religioso-ra­
escolástica española de la Contrarreforma. cion al de la com unidad p o lític a . S ó lo
Habrá que esperar a la crítica marxista de como Historia de la Ciudad Occidental y
la Teología Política hegeliana para que la de sus Dioses, se hace científicamente in­
dialéctica metafísica de la Muerte de Dios teligible el discurso histórico de la Razón
se convierta en fundación materialista de Occidental. Que desde la Teología Física
la Razón Sociológica. Que desde Comte a Jónica, como Filosófica racionalización de
Durkheim se va a construir como implícita una Mitología Naturalista y Politeísta en­
Teología Social, cuyo positivismo científi­ raizada en la arcaica religión de la Diosa
co no hace sino encubrir su mitología teo- Madre. Madre de la Naturaleza, sólo se
lógico-política subyacente. acaba de manifestar plenamente en la re­
Los límites mitológicos de la Razón So­ velación poélico-filosófica de Heráclito.
ciológica contemporánea sólo devienen En la radical separación de Heráclito con
manifiestos cuando se descubren sus orí­ respecto a los D ioses de la Ciudad, en su
genes en la secularización de la Teología radical ruptura con la mitología religiosa
Política como específica mitología del im­ de la polis, se constituye la Razón, como
perio de la ciudad, que ahora deviene capi­ logos político, Razón de la Ciudad. La his­
tal y centro carísmático del Estado Nacio­ teria de la Razón occidental es también la
nal, en su propia pretensión de imponerse historia de su génesis a partir de los D io­
como Estado Racional de Derecho sobre ses de la ciudad y de su desarrollo en su
la comunidad de sus súbditos o ciudada­ propia ruptura con los Dioses que también
nos. D esde la ciudad occidental, como mueren, históricamente, en ese centro de
«centro de mercado» (Weber), se impone sacraüzación y secularización de la exis­
progresivamente la lógica de la mercancía tencia social que es la Ciudad. Cuando
en un movimiento que, como dinámica del Hegel disuelve el arquetipo político-teoló­
Estado-M ercado, es el m ism o que rige gico del Reino de Dios en el concepto dia­
dialécticamente la propia determinación léctico del Estado, lo hace con el pensa­
conceptual de la Razón moderna. ¿Cómo miento puesto en París — como Capital del
separar el «fetichismo de la mercancía» pretendido Imperio Universal de N apo­
(Marx) de la teología política liberal con león— o en Berlín, la ciudad que entonces
su mitológica «mano providencial» rigien­ comienza a afirmarse políticamente como
do el mercado? ¿Qué es la Voluntad Gc- capital de un Estado Nacional Alemán en

141
CULTURA Y SOCIEDAD

el que definitivamente se cancele el Sacro cancía. El Misterio Trinitario de la Teolo­


Imperio Romano Germánico. Con Hegel gía cristiana deviene ahora Fórmula Trini­
se anuncia la Muerte de Dios, la definitiva taria de la ciencia de la Economía Política:
cancelación del Arquetipo del Reino de el Capital es uno y trino como «capital-ga­
Dios en el Reino de la Razón Encamada nancia de los empresarios», «tierra-renta»
en el Estado, como sujeto histórico-políti- de los terratenientes y «trabajo-salario» de
co del Espíritu Objetivo. Sólo con la can­ los obreros (Marx). Como Ciencia Social
celación científica de la Teología Política, de la Historia de la Lucha de Clases, la
sólo desde la consumación epistemológica Crítica de la Economía Política seculariza
de la Muerte de Dios, la Sociología llega a la Teología Política de la Ciudad de Dios y
constituirse como Ciencia Social. Los poe­ así deviene fundación de la Razón Socioló­
tas románticos alemanes, contemporáneos gica. Desde aquí el desarrollo de la ciudad
de Hegel, habían cantado la nostalgia reli­ industrial coincide plenamente con el desa­
giosa de la ciudad abandonada de sus Dio­ rrollo de la sociedad industrial y de la so­
ses (Novalis. Hölderlin). Con Eugenio Sne ciología, En pleno auge de la burocratizada
el M isterio T e o ló g ic o del Rey Sol de urbanización de tal sociedad, la crisis ac­
Francia, violentamente disuclto por la ex­ tual de la Ciencia Social quizá no sea otra
plosión revolucionaria de París, deja paso cosa que la quiebra definitiva de su mítica
a su novelesca democratización urbana en ilusión epistemológica como imposible Te­
Los misterios de París: el misterio teológi­ ología Política del Estado Industrial.
co se cancela y resuelve en el misterio po­
licíaco-criminal de las secretas entrañas de Bibliografía
la nueva ciudad industrial, Marx, contem­
poráneo en París de Eugenio Sue, ha redu­ De la ciudad y de su razón. Cupsa Edito­
cido a Ciencia Social los misterios de la rial, Madrid, 1977.
Ciudad Industrial, al desvelar dialéctica­
mente el fetichismo de la lógica de la mer­ Carlos Moya

142
Deconstrucción
Cuando, a finales de los años 60, Jacques «Deconstrucción» no era una palabra a
Derrida (pensador francés nacido, en 1930, la que Derrida concediese una importan­
en El-Biar, Argelia) utilizó el término «de­ cia: no era sino una palabra más dentro de
construcción» en De la grammatologie, toda una cadena de muchas otras palabras,
uno de sus primeros textos, jamás pensó ni una palabra susceptible de sustituir a y de
que dicha palabra terminaría «tipificando» ser sustituida y determinada por otras tan­
su quehacer filosófico ni que dicho término tas palabras en un trabajo que, además, no
tendría tanto éxito, en Europa y en Estados se limita sólo al léxico. Pero tampoco en­
Unidos, para designar unos giros de lectura contraba Derrida esta palabra especial­
y de escritura que, atentos al pensamiento mente «bonita» ni «afortunada» (Psyché,
de Derrida,' inciden en lugares tan diversos p. 392). Hoy, sin embargo, Derrida parece
como son no sólo la filosofía, sino también empezar a cobrarle un cierto afecto, tras-
la crítica literaria, la estética y, asimismo, la haber tenido que explicarse, que defender­
arquitectura, el derecho, el análisis de las se, con mucha frecuencia, desde hace ya
instituciones o la reflexión política. En al­ unos cuantos años (cfr., por ejemplo, Mé­
gunos textos, bastante posteriores (como, moires, pour Paul de Man), de los crispa­
por ejemplo, L ’oreille de Vaatre, Mémoires, dos ataques que se viene lanzando, en los
pottr Paul ele Man, «Lettre á un ami japo- ámbitos académicos y periodísticos nor­
nais» [en Psyché], cfr. Bibliografía), Derri­ teamericanos y europeos, contra la de-
da explica que empicó el término «decons­ construcción.
trucción», término poco usual en francés, Utilizado por Derrida hacia finales de
para retomar en cierto modo, dentro de su * los= años 60, el término «deconslrucción»
pensamiento, las nociones heideggerianas no puede por menos que insertarse perfec­
de la «Destruktion» de la historia de la onto- ta aunque polémicamente en el campo de
teología (que hay que entender no ya como ese discurso estructuralista que, en esos
mera destrucción, sino como «des-estructu­ años, domina el panorama cultural fran­
ración para destacar algunas etapas estruc­ cés: «El estructuralism o dominaba por
turales dentro del sistema») y de la «Abbau» aquel entonces. “ Deconstrucción” parecía
(operación consistente en «deshacer una ir en ese sentido, ya que la palabra signifi­
edificación para ver cómo está constituida o caba una cierta atención a las estructuras
desconstituida»). (que, por su parte, no son simplemente

143
DECONSTRUCCIÓN

ideas, ni formas, ni síntesis, ni sistemas). en primer lugar, en el sentido apuntado


Deconstruir era asimismo un gesto estruc­ por la instancia del krinein, esto es, en el
turalista, en lodo caso era un gesto que sentido de un juicio valorativo, de una de­
asumía una cierta necesidad de la proble­ cisión que se establece a partir de una se­
mática estructuralista. Pero era también un rie de primacías y de jerarquías. Antes
gesto antiestructuralista. Y su éxito se bien, si alguna ley puede atribuírsele a la
debe, en parle, a este equívoco» (Psyché, deconstmcción, ésta no es otra que la ley
p. 389). No resulta, pues, extraño que, a de la indecidibilidad. Pero esta indecidihi-
menudo, se recurra a operaciones como la lidad, que va «más allá de todo cálculo y
desedimenLación. el desmontaje o la de­ de todo programa», no es «ese quedar en
sestructuración para explicar y/o entender suspenso de la indiferencia, no es la diffé-
cómo incide la deconstrucción en las es­ rance como neutralización interminable de
tructuras logofonocéntricas del discurso la decisión. Por el contrario, es la différan­
tradicional de Occidente, en los entrama­ ee como elemento de la decisión y de la
dos conceptuales de todo gran constructo responsabilidad» (Altérités, p. 33).
de pensamiento. Dichos procedimientos La decogstrucción tampoco es una críti­
no son, sin embargo, más que aproxima­ ca, en segundo lugar, en el sentido de una
ciones —y no siempre muy exactas— a la operación negativa, nihilista, irracional o
tarea deconstructiva pues lo que (con) ella escéptica. Frente a todas ellas, la decons­
(se) pone en marcha no es una operación trucción acepta el riesgo y la necesidad de
negativa. Deconstruir consiste, en efecto, asumir de forma positiva, afirmativa, la
en deshacer, en desmontar algo que se ha única racionalidad que se da, es decir, una
ediñeado, construido, elaborado pero no razón capaz de enfrentarse a su falta de
con vistas a destruirlo, sino a fin de com­ garantías, de renunciar a su supuesta uni­
probar cómo está hecho ese algo, cómo se versalidad y de acoger su «otro» espúreo y
ensamblan y se articulan sus piezas, cuáles conflictivo: la no-razón.
son los estratos ocultos que lo constituyen, Por otra parte, operaciones del tipo de la
pero Lambién cuáles son las fuerzas no destrucción, de la negación, del aniquila­
controladas que ahí obran. miento, de la transgresión, por su simplici­
La deconstrucción trabaja, pues, no ya dad misma, por la mera inversión de valo­
al modo de un análisis que, sin «pillarse res que operan, no constituyen más que
los dedos», se limita a reflexionar y/o a re­ meras regresiones o falsas salidas con res­
cuperar un elemento simple o un presunto pecto a aqu ello m ism o que pretenden
origen indescomponible de un determina­ transgredir o destruir. Situándose siempre
do sistema, sino como una especie de pa­ en el borde, manteniéndose siempre en un
lanca de intejyencion activa, estratégica y equilibrio inestable y, por ello m ism o,
singular, que afecta a [o, como escribe a fructífero sobre ese retorcido margen que
veces Derrida, «solicita», esto es, conmue­ articula a la tradición occidental con su
ve como un todo, hace temblar en su tota­ otro, la deconstrucción cifra su eficacia,
lidad] la gran arquitectura de la tradición precisamente, en la complejidad de su ges­
cultural de Occidente (toda esa herencia de to siempre desdoblado, nunca simple, el
la que nosotros, querámoslo o no. somos cual, a su vez, resalta la importancia de ¡a
herederos), en aquellos lugares en que ésta estrategia en esa actividad filosófica que
se considera más sólida, en aquellos en los es la deconstrucción. Estrategia sí, pero no
que. por consiguiente, opone mayor resis­ método.
tencia; sus códigos, sus normas, sus mode­ En efecto, la deconstrucción no es, tam­
los. sus valores. poco, en modo alguno un método. No lo
Esto no significa, sin embargo, que la es. en primer lugar, porque la deconstmc-
dcconslrucción sea una crítica. Y no lo es. ción no es ni puede ser jamás la operación

144
DECONSTRUCCIÓN

pCr;
fc; de un sujeto: no sobreviene del exterior ni un juego, signo al que hay que conceder el
w cqn posterioridad al objeto concernido, sistema de todos sus valores» (La dissémi­
¡V ‘ sino que forma parte integrante del mis- nation, p. 72).
D íno. «La deconstmcción — escribe Detri- Y es, precisamente, en la rigurosa nece­
ik, da-r- tiene lugar; es un acontecimiento que sidad de ese suplemento de lectura o de es­
¡£‘' no espera la deliberación, la conciencia o critura en donde se plasma con más fuerza
-j: la organización del sujeto, ni siquiera de la la gran desemejanza que existe entre la es­
modernidad. Ello se decomtruye. El ello trategia deconstructiva y la práctica her­
L no es, aquí, una cosa impersonal que se menéutica tal y como ésta ha ido forjándo­
; - contrapondría a alguna subjetividad egoló- se desde Schleiermacher hasta nuestros
L gica. Está en deconstrucción (Lirtré de- , días, Hago esta precisión porque el térmi­
U cía: “ deconsíruirse... perder su construc- no hermenéutica tiene una larga historia y
' ción” ). Y en el “ se” del “deconstruirse” , su signo ha ido alterándose constantemen­
que no es la reflexividad de un yo o de una te en el transcurso del tiempo. Este D iccio­
conciencia, reside todo el enigma» (Psy- nario es un buen ejemplo de ello.
ché, p. 391). A primera vista, en ambos casos existe
En segundo lugar, la deconstrucción no una revisión de determinados conceptos
• es un método porque la singularidad (el fundadores manejados por la tradición. Sin
- idioma en su sentido más estricto, es decir, embargo, ni dicha revisión, ni las hipótesis
lo que Derrida a veces llama el «efecto de de trabajo que en ambos quehaceres se po­
idioma para el otro») de cada (exto, de nen en marcha, ni los efectos que se pre­
cada una de sus lecturas, de cada escritura, tenden desencadenar permiten, en ningún
de cada firma, resulta irreductible. La de- momcnLo, establecer semejanza alguna en­
construcción, de hecho, es un aconteci­ tre ambos recorridos. «Por hermenéutica
miento singular que tiene que re-plantear­ he designado el desciframiento de un sen­
se en cada ocasión, que tiene que inventar­ tido o de una verdad resguardados en un
se de nuevo en cada caso. Por eso, no se texto. La he contrapuesto a la actividad
debería hablar sin más (como aquí-y-ahora transformadora de la interpretación» («La
— estoy haciendo) de la dcconstrucción en queslion du style», en AA.VV.: Nietzsche
singular; sino que habría que hablar de de­ aujüurd'hui. París, Union Genérale d ‘Édi-
construcciones en plural, de decoilstruc- lions, 1973, p. 29).
ciónes que se inscriben en la singularidad En efecto, la ineludible necesidad de la
misma de lo deconstruido. búsqueda de la verdad, del sentido último
Sabiendo, sin duda alguna, que el si­ del texto q u e domina la actividad herme­
guiente reproche sería algo así como: «En­ néutica difícilmente se conjuga con la ló­
tonces ¡todo vale! ¡La deconslrucción es gica derridiana d el suplemento cuya tarea
un mero pasatiempo irresponsable!», De­ reclama, ante todo, «reinterpretar la inter­
rrida precisa que el hecho de que la de­ pretación», ser una nueva escritura de la
construcción no sea un método «no exclu- escritura,
" ye una cierta andadura que es preciso se­ En primer lugar, la búsqueda del sentido
guir» (La dissémination, p. 303). Dicha perdido del texto o, dicho en términos más
andadura no es otra que lo que Derrida de­ deconstructivos, la búsqueda de! querer
nomina la estrategia general de ¡a decons­ decir del autor en el texto, sitúa a la Her­
trucción. En el proceso significante gene­ menéutica en la problemática de la com­
ral que es el texto para Derrida y dentro de prensión del pasado, es decir, en la línea
una compleja y diversificada trama de tra­ de una concepción de la historia com o
bajo siempre singular, un «suplemento de efectividad del sentido: el sentido deja una
lectura o de escritura debe ser rigurosa­ serie de huellas que constituyen la trama
mente prescrito, pero por la necesidad de de la historia, pero dichas huellas serán

145
DtiCONS I KL'CCtÓX

siempre efecto de la historia. Para la de- da, encierra un sentido virtual, una poten- í
eonstrucción. en cambio, la historia carece cia de verdad que el intérprete ha de poner .
de origen primigenio y de sentido teleolo­ de manifiesto, aún sabiendo que dicha do- .
gico. Regida por el movimiento de la hue­ nación de sentido no consigue explicar :
lla, por la différcmce (temporización y, a la más que algunas unidades de sentido, sin
vez, espaciamiento), la historia es entendi­ abarcar nunca exhaustivamente la totali- .
da como historia diferencial, como efecto dad. Por su parte, la deconstrucción otorga
de la huella, que, por consiguiente, exclu­ una relevancia estratégica a una textuali- _
ye la indiferencia, esto es, la continuidad y dad heterogénea pero «re-marcada» (la
linealidad del fluir temporal. cual, constituida por el complejo y labenn-^-
En segundo lugar, la búsqueda del senti­ tico juego de los injertos textuales, de la
do del texto, tarea fundamental de la Her­ paleonimia o cuestión de los viejos nom­
menéutica. implica tanto una especie de bres, de esos artilugios textuales que son
«perfección anticipada» del texto como los términos indeci dibles, de los efectos de
esa «buena fe» del intérprete que confía en constantes reenvíos, teje un entramado, un
el privilegio ontològico y semántico de di­ tejido, una red diferencial que remite a y se
cho texto. Es decir, la Hermenéutica se entrecruza con otros tantos textos) contra­
apoya en buena medida en el concepto de poniendo a la polisemia hermenéutica una
pertenencia, en el discurso de asistencia polisemia universal (semántico-siAtáctica
recíproca entre el escribir y el comprender e, incluso, gráfica): la diseminación.
como lectura que «escucha». Si leer es oír, En la Hermenéutica, (a polisemia expío- _
escuchar, la Hermenéutica se resuelve, en­ ta el contenido temático y/o semántico de
tonces, básicamente en una labor de me­ las palabras. Esto supone, ciertamente, un
diación interpelativa destinada a asimilar paso importante frente al mero comentario
el sentido, que ya está ahí, de un texto y literal y lineal de un texto. No obstante, no
que, por lo tanto, sólo resulta preciso po­ hay que olvidar que su horizonte último es •
ner de manifiesto, hacer presente. La de­ la recuperación de la unidad del sentido,
construcción, por su parte, requiere «pi­ de la verdad. Por el contrario, la disemina­
llarse los dedos», escrutando entre las li­ ción, operador de generalidad gobernado
ncas, en los márgenes, escudriñando las por la lógica del ni/ni, esto es, del «entre»,
fisuras, los deslizamientos, los desplaza­ y que trabaja los términos y los textos, no
mientos, a fin de producir, de forma activa explota ningún contenido temático-semán-
y transformadora, la estructura significan­ tico de éstos, sino que, inscminándolos,
te del texto: no su verdad o su sentido, los hace estallar: «Abre el camino a “ la”
sino su fondo de ilegibilidad y, a la vez, simiente que no (se) produce, por consi­
ese exceso, ese suplemento de escritura o guiente, no se adelanta más que én plural.
de lectura que, interrogando la economía Plural singular que ningún origen singular
del texto, descubriendo su modo de fun­ habrá precedido jamás. Germinación, dise­
cionamiento y de organización, poniendo minación. No hay inseminación primera.
en marcha todos sus: efectos (inclusive lo La simiente, en primer lugar, es disper­
reprimido, lo excluido), abre la lectura en sada. La inseminación “ primera” es dise­
lugar de cerrarla y de protegerla, disloca minación. Huella, injerto cuya huella se
toda propiedad y expone al texto a la inde- pierde. Ya se trate de lo que se denomina
cidibilidad de su lógica doble, plural, ca­ “ lenguaje” (discurso, texto, etc.) o de
rente de centro, la cual no permite jamás siembra “ real” , cada término es un ger­
que se agote plena y definitivamente su men, cada germen es un término. El térmi­
proceso de significación. no, el elemento atómico, engendra al divi­
Ciertamente, la textualidad hermenéuti­ dirse, al injertarse, al proliferar. Es una si­
ca, a pesar de estar en cierto modo borra­ m iente, no un térm ino ab so lu to » (La

146
DECONSTRL'CCIÓN '

dissémination, pp. 337-338). El proliferan­ Introducción y traducción de L'origine de


te trabajo de la diseminación da lugar no la géométrie, de H usserl, E. Paris. PUF,
sólo a que aquello que es afectado por ella 1962.
no retome nunca al «padre», es decir, a De la gmnunatologie. Paris, Minuit. 1967
que ningún término, ni ningún texto traba­ [De la gramatología. Trad. del B arco, O.
jado por ella se justifique nunca, en última y C eretti, C. Buenos Aires, Siglo XXI,
instancia, por una referencia al querer-de­ 1971],
cir. al lagos o a cualquier otro origen su­ L ’écriture et la différence. P aris, Le Seuil,
puestamente inquebrantable, sino que. 1967 [La escritura y la diferencia.
además, impide cualquier posibilidad de T rad. P eñalver , P. B arcelo n a, A m h ro -
saturación del contexto. Porque tampoco pos, 1989].
hay que olvidar que si, por su parte, la ló­ La voix et le phénomène. PUF, 1967 [La
gica deconstructiva reclama la carencia de voz y el fenómeno. Trad. P eñalver , P.,
centro y, por consiguiente, de organiza­ Valencia, Pretextos, 1985],
ción temática, de palabras-clave (por ser La dissémination. Paris, Le Seuil, 1972
dichas instancias indisociables del prejui­ [La diseminación. Trad. M artín A ran -
cio metafísico de la primacía de la presen­ cmiA. J, Madrid, Fundamentos, 1975].
cia). a su vez. el límite tampoco posee una Marges de la philosophie. Paris, Minuit.
estructura perfectamente nítida y tajante 1972 [Márgenes de la filosofía. Trad.
sino que ésta, por el contrario, es sinuosa y (?), Madrid, Cátedra, 19881.
retorcida como la de una lima. En ocasio­ Positions. Paris, Minuit, 1972 [Posiciones.
nes, Derrida habla de invaginación para Trad. A rranz , M., Valencia, Pretextos,
aludir a la compleja relación entre interior 1977],
y exterior, a la imposibilidad de zanjar de L ’archéologie du frivole. Paris, G alilée,
una vez por todas entre el dentro y el fue­ 1973. Reeditado por Galilée, 1990.
ra, a la indecidibilidad que, de hecho, Glas. Paris, Galilée, 1974 (Extracto de Glas.
afecta a todas las presuntas categorías de­ Trad. F errero , L. y DE P erettl C., en
limitadoras. Y esto es lo que releva la tex­ Anthropos. Revista de documentación
tura del texto, su espesor. El texto es un científica de la cultura (Barcelona), «Su­
entramado de textos, un tejido de diferen­ plementos», n.° 32, mayo 1992],
cias, indecidible, diseminado al infinito. «Économ im ésis» en A A .V V .: Mimé sis.
Resulta imposible decidir dónde acaba un Paris, Aubier-Flammarion, 19757
texto y dónde comienza otro. «¡I n 'y a pas «Fors», prefacio a Le verbïer de l ’homme
dehors-texte*. afirma Derrida. Lo único aux loups, de A braham , N. y T orok , M.
que hay es texto «á perte de vae»... Paris, Aubier-Flammarion, 1976.
Éperons. Les styles de Nietzsche. Paris,
Flammarion, 1978 [Espolones. Los esti­
Bibliografía los de Nietzsche. Trad. A r r a n z , M .,
Valencia, Pretextos, 1981],
Dada la extensión que supondría esta­ La vérité en peinture. Paris, Flammarion,
blecer aquí una bibliografía completa tanto 1978 [Trad. del texto: «+R (par-dessus le
de los libros y artículos de Derrida como marché)». Trad. DE P eretti, C., en Revis­
de las monografías y artículos que sobre él ta de Occidente (Madrid), n.° 44,1985.
se han publicado desde principios de los «Scribble», Prefacio a L ’essai sur les hié­
años 70 en múltiples lenguas, no señalaré roglyphes, de W arburton . Paris, A u ­
más que los libros de Derrida y sus artícu­ bier-Flammarion. 1978.
los más importantes así como, entre cor­ La carte postale, de Socrate à Freud et
chetes, las traducciones de los mismos al au-delci. Paris, A ubier-F lam m arion,
castellano cuando las haya. 1980 [La tarjeta postal de Freud a La-

147
DECONSTRUCCIÓN

can y más allá. Trad. S e g o v ia , T. Méxi- «Ulises gramófono: El ouï-dire de Joy­


co/Madrid, Siglo XXI, 1986]. ce», en Teoría literaria y deconstrucción.
«Ocelle comme pasun», prefacio a L ’en- Ed. A sen si , M. Madrid, Arco Libros,
fant au chien assis, d e JOLIET, Jos. Paris, 1990].
Galilée, 1980. ■ - Mémoires - pour Paul de Man. P a ris, G a­
L ’oreille de l ’autre. Textes et débats. Eds. lilé e , 1988 [Memorias - para Paul de
L évesque , C l. y M c D o n a ld , C h. M o n ­ Man. T rad. G a r d in i , C. Barcelona, Ge-
treal, VLB, 1982, disa, 1989].
D ’un ton apocalyptique adopté naguère Signéponge. Paris, Le Seuil, 1988.
en philosophie. Paris, Galilée, 1983. «Mes chances», en Confrontations, n.° 19,
La filosofía como institución. Trad. A z u r - Aubier (Paris), 1988.
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O tobiograph ies. L 'en seign em en t de States of «Theory». Ed. C a r r o l , D.,
Nietzsche et la politique du nom propre. Columbia University Press, 1989.
Paris, Galilée, 1984 [primera version en Du droit à la philosophie. Paris, Galilée,
La filosofía como institución, ed. cri.]. 1990 [varios textos traducidos en Políticas
«Lecture» de Droit de regards, de P lissart, de la filosofía. Trad. B arahona , O. y
M.F. Paris, Minuit, 1985. D oyham boure , U. M éxico, Fondo de
«Préjugés - devant la loi», en AA.VV.: La CulLura Económica, 1982: en La filosofía
faculté de juger. Paris, M inuit, 1985 como institución, ed. cit.; en Anthropos.
[primera versión en La filosofía como Revista de documentación científica de la
institución, ed. cit.]. cultura (Barcelona), n.° 93, febrero 1989, y
«Forccner Le subjectile», en Dessins et su n.° 13 de «Suplementos», marzo 1989;
ponraits d'Anton in Artaud. Paris, Galli­ El lenguaje y las instituciones filosóficas.
mard, 1986. Transferencia ex cathedra. Trad. Grupo
Parages. Paris, Galilée, 1986. Decontra. Barcelona, Paidós, 1994],
Schibboleth. Pour Paul Celan. Paris. Gali­ Limited Inc. Paris, Galilée, 1990.
lée, 1986. Mémoires d ’aveugle. L'autoportrait et au­
Altérités (con L abarrière , P.J.). Paris, tres ruines. Paris, Louvre. Réunion des
Osiris, 1986. Musées Nationaux, 1990.
De l’esprit. Heidegger et la question. Pa­ Le problème de la genèse dans la philo­
ris. Galilée, 1987. Reeditado, junto con sophie de Husserl. Paris, PUF, 1990.
otros textos en H e id e g g e r et la question. «Interpretations a t war, Kant, le Juif,
Paris, Flammarion, 1990 [Del espíritu. l'A llem and», en A A .V V .: Phénomé­
Heidegger y la pregunta. Trad. A rran - nologie et politique. Mélanges offerts à
za ,M . Valencia, Pretextos, 1989], J. Tamlniaux. Bruxelles, Ousia, 1990.
Feu la cendre. Paris, D es Femmes, 1987. «Force de loi: le “ fondement mystique de
Psyché. Inventions de Vautre. Paris, Galilée, l ’autorité” », en AA .VV .: Deconstruc­
1987 | Numerosos textos traducidos en tion and the possibility of justice {Car-
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1987; Arquitectura (Madrid), n.° 270, n.05 5-6, 1990) [«Fuerza de ley: el “ fun­
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DECONSTRUCCIÓN / DISCURSO

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1989/verano 1990], de P eretti, C. Madrid, Trotta, 1994],
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du don. Paris, A.M. M étaiiié, Transi­ la vérité” », en AA.VV.: Le passage’des
tion, 1992. frontières. Autour du travail de Jacques
«Etre juste avec Freud», en AA.VV.: Pen­ Derrida. Colloque de Cerisy. Paris, Gali­
ser la folle (Essais sur M. Foucault). lée, 1994.
Paris, G alilée, 1992 [«Ser justo con
Freud. La historia de la locura en la Cristina de Peretti

Discurso
La noción de discurso que ha sido fun­ ciado o a la frase, y ser progresivamente el
damental paia un cambio de paradigma en nuevo objeto de una lingüística transirás ti­
la investigación semiótico-hermenáutica, ca, textual o discursiva. En este cambio de
lingüística y social es extraordinariamente enfoque, el discurso no es contemplado ya
problemática, a causa de las cualiñcacio- com o un conglomerado de signos, sino
nes distintas que recibe de cada ámbito como unidad y totalidad comunicativa. En
disciplinar. Como veremos, el término dis­ el estudio de los discursos verbales se in­
curso arrastra algunos de los problemas siste en la importancia de otros elementos
con que fuera ya utilizado; a) en el ámbito no verbales y contextúales, abordados por
filosófico (diúnoia, discursus frente a noe- la pragmática. En última instancia, la nue­
sis, intuido), en el que subraya la progre­ va acepción de discurso subraya su impor­
sión, el curso de un término a otro en el tancia como proceso semiótica, aplicándo­
proceso de razonamiento, centro del deba­ se a otros tipos de discursos no verbales o
te entre platónicos y aristotélicos (depen­ no exclusivamente verbales (discurso pic­
diendo del énfasis que se pone en un tér­ tórico, musical, fílm ico, etc,). En lodo
mino u otro de la oposición entre conoci­ caso, se destaca la activa función del re­
miento siinpüci intuí tu y conocim iento ceptor en el proceso de interpretación dis­
discursivo); b) en el ámbito lingüístico y cursiva, y con ello se rompe la unidirec-
filológico, al designar el área de los proce­ cíonalidad de los ya obsoletos modelos de
sos de comunicación superiores al enun­ comunicación.

149
DISCURSO

En el marco de la semiótica, el interés en el momento de la enunciación y rige, a]


por el discurso viene a corregir el excesivo elaborarlas, las formas discursivas enun­
énfasis que el proyecto saussureano había ciadas. La d iscu rsivización sería — si­
puesto en la lengua (có d ig o , sistem a) guiendo a Benveniste— la transformación
como objeto de la lingüística frente a la de las estructuras semio-narrativas en es­
parole, el habla, las manifestaciones con­ tructuras discursivas. El discurso seria el
cretas de aquélla. Los estudios de Benve- resultado de dichos procesos. Es difícil
niste sobre la enunciación profundizaron aceptar esta división de competencias, más
sobre el proceso por el cual el lenguaje se de lo puramente heurístico y metodológi­
transforma en discurso en unas condicio­ co; el aprendizaje de esas generales estruc­
nes concretas, que también están presentes turas semio-narrativas se hace a partir de la
en la configuración de los significados. A intelección de discursos concretos, a la vez
la vez, subrayaron fundación del yo en que éstos cualifican esos esquemas genera­
la actividad discursiva. Por tanto, comien­ les. de manera indisociable, a partir de las
za a superarse una visión del discurso condiciones discursivas.
com o resultado, com o producto, com o Foucault ha contribuido a profundizar
conglomerado de signos, para ponerse de nuestra percepción de la actividad dis­
relieve su dimensión dinámica.' el proceso cursiva, que no es sólo un conjunto de
de enunciación, a través del cual no sólo exteriorización es, sino un espacio de ma­
se produce un enunciado-texto, sino que nifestación y experiencia de lo s sujetos
se manifiesta el sujeto emisor, su relación singulares y colectivos: «El discurso no
con sus interlocutores y con los contenidos es la manifestación, majestuosamente de­
que produce (veremos que, además y so­ sarrollada, de un sujeto que piensa, cono­
bre todo, con otros discursos). Algo, en ce, dice; se trata, en cambio, de un con­
efecto, com plejo, que nos sitúa plena­ junto en que se puede determinar la dis­
m ente en el ám bito de la pragmática: persión del sujeto y su discontinuidad
aquél en el que analizamos la relación de consigo mismo. Es una especie de exte­
los intérpretes con los «tejidos» simbóli­ rioridad en la que se manifiesta una red
cos que manifiestan significados y senti­ de p osib les p o sic io n e s d istin ta s» . Por
dos. Las aportaciones de Austin —y más ello el ámbito de la m anifestación discur­
tarde Searle— sobre los actos de habla siva también es un territorio lím ite entre
(speech acts}, con su distinción entre enun­ lo permitido y lo prohibido; un ámbito
ciados consmtativos, que tienden a descri­ en el que m anifestam os nuestro propio
bir un estado del mundo y los performati- encuadre en la sociedad y nuestro campo
uos, que a su vez realizan una acción en el de experiencias.
momento de decirla, han sido fundamenta­
les para superar la dicotom ía del decir
frente al hacer y para calibrar todas las Discurrir es nuestro modo de estar
condiciones precisas para que un discurso en el mundo
surta su efecto, y analizar las implicacio­
nes derivadas de su enunciación. El verbo currere, «correr», del que pro­
Para la semiótica greimasiana existen ceden las palabras «curso» y «discurso»
dos competencias o conjuntos de condi­ indica una actividad esencialm ente diná­
ciones necesarias para el ejercicio de la mica (e inicialmente física), Una actividad
enunciación: la competencia semio-narra- en la que espacio y tiempo quedan impli­
tlva, que precede la enunciación, y que es cados porque la carrera consigue salvar
común a todos los hombres, una especie distancias espaciales en lapsos temporales.
de forma de la inteligencia humana; y la También, una actividad marcada teleológi-
competencia discursiva, que se construye camente, en función de un En o punto de

150
DISCURSO

llegada que es el que orienta la dirección y constituye al ser que discurre, a la vez que
el sentido de nuestro desplazamiento (sea éste constituye el discurso: es un principio
imeiicionalmente o no}. de acción y reacción. N o som os — en
Entendemos la vida ■—en tanto que es cuanto conciencia fundada— nada fuera
proceso— com o curso, com o corriente, de nuestra actividad discursiva. Sólo en
como discurrir, como transcurrir, como esa medida es verdadero el cogito cartesia­
ocurrencia, com o concurrencia... En la no. más real cuando se amplía la exclusiva
medida en que se va sedimentando como actividad cogitativa hacia cualquier otra
producto, la captamos como discurso, a la actividad relativa, sea intelectiva o afecti­
vez relanzado como proceso. Un discurso va. Discurso del entendimiento o discurso
que puede ser «leído», repensado. Y cuyo del sentimiento, que también discurre, es­
contenido puede ser hasta cierto punto tableciendo empatias favorables o contra­
«corregido» (es decir, co-regido: regido si­ rias (euforias o disforias) hacia los seres
multáneamente por nosotros y por iodo el que nos rodean.
conjunto de mediaciones que nos constitu­ Hablamos aquí de discurso como algo
yen). Es ésta (la discursiva) Ja dimensión que va más allá de la clásica oposición en­
de la vida alcanzada y representada por la tre diánoia (discumis) y noesis (intuición).
conciencia: el hecho de relacionar unas De un discurrir que lo es tanto del pensa­
cosas con otras, unos acontecimientos con miento como del sentimiento, de la fanta­
otros, estableciendo así el relato de nuestra sía o de la voluntad. De un discurso de la
propia existencia. dicción, pero también de la acción. D e un
Efectivamente, e) hombre es el único discurrir que posiblemente esté asentado
animal que discurre y a la vez tiene con­ en las estructuras antropológicas imagina­
ciencia de ello. Es. en ocasiones, a esta rias de lo humano en las que mythos y lo­
conciencia a la que reservamos el nombre gas apuntan un fundamento común. Pero
de discurso. Pero el fluir de la existencia sobre todo, de un discurrir que no deriva
(expresado en el heraclitiano pauta rei, de un existente previo, sino que a su vez lo
fetodo fluye») es extraordinariamente com­ genera en su propia productividad. N o so­
plejo: fluye y confluye continuamente, bi­ mos antes, y después discurrimos. Somos
furcándose, dividiéndose, formando parte en tanto discurrimos. Y vamos siendo lo
de relatos distintos, de distintos discursos. que discurrimos.
Nuestro discurrir teje seres, cosas, aconte­ Lingüísticamente constituye un hecho-
cimientos: los pone en relación. Genera probado que la sola emergencia de la pala­
textos. Textos que continuamente se des­ bra hace surgir el sujeto que la pronuncia
hilan y que hay que reconstruir. Textos en el espacio y el tiempo. Podríamos decir
que queremos compartir con los demás, algo parecido en relación con cualquier
porque es la forma más radical de compar­ otra actividad: el trazo del pincel en el
tir nuestro Ser. De interesamos en nuestro lienzo postula un sujeto, al igual que la
recorrido. A veces esas relaciones están combinatoria de notas, que constituye el
apuntadas antes del proceso del discurrir. embrión de lo musical, exige y a la vez
A veces son totalmente postuladas por él. construye un soporte de experiencia.
Siempre se trata de relaciones limitadas y Pero el discurrir, por su propia naturale­
contingentes, que podrían no haber sido za, supone entrar automáticamente en el
establecidas en el caso de que adoptára­ espacio de otros discursos, inmediatos o
mos diferentes puntos dé vista. mediatos, conscientes o inconscientes, ex­
Podría pensarse en la relación discursi­ perimentados o aprendidos, homogéneos o
va como algo ajeno y extemo al ser mismo heterogéneos. Ningún discurso discurre al
que discurre, com o una actividad más. margen de los otros. Y todos, en última
Nada m enos cierto. El discurrir mismo instancia están relacionados con la unidad

151
DISCURSO

del universo y sujetos a un continuum y a Todo discurso tiene un trayecto; ha sido -


un horizonte de no inteligibilidad, sólo consecuencia de él, y de nuevo exige su :
roto cuando nuestra mediación cultural in­ recorrido para sus receptores. Por ello, .
troduce principios de pertinencia y princi­ cuando acompañamos a alguien en su dis-
pios de relación. currir decimos a Veces: me he perdido. Se­
Sólo en la experiencia mística, tal como guíamos el curso y, de pronto, nos da la
ha sido descrita en diversos tiempos y lu­ sensación de que han tomado por otro ca­
gares, se rompe esa fractalidad de lo dis­ mino que nosotros no vemos. Que no so­
cursivo y la axiologización de tas cosas. mos capaces de seguir. Para solucionar
Sólo en ella pierde sentido la contingencia este problema tenemos varias posibilida­
de cada cosa para alcanzarse un nuevo des, pero todas pasan por suplir en nuestra
sentido que es inefable, irreductible al dis­ mente las conexiones que no éramos capa­
curso. Por ello, también, es una experien­ ces de establecer entre unos hechos y
cia de la desaparición del yo, en la medida otros, entre unas ideas y otras. Entonces
en que no es construido semio-narrativa- ya somos capaces de entrar, com o diría
mente por ningún discurrir. La intelección Foucault, en el orden del discurso. Y al
del mundo (que es mundo, precisamente, hacerlo, siempre, variamos en algo nuestro
por dicha intelección) nos condena de al­ propio camino, nuestro curso. Y a veces,
gún modo a la pérdida de la realidad radi­ ¡de qué manera! Entrar en el orden del dis­
cal que subyace todas las cosas, a la vez curso es someterse a la fluencia de la vida,
que nos regala nuestra mismidad. El pre­ que a veces nos desplaza de una trayecto­
cio por entrar (efímera o definitivamente) ria previa, hada otros espacios de pensa­
en el espacio de la realidad radical es miento y de sentimiento.
nuestro yo como construcción discursiva, Todo, en nuestra vida, está relacionado,
como diferencia. referido a otras cosas. Tal vez nuestra con­
Discurrir , com o actividad mental, es ciencia no sea ni más ni menos que esa ca­
cultismo y construcción metafórica a par­ pacidad de relacionar. Una capacidad que
tir de un verbo, discurrere, «descorrer», encuentra su más alto cumplimiento en la
cuyo significado básico no era otro que el humana capacidad del lenguaje, que cons­
de «correr el líquido». Tal vez las diversas tituye el mundo, el cosmos inteligible y or­
acepciones físicas y mentales de «curso» y ganizado frente a todo lo que queda fuera,
«discurso» no estén tan alejadas, y la acti­ frente al caos. Relacionando asignamos un
vid ad d iscu rsiva del hombre constituya un. contenido y un valor a cada objeto, a cada
modo peculiar de la única dinámica de ex­ persona, a cada cualidad, a cada hecho...
pansión del universo. Un. modo peculiar En esto, y no en otra cosa, consiste dis­
ya que, aparentemente, el dinamismo uni­ currir. Pero nosotros no somos ajenos, ex­
versal está regido — así lo percibimos des­ ternos o previos al discurrir mismo. Nuestra
de nuestro limitado ángulo de contempla­ conciencia se nos manifiesta en esa activi­
ción— por el principio de entropía (pre­ dad y, posiblemente, no exista fuera de ella.
cisam en te desarrollado en la física de El peculiar modo de estar en el mundo
fluidos y posteriormente aportado a la Teo­ para los seres humanos es. pues, discurrir.
ría de la Información y la Comunicación), Hacer correr y correr con los seres y las
que es mucho más que una tendencia hacia cosas. N o hay actividad tan propia del
el desorden y hacia la desorganización. Las hombre como su capacidad discursiva. Por
actividades cognitivas y comunicativas hu­ ello, para nosotros, discurso será — antes
manas, por el contrario, están presididas que nada y por encima de todo— un con­
por un esfuerzo negentmpico, que procura tenido de la mente. Contenido de la mente
sustraer del desorden a cuanto nos rodea, que produce y contenido de las mentes
dando forma. Esto es: informando. que reproducen a partir de la mediación.

152
DISCURSO

t. Sabemos que, en muchas ocasiones es a mo. Por cuanto le transciende. Gracias a


.esta mediación misma — o incluso al so­ esos otros discursos que han ido constru­
porte en que la mediación se asienta— a la yendo nuestra mente, y dentro de sus pro­
que se suele denominar discurso (a veces pias coordenadas, podemos seguir repre­
:texto, aunque no sean términos de conteni­ sentándonos otros nuevos.
dos coindidentes). Pero este uso sólo será Quedamos así advertidos del contenido
; admisible a condición de que entendamos — aún abierto y excesivamente general—
que la mediación sólo será discurso cuan­ que atribuimos a nuestros términos cen­
do alguien la haga discurrir, la revitalice, trales, sin poder borrar el eco de otras di­
■la represente en su mente. Si hay o no dís- versas y posibles acepciones: a) la consi­
, cursos fuera de los contenidos mentales o si deración de discurso (y en ocasiones tex­
éstos son de otro modo distinto es algo que to, por la sim ple razón de que algunas
no podemos ni debemos afirmar o negar. lenguas no disponen de instrumentos para
Podemos hablar, en tal sentido, de discur­ la distinción terminológica) como proceso
sos verbales o no, orales o escritos, visua­ semiótico, totalidad de hechos semióticas
les, fífrnieos, publicitarios, jurídicos, políti­ (relaciones, unidades, operaciones, etc.)
cos, religiosos, discursos de la acción, etc., situados en el eje sintagmático (discurso-
en la medida en que nos son accesibles en enunciación); b) la estrecha vinculación
nuestra representación mental. Lo cual no del discurso-ergon, producto, con la dis-
significa, desde luego, que se queden en el cursividad-enérgeia: una competencia dis­
ámbito de lo privado, ya que nuestra mente cursiva que se constituye en el momento
es, también, construcción social. de la enunciación y rige las formas discur­
El punto de partida de una nueva semió­ sivas enunciadas; c) a veces sigue condi­
tica transdiscursiva será, pues, la íntima cionándonos la oposición que algunos au­
conexión entre nuestra actividad discursi­ tores hacen entre texto y discurso, ambos
va y nuestro ser dotado de conciencia. considerados como enunciados coinciden­
Discurrir, volvem os a insistir en ello, es tes en su forma de expresión, pero que va­
nuestro modo de estar en el mundo, pues rían en la sustancia de la expresión (fóni­
tal actividad relacionadora construye el ca, oral, para el discurso; gráfica para el
mundo. N o es, por tanto, una actividad texto); d) a veces tanto texto como discur­
junto a otras actividades, por mucha que so designan el eje sintagmático tanto de
sea la importancia que pudiéramos asig­ semióticas lingüísticas como no-lingüísti­
narle. En el universo de lo humano, en el cas (un cuadro, un film, un ballet, conside­
ámbito de su conciencia, no hay otras po­ rados como textos o como discursos).
sibles actividades — al menos no se tiene Aunque es necesario conservar una cier­
conciencia de ellas— si simultáneamente ta duplicidad terminológica, a fin de poder
no hay actividad discursiva. entablar diálogo con las formulaciones
Nuestro siguiente paso ha de ser esta­ teóricas precedentes, entendemos que la
blecer. en una primera aproximación, que noción de discurso es más amplia que la
no hay discurso cerrado en sí mismo, con de texto. Al menos, menos equívoca y más
valor inmanente absoluto. Lo absoluto, lo abierta a la consideración de presencias di­
desligado, lo no relacionado, queda fuera versas de discursos no homológicns (por
de la posibilidad de establecer significados ejemplo, ía presencia de h pintura o de la
y sentidos. Todo discurso (en cuanto me­ música en la literatura). En cualquier caso,
diación y concreción material o energéti­ estaremos muy cerca de la consideración
ca) puede ser discurrido (esto es. converti­ del texto (o del discurso) como productivi­
do en representación mental, dotado de dad, en la línea en que esta noción ha sido
significación) gracias a todo lo quede ex­ desarrollada por J. Kristeva o M. Rifl’a-
cede. Por cuanto está más allá de sí mis­ terre y, por tanto, incorporaremos habí-
UISCL'RSO

lualmente a nuestras categorías el conjun­ En los últimos años, lejos ya de la rigi­


to de operaciones de producción y las dez de las fórmulas cerradas y esquemáti­
transformaciones del texto (así en Grei- cas de análisis discursivo, se está aten­
mas-Courtés). diendo a ese flujo y reflujo de discursos
Más allá de la especulación teórica, el en el que los márgenes mismos quedan di-
análisis del discurso — nos dice Van Dijk— fuminados. y sus contenidos abiertos a ex­
«es un campo de estudio nuevo, intcrdisei- periencias previas del pensamiento y del
plinario. que ha surgido a partir de algunas sentimiento, constituyendo la continuidad
otras disciplinas de las humanidades y de (y la discontinuidad) del yo. Es el terri­
las ciencias sociales, como la lingüística, torio de la que hemos denominado semió­
la semiótica, la sociología y la comunica­ tica (v.) transdiscursiva o semiótica de la
ción oral», y cuya finalidad es el estudio del transcendencia discursiva, especialmente
texto o discurso desde todas las perspectivas atenta a las coim plicaciones de nuestro
e implicaciones posibles. De orientación hacer y nuestro decir discursivo en ese
excesivamente lingüística, la propuesta de juego insoslayable de identidad y diferen­
Van Dijk especifica cómo los niveles fo­ cia, de inmanencia y transcendencia, de
nológico, morfológico y sintáctico abor­ contingencia y necesidad. Entramos en
dan las dimensiones microdiscursiva, esti­ ese espacio en el que todo el juego discur­
lística y retórica, en tanto que los niveles sivo sería finalmente reductible a un úni­
semántico y pragmático se encargan de di­ co discurso, a una única palabra, al logos
m ensiones macroestructurales (también esencial. Al Ser.
susceptibles de ser abordadas por la sin­
taxis), retóricas y supercstructurales. Manuel A. Vázquez Medel

154
Epistemitología1
Ya se conoce la profunda expresión de cialmente vivido en secuencias y figuras
Max Weber: constata que la modernidad míticas, quizá haya que remitirse a los ar­
ha corrido desde hace un siglo bajo d im­ tículos de C.G. Jung (recogidos en francés
pulso del «desencantamiento» \Entzaube- por Roland Callen bajo el título Aspeets du
rung1 del mundo y de la ciudad. Con todo, monde contemporain ), algunos de entre
desde hace medio siglo se percibe un am­ los cuales daLan de 1926 (su crítica al libro
plio m ovimiento contrario, ciertamente de Keyserling, Analyse spectrale de l 'Eu-
paralelo al redescubrirmento de las imáge­ rope)\ y otro, capital y desgraciadamente
nes por parte del psiconálisis, pero que no prem onitorio, aparecido en 1936 en la
llega a mezclar sus aguas ni con este últi­ Neue Schweizer Rundschau, dedicado al
mo, ni con la psicocrítica literaria fundada resurgimiento nazi del mito de Wotan (así
por Charles Mauron, ni siquiera con la «mi- como la crítica a las obras de pensadores
tocrítica» de la que ya expusimos los fun­ nazis tales como Martin Ninck o W ilhelm
damentos hace veinte años. La antigua pa­ Hauer — carta de 1932— ), constituye efec­
noplia de la sociología positivista, cuando tivamente el primer trabajo de «mitanáli­
t no materialista, se ha debilitado para dejar sis». Hay que señalar la contribución al
sitio a toda una serie — no concertada— de nacim iento de este m étodo de algunos
investigaciones sociológicas y socio-histó­ colaboradores de C.G. Jung como fueron el
ricas que tienen como elemento común más etnólogo Paul Radin, el indólogo H. Zim-
poderoso a un verdadero mitanálisis, esto mcr, el islamólogo H. Corbin, el especialis­
es, que se apoyan primero en corrientes de ta en mística judía G. Scholem y, sobre
representaciones colectivas, más profundas todo, el helenista K. Kerényi. Tras esta
incluso que las ideologías, y que se calcan corriente fundadora que perpetúan y veri­
sobre los relatos inmemoriales —¡sermones fican James Hillman o Pierre Solió, múlti­
mythici!— de las mitologías. ples ríos corren en el mismo sentido: sea
Si se busca un acto fundador para esta D enis de Rougemont, que exalta desde
tradición de análisis de lo dado y de lo so­ 1956 uno de los mitos fundadores de occi-

1 Hemos reiitubdu aquí el trabajo de G. Durand [Le de bien con la mitocrítica y mitanálisis ilel autor, así
rerumveau Lenuhüniement] por creer que se correspoti- como con su mitodologín (A.O.O).

155
EPISTEMITOLOGÍA

dente, sea el ilustre Georges Dumézil co­ \ i cincuenta anos a la avanzada epistéme de
nocido por su cejo en sacar de la sombra / I occidente. Se ha visto intensificar hacía
de la historia y de las instituciones los fun­ | los años 30 el Nuevo Espíritu Científico
damentos de la «tripartición funcional» de estudiado por Bachelard y surgido de la
las sociedades indoeuropeas, lección que microfísica de Planck, de la mecánica on­
no es ignorada por el historiador Georges dulatoria de De Broglie y de la relatividad de
Duby... Einstein. El Nuevo Espíritu Científico de
los años 50 hasta los 80 ha llevado hasta el
íul extremo, con Ferdinand Gonseth, René
La influencia de lo mítico ^ ' Thom y sobre lodo Bernard ¿ ’Espugnai,
David Bohm y Olivier Costa de Beaure-
Hay que pensar asimismo en ese marxis­ gard, las paradójicas posturas de la famosa
mo de Ja Escuela de Frankfurt que, invir­ «Filosofía de!. No » [Philosophie du Non],
tiendo con B/och, Mannheim y finalmente de Gastón Bachelard. No sólo las lógicas
Marcuse el orden sacro-santo de la infra­ ^ no aristotélicas, de las que Lupasco fue el
estructura, volverá a encontrar la pregnan- ,yj teórico, tienen ahora caita de ciudadanía,
eia de lo mítico en el quehacer social con ” sino que la teorización experimental de la
una mayor o menor audacia. ¡La vieja ci­ física contemporánea ha atacado lospila-
vilización materialista sale ciertam ente [| I res fundamentales del proceso mental más
trastornada de las confrontacion es con profundo de la psique occidental; el de­
Erosl ¿Y qué decir de los trabajos de Hen- terminismo causal y sus formas a priori
ri Desroche, de Jean Servier (1963), de como son el espacio — cuclidiano o rie-
J.P. Sironneau (1978), del reciente libro de 0 manniano— y el tiempo irreversible de
M ichel C azenave (Les empereurs fou s , N ew ton. La extensión de la noción de
Imago. 1981), y del también reciente libro complejidad cibernética y sistèmica a toda
de André Reszler (Mythes politiques mo- la mecánica y a la electrónica aplicada
dernes , P.U .F., 1981)? Mi intención no j modifica el axioma que se tenía por mode­
consiste aquí en rendir cuentas de este gran
resurgimiento del mito en el ámbito, e in­
U lo de estabilidad; el «objeto» mismo. La
objetividad se matiza en grados de objeti-
cluso en los métodos, de las ciencias socia­ ^ « vidad, no teniendo ya calí ninguna aplica-
les, sino en preguntarme primero — es ver­ i n ción la antigua objetividad «pesada» en un
dad que muy rápidamente— acerca de los " universo físico en el que — según la expre­
referentes epistem ológicos que marcan, sión de Bernard d'Espagnat - ■lo real siem
acompañan y quizá permiten el reencanta­ pre está «velado». Este aligeramiento de la
miento de una ciencia sociológica debilita­ objetividad, esta relativización de lo real,
da desde hace mucho tiempo por el exclu­ esta subversión del tiempo y del determi­
sivo método del recuento de los «hechos nismo causal en el interior mismo del ba­
objetivos» y el mitologema — ¡reprimido luarte del «hecho» experimental de la físi­
com o tal!— del «sentido de la historia» ca iban a entrar en consonancia con lo que
heredado de los providencialismos y me- las cien cias del hombre — inclu so del
sianismos judíos y cristianos. «alma»— habían constatado desde siem­
pre, aunque sin atreverse a reconocerlo, en
un universo investido lentamente por las
Epistem ología del nuevo encantam iento certezas perentorias de veinte siglos de ca­
tegorías aristotélicas. El hiato que, en el
Semejante resurgimiento de los valores corazón de nuestra civilización , Henry
del mito no ha sido posible más que a tra­ Corbin ubicaba emblemáticamente en Cór­
vés de la revolución epistem ológica que doba, en el siglo x i i , cuando Abenarabi en-
| ha marcado el camino durante los últimos tresaba a occidente los restos de Averroes,

156
EPISTEMITO LGG ÍA

"' pareció colmarse poco a poco cuando se f /|) seco del invierno, que han prevalecido en
vio en la misma Córdoba, en 1979, a los l r todas las ciencias sociales del siglo pasa­
• -más eminentes físicos de entonces conver- ^, do, ya no tienen su eficacia prometeíca o
r. sar con los psicólogos profundos, los his- apocalíptica. A sí com o la física de van­
: -donadores de las religiones, los poetas y guardia ya no utiliza el tren de los «hechos»
Íqs gnósticos- La distancia que Bachelard que engancha sus vagones detrás de la lo­
■conservaba todavía entre las paradojas de comotora de la causa sobre Ja vía única del
.la nueva física — convertidas en «para progreso, así la ciencia del hombre, y en
digmas», según la expresión de Costa d e ' particular la p sicología contemporánea,
- Beauregard— y los oxímorones de la crea­ confía el «crecimiento» del psiquismo a
ción poética, disminuye de ano en año des­ las pedagogías de Piaget o de Wallon, el
de hace treinta. En el mismo instante en el famoso y mesiánico «sentido de la histo­
que lo «real» físico se «vela» y que, gra- fA ria» a Marx y a Comte y el «ragna-rok» a
cías al profundo estudio del alma llevado a \ Spcngler,
cabo por Car] Gustav Jung, Henry Corbin, En paralelo a la física de lo «real ve­
Mircea Eliade y sus discípulos, lo irreal o j . lado» (Bernard d’Espagnat) o de la «im ­
surreal se desvela y adopta estructuras fw plicación» (David Bohm), la ciencia del
/ explícitas sujetas a experimentación y con- 1 hombre se polariza en el mitcma de la pro­
uceptualízacíón, no resultan ser ya tan diver- f /j fundidad. Se recuerda el famoso sueño de
' gentes como lo eran a finales del siglo xix ^ Jung en 1909, en el que las imágenes del
los ejes de la poética del alma y los de la sueño conducen al soñador a sótanos y
^ «noumenotecnia» científica ■ — como cali- subterráneos cada vez más profundos. Si
I fica Bachelard a la Ciencia— . El conjunto la realidad del físico se «vela», la del an­
de todos los saberes se organiza y se ar- !A tropólogo (si puede decirse) «se espesa»,
/Cmoniza en una suerte de «Museo imagina- 1 cobra un «espesor». Es lo que descubre el
Irio generalizado». historiador que, com o Fentand Braudel,
Mas este trastorno, esta «subversión» percibe detrás de la duración de los suce­
epistem ológica — como afirma J.J. Wu- , sos y de los juegos de superficie una «lar­
nenburger (La Galaxie de l ’Imaginaire, jí ga duración» sujeta ella misma a grados y
Berg, 1979)— tiene un fuerte impacto in­ reteniendo en sus profundidades una «du­
consciente en la ciencia del hombre. Sin ración casi inmóvil» que Georges Dum ézil
detenernos en este no man's land consti­ identifica con esos m itos fundadores de
tuido por la parapsicología y que apasiona toda sociedad tras los cuales se coloca
tanto a los físicos, y sin caer en las viejas toda historia y se afirman todas las nctilu-
cla sifica cio n es e p iste m o ló g ica s de las des socio-culturales. Espigando esas cons­
«ciencias humanas» que distinguen psico­ tantes míticas a través del territorio filoló­
logía, sociología e historia, digamos que el gico de las lenguas indoeuropeas, la teoría
cambio profundo de las estructuras lógi­ del Urgrund antropológico m erece una
cas, categoriales y conceptuales, que la amplificación — como lo intentamos noso- ,
ciencia física de nuestro tiempo promueve, tros m ism os en un artículo del Eranos j)
acarrea una revisión completa de los mode-| Jahrbuch de 1976— , corno lo ha hecho
las [pateras] representativos, de las gran- \ Noam Chomsky con la noción de gramáti­
des metáforas que guían la investigación ca universal. Y los sociólogos de nuestro
científica en un gigantesco «esquematismo tiempo, más o menos conscientes de este
trascendental». grave trastorno, lo han hecho, bien bus­
Los viejos milentas evocadores de un cando en el fondo de las morfologías, de las
tiempo lineal e inspirados por el crecimien­ estructuras poco'aparentes pero decisivas
to o el declive biológicos, como el Arbol (Claude Lévi-Strauss), bien escalonando el
de Jesé o, ai contrario, el árbol muerto y objeto de la sociología en «niveles de pro-

157
K lJ I S T E M IT O !.. O G L-\

fundidad» [pa'.ìers en profondeurj (Geor­ des psíquicas que se presentan de repen­


ges Gurvitch) 0 . con Lazarsfeld y Boudon, te, que éstas de la aparición del escaraba­
completando incluso los análisis lineales jo. A la noción de topos hay que añadir la
factoriales por el «análisis mui ti vari ado», de sincronicidad o kciirós, «momento fa­
o para decirlo mejor con Roger Bastíde, el vorable», m omento «cerrado» [boucléj
más perspicaz sociólogo de la generación — como diría el matemático— en el que el
de posguerra, discriminando lo «coriáceo» efecto refuerza la causalidad de la causa,
tras el flujo y reflujo de las incidencias de en el que la causa se convierte en efecto
la superficie. de su efecto, «hija que es madre de su ma­
Pero la metáfora de la profundidad, que dre» — decían los alquimistas... También
transforma el espacio homogéneo de Eli­ el tiempo se cierra [se bonede] en una con­
cli des — sin espesor cualitativo— en to­ densación.
pos, es él psicoanálisis quien la promue­ Ahora bien, la mayoría de los fenóme­
ve. Ya se conoce la revolución que supuso nos humanos que tienen importancia, es
la primera «tópica» freudiania que escalo­ decir, significación tanto para el individuo
nó la conciencia y el inconsciente. La se ­ com o para el grupo, se inscriben en un
gunda tópica, que articula el yo bajo la kairás semejante. Ya Spengler había visto
bóveda del superyó y sobre el zócalo del que las estructuras que descansan en los
«ello», tiende a dar al aparato psíquico un momentos importantes de la historia no se
aspecto, si no más sistemático, al menos ajustan a la entropía antropológica: con si­
más organizativo, Con todo, incluso en la glos de diferencia, sucesos de estructura
segunda tópica. Freud sigue dependiendo homologa pueden ser llamados «contem­
de un esquema causal lineal y poco rever­ poráneos» [zeitgenossich], instantes de in­
sible — que viene sólo a dramatizar la dia­ tensificación del sentido — que historia y
léctica del yo— , alejado de las conexio­ biografía recuerdan— en el que el «tiempo
nes a-causales que emplea la física mo­ suspende su vuelo»... Como Jung escribe
derna, al célebre físico Wolfang Pauli, con el que
A esta cualifkación «heterogeneizante» colabora y elabora su estudio sobre la sin­
del espacio que la tópica constituye, hay cronicidad. se logra con estas nociones
que añadir una modificación esencial de combinadas de espacio cualitativo (topos)
nuestra concepción newtoniana — y eins­ y de duración no determinada (kairás) una
teiniana— dei tiempo. Lo que Costa de especie de relación de incertidumbre fami­
Beauregard propuso resolver a partir de la liar a los físicos: «Continuo tan omnipre­
famosa paradoja de Einstein/Podolsky/Ro­ sente como presente sin extensión...».
sen, mostrando que el tiempo de la micro- Notem os de paso que los esquematis­
física era en el fondo separable de la en­ mos diagramáticos, más queridos por Jung
tropía de la termodinámica, model izada en que por Frcud, de este proceso de «cierre»
nuestra imaginería por la linealidad fatal [bouclage] — bajo su forma llena de imá­
del tiem po mortal, Jung parece haberlo genes de diagramas cósmicos, de «cielos»
realizado en la famosa noción — sacada de astrológicos, de mandalas, etc,— convie­
m últiples experiencias, ¡subrayém oslo nen mejor que las coordenadas cartesianas
bien!— de la sincronicidad. Tanto en la para expresar el «espesor» del desvela­
sincronicidad como en la solución de la miento de la realidad antropológica. Con
«paradoja (¡convertida en paradigma!) todo, lo que resulta importante y decisivo
E.P.R.» se da una especie de inversión de es constatar que este topos y este kairás
las causalidades o de las motivaciones: el son la extensión y el tiempo específicos
fam oso «escarabajo» que vien e a caer que todos los especialistas han reconocido
ante el psicoterapeuta y su paciente no es como los propios del mito. Es el famoso
más causa de la solución de las dificulta­ «.illud tempus» de E liade, es la fam osa

158
EPISTEMITOLOGÍA

..Mncronía» (que no hay que confundir una formación un poco más compleja que
con la .sincronicidad jungiana) de Claude la del individuo». Esta «complejidad» nos
Lévi-Strauss, con la que el espacio cobra dictará, sin embargo, una precaución me­
un espesor, reagrupa en «paquetes» (en todológica: sólo metafóricamente lo más
•racimos», decía Bachebrd) de sentido simple puede convertirse en modelo de lo
imágenes dispersas por la di aero nía ine­ más complejo. O más exactamente, sólo
luctable del discurso, aunque fuese sermo «metonímicamcnte». Pues el sistema so­
mylhiais. La adopción de los conceptos cial no recibe precisamente las «simplifi­
epistemológicos de tiempo y causalidad caciones» que comporta el sistema indivi­
-reversibles», de cualificación morfoló­ dual ligado a la entropía biológica. Por
gica del espacio (René Thom), equivale a ello, nos parece más heurística la metáfora
centrar la atención de la investigación an­ «psíquica» de lo social que la metáfora
tropológica en la importancia fundamen­ biológica, aunque no deja de ser una metá­
tal del mito y de su cortejo imaginario. fora: el sistema social, contrariamente al
Valiéndose de esta convergencia entre la sistema individual psíquico, está formado
epistemología del siglo pasado y las nue­ por «múltiples decididores». La relación
vas concepciones de los fenómenos an­ determinista expresada con el esquem a
tropológicos, puede preguntarse si las causa/efecto se difumina todavía más en
conecptualizaciones surgidas del psicoa­ aquél que en el ovillo de las determinacio­
nálisis y sobre todo de la psicología pro­ nes individuales. Los sociólogos siempre
funda no podrían aplicarse, para esclare­ se han extrañado del carácter «paradójico»
cerlos, a los documentos recientes de las (Max Weber), incluso «perverso» (René
ciencias sociales, si el topos de la psique Boudon), de la «causalidad» en la sociolo­
no podría inspirar un topos en la ciudad, gía. Muy a menudo, los «efectos» produci­
y si el ka'trós de la sincronicidad no po­ dos son inesperados, contradictorios para
dría también comportar los descubrimien­ con las perspectivas de la causa antece­
tos de una «historia profunda». Más aún, dente.
puede entreverse que el proceso de mili- No podremos asumir tal cual el esque­
ficación, el Bezofaberung. es el sensorium ma todavía ortogonal ■— ¡cartesiano!— de
commune de la andadura de esta nueva las tópicas freudianas en el que la pulsión
antropología. «vertical» del ello está com o cortada por
la horizontalidad del superyó. Ello, yó y
superyó no serán aquí más que puntos de
Metodología de la «Bezmiberung»: referencia m etafóricos. En realidad, la
esbozo de una tópica de las ciencias «tópica» socio-histórica se halla cerrada
sociales [bouclée] en una especie de diagrama en
el que el «implicante» general (el sermo
El desvanecimiento progresivo de los lí­ mythicus y sus núcleos arquetípicos) con­
mites de las conceptualizaciones de Ja físi­ tiene, por decirlo así, las explicaciones,
ca y de la nueva antropología ha de' inte­ los despliegues, como son el «ello» social
grarse en un campo de significación co­ analizado por los mitólogos, el «yo» so­
mún que Jung ha llamado «psicoide». Sin cial sujeto de la psicología y el «super­
entrar en los detalles de esta noción diga­ yó», el «consciente colectivo», ámbito de
mos simplemente que el acuerdo entre la los análisis institucionales, de las codifi­
objetividad del mundo «exterior» y la sub­ caciones jurídicas, de las reflexiones pe­
jetividad del mundo psíquico individual es dagógicas. Nuestra teoría no está, sin em ­
uno de lo s terrenos donde la noción de bargo, lo suficientemente elaborada com o
«psicoide» resulta más evidente. Como para que podamos hacer figurar en un dia­
dice Jung, «el alma de un pueblo es sólo grama puro — con equivalencia de «poder

159
EPISTEM ITOLOGÍA

■decididor»— el «ello» inconsciente colec­ imágenes, de esos Urbilder que descubre


tivo, el «yo» social de los roles y el «su- la etología de la conducta animal (Lorenz,
peryó» de las instituciones. Es un esque­ Portmann, Spitz, Keyla, etc.). Emerge en
ma metafórico bastardo el que propone­ esos «mitos latentes» que Georges Bastide
m os, aunque ya se d esp egu e de la pura ha detectado en el momento gidiano {Ana-
o rto g o n a lid a d freu d ian a. E l orden de tomie d ’André Gide, P.U.F., 1972) y que
nuestra descripción puede parecer arbitra­ no llegan a plasmarse claramente en imá­
rio: para justificarlo, digam os que hemos genes precisas, a.llamarse con un nombre
empezado por describir lo que nos parece fijo. Están, como hemos dicho antes, en el
ser una innovación en el campo epistem o­ nivel «verbal», más aún en el nivel «epitéti-
lógico de la sociología, tradicionalmente co», pero no en el nivel sustantivo. Borro­
ligada a los análisis del «superyó» de las sos en cuanto a su figura, no son por ello
instituciones y de las pedagogías episte­ menos precisos en cuanto a su estructura,
mológicas. al igual que esas divinidades latinas que
Lo que se encuentra en la primera parte Georges Dumézil considera pobres en re­
del diagrama — -¡o en «lo más profundo» presentaciones figuradas pero ricas en co­
de la escala tópica!— es el «ello» antro­ herencias estructural-funeionales. Este in­
pológico. Este U rgntnd «casi inm óvil» conscien te esp ecífico no tiene nada de
(B raudel), «q u e nunca se transform a» anémico: como lo han mostrado los traba­
(Cari Gustav Jung) y que Jung llama «in­ jo s experim entales del p sicó lo g o Yve.s
consciente colectivo», se distribuye muy Durand, integra claramente los «paquetes»
pronto en dos series: una específica, liga­ de im ágenes, las hom ologías, en series
da a la estructura del animal social que es bien definidas.
el homo sapiens-, otra más «lamarekiana» Pero un rasgo fundamental, ligado a la
-—com o escribe M ichel Cazenave en un lógica de toda «sistémica», es el de que
excelente artículo (Cahiers de Psycholo- los arquetipos son plurales: constituyen a
gie Jungieime, n.° 29, 19S1)— y suscepti­ la vez el politeísmo básico de los valores
ble de arropamientos culturales: una pro­ imaginarios (Max Weber, Iienry Corbin,
cedente del arquetipo propiamente dicho, David Miller, etc.) y el carácter dilemático
pura entidad numinosa; otra procedente (Lévi-Strauss) que reviste todo serino my-
de la «im agen arquetípica» ya revestida thicus. Desde su estado naciente, las enti­
de una presentación y, por tanto, «locali­ dades del mito están en plural. Son abso­
zada» (René Thom). lutamente heterogéneas en su nomos irre­
Podríam os, en lo que a nosotros res­ ducible. El politeísm o funcioual que se
pecta, hablar de un «inconsciente colecti­ transparen ta en los conflictos de la psique
vo específico» que apenas emerge al ni­ individual es todavía más vigoroso en las
vel de la tom a de c o n c ie n c ia y que ha entidades de la psique colectiva.
sido detectado en su abstracción por los Pero este «insconsciente específico» se
lingüistas y los estruciuralístas que ha­ encuentra casi inmediatamente en las imá­
blan de lo «siempre traducible» deí mito genes simbólicas que subsisten en el am­
(Claude Lévi-Strauss), de los «universa­ biente y, ante todo, en el ambiente cultu­
les» del lenguaje (Mounin y de Mauro) o ral. El metalenguaje primordial viene a co­
de la «base generativa» (Noam Chomsky). locarse en la lengua natural del grupo
En realidad, se trata de un meta-lenguaje social. El inconsciente colectivo se hace
(Lévi-Strauss; cf. Figures mythiques et vi- cultural. Las ciudades, los movimientos,
sciges de Voeuvre.) que sólo aparece — ¡ya las construcciones de la sociedad vienen a
que tiene que aparecer para ser detectado captar e identificar, por decirlo así, la pul­
y estudiado!— en el nivel de las grandes sión de los arquetipos en la memoria del
sincronías, de las grandes homologías de grupo. La ciudad concreta conforma el de-

160
EPISTEMITOLOGÍA

%~seú de la ciudad ideal (Roger Mucchielli), de determinados roles, indispensables sin


pues una utopía nunca se libra de su nicho embargo; intocables, marginados, bárba­
¿■'[socio-histórico. Los verbos y los epítetos ros más o menos integrados, etc. Esta ne­
Irque señalan la generalidad del inconscien- gatividad introducida sistemáticamente en
fe específico se sustantivan. Los dioses del el conjunto de los roles, desempeña cierta­
arcaico Latium toman los rostros y adop- mente una función importante en los mo­
' tan las querellas del panteón lleno de imá- vim ientos de resurgimiento del m ito. El
Tgenes de los helenos. monumental trabajo de N icole Martínez
. En el nivel de esta arque-sociología, son sobre los «zíngaros» y los marginados
esos fenómenos de primera impregnación muestra que estos últimos son la base de
cultural los que han sido designados por un mito muy rico, muy fecundo, en la psi­
.. los americanos con el nombre de basic que colectiva. Pero, de todos m odos, el
. personality (Kardiner, Linton, etc.) y por iheatrum societatis implica roles diversifi­
' los alemanes con el nombre de «paisaje cados hasta un cierto antagonismo. Resul­
. cultural», Landschaft (Oswald Spengler). ta interesante constatar que este diagrama
Mas este nivel fundador, bajo el impulso de 7 notantes, tal y como lo dibuja Yves
mismo de la representatividad, im plica Durand con perspectivas puramente psico­
- ipso facto el nivel en el que estas sustanti- lógicas, es parecido al que ha dibujado
vacíones se atribuyen a roles humanos y Baudouin para «integrar» las entidades ar-
. se «teatralizan» (cf. Jean Duvignaud, Mi- quetípicas de la individualización, y que lo
: chel M affesoli). Es este conjunto «aclan- hemos encontrado igualmente en el análi­
; cial» (para retomar la terminología de Grei- sis que h icim os de lo s «lím ites» de un
. mas, de Souriau o de Yves Durand) el que consenso social (Eranos Jahrbuch, 1980).
constituye lo que podría llamarse metafó­ N o es éste el lugar indicado para extender­
ricamente el «yo social». Por una «capila- nos en los mecanismos que regularizan y
rización insidiosa», las instancias jerarqui­ dan coherencia a estas 7 entidades actan­
zadas, conflictivas, heterónomas de la «ciu­ ciales del theatrum societatis. Por comodi­
dad ideal» dirigen a las personas y a los dad de funcionamiento, quedémonos sólo
personajes del juego social. con nuestra tópica, esto es, con la clasifi­
Como su origen fundamental, los roles cación de los «roles» en positivo y negati­
sociales — que la sociología de Ja relación vo o, como lo habían subrayado los anti­
y la psicología social estudian— son plu­ guos — griegos o latinos— , en divinidades
ra le s . El particularismo m últiple de los «extramuros» e «intramuros»... Digamos
«usos» forma segregaciones y juegos de a lg o toscam en te que en una so c ied a d
oposición y alianza entre castas, clases, dada, cuando el mito tiende a expurgar sus
sexos, rangos de edades, en una palabra: recursos al imaginario profundo, cuando
entre «estratificaciones sociales». Por otra sólo son apreciados los roles más adecua­
parte, y por vías completamente diferentes dos a la racionalización y a la conceptuali-
a las puramente estructurales de Propp, zación del sistema (es el caso de los roles
Greimas, Souriau, y a las experimentales «técnicos» en la tecnocracia, de los roles
estudiadas por Yves Durand, nos parece «administrativos y jurisdiccionales» en la
que estos «usos» actanciales no exceden el burocracia, etc.), los roles negligidos y
número de siete (seis opuestos dos a dos «marginados» se convierten en el depósito
mús uno). Sea como fuere, es importante de los recursos m itológicos. Esta fue la
subrayar — como lo prueban los trabajos condición propia de una parte del Tercer
de Y ves Durand y lo s de Albert Y ves Estado en 1790 y la de los estudiantes en
Dauge sobre el «bárbaro»— que en esta los movimientos de 1968. Sería muy ins­
constelación de roles no sólo se dibuja una tructivo estudiar con precisión la situación
jerarquía sino que se integra la negatividad de los marginados en el movimiento Na-

161
EPISTfcMITOLOGÍA

dona! Socialista naciente, y especialmente va» — o para hablar como Lupasco, cuan­
en las S.A. Pero hay que insistir en este do se «actualiza»— .justo en ese momento
punto: no hay roles predestinados a la con­ el mito se hace latente cual fuerza mítica,
servación de las instituciones, y otros se desmitologiza de alguna manera. Pero
opuestos. Unas veces, los roles guerreros es también entonces cuando hay «malestar
se convierten en los conservadores de un en la civilización», cuando se da una ocul­
poder: o tra s, son ellos mismos los que pro­ tación peligrosa que — Jung lo ha mostra­
mueven pronunciamientos. Todo depende do a propósito de la Aufklärung y del
de los roles que resultan ser marginados. Wotan nazi— devuelve la numinosidad de
Ora, en la historia de occidente, fueron los lo mítico al yo más exacerbado, al egotis­
reyes y los nobles; ora el sacerdocio y los mo individualista. Ya no se trata entonces
clérigos. El recurso contra las racionaliza­ de una «sociedad» — ni siquiera de una
ciones sacerdotales fue el emperador y el Gemeinschaft— , sino de una masa, de una
recurso contra las predicciones sobre el muchedumbre que va a facilitar las «capi-
imperio fue el sacerdocio. Pero los margi­ larizaciones» del numen mítico y agrupar­
nados de todo orden siempre tienen más las en un torrente a menudo subversivo y
oportunidad de ser fermento de la revuel­ algunas veces devastador.
ta. En el nivel institucional de una socie­ De este modo oscila una sociedad, en
dad se puede situar, por último, una espe­ diástoles y sístoles más o menos rápidas,
cie de «superyó» social, sujeto a una so­ en plazo no inferior a una generación hu­
ciología jurídica e institucional, a la vez mana (Peyre, Matorc o Michaud) ni supe­
conservador y codificador de la epistéme rior a un m ilenio (Oswald Spengler) en
de la sociedad de un «momento» (¡que no torno a un eje, o si se prefiere, en el seno
es instantáneo!, pues este momento puede de un «implicante» mitológico cuya apre­
durar varios siglos, y en ningún caso es in­ ciación, si no la medida (siempre se pue­
ferior a la maduración — 25 a 30 años— den «contar», como lo ha hecho Sorokin o
de una determinada generación en su de­ el crítico literario Trousson, las epifanías
venir). Este superyó es el depósito de los de un mito), viene a ser, según nosotros, el
códigos, de las jurisdicciones, pero tam­ indicador principal del «estado» de una
bién de las ideologías corrientes, de las sociedad.
reglas pedagógicas, de las miras utópicas El mito se manifiesta, no sólo al obser­
(los «planes», los «programas», etc.), y vador com o un indicador fundamental,
de las leccion es que el genio de aquel sino también al actor político com o un
momento saca de la historia del grupo. «factor de decisión» capital en un conjun­
En este nivel, el mythos se positiviza, si to sistémico. No es que la divinidad inter­
puede decirse, en epos y se logifica en venga desde el exterior por una esponta­
lògos. neidad teológica como sucede en el deve­
Pero el lazo que une estos tres «niveles» nir hegeliano, marxista o spengleriano...
metafóricos de la tópica social: la fuerza sino en el sentido de que la numinosidad
de coherencia fundamental que el nivel de un mito puede encontrarse reactivada,
fundador arquetípico «implica», el nivel refortalecida, exacerbada y hace entonces
actaneial de los roles y el nivel de las em ­ galopar a la historia por mor de una perso­
presas racionales «lógicas» — como habría nalidad que posee la intuición o la inteli­
dicho Párelo— , es el senno mythicus. Una gencia del miio apropiado a la sociedad y
paradoja más: justo cuando el mito se ra­ al kairós del instante. Tales fueron en su
cionaliza en utopía, en «méthodos» racio­ tiem po A lejandro, A u g u sto , Juana de
nal, cuando resulta más manifiesto en las Arco, Napoleón, Lenin o tal vez Hitler en
instituciones y jurisdicciones, cuando está la Alemania vencida de los años 20. Cier­
mejor integrado en la «conciencia colecti­ tamente lo fueron más o menos felizmente.

162
e p is t e m it o l o g i'a

Quiero decir con esto: con una mayor o


menor apertura e inteligencia de la plurali­
dad de mitos constitudvos de una sociedad.
Desde este punto de vista, la estrechez de
Hitler: su obsesión por el mito de la raza,
su recelo — heredado del Kulntrkampf-—
líente a las religiones asentadas, su odio al
judío, está en las antípodas de Napoleón
Bonaparte que, como cónsul, dijo estas pa­
labras sublimes: «Quiero asumiros, desde
Clodoveo hasta Robespierre.»
Y es que una sociedad debe admitir
precisamente el pluralismo de los roles
—y por tanto, de los valores— garante de
la pluralidad de los mitos. Como lo había
visto profundamente N ietzsche, Grecia
no es la patria exclusiva de Apolo; en la
sombra vela Dionisos por el buen equili­
brio de la psique helénica. En toda socie­
dad hay ■— y esto es perceptible en el nivel
del antagonismo de los roles— una ten­
sión entre al menos dos mitos directores.
Si la sociedad no quiere reconocer esta
dualidad, si su «superyó» reprime brutal­
mente toda m itolcgización antagonista,
Códice vaticano
entonces hay crisis y disidencia violenta,
Todo autoritarismo nace del exclusivismo
y de la opresión — muchas veces con la
mejor fe del mundo— que provoca el Además, en el seno de este pluralismo,
asentamiento de una sola lógica. Es en­ no todos los mitos se mueven en el mismo
tonces cuando los dioses se vengan de­ nivel y con la misma urgencia política:
sencadenando oscuramente la tormenta rara vez un grupo social se halla nítida­
de los dioses adversos en las tinieblas de mente circunscrito; generalmente se in s­
los egoístas inconscientes. Entre las «cau­ cribe en un grupo más amplio y a su v e z
sas» del hitlerismo y del resurgimiento de circunscribe particularismos más restringi­
Wotan —-«el huracán devastador de las dos. Los pueblos latinos y sus particularis­
estepas», como lo llama Jung— se halla mos se inscriben, por ejemplo, en una vas­
algo muy complejo: derrota humillante ta pero borrosa cultura indo europea. O tal
del II Reich/liquidación exterior de la di­ nación de Europa se inscribe en la órbita
nastía imperial/calco de la República de de la Reforma, y tal otra en la de la Con­
Weimar y las instituciones del vencedor. trarreforma. Pero no se puede decir de an­
La República de Weimar fue el emblema temano a qué nivel pertenecerá el mito de­
de toda la herencia de la derrota. Wotan/ cisivo en un determinado momento. Puede
Hitler no sale de la tumba de Wagner, sino proceder del mito más loco, el menos ra­
de las urnas anónimas de. la República de cionalizado, pero el más potente como fer­
Weimar. Es en el secreto de las cabinas mento de la d ecisión — com o el Islam
electorales donde se coaligaron todos los chiíta en el Irán moderno o la Iglesia en la
resentimientos, los sueños más locos y las Polonia de «Solidaridad»; puede nacer, al
revanchas más crueles. contrario, de un mito anclado en una mi-

163
EPISTEMITOLOGÍA

noria muy particular, como el Estado de En líneas generales, el imaginario mí­


Israel que surgió de unos rebeldes frente a tico funciona com o una lenta noria que,
la espantosa Shoa o los Estados Unidos de llena de las energías del m ito, se vacía
A m érica de lo s r e fu g ia d o s del M ay progresivamente y se reprime automática­
Flower... Una vez más la noción de «con­ mente por las racionalizaciones y las con-
curso de circunstancias» cobra todo su va­ ceptualizaciones, y luego se sumerge de
lor en este análisis. Ya no se trata propia­ nuevo lentamente — a través de los roles
mente hablando de «causalidad», sino de marginados, a menudo obligados a la disi­
un concurso de elem en tos sin crón icos dencia— en las ensoñaciones remitifican­
muy diversos que el mito viene de repente tes guiadas por los deseos, resentimientos
a «implicar». y frustraciones, para llenarse de nuevo
•Queda una palabra por decir sobre el del agua viva de las im ágenes. Es verdad
movimiento de lo mítico en una sociedad que determinados mitos — los más «tena­
determinada. Ya hemos visto que este mo­ ces»-— pueden resistir victoriosamente a
vimiento pertenece a la «larga duración» estas pruebas históricas de desgaste esco­
de Braudel y que nunca es inferior a la du­ lástico y conceptual, y volver a tomar vida
ración de una generación humana. Se po­ metamorfoscados por alguna «reforma».
drían clasificar los mitos, o al m enos los Pero la mayoría de las veces, el mito origi­
mitologemas que implican a una sociedad, nario sale irreconocible de este proceso.
según el orden de su duración: es evidente Pierde sus miternas por el camino, integra
que el mito cristiano sustenta durante un otros en algunos casos (como, por ejem­
milenio largo la sensibilidad, los valores y plo, en el de Prometeo que pierde mitemas
el discurso europeos. Ciertamente se me- para convertirse en Fausto...). Por último,
tamorfosea a merced de los le a d e r s h ip s es posible que lo mítico cambie por com­
políticos o etno-culturales de los pueblos pleto su piel mitológica a lo largo de este
europeos, pero guarda hasta nuestros días, ciclo: la disidencia con el mito asentado
casi sin cambios, grandes rasgos comunes. puede resultar demasiado aguda, su ironía
En el interior de este mitologema «impli­ y su duda demasiado patentes (como Gide
cante» general se injertan comentes y con­ en su Prométhée ), su rebelión demasiado
tracorrientes que vienen a tipificar, cada si­ indignada. En tal caso, lo mítico se rege­
glo aproximadamente, grandes imágenes: nera con frenesí remontándose a las fuen­
imagen mariana en los siglos xn y xm . tes de un mito que había quedado a la es-
imágenes de c ru c ifix ió n e n los siglos XIV y peia, en la sombra.
XV, estatura de Hércules en el Renacimien­
to, imágenes solares del clasicismo y de la
Aufklárung. imágenes prom eteicas, etc. Encantamiento y política
Pero lo que importa subrayar — y Sorokin
lo había detectado sin fundar su observa­ Este resurgimiento consciente de lo mí­
ción en procesos imaginarios— es que una tico — el deslumbramiento que provoca en
sociedad, en sus directrices pedagógicas, la psicología es, según Jung, ía señal que
en sus «clases dirigentes», pasa por las sís­ «muestra cuán profundo es el estremeci­
toles y las diástoles de una racionalización miento del alma general»— , este reencan­
institucional y. al revés, de una degrada­ tamiento que se ha hecho a menudo de
ción de esta racionalización por la que re­ manera dramática — por lo inesperado que
surgen las disidencias. No se trata exacta­ resultaba para nuestras asentadas sabidu­
mente de la oposición entre «id ea lislic» y rías positivistas— , ya no se hace hoy en
« sensato » de Sorokin, sino de la oposición día afortunadamente de manera salvaje.
entre fases de desencantamiento racionalis­ En la enorme subversión epistemológica
ta y reencamamicnto imaginario. que vive nuestro tiempo, son los científi-

164
EL .
EPISTEM ITOLOGlA
.taf -
eos [.ravcmfs] quienes defienden las póten­ D e ello resulta que toda sociedad, para
melas del mito. Ya no los simples políticos, «durar», debe ser un conjunto pluralista,
l- üí tampoco Rosenberg, Slreíchcr o Hitler. un «sistema» en el sentido en el que lo en­
- El mito del siglo xx ya no está en manos tiende la ciencia moderna: integra «‘'agen­
* de aprendices de brujo entregados a su yo tes decisorios'' de múltiples objetivos». La
' psicotico. Y si el político no puede produ- norma de «vida» (= duración) de una so­
: cir al científico, tal vez el científico tenga ciedad está en su grado de sinarquía.
" el deber de producir al político. El balance Por último, se puede señalar que una
de la ciencia del hombre, en la aurora del determinada reflexión sobre los bucles
famoso — ¡y'm ítieo!— año 2000, es de míticos que tejen la historia de una socie­
, una riqueza tal que permite sugerir con­ dad permite escapar a las ilusiones políti­
ductas, sacar conclusiones, si no lecciones, cas de las falsas oposiciones. Una «elec­
del movimiento complejo y lento de las ción social» no consiste en escoger unas
. sociedades y de su reflexión histórica. El instituciones dirigentes que participan,
1 científico por lo menos es capaz de dar pese a las aparentes oposiciones, del m is­
. «modelos» de sociedad. No indicaremos mo cesarismo. En nuestro días, los parti­
aquí más que algunas direcciones. darios políticos, míticamente miopes, tienen
En primer lugar, una sociedad no es un demasiada tendencia a preferir la elección
ser «vivo» que pueda basarse en el modelo ilusoria entre la satrapía de los mercaderes
de las viejas metáforas biológicas propias y la de los productores. Todo un clericato
de Ja antigua sociología. No parece estar está asentado para hacer aparecer oposi­
sujeta a las leyes de la entropía. Como lo ciones entre dos poderes que, en el fondo,
notaba Jung, toda cultura es una «.parada» participan aproximadamente del m ism o
creada por la mano del hombre: «lograda mito...
en una gran lucha contra las transforma­ En cuanto al científico, aislado ante el
ciones insensatas y las continuas meta­ objeto que estudia, con streñ id o a esta
morfosis de la naturaleza» (A speas du «conciencia del presente que le convierte
árame contemporaüi, p. 130). Entre ios en solitario» como escribía Jung en 192S,
seres vivos más primitivos, entre los más no puede jugar a Casandra o a Orfco can­
próximos a la dureza mineral (entre los tando a los Argonautas. Tiene al menos la
más «coriáceos», habría escrito Roger satisfacción de constatar que el estudio de
Bastide), entre los que han resistido a la la Bezauberung fundamental de toda so ­
entropía de los siglos, habría que buscar ciedad le desengaña de toda ilusión. En la
quizá un témino de comparación. Una so­ corriente general que dibuja la episteme
ciedad es una especie de madrépora que contemporánea, conserva la esperanza se­
persiste en su ser a pesar de y a causa del creta de estar reunido fraternalmente con
flujo y reflujo del océano mítico. Aparece todos los que, com o él, descubren este
como un atolón con sus arrecifes y sus la­ nuevo conocimiento...
gunas...
Con miras a ello una sociedad siempre
segrega mitemas, si no mitos de reequilibio Bibliografía
frente a los azares de la naturaleza y las
agresiones o penetraciones de los demás D urand . G., De ¡a mhocrítica al mitanáli­
conjuntos socioculturales. La «vida» — es sis, Anthropos. Barcelona, 1993.
decir, la duración de una sociedad que se
reconoce y se individualiza como tal— de­ Gilbert Durand
pende de estos reajustes míticos. (Lraduccíón de F e m a n d o P é r e z A lo n s o )

16 5
Estética*
Hay algo que se ha advertido en todo pro­ gurí da fase en la que coniinúan los cambios
ceso artístico y en toda hermenéutica del en un proceso esta vez invertido de la pri­
arte: unos momentos en que la expresión se mera fase, en la que la expresión se des­
acentúa geométricamente, formalizándose, monta, se descompone, hasta un cero nega­
para luego sufrir una desgeometrización, una tivo, en el que el proceso entero concluiría.
desformalización, un desordenamiento del
régimen anterior de estabilización geométri­
ca de la composición. Con una linea hori­ Expresión positiva, negativa y frontera
zontal de izquierda a derecha, representamos
la sucesión temporal de los cambios. Traza­ Esta frontera, en la que la primera fase,
mos una curva ascendente partiendo de un positiva y creciente de la expresión, cambia
momento en esta horizontal a la que vuelve de signo, signo decreciente y negativo, y
a descender. Los dos momentos a los que completa y concluye experimentalmeme la
nos referimos quedan inscriptos en esta fase. primera, se sitúa para nosotros en los mo­
T.a expresión asciende en un crecimiento mentos en que el impresionismo aparece a
de progresiva geometri zaciótt (el tiempo al continuación de los momentos finales del
que se identifica con el movimiento en la barroco. Son los momentos de retroceso en
vida inmovilizado en armarios como pri­ los que el artista en la historia occidental
siones espaciales geométricamente distri­ del arte, se apresura a volver al comienzo
buidas) para alcanzar equilibrios clásicos desde el cero positivo de la expresión, es
de inmovilización y pasar a un movimiento cuando se producen los movimientos de re­
contrario en el que el tiempo intenta desa­ tomo. el neo-clasicismo, el neo-impresio­
prisionarse del espacio, desformalizándosc nismo. cuando el expresionismo positivista
la composición. Son los momentos que ca­ del formalismo lógico de la mentalidad oc­
racterizan al barroco y cuyos finales, en la cidental no comprende la naturaleza de esta
interpretación histórica tradicional de occi­ necesidad de los cambios expresivos en se­
dente, suelen considerarse como de decai­ gunda fase que se anuncian como romanti­
miento artístico de la expresión, parece que cismo. impresionismo, naturalismo, movi­
la expresión se va a descomponer, se va á mientos fronterizos de desobjetivación esté­
perder, se va a acabar, se va a interrumpir, y tica hacia una progresiva salida a la vida en
para que no se interrumpa (ya que el artista subjetiva y conclusiva libertad.
cree que no debe interrumpirse la expresión Para el arte occidental no hay más que
artística), el artista vuelve a comenzar. El formas positivas de la expresión, un fun­
artista parece que se encuentra con una cionamiento binario de la expresión, que
frontera metafísica de la expresión, que (el encaja como en una fase única monofási­
artista en tradición occidental) no trata de camente, en esta primera fase de nuestra
traspasar ni de averiguar su verdadera natu­ Ley forzosamente bifásica de los cambios.
raleza. Esta frontera, este muro metafisico, W ólfflin ha caracterizado con su lista bi­
no es tal muro, sino el comienzo de una se- polar de conceptos los que convienen al

* Notai En el apunte que ofrecemos a continua­ por reacciones que, como el romanticismo impresio­
ción del gran escultor Jorge Oteiza, el autor diferen­ nista. desexpresan positivamente la expresión artísti­
cia entre una fase de espacia] ización geométrica del ca conduciéndola a su límite, cero o vacío de origen,
tiempo (vivido) — formulismo clásico— y otra fase que el escritor vascp simbolizará por el cromlech, los
de desformalización barroca y retemporalización de! Jardines de Kyoto y los vacíos creados en el Parie­
espacio (movilización). Pero ambas expresiones ar­ ron y en Las Meninas respecLivamctilc, accediendo
tísticas — la clásica y la barroca— resultan diluidas así a una liberación artística (A.O.O.).

166
ESTÉTICA

clasicismo y al barroco, en una sola fase, que


los neo-clasicismos, los renacimientos, repi­
ten en continuidad. En nuestro razonamiento
temario de la expresión, la bipolaridad no se
proyecta a las dos categorías positivas de la
expresión (especialismo geométrico de la in­
movilización de lo temporal en el clásico y
cspaeialismo geométrico de la desmoviliza­
ción de lo temporal en el barroco) sino que
afecta a los conceptos de expresión y de no
expresión (o de expresión positiva y negati­
va o de expresión y receptividad).
Hemos expresado gráficamente el creci­
miento y caída de la expresión y cómo en la
frontera del impresionismo, la curva vuelve
sobre sí misma en una espiral continua en
la que podemos representar los procesos en
continuidad de la historia en occidente o
bien consideramos que esta frontera se tras­
pasa. para encontrarnos con una segunda
fase en que la expresión creciente en prime­ Apolo (x. ¡va.C.)
ra fase se desmonta hasta un cero final y
negativo, en el que un proceso se completa
y concluye, y se interrumpe, se corta, la Experiencia personal
continuidad en la actividad artística. En
esta posibilidad, el arte ha elaborado algo Examino mi situación en los últim os
que debe pasar fuera del laboratorio del ar­ años. Compruebo que he trabajado en des­
tista a la vida de los demás. Completamos contar la expresión, en apagarla. El resul­
este esquema, anotando esta zona de la vida tado lógico era mi conclusión final. Exa­
a continuación del cero negativo. Nos en­ mino la situación en otros artistas con
contramos ante dos conceptos distintos de cuya experimentación había estado en re­
interpretación de la historia del arte, sobre lación la mía. Amplío mi análisis compa­
este esquema de una Ley bifásica de los rado a los otros lenguajes en arte y en lite­
cambios experimentales de la expresión. ratura. Me doy cuenLa de que a un largo
Sobre la representación de la espiral, de período de enriquecimiento objetivo de la
la historia en continuidad, podemos apar­ expresión había sucedido un progresivo si-
tar los procesos que en Europa se recono­ lenc i amiento general de la obra de arte
cen. Los ordenamos, cada vez observamos como objeto expresivo. Pero que el artista
que son más breves en el tiempo: 1. Miles y el crítico atribuían a un debilitamiento o
de años en lo "que abarcamos como Prehis­ fatiga del creador que se trataba de supe­
toria. 2. Cientos de años, Grecia. 3. Arte rar. Yo sentía personalmente un nuevo y
cristiano. 4. Renacimiento. 5. Neoclasicis­ desconocido sentimiento de liberación es­
mo y Romanticismo hasta Impresionismo piritual, m e sentía de nuevo en la vida,
finales del xix, la época que con Goya se como graduado desde el arte para partici­
puede perfectamente describir, y 6. el Arte par con los demás en tareas que yo había
contemporáneo, que a los 60 años de ha­ considerado hasta esos momentos, com o
ber recomenzado muestra síntomas ev i­ distintas al dominio del artista. M e refiero
dentes de que algo le sucede que le impide concretamente al comportamiento político
normalmente continuar. en la transformación de la vida y de la so­

167
ESTÉTICA i ETHOS Y LIBERTAD

ciedad, fundamentalmente en la transfor­ última etapa experimental, se me definie­


mación de las estructuras de la educación. ron concretamente en una Ley general de
Me encontraba en posesión de una nueva las mutaciones de la expresión en dos fa­
sensibilidad para la vida que debía al arte. ses de signo contrario, que abarcaban el
Y que el artista (me pareció comprender proceso entero derun periodo histórico del
cabalmente esta misión social del arte) de­ arte. Cumplida esta ley, el artista había
bía transmitir a los demás. Pero ei artista, cumplido con su trabajo interno, experi­
que se había ocupado de ir dcsalienando mental, dentro del Laboratorio del arte. El
todas las zonas oscuras de la realidad y de arte, pues, tenía que interrumpirse, tenía
la vida, había caído en la últim a de las que morir, para que una nueva sensibili­
enajenaciones, la del propio dominio del dad de hombre para la vida, pudiera nacer.
arte, del que se obstinaba en no salir.
Decidí poner en orden mi pensamiento
estético, hacer un balance de la vida inter­ Bibliografía
na y experimental del artista contemporá­
neo. Los conceptos en oposición expresiva O t e iz a , i., Quonsque tándem (Txertoa).
de ocupación formal del espacio y de de­
socupación, con los que había guiado mi Jorge Oteiza

Ethos y libertad
La configuración de un ethos en una los atributos con los que le han investido
modernidad que se percibe a sí m ism a el saber moderno, el poder disciplinario y
como «hermenéutica» exige un esfuerzo normal i zador y una determinada forma de
de interpretación y relectura creativa. Un moral orientada hacia el código.
esfuerzo cuyo esquema ha sido esbozado El estudio de la moral griega y helenís­
magistralmente por eí último Foucault1. tica, así como el estudio de algunas tecno­
Propiciar un tipo de relación del indivi­ logías del yo en cuyos rasgos se reconocen
duo consigo mismo que rechace y denun­ elementos persistentes en la moral moder­
cie la presunta universalidad de todo fun­ na, le conducen a Foucault a pensar en
damento, que evite asimismo que las re­ clave de una moral orientada hacia la ética
laciones de poder se solidifiq uen com o que no puede ni debe ser copia de la moral
condiciones estables de dominación, que pagana sino que ha de configurarse según
se constituya sin recurso a una verdad in­ criterios quizá todavía no expresables. Lo
terior dada de antemano al conocimiento y cierto es que Foucault no pretende ofrecer
a la experiencia y arraigada en una profun­ un programa acabado, un diseño comple­
didad íntima inaccesible, es lo que Fou­ to, sino mostrar la posibilidad — tal vez la
cault, en sus últimas intervenciones, consi­ necesidad— de orientar los esfuerzos de
dera trabajo urgente de la filosofía. Se trata pensamiento y acción hacia Ja constitución
de colocar de nuevo al sujeto en el centro de lo que él denomina estética de la exis­
de la reflexión, pero un sujeto liberado de tencia: «por toda una serie de razones, la

1 Véase Lanceros. P.: Avalares del hombre. El


pensamiento de M. Foucault, Universidad de Deusto.
Bilbao. 1996.

168
ETHOS Y LIBERTAD

^ idea de una moral com o obediencia a un reflexión sistemática sobre el sujeto como
L; código de reglas se halla ahora en vías de algo preexistente, previamente dado a su
desaparecer, ha desaparecido ya. Y a esta conducta, a la suma de sus acciones. De
ausencia de moral responde, debe respon­ hecho en la moral griega se respeta el ca­
dí- der, una búsqueda que es la de una estética rácter estrictamente individual de la con­
de la existencia». La afirmación de Fou- ducta: la elección del modo de vida es una
?;rcauít, sobriamente propositiva, encierra, cuestión personal y la elaboración, el tra­
■L sin embargo una toma de postura crítica bajo sobre la propia vida, se apoya en una
v--- frente a los intentos contemporáneos de serie de técnicas (techne tou biou, ars vi-
..encontrar el fundamento para una moral tae) que no tienen carácter normativo ni
Universal de carácter normativo. En la últi- aspiran a organizarse en forma de código.
- ma entrevista concedida antes de su muer­ El elem ento sobre el que, por lo tanto,
te se pronunciaba al respecto en los si­ descansa la moral antigua es el trabajo de
guientes términos: «La búsqueda de esti- s í sobre sí, la ascética elevada a la catego­
los de existencia tan diferentes unos de ría de matriz constitutiva del etilos, donde
~ otros como sea posible me parece uno de ethos implica relación de) individuo con­
los puntos gracias a los que la investiga­ sigo mismo, relación con los oLros y rela­
ción contemporánea se pudo inaugurar an­ ción con la verdad.
taño (en la Antigüedad) en grupos singula­ Lo que a Foucault le llama la atención
res. La búsqueda de una forma de mora! de la moral antigua, el único elemento de
que sea aceptable para lodos — en el senti­ la misma para con el que muestra una de­
do de que todos deban someterse a ella— cidida afinidad es precisamente este: «el
me parece catastrófica.» papel del trabajo de sí sobre sí, el papel de
Si tenemos en cuenta que la ética es un una estetización del sujeto moral». D e la
«modo de ser», la cuestión que se plantea afinidad para con tal principio, varias ve­
es eminentemente práctica. No se trata de ces expresada, nace la propuesta del últi­
investigar el qué, de proponer un funda- mo Foucault: basar la moral en la elección
memo que vuelva a legitimar un código (ni personal del individuo, entender el sujeto
aun «mínimo») sino de preguntarse al res­ como forma que cada uno debe elaborar,
pecto del cómo: «cómo ha de constituirse trabajar y constituir según criterios de esti­
el individuo en sujeto moral de sus propia; lo y a través de tecnologías (de las cuales,
acciones». El cómo introduce un índice de las utilizadas en la Grecia clásica tan sólo
variabilidad, de transformación posible y son un ejemplo). Este es, en esencia, el
de diversidad. Investigar el cómo conduce «programa» de una estética de la existen­
a encontrarse con la evidencia de que el cia, totalm en te ausente en socied ad es
fundamento es móvil y altamente transfor­ como las nuestras: «Lo que me sorprende
mable. Y preguntar por el cómo en rela­ es que en uuestra sociedad el arte tan sólo
ción a la constitución del individuo como tiene relación con los objetos y no con los
sujeto de sus acciones supone aceptar la individuos o con la vida, y también que el
variabilidad y la diversidad, pensar la ética arte sea un dominio especializado, el do­
como creación de y desde la libertad y pen­ minio de ciertos expertos que son los artis­
sar al sujeto como «su propia obra», como tas. Pero ¿no podría la vida de todo indivi­
obra de arte, duo ser una obra de arte? ¿Por qué un cua­
La reconstrucción de la moral greco- dro o una casa son objetos de arte pero no
helenística que Foucault acomete en El nuestra propia vida?»
uso de los placeres y La inquietud ¿le sí D e sp la z a r el arte (en ten d id o com o
muestra un Lipo de relación del hombre conjunto abierto y variable de técnicas de
consigo mismo que no se basa ni en la construcción y creación) del mero ámbito
universalidad de un fundamento ni en una de los objetos al de la vida y poner ese

169
KTHOS Y LIBERTAD

conjunta de técnicas en manos de cada Veamos brevemente estos tres puntos:


individuo para que él mismo produzca su
a) A juicio de Foucault tanLo el conoci­
propia forma de vida y gestione su propia
miento como la acción encuentran sus condi­
libertad es uru: apuesta que Foucault hace
ciones de desarrollo en sistemas de orden
no só lo desde la base de una moral (la
(epistémes, dispositivos) que son de parte a
griega) construida según estos m ism os
parle históricos. Tales sistemas organizan el
criterios, sino desde la reflexión sobre
espacio del saber y del poder (es decir, res­
uno de los textos fundadores de nuestra
ponden lácticamente a las preguntas ¿qué po­
m odernidad: el texto de Kant Was isf
demos saber? y ¿qué debemos hacer?) para
Aufklürungl En este pequeño texto, cuyo
un momento dado. Se sugieren, por lo tanto,
comentario acometió Foucault en más de
como condiciones históricas de realidad
una o c a sió n , se d e fin e la Ilustración
b) A partir de aquí la investigación no
com o «salida del hombre de su culpable
asume la forma sistemática a la que obliga
incapacidad», com o madurez (Miindig-
la pregunta por el fundamento (enLendido
keit) para tomar y asumir las propias de­
como substancia invariable o forma tras­
cisiones sin el recurso a la autoridad o al
cendental) sino la forma histórico-crítica
dogma. Pues bien, a ju icio de Foucault, la
que tiene por objeto la descripción de las
decisión más importante, tal vez la única
distintas experiencias, las distintas corre­
crucial, es la que afecta al estilo de vida
laciones entre dominios de saber, tipos de
de cada individuo, en el que se ven impli­
normatividad y formas de subjetividad. El
cadas las relaciones que mantiene consi­
propósito de esta forma de investigación
go mismo y con los otros. Asumir radi­
es mostrar que ni los límites del conoci­
calmente el principio rector de la moder­
miento, ni las divisiones normativas, ni las
nidad significa, desde esta perspectiva,
posiciones que el sujeto adquiere respon­
poner las condiciones para que el sujeto
den a un fundamento inconcuso o a ningu­
sea artista o artífice de su propio ethos. Y
na necesidad sino que tienen carácter de
si la modernidad se inauguró con un tra­
acontecimiento histórico.
bajo critico . es decir con una reflexión
c) El sujeto no es una invariante, una
sobre los lím ites del conocim iento y la
esencia fija, acabada e idéntica a sí misma
acción, la prosecución de la crítica con­
sino una forma constituida en y por las ex­
siste en seguir trabajando y reflexionando
periencias históricas. Hablar de sujeto es
sobre los límites, pero no con la intención
hablar de las complejas relaciones que, en
de legitimar su condición de estructuras
cada m o m en to , el individuo mantiene con­
trascendentales, dadas a priori y conse­
sigo mismo, con los otros y con la verdad.
cuentemente invariables, sino con el pro­
El sujeto se constituye en la experiencia y
p ósito de mostrar su historicidad — su
a través de prácticas y tecnologías (de sa­
contingencia— , con el propósito de hacer
ber, de poder, del yo).
posible la transgresión.
Lo más característico del pensamiento La propuesta de una estética de la exis­
foúcaultiano se halla discretamente conte­ tencia encuentra su posibilidad en este tri­
nido en esta relectura del texto kantiano, ple desplazamiento ya que, si los límites
relectura que implica: a) inmanentizar las del conocimiento y de la acción carecen
con d icion es trascendentales (pensarlas de refrendo trascendental, si no cabe aco­
como condiciones históricas, contingentes gerse (o someterse) al dictamen de ningún
y superables); b) sustituir el fundamento fundamento inconcuso, si. sobre todo, el
por la experiencia; y c) ubicar al sujeto en sujeto no nos viene dado «sólo cabe una
el espacio de la experiencia, no como nor­ consecuencia práctica: hemos de consti­
ma constituyente sino como forma incom­ tuirnos a nosotros mismos como una obra
pletamente constituida. de arte».

170
ETHOS Y LIBERTAD

La propuesta, por otra pane, aun cuando de posibilidades de la época ni son necesa­
apenas fue desarrollada por Foucault, hay rios ni son inmutables. Esto quiere decir que
que desligarla de cualquier tipo de esteti­ los límites impuestos se evidencian como
cismo fatuo e inconsciente: la elección per­ otros tantos lugares de transgresión posible,
sonal de la propia forma de vida, que se si­ que han de ser pensados en profundidad te­
túa a la base de la estética de la existencia, niendo en cuenta su radical contingencia.
no se produce en un espacio vacío sino en Lo que la experiencia histórica muestra es
un ámbito de experiencia que genera un di­ precisamente la variabilidad de los límites,
seño en el que algunas elecciones son posi­ la mutabilidad de los fundamentos. La elec­
bles y otras no lo son en absoluto. ción de estilo (la estética de la existencia, el
Los griegos pretendían dar un estilo a su hecho de que el individuo asuma el trabajo
vida, utilizaban técnicas para estilizar su de constituirse en sujeto y definir su propia
conducta, realizaban un constante trabajo conducta) debe cuestionar la experiencia
sobre sí mismos y una constante reflexión que constituye — siempre con presunta legi­
sobre ese mismo trabajo, que implicaba a timidad— el actual sistema de relaciones:
los otros y a la verdad: su ética era funda­ «D ebem os cam biar totalm ente nuestro
mentalmente estética del yo. Pero la cons­ modo de ser, nuestra relación con los otros,
titución del individuo como sujeto, la elec­ con las cosas, con la eternidad, con D ios
ción del estilo, se realizaba en un marco etc., y se producirá una verdadera revolu­
regido por principios y cercado por límites ción bajo las condiciones de ese cambio ra­
que se imponían como condiciones: prin­ dical de nuestra experiencia.» En este senti­
cipios y límites que, aun no siendo eter­ do, la moral del estilo no es el retiro solipsista
nos, no son tampoco cambiables a volun­ a una individualidad aislada y autosuficiente.
tad; principios y límites, por otra parte, Tiene, por el contrario, dimensiones Lamo
que no se dan completamente a la con­ epistemológicas como políticas. Desde esta
ciencia, no se entregan a la reflexión, perspectiva, el individuo no puede cambiar
puesto que constituyen lo impensado del su «modo de ser» sin cambiar simultánea­
pensamiento. mente las relaciones consigo mismo, las re­
Una estética de la existencia propicia laciones con los oíros y las relaciones con la
las elecciones personales, invita a conside­ verdad.
rar la propia vida como obra de arte, pro­ En cuanto modelo de experimentación
pone una ética del estilo: pero sabe que el la estética de la existencia propone som e­
estilo, lo que, en definitiva, da coherencia ter a prueba tanto los límites impuestos a
a la obra, se halla posibilitado y limitado la experiencia como la propia condición
por dominios de saber y construcciones de sujeto que dichos límites confieren. La
normativas que constituyen al individuo «crítica permanente de nuestra época his­
como sujeto/objeto de determinados cono­ tórica (...) y de nuestro propio yo» se pre­
cimientos y poderes. La elección es posi­ senta sim ultáneam ente com o d esp laza­
ble, pero sobre el fondo del sistema, del miento de los límites y prácticas del yo.
«juego de verdad» y de los dispositivos de Ya hem os m encionado anteriormente la
poder- importancia del criterio práctico-, el ethos
Esta constatación convierte a la estética es una práctica, la libertad es esencialmen­
de la existencia en un modelo cuyas fun­ te práctica, el sujeto, finalmente, ha de ser
damentales características son la crítica y objeto de ocupación, de trabajo, no ha de
la experimen faetón. ser solamente interpretado sino configura­
En cuanto modelo critico, encuentra su do según elecciones personales y criterios
base en el hecho de que los dominios de sa­ de estilo.
ber y los dispositivos de poder que condi­ En el centro de la estética de la existen­
cionan la experiencia y diseñan el margen cia se sitúa la preocupación por la libertad.

171
ETHOS y LIBERTAD

Su cometido es «lanzar tan lejos y tan lar­ reflexión, práctica y actitud. Y el objeto so­
gamente como sea posible el trabajo inde­ bre el que la reflexión, la práctica y la acti­
finido de la libertad». El vínculo que entre tud se aplican es, en cada momento, el suje­
ética y libertad se establece no opone, sin to: nosotros mismos en tanto que seres his­
embargo, un código normativo a un dere­ tóricam ente determ inados en parle por
cho fundamental, es decir, el objetivo de relaciones de poder-saber pero, a la vez,
la ética no es estudiar lo que la libertad es susceptibles de transformación, capaces de
en su esencia, establecer sus límites y defi­ franquear los límites que nos constituyen
nirla como derecho. La ética, por el con­ por m edio de un trabajo sobre nosotros
trario, es la reflexión de la libertad enten­ mismos, un ejercicio práctico-crítico, una
dida como práctica. «¿Qué es la ética sino estética de la existencia. Del sujeto, efecti­
práctica de la libertad, la práctica reflexio­ vamente, no se puede decir que es sino ubi­
nada de la libertad?» cándolo en el marco moral, epistémico y
Con relación a la ética, la libertad es político en el que se constituye según unos
condición y objeto, pues «la libertad es la límites contingentes que, en su contingen­
condición ontológica de la ética. Y fa éti­ cia, enuncian su transformabilidad y, por
ca es la forma reflexionada que toma la li­ ende, la transformabilidad del sujeto mis­
bertad». mo. En expresión, aparentemente paradóji­
Es posible que no se pueda avanzar mu­ ca de Ortiz-Osés: «yo soy el que (aún) no
cho más. El inacabamiento forzado de la soy»2. Se entiende así que la concepción
obra de Foucault, el hecho de que su muer­ foucaultiana del pensamiento y la filosofía
te interrumpiese el trabajo justo en el mo­ excluya el refugio de la identidad y preven­
mento en el que el filósofo francés se ocu­ ga frente a la trampa del fundamento; des­
paba de orientar la totalidad de su pensa­ prenderse de sí mismo es el ejercicio prácti­
miento hacia la formulación de una estética co-crítico que erosiona los límites y despla­
de la existencia, nos obliga a construir so­ za el fundamento.
bre hipótesis cuya demostración es difícil, No es extraño, teniendo en cuenta lo an­
La obra de Foucault no se cierra sobre sí teriormente dicho, que el pensamiento de
misma, no adquiere — tal vez nunca lo pre­ Foucault acabara derivando hacia un ethos,
tendió— la forma cerrada del sistema. Se entendido com o conjunción de actitud y
insinúa por el contrario una apertura, una ejercicio: modo de relación con respecto a
brecha en la que es posible seguir pensan­ la actualidad, elección voluntaria de una
do; con Un objetivo: construir la libertad. forma de ser o tipo de relación con uno mis­
Que la libertad sea objeto de una cons­ mo, con los otros y con la verdad. Ese ethos
trucción es algo que, en cierta medida, filosófico, que «consiste en una crítica de lo
contrasta poderosamente con buena parte que decimos, pensamos y hacemos, a través
del pensamiento establecido que sirve de de una ontología histórica de nosotros mis­
base tanto a las opiniones, como a la ac­ mos», se caracteriza por dos actitudes fun­
ción individual y colectiva en nuestra damentales: actitud-límite y actitud experi­
modernidad tardía. Desde la Revolución mental.
Francesa — cuando m enos— la libertad La primera de ellas, la actitud-límite,
cuenta como derecho, como algo que, en implica una relación de análisis crítico con
cualquier caso, se tiene o no se tiene, se los límites que nos constituyen. Se trata de
pierde o se conquista. La libertad, sin em­ saber qué parte singular, contingente y ar­
bargo, es un proceso complejo, suma de bitraria hay en todo lo que nos ha sido le-

: Ortiz-O&és. A.: Aietafixtea del sentido. Univer­


sidad de D¿usio. Bilbao, 1936. p. 103.
ETHOS Y LIBERTAD

legado como universal, necesario y obligato- der, cómo nos hemos constituido en suje­
p ripf «se trata, en suma, de transformar la tos morales de nuestras propias acciones.
|í- critica ejercida en la forma de la limitación Tal ontología de nosotros mismos no ha de
^necesaria en una crítica práctica que asuma ser, sin embargo, considerada como «una
p ía forma de la transgresión posible». Para teoría, una doctrina o un cuerpo permanen­
S^ello es preciso emprender un análisis, no de te de saber»; hay que concebirla «como un
| : estructuras formales con valor universal, ethos, una vida filosófica en la que la críti­
Mi sino de los conjuntos históricos que nos han ca de lo que somos es a la vez análisis his­
L; conducido a reconocemos como sujetos de tórico de los límites que nos son impuestos
. nuestros pensamientos / acciones. Lo que y examen de su transgresión posible».
, Tse busca, lejos de asegurar la legitimidad y Para esta filosofía entendida como ethos,
rija pretensión universalista de cualquier fun- la libertad es simultáneamente condición y
> damento, es «tratar los discursos que articu- objetivo, es, además su única garantía: «La
lan lo que pensamos, decimos y hacemos, garantía de la libertad es la libertad misma.»
cómo acontecimientos históricos». Para esta filosofía entendida como ethos el
.... A través de tal análisis debe evidenciar- presente es contingencia que nos configura y
; se la contingencia que nos hace ser lo que posibilidad de transgresión. Otro autor lo
ri somos y, a partir de ella, la posibilidad de confirma: «Poseemos, en efecLo, un sólo mo­
no ser, hacer o pensar lo que somos, pen­ delo prácticamente de vida (y muerte): ello es
samos y hacemos. un error. Se trataría empero no de erradicar
La segunda actitud, la actitud experi­ dicho error so pena de inanición, sino de am­
mental. pretende complementar la crítica pliarlo en una ¿rrancia de errores (proyectos-
- de los límites con un trabajo de transfor­ proyecciones, lenguajes, hermeneusís) que
mación práctica, precisa y constante de la nos posibiliten el poder errar más allá de un
contingencia que nos constituye, a través error convertido en única verdad3.» Para esta
de «un examen histórico-crítico de los lí­ filosofía, finalmente, el trabajo «ascético» del
mites que podemos transgredir y de un individuo sobre sí mismo — que transforma
trabajo sobre nosotros m ism os en tanto sus relaciones con los otros y con la verdad—
que seres libres». D e hecho, el propio es un ejercicio de libertad que transgrede los
ejercicio de transgresión que busca exten­ límites de la contingencia, un ejercicio prác­
der lo posible más allá de lo presuntamen­ tico-crítico por el que el sujeto se desprende
te necesario se entiende como ejercicio de de sí, convencido de que «hay más secretos,
libertad, más libertades p o s ib le s y más in v e n c io n e s
El trabajo de Foucault comienza por el en nuestro futuro de las que podemos imagi­
estudio de los dominios o ejes en los que el nar» en el presente que nos informa.
sujeto se constituye: el poder, el saber y la Nostálgica de universalismos, guardiana
ética, o, dicho de otra forma, las relaciones de fundamentos, celosa de norma ti vida-
con los otros, con la verdad y con uno mis­ des, cierta filosofía jamás podrá aceptar el
mo; entiende que en todos esos dominios ethos sobre el que se alza la hermenéutica
se ejercen prácticas de dominación y prác­ de Foucault. M ucho es, sin embargo, lo
ticas de libertad. El estudio de tales prácti­ que este último asume como tarea: «el tra­
cas — la ontología histórica de nosotros bajo permanente sobre nuestros límites, es
m ism os— nos indica cóm o nos hemos decir, una labor paciente que dé forma a
constituido en sujetos de nuestro conoci­ nuestra impaciencia por la libertad».
miento, cómo nos hemos constituido en su­
jetos que ejercen y sufren relaciones de po­5 Patxi Lanceros

5 Ortiz-Osés, A.: np. cíe, p. 172.

173
Etica
Véase ai respecto Epidosis: Hermenéu­ vidad, redefiniendo lo ético como aquello
tica de i ü '-'íü (ai final del Diccionario), que conduce a ¡a compleccion y a la inte­
donde ofrecemos el último capítulo de la gración.
obra ejemplar de Erich Neumann, Psicolo­ En el Círculo de Eranos al que perte­
gía profunda y nueva ética. En ella, el nece Erich Neumann. la «voz del alma»
gran discípulo de C.G. Jung y miembro se sitúa entre el espíritu puro y el cuer­
del Círculo Eranos propugna una especie po material, entre la conciencia desen­
de ética impíicativa. basada en la «voz del carnada y el inconsciente a modo de in­
alma» procedente del inconsciente colecti­ dividuación o personalización del Alma
vo y su arquetipo logia malrial-creativa, y del mundo en el hombre singular. De
no clásicamente en la voz egoica de una donde una ética de tipo socrático audi-
conciencia procedente del super-yo (con­ tora del daimon com o instancia interior
ciencia colectiva) y su tipología patriarcal- propia del Sí-m ism o (Selbst, Ipse, Self).
heroica (uesimplicativa). La divisa de esta (A.O ,O .). V éase Epidosis de Erich Neu­
nueva ética radica en la implicación del mann
mal y la asunción de la sombra y la negati-

Etica del mal


Bonum es diffusi vu m, cómo en nuestro clasicismo lo trágico es
sed mal um est diffusum.1 expulsado al fondo cósmico oscuro de la
maler-materia.
El bien se hace así trascendental al mal
1. Etica del bien inmanente, Todavía en ciertos textos clási­
cos, com o en Sócrates-PlaLón, se piensan
Toda ética clásica es una ética del bien: las realidades fundamentales — como es el
del bien contra el mal, del héroe frente al caso del amor— dialécticamente, de modo
dragón, de lo formal frente a lo material que en el Simposio «eros» es una realidad
(informe). El triunfo está reasegurado por intermedia, mitad divina y mitad demóni-
cuanto el mal se define como déficit acci­ ca, positiva y negativa, buena y mala. Pero
dental del bien, el cual posee un superávit en las encrucijadas de nuestra cultura, la
sustancial por cuanto se identifica con el prepotencia y preminencia del bien sobre
mismo ser (esse datforma reí). el mal queda fijada, como ocurre en Plu­
En esta nuestra ética oficial se parte del tarco cu yo E rotikós o A m atorias (D el
bien, porque sólo se toma en serio el bien: amor) declara al amor divino y ya no de-
ética del deber y no del poder ser, ética de mónico.
la felicidad y del consumo del bien/bienes, Frente a esta ética de la consunción del
ética positiva o heroica, ética formal. El bien proponemos la ética de la asunción
mal y lo malo — kakía, cacan— pertenece del mal, de acuerdo al lema romántico-
aquí a lo material deforme: al Caco, que barroco: asumendo, sed non consumendó.
era un demonio o monstruo informe, re­ La divisa de esta nueva ética basada en el
presentante de lo negativo como defectuo­ amor de los contrarios, y no en su con­
so (cacos, malus). Ya O. Spengler entrevió frontación adialéctica, estaría formula-

174
ÉTICA DHL M A L

da cuasi gnósticamente por C.G. Jung y el mal ya no/aún no forma parte de lo con­
dice así: sagrado o santificado por el hombre. Habría
que distinguir entonces entre la ética como
Dios es el/Io uno y el/lo otro. urdimbre (implicativa) y la ética como es­
tructura (explicativa): la segunda existe y es
la ética del bien, la primera resiste y es la
2. Etica del mal ética del mal. Mientras que a la ética del
bien le corresponde un Dios-explicación, a
Tras la boyante ética clásica del bien pre­ la ética del mal le correspondería un Dios
cisamos posclásicamente una ética del mal: implicado, agua al cuello, y todo en todos.
puerto que si el bien es difusivo (se difun­
de). el mal está difuso (difundido) — ubi­
cuamente— . Si en la ética clásica se parte 3. El m al en Eranos
del bien para no llegar nunca a tocar el mal,
en esta nueva ética partimos del mal para En el prestigioso Círculo de Eranos ha
poder arribar al bien. Pues el bien desimpli­ sido el judeoalemán Erich Neumann quien
cado del mal es un bien abstracto o formal, ha planteado la necesidad de una nueva
cuya implicación sólo puede provenir de su ética frente a la vieja ética.
contactación con el mal. Se trata entonces
de tomar en serio al mal, el cual no es un
mero accidente o privación del bien, sino la
acc iden ración misma de lo real.
F.1 mal es así ontoldgico o radical: siempre
estará con nosotros. Seríamos más auténti­
cos y humildes (de humus) si, teniendo en
cuenta y relación la realidad del mal, redefi-
niéramos el bien como privación del mal. A
partir de aquí prodríamos fundar una ética
del mal (menor), la cual encontraría su para­
lelo en una antropología y psicología del
¡menos mal! Hay que partir de abajo y no de
arriba, hay que asumir nuestra sombra, co­
bardía y desgracia — todo ello significa ca­
cos— frente al fatuo heroísmo cscapista de
nuestra ética épica: pues el auténtico ethos
(carácter) está en implicar el. ethos (destino).
Se trataría entonces de resimbolizar el
mal para su previsión o, al menos, precau­
ción y exorcismo. Pero resimbolízar el mal
es recuperar tXfatum: lo fatal o fatídico. El
simbolismo radical da que pensar, como
dice Ricoeur, pero da que pensar mal fren­
te a los bienpensantes que sólo piensan
(en) bien. Y, sin embargo, el dragón somos Mientras que la vieja ética niega lo nega­
nosotros mismos y nuestro envés, la impu­ tivo en nombre de la positiva voz de una
ra energética que subyacc al bien como conciencia inflada (super-yo), la nueva ética
formalización pura, purista y puritana. propicia el encuentro con la propia sombra
El bien y el mal, Dios y el diablo, forman denegada (y proyectada en el otro), así
parte de lo sagrado, santo o numinoso, pero como la asunción del mal en nombre de la

175
ÉTICA DEL MAL

voz del alma o voz interior (daimon) pro­ carlo y abrirlo, así como que el mal comii- -
cedente del inconsciente colectivo y de su ñique con el bien para su com plicación.
arquetipología integradora (el Selbst o Sí- La mutua desim plicación de bien y mal
-m ism o). Los clásicos valores absolutos aparece entonces como el pecado metafísi-
proceden de su des-ligación abstracta, así co, tal y com o'lo expone la Cábala espa- :
com o de la represión/opresión psicosocial ñola clásica. Pues en su mutua implicación
de lo negativo renegado, que al denegarse, el bien se difunde o explica (bonum dijfu-
queda paradójicamente reforzado por cuan­ sivum, explicativum), y el mal se implica o
to inasimilado. impande (malum implicatum).
< La aceptación del mal es el comienzo de Curiosamente el bien comparece siem­
toda sabiduría, ya que se parte de la ncga- pre como explicativo (logos), pero su ex­
tívidad tratando de asimilarla, reelaborarla plicación arriba al límite inexplicable deí
y transustanciarla. El autor preconiza la mal (myihos, pathos). Implicar este límite
alianza de Fausto con M efisto y las Ma­ del mal es ahora implicar la implicación,
dres, así pues un pacto con el diablo; pero en donde el mal funge intrigantemente
no en el nombre de aquél ni en el de éstos, com o implicado de toda expUcalió. Esta
sino en el de un principio intermedio e in- coimplicidad cuasi destinal (fatídica) que
temiediador —-daimónico— que, a mi en­ el mal códice, debe hacernos tomar con­
tender, recupera la ambivalencia de los ciencia crítica de nuestra desimplicación:
contrarios y su remediación simbólica. pues que, según lo dicho, la desimplica­
Remediación simbólica: porque no hay ción es el gran mal o malo, el mal maléfi­
remedio o sutura real capaz de cerrar la fi­ co, el mal inimplicado y, por tanto, inex­
sura entre los contrarios, la cual no puede plicado. El mal implicado bien puede en­
superarse definitivamente sino supurarse contrar su ex p lica ció n o sentido en su
(el sentido com o cataplasma simbólica). junción o sutura simbólica en el Uno/Todo
Accediendo a la mística judía del Jasidis- reasuntor.
mo, Erich Neumann nos ha legado un és- Si el bien dice explicación, el mal dice
tremecedor dictum que hay que interpretar implicación — a implicar— . Y la implica­
en este horizonte del sentido simbólico: ción a implicar es lo demónico. Sólo en
una m entalidad rom ántico-barroca que
Ama tu propio mal (Böses) como a ti
arriba a M iguel Angel, Bach, Jung y Era­
[mismo,
nos desde el trasfondo de nuestra cultura,
pues tal como lo amas lo amo yo, dice
cube incluir el mal com o retranca (retor-
[Yahvé,
queo) del bien. Pues mientras que el sím­
De la lucha contra el mal hemos pasado bolo de Oriente es el círculo — ía indefi­
aquí a su asunción, integración y amor — un nida recirculación de los contrarios— y
eco de la máxima evangélica sobre el amor el de Occidente el cuadrado — la definida
al enemigo— . Algo nunca explicable en explicación de los contrarios— , el arque­
una ética del bien, pero implicable en una tipo del romanticismo barroco es el labe­
ética del mal.4 rinto com o m ediación de los opuestos,
cuadratura del círculo y junción de vida
(Ariadna) y muerte (Minotauro). En el la­
4. M al que bien berinto com o accidentación y confinitud
de !o divino e infinito cabe pensar el bien
Bien y mal no son sustancias sino rela­ y el mal coím plicem ente (dualécticamen-
ciones —-bueno y malo— , cuyo correlato Le) — mal que bien— , es decir, bien y mal
es la realidad y nosotros sus (co)relatores. (y no bien o mal, com o interpreta clásica­
Así, bien y mal se co-dicen: la clave está mente el Diccionario de la Real Acade­
en que el bien apalabre al mal para expli- mia).

176
ÉTICA DEL MAL 1 EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

^Bibliografía mínima N e ü M ANN,Ericll, Vieja y Nueva E tica ,


A n thropos, B arcelon a (en prepara­
J u n g , C.G., Nietzsche''s Zarathustra, Prin- ción).
p cetoa Univ. Pres 1988. Sobre el Círculo de Eranos, véase: Revista
K e r é n y i , K ., N eum ann , E ., S cholem , G ., Anthropos (n.° 153) y Suplemento Anthro­
H illm an , J., (Círculo Eranos I), Arque- pos (a? 42).
ìi- ^ tipos y símbolos colectivos, Anthropos,
( í . Barcelona 1994. Andrés Ortiz-Osés

Explicación y comprensión
A caballo entre los siglos Xíx y xx, la cionista. con Cpmte en Francia y Spencer
cultura germana vivió un apasionante de- en Inglaterra a la cabeza, y el historicismo
i bate doctrinal: la polémica sobre el estatu­ alemán, pendulando éste entre la erudición
to científico-metodológico de las ciencias positivista y el transcendentalismo de ma­
histórico-sociales. Eu el debate participa- triz kantiana, c) Los esfuerzos del pensa­
ron no sólo conspicuos representan les de miento sociológico alemán de la época en
la filosofía del momento: tales, los neo- pro de un método autónomo respecto a la
r kantianos W. Windelband y H. Rickert. el historia y a la filosofía, método que, rei­
. historicista W. Dillhey, o el fenomenólogo vindicando la especificidad de la materia y
E. Husserl sino también economistas de la procedimiento del nuevo saber, no cayera
talla de G. Schmoller y C. Menger. El pro­ en las redes del naturalismo y del evolu­
blema sometido a debate fue el de la vali­ cionism o de franceses e ingleses. En el
dez del historicismo, como método ade­ precedente cruce de teorías M. Weber se
cuado para la construcción de las ciencias enfrenra con el problema del estatuto cien­
culturales. La reflexión del momento cen­ tífico-metodológico de la sociología. Y su
tró sus esfuerzos en el sector de la leona de respuesta al problema responde, a una in­
la ciencia y ello a causa del creciente influ­ tención muy concreta: fijar el estatuto de
jo sobre la investigación académica del la sociología como ciencia, acotando por
método científico-natural, que tan brillan- una parte, tanto sus relaciones con las es­
les éxitos cosechaba por entonces. La po­ tructuras del m étodo científico-natural
lémica enfrentó, ayer como hoy, a los par­ como con los saberes histórico-oilturales
tidarios de una metodología empírico-cien­ y, por otra, afirmando no sólo su autono­
tífica y a los defensores de una reflexión mía y especificidad respecto a la filosofía
humanista-transcendental, más o menos y a la historia sino también, convirtiendo a
adscrita a la tradición idealista germana. ambos saberes en ciencias instrumentales
En los planteamientos de Weber con­ en la construcción de la sociología. Tal
vergen factores de inuy diversa proceden­ respuesta muestra una preocupación bási­
cia: a) El debate sobre el historicismo ca en Weber: la vinculación de las cien­
económico iniciado por Menger en 1S83 y cias sociales a la antropología, es decir, la
en el que se analizaron las constantes, que conveniencia de reafirmar sil carácter his­
regulan las formas históricas del desarro­ tórico-cultural. sin renunciar a que el nue­
llo productivo, b) La diversifición de la in­ vo saber sea construido según los cánones
vestigación socio-culLurai en dos orienta­ del ideal moderno de ciencia. Maridar am­
ciones básicas: la tradición físico-evolu­ bas posiciones es el secreto de los éxitos.

177
-E X P LIC A C IÓ N Y COMPRENSIÓN

pero también de las ambigüedades de la científico-causal y descarta la intuitivo-vj-


sociología comprensivo-explicativa (Vers- vene i al a causa del componente .subjeti­
tehende-erklärende Soziologie) weberiana. vo, que ésta conlleva. La vía psicológica
De lo que la sociología se ocupa es de la (Simmel) se presta a tergiversaciones y la
«acción social» (Soziales Handeln). Se tra­ mejor manera de captar el sentido de una
ta frente a naturalistas y formalistas, de no acción es la manifestación objetiva de la
marginar al hombre y de descubrir el senti­ misma, comprobable por vía empírica y
do que él, en calidad de protagonista del explicable con metodología causal. La vía
mundo social, confiere a sus comporta­ psicológica, a través de la empatia o la re­
mientos. Para ello Weber combina dos me­ vivencia (Nacherleben) permiten percibir
todologías de larga tradición en la episte­ el sentido de las acciones. Pero necesitan
mología contemporánea: explicar (Erklä­ una revalidación científica de la verdad,
ren) y comprender (Verstehen). Filólogos, revalidación a obtener mediante el control
Leólogos. filósofos e historiadores de la em pírico y la fijación de las relaciones
talla de Schleiermacher, Droysen, Rickert causales, que explican un hecho social.
o Dilthey, habían elaborado una teoría de­ La cornplementaridad entre comprensión
tallada de la comprensión, como méLodo y explicación descubre la racionalidad de la
peculiar de las ciencias histórico-cultura- acción social en relación al valor que un
les. El uso que Weber hace de la compren­ «tipo ideal» expresa. Weber, como es sabi­
sión hermenéutica se distancia del alcance do, baraja una doble racionalidad: la «ra­
que le conferían teólogos o filósofos, por cionalidad con arreglo a fines» (Zwcckra-
el lastre de subjetivismo que viciaba sus tionalitát) y la «racionalidad conforme a
doctrinas. De ahí el esfuerzo weberiano valores» (Wertrationalitát). La primera tiene
por combinar explicación científica y com­ poco que ver con la «causa final» o «teolo­
prensión hermenéutica. Si la «explicación gía» de que hablaba Aristóteles. Es razón
causal», incapaz para descubrir el sentido estratégica o instrumental y versa sobre la
subjetivo de las acciones humanas, se que­ adecuación entre medios empleados y fi­
da en la mera objetividad de las mismas, nes perseguidos. Con ella se sopesan con­
la comprensión, destinada a percibir aquel secuencias previsibles, medios eficaces y
sentido, arriesga naufragar en psicologis- resultados posibles. De ella forman parte
mos e irracionalismos. D e ahí la decisión la explicación causal y la metodología no-
de Weber a favor de la cornplementaridad m ológica. F.1 tipo de saber que genera
de ambos métodos, frente a los dualismos cumple los requisitos del ideal moderno de
epistemológicos de Dilthey o de los neo- ciencia. La otra, la «racionalidad confor­
kantianos. Comprender en sociología con­ me a valores», presenta afinidades con la
siste en descubrir el sentido puesto por un razón teleológica de que habla la tradición
sujeto en su acción social. Si bien tal com­ y su campo propio es la cultura: ética, dere­
prensión puede obtenerse de diferentes cho, religión... Este tipo de razón se corres­
modos, el que detenta e l primado es la ponde con las convicciones y decisiones
comprensión por explicación, que se ob­ del sujeto y con sus preferencias ideológi­
tiene mediante el procedimiento causai- cas. En ella carecen de peso los resultados
cxplicativo. De ahí que la sociología sea o éxitos de una conducta y su correlato
una ciencia com prensivo-explicativa. La práctico es la «ética de convicciones». Al
opción de Weber a favor de la compren­ caer bajo el ámbito de lo que la libertad
sión por explicación descarta otras vías elige o la decisión prefiere, es racionalidad
hermenéuticas, tales la comprensión psi­ con lógica propia y difícilmente reducible
cológica centrada en la «empatia» (Ein­ a ciencia objetiva. Sobre ella, por tanto, no
fühlung) o en la «vivencia» (Erlebnis). Es versa la ciencia social, a tenor del postula­
decir, W eber opta por la com prensión do de la neutralidad axiológica, sino la fi-

178
EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

liisot’ía en sus diversas disciplinas prácti­ carecen de alcance metafísíco o ético. Se


cas. La sociología se interesa por la «ra­ reducen a meros instrumentos heurísticos,
cionalidad conforme a fines», que campea al servicio de la epistemología social, des­
en el mundo social, donde proliferan las tinados a encuadrar la materia social en un
estrategias y los sentidos de la acción en horizonte herm enéutico. El «tipo ideal»
correspondencia con el politeísmo axioló­ sirve para seleccionar materiales en fun­
gico imperante, Descubrir aquella raciona­ ción de un determinado interés, es decir,
lidad y este sentido es la tarea de la socio­ en orden a relacionar hechos con el valor
logía comprensivo-explicativa. El camino expresado por el «tipo ideal». El enunciado
a seguir no es la subjetividad, tal como el científico posibilitado por el «tipo ideal» se
psícologisino proponía, sino la objetividad asemeja al «juicio sintético a priori» kan­
de unos hechos puestos en relación con los tiano, puesto que. al subsumir el fenómeno
valores, que los «tipos ideales» expresan. empírico en el concepta general, permite
Y aunque el sentido de la acción social sea ir más allá de una metodología empírico-
puesto por el sujeto que la ejecuta, la vía positivista, haciendo posible que los he­
para descubrirlo es la objetividad en la que chos sean subsumidos en una categoría de
la acción se sedimenta en rasgos nomoló- la razón, la cual, por una parte, tiene como
gieos y no la subjetividad del agente. La campo de enjuiciamiento el mundo de la
vida social adopta la forma de juego en el vida social y, por otra, dota al conocimien­
que las diferentes «razones conforme a fi­ to de una estructura ideal, de modo que
nes» compiten con sus propias estrategias. aquella vida muestre la verdad, que posee
El resultado es un mundo competitivo, en en relación al valor que el «tipo ideal» re­
el que valores y razones colisionan y pug­ presenta. Este se convierte, por ello, en la
nan en una incruenta «lucha entre los dio­ clave del método histórico-individualizan-
ses». Para dar cuenta de ello Weber recurre te, ya que permite percibir la realidad his­
a un eficaz entramado categorial, cuyos tórico-social en lo que tiene de hecho dife­
pivotes más relevantes son la doctrina de rencial y de singularidad intransferible. La
los «tipos ideales» y el concepto de «rela­ sociología no se adscribe en consecuencia
ción de valor» o «referencia a un valor» a las ciencias de la naturaleza, cuyo dis­
(Wertbeziehtmg). curso consta de enunciados nom ológicos.
La construcción de la ciencia social se sino a las cien cia s histérico-culturales,
lleva a cabo mediante categorías tales cuyo término de referencia son valores. La
como los conceptos de feudalismo, capita­ contribución herm en éu tica del « id eal-
lismo, socialismo, etc., que permiten sub- tipo» consiste en aportar un horizonte in­
sumir los datos sociológicos en juicios de terpretativo, en el que es posible construir
alcance universal. Estas categorías son de­ la configuración de un fenómeno en su in­
nominadas por M. Weber «tipos ideales» dividualidad histórica mediante la unifica­
y su función consiste en posibilitar la orga­ ción selectiva de las peculiaridades que lo
nización del mundo social, de su yo caóti­ individualizan respecto a otros hechos so-
co, en torno a ideas que permitan captar el cioculturales. El encuadre interpretativo
sentido y alcance de la acción humana. El obtenido con tal proceder constituye una
tipo ideal por consiguiente; es una catego­ unidad o nexo lógico-epistem ológico en el
ría-marco, elaborada a partir de la empiria que son subsumibles y comparables aque­
histórico-social mediante un procedimien­ llos fenómenos sociales, que comparten en
to de abstracción/concreción, en el que se mayor o menor medida las características
prescinde de determinados rasgos de un englobadas en el «ideal-tipo». Con éste,
fenómeno y se acentúan, por el contrario, com o herramienta heurística, la razón se
aquellos aspectos que proporcionan un encuentra en condiciones de interpretar el
concepto homogéneo. Los «tipos ideales» sentido de la acción social en un saber de­

179
EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

nominado «sociología comprensiva». El triaca. En contraste con los «juicios de va­


cometido de tal saber consiste en fijar el lor», que implican valoraciones sobre he­
sentido de una conducta refiriéndola a ti­ chos, la «referencia a un valor» carece de
pos ideales de comportamiento en relación toda connotación estimativa. La sociología
a los cuales se determina la racionalidad está construida con enunciados que expre­
de la misma. El objeto o materia específi­ san «relaciones con valores» y no «juicios
ca del análisis sociológico es la relación de valor». Ello diferencia la posición de
de una acción respecto al tipo ideal de W eber tanto del h istoricism o germano
comportamiento al que está referida. La como del marxismo, para quienes el com­
comprensión (Versíelien) sociológica con­ ponente axiológico forma parte inmanente
siste, pues, en la fijación del sentido de del proceso científico. Frente a los «jui­
una conducta por relación a un tipo ideal cios de valor», que generan un discurso
de la misma. subjetivamente vinculante, las «relaciones
El sentido de una acción social, política, con un valor» solamente poseen alcance
económ ica o religiosa, se comprende a descriptivo y explicativo. Desempeñan el
partir de los valores en relación a los cua­ rol de condiciones de posibilidad del co­
les aquella acción se realiza. El análisis nocimiento de los hechos histórico-socia-
so c io ló g ic o de la actividad humana se les. La «referencia a un valor» garantiza la
practica en el horizonte hermenéutico ge­ dentificidad de la sociología, que permite
nerado por la relación existente entre la utilizar en las ciencias de la cultura las es­
misma y un valor. Para expresar tal doctri­ tructuras básicas del método y la predica­
na M. Weber utiliza la categoría de «Rela­ ción científicos: establecer relaciones de
ción con un vator» o «referencia a un va­ causalidad. Tales funciones se adscriben al
lor» (Weribeziehung). La «relación a un campo de la explicación (Erklärende So­
valor», fórmula tomada de H. Rickert, es ziologie). Las «relaciones de valor», por
sometida a una reconversión semántica otra parte, permiten distinguir y catalogar
profunda por Weber. El valor no es, como los enunciados a tenor de los valores a los
en Rickert, una instancia que valida la pe­ que se refieren y posibilitan el uso de «jui­
culiaridad de la ciencia de la cultura. Tam­ cios sobre hechos» en la ciencia «históri-
poco. es idea reguladora, en sentido kantia­ co-cultural». El valor se objetiva en rela­
no, sino «categoría epistemológica» desti­ ciones a las que se asignan causas y leyes,
nada a subsumir los datos empíricos con el obteniéndose una verdad científico-objeti­
fin de que sean constituidos en objetos de va. homologable a la verdad de las cien­
la ciencia histórico-social. De ahí que su cias de la naturaleza. El subjetivismo, que
función consista en seleccionar y demar­ lastra a las ciencias socioculturales, cuan­
car un espacio científico. Delimita campos do éstas se hipotecan al esteticism o o al
epistemológicos y no opciones políticas o eticism o, es evacuado por la objetividad
eticas. La «referencia a un valor» es defi­ científica. Hechos y valores, ciencia y éti­
nida por Weber como una «relación de los ca poseen lógicas diferentes: las ciencias
fenómenos culturales a ideas de valor» sociales no emiten juicios de valor sobre
(Wissenschaftslehre, 175), y desempeña la realidad que analizan, aunque los conte­
en la teoría de la ciencia weberiana un pa­ nidos de la realidad que analizan o expre­
pel similar al que los juicios sintéticos «a san en «relación de valor» versa sobre una
priori» lienen en la epistemología kantia­ realidad constituida por valores.
na. Es la base sobre la que Weber constru­ La distinción entre «juicios de valor» y
ye su propio concepto de ciencia histórico- «relaciones con un valor» permite a We­
si. h íal y con la que marca distancias tanto ber postular el principio de la «neutrali­
del historicism o de la escuela alemana dad axiológica» o «exención de valores»
como del naturalismo de la escuela aus- en la sociología. Con él pretende mante-
EXPLICACIÓN' Y COMPRENSIÓN

“"her dos características esenciales del con- causalidad, objetivado en las relaciones
cépto moderno de ciencia: la objetividad con un valor, garantiza a esos mismos sa­
^d el conocimiento y la relación causa-efec- beres su cientificidad en el sentido moder­
b to. En un contexto en el que las ideologías no del término. La defensa del principio
imponían sus dogmas por doquier, la de- de la libertad científica frente a todo dog­
.1 fensa del principio de la exención de'valo- matismo, por una parte, y la tutela del su­
v res (Werlfreiheit) en la teoría social oca­ jeto moral con sus preferencias y creen­
sionó a su autor enfrentamientos frecuen- cias, por otra, exigen disociar dos mundos:
; tes con sus colegas universitarios. ¿Era el que los «juicios de valor» cualifican y el
lícito condicionar el ejercicio’y los resulta- que las «relaciones con un valor» descri­
: dos de la investigación científica a convic­ ben. Convicciones subjetivas y objetivida­
ciones ideológicas o valoraciones persona­ des científicas no son intercambiables en
les? Se encontraba en juego la autonomía la ciencia sociológica. En las primeras
, de la ciencia y el respeto a la verdad obje­ campean las elecciones y decisiones de la
tiva. Para Weber ambas son irrenunciables libertad; en el segundo, las verificaciones y
, en la ciencia. Por eso, aún manteniendo explicaciones de la ciencia.
■ como materia de investigación sociológica A partir de tales presupuestos epistemo­
el campo acotado por los «tipos ideales», lógicos M. Weber consigue una triple meta:
diferencia kantianamente el ámbito de los a) consolidar la autonomía de la sociología
hechos, que las «relaciones con un valor» respecto a las ciencias de la naturaleza y a
describen, del ámbito de las convicciones las ciencias históricas; b) dotarla de un
ideológicas, que los «juicios de valor» universo categorial operativo; c) mante­
cualifican. Con ello se encuentran en con­ ner, no obstante, el tratamiento histórico
diciones para fijar las posibilidades y tam­ de los problemas socioeconóm icos, si bien
bién los límites de una sociología conada liberado de las hipotecas psicologicistas
a la medida del patrón de la ciencia mo­ y organológicas de la historiografía ro­
derna. Hechos y valores forman comparti­ mántica. Su afán de cientificidad quedaba
mientos separados y ni la ciencia, que se garantizado por la objetividad del conoci­
ocupa de los primeros, tiene competencias miento de los hechos históricos y la neu­
sobre las decisiones del sujeto que ejerce tralidad axiológica de los enunciados so­
su libertad, ni la conciencia subjetiva, ha bre los fenómenos sociales. Lo que se in­
de condicionar con sus convicciones ideo­ vestiga son «relaciones objetivas» «entre
lógicas la objetividad de la ciencia. Acota­ hechos individuales» y «tipos ideales» y
do un campo de sentido para la acción hu­ no «juicios de valor» en los que el sujeto
mana, tarea que cumple el valor significa­ exprese preferencias políticas o económi­
do por el «tipo ideal», entra en acción la cas. La comprensión (Vemehen) consiste.,
ciencia con los métodos y procedimientos precisamente, en la explicación de aquella
que le son propios y. respetando en su tra­ relación. Explicación, que se obtiene esta­
bajo el principio de la «exención de valo­ bleciendo nexos, no necesarios sino con­
res», comprueba empíricamente, explica tingentes, entre hechos y valores, es decir,
causalmente y formula enunciados consis­ nexos de condición posibilitante, conforme
tentes en «relaciones con un valor». Así se a la reconversión del concepto de causali­
obtiene la «sociología explicalivo-com - dad. acorde con una historia en la que cam­
prensiva» (Verstehende-erkkirende Sozio- pea la libertad y no la necesidad. «Causa»
logie). Si el valor que el «tipo ideal" sig­ deja de tener su significado convencional
nifica garantiza la adscripción de las cien­ en la ciencia moderna, para significar la
cias sociales al ámbito de las «ciencias de condición de posibilidad de algo acaecido.
la cultura», en oposición a la tradición com- La imputación a un hecho de ser causante
tiana, el mantenimiento del principio de de otro se lleva a cabo dentro de un abaní-

181
EXPLICACIÓN' V COMPRENSIÓN

co de posibilidades, que van desde la cau­ zudamente por el segundo. La exclusión de


sación adecuada a la causación accidental. «juicios de valor» en las ciencias sociales
El nexo causal que une a un agente y a su no implica el que éstas se construyan sin re­
efecto se ablanda en el caso de la causa­ ferencia alguna a valores. Todo lo contrario.
ción accidental de modo que, más que ha­ Las ciencias sociales tienen a los valores
blar de causa, deba de hablarse de condi­ como objeto específico de investigación y
ción de posibilidad del fenómeno a expli­ es en referencia a los mismos como plan­
car. El saber así generado es objetivamente tean sus estrategias de investigación. A quí'
válido, dada la estructura lógica del proce­ es donde la categoría «relación con un va­
dimiento empleado en la explicación. El lor» (Wertbezichung) .se convierte en e!
procedimiento no viene condicionado por soporte de la epistem ología weberiana.
las preferencias a x io ló g ica s del sujeto. Ella, por una parte, garantiza que la socio­
Respeta por contra la objetividad del mun­ logía pueda ser adscrita a las ciencias de la
do social, hecho consistir en eventos histó- cultura y no a las de la naturaleza. Y, por
rico-culturales, referidos a tipos ideales. otra, que las estructuras básicas del con­
Weber, de este modo, construye puentes cepto moderno de ciencia: objetividad,
entre la ciencia moderna y los saberes histo­ causalidad, etc., formen parte de su estatu­
rie o-culturales, distanciándose tamo del to científico. Las ciencias sociales no se
dualismo diltheyano como de la epistemolo­ pronuncian sobre la validez normativa de
gía de los valores del neokantiano Rickert. los valores que investigan. Pero sí propor­
Los presupuestos psicologicistas del pri­ cionan un conocimiento objetivo para que,
mero y los ético-ideológicos del segundo quien desde opciones axiológicas: éticas,
quedaban soslayad os a ventaja de una políticas, estéticas o religiosas, se decida
comprensión explicativa del mundo social por un valor o sistem a de valores, sepa
muy en consonancia con el ideal moderno qué medios son los correctos para la reali­
de ciencia. Descartadas, por otra parte, las zación del m ism o o qué consecuencias
ideologízaciones de la sociología de ma­ pueden seguirse de su implantación prácti­
triz romántica y puestas igualmente dis­ ca. De ahí que las polaridades ciencia-cul­
tancias respecto al transcen dem alism o tura, medios-fines, hechos-valores, causas-
axiológico de los neokantianos. Weber re­ efectos se entrecrucen en un sistema de re­
valida la autonomía metodológico-episte- la cio n es que forman e l entramado del
mológica de la ciencia social a partir de la conocimiento sociológico. A través de la
estructura lógica inmanente a su discurso. «relación con valor» establecida entre un
La sociología ni es física a lo Comte, ni his­ hecho y un «tipo ideal», la acción humana
toria cultural a lo Dilthey, ni filosofía. De y el acontecer histórico-social aparecen
todas esas disciplinas aprende y se sirve. dotados de sentido o carentes de él respec­
Pero las usa como instrumentos para tratar to at valor al que se refieren. El «ideal-
una temática específica, con una finalidad y tipo» genera un horizonte de comprensión,
un método propios. en el que el mundo social es pensado bajo
Pero la reconversión por paite de Weber la forma de su conformidad o disconfor­
del modelo epistemológico de las ciencias midad a una totalidad de sentido. Com­
de la naturaleza (Erklären) para la construc­ prensión hermenéutica (Verstehen) y ex­
ción de la sociología no implica en modo al­ plicación científica (Erklären) se coimpli­
guno que ésta quede reducida a ciencia na­ can en la «relación de valor», dado que
tural. Entre el mundo de la naturaleza en el ésta genera el campo epistemológico don­
que imperan el determinismo de la causali­ de se comprende el sentido de una acción
dad física o la deshumanización tecnológica y aquélla aporta el método peculiar de la
y el mundo sociocultural en el que campean ciencia. La relación de valor permite, por
la libertad y la historicidad, Weber opta to­ su parte, objetivar científicamente tal sen-

182
EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

i¡do y con ello aplicar los instrumentos de cortapisas a la autonomía del sujeto moral.
la explicación causal requeridos por el co­ La alternativa se corresponde con otros pa­
nocimiento científico. De ahí la función de res de conceptos, tales «racionalidad con­
puente entre hechos y valores, ciencia y forme a valores», «racionalidad conforme
cultura, reflejado en el nombre que Weber a fines», «valores-hechos», «comprender-
da a su concepLo de sociología: sociología explicar». etc., que Weber contrapone para
explicativo-comprensiva (Erklarende-vers- exp licitar su com prensión dualista del
tehende Soziologie). mundo social y que retoman, en versión
Al doble tipo de racionalidad correspon­ secularizada, rancios dualismos de matriz
de una doble responsabilidad moral del luterana: «gracia-naturaleza». «lcx-Evan-
hombre respecto al mundo social en el que gelium»... La valencia hermenéutica de las
vive: la responsabilidad moral exigida por fórmulas weberianas consiste en poner de
una «ética de convicciones» y la responsa­ m anifiesto que toda acción humana está
bilidad moral derivada de una «etica de re­ orientada por un valor, donante de sentido
sultados o consecuencias». La alternativa y significación en el marco de un «hori­
«ética de convicción»-«ética de responsa­ zonte interpretativo». En ambas modalida­
bilidad» señala una encrucijada fundamen­ des de acción encajan también las formas
tal en la historia de la racionalidad prácti­ de hacer política. La del idealista, que car­
ca occidental. Por una parte, la acción hu­ gada de utopía, programa de acuerdo a
mana aparece regulada por la racionalidad convicciones y la pragmático-realista que
científico-objetiva, que se atiene a hechos se atiene a resultados. Esta obedece a la
y consecuencias. Su meta es el éxito y la máxima de lo posible; aquélla al imperati­
eficacia. Por otra, aquella acción puede es­ vo de lo mejor. A la alternativa weberiana,
tar motivada por factores axiológicos-sub- hecha omisión de las versiones-caricatura
jetivos, en cuyo caso son las convicciones de que ha sido objeto, no ha de ser atribui­
y creencias las que actúan de móviles de do alcance disyuntivo o antitético, sino sig­
las conductas. Ambos modelos de com ­ nificado «ideal/típico». Se alude a dos mo­
portamiento generan dos tipos ideales de delos de conducta, que eil la vida concreta
racionalidad práctica, en cuyo «horizonte no se dan en estado puro, puesto que todo
hermenéutico» es interpretable el sentido hombre que actúa a partir de convicciones
y significado de la acción humana. El es­ no deja de sopesar las razones pragmáticas
quema sujeto-objeto, como encuadre en el que le asisten, así como a la inversa, el polí­
que el pensamiento moderno péndula, se­ tico, llamémosle realista, tampoco tiene por
ría también aquí recognoscible. Aquellos qué carecer de convicciones motivadoras
dos tipos ideales de racionalidad práctica de sus actos. Los «dos tipos ideales» de éti­
reformulan el dualismo kantiano: una ética ca desempeñan, más bien, una función heu­
autónoma, basada sobre imperativos cate­ rística en la tarca del científico empeñado
góricos, ajena a intereses utilitarios y asen­ en comprender la realidad social.
tada sobre la conciencia subjetiva, en don­ La «racionalidad conform e a fines»,
de la intención pura desplaza toda otra descubierta por la hermenéutica compren-
motivación que no sea el cumplimiento sivo-explicativa como estructura básica de
del deber, impuesto por la propia concien- la acción social, proporciona a Weber la
. cia a sí misma en nombre de la autonomía clave para pronunciarse sobre el sentido
del sujeto moral; y otra ética heterónoma, del proceso histórico de la civilización oc­
atenta a las circunstancias-y'consecuencias cidental. El rasgo peculiar y singularizante
de las acciones, deseosa de éxitos y resul­ de la cultura europea, en contraste con las
tados y, por ello, regulada por imperativos grandes civilizaciones orientales, es el fe­
hipotéticos que vinculan las decisiones a nómeno de la racionalización. Tal proce­
una objetividad sociológica, impositora de so, sin embargo, no consiste com o para

183
EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

Kant, para Hegel o para Marx, en la im­ nico-inslrumental en aras del éxito y de la
plantación progresiva de un valor: liber­ eficacia. Un ejemplo cualificado del desen­
tad, conciencia o justicia... en la sociedad cantamiento del mundo se encuentra en el
sino en la expansión de la razón instru­ capitalismo económico. Este solventa la re­
mental a todos los sectores de la vida so­ lación entre producción de bienes y necesi­
cial. Aquélla transforma la relación m e­ dades de consumo mediante el cálculo racio­
dios-fines en los diversos ámbitos de la nal y la eficacia, dando de lado a cualquier
actividad humana, de modo que se impon­ elemento axiológico-subjetivo en el proceso
ga la eficacia, el cálculo y el éxito. Se ra­ de acum ulación de capital. Aquel poder
cionaliza el saber mediante la ciencia mo­ desencantador del mundo muestra toda su
derna, se racionalizan el arte y la religión, eficacia en el estilo de vida y pautas de
se racionaliza la gestión pública mediante conducta sedimentadas en el puritanismo
la burocracia, se racionalizan el derecho y protestante. El Ethos, practicado por sus
la economía... El mundo social se configu­ adeptos, se convirtió en germen de racionali­
ra como entramado de relaciones medios- zación de la actividad social, contribuyendo
fines, reguladas por la «razón estratégica», a fundar' el espírim del capitalismo, median­
en medio de un pluralismo axiológico, al te una ascética ultramundana, en la que los
que hacen referencia los «tipos ideales». éxitos profesionales o económicos que la ra­
El desarrollo histórico-social en modo al­ cionalización aporta, fueron tomados como
guno acontece determinísticamente a lo signos de que, quienes los obtienen, han en­
Marx. La irracionalidad, que la «razón con trado a formar parte del selecto grupo de los
arreglo a fines» intenta evacuar en la obje­ «elegidos» por la predestinación divina.
tividad de la vida social, pervive en el su­
jeto humano, cuando éste elige y toma de­
cisiones respecto a los valores, que dan B ibliografía
origen al politeísmo axiológico y que sus­
tentan el pluralismo ideológico y político W e b e r , M ., Gesammelte Aufsätze zur
de las sociedades contemporáneas. Wissenschaftslehere, heraus gegeben von
A pesar de que las decisiones del sujeto J. Winckelmann (Tübingen, 6.a ed., 1985):
humano escapan a la racionalización cientí­ Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss
fica, ésta, ai implantarse progresivamente, der verstehenden Soziologie, herausg. von
produce el fenómeno del desencantamiento J. Winckelmann (Tübingen, 4.a ed.. 1965).
del mundo (Entzauberung), La organización Trad. en F.C.F., M éxico. D e la Wissen-
racional de la actividad humana en función chaftslehre existente traducciones parcia­
de la eficacia, del éxito y de la productivi­ les en las editoriales Amorrortu (Buenos
dad despoja al mundo de aquellos encantos A ires), P eninsula (B arcelon a), Alianza
en donde el sujeto daba rienda suelta a sus (M adrid), T ccn os (M adrid), Anagrama
creencias religiosas, vivencias estéticas o (Barcelona),,, La editorial Taurus ha edita­
creaciones imaginativas. El mundo pierde el do la versión, efectuada por A l m a r a z , J. y
encanto de lo numinoso y emotivo, relegan­ C a r a b a ñ a , J. de los Ensayos sobre socio­
do al ámbito privado del sujeto aquellas ex­ logía de la religión , I-II (Madrid, 2.“ ed..
periencias que el arte, la religión, o incluso 1987) y continúa reeditándose la Etica
la ética, proclamaron antaño como dimen­ protestante y el espíritu del capitalismo.
siones originarias y existenciales del ser hu­ irad. de L e g a z L a c a m b r a , L. (Barcelona.
mano. El ocaso del mundo embrujado a ma­ Península, 10.a cd,, 1991). Sobre la teoría
nos de la «razón conforme a fines» no signi­ del método weberiana: SCHLUCHTER, W..
fica otra cosa que la sustitución del mundo Die Entwicklung des Okzidentalen Ratia-
de la emotividad y de la libertad por una es­ nalismus (Tübingen, 1979) Religion und
tructura formal determinada por la razón téc­ Lebensführung, 1-2 (Frankfurt a M , 1988)

184
EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN

§£ « 4- .

(abundante bibliografía, vol. I, pp- 364-377: Werk M. Webers: M ethodologie und So­
if.2, 635-656); H en rich , D., Die Einheit der zialwissenschaften», en KZSS (1986), 13-31;
i' Wissenchaftslehre M. Webers (Tübingen, G ó MEZ-Her a s , J.M.a Ga., «La naturaleza
-¿.1952); N u esser , K.H., Kausale Prozesse reanimada. Del desencantamiento del mun­
ifu n d sinnerfassende Vernunft. M. Webers do en la racionalidad tecnológica al reen-
? philosophische Fundierung der Soziologie cantamiento de la vida en la utopía ecológi­
y und der Kuiiunvissenschafien (München, ca», en Revista filosófica de Coimbra, 1/2
1986) (bibb'ografía actualizada); T enbrock , (1992), 265-297 (bibliografía en castellano).
( - S.H., «Die Genesis der Methodologie M.
.'.Webers», en KZSS (1959), 573-630; y «Das José M.° Gómez-Heras

185


I

I
Física
Mecánica cuántica: física y realidad der las propiedades de la materia en última
instancia de sus componentes básicos, las
Ocurrió en diciembre del año 1900. Para aplicaciones de la mecánica cuántica se ex­
explicar las irregularidades de la teoría de tienden desde los reactores nucleares al mun­
!a radiación del cuerpo negro, Max Planck. do de la electrónica y el láser, pasando por la
propuso que la radiación electromagnética j/ casi totalidad de las nuevas tecnologías.
no es continua, sino que aparece en peque­ La fuerza de la teoría cuántica reside en
ños paquetes de energía llamados cuantos. el hecho de ofrecer un marco de referencia
Basándose en esta vaga suposición, los adecuado para la descripción y el cálculo
científicos construyeron la que probable­ de todos los fenóm enos acaecidos en el
mente sea la teoría de mayor éxito en la mundo m icroscópico y de que no existe
historia de la ciencia, introduciendo una hasta el momento ningún experimento que
concepción del mundo enteramente nueva la contradiga. Pero, pese a esta impresio­
en términos de mecánica cuántica, A partir nante lista de éxitos, la mecánica cuántica
de los trabajos e ideas pioneras de Planck y no deja de ser hasta cierto punto insatis­
Einstein, esta teoría cobró su forma defini­ factoria debido, en gran medida, a sus des­
tiva en el primer cuarto del siglo xx, gra­ concertantes im plicacion es, que afectan
cias a físicos como De Broglie, Heisenberg. tanto a la experiencia cotidiana y al senti-
Schródinger y Born entre otros, convirtién­ (\ f do común com o al modo habitual de en-
dose en la base de los estudios del mundo f \ tender lo que es una teoría científica. Así,
microscópico: moléculas, átomos, núcleos la llamada acción a distancia fantasmal,
y partículas elementales, es decir, de los que tanto desagradaba a Einstein, choca
constituyentes fundamentales de la materia. M con el comúnmente aceptado concepto de
La mecánica cuántica no sólo ofrece teo­ J Icausalidad o el principio de incertidumbre
rías para todas las fuerzas fundamentales de de Heisenberg, según el cual nuestro c o ­
la naturaleza (electromagnética, nuclear fuer­ nocimiento de la naturaleza es necesaria­
te y nuclear débil) exceptó la gravedad, sino mente limitado. Es insatisfactoria también
que es capaz de dar cuenta de fenómenos tan debido a que m uchos de sus postulados
dispares como la luminosidad de las estre­ fundamentales no se pueden comprender
llas, la superconductividad, la semiconducti- e incluso parecen contradictorios al pen­
vidatl o la desintegración atómica. Al depen- sarlos o quererlos traducir a m odos de

187
FÍSICA

pensamiento precuánticos como son, por conceptos tradicionales y de «sentido co­


ejemplo, la dualidad onda-corpúsculo o el mún» fueron los que condujeron a algunos
carácter determinista de la ecuación, de autores, entre los que se encontraban algu­
Schródinger en una teoría de predicciones nos de los padres fundadores, como De ..
estadísticas. La dualidad onda-corpúsculo B r o g lie , Schródin ger y especialm en te .
nos dice que fotones, electrones, protones Einstein, a afirmar que la mecánica cuánti­
e incluso átomos se comportan en algunas ca era una teoría incompleta que dejaba
ocasiones com o corpúsculos y en otras sin respuesta importantes preguntas. Re­
como ondas, en función de las condiciones nunciar definitivamente a aquellas suponía
experimentales: del observador. Sin em­ renunciar a lo que la física, en particular, y
bargo. mientras los corpúsculos o partícu­ la ciencia, en general, habían sido hasta
las-son, según la física clásica, entidades entonces y deberían seguir siendo: preci­
discretas perfectamente localizadas en el samente la búsqueda de respuestas a esas
espacio, con posición y velocidad determi­ preguntas fundamentales, transcendiendo
nadas y trayectorias definidas en cada ins­ el nivel de la descripción, con vistas a la
tante, las ondas describen fenómenos no comprensión y el entendimiento. La mecá­
localizados, no discretos sino continuos, y nica cuántica, por tanto, no podía ser una
que abarcan una amplia región del espa­ teoría definitiva y habría de ser modifica­
cio. Además, las panículas chocan; las on­ da o sustituida por otra más fundamental.
das, por el contrario, producen interferen­ D e este modo, ya desde su nacimiento,
cias al superponerse. Por otro lado, con la surgió el debate en torno a la mecánica
ecuación de Schródinger para la función cuántica. E specialm ente conocido es el
de onda ¡j/, parecía que se volvía a una físi­ que enfrentó durante largos años (hasta el
ca determinista como la física clásica, al final de sus vidas) a Einstein y Bohr. Am­
estilo de la mecánica de Newton, al ser es­ bos mantuvieron una profunda discusión
tas ecuaciones diferenciales parciales las sobre conceptos fundamentales de la me­
que condujeron a Laplace a su sueño: co­ cánica cuántica que se ha extendido hasta
nociendo con precisión la posición y el es- nuestros días, con la consiguiente apari­
Lado de movimiento de todas las partículas ción de diversas «filosofías cuánticas».
del universo se podría predecir y retrode- La primera de ellas, que se puede consi­
cir su estado en un tiempo cualquiera. Sin derar el punto de vista ortodoxo, fue intro­
embargo, dado que las partículas atómicas ducida por Bohr en los años 20 y se la de­
no son ondas — hay experimentos en los nomina interpretación de Copenhague. Su
que se puede contar el número de partícu­ afirmación básica, que se podría formular
las— Ja interpretación recae sobre jipi-, así; «lo que observamos es todo lo que po­
qne representa la densidad de probabilidad demos conocer», resuelve los problemas
de las panículas con lo que, por ejemplo, desde el punto de vista práctico, pero da
no podemos predecir el momento en que lugar a importantes cuestiones filosóficas.
se desintegrara un átomo, ni en qué direc­ Esta interpretación, de corte enteramente
ción serán emitidas partículas, sino asignar pragmático, se apoya exclusivamente en
ciertas probabilidades a los intervalos de los éxitos de la teoría, que llevan a pensar
tiempo y a las direcciones en el espacio. y, posteriormente, a afirmar que es perfec­
La mecánica cuántica cobra carácter esta­ ta y que, por lo tanto, debería revisarse la
dístico en sus predicciones según esta in­ concepción de lo que es una teoría científi­
terpretación. ideada por Born, que conti­ ca, trasladando el objetivo de ésta del inten­
núa siendo la comúnmente aceptada debi­ to de comprender y explicar los fundamen­
do a sus éxitos en los cálculos. tos, estructuras y mecanismos del universo,
Estos problemas de interpretación y a la capacidad de predecir, por medio de
aparentes contradicciones con respecto a cálculos, lo que pueda ocurrir en un expe-

188
FÍSICA

W ríracnto. Es decir, una teoría pasaría a ser los problemas de interpretación. La teoría
gí'uná especie de algoritmo predictivo. Los cuántica fue asumida como definitiva.
^'problem as que plantea son dos: por un Pero a pesar de esta común aceptación del
Bajado, la división artificial del mundo mate- argumento de autoridad que suponía el im­
¡J'naí en sistema observado y el observador, presionante éxito práctico, el trabajo de al­
|LqBé muestra más manifiestamente su in- gunos «luchadores solitarios» continuó dan­
L:_consistencia al tratar el universo en su toia- do sus fruLos. Así, en 1952 D. Bohm cons­
Iidad, excluyendo por tanto la existencia de truyó un modelo de variables ocultas que
^..un observador material externo a él; y por coincidía en su dominio de aplicación con la
g- otro, impide una interpretación realista del mecánica cuántica en todos sus aspectos es­
k-mundo. Ya no se puede hablar de lo que tadísticos y que eliminaba la indefinición en
es, sino de lo que puede ser medido, de lo la posición de las partículas, aunque mante­
pj que se puede encontrar en un determinado niendo la no localidad (correlaciones a dis­
p experimento, bajo unas determinadas con- tancia) cuántica. Según esta teoría, cualquier
£- diciones. Esta inteipretación representaría entidad cuántica, por ejemplo un electrón o
el cambio radical del paradigma físico de un protón, existe realmente en un espacio y
" una física «de los objetos» a una física «de en un tiempo determinados, pero su com ­
la medida» e iría en contra de lo que hasta portamiento es gobernado por un nuevo
ese momento representaba la esencia de la campo (introducido para el caso) u onda pi­
física: el intento de explicación del mundo loto, cuyas propiedades quedan definidas
. físico en términos estrictamente físicos in- por la ecuación de Scliródinger.
dependientes de las operaciones humanas. Este trabajo pasó desapercibido para la
Los partidarios de modificar la teoría mayor parle de la comunidad científica y
cuántica tuvieron que ceder al no encon­ no fue hasta mediados los anos 60 cuan­
trar una alternativa adecuada. La constante do los Lrabajos de fundamentación de la
^ acumulación de éxitos hacía poco razona­ mecánica cuántica cobraron un nuevo e
ble este intento, al menos mientras no importante impulso debido a la figura de
— existiese ningún experimento que la cun- J. Bell, que en dos importantes artículos
• tradijese. La alternativa a seguir no debe­ publicados en los años 1965 y 1966 plan­
ría ser la de modificar la teoría, sino la de teó en los términos adecuados el debate
completarla. Surgieron de este modo las referente a la mecánica cuántica y a las
llamadas teorías de variables ocultas. Es­ teorías de variables ocultas. En el primero
tas variables permanecerían ocultas al ni de los artículos, Bell exponía el error del
vel descriptivo de la mecánica cuántica, teorema de von Neumann, que había per­
pero se pondrían de manifiesto en una teo­ mitido a Bohm elaborar su teoría; en el se­
ría subcuántica más básica, con lo que la gundo se deducen las hoy llamadas desi­
teoría cuántica cobraría una nueva dimen­ gualdades de Bell, de las que se ha llegado
sión de aproximación estadística, la de una a afirmar que constituyen uno de los lo­
- teoría de tipo determinista y objetivo. Es­ gros más profundos en la historia de la
tos intentos se vieron a su vez paralizados ciencia básica. Con su formulación, el de­
durante algunos años debido a un teorema bate sobre la existencia de ese mundo sub­
demostrado en 1932 por von Neumann. cuántico determinista y objetivo, del cual
que parecía cerrar toda posibilidad de com­ la mecánica cuántica no sería más que una
pletar la teoría siempre y cuando se mantu­ aproximación estadística, cobró una nueva
viesen lodos sus aspectos puramente esta­ dimensión y fue conducido desde un terre­
dísticos, y al surgimiento de la teoría cuán­ no filosófico, más o menos metafísico, al
tica de campos relativista que, con una de la ciencia positiva. Bell demostró que,
nueva carrera de éxitos en la explicación no siendo posible excluir todas las teorías
de fenómenos subatómicos, hizo olvidar de variables ocultas, sí lo son las llamadas
FISICA

locales, físicamente m is interesantes; ade­ mos al abrir la caja. Según la teoría cuánti­
más. al ser las desigualdades de Bell veri- ca, la desintegración radiactiva y, por tan­
ficables experimentalmente, proporcionan to, la muerte del gato, no han ocurrido ni
un procedimiento para distinguir la mecá­ han dejado de hacerlo, sino que existe un
nica cuántica de cualquier teoría de varia­ estado intermedio (para el gato, ni muerto
bles ocultas locales, aquellas en las que las ni vivo), en el que están presentes todos
acciones llevadas a cabo por un observa­ los estados perm itidos por la función de
dor en un lugar del espacio no deben in­ onda (superposición de estados indistin­
fluir instantáneamente en la situación de g u ib le s), hasta que el observador mira
cualquier otro sistema físico alejado de él. dentro de la caja). En la interpretación de
D e este modo, la característica esencial de C openhague el proceso de m edición no
la mecánica cuántica es la no-localidad o está regido por las ecuaciones de la mecá­
no-sepa rabil idad, que permite la existen­ nica cuántica, sino que supone un añadido
cia de las llamadas correlaciones a distan­ a la teoría; según la interpretación de los
cia fantasmales instantáneas, de naturale­ muchos mundos, el proceso de medida es
za no dinámica y, por lo tanto, diferente de un proceso físico como otro cualquiera y
las correlaciones tradicionales o clásicas. debe ser considerado de igual manera en
Esto supone, a la vez, el principal proble­ el marco de la teoría. De este modo, esta
ma para su comprensión. teoría supone la validez completa del for­
A pesar de que, desde entonces, se han m alism o cuántico, incluso al aplicarlo al
llevado a cabo num erosos experim entos conjunto del universo.
para discriminar la m ecánica cuántica de Según Everett, cuando una medida fuer­
las teorías de variables ocultas locales, la za a un objeto'cuántico a hacer una elec­
confusión y la discusión se mantiene toda­ ción, por ejemplo, a una partícula a elegir
vía y habrá que esperar algún tiempo para la rendija de la derecha o la de la izquierda
poder contestar a la importante cuestión de en un experim en to de doble rendija, el
la localidad o no de la realidad física. universo se divide en tantos com o eleccio­
Otra línea interpretativa que también ha nes posibles, de tal manera que, en cada
adquirido relevancia, aunque en el ámbito uno de ellos, el objeLo cuántico desarrolla
especulativo, es la llamada interpretación una de sus potencialidades. Esta teoría,
de los muchos mundos, debid a a H ugh acusada de ser más ciencia ficción que
Everett III (en los años 50), que trata de ciencia, continúa, no obstante, en debate,
resolver el problema del observador y el y ha sido recientem ente m odificada por
de la medida; por qué al observar un fenó­ M. Gell-Mann con la versión denominada
m eno cuántico ob servam os ún icam ente interpretación de las muchas historias,
uno de los diferentes estados permitidos donde las historias son más potencialida­
por su función de onda (p.ej. paradoja del des que actualidades físicas. Para otros au­
gato de Schrodinger: dentro de una caja se tores, co m o J.A . W heeler, la m ecánica
introducen un gato y un elem ento radiacti­ cuántica demuestra que los fenómenos fí­
vo que, en un tiempo dado, tiene un 50% sicos son de alguna manera definidos por
de probabilidades de desintegración. Si la las preguntas que hacemos, con lo que el
desintegración ocurre, sería detectada y se universo sería un universo participativo.
activaría un mecanism o que rompería un En definitiva, el debate prosigue y mien­
fra sco d e v e n e n o , con la c o n sig u ie n te tras algunos, tratando de mantener concep­
muerte del gato. Bajo estas con d icion es tos tra d icio n a les, aducen que la teoría
experimentales uno estaría llevado a pen­ cuántica no es una teoría definitiva, sino la
sar que hay un 50% de probabilidades de aproximación estadística de una teoría más
que el gato esté muerto y un 50% de que fundamental, otros, asumiendo los éxitos
esté vivo, y que su estado lo comprobare­ como prueba de verdad, defienden una ra-

190
FÍSICA

dii;al renovación de conceptos en racionali­ puesta de manifiesto en un famoso experi­


dad y lógica. m ento llevado a cabo por M ichelson y
Morley para determinar la influencia del
movimiento de la tierra sobre el éter. Al
Teoría de la relatividad: la teoría ser la propagación de la luz en el vacío con
del espacio-tiempo velocidad constante (c = 300.000 km/s)
una consecuencia de las ecuaciones de
La segunda de las teorías científicas Maxwell, la transformación de Galileo no
que, surgidas a principios del siglo xx, re­ conserva la forma de las mismas. Por lo
volucionaron la física y nos ofrecieron una tanto, aunque las ecuaciones de Maxwell y
visión del mundo completamente nueva, la las leyes de Newton parecían satisfacer ex-
leona de la relatividad, fue obra7 a diferen­ perimentalmenLe el postulado de equivalen­
cia de la teoría cuántica, de un solo hom­ cia, las primeras no lo hacían teóricamente.
bre: Albert Einstein. Esto representaba una incómoda situación
En 1905 Einstein, en una muestra de para la física de principios de siglo. Eins­
creatividad sin parangón en la historia de tein, afirmando el principio de equivalencia
la ciencia, publicó tres artículos de impor­ y el hecho experimental de la constancia de
tancia fundamental. El primero de ellos la velocidad de la luz (los dos postulados
trataba del efecto fotoeléctrico y en él la fundamentales de la teoría especial de la re­
teoría de los cuantos de Planck era aplica­ latividad), sacó la conclusión de que, al ser
da por primera vez. Como resultado se re­ correctas las ecuaciones de M axw ell, la
cuperaba la teoría corpuscular de la luz al transformación de Galileo, que supone un
confirmarse la realidad de los cuantos de tiempo absoluto para todos los sistemas de
luz o fotones y supuso el primer éxito de referencia, no podía serlo. Se buscó, por lo
aplicación de la hipótesis cuántica. En el tanto, una nueva transformación uniforme
segundo de los artículos se estudiaba el mo­ que cumpliera los dos postulados; una trans­
vimiento llamado browníano, movimiento formación entre sistemas de referencia en
de los granos de polen suspendidos en el movimiento relativo uniforme que mantu­
agua, y se demostraba que constituía una viera constante la velocidad de la luz y bajo
prueba de la teoría cinemática del calor y la cual las leyes de la física fuesen cova­
de )a existencia de las m oléculas. En el riantes: la transformación de Lorentz. Esta
tercero, titulado «Sobre la electrodinámi­ que, a diferencia de la de Galileo, no supone
ca de los cuerpos en movimiento», nacía la un tiempo absoluto para todos los sistemas
teoría especial de la relatividad o teoría de referencia, implica una profunda revisión
de la relatividad restringida, desarrollada de los conceptos habituales de espacio,
a partir de dos postulados fundamentales y tiempo y simultaneidad y, por consiguiente,
de la que se derivaban una serie de conse­ de las leyes de la cinemática.
cuencias altamente revolucionarias. Las consecuencias de estos dos postula­
Según el principio de relatividad de Ga- dos fueron realmente revolucionarias al
lileo, los fenómenos físicos deben aparecer más profundo nivel: se niegan el espacio y
de igual manera en todos los sistemas de el tiempo absolutos y éstos forman una
referencia que se muevan uniformemente unidad inseparable. El mundo de los suce­
unos respecto a otros, de tal forma que las sos constituye un continuo espacio-tiempo
leyes físicas deben de expresarse por igual de cuatro dimensiones; la simultaneidad
en todos los sistemas de referencia de este pierde su valor usual y solam ente tiene
tipo (principio de equivalencia): han de ser sentido si se refiere a un mismo sistema de
covariantes al someterlas a una transfor­ referencia y, probablemente la conclusión
mación de Galileo, Por otra parte, la cons­ de mayor importancia, la equivalencia en­
tancia de la velocidad de la luz había sido tre masa y energía, con la que esta última

191
FÍSICA

cobraba una nueva realidad, dejando de metría: la estructura geométrica del univer­
ser imponderable, y los dos principios de so, que uo es sino el campo gravitatorio,
conservación clásicos, el de la masa y el queda determinada por la distribución de
de la energía, se fundían en uno. La teoría maLeria. La trayectoria de la luz, al poseer
especial de la relatividad determina la re­ energía y estar ésta relacionada con lá
lación entre la masa y la energía y, por lo masa, se curvará en presencia de un campo
tanto, la ley de transformación de una en gravitacional. La geometría de Euclides ya
otra, en la que entra la velocidad de la luz. no rige en el universo, sino la de Riemann,
Esta última condiciona toda observación y La teoría general de la relatividad se vio
se ha convertido en la única referencia fija comprobada por, entre otras, tres famosas
respecto a toda transformación. La masa, pruebas experimentales: el desplazamiento
contrariamente a Ja teoría clásica que la hacia el rojo de las líneas espectrales de la luz
consideraba un parámetro fijo, ahora au­ emitida por las estrellas; la explicación de las
menta con la velocidad, haciéndose infini­ perturbaciones de la órbita de mercurio y, es­
ta a medida que nos acercamos a la veloci­ pecialmente, la medición de la curvatura de
dad de la luz, considerada como límite ya la luz en presencia de grandes masas, pruebas
que tan sólo los fotones, sin masa, viajan a consideradas más que suficientes como para
esa velocidad (cualquier otra partícula ma­ aceptar la validez de los axiomas de Einstein.
siva lo hace a una velocidad menor). La teoría general de la relatividad, la teo­
Pero el genio de Einstein no se detuvo en ría general del espacio y el tiempo, nos
la teoría de la relatividad restringida y, con­ brinda, además, el marco adecuado para tra­
siderando que aún quedaban importantes tar el problema cosmológico, Encontrar so­
problemas por resolver, el siguiente paso luciones a las ecuaciones de campo de la
consistió en desarrollar una física relativista teoría general de la relatividad ayudados de
válida para todo sistema de referencia dota­ una serie de hipótesis más o menos plausi­
do de cualquier tipo de movimiento. Ade­ bles desprendidas de nuestra experiencia,
más de tomar la velocidad de la luz como como la isotop ía y la homogeneidad del
límite, tres son los axiomas en los que se universo, supone hallar los diferentes mode­
basa la llamada teoría general de la relati­ los cosmológicos, con la consiguiente posi­
vidad: el principio de equivalencia, según bilidad de trazar una historia del universo y,
el cual se identifican gravitación e inercia; por lo tanto, de plantear el problema del ori­
el principio de covarcmcia, según el cual gen desde el punto de vista de la física. De
Jas leyes físicas han de ser independientes los diversos modelos propuestos a lo largo
de las coordenadas espacio-temporales ele­ de la historia, una serie de datos, como el
gidas; y el principio de que la materia de­ corrimiento hacia el rojo de la luz proceden­
termina la métrica espacio-temporal, es de­ te de las galaxias lejanas, el que las galaxias
cir, las propiedades geométricas de] espa­ se alejen unas de otras a una velocidad pro­
cio, siendo sn curvatura lo que llamamos porcional a la distancia del observador y la
gravitación. Se abandona así la concepción radiación cósmica de fondo, favorecen la
newtoniana de la gravedad como fuerza y idea de un universo en expansión a partir de
se sustituye por la concepción de un campo una gran explosión inicial o big-bang.
con curvatura distinta de cero, determinado
y delimitado por la presencia de masas.
De esta forma quedaron formuladas las Física y matemáticas: el problema
nuevas leyes que dieron estructura y forma del lenguaje
al campo gravitacional. Nuevas y revolu­
cionarias ideas pasaron a formar parte de La física, a] igual que el resto de las cien­
nuestra concepción del universo. Se puso cias. ocupada en su labor de explicación y
de manifiesto la relación entre física y geo­ predicción de los fenómenos, ha progresado

m
FÍSICA

r siempre agrupando fenómenos que parecían El tratamiento del problema cosmológico


■‘ más o menos dispares dentro de un marco desde este punto de vista ya ha dado sus
r descriptivo común. El proceso comienza frutos, y de él ha surgido el modelo del uni­
-vcon la selección de datos empíricos relevan- verso inflacionario, que es capaz de ofrecer
tes e hipótesis restrictivas necesarias, consi­ una descripción coherente de la evolución
d e r a d a s plausibles, a partir de las cuales se del universo a partir de unos 10~35 segundos
construirá el modelo, p.ej. de la electrici- de la explosión inicial, ocurrida hace unos
y dad. A partir de otro tipo de datos, de una 15.000 millones de años, y que es el común­
- selección distinta, se construyen modelos mente aceptado hoy en día. Sin embargo, el
diferentes que abarcan otra parte de la reali- problema es complejo, no sólo a nivel inter­
dad física, p.ej. el magnetismo. Diferentes pretativo (ya hemos comentado las diferen­
modelos son cventualmente unificados en tes interpretaciones cuánticas y sus posibles
; una teoría más fundamental que va más allá soluciones y problemas al tratar el universo
de los propios modelos en su explicación de en su conjunto), sino también matemático y
la naturaleza y en su poder predicóvo, p.ej. conceptual, ya que habría que determinar sí
el electromagnetismo. Esta teoría, a su vez, la cuantización es más fundamental que la
puede integrarse en otra más fundamental, estructura del espacio-tiempo o al contrarío.
p.ej. la teoría electrodébil, que unifica las El desarrollo de la mecánica cuántica en el
fuerzas electromagnéticas y nuclear débil, marco de las teorías de unificación ha de­
continuando el proceso hacia la unificación mostrado cómo, a medida que se incremen­
total que. si es posible, debería ofrecer una ta la energía, el espacio-tiempo adquiere un
descripción y explicación global y coheren­ papel más y más activo, de tal manera que
te del universo material. se hace indeseable considerarlo un postula­
Hoy en día se cree que existen veinti­ do en la teoría, algo dado, sino que debería
cuatro partículas fundamentales (fermio- aparecer como resultado de la misma. Sien­
nes, de las cuales seis son leptones y die­ do así, este tipo de teorías, p.ej. la teoría de
ciocho quarks), constituyentes elementales supercuerdas, van más allá de Ja intuición
de la materia, que interaccionan según física asociada a la experiencia o percep­
cuatro fuerzas fundamentales: gravedad, ción del mundo y la línea de separación en­
electromagnetismo, nuclear fuerte y nuclear tre física y matemáticas, reconocible en
débil. Las tres últimas, que realizan su ac­ toda teoría física (p.ej.: física newtoníana-
ción por medio del intercambio de otros cálculo diferencial, relatividad general-geo­
doce b o so n e s (fo tó n , W 1", Z°, y ucho metría diferencial, mecánica cuántica-ieorín
gluones), están bien descritas por las teo­ de operadores y espacios de Hilbert), desa­
rías llamadas ero modín árnica cuántica y parecería a este nivel fundamental: el espa­
electrodébil, y juntas constituyen el mode­ cio-tiempo deja de ser la base sobre la que
lo estándar de la física de panículas, que se construyen las teorías explicativas del
puede considerarse el gran éxito de la teo­ mundo y esa estructura básica se trata de
ría cuántica. La ya mencionada filosofía encontrar en diversos objetos matemáticos.
unificadora, junto con el planteamiento del La matemática pasa de instrumento a for­
origen del universo y de los procesos de ma de intuición, al igual que para algunas
alta energía ocurridos en el universo pri­ corrientes filosóficas el lenguaje pasa de ser
mitivo, han hecho que la atención se cen­ considerado instrumento del pensamiento a
tre en la relación entre la mecánica cuánti­ ser pensamiento mismo. La matemática se
ca y la cosm ología y, por lo tanto, en la descubre, así, como una extensión de la es­
combinación y eventual unificación, den­ critura, del lenguaje, como un modo de pen-
tro de una «teoría de todo», de la teoría samiento.
cuántica y de la teoría general de la relati­ Por otra parte, la física siempre ha evolu­
vidad. cionado construyendo modelos matemáticos

193
FÍSICA

que, se consideraba, no sólo describían los los objetos fiactales, objetos con un número
fenómenos, sino que los explicaban. Si es­ fraccionario de dimensiones que represen­
tos modelos se mostraban particularmente tan nuestras costas (curva de vori Koch). el
exitosos, las fórmulas definitivas derivadas aire circulando por los pulmones o la red
de ellos eran alzadas a leyes de la naturale­ arterial (curva de Pcano), o el universo (es­
za. Desde que Newton y Leibniz concibie­ ponja de Sicrpinski, cuerpo de volumen
ron el cálculo diferencial, éste ha constitui­ nulo y perímetro infinito), y un nuevo prin­
do el método principal para la construcción cipio unificador, la mitosiunlitud, es utiliza­
de tales modelos. Las leyes de Newton, las do para la explicación de fenómenos que
ecuaciones de Maxwell, las ecuaciones de hasta el momento tan sólo podían ser des­
campo de Einstein, la ecuación de Schrodin- critos de manera incompleta: los sistemas
ger — entre otras muchas— se expresan en dinámicos, el relieve terrestre, la estructura
este lenguaje. Sin embargo, el lenguaje de del universo, el crecimiento biológico, la
las ecuaciones diferenciales posee una limi­ oscilación de los precios y el ruido en los
tación inherente: tan sólo puede describir canales de información, entre otros muchos
aquellos fenómenos con «buen comporta­ fenómenos, encuentran su explicación bajo
miento», los cambios han de ser suaves y este nuevo principio. El mundo cobra una
continuos; las líneas que entran en juego en nueva dimensión y ésta es ffactal. Una vez
la descripción de la naturaleza, continuas y más, alejada de nuestros modos normales
derivables. En definitiva las soluciones de de percepción.
una ecuación diferencial deben ser funcio­
nes diferenciables. Pero la realidad es dife­
rente y relativamente pocos fenómenos pre­ Conclusión: Física, matemática s, filosofía
sentan el buen comportamiento deseado,
más bien al contrario. El mundo está lleno La mecánica cuántica y la teoría general
de transformaciones repentinas, divergen­ de la relatividad anteriormente tratadas son
cias impredecibles y procesos no ordenados. las dos teorías científicas surgidas a princi­
De nuevo, dos teorías matemáticas salie­ pios de siglo, que revolucionaron no sólo
ron al paso ofreciendo nuevas posibilidades el mundo de la física, sino también nuestra
descriptivas e interpretativas a la física, y concepción del universo, nuestra posición
abriendo el camino de la sistematización a en él, y arrojaron interesantes preguntas
otras ramas del saber. La teoría de las ca­ sobre el modo de hacer ciencia, sobre qué
tástrofes, de René Tliom, es un método para es una teoría científica. Cuestionaron cono­
tratar fenómenos discontinuos y divergen­ cimiento y plantearon una nueva relación
tes, fenómenos en los que se pasa repentina ciencia-sociedad.
y abruptamente de un estado a otra, donde A partir de ellas entendem os que la
existen zonas de inestabilidad en las que energía no sólo está cuantizada, sino que
pequeñas causas pueden producir grandes equivale a la masa, la cual determina la es­
efectos. Las catástrofes se pueden clasificar tructura del espacio-tiempo del universo.
en siete elementales, dependiendo del nú­ Dejan de existir simultaneidades absolutas,
mero de factores de control y de ejes de y el espacio y el tiempo dejan de ser refe­
comportamiento, y aplicarse igualmente a rencias fijas. El observador cobra impor­
sistemas físicos, biológicos e incluso a las tancia determinante en la medida; el con­
ciencias sociales, allí donde otras técnicas cepto de partículas individuales con pro­
matemáticas se habían mostrado ineficaces. piedades fijas y determinadas es abolido,
Tan sólo la estructura importa y la estructu­ nuestro conocimiento de la naturaleza es li­
ra es matemática. La otra teoría es la de los mitado respecto a aspectos complementa­
espacios fraciales , de Benolt Mandclbrot, rios, que individualizarían las partículas,
que rompe con la derivabilidad. Nacen así etc. Nuevos conceptos como teorías gauge,

194
FÍSICA

ami materia, ruptura de Ja simetría, super- El hombre es parte del universo y de la


L-uerdas. grupos de Lie, etc. pasan a form ar ciencia y. por lo tanto, la historia que cuen­
parte del lenguaje de la física y ésta pierde ta no es neutral y objetiva. La ciencia no es
su lugar privilegiado entre las ciencias. El la ordenación y sistematización de datos in­
paradigma físico, modelo a seguir, pierde conexos, sino que comporta una hermenéu­
su validez en beneficio del m atem ático, tica: se construye sobre restricciones, extra­
que no es sino un modo de racionalización, polaciones e hipótesis, imprescindibles para
una forma de pensamiento. El cálculo infi­ la construcción de modelos y cargadas de
nitesimal lleva implícita la subsistencia de elementos subjetivos y filosóficos. La cien­
las estructuras cuando desaparecen los ele­ cia no es más, ni menos, que la expresión
mentos, la relación enLre las variables se racional de nuestro conocimiento parcial y
mantiene cuando éstas tienden a cero. La sesgado de la realidad, una historia contada
geometría analítica de Descartes implica, a por un ser inmerso en ella, en su devenir y.
su vez. la aplicación recíproca entre espa­ por lo tanto — como toda historia— , na es
cio y número. Tal vez la separación entre objetiva; precisa de una hermenéutica clari­
matemáticas y física, la una com o instru­ ficadora e interpretativa. Porque no hay
mento de la otra, era necesaria para pensar ciencia sin conocimiento, sin reflexión, sin
un mundo objetivo, independiente. Ahora, filosofía.
la frontera marcada se desvanece, la filoso­ Y así. tal vez, el cam ino recorrido en
fía que escondía entra en crisis. nuestra explicación del universo no sea sino
La matemática es un modo de pensa­ una expresión más de nuestro espíritu en el
miento y con él descubrimos nuestra reali­ intento por conocerse a sí mismo, una forma
dad; el hombre vuelve al centro del univer­ más de encontrarnos a nosotros mismos,
so del que Copernico le había desplazado, nuestras potencialidades, nuestras limitacio­
pero siguiendo la linca (¿el círculo?) por él nes. Tal vez, mientras caminamos por esta
indicada. La ciencia determinista era cos- oscura senda, no podamos más que, entre
mocéntrica, ahora se plantea de nuevo el asombrados y maravillados, pseudopárafra-
viejo problema del antropocentrismo con sear a Galileo y comentar con orgullosa mo­
nombre renovado: el principio antròpico, destia: «y sin embargo funciona».
del que existen diversas form ulaciones,
más o menos fuertes en función del peso
que le dan al hombre y a la inteligencia en Bibliografía básica
la explicación de la historia del universo, y
cuyo principio filosófico común podría ex­ B u n g e , M., Controversias en física (Tec-
presarse como sigue: desde el hecho real nos; Madrid, 19S3).
de la existencia de vida inteligente en el D e u g e o r g e s , S., El mundo cuántico (Alian­
universo, no todos los comienzos de éste za; Madrid, 1990).
son posibles. La forma en que se nos pre­ M a n d e l b r o t , B.B., Diefraktale Geometrie
senta el universo está restringida por el he­ derNatur (Birkháuser, Basel, 1991).
cho de que existe el hombre para observar­ M e h r a , J. (ed.), The Physicist's Conception
lo. En principio no sabemos por qué las le­ o f Nature (D. Reidel Publishing Com-
yes de la f ís ic a 1 son com o son pero, si pany; Dordrecht-Holland, 1973).
fuesen diferentes, nosotros no podríamos P a r k e r , B., El sueño de Einstein (Cáte­
ser o, al menos, no podríamos ser lo que dra; Madrid, 1990).
somos. La aparición del hombre sobre la La ciencia con­
P é r e z d e L a b o r d a , A .,
tierra tiene un poder explicativo sobre la temporánea y sus implicaciones filosófi­
historia del universo que permitiría enten­ cas (Cincel; Madrid, 1985).
der por qué, de los muchos mundos posi­
bles, éste es el que existe realmente. . Senentxu Lanceros-Méndez

195
Folklore
i Caro Baroja, 1985: 134-135— que duran- -
te el Antiguo Régimen en Europa gravita
Com o es bien sabido, la acuñación del un juicio adverso sobre lo popular (...).
término «folklore» fue debida al arqueólo­ Pero después de la Revolución Francesa y -
go británico Wiiliam John Hioms, quien el a lo largo de las guerras napoleónicas se
día 22 de agosto de 1846 publicaba en la nota en toda la Europa que sufre los efec­
revista londinense The Ateneum una carta tos de aquella conmoción, desde Rusia a
proponiendo este nuevo concepto en su España, un nacer y crecer del entusiasmo,
significado etimológico de saber del pue­ a veces inclu so m ístico, por el pueblo
blo o saber popular. (...).» El mismo autor relaciona este inte­
En su carta, Thoms, que firmaba con el rés con los nacionalismos emergentes (in­
pseudónimo de Ambrose Merton, animaba cluidos los racismos eslavos y germánico)
a recoger y coleccionar aquellos conoci­ y los «populismos», que, a su vez, se for-.
m ientos que iban perdiéndose, es decir, talecían en un contexto cultural deudor
«los usos, las costumbres, las supersticio­ del Romanticismo. Así, con la nueva sen­
nes, las baladas, los proverbios, etc. de los sibilidad romántica, el papel concedido a
tiempos antiguos». Además, la recogida las lenguas autóctonas pasaba a un primer
de datos debía realizarse entre las «clases plano; se revalorizaban los derechos fora-
incultas de las naciones civilizadas». Pro­ les y consuetudinarios y se despertaba el
bablemente estas dos características — el interés hacia la historia legendaria, la lite­
interés por las manifestaciones tradiciona­ ratura oral y la poesía popular. Todas es­
les de las que son portadores las clases p o ­ tas manifestaciones de la vida de los pue­
pulares — se convirtieron en las dos cons­ blos eran concebidas como la expresión
tantes más significativas de la historia de esencial del volkgeist, es decir, el alma
la disciplina folklórica, desde sns inicios colectiva o espíritu nacional que los ro­
hasta nuestros días. mánticos alemanes primero y europeos en
D e todas formas, y como señalan todos general después, creían descubrir en las
los estudiosos de] Lema, antes de la utiliza­ capas bajas de la población y principal­
ción del término folklore, existían otros mente en el mundo rural y campesino. La
conceptos — principalmente los utilizados influencia del pensamiento de J.G. Herder
por los alemanes como VoJkskunde (sabi­ en esta primera etapa del interés folklóri­
duría popular) y Volklehre (equivalente co fue notable. Herder había concedido
bastante preciso del concepto inglés de re­ un papel estelar a la lengua materna, que
ferencia)— que designaban el mismo tipo aparece en su filosofía como el espejo de
de intereses y actividades que ya se consi­ una nación y como el almacén en el que
deraban com o esp ecífico s del folklore. cada pueblo acumula su saber y experien­
(Hros vocablos posteriores como tradi- cia ancestral. No es de extrañar, pues, que
tinns p opulaires, demopsicologia, laogra­ los primeros intereses se dirigieran a re­
fía. etc., serán utilizados con mayor o me­ copilar cantos y baladas de tradición oral.
nor fortuna en Francia, Italia, España, Por­ A los Volkslieder (1778-1779) del mismo
tugal y Grecia, pero sin representar una Herder. siguieron los Minstrelsy of the
auténtica alternativa al término más difun­ Scottish Border (1S02-1803). de Walter
dido de folklore. Scott, y otros ejemplos similares en Italia
En cualquier caso, con la proliferación (Tommaseo, 1841-42) y en Francia (Du-
de conceptos asistimos a un cambio histó­ mersan y C olet, 1843). Será por estas
rico importante respecto de la concepción mismas fechas cuando Agustín Duran pu­
de «pueblo». «Puede decirse — escribe blica su Romancero General (1S43). y

196
FOLKLORE

¡[diez años después, Manuel M ila y Fonta- no escrita de los tiempos primitivos repre­
' nals su libro pionero Observaciones sobre sentada en aquellas costumbres y ceremo­
f-la poesía popular con muestras de ro- nias antiguas que, descartadas de la parte
|*mancej inéditos (1853), Ambos ejempli- más escogida de la sociedad, van convir­
fican los intereses románticos, filológicos tiéndose gradualmente en la superstición y
y .folklóricos tal como se estaban gestan­ tradiciones de las clases bajas, y sobrevi­
d o en el Estado español a mediados de si- ven en forma de poesía infantil, de cuentos
sí.glo. Otros representantes de esta primera de nodrizas y en la supersticiosa reveren­
...fase, eminentemente literaria del folklore, cia a ciertas ceremonias y ritos» (cf. Ma­
son escritores com o W ashington Irving, chado y Alvarez, op. cit., 5).
Cecilia Bohl de Faber y M anuel Cano y
.. Cueto, en Andalucía; Manuel Murguía y sniHiJU « n a m iJC » VtWertHf«UftJtJWT'
Emilia Pardo Bazán, en Galicia: Juan V.
* Araquisíain y Antonio de Trueba, en el rimrm im m ep.ulilrtrtnájfned ■-v
: País V asco, y Pau Piferrer, el ya citado
¿ Manuel Mila y Fontanals y otros literatos
de la Renaixenga, como Marian Aguiló, iH G tF llf
Pau Bertrán y Bros, Francesc Pelai Briz y
. Francesc de S. Maspons y Labros, en Ca­
talunya.

n
En 1878 se fundaba, en Londres, la Fol­
klore Society y el primer artículo de sus esta­
tutos declaraba: «La Sociedad del Folk-Lore
tiene por objeto la conservación y publica­
ción de las tradiciones populares, baladas le­
gendarias, proverbios locales, dichos, su­
persticiones y antiguas costumbres (inglesas
y extranjeras), y demás materias concernien­
lam ían trbrrrnn tptejtffrtfaraifU tr
tes a esto» (reproducido por A. Machado y 1u f . a ñ n l w t r f i L t i f a b i E ' m l d *
Alvarez [1882-1883], 1981:1).
Dragoncete
Frente al carácter predominantemente
filológico y literario que la disciplina fol­
klórica había tenido hasta el momento, los El modelo inglés y su orientación evo­
miembros de la Folklore Society adopta­ lucionista constituyó la guía fundamental
ban el paradigma de la teoría de las super­ que siguió Antonio Machado y Alvarez,
vivencias, que junto con el método com­ auténtico fundador de la disciplina folkló­
parado, constituyó una d e la s grandes rica en España. Machado, que en 1879 se
aportaciones teóricas de la etnología evo­ enteró de Ja existencia de la Folk-Lore So­
lucionista, En palabras de Gomme, primer ciety leyendo un número de la Revue Cel-
secretario de la entidad: «el Folk-Lore re­ tique, de París, publicó en 1881, las bases
presenta la historia de un pueblo en aquel del «Folklore Español. Sociedad para la
periodo de cultura en que la famosa ley no recopilación y estudio del saber y las tra­
escrita y la reglamentaria se confunden, diciones populares». En estas bases, de­
pudiendo llamarse por esto historia tradi­ fendía unos planteamientos rigurosamente
cional, que comprende también la historia emplastas en la recopilación fiel y exacta

197
FO LKLO RE

de hechos, datos y casos folklóricos para costumbres populares y en los tres hechos
ensayar después, siguiendo los métodos nuís característicos de la vida: el nacimien­
inductivos de las ciencias naturales, la for­ to. el matrimonio y la muerte: es decir, la
mulación de generalizaciones, leyes y teo­ famosa Encuesta del Ateneo de 1901-1902.
rías. «La Sociedad española — leemos en
la Introducción de la revista El Folk-Lore
Andaluz [1882], 1981: 6 — considera los ITI
materiales que va a recoger como elementos
indispensables para la reconstrucción cientí­ La evolución histórica del folklore co­
fica de la historia patria no escrita hasta aho­ mo disciplina está marcada por una serie
ra más que en su parte más extensa y políti­ de factores y circunstancias complejas y
ca y eso sólo a retazos y de una manera de­ contradictorias, que difícilmente admiten
ficiente y anti-ciem ífica,» Y los mismos explicaciones simplistas y unívocas. Por el
criterios estaban presentes en la génesis de contrario, la diversidad interna de la histo­
la sociedad El Folk-Lore Andaluz (1881). ria de la disciplina es algo que ponen de
que fue la primera de carácter regional. En relieve la inmensa mayoría de estudiosos
la constitución de esta úlLima, se contó con del tema. Isidoro Moreno (1971: 123), por
los esfuerzos de la intelectualidad andalu­ ejemplo, refiriéndose al caso andaluz, con­
za del momento y desde sus inicios gozó trapone la existencia de dos grandes líneas
de la presencia de A ntonio M achado y divergentes — la orientación antropológi­
Núñez, Manuel Sales y Ferré, Alejandro ca que arranca de las ciencias naturales y
Guichot y Sierra y otros destacados darvi­ la del folklore que tiene por base las hu­
nistas, krausistas, positivistas o spenceria- manidades— que estuvieron alejadas ames
nos del momento. Entre los socios honora­ y después de Machado y Alvarez, pero que
rios extranjeros figuraban la crema de los aquél, con su grupo, consiguió conectar;
folkloristas europeos del último tercio del M. Rivera (1977: 6-7). refiriéndose al pano­
siglo X IX . rama antropológico español del siglo xix,
Durante unos pocos años de febril activi­ señala la existencia de cinco tradiciones
dad, Dcm ófilo (seudónimo con el que nor­ distintas: la naturalista, la filosófica, la
malmente firmaba sus escritos Machado y sociológica, la etnográfica y la folklórica;
Alvarez) dirigió la revista El Folk-Lore An­ a su vez, J.M. Comelles (1984) distingue
daluz (1883-1884), la colección titulada Bi- la Antropología como discurso científico
blioreca de Tradiciones Populares Españo­ sobre la humanidad del Folklore, al que
las (1883-1886), que llegó a publicar once considera como un discurso particularista
volúmenes, y estableció una nutrida red de sobre la identidad; y Prat (1991) establece
contactos y colaboradores entre los que fi­ los «ideal typc» de ambos discursos. El
guraban los miembros de la Institución Li­ primero, el antropológico, es ilustrado a
bre de Enseñanza, y Joaquín Costa, profe­ través del análisis de las tradiciones ma­
sor de la misma. Machado también contac­ drileña, andaluza y canaria, que, a sñi vez,
tó con algunos núcleos de folkloristas de son contrapuestas a la tradición catalana,
Extremadura, Canarias y, aunque quizás vasca y gallega, tomadas como paradigma
con menor éxito, con los de Galicia, Astu­ del discurso folklórico. J. Marcos (1988),
rias, País Vasco y Catalunya. La sem illa por su parte, establece una clara distinción
sembrada por Machado y Alvarez fructificó entre la Etnología y el Folklore, pues aun­
unos años después cuando se gestó y llevó que ambas tienen como objeto de estudio
a cabo el am bicioso proyecto conocido al «otro», en el primer caso se trata de un
com o la Información prom ovida p o r la otro «primitivo» y exterior, que se contra­
Sección de Ciencias Morales y Políticas pone al «otro» interior y «atrasado» por el
del Ateneo de Madrid, en el campo de las que se interesa el folklorista. De todas for­

19S
FOLKLORE

mas. es en un escrito de Honorio Velasco folklores y nacionalismos en el Estado es­


(1990) titulado «El folklore y sus parado­ pañol» Antropología, n.° 3, pp. 35-61.
jas» donde se analizan en profundidad las D íaz V iana , Luis. 1988. «Breve historia
paradojas que caracterizan el desarrollo his­ del folklore y la etnología en Castilla y
tórico de la disciplina. Velasco. en este tex­ en León». En: L. D íaz (coord.). Aproxi­
to notable, revisa el objeto de estudio de los mación antropológica a Castilla y León.
folkloristas, el contexto social y político de Anthropos. Barcelona.
emergencia de la disciplina, los intereses E stévez, Fernando. 1987. Indigenismo razo
explícitos, implícitos y latentes que anima­ y evolución. El pensamiento antropológi­
ban a los diversos grupos de profesionales co canario. 1750-1900. Museo Etnográfi­
y lodo ello enfatizando las múltiples pers­ co. Tenerife.
pectivas y vectores internos que estaban en Folk-lore frexnense y bético-extremeño, el
funcionamiento. (1883-1884). Organo temporal de las
sociedades de este nombre. 1987. Re-
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Bibliografía Badajoz / Fundación A. Machado. Ba­
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199
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P rats , Ll.; L lopart , D,; P ra t , J. 1982. La
cultura popular a Catalunya. Estudio­ Joan Prat

Fundamento
El «giro» hacia el lenguaje que ha afecta­ por Nietzsche. Todos los pilares sobre los
do al pensamiento del siglo x x ha de ser que se levantaba la conciencia moderna se
comprendido en conexión con la crisis ge­ muestran ahora como quebradizos y rnal
neral de la metafísica entendida como un asentados, lo cual sin embargo no obsta
pensamiento fundamentador de la cultura y para que el desarrollo económico continúe
de la realidad, crisis que arroja al hombre su marcha. Nos encontramos así con que el
contemporáneo a ia intemperie de una expe­ «giro lingüístico» es consecuencia de una
riencia nihilista que ya había sido atisbada radical crisis espiritual que, paradójicamen-

200
FUNDAMENTO

S, 'te, no acarrea una crisis m aterí al- ec o nómi - La reflexión sobre el fracaso no tiene,
. ca, lo que hace posible que se siga invirtien- según esto, una finalidad correctora sino
¿ dó tiempo y dinero en la reflexión sobre la que se dirige a asumir esta nuestra con­
f . falta de fundamento de algo que sin embar- dición (¿nuestro destino occidental?), De
rrg o sigue funcionando. La filosofía abando- este modo la Hermenéutica empalma con
- - .na su reflexión sobre la conciencia y la rea- la tradición de la filosofa de lafinitud que
lidad sometiéndose a una purga antimetafí- a través de Schleierm acher, Sch ellin g,
- sica en nombre del lenguaje, a una reflexión Kierkegaard, Nietzsche, Marx y Freud in­
sobre el hombre como ser-en-el-tnundo y siste en la im posibilidad de interpretar
■s? sobre «el» mundo como nuestro mundo, en nuestro mundo a partir de un punto de
la que hombre y mundo quedan corrclarivi- apoyo firme (sólido), en la «flotación» de
Zados por su común ser-en-ef lenguaje. una conciencia que no tiene en sí misma
El fracaso de las empresas fundamenta- su fundamento, que se encuentra «diferi­
doras, y en particular de la empresa feno- da» respecto a sí misma, que está ya en sí
- menológica, se convierte para la herme­ m ism a significada, «determinada» (cfr.
néutica en motivo para una reflexión críti­ Schleiermacher).
ca (o quizás pudiera decirse que la actual
hermenéutica se constituye precisamente
en la reflexión sobre dicho fracaso). N o se I. La desfundamentación hermenéutica:
trata sin embargo de una crítica constructi- G. Vattimo
■va, es decir, de la búsqueda de algún error
nuclear responsable del susodicho fracaso, En los últimos anos ha sido G. Vattimo
para que una vez enmendado o remediado (y con él la corriente del «pensamiento dé­
dicho error se hiciera posib le iniciar de bil») quien ha puesto de relieve y ha inten­
nuevo la empresa, ahora ya con garantías tado desplegar radicalm ente las con se­
de éxito. La crítica hermenéutica es nihi­ cuencias más inquietantes de este carácter
lista respecto al objetivo mismo de la fe­ desfundamentador de la herm enéutica,
nomenología (entendida así com o repre­ quedando así enfrentado a las interpreta­
sentante de la metafísica) y no comporta ciones que lo suavizan a través del recurso
una reforma o replantcamiento dirigido a a instancias trascendentales (K.O. Apel,
la superación del fracaso sino más bien la J. Habermas...). La modernidad es atisba-
disolución del proyecto m etafísico de la da por este filósofo italiano discípulo de
fundíimentación. L a actitud heroica de lu­ Schleiermacher, N ietzsche y H eidegger
cha superadora deja paso a un antiheroísmo como dirigida por la metáfora de la ilumi­
que se resigna al fracaso (¿acaso lo re-signa nación progresiva, desde la cual se aborda
o resignifica, como apunta Vattimo, hacien­ la historia como el despliegue superador
do alusión a la Verwindung heideggeria- que recupera el fundamento u origen rea­
na?), que asume la imposibilidad de alcan­ propiándose de él (de ahí la asimilación
zar una fundameniación definitiva, la inelu- moderna entre lo nuevo y lo valioso). El
dibilídad del nihilismo1. ocaso de esta metáfora y la quiebra de !a

1 «Verwindung» es una palabra de difícil traduc­ c o n v a le c e n c ia -r e s ig n a c ió n y el de d is to r s ió n . Hei­


ción que Heidegger emplea de manera puntual como degger habla de la «Verwindung» del "Cie-stcll» (que
distinto de «Überwindung» y q u e Vattimo aproxima sería la forma final de la metafísica) como un E reignis
a Ja expresión nictzscheana «filosofía del amanecer». exterior a la metafísica. No se trataría ni de superarla
«Verbindung» indica «un rebajamiento que mantie­ ni de aceptaría, sino de una aceptación resignada fpor
ne en sí mismo los rasgos de !a aceptación y de la cuanto que resignadora) o convaleciente. Ortiz-Osés
profundización» (Vattimo, E l f i n d e la m o d ern id a d , ha traducido este término como im p lic a c ió n a c o m ­
Gedisa. Barcelona, 1977, p. 151), pero en alemán tie­ p lic id a d íefr. A. Ortiz-Osés, M e ta físic a J e ! sen tid o .
ne asimismo otros dos significados asociados: el de Deusto, 1989, p. 14).

201
FL'N'fJAMEsTO

noción de fundamento, en Unto que son originaria en relación a la cual todo acto de
asum idas sin ningún resto de nostalgia, conocimiento quedará como una interpreta­
marcan el in icio de la posm odernidad ción o articulación (en ello radica el círculo
com o «lugar en el que se anuncia una po­ hermenéutica). La noción heideggeriana de
sibilidad distinta para el hombre»2, como s e r -p a r a -la -m u e r te vendría a dar respuesta
«apertura a una concepción no-metafísica a la pregunta por la fundamentación de
de la verdad interpretada a partir de la ex­ esta constitución hermenéutica del ser-ahí.
periencia del arte y del modelo de la retó­ La existencia se constituye como una tota­
rica»-. lidad. como un tejido-texto, sólo en cuanto
La hermenéutica, con su redefiniciórt que se decide anticipadamente por la pro­
del ser com o lenguaje, quedaría situada, pia muerte, sólo en cuanto que las posibili­
en opinión de Vattimo, en este marco de dades más acá de la muerte quedan abier­
la posmodernidad. En este sentido la tesis tas como posibilidades, es decir, quedan
que afirma la radie alid ad de la interpreta­ desabsolu tizadas por su puesta en conexión
ción no como un modo de conocimiento con su imposibilidad, con la visión de la
sino com o el modo de ser del hombre o, nada, con la aceptación de la propia muerte
formulado de otro modo, la implicación como «posibilidad permanente de la impo­
de la interpretación en todo conocimiento, sibilidad de todas las otras posibilidades»34.
ha de ser entendida como una desfunda- La existencia se funda sólo asumiendo la
mentación, como un reconocimiento ex­ falta de fundamento:
plícito de la falta de fundamento (nihilis­
La decisión anticipadora de la muerte
mo) o com o la implicación de fimdamen-
constituye ciertamente la existencia
tación y desfundamentación. Tal es, en
como continuidad de un discurso, de un
efecto, la conclusión que Vattimo deriva
texto-, però al precio de suspenderla en
de la analítica existenciaria heideggeriana
un no-fondo que es precisamente la po­
que in ten ta «fundam entar» al ser-ah í
sibilidad de la imposibilidad de todo, la
com o totalidad hermenéutica. El ser ahí,
muerte5.
entendido como scr cn-el-mundo, se en­
cuentra ya siempre arrojado en el horizon­ La constitución hermenéutica del hom­
te de un proyecto, sólo en el interior del bre (a la que corresponde una similar
cual se le dan los entes y tienen un senti­ constitución del mundo), su modo de ser
do. Esta familiaridad primera con un sis­ interpretativo, se ofrece, así, como una con­
tema de significados, con una totalidad de secuencia de su radical finilud, de su condi­
retornos, constituye la precomprensión c i ó n permanentemente amenazada por la

3 G. Vaitimo, ü.c., p. 18. significa... sino el planteamiento de las cosas existen­


3Id. p. 19. tes desde su posibilidad misma, desde un abismo
4 G. Vattimo, Más olió del ¡ajelo. Paidós, Barce­ donde sólo son posibles con otras muchas que no
lona, 1989. En general, sobre el ser-para-la-muerte son, peto que podían ser igual que ellas. Esto quita
véase en esta misma obra las páginas 99-104 y en E l importancia a la petulancia de !o dado y al dogmatis­
fin de la modernidad, pp. 30 y 105. mo de sus justificaciones racionales, otorgando a los
5 G. Vattimo, M ás allá del sujeto, o.c., p. 101. hechos una profundidad abismal, en el vacío absolu­
Compárese esta cita de Vattimo con la siguiente cita to, sin raigambre ni fundamento o fondo. Este plantea­
de I. Reguera referida al pensamiento de Wiltgens- miento profundo, “eaúLico", digamos, de las cosas destk
tein en la que insiste en el abismo originario que pre­ su posibilidad, es un planteamiento “esencial“' suyo, “au­
cede a cualquier fundamento y a toda ordenación ra­ ténticamente filosófico" y no el superficial del mero “or­
cional y hace que «para filosofar haya que bajar al denamiento racional”, razonable, de ellas, que Witlgens-
viejo caos y sentirse a gusto en él» (L. Wiitgenslein, tein califica peyorativamente de “burgués”...» (Isidoro
Observaciones, Siglo XXI, México, 1981, p. lió ): Reguera, «Las observaciones varias de Wingensleln»,
«La recurrencia al caos — comenta I. Reguera— no en VV.AA., Filosofía COL!, U.P.V., 1990, p. 92).

202
FUNDAMENTO

muerte, por la nada, planteándose la para­ ser-para-la-muerle, de la nada y el silencio


dójica situación de que el propio límite es (de la vida vivida) para re-mediarlo en la
al mismo tiempo el fundamento. El límite nueva palabra, en la dicción (fundación:
(«limitud») como fundamento: ¿una forma ascensión como articulación lingüística):
de decir que no hay fundamento (relativis­
El acaecim iento de la palabra com ­
mo)? Sí, si el fundamento se entiende clá­
porta un riesgo porque lo otro del len­
sicamente como absoluto. Pero también
guaje no es solam ente el fondo mudo
una forma de decir la dialéctica de funda-
sobre el que la palabra resuena, ni sola­
mentación -des fu ndam en tación (c orre laLi -
mente el silencio que marca los interva­
vismo).
los y las diferencias entre palabra y pa­
El ser es ciertamente la physis que labra. sino que es, positivamente, el si­
constituye el horizonte temporal sobre el len cio de la temporalidad vivida que
que los entes se recortan, pero es tam­ tiene como su límite y como su funda­
bién el Caos de la sagrada Wildniss (sel­ mento constitutivo la mucrteq.
va). que manifiesta la definitiva falta de
A sí pues, la hermenéutica anclada en la
fundamento de cada fundación, abriendo
tesis de la lingiiisticidad del ser lleva a
la posibilidad de fundaciones nuevas,
cabo un proceso de desfundam entación
pero también señalándolas a todas con
tendente a liberarse de la mentalidad re­
su insuperable carácter de nada6*.
presentativa de la metafísica. A lo largo de
Dicha dialéctica, que atraviesa el uni­ este proceso el mundo deja de ser concebi­
verso del discurso humano en su totalidad, do como un conjunto de cosas que se en­
puede encontrarse paradigmáticamente re­ cuentran en la experiencia para compare­
flejada en la concepción romántica de la cer como un horizonte-contexto anterior a
poesía que se condensa en el fam oso verso las cosas puesto que solamente en su inte­
de Hölderlin comentado por Heidegger: rior algo puede tematizarse «como algo»
«Lo tjite dura lo fundan los poetas»1. La (y, así. darse), como sistema de significa­
fundación de «lo que dura», del mundo dos y, en definitiva, como lenguaje en el
como articulación de ámbitos de experien­ que las cosas vien en a ser. El lenguaje
cia, es ejecutada por la poesía: el poeta remplaza, por tanto, al sujeto trascendental
abre y funda el orden de los significados y el ser deja de ser para venir a acontecer:
que constituyen el mundo o, mejor, «un» un acontecer que tiene lugar en el lenguaje -
inundo. Pero sí la palabra (poética) inau­ y como lenguaje. Correlativamente, la in­
gura un mundo sólo lo hace por su c o ­ terpretación queda enmarcada en e) inte
nexión con «lo otro» de la palabra, con el rior de una circularidad sin conclusión a la
abismo sin fondo del silencio (caos) «como que no es posible escapar (fundamentar),
apertura total a partir de lo cual lo abierto presentándose como una tarea infinita (la
se abre»8. La creación poética comporta finitud del hombre como fundamento de la
un riesgo pues exige poner en conexión lo infinitud de las interpretaciones) de la que
mediato (el mundo con stitu id o) con el ningún método nos puede librar. En este
caos originario (dcsfundamcntacíón), re- sentido ha sido Gadamer el que ha des­
clamauna descensión en la que el poeta se montado la identificación moderna de la
topa con la alteridad radical del propio verdad con el método (sea el demostrativo

h G. Vallimo, M á s a llá del sujeto, a.c... p. 81. Ca­ transparente. Cátedra, 1990), hacia una «lightifica-
bría señalar que esta lingüistización del ser planteada ción» que suena a elusión de dicho núcleo.
por Vallimo, que encierra un núcleo trágico en la ten­ 7 M. Heidegger, Arfó y poesía, F.C.E., Méx., 1982.
sión lunilamento-desfundameniación, parece irse de­ K G. Vaitimo, Más allá del sujeto, n c., p. 79,
cantando en sus últim as obras (cfr. L a s o c ie d a d ‘J G. Vatlimo, id., p. 80.

203
FUNDAM ENTO

de las matemáticas o el experimental de la hermenéutica romántica (cfr. Schleierma-


física) para redescubrir que la experiencia cher), Vattimo se desmama de ciertos plan­
originaria de verdad se hace fuera de todo teamientos que, como los de Apel y Ha­
contexto metódico y no puede quedar en­ bermas y, por otro lado, Ricoeur, dan una
cuadrada en un proceso constructivo o versión «positiva» de la interpretación
acumulativo. La experiencia (de verdad) como re-construcción, como una actividad
produce en el sujeto que la «padece» una de desciframiento, como un remontarse a
transformación global, y no sólo un incre­ un ser auténtico o a un sentido propio (ori­
mento de información, de tal modo que lo ginario) a primera vista oculto pero, al fin,
nuevo se integra o se incorpora a lo viejo alcanzable y transparente (no siendo tales
provocando en el sujeto una dislocación: intentos positivos de restablecimiento de
le saca fuera de sí y le implica en un juego algo «propio» o de reapropiación del ser,
que' trasciende a los jugadores. Desde este en opinión de Vattimo, otra cosa que ma­
contexto hay que comprender la caracteri­ nifestaciones de un nihilismo reactivo)11.
zación gadameriana de la verdad como fu­ Enfrentado a este planteamiento positivo
sión de horizontes en la que emerge un que suaviza el componente trágico de la
«tertium» radicalmente nuevo. constitución hermenéutica humana hasta
La realidad (lo que llamamos la reali­ eliminarlo, se encuentra el pensamiento de
dad) es algo que se nos da en el seno de un la «huella» que se constituye en tal ai afir­
lenguaje en el que se articula, siendo por mar la insuperable ausencia del ser-senti­
tanto su captación siempre una interpreta­ do, afirmación que puede ser hecha bien
ción que, en cuanto tal, implica la dialécti­ desde una cierta nostalgia residual por la
ca entre fundamentación y desfu ndamen- presencia (Derrida y Lacan) o bien desde
tación: fija (detiene) lo m óvil, sin que esa la celebración de dicha ausencia como una
fijación sea absoluta, y disuelve lo, por desligación que libera la interpretación
reiterado y topificado, fijado como defini­ comprendida como «simulacro» de toda
tivo] La indagación del fundamento nos referencia al origen (Deleuze)12. La posi­
confronta inevitablemente con la desfun- ción de Vattimo, si bien se encontraría más
damentacion, correlato inevitable de la hu­ próxima al pensamiento francés de la dife­
mana finitud. Como afirma VatLimo hei- rencia que a los intentos reapropiadores, no
deggerianamente; coincide con su radical eliminación de lo
originario para instalarse en la «superfi­
Buscando el sentido del ser el ser ahí
cie». En su opinión la originalidad de la
s e encuentra llamado en una dirección
hermenéutica formulada por Heidegger no
que le despoja, le desfundamenla y le
se deja reducir ni a la descripción del ser
hace saltar a un abismo que es el de su
como ausencia ni a las diferentes repeticio­
constitutiva mortalidad10.
nes de un original que no está, pues si bien
La interpretación resulta ser siempre un la interpretación «inaugura un mundo» sólo
ejercicio de finitud (asumida en unos ca­ lo hace en tanto que, a su vez, «responde a
sos, escamoteada en otros), lo cual acarrea, una apelación»13. Lo que Heidegger se pro­
como contrapartida, la infinitud de la tarea pone es permanecer fiel a lo originario,
hermenéutica, su inacabamicnto como algo pero entendido como diferencia: «el acce­
constitutivo y no meramente accidental o so a ¡o originario es para él el acceso a la
accesorio, es decir, superable. Pues bien, a diferencia. Es lo originario que, en su dife­
partir de esLa tesis ya establecida por la rencia con el ente simplemente presente en

,n G. Vatiiino. id., p. 101. 11 Cfr. G. Vauimo, id., p. 71.


11 G. Vatlimo, id., p. 97. ,-1 G. Vnuiino. id., p. 72.

204
FUNDAMENTO

¡fr-------
f o é l mundo, constituye el horizonte del mun- como lo es la imposibilidad de encontrar
do, lo be-srimmt, lo determina, lo entona, en él un fundamento. Se trata sin embargo
iy lo delimita y encuadra en sus dimensiones de una ausencia que no tiene un carácter
reconstitutivas»14. Desde esta perspectiva, lo absoluto puesto que algo se transmite (un
í 'originario, como lo otro del ente, se da aun- «algo» que, usando la term inología ro­
": que no lo haga en la mera presencia sino mántica adoptada de A ristóteles, no es
en el An-denken concebido heideggeriana- «ergon» — obra acabada— sino energeia
T. mente com o pensamiento rememorante — proceso de producción, proyecto, im ­
■ (que se corresponde con la «anticipación pulso que condiciona mas no determina,
: ;de la muerte» descrita en Ser y tiempo ). que sólo se realiza a través de la libertad
• .U na tal rem em oración se opone (com o del intérprete, de la vinculación a la mor­
:■ Verwindung) al pensamiento metafísico, talidad— ), una ausencia relativa, cuya re­
dominado por el olvido del ser, no para latividad no queda nunca superada, sino
acceder a él representándolo sino para, pre­ en todo caso correlativizada, y que induce
cisamente, re-memorarlo: «el pensamiento al intérprete a im plicarse en un proceso
*que no olvida el ser es aquél que solamente inacabable que ni tiene un punto de partida
lo recuerda, es decir, que lo piensa como firme ni conduce a un objetivo definitivo:
ya siempre desaparecido, ido, ausente»15.
Como se ve en las reconstrucciones
Se trata de «pensar la diferencia como di­
etim ológicas que H eidegger da de las
ferencia», lo cual nos remite de nuevo a la
grandes palabras del pasado, la relación
. cuestión del nihilismo y a la identificación
con la tradición no nos procura un pumo
del ser con el lenguaje en tanto que anun­
firme sobre el cual apoyamos, sino que
cio que se transmite (tradición)16.
nos empuja a una especie de remontar­
La interpretación no dice, pues, recons­
nos «in infinitum» en el cual se hace flui­
trucción, reapropiación, desciframiento de
do el presunto carácter definitivo y con­
algo oculto que a su través se volviera pre­
tundente de los horizontes históricos en
sente: todo intento de este tipo se funda­
los cuales nos encontramos y el orden
menta en la elusión de la radical finitud-
presente de los entes, que en el pensa­
desfundante litación humana y en cuanto
miento objetivamente de la metafísica
tal representa una recaída en el nihilismo
pretende identificarse con el ser, se re­
reactivo17. Solo asumiendo nuestro «ser-
vela en cambio como un particular hori­
para-la-muerte» y, por tanto, el nihilismo
zonte histórico18.
al que el propio pensamiento metafísico
nos ha abocado, es posible acceder a su Este sería el planteamiento vattimiano de
Verwindung en un nihilismo activo, crea­ la tarea hermenéutica, que se enraiza, por
dor de un sentido que, propiamente no es un lado, en suelo heideggeriano y, por otro
sino que acaece. La tarea hermenéutica lado, en la critica nietzscheana a la moder­
respecto al texto, a la tradición, no podrá, nidad, encarada como decadencia y nihilis­
en opinión de Vattimo, ser abordada como mo, crítica que no persigue su superación
un volver presente o hacer patente su sen­ (por ser la superación una categoría típica­
tido auténtico supuestamente oculto, ni mente moderna que no garantiza una salida
como una reconstrucción del sentido origi­ fuera de la modernidad) ni recurre a fuerzas
nario. La ausencia de un tal senrido autén­ suprahistóricas o eternizantes sino que «in­
tico u originario es algo in soslayab le, tenta producir su disolución por la radicali-

G. Vattimo, id., p. 73. 17 Véase al respecto, G. Vattimo, E l fin de la m o­


15 G. Vantino, E l fin de la modernidad, o.c., p. 107. dernidad, o.c., p. 30.
i# G. Vattimo, id., p. 225. H G. Vattimo, id., p. 108.

205
FUNDAMENTO

zacion de sus propias tendencias»19. La narlo. Se trata de pensar la no-presencia


posmodemidad viene así caracterizada por com o una carencia de identidad estable
la asunción del nihilismo hasta sus últimas que. siguiendo a Humboldl, hace que el sig­
consecuencias, lo cual acarrea su transmu­ no no encuentre una morada permanente ni
tación en un nihilismo activo o positivo. siquiera en la escritura. «No tener una mo­
rada permanente — comenta M. Frank— no
significa sin embargo no tener sentido.
2, La fundamentación como motivación: Pero para tener sentido la escritura debe
M. Frank poder ser interpretada cada vez . » 21 El
sentido y la interpretación quedan así mu­
También en el ámbito germano, concre­ tuamente vinculados en una correlatividad
tamente en la obra de M. Frank, es posible que podríamos llamar constitutiva. La uni­
detectar una reflexión sobre el lenguaje y dad (la unidad semántica de un signo) no
la interpretación que trata de asumir la fal­ es algo dado sino algo que está en relación
ta de fundamento de nuestros discursos a un acto de atribución u otro, a un juicio
como una situación inevitable e insupera­ hipotético u otro. «X no es por sí mismo
ble, sin que ello implique, por otro lado, la idéntico a X (por su configuración fonato-
aniquilación del sentido. Frente a la reduc­ ria o su imagen acústica, lo cual constitui­
ción del sentido a un «efecto de superfi­ ría precisamente la “ilusión naturalista”),
cie» pero también, y sobre todo, frente a sino únicamente mediante una actividad
las concepciones absolutistas del sentido, de interpretación creadora»22.
M. Frank adopta la perspectiva hermenéu­ La interpretación no puede ser concebi­
tica de la vinculación constitutiva de senti­ da como la identificación del sentido ori­
do c interpretación en una tarea inacaba­ ginario de la palabra o de la intención del
ble, lo cual implica ciertamente la renun­ autor del texto, no puede tampoco ser vista
cia a «la ilusión de un sentido del texto com o un proceso mecánico de codifica­
originariamente dado c idéntico a sí mis­ ción y descodificación. Un texto o un signo
mo»20. La búsqueda del fundamento de­ no tienen sentido más que por suposición:
sem boca así no ya en una teoría de la hay que suponerlo en un juicio hipotético
identidad sino en una meditación sobre, la de atribución de sentido, es decir, en la in­
dijféranee originaria del sentido, sobre su terpretación23. Frank recupera de este modo
«no-presencia» constitutiva. Frank quiere la tesis de la hermenéutica romántica que
ser fiel a la idea derridiana de la «différan- establece la analogía entre la interpreta­
ce» y de lo «indecidable» (indecidible o in­ ción y el juicio estético en tanto que «pro­
determinable) del querer-decir, o sea, del ducción compuesta en la que somos cons­
sentido, pero pensándolas como propieda­ cientes de unas reglas generales, pero cuya
des de la individualidad consciente de sí aplicación no puede a su vez quedar refe­
misma y no abordándolas, por tanto, de un rida a reglas»24. A la base de la interpreta­
modo absoluto, lo cual tendría por conse­ ción nos encontramos, por tanto, no con
cuencia un totalitarismo que destruiría el una imitación (Nachahmung) sino con un
sentido en lugar de multiplicarlo o disemi­ libre acto creativo de la individualidad,

15 G. Vatiimo, id., p. 147. y T. Todorov, D iccion a rio enciclopédico de las cien­


:l’ M. Frank. Q u 'est que c'est le néo-struciuralis- cias del lenguaje. Siglo XXI, Madrid, 1983), y la no­
me (clr. París, 1989). Sobre la inacababilidad de la ción de «imertcxtualidad» popularizada por J. Kristeva.
interpretación, cfr. la obra de Schleiermacher así 31 M. Frank, id., p. 316.
como, en la acLualidad, T. Todorov con su cuestiona- 2- M. Frank, id., p. 232,
miento de ]a posibilidad de controlar los lexlos a par­ 11 M, Frank, id., p. 324.
tir de sistemas (véase el artículo «texto» en P. Ducrot 24 Citado por M. Frank, id., p. 324.

206
FUNDAMENTO

con una re-producción (Nachbildung), en de un lugar que estuviera a! margen de la


la que el prefijo re- no señala ya un retor­ situación de comunicación27.
no a la autenticidad de un sentido origina­
rio sino una re-creación del proyecto de
sentido imprevisible desde una perspectiva 3. El fundamento imaginario
gramatical o semántica11. Esta imprevisibi­ (A. O rtiz-Osés)
lidad no implica, sin embargo, una arbitra­
riedad ciega sino una innovación que no Entre nosotros A. Ortiz-Osés ha elabo­
es absoluta sino relativa, en tanto que se rado una teoría de la interpretación que se
trata de una reinterpretación de un uso an­ despliega desde una perspectiva no tan es­
terior del signo, de una alteración determi­ trictamente filosófica sino más bien antro­
nada, de una transformación motivada. pológica o psico-social. También en este
Así pues, en este contexto la pregunta por ámbito comparece la peculiar relevancia
el fundamento (de la interpretación) no del lenguaje (cfr. A. Geblen, por ejemplo)
puede ser contestada en un sentido clásico como el hiatus que simultáneamente une y
(fuerte) sino sólo en un sentido hermenéu- separa ai hombre y a la naturaleza, al suje­
rico. remitiéndose a la noción de motiva­ to y al objeto, en un proceso inacabable de
ción, la cual es entendida por Frank como interpretación. La interpretación queda así
«una forma de fundación que no se religa presentada com o el «estado natural» del
a su fundamento más que después de ha­ hombre, ese «animal innatural por natura­
berlo reconocido como fundamento a ía leza» (Gehlen), y como último fundamen­
luz de una interpretación; las consecuen­ to tanto de su propia realidad como de sus
cias están, pues, motivadas cuando no se realidades (mundo)28. D e este modo se de­
desprenden de la necesidad ciega, sino semboca en una desfund amentación sim i­
que se remiten (libremente) a su causa»2*5. lar a las anteriormente señaladas, bien que
Frente al fundamento clásicamente enten­ con un rasgo peculiar que en ellas no esta­
dido como origen o causa, la motivación ba presente o explícito: su carácter simbó­
implica la mediación de la interpretación, lico o imaginario. Veámoslo.
teniendo por tanto un carácter siempre rela­ El em peño racional por hurgar tras lo
tivo o, mejor, correlativo, es decir, herme- aparente en busca de su fundamento, em­
néutico. Un tal relativismo hermcnéutico peño que condujo a la metafísica griega a
no proclama, como hemos señalado, la au­ descubrir el Ser con sus atributos de u n i-"
sencia del sentido, sino la finitud de nuestra dad, bondad y belleza, se ha trocado en la
constitución hermenéutica y la correspon­ modernidad tardía en un camino que con­
diente infinitud de la tarea hermenéutica, la duce al descubrimiento de la nada, y el e s -.
imposibilidad de determinar objetivamente panto provocado por este descubrimiento
el sentido, es decir, su imprevisibilidad des-*21 propicia que se le dé la espalda iniciándo-

2Í Sobre el coniraste entre Nachahm ung (elásica) pendi/.ado, pero que no es necesario plantearlos
y N a c h b ild u n g (romántica), véase M. Frank, D a r como si se tratara de una disyuntiva. Así, por ejem­
kom m ende Gott. Suhrkamp, Frankrurt am M ain, plo, Frank resalta que Saussure ya había hablado de
1982, pp. 134-5, así como T. Todorov, Théories dtt un «cierto flotamiento» entre lo que las prescripcio­
symbale, Senil, París, 1977. nes del sistema lingüístico exigen y lo que es dejado
M. Frank, Q u 'e sl-ce que ¡e néo-structurulis- a la iniciativa del individuo que habla, de tal modo
m t?, o.c., p. 316. Cfr,, asimismo, D a s individueUe. que los valores del sistema lingüístico no despliegan
Ailgemeine. Frankfurt, 1977, pp. 322 y ss. su sentido más que en el acto de habla. (M. Frank,
21 Frank recurre con frecuencia a Saussure con Q u'e sl-ce que le néa-stnicruralisme. o.c., p. 320),
la inLeución de demostrar que el eslructuraiismo y -B Véase de A. Ortiz-O sés, H om b re, m u n d o y
la hermenéutica se pueden considerar como dos lenguaje crítico. Sígueme, Salamanca, 1975, y de
momentos de una misma tradición que se han inde- A. Gehlen, E l hombre, Sígueme, Salamanca. 1980.

207
FUNDAMENTO

se una huida en nombre del funcionalis­ tal modo que el concepto se apoyaría en la
mo, del pragmatismo, del progreso, de la palabra), para Ortiz-Osés lo que se deriva
razón instrumental. El pensamiento m o­ de esa imposibilidad es el descubrimiento
derno, en efecto, asiste aterrorizado al de­ de que el lenguaje simbólico funda al pen­
senmascaramiento de su verdad como una samiento racional, de que a la base del
metáfora petrificada, com o una ficción concepto se encuentra el sím bolo (otra
que se ha olvidado que lo es, como una cosa distinta es que esos descubrimientos
mentira en el sentido extramoral apuntado sean vividos o no como constataciones del
por Nietzsche. La sospecha de que la fla­ vacío y de la nada).
mante razón, el lagos puro, no puede justi­ Frente a la solidez del ser clásico y de la
ficarse a sí misma desde sí misma como razón nos las habernos ahora con un fun­
pretendía (téngase en cuenta a este respec­ damento líquido (cosa que ya había visto
to la crisis de fundamentos de las matemá­ Nietzsche al referirse al hombre como «un
ticas a comienzos de este siglo), de que se poderoso genio constructor que acierta a
apoya precisamente sobre aquello que pre­ levantar sobre cimientos inestables y, por
tendía excluir com o lo otro de la razón así decirlo, sobre el agua en movimiento,
(siendo este «otro» el lenguaje natural y, a una catedral de conceptos infinitamente
su través, el mito) es vivida como la ame­ complejos»), con la fluidez del sentido y
naza de una caída en el nihilism o, de la del símbolo311. Que en contraste con el apo­
pérdida del fundamento. yo en lo sólido lo líquido aparezca como
Pues bien, ante esta situación Ortiz-Osés una «nada» no impide el que aún en esta
asume los aspectos más corrosivos de la «nada» se pueda nadar y flotar. Y paralela­
hermenéutica, los que insisten en que la mente se puede hablar de la desfundamen-
mencionada «sospecha» no es ya sólo una laeión hermenéutica, incluso de nihilismo
sospecha sino algo «confirmado». En esa hermenéutico, si se hace de un modo relati­
dirección apunta su adopción de la tesis de vo, es decir, en relación al fundamento só­
la lingüistícidad del ser, tesis que a su vez lido-racional, mas no de un modo absoluto.
es radicalizada, pues, mientras que Gada- Pero veamos esta tesis plasmada en pala­
mer señala el carácter metafórico del len­ bras del propio Ortiz-Osés:
guaje, Ortiz-Osés insisLe en su carácter ca-
tafórico o simbólico (es decir, imagina­ Por encima y debajo de nuestras filia­
rio). Ahora bien, aunque la sospecha quede ciones reales, intervienen nuestras a-fí-
confirmada. lo que no se confirma es su in­ liaciones imaginario simbólicas al tra­
terpretación: la visión de la falta de fun­ vés de imágenes cargadas de sentido: de
damento (racional) de la razón es vivida este modo hay algo que se «muestra»
como una caída si se interpreta desde una wittgensteinianamente tras los hechos
actitud racional-m etafísica (patriarcal), brutos a los que trasciende, y ese alga
pero desde una actitud catafísica o diafísi- imagímeo no se puede decir en un len­
ca (matriarcal o fratriarcal) seria más bien guaje referencial sino en el otro lengua­
un descenso2^. Así, mientras que para Ga- je arquesimbólico del imaginario. Con
damer la imposibilidad de fundamentar ra­ ello fundamentamos nuestras vivencias
cionalmente la razón acarrea el descubri­ no en presupuestos dados de hechos bru­
miento de su fundamento lingüístico (de*lo tos, sino en condiciones trascendeniales

2<) Sobre la catafísica y la tJiafísica, véase A. Or- -™ F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en senti­
liz-Osés, Metafísica del semillo, Univ. Deusto, Bil­ do extramoral, Cuadernos Teorema, Valencia, 19S0.
bao, 1989. pp. 25 y ss. Sobre la caída y el descenso, p. 12.
véase G. Durand, L a s e su v cn tia s antropológicas de
lo Imaginaria, Tan rus, Madrid, 1986.

208
FUNDAM ENTO

jjp1.' o con-dicciones: así pues, en un Lengua- puesto que precisamente lo sim bólico es
mL-y je simbólico que funge de mediación o simbolizado por las aguas, resulta enton­
S^T-; a-filiación entre el Liempo intramundano ces que lo sólido flota, es decir, emerge y
y el sentido trascendente. El fundamento demerge en lo líquido (com o una isla de
jg^Y de lo real es imaginario: el Imaginario es sargazos). Esta reinterpretación del ser
l!"Y- la Matriz del sentido, tal y como lo for- «desde el agua» suscita una visión surreal
gT-: muía lá vieja mitología vasca en su máxi- y reversiva del mundo y de la vida. En di­
f--- ■■ má: «Izena duen guztia, ornen da» (todo versas m itologías el agua es considerada
■7 lo que tiene nombre es)31. como mater-materia de generación y rege­
neración, com o elemento caótico original
ÍÍ 'E l fundamento de lo real es imaginario. y final, y en este sen tid o una filo s o fía
(.E sta afirmación acarrea ciertamente un acuática es una concepción de la verdad
i), «ablandamiento» de la concepción clásica desde el lím ite, una visión del revés del
de lo real, una «dilusión» de lo fijo, un ser33. Un límite-revés en el que el ser-ver­
x cierto relativismo y, en definitiva, una rein- dad está implicado, es decir, «protoapre-
7-' terpretación acuática del ser como sentido hendido»34. ¿Destino? En efecto, «un des­
atravesado por el sinsentido, como realidad tino (acuático) que hace ilusas todas las
y transida de irrealidad, es decir, como sím- cosas (sólidas): pero a través del agua el
- bolo, como lenguaje simbólico, único ca­ propio destino se ablanda, humedece y re­
paz de decir lo indecible. ¿Nada como fun- vien e»35. Lo líquido-sim bólico es la ur­
T-l- damento? A sí es, al menos para quien el dimbre (matricial) que, frente a lo urdido
símbolo nada sea. Pero resulta que para la (patriarcal) no es, pero que lo posibilita,
; actual simbología el símbolo es una nada posibilitando al mismo tiempo su regene­
T que reúne lo sentido (imagen) y el sentido. ración. Pues es por la inm ersión en las
. una nada pregnante y pregnada. ¿Nihilis- aguas (reconexión con la urdimbre) que lo
; mo? Sí, pero creador, ya que el ser es liqui­ urdido (el texto) revive o se recrea en el
dado (licuado) al ser reconocido desde su presente de la interpretación. Pero deje­
reverso, pero esta liquidación es fructifica- mos que sea Ortiz-Osés quien nos conduz­
, dora y no meramente aniquiladora, pues ca de nuevo desde las aguas hasta el len­
moviliza el sentido: nihilismo simbólico guaje, del que habíamos partido:
como actitud surreal corruptora de lo real
y la verdad desde la irrealidad de la menti­ De ello se deduce que el agua está al
ra (imagina!), con lo que aquéllos se revie­ principio, en medio y al final, pudiéndo­
nen. ¿Vacío? Sí, pero se trata de un vacío sela considerar como auténtico médium
exigitivo, de un agujero mitológico del que amniótico de regeneración. Ello pone al
surge un destino ineludible pero asumióle o agua en comunicación simbólica con el
transfigurable en destinación. ¿Nihilismo? lenguaje, médium hermenéutico por ex­
Sí. por tanto, pero nihilismo religioso o re­ celencia de disolución y resolución de
lígame32. lo real en su entítatividad sólida. El len­
El fundamento de lo real es imaginario: guaje, en efecto, pone en «flotación»
el símbolo funda la realidad y verdad. Y, (cfr. la alquimia simbólica del «baño de

31 A. Ortiz-Osés. L a filia c ió n im aginaría, manus­ «itr» significa en cuskern «agua», en alemán «ori­
crito. gen» y, en el contexto mesopoiániico, «cuerpo mater­
s- Véase A. Ortiz-Osés, «Reílexionario». en W. Ross. no» (nota 4).
Nuestro im aginario cultura!, Antliropos. 1991. 34 Ver «Reflexionario». o .c .. 1 1 .° IOS.
-v Véase A. Cruz-Oses. «El folklore semíticos., 35 A. Ortiz-Osés, «La imaginación acuática. Mito­
Prólogo a F n e n ie s p ú b lic a s d e Vizcaya. Di pul ación logía y metáfora del agua», en W . R üss. N u e s tr a
Foral de Vizcaya. Bilbao, 1990, donde señala que im a g in a rio cu ltu ra l, Anthropos. i 9 9 1.

209
FUNDAMENTO

M aría») las entidades, disolviendo su con el problema del nihilismo, problema á


irrelacionalidad y cociéndola o resol­ que resulta imposible eludir, ya que la de$- J
viéndola en relaciones: en este sentido fundamentación que acarrea se nos plantea %
el lenguaje cual «razón acuática» mata precisamente com o el fundamento de la J
y vivifica {disuelve y coagula) lo real interpretación. La interpretación, suelo de |
dado, otorgándole una nueva relaciona­ nuestro mundo, resulta ser, según afirma -
lidad omnímoda^16. la hermenéutica, una realidad flotante, si \
bien esta flotación puede a su vez ser in- ■■
El lenguaje-sím bolo es concebido así terpretada, como hemos visto, de distintas
por Ortiz-Osés como el fundamento-abis- formas: desde la más aérea en Valtimo. a
mamiento de la realidad representando, la más a c u á t i c a en Ortiz-Osés, pasando *
frente a la sólida r a z ó n tr a s c e n d e n ta l y la por la flotación motivada de Frank. «Pero
fundamentación metafísica tradicional, el flotante o no flotante el mundo sigue ade- i
lugar de una im a g in a c ió n tr a s c e n d e n ta l o lante», contrapuntearía una vieja voz po- .j
arquetipal. pular. - j
A sí pues, el «giro lingüístico» enfrenta
de un modo u otro al pensamiento actual3 Luis Gamgatza

3S A. Ortiz-Osés, «El folklore acuático», en o .c.,


p. 14.

2 10
Gadamer, Hans-Georg
H.-G. Gadamer (nacido en I9U0 en cual se ha organizado históricam ente la
Marburgo) es considerado como el funda­ Hermenéutica, y en esta reflexión Gada-
dor. .siguiendo el impulso de Heidegger, mcr pretende mostrar que la interpretación,
de la neo-hermenéutica o hermenéutica lejos de ser un modo particular de conoci­
losófica con la que vino a «urbanizar la j / miento más o menos secundario y añadido,
provincia heideggeriana». Simultaneó en ' es precisamente lo que caracteriza al ser
su formación los estudios de filosofía con humano como tal. su peculiar modo de ser.
los de filología griega, inscribiéndose en La neo-hermenéutica desborda así el ámbi­
la tradición del humanismo clásico que a to de la episLemología y se presenta como
partir de Kant había quedado sumida en una ontología con pretensión de universali­
un semi-olvido. Fue profesor en Leipzig f dad, puesto que la interpretación (y, con
(desde 1939). en Francfort (desde 1947) y f ella, el lenguaje, el diálogo, la tradición...)
en Heidelberg (desde 1949). En su amplia 1 estaría inmiscuida en toda relación entre el
obra, de la que caben destacar sus estudios hombre y el mundo. En es La ontología her­
sobre los clásicos (en especial Platón) y, | / menéutica lo real queda como originaria­
sobre todo, el libro publicado en 1960 bajo mente referido a la interpretación y al len­
el título Verdad y método, Gadamer lleva y j guaje, los cuales constituirían el ámbito de
a cabo una reivindicación de la pretensión realización o ejecución de una realidad
de verdad y de la fu nd amen tal idad de \{, que no sería ya cerrada, estática, absoluta
aquellas formas de experiencia, como la ’ e independiente sino abierta, dinámica, ne­
estética, la ética y la lingüística, que no se cesitada y dependiente, con lo que el len­
someten al ideal de conocimiento metódi­ guaje viene a mostrar su rango onlológico
co de la ciencia moderna, Esta reivindica­ y, correlativamente, lo real muestra su ca­
ción se apoya en la reflexión sobre la no­ rácter lingüístico o hermenéutico,
ción y el problema de la interpretación,
que ha sido el motivo central en torno al L u is G a r a g a lla

N ata: para una exposición más amplia de las tesis


fundamentales de Gadamer, ctr. m fn i el artículo «Her­
menéutica filosófica;'').

211
Heidegger: en los confínes de la metafísica
Los inicios del pensador y el inicio dedicada a la «intuición categorial») y de
del pensar la Crítica de la razón pitru kantiana (espe­
cialmente por lo que hace al esquematis-
Martin Heidegger (1889rl976) nació en A im o trascendental, y por ende al problema
el pueblo de Messkirch, en el corazón de la y I del tiempo) minarían su confíauza en el
Alemania suaba. Allí está enterrado, cabe edificio escolástico, hasta la ruptura total y
la iglesia de la que su padre era sacristán. definitiva de 1919 («Concepciones episte­
La tumba no está resguardada por una m ológicas — escribe a su mentor Engel-
cruz. En la sencilla lápida brilla una estre- , , bert Krebs, renunciando de este modo a
lia: «Ir hacia una estrella... sólo eso», dijo < su puesto docente en la Facultad de Teo­
una vez (cf. Petzet, 1983). Entre 1903 y logía de Friburgo— , que se extienden a la
1909 cursa el bachillerato en Constanza y teoría del conocer histórico, han hecho
Friburgo de Brísgovia (ver Mi camino en la ^ que el sistema del catolicismo llegue a re­
fenomenología. Transcripción y comentario sultarme cuestionable c inaceptable: no
en: Duque 1994, 125-157). En 1907 pone así el cristianismo y la metafísica (enten­
Konrad Griiber en sus manos el tratado so­ diendo a ésta, de todas formas, en un sen­
bre el significado múltiple de las maneras|h tido n u evo...).» Cit. en P oggeler 1993,
de ser en Aristóteles, de Franz Brentano:' V 374. Todavía en los Aportes de la filoso­
esa obra orientaría para siempre su pensar >1 fía ( BPh, 1936-38) escribirá como exergo
en la dirección de la pregunta por el ser.|£ al apartado dedicado a «El ultimo dios»:
También sus estudios de teología en Fri- «El absolutamente Otro frente a los “dio­
burgo, de 1909 a 1911, le harían entrar en íó ses” sidos, especialmente frente al cristia­ k
la órbita de una neoescolástica fuertemen- . no.»; G.A, 61,403).
te impregnada de hegelianismo (últimas 1 ^’ El problema planteado ya desde el ini­
derivaciones de la Escuela Teológica de cio del pensar de Heidegger era exquisita­
Teología Especulativa, con Antón Giinther mente hegeliano (o mejor: posthegeliano),
y F.A. Staudenmaier, prolongada en el a saber: ¿qué oculto destino ha obligado a
profesor de Dogmática de Friburgo: Car] la metafísica a confundirse últimamente
Braig). Sin embargo, ya en esta temprana con la lógica, ya en tiempos de Hegel de­
época, la lectura de las Investigaciones ló­ gradada a su vez en psicología — C.A. Es-
gicas de Husserl (sobre todo de la Quinta.
I* chenmayer— y antropología — J. Fríes— ,

213
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÌSICA

y enseguida convertida en epistemología ^ [(D u n s Sentó, Hegel), junto con su motor


■ì por el neokantismo, triunfan Le tanto en la ^ interno, oculto para aquélla: el tiempo
llamada Escuela del Sudoeste (capitaneada (Kant), y la consideración histórica, inter­
por W. Wíndelband y H. Rickert: con éste pretativa, de los textos (Dilthey), pronto
se doctorará Heidegger en 1913: La doc­ fundamentada y rebasada («asumida», diría-
trina del juicio en el psicologismo ) como fK moa con Hegel) en el curso más importante
en Marburgo (donde, enviado como «bru- (m que el joven asistente de Husserl diera en
)¡ lote» por Husserl, enseñará nuestro autor
de 1923 a 1928)7 ¿Acaso el logos, la «rcu-
’ Friburgo: Ontología (Hermenéutica de tu
facticidad)-, 1923. (G.A. 63), Con todo, la
nión» griega (cf. VA III: 8 , 9, 11 s.) de ser*/ lucha contra los adversarios de la «metafí­
i y hombre, de cosas y declinaciones del de- f,‘ sica» no desviaría a Heidegger de su intui­
-N--'

" cir, habrá de convertirse en la Modernidad ción fundamental: el enemigo era inferno.
| en un instrumento ad maio rem fiominis La degradación revelaba un destino. De ahí
gloriata, o incluso en una secreción neuro- la lucha enconada contra los intentos con-i
fisiològica? ¿No deberá ser considerado, temporáneos de «resurrección de la metafí- f
por el contrario, como una apertura del ser sica» (en Max WundL o en Nicolai Hart-
al hombre, como e! «lugar» privilegiado y ) rnann, por ejem plo). Dicho sea de paso,
— el «ahí» en el que el ser está— , sólo a va ello revela la inutilidad — como poco— de
partir del cual reconoce el hombre su esen­ v*l los otrora renovados intentos de asimila-
cia y determ inación? Un cam ino hacia J ción o reconversión de Heidegger a una re­
vi esta segunda vía se dejaba entrever por la mozada neoescolástica: quaedam peren
fib r illa n te recuperación hermenéutica de u J nins phdosophia (pero ornamentalmente
/^Schleierm acher por parte de W. D ilt h e y ^ aggiornata ), contra la Modernidad. Tal
(adversario cordial de un neokantism o «cruzada» antimoderna no tiene sentido al­
psicologizantc y «científico»), descubier­ guno, para nuestro pensador: el inicio mis­
to por Heidegger a través de las clases d e, mo de la metafísica muestra ya una enran­
G. H oberg en la Facultad de Teología.?:! r cia. En Platón, por convertir la verdad
Tanto la citada tesis doctoral como el es^ como alélheia (desvelamiento de un fondo
| crito de habilitación (La doctrina de las de retracción) en conocimieto correcto, co­
} categorías y de la significación de. Ditas mandado por la mirada del hombre —ver­
* Scoto, 1916) muestran el rechazo del psico­ dad como adecuación del ser al pensar—■
logismo y la renovada atención a los modi (cf. Doctrina de Platón sobre la verdad;
significandi del lenguaje. Pero Dilthey su- ahora en G.A. 9). En A ristóteles, por la
pondría no sólo un impulso decisivo en la Ju. ambigua e inestable mixtura de un «saber y

como la primera fenomenología husserlia- un «saber primero, teológico» (Metaph .


na eran ciegas). De ahí que la conferencia . ,VTI y XII) que ve como modelo de «pri-
de habilitación tratara, consecuentemente, N mera ousía» a un «atractivamente» erótico
de El concepto de tiempo en la ciencia ' (Ente máximo, abismado en su propio pen­
histórica. Estas ideas cuajarían en la deci­ samiento, y pronto convertido en Hacedor
siva conferencia de 1924 El concepto de y actus essendi, luego en la moderna cau-
tiempo (poco accesible hasta su edición en sa sui y por ende — máxima degradación
1989), verdadero palim psesto de Ser y del ens realissimum— en la tiránica «opi­
, tiempo. nión pública» del Man (Don Uno de Tan­
Ya en el joven Heidegger vemos rever­ tos, vierte castizamente García Bacca) de |
berar, pues, las palabras básicas de la me­ la actual sociedad de masas (Saz 128; SyT
tafísica: el ser (A ristóteles) y el lógos 145).

214
HEIDEGGER: E \ LOS CONFINES DE LA METAFISICA

Por eso se volverá el Heidegger maduro j^- midad entrevista por Parménides (Fr. 8 : f <
a un pensar arcaico, previo al inicio de la «lo mismo hay para el pensar — noein— y jj^
'J metafísica, en el que sea posible atender a [(' para el ser»; ver WhD y VS): y Kant, pri­
' ’ una asonancia (.Anklang, como cuando de- mero —en 1929, KM — alabado por ser e) ( \
cimos: «esto me suena a...»; cf. BPh II; primero en ver -—a través de la «imagina- .
C.A. 61, 107-166). Un pensar en el que ya ción trascendental»—-el Lrasfondo tempo-
s e anuncia (como en una aurora que rever- ({' rario del ser, y luego —Kants These iiber |<
bera en nuestro crepúsculo) la posibilidad das Sein (1961); en WM— reintegrado en
de otro inicio, «postmetafísico», a través el destino metafísico. Una más rica ambi- i
de: l. la interpretación de la necesidad (ri- ((( valencia presentan los pensadores del oca- | i
gidificada por la ló g ic a m odal) com o so: Schelling (cf. curso de 1936; G.A. 42), i
«usanza» (Bratich: las tradiciones, latentes!/ cuya e sc is ió n entre fundam ento-fondo P
en las raíces del lenguaje) en el prim er'\ (Grund significa ambas cos-as) y existen­
fragmento legado por la filosofía: El d ic -j(j cia anuncia ya la diferencia ontológica
tii/fi de Anaximandro (Hwj: 2. la huella de ser/ente, aunque el propio Schelling s e | {
la leíhé («olvido») en el «corazón de la | ( ’ cegara la vía hacia ella al interpretar el
verdad bien redonda» parmenídea (ver p.ej. ser com o «voluntad»; y Nietzsche, para
WhD, o Moira, en VA, así como el cursojf L Heidegger un «hiperplatónico» a su pesar | <
de 1942/43: Parmenides; G.A. 54), frente ' (cf. N. I-II), peraltador por un lado del
a la mentada distorsión «humanista» y «pe- j / tiempo com o existencia, pero enseguida
dagógica» de Platón; y 3. el lagos como ' «traductor-traidor» de ello con su doctri-
^ fondo y abismo de la psiché en Heráclito, | ^ na del eterno retorno de lo igual. N ietzs­
antes de la degradación del lenguaje, «usa- . che, que tuvo también el presentimiento
do» como «vehículo» y «medio» de co m u -f\ del ser com o extaticidad y descentramien- { í
nicación empleado por los hombres al pa- to para oscurecerlo en el acto — según
I recer ad libitum , convencionalmente (ver y H eidegger, claro— por su «traducción»
Logos, en VA. y sobre todo el curso de de la esencia com o voluntad de poder y
1944: Logik:. Heraklits Lehre vom Logos; su empeño de conferir al devenir los ras­
G.A. 55). ■
2 gos del ser. .
Y tras N ietzsche, «el desierto crece». I \
Un desierto en vano disim ulado por la
2. El acabamiento de la metafísica «tiranía» de la dialéctica (más hegeliana
— «consum ista»/liberal/«democrática»—
Y junto a esta atención a voces casi olvi­ que marxista, empero). Heidegger creyó
dadas, pero que — como el Señor de Del-1 en 1946 que sólo con Marx — por asentar
fos en Heráclito— siguen enviando deste­ la esencia de la realidad en el trabajo — ^
llos y señales, el cuidadoso sondeo de los podía su pensar iniciar un diálogo; cf.
gérmenes de acabamiento {Vollendung: un BH, 339 s .) o por los desgarram ientos
término ambiguo en al. y cast.: lo «perfec-j( cordiales de los « existen cialistas» (un
to» és también lo «acabado») en los gran­ m alentendido propiciado por la propia j \
des filó so fo s terminales: H egel, con su terminología de SuZ ubicó a Heidegger en
identificación lógica del ser y la nada, ma- IV esas tendencias). Y luego, tras la guerra,
íentendida — según Heidegger— al verla el triunfo del Amerikanismus, de la muerte
como resultante de, y fundamentada por, de la filosofía como cosmovisión y de su ((
el devenir «progresista».que acaba en la trasvase en la cibernética y la logística, a
auíotranspareneia de la Subjetividad espí-|(' que hacen — en la planetarización de l a s t
ritual (cf. el curso de 1930/31; G.A. 32; tr. técnica— del antiguo animal rationale ■
f) 1992), en lugar de remitir esa «identifica­ una «bestia de trabajo» (ÜdM, en VA), de t
ción» — en un «paso atrás»— a esa Mis-
It lo ente una «existencia en plaza» y de la ji
215
HEIDEGGER: E N LOS CONFINES DE LA M ETAFÍSICA

naturaleza un disponible «fondo de provi* blecer otros más sólidos, ni para superar a

( si on» (FnT, en TK).


Quizá lo que más llame la atención, hoy,
de Heidegger es su decidido empeño en si­
la metafísica, sino para reponerse de ésta,
para remontarla (los dos sentidos del ale­
mán Verwindung, tal com o se dice p.ej.
tuarse «al margen» (¡no más allá!) de la que alguien se «repone» de una enferme­
entera filosofía (cf. la conferencia — de tf- dad; es más: habría que entender ese «re­
tulo bien elocuente— El final de la filoso­ monte» no com a una «curación», sino

¡ fía y la tarea del pensar (ff. 1964; al. 1969;


ahora en WM). Toda filosofía es, para él,
metafísica: pregunta por el ser del ente. D e ,
como una lúcida conciencia de la inevia­
bilidad de esa enfermedad, vista ahora
como un «síntoma», en un sentido pareci­

1 m odo que sólo desde éste se remonta al


i ser, entendido por tanto como condición de
I posibilidad e inteligibilidad. La metafísica
do al de la «abducción» freudiana). La
única pregunta de Heidegger no busca ni
espera respuesta. Sí propone un «proble­
>Jes pues onto-teo-logía (cf. ID): sobre la ma», lo hace en el' sentido griego del tér­
base de una (supuestamente) omnímoda ra- mino: pro-bléma como algo «proyecta­
1J cionalidad lógica — o sea, y modernamen­ do» (ya en 5 hZ se hablaba del «proyecto»
te: de la represenlacioncüidad de objetos como «resolución» no hacia, sino desde
para un Sujeto autoconsciente— investiga un futuro en el que cabía leer las huellas
| la fundación del ente cu un Ente Supremo de la tradición). Si las cosas «tienen», pre­
| (dios) en el que, ad limitem, se identifica- sentan un sentido (un fondo de inteligibili­
jl rían universo del discurso (fundam entá­ dad o, mejor, de lectura y descifrado) es
is ción: ens realissimmn et perfectissimuiii) ej porque ese sentido se da. Se da en el ser-
í¡ incon d id on alid ad causal (ens necessa- humano, en el Dasein o «estar»; pero ello
l _rium). Las cuestiones de la filosofía/meta- no significa que el sentido venga dado par
física buscan una respuesLa «verdadera» el hombre (una modificación del famoso
(esto es: adecuada) al marco problemático aserto inicial de la Crítica de la razón
, previamente delineado por el principium pura kantiana: si el conocimiento se da en
'ij rañoñis, por la posición del fundamento la experiencia, ello no implica que se ex­
(cf. SvG), entendido éste en el triple res­ traiga de y se deba a ésta). En este carácter
pecto de sondeo (búsqueda de «cimientos» transitivo, no reflexivo, de donación brilla
jl seguros y computables), fundam entado» — en castellano, brilla «por su ausencia»,
y (rallo que al cabo se da razón a sí misma, cuando decimos: «hay»— el pronombre
f imponiéndose como lo necesario, frente a im-personal «se» (al. es: es gibt: «se da»,
los modos de lo posible y lo real) y fu n d a - «hay»). Sólo al final de su itinerario (en
d ó n (base óntica inquebrantable). Tres Tiempo y ser «ZS», de 1962; ZSD) expuso
m odulaciones de un m ism o destino, de explícitam ente H eidegger este carácter
una misma historia: la del ser. entendido transitivo, disimulado tras la estaticidad
¡j corno Suma Identidad de esencia y exis- del infinitivo «ser», Esta raíz olvidada del
í tencia.3 ser hiende y «lacha» ese carácter supuesta­
mente definitivo e inconcuso del «ser»
(por ello, y de una manera tipográficamen­
3. La pregunta por el ser te espectacular, tachado en cruz en ese
homenaje-desafío a E. Jüngcr que es ZSF:
E n c a m b io , la p r e g u n ta p o r e l s e r : p o r en WM). Tal rai2 es aludida (no definida,
su sentido, verdad y loralización (la s tre s ni determinada ni «nombrada») por Hei­
í. Mac io n e s d e l s e n d e r o s e g u id o p o r H c i- degger a partir de 1936 (BPh) como Ereig-
» c g g e r l, n o s e ría y a u n a p r e g u n ta m e la íís i- nis («acaecimiento propicio»): en su senti­
t. u i n i q u e ''d e s m a n te la r ía » , p o n d r ía al do fuerte y literal, un lénnino... del pensar
c u, «cito mis c i m i e n t o s . N o p a r a e s t a ­ y del lenguaje (parece que, en su lecho de
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES D E LA M ETAFÍSICA

muerte, confesaría Heidegger a su herma­ ne en Heidegger un sentido estático, ideal,


no que, para él, el Ere ig tus seguía estando sino transitivo, de despliegue de «posi­
"«como en un túnel» del que no se vislum­ bles») hasta ahora impensada. La esencia
braba la salida). Un término tan innombra­ de la tecnociencia es la «estructura de em­
ble como el judío JHWH o el Tao. Desde plazamiento» (cf. las dos conferencias de
luego, no un «sustantivo» (la representa­ TK), el Gestell: el máximo «peligro» y a la
ción estable de una «cosa»), sino la alu­ vez un «destello» del Ereignis. Peligro,
sión a una diferencia: que algo se diga en porque el «emplazamiento» es anónimo
propiedad (o sea, que sea adecuada, verda­ (como lo son tas «sociedades» en las que
deramente denom inado) im plica que la se muestra la esencia de la empresa mo­
propiedad misma en la que él es dicho derna): es inútil «echarle la culpa» al «sis­
(otros «términos» para lo Mismo: el Da, el tema» o tildar a la técnica de «demonía­
ahí en que ser y hombre se corresponden; ca»: «nadie» es responsable de lo que
la Lichtung, o «despej amiento» en que las «pasa» (una curiosa — no sé si conscien­
cosas d^n a ver sus «aspectos») quede au­ te— confirmación de la admonición hege­
sente, olvidada, no sólo por parte de aque­ liana contra esos reformadores y revolu­
llo que de este modo resulta «apropiado» cionarios que quieren «cambiar» el mundo
ni por parte de aquél por mar del cual, ello según los dictados de su «corazón»; ad­
resulta «apropiado», sino ausente, olvida­ viértase que esa admonición hegelo-hei-
da... de y para sí misma (más que una in­ deggeriana era compartida también por
versión, una tachadura casi sarcástica del Marx). Ello no significa, sin embargo, una
ser en y para sí hegeliano): expropiada de quieta y «burguesa» conformidad con el
sí, irremisiblemente entregada a la alteri­ «orden establecido», com o veremos. Aho­
dad en la que hay sentido. Nada se presen­ ra bien, ese «anonimato» (se trata de una
ta en ese brillo. Lo que acaece, lo que es «estructura», no de una «imposición» — di­
«el caso», hace acLo de presencia en gracia cho sea esto contra una mala traducción de
a esa ausencia. Gestell— ) amenaza con engullir al propio
Este es a mi ver el (extraño) corazón del «hombre» que se creía señor de la Técni­
pensar heideggeriano, la «estrella» tras la ca, parcelándolo y disponiéndolo según las
que — a veces a tientas— iba desde su ju­ necesidades de la máquina y las previsio­
ventud! El nihilismo, el desierto de la Téc­ nes de la Information (ver la conferencia
nica y el Consumismo en que boy esta­ — homónima— al final de SvG). Pero esa
mos, no consiste en un escéptico y agnós­ «humillación» (después de la copernicatia,
tico «no’saber nada respecto a qué sea la la marxista, la freudiana y la nietzscheana)
Verdad». Esc escepticismo sería en el me­ que echa por tierra todo hipócrita «huma­
jor de los casos (como ya se ve en Descar­ nismo» (esconda o no un «dios» humano,
tes) una duda metódica, una estrategia dem asiado humano) es tam bién — con
guiada por la creencia de que todo está (o H eidegger— un «destello». La admoni­
estará, al fin de los tiempos) a la mano del ción es una /»remonición. En ese destino
hombre: todo, disponible —-«contante y ineluctable, el hombre deja de «hacerse
sonante», como el dinero— porque la rea­ ilusiones» y deja por ende «en paz» a las
lidad es en el fondo un «producto», una cosas, en cuanto cosas («cosa» viene del
«maquinación» del Hombre: primero Lu­ latín causa — com o cuando se habla de
garteniente y luego Señor del Ser, a través «luchar por una buena causa»— : una si­
de la ciencia y de la técnica. Esta creencia tuación «decisiva» en la que el hombre
— esta querencia, pues que de «voluntad» está comprometido; recuérdese lo que de­
se trata— ha sido desbaratada por el pro­ cía Ortega en Meditaciones del Quijote:
ceso mismo de la tecnología. En ella se «yo» soy «yo y mis circunstancias; y si no
despliega una «esencia» (el término no tic- las salvo, no me salvo yo». Sólo que Hei­

217
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

degger es más radical: «circunstancia» tidad suprema (p.ej., en Leibniz). Esa «mi­
alude en definitiva al «yo» como centro. rada» en lo que Occidente ha llegado a ser
Pero en la cosa-causa no hay «centro», (tras el paréntesis de la forzosa inactividad
sino ajuste, ensamblaje del decir y el hacer docente tras la guerra, Heidegger volvió a
humanos con las posiblidades ofrecidas en la notoriedad pública con cuatro famosas
situaciones que revelan una «falta»). conferencias en Bromen, tituladas conjun­
tamente: Einblick in das, was ist\ una tra­
ducción castiza sería: «Una mirada que
4. De lo que hace al caso en la serenidad penetra en lo que hoy existe y nos impor­
ta») se remansa en cam bio — tras tanto
Digamos: la cosa no w ; la cosa se decli­ ideal de dominio y posesión— en la «sere­
na, es un «caso». Y lo que «hace al caso» nidad» ( Gefassenheit: tíLulo de un opúscu­
deja ver al ensamblaje entre acciones/dis- lo capital, de 1959, También podrá verter­
posiciones (el Ereignis') com o oferta de se por «desasimiento» -lo s italianos tradu­
una cadencia. No com o una «decadencia» jeron: L'abbanduno — ), Serenidad no es
(algo así com o un «pecado» platónico- «entrega» a las cosas (una especie de «ba­
cristiano, por el que cosas y hombres se jar la guardia», cansados de «vigilar y cas­
muestran com o nostalgia de un origen tigar»: eso no seria sino una inversión que
perdido; com o «dejadas de la mano de daría igual; un derrotismo victimista —y
Dios»). Tomemos el término «cadencia» consumista: comer y gozar en vista de la
en su sentido musical: en ella se dice y catástrofe inminente— en vez de la «vic­
destina la melodía (Heidegger no piensa el toria» sobre la «naturaleza» que anunciara
«destino» como un fatum: la imposición Bacon). Tampoco es pasiva resignación
— ciega y providencia— de algo que ha ,de «historicista» (en plan: si algo ha ocurrido
ser, ve lis nolis , sino en el sentido de un es porque tenía que ocurrir; más vale «aco­
«envío» — como en una carta, que sólo «tie­ modarse» a lo que hay). Pues ese mostren­
ne» sentido cuando llega «a destino»— ). En co acom odo bien podría llamarse, nada
una cadenza no hay un único tono dominan­ menos, democracia (cf. la entrevista con
te: la melodía se da a través de la cadencia: Der Spiegel), entendida — interpreto yo—
existe solamente en ella, y aparece en su como un «neoliberalismo» que da valor a
redondez sólo al final; cuando ya es dema­ cosas y hombres (troquelados ambos se­
siado tarde para volver a em pezar, da gún las necesidades de la industria y del
capa. La melodía deja ser a la cadencia. capital) sólo si «funcionan» como produc­
D igam os: el E re ig n is perm ite d i v e r s o s tos mecánicos (o electrónicos); que «usa»
«ensamblajes» entre el ser y el ente. Pero las palabras com o instrumentos por «de
no se confunde con ninguno de sus mo­ fuera» bien em paquetados y científica­
mentos, ni siquiera con el «últim o» (en mente unívocos y por «de dentro» retóri­
esto se diferencia de nuevo Heidegger de camente insinuantes y llenos de «maqui­
Hegel, para quien la última figura fenome- naciones» para persuadir de que «esto» es
nológica englobaba y resumía a todas las el «progreso» (y cualquier cambio de esc
anteriores). De esta manera, cree Heidegger, — verdadero— inm ovilism o, una argucia
es la «estructura de emplazamiento», o sea «reaccionaria»), Un lenguaje informático
la esencia/destino de la técnica mudema lo del que no se sabe a ciencia cierta de qué
que —bien mirado— nos enseña a escapar «informa», pero que en cambio «forma» y
de la lógica inquisitorial, del «tribunal» de troquela hombres y cosas según las exi­
la razón que, desde su altura de circular gencias del intercambio de valores, en un
reflexión, dictamina (juzga y sentencia) el «manejo» y manipulación de la que desa­
orden jerárquico de lo real según los gra­ parece hasta la moderna «objetividad»,
dos de acercamiento o distancia a la Iden­ para no dejar a la postre sino «existencias

218
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

on plaza»: la plaza/mercado/almacen en la la innegable «alienación» y el «fetichis­


que se cambia «mano» o «cerebro» de mo» de la mercancía se «curaran» devol­
obra por dinero que sirve a su vez para in- viendo al trabajador lo que es «suyo»: su
lercambiar cosas «que funcionen» dentro «tiempo de trabajo», valorado a su vez en
do un dispositivo informalizado. No es un medio universal y anónimo: el dinero...
vano que esta hueca circularidad tenga para poder comprar otros «productos», o
como modelo el feed-back. la reLroalimen- sea para remediar necesidades présenlas y
lación. controladas de una m anera igualm en te
La serenidad heideggeriana pretende al­ universal e indiferente. Otro círculo meta­
zarse contra esta «entrega» pasiva en la fisico en el que la vida (si por tal entende­
que nadie domina pero donde, dada la uni­ mos la conjunción, el ajuste de hombres,
versal y absoluta «administración» de lo cosas/«causas» y palabras) se ha hecho, de
«real», los hombres se hacen recíproca­ nuevo, «cosa pública»: ese «sitio» anóni­
mente esclavos unos de otros (sin Amo mo en el que la privacidad (no sólo del in­
omnisciente y aprovechado), y donde «to­ dividuo, sino de las cosas mínimas y hu­
dos sueñan lo que son/aunque ninguno lo mildes), el misterio de lo ínLimo e indispo­
entienda», que decía Calderón, Serenidad nible brilla por su ausencia, se echa en
seria, en cambio, una vigilante atención a falta.
los «encuentros» en los que se engendra el La serenidad para con las co sa s (en
sentido. Encuentros, ¿de qué? No de cosas cuanto «reuniones», condensaciones de
«listas para el consumo» ni de hombres sentidos, de senderos posibles de vida, no
productores/con.sumidores, sobre el funda­ en cuanto algo computable e informática­
mento de la lógica de la producción. Aquí mente dispuesto para su manipulación) no
no hay fundamento, sino que se da una co­ excluye pues la crítica. El solo hecho de
marca (Gegend; cf. AED, G.A, 13: 47 s., que sea posible y pensable ese modo de
53, 55, 57, 59, 72 s.), La mejor manera acercarse al misterio de una donación de
que encuentro de explicar esta sede de en­ apertura desenmascara a la contra las ma­
cuentros es a través de un cuadro (o una quinaciones de un sistema (no un mundo)
serie de cuadros) amado por Heidegger: en vías de uniformización total: un sistema
La montaigne Saint-Victoire, de Cézannc. en el que cada vez serán menos necesarios
El cuadro «deja ser» al paisaje, que no los uniformes militares al ir siendo susti­
está compuesto por relaciones jerárquicas tuidos por la grisalla del empresario y del
(como los retablos medievales) ni ha de político funcionario (un sistema donde los
ser visto en perspectiva desde un centro «guías» «caudillos, para nosotros» han en­
(como en las grandes obras de los venecia­ contrado su tácita continuación en los lea­
nos, por ejemplo), sino que teje una «con­ der s, o sea: «los empleados de primer ran­
formidad de remisiones», una symploké de go dentro del curso de negocios del apro­
trazas o huellas por las que todo halla su vechamiento incondicionado de lo ente, al
lugar propio, sin que exista una «plaza» o servicio del aseguramiento de la vaciedad
sitio dominante. En el cuadro se dan espa- del abandono del ser»; ÜdM. VA I, 8 8 ). Es
ciamientos; las cosas «maduran» en las el pensador de la serenidad el que partici­
alusiones y veladuras de los colores. El pa — su única actividad política tras la
cuadro «abre» Mundo. Por eso, la sereni­ guerra— en una manifestación contra la
dad que se «deja ir» hacia la comarca — la energía nuclear, o denuncia — en la entre­
reunión de «marcas» o huellas, sin origen vista con Richard W isser para la cadena
ni término— no representa tampoco una televisiva ZDF, en agosto de 1969— los
acción, .o sea, una «operación» en vista de peligros de la utilización «higienista» de
la voluntad de un «autor» que pretende re­ la biogenètica: o bien, en las Seminarios
conocerse a sí mismo en la obra, como si de Le Thor, avisa del peligro de un nuevo

219
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES D E LA M ETAFÍSICA

y más virulento n acion alism o, basado «con el que andamos dando vueltas, tra­
esta vez no en la raza, sino en la conjun­ tando» (Womit des Umgongs), al estar «fa­
ción de la industria arm amentista y el m iliarizados» con ellas (vid. SuZ $ 69).
aparato militar. Todos estos pronuncia­ Pero no siempre responden las cosas («en­
mientos, basados en una clara actitud éti­ causadas» como lo útil) a nuestras expec­
ca y en el cuidado por preservar en lo po­ tativas, pues Unos entes velan, desplazan y
sible un planeta desertizado y contamina­ disimulan a otros, «dándoselas» de lo que
do en nombre del progreso y la técnica, no son (í/r.v., 52), de manera que a veces
dejan ver cuán lejos se halla la serenidad «echamos en falta» algo que debiera estar
del pensar meditativo de una pasiva razón a mano, aparece a lgo con lo que no se
ascética, desembarazada del mundo para «contaba» o bien la cosa presenta una «re­
engolfarse en el ser (frase esta última sin sistencia» inesperada. De este modo cae la
sentido dentro del pensam iento de H ei­ ilusión de que el hombre pueda disponer a
degger). su antojo del mundo. Para salir de este
frustrante estado de cosas caben dos pro­
cedimientos: 1 . modificamos nuestra preo­
5. Las cosas como eclosiones de M undo cupada circunspección (cf. SuZ $ 69, b) y
la tornamos en una «supervisión», una mi­
Sólo que: «una cosa es limiLarse al apro­ rada de conjunto que ordena el «todo de
vechamiento de la tierra, y otra recibir su significan vi dad», en un esquema condicio­
bendición y llegar a hospedarse-y-echar-raí- nal de medios a fines (origen de la razón
ces (heimisch) dentro de la ley de esta re­ instrumental), separándonos del contexto
cepción ( Empfängnis sign ifica también y articulándolo com o un «dominio» pre­
‘concepción’: tierra com o ‘naturaleza’, viamente diseñado conccptualmente, a fin
como lo que ‘da a luz’. F.D.), a fin de res­ de evitar ulteriores sorpresas; el úiil es
guardar1 el misterio-hospitalario (Geheimnis) ahora «descubierto» por una mirada su­
del ser, y de vigilar la inviolabilidad de lo puestamente aséptica, teórica (la mirada
posible». ( ÜdM; VA I, 90). ¿Qué quiere de­ del «sujeto») y visto como un objeto. El
cir eso del «misterio» y de la «inviolabi­ mundo queda convertido en tema (e.d., en
lidad»? un conjunto de «tesis» — Satze— subsumi-
das bajo una ley — Geseiz— ); 2 . sin negar
esa «postura» científica — ni menos, re­
5.1. Sugerencia y fracaso
negar de ella— , damos un «paso atrás» y
Al pronto, nosotros nunca nos las habe­ nos preguntamos por lo que pueda signi­
rnos con cosas en cuanto cosas, sino con ficar «mundo» para que algo de él le «fa­
incitaciones, sugerencias u obstácu los lle» y le «haga falta» al hombre (cf. SuZ
cristalizados temporalmente en escorzos, $ 69, c). Mundo no es un conjunto de co­
perspectivas o envíos, dentro de un «plexo sas, o su receptáculo (los ingleses hablan
de conformidad», de «lo que hace al caso» de forniture a f the world), sino el plexo
(Bewandtnisganzheit) para un «circuns­ de modas posibles de vida. Incluso la ac­
pecto estar al cuidado» de nuestra vida titud teórica es ya una manera de «ser en
(que, de nuevo, nunca se da «aislada»; en el mundo» (e im p lic a una praxis). El
ella ingresan esencialmente la «significati- hombre no «tiene» mundo (como si éste
vidad» o no de lo «a mano» «Zubande- fuera su propiedad), al contrario: siempre
nes». o sea de lo «ajustado a algo», por se es un «hombre de mundo». Existiendo,
mor del cumplimiento de una situación). el ser-humano (D asein ) es ya en cada
Las «cosas» no nos están «presentes» caso su mundo, proyectado desde el «es­
(«delante de la mano»: vorhanden), sino pacio de juego» de cosas como posibili­
que vienen entrelazadas en un contexto. dades.

220
HEIDEGGER: EN LOS CO NFINES D E L A M ETAFÍSICA

t
A sí, ni éstas scm primariamente algo «suceso terminal» de la vida (por caso, in­
«real» (algo presente y disponible) ni el definidamente prolongable en «otra», con
'ser-humano algo estático y duradero (ad lo que se hace de la muerte un «tránsito»,
limitem, inm ortal), sin o un p oder-ser si es que no una farsa), ni como algo a lo
existencialmenle de una u otra manera (cf. que está «abocado» el hombre, sino como
SuZ $ 62), en base — y esta «base» es el algo a lo que entera y simplemente el ser-
sentido: la «regla» del juego— no sólo a hombre «está» (y a lo que siempre intenta
nuestras anticipaciones, sino a nuestra uno zafarse, como cuando negativamente
«deuda». No «entramos» consciente y de­ se dice de alguien que «no está a lo que
cididamente erf «un» mundo, sino que ya está»). «Estar a la muerte» (no «ser para la
de antemano estam os «arrojados» a él muerte», como aviesamente se suele tra­
(Geworfenheit), Todo proyecLo es yecto ducir) es estar ya de siempre abierto, «re­
(ésta es la facticidad, la «marca» o acuña­ suelto» a la posible imposibilidad de toda
ción de nuestra existencia). Yecto, arroja­ posibilidad , en cuanto algo de lo que se
do desde tradiciones que ni son «produc­ está cierto, aunque de manera indetermi­
to» nuestro, ni nos «producen» mecánica­ nada'. algo que no se refiere a nada (la
mente, como si no cupiera otra cosa que muerte no es lo «contrario» de la vida,
atenerse pasivamente a ellas (ver supra, como si ambos tuvieran un fundamento
sobre la «serenidad»). Tradiciones de las común: p.ej., la eternidad); algo que me es
que hemos de «hacernos cargo» y a las propio y me singulariza, y que es irreba-
que «llevar a efecto»: desde las que «dia­ sáble. Abrirse a estas características es ex­
logar» con otros modos de «ser hombre» perimentar la angustia , en la que de con­
(cf. Wege zur Aussprciche, 1937, en donde suno se advierte mi finitud y el carácter
el presunto secuaz del nacional-socialismo vacío del mundo (cf. SuZ, $ 53).
exige de alemanes y franceses «voluntad La patencia instantánea de la muerte se
de largo aliento para oír unos de otros y muestra en la angustia com o un «estar
sostenido coraje para con la propia deter­ precursándola» (no como un «tenerla en
minación», como vía para el entendimiento cu en ta», al m od o de lo s « se g u r o s de
—Verstandigung— y para «estar así de ma­ vida»), es decir com o aceptación del he­
nera originaria abiertos al otro». AED, 21). cho desnudo de que el íntegro «poder-
Heidegger, para bien o para mal, no cree en ser» es estar «a las resultas» de un fondo
la Humanidad, sino sólo en «maneras hu­ de indisponibilidad, abierto en cada caso
manas» — Menschentinner— sólo parcial­ en un « q u erer-ten er-con cien cia» (SuZ
mente traducibles y conmensurables entre 307, SuT 334) de una «deuda» recibida
sí. (Diríamos: somos «semejantes», nunca como herencia (que da sentido precario a
«iguales».) nuestros «posibles»). Lo que en esa an­
gustia (protofenómeno existencial) se da a
ver es la finitud, no sólo del ser-humano,
5.2. La muerte como lo que «da juego»,
sino también del ser («el ser m ism o, en
y el «estar a la muerte»
esencia, es finito»: WiM?\ en WM 120J.
Ahora bien, ese juego — cuyo «campo» Por este ultimo rasgo se separa Heidegger
siempre móvil es el mundo— entre las co­ de toda la filosofía occidental. Siempre se
sas como posibilidades y el ser-humano había entendido que el «error» (y el mal.)
como «poder-ser» no es ni estable ni, mu­ es algo puramente humano (o sobrehuma­
cho menos, eterno (no está leibniziana- no: dem oníaco; pero no «d iv in o » ), de
mente Fundado en una «región de verdades modo que una correcta y desapasionada
eternas»; el proyecto de SuZ es el de un atención a lo que «es», sitie ira et stuJio.
«ateísmo metodológico»). El juego se es­ permitiría el «ajuste» con la cosa y, en de­
trella en la muerte, entendida no como un finitiva, con el «Ordenador» de cosas y
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

hombres (cí. p.ej., las actitudes de Sócra­ que entreviera — si bien meiafísieanien-
tes y Descartes). Recordemos, en cambio, te— Leibniz con sus miroirs de l'univers).
que para Heidegger lo ente desplaza y di­ Lo que la cosa o Trece en su «aspecto» re­
simula a lo ente, nos in cita— sin «culpa» mite a una materialidad que dispensa abri­
por su pane, desde luego— a error, Es go, que da a luz sin salir ella misma a la
este desajuste, al que el hombre por su luz (algo que los griegos barruntaron como
parte contribuye — al estar a su vez situa­ moira, y Kant como cosa en sí). Pero esa
do en perspectivas no conmensurables— , cerrazón no está nunca presente, sin más.
lo que avisa de la muerte (la retirada de- Aparece como «retracción» sólo cuando la
remisiones). Los envíos o constelaciones m ano trabaja algo (no «trabaja sobre
de lo ente son siempre «precarios» (esta­ algo», como si se tratara de una materia
mos en medio de lo «ente en total»; pero dócil y penetrable) para cubrir una necesi­
nunca veremos la «totalidad de lo ente»; dad. La opacidad de la piedra no está en el
simplemente porque no hay tal justa y or­ roquedo, sino, p.ej.. en el carácter macizo
denada distríbutividad — p.ej., la leibni- de las columnas de un templo dórico, o en
zo-wolff¡ana omnímoda determinado — ; la solidificación de la arcilla que permite
tampoco para un dios). Y el ser-humano escanciar el vino de un jarro. La «mano»
corresponde a ellos (la variedad de corres­ del technítes (del técnico en general, in­
pondencias constituye Jas épocas) de una cluyendo al actual ingeniero de la inteli­
manera temporal e histórica, sin que sea gencia artificial) sigue en general procedi­
posible establecer criterio alguno de «evo­ mientos, líneas de medida y enfoque que
lución» o «progreso» en una Historia Uni­ nunca son arbitrarias. Sí queremos llamar­
versal (cf. Hegel y los griegos, en WM), las «convencionales» habrá de entenderse
aunque sí podamos apreciar el agotamiento por ello lo mentado en el término cum-ve-
de un modo general de envío (p.ej., el que nire: el frágil y temporal ajuste entre las
ha dado a luz a Occidente: el ideal metafí- necesidades humanas y el «obsequio» de
sico de la presencia constante y de la iden­ posibilidades por parte de las cosas. Y, por
tidad) y estar prestos a un «nuevo inicio» último, se tiene confianza en ese ajuste
(BPh trata enteramente de estos síntomas porque en él se anticipa tácitamente la di­
de acabamiento y de esta «prestancia»). mensión de sentido de una «región». Por
Ya hem os apuntado antes cuáles son vía alusiva (y no como si se mentaran con
esos síntomas: los correspondientes a la ello potencias míticas), y de acuerdo con
plan eterización técnica, la compu labilidad viejas tradiciones (cf. p.ej., el Gorgieis pla­
(la «contabilidad» general) del Gestell: ver tónico), H eidegger llama a esa opacidad
todas las cosas como «productos de consu­ retráctil tierra; a la medida que da apertu­
mo» (incluido el «productor», que se en­ ra y sazón, cielo (concavidad en la que
tiende a sí mismo como un «producto» de han lugar constelaciones); a los seres que
la fábrica de la Historia). Ahora, y a través soportan esas necesidades ambiguas (pues
de lo que en aquellos síntomas «se echa en son ellas quienes Ies permiten, a la vez, es­
falta» cabe entender a la contra lo disimu­ tar en el mundo y estar a la muerte, siem­
lado y reprimido en esa «historia del ser» pre «pudiendo ser», sin ser nunca «por en­
que llamamos Occidente. tero»; no hay ser entero), mortales', y a los
portadores de las dimensiones de sentido
regional, seres divinos. El juego — epocai-
5.3. La cuadratura, desde el ser tachado
mente mudable— de estas cuatro remisio­
en cruz
nes (no «cosas», sino respectos tejidos por
Las cosas no están en el mundo ni son las cosas) es el M undo, abierto en esa
para el hom bre. En cada c o sa está en «cuadratura» ( Geviert ; cf. EHD 170 s. y
«causa» el Mundo en su integridad (algo VA II, 23-25, 50-52; el término viene del

ana
HEIDEGGER: EN' LOS CONFINES DE I.A M ETAFÍSICA

lenguaje arquitectónico y recuerda, p.ej., a do» por de dentro que «copiaría» más o
la planta «en cruz» de una iglesia: hincada menos bien el mundo «de fuera»). Eso es
en la tierra, desde y contra la cual tiene lu­ pura fantasmagoría. La falta se aprecia en
gar su «alzado» hacia el cielo, al cual reme­ las cosas por el mortal trabajadas (lo s
lla con la curvatura de sus bóvedas; lugar ejem plos de H eidegger — com o en Ril-
intimo del sacrificio, en el que se corres­ ke-— remiten siempre a «artefactos», nun­
ponden y mutuamente se entregan — guar­ ca a cosas «naturales»). El mortal está
dando las distancias— lo mortal y lo divi­ siempre, literalmente, «fuera de sí», sin
no). El arte es el modo privilegiado de poder recogerse íntegramente desde sus
instaurar ese juego de espaciamienios, esa cosas o propiedades (por eso se cubre fa­
verdad como alétheia. Y lo es porque la lazmente con el manto soñado de la identi­
«anponía» (de donde el lat. ars), al sacar a dad autorreferencial). Y lo «divino», en
la luz una obra como encrucijada del cuá­ «sí mismo» considerado, no es nada: tam­
druple respecto, hace presentir a la vez bién la dimensión que abre los sentidos y
(nunca «ver» o «dominar») el ocultamien­ senderos de la vida se da siempre «fuera»,
to o «tachadura» del ser, indominable e in­ y no com o una redonda y sensu stricto
disponible tras la donación, iras el (nunca «repelente» cansa sut (cf. 7Z>); se da en el
perfecto) lograrse de la obra. sacrificio, donde se recogen las tradiciones
Dos puntos importantes hay que resaltar y costumbres de un pueblo histórico (algo
aquí. Primero, el «ser» no es mentado ex­ que el cristianismo entrevió, al hacer de
clusivamente por la «tierra», pues ésta su dios una amorosa e íntegra «entrega»
también «sale a la lu2 » (palpamos la impe­ al mundo). Y en suma: el «ser» tampoco
netrabilidad de la columna, vemos la som­ es el Mundo (contra la interpretación de
bra que su opacidad proyecta). Tampoco E. Fink); éste es siempre una «manera»,
la luminosidad de) «cielo» agota el «ser», acontecida históricamente, de ser. Ni m e­
justo porque nada sería sin su oposición- nos es el «ser» algo extratmmdano, algo
coin cidencia con la tierra: el c ie lo se así com o un soporte (la «Sustancia» de
«hunde», es penetrable; y por ello, paradó­ verdad) o causa del M undo, porque en
jicamente, nunca es «aferrablc», concep- cada «manera» se agota — a su manera—
tualizable: deja ver, «despeja» (al igual el ser, como un destino que se destina, que
que un «claro» o despejamiento: Uchtung) «acaece» (Ereignis). Tal es la radical in­
sin que él mismo sea nunca accesible di­ terpretación heídeggeriana deí dicturn aris­
rectamente, sino sólo «de soslayo» (esto totélico: «Lo ente se dice de muchas mane­
fue entrevisto por Kant al hacer de la ex­ ras.» Y com o en A ristóteles, esas «m a­
traña y contradictoria «intuición formal» neras» vienen del ser (que no es género
de la Estética trascendental algo nunca in- alguno) y tienen en cada caso una «refe­
tuible de suyo, sino siempre y sólo como rencia», un «destino»: la ousía, vista como
condición de posibilidad , o sea y literal­ la «reunión» o «asamblea» (irreductible
mente: com o «espacio» o «tiempo»; no con todo a un rasgo dominante; el eidos o
tina «cosa», sino nada: ens imaginan ion. dentera ousía) a la que llamamos «cosa»:
En general, sería conveniente leer a Hei­ los lugares en los que «se da» Mundo (cf.
degger desde los filósofos, en vez de des­ El arte y el espacio «KR »; y también: Im
pachar sus alu sion es com o m etáforas cosa, en VA).
«m ísticas»). Lo m ism o ocurre con los Y en segundo lugar, el M undo no es
«mortales»: ellos — seres «técn icos» y para el hombre (y menos el ser, o mejor el
«temporales»— no advienen sus necesida­ Ereignis, «modulado» de manera diversa
des, o sea las «faltas» que se adensan en cada época). Y sin embargo, tampoco
como la falta (la muerte), en un supuesto el hombre está nunca «dentro» del mundo,
«interior» (el alma o la psique: un «mun­ com o el animal en su nicho ecológico.

223
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

La relación es verdaderamente sui gene- 6. La copertenencia de pensar y ser


ris, y ha dado lugar a muchos malentendi­ en el lenguaje y la pertinencia
dos. A pesar de todas las «sendas perdi­ del lenguaje para la mismidad
das» que Heidegger, con la Modernidad a de pensar y ser
ú la que al fin pertenece, ha recorrido, un
aserto permanece, imperturbable: «Sólo Al ser en la verdad a él «transferida» (y
‘’hay” (“gibt es”: “se da”) verdad en la me­ sólo en esa transferencia el ser «se da»; Hei­
dida en que el hombre es (ist), y mientras degger no es — no quiere ser— judeocristia-
lo es.» (SuZ $44, c: 226; SuT, 247). La no), el hombre «responde» (corresponde y
peor interpretación sería la «idealista»: la se responsabiliza) a y de esa verdad por el
verdad como «propiedad» del hombre. La lenguaje (cf. WiPh? 23 s.; UzS 29). Nuevo
distinción de los verbos, y el entrecomi­ embate al orgullo del hombre moderno: al
llado del primero, ponen ya en guardia igual que acontece con la técnica, el lengua­
contra ese malentendido. El ser del hom­ je no es algo «en las manos» del hombre,
>1 bre es el «ahí» (Va) del ser. Y a la inver­
sa, el hombre sólo lo es de veras (e.d.:
algo con lo que hacer lo que uno quiera. Ni
medio ni «vehículo» de comunicación, el
corresponde a su Dasetn ) en la «puesta lenguaje es la «naturaleza» (la physis ) del
en franquía» ( Erschtossenheir. significa hombre (UzS 9). Para empezar, un lengua­
también «explotación» minera, a c ie lo je es siempre histórico (UzS 253): si que­
abierto) de lo ente, a través de cuyo cui­ remos, un idiolecTo a través del cual (diá)
dado — y de la «procura» para con los un pueblo religa vivos y muertos y los co­
otros— se desvela su ser como «cuidado» liga con las cosasi N o un «habla», sino «lo
o «cura» (Sorge). D e ahí la denominación que permite» hablar (lektón). Todo len­
ulterior (que sólo en la coloración «poéti­ guaje es pues, radicalmente, dialecto : «El
ca» se distingue de lá de SuZ) del hombre dialecto (Mundarí) no es sólo el lenguaje
como «pastor del ser» y «lugarteniente de materno, sino a la vez y ante todo la madre
la nada» (BH 330. s.. 342; Hw 2S7 s.; ZSF del lenguaje». (Sprache und Heimat; AED
419). El pastor reúne y guarda sus ovejas 156). N o es el hombre quien primariamen­
al igual que el hombre, con su hacer y su te habla, sino el lenguaje: pero éste sólo
decir, recage-y-distingue a lo ente de su habla — siem pre de manera diversa— a
dispersión y confusión. La «verdad del través de una Menschentum. de un pueblo
ser» (esto es: el ser mismo cuando no se que históricamente se va constituyendo. El
lo extrae especulativamente como mera lenguaje es, así, el «lugar» de la reunión
«causa» o condición del ente, sino como de lo ente: la «casa del ser» (BH 313, 333,
la retracción que hace aflorar, o sea: 35S s„ 361; SvG 161; VA III, 23 s.; UzS
com o la physis griega, de la que sería 156, 255). El lenguaje no se «usa»: se
«ridículo» el querer nombrarla directa­ usan «maneras de hablar», giros y tropos:
mente, según Aristóteles: Phys. 11,1; cf. y normalmente se tiene por habla (Rede)
V W B -A r en WM), la verdad taut cauri lo que es cansina repetición de «dichos»
«acaece» en y como el «ahí» del ser-hom­ (Gerede\ SitZ $34). Al lenguaje sólo cabe
bre. En este sentido, el hombre pertenece aludir indirectamente (al igual que en la
a la verdad, y no a la inversa. Hay al me­ «casa» se vive... y se muere; mas, al con­
nos dos maneras señaladas (en los tiem­ trario de la casa, no hay «fuera» del lengua­
pos «sombríos», Heidegger admitía tam­ je. El lenguaje no es el «exterior» de las co­
bién al «político» como fundador de ciuda­ sas, sino su exterior: el modo en que éstas
des y pueblos) de «hacer que sea la verdad» remiten — significantes— unas a otras;.
(alétheuein): la «técnica» (en el sentido lato Esa mención alusiva, la más alta, es la poe­
del término, como réclme) y la «lingüís­ sía (cf. EHD, passim; también UzS 66 s.).
Ì tica». ¿Por qué? El poeta da nombre a lo sagra-

224
FtETOEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

Bo; én cada palabra del poema reverbera ZSD, 32, 44). Así es, como al cabo de su
fürábsentíam la integridad — y eso signi­ camino del pensar, «traduce» Heidegger
fica «sacralidad»— del lenguaje. En ella aquella frase: «En la medida en que ser y
^é.reúnen tiempos y espacios. Por ella es tiempo sólo hay en el acaecer-propicio {im
[el hombre Augenblicksstätte: la «estación Ereignen), esto entraña el carácter-de-pro-
Bel: instante». Y por eso todo decir poético pio (das EigentümUche: «la peculiaridad»)
es, con Hölderlin, Andenken (cf. el ensayo de que ese acaecer lleva al hombre a lo
homónimo en EHD, malamente vertido en que le es propio; al hombre: aquél que se
español com o «Recuerdo»). Andenken, percata del ser al inmorar en el tiempo
esto es: un «conmemorar», un vivificar lo propio. Así apropiado, el hombre pertene­
fe*-'aparentemente «muerto» (por usado sin ce al Ereignis.» (ZS, en ZSD, 24). Sólo así
parar mientes en ello, como una moneda el pensar deja de ser considerado a su vez
gastada; cf. Nietzsche: Verdad y mentira como una «propiedad» en manos del hom­
bre (o en manos del Ser-Dios, que luego
K
en sentido extramoral): no un «recuerdo»
de lo pasado, sino al contrario: una prome­ reparte por «participación»; tanto da), para
sa enraizada de futuro. El poem a abre acercarse a él como ámbito memorante y
vías, alamedas de la memoria, En el fon­ agradecido de una donación graciosa (cf.
do, el poema sólo «habla» de una extraña WhD 134 s.)... no dada por Nada ni po°r
«cosa»: de la ineludibilidad esquiva del Nadie (al contrario, hombres y «dioses» se
ser, de la retracción de éste al darse (al dan en él). Aquí no queda ya, al parecer,
igual que en la palabra está «íntegro» el sino pensar lo que Parménides dijo — qui­
lenguaje, mas sólo como el brillo de un zá sans le savoir— : «Pues lo mismo hay
foco — «hogar»; Heimat— para siempre para el pensar y para el ser.» Dos ramas de
perdido). El poema guarda (el) silencio; lo mismo. El pensar ya no «habla» de
dice que todo (el Todo) no se puede decir otras cosas. Ni siquiera habla de «cosas»;
(y menos, para sí mismo, como quien cree
en un Dios sabelotodo en eterno coloquio
dice lo Mismo. Por vía bien distinta a la de
la lógica desenmascarada por el Tractatus
Y
consigo mismo). El poema es la guarda de de Witlgenstein (digamos, por «exceso» y
¡a pérdida.7 no por «defecto»), el pensar de Heidegger
desemboca explícitamente en la tautología
(KTS, en ÍW /479; UzS 10, 30).
7. El pensar tautológico «¿Qué queda por decir? Sólo esto: El
acaecimiento propicio acaece propicio (Das
También el pensador (ya no el «filóso­ Ereignis ereignet. Adviértase con todo que
fo») alude a esta pérdida del ser: al ser esLo no es exactamente una tautología, sino
° a
como pérdida... de sí mismo. El «abando­ un anacoluto eil el que se “echa en falta” vv
no» moderno del ser no se «remedia» cap­ algo. Si hubiera usado “correctamente” su
turándolo de nuevo (no hay «nada» que lengua, Heidegger habría tenido que decir:
capturar), sino reconociendo que el ser Das Ereignis ereignet sich. No es una “fal­
mismo es abandono, olvido , y que sólo ta”, aunque apunte a ]a.falta. El "acaecer” es
gracias a esa retirada (Entzug) los entes puramente transitivo, no reflexivo; F.D.),
son y el hombre existe. Ahora puede quizá Con esto, partiendo de lo mismo, nos referi­
empezar a entenderse aquel dictum apa­ mos a lo mismo y apuntamos a lo mismo.
rentemente idealista: «Sólo “hay” verdad En apariencia, esto nada dice.» (ZS, en
en la medida en que el hombre es, y mien­ ZSD 24 s.).
tras es.» El pensador no despierta del olvi­ A l lector curioso y mortal dejamos el
do (como hiciera el «despertador» Hume cuidado de considerar —-tras tantas vuel­
con el buen Kant), sino que despierta al tas— si esto en verdad «nada» dice, y si
olvido (cf. Protocolo de Zeit und Sein; esa nada es una nadería.

225
HEIDEGGER: EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

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HEIDEGGER; EN LOS CONFINES DE LA METAFÍSICA

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227
Hermenéutica
A continuación ofrecemos una breve en­ vilegia la hemienéutica una dimensión del
trevista sobre Ja Hermenéutica con Hans- signa lingüístico, la dimensión semántica,
Georg Gadamer, abanderado de la Escuela sintáctica, pragmática? ¿O es que coim­
de Heidegger y fundador de la Neo-herme­ plica a las tres dimensiones?
néutica: en ella se manifiesta la concep­ Gadatner: En efecto, pienso que la herme­
ción gadameriana del ser como lenguaje y
de la razón hermenéutica como interpretra- P néutica como teoría filosófica concierne a
totalidad de nuestro acceso al mundo (Web
¡K
ción (comprensión) de esc lenguaje. v . mgang), Pues es el modelo del lenguaje y su ^
íyfl forma de realización —o sea, el diálogo— K
/ 1<
AOO: Profesor Gadatner, ¿podría enun­ a j quien soporta no sólo el entendimiento entre

ciar sintéticamente lo que la hermenéutica üf ilos hombres sino también el entendimiento


«viene a decir» en el contexto de nuestro M j sobre las cosas de que consta nuestro mun-
mando cultural actual? / ¿do. La teoría del conocimiento en sentido
Gadamer: La he míen éu tic a es una teoría >Jtradicional ha infravalorado la articulación
filosófica confrontada con nuestro mundo y í lingüística (Sprachlichkeit) que todo lo sos-
cultural actual en el que se realiza una pe­ . tiene. Pero nuestro pensamiento actual se ha-
culiar idolatría [Vergötzung] de la ciencia. u\ lia orientado de modo decisivo al fenómeno
Evidentemente que los auténticos investi­ * del lenguaje. Esto se manifiesta en mi propia
gadores no dan lugar a ello, pues saben con teoría en el papel que juega el lenguaje y lo
toda exactitud lo parciales y llenos de pre­ [\ lingüístico para toda comprensión y conoci-
supuestos que son tanto ios modos de plan­ 1/1 miento (Verstehen und Erkennen).
tearse un problem a (o «problem ática») AOO: ¿Cómo funciona la interpreta­
como los conocimientos de la ciencia. Ex­ ción crítica y quién critica al crítico?
perimentamos hoy día cómo nuestra civili­ Gadamer: Se ha dicho de la hermenéutica
zación técnica basada en la ciencia arriba a que se orienta sólo al entendimiento y al
un límite crítico. Pero aún más crítica que acuerdo (Einverstándnis) y que por eso in-,
la propia reinserción del progreso técnico fravalora la función crítica que nuestra razón 1
respecto al dominio de la naturaleza en las ha de asumir en el contexto social. Pienso
V
condiciones de humanidad real, resulta ser que esto es falso. Todo proceso de entendi- ( ,
la situación en el campo de los problemas ■-' miento (Verständigung) sobre algo implica['\
sociales de nuestro tiempo. También aquí IA una comprobación crítica, y no hay mejor
la planificación técnica se ha convertido en i ;í¡ crítico de los propios prejuicios que la discu- ,
un instrumento inevitable de la organiza­ J 1 sión (Auseinandersetzung) sobre problemas I ■
ción de la existencia, pero tampoco aquí r.vii reales que se lleve a cabo con espíritu objeti­
hay que perder de vista la particularidad vo (e.d. de objetividad). La hermenéutica en­
(Partikularitäl) de un tal poder técnico-so­ seña precisamente que todo crítico resulta »,
cial. La opinión pública de hoy está en pe­ a , í criticado en el proceso vital del acontecí- l
ligro de esperar demasiado de la ciencia. i/,)j miento o realización dialógica en el que des-1 i
Es convicción fundamental de la herme­ cansa y se fúnda todo discurso (Rede).
néutica que el entendimiento (Verständi­ AOO: ¿Considera acaso la hermenéuti­
gung) de los hombres entre sí es algo más ca que, puesto que —al menos en derenni-
que un mero problema técnico. , nadas circunstancias fimdamentales o no—,
AOO: La hermenéutica aparece unas ve­ j no puede cambiarse el mundo, habrá al
ces como una especie de antropología fun­ j menos que interpretarlo?
damental, otras como una semiología ge­ f Gadamer: La famosa tesis marxiana sobre
neralizada. En cualquier caso , el lenguaje | Feuerbach no es ella misma tan unilateral
humano obtiene una función central. ¿Pri- í como el uso que hoy se hace a menudo de

228
HERMENÉUTICA i HERM ENÉUTICA ANTIGUA

ella. Quien quiere cambiar algo ha de saber, la ciencia. La hermenéutica filosófica se


qué aspecto presentará de la otra manera y, K ^ hace abogada del sentido común en tanto J
aún más, ha de saber cómo puede provenir en cuanto que remite a la razón o logos
de lo que ya es lo otro. Ambas cosas presu­ como instancia auténtica de nuestras deci- r
ponen mucho saber y entendimiento concre- \(j siones prácticas, incluso cuando no se re- -í
to no sólo del presente en cuanto condición A flexiona más por creer que otros — como, '
del futuro sino también de la historia enj y por ejemplo, la ciencia— lo habrían hecho
cuanto determinación concreta del presente. por uno mismo. Pienso que es sobremanera
' AOO: ¿Qué es el «sensus communis» al falso pensar que pudiéramos existir sim­
"que apela la hermenéutica? ¿No debería plemente sin la función crítica de la ciencia
más bien hablarse en hermenéutica de frente a nuestros prejuicios, pero pienso
sentido común crítico, e incluso de crítica que es tan falso asimismo pensar que pode­
del sentido común (si bien en provecho del mos existir sin la función crítica de la ra­
propio sentido común)? zón hermenéutica frente a la ciencia.
" Gadamer: Cierto que una filosofía nun- t¡
ca resulta ser el mero lenguaje del sen sus
communis. La hermenéutica filosófica no r Bibliografía
lo es tampoco. Pero es menos una crítica
del sentido común que una crítica de la sin- r / p G adam er , H .G ., Verdad y método (S íg u e­
razón (Unvemimft) general, la cual aparece * \ m e).
allí donde se cree poder apoyarse en la
práctica sin la razón sobre los resultados de ^ Hans-Georg Gadamer

Hermenéutica Antigua
i imperios arsácidas y sasánidas, más todo
el mundo llamado «bárbaro».
La exposición que sigue se circunscribe En él conviven múltiples formaciones
a lo qne suele llamarse helenismo y mun­ culturales bajo la hegemonía política hele­
do romano, especialmente al período im­ nística y romana, más o menos impregna­
perial, con atención preferente a los movi­ da de la paldeia grecolatina. A medida
mientos llamados «sincréticos» que en ese que transcurre este eón se advierte el in­
mundo, y en esa época, se desarrollan1. flexible «retorno de lo reprimido»: esas
Un mundo que, percibido desde dentro, viejas culturas (iraní, mesopotáurica, siría­
comparece acaso como el universo mismo, ca, analólica, egipcia, judía) dan pruebas
o como una totalidad compleja unificada de extraordinaria vitalidad y producen una
que alcanza los confines de la tierra. Ese impregnación «sincrética» que matiza y
mundo tiene por extremos el entorno de contamina la vieja herencia de la paideia
los temibles guerreros partos, los nacientes grecolatina.

1 Intento situar la Hermenéutica en el marco de una rentes comunidades ¿nósticas). He preferido e.sie trata­
comunidad hermenéutica. Esta tiene su mejor expresión miento histórico del tema genérico Hermenéutica con el
en la suerte de comunidad que sobreviene en la época fin de darle un sesgo concreto y vivo. He sintetizado en
que suele caracterizarse como Antigüedad Tardía, y que estas páginas mis reflexiones relativas a la Antigüedad
da lugar a formas sincréticas de religiosidad e ideología Tardía tal como aparecen en mi libro la edad del espi­
(como las originarias comunidades cristianas, o las diíe- ran (Segundo lihro: Hermenéutica y Mística).

229
HERM ENÉUTICA ANTIGUA

Conviene, sin embargo, antes que nada El «retomo de lo reprimido», o el paula­


salir al paso de la forma como este mundo tino ascenso de la influencia de las viejas
suele ser caracterizado. Se usa generalmen­ culturas del oriente próximo, egipcias, si­
te la expresión de «sincretismo» para refe­ ríacas, judías, anatólicas, mesopotámícas o
rirse a él. Es evidente que en este mundo lo iraníes, constituye uno de los más asom­
que Wemer Jaeger llamaba paideia, es de­ brosos fenómenos que presenta esa anti­
cir, los ideales y las pautas de conducta que güedad tardía, en la que la mayoría de los.
configuraron la gran educación grecolatina, intérpretes creen ver, como su más determi­
han perdido en gran medida su vigencia. nante característica, la formación de toda
Es obvia la contaminación de ideas no suerte de «sincretismos».
griegas patente en sistem as filosóficos El término «sincretismo» suele tener un
como el estoicismo, por no hablar de los matiz peyorativo. Quiere significar que el
grandes movimientos religioso-sapiencia­ movimiento (religioso, filosófico, sapien­
les que solemos llamar gnósticos. El inicio cial) reúne motivos e influjos procedentes
de una teología cristiana, a través de la pa­ de diferentes tradiciones, sin llegar a con­
trística, presenta obviamente, junto a in­ figurar. con todos ellos, una genuina sínte­
fluencias griegas, un sustrato de origen sis. Se trata de una reunión rapsódica, pero
procedente de fuentes judías, bíblicas. Fi­ no sistemática, de esos motivos. Denuncia
lón de Alejandría era un platónico, pero implícitamente la impotencia creadora del
también fue siempre un judío de la diáspo- fenómeno «sincrético», incapaz de formar
ra de estríela observancia. Fenómenos tar­ algo nuevo. Incapaz, por tanto, de asimilar
díos de recuperación nostálgica de esa pai­ sus necesarios tributos formativos en una
deia perdida no hacen sino delatar hasta síntesis original.
qué punto el mundo grecolatino ha sufrido Oswald Spengler, en el mejor y más
una verdadera conmoción. Es el caso de original de los capítulos de su discutible
Plotino, o es también el interesante canto obra La decadencia de Occidente, el capí­
del cisne que representa el emperador Ju­ tulo 111. titulado «Problemas de la cultura
liano el Apóstata. arábiga», propone un término para acercar­
Plotino hizo de la paideia griega, espe­ se a este mundo de la antigüedad tardía que
cialmente de la filosofía platónica, su pro­ se abre paso al comienzo de nuestra era.
pia causa. Pero su filosofía es ininteligible Tal término es pseitdomorfosis. Acierta,
sin referencia a las contaminaciones que creo, Spengler en considerar que alrededor
decidieron su formación. Pudo ser, plena­ del comienzo de nuestra era surge realmen­
m ente, enem igo jurado de los gnósticos te algo nuevo en el mundo de la cultura he­
sólo y en la medida en que se formó en lenística. La expresión «sincretismo» no
círculos próximos al gnosticism o. E sos hace justicia a esa novedad. El término
círculos impregnaron, por lo demás, mu­ «pseudomorfosis» se acerca más a la ver­
chos de los motivos de sus Encadas. Asi­ dad, pues presupone que algo nuevo surge
mismo, su compromiso platónico (y aristo­ en esta época (aunque esa «savia nueva»
télico) no puede hacemos olvidar la influen­ deba cristalizar en un inventario formal
cia que en su filosofía deja el pensamiento viejo; como dice el Jesús de los Sinópticos,
estoico. se arroja vino nuevo en odres viejos).
San Agustín debe pasar por la escuela El término «pseudomorfosis» es acerta­
neoplatdnica, embebiéndose del mundo fi­ do, quizás, para describir el modo cómo se
losófico de Plotino, con el fin de inmuni­ produce esa «cristalización». Pero no nos
zarse de la huella oriental que dejó en él proporciona ninguna pista para compren­
su adscripción efímera a la religión y a la der la novedad del eón que estamos consi­
gnosis maniquea, la cual dejó en su obra derando. Yo diría más bien que los térmi­
una impronta probablemente indeleble. nos «sincretism o» o «pseudomorfosis»

230
HERMENÉUTICA ANTIGUA

¡ventilen describir externamente la forma bargo, hasta qué punto el sincretismo y la


ulíl’ adoptan muchos fenómenos de la for­ pseudomorfosis de la forma externa de es­
mación simbólica de esle eón. Pero no nos tos fenómenos no bastan para ocultar po­
explican lo específicamente novedoso de derosas formas sintéticas. Todas ellas, sin
ó ie . o lo que constituye su novedad. embargo, surgen (y en ello radica su nove­
Creo que esta novedad es de tal especie, dad) del emrecruzamiento entre esas dos
Je un carácter tan singular, que exige, para áreas, p oético-filosófica y profé tico-sa­
m constitución externa, la comparecencia piencial.
de fenómenos que pueden ser descritos Un ejemplo relevante de esa convergen­
como «sincréticos» o como casos de «pseu- cia puede proporcionarlo la filosofía de Fi­
domorfosis». Voy, pues, a avanzar mi pro­ lón de Alejandría. Filón es un platónico
pia tesis sobre lo novedoso de este eón. convencido y un judío ortodoxo. Constan­
Para ello quiero referirme a la distin­ temente apela a la teoría platónica de las
ción. trazada en mi libro La edad del espí­ ideas. Pero estas ideas, a través de las cua­
ritu. entre área p oélico-filosófica y área les se hace presente e inteligible el Bien
profético-sofiológica. La primera es, como platónico (cuyo carácter «impersonal» es
se expone en dicho libro, la que se de­ muy marcado), pasan a ser. en Filón de
sarrolla en el mundo griego Cy también en Alejandría, conceptos y pensamientos a
la India, cultura ésta que aquí no entra en través de los cuales se «profiere» la pala­
discusión). La segunda tuvo su expansión bra o el logas de un D ios plenamente per­
en el ámbito iraní y siríaco (mundo judío sonal (Yaveh). Ese lagos, además, asume
especialmente). Doy por supuestas estas carácter de hipos tas is sapiencial (como
distinciones, con todos los rasgos diferen­ palabra que expresa la increada y preexis­
ciales que implican. tente sophía de D ios).
¿Qué es, pues, lo que acontece al ini­ Este trasvase sapiencial de las ideas pla­
ciarse este nuevo cón? ¿Qué destino expe­ tónicas puede, desde luego, perseguirse a
rimentan esas dos áreas (filosófica y pro- través de todo este eón, desde Filón a San
fética) al llegarse a este nuevo mundo de Agustín, pasando por Orígenes, Plotino o
la Antigüedad Tardía? Proclo. Este último personaliza y personi­
La tesis que aquí sosten go es que se fica las formas ideales platónicas al con­
produce !a convergencia asintótica de esas vertirlas en figuras angélicas, auténticos
dos áreas, poélico-filosófica y profético- arcángeles del Bien supremo (al modo de"
sofiológica. Ambas tradiciones tienden a los Amesha spenda iranís, o del cortejo de
entrecruzarse, configurando un horizonte arcángeles de la tradición bíblica tardía).
de síntesis que en muchas ocasion es se Conceptos procedentes de tradiciones
produce. Esta convergencia constituye, de profético-sapienciales hacen irrupción en
hecho, una verdadera novedad en relación el estoicismo: el propio concepto de pneu-
a las áreas preexistentes. Pero la dificultad ma , un concepto apenas presente en la fi­
de esa síntesis es grande y provoca espon­ losofía griega, que traduce en el estoicis­
táneamente fenómenos de agregación rap- mo el sentido del ruah hebreo, bíblico; el
sódica que pueden parecer «sincréticos», o concepto de una causa efficiens. de la que
que pueden caracterizarse com o «psciido- jam ás habló A ristóteles, y que marca el
morfosis». énfasis en el acto creador, dejando en se­
Sistemas como el estoicism o, la gnosis gundo plano el m om ento estrictamente
valcntiniana, la teología''de O rígenes, la formal (que era, para Platón y para Aristó­
gran filosofía de Plotino y de Proclo, la teles, el genuinamente formador); o bien
nueva religión de M anes, la elaboración el concepto de pronoia, previsión y provi­
teológica cristiana de los Padres Capado- dencia del «espíritu», un concepto nítida­
cios y de San Agustín demuestran, sin em­ mente «profético-sapiencial».

231
HERMENÉUTICA ANTIGUA

II la cual pueden determinarse las claves del


sentido de ese texto fijado y canonizado.
Se sostiene en este texto la tesis, inspi­ La comunidad hermenéutica así estable­
rada en la filosofía del último Schelling, cida debe, entonces, iniciar el ascenso ha­
de que la revelación se adelanta siempre a cia ese pléroma que guarda encerrados los
la reflexión racional. Esta, sin esa base secretos del libro santo. Se supone que en
previa y presupuesta, carece de sustancia y éste se hallan las claves generales relativas
de contenido. En el mundo de la Antigüe­ al destino general del mundo. Debe, pues,
dad Tardía, que suele dar lugar a fenóme­ la com unidad atravesar el puente her-
nos de sincretism o y «pseudom orfosis» menéutico que le conduce de su situación
(O. Spengler), parece pasar a primer plano presente hacia el cielo (pleromático) del
la reflexión sobre las formas inmanentes al sentido.
lógos (a lo que suele llamarse razón). Es preciso, antes que nada, establecer el
Pero esa reflexión, que tiene por sujeto lugar y el tiempo específicos en los cuales
la comunidad hermenéutica, y que condu­ se supone que ese «cielo» se descubre. La
ce a determinar las claves exegélicas del comunidad hermenéutica concibe ese rei­
sentido, propiciando con ello la interpreta­ no celeste a través de una reflexión gra­
ción alegórica, presupone la previa revela­ dual, en el curso de la cual va madurando
ción del logas. Sólo que esa revelación, en su com prensión de la naturaleza de ese
el seno de este mundo de la Antigüedad pléroma. Pueden desglosarse, a este res­
Tardía, ha tenido ya lugar. Lo propio y ca­ pecto, varios tiempos a través de los cua­
racterístico de este mundo consiste en dar les va produciéndose la maduración de esa
testimonio comunitario de esa revelación, reflexión.
pero en el buen entendido de que ésta ya 1. En un primer tiempo la comunidad
se ha producido. La revelación como tal, hermenéutica concibe ese reino pleromáii-
el lagos aparecido en el mundo, constituye co como una inminencia que se aguarda al
un presupuesto ya pasado. finalizar el presente eón, entendiendo que
De hecho este mundo no se inaugura con ese final ocurre en el marco mismo del de­
el advenimiento del enviado o del salvador, venir temporal, El pléroma constituye el
portador del evangelio del lógos, sino que cierre escalológico que da por concluido el
surge justamente en el momento de su defi­ tiempo presente. Se espera, pues, de esa
nitiva despedida del mundo. O mejor, esa' parousfa el advenimiento mismo del reino
despedida es la condición de que este mun­ divino, cuya manifestación «está cerca» y
do se constituya. Conviene, en efecto, para no admita ya demora. La comunidad se
el normal discurrir de este eón, que ese su­ instituye, entonces, en comunidad apoca­
jeto de la revelación desaparezca. líptica ante la cual se abren los sellos que
Sólo entonces puede inaugurarse lo que, guardaban encerrados los secretos del
de iure, constituye el comienzo verdadero mundo a través de la apertura de las claves
de este eón: la fundación de una comuni­ hermenéuticas del libro santo.
dad hermenéutica que tiene por verdadero 2. En un segundo tiempo la comunidad
enviado al espíritu, intercesor y paráclito, hermenéutica reflexiona sobre esa inmi­
además de inspirador, de la infinita tarea nencia y la traslada del plano temporal a la
interpretativa y exegética en la que esa co­ metahistoria. El pléroma no es ya locali­
munidad basa su razón de ser. Ello signifi­ zado al finalizar este eón, en el marco del
ca. antes que nada, fijar y establecer los cómputo corriente de lo que suele llamarse
« h e c h o s y d ic h o s » del sujeLo de la revela­ tiem po. S ob revuela todos los tiempos,
c ió n en forma de sagradas escrituras. Sólo sólo que, a partir de la emisión del salva­
ese establecim iento canónico permitirá dor, de la revelación del lógos y de la fun­
desplegar la henneneusis infinita mediante dación de la comunidad hermenéutica, se

232
h e r m e n é u t i c a a n t ig u a

ha abierto el camino que permite la ilumi­ Es propio de este eón ecuménico y cos­
nación sobre la cual esa comunidad funda mopolita esa dispersión «sectaria» de las
; sü especificidad y diferencia. Tal comuni­ comunidades hermenéuticas. Cada una de
dad hermenéutica se establece entonces ellas va madurando su propia «revela­
. como comunidad gnostica, ción», transitando por los ciclos temporales
3. En un tercer tiempo se despliega el que previamente he señalado. Comienzan
: contenido de esa iluminación, en la que la como comunidades carismáticas insufla­
fidelidad y el conocim iento se com ple­ das de «espíritu», con su particular «Pente­
mentan, o en la cual no hay disputa alguna costés», su apelación a una figura mítica y
Mentre «fa» y «gnosis», de manera que pue­ legendaria que comparece como enviado o
de ya llevarse a cabo Ja tarea interpretativa salvador, y que es el portador del logas que
a través de la cual se desentraña el sentido a través suyo se manifiesta. Impregnadas
del libro santo, estableciéndose las claves de la presencia del espíritu aguardan o
"y las tipologías, o las figuras conceptuales, atienden su comparecencia final, escatoló-
mediante las cuales adquiere el «relato» (o gica, en la que debe concluir, dentro del
mythos) del libro su genuino sentido. La presente eón, lo que llamamos tierra y cie­
comunidad hermenéutica se constituye en lo (pues Ja comunidad apocalíptica espera
comunidad exegética alegorizante. El li­ y aguarda, como algo está muy cerca, «una
bro santo es concebido a través de una rica nueva tierra y un nuevo cielo»).
trama de recorridos alegóricos en los cua­ En un segundo tiempo, decepcionada Ja
les las claves hermenéuticas hallan su ren-.. comunidad de su espectativa impaciente,
dimiento. reflexiona sobre lo simbolizado en el sím­
4. Por fin, en un cuarto tiempo, se siste­ bolo y transforma su espectativa apocalíp­
matizan esas claves, construyéndose un tica intrahistórica en una nueva forma de
cuerpo de doctrina onto-ieo-lógico que «enlace» entre la com parecen cia en el
constituye la síntesis final en la cual con­ mundo del «lado» simbolizante del símbo­
cluye esLe eón: un cuerpo «dogmático» lo y su horizonte de sentido. Ahora se su­
que permite explicitar y desplegar el con­ pone que el Jógox ha comparecido ya en el
tenido inteligible del símbolo en el cual ia mundo, se ha revelado y manifestado, «y
comunidad hermenéutica, convertida en­ hemos visto su gloria» (como dice el Evan­
tonces en comunidad eclesiástica, cifra su gelio de Juan),
fidelidad y su iluminación. Tal «símbolo De hecho la espectativa esearológica se
de la fe» da lugar, por tanto, a una gran­ ha cumplido. Pero en lugar de la im pa­
diosa especulación mediante la cual toda ciente espera respecto a la conclusión del
la trama de hipóslasis ascendentes y des­ presente eón se plantea, ahora, una transi­
cendentes se van configurando en un cuer­ ción hacia un horizonte que trasciende por
po sistemático (así el corpus neopiatónico, com pleto las con d icion es de espacio y
o el despliegue cristiano-eclesiástico de tiempo del «mundo». Se trata, pues, de
las tres hipóstasis que componen el mode­ propiciar un ascenso desde «este mundo»
lo trinitario). hacia las alturas del pléroma, una vez éste
En el recorrido de estos cuatro tiempos se ha abierto y revelado, dejando constan­
consuma este eón el recorrido del espacio cia de su presencia a través del enviado o
hermenéutico . determinando y sistemati­ salvador.
zando las claves del sentido que constitu­ Esa ascensión es lo que convierte la co­
yen su contenido categorial específico. Y munidad apocalíptica en comunidad gnós­
este esquema es, creo, válido para la ma­ tico. En ésta importa sobre todo el descu­
yoría de «fenómenos» que comparecen en brimiento de la «plenitud» (o plérom a)
este eón, en forma de sectas o de pequeñas que encierra el lógos que se ha revelado.
comunidades hermenéuticas. El «segundo enviado», el espíritu, princi­
1i F.R.\ [ENÉUTICA ANTIG UA

pió inspirador de la comunidad hermenéu­ Finalmente se sistematizan esa formas,


tica, constituye el agente fundador de esa o figuras alegóricas y tipológicas, a través
comunidad de salvación que Liene la gno- de poderosas síntesis que desvelan el códi­
sis por talismán sacramental. go subyacente a esa labor de la infinita
Figuras como Pablo de Tarso se esclare­ henneneusis. Tales sistematizaciones pro­
cen com o formas intermedias de intersec­ mueven poderosas construcciones en las
ción de esos dos primeros «tiempos», el cuales los ritmos de emanación, giro y re-,
propio de la comunidad apocalíptica y el torno relativos al «conLenido pleromático»
que da lugar a la comunidad gnóstica. El de la revelación son, por fin, teorizados.
horizonte apocalíptico (tan vivo en los Si­ Así se explican los «sistemas» gnósticos -
nópticas) constituye el marco de la misión más maduros, las construcciones onto-teo­
paulina de evangelizaron de los «genti­ lógicas del cristianismo eclesiástico (Orí­
les» (con el fin de sortear el «obstáculo» genes, Clemente de Alejandría, Ireneo) y
relativo a lo que «retrasa» el advenimiento sobre todo los grandes sistemas neopla­
inminente del reino de Dios). Pero en Pa­ tónicos (Plotino, Proel o. Porfirio) o sus
blo adquiere peculiar relevancia la armonía trasuntos cristianos (Mario Victorino, por
preestablecida entre la «fidelidad» (pístis) ejemplo).
en la figura redenLura del Cristo, y en la Al finalizar este eón esos «sistemas»
comunidad hermenéutica que establece, y acaban convirtiéndose en símbolos que ac­
la jEf/iííjí's «sapiencial» que propicia. túan como emblemas comunitarios en los
Esa comunidad gnóstica. sin embargo, que la «ecclesia» cifra sus artículos de
alcanza el despliegue de su «iluminación» «creencia» que la especifican como tal.
(propiciada por la presencia del «salvador Esos sistemas se convienen, pues, en ci­
gnóstico», y por la «doctrina» que promue­ fras de idenLidad de la comunidad ecle­
ve) a través de un refinado arte de interpre­ siástica que de este modo se constituye.
tación en virtud del cual se van estable­ Determinan el contenido de las formas que
ciendo las figuras, o los «tipos», a través de la «recta opinión» de la comunidad esta­
los cuales pueda establecerse la exégesis. blece como propias y específicas, en viru­
Tales «tipos» son los «eones» del pié roma lenta polémica con «opciones desviadas»
que encierra el logas proferido, convertidos 1 0 «herejías»). Frente al símbolo de la «fe»
en «claves exegéticas» y hermenéuticas des­ se define entonces la cesura diabólica de
de las cuales puede al fin leerse c interpre­ la «elección desviada» (o «herejía»). El
tarse, en sentido espiiitual, el libio adoptado sistema sintético constituye entonces el
como canon de la revelación. cuerpo dogmático de las opiniones que de­
Ese arte da lugar a las escuelas exegéti­ ben ser «creídas», o los «artículos» del
cas en las cuales puede descubrirse el con­ credo de una comunidad eclesiástica.
tenido sapiencial o filosófico que encierra En el marco de este eón surge y se de­
el «relato» (mythos) que los textos revela­ sarrolla lo que solemos entender por cris­
dos presentan. Puede, pues, a través de tianismo. Puede decirse que éste va ges­
esas comunidades exegéticas alegorizantes tándose y madurando al compás que esta­
desvelarse al fin el entramado alegórico y blecen los cuatro tiempos en los cuales,
tipológico que arroja luz sobre «relatos» como se ha visto, va desplegándose este
como los que expone el Antiguo y Nuevo eón. El cristianismo es, primero, una dis­
Testam ento (o bien m itologías com o la persa profusión de comunidades «secta­
egipcia, griega o iraní, en la labor exegéti- rias» que se desarrollan en el marco ecu­
ca de Plutarco, en su obra De Isis et Ossiri- ménico y cosmopolita propio de este eón,
de, en la que se reconducen esos «relatos estableciendo así su diferencia específica
mitológicos» al pleroma del sentido reve­ con respecto al antiguo judaismo (siempre
lado a través del corpas platónico). dependiente de la concepción judía de la

234
HERMENÉUTICA ANTIGUA

-comunidad de elección» com o com uni­ Esas comunidades, primero apocalípti­


dad étnica: o como la «casa de Israel»). cas, luego gnósticas, finalmente exegéti-
Al principio se trata de com unidades cas, se fueron articulando en su identidad
,/pocalípticas que esperan y aguardan, im­ en referencia a la legendaria figura de un
pacientes. la llegada próxima del «reino de fundador carismàtico que «murió y resuci­
Dios», una vez concluya el presente eón y tó» en el seno del judaismo. Joshua de Na­
se inauguren los tiempos mesiañicos. Lue­ zareth, que se llamaba a sí mismo «hijo de
go esas comunidades, de la que dan testi­ Antropos ». Pero el carácter disperso de
monio Pablo y los Sinópticos, se constitu­ esas sectas, ebionitas, judeocristianas. ju­
yen en comunidades gnósticas en las que días de estricta observancia (como la co­
deja de tener relevancia el cómputo apoca­ munidad de Santiago, el «hermano del Se­
líptico relativo al cierre del presente eón. ñor»), proiognósticas o relacionadas con el
importando en cambio la aparición de un misterioso «discípulo amado» deja siempre
enviado o salvador que proporciona el ca­ un halo de enigma en relación a lo que
mino y las consignas para que la comuni­ puede eventualmente unirlas (como afluen­
dad descubra la riqueza plcromática que tes de desigual potencia que terminan ali­
encierra el lógos que se ha manifestado. mentando un cauce fluvial unitario).
Por fin esas comunidades gnósticas se Ciertamente un mismo «aire de familia»
van estableciendo como comunidades her­ parecen mostrar iodas ellas. Pero, ¿no será,
menéuticas que interpretan el libro con­ quizás, el «aire de familia» que desprenden
siderado canónico, creando una tupida y los fenómenos contemporáneos de la oiku-
coherente red de figuras alegóricas que méne imperial de los siglos n y ni? ¿Media
intervienen com o claves cxegéticas del realmente mayor diferencia entre una y otra
sentido de dicho libro. Y por último esas de estas comunidades y la que puede haber
comunidades exegéticas y alegorizantes entre cualquiera de ellas y un fenómeno pa­
tienden a construir vastas sistematizacio­ ralelo de naturaleza «pagana», com o la
nes doctrinales, más o menos acompasa­ suerte de comunidad que produjo textos
das a las formas sistemáticas que otras co­ como el Corpus Henneticum. o los Orácu­
munidades (paganas, gnósticas, etcétera) los caldeos?
van tramando. De esta suerte se provee el Se ha exagerado, creo, a este respecto la
cuerpo dogmático de una comunidad ecle­ relevancia, antes de los sucesos del siglo jv
siástica que convierte alguno de esos sis­ (desde la última persecución cristiana has­
temas en cifra simbólica de su adhesión, o ta el Edicto de Milán y el Concilio de Ni-
de su «fe». cea), entre «paganismo» y «cristianismo».
El cristianism o no «nace» en ningún Se trata de un mundo ecuménico y secta­
«instante» privilegiado. Se va formando y rio, disperso en multitud de comunidades
constituyendo al compás mismo del curso hermenéuticas, gnósticas. protocristianas,
del desarrollo de este eón. Incluso podría relativas a religiones neo-orientales (mi-
afirmarse que el cristianismo ha de esperar traísmo, culto de Isis y Ossiris, culto a Cibe­
a culminarse este eón para constituirse tal les y Attis, etcétera), o bien disperso asimis­
como, a posteriorí, lo podemos reconocer. mo en «escuelas filosóficas» organizadas por
O que sólo a partir de la promulgación del dentro también como «sectas» hermenéu­
símbolo de la fe, y del marco de discusio­ ticas.
nes trinitarias y cristológicas en el cual tal Sólo en el marco de la discusión trinita­
símbolo se constituyó, puede ser reconoci­ ria y cristológica puede, de hecho, afirmar­
do com o algo más que una de las muchas se que algo nuevo ha acontecido en el ám­
comunidades hermenéuticas que surgieron bito del acontecer simbólico. Precisamente
y se desarrollaron (y algunas de ellas fene­ esa novedad es la que, a la vez, cierra el
cieron) en el curso de este quinto eón. presente eón y pone las bases del siguien­

235
HERMENÉUTICA ANTIGUA / HERMENÉUTICA BÍBLICA

te. En esa transición, en efecto, van des­ mente, toda vez que transforma el carácter \í
plegándose todas las im plicaciones que carismàtico (apocalíptico, gnóstico, exegé- _
encierran dichas discusiones. Con dichas tico) de esas antiguas comunidades en una :
discusiones puede, decirse que se van fi­ « ecclesia» que se define a través del pacto —
jando y estableciendo los cuerpos dogmá­ de fidelidad (o «credo») en relación aúna-"
ticos de las nuevas iglesias (con toda su sistematización doctrinal (trinitaria, cristo-..:
dialéctica de «ortodoxia» y «herejía»). lógica) convertida en cuerpo dogmático de
Una figura com o Atanasio señala, en la nueva religión.
este sentido, el cambio radical de espacio No nace ese cristianismo renacido y triun- -
mental-simbólicQ. Yajio se trata de prose­ fante ab ovo, alrededor de un fundador caris­
guir, indefinidamente, una hermeneusis màtico. Nace en realidad cuando alcanza
infinita que termina sistematizando sus conciencia «histórica» de sus orígenes, lo
claves exegéticas y sus tupidas tipologías cual acontece precisamente al cierre de!
alegóricas. Ahora se trata, en cambio, de presente eón, a través de las primeras «his­
formular el cuerpo doctrinal de un credo, torias del cristianismo» (Eusebio de Cesarea,
que debe ser defendido con armas verbales especialmente). Nace con la formulación del
y letales, con la palabra y la espada. Se contenido dogmático de su doctrina, a través
trata, sobre todo, de inaugurar la dialéctica del cual se instituye lo que en rigor debe lla­
ortodoxia-herejía en la cual pueden irse marse iglesia.
definiendo y clarificando los cuerpos doc­ Nace, sobre todo, a través de las grandes
trinales canónicos de la comunidad asumi­ discusiones trinitarias y cristológicas en las
da como «verdadera iglesia». que asumen el carácter de testigos privile­
Eso no quita un ápice de relevancia a giados en relación al símbolo de la fe los lla­
esas múltiples comunidades que surgieron mados «padres de la iglesia», tanto los lati­
y se desarrollaron al compás de la evolu­ nos (Agustín de Hipona, Hilario de Poitiers)
ción de este quinto eón. Sólo que éstas no como los orientales (Atanasio, Basilio. Gre­
definen ni determinan lo que, desde Nicea, gorio de Nacianzo, Gregorio de Nisa).
puede y debe concebirse como cristianis­
mo. Es a posteriori, y en interpretación re­
trospectiva, cuando tales com unidades Bibliografía
comparecen como las premisas históricas
de lo que surge alrededor de los grandes T r ía s , E.: La edad del espíritu. Ed. Desti­
concilios (Nicea, Calcedonia, etcétera). no, Barcelona 1994.
Este novum, en cierto modo, rompe con
sus orígenes, consciente o inconsciente­ Eugenio Trías

Hermenéutica Bíblica
Emendemos por hermenéutica bíblica blicos mediante la aplicación sistemática
(HB) la teoría genérica sobre el acto de de una metodología adecuada. Aunque el
comprender e interpretar los textos de la esfuerzo del hombre por comprender y ex­
Sagrada Escritura. En este sentido vive en plicar es Lan antiguo como el propio ser
continuo diálogo con la hermenéutica filo­ humano, conviene tener en cuenta que la
sófica. La distinguimos de la exégesis bí­ hermenéutica, en general, recibió un im ­
blica en cuanto ejercicio o forma concreta pulso decisivo de los estudiosos de la Bi­
de comprender e interpretar los textos bí­ blia. Una cultura inspirada y m odelada

236 -
h e r m e n é u t ic a b íb l ic a

Brprácticainenle por la cosm ovisión judeo- constituye el eje de la hermenéutica (cris­


Mrcristiana' necesitaba mantener un diálogo tiana) del texto bíblico. Es decir, el herme-
^perm anente con la Biblia como fuente de ncuta (cristiano) pone en diálogo a ambos
k inspiración. Este diálogo dinamizó y acom- Testamentos. Se trata de un principio her­
^ p a ñ ó durante varios siglos al esfuerzo her- menéutico insoslayable. Pero, com o un
menéutico. texto es un sistema abierto y su compren­
E s 1*-La HB, que comparte las características sión se ofrece en perspectiva, sus sentidos
|8¿generales de cualquier hermenéutica de tex- pueden ser múltiples. Así, un texto mesiá-
§?; tos, explica sus particularidades por su ob- nico del AT puede ser releído desde el N T
jeto: el texto bíblico. Si la hermenéutica de y aplicado a la persona de Jesús, pero esa
|T: 'autor (inspirada en Schleiermacher), aun relectura «cristiana» no excluye la lectura
| v !recibiendo el homenaje debido, debe ceder «hebrea» original de dicho texto. A pesar
; terreno ante la hermenéutica del texto (Ga- de los principios deducibles de una herme­
§:- damer y Ricoeur, entre otros), esta distin- néutica del texto (sobre la que volveremos
.L:• clon resulta ixrelevante, por obvia, al hablar más abajo), la distancia en el tiempo del
de la Biblia. En efecto, el único escritor bí- texto bíblico crea al intérprete dificultades
Hv blico del AT del que tenemos noticia es Je- en ocasiones insalvables. 0
;V sus Ben Sira, autor del Eclesiástico. Nada
(. sabemos del resto de autores o redactores del
1.1. Distancia en el tiempo
AT: sólo silencio o, a lo más, pseudoepí-
- grafías (David y Salomón principalmente). El texto del AT fue escrito en un arco
Incluso en el NT se discute la autoría de de tiempo de unos 1.100 años (entre los si­
casi todos los libros que lo componen, si glos xn y i a.C.). Esa distancia implica la
exceptuamos algunas cartas de San Pablo. pluralidad de autores. Por otra parte, es
I Según la distinción señalada arriba, la dis- imposible hablar de textos «definitivos»,
tanda en el tiempo (de obra y autor) queda pues novelas o poemas aislados antiguos
paliada por la contemporaneidad del texto, fueron retocados y redactados con fre­
por su vocación histórica. En lugar de viajar cuencia a lo largo del tiempo. O incluidos
al pasado en busca del autor, el hermeneuta tardíamente en otros contextos literarios,
se esfuerza por hacer presente el texto. con los que originalmente nada tenían que
ver. D e ese modo, al ser enmarcados en
otro «horizonte», recibieron una nueva in­
1. Peculiaridades del texto bíblico terpretación. No hay que perder de vista
tampoco que numerosos textos del AT pa­
La Biblia se compone de Antiguo Tes­ saron por una etapa previa de tradición
tamento (AT) (o antigua alianza: tensión oral, a lo largo de la cual se fue añadiendo
entre promesa y cumplimiento) y Nuevo material narrativo (o poético) y ampliando
Testamento (NT) (o nueva alianza: cum­ el marco del sentido de dichos textos a
plimiento de las promesas en la persona de partir de nuevas situaciones históricas.
Jesús). Los judíos, al no aceptar este cum­ Hay que contar con una dificultad aneja:
plimiento, rechazan el NT. La distinción la existencia de diferentes manuscritos he­
no es impertinente ni irrelevante, pues las breos del AT (todos de época cristiana)
confesiones cristianas, siguiendo un prin­ con numerosas variantes textuales, algu­
cipio hermenéutico puesto en práctica por nas aparentemente irreconciliables. V a­
los propios escritores bíblicos, tratan de rios de estos aspectos, aunque no tan lla­
comprender y explicar el AT (período de mativos, aparecen en el NT, escrito en un
la promesa) a partir del NT (período del período de tiempo de unos 100 años, a
cumplimiento). La dialéctica «Os han en­ partir de la fecha aproximada de composi­
señado... pero yo os digo» (cf. Mt 5.21-45) ción del libro más antiguo del NT: la pri­

237
-1
HHRMüNÉUTICA BÍBLICA
I
mera carta de Pablo a los Tcsalonicenses doctrinal (y textual) común: la vida, men- , i
(ca. 50 d.C.). saje, muerte y resurrección de Jesús de
Otro aspecto de la distancia en el tiem­ Nazaree. .
po que tiene que afrontar el intérprete es el
de las lenguas en que está escrita la Biblia:
1.2. La cercanía en el texto
hebreo talgo a rameo) para el AT; griego
para el NT. Del hebreo, lengua semítica A pesar de las dificultades arriba ex- t
occidental, tenemos un buen conocimien­ puestas, la distancia en el tiempo puede
to. aunque no suficiente (sobre todo en poe­ ser paliada por la cercanía en el texto. Esta'
sía). La semitística comparada no ayuda se pone de manifiesto tanto en su historici- :
mucho. A estas dificultades intrínsecas se dad cuanto en su nietatemporalidad, Cuan-” "
suman otras de tipo operativo: las diferen­ do el texto sale de las manos del autor (o
cias (en algunos casos sorprendentes) en­ de los redactores finales, como en el caso
tre el texto hebreo «original» y la traduc­ de la Biblia) adquiere una mayoría de .
ción griega (del siglo ni a.C.). edad y una vocación histórica que lo con­
También en el ámbito cultural se refleja vierten en estructura abierta. «La escritura
la distancia en el tiempo. Gran parte de posee para el fenómeno hermenéutico una :
los textos del AT (no pocos del Nuevo) se significación central en cuanto que en ella
caracterizan por su primitivismo mitológi­ adquiere existencia propia la ruptura con
co, en mayor o menor grado. Algunos de el escritor o autor, así como con las señas •
sus milentas o de sus restos mitográficos concretas de un destinatario o lector. Lo
nos resultan relativamente identificares, que se fija por escrito se eleva en cierto
especialmente por compartir idéntico ám­ modo, a la vista de todos, hacia una esfera
bito geográfico (el Mediterráneo) o por­ de sentido en la que puede participar todo
que dichos restos han pervivido, con dis­ el que esté en condiciones de leer» (Gada-
tintos grados de metamorfosis literaria, a mer). El texto dice más, tiene más sentido,
través especialm ente del helenismo, en del que el autor quiso darle, de otro modo
una cultura inspirada en la tradición bíbli­ la comprensión de un texto antiguo queda­
ca. Otros, sin embargo, nos resultan lo ría reducida a la captación de información
suficientemente extraños como para tener del pasado. En la confección de un texto el
que recurrir necesariamente a los parale­ autor no sólo pone en funcionamiento su
lo s literarios e hislórico-religiosos que capacidad intelectiva en el análisis de ex­
nos ofrecen otros ámbitos culturales cer­ periencias. La experiencia humana (y su
can os (esp ecia lm en te M esopotam ia y codificación) está también amasada de
Egipto). Por otra parte, el contenido teoló­ ideas y de sentimientos, inspirada en la
gico del AT y el del NT no siempre han fantasía, movida por d eseo s e inclu so
sido los mismos ni se han caracterizado arraigada en el subconsciente. Por otra
por su uniformidad, de modo que pode­ parte, la propia naturaleza de la obra lite­
mos hablar de «diversas teologías en con­ raria, como sistema de relaciones signifi­
tinua expansión». Esta teología en cons­ cativas, hace que el sentido del texto esté
tante movimiento ha propiciado, en el AT, siempre abierto a las experiencias de even­
la aparición de antítesis doctrinales sólo tuales lectores. Todo este «plu s» de la
superadas por una síntesis tardía, nacida al obra literaria se ofrece continuamente a
socaire de las fuerzas centrípetas del Judais­ una lectura actualizada, sin dejarse mania­
m o palestino a partir del siglo v a.C. Aun­ tar ni por la voluntad del autor ni por las :
que en el NT no se puede hablar de contra­ circunstancias históricas que lo vieron na-
dicciones doctrinales, es claro el pluralis­ eer. Esta apertura se percibe de manera
mo de crístologías y de concepciones de eminente en la propia Biblia: p.ej., el con­
iglesia, a pesar de compartir todas una base tenido de textos que evocan tradiciones

238
HERMENÉUTICA BÍBLICA

tld siglo xin a.C. es releído pro fóticamente lengua, sino de la literatura y el pensa­
v aplicado a una nueva y distinta situación miento hebreos. A pesar de los rasgos que
histórica siete siglos más tarde. Los ejem­ definen su metatemporalidad. el texto bí­
plos bíblicos podrían multiplicarse. El pro­ blico posee una serie de peculiaridades
pio esquema hermenéutico de promesa y que obligan al intérprete a situarse de vez
cumplimiento ha hecho de la Biblia un tex­ en cuando fuera de su propio tiempo.
to siempre abierto. Esta apertura es la que
posibilita, en parte, la «fusión de horizon­
tes» del autor y del lector. 2. La Biblia y las ciencias humanas
Por otra parte, la metatemporalidad del
testo (desde el punto de vista de su ma­ La Biblia es un caso particular de la es­
terialidad) explica Lambién su cercanía. tructura humana del conocer. En cuanto
Ahora bien, jun to a las características texto humano antiguo, puede ser sometido
compartidas por el texto bíblico con otros a la estructura universal del comprender y
textos modernos, habrá que resaltar sus el explicar como actividades constitutiva­
peculiaridades. A pesar de los dos o tres mente humanas. Aunque sin formularlo
milenios que separan al lector moderno de así, el exegeta bíblico siempre tuvo claro
un texto bíblico, éste resulta cercano en que la Biblia, como obra literaria humana
numerosos aspectos: permanencia del len­ (prescindiendo de consideraciones confe­
guaje escrito y de los géneros literarios sionales), sólo puede ser abierta y expues­
fundamentales; persistencia de ciertas for­ ta al público en diálogo con las ciencias
mas literarias; esencialidad del lenguaje humanas (lingüística, retórica, análisis li­
simbólico; recurso al lenguaje imaginati­ terario, historia de la religión, filosofía del
vo. Todas estas técnicas, nacidas de la ne­ lenguaje). No en vano la comprensión tie­
cesidad de com unicación por parte del ne una estructura dialógica (cf. Gadamer).
hombre y de su forma esencial de conoci­
miento. hacen las veces de puente entre pa­
2.1. Historia de la exégesis bíbiiea
sado y futuro. Pero el texto bíblico (narrati­
va y poesía) tiene sus peculiaridades. Para Ya ha quedado dicho que el principio
empezar, el lenguaje bíblico se resiste a ser hermenéutico básico en la interpretación de
comparado con las lenguas indoeuropeas, la Biblia es precisamente intrabíblico. Y
no sólo por lo que se refiere a eslructura-y desde dos puntos de vista. Por una parte, n o ..
arquitectura de la lengua (distinción de es raro encontrar en la propia Biblia un tex­
Coseriu) o estructuración de campos léxi­ to que interpreta otro texto bíblico más an­
cos, sino sobre todo por lo qüe respecta a tiguo (p.ej., Dn 9 reimerpreta Jr 25,1 i-14);
capacidad expresiva. Mientras las lenguas más aún, puede interpretarlo dándole otro
latinas, trabajadas en el yunque del dere­ sentido (caso llamativo de Job 7,17-19 ci­
cho y la escolástica, se caracterizan por su tando Sal 8,5). Por otra parte, un texto bí­
concisión, sobriedad y precisión, y por la blico debe ser interpretado, antes de nada,
conceptualización, la lengua hebrea es bri­ a la luz del eje doctrinal del gran macro-
llante, colorista, imaginativa: períodos lar­ texto bíblico. P.ej., si un texto dijese que
gos, repeticiones, continuo recurso a la Yahvé (el dios de Israel) no liberó a Israel
imagen. Al escritor bíblico no le interesa sacándolo de la esclavitud de Egipto ni.,
tanto la precisión cuanto el hacer impacto, hizo alianza con el pueblo en el Sinaí, en­
no se apoya tanto en^el rigor conceptual tregándole su ley (documento de la alian­
cuanto en despertar los sentidos y el alma za), contradiciendo así a toda la tradición
toda del lector. Todas estas, y otras mu­ bíblica, habría que interpretar ese texto,
chas, características dificultan la tarea del por lo pronto, como fruto de una corriente
hermeneuta desconocedor no sólo de la polémica antihebrea. En esta exégesis in-

239
HERMENÉUTICA BÍBLICA

trabíblica se perciben in nuce algunos mé­ La figura de Gunkel llena el período en­
todos exegéticos: leer la Biblia y ver la tre siglos (xix y xx). Fue el primero en
oferta que hace al hombre en cada época ofrecer una sistem a tiza ció n , con rigor
histórica. Esta «lectura aplicada» (derás: científico, de los géneros literarios del AT.
búsqueda, investigación, sentido derivado La tarea análoga en el N T fue obra de Di-
de un texto), junto con otros m odelos y belius. A partir de aquí la exégesis bíblica
m étodos interpretativos, fue puesta en alcanzó una madurez sin precedentes. Sin
práctica y desarrollada en las sinagogas y embargo, todavía no se había dado el paso
en las escuelas rabínicas. Junto al derás, el al problema hermenéutico.
péser (sentidp d ire c to ) trataba de abordar
las dificultades lingüísticas e incluso las
2.2. A partir de Schleiennacher
contradicciones de un texto,
Los métodos rabínicos siguen utilizán­ Este filósofo inició la reflexión global
dose en los albores de la era cristiana. Pero sobre la hermenéutica como arte de com­
ya en el siglo n comienzan a imponerse la
alegoría y el método tipológico (los conte­
ti prender un texto. Representante de la lla­
mada «hermenéutica de autor», paLrocinó
nidos del AT son typoi o figuras de otras la aproximación psicológica, la búsqueda
realidades del NT). Este esfuerzo herme- de un punto de contacto entre autor y re­
néutico preLendía conjugar la fe cristiana
con las ofertas culturales del helenismo.
Junto al sentido literal, inmediato de la B i­
il ceptor. Para comprender, necesita éste en­
trar en la mente del autor y tratar de iden­
tificarse con él. Para Dilthey, que abunda
blia, hay un sentido espiritual, más profun­ en esta línea, lo importante no es tanto el
do. A lo largo de la historia de las iglesias, mensaje del texto cuanto el individuo que
y dependiendo de los condicionamientos se expresa a través de él; se trata de repetir
histérico-culturales, se ha subrayado bien rp en nosotros globalmentc ia experiencia del
Lili
la interpretación literal bien la alegórica o autor (espiritual, emotiva, etc.). En la her­
1-H
la tipológica. Durante el M edievo predo­ menéutica de autor se entiende que éste
minan las pautas interpretativas heredadas objetiva conscientemente su pensamiento
de siglos anteriores. 11 en un texLo (sentido del texto). El intérpre­
íip/ te aspira a establecer ese sentido objetivo, a
Erasmo supuso un revulsivo, pues, apar­
te de su clara tendencia a la interpretación ri captar la intención del autor. Aunque ha de
literal de la Biblia, expuso con lucidez la aceptarse que dicha intención constituye el
necesidad ineludible de recurrir a la lin­ primer p rin c ip io hermenéutico, ni es el úni­
güística, a la retórica y al análisis literario. co ni puede escapar a la crítica. Según esta
En los siglos del racionalismo y la ilustra­ teoría, el lector debe controlar todo prejui­
ción, el sentido literal se vio enriquecido cio, debe superar la subjetividad y la antici­
con el estudio comparativo de la Biblia y pación. Sin embargo, «hay en el texto gran
de otras literaturas orientales, con el recur­ cantidad de sentido que viene del deseo, de
so a la crítica histórica y a los datos ofreci­ la fantasía, del subconsciente del autor y
dos por la incipiente arqueología oriental. que de hecho es sentido del texto, aunque
En la primera mitad del siglo xix, Eichhom no atraviesa el acto reflejo de la inteligen­
ofrece un primer esbozo de los métodos )! cia» (Alonso Scbókel). La teoría herme­
histérico-críticos (ver más abajo). Todo néutica de Schleiermacher y Dilthey dejó
esto contribuyó positivam ente a que la
exégesis y la hermenéutica bíblicas esca­
% su huella en los métodos histórico-críticos.
que implican una peculiar concepción de la
paran de la tutela de la teología. La HB se objetividad histórica: la intención de ir más
dejó inspirar por los sistemas filosóficos allá del subjetivismo del redactor.
en boga (evolucionismo, positivismo, his­ La filosofía de Heidegger, que va dejan­
toricismo). do el terreno epistemológico para avecin­
HERM ENÉUTICA BÍBLICA

darse en el ontológico, influye decisiva­ de Nazaret, Fuchs y Ebeling subrayan el en­


mente en el exegeta Bultmann, Según el cuentro de la Palabra de Dios con quien la
filósofo, comprender no es recuperar co- j escucha, un encuentro existencial que acae­
sas del pasado, sino abrir el ser a sus posi-h1 ce en el interior de cada hombre. Lo impor­
bilidades de futuro; interpretar no consiste ' tante es la «proclamación» de la Palabra,
tanto en adquirir informaciones cuanto en pues es entonces cuando se convierte en
llevar a cabo ese proyecto de futuro, des­ acontecimiento (Wortereignis).
de una inevitable precomprensión. Para
Bultmann, enfrentado principalmente al
NT, lo hermenéuticamente decisivo no es 3. Hermenéutica Bíblica
el hecho histórico objetivo de Jesús de Na-
zaret, sino mi encuentro con su persona, La HB se ha debatido, desde sus co ­
mi participación en su historia, que es sig­ mienzos, en un movimiento pendular entre
nificativa para mi existencia. Para conse­ «hermenéutica de autor» y «hermenéutica
guir este objetivo, Bultmann opina que la del texto». Esta era propiciada por los mé­
fe es ía «precomprensión» necesaria para todos alegóricos y tipológicos, que preten­
interpretar el NT, y que el hermeneuta dían establecer una corriente desde el NT
debe practicar en el texto bíblico un traba­ al AT. Pero conforme fueron apareciendo
jo de desmitiflcación, es decir, de elimina­ en Europa corrientes culturales ilustradas y
ción de la mitografía propia de la época en laicas, esa «lectura confesional» fue c e ­
que surgió el texto del NT, que impide al diendo terreno ante la crítica literaria y la
lector comprender y tomar una decisión crítica histórica. Arrumbada la autoridad
histórica existencial de cara a Jesús. mosaica del Pentateuco y demostrada a
Según Gadam'er, el hombre nó es sólo grandes rasgos la larga y complicada histo­
proyecto, sino que forma parte de un pasa­ ria literaria del AT, los hermeneutas y exe-
do; no sólo «va hacia», sino que «viene getas bíblicos trataron de elaborar una me­
de». La precomprensión del hombre es in- todología de trabajo que superara en lo po­
disociable de una tradición interpretativa. sible la subjetividad de los redactores de la
Comprender e interpretar implican tomar Biblia y nos acercaran a la «intenlio auclo-
parte en un proceso de transmisión históri­ ris». Esta preferencia por una hermenéutica
ca, dialogar con el pasado, de modo que de autor se plasmó en los métodos históri-
quede superada la distancia entre texto e co-críticos, que han predominado durante
intérprete. El proceso hcnncncutico culmi­ un siglo entre los representantes de la HB.
nará con la fusión de horizontes, facilitada
por la comunión en una misma tradición.
3.1. Los métodos histórico-crítieos
Este concepto vivo de tradición, que se ex­
presa en el diálogo entre comunidad y tex­ La misma denominación pone de mani­
to escrito (entre iglesias y Escritura), ha fiesto que se trata de una metodología dia-
dejado impresa una importante huella en cróníca en busca de la objetividad históri­
la HB contemporánea. ca de lo transmitido textualmente. Aunque
La ontología del lenguaje del segundo] f tomó carta de ciudadanía en la primera
Heidegger caló en el ámbito de la HB, esp e-j/§ mitad del siglo xix, la metodología históri-
cialmente en las obras de Fuchs y Ebeling.' ' co-crítica continuó perfeccionándose hasta
Pero no hacen hincapié estos autores en el mediados del siglo xx. Dijimos más arriba
‘'acontecimiento del lenguaje» (el Sprache- r que existen diversos manuscritos de un
reignis de Bultmann), sino en el «acontecí- mismo texto del AT o del NT. Aunque
miento de la palabra». SÍ Bultmann preten- I unos merezcan más crédito que otros, el
día limpiar de mitografía el lenguaje del NT I analista se ve obligado a realizar una tarea
para encontrarse existencialmente con Jesusrl previa de críLica textual para establecer el
K
241
■:fe
HERMENÉUTICA BIBLICA

texto al parecer más preciso y que más di­ tieron dichos textos. Sin embargo, no todos ;■
rectamente reproduzca el que salió de ma­ los textos responden de igual modo al con­
nos del autor. La crítica textual ayuda ade­ dicionamiento histórico. No tiene el mismo ..
más a descubrir y eliminar posibles corrup­ valor de comprobación el relato de una
ciones textuales, interpolaciones o errores campaña militar (como algunas secciones -':
de escribas. El esludio filológico y la lexi­ do Josué o Samuel/Reyes) que una colee- "
cografía tienen una importancia básica so­ ción proverbial (p.ej., Prov 10) o un salmo
bre todo en el estudio de «lenguas muer­ anónimo o sin ningún tipo de alusión histé­
tas», com o es el caso del hebreo y del rico-cultural, Por otra parte, lo histórico no '
griego bíblicos. La crítica literaria repre­ puede ser concebido como un proceso li­
senta otro capítulo de la investigación histó- neal, como producto de unas determinadas
rico-crítica. Aunque antiguamente se ceñía causas. No puede darse sin más por bueno
a los estudios retóricos y poéticos y a las el criterio de ajustar supuestos estratos dis­
técnicas de composición, la crítica literaria tintos de una narración a distintos intereses i
bíblica utiliza los instrumentos necesarios y, por tanto, a distintas épocas históricas. -■
para describir la historia del texto: diversi­ En un mismo período pueden coexistir di­
dad de fuentes utilizadas en su redacción ferentes cosmovisiones e incluso antropo­
(de ahí que tal técnica se llame también logías; baste pensar en la polaridad extre- .
«crítica de las fuentes»); pluralidad de auto­ ma de las obras de los contemporáneos
res; época! s) de composición. La crítica de Qohéiet y Ben Sira. Por otra parte, en los
la forma trata de identificar y clasificar los libros proféticos, p.ej., se conservan colec­
géneros literarias presentes en el texto, y de ciones de oráculos sin la más mínima refe- . .
establecer su sede vital (Sitz im Leben), es rencia histórica, indicio de que los propios
decir, el papel que desempeñaron en la co­ recopiladores o redactores relativizaron el
munidad en la que nacieron, vivieron o se humus histórico de dichas oráculos.
transmitieron. Complemento necesario de El hecho de explicar un texto no se agota ...
la crítica de la forma es la crítica de la tradi­ en la detección de sus causas; explicar supo­
ción, que pretende poner de relieve las tra­ ne exponer el senLido de lo codificado lin-
diciones menores que subyacen al texto y giiística y estilísticamente. Ir del producto a
determinar las unidades literarias que las las causas sin más (aproximación sustan- ,
han «transportado» a lo largo.de la historia. cialmente histórica) implicaría una desaten- ■;
Finalmente, la crítica de la redacción (o crí­ ción del impulso y de la imaginación crea-
tica de la composición) estudia la contribu­ dores, así como del valor del propio texto.
ción del redactor final al componer el texto
en cuestión a partir de fuentes orales o es­
3.3. La HB y las ciencias humanas
critas. Al propio tiempo, las técnicas de
contemporáneas -
composición utilizadas por el redactor po­
nen de relieve los intereses particulares que Perteneciendo naturalmente la HB a la í
motivaron la obra. Como ciencia auxiliar de categoría de hermenéutica de textos anti­
la crítica de la redacción, algunos analistas guos, las ciencias humanas que más direc- ^
recurren al análisis estructural del relato. tamente pueden auxiliarle son las relativas ¿
al fenómeno de la lingüística y al de la lite-'';
ratura. Sin embargo, al ser la Hermenéutica ::
3.2. Límites de los métodos
en general un fenómeno complejo, polié- j
históñco-críiicos
drico, y un texto una creación social (sobre ]
Este tipo de metodología se propone en­ todo los textos bíblicos), no puede perderse ó
tender y explicar textos de modo sistemáti­ de vista la relevancia de las ciencias sociales, 'i
co, tras recuperar las condiciones históricas La segunda mitad del siglo x x supone una -
concretas en las que nacieron o se transmi­ apertura sin precedentes a la importancia f

242
HERMENÉUTICA BÍBLICA

Je los fenómenos literarios y de los ele ­ tra a Dios en la promesa, en la Lensión ha­
mentos socio-culturales contemporáneos cia el futuro, el ésjaton mesiámeo (carac­
para la interpretación de textos bíblicos. terizado por la justicia, la libertad y la paz)
Relacionados con los primeros cabría des­ constituirá la clave hermenéutica del texto
tacar la teoría del campo léxico, el análisis bíblico. Lo importante no es lo que suce­
estructural del relato, el lenguaje simbólico dió (que se deja translucir en el texto),
v los estudios de imaginería poética. El sino lo que el texto me puede decir respec­
campo léxico (Coseríu) y el análisis estruc­ to a lo que todavía no ha sucedido: a la
tural (Greímas) se toman decididamente en promesa. Este rescate de las dimensiones
serio la semántica, conscientes de la no histórica y política de la HB se percibe
equivalencia del espectro significativo de también en la teología de la liberación. Se­
un lexema del heimcneuta y del supuesta­ gún esta corriente actual de pensamiento y
mente correspondiente del texto que se está de praxis religiosa, la necesaria precom-
interpretando. Por otra parte, el análisis es­ prensión para entender y explicar textos
tructural distingue entre estructura de su­ bíblicos es la de captar la existencia de los
perficie y estructura profunda (semántica), pobres como «lugar teológico». La herme­
a sabiendas de que el significado puede es­ néutica conllevaría una praxis transforma­
tar perfilado en un nivel oculto de relacio­ dora de liberación; cambiar la situación es­
nes entre los signos lingüísticos. Existen tructural de pobreza. N o se trataría tanto de
realidades no accesibles a descripciones fe- hacer arqueología textual (ver lo que hay
nomenológtcas, sólo expresables mediante detrás del texto) cuanto de descubrir mode­
el lenguaje simbólico, como puede ser el los de acción: el modo liberador de ser-en-
sentimiento de culpa (Ricoeur): desde aquí, el-mundo que se despliega ante mis ojos
interpretar será discernir un significado es­ delante del texto. Junto a estos modelos
condido en un sentido aparente. El símbolo, políticos cabe mencionar el modelo socio­
además, es el lenguaje primario de la expe­ lógico, desarrollado a partir de las intuicio­
riencia trascendente, anterior a las elabora­ nes de Weber: influencia de las estructuras
ciones conceptuales. De manera análoga, el social, religiosa y familiar en el contenido
estudio de las imágenes en general (estudio y la formulación de los textos bíblicos.
que desemboque en una morfología de la
imagen) se ha convenido en una dimensión
imprescindible de la HB. ¿Cómo puede el- 4. Hermenéutica Bíblica creyente
lector crítico del pasaje de la maldición de la
higuera (Mt 21,18-22; Me 11,12-14.20-25) No era desacertada la idea de Bultmann
desentrañar su significado si desconoce el de que la fe constituye una auténtica pre-
sistema de imágenes vegetales del AT en el cotnprensión. Des'de este punto de vista, es
que la higuera es imagen del pueblo de Is­ totalmente legítimo hablar de una herme­
rael? Recurriendo al lenguaje imaginativo néutica «creyente» (cristiana o judía). Par­
en general (al simbólico en particular) el tamos de la constatación de que el proble­
hombre bíblico plasma sus experiencias y ma hermenéuiico responde a un triple fac­
su visión del mundo y de Dios, tor; 1. distancia que separa al lector y al
También hemos mencionado la relevan­ texto, si se toma en serio al lector como
cia hermenéutica de los análisis sociocul- sujeto; 2. posibilidad de diálogo entre lec­
turales contemporáneos. Algunas herme­ tor y texto; 3. deducir del diálogo una luz
néuticas teológicas actuales, influidas sin para mi presente. Desde esta constatación,
duda por la dimensión política de la obra la fe en la Biblia como Palabra de Dios re­
de Bloch, recurren a los conceptos básicos sulta hermenéulicamente decisiva. Con esto
de h istoria (Panncnberg) y de ésjaton no se pretende en absoluto negar otras posi­
(Moltmann). Si el pueblo bíblico encuen­ bles lecturas textualmente legítimas.

243
HERMENÉtJTTCA BÍBLICA

doble naturaleza del canon bíblico: su ca­


rácter definitivo y su adaptabilidad. Como
norma, nada se le puede añadir ni quitar;
pero debe dar respuesta a la autocompren-
sión propia de cada generación de creyen­
tes. La hermenéutica será la vía que guíe
al creyente entre definitividad y adaptabi­
lidad.
Esta hermenéutica canónica tiene sus
principios y sus reglas (Sanders): 1. el in­
térprete debe ser capaz de dar con el con­
texto actual que le perniila deducir el men­
saje que el momento requiere: el alentador
(consolidador) o el amenazante (profèti­
co). 2. Debe hacerlo evitando la asepsia,
“consciente de que él pertenece a la misma
comunidad de fe que los destinatarios a
quienes se dirige (el pueblo de la nueva
alianza). 3, Leer o proclamar la Biblia no
es sólo recordar; constituye propiamente
un m emorial. Cuando se proclaman las
acciones liberadoras de D ios en el pasado
Cristo para con Israel, el intérprete creyente, al
propio tiempo que cree en ellas, se siente
realmente inmerso en esa ininterrumpida
corriente liberadora, que no ha dejado de
fecundar la historia individual y social de
El diálogo del creyente con la Biblia los hombres. 4, Principio de la analogía
implica dos preguntas: ¿quién soy yo?, dinámica: si en el AT leem os con fre­
¿qué debo hacer? Otro tanto puede decir­ cuencia criticas proféticas de los repre­
se de las comunidades de creyentes que sentantes del culto, si en el NT Jesús re­
se reflejan en la Biblia: el primitivo Is­ prueba también ciertas actitudes de los
rael. el Judaismo n a c id o en el período sacerdotes, deberíam os actualizar esos
persa, las primeras generaciones de cris­ mensajes aplicándolos a los equivalentes
tianos, Fueron estas comunidades las que dinámicos contemporáneos de esos per­
acabaron dando forma a la Biblia confor­ sonajes. 5. El intérprete creyente no re­
me iban respondiendo históricamente a curre a los textos bíblicos en busca de mo­
esas dos preguntas. El proceso de canoni­ delos de moralidad, sino de m odelos de
zación de la Biblia (de su carácter de nor­ identidad. 6. El canon bíblico ha surgido a
ma) fue un proceso largo: antiguas tradi­ im pulsos de inquietudes teológicas: en
ciones normativas se vieron enfrentadas a consecuencia, el primer esfuerzo del in­
nuevos retos culturales y hubieron de dar térprete debe ser teológico, no moraliza-
respuesta y de adaptarse a dichos retos. dor.
Este proceso, que se reflejó prolongán­ Aparte de este carácter normativo (de
dose en los numerosos cambios políticos y claras repercusiones hermenéuticas) del
culturales que azotaron el Próximo Orien­ texto bíblico, la HB creyeme debe contar
te, propició las reformulaciones de los tex­ entre sus instrumentos con las diversas
tos bíblicos, para adaptarlos a la comuni­ lecturas a las que se ha visto sometido un
dad de creyentes. Se desprende de aquí la determinado texto a lo largo de la tradi-

244
HERMENÉUTICA BÍBLICA / HERMENÉUTICA ESPAÑOLA

j p ción cristiana. La Biblia narra fundaraen- texto bíblico, como narración, no puede
R-' talmente un acontecimiento: el modo y las ser concebido al margen de la historia de
|t-con d icion es en que Dios se ha acercado a su interpretación, como una realidad fija y
k la historia del hombre para decir quién es clausurada. La B iblia es el resultado de
P EI y quién soy yo de cara a El y a los de- una tradición interpretativa. En el período
g^-más. La Biblia es una especie de gran pa~ precristiano, el judaismo releyó, reinter-
rábola de los caminos de la revelación, preló y actualizó el legado literario que ha
¿ : que desembocan en Jesús de Nazare!. Des- cristalizado en el AT. También las prime­
de aquí podemos afirmar que el principio ras generaciones de cristianos releyeron,
|p 7 hermenéutico básico es un principio in- rcinterpretaron y actualizaron el mensaje
il: trínseco al texto sagrado. En la Biblia en- de Jesús. En consecuencia, para un intér­
| - contramos afirmaciones puntuales y peri- prete creyente, las lecturas llevadas a cabo
féricas junto a formulaciones sustanciales en el seno de la tradición viva de la Iglesia
f: continuamente repetidas; lo que se dijo an- pueden y deben constituir un punto de re­
*■— tiguamente ha podido ser en parte suprimi- ferencia válido en su esfuerzo de com ­
f y do y en parte confirmado. A lo largo del prensión del texto sagrado. Un ser-en-el-
AT percibimos una constante búsqueda mundo cristiano dotado de sentido no es
A que conduce a precisiones y a nuevas for- posible sin la comunicación con las gene­
í;: mulaciones, que lleva al diseño de unas lí- raciones pasadas de creyentes bajo la for­
* neas maestras de pensamiento. [Podríamos ma de la «mediación de la tradición». He­
definir esta actitud como «apertura de la mos dicho antes punto de referencia, que
!'■■ experiencia hermenéutica», en el sentido no sustancialidad que anquilose y disuelva
* de que toda experiencia particular de sen- la tradición. El intérprete creyente, sin em­
^ tido postula, como horizonte, una totalidad bargo, deberá evitar una forma peligrosa
de significado en la que se da ese sentido]. de entender la tradición en el sentido de
Esas líneas maestras desembocan, por una comunícadora de prejuicios, que proyecta
parte, en el judaismo, pero se ven someti- en él las condiciones de lodo posible co­
das a nuevas coordenadas hermenéuticas nocimiento del texto bíblico. Autoridad de
propiciadas por el mensaje y la vida de Je­ la tradición y posibilidad de conocimiento
sús de Nazarct. En la pretensión de Jesús no tienen por qué ser conceptos conver­
de ser el cumplimiento de las antiguas gentes.
promesas radica la comprensión de la nor-
; .tiatividad de la Biblia, En último lugar, el V íc to r M o r ía

f - Hermenéutica Española
1. La Europa hermenéutica clama especialmente de Schleiermachcr, |
Dilthey y Heidegger. Su tesis acaso más
La actual filosofía hermenéutica — tam- i característica es la ontologicidad del len­
bien llamada neohermenéutica— se funda [ guaje. según la cual la ¡in giiislicidad
en 1960 con la obra de corte neoclásico (Sprachlichkeit) es la estructura profunda
Verdad y método, de Hans-Georg Gada- de la realidad toda.' Con ello la hermenéu- I
mer, escrita a sus sesenta años de edad. ' tica entra en el giro lingüístico de la filo- j
La obra representa una inflexión lingüísu- sofía contemporánea, pero con un matiz
co-inLerpreLaliva en el filosofar, que se re- \ \ diferencial: pues la lingüisticidud de lo j
, real — el lenguaje como médium del senti- tradición antihermenéutica. La España de |
1 j do— trasciende no sólo la visión analítica los Traductores de Toledo y de las tres s
i/f| del lenguaje como «medio» semántico del culturas sufría una Escolástica asfixiante, ^
k , significado, sino también la revisión es- anterior a la apertura del Concilio Vatica-. í
A tructuralista del lenguaje lingüístico o no II, al intercambio de emigrantes por tu- j
«lengua» paradigmática de explicación sin- ristas y a la democracia. La palabra «her- M
f | táctica; por otra parte, la hermenéutica resi­ menéutica» obtenía aún un tufo eclesiástico 1
tuaba el lenguaje ontologico y su lingüisti- cuasi-dogmático, tal y como aparece en la .
cidad omnímoda dialécticamente, es decir, definición que le otorgaba el Diccionario s
,'!j como dialogo trascendental del hombre en
J] su mundo (experiencia), superando así la
I de la Real Academia: «arte de interpretar ^
textos para fijar su verdadero sentido»2. Ig- "
MI clásica posición marxista que solía colocar ñora esta definición que ningún arte «fija»
* Jel lenguaje en la supraestructura ideológica nada, y menos el arte de la faena hermenéu- i
jj como comunicación de ideas. tica, des-fijadora de toda verdad dogmática
La hermenéutica clásica (gadameriana) en nombre del sentido. A sí que, cuando ■
representaba una transposición de las dife­ poco a poco se comenzó a hablar laicamen­
rentes corrientes reduccionistas y, muy es­ te de hermenéutica, ésta reobtuvo una con­
pecialm ente. de la tradición escolástica 1 »íl notación sim bolista o alejandrina que
casi desde dentro, es decir, a partir de Pla- contrastaba con la literal tendencia ando-
.■ tón y, en menor medida, de Aristóteles (ta-
' |r e a facilitada por la fenomenología tras­
f»l
quena propia de nuestro pobre realismo
hirsuto. En un tal contexto constreñido, la .
cendental husserliana), Pero sin duda, será incipiente hermenéutica era vista como
/■[ Heidegger el gran mentor de Gadamer y su «idealisra», sin la benévola audiencia que
¡^hermenéutica, especialmente el tercero y ti
este vocablo tiene en Alemania, por escolás­
.ultim o Heidegger, el que publica en 1959 ticos, marxistas, analíticos y estructuralistas.
l De camino hada el lenguaje (o como se Pero quizás fue bueno para la herme­
han empeñado en traducir al español: De néutica que no fuera una ciencia (compac­
camino al habla). Con el élan heideggeria­ ta) sino un arte (abierto): una actitud o ta­
no, la. hermenéutica se convierte en una lante ante las cosas, un hlick y un élan.
nueva Filosofía primera, lo que Gadamer Acaso por ello la hermenéutica se infiltra
expresa con el concepto de «universali­ en nuestro país difusamente, y no a través
dad» del planteamiento hermenéutico del de camarillas cerradas, a raíz de la publi­
mundo. Por otra parte, el espíritu teològi­ cación de Verdady método en la colección
ci co-protestántico alemán se deja sentir a «Hermencia». de la editorial Sígueme, de
I través de Verdad y método, convertido en Salamanca, tras personal contacto con su
I la nueva biblia de la hermenéutica; se trata autor. De todas formas, cabe destacar jun­
, del libre espíritu protestántico de interpre­ to a esa «difusión» algunos nombres de
tación, capaz de recoger no sólo la tradi­ hermeneutas mayores (junto a otros meno­
ción ilustrada sino la romántica, obtenien- res), que encaman una recepción más espe­
II do socráticamente el lenguaje vivo (oral} cífica entre nosoLros: tal es el caso de Luis
11 la preminencia sobre el logos estático1.
Pero en I960 España no pertenecía a la
w
Alonso Schókel en teología bíblica (junto
al cual podríamos colocar al hermeneuta de
Europa hermenéutica sino a una oscura *7 las religiones Raimon Panikkar), Emilio

1 Gadamer, H.G., Verdad y método. Salamanca,


Sígueme, 1977, passim, especialmente Platón.
7 Real Academia Española, Diccionario manual e
ilustrado de la lengua española, Madrid, Espasa-Cal-
pe, 1927, voz «Hermenéutica».

246
HERMENÉUTICA ESPAÑOLA

Lledó en filosofía pura y un servidor (con ,w coeur (entre otros), para su hermenéutica
la venia) en filosofía impura o antroposim- j í I bíblica: este rabino cristiano reentiende la
i-
M ica, en cuyo ámbito me gustaría conci-j / hermenéutica como targum (paráfrasis) y
ur a Juan-Eduardo Cirlot. Hay muchos es- ' midrash (recreación), pero poniendo mayor
loriados de la reí hermenéutica, despena­ énfasis en la amplificación propia del sím­
dos no sólo por Gadamer sino también por bolo, que en e] quid-pro-quo propio de la
P. Ricoeur, así como por la hermenéutica metáfora. Mientras la metáfora se pone en
crítica de Apel y Habermas, o, finalmente, vez de algo, el símbolo traspone a partir o a
por la continuación mitocrítica de G. Du- raíz de algo, fundando un plus de significa­
rand. la posmoderna de G. Vattimo o la ción que desborda al mero significado.
mitológica de M. Frank. Podemos considerar a Alonso Schokel,
Repasemos brevemente el panorama. con un pie en Europa y el otro en España,
como perteneciente al transfondo herme-
némico español. Algo parejo cabría afir­
2. La España hermenéutica mar de Raimon Panikkar, hermeneuta de
las religiones, situado entre España, Esta­
La hermenéutica en España tendría a mi dos Unidos y la India4.
entender un claro precursor en nuestro Or-jj / El fondo hennenéutico estaría presenta­
tega y Gasset, que no en vano remitió a"¿í do, laicamente, por Emilio Lledó, discípulo
|í Dilthey para fundar su razón viviente o vi- J/^ directo de Gadamer en Heidelberg y autor
|| tal y su perspectivismo. En su comentario*' de las obras Filosofía y lenguaje, La filoso­
1 al Banquete de Platón, podemos colegir fía , hoy y La expresión filosófica. Es cierto
una visión de la lectura bien hermenéutica: f que Lledó hereda de Gadamer más bien
«leer es abandonar nuestra pasividad frente (J una postura proto-hermenéutica, anclándo­
a! texto y construimos laboriosamente toda i d se en una filosofía del lo g a s, como razón
la realidad mental no dicha en él, pero que V| democrática compartida, que da cuenta de
es imprescindible para entenderlo»3. la integridad hermenéutica. Por ello repre­
Ahora bien, Ortega es un prehermeneu- senta sobre todo la hermenéutica ilustrada,
ta (lo que se nota en su énfasis sobre la racional y crítica, aquella que hunde sus raí­ [■
realidad mental, a pesar de su raciovitalis- ces en la Atenas clásica. He aquí que el lo­
mo). Para poder hablar de hermenéutica gos del lenguaje llevaría a cabo, para nues­
española stricto sen.su hay que referirse a | tro autor, tanto la distinción del hombre res­
la teología bíblica predicada/practicada 1/ pecto a su indistinción (animal) como su
por Luis Alonso Schbkcl en su cátedra d e 1^' posterior revinc.ulnción con la naturaleza
exégesis en el Instituto Bíblico de Roma; articulada. O el lenguaje como estructura-
de esta forma recalamos la hermenéutica dor de una realidad diferenciada por el
filosófica en su origen teológico, siguien­ hombre: no extrañará, en este contexto, su
do el planteamiento del viejo R. Lull sobre acogimiento a la sentencia de C. Riba sobre
que la teología es la madre y el espejo don­ que «las palabras se nombran para enten­
de se refracta la filosofía. Entre sus obras dernos, y no para entenderlas, pues que son
destacamos a nuestro propósito: Herme­ el comienzo, una señal del sentido». Con
néutica de la palabra, El misterio de la pa­ ello Lledó fundaría una especie de semánti­
labra, Ixt palabra inspirada. ca pragmática (hermenéutica).
El prof. Alonso Schókel se ha inspirado a En su obra Filosofía y lenguaje un afo­
no sólo en Gadamer, sino, también en Ri- « / rismo resume bien el pensamiento herme-

3 Ortega y Gasset, J., O b ra s Completas, voi. 9, 4 Sobre Panikkar, R. véase la Revista Anthropos,
Madrid, Revistado Occidente, 1965, p, 752. * 53-54 (1985).

247
HERMENÉUTICA ESPAÑOLA

náutico emancipador de nuestro autor: «El confundir los contrarios, es la comunica­


aire del pensamiento es el lenguaje.» Pare­ ción con lo incomunicable, posibilitando
ciera el presagio de la posterior hermenéu­ la circulación de los diferentes niveles de
tica etérea tipo posinodemo, pero Lledó es la realidad7.
un hermeneuta académico y concienzudo, Traem os a colación la herm enéutica
que reentiende el aire no deletéreamente simbólica de Cirlot. no sólo como engarce
sino como «resistencia» que precisamente con la actual hermenéutica simbólica, sino
posibilita el pensamiento5. Estaríamos en como exponen Le de la exigua tradición mi-
el campo de A naxím enes, para el cual tosim bólica española, que encontraría en
todo procede del aire y su rarefacción Angel Alvarez de Miranda su versión mi-
(desplazamiento y condensación), pudién­ locrítica8. Esta corriente sim bólica — ro­
dose reinterpretar como fluido «trópico» o mántica— de la hermenéutica obtiene en
metafórico-simbólico. El lenguaje, com o el propio Gadamer un lugar propio: Ver­
elemento Trópico del pensamiento, resul­ dad y método concita, en efecto, al viejo
taría entonces, como en Anaxím enes, el m ilosim bólogo F. Creuzer, el inspirador
alma que «anima» la realidad dotándola de Bachofen, Nietzsche y el Círculo Era­
de vida. nos, pudiéndose considerar com o el pre­
Así, el lenguaje adquiere cierta diafani­ cursor de una interpretación imaginal de
dad o transparencia, siquiera vidriosa, que lo real vivido: de donde su concepción del
sin embargo se resquebraja en otras tradi­ lenguaje sim bólico como m ediación ten-
ciones más románticas que ilustradas, más sional de los opuestos (la imagen y el sen­
míticas que lógicas, más irracionales que tido)9.
racionales, más simbólicas que semióticas.
Y ello porque tras el lagos clásico (indoeu­
ropeo) subyace el mythos prcindoeuropeo 3. La hermenéutica simbólica
(protomediterráneo), puesto que tras la Ate­
nas clásica está la Creta preclásica, y tras el Andrés Orliz-Osés ha realizado una her­
lenguaje lingüístico (estructura de la convi­ menéutica que, partiendo del inicial plan­
vencia) yace el lenguaje imaginal y su vi- teamiento gadameriano y su continuación
vencía6. Es aquí donde aparece una tor­ critica, concluirá — a través de E. Cassiói ¡
sión hermenéutica que replantea el lagos rer— cercano al Círculo Eranos constituí-i^,
de lo real a partir del sentido axiológico. do en torno a Jung, Kerényi, E. Neumann,
Pero con e llo me e s to y acercando a una J A. Portmann. G. Durand y J. Hillman. El
hermenéutica simbólica. autor reintcrprela el Ser a raíz de la protovi- ¡ ,
Mas antes de pasar a la propia posición vencía (mythos) del hombre en su mundo: ij^
al respecto, quisiera rendir breve homena­ de esta guisa se realiza el trasvase del logos ,
je a Juan-Eduardo Cirlot, critico de arte, clásico (patriarcal) al mythos preclásico (\
poeta surreal y autor del excelente Diccio­ (matriarcal), a cuya estructura sim bólica
nario de símbolos. En esle úlLimo, el au­ pertenece el trasfondo m itológico vasco. 1
tor define la interpretación a lo Jung: Ahora bien, como se trata de una herme­
como una amplificación que lleva a cabo néutica abigarrada, podríanse diferenciar
el sím bolo. El símbolo, que unifica sin tres etapas o niveles en su producción:

5 Llecló. É.. t'iiaxujíu r lenguaje. Barcelona, Ariel, 8 Alvarez de Miranda, A., O b ra s, 2 vols. Madrid.
1970. p. 115. Eds. Cultura Hispánica, 1959.
* Consúltese especialmeme Nieuschc. F.. V e rd a d 9 Véase Gadamer. H.G., Wohrheit ittici Methode.
v mentira en sen tid o eximmonú. Tubinga. Molir. 1960, pp. 73 ss.
1 Cirlot. J.E.. Diccionario d e símbolos, 5." edi­
ción, Barcelona, Labor, 1982, Introducción general.

248
HERMENEUTICA ESPAÑOLA

1. a etapa: Constitución de una herme­ refiguración humana. Las obras caracte­


néutica filosófica que parte de Gadamer y f^' rísticas de este período serían Mitología
se confronta con el estructuralismo, Ha­ cultural y Jiing: Arquetipos y sentido™.
bermas y la tradición romántica (Bacho- Uno piensa que la hermenéutica es teo­
fen, Nietzsche, Heidegger). La lingifici- ría y praxis (aplicación) y que, por tanto,
dad del ser se reinterpreta aquí — a través la interpretación debe encamarse para po­
del viejo Amor Ruibal— como relaciona- ¡(j der lograr la asunción y mediación de 1o.
lidad, accediendo a una hermenéutica de real. Cierto, la especificidad de la herme­
la implicación, es decir, a un pensamiento néutica filosófica estará siempre, a nuestro
reversivo basado en la dualéctica de los entender, en «reconectar» la realidad dada
contrarios coimplicados. El texto que re- h o típica (tipicidad) en su arquelipicidad de
ñeja esta atmósfera es La nueva filosofía () fondo, ya que el sentido emerge precisa­
hennenéutica. mente en esa conexión o coim plicidad
2. a etapa: Constitución de una herme­ simbólica (casi podría hablarse de la re­
néutica antropológica al realizar el paso conversión de la realidad dada eii reali-
de la teoría a la praxis (aplicación), espe­ dzd-dadá o dadaísta, es decir, simbólica).
cialmente en la antropología vasca. D es­ Ahora bien, esa arquetipicidad de fondo
tacaríamos las obras Antropología simbó­ albergada en el imaginario radical o tras­
lica vasca y El matriarcalismo vasco. El cendental, no debe ser pensada logocéntri-
«miLo» vasco, recopilado por LM. Baran- camcnte (monoieísticamente) sino plural y
diarán, es interpretado como remitente al polileíslieamente: pues los arquetipos son
trasfondo preindoeuropeo de signo ma- los dioses, dé manes o destinos de nuestra
triareal-naluralista y conumalistas, en­ vida en su con-figuración o constelación
trando en litigio con el logos imperante de de sentido (y sinsentido). Por ello, la her­
signo patriarcal-racionalista c individua­ menéutica es plural, abierta y recreadora,
lista. El autor trata de mediar entre ma­ proyectiva o imagínica, posibilitanto una
triarcalismo y patriarcalismo: en un fra- con-jugación de interpretaciones diferen­
tiarcado andró gálico que se reclama de ciadas en torno a re incidentes motivos mi-
Hermes, el dios que media el inframundo tosimbólicos fundamentales.
ctòni co y el supr amundo celeste-racional Este excurso viene a cuento porque sería
(olímpico). injusto no concitar aquí, siquiera sesgada­
3. a etapa: Constitución de una herme­ mente, la diferentes hermenéuticas aplica­
néutica simbólica o imagina}, en la cual el das que, desde sus respectivos horizontes
«inconsciente colectivo» es reinterpretado de lenguaje, pueblan nuestro mundo cultu­
como «imaginario arquetípico», de signo ral. A veces se trata de habitudes herme­
ontològico, trascendental o radical. EsLe néuticas profundas, como en el caso de Ma­
imaginario (mitosimbólico) representa la ría Zambrano, Arangurcn y Rof Carballo;
gran mediación de la cultura, por lo cual otras veces se trata de acercamientos meto­
toda fu ndam entación resulta ser imagina­ dológicos de tipo hermenéutico. como en
ria. De este modo, la ontolagicidad del el caso de L. Cer.cillo y A. López Quimas.
lenguaje en Gadamer se reconvierte ahora En ocasiones la actitud hermenéutica con­
en la ontologicidad del lenguaje imaginal, figura la reflexión del campo específico:
ya que la realidad se constituye como con­ psicológico en el caso de C. Castilla del
figuración energética, y se insLituye corno Pino, antropológico en el de C. Lisón To-

10 La mejor síntesis sistemática del autor es Mela­ númern monográfico sobre Hermenéutica simbólica,
l i sica del semidei. Universidad de Deusto, 19S9. Pue­ n.” 57 (1985).
de consultarse sobre lodo ello la Revista Anihropos,
HERMENÉUTICA ESPAÑOLA

losana. semiótico en el de X. Rubert de gía indoeuropea, y no la versión absoluta


Ventos, crítico en el de M. Ballestero, lite­ de la realidad: en su casilla vacía se yergue
rario en C.G. Gual y José Jiménez, socio- ahora un lenguaje movedizo y un sentido
cultural en el caso de J.L. Abellán y P. Ce­ flotante. Ahora bien, una cosa es fundar la
rezo. realidad en el ser-logos clásico, y otra des-
M ención aparte nos merece Eugenio fundamentarla definitivamente en nombre
Trías, nuestro mejor filósofo acLual, cuya de una lenguaje cuasi nihilista. Entre la
obra se caracteriza por una exquisita sensi­ clásica fundamentación ontorracionalista y
bilidad hermenéutica. En su última obra la desfundamentación posmodema, cabe
—La aven!¡ira filosófica — el autor nos una fundamentación antifundamentalista:
ofrece una «versión» del Ser como gozne, la funda mentación imaginaria.
bisagra o límite-frontera entre la cosa (her­ Todo fundamento es imaginario: el senti­
mética) y el logos (hermcncutico) —espe­ do se sitúa ahora entre la realidad y la idea­
cie de barra o guión que une-y-escinde los lidad. en el ámbito de un imaginario con-fi-
contrarios11. gurativo y re-figurativo de una surrealidad
vivida. El sentido, en efecto, es el tdma de
las cosas, y el alma habita el espectro ima­
Conclusión: Poshermenéutica gina! entre el espíritu y el cuerpo, la con­
ciencia y el inconsciente, lo racional y lo
La recepción de la hermenéutica en Es­ irracional: lugar relacional de la articula­
paña puede aparecer, desde fuera, como ción del ser (anima quodamnwdo omnia),
una decepción: pareciera que el logos her- ámbito del apalabramiento radical con un
m enéutico —Ja hermeneia, embajada o destino convertido en destinación apropia­
«mitencia» de Hermes— se hubiera encar­ da, espacio de la interpretación implicativa
nado entre nosotros, pero que los suyos no o coímplicc13.
la hubieran recibido (bien). Y, sin embar­ Vayamos concluyendo. Pienso que la
go, la recepción es real, sobre todo a través hermenéutica, tanto en España como fuera,
de la relectura posmodema de G. Vattimo constituye ya un movimiento implicado en
entre nosotros, replanteando la cuestión del el filosofar contemporáneo. Yo la entende­
nihilismo y la (des)fundamentación. Ello ría como una actitud fundamental — funda­
ha servido para redefinir al ser como un cional— de la filosofía, acaso com o su
lenguaje: lenguaje «poetante» o potencian­ consciencia crítico/críptica, la cual nunca
te, voluntad de potencia irreductible a la debería convertirse en doctrina cerrada,
v olun tad de poder1
112. puesto que su m isió n e s p recisa m en te abrir
La hermenéutica posmoderna ha puesto los textos a su textura o urdimbre latente,
en crisis la fundamentación de la realidad así pues reconectarlos con el sentido, y no
omnímoda en el ser-Iogos de la metafísica abandonarlos a su letra muerta. Con ello la
clásica occidental, la cual es una herme­ hermenéutica abriría la vía a una nueva
néutica ontorraci on alista, nuestra initolo- ilustración romántica, en la que el logos

11 Trías, Eugenio, La aventura filosófica, Madrid, las cosas): fragm. 36. Véa sé sobre lodo ello mi Epí­
Mondaduri, 19SS, pp. 328-334. logo a Ross, Waldo, Nuestro imaginario cultura!,
13 Puede consultarse Vattimo, G. (y otros), En tor­ Barcelona, Anthropos, 1992. Curiosamente, en He-
no a la posmodemidad, Barcelona, Anlhropos, 1990. ráclito (id.) el alma procede del agua (i magín al)
13 El lenguaje imafinal se sitúa entre lo real-có­ pero no se reduce a ella (so pena de morir): ello
sico ircificadc) ;■ lo ¡deal-eidélico (etéreo): por ello simboliza que la ¡mago (acuática) remite al alma
su sim bologia es acuática, ya que el agua es el sím­ como urdimbre arquetípica del sentido. La reduc­
bolo del símbolo (germinal). Como ya sabía Herá- ción contraria (del alma a imagen) es un «go 2o mor­
clilo, de la imago (acuática) está hecha el airna (de tífero» (n.*177).

250
HERMENÉUTICA ESPAÑOLA

Jíüli al inythos y la razón al corazón. O la 2. Hermenéutica peninsular


hermenéutica como modo im plicado del
filosofar, y no como moda de la filosofía ClRLOT, J.E.: Diccionario de símbolos,
iso pena de acabar módicamente). Barcelona, Labor, 1982 [Simbología de
Podríamos caracterizar la filosofía pre- inspiración hermética: Jung. Bachofen,
hermenéutica como basada en la List der Eranos, tradición alquímica y el esote-
Venutnjt o listeza de la razón, mientras rismo.]
que la filosofía hermenéutica se basa en la G a r a g a l z a , Luis: La interpretación de
Lnst der Sprache o goce del lenguaje. Una los sím bolos , Barcelona, Anthropos,
filosofía poshermenéutica se proyectaría 1990. [Estudio sobre Gadamer, Cassirer
en el Los des Sinnbildes: en el destino de y G. Durand.]
ja imagen (simbólica) del sentido. Ahora «Hermenéutica simbólica». Monográfico
bien, el destino como destinación (apro­ de la Revista Anthropos, n.° 57 (1985).
piada) es el propio sentido: es el lote que L l e d ó , E.: Filosofía y lenguaje, Barcelo­
nos cae en suerte como arquetipicidad o na, Ariel, 1970. [La hermenéutica como
complicidad ontológica. A sí traduciría, fi­ filosofía del logos del lenguaje.]
nalmente, la lingüicidad del ser: como la M ace ir a S, M. y T r eb o lle , J.: La herme­
religación del sentido. néutica contemporánea, Madrid, Cin­
cel, 1990. [Introducción a conceptos y
autores.]
Bibliografía básica interpretada O r t iz -O s é s , A .: Metafísica del sentido,
Bilbao, Universidad de Deusto, 1989.
1. Hermenéutica continental
[C alificad a por E. Trías — El País
Bachofen, J.J.: Mitología arcaica y dere­ (10-11-1991)— como una «arqueología
cho m aterno, Barcelona, Anthropos, del sentido». Metafísica simbólica po-
1988. [El cofundador de la hermenéuti­ seranosiana.]
ca mitosiinbólica — con F. Creuzer— , Ross, \V. (cd.): Nuestro imaginarlo cultu­
inspirador de Nietzsche y Eranos.] ral, Barcelona, Anthropos, 1992. [Epí­
D urand , G,: La imaginación simbólica, logo sobre la hermenéutica imagina!.]
Buenos Aires, Amorrortu, 1971, [El S c h ó k el . Luis Alonso: Hermenéutica de
texto básico de la mitocrítica, en la lí-t A!; la palabra. Madrid, Cristiandad, 1987.
nea de hermenéutica sim bólica de Era-1 \ j¡ [Tratado de hermenéutica bíblica (cató-.
nos, especialm en te Jung, H. Corbín, lina).]
M. Eliade.] « S o b r e h e r m e n é u tic a » . M o n o g r á fic o d e
Gadamer, H.G.: Verdad y método, Sala­ Estudios filosóficos, 95 (1985).
manca, Sígueme, 1977. [La obra clásica U ]¡j V a tt im o , G. (ed.): En tomo a la posmo-
de la hermenéutica filosófica. Entre tos | \ 7 de m i dad, Barcelona, Anthropos, 1990.
neohermeneutas podemos citar a P. R i- 1 /¡ \ [Autores1varios sobre la poshermenéu-
coeur, K.O. Apel, J. Habermas, G. Vat- J\ tica.]
timo, M. Frank.) V erja t . A. (ed-.): El retorno de Hermes,
Juno, C.G.: Arquetipos y sentido, Univer­ Barcelona, Anthropos, 1989. [Simposio
sidad de Deusto, 1988. [La hermenéuti­ sobre mitocrítica y hermenéutica simbó­
ca arquctipal de Jung, actualizada y lica.]
reinterpretada por O. Osés.] VV.AA.: Poética del imaginario. Simpo­
Mayr, F.K.: La mitología occidental, Bar­ sio semiótico-hermenéutico-mitocríticü.
celona, Anthropos, 1989. [Estudio sim- . ■ Universidad de Sevilla, Facultad CC.
bolleo del trasfon do m itológico prein-J) v 9 Información, 1990.
doeuropeo, en la línea de Bachofen y
Eranos.) Andrés Ortiz-Osés

251
Hermenéutica Filosófica
0. Antecedentes tidad inmediata entre el lenguaje, el pensa­
miento y el ser; que esa unidad ha estalla­
Kermes, el dios mediador por antono­ do; que se ha tomado conciencia de que,
masia que pese a sus oscuros orígenes fue por ejemplo, cabe decir lo que no pensa­
aceptado en el Olimpo, es la, si no etimoló­ mos (mentir), cabe pensar lo que no es
gica sí al menos simbólicamente, en el ori­ (errar), pensar algo que no decimos (ca­
gen de la palabra griega «hermeneia» que llar), decir lo que no es o falta (crítica).
significa inicialmente «expresión» o «in­ Por otro lado, empero, dicha existencia da
terpretación»1. Descrito por Homero como también por supuesto que aunque esa rup­
mensajero de los dioses, Hermes traslada- tura, esa herida, esa fisura ya no puede ser
traduce la voluntad de los dioses a un len­ suprimida para retomar a la situación ini­
guaje accesible a los hombres, estando por cial, no por ello nos encontramos en una
ello también presente en la palabra «her- situación totalmente desesperada, pues de
meneuein» cuando se entiende, en particu­ ser así ni siquiera habría interpretación.
lar, como el arte o técnica del «hermeneu- Aunque no exista «el» remedio absoluto
tés» o intérprete que se encarga de traducir como retorno, sí hay una pluralidad de re­
a un lenguaje.inteligible, al propio griego, medios, todos parciales y precarios, todos
lo dicho de un modo extraño, incompren­ remitiendo a una tarea infinita que atesti­
sible, «bárbaro», y cuando se entiende, de gua, empero, que la fragmentación no es
un modo más general, como la acción de una disociación total (aunque podría lle­
explicar o de «significar algo hablando» gar, y ha llegado en muchos casos más o
(Aristóteles). Ligada simbólicamente a la m enos particulares, a serlo). D e hecho
figura de Hermes estaría también la tarea nuestra existencia individual y colectiva
crítica de la filología, que pretende preser­ transcurre mejor o peor, pero siempre sos­
var y garantizar el acceso a los textos tenida y atravesada por esos remedios que
transmitidos por la tradición, reactualizan­ son nuestra cultura.
do su sentido, y la tarea de la exégesis de En el pensamiento de Heráclito la indi­
la Escritura Sagrada, más dispuesta a des­ ferencia m ítico-m ágica entre palabra y
cifrar un sentido oculto tras el sentido lite­ cosa había sido ya abolida por la reflexión
ral, las cuales constituyen las dos fuentes sobre eí «Iogos» del lenguaje y sobre la le­
principales, que a lo largo de nuestra his­ galidad que rige el cosm os. Ahora la re­
toria se han ido influyendo y enfrentando flexión tiene como misión evitar el engaño
mutuamente, de la hermenéutica entendida provocado por la palabra aislada que deli­
como arte-ciencia de la interpretación de mita unilateralmente (y, por tanto, falsea)
textos2. la cosa designada al arrancarla de la totali­
Sea cual fuere el origen de la noción de dad a la que pertenecía y en la que se en­
interpretación, lo que en relación a la filo­ contraba unida a su opuesto, es decir, al
sofía nos interesa aquí es que su misma determinarla y fijarla sacándola del conti­
existencia presupone, por un lado, que ya nuo flujo del devenir. Sigue manteniéndo­
no nos encontramos en una supuesta situa­ se aquí, sin embargo, una cierta correspon­
ción originaria de correspondencia o iden­ dencia enLre el lenguaje y el ser, que no es

1 Sobre la figura de Hermes. cfr. los estudios de prcLación sim b ólica de la herm enéutica llevada a
K. Kcrcnyi. W. Otlo, G. Durand. López Pedraza, cabo por A . Ortiz-Osés.
F.K. Mayr. Sobre la historia de la hermenéutica, cfr. 2 Cfr. al respecto B. Slevens. «Les deux sources de
este último y G. Gusdorf, Les origines de l'Hermé- rhem iéneuliquc», en Fevite Phihsophique de Loa-
Í neutique. Payo!, París, 1988, En genera], cfr. la irner- vaiti, n .° 7 6 ,1989,

252
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

ya una identidad inmediata sino mediada mostración («episteme») ni pura técnica,


El -y, por así decirlo, oculta, pues se acepta si bien tiene con ésta en común el momen­
*|lque la reflexión sobre el «logos» del len- to de la «aplicación», no tratándose empe­
S'güáje como un todo puede mostrar el «lo- ro allí de la trasposición mecánica de algo
jjjL' gos» de la totalidad en devenir del cos- general y previamente dado a lo particular
mos. La dicción particular es al mismo sino de una interacción productiva (de un
¿'tiem po descubrimiento y encubrimiento, juego o un diálogo, podríamos decir)3. En
el por lo que requiere interpretación, y tiene cualquier caso, en este contexto clásico, en
% un sentido que va más allá de lo que pro- el que la reflexión sobre el lenguaje se
K píamente dice, un sentido oculto a la vi- plantea como una reflexión sobre la cultu­
sión directa y al que se accede transVersaí- ra decadente de la polis, el discurso huma­
f . mente, por la interposición de la imagen y no com ienza a ser considerado desde el
i la metáfora. paradigma del lenguaje comercial y jurídi­
Esta doctrina heraclítea será abandona- co del «ágora» para acabar siendo conce­
■ da en la constitución de la filosofía clásica bido como medio o instrumento de expre­
¿ que se levanta ya sobre un suelo distinto, sión (comunicación) de un pensamiento o
que es el que de un modo despiadado sa- de una realidad independientes de él, y a
can a la luz los sofistas al afirmar la con- los que finalmente, de un modo u otro,
r vencionalidad de la relación entre el len­ traiciona, con lo que se plantea la necesi­
guaje y el ser. Ya sobre este suelo, aunque dad de crear, o de buscar al menos, un sis­
en disconformidad con él, crece lo que po- tema ideal de signos de la razón. D e este
demos considerar como otra de las raíces modo queda sentado el marco en el que va
de la hermenéutica: la noción socrático- a transcurrir hasta nuestro días la implícita
• platónica de «diálogo» con la primacía hermenéutica triunfante que dirige la filo­
que en ella se concede a la pregunta naci­ sofía y la cultura occidental4.
da de la aporía. En virtud de esta primacía La hermenéutica cristiana, tras su inicial
de la pregunta cabe decir que a la base de apertura como manifestación en el lengua­
todo pensar hay (más o menos oculta o je del «logos» interior, apertura en la que
implícita) una dialéctica (o un «juego») de la relación entre lenguaje y pensamiento
pregunta y respuesta que trasciende siem­ (y realidad) se plantea, por analogía con la
pre lo propiamente dicho. Entender lo que Trinidad, como una relación de realización
alguien dice no será, pues, captar (abstrac- (encamación) y en la que se trata de escu­
ramente) su opinión personal-privada, sino char, en el silencio que dejan las palabras,
reconstruir la pregunta a la que está res­ el verbitm coráis (Agustín) que late tras
pondiendo, una pregunta que ya no es me­ ellas, irá quedando empero progresiva­
ramente «privada» por cuanto que en ella mente marcada por la intención apologéti­
está implicado también, y al menos, el in­ ca y evangelizadora, hasta llegar a dogma­
térprete. Todo esto apunta a que el saber tizarse (una dogmatización que coincide
está originariamente atravesado por la pro­ con la traducción de la Biblia al latín y
blemática ética, por lo que puede buscarse con la pérdida del acceso a los originales
otra raíz de la hermenéutica, o la continua­ hebreos y griegos — y ello también por lo
ción de la anterior, en la concepción aris­ que respecta a ios textos filosóficos). La
totélica del saber ético, de la «phrónesis» mediación de la Iglesia se vuelve así in­
que no es ni mera teoría basada en la de­ cuestionable y monopolísriea. cosa que

1 Para el problema del dialogo y de la aplicación 4 Cfr. F.K. Mayr, «Hermenéulica del lenguaje y
corno raices de la Hennenéutica, cfr. H.G. Gadamer, aplicación simbólica» en YV.AA., Arquetipos y sím­
Verdiidy metodo. Sfgucme, Salamanca, 1977. bolos colectivos, Anthropos, Barcelona, 1994.

253
HERMENEUTICA FILOSÓFICA

acarreará la eliminación, por Santo Tomás mo acepta la imposibilidad de alcanzar


de Aquino, de la ontología de los interme­ una comprensión completa, lo cual pone a
diarios y la negación de ía existencia de cada época, a cada cultura y a cada indivi­
una imaginación independiente de los sen­ duo en una originaria situación de igual­
tidos (en la que éste sigue A vermes frente dad de derechos a la hora de abordar la in­
a A vicenal. lo cual ha podido ser visto por terpretación. En este sentido Schleierma-
H. Cortón como la «catástrofe de O cci­ cher intenta establecer una disciplina qué
dente»5. reflexione explícitamente sobre la inter­
El desarrollo de las técnicas filológicas pretación partiendo de la concepción de la-
en el Renacimiento permitirá (al menos en obra como una «interioridad exterioriza^-
el ámbito protestante, ya que la Iglesia ca­ da» y de la necesaria participación del su­
tólica se reafirmará tras el Concilio de jeto en el proceso de «re-interiorización»
Trente en la autoridad de la Vulgata) un que tiene lugar en ía interpretación gracias,
redescubrimiento de los textos originales, a una especie de intuición o adivinación
sea de la antigüedad clásica o de la Biblia, de aquello que impulsaba al hombre que
en el que se pretende retirar las interpreta­ está tras la obra, Y aunque el intento de
ciones superpuestas para descubrir no tan­ Schleiermachcr de interiorización por re­
to el sentido literal como la realidad hu­ construcción encontró una severa correc­
mana de la que han surgido. La herencia ción en la noción hegeliana de integración
de este espíritu humanista y crítico rena­ como mediación de pasado y presente, su
centista no habrá que buscarla, al menos a talante ha animado en el siglo XIX la re­
este respecto, en el espíritu ilustrado, que flexión sobre la peculiaridad de la «com­
en virtud de su ideal de claridad no se prensión» como irreductible a la «explica­
muestra sensible ante la dificultad de la in­ ción» propia de las cien cias naturales
terpretación, sino más bien en personajes (Dilthey), una reflexión que desemboca, a
como Espinoza o Vico que van a dar pie a través de la obra de Heidegger, en la for­
la reacción romántica. Basándose en la mulación explícita de una hermenéutica fi­
acentuación del factor histórico de la tradi­ losófica por parte de Gadamer.
ción (Herder) y de la relatividad y plurali­
dad del sentido, el romanticismo descubre
la necesaria implicación del sujeto-intér­ 1. La neo-hermenéutica - f
prete en la interpretación. El sujeto no se
identifica ahora, en tanto que intérprete, La palabra hermenéutica, que tiene en 1
con una mera entidad formal, sino más nuestra cultura, como acabamos de seña- ■
bien con el ser humano en toda su exten­ lar, lejanas resonancias, ha sido reivindi- j
sión, con el «hombre completo» (Hamann) cada en este siglo y sacada del olvido para ■
en el que se incluye también su materiali­ introducirla en el lenguaje filosófico por ■
dad-corporalidad6. Frente a la ingenuidad Hans-Georg Gadamer. Este, siguiendo la .
de la doctrina antigua y renacentista del senda entreabierta por su maestro M. Heñ ¿
sentido único dei texto y frente a su pre­ degger ha llevado a cabo una compleja (
tensión de recuperarlo o descifrarlo supe­ operación de renovación de la problemáti­
rando la erosión del tiempo, el romanticis­ ca filosófica en la que toma com o punto.

5 «Cuando Tomás de Aquino asigna a cada indi­ piriLual, la autoridad de la Iglesia remplazaba a la
viduo un intelecto agente, pero sin que este intelecto norma personal». H. Corbin en B. Parain (d ir), Hisia- ¡
")\ sea una entidad separada, en ese momento queda rota ría de la filosofía. Siglo XXI, Madrid, 1975, voi. 3,
j la relación inmediata del individuo con el mundo di­ p. 357.
vino. Rola esa relación, que sin intermediario terres­ 6 Cfr. G. Gusdorf, La conciencia cristiana en el
tre garantizaba la autonomía de la individualidad es- A siglo de las luces. Ed, Verbo Divino, Estella, 1977.
•i
254
h e r m e n é u t ic a f il o s ó f ic a •

di: partida y com o hilo conductor la re­ acontecerían en el «mundo de la vida»


flexión sobre el viejo problema de la inter­ (Husserl) entendido como horizonte, más
pretación. Ei problema de la interpretación o menos anónimo, que se da acríticamente
era un tema clásico de la hermenéutica, por válido por el mero hecho de vivir en él
pero ahora es sacado de su reclusión en la y en el que se inscribe cualquier saber par­
particularidad de una disciplina y de un ticular, constituyendo la «comprensión
problema filo ló g ico o esegètico, y pro­ previa» (Heidegger) que nos inserta en un
puesto como un problema universal, es de­ «círculo hermenéurico». Correlativa a esta
cir, Filosófico y ontològico, qne afecta en tesis es la de la primariedad de la relación,
general a toda relación entre el hombre y tesis ésta que se construye sobre la noción
lo real. Esta transformación filosófica de fenomenológica de «intencionalidad» en­
ia Hermenéutica puede ser comprendida tendida como la unidad previa a la oposi­
como un intento de dar respuesta a la cri­ ción de sujeto y objeto, lo cual permite ver
sis padecida a comienzos de siglo por las toda conciencia (sujeto) como conciencia
tradiciones que habían alimentado el pen­ de algo y a todo algo (objeto) como algo
samiento alemán post-romántico. y en ge­ para una conciencia, sí bien ahora el lugar
neral por toda la tradición occidental, y en que sujeto y objeto se encuentran ya en
que puede quedar representada por el fra­ correlación no va a ser la intencionalidad,
caso de la fenomenología y el descrédito sino la «interpretación» y, finalmente, el
del neokantismo, así como por la expan­ lenguaje o la lingüisticidad que a ambos
sión de una difusa actitud positivista y atraviesa. La interpretación no será vista,
eientificista7. Cabría señalar en este senti­ pues, como un procedimiento especial al
do dos raíces de la operación teórica que que se recurre cuando no se puede com ­
conduce a Gadamer hasta la formulación prender algo, pues que comprender es ya
de la hermenéutica filosófica: por un lado siempre interpretar. La interpretación lejos
la crítica a la pretensión de abso luti zar la de ser un modo de conocim iento entre
actitud positivista, una crítica que insiste otros constituye el peculiar «modo de ser»
en los límites de esta pretensión, especial­ del hombre vinculado a su finitud. Tal se­
mente en su vinculación al método; por ría la condición hermenéutica de la exis­
otro lado, la radicalización existencial del tencia humana, cuya finitud hace de la in­
fracaso de la fenomenología en un intento, terpretación una tarea infinita, circular
no de superarlo, sino de asumir la imposi­ pero impansivo-expansiva, en el interior,
bilidad de alcanzar una fundamcntación de la cual no se da observador neutral al­
racional definitiva- del conocimiento y del guno (ni fe n o m e n ó lo g o ni p o sitiv ista ) ni,
mundo. por tanto, objetividad pura, sin que ello
La crítica a la actitud positivista, que no implique, empero, una recaída en el subje­
es, empero, exclusiva del positivismo, se tivismo: ahora observador y observado
formula constructivamente en la tesis de la pertenecen a un tercer horizonte que los
primariedad de que goza la experiencia engloba y la interpretación se ofrece como
vinculada al conocimiento estético y al sa­ una «fusión de horizontes» que acontece
ber ético, una experiencia que tiene lugar en el seno del lenguaje. El lenguaje susti­
fuera, y antes, de la experiencia metódica, tuye así al ser, y al sujeto trascendental
Estas formas de experiencia no-metódica que había sustituido a éste, así com o al

7 Cfr. H.G. Gadamer, Gesammehe Werke. J.C.B. sis sumió a los jóvenes de la generación de Gadarrer en
Mohr (P. Siebeck), Tübingen, 1985 y ss, E, p. 4SI, así una situación de desorientación, de la que éste comenzó
como A. Domingo, «Ontología hermenéutica y reflexión a salir tomando como «débil» punto de referencia la pre-
filológica: el acceso a la filosofia de H.G. Gadamer», en r tensión de verdad de la poesía, cuya fascinación había
Pensamiento. n ° 186, voi. 47 (1991), p. 197. Dicha cri- » experimentado en tomo al círculo de S. George.

255
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

propio «tiempo» de Heidegger, ofrecién­ pretativamente es porque el propio ser es


dose como el proceso mismo en el interior ya lenguaje.
del cual alguien puede ponerse «como al­
guien» al tematizar algo «como algo», y
así ambos darse como tales. 2. La gestación de la hermenéutica
De este modo el lenguaje adquiere una filosófica en la reflexión sobre
dignidad tanto gnoseológica como episte­ las ciencias humanas
mológica. Por un lado se pone en cuestión,
siguiendo a Hamann, Herder y Humboldt, Si bien es muy probable que el proyecto
la clásica concepción instrumental que re­ de fond o que m u eve a G adamer en su
duce el lenguaje a ser un mero objeto exte­ transformación de la filosofía sea la de re­
rior al servicio de la trasmisión de un pen­ habilitar en su dignidad gnoseológica a la
samiento o de los informes de una realidad experiencia estético-poética como un modo
que se suponen ya dados previamente o de conocimiento y de acceso a lo real no
adquiridos con independencia del propio sólo legítimo, sino también primario (cosa
lenguaje. Ahora éste va a ser vis Lo más que plantea bien explícitamente en la pri­
bien como un «órgano» de conocimiento y mera parte de Verdad y método con la cri­
pensamiento que, por más que pueda ser tica de la moderna «conciencia estética»
criticado y revisado y, en ciertas condicio­ como el resultado de una falsa abstracción
nes, abandonado, no es neutro o traslúcido que banal iza y subjetiviza todo lo que no
por cuanto que contiene una «acepción del se someta, a las normas de conocimiento
mundo» (cfr. la noción de «Weltansicht» de la ciencia moderna), el ámbito en el
en Humboldt). Por otro lado, aunque corre­ que su reflexión se vuelve especialmente
lativamente, se viene a afirmar que, lejos fecunda no es propiamente el de la estéti­
de ser mera representación (Vorstellung), ca, sino el de la discusión sobre el esLatuto
copia o reflejo de una realidad indepen­ propio de las ciencias humanas, y de la
diente de él, el lenguaje seria la «exposi­ historia en particular5.
ción» (DarsteHung) original y originaria Eludiendo las disputas epistemológicas
en la que lo real se pone al dejarse poner. en las que se pretendía determinar el esta­
Dicha «exposición» es concebida como tuto de las ciencias humanas a partir de su
realización de lo real, y para ello se toma método, Gadamer defiende que su especi­
como modelo la «escenificación» teatral y ficidad se capta mejor cuando, en vez de
]a «ejecu ción m u sica l» (en la s que acontece Lomar como b arem o y modelo a la física,
— mejor o peor— y «es» la propia obra), con la prioridad que en ella tiene el méto­
así como el juego y la fiesta (ambos carac­ do, se aborda esta cuestión desde la tradi­
terizados como sucesos en los que se reali­ ción humanista pre-kantiana. En esta tra­
za un suceder originario). Todas estas no­ dición se asume completamente el carácter
cion es nos rem iten a una realidad d i­ más que difícilmente formalizable o meto-
námica cuyo m odo de ser es la misma dizable de la «Bildung», ese complejo pro­
realización, a una realidad que sólo es en ceso de «formación», no sólo intelectual
sus interpretaciones. Podríam os decir, sino, y sobre todo, vital, en el transcurso
pues, que si nuestro pensamiento y cono­ del cual se accede al conocimiento de la
cimiento se constituyen lingüística e inter- realidad humana (bien sea por medio de la

s Cfr. J. Grondin, «L'universalitalion de l'hermé­ mente la de la autocomprensión de las ciencias hu­


neutique chez Hans-Georg Gadamer», en Archives de manas, siendo los análisis sobre el arte y la concien­
Philosophie 53, 1990, pp. 531 -5-40, quien apoyándo­ cia estética un intento de comprender el declive de la
se en el breve esbozo manuscrito de Verdad y método herencia humanista y de su sustitución por la ¡dea de
defiende que la cuestión rectora de la obra es precisa- método.

256 ...
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

K filología, de la historia o de cualquier otra cías humanas y según la cual interpretar


dé. las llamadas ciencias humanas o «del algo es verlo como un texto, desabsoluti-
espíritu»). zarlo para entenderlo ya como respuesta a
¿lA'sí, en vez de seguir a Dilthey, quien una pregunta previa, no formulada, que ha­
también queda enmarañado en la mentada bría que explicitar, y ello no sólo para te­
disputa m etodológica, Gadamer sigue y nerla en cuenta, sino para apropiársela,
^. desarrolla la tesis que de un modo aparen- para adoptarla como una pregunta propia9.
t'jem en te ingenuo formuló Helmholtz en Esta hermenéutica de las ciencias huma­
I/.. 1862 al afirmar que las ciencias humanas nas se plantea inicialmente desde la pers­
j^Vno descansan propiamente sobre la aplica- pectiva de la historicidad, como una e x ­
U.."ción mecánica de ningún método, sino so- ploración de la realidad histórica del ser
fe. bfe una especie de «tacto psicológico», so­ humano que intenta dar cuenta de la posi­
lí: bre un «saber hacer» que resulta imposible bilidad de comprender su sentido. Esta ex­
i; / definir con precisión. Sobre esta base va a ploración hace patente que en este ámbito
v esbozar una hermenéutica de las ciencias no se da ningún objeLo «muerto» que pu­
¡/-humanas que defiende su pretensión de diera conocerse y dominarse con un saber
// verdad intentando mostrar que en este ám- metódico. Aquí cualquier supuesto objeto
/: bito la pertenencia a una tradición (tradi­ comporta ya, en la medida que su influen­
ción que es entendida como una comuni- cia llega hasta nosotros y que podem os
dad de interrogación) y la existencia de comprenderlo, una tradición viva y vivida
: prejuicios (entendidos como una compren- (convivida) y, como dice Gadamer, «nos
- sión previa que introducen en un círculo no habla por sí mismo como lo hace un tú»10.
i', cerrado o «vicioso», sino «hernienéutleo» Mas esta conclusión contiene ya la necesi­
o abierto) no son un mero obstáculo a su­ dad de sustituir esta perspectiva de la his­
perar para acceder a la objetividad de un toricidad por Un nuevo enfoque que tome
conocimiento garantizado por el método, como punto de partida el lenguaje y la lin-
sino que tienen un carácter productivo que güisticidad del ser humano. Pues el que la
posibilita la comprensión del sentido per­ tradición «nos hable por sí misma como lo
seguida por las ciencias humanas. La tradi- hace un tú» no quiere decir, sin más, que
' ción y las interpretaciones previas tendrían lo que en la tradición accede a la experien­
la virtualidad de sacar al individuo de su cia tenga que ser entendido como la opi­
aislamiento e introducirlo en el interior de nión de un tú ni como la expresión de un
un diálogo que es el diálogo en el que se determinado momento histórico. N o, este
han constituido las ciencias humanas y en «hablar por sí misma» significa más bien
el que él mismo se va constituyendo, Se va que la tradición tiene la naturaleza del len­
dibujando así una lógica de pregunLa y res­ guaje, que la historia efectual implica un
puesta (característica de la propia estructu­ diálogo y que lo transmitido no puede ser
ra de la experiencia en general) que estaría comprendido como un mero producto de
en la base de la comprensión de las cien- la historia. La hermenéutica de la tradición

i Puede verse aquí un reflejo de la di al caica pía. un camino. Mejor dicho, con eslo uno se encuentra
tónica, y también de la hegeliana, para la cual el pen­ en un camino. Pues existe algo asi como una «disposi­
samiento siempre remite más allá de sí mismo: «Dia­ ción natural del hombre para Ja filosofía». Nuestro
léctica es el arte de llevar un diálogo y esto incluye el pensamienlo no se detiene en aquello que uno opine
arle de mantener un diálogo consigo mismo y perser- sobre esto o aquello, El pensar remite siempre m is allá
gutr, a su vez la comunicación consigo mismo. Es el de sí mismo» H.G. Gadamer, G.W.. II- p. 502 (trad. de
arte de pensar. Esto significa, sin embargo, el arte de A. Domingo en op. cii. p. 204).
preguntar por aquello a lo que uno realmente se refie­ 10 Gadamer, Verdad y méwdu. Sígueme. Salaman­
re con lo que piensa y dice. Uno emprende con esto ca. 1977. p. 447.

257
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

(histórica), sin quedar anulada, deja paso a en la que se va a hacer radicar todo lo hu- :<q
una hermenéutica filosófica en la que la mano y que será vista, por tanto, como el $
«fusión de horizontes» que caracteriza a la punto de partida de toda reflexión. Se traía, j:
comprensión no es vista ya corno un pro­ pues, de una reflexión sobre el punto de r l
ducto de la historia, sino como un resulta­ partida de toda reflexión, y la estrategia que
do o rendimiento que tiene lugar en el len­ sigue Gadamer para llevarla a cabo consiste
guaje, Ahora la autorrepresentación del ser en poner en cuestión el modo en que tradi­
no se cumple como tiempo sino como len­ cionalmente se ha abordado el lenguaje
guaje. El ser va a quedar reimerprctado desde la forma de la proposición11, es decir,
ahora como (y desde el) lenguaje, el cual desde el presupuesto de que su función
es considerado fundamentalmente en tanto esencial y primaria es la enunciación (un
que mediación de sentido {consentido, in- cuestionamiento éste que va a jugar aquí el
tersubjetivo. dialógico). mismo papel que el cuestionamiento de la
primacía del método en las ciencias huma-.
ñas al que antes nos hemos referido).
3. El proyecto de universalización Frente a esta explicación reductiva del
de la Hermenéutica lenguaje como proposición-enunciado,
Gadamer va a intentar' comprenderlo des­
En cualquier caso, el proyecto de Gada- de la «lógica de la pregunta y respuesta*»
mer no se agota en esta reflexión sobre las en la que había desembocado su anterior
ciencias humanas, sino que aspira a mos­ hermenéutica de las ciencias humanas, es
trar la universalidad de la problemática decir, desde el diálogo como trasfondo que
hermenéutica, elaborando una hermenéuti­ se oculta en la enunciación y del que surge,
ca filosófica que dé cuenta del carácter y en el que se desborda, toda expresión
mitológico que tiene la interpretación, esa conceptual y toda proposición o enunciado
búsqueda infinita de la comprensión o del (por más que éstos pretendan bastarse a sf
sentido que es un componente esencial de mismos y por más que su rigor pueda ser'
la finitud humana. Pues bien, en este pro­ controlado y verificado)1112. Al construir la
yecto de universalización de la Hermenéuti­ lógica sobre el enunciado la filosofía y la
ca nuestro autor va a lomar como hilo con­ cultura occidental han tomado una deci­
ductor la reflexión sobre el lenguaje o, me­ sión preñada de consecuencias, una de­
jor, sobre la experiencia vivida del lenguaje cisión que sigue afectándonos aún en el

11 A este respecto, dialogando con Hegel, Gada­ los enunciados de la tradición y que su propósito con­
mer afirma que «la forma de la proposición no tiene sistiera en descubrir tras ellos un referente determinado
ninguna justificación filosófica. La envoltura de una y fundamentante, pues si bien la tradición oculta algo,
proposición, al igual que el viviente poder nominador de lo que se trata es de comprender cóm o se ha ido or­
de la palabra no es una mera envoltura vacía sino en­ ganizando y constituyendo el discurso de la metafísica
cubridora de un contenido... Ahora bien, como quiera en relación al hecho de que algo se oculta. Heidegger
que para Hegel la representación adecuada de la ver­ planteaba así la necesidad de poner en cuestión la lógica
dad es un quehacer infinito, que avanza sólo por enunciativa que la metafísica da por supuesto, atendien­
aproximaciones y repelidos intentos, las produccio­ do al hecho de que el enunciado, la estructura predicati­
nes del instinto lógico bajo la envoltura de las pala­ va que se refiere a un objeto y sobre el que descansa el
bras. formas preposicionales y proposiciones son pensamiento representativo es sólo uno de los modos
portadoras del contenido especulativo y parte verda­ derivados de una estructura (o, mejor, pre-estructura)
deramente de la expresión, en la cual se représenla la más originaria, de una relacionalidad en la que no se da
verdad del espíritu». H.G. Gadamer, La dialéctica de propiamente un referirse a o un representar algo, sino
Hegeí, Cátedra. Madrid, 19KI, pp. 47-8. que se instaura un sentido en el que algo se desvelay se
12 Gadamer va ahora en la misma dirección que oculta al mismo tiempo «en tanto que», «como», algo
Heidegger cuando descarta que su crítica a la metafísica distinto (cfr. a este respecto F. Duque, Los destinos de
sea una búsqueda de algo que se hubiera escapado en ¡¿¡tradición, Anthropos, Barcelona, 1991).

258
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

présenle. Se privilegia así el razonamiento Se trata, pues, de interpretar el lenguaje


»ílogístieo asimilado a! modelo de la mate­ no como conjunto de enunciados sino des­
mática. que hace abstracción de todo lo de el diálogo en el que el espíritu se en­
que no sea expresamente dicho o mostra­ cuentra ya siempre implicado con lo otro
jo. es decir, se reduce el lenguaje a la par­ de sí (realidad y otros «yos») y del que
te visible, con lo cual se esboza ya el pri­ surgen, entre otras cosas, enunciados.
vilegio que el pensamiento moderno con­ Comprender un enunciado no es captar
cede al método. Pero ¿se agota lo que el sólo lo que dice, la opinión del autor o su
lenguaje realmente quiere decir en lo que referente, sino también lo que quiere decir,
de hecho dice?, ¿se hace justicia con esta esa voluntad oculta en lo dicho a la que se
restricción a la realidad del lenguaje en la accede a través de lo que quiere decirme,
que vivirnos y que nos soporta? ¿El silen­ es decir, introduciéndose en el diálogo en
cio. lo no dicho, no pertenece al lenguaje el que ha surgido, y dejándose llevar y de­
al menos en igual medida que lo dicho? cir por él. Ahora no cabe ya, frente al pensa­
En cualquier caso esta opción por la razón miento moderno, hablar «de un espíritu sin
silogística y por el enunciado acarrea la mundo que estuviera ya seguro de sí mismo
expulsión fuera del lenguaje de la parte y que tuviera que buscar el camino hacia el
oscura, de la sombra que proyecta toda ser del mundo, pues ambos se corresponden
proposición en tanto que responde a una originariamente entre sí: la relación es lo
voluntad de decir, en tanto que tiene una primario»1'1. Ahora bien, esto no implica,
motivación, en tanto que está enraizada en frente al pensamiento antiguo, la doctrina de
la vida como en su contexto, en tanto que la inteligibilidad del ser. Se trata de pensar
es expresión de la finitud que nos constitu­ «desde el lenguaje como centro»15 y de pen­
ye. Pero ¿deja de existir, deja de actuar e sar el lenguaje como centro en el que el es­
influir esa parte oscura al ser excluida?1- píritu (hombre) y la realidad (ser) se conju­
A1 poner en cuestión la concepción ins­ gan y se representan como en su unidad ori­
trumental del lenguaje Gadamer se está ginaria.
embarcando en un proyecto de ampliación Liberado así de la. reducción instrumen­
del modelo occidental de racionalidad, que tal, el lenguaje adquiere un significado
en el transcurso de nuestra historia ha que­ cognitivo y mitológico propio, compare­
dado así constituido y restringido como ra­ ciendo como el lugar en el que se realiza
zón enunciativa y técnico-instrumental, la primera articulación totalizadora'dé lá'
para proponer una racionalidad lingüística realidad, la interpretación primaria (implí­
en la que se pudiera integrar lo que en cita) que proporciona al habíante el suelo
aquél se excluye por oscuro (entre lo que relativamente fírme desde el que proyectar
se encontraría, por ejem plo, la potencia toda interpretación posterior (explícita)16.
mito-poética de la palabra, la creatividad) El individuo, en la medida en que posee
y en la que quedaría integrada a su vez la un lenguaje, es decir, en la medida en que
propia lógica silogística, bien que como ha crecido y se ha formado en ese lenguaje
un modo derivado o un resultado que está y lo habla, es ya poseedor de un cierto sa­
enraizado y que surge de la lógica de pre­ ber, que es el resultado de la experiencia
gunta y respuesta, del diálogo que es el colectiva de los que han hablado dicha
lenguaje. lengua, y está imbuido de unas actitudes

IJ Pura una elaboración psicoannlíliea de e;ía ex­ 16 En este sentido Gadamer habla d e l mundo
clusión de la parte oscura, cfr. in fra la «Epidosisv de como de ese «suelo común, no hollado por nadie y
E. Ncumann. reconocido por Lodos, que une a todos los que hahlan
n H.G, Gadamer, V e rd a d y m étodo, np. cír. p. 550. entre sré (op. cit. p. 535).
o id. p. 552.

259
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

fundamentales ante la vida y la realidad A|| no tiene existencia para ningún otro ser
que él toma ingenuamente por «naturales» •I vivo puesto en él. Y esta existencia está
pero que siempre chocan al extranjero. Po­ ^>| constituida lingüísticamente»18.
seer un lenguaje quiere decir, por tanto, es­
* . Así pues, el lenguaje proporciona la po-
tar inserto en una tradición de valores, de
lh í sibilidad de que exista el mundo y de que
actitudes y de creencias que introduce al
r i se manifieste al hombre como mundo, es
individuo, sea por activa o por pasiva, en
decir, como una totalidad ordenada no ya
una determinada relación con el mundo,
de meras cosas sino de significaciones (cfr.
con los otros hombres y consigo mismo.
Merleau-Ponty). Una tal noción de «mun­
Gadamcr se sitúa así en una línea de pen­
do» mienta una realidad que no es estricta­
samiento que confluye con la marcada por
uña cierta antropología (cfr. Max Scheler.
f
mente objetiva, separada e independiente
del sujeto, sino una realidad en relación de
H. Plessner, A. Portmann, A. Gehlen...) en
referencia al hombre y su lenguaje; una rea-
sus investigaciones sobre el lenguaje como f1
, „..lidad humanamente mediada y configurada.
un constitutivo esencial del ser humano
r ' Tanto el lenguaje como el mundo que en él
abierto al mundo, y no como un añadido
se articula y conforma tienen, por su mutua
accidental o accesorio, con lo que retrotrae
t\ correlación, un carácter objetivo-subjetivo;
la cuestión del origen del lenguaje a la
V «no hay acceso al mundo sin mediación lin-
pregunta por el origen del hombre. En par­
;'v güística y. viceversa, todo lenguaje com-
ticular A. Gehlen ha propuesto una con­
A porta una interpretación del mondo. Podre-
cepción del hombre com o un «ser caren­
/ mos hablar, por tanto, del mundo del lengua-
cial», «dotado» de una serie de deficiencias
fc.je como una realidad intermedia o «mundo
morfobiológicas e instintivas que le incapa­
’ j intermedio» («Zwisdienwelt»; Humboldi)
citan para tina adaptación inmediata al me­
|\ \ f simado entre el hombre (subjetividad) y el
dio ambiente (adaptación que en los otros
'-jf entorno (objetivo), y que resulta de su mu-
animales garantiza la supervivencia)17. Para
*, ju a interacción dialéctica.
compensar esa inadaptación inicial el hom­
De este modo Gadamer pone de relieve
bre se encuentra obligado a interpretarse a sí
la constitución fundamental de todo aque-
mismo y a su entorno, intercalando un len­
< í lio hacia lo que puede volverse la com-
guaje intérprete que se convierte en su «se­
j í prensión. Ahora el lenguaje ha penetrado
gunda naturaleza». D e este modo la inter­
1 hasta las entrañas del ser mismo, y adquie-
pretación y el lenguaje comparecen como
' .re un carácter ontológico: «lo que accede
algo necesario para la supervivencia del
hombre, el cual es definido en consecuencia
como una «animal innatural por naturale­
za». Pues bien, en esta misma dirección se­
Í
al lenguaje recibe en la palabra su propia
determinación»19. El ser acontece en el len-
í, ? guaje, y no es algo distinto de las visiones,
•!•' ¡ rostros o caras en que se ofrece:
ñala Gadamcr que mientras que el animal se
r
encuentra atenido al entorno el hombre, por ' / «Representarse y ser comprendido son
el contrario, se encuentra «abierto al mun­ I cosas que no sólo van juntas en el sentido
do», tiene mundo, lo cual quiere decir que 1 de que la una pase a la otra. La obra de
disfruta, y padece, de una libertad frente a la arte es una con la historia de sus efectos,
realidad inmediata en su compul si vid ad: igual que lo transmitido históricamente es

\ i «Para el hombre el mundo está ahí


1/1 como mundo en una forma bajo la cual
fl
uno con el presente de su ser comprendi­
do: ser especulativo, distinguirse de sí
mismo, representarse, ser lenguaje que

17 Cfr. al re.specio A. Gehlen, El hambre. Sígue­ 15 H.G. Gadamer, a¡i. cis.. p. 536.
me. Salamanca, 19S0. 19 H.G. Gadamer. ¿>p, en., p. 56S.

260
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA

-- enuncia un sentido, todo esto no lo son esa conciencia lingüística en el seno de la


■-.-.sólo el arte y la historia, sino todo ente en cual acontece la interpretación, no se iden­
cuanto puede ser comprendido»20. tifica con la razón abstracta ni descansa
sobre una previa interpretación racional:
La vieja concepción de la realidad última no se reduce a ser la manifestación de una
como ser sustantivo, estático, aulosubsis- previa actividad reflexiva y metódica de ■
. tente, ordenado en sí mismo, racional-inte­ abstracción, inducción, cla sifica ció n y
ligible, es ahora sustituido por una interpre­ conceptuación que allí quedara más o m e­
tación dinámica de lo real como lenguaje o nos encubierta o desfigurada, sino que es
palabra portadora de un sentido, el cual se algo original u originario que hace p o­
realiza y existe en la multiplicidad de sus sible, entre otras cosas, esa actividad re­
interpretaciones cual autorrepresentaciones flexiva22. Según Gadamer la conciencia
o «accidentaciones». lingüística precede y funda, en este senti­
do, a la razón. La solidez con que el len­
guaje se ofrece ante la conciencia ingenua
Conclusión: La Hermenéutica y el queda así desvelada como algo meramente
metaforísmo fundamental del lenguaje aparente y coyuntural; la fijeza del sentido
«propio» de las palabras comparece ahora
Hemos visto, pues, que la comprensión como el resultado de la fijación de un pre­
en general acontece en (y viene condicio­ vio sentido figurado (o simbólico) que de
nada por) el lenguaje de cada presente, en algún modo sigue, sin embargo, resonando
el seno del cual el sentido de lo real accede en aquél23*. Pero afirmar que el lenguaje,
a su representación o realización efectiva. que impregna todas nuestras interpretacio­
Pues bien, a continuación lo que nos pro­ nes. carece de nn fundamento racional (es
ponemos considerar es que dicho lenguaje, decir, sólido) no implica sin más que sea
en el que tiene lugar la fusión de horizontes, algo absolutamente infundamentado, caó­
descansa sobre lo que Gadamer ha deno­ tico, librado al azar o puramente conven­
minado un «metaforísmo fundamental»21, cional y arbitrario. Para Gadamer, muy al
lo cual nos puede poner en dirección hacia contrario, el lenguaje tiene «fundamento»,
un desbordamiento de la hermenéutica fi­ si bien no se trataría de un fundamento «só-
losófica en la hermenéutica simbólica. lido» sino «líquido». Dicho fundamento se- (
Lo que en nuestra opinión resulta rele­ ría lo que Gadamer denomina el «metafo- í
vante es que para Gadamer ese lenguaje, rismo fundamental», que consiste «en el ni

20 H.O. Gadamer, op. cit., p. 570. 23 En este sentido podría resultar Fecunda una com­
21 Frente a la interpretación «posmoderna» que paración enLre la conciencia lingüística gadamcriana y
hace Vattimo de Gadamer, insistiendo en ia desfun- la «conciencia matriarcal» tematízada por E. Neuinann
damenmeión y en la transparencia, nosotros al sonsa­ (cfr. de este último «La conciencia matriarcal y la
car esta tesis del carácter meluJ'órico del lenguaje se­ luna» en VV.AA., Arquetipos y sím bolos colectivos,
guim os otra vía m enos «débil» y «flotante», más Anthropos, Barcelona. 1994).
«pesada» o «acuática», según la cual la hermenéutica 23 Una concepción similar de las pnlahras (y de las
Filosófica apunta hacia, y reclama, una hermenéutica verdades) como «metáforas gastadas» se encuentra ya
simbólica (cfr, la E scu e la de E ra n o s) en la que el en la obra juvenil de Nietzschc Sobre verdad y menti­
lenguaje queda enraizado en los arquetipos y reinler- ra en sentido extramora!, así como en Herder cuando
preiado como un simbolismo que emerge de las pro­ habla de la capacidad de fingir, de la imaginación,
fundidades malriales del inconsciente colectivo, ejer­ como la luenLe común del lenguaje y la razón (clr.
ciendo como mediador entre éste y la conciencia in­ M. Frank. D e r komtnende G o n , 1982. pp. 114 y ss.).
dividual y colectiva (cfr. al respecto L. Garagalza, L a Cfr. asimismo A. Ortiz-Osés, «Protole aguaje mater­
interpretación de ios símbolos, Anihropos, Barcelo­ no y fundamento imaginario», en W. Ross, Nuestro
na, 1991). imaginario cultural. Anthropos, Barcelona, 1992.

261
HERMENÈUTICA FILOSÒFICA

hallazgo genial e inventivo de las comuni­ guaje lo que ha inducido a considerar el -1


dades por las que se ordenan las cosas»24, uso traspositivo o figurado de una pala- , \
en virtud del cual el lenguaje siem pre bra como un uso inautèntico»^. 4J
•[«pone algo de su parte e introduce en la co-
Esta tesis puede, en nuestra opinión, re- t
ilmimicación esta su aportación propia»23:
presentar un punto de transición entre una --
«En la conciencia lingüística no tiene hermenéutica filosófica y una hermenéuti- . .
lugar ninguna reflexión expresa sobre lo ca simbólica como la de la Escuela de Era- ■■)

¡ que es común a lo diverso, y el uso de


las palabras en su significado general no
y 1 entiende lo que designa y a lo que se re-
nos. En la dicción algo que en la vivencia
i nme diata se da de un modo aislado y en -'J
toda su peculiaridad (A) queda vinculado'
Ov fiere como un caso subsumido bajo la a una palabra que es portadora de un de-
f n generalidad. La generalidad de la espe­ terminado significado más o menos gene- '
cie y la conceptuación clasificatoria es­ ral (B), con lo que es sacado de su ais- .;
tán muy lejanas de la conciencia lin­ lamíento y su particularidad, puesto en
güistica. Incluso si prescindimos de to­ correlación con una serie de cosas y dife­
das las generalidades formales que no renciado de otras'muchas. Ahora bien, .
tienen que ver con el concepto de la es­ puesto que (B) no puede coincidir nunca "
pecie, sigue siendo cierto que cuando totalmente con (A), lo que ocurre es que —
alguien realiza la trasposición de una se está tomando a (B) por (A ), se está
expresión de algo a otra cosa está consi­ viendo a (B) como (A), se está llevando a“"
derando, sin duda, algo común, pero cabo una trasposición, una metáfora, y eñ
esto no necesita ser en ningún caso una este sentido cabe decir que ya la más ele-
generalidad específica. Por el contrario, mental designación conlleva un proceso
en tal caso uno se guía por la propia ex­ m etafórico, una sim bolización*27. No se
periencia en expansión, que ie lleva a trata, pues, de una mera conceptuación
percibir semejanzas tanto en la manifes­ clasificatoria, de la subsunción de un caso
tación de las cosas como en el significa­ particular en una determinada especie. La ..
do que éstas puedan tener para nosotros. generalidad que instaura el lenguaje no es, ..
En esto consiste precisamente la genia­ según afirma Gadamer, la generalidad de
lidad de la conciencia lingüística, en la especie, que procede precisamente de la
que está capacitada para dar expresión a abstracción de lo accidental y peculiar, así
estas semejanzas. Esto puede denomi­ como de la situación en que tiene lugar la
narse su metaforismo fundamental, e experiencia propia. En el lenguaje no hay
importa reconocer que no es sino el pre­ abstracción de la experiencia propia, pues
juicio de una teoría lógica ajena al lert- que es precisamente esta la que, en su ex-

2A H.G. Gadamer. op. cir., p. 5 W8. mada en tugar de oirá, es un acto de la fantasía y $e
-s Id p. (555. puede distinguir del lado propiamente intelectual,
* Id. p. 514. que consiste en ia intención...» ¡d. p. 336; «Sólo
27 En este pumo podríamos añadir, con Gehlen, cuando se haya reconocido el papel decisivo de la
que ese proceso metafórico es una operación creati­ fantasía en la vida de nuestros sentidos y en la vida
va, «ya que el acto de poner nombre a un proceso o a de nuestros movimientos y se vea la conexión nece­
una cosa es al mismo tiempo elección de un inspecto saria de esa vida con el lenguaje, se podrá captar
(o punto de vista p. 252), el cual es retenido como también en las capas más profundas del lenguaje la
esencial por la fantasía en la palabra». A. Gehlcn. op. fantasía en su trasladarse-a, su equiparar y su inter­
cit., p. 338. Gehlen avanza, por tanto, un paso más pretar. Eso es la metáfora; y también la forma interna
que Gadamer al considerar la intervención decisiva del lenguaje, con su equiparación de los ‘'procesos”
en este proceso de la fantasía: «La pura subordina­ con ‘‘acciones” o de las acciones con “fenómenos”,
ción de un sonido a Ja cosa, en la que una cosa es to- ele., es en ultimo término metáfora». Id. 342.

262
HERMENÉUTICA FILOSÓFICA / HERMENÉUTICA JURÍDICA

p a n sió n . s irv e d e g u ia , h a c ie n d o p a te n te s s im b ó lic a en la q u e lo real c o m ie n z a a r e a ­


sem e ja n z as q u e no tie n e n p o r q u é s e r n e c e ­ liz a rs e y d e te rm in a rs e c o m o n u e stra re a li­
s a riam en te e s e n c ia le s y q u e , s in e m b a rg o , d a d . N u e s tra re a lid a d sería, p u e s, el re s u l­
h acen p o s ib le u n a p rim e r a a rtic u la c ió n o ta d o d e u n a in te rp r e ta c ió n s i m b o l i z a d o s
in te rp reta c ió n in te rs u b je tív a d e lo re a l que q u e tie n e u n a p o te n c ia o n to ló g ic a e n la
no e x c lu y e lo a c c id e n ta l ni lo s u b je tiv o 25. m e d id a en q u e lo re a l m is m o se c o n c ib e
N u e s tr o p e n s a m ie n to m á s a b s tr a c to es c o m o te n ie n d o un c a r á c te r s im b ó lic o e n
p u e sto a s í e n c o n e x ió n c o n n u e s tr o le n ­ v irtu d d e l c u a l n e c e s ita d e la in te r p r e ta ­
g u aje. el c u a l se d e s v e la a h o ra c o m o lle­ c ió n p a ra re a liz a rse ,
vando a c a b o u n a p re v ia , y a m e n u d o in ­
c o n s c ie n te , i n t e r p r e t a c i ó n m e t a f ó r i c a o Lm '.í G u r a g a íz o

Hermenéutica Jurídica
1. Introducción cho más difuso, de «lo justo», «lo valio­
so», «lo defendible». Calificativos, a su
A la hora de enfrentarse con el proble­ vez, vinculados al hecho de la variabilidad
ma perenne de la interpretación del Dere­ congènita de las normas y los principios
cho, en el seno de una obra general sobre jurídicos, como consecuencia de la ince­
Hermenéutica, conviene reparar en la sin­ sante renovación legislativa,
gularidad del objeto interpretado (e! Dere­ D e lo que se acaba de exponer, puede
cho o, como suele decirse enLre los juris­ entenderse muy bien que sean, en ocasio­
tas, el «ordenamiento jurídico») a fin de nes, los propios juristas quienes hayan ne­
perfilar adecuadamente su verdadero sig­ gado con más ardor la condición científica
nificado. Lejos de exponer aquí las líneas del Derecho. Pertenece a los lugares co­
básicas de una rigurosa teoría jurídica, es munes del saber jurídico la violenta admo­
oportuno indicar, en principio, que ese nición del jurista alemán Kirchmann, el
«arte de lo bueno y de lo justo», que para cual, desconcertado por los cambios de
el jurista romano Celso representaba el valores inherentes al continuo proceso dsT
Derecho, se enmarca con dificultad en el renovación legislativa, esencial al Dere­
repertorio de lbs saberes y las ciencias. cho, manifestó enfáticamente que la pro­
Con relación a estas últimas, en particular, mulgación de nuevas normas por el legis­
el Derecho viene a representar un fenóme­ lador hace inservibles de inmediato a las
no singular que se resiste a ser encajado en bibliotecas jurídicas más completas. No
los m oldes rigurosos del pensam iento obstante, la mayor parte de los juristas en­
científico. Si se parte, como suele ser ha­ tienden hoy que la reflexión desarrollada
bitual, del concepto positivista de Ciencia, por ellos sobre el ordenamiento jurídico
no resulta fácil admitir como científico un puede considerarse una modalidad de acti­
saber y una disciplina cuyo contenido se vidad científica, al haber configurado mé­
aleja de la tradicional dicotomía «verdade- todos que aspiran a un conocimiento ra­
ro»-«falso» para situarse en el plano, mu­ cionalmente comprobable del Derecho en

-8 Como ha mostrado Cassirer, esta configuración ne siempre un carácter axiológico por el que se vin­
lingüística de la real tiene lugar en el contexto de la cula con el mili) (cfr. E. Cassirer, Afilo y lenguaje.
actividad práctica y de la vida de la comunidad y Lie- Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973).

263
vigor. Debe advertirse de inmediato que dan sentido a tal regulación. Bien es ver­
tal caracterización como Ciencia no signi­ dad que no todas las actividades interpreta­
fica, en modo alguno, que su objeto — el tivas aparecen directamente orientadas a
Derecho— pueda ser aprehendido directa­ los supuestos concretos de la realidad; cabe
mente, ni que, en un sentido positivista es­ distinguir la interpretación realizada por el
tricto, pueda derivarse de una actividad jurista teórico, por regla general indepen­
experimental. En realidad, como ha dicho diente de todo hecho particular, de la que
Karl Larenz, sólo podemos aprehender lo efectúa el juez, insoslayablemente vincula­
que el Derecho representa «haciéndonos da a un supuesto determinado de la expe­
conscientes de su sentido, del significadcf riencia social. Incluso cabría hablar de lo
de determinados actos y de sus objetiva­ que suele denominarse «interpretación au-
ciones (leyes, resoluciones judiciales, con­ ■téntica», que es la llevada a cabo por el le­
tratos)». Estamos, por tanto, según la opi­ gislador en la propia norma, y que merece
nión de dicho autor, «ante una C iencia un relieve del todo especial por derivarse
“comprensiva”, que procura interpretar de directamente del autor del texto legal.
un modo determinado el “material” que le
es dado, a saber: normas e institutos de un
Derecho “positivo”». Y, cabría concluir, 3. Criterios de hermenéutica jurídica
una Ciencia orientada a «valores» necesa­ en el Código Civil español
riamente congruentes con el sentimiento
a) Planteamiento general
de lo justo en cada momento.
En cualquier caso, sea quien sea el intér­
prete y la actividad en cuyo seno se enmarca
2. Sentido y fin de la interpretación el proceso interpretativo, nos encontramos
del Derecho ante realidades muy similares que aparecen
inspiradas en técnicas y procedimientos
La interpretación del Derecho, de las idénticos. Desde Savigny, a quien con razón
normas y principios del ordenamiento jurí­ se considera el creador de la Ciencia jurídica
dico, se nos aparece, así, como un momen­ moderna, se suele aludir a una serie de crite­
to esencial de toda la experiencia jurídica. rios hermencuticos determinados o elemen­
Mediante la hermenéutica jurídica se aspi­ tos de la intepretación: gramatical, lógico,
ra a desvelar el sentido del Derecho, a ha­ histórico y sistemático. Dichos criterios no
cer patentes los valores ínsitos en la regu­ constituyen, propiamente, una enumeración
lación jurídica. Pero, en cuanto que todo ordenada de las pautas a emplear por el in­
ordenamiento en vigor constituye un ins­ térprete; son, más bien, un conjunto de ele­
trumento imperativo de tratamiento de las mentos no jerarquizados entre sí que deben
relaciones sociales, la interpretación del concurrir en todo momento en la actividad
Derecho no puede desconectarse de su de interpretación jurídica. Y así, ha podido
aplicación, es decir, del proceso condu­ decir Friedrich Milller que los criterios tra­
cente a insertar sus reglas, debidamente dicionales de interpretación no constituyen
entendidas, en el conjunto de los hechos métodos independientes entre sí; más bien,
sociales con relevancia jurídica. Por eso la se complementa y apoyan, entretejiéndose
interpretación del Derecho no puede consi­ los unos con los otros.
derarse exclusivamente como una opera­ Pero, tal vez, lo más singular de todo
ción intelectual desligada de todo tipo de d io no es la autoridad alcanzada entre los
consecuencias prácticas; por su propia na­ juristas por los criterios hermenéuticos
turaleza, la búsqueda del sentido de las propuestos por Savigny, sino que, incluso,
normas y principios jurídicos se sitúa nece­ han pasado a constituir normas jurídicas
sariamente en conexión con los hechos que en vigor en determinados ordenamientos.

264
Si_.se contempla el hecho desde otras par- lizados en la norma puedan resultar, a pri­
• celas del saber, puede resultar sorprenden­ mera vista, diáfanos. La fórmula in Claris
te que sea la propia norma jurídica la que non f it interpretado , utilizada por algún
dicte, con carácter imperativo, los criterios jurista romano clásico, carece, en buena
determinantes en su interpretación. Ello medida, del carácter sugestivo que a pri­
sucede, de modo especial, en el Derecho mera vista posee. Por otra parte, conviene
español, cuyo Código Civil (art. 3.1.°) dis­ advertir — lo que para el profano puede re-
pone, siguiendo en buena medida a Sa- sultar especialm ente notorio— la usual
vigny, que «las normas se interpretarán se­ condición técnica del lenguaje utilizado en
gún el sentido propio de sus palabras, en las leyes. Así, la lectura de un precepto
relación con el contexto, los antecedentes como el artículo 545 del Código de Co­
históricos y legislativos, y la realidad so­ mercio nos muestra con claridad lo que
cial del tiempo en que han de ser aplica­ venimos diciendo:
das, atendiendo fundamentalmente al espí­
«Los títulos al portador serán transmisi­
ritu y finalidad de aquellas».
bles por la tradición del documento. No
Conviene indicar que la norma transcrita
estará sujeto a reivindicación el título
no goza de antigüedad en nuestro ordena­
cuya posesión se adquiera por tercero de
miento, ya que su promulgación se debe a
buena fe y sin culpa grave. Quedarán a
la reforma experimentada por el título pre­
salvo los derechos y acciones del legítimo
liminar del Código Civil, en el que se in­
propietario contra los responsables de los
serta el artículo 3, llevada a cabo en 1973.
actos que le hayan privado del dominio.»
Sin perjuicio de este hecho, debe indicarse
también que los criterios bermenéuticos re­ Sin ser un precepto excesivamente com­
feridos tienen un valor que no se limita, plejo, el entendimiento de su significado
únicamente, a la interpretación del texto le­ exige en el intérprete conocimientos sóli­
gal en el que se insertan, el Código Civil. dos de la técnica jurídica, a fin de poder
Algunas de sus normas y. en particular, las apreciar el verdadero alcance de los man­
del ya citado título preliminar, trascienden datos contenidos en la norma. No obstante,
el significado que su inclusión en el Códi­ no puede afirmarse que el lenguaje jurídi­
go les podría atribuir, para alcanzar el ca­ co constituya un conjunto de signos inac­
rácter de normas básicas de todo el ordena­ cesible por completo a los ciudadanos no
miento jurídico. F.n cierto sentido, podría juristas, como sucede en otros campos
decirse que dichas normas han desempeña­ del saber. Como ha advertido Larenz, «el
do, durante bastantes años, una función lenguaje jurídico es un caso especial del
cuasi constitucional, al estar ausentes de lenguaje general, no es un lenguaje de
otros preceptos de rango superior ese tipo signos totalmente desligado de aquél. Esto
de preocupaciones básicas en la articula­ tiene como consecuencia... que no es ca­
ción. del ordenamiento jurídico. paz de alcanzar la exactitud de un tal len­
guaje de signos, que sus términos siguen
necesitando interpretación».
b) El sentido litera!
En todo caso, aunque el Derecho no tie­
En primer lugar, el Código Civil alude ne por qué manifestarse necesariamente en
al sentido literal de las palabras utilizadas forma escrita (podemos apreciar en todo
en la ley. Parece ocioso advertir que éste ordenamiento jurídico normas no consig­
debe ser el primer elemento interpretativo nadas en este modo), sí que es notorio d
de un realidad normativa como la jurídica, proceso de intensa «textualización» (Diez
eminente, aunque no exclusivamente, tex­ Picazo! que sufre a lo largo de su historia
tual. Y debe partirse de este criterio her- y que se acentúa particularmente en los úl­
menéutico a pesar de que los términos uti­ timos tiempos. Es, sobre todo, a partir del

265
sid o xix, dentro de la etapa que los juris­ de donde podemos extraer el significado
tas conocen con el nombre de «codifica­ de cada una. Las normas se interpretan,
ción». cuando ese proceso de reducir el pues, m as por otras y con otras».
D erecho a lenguaje escrito se acentúa.
Con ello se consigue objetivar el conteni­
d) El criterio histórico
do del ordenamiento jurídico, al tiempo
que todo el Derecho gana en certidumbre, Seguidamente, el Código Civil mencio­
dando la necesaria seguridad a la expe­ na. como ulterior criterio de interpretación,
riencia jurídica. Esta aspiración a la segu­ «los antecedentes históricas y legislativos»
ridad, a través de la textualización del D e­ de la norma que es objeto de análisis. Gran
recho, señala por último los límiLes de la parte de las instituciones jurídicas en vigor
interpretación de la norma sobre la base de sólo son comprensibles, en todos sus extre­
su sentido literal. Como ha dicho acertada­ mos, desde sus antecedentes históricos.
mente M eier-Hayoz, dicho criterio tiene Cabe decir sin exageración que a la Histo­
“una doble misión: es el punto de partida ria del Derecho es inherente una gran conti­
para la averiguación judicial del sentido y nuidad en principios y reglas de regulación
traza, al propio tiempo. los límites de su ac­ de las instituciones jurídicas. A sí puede
tividad interpretativa». comprobarse si contemplamos el tratamien­
to que reciben en la actualidad ciertas figu­
ras básicas en el Derecho privado, como la
c) El criterio sistemático
compraventa, el préstamo o el mandato,
El segundo crilerio hermenéutieo men­ que les acerca en muchos puntos a su regu­
cionado en el Código Civil («en relación lación en el Derecho romano, ordenamien­
con'el contexto») es habitualmente conoci­ to inspirador, com o es bien sabido, de mu­
do por los juristas con el nombre de crite­ chas de nuestras instituciones actuales. Se
rio sistemático. Dicha pauta de interpreta­ entenderá, entonces, la tan citada frase de
ción se encamina a corregir las consecuen­ Windscheid, según la cual la ley no es sólo
cias negativas derivadas de un excesivo voluntad del legislador, sino «la sabiduría
protagonismo del crilerio literal. Si, efecti­ de los siglos que nos han precedido».
vamente, en todo entendimiento del senti­ No debe pensarse, sin embargo, que el
do de la norma debe partirse de su tenor li­ ordenamiento jurídico sólo sea explicable
teral, no puede desconocerse, de otra par­ — y, por lo tanto, interpretable— desde
te, la conexión de dicha norma con otras, sus antecedentes históricos. Cabría dedu­
dentro del texto legal en el que aparece in­ cir de tal idea que no es posible la «inno­
serta o fuera de él. En ocasiones, es la pro­ vación» en el Derecho, al ser el ordena­
pia norma a interpretar la que se remite miento actual un mero acarreo de institu­
expresamente a otras, señalando al jurista ciones surgidas en otras épocas. Hay que
la necesidad de contar con estas últimas. desmentir tal idea sobre la base de la mis­
Pero, en la mayoría de los casos, la vincu­ ma experiencia histórica que muestra con­
lación del precepto estudiado con otros no tinuamente el surgimiento de nuevas figu­
viene exigida directamente por aquél, de­ ras e instituciones. La letra de cambio, la
biendo el intérprete obtener el resultado sociedad anónima, o formas actuales de
interpretativo adecuado recurriendo at cri­ contratación como el leasing o la franqui­
terio sistemático. Como advierte Lacruz, cia son verdaderos productos ju ríd icos
«cada precepto forma parte de un conjun­ nuevos — según el momento histórico que
to; constituye, con otros preceptos, un sis­ consideremos— , las más de las veces sur­
tema, y es de ese sistema, de las finalida­ gidos por la propia actividad de los parti­
des que persigue, los instrumentos de que culares, y posteriormente conformada por
se vale y el propio léxico de las normas, el propio ordenamiento. En consecuencia,

266
HERMENÉUTICA JURÍDICA

para ía interpretación de estas «invencio­ de acercamiento de la norma a la realidad,


nes-» jurídicas habrá que atender al fin que no puede desconocerse la posible lesión a la
con ellas se pretende, antes que a prece­ seguridad jurídica derivada de considerar
dentes históricos inexistentes. inadecuadamente las exigencias de la reali­
Por otro lado, el Código Civil menciona dad social. Un ejemplo relevante y acertado
también los «antecedentes legislativos» de aplicación del criterio sociológico lo
como criterio de hermenéutica jurídica. encontramos en la interpretación del ar­
Como es bien sabido, toda ley, en un régi­ tículo 1.902 del Código Civil, ya consoli­
men jurídico-político de carácter parlamen­ dada en la jurisprudencia del Tribunal Su­
tario. es objeto de una tramitación compleja premo. Como es sabido dicho precepto se
en cuyo contenido encontramos, antes de la ocupa de regular la llamada responsabilidad
promulgación de la ley. textos y documentos extracontractual en los siguientes términos:
diversos (anteproyectos, opiniones de sus
«El que por acción u omisión causa
autores, actas de sesiones parlamentarias,
daño a otro, interviniendo culpa o negli­
etc.). En realidad, estos precedentes suelen
gencia, está obligado a reparar el daño
ser muy útiles en la interpretación del Dere­
causado.»
cho vigente, sin que deba concedérselos un
valor absoluto. Es bien conocido entre noso­ Dicho precepto se pone en juego en si­
tros el significado que, en la interpretación tuaciones en las que el daño a un sujeto no
del Código Civil actual tiene el proyecto de deriva del incumplimiento de un contrato.
Código de 1851 y los comentarios que a él Y alcanza especial sentido ante los acci­
dedicó García Goyena. Más recientemente, dentes, tan frecuentes en una sociedad mo­
han probado su utilidad para la interpreta­ derna. Pues bien, con arreglo al tenor lite­
ción de ía vigente Ley de Sociedades Anóni­ ral del precepto, la víctima de un daño que
mas, los diferentes anteproyectos y proyec­ pretenda obtener del causante su repara­
tos y las opiniones vertidas sobre ellos du­ ción debe mostrar que dicho daño está
rante el complejo proceso de tramitación causalmente vinculado al comportamiento
parlamentaria, a finales de la década pasada, culposo o negligente de aquél. Este plan­
teamiento, que podría encontrarse justifi- -
cado en una situación económica como la
e) El criterio sociológico
que corresponde a la promulgación del
En cuarto lugar, el Código se refiere a la Código Civil (finales del siglo xix), resulta- -
«realidad social del tiempo en que han de por completo inadecuado en la actualidad,
ser aplicadas» las normas. A la vista de la donde la frecuencia de los accidentes y la
considerable duración de las leyes, sobre intensidad del daño a las víctimas exigen ■
todo de las más básicas, cabe entender la otra solución. Para superar las dificultades
consideración de este criterio «sociológico», de la prueba (verdadera probatio diabólica
que obliga a poner la regulación normativa en muchas ocasiones) que el tenor literal
— necesariamente abstracta en su formula­ del artículo 1.902 plantea a la víctima, el
ción, pero concretamente determinada en su Tribunal Supremo ha entendido necesario
inspiración-— en contacto con los hechos de invertir la carga de la prueba, exigiendo al
la realidad a la que se debe aplicar. Y, cier­ causante del daño la demostración de que
tamente, con este criterio hermenéutico el puso el cuidado debido, la diligencia nece­
legislador obliga al intérprete a efectuar una saria en el hecho cuyas consecuencias da­
ponderación cuidadosa dé las circunstancias ñosas se le pretenden imputar. Se libera a
del caso concreto, a los efectos de emitir un la víctima de la prueba y se impone al cau­
juicio sobre el significado de la norma en sante del daño el deber de demostrar que
estudio. Porque, si parece indudable la bon­ en el hecho analizado no concurrió culpa
dad del dictado del Código, por lo que tiene alguna por su parte.

267
f) L a f in a lid a d d e la n o r m a propuesta hermenéutica que aquél refleja
con otros datos normativos posteriores.
Por último, el C ódigo Civil alude como
En particular, debe destacarse el signifi­
criterio hemienéutico al «espíritu y finali­
cado de la Constitución de 1978 que, sin
dad» de la norma, lo que suele conocerse
expresar m an ifestacion es concretas al
entre los juristas com o ratin legis. En rea­
respecto, incide decisivamente en todo el
lidad, bajo esta ex p resió n se condensa
ordenamiento jurídico. No sólo por su ca­
gran parte del contenido de la teoría de la
rácter de vértice de la entera pirámide
interpretación jurídica. Podríam os decir
normativa, com o explicó Kelsen, sino por
que aquí se nos plantea el objetivo o la
la «fuerza expansiva» que le es propia, la
meta de la interpretación: averiguar el sen­
Constitución ha venido a influir decisiva­
tido y el fin de la norma.. Y en este punto
mente en el tema que ahora nos ocupa. Y
— de teleología normativa, cabría decir— ,
así el Tribunal Constitucional, órgano en­
el Código ha optado por buscar la ratio de
cargado de velar por la aplicación de la
la ley en la ley misma, sin desconocer por
norma fundamental y cuyos pronuncia­
ello la voluntad del legislador histórico a
mientos se imponen a todos los órganos
quien se deba su promulgación. En el con­
judiciales, ha podido establecer la necesi­
flicto entre ambas voluntades (del legisla­
dad de interpretar el íntegro ordenamien­
dor y de la ley), los planteamientos más
to jurídico con arreglo a lo dispuesto en
recientes, y con e llo s nuestro D erecho,
aquélla.
buscan como meta de la interpretación un
En su sentencia de 5 de mayo de 1982
criterio integrador que se resume, com o
indica expresamente que
dice Larenz, en «el sentido normativo de
la ley». Y así, continúa nuestro autor, «el «a partir de la entrada en vigor de la
sentido de la ley que se ha de estimar deci­ Constitución, es un imperativo para to­
sivo jurídicamente, no ha de identificarse dos los poderes llamados a aplicar la ley
con el querer o las concretas ideas norma­ el interpretarla confonne a aquélla, esto
tivas del legislador histórico, ni hacerse es, elegir entre sus posibles sentidos
totalm en te in d ep en d ien te de e llo » . O, aquel que sea más conforme con las nor­
como entre nosotros dice Lacruz, «la ley... mas constitucionales».
esLá inspirada por una ratio o motivación
esencial que constituye su elemento inva­ Y en la sentencia de 16 de octubre de
riable, y mientras ésta se respete, cabe 1984 confirma este criterio advirtiendo
prescindir en el precepto, sin ofensa de la que es necesario
verdadera y perenne voluntad del legisla­
«apurar todas las posibilidades de inter­
dor, de lo que tiene de anecdótico y referi­
pretar los preceptos de conformidad con
do a época o circu n stan cias concretas,
la Constitución y declarar tan sólo la de­
para dejar en él sólo una jerarquía de fines
rogación de aquellos cuya incompatibi­
o la solución de un conflicto de intereses».
lidad con ella resulte indudable por ser
imposible llevar a cabo dicha interpreta­
ción».
4. Pautas interpretativas actuales

a) La interpretación confonne al texto b) La interpretación conforme al Derecho


constitucional comunitario europeo
Sin perjuicio de la vigencia del Código Como es notorio, la integración de Espa­
Civil y de los criterios interpretativos en ña en la Comunidad Europea ha supuesto,
él contenidos, la evolución más reciente entre otros extremos, el deber de adaptar el
de nuestro Derecho obliga a completar la ordenamiento propio a las normas conuini-

268
HERM ENÉUTICA JURÍDICA

o tarias en vigor. Bien es verdad que estas 5. Consideraciones finales


-

‘' últimas no repercuten sobre el entero Dere-


7 cho español, sino que afectan, en particu- Tal vez, de la lectura de las reflexiones
£ lar, a algunos de sus sectores específicos. antecedentes haya podido deducirse que la
Y así, dada la naturaleza esencialm ente hermenéutica jurídica es una operación in­
; 'económica — hasta la fecha— de la Unión telectual que se mueve exclusivamente en
“•Europea, es el Derecho mercantil el sector la averiguación del sentido de las normas.
del ordenamiento jurídico más afectado Siendo esta idea sustancialmente cierta, no
..por la pertenencia de nuestro país a dicha conviene olvidar que la interpretación del
- Unión. Conviene indicar que para conse­ Derecho es, como ha afirmado acertada­
guir los fines propios de la Comunidad, los mente D iez Picazo, una operación global
" Estados miembros deben adaptar sus res­ que no puede situarse en exclusiva en el
pectivos Derechos nacionales a las normas plano de lo normativo. D ebe recordarse,
: —denominadas «directivas»— que la Co- como ya se advirtió al principio, que la in­
> munidad aprueba para lograr la armonía terpretación del ordenamiento jurídico se
sustancial entre aquellos ordenamientos. integra, por regla general, en el complejo
De no hacerse así, se mantendría la diversi­ proceso de aplicación de ías normas, lo
dad de principios y soluciones de los orde­ que obliga inexorablemente a entrelazar
namientos nacionales, frustrándose la con­ los hechos de la realidad con los preceptos
secución del mercado único a que aspiran destinados a su tratamiento. Y si, com o
los países miembros de la Comunidad. quería Ihering, «el Derecho está ahí para
Un instrumento útil para el logro de los realizarse», es indudable que la hermenéu­
fines de la Comunidad Europea cuando los tica jurídica adquiere todo su sentido, no
Estados incumplen su obligación de adap­ sólo en la fría contemplación de las nor­
tar su ordenamiento al com unitario es, mas, sino, desde luego, en su vinculación
precisamente, el deber de interpretar la le ­ a los acontecimientos sociales merecedo­
gislación nacional «a la luz de la letra y de res de consideración por el Derecho.
la finalidad de la directiva». Como se ve, Por otro lado, y para concluir, la inter­
se trata de un criterio hermenéutico que no pretación del Derecho no es únicamente
viene expresamente impuesto por la legis­ interpretación de normas y preceptos es­
lación comunitaria, debiéndose su formu­ critos, «textualizados»; ei ordenamiento
lación al Tribunal de Justicia de la Comu­ jurídico no sólo se compone, como es bien
nidad Europea en una ya dilatada Jurispru­ sabido, de estos últimos, sino que integra
dencia. Se trata, en realidad, de un deber tam bién, com o fuentes del D erecho, la
que pesa sobre los tribunales nacionales costumbre y los principios generales del
cuando enjuician un hecho contemplado Derecho (art. 1 del Código Civil). Es obvio
por una directiva comunitaria, todavía no que estos últimos extremos de manifesta­
insertada en el D erecho del respectivo ción del Derecho no necesitan estar fijados
país. Este último ordenamiento puede es­ en normas escritas o, como suelen decir los
tablecer una solución distinta a ia contem­ juristas, «positivizados». Gracias muchas
plada en el Derecho comunitario: se trata, veces a estos principios no escritos, pero
en consecuencia, de que el juez nacional depurados por la experiencia jurídica, es
interprete su propio ordenamiento — que como el ordenamiento jurídico puede res­
es el que. prima facie, debe aplicar— a la ponder a las demandas sociales, ofreciendo
luz de la norma comunitaria en cuestión, soluciones justas.
sais1ando siempre las particularidades del
ordenamiento nacional en cada punto. José Miguel Embid

269
Hermenéutica Literaria
En este trabajo presentamos una serie crita o textual convoca a otras bajo el po­
de reflexiones en torno al tema la interpre­ der m ágico de una mutua atracción; se
tación literaria de textos escritos, cuestión trata, dicho sea de otra manera, de una -
muy relacionada con la teoría de la litera­ imantación recíproca. Esto implica que no
tura. ya que desde la óptica del lector el hay mónadas aisladas ni cerradas, al con- _
aspecto más interesante es el de interpretar trario de lo que sostenía el gran pensador '
lo que lee, cosa que realiza al mismo tiem­ Leibniz.
po sin darse cuenta de que está haciéndo­ Así pues, descendiendo al ámbito de hr^
lo. La lectura implica la configuración de poesía, el yo lírico se ve obligado a aban­
un segundo texto, que se convierte en me- donar la atmósfera y buhardilla sombría e
tatexto analítico-intuitivo; éste constituye inhóspita del solus ipse, renunciando por
el primer intento de exploración del senti­ tanto al romántico subjetivismo. Estos pre­
do. Es, por tanto, en una segunda lectura supuestos nos impelen a ratificar, por lo
cuando se ensayan las diferentes maneras que respecta al modas operandi de la poe­
de llevar a cabo la exégesis del texto. Hay, sía lírica, la dinámica que la caracteriza y
pues, varias vías de aproximación al texto. que puede formularse como el movimien­
Nos movemos, eu suma, dentro del rango to de la soledad a la comunión. Como dice
de acción de varias disciplinas. Antonio Machado:
Se trata de un punto de vista plural. No
No es el yo fundamental
existe )a posibilidad de uno solamente.
eso que busca el poeta,
Cuando el escritor crea su mundo, sin dar­
sino el tú esencial1.
se cuenta, pone al servicio del lector una
perspectiva prismática y arbitraria, que re­ El sohts ipse es la húbris del poeta en­
gula su conducta explicativa de una enti­ cerrado en su torre de marfil, donde vive
dad múltiple per se. si aceptamos la tesis o o sueña su propia existen cia subyugado
sentencia que define lapidariamente el tex­ por la obsesión esteticista, que consiste en
to como una suma de textos. Por mucha que para él la única profesión es el cultivo
coherencia, armonía y unidimensionalidad del arte por el arte. Este ser privilegiado
que derroche u ostente el autor en el dis­ se siente el centro de! mundo y no percibe
curso del proceso textual, la variedad de — o no quiere percibir— que existen otros
múltiples interpretaciones es un hecho ine­ hombres que rechazan tal engreimiento y
ludible. Lo mismo que no existe un idio- megalomanía. Hablando en términos filo­
lecto sin la presencia activa de un socio- sóficos, podría pensarse en la interferen­
lecto, ya que tal idiolecto sería incom ­ cia de dos dominios en conflicto: el onío-
prensible, del mismo modo no hay textos lógico y el ético. Por tanto, la búsqueda
unidimensionales, pues hay que tener en del tú esencial revela una especie de al­
cuenta la tradición y la historia cambiante truismo objetivo muy alejado del yo mo- .
que afecta a la interpretación y conoci­ nádico y sin ventanas a la realidad de los
miento de la obra literaria, la cual acarrea seres humanos.
un lastre cultural que influye en la confi­ En este modelo de empequeñecimiento
guración conceptual de la com petencia humano del poeta que no sale de su pro- .
lingüística. Ya sea por ósm osis, ya sea pía madriguera, sin participación en la
por contagio, una determinada entidad es­ realidad de los otros, se ubica el poeta

1 Am onio Machado, Poesía* completas, poema 1975, c o n e x c e l e n t e p r ó l o g o d e M a n u e l A l v a r .


CL X I , « P r o v e r b i o s y c a n ta r e s » , n .° X X X V I, « P r o v e r b i o s y c a n ta r e s » e s tá d e d i c a d o a J o s é O r te g a
p . 2 7 3 , d e la e d ic ió n d e E s p a s a - C a lp e , M a d r id , y G a s s e t.

270
HERMENÉUTICA LITERARIA

Juan Ramón Jiménez, cuya trayectoria lí­ En consecuencia, la poesía de J.R. Jimé­
rica consiste en un viaje que empieza y nez se interpreta según una hermenéutica
termina en sí mismo. Todos sus manifies­ estéúca, como se ve en infinidad de decla­
tos sobre su propia poesía están goberna­ raciones al respecto. Baste en calidad de
llos explícitam ente por esa voluntad de muestra su colección de aforismos titulada
aislamiento, La idiosincrasia de su praxis Estética y ética poética. La respuesta que
poética está subordinada a un proceso de da J.R. Jiménez a la machadiana «incura­
incesante creatividad contemplativa, fenó­ ble otredad de lo uno» es radical; la única
meno ilustrado en aquellas palabras de realidad es la trasmutación de las cosas y
San Agustín, que él asimila para su propio seres de este mundo en una realidad poéti­
provecho: «Noli toras iré, in interiore ho- ca subjetiva. Pero no se termina aquí la
minis habitat veriras.» Muchos de los poe­ cosa.
mas de La estación total responden a ese Es interesante, a este respecto, conside­
aforismo, que se traduce en un proyecto de rar un caso inverso al de J.R. Jiménez. Nos
doble perspectiva por lo que se refiere a la referimos al gran poeta eleático y esencia­
estructura y al estilo; se trata de un proceso lista Jorge Guillen, discípulo de J.R. Jimé­
de interiorización de la realidad múltiple y nez, de agudeza luminosa y penetrante in­
su correspondiente depuración estilística. tuición en los misterios de la poesía, sin
El poeta absorbe las realidades reduciéndo­ patetismos ni altisonancias. En efecto, Jor­
las y decantándolas a las dimensiones de ge Guillén enuncia con suprema claridad
su propio receptáculo, por una parte; y. por en un largo poema, «Más allá»; «...Depen­
otra, podando y excluyendo del poema los do de las cosas» y «La realidad me inventa
elementos accidentales, accesorios y anec­ / Soy su leyenda, ¡salve!»2. Enfoque, por
dóticos, quedándose con lo esencial de la tanto, radicalmente objetivo. El texto mis­
sustancia poética. Esia conducta abarca so­ mo señala con exactitud interjectiva la
bre todo la segunda etapa de Juan Ramón hermenéutica a seguir. Se trata de apunta­
Jiménez, desde Eternidades. con su ars poé­ lar la convicción optimista por parte del
tica, «intel ijen cía», pasando por La esta­ poeta de encontrarse rodeado de mucho al­
ción total hasta Dios deseado y deseante. rededor. equivalente casi exacto de la sen­
Este proyecto se manifiesta y explícita tencia o definición de la realidad por Orte­
en el deseo de eternidad y lucha contra la ga y Gassct: «Yo soy yo y mi circunstan­
muerte y en otras constantes temáticas cia.» El yo juanramoniano se tranforma en
como el ansia de plenitud, perfección, ar- un nosotros gozoso y eufórico, con el co­
monía*y unidad. Juan Ramón quiere estar rolario plausible de la aplicabilidad a la
sólo en el centro del mundo, entre el po­ instancia colectiva de un nosotros que se
niente y la aurora, y toda su existencia con­ percata de que «el mundo está bien h e­
siste en un trabajo poético «gustoso», fenó­ cho»1. El poeta se afana ufano en la tarea
meno que, com o poeta m ístico, define de recuperar y salvar la realidad, la natura­
como trabajo en Dios, dentro de una mira­ leza, las cosas o entidades concretas: «Bea­
da retrospectiva. Podríamos definirle como to sillón», «Ardor», «Cima de la delicia»,
un solitario endiosado. «Las doce en el reloj», «El arco de medio

2 « M á s a llá » , d e Cántica, e s u n la r g o p o e m a p ro ­ E s t a a c titu d l a m a n t u v o J o r g e G u ille n (turante t o d a su


g r a m é tic; o , c o n a s p ir a c i o n e s a la c a p ta c ió n , c o n te m ­ « a rm ó n ic a » v i d a , a p e s a r d e l a s la m e n ta c i o n e s , n u n c a
p l a c i ó n y r e c u p e r a c i ó n d e l a r e a l id a d m ú ltip le c o n la m e l o d r a m á ti c a s , d e Clamor, la s e g u n d a s e r i e d e Aire
q u e m a n t i e n e u n a a p a s i o n a d a r e la c ió n d e a s o m b r o , al nuestro, títu lo q u e d a G u i l lé n a l a p r im e r a e d i c i ó n d e
e s t i l o d e lo s f iló s o fo s p r e s o c r n lic o s . s u s Poesías completas.
i « E l i n u n d o e s tá b i e n h e c h o » p r o v ie n e d e l p o e ­
m a ( d é c i m a ) " .í i e a i o s i l l ó n » , t a m b i é n d e Cántico.

271
h e r m e n é u t ic a l it e r a r ia

punto», «Estatua ecuestre», «L os nom ­ nada menos que explicar la creación del
bres». La respuesta de Jorge Guillén es de mundo por medio de la combinatoria de
exaltación de los impulsos elementales, de números, letras y palabras hebreas. Entre
orden eufórico, dentro de una atmósfera de los humanistas ocupa un lugar excepcional
armonía cósmica y humana, que un exce­ Fray Luis de León, escriturista, teólogo,
lente crítico acaba de caracterizar com o filósofo, filólogo y poeta, que explica la
«nuestro m undo»! Jorge G uillén estaría «preñez de sentidos» que contiene el texto
completamente de acuerdo con Machado hebreo del A ntiguo Testam ento, en sus
en la proclamación solemne y urbi et orbi análisis del Cantar de los Cantares y del
de la «esencial heterogeneidad del ser». libro de Job preferentemente, argumentan­
Este principio permite la configuración del do con consideraciones de tipo lingüístico
impulso hacia el otro, la así llamada «Otre- y con la especulación conceptual, temática
dad», en el que se concentra la amistad, la estudiada a fondo por el autor de estas pá­
acción social entre los hombres y, en el ginas. Por lo que a Fray Luis se refiere, és­
más alto escalón, Dios, «el lú de todos»5. tos serían los dos principios que articulan
Siguiendo nuesLra ex p o sició n con la su hermenéutica literaria6.
consideración de la sustancia de la poesía, Continuando con la temática de los nom­
que son las palabras-nombres, y con el bres, con Cervantes comienza la época ra­
análisis conceptual metainterpretativo, que cionalista, que se caracteriza por el predo­
es en lo que consiste la hermenéutica des­ minio de las diferencias en lugar de las si­
de tiempo inmemorial, llama sorprenden­ militudes en lo que atañe a la relación entre
temente la atención e l toparnos con el las palabras y las cosas, fenómeno magis­
tema de los nombres, patrimonio ancestral tralmente explicado por Michel Foucault7.
y de renovada actualidad entre filósofos, Entre los críticos literarios el más original,
hermeneuLas y críticos literarios. La pala­ coherente e inteligible al respecto ha sido
bra, con sus funciones, es la que aglutina Leo Spítzer definiéndolo como «perspccti-
las diferentes ramificaciones significativas vísmo lingüístico», que, por otra parLe, es-
entre filósofos, filólogos, críticos literarios una muestra concreta de relativismo general
y poetas. La tradición respecto al tema es propio del pensamiento cervantino, Conten­
antiquísima. Efectivamente, desde los pre­ témonos con un ejemplo bien significativo:
socráticos en adelante la filosofía ha sido Se trata de la bacía o palangana de bar­
constituida por una constante explicación bero, que identifica Don Quijote como el
de textos y una r efle x ió n so b re la lengua; yelmo de Mambrino; para el realista (?)
Platón, los sofistas. la escolástica, los nomi­ Sancho Panza, tal objeto es una bacía y
nalistas, el existencialismo con Heidegger a para el narrador que dirime la controversia,
la cabeza, lo han practicado, creando in ­ no es ní yelm o ni bacía, sino baciyelmo.
clusive neologismos ad hoc. Entre los teó­ Este ejemplo es relevante, pues la misión
logos y escrúuristas sobresale la muy in­ de la Henilenéutica se cifra en el esclareci­
terdi sciplinar tradición de divinis noim'íii- miento del sentido del texto, y a este res­
bus. muy practicada por las corrientes pecto, el perspeetivismo del Quijote es ini­
neoplatónicas, la Cabala, que pretende mitable e insustituible.

^ F r a n c i s c o J a v ie r D i e z d e R e v e n g a , Jorge G u i­ b J u v e n t i n o C a m i n e r o . L e razón filológica en ht


llen: v¡ ¡Meta y nuestro m undo, £d. Anihropos. Bar­ obra de Fray Luis de León, U n i v e r s i d a d d e D e u s to .
celona, 1993. E d . R e i c h e n b e rg e r , K a s s e l, 1 9 9 0 , passim.
■' C onceptos que p rovienen de los escrito s de .luán 1 M i c h e l F o u c a u l t . Les mais et les dioses. Une
ile M uircna. el m ás prestigioso de los d isfrac e s de An­ archeologie ¡Jes Sciences huma ines, E d . G a l li m a r d ,
dido M achado: son escritos asislem dticos, d e gran re­ 196 6 .
f r í e conceptual, irónico y estético.

. -72
HERM ENÉUTICA LITERARIA

Dentro de la historia de la poesía «mo­ tura automática de los poetas surrealistas.


jí dema», desde Baudelaire a nuestros días8, La espontaneidad artística no existe. Sobre
^ d isponem os del caso extremo del crípLjco esto hay mucho que decir, com o hem os
£• .Maílarmé, para quien la poesía no se com- demostrado en otro lugar.
i pone de ideas, sino de palabras, liberadas Para Jorge Guíllén, la poesía está en los
Z-"de la referencialidad codificada en la len- nombres, pero no como tales, sino eleva­
*■- gua; poseen su propio universo y, desde el dos a categoría artística. Y este principio
'•j punto de vista de la mimesis, habría que es aplicable al sencillo Gonzalo de Ber-
postular una hermenéutica de la no-signifi- ceo, lo mismo que al difícil y oscuro con­
; cación; sus cartas credenciales de identi- ceptista Luis de Góngora. Más que Gón-
fícación personal estarían constituidas por gora, Jorge Guillén es un poeta-filósofo,
: un permanente baciyélmo. Estas no ideas-sí que crea realidades poéticas empujado por
palabras no pertenecerían al sistema de la un sentimiento de admiración, de recupe­
.. lengua; serían un perfecLo ejemplo de Cá- ración y salvación de la realidad. En este
■ bala poética; en última instancia, un calle- sentido se debe interpretar el poem a de
■' jón sin salida a un túnel interminable. Cántico, «los nombres»;
Hemos llegado al caso extremo de la no-
...El horizonte
significación, convencionalmente hablando,
entreabre sus pestañas
pues es posible que lo que a primera vista
y empieza a ver ¿qué? nombres.
■- no significa nada a lo mejor termina en ple­
Están sobre la pátina
nitud de sentido, como ocurrió en su tiempo
de las cosas...
'' con las tablas de la escritura cuneiforme, la
■■ referencialidad del «sistema» de los jeroglí­ Con el advenimiento del ocaso el hori­
ficos y la escritura al revés de los famosos zonte cierra sus pestañas y las cosas desa­
manuscritos del gran Leonardo da Vinci. parecen, pero quedan los nombres. Por
Este no es el caso del luminoso universo consiguiente, la realidad se ubica y se con­
en el que sestea el bien hecho y fedatario serva en los nombres.
de vida Jorge Guillen. Aunque en su poe­ Los impulsos elementales se materiali­
sía abunden las imágenes utilizadas más zan en una especie de exaltación y fraseo­
en función conceptual que emotiva, de logía interjectiva: equilibrio, armonía, de­
acuerdo con el veredicto de Antonio Ma­ leite, perfección; una poesía pura y deshu­
chado, el intelectual! smo que parece des­ manizada, «nía n o n troppo». C á n tic o es un
prenderse de la espectacular elaboración inventario de impulsos elementales y de
artística de su Cántico es debido a impul­ id ea liza ció n muy coherente, muy b ien
sos elementales, según la fórmula de Dá­ programado y compuesto poco a poco a tra­
maso Alonso al respecto9. Aunque el inte­ vés de los años, como Las flores del mal, de
lecto no haya cantado jamás por no ser su Baudelaire, o The Leaves ofGrass, del gran
misión, no es legítimo pasar por alto que derramado y espléndido Walt Whitman, que
toda poesía es artificio, desde los «suspiri- hechizó a otros poetas como León Felipe
llos germánicos» de Heine-Bécquer hasta (traductor de «A Song to Myself») y Fede­
los más complejos poemas del existencia- rico García Lorca, autor de la surrealista
lista y pulcro miembro de la Generación «Oda a Walt Whitman», que contiene una
del ‘27, autor de Cántico y de Clamor. El castración simbólica del «Apolo virginal»,
artificio invade también la presunta escri­ para evitar que los homosexuales viciosos

* H u g o F r ie d r ic h , La (structura de la lirica ma- v « Im p u ls o s elemcnialEs e n la p o e s ía d e J o r g e


derna. De Baudelaire a nuestras dîas, S e ix B a rra i. G u i l lé n » , e n Poeta.’; españoles contemporáneos. C Ire-
B a r c e lo n a , 1 9 7 4 . d o s, M a d rid . 1 9 6 5 .

273
HERMENÉUTICA LITERARIA
1
y non gratos le adopten como santo patro­ Esta modalidad de poesía lírica, en U
no de su cofradía o gremio. que se polariza la expresión hacia d en*-
La poesía de J. Guillen es lina poesía pleo de la imagen más en su función con­
que recoge en su ámbito sensaciones ele­ ceptual que emotiva, es rechazada por al­
mentales al contacto con la Naturaleza y el gunos críticos (A. Machado) y aprobada
Cosmos: es una poesía que idealiza la vi­ por otros (Jcan Cohén) bajo el presupuesto 7
sión de los universales primordiales: es la canónico y absoluto de que sólo existe k 1
noología y cosmología; la primera es lírica, lírica del sentimiento, excluyendo al rtv
la segunda es épica, la primera siente, la to, que motejan de lógica rimada, como la "
segunda nana las maravillas del universo. barroca del xvti y la neobarroca de] XX. o
Esta doble vertiente se ilustra con fuerza la así llamada poesía deshuman izada, fór- - -J
en el poema XI de Soledades, de A. Macha­ muía trasvasada de la más general enun* a
do que comienza: «Yo voy soñando cami­ ciada por Ortega y Gasset como la des/ui-
nos de la tarde», cuya estructura es un movi­ maturación del arte, concepto que ha con- ■
miento dialéctico y alternante de las isoto­ tribuido enormemente al esclarecimiento de j
pías noológicas y cosmológicas. La primera algunas tendencias artísticas del siglo xx.
predomina en Soledades, galerías y otros He aquí una definición bien hecha de la
poemas y la segunda en Campos de Castilla. poesía en cuestión:
Todo buen poeta se esfuerza en captar y
cantar los universales del sentim iento, La tendencia a eliminar lo personal, -
como Jorge Guillen en «Arco de medio sentimental, poético, anecdótico, histó­
punto» (la amonta), «Las doce en el reloj» rico, y a rehuir su efusión directa, lle­
(la perfección), «Estatua ecuestre», con el gando de hecho a deshumanizar hasta
famoso verso, «Inmóvil con todo brío»; cierto grado el poema, tachando en él lo
«Cima de la delicia» (la existencia es pleni­ que de un modo directo apela a las fa­
tud de deleite), con el famoso verso, «Todo cultades de un hombre normal, que no
es intelectual ni artista*11.
en el aire es pájaro»; con un verso que defi­
na la plenitud del día: «Es el redondea­ La etiqueLa de «poesía deshumanizada»
miento l del esplendor: mediodía»; «Beato fue aceptada cum mica salís por algunos
sillón» (la felicidad humana en nuestro críticos (Friedrich-Siebenmann), por algu­
mundo: «El mundo está bien hecho.») nos de los interesados, con precisiones y
La doble isotopía indicada — noológica, distingos, com o en el caso de Dámaso
cosmológica— se funde en la práctica poé­ Alonso, García Lorca, Rafael Alberti, quien
tica de muchos poetas, como en The I.ea- declara que su experiencia gongorinista en
ves of Grass. de Walt Whitman, en La es­ su libro Cal y canto estuvo a punto de pe­
tación total y Animal de fondo, de Juan trificarle el sentimiento, según su autoeva-
Ramón Jiménez y, últimamente puesto al luación en La Arboleda perdida. Sin em­
día científicamente hablando, en Cántico bargo, el más afectado, Jorge Guillén, pro­
cósmico, de Ernesto Cardenal. Escogemos testó con vehem ente ironía en un bello
uno de los más ilustrativos y significativos, ensayo:
«El otoñado», de J.R. Jiménez: «Chorreo
luz: doro el lugar oscuro, / trasmino olor: Un poema deshumano constituye una
la sombra huele a dios»10. imposibilidad física y m etafísica, y la

!0 Faginas escujidas. V erso, ed. de R icardo G u-


¡lón, G redos, M adrid, 1974, p. 195.
11 Ju an C a n o B a lle sta. poesía española entre
pureza y revolución (1930-J936), Gredos, Madrid,
1972, p." 34.

274
HERMENÉUTICA LITERARIA

i. mutila deshumanización del arte, acu- La poesía es lenguaje patético y en


íi.ida por nuestro gran pensador Onega cuanto tal. difiere del lenguaje no poéti­
\ Gasset, sonó equívoca. Deshumaniza­ co. La oposición patcma/noema es el
ción es concepto inadmisible, y los poe- rasgo funcional pertinente de la diferen­
Lrt de los años 20 podrían haberse que­ cia poesía/no poesía11.
d a d o ante los Tribunales de Justicia a
A los teóricos de la literatura les gusta
i-;uisa de los daños y perjuicios que el
etiquetar todo objeto literario como si fue­
um.1 y abuso de aquel novedoso vocablo
ra material de laboratorio, exactamente
les infirió como supuesta clave para in-
igual que hacen los botánicos con las plan­
lerpretar aquella poesía... No era justa ni
tas, pero a los críticos literarios se les re­
referida a las construcciones abstractas
belan las categorías instrumentales, como
del cubismo... Otra cosa habría sido ha­
ocurre con los peces en el agua cuando in­
blar de an ti sentimentalismo, de antirrea­
tentan atraparlos con las manos, y es que
lismo12.
la arbitrariedad del signo lingüístico afecta
Este salto del dato empírico (poema) a también al metalenguaje de la interpreta­
|a fórmula abstracta (reoría), verbalícese ción literaria, en la que abunda el traspaso
de una u otra manera, constituye un princi­ de concep tos de género a género, Por
pio inevitable de la Hermenéutica del tex­ ejemplo, el análisis de los romances del
to. con objeto de practicar un análisis téc­ Romancera gitano encuentra la combina­
nico. libre de la paráfrasis tautológica y la ción de elementos de las tres formas litera­
para fe mal i a accesoria y decorativa. Ob­ rias fundamentales: la lírica, la épica y el
viamente, estamos refiriéndonos a un vicio drama. La labor convencional del crítico
crfiico literario por exceso, aunque tam­ es inventariarlos, clasificarlos, definirlos y
bién se puede incurrir en el vicio opuesto: explicarlos, quedándose tranquilos d es­
por defecto, limitándonos a un esquema pués del esfuerzo. Otro buen ejemplo lo
analítico demasiado sucinto, máxime si se ■tenemos en la clasificación generacional,
trata de un texto denso, que necesita ser método que muchos críticos reprueban,
glosado para su comprensión. por ser parcial el enfoque a la hora de de­
Volviendo al tema del lenguaje de la poe­ terminar quiénes deben ser considerados
sía lírica, es difícil apartarse de la teoría de como integrantes de la generación (del 98.
la desviación en sus diferentes definiciones. Modernismo, del 27 )15. Hay escritores que
Aquí encajaría la sostenida por E.A. Poe y no aceptan ser incluidos en grupo alguno,
G.A, Récquer, que se explícita en la eleva­ haciendo alarde de originalidad y ostra­
ción artística del lenguaje ordinario por me­ cismo, con aspiraciones a la posesión de
dio de la excitación del espíritu, fundamen­ un permanente vanguardismo. Frases que
talmente, aunque la cosa es más compleja1-1. los definen: poseen un estilo inimitable
Un pensador brillante, Ortega y Gasset, lo (J. Joycc) o es el espíritu de la contradic­
define como el eludir el nombre cotidiano ción (Unamuno) .
de las cosas. En este sentido, la mejor defi­ Así como para el Hegel de la lógica la
nición que encuentro es la muy razonada de idea es el todo, lo mismo es para Unamu­
Jean Cohén, que reza así: no el hombre de carne y hueso. Unamuno

13 Jo rg e Q uillón, Lenguaje y poesía. Algunos ca­ 14 J e a n C o hén, El ¡enguje de la poesía. Teoría de


sos españoles, 2 .‘ e d ., A lian z a . E d ito r ia l. M a d rid , la poeticidad, G rcd o s, M a d rid , 1982, p . 165.
1972, p. 191. 15 V e r V íc to r G a rc ía d e la C o n ch a, « L a p o e s ía e s ­
Literatura europea
11 V e r J u v e rd in o C a m in e ro , p a ñ o la d e 1975 a 19 7 5 » , p r ó lo g o al p rim e r to m o ,
del siglo XX. Comentes, teoría, sistema y glosa, Ed. d o n d e se ex p o n e el tem a en cuestión.
U n iv ersid ad d e D eusto, B ilbao, 1992; para u n a teo ría
c o m p le ta so b re la tem á tic a en c u e stió n , pp, 247-272,

275
HERMENÉUTICA LITERARIA

realiza verdaderas heroicidades para de­ miento. Lo expresa muy bien Unamuno en
mostrarlo. Tiene una gran habilidad para varios lugares de su extensa obra, como
vivir de contradicciones y paradojas; y hay por ejemplo en el poema «Caña salvaje»,
que constatar que, a pesar de su tendencia composición que hemos analizado en otro
a la argumentación sofística, sale a ñote s it io 18. L as'p ostu ras de U nam uno son
desde el punto de vista literario, según el siempre radicales: todo o nada, principio o
cual toda estética aunque se llame de lo fin; no acaricia términos medios. No es fa­
feo y de lo cómico, tiene validez, como la m oso Unamuno por su sobriedad y ecuani­
caricatura, lo grotesco y el humor negro. midad;, es un ser insatisfecho, torturándose
Volviendo al tema de la estética poética, constantemente por el deseo de eternidad;
y teniendo en cuenta la postura de Antonio cuando no lo consigue en el ámbito del
Machado con respecto a la definición de la tiempo, lo busca en el espacio y en la ma­
lírica, que es una honda palpitación dei es­ teria, particularmente en la dura roca de
píritu, la palabra esencial en el tiempo, granito. Pocos escritores hay que tomen la
que no hay otra poesía que no sea la senti­ poesía, y la literatura en general, para libe­
mental, condenando al Barroco del X v ii y rarse de sus propias dudas y congojas; el
el Neobarroco del siglo x x por des tempo­ deseo de no morir le impulsa a poner so­
ralizar la lírica y por usar las imágenes más bre el papel sus traumas y zozobras inte­
en su función conceptual que em otiva16. riores.
Unamuno por su propia cuenta y riesgo re­ Eli razón de todo lo dicho anteriormente
suelve el problema de manera astuta, có­ podemos definir y enmarcar la hermenéu­
mico sería y de un plumazo en su «Credo tica literaria de acuerdo a los criterios su­
poético»: «Piensa el sentimiento / Siente ministrados por el texto y su historia. El
et pensamiento.» Según estas evidencias, texto es la instancia literaria básica que es
Unamuno no parece creer en la compartí- dependiente, en su configuración, del au­
mentalización de las facultades, así llama­ tor y su intencionalidad al re-crearlo de la
das, del alma; eso lo deja a la jurisdicción forma o género escogido para llevarlo a
de críticos literarios. El ser humano es un cabo sin sorpresas ni contratiempos; es de­
individuo vivo, no una abstracción, y así cir, si el autor escoge la forma del soneto
se explica que no tenga en cuenta los capí­ no tiene más remedio que atenerse a las
tulos del Quijote que versan sobre crítica normas por las que se rige el soneto (géne­
literaria a la hora de comentarlos en su ro cerrado con estatuto codificado); pero,
Vida de Don Quijote y Sancho. La poesía si el autor escoge la forma de la novela, el
es vibración vital individual, rechazando margen para ejercer la subversión estética
el racionalismo que presupone cualquier es mucho más amplio, ya que la novela es
preceptiva, proel amando magistralmente un cajón de sastre o un saco donde cabe
que la poesía no se elabora de acuerdo con todo; aún así, la novela ha cambiado tanto
preceptos ni tampoco con conceptos sino que la crítica se ha inventado la etiqueta
con posteeptos17. de anl i-no vela para definir algunas moda­
En c o n se c u e n c ia , p a r a c a p ta r lo q u e d e ­ lidades que transgreden los elementos for­
te rm in a la ín d o le d e l a p o e s ía , s e im p o n e males que la mimesis ha ido estipulando a
Una h e rm e n é u tic a d e l s e n tid o y d e l s e n ti­ través de los anos. Valga el ejemplo tcóri-

lh V er Juvcnlìno Cam inero, «U na desiniti fi caci ón dei '* J. Caminero. «La poesía de Miguel de Unamu-
H.inuco: Caldcrón en la estetica poètica de Antonio M a- no en Andanzas y visiones españolas y en Rinitis de
d ia d 1»,. ìx'ims de Demo, 22 (jul.-dic.. 198 1), pp. 23-53. dentro», en el libro colectivo i Hulado La poesía de
1 Ver J. ( animerò. «.El sistema poètico de Miguel Miguel de Unamuno, ed. a cargo de J.A, Ascuncc.
[II- Unamuno,,, f,etras dt Deusto, 14 (jul.-dic., 1977), Mundaíz, San Sebastián, 1987. pp. 107-176.
pp. ìj7-S5.

276
HERM ENÉUTICA LITERARIA

ET çp del movimiento más radical a este res- mundo todo es relativo, particularmente en
i r pecto: el Nouveau Roman, que proclama el ámbito de la ficción, cuando ésta invade
» .q u e la tradición mimètica nos ha transmíti- el campo de ¡a realidad histórica, el texto
S | do una visión falsa de la realidad, con Ios y sus dramatis personas adquieren una
» conceptos de verosimilitud y coherencia, nueva personalidad, siendo al mismo tiem­
sfcpluridìmenskmalidad, desde el realismo po protagonistas y testigos de su propia

P ■optimista del siglo x ix y las vanguardias


"(tel XX, como el expresionismo, el surreali-
mo o el existencialismo. En este sentido, el
historia.
El caso más claro se encuentra en El
Quijote de 1615, cuando se notifica a los
^ h manifiesto teórico más importante es V ère protagonistas que la historia de su vida y
du Soupçon, de Nathalie Sarrau te. Sola­ aventura ha sido impresa y leída por mu­
la mente es perceptible la dimension de la cha gente, con el deleite de Sancho Panza
S£. superficie, y la misión de la novela es des- al saber que él es un importante «persona­
’X\ cribir el «estar ahí» de las cosas; no hay je» de ella. D e facto, a pesar de ser El Qui­
i f más realidad que ésa, ni ontológica, ni éti- jote una obra de ficción, la segunda parte
'V: ca, ni estética, ni psicológica. Por eso la está condicionada por la existencia de la
nueva novela es denominada «cosista» o primera (ficción-historia). Efectivamente,
«reista». Otros miembros del movimiento los paralelismos entre una y otra son mu­
; . en cuestión son Alain Robe-Grillct y Mi- chos. Hay que tener en cuenta, además,
■ chel Butor. Todos han sido devastadora- que no solamente se trata de una realidad
V.' mente flagelados por Roland Barthes'5. imaginaria inventada por Cervantes, sino
En segundo lugar, una vez publicado, el de la historia en el sentido convencional
= texto entra en la Historia y el lector implí­ del término; es decir, una serie de hechos
cito se convierte en lector explíeilo. que sucedidos que se narran como tales.
añade un cortejo de condiciones externas, A esto se debe añadir otro ingrediente,
■ más las propias de su formación personal, histórico, que impulsa a Cervantes a publi­
a la hermenéutica de la obra literaria. Es- car la segunda parte, y es el hecho de la
tos conceptos son utilizados con gran ren- publicación del falso Quijote de Avellane­
tabilidad estética por la Pragmática y la da. Estos factores representan, por otra
Estética de la Recepción. parte, una dosis bastante grande de meLa-
En consecuencia, la siguiente correla­ hermenéutica que forma parte de la sus­
ción es plausible y sugerenfe. Así como el ta n cia riel r e la to . S i esta hipótesis es legíti­
texto se constituye como una suma de tex­ ma, tendriamos en el mismo receptáculo
tos, la hermenéutica del texto se compone los dos tipos de texto: el novelesco de la
de las distintas interpretaciones a través de ficción que se cuenta, y el novelístico que
. la historia, siempre modifícabie, por des­ se comenta. Esto es así sencillamente por­
contado, claro está. Por tanto, el Irío que que el relato es la forma global. Así pues,
interviene potencialmeme en el proceso de todos los elementos ajenos a la instancia o
la hermenéutica literaria admite ser identi­ estructura narrativa quedan bajo la custo­
ficado esquemáticamente como autor-tex­ dia de la susodicha forma.
to o forma-lector. Como ya hemos sugerido, los capítulos
Este es el paradigma, con voluntad de de la hermenéutica literaria dependen fun­
generalidad, pero que no es necesariamen­ damentalmente de los cánones del género
te aplicable siempre, pues como en este o forma en cuestión, tanto desde la pers-

Ver Ensayos críticos, Seis Banal. Barcelona.


1967. Ver también J. Caminero, Literatura europea
del siglo XX. til., pp. 227-246.

277
HERMENEUTICA LITERARIA / HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

peciiva de la sumisión como desde el pun­ La interpretación creativa del texto litera* i
to de vista subversivo, lo mismo si se trata río es ínterdisciplinar, como lo muestra el | |
de un panegírico que si se trata de una pa­ mosaico de las razones: la razón poética J
rodia o caricatura. La hermenéutica litera­ (Jorge Guillén), y la razón filológica (Fray 'Jj
ria está llamada a extender sus tentáculos Luis de León), y la saga de los principios: ^
sobre cualquier género. el principio poético (Edgar A. Poe), el prin* ^
Como conclusión haremos algunas con­ cipio esperanza (Emst Bloch), el principio
sideraciones a tener en cuenta. Desde el de realidad y el principio de placer (Freud),
punto de vista del sentido del texto, el tema Lo mismo que de principios, se puede i!
puede estar sometido a un permanente esta­ hablar también de estratos y niveles: el en1
do de la cuestión, fenómeno debido a la foque literal, el metafórico, el alegórico, el j
ambigüedad del discurso en El Quijote. El anagógico; la forma y el sentido, la forma
cóm o indefenso es tributario del qué, lo interior y la forma exterior. ' ^
mismo que la sintaxis lo es de la semántica. Finalmente, debo advertir que este ensa- ^
El tema de la recurrencia afecta a las yo sobre hermenéutica literaria es esque- ~r
funciones del lenguaje, la informativa y la mático. sugerente y con un potencial enor- . ■;
expresiva, de las que se aprovecha la dia­ me de virtual desarrollo y expansión dis- .1
léctica discursiva entre los estilos: el idio- cursiva. -A
lecto y el sociolecto mutuamente condicio­
nados por la necesidad de supervivencia. Juventirto Caminero^

Hermenéutica Sociológica
«...el individuo es salvado, de «sentido» que se manifiestan como cul- í
no el pueblo o el Estado.» tura objetiva1 — el totemismo, el carisma, -
A. von H a rn a c k el fetichismo de la mercancía, la moda, la '
arquitectura, ele.— y como cultura subje- 2
Hamlet: tiva2 — como el sentido mentado y subjeti- j|
«Es que no tiene este individuo vo de los sujetos de la acción4— . Una her- \
sensibilidad en su oficio que
menéutica sociológica se despliega como •
canta mientras cava sepulturas.»
un «keying frame», com o un «marco in-.ri
S h a k esp e a re terpretalivo» en el que comparecen unos i
«El tiempo vuela sobre nosotros, contenidos, unos aspectos de la existencia ;
pero deja su sombra detrás.» que son determinados en sí mismos, pero 3
que en cuanto tales no contienen ninguna
Nathaniel Hawthorne
estructura, ni Ja posibilidad de ser aprehen­
«Los profetas tienen e! poder didos por nosotros en su inmediatez. Tales
de matar con las palabras.» contenidos adquieren sentido a través.de. '
M ili. Weber unas/ormas o configuraciones, a través de -
unos principios sintéticos que seleccionan -j
Una hermenéutica (interpretación) so­ las posibles relaciones de los elementos ■’*
ciológica da cuenta de las constelaciones dentro de unidades, de identidades de sig- (

1 G. Simmel, «El concepto y In tragedia de la cultu­ 2 G. Simmel, opus cit.


ra», en Sobre ¡a aventura, Barcelona, 1988, 204-31. 3 M. Weber, Economía y sociedad, México, 1978,6. .

278
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

niñeado. Estas formas, como han visto que construyen unos mundos de sentido,
.Sinmiel4, Durkheim5 y Bourdieu67son si­ las realidades sociales múltiples de una
milares a las categorías a priori del cono­ conciencia colectiva plural que aloja unas
cimiento de Kant, pero difieren de ellas en representaciones colectivas, unas esferas
Jos aspectos importantes; informan no culturales de valor.
sólo el aspecto cognitivo, sino todas las di­ Las formas sociales adquieren autono­
mensiones de la experiencia humana y no mía en relación a los impulsos momentá­
son fijas ni inmutables, sino que emergen, neos y a las demandas inmediatas de la
se derrollan y quizás desaparecen a lo lar­ vida de dos maneras.
go cid tiempo. Desde una perspectiva so­ 1. La primera es a través de estructu­
ciológica. tales contenidos son necesida­ ras institucionalizadas (Gebilde) más «vi­
des. impulsos y propósitos que conducen a sibles», más evidentes — el totemismo, el
tos individuos a interactuar de una manera Don, el carisma, los Estados-nación, las
u otra. Las formas son los procesos sintéti­ estructuras familiares, las organizaciones
cos- por los que los individuos se combi­ eclesiásticas, las organizaciones militares,
nan en unidades supraindividuales que las comunidades, etc.— . que representan
pueden ser estables o transitorias, solida­ una objetivación (Vergegenstandigung) de
rias o antagonistas, etc. las formas simbólicas. Para que estas for­
El imaginario psico-social actúa como mas estén disponibles transpersonalmente
el reservorio de los contenidos, como el es preciso que una poicsis personal creati­
caos, como el abismo, como la alteridad y va exteriorice unas señales y unos símbo­
originación perpetua de alteridad que figu­ los que son « transgresivos»9 por cuanto
ra y se figura (es figurándose), es creación que franquean la frontera entre lo interno
de «imágenes» que son como figuraciones (individual) y lo externo (social) y se sitúan
de presentíficaciones de significaciones o en un plano de evidencia psicosocial mani­
del sentido1, pero, el imaginario precisa de fiesta, como las señales y los constructos,
unas/orwjíTj a través de las cuales pueda o latente, como los símbolos. La función
expresarse, ya que por sí mismo no lo pue­ característica de las instituciones es la des-
de hacer. En este sentido, el espíritu hu­ carga-exoneración (E iU ta s tu n g ) 10 de las
mano despliega, en primer lugar, unas motivaciones subjetivas y de las improvi­
protofunnas, unas Ur-bilder, unos arque­ saciones frente a determinadas decisiones y
tipos que conectan la experiencia del hom­ programas de acción, es decir, las institu­
bre en el mundo con una ¡mago Dei, con ciones constituyen un umbral de tipifica­
un «Sí mismo» no-temporal, donde se ins­ ción cultural que opera con arreglo al pre­
cribe la «experiencia del lím ite»8 como supuesto: «así es hecho eso, por tanto, así
respuestas a unas preguntas primordiales lo hacem os nosotros» («so wird es ge-
que recurren persistentemente: la muerte, macbt, so machen wir es»)!1. Debido a la
el mal, el sufrimiento, la alienación, etc., indeterminación insLintuai del hombrera di­
y, en segundo lugar, despliega unas fo r­ ferencia del animal, cada cultura extrae, de
mas (configuraciones) socio-culturales la multiplicidad de posibles modos de con-

4 G. Simmel, Sociologia, Madrid, vol. 1, 1977, s A. Schütz, Th. Luckman, Strukturen der Le­
11-56. benszeit, Frankfut/M, vul. 2, 1984, 175.
5 E. Durkheim, M. Mauss, Primitive classifica­ 15 E. Neumann, Die Psyche als Ort der Gestaltung
tion, Chitmgo, 1963, 11, 66. Frankfurt/M. 1992, 10.
6 P. Bourdieu, Zur Soziologie der symbolischen 10 A, Gehlen, Urmensh und Spätkaltur, W iesba­
Formen, Frankfurt/M. 1970. 125 ss. den, 1986,23.
7 C. Casioriadis, L ‘institution imaginaire de la 11 Th. Luekman, Theorie des sozialen Handelns,
société, Paris, 1975, 493 ss. Berlin, 1992,146.

279
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

ducta humana, ciertas variables y las exige cosas»13. Las diversas esferas de lo real se
en modelos conductuales* 11, aprobados por constituyen por medio de relaciones de co-
la sociedad y obligatorios para todos los pertenencía, de «implicación» mutua16, el
individuos que la componen. Estos m ode­ todo remite a las partes, lo sagrado a lo
los conductuales o instituciones, exoneran profano, la luz a ja sombra, el bien al mal,
al individuo de un exceso de decisiones, la riqueza a la pobreza, etc. En la sociedad
constituyen una gula para las innumera­ se configura un sistema de posiciones y de
bles impresiones y excitaciones que cir­ posidonam ientos sociales que se definen
cundan al ser humano abierto al mundo. A las unas en relación a las otras (títulos, ho­
la pregunta: ¿Cómo puede estabilizarse la nores, prestigio, servicio, dinero, etc.). El
existencia humana que es instintualmente «valor» de una posición social se determi­
limitada y abierta (culturalmeme) al mun­ na por: a) La «distancia social»17, en el
do?, responde Gehlen con un «estar-ya- caso de las clases sociales y de las jerar­
comprendido»13. con una «rutinización» quías de prestigio, donde opera una dife­
de determinados modelos conductuales, renciación estratifícacional, y b) Por el
que evita la constante necesidad de experi­ «adentrofafuem» que configura la inclu­
mentar la novedad más nueva con arreglo sión de individuos en roles, funciones y
al esquema ensayo-error. posiciones heLerárquicamente, con arreglo
El mundo infinito y contingente consis­ a un tipo de diferenciación funcional18. La
te en innumerables contenidos a los que se distancia física y Ja distancia social son en
da una determinada identidad, estructura y principio rigurosamente distintas la una de
significado a través de la imposición de la otra. Una está al lado de la otra, ninguna
unas formas que el hombre ha creado en et es más importante que la otra. D os actores
curso de su experiencia. Ambos momentos pueden ocupar posiciones cercanas en un
(el contenido y la forma) de la construc­ espacio físico, y, sin embargo, estar sepa­
ción de constelaciones de significado son rados por una distancia social vertiginosa.
igualmente constitutivos, la negatividad Así, por ejemplo, los héroes de la célebre
del caos de comenidos es un producto de novela de D.H. Lawrence, Lady Chatterly
la constitución del orden de las formas, sin y su amante, están en la situación de que
la negatividad del caos no existe positivi­ la interacción amorosa (distancia que Lien-
dad del orden14. La constitución del orden, de a cero) no alcanza a colmar el abismo
de la identidad tiene como su condición de social que les separa (distancia que tien­
posibilidad a la alteridad del caos. de a infinito). I .as posiciones sociales son
Ninguna cosa o evento tiene un signifi­ com o las notas de la música, no pueden
cado predado, intrínseco, su significado adquirir un valor preciso (do, re, mi, etc.)
sólo emerge a través de la interacción con más que en el interior de una determinada
otras cosas o eventos. Ningún precepto le­ gama en relación con las otras notas de la
gal, creación estética o descubrim iento gama, es decir, en el interior de un sis Lema
científico son válidos en sí mismos, sino de intervalos. Como mejor puede ser en­
sólo en relación a otras distinciones direc­ tendido el mundo es en Lérminos de con­
trices opuestas. «Las relaciones crean las flictos y contrastes enLre categorías opues­
cosas, las relaciones existen antes que las tas. Algunas veces, estas cualidades opues-

A. CiL-blcn. Antropología filosófica. Barcelona. W. Ross, Nuestro imaginario cultural, Barce­


,s
1903, 89. lona,
1992, 27.
11 A. Gehlen, Urmensh and Spiiiktthur, Wiesba- A. Orli/-Osés. Metafísica dd sentido, Bilbao. I9S9.
16
vleti. lOSfi, 43. P. Bourdieu, Lí7 distinción, Madrid, 1988.
17
11 (i.iLiiiiim, Modemity mui Ambivalente. Lon- 18
N. Lu hm an n , T h e D i j f e r é n t i a l i a n o f S o c te l y ,
iltin. ¡ [)<) i _ 7 . New York, 1982.
HERM ENÉUTICA SOCIOLÓGICA

I* las o tendencias son vistas como surgiendo significaciones primarias, literales, sensi­
¡ p de una unidad indiferenciada; algunas veces bles, a las máscaras, báculos, polvos, pan,
¡E -son «juntadas» de tal manera que una nueva vino, etc., pero también el símbolo está liga­
jp~- forma hace su aparición, como una síntesis do por lo simbolizado, de lo cual recibe su
|>: de opuestos o como punto intermedio entre contenido, como «epifanía de un misterio»20.
P ambas; algunas son vistas como variando de El símbolo se manifiesta como forma, como
p - forma inversamente proporcional; frecuen- principio sintético que aúna «la realidad
fe ; tómente son presentadas como contrastes otra» (Dios), infinita, indeterminada y «esta
IT sólo aparentes,' dimensiones polarizadas de realidad» (clan) finita, determinada y contin­
r aquello que es una unidad englobante19. gente. El símbolo comparece como la noti­
Wr'-i Quizá, com o mejor se,com prenda el cia de una escisión dramática: el simbolizan­
significado de las formas que se manifies- te (clan, bandera) y lo mentado, simbolizado
ri tan com o instituciones, com o símbolos (el misterio tremendo y fascinante), aquí ra­
6,- colectivos, sea a través de algunos ejem- dica su «potencialidad mágica21, como afir­
* píos. A sí, el totemismo, para Durkheim, ma Mauss, en su potencialidad juntora, rela­
aparece como una protoexperiencia, como j.d tora, en la «complexio oppositorum»22 ima­
i1 una Ur-erfahrmg , como una experiencia gina! de opuestos reales.
religiológica originaria donde se pone de El sím bolo del «Don», estudiado por
“i manifíesLo una creatividad social, una Ges- Mauss, pone de m anifiesto que el inter-
i “ taltung (configuración) que opera dramati- ¡1 cambio interiribal de regalos representa un
zando performativamente un mito. «El tó- \\fenómeno social total21 de prestaciones so­
tem es ante todo un símbolo, una expre- ciales de tipo, agonístico, donde se expre-
■ sión material de alguna otra cosa. ¿Pero de f,I san instituciones religiosas, jurídicas, mo-
qué?,.. Tal símbolo expresa y simboliza Y1 rales y económicas. La pregunta a la que
dos cosas diferentes: por un lado, constitu­ responde este hecho social total es: ¿Qué
ye la forma exterior y sensible de lo que V fuerza tiene la cosa que se da, que obliga

co. Pero, por otro lado, constituye también


el símbolo de esa sociedad determinada
¡
hemos llamado el principio o Dios rotémi- • al donaLario a devolverla? Las cosas obje­
to de cambio en el potlatch, poseen una
virtud que obliga a los dones a circular, a
- llamada clan. Es su bandera, es el signo por ser dados y a ser devueltos. El conjunto de
medio del cual cada clan se distingue de los estas cosas preciosas constituye el caudal
otros, la marca visible de su personalidad, m ágico que generalmente es idéntico al
marca que llevan sobre sí todos aquellos del donante y al del recipiendario y tam­
que forman parte del clan en base a cual­ bién al del espíritu que ha dotado al clan
quier título, hombre, animal y cosas... Es a la de estos talismanes o al del héroe creador
vez, el símbolo de Dios y de la sociedad», y del clan, a quien el espíritu se los ha dado,
esto es así porque «el Dios del dan. el prin­ En el potlatch están implicados el honor,
cipio totémico, no puede ser más que el el prestigio, el mana que confiere la rique­
clan mismo, pero hipostasiado y concebido za y la obligación absoluta de devolver es­
~ por la imaginación en la forma de especies tos dones bajos pena de perder ese mana,
sensibles del animal o vegetal utilizados esta autoridad, ese talismán y esa fuente
como tótem». El símbolo está ligado a sus*21 de riquezas que es la misma autoridad3,1.

19 D.N. Levine,Introduction» G. Simmet. On in­ M. Mauss, Sociología y antropología. Madrid,


dividuality and social forms, Chicago, 1971. XXXV; 1978.
N. Luhmíinn, Ökologische Kommunikation. Opladen. — A. Oiliz-Osés, Las claves simbólicas de nues­
1986. 78-83. tra cultura, Barcelona, 1993.99 ss.
211 P. Ricoeur, Freud. Una interpretación de la --1 M. Mauss. opus cil.. 157, 161.
cultura, México. 1978. 31. y M. Mauss, opus cit.. 164.

281
HERNIENCUTI CA SOCIOLÓG ICA

\ f En relación al espíritu de la cosa que se si se trata de profetas que de hechiceros, ár-


K[ da. Mauss afirma que el han no es de nin­ .^bítros, jefes de cacería o caudillos milita-
gún modo el viento que sopla, el regalo, fres) de una personalidad, por cuya virtud
así como todas las cosas de propiedad per­ se la considera en posesión de fuerzas so­
sonal poseen un lina, un poder espiritual. brenaturales o sobrehumanas — o por lo
«Yo recibo una cosa y se la doy a un ter­ í,i. menos específicam ente extracotidianas y
cero, el cual me devuelve otra, obligado 1 i no asequibles a cualquier otro— , o como
por el han de mi regalo y yo estoy obliga­ enviado de D ios, como jefe, caudillo, guía
do a devolverle esa cosa, porque es nece- i o líder. El carisma, el más dionisiaco de
i t sario devolver lo que es, en realidad, el los conceptos, se apoya en un cuestiona*
.>! producto del han del monga (regalo) que x miento de la doxa social, del conocimiento
' j recibí de é l.'» La interacción social es- * considerado habitualmente verdadero, de
•, \ trudurada en tomo al dar/devolvcr, como jyj la naturalidad del mundo de la vida diaria,
^ dual i dad categorial constitutiva del queha- ' ‘así corno en un cuestionamiento de la or­
s cer social, recibe su «sentido» de la jun- todoxia de unas formas de saber canoniza­
ción simbólica realizada, por mana, por el das y dogmatizadas. Su carácter extraordi-
/ hau, por el espíritu que actúa como juntor t nario se funda en que: «A sí está escrito,
simbólico de opuestos reales: dar y devol- ;. ? pero yo en verdad os digo», como afirmó
i ! ver. N o es posible interrumpir este pro­ /-I el último de los profetas y Dios, Jesús de
tointercambio social, ya que ello supon­ Nazareth, concitado aquí por Weber. El*.
dría la interrupción del vín cu lo social , f carisma actúa aquí como un B ig Bang ins- -
| constitutivo. El «no devolver» es la alteri- j/j tituyente frente a la rutina instituida. La
\ dad social del orden, el caos que es aparta- dominación carismàtica se opone en cuan­
f do con arreglo a esta forma de interacción to fuera de lo común y extracotidiana, tan­
j social del «Don». Es preciso que la cosa no to a la dom inación racional-burocrática,
sea inmediatamente y en el instante restitui­ Ní como a la tradicional, especialmente la pa-
da. La cosa da. pide y toma e! tiempo. Co­ lyjj tri arcai y patrimonial o estamental. Ambas
mentando un texto de Ch. Baudelaire, La ' \ son formas de dominación colidiana, ruti-
fattsse monrmie2526, Jacques Derrida consìde- f^naria-la carismàtica genuina es cspecífica-
t ra que dar el tiempo («donner le temps»)27* Y mente lo contrario»30. La dominación bu­
significa dar la «falsa moneda»', el «Don» rocrática es racional en el sentido de su
ó es la metáfora, el símbolo de la moneda, así vinculación a reglas discursivamente ana­
' J como ésta es la abstracción Iógico-cuantita- lizables; la carismàtica es irracional en el
‘ riva, que opera como «substituto técnico de sen lido de su extrañeza a toda regla. La
Dios», del espíritu, del mana, del hau. Este dominación tradicional está ligada al pasa­
«Don», esta «falsa moneda» implica un do y en cuanto tal igualmente orientada
| tiempo arquetípico, una circularidad tempo- por normas. La carismàtica subvierte el
ii ral cualitativa38. pasado y es en este sentido específicamen­
En sus estudios sobre sociología de la te revolucionaria. La legitimación de la do­
/j dominación. Max Weber incluye la modali­ minación carismàtica «rige» por su corro­
dad de dominación carismàtica2*7. El caris­ boración, es decir, en tanto que encuentra
mi ma-es la cualidad extraordinaria (condicio- reconocimiento y «han menesLer de él» los .
j nada mágicamente en su origen, lo mismo hombres de confianza, «discípulos, séqui-

25 M. Mauss, opus cit., 167. î!! M. Eliade, Et mito del eterno retorno, Madrid,
26 Ch. Baudelaire. «La fausse monnaie», en Oeuvres 1972, 54-5.
complétés. Cl. Pichois (edit.), Pans, 1975, Lomo 1,323. 29 M. Weber, Economía v sociedad, México, 1978,
27 J. Derrida, Donner le temps. La fausse monnaie 1, 193 ss.
Paris, 1991,60. 20 M. Weber, opus cit., 195.

282
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

lo... Díga lo que dijera el líder, pida lo que de una relación entre objetos materiales no
j’idieie, es correcto aunque sea contradic­ es más que una relación social concreta
torio. Es correcto porque el líder lo dice31. establecida entre los mismos hombres. «Si
1.a devoción hacia el poseedor del cansona queremos encontrar un analogía a este fe ­
nace do la angustia y el entusiasmo. El au- nómenos tenemos que remontamos a las
tnsacrificio es la virtud cardinal del segui­ regiones nebulosas del mundo de la reli­
dor carismático y el egoísmo su mayor vi­ gión, donde los productos de la mente hu­
cio, La fuente del magnetismo carismático mana semejan seres dotados de vida pro­
para Weber se manifiesta en los líderes pro- pia, de existencia independiente y relacio­
mtípicos. chamanes, epilépticos, guerreros nados entre sí y con los hom bres. A sí
desaforados, piratas, demagogos, profetas, acontece en el mundo de las mercancías
Como ejemplos de líderes carismáticos mo­ con los productos de la mano del hombre.
dernos podemos citar a Adolf Hitler y el Par­ A esto es a lo que yo llamo fetichismo,
tido Nazi, Charles Manson y la Familia y bajo el que se presentan los productos del
Jim Jones y el Templo del Pueblo. trabajo tan pronto como se crean en forma
2. La otra manera por la que las formas de mercancías y que es inseparable, por
sociales devienen autónomas corresponde consiguiente, de este m odo de produc­
a la separación de las protoformas de la ción33.» El fetichismo de la mercancía se
cultura — símbolos, arquetipos y mitos— manifiesta en la forma de dinero utilizada
de las formas cristalizadas de la cultura como capital, aquí «el valor se nos presen­
objetiva, es decir, la industria cultural, la ta súbitamente como una sustancia progre­
cultura que se agota en la función, la cul­ siva, dotada de movimientos propios... Ha
tura que no trasciende la función, bien sea obtenido la virtud oculta y misteriosa de
de producción o de reproducción. La cris­ engendrar valor por el hecho de ser valor...
talización de las formas simbólicas supone La m istificación se debe a la forma en
la autonomización (Verseibststündigung) cómo se realiza esta operación, y este va­
de las objetivaciones (Vergegenständigun- lor parece engendrado por realidades se­
gen) humanas de su poiesis creativa origi­ cretas e inherentes al capital»34. El dinero
naria. de su creador, Según K. Marx, « e l , como exterioridad perversa, actúa como la
carácter misterioso de la mercancía estri-j<^ «patria de los-sin-patria»35, como el espa­
ba...; en que proyecta ante los hombres el cio del anonimato, de la indiferencia valo-
carácter social del trabajo de éstos como si j rativa donde se actualizan todas las alteri-
^ fuese un carácter material de los propios ó dades valorativas. El intercambio de los
¡4 productos de su trabajo, un don natural so- ' individuos com o mercancías confronta a
V cial de estos objetos como si, por tanto; la los individuos como una relación objetiva
\ | relación social que media entre los pro- que es independiente de ellos. En el caso
Ä ductores y el trabajo colectivo de la socie- del mundo del mercado, la conexión del
dad fuese una relación social establecida ^ / individuo con todos, pero al mismo tiempo
\l entre los mismos objetos, al margen de IfsU la independencia de esta conexión en rela­
f * sus productores»32. La forma mercancía ción al individuo, se han desarrollado has­
no tiene nada que ver con su carácter físi-M ta tal punto que la formación del mundo
y ] co ni con las relaciones materiales que de del mercado, ya, al mismo tiempo contie­
éste se derivan. Lo que a la vista de los* ne las condiciones para ir más allá de ella
' hombres reviste la forma fantasmagórica j ^ • misma36. Cuando Marx subraya que el re-

31 Ch. Lindholm, Carisma, Barcelona, 1992, 34 K. Marx, opas cit.


45. 35 S. M oscovici, La machine ¿ faire de dieux, Pa­
3- K. Marx, El capital, México, 1976, vol. 1, 37. ris, 1987,357-65.
53 K. Marx, opus cit., 38. 36 K. Marx, Grundrisse, México, vol. 1, L971.
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

cuerdo de las generaciones pasadas pesa- lización de las formas culturales»*1, una
mucho en la conciencia de los vivos, hacía penetración del nihilismo en todos los ám­
referencia a ese modo particular de lo ima­ bitos de la cultura, configurándose un um­
ginario que es el pasado vivido como pre­ bral de indiferencia, de pliegue a lo fun­
sente, los «fantasmas» más poderosos que cional, a lo instrumental, de evaporación
los hombres de carne y hueso, «lo muerto» del «manto sutil» del espíritu y del adveni­
que recoge a lo vivo. Lo imaginario expre­ miento de un mundo-máquina (Jünger) «sin
sado en el fetichismo de la mercancía sería dioses y sin profetas» (Weber), de una jaula
para Marx la solución «fantasmal» de las para una nueva servidumbre.
contradicciones reales, pero, ese «opio>¿, Hemos com enzado este artículo afir­
ese alivio simbólico entendido como sutura mando que una hermenétuica sociológica
imaginal de las roturas reales actúa como da cuenta de constelaciones de «sentido»,
una sublimación cuHural, como aquel nivel quizás convendría especificar ahora qué
de trascendencia, en el que la separación, entendemos por «sentido». Voy a propo­
el antagonismo y las contradicciones son ner dos concepciones del «sentido»: fun­
mediadas, correlacionadas en su afini­ cional y arquetipal.
dad paradójica, cual oxímorones sociales. Voy a partir de un melaproblema que
Marx parte del supuesto optimista que las nos hace frente con carácter inexorable: El
contradicciones pueden disolverse en la «absolutismo de la realidad»-18 ante el que
historia, pero no cae en la cuenta de la di­ el hombre tiene un déficit de control, es
solución de unas contradicciones produce decir, no controla las condiciones de su
nuevas contradicciones, las nuevas opcio­ existencia. Esta realidad es «lo otro», la
nes desplegadas generan socialmeute nue­ naturaleza considerada como suprapoder
vos riesgos, nuevas contingencias, mán te­ (iibermacht) y es también «el otro genera­
niéndose la «fractura» social ahí, este ahí lizado», la alteridad generalizada que re­
es el que determina en última instancia. En presenta a la sociedad. Am bos son «el
este sentido, debemos distinguir entre la afuera» del ser humano, independizados,
autonomización (Verselbstándigung) de «más allá» de la voluntad c intenciones de
las/omitir sociales cosificadas, instramen- éste. La experiencia del ser humano tiene
talizadas que aparecen com o constructos que hacer frente a posibilidades que exhi­
«más allá», «a pesar de» y «por encima ben una doble estructura: la complejidad y
de» los individuos y la «transgresión de la contingencia. El término complejidad
las protoformas» (Ur-hilder) donde el pa­ indica que siempre hay más posibilidades
sado no es una carga sino la alteridad irre- de experiencia y acción que pueden ser ac­
nunciáble del futuro; en las protoformas la tualizadas. La complejidad es el conjunto
historia adquiere sentido com o destino, interrelacionado de elementos en el que ya
como complexión de «lo-deseado» y «lo- no es posible que cada elemento se rela­
no-deseado», como la deslimítación ima- cione en cualquier momento con todos ¡os
ginal de tos límites marcas del tiempo his­ demás, debido a la limitada capacidad in­
tórico estructurado en tomo a la irrevoca- manente para interconectarlos39. El térmi­
bilidad de un tiempo lineal no recursivo. no contingencia expresa el hecho de que
Arnold Gehlen describe en su diagnósti­ las posibilidades de experiencia y acción
co de la época tardo-modem a una «crista-7 ulteriores indicadas en el horizonte de la

77 A. Gehlen, «Uber kulturelle Kristalizaiíón» en 59 N. Luhmann. Soziate Systeme. Frankfun/M,


Studien zur Anthropologie und Soziologie, Berlin, 1984.46. El subrayado es mío.
1963. 3-17.
'* H. Blumenger. Wart on Myth. Cambridge. Mass.
1985,3.ss.

284
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

experiencia actual son sólo eso — posibili­ Weber). Aquí se nos pone de manifiesto la
dades— y pudieran volverse algo diferente necesidad de postular un complemento al
a lo esperado, es decir, pueden decepcionar «sentido» funcional que dé cuenta de la
produciendo «lo otro de lo esperado». En temporalización de la complejidad dentro
la práctica la complejidad significa la ne­ de cosmovisiones, de culturas, en definiti­
cesidad de elegir; la contingencia, la nece­ va, en el seno de constelaciones de valor.
sidad de aceptar riesgos. El «sentido» en Con esta intención de fondo voy a postular
su vertiente funcional comporta una repre­ una concepción arquetipal del «sentido».
sentación de la complejidad, una manera W.I. Thomas afirma que, «si los individuos
.de dar cuenta de la complejidad bajo la definen las situaciones como reales, son
condición inevitable de una selectividad reales en sus consecuencias»42, esta consi­
impuesta4041. El «sentido» aparece como un deración nos permite retomar lo que repre­
universal evolutivo, como la estructura­ senta la desilusión de las intenciones y ex­
ción de la diferencia entre la actualidad y pectativas individuales que chocan con los
la potencialidad. El «sentido» es el víncu­ sucesos y procesos colectivos no deseados
lo entre lo actual y lo posible, no lo uno o o im previstos43. La temporalización de
lo otro. Toda negación de la posibilidad de toda acción social nos lleva a considerar
experiencias o de acciones, es decir, de la sus consecuencias colaterales latentes 44.
relación o correlación específica de ele­ Desde Edipo y Prometeo hasta el sujeto
mentos en un contexto presupone asimis­ económ ico moderno o al actor racional
mo «sentido», no tenemos elección ante el egoísta se pone de manifiesto la «co-pre-
a priori de una selectividad impuesta. El sencia latente» de tales consecuencias.
«sentido» comparece como el núcleo sig­ Aquí se inscribe el diagnóstico hegeliano
nificativo que interpreta y enmarca toda la de la «astucia de la razón»; la paradoja del
semántica de la complejidad social porque resultado frente a la voluntad; humanidad
sabemos que tenemos más posibilidades y destino, entendiendo el destino como la .
de experiencia y de acción que pueden ser consecuencia de la acción frente a las ín- I*
actualizadas, es decir, nos enfrentamos a tenciones45, descrito por Weber, Adomo y
la necesidad de elegir, pero en la elección Horkheimcr com o «jaula petrificada deS'í
nos va el riesgo, la posibilidad de que no servidumbre», como modernidad perversa,
ocurra lo esperado, de que ocurra «lo otro por cuanto que es el resultado dé la activi- [ i-
de lo esperado» (contingencia). La inde­ dad humana, pero no del diseño humano;*
terminación, el caos del mundo nos obliga también se inscribe en esta línea la «Invi f ■
a desplegar unas configuraciones, unas sible Hand», de Adam Smith, que conlleva '■
formas que se manifiestan como «marcos como su sino irren uncí able la contingcn- f '
interpretativos» de la experiencia del hom­ cia, la posibilidad de ser otra cosa, la posi-t ,
bre en el mundo, pero estas configuracio­ bilidad de convertir la riqueza en pobreza, k
nes tem poralizada ¿Jl pueden significar el bienestar en malestar; asimismo, se íns- 1 ,
que queriendo el mal se cree el bien (en cribe en esta línea de argumentación la’\
los términos de Goethe) y que queriendo modernización que se apoya en el incre­
el bien se cree el mal (en los términos de mento de los rendimientos de cada uno de

40 N. Luhmann, Essays an setf-reference, New York, 4:1 J. Elster. Logica v sociedad, Barcelona, 1994,
1990,82,84. 114 ss.
41 N. Luhmann, «Risiko und Gefahr» en Soziologis­ 44 R.K. Merton, Ambivalencia sociológica, Bar­
che Aufldärvng, Opladen, 1991, voi. 5, 1990; «Zukunt celona, 1980, 173-86; U. Beck, Die Erfindung des
als Risiko» en Soziologie des Risikos, Berlin, 1990. politischen. Frankfun/M. 1993.62 ss.
42 Citado en R.K. Merton. Teoria y esi rue tura so­ 4Í W. Schluchter, The Rise of Western Rationa-
ciales, México, 1968,505. lism, Berkeley, 1981.

285
HERMENÉUTICA SOCIOLÓGICA

los subsistemas sociales diferenciados fun- les del siglo xvi. Una concepción unitaria
cionalmente. esta modernización debe asu- í¡| del mundo se manifiesta allí, donde en la í’or-
j mir los déficits en la forma de «residuos- ¡A ma de una «conducta metódica de vida»41*,
'! no-reciclables» producidos por cacla siste­ se co(i)mplican una forma simbólica reli-
ma y que van a parar a un entorno social 1^ giosa, la trascendencia de una comproba­
que no puede «reciclar» la especificidad de ción intramundana (Bewahnmgj de la fe a
tales «residuos»; políticos, económ icos, través del trabajo intramundano ad majo-
i culturales, ¿Es posible más modernización rem Del gloriam y uva función económica
sin más riesgos? Incluso, la cuantificación ) que persigue la propiedad y la racionaliza-
del riesgo es limitada, siempre existe un ción y militarización de la vida en el ámbi­
porcentaje de riesgo no calculado todavía e to del mercado. En segundo lugar, de for­
incalculable, que forma parte del noúmeno ma diacrónica, el «sentido.» emerge en la
social, de los científicamente «non-accoun- separación (Trennung) entre el espíritu re­
table», pero socialm ente persistente. La ligioso, propio de la ética protestante, y el
dominante arquetipal del «sentido» vinctt- ethos económico en el capitalismo desarro­
lu la intencióa de empujar a la sociedad y llado que ya no precisa de un fundamento
la dirección opuesta16 que esta toma sub­ religioso, sino que subsiste con arreglo a
virtiendo la racionalidad social inicial. El unos fundamentos meramente mecánicos.
«sentido», ahora, enlazo racionalidad e La trascendencia cósmica de Dios ha sido
irracionalidad en el seno de una sincronía substituida por la inmanencia técnica inira-
imaginaria, en la que, al decir de Goethe y mundana del dinero y de la voluntad racio­
Weber, bien y mal quedan co(i)mplicados, nal de dominio. Pero, el «sentido» no emer-
como las dos distinciones directrices valo- ge en la separación de ámbitos — esferas de
rativas que coexisten en el seno de la so­ jr4 valor y órdenes de vida— en cuanto tal,
ciedad. Este «tertium non datur» que con­ ^ , sino en' la temporalizado!! cualitativa de
figura el «sentido» arquetipal no es ni lo ¿■/‘I esta separación. El destino transforma el
uno ni lo otro, sino la conexión imaginal ^ «manto sutil» de la ética religiosa en la
que sutura dos concepciones de la socie­ «jaula de hierro» de un «espíritu capitalis-
dad, dos éticas de la convicción, cuya ta» que se despliega com o maquinación
«síntesis» configura un destino socialmen­ integral de las cosas y com o amaestra-
te producido'*47*. f miento (Züchtung) de las personas. Como
En la Etica protestante (1920) Max We­ afirma W. Sombart. «conforme progresa
ber proporciona dos ejemplificaeioncs so- el desarrollo capitalista, mayor importan­
cio-históricas interesantes de la categoría cia va adquiriendo para la conformación
de «sentido» (arquetipal). En primer lugar, del espíritu capitalista, hasta que, final-
11 de forma sincrónica, el «sentido» emerge .f mente, se llega a un punto en el que él

dad que existe entre el «ser» de una deter-


*‘i minada forma en el ámbito de la cultura y
Í
en la «afinidad electiva» o correlaciónali- ’ i sólo es el que lo crea y le da forma»49. El
espíritu capitalista de los primeros tiem­
pos, como el burgués del viejo estilo, son
>j-el «tener» de una determinada función del completamente ajenos al sistema económico
* comportamiento económico orientado a la capitalista de nuestros días y al sujeto eco­
acum ulación racional de capital, en los
orígenes del capitalismo occidental a fina- »
nómico moderno, al actor racional egoísta.
El sentido se manifiesta en esta tempora li-

48 A .O. Hirschmann, The Rethoric of Reaction, 4K Ver el excelente comentario de los nueve «sutras»,
Cambridge, Mass, 1991,11. que configuran el arquetipo universal del monje como
47 J. Beriain, «El imaginario social de la modemi- concepción unitaria de la existencia realizado por R. Pa-
dad», en La integración en /as- sociedades modernas, nikkur. Elogio de la sencillez, Estclla (Navarra), 1993.
f l Barcelona, 1996. 49 W. Sombart, El burgués, Madrid, 1972,353-4.

286
KERMENÉL'TfCA SOCIOLÓGICA / KERMES

Zítdi'm destina!50, en la implicación entre


pasado y futuro, entre la potencia y su ac­
Ií! pues no es la consecuencia lógica, sino las
valoraciones prácticas las que dominan la
tualización perversa, entre la acción y la concepción. Significa siempre (en distintos
intención de la racionalización específica­ K' grados y con distinto éxito) un ensayo de
mente occidental y sus consecuencias per­ sistematización de todas las manifestacio­
versas. La modernización capitalista avan­ nes de la vida, la coordinación de todas las
zada pone fin a la Wdtanschamtng de una acciones humanas en un modo de vida (Le- f
concepción unitaria de la existencia que el bensfti/inmg), sea cualquiera la forma que
cristianismo había creado en sus diversas este adopLe. También contiene la importan­
variantes escatológicas: católica, ortodoxa te concepción religiosa del “mundo” como
y reformista, finalmente. En esta extensa un “cosmos” del que exige que constituya
cita de Max Weber aparece bien expresada un todo con no importe qué “sentido orde- {
esta concepción arquetipal del sentido: «La nador”, y sus fenóm enos singulares son i
vida y el mundo, los acontecimientos so­ medidos y valorados por este postulado, i
ciales y cósmicos tienen para el profeta un Todas las tensiones más fuertes, tanto de la \
determinado "sentido’* sistemático unita­ vida interior com o de las relaciones con el 1
rio: la conducta de Jos hombres si ha de mundo, surgen del choque de esta concep­
traerles salud, salvación ha de estar orien­ ción del mundo como un todo lleno de sen­
tada por ese sentido e informada por él tido, según el postulado religioso, con las l{
plenamente. La índole de este sentido pue­ realidades empíricas-11.»
de ser muy diversa y puede fundir en una
unidad motivos lógicamente heterogéneos, Josetxo Beriain

Hermes
La considerable multiplicidad y versati­ tos, que jalonan los caminos, señalando en
lidad de las funciones de Hermes en el primer lugar puntos sagrados objetos de
panteón griego, que se empobrecen algo culto por ser lugares de poder (lo cual orien­
en el romano (bajo el nombre de Mercu­ ta hacia la unión del cielo y de la tierra, de
rio). y que desbordan a ambos en la mito­ lo de arriba y de lo de abajo, tal y como
logía céltica, con Lug, así com o en la aparecerá en la Tabula Sm aragdina de
egipcia, con Tolh, impiden una sistemati­ Hermes Trimegisto); serían semejantes al
zación de los valores hermenéuticos de otnphalós deifico y también a los pilares
esta compleja figura. El origen de su nom­ emplazados frente a las casas. En otro or­
bre constituye la primera dificultad porque den de cosas, estos montones de piedras
inclina a pensar que se trata de una divini­ dispuestos a lo largo del camino iban en
dad prehelénica, de origen indoeuropeo, aumento pues cada viajero debía añadir
siendo uno de sus paralelos el dios meo- una piedra al pasar ante ellos, cumpliendo
nio-fidio Candaules. Se relaciona su nom­ así un rito reverencial destinado a recabar
bre con los montones de piedras, luego hi­ la protección de la divinidad del viaje y

Ver A, OrLiz-Osés, Las clavas simbólicas ele 51 M. W eber. Economía y sociedad, M é x ico ,
nuestra cultura, Barcelona. 1993, 97. 1978, 363-4.

287
HERMES

del tránsito. En efecto, si los montones de oráculo deifico; serán también los trípodes
piedras se consideran túmulos funerarios, de Hefaistos que participarán de los secre­
entonces Hermes se convierte en el d/ii- tos de los dioses, como Hermes, su futuro
mnn que los habita y se entiende su papel mensajero. Mucho más tarde, después de
de guía de las almas de los muertos hacia los trueques'(vacas por lira) se representa­
el mundo subterráneo. Y como quiera que rá a Apolo tañiendo sentado en un trípode
la región donde más abundan estos túmu­ alado. Pero el origen de estas imágenes
los es la Arcadia, tierra de pastoreo, Her­ asociadas seguirá siendo atributo de Her­
mes se convierte también en protector de mes: el número tres de los pies es manifes­
los rebaños y de los pastores. La otra posi­ tación divina (de donde la facultad de pre­
bilidad de interpretación de esta figura mí­ decir el futuro) y la copa-caldero el recep­
tica relaciona su nombre con una raíz que táculo de estos mensajes: Hermes será el
significa «fluir», lo cual orienta hacia la mensajero del tres al cuatro, bajo la invo­
idea ctónica de fecundidad, cuya última cación de la lira, es decir la armonía. Pero
consecuencia es la multiplicación de los re­ Hermes está «ávido de carne» /65): Her­
baños, e invita a considerar la piedra verti­ mes atiende también a los instintos, apeten­
cal como símbolo fálico. cias, deseos irracionales; la apolínea armo­
La primera fuente a la que hay que acu­ nía de las esferas es incompleta sin él; por
dir es el Himno homérico a Hermes que eso sus presagios son eructos y flatulencias
cuenta las «mocedades» del hijo de Zeus y intestinales cuando discute con Apolo. Así
de la nin fa atlántida (segú n H esíod o) irá en pos de las vacas, las robará — trans­
Maya. Nacido en una umbrosa cueva, pro­ grede— las sacrificará a los dioses — obe­
ducto de los amores furtivos del dios y de dece— ; inventa el fuego para el sacrificio,
la ninfa, Hermes sale en busca de las va­ uniendo dos tipos de madera y comunican­
cas de Apolo. Encuentra una tortuga con do la chispa ígnea a la hoguera: para crear,
cuyo caparazón fabrica, empleando su in­ Hermes une y comunica; para actuar trans­
genio, lá lira: Hermes es, ante todo, inge­ grede y obedece: es dicción, por ejemplo
niero, ingenioso: infunde genio — qué no poética, y contradicción, por ejemplo po­
figura, que es cosa de Apolo— al mundo, lémica; imprevisible, fugaz, múltiple, diur­
a las cosas, a las ideas. Su canto es mara­ no y nocturno, divino a pulso y humano
villoso — Hermes es artista antes que Or- por naturaleza, es imagen de los diferentes
feo— e improvisado: Hermes es creador aspectos de la entropia que se ríe de las re­
tanto como su padre Zeus. Es improvisa­ glas. teorías y bellos órdenes al uso.
ción desmadrada, dionisíaca, como las que Hermes mediador crea el medio. Guía
se practican en los banquetes. «Cantaba a las vacas de Apolo fuera de los caminos
Zeus Crónida y a Maya de hermosa sanda­ trillados: abre caminos. Luego señalará las
lia... y honraba asimismo a las sirvientas y encrucijadas, las direcciones, acompañará
las espléndidas moradas de la Ninfa, los en los desplazamientos. Bastará con seguir
trípodes en la casa y los perennes calde­ los coirns, (herma, hermaion, hermaios
ros...» (52-60)1. Trípodes y calderos pe­ lophos). Hermes es aventurero, explora­
rennes son imágenes del cielo, en su as­ dor. finalmente civilizador de lo descono­
pecto dinámico, comunicador, mientras cido. introductor. Apostado en la puerta de
que el caldero es recipiente donde tienen las casas, su columna garantiza la integri­
lugar las bodas alquímicas de la fecundi­ dad del hogar al tiempo que franquea el
dad. El trípode será también el atributo del paso frente al tabú de la puerta.

1 Los números remiten a Jos versos del Himno


homérico a Hermes, Madrid, Gredos. 19S8.

288
HERMES

W: ' Saie de noche, roba de noche las apolí- y porque el viaje que lleva a la joven des­
S * heas vacas; invenía de noche la tortuga posada de la casa de su padre a la casa del
»^musical y el fuego sacrificial: ilumina la esposo se realiza bajo la protección del
P noche con las luces del genio creador y la dios. Hermes diseminatorio reúne los con­
g : astucia del astuto transgresor. Tuición e trarios para producir algo nuevo; de ahí
R' intuición fluyen por el inconsciente, el que sea considerado también patrón de la
^ su b con scien te y el consciente. D e donde paternidad: Electra lo invoca, en cuanto
H íos funestos encuentros, los latrocinios que Hermes infernal, y le pide que convoque a
desestabilizan, los raptos de las vacas y de la Tierra Madre junto con todos los dioses
R; ja razón: desaliena lo alienado y organiza ctónicos. .
¡p Mo caótico; el agros se civiliza cuando los Dios de los desplazamientos y del mo­
t-.'
1B4■■Caminos abiertos lo surcan. D e la ciudad vimiento universal, apadrina lodo cuanto
segura al campo abierto de lo descono- se mueve y circula: los bienes, las pala­
cido, media un espacio intermedió donde bras, las funciones. Trueque es movimien­
i? Hermes campa por sus respetos, guiando to, cambio de propietario, cambio de pa­
s ; viajeros y apadrinando a los ladrones que pe], (inter)cambio de ideas. Y si el movi­
j“j los asaltan: Hermes es ambiguo, bi-unívo- miento es necesidad, sabemos ahora que
¿V co, isotópico, polivalente. Del mismo modo encierra siempre una parte azarosa; tal es
>- protege a los pastores y sus rebaños (Her- la universal entropía. H erm es ambiguo,
L . mes nomios, criophoros) y los roba: Hermes equívoco, esquivo e imprevisible es la faz
¡.'7 cuatrero (282 y ss.). de esta incertidumbre otorgada a los hu­
La duplicidad de Hermes se reitera: dios manos por los dioses. Hermaion: ganga,
= _del desplazamiento y de los imprevistos, ganancia inesperada; hennaios: provecho­
desorganiza los viajes que él mismo orga­ so, ventajoso. Hermes es una tirada de da­
niza. Dios de la palabra subyugante, capaz dos: se gana y a veces se pierde. Multipli­
7. de divertir al propio Zeus, es mentiroso, ca los rebaños con Hécate, o los reduce, a
falso, traidor; serán las cualidades que su antojo: «...si así lo desea en su corazón
7“ otorgará a Pandora (Hesíodo, Los trabajos multiplica ios pequeños (rebaños) y dismi­
~ y los días, 67-68; 77-80). Así seduce él y nuye los numerosos» (Hesíodo, Teogonia,
seducirá ella. Padre de Bros, con Afrodita, 444 y ss.): Hermes equilibrador, ley uni­
sabrá sugerir las palabras y gestos que versal que trasciende las leyes humanas.
atraen al esposo o a la esposa. Pero su se­ H erm es m ediador está en m edio de
ducción no es siempre versallesca. Hijo de cuanto acontece: entre el hombre y la mu­
. madre violada, es también violador, de ca­ jer, entre los hombres y los dioses, entre la
sas, bienes y mujeres; enamorado de Her- salida y la llegada, entre lo que se dice y
sé, da dinero a Aglauros para que le ayude lo que se hace, entre la palabra del poder
a acercarse a su hermana. Esta, celosa, (Zeus) y el poder de la palabra; es otra
guarda el dinero y no hace nada. Hermes. imagen del fulgor que modela el mundo.
~~ furioso, penetra en ía casa, transforma a Entre la vida y la muerte, también: será
Aglauros en piedra y viola a Hersé: más Hermes guía de las almas, psicopompo.
de una vez, ya que le dio dos hijos, Céfalo Leyes, fronteras, normas: las traspasa. Y
y Céryx. Cuando se prendió de Apemosi- así pone otras. Entre la vida y la muerte
né, la sorprendió cerca de una fuente, dis­ media el Estigio: benévolo, Hermes acom­
puso pieles en el camino en los que ella paña a quien debe cruzarlo. Pero lo que se
resbaló; y la violó. Argucias que permiten puede franquear debe ser franqueado sin
la unión y el coito: tal es Hermes epiiha- retorno: devolverá el astuto Sísifo a los in­
lamités. Habrá pues que ofrecerle un sacri­ fiernos. Acompaña a Heraklés en sus tri­
ficio cuando se celebra una boda: por la bulaciones en el mundo de los hombres: a
unión en sí, por la fertilidad de la misma. Zeus en su visita al anciano que quería te-

2S9
HERMKS

ner un hijo, conduce a las diosas a la cum­ niño divino se porta como un adulto, el ca­
bre del monte Ida para el juicio de Paris; mino de su tránsito forma un verdadero la- ,
pero e.s también el doble del barquero: berinto sin principio ni final (Himno tía- :
pasa y franquea pasos. Transita y produce mérico, 75 y ss.), Pervierte los signos para ;
los tránsitos necesarios, por ejemplo con modificar las situaciones, los papeles, las
la vara áurea que adormece o despierta, relaciones entre saber y poder, fuerza y as­
según los casos, y lleva de un espacio a tucia, Y para ello, usa de su inteligencia
otro, de un tiempo a otro, de una realidad innata, méiis, es decir, a la vez, la sabidu- ^
a otra; desvela para la vida, adormece para ría y la astucia, la que aconseja a París de
la muerte y el sueño, que le pertenecen por utilizar para elegir entre las tres diosas, la -
igual. Hermes diaktoros lleva así a Her­ inteligencia natural, espontánea, ajena a
mes ctonios. a la muerte oscura que ni se cualquier alienación socio-cultural: Her-
dom eña ni se concibe. Hermes nuchios mes es pues el principio del libre albedrío;
«con una palabra oscura cubre la vista con reivindica con sus actos la validez de la -
la umbrosa noche». Luego será Hermcs espontaneidad antes de que aparezcan las ■
pampaios, presidirá los dramas que llevan leyes y la moral, Es el desorden concerta­
de lo mejor a lo peor y viceversa. Bisagra do del que el Olimpo carecía y se entiende
entre lo que se ve y lo que permanece que Zeus le haya admitido entre los .in­
oculto, entre lo unívoco y lo equívoco, es mortales: iba a ser la garantía de que no
aliado de los secretos. Las maquinaciones, perecieran de aburrimiento, digamos de
toda la tramoya universal de la que los hu­ inmovilidad.
manos no tienen ni idea: es el secreto últi­ Es lo que significa el rapto de las vacas.
mo de todas las cosas. Y sólo proclama Arrebatadas al patrimonio de Apolo, se
toda la verdad para mentir mejor. En su convierten en rebaño humano, entran en el
mano, todo es nada y a la inversa; la guerra mundo de la vida y de la muerte, el de los
cede ante la paz, la paz falaz es guerra ve­ hombres: allí podrán multiplicarse, En el
lada. Al lado de Príamo (¡liada, XX IV, mundo del que Hermcs es el emblema, se- .
3 1 7 -3 3 0 ), bajo el aspecto de un joven res, bienes, ideas deben circular, .por las
guerrero (kouros), cruza la tierra de nadie buenas (comerciando) o por las malas (ro­
que separa T roya del cam pam ento de bando). Luego, organizando el desorden
Aquiles y acompaña al anciano a proponer que provoca, lo controla: es pues el artífi­
un trato al Aqueo. Del mismo modo, cuan­ ce último del azar y de la necesidad, del
do U liscs aborda a Itaca y encuentra a su cambio que es la vida y del intercambio
porquero Eumeo, éste le acoge haciendo que es una forma de muerte, paso de un"
un sacrifìcio a Hermes. Acoge al extranje­ estado a otro, de una estructura a otra, de
ro, invocando al dios provenios, el que un atributo a otro.
protege al forastero. Pero será el padre de D e la mitad del rebaño que ha robado,
Faunus, quien sacrificaba a los extranjeros Hcrmes sacrifica dos cabezas de ganado;.
en el altar de su padre y a quien Heraklés pero el sacrificio se realiza contraviniendo
mató. La verdadera dualidad es duplicidad. a todas las reglas liierogámicas, como si
U lises es y no es Ulises, porque se disfraza, del mito sólo subsistiera un rito vacío de
es y no es extranjero en su tierra: sü identi­ significado: Hermes se ha colocado del;
dad es problemática, como la de Hermes. lado d e lo s hum anos que hacen lo que
Porque borra las pistas, organiza lo caó­ pueden con lo divino. Sin embargo, pese a
tico y desorganiza lo estable. Después de mezclar los trozos de carne, sortearlos sin
robar las vacas de Apolo, las hizo caminar ton ni son, y chamuscarlos, no sucumbe al
hacia atrás y calzó sandalias en las que hambre y al deseo y se contenta con el
puso ramas de mirto para borrar las hue­ humo: Hermes está también del lado de.
llas de sus pasos. Escurridizo y volátil, el los dioses, ajenos a la humana condición.:

290
S;iltífii1ador, se convierte en el bencficia- de la construcción de la lira que precede al
nu del sacrificio. Es, a la vez, el dios al que episodio del robo de las vacas, El niño re­
se honra y el humano que honra al dios. Lo cién nacido sale de la cueva natal, advierte
divino y lo humano se conjugan en este la tortuga, concibe en un instante fulgu­
,ietn que afirma que los contrarios no son rante el uso que podrá hacer de su capara­
opuestos sino complementarios, a no ser zón, discierne en su entorno las piezas
que sean distintas facetas de lo mismo. complementarias necesarias (las cañas, la
Pero el robo y el sacrificio han institui­ piel, las tripas de oveja para las siete cuer­
do un nuevo orden universal. Porque de das) y construye el instrumento. Es el mago
las cien vacas de Apolo, Hermes sólo se puesto a «faber». A p olo será el músico,
llevó cincuenta; sacrificó a dos y dejó a su Hermes sólo es el factor. A sí ejercita su
hermano mayor el toro y el perro. El reba­ inteligencia innata: modelando los recur­
ño hermético no será viable ni se podrá sos del entomo, eligiendo lo útil, despre­
multiplicar. Luego, disputando ante Zeus, ciando lo inservible; tal es el porqué de su
se llega a un acuerdo amigable de reparto actividad; el cóm o interesa la rapidez, la
de atribuciones entre los dos dioses, y sé precisión, la insolente facilidad con la que
firma una especie de contrato ordenador se ríe de los problemas técnicos. El para
del mundo y del Olimpo. Las dos partes qué nos lo revela la reacción de Apolo: al
del rebaño deberán reunirse para que el oír la m aravillosa m elod ía que H erm es
perro guarde y el toro fecunde. Hay que tañe con su plectro experimenta un deseo
separar y repartir para reunir luego: la al­ irresistible («¿¡mecanos eros», Himno ho­
quimia empieza así. La dualidad debe ser mérico, 444), en todo punto similar al que
duplicidad porque es la condición de la hizo salir a H eniles de su cueva en busca
restauración de la unidad. En otro orden de carne. La lira revela pues a Apolo una
de cosas, el sentido de cada parte del reba­ pulsión secreta que le habita y de la que es
ño es la fuerza que exige que se reúnan en hasta entonces inconsciente. Esta emoción
una significación: tal es la dinámica propia de Apolo le coloca en una situación pare­
del símbolo que reúne Jos dos trozos de cida a la del bíblico plato de lentejas de
aquello que se rompió, La circulación her­ Hsaú: va a invertir la situación. Apolo es
mética no es agitación estéril. Desemboca el mayor, el ricamente dotado por Zeus,
en el provecho, la recompensa.de la evolu­ pero deberá renunciar a parte de sus bie­
ción, el tránsito. Aristófanes llama a Her­ nes para satisfacer.su deseo. La lira de
mes «strophaios», el que preside a los goz­ Hermes es pues imagen del deseo, del po­
nes, el guardián de las puertas. Garantiza der del deseo y de la im p o te n c ia de la ra­
que se cierren y que se abran. Obliga a en­ zón apolínea frente a las más secretas de
trar en el templo de los secretos y a salir nuestras pulsiones. Es, además, objeto má­
del refugio del aquí/ahora. Frente a la dio­ gico, cuyo poder no se deja adivinar por el
sa Hestia que garantiza la estabilidad del aspecto exterior; es de más largo alcance
hogar, de la familia anclada en la inmovi­ que las ingeniosas creaciones de H efais-
lidad de su morada terrenal, Hermes ago- tos, y se parece más a la creación de Pan­
raios lleva al hombre hacía fuera, al agora dora, hermosa, seductora y de efectos im­
de los intercambios, de lo movedizo, in­ previsibles. La lira, fruto de la técnica, a
cierto y necesario, que es el cambio. Cada su vez producto del ingenio, es el factor de
vez que una sociedad cruje, Hemies rcapa-1| un cambio radical, el instrumento que ma­
rece: en el otoño de la Edad'Media y en el | terializa un cálculo premeditado. L a per­
Renacimiento, en el siglo xvin, a finales /] versidad de Hermes deja de ser maldad si
del xix, hoy. *\ se contempla fuera de toda moral a priori;
Como su homólogo celta Lug, Hermes 1 su astucia, sus conjeturas, sus trampas son
es politécnico. Tal es, en efecto, el sentido ¡ki productos de esta inteligencia innata, e s ­

291
HERMES

pontánea e irresistible que es lo que le per­ fantasma hecho de nubes y enviado a Troya
mite ser y sobre todo estar en el mundo. para provocar las disensiones y la guerra
Aquí se trata del poder del sonido (que se que cambió el mundo. Es el mismo que es
verá también en los cantos de sirenas y en capaz de decir, por indicación de Zeus, a
la voz de Pandora), pronto poder de la pa­ Hades: «Si no “nos devuelves a Core, esta­
labra, poder del poeta. La lira emite soni­ mos perdidos»; y a Deméter: «Tu hija te
dos que son fuerzas capaces de transfor­ será devuelta con la condición de que no
mar el orden establecido por los dioses haya probado el alimento de los muertos.»
suscitando emociones, es decir moviendo Pero este aspecto finalmente benéfico
las cosas: mucha m agia nacerá de esta no debe disimular el de Hermes Perseas,
simple constatación. Una magia capaz de el destructor, implícito en su carácter sub­
invertir los papeles, de desligar lo ligado y versivo, que le hace actuar como si estuvie­
de ligar lo desligado. Apolo el poderoso ra al servicio de una inteligencia superior
quería atar a su hermano menor con tren­ que desconocemos y que él mismo, quizás,
zas vegetales. Pero al hacerlo, vio cómo tampoco conoce. Sorprende por ejemplo
estas trenzas arraigaban en el suelo, se que, en el combate que opone a Zeus y a
multiplicaban y aprisionaban incluso las Pitón, cuando el dios se ve impotente con
vacas objeto del litigio. Hermes es maes­ los nervios y tendones cortados, sea Her­
tro en ligazones, domina el arte de subyu­ mes quien le eche una mano para volver a
gar (con la lira y luego con la siringe) que, ponerlo en pie, Más que desacreditar a
como en el caso de David y Goliat, hace Zeus, este episodio indica que Hermes es,
fuerte al débil: será el dios del poder de lo de alguna manera, igual a su pudre, por no
ínfimo, de todo aquello que se libera de decir anterior o más poderoso que él. Es
sus ataduras y cobra, o recobra, su libertad quien puede hacer que las cosas sigan su
alienada. En otro orden de significado, el curso, pese a todo; coge ci huevo puesto
trenzado reproduce al trenzador; es veloz, por Némesis y lo echa entre los muslos de
vertiginoso, imprevisible, «purpalamés», Leda, sentada en un taburete, las piernas
fuego fatuo, como la vida misma. Hermes abiertas. Después de que Zeus fulminara a
sofista argumentará con el mismo tipo de Sámele preñada de Dioniso, Hermes cose
encantamientos cuando se presentará ante al bebé en el muslo del dios y, al cabo de
Zeus, jurando que no sabe mentir. Verdad nueve meses, le da a luz. Hermes protector
y mentira son en él, como en tantas cosas, da a Odiseus una flor mágica que le prote­
las dos caras de la misma moneda. Jurar, gerá de los sortilegios de Circe: luego se le
en falso, que no se sabe mentir, es lo mis­ representará llevando al niño en brazos,
mo que afirmar que se es mentiroso. Y si como si fuera hijo suyo, del mismo modo
Zeus accede a abrirle el Olimpo es porque que llevará a Pan, que le succederà en el
la falsedad y las falsas apariencias forman patronato de los rebaños y de los instintos
parte también del universo: Hermes reinte­ desatados, y que es especialm ente feo.
gra así las piezas fallantes del puzzle un Pero Hermes lo recoge, lo envuelve en una
día mezcladas o separadas de las demás. piel de liebre, y lo reintegra al Olimpo
Gracias a esta capacidad de suplir la donde todo no tiene porqué ser belleza
fuerza con la astucia, el poder con la menti­ apolínea. Protector de Perseo en su luchas
ra, y de contrarrestar lo ineluctable con lo con las Greas, le ayuda a robar el ojo úni­
imprevisible, Hermes es el mediador nato co. franquear un paso prohibido y obtener
de todas las transacciones problemáticas, talismanes que serán atributos herméticos:
sean comerciales o políticas. Es capaz de unas sandalias aladas, un zurrón, y el cas­
vender a Heraklés como esclavo, y de rap­ co de Hades, que contiene toda la noche, y
tar a Helena, por orden de Zeus, confiarla al asegura la invi sibil idad. Se reconocen aquí
rey de Egipto, Proteo, y substituirla por un los signos más famosos del dios: las alas

292
HERMES

■= de la velocidad, el zurrón del viajero, del abajo: Hermes protector, es también bene­
comerciante y del ladrón, y el casco que le factor de la humanidad. Mucho más tarde,
permitirá pasar desapercibido, y si se ter- Orfeo repetirá el mismo tipo de función
£ cia, engañar: tal será el papel del Tarnhelm simbólica.
: ' en la T etralogía w agneriana donde un Volvemos a encontrar a Hermes en los
Loge merodea del principio al final. cultos a la diosa Isis, aunque debe distin­
^ De hecho, Hermes benefactor y funesto guirse entre H erm es e l V iejo, llam ado
son lo mismo. Si Hermes polugios es una también Toth el grande, y padre de Isis, y
‘ representación de la fertilidad, de la multi- Hermes el joven, que corresponde a Ho-
A p licación de los rebaños, y lo debe sin rus. Hermes-Toth se considera el primer
- duda a su madre Maia, cuyo nombre expli­ gran sabio de Egipto, el «Moisés egipcio»,
ca el mes de mayo, y corresponde al des­ el Trimegisto, tres veces grande: es el au­
pertar de la primavera, a las grandes fuer­ tor del corpas (termeticum donde se reco­
zas nacientes e irresistible de la naturaleza, gen la mayoría de las tradiciones y funcio­
sus piedras levantadas señalaban también nes evocadas basta aquí y de donde nace­
- tumbas: el espíritu del muerto protegía al rán todas las prácticas herméticas futuras,
vivo, o, si se prefiere, de la muerte a la la magia, la alquimia, la adivinación, entre
vida existe una continuidad universal que otras. Se le ve en la catedral de Siena, ves­
se simboliza en el papel del psicopompo tido de un caftán y tocado con una mitra,
quien debe conducir a los muertos para que con una inscripción que reza: «Hermis
prosiga la vida. «Si el grano no muere...» Mercurius Trismegistus contemporaneus
Hermes inventa las letras del alfabeto Moysi.» Dios de Iíermópolis. se le rinde
correspondientes a los sonidos inventados un culto diario consistente en cuidados
por las tres Parcas, lo y Palámedes. Se tra­ corporales, alimentos, meditaciones e in­
ta de sonidos vocálicos correspondientes a vocaciones. Su ofrenda específica, es una
un antiguo encantamiento griego que se escribanía; en efecto, es el funcionario
entonaba en honor de la Diosa Blanca, la modélico del mundo egipcio: sabe escribir
Diosa Madre, la primitiva triple diosa de y contar, y representa el deber de justicia,
quien Hermes parece ser, en muchos as­ equidad y rectitud. Regula el curso de la
pectos, el continuador, el fideicomiso en el luna, comprueba el fiel de la balanza en el
mundo de Zeus, que es otro, y que necesi­ tribunal de los muertos, inscribe el nombre
ta algún que otro correctivo reequilibra­ del faraón en los frutos del árbol de la His­
dor. A lgo más tarde, los sacerdotes egip­ toria en el templo de Heliópolis. Sabe tam­
cios proferían sucesivamente siete vocales bién medir el témenos del templo proyec-
y se dice que este sonido producía en los lado, porque es el «corazón de Rá», es de­
auditores una impresión tan fuerte como el cir la residencia de su memoria y de su
sonido de la lira y de la siringe, instrumen­ imaginación, nueva prueba de que, si no le
tos herméticos, como hemos visto. De he­ domina, al menos le antecede. Será pues
cho, en el origen, el alfabeto es un secreto su portavoz, y edictará las leyes, nombrará
religioso, invocación o poder, o poder de los lugares y determinará las recetas ade­
la invocación, movilización de fuerzas, es­ cuadas para aliviar los males que aquejan
pecialm ente terapéuticas: la magia y la a los hombres: la medicina para las enfer­
medicina en pañales, nacen así de la mis­ medades y la magia para los enemigos. Es
ma fuente vibratoria. Este secreto quedaba pues, a la vez, un sacerdote y un sabio, un
celosamente guardado por las sacerdotisas hombre y un dios: y por eso misino hace
de la Luna. Aquí. Hermes transcribe, per­ trampas y roba; porque los dioses son dé­
mite que se difunda, se comunique y per­ biles como cualquier hombre presa de sus
dure un saber perteneciente al mundo de deseos, y todo hombre encierra la chispa
arriba y se divulgue poco a poco en el de de la divinidad en su corazón.
HERMES / HERMETICA

Toda esta tradición simbólica ejercerá do las tendencias contrarias, por ejemplo
una gran fascinación sobre el cristianismo, entre la razón y la irracionalidad, la verdad
especialmente en sus principios. Así, los y la mentira, la salud y la enfermedad, la
Naasenos harán de Hennes el Logos, y tam­ vida y la muerte. El caduceo une la inmo-
bién el Verbo del dogma; la vara áurea se vilidad de la vara central al movimiento
convertirá en la vara de hierro que aparece vibratorio de las dos espirales. El eje del
en el Salmo (11,9). Hermes será quien des­ mundo es uno, y el devenir de sus compo­
pierta al alma dormida como hace Cristo nentes infinitamente cambiante; cambios
(Efesios, V.14): saca a los hombres del sue­ de estado, de lugar, de función. No extraña
ño del pecado para inspirarles el remordi­ que este símbolo sea universal y se repita
miento. En otro orden de cosas, Hermes del en los ñadí del tantrismo alrededor de ¿ilr-
sexo'erecto, intérprete de los dioses, es para humma, en los movimientos de Izanagi y ,
los Naasenos, el psicopompo que domina el de Izanami alrededor del pilar cósmico. El
tiempo; su palabra no es la que divide y se­ caduceo es también símbolo universal de
para sino el logos que propicia la comunica­ fecundidad, y es una de las más antiguas
ción, en ambos sentidos: en el de la revela­ imágenes indo-europeas. Luego reaparece­
ción, bajada de lo de arriba hacia abajo, y en rá en el mundo romano, después de recibir
el de la redención, de abajo hacia arriba. de los griegos las dos alas finales que rea­
Esta estructura de oposición y comple- lizan la síntesis ctonio-ouraníana. El cadu­
mentariedad queda emblematizada en el ceo de Mesopotamia representa el árbol, es
caduceo que es el signo hermético por ex­ decir la divinidad, inmortal y omnisapien­
celencia. Alrededor de una vara recta se te. La alquimia recupera el símbolo para
enrollan dos serpientes, una benéfica, la significar la unión fecunda de los contra­
otra maléfica; este equilibrio entre las dos rios, la cnincidentia oppositorum que tras­
polaridades expresa la esencia de la heu­ ciende el dualismo para instaurar el equili­
rística hermética: no se puede privilegiar brio dinámico de las fuerzas opuestas (por
una polaridad con respecto a la otra por­ ejemplo de los cuatro elementos), tanto si
que corresponden a corrientes cósm icas obran en el universo entero como en el
que las espirales invertidas representan. seno del individuo donde armoniza la psi­
Hermes mantiene el mundo en equilibrio que y el cuerpo, lodo el complejo mundo
(inestable, catastrófico diría René Thom), de lo psico-som ático. Am bivalencia del
en tre el agua y el fu e g o (San Martín), en­ hombre, ambivalencia del dios: compleji­
tre el mercurio y el azufre alquímicos (Ni­ dad infinita que las palabras pueden evo­
colás Flamel), Del caos primigenio en el car, invocar y nunca reducir.
que luchan dos serpientes, nace un orden
que la vara de Hermes impone, equilibran­ Alain Verjat

Hermética
El hermetismo toma su nombre de Her­ caminos, de las puertas y fronteras. Por
mes, el mensajero de los dioses e intérpre­ tanto, H erm es es un dios mediador, un
te de las órdenes divinas; él mismo, dios dios que está entre dos partes, poniéndolas
de la palabra (para estoicos y naasenos es en comunicación. Los dos orígenes etimo­
personalización del logos) y de la interpre­ lógicos atribuidos a Hermes responden a
tación. AI tiempo, Hermes es también el su contenido: por lo que respecta a herma-
dios encargado de los lindes y cruces de hermax, es la señalización de un lugar in­

294
HERM ÉTICA

termedio e intermediario; por lo que res­ cino y Pico de la Mirandola descubren el


pecta a hermeneía-hermeneú.s, Hermes es Corpus H erm ético, adoptando su visión
(rasmisor. ángel y revelador de un mensa­ del mundo y conviniendo a Hermes Tris-
je. o bien éi mismo es el mensaje, media­ m egisio en un personaje profètico de la
dor pues entre quien pronuncia el discurso categoría de M oisés o Zaratustra. El her­
y lo recibe. Lo cierto es que el papel de m etismo pasa entonces a m ezclarse con
mediación que desempeña Hermes lo ha­ los Oráculos Caldeos, con la cabala y con
cen propicio para que se asociara a su fi­ otras tendencias espirituales y esotéricas,
gura la noción de hermenéutica. de tal manera que a partir de aquí el her­
En el helenismo el personaje de Hermes metismo se generaliza como concepto: ya
se amalgama con el dios egipcio 'fot (que no significa una referencia restringida al
poseía las mismas atribuciones que Her­ Corpus Hermético, sino que afecta a todo
mes) y surge así Hermes Trismegisto, el tipo de pensam iento que obedezca a las
supuesto autor del Corpus Hermético. En ideas de realidad simbólica y cifrada, tra­
efecto, entre los siglos i a.C. y nr d.C., dición iniciática, esoterismo.., Las caracte­
asistimos a la constitución de un variado rísticas principales que toma ese hermetis­
conjunto de escritos de medicina, alqui­ mo generalizado las podemos resumir así;
mia, magia, religiosidad y filosofía adscri­ 1. Sistema universal de correspondencias
tos a Hermes Trismegistos o Tot, La tóni­ por el que la totalidad se refleja en lo par­
ca dominante de todos ellos la forman la ticular, y lo particular se convierte en una
sabiduría egip cia tradicional, filosofía contracción de la Unidad. 2. Transítividad
griega (platonismo, estoicism o, posible­ simbólica: la interpretación de un símbolo
mente también arisiotelismo) y una piedad nos conduce a otro y así hasta constituirse
centrada en una visión jerárquica del ser y una red de significaciones que une todo lo
en una actitud soteriológiea respecto al real. 3. Tradición o cadena iniciática, de la
alma humana, caída en este mundo. Es de­ que Hermes Trismegisto sería un eslabón
cir, algo muy parecido al gnosticismo sólo privilegiado. En conexión con esta idea se
que en el hermetismo son los elementos encuentra la noción de Prisca Theologia o
religiosos egipcios los predominantes (sin de ph'Uosophia pereimis en René Guénon.
que por ello falten huellas cristianas). Los 4. Transparencia del lenguaje y de las imá­
principales textos filosóficos del Corpus genes del mundo. Aquí es donde se nos re­
Hermético son el Poimandres, La Llave, vela más agudamente la estructura herme-..
La Crátera, la Coré Cosmoú y Asclepios «cufica del hermetismo, pues éste se pre­
(que propiamente no pertenece al Corpus senta com o interpretación o abertura de
pues se trata de una traducción latina, pero una realidad simbólica que a la postre es
sí el original perdido). siempre epifánica o logofánica. Por eso el
El Corpus Hermético influyó pronto en hermetismo es hermenéutica desde el pun­
cristianos (para Lactancio Hermes era ya to de vista fenom enologico, porque, en su
un profeta de Cristo entre los paganos), esencia está el interpretar y revelar un sen­
maniqueos, sabeos y sobre todo en musul­ tido dado; y desde el punto de vista histó­
manes, para quienes Hermes se identificó rico, pues tradicionalmente el hermetismo
con Idris (El Henoc bíblico). La influencia se ha ido mostrando com o la exégesis pro­
hermética sobre el islamismo abarca la al­ funda del sentido, ya de. un texto simbóli­
quimia (La Tabla Esmeraldina), la medi­ co, ya de la realidad en cuanto que imagen
cina (hermetismo y medicina hipocrática simbólica (es muy significativa la relación
van muy unidos) y la filosofía, sobre todo tan estrecha que existe entre propuestas
las tendencias místicas del Islam, como el herméticas y exégesis esotéricas de Ja B i­
Pseudo Empédocles, Suhrawardi, chiitas, blia, com o por ejem plo, Boehm e, Fabre
drusos... En el Renacimiento, Marsilio Fi- d ’OÜvet o R u dolf Steiner). A quí radica

295
HERM ÉTICA i HISTORIA D E LA HERMENÉUTICA

también otra de las características del her­ En el hermetismo comprobamos una vez
metismo generalizado: se trata de una her­ más cómo aparece desde sus orígenes más
menéutica que intenta conseguir una fu­ prístinos la ligazón indisociabJe entre la
sión de horizontes con lo interpretado, de palabra revelada, la interpretación y la me­
tal manera que la experiencia de la inter­ diación: es Hermes, el Logos, quien reve­
pretación supone una asimilación transfor­ lando muestra la presencia del Uno inefa­
madora del sentido emergente para aquel ble y crea así la mediación por la que po­
que desvela el sentido (el esoterismp sería demos acceder a la experiencia del sentido,
entonces la conexión íntima entre el senti­ es decir, el ámbito de la hermenéutica.
do que se revela y aquel para quien se re­
vela). José Antonio Antón

Historia de la Hermenéutica
a) El problema de la intelección Schleiermacher quiere comprender cada
pensamiento o cada expresión a partir de
1. El concepto y la cuestión de la her­ l la totalidad de un «contexto de vida» de
menéutica surgen por primera vez en un Illa que el surge. Aquí distingue entre la
contexto de problem ática filo só fic a en comprensión «adivinatoria», que en su
t Friedrich Schleiermacher. Este toma la pa­ medida plena sólo es posible frente a es­
rí labra del uso lingíiísLieo teológico, pero si- píritus afines y significa un presentir es­
/ 1 túa el problema biblicohermenéutico de la pontáneo a partir de un sentimiento vivo,
ú comprensión e interpretación correctas de de un «aclimatarse», y una comprensión
¡1 la Sagrada Escritura en el horizonte más «comparativa», que se apoya en una mul­
if amplio de la comprensión histórica y lite- tiplicidad de conocim ientos objetivos,
M raña (más tarde se dirá comprensión pro- gramaticales e históricos, y abre el senti­
, , pia de las ciencias del espíritu) que él in- do significado a partir de la comparación
p lenta dilucidar filosóficamente. Esto suce­ o de la conexión de las afirm aciones3.
de principalmente en sus lecciones sobre Mientras que la comprensión adivinatoria
' hermenéutica’; sin embargo, el problema significa un presentir o un concebir inme­
hcrmenéutico se halla también en sus es­ diatos del sentido, la comprensión com­
critos restantes. H erm enéutica e s para parativa consiste en una refundición de
Schleiermacher «el arte de comprender», varios datos aislados. Pero por cuanto
más exactamente una doctrina metódica ambos elementos deben actuar conjunta­
que como tal está ordenada no a un saber mente, se muestra ya aquí algo así como
teorético, sino a un manejo práctico, a sa- un círculo hermenéutico en el cual el mo­
. her, a la prácLica o técnica de la interpreta- mento adivinatorio significa la proyec­
* ción correcta de un texto. Aquí se trata de ción espontánea de una precomprensión,
«comprender». Jo cual desde ahora se con- a través de cuya proyección es guiada Ja
| vierte en la noción y el aspecto fundamen- refundición comparativa. Sin embargo
4 tales de toda la cuestión hermenéutica-. ambos m omentos se integran hasta tal

1 Fr. Schleie miiicher. -'Hermeneutik», en Werke 1/7. A r c h h n fü r B e g ñ ffs g e s c h i c h ie , t. I, Bonn 1955,


- CI', prira trllo K.O. Apel, «Das Verstehen (eine
i
142-139.
ProM cnigesdiiclnc als B egriffsgeschichte)», en ^ IVerée I1I/2, 360 ss.

296
HISTORIA D E LA HERM ENÉUTICA

■punto eir unidad que Schleiermacher pue­ bJemática de las ciencias del espíritu. Esto ¿
de definir la hermenéutica com o la «re­ ocurre ante todo en la Einleitung in die jj
construcción histórica y adivinatoria, obje
tiva y subjetiva de un discurso dado»4. i» 4 M
£|(- Geistéstvissenschafien del año 18836 y más
tarde en la obra Aufbau der geschichtlichen I1
.'Aquí acentúa Schleierm acher que para Welt del año 19107.
- ello es exigible un «meterse dentro» del D ilth ey se rem onta exp resam en te a
autor, un «aclimatarse» a su situación e in­ Schleiermacher; de él procede la biografía 1/
tención, a su mundo de pensamiento y de W , de Schleiermacher, hasta hoy vnsuperada8, {
representación; un pensamiento repetido Ki en que estudia minuciosamente lo herme-
..desde entonces con frecuencia, cuya vaíi- * néutico en el pensamiento de Schleierma­
: dez, sin embargo, ba sido últimamente i cher. Dilthey es el primero que formula la
convertida en cuestionable, o al menos re- h dualidad entre ciencias naturales’ y cien­
. lativizada, por Gadamer. cias del espíritu, que se distinguen por un
2. El problema de la com prensión se método analítico explicativo y un' procedi­
plantea con nueva importancia así que se m iento com prensivam ente descriptivo:
instaura la reflexión acerca de la peculiari- ( ¡ «explicamos por procesos intelectuales,
dad y el método esencialmente propio de pero comprendemos por la acción conjun­
las ciencias históricas, y esta reflexión la s t / ta de todas las fuerzas de las facultades en
separa expresamente de las ciencias natura- Ni la inteligencia, por el sumergir las fuerzas
les. Esto, preparado por Rauke, sucede es­ de las facultades en el objeto»9.
pecialmente en el libro Grundríss der His- ¿ Como base de la com prensión de las
torik (1868), de K.J. Droysen, quien señala jo» ciencias del espíritu coloca D ilthey una
la distinción entre el método de las ciencias , «psicología comprensiva» opuesta expre­
naturales y el histórico mediante los con-JA samente a una p sicología propia de las
eeptos «explicación» y «comprensión». E x -F> ciencias de la naturaleza, que explica por
plicación significa el retrotraer causalmente j/ las causas. «Explicamos la naturaleza en
el fenómeno aislado a la ley general y nece- m sus leyes, entendemos la vida del alma»10.
saria; comprensión, por el contrario, la con-í I Se exige para esto, sin embargo, abarcar
cepción de lo singular en su peculiaridad y!j\ lo singular en el contexto del todo, enten­
en su significación. También aquí emerge dido por D ilthey com o unidad de vida,
otra vez el pensamiento que es de impor­ unidad de la que brota la exteriorización
tancia fundamental para toda comprensión ja singular de la vida. «En la comprensión
y que se mantiene hasta la problemática » partimos del contexto del todo que nos es
hermenéutica de la actualidad: «Lo singular) i dado vivo, para hacernos concebible lo
es comprendido en lo total a partir de lo] y singular a partir de este todo»". Mientras
singular»5. Esto señala ya una estructura de que este planteamiento tuvo una amplia re­
la intelección esencialmente circular. percusión en el ámbito de la psicología,
Wilhelm Dilthey recoge el problema y í Dilthey mismo, por la impresión de la criti­
lo continúa en vistas al conjunto de la pro-1 ca de Ricícert y de Husserl al psicologismo,

■» Werkt? 1/7, 3 ! s. 8 W. D ilth ey , Leben Schleie rnachers, Berlín


5 K.G. Droysen. Grundriss der Historik, Leipzig 1966.
I86B, 9 s. 9 \V. Dilthey, Introducción a las ciencias del es­
6 W, Di itlie)', Gesammelte Schriften 1, Leipzig - Ber­ píritu, México -1949, p. 328 de la edición alemana.
lín 1923; trad. castellana: Introducción a las ciencias del 10 W, Dilthey. Ideen Uber eine beschreibende und
espíritu, Fondo de Cultura Económica, México -¡949. zergliederne Psychologie, Berlin 1894, 1.314.
7 Ibid., VIL Leipzig - Berlín 1927; trad. casiella- ji 11 O.C.. 1.342.
na: El mundo histórico, Fondo de Cultura Economi-
ca, México 1944.

297
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

abandonó más tarde la fundamentación Aquí no nos importa seguir más exacta­
psicológica de las ciencias de! espíritu; su mente el concep to de comprensión tal
teoría de la comprensión experimenta un como es usado por Droysen, Dihhey, Ric­
giro objetivo. La comprensión se refiere a kert y otros, y como penetra en la discu- *,
formas de sentido objetivas, a obras y va­ sión ulterior, tanto la psicológica como la
lores objetivos de la historia y de las cultu­ tcoreticocicntífica. Con todo hay que rete­
ras históricas, cuyas estructuras y regulari­ ner que aquí la «com prensión» está en
dades deben ser comprendidas. Son «obje- oposición a la «explicación» y señala la
tiv a ció n o s de la vida» que tam bién él distinción del conocimiento histórico o de
señala, con la palabra de Hegel, com o «es­ las ciencias del espíritu frente al método
píritu objetivo»12. de las ciencias naturales, y, además, que la
Estas objetivaciones de la vida son ob­ com prensión de un contenido singular .
jeto de las ciencias del espíritu; lo que vale aparece condicionada por una totalidad su­
es comprenderlas. Pero en cuanto brotan puesta simultáneamente o precomprendi- ■
ellas de la vida y objetivan el acontecer de da, la cual se expresa más tarde —princi­
la vida, la vivencia forma el acceso a la palmente desde Husserl y Heidegger— en
com prensión. En la viven cia se abre la el concepto de horizonte. Al mismo tiem­
unidad de vida a partir de la que hay que po resulta aquí claro el trasfondo filosófi­
comprender cada exteriorización singular co y tcorético-cieniífico que influye en la •
de la vida. O sea que la comprensión se problemática de la teología bíblica. Mien­
basa en la vivencia: «La comprensión pre­ tras el método histórico-crítico en el senti­
supone una vivencia»1-1. do del siglo xix se encuentra ciertamente
Precisamente a esta concepción, con la en el ámbito de la investigación histórica, .
que Dilthey continúa prendido todavía con pero bajo la imagen ideal de la «explica- ..
demasiada estrechez a un concepto psico- ción» de las ciencias de la naturaleza, el
iogíslieo. se opone decididamente Heinrich m ovim iento de la hermenéutica bíblica
Rickert aludiendo a la intelección de conte­ quiere, más allá de ello, llevar a validez la
nidos ideales de sentido y de valor, la cual exigencia de la «comprensión», exigencia
no tiene nada que ver con una vivencia en que se ha mostrado como el método pro­
el sentido de «vivencia sensorial», sino que pio de las ciencias históricas y del espíritu
pertenece esencialmente a otro orden. Ric­ y que se exige en la interpretación de la
kert rechaza también la denom inación Sagrada Escritura.
«ciencia del espíritu» y, en oposición a la 3. Un importante paso adelante en vista
ciencia de la naturaleza, habla de historia y al problema hermenéutico, paso que cierta-'
de culturas históricas14. O sea que el con­ mente ha sido preparado por Dilthey y su es­
cepto de ciencia del espíritu se toma ya en­ cuela por un lado y por la fenomenología de
tonces problemático. Rickert señala la dis­ Husserl por el otro, pero que conduce más
tinción de los tipos de ciencia por el hecho allá de una manera más profundizado«, lo
de que la naturaleza se explica por leyes, realiza Martin Heidegger por el hecho de
pero la historia y las culturas históricas se que en el libro Sein and Zeit (1927) retrae la
comprenden axiológicamente. «comprensión» hacia la existencia del ser15;

y j *11 W . Dilthey, E l imimio hisrunco, M e x ic o 1944, IJ M. Heidegger, Sein und Zeit, Halle 1927, Tu-
pp. I4tì-152 de lacdición alemana. bínga ItJ1963; (irad. castellana: El ser y el tiempo,
11 O.c., 143. Fondo de Cultura Económica, M éxico : 19G2). para la
u H. Rickert, D ie Grenzcn der natiirsiissenschaf- «comprensión» principalmente, § 3 1 . Das Dasein als
dicheu Begriffsbildtmg, Friburgo de Brisgovm 1896: Verstehen (142-148), y § 32, Verstehen und Ausle­
id., KiiiUir.dsscnschaft und Natunvissetisrliaft, Fri­ gung (U S -i 53).
burgo de B fissovi;» 1899.

29 S
HISTORIA DE I.A HERMENÉUTICA

para él es un «exí stendano», es decir, un un sentido más am plio y originario, «a


elemento constitutivo global del ser de la partir de aquella lejanía que mana de la
existencia humana. No se trata sólo de la esencia inicial. En El ser y el tiempo, her­
comprensión psicológica del otro hombre menéutica no significa ni la doctrina del
v de sus exteriorizaciones de vida. Tampo­ arte interpretativo ni la misma interpreta­
co se trata sólo de la comprensión, propia ción. sino más bien el intento de determi­
de las ciencias del espíritu, de formas y es­ nar la esencia de la interpretación a partir
imei tiras de sentido históricas. Se trata antes que nada de lo hermenéutico»,s. es
más bien de una comprensión más origina­ decir, a partir de la esencia hermenéutica
ria. anterior todavía a la dualidad de «ex­ de la existencia, la cual existencia enten­
plicación» y «comprensión», como mane­ diendo originariamente se interpreta a sí
ras típicas de conocim iento, propias de misma en el mundo y en la historia. A sí la
ciencias diferentes; esta comprensión más hermenéutica se convierte en la interpreta­
originaria es dada con el «mismo ser de la ción de la autocomprensión y de la com­
existencia», en cuanto la existencia es dis- prensión humana del ser.
linguida con la comprensión del ser. Cuan­ En su análisis de la comprensión com ­
do Heidegger, guiado por la cuestión del prueba Heidegger el «círculo hermenéuti-
«sentido del ser», emprende un análisis co»1,J que objetivamente era ya conocido
exisienciario ontologico de la existencia por Schleiermacher, Dilthey y Droyscn,
humana, el cual quiere liberar e interpretar pero que Heidegger formula expresamente
fenomenològicamente la constitución ori­ y que a partir de él penetra en toda la dis­
ginaria de la comprensión del ser enei fon­ cusión actual del problema hermenéutica.
do ele la existencia, esto se le convierte en Toda comprensión muestra una «estructu­
una «hermenéutica de la existencia», esto ra circular», puesto que sólo dentro una to­
es, en una interpretación comprensiva de lo talidad de sentido previamente proyectada
que es la existencia y en calidad de qué se «algo» se abre como «algo» y toda inter­
entiende ella a sí misma16. pretación — como refundición de la com­
Más Larde afirma el mismo Heidegger prensión— se mueve en el campo de la
que e! título «hermenéutica» le era familiar comprensión previa, y. por consiguiente,
por su estudio de la teología y que ya enton­ lo presupone como condición de su posibi­
ces se le ocurrió el problema de la relación lidad. «Toda interpretación que deba in­
entre la palabra de la Escritura y el pensa­ cluir comprensión, debe haber comprendi­
miento teológico-especulativo, y, oculto en do ya lo que hay que interpretar»-0. Con
él el problema de la relación entre lenguaje ello se da al mismo tiempo la esencial «es­
y ser. «Sin este origen teológico no habría tructura de horizonte» de la comprensión y
yo llegado jamás al camino del pensamien­ de la interpretación. La existencia como
to.» Pero tener un origen (Herknnft) supone «ser en el mundo» proyecta el «mundo»
siempre alcanzar un término (Zukunft)17, como horizonte de su autocomprensión. En
, Heidegger añade que más tarde ha vuelto su «sentido», toda com prensión de una
a encontrar el título «hermenéutica» en cosa, de un suceso o de un estado de cosas
Dilthey, a quien el concepto era familiar por exige, como condición de su posibilidad, la
la misma fuente, es decir, la teología, espe­ totalidad de un contexto de sentido — una
cialmente desde Schleiennocher. Con todo, «totalidad de naturaleza», como dice H ei­
Heidegger usa el nombre «hermenéutica» en degger—-, el «mundo» preproyectado y

,fi Sein und Zeit, § 3 7 : « L a f e n o m e n o lo g í a d e la 17 Unierwegs zur Sproche, P f u ll in g e n 31960, 96.


e x is te n c ia e s h e rm e n é u tic a e n e l s e n tid o o r ig i n a r i o d e is O.c., 9 7 s.
la p a la b r a , c o n lo c u a l s e ñ a l a l a t a r e a d e l a i n te r p r e t a ­ ,v Sein mtd Zeit, 1 5 2 s.
c ió n .» 30 Sein und Zeit, 15 2 .

299
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

precomprendido21*. En el Heidegger de la los refundido en una teoría filosófica de la


primera época, en Sein und Zeit y en los comprensión24. También él se remonta al
escritos siguientes, el mundo es entendido «círculo hermenéutico» — en el sentido de
como esbozo de la existencia que esboza Heidegger— y muestra el significado posi- -
previamente su «poder ser», es decir, sus tivo del «prejuicio». Esta palabra, que reci­
posibilidades de ser, com o totalidad de bió por primera vez su sentido peyorativo a
sentido de la propia autorrealización, y partir de la ilustración, en su empeño por
esto como horizonte de la autocompren- una ciencia carente de presuposiciones, li­
sión propia. Más larde Heidegger entiende bre de prejuicios, y que Gadamer se ha es­
el mundo más expresamente a partir del forzado en revalorizar, significa no otra
ser que se nos revela y al mismo tiempo se cosa que una «precomprensión» sobreveni­
nos oculta históricamente. El mundo se da históricamente y todavía no reflexio­
convierte así en «iluminación del ser hacia nada científicamente, ¡a cual, prescindien­
la cual el hombre arranca a partir de su do de hasta qué punto alcanza el pleno sen­
esencia arrojada»23. Según eso el mundo tido de la cosa, abre sin embargo un primer
se fundamenta, a partir del ser, como hori­ acceso de la comprensión que prepara el
zonte de intelección que nos es asignado camino a cualquier comprensión ulterior y
onticohistóricamente. En los escritos más más profunda que. por consiguiente, e s .
tardíos este horizonte histórico de com ­ presupuesta por ésta, El problema que re­
prensión se fundamenta aún en forma más sulta de la diferencia de maneras de ver en
expresa en el lenguaje, porque toda inte­ cada precomprensión, condicionado por el
lección se realiza en el lenguaje, y el hori­ horizonte histórico determinado cada vez,
zonte histórico de la intelección se consti­ busca Gadamer de solucionarlo por el he­
tuye en el lenguaje23. En él llega el ser al cho de que ocurre un encuentro y fusión de
habla. En él se interpreta históricamente la horizontes, N o se trata, pues, como desde
comprensión originaria del ser. Por ello el Schleiermacher se exigió frecuentemente,
Heidegger tardío no habla ya de herme­ de «introducirse» en la posición del otro,
néutica, y apenas si habla de tiempo e his­ por ejemplo de un autor de una obra del
toria. Su pensamiento se concentra más pasado, para poder comprenderla correcta­
bien en el acontecer del lenguaje, que él mente. sino que somos más bien «noso­
intenta dilucidar a partir del ser. Precisa­ tros» quienes debemos y queremos enten­
mente por ello el pensamiento del Heideg­ derle, esto es, a partir de nuestra propia po­
ger de la época tardía se convierte de nue­ sición histórica. Pero nosotros podemos
vo en hermenéuticamente significativo y ampliar nuestro limitado horizonte propio
penetra determinativamente en la proble­ mediante la comprensión del otro, en lo
m ática herm enéutica de la actualidad. cual se realiza una «fusión» de horizontes.
También en el campo teológico, Sin embargo, la posibilidad de esto está
Es mérito de Hans-Georg Gadamer el condicionada por la propia historia. La
haber recogido los planteamientos de Sch- continuidad «histórico-efeetual» propor­
Ieiermacher, Dilthey y Heidegger y haber ciona la posibilidad de la comprensión, en

21 C f . e l a n á li s is d e l « m u n d o » : Sein und Zeit, p r in ­ 2i E s p e c ia lm e n te e n U n í e n i e g y r n r Spivehe. ! c .


c ip a l m e n t e 6 3 -8 8 . 2,1 H .G . G a d a m e r , Waiuheit uncí Meihodc, Gnaui-
— Platons Lehre r o n der Wahrheit mit einem Brief ziige einer phUosoplusrhen Hennenemik, T u b i n y a .
über den Humanismus, B e m a 19 4 7 , 10 0 : v e rs ió n c a s ­ 1 9 6 1 . : 1 9 6 5 . ( V e r s i ó n c a s t e ll a n a Verdad y método.
te lla n a : « L a d o c tr i n a d e P l a tó n a c e r c a d e l a v e rd a d » . ■Síguem e. S a l a m a n c a . 1 9 7 7 .)
Cuadernos de filosofía 1 0 -1 2 . B u e n o s A i r e s 1 9 5 3 ;
« C a r ta s o b r e el h u m a n is m o » , Realidad 7 y 9, B uenos
A ire s 194S.

300
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

cuanto la palabra pronunciada en el pasado ca, etc. En esto — como metodología deta­
se ha pronunciado dentro de la historia, se llada— va mucho más allá de la explicación
ha consumado e interpretado en la historia y filosófica de los fundamentos que hace Ga-
penetra así en el horizonte de comprensión damef26. Puesto que aquí nos importan prin­
qúe nó's es propio, históricamente acuñado. cipalmente las cuestiones filosóficas funda­
Junto a Gadamer está — igualmente re­ mentales de la hermenéutica, para nosotros
presentativo para la hermenéutica de la ac­ es más importante el planteamiento de Ga­
tualidad— Emilio Betti, cuya amplia obra damer.
desarrolla una «teoría general de la interpre­ Puesto que toda comprensión se realiza
tación»25. Betti procede de la hermenéutica en el lenguaje, el horizonte de la compren­
de la historia del derecho; abarca sin embar­ sión se interpreta en el lenguaje y el aconte­
go el conjunto de problemas de método de cer de lo «histórico-efectual» que Gadamer
las ciencias del espíritu y se remonta a sus comprueba es un acontecer del lenguaje, se
presupuestos filosóficos. En ello permanece plantea ante todo ■— al lado de todos ios
esencialmente ligado a la tradición herme­ problemas objetivos que nos son dados con
néutica desde Schleiermacher hasta Dilthey, ello en vistas a la cuestión hermenéutica—
mientras que Gadamer está comprometido el problema del lenguaje, que en este con­
mucho más decididamente con la fenome­ texto adquiere importancia más urgente.
nología, recoge principalmente los plantea­
mientos de Heidegger, los prosigue y los
hace fructíferos para el problema de la inte­ b) El problema del lenguaje
lección histórica. Desde este puesto discute
con el antiguo concepto de comprensión Una filosofía del lenguaje que se separe,
desde el romanticismo hasta el historicismo por un lado, de la lógica y de la gramática,
de manera ampliamente crítica; en cuanto a por otro lado, de la lingüística, e intente
esto, el planteamiento del problema filosófi­ comprender el acontecer del lenguaje en su
co por parle de Gadamer profundiza más y unidad y genuinidad no empieza propiamen­
va más allá que Betti. Pero, por otro lado, te antes de Hamann y de Herder: en W il-
Gadamer se queda en una hermenéutica helm von Humboldt adquiere una forma más
simplemente fenomenológica que intenta madura. O sea que esta filosofía procede del
mostrar lo que «realmente acontece» en la mismo ámbito espiritual del cual brota tam­
intelección histórica, sin refundir una her­ bién la cuestión hermenéutica de Schleier­
menéutica normativa que diera reglas y nor­ macher27, ámbito que fu e acuñado por la fi­
mas para lo que «ha de acontecer» en la in­ losofía de Kant y del idealismo especulativo,
terpretación. Por el contrario, la doctrina de pero al mismo tiempo por la visión del mun­
la interpretación de Betti es una hermenéuti­ do viva y orgánica del romanticismo.
ca absolutamente normativa, es decir, una 1. Esta instauración de la filosofía de
doctrina de método que se extiende a todos lenguaje significa algo nuevo frente a to­
los ámbitos de comprensión propios de «las das las reflexiones acerca del lenguaje que
ciencias del espíritu», o sea a la hermenéuti­ existieron hasta entonces, reflexiones que
ca histórica y filológica, jurídica y teológi­ desde antiguo existieron en múltiple forma.

35 E . Betti, Teoria generale della interpretazione, b is V ic o » . Archiv für Begriffsgeschichte, i. 8 , B o n n


1 v o i., M il á n 1 9 5 5 . 1 9 6 3 ; B . L ie b ru c k s ,Sprache und Bewusstsein, F r a n c ­
;fi P a r a la d i s c u s i ó n r e f e r e n t e a e s t o e n tr e G a d a ­ f o rt 196 5 s s .; H .G . G a d a m e r ( d ir .) . Dus Problem der
m e r y B e tti, c f. G a d a m e r , o.c., 4 8 2 ss. Sprache (V IH C o n g re s o d e F i lo s o f ia , H e id e lb e r g
37 G e n e r a l i d a d e s r e f e r e n t e s a l p r o b le m a d e l l e n ­ 1 9 6 6 ); G . J a n o s k ä , Die sprachlichen Grundlagen der
g u a j e p r i n c i p a l m e n t e c rt K .O . A p e l , « D i e I d e e d e r Philosophie, G r a z 19 6 2 .
S p r a c h e in d e r T r a d it io n d e s H u m a n is m u s v o n D a n te

301
HISTORI A DE LA HERM ENÉUTICA

De una concepción miticomágica del len­ escolástica de la edad media, para el rea­
guaje. concepción para la cual la palabra y lismo e igualmente para el nominalismo
la cosa forman un todo, o sea que el cono­ en la discusión de los universales, y tam­
cer el nombre proporciona fuerza sobre Ja bién para Guillermo de Ockam. a pesar de
cosa, se destaca ya en los albores de Gre­ que éste, a partir del uso concreto del len­
cia la distinción entre (púai? y \6yo g , po­ guaje. critica la concepción platónicamente
dríamos decir: entro «mundo» y «pala­ realista del lenguaje. La visión del lenguaje
bra», realidad y afirmación lingüística. Sin como simple significación no es superada
em bargo, en H eráclito esta dualidad es ni por el racionalismo, con su modelo de
sostenida todavía en una tensa unidad, por lenguaje de una mathesis imiversaiis en
cuanto el Xéyeiv no es fijado todavía en un Descartes y Leibniz, ni por la crítica del
«denotar» secundariam ente externo del lenguaje por parte del empirismo de Locke
objeto, sino que el Xóyos-.es entendido y Berkeley. Además la teoría lingüística de
com o lo que abre originariamente ser y signos se enlaza en la edad moderna con la
sentido-s. D esde el CralÜo, de Platón, y transformación del pensar del ser a la esen­
con más razón por los escritos lógicos de cia; así la palabra resulta subordinada
A ristóteles, adquiere predominio la con­ como signo a Ja esencia pura.
cepción que considera el lenguaje única­ 2. Una visión orgánica y originariamen
mente como sistema convencional de signos unitaria de la lengua no se produce basta el
para designar contenidos pensados antes en siglo xvm y principios del xlx, preparada
vistas a que la comunidad se entienda. La por ejemplo por Giambatista Vico (t 1744),
palabra es referida al concepto, el lenguaje pero principalmente por Johann Georg Ha-
a la esencia de las cosas. Cuanto más im­ mann (f 1788), Johann Gottfried Herder
portó alcanzar en el pensamiento la esen­ (t 1803) y Wilhelm von Humboldt { | 1835)30.
cia eternamente invariable, tanto más fue Para Hamann, cuya concepción del lenguaje
p reciso valorar y entender el lenguaje tiene por trasfondo la doctrina cristiana del
como perteneciente a este mundo mutable logos y se enlaza con un espíritu nuevamen­
y huidizo. El pensar puro (voeív) del voís' te despierto para la historia, el lenguaje no
recibe la primacía delante del Xóyos del es otra cosa que la razón, no una significa­
lenguaje (Xéyeiv)*29. ción accesoria para algo previamente cono­
Esta concepción del lenguaje en que la. cido o pensado; para él «el lenguaje es más
función objetiva de significación está en el bien la madre de la razón y de la revelación,
primer plano, pero en la cual ya no se vio su A y Q»31; «razón es lenguaje, Xóyos’»3*
la totalidad viva del acontecer del lenguaje En el lenguaje se'realiza la percepción y
en su función originariamente creadora y comprensión originaria, el lenguaje es «el
reveladora de sentido, penetra en la tradi­ orgcinon y a la vez e] kriterion de la razón...
ción de casi toda la filosofía occidental. Aquí hay pura razón, y a la vez su crítica»33.
Permanece com o válida para la filosofía Ya en estas palabras se anuncia la crítica a
estoica del lenguaje e igualmente para la Kant, la cual se hace más expresa en la

2a C f. H . B o e d e r , Grund und Gegenwart der früh- 211 Cf. especialmente E. Cassirer, Philosophie der
griechischen Philosophie, La Huya 1962, principal­ xyrnbolischen Formen, pane I: Die Sprache, Berlín
mente 73 ss.; J, Lohmann, Zur Begegmuig von griechis­ 1923, 89-106.
chen und frühchristlichen Logosdenken: «Lexis» I V , 31 Hamann an Jacobi, Briefwechsel mit Jacobi, edi­
Lahr in Baden 1954. ción de Gildemeister, Gotha 1868,122, Cassirer 93.
29 C f . K.O. A p e l, Der philosophische Wahrheitsbe­ 35 «Hamann an Herder», en Schriften (Roth) VIL
griff einer inhaltlich orientierten Sprachwissenschaft: 151 s.; Cassirer 93.
Sprache, Schlüssel zur Welt (Homenaje a L. Weisger­ 33 «Hamann an Scheffner», en Schriften (Rnih) \TL
ber) Düsseldorf 1959; W, Wieland, Die aristotelische 216; Cassirer 93. Cf. referente a ello, R. Unger, H a -
Physik, Gotinga 1962. mannx Spruchíheorie, Munich 1905,

302
Metacrítica ele la crítica de la razón pura, A sí se ofrece por primera vez en el len­
de Herder-14: la objeción es que la investi­ guaje la totalidad de una visión del mundo
gación trascendental de Kant de las condi­ y la objetividad se da por primera vez en
ciones previas de la posibilidad de conoci­ esta totalidad transmitida lingüísticamente.
miento objetivo no ha avanzado hasta el Por esto el lenguaje debe ser considerado
lenguaje, no ha mostrado el acontecer de y entendido también en su totalidad. La
lenguaje como condición del conocimien­ abstracción y análisis de palabras y de re­
to de objetos, no ha ilustrado el origen y la glas aisladas, com o ocurre en el análisis
esencia del lenguaje. Mientras que hasta científico, no puede jamás explicar esta to­
ahora se había situado las más de las veces talidad. Cuando H um boldt, finalm ente,
el lenguaje sólo en la ordenación teorética, entiende el lenguaje como síntesis de ma­
como afirmación y afirmación del conoci­ teria y forma, se remonta, con ello a Kant y
miento, Herder fundamenta el lenguaje en al mismo tiempo le supera. Kant había vis­
el sentimiento, en la experiencia inmediata to en cada conocimiento una «síntesis de lo
que orea para sí una expresión. Sin embar­ diverso», en la cual la m ultiplicidad de
go. con ello se ha dado sólo el contenido, contenidos de la visión sensorial es lleva­
y no la forma, que es obra de la reflexión, da a la unidad y pensada como unidad por
de la meditación; con Lodo, de una manera la acción espontánea del sujeto. La síntesis
que los dos elementos se penetran con la es conducida y posibilitada por principios
misma originariedad y hacen brotar el len­ apriorísticos de unidad, los puros concep­
guaje. tos de razón que brotan de la unidad tras­
Sin embargo una visión nueva del len­ c en d e n ta l del puro « y o p ien so».. Pero
guaje recibe la máxima claridad en Wilhelm cuando en Kant se realiza el conocimiento
von Humboldt, quien lucha ante todo por com o síntesis de lo diverso en el juicio, o
una comprensión de la unidad viva del sea que se expresa lingüísticamente en la
lenguaje35, El lenguaje es para él la unidad frase, en ello ve Humboldt un acontecer
en oposición al espíritu individual y obje­ lingüístico en el que a la función significa-
tivo, porque ciertamente cada uno habla su dora de contenido de un concepto se suma
idioma, pero al mismo tiempo es introdu­ una determinación formal por la que é l es
cido por el idioma en una comunidad idio­ trasladado a una categoría determinada de
màtica, y con ello en el «espíritu objetivo» pensam iento, esto es, es insertado en un
de una configuración histórica y cultural contexto lingüístico determinado al que es
de la humanidad. El lenguaje es además la referida la totalidad del lenguaje y desde
unidad en oposición de sujeto y objeto, cuya totalidad es entendido.
por cuanto nosotros no afrontamos una ob­ También aquí nos sale otra vez al en-
jetividad subsistente en sí misma y dada cuentro, pero ahora en vistas al acontecer
previamente ya completa (hoy diríamos lingüístico, el problema de la comprensión
entendida desde el positivismo). No des­ de cada cosa en la totalidad de un contexto
cubrimos el mundo ni su sentido indepen­ de sentido y de significación, que herxne-
dientemente del lenguaje puesto que «pro­ néuticamente resulta significativo. «Tam­
piamente los lenguajes no son un medio poco aquí materia y forma, receptividad y
para exponer la verdad ya conocida, sino espontaneidad -—como antes las oposicio­
más bien para descubrir la anteriormente nes de lo “subjetivo"’ y lo “objetivo”, de lo
desconocida»36.34 “individual” y lo “comiín"— son fragmen-

34 J.G. Herder, Verstand und Erfahrung, Vernunft -s Cf. E. Cassirer, o.c., 98-106.
und Sprache, eine Metakritik zur Kritik der reinen Üher das vergleichende Sprachsntdium (1820),
Vernunft, Leipzig 1799. Cf. id., Sprachphilosophische Werkc IV, 21 ss.; Cassirer 102.
Schriften, edición de E. Heintel, Hamburgo 1960.

303
HISTO RIA DE LA HERM ENÉUTICA

tos que caen en pedazos, de los que se com­ samiento de Heidegger, quien recoge y
pone el proceso del lenguaje, sino que son continúa el problema, fundamentando — ya
momentos precisamente en este mismo pro­ en Sein utid Zeit— el lenguaje en la «com­
ceso genético que se pertenecen mutua y ne­ prensión» existenciaria ontológica, históri-
cesariamente, los cuales se dejan separar cohermencutica de la existencia. El lengua­
unos de otros sólo en nuestro análisis»37. je representa la constitución óntica y exis­
Esta visión nueva del lenguaje, tan origi­ tenciaria de la existencia en calidad de «ser
nario como total, que aparece en Hamann, en el mundo». Pero cuando Heidegger, en
Herder y Humboldt,1apenas si fue conocida su época más tardía, presta su mayor aten­
en su tiempo en su importancia filosófica, ción al lenguaje — especialmente en el es­
que no fue valorada totalmente. Se ha alu­ crito Unterwegs zur Sprache (Caminando
dido ya repetidamente a la rara tragedia que hacia el lenguaje), 1959— , en cierto senti­
hay en el hecho de que por una parte la do adquiere mayor profundidad y, al mis­
gran filosofía de aquella época, el idealismo mo tiempo, mayor rigor conceptual. Mayor
trascendental que va de Kant a Hegel, no profundidad, por cuanto él intenta com­
haya recogido estos planteamientos, no se prender el lenguaje a partir del ser, esto es,
hayan hecho expresamente del lenguaje un quiere retraerlo del ámbito de subjetividad
problema y no haya configurado una filoso­ y fundamento y comprenderlo a partir del
fía del lenguaje35, y de que por otro lado la suceso histórico del ser que se revela y que
nueva irrupción hacia una comprensión se oculta, el cual nos habla en el lenguaje,
más profunda del lenguaje, tan auténtica y la «voz del ser». Con ello el aspecto del fe­
justificada como fundamentalmente fue, ha nómeno del lenguaje nos es traído cierta­
estado muy lejos de alcanzar el nivel filosó­ mente a la vista: el lenguaje nos es dado
fico del idealismo especulativo, y principal­ previamente en una cierta independencia y
mente no ha llegado, más allá de los plantea­ legislación que le es propia: en su transfor­
mientos, a un desarrollo sistemático, y por mación histórica lleva una cierta vida pro­
ello tampoco a una valoración plena. La fi­ pia, de la que participa a su manera el que
losofía del lenguaje quedó al margen del oye y habla el lenguaje. El lenguaje en sí,
pensamiento filosófico. por consiguiente, significa un destino deter­
3. Por mediación de la hermenéutica de minado, histórico y asignado a nosotros,
Schleiermacher se llega por primera vez por cuanto él nos indica un espacio deter­
en Dilthcy a una concepción del lenguaje minado de conocimiento histórico de uno
trascendenlal-hcrmenéutica, que aborda la mismo. Perú c u a n d o esto ha de ser entendi­
comprensión — reducida, es verdad, al es­ do a partir del ser, y concretamente en la
pacio de las ciencias del espíritu— , a par­ exclusividad del puro pensar el ser que es
tir de la totalidad de nuestro acontecer his­ propio de Heidegger en su época tardía, en­
tórico y lingüístico, que muestra a éste, por tonces —prescindiendo de algún discurso
consiguiente, como condición de la posibi­ mítico sobre el ser— el lenguaje todavía es
lidad de la comprensión histórica. Esto pe­ percibido únicamente como «lenguaje- del
netra, como ya se ha indicado, en el pen­ ser», el cual «monologa» consigo mismo33.

1,7 E. Cassirer, ] .c. 105, nueva serie 10, Berna 1962: J. Simón, Das Problem
Mucsinin pianteamientos liiigüisticoluosoficos der Sprache bei Hegel, Stuttgart. eLc., 1966.
en Hegel: J. Dcrbolav, Hegel und die Spruche. Ein 35 M. Heidegger, Umcncegs zur Sprache, Pfullin­
Beitrag zur Stcmdsortbeslintmung der Sprachphilo­ gen -I960, 265: «Pero el lenguaje es monólogo. Esto
sophie im Systemdenken des deutschen Idealismus: quiere decir ahora dos cosas: es únicamente el len­
Sprache Schlüssel zur Welt (Homenaje a L. Weisger­ guaje el que propiamente habla. Y el lenguaje habla
ber) D üs‘.i-I<lnrr 1959. 5G-S6; H. Lauener, «Die Spra­ solitariamente.» (Versión castellana: De camino al
che in der Philosophie Hegels». Sprache und Dichtung, habla. Barcelona, 19S7.)

304
HISTORIA D E LA HERMENÉUTICA

-Y cuya voz nosotros debemos oír y atender simples o realidades corresponden a frases
para corresponder a ella. Pero con ello se elementales, y éstas, entonces, están liga­
.restringe la comprensión del lenguaje en das entre sí de forma puramente lógica.
cuanto que esto aísla e hipostasía mítica­ Bajo el estímulo de la lógica matemáti­
mente el lenguaje; pero, así, sin embargo, ca se persigue la m eta de un lenguaje
.su esencia propia vuelve a resultar oscura. científico ideal. Este aspecto se convirtió
Esto es una advertencia de que la filoso­ en eficaz por el influjo de WittgcnsLein en
fía del lenguaje sigue siendo todavía un su primera época en el empirismo lógico
aspecto que se anuncia en el trasfondo del del «círculo de Viena» (M. Schlick, R. Car-
problema hcrmenéutico. Desde los plantea­ nap entre otros). La determ inación del
mientos que resultan de la historia del pro­ sentido de frases sintéticas es regido aquí
blema, el aspecto significa, sin embargo, primordialmente por el criterio de sentido
entender el lenguaje como suceso vivo y de la posibilidad de la verificación : el
originariamente unitario en el que el mun­ sentido de una frase viene determinado a
do se nos abre y en el que se constituye la través de la manera de su verificación ,
plenitud y totalidad concretas de un hori­ que debe seguir por experiencia. Combi­
zonte de nuestra comprensión propia y de naciones ulteriores de frases significativas
la del mundo. son posibles sólo por relaciones lógicas
4. Cuando tal visión del lenguaje se que no dan ninguna ampliación del senti­
plantea como tarea a partir de la historia do. Por ello frases como las de la metafí­
del problema es notable que desde un lado sica no son más o menos falsas, sino ca­
totalmente distinto y desde planteamientos rentes de sentido: mera «empaquetación
totalmente diferentes el desarrollo del pro­ conceptual»41.
blema muestra la misma dirección, a sa­ El desarrollo posterior, sin embargo,
ber, en el campo de la filosofía analítica^. ha comprobado los límites, y con ello la
También en ella se plantea' cada vez más insostenibilidad de una aceptación ilim i­
el problema — diríamos hermenéuLico— tada tanto del criterio de la posibilidad
de la intelección de lo singular en la totali­ de la verificación como del idea) de un
dad. Mientras que F.H. Bradley (t 1924), lenguaje universal científico. Primero la
procediendo de Hegel, determinó el senti­ discusión se extendió al modo de verifi­
do de lo singular sólo a partir de la estruc­ cación — constataciones o frases proto­
tura de lo total, sus discípulos G.E. Moorc, colarias^— con lo que la exigencia de ve­
pero especialm ente B. Russell, rechazan rificación se transforma en exigencia de
decididamente que la esencia de las cosas falsación, y el m ism o criterio ya no se
dependa de relaciones con otras cosas: to­ concibe como criterio para cada afirma­
das las relaciones son sólo exteriores. Con ción sintética significativa, sino más bien
ello se reanuda la teoría atomística de los como criterio de la lim itación de frases
signos, no sólo la del empirismo inglés, con sentido empírico frente a oLras fra­
sino también la del racionalismo, de una ses. El intento de dar cuenta de la estruc­
manera tal que contenidos experimentables tura lógica y el sentido de las afirmaciones

J0 Cf. W . Stegmiillcr, Hauptströmungen der Ge- 1938; A J. Ayer. The Revolution in Philoxophy, Lon­
genwartsphilosuphie, Stuttgart - 1965t K.O. A pel, dres 1957: G.E. M oore. Lectures on Philosophe.
«Die Entfaltung der ■‘sprachanalylisuhen” Philosophie Londres 1966; R. Camap, Der logische Aufbau der
und das Problem der “GeistesWissenschaften”». Phil. Welt, Schciitprobleme der Philosophie. Hamburg o
Jahrbuch, 72 (1964-65), 239-289. 1961. Además: M.J. Charleswonh. Philosophy and
- 1 C f refeicnte a esto M. Schlick, «Meaning and Linguisiic Analysis. Pitsburgo 1961; K. Popper. Lo­
verification», Philosophical Review, 44 (1936): Ge­ gik der Forschung. Tubinga -1966.
sammelte Aufsatz? (editados pur F. \Vaismann). Viena

305
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

mostró el elemento teorético contenido en constituye su significación. El lenguaje


estas afirmaciones y condujo Finalmente a artificial de las ciencias se deriva a partir
la visión de que incluso las simples afir­ del lenguaje natural: es un «juego del
maciones de experiencia están condiciona­ lenguaje» junio a otros «juegos del len­
das por un elemento teorético no elimina- guaje».
ble del lenguaje de la observación1-. Tam­ El influjo colosal que, especialmente en
bién se hizo patente que el sentido de una el ámbito idiom ático inglés, ha tenido'
expresión depende del contexto en el que W iitgenstein y la amplia discusión del
se da. Aquí se hacen valer puntos de vista Wittgenstein de la época tardía ha hecho
pragmáticos para la distinción de lenguas que incluso hoy en el ámbito de la filoso­
determinadas. Todo esto muestra que la fía analítica se conserven sólo en parte las
afirmación lingüística de realidades empí­ tesis neoposítivistas (por ejemplo, de R. Car- -
ricas se encuentra ya siempre en el campo nap y A.I. Ayer) y que por otro lado, sin
más amplio del conjunto de acontecimien­ embargo, se extienda una interpretación
tos de lenguaje en el que originariamente funcioiuiloperativa del lenguaje4-1.
se abre el sentido y se entiende. Esta pro­ Según esto corresponden al lenguaje
blemática ha conducido a una transforma­ funciones teoréticas y prácticas muy di­
ción de la concepción del lenguaje, trans­ versas, las cuales determinan cada vez su
formación en la que se regresó desde la sentido. Hay distintos «lenguajes» y dis­
terminología artificial de cada ciencia a la tintos «juegos de lenguaje», no sólo un
totalidad viva del lenguaje natural. lenguaje de las ciencias naturales, que
5. Significativo para esta transforma­ para el neopositivismo fue el único válido,
ción es Ludwig W itlgenstein ( í 1951), sino también un lenguaje del arte, uno de
quien había inspirado ya desde el princi­ la ética, uno de la religión, etc,; que deben
pio todo el m ovim iento de la «filosofía ser analizados uno por uno e interrogados,
analítica» sin considerarse propiamente cada uno, en vistas al sentido de sus afir­
perteneciente a ella. Su Tractatus logico- maciones; pero que tienen su sentido y su ;
philosophieus (1 9 2 1)43 representa el e x ­ posibilidad sólo en la unidad y multiplici­
tremo de una teoría atomística de signos dad vivas del lenguaje natural.
según la cual el lenguaje imita la forma A través de la ampliación del problema
lógica de las realidades. Pero ya aquí se del lenguaje la filosofía analítica se acerca ■
encuentra planteada una visión que lleva actualmente en algunos puntos de vista no i
más allá, la cual se encuentra desarrolla­ sólo a la fenomenología de Husserl con su
da expresamente en las Philosophische problema del «mundo de la vida», sino ;
Untersuchitngen o «Investigaciones filo ­ también, a pesar de la profunda diferencia jj
s ó fic a s » (obra p ostu m a p u b licad a en de planteam iento, a una hermenéutica *
1953)44: la función de la «marca» es insu­ existencial en la que Heidegger intenta s i-. J
ficien te. porque las palabras no marcan tuar el lenguaje en la totalidad de! «ser en -]
de modo previo unívoca y teoréticamente el mundo», Pues también aquí se trata de 2
algo y después son usadas en este sentido, comprender, a partir de su función en el .1
sino que es al revés, primero son usadas todo de la vida humana, la exteriorización
en el lenguaje vivo cotidiano y este uso lingüística singular como un contexto con-_qj

4- Cf. P. Feyerabend, Das Problem der Existenz 45 CE P. Lorenzen, Emfithnmg in die operative Lo
theoretischer Entitäten: Probleme der Wissens- gik und Mathematik, Qerlin-Golinga 1955; J. Lohmann,
chafistheorie, Viena 1960, 35-72. Philosophie und Sprachwissenschaft, Berlin 1965;
L. Wittgenstein, Schriften, l I, Francfort 1963, W. Richter, Untersuchungen zur operativen Logik der
11-83. Gegenwart, Friburgo 1965.
44 O.c., 289-54T.

306
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

ereto de significado en el cual ella está y nocimiento primigenio y más directo de la


desde el cual se pronuncia, es decir, se tra­ verdad; el ideal en este orden de invcslíga-
ta de comprender la exteriorización lin­ ción consiste en alcanzar un conocimiento
güística singular desde el todo de un mun­ que resulte innegable e indudable.
do como horizonte de comprensión, abier­ Este planteamiento de la cuestión es,
to en todo el lenguaje vivo. com o problema fundam ental, absoluta­
mente común al racionalismo y al empiris­
mo. En esta forma deriva de Descartes,
c) El problema de la mediación quien es el primero en evidenciar la certe­
za del ego cogitans como primer conoci­
La significación fundamental que corres­ miento inmediatamente verdadero y segu­
ponde a la cuestión hermenéutica de la ac­ ro. De aquí hace derivar la idea clara et
tualidad (no sólo con vistas a la compren­ disúncta como criterio general de verdad y
sión teológica de la Sagrada Escritura o a de certeza, y es conducido por este criterio
la comprensión general histórica y propia a la aceptación de las ideas innatas, que
de Jas ciencias del espíritu, sino también a resultan posesión común de todo el racio­
la problemática fundamental de la filoso­ nalismo hasta la filo so fía académ ica de
fía), no se hace clara hasta que intentamos Christian Wolff.
comprender la cuestión hermenéutica a Pero ya aquí se alza un problema funda­
partir del contexto de la historia de los mental. Porque lo que debería ser lo más
problemas de toda la filosofía moderna. inmediatamente dado y claro, lo que, por
Entonces se muestra cómo las cuestiones esto mismo, debería proporcionar el terre­
fundamentales de la filo so fía moderna no incondicionalmente seguro para la edi­
experimentan aquí una ampliación y una ficación filosófica del mundo del conoci­
profundización, cómo ella suscita de ma­ miento, no se da expresa y objetivamente,
nera inmanentemente consecuente el pro­ sino que aparece en el trasfondo de la con­
blema actual de la hermenéutica. ciencia com o presuposición de ella. Esto
Desde el principio de. la filosofía mo­ vale ya para el ego cogitans, que jamás se
derna se plantea la cuestión de una auto- da inmediatamente en sí mismo como ob­
fundamcntación crítico-metódica del co­ jeto, sino que solamente se da atcmática-
nocimiento filosófico. La cuestión de un mente en la realización del conocimiento
suelo críticam ente seguro, del plantea­ objetivo; debe ser, por consiguiente, com­
miento y desarrollo metódicos del conoci­ probado antes rcductivamente. Y esto vale
miento se mantiene como problema funda­ con más razón para las ideae innatas, que
mental desde Descartes hasta hoy. Pero en no se dan inmediatamente, sino que son
la forma y manera como se responde cada postuladas especulativam ente. La inm e­
vez a esta cuestión, así como también en diatez exigida no puede sostenerse. El fun­
la forma de plantearla, se muestran pro­ damento se da de un modo mediato, a tra­
fundas discrepancias en las que hay, sin vés de la reflexión.
embargo, una continuación consecuente, El em pirism o parece escapar a esta
de la problemática objetiva. cuestión, puesto que cree encontrar los
1. El planteamiento inicial del problema contenidos más inm ediatos de c o n o c i­
en el terreno crítico-cognoscitivo exige m iento en los sim ples acontecim ientos
que la verdad y la certeza .del conocimien­ sensoriales. Pero el problema retoma por
to deben ser legitimadas inmediatamente el otro lado. El planteamiento inmediato
en los contenidos singulares que nos son es dado ciertamente en un conocimiento
dados. El ámbito global del conocimiento objetivamente expreso. Pero esta inmedia­
se investiga con el fin de averiguar en cuál tez se muestra a su vez como mediata, a
de sus contenidos singulares reside el co­ saber, a través del mismo sujeto cognos-

307
HISTORIA DE LA HERM ENÉUTICA

cente. El problema se anuncia ya en Ja dis­ no existe jamás una pura inmediatez d e " ;
tinción de Locke entre «sensación» y «re­ conocimiento objetivo, sino que cada co­
flexión». en la que viene a la vista la acti­ nocimiento de un objeto presupone el su­
vidad propia del sujeto, y todavía más en jeto del conocim iento, sujeto que debe _
la distinción entre cualidades sensoriales apropiarse el objeto por realización propia
primarias y secundarias, donde los conte­ y a través de su propia acción, que debe
nidos sensoriales dados inmediatamente se «mediar» hacia un objeto conocido (o di- .
muestran como cuestionables y exigen una cho en palabras de Hegel: el sujeto «no
revisión crítica. El problema se muestra tiene la mediación fuera de él, sino que él
más radicalmente en Berkeley, en quien mismo es esta mediación»^6). O sea que el
los contenidos sensoriales de percepción sujeto, en cuanto da previamente y a priori
se desvanecen en m eros contenidos de las condiciones del conocimiento, debe ser
conciencia del «espíritu», o sea que con­ alcanzado por reflexión trascendental.
vierte el empirismo en un idealismo subje­ Sólo desde aquí.pueden ser indagados po­
tivo. Con todo, resulta también en Hume sibilidad, peculiaridad y límites del cono­
que lo dado sensorialmenLe, cuando es cimiento. Y aquí, sin embargo, se plantea
considerado en inmediatez abstracta, pier­ la interrogación: ¿cómo ha de suceder
de toda la valoración de ser y toda consis­ esto? De la historia del desarrollo del pro­
tencia real; el mundo del conocimiento se blema resulta como respuesta una clara al­
disuelve en una vaga plenitud de experien­ ternativa que vuelve a significar inmedia­
cias sensoriales. Esto muestra que tampo­ tez o mediación^7.
co el mundo que nosotros experimentamos En Kant, ésta es la respuesta: media­
y entendemos se deja construir a partir de ción. Por un lado el objeto se da sólo por
la mera «inmediatez» de lo dado sensoriaí- «mediación» del sujeto, que pone las con­
mente. A l mismo tiempo se muestra aque­ diciones a priori del conocimiento. Por
lla misma inmediatez como mediada a tra­ otro lado, tampoco el sujeto se da jamás
vés del sujeto cognoscente, tanto, que para inmediatamente en sí mismo; sólo puede
el sujeto se convierte en mero fenómeno. ser alcanzado a partir del objeto, por análi­
La objetividad pura e inmediata del cono­ sis trascendental y reducción del objeto;
cimiento se diluye en el mismo instante en jamás llega a la mirada de sí mismo, sino
que se quiere sujetarla. siempre en su función formalmente condi­
El mismo problema emerge de nuevo en cionante y determinante sobre cualquier
cada forma de pensamiento empírico o po­ objeto. O sea q u e el objeto se da sólo por
sitivo. La pretendida inmediatez de lo po­ «mediación» del sujeto. El objeto es deter­
sitivamente dado no existe; siempre es ya minado por el sujeto; pero el sujeto sólo
mediata. Cada «descripción» de una reali­ puede ser determinado a partir del objeto;
dad en frases protocolarias, cada afirma­ él mismo permanece a obscuras. Pero con
c ió n v e r ific a b le o fa lsa b le presupone ello la mediación del objeto no es alcanza­
siempre el sujeto cognoscente, que da a la da plenamente. Más bien se da un suceso
afirmación un sentido determinado a partir flotante y rotatorio de mediación que no
de su mundo. alcanza ninguna base firme. El objeto que­
2. De aquí surge el problema trascen­ da así ubicado en el ámbito del fenómeno.
dental, que — desde Kanl— consiste esen­ Fichte rompe el círculo kantiano me­
cialmente en sonsacar la mediación. Sub­ diante la contratesis de la inmediatez de
yace a esta cuestión el hecho de ver que una visión intelectual del yo que se esla-

46 Hegel. Phiiiiantenalot’ie des Ge i.sien {versión 41 Para lo que sigue, ef. E. Coreth, hienüiíi; witi
castellana: Fenomenología del espíritu. Fondo de Difieren:: Gatl in W'elí (Homenaje n K. Rahner). Frí-
Cultura Económica. México 1966). UVrite II, 26. burgo de Erisgovia 1964. 158-1S7.

308
HISTORIA D E LA HERMENÉUTICA

s^blece a sí mismo, que se realiza a sí mis- como inseparadas e inseparables, y aquella


l' tno. A partir de aquí debe resultar posible oposición como algo nulo»4*. Según esto
j|: lá derivación dialéctica de todo el mundo no existe jamás ni en paite alguna una in­
g-d e experiencia, tanto teorético como prác- mediatez que no encierre ya en sí misma
I"; tico. Schelling eleva por encima de Fichte la mediación, y no hay ninguna mediación
l i l a visión intelectual basta la contempla- que no se base en la inmediatez y regrese
ip c íó o inm ediata del princip io absoluto, a ella, que sea, por consiguiente, «media­
t. eterno e infinito, hasta una contemplación, ción de la inmediatez». En cada grado de
[ por consiguiente, mística. Desde aquí ha conciencia se da una inmediatez del cono­
,; de resultar otra vez realizable — con más cimiento o de la visión, pero una inmedia­
razón— una mediación deductiva a priori tez tal que se prueba a sí misma como m e­
n del conjunto de la realidad, tanto de la diata, y que debe por esto, para entenderse
subjetividad como de la objetividad. Esto a sí misma, mediar dialécticamente y con­
significa ciertamente la atrevida prueba de tinuar determinando hacia la «inmediatez
. una mediación absoluta, esto es, de una mediata». Esta es mediata, pero la media­
l;7 mediación sobre la inmediatez del princi- ción es suprimida en una nueva inmedia­
■' pió absoluto; apenas si se puede señalar tez. Sólo en este camino, y no en la pura
- como lograda. Como ha demostrado ya la — Hegel diría «ingenua»— inmediatez de
aguda critica de H egel, la solución conti­ una visión, puede ser alcanzado el punto
núa siendo muy cuestionable tanto en vis­ de vista absoluto que gana H egel ea el
tas a la inmediatez del planteo como tam­ «saber absoluto», a partir del cual comien­
bién con referencia a la mediación por de­ za a ser posible el sistema de la ciencia ab­
ducción aprioristíca. soluta.
Hegel suprime la oposición entre la me­ Aquí hay ciertamente un planteamiento
diación en Kant y la inmediatez en Fichte muy significativo, incluso con vistas a la
y en Schelling, mediando otra vez en la problemática de la actualidad. Ahora po­
«mediación de la inmediatez». Por un lado demos prescindir de la construcción espe­
rechaza la visión inmediata del principio culativa en la que la «fenomenología del
absoluto; exige más bien una mediación espíritu» intenta ordenar todas las expe­
por la totalidad de la experiencia. Por otro riencias de la conciencia en una concate­
lado es una mediación que no se eleva en nación lógicamente necesaria. Hasta pode­
sí misma sin principio ni fin, sino que en mos prescindir también del «saber absolu­
cada uno de sus pasos presupone una in­ to» como Hegel lo entiende, un saber que
mediatez y retorna a ella, elevando la sim­ ha alcanzado todas las condiciones media­
ple inmediatez del principio a una inme­ doras de sí mismo, comprendiéndolas, ha
diatez mediata, más rica y plena por consi­ superado con ello toda condicional idad y
guiente, d iferen ciad a en su m om ento, ha llegado a la incondicionalídad de un
comprensible. Es un pensamiento funda­ «punto de vista absoluto».
mental de Hegel, que él pronuncia ya en el La que aquí nos importa es la visión
principio de su Lógica y que más tarde re­ fundamental de Hegel: el objeto no puede
coge repetidamente, el que «no hay nada, ser ni visto ni comprendido en una inme­
en el cielo, en la naturaleza, o en el espíri­ diatez abstracta, sino únicamente en la to­
tu, o donde sea, que no contenga tanto la talidad de un m ovim iento mediador que
inmediatez como la mediación, de manera comprende de igual modo objeto y sujeto,
que estas dos determinaciones se muestran y que. mediando, determina el uno por el

■*“ H e g e l . Wissciuciiaß der Uigik, Werke I II, 0 0 s.; se rom Dasein Cuites, Werke X H . 3 SO. c á ic . L a s s n n ,
c f. I II, 91 ( v e r e itln c a o e l l a n a .- Ciencia de la h/gica, H a m b u rg o 1 9 6 6 ,2 6 .
H a c h e lte . B u e n o s A i r e s ) : Vorlesungen Uber die Bev/ei-

309
HISTORIA D E LA HERMENÉUTICA

otro. Pero por otro lado — precisamente profundo hasta Hegel*, de ello no hay duda.
por e llo — tampoco el sujeto, en todo lo Pero en Hegel emerge ya — precisamente
que determina y condiciona a priori su co­ en su Fenomenología — el problema que
nocimiento, puede ser comprendido «abs­ en la fenomenología más reciente retorna
tractamente», esto es, aislado en sí, en la urgentemente bajo el título de «mundo» o
inmediatez de una mera contemplación in­ «mundo de vida» (Husserl) y «ser en el
tema, ni puede ser alcanzado a través del mundo» (Heidegger), problema que ahora
retroceso trascendental de un objeto «abs­ se ha convertido en fundamental para la
tracto» hasta sus condiciones previas. De cuestión hermenéutica de la actualidad.
este m odo la totalidad de las «experiencias El desarrollo deí pensamiento del mis­
del espíritu» se convierte en el horizonte mo Husserl refleja de una manera aproxi­
en el que el hombre experimenta y se reali­ mada, aunque totalmente independiente,
za a sí misino, en el cual se da la autocom- el desarrollo histórico del problema que
prensión del hombre concreto y se inter­ hemos señalado en tres tipos fundamenta­
preta e lla a sí misma. H oy hablaríamos les. La instauración del pensamiento feno-
propiam ente de la totalidad de nuestro menológico. principalmente en las Inves­
«mundo», es decir, el mundo de experien­ tigaciones lógicas es cercano a la manera
cia humano, que es un mundo no sólo con- de considerar crítico-cognoscitiva u objeti­
dionado trascendentalmente, sino también vo-analítica, la cual parte del hecho inme­
acuñado por la historia, interpretado por el diato de contenidos singulares. A esta for­
lenguaje y, por tanto, un mundo ya en sí ma de ver, bajo el lema «a las cosas mis­
múltiple y mediato. mas», han permanecido fíeles muchos de
En esta totalidad gobierna de un modo los antiguos discípulos de Husserl, sin las
insoslayable la limitación de inmediatez y reflexiones metodológicas del Husserl de
mediación que Hegel ha visto en el plantea­ la época tardía y sin seguir el giro trascen­
miento, de forma acertada, y que de nuevo dental que de ellas se deriva. Porque el
se nos ha convertido en problema. Con mismo Husserl, principalmente en las Ideas
todo, y precisamente con vistas a nuestra relativas a una fenomenología pura es re­
cu estión , debe tenerse en cuenta que la mitido del mero fenómeno considerado en
«m ediación de la inmediatez» de H egel sí a la acción de la pura conciencia, acción
significa no sólo que cada inmediatez está que constituye el objeto y le da sentido. La
ya mediada por el total de experiencias del inmediatez del fenómeno se muestra ya
espíritu, sino que también, a la inversa, como mediada por la pura subjetividad.
cada m ediación presupone una inmedia­ Ello píovoca la interrogación trascenden­
tez, la encierra en sí y la hace expresa, es tal que conduce a Husserl a un «idealismo
decir, que no sólo cada inmediatez media, trascendental». Pero finalmente se muestra
sino que también cada inmediación es me­ cada vez en forma más clara, principal­
diada. S ólo si se ven los dos aspectos en mente en los escritos tardíos Experiencia y
su unidad y en su correlación se entenderá juicio y La crisis de las ciencias europeas,
el planteamiento de Hegel y sólo entonces que el yo, o la conciencia, no puede ser
la visión de Hegel será fructífera para la comprendido o interpretado puramente en
solución del problema objetivo. sí mismo, a saber, en inmediatez fenome-
3. La Fenomenología de Hegel indica, nológica, sino únicamente en la totalidad
no sólo por una casual comunidad de títu­ concreta del horizonte de comprensión pre­
lo, la dirección del planteamiento de la vio de «mi mundo» o del «mundo de vida»
cuestión fenomenològica desde Husserl. Es que precisa de una interpretación temática.
cierto que Hegel no conoce ningún método Husserl sabe que cada percepción sin­
fenom enològico en el sentido moderno, y gular o cada experiencia singular es co­
Husserl no ha encontrado un acceso más determinada por un «patio» o «trasfon­

310
HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA

do»-19: «Según el cambio de la determina­ pendiente del sujeto y sólo captable por la
ción del contorno se modifica también la ciencia moderna. Más bien están ambas in­
percepción misma... Cada vivencia influye cluidas en un acontecer abarcador, en el
en el patio (claro u obscuro) de las viven­ cual se realiza, sin embargo, aunque condi­
cias ulteriores5“.» Husserl introduce en este cionados por el mundo y por la historia, el
sentido el concepto de horizonte. Significa conocimiento y la comprensión.
con ello la totalidad de lo que resulta perci­ El aspecto más empírico-fenomenológi-
bido o anticipado atemáticamente en el co­ co del horizonte en el sentido de relacio­
nocimiento singular temático. A sí es pro­ nes anticipadas de alusión dentro de una
pia de toda la experiencia una «estructura totalidad de significado ha sido recogido
de horizonte»51, en cuanto ella es acompa­ por Husserl y ulteriormente desarrollado
ñada de un «saber previo» de contenidos o por Heidegger en Ser y tiempo, cuando él
determinaciones ulteriores que no han lle­ intenta dilucidar el fenómeno de la «totali­
gado al hecho o no han llegado todavía te­ dad de naturaleza»5fi en el contexto de «ser
máticamente a él. «Este saber previo es in­ en el mundo»57, a partir de cuya totalidad
determinado en cuanto a su contenido, o es entendida la «preocupación». Pero al
determinado imperfectamente, pero jamás m ism o tiempo profundiza H eidegger el
es totalmente vacío»5-, el desconocimiento concepto de horizonte en sentido existen-
es «siempre al mismo tiempo un modo de ciario-apriorístico: el horizonte se convier­
conocimiento»53. Toda experiencia tiene, te en un horizonte proyectado a priori en
como Husserl continúa distinguiendo, no la autorrealización de la existencia. Ésta se
sólo un horizonte «interno», en cuanto lo proyecta cada vez su «poder ser» propio,
dado .«prealude» a algo ulteriormente expe- esto es, su mundo com o la totalidad de sus
rimentable en él o por él, sino también un posibilidades de ser. En cuanto el proyecto
«horizonte externo», en cuanto indica, por del poder ser es un proyecto del futuro en
encima de sí, un círculo de «objetos acom­ cuanto «viene hacia mí»; o sea que sucede
pañantes»54, en cuya continuidad es experi­ en el tiem p o, el h orizon te proyectado
mentada y entendida y, finalmente, inter­ muestra la «constitución de la temporali­
pretada, la totalidad de objetos, es decir, la dad»: «La condición exis.tenciaria-tempo-
totalidad del «mundo» com o «horizonte ral de la posibilidad del mundo reside en
abierto de la espaciotcmporalídad»55. Ya el hecho de que la temporalidad como uni­
este estado de cosas es de gran importancia dad extática tiene algo así como un hori­
no sólo para la estructura de la experiencia, zonte»58. Este horizonte es el «mundo».
sino especialm ente para lo que ocurre Por esto «pertenece al ente, que es siempre
siempre en la comprensión y se muestra su aquí, algo com o un mundo abierto»59.
— otra vez con palabras de H egel— como Según esto, «mundo» no significa, como
«inmediatez mediata». N o ex iste, pues, H eidegger desarrolla y com pleta en su
una subjetividad pura, sin mundo ni histo­ obra La esencia d el fundamento, ni la
ria, ni tampoco una objetividad pura, inde-*31 «totalidad de las cosas naturales» ni la «co-

P E. H u s s e r l, Ideen zu einer reinen Phänomeno­ » O.c., 3 4 .


logie: Husserliana I I I , L a H a y a 1 9 5 0 , 2 0 2 , e s p e c i a l ­ * O.c., 2 8 .
m e n t e n o i a 1; v e r s i ó n c a s t e li a n a : [deas relativas a 55 O.c... 29. P a r a H u s s e r l , cf. L. E l e y , Die Krise
una fenomenología pura. F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i ­ des A prior i in der transzendentalen Phdnomenologie
c a , M e x ic o 2 1962. - E. Husserjs, La H a y a 1962.
» O .c-, 2 0 2 s. -** M a r t in H e i d e g g e r , Sein undZeit, 8 3 s s ., 1 4 9 s s .
31 E . H u s s e r l, Erfahrung und Urteil, H a m b u rg « 51 O.c., 5 2 s s .
- 1 9 5 4 . § 8: « L a e s tr u c tu r a d e h o r i z o n t e d e ln e x p e ­ is O.c., 3 6 5 .
r ie n c ia » 2 6 s s . » O.c., 3 6 5 .
» 0.c„ 27.

311
HISTORIA DE L A HERM ENÉUTICA

munidad de los hombres»60, mucho menos nuestro mundo, esto es, la totalidad de nues­
una suma de entes, sino la totalidad del hori­ tro horizonte de comprensión, a partir del
zonte previamente proyectada. Así, el pro­ cual es cada vez posible la comprensión de
yecto del mundo no hay que comprenderlo, lo singular, es siempre un «mundo lingüísti­
por ejemplo, como un asentamiento del ente, co» determinado, a saber, un mundo lin­
sino como «capa del mundo proyectado so­ güísticamente abierto, lingüísticamente in­
bre el ente. La capa previa posibilita que el terpretado, lingüísticamente mediado, y en
ente se revele como tal. EsLe suceso de la un lenguaje concretamente determinado
capa que proyecta, donde el ser de la exis­ siempre, sobrevenido y convertido en histó­
tencia se origina, es el “ser en el mundo”»61. rico, en el que nosotros hemos crecido, en el
Más Larde los acentos se desplazan, pues­ que vivimos y pensamos, en el que se reali­
to que Heidegger — según su muy citado za toda nuestra comprensión.
«viraje» — piensa cada vez más exclusiva­ No es necesario seguir más de cerca la
mente y más expresamente el «ser en sí». El repercusión del concepto de mundo de
centro de gravedad de su pensamiento se Husserl y de Heidegger en la filosofía de la
desplaza desde el hombre al ser. Ya no es el actualidad66, por ejemplo en la fenomenolo­
ser el que es entendido a partir del hombre, gía de la percepción de M. Merleau-Poilty61
sino el hombre a partir del ser. El ser ya no o en vistas al problema de la comprensión
es proyecto de ser del hombre, sino que el histórica en H.G. Gadamer^. Más decisivo
hombre es proyectado por el ser. «que como es el planteamiento de que el hombre se en­
proyección ha proyectado la esencia del cuentra previamente siempre ya en su mun­
hombre»62*. A sí tampoco e l mundo es ya do como en la totalidad de un horizonte en
proyección en el tiempo del «poder ser» hu­ el que él experimenta cada vez lo singular y
mano, sino que es «la apertura del ser»62, lo entiende en su sentido, en el que también
«la iluminación del ser, en la que el hombre él se experimenta y se comprende a sí mis­
sale hacia fuera a partir de su esencia pro­ mo. Con ello nos encontramos en medio de
yectada»64. El mundo tiene, por consiguien­ las cuestiones fundamentales de una herme­
te, su origen en el ser que se revela y que se néutica y se abriría ia ulterior tarea de reco­
oculta, es decir, en un acontecimiento en el ger la problemática objetiva en sí a partir
que el ser se nos transmite o se nos aparta del trasfondo histórico del problema mis­
históricamente, se nos revela o se nos ocul­ mo, para «comprender» la «comprensión»
ta. Pero este acontecer del ser es comprendi­ en su esencia y en su posibilidad, en sus esr
do por el Heidegger de la época tardía cada tructuras y en sus condiciones.
vez más como un suceder lingüístico pensa­
do histórico-ónlicamente65, puesLo que la
Bibliografía
«iluminación del ser» ocurre en el lenguaje,
en él se revela la «comprensión del ser» y en CoRETH, E.; Cuestiones fundamentales de
el habla la «voz del ser». Estas afirmacio­ Hermenéutica, Ed. Herder. Barcelona
nes, por míticas que resulten, aluden sin em­ 1972.
bargo al sign ificativo fenóm eno de que Emerich Corelh

60 M. H e i d e g g e r , Vom W esen d e s G ru n d e s ( F ra n c ­ g en -1 9 6 0 . C f. adem ás; O . P o g g eler, Der Denkwcg


fo rt J ] 9 5 5 ) 3 3 : v e rs ió n c a s t e ll a n a ; L a e se n c ia d e i fu n ­ Martin Heideggers P f u ll in g e n 1963.
d a m en ta , 1944. 66 C f . a d e m á s H . S p i e g e l b e r s . « T h e p h e n o m e n o -
hl O.c.. 36. lo g ic n l M o u v c m c n i» [Phenoiuenologico 5 -6 ), La
H M. H e i d e g g e r , P latons L e h r e von d e r W ahrheit H a y a 196 0 .
m il einem B r ie f ü b e r den H um anism us. B e m a 1 9 4 7 .1 0 0 . £'7 M . M e r l e a u - P o n t y , Phénoménohgie de h pvr-
O.c., 100. cepiion. G a l li m a r d , P a r ís 1945.
w O.c., 100. t>s H .G . G a d a m e r . Waiirheit und Mediode, T u b ín -
bS M . H e id e g g e r, Unterwegs zur Sprache, P f u llin - aa -1965.

312
k; HISTORIA DE LA H ERM ENÉUTICA / HOM BRE

; Hombre
Li._ -.En la constitución de nuestra especie 1. Diferenciales biológicos
íl hay una encrucijada decisiva. El volumen
f:\cerebral aum enta de manera continua El proceso de hominización tiene unos
desde los 500/800 cm 3 del Homo habiiis desencadenantes azarosos. N o tanto unas
'. hasta llegar a los ±1.500 cm3 del Homo mutaciones genéticas como una confluen­
^sapiens. Ahí se estabiliza globalmente la cia de factores ecológicos que presionan la
: evolución del Homo como sistema bioló- supervivencia en una nueva direccionali­
L gico. En ese momento, la evolución téc- dad. La prolongada sequía del M ioceno
nico-cultural, que había tenido un ele- (hace 15 millones de años) desplaza los lí­
: mental y lento desarrollo, es impulsada mites habitables de diferentes especies: la
. en una «espiral inflacionaria» de produc- superficie forestal retrocede y aumenta la
■' ción — tanto por el creciente número de de la sabana. En el interior de esta modifi­
. utensilios como por el rendimiento en su cación global se produce un desorden es­
'. aplicación— . Cuando la evolución bioló­ pecífico en el hábitat de ciertos grupos de
gica se consolida y se despliega en una primaLes: su progresivo aumento de peso
constante línea horizontal, la evolución rompe el equilibrio entre volumen y espa­
utensili ar despega en una progresión geo­ cio indispensable para preservar su nicho
métrica que la proyecta en una línea ver­ en la vida arborícola. Esta ruptura del lími­
tical aparentemente interm inable. Esto te etologico (ley de Depéret) impide que
- ocurre hace ± 2 5 0 .0 0 0 años (A. Lcroi- estos primates retrocedan con el bosque,
Gourhan). En este cruce se condensa la los empuja a descender de los árboles y
complejidad del sistema vital humano: la los sitúa en el límite ecológico de la reor­
evolución deja de ser predominan temente ganización de espacios vitales producida
biológica para ser masivamente cultural. por la sequía. Diferentes familias (Póngidos,
Así se constituye un sistema vital que in­ Driopitecinos, Oreopitecos) son así situadas
tegra dos subsistemas operativos con ló ­ en la frontera de dos biozonas — bosque/sa-
gicas reguladas por fundamentos y articu­ bana— : pero las respuestas adapiativas a
laciones diferentes: una lógica biológica, este «efecto de bordes» no serán homogé­
que marca unos imperativos y unos lími­ neas, y sólo uno de estos grupos parece to­
tes orgánicos, y una lógica técnico-cultu­ mai’la direccionalidad adaptativa que condu­
ral. que responde a esos im perativos y ce a los Homínidos: los Ramapitecinos (Ra-
crea otros nuevos en la interpretación de mapilhecus, Kenyapithectts, Sivapitbecus).
sus límites. Un procesamiento en espiral, Esta direccionalidad tiene un punto de apoyo
pero con una direccionalidad recursiva que se despliega como eje de articulación de
que ocupa el intersticio de ambas lógicas: una nueva forma de vida: el bipedísmo. En
la dimensión cultural termina por envol­ este desplazamiento hay un aspecto funda­
ver la estructura orgánica que la hace po­ mental que soporta el proceso y que. inris
sible, y la misma presencia de lo orgáni­ aún, permanecerá como remanente ftmduli-
co es estratificada y significad a en las vo de la constitución misma de la especie: la
formas que produce la cultura. D e ahí que «reducción del instinto» (K. Lorenz).
Ja aproximación al sistema vital humano
lenga que seguir dos angularidades evo­
1.1. Instinto, aprendizaje , necesidad
lutivas que determinan su especificidad:
los diferenciales biológicos con respecto Desde un punto de vista sistèm ico, la
a otras especies y los diferenciales técni­ vida es un proceso de interpretación. Cada
co-culturales con relación a su propia forma de vida es un sistema hermenéutico
constitución biológica. que delimita una franja de mensajes y de-

313
HOMBRE

scncadcna un rango de reacciones. El Me­ el deslizamiento, lento pero radical, de un


canismo innato de liberación de respues­ ciclo operatorio arborícela (estructuras
tas (Innate Releasing Mechanism: I.R.M.), verticales, braquiación. alimentación folf-
heredado genéticamente en cada especie, fora...) a una vida sabánica (estructuras
filtra determinados estímulos y activa las horizontales, posición sernibípeda, alimen­
respuestas adecuadas. Estos j'dtros innatos tación gramínea, peligro de depredado­
establecen una correlación entre los obje­ res...). Tanto los esquemas orgánicos here­
tos significativos para el organismo y la dados genéticamente, como los engramas ;
constancia interna del individuo, al mismo socializados en la vida arborícola, no son
tiempo que fijan los límites comunicativos operativos en la sabana. Con un ciclo ope-:
y ecológicos de la especie: un mundo vital. ratono arborícola, en la sabana no hay co­
Es el orden instintivo. No obstante, con la sas; hay posibles, pero no hay mundo. La
progresiva complexiftcación evolutiva del vida com o proceso de conocimiento se
sistema nervioso — y la correlativa modi­ fractura. Hay un profundo desequilibrio
ficación adaptativa del sistema motor— ■. el entre lo que permite aprender y Jo que hay '
I.R.M. se flexibiliza y permite una creciente que aprender. En esa tensión de bordes, la
variabilidad comportamental. Esta «apertu­ supervivencia impone o replegarse nueva­
ras posibilita el engrama: la impresión de mente hacia la zona forestal, aunque sin
una huella en el sistema nervioso que, sin recuperar el nicho ecológico que se había
formar parte del I.R.M.. va a condicionar abandonado (como ocurrió con algunos
profundamente el comportamiento ulterior Ponginae), o des aprender lo que permite
del individuo. Las instancias del sistema aprender, reducir la eficacia orgánica de)
nervioso que desempeñan una función in­ I.R.M. y modificar el orden y los objetivos
hibidora. de filtra, disminuyen su rígido de las engram aciones que ahora hacen
control y permiten la integración de infor­ imposible organizar las nuevas cosas en
maciones no-programadas genéticamente. mundo (es lo que hicieron unos grupos
Este proceso es simétrico con la creciente que iniciaron el phylum homínido, proba­
importancia de la socialización de los indi­ blemente el Rarnapitheats). Este proceso
viduos: las disposiciones generales de las de retraimiento de un ciclo operatorio es
neuronas determinadas genéticamente es­ delimitado como «reducción del instinto».
tán progresivamente prolongadas por co­ Algo que sólo podía hacer un sistema ner­
n exiones neuronales engramadas socíal- vioso que tenía un excedente de combina- ■
mente. El conjunto de I.R.M. y de engra­ tortas posibles con relación al orden vital
mas constituyen el ciclo operatorio de la en que se desenvolvía. Esta parece que fue
especie. Así se llega a un mundo vital, el de la situación radical: no sólo aprender nue­
los primates, donde el amplio polimorfismo vas cosas, sino, simultáneamente, apren­
genético y la baja especialización orgánica der (crear) los esquemas que permiten or­
son simétricos con la alta complejidad so­ denar la presencia de las cosas en mundo.
cial. Y no obstante, «los sistemas sociales En esta siLuación límite hay una dinámica
de los primates son, de lejos, menos com­ que se inm ensifica, y que constituirá e l .
plicados que los cerebros de los primates». fondo de posibilitación misma de la espe­
Un orden vital flexible que contiene un ex­ cie: el aprendizaje. Es el reverso del ins­
cedente de posibles con relación a su orga­ tinto en dos dimensiones fundativas.
nización social concreta. Este es el inundo En primer lugar, el bipedisrno, ese pri-
vital que se enfrenta al «efecto de bordes». mum movens sobre el que gira la transios
La transición del bosque a la sabana es mación postural que caracteriza a la espe­
una catástrofe hermenéutica donde se es­ cie, es una posición aprendida, y cada in­
tablece un juego de posibles decisivo para d iv id u o tendrá que aprenderla para
la aparición del Homo. Todo se inicia con integrarse en la práctica de un mundo hu-

314
HOMBRE

puir.n. La hominización se desencadena cional de pies y manos, no sólo facilita (o


con un aprendizaje postural. Y a partir de está determinada por) el transporte selecti­
ahí. la utensiliación, el lenguaje, la sexua­ vo y rápido de alimentos hasta un refugio
lidad. el simbolismo, la religión, la cien­ frente a los depredadores, también permite
cia... — todo será posible, pero sólo será la integración funcional de una mutación
rea! aprendiéndolo— . Ser humano será tan decisiva como es el aumento de la lon­
una permanente decisión de saber serlo en gitud del pulgar y su movimiento de opo­
im espacio de posibles. Esto nos sitúa ante sición con respecto al dedo índice, con lo
la segunda dinámica intrínseca al aconte­ que se origina la posición de «pinzas», de­
cimiento del aprendizaje com o determina­ terminante para la precisión utensiliar y,
ción previa de mundo. Ese largo momento probablemente, el desencadenante senso­
de r/esaprendizaje de un ciclo operatorio rial de la posibilidad de abstracción que
arborícola para hacer posible un mundo caracteriza a la especie. Con este despla­
sabánico señala la tenue y profunda fisura zamiento postural hacia el bipedismo, la
en que la vida deja de ser únicamente or­ cabeza empieza a tener un soporte vertical
gánica para empezar a ser también repre­ en su base que permite el posible aumento
sentación. El eje de la vida com o interpre­ de su volumen; al mismo tiempo, la intro­
tación se desplaza. La vida no puede ser ducción de gramíneas en la dieta modifica
practicada sin una direccionalidad redun­ la forma y función de los dientes y trans­
dante. Y sin embargo, esa nueva direccio­ forma la configuración y superficie de in­
nalidad necesitada sólo puede ser eficaz en serción de los m úsculos faciales, lo cual
un nuevo espacio de cosas creándola. Pau­ contribuye al avance de los pómulos, de la
latinamente aparecen estrategias interpre­ frente y al ensanchamiento de la parte pos­
tativas in-orgánicas que conforman una terior de la cabeza; así se reduce el lóbulo
memoria exterior a la que queda atada la occipital y se desarrollan los lóbulos parie­
supervivencia del grupo. El mundo empie­ tales, temporales y frontal: se desplazan
za a ser posible porque las estructuras in­ los puntos craneanos y el ángulo facial
terpretativas también son sólo posibles. En (ortognatismo y visión estereoscópica). La
este desdoblamiento hacía la incertidum­ facies humana empieza a conformarse con
bre — una creatividad forzada y una ame­ el desplazamiento postural y la modifica­
naza masiva del error— , la inestabilidad ción de la dieta. Es el proceso de la ence-
del sistema, la fluctuación interpretativa falización hominizantc. Al mismo tiempo,
de los individuos, aumenta, y se impone la en este desplazamiento hacia la sustenta­
necesidad de ajustar la dispersión, de re­ ción vertical, la pelvis se acorta y se en­
componer una direccionalidad que absorba sancha, Una rearticulación osteo-muscular
el potencial desorden. Hay que rearticular de la parte central del cuerpo que, en la
el ciclo operatorio, trazar una redundancia mujer, afecta directamente las condiciones
en la selección de posibles: se necesita de gestación y de parto. El canal pélvico
aprender la necesidad (J. Lorite Mena). de nacim iento fija un límite material al
momento de nacimiento: con el aumento
de volumen craneano, el feto nace en el
1.2. De los estados a los procesos
«momento oportuno» para pasar natural­
Hay angulaciones decisivas en la posi- mente por la cintura pubiana. Pero nace
bilitación orgánica del h ech o humano, «demasiado pronto» para el ciclo de ma­
Pero no siguen una lógica binaria y lineal; duración intrauterina que debiera haber
operan en turbulencias, en un movimiento cumplido. El feto humano nace en un esta­
espiral y con una «coaptación relacional» do de inacabamiento alarmante. Esta ten­
en que un elemento produce otro que lo sión entre «momento oportuno» (para la
completa y modifica. La disociación fun­ madre) y «dem asiado pronto» (para el

315
HOMBRE

feto) hace que la supervivencia de la espe­ un utensilio con el cual se hace otro uten­
cie sea im posible sin la maduración ex­ silio para hacer cosas es, ante todo, un
trauterina. La socialización inmediata y alejamiento de la inmediatez orgánica de
prolongada de los recién nacidos es el fac­ las cosas para aproximarse a ellas por el
tor determinante de la configuración del rodeo in -o rg á n ico del artefacto. Una
Homo. Un ser deficiente, flexible a los en­ transformación de la presencia de las co­
gramas, con necesidad de direccionalidad sas por la intercalación de una eficacia
en su ciclo operatorio. Hacerse humano es creada. Fabricar un utensilio es establecer
ese proceso de acabamiento. ¿Cuáles se­ una secuencia precisa en la relación con
rían las pautas de maduración — si no es­ las cosas: saber que se hace y íener la ha­
tán programadas genéticamente? Las tiene bilidad manual-representad va para hacer­
que ofrecer el grupo; y éste sólo dispone lo: una presencia mental del ‘futuro y la
de una precaria memoria exterior en la que solidificación de su direccionalidad en
se apoya el proceso de «reducción del ins­ una materia donde se seleccionan los po­
tinto». De ahí que estos aspecLos orgáni­ sibles y se conjura el error. Unas formas
cos tan decisivos para la posibilitación de que se pueden separar de ia materia,
la esp ecie sean muy, in su ficien tes para transportarlas mentalmente y ejecutarlas
comprender la direccionalidad de ese sis­ en otra materia. Las cosas se hacen mun­
tema fluctuanLe en los m ism os posibles do siguiendo una regularidad'de formas
que crea, para comprender la encefaíiza- que no están ni en eí organismo ni en las
ción de ese creciente volumen craneano, cosas. Sólo son posibles; su realidad de­
para situar la aplicación de esa mano libe­ pende de la coherencia que se establece
rada y su precisión táctil, para hacer pro­ entre representación y máuualización. Es­
bable la direccionalidad de los comporta­ tas fonnas constituyen la reserva semánti­
mientos en los recién nacidos. Hay que ha­ ca sobre la que se apoya la supervivencia
cer intervenir, así sea hip otéticam ente del grupo y la memoria exterior que se
(como ocurre con la mayor parte de las di­ transmite a los jóvenes. Son los nuevos
mensiones orgánicas cuando de este mo­ «imperativos integrantes» en los que se
mento se trata), los procesos de objetiva­ articula el grupo. Ahí emerge la intencio­
ción de ¡mmdo. nalidad consciente. La vida sigue siendo
Tres espacios van a constiluir los ejes un orden hermenéutico, pero ahora desde
donde se procesarán las prácticas homini- una incipiente forma mentís que hace del
¿anies: la uiensiliación. el habla y la sexua- mundo un residuo de decisiones y un or­
lización. Aunque desde el uso ad hoc de den aprendido. Es la formación inicial de
utensilios —y de forma específica con la una estética humana: aprender a sentir
utilización de huesos, colm illos y astas: con las formas que distribuyen el orden de
cultura osteodonloccrática— ya se puede la existencia. En este espacio pudo ope­
afirmar que existe una transformación en rarse la transformación de la comunica­
el ciclo operatorio, que no sólo permite ción en habla: en la necesidad imperiosa
«volver contra los anim ales sus propias de comunicar algo que otros grupos no te­
armas», sino que, además, facilita la acu­ nían para decir, de utilizar una reserva se­
mulación selectiva de estos útiles, crean­ mántica que no estaba determinada por
do una memoria exterior sobre la que arti­ estructuras orgánicas, que sólo tenía reali­
cular el aprendizaje y la direccionalidad dad mientras era mantenida su presencia
de los hábitos, lo cierto es que sólo la fa­ artificiosa, y que había que poner en co­
bricación de u ten silio s es considerada mún para sobrevivir. La transición de la
como específicamente humana ■ — hasta el comunicación de señales al habla no resi­
punto de hacer coincidir esta etapa objeti­ de tanto en la transformación del aparato
va! con la aparición del H. habilis. Hacer fonatorio o en la clase de sonido que se

3 16

HOMBRE

produce como en la nueva presencia que 2. Diferenciales culturales


adquiere lo que se comunica: en la capaci­
dad de retener la presencia de una cosa en La hominización es la emergencia de un
sú ausencia como estímulo. Y esta presen­ sistema altamente inestable, con un amplio
cia retenida y reproducida sólo puede ser espacio de posibles que debe canalizar por
situada en paralelo a la constitución de la medio de ejes redundantes de comporta­
reserva semántica de las formas utensilia- m iento para crear residuos de realidad
res. Hablar es- crear tina presencia de co ­ donde poder sobrevivir. Es un imperativo
sas en un espacio que no es el de las co­ vital; crear un orden de cosas que restrinja
sas, sino el de su re-presentación, el de su el potencial desorden que amenaza al gru­
presencia mental — el de la interpreta­ po desde su propio interior. Y la principal
ción— . Con el habla aparece la figuración dificultad para trazar una línea de consis­
«artística»; el reflejo gráfico de la autono­ tencia social entre !a creatividad y el error
mía de la presencia, de sus variaciones de los individuos reside en que el producto
posibles y de sus combinatorias azarosas. más elem ental y d ecisivo que marca el
El mundo es un residuo artificial, un efec­ pliegue de lo cultural sobre lo natural, de
to discursivo y una proyección figurada. lo representado sobre lo orgánico, y por
Una realidad exterior que corresponde a donde circulan las formas, el habla y el
un progresivo aumento de la masa encefá­ deseo, constituye en sí mismo una conden­
lica y a una mayor cantidad de conexiones sación inquietante de lo posible y lo nece­
neuronales. a un creciente «mundo inte­ sario: el símbolo.
rior». Ahí acontece la sexualidad humana,
el residuo evolutivo de un proceso de in­
2.1. Constante.'; d e p r o d u c c i ó n c u lt u r a l
teriorización. de cerebralizaeión, que se
articula con la desgenitalización de las re­ El símbolo acontece en el espacio de las
laciones entre macho-hembra, la disminu­ señales cuando éstas pierden su diroceiona-
ción de la pilosidad y el aumento de la su­ lidad codificada orgánicamente — su uni­
perficie de la piel, la precisión táctil y la vocidad— y la comunicación se contamina
extensión de la caricia, el mayor tiempo de p osib les interpretativos — de p olise­
de descanso y el sueño paradójico..., pero mia— : el significante se crea y el signifi­
sobre todo con la aparición de la m ens­ cado se aprende. El sím bolo sólo puede
truación en la mujer: es la disociación del suceder en el espacio de fluctuación de un
ciclo de celo y de la práctica del placer orden determinado orgánicamente, en la
que hace posible la sexualidad. Una bifur­ deriva de la «reducción del instinto». Las
cación del ritmo reproductor y del ritmo otras especies no tienen posibilidad simbóli­
del deseo; la liberación de la presencia del ca — la anula la misma eficacia de su estruc­
otro de los impulsos hormonales. Simétri­ tura presentaliva de estímulo-respuesta— .
camente con la creación de formas utensi- Así, al incluirse a sí mismo a través de sus
liares y del espacio del habla, la sexuali- obras en la proliferación del poder-comu­
zación de la especie es la transición orgá­ nicar del símbolo, el hombre está perma­
nica más radical de la señal codificada nentemente reduciendo su instinto y man­
orgánicamente a la representación del otro teniéndose en la producción de una polise­
y a la configuración azarosa del deseo. El mia inabarcable; está conteniéndose en un
placer será la gran trampa para que sobre­ continuo inacübainicnlo. situándose en un
viva la especie sin celo, pero también el excedente de posibles y ame un déficit de
nuevo espacio para solidificar, con la pa­ realidad. En esta tensión, más que una ob­
labra y las formas, un espacio afectivo y jetivación o una estructura, el símbolo es
una socialización sin equivalente en otras un proceso de producción de sentido; un
especies. consenso creado de significación — tan po­

317
HO M BRE 4

sible com o necesario— . Es su constitución signo es el soporte elemental de la articula %


bifaz: una continuidad-discontinuidad en­ ción de los «instintos culturales», Por «O; :
tre lo inmediato y lo mediato, lo concreto el procesamiento del significado por el sig* :
y lo abstracto, lo sensible y lo inteligible; no estará siempre más próximo de la efi* j
el permanente intersticio entre los límites cacia vita] de la señal que de la fluctuación 1
de lo real y el desbordamiento imaginario interpretativa del símbolo de donde surge! (
de los posibles; el frágil equilibrio que fi­ Esta transformación se articula en el orde-
sura permanentemente nuestra naturaleza namiento ritual del aprendizaje. " 1
cultural; supiens-demens. De ahí que todo El rito emerge en el mundo animal en :
sím bolo contenga en sí mismo un saber un espacio de crisis: cuando existe una 1
concreto de realidad a nivel del significan­ fluctuación interpretativa que debe ser ca­
te y una difusión fluctuantc de interpreta­ nalizada para evitar el error. El rito es una
ción a nivel del significado (la luna, el ár­ delimitación-activación de bloques.de. ex*--
bol, la cruz...). La constitución del sentido periencia, una direecionalidad en el ciclo
es la operación arbitraria, pero inevitable, operatorio del sistema que prolonga la es­
por la que se traza una direecionalidad uní­ tructura orgánica de la especie. Con la «re*
voca en el significado desde el significan­ duccidn del instinto» y la aparición de for­
te. Es consentir, para dominar el tiempo y mas utensiliares, del habla, del deseo..., es
el espacio, en hacer necesario lo coyuntu­ la estructura misma del rito la que debe ser
ral, y así fijar, en los posibles, un «impera­ recompuesta en un nuevo ciclo operatorio.
tivo integrante» que deposite un residuo Una rearticulación entre los dos niveles en
estable de realidad. Pero esta introducción cuya distancia se inscribe la crisis especí­
de la univocidad en el símbolo, esta opera­ fica de la hom inización: el nivel de la
ción inevitable de estabilización de un sis­ práctica concreta, inmediata, de la presen­
tema interpretativo para ganar fiabilidad cia vital de las cosas, y el nivel de las for­
práctica y ofrecer seguridad a los indivi­ mas que posibilitan la presentación de esas .
duos, es su transformación en signo: la fi­ cosas en un mundo nuevo. De ahí que nin­
jación de un significado binario y exclu­ gún ritual humano esLé programado gené­
yeme cuya eficacia se impone fijando los ticamente; más aún: entre nuestra estructu­
límites entre creatividad y error. En su es­ ra orgánica y 1as estructuras rituales no
tructura significativa, el signo es la opera­ hay derivabilidad formal o funcional. Es la
ción donde el sentido del símbolo se re­ reorganización de bloques de experiencia
pliega sobre sí mismo, reduce su excedente modulada desde una forma mentís. La ri-
de posib ilítacion cs sem ánticas y se fija tualización hominizante sería el proceso
proto típicamente en una redundancia inal­ por el que se establece socialmente una
terable. Nunca lo conseguirá totalmente; la continuidad práctica entre cosas y formas
fluctuación inherente al símbolo la hace creadas para anular la discontinuidad en
impracticable. Pero será la inercia de la que se constituyen estos dos niveles. Un
memoria exterior a constituirse en sistema masivo artificio interpretativo; y un proce­
estable: reintroducir en el espacio cultural so que sólo se conserva aprendiéndolo ab
— del artificio, del habla, del deseo..,— un initio. Con un surco preciso e inevitable.
orden binario con una operadvidad equiva­ La secuencia ritual se constituye con u n i-'
lente al instinto orgánico reducido. Es, qui­ dades de información y activación que
zás, el término medio imprescindible para producen un residuo de realidad, que obje­
que emerja, en un momento mucho más tivan las cosas en una angularidad deter­
tardío y com plejo, conceptos abstractos minada (deseos, valores, poderes, cuerpos,
con aspiraciones de universalidad — una comidas, espacios...). Esta angularidad es,
homogcneización lineal del orden del mun­ funda tivamente, simbólica; pero en su re­
do —. Esta transmutación del símbolo en corrido reificante, el excedente significati-

318
HOMBRE

vií e* restringido por la eficacia, domes- mano no puede conjurar su inestabilidad


S:v-3 do por los límites de la concreción. Así en las prácticas. El mito es la conciencia
*e establece un efecto recursivo entre el de esta indeterminación y la composición
ámbito simbólico y el recinto de la concre­ de una instancia en la que el sistema se
ción: iodo rito contiene un horizonte sim­ ofrece a sí m ism o un m om ento inicial
bólico, pero sus límites prácticos operan donde su posibilidad coincide con su nece­
icducúvamente sobre el sím bolo convir­ sidad: una sutura inicial donde el orden
tiéndolo en signo — próximo de la señal— del mundo y el orden humano presentan
IX' ahí que .se haya podido considerar el ri­ una continuidad material, donde los posi­
tual como «el ADN de la sociedad-», como bles tienen una dircccionalídad previa. Ei
-la base informacional codificada de la mito, más que un relato, es la función vital
cultura». La consolidación de esta base de la representación de introducir la nece­
informacional, de bloques símbolo-prácti- sidad en la aleatoriedad, lo definitivo en el
ca-sígno-realidad es e l proceso de institu­ inacabamiento: el proceso por el que un
cionalización, la tipificación colectiva de sistema creado se representa a sí mismo
hábitos según órdenes de prácticas nece­ como natural. El orden humano se natura­
sarias. Es la conformación de una lógica liza idealmente en su origen — es la única
colectiva que preceda y legitim e las ac­ posibilidad que tiene un sistema perma­
ciones individuales. nentemente inconcluso de ofrecerse con­
clusiones provisionales como si fueran de­
finitivas— . Este movimiento — no sus for­
mas, menos aún sus contenidos— es una
estructura inevitable de la inercia estabili-
zadora de un sistema consciente de estar
lejos del equilibrio. Es la pulsión fundati-
va de la especie que soporta el deseo de
verdad, la aspiración a lo absoluto, la rcifi-
cación de valores inmodifieables: la-nece­
sidad de hacerse necesario. Y esta constitu­
ción de lo necesario sólo se puede elaborar
a nivel «imaginal», proyectándola fuera de
la espiral flucluante prácticas-representa­
ciones concretas, situándola en un espacio
y un tiempo de potencias principíales (an­
cestros, héroes, genios, divinidades...) que
no sólo dominan esa relación instituyén­
dola. sino que escapan a cualquier posibi­
lidad de contrastación individual y a cual­
quier crisis colectiva. Los grupos humanos
son fieles a sus mitos porque necesitan ser
fieles a la necesidad (creada), porque ne­
Capilla Sixtina (Miguel Angel) cesitan inscribirse continuamente en una
matriz de «instintos culturales» que les ga­
rantiza que son reales y no sólo posibles.
Y no obstante, los ritos-y las institucio­ Por eso el mito se repite insistentemente:
nes están contaminados de la permanente en su silencio se diluirían los límites del
aleatoriedad creatividad-error de las prác­ orden y del desorden, y el caos invadiría la
ticas; no contienen en sí m ism os la deter­ presencia de las cosas (G.S. Kirk). El mito
minación de lo definitivo. El sistema hu­ dura como la necesidad.

319
HOM BRE

2.2. Cazadores y guerreros cológicos, sociales, técnicos, educativos...


irreversibles; pero soldados por un nuevo
H ace ± 7 0 0 .0 0 0 años se produce una ordenamiento que esa misma disyunción
reorganización radical en el sistema vital hace imprescindible: la institucionaliza­
humano: los grupos de recolectores se ción de unas relaciones hombre-mujer que
transforman en bandas organizadas de ca­ disminuya la competencia entre cazadores
zadores de grandes animales. El modo de y garantice- su colaboración en empresas
ser humano toma una nueva direceionali- comunitarias de rastreo, hostigamiento,
dad sobre la que se rearliculan las priori­ muerte y transporte de las presas. Es la uti­
dades en la fabricación de utensilios, las lización de la mujer como valor de cambio,
formas predominantes y selectivas del len­ y — probablemente— el espacio de apari­
guaje, el orden del deseo, las objetivacio­ ción del contrato social de unión entre
nes figurativas... y. consiguientemente, el hombre y mujer como delimitación con­
ritmo ritual de las iniciaciones, diferencia- sensuada entre-hombres de la propiedad
-ciones y consolidaciones de roles, el pro­ privada del placer, la emergencia de la fa­
ceso de institucionalización de funciones y milia nuclear, los orígenes del totemismo
de tipificaciones de valores y modelos, y y la delimitación de la prohibición del in­
la reserva sem ántica de naturalización cesto. Todo con un nuevo eje de cohesión
ideal de las configuraciones míticas. A sí social y de eficacia técnica: la domestica­
se puede afirmar que ida caza es el patrón ción del fuego.
predominante de comportamiento de la es­ En el desarrollo de esta direccionalidad
pecie humana» (W.S. Laughlin); o que «la se produce el cambio de ritmo vital de la
biología, p s ic o lo g ía y costum bres que especie: la evolución biológica se estabili­
nos separan de los m onos —-todo esto se za y la evolución técnico-cultural se des­
lo debemos a los cazadores de antaño— » pliega en una progresión geométrica im­
(S.L. Washbum y C.S. Lancaster). Más aún: previsible. El juego de los posibles ha cam­
«nuestros más recientes genes proceden in­ biado de territorio. Y sin embargo, esta
dudablemente de esta era» (B.A. Hamburg). acumulación exponencial estará orientada
Y en esta re-estrucLuración masiva hay un desde sus misma disposición fundativa por
efecto de corte longitudinal de las repre­ un eje de poder-hacer predominantemente
sentaciones y de las prácticas de la especie masculino. De tal forma que en su desplie­
humana: con la caza de grandes animales gue contendrá permanentemente la marca
se establecen las divisiones estrictas de un de unos intereses, unas tipificaciones, unos
dimorfismo global entre el hombre y la Valores, una justicia... donde la mujer — ge­
mujer que aún hoy está muy lejos de ser néricamente, independiente de su calidad
superado. Así lo precisa S. M oscovici: «ia individual— no podrá asumir el papel de
distancia que separa al cazador de su com ­ sujeto con auto-referencia psico-social. Es
pañera que r eco lecta , que c o sech a , es el orden «patriarcal» — guerrero — que
comparable a la distancia que separa a una arrastrará toda la historia del saber de sí.
especie humana de una especie protohu-
mana o no humana». La mujer sigue sien­
do recolectora — para convertirse progre­ 3. Diferenciales ideales
sivamente en cosechadora y, mucho más
tarde aún. en domesticad ora de animales Lógicamente — en la dinámica de siste­
(perro, borrego, cabra, cerdo...)— , mien­ ma s— , con la elaboración de grandes ma­
tras el hombre organizará su actividad al­ trices simbólicas en los relatos míticos, la
rededor de la caza y, simultáneamente, de inestabilidad hominizante encuentra una
la guerra. Dos universos tangenciales, con aproximación al equilibrio. Y sin embar­
procesos y objetivos bio-ecológicos. psi­ go, ninguna conformación mítica consigue

320
H O M BRE

• conjurar el desorden — creatividad/error— en lo insignificante a las potencias divinas


que presiona er\ su propio interior: los mi- que regulaban con intervenciones volunta-
l tos cambian creyendo repetirlos (C. Lévi- ristas y puntuales el cauce de los aconteci­
- Strauss); y no pueden sino cambiar para mientos. Es una neutralización del orden
que el símbolo, el repliegue de lo cultural constituyente. Esta autonomía es la physis.
I sobre lo naLural, sobreviva. Es la dinámica Pero con relación a sí mismo, este nuevo
que crea un orden evolutivo e intencional: orden del mundo es un efecto de coheren­
• «Desde el punto de vista del individuo en cia entre su lógica interna y las nuevas dis­
.. el sistema, el cerebro humano puede hacer posiciones del pensar y del decir que ha­
í:~que casi cualquier sistema parezca natu- cen posible su presentación: el lógos. Phy­
; ral. Desde el punto de vista de un observa­ sis y ló g o s son e s p a c io s im é tr ic o s e
dor exierior al sistema, cualquier sistema interdependicntcs. De ahí que, frente al
puede ser analizado desde perspectivas di­ discurso mítico, el lógos se hace posible
ferentes» (S.L. Washbum y E.R. McCown). articulándose con la e m ergen cia de las
Ninguna estructura mítica, el orden com ­ «form as neutras d el len g u a je » ; tb (to
binatorio de sus elementos, corresponde hydór , se considera la delim itación que
a una estructura universal y d efinitiva hace Tales del principio material-causal
del espíritu: el hombre puede pensar su del mundo; tb apeiron , se reconoce com o
' representación y la del mundo fuera de la la designación del principio de toda reali­
estructura mítica. Y esta bifurcación en dad en Anaximandro, etc.). Es la neutrali­
el espacio de la idealidad de la naturali­ zación del orden explicativo. Ambas neu­
dad, en hacer parecer que un sistema p a ­ tralizaciones son insecables. Y en ese re­
rezca natural, es otra direcciooalidad de­ fle jo m utuo a c o n te ce e l p e n sa m ie n to
cisiva en el ordenamiento humano, en la abstracto; conceptos universales con vir­
articulación de ]a espiral inflacionaria tualidades de explicaciones deductivas que
té c n ic o -c u ltu r a l que se in ic ió h a c e pretenden retener la coherencia intrínseca
±250.000 años. al orden de las cosas. La ló g ic a está en
germen: series binarias (pitagóricos), dia­
léctica (cleatas. Platón), organon (Aristó­
3.1. La idealidad como sistema inestable
teles), etc. En la presión de este reflejo del
En un m om ento dado se produce un orden constituyente y del orden explicati­
desplazamiento en el punto de apoyo de la vo, se consolida un residuo decisivo;' el
pusibiliiación de las cosas en mundo: es el hombre, en cuanto sistema vital, se da a sí
paso del mito al lógos. Un acontecimiento mismo una nueva presencia.
único en el tiempo y en el espacio — siglo vi En esta bifurcación del sistema humano,
antes de nuestra era en Grecia— , que por en cuanto orden vital incluido en su propia
su éxito interpretativo se impondrá; no representación, hay m últiples elem entos
obstante las mezclas y fracturas, como el que marcan los puntos de fluctuación: la
perfil de alianza hombre-cosas del (llama­ introducción de la moneda, con la abstrac­
do) mundo occidental. Frente al orden mí­ ción del valor (símbolo —> signo); las rei­
tico del que surge, la filosofía es una bi­ vindicaciones de eunomía e isonomía , con
furcación sistémica: el intento de explicar la abstracción de la justicia de los poderes
el orden de las cosas a partir de la causa­ tradicionales (Thémis —> Diké); la forma­
ción de su propia materialidad constitu­ ción de los hopíitas, y el desplazamiento
yente. Se busca una lógica interna al mun­ del poder militar (el pueblo en armas); la
do en la coherencia que se despliega desde constitución de la Heliea, y la neutraliza­
un principio material que contiene todos ción de la legitimidad (el pueblo en justi­
los posibles y su direccionalídad. El prin­ cia)... Estas angularidades operan com o
cipio, originante y cohesionados desplaza atractores que desvían el orden de sus ejes

321
HOM BRE
i
míticos. El horizonte de los posibles cam­ instintos cu límales objetivándolos en ver- |
bia: y la tensión physis-lógos delimita las dades definitivas.
lín eas de conformación de nuevos resi­
duos de realidad humana. Ahí tiene lugar ■i
3.2. El hombre objeto de saber .jj
la desacra] izad ón de las leyes que se im­
ponen a los hombres (democracia: derecho La delimitación del hombre como obje­
público y política), el reconocimiento de to de un conocimiento específico es el re*. ¿
la conciencia individual y la aspiración a sultado del proceso de habituación de la. S
la felicidad personal (ética), la individua­ mirada del saber a la finitud. El movj-
ción del poder-decir verdad y la escritura miento atraviesa el siglo xvni y culmina en 1
de autor (lírica, teatro), un nuevo entrela­ \n Antropología de Kant. Su pregunta «¿qu¿
zamiento de la temporalidad y el quehacer es el hombre?», no sólo recorta la indigen- -
de los hombres (historia)... Ahí acontece cia del conocimiento ante un nuevo objeto'.i
una nueva relación entre la lógica colec­ aún impreciso, y que sin embargo mullí- '
tiva y la creatividad/error individual: un plica una presencia inevitable en las nuc-
hombre que sabe que puede negociar su vas preocupaciones de la historia, la lin-'
palabra, su verdad, su realidad con otros giiística, la geografía, la anatomía o la .
hombres, con otras palabras, otras verda­ moral, también explícita la necesidad de
des y otras realidades. Pero el residuo más disponer de un nuevo fundamento existen- ó
radical, y más persistente, de esla nueva cial donde articular la metafísica, la moral
relación physis-lógos es que desde ese mo­ y la religión — ya que, «en el fondo, se po> ®
mento el sistema humano incluye su pro­ dría considerar todo esto como antropolo- =.
pia naturalidad en una proliferación inter­ gía»— . Es el desplazamiento del punto de .1
minable. y así hace que la producción de apoyo de la posibilitación de mundo que
idealidad nunca sea definitiva. Es el mo­ marcará la modernidad: la emergencia de
mento en que el sistema vital humano em ­ un sujeto humano que desde las condicio- j*
pieza a representarse a sí mismo en un es­ nes de posibilidad de su constitución de -a
p acio auto-organizativo. Será necesario las cosas en objetos delimita la presencia ".“I
que la estructura de estabilidad que contie­ de la realidad. La ciencia moderna (Gali-
ne el mito se re-introduzca en la filosofía leo, New ton) se hace posible en la auto-re-
(o en la ciencia) para que el hombre su­ ferencialidad de un orden ideal (malemáli- ;■
ponga que entre el orden de las cosas y el cas) que expresa el orden intrínseco de la 3
de sus representaciones hay una adecua­ naturaleza (física). El problema — filosófi-
ción definitiva, y que así puede ofrecerse co. no científico— es el de la garantía de
una presencia concluida de sí mismo. Lo objetividad del entrelazamiento de ambos
hace Parménides, cuando identifica la po­ espacios, de la adecuación de un sistema 3
sibilidad de verdad humana con el mito de representaciones ideales creadas por el *
que le cuenta la diosa al iniciado; lo hace hombre y de un sistema de necesidades *
también Platón, cuando confía al saber de causales que le es exterior. La respuesta j
«hombres y mujeres hábiles en las cosas moderna es el sujeto tráhsccndctal de Kant d
divinas» la posibilidad de conocim iento — y, simultáneamente, la justificación raí- ?
del orden eterno (Menón); lo hace el Cris­ zal de la innecesariedad epistemológica de ¿
tianismo, como forma mentis de una civi­ D ios que ya arrastraba la ciencia como '4
lización, cuando subordina toda posibili­ presupuesto temeroso. De nuevo irrumpen
dad de verdad humana a la coherencia con los posibles, pero ahora atados a la unidad 4
El libro', también opera como «atraclor fa­ ideal de un sujeto humano. Es «la mayoría *■
tal» en las derivaciones humanísticas del de edad de la razón» (frente al mito). Y es l
paradigma newtoniano. Es el inevitable el mismo Kant quien va a deslizar las preo- ?
impulso de un sistema probable a instaurar cupadones del sujeto auto-referencial a un ¿

322
HOMBRE

hombre indigente en su cuerpo y en sus re- nima, y no obstante ahí está comen ida una
presentaciones: com o si la prolongación angularidad interrogativa donde la repre­
Jd rigor categorial en expresión práctica sentación del hombre se variabiüza, se
hiciera patente un vacío existencial e im­ multiplica y se fragmenta: el análisis de los
pusiera una pregunta terminal: ¿qué es el hombres en sus producciones concretas
hombre? Un hombre que ya no se mira desplaza la consideración del hombre en su
desde la luz de la revelación, sino desde densidad esencial y universal (M. Fou­
las condiciones a priori que él mismo con­ cault). Parecería que El hombre tiene que
tiene en su propia disposición como suje­ desaparecer como instancia previa y defi­
to. Así Kant puede afirmar que «conocerlo nitiva de las representaciones humanas
[al hombre], conforme a su especie, como para que se constituya una ciencia del
<er terrestre dotado de razón, es lo que anthropos. En este movimiento hay dos lí­
merece ser llamado, en especial, conoci­ neas convergentes — aunque con frecuen­
miento del mundo». cia ignoradas en sus correlaciones cpis­
Esta es la línea de inquietudes que sostie­ lámicas— . D e un lado, el eje trazado por
nen las perspectivas cruzadas de Rousseau los «maestros de la sospecha»: Feuerbach,
\ Diderot. El primero se preocupa por una Marx, Nietzschc y, finalmente. Freud. El
deficiencia: «El más útil y el menos avan­ despliegue tiene como soporte a Hegel: su
zado de todos los conocimientos humanos ontologización de la historia y su inmer­
me parece ser el del hombre». El segundo sión del sujeto en la totalidad relacional.
señala la perspectiva para superarla: «¿Por Lo absoluto es proceso. El sujeto — y. con
qué no introduciríamos al hombre en nues­ él el hombre esencial, simétrico con un
tra obra como está situado en el universo? mundo definitivo: un plenum formarum—
¿Existe en et espacio infinito algún punto es absorbido en unas precedencias (cultu­
del que podríamos con más claridad hacer rales, ideológicas, económicas, lingüísti­
partir las líneas inmensas que nos propo­ cas...) que lo diluyen en procesos donde su
nemos extender a todos los otros puntos?» esencia se compone como residuo y su re­
Del espacio infinito al centro finito: éste presentación como efecto interpretativo.
es el movimiento de inversión del soporte D e otro lado, el eje de constitución de la
del saber donde acontece la razón moder­ Antropología empírica: la comprensión
na; y en ese repliegue de la razón sobre sí del hombre se desdobla en una alteridad
misma para hacer mundo es donde se im­ que, en el mismo trabajo de su descubri­
pone la necesidad de un conocimiento es­ miento, se impone como irreductible al or­
pecífico del hombre, ya que todo, en defini­ den logocéntrico que había ab so r b id o la
tiva, es antropológico. Un hombre esencial, normalidad humana. Con los trabajos de
como si sólo una densidad auto-referencial Bachofen, McLennan, Lubock, Spencer,
(esa correspondencia conocim ien to del Morgan... y Tylor, entre 1860 y 1890, la
hombre — conocim iento del mundo) le Antropología «pasó de la nada a la madu­
permitiera protegerse de la mirada teológi­ rez» (S. Tax). Entre ambas líneas circula
ca que hasta entonces lo había relativiza- una nueva mirada hacia lo humano que
do. Y en esa misma plenitud que anticipa constituye el subsuelo fundamental de la
la pregunta sobre la esencia del hombre, problematización episténiiea que transita
empieza el proceso que conduce a su diso: del siglo xix al siglo xx: la alteridad hu­
lución representativa. Es el m ovim iento mana del hombre. El hombre ya sabe que
que recorre el siglo X IX , y - que conduce a no es un hecho •—sólo es una interpretación
la formulación de la Antropología como (Nietzsche)— . Con un doble rostro: la alte­
ciencia. Pero, paradójicamente, el objeto ridad de sí mismo en un presente dominado
de esta ciencia no será el hombre, sino la por la historia de una interesada identidad
cultura. Una diferencia aparentemente mí­ ideal; y la alteridad de otros que se resisten

323
HOMBRE

a ser reducidos a la mecánica interpretativa LEROI-GOURHAN, A,, Le geste el la parole,


que la inercia de esa historia intenta mante­ I-n, París, Albin Michel, 1965-1973.
ner. Entonces, cuando la pregunta esencial L évi -S tr a u ss , C., Mito y significado, Ma­
¿qué es el hombre? parece impracticable drid, Alianza, 1987.
— y ante la permanente distancia que la al­ L o r enz , K ., El comportamiento animal y
teridad introduce entre los hechos y los humano, B arcelon a, P laza y Janés,
significados humanos— , sólo queda espa­ 1976.
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desde la indigencia de una nueva pregunta: París, Téqui, 1979.
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324
Identidad
La hermenéutica del sí-mismo (hermé­ da semántica, salve veri tote] la identidad
neutique du soi)' se ocupa de dos distintas genética, atestiguada por la continuidad
intrusiones de la meta-categoría del otro. 1 ( ininterrumpida entre el primero y el último
1. La primera concierne a la distinción estado de desarrollo de lo que nosotros te­
interna del mismo (même) bajo la figura nemos por el mismo individuo (de la be­
de la identidad personal, a saber, la distin­ llota a la encina); la estructura inmutable
ción entre la «mismidad» (mêmetê) y la[^. de un individuo reconocido en la .existen­
«ipseidad» (ipséité). Esta distinción es cons­ cia de una invariante reí aei on al de una or­
titutiva de la propia noción del sí-mismo. g an ización estab le (c ó d ig o g e n é tic o u
La base fenomenológica de esta distinción otro). La identidad personal no excluye
es fácil de describir. Se refiere a las dos una forma de mismidad bajo la figura del
maneras diferentes cómo la identidad per­ carácter, hecha de marcas distintivas y de
sonal se establece en el tiempo, —-dos ma­ las identidades asumidas en las que se re­
neras más exactamente de perseverar, de co n o ce un ind ividu o sien d o él m ism o.
manifestar la permanencia en el tiempo de Pero la identidad del carácter lio es más
un núcleo personal: según la mismidad o que uno de los polos de la pareja del idein
según la ipseidad— . Bajo el rótulo de la y del ipse. A la perseverancia del carácter
mismidad se colocan varios criterios de se opone el mantenimiento de un sí-mismo
identidad: la identidad numérica de la mis­ a pesar de los cambios que afectan a los de­
ma cosa a través de sus apariciones múlti­ seos y a las creencias, de un cierto modo,
ples; la identidad establecida sobre la base en el encuentro de la perseverancia del ca­
de pruebas de identificación y reidentifi­ rácter.
cación de lo mismo; la identidad cualitati­ Estas dos modalidades de identidad me
va, dicho de otro modo, el parecido ex­ han parecido combinarse en la identidad
tremo de las cosas que pueden ser inter­ narrativa, aunque se trate de un personaje
cambiables la una por la otra sin pérdi- de novela, de una personalidad histórica.

1 T ra d u z c o «hermenéulique du s o i« c o m o «her- libro S o i-m é m e c o n w ie un n u tr e , en la que dice que el


rnencuiicu de] s í-m is m o « sig u ie n d o una in d ic a c ió n término «soi« se corresponde con el español asimis­
v alio sísim a del propio Ricoeur en el P re fa c io de su mo». (Nota del traductor.)
IDENTIDAD
4
~: .
o la de cada uno de nosotros reflexionando tor en la serie de sus enunciaciones realza^
sobre sí mismo en su relación con el Liem- por sí misma la identidad narrativa, aua*
po. Que la narración sea, de entre todos que ésta no sea tcmatÍ2 ada reflexivamente ■'«
ios n iveles pertenecientes a ía cuestión en forma de relato. Otro tanto es necesario
¿quién?, el nivel apropiado a la investiga­ decir de la identidad de un agente en tamo
ción de la dialéctica entre la identidad- que se designa como auLor único de las ac* ;Jj
idem y la identidad-ipse, resulta del hecho ci on es (y pasiones) múlLiples que se d<?*_
de que el relato aprehende los discursos y senvuelven en el tiempo. En este sentido. « .?
su locutor, las acciones y su agente, sub puede hablar de una estructura pre-narratí* i
specie temporis. La unidad móvil de la tra­ va del discurso y de la acción en el sentido '?
ma (intrigue) da a la historia contada la de eso que Dilthey llamaba «cohesión de. "
identidad puramente narraLiva de que son una vida». ---• '
capaces las acciones; mientras que la iden­ El nivel más difícil de tratar con éxáctt*
tidad narrativa se comunica de la historia tud es el de la imputación moral: se po* "ï
contada a los personajes, de los que puede dría, en efecto, pretender que el paso de la ;
decirse que son puestos en la Lrama (mise metafísica a la moral está aquí tácitamente
en intrigue) al mismo tiempo que la histo­ realizado. ¿No provee la promesa, para la ■
ria en la que participan. ídem ¡dad-/pre, el paradigma que nosotros •=
La elección del nivel narrativo como no hemos nombrado hasta el presente, I
lugar de puesta a prueba de la dialéctica frente al rol que ofrece el paradigma del ■■
de la identidad encuentra una justifica­ carácter en la dimensión de la identidad*
ción suplementaria en el hecho de que la idem'! Es verdad: mantener su promesa a
ficción principalmente, pero también la pesar de las intermitencias del corazón ;
historia y la introspección, en un grado constituye el modelo por excelencia de un
menor, permiten explorar la escala de las mantenimiento del sí-mismo f soi-même)
variaciones del lazo de unión entre las que no sea la perseverancia de un carácter. ’
dos modalidades de la identidad, desde el Pero ¿se abusaría de sutilidad si se distin­
caso extremo de un recubrimiento casi- guiese entre la descripción de la promesa
Lotal entre el carácter y la ipseidad, como como acto de discurso de rango performa-
en los cuentos y leyendas, hasta el otro tivo y la obligación moral de cumplir su .
caso extremo de la disociación casi-total palabra? En tanto que acto de discurso,
entre el ídem y el ipse, como en las nove­ prometer es decir que se hará mañana lo
las, donde eso que se llam a impropia­ que se dice hoy que se hará y así compro­
mente disolución de la identidad personal meterse por esta misma palabra. La imputa­
pone al desnudo la cuestión ¿quién?, con­ ción que sella la promesa convierte de este .
vertida en el único testimonio de la tpsei- modo a la persona responsable de sus actos.
dad, una vez perdido el soporte de la mis- Pero es necesaria la mediación de predica­
midad de un carácter. Estas experiencias dos morales — bueno y obligatorio— para
de pensamiento hacen de la ficción un la­ elevar la imputación al plano de la morali- ,
boratorio extraordinario para probar la dad. El lenguaje ordinario, en su uso coti­
solidez de la pareja que forman conjunta­ diano, no puede adscribirse a esta distin­
mente en la vida cotidiana — y ello de ción; el análisis conceptual no sabría hacer
forma indiscernible— las dos modalida­ la economía de distinciones ni de fines.
des de la identidad personal, 2. La segunda intrusión notoria de l
Pero la polaridad de las dos modalida­ meta-categoría del otro en el campo feno-
des de la identidad no está confinada al ni­ menológico concierne a las figuras de la
vel narrativo de la investigación del sí- alteridad que se refieren al mismo, no en
mismo. Concierne ya al nivel lingüístico, tanto que mismo, como es el caso en la di­
en la medida en que la identidad del Iocu- visión entre el idem y el ipse, sino al mis-

326
IDENTIDAD

;ni, cti tamo que precisamente otro que él e x p a n d ir e n tre s d ire c c io n e s la e x p lo ra c ió n


¡,u\mo (nutre que Itti-niënte). Es ahora el d e l c a m p o v a ria d o d e la p a s iv id a d - e x te rio ­
intímenlo de mostrar en qué sentido la rid a d : h a c ia la carne (ehair), e n ta n to q u e
nieta-categoría del otro preside a una ciis- m e d ia d o r a e n tre e l s í-m is m o y u n m u n d o ,
iím heterogénea de sus propias pre­ to m a d o se g ú n s u s g ra d o s v a ria b le s d e
sentaciones fen om en ológicas. Mientras p ra c tic a b ilid a d y , p o r lo ta n to , de e x tr a ñ e ­
(pie la meta-categoría del acto y de la po­ z a ; h a c ia lo e x tra ñ o , e n Lanto q u e e s m i p a ­
tencia preside la analogía del obrar, la r e c id o y , n o o b s ta n te , e x te r io r a m í m is ­
cual reúne a su vez las modalidades múlti­ m o ; p o r ú ltim o , h a c ia e so o tro q u e fig u r a
ples de aparición de este obrar único, la en e l / i tero interno, c o n s titu id o p o r la v o z
nieta-categoría del otro (desligada de otro d e la c o n c i e n c i a d i r i g i d a a m í d e s d e e l
tipo de especulación discursiva que la del fo n d o d e m í m is m o .
obrar) preside una dispersión de sus expre­
siones fenomenológicas. Estas se dejan si­
mar bajo el título común de experiencias
ele lo pasividad. En consideración a esto,
me propongo manLener que la pasividad
corresponde en el plano de una fenomeno­
logía hermenéutica a lo que llamamos el
otro en el plano de los «grandes géneros».
Se podría añadir a esta primera oposición
entre la función de reunión de la meta-ca­
tegoría del acto de la potencia y la función « M endigante» (E. B o rla d i)
de dispersión de la meta-categoría del otro,
una segunda oposición; entre una función
de profundización por interiorización del No insistiré aquí, a pesar de la amplitud
sentido del obrar y una función de engran­ del campo recorrido, sobre la primera fi­
decimiento por exteriorización ejercida por gura de la pasividad-exterioridad de la
las experiencias de la pasividad situada carne. Este término emblemático cubre
bajo el título meta-categorial del otro. Las por sí mismo una gran variedad de expe­
experiencias de pasividad sobre las que se riencias vivas, desligándose de todos los
hablará son, pues, también experiencias de registros considerados en una fenomenolo­
exterioridad. gía del obrar. Palabras prohibidas del in­
¿Por qué insistir tan firmemente sobre consciente. ofensas infligidas por la distri­
el carácter p o lisém ico de la alteridad? bución desigual de la fuerza entre los pro­
Esencialmente para prevenir lina reduc­ tagonistas de las relaciones de interacción,
ción no criticada de la meta-categoría del incapacidad de narrar quien hace fracasar
otro a la alteridad de los otros. Esta es la la maestría del relato sobre la cohesión'
razón por la que es necesario que sea pre­ presumida de una vida; desestima, incluso
servada, en el mismo plano fenomenológi- detestación de uno que lesiona gravemen-*
co, la variedad de las experiencias de la te el poder del hombre actuante a asumir
pasividad y de la exterioridad, entremez­ la responsabilidad de sus actos y a tener
cladas de forma múltiple en la intimidad cuenta de ellos. Este breve recordatorio de
del obrar humano. He propuesto en mi úl­ las figuras dispersas de la alteridad de la
tima obra (Soi-même comme un autre)- carne sugiere que el término mismo de

2 El título de la obra no figura en el original y me


permito añadirlo entre paréntesis. (Nota del traductor.)

327
id e n t id a d

carne acaba tomando una acepción más del mandato inherente a la llamada de la
vasta que la del propio cuerpo. Pero, sobre propia responsabilidad, como en la obra de
todo, estas figuras nos llevan a pensar que Levólas. No es posible desarrollar más allá
el campo del sufrimiento excede con mu­ esta sugestión que se recomienda diferen­
cho el del dolor físico. Si se plantea la ciar cuidadosamente, tanto como sea posi­
ecuación entre el poder de obrar y el es­ ble, de las experiencias de la pasividad si­
fuerzo para existir, como la propone Jean tuadas bajo la meta-categoría del otro.
Nabert, pero también Spinoza antes que él, El caso del foro interior es seguramente
se puede admitir la ecuación inversa entre el más difícil en tanto que nos confina a la
sufrimiento y dism inución del poder de problemática moral. No es, sin embargo,
obrar. Es por esta razón por la que ya no un exceso de purismo cuanto de intentar
es posible hablar simplemente del hombre aislar los Lrazos pre-éticos del foro interior,
actuante sin designar ai tiempo al hombre en tanto que fórum del coloquio de uno
sufriente. Quedaría por mostrar en qué la consigo m isino (ésta es la razón de que
extrañeza del mundo mismo, como figura haya preferido el término foro interior al de
mayor de lo irreductible a Loda empresa de conciencia moral, para traducir el alemán
constitución, está de una form a u otra Gewissen y el inglés conscience). Es preci­
siempre mediatizada por la extrañeza de la so, pues, defender la metáfora de la voz de
carne. No es éste el lugar de hacerlo. la idea de una pasividad fuera del par, a la
La alteridad de los otros es una trama vez interior y superior a mí, No se trata dé
demasiado bien establecida hoy en la dis­ disociar enteramente el fenómeno de la voz
cusión contemporánea. La única originali­ de la capacidad de distinguir el bien del
dad que podría ser propuesta seria la de mal en una coyuntura singular. En este sen­
emparejar en el plano fenomenològico la tido. la conciencia en su acepción de foro
alteridad de los otros con todas las figuras interno es apenas discemible de la convic­
evocadas en el instante de la alteridad de ción (en alemán Ueberzeugung) en tanto
la came, tomada en su más amplia exten­ que instancia última de la sabiduría prácti­
sión: la alteridad del locutor dirigiéndose a ca. Queda, sin embargo, algo de ello en la
mí — alteridad del agente con el que yo lu­ medida en que la atestación (attestation)
cho y coopero— , alteridad de las otras his­ (en alemán Bezeitgung) constituye la ins­
torias en las cuales la mía está entrecruza­ tancia de juicio que hace frente a la sospe­
da, alteridad de las responsabilidades entre­ cha. en todas las circunstancias donde uno
mezcladas en el c o ra z ó n de la imputación se designa a sí mismo, sea como autor de
responsable. Esta fenomenología diferen­ habla, sea como agente de una acción, sea
ciada del otro en tanto que otro permitiría a como narrador de un relato, sea como suje­
la recurrente discusión del tema de la inter­ to responsable de sus actos. En este senti­
subjetividad escapar a la alternativa entre el do, el foro interior no es más que la atesta­
criterio simplemente perceptivo de la pre­ ción por la que uno se afecta a él mismos
sentación de los otros, como en la obra de El foro interior aparece así como la se­
Husserl, y el criterio inmediatamente moral guridad íntima que, en una circunstancia

■ A propósito de esto, se puede invocar tanto a conciencia que juzga, confiesan el lím ite de sus
Hegel c o m o a Heidegger para desímpiiear sin exce­ puntos de vista respectivos, y renuncian a su propia
so de abstracción una «metafísica» del Toro interior parcialidad, reconociéndose y absorbiéndose mutua­
ilc tma «ética» de la conciencia moral. Con el Hegel mente. De Heidegger retenemos la idea de un arran­
di'l capítulo VI de la F c n o m c n u l o g í a d e ! E s p í r i tu , que del sí-mismo en ei anonimato del «se» (o n ) > la
n íi miamos el primado del «espíritu cierto fseu-iss) idea de una llamada que el D a s e in se dirige a sí
lie e l - m i s m o » sobic toda visión moral del mundo, mismo desde el fondo de sí mismo, pero más allá de
cu csIl- esiadu donde la conciencia actuante y la sí mismo.
IDENTIDAD / IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

particular, elimina las dudas, las vacilacio­ tutiva del fenómeno de la voz que nos in­
nes, las sospechas de inautenticidad, de hi­ vita a decir con Heidegger aquello de que t<
pocresía, de propia complacencia, de auto- «en la conciencia el Dasein se llama él-
i'decepción, y autoriza al hombre actuante y mismo» (Sein und Zeit, p. 275). La extra­
..sufriente a'decir: aquí, yo me tengo (id, je ñeza de la voz no es menor que la de la
me tiens)4. came y la de los otros.
- El problema es éste: el ser humano no Tal es, en co n clu sió n , la m anera de
es el dueño de la íntima certeza de existir componer el discurso de una hermenéuti­
sobre el mundo del sí-mismo; ello, le vie­ ca del sí-mismo, donde el acento se pone K
ne, le adviene, a la manera de un don. de sobre la analogía del obrar humano y so­
una gracia, de la que el sí-mismo no dis­ bre la dispersión de las figuras de la alte­
pone. Esta no-posesión de una voz más ridad.
entendida que pronunciada deja intacta la
cuestión de su origen (en este plano, csiá Paul Ricoeur
ya contrastada una indeterminación consti­ Traductor: Marcelino Agís

Identidad hermenéutica iberoamericana


Trataremos de plantear el diálogo del 1. La antropología hermenéutica
pensam iento h isp án ico con su propia
otredad hispanoamericana, enmarcándo­ Denominamos antropología hermenéuti­
lo en un amplio horizonte cosmopolita ca al estudio de las autointerpretaciones
presidido por la hermenéutica que, a modo simbólicas del hombre sobre el hombre, que
de nueva koiné o ecum ene cultural, re­ se proyectan en mitologías y. visiones del
presenta hoy el papel de un lenguaje co­ mundo. La diferencia entre la antropología
mún o ecuménico. He aquí el orden del hermenéutica y la antropología interpretati­
discurso:123456 va estribaría en que la primera realiza una
reflexión comparativa de las arquetipologías
1. La antropología hermenéutica. culturales, mientras que la segunda trata de
2. Razón europea y sentido hispánico. ofrecer las tipologías culturales: esta distin­
3. La identidad americana. ción recubre la diferencia entre una antropo­
4. Mitopoética latinoamericana. logía filosófica de carácter simbólico-axio-
5. La razón afectada. lógico y una antropología social de carácter
6 . Conclusión: El águila serpenteada. semiológico como la de C. Geertz y socios1.

A Ciertamente, es difícil, si se quiere dar cuenta inada —;don de la función meict- se excede ella mis­
exacta de] fenómeno de la atestación, no unir la me- ma!— lo que nos importa aquí.
laeategoríu del ser verdadero ;i la del ser como acto y
potencia. La conciencia-atestación parece inscribirse 1 Creo haber sido el primero en usar el término
en la problemática de la verdad, en tumo que creen­ antropología hermenéutica, así como en haber publi­
cia y en tamo que promesa. lJero ¿no puede decirse cado una obrita así intitulada: Antropofagia herm e­
que el foro interior es e! ser verdadero del ser como néutica. cd. La Editorial, Zaragoza. 1971. Ed. Agui­
acto en las condiciones finitas del obrar humano? lera. Madrid, 1973. Véase al respecto nuestra obra
Cualquiera que sen el icfinamicmo especulativo, es posterior La nueva f ¡asofia hermenéutica, A nthro
la respuesta fenomenológica de esta dialéctica e?:i- pos. flareelona, 1986.
En una antropología hermenéutica como cuales no son literales o cósicos, ni tras­
la que defendem os, la referencia al eje cendentes o raeioides, aunque tampoco
Heidcgger-Gadamer resulta relevante, por meras metáforas literarias, sino símbolos
cuanto a raíz de su concepción ha podido radicales que se repiten mitológicamente
plantearse la traducción del ser, apalabra­ en diferentes culturas, pudiéndoselos de­
do por d lenguaje humano, como sentido nominar «universales concretos».
de la realidad, la vida o la existencia. Aho­ La visión que subyace a una antropolo­
ra bien, cabe distinguir tres posiciones her­ gía hermenéutica es así universal-concre­
menéuticas fundamentales: la primera está ta. ya que estudia los trascendentales del
represenmda por la derecha heideggeriana ser. pero como inmanentales del sentido.
que, com o E. Coreth, preconiza la reme­ En este contexto hermenéutico. parece cla­
moración trascendental del ser clásico olvi­ ro que toda cultura es intercultura como
dado 1 por la modernidad; la segunda está todo lenguaje es interlenguaje: mediación'
representada por la izquierda heideggeria­ de diferencias y diálogo abierto en busca
na que, como G. Vattimo, preconiza la re­ de la complección de un sentido siempre
memoración posmoderna del olvido del ser, inatrapable objetivadoramente, y sólo in­
concelebrando su debilitamiento actual. terpretable intersubjetivamente.
Pero finalmente nosotros mismos ocupa­ Ahora bien, como el sentido según lo
ríamos una posición de centro heidegge­ dicho es el trasfondo simbólico del ser, el
riano, por cuanto no tratamos de rememo­ acceso al sentido debe pasar por las es­
rar el ser trascendental como los primeros, tructuras simbólicas del ser, que en la tra­
ni tampoco obviarlo nihilistamente como dición están representadas por la materia y
los segundos, sino traducirlo sim bólica­ la forma. El estructuralismo piensa que,
mente como sentido (axiológico). El ser no para conocer un asunto cultural, hay que
es el ser (parmenídeamentc) ni tampoco es reconocer su materia y forma, las cuales
el no-ser (sofistamente), sino que simboli­ serían categorías trascendentales del ser;
za el sentido axiológico, así pues el valor pero desde la hermenéutica estas presuntas
o valencia de lo real. Frente al literalismo categorías trascendentales están lastradas
del ser clásico y a su volatilización pos- de experiencia antropológica, ya que la ca­
m oderna. el sim bolism o traduce el ser tegoría de Aristóteles tiene detrás la expe­
com o sentido antropológico, el cual se riencia del encuentro/encontronazo entre el
proyecta, com o hemos dicho, en mitolo­ mater-materialismo simbólico mediterrá­
gías y visiones del mundo. Nuestra posi­ neo (preindoeuropeo, egeo-anatólico) y el
ción sería entonces la del centro descentra­ formalismo indoeuropeo racionalista (do­
do, ya que recupera una línea transitada por minante). Precisamente por ello, en la filo­
Nietzsche, Cassirer y el Círculo Eranos2. sofía clásica se impone la forma a la mate­
La antropología hermenéutica estudia, ria, considerando aquella como la informa­
pues, el ser en sus constelaciones de senti­ ción o formalización de la materia informe,
do, las cuales se expresan en estructuras Frente a esta .versión aristotélico-tomista,
simbólicas y arquetipologías culturales. El la izquierda aristotélica representada por
sentido de lo real — el ser— no comparece Avicena y estudiada por E. Bloch define la
entonces literalmente como algo dado o primacía de la materia como mater forma­
c ó sico , pero tampoco desaparece com o rían (madre de las formas).
algo aereo, superfluo o volátil: el ser-sen- Esto quiere decir que podemos seguir
(¡do se dice en un lenguaje arquesimbóli- utilizando a continuación las estructuras
co, es decir, en arquetipos simbólicos, los simbólicas de materia y forma para expli­

2 Sobre el Círculo Eranos, ver Revista Anthropos,


n.° 153 (1994), y Suplementos Anthropos, n.°42 (1994).

330
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

car el fenómeno de la cultura, Lanto en sí concreta y práctica, al consignificar inteli­


como en su relación con otras culturas: gencia. trato, relación, interés y tendencia.
pero que lo hemos de hacer críticamente y Este último término expresa ya el carácter
equilibrando los contrarios — materia y for­ del sentido, que es la traducción hispana
ma— desequilibrados por la versión oficial de la razón latina como razón relacional
formalista de la filosofía clásica, aunque sin junto a la razón racionalista centroeuro-
recaer en el extremo contrario (mater-mate- pea. Ahora, la razón-sentido hispana sig­
rialista). En ello nos aproximamos a la Es­ nifica a la vez sentimiento y alma, enten­
cuela franciscana que, con S. Buenaventura dimiento y finalidad, significación y acep­
al frente, representa un buen equilibrio en- tación, interpretación y afección (sensus).
ire la materia como existencial y la forma La razón europea se tiñe así de sentido
como esencial. Con ello estamos prepara­ sentimental, el cual significa a la vez el
dos para plantear la cuestión de nuestra .sen tid o o sig n ifica c ió n y lo sentido o
propia cultura y su ubicación europea. afección a modo de forma y materia cons­
tituyentes de su estatuto filosófico-viven-
cial.
2. Razón europea y sentido hispánico Mientras que el acceso a la verdad re­
quiere un consenso racional (teoría con­
En la com posición cultural de España sensúa! de la verdad en Habermas), el ac­
aparece claro el enunciado hermenéutico ceso al sentido requiere un consentimiento
según el cual toda cultura es intercultural. relacional (lo que podríamos llamar teoría
En efecto, nuestra identidad cultural emer­ consentimental del sentido): la diferencia
ge fundamentalmente del encuentro entre entre consenso y consentimiento, verdad y
el elemento autóctono mediterráneo ibero sentido, razón y relación recubre también
procedente de Africa y los nómadas in­ las diferencias filosófico-teológicas entre
doeuropeos procedentes de centroeuropa (a el racionalismo noreuropeo de tipo protes­
partir del siglo x a.C.); a ello hay que ad­ tante y el raciosentimentalismo sureuropeo
juntar la influencia semita que, como los de tipo latino-mediterráneo (católico). En
fenicios y después los árabes, colonizan esta encrucijada la tradición española ofre­
una buena paite de la península. Podríamos ce la noción del sentido, acaso el termino
simbolizar el trasfondo ibero y preibero más significativo de su vocabulario filosó­
(megalítico) por la Dama de Elche o Bae- fico. En torno a la categoría del sentido se
2 a, así como el fondo indoeuropeo (inclui­ inscribe la razón vital de Ortega y el senti­
do el celta) por la cremación o incineración miento trágico de Unamuno. la relación de
de los muertos: la cual se superpone a la Amor Ruibal y la inteligencia semiente de
arcaica inhumación o enterramiento en la Zubiri, la razón figurativa de D ’Ors y la
madre tierra. Esta doble proveniencia celtí­ razón poética de María Zambrano. el ta­
bera será articulada políticamente por los lante de Aranguren y la urdimbre de Rof
romanos y religiosamente por el cristianis­ Carballo-1.
mo, que obtendrá la coloración confesional Por otra parle, ¿qué es la reconquista
propia de la latinidad católica3. medieval sino la recuperación del sentido
Esta coloración o expresión latino-me- político-religioso perdido? Y ¿qué es la
diterránea reconvierte la razón clásica eu­ conquista americana sino la expansión del
ropea (indoeuropea) de tipología abstrac­ sentido recuperado y proyectado allende eí
ta y teórica en la sudisfá "ratio latina más océano? El Quijote es el relato literario de

-1 Véase J.M. Gómez-Tabunera. Las raíces de Es­ ■* Consúltese mi obra Visiones del mundo, Univer­
paña, Madrid 1967; E, Ripoll, en Gran Enciclopedia sidad de Deusto. Bilbao, (995, especialmente «Revi­
R'mlp (España). siones del mundo».

331
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

la búsqueda caballeresca de un sentido dis­ sentido (consentido). El cuerpo comparece


locado, mientras que Abenarabi de Murcia así como la retaguardia del alma, y el alma
y Juan de la Cruz simbolizan la búsqueda como la vanguardia del espíritu final: en
mística del sentido trascendente. A nivel donde el polvo es polvo enamorado, y el
erotológico, es Don Juan el burlador burla­ amor el sentido, del alma que culmina en el
do de un sentido nómada, el cual encuentra espíritu (inmortal). Pero entre la mortali­
su focalizadón pictórica en el juego de es­ dad y la inmortalidad se interpone el senti­
pejos de Las Meninas de Velázquez, en do como un lenguaje de ida y vuelta, así
donde se pinta la hermeneusis del sentido pues como un interlenguaje medial.
refractario/difractario: ahora el sentido se De I. Kant a F. Nietzsche hay una tradi­
hace lenguaje de ida y vuelta, lenguaje que ción europea que concibe lo español como
media un lenguaje transitivo, pura herme­ una especie de romanticismo a la búsqueda
néutica transparente (Lransaparente). del sentido ilimitado (no se olvide que el
Esta entrevisión hispana del sentido como rom anticism o se vu elve a lo románico
lenguaje transversal y apertura direccional como espíritu caballeresco cristiano posclá-
encuentra su lugar propio en el famoso poe­ sicoj; yo diría, en lodo caso, como una bús­
ma de Quevedo «Amor constante más allá queda del sentido. A continuación, quisiera
de la muerte», considerado por Dámaso pergeñar la búsqueda hispana del sentido
Alonso como el mejor soneto de la literatu­ ultramarino: donde América nos aparece
ra española. Interpretado tradicionalmente primeramente como lo sentido; sea sentido
como un poema de amor, en realidad se tra­ desde una mentalidad hispana aún medie­
ta de un poema del sentido supèrstite en val, com o piensa Sánchez Albornoz, sea
nuestros propios despojos cenizales: sentido desde una mentalidad ya renacen­
tista y protomodema como piensan otros.
serán ceniza, mas tendrán sentido.
El sentido, cierto, está simbolizado por
el amor, mas no por un amor cualquiera 3. La identidad americana
sino por un amor supèrstite que obtiene
sentido por cuanto queda adherido al alma La hermenéutica tiene como principio el
a través de la memoria y, por tanto, de la que nadie interprete por nos-otros, en el
replicación. El amor atraviesa la muerte sentido de que el sujeto pasivo de la inter­
porque el alma conserva intacto su sentido pretación pueda ser el sujeto activo, de
encamado, situado entre los humores cor­ modo que nadie interprete por el otro con­
porales y el fuego espiritual. De esta guisa, virtiéndolo en objeto. Ahora el interpreta­
el amor se salva como sentido-de-j untura o do es el intérprete: esto no significa que no
relación de mediación de los contrarios, al pueda ser interpretado por otro, pues en
situarse entre el pasado (muerto) y el futu­ realidad uno m ism o es interpretado por
ro (divino) en el entretiempo humano de la otro mismo; lo que simplemente quiere de­
significación axiológica o valonitiva, con­ cir es que una antropología hermenéutica
significado en el poema por el cuidado del es primeramente autohermenéutica y la in­
alma. Un tal cuidado (cura) no procede de terpretación antropológica autointeipreta-
la razón pura sino del sentido como razón ción del hombre sobre el hombre: de uno
impura, ya que se trata en castellano de la mismo sobre sí mismo y sobre otro mismo.
cuita, la cual no proviene de cogito (razo­ Para evitar proyectar desde fuera los pro­
nar) sino de coagito (reaccionar). pios fantasmas (hispanos) al otro americano
O el sentido com o reacción: el alma debemos acceder a la autointerpreLacion
reacciona ante su desatadura del cuerpo autóctona: la autohisloria amerindia repre­
con retranca o retaqueo, reactivando el sentada por Gcorge Siouí. el cual describe
eros adherido como sentido cenizal, pero el trasfondo cultural indígena (amerindio)

332
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

y bajo la figura mítica del círculo relaciona! La religión cristiana (antropomórfica) cho­
~de la vida, cuya expresión constituye la in- ca con la religiosidad amerindia eosm o-
__terdependencia universal de todos los se­ mórfica, lo mismo que la idea de imperio
res. Como afirma H. Sapa, el universo traba­ universal (abstracto) choca con la idea de
ba por medio de círculos: el cielo, la tierra, los imperios americanos locales. Esta re­
las estrellas, el viento, las tiendas de los po­ lación entre Europa y A m érica se va a
blados, los nidos de los pájaros... La vida describir con los caracteres clásicos de un
es circular y el círculo genera la energía de encuentro violento entre la forma (infor­
los seres: la vida no es sino una gran rela­ mante) y la materia (informada): en este
ción entre los seres, que obtienen así el ca­ modelo, como avisa Ginés de Sepulveda,
rácter de la complementaridad5. la materia debe subordinarse a la forma
' El círculo relacional de la vida será el como la mujer (la mater-materia india) al
mito de fondo de la cosmovisión amerindia. hombre (la forma patriarcal española). Ya
En el contexto de esta concepción ínterde- Colón piensa en los indios en términos de
pendiente de lo real emerge la religiosidad naLuraleza-objeto en relación con la cultu­
americana cosmonaturalista, la cual expre­ ra-sujeto europea: se inicia así una con­
sa la sacralidad complementaria del univer­ cepción dualista que opone materia o natu­
so a través de la divinización del Cielo raleza indígena y cultura o forma civiliza­
como Gran Espíritu y a través de la divini­ da: afirma la primera el indigenismo que,
zación de la Tierra como Gran Madre. En aliado con el idealismo naturalista de Las
algunas religiones, como la náhuatl, esta Casas, llega al «aprismo» político de Haya
dualidad entre el Espíritu diurno o claro de la Torre y socios (indoamericanismo
(Quelzalcoatl o «serpiente emplumada») y versus euroamericanismo); afirma la se­
el Alma nocturna o «espejo que ahúma» gunda la línea que procede de Ginés de Se-
(Tezcatlipoca) se une en un dios/diosa púíveda y arriba al imperialismo hispánico7.
(Omcteotl o «dios-dos»), que implica los Y, sin embargo, hay una fructífera vía
contrarios y, por tanto, la dualidad dinámi­ hermenéutica mediadora que. partiendo del
ca del universo. En las viejas religiones franciscano Bemardíno de Sahagún, accede
autóctonas, las sutiles energías de la natu­ a una dialéctica intercultural abierta. La
raleza se convierten en dioses (politeísmo), propia religiosidad iberoamericana dará
pero estas divinidades configuran estructu­ cuenta de esta mediación en algunos sincre­
ras de coimplicación e interpenetración. La tismos culturales, como el culto de los que­
compenetración de los seres divinos se re­ chuas surandinos a la Pachamama o Gran
fleja o refracta en la Tierra, donde el hom­ Madre, un eco de la antigua religión de !a
bre está implicado en el decurso del devenir tierna que se transfigura en el culto a la Vir­
deí cosmos y sus fuerzas invisibles: por eso gen María propio de la religiosidad popular
es tan importante el ritual humano, en el católica; otro tanto ocurre con el sincretis­
que se devuelve sacrificialmente a los dio­ mo maya zinanleco, en el que las cruces de
ses lo que éstos nos dan: la vida (así entre madera representan a la vez al dios cristia­
los mayas)6. no y a los portales de viejos dioses paganos;
El cruce de la cosmovisión hispana del y lo propio cabe decir de muchas devocio­
sentido (antropológico) con la visión ame­ nes populares a santos cristianos que recu­
ricana cosmonaturalista resulta traumático. bren antiguas devociones previas al cristia-

5 Gcorge Sioui, Autohisloire amérindienne. Urtiv. " Cf. T. Todorov, L a conquista de A m erica: E í
Lava!, ¡9S9; Hehufca Sapa, L e s rúes secretes des in- problema del otro, Siglo XXI. Madrid, 19S9: A. Al-
diens sioux. Pavor. París, i 975. varez Miranda. Obras, I, Cultura Hispánica. Madrid,
6 Enciclopedia ib eroam ericana de Filosofía, 3 1959; X. R.ubcrt Ventos. E l laberinto de ia hispan i'
(religión), Trolla, Madrid, 1993. dad. Planeta. Madrid, 19S7.
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

nismo. En estos casos, hay que decir que el de sor Juana Inés de la Cruz, el posromati-
catolicismo no ha sido tan refractario como tteismo de A. Storni. el elemenlaüsmo de
el protestantismo nórdico al contacto inler- P. Ncruda y J. Martí, el realismo mágico de
cultural, lo que se manifiesta también en el G. García Márquez y socios, el modernismo
mestizaje iberoamericano frenLe a la limpie­ floreal de R. Darío, el naturalismo de H. Lin­
za étnica norteamericana (anglosajona). do, el pensamiento cíclico de J.L. Borges, el
El círculo relaciona! de la vida amerindia espacialismo de O. Paz, la poética del envés
se enfrenta lógicamente a la línea recta del de R. Juarroz... La exuberancia del nuevo
evolucionism o europeo: el mito del ciclo lenguaje hispanoamericano frente/junto ai
frente a la razón lineal. Resulta curioso tradicional casticismo castellano tiene dos
^ cómo todavía hoy puede hablarse de una ejes: el propio lenguaje deviene cuasi autó­
. idiosincrasia latinoamericana de signo mu- nomo, presentándose esta autonomía como
" triarcal-relacional, Por una parle, la familia parte de una naturaleza naturante:
| americana presentaría el síndrome del padre
F cuasi ausente y en conflicto fulocrático (ma- Y estamos otra vez, ángel del alba,
| chista) con el hijo, siendo la madre el centro ante el vitral de tu presencia pura
(absorbente) de la vida familiar; algunos au­ hecha carne de luz. Las nubes claras,
tores han situado esta cuestión sobre la fal­ los rumores silvestres,
silla de los viejos matrimonios de los espa­ el navegante río río abajo
ñoles nómadas con las cacicas o hijas de y el corazón enarbolando esperas.
caciques, celebrados de acuerdo con el de­ Bienvenida tu lámpara
recho tradicional indígena matriarcal8. y el cáliz de la flor y la cigarra,
La propia teología de la liberación ha re­ porque todo está húmedo y fragante
cogido el modo-de-cstar (más que de ser) y el verde es fresco, ¡menta y mejorana!
ligado a la tierra del hombre americano: en De los heléchos tiernos cae el agua,
donde la liberación vendría a significar li­ salto mortal de espuma,
beración de la abstracción en nombre de la y el cuenco de una sed nunca cumplida
^religación. Pero es en los grandes poetas recoge su milagro.
latino-iberoamericanos en los que confluye (Hugo Lindo, Navegante Río)
)f ia arcaizante visión indígena con la moder-
(Esto parece Garcilaso de la Vega pasa­
ni dad: en su poesía reaparece no sólo el cs-
do por el Inca Garcilaso.)
P jlendor de la naturaleza americana, sino el
k nito cíclico y la paganía de los sentimien- En el caso de Rubén Darío, la pomposi­
dad vegetal se hace en ocasiones otoñal y
r os transpcrsonales. Ahora, la propia natu-
^ aleza convertida en objeto ppr l o s c o n - aparece la hojarasca en todo su esplendor
decadente:
^istadores vuelve de su cautiverio como
^ laturaleza-siijeto. Veámoslo de cerca; Las cosas tienen un ser vital:
toda forma es un gesto, una cifra, un
[enigma;
^4. Mitopoética latinoamericana
en cada átomo existe un incógnito
^ El trasfontlo mítico-rcligioso de la cultura [estigma;
P -.mcrindia reaparece tras su bautismo católi­ y hay un alma en cada una de las gotas .
c o en la pujante mitopoética latinoamerica- [del mar.
^ '.a: la cual se caracteriza por el feminismo (Coloquio de los centauros)

^ 8 V.J. Ycaza, L a cuitara hispánica. Ministerio de sájlca Intercontinental, II, 1. Julio-diciembre, 1992;
'altura. Madrid, 1980; A. Moreno, El arco y la trama, sobre el malricentrismo, J.L. Vethencourt y S. Hurtado
A [P. Caracas, 1995. Sobre E, Dusse!, cf. Revista Filo- (podríase citar el film Como agita para chocolate).
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

tin este naturalismo americano, la ma­ lleva un claro rasgo pan-teísta que puede
teria es simbólica y la realidad imaginal: apreciarse en los versos de A. Storni:
d lenguaje trasparece com o carne-de-luz Por qué yo vivo con lo que vive.
(11. Lindo) o cuerpo lumínico (O. Paz), en Por qué yo muero con el declive.
a n o cruce de cuerpo y alma comparece la Jamás pensé que Dios tuviera alguna forma:
intersección de la naturaleza y el espíritu, la Ojos no tuvo nunca, mira con las estrellas.
realidad y lo humano. Curiosamente, todas
las interpretaciones coinciden en que lo pro- La incrustación del hombre en el cos­
tottpico americano invierte o revierte la con­ mos lleva a la Storni a un amor sin sujeto
vicción europea de la primacía del hombre o cósm ico, así como a P. Ncruda a «un
sobre las cosas del mundo: aquí las cosas pa­ solo ser final bajo la tierra». Parejamente,
recen obtener la primacía sobre lo humano: en R. Darío el tema aparece bajo el simbo­
lismo de un amor fatal:
El universo habla mejor que el hombre. Amame, así, fatal, cosmopolita............
(José Martí) universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
Según L. Rosales, la diferencia entre la
ámame mar y nube, espuma y ola.
poesía española y la americana estaría en
que aquella se apropia de las cosas, mien­
(Divagación)
tras que ésta se entrega a las cosas. Por su (Esto es como El Bosco pasado por el
parte, José María Val verde ha podido dis­ boscaje americano.)
tinguir entre la poesía europea abstrac- Esta mitología cosmonaturalista típica- .
cionista y la poesía americana palpitante, mente americana accede a la visión de una
cosista o camarista (ello vale también de mar sin tiempo y sin espacio (F.L. Bernár­
Whitman). El tema se repite en la pintura dez), un mar-océano cuya marea arriba a la
expresionista de Rivera y Orozco. sien­ concepción cíclica, circular y laberíntica de
do estudiado por R. Kusch, P.A. Cuadra, J.L. Borges. El poeta argentino quiere que
S. Ramos. El conde Keyserling pudo ha­ su poesía no .sea entendida desde la eterni­
blar de telurismo y José V asconcelos de dad abstracta enfrentada al tiempo, sino .
espíritu cósmico, mientras que M, Picón y desde una determinada forma de eternidad:
nuestro A. Alvarez de Miranda hacen hin­ desde una eternidad determinada situada en .
capié en la sensitividad o sensibilidad, el presente impersonal en que todas las co­
cuya exasperación lleva paradójicamente sas vuelven cíclicamente. Podríamos llamar
al límite transensible: «determinadismo» a esta afirmación de una
determinada eternidad que adviene en cada
Pues no hay dolor más grande que instante en cuanto parte del universo:
[el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida Los astros y los hombres vuelven
[consciente. [cíclicamente,
el hoy fugaz es tenue y es eterno:
(Rubén Darío)
Dios que salva eí metal, salva la
El propio Rubén inventó «el alfabeto pá­ [escoria '
nico»: esa especie de lengua pánica hispa­ y todo es una parte del diverso cristal
noamericana en la que comparecen todas de esa memoria, el universo.
las cosas en sus relaciones selvático/silves- Sé que en la eLemidad perdura y arde
tres o campestres, así pues bajo la advoca­ lo mucho y lo preciso que he perdido:
ción de Pan, el dios Fauno de naturaleza puedo ser todo, déjame en la sombra.
racional e irracional, tañedor de la flauta y La arena de los ciclos es la misma
partícipe del cortejo dionisíaco. Pan es el e infinita es la historia de la arena.
dios de la naturaleza, cuya veneración con­ (Poesía selecta)

335
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

A sí que el material de la vida es el mis­ cromáticamente con sensaciones, colores e


mo, sólo cambian las formas de la misma: imágenes propias de una razón «sentimen­
podemos hablar de una vida misma y di­ tal, sensible, sensitiva» (R. Darío).
ferente, constituida por una infinitud defi­
nida o finita, es decir, por una eternidad
determinada modalm ente. Esta entrevi­ S. La razón afectada
sión del tiempo en Borges como eternidad
contingente se acerca a la concepción de El lenguaje am ericano aparece cuasi
O. Paz sobre el tiempo como simultáneo y cósicam ente com o una realidad espesa o
espacial: en relieve junto al hombre: los nombres
son un trozo de naturaleza vivo/muerta,
Espacio espacios animados Anima mundi y el sentido se muestra afectado tanto o
[Materia maternal. más por los elem entos que por las rela­
ciones: de donde los impresionantes re­
En O. Paz el tiempo se enmarca en el
latos novelescos y una poética scnsacío-
espacio como topología del ser: pero su
nista en cuya p royección se yergue un
temporalidad vuelve a inscribirse cíclica­
lenguaje autónom o y protagonista que
mente en la cspacialidad al modo de los
funge de sujeto del sujeto (humano). El
calendarios de los antiguos m exicanos.
realismo m ágico se alía con un idealis­
Expresión de este tiem po-espacio es el
mo lingüístico, y la privilegiada atención
lenguaje como topoema, el cual funda/fun-
a las cosas vivas se extiende al lenguaje
de un tiempo sin historia o tiempo hecho
com o una cosa v iva entre las cosas vi­
piedra, un tiempo hecho cuerpo repartido,
vientes:
una definición del lenguaje como presente
perpetuo de la memoria: Por qué cantáis la rosa, oh poetas,
hacedla florecer en el poema.
Memoria todo D ios ardiendo todos
polvo de los sentidos sin sentido (V. Huidobro)
ceniza lo sentido y el sentido
Mientras que en España el escritor pa­
el sentido anegado en lo sentido.
rece apropiarse su lenguaje desde dentro,
La afirm ación de un tal sentido sin en América el escritor se apropia o intro-
sentido nos retrotrae del logos al mito, yecta un lenguaje venido de fuera para
por cuanto el sentido como significación otorgarle su fuero: en España el sentido se
se hunde en el sentido como lo sentido: proyecta a través de un lenguaje transiti­
una concep ción típ ica iberoam ericana vo, en América el sentido se inserta en un
que también encuentra su expresión en lenguaje-sentido com o cuerpo vivo: «sen­
la tradición portuguesa que arriba al gran tido sin sentido, no pensado», dice O. Paz.
F. Pessoa: es decir, no domeñado^
Q uisiera detenerm e al respecto en el
Lo que en mí siente está pensando: caso de la fina poefisa argentina Alfonsina
lo que sentimos, no lo que es sentido. Storni, de origen suizo-italiano, cuyo len­
(Odas de R. Reis) guaje se levanta en un primer momento de
la naturaleza material hacia el espíritu y la
Nos hallamos así ante una razón afecta­ alta luz celeste, para decaer postrerameme
da, por cuanto el logos clásico se enhebra5 en una posición intermedia que se sitúa

5 En el lenguaje americano parece reflejarse la decir T. Todorov (o.c.j que la cultura indígena favo­
experiencia amerindia, en la que aflora la comunica­ rece el intercambio con el mundo, mientras que la
ción de la persona y el entorno: por ello ha podido culLuru europea favorece el intercambio inlerhumano.

336
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

K* cuasi marítimamente entre la tierra y el Hay luz en demasía, no puedo verte el


fe-'sol. La vida y obra de la Stomi quedan así [alma;
.apalabradas en un lenguaje que vaga entre mi alma es como un mundo, no se puede
§; la sombra y la luz: [mezclar.

|L . ir cruzando la vida con alas en el alma Al no poder sobrevolar la vida, la poe­


£:j; ‘y un ligero cariño a la muerte que llega. tisa trata de implicarla buscando las raí­
'.‘Oh, muerte yo te amo, pero te adoro vida. ces de las alas. Esta misma visión contra-
rT puntística reaparece nítida en oLro poeta
"La existencia lingüística de la poetisa
argentino, el intelectual Roberto Juarroz
f: “afirma la naturaleza, luego trata de tras-
cuya mitopoética intenta asir el envés de
cenderla y, finalmente, recae en las ondas
las cosas: su oquedad o vacío, su revés u
- marinas, entre 1 as que desapareció para
otro lado, su espacio virtual y nocturno,
L siempre en 1938. La autora ha dejado la
los reversos del ser (para decirlo macha-
. exacta huella de su anhelo solar, tratando
di anametite). Asumir la parte en negati­
;r.- de sobrepasar la realidad endurecida y re-
vo, la otredad y el borde o lím ite intrínse­
cayendo al fin lunarniente en la surreali-
co significa asumir la ausencia y equilibrar
dad de las aguas marinas para poder acce­
los contrarios remediándolos transversal-
der a las «raíces de las alas»:
mente. La conclusión lúcida del autor se
No saber de uno mismo; ser el ave: acerca a la del «hispano» A. Camus: se
llevar las alas sin buscar la clave. trataría de salvarse coim plicando el en­
vés de lo real — la surrealidad sim bólica
7 La poetisa se identifica con F. García del mundo, allí donde aparece el antisig­
Lorca en su búsqueda de las rafees dé las no de las cosas a raíz de una visión cata-
alas. Cabe interpretar esta ascensión desde fórica:
la tierna al cíelo y su posterior caída psico­
lógicamente, como recuento de la vida per­ Excavar hasta donde cesan las imágenes,
sonal de la Storni, que, tras intentar superar hasta el yacimiento del cristal de las
lo telúrico, recae en un lenguaje lunar a me­ [órbitas:
dio camino entre el sol y la tierra, para fi­ tallar el antisigno de las cosas.
nalmente inmergerse en la mar y desapare­ La presencia se apoya en lo que hay,
cer. Cabe también interpretar este lenguaje pero en verdad cuelga de lo que no hay.
de ascensión y descensión a nivel universal, Celebrar el revés.
como paradigma de toda vida humana que (Poesía vertical)
trata de evadirse de sn encajonamiento o
encerrona existencial, mas fracasando en el El antisigno de Juaixoz enuncia una con-
límite. Y cabe por último interpretar esta trarrazón: la contrarrazón de la razón, la
fluctuación sociopolíticaniente, como un americanización del ser europeo, la afecta­
modelo que depinta el fracaso del hombre ción del logos. Ahora bien, afectación de
americano en su deseo de emancipación y la razón quiere decir dos cosas: por una
liberación (con el despunte crítico de que se parte, la afección como sentimentalización
trata de una mujer y. por tanto, obtiene un del logos racional; por otra parte, la afec­
cariz fenienino/feminísta). ción como artificio fictivo (la ficción o
Mas yo mismo interpretaría la cuestión fingimiento). Por lo primero, la razón ibe­
simbólicamente: como una forma litera­ roamericana aporta el corazón como eo-ra-
ria de expresar la afectada razón ameri­ zón, por lo segundo renuncia a ia inteligen­
cana, la cual no se define cual espíritu o cia concebida como «páramo de espejos»
razón pura (solar) sino como alma o razón (José Gorostíza). Así que una tal razón ob­
anímica: tiene dos rostros: el rostro positivo de la

337
IDEN TIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

inteligencia afectiva (cromática, seminal, ceder a la racionalidad moderna rcpreiofe-J


sentimental) y el rostro problemático de la tada acá por Noreuropa y allá por Norte*'!
inteligencia defectiva (retórica, mágica o mérica. sino para poder colorear o afcdprj
irracional)10. positivamente esa fría razón nórdica desdfcj
La am bivalencia de la razón afectada posiciones sudistas humanistas. 9|
iberoamericana nos permite ser a la vez Cabe recordar al respecto que el propioj
autocríticos (ad intra) y críticos (aei ex­ aislacionismo hispano se debe en parte Jj
tra). En efecto, la positividad de la razón puritanismo indoeuropeo (nórdico), con W J
iberoamericana está en su carácter aferen­ arcaica concepción de las castas y su antí-J
te o aficiente, en cuanto mestizaje del sen­ gua prohibición del mestizaje o matrimCK j
tido hispánico (latínomcditerráneo) y lo nio entre los hijos rubios de la luz y los Kp|¡
sentido americano (cósmico): ello posibili­ jos de la tierra oscura. Por eso, la máximi
ta una visión cálida y cromática del mun­ concesión del mestizaje en W. Frank r e ^
do, a diferencia de la fría razón nórdica sulla ideológica, ya que piensa tradicional- J
curoamencana. Es también la diferencia mente en un matrimonio intercultural en- %
entre el sur católico y el norte protestante, tre la oscura materia hispanoamericana fi’j
la sensibilidad latina y la racionalidad an- modo de hembra y la luminosa forma ñor-
glogemiánica. Pero esta presunta positivi­ americana a modo de varón. Por otra par- \
dad se torna presuntuosa si no es capaz, de te. esta oposición está pensada en términos- *
abrirse a su otredad complementaria, y vi­ de la modernidad, en la que el padre-varón j
ceversa. destrona simbólicamente a la madre-mujer |
La negativa afectación de la razón ibe­ en el nombre de la razón abstracta: ahora,- )
roamericana proviene pues de su aislacio­ la lucha entre el sur y el norte aparece....
nismo, lo que ha permitido rizar el rizo de como una lucha entre un murciélago y ct
la huera retórica: por ello, no hay que es­ sol (así en N. Parra). - i .*
candalizarse de la crítica de G. Papini a la
íncreatividad hispanoamericana, ya que
dicha increatividad procede de. una estéril Conclusión: el águila serpenteada á
monogamia cultura!, cuya falLa de apertura
(modernidad) ha sido notoria. Ahora bien, El sentido hispánico de carácter antro­
ha sido típico de la mentalidad indoeuro­ pológico se enfrenta en la Conquista al/Io
pea, pero no de la latina, el purismo o pu­ sentido americano de carácter cosmológi- \
ritanismo cultural,.frente al cual se presen­ co: pero la naturaleza americana objeto de '
ta el mestizaje iberoamericano como su re­ descubrimiento europeo se yergue final- á
dención oscura: el otro complementario, la inente en naturaleza-sujeto de lenguaje, 1
aferencia o afección de una razón frígida. tal y com o lo hemos expuesto anterior- .
Predicamos, por tanto, un mestizaje cultu­ mente. La razón patriarcal occidental, que .
ral simbolizado por una razón simbólica o desde F. Bacon (siglo xvi) trata de colocar
mediadora, que nos abra al otro compen­ la naturaleza en el potro de tortura para
satoriamente: y ello no sólo para poder ac- extraer .sus secretos auríferos, se topa am- --

10 Sobre la razón iberoamericana mágico-irracional, Scrí-J interesante plantear si la afectación hispa- ;


cf. M. Vargas Llosa, en Anthropos, n.Q 128 (dedicada noamericanu procede del propio lenguaje conquis­
a José María Arguedas), así como n.” 151 (dedicada a tador español con sus hipocresías o engaños o bien
doña M ana Loynaz), en donde la poetisa ensueña un de. la necesidad por parte de los colonizados de
espacio sin tiempo. «vestirse» del ropaje lingüístico inducido (lo que
Ya U nnm unu destacó la afectividad sim ulada provocaría una clara distancia del americano fren-' -
americana, mientras que S. Sarduy recupera la barro- te al lenguaje español, al revés que en la Penín­
quería iberoamericana en sus obras. sula). - -

338
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA

bivalentemente con la matriarcal natural e- y la tierra madre, como un lenguaje lunar


/j amerindia: mediador entre el águila y la serpiente, a
modo de águila serpenteada, razón impu­
£7 descubrimiento del nuevo mundo
ra. espíritu manchado:
[testimonia
U r sensaciones ambivalentes de sorpresa, Es más cielo la tuna que el cielo,
[temor y odio si una cordialidad de la altura es h
que inspiraba ¡a Naturaleza en su estado [que buscamos.
[salvaje y prolífico . 11
(Macedonio Fernández)
La razón europea se ve afectada por la
naturaleza americana como el sentido his­ Lo iberoam ericano reaparece fin a l­
pano por lo sentido amerindio, entre vien­ mente como un lenguaje lurihr. o medial
t o un dios detrás de D ios (Borges): la di­ (blanco) entre el negro am erindio-y,el.
vinidad cosmonaturalista tras el D ios an­ rojo solar de las conquistas (española,
tropomorfo cristiano, el espacio cíclico azteca, inca): y en consecuencia com o
ritual tras el tiempo lineal europeo, la tra­ una realidad eminentemente hermenéuti­
dición oral indígena tras la escritura es­ ca que sc dice en un interlenguaje. Se
pañola y, en definitiva, la realidad radical trata entonces de recuperar el color de la
tras lo humano enraizándolo. El hombre, razón frente a la razón descolorida o
pastor del ser en Occidente, se convierte abstracta de la conquista europea, según
en pasto del ser en medio de la naturaleza B. Las Casas. Esta razón cromática es
'americana: se trata de una característica una razón mestiza y mezclada, mediado­
hispanoamericana que acaba reflejándose ra y mediada, razón universal concreta y
en Ortega, Amor Ruibal y Zubiri, el filó­ no abstracta, capaz de. entrever los ar­
sofo vasco que privilegia la realidad (natu- quetipos comunes del sentido tras las di­
rantej frente al ser (naturado). Esta menta­ ferencias típicas del significado, radica­
lidad antropocósmica, por cuanto incluye lizando así la labor hermenéutica pione­
al hombre en el cosmos, se muestra en los ra del d o m in ic o D ie g o Duran en su
ritmos musicales y en la mitopoética lati­ descubrimiento de las semejanzas cultu­
noamericana, así com o en la religiosidad rales dentro de un espíritu intercultural
popular que arriba a Santa Rosa de Lima, ecum énico*12.
la patrona de la América Latina. Octavio La aportación del pensamiento hispa­
Paz lo ha expresado sintéticamente por to­ no al pensamiento universal no consiste
dos así: en propugnar un pensamiento más débil
o debilitado, sino un pensamiemo más
Que. el canto eche raíces, troncos, ramas,
afectivo o aferente: cuyo eco comparece
[pájaros, astros.
en la concepción de la temporalidad sen­
La razón iberoamericana resulta así una timental del hispanoamericano G. Santa­
razón afectada, situada entre el cielo solar yana

" A. Getty, La diosa. Debate. Madrid. 1996; para En defensa de ¡os indios, ed. Andaluzas. Sevilla,
el trasfondo, W. R oss, Nuestro imaginario cultural 1935. Por último, es sintomática en este contexto ibe­
Amhropos. Barcelona, 1992. roamericano la obra del austroamcricano L. Schajo-
12 D. Durán cree que las semejanzas religiosas en­ wiez, en la que se revive la mitología como lugar de
tre el cristianismo y el paganismo se deben a revela­ encuentro ¡nteccultural. Para todo ello, cf. mi obra La
ciones realizadas por predicadores cristianos anterio­ Diosa Madre, Trotta. Madrid, 1996.
res a la conquista: un paso más le hubiera llevado a Resulta al respecto intrigante cómo la arcaica men­
postular una revelación natural universal de los ar­ talidad amerindia milico-cíclica retoma en la actual
quetipos religiosos comunes. De B. Las Casas, véase adscripción latinoamericana a sectas milenarislas.

339
IDENTIDAD HERMENÉUTICA IBEROAMERICANA / IDENTIDAD SIMBÓLICA

F .S . Iberoamérica como afiliación mienta


A partir de la perspectiva cultural abier­ no sólo nuestra descendencia (antropo­
ta por nuestra incursión hermenéutica, po­ lógica) sino nuestra ascendencia (eos*,
demos diferenciar los siguientes tipos de movisional): la cual queda bien descri­
coapertenencias sociopolítícas: ta por el poeta místico Ernesto Cardenal
así:
1. “ La patria como estado (español, me­
jicano, venezolano, etc.). todo ei cosmos está hecho de nuestra
2. a La mama como comunidad (caste­ [propia carne
llana o vasca, india o criolla, mediterránea y el hombre es el mismo universo
0 caribeña). [contemplándose.
3. ° La fra triu como mediación (euro­
pea, americana). (Vida en el amor)
1 4.° La filia como filiación: Iberoamérica
como afiliación. Andrés Ortiz-Osés

Identidad simbólica
En el estudio actual de las identidades cual emerge en el presente de la significa­
colectivas creo que debemos evitar, como ción humana, el cual media pasado mítico-
en todo, los dos extremos; tanto el pensar la relígioso y futuro lógico-abstracto, los dio­
identidad en términos esencialistas y cerra­ ses trascendentes y las cosas inmanentes, el
dos (fmdameutalismo) como el dis-pen- sentido numinoso y el significado secular.
sarla en nombre de ío indiferenciado y el La interpretación sim bólica es. pues,
vacío (vacitismo). Entre la identidad abso­ una autointerpretaeíón que viaja con noso­
luta o dogmática y la inidentidad vaciada tros en el espacio-tiem po medial de las
o anulada puede hablarse de una identidad significaciones interhumanas. Entre los
simbólica, abierta y relacional; se trata de dioses y el mundo comparece el tempoes-
una identidad diferenciada que articula su pacio decisivo del hombre, el cual fluye
interpretación m óvil proyectando imáge­ como una espiral situada entre la circulari-
nes simbólicas de sentido que encuentran dad del ser trascendente y la linearidad del
su agarradero en la tradición cultural con­ ente inmanente, entre la regresión y la pro­
vivida por el hombre a lo largo del tiempo gresión, el «apriori» y el «apostenorí», lo
en su espacio existen cial. La identidad mismo y lo diferente: se trata del espacio-
simbólica es una identidad cultural, que se tiempo anímico cohabitado por el retorno
distingue tanto de las identidades literales implicativo de lo mismo diferenciado y,
como de las inidentidades abstractas. en definitiva, por la (re)mediación que el
La identidad simbólica aparece así como lenguaje humano instituye entre lo sagra­
la interpretación medial o mediadora: yo la do (esotérico) y lo profano (exotérico),
situaría positivamente enLre la identidad ar- En la tradición cultural rasca, la identi­
quetipica (mítico-religiosa o trascendente) dad arquetípica está prefigurada por el
y la identidad típica (lógico-funcional o mito de Mari como personificación de la
instrumental). En efecto, mientras que la fierra madre: por su parte, la identidad tí­
identidad arquetípica nos conecta con los pica está significada por Kixmi como figu­
númenes y el mito de origen, la identidad ra desmitologizadora típicamente judeo-
típica nos abre al futuro civilizatorio y sus crisliana. Si Mari representa el arquetipo
procesos de racionalización tecnocientífica: m itológico de la naturaleza divinizada.
en medio queda la identidad simbólica, la Kixmi representa el tipo posmhológico de

340
r~ - IDENTIDAD SIMBÓLICA

la civilización racionalista occidental. En Hemos identificado la nación como ma­


F medio queda la identidad sim bólica que rra (vasca), el Estado como patria (espa­
^encuentra su proyecto en la cultura como ñola) y la Comunidad como fratría (euro­
j*.tuitivo de la naturaleza, y que en la.tradi- pea): un paso más y nos confrontamos con
i, ción vasca está simbolizada por la casa nuestra filia o filiación hispanoamericana.
f(etxe) y el Arbol de Gernika: mientras que En Hispanoamérica identificamos un tras­
la casa señala la reconstrucción de la tierra, fondo m itológico amerindio, una media­
".■el árbol totèmico simboliza el cultivo de la ción lingüístico-cultural hispano-látina y
.. tierra; así, la casa representa la cultura in- una tipología definible por una razón a la
~terior y el árbol la cultura exterior, pero vez afectiva (positivam ente) y afectada
"/ ambos son mediaciones o transiciones cui- (negativamente). Pero finalmente, y aban­
turales entre el cosmos’ de Mari y el mundo donando los estadios intermedios, accede­
" de los objetos técnico-instrumentales que mos a identificarnos como terrícolas o ha­
encuentran su contexto en Kixrni y su pro- bitantes de la Tierra: el ámbito simbólico
- ceso de racionalización antim itológica. específicamente humano de la cultura que
' Así que la casa (familiar) y el árbol (co- se sitúa entre el mito de la Tierra Madre
■ murtal) comparecen en ese espacio inter- (la diosa Gea) y sus Lipologías tecnológi­
. medio entre el Todo (la diosa omniabar- cas: caza y pesca, agricultura y ganadería,
cante) y el uno (el individuo industrioso): industria y tecnociencia. Con este último
como su mediación simbólica, concepto nos abrimos a nuestra últim a
El ejem plo vasco es el ejem plo de la identidad en el cosmos, recuperando así al
. identidad sim bólica del primer espacio final racional nuestro origen mítico de ca­
. existencial: la nación como ámbito donde rácter cosmonaturalístico. De esta guisa, el
se nace o vive. Pero la identidad simbólica recorrido procede del nacimiento en la tie­
no se encierra en sí misma, sino que se rra madre y, tras pasar por los estadios in­
abre al otro complementario por cuanto termedios, arriba a la madre tierra y su
toda cultura es intercultura (intcrlenguaje). apertura al cosmos como punto de partida
El siguiente espacio-tiempo existencial es y llegada. Se trata del símbolo de nuestra
ahora el Estado com o ámbito donde se identidad cultural como hombres que, par­
está o convive: En nuestro caso, se trata de tiendo del humus terráceo (ctònieo), llega­
España, cuya identidad se distiende entre mos’ al humo sideral (el éter uránico de la
una m itología romano-católica (sobre un tradición aristotélica): en medio queda el
trasfondo celtíbero) y una tipologia latino- hombre desgarrado en identidad simbólica
medi terrànea: en medio surgen las figuras di-fe rida, es decir, herida: es la rajadura
simbólicas en las que nos contemplamos humana sólo suturable simbólica o cultu­
colectivamente — Don Quijote, Don Juan, ralmente y, por tanto, a través de media­
Carmen...— . Pero a su vez, tras la nación y ciones y aperturas de sentido. Pues el sen­
el Estado, se delinea el marco que nos une. tido no está dado sino que es dación y. por
o retine: la Unión Europea. Europa nos tan Lo. donación: todo lo contrario de cual­
ofrece com o horizonte m itológico el en- quier cerrazón cultural, la cual lleva a la
cuentro/encontronazo de lo preindoeuro­ obturación del sentido, Por ello hay que
peo (significado por la mítica princesa Eu­ cambiar la dinámica moderna de las iden­
ropa) y lo indoeuropeo (significado por su tidades que se autoconsideran com o una
raptor Zeus), mienLras que su realización exigencia al otro, cuando primariamente
tipológica se centra en el Logos/Razón (la son una aportación propia: ya que sólo
racionalidad occidental). En medio quedan puede exigir respeto quien ofrece un res­
las grandes mediaciones simbólico-cultura- pecto o respectividad,
Ies, entre las que destaca el cristianismo
por su impronta crucial y vertebradora. Andrés Ortir.-Osés

341
Imaginario
La filosofía occidental y su correspon­ Sin embargo, el concepto Imaginario,.
diente estructura cosmovisiva, al decir de tratado desde una perspectiva hermenéuti­
Castoriadis. se asienta y se edifica sobre ca, lejos de aparecer pasivamente como
un substrato ontológico nuciendo en torno facultad intelectual que no hace sino re­
a la categoría determinación, de modo que producir elementos y entidades determina- ,
«lo que realmente es, está determinado, y das por la «lógica binaria de la separación»
lo que no está determinado no es o es algo (Maffesoli), funge activamente como con­
m enos, o tiene una calidad inferior de dición de posibilidad de realización y re­
ser»1, Por idéntico motivo, su modelo on- presentación de órdenes de realidad (social
tológico de base supone que el momento y psíquico) siempre mediados y transfor­
lógico-identitario y objetivante de lo real mados simbólicamente en cristalizaciones
agota el ser. Este «siempre se halla bajo de sentido por la «vehemencia ontológica
las mismas determinaciones; lo cual signi­ de una intención semántica»3.
fica que atemporalmente, y en todos los Así, por ejemplo, Castoriadis dice que el
aspectos, se halla determinado idéntica­ Imaginario «no es imagen de. Es creación
mente, es decir, determinado según lo m is­ incesante y esencial indeterminada (social-
mo»12. Entretanto, todo aquello que no se histórica y psíquica) de figuras-formas-
ajusta a este esquema lógico-identitario de imágenes, a partir de las cuales solamente
la determinación, portador de una visión puede tratarse de “alguna cosa”. Lo que
estática de lo real (y sustentado sobre los llamamos “realidad” y “racionalidad” son
principios de identidad, no-contradicción obras de ello»4. Sobre la citada categoría
y tercio excluso), aparece corno accidente, G. Durand afirma que «se nos aparece
ilusión y error: dicho platónicamente, no como el gran denominador fundamental
pasa de ser imitación sensible y deficiente donde se sitúan todos los procedimientos
del mundo trascendente de las Ideas, el del pensamiento humano»5. A este respec­
cual es privilegiado por nuestra tradición to, Ortiz-Osés mantiene que el Imaginario
de pensamiento. es «trascendental u ontológico, es decir, ra­
En un orden trascendente poblado de Se­ dical: su urdimbre retroimplicativa posibi­
res (Ideas) determinados en su identidad y lita y delimita a un tiempo la “realización”
realidad sin participación de las variables de lo real»6. R of Carballo añade en refe­
(accidentes) hístórico-socíales (y axiológi- rencia al mismo concepto que «es la condi­
cas), conceptos tales como Im a g in a rio o ción genitriz, hi genitricidad, la capacidad
Imaginación no pasan de ser meras instan­ de dar a luz nuevas ideas, nuevos horizon­
cias intelectivas que reproducen e imitan, tes»7. Más en clave sociológica, Maffesoli
siempre erróneamente, una realidad estáti­ añade sobre el mismo término que es «una
ca y acabada de naturaleza lógico-inteligi­ reserva latente que asegura el manteni­
ble sólo captable por la razón. miento del querer-vivir colectivo»8.

1 Castoriadis. C., Dominios del hombre: Las en­ 5 Durnnd, G., Las estructuras antropológicas de
crucijadas del labe tinto ¡i, ed. Gedisa, Barcelona, lo imaginario, ed. TaunJS, Madrid, 1982, p. 11.
1988, p. 198. 6 Ortiz-Osés, A., Las claves simbólicas de nues­
2 Castoriadis, C.TLa institución imaginaría de la tra cultura, ed. Anthropos, Barcelona, 1993, p. 73.
sociedad II, ed. Tusquets, Barcelona, p. 43. 7 Rof Carballo, J., Revista Aji/firopoj-Saplómen­
3 Ricoeur, P., La metáfora viva, ed. Cristiandad, los, n.° 38, Barcelona, 1993, p. 1.993.
Madrid, 1992, p. 409. * Maffesoli, M., Essais sur la violence, Libraire
* Castoriadis, C., La institución imaginaria... I, des méridiens, Pans, 1984, p. 125.
op. cit„ p. 10.

342
IMAGINA RIO

El Imaginario, por tanto, entendido con la realidad inmediata (propia y apro­


rumo reducto infraestructura!, trascenden­ piada) entendida como encarnación simbó­
tal y a priori que posibilita, desde la sincro- lica de una vivencia comunal profunda.
nicidad a-causal soterrada, la realización y La incorporación que desde la herme­
representación de toda realidad histórica­ néutica se hace del Imaginario, del «plano
mente producida, escapa del esquema de la intermedio de las realidades imagínales»13,
determinación (posibilitándole y antece­ del mandas imaginalis (H. Corbin) a la
diéndole ontológicamente) y de su conco­ discusión filosófica contemporánea, supo­
mitante lógica bivalente (A es A o no-A) ne la puesta en comunicación de los polos
tan común en la cosmovisión occidental. irreconciliables de nuestra tradición de
En efecto, su dimensión real iza tiva, vale pensamiento, lo semántico y lo positivista-
decir, creadora, revela la existencia de una funcional, la subjetividad y la objetividad,
lógica de la semejanza dirigida por «cau­ el inconsciente y la conciencia. El desen­
sas místicas» 9 (y no lógicas ni empíricas) terramiento de esta constante actividad
y desplegada sobre una cópula relacional imaginaria permite fundir en un m ism o
(Ricoeur), que no privilegia tanto el «ver cuerpo (histórico-socialmente con-figura-
(ser) identitario» (lo que es está determi­ do), sobre la base de una ontología vincu-
nado atem poralm ente), cuanto el «ver lativa, el componente imagínario-infraes-
(ser) como» (lo que es incluye el no-ser, la tructural (subjetividad) y su cristalización
soterrada ilusión relacionante en el seno simbólica bajo la forma de un orden aca­
de una estructura de realidad siem pre bado en su ser (objetividad). De esta for­
abierta y por determinar)10I*.En este último, ma, lo real es entendido como proceso,
la lógica de la semejanza que rige el pro­ como devenir, a cuyo paso circular la Fan­
ceder de la actividad imaginario-trascen- tástica trascendental (G. Durand) y su viva
dental funciona mágicamente11 (por oposi­ e inextinguible emotividad y numinosidad
ción a todo tipo de nexo identitario de] (E. Cassirer) toman cuerpo en cristaliza­
tipo de relación causal, deductiva, teleoló- ciones de sentido desplegadas en el tiempo
gica, etc.) en virtud del poder connotativo histórico.
del lenguaje en sus estratos maginancos- Por lo mismo, ante una Ontología está­
matriarcales donde el potencial de suges­ tica que privilegia la clausura lógico-ra­
tión de la palabra «está ligado a la evoca­ ción al de la determinación como modelo
ción de imágenes»1-, dicho de otro modo, de ser, el Imaginario propone una Ontolo­
a través de la relacionalidad intuitiva, a-cau­ gía dinámica y fasional que hace prevale­
sal y c a s u a l (estética para Nietzschc), que cer un concepto de lo real en constante
liga la Imagen y su emotividad subyacente tránsito y peregrinaje, lo cual revela la ori-

9 Cassirer, E.. Antropología filosófica, F.C.E, metamorfosis, transformación o transustanciación.


México, p. 124. Ello equivale a decir que las Imágenes son “mágicas”
IU Por oposición a la lógica relacionante y Inági- ■ y no-eidélicas, y que se producen por arte de “ma­
ra que rige la di rece ional idad del inconsciente, afir­ gia”, o sea, por desplazamiento (metonimia) y con­
ma E. Neumann en su obra Ursprimgsgeschickte des densación (metafóricamente) de la Energía, arte típi­
Bemtsstseins que Ja conciencia «comienza por decir co del Imaginario y de su capacidad proyectíva-crea-
no. No al Uroboros, a la Gran Madre, al Inconsciente» dora.» (lung, C.G., Arquetipos y sentido, B ilbao,
(p, 105), Sus acciones son «actos negativos» (p. 105) 1988, p. 50.)
que contrastan, delimitan, diferencian. En última ins­ 11 Ortiz-Osés, A., Mitología cultural y memorias
tancia «determinado ex negalio. Por el conLrario, la antropológicas, ed. Anthropos, Barcelona, 1990,
tendencia del inconsciente, dice ligazón y fusión de p. 271.
todo con todo» (p. 105). 13 Corbin, H., La imaginación creadora (en el
II Ortiz-Osés recuerda: «las imágenes funcionan sufismo de Ibn’Arabi), D estino, Barcelona, 1993.
en el Imaginario i-magínicamenle, mágicamente, por p. 274. ■

343
IM AGINARIO

gínaria naturaleza plástico-maleable de esa fundamental e indeleble de la vida que sal­


misma realidad, sólo secundariamente es­ ta por sobre la multiplicidad de sus formas
tructurada y moldeada en un cosm os de singulares»16..
identidades y de pares de significados y . La categoría Imaginario y su concomitan­
significantes precisamente delimitados en te re-lación mágica que atraviesa y liga to­
su identidad; esto m ism o m anifiesta la dos los reductos de la realidad que ella mis­
prioridad ontológica de la actividad del ma «anima» (y «realiza») dice 'integración
Imaginario y de su numinosidad relacio­ de los contrarios (Bien y Mal, Conciencia
nante sobre el sem iológico terreno de los e Inconsciente, Masculinidad y Femenini-
significados unívocos y estáticos vaciados dad), indiferenciación originaria, coinci-
de contenido axiológico. denlia oppositorum, y ello porque, como se
El Imaginario queda definido, por tanto, ha apuntado previamente, «tener imagina­
como 1 . actividad, infraestructural (frente ción es ver el mundo en su totalidad»17.
a estructura) activada por el 2 . principio A continuación se expone, en primer lu­
de placer (frente al principio de realidad gar, el modelo teórico de C.G. Jung en tan­
racional y estático de Occidente) en tanto to propuesta ontológica que hace suyo el
eros inmanente que, en clave 3. ontológica Imaginario como instancia nuclear del mis­
(y no m eramente óntico-reproductiva). mo, y, en segundo lugar, las aportaciones
crea súbita e imprevisiblemente cides, for­ que efectúan G. Durand a la Antropología y
mas, figuras, así como sus materializacio­ C. Castoriadis al ámbito de lo psicosocial.
nes e in-corporaciones sim bólico-institu- ambas circunscritas a la citada propuesLa.
cion ales. Su propia naturaleza rem ite a E l psicoanalista suizo C.G. Jung esta­
una concepción m itológica 14 (y toténrica) b lece un paradigma teórico portador de
del mundo, en la cual domina una energía una visión dinámica, conflictual y trans­
femenina que circula, ligándolos, por to­ formativa de lo real y estructurado sobre
dos los recovecos de la realidad. Dicho de: dos categorías claves; el Inconsciente co­
otro modo, la mentada concepción mito­ lectivo y el Arquetipo (o Arquetipos), Con
lógica de lo real, en la que «todo puede la primera se refiere al substrato infraes­
derivarse de todo » 15 y en la que desde el tructura!, trascendental y a priori que a lo
substrato de em otividad que subyace al largo del presente escrito se ha denomina­
Imaginario éste proyecta y objetiva (en el do Imaginario. Jung define al Inconsciente
discurrir histórico) de un modo concreto com o «esa parte de la psique que conserva
una determinarla Imagen del mundo y con­ y transmite la común herencia psicológica
ciencia colectiva, subraya la «solidaridad de la humanidad.» 18 Su existencia y capa-

** La tal concepción sobrepasa la utilización y el realidad, como testimonio inmediato de aquello que
manejo que del mito se efecLúa en un ámbito, el de la fue, que es y que será; (...), como autorrevekicUm del
sociología, gobernado por presupuestos funcionalislas ser. No sería otra cosa el mito sino experiencia pri­
y positivistas reductores d élo cualitativo. Muy al con­ migenia patentizada, experiencia medíanle la cual el
trario, aquella mantiene que el mito, más que comple­ pensamiento racional se vuelve posible.» (Medicina y
mentar semánticamente a la realidad (social) institui­ actividad creadora. Revista de Occidente, Madrid.
da. la constituye, la con-figura desde la es lera de lo 1964.)
prelingüístico. Para justificar tal aserto, las siguientes 15 Cassirer, E„ ¡a filosofía de las formas simbóli­
palabras de R oí Carballo, inspiradas en la obra de cas ¡t, F.C.E., México, 1972. p. 73.
Walter Otto. pueden servir: «en griego, mito quiere Cassirer, E., Ibid., p. 128.
decir palabra. Pero no palabra como epos, es decir, 17 Eliade, M-, Imágenes y símbolos, ed. Taurus,
com o sonido que se pro 11ere como voz; ni tampoco Madrid. 1992, p. 20.
palabra com o legein, esto es. com o cosecha y, a la 18 Henderson. J.L. (en colaboración con June y
vez, como selección, como cosa que se escoge y pre­ otros). El hombre y sirs símbolos, ed. Cnralt. Barcelo­
para para surtir algún efecto a! auditorio, sino como na, 1976, p. 106.

344
IM A GINA RIO

Ipcidad con-figurativa y realizativa son inse­ ción, inferencias) propios de lo que Jung
ga- parables de sus componentes estructurales denomina pensamiento dirigido. Muy al
" o arquetipos cuya dinamicidad hacen del contrario, la relación mágica, asociativa y
¡^Inconsciente colectivo «fundamento de mística que gobierna el flujo y la caótica
todo lo viviente»19. Al respecto de los ar- dinámica de la actividad arquetípica, la re­
^ quetipos, Jung afirma: «Naturalmente, no flotación de uno de ellos en detrimento del
¿. se trata de representaciones heredadas, resto en determinados lapsos históricos de
| sino de ciertas disposiciones innatas a la la humanidad (por ejemplo, la presenciali-
formación de representaciones paralelas o zación del arquetipo de la Edad de Oro en
V^-bien de estructuras universales idénticas los países pertenecientes al ya extinto Este
de la psique»10. El Inconsciente colectivo, europeo), depende, al decir del propio au­
- sobre cuyo soporte tienen lugar las dife- tor, de lo que él. misma denominó pensa­
rentes vivencias inconscientes del indivi- miento n o-dirigido o autónom o. D e él
; duo y su simbólica no representativa de afirma Jung: «ese pensamiento se desen­
desajustes sexuales (Freud), sino constitu- vuelve sin fatiga, abandonando pronto la
' tiva de un mundo enriquecido axiológica- realidad para perderse en fantasías del pa­
mente, alberga en su seno «imágenes ar- sado y futuro. En este caso, cesa el pensa­
7 quetfpicas, que ya no se asocian a recuer­ miento verbal: la imagen sigue a la ima­
dos individuales, sino que pertenecen al gen, el sentim iento al sentim iento; una
heredado tesoro de posibilidades de repre- tendencia que todo lo crea y ordena, no
- sentación que nacen con todo ser huma­ com o es realmente, sino com o tal vez se
no»21. Dentro del abanico de imágenes ar- desearía que fuese, se im pone cada vez
quetípicas que pueblan el alma humana más claramente»23. Dicho de otro modo, el
puede citarse, por ejemplo, a la figura de la sentido profundo de toda vivencia indivi­
Gran Madre, con sus acabados simbólicos dual y social promueve, de cara a canali­
correspondientes (Mari, lsis, Demeter). zar y estructurar su caos en cristalizacio­
El ser-en-devenir y su re-tación mági­ nes sim bólicas, el desenterramiento y la
co-casual consubstancial (así como su to­ activación histórica de un determinado ar­
temismo latente) propias del Imaginario quetipo (D ion ysos, Hermes, Prom eteo).
también intervienen directamente en el di­ En él, al igual que en el modelo ontológi-
seño ontològico de la infracstruclura ar- co propio del Imaginario, conviven «imá­
quetípica de la humanidad. Eli referencia genes y emociones. Se puede hablar de un
al modo de ser de las proto-iimágenes ori­ arquetipo sólo cuando estos dos aspectos
ginarias, Jung mantiene que «las formas son sim ultáneos. Cuando meramente se
arquetípicas no son precisamente modelos tiene la imagen, entonces es sólo una ima­
estáticos. Son factores que se manifiestan gen de escasa importancia. Pero al estar
en impulsos, tan espontáneamente como cargada de em oción, la imagen gana nu-
los instintos»22. Ahora bien, la activación m inosidad (o energía psíq uica)»24. Con
histórica, ya sea individual o social, de Jung se puede decir, por tanto, que la inex­
una virtualidad arquetípica, excluye en tinguible actividad del Imaginario encar­
todo momento el protagonismo de esque­ nada en el tránsito y peregrinaje constante
mas lógico-identitarios (causas, deduc­ de las im ágenes que en él tienen lugar,

la Jung, C.G.. Símbolos de transformación. ed. - Jung, C .G .. Símbolos de transformación. o jh

Pn¡dÓ5. Barcelona, p. 410. cit., p. 42.


Jung. C.G., ¡bici,, p. 171. Jung. C.G. y otros. El hombre y sus símbolos,
Jung. C.G., Ibid., p. 195. op. cit., p. 74.
— Jung, C.G. y utros. El hambre y sus símbolos,
op. di., p. 74.

345
IMAGINARIO

confiere existencia, por medio del esque­ es la de una realidad siempre im-pura y
ma identitario de pensamiento, «a un frag­ mediada. Dicho con Cassirer, las formas
mento, momento del flujo representativo sim bólicas fungen com o instancias de
como provisionalmente separado del resto, transformación del caos y flujo del sentido
en cuanto a... y para tal finalidad»2Í. Ese en un mundo-cosmos de ideas y significa­
es el instante en el que la «elección implíci­ ciones, en emplazamientos de objetivida­
ta» de la experiencia axiológica intersubje­ des donde, de algún modo, se retiene (con­
tiva. se extemaliza y se descarga (Gehlen) ceptualmente) la dynamis arquetípica con
en un orden objetivo de con-vivencia y en el objeto de poder representarla. Se podría
un horizonte significativo que orienta la añadir que toda cristalización simbólica
conducta de los individuos en tomo a las bajo la forma de imágenes del mundo, es­
instituciones e «ideas directrices» estable­ quemas objetivos de representación y ac­
cidas culturalmente. ción e instituciones orientadoras del com­
Para poner fin a estas breves notas en portamiento humano es un lugar de en­
relación con el Imaginario arquetípico y su cuentro donde se re-unen los individuos
ontología dinámica correspondiente, se con su experiencia profunda sublimada.
debe caracterizar los aspectos simbólicos Como ya se ha señalado previamente, la
de la misma. La exploración del subsuelo Antropología hermeneútica de G. Durand
arquetípico, cual a priori realizativo con el no es ajena a las virtualidades realizativas
que la humanidad con-figura a cada paso del Imaginario. Su pretensión, encuadrada
su sentido en la historia, supone habérse­ en lo que se ha dado en llamar Estructura-
las con áreas de la realidad que nunca fue­ lismo figurativo, pasa por pergeñar una ar-
ron conscientes. Poco o nada aportan los quetipología básica que subyace a la com­
esquemas racionales y sus nexos identita- prensión humana del mundo y desde la
rios ante el derroche y la dynamis de lo cual cabe caracterizar y clasificar el sim­
vivo cuya propia num inosidad aviva el bolismo del hombre en su totalidad. A tal
flujo caótico de unas imágenes arquetípi- fin, establece tres grandes regím enes o
cas en constante transformación. Por lo constelaciones de símbolos:
mismo, el conocim iento (determinación Régimen diurno: se trata del régimen de
identitaria) que de su «especificidad» (in­ las estructuras arquctípicas de la separa­
determinación simból ico-metafórica) pue­ ción, la dicotomía y del dualismo. En él se
de tenerse siempre es a po.steriorí, vale de­ privilegia el estatismo racional-inteligible
cir, bajo la encarnación y cristalización de la ontología occidental y dom ina la
simbólica en la cual toma cuerpo el senti­ simbólica ascensional, heroica y patriar­
do latente. Por tanto, los entramados sim­ cal.
bólicos espacio-temporales en los que la Régimen nocturno: en él destacan las es­
realidad se constituye como momento final tructuras místico-vinculativas que, orienta­
de un recurrente proceso de sublimación das por una voluntad de unión como por
integrad ora de lo inconsciente permiten, cierto gusto por la intimidad, destacan la
por un lado, transformar y canalizar de dinámica de lo vivo y su correspondiente
forma no represora las fantasías que pervi­ simbólica matriarcal-descensionista.
ven en el alma de la humanidad y, en se­ Régimen sintético: sirve de mediación
gundo lugar, suturar (siempre en la histo­ de las simbólicas precedentes. A partir del
ria), com o se ha afirmado con anterioridad, predominio de las estructuras de armoni­
subjetividad y objetividad, cuya resultante zación, síntesis y dialéctica se configura

-í Castoriadis, C., La institución imaginaria.... II,


op. c¡!., p. 253.

346
IM AGINARIO

una simbólica (el andrógino, el mesías, semántica frente a la sintaxis formal, es


etc...) que integra el devenir (nocturno) del decir, el poder del Imaginario y de la Ima­
tiempo y la inmutabilidad (diurna) de lo gen y su emotividad vivificante para «pro­
eterno, esto es, que apunta a un poder infi­ yectar el sentido como sutura simbólica de
nito de repetición donde es posible la co­ la fisura real»3(;, establece que las estructu­
herencia de los contrarios sin menoscabo ras arquetípicas en su tensión y dinamismo
de las distinciones y especificidades de irreductible, en su permanente proceso de
cada uno de ellos. hom eostasis p sicosocial. posibilitan «la
En cualquier caso, en este modelo teó­ transformación del mundo de la muerte y
rico encaminado a explorar los entresijos de las cosas en el de la asimilación a la
del Imaginario (Fantástica) trascendental verdad y a la vida»31. Entendido como f a ­
y estructuras arquetípicas constitutivas cultad de lo posible, el Imaginario figura­
con y desde las que la humanidad inter­ tivo durandiano dispone de la potenciali­
preta y realiza lo real, excluye todo resto dad de mejoramiento del mundo y en él se
de la Ontología lógico-identitaria legada atesoran las esperanzas de la humanidad
por nuestra tradición de pensamiento. El a de cara a atenuar la trágica experiencia de
priori del Imaginario y de su actividad, la ineludibilidad del paso del tiempo y de
apertura y remisión constante se caracteri­ la postrera muerte.
za por un «dinamismo cualitativo»^ de La inserción del Imaginario en el ámbi­
sus estructuras (que se expresa en la obra to de lo psicosocial es un mérito atribuible
de arte, en la forma social organizando!as) al psicoanalista C. Castoriadis. Su propó­
que. a la vez que excluye de su seno la ló­ sito teórico persigue definir a! Imaginario
gica binaria desplegada sobre las opera­ desde el horizonte de la creatividad psico­
ciones de conjunción y disyunción, inclu­ social, creatividad que funge como instan­
ye una lógica trivalenre sustentada sobre cia mediadora entre la «intención prácti­
la aceptación de un «desnivel referen- ca »32 y las «aspiraciones y disposiciones
cial»-7 en donde se verifica «la indepen­ pre-reflexivas»33 que anima todo proyecto
dencia latente del sentido»26*28. Es esle, más intersubjetivo de vida y su objetivación e
concretamente, «el sentido figurado, el institucionalización en la estática social
que distribuye las estructuras»2930, por opo­ bajo esquemas colectivos de percepción y
sición al Estructuralismo formalista (Lévi- de orientación de la acción. Sin embargo,
Strauss), deudor de nuestra tradición de si se asumen en toda su radicalidad las po­
pensamiento, donde las mismas estructu­ tencialidades realizativas de la creatividad
ras aparecen estáticas y cuyas unidades no humana conviene prescindir, al decir de
equívocas, guiadas por una lógica bivalen­ Castoriadis, del marco de pensamiento de
te, entran en una relación de contrastes por la ontología occidental y del núcleo lógi­
parejas dentro de un sistema lingüístico co-! dentítario de su visión estática de lo
cerrado. real. El ser «por ser» 3/1 propio de la creati­
La apuesta teórica de G. Durand en la vidad imaginaria, en el que nada está ple­
que se defiende la irreductibilidad de la namente determinado «hasta el punto de

26 Durand. G., Las estructuras antropológicas de 31 Durand, G., Las estructuras antropológicas de
lo Imaginario, op. c¡t„ p. 360. , , ■ lo Imaginario, op. cii., 1982, p. 385.
-1 Durand, G., De la míiocritica al miloandlisis, 32 Castoriadis, C,, La institución imaginaria... /,
ed. Amhiopos, Barcelona, 1993, p. 75. op. cit, p. 59.
-* Durand, G.. Ibid., p. 72. 33 Joas, F., Die Kreativität des Handelns, Suhrkamp.
29 Durand, G., Ibid., p. 94. Frankfurt am Main, 1992, p. 232.
30 Ortiz-Osés, A., «Simbolismo; cultura y senti­ 34 Castoriadis, C., Dominios del Hombre ¡i, op.
do», Revista Artthropo.í, n.° 153, Barcelona, p. 81. eil., p. 10.

347
IMAGINARIO

excluir el surgimiento de otras determina­ de estructuras de conciencia individual y


ciones »-’5 no tiene cabida en sus coordena­ colectiva. Dicho en otros términos, la crea­
das más que a cosía de ser reducido a tividad psicosocial modifica radicalmente
mero accideníe. Por ello, la creatividad la estructura estático-eideética de la con­
imaginaria, el haz de remisiones constan­ cepción de lo. real propia de nuestra tradi­
tes y espontáneas desde el que toda obra ción filosófica y ontologiza com o instan­
humana (social, artística, técnica) es posi­ cia trascendental y rcalizativa de formas e
ble, incomoda a la rigidez e inmovilismo eides al Imaginario y su dynamis constitu­
de lo inteligible de nuestros esquemas lo- tiva. D e este modo, la creatividad psicoso­
gocrátjcos de pensamiento. Para constatar cial, en tanto virtualidad del Imaginario
el descrédito concedido por nuestra meta­ trascendental, queda definida por Casto-
física estática y objetivante a la creación riadis como «el establecimiento de eides,
radical, vale consultar, por ejemplo, el Ti­ de una nueva esencia, de una nueva forma
men, de Platón, donde ni tan siquiera la fi­ en el sentido pleno y fuerte del término:
gura de Dios participa de la creación onto­ nuevas determinaciones, nuevas formas,
lógica de las formas o eides. A lo sumo, nuevas leyes, etc. Ya se trate de los clú-
«Dios es un constructor, un artesano que nos, ya se trate de los hebreos clásicos o
mira los eide (formas) preexistentes y los de la Grecia antigua, ya se trate del capita­
utiliza como modelos o paradigmas para lismo moderno, la Institución de la socie­
modelar la materia»3536. En nuestra tradi­ dad implica establecer determinaciones y
ción de pensamiento, por lo tanto, la mis­ leyes diferentes, no sólo leyes "jurídicas"
ma figura de Dios queda excluida de la ca­ sino maneras obligatorias de percibir y
pacidad de creación ontológica, tan sólo concebir el mundo social y "físico” y ma­
participa de actividades como producción, neras obligatorias de actuar en él»40.
elaboración, fabricación, construcción, La creación de nuevas significaciones
vale decir, «reproducción» de las formas colectivas (por ejemplo, las económicas en
preexistentes. la modernidad, las políticas en la Grecia
Muy al contrario, el modelo de creativi­ de Platón), el establecimiento de horizon­
dad psicosocial propuesto por Castoriadi.s, tes semánticos de comprensión cultural
sobrepasa los límites del paradigma plató­ (Gadamcr) sobre cuyo soporte lingüístico
nico (y de Occidente en general), para lo se definen conceptos tales com o lo nor­
cual recula hasta los estratos más profun­ mal, lo raciona!, lo real, lo helio, y se apa­
dos de lo social donde reina el caos, lo sin­ labra y ritualiza la experiencia sacra! en
fondo, la espontaneidad y el derroche de torno al Tótem (Jesús de Nazarel, Mana,
lo vivo. En este substrato que gobierna etc.) y al mito-relato (normalmente cos­
una «lógica inconsciente»37*, perviven las mogónico) del grupo, posibilita los proce­
«fuentes de calor»35, la «vida intensa que sos de socialización, garantizando así la
busca sus mus de salida »39 bajo la materia­ pervivencia de la tal estructura social. En
lización de eides, formas, figuras, imáge­ efecto, la socialización, entendida como
nes, siempre novedosas e imprevisibles en «una historia de im posición de un modo
su surgimiento y en su determinación, las de ser que ía sociedad realiza sobre la psi­
cuales acaban encarnándose simultánea­ que y que esla úlñma jamás podría hacer
mente en la institucionalización simbólica surgir de sí misma»41, consta del momento

35 Cnsiorindis. C„ Und,, p. 10. 313 Ratundier, G., Ibid., p. 71.


3Í> Cnsioriadis. C.. Ibid, p. 64, CaMoriüdis, C., Dominios del hombre //. o¡¡.
37 Gehlen, A- Man in thc oge af tcclmoiagy, New cit., pp. 99-100.
York. 1980. p. 30. 31 C;)ülyri^üis, C.. La institución imaginario de lo
r,s [tulundier. G.. El desorden, Barcelona, p. 71. sociedad íl, up. cit., p. 220.
IMAGINARIO

-
de la psicogénesis, o abertura de la psique rándola a la conciencia colectiva violenta­
~:individual al mundo histórico-social y de mente instituida).

K ■"sociogénesis, o implantación de los valo-


5 . res sociales sobre aquella. El estadio pre-
.vio a la socialización refiere a una realidad
Esta perspectiva hermenéutica que recu­
pera para la ciencia social y para las cien­
cias humanas en general la ontologicidad
^ subjetiva dominada por el principio del del Imaginario trascendental abre nuevas
placer, el reino de lo imaginario y de la expectativas de re-generación símbólico-
$ - fantasía, por la omnipotencia alucinatoria institucional para una modernidad asedia­
4-- de la psique. La invasión del mundo co- da por sus rigideces económico-funciona­
mún y público en la tal realidad subjetiva les y desprovista de respiraderos axiológi­
supone la asunción por su parte de una co*. Las formas socioculturales modernas
(cierta) estructuración de lo real como han concedido preeminencia hasta nues­
- algo independiente y manejable, así como tros días al paradigma del homo oecono-
" el reconocimiento de los otros como tales tnicus sobre la base del «postulado oculto
■- otros y no como una suerte de prolonga- de una naturaleza humana esencialmente
~ ción de su originaria fantasía inconsciente. inalterable»44, a su vez, correlato de la on­
En último termino, toda socialización con- tología estática de nuestra civilización. N o
■ lleva, en opinión de Casloriadis, un proce­ obstante, las motivaciones y significacio­
so de sublimación donde confluyen y se nes sociales, así como valores y normas,
integran lo psíquico y lo social. Por subli­ símbolos y totems son histórica y súbita­
mación, entiende «el proceso a través del mente creados, i. por la vivencia profunda
' cual la psique es forzada a reemplazar sus del grupo, 2 . desde la experiencia flloge-
“objetos privados o propios” de carga libi- nética incrustada en el Inconsciente colec­
dinal por objetos que son y valen en y por tivo, 3. para realizar y encantar una reali­
su institución social, y convertirlos en dad propia y apropiada, y esto por más
“causas”, “medios” o soportes de placer que el Occidente moderno tienda a reducir
para sí mismo»-*2. En todo caso, conviene toda creación radical (de nuevas formas y
no confundir los términos. La socializa­ determinaciones) a mera reproducción de
ción debe suministrar a la existencia del entidades (cides) trascendentes desplega­
individuo un sentido y una orientación en das en la historia. De este modo, Castoria-
el seno de la significación social institui­ dis señala que las sociedades autónomas
da, pero también «debe procurarle un se diferencian de las heterónomas (como
mundo privado, no sólo en el sentido de la moderna, aunque también en otras que
ese círculo mínimo de actividad “autóno­ delegan el prxler creativo del grupo en fi­
ma”, sino también en tanto mundo de la guras como dioses, demonios, etc.) en que
representación (y del afecto y de la inten­ las primeras suministran a los individuos
ción), del cual el individuo es el centro»43. la posibilidad de participar directamente
Sólo así la sociedad será respetuosa con la en la creación imaginaria, esto es desde
especificidad psíquica del individuo, cuyo abajo (M affesoli). de valores, instancias
menoscabo supone la interrupción del pro­ políticas de gobierno, pautas de represen­
ceso de realización personal, es decir, de tación y acción colectivas; las segundas,
individuación (de ahí la crítica de Casto- entretanto, apegadas a la Ontología identi­
riadis al estalininismo. a pesar de su credo taria que anida en el núcleo cosm ovisivo
marxista, ya que todo régimen represivo occidental se edifican sobre e! supuesto de
yugula la especificidad psíquica equipa­12* que el devenir de la historia y de su socie-

12 Casloriadis, C., Ibid., p. 240. Castoriadis. C . Ibid., 1. p, 50.


Casloriadis, C.. Ibid., p. 252.

349
IM AGINARIO

dad se encuentra dirigida por entidades B) En la dimensión de la infraestruetWi


m etafísicas al modo de determinismos del Imaginario trascendental se condena#
económ icos, designios divinos, es decir, las potencias creativas de toda sociedad, y
desde arriba , negando la participación di­ en ella la creación no sólo dice creación de
recta de la acción humana en la confec­ significaciones sociales, sino también cna*
ción de sus instituciones. El desenterra­ ción de necesidades (por ejemplo, las tec*
miento, por tanto, de las potencialidades no-económicas de nuestra cultura) a las que
creativas del Imaginario social renueva las aquellas responden. En este substrato ima-
expectativas de fundir, en el eje del tiempo ginario y realizativo «la existencia es signit
vertical (Maffesoli). los ideales y signifi­ ficación»45*47, por lo cual la creatividad psico-
caciones instituyentes y estructuras insti­ social debe prescindir, para su cumplimien­
tuidas en un proceso recíproco de corpo­ to, de la visión estática de lo real y de su
ralización de ¡o espiritual-axiológico y de clausura lógico-racional, más propia de la
espiritualización de lo material-institucio­ dimensión arriba mencionada. El poder rea*
nal (H. Corbín). lizativo del Imaginario se despliega sobre el
En resumen, Castoriadis mantiene que horizonte de )a indeterminación, de la irre­
la Institución sociedad condene siempre ductible apertura semántica, lo cual refiere
dos dimensiones: la conjuntista-identitaria al modo de ser de las significaciones imagi­
(« lógica») y la propiamente imaginaria narias. Estas se relacionan entre sí según
(«magmática»): «el modo fundamental de un remitirse.
Toda significación remite a un número in­
A ) En la dimensión conjuntista-identi- definido de otras significaciones»4*. No son
taria, la sociedad opera (obra y piensa) ni distintas, ni definidas. Tampoco se en­
con ayuda de elementos, ciases, propieda­ cuentran ligadas por condiciones y razones
des y relaciones establecidas como distin­ necesarias y suficientes. La remisión (la re­
tas y definidas. En este ámbito rige el es­ lación de remitirse), que abarca tanto una
quema de la determinación (determinabi- cuasi equivalencia como una cuasi perte­
lidad, peras, Bestimmtheit), al cual se nencia, opera esencialmente mediante un
pliega todo lo concebible. «Desde el pun­ quid pro quo, una «X» por una «Y», que en
to de vista de esta dimensión, la existen­ los casos no triviales es un quid pro quo
cia es la determinación.»4;> Aquí encontra­ instituido. En este ámbito trascendental se
rían su sustento las representaciones co­ encuentra, por tanto, la sociedad instituyen-
lectivas de toda forma de vida entendidas te, la cual, y a través de las significaciones
com o «sólidos marcos que delimitan el imaginarias establecidas (dionisiacas, pro
pensamiento»-16, como el conformismo ló­ meteicas, etc.), mantiene la unidad de fon­
gica (Durkheim) con el que se apalabra el do de su forma de vida inmediatamente en­
conformismo axiológico intersubjetivo la­ camada en una pluralidad de instituciones
tente, con el que las divisiones del orden aparantemente inconexas entre sí pero liga­
establecido se imponen a los individuos das desde la sincronicidad de las instancias
con toda la apariencia de la necesidad ob­ arquctípicas que las regula.
jetiva. Se trataría del terreno de la socie­
dad instituida. C e lso S án ch ez

45 Castoriadis, C., Dominios del hombre II, op. 47 Castoriadis, C., Dominios del hombre, op cit
ctt., p. 71. p. 72,
4fi Durkheim, E., Las formas elementales de la 4e Castoriadis, C., ibíd., p. 72.
vida religiosa, ed. Akal, Madrid, 1982, p. 8.

350
Im p lic a c ió n

Implicación significa imbricación del De esta guisa, la dualidad de los opuestos


►n-mbre en la realidad y de la realidad en el ¡ó se convierte en dualitud: implicación hori­
icr >e traía de una implicación vertical en
la cual el hombre se inserta en el ser del
devenir. Pero coexiste una implicación ho-
K' zontal. Y la dualitud revierte en coimplica­
ción o complicidad: implicación vertical.
Por lo primero, los contrarios se contraen
[uontal. por la cual el hombre se inscribe
rn el devenir del ser. En ambos casos, bajo
lí .mutuamente; por lo segundo, los opuestos
se deponen mutuamente. El pensamiento de
d horizonte abierto del sentido: proyectado la implicación conduce entonces al pensa­
simbólicamente para asumir el sin-sentido. K miento de la complicidad del universo: un
E. Severino ha dividido la historia de la fi­ pensamiento simbolista que recorre la mito­
losofía así: de los griegos a Hegel predomina logía y la teología, la filosofía y la (concien­
el ser sobre el devenir; de Hegel a nuestros' cia del hombre en el cosmos, y cuya síntesis
días predomina el devenir sobre el ser. Aho­ suena así:
ra bien, ia implicación propugnada del hom­
En el Uno el todo queda implicado:
bre en el horizonte simbólico del sentido ex­
en el Todo el uno queda explicado.
presa una interpretación como relación y una
relación como mediación. Por eso concebi­ Cabría interpretar nuestra posición im-
mos aquí el ser en su devenir y el devenir en plicacionista como una versión ampliada
su ser: pues el ser deviene y el devenires. del correlacionismo/corrclativismq de Ci­
A partir de esta implicación de los opues­ rilo de Alejandría (siglo v), según el cual
tos cabe situar otras implicaciones que fun­ los nombres relativos se significan mutua­
gen como mediaciones del sentido y que mente coproduciendo cada uno el conoci­
podríamos formular dentro de una dialécti­ miento del otro: así, decir- la derecha es co­
ca de los contrarios, así: decir la izquierda, y viceversa:
— El bien conlleva el mal: lo bueno es Ta pros ti pos éjonta ton onómaton
malo en cuanto desimplicación, lo malo es autá di’amfohi semaínei, ten allelon
bueno en cuanto implicación.. ekálera synodínonta gnosin.
—El ser códice no ser: el ser no es en cuan­ (MG 75, 868; Enchiridion
to deviene y el no ser es en cuanto no deviene. Patristicum 2055.)
— La vida implica muerte: vivir es llegar
a morir, morir es acceder a (la) otra vida. Pero para nosotros, inspirándonos en
■—T.a existencia códice la nada: existir Amor Ruibal, concebimos un correlacio-
es trascender lo ente, la nada es trascender nismo/correlativismo metafísico, por cuan­
lo ente (a tergo). to no ya los nombres sino que las realida­
— Dios códice el mundo: D ios se mun- des son correlativas, lo cual quiere decir
daniza en el hombre y el hombre se divini­ no sólo que se eosígnifícan y codicen sino
za en su traspaso a lo eterno. que se coimplican ontosimbólicamentc,
— El tiempo códice espacio: el tiempo es coproduciendo cada una el conocimiento
despachamiento y el espacio atemperación. de la otra (interfelacibnismo). (Remitimos
— La realidad coexpresa irrealidad: la a la voz «Relación hermenéutica».)
realidad se irrealiza y la irrealidad codefi­
ne lo real dado como coausencia.
— El pecado dice gracia y penitencia: Bibliografía
porque precisa la gracia" cuya ausencia es
penitencia. O r t i z - O s é s , A ., Metafisico del sentido,
— N ecesid ad y azar se copertenecen: Deusto. Bilbao, 1982.
porque la necesidad es el azar a priori, y el
azar es la necesidad a posteriori. Andrés Ortiz-Osés

351
Iniciación
Se entiende por iniciación un conjunto sexual; b) ritos de entrada a una sociedad
de ritos y enseñanzas orales cuyo fin es secreta, a una cofradía, cuyos miembros de­
modificar absolutamente la condición so­ tentarán determinadas conductas propias y
cial y religiosa de los individuos iniciados. exclusivas, siendo la acumulación de secre­
En cualquier caso. las pruebas iniciáticas tos celosamente guardados y la pertenencia
tienen como motivo central la muerte sim­ de todos los componentes ai mismo sexo
bólica del novicio, seguido de su resurrec­ (normalmente son asociaciones masculinas,
ción. Este misterio y su dramatizacióu cons­ aunque las hay femeninas) sus principales
tituyen la idea básica1. características; c) iniciaciones chamánicas,
Existen distintos tipos de iniciación, a través de las cuales ciertos hombres con
pero su parecido estructural es muy grande una especial vocación mística adquieren
a pesar de las variaciones que cada cultura sus habilidades mágicas y sus aptitudes
particular impone. J. Cazeneuve ha escrito para la práctica de la medicina. En reali­
sobre este asunto: dad, los dos últimos tipos de iniciación se
sitúan muy próximas, pudiendo ser agru­
«El ritual de iniciación presenta una
padas en el mismo modelo, pues en ambos
tal unidad de aspecto que se vuelve, en
casos la condición esencial del neófito es
verdad, desconcertante. Entendámonos;
su regressus ad bíferos, como después po­
esto no significa que el desarrollo de las
drá apreciarse con mayor detenimiento.
ceremonias sea exactamente igual en lo­
Los ritos de pubertad (también llamados
dos los puntos del globo, ya que no exis-
festividades de madurez, iniciación tribal
Le rito alguno en el que cada civilización
o iniciación de ciase de. edad) comprenden
no haya impreso su huella específica.
ceremonias colectivas con las que se pre­
Pero no se requieren grandes esfuerzos
para a los novicios para la vida íntegra,
para encontrar puntos de semejanza entre
fortaleciéndolos e integrándolos en la co­
todas las iniciaciones observables. Las
lectividad, y son obligatorios para todos
variames permiten desechar lo induda­
los miembros de ésta. Por el contrario, las
blemente superfluo, y centrar la atención
iniciaciones especiales (que comprenden
en lo que es esencial para quien se aplica
los grupos «b» y «c») carecen de esa obli­
a investigar la función humana del rito.
gatoriedad, llevándose a término de un
Lo más notable es que el principio gene­
modo individual o en grupos reducidos,
ral de la iniciación primitiva permanece
pues se trata, precisamente, de que los su­
constante, aun cuando las religiones de
jetos implicados se destaquen del resto de
los pueblos considerados sean, en cam­
humanos al conseguir una condición que
bio. marcadamente distintas.»-
los asemeja a los dioses o los antepasa­
Por lo general, todos los tipos de inicia­ dos míticos, haciéndoles inmortales como
ción pueden clasificarse, de hecho, en tres ellos. Con todo, aun en estos casos aparen­
categorías básicas: a) ritos de pubertad, temente extremos, hay muchas semejan­
mediante los cuales se transforma a los jó­ zas. Para Eliade, aunque las iniciaciones
venes adolescentes en adultos con todos especiales poseen rituales reservados, la
los derechos, al desvelárseles los secretos mayoría de las veces utilizarán con mayor
religiosos de la tribu y los conocimientos o menor sofisticación los temas propios de
necesarios para el desarrollo de su vida los ritos de pubertad3, Cazeneuve ha visto.

1 M. Elfocie. In ic ia d m e !, m ístic as . - A. Van Gennep, L es rite s d e p a ssa g e .


2 Eli ¡ule. ibid.

352
INICIACIÓN

¿demás, uña derla unidad de sentido entre pos de iniciación que luego hemos de reto­
uño y otro modelos: mar en otro contexto; para él, el rito tribal
sirve para que los ióvenes abandonen su
H' . «En primer lugar, en cuanto inicia-
ethos femenino adquiriendo otro masculi­
B ayetón en general, en cuanto cambio de
no, en tanto los magos, en su propia inicia­
gr ; : plano ontològico, este ritual (pubertad)
ción, vuelven en cierta medida a la infan­
g • ' entraña, lo mismo que la iniciación má-
cia, haciéndose femeninos. En efecto, el
E ^ g i c a , acciones que simbolizan una trans-
papel de la mujer, y sobre todo del andró­
l i -.form ación profunda, la separación res­
gino (o del hombre asexuado) en la hechi­
i v i pecto a un pasado cumplido, el ingreso
cería es fiindamcntal6.
Ip V en una nueva categoría de ser. Además,
H aciendo una clasificación algo más
f t y este cambio va acompañado, en la oca-
amplia, o bien descomponiendo estos mo­
V sión, de la renuncia a la vida infantil. En delos iniciáticos en sus variantes o subva­
¿;v segundo lugar, la metamorfosis es colo-
riantes más difundidas, podríamos estable­
¥]- cada bajo el signo de los seres sagrados.
cer una taxonomía hermenéutica de los ri­
"J. En tercer término, se establece una dis-
tos bastante p recisa, encontrando lo s
r - tinción entre la naturaleza dada y la na-
siguientes temas o procedimientos:
¿ turaleza sagrada; se plantea a la segunda
£■ ' como trascendente respecto a la prime-
1. La iniciación más sencilla comprende
! ■ ra, al tiempo que se permite al individuo
la separación del novicio de su madre, in­
•. participar de ella.
troduciéndole sin más requisitos en el mun­
Si la finalidad de las ceremonias de
do de lo sagrado. Ciertamente, por lo gene­
r i n i c i a c i ó n radica en consagrar la condi-
ral, los ritos de pubertad están asociados a
«v ción humana — hacer que la situación
la bramadera y a la circuncisión, pero ello
P dada participe de un modelo arquctípico
no ocurre siempre, existiendo versiones en
numinoso— , se toma evidente que las
las que las mutilaciones corporales no se
. variantes de este ritual deben responder a
producen ni hay episodios sangrientos.
las diversas concepciones que cada so-
2. El segundo modelo es éste más fre­
•" ciedad humana puede formarse respecto
cuente y dramático, que incluye pruebas
n : a la condición humana misma y, en parti­
cruentas, torturas y circuncisión, además
li cular, de la que en ella le parece ritual.»“1
de otros castigos corporales, episodios to­
Sí resumimos esta cuestión, diremos que dos ellos mediante los que se pretende
la diferencia principal estriba en que mien­ simbolizar con la mayor fidelidad posible
tras la iniciación de pubertad junta a todos la muerte del neófito, a la cual seguirá su
' los seres humanos en un único tipo, dándo- resurrección.
;r les una suerte de «marca de fábrica» que 3. Hay ritos iniciáticos en los que el mo­
demuestra su igualdad universal (circunci­ tivo central se pone en la idea de un nuevo
sión, amputación de un dedo o extracción nacimiento, que sigue a una segunda ges­
. de un diente, etc.), las iniciaciones de ma- tación simbólica. El neófito es engendrado
gos, chamanes o guerreros pretenden signi­ otra vez y dado a luz, ahora definitivamen­
ficar lo contrario, esto es, pretenden dotar a te. Los términos embriológicos y ginecoló­
::: ciertos individuos de una «marca espe­ gicos dominan este tema (en el que, como
cial», que les diferencia profundamente del veremos, no falta un sustrato de envidia
resto de humanos*5. Bateson. últimamente, por parte del hombre ante el poder creador
- ha hecho una distinción entre estos dos li- de la mujer).

■* Cazeneuve. Socio lo g ía d e l rilo. h Id.


5 Cazeneuve, ibíd.

353
INICIACIÓN

4. En algunos pueblos, la iniciación su­ realidad humana y los arquetipos sagnáj


pone un retiro individual a la selva para dos, las ceremonias de iniciación, gene»
encontrar allí un espíriLu protector. raímente colocadas bajo la advocació*
5. El esquema de las iniciaciones he­ de los antepasados, ocupan un sitial de
roicas. de las asociaciones de guerreros, privilegio. Ante lodo, porque en el terre*;
bandas y sociedades secretas de hombres no de la observación etnográfica presen- ^
(Mdnnerbiinde), consistente en la victoria tan un área de difusión considerable, v
sobre las fuerzas ctónicas e infernales, va­ Posiblemente no exista un solo pueblo;
liéndose de ciertos procedimientos mágicos arcaico que no revele al menos un rastro
como transformarse en fiera salvaje, adqui­ de ellas; e incluso allí donde los doctt^
riendo su furor e imitando su conducta. mentas guardan silencio sobre el parti­
6 . Lógicamente, debemos incluir aquí cular — cosa muy rara— sería cuestión.,
las iniciaciones chamánicas y de otros es­ de preguntarse si, en virtud de que estos
■i
pecialistas de lo sagrado como hechiceros, ritos son con frecuencia secretos, no ha­
«m edicine-m en», etc., que comprenden, brán de hacerse visibles para un investi­
como las anteriores, un «descensus ad In­ gador más empeñoso»5.
feros» y, en ocasiones, un ascenso al Cie­
lo. Asociados a estos ritos se hallan los te­ Centrémonos algo más en los ritos de ;
mas del despedazamiento corporal y la as­ pubertad, que parecen ser los básicos y en j
censión a ciertos árboles, dependiendo de alguna medida el armazón sobre el que
influjos culturales diversos. descansa todo el entramado de la inicia-_5
7. Existe igualmente un motivo «para­ ción. Iremos desgranando todos los con­
dójico», que abarca pruebas de nivel supe­ ceptos que abarca este arcano proceder de "
rior y no accesibles a (a condición huma­ la tribu primitiva, pero de un modo genéri­
na, si bien es cierto que este tema queda co, que nos puede ayudar a centrar e hilar
incluido en otros modelos de iniciación, los apartados que luego se propondrán; es- ;
fundamentalmente los ritos chamánicos7. tablecemos el siguiente esquema: Cuando '
8 . Aunque con una menor difusión, tam­ se estima que llega el momento, los mu- '■
bién existen iniciaciones femeninas, que chachos que deben cambiar de grupo de
tienen un carácter específico, Sobre la ex­ edad son segregados, apartados del po­
tensión tan amplia, prácticamente univer­ blado, y se les somete a ciertas pruebas
sal, de los ritos de iniciación, basta men­ com o la m encionada extracción de un .
cionar las siguientes palabras de Eliade: diente o la circuncisión. El rito, en esen­
cia, consiste en hacerles c r e e r que mori­
«Todas las sociedades pre-modernas
rán (devorados por un monstruo, un ani­
— esto es, las que en Occidente han per­
mal sagrado, etc,), para resucitar después
durado hasta la Edad Media, y en el resto
gracias al concurso de los hombres. El
del mundo hasta la I Guerra Mundial—
ambiente se prepara con cuidado para que
asignan una función de primer orden a la
los novicios se vean aterrorizados y pien­
ideología y a las técnicas de iniciaaión»?.
sen que el destino se cierne sobre ellos .
Cazeneuve, por su lado, ha expresado la para poner realmente término a sus días.
misma circunstancia en estos términos: Llegado el momento decisivo, y en medio .
de la gran angustia que están padeciendo
«Entre los numerosos ritos que esta­ esperando su última hora, los hombres les
blecen o que utilizan el lazo entre la 1 explicarán que todo era una mentira y, -

1 Id- 5 Eliade, ibíd.


> Id.

354
INICIACIÓN

Jk*'pucs de pedirles que no cuenten nada a nados jóvenes que se inician, el misterio
¡jl> mujeres y los niños (éstos nunca deben y el significado de máscaras y ritos.»10
cvmver la verdad), los ancianos Ies comu­
Marcel Mauss incide en las mismas ideas:
nicarán los secretos religiosos de Ja tribu.
El sonido misterioso y m ágico de las «Generalmente, los grandes rituales
bramaderas, las máscaras, los monstruos positivos de iniciación tienen lugar en
simulados con toda suerte de artificios épocas determinadas del año; no son
contribuyen decisivamente a la organiza­ fiestas de un día, sino más bien sesiones,
ción de todo este complejo ritual. en las que se reúnen los diferentes cla­
El período de la vida elegido para atra­ nes; reunida la tribu entera, cada clan, es
vesar estos procesos suele ser un momento decir, cada tótem, hace por todos los de­
biológicamente determinado, esto es. la más lo que los demás hacen por cada
pubescencia. Ahora bien, como en los mu­ uno. A veces la ceremonia reviste un ca­
chachos, a diferencia de las chicas, éste no rácter privado, pero por lo general se de­
puede fijarse con una precisión absoluta, sarrolla bajo la forma de representación
es normal que el «grupo de edad» abarque totémica, de teatro totémico. Entre los
en realidad a jóvenes cuyo desarrollo osci­ zuñí de América Central, las máscaras
la algo, e incluso varias generaciones anua­ totémicas tienen un desfile. El ritual de la
les cuya edad difiere en algunos años, mu­ iniciación representa casi siempre una re­
chas veces reunidos en una región amplia, petición del mito, bajo un doble aspecto,
es decir, abarcando varias tribus a la v e z . más o menos secreto, y a la vez público...
Así, también son frecuentes los intercam­ Tal espectáculo equivale a una introduc­
bios ceremoniales en los que los iniciado­ ción en el camino del mito: representar
res de un grupo prestan sus servicios en cualquier cosa es representarse como
otro, a cambio de la consiguiente contra­ siendo tal o cual cosa y. en este sentido,
partida. Ello incide positivam ente en la se representan — V orstellen, en a le­
cohesión social. mán— las aventuras del tótem. Hay ve­
Siguiendo los textos de los antropólo­ ces que la iniciación exige paseos que no
gos, comprobamos también cómo una ca­ son sino auténticas peregrinaciones: así,
racterística generalizada de los ritos de todas las representaciones del dan de la
iniciación es la representación teatral de oruga, entre los amnta, están realizadas
ciertos mitos considerados primordiales. rigurosamente sobre el terreno.»"
Dittmer escribe sobre esto:
J. Cazeneuve también verifica con su
«Ya en las culturas cazadoras y reco­ opinión este aspecto importante del ritual,
lectoras, y mucho más en las campesi­ recogiendo algunos datos de G. Roheim:
nas, se dramatiza el mundo de las creen­
cias; la historia de la tribu — ligada a la «En Australia es común que la inicia­
cosmogonía— se representa como mito ción se acompañe con escenas de mími­
de los aconteceres rem otos mediante ca, generalmente a cargo de hombres
máscaras que encarnan espíritus y demo­ enmascarados, en las que se representan
nios, cuyas voces suenan en medio del mitos relativos a los antepasados.
zumbar de las tablas bramaderas sagra­ En la d e sc r ip ció n que hizo G eza
das, del mugir de los cuernos y el clamar Roheim de las ceremonias de iniciación
y pitar de trompetas y flautas. En medio de los pitchentara se encontrará un cua­
del mayor secreto se descubre a los so­ dro de equivalencias entre el rito mimé-
brecogidos e inolvidablemente impresio-l) tico y el mito que éste representa. Estas

ll) Eliade, ibíd u Spencer, R. Gillen, The Amala.

355
INICIACIÓN

particulares representaciones dramáti­ «Y a en las culturas arcaicas — dice


cas alcanzan, en la mencionada tribu Eliade— la muerte iniciática viene justi­
australiana, una gran extensión. Com­ ficada por un rito de origen que puede.,
prenden veinticinco actos, que se de­ resumirse como sigue: un Ser sobrena­
sarrollan durante una semana y miman tural se habría propuesto "renovar” a lo s :
la migración de los antepasados a tra­ hombres, matándolos primero para resu­
vés deí paisaje familiar, desde el c o ­ citarlos luego "cambiados”; por el moti­
mienzo de la gesta hasta la hora de su vo que fuere, los hombres habrían dado
muerte, es decir la de su metamorfosis muerte a ese Ser sobrenatural, pero lue­
en “churíngas”. go celebran ritos secretos en tomo a este
Mediante la representación mítica, la drama; más exactamente, la muerte vio­
condición humana es ligada con la ac­ lenta del Ser sobrenatural se convirtió
ción de los antepasados puesta en rela­ en el Misterio central, que se reactualíza
ción con la potencia numinosa, con el con ocasión de cada nueva iniciación.
arquetipo que le sirve de fundamento, La muerte iniciática es. pues, repetición
con el principio rotémico en las socieda­ de la muerte del Ser sobrenatural, fun­
des en que lo sagrado se ha establecido dador del Misterio. Desde el momento
en uñ tótem, en que, durante la iniciación, se repite el
De este modo la humanidad es crea­ drama primordial, se reproduce asimis­
da, es d ecir fundada ontológicamente mo el destino del Ser sobrenatural: su
en el mundo extrahumano, Es fama que muerte violenta... Muriendo ritualmente,
los antepasados fabricaron hombres con el iniciado participa de la condición so­
sus propias manos, manipulando seres brenatural del Fundador del Misterio.»14
informes, .sin duda semejantes a los neó­
Estos esquemas, estas representaciones,
fitos atontados por el castigo.»1213
presentan variantes de acuerdo a la cultura
Debemos, en cambio, recurrir nueva­ que tomemos como referencia, pudiendo ser
mente a M. Eliade para obtener una trans­ establecida una especie de ley: a mayor com­
parencia definitiva a este episodio, al sim­ plejidad de la cultura corresponderá igual­
plificar los términos con una maestría ini­ mente un aumento de la intensidad dramáti­
gualable. De acuerdo con él, para quienes ca, siendo los rituales más elaborados y, por
participan de la iniciación, ésta es conside­ lo general, las pruebas más crueles. Sin em­
rada como una revelación de los antepasa­ bargo, ello no significa en absoluto que los
dos o de los seres divinos, todos ellos so­ pueblos de costumbres más simples carezcan
brenaturales. La ceremonia sería, entonces, de representaciones. Aun en estos casos muy
una imitatio dei; al llevarse a cabo se está arcanos podremos descubrir el valor dado al
reviviendo el tiempo sagrado, el «Tiempo drama de la muerte y la resurrección.
del Sueño», y con ello los antepasados se
hacen de nuevo presentes, produciéndose
una recapitulación de la historia sacra del Bibliografía
mundo y de la tribu. La sociedad entera se
hunde así en. su propio origen mítico, co­ Hermenéutica de la inicia­
H o r n i l l a , T x .,
menzando otra vez todos los acontecimien­ ción, tesis doctoral (Universidad de Deus-
tos, que aparecen regeneradosI?. Proponga­ to). Bilbao, 1987.
mos un texto del autor en el que todos es­
tos motivos quedan abarcados: Txema Hornilla

12 Eliade. ibíd. tJ Las referencias a los Papúes. Kai y Jahim, y la


13 Radcliffe-Brovvn. „The Rainbow-Serpent Myth antigüedad de estos artefactos imitando a Un gigante
in S.E, Australia», cu O cednia, 1, 1930. „devorador de novicios», en Eliade, o. c.

35 ó
Inteligencia artificial
En el contexto de este epígrafe, el con­ deberían ser. está en crisis. También es in­
cepto de una interpretación o hermenéuti­ suficiente nuestra comprensión de los fac­
ca de la inteligencia artificial (IA)1 apa­ tores sociales y externos en general que
rece definido a partir de la distinción de juegan un importante .papel en el proceso
R. Rorty entre hermenéutica y epistemolo­ de creación, popularización y uso de di­
gía. Según Rorty, hacemos epistemología chos modelos tomados de la ciencia y la
cuando «entendemos perfectamente lo que tecnología.
está ocurriendo, pero queremos codificarlo Por ello el problema que aquí se trata
con el propósito de extender, fortalecer, tiene mucho que ver con la determinación
enseñar o fundamentar (aquello que sabe­ de lo que tradicionalmente se ha definido
mos)»2. En cambio, hacemos hermenéuti­ como aspectos extem or en el desarrollo
ca cuando no entendemos lo que está pa­ y uso de la tecnología informática que
sando, pero somos lo suficientemente ho­ forma los cimientos de la IA. Estos tacto­
nestos para admitirlo. Practicamos así el res externos son realmente tyt conjunto de
arte de la interpretación o hermenéutica dimensiones sociales y humanas subyacen­
cuando reconocemos que nos encontramos tes a la IA, y sugiero la necesidad de traer­
en una situación de incertidumbre, cuando las a la superficie a través de las herra­
no estamos seguros de conocer la naturale­ mientas de análisis que !a Hermenéutica
za y el carácter de los datos que estamos pone a nuestro alcance. La determinación
considerando. misma de tales dimensiones y de su rele­
Parece obvio que existe un tipo de situa­ vancia para una mayor comprensión de la
ción en la cual la hermenéutica tiene ven­ naturaleza misma de la IA como fenóme­
tajas sobre la epistemología: una situación no multidimensional se toma una tarea de
de crisis. Porque, por definición, en situa­ interpretación.
ciones de crisis no entendemos lo que está
sucediendo. Hay un punto de giro, una
transición, pero no se sabe en qué direc­ Doble naturaleza de la IA: instrumento
ción va a llevarnos, dónde terminará3. Y y metáfora
una de mis concepciones previas es que
nuestra capacidad de entender el fenóme­ La naturaleza de la IA en esta doble
no de la tecnología — concretamente, la vertiente: tecnología como iimnimcnto tic
informática y la IA— , su doble naturaleza, construcción de la realidad y c o m o c r e a ­
es decir, su carácter instrumental y su po­ dora de imágenes y modelos del hombre y
der para proponer imágenes y modelos de la sociedad. Por una parte, podemos hacer
lo que el ser humano y la sociedad son y referencia a las aplicaciones tecnológicas

1 Esta tarca ha ocupado la mayor parre del trabajo 3 Rorty. Richard. Phiiosophy and the Mino) o
filosófico del autor en los últimos años, y se ha plasma­ jMatare. Prmceton: Princeton Universa; Press, 1979.
do en diferentes versiones de una idea común: el enor­ p. 321.
me poder de la tecnología informática como creadora 3 Cf. MegilL Alan. Propkcts o f Evtrcmiir. Berke­
de modelos metáforas. Estas versiones lian sido publi­ ley: IJniversity of California Press. ¡9S5. p. 290.
cadas en los artículos citados en la bibliografía, y tie­ 4 El término exienw debe ser entendido con cier­
nen un punto de entronque común en el libro J. Busla- tas reservas, ya que las diferencias entre factores in­
manic, Sociedad informatizada, ¿sociedad desha¡¡io­ ternos y externos en ciencia y tecnología se diluyen,
nizada? (una visión crítica de la influencia de la o incluso desaparecen, al descubrir In existencia de
tecnología sobre la sociedad en ia era dei compu­ dimensiones políticas y sociales tanto en el diseño
tador). Madrid: Gaia, 1993, donde se desarrollan con tecnológico como en la ciencia entendida como cor-
mayor amplitud muchas de las ideas aquí expuestas. pus de conocimiento.

357
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

que la 1A ha generado en el terreno de los agrava cuando también cambia el sujeto


sistemas expertos, la robótiea, visión arti­ que a la vez padece e interpreta dicho
ficial, modelos de decisión, etc. Por otra, cambio, lo que produce una serie de pro­
la IA tiene hoy en día' una profunda inci­ blemas que van desde la anomia como au­
dencia sobre los modelos vigentes de la sencia de puntos vitales de referencia has­
mente en psicología (ciencia cognitiva) y ta la obligada inserción del sujeto en el
sociología ¡sociocibemética), y algo simi­ objeto de análisis (la inteligencia en este
lar ocurre en el terreno de la ética cotidia­ caso), ya que el ser humano forma parte
na, donde la redefinición de aspectos esen­ también de la realidad construida a través
ciales de la actividad humana a la luz de de la transformación tecnológica auspicia­
los nuevos hallazgos de la ciencia y la tec­ da por la IA. En la vida cotidiana cada ycz
nología crea una plétora de nuevas metá­ son menores las motivaciones para la in­
foras antropológicas y sociales. terpretación creativa, cuando precisamente
En los debates actuales sobre la infor- la imperiosidad e inmediatez de estímulos
matización de la sociedad y los aspectos nos obliga a responder a demandas de
filosóficos y sociológicos de la IA se ma­ lodo tipo con un lapso menor para la eva­
nifiesta el esfuerzo que llevan a cabo filó­ luación de alternativas, sin apenas posibi­
sofos y científicos sociales para aportar lidad alguna de evitar decidir o hacerlo en
nuevos elementos que nos permitan com­ función de parámetros distintos a los plan­
prender mejor la naturaleza y el impacto teados. Es decir, cuando cada vez es más
de una tecnología que de forma a veces di­ difícil cuestionar los valores involucra­
simulada propone imágenes y modelos de dos o los propios términos de la elección.
cómo el ser humano debería ser y funcio­ Tampoco se facilita el arte de la herme­
nar. N o es frecuente prestar atención a los néutica, ya que la hom ogeneización cre­
factores sociales, culturales e históricos ciente de la cultura supone una estandari­
que deberían jugar un papel vital en dicho zación de las formas de análisis aceptables
proceso de tecnificación más allá de los por los paradigmas vigentes.
intereses económicos y políticos que sue­ En cuanto al estudio en particular de la
len primar. No es fácil identificar dichos IA, aún está por elaborar una reflexión in­
elementos ni contamos con un buen con­ tegral que nos permita una comprensión sa­
junto de herramientas de análisis, quizá tisfactoria de la naturaleza de este fenóme­
porque durante varios siglos filósofos y no técnico y de sus dimensiones humanas y
humanistas han considerado a la técnica sociales. Esta carencia se muestra en la pre­
como objeto de reflexión de segunda cate­ sencia de un número creciente pero aún li­
goría. mitado de obras que aporten un enfoque teó­
La IA no tiene una relevancia funda­ rico al estudio del impacto de la LA sobre el
mental en el proyecto de re-creación del individuo y su entorno social, y en la abun­
mundo sólo por lo que hasta ahora ha con­ dancia de análisis puramente descriptivos,
seguido, sino sobre todo por aquello que muchos de los cuales están encuadrados
promete conseguir. Es una disciplina en dentro de un marco de investigación socio-
continuo cambio, en constante reelabora­ técnica y orientados a la simulación, repli-
ción de sus límites, en permanente revi­ cación u optimización de sistemas.
sión de su papel iluminador sobre otras Por esta falta de reflexión profunda, la
disciplinas científicas. Desde luego, no re­ IA podría convertirse en una empresa cada
sulta particularmente fácil interpretar lo vez más independiente del hombre y sus
que está en continuo cam bio, y menos preocupaciones, investigar supone mover­
cuando el futuro parece estar anticipándo­ se en un terreno fronterizo entre lo ya co­
se, dado el ritmo vertiginoso del avance nocido y sistematizado y aquello que des­
tecnológico en nuestros días. Todo ello se conocemos pero intuimos como útil, e in-

358
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Huso necesario, para el avance humano, imporlancia de una apertura de la filosofía


Kn cuanto a la 1A. comenzamos a conocer hacia terrenos aún sin desbrozar como es el
mis esquemas de operatividad, sabemos de tina hermenéutica tle ¡a informática y la
cómo obtener de ella un rendimiento téc­ IA, que trata de sistematizar una concep­
nico y económico, pero aún no hemos de­ ción interdisciplinaria de la ciencia y la tec­
jando satisfactoriamente qué tipo de me­ nología que trae a la superficie este inter­
canismos de control pueden permitir que cambio de dimensiones al que he aludido.
esta tecnología sea una herramienta en ma­ La metodología aquí empleada presenta
nos del hombre para la promoción de fines tres elementos decisivos para analizar desde
socialmente relevantes, y evitar aquellos una nueva perspectiva el problema de la IA:
usos que atenLen directa o indirectamente En primer lugar, la interpretación de la
contra la dignidad humana, el entorno eco­ ciencia como texto permite estudiar la in­
lógico o nuestra capacidad de superviven­ fluencia de los modelos computacionales
cia como especie. en IA como un recurso del discurso cientí­
Se hace así necesario salvar con un enfo­ fico más que como una simple herramien­
que ínterdisciplinario e interpretativo la di­ ta de tratamiento de información y de si­
cotomía entre el tecnólogo puro que concibe mulación del comportamiento inteligente
el producto de su quehacer como algo neu­ humano, y esta asimilación del computa­
tral en sí mismo, que no se considera res­ dor inteligente a un status discursivo se
ponsable de las consecuencias de su uso. y construye a través de la práctica social. En
el intelectual que contempla con distancia segundo lugar, la inserción del sujeto
todo aquello relacionado con el mundo de como horizonte del problema y la acepta­
los artefactos, como si sólo lo inmaterial y ción del papel que cobra como dador de
eterno fuera objeto digno de reflexión, dico­ significación, permite aplicar la reflexión
tomía que aparece cada vez más insalvable. teórica a problemas prácticos de la vida
social, favoreciendo la exploración de for­
mas alternativas de diseño V fabricación
El abordaje herm enéutico de la IA de sistemas expertos y otros sistemas de
IA dentro de la búsqueda de una práctica
Este abordaje interpretativo de la IA no emancipatofia, haciéndose eco de los de­
responde a un esquema unívoco, sino que seos y necesidades de los actores sociales.
intenta ser fruto de una fertilización cruza­ Este compromiso hacia la praxis debe v e - '
da de metodologías heredadas de las hu­ nir iluminado por una toma de conciencia
manidades y las ciencias sociales, cribadas de la naturaleza y el significado social de
por su relevancia para abordar los proble­ la informática y la IA. En tercer lugar, l a .
mas que la IA plantea desde lina perspecti­ Hermenéutica permite salvar la distancia
va más allá de lo puramente técnico. Cuan­ existente entre el entendimiento práctico y
do uno comienza a entrever la complejidad la reflexión puramente teórica que subsiste
que subyacc a los problemas que genera, en el objetivismo y el neopositivismo, lo
caracterizados por el descubrimiento de que*le concede una posición de privilegio
una plétora de dimensiones humanas en­ a la hora de desvelar dimensiones huma­
carnadas en nuestros conceptos de ciencia nas en fenómenos tecnológicos5.
y tecnología, y de las dimensiones tecno­ La aplicación de la Hermenéutica como
lógicas que conforman nuesLra imagen del base metodológica trae consigo una serie
ser humano, aparece con más claridad la de características distintivas. Primero, nos

5 Véanse a este respecto las obras de Ihdc, Schir- gía, y de Heidegger y Gadamer sobre su fundamenta-
macher y Zimmerli sobre hermenéutica de la tecnolo- dòn.

359
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

permite superar con contundencia el para­ de la cultura popular una vez que se pro­
digma epistemológico mertoniano que li­ pagan y secularizan.
mitaba de forma esencial el campo de in­ En una línea similar se sitúan los trabajos
vestigación social en el mundo de la cien­ de Terry Winograd y Pelle Ehn7. Estos dos
cia y la tecnología, pues elim inam os la autores tratan de repensar el proceso tradi­
distinción esencial a dicha epistemología cional de diseño y uso de computadores,
entre lo técnico y lo social. En segundo lu­ empleando una misma estrategia: acentuan­
gar, el avance tecnológico en la IA deja de do sus dimensiones culturales y antropoló­
ser considerado una acumulación lineal de gicas — de carácter inteipretaiivo— y res­
artefactos y procedimientos obtenidos a tando así poder explicativo a la concepción
partir de un Corpus de conocimiento cientí­ vigente de dicho diseño y uso, de corte
fico ¿n el área de las ciencias de la compu­ epistemológico, objetivisía y racionalista.
tación. En tercer lugar, un análisis interpre­ En definitiva, el computador inteligente
tativo abierto a las aportaciones del cons­ — como paradigma de los sistemas que in­
tructivismo social nos permitiría concebir corporan elementos de IA— será conside­
la TA como ciencia y como tecnología, en­ rado como un texto sobre el que es posible
globando en un todo procesos y artefactos, elaborar una diversidad de interpretaciones.
ambos socialmente construidos6. Podemos leer en él cómo su estructura y
Igualmente, a partir de aquí podemos función desvelan características esenciales
emprender una particular ética de corte ha- de nuestra forma de trabajar, de vivir el ocio,
bemusiano basada en la comunicación y la de relacionamos con el entorno y comuni­
interpretación como categorías, que tiene carnos con los demás. Pero, al mismo tiem­
un especial engárce con la informática y la po, oculta su historia, el proceso de investi­
IA al definirse los dispositivos informáticos gación y desarrollo que ha llevado a su di­
como procesadores universales de infor­ seño, producción y puesta en uso y, sobre
mación de alto nivel La propia naturaleza Lodo, la biografía y ios intereses de aquéllos
del computador es interpretación, ya que su que lo concibieron y fabricaron, sus oríge­
condición primera de existencia es la con­ nes científicos, tecnológicos, sociales y mi­
vertibilidad del conocimiento en informa­ tológicos, Por ello una hermenéutica de la
ción simbólica, mientras que la reducción IA supone una doble labor de interpreta­
de información significativa a una forma ción y desvelamiento.
numérica, es decir, el proceso de datos, es
también otra forma de interpretación.
Los elementos que intervienen en este Hermenéutica y constructivismo social
proceso de construcción metafórica podrían como superación de una epistemología
estudiarse también analizando las diferen­ de la ciencia y la tecnología
tes maneras en que a través de un proceso
de negociación, los investigadores en IA En ocasiones, los problemas que apare­
elaboran las metáforas que utilizan y con­ cen en ámbitos fronterizos entre la ciencia,
vencen a otros colegas de que dichas me­ la tecnología y la filosofía no se resuelven,
táforas ilustran correctamente hechos cien­ sino que se disuelven. Puede cambiar el
tíficos no bien conocidos, y la forma en universo de discurso, las metáforas emplea­
que dichas metáforas pasan a formar parte das. la vigencia de los modelos o el signifi-

o Cf. NVoolsar. S - <*Reconstructing Man and Ma­ 7 Cf. Winograd. T. y Flores. F.. UnciersUínJ:-}
chine: A Note on Sociological Critiques of Cogniti­ Computas and Cogniíiotl-A A't'ii' Foundation f o r D e -
vism», en Bijker, VC. Hughes. T.P. y Pinch. T. teds.). sign. N onvood, A blex, 1986. y Ehn, Pelle, Horl-
The Social Construction o f Technological Systems. Oríemed Design of Computer Aoifacts. Slocklio'm.
A r b e ts l iv s c c n ir u m . 1 9 8 8 .
Cambridge: MIT Press. 1987.

360
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

cado de ciertos concep tos claves en la consigue reflejar de forma objetiva el luc­
construcción del argumento. O, sim ple­ tuoso suceso, por lo que la realidad se
mente, la cuestión en sí deja de ser consi­ convierte en un mosaico de interpretacio­
derada problemática, L a estrategia que nes, ninguna de ellas elaborada desde un
aquí propongo es también deudora de los punto de vista privilegiado sobre las de­
llamados estudios de laboratorio1. En lu­ más. Paralelamente, en el estudio antes
gar de aceptar directamente los postulados mencionado, Zenzen y Restivo tratan de
del relativismo clásico, impugnando la po­ construir un relato o descripción de una
sibilidad de elaborar cualquier tipo de ex­ práctica científica en lugar de la única
plicación satisfactoria de un hecho cientí­ descripción posible, verdadera y real. ¿Qué
fico o técnico, se rodean los conceptos de es lo que determina el status de dicha des­
hecho, verdad y realidad en un solo movi­ cripción? ¿Cómo privilegiar a una entre las
miento dentro del círculo hemienéulico. El demás posibles? A l igual que ocurría en la
foco de análisis se desplaza de la objetivi­ narración de Kurosawa, su status uo depen­
dad supuesta de los hechos a la intersubje­ derá de su adecuación con una referencia
tividad del discurso científico, en este caso extema (real) — ya que no será verdadera o
al discurso propio de la informática y la falsa en términos absolutos— . sino de su
IA, estudiando las vías en que los investi­ uLilidad en un ámbito de producción y uso
gadores de este campo, a través de un pro­ de conocimiento10.
ceso de negociación, construyen sus he­ Otros recursos para la superación de !a
chos y convencen a sus colegas, a científi­ explicación epistemológica de la IA pro­
cos de otras disciplinas y a las instituciones vienen de los estudios que enfatizan la na­
que financian la investigación de que tales turaleza lingüística de la ciencia, Este es el
hechos lo son realmente89. caso de la microsociología interpretativa
Uno de los ejemplos más significativos de Muílcay, cuyo trabajo muestra cómo el
de aplicación de esta m etodología cons­ comportamiento de los científicos puede
tructivista es el estudio de Zenzen y Resti- ser entendido como resultado del uso de
vo sobre laboratorios de química coloidal. ciertos modelos, analogías y metáforas. Es­
En él muestran lo que denominan el teore­ tas figuras metafóricas se emplean como
ma Rashomon, en reconocim iento de la recursos cognitivos que se movilizan en la
película homónima de Akira Kurosawa. interpretación de información científica,
Según Zenzen y Restivo, existe una diver­ en la negociación de significados compar­
sidad de maneras de describir e interpretar tidos y en la construcción del discurso cien­
un hecho dado, ya sea un crimen o un he­ tífico.
cho científico, o cualquier cosa situada en­ Desde esta nueva concepción metodoló­
tre medias. En la película de Kurosawa se gica se puede elaborar una aproximación a
ha cometido un crimen, y un juez debe ha­ la informática y la IA abiertamente opues­
cer justicia basándose en los testimonios ta al paradigma estructural-fuilcionalista
de los distintos testigos, cada uno de los mertoníano, que abra la puerta a la inter­
cuales conoce una parte fragmentada de lo vención en este campo no sólo de las cien­
acontecido, y la interpreta en función de cias sociales, sino también de las ciencias
sus propios intereses, su condición social humanas. D os presupuestos m etodológi­
y su biografía. Es decir, ninguno de ellos cos nos dan idea del giro cognitivo que su-

Science in Actian. C a m b rid g e :


8 C f L a to u r , B r u n o . 10 C f. Z e n z e n , M . y R e s liv o . S .. « T h e M y s lc r io u
Labo­
H a rv a rd U n i v e r s i iy P r e s s , 1 9 8 7 : y W o o lg a r , S ., M o rp h o lo g y o f l m m i s c i b l e L iq u id s : A S lu d y o f S c ie n -
ra}ory Life. The Comnvctinn o f SdentiJJc Faeis. P r in - ú f ic P ra c tic e » , e n Social Science Information, 21.
c e lo n , N . J .: P rin c e lo n U n iv e rs ity P r e s s , 1 9 8 6 (1 9 7 9 ). 1982, p . 61.
9 C f . L a t o u r , B ., Science inAction. e. c.

361
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

pone las disciplinas interpretativas para el También el constructivismo social tiene >u|
estudio de las ciencias de la computación: un fuerte componente interpretativo, y ea S
En primer lugar, el curso de la informá­ función de ello puede ser un aliado en U \ í |
tica y la IA no se determina de forma au­ tarca de derribar las barreras impuestas
tónoma o aislada, sino a partir de contin­ por la epistemología. El constructivismo 11
gencias económicas, políticas y sociales, social, especialmente a través del Progra- áJ
Como consecuencia, es posible realizar un ma Fuerte, permite así la entrada de meto*. -|g
análisis estenio lista de la informática y de dologías de análisis sociológico y huma*-1
la IA en tanto que corpus de conocimien­ níslico en el ámbito de las llamadas cíenT -|
to. En segunda lugar, los hechos científi­ cías duras. ' -¡¡
cos y tecnológicos producidos por la infor­ Su postulado central es que el investiga2'"-]
mática y la IA (modelos de arquitectura dor, al estudiar las causas tanto de las creen- ■
computacional. estrategias decisionales, cías como de los enunciados científicos, J
hardware y software de sistemas expertos, debería ser imparcial sobre su verdad o *5
etc.) se han desarrollado hasta su forma falsedad, y tanto unos como otros deberían
actual como entidades negociadas, social- ser explicados simétricamente’2. Del mis­
mente construidas a través de usos discur­ mo modo, las metáforas propuestas se es­
sivos. tudiarían en función del papel que juegan .
La consecuencia más evidente de estos en la construcción del discurso científico -
postulados es la eliminación de la distin­ como recursos retóricos, sin prestar una
ción clásica entre los aspectos sociales y atención exclusiva a la validez de la meta- ‘
epistem ológicos de las ciencias compu- fora, es decir, al grado de adecuación entre
tacionales. Con el giro cognitivo, no sólo ambos extremos de la misma. Todos los
sus aspectos sociales, sino también los enunciados de conocimiento, incluso aqué­
epistemológicos, devienen objeto de inves­ llos que representan leyes científicas, son es­
tigación social. Dicha investigación pasa a tudiados corno si fueran social mente cons­
ser interpretativa en lugar de descriptiva o truidos. Esto es, las causas de la génesis,
cognitiva, y Ja construcción de hechos aceptación o rechazo de un enunciado de
científicos se concibe como una actividad conocimiento deben buscarse en el domi­
contingente e inscrita en un contexLo so­ nio del mundo social, en lugar del mundo
cial” . natural. Este tratamiento del conocimiento
En suma, los abordajes de corte inter­ científico implica que no existe nada espe­
pretativo parlen de la consideración de las cial, epistemológicamente hablando, en la
ideas, metáforas, analogías, teorías y mo­ naturaleza del conocimiento científico: es
delos que los diferentes actores sociales tan sólo uno más de una serie de culturas
ponen en juego como genuinos objetos de cognoscitivas, entre las cuales se incluirían
análisis. Esto contrasta con toda una tradi­ desde los sis remas de conocim iento pro­
ción en sociología de la ciencia, cu gran pios de las tribus primitivas hasta formas
medida asociada al paradigma mertoniano, artísticas o puramente filosóficas de inter­
que se centra principalmente en el estudio pretar la realidad.
de la ciencia como institución y las nor­ Hemos visto cómo la Hermenéutica y
mas, estructuras de reconocimiento y re­ otras disciplinas de fuerte componente in­
com pensa y patrones profesionales pro­ terpretativo como el constructivismo social
pios de 1os c ien lírteos.1 —paradigma de gran fuerza en la nueva

11 Cf. Reslivo, Sal, «Critical Sociology of Scien­ 13 Cl’. Blotir, David, Knowledge and Social ¡ma-
ce», en Chuhin D. y Chu (eds,), Science off the P e ­ gery. Boston: Routledge and K. Paul, 1976.
destal: S o c ia l Perspectives on Science anti Techno­
logy. Belmont, C'a.: Wadsworth. 1989, p. 61.

362
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

-íiX'ioloaúi del conocimiento científico— . pelencia y sinergia, de fin e instrumento.


nos permiten desplazar el toco explicativo En definitiva, en la pugna por la representa­
en la IA del mundo científico al mundo ción del papel primordial en la descripción
Mvial. al mostrar la flexibilidad interpreta­ del reino de los fines y el ordo ¿tmoris.
tiva de la misma. A partir de ahora, la ex­ El impulso de simulación de lo humano
plicación de la IA va a ser más interpreta­ se retrotrae en sus antecedentes más próxi­
tiva que epistemológica. Esta metodología mos a los autómatas de los siglos x v i i y
va más allá del mero reconocimiento de la xvin, como el escritor mecánico que se
importancia del contexto social del descuT conserva en el musco de Neuchâtel que
brimiento científico y la invención tecno­ moja con elegancia su pluma en un tintero
lógica en IA, defendiendo que los factores para después escribir cogito, ergn sum, o
sociales, culturales e históricos son com­ El Turco, el jugador de ajedrez que mara­
ponentes irreductibles, a la vez .que deter­ villó a la Europa de su tiempo, del que
minantes causales, de su propio contenido. nunca se ha llegado a conocer a ciencia
cierta si era realmente un ingenio mecáni­
co o un fraude. Estos autómatas tienen a
Raíces m itológicas de la IA su vez una genealogía que se remonta a la
leyenda del autómata de AlberLo Magno,
Habitualmente se acepta que la historia destruido a su vez por Tomás de Aquino al
de la computación tiene su comienzo en considerarlo obra del diablo, y a otros an­
los primeros ingenios mecánicos desarro­ tecedentes que cobraron en las diversas
llados por Pascal y más tarde por Lord Kel- tradiciones del mundo antiguo una signifi­
vín, James Thompson y Charles Babbage. cación mítica: las sirvientas de Hefaistos y
Sin embargo, al igual que ocurrió con la Galatea, la esposa pétrea de Pigmalión eir
química, que nace a partir de la semilla de la tradición grecolatina, o el Golem de la
la alquimia, la informática, como empresa tradición cabalística judía.
humana cuyo fin es el tratamiento inteli­ En los mitos, las leyendas y las fábulas
gente de la información, y la ÍA, la crea­ aparecen las mitologías de la búsqueda de
ción de procedimientos lógicos y artefac­ la replicación del hombre por el hombre.
tos que realicen con gran eficiencia tareas Egipto, Homero, la tradición cabalística
tradicionalmeníe reservadas a la capacidad hebrea... Por ello no podemos olvidar las
intelectiva humana, también tiene unas raí­ raíces mitológicas que subyacen a una cm-
ces mitológicas que no deben quedar en el presa humana cuyos orígenes se pierden
olvido. Como defenderá Andró Robinct1’. en la n o c h e de los tiempos, cuyo último
la reflexión sobre los autómatas se retro­ estadio de desarrollo es la IA. Los compu­
trae a periodos anteriores al nacimiento de tadores y autómatas de hoy en día consi­
la informática y la robótica. La revolución guen imitar e incluso superar algunas de
de la IA hunde así sus raíces en estas pre- las funciones y capacidades naturales del
concepcioncs religiosas y filosóficas y mi­ hombre. A pesar de una humildad en algu­
tológicas. en la relación del hombre con nos casos intencionada — «la IA no atien­
Dios —en sus papeles de creador y orde­ de a existencias o esencias, materias o es­
nador— y del hombre con la máquina, en píritus...», suelen afirmar sus seguidores— ,
una tensionalidad de amor y odio, de com-13 lo cierto es que la cibernética, el arte de la

13 Andró Robinetes uno de los casos más intere­ milico de la Etica de. Spinoza) e imparte su docencia
santes de fertilización cruzada entre la informática y en la universidad de Bruselas. Cf. Robinet, Andró, Le
!a filosofía. Su trabajo profesional se desarrolla en un défi cybernétique. París: Gallimard, 1973. (Edición
centro del CNRS sobre el estudio cuantitativo de tex­ española: Mitología, Filosofía y Cibernética. El au­
tos Filosóficos (destaca su famoso tratamiento infor- tómata y el pensamiento. Madrid: Tecnos, 1973.)

363
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

acción eficaz, la robóiica, la IA, reactivan humanas. Por eso publica Wiener en 1964
las ambiciones y los sueños m itológicos. una obra en la que examina los nexos en­
Bajo el signo del Golem se rebelan, afirma tre cibernética y religión, con el título God
Robinet, las ambiciones reales de nuestra and Golem, Tnc. (Dios y Golem, S.A.). Wie­
tecnología: no hay un cibernético que no ner defiende que puede hablarse de una
se pregunte en algún rincón de su concien­ continuidad creativa entre Dios, el hombre
cia por la forma de aproximarse más y y la máquina. D ios hace aí hombre a su
más a lo que es propiamente humano. La im agen y semejanza. Es una replicación
idea arcaica del antropoide artificial queda según los parámetros de una imagen pictó­
así como una idea directriz de esta empre­ rica . El hombre, a su vez, se reproduce
sa experimental. biológicam ente com o especie, y además
La IA no es pues una empresa genuina- las leyendas hablan del afán m ítico del
mente científico-técnica ligada a una v i­ hombre por reproducirse a sí mismo en un
sión objetivista de la mente humana, asép­ sentido más fuerte, como es el caso de la
tica en cuanto a valores extracientíficos y Galatea de Pigmalión o el Golem. La ci­
refractaria a#consideraciones filosóficas o bernética no estaría, según Wiener, alejada
históricas. Por el contrario, y como ya h e­ de estos proyectos míticos. Muy al contra­
mos visto, supone la última manifestación rio, se siente heredera de los mismos. El
histórica de un permanente impulso huma­ hombre se reproduce en la máquina, y la
no, de un deseo constante de crear artefac­ máquina se reproduce a sí misma no ya en
tos que imiten nuestras propiedades esen­ la imagen pictórica del hombre, sino en su
ciales. Este impulso ha cobrado una enor­ imagen operativa. Es decir, con tal simili­
me variedad de formas a lo largo de la tud que permite sustituir al original en su
historia, desde las cosm ogonías paganas acción, aunque no exista por el inomento
en que los autómatas son criaturas felices, una relación de semejanza física.
y donde no hay transgresión, pues los dio­
ses no crean, sólo ordenan (el mito de las
criaturas de Efestos), hasta las religiones La metáfora de la IA como definición
creacionistas donde aparece trágicamente de lo humano
la transgresión (el hombre suplantando el
papel creador de D io s) y la d ia léctica Este im pulso está también relacionado
am o-esclavo (Golem, Frankenstein). La con otro igualmente duradero y constante a
reflexión sobre los autómatas y la repro­ lo largo de la historia de la reflexión: la ne­
ducción artificial del hombre debe retro­ cesidad de conocernos lan profundamente
traerse por tanto a períodos muy anteriores y en detalle como sea posible. Aunque en
al nacimiento de la IA, y los objetivos de algunas veces este impulso está promovido
ésta se encuentran ya prefigurados en los por aquellos que ostentan el poder de orga­
mitos de dicha re creación artificial del nizar la sociedad definiendo quién es hu­
hambre. mano y quién no, quién tiene el derecho a
Aún en su historia moderna conserva un la condición de ciudadano y quién no. Cada
fuerte componente m ítico, por cuanto el modelo, cada metáfora de lo que somos nos
computador, en palabras del propio Wiener, fuerza a reenfocar la imagen que tenemos
es el contrapunto del Golem del Rabino de nosotros mismos, hasta el punto de que
Low de Praga, quien considera igualmente aquellos que tienen el poder para definir lo
que existe una analogía entre el papel que que significa ser humano (según las épocas,
juega el Creador con respecto al hombre, filósofos, eclesiásticos, políticos o científi­
hecho a su imagen y semejanza, y el papel cos) tienen también la posibilidad de recon­
que juega el investigador con respecto a la siderar nuestro lugar en el mundo, nuestras
máquina que imita facultades propiamente capacidades y limitaciones.

364
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

t,
[• ‘i .; J. Weizenbaum, en su clásico y ya cita­ cia de una vida entera de ser humano. Es
n d o anteriormente Computer Power and improbable que un computador pueda g o ­
■ Human Reasott, señala algunas de las cotí- zar un día de ese privilegio, por lo que la
¡secuencias de aceptar demasiado rápida- metáfora del computador será siempre una
—¡mente. la metáfora del computador como metáfora incompleta de identidad para el
.'descripción adecuada de nosotros mismos hombre.
u-y de nuestras instituciones sociales. En Sin embargo, y aquí aparece e l carác­
ésta.aceptación prematura se corre el ries- ter paradójico que impregna todo lo hu­
go de ceder cualidades esencialmente hu­ mano, cada vez resultará más difícil dis­
í-manas — dignidad, amor y confianza, en- tinguir la inteligencia natural de la artifi­
“ tre otras— a ideas y artefactos que no las cial. La diferenciación cartesiana entre el
.. .merecen, Weizenbaum se pregunta si de hombre y el autómata por la com pren­
alguna manera no somos ya esclavos del sión semántica y por la universalidad de
: computador, no del computador real, sino la razón se tambalea. La confusión entre
del computador-metáfora, Siguiendo el conceptos tales com o proceso cerebral
■ pensamiento de Langdon Winner, quizá de decodificación de mensajes — fen ó­
quien más ha profundizado en el estudio m en o f ís ic o — y en ten dim ien to — fe ­
del carácter esencialmente autónomo de la nómeno social— o entre acción intencio­
tecnología moderna podemos afirmar que nal y acción planeada , hace que se pien­
estamos perdiendo nuestra integridad hu­ se que la autom atización com porta un
mana cuando el hombre se convierte en un cierto grado de com prensión, y que la
mosaico de propiedades que pueden des­ conciencia misma también podría llegar a
gajarse una a una, automatizando y artifi- ser artificialmente duplicada. Igualmente
cializando primero nuestras habilidades fí­ se ponen en tela de juicio oposiciones y
sicas con herramientas y máquinas que ac­ discontinuidades clásicas — hombre y má­
túan como extensión del cuerpo humano, quina, autómata natural y autómata artifi­
y ahora redefiniendo la inteligencia como cial, etc.— .
concepto agregado para así poder dar vía Cuando se asum e el esp íritu que se
libre a la interpretación de la actividad transmite a lo largo de los siglos a través
computacional como comportamiento in­ de las mitologías, no parece haber diferen­
teligente. cia metafísica entre el hombre y sus artifi­
La metáfora de la IA tiene sin duda un cios, ya que ambas realidades parecen ser
impacto especialmente poderoso, ya que fruto de una combinatoria común: elem en­
extrae su fuerza explicativa de la combina­ tos físicos o de signos. Bien es cierto que
ción de tres ciencias de diferente raíz: lógi­ am bas q u ím ica s, tanto la d e l carb ono
ca. psicología e informática. Desde el as­ como la del silicio, son en último extremo
censo de la filosofía natural en el siglo xvu combinaciones de moléculas, que son a su
y la coronación de la ciencia como la úni­ vez combinaciones de com binaciones de
ca vía fiable y segura hacia el con oci­ quarks, las partículas más elementales que
miento de la realidad, otras formas alter­ poblaban el universo en el momento infi­
nativas de representar el mundo y la con­ nitésim am ente posterior al Big Bang. O
dición humana, en particular las artes, han com binacion es de signos, ya que de la
perdido una gran parte de su función, que­ m ism a forma en que mitos y religiones
dando como poco más que actividades lú- conciben el nacimiento del hombre como
dicas. La metáfora de la 1A no tiene en un muñeco de barro u otro Lipo de materia
cuenta que el conocim iento del mundo prima a la que Dios o los dioses insuflan
fundado sobre un entender humano fruto vida con un soplo vital o un Verbo, un sig­
de una integridad de facultades intelectua­ no de vida, también el Golem es moldeado
les y emocionales precisa de la experien­ en el barro, y es la combinatoria cabalísti­

365
INTEL! CENCIA ARTIFICIAL

ca de los infinitos nombres de Dios la que físicas del hombre, se argumentaba que
lo trae a la vida. aquello propiamente humano se expresaba
Cuando regresamos a! terreno de lo ló­ en nuestras habilidades intelectuales. Aho­
gico. lo matemático, Jo mecánico y lo bio­ ra, a comienzos de la década de los noven­
lógico después de recorrer los caminos de ta, el trabajo que se desarrolla en IA está
las m itologías, nos encontramos según destinado en gran parte a replicar acciones
Robinet con que hay algo de realidad en que anteriormente se interpretaban como
tanta supuesta fantasía: Si consideramos resultádo único y genuino de la capacidad
el empleo de robots en ambientes hostiles intelectual del hombre.
donde el hombre no podría sobrevivir, la Si el cognitivismo es la doctrina gene­
precisión de los robots en las cadenas de ral según la cual el comportamiento hu­
montaje y muchos otros logros parciales mano puede explicarse exhaustivamente
en visión artificial, etc., vemos que lo im­ por referencia a estados mentales, la cien­
posible para nosotros es en muchos as­ cia cognltiva es la forma específica del
pectos posibles para el autómata. Si es­ cognitivismo que desarrolla su argumento
tos logros se deben a operaciones que el utilizando términos prestados de la infor­
computador o el robot realiza con cons­ mática, y concibe la mente humana como
ciencia, lo propiamente humano, lo que un tipo particular de sistema de procesa­
nos define y nos hace únicos deberá enco­ miento de información. El éxito o el fra­
gerse como la piel de zapa. Si las acciones casa de la IA com o proyecto global sería
computacionales se desarrollan sin apelar el refrendo o la refutación de la ciencia
a la existencia de facultades intelectivas, cognitiva.
ahí está precisamente lo maravillosamente La IA en su versión fuerte es el esfuer­
monstruoso de la combinatoria del silicio: zo desarrollado por la ciencia cognitiva
su victoria es indirecta, pero no menos para diseñar un tipo de actividad mecáni­
notable, pues la consciencia aparecerá ca que emule el comportamiento cogniti-
com o lim itación, contención, retraso,., vo humano. Este comportamiento cogni-
cualidades de las que la máquina no parti­ tivo incluye raciocinio, pensamiento, co­
cipa. nocim iento, creencia, d ecisión , visión,
aprendizaje, comprensión, reconocimien­
to y resolución de problemas. Esta empre­
Dos interpretaciones de la inteligencia: sa tiene su fundamento en la creencia,
cognitivismo y sodologismo como ya hemos dicho anteriormente, de
que estos modos de comportamiento pue­
La JA ofrece un terreno común propicio den explicarse en térm inos de estados
para que dos interpretaciones de la reali­ mentales. Esta es la base última para el
dad, cognitivistas y sociologistas, discutan establecimiento de una teoría computacio-
sobre el problema anterior: la naturaleza nal de la mente. En su versión débil, el
de lo humano. Casi siempre los intentos de objetivo de la IA se concentra en conse­
definir la tecnología han sido al mismo guir que un dispositivo electrónico-mecá-
tiempo discursos sobre lo que caracteriza a nico aprenda a resolver problemas, inde­
los seres humanos, y diferencias en la in­ pendientemente o no de que la forma de
terpretación de la tecnología daba lugar a hacerlo requiera un comportamiento inte­
teorías enfrentadas sobre la naturaleza del ligente en un ser humano. La máquina tie­
hombre. Desde la introducción de la IA ne en este caso que imitar el comporta­
ios términos de este debate han camhiado. miento humano, sin que importe los me­
Cuando la tecnología sólo ponía en nues­ dios que se empleen para ello.
tras m anos dispositivos m ecánicos que Las críticas al proyecto global de la IA
amplificaban o extendían las capacidades tienen su base en las críticas al cognitivis-

366
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

mo como su sustrato teórico. Una de las decisiones. Un experto de verdad, es de­


más interesantes es argumento de Coulter cir, humano, no se atiene a reglas que
(1983), quien denuncia que el comporta­ puedan ser expresadas en lenguaje algo­
miento intencional humano no puede re­ rítmico, sino que actúa deliberando, inte­
ducirse a episodios orgánicos como movi­ grando más que analizando, en una consi­
mientos corporales o la emisión de ondas deración holística del problema a tratar en
sonoras. Si bien el objetivo último de la función de su experiencia, su biografía, su
teoría eognitiva es dar cuenta de cómo en­ memoria corporal, su intuición, su perso­
tendemos, no consigue salvar la distancia nalidad, m ovilizando todos los recursos
que existe entre el proceso cerebral de de­ vitales que tenga a su alcance16. En tercer
codificación de mensajes (fenómeno físi­ lugar, el examen de T. Winograd y S. Flo­
co) y el entendimiento (fenómeno social, res sobre la actividad real de los gestores
ya que hace referencia a la conexión del (managers) Ies lleva a revisar el paradig­
mensaje decodificado con toda una serie ma racionalista que bajo el nombre de teo­
de experiencias y significados aprendidos ría de la decisión concibe la actividad de
en un proceso continuo de socialización). éstos como el cálculo racional de las alter­
Según Coulter, la IA no sirve como metá­ nativas óptimas mediante la aplicación de
fora de la mente al no poder aportar una técnicas algorítmicas a los escenarios po­
explicación del entendimiento, ofreciendo sibles. Su estudio les lleva a concluir que
sólo un modelo de la manera en que el ce­ la mayor parte del tiempo de los gestores
rebro procesa información. se dedica a la comunicación, a la conver­
Por tanto, las metáforas y modelos de sación, y que tal característica no es defec­
racionalidad heredados de las ciencias de to ni una pérdida de tiempo a eliminar,
la comunicación y control que retoma y' sino un elemento constituyente esencial de
refuerza Ja íA presentan limitaciones difí­ su profesión que no puede ser sustituido
cilmente salvables. Otras tres críticas re­ por el cálculo racional de alternativas, por
fuerzan esLa aseveración14. En primer lu­ mucho tinte científico que esto pudiera
gar, la de Peter Drucker, que demuestra la aportar a la imagen de su gestión17.
imposibilidad de tratar mediante modelos Todos estos argumentos nos llevan a re­
matemáticos o computacionales problemas forzar la credibilidad de la idea haberma-
de complejidad organizada, como preten­ siana de sustituir la racionalidad instru­
día Daniel Bell. Concretamente, su argu­ mental por una racionalidad o coordina­
mento se dirige a mostrar la inviabilidad ción comunicativa. Las críticas apuntadas
de una teoría económ ica unificada que anteriormente al alcance de la aplicación
pueda explicar o predecir el comporta­ de los modelos formales al funcionamien­
miento de la economía mundial, que obe­ to social socavan la universalidad de la
dece a factores tan complejos que difícil­ propia metáfora de la IA y su modelo de
mente pueden formalizarse en un modelo racionalidad computacional, ya que si no es
econométrico15. En segundo lugar, H. Drey- posible el tratamiento de la complejidad
fús y S, Dreyfus destacan las limitaciones ‘ organizada, ni la sabiduría del experto es
que los sistemas expertos en IA poseen a reducible a reglas de decisión, no nos que­
la hora de explicar procesos de toma de daría más remedio que la renuncia a toda

o Cf. Sabrovski, Eduardo, «Las máquinas pen­ 17 Cf. Winograd, T, y Flores, F., Understanding
santes», en Telos, n,° 30, 1992, pp. 25-27. C om puten and Cognition-A New Foundation f o r D e ­
15 CU Drucker, P„ The New Realities, New York: sistí. Norwood, Ablex, 1986.
Harper and Row. 1989.
>6 Cf. Dreyfus, H. y Dreyfus, S., M ia d O ver M a ­
chine. New York: The Free Press, 1986.

367
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

representación del comportamiento huma­ ■El argumento del Cuarto Chino19, pro­
no, tanto social como individual, o al as­ puesto por J. Searle, es un ejemplo paradig­
censo de un nuevo modelo de racionalidad mático de paieba interna. Desde el exterior,
que nos diera nuevas pautas de coordina­ la caja negra formada por el cuarto, el libro
ción de la acción humana. de instrucciones, el ju eg o de cartas con.
símbolos inscritos y el intérprete, muestran
un perfecto entendimiento del idioma chi­
La construcción interpretativa no. Sin embargo, desde el interior, anali­
de la inteligencia zando el funcionamiento interno del Cuarto
Chino, es fácil ver que no existe entendi­
En este debate sobre los criterios que miento en absoluto, tan sólo la ciega mani­
permitirían calificar de inteligente a un pulación de las cartas con sím bolos de
dispositivo de IA podemos apreciar cómo acuerdo a un juego de reglas. Es tan sólo
se pueden construir a partir de dos inter­ sintaxis sin semántica. El cambio crucial de
pretaciones de las operaciones del compu­ perspectiva aparece claram ente en este
tador o programa: caso. Desde el exterior, el Cuarto Chino en
conjunto mostraría lodos los signos de ser
—En primer lugar, empleando un test
una entidad inteligente. Desde una perspec­
externo (el test de Turing, por ejemplo), la
tiva intemalista, sería difícil defender que el
actividad computacional es descrita en tér­
Cuarto Chino posee estados mentales. Es
minos de comportamiento o performance
decir, las relaciones causales existentes en­
— consecución de una tarea previamente
tre la mente y el comportamiento inteligen­
definida— , normalmente utilizando metá­
te no pueden ser equiparadas a las relacio­
foras de procesos cognitivos.
nes sintácticas que se verifican entre los
—En segundo lugar, desde uh punto de
elementos de un sistema computacional.
vista interno, tomando esta vez en consi­
El uso de tests externos o internos para
deración los mecanismos internos, la for­
evaluar un programa o dispositivo de IA
ma en que la máquina realmente completa
produciría interpretaciones bien diferentes
la realización de la tarea.
del desempeño del m ism o. En el primer
En el test de Turing, la prueba externa caso, se valora ante todo el resultado dd
mejor conocida, la forma de decidir si un proceso. Es decir, el hallazgo o no de una
computador piensa o no es manteniendo solución óptima a un problema que reque­
u n a c o n v e rs a c ió n a tra v é s de un teclado y riría inteligencia por parte de un hombre.
un terminal de vídeo. En este test el térmi­ En el segundo, lo importante no es dar con
no inteligencia es implícitamente definido dicha solución, sino si se ha alcanzado por
como la capacidad de dar respuestas satis­ medio de operaciones intelectivas o pura­
factorias a preguntas arbitrarias. Cualquier mente mecánicas. Por lo tanto, el proble­
caja negra que baga un trabajo lo sufi­ ma para medir el supuesto grado de imeli-
cientemente convincente como para imitar gencia de un ingenio computacional es
a un ser humano en una conversación or­ una cuestión de interpretación, y depende
dinaria sería considerada poseedora de in­ sustancialm ente de cóm o definamos el
teligencia. El test de Turing no presta aten­ metro que vamos a utilizar.
ción a lo que está pasando realmente den­ Como ya hemos visto, podemos distin­
tro de la caja negra18. guir tres formas distintas de interpretar l o

Is CL Casti, Joint L., Paradigms Lost (Images of 19 Tal argumenlo aparece formulado en Scarlc, J..
Man in ¡he Mirror o f Science). New York: William «Minds, Brains and Programs», The Behavioral arJ
Morrow, 1989. pp. 264-5. Brain Sciences, pp. 417-424.

368
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

resultados de la IA. Según Roger Penrose Dicha naturaleza haría im posible que un
£ en su crítica del libro de Hans Moravec computador simulara los procesos físicos
¿:,Mind Children; the Future of Robots and que subyacen a las operaciones mentales, y
^¡■"Artificial lntelligmce, la versión fuerte de la una simulación matemática nunca podría
g^-.IA sostiene que todas las operaciones mcn- sustituir completamente a un proceso mental.
tales son manifestaciones sofisticadas de Esta flexibilidad interpretativa está dan­
¡p complejos procesos computacionales, y que do lugar a una transformación del signifi­
|''"es irrelevanle si tales procesos son llevados cado del término inteligencia y a una ex­
|L .a cabo por un sujeLo humano, un objeto físi- pansión de su referencia. Esta transforma­
-jco o un dispositivo electrónico. No es fácil ción tiene su origen en la oposición frontal
¿i.; encontrar en la década de los ochenta ar- de dos Lipos de argumentos: el primero de
¡f/gumentos que defiendan esta versión. Sin ellos niega la posibilidad de construir má­
J ' embargo, fue dominante durante los años quinas inteligentes porque no pueden re­
¡j; cincuenta, cuando los pioneros de la IA plicar isomórficamente la inteligencia hu­
| (H. Simón. C. Shannon, A. Newell y otros) mana; el segundo defiende que el predica­
conseguían notables progresos en el campo do inteligente puede jer aplicado a los
K. de la resolución general de problemas. computadores redefiniendo el término inte­
f/- Una segunda versión, menos radical que ligencia en términos de procesamiento de
j_. la anterior, y también más extendida desde información. EsLos dos argumentos se ba­
y el fracaso del enfoque idealista de los pri- san respectivamente en la filosofía tradicio­
í-\ meros anos, es sostenida por muchos espe- nal de la mente y en la ciencia cognitiva.
«f. cialistas. John Searle ha sido quien la ha A partir de aquí, el debate actual trans­
i'-- expuesto con mayor amplitud. Según esta ciende la dicotomía entre ambas posturas
§■' - versión, computación no supone conscien- y penetra en el dominio de la interpretación
V. cia, y la simulación artificial de actividades y construcción social, de la realidad , don­
mentales en ningún caso da origen a fenó- de la noción de inteligencia se convierte
menos mentales como dolor, reconocimien- en un concepto agregado, usando la termi­
; to, entendimiento o intencionalidad. No nología de H. Putnam, en el que se englo­
2 ■ obstante, se acepta la posibilidad de una si- ban una diversidad de aspectos, algunos
"122 mulación de la mente que suponga identi- de ellos aplicables tanto a seres humanos
dad funcional, aunque nunca identidad cs- como a ingenios artificiales, y otros reser­
tructural. En otras palabras, si ia mente es vados exclusivam ente para el hombre.
/ un sistema físico, su funcionamiento debe Analizando las distintas interpretaciones
estar regulado por una serie de ecuaciones que se conceden a los logros de la í A es po­
f ■ matemáticas bien definidas, ecuaciones que sible rastrear cómo se produce esta trans­
podrían ser reformuladas analíticamente e formación en el concepto de inteligencia,
'■ integradas en un algoritmo suficientemente cóm o deja de ser un concepto unitario,
complejo. Tal algoritmo sería susceptible cómo su significado es moldeado y redefi­
f de cobrar forma de programa informático y nido por cada una de las partes del debate
controlar un robot, de la misma forma en para adecuarlo a lo que cada uno pretende
que un ser humano podría hacerlo, demostrar. El problema no es ya saber si
f . Una tercera versión más débil afirma un computador puede llegar a ser inteli­
; que la conciencia comprende elementos que gente o no. Lo que se debate es hasta qué
no pueden ser re formulados en términos punto el significado del predicado inteli­
computacionales. En este caso no sólo es gente puede interpretarse o construirse sa-
. imposible una identidad estructural sino cialmente hasta permitir o impedir defini­
' también cualquier intento de simulación tivamente que un día pueda aplicarse a
funcional. El argumento se basa en la natu­ una máquina. El uso de este concepto ma­
raleza no computacional de la consciencia. nifiesta el .mundo social de las comunida­
des científicas directamente implicadas en el concepto de mente, y la mente está fía*
la investigación sobre 1A, y descubre tam­ camente constituida por un sustrato bioló­
bién cóm o nociones fundamentales de la gico, una corporalidad. Los computadores
ciencia actual son fruto del consenso den­ no pueden poseer más que un sustrato
tro de una comunidad científica; y su acep­ electrónico, por lo que no pueden tener es¿
tación o su rechazo por otras comunida­ tados mentales. Por lo tanto, no es justifi­
des. es decir, su universalización, depende cable asignarles el término inteligencia;
más de un proceso de negociación social Este abordaje hunde sus raíces en la teoría'
que de su falsacidn con el mundo natural. cartesiana de la relación entre mente y ma­
H. Dreyfus en su libro What Computers teria. Aun si un computador pudiese simu­
Can’í Do: a Critique o f Artificial Reason lar el funcionamiento de la mente humana,
u tiliza un concep to de inteligencia que seria tan sólo una simulación, no una mente
comprende factores filogencticos, históri­ real. Puede servir como modelo para un es*
cos y sociales. Según su argumento sólo ludio heurístico de la mente, pero no mani­
podríamos aplicar por analogía el predicado festar verdaderos estados mentales. Searle.
inteligente a un computador. En la mente ilustra su teoría, como ya hemos visto, con
humana se verifican una serie de fenóme­ el llamado argumento del cuarto chino, se­
nos, tales como la intuición, que se hallan gún el cual los computadores son tan sólo
más allá de las posibilidades de cualquier sistemas formales no-interprctativos, sin­
computador. Esta diferencia se explicita taxis sin semántica. Pueden manipular sím­
en la distinción entre consciencia margi­ bolos de acuerdo a una reglas sintácticas,
nal y búsqueda guiada heurísticamente. pero no tienen conciencia del significado
Empleando el ejemplo del ajedrez. Drey­ de la información que están manejando.
fus observó cómo un jugador experto utiliza Estos símbolos están cargados de sentido
un tipo de conciencia marginal o intuición para nosotros, pero no tienen significado
no sometida a reglas, y no juega siguiendo intrínseco para el computador.
estrictamente las reglas del ajedrez, como Al final, siempre acabamos encontrando
sería el caso de un principiante. Para ex­ una guerra de palabras en un dominio de
plicar cóm o el jugador experto consigue construcción social del significado de los
hacer esto, Dreyfus postula la intervención términos de la discusión. La forma en que
de la intuición y de experiencias pasadas en se construye el argumento a favor o en con­
esos procesos cognitivos. Generalizando, el tra de.la IA se asienta sobre las definiciones
aprendizaje tiene que ver fundamentalmen­ de estos conceptos básicos: actividad men­
te con la asociación enlre experiencias pa­ tal, intuición, inteligencia, intencionalidad
sadas y presentes. Los computadores no tie­ Sólo cuando el lenguaje que considera que
nen historia, no pueden tener experiencias toda mente tiene que tener un sustrato hu­
pasadas, y por ello tampoco se verifica en mano cambia y habla de inteligencia no cir­
ellos esta conexión entre pasado y presen­ cunscrita a lo humano, se crean las condi­
te. La conclusión es que no poseen la base ciones necesarias para crear una nueva me­
necesaria del fenóm eno de la intuición. táfora de la inteligencia que descubre l a '
Más aún, la intuición no puede ser forma­ capacidad racional del computador.
lizada. mientras que un computador preci­
sa una representación de los datos a proce­
sar basada en el concepto de información El impacto social de las metáforas
formalizada y algoritmos. computa clónales -- .-
John Searle utiliza un argumento parale­
lo. D e fin e el térm ino estados mentales La metáfora del computador inteligente
com o un com ponente de la inteligencia. adquiere una relevancia especial cuando se
Estos estados mentales se identifican con aplica al terreno de la toma de decisiones -

370
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

nlcdsion-niakmg). El computador aparece rítmico ofrece frente al humanístico: la so­


on escena no sólo com o el instrumento, lución algorítmica se presenta a sí misma
sino el paradigma ideal de toma de decisio­ como reproducible, intercambiable, previ­
nes al ser rápido, fiable, capaz de absorber sible, fiable, consistente, acorde a reglas
y manejar cantidades ingentes de informa­ que pueden explicitarse y analizarse, ca­
ción que digiere y transforma sin esfuerzo. rente de prejuicios, desapasionada, neutral
No sólo se utiliza para potenciar este pro­ y científica. Cuando un problema es defi­
ceso, sino que es además una herramienta nible en términos algorítmicos, puede apli­
que expande y amplifica la capacidad inte­ carse el computador como instrumento o
lectual humana, delimitando a su vez el cualquiera de sus metodologías asociadas
área de problemas que pueden ser racio­ para su resolución. Sin embargo, cuando
nalmente tratados, redefíniendo y recor­ un problema no es resoluble en términos
tando la noción misma de problema. Sólo algorítmicos, como es el caso de los pro­
aquello que es susceptible de ser tratado blemas sociales, se aplica en su lugar, con
de forma numérica o simbólica, en térmi­ toda su fuerza explicativa, la metáfora del
nos de valores discretos, cuantitativamen­ computador. El conflicto social queda re­
te, aquello que arroja una solución óptima ducido a un problema de comunicación
única en un número finito de pasos, con entre componentes discretos de un gran
una entrada de datos también definibles en sistema cibernètico-social. Los elementos
forma numérica o simbólica, puede ser de­ culturales diferenciadores podrían ser eli­
finido como problema. minados en nombre de una lógica de la efi­
Aquellas cuestiones que no aceptan tal cacia que convierte al planeta en un gran
reducción, bien en función del carácter de la sistem a sociocibernético perfectamente
particular capacidad de juicio necesario para funcional.
tomar una decisión correcta, bien en función En una socied ad entendida según el
del tipo de datos necesarios — como es el modelo del computador, donde la sincro­
caso de los discursos de alta riqueza semán­ nía y funcionalidad de todos y cada uno
tica propios de la poesía, la filosofía y las de los componentes son factores esencia­
humanidades en general— . son calificados les para su correcto funcionamiento, quizá
de pseudo-problem as, Los problemas se re­ quede cada vez menos espacio para el ser
suelven; los pseitdo-problemas, se disuel­ humano y sus características esenciales: la
ven, según el famoso aforismo de la filoso­ pasión, la esperanza, la falibilidad, el do­
fía analítica terapéutica. lor. «Los lágrimas y las alegrías humanas
Esta forma de modelización de las cues­ san cadenas para la capacidad de la má­
tiones que pueden ser resueltas aplicando quina»10, escribió J. Ellul en La Sociedad
métodos informáticos tiene también una Tecnológica.
influencia en otras áreas fuera del ámbito
de la ciencia y la tecnología. De hecho, las
disciplinas humanísticas y sociales pierden Conclusiones
terreno como saberes con influencia real
sobre la evolución de los acontecimientos. Hemos visto cómo la IA supone la ma-
AI no ser reducibles a formulación mate­ ferialización, la aplicación práctica de una
mática, las ciencias humanas son tachadas teoría de lo humano, de una doctrina, el
de ambiguas y desenfocadas. cognitivismo, con vocación de alcanzar un
Todo ello tiene su justificación en el status científico (ciencia cognitiva). Esta
tipo de refrendo que el pensamiento algo-20 doctrina aporta no sólo un método de ali­

20 Ellul, J„ o.c., p. 138.

371
viar el trabajo humano permitiendo que años por el artículo de P. Slezak «Scienti-
dispositivos electrónico-mecánicos (como fic D iscovery by Computer as Empirical
pueden ser computadores, robots, etc.) Refutation o f the Strong Program» (1989)
sustituyan a1 hombre en quehaceres peli­ sobre el programa BAC ON -3, es uno de
grosos o fatigosos,, o una manera de re­ los debates más curiosos sobre la repercu­
solver problemas de complejidad organi­ siones de la IA en el terreno de la filosofía.
zada, donde un gran número de variables A la luz de esta interpretación, la metá­
interactúan form ando un sistem a que fora de la TA fuerza una transformación del
nunca podría ser controlable por la men­ significado del concepto de inteligencia, y
te humana. Ofrece también un m odelo una expansión de su referencia. Lo que
para entendemos a nosotros mismos, una podemos ver en estos días es más que un
metafísica del hombre, una teoría psico­ proceso de ajuste mutuo entre el compu­
lógica de la mente como un elemento de tador com o metáfora y la d efinición de
ía clase de sistemas procesadores de in­ inteligencia según la filosofía tradicional
formación, y una visión ética sobre las de la mente; es una discusión que trans­
posibilidades de! hombre como transfor­ ciende esta dicotomía y penetra en un do­
mador de la realidad y de sus límites como minio de interpretación y construcción so­
creador. cial en el que la noción de inteligencia se
También se ha destacado aquí cómo ia 1A convierte en un c o n c e p to a g r e g a d o , forma­
sirve de campo de batalla crucial en la dispu­ do por una diversidad de aspectos, unos
ta entre el cognitivismo, que reduce toda de ellos aplicables tanto al hombre como
actividad intencional a procesos y estados al computador, y otros restringidos al ser
internos cerebrales, y los modelos sociolo- humano,
gisias que desplazan el foco de- explica­ Aún queda mucha in vestigación her­
ción al mundo social. Demostrando que un menéutica por hacer en la interpretación
computador puede mostrar comportamien­ de la IA. A quí he analizado la metáfora
to que puede ser calificado de inteligente, del computador como una im agen de la
y argumentando que dicho computador es identidad del hombre. Sin embargo, ésta
un procesador de información completa­ es también una metáfora de control. De­
mente aislado de cualquier factor cultural cir que algo es compulable significa que
o social, la conclusión sería la confirma­ es explicable utilizando conceptos tales
ción del modelo cognitívo. Para la filoso­ como programabitidad. control, entrada-
fía de la cien cia las repercusiones son salida, etc. P r o c e s a m i e n t o d e informa­
igualmente importantes. Si un día se de­ c ió n y p r o g r a m a c i ó n son a su vez térmi­
muestra que un programa de IA es capaz nos muy cercanos a las funciones de c o ­
de realizar un descubrimiento científico, m u n ic a c ió n y c o n t r o l , y estas funciones
es decir, de actuar como nn motor de infe­ son fundamentales para la organización
rencia incontaminado por cualquier in­ de una sociedad de alta tecnología. Esta
fluencia social capaz de inferir leyes cien­ es una de las claves aún por investigar
tíficas a partir de dalos observacionales. desd e la herm en éu tica para aportar al
clin sería un fuerte argumento para refutar hombre una mayor comprensión de la IA.
el Programa Fuerte de la sociología del un paradigma científico que alterará para
conocimiento científico, que afirma que Ja siempre la imagen que tenemos de noso­
ciencia debe ser esuidiada como una insü- tros mismos.
lución social, y que la explicación del ori­ En definitiva, el peso específico que las
gen, aceptación y rechazo de las teorías imágenes, modelos y metáforas extraídas
científicas debe buscarse no en el mundo de la informática y la IA tienen en el mun­
natural sino en el mundo social. Esta po­ do contemporáneo, puede favorecer una
lémica, abierta sobre todo en los últimos serie de tendencias dignas de no ser pasa-

m
INTELIGENCIA ARTIFICIAL

das por alto. Entre las que revisten particu­ bilidad del procesamiento automático de
lar importancia he recogido a modo de re­ la información hace que sea inadecuado
sumen las siguientes21: para analizar las situaciones humanas,
pues su fonnalización deforma la realidad
— El papel cada vez más importante de
del hombre; pretende encajarla en un mun­
la informática en la vida social puede su­
do matemático cuando no hay prueba al­
poner un desafío hacia el conocimiento y
guna ni indicios bien fundados de que sea
la estima que el hombre tiene de sí mismo.
matematizable. Además, expresar el cono­
El fenómeno de la IA nos obliga a reexa­
cimiento en forma numérica puede hacerlo
minar nuestros criterios sobre lo que es es­
m enos am biguo, pero no por ello m ás
pecíficamente humano. Cuanto más espec­
acertado. El aspecto cuantitativo de los he­
taculares son sus resultados, más pequeño
chos no es el más significativo, sino el
se vuelve el conjunto de atributos que de­
más sencillo de calcular, el que mejor se
finen exclusivamente al hombre. Este te­
adapta a la forma de p e n s a r de la compu­
mor adquiere su formulación más explícita
tadora.
en las obras de ficción científica en que se ¿

predice la creación de ordenadores inteli­ La inercia a amoldar nuestro pen sa­


gentes y robots que rivalizan con el hom­ miento a la eficacia y la lógica del compu­
bre y pueden llegar a sustituirle en el papel tador podría ir así en contra del carácter
de especie dominante. activo de ía adaptación humana, que no es
— La IA también influirá sobre las metá­ una adaptación al medio sino una trans­
foras y los conceptos que utilizamos para formación del medio para que se adapte a
comprendemos a nosotros mismos y a la so­ nuestros criterios de n e c e s id a d . Sin em ­
ciedad. Las rafees racionalistas del pensa­ bargo, es necesario destacar también la d i­
miento occidental nos predisponen a aceptar mensión social complementaria a este fe ­
la comparación en los términos que la infor­ nómeno. A l poder definirse al com pu­
mática impone. Pensar en el hombre como tador como una m á q u in a u n i v e r s a l . una
un autómata es algo que se proyecta desde herramienta sin uso prefijado, no debe­
Descartes hasta las ciencias del comporta­ mos contemplar tan sólo la posibilidad de
miento en la actualidad, particularmente el una adaptación en sentido literal del hom­
cognitivismo. El concepto de p ro c e so d e in- bre al computador, sino también de una
f o m a c i ó n se aplica así regularmente al es­ adaptación a los modelos que otros hom­
tudio de los fenómenos de percepción. Del bres han creado adaptando el computador
mismo modo, las sociedades tienden a estu­ a sus propios fines. Esta introducción de
diarse como modelos cibernéticos o como dim ensiones humanas supone en cierto
sistemas de proceso de información. sentido una a n ír o p o m o iftz a c ió n del compu­
— El auge de la IA acentúa la importan­ tador previa a su utilización para convertir­
cia del conocimiento formal y cuantitativo se en un patrón no-humano de pensamiento
—expresable numéricamente— en detri­ y acción. El problema no está exclusiva­
mento del conocimiento cualitativo. Para mente en la adaptación humana al compu­
que un sistema computerizado pueda pro­ tador, sino en la a d a p ta c ió n in v e r s a que se
cesar información, ésta debe ser previa­ produce en el anónimo som etim iento a
mente extraída y desgajada de su contexto los modos de pensamiento y a los valores
pragmático, a fin de obtener un significado de aquellos que están detrás del computa­
unívoco, claro y preciso. La falta de flexi­ dor.

:i Cf. Lcnk, K~ en Friedrich.*;, O.. Sdiaff. A.. M :- V fic iv c ii’ciró n ica y sa cied a d , p a r a b i a i o p a r a ¡mi/.
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Interculturalidad
1. Planteamiento do otra ruta hacia un relativismo mitigado,
analógico, el cual permita aún hablar dea
Ahora se ve con mucha suspicacia la ciertos fundamentos (analógicos también);
pretensión de encontrar fundamentos para y que nos ayudará a encontrar, a través de
algo. Pero quisiera hacer una reflexión una interpretación o hermenéutica de tipo
acerca de los fundamentos que pueda tener analogista. las bases de la Interculturali­
una hermenéutica filosófica de la cultura. dad, del diálogo entre 1as culturas, las cla­
Y tal parece que lo primero que hay que ves de su Lraducción. de su comprensión,
descartar es un fundamento absoluto. Si de su convivencia y hasta de sus mutuos
por ello se entiende un fundamento com­ beneficios e intercambios. Pero comence­
pletamente claro y distinto, inamovible y mos por poner un coto a ese relativismo
monolítico, es decir, unívoco, acepto que que pugna por escaparse de nuestras ma­
hay que dudar de él. Pero también creo nos epistemológicas.
que se puede arrimar algún fundamento
sólido para la labor que se nos presenta.
La ausencia de fundamento absoluto lleva 2. F renando la diáspora: hacia
a algunos a la relativización de cualquier u n re la tiv is m o an aló g ico
fundamento, es Lo es. a !a postulación de
un relativismo completamente carente de Decir que «todo es relativo» puede ser
fundamentación. Trataré de hacer ver que ta n to una c o n tr a d ic c ió n en los términos
se puede hablar de fundamentos que no como una tautología vacía. Pero también
sean absolutam ente diáfanos, pero que se puede decir que «algo es relativo», o
tampoco se diluyan en la atomización del que «no todo es relativo», y esto es una
relativismo total. postura intermedia. Lo primero es un rela­
Tal vez convenga decir, en prevención tivismo absoluto, y es el que resulta contra­
de la acusación de incurrir en meta-relato, dictorio, mientras que un relativismo relati­
o me la-narración, que aquí se trata más vo es sostenible. como el segundo o inter­
bien de dia-relato. o di a-narración. En medio. Si el «Todo es relativo» se entiende
lodo caso, será una d ia-filosofía com o como algo unívoco, es contradictorio y au-
meta-filosofía posible. Haremos un ejerci­ torreftitante: si se lo entiende de manera
cio de dia-filosofía, y no sólo de meta-filo­ equivocista, no pasa de ser una tautología
sofía univocista y om ni abarcadora. En este que no dice nada. Pero si, con una actitud
ejercicio dia-Hlosófico aplicado a la inter­ analógica, se dice que «algo es relaiivo».
pretación de las culturas intentaremos fre­ se preguntará uno qué tipo de relativismo
nar la diáspora que se ha dado hacia el re­ es el que existe, y se llegará a la postula­
lativismo absoluto o equivocista. ofrecien­ ción de un relativismo relativo, el cual es

376
INTERCULTURALIDAD

} inclusive una postura de sentido común, traducción de una a otra. Pero se da; si no,
b'.'.un «sano» relativismo. Y es una postura tendríamos que ver como imposible la tra­
"moderada, que se esclarece según el con- ducción de individuo a individuo. Que no
•- texto. podemos entendemos siquiera entre noso­
i ' ¿ Q u é significa un relativismo relativo? tros, los de una m ism a cultura. Porque,
U Significa, en primer lugar, relativizar el ¿qué garantizaría que no fuera también
propio relativismo, lo cual lleva a decir ficticia la com unicación intersubjeliva?
r que no todo es relativo, que hay muchas ¿Qué podría detener el relativismo hasta el
!.. cosas que son relativas, pero también al- individuo? A lgo se recupera del sentido
s--: gunas otras que tienen carácter de absolu- del otro, en la traducción.
to, aunque sea unas pocas. Unas cuantas Iíay, por eso, algunos universales cultu­
nociones y principios (y, por ende, esen- rales, hay cierta identidad transcultural y
?. d a s)1. Un relativismo absoluto dice que transíndividual, que permite la 'comunica­
" todo es relativo, un absolutismo absoluto ción. En esta actividad comunicativa se
dice que todo es absoluto, un relativismo nota que es preciso compartir cienos uni­
- relativo ha de decir que ni todo es relativo versales o presupuestos transculturalcs y
ni todo es absoluto. Los extremos resultan transcomunilarios y iransindi viduales para
. aquí insostenibles (decir que todo es relati­ que sea incluso posible ella misma. Algu­
vo o decir que todo es absoluto), y es me­ nos dicen que esos universales son dados,
jor decir que hay cosas que son relativas y otros prefieren decir que son construidos
otras que son absolutas. Aún más, en un mediante el diálogo, el acuerdo. Sea lo que
.. relativismo analógico la mayoría de las sea, por ahora no nos meteremos a esa pro­
cosas son relativas, y sólo muy pocas son longada discusión de si son innatos o ad­
absolutas. A sí no hay peligro. Y lo son quiridos. Lo cierto es que, aun aceptando
porque la analogía implica cierta igualdad, que se adquieran por discusión y por acuer­
pero en ella predomina la diferencia. No do, hay unos cuantos universales y absolu­
puede, pues, predominar lo absoluto, lo tos que posibilitan y que rigen la discusión.
- - igual, sino que habrá de predominar lo re­ N o se puede pensar la discusión antes de
lativo. lo diferenie. Cómo cabe la diferen­ ellos, y la verdadera discusión fructífera
cia. es algo fácil de entender y de aceptar, sólo comienza cuando se han acordado,
Ja experiencia atestigua la diversidad entre asumido. Supuestos éticos de veracidad y
individuos, com unidades, culturas, etc. buena voluntad en el diálogo: supuestos
Cómo cabe la unidad, es algo más difícil metodológicos del modo y camino como se
de entender y de acepLar: pero vemos tam­ hará la discusión, siguiendo c ie r ta s reglas y
bién por la experiencia que podemos co­ sin cometer trampas, falacias. Mas, aunque
municarnos con otras culturas y comuni­ se llegue a ellos por discusión, son los mis­
dades, a pesar de que hay una inevitable mos que posibilitan y forman la verdadera
pérdida en el sentido cuando se hace la discusión. (Son tan indispensables, que se

1 Por ejem plo, una de estas nociones es Ja de verdad no es definible de manera adecuada. La ver­
verdad, com o algo absoluto e independíenle de los dad es, al parecer, un concepto primitivo par c.nr-
contextos (que incluso posibilita los contextos). Re­ ilt-nce en cualquier contexto epislémieo — tan pri­
párese en este argumento (que puede sonar a mezcla mitivo— que, ni puede ser definido, ni puede ser
de argumento formal y de argumento trascendental, abandonado. Es. si >c quiere, una condición de posi­
por ¡a condición de posibilidad del conocimiento, bilidad de toda actitud epistcnticn. tan fundamenta]
pero que a m í me parece concluyente) de Carlos que no se puede buscar nada detrás de ella, sino que
Ulises M oulincs: «Está bien seguir creyendo que todo lo que se diga sobre la naturaleza del conoci­
hay proposiciones y que hay proposiciones verdade­ miento viene después de ella» (Pluralidad y i ncur­
ras. aunque probablem ente Fregc tenía razón a! sión. Estudios epistemológicos. Madrid: Alianza.
considerar que probablemente la noción general de 1991. p. 1S4).

377
INTERCULTURALIDAD

nos antoja que no se producen por la discu­ también en la teoría. Es el sentido corU é 1
sión. sino que por ella sólo se llega a expli- actuando de manera formal, según su fcj
citarlos. y están implícitos incluso antes de mal idad propia. Y da un consejo set
ella, la hacen posible y útil.) Enrique Lynch, cuando concluye así ¡
A sí com o ahora se habla de «ética míni­ Lrabajo: «Se trata, pues, no tanto de ofi**'?
m a». con unos pocos universales obteni­ cer aquel frente común contra el rctalivfegj;
dos por acuerdo, es decir, unos cuantos mo que fue tradicional en la historia de I»'
valores y normas que la mayoría acepta, filosofía, sino de advertir que el relativi** j
así también podría hablarse de «ontología mo presente no tiene nada que ver con elj
m ínim a», con un conjunto muy reducido viejo adversario de los racionalistas. Que^
de conceptos universales y principios ab­ lo propio de aquél era su carácter absoluto,
solutos que se aceptan, y desde los cuales excluyeme, mientras que lo propio de éste
tiene sentido construir algo. Pero entonces es su naturaleza relativa. Explorar en quéj
ya no hay un relativism o total, ahora se medida esa naturaleza relativa, que a Ufl ¿
tiene un relativism o moderado, que a m í tiempo afirma y relativiza nuestra referen­
m e parece aceptable y que m e perm ite cia al mundo m anteniéndonos ligados a'
construir una teoría de la argumentación y nuestra propia singularidad y a la íntima C ,
hasta una metafísica. A mí me ha gustado instransferible responsabilidad de nuestra ‘
llamar a este relativismo «relativismo rela­ referencia al mundo, es una vía que se nos
tivo», al ver que «relativismo absoluto» es abre en el siglo que comienza y que no po-e
contradicción en los términos y locución demos soslayar» (p. 19). Muy cierto.'Es
que se autodestruye, ya al nivel sintáctico cieno que no se tiene que optar por un re­
y sem ántico, y mucho más en el pragmáti­ lativismo absoluto para evitar el absolutis­
co y performativo. En 1991 lo llamé «rela­ mo. No necesariamente se tiene que opo­
tivism o analógico», y en 1993 «relativis­ ner el equivocismo al univocismo ni vice­
mo relativo» o «relativismo débil»2. Pero versa. Hay más opciones. A la alternativa
el nombre que más me gusta es el de «re­ que yo veo le doy el nombre de analogis­
lativism o analógico». Creo que es el más mo. La analogía es difícil. N o se trata de
exacto y además se corresponde con el de una analogicidad fácil y simplista que se
«relativismo relativo». l i e encontrado algo coloca a media distancia entre el univocis­
semejante en un trabajo de 1995 de Enri­ mo y el equivocismo, sino de una analogía
que Lynch, intitulado «Un relativo relati­ que cumple con su propia definición, de
v ism o » 3. Sobre este relativo relativismo estar entre la univocidad y la equivocidad
d ice: «En e ste co n tex to , tanto sea para predominando la equivocidad. Lo difícil
comprender la esencia del individualismo es man tener la diferencia: conocerla y res­
d e m o c rá tico com o para sob rellevar las petarla. Pero se puede hacer sin irse nece­
condiciones históricas actuales, las postu­ sariamente al equivocismo.
ras relativistas se nos presentan casi como Pero también el relativismo relativo tie­
una norma prudencial, una regla de senti­ ne sus enemigos. Algunos consideran que
do com ún» (p. 14). Lynch alude a la pru­ no se puede sostener un relativismo relati­
den cia, y e so lo acep to y lo aprovecho vo, que cualquier relativismo, por modera­
para lo que m e interesa. Precisamente la do que sea. va conduciendo indefectible­
prudencia es la factora y aplicadora de la mente al relativismo total. A sí lo ve Ben
an a lo g ía , sobre todo en la praxis, pero Ami Scharfstein, quien dice que, una vez

- Cf. M. Beuchot, «The Limits o f Cultural Relati­ p. 169; el mismo, «Postmodemidad y cristianismo»,
vism: M etaphysics in Latin Am erica», en M. Dascal en Cuestión Social (M éxico), n.” I (1993), p, 102.
(ed.), Cultural Relativism and Philosophy. North and 3 En Revista de Occidente, n.° 169, junio 1995,
Latin American Perspectives, Leiden; E.J. Brill, 1991, pp. 5-20.

378
IN T E R C U L T U R A L ID A D

,jac ■
a' admite que un enunciado requiere pológico, que expone con los nombres de
¿r un contexto para ser entendido, este «ernie» y «cric» (designando el primero lo
cvmevto remitirá a otro contexto, y éste a que es interior a !a propia cultura y. por
aóu. y así al infinito4. Pero no creo que se tanto, esencial y valedero, y designando el
dcvrncadene esta progresión infinita. Exis­ segundo lo exterior a la propia cultura y.
te b posibilidad de demarcar los límites de por tanto, esencial y valedero, y designan­
una interpretación, es decir, el tope al que do el segundo lo exterior a la propia cultu­
ka de llegar, para que no se vaya a un infi­ ra y, por tanto, fenomenico y propedèuti­
nito de interpretaciones ni de contextos: y co), dice que ante la diversidad cultural
c¡te tope se puede poner tópicamente, por hay tres posibles posturas no sólo gnoseo-
¡a comunidad de hablantes, c incluso por Iógicas, sino on tológicas, y son las si­
los mismos dialogantes. Es el meta-tópico guientes: (a) Una ontología antropológica
o día-tópico de esta tópica, el que permite univocista, como la del racionalismo, que
incluso la aplicación de todos los demás dice que todas las culturas son. en esencia,
tópicos, sean principios o reglas, a la dis­ idénticas, y traducibles sin perjuicio de su
cusión. Es un estar situado. Ya que «tópi­ independencia distributiva. Hay universa­
co» significa «lugar común», la parte de les culturales y un patrón o tabla universal
lugar que tiene le es dado por la comuni­ de categorías culturales. El piano emic es
dad a la que sustenta, y con ello mismo se el de los fenómenos que habrá de condu­
sustenta ía interpretación y el d iálogo. cirnos al plano esencial, correspondiente a
Muchas veces se olvida que la metafísica esa tabla categorial. (b) Una ontología
aristotélica es tópica, que inclusive echa equivocista, como la del relativismo, que
mano de la retórica, y en todo caso es dia­ dice que todas las culturas son heterogé­
lógica, por lo que hace a sus principios, neas e irreducibles, mutuamente o a un
que son lo más constitutivo de ella. No es tertium. Es un «megarismo». Cada cultura,
una axiomática; eso es ya la aplicación incluida la propia y la de la «comunidad
descendiente y epistémica de esa sabiduría de los antropólogos», son independientes e
que es antes que todo ascenso hacia los intraducibies, sin perjuicio de sus conexio­
principios. Pero ese ascenso, esa ascesis. nes interculturales, (c) Una ontología dia­
se da como ascesis de la discusión, en el léctica, que rechaza la uniformidad y su­
diálogo, tópicamente y hasta retóricamen­ braya la heterogeneidad de las culturas.
te llevando al interlocutor a ver lo que uno Pero no es equivocista por no aceptar los
ve, no imponiéndole el que lo vea, o argu­ supuestos megáricos, sino que trata de in­
mentándole por lo que no ve. Eso haría al tegrar lasículturas con base en la teoría de
diálogo perder su carácter de tal. La mis­ la evolución. No adopta una perspectiva
ma analogía es analógica y dialógica. Sólo metamèrica, según la cual se da un siste­
se puede aplicar con analogicidad, es de­ ma de esencias supraculturales, esto es, de.
cir, con diferenciación, y eso sólo se logra una cultura abarcadora de todas las otras,
en el diálogo, en la transacción intersubje­ sino que adopta una perspectiva diaméri-
tiva que evite la cerrazón solipsista. ca, que acepta la heterogeneidad y la no
Gustavo Bueno, al analizar las tesis de com pleta traducibilidad, pero que habla
Kenneth Pike acerca del relativismo anlro- de una diferente potencia abarcadora de

4 Cf. B .A . Scharfstcin, «On the Rationality o f hace a la idea de contexto difícil de manejar, porque,
Context, or, How R ational Attention to Context si no la limitamos, ya sea de manera intuitiva, ya sea
Leads to Total, irrational Relativity», en S. Bide (man de manera arbitraria, es irrestricta por cualquier lím i­
- B.A. Scharfstein, Rationality in Question. On Eas­ te natural propio. Esta falla de límite natural es la ex­
tern anti Western Views o f Rationality, Leiden: BriJl, plicación abstracta de muchos de los problemas en
1989, p. 77: «El m ism o intento de ser consistente los que desembocamos.»

379
cada una de las culturas. De acuerdo con la que ha mostrado ser la más avanzada,
ello, «la diversidad de los sistemas cultu­ sobre todo por sus ideales de los derechos
rales no alcanza ahora un sentido mèra­ humanos. Es la que ha mostrado resistir
mente distributivo, puesto que la diversi­ los embates de la crítica dialógica, y es
dad es ahora la misma interactividad con­ asimismo la que' se ha mostrado como la
flictiva de las partes diferentes en cuanto a que ha atinado a los ideales más elevados
su potencia abarcadora, de las distintas de la humanidad6. En cierta manera nos
culturas. La ontología dialéctica reconoce recuerda lo que dice Gustavo Bueno: ten­
ampliamente las tesis del relativismo cul­ dríamos que glosarlo diciendo que la éti­
tural. Sencillamente no concibe este relati­ ca occidental europea se ha mostrado
vismo como uniforme y simétrico: entre como teniendo mayor potencia abarcado­
las diversas culturas o sistemas culturales ra que las otras, es más potente que ellas,
(.lenguas, sisLemas de numeración, siste­ y por e so se puede erigir no tanto en
mas tecnológicos, etc.) median relaciones meta-ética de las otras, sino en día-ética
asimétricas en cuanto a los grados de po­ de las mismas. La dia-filosofía no se re­
tencia úbarcadora. Unas culturas o siste­ duce a meta-filosofía univocista, aspira a
mas culturales son más poLentes que otros, ser analógica. En parte esto fue lo que hi­
pero en diversas líneas, y gracias a ello cieron con el cristianismo los misioneros.
pueden ser analizados los unos por los Aunque, hicieron más: un mestizaje de lo
otros. Si Whorf habla de la lengua hopi es cristiano y lo autóctono, de manera que el
porque la gramática del ingles es más po­ cristianismo fuera la dia-cultura desde la
tente que la del hopi — no hay un Whorf que se juzgara a las otras.- Pero, al hacer
hopi hasta la fecha— y es absolutamente el mestizaje, ya no sólo se enjuicia y se
gratuito, y aún absurdo, afirmar que con el evalúa, sino que se comparte y se partici­
lenguaje hopi se pueden describir «Lodos pa; se preserva en lo esencial y se re-in-
los fenómenos» (salvo que los lím ites de venla o recrea en lo que puede adaptarse
esa totalidad sean precisamente los de la y adoptarse. Hay pérdida, pero no des­
cultura hopi)»5. Yo encuentro que la «on­ trucción completa. El enriquecimiento no
tología dialéctica» de Gustavo Bueno tie­ es unívoco; una de las culturas tiene que
ne las mismas pretensiones que lo que yo perder más en la creación de esc otro, ese
he llamado «ontología analógica» (la cual, tercero.
por los términos tradicionales mismos, se Con esta m eta-filosofía o dia-filosofía
aparta de la unívoca y la equívuca, pero se analógica, y con esta perspectiva analógi­
acerca más a la equívoca, esto es., conser­ ca de universalización, se pueden evitar
va más la heterogeneidad y la traducción las posturas extremas y simplistas de que­
con residuo o perdida, que la identidad y rer que todo se pliegue a una sola raciona­
la traducibilidad completa). lidad, o de querer que Lodo sea diáspora de
Esto último se parece al procedimiento sistemas o culturas inconmensurables e in­
que sigue Karl Otto Ape! para universali- traducibies. La traducción — que en la ma­
zar en ética. Se encuentra con el problema yoría de los casos es sólo analógica— per­
de que tiene que hacerlo a partir de una mite comunicación y universalidad. Es el
ética particular. Y postula que tiene que entendimiento mutuo entre individuos y
hacerse a partir de la ética de la tradición comunidades distintas, que preserva las di­
occidental, inclusive la europea, porque es ferencias (y aun las resalta), pero buscuu-

? G. Btieno, Nosuims y alias. Ensayn de recons- ù Cf. K.O. Apel, «Do Wc Need IJniversalisiie Ediles
inuxidn de hi distincian emic/r.tic de Pike , Oviedo: Today or Is This Just Eurocentric Power Ideology?.., en
Pentulla. 1990. p. 106. U n iv e rsim , 3512 ( 1993), pp. 79-S6.
£ do lo que de idéntico o de semejante se neo para todas, reabsorbiendo la Intercul­
¿"pueda encontrar en ellos, enLre todos. El turalidad en ese esquema y buscarla sin di­
l- hecho de que hay diferencias es innega- ferencias. com o aristas que tienen que ser
| ble; pero el hecho de que hay elementos borradas hasta desaparecer. O también se
£• idénticos o por lo menos semejantes tam- puede mirar la Interculturalidad de una
v bien es innegable, so pena de no poder ex- manera equívoca, lo cual a primera vista
y.plicar la comunicación (por poca que se parecería el mayor respeto por la diversi­
quiera), y de quedar todos aislados, y que dad, la permisión de las diferencias y ia
:: entonces no tenga caso ni siquiera iniciar tolerancia con el disenso. Pero tampoco es
• el diálogo. así. Esto es taxi pernicioso como el univo-
cism o, pues, a la larga, lo que em pieza
siendo múltiple y diverso por su equivoci-
■ 3. Filosofía e Interculturalidad dad, acaba fu sio n á n d o se en un m ism o
conjunto, un conjunto muy ambiguo, en el
Tenemos que extraer una respuesta de que todo es igualmente válido, y se tiene
i la Filosofía al problema de la Intercultura­ el caos, la univocidad en lo caótico del re­
lidad. A mi parecer, este problema se ins­ lativism o absoluto. Y así vem os que la
cribe on uno más amplío, que es el de la univocidad lle v a a la equivocidad, y la
oposición entre universalismo y particula­ equivocidad a la univocidad. Los extremos
rismo. tal como se trata ahora en la filoso­ se tocan.
fía más reciente, pero que es algo ances­ En cambio, si en lugar de una postura
tral en su historia. Y algo que me parece univocista y otra equivocista, se adopta
■ muy relevanLe y que se ha olvidado, es la una analógica, creo que se puede tener
dinámica y la diferencia entre la universa­ una perspectiva mejor. A sí como en la teo­
lización unívoca. la equívoca y la analógi­ logía hay una analogía f¡ de i, y en la filo ­
ca. Todos recordam os las n ocion es de sofía una analogía entis, la analogía se
univocidad, equivocidad y analogía, que aplica a la integración intercultural en la
vienen en los viejos manuales de lógica; universalidad analógica. Es una universa­
pero yo añadiré además algunas pocas lidad a posteriori, no a priori, lograda por
precisiones que no traen esos manuales, y ía con v iv en cia y la intersección de las
que son precisamente las que resultan más culturas, por una especie de mestizaje cul­
útiles. Viene muy a cuento destacar y dis­ tural. Como es sabido, la analogía es en
tinguir estos tipos de universalización, parte unívoca y en parte equívoca, pero en
pues son muy diferentes las formas en que ella predomina la equivocidad. En efecto,
se ha buscado la integración de la Inter­ es simpHciter diversa et secnnditm quid
culturalidad en un discurso que por sí eadem, según la fórmula del cardenal Ca­
mismo pretende universalidad, o por lo yetano y de S.M. Ramírez. Esto significa
menos mayor universalidad (dia-filosófi- que la analogía permite dar cuenta de la
co). Y podemos decir que en el caso de la diversidad cultural sin caer en el relativis­
filosofía llegamos a encontrar algo seme­ mo absoluto del equivocism o; pero tam­
jante a lo que ocurrió en algunos casos de bién da cabida a lo universal, sin caer en
la evangelización religiosa: encontró un el absolutism o absoluto del univocism o.
mestizaje con culturas particulares que, en Más bien lo que quedaría de su aplicación
lugar de destruirse, se enriquecieron mu­ sería un relativismo relativo o analógico,
tuamente. un sano relativismo, acorde con el sentido
Se puede atender a la Interculturalidad común y con la presencia de la particula­
de una manera unívoca, lo cual propia­ ridad, la contingencia y la multiplicidad
mente es no atender a ella, sino pretender en nuestra filosofía, junLo con lo necesa­
imponer un esquema unitario y homogé­ rio. absoluto y firme, que es muchísimo

3S1
IN T E R C U L T U R A L ID A D

menos (y con cierta absolutez que hay que diferencias en hábito, aunque no en
precisar), frente al predominio de lo con­ o, si se quiere, en acto signado, aunque•£
tingente y plural, que exige la analogía en acto ejercido. Ambas formuIacíwKi
misma. pueden usarse y de hecho eran usada* l t
Se trata de conjuntar lo universal y lo la tradición tomista. No sé si es la roñal
particular, sin borrar o destruir a ninguno ambición que tendrá después Hegel eft lf
de los dos, aunque sí dando predominio a que él llamaba el «universal concrcío*s
uno de ellos, a saber, lo particular y con­ Pero lo que sí sé es que es una ambiddl
creto. Y esto sólo puede lograrlo el uni­ que tengo de que se abandone la conccp-
versal analógico, que va más allá del uni­ tualizaeión univocista que ha sido príviá*
versal unívoco (como el de la lógica y la va del positivismo, y se llegue a una fique*
matemática), y llega a las ciencias o sabe­ za conceptual más amplia, pero sin caerea
res de lo más vivo y existencial o concreto, la conceptualizacíón equivocista que cun­
como son las ciencias humanas, las disci­ de en los relativismos posLmodernos. El
plinas sociales y aun morales. Lograr lo una ambición de sujetar la vertiginou
universal sin perder lo particular, o con­ corriente de lo diverso y plural, mas cu
servar lo particular sin renunciar a una un punto moderado de equilibrio, movedi­
proyección hacia lo universal, parecería zo y casi fugaz, pero suficiente para cono­
una empresa condenada al fracaso, algo cer la realidad sin traicionarla, sin impo­
casi imposible. Pero es justamente lo que nerle esquemas. El universal analógico
trata de hacer el universal analógico, el agrupa y reúne sin anular todas las dife­
concepto múltiple, en el que no se puede rencias. como el mestizaje, es un híbrido,
sin más abstraer borrando las diferencias no pueden perderse de vista en él los indi­
particulares, como se hace con el univer­ viduos con sus diferencias. Aunque es un
sal lógico, sino com o en el universal me­ universal, en él no se prescinde completa­
tafisico y en el universal moral (en el cual mente de los individuos, ni en el plano in­
se conjunta tanto lo ético como lo políti­ tensivo ni en el extensivo.
co, según quería Aristóteles). No se desdi­ Algo que encontramos en líneas nuevas
bujan las diferencias, la alteridad, lo otro, de pensamiento, como la de Apel y otros,
sino al contrario, se resaltan, se cuidan y se y que ya marcaban Aristóteles y Sanio To­
subrayan, porque lo análogo es, según diji­ más, es que la analogía se consigue me­
mos, preponderantemente diverso. Es lo diante el diálogo, es dialógica, En efecto,
que ocurre en la convivencia, en la partici­ la analogía es eminentemente tópica (por
pación y en el mestizaje. Lo que se engen­ no decir que también retórica y poética,
dra en ellos conserva algo de semejanza, com o se ve en la analogía metafórica).
pero resulta con más diferencias respecto Estamos acostumbrados a considerar el
de lo que le antecedió. Es algo nuevo, lo sistema analógico como un sistema mono-
análogo es una especie de mestizo. lógico, recibido, cerrado, puesto en papel.
La analogía, como sabemos, es simple­ Pero no es así. Tanto la polémica griega
mente diversa y según algún respecto la como la quaesiio medieval eran diálogo;
misma (simpliciter diversa et secundum en mayor o menor medida, pero tenían
quid eadem). Ya resaltamos lo diversion, una estructura dialógica, tópica, no axio­
la diversidad, que es propia a la analogía, mática, como quiso ser en la modernidad.
lo que tiene como más propio. Ahora vere­ Nos hemos quedado con esas herencias de
mos el ingrediente de mismidad (eadem), la modernidad de sistemas axiomáticos
en donde se da la universalidad. Cierta­ racionalistas en los que todo es calcula­
mente no es una universalidad unívoca, lo­ ble; y el cálculo es actividad monológica,
grada por eliminación de diferencias, sino no hay lugar para el diálogo. No. Aquí
una universalidad rica, que mantiene las tiene que abrirse la analogía a la dialogi-

382
INTERCULTURALIDAD / INTERPRETACIÓN DEL SENTIDO V MÚSICA

que siempre tuvo en sus orígenes rezca una destrucción im positiva, sino
y en sus desarrollos medievales. una construcción o reconstrucción confor­
PioK'dcidad que es la misma con ia que me a límites inteligentes. La analogía es
wr ejerce esc equivalente suyo en la ética un híbrido, un mestizo; para muchos, el
qee es !a prudencia, la frónesis, la cual m estizo es un bastardo. Muchos ven la
lóln se halla en la intersubjetividad. Es analogía como un bastardo: ni lo uno ni lo
„muiio la manera en que se produce el otro; más aún, es más lo otro, la pira cul­
ít.c'Mízo. el tíiiálogon: interactuando amo­ tura; pero lo cierto es que el mestizaje
rosamente, en un diálogo y una conviven­ cultural es el único que nos llevará a la
cia, las dos culturas. comprensión y a la comunicación entre
las culturas. Por eso mismo, un modelo
analógico de la hermenéutica y del diálo­
4, Síntesis go entre las culturas, que está por cons­
truirse, tendrá mucho que aportarnos. Tal
Universalidad y particularidad, unicul- vez ese mestizo híbrido sea el que nos dé
luralidad e intereultmalidad, Todo ello es­ la clave de la interpretación de lo intercul­
pera de nosotros un tratamiento analógi­ tural, que también tiene mucho de híbrido
co. ponderado, fronésico y no frenético, y que además presume de esa riqueza es­
que nos haga capaces de respetar lo diver­ piritual, ya que no material sino de cultu­
so y múltiple, sin perder la unidad de lo ras mezcladas y encontradas, que tiene lo
universal. Esta actitud analógica nos per­ mestizo, lo analógico.
mitirá integrar sin excluir, sin hacer que
las pérdidas sean tantas, que más bien pa­ Mauricio Beuchot

Interpretación del sentido y música


i. Sentido sim bólico puede observarse que naturaleza y cultura,
como ya señaló Lévi-Strauss, no se opo­
Yo definiría el sentido como la sutura nen, sino que se componen: la naturaleza
simbólica de la fisura real, restañando de dice cultura y la cultura códice naturaleza.
este m odo la e sc isió n originaria de un Lo cual es importante a la hora de pensar
modo no menos originario. En efecto, te­ lo simbólico no como algo meramente cul­
nemos, por una parte, la vivencia primige­ tural casi ajeno a la realidad y. por tanto,
nia de la fisura, escisión o partición de lo artificioso, sino como algo que emerge de
real en ser y ente, mundo y Dios, incons­ la naturaleza y está enraizado en su viven­
ciente y consciencia, vida y muerte, bien y cia prístina.
mal, arriba y abajo, derecha e izquierda, El sentido como sutura simbólica de la
destino y libertad, masculino y femenino, fisura real, así pues como com-partición
día y noche; pero, por otra parte, obtene­ suTTeal (que no irreal) de la partición real,
mos la experiencia primordial de la sutura arribando el sentido al encuentro de lo su­
o mediación de los contrarios a través de blime entendido como sublimación de lo
su mutua coim p licación. Podríase decir subliminal, abyecto o caído. Por ello, el
que la fisura o rajadura de lo real es natu­ sentido no obtiene una relación de confor­
ral, mientras que su implicación seria cul­ m ación o adecuación c o n la realidad,
tural; ahora bien, en esta m ism a visión como la verdad, sino una relación de ina­

383
INTERPRETACIÓN DEL SENTIDO Y MÚSICA

decuación o disconformidad precisamente lación/religación sim bólica, así pues de


respecto a su enajenación o alienación, identificación simbólica de las diferencias.
fundando el reino imaginal de la sutura-
ción o coni-partición. Pero de nuevo irna-
ginal no significa jmaginario-fantástieo de 2. Interpretación musical
tipo irreal (fantasmagórico), sino transra­
cional; transracionalidad que no nos lleva Identificación simbólica de las diferen­
tampoco a ningún m isticism o irracional cias: esta definición del lenguaje simbólico
(mistificación), sino a un comportamiento conviene especialmente al lenguaje musi­
relaciona1 típico dij lo simbólico. La trans­ cal. que, en su rclaciocinio tonal, reúne las
racionalidad del sentido tiene que ver con diferencias cromáticamente. La música,
la trascendencia que expresa frente al sig­ como ha mostrado en Eranos-30 (J 961) el
nificado inmanente al signo (semiótica). hermeneuta Victor Zuckerkandl, sería el
Esta trascendencia del sentido puede tema- lugar de la manifestación del ser (en nues­
rizarse o bien como exterior a lo dado (así tra terminología, el sentido), mientras que
P. Ricoeur) o bien como latente o interior a el mundo del eme y las cosas aparecerían
lo dado (así C.G. Jung). En ambos casos, el en el lenguaje verbal. La diferencia es clara:
sentido responde no a lo que alguien/algo el lenguaje verbal (conceptual) «visualiza»
dice (significado), ni tampoco a cómo lo la realidad objetivándola cósicamente, el
dice (significante), sino a lo que quiere de­ lenguaje musical (relacional) realiza una
cir, mostrándose en este «querer-decir» la «audición» de la realidad implicativameme.
urdimbre del sentido como «dicción míti­ Podríase decir que el lenguaje relacional de
ca» (mitólogos o mitodicción}, o sea, como la música afronLa la realidad en un espacio
un querer (mythos) decir (lagos). fluente con-juntivLimente, mientras que el
Por todo ello, el sentido precisa de un lenguaje racional se confronta con lo real
lenguaje adecuado: el lenguaje simbólico. como en un en-frentamiento.
Este, por ser precisamente el lenguaje ade­ A partir de este apunLe podríamos obte­
cuado del sentido, resulta paradójicamente ner una interpretación cuasi musical del
un lenguaje lógicamente inadecuado, por sentido, la cual tiene antecedentes filosófi­
cuanto expresa una lógica relacional o ini- cos egregios, tanto en Orfco y Pitágoras
plicacional capaz de nombrar lo transra­ como en PlaLón, al concebirse la realidad
ciona}. O d símbolo como ñamen (nom­ com o una concordancia de las disonan­
bre) de un numen (sentido). cias, ya que en la música el ruido ísordo)
Hemos definido el sentido como sutura se traspone en sonido (concertado). El
(simbólica) de la fisura (real). En corres­ tema arriba a Nietzsche y a la neoheime-
pondencia, podemos codefinir el símbolo néutica de Gadamer, pudiéndose concebir
com o la sutura (im aginal) de la fisura la interpretación musical como paradigma
(real). El símbolo sutura la realidad escin­ o modelo de la auténtica interpretación de
dida de tm modo imaginal, es decir, rela­ la realidad en su sentido: en efecto, en la
ciona}. Podríase hablar asimismo del sím­ auténtica interpretación como la musical,
bolo corno la sutura mística de la fisura el intérprete — primero el compositor, des­
ascética, reinterpretándolo en un contexto pués el director— no sólo reconvierte el
«iniciático» que le es bien propio: en efec­ ruido en sonido (articulación), sino que
to. el simbolismo posibilita la asunción as­ conjunta los sonidos más diversos en una
cética de nuesLros límites y enajenaciones correlacionalidad inmanente al texto/tex-
en nombre del semido místicamente pro­ tura que emerge por su mediación simbóli-
yectado como implicación radical, en el co/relacional de los contrarios. Ese diálo­
que encontramos el tótem de coapertenen- go inmanente de la realidad con su endó­
cia: en donde el sentido-tótem funge de re­ gena resonancia constituye un lenguaje

3S 4
INTERPRETACIÓN DEL SENTIDO Y MÚSICA

v r ontològico, en el que el sentido comparece ce como síntesis es la interpretación como


! ö'emerge como implicación axiológica. interpenetración de contrarios: pues no es,
Íj7 A continuación quisiera profundizar en como en Hegel, la descarnada afirmación
| 7 la interpretación de la verdad (gnoseológi- del concepto racional frente al mundo irra­
^.7 ca) y del sentido (ontohennenéutico), tal y cional de la vida, sino la recuperación del
: como la hemos presentado oblicuamente allegro extroversor mediado por el adagio
.más arriba. La verdad tendría que «ver» introversor: un allegro contristato en mutua
-.-clásicamente con la explicación racional implicación (paradigmáticos al respecto
de lo real en su significación abstracta (sig- son los conciertos III y V).
1 niñeado), el sentido tiene que «oír» con la
implicación relaciona! de lo real en su signi-
ficación intractiva o asuntiva. Como ejem-
.7 pio de interpretación de la verdad propon­
ed dría la dialéctica hegeliana, como ejemplo
de interpretación del sentido propongo la
7 música contrapuntística de Bach.
7 En el preámbulo a la Fenomenología del
- espíritu, Hegel ofrece la típica interpretación
dialéctica de carácter ilustrado-racionalista:
según ella, comenzamos por lo positivo, in­
mediato o ingenuo (lo en-sí) para, a través
:. de su negación critico-racional (lo para sí),
arribar a la síntesis final representada por el
concepto (llámese idea, espíritu, dios o esta­
do). Como puede observarse, la clave sim­
bólica está en el segundo movimiento cons­
tituido por la mediación racional del dato
inmediato, mediación que «supera» la irra­
cionalidad dada por la razón conceptual.
Muy otra es la dialéctica romántico- E sfinge fem en in a (s. vi a.C .)
barroca de Bach, tal y como se articula en
sus Conciertos de Brandeburgo: en ellos el
punto ínfimo de partida no es sintomática­ Al contrastai' la interpretación hegeliana
mente lo «irracional», como en Hegel, sino y la interpretación bachiana hemos contras­
lo «racional» o racioide, normalmente sim­ tado dos hermenéuticas: la primera arriba a
bolizado por un leve allegro como inicio la verdad racional abstracta, la segunda ac­
lacio de un deambular musical que se co­ cede al sentido relaciona! y cuasi musical-
rrespondería con la ambientalidad propia simbolico de lo real. La cuestión hermenéu­
del «räsonieren», es decir, de la mera razo- tica que subyace a nuestra re-visión podría
nabílidad cuotidiana en cuanto mera reso­ formularse así: la verdad obtiene razón,
nancia de lo exterior. Por su parte, el segun­ pero no necesariamente tiene sentido; lo
do movimiento no es como en Hegel la me­ mismo que algo puede tener sentido aun no
diación racional superadora de lo irracional siendo verdadero. Ello no debe significar
(irracionalizado), sino una mediación rela- devaluar la verdad, sino resituarla en el ám­
cional interiorizadora del sentido (consenti­ bito de su verificacionalidad. Pues si clási­
do), y que encuentra en el pausado adagio camente el sentido ha encontrado el criterio
introversor su expresión honda y «afectuo­ gnoseologico de su. verificación racioentita-
sa» (como se llama en el concierto V). Lo tiva en la verdad como protectora de lo real
que en el tercer movimiento final compare­ y sus significados objetivos, ahora el crite-

385
INTERPRETACIÓN DEL SENTIDO Y MÚSICA / ISLAMISMO

rio hermenéutico de la verdad se pone en el la mejor crítica consiste en comprender* y,


sentido como necesaria mediación simbóli­
ca de que algo signifique axiológicamente El barroco de Bach como un barroco úfc JÍ
(i.e.. obtenga valor) para mí/nosotros, en terior, cóncavo o romántico: in interiore ^
donde el paso del yo al nosotros está con­ hominis habitat sensus. - ?
significado como el paso del simbolismo - A

subjetivo al simbolismo tran.subjetivo, es >1


decir, arquetfpico o arquetipal. Bibliografía -a
La verdad dice objetividad racional de
lo real, el sentido códice subjetividad tras­ H egel , Fenomenología d d espíritu (preám-
cendental (axiológica); la primera es esen­ bulo). -
cialmente crítica y explicativa [adecuación B ach , Conciertos de Brandeburgo.
abstracta), el segundo es existencialmente G adam er , H.G., Verdad y método (en tor- i
comprensivo y autoimplícarivo (simbóli­ no al arte y el juego). j
co). La verdad confiere razón, el sentido Z uckerkandl , V., £rant>s-30 (1961),
confiere relación: y mientras tarazón razo­ O r t iz -O s é s . A ., Metafísica del sentido
na lógicamente, la relación relata mitológi­ (Deusto).
camente. En la música de Bach se muestra C E r a n o s , Arquetipos y símbolos co-
ír c u l o

cómo el criticismo explicativo de la verdad lectivos, Anthropos. Barcelona, 1994. ;


se convierte en autocrítica interiorizadora Revista y suplemento Anthropos sobre Era-~ i
del sentido: pues si la verdad verifica (con­ nos (1994).
vexamente), el sentido autentifica (cónca­
vamente): como decía Bachofen Andrés Ortiz-Osés

Islamismo
La trayectoria histórica de la crítica tex­ ficativo, en este sentido es el hecho de que
tual y de la interpretación de textos en la el término que designa el ámbito de lo re­
cultura árabe-islámica viene marcada por ligioso (din) esté ligado a Ja idea de «ley»,
dos aspectos que conviene señalar. El pri­ en tanto que no existe un término propio
mero de ellos es la aparición de una reve­ para designar el ámbito de lo no-religioso.
lación que pone en marcha todo un proce­ Esta realidad supone que el lindero en­
so de transformación de una cultura oral tre el pensamiento crítico racionalista y el
en una cultura escrita, de donde, necesa­ pensamiento crítico de carácter inspirado
riamente, se deriva una preocupación her­ o que atiende a la inspiración sea muy _
menéutica. El segundo hecho importante y leve. Asimismo, las ciencias encaminadas
paradójico es que no existe un desarrollo al desarrollo de una m etodología crítica
del pensamiento crítico, sino por importa­ ponen su peso en aquellos aspectos que
ción de modelos, y la reflexión metodoló­ contribuyen a la comprensión de lo revela-';;
gica en torno a la interpretación textual no do, mientras que las ciencias que no tienen
aparece de modo sistemático, salvo en el como finalidad estricta la comprensión de
desarrollo jurídico, Ja revelación, basculan entre la acumula- .
A estos dos rasgos esenciales, hay que ción sistemática de testimonios (shawahid)
añadir la falta de separación entre los que sirven para probar la existencia de un
mundos de lo religioso y de lo laico; signi­ fenómeno, sea este lingüístico, retórico o

386
ISLAMISMO

je otra índole, y entre los métodos propios método hermenéutico del Islam con los
de la interpretación religiosa. métodos desarrollados en el ámbito occi­
Desde un punto de vista histórico, igual­ dental, tendríamos que establecer parale­
mente. el desarrollo del pensamiento críti­ lism os con la tradición hermenéutica ju­
co en el ámbito de la civilización musul­ día. En este sentido, aunque discutido y
mana. es creador en los primeros siglos del discutible, se pueden establecer puentes de
Mam, se estanca a partir del siglo XHi d.C. identidad entre el proceso de análisis, fija­
y reemprende la marcha hacia la mitad del ción e interpretación del texto bíblico y
siglo x'vin. Si debemos caracterizarlo de sus desarrollos literarios y normativos, y
" musulmán, sólo el período clásico, es de­ el proceso seguido en torno al texto reve­
cir el comprendido entre los siglos vin al lado musulmán.
x, y. como máximo hasta el siglo xii, es El Corán, aunque en una secuencia tem­
susceptible de ser calificado de este modo, poral diferente, posiblemente habría segui­
A partir del siglo xvm , las influencias do las diferentes etapas que afectaron ai
extemas, la adopción de ideologías diver­ texto bíblico, de modo que podríamos ha­
sas y la interferencia de cuestiones socio- blar de un período de conservación y fija­
políticas transforman de tal modo el pa­ ción del canon coránico, equivalente a la
norama que incluso los planteam ientos etapa de elaboración masorética. seguidos
críticos de carácter más marcadamente is­ de una serie de etapas calificables como
lámico están sujetos a un movimiento de haggádica y halájica, de desarrollo derási-
reacción frente a un estímulo extem o al co o jurídico. Este planteamiento se ve
propio motor interno de la cultura islám i­ afectado por cuestiones diversas que ha­
ca. Esto último no significa, sin embargo, cen que no pueda aparecer del todo como
que el mundo in telectu al m usulm án o definitivo.
perteneciente a su órbita de influencia, D e una parte, surge el problema de la
sea poco creador o sólo creador por imi­ ausencia de documentación que pruebe un
tación. largo proceso de composición y recompo­
En este punto, se produce una revolu­ sición del texto revelado. El Corán se pre­
ción que no aparece enmarcada en el ám­ senta como inmóvil y unitario, no sólo en
bito del pensamiento y su m etodología, la conciencia musulmana, sino también en
sino más bien expresada mediante formas su apariencia histórica. El proceso de re­
literarias que no pretenden ser creadoras copilación y com posición es demasiado
de modos críticos, pero que encierran todo breve y ha dejado pocos rastros que per­
un planteamiento de índole crítica que aún < mitan saber qué método o métodos, qué
se encuentra en fase de desarrollo y que, criterio o criterios, contribuyeron a darle,
desde luego, no ha sido objeto de un estu­ el aspecto con el que desde el siglo vm se
dio serio por parte de la historia de la filo­ nos presenta. El indiscutible carácter de
sofía. El hecho literario, como es natural, intocable del texto coránico no permite de
ha sido estudiado desde la perspectiva de otro lado establecer, más allá de lo que su­
la crítica literaria, con lo que las formas ponga una derivación legal o teológica, el
han sido objeto de mayor análisis, frente a proceso seguido por las posibles incon­
los referentes que señalan a un desarrollo gruencias textuales o variantes. La prácti­
del pensamiento crítico; ca ausencia de materiales colaterales a la
Señaladas estas cuestiones previas e in­ existencia del canon coránico impide no
sistiendo en la no separación entre lo laico sólo la reconstrucción de etapas, sino ade­
y lo religioso se puede afirmar que, si en­ más la elaboración intema, desde la pers­
tendemos el término hermenéutica como pectiva musulmana, o externa, desde la in­
la elaboración epistemológica de la inter­ vestigación occidental, de teorías acerca de
pretación, más que poner en contacto el los métodos hermenéuticos o de la existen­

387
ISLAMISMO

cia siquiera de un procedimiento o una me­ ca, debe desarrollar un sistema de nota­
todología hermenéuticos. ción vocálica para evitar, en una lengua en
Si, por el contrario, se acepta el peso de la que la flexión interna es una de sus ca­
inmutabilidad del texto y se considera in­ racterísticas más destacadas, las distorsio­
discutible su valor desde todos los puntos nes en la lectura y comprensión del texto.
de vista: lingüístico, literario, normativo, Así se llegan a establecer hasta siete lectu­
en su doble vertiente gramatical y legal, fi­ ras autorizadas, que no suponen, sin em­
losófico, teológico, histórico, etc.; es decir, bargo, diferencias textuales profundas y
como la única y válida fuente de fuentes, en que afectan a palabras o partes relativa­
ese caso, todo el desarrollo científico, cultu­ mente dispersas y breves, pero esta «cano­
ral, literario que compone el bagaje de la nización» del texto se lleva a cabo en muy
civilización islámica, casi hasta el día de poco tiempo, según las noticias que se nos
hoy, constituye el verdadero dominio de conservan y no queda rastro material de
un campo hermenéutico. otras posibles variantes. No había trans­
D icho de otro modo, si consideramos currido ni un siglo desde la muerte del Pro(-
que, en el Islam clásico y en su desarrollo feta, cuando el texto estaba completamente
posterior, el nacimiento de ciencias como fijado, sin que aparecieran en torno a él
la Gramática, la Lexicografía, la Historio­ textos alternativos.
grafía, las obras de carácter bio-bíbliográ- Esta fijación por escrito, en un ambien­
iico o genealógico, las recopilaciones de te cultural profundamente oral, despierta
carácter sapiencial, las antologías poéticas el inLerés por la fijación de la lengua y de
y las retóricas, y si se apura el argumento, otras tradiciones laicas, pero que pueden
la Filosofía, la Medicina, la Astronomía, contribuir a la comprensión del texto re­
la Matemática, etc., tienen su motor pri­ velado. Las historias tradicionales que
mero en una inquietud de carácter religio­ contaban los árabes beduinos empiezan a
so, en un modo de complementar la com­ ser puestas por escrito y la poesía igual­
prensión de todo un universo revelado en mente.
el texto coránico, se puede afirmar que es­ La labor de sistematización ortográfica,
tamos, esencialmente, frente a una civili­ léxica y gramatical, surge de la necesidad
zación hermenéutica. de dar lectura correcta al texto coránico.
No se ha conservado memoria de la pre­ Las producciones profanas contribuirán a
sencia de una labor de fijación canónica ello. La primera exégesis no se hace sobre
d d texto del Corán. La conciencia de los el propio texto revelado, sino sobre los
musulmanes ve el texto revelado como materiales lingüísticos no revelados que
una unidad que no ha sufrido cambios his­ pueden aportar luz y orden en un texto que
tóricos, a la que no se han incorporado se ha recibido de forma fragmentaria.
textos de diversas tradiciones, en la que no La exégesis, una vez que cuenta con
se han producido traducciones o retraduc­ materiales científicos de apoyo, comienza
ciones. interpolaciones o exclusiones, a a desarrollarse en líneas que de algún
pesar de las largas discusiones entre sabios modo convergen, no sólo con el desarrollo
musulmanes acerca de textos contradicto­ histórico de la exégesis rabínica, como ya
rios o las teorías elaboradas acerca de se ha apuntado, aunque esta aproximación
«versículos satánicos». no cuente con el respaldo masivo de la in­
Sí se conserva noticia de la fijación es­ vestigación occidental, sino con la aplica­
crita del texto que se revela y transmite ción de métodos ¡memos y criterios que
oralmente: con ese fin, una escritura, que siguen de muy cerca al método rabínico.
se encontraba en una situación poco me­ Se da una interpretación de carácter lin­
nos que embrionaria, se desarrolla, se am­ güístico, entendida como desarrollo de los
plía y se matiza, lisa escritura, consonánti­ valores semánticos de los términos, la bús-

388
ISLAMISMO

|T queda etim ológica que ayude a precisar semejanza fónica y semántica con la raíz
los campos semánticos y una precisión de hebrea p.sh.r, de donde pesher (“comenta­
ir .los usos morfológicos o sintácticos o in- rio”). Tafsir en árabe supone fundamental­
g; eluso fonéticos que permita una lectura mente el «comentario coránico» .
S& correcta del texto y su comprensión. El Siendo sin duda la fuente primera de to­
~ . Corán es fuente de análisis lingüístico; das las ciencias que se desarrollan en el
^ crea la norma y expresa la norma o en él ámbito de la cultura musulmana, no cabe
í f se reconoce la norma, pese a la conciencia duda de que son aquellas que, partiendo de
de que en ocasiones contraviene a esa mis- esa inquietud religiosa, además tienen una
p :ma norma por presentar formas arcaizan- finalidad religiosa, las que constituyen el
tes, en desuso o contrarias a lo registrado cuerpo de la exégesis musúlmaña y en las
en otros textos y que se vuelve normativo. que se pueden rastrear métodos que res­
Junto a ello, sin separación de géneros ponden a una inquietud hermenéutica. To­
sino de modo global, se da un análisis de mando en consideración esto y sin olvidar
í los significados de los contenidos. Lo que que no existe una separación entre lo reli­
produce desarrollos de ejemplificad unes y gioso y lo laico en la concepción musul­
:7 comentarios de todo tipo. mana, cabe decir que son tres las ciencias
Aparece un panorama que reúne: la in­ fundamentales que, apoyadas en el hecho
terpretación literal, casi lexicográfica; la religioso y con la finalidad de esclarecer
interpretación teológica, acompañada de los contenidos de lo religioso, constituyen
; interpretaciones liLeralistas o alegóricas, la producción hermenéutica musulmana.
, así como un aspecto absolutamente funda- El Tafsir, al que ya hemos hecho mención,
mental que es el de la fijación normativa, el Hadiz y el Fiqh.
de modo que se da una interpretación le­ La primera de estas ciencias, volcada
gislativa de ia revelación. A todo ello hay sobre e] texto coránico y el Hadiz , que
. que añadir, siempre dentro de esa concep­ constituye la recopilación de las tradicio­
ción globalizadora que supone un método nes relativas a los hechos y dichos del Pro­
explicativo que actúa sobre cada palabra, feta, para cuya identificación como vera­
sobre cada versículo y. sobre cada frag­ ces se aplica un método estricto de com­
mento, el recurso a tradiciones que, aun no probación de las cadenas de transmisión
teniendo una relación directa con la reve­ (istiad), conforman la sumía, que podemos
lación, contribuyan a explicarla y darle entender como tradición ortodoxa. Su de­
sentido. Esto constituye un modo de con­ rivación legal, el Fiqh, estaría apoyada en
servación de conocimientos provenientes esa concepción ortodoxa.
de diversas fuentes; así los comentarios Ello significa que dejamos de lado otra
coránicos se convierten en verdaderas pie­ tradición importante como es la tradición
zas de historia, historia sagrada, mitología shit que, apoyada en las mismas fuentes,
— atendiendo a la reserva con la que ha de discute la veracidad de determinados as­
r: utilizarse el término en este campo— , cos­ pectos y que da lugar a diversas sectas, así
mología, etc. com o a un desarrollo jurídico diferente
Sin embargo, y aunque se pueda califi­ con matices importantes, a una compren­
car — como se ha hecho más arriba— de sión teológica con diferencias notables y
civilización hermenéutica a toda la cultura que desarrolla aspectos apocalípticos y es-
árabeislámica, el género que recoge esta catológicos que van mucho más lejos que
forma especial de hermenéutica, a la que lo recogido en la tradición sitimí. Sin em­
hacíamos mención, es el tafsir. Este térmi­ bargo, desde el punto de vista de los méto­
no es el empleado para designar al desarro­ dos exegéticos, de la formalidad de su pre­
llo, análisis y comprensión del texto corá­ sentación y de los conceptos básicos ma­
nico. La raíz f.s.r muestra una significativa nejados, no difiere grandemente de lo que

?S9
ISLAMISMO

aparece en la tradición ortodoxa. Hay que término es aún más compleja que la ante- '
hacer hincapié, no obstante, en que los tér­ rior.
minos ortodoxia y heterodoxia, en Islam, En un cierto número de versículos perte- ‘
deben ser manejados con un valor sola­ necientes’ a la primera época del Profeta en j
mente indicativo, aproximado y metafóri­ Medina, el Corán es presentado como un -
co, si se quiere, en relación a cómo se en­ Libro (kitah) y el término Corán se presen­
tienden en otros ámbitos. ta com o muy cercano al significado que. "
El Tafsir tiene sus inicios en el propio hoy tiene como una de las tres Escrituras „
siglo vil y su punto de desarrollo más im­ reveladas, junto con el Antiguo y el Nuevo . :
portante en los siglos vm -x o entre los si­ Testamentos (Qur., IX, 3). aun cuando, en '
glos xii-xin. Sin embargo, el método exe- el momento en que se emplea en este senti­
gético no cambia. do. aún no había concluido la revelación ni -
La primera aplicación del tafsir se hace tampoco su fijación por escrito.
sobre el propio término que designa al Li­ El término kitab (libro, escrito) figura,
bro Santo, El término qur'an, que para la en singular. 255 veces en el Corán y otras
mayoría de los sabios occidentales, que 6 veces en plural (kutub). Es bastante raro
sigu en la opinión de F. S ch w ally y de que se aplique a un texto escrito corriente, ;
otros autores, vendría de la palabra siríaca como por ejemplo a una carta (Qur., XX-
keryana, «lectura de las Escrituras, lec­ VII. 28-9). Los comentaristas tienden a in­
ción». empleada en la liturgia cristiana, es terpretar estos términos como designado-
interpretado por la mayoría de las autori­ nes de libros celestes, pero reales, si bien
dades musulmanas como un nombre ver­ no se encuentra en el Corán alusión o indi­
bal de la raíz qr' (leer o recitar). Ambas cación hacia un arquetipo celeste y son los ■
opiniones se apoyan en el empleo que de propios comentaristas los que introducen
esta raíz hace el propio texto coránico, en el concepto en el texto. Concepto que, no
donde, sin embargo, no aparece con tanta obstanie, ha sido adoptado por la mayor ~
frecuencia como la raíz thv (reciLaij. Algu­ parte de los investigadores occidentales. .-,¡
nos autores musulmanes, al comentar tex­ La comprensión del proceso de consti- -v
tos en que el nombre verbal derivado de tución de la revelación y su interpretación
esta raíz q r’ aparecía sin la última de sus y composición va indisolublemente ligada .
consonantes radicales, la Itamza (’). asig­ a la personalidad del Profeta Muhammad,
naron la palabra a la raíz qm (reunir, reco­ Según el punto de vista ortodoxo musul-” ;
pilar), lo que daría indicio de una cierta mán. el texto se desarrolla de forma dra-
conciencia de acopio de materiales diver­ mática en un diálogo entre Dios, que dicta ’
sos. N o obstante, esta asignación no toma la revelación, y el Profeta con la media- .'j
en cuenta el fenómeno de la irregular re­ ción de Gabriel, el arcángel. Sin embargo, =:
presentación de dicha consonante en la es­ un análisis del texto muestra que la sitúa- i
critura de la época, así como su desapari­ ción es infinitamente más complicada. En í
ción en la realización de diversos dialectos los textos más antiguos no se indica cuál
o c cid e n ta les d el Arabe A n tigu o, entre sea la fuente de la revelación, ni siquiera.'
ellos el dialecto de M eca. La conclusión esa fuente se puede identificar con una di-,
más verosímil es que la palabra qur'an na­ vinidad (Qur., C, CI, CU, etc.), mientras
ció en el Corán mismo para representar la en otros (Qur., LXXXI, 15-21, LXXXIV,
misma idea de la palabra siríaca keryana, 16-19, XCD, 14,21, etc.), parece que quien
pero se formó sobre un tipo árabe frecuen­ habla es el propio profeta. Los textos más
te de nombre verbal. antiguos en los que la referencia al dios,
Con el propio término Qur’an alterna el del profeta es clara, siempre aparece en j
término kitab que aparece igualmente en tercera persona, no com o quien habla
el texto revelado. La interpretación de este (Qur., LI; LII). En textos posteriores se
ISLAMISMO

dice que el profeta tenía visiones de Dios e ción del canon coránico pasa por tres fa­
incluso que Dios le habla directamente sin ses, difícilm ente daLablcs y delimitables.
intermediario (Qur., LUI, 10), Dios es la La primera de ellas sería la de com pila­
fuente directa de la revelación (Qur.. LX- ción del texto y su disposición, a partir de
XIII). De otra parte, en textos coetáneos en fuentes orales, lo aportado por aquellos
el proceso de la revelación se aprecia una musulm anes que habían memorizado la
relación directa entre la idea de revelación y revelación, y escritas, muchas de ellas
la existencia de un kitab, es decir una puesta conservadas cu materiales muy dispersos
por escrito, al tiempo que se aprecia un ale­ y perecederos (hojas de palmera, pequeños
jamiento de la voz de Dios (Qur.. XLü, 50 fragmentos de barro cocido, etc.). El se ­
y ss.: XXVI, 192-3: XVI, 102). También gundo estadio sería el del establecimiento
aparece la mención a otras posibles fuentes del ductus consonántico, La afirmación de
de emisión de la revelación, pero empieza a que la escritura árabe en esta época se en­
cobrar importancia el hecho de la fijación contraba en un estado embrionario se re­
por escrito (Qur., XXV, 4-6). fiere fundamentalmente al hecho de que
Los in d icios que p oseem os parecen varios fonemas diferentes poseían grafías
mostrar que Muhammad comenzó a poner idénticas. El tercer paso para la fijación
por escrito un tcxLo en los primeros anos del texto por escrito pasa por un proceso
de Medina, pero las responsabilidades pro­ según el cual diferentes lecturas, es decir
venientes de la dirección de la comunidad diferentes formas de vocalización del tex­
musulmana que se desarrollaba rápida­ to, son aceptadas como canónicas o reve­
mente le obligaron a dejar esta tarea inaca­ ladas, con lo que ello implica de depuración
bada. La tradición del Profeta (hadiz) apo­ de la comprensión y fijación del mensaje.
ya esta teoría, ya que dice que Muhammad En todo este proceso, sin duda, aunque no
dictaba a los escribas la revelación, les de­ de manera explícita, se produce una elabo­
cía cómo debían disponerla o insertaba un ración exegética y hermenéutica.
nuevo versículo en textos ya recogidos El corpus del hadiz queda constituido
(Qur., XXV, 4-6). La disposición de la re­ en el siglo ix, en que se culmina el proceso
velación, transmitida oralmente, obligaba de recopilación de los materiales que reco­
a la revisión y readaplación de texjtos reve­ gen las tradiciones del Profeta, así com o
lados anteriormente y el propio Corán queda establecido el método de discrimi­
hace mención de las modificaciones apor­ nación de ios transmisores, lo que da lugar
tadas al texto revelado (Qur., II, 106: XVI, a toda una clasificación que va desde las
101; XXTI, 52). Estas interpolaciones o tradiciones consideradas como auténticas
modificaciones se producen por diversas (sahih) hasta aquellas otras que se consi-,
causas que se explican porque el Profeta ha deran apócrifas o rechazables (matmk).
olvidado algo de lo que le fue revelado, o El Fiqh parte de supuestos prácticos y
bien Satán introduce algo (muchos comen­ desarrolla un método apoyado fundamen­
taristas aportan historias curiosas acerca de talmente en la deducción racional (qiyas) y
las interpolaciones y cambios en la línea de en el acuerdo de los expertos (iyma’). Las
los llamados versículos satánicos. Todas distintas escuelas jurídicas se fijan en tor­
estas historias son entendidas por la inves­ no a los siglos vin y ix. Establece el Fiqh
tigación occidental como creaciones de los la aplicación práctica de la shari’a (ley)
exegetas) o, finalmente, Dios sustituye un que no discrimina entre la concepción lai­
verso o una parte por algo aún mejor. ca y la religiosa, equiparando el terreno de
A partir del 632, fecha de la muerte de las relaciones humanas o el de las relacio­
Muhammad, se produce la fijación del nes del hombre con D ios.
texto, cuya historia, como se ha visto, no D os a sp ecto s del desarrollo del pen­
está nada clara. Sabemos que la composi­ sam iento islám ico de suma importancia

391
cuya evolu ción histórica y m etodología expresión de lo indecible. En este último
serían por sí mismas merecedoras de un sentido es en el que la teoría de la inter­
estudio separado son lo s constituidos por pretación elaborada por la mística musul­
la teología (kalam) de una parte y la mís­ mana puede atribuirse el haber dado su
tica (tasawwuf) de otra. La teología, inspi­ verdadero valar al imaginario y haberlo
rada en la razón ( ’aql) y en los métodos creado, por decirlo así, en el ámbito de la
filosóficos desarrollados en la antigüedad cultura àrabo-islàmica. El éxito del imagi­
griega, tiene sus in ic io s en el sig lo IX, nario místico ha sobrepasado el propio lu­
pero la aparición, relativamente temprana, gar que le correspondía y ha inundado a
del libre pensamiento (m u’taziía), recha­ toda la cultura islám ica posterior. En el
zado quizá más por razones políticas que momento presente, el recurso a ese imagi­
propiamente dogm áticas, cortó una vía nario, a sus símbolos y al modo de crea­
fructífera del desarrollo y renovación de ción del ámbito simbólico, es un recurso
las ideas en este dominio, de tal modo que productivo en la literatura y en el pensa­
los esfuerzos de muchos pensadores mu­ miento árabe.
sulmanes del presente, que son fieles a la También dentro del llamado período
tradición, topan con este escollo con fre­ clásico podemos situar el nacimiento, de­
cuencia. sarrollo y fijación de una serie de aspectos
En tomo al siglo vm. surgen las prime­ del pensamiento crítico a cuyo ámbito se
ras escuelas de carácter místico. Sobre sus pueden adscribir ciencias como la lexico­
orígenes e inspiración se ha discutido lar­ grafía, la gramática, la retórica, el arte del
gamente, Sin embargo, se puede afirmar estilo y la crítica literaria. Todas ellas es­
que pertenecen y son expresión de una vi­ tán inspiradas en un primer estadio por la
vencia espiritual intema del Islam, sin ne­ necesidad de comprensión de la revela­
gar las influencias cristianas, persas o hin­ ción. El nacimiento de las escuelas grama­
dúes, así com o del neoplatonismo. La mís­ ticales, en torno al siglo vju y ix, la siste­
tica musulmana desarrolla, además de un matización léxica y su ordenación por raí­
m étodo ex eg ético com p lejo, un am plio ces, atendiendo a aspectos fonéticos más
cuerpo doctrinal, cuyos conceptos y voca­ que a campos semánticos, las discusiones
bulario, así como sus figuras más destaca­ acerca de la métrica o acerca de la defini­
das y obras más señeras han influido en ción de recursos poéticos y estilísticos, su
todo el desarrollo literario e ideológico de fijación, variedades y licencias, así como la
la cultura musulmana. Su influencia no estructuración morfo-sintácüca, desarro­
só lo ha llegado hasta h o y , sino que es llan un método crítico basado en la recopi­
fuente de producción e inspiración en el lación de los datos que los testimonios lin­
presente desarrollo cultural del mundo is­ güísticos aportan estableciéndose así el
lámico. valor del precedente, en el consenso acer­
La mística supone un sistema coherente ca de su uso correcto y en un procedimien­
de interpretación que parte de la libertad, to de difícil definición que alude a lo «re­
de un lado, y del examen de la experien­ chazable o admisible por el oído».
cia, de otro, por tanto de lo real. Distingue Los argumentos a base de la existencia
dos ámbitos en la interpretación y en el del precedente, del consenso, etc., se ase­
uso del lenguaje fundamentales como son mejan a los utilizados por el hadiz o por el
el ámbito de lo literal y el ámbito de lo fiqh, de ahí que la ciencia del estilo se de­
simbólico. La funcionalidad de este último nomine fiqh ai-luga, es decir la «jurispru­
ámbito no supone la salida psicológica o dencia de la lengua». Otras ciencias como
subjetiva, libre de toda rienda, sino más la retórica o el buen uso del lenguaje poé­
bien la conciencia racional de la importan­ tico reciben denominaciones como la do
cia de dar un lugar a lo imaginativo en la naqd «crítica», que supone establecer qué

392
ISLAMISMO

es aceptable o no por el oído o qué ha sido mente, ofrece un panorama complejo que
admitido tradicionalmente com o correcto resulta muy rico en variables, pero pobre,
V o badi’ que es aquello que se considera en alguna medida, en la renovación de los
^elocuente. En definitiva, todas las ciencias métodos exegéticos, en el desarrollo de
clásicas de crítica están sometidas al con- una m etodología hermenéutica o en nna
- cepto de ra'y, que podríam os entender reflexión sobre las bases filosóficas de la
como «opinión ponderada», y que se apo- crítica.
.. ya fundamentalmente en lo ya transmitido N o obstante, y apesar de que se dan ca­
o aceptado. sos aislados de un desarrollo del pensa­
Los siglos de decadencia política del Is­ miento crítico sistematizado que podría­
lam, entre el xm y el xvm, van acompaña­ mos enmarcar dentro de disciplinas como
dos de una decadencia en lo cultural que la teología, la filosofía, la sociología, la
se refleja en el nulo avance en todos los psicología o la politología, la creatividad
aspectos y en la repetición enciclopédica en el campo literario es la que encubre una
- del saber acumulado, en todos los campos, verdadera hermenéutica de la realidad tan­
en los siglos de esplendor. El renacimiento to si ésLa se observa desde planteamientos
cultural de los pueblos musulmanes, espe­ religiosos com o si se observa desde una
cialmente del mundo árabe-islám ico, se atalaya laica.
produce hacia m ediados del siglo xv m , Es decir, la literatura árabe contemporá­
avanza a lo largo del siglo xix, y —-a pesar nea, sobre todo la escrita en los últimos
de las apariencias— coloca al mundo ára­ treinta años, encierra un planteamiento de
be en la misma dimensión cultural que el observación crítica y de reconstrucción
mundo desarrollado, a partir de los años mítica de la realidad, cargada de símbolos
veinte del siglo que estamos terminando. abiertos, que hace prever que la propia crí­
Este renacimiento cultural, denominado tica literaria del mundo árabe islámico de­
Nahda,- afecta también a las ciencias reli­ berá dejar los cauces de lo estrictamente
giosas, a la filosofía y, en general, a todos literario, para adentrarse en el desentraña-
los ámbitos de la labor intelectual. rniento de la estructura filosófica que sub­
Sin embargo, las circunstancias históri­ yace en esos Lextos. Se verá así precisada
cas del mundo árabe, sometido a la pre­ de entrar por la vía de la objetiv ación her­
sión colonizadora de las potencias o cci­ menéutica de esos textos, apartándose de
dentales, sus p r o c e s o s de independización, la descripción formal de los modos, temas
más o menos violentos, y la permanente y géneros literarios. Asimismo, sin aban­
situación de conflicto en que han vivido donar las metodologías propias de la críti­
esos territorios durante este siglo, no han ca literaria con su necesaria definición de
favorecido, junto a la implantación de ideo­ géneros y recursos literarios, se verá obli­
logías de importación o la intercomunica­ gada a completar esa critica con una com­
ción cultural, el nacimiento o el desarrollo prensión de los valores simbólicos de los
de formas autóctonas diferentes de las tra­ aspectos formales, lo que llevará, necesa­
dicionales e históricas, de una exégesis re­ riamente. a la especulación critica en un
ligiosa o de una hermenéutica racionalista sentido más amplio.
que no esLuvicra marcada por cuestiones Es muy posib le que en los próxim os
de carácter ideológico. años asistam os a la elaboración de una
La pervivencia de una llamada «filoso­ nueva metodología que, partiendo del aná­
fía tradicional», la presencia de reforma­ lisis de los textos literarios, invada otros
dores religiosos moderadamente progre­ campos propios de la Hermenéutica como
sistas, junto a radicales conservadores o a es la elaboración de un sistema o sistemas
radicales progresistas de carácter netamen­ filosóficos de crítica aplicable a cualquier
te laico, pero muy marcados ideológica­ realidad.

393
ISLAMISMO

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394
Judaismo
Las décadas pasadas han conocido un modelos bíblicos. Es básicamente una lite­
gran florecimiento de los estudios sobre ratura de comentario e interpretación de
hermenéutica judía. Este artículo ofrece en los libros canónicos, con una fuerte carga
primer lugar la información que sobre el de contenido apocalíptico
tema puede esperarse de un artículo de La versión griega de los libros bíblicos,
diccionario y presenta seguidamente una conocida como versión de los LXX, cons­
discusión más cercana a lo que podría ser tituye también una verdadera obra de exé­
una colección de ensayos.I. gesis judía, comparable en algún sentido a
un targnm.
Las obras de los escritores judeo-hele-
I. La hermenéutica judía; procesos nistas. en particular de Filón de Alejan­
y procedimientos dría. constituyen todo un ensayo de sínte­
sis de judaism o y helenism o, llevad o a
1. A ntecedentes y fuentes
cabo a través de la interpretación alegórica
La hermenéutica judía tiene sus oríge­ de los textos bíblicos.
nes en la hermenéutica de la propia Bi­ Los targumim, versiones arameas de la
blia. Los libros más recientes de la Biblia Biblia, se sitúan en la frontera entre los
son en gran medida reintérpretaciones de géneros de la traducción y del comentario.
los más antiguos y éstos fueron a su vez La versión targúmica — el targum Onqelos
reelaborados bajo la perspectiva de aqué­ de modo particular— pretende interpretar
llos. Estas reinterpretaciones no son ya te­ el sentido del texto, más que traducir las
nidas por subproductos del legalismo y ri­ palabras del mismo. Es un juego de tra­
tualismo del naciente judaismo, tal como ducción e interpretación, que salpica la
podía y solía pensarse a finales del x ix traducción literal con verdaderos comenta­
(Wellhausen). Constituyen, por el contra­ rios o convierte la traducción en una ver­
rio, valiosos testimonios de la exégesis ju­ dadera paráfrasis del texto.
día, que tuvo su período"de creación en la Entre los escritos de Ííi comunidad de
época persa y helenística que precedió a la (¿unirán figuran obras de carácter exegéti-
revuelta macabea. có cuya naturaleza y razón de ser es la in­
La literatura apócrifa judía nació tam­ terpretación de la Escritura. Los pesharim
bién por entonces como imitación de los interpretan pasajes de los libros proféticos.

395
JUDAISM O

relacion ándolos con a con tecim ien tos o Levílico, Sifi'é de Números y Sifré de Deu-
personajes de la época escatológica en la teronom io. La halakah esp ecifica, por
que los hombres de Qumrán creían estar ejemplo, cuáles son los 39 tipos de trabajo
ya viviendo. Obras com o la Regla de la y otros adicionales, que no podían reali­
Comunidad o el Documento de Damasco zarse en sábado- (M isnah, Sahbat). La
imitan también expresiones, estructuras de halakah pretende legislar sobre los ámbi­
composición y géneros literarios de los li­ tos todos de la vida, desde el amanecer al
bros bíblicos. En unos casos la interpreta­ anochecer, desde el nacimiento hasta la
ción es fiel a la letra del Lexto, en otros se muerte. A través de los llamados precep­
aparta del sentido original. La interpreta­ tos noáquicos trata de extender incluso su
ción se propone explicar el texto bíblico o validez a la humanidad entera. La creación
aplicarlo a nuevas situaciones, de halakah o de normativa legal conoció
Los primeros escritos judeocristianos dos vías de desarrollo: una relacionada
son también una interpretación de las Es­ con la interpretación de la Escritura, y otra
crituras judías, hasta e l punto de que el independendiente de la misma. La primera
Nuevo Testamento ha podido ser califica­ estaba más relacionada con el ambiente ra-
do, no sin un cierto abuso de los términos, bínico de estudio de la Torah, la segunda
como un gran midrás d el Antiguo Testa­ con el mundo de los procesos jurídicos,
mento y muchos pasajes neotes lamen ta­ aunque no cabe separar en exceso estos
ños como midrasim o haggadot de relatos dos campos muy relacionados entre sí. La
del Antiguo Testamento. haggadah es e l género de interpretación
midrásica que desarrolla las narraciones
bíblicas. Pertenecen a este género obras
2. C onceptos básicos : midrás , halakah
como Génesis Rabbah y Levítico Rabbah.
Y HAGGADAH

El judaismo es en sí mismo un fenóm e­


3. I n t e r p r e t a c ió n l it e r a l , pesat ,
no hermenéutico, de interpretación, como
E INTERPRETACIÓN MIDRÁSICA, D ÍÍA Í
se ha podido decir del cristianismo que es
un fenómeno de traducción. La interpretación literal o pesat, corrien­
Los conceptos básicos de la hermenéutica te sobre todo en la aplicación de texios ju­
judía son los de midrás. halakah y hagga- rídicos, llegaba en ocasiones a un literalis-
dah, Los críticos del siglo xix no prestaron mo extremo. Era la interpretación obvia y
atención al estudio del midrás por consi­ conocida, por lo que no era preciso reco­
derarlo un tipo de literatura carente de va­ gerla en las compilaciones jurídicas. De
lor. Las últimas décadas han conocido un hecho la literatura talmúdica recoge más
estudio intenso del midrás, de los géneros las interpretaciones de carácter midrásico
literarios midrásicos (Wright) y de la his­ que las de corte literal.
toria de formación de las com pilaciones Los términos déras y midrás, derivados
midrásicas (Neusner). de la raíz d-r-s («i nves Ligar, buscar»), se
El midrás, como método de interpreta­ aplican a todo tipo de interpretación de la
ción de la Escritura, es la fuente de la que Escritura. El termino «midrás» puede refe­
se originan la halakah y la haggadah. Es­ rirse en concreto a tres realidades diferen­
tas conocieron un desarrollo paralelo. La tes: el procedimiento exegédeo por el que
halakah, característica de la época de la se interpreta un texto, la interpretación
Mísnali (siglos il-iv d.C.), es el género de concreta de un determinado versículo o
interpretación midrásica que extrae o jus­ pasaje bíblico según el método midrásico,
tifica nuevas normas legales a partir de la y la compilación de comentarios exegéli-
interpretación de un texto bíblico. Obras cos, recogidos en las colecciones denomi­
características de este género son Sifrcí de nadas midrasim.

396
IUDAÍSM O

- Una definición de «midrás», como pro­ gales de la Biblia. El uso o costumbre se


cedimiento exegético, incluye necesaria­ convertía en halakah y recibía el halo de
mente tres elem entos: el midrás es una lo sagrado. D e este modo se aseguraba
forma de exégesis, que parte de la Escritu­ también que el cumplimiento de la ley es­
ra y cuyo destinatario es la comunidad ju­ tuviera al alcance de cualquier judío. La
día (Porton). A diferencia de otras formas ley no se convertía en privilegio de elegi­
de midrás, no acostumbra a ser anónimo. dos y de perfectos, lo que hubiera condu­
Si en otras formas del midrás el comenta­ cido a una ética elitista alejada del pueblo.
rio está unido al texto bíblico comentado, La escuela de Shammal, antagoiústa de
en el midrás rabínico el comentario puede la de Hillel, acusaba a ésta de modernis­
aparecer ligado a una unidad bíblica o mo, por admitir nuevas leyes (hdlakot) su­
puede formar parte de un diálogo, un rela­ puestamente derivadas de la Escritura. Se
to, o un discurso. El midrás rabínico frac­ caracterizaba por un talante conservador y
ciona el texto en una medida mucho mayor rigorista, que manifiesta, sin embargo, la
que cualquier otro tipo de midrás, con la preocupación por salvaguardar los princi­
excepción de le s targumim que, por su pios fundamentales más que una intransi­
propia naturaleza, tratan aisladamente to­ gencia absoluta en la aplicación práctica
dos y cada unos de los elementos del texto. de la ley. Sammai se dirigía a una clase
más acomodada, H illel a la clase baja. La
perspectiva de Sammai era más teocéntrí-
4. Escuelas de interpretación rabínica: ca, la de Hillel más antropocéntrica.
. H t L L E L Y S H A M M A I , A Q U I B A E IS M A E L

a) Las escuelas de Hillel y de Sh aminai b) Las escuelas de Aqiba e Ismael

La hermenéutica judía arranca de la fi­ Tras la época fundacional de H illel y


gura de Hillel, contemporáneo de Jesús de Sammai, la hermenéutica judía conoció
Nazaret. Llega a Jerusalén procedente de una época de esplendor en el siglo u d.C.
Babilonia y tiene como maestros a dos ale­ Las escuelas de Rabbí Ismael y de Rabbí
jandrinos, Semayah y Abtalión. A la hora Aqiba representan dos corrientes opues­
de promulgar normas jurídicas y de ense­ tas (L. Finkelstein). que desarrollaron dos
ñar lá doctrina, Hillel se apoyaba más en la tendencias de la hermenéutica rabínica: la
lógica y en la deducción racional que en la búsqueda de la libertad y racionalidad en
tradición y en las «auctori tares». Hillel es­ el análisis exegético y la sujeción a los im­
tableció las siete reglas — o hizo uso de perativos de la praxis legal judía. Estas
ellas si ya existían con anterioridad— , que dos exigencias eran la garantía necesaria
debían regir toda interpretación legal y para prevenir cualquier tentación de diso­
haggádica de los textos bíb licos. H illel lución del judaismo en formas de ser pa­
creó en definitiva las condiciones de posi­ ganas o cristianas,
bilidad de un control racional de la Torah Aqiba desarrolló el método de «la inclu­
o Ley. sión y la exclusión», que permitía extraer
Asumía la tradición recibida, pero reco­ sentido a los detalles más nimios del texto,
nocía también valor jurídico a la praxis, como acentos, letras y partículas. Ismael ba­
sin preguntarse si una costumbre ya reco­ saba su hermenéutica en la regla de Hillel
nocida y generalizada tenía o no origen en sobre «lo general y lo particular». Partía
la tradición de Israel o era algo importado del principio de que las enseñanzas y las
desde fuera. Esta simbiosis de tradición y leyes de la Biblia están expresadas en un
de modernidad fue posible gracias a un es­ lenguaje humano, por lo que la interpreta­
fuerzo hermenéutico de interpretación y ción de las mismas ha de estar también re­
de actualización de los antiguos textos le­ gida por la lógica de la razón. No cabe for­

397
JUDAISM O

zar el sentido del texto en aras de una inter­ del contexto literario y de las circunstan­
pretación atomizadora, realizada sobre pala­ cias históricas aludidas en el texto. En
bras y letras sueltas, como hacía la escuela cuestiones haláquicas la tradición vigente
de Aqiba. Esta tuvo, sin embargo, un influjo impedía una aplicación demasiado arbitra­
decisivo en la compilación de la Misnah y ria de las reglas de interpretación, pero en
en la historia posterior del judaismo. temas de haggadah los excesos interpreta­
tivos eran muy frecuentes.
5. R eglas y métodos de interpretación
6. L a EXEGESIS m e d ie v a l j u d í a : e n t r e
La hermenéutica judía conoció la for­
EL. SENTIDO LITERAL Y EL MIDRÁSICO
mación progresiva de unas listas de nor­
mas de interpretación (middoí). Las siete A lo largo de los siglos vi-bc d.C. los Geo-
primeras reglas, atribuidas a Hillcl, se con­ nim que dirigían las academias talmúdicas
vinieron en trece con R, Ismael y en trein­ de Babilonia en Sura y Punbedita hicieron
ta y dos con R. Eíiezerben Yose ha-Gélili. uso de los métodos de la exégesis talmúdi­
Las siete primeras reglas son las s i­ ca, significados en las cuatro consonantes
guientes: 1. Argumentación afortiori (Qal del término PaRDeS (= «paraíso»). Estas
wa-hotner): lo aplicable en un caso tiene forman las iniciales de las palabras que
validez en otro de mayor cuantía; 2. Prin­ designan los cuatro sentidos de la herme­
cipio de la analogía verbal (Gezerah sa- néutica rabínica: Pesat (sentido literal o
wah): palabras idénticas, utilizadas en ca­ histórico), D eras (sentido legal-ritual),
sos diferentes, tienen aplicación en ambos; Raz (alegórico-filosófico) y Sod (simbóli-
3. La interpretación de un pasaje en el que co-místico).
se encuentra una determinada frase es La exégesis judía medieval nació en el
aplicable a todos los pasajes en los que am biente arabo-islám ico con Sé'adiah
ésta aparece (Binyan ab mikatub 'ehad)', Ga on al-Fayyünñ (882-942), Sus co-,
4. Interpretación mediante la relación en­ nientarios bíblicos dieron nueva vida a la
tre dos textos (Binyan ab mi ¿ene kétuhim)', exégesis literal en el contexto de la polémi­
5. Ley de lo general y lo particular (Kélal ca contra el qaraismo, que conoció una
uperat)'. un principio general puede ser época de esplendor en el siglo x d.C. Los
restringido por aplicación a un texto parti­ exegetas qaraitas rechazaban la tradición
cular, al igual que lo particular puede ser talmúdica del rabinismo y se aplicaban al ;
generalizado y convertirse en principio esLudio de «la Escritura sola». Desarrolla­
universal; 6 . L a s dificultades de un texto ron una,intensa investigación sobre cues­
pueden ser resueltas por comparación con tiones de gramática y de lexicografía he­
otro texto que tiene puntos de similitud brea, sirviéndose de los avances llevados a
(no necesariamente verbal) con el anterior cabo por los gramáticos y lexicógrafos ára­
(Kéyose bo bémaqom ,aherJ; 7. El sentido bes en el estudio de la lengua del Corán..
se determina por el contexto (Dabar hala - La nueva exégesis de Sé'adiah Ga'on se .
med me 'inyano). extendió por el Norte de Africa, sobre todo1
Algunas de estas reglas son simple apli­ en Qayrawan. Alcanzó pronto su máximo
cación de la lógica y del buen sentido. esplendor en Sefarad. Jumo a la exégesis
Otras se prestan a los mayores abusos en literal tuvo también gran desarrollo la e x é-!
la práctica de la interpretación (en particu­ gesis filosófica y mística. Por su parte la .
lar las reglas 2.a, 3.a, 4.a y 6.1). Las reglas exégesis de la teosofía cabalística intentar,
de H illel condujeron al desarrollo de una ba descubrir en la Escritura los misterios ’
e x é g e sis atomizadora, que interpretaba de la divinidad, la vida oculta de lo divino
sentencias, cláusulas, frases e incluso pa­ según sus diez manifestaciones fundamen­
labras sueltas con absoluta independencia tales (las diez Séfirot). Abraham Ibn 'Ezra'

398
JUDAISMO

y Samuel ben Me'ir representan la corrien­ sés. Adelantándose a las teorías de la exé­
te de interpretación literal, Maí moni des y gesis moderna, ibn 'Ezra' afirmaba que al­
Yosef Ibn Kaspi la de alegorización filo­ gunas secciones de la Torah, sobre todo
sófica. del Deutcronomio, habían sido compues­
tas en una época tardía, y que la segunda
parte del libro de Isaías (caps. 40-66) era
7. L a exégesis judía em S efarad
obra de otro autor, adelantándose de este
La exégesis rabínlca en España dio sus modo a las modernas teorías sobre la exis­
primeros pasos a finales del siglo vin, El es­ tencia de un Segundo Isaías en época per­
tudio de la lengua y de la gramática hebrea sa. Ibn 'Ezra' realizó una síntesis entre la
alcanzó su esplendor en los siglos x-xn con exégesis literal y la alegórica incluso en el
maestros como Menahem ben Saruq (m, cu. comentario al Cantar, en el que la tradi­
960), Dunas ben Labrat (ca. 920-980) y su ción judía imponía un tipo de interpreta­
discípulo Yéhudah ben Hayyuy. ción alegórica.
En la primera mitad del siglo xt Yonah En Sefarad tuvo también desarrollo el
ibn Yanah, conocido en árabe como Abu método filosófico. Salomón ibn Gabirol (ca.
al-Walid, realizó el primer esfuerzo de 1020-1057), más conocido com o A vice-
aplicación de los avances de la filología al bron, autor de la obra Fons Vitae. desarrolló
estudio excgético de la Biblia. Ibn Yanah el sentido moral de la Escritura con el fin de
practicaba un método crítico riguroso, que probar la racionalidad de la misma. Bahya
no reparaba en corregir el texto masorético ibn Paqudah en el siglo XI y Yéhudah ben
cuando éste no se adecuaba a las reglas de Barzilay de Barcelona a comienzos del si­
la gramática. Ello le valió el ser excluido glo xn desarrollaron esta tendencia morali­
de la lista de exegetas autorizados, La in­ zante de la exégesis judía.
terpretación literal basada en el método fi­ R. M oisés ben Maimón, conocido como
lológico podía conducir a un racionalismo RaMBaM o Maimónides (1135-1206), na­
inaceptable para los rabinos medievales. A cid o en Córdoba y contem poráneo del
pesar de ello el influjo de esta corriente también cordobés Ibn Rusd (A verroes),
crítica no dejó de hacerse notar en la exé­ condujo la exégesis rabínica a l máximo de
gesis judía posterior. su esplendor. En su obra Moreh nébukim
En la segunda mitad d e l siglo xt Moisés («G uía de perplejos») pone de relieve la
Ibn Chíquitilla llegaba a afirmar que las relación existente entre Revelación y Ra­
profecías bíblicas se refieren a la época zón. Según Maimónides la Biblia contiene
contemporánea de los propios profetas y lo esencial de las enseñanzas de los filóso­
no a la futura época mesiánica, conforme a fos, por lo que la interpretación filosófica
la interpretación cristiana. Yéhudah ibn será el camino mejor para afianzar la fe y
Bil'am, contem poráneo de C hiquitína, explicar el verdadero sentido de las Escri­
contribuyó también a acreditar el uso del turas. Ello suponía desarrollar la interpre­
método filológico en la exégesis bíblica tación figurativa junto a la exégesis literal,
dentro del respeto debido al texto de la tra­ que los gramáticos y exegetas anteriores
dición masorética, ■ habían cultivado con preferencia.
Los siglos XII y x iii conocieron l a época
de mayor esplendor de la exégesis filoló­
8. L a e x é g e s is ju d ía e n l a E u r o pa
gica en Sefarad. Siguiendo el método filo­
MEDIEVAL
lógico y el análisis lógico, únicas vías de
-acceso al sentido correcto de los textos bí­ Privados del contacto con la cultura ára­
blicos, Abraham ibn 'Ezra' (1089-1164) lle­ be y carentes de una formación filológica
gaba a enfrentarse a la doctrina tradicional comparable a la de los exegetas de Sefa­
que atribuía la autoría del Pentateuco a M oi­ rad, los exegetas asquenazíes encontraban

399
JUDAISMO

su fuente única de inspiración en las ver­ religiosas (haggadcth). A su vez el judais­


siones targúmicas y en los textos misnai- mo pudo recrearse a sí m ismo varias veces
cos y talmúdicos, para cuya interpretación a lo largo de los siglos gracias y a través -
se servían del sentido homilético como de­ de la hermenéutica de sus textos sagrados.
sarrollo del sentido literal. El papel decisivo de la interpretación en ■
Tras Gersom de M etz, H anan el Bar la conformación del judaismo queda bien
H usiel de Qayrawan, Natán de Rom a y patente en la gran ruptura hermenéutica,
Mënahem ben Helbo, el máximo represen­ que constituyó la escisión de judaismo y
tante de la escuela francesa fu e Rabbi cristianismo. Judíos y cristianos dejaron
Sélomoh ben Yishaq, conocido com o Rasi de entenderse y siguieron caminos dife­
(Troyes, 1040-1106). Rasi prefería la inter­ rentes a partir del m om ento en que los
pretación literal de los textos, pero, fiel a la cristianos, en tomo al año 70 d.C., dejaron
tradición asquenazf y a la tradición gaóni- de interpretar la Ley «a la letra» y abando­
ca, desarrolló también el sentido midrási- naron, en consecuencia, la práctica de )a
co, con la preocupación de dar vida a las Torah. Todavía en Liempos de la segunda
comunidades judías en medio de lâ diaspo­ revuelta judía (133-5 d.C.), en un intento
ra. R. Samuel Ben Meir (Rasbam), Y osef desesperado por mantener unidos judaismo
B ëkorSor de Orleáns y David Qimhi de y cristianismo, los judeocristianos de Pales­
Narbona (Radak) fueron también represen­ tina hacían una lectura «literal» de la Torah
tantes destacados de esta escuela. y cumplían sus normas al pie de la letra.
Junto a la interpretación literal y homi- En la época moderna ha sido también
lética, predominante entre los exegetas de un debate hermenéutico el que ha determi­
los siglos ix - x i i , se desarrolló también en nado la ruptura dentro del judaismo entre
estos siglos un tipo de interpretación ale­ antiguos y modernos, entre una derecha y
górica, fomentada por tendencias místicas una izquierda judías. El paso del judaismo
y preocupada por desvelar sentidos ocul­ clásico a la modernidad no podía menos
tos o secretos de la Escritura. Representan­ de revestir caracteres judíos. Se ha tradu­
tes de esta comente fueron Eliezer ben Sa­ cido en un conflicto entre formas diferen­
muel de Metz, Yehudah Hehasid y Eleazar tes de comprender el judaismo. Para unos
Harokeab de Worms. el judaismo no tiene historia, es pura reli­
El influjo de los exegetas judíos sobre gión, esperanza mesiánica y utópica: para
los cristianos ha ido siempre en la direc­ otros es sólo historia, contingente y parcial,
ción del tipo de interpretación literal y filo­ historia incluso pasada. Para unos — como
lógico, desde Orígenes y Jerónimo hasta los historiadores F. Josefo en la antigüedad
Nicolás de Lyra, Sanctes Pagnini, François y S.W. Barón recientemente— , el judais­
Watebled, Martin Bucer, Johannes Oeko- mo nada tiene que ver con el poder y la
lampad y Sebastian Münster, quienes se política, que siempre han estado en manos
sirvieron con profusión de los comentarios de los «otros», de los no judíos; por el
rabínicos. contrario, desde los celotismos de la anti­
güedad, pasando por Spinoza y hasta el
movimiento sionista, otra comente del ju­
11. La hermenéutica judía antes daismo piensa que éste tiene una tradición
y después de la modernidad política propia y d esem boca necesaria­
mente en una concepción política de la
El ser y existir judíos responden a una existencia judía, materializada en el Esta­
experiencia hermenéutica. La Escritura y do judío de Israel. Una corriente reI¡gio>a
su interpretación dieron vida a Israel, a su tradicional propugna un cierto quietismo;
cultura e instituciones (halakah), a su espera pacientemente el final mesiámao -M
mundo imaginario y a sus concepciones la historia, que no vendrá si no es como

400
JUDAISM O

redención traída de lo alto; se opone al Es­ palabras del D ios viviente» (Talmud de
tado judío de Israel, creado en situación de Babilonia, Tratado 'Erubin Í3b). El debate
pecado, de golah y de no-redención. El rab ín ico quedaba siem p re in acab ad o,
sionismo religioso propugna, por el con­ abierto a nuevas discusiones. Tras una de­
g r io , un activismo militante, que Lrata de cisión mayoritaria, era posible seguir ense­
acelerar el proceso imparable de la historia ñando una opinión contraria. Bastaba que
Jjaciá la redención final de Israel y la res­ ésta pudiera ser defendida con una argu­
tauración de sus instituciones políticas en mentación razonable. El espíritu crítico de
íá tierra de Israel. la exégesis rabínica no se arredra ante el
Todo ensayo de comprensión de la au- mismo Dios, quien aparece sometido a la
tocomprensión judía ha de profundizar en interpretación que los rabinos hacen de la
estas y en otras dicotomías de la experien­ Torah («Mis hijos me han vencido», Tal­
cia histórica del judaism o. CenLrainos mud de Babilonia, Tratado Baba Mesi'a
aquí la atención en algunos de los dilemas 59b). Este pasaje atestigua la primacía de
a los que se enfrenta la interpretación de la razón en la hermenéutica judía. El sabio
jos grandes textos del judaismo y, en defi­ está por encima del profeta y del místico
nitiva, todo ensayo de comprensión del extático.
judaismo. La estructura dialógica de la hermenéu­
tica judía pone en m ovim iento todo un
juego de preguntas y de objeciones: un ra­
1. E s t r u c t u r a d ia l ó g ic a
bino plantea una cuesLión y propone una
DE LA HERMENÉUTICA JUDÍA
decisión haláquica sobre la misma, apo­
Desde la lógica de la modernidad se yándose para ello en uno o varios pasajes
puede acusar a las hermenéuticas premo- de la Escritura; seguidamente otros rabi­
demas y, en concreto, a la hermenéutica nos exponen sus objeciones, entablándose
judía de irracional e ilógica. Frente a tal una discusión generalizada, con argumen­
acusación caben dos reacciones: insistir en tos y contra argumentos por parte de los
el carácter lógico y racional de la exégesis unos y de los otros; el debate concluye con
rabínica o reconocer un valor, más allá de una decisión tomada por mayoría, que des­
la lógica, a lo tachado de irracional. Se di­ de ese momento se convierte en hdlakah
na, en una primera aproximación, que los normativa.
juristas estudiosos de la halakhah, quienes El Talmud ofrece una visión panorámi­
lnin de pensar necesariamente en la aplica­ ca y ahistórica sobre las discusiones rabí-
ción práctica de las leyes, tienden a defen­ nicas de varias generaciones y de las dife­
der la lógica de sus razonamientos, mien­ rentes escuelas rabínícas, que no dejaban
tras que los literatos que trabajan sobre de estar en permanente contacto las unas
textos de W ¡mggadah pueden mostrarse con las otras. Las discusiones talmúdicas
más condescendientes con los juegos iló­ se mantenían en un nivel básicamente teó­
gicos o simplemente alógicos, a los que rico, aunque raras veces se servían de tér­
conduce la asociación inidrásica de textos minos abstractos. Pretendían dar razón de
bíblicos muy dispares. los principios fundamentales de la Ley.
Por ello más que insistir en lo lógico o Analizaban situaciones hipotéticas, a ve­
alógico de la hermenéutica hilleliana y tal­ ces absolutamente irreales, como si se tra­
múdica es bueno reconocer su estilo dialó­ tara de teoremas geométricos. Representan
gico, que favorece y alienta el pluralismo por ello un ejercicio de precisión en el
de opiniones y de puntos de vista. Las opi­ análisis y de búsqueda de argumentos con­
niones contrarias de Hillel y de Sammai vincentes, que permitan deducir el princi­
podían ser tenidas por verdaderas Lanto la pio abstracto aplicable al caso propuesto a
una como la otra: «las dos opiniones son debate.
JUDAISMO

Este estilo dialógico no podía menos de textos bíblicos, y se propone siempre se­
conducir al desarrollo de técnicas de com­ ñalar el «camino» (halakah) central por el
pilación m useística, con el propósito de que ha de discurrir Israel frente a otras po­
conservar hasta las opiniones y normas sibles interpretaciones de lo que es el ju­
más obsoletas. La clasificación de unas y daismo.
otras no sigue un orden lógico y sistemáti­ La haggudah continúa la tradición narra­
co; no corresponde tan siquiera a un índice tiva y sapiencial de la Biblia. El midrás
de materias. Este «principio de conserva­ haggádico gozó de menor predicamemo
ción» salvó del olvido numerosas halukot que la halak¿ih. Era ésta la que marcaba
de la escuela de Shammai, al igual que un las directrices de la vida judía. La hagga-
buen número de tradiciones de los sadu- dah tenía sus pumos más débiles en la au­
ceos que habían caído en desuso tras la sencia de una mínima sistematización y en
destrucción del Templo en el año 70 d.C. la frecuente utilización de antropomorfis­
La dialàgica es lo opuesto a la monoló- mos y antropatismos en la referencia a la
gica. Mientras que la primera reconoce y divinidad, siempre sospechosos en la orto-
alienta la pluralidad, la segunda excluye doxia judía. M, Kadushin reconoce, sin
cualquier vía de comprensión que no sea embargo, com o un valor de la haggadah
la propia, pretendiendo reducir todo a una su carácter asociativo y alógico, que pone
unidad (F. Rosenzw eig, «Philosophie ais en movimiento un conjunto de concepros
Dialogik»; «Dialogik: Philosophie auf dem referidos a determinados valores (caridad,
Boden der Neuzeit»)- culto, elección, etc.), hasta alcanzar lo que
denomina un «misticismo de la vida ordi­
naria».
■2. D el sentido a los sentidos
Los comentadores del midrás han queri­
La realidad y la praxis cambiantes obli­ do encontrar una lógica en el midrás. tra­
gaban a desarrollar un método exegético tando de derivar todas y cada una de los _
que hiciera posible la «aplicación» herme­ diferentes opiniones midrásicas a partir de
néutica de las leyes a las nuevas situacio­ la utilización de alguna de las 32 normas
nes. Por otra parte, el desarrollo de unos de R. Eliezer (Z.W. Einhorn y L. Zunz en
m étodos precisos de interpretación y de el siglo pasado). I. Heinemann ha recono­
unas «normas de derivación» de leyes a cido, por el contrario, el carácter literario
partir de la Escritura ponía coto a la posi­ específico del midrás, definiéndolo como ’■
ble arbitrariedad en la interpretación de las «filología e historiografía creativas». El
leyes bíblicas y en la creación de nuevas propósito del rnidrás, ejercicio de interpre-J
normas por derivación midrásíca de otras tación literal e histórica de un texto sagra­
antiguas. do, va más allá de la simple explicación de ;
El midrás lee la Escritura bajo la pers­ un texto para tratar de crear sentido. Este
pectiva de que las cosas no son lo que pa­ no se encuentra en el texto, es atribuido al ;
recen y el sentido de los textos no es úni­ texto. El sentido puede ir incluso en oca-.;¡
cam ente el obvio o literal. La Escritura siones contra el propio texto. Así, el di'cho ■'
posee «setenta caras» y el objetivo del mi­ «ojo por ojo» tiene un sentido literal ob-
drás es descubrir los sentidos recónditos vio: extraer al agresor un ojo en compen- i
del texto. En ello es de alguno modo com­ sación por el ojo perdido de la víctima. 3
parable al procedimiento alegórico y a la Sin embargo, los rabinos interpretaban que 1
búsqueda cabalística. El midrás no tiene el verdadero sentido de la norma era el dej
nada de sistemático, se refiere a las peque­ «pagar el valor de un ojo por el ojo dana-1
ñas unidades de la Escritura (versos, fra­ do» (Mekilta de R. Ismael al Exodo). Esta i
ses. palabras sueltas), suele partir de difi­ interpretación daba sentido a la ley y la 1
cultades concretas de comprensión de los hacía además practicable. El midrás se 2j

402
JUDAISMO

convierte de este modo en una vía de co­ mas y prácticas judías, aun a falta de la fe
nocimiento y en un elemento creativo de en D ios. Este principio, que no parece
la Lradición religiosa. muy sublime, responde a la convicción de
Tradición y revelación son categorías que el caminar (halak) en la práctica de
fundamentales de la hermenéutica judía. Torah va abriendo poco a poco el camino
La tradición aparece elevada al rango de hasta encontrar sentido e intención a la
revelación, que parece incluso subordina­ práctica de la ley.
da a la interpretación tradicional. La tradi­ Existe en el judaismo una perpetua ten­
ción se transmite mediante generación de sión entre el universo de la halakah y el de
nuevos sentidos y renovación de los anti­ la utopía mcsiánica. Esta tensión se resuel­
guos. Esta renovación (hiddus) no pone en ve, sólo aparentemente, en la idea de una
peligro la integridad del dato revelado ni «halakah mesiánica» o de una «Torah del
supone la intrusión de un elemento extra­ Mesías». La halakah muestra un gran re­
ño al mismo. La Torah escrita queda so­ celo hacia la esperanza mesiánica; el me-
metida a las exigencias y métodos inter­ sianismo utópico, por su parte, oculta ten­
pretativos de la Torah oral. «La ley oral dencias anarquizantes y antinomistas. A
trata de hablar de aquello que dice la ley pesar de los intentos teóricos por hacer
escrita. Pero la ley oral dice algo más; va converger lo legal y lo apocalíptico, siem­
más allá del sentido obvio del pasaje es­ pre que en el judaismo ha brotado un mo­
tudiado, aunque sin abandonar el espíritu vimiento de esperanza mesiánica, ha rebro­
del sentido global de la Escritura» (Levi- tado el conflicto latente entre el anarquis­
nas, L'Au-dela du verset 95). El midrás mo del mesianismo utópico y el principio
se convierte en categoría de revelación de conservación de las com entes haláqui-
(G. Seholem). cas. La tensión entre estas dos dimensio­
nes del judaismo sólo aparece rota a priori
cuando es vista desde fuera del judaismo,
3. D oble fidelidad : a la L ey
desde la teología cristiana o desde la pers­
Y A LA UTOPÍA MESfÁNICA
pectiva laica moderna, que ven al judaismo
Los rabinos articulan las paradojas de la como un puro legalismo y se apropian por
alianza bíb lica, pero no las resuelven. igual, aunque de forma diferente, las espe­
Mantienen la tensión entre la exigencia del ranzas mesiánicas judías.
cumplimiento de la ley en todos sus deta­ En la hermenéutica judía medieval con­
lles, y el ideal de la relación de alianza vergen todas las corrientes de la época y
que u n e al D ios d e Israel con su pueblo. de todos los tiempos: racionalista, román­
Tratan de conjugar el imperativo legal con tica y mística. En su Guía de Perplejos,
la relación dinámica, personal y pasional Maimónides une racionalismo y pietismo,
incluso, del pueblo con su Dios. Sigue y persigue la razón, pero reconoce
Mantienen también la polaridad entre los límites de ésta. Una generación antes,
lo individual y lo comunitario, aunque el Sefer ha-Kuzari de Yehudah Hale vi re­
prevalece el sentido de la comunidad so­ presenta la corriente romántica. Opone el
bre el del individuo. La comunidad es la dios de Abraham, Isaac y Jacob al dios de
que determina si un judío es miembro de Aristóteles. El pueblo de Israel posee una
la misma. El criterio para ello es la obser­ intuición especial para percibir la Presen­
vación práctica de las leyes judías. Cum­ cia divina, pero la vida en la situación de
pliéndolas el individuo se- adeñtra más y diaspora ha nublado este sentido, y sólo el
más en la comunidad judía. La «inten­ retorno a la tierra de Israel y el cumpli­
ción» persona! no parece importar. Las miento de la Torah harán posible el resur­
miswot no precisan kabannah (intención). gim iento del auténtico sentido espiritual
Los rabinos recomendaban seguir las nor­ del pueblo judío.

403
JUDAISMO

4. CÀBALA TEOSOFICA Y CÀBALA la el estudio de la Cabala presupone el de


PROFÉTICO-MÍSTICA la Torah. Su propósito último es restaurar
la armonía divin a m ediante el cumpli­
El pueblo judío llano no se sentía muy miento de las miswot o normas haláquicas.
confortado con el pensamiento intelectual La cabala profètica o de éxtasis, que flore­
y abstracio. Acudía por ello a las corrien­ ció en la segunda mitad del siglo xm y tuvo
tes de la Càbala, muy elitistas por otra par­ com o m áxim o representante a Abraham
te, representadas en el libro del Zoluir de Abulafia, se propone conducir al estado de
R. Moisés de León (1280). Los misterios profecía, a través, no ya del estudio de la
de los que habla la Cabala parecían ofre­ Torah, sino del juego místico de los nom­
cer al pueblo judío la segundad de que, en bres divinos y de las anotaciones de la can-
medio de situaciones siempre difíciles, era tilación m usical, de posturas corporales,
objeto de la atención divina y de que el control de la respiración, etc.
cumplimiento de las prácticas judías tenía El enfrentamiento entre los Hasidim eu­
una significación y unas consecuencias ropeos y sus contrincantes, los milnage-
cósmicas insospechadas. El mundo perci­ àim, refleja un enfrentamiento similar en­
bido por los sentidos es irreal y transitorio; tre partidarios de la experiencia mística a
la realidad sólo es captada mediante el es­ través de la meditación del Nombre divi­
tudio de los textos antiguos y a través de no, con Baal Shem Tov a la cabeza, y los
las visiones de los m ísticos contemporá­ partidarios de la primacía del estudio de Ja
neos. Los misterios secretos de la Torah Torah, opuestos al movimiento hasídico.
confieren a ésta su verdadera importancia; El judío, com o M oisés ascendiendo a la
se revelan sólo a través de la enseñanza di­ montaña de la revelación, ha de ser capaz
recta del maestro al discípulo. La cadena de de penetrar en la cámara del «palacio»
transmisión de la enseñanza que discurría (hekal), en la que, rodeada de siete antecá­
desde Moisés hasta los rabinos de la M is- maras, se encuentra la Torah y donde se
nah y del Talmud y que Maimónides ac­ hace posible la contemplación de la divini­
tualizó hasta su época, cobraba entre los dad. Pero este camino, según la tradición
cabalistas una nueva dimensión. de Aqiba y de la merkabah, pasa necesa­
Dos son los caminos de acceso a la vi­ riamente por el estudio y cumplimiento de
sión mística de la merkabah y, en definiti­ la Torah.
va, de la divinidad; uno exotérico, que
pasa por el estudio de la Torah y del Tal­
5. L a h er m en éu t ic a ju d ía tras
mud, y otro esotérico, reservado a una éli­
EL FILTRO DE LA M ODERNIDAD
te. que utiliza nombres y otros medios má­
gicos para superar los graves peligros que En el m om ento de la aparición de la
ha de arrostrar el aspirante a la experiencia Modernidad la hermenéutica judía se vio
mística. Se distingue, por otra parte, una enfrentada a problem as completamente
cabala teosofica y otra profètica o de éxta­ nuevos e inesperados. El primero de lodos
sis. La primera continúa la escuela de la era el de mantener el valor y verdad de las
merkabah de Aqiba, la segunda se relacio­ Escrituras judías frente al reto de la cien­
na con la literatura de hekhaloi. cia y de la historia modernas. El encuentro
La cabala teosòfica, desarrollada en el con la m odernidad puso de relieve los
Zohar y representada por Nahmánides en­ puntos débiles de la hermenéutica judía
tre otros, se basa en la idea de que la divi­ premodema,
nidad tiene un doble aspecto: nno oculto, Al igual que la tradición católica se ha­
el infinito (Fji-Sof), y turo revelado a tra­ bía visto enfrentada al principio de la
vés de formas antropornórfieas, los diez «sola Scriptum» invocado por la Reforma
atributos divinos (Sefuot). Para esta escue­ protestante, la exégesis talmúdica aparecía

404
JUDAISMO

como una autoridad dogmática, super­ «R» = Rahbenu, «nuestro maestro», signi­
puesta a las Escrituras, sobre todo en lo to­ ficando de este modo que el pensamiento
cante a las cuestiones legales o luiláqui- expresado en la forma final de la Biblia es
cas. El judaismo rabínico había pasado ya el que constituye la verdadera fuente de
a comienzos de la época medieval por la inspiración del judaismo. Hoy se reconoce
experiencia de la Reforma qaraita. contra también la importancia del estudio de la li­
la que reaccionó reforzando la tradición teratura misnaica y talmúdica en orden a
misnaica y talmúdica negada por los qaraí- la comprensión de los textos bíblicos. Los
tas. El pensamiento judío de todas las épo­ textos recienLes contribuyen, por el princi­
cas había tratado y logrado compaginar las pio de efectividad histórica («Wirkungs-
enseñanzas bíblicas con las corrientes filo­ geschichte»), a la comprensión de los tex­
sóficas, teológicas, éticas y místicas de tos antiguos. Los estudios de literatura y
cada época, pero el reto de la modernidad de religiones comparadas reparan hoy más
era algo absolutamente nuevo, que sumió en los puntos en los que la tradición de Is­
en un principio al judaismo en un estado rael difiere de la de sus vecinos del anti­
de extrema «perplejidad», guo Orie'hte, sin olvidar por ello los .fre­
Baruc Spinoza formuló con toda crude­ cuentes puntos de coincidencia.
za la critica moderna a la exégesis tradi­ Cabe hablar hoy de una orientación her­
cional judía, al separar radicalmente la menéutica postcrítica o postmoderna, que
cuestión del significado y la pregunta por emerge tanto en el judaismo como en el
la verdad Para conocer la verdad de la Bi­ cristianismo. Exegetas que se sienten ple­
blia es preciso determinar el significado de namente a gusto en el uso de los métodos
los textos bíblicos, pero éste sólo es alcan- críticos de la filología y de la historia, per­
zabie mediante la aplicación rigurosa de ciben, sin embargo, que la tradición bíbli­
los métodos de análisis filológico e histó­ ca y judía transmite normas y valores que
rico, No cabe seguir utilizando la orto­ no pueden ser juzgados correctamente con
doxia judía, como tampoco el dogma cris­ el canon estricto de la razón crítica surgi­
tiano, como un a priori obligado para la do de la Ilustración. La nueva orientación
comprensión de los textos bíblicos, afecta por igual a quienes se sitúan en po­
En los medios ilustrados judíos la Biblia siciones más o menos conservadoras (Ha-
dejó de ser la fuente de conocim iento Iivni) o radicales (Fishbane). Lo que emer­
científico y filosófico. Recuperó, sin em­ ge es ciertamente una revalorización del
bargo, otros valores, como los estéticos y contexto comunitario, di alógico e intertex-
literarios. Los estudiosos judíos del XIX lual en el que nacieron los textos comenta­
como Samuel David Luzzatto no dejaron dos y el comentario mismo. Se manifiesta
de exaltar sobre todo la elevación ética de una tendencia más propensa a reconocer
la Torah y de los profetas bíblicos. que los textos bíblicos y los comentarios
A medida que la critica bíblica moderna del judaismo clásico razonan a su modo,
ha reducido los libros bíblicos a composi­ un modo que no puede dejar de ser teoló­
ciones de géneros, autores y épocas muy gico y que se desarrolla siempre en fun­
dispares, y ha puesto de relieve los puntos ción de una praxis ética y comunitaria.
de contacto de la literatura bíblica con las Este modelo de racionalidad tiene ca­
literaturas de los pueblos vecinos del anti­ rácter dialógico, recuperando así uno de
guo Israel, la hermenéutica judía reciente, los principios antes señalados de la herme­
como también la cristiana, dirige más la néutica bíblica y judía. Sin pretender fun­
atención a la forma final o canónica de la dar normas universales de razonamiento,
Biblia, F. Rosenzweig convertía la sigla se reconoce la existencia de «universos re­
«R», con la que se suele designar al último gionales de racionalidad dialógica y de ra­
redactor de los libros bíblicos, en la sigla zón práctica», dentro de los cuales se arti­

405
JUDAISMO

culan determinados criterios de verdad y Vorsteüung dans la philosophie hégélienne


falsedad, de bien y mal. La con-tem pl- de la religión», Lectures 3, 1992,62).
ación y la con-sider-ación adquieren su Si se puede hablar de una «filosofía ju­
verdadero sentido, conforme a su prístino día» con identidad propia lo es en virtud
significado etimológico: el sacerdote her- de la primacía transhistórica que la misma
meneuta delimitaba en el firmamento un confiere a la ética, en contraste con el on-
espacio sagrado (templo) o un espacio si­ tologismo de los griegos hasta Heidegger.
deral, en cuyas coordenadas podía leer el La filosofía judía moderna, que arranca de
sentido y el designio de los acontecimien­ Moisés Mendelsohn, no hace sino plantear
tos. En el inmenso firmamento de la abs­ «al modo judío» los dilemas que desgarran
tracción universal (la lógica inductiva y de­ el pensamiento moderno; noúmeno y fe­
ductiva) se delimitan espacios de compren­ nómeno. razón e historia, Dios y el mun­
sión, en los que intervienen procedimientos do, naturaleza e historia, etc. Lo hace sa­
dia-lógicos e inter-activos que permiten re­ crificando en ocasiones la realidad en aras
conocer la verdad y practicar el bien. de la idealidad, siguiendo en ello a Hegel,
Las tradiciones de la hermenéutica judía o exaltando el principio de realidad a ex­
surgidas a partir de la interpretación de la pensas de la idealidad, tras el positivismo
Biblia han creado a lo largo de los siglos y y el marxismo, no sin una fuerte carga de
siguen en el empeño de fijar un «universo utopía en este último. Desde la propia tra­
regional de racionalidad dialógica y de ra­ dición judía los judíos hegelianos, como
zón práctica». Los principios básicos de Solomon Formstecher y Samuel Hirsch,
tal racionalidad arrancan del mundo de re­ no podían m enos que señalar con toda
presentaciones primordiales, narraciones, fuerza, frente al mismo Hegel, la diferen­
expresiones, conceptos, etc. y del corpus cia entre Dios y la Naturaleza, insistiendo
de normas de vida contenidos en la Biblia, al mismo tiempo en la fuerza de la razón y
y se reconocen a través de la interpreta­ de la libertad moral. Hermann Cohén, en
ción que de la Biblia ha dado la tradición un movimiento de retomo a Kant, trató de
judía o, para el caso, la cristiana o islámi­ colmar en términos judíos el foso de separa­
ca. Exegetas y filólogos han de interpretar ción entre realidad e idealidad. Los marxis­
todo ese mundo de representaciones, con­ tas judíos, como M oisés Hess, siguiendo
ceptos, normas y tradiciones de exégesis, un principio del judío Spinoza deus rive
etc., así como los principios de racionali­ natura, buscaban la verdad dentro y no
dad que en el mismo se encierran. Los fi­ más allá de la realidad natural. Martin Bu-
lósofos y antropólogos pueden entonces ber^ por otra parte, anteponía la realidad
articular la lógica que tales principios en­ primordial de la experiencia mística, ex­
cierran, En este sentido seria de desear un presada a través de la cultura y el folklore
mayor diálogo entre antropólogos y filóso­ judíos, llamando la atención sobre las exi­
fos, por una parte, e intérpretes de los tex­ gencias éticas y sociales que plantea la
tos b íb licos y del judaism o clásico (así realidad efectiva del encuentro humano- -
com o del cristianismo y del islam), por divino. Franz Rosenzweig proclamaba uh
otra. En otros términos y en palabras de nuevo pensar («Das neue Denken») sobre
P. Ricoeur, «Une herméneutique qui, selon las «realidades» del hombre, de Dios y del
le mot de Gadamer, suivrait Hegel plutôt mundo. Le vinas centra su pensamiento en ;
que S chleiermâcher se définirait par son la dimensión última del Dios ético «au -_
ambition de préserver l'unité entre les trois delá de l ’essence». En definitiva, el pensar
moments de la manifestation, de Y interpre­ filosófico judío es una hermenéutica del ~¡
tation et de la conceptualisation, sans per­ propio ser judío, ,un interpretar la reali-
dre la force d’aucune de ses composantes dad judía como parte y porción de la rea­
égalem ent nécessaires» («Le statut de la lidad toda. -

406
JU D A ÍSM O /JL ’EGO Y DIÁLOGO

El pensamiento judío ilustrado y moder­ K a d u sh in , M-, The Rabbinic Mind, New


no sigue siendo «judío» en su reconoci­ York 1972'.
miento de la primacía de la ley como ex­ F is h b a n e , M . (ed.), The Midraskic Imagi­
presión de la moralidad racional, en su va­ nation. Jewish Exegesis, Thought, and
loración de la ética y de la «razón práctica» History, Albany. N ew York, 1993.
kantiana por encima de la metafísica y el K e p n e s , S., The Text as Thou: Martin Bu­
ontologismo que desde los griegos alcanza b e r ’s D ia lo g ica l H erm eneutics and
hasta Heidegger. Narrative Theology, Indiana University
La hermenéutica judía sigue cumpliendo, Press 1992.
en fin. su doble misión: renovar incesante­ O c h s . P. fed.). The Return to Scripture in
mente los caminos que permiten compren­ Judaism and Christianity. Essays in
der el legado histórico del pasado y des­ P ostcritical Scriptural Interpretation,
brozar nuevos caminos para asegurar en el Mahwah, New York, 1993.
futuro las senas de identidad del ser y vivir H.L.. S t e m BERGER. P., Introduc­
S track,
judíos. ción a la literatura talmúdica y midrásica,
edición española preparada por M. Pérez
Fernández. Valencia 1968.
Bibliografía T r e b o l l e B a r r e r a , J., La Biblia judía y
la Biblia cristiana. Introducción a la
H a l iv n i , D.W ., Peshat and Derash. Plain historia de la Biblia, Madrid 1993.
and Applied Meaning in Rabinic Exége­
sis, New York - Oxford 1991. Julio Trebolle

Juego y diálogo
Según Gadamer, la esencia del juego de su desenvolvim iento, el juego posee
no puede ser comprendida a partir de la una dinámica interna que no es controlada
conciencia o comportamiento de cada ju­ por ninguno de los jugadores en concreto.
gador. D esde la conciencia del jugador Por el contrario, es el propio juego quien
puede llegar a hacerse una descripción controla a los jugadores poniéndoles tareas
psicológica del jugar, no a la d escrip ció n a c a d a uno de ellos en la propia dinámica
fenomenológica de su esencia. «Es nece­ del juego.
sario liberarse de un hábito de'pensamien­ La prim acía del propio ju e g o sobre
to que ve la esencia del juego en la con­ cada uno de los jugadores puede apreciar­
ciencia del jugador. Esta definición del se en la fascinación que produce en ellos.
hombre que juega, hecha popular sobre Esa fascinación tiene su raíz en que el
todo por Schiller, comprende la estructura juego se hace señor del jugador, produce
del juego solamente a partir de su apari­ en él un rapto de sí mismo para someterlo
ción subjetiva. El juego es, sin embargo, al contexto de un movimiento con dinámi­
auténticamente un ejemplo de m ovim ien­ ca propia. Por otro lado, la incerteza esen­
to que comprende a aquellos y/o a aquello cial del juego es una prueba de que el au­
que juega»1. Considerándo la estructura téntico sujeto no es el jugador sino el jue­

1 H.G. Gadamer, «M ensch und Sprache», en


Kleinen Schriften, vol. I, p. 99.

407
go mismo, por eso es un riesgo para quien quien trata de interpretar el sentido de un
lo juega2. hecho histórico desde lo planificado por
Ningún jugador puede abandonarse a la su agente. Frente a ello adopta el concep­
libertad completa del jugar, a la pura li­ to de «mediación» de H egel y Heidegger.
bertad de la subjetividad. Su actuación ca­ Lo mismo que no hay contraposición en­
prichosa destruye el juego como tal. Cada tre el jugador y lo jugado sino que más
jugador no sólo se somete a las reglas del bien hay un ju ego que com prende a los
juego, se somete también a las tareas que jugadores y a la cosa jugada, de suerte
el juego le va poniendo y que ha de resol­ que el sujeto no son los jugadores sino el
ver libremente. Este som etim iento a las propio juego que conduce a los jugadores,
Larcas del juego, olvidándose el jugador tampoco se contraponen sujeto y objeto,
de sí m ism o, no es experim entada, sin realidad y conciencia. El ser es un movi­
embargo, com o una pérdida de dominio miento que comprende a ambos y los hace
de nosotros misinos, sino más bien como esencialmente interdependientes: la con­
una ligereza o libertad que llena al juga­ ciencia se va formando por la experiencia
dor3. Por último, indica Gadamer, el juego de lo real y lo real es configurado por la
como tal. esencialmente, no posee una fi­ conciencia5.
nalidad ajena a sí mismo. En sí mismo se La libertad que caracteriza al juego tie­
limita a ser un autorrepresenlarse. «La au- ne como trasfondo la crítica de la concep­
torrepresentación del juego que hace el ción do la libertad del romanticismo y su
jugador, por decirlo así, hace que llegue a prolongación en el historicismo, La nece­
autorrepresentarse él mismo en la medida sidad o resistencia que encuentra la fuer­
en que ju ega, esto e s, representa algo. za libre es el poder de lo sobrevenido por
Sólo porque el juego siempre es ya un re­ la misma libertad. Remite al concepto he­
presentar. el jugar del hombre puede en­ geliano de espíritu objetivo y al concepto
contrar su tarea en la representación m is­ husserliano de facticidad5. Por ultimo, la
ma»4. concepción del ju ego com o representa­
Estas tres características de la fenome­ ción tiene com o trasfondo la crítica a la
nología del juego que hará extensivas a su contraposición de fenóm eno y cosa en sí
concepción del arte, de la historia y del del neokantismo y en general a la contra­
lenguaje tiene como trasfondo una crítica posición de ser y pensar propia de toda la
de unas determinadas posiciones filosófi­ filosofía tradicional. Frente a ello adopta
cas y la adopción de otras. La descripción la concepción del fenómeno en el sentido
dei primado del juego sobre la conciencia de Husserl com o la manifestación positi­
del jugador representa una crítica de la va de la esencia de la cosa. Alude igual­
primacía otorgada a la conciencia en el mente a Heidegger en su concepción del
ámbito de la comprensión o de la herme­ ser como algo no distinto de su modo de
néutica. Rechaza la concepción subjetiva darse en el pensamiento: «El pensamiento
del arte presentada por Kant en su estética es pensamiento del ser. El genitivo signi­
del genio, el subjetivismo hermenéutico fica aquí dos cosas: El pensamiento es del
de Schleicrmacher, que trata de compren­ ser en cuanto que, instituido por el ser,
der el sentido de los textos desde la men­ pertenece al ser. E l pensamiento es igual­
talidad de su autor y el de Collingwood. mente pensamiento del ser en la medida

5 Id., W ahrhcU und Methode, (en adelante IVAO, 5 Cfr. ibíd,, pp. 448-451.
p. 137. 6 Cfr. ib íd ., pp. 263-273; G.W.Fr. Hegel. Enzy­
3 Id., Mensch und Spräche. K.S.. I, p. 100. klopädie. pgrf. 136. Phänomenologie des Geistes,
J Id., WA1. p. 139. pgrf. 105; Logik, pgrf. 144 ss.

408
JUEGO Y DIÁLOGO

.en.que, perteneciendo al ser, le presta dos de ese proceso del pensar se presentan
oído»'7. estructurados lógicamente en la forma de
El análisis feilomenológico del diálogo discurso o de escrito. Por eso presentan
es estructuralmente semejante al del juego una estructura m onológica que oculta la
pues, com o sostiene Gadamer, dialogar estructura dialógica originaria del pensa­
con otro es ponerse en juego con otro. El m iento. Gadamer señala repetidam ente
diálogo auténtico no resulta nunca como que para hacer posible la comprensión de
quisiéramos nosotros que fuese. Si uno de un texto ha de ser recuperada la forma dia­
los interlocutores intenta conducirlo o diri­ logal de su extrañamiento. La labor del
girlo conforme a un plan previo, lo destru­ hermeneuta es precisamente recuperar la
ye. Solamente será una apariencia de diálo­ estrucíura dialogal allí donde está oculta.
go, puesto que continuamente se rompe su «Lo que caracteriza a la conversación fren­
propia dinámica. «El modo como una pala­ te a la forma endurecida de las proposicio­
bra sigue a la otra, el modo como el diálo­ nes que buscan su fijación escrita es preci­
go toma sus direcciones, el modo en que samente que el lenguaje realiza aquí en
procede y llega a conclusiones, todo ello preguntas y respuestas, en el dar y tomar,
tiene una dirección, pero en ella los interlo­ en el argumentar en paralelo y en el poner­
cutores no tanto guían como son guiados». se de acuerdo, aquella comunicación de
«Lo que resulta de un diálogo no se sentido cuya elaboración como arte es la
puede saber de antemano. El acuerdo o de­ tarea de la hermenéutica frente a la tradi­
sacuerdo es un evento que se cumple en ción literaria. Por eso cuando la tarea her­
nosotros. S ólo entonces podemos decir menéutica se concibe como un entrar en
que ha sido un buen diálogo o que había diálogo con el texto, esto es algo más que
nacido con mala estrella. Todo esto indica una metáfora, es un verdadero remedo de
que el diálogo tiene un espíritu y que las lo originario»10.
palabras que en él se dicen portan en sí su A l precisar la lógica de ese diálogo qué
verdad, hacen «aparecer» algo que en ade­ es el pensar, resalta dos cosas: la primacía
lante será»8. de la pregunta y el hecho de que la pre­
Gadamer describe el diálogo además gunta no la hacemos nosotros sino que «se
como un acontecer libre en el marco de las nos pone»: Para Gadamer, uno de los des­
tareas o preguntas que el mismo diálogo cubrimientos más importantes que aporta
plantea con las intervenciones del oLro in­ la presentación que hace Platón de Sócra­
terlocutor, y, por último, es descrito como tes es precisamente el hecho de que, en el
representación de la verdad de la cosa, lo proceso de pensar, la pregunta va por de­
que remite a la relación trascendental de lante; por eso es más difícil preguntar que
ser y verdad de Heidegger. responder. «El verdadero carácter del ha­
Pero el análisis del diálogo adquiere par­ llazgo no consiste propiamente en el he­
ticular relevancia desde el momento en que cho de que en un cierto punto nos viene a
Gadamer, siguiendo a Platón, considera el la mente la solución, sino sobre lodo en el
diálogo como la estructura originaria del hecho de que nos viene a la mente la pre­
pensar, en el cual se realiza la misma dia­ gunta que nos pone sobre la pista abierta y
léctica del preguntar y el responder. El pen­ así hace posible la respuesta»11.
samiento «es una conversación del alma Preguntar es siempre abrir una puerta a
consigo misma»9. Sin embargo los resulta­ la realidad cuestionada. Pero Gadamer. si-

7 M. H eidegger, B iief líber den Humunismus. 11 Platón, El Sofuia. 263 e.


Berna, 1947, p, 7. ln I-I.G. Gadamer. W,M, p. 446.
s H.G. Gadamer, WM, p. 441. 11 Ibid., p. 423.

409
J LEGO Y DIÁLOGO / JUNG Y ERANOS

guiendo a Hegel y Heidegger, indica ade­ mos nuestra libertad sometiéndonos a las
más que la pregunta no parte inicialmente tareas que nos va poniendo o respondien­
de una subjetividad frente a sus objetos, do a las preguntas que se nos van poniendo
sino de la cosa tnisina: de la experiencia y en el cual va representándose o apa­
del objeto que no puede ser adaptada a la reciendo la verdad de la cosa. El concep­
opinión existente. «El venir a la mente de to de «wirkungsgeschitliche Bewusstsein*
la pregunta presenta ya una rotura de la (conciencia de la determinación histórica)
opinión general existente. Por eso se dice es el que configura esta «situación» her­
también de la pregunta que viene, que se menéutica como absoluta mediación de
pone, que surge, y no que nosotros la po­ historia y verdad, tal como pensaba Hegel.
nemos o suscitamos»12. Por otro lado Gadamer considera la praxis
La trasposición que hace Gadamer de hermenéutica como un diálogo en el que
los m odelos del juego y del diálogo a la tenemos como un tú interlocutor a un de­
experiencia hermenéutica presenta dos po­ terminado texto. Los conceptos de «fusión
los o facetas interdependientes entre sí: de horizontes» y «aplicación» son los que
Por un lado concibe la tradición y el len­ configuran la peculiaridad de esta praxis
guaje como un juego o diálogo al que per­ dialógica que es la hermenéutica.
tenecemos y en el que participamos some­
tidos a su propia dinámica, en que realiza­ Juan Manuel Abnarza

Jung y Eranos
Ofrecemos aquí por vez primera en Es­ dizos temas irracionales o irracionalizados
paña (y extranjero) una visión analítica y J por la cultura clásica, como son el mito, la
sintética de la enorme aportación del Círcu­ /l.gnosis, la alquimia y la hermética, la cábala

1 lo Eranos (Eranos-Kreis) a una hermenéu-


!tica sim bólica de la cultura. N acido en vjl
!'y la mística*1.
Lo vasto del elenco eranosiano — 57 vo-
. 1933 en Suiza en tomo al gran psicólogo '/j'j lúm enes trilingües en alemán, inglés y
M C.G. Jung, sus conferencias anuales inter- francés, de 1933 a 1988— ha impedido
f | disciplinares arriban hasta 1988, constitu- ofrecer una visión de conjunto, así como
í yendo el mayor «almacén sim bólico» de los resultados más pertinentes de esa au­
nuestro tiempo. Diferentes estudiosos de téntica enciclopedia ínterdisciplinar. Cier­
diferentes países han elaborado una am- to, Eranos es hoy sólo desconocido para
í püa arque-tipología cultural a través de los desconocidos, pero es obvia que su co-
i una continua mediación de ámbitos hasta t\)l nocimiento resulta aún elitista. Traer a la
aquí separados: filosofía y ciencias huma­ ^'palestra pública sus descubrimientos y re­
nas, mitología y ciencia, teología y antro­ flexion es es el quehacer primordial de
pología, Oriente y Occidente. Es un singu- nuestro largo trabajo. Este estudio ha sido
. lar mérito de Eranos haber realizado un M facilitado por nuestra activa participación
.1 acercamiento filosófico-científico a escurri- /t e n varios Congresos dé Eranos, así cómo

U Ibid., p. 556. Barcelona, 1985, así com o L. Garagalza en Revista


^ \ | Anlhropos, 57 (1986), dedicada a Antropología her-
1 Para una enlrevisión de Eranos, ver mi Excurso '|/i menéutica/Hermenéutica simbólica.
I final a Antropología simbólica vasca, Anlhropos,

410
JU N ü Y H kA X O K

por la actual preparación del núcleo de |(7 mos poner esta nueva encrucijada cultural
Eranos para su publicación editorial2, En ^ bajo los auspicios del dios Mermes, el nu­
un momento de crisis del racionalismo tra- ¡/, men de Eranos, dios de la correlación y la
diciona! y de apertura a nuevos m isticis-l^ implicación de lo diverso4.
mos a veces sectarios por su sectorializa-
ción dogmática, la pionera labor de Eranos [|*
puede ofrecernos una interesante media­ EL Círculo Eranos: O p u s h o m in is
ción de lo irracional y lo racional, de in-J(
consciente y consciencia, de mito y logos. El Círculo Eranos fue fundado por Olga
Problablemcnte la mayor importancia de Fróbe-Kaptein en 1933 en Ascona (Suiza)
Eranos radique en haber planteado con ri­ como una agrupación cultural de carácter
gor la cuestión de la concordancia o coin­ filosófico-científico cuyo objetivo era me­
cidencia de los contrarios, lo que yo llamo diar entre Oriente y Occidente, lo mítico e
la «complicidad» de los opuestos. Jung, el irracional y lo lógico y racional, la religión
gran inspirador de Eranos, habló del Unas y la ciencia. La fundadora, nacida en Lon­
Mundus y su carácter de camplexio oppo- dres de padres holandeses, buscó inspira­
siwrutn, legándonos su magna obra al res- ción para su Opus hominis en el mitólogo / l
\
pee Lo intitulada Mysterium coniunctionis. alemán Rudolf Olto, el autor de Lo sanio
Es la problemática de los opuestos y su (Das heilige), el cual bautizó al grupo vir­
síntesis lo que lleva a Jung y Escuela de tual con el sobrenombre de Eranos, que en
Eranos a ocuparse de su mediación no al griego significa «comida de fraternidad»,
través imposible (im pasible) de la razón aludiendo así al carácter interdisciplinar
(pura), sino de la relación (impura): de del grupo.
aquí su proyección de un Imaginario sim­ Ahora b ien , el auténtico inspirador
bólico en el que se condensan los contra­ de Eranos sería el gran psicólogo suizo
rios como en una red trascendente, ya que C.G. Jung que, desde su residencia en la
la imagen es un contenedor de opuestos y cercana Zurich, otorgaría a la organización
el símbolo es su mediador3. su inconfundible sello arquetipal. Jung, en
Ofrecer el análisis y síntesis de la her­ efecto, no sólo participó activamente en
menéutica sim bólica de Eranos significa los congresos de Eranos hasta edad avan­
1/
abrir las selladas puertas de un ingente zada, sino que con su «arquetipología» lo­
museo imaginario, solamente conocido de gró mediar entre los diferentes campos en
un modo fragmentario. La actualidad del litigio: historia de las religiones, ciencias
pensamiento holístico-simbólico éranos! a- humanas y, naturales, filosofía occidental y I /
no exige su comunicación y difusión en un oriental. En sus 57 volúmenes (de 1933 a i ’
momento de encrucijada cultural como el 1988, año en que se clausuran las Confe­
presente; no extrañará por tanto ver la edi­ rencias de A scona en agosto, dando paso a
ción japonesa e italiana (y ahora la españo­ futuras publicaciones m onográficas del i
la) unirse a su clásica presentación trilin­ grupo reducido), Eranos ofrece como hilo
güe en alemán, francés e inglés. Quisiéra­ conductor la arquetipología (jungiana), es

2 AnUiropos prepara la edición de F.. Neumunn y 3 Sobre el Imaginario simbólico, véase el diccio
I. Hillman, y ha publicado un conjunlo de E. Neu- nano jungiano de A. Samuels, ó critical dictionary
mann, K. Kerény, G. Scholem y 1. Hillman (colec­ of jungian analysis, Londres y N ueva York, 1986,
ción Hermeneusís); por- su parte. Destino prepara la pp. 71 y ss. Para lodo ello, ver W. Ross, Nuestro ima­
edición de K. Kcrényi y H. Corbin (en su colección ginario cultural, Anthropos, Barcelona, 1992.
de ensayo, codirigida por E. Trías). En la citada co­ J Sobre la figu ra de Hermes ver A. Verjat y
lección de Anthropos ha aparecido ya la interesante otros (£1 retorno de Hermes), así como R. López-
obra del eranosiano G. Durand, De la mitocrítica al Pedraza (Hermes y sus hijos), Anthropos (col. Her-
mitoandlisis, Barcelona, 1993. meneusis).

411
JUNG Y ERANOS

i decir, el delineamiento de urdimbres o es- nalización, que va de 1972 a 1988 (volú­


’■ tructuras simbólicas fundamentales de la menes 41 a 57), Eranos proyecta una Her­
vida (humana). Los más significativos au­ menéutica simbólica. D e esta guisa, el
tores de Eranos han elaborado y estudiado Círculo comienza con una Ontología mito-
los arquetipos que, a modo de coagulacio- simbólica descubriendo las actitudes ar-
nes nodales de sentidos, configuran las ex­ quetípicas del hombre ante lo numinoso,

Í periencias-límite del hombre en su mundo.


La fenomenología (abierta) es el método
Icontinúa con una Antropología cultural re­
descubriendo al hombre arcaico y su'ar-
usado por los eranosianos en su búsqueda
de lo arquetípico que, como un «orden im­
plicado», subyace a lo típico como «orden
»I
quetipología mitomística en las nuevas ti­
pologías y configuraciones culturales, es
decir, en su proyección cultural (la cultura
explicado»5. Yo citaría entre los más des- como secularización del culto)', finalmente
tacados eranosianos, aparte del padrino Eranos descubre el hilo secreto que cobija

Í R. Otto y del inspirador C.G. Jung, a los


-j siguientes: lo s m itólogos K. K erényi,
>í W. Otto y J. Campbell, los sim bólogos
tanto al hombre primitivo como moderno;
ese hilo o urdimbre sería el simbolismo.
pues que el hombre — animal symboli-
M. Eliade, J. Layard y G. Durand, los cum— no se atiene a la realidad dada ani-
psicólogos E. Neumann, M.L. von Franz m aleseam ente, sino que la interpreta o
y J. Hillman, el antropobiólogo A. Port- abre simbólicamente a la cuestión metafí­
’] nvann y el esteta H. Read, los orientalis­ sica del sentido. Así se cierra el círculo:
tas H. Zimmcr, H. Wilhelm, G. Scholem, pues tanto la cosmovisión arquelípica de
. H. Corbin y H, Kawai, el fenom enólogo Eranos inicial como la concepción sim­
j van der Leeuw, los hermeneutas M. Por- bólica de Eranos final remiten a la inelu-
kert y Y. Zuckerkandl. dibilidad de la cuestión del sentido meta-
Por lo que hace al organigrama cultural físico (onlorreligioso) de la vida y la exis­
de Eranos, podríamos distinguir netamente tencia6.
tres etapas o épocas en su itinerario men- Ahora bien, con la nomenclatura de lo
,'J\tal. El fundacional iría de 1933 a 1946, e arquetípico en Eranos I y de la simbologíu
incluye los 14 primeros volúmenes de la en Eranos III, se expresa una problemática
; agrupación; en esta primera etapa Eranos que desearíamos ofrecer desde ya para acla­
i se especializa en Mitología comparada, rar brevemente la cuestión de la identidad y
logrando confrontar el pensamiento occi- diferencia entre lo arquetípico y lo simbóli­
>. dental con la temática mírica-mística, sea co. En su primera etapa, Jung, E. Neumann
| oriental, sea preindoeuropea o mediterrá- y otros jungianos interpretan los arqueti­
^ nea, sea gnóstica, hermética y alquímica. pos como patrones (patteni) de la psique,
La segunda etapa iría de 1947 a 1 9 7 1 ,in- a modo de «predisposiciones» estructura­
v. cluyendo los volúmenes 15-40; tras perge- les que se troquelan en la evolución filo-
' ñar el horizonte m itológico, Eranos se genética o de la especie humana, configu­
concentra ahora posbélicamente (tras la rando las pautas del inconsciente cultural
gran guerra) en articular una nueva ima- de la psique colectiva (el llamado «incons­
y gen del hombre; por ello esta segunda eta- ciente colectivo»). Los arquetipos como
’* pa de consolidación se sitúa en torno al estructuras del inconsciente colectivo son
, tema De homine, constituyendo una antro- predisposiciones de la psique que encuen­
’.1 pología cultural. En la tercera etapa de fi­ tran su precipitado en las imágenes pri-

- Vèr M.L. von Franz, Nombre el temos, París, nos Tagungen, Ascona. 1978. en donde comparece
1978. la fórmula del último autor citado; Comprender es
f‘ Véase al respecto el precioso librilo de A. Pori- interiorizar el sentido tp. 10), así pues implicarlo
mann. R. Rasenta y tt. Corbin. Vom Siim der Era- (ibíd. ).

412
JUNG Y ERANOS

mordíales (Urbilder), sean de tipo psicoi- los relatos y las relaciones fuertes a su vo­
de (Gran Madre, Héroe, Anima o Animus, latilización en nombre de un pensamiento
Sí-mismo — como Ipse, Selbst o Self—), débil. Por eso la ambivalencia del proyec­
sean de tipo religioso (como Angel, Dios, to es obvia: por una parte los posjungianos
Demonio), sean de tipo impersonal (Nú­ Corbin y Híllman solucionan el problema
meros, Cruces y Mandalas) o bien animal clásico de los indefinibles arquetipos jun-
(el Dragón o Monstruo). Pero con la llega­ gianos y su arraigo en un hipotético ins-
da del iraní H. Corbin a Eranos,-el autor f / consciente colectivo, pudiéndose ahora
da un giro a la cuestión: los arquetipos 1 hablar y operar, posjungianamente, de/con
más que proceder míticamente de la pro­ las imágenes liberadas de toda «gangosi­
funda energía inconsciente cuasi demoni­ dad». Mas el peligro de reconvertir los ar­
ca, procederían de la alta supraconscien- quetipos y su espesor psicoide como religa­
cía cuasi angélica; de esta guisa, los ar­ ciones del sentido en meros tipos superfi­
quetipos. que en Jung son estructuras ciales del significado librado de ese humus
energéticas, se convierten en prototipos f (■ numinoso, resulta obvio y muy caracterís­
casi eidéticos (platónicos), incidiendo más tico de nuestra posmodemidad evanesccn-4
¿n su carácter de imagen (fenoménica) quef { te. (Por estas y otras razones nosotros mis­
en su carácter predispositivo (nouménico mos hemos optado por presentar lo simbó­
o preimagínico). Por eso H. Corbin habla­ lico como estructura mediadora entre lo
rá, en lugar del Inconsciente colectivo, del arquetípico y lo típico, así pues entre el ar­
Imagina! como ámbito de las protoimáge-j/ quetipo y su imagen, en cuyo caso pode­
nes. De esta forma, se abandona el viejo ' mos hablar con rigor de un Imaginario
Imaginario cuasi matrial por un Imagina­ simbólico1.)
rio cuasi patrial: la ganga mater-material Todo esto viene a colación o cuento/cuen-
de las viejas imágenes arquetípicas proce­ ta porque nuestros lectores se preguntarán
dentes del inconsciente se sustituye por la sobre el estatuto que obtienen hoy los ar­
forma (p aterí al) de las nuevas imágenes quetipos (jungianos). Nuestra respuesta es
transparentes, celestes, metactónicas (desi- clara al respecto: nadie puede «temerlos»
conizadas o espiritualizadas, lo que es porque la Escuela jungiana de Eranos no
bien propio de la m ística semita). Este los toma dogmáticamente, e incluso hay
paso lo cumplirá psicológicamente el ju- miembros — como hemos visto— que han
deoamericano J. Hillman, fundador de la desplazado la temática de los arquetipos a
psicología imagina!, al proponer el aban­ las imágenes primordiales; con estas últi­
dono del arquetipo (lo arquetípico) por la mas podemos operar culturalmente aunque
imagen (lo imaginal). Cierto, lo Imagina! — como he dicho— no se deberían obviar
se usa corbinianamente como la media­ sus ligám enes profundos arquetípicos o
ción entre lo Imaginario (confusor, regre­ como quiera se les llame, pues no quere­
sivo o mainai) y lo puramente simbólico mos discutir por cuestiones terminológi­
en sentido lacaniano (lo palería!, formal y cas. Importante es captar la problemática
suprasensible). Sin embargo, el paso de del sentido, y éste comparece en situacio­
Corbin (y Hillman) de lo arquetípico a lo nes-lím ite o encrucijadas regidas por el
imaginal (lo proto típico) recubre el paso dios que media lo inconsciente y la cons­
de lo protosimbólico o catafórico (arraiga­ ciencia: Hermcs el conductor de almas
do o religado) a lo merasimbólico o meta­ (psicopompo), el mismo numen que coliga
fórico (desligado o irreligado, liberado): el reino de las madres y el del padre, el co-
sería el equivalente paso posmodenno de ncctor de lo típico con lo arquetípico, lo

Véase mi Jung. Deusto-Bilbao, 1988.

413
JUNG Y ERANOS

existencial con lo esencial, lo óntico con rante 10 días intensos en ese lugar verdísi­
lo oncológico, lo real con lo surreal8. Por mo, durante el mes de agosto, amenizados
ello, si bien en Jung los arquetipos obtie­ por algún pequeño grupo musical clásico.
nen aún una cierta aprioridad (en cuanto La pequenez o estrechez del Jardín de Era­
aprioris de la psique), pueden reinterpre­ nos ha cobijado las lecturas de todos sus
tarse como configuraciones de sentido que miembros, bajo el común impulso de bus­
se constelan tras la experiencia o vivencia car la junción o juntura del sentido a tra­
a posterior!, pues nadie podrá renegar de vés de las dualidades: lo que Jung llamó
la experiencia vivida de arquetipos de sen­ coniunctio. Erich Neumann, el mejor dis­
tido tal y como comparecen en nuestro cípulo de Jung y uno de los autores más
Imaginario simbólico, cargados de numi- emblemáticos del Círculo, llamó a Eranos
nosidad: sea en mitos arcaicos o contem­ «el ombligo del mundo», por esa conjun­
poráneos, en filmes, relatos o visiones, en ción de lo(s) diferente(s). Por su parte, el
sueños o en proyecciones, en soledad pro­ biógrafo de Jung, el prof. G. Wehr ha des­
funda o en compañía. Los arquetipos apa­ crito así el ambiente cultural:
recen hoy como ayer y mañana, no como
En las Jomadas Eranos, que se llevan
estructuras o im ágenes fijas sino com o
a cabo desde hace más de medio siglo,
motivos mitológicos que trascienden nues­
el diálogo interdisciplinario siempre fue
tra psique individual, siendo transpersona­
cultivado de manera ejemplar, con la in­
les y universales. Los arquetipos, com o
tervención de científicos de los más di- .
dice Neumann, son recurrencias de senti­
versos campos de las ciencias naturales,
do, pudiéndoselos considerar como redes
de estudiosos de los mitos y de la reli­
de implicación (urdimbres); el propio Hill-
gión, de especialistas en ciencias huma­
rnan habla de «prem isas» que delinean
nísticas, y también de teólogos10.
nuestras apercepciones del mundo, así
como de imágenes fundantes: con-figura- El diálogo interdisciplinar al que se re­
ciones trascendentales, diríamos filosófi­ fiere el autor ha sido facilitado ambiental- '
camente9. mente por la ubicación de Eranos en As­
Quisiera antes de proseguir por este ca­ cona, el pueblo suizo que albergó en la
mino — que es el méthodos o camino de primera parLe del siglo una Comuna filo­
Eranos señalizado en el Corpus central de sófica abierta a influencias orientales. En
nuestro trabajo— volverme al propio en­ su colina llamada Monte Verità se levanta
clave eranosiano para ofrecer su silueta Casa Anatta (que significa Alma), un edifi­
cultural, situando in sita su obra impresio­ cio sin angulosidades o curvilíneo que con- .
nante (com o podrá comprobar el lector gregó a teósofos, naiuristas, orientalistas e
que siga su curso). E! grupo tiene su «ma­ idealistas libertarios. Bakunin, Th. Mann, .
driguera» o morada en una Villa de Mos- el psicoanalista autríaco O. Gross, funda­
cia, cerca de Ascona, en el Tcsino suizo, dor de un matriarcado naturalista y comu-
junto al lago Maggiore; por ello pudo ser nalista, H. Hesse, Paul Klee, St. George,
denominado su espíritu por Alfons Rosen- ¡m R. Steiner fueron visitantes entre o t r o s r
berg como «un espíritu acuático» (der Geist Vm uchos de sus instalaciones". Este es el -
cun Wasser). Los congresos se celebran du­ ambiente irénico y sincrético que rodeó a ■

- -I
11 Ver F.K. Mayr, La mitología occidental, Anthro- Isaacs, ambos de la escueta de M. Klein. Véase A. Sa-
pos, Barcelona. 1988, muels, o.c., Archetype. . .'i
9 Los arquetipos jungianos podrían reínLerpretarse ‘o G. Wehr, Jung, Paidós, 1991, pp. 255 ss. ' 1
cual «nociones» (prelógicas) en A. Amor Ruibal, aun­ 11 Puede consultarse K. Land marni, Ascona-Mon- ■
que están más cerca de las «preconcepciones» del le Verità, Francfort, 1981.
mundo de Bion, o de las «fantasías inconscientes» de

414
JUNO Y ERANOS

Eranos en sus inicios, y cuya trayectoria marco era y es estrecho y los mentores son
ha sido definida por W.R. Corti en Psyche otros, como hemos visto y veremos dete­
(1953) como un ecumenismo intelectual. nidamente. Sin embargo, tiene razón en el
Este ecumenismo no sólo es de tendencias trasfondo místico que señala para Eranos,
y lenguas, sino asimismo de procedencias un misticismo empero no ideológico sino
y etnias; por eso extraña que G. Steiner in­ cultural (científico), como él mismo seña­
sinúe cierto «racismo» germánico en Era­ la, así pues filosófico (metafísieo).
nos, teñido de un presunto m isticism o Quisiera decir algo sobre este misticis­
conservador. Con lo primero el judío pro­ mo eranosiano, previo al análisis del «al­
fesor Steiner acaso quiera decir que no to­ macén simbólico», con el fin de situar la
dos los eranosianos han sido hebreos, y en cuestión del sentido en su justa óptica.
ello tiene razón; con lo segundo acaso tra­ Eranos tiene una visión cuasi religiosa de
te de borrar pistas, ya que su propio con­ la realidad en su coimplicidad, como lo
servadurismo (místico), bien patente en su dem uestra la con cep ción jungiana del
inteligente obra reciente Presencias lea ­ Unus Mundus: se trata de una coimplici­
les, tiene detrás (a tergo) la gran tradición dad dialéctica o, en mi terminología, dua-
eranosiana (y a mucha honra). Sin embar­ léctica, ya que se apercibe una con-tuición
go, el propio G. Steiner ha reconocido la J/ de los contrarios en su relacionalidad o
importancia del «fam oso Círculo» (Era- 1' sincronicidad simbólica. Este último tér­
nos) hablando de M. Eltade: m ino mienta en el j ungí sino la intersec­
ción de dos tipos de realidad (interior y
En Eranos se oficiaba una prestigiosa
exterior). El arquetipo de la coimplicación
celebración de los elem entos cruciales
es en Jung el Sí-mismo fSelbst, S d f Ipse),
en los complejos compromisos cultura­
virtual unidad trascendente de la psique
les de Eliade: animismo, chamanismo,
consciente e inconsciente, a la vez que
alegoría, simbolismo astrológico-alquí-
proyecto vital. Centro descentrado y totali­
mico, iconografía helenística y oriental,
dad diferida, el Sí-mismo es el arquetipo
cratofanía, orfismo, tantra, Eleusis, ar­
del arquetipo, cuya imago primordial es
quetipos, geornancia, cábala. Elementos
Dios, a la vez consciencia e inconsciente,
todos ellos en el umbral de lo oculto y
ángel y demonio, amor y muerte. Aquí es­
de lo engañosamente kitsch, pero ger­
tamos en pleno simbolismo, pues sólo el
men seminal de los sueños, de la urdim­
símbolo es capaz de representar los con­
bre de la sociedad y la cultura, del mis­
trarios reunidos; acaso por ello E. Neu-
terio de la figuración en el arte. ¿Dónde
mann ha podido interpretar el arquetipo
sino en Ascona podrían tales aventura­
del Sí-m ism o en relación con la madre
das, apremiantes tem áticas recibir el
como «espejo» primario del niño y su sí-
privilegio de una precisa erudición, a
mismo latente (latiente), La evolución del
menudo de la más alta calidad y de una
hombre, como la del niño, está en desarroJ
suerte de zumbona gravedad platón ica-
llar su sí-mismo emergente a través de la
nietzscheana?12
madre (lo matrial o matricial) y en diálogo
El autor se equivoca al pensar que Era­ de acercamiento y separación, presencia y
nos con-celebra sus reuniones en un «mar­ ausencia, amor y muerte — otra vez la ar-
co opulento», y tampoco acierta al señalar quetipología del Dios, arquetipo del ser de
a Nietzsche como su mentor, pues que el lo real y su sentido implicado— . Sólo así el

G. Steiner en El País (21 de abril 1991); tam­ bidamente aclarado por su discípula judía A. Jaffé,
bién Presencias reates, Destino, 1991. N o queremos así como por el jungiano G. Durarid, héroe de la R e­
entrar aquí a debatir de nuevo algún desliz confesado sistencia auti-nazi: ambos han «exculpadon al psicó­
por Jung respecto al nacionalsocialismo alemán, de­ logo suizo ampliamente.

415
JUN'G Y ERANOS

niño (el hombre) logra una religación des­ al separacionismo occidental en nombre del
ligada, una re-presentación simbólica, una identitarismo hindú, para finalizar empero
enculturaeión humana definible como en­ en su última ponencia con la posición
carnación o encarnadura de D ios, o sea, complexiva de H. Kawai en nombre de la
simbólicamente del Sí-mismo. mitología japonesa. Complexión, digo; ni
separación ni identidad. Veámoslo más de
cerca.
L a gran mediación En su obertura general de Eranos en
1933, el indólogo Zimmer plantea cómo el
La inmensa riqueza simbólica del «al­ Uno se divide en muchos: la creación hin­
macén arque tipa]» eranosiano resulta sen­ dú procede por el desmembramiento de
cillamente apabullante tanto por sus auto­ Vitra por parte de Indra y los dioses. Así
res como por los temas y el tratamiento se­ considerado, el mundo proviene de un pe­
rio. Y, sin embargo, Eranos ofrece un hilo cado de origen (pecado original), cuya ex­
Conductor signiftcable como la Gran Me­ piación consiste en su reiníegración al
diación. Congregado bajo los aupicios de Uno primordial. Lo que aquí nos interesa
Hermes, dios de las encrucijadas simbóli­ es captar cómo en el hinduismo el Absolu­
cas y no de las bifurcaciones literales o to se exterioriza en el Universo, siendo esa
dogmáticas, el Eranoskreis ha devuelto a manifestación la materialización del poder
nuestra cultura la figura mítica de Metis, la vital de Shiva en Shakti. la fuerza univer­
tejedora o diosa de la relación engullida sal. Podríamos decir que el dios es aquí et
sintomáticamente por la razón del Zeus poder (masculino) y la diosa la potencia
palrial olímpico. Eranos se urde como me­ (femenina): pero hay que ser «conscien­
diación de Oriente y Occidente, hermética tes» por iluminación (yoga) de que tan­
y hermenéutica, mito y logos. Mientras to el poder (el dios) como la potencia (la
que la razón analítica occidental tiende a diosa) son aspectos o especificaciones
distinguir y separar las realidades esqui­ del Brahmán neutro que trasciende los
zoidemente, Oriente las identifica com o opuestos. Ahora bien, sólo a través de sus
atributos meros de una sustancia común. opuestos se activa el Brahmán: y, por cier­
Occidente padece de estrabismo y Oriente to, esa activación o potenciación se debe a
de conjuntivitis: la importancia de Eranos Shakti. la diosa creadora de formas. Por
radica, a mi entender, en ofrecer lio una eso la Maya o Ilusión de lo real como ma­
separación esquizoide ni una identifica­ nifestación divina es santa, pues nosotros
ción cuasi panteísta de las oposiciones, — ilusos— somos el Absoluto expresado a
sino su complicidad profunda. En diálogo través de ¡a diosa. Así que Dios y la crea-
crítico con el racionalismo occidental, el tura, eternidad y vida, inmortalidad y mor­
Círculo suizo (internacional) accede a la talidad son consustanciales, constituyendo
coincidentia oppositonun de N icolás de una Unidad. Con ello los contrarios que­
Cusa {con sus claros ecos orientales); sin dan abolidos, ya que la Maya y sus mun­
embargo, deja a la divinidad proyectada el dos no es sino la relación dinámica del Ser
ser coincidencia de los opuestos, afirman­ eterno. Shakti crea los seres y los acoge en
do on el mundo del hombre una lúcida su muerte: el principio creador y destruc­
complexión de los contrarios. Por ello re­ tor coindicen13.
sulta muy simbólico el que las Conferen­ La genialidad de Eranos, abierto por
cias comiencen con la crítica de H. Zinuner Zimmer. es tratar de superar la cruel sepa-

o Vrf II. Zjinmur, Mythes et symboles de l'Inde,


j'FitK m s i , i-ap. V,

dit-
ración de los opuestos típica del pensar vaciado trascendental del mundo, el ámbi­
Occidental de tipo racioide y esquizomor- to de la Gran Implicación (cóncava) del
fo. Pero en su replanleamiento de los con­ que proceden y al que vuelven todos los
trarios com o manifestaciones inmanentes poderes positivos o negativos, masculinos
de la misma entidad trascendente, Zimmer o femeninos, divinos o demoníacos. Como
y el pensamiento hindú recaen en la coin- advirtió Isutzu en Eranos-49 (1980), en el
cidentia oppasitorum, con lo cual se retro­ zenbudismo el atenerse al poder (convexo)
trae la problemática inmanente del des­ significa una desimplicación «pecamino­
garro de las creaturas a su fuente trascen­ sa» respecto a la Gran Implicación vacía y
dente. Se trata de una disolución, más que sin poder (que' podfíamos también temati­
de una solución, pues el problema está en zar como el Apeiron de Anaximandro)15.
dar cuenta y relación (ya que no razón) de Habida cuenta de que los arquetipos se re­
esos contrarios en litigio. ligan a esa concavidad o fondo sin fondo,
En la Biblia hay el principio de que Dios no extrañará que L Progroff haya propues­
crea al hombre a su imagen (semejanza), to en sus comparecencias de Eranos el ha­
por lo que aquello que nos ocurre — el des­ blar adjetivista y no sustantivamente de
garro ontológico— sería imagen de Dios los arquetipos (otorgándoles así implica­
(desgarrado)14. Sin embargo, en el judeo- ción pero no poder o literalidad).
cristianismo oficial esc desgarro de Dios En todos los casos aludidos ia cuestión
es sustituido piadosamente por un Dios bo­ abierta es la de complicidad entre Dios o
yante, trascendente y feliz, lo que imposi­ el Ser y el mundo o el ente; se trataría de
bilita una visión com-pasiva entre el Panto- evitar dos extremos: la identidad o disolu­
crator y el mundo sufriente. ción de ambos (Oriente) y la solución ra­
Serían ciertas tradiciones subterráneas, cioide o separación típicamente occiden­
como Ja Cabala interpretada por G. Scho- tal. El tema que subyace, como hemos in­
lem en Eranos, la que replantea la cuestión sinuado, es entonces el de los arquetipos,
de la Nada y del Mal como virtualidades o ya que con lo dicho ha quedado planteada
lát'encias divinas que se expresan o ma­ la cuestión de lo arquetípico y lo típico, lo
nifiestan al querer (crear) el mundo del originario y lo derivado, lo ontológico y lo
hombre. La coincidencia de los opuestos óntico. A partir de Oriente se entroniza
—bien y mal, nada y ser, D ios y mundo— platónicamente en Occidente la distinción
se «contrae» al propio Origen y Sentido. entre el Arquetipo como Prototipo (espíri ■
Ahora bien, no se trata de coincidencia o tual en Oriente, ideal en Occidente) y la
identidad sino de concurrencia o diferen- imagen derivada o tipo. En esta posición
cialidad: diferenciación de Dios, proceso hay una identidad de lo real o típico en su
de effacción, mismidad diferenciada. arquetipicídad o prototipo (espiritual o
En la mitología japonesa estudiada por ideal) — el Ser— , pero con ello se desecha
H. Kawai en Eranos las diferencias son si­ u olvida la diferencialidad de lo real sensi­
métricas respecto a un centro vacío y sin ble, la inmanencia y el mundo del devenir.
poder: así ambos contrarios se sitúan en la El mundo deviene en torno al Ser; esta
misma cuerda floja ■ — correlacionalidad o afirmación vale también para el Idealismo
correlatividad— sin precedencias a negar alemán, heredero de Ja gran tradición pla­
o superar después, sin preminencias sobre tónico-oriental, al identificar lo real en la
un vacío en eJ que flotan. Ese vacío es un Idea y superar la materia en el Espíritu

H Hegel inició su dialéctica con este pensamiento ,f Heidegger ha reintetprct:ido el Apeiron de Anaxi­
lacerante del D ios desgarrado com o Dios crucifica do mandro como Ser desíinal, en Conceptas fundamema-
en e! cristianismo, pero Juego «idealizó» su postura. ¡es, Madrid, 1989.

417
JUNCí Y ERANOS

Absoluto (Dios). Esta tradición culmina en forma «eidètica», modulaciones de la tedi*


el Espirítualismo propio de las místicas dad vivida. Por ello aparecen en las mitokv
trascendentales en las que el arquetipo se gías com o con-vivencias profundas de U
convierte en prototipo angelológico: tal es vida, cual motivos recurrentes y modulai
el caso paradigmático de la mística islámi­ del sentido: Sinnbilder: En donde la reali­
ca estudiada por H. Corbin en Eranos, en dad es mismidad (energética) diferenciada,
la que lo Imaginal suplanta a lo arquetipal con-figuración, imago, Nuestras imágenci
como la divinidad y su transparencia angé­ son entonces o bien primordiales (arquelf*
lica al mundo opaco y su demoniología. picas) o bien «desleídas» (típicas), fuertes o
Frente a esta posición «platónica» que débiles, implicadas y religadas o desimpli­
sitúa al arquetipo como un poder en los cadas e irreligadas, numinosas y profundas
cielos, coexiste otra tradición de carácter o superficiales y secularizadas (profaniza-
más científico que hace emerger lo arque­ das): configuraciones o refiguraciones.
tipal de la evolución de la mater-materia. En las discusiones eranosianas a las que
En C.G. Jung, E. Neumann y socios el ar­ hemos «asistido» anteriormente, hay quien
quetipo procede de abajo arriba, así pues del piensa los arquetipos jungianos científica­
inconsciente (colectivo) producto de la evo­ mente com o «engramas» de un incons­
lución filogenética de la especie (homo), ciente colectivo o suprapcrsonal filogenè­
configurando en la psique pre-disposiciones ticamente adquirido y compuesto de pairo--
a ver el mundo de determinados modos nes connatos. Willy Obrist ha sintetizado
«gestálticos» u ordenadores del flujo de lo esta postura concibiendo los arquetipos
real. D e esta guisa, si bien el arquetipo como patrones de información, así pues
dice eon-figuración (espiritual), esa confi­ como las estructuras o «etogramas» del ser
guración lo es de la energía psíquica del humano constitutivas de su competencia
inconsciente (mater-material). Aquí el ar­ específica y adquiridas en el curso de la
quetipo no reduce las realidades materia­ evolución filogenetica. Los arquetipos al­
les a un prototipo espiritual o ideal, como bergarían así la información inconsciente
en el esquema anterior, sino que las induce a modo de «pautas» de comprehensión del
o promueve (amplifica) a través de su «fil­ mundo humano (humanado). Frente a esta
maje» configurador de la energía: por ello postura, como ya vimos, se yerguen H. Cor­
las realidades no se reducen a una unidad bin y J. Hillman, los cuales tratan de «desen­
identitaria, sino que obtienen diferentes y ganchar» el arquetipo de su carácter mater-
diferenciados modos o modalidades de ser material, desplazando lo arquetipal por lo
(arquetípicas) que son posibles precisa­ imagina!, así pues el arquetipo por la imagen
mente por los propios arquetipos como (prototípica). Con ello se evita el entrar en la
configuradores energéticos. Si la realidad cuestión científica del contenido y ubicación
está así configurada arquetípicamente en exacta del arquetipo, posibilitando el poder
diferentes pattem (patrones o pautas) dé «operar» con las imágenes más o menos ar-
conducta o conducción plural (politeísta, quetipales. Si al peligro en el primer caso.es
dirá D. Miller), ello quiere decir que los la retracción del arquetipo a su espesor mate:
arquetipos ofrecen perspectivas de lo real: rial, el peligro en este último caso está en su
son perspecrivizaciones de una realidad desligación ideal-típica16.
apercibida por el hombre como tal. Los ar­ Empalmando con lo que decíamos en
quetipos serían onto-lógicos; figuras vivas, nuestra Presentación general, yo mismo
mediaciones entre la materia energética y la quisiera situarme en lina posición interme-

16 Ha sido Max Weber quien operó sociológica­


mente con los «tipos ideales».

418
JUNO Y ERANOS

día (¡ntermediadora). A tal fin. sería con- contrarios, el símbolo funda un reíalo pa­
r emente distinguir cnLre el arquetipo (y su radigmático: el gran relato de la relación
espesor matrial) y la imagen proyectada: del hombre con el límite, el relato mitoló­
el primero dice configuración energética, gico del sentido en relación al sinsentido,
el segundo refiguración energética. Entre la coimplicación de lo absoluto y la relati­
ambos módulos respectivamente material vidad. la problemática del arraigo arquetí-
c ideal, comparece el simbolismo, pues el pico y su simultánea liberación imaginal.
símbolo religa o reimplica la imagen con Nadie como Eranos ha escrito este Re­
su arquetipo, la figuración con la figura, lo lato anímico o del alma situada entre el
aéreo y celeste con lo clónico y material. destino matrial y la destinación patrial.
Entre el arquetipo numinoso (mythos) de Pues, como dice J. Berger, «está el estrépi­
la Gran Madre (cóncava) y sus múltiples to del agua y está el terrible crepitar del
imágenes convexas, comparecen Jos sím ­ fuego; y, sin embargo, en el centro de los
bolos como imágenes-de-sentido (Sinnbit- dos, del fuego y la catarata, hay una calma
iler): se trata de imágenes con las que po­ persistente. Y es esta calma la que es ca­
demos operar hennencuticamente, pero de tastrófica». Eucatastrófica podríamos lla­
imágenes no meramente literarias (metafó­ marla con Tolkien, ya que se trata de la
ricas) sino arquetípicas (catafóricas): por catástrofe de los opuestos en cuanto reuni­
eso constelan sentido de implicación y no dos, articulados y mediados. Cierto, ello
mero significado explicativo (explicitati- no convoca a ningún optimismo apresura­
vo). Pues mientras que las imágenes meta­ do, pero es capaz de apalabrar el dolor, la
fóricas están en el lugar de referencia de negatividad y la muerte, y reimplicarios en
otra cosa (sucedáneo), la imagen simbóli­ un todo dualéctico del que formamos parte
ca sobredetermmá a una cosa por aferen- im plicada. Eranos ha sabido exorcizar
cia17. El símbolo se sitúa cnLre la urdimbre cuasi litúrgicamente la desimplicación de
arquetípica amniótica (material) y la ima­ lo negativo, reconectándolo con un espa­
gen metafórica deletérea como mediación cio emblemático (sefirótico) y un tiempo
dialéctica (dualéetica) de significación íg­ ritual. No extrañará que Eranos, que co­
nea. O el simbolismo ocupando el círculo mienza con la coincidentia oppositorum
del alma (el chacra del corazón por com­ de Zimrncr, arribe a una complexio oppo­
pasión o implicación) entre el cuerpo y el sitorum y al misticismo de la conjunción
espíritu, la materia y la forma, la madre y tal y como se articula en el lenguaje de la
la amada. En la configuración cristiana de música y sus con-figuraciones simbólicas
la Trinidad es el Espíritu Santo quien sim de un «sentido» que va y viene, desaparece
boliza el amor entre Padre e Hijo, Origen y reaparece, quedando coimplicado en su
y Humanidad. El símbolo une así los con­ «presente móvil» toda la gama de correla­
trarios n o en identidad (sea material en ciones y valencias de ese sentido (con-sen-
Occidente o espiritual en Oriente), pero tido). Pues, como afirma G. Durand, el sen­
tampoco lo s deja separados o cortados tido está a la base de las correlaciones: es
como el racionalismo occidental, sino que su implicación, diría yo. Mientras que el
los coaliga relacionalmente (el sím bolo lenguaje-racioide describe las realidades ex­
como relaciocinio, y no como raciocinio). plicativamente, el lenguaje relacional (músi­
A l coim plicar y relatar o relacionar los ca, poesía, religión: simbología) circunscribe

17 Frente a la referencia metafórica a otra cosa por el héroe que excede la realidad buscando y en­
en su significado, el símbolo hace deferencia al contrando algo más que le dé sentido de junción o
Otro en su sentido, al que remite por «aferencia» implicación con lo sagrado y arquetípico. Véase al
excedente: ese excessa.v o excedencia de sentido respecto, J. Campbell, El poder del mito, Barcelona,
procede del alma o corazón, y está personificado 1992.

419
JUNG Y ERANOS

— circumescribe— lo real recontextualizán- como mágico-mítica (realismo sacramen­


dolo en una mitología18. Tal es el lenguaje tal) en nombre del espíritu y la idea libera­
de la gnosis y su relación de los avatares de das del literalismo dogmático, O el arque­
lo divino exiliado en este mundo, tal el len­ tipo como prototipo, en donde la identidad
guaje de la hermética y la cábala. La clave es ideal, proyectivao cultural, y no dada
está en transfigurar las realidades literalmen­ cuasi cósicamente como en la sacramemo-
te tomadas en un simbolismo que expresa su . logia católica: en esta última así como en
contextura o significación (significancia, va­ la ortodoxia bizantina, el símbolo no es
lencia, sentido). Es la gran diferencia entre el ideal sino real, al identificar no espiritual
racionalismo del Fórum de Alpbach (Aus­ sino natural y materialmente; tal esp l caso
tria) y el simbolismo de Eranos: la diferencia de la Eucaristía como celebración no de
entre K. Popper y E. Neumann. un simbolismo místico-ideal proLeslántico
Eranos ha posibilitado la articulación de sino mítico-real. El simbolismo puro o pu­
un Imaginario simbólico que media entre rificado del protestantismo purista o puri­
la arquetipo logia jungiana y la tipología tano es en el catolicismo (y bizantinismo)
posjungiana. E se Im aginario sim bólico simbolismo impuro, sacramental, icónico.
procede del Imaginario trascendental o ar- Es la diferencia entre la tradición idealista
quetípico de Bachofen y Jung, contraespa­ oriental (e.g. hindú) recogida por el plato­
cio vacío pero matriz de imágenes que in­ nismo y el idealismo germano, y la reli­
novan y arraigan en el Alma suprapersonal giosidad mistérica que a través del trasfon­
o colectiva19. do preindoeuropeo mediterráneo de signo
El sim bolism o reaparece así com o un mater-material arriba al cristianismo su-
nuevo totemismo cultural por cuanto posi­ dísta (no extraña ver en este ámbito la
bilita la identificación de las diferencias. compresencia materialista marxiana). Ob­
Pero mientras que en el totemismo antiguo tenemos entonces dos líneas de fuga: por
esa identidad de las diferencias se realiza una parte la tradición mística e idealista
de un modo casi literal, en el simbolismo que confluye en el protestantismo, por otra
lo sim bólico significa precisam ente una la tradición mítico-ritual que confluye en
abertura y no cerrazón de lo real: su am­ el simbolismo sacramental católico-bizan­
plificación o relación, y no su definición tino. La primera desemboca en la Ilustra­
dogm ática. La cuestión arriba hasta las ción, la segunda en el Romanticismo20.
concepciones religiosas de nuestro tiempo, Entre el arquetipo catafórico (sacramen­
pudiéndose observar en el cristianismo la tal) con su p e lig ro de regresión incestuosa
oscilación de las pautas que anteriormente y su realismo literal dogmático (fijación
hemos señalado. Por una parte, el protes­ ritual) y la imagen prototípiea ideal o espi­
tantismo representaría la dialéctica de ma­ ritual con su peligro de desimplicación o
teria e idea en favor de esta última, asu­ desarraigo, abstraccionismo y literaturiza-
miendo la herencia platónico-germánica. ción metafórica, el símbolo representa la
La simbología protestante se desengancha imagen «diafórica» del sentido como me­
de la arquetipología católica considerada diación fratrial de lo matrial y lo patrial. la

18 Al respecto, A. V ilolo, Un esilio impossibile. en donde se estudia b imagen como constitutiva de


Roma. 1990, Recuérdese que b neurosis es una ima­ objetividad significante (sentido no inteligible pero in­
gen cristalizada, metáfora muerta, exenta de tensión tencional). El Imaginario colectivo se compone de ar­
simbólica. Mas la auténtica cultura sustituye — como quetipos dinámicos, definidos como tendencias per­
Abraham— lo dado (el hijo, lo real) por la dación (lo manentes a engendrar imágenes análogas.
simbólico, el camero), re-creando el mundo. 20 Ver a d hoc P. Lanceros, L a herida trágica
19 CF. Roberto Castillo en Revista de Filosofía, Aníhropos, Barcelona, 1997.
Universidad de Costa Rica, diciembre 1990. pp. 65 ss..

420
JUNG Y ERANOS

letra y la literatura, el inconsciente y la esa relación de sentido o, si se prefiere, de


consciencia. ese sentido como relación: si he entendido
Ahora bien, para mantener esa tensión bien su mensaje, no se trata de relatar esa
. entre los contrarios de un modo coímplice, relación en mera literatura (metafórica) ni
el sím bolo no puede erigirse en centro tampoco de identificar esa relación como
. convexo o lleno (con poder) sino en centro religión o religación dogmática, sino de
cóncavo o vacío (sin poder, pero con po­ relacionar la realidad y la vida — la exis­
tencia): se trata de un centro descentrado y tencia en el mundo-— en su junción o jun­
de un vacío exigitivo que se dice a sí y al tura (= sentido). Sí el sentido dice rela­
. otro, no dice razón (intransitiva) sino rela­ ción, se trata entonces de «relacionar» lo
ción transitiva, no cierra sino que abre y irreíigado o irrelato (desimplicado) en su
"no explica sino que implica. El símbolo de implicación: allí radica el sentido de la
un tal simbolismo es el amor hipostátíco vida y de nuestra existencia, en «contuir»
que, con el nombre de Espíritu Santo, y coimplicar (simbólicamente) la esferici­
transmigra entre el Padre y el Hijo, o bien dad de la esfera sin pararla ni sobrepasar­
la imagen simbólica del falo que Isis inter­ la. Pues su centro está en todas partes y su
pone con Osiris para su regeneración. Por circunferencia en ninguna: como el sentido
eso sim bolizam os al sim bolism o por el que aúna los contrarios —centro y circun­
chacra o círculo del corazón, ámbito va­ ferencia— en la simbólica cuasi religiosa
cío (o mejor, vaciado) de la compasión de una esfericidad coím p lice — aquella
universal y, por tanto, de la implicación propia de la esfera espacial del reloj con
ontológica y radical en el Ser: sea Dios o su tiempo inscrito pero no detenido, sino
Diosa, Tao o Numen, A ngel o Daimon, contenido. Paradoja del amor que contiene
Destino o Azar necesario. Se trata siempre su dolor: un dolor procedente de su centro
de un Dios simbólico y no literal o fijado vacío (soledad) que busca al otro (con­
(envarado): aquel que fuera entrevisto en vexión) hasta alcanzar compasivamente su
la tradición sim bólica com o una esfera concavidad centrífuga. Acaso la solución,
cuyo centro está en todas partes y su cir­ gnosis o salvación radique en asumir ese
cunferencia en ninguna. Centro descen­ centro descentrado o trasfondo vacío más
trado y realidad irreal: una buena defini­ para compartirlo que para rellenarlo. El
ción del sentido (simbólico) como esfera alma no sería sino ese vacío de las cosas,
que espera su esfericidad. Por eso nunca su versión centrípeta o interior, su sí-mis­
está dado (ni en la realidad ni en la idea) mo trascendental: un concepto-límite por
sino que está siempre en d a ció n , como la cuanto q u e sólo se p u e d e acceder a él sim­
esfera que gira sin poder atrapar su propia bólicamente, Pues el símbolo, en efecto, ni
esfericidad transitiva: de donde la imagen es puram ente arquetipal (no está dado
simbólica deí sentido (Siimbild'} como esse aprióricamente) ni meramente imagina!
in anima o ser psicoanímico: he psijé la ( 11O es mera proyección nuestra), sino co­
onia pos esii (Aristóteles): anima quodan- dado o en dación: ambigüedad de la reali­
modo omnia (Tomás de Aquino): nidhts dad simbólica como realidad virtual que
sensus sine anima (Agustín de Hipona), incita o invita a hacer lo que dice, pertene­
El símbolo como alma del cuerpo desal­ ciendo por ello en la semiótica clásica de
mado y la simbolización como animación Ch, Morris a los signos prescriptores (po­
de lo real literal yerto. El sim bolism o dríamos hablar en un contexto arquesim-
como Alma del mundo: psijé tu c o s m u : bólico de pre-escñptores o predeterminan­
a n im a m u n d i: sentido de ser, La vida tiene tes). Pero la incitación o prescripción si­
un s e n iid o d e r e la c ió n , y hay que encon­ gue siendo aquí simbólica: pues incita a la
trarlo, ajustándose a su junción o juntura. realidad material (matrial) a abrirse al es­
Eranos ha de entenderse como un relato de píritu (patrial) y, viceversa, al espíritu a

421
JUNO V ERANOS

encarnarse en Ja materia. A lgo que nos tuales eclesiásticas con el arquetipo do la


aleja de materialismo e idealismo para lo­ Gran Madre y su imago primordial: la Dio­
grar su mediación salvadora. La Gnosis de sa Madre arcaica, Distinguimos así entre el
Eranos como la Gran Mediación. sentido ontológica — el arquetipo de la
El simbolismo nos posibilita salir de no­ Gran Madre—■y sus proyectados significa­
sotros para acceder al otro, pues sólo a través dos moríanos, reservando para el simbolis­
de lo otro encontramos el camino horadado mo la significación antropológica que me; .
hacia nosotros mismos. Toda prueba inicia- dia sentido y significado. En la mitología do
dea es simbólica, como lo mostró J. Layard García Lorca, los prototipos angélicos (sean
en la m itología malekula descrita por él musas o vírgenes) provienen de fuera, de la
mismo en Eranos-5 (1937), donde la media­ luz formal del imaginario diurno, mientras
ción salvadora'consisLe en «completar» la que lo arquetípico — el duende— promana
imagen del laberinto dibujada por el Espíri­ de «las últimas habitaciones de la sangre»,
tu Guardián. Sólo el simbolismo completa así pues de dentro11. Entre el arquetipo
nuestra realidad dimidiada, por cuanto ofre­ consti luyeme y el tipo cons ti luido, el sím­
ce su amplificación, complección o transfi­ bolo dice constitución o interpretación:
guración a modo de mediación alquímíca, inteiposición. Esta interposición compare­
ce bien en la pintura de la Nochebuena de
M. Francke, en la cual la imagen simbóli­
Reflexión Anal: ecumenismo simbólico ca de la Virgen (hablante) se interpone en­
tre el Arquetipo material (el Puer o Niño
La diferenciación entre lo arquetípico y Dios) y el Prototipo ideal (el Senex o Dios
lo típico recubre la diferencia entre la vi­ Padre), así como entre la escena diurna (a
sión arcaica ptolomaica (telúrica o terrácea) nuestra derecha) y la nocturna (a nuestra
y la moderna visión kantiana de tipo coper- izquierda). El simbolismo de la figura cen­
nicano: en el primer caso los arquetipos tral de la Virgen es claro: no se trata de
son aprioris clónicos (energéticos), en el una imagen canónica o muerta (eclesiásti­
segundo son prototipos ideales. En Eranos ca), sino de una imago simbólica: viviente
Jung, Neumann. Portmann y, parcialmente, y hablante, y no meramente hablada o re­
K erényi representan la primera visión, zada, La imago aparece al mismo tiempo
mientras que Corbin, Hillman y, parcial­ vacía (vaciada del Hijo) y plena o llena de
mente, G. Durand representan la segunda; gracia (del Espíritu Santo). Su simbólico
es la diferencia entre una^ visión milico-na­ carácter virtual aparece en su dicción o in-
turalista y otra místico-cu! Luralista. ter-pretación de una realidad transfigura­
Pero así dualizado, Eranos perdería su da, pues que expresa en su palabra —Do-
profunda intención mediadora. Por ello no­ minus meits— la interiorización del senti­
sotros presentamos la imago simbólica como do: la afirmación arquelípica del Sentido
mediadora entre el arquetipo y el prototipo, (Dios) en cuanto mediado antropológica­
materia y forma, inconsciente colectivo e mente (mío). La imagen simbólica de la
imaginario. He aquí que entre el arquetipo Virgen coim plica los contrarios (Dios y
de la Gran Madre y sus típicas imágenes en mío, Arquetipo y Prototipo, realidad diur­
las Vírgenes cristianas se interponen los na y nocturna, ángeles celestes y terres­
símbolos de la cueva y el agua, el árbol y el tres) en un lenguaje simbólico, es decir, en
pilar sagrados, el trono, la corona y el cetro; un papiro enrollado o enroscado (ver ilus­
estos símbolos reconectan las imágenes ac­ tración).

21 García Lorca: «Angel y musa vienen de fuera : . duende hay que despertarlo en las últimas habitacio­
el ángel da luces y la musa da formas. En cambio, el nes de la sangre» (Sobre el flamenco).

422
JUNG Y ERANOS

Anliguo Testamento, se expone la «euca-


tá.strofe» de los contrarios: pues que Dios
mismo ha creado todos los seres de la.som­
bra de su luz. concreando junto a las estre­
llas benéficas las maléficas como Saturno,
suscitador de guerras según su ínsita ley
divina. En la Cabala gabiroliana un solo
misterio lo envuelve todo, y todo vuelve al
mismo lugar de partida: no es posible salir
de este Círculo hermético-hermenéuLico,
ya que la huida del lodo es la recaída en
todo o, como lo expresa nuestro filósofo
Gabirol. «huiría de Ti hacia Ti y me es­
condería de fu ira bajo tu protección». An­
gustiado y (a)batido de D ios, el hombre
prueba la prueba de Dios: la única salida
es la com-pasión, la cual se basaría en la
..La N ochebuena» (M eister F ranche, 1424)
superación del dualismo por el mundo uno
y común heracliteano. así como en la pla­
tónica visión de la belleza a través de las
cosas bellas: pues la belleza simboliza el
En la composición de los contrarios, el delineamiento de lo real como con-figura-
símbolo se muestra como un lenguaje ecu­ ciones de sentido2-.
ménico capaz de «re-mediar» la escisión A sí que el sentido late en la con figura­
de lo real: pero se trata de símbolos p u g ­ ción de lo real, en la imaginería onto-Iógi-
nantes o arquesímbolos. En la Cabala de ca de lo real. Mientras que el sentido onto­
íbn Gabírol esos arquesímbolos son consi­ lògico es la configuración arquesimbólica
derados com o «mensajeros de tu favor y de lo real, el sentido lógico sería la rcfigu-
siervos de tu cólera». E stos mensajeros ración antropomòrfica de lo real. Ahora
ambivalentes son mediadores entre lo ex­ bien, se trata de una configuración positi­
terior y lo interior, lo nocturno y lo diurno, va y negativa, solar y saturnal, puesto que
y están repartidos en «grupos» que en sus el Poder de Dios es también Ira. Por eso
banderas portan los trazos o signos de esa los símbolos radicales muestran la «coa-
divinidad ambivalente. A sí pues, son sím ­ pertenencia» del hombre al hombre, pero
bolos totémicos agrupadores e implicado- también de una cosa a otra. A caso por
res, compareciendo com o «principios» o e llo , en Bach la m úsica em ergente del
«príncipes» dem iúrgicos, dentones que Oraforio de Navidad se superpone a la
con-figuran la «Bestia Santa»; la Belleza música demergente de la Pasión según San
de Dios com o medida y límite — autocon- M ateo: inseparabilidad de la vida y la
tención— de lo caótico o animalesco. En muerte, el nacimiento y el deciso, la ale­
esta imagen simbólica de la Bestia Santa gría y el dolor. La mediación entre ambos
que procede de la visión de Ezequiel en el extremos está simbolizada por Cristo, pero

33 De Ibn Gabírnl de Málaga (acogido en Zarago­ ber infransi!ivo. En su fenomenología antropológica se


za), ver La Càbala, Sevilla, 1986, edición de Ch. Mai- muestra una ontología del ser desgarrado: los prínci­
llaid. El desterrado de Dios, como se llama, será recha­ pes de este mundo proceden del olro (una buena defi­
zado por la filosofía racionalista oficial, pero implicado nición de ios arquetipos como ddmones o principias).
por la mística de la Escuela franciscana. Este judío dei Lo grave es que no sólo el fenómeno está desgarrado
siglo xi defiende la sabiduría del corazón como un sa- (el hombre), sino también el noúmeno (Dios).

423
JUNG Y ERANOS

por un Cristo no triunfante sin más del mal de lo real a su com-partición, de modo que
sino implicado e implicante: «debilitador se coimpliquen la identidad y la diferen­
del mal», como canta el final del Weinacht- cia, el ser y el no-ser, el parentesco y la li­
soratorium. En la sublime Cantata 21, el bertad, la objetividad y la subjetividad. De
mismo genial músico barroco expone en esta guisa, se articula en el símbolo el sen­
un lenguaje vibrante la mezcla de lo posi­ tido com o universal concreto, frente a la
tivo y lo negativo en el archisímbolo de verdad com o universal abstracto de la ra­
Dios: «Eras mi gozo, y te has hecho cruel zón: pues mientras que la verdad racional
conmigo», afirma un libreto que «acusa» a dice uniformidad, el sentido simbólico ex­
Dios de in-consciente con la propia aflic­ presa unidiversidad: así, es verdad que es
ción humana: de aquí el remarcado Ich de día, lo que se opone racionalmente a la
(Yo) afligido frente a una divinidad domi­ noche, pero su sentido se abre simbólica­
nante (Herscher). La música se hace grito mente a la noche como su origen y destino.
agrietado, desgarro agarrado, disarmonía El sentido emerge del arquetipo, se arti­
armonizada. D ios acabará asum iendo la cula en el símbolo y se proyecta en lo ima-
deserción humana como propia, y para sa­ ginal. A sí, el arquetipo aparece como la
nar ai hombre quedará herido de muerte. pre-disposición del sentido como disposi­
Un «gozo angustiado», como se llama en ción (supra), posibilitando el delineamien­
la Pasión según San Juan, recorre las parti­ to plural de la realidad en configuraciones
turas bachianas: por algo es Bach el músi­ o Gestaltungen de la energía psíquica en
co predilecto de Jung, con cuya música se sentidos o direccion es unidiversos: por
cierra el último Congreso Eranos23. e llo p o d em o s hablar de los arquetipos
El ecumenismo simbólico de Eranos se hom o y heterosexual, con las diferentes
basa en un simbolismo ecuménico o uni­ variantes de la libido fundacional de la
versal, ya que los símbolos arraigan en lo vida. Y por lo mismo, el viejo budismo (al
arquetípico y se proyectan imaginalmen- que tanto debe el jungismo), puede hablar
tc. Como es sabido, ha sido el eranosiano de destinos buenos y malos: estos destinos
M. Eliade quien reinterpreta los arqueti­ responden en dicha doctrina más que a
pos jungianos como modelos de un com ­ contenidos a continentes, más que a actos
portamiento ejemplar, modelos reentendi­ a actitudes, es decir a configuraciones o
dos por nuestro Ortega y Gasset cual ta­ delineamientos que, como vaciados tras­
blas de salvación del naufragio íntimo del cendentales del ser, condicionan nuestras
hombre en el mar del m undo (el incons­ vivencias. En la visión budista los contra­
ciente)“4. Estos modelos ejemplares lo son rios —-materia y mente— «son esencial­
precisamente por su carácter predetermi­ mente m oldes de acontecim ientos inier-
nante: ya que son protodisposiciones, ur­ dependientes, momentáneos y condicio­
dimbres o estructuras sim bólicas en las nados, los cuales son inconscientes, sin
que se enhebra el sentido como sentido- esencia sustantiva y no pueden por tamo
de-disposición. Pero dis-posición dice me­ perseguirse ni alcanzarse»25. La falla de
diación, y ésta se sitúa entre la identidad entidad (anatta) posibilita en el budismo
oriental (tat twan asi: tú eres esto y aque­ un tipo de pensamiento no sustaniivizador
llo) y la separación occidental respecto a o fixista sino simbólico y fluente, transiti­
todo lo demás: pues sólo en el símbolo vo y medial hacia la gran liberación ni [Tá­
algo es y no lo es. Así se abre la partición nica que d esem b oca en la nada/vacío.

-1-1 En la diada Cantata 21, se establece una dia­ 34 J. Ortega y Gasset, Mocedades, Madrid, 1981)
léctica entre el alma herida y despavorida (Ich luiiie (Renán).
\¡f! BekUmmentis), que oscila entre las olas de un 35 James W_ Boyd, «Budismo» en Canciliimi 13o
mar abismático, y la espera de Dios (horre aiifGoit), (1978), p. 325.

424
JUN G Y ERANOS

Mas, de nuevo, entre el ser sustantíviza- dríase considerar lo negativo (la negatívi-
dor occidental y la nada aniquiladora dad) como la desfiguración de la configu­
oriental, el simbolismo abre el entreser: ración: el mal como desfiguración del bien
los sentidos no son algo (cósico), frente a com o figura (sim bólica, abierta, coím -
occidente, pero ese no ser no dice nada plice).
sino Jer simbólico, configuración, rela­
ción, coimplicación: ésta es nuestra exac­
ta postura que, inspirada en Eranos, trata Bibliografía básica
de mediar e l propio desgarro eranosiano
ampliamente estudiado. Pues el símbolo «El simbolismo y la Escuela de Eranos»
vacía el ser de poder (racioentitativo), (Revista Anthropos y Suplemento, 1994),
pero no de potencia (pregnante, imaginal, así como Círculo Eranos I y II. Anthro­
virtual). Daniel Bell ha visto lúcidamente pos, 1994 y 1997.
en el contexto americano la potencia cul­
tural de lo simbólico. A partir de aquí, po­ Andrés Ortiz-Osés

425
Lectura de textos
i apenas se ha superado el estadio de los me­
ros deseos y propósitos. Falta todavía una
Lectura «genética» de la obra literaria descripción concreta y precisa de cómo es
En la enseñanza actual se observan dos posible realizar este programa educativo.
preocupaciones; 1. hallar un método eficaz Estas dos metas quiere alcanzarlas el
para introducir a los alumnos en el inundo método «lúdico-am bital», basado en la
de la literatura, 2. impartir una formación idea nuclear de que toda forma de juego
ética a estudiantes poco propicios a escu­ — entendido de modo riguroso— funda
char lecciones magistrales y someterse a ámbitos de realidad, y el entreveramiento
normas generales, pretendidamente «abs­ de éstos produce un alumbramiento de
tractas». sentido y una eclosión de belleza. Analice­
Por lo que toca a lo primero, se promue­ mos sucintamente estos tres puntos, am­
ve y valora el análisis de textos, a fin de pliamente explanados en la obra Estética
familiarizar al alumno con la lectura de los de la creatividad. Juego, arte, literatura1.
grandes autores. Es ésta una vía fecunda si
se descubre, un método que permita leer 1. Jugar, es en rigor, crear campos de
las obras genéticamente, com o si se las posibilidades de acción bajo unas normas
volviera a crear, y sacar a superficie sus determinadas. Existe el juego deportivo, el
valores humanísticos más hondos. Sólo así estético, el interhumano, el litúrgico... En
constituye el análisis literario una auténti­ todas estas actividades lúdicas resaltan
ca escuela de formación, y no un mero unas condicion es com unes; el juego se
ejercicio de adiestramiento académico. realiza a la luz que él mismo alumbra; es
Respecto al punto segundo, se destaca fuente de libertad, de gracia y gozo; cons­
la necesidad de enseñar la Etica a la luz de tituye una forma de actividad desinteresa­
las enseñanzas que sobre el sentido de la da sería, dialógica repetible, cíclica.
vida y sus acontecimientos básicos nos fa­ 2. La realidad — en la que el hombre
cilitan las obras literarias de calidad; pero debe desarrollarse com o persona— pre­

1 Promociones Publicaciones Universitarias, ®Bar-


celona 19873.

427
LECTURA D E TEXTOS

senta dos modos fundamentales: el objeti­ 3. Cuando diversos ámbitos se entreve


vo (asible, mensurable, ponderable), y el ran armónicamente, tiene lugar un fenó­
superobjetivo (relacional, cúiistelacional, meno bifronte: se alumbra sentido y hace
ambital). £1 «ámbito» no es un objeto; es eclosión una forma eminente de belleza.
un campo de posibilidades de juego. Es D e ahí la estrecha y fecunda vinculación
real, pero no tiene delimitación precisa, ni que se da entre los diversos géneros de en­
puede ser dominado por el hombre como cuentro y ei fenómeno de Ja expresión, el
lo son las cosas manipulables. Debido a su lenguaje, el símbolo, los estilos, la fiesta...
condición corpórea, un hombre puede ser El análisis bien aquilatado del aconteci­
medido, pesado, situado. Pero, como per­ miento de encuentro es una fuente de luz
sona, constituye un campo de realidad in­ para comprender los más variados fenó­
tegrado por diversos ámbitos: el biológico, menos culturales.
el afectivo, el profesional, el estético, el éti­
co, el político, el religioso... No es posible Clarificados estos tres puntos, se advierte
delimitar rigurosamente lo que un hombre que la obra literaria constituye, más que un
abarca, a dónde llega su influjo sobre los medio para transmitir determinados conte­
demás y el de éstos sobre el, qué alcance nidos, un medio en el cual un ser humano
tiene su mundo ético, estético, religioso, se encuentra con una vertiente de lo real y
profesional, afectivo... la ilumina. La obra literaria es, en todo ri­
El auténtico entorno del hombre no está gor. un campo de juego y de iluminación.
constituido por meros objetos sino por ám­ En consecuencia, si queremos interpretarla
bitos — o campos de posibilidades de jue­ adecuadamente, no podemos leerla desde
go— . Las realidades apelan al hombre a en­ fuera, incompromelidamenle; hemos de en­
trar en juego con ellas. Si el hombre res­ trar en juego con ella, asumiendo los cam­
ponde creadoramente a tal apelación, su pos de posibilidades lúdicas que nos ofrece.
circunstancia vital se convierte en un campo Entrar en juego implica rehacer las expe-
de juego. A la luz que este campo alumbra, tiendas básicas que hizo en su día el autor.
el hombre ve los objetos como «ámbitos», y Al rehacerlas, se iluminan en el lector las
pasa de la actitud objetivista a la Indica. El intuiciones fundamentales que impulsaron
propósito básico de la filosofía existencial y la génesis de la obra. A esta luz es posible
la dialógica es subrayar la necesidad de dar realizar una lectura genética de ésta como
el salto de la primera actitud a la segunda. si se la volviera a gestar, y comprender así
Para Kierkegaard, precursor eminente de todos sus pormenores, hasta el vocablo más
ambas formas de pensamiento, dicho salto aparentemente anodino.
marca el comienzo de la vida ética. La en­ En su novela El extranjero2, Albert Ca-
trega al halago de lo sensible, propia del mus narra diversos hechos que presentan
«primer estadio en el camino de la vida», un significado neto. Se trata, por así decir,
implica un modo de inmediatez fnsional que de la vertiente «figurativa» de la obra. La
provoca el vértigo. No alcanza, por tanto, el comprensión estética integral de ésta exige
nivel de la vida ética. Esta debe llevar a la al hermeneuta desbordar el plano de la
base la entrega activo-receptiva del hombre meranarración de hechos y captar el senti­
a los campos de posibilidades de acción que do profundo que alienta en los mismos.
el entorno le ofrece. Esta entrega «extática» Para ello debe revivir con el protagonista,
significa un modo de unión a distancia de Meursault, la experiencia de inmersión fu­
perspectiva respecto aí entorno. sional en la vertiente sensible de las reali-

3 Cf. L'ótntngcr, Gallímard, París 1957; EJ ex­


tranjero, Alianza Edi Inri al, 'Madrid T971.

428
3£r-
ícládes del entorno, y rehacer un modo de nes extra-estéticas, no lúdicas, para expli­
¿vida planteado lúcidamente y desarrollado car las m an ifestacion es supuestam ente
^tenazmente en el nivel infracreador, a-éti- «paradójicas» de los personajes. La tarea
Fco, incomprometido, conforme a la orien- del hermeneuta radica en descubrir los dis­
|."tación vital del «hombre absurdo», descrita tintos tipos de lógica que operan en una
por el mismo Camus en El mito de Sísifo3. obra y permiten explicar como perfecta­
¿¿.-Meursault es «absurdo» porque en el ni- mente «lógicos» los pasajes que a una mi­
-¿vel en que se m ueve no hace juego y no rada superficial parecen contrarios a toda
¿ alumbra sentido. Estas dos circunstancias lógica o coherencia racional. Todo autor
-.interconexas permiten clarificar los puntos cualificado conjuga expresivamente en sus
¿decisivos de su existencia. Interna a su obras distintos niveles de realidad (el ob­
-madre en un asilo porque, según propia jetivo y el superobjetivo o ambital) y dife­
‘ confesión, no lenía nada que hablar con rentes actitudes del hombre ante lo real
. ella; Si el lenguaje es vehículo viviente de (la actitud objetivista, manipuladora, y la
i la creatividad, no tener nada que hablar actitud lúdica, dialógica, reverente). Si ha
?■con una persona indica que no se ha fun­ de ser h'tdico, todo análisis de textos debe
d a d o con ella una relación creadora. Por precisar con sumo cuidado el plano de lo
. esa falta de creatividad, Meursault ama el real en que se hallan situados los aconteci­
1 agrado que le produce la presencia de Ma­ mientos descritos, y la actitud espiritual
ría, pero no entiende el alcance de la pro­ que los inspira.
puesta de matrimonio que ésta le hace. Ca- Para interpretar el párrafo antes citado, se
.. sarse es un acto eminentemente creador. necesita descubrir el sentido que encierran
- En la segunda parte de la obra, Meursault, el odio y el amor en el nivel infracreador en
■ ya encarcelado, manifiesta que ahora Ma­ que se m ovió Meursault durante toda su
ría no le interesa nada. Su apego primero vida. Si al dirigirse éste hacia el patíbulo
no ha resistido la prueba de la ausencia; se entre las filas de los espectadores indigna­
revela ahora como pura atracción sensible dos, uno de éstos le mirara con piedad, tal
- que no merece el nombre de amor — fenó- mirada bondadosa operaría sobre é l a
- meno que im plica asimismo cierta dosis modo de apelación; le invitaría a dar una
de creatividad— . respuesta agradecida y crear una relación,
Por m overse en nivel infracreador, el siquiera fugaz, de mutua benevolencia.
protagonista no comprende el lenguaje del Una sim ple mirada o palabra sería una
juez que lo condena a muerte, rechaza al enérgica llamada a elevarse al plano de la
capellán, que lo insta a arrepentirse, hace creatividad personal, e n e l que Meursault
una manifestación de entrega a la vertiente nunca había querido desarrollar su e x is­
sensorial de la tierra, y, antes de ser ejecu­ tencia. La aceptación por parte de éste de
tado, escribe el siguiente párrafo: «Para tal sugerencia rompería abruptamente la
que todo sea consum ado, para que me lógica de la no-creatividad que había regi­
— sienta m enos solo, me quedaba esperar do toda su vida. Esa ruptura lo hubiera
que el día de mi ejecución hubiera muchos abismado en una insufrible soledad, por
espectadores y me recibiesen con gritos de cuanto, a( iniciar una relación de encuen­
odio»4. El método que permita descubrir tro, al hacer juego, se vería invadido por la
el sentido hondo de esta dramática confi­ luz que la actividad lúdica alumbra, y se
dencia, no sólo su significado a flor de hallaría enfrentado de repente con su ver­
piel, mostrará una eficacia superior a los dadera imagen, la imagen que ofrecía a
modos de lectura que suelen aducir razo­ quienes vivían una existen cia en cierta

1 Cí. Le myihe de Sisyphe, G allim ard. París 1942Ja. -1 Cf. El extranjera, p. 143; L ’éiranger, p. 1S8.

429
LECTURA DE TEXTOS

medida creadora y no se sentían «extranje­ sas formas de actividad humana: la lógica


ros^ en el mundo de los hombres. Rodea­ de la creatividad y la lógica de la disolu­
do, en cambio, de miradas de odio —que ción. la lógica del éxtasis y la lógica del
no apelan a crear vínculos, sino a llevar al vértigo en sus diferentes modos.
límite la voluntad de romperlos— , Meur- La trágica situación límite que describe
sault no se sentiría solo, aunque sí «exLra- Beckett en Esperando a Godot no podrá
ño», ajeno por principio a la posibilidad de comprenderla sino el que haga personal­
estar en compañía, que no es fruto de mera mente la experiencia de lo que significa
vecindad física, sino de rigurosa actividad hallarse asintóticamente cerca del grado
creadora. Meursault desea sostener hasta cero de creatividad. Si conocemos la lógi­
el fin su actitud infracreadora y mantener­ ca de la creatividad y nos hacemos cargo
se a resguardo de la luz que proyecta sobre del vínculo que media entre diálogo autén­
la vida del hombre la actividad Indica. tico y creación de ámbitos de convivencia,
Una explicación análoga cabe hacer de entre actitud creadora y entusiasmo, entre
la actitud violenta de Meursault fren Le al falta de creatividad y aburrimiento, adver­
capellán, ya que arrepentirse es, asimismo, tiremos, al contemplar dicha obra, que los
un acto creador, consistente en asumir la protagonistas apenas tienen ya capacidad
vida pasada como propia y proyectar la fu­ creadora y viven atenazados por el tedio.
tura conforme a un proyecto existencial El gran protagonista de la obra es el tiem­
nuevo y adecuado. Arrepentirse hubiera po, que parece resistirse a pasar. Los pro­
significado para Meursault renunciar a su tagonistas no se lamentan de la miseria en
identidad de hombre absurdo y dar un giro que se hallan, del hambre, de la desnudez
total a su existencia5. y del frío, sino de la lentitud insufrible con
que transcurre el tiempo. «No ocurre nada.
Nadie viene, nadie se va. Es terrible», ex­
Ejemplos de lectura genética
clama uno de e llo s6. Esta obra no tiene
Para rehacer la experiencia nuclear de apenas argumento, pero sí tema, y este im­
lina obra, se requiere poseer cierta forma­ plica una experiencia básica — la vincula­
ción filosófica, que permita descubrir, en ción de no-creatividad y tedio— , y una in­
el medio transparente del lenguaje, la ver­ tuición radical ■— la falta de creatividad
tiente de la realidad que cada autor desea constituye una tragedia para el hombre por
plasmar. Dicha vertiente no se reduce a cuanto provoca asfixia lúdica.
meros hechos y datos — algo localizable, Todo el que conozca de cerca la articu­
delimitable, inven tari able- ■, Los grandes la c ió n interna de los procesos creadores, la
autores transmiten en sus obras aconteci­ lógica que conecta unos hechos con otros,
mientos, tos sucesos que deciden el senti­ no dudará en señalar la falta de creatividad
do de la marcha en la existencia del hom­ como raíz común de los rasgos que osten­
bre. Para ahondar en el secreto de una tan los protagonistas de esta obra. No se
obra, no basta analizar desde fuera »su es­ comprometen, no dialogan, no se ayudan
tructura, su estilo, su contenido, la red de en situaciones de extremo peligro, reducen
mutuos influjos y dependencias. Hay que la llamada de auxilio del prójimo desvali­
arriesgarse a realizar el juego a que ella do a motivo de posible diversión, se man­
nos invita y captar por dentro los diferen­ tienen a la espera sin tener verdadera es;
tes modos de lógica que orientan las diver­ peranza. Al asomarse al vacío de su pro-

5 Una exposición bástanle amplia de esta obra y 6 Cf. En attendant Godot, Les Editions du Mi
una posición críLica respecLo a algunos comentaristas miit, París 1952, 1973, pp. 57-58; Esperando a Godot,
— entre ellos. J.P. Sanrc— puede verse en la Estética Barra!. Editores, Barcelona 1970, p. 46.
de la creatividad, pp. 411-441.

430
LECTURA DE TEXTOS

pia nada existencial, sienten el vértigo de La lectura como re-creación


¡a angustia; y, como el mero esperar un
Toda lectura debe ser una re-creación de
salvador no redime al hombre de esta si­
la obra. El lector ha de asumirla como si la
tuación angustiosa, los protagonistas, al fi­
estuviera gestando por primera v e z ; ha de
nal de la obra, no tienen ante sí más que
tomar sus elementos integrantes — térmi­
dos opciones igualmente faltas de sentido
nos. frases, escenas...— en su albor, en su
cabal; ahorcarse o seguir a la espera. Al interno dinamismo y poder expresivo. Ello
Tin, el esperado Godot no viene. Su venida es posible si se tiene un conocimiento pre­
no hubiera podido salvar como hombres, ciso de lo que significan los acontecimien­
elevándolos a una auténtica condición per­ tos y fenómenos humanos básicos. Hemos
sonal, a quienes, por falta de creatividad, visto anteriormente la importancia de los
no le habían salido al encuentro. «Tengo conceptos de arrepentimiento, com pro­
curiosidad por saber lo que va a decimos miso, agradecimiento, amor, odio, te d io -
Godot — advierte uno de los protagonis­ para penetrar en el sentido de El extranjero
tas— . Sea lo que sea, no nos compromete (Camus) y Esperando a Godot (Beckett).
a nada»7. Esta falta absoluta de voluntad Añadamos, para ampliar el ejemplo, que,
de compromiso existencial está en la base si sabemos de forma articulada lo que im­
de la condición trágica de la obra. plica la experiencia de relax. el fenómeno
Se ha dicho que Esperando a Godot es de la sonrisa y el modo de realidad que os­
la obra más trágica del teatro francés de! tenta una canción, estamos bien dispuestos
siglo XX. Es posible. Bien representada, para penetrar en el sentido más hondo de
esta obra aparentemente anodina, escrita en una obra tan hermética como La náusea
un lenguaje deshilachado, asmático, produ­ de J.P. Sartre9.
ce escalofrío, quita el aliento. Su tragicismo Una vez comprendido el sentido de cada
no pende de lo que se hace o se dice, sino suceso y fenómeno, el intérprete debe estar
del hecho radical de que los protagonistas atento a Jos acontecimientos que tienen lu­
no son ya capaces de decir o hacer algo gar cuando dos o más realidades entreve­
propiamente humano. El fallo de la capaci­ ran sus ámbitos de modo armónico o coli-
dad creadora se refleja en la disolución del sional. El entreveramiento de ámbitos es
lenguaje. En esta obra apenas se hace otra fuente perenne de expresividad literaria y
cosa que hablar, pero las conversaciones no de belleza. La honda expresividad de Antí-
florecen nunca en diálogo auténtico. Esta­ gona no procede del conflicto entre dos
mos ante un tedioso océano de mudez del personajes atrapados en los condiciona­
que emergen aquí y allá, como islotes, in­ mientos sociopolílicos de su época, sino
tentos vanos de configurar un diálogo. Los d e la interferencia colisional d e dos gran­
protagonistas se instan mutuamente a decir des ámbitos de la realidad humana: la pie­
algo, para evitar e! aburrimiento que los dad fraterna, encamada en Antígona, y la
oprime; se esfuerzan por iniciar alguna ac­ ley implacable, representada por Creonte.
tividad, pero caen enseguida en el pozo de Las condiciones concretas que dieron lu­
la inacción. D e ahí su nostalgia por el mun­ gar a esta colisión de ámbitos en tiempo
do infracreador, infraintelectual, infrahu­ de Sófocles tienen mero valor argumenlal,
mano. «Lo terrible es haber pensado —e x ­ son contingentes y carecen de auténtico
clama dramáticamente Vladímir— . Y de valor estético, «poético», creador de uni
ello bien hubiéramos podido abstenemos»8. mundo. El ámbito de conflicto fundado

7 Cf. En attendant Godot, pp. 22-23; Esperando a 9 tJti análisis muy amplio de esta obra a partir d
Godot, p. 19. sus tres experiencias básicas y sus dos intuiciones
8 Cf. En attendant Godot, p. 91; Esperando a Go­ fundamentales se halla en la Estética de la creativi-
dot, p. 70. dad, pp. 367-409.

431
LECTURA DE TEXTOS

por la colisión de la piedad y la ley puede un ámbito de colisión, dicha frase adquie­
darse en todo momento y situación. Ello re un valor rigurosamente poético, instau-
confiere a Antígona su neta condición de rador de ámbitos.
obra «clásica», superadora de los límites
dé la espacio-temporalidad objetivista, y
El realismo eminente de ja obra literaria
fundadora de modos eminentes de espacip
y tiempo. El gran tema plasmado por Só­ Vista como trama de ámbitos, no como
focles no es el conflicto entre dos perso­
nas, sino entre dos ámbitos. Ello explica la
1 mera re-presentación de objetos, la obra
literaria se manifiesta profundamente rea­
vigencia actual de esta obra, que ha sido lista. Constituye una ficción en cuanto que
objeto últimamente de varías re-creaciones los hechos representados no se dan en la
—entre otras, las de Salvador Espriú .y vida real. Significa, no obstante, un mundo
Jean Anouilh— . de sentido plenamente real porque funda
El dinamismo dramático de La salvaje, una serie de ámbitos básicos en la vida del
de J. Anouilh, no responde a motivos psi­ hombre y los engarza conforme a una ló­
cológicos de amor y de repulsa. En el pla­ gica que a menudo rige la existencia hu­
no de los intereses individuales no existe mana, Al plasmar en imágenes tal lógica y
conflicto alguno entre Teresa — la hija de tales ámbitos, la imaginación creadora no
una menesterosa familia de músicos ambu­ se revela como una facultad de lo irreal
lantes— y su prometido Florent — el pro­ sino de lo ambital. V isto desde el plano
totipo de hombre triunfador en todos los objetivista y con mentalidad objetivista,
terrenos— . El drama se origina al entrar en que considera lo objetivo -—asible, mensu­
colisión el ámbito de la pobreza — como rable, delimitable— como módulo de rea­
carencia de posibilidades de todo orden— lidad, lo ambital parece identificase con lo
y el ámbito de ¡a riqueza — como supera­ no-real. Analizado con una metodología
bundancia de posibilidades— . Teresa no elaborada a medida de cada, modo de reali­
actúa nunca en nombre propio. Si lo hicie­ dad, lo ambital ostenta las características
ra, su conducta podría fácilmente ser cali­ de una realidad eminente.
ficada de histérica10*, pero esta penosa cir­ Los estudios realizados a esta luz acerca
cunstancia hubiera carecido de valor esté­ de la racionalidad específica del arte nos
tico. Teresa se mueve en todo momento permiten adoptar una lúcida posición críti­
con una conciencia lúcida de su condición ca frente a Los autores que, desde Platón a
de representante del ámbito de la pobreza. Sartre, proclaman la condición «irreal» de
La coherencia lógica de su proceder eleva las obras artísticas11. En su breve y densa
esta obra dramática muy por encima de un obra La metamotfosis, F. Kafka relata la
mero remedo de «la cenicienta». Cuando reducción de un hombre a insecto. El pro­
Teresa exclama fuera de sí; «¡Cochinos li­ tagonista, un sencillo corredor de comer­
bros!». al tiempo que arroja contra la pa­ cio, se siente anulado como persona. Su
red los bellos ejemplares de la biblioteca vida no ostenta otra dimensión que la del
de su prometido, carga de sentido e inclu­ trabajo, y su actividad profesional carece
so de simbolismo una frase más bien banal de sentido ludico, no presenta un fin en sí,
en el uso cotidiano. Esta sencilla frase vie­ no es un juego creador, no alumbra senti­
ne a ser en este contexto el punto de inte­ do; se reduce a medio para un fin: sostener
racción colisionante de dos ámbitos; el de la familia. Pero tampoco la vida familiar
la pobreza y el de la riqueza. Al plasmar significa para Samsa un campo de juego

10 Este juicio se halla en la obra de Juan Guerrero 11 C.f. Platón, República (jibTO X ); J.P. Sam e
Zamora, Misiona del leairo contemporáneo, Juan L'imaginaire, Galliinard, París 1948, pp. 239-246.
Flors, Barcelona, 1962. III, p, 224.

432
LECTURA DE TEXTOS

creador. Samsa vive, pero no crea; desgas­ hermana en el violín. Este tímido esbozo
ta, energías, se desliza a través del tiempo, de ascenso al nivel de la creatividad que
pero no plasma su personalidad en ámbi­ marca la música presenta un carácter so­
tos llenos de sentido. En el aspecto Iúdico, bremanera dramático por ir precedido del
se mueve a ras de tierra, sin posibilidad de trágico descenso a un plano de conducta
apelar y responder, y crear ámbitos de au­ infrahumana. Un gesto aparentemente es-
téntico diálogo y comprensión. En rigor, peranzador y positivo ofrece un aspecto
. no se mueve en un mundo humano, pues sombrío, casi siniestro, porque no hace
le falta la actitud de dominio que permite sino subrayar el desconsuelo absoluto de
al hom bre sobrevolar lo insignificante quien ha sido objeto de una torsión radical
para con sagrarse a lo v a lioso. Poco a en su ser, una metamorfosis que lo aleja
poco, en su interior va fraguando la con­ años luz de toda posibilidad lúdica.
vicción de que no vive, más bien vegeta; Kafka no tergiversa la realidad: intuye
no se mueve, repta. Este estado de asfixia los acontecimientos que tienen lugar tras
lúdica es plenamente real para Samsa, las apariencias sensibles, y los traduce en
pero pasa inadvertido a los ojos de quie­ imágenes. Este poder de plasmadón litera­
nes, com o diría el «principito» de Saint- ria de grandes intuiciones resalta en forma
Exupéry. no saben ver el elefante dentro espléndida cuando Kafka anota, con genial
de la boa. Para que este acontecimiento sencillez y mordaz ironía, que a Samsa,
superobjetivo, invisible a los ojos pero in­ tras su reducción a insecto, se le dejaba en
negablemente real, adquiera cuerpo y pue­ entera libertad, m odo de libertad vacía
da ser contemplado en todo su horror, el que no surge en el momento de plenitud
arlista lo plasma en lina imagen: la trans­ existencial propio del juego sino en el de­
formación en insecto, en indefenso y hu­ samparo de la asfixia lúdica.
millado insecto, no en poderoso león o te­ Las grandes creaciones literarias no
mido reptil. operan nunca con meras ficciones sino con
Toda imagen es punto de unión y vibra­ realidades nucleares que a una mirada su­
ción expresiva de lo real-sensible y lo perficial no pueden sino aparecer como
real-m etasensible o Indico. De ningún extrañas e irreales. La buena literatura
modo puede considerarse como mera fic­ aviva en el hombre el sentido de lo esen­
ción, aunque en su aspecto «figurativo» cial, lo que vertebra la vida humana. De
represente un acontecimiento irreal. Por lo ahí su gran poder formativo. Cada obra li­
que toca a su apariencia externa, Samsa teraria valiosa expone en imágenes diver­
parecía un ser humano, pues ostentaba f i­ sos temas éticos, los engarza entre sí, los
gura de hombre. En el piano Iúdico, en el hace entrar enjuego, los somete a las múl­
campo de juego de la vida cotidiana, Sam­ tiples tensiones de la vida, los clarifica. El
sa desempeñaba una irritante función de juego es fuente de luz. y la buena literatu­
insecto, por cuanto se movía en un plano ra plasma el juego de la existencia en sus
infracreador, no creaba los campos de jue­ múltiples vertientes1-1. Analizada con el
go en que florece el conocimiento y la li­ método lúdico-ambital. cada obra literaria
bertad. Es sintomático que, tras la meta­ de calidad se convierte en una espléndida
morfosis, Samsa eleve un tanto el ánimo al lección de ética impartida por autores de
oír las notas de una melodía tocada por su gran prestigio entre la juventud, £1 análisis

l: E je m p lo s concretos muy Elocuentes de esta ilu­ can el título Cómo enseñar éiiea a través de la litera-
minación p u e d e n v e rse en los e s tu d ia s de d iv ersa s inra); Obras literarias de hoy (folíelo explicativo y
obras realizados en m is libros: Análisis estético de ocho cintas magnetofónicas; Edibesa Madrid 1994-)
obras literarias (Narcea, Madrid 19S2: 2.* edición, y Análisis literario y formación huma:laica (Edibesa.
muy ampliada y renovada en Rialp, Madrid 1994, Madrid 1994b.

433
literario es una cantera en buena medida racterisée par la distance, par l ’intervalle
i n e x p l o r a d a e inexplotada de formación 7 lf qu'il y a chaque fois entre nous-même et
humanística. nous-m êm e, et par la transformation in-
Esta forma de concebir la interpretación ' cessante de l ’inmediat et du médiat l ’un
de las obras literarias permite aclarar de \A dans l'autre. C ’est cette transformation qui
forma satisfactoria una larga serie de cues­ ' es la philosophie même; en elle l ’homme
tiones herm enéuticas de no poca impor­ Ajj cherche la médiation de la sagesse pour ré-
tancia. Confróntese a este respecto el capí- /il tourner vers le monde»13. Heidegger vincula
" tillo V de mi libro La form ación p o r el la «lejanía» y «la cercanía» de esta forma:
i arte y la literatura (Rialp Madrid 1993. «... El hombre, como un set que existe tras-
pp. 118-138): «Hacia una renovación de la X,t cendiendo constantemente hacia las posibi-
hermenéutica desde la experiencia estéti­ t)Í| lidades en que sobrenada, es un ser de leja*
ca», y la obra de R.E. Palmer Hennenemics '■. nías (ein Wesen der Feme). Sólo a través de
(Northwestern University Press, Evanston ílo s modos de distancia originaria que funda
1969. sobre todo la parte HI, pp. 221-253). al trascender hacia todos los entes se instau­
ra en la verdadera cercanía con las cosas»14.
Este tema me preocupó muy temprana­
II mente por jugar un papel decisivo en el in-
\ | lento de explicar la creatividad del hombre
El «triángulo hermenéutica» y su desarrollo com o persona. A fin de cía*
«La filosofía actual tiende a rechazar '* rificarlo cabalmente, dediqué algún tiempo
la con trap osición de sujeto y objeto. a analizar los distintos modos de realidad
B ien es verdad que tuvo lugar aquí un que con flu yen en la vida humana, y de
excesivo mecanicismo, pero no debemos . modo especial aquellos que el pensamiento
dejarnos arrastrar por una moda. Pues no existencial denomina «inobjetivos» (unge-

I es menos cierto que la contraposición, la • * genstcindlich, inobjectij ) 15. Este detenido


distancia, la posibilidad de ver a lo lejos estudio m e permitió llegar a tres conclusio­
y de acercarse son algo esencial a nues­ IV
nes del mayor interés hermenéutico:
tra relación con el mundo. Sin ello desa­
1. Cada modo de realidad pide ser ex-
parece el fenóm eno del encuentro» (Cf.
új presado con un tipo de lenguaje adecuado.]
R. Guardini; Begegnung uñó íiildung, 'I r , . __ _______ •_ . ^ 1 ^ A _______ J *
Si queremos conseguir tal adecuación, de- ^
Edit. Werkbund. Würzburg 1956, p. 13).
. i bem os con frecuencia tensionar nuestras8
En la filosofía contemporánea se advier­ í) | formas de lenguaje para aumentar su capa-
te cierta preocupación por precisar el sen­ ' cidad expresiva y adensarlo de sentido. •;
tido de los términos «inm ediatez», «dis­ 2. La comprensión de los modos de re
tancia» y «p resen cia». «La situation de lidad más elevados sólo es posible cuando'
T hom m e — escribe Jean Wahl— est ca- se piensa «en suspensión» (in der Schwe- ;

u Cf. Traite (le Métaphysique, Payot, Paris 1957, te, la reducción al mínimo de las mayores distancias
p. 50S. perm anece ausente? ¿C óm o puede ser que con el
14 C f. Vom tPíft'/i (les Grandes, K losterm ann, d esplazam iento de las grandes distancias todo siga.,
Frankfurt 1955:, p, 54. La preocupación por clarifi­ lo m ism o d e lejano y de cercano? T od o queda
car e l tema de la relación entre cercanía, presencia y m ido en una amorfa indistinción. Pero ¿no es aca^j
anulación de la distancia fue expresada por Heidegger so este aplastam iento en la indistinción más temi-’j
en su conferencia «D as D ing»: «El apresurado anu­ ble q ue la escisión de todas las cosas entre sí?» (Cf.'í
lar Lis distancias no trac cercanía, pues la cercanía Vortrdge and AufsMze, N eske, Pfullingen, 1959, p . ;

I no co n siste en una pequeña medida de distancia. P e­


queña distancia nn es ya cercanía. Gran distancia no
es todavía lejanía. ¿Quó es la cercanía si, no obstan­
163.) "/i
ri Este análisis tomó cuerpo en la obra Metodolo- j
gía de lo suprasensible, Madrid 1963. ......... v -

434
4
- id

-i
LECTURA DE TEXTOS

be, Jaspers), de modo sinóptico, en bloque. el lenguaje, un estilo artístico, una obra de
con gran Flexibilidad de mente. Este estilo arte, una comunidad humana, un paisaje, un
^ 4f valor ético, una realidad religiosa... se deri­
de pensar va penetrando en el objeto de co- |y
nocimiento a medida que se deja penetrar van las actitudes específicas que el hombre
por él en un proceso de mutua potenciación, debe adoptar ante estos diversos géneros de
realizada conforme al esquema «apelación- j ( realidad. De ahí la necesidad de estudiar en
respuesta». La Estética de la creatividad su­ pormenor los diversos modos de articula­
braya que el buen intérprete domina una ción que muestra el esquema «apelación-
obra en cuanto se deja dominar por ella, o respuesta» en los diferentes niveles de acti­
dicho más exactamente: configura la obra al vidad en que se mueve el hombre.
dejarse configurar por ella16. La Etica desta­ La relación circular entre realidades que
ca que el hombre capta los valores al dejarse apelan y realidades que responden funda
sobrecoger por su poder normativo. La Me­ modos de vinculación y unidad que des­
tafísica enseña que el hombre se abre a la bordan el dilema «o fusión o alejamiento»
realidad cuando despliega su personalidad y superan los modos fusiónales de unidad.
apoyándose en la resistencia promocionante El hombre responde cuando entra en rela­
que ella le ofrece merced a su «poder úlri- ción de presencia con aquello que lo apela
mo, posibilitante e impelente» (Zubiri). \ a través de elementos mediacionales.
Sumergirse en una realidad promocio­ Para advertir con precisión los diversos
nante implica dar una respuesta positiva a m odos de presencialidad y potenciación
una instancia que apela a participar en mutua que pueden darse entre el sujeto y
ella, a asumir las posibilidades que ofrece. e l objeto, se requiere un conocim iento
Cuando me sumerjo en el agua, quedo ro­ bien articulado de lo que es e implica la
deado por ella, como elemento envolven­ «mediación». Ello exige 1. poseer cierta
te. Si me sumerjo para nadar, el hecho de práctica en el análisis de los diferentes
quedar envuelto implica por mi parte una modos de inmediatez, distancia y, por tan­
actitud no pasiva sino activo-receptiva.' to, presencia que se dan entre el hombre y
Acepto activamente la capacidad susten­ los seres de entorno; 2. advertir que, al
tante del agua y su resistencia, me adapto hilo de los procesos dinámicos de conoci­
a esas condiciones del medio y realizo la miento. las realidades que sirven de me­
actividad específica del nadar como forma dios expresivos adquieren una singular
concreta de juego creador. Sólo cuando transparencia o levedad, que les permite
hay correspondencia y ajuste entre la con­ mediar vinculando; 3. no interpretar expe­
dición propia de la realidad envolvente y ditivamente los elementos «mediaciona-
la actitud del que se mueve en s u ámbito les» —-realidades que, al hacerse transpa­
se crea el campo de libre juego que consti­ rentes, hace posible al sujeto establecer
tuye la actividad humana con sentido. una relación de presencia con la realidad
Cada tipo de realidad envolvente plantea mediacionada— como elementos «media­
determinadas exigencias que el hombre tizadores» — realidades que, al ser opacas,
debe cumplir si desea que su inmersión en vinculan ¿il sujeto cognoscente con la reali­
tal realidad florezca en una verdadera rela­ dad mediatizada al tiempo que lo separan de
ción de encuentro y haga posible su des­ ella— ; 4. hacerse cargo — con Heidegger—
pliegue personal y su libertad. Del modo de que hay formas de unidad-en-diversi-
peculiar de «envolver» al hombre el agua, dad que superan cualitativamente a las

16 Sobre esta cuestión pueden verse mis obras: Et tura. Prom ociones Pu blicaciones Universitarias,
triángulo hermenéutica. Introducción a una filosofía Barcelona 19872, pp. 83 ss.; El arte de pensar con
de los ámbitos, BAC, Madrid 19712, pp. 132 ss.; rigor y vivir de forma creativa, PPC, Madrid 1993,
Estética de la creatividad. Juego. Arte. Litera- pp. 275 ss.

435
LECTURA DE TEXTOS

formas de unidad de mera identidad fusio- Vértice a): Inmediatez amorfa, sin re­
nal. (Este punto exige una confrontación lieve, que se logra cuando se en quistan la
de la posición de Hegel y Heidegger acer­ vista o el oído («sentidos de la distan­
ca del decisivo tema «inmediatez-media­ cia») en los estímulos sensibles y se suc­
ción»); 5. no tomar indiscriminadamente ciona el campo de interacción que debe
com o modélicos los modos pre-conscien- mediar entre el sujeto y el objeto-de-co­
tes de unidad, riesgo en que la Hermenéu­ nocimiento.
tica actual se guarda muy bien de caer17. Al perder esta distancia ambital-interac-
3. La com prensión a fondo de estos cional (que confiere perspectiva para cap­
puntos exige tener una idea muy clara de tar el sentido de las distintas realidades,
las distintas formas que hay de inmedia­ que ganan la plenitud de su sentido justa­
tez, distancia y presencia en la vida huma­ mente en la distensión cocreadora de ám­
na. A fin de conseguirla, configuré una se­ bitos), la inmediatez en que se queda res­
rie de triángulos, para apoyo de la imagi­ pecto al entorno significa un contacto con
nación, en los que se hace patente cómo la una realidad sin configuración, o, dicho
integración de una forma determinada de más exactamente, con una realidad cuya
inmediatez con otra de distancia da lugar a configuración queda oculta al no consti­
un modo particular de presencia. Como tuirse el ámbito necesario de distensión,
breve ejemplo, ofrezco a continuación al­ de logro mutuo y. por tamo, de patentiza-
gunos de ellos: la lectura debe seguir el or­ ción entre el sujeto y el objeto-de-conoci­
den marcado por los vértices a, b, c ’s. miento,
Vértice b): Distancia de alejamiento
respecto a la vertiente metasensíble de los
Articulación de las categorías
seres objeto-de-conocimiento, a su sentido
de inmediatez, distancia y presencia.
interno, y, por ende, a su capacidad de
Cuatro ejemplos
fundar con otros seres ámbitos de interac­
1. Ím experiencia de la náusea, según ción. Interioridad no significa aquí un re­
J.P. Sari re ducto espacial, sino el poder de crear en
colaboración ámbitos correlaciónales en
los que llegan a plenitud cada uno de los
seres que los integran.
Vértice c): Presencia de una vertiente-
de-ln-re,alidad d e s c o n c e r ta n te que provo­
ca una inversión de la perspectiva nor­
mal y produce una sensación de «náu­
sea»19.

17 El tema de la mediación lo Irato con cierta ampli­ ello, el corazón da un vuelco y (odo comienza a vaci­
tud en la M etodología de la suprasensible, pp. 293-441-, lar,.. He aquí la náusea* U-P- Sartre, L a N a u see, Ga-
E l triá n g u lo herm enéutica, pp. 30-119; C inco gra n d es Ilimard, París 1938, p. 144; L a n á u sea , Losada, Bue­
iti rea s d e la filo s o fía actual, La a m p lia c ió n de la e x ­ nos Aires 1975ia). Si la c ir c u n s ta n c ia n o r m a l del
Gredos, Madrid 1977, pp. 7-119,
p e r ie n c ia filo só fic a , hombre está constituida por un e n to rn a d e p resen cia s
160-167, im p lica d a s en tre si, de ámbitos-cargados-de-semido
15 Cf. E l triángulo herm enéutica, pp. 59-111. Cómo que se encabalgan, la relación de in m e d ia te z sin r e ­
articular la inmediatez y la distancia para conseguir una lieve — carente de ámbitos de libre movimiento—
relación de presencia lo expuse, por escrito y con imá­ con una existencia que en tales condiciones no puede
genes. en la obra El arte de p e n sa r con rig o r y vivir de aparecer sino como m asiva, m a r á m e n te fá c tic o , a b ­
f o n n a d e creativa (video 4, y pp. 109 ss. del libro). su rda e injustificada, conduce a una sil unción de de­
15 «Todo es gratuito: este jardín, esta ciudad y yo samparo. desconcierto, ^éxtasis horrible» (L a N a u ­
mismo. Cuando acontece que uno se da cuenta de see. p. IS5; L a N á u sea , p. 14S). es decir; de «verti-

436
LECTURA DE TEXTOS

j b L 2. Experiencia de conocimiento «espec- pulación del objeto. Cuando por afán de


fc~ ¡acidar» de «meros objetos» dominio y manipulación de Jo real se con­
&.•- .. • vierten los objetos-de-conocimiento en ob-
jeto-de-análisis por parte de una facultad
intelectiva aséptica, incomprometida, que­
dan fuera de atención las vertientes más
hondas de la realidad, que sólo se ofrecen
a un sujeto comprometido. Enfrentado el
entendimiento con la vertiente objetiva
(mensurable, asible, verificable) del obje­
to-de-conocim iento, elabora conceptos
f: Vértice a): Inmediatez sensible. con el fin de establecer ciertos hitos que le
Vértice b): Distancia de objetivación, o permitan reproducir la estructura del objeto
■ pro-yección del objeto a distancia-de-es- y hallar, por así decir, la ecuación que haga
pectacularidad propia del conocimiento no posible su estricto y fácil dominio.' En
comprometido. cambio, si el sujeto desea — con actitud re­
Esta distancia-de-espectacularidad ofre­ verente— inmergirse en el ámbito consti­
ce un carácter de alejamiento porque se tuido por el objeto-de-conocimiento que
contrapone a la inmcdiaiez-del-compromi- juega respecto a él el papel de realidad en­
.. so mediante la cual logra el sujeto una cer- volvente — como la obra de arte para el ar­
cania eminente respecto a las realidades tista, la norma moral para el hombre abierto
V que constituyen ■ — merced a su carácter a los valores éticos..., los conceptos elabo­
■■■ envolvente, altamente valioso— una invi­ rados por el entendimiento no son medios
tación al sujeto a sumergirse en ellas con para dominar, sino medios en los cuales
un Lipo de participación cocreadora. En dicho objeto-de-conocimiento va toman­
... esta inmersión se vive con singular pleni­ do cuerpo expresivo. La distinción de re­
tud la presencia eficiente, saturante, del flexión primera y segunda, de conocimien­
objeto-de-conocim iento, al modo como to analitico-espectacular-objetivante y co-
sucede con una obra de arte cuando un nocimiento-intuitivo-inm ersivo, con las
m úsico se adenLra cocreadoramente en aparentes paradojas que implica, sólo pue­
ella, Si se toma como modélico el genero de ser debidamente comprendida y expla­
de presencia que se da en el proceso de nada mediante una sólida teoría de la rea­
participación inmersi va, la distancia de lidad ambital y de la experiencia de parti­
objetivación aparece como «la retirada de cipación inmersiva.
la participación, y, por tanto, una retirada Véanse, por vía de ejemplo, las catego­
de la existencia»20. Este movimiento de rías que movilizan los párrafos siguientes
retracción tiende á «disolver la unidad de y la ambigüedad fundamental con que son
la experiencia», por cuanto, para evitar la inlervinculadas. «La reflexión secundaria
— exigencia de participación que fluye de los recupera la unidad de mi experiencia parti­
objetos-de-conocimiento altamente califi- cipada que ha sido dicotomizada por la re­
_ cados (superobjetivos), se los reduce a flexión primaria». «... El objeto (al cual se
condición de meras «cosas»21. dirige la reflexión primaria) es una efigie
Vértice c): Presencia de análisis y con- construida apartándose de la inmediatez
cepluación traducible en dominio y mani­ de la presencia, y el objeto puede ser con-

gü» y. por Lauto, de «náusea». Sobre las nociones de :u C f K.T. Gallagher, !m j i l a so fía d e C. M aree!,
vértigo y éxtasis puede verse una amplia exposición Edil. Razón y Fe. Madrid 1968. p. 85.
en mi obra V é r ti g o y é x ta s i s . B a s e s p a r a tm n v id a :l Ibid., pp. 85-6.
c r e a tiv a , PPC. Madrid 1991z.

437
siderado como un modo de ausencia, o de la Historia actual puede dar mucha luz
como una presencia en vías de degradarse a este respecto.
en ausencias. «La reflexión primaria tiende Vértice c): Presencia de mera manipu­
a materializar sus conceptos y asi abstraer lación, manejo controlado, disponibilidad
de la existencia; la reflexión secundaria, al funcional.
sumergirse de nuevo en la inmediatez oceá­ Esta forma de presencialidad es caracte­
nica de la que se extraen sus conceptos, al rística del hombre civilizado, que se distin­
mismo tiempo restablece la primacía de la gue abruptamente del hombre culto —dé
existencia^-2. espíritu cultivado por el estudio personal—
De lo antedicho se desprende que el cuando no se halla espiritualmente en el
triángulo número 4 debe complementarse nivel cultural al que responden los artefac­
con el triángulo siguiente22. tos que maneja. No es d carácter cotidiano
y uniforme de las acciones el que reduce
3. Expe ríeaeio de manipulación de un
al hombre a algo anónimo e ínauténtico,
producto cultural
sino la superficialidad del nivel en que se
mueve intelectual, afectiva y prácticamen­
te. La inautenticidad existencial del que
actúa como se actúa, habla como se habla,
etc. procede de la autonomización de los
aspectos de la realidad que, por superficia-_
les, son impersonales y ahogan al indivi­
duo entre sus mallas. Merced al progreso
técnico, el hombre actual tiene la posibili­
dad de vivir confortablemente en un entor­
Vértice a); inmediatez física de contacto no de realidades profundas sin superar un
con un producto cultural en su vertiente de nivel superficial.
mero objeto. Toda persona, sea cualquiera Por el contrario, quien comprende en su
su grado de cultura, puede poner en funcio­ verdadero alcance el prodigio de los inven­
namiento un producto cultural tan complejo tos más recientes puede lograr en su vida
como es. por ejemplo, un televisor accio­ cotidiana de hogar un nivel afectivo e inte­
nando sencillamente uno de sus mandos. lectual extraordinariamente elevado. Lo
Vértice b): Distancia espiritual respecto grave está en que la mayoría de los desti­
al producto cultural en cuanto ¡al, es decir, natarios de los productos técnicos no viven
como un ámbito que es fruto de iodo un a la alLura que implica su creación, y no los
engranaje de ámbitos o campos-de-posibi­ toman, consiguientemente, en toda su hon­
lidades culturales encabalgados en hori­ dura de «inventos», sino como meros «ar­
zontal y en vertical. tefactos» que pueden ser manipulados por
En abstracto, siempre fue posible al un ignorante o un niño. Cuando lo profun­
hombre volar. En concreto, esta forma de do se convierte en manipulable está a un
actividad sólo es viable una vez que, a lo paso de perder su misterios idad y contri­
largo de siglos de esfuerzos, se tejió una buir con ello a crear ese estrato social que
trama de posibilidades positivas que abo­ es masa por vivir en un plano inferior a
caron al invento del aeroplano. Lo mismo aquél que le corresponde. Lo único que
se puede decir del televisor y demás in­ puede impedir la marea de creciente masi-
ventos. La distinción de mero hecho y de ficación es el contacto viviente con las rea­
suceso histórico que subraya la Filosofía lidades cuajadas de profundo sentido.

— Cf. K.T. Gallaghcr, op. cit. pp. 8 6 ,1 06,87. Cf. El triángulo hermenéutica, pp. 83-84.
LECTURA DE TEXTOS i LENGUAJE

4. Experiencia de expresión estética concepción dinámica ambila! de lo sensi­


ble com o «campo abierto de patenti/.a-
ción» de lo metasensible dotado de «poder
ontologico de expresión»^. Los fenóme­
nos relativos a la sensibilidad, la intuición
estética y la belleza deben ser vistos no
tanto de modo estático-fomialista cuanto
dinámico-genético-umbital, advirtiendo los
sorprendentes y decisivos vínculos que
median entre la teoría de la inteligencia-
Vértice a): Inmediatez-dt-cot]tacto-sen­ sentiente (y la sensibilidad-inteligente) y la
sorial muy intensa. interpretación dinám ico-evolutiva de la
Ante un objeto artístico, la sensibilidad realidad15.
de todo hombre medianamente cultivado se Vértice c): Presencia de patentización-
siente apelada de modo singular. Aun antes de-lo-metasensible-a-través-de-lo-sensible.
de adoptar ante la obra de arte la actitud de En esta correlación interna y constitutiva de
distanciamiento que ella requiere, los senti­ los elementos que integran la obra artística
dos experimentan una peculiar imantación. se funda la posibilidad de un lenguaje de
Como solía observar Delacroix, la primera formas sensibles que nos ponga en presen­
condición de la obra artística es «constituir cia inmediata de un mundo de hondas signi­
una delicia para los sentidos». ficaciones. esas significaciones por las que
Vértice b): Distancia de jerarquización clama la materia expresiva misma en su
bipolar que convierte la vertiente sensorial más genuina esencia. «La materia está preg­
en Íiíg«r de vibración de lo metasensible nante de la forma» (M. Merleau-Ponty).
que en ella — como campo abierto— toma Toda obra de arte integral es palabra que
cuerpo y se presencializa. instaura una forma de presencia, no mero
Los modos de vinculación de las catego­ signo que alude a un signi Picado más o me­
rías de inmediatez y distancia correspon­ nos lejano26,
dientes a las experiencias estudiadas en
éste y los otros triángulos se basan en una Alfonso López Quintas

Lenguaje
1, Preinteligencia antropológica mediante la crítica del 1. al abuso sofístico
del mismo en su tiempo, con el fin de res­
Generalmente se establece una distin­ tablecer en su derecho el diálogo objetivo [
ción entre el lenguaje (1.) y el pensamien-k 1 y responsable dentro de la comunidad de i
to, así como entre estos dos y la cosa ha­ la polis. Este uso comunitario del 1. cierta- 1
blada o pensada. Esta distinción la hicie- j/. mente encuentra en la polis su telos com - 1
ron ya Platón y Aristóteles, al oponerse * pleto, pero radica en la familia, que consta

2i Cf. H.E. Hengslenberg. Philosophische Antkro- 26 Esta importante cuestión la estudio de cerca en
' pologie, Kohlhammer, Siuitgait 1957. Hacia un estila integral de pensar, I. Estética, Edito­
25 CT. mí trabajo «Realidad evolutiva e inteligencia ra Nacional, Madrid 1967, pp, 286 ss.
sentienie en la obra de X. Zubiri», en Homenaje aX. 2it-
biri, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid 1971.

439
LENGUAJE

primariamente de marido y mujer. En la en meros nombres, a la luz del pensar puro


sociedad familiar de marido y mujer se (noein) y la realidad evolutiva de la Fisis a
ejerce aquel poder- ser del hombre total, la luz del ser puro (einai), de manera que
con su experiencia de posibilidades y lími- para la tradición filosófica del pensamien­
\ tes, que los griegos designaron como un to occidental, queda así fijada la preemi­
' dar y recibir el logos. Sólo a partir de este nencia definitiva del «ser» frente al «deve­
logas que se realiza en la comunidad del nir», así como la del «pensamiento» frente
amor entre hombre y mujer, en su darse y al I., basada en la preeminencia antropoló­
recibirse recíprocamente, se articulan de gica de la interpretación específicamente
manera igualmente originaria o bien de_ masculina de la realidad sobre la experien­
manera secundaria otras formas del logas, cia femenina de la misma. Frente al valor
por ejemplo: el hacer o recibir justicia, el esencial del «concepto» (que en Aristóte­
dar cuenta de una cuestión (discutida), el les mantiene todavía su relación originaria
diálogo doctrinal y dialéctico de los filoso- con el logos histórico del 1.), en la tradi­
|] fos, el diálogo sobre la muerte, el muLuo ción post-aristotélica la palabra queda de­
diálogo de hombres enredados en la culpa gradada a la condición de mero sonido
(como en la tragedia ática), e incluso la sensible; es decir, deja de considerarse la
experiencia de un diálogo (dialectos: Pla­ mediación entre concepto y palabra, entre

1 tón, Banquete, 203a) de los dioses con el


hombre, etc. Por ello pudo ver G.W.F. He-
gel la determinación natural de los sexos
sentido y sonido, la cual se produce siem­
pre en el todo del 1. Como consecuencia
de la separación (lograda sólo.en el ámbito

I como la inmediatez de aquella dialéctica


entre lo particular y lo universal, entre la
sustancia y el sujeto, entre la ley divina y
indoeuropeo entre todas las familias lin­
güísticas, y concretamente en el griego)
entre «ser» (raíz s, en latín stm ) y «deve­
la humana que sólo halla su mediación en nir» (raíz bhu, en griego F isis, en latín
j el espíritu (Obras completas, II, 351: cf. fui), por primera vez la filosofía griega
también Filosofía del derecho , S 166; pudo declarar el «ser» superior al «deve­
Obras completas, 556). Pero ese salir y re­ nir», como expresión característica de la
tornar dialécticos del espíritu se realizan en visión del mundo que late en el í. griego.
el campo del dialegeszai, del 1. humano. Al propio Liempo también las experien­
. A este respecto el proceso de vida y tra- cias prefilosóficas, iníticone ligios as de la
i bajo de la familia, del grupo, etc. (cosa re­ realidad (del tipo «matriarcal» y «patriar­
saltada principalmente por K. Marx), pro­ cal», tal como las descubrió Bachoren y las
ceso que parte de la diferencia — natural al sometió a reflexión filosófica F. Nietzsche,
principio y luego variada según la cultura con su distinción entre lo «díonisíaco» y
y la civilización— entre la existencia mas­ lo «apolíneo»), pudieron ser interpretadas
culina y la femenina, con la división de en su doble estructura como experiencias
trabajo que la desarrolla, conduce a una de aquellos arjai («principios») que en la
experiencia de la realidad polarmente arti­ filosofía griega aparecen como fundamen­
culada. la cual a su vez se desarrolla en to del «ser» y del «devenir»), es decir,
una experiencia del I. igualmente polar y como eidos (energeia J, por una parte, y
sometida a una progresiva reflexión dia- como hyle (dynamis), por otra. También la
j léctica. Mientras que Heráclito todavía experiencia hebreo-bíblica de D ios ahora
¡I toma en consideración la esencia dialéctica es expuesta así y no en su más rica origi­
'I de physis y logos y, según una nota doxo- nalidad. Con lo que el verdadero logas
gráfíca. piensa esta dialéctica en relación apunta en definitiva como «pensamiento-
con la oposición de masculino y femenino a la invariable «esencia» divina, mientra''
(frag. 10), Parmcnides somete radicalmen­ que la otra parte de ese m ism o logas.
te a crítica el 1. de los mortales, expresado como expresión y explicación de lo indói-

440
LEN G U A JE

dual y peculiar en las cosas de su devenir iniciarse una comprensión nueva en la vin­
histórico, de su entramado con las circuns­ culación de todo pensamiento al 1., y con
tancias (materia prima est principium indi- ello una revisión de la separación unilate­
.vidualionis), se identifica con la aisthesis ral entre 1. y pensamiento.
imperfecta (por no haber llegado todavía al
conocimiento de la «esencia general» que
siempre se dirige — alógicamente— a algo 2. Problemática actual y su origen
«particular»). U na teología política, que histórico
desemboca en el Dias-nous de la metafísi­
ca, no será pues más que la parte objetiva­ El «giro hacia el 1.», que marca el traba­
da de la concepción metafísica del 1. según jo filosófico actual al igual que el de las
la cual el lagos múltiple del 1. histórico ciencias particulares, se caracteriza a gran­
debe transformarse en el pensamiento teo­ des rasgos por dos corrientes fundamenta­
rético de la «esencia» (única en su univer­ les bien diferenciadas, que coinciden en
salidad; eidos). subrayar la conexión radical entre hombre
La separación establecida en el griego y 1., pero no en el modo de esa conexión.
entre 1. y pensamiento la continuó el latín, Su oposición en este punto se apoya en su
donde se distingue entre verbwn (orado) y opuesta concepción del hombre, que por lo
ratio, hasta que, finalmente, en el pensa­ que se refiere al 1. se podría formular para­
miento moderno, principalmente en el de dójicamente así: ¿Dispone el hombre del 1.
los siglos xvn y xvm , también la filosofía o dispone éste del hombre? Si se afirma lo
pudo entenderse com o la ciencia del en­ primero, entonces el 1. aparece primaria­
tendimiento y de la razón (Kant). Aunque mente como el medio del dominio humano ;
en la edad moderna, con la aparición de de la existencia, es decir, como expresión
las len g u a s pop ulares y vernáculas, se e instrumento de su dominio conocedor y j
comprendió por primera vez la relatividad planificador del futuro. En la segunda hi­
de la visión del mundo y de la realidad la­ p ótesis e l 1. se en tien d e prim ariam ente
tente en la len gua griega y la latina, no como intermediario entre la pasada tradi­
obstante la concepción griega del 1. siguió ción humana y un presente (y fuLuro) que
siendo decisiva. Al m ism o tiempo la an­ debe interpretarse desde aquélla. Un estu­
tropología implicada en ella, que culminó dio más minucioso pronto descubre que en
en el primado de lo masculino sobre lo fe­ tales alternativas y en sus formulaciones
menino, en la equiparación creciente de la opuestas (p.ej., analílico-síntético, pros-
experiencia y la reflexión específicamente pectivo-retrospectivo, etc.) se reencuen­
masculinas (en la filosofía y en la ciencia) tran transformadas simplemente las alter­
con la «subjetividad» pensante, se había nativas de la concepción metafísica occi­
creado su expresión adecuada (véase espe­ dental del ser del 1. expuesta más arriba.
cialmente la «disolución» hegeliana de todo Pues mientras la primera concepción del 1.
lo inmediatamente substancial en la media­ tiene sus principales defensores en la filo­
ción del sujeto absoluto, y la voluntad de sofía «neopositivista» y «analítico-lingüís-l
poder de N ietzsche com o voluntad de uni­ tica», que se entiende a sí m ism a com o
dad y eternidad del ser). prolongación de la exigencia científica oc­
Hoy por primera vez, con el retorno cri­ cidental de una ilustración y elaboración
tico a los orígenes metafísicos de la cultu­ del mundo por el hombre. los defensores
ra occidental en el mundo griego y m e­ de la segunda concepción se encuentran en
diante la comparación con otras culturas el círculo de lo «hermenéutica», es decir,
ajenas a esos orígenes griegos (en la cien­ en la historicidad del pensamiento que se
cia de la religión, la etnología, la lingüísti­ apoya en un 1. ya creado thermenéutica i.
ca. ¡a antropología de la cultura), parece Si se entiende aquí el 1, como «mensaie»
LENGUAJE

al hombre (hermeneia en el doble sentido M head, C. Frege, A. Tarski, J. Lukasiewicz,


de recibir un mensaje y entenderlo e inter­ 7 j L. WiLtgenstein acerca de ios problemas
pretarlo: cf. Hermes, el (■.mensajero de los fundamentales de la matemática y de la ló-
dioses«), como el diálogo desarrollado \i gica (logística), poco a poco se ha irans-
históricamente del hombre con sus seme­ formado en la actual filosofía analítica
jantes. con el mundo y, en definitiva, tam­ del 1. (A.J. Ayer, W,V. Quine, C.W. Morris,
bién con los poderes divinos, entonces el I. G. Ryle y otros), de la cual derivan tam­
no actúa meramente como instrumento de bién ahora ciertas influencias para el estu­
conocimiento racional y dominio del mun­ dio analítico-Iingüístico de la ética, inicia­
do. instrumento que mediante un análisis- do ya por G.E. Moore (y proseguido por
lógico debe mejorarse siempre y purificar­ C.D. Broad. C.L. Stevenson, R.M. Haré,
se de los defectos adquiridos (inexactitud, J.L. Austin, G.H. v. Wrighl) y para los
vaguedad,). planteamientos psicológicos o sociológi­
cos (G. Ryle, H. Feigl, P. Winch, etc.) y
teológicos (van Burén, J. Ramsey y otros).
Es común al positivismo lógico y a la
filosofía analítica del 1. la concepción se­
gún la cual éste funciona como un «siste­
ma de signos» («sintaxis»; relación mutua
de los signos lingüísticos; «semámica»;
relación de los signos lingüísticos con lo
designado o la significación). Con ello, de
momento dicha concepción queda aprisio­
nada todavía en la visión metafísica del I.
en todas sus formas históricas; empezando
por Aristóteles y siguiendo luego.con la
lógica estoica (distinción entre logos y lec-
tón como «significado» expresable), con
la problemática de los universales (realis­
mo-nominalismo) transmitido a través de
Boecio (480-525) a la lógica medieval del
l. (teoría de la significación y de la suposi­
ción» com o doctrina de las proprietates
terminorum), con la concepción científica
del 1. orientada hacia un ideal científico-
matemático (mathesis universalis) que se
inicia en el empirismo moderno (F. Bacon,
Travesía
T. Hobbes, L. Locke) y en el racionalismo
(Descartes, Leibniz, filosofía de la Ilustra­
Los principales representantes del posi­ ción), hasta llegar a la moderna concepción
tivismo lógico (R. Carnap, F. Waismann, del 1. como «cálculo» e «información».
O. Neurath, H. Reichebach) pertenecían al En todo ese proceso sigue siendo decisi­
Círculo de Viena de los años treinta, fun­ va la idea de la separación entre «pensa­
dado por M. Schlick. Antes y después de la miento» (empíricamente: representaciones
II Guerra M undial su línea ha ejercido de los sentidos internos y extemos; según
gran influencia en el mundo angloameri­ el racionalismo: «idea clara y distinta») y
cano. Luego, en parte por obra de sus pro­ 1. cuyas deficiencias en el idioma usual de­
pios defensores y en parte por las origina­ ben superarse por la construcción de un 1.
les visiones de B. Russell, A.N. White- ideal. La concepción lógica, formalista y

442
LENGUAJE

matemática del 1. (iniciado ya entre los vestigaciones filosóficas) llega a la con­


^riegos: logos también = proporción mate­ cepción — dirigida contra la teoría del 1.
mática suprema idea del bien en Platón, de tradicional desde Platón— de que la «sig­
acuerdo con la cual A ristóteles puede nificación» de una palabra, de una frase,
comparar los nombres del 1. con las «pie- etc. es casi siempre su «uso». En cuanto se
drecitas para contar») encuentra su consu­ aprende a usar una palabra (en las disúnlas
mación en la moderna concepción científi­ situaciones) se aprende también su «signi­
co-técnica del 1. Con lo cual llega también ficado». Con ello Wittgenstein corrige la
a su perfección la concepción del ser (cada visión unilateral del 1. como eidos y acen­
vez más esencialista) orientada según el túa el carácter de hyle del í. (referencia a
esquema eidos-ousia. la situación y a la acción), es decir, acentúa
La distinción establecida por la lógica ty «la totalidad del 1. y de las actividades con
más reciente entre «1. objetivo» (con el í \ que se entreteje » (Pililos Unters., S, 7).
que se habla de las cosas) y «metalengua- j ' Con la separación de «conceptos» (signifi­
je» (con el cual se habla del 1. objetivo) sin cados) y «palabras» la concepción occi­
duda permite evitar ciertas paradojas lógicas dental del 1. sucumbió al error de que los
(en cuanto que, p.ej., el predicado — ver­ conceptos, las «significaciones», etc., en
dadero— no se puede aplicar del mismo ( / cuanto formaciones del «pensamiento» in­
modo al 1. objetivo y al metalenguaje; cf. ^ dependientes del 1. constituyen una especie
la vieja antinomia del «embustero»), pero de «meta-cosas» (cf. platonismo, realismo
muestra a la vez una «jerarquía de meta- de los universales).
lenguajes» (B. Russell) que parte siempre Frente a todo esto Wittgenstein acentúa
del supuesto del usual 1. natural no forma­ la vinculación del pensamiento y de todos
lizado. Con otras palabras, el pensamiento los «metalenguajes» al 1. (histórico) usual
posibilita la precisión y formalización (de­ (Philos Unters, S, 23), que es una «forma
terminación eidetica) del usual 1. histórico de vida»: «,,.en el lenguaje coinciden los
(para el cual la indeterminación hylética hombres. No es una coincidencia de opi­
en forma de un uso lingüístico múltiple y niones, sino de forma de vida» (Philos
rico en matices, al revés de lo que ocurre Unters, S, 241). Wittgenstein retoma así al
en la filosofía y la ciencia, ¡no es una des­ carácter de dialegeszai del 1., que los grie­
ventaja, sino una ventaja!). Pero tal preci­ gos encontraron dado en la «forma de
sión y formalización no es sino una moda­ vida» fundamental de la familia, después
lidad, justificada en sus límites, del logos en la polis y desde el helenismo también
del 1. histórico que articula en cada caso en la comunidad humana cosmopolita (de
los encuentros y las relaciones entre los manera significativa, a la semejanza de los
hombres, y que no puede formalizarse ade­ juegos de 1. [en sí diferentes], Wittgenstein
cuadamente en su totalidad. la llama «parecido de familia» [Philos Un­
Esta visión, según la cual el 1. antes de la ters,, S, 67]; ahí la idea tradicional de
distinción refleja entre «pensam iento» «analogía» experimenta un giro filosófico-
(concepto) y «lengua» (palabra) se realiza • lingüístico). Al mismo tiempo se da tam­
siempre en una multiplicidad de «juegos bién, aunque Wittgenstein no lo dice, una
lingüísticos», es decir, en las distintas «for­ crítica implícita de la concepción de] ser y
mas de vida» con sus diversos «usos lin­ del 1. propia de la cultura occidental, con­
güísticos», se la debemos a los últimos es­ cepción m etafísica y orientada según la
tudios de Wittgenstein (1899-1951). Si en correspondencia eidos-nous en favor de
su primera etapa había concebido el 1. otra (presente en otros mundos lingüísticos
como un signo (cada palabra tiene una y culturales) más «operativa» (más orien­
«significación» que va aneja al vocablo), tada a la acción), si bien contiene igual­
en su Philosophische Untersuchungen (In­ mente un factor de unilateralidad en su es­

443
LENGUAJE

casísima atención al 1. personal creador En esto consiste (ya en Sein and Zeit, S, 32)
(no simplemente reductible a cualquier 1. el «círculo hennenéudco» entre «entender»
usual) de la religión y la poesía, de la filo­ e «interpretación», interpretación que desde
sofía y la ciencia. la concepción metafísica del lagos se ha li­
Si con L. Wittgenstein la escuela analí­ jado cada vez más'unilateralmente en la es­
tica del 1. (la cual considera a éste sólo tructura lógica sujeto-predicado de la frase
como un «sistema sintáctico y semántico afirmativa (del juicio) y en la distinción
de signos») ha realizado su «viraje» dia­ exacta entre «significado» y «palabra». Esa
léctico para retornar al logos histórico e estructura ocultó otras maneras de logas
inmediato del 1., M. Heidegger (desde Se.in (súplica, deseo, mandato), o, usando los
undZeit, H, 1927), remontándose a los co­ términos de los comentaristas de Aristóte­
mienzos griegos de la metafísica occiden­ les, el logas enylos concreto e histórico.
tal (y partiendo luego de la ciencia frente a Por ello, ya antes de Witteenstein, M. Hei­
la doxa precientífica de lo cotidiano), ha degger pudo entender el enunciado (y sus
enseñado a ver de nuevo la dim ensión «significaciones» expresadas en palabras),
«hermencutico»-històrica del 1. Los grie­ como un «modo originario de la interpre­
gos, dice, no entendieron originariamente tación», que se basa en el «entender». Por­
el 1. como instrumento del hombre, sino que el hombre no es primariamente un
que entendieron al hombre desde el logos «sujeto pensante» (en el sentido moderno
del I. Este, antes de la distinción metafísi­ desde Descartes hasta Husserl pasando por
ca y refleja entre «pensamiento» (signifi­ Kant) sino un histórico «estar en el mun­
cación) y «lengua» (expresión), y antes de do»), en consecuencia todo «pensar» sigue
la diferencia moderna entre sujeto y obje­ vinculado tanto al mundo como al L: «Las
to, es la totalidad histórica dei logos que significaciones modelan palabras. Y no
abre el «ser» (physis) al hombre. La pose­ puede decirse que las palabras objetivas
sión originaria del logos, que pertenece en reciban significaciones») (Sein und Zeit,
principio a la historicidad de la existencia S, 34). También aparecen ciertos paralelis­
humana y por la que el hombre antes de mos con la crítica de Wittgenstein a la uni­
cualquier articulación reflejo-categoría! del lateral «teoría del significado del 1.» cuan­
«ente» múltiple hace una experiencia ate­ do Heidegger, anticipando la posición de
mática primigenia del «ser» (no en sentido este autor como crítica de la unilateral teo­
sustantivado, sino en el sentido verbal del ría del «juicio» (afirmación), alude a la
enunciado histórico «es»), constituye lo pluralidad del uso lingüístico en el «habla»
originario (simbolizado en la figura del humana: «Hablar es la estructuración “sig­
dios griego Hermcs). A llí el hombre se ex­ nificativa'’ de la inteligibilidad del “ser en
perimenta como «portador» de un «men­ el mundo”, e incluye el estar con y se
saje» que ya lia sido proclamado (en el mantiene siempre en una determinada ma­
diálogo histórico de los poetas, de los pen­ nera de coexistencia preocupada. Esc “es­
sadores, etc.), y que, sin embargo, ha de tar con” se expresa com o asentimiento,
recibirse siempre en forma nueva y distin­ disconformidad, exigencia, advertencia,
ta: «Por doquier está en juego la relación m anifestación, respuesta, intercesión, y
oculta de mensaje y mensajero» (M. Hei­ además en forma de afirmación y de dis­
degger, Unteni'egs zur Sprache, 153). curso... Aquello sobre lo que se habla no
Así. sólo desde el mensaje (henneneia) tiene necesariamente (y a veces no lo tiene
que aparece en el contexto histórico del I. de ningún modo) el carácter de tema de un
se puede hablar sobre el mensaje, es decir, enunciado determinado. También el man­
sobre los contenidos y realizaciones que se dato se emite sobre algo...1, y el deseo se
reflejan cada vez (cuando se dice «algo») refiere a algo. Lo mismo puede decirse so­
en las distintas comunidades lingüísticas. bre la intercesión. El habla presenta nece-

444
LENGUAJE

sanamente este factor estructural, porque pensamiento lógico-racional pudo eman­


forma parte de la apertura del “ser en el ciparse unilateralmente del 1. histórico? Y
mundo” y en su propia estructura está con­ como consecuencia este hecho íingüísti­
figurada por esa constitución fundamental co, que empieza con la metafísica griega,
de la existencia. A lo hablado en las pala­ pudo reflejarse también en una teología
bras bajo cierto aspecto y dentro de ciertos unilateral sobre la idea bíblicocristiana de
límites siem pre se le dirige la palabra» D ios (que todavía incluía en el nombre
(Sein und Zeit, S, 34). bíblico de «Padre» el factor malriarcal-
- ¿No muestra precisamente este carácter femenino). A sí, por ejemplo. Tomás de
de «in terlocu ción » del 1. humano que Aquino, empleando el esquema actits-po- p
hasta en la atribución «categorial» más tentia, atribuye un análogo origen intra-
formalista de un predicado (kalegorou- trinitario al principio masculino, pero no J[
menon) a un «sujeto» (hypokeimenon) en al femenino: In geneiatione Verbi Dei non
la frase se manifiesta la esencial estructu­ competit ratio matris, sed solum patris
ra de diale geszai de la existencia huma­ (S. c. G., IV c. 11). La antropología ahí 1
na, que justamente experimenta su prime­ latente es de origen griego y no bíblico '
ra articulación a partir del «ser en el mun­ (cf.S T H -IIq . 2 6 a d 10).
do»? (Cf. la concepción «dialogística» del Como ha demostrado K.O. Apcl, fue la ,
1. inaugurada por G. Ebner, M. Buber, mística cristiana del logos con sus presu- J
E. Rosenstock-Huessy, F. Rosenzweíg y puestos históricos y su repercusión (pro- ‘
G. Marcel). ¿Lo unilateral de la interpre­ logo del Evangelio de Juan. Agustín, el
tación m etafísica del 1. (la cual termina P se u d o -D io n isio A reop agíta [el D io s ¡
en la suprema formalización de la inter­ «inefable» en el fondo del alma], el maes­
pretación del mundo que nos ofrece el tro Eckart [nacim iento del logos en la
usual 1. cotidiano, en las terminologías «palabra» del alma], N icolás de Cusa.
científicas y técn ica) no es una nueva J. Bohme) la que, en unión con la corrien­
versión del «logas determinante» {lagos te tradicional que se remonta a la retórica
horismos de-Jinitio, de-terminatio; expre­ antigua (Cicerón, Dante como descubri­
sado con el símbolo del comportamiento dor de la «lengua vernácula» histórica, los
masculino respecto al mundo), el cual humanistas italianos, G.B. Vico [1 6 6 8 -.
bajo la forma de la predicación lógica 1744] con su descubrimiento de la histori- J t
quisiera determinar de forma total a cual­ cidad del ].; ens et factimi convertuntur), H<
quier « s u je to » (a manera de h yp o keim e­ abrió el camino a los grandes lingüistas "
non concebido analógicamente como sím­ de los siglos xvin y xix, que se mantuvie- ¡t
bolo de lo femenino) y en último término ron al margen de la filosofía idealista ale­
al «ser» que escapa a tal intento de domi­ mana. Entre estos estudiosos del 1. (que hoy
nio (Heráclito, fragm. 123; cf. el «princi­ fecundan la ciencia histórica del mismo y la
pio especulativo» en Hegel)? ¿Pero no se­ «investigación del contenido lingüístico»: [
ría esto señal de que aquí, en el diale- J. Trier, L. Weísbergcr, H. Gipper y otros)
geszai originario de los hombres entre sí se cuenta J.G. Hamann, quien en su M eta- B
ha triunfado desde los griegos «el espíritu kritik (1784), aludiendo al I. histórico
masculino sobre el femenino» (M. Sche- como «el primero, único y supremo orga-
ler, Die Wissensformen und die Gesells- non y criterio de la razón», p olem izó *
diqft, 443), de manera que, con la eman­ contra I. Kant y su filosofía trascendental
cipación creadora del hombre frente a la de la «razón pura» y demostró la vincula- '>
naturaleza (que hasta el subjetivismo mo­ ción apriorística del «pensam iento» al
derno [«voluntad de poder»] se dio bajo lenguaje.
el signo de un gobierno del mundo espe­ Es significativo que tampoco G.W.F.
cíficamente masculino [«patriarcal»]), el Hegel, a pesar de su interpretación dialéc­

445
LENGUAJE

tica del 1. (cf. su conocida recensión de sobre las lenguas indias en los EE.UU,,
Hamann), pudiera librarse de la distinción, bajo la influencia parcial de la «psicología
m etafísicam ente preacuñada, entre 1. y profunda» de S. Freud y C.G. Jung). Se- -
pensamiento (razón). A sí el ]., aunque en gún Humboldt el 1. al no ser una «obra» -
el «mundo de la moralidad» Hegel le con­ sino una «actividad» es la perpetua dialéc- '
cede la función de ley y mandato, en la tica de lo particular y lo universal: «Pues .
Fenomenología del espíritu cae bajo el tí­ el 1. no puede ser visto como un material
tulo de «el espíritu que se enajena» y su que está aquí, previsible en su totalidad o _ .
formación es entendida solamente como comunicable poco a poco; hay que verlo
expresión de la conciencia de sí mismo más bien com o algo que se engendra a sí _
que se desarrolla hacia «lo universal» (cf. mismo perpetuamente. En él las leyes de
también el prólogo a la segunda edición de la generación están determinadas, pero el
su Lógica). J.G. Herder (1744-1803) reac­ alcance y hasta cierto punto también el
ciona contra el racionalismo cartesiano, tipo de producto permanecen totalmente ;
que (siguiendo la crítica lingüística a los indeterminados» (O bras completas, VI
idola fori aparecida en el Novutn Orga­ [B 190 ss.], 177; cf. al respecto M. Hei­
món de F. Bacon; cf. ya en Platón la alu­ degger, Unterwegs zur Sprache, 246). La ...
sión a la «debilidad» de los iogoi [en concepción lingüística de Humboldt no ;
Crálilo]) estableció una escisión definiti­ sólo ha representado un gran estímulo para
va entre 1. y pensamiento, para preservar la ciencia y psicología del 1. en el siglo xx, . í;
así lo «verdadero» (que sólo se da con la sino también para la filosofía (cf. las in-
cogitado) de las posibilidades de engaño vestigacioncs de W. Wundt, K. Buhler, j
del 1. histórico. Con razón se ha podido E. Cassirer, F. de Saussure, la concepción ~ j
decir teniendo en cuenta la crítica de Her­ platonizante del 1. de É. Husserl, la más ^
der al cartesianism o: «Con Descartes, aristotélica de A. Marty partiendo de la
pues, la influencia recíproca entre espíri­ psicología de Brentano, la concepción crí­
tu y I. en Platón todavía imprecisa pero tico-lingüística de F. Mauthner, que en
indiscutible, se convierte definitivamente muchos aspectos anticipa la reciente críti­
en la lejanía de la pura indiferencia o en ca del 1.7 etc.). Desde varios puntos de vís­
la dialéctica de señorío-esclavitud; y el ta representaría un correctivo contra la no­
postulado de que se ha de recurrir al jui­ vísima concepción del 1. conocida como
cio de la cogitado para justificar los praeiu- «estructuralismo», que considera lo lin­
dicata como afirmación propia, o para re­ güístico a partir de los aspectos cuantifica­
chazarlos com o praeiudicia, acabó por bles (sin ta x is, estructura) sin tener en
presentar el I. com o simple medio o in­ cuenta el problema del meaning (el conteni­
cluso obstáculo del conocimiento verda­ do del 1.); tal sucede con el estructuralismo
dero» (J. Pleines, Das Problem der Spra- americano y la glosemálica de L. Hjelms-
che [Mn 1967], 41). lev, HJ. Ulldal y otros.
A esa influencia^ recíproca de espíritu y Digamos para terminar que hoy la con­
1. se refirió especialmente W. von Huni- cepción específicamente occidental del 1..
boldt (1767-1835) con su principio del er- (separación entre 1. y pensamiento, entre
gonenergeia, según el cual en el 1. vivo e palabra y concepto) es vista en su condi­
histórico se le abre al hombre, anterior­ cionamiento histórico a través de un deter-..
mente a toda afirmación y reflexión, una minado principio antropológico, de mane-
«visión del mundo» siempre concreta; ra que el pluralismo de los mundos lin- i
idea que aún hoy confirman las investiga­ güísticos pasados y presentes — a pesar de
ciones de la lingüística comparada (c f la la coincidencia (¡no identidad!) real de i
escuela de L. Weisgerber, las investigacio­ todos los hombres en el logos koinos—
nes de E. Sapir y B.L. Whorf [1897-1941] muestra también la pluralidad de todo lo

446
LENGUAJE

humano en el sentido de un »poder-ser» G ardiner , A., The Theory o f Speech and


creador (no de un «ser» simplemente estáti­ Lang nage (Lo. 1951).
co). Y para una «teología cristiana de la pa- K Gehlen. A., Der Mensch, Seine Natur und j
labra», como un desiderátum para el futuro, U seine Stellung in der Welt (B. 1941).
esto significa precisamente la tarea de hacer H a n k a MER, P., Die Sprache. Ihr Begriff
accesible el mensaje proclamado en el und ihre Deutung im 16 und 17 Jh. (Gü.
Evangelio a los distintos ámbitos lingüísti­ 1927).
cos de acuerdo con la «visión del mundo» H e i d e g g e r , M., Unterwegs zur Sprache (
posible en sus lenguajes y, por consiguien­ (Pfullingen, 1960).
te, no sólo desde la visión del mundo meta- H e il e r , F., Ercheintuigsformen und We­
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IV. 283-322 (para una teologia del sim-
holo). 1 Franz-Kar! Mayr
: Lenguaje bíblico
Un estudioso de religiones comparadas, tiempos de la actitud apologética ya pasa­
— al leer con curiosidad la Biblia, en concre- ron. El mito y el lenguaje mítico son reco­
;■ to el A ntiguo Testam ento, reconoce en nocidos hoy día en su riqueza y vigor ele­
ella temas y motivos familiares, Y no le mental, y no es ofensa a la Biblia conside­
"'sorprende porque contaba con ello. Podrá rarla enriquecida con esos componentes12.
tomar esos motivos para incorporarlos a su Despejado el terreno, se podría pregun­
r sistema, anotando lo común y lo diferen- tar con interés científico: ¿Hay mitos en el
cial de esta literatura religiosa. Con ello no Antiguo Testamento? Mi tema no será ese:
pretende desacreditarla Biblia, sino senci­ me interesan no los mitos, sino el lenguaje
llamente enmarcarla en un contexto más mítico. Mi información la buscaré concen­
amplio. Recordemos algunos versos: trada en dos obras de síntesis, reciente­
mente publicadas en castellano3.
«Tu domeñas la soberbia del mar
Del Tratado de historia de las religiones
y amansas la hinchazón del oleaje,
me detengo en el capítulo VE. titulado: «La
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
Tierra, la mujer y la fecundidad». En ese
tu brazo potente desbarató al enemigo.»
capítulo leo algunos subtítulos: «La tierra
Salmo 89,10-11. madre. La pareja primordial Cielo y Tierra.
«¿No eres tú quien destrozó al monstruo Maternidad ctdnica, Descendencia telúrica.
L y traspasó al dragón?» Regeneración. La gleba y la mujer. La mu­
jer y el surco». En el apañado sobre la pa­
Isaías, 51,10
reja primordial tropiezo enseguida con un
«Levantan los ríos, Señor, texto bien conocido (quizá no hacía falta pa­
levantan los ríos su voz, sar por Mircea Eliade para llegar a Hesío-
levantan los ríos su fragor, do). Escuchemos a Hesíodo. hicrofante de
pero más que la voz de aguas caudalosas, una cultura prehelénica:
más potente que el oleaje del mar, La tierra engendró primero un ser
más potente en el cielo es el Señor.» igual a ella, que pudiera cubrirla entera,
Salmo 93, 3-4. el cielo (Gaia y Uranos) [...] El cielo in­
menso llegó arrastrando tras sí la noche
Es fácil reconocer en esas expresiones
y ansioso de amor; y se tendió sobre la
poéticas el mitema de la lucha primordial
tierra abrazándola por todas partes.
del Creador contra las fuerzas del Caos1.
No me voy a detener en tema tan cono­ A esa visión mítica conyugal pertenecen
cido. Yo parto del otro extremo, como es­ los dioses masculinos, fecundadores, afines
pecialista del Antiguo Testamento que por a la tormenta, representados en el toro. La
un momento se asoma a leer textos religio­ lluvia es el semen de la procreación y la
sos de otras culturas o síntesis acreditadas, vida. Es una concepción que se extiende por
y descubre semejanzas innegables. ¿Hay un área geográfica muy ancha: India, Orien­
que sorprenderse?, ¿hay que asustarse? Los te próximo, Mediterráneo, y que asoma tam-

1 Ya lo estudió Hermann Gunkel en su obra clási­ 3 Mircea Eliade, Tivtado de historia de las re li­
ca Schöpfung und Chaos in Urzeit und Endzeit, Go- gitmes. M aifoìoffa y dinamico de lo sagrado, Ma­
linga, 1895. drid, 2.’ cd., 1981. y la Historia de la i creencias y de
3 Sobre la evolución del coneepío de miro desde hts ideas niigiosns, Madrid, !9 SO.
finales del siglo .xvw puede verse la obra de J.W. Ro-
gerson. Mylh in Old Testament interprétation, Ber-
Im-Nueva York. 3974.

449
LENGUAJE BÍBLICO

bien en culturas tan alejadas como el Pacífi­ Esa acequia de Dios, dividida en millo­
co y tribus indias de América septentrional. nes de canalillos, dosificada gota a gota,
Teniendo presentes esas concepciones y que alcanza a todos los puntos del campo,
representaciones, leemos un verso del An­ es la lluvia. Acequia maravillosa, vista y
tiguo Testamento. Isaías, 26,19: descrita con sensibilidad poética. ¿Queda
«Porque tu rocío es rocío de luz y la tierra en ella algo del mito primitivo'? Apenas
[de las sombras parirá.» una huella, que sólo un ojo entrenado lo­
grará descubrir: huella del mitema de los
Un rocío celeste que impregna, empreña dioses fecundadores. El Deux atiosus se
la tierra, una tierra encinta de sombras o áni­ vuelve Deits pluviosas, controlador y dis­
mas, una tierra madre que pare. Bajo el ver­ pensador de meteoros, El puesto que ocu­
so subyace y en el verso se revela un esque­ paban y la función que desempeñaban Te-
ma inconfundible: cielo masculino paterno, sup, Baal, Hada, le loca ahora en exclusiva
rocío = semen fecundador, tierra madre. So­ a Yahvé. Elias se encargó de demostrarlo
bre el esquema común resaltan los rasgos en la gran confrontación del monte Car­
peculiares. Comencemos por lo común. melo y en otros episodios de su actividad
El Padre celeste. Aunque no se se hable profética.
del cielo, sino del Señor del cielo, aunque El poema hebreo domestica al Dios fe-
falte toda alusión a un abrazo conyugal, es cundador prestándole los rasgos de un pa­
inconfundible el dato del rocío fecunda­ terfamilias solícito; al mismo tiempo tras­
dor. Se le llama «rocío Luyo», es luminoso ciende esa figura otorgándole las dimen­
porque procede de la esfera de la luz, que siones y eficacia del ser celeste. Lo mítico
es el cielo, y es fecundador de la tierra. ha sido absorbido en una visión más racio­
Me parece justó hablar de lenguaje mítico. nal. Quizá falta el ímpetu primigenio del
Una comparación con otros pasos bíbli­ mito, sustituido por un sim bolism o bien
cos hará resaltar el lenguaje mítico del ver­ controlado por la razón poética.
so comentado. El salmo 65 nos presenta en El segundo texto es más racional aún.
su tercera estrofa a un Dios en figura de la­ Se lee en los sermones del Deuteronomio:
brador. Una de sus tareas es encauzar las La tierra adonde te diriges para con­
acequias para que el agua llegue a todos los quistarla no es como la tierra de Egipto,
arriates de su plantación. La descripción, de donde saliste: allí sembrabas tu semi­
salvo la brevedad, tiene algo de Geórgica: lla y la regabas como una huerta dando a
«Tu cuidas de la tierra, la riegas la noria con los pies. La tierra adonde
y la enriqueces sin medida. cruzas para tomarla en posesión es una
La acequia de Dios va llena de agua, tierra de montes y valles, que bebe el
preparas sus trigales. Así la preparas: agua de la lluvia del cielo; es una tierra
riegas los surcos, igualas los terrones, de la que el Señor, tu Dios, se ocupa y
tu llovizna los deja esponjosos, está siempre mirando por ella, desde el
bendices sus brotes, coronas el año con principio del año hasta el fin [11, 10-12].
[tus bienes, La ocupación y preocupación de Dios,
tus carriles rezuman abundancia;
junto con el dominio de los meteoros, es la
rezuman los pastos del páramo
única huella mítica que se puede apenas
y las colinas se orlan de alegría;
rastrear en este texto.
las praderas se cubren de rebaños y los
En contraste con este último voy a citar
[valles otro en que la concepción ancestral se abre
se visten de mieses que aclaman y
paso en forma de pregunta retórica. Habla
[cantan.» el personaje Dios en el gran diálogo o dra­
Salmo 65, 10-14. ma de Job. Respondiendo al desafío del

450
LENGUAJE BÍBLICO

hombre. Dios le hace descubrir sus igno­ En el salmo 139 el orante se sabe patente a
rancias en una cascada de preguntas iróni­ la mirada de Dios y dice;
cas, condescendientes, apasionadas;
«Tú has creado mis entrañas,
«¿Quién ha abierto un canal para el aguacero me has tejido en el seno materno...
y una ruta al relámpago y ai trueno, Cuando en lo oculto me iba formando
para que llueva en las tierras despobladas, y entretejiendo en lo profundo de la tierra.»
en la estepa que no habita el hombre, Salmo 139, 13-15.
para que se sacie el desierto desolado
y brote hierba en el páramo? ¿Hay aquí una reliquia de una concep­
¿Tiene padre la lluvia?. ción primitiva que imagina que los niños
¿quién engendra las gotas del rocío? se forman en la tierra y son después tras­
¿De qué seno salen los hielos? plantados al seno materno? (Véase M. Elia-
¿Quién engendra la escarcha del cielo de. Tratado, p. 254). El texto bíblico esta­
para que el agua se cubra con una losa blece una ecuación entre seno materno y
aprisionando la superficie del lago?» profundidad de la tierra. Creo que un víncu­
lo ancestral es más probable que una mera
Job 38, 25-30,
coin cidencia poética; la fuente en que
«¿Tiene padre la lluvia?» A esa pregun­ bebía el autor de este magnífico poem a
ta o a otra próxima responden sin duda los traía sus aguas de montañas primordiales.
mitos; desde luego, el Padre C ielo que Otros textos bíb licos apoyan la su posi­
impregna a la Madre Tierra. ¿Para produ­ ción:
cir la vegetación? Eso decía el D ios de
«Desnudo salí del vientre de mi madre
Job; los mitos más radicalmente dirán que
y desnudo volveré a él.»
para que nazcan seres vivos,' hombres que
habiten la tierra de los vivos, Lo intere­ Job 1.21.
sante es que, a través de una concepción «Desde que salen del vientre materno
más racional y crítica, se abre paso, aun­ hasta que vuelven a la madre de los
que sea más en forma de pregunta, la anti­ [vivientes.»
quísima concep ción. ¿D epende Job de
Eclesiástico 40,1.
fuentes, tradiciones, o lo saca de la común
matriz poética? «Lo que viene de la tierra vuelve a la tierra.»
Hemos visto tres textos que se referían,
Eclesiástico 4 0 ,i 1
en lenguaje simbólico y en contexto de ve­
getación, al origen divino de la lluvia. El Se pueden comparar esas expresiones
tercero se acercaba más allenguajc mítico; bíblicas con las que cita Albrecht D iete-
pero aun sobre él destaca el verso que ve­ rich en su obra clásica Mutter Erde, p.ej.,
nimos estudiando. Vamos a leerlos juntos: algunas inscripciones funerarias paganas y
cristianas:
«¿Tiene padre la lluvia?, ¿quienengendra
fias gotas del rocío?» Mater genuit materque recepit.
«Porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra Terra, precor, fecunda, levis super
[de las sombras parirá.» [ossa residas.
Suscipe Terra tuo corpus de corpore
Pasemos ahora al otro polo, la Tierra
[sumptum.
Madre de humanos. ¿Hay alguna huella
del origen telúrico de los vivientes en el Quiero añadir otro texto que, por ser du­
Antiguo Testamento? Podemos citar tres doso, puede iluminar un aspecto de nues­
textos que prueban suficientemente la pre­ tra discusión. En el Cantar de los Canta­
sencia o la huella de la concepción mítica. res, el Amado canta a la Amada como un

451
LENGUAJE BÍBLICO

jardín cerrado, con una fuente sellada en palabras dichos mitos; los tomo fiado de la
medio, fuente de gozo y de fecundidad: autoridad del antologista).
«Eres jardín cerrado, hermana y novia mía, Empezamos en el momento en que,
eres jardín cerrado, fuente sellada... por influjo del Creador, transformado y
La fuente del jardín manifestado com o sol, de las grandes
es pozo de agua viva aguas brota una espuma «que se convir­
que baja desde el Líbano.» tió en la Tierra Madre cuádruple que
Cantar 4, 12.15 contiene todas las cosas y el Padre Cielo
que todo lo abarca». «Al acostarse estos
Que el agua de esa fuente provenga de dos sobre las aguas del mundo, con su
las nieves recostadas en las altas montañas efecto vitalizador fue concebida así la
e s‘sorprendente. ¿Hay aquí una reminiscen­ vida terrestre; de este modo empezaron a
cia mítica o es simple intuición poética? El existir los hombres y las restantes criatu­
Cantar emplea un lenguaje simbólico que ras, en el vientre cuádruple del mundo.»
tiene su parentesco con el lenguaje mítico. «La Tierra retuvo la progenie de sus mil
criaturas impidiendo que nacieran.»
Después vienen los dones de Cielo y
Tierra: «la fina lluvia y el rocío», los
granos luminosos en las aguas superio­
res para iluminar el hombre [astros] y
otros granos de semillas «para alimentar
a nuestros hijos». Para que surjan de las
entrañas de la Tierra los hombres, el Sol
hace que nazcan dos gemelos, los cuales
sacarán poco a poco a los vivientes. En
el proceso ascensional. unos caen hacia
abajo y se convierten en monstruos o
demonios, otros crecen y se diferencian,
hasta salir «a este espacioso mundo su­
perior [...] mundo de luz diseminada,
del conocimiento y la visión»4.
El profeta .Tonas Interesan en esta explicación, además
de las figuras del Padre Cielo y la Madre
Hemos visto en nuestro verso lo común Tierra, la lluvia y el rocío fecundadores
mitológico de Cielo y Tierra. Antes de es­ de la vegetación , el nacim iento de los
tudiar lo diferencial, quiero detenerme en humanos como ascensión hacia la luz. Ad­
otra mitología remota. Desde el venerable vertimos el paso de lo cósmico a lo agríco­
Hesíodo y la Hélade salto a los indios zuñí la: en términos griegos, de Gaia a De me­
de Nuevo M éxico, según la presentación ter. En el texto hebreo el rocío es seminal
sintética que hace de ellos F.H. Cushing y de alguna manera procede de la divini­
(1896) y tal como los presenta M. Eliade en dad. aunque el poeta hebreo haya evitado
el volumen de textos de su Historia de las la imagen del abrazo conyugal, que no
creencias (no puedo juzgar sobre la fideli­ es conciliable con sus convicciones reli­
dad y rigor de Cushing al exponer con sus giosas.

4 F.H. Cushing. Outlines of zuñí Creation Mylh, ciar y de las ideas religiosas, IV. Las religiones en
Washington, 1896; M. Eliade, Historia de ¡as creen- sus testos, pp. J4I-146.

452
LENGUAJE BÍBLICO

Y así pasamos a estudiar lo diferencial Ahí está lo diferencial. Novedad por el


£' dé'nuestro verso: «Porque Lu rocío es rocío comienzo: el principio masculino es Yahvé,
| | \ de luz, y la tierra de las sombras parirá.» El que fecunda sin abrazar. Novedad por el
gí-primer sujeto es Yahvé, dios personal, Dios final: los hijos no son los nacidos, sino los
de Israel y del Universo, Señor de la vida y renacidos. Resurrección en forma de rena­
la fecundidad. Ese Dios envía «su rocío», cimiento, en los símbolos míticos de la pa­
„ "porque es Señor de los elementos, dueño de reja primordial. Lo primario y original es
: los meteoros que dispensa libre y generosa- ver a la Tierra como madre de los vivientes.
|_inente. Su rocío posee una condición celes- Hacerla Madre de los que renguen o resuci­
te particular: es rocío de luces, luminoso. tan es una proyección secundaria, posterior.
K-' Imaginemos una nevada en una noche par- Proyectar el proton en el esldiaton, el co­
cialmente iluminada por la luna. Es como si mienzo en el final, supone una concepción
C el rocío arrastrase del cielo partículas de dinámica de la historia, en clave de espe­
y j u z , para depositarlas amorosamente en la ranza o de utopía. Incorporar a esa concep­
tierra. Es luminoso porque procede de la re- ción una resurrección de muertos supone
gión de la luz, es luminoso porque trae una un descubrimiento o una revelación.
función inédita, porque la luz es vida. A primera vista, comparando los textos
La tierra encierra en sus entrañas las áni­ bíblicos que he ido citando y comentando,
mas: no vivientes que aún no han salido a la alguno pensaría que el verso comentado es
_ luz (como el mito zuñi), sino esos muertos antiguo y que las versiones más racionales
i'- que existen sin vivir, perciben vagamente son posteriores. No es así: lodos los indicios
■ ■ sin participar en el culto. Seres que por bre- convergen para probar que es un texto tardío,
ve espacio gozaron de la luz de la vida y la Se encuentra en una compleja composición
, ■ perdieron, ¿para siempre? De nada le sirve a escatológica, sobre acontecimientos finales;
la Madre Tierra estar preñada... de muertos. en ella el poeta ha echado mano a una repre­
. Pero la tierna se tiende, se abre para recibir sentación milico-simbólica para expresar lo
. la rodada luminosa; una nueva vida se agita inefable con el vigor del lenguaje mítico.
en sus entrañas y la tierra se incorpora para Ha llegado el momento de leer íntegro el
parir = dejar caer a sus creaturas. poema que se cierra con el verso estudiado:
Notemos de paso el verbo final, en he­
«Los muertos no viven, las sombras no se
breo «dejar caer» en sentido de parir, recor-
dando posiciones y prácticas ancestrales. En [alzan,
porque tú los juzgaste, los aniquilaste
simple lógica la tierra haría subir, no bajar.
y extirpaste su memoria,
Al no reconocer esc sentido, algunos
Señor, multiplicaste al pueblo,
traductores antiguos y modernos no han
comprendido el verso, como indica el si­ multiplicaste al pueblo y manifestaste tu
guiente muestrario comparativo: [gloria.
ensanchaste los confines del país.
<reí terrain gigantnm deírahes in ruinam» Señor, en el peligro acudíamos a ti,
(Vulgata) cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento.
«e tu reduziras a ultima ruina a térra dos Como la preñada cuando le llega el parto
[gigantes» se retuerce y grita angustiada,
(Bibi. Port.) así éramos en tu presencia. Señor.
«and in the land o f the shades thou wilt let Concebimos, nos retorcimos,
[it fall» dimos a luz... viento.
(Revised Standar Version) No trajimos salvación al país
«y la tierra parirá sombras» (Nácar-Colunga) no le nacieron habitantes al mundo.
«y la tierra echará de su seno a los muertos» ¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se
(Latinoamericana). [alzarán.

453
LENGUAJE BIBLICO

despertarán jubilosos los que habitan en fracaso, pues de él arranca, sin preparocidi
[polvo! y contra toda esperanza, el vuelco histácj* | ¡
Porque tu rocío es rocío de luz co. que es vida desde la muerte, vida de lot J¡
y la tierra de las sombras parirá.» muertos. No de los muertos sin distiricióft.á
Ts 26, 14-19 sino de «tus muertos», es decir, de muerto»
que en el mundo de las tinieblas subierrf*
Es cuestión de vida o muerte en el proce­ neas siguen siendo del Señor. Hasta esa rt> i
so histórico de un pueblo. Que unos mueran gión alcanza el poder de un Dios que noe» '
y otros nazcan es proceso normal: «una ge­ Señor de muertos, sino de vivos, que es Se* v
neración viene y otra se va», dice el Ecle- ñor de muertos para darles nueva vida. ■
siaslés. Si la generación que nace es más nu­ Para expresar esa esperanza paradójica,
merosa. el pueblo crece, las fronteras se en­ el autor lanza un grito de triunfo, después
sanchan y Dios manifiesta su gloria que se recurre a la imagen mítica tan cargada de
ejerce en la fecundidad. Si son más numero­ sentido y la transforma soberanamente. En
sos los que mueren, el pueblo se estrecha. El la región de las sombras, los muertos son
proceso histórico se puede representar gráfi­ las ánimas que no ven la luz. Aunque el
camente en una sucesión de vientres y no­ vientre de la tierra esté lleno de esas criatu­
dos. Si el número se estrecha sin anularse, la ras, no está preñado, porque no son embrio­
línea que garantiza la continuidad se llama nes vivos. Recuérdese la imprecación de
técnicamente «el resto». Ellos son los porta­ Jeremías deseando no haber nacido: «Ha­
dores de la vida, de la historia y la esperan­ bría sido mi madre mi sepulcro; su vientre
za. Esperanza que se funda exclusivamente preñado por siempre» (Jr 20,17). El rocío
en los que nacen, ya que «los muertos no vi­ que otorga la felicidad a los campos no bas­
virán». De ahí la gravedad del paito históri­ ta, aunque provenga de Dios. Tiene que ser
co: si se logra, la vida continuará; si no se lo­ un rocío que traiga luz para transformar las
gra. la historia se romperá en un punto. tinieblas, luz que es vida para vencer la os­
Notemos que la visión mítica de la Ma­ curidad de la muerte. Al entrar el rocío lu­
dre Tierra se ha desplazado por ahora a la minoso en los entresijos de la Tierra Madre,
representación del pueblo como matrona las ánimas escogidas recomienzan la vida,
en trance de dar a luz, Con frecuencia el la Tierra es de nuevo madre preñada y «la
pueblo está personificado en su capital, la tierra de las sombras parirá».
gran matrona que engendra y acoge; según El caso estudiado es ejemplar en cuanto
la etimología, una metrópoli o polis mater. ilustra un modo del quehacer poético bí­
Pues bien, llegado el trance supremo, la blico. No podemos decir que el autor del
matrona fracasa: «Concebimos, nos retor­ poema comentado narre mitos en sentido
cimos, dimos a luz... viento». Fracaso defi­ propio. Podemos decir que el autor ha re­
nitivo por ambos extrem os: porque los tenido del mito lo más válido y permanen­
muertos ya no viven ni vivirán, porque «no te, su lenguaje simbólico, y lo ha adaptado
nacen habitantes al mundo». En imagen de a su propia concepción religiosa. Según
la capital matrona, nos ofrece Jeremías el Ricoeur, el símbolo es más radical que el
mismo esquema de fracaso: «Oigo gritos mito. El símbolo, especialmente si es ar-
como de parturienta, sollozos como en el quetípico, aflora en el mito, en el sueño,
primer parto: el grito angustiado de Sión, en la poesía. Como si de un centro partie­
estirando los brazos: ¡Ay de mí, que desfa­ sen tres radios divergentes, que van a dar a
llezco, que me quitan la vida!» (Jr 4,31). una circunferencia de enlaces mutuos. El
Es un grito que suena como el comienzo poeta puede tomar su símbolo de la matriz
de una vida y expresa la esterilidad defini­ profunda o bien de un mito que lo ha ela­
tiva de la muerte. Jeremías termina ahí, en borado. En una cultura compleja como la
el fracaso histórico. Isaías 26 no termina en nuestra, abierta a muchos influjos, llega un

454
LENGUAJE BÍBLICO

tüi'inl'iho en que es imposible trazar la lí- y tu seno, que pan nos da, dio al Justo
ík-.l Je dependencia y evolución. En el su carne, cebo de la Muerte avara:
i .imi del Cantar de los Cantares no éramos ¡Tierra panera, le pariste tú!
rapaces de decir si el lenguaje simbólico
Unamuno poseía una vasta formación
aa de origen mítico: «La fuente del jardín
clásica, era lector asiduo de la Biblia, y era
e- pivo do agun viva que baja desde el Lí-
gran creador de áspera poesía metafísica.
f*iino.’» Poro sénmc permitido explotar la
En los versos citados encontramos el mi te­
imagen en nueva clave: de altas montañas
ma clásico de la Tierra Madre, que también
ancestrales (mitos, leyendas) bajan torren­
es bíblico. La imagen de la bandera está to­
tes abiertos, se sumen en tierra y avanzan
mada de Exodo 17.15; el tejer en el seno
subterráneamente hasta aflorar en puntos
puede proceder del Salmo 119 (citado más
lejanos como surtidores poéticos.
arriba); la tierra recoge y distribuye el
En una revista naciente de poética y poe­
«agua del cielo», es virgen y madre, da pan
sía, titulada L ’altro versante, encuentro un
al que vive y carne al que nace, y da cuna
poema de. una poetisa, Rosita Copioli, titu­
al que muere «para dormir sin fin». Ade­
lado Gaia, con explícita referencia al mito
más Unamuno se está recordando a sí mis­
helénico, sólo que en clave profana, «Non
mo, no sé si a sabiendas. En su poema an­
più religione, ma ora soltanto squisito di­
terior Al niño enfermo, dice de la Tierra:
letto dei sensi», y con todo «grande aper­
«A tu nodriza eterna / siempre piadosa, / la
tura al mistero». Ese misterio es:
Tierra en que en paz santa / todo reposa.»
«La terra madre, Gaia, l'utero chiuso, Ahora bien, ¿podemos separar en los ver­
[l'utero aperto sos de Unamuno lo que es mítico de lo que
la mammella che irrora, melograna es símbolo poético? ¿Vale la pena intentarlo?
[purpurea... Sin olvidar el tema del sueño, reino de som­
Tu corpo femminile, esplorato ma bras, sugestión de muerte: «El follaje de
sempre insondabile, siempre troppo sombra a nuestros sueños». Unamuno llega
profondo e irrequieto, o pacifico a al hontanar del símbolo por el radio que baja
Ivolte, a la matriz central y por la circunferencia que
pur senza Tondo, aperto all'uomo.» lo vincula a incitaciones culturales. Con todo,
algo echamos de menos en los versos cita­
He citado este texto por ser reciente; me dos: se muestra la Tierra Madre del nacido,
ha llegado sin fecha hace unos meses. Más no Madre del resucitado; lo segundo es el
importante es el siguiente, tomado de El tema específico del verso que he comentado.
Cristo de Velázqttez, el gran poema de Tenemos que pasar a la quinta parte del
Unamuno publicado en 1920, De la terce­ libro, poema II, «Salud»; en él leemos:
ra parte, XVIII. «Tierra»;
«A tierra
Eres bandera del Señor, bandera volviste sano, cual surgiste de ella,
de carne humana que tejió en el seno y entero, sin romperla ni mancharla;
de nuestra Madre Tierra el Santo Espíritu. virgen la hizo tu muerte y la hizo madre.
Tierra, divina Tierra, Madre nuestra; Y estás muriendo sin cesar; tu muerte,
tú, la esclava del sol, estrella oscura; perenne sacrifico, no es vida
tierra virgen, en nubes embozada; perenne; sin cesar por ti morimos,
son tus montañas maternales pechos resucitando sin cesar. Remedio
de donde baja a ¡as sedientas vegas para la enfermedad de nuestra vida
agua del cielo, y de tus verdes bosques la salud de tu muerte. ¡Tú y tu Madre
el follaje de sombra a nuestros sueños. juntos juntasteis los dispersos miembros
Es tu regazo de mullida yerba del no parido Adán; juntos juntasteis
para dormir sinfín cuna del alma, la nueva Humanidad.»

455
LENGUAJE BÍBLICO

D e nuevo la Madre es la Tierra Madre. to». Mientras que Isaías 26,19 es el verso
El juntar los miembros dispersos, es remi­ que hemos analizado detenidamente. A él
niscencia de Ezequiel 37; en lo demás hay pertenecen la Tierra Madre, el rocío fecun­
sugerencias de Pablo. Dado el simbolismo dado!, el polvo como lugar de los muertos,
del lenguaje, no hay una clara línea de de­ el despertar cantando. Si el texto bíblico
m arcación entre la regeneración como operaba una transformación profunda del
nuevo nacimiento, del que habla Jesús a mitema trasponiéndolo a un contexto de
Nícodemo — en términos de Agua Madre resurrección futura, Unamuno toma el tex­
y Espíritu o viento fecundador— , y el nue­ to del Antiguo Testamento para trasponer
vo nacimiento como resurrección. Y no hay sus elementos al contexto cristiano, fun­
línea de demarcación, porque la palabra diéndolos con datos de Ezequiel. En la pro­
poética funde sin dificultad varios planos. fundidad de la tierra, en vez de las sombras
Antes de despedimos de Unamuno, po­ o las ánimas, se encuentran los huesos de­
demos añadir un par de datos. En el poe­ positados en el polvo original de donde
ma «Vientre», 3 XXUr, de El Cristo de Vá- proceden «pues eres polvo y al polvo vol­
lázquez, se fija en el ombligo del cuerpo y verás». De! cielo, con su rocío, baja «en
de la tierra, que es la Tierra Madre: carne y hueso» el Señor resucitado, ordena
con voz poderosa, y la Tierra materna
«— mancha de sol— por donde fue tu
siente que le tiembla la matriz y expulsa
[cuerpo
los huesos que se levantan. Entonces el
con el materno uncido; recibiste
Señor les infunde el rocío celeste, que es
por ella el jugo de la tierra madre...
su sangre entregada, y esa sangre hace vi­
¡Del Calvario en la cima un agujero
vir y sentir a los huesos. El cambio más
picó la cruz al ser clavada en tierra,
importante es que la sangre-rocío no pene­
ombligo por donde entra nuestra madre
tra en la Tierra como semen, sino que se
tupida de dolor, sangre de Dios!».
posa en los huesos «levantados» como ár­
Más explícito y más cercano a nuestro boles secos y Los hace florecer (véase Isaías
tema se encuentra «Osamenta», 3, XV: 66,14). Creo que en este punto Unamuno
ha empobrecido el símbolo bíblico. No sé
«Tras este velo de tu carne anunciase
qué traducción bíblica habrá usado Una­
la osamenta, la roca de tu cuerpo,
muno; se puede presumir que usaría la
que es hueso de los huesos de la tierra,
versión castellana de Cipriano de Valera.
que es roca de la roca de tu Madre...
En la edición de 1873 que rengo a mi al­
¿Vendrás, Señor, en carne y hueso al cabo
cance, el citado paso de Isaías se traduce
de los días mortales, y al conjuro
así. con un par de palabras aclaratorias en
de tu voz, como ejército, a la Tierra
cursiva:
la matriz retemblándole, los huesos
de los que duermen en su fuerte polvo Tus muertos vivirán, junto con mi
despertarán cantando? Y el rocío cuerpo muerto resucitarán. Despertad y
de tu sangre a esos huesos levantados, cantad, moradores del polvo; porque tu
¿los hará florecer en viva carne rocío cual rocío de hortalizas: y la tierra
donde vuelva el recuerdo?» echará los muertos.
Con éste llegamos al momento capital. El «rocío de hortalizas» pudo apoyar la
El mismo Unamuno ha puesto una refe­ imagen de huesos como plantas que lian
rencia a Isaías, 26,19 y no ha puesto otra de florecer. Coinciden los verbos «desper­
a Ez 37. Efectivamente, de Ezequiel pro­ tar» y «cantar». Con todo, en esta versión,
viene la imagen de los «huesos levanta­ como en todas las demás, el echar afuera
dos», el conjuro de la voz y el retemblar los muertos es el último acto. Para una
de la tierra, la comparación «como ejérci­ transposición a clave cristiana deberíamos

456
LENGUAJE BÍBLICO

f* considerar a Cristo muerto y sangrante man con una poderosa corriente de repre­
4" como el rocío del cielo que impregna y fe- sentación mitológica?
£, cunda la tierra, siguiendo una sugerencia
Eyde San Jerónimo: «Los que el Apóstol 11a- Lo que tú siembras no cobra vida si
& ma muertos en Cristo... resucitarán'glorio-- antes no muere. Y además, ¿qué siem­
sos... Pues el rocío del Señor... dará vida a bras? N o siembras lo mismo que va a
f- los cuerpos de los muertos.» La identifica- brotar después, siembras un simple gra­
; ción del rocío con Jesucristo la propone ya no, de trigo, por ejemplo, o de alguna
~ Teodoreto: «No andas errado si dices que otra semilla. Es Dios quien le da la for­
f" el rocío es el Unigénito, la Palabra del Pa- ma que a él le pareció, a cada semilla la
- rdre» (Jerónimo: CCSL, 73, 341; Teodore- suya propia [...]
; toPG 24,278). Igual pasa en la resurrección de los
/ - De la mano de Unamuno hemos llegado muertos:
sin sentirlo a una práctica secular de las Se siembra lo corruptible, resucita
¿ Iglesias cristianas, que podem os llamar [incorruptible;
lectura simbólica del Antiguo Testamento. se siembra lo miserable, resucita
Es algo que pertenece a nuestro estudio [glorioso;
sobre el lenguaje simbólico. Las etiquetas se siembra lo débil, resucita fuerte;
oficiales encubren al oyenLe medio la rea­ se siembra un cuerpo animal, resucita
lidad del ejercicio, pues lo llamaban con (cueipo espiritual.
tres nombres para tres variedades no siein- (1 Corintios 15, 36-38, 42-44)
" pre distinguibles: tipología, alegoría, teo-
, ría. En los tres casos se trata de una lectura Pablo escribía a unos corintios conoce­
simbólica que podemos articular en dos ti­ dores de mitos y leyendas griegas. Un len­
pos fundamentales, guaje de resonancias míticas le parecía in­
Unas veces un hecho, personaje, institu­ teligible y expresivo.
ción del Antiguo Testamento es visto como He comenzado estudiando un verso del
símbolo de una realidad del Nuevo Testa­ Antiguo Testamento. Colocándolo en su
mento: Jerusalén es símbolo de la Iglesia de contexto bíblico y en el contexto más am­
Cristo, del alma cristiana, de la patria celes­ plio de religiones comparadas, he podido
te; el cordero del sacrificio pascual es sím­ definir lo común y lo diferencial de dicho
bolo de Jesucristo sacrificado; Sansón que verso como remate de un poema. Al expo­
muere venciendo es símbolo de CrisLo ven­ ner d e sp u é s las r e la c io n e s e n t r e lenguaje
cedor por su muerte. mítico y lenguaje simbólico, me ha salido
Otras veces el Antiguo Testamento ofre­ al paso la poesía religiosa de Unamuno y
ce un símbolo rico, polivalente, capaz de éste nos ha guiado hasta la lectura simbó­
expandirse. Entonces un autor del Nuevo lica del Antiguo Testamento. Aquí podría­
Testamento o la tradición interpretativa de mos poner punto final.
la Iglesia encauzan dicho símbolo disponi­ También podemos seguir, y en tal caso
ble hacia un aspecto del misterio de Cris­ se nos ofrecen dos alternativas. Una es la
to. A sí lo inefable de d esvela de algún conocida ecuación o vinculación de fecun­
modo en el símbolo. A este segundo grupo didad humana y fertilidad vegetal. Otra es
pertenece el símbolo de ascendencia míti­ proseguir el tema de la resurrección en
ca que he estudiado. Cuando Jesús (según otros símbolos. De lo primero abundan los
Juan 12,24) o Pablo (1 Corintios 15,37), ejemplos, entre los cuales destaca el famo­
para explicar el misterio de la resurrección, so capítulo del profeta Oseas, poema del
recurren a la imagen de la semilla que se Buen Amor, de pleito y reconciliación. De
deshace en tierra y brota como nueva plan­ lo segundo nos ofrece un texto memorable
ta, ¿usan una comparación trivial o empal­ el profeta Ezequiel. Unamuno ha apuntado

457
lenguaje bíblico

repetidas veces hacia Ezequiel, a un texto luz existió.» Al funcionar Ezequiel como.'^
que nos libra de la dispersión. mediador, que en nombre de y por man- - i
El texto de Ezequiel 37, 1-10 ha impre­ dato de Dios pronuncia la palabra proféli-z-l
sionado a innumerables lectores. Recorde­ ca, sucede otra cosa, y es que Ezcquiet J
mos el tema. En tina visión el profeta con­ entra a formar parte de la visión. Hay pro* l
templa un campo lleno de huesos; pronun­ tetas que contemplan desde fuera lu vi*
cia un conjuro y los huesos se ensamblan sión y escuchan la explicación y luego las f
y se cubren de carne y piel. Pronuncia un exponen oralmente o por escrito. Mirar y "í
nuevo conjuro al viento, y el aire penetra oír es toda su participación. Ezequiel aquí, ¿
en los cuerpos muertos, devolviéndoles la como en la visión del agua del templo (ca*.-j
vida. pítulo 47, 1-12), es personaje dentro de la '
¿Podemos hablar de mito o de lenguaje visión, es actor y casi protagonista de la .
mitológico? No he encontrado nada pareci­ escena, y este hecho lo emparenta con los
do ni de lejos al texto de Ezequiel. Lo que sueños. Los sueños nos suceden normal*
es común a muchas culturas es la ecuación mente a nosotros: com o si el hombre no
de la vida con el aliento, conocida de cerca supiera renunciar a su personalidad ni en
por sus huellas lingüísticas en griego y en sueños. Somos protagonistas de lo que so- -
latín: psykhe, pneuma, animas, anima, spi- fiamos, somos actores de un drama imagi-
ritus5. Para explicar la visión tenemos que nario que revela lo profundo y escondido, ,
movemos en el recinto del Antiguo Testa­ Cuando Ezequiel representa su papel en la t
mento. El punto de partida obvio es la crea­ visión, haciendo así que se realice, que sea
ción del hombre según Génesis, 2, 7. real, ¿no estará revelando un deseo y ansia
profunda de su ser? En el sueño se proyec­
E ntonces el Señor D ios m odeló al
ta el deseo a través de símbolos; en la vi­
homhre de arcilla del suelo, sopló en su
sión profética, ¿no se proyectará el deseo
nariz aliento de vida, y el hombre se
de Ezequiel com o profeta, com o judío,
convirtió en ser vivo.
como hombre? Dejo enunciado y pendien­
Hay que recordar la semejanza en he­ te el tema para más adelante. • - ;
breo de ’adam = hombre y ’adama = tierra. Segunda transformación. En vez de una
El esquema se compone de dos elementos: estatua de arcilla que hace falta modelar,
una figura humana completa e inerte, un tenemos las piezas de la estructura básica
aliento que se le infunde y le da vida. Y un del hombre: huesos. Los huesos son lo
agente único de las dos operaciones: pri­ más íntimo (Jeremías 20,9) y lo más duro
mero trabajando con las manos, después (Proverbios 25,15); son también lo más
comunicando algo propio, su aliento. seco y árido (Proverbios 17,22). Los hue­
Sobre este esquema trabaja Ezequiel rea­ sos todavía no son polvo, pero son la ari­
lizando cambios o sustituciones. El agente dez total, por la cual el hombre se convier­
primario, desde luego, es Dios; sólo que el te casi en mineral. Los huesos son «los
Señor emplea como representante o agente restos» que se transportan para ser sepulta­
suyo a Ezequiel, hombre de palabra. De dos en el sepulcro familiar (Génesis 50,25; ■
donde surge la primera transformación; la Exodo 13,19). Son recuerdo de la vida y
figura del artesano que modela y sopla es evidencia de la muerte. Con ellos se podría
sustituida por la del soberano o el jefe que reconstruir la osamenta, estructura prima- /
da órdenes eficaces. Más cerca de Génesis 1 ria del hombre; pero, ¿podrán revivir esos
que de Génesis 2: «Que exista la'luz. Y la huesos?»

s P a r a m i s d a to s , v í a s e M . E l ia d e , Historia de las
creencias..., p. 190.

458
LENGUAJE UÍBL1CU

Los huesos se encuentran revueltos y es- Es la tercera Transform ación. En vez


['.ircicJos en la cuenca de un valle; quizá del aliento personal, que D ios insufla en la
jvnio restos de un ejército derrotado. Es- estatua de barro, el profeta ha de conjurar
!.in a flor de tierra, expuestos a la intempe­ el viento cósmico, como viento divino da­
rie. sin haber recibido sepultura; suceso dor de vida. Hay una correspondencia per­
[^[luniinioso y trágico para un israelita. La fecta entre aliento de Dios y viento cósm i­
cante puede haberse deshecho lentamente, co, entre viento cósm ico y respiración hu­
¡mede haber sido «pasto de las aves del mana. El aire que el hombre respira es su
cielo y las fieras de la tierra». Todo esto lo vida; es también el aire que lo rodea, que
sobrentiende un lector avezado a la lectura partiendo de las cuatro esquinas del orbe,
del Antiguo Testamento. Un punto hay atraviesa com o vien to los esp acios. El
que observar: los huesos yacen a flor de hombre acompasa la vida inspirando y es­
tierra, sobre el polvo, si se quiere, pero no pirando, y cuando entrega el último alien­
en el mundo subterráneo propio de los to, expira. El poeta puede hacer un juego
muertos. Lo cual priva al profeta de un in gen ioso y trágico: «Recuerda que mi
viaje fantástico de ida y vuelta al Seol o vida es un soplo» (Job 7,7). También pue­
Hades o Reino de los muertos. No tiene el de preguntar: «El varón muere y queda
privilegio de los héroes clásicos, Ulises o inerte, ¿adonde va el hombre cuando expi­
lineas. Ezequiel no llega a cruzar el Canal ra?» (Job 14,10). Y un ensayista explica:
de demarcación (véase Job 33, 18; 36, 12) «y el polvo vuelva a la tierra que fue y el
ni llega hasta «las puertas del Hades»(isaías espíritu vuelva a D ios que lo dio» (Ecle-
38,10); se queda en esa depresión del terre­ siastés, 12.7). Vuelve a D ios y queda dis­
no que baja hacia lo profundo sin abando­ ponible para nueva vida, como dice el Sal­
nar la superficie. mo 104, 29-30:
AI conjuro de la voz profética, los hue­
sos se ensamblan con sus correspondientes «Les retiras el aliento y expiran
formando osamentas individuales. A partir y vuelven a ser polvo,
de ellas, en una especie de embriogénesis envías tu aliento y Jos creas
poéticamente esquematizada, se com ple­ y repueblas la faz de la tierra.»
tan los cuerpos humanos, inertes. Huesos,
Ese espíritu o viento o aliento disponi­
tendones, carne, piel, y la obra de organi­
ble es lo que conjura el profeta, cumplien­
zación está acabada. Se puede comparar
do órdenes de D ios. Y el viento obedece.
con otra versión poética, que citaré porque
Unamuno puede llamar a la nariz «el
e n la z a la formación del embrión en el
caz por donde llega a nuestros pechos el
seno con la formación del hombre de la
aire de los cielos, el más puro manteni­
tierra, todo bajo la acción directa de Dios,
miento del vivir». El autor bíblico no evita
Job 10, 9-11;
la ecuación aire = vida. Y a la muerte de
«Tus manos me Formaron, ellas modelaron Cristo canta Unamuno: «¡y se quedaron
todo mi contorno, y ¿ahora me aniquilas? sin aire tus pulmones: tu respiro lo sorbió
Recuerda que me hiciste de barro, el de tu Padre: arroyo al mar!»
y ¿me vas a devolver al polvo? Ahora podemos leer con fruto la famosa
¿No me vertiste como leche? visión de Ezequiel:
¿No me cuajaste como queso?
La mano del Señor se posó sobre mí
¿No me forraste de carne jr piel?
y el espíritu del Señor me llevó, deján­
¿No me tejiste de huesos y tendones?
dome en un valle todo lleno de huesos.
¿No me otorgaste vida y favor?»
Me los hizo pasar revista: eran muchísi­
Así termina la primera etapa y falta lo mos los que había en la cuenca del va­
esencial, la vida. lle; estaban calcinados. Entonces me

459
LEN GU AJE BÍBLICO

dijo: — Hijo de Adán, ¿podrán revivir Pero aquí sucede lo inesperado, lo que
esos huesos? Contesté: — Tú lo sabes, desm iente nuestro análisis y defrauda
Señor. Me ordenó: — Conjura así a esos nuestra admiración. Es que el mismo pro­
huesos: Huesos calcinados, escuchad la feta ha interpretado la visión en un oráculo
palabra del Señor. Esto dice el Señor a profètico, es decir, refrendado por Dios; y
esos huesos: Yo os voy a infundir espí­ su explicación lio coincide eoo la nuestra.
ritu para que reviváis. Os injertaré ten­ Leamos:
dones, os haré criar carne, tensaré sobre
Entonces me dijo: —-Hijo de Adán,
vosotros la piel y os infundiré espíritu
esos huesos son toda la Casa de Israel.
para que reviváis. Así sabréis que yo soy
Ahí los liene diciendo: nuestros huesos
el Señor.
están calcinados, nuestra esperanza se
Pronuncié el conjuro que se m e había
lia desvanecido; estamos perdidos. Por
mandado, y mientras lo pronunciaba,
eso profetiza diciéndoles: Esto dice el
resonó un trueno, luego hubo un terre­
Señor: Y o voy a abrir vuestros sepul­
m oto y lo s h u eso s se e n sam b laron ,
cros, os voy a sacar de vuestros sepul­
hueso con hueso. V i que habían pren­
cros, pueblo mío, y os voy a llevar a la
dido en ellos los tendones, que habían
tierra de Israel. Sabréis que yo soy el
criado carne y que tenían la piel tensa;
Señor cuando abra vuestros sepulcros,
pero no tenían aliento. E nton ces m e
cuando os saque de vuestro sepulcros,
dijo: — Conjura al aliento, conjura, hijo
pueblo mío. Infundiré nti espíritu en vo­
de Adán, di cien dolé al aliento: Esto dice
sotros para que reviváis, os estableceré
el Señor: Ven, aliento, desde los cuatro
en vuestra tierra y sabréis que yo, el Se­
vientos y sopla en estos cadáveres para
ñor, lo digo y lo hago — oráculo del Señor
que revivan. Pronuncié el conjuro que
[Ez 37, 11-14],
se me había mandado. Penetró en ellos
el aliento, revivieron y se pusieron en O sea, que no hay resurrección ni es
pie: era una m uchedum bre in m en sa cuestión de vida y muerte. El sepulcro es
[Ezequiel 37, 1-10]. Babilonia, los muertos son los desterrados,
revivir es volver a lá patria, el espíritu es
¿Es esto un mito? A l menos en el senti­ ánimo y esperanza. ¡Qué desilusión!, ¡qué
do de los mitos platónicos lo parece. ¿Em­ encogimiento! Pero ¿ha entendido el pro­
plea un len guaje m írico? A l m enos en feta su visión? ¿Quién tiene razón, él o no­
cuanLo describe la restauración de lo pri­ sotros? Algunos contestan que nadie como
mordial y recurre a los elementos cósm i­ el autor puede juzgar el sentido de la obra.
cos. Yo percibo en este texto el ímpetu A lo cual voy a responder brevemente en
propio de los grandes mitos; se m e im po­ dos pasos.
ne, sin tener que ser justificada, la corres­ Primero: El poeta ha creado un símbolo
pondencia del hombre y el cosm os, la vida rico y polivalente, que adm ite diversas
y el viento, bajo la palabra eficaz de Dios, aplicaciones e interpretaciones. El profeta
Lo menos que podemos conceder es que Ezequiel escoge la suya. En su horizonte
Ezequiel nos ofrece un magnífico símbolo no existe la vida futura y su horizonte lo
de resurrección. ¿Es así? Si lo compara­ llena un problema y un deseo, la vuelta del
mos con Isaías. 26, 14-19, hemos de esta­ destierro a la patria. Vivir en el destierro no
blecer una analogía de proporciones: áni­ es vivir: vivir sin templo y culto no es vi­
mas o sombras // huesos y cadáveres, ro­ vir; retomar con el Señor a la tierra prome­
cío luminoso // viento cósm ico, parto de la tida, eso es vivir. De acuerdo con su hori­
tierra // ponerse en pie. Los dos textos son zonte. de profeta judío o israelita, interpreta
coherentes, cada uno Liene su perfil y cali­ restrictivamente su símbolo. La interpreta­
dad poética. ción no es falsa, es legítima, es estrecha.

460
LENGUAJE BÍBLICO / LINGÜÍSTICA

Segundo: Recordemos lo dicho sobre los Trasladando lo dicho del contexto sim­
símbolos del sueño como proyección del plemente cultural al contexto de la creen­
deseo. A l sacerdote Ezequiel lo llama Dios cia o la fe podemos decir: la resurrección
«hijo de Adán»: no «hijo de Buz», que es del M esías abre el horizonte del hombre,
ejecutoria sacra, sino «hombre» a secas. convirtiendo además el deseo en esperan­
Pues bien, en las raíces de su común huma­ za. Toca a los creyentes en un Mesías glo­
nidad late el deseo abismal del ser vivo, rificado interpretar el mito. Es lo que ha
que es vivir, del ser consciente, que es su­ hecho sin faltar la tradición de la Iglesia.
perar la muerte por la inmortalidad o la re­ Cuando, pasados veinticinco siglos des­
surrección. Ese deseo engendra un símbolo pués de Ezequiel, una comunidad celebra
poético y se proyecta en él, con o sin influ­ un funeral y lee el texto del profeta, está
jos de mitos precedentes. Cuando el sím­ interpretando correctamente el sím bolo,
bolo pasa la criba de la interpretación, la quizá sin darse cuenta de la grandeza y
conciencia histórica y cultural censura el trascendencia de su lenguaje sim bólico o
símbolo o restringe su alcanpe. A pesar del mítico.
autor o más allá de sus alcances, el símbo­ El lenguaje mítico o simbólico del Anti­
lo busca un horizonte más ancho, una con­ guo Testamento ha menester de interpreta­
ciencia nueva capaz de darle una interpre­ ción.
tación más justa al ser más generosa. La
nueva generación o la nueva cultura, ba­
jando a las raíces humanas del símbolo, lo Bibliografía
rescata y «radicaliza» su interpretación.
Ezequiel no apreció el alcance de su sím­ S c h ö k e l , L.A. , Hermenéutica de la pala­
bolo, porque no llegó a las raíces: es so lí­ bra, Madrid, 1986.
mite. Pero le dio forma poética y lo legó a
los sucesores: es su mérito inmarcesible, Luis A huso Schäkel

Lingüística
La reflexión sobre el lenguaje es tan ésta lo que fuere), sino esa capacidad de
antigua como el hombre mismo, así como hablar, de ahí que el hombre pueda defi­
fuente de una actividad herm enéutica nirse mejor como «animal simbólico» que
continuada y paralela a los logros cultu­ como «animal racional», Eso sí, no debe­
rales. Puede decirse que no ha habido mos olvidar la primera parte incluida en la
doctrina, metodología o corriente de pen­ definición, esto es, la condición animal, ya
samiento que no haya tratado de encon­ que la mente humana procede filogenèti­
trar las claves para interpretar el hecho camente de un psiquismo animal y en esc
del lenguaje. sentido comparte el carácter esencialmente
1. La función sim bólica. E ntendido expresivo-emocional (subjetivo o em ocio­
como capacidad de hablar y diferenciado nal en términos de Cassirer) que predomi­
de las lenguas o sistemas concretos en que na en las especies inferiores, si bien es
esa capacidad se realiza, el lenguaje es verdad que se ha remontado a planos cuali­
Condición previa de la cultura, dado que lo tativamente superiores hasta llegar a crear
que nos distingue de las especies inferio­ sus propios sistemas simbólicos. En efec­
res no es ciertamente la inteligencia (sea to, se puede afirmar que el lenguaje es el

461
■M
L IN G Ü ÍS T IC A

órgano de transformación simbólica de la Chom.sky para la ciencia como renovación v


realidad y, en definitiva, el modo de exis­ de un antiguo mentalismo.
tencia del pensamiento humano. Y no sólo Ahora bien, el proceso ontogenético-’ ■
eso: es también el órgano de la instalación plantea ciertas dificultades a uaa cuestión
humana en la cultura, sin cuyo apoyo el nuclear como es, a su vez, la de la emergen- ■
hombre regresaría a su primitiva condi­ cia del significado. La tentación a interpre­
ción de homínido. tar todo significado, sea cual sea su natu­
2. Medio social y proceso ontogenético. raleza, com o trasposición del significado
Ahora bien, la emergencia de la que pode­ lingüístico y, por lo tanto, derivado de él. .
mos considerar la forma más elevada de tropieza con la constatación de que, genéti­
comportamiento, a saber, la conducta ver­ camente, el lenguaje aparece en el individuo
bal, no se encuentra en el organismo hu­ después de las operaciones mentales que
mano propiamente dicho. Para tratar de conforman lo que llamamos pensamiento,
comprenderla, siquiera sea mínimamente, lo que equivale a decir que existe, en el pro­
necesitamos recurrir a las complejas mo­ ceso de formación de las diversas categorías -
dalidades que regulan las relaciones del que tiene lugar en el ser humano en cuanto
ser humano con su medio social y a la for­ sujeto individual, toda una serie de signifi- '
ma en que se adquiere el lenguaje. cados anteriores aj lenguaje, por lo que difí­
De hecho, como apuntaba certeramente cilmente podrían derivar de él. En cualquier.
Karl Büliler, sólo el niño nos da la oportu­ caso, parece lógico aceptar con Piaget que
nidad de observar el lenguaje humano in el lenguaje transforma el pensamiento y le "
stiitu ñascendi, a lo que podemos agregar, ayuda a alcanzar formas de equilibrio supe­
haciendo un trasvase de la llamada «ley riores, así como, con Luria, que el lenguaje
ontogenética de Haeckel» para nuestros fi­ modifica sus tañe ial mente la percepción y
nes y con las implicaciones que ello con­ facilita la elaboración de un sistema estable
lleva para futuras investigaciones hoy sólo de asociaciones diferenciadas.
esbozadas, que la ontogenia reproduce la En la misma línea de enfoque genético,
filogenia. La singularidad de una perspec­ hay aún otro problema relacionado con la
tiva tal está en el origen del auge de disci­ ontogénesis del lenguaje que ha merecido
plinas tales como la Psicología del lengua­ interpretaciones diversas. El lenguaje in­
je y la Psicolingüística, así com o de la Psi­ fantil egocéntrico, tan característico en los
cología cognitiva en general, que basan primeros estadios de la evolución perso­
sus investigaciones tanto en el proceso de nal, no cumpliría para Piaget ninguna fun­
ontogénesis del lenguaje como en la ob­ ción en el pensamiento o actividad huma­
servación y experimentación con simios nos, sino que sería mero acompañamiento
superiores, unido todo ello al estudio de del egocentrismo dominante en esas pri­
las perturbaciones del lenguaje (que nos meras fases de creación individual de la
permiten, a su vez, observar el proceso de personalidad, en tanto que, para Vigotski,
adquisición del lenguaje en sentido inver­ ayudaría a la orientación mental y a la
so, conjugado con m últiples variables), comprensión consciente del lenguaje in­
ensayando así diferentes modos de aproxi­ dividual, que se interioriza hasta conver­
mación a la hermenéutica del lenguaje. tirse ya en forma adulta en un pensamien­
Con todo ello se ha logrado crear una ca­ to de significados puros, en el que estarían
dena de conocim ientos básicos com ún­ ausentes los elem entos pragmáticos que
mente aceptados, independientemente de acompañan al lenguaje socializado. Y ello
que se entienda el proceso de emergencia porque, según esta última concepción, el
del lenguaje en términos de aprendizaje lenguaje cum pliría en el individuo dos
verbal o, por el contrario, se recurra para funciones claramente distintas: una sería
su explicación al innatismo rescatado por la función comunicativa, interpersonal, de

462
LINGÜÍSTICA

jptTlura hacía el mundo exterior, y, otra, mundo de los reflejos en un sistema sim­
l. i manera de estructurar el pensamiento bólico funcíonalmente apto para la comu­
interiorizado, estrictamente individual y nicación lingüística y capaz, a su vez, de
vuelto sobre sí mismo, que acompaña a todo crear una cultura.
m. t humano adulto. 4. Permeabilidad cultural. Se ha llega­
3. Lengua y cultura. Traspasando el do a sostener que no hay com unicación
umbral individual y situándonos en el he­ posible entre culturas diferentes. La inco­
cho humano cultural, lo primero que llama municabilidad parece, en cualquier caso,
nuestra atención es el número —-alto— de mayor entre lenguas que entre culturas,
lenguas actuales conocidas que, por otra donde resulta más fácil encontrar elemen­
parte, no es sino una porción insignifican­ tos arquetípicos o universales, por lo que
te de las que han debido existir en el pasa­ podría llegarse a la conclusión de que toda
do (tan sólo el catálogo de lenguas ame­ incomprensión cultural es más bien inco­
rindias hoy extintas, de las que tenemos municabilidad lingüística. Pero, de hecho,
noticia por documentaciones diversas es', la im posibilidad de com unicación entre
on sí mismo, elocuente). Bien es verdad lenguas diferentes es relativa, ya que hay
que la capacidad de hablar se manifiesta y familias de lenguas más o menos próximas
concreta en lenguas diferenciadas, indiso­ entre sí por razón de un origen común, así
lublemente ligadas a las también diferen­ como lenguas emparentadas culturalmen­
tes y múltiples culturas, culturas que tie­ te, en las que la proximidad espacial ha in­
nen en la lengua su medio de comunica­ troducido forma y sustancia comunes. Esta
ción y de expresión hasta el punto de que es la razón por la que Whorf podía hablar
constituye su vehículo principal, sin el del SEA (Standard A verage European),
cuál no podrían existir. No debe olvidarse, que establece un nexo de unión entre las
por ello, que, en realidad, son los hombres lenguas de lo que conocemos como mun­
quienes conocen y emplean las lenguas, ya do occidental, por encima de las divergen­
que éstas, en cuanto sistemas abstractos, cias aparentes y reales. Y también debe es­
no poseen el órgano anatóm ico al que tar esta razón en el fondo de la idea según
también denominamos lengua. Somos los la cual la lengua, al ser el vehículo de ex­
hombres quienes hablamos, al tiempo que, presión principal de una cultura, influye
por otra parte, la capacidad de hablar se en ella en mayor o menor medida. En este
concreta en el empleo de una lengua deter­ sentido, el Romanticismo alemán dio lugar
minada. Si retomamos ahora las ideas ex­ a una corriente, que en lingüística llega
puestas al comienzo, debemos tener pre­ hasta nuestro siglo de la mano de Guiller­
sente, pues, que el proceso de adquisición mo de Humboldt y sus seguidores, según
del lenguaje comporta y exige una sociali­ la cual la lengua, en tanto creación colecti­
zación (no parece que sea posible aprender va, sería la obra del «espíritu del pueblo».
a hablar aisladamente, sin estar inmerso en 5. Ambigüedad y teoría del significado.
el seno de un grupo social; sólo el ser hu­ N o hay que olvidar, en cualquier casó, los
mano que ha sido educado en sociedad problemas (prácticos, desde luego, pero y
está capacitado para transformar los sig­ sobre todo teóricos, que son los que ahora
nos en símbolos), la cual desemboca en nos ocupan) que plantea una actividad por
una interacción con el medio y cristaliza excelencia hermenéutica, como es la de la
en úna conducta que es verbal por su es­ traducción: la dificultad, que en ocasiones
tructura y autocontrolada por su modo de roza la imposibilidad de traducción de una
funcionamiento. Dicho con otras palabras, lengua a otra u otras hasta el punto de que
el ser humano construye un sistema inte­ en lugar de traducción habría que hablar
riorizado de señales de segundo grado, de recreación, es muestra de la impermea­
gracias al cual transforma el com plejo bilidad comunicativa, al menos en ciertos

463
niveles y registros lingüísticos, entre los sentido queda encerrado en sus límites. En
cuales seguramente ocupa el lugar más contrapartida, existe, asimismo, una prag­
destacado el lenguaje poético. Y ello por­ mática universal que permite, no sólo la
que el discurso poético es el ejemplo más com unicación, sino también el entendi­
claro de ambigüedad, quizá porque resulta miento éntre los hombres, de suerte que
más com unicativo que un lenguaje más proporciona la capacidad de distinguir
preciso, en tanto que la traducción difícil­ proposiciones verdaderas de falsas. Tal
mente puede recoger el gran número de pragmática sería funcional porque, en un
significados que toda ambigüedad encierra. sentido o en otro, existen los universales
Por esta misma razón, la hermenéutica de del lenguaje, que son los que, en definiti­
la obra estética, no ya sólo de la lengua va, están en la base profunda del hecho
poética, tiene que enfrentarse necesaria­ lingüístico. Claro está que una concepción
mente a la evidencia de la significación tal obliga a la-filosofía del lenguaje a que­
múltiple en el proceso de proyección-in­ dar subordinada a la teoría del lenguaje, en
terpretación, en el que el contexto no que­ él sentido de que no tiene más opción que
da nunca apresado de forma definitiva. O, acudir a la teoría de los universales lin­
dicho de otra manera, la hermenéutica de gü ísticos para obtener los conceptos y
la obra de arte no puede prescindir del su­ principios necesarios para la resolución de
jeto que se introduce en ella re-haciéndola problemas filosóficos. En cualquier caso,
en un cierto sentido, De allí que una teoría y vistas las cosas desde la perspectiva de
general del significado podría constituir el la lingüística com o disciplina autosufi-
punto de convergencia de planos interpre­ ciente, es éste un ámbito que sitúa la inda­
tativos diversos, principalmente en el caso gación teórica en los márgenes de la lin­
én que haya una implicación más directa güística inmanente, ya que se prescinde de
del lenguaje, que requiere siempre, en ma­ los hablantes, así como de toda considera­
yor o menor medida, al menos el análisis ción sobre el tiem po, espacio o ámbito
de la ambigüedad que impregna todo dis­ cultural, para abstraer como objeto de es­
curso. sea cual sea su naturaleza. tudio el puro sistem a con el objetivo de
6. Teoría lingüística y realidad subya­ centrarse en la lengua abstracta.
cente. Desde una vertiente filosófica, tiene 7. Variación lingüística y diastraüa
fuerza la concepción según la cual habría Otra forma de concebir la lengua es estu­
que aceptar la existencia de un tercer mun­ diarla en relación con la cultura, si bien
do (Zwischemvelt) entre la realidad y la entendiendo que hay una clara correlación
conciencia (independientemente de lo que entre una y otra, esto es, que ambas están
por ambas entendamos) que, lejos de re­ modeladas por la historia de la comunidad
flejar tal realidad, la moldea y configura, concreta en la que funciona y que, al mis­
incluso en un cierto sentido la crea. La ex­ mo tiempo, sirve de vehículo hacia el ex­
presión máxima de esta concepción estaría terior. Una consideración de este tipo es la
encerrada en el presupuesto de que el úni­ que, grosso modo, está en el origen del
co modo de acceso a la realidad es cierta­ auge de disciplinas como la Etnolingüísti-
mente el lenguaje. No es que la palabra ca, la Etnografía del lenguaje, la Lingüística
nos permita pura y simplemente nombrar antropológica, la Sociología del lenguaje y,
lo ya conocido, sino que es el hecho de seguramente con ventaja sobre todas ellas,
nombrar y en virtud de ello com o se origi­ la S ocio lin g ü ística . Si consideram os el
na y establece la realidad. El mundo exte­ lenguaje com o una forma de comporta­
rior existiría, entonces, gracias al lenguaje miento social, la interacción verbal se pre­
(no olvidemos que lo que en forma abs­ senta como un proceso estrechamente re­
tracta denominamos lenguaje se concreta lacionado con el contexto cultural y la
en lenguas determinadas) y en un cierto función social, de suerte que el discurso

464
LING ÜÍSTICA

aparece regulado de acuerdo con normas y cuestiones todas ellas nucleares en las ta­
expectativas socialmente reconocidas. De reas de reflexión, nos devuelven al punto
hecho, la interpretación del lenguaje como de encuenLro de inquietudes procedentes
instrumento de comunicación en un mi­ de campos muy diversos. Quién sabe si no
crocosmos socialmente determinado, que podrían converger todos ellos en la cons­
no tiene por qué utilizar un nnico código trucción de una teoría del significado que
lingüístico (la pluralidad de lenguas no es fuera capaz de articular las respuestas ade­
en absoluto óbice para determinar a una cuadas a tales interrogantes. No olvidemos
comunidad), está en la base de toda consi­ que, en definitiva, la complejidad del len­
deración social ’d el lenguaje: es la covaria- guaje es la complejidad misma del hombre.
ción entre fenómenos lingüísticos y socia­
les lo que sirve de base a la definición de
variable lingüística. D e esta concepción Bibliografía
han partido estudios que tratan de estable­
cer en qué medida la distribución social y B u iil e r , Karl, Teoría del lenguaje (ver­
estilística de una lengua dentro del contex­ sión original: Sprachtheoríe 2.A., Jena,
to dado de una comunidad de habla es re­ 1934), Madrid, Alianza, 1979.
sultado o no de su estratificación social y C assirer , E m st, Language and Myth, Nue­
cuáles son los mecanismos que giran en va York, Harper, 1946 (reed. por Dover).
torno al concepLo nuclear de variación lin­ C la n c ie r , Anne, Psicoanálisis, Literata-
güística y sus implicaciones diastrálicas. ra, Crítica, Madrid, Cátedra, 1976 (ver­
La proliferación de trabajos de esta índole, sión original, Psychanalyse et critique
en los que se buscan las im plicaciones litéraire, París, 1973).
existentes entre la variación suciolingiiístí- COSERIU, Eugenio, Teoría del lenguaje y lin­
ca. por un lado, y el espacio geográfico y güística general, Madrid, Gredos, 1967.
social correspondiente, por otro, parte de K a t z , Jcrrold J., La realidad subyacente del jv
los férLiles planteamientos establecidos lenguaje y? su valor filosófico (versión ori- (
por Weinreich y Labov, según los cuales ginal: The Underiying Reulity of Langua­
la distribución de variables lingüísticas es ge and its PMIosophical Import, Nueva
un reflejo de hechos sociales. York, 1971), Madrid, Alianza. 1975.
8. Conclusión, De todo lo expuesto se L a b o v , W.. Modelos socioiingüísiicos. Ma-1 ■
deduce que el lenguaje constituye una de drid, Cátedra. 1983 (versión original: So-
las cuestiones centrales, tanto de la teoría ciolinguistic pattems, Philadelphia, 1972).
lingüística cuanto de las disciplinas en ma­ L uria, A.R., Cerebro y lenguaje, Barcelo­
yor o medida relacionadas con ella. La di­ na, Fontanella, 1974 (versión original
lucidación de si existen o no determinan­ en ruso, Moscú, 1957).
tes biológicos innatos en la adquisición del PlA GET, J e a n , Seis estudios de Psicología,
lenguaje (genéticamente programados), si Barcelona, Seix-Barral, 1967 eversión
el lenguaje gramatical es o no resultado de original: Six eludes de Psychobgie, Gi­
on programa de refuerzos asociados y ge­ nebra, 1964).
neralizados, de la explicación del proceso V lG O T SK l, L.S., Pensamiento y lenguaje,
mediante el cual se llega adquirir la com­ Buenos A ires, La Pléyade. 1973 (ver­
petencia lingüística adulta, de la influencia sión original en ruso. Moscú. 1934).
que realmente tiene el lenguaje en la con­ W e in r e ic h , U ric l, Lenguas en contacto,
figuración del pensamiento, en la percep­ Caracas, U niversidad CenLral. 1974 (ver­
ción de la realidad, en la cultura a la que sión original: Lcmguages ¡n contad, La
sirve de vehículo, del papel que desempe­ Haya, 1953).
ña en la com posición estratificada de la
sociedad, así com o otra larga serie de M.a Teresa Eche ñique

465
Literatura
Cuenta la mitología griega que Cadmo, las vocales del alfabeto remedarían para
hijo de Argenor y Argiope y rey de Tebas los mortales la armonía de la melodía divi­
y de B eoda, mató a la serpiente Castalia na. Alfa fue la primera letra del sistema .
estrellando su cabeza contra una roca y griego, porque alphe significa honor y
que por orden de M inerva sem bró sus alphainein, inventar, y porque el Alfeo era
dientes en la tierra, de la que nacieron el más importante de los ríos del Pelopo-
hombres armados, que, peleando entre sí, neso. Cuando Cadmo cambió el orden de
se mataron hasta quedar en número de las letras, mantuvo, no obstante, alfa en el ■
cinco, dando origen a las cinco vocales primer lugar, porque aleph en la lengua Fe­
del alfabeto, de las que surgieron todas las nicia significa buey y Beocia, el reino de
demás letras. Luego, Cadmo, creador del Cadmo, era conocida como la tierra de los
alfabeto, se casó con Harmonía, hija de bueyes.
Afrodita y Ares, cuya boda fue el primer En su Tesoro de la lengua castellana
matrimonio entre mortales que contempla­ (1611), Sebastián de Covarrubias admite
ron los dioses del Olimpo y el origen de la como «lo más verosímil y aun cierto», que
vinculación entre la letra escrita y la belle­ fuera Adán quien diera principio e inven­
za armónica, Los dioses otorgaron, así, a ción a las letras y que probablemente éstas
los mortales el alfabeto para que con él fueran de semejante forma a las que Dios
compusieran la belleza que en su destierro escribió en el monte Sinaí al otorgar las
del Olimpo añoraban. Las letras serán de Tablas de la Ley a Moisés. En el primer
esta forma, com o quería San Isidoro de caso, la escritura nacería en el destierro
Sevilla, índice de las cosas y signo de las del Paraíso, alejado el hombre de lá pre­
palabras, m aterialización de la belleza sencia de D ios, para llorar precisamente la
arrebatada por los dioses a los mortales. nostalgia en su exilio infinito. En el segun­
Para otros, como atestiguan Plinio, Filos- do caso, el alfabeto sería la plasmación del
trato y Plutarco, fue lo, hermana de Foro- deseo de D ios en la materia para otorgar la .
neo, quien inventó las cinco vocales del ley y promulgar una moral que hasta en­
primer alfabeto y las consonantes B y T, y tonces se había transmitido oralmente pero
Palamedes, hijo de Nauplio, quien creó las que el pueblo judío había olvidado en sus
once letras restantes. Hermes redujo estos años de tránsito por el desierto. De cual­
sonidos a caracteres utilizando formas de quiera de las dos formas, la letra escrita
cuña, dado que las grullas, el ave con que venía a constatar la añoranza de la presen­
se identificaba al dios, vuelan en forma­ cia de D ios, el canto del destierro, el llanto ;
ción coneiforme. Fue Hermes quien llevó del exilio. Como quiere Covarrubias, en su
el alfabeto de G recia a Egipto, aunque etimología ¡erra proviene del nombre latí- .
otros autores aseguran que el alfabeto via­ no litera (sic), y éste de alitura, «porque
jó a Fenicia, de donde lo recogió Cadmo y con la letra se va borrando el blanco donde
lo d evolvió a B eocia, mientras que Car- se escribe», se va eliminando, podríamos
menta formó los quince caracteres del al­ decir nosotros, la lejanía de Dios, el exilio
fabeto latino. El alfabeto se completó con de los mortales, la pérdida del Paraíso o
las aportaciones de Palamedes, que inven­ del Olimpo; la letra y la escritura hacen -
tó cuatro caracteres durante el cerco de presente a través de sus caracteres a la di* ^
Troya, Simónides de Samos, Epicarmo de vinidad, pero no consiguen materializarla ;
Sicilia y los sacerdotes de Apolo, quienes porque para que exista la letra, la escrilu- :
crearon las vocales «O» larga y «E» breve, ra, es necesario que exista también el blan- -
para que la lira del dios tuviera una vocal co, el vacío, la ausencia de la divinidad, _
por cada una de sus cuerdas. D e este modo, que sólo fragmentariamente remeda, como :

466
l it e r a t u r a

las vocales la música de la lira de Apolo, ac faculta tem ira de re officii sui ducunt. id-
el trazo de la palabra. que intra deliberativas iudic¡alesque mate­
El término Literatura se deriva del latín rias», los grammatici, es decir, los maes­
Uiteratura-ae y éste, a su vez, encuentra tros de gramttjaiica, de li fiera tura, «non
su raíz en el término /jifera (letra), con lo satis credunt excepisse, quae relicta erant,
que. un primer concepto etimológico, vin­ sed ad prosopopoei'as usque ac suasorias,
cula la litteratura a la Uñera, es decir, a in quibus onus dicendi vel máximum est,
toda expresión que tiene su origen en la le­ imimpunt»2. D e la breve descripción dada
tra. Ahora bien, ni litteratura, ni Huera por Quintiliano pueden deducirse algunos
son conceptos homogéneos y estables a lo caracteres significativos y distintivos de la
largo del desarrollo de la lengua latina, litteratura y del espacio diferenciado que
sino que van ampliando su campo signifi­ ocupa entre los saberes latinos con respec­
cativo progresivamente. D e esta manera, to a la rhetorica. En primer lugar, en cuan­
littera siempre estuvo ligado en latín al ca­ to a la derivación etimológica de Hilera y
rácter de escritura, a la letra escrita en su vinculación el término griego gramma­
cuanto tal, y de ahí se derivaron significa­ tiké, doctrina impartida por el grammati-
dos más amplios con referencia a cual­ kós que enseñaba a sus alumnos las letras
quier escrito en general y también con el o grámmata, la litteratura, como ha que­
sentido de carta, que adquirió el término dado señalado, se vincula a lo escrito,
íitterae-arum. Posteriormente, el significa­ mientras que la rhetorica implica la orali-
do del término sufrió una nueva amplia­ dad. En segundo lugar, mientras que la
ción semántica por la que sirvió para de­ rhetorica supone una teoría y práctica de­
nominar un documento, obra literaria y, en clamatoria y su materia es fundamental­
general, la cultura literaria y el conoci­ mente técnica y principalmente judicial, la
miento en amplios campos del saber. En litteratura adquiere un sentido de conoci­
definitiva, el término litteratura nace liga­ miento menos técnico y su campo de ac­
do al de escritura y se utiliza para denomi­ tuación implica un campo de saber y cul­
nar lo escrito, aquello que se expresa a tra­ tura más amplío, puesto que se ocupa de
vés de la scriptura, que es para los latinos «omnium maximarum artium scientiam»
el acto mismo de escribir. Con lo que, des­ (II, i, 4). Dado su sentido práctico, la rhe­
de la perspectiva clásica, queda excluida torica es considerada como un saber supe­
la concepción de literatura oral. Es en este rior y ulterior a la litteratura. En tercer lu­
sentido, en el que litteratura tiene un cier­ gar, el concepto de litteratura lleva implí­
to valor sinonímico con respecto a scriptu­ cito no sólo la idea de, podría decirse, una
ra, en el que lo utilizará Cicerón. En sus práctica literaria o escrita, sino también la
Institutiones oratoria, Quintiliano señala­ del conocim iento teórico necesario para
rá la vinculación de la litteratura latina llevar a cabo dicha práctica, subyacente en
con la grammatiké griega, «quam in Lati- el término griego grammatiké y su correla­
num transferentes litteraturam vocave- to latino grammatica, del que litteratura
rum»1, como una disciplina que puede di­ se convierte en algunos casos en sinóni­
ferenciarse claramente de la rhetorica, mo, compartiendo el sentido de un saber
pero que, no obstante, comparte parcelas filológico. Por último, el término gramma­
de saber con ella. Así, mientras los rheto- tiké, que traduce el latino litteratura, lleva
res, es decir, los maestros de rhetorica, sobreentendida la palabra tekhné, técnica y
«declamare modo el scientiam declamandi arte al m ism o tiempo, que condiciona la

1 Q u in tilia n o , Macco F a b io , ¡rutituiiones orato- - Ibidem, lib . II, c a p . I, 2.


rice, lìb. II, cap. I, 4,

467
LITERATURA

significación dei concepto latino, lenifica­ ra «el conocim iento y ciencia de las le­
da en el sufijo atributivo, con lo que si tras» y define la acepción Letras de la si­
bien la litteratura es concebida como una guiente forma: «Se toma muchas veces
técnica, también le compete la categoría por las ciencias, artes y erudición». Es ha­
de arte. Todos estos sentidos que subyacen cia la mitad dél siglo xvm cuando surge la
etimológicamente en el término ¡literatura noción de literatura tal como se la concibe
van a condicionar su desarrollo semántico en el siglo XX, vaciándose de su antiguo
y la complejidad significacional del térmi­ contenido como saber o cultura del hom­
no en las diferentes lenguas, no ya sólo ro­ bre de letras. El concepto, tal como se ma­
mánicas, sino, por contagio, universales. dura entre 1770 y 1800 aproximadamente,
Como se ha visto, el concepto de litte­ se m antiene fiel a la idea de literatura
ratura adolecía en latín de una polisemia com o escritura, pero la literatura, como
absoluta, heredada por las lenguas occi­ señala Robert Escarpit, «cesse d’étre une
dentales, puesto que no sólo significaba la qualilé, une condition, pour devenir le ré-
instrucción y el saber relacionado con el sultat d’une activité e f plus tard, un objet
arte de escribir y leer, sino también se d’étude»5. A sí entendida, la literatura res­
vinculaba a la gramática, a la filología, al tringe su campo de significación y se iden­
alfabeto y en general a la cultura y erudi­ tifica con aquello que en los siglos inme­
ción1', implicando conocimientos teóricos diatamente anteriores se había denomina­
a la vez que una práctica textual. Es esta do como poesía o incluso elocuencia. Pese
polisemia la que hereda el término roman­ a este desplazam iento significativo y la
ce castellano tanto en su derivación vulgar, consecuente delimitación parcial de su po­
letradura, daLada varias veces desde m e­ lisemia, el concepto de literatura no es, ni
diarlo el siglo xni y a lo largo del siglo xiv, con mucho, un concepta homogéneo. Aún
como en su reinserción culta, literatura, persiste en la nueva dimensión semántica
datada por primera vez en el Vocabulario el antiguo prestigio de cultura y erudición
en latín y en romance (1490), de Alonso que tuvo el concepto desde los autores la­
Fernández Falencia**4. En todos estos casos, tinos, es decir, el aspecto epistemológico
como en los recogidos en el Diccionario de la literatura com o un instrumento de
de Autoridades (1732), literatura se iden­ comunicación intelectual, de transmisión
tifica plenamente con lo que Sebastián de de con ocim ien tos. Pero, por otro lado,
Covarrubias en su Tesoro de la lengua desplazado de aquel sentido anterior, la li­
c a s t e l l a n a o e s p a ñ o l a (1611) y Bernardo teratura recupera y acentúa el aspecto es­
de Aldrete en Del origen y principio de la tético, fa idea de tekhné subyacente en la
lengua castellana o romance que hoy se traducción latina, y la dualidad que Hora­
usa en España (1606) denominan como cio otorgaba a la poesía, ser útil y deleitar,
buenas letras, letras de humanidad o sim­ en su Epístola ad Pisones. Al mismo tiem­
plemente letras , es decir, cultura, erudi­ po el desplazamiento y la restricción se­
ción, etc. En este sentido, e] Diccionario mántica que se operaba en el término pro­
de Autoridades aún define como Literatu­ vocaba un efecto semejante en el término

1 Vid. Agujar e Silva, Víctor Manuel. T i o ría de la rece en L a s siete partidas (1256-1262). en los Casti­
literatura. G red os. Madrid, 1972: p. 11. go s e D ocum entos p ara bien vivir, ordenados p o r el
4 Coiominas, Joan y Pascual, José A.. D ic cio n a ­ R ey don Sa n ch o / V ( l 292-1293) y en E l C onde Lnat-
rio crítico etimológico castellana e hispano. Gredns. n o r ( 1335}.
Madrid, 1980. Vid. Alonso, Martín, D iccionario me­ 5 Escarpit, Roben, «La définiiion du tenue “liité-
dieval español. Desde lux Glosas Emiliancnses v 57- nilure’V en L e litté ra ire e l le social. F J ém e m s p o u r
¡etisex (siglo x) hasta el siglo at. Universidad Pontifi­ u n e s o c io lo g ie d e Iti iittc ra tu re . F1animarían. París.
cia de Salamanca. Salamanca, 1986. Letradura apa­ 1970: p. 265.

468
LITERATURA

poesía que en los siglos inmediatamente lelamente la poesía va a ir adquiriendo un


precedentes había servido para designar lo mayor prestigio acentuando su aspecto de
que ahora abarcaba el término de literatu­ creación puramente estética. Aún a lo lar­
ra. Vinculada etimológicamente (poiesis) go del siglo xvm los límites entre ciencia
con aquella parte de la antigua literatura o erudición, literatura y poesía son lo su­
que hacía gala de sus facetas más creativas ficientemente confusos para producir algu­
e im aginativas, la nueva dim ensión se­ nos géneros híbridos, desde nuestra pers­
mántica de poesía ponía su acento en el pectiva actual, con resultados brillantes
aspecto estético de la creación literaria. como, por ejemplo, el Teatro crítico uni­
Hasta fines del siglo xvm se habla habi­ versal y las Cartas eruditas, de Feijóo, las
tualmente de poesía y no de literatura Cartas marruecas, de Cadalso, el Informe
cuando se refiere al aspecto estético de las sobre la ley agraria, de Jovellanos, por un
obras escritas; la poesía se convierte así en lado, la poesía civil de Quintana, por otro,
la forma noble de la expresión literaria, o los trabajos de Mayáns y Sisear, Hervás
siendo la creación por excelencia. Es este o Arteaga, por otro, entre otros muchos
aspecto estético y creativo unido al aspec­ casos que se podrían aducir dentro de la
to epistemológico el que va a desplazar el Literatura española. A este respecto puede
sentido de conocimiento, cultura general y plantearse una pregunta interesante: el na­
erudición a lo largo del siglo xvm del tér­ cimiento de esos «géneros híbridos» en el
mino literatura al término ciencia. En la siglo xvm ¿es el resultado de la voluntad
nueva distribución semántica, el término didáctica de los ilustrados o de la inestabi­
ciencia se reservará exclusivamente para lidad de los conceptos de literatura y eru­
aquella rama del saber escrito que acentúa dición? En el primer caso, nos encontra­
el carácter epistemológico olvidando el as­ ríamos ante una respuesta sociológica de
pecto estético, la literatura fundirá el aspec­ los intelectuales y literatos a un problema
to epistemológico al estético y la poesía social determinado ante el nacimiento de
pondrá SU acento en el carácter creativo y una burguesía cultivada con aspiraciones
esLético, transformándose a lo largo del si­ reformistas7; en el segundo, el conflicto se
glo xix en una actividad de raíz cuasi-reli- resolvería dentro del propio sistema litera­
giosa; es, sin duda, el carácter imaginativo lo rio por la pervivencia de una concepción
que va a distinguir a la poesía romántica6 del de la literatura que aún está contagiada
resto de la c r e a c ió n literaria e n el siglo xix y del carácter erudito que había tenido en si­
de la creación poética anterior. glos anteriores. El hecho es que a lo largo
La promoción de diversos géneros vul­ del siglo xvm acudimos a la sustitución de
gares, como la novela, el teatro en prosa, una concepción por otra, sustitución pro­
la literatura de cordel, los géneros en prosa gresiva que podemos percibir incluso den­
derivados del periodismo, etc., a lo largo tro de los mismos autores a medida que
del siglo xvm va a provocar progresiva­ avanza el siglo. La fuerte impronta del Ra­
mente la degeneración del término litera­ cionalismo, y su consiguiente enciclope­
tura, que, no obstante, aún mantiene el ca­ dismo, no es ajena a este fenómeno. La in­
rácter aristocrático y restrictivo que había novación en el nuevo espíritu científico y
tenido históricamente en su vinculación la reforma profunda en las instituciones de
con la erudición y la cultura general. Para-*1 enseñanza exigían una reformulación y

6 Bowra. C.M. La imaginación romántica. Tuu-


ru$. Madrid. 1972; pp. 13-36.
1 Vid. Blanco Aguinaaa, Carlos el al., Historia so­
cial de la literatura española (en lengua castellanaJ
Castalia. Madrid, 1987; tomo II, pp. 9-17.

469
[.[TER ATURA

estratificación en los conocim ientos que ció poético como un arte puramente estéti­
atañen directamente a la figura del erudito. co (más allá quedarían las implicaciones de
Es entonces cuando comienzan a deslin­ conocimiento que desde el Romanticismo ;
darse, dentro del saber escrito que implica­ se adscriben a la poesía), restringían el sen-
ba la literatura, aquellas materias que re­ tido de poesía, lo dotaban de un carácter
quieren una epistemología investigadora y aristocrático” , de un sentido de pura crea­
especulativa de aquellas en las que prima ción estética (no en vano surge entonces el
un valor creativo e imaginativo. El divor­ concepto de poesía pura) y formal y deja­
cio se acentúa a medida que avanza el siglo ban al campo de la literatura todo lo que .
y resulta ya definitivo para el siglo xix. quedaba entre ella y el saber científico, es
Ahora bien, la dualidad inherente al decir, toda aquella creación que combinaba
concepto de literatura tal como se forma a el aspecto estético con el epistemológico.
fines del siglo xvnr va a redundar en una La dualidad entre fondo y forma, que .
distinción, subyacente en el aspecto epis­ subyace a todo hecho literarid, proviene
temológico y estético que sustenta el tér­ precisamente de la dualidad del medio de
mino, entre fondo y forma, contenido y expresión lingüística que el hecho literario
expresión*: aquella práctica literaria que utiliza. Tal como señaló Saussure, la uni­
ponga su acento en la transmisión de unos dad lingüística, el signo, es de naturaleza -
conocimientos, en e l aspecto epistem oló­ dual, puesto que supone la unión de una
gico, acentuará paralelamente la dim en­ imagen acústica y de un concepto13. En j
sión conteuutista del hecho literario, mien­ consecuencia, el acto literario posee, dada
tras que aquella práctica que ponga su su raíz lingüística, una doble eficacia, es­
acento en el aspecto estético lo hará de tética e intelectual, íntimamente unidas,
modo semejante en la dimensión formal. pero mientras la poesía pone el acento so- :
Nace así el divorcio entre poesía, conside­ bre la primera, la literatura, prisionera de _
rada por su aspecto estético y formal, y li­ su vocación erudita, intenta constantemen- i
teratura, contenido y transmisión de cono­ te una síntesis imposible entre ambas exi-; j
cimiento, que expresará en su dimensión gencias. Esta perspectiva lingüística y |
más radical el conocido verso final del principalmente formal de la poesía será
«Arte poética» de Verlaine: «Y lo demás destacada por el formalismo ruso en la crí- )
es ya literatura...»*9. El sentido despectivo tica del primer tercio del siglo xx, subra- ü
que en 1874 otorga Verlaine al término li­ yando el «carácter creador y finalista del |
teratura nace del carácter restrictivo que lenguaje p o é tico » 13, pero obviando, en 3
el concepto de poesía había ido adquirien­ cierto modo, el carácter comunicativo y la .3
do a lo largo del siglo xix; para Verlaine dim ensión eminentem ente social que el J
poesía era fundamentalmente musicalidad, acto literario, en cuanto que acto lingüísti- |
en el sentido, puramente form alista, de co, tiene. Es esta dimensión sociológica, J
que las palabras componen en el poema en cuanto que el hecho literario utiliza un 3
una serie de armonías semejantes a los so­ código lingüístico arbitrario que sólo tiene |
nidos m usicales101*. Esta basculación hacia sentido para un cuerpo social dado, la que j
el formalismo y la consideración del ejerci- subyace al termino literatura, desde su for-

* Escarpin R.. op. cit.; p. 266. '- Saussure, Ferdinand, Curso de lingüística ge- -
9 Verlaine, Paul, Poesías (traducción de Carlos nera/. Losada. B u en os A ires, 1978; pp. 49-50
Pujol). Trieste. Madrid, 1986; p. 87. 127-130. — --Î
10 Balakian, Anna, El movimiento simbolista. La­ 13 Jakobson, Roman, «Hacia una ciencia del aile j
bor, Madrid, 1972; p. 84. poético», en Todorov, Tzvetan (ed.), Teoría de la li-s
11 Vid. Hauser, Arnold, Historia social de ¡a literatu­ taratura de los formalistas rusos. Signos. Buenos Ai- '
ra y el arte. Labor. Madrid, 1988; vol. III, pp. 232-233. res, 1970; p. 7. .

470
LITERATURA

malización moderna tal como lo implica el sor, de que se está haciendo uso del lenguaje
tílulo de Madame de Stael De la Uttératu- en una circunstancia especial, en una «deco­
re consldérée dans ses rapports avec les loración del lenguaje»21, es decir, un acuer­
institutions sociales (1800)N. do tácito entre emisor y receptor de que ese
Más compleja puede resultar la defensa acto enunciativo es literatura y por lo tanto
del carácter comunicativo del hecho litera­ ha de entenderse en unas circunstancias es­
rio. Por ahora diré que, desde mi perspec­ peciales. Desde esta perspectiva, la dimen­
tiva, la literatura se entiende como una sión pragmática resultará definitiva para la
forma de com unicación*15, comunicación comprensión de la situación comunicacional
que no supone la mera transmisión de una en que se inscribe el hecho literario.
información o de una emoción vivida por Tras la revisión histórica, veamos ahora
el autor16, sino quizá la comunicación del las diferentes acepciones que el término li­
hecho literario en sí, que ocupa un espacio teratura tiene actualmente. El Diccionario
independiente entre el escritor y el lector17. de la lengua española de la Real Acade­
Este carácter comunicativo del hecho litera­ mia incluye cinco acepciones distintas del
rio viene dado por el mismo carácter del término literatura, que, sin duda, amplían
lenguaje como sistema de signos que expre­ mucho el campo restrictivo que el término
san ideas y que, por lo tanto, sirven para co­ tiene para el especialista;
municarse en el seno de la vida social, como
1. ° Arte bello que emplea como instru
cualquier sistema semiológico18. Pero la di­
mento la palabra. Comprende no solamen­
mensión sociológica y comunicativa del he­
te las producciones poéticas, sino también
cho literario, de la literatura, implica una di­
todas aquellas obras en que caben elemen­
mensión pragmática que supone una refe­
tos estéticos, como las oratorias, históricas
rencia de valor19 y que hace depender la
y didácticas.
existencia de dicho acto y su comprensión
2. a Teoría de las composiciones literarias.
de la consideración de su enunciación en
3. ® Conjunto de las producciones litera
una circunstancia especial del lenguaje; es
rias de una nación, de una época o de un
decir, todo acto enunciativo, y el hecho lite­
género. La literatura griega; la literatura
rario no es sino eso, «se realiza en un siste­
del siglo xvi.
ma de intercomprensión que supone el co­
4. ®Por ext., conjunto de obras que ver
nocimiento de la lengua, del contexto de si­
san sobre un arte o ciencia: literatura mé­
tuación y del universo de sentido en el cual
dica; literatura jurídica.
se inscribe el discurso o signo»20. En defini­
5. ® Suma de conocim ientos adquirido
tiva, es necesario ser consciente de los mar­
con el estudio de las producciones litera­
cos cognoscitivos en que se inscribe un dis­
rias; y en sentido más alto, instrucción ge­
curso para su enunciación y para su recep­
neral en este y cualesquiera otros de. los
ción. En el caso de la literatura, uno de los
distintos ramos del humano saber.
elementos fundamentales que entran a for­
mar parte de ese marco cognoscitivo es la D e las acepciones dadas, la quinta cae
conciencia, por parle del receptor y del emi­ dentro del concepto general de literatura

M Esearpit, R, op. cit.: p. 271. 19 Garrido Gallardo, Miguel Angel, «Jakobson y


15 Segre, Cesare, Principios de análisis del texto la semiótica literaria», en Garrido Gal laido, M iguel
literario. Crítica. Barcelona, 1985; p. 1 \. Angel et al. La crisis de la literaríedad. Taurus. Ma­
16 Vid. Gii de Biedma, Jaime, Etpie de la letra. En­ drid, 1987; p. 21.
sayos 1955-1979. Crítica. Barcelona, 1980; pp. 25-26. 20 M tgnolo, Walter D., «Sem iosis y universos de
17 Eliot, T.S., The Use o f Poetry and the Use o f Cri­ Sentido», en ibidem; p. 50.
ticism. Studies in the Relation o f Criticism to Poetry in 11 Auslin, John L., Cómo hacer cosas con pala­
England. Faber & Faber. London, ) 964; p. 30. bras. Palabras y acciones. Paidós. Barcelona, 1990;
18 Saussure, F., op. cit.; p. 60. p. 63.

471
LITERATURA

usado en la antigüedad y anterior al si­ obras literarias) y la historia de Ja literatu­


glo x v n i en el que el término se identifica ra (la seriación cronológica de los estudios
com o un sinónimo de cultura y de erudi­ sobre obras concretas y tendencias globa­
ción. Un estudio de la literatura en esta les), com o tres disciplinas distintas que
amplia concepción implicaría un estudio deben colaborar entre sí para el mejor co­
de la civilización, que no le es competen­ nocimiento de la creación literaria-3.
te, aunque sí resulta interesante tener en la El Diccionario de uso del español, de
perspectiva de estudio la consideración de María M oliner, recoge cuatro grandes
la literatura como un síntoma más de las acepciones del término literatura, que per­
manifestaciones culturales de un período y miten hacer algunas precisiones más',
com o signo del espíritu general de una
1. ° a) Arte que emplea como medio de e
época. Por otro lado, la cuarta acepción
presión la palabra hablada o escrita, b) Acti­
parece caer claramente fuera del ámbito
vidad del literato, c) Conjunto de obras lite­
del estudioso de la literatura, para ser ob­
rarias: «La literatura clásica. La literatura
jeto del especialista en las respectivas ma­
francesa del siglo xix.
terias; en este sentido, el término literatu­
2. ° Estudio de ese arte o tratado sobr
ra adquiere un cierto valor como sinónimo
él: «Un libro de literatura universal».
de la locución «bibliografía acerca de».
3. ° Conjunto de los libros, artículo
A lgo sem ejante podría decirse de la se­
etc., escritos acerca de determinada mate­
gunda parte de la primera acepción, que es
ria: «La literatura matemática. La literatu­
heredera a su vez del concepto clásico de
ra referente al tema».
literatura, com o pone de m anifiesto la
4. ° a) Cultura sobre literatura, b) Cult
misma distinción y el sentido que adquiere
ra literaria, c) Cultura en general.
el término «poéticas» en ella. De las tres
primeras acepciones que da la Real Aca­ Como puede verse, buena parte de las
demia. se deduce que el término literatura acepciones dadas por María Moliner coin­
tiene al menos dos sentidos bastante dife­ ciden con las de la Real Academia, pero
renciados; por un lado, se refiere a la pro­ interesa subrayar una distinción pertinente
ducción del hecho literario tanto en su ela­ para el estudioso de la literatura: la dife­
boración individual como en su engloba- renciación entre literatura como arte lite­
m iento en diversas categorías; por otro rario en sí fundado en la palabra hablada o
lado, se refiere al conocimiento teórico y escrita, lo que permitiría hablar de litera­
al estudio científico del fenómeno litera­ tura oral, no tenida en cuenta por la con­
rio. Este doble sentido, haría pertinente, cepción clásica, y literatura escrita, y lite­
tal com o proponen W ellek y Warren--, la ratura como actividad del liLerato.
d istin ción entre literatura, com o labor En su estudio para la definición del tér­
creativa y artística, y estudios literarios, mino literatura, Robert Escarpit distingue
como conocimiento teórico y estudio cien­ seis grupos semánticos que abarcan distin­
tífico del fenóm en o literario. Más aún, tas acepciones del término en la actuali­
dentro de los estudios literarios sería ne­ dad: 1 la cuHura; 2.° la condición del es­
cesario diferenciar la teoría literaria (estu­ critor; 3.° las bellas letras; 4.° las obras lite­
dio de los principios y criterios de la lite­ rarias; 5.° la historia literaria; 6.° la ciencia
ratura). la crítica (estudio aislado de las*21 literaria24. De estos seis grupos semánticos.

— W ellek, René y Warren, Atislin, Teoría ¡itera- [ ( ;J Escarpit. R., op. ci!.; pp. 260-263.
ría. Gredos. Madrid, 1962, p. 17.
21 W ellek, René. «Teoría liieraria, crítica e liisto- I.
ria>>, en Historia literaria. Problemas y conceptas, j
Laia. Barcelona, 1983; pp. 7-21.

472
LITERATURA

' eí primero es heredero de la concepción de valor estético unido muchas veces a un


clásica del término y ha ido . quedando en juicio sobre la validez intelectual de la
desuso en los tres últimos siglos, los dos úl­ obra. En segundo lugar, implica la acepta­
timos se refieren al estudio científico del ción dentro del estudio literario de obras
fenómeno literario y sólo la segunda, terce­ que pertenecen a la filosofía, teología, mo­
ra y cuarta acepción afectan directamente al ral o ciencia, aplicando no solamente cri­
hecho literario en sí desde tres perspectivas terios estéticos. En tercer lugar, si bien el
diferentes: una perspectiva extratextual que estudio de las «grandes obras» es suma­
afecta a la producción y difusión del texto mente recomendable para fines pedagógi­
literario; una perspectiva estética que con­ cos, hace, en general, incomprensible la
sidera la creación literaria en su dimensión continuidad de la tradición literaria, la
artística; una perspectiva puramente textual evolución de los géneros literarios y aun la
que considera la creación literaria en sí y en misma naturaleza del proceso literario. En
relación con las producciones literarias co­ definitiva, para los dos críticos norteame­
lindantes en su dimensión espacial, tempo­ ricanos es la calidad de ficticio, la inven­
ral o genérica. Evidentemente las acepcio­ ción o la im aginación lo que se define
nes quinta y sexta se definen por referencia como característica distintiva de la litera­
a las tres precedentes y no tienen sentido tura. Ahora bien, el carácter imaginativo
sin la existencia del fenómeno literario tal como rasgo definitorio de la literatura es
como se define en las acepciones anterio­ un elemenLo relativamente novedoso en la
res. W eilek y Warren25 esbozan algunas concepción de la obra literaria, difícilmen­
respuestas a la pregunta qué es la literatíura te aplicable a amplios campos del saber li­
desde una perspectiva teòrico-critica; repa­ terario m edieval e inclu so difícilm ente
sando el panorama crítico, recogen tres de­ aplicable a buena parte de la literatura del
finiciones diferentes del término: siglo xvm ; es evidente que desde esta
perspectiva imaginaria caerían fuera del
1. ° Literatura es todo lo que está en letra
estudio literario autores como Montaigne,'
de molde.
Bossuet, Feijóo o Jovellanos. en la mayor
2. a La literatura se circunscribe a las
parte de sus producciones. El arraigo de la
grandes obras, sea cual sea su asunto, no­
imaginación como elemento definitorio del
tables por su forma o expresión literaria.
ser literario, de la concepción de Ja literatu­
3. ° E l término literatura se circunscribe
ra. es algo que tiene lugar fundamental­
al arte de la literatura, es decir, a la literatura
mente a partir del romanticismo y su ela­
imaginativa, a la literatura de fantasía.
boración de una teoría expresiva del arte,
Es evidente que la primera acepción se­ es decir, de la obra de arte como «algo in­
ñalada identificará el estudio de la literatu­ temo que se hace externo, resultante de un
ra con el estudio de la historia de la civili­ proceso creador que opera bajo el impulso
zación. io que, por un lado, desborda real­ de! sentimiento y en el cual toma cuerpo el
mente los estudios estrictamente literarios producto combinado de las percepciones,
v, por otro, equivale a negar el campo y pensamientos y sentimientos del poeta»-6.
métodos propios de estos estudios. En el Esc concepto imaginativo de la literatura
segundo caso, se plantean diversos proble­ avanza a lo largo del siglo xix y triunfa,
mas. En primer lugar, la selección de las sobre todo, en las creaciones literarias en-
«grandes obras» implica un juicio previo Lre 1870 y 1930 aproximadamente27. En

- Weilek, R. y Warrcn. A., op. cil.; pp. 24-34. 27 Vid. Wilson, Edmund. El castilla de Axel. Ex-
Abrams, M.H., El espejo y leí lámpara. Teoría 1/ ludios sobre literatura imaginativa f IS70-I930). Ver-
ronumiica v tradición crítica. Barral editores. Barre- M sal. Barcelona, 19S9.
lena. 1975; p. 46. \

473
LITERATURA

cuanto a la invención, era ya un término que incorpora en cuanto enunciado, uno


utilizado por la retórica clásica para aludir de cuyos rasgos será el de no tomar dicho
a la búsqueda y hallazgo de los argumen­ enunciado sino como literatura, como fic­
tos adecuados para hacer plausible una te­ ción. El definir la obra literaria como acto
sis-8, y era aplicable fundamentalmente no de habla ficticio no implica que el hecho
a la creación puramente estética, sino al literario no sea real; más bien al contrario,
género judicial, por lo que la invención no el acto de habla ficticio que es la obra lite­
resultaría un término adecuado para defi­ raria no sólo dice, sino que sobre todo es y
nir un concepto moderno de literatura. A hace en cuanto dice31. Por lo tanto su ca­
su vez, la idea de invención aplicada a la rácter mimético y de representación no se
literatura entraría en clara colisión con la verá en absoluto afectado por su ficciona­
definición tradicional desde Aristóteles de lidad, ni tam poco su esen cia real, por
la literatura com o mimesis o representa­ cuanto lo que el texto literario representa
ción. M ás adecuado, pese a que algunos es el lenguaje, un discurso o, si .se prefiere,
géneros fronterizos, com o la erudición un enunciado natural32. Esta afirmación
d iecioch esca, puedan difícilm ente ade­ permite distinguir, por un lado, la obra li­
cuarse, me parece definir, por el momento, teraria de otras obras de arte mimétícas,
la literatura com o ficción. En este sentido, por su carácter lingüístico, y, por otro, de
Barbara Herrnstein Smith señala: «el ca­ otras composiciones verbales no literarias.
rácter ficticio es precisamente lo que dis­ Por otra parte, dicha afirmación permite
tingue la obra de arte literaria de la clase salir de las tesis desviacionistas que defi­
más general de enunciados verbales e ins­ nían el lenguaje literario como un aparta­
cripciones»29. De esta forma, la obra li­ miento de la lengua común, sobre el que
teraria podrá definirse com o un acto de se fundaba el principio de literariedad o la
habla, en el sentido de Austin y Searle30, función poéLica específica del lenguaje li­
ficticio, es decir, un acto de habla cuyas terario33, para fijar las características del
convenciones son específicas, especiales y lenguaje literario en las convenciones de
diferentes a las del acto de habla natural, y su enunciación, en su contexto y, en gene­
cuya com prensión es necesaria para la ral, en el abordamienio del hecho literario
correcta interpretación de dicha obra. Po­ desde la totalidad del circuito de la comu­
dría decirse, por lo tanto, que la obra lite­ nicación social, como un complejo sistema
raria es un acto de habla enunciado en un de «acciones sociales comunicativas y no _
contexto particular y especial y que para la comunicativas, así como a sus componen­
comprensión de dicho enunciado es nece­ tes [...], cuyo objeto temático está consti­
sario, como para cualquier otro enunciado, tuido por aquellos “fenómenos” que son
ser consciente de la especialidad de ese “considerados como literarios" por los ac-
contexto, no del contexto que describe la tantes»39. Evidentemente, desde esta pers­
obra en su ficcionalidad, sino del contexto pectiva, la literariedad se traslada del texto

ls Mortara Garavelli, Hice, Manual de retórica. 32 Hetmslein Smith, B., op. cit.; p. 41.
Cátedra. Madrid, 1991; p. 67. 33 Vid. Pozuelo, José M.', La lengua literaria. Li­
M Herrnstein Smith, Barbara, Al margen del dis­ brería Agora. Málaga, 1983; pp. 61-81.
curso. La relación de la literatura con el lenguaje. 34 Schm idt, S iegfried J,, Fundamentos de la
Visor. Madrid, 1993; p. 25. ciencia empírica de la literatura. Taurus. Madrid, ‘
30 Austin, J.L., np. cit. Searle, John, Actos de ha­ 1990; p. 26. 4
bla. Ensayo de filosofía del lenguaje. CáLedra. Ma­
drid, 1990; pp. 22 y ss.
31 Vid. Heidegger, Martin, «La esencia del habla»
en De camino al habla. Ediciones Serbal. Barcelona,
1990;pp. 141 y ss.

474
LITER A TU R A /LÓ G IC A

ni contexto, para adquirir más que una di­ por sus receptores35. La literatura resulta­
mensión lingüística, una dimensión herme­ rá, así, una convención establecida entre
néutica. En consecuencia, será considera­ emisor y receptor sobre qué clase de acto
do como acto de comunicación literaria de habla es el que se comunica.
aquel com unicado que sea presentado
como literario y valorado como literario Juan José Lanz

Lógica
). Consideraciones introductorias pre unos problemas que llamamos sintác­
ticos que se relacionan con la inferencia
La lógica es una disciplina que investi­ válida, los conceptos de demostración, de­
ga la validez, corrección y coherencia de rivación y el m étodo axiom ático. Otros
nuestros razonamientos. Se ha cultivado problemas que aparecen podemos llamar­
mucho en los pueblos de Oriente y de Oc­ los sem ánticos, com o el análisis de los
cidente. La investigación actual concede conceptos de significado, verdad, distin­
mucha importancia a la lógica desarrolla­ ción entre intensión y extensión, las para­
da en la India y en la China. La llamamos dojas y antinom ias, como la famosa del
lógica oriental y, en algunas monografías mentiroso, en los enunciados reflexivos.
históricas, tales aportaciones están ya inte­ También hay temas mixtos sintáctico-se-
gradas en el conjunto de la historia total. mánticos al relacionar esas dos dimensio­
En nuesLro mundo se entiende por lógica nes. Con frecuencia surgen cuestiones re­
la que se desarrolla a partir de los griegos. lacionadas con la matemática, como suce­
Es la lógica occidental* 1. de ya con el método axiomático, la noción
La lógica no presenta un desarrollo li­ de número, la cantidad en la proposición,
neal continuado en su dimensión temporal, el infinito y sus paradojas desde Ze'rión de
apareciendo diferentes formas separadas Elea, la clase vacía, la relación entre la
en el espacio y el tiempo, como la antigua, parte y el todo.
la medieval y la moderna. Ha tenido rela­ En su fase adelantada se presenta la dis­
ciones con la filosofía, la lingüística, la tinción de niveles, como lógica y metalógi-
matemática y la metodología. ca, lenguaje y meta lenguaje, matemática y
Pero hay cierta unidad en la problemáti­ metamatemática, teorema y metateorema
ca lógica de todos los tiempos, dentro de que sucede cuando el segundo elemento
Ja discontinuidad de su desarrollo. En la trata de manera precisa sobre el primero,
historia de la lógica se han discutido siem­ p.ej., el metalenguaje es el lenguaje 'en el

35 Ibidem; p,-21S. berlin 1978); A. Guétmanova, M. Panov y V. PeLruvr,


Lógica, en forma simple sobre lo complejo. Diccio­
1 Los Diccionarios de Filosofía, como el de J. Ferra- nario (M oscú, Ed. Mir 1991); Louis Vax, Lexique.
ter Mora y el editado en alemán por J. Ritter y K, Grün­ Lagique (París, PUF 1982); R. Feys y F.B. Fitch,
der, Historisches Wörterbuch de Philosophie (Basi- Dictionary of symbols o f muthemalical Logic (Ams-
lea-Stuttgart, Schwabe et Co. 1980), t. V, en especial, terdam 1969), que ha sido traducido al castellano en
dedican mucho a ta lógica y a sus nociones. Además Paraninfo 1980. El prof. Wilhelin Risse ha publicado
de los diccionarios generales de filosofía hay algunos una importantísima Bihüographia Lógica (G. Olms,
especiales de lógica. Porcj., N.I. Kondakov, Wörter Hildesheim 1965, 1973, 1979) en cuatro grandes volú­
buch der Logik, traducción alemana del ruso (West- menes que debe consultarse en cada lema.

475
LÓGICA -

cual se habla acerca de otro lenguaje loma­ nales, formula interesantes paradojas y con­
do como objeto2. cede especial atención al significado y ver­
AI presente, me voy a limitar a exponer dad de los enunciados. Ha perfeccionado
unas nociones histérico-doctrinales sobre algo que le había faltado a Aristóteles, como
la lógica en Occidente, dejando de lado la es la lógica de la proposición sin analizar.
llamada lógica oriental. Desde la m ism a antigüedad aparecen co­
mentarios al Estagirita y a los estoicos. Ga­
leno reúne y mezcla las dos aportaciones, la
2. Lógica greco-rom ana, lógica antigua aristotélica y la estoica, y admite razona­
mientos que no se ajustan a ninguna de esas
Abarca principalmente desde los preso­ dos escuelas. A lgo parecido sucede con
cráticos hasta Boecio. El período prearis­ Apulcyo de Madaura. En el siglo ni de nues­
totélico prepara la primera codificación tra era, aparece el gran comentarista de Aris­
que hará el Estagirita. Los que ordenan el tóteles, Alejandro de Affodisia; y muy cer­
legado aristotélico juntaron lo que luego cano en el tiempo está Porfirio de Tiro que
se llamará Organon, la lógica que com ­ escribió sobre los cinco Predicables, consi­
prende las Categorías, el De interpretatio- derada como una introducción a las Catego­
m acerca de la proposición y sus propie­ rías o Predicamentos del Estagirita y tuvo
dades. los Analíticos primeros acerca de la en la historia posterior una autoridad y una
silogística. los Analíticos segundos sobre popularidad comparable a la de Aristóteles.
la demostración y ciencia, los Tópicos y Mario Victorino, Marciano Capella son
los £ / é?/íc o y sobre los silogismos probables también im portantes. Cicerón, Séneca,
y sobre los que conducen al error. Puede Quintiliano contribuyen mucho a la ver­
añadirse la Retórica, la Poética y el libro IV sión latina de los términos técnicos, acer­
de la Metafísica, como han hecho algunas can lógica y retorica. Con Boecio y Casio-
escuelas posteriormente. doró se termina este periodo de la lógica.
Aristóteles es el primer codificador de Boecio es de singular importancia por la
la lógica, con enorme influjo hasta nues­ versión latina de varias obras lógicas del
tros días. Desarrolla la lógica de los térmi­ Estagirita y por los comentarios a algunas
nos o de la proposición analizada y una ló­ de esas obras y por otros escritos más in­
gica modal sumamente compleja con algu­ dependientes y originales3.
nos atisbos de oíros temas. Teofrasto, su
d is c íp u lo , amplía la doctrina del silogism o
y desarrolla el razonamiento hipotético, 3. Lógica medieval y escolástica
preparando el advenimiento de la escuela
megárico-e5toica. Esta desarrolla el cálcu­ La reflexión lógica en la Edad Media se
lo de proposiciones, estudia sus functores, hace a partir del conocimiento gradual de
discute especialmente la naturaleza de la la aportación aristotélica, megárico-esioicn
implicación y de los enunciados condicio- *i. y retórico-gramatical de la antigüedad. Se

2 En I.M. Bochenski, Historiu de la lógica formal, tórica», Cuadernos .salmantinos de filosofía I í 1‘L-L ,
Irad. de M. Bravo Lozano (Madrid, Credos, 1967). 111-155; id., «El formalismo como mémdu ainih.ñ
431-463, una síntesis de la lógica india, con mucha de la historia de la lógicas, en Filosofía y <i r i s t»
hthlionrafía en las pp. 542-549, incluyendo la lógica el pensamiento español contemporáneo (MaJfid.
en China; Antón Dumúriu, liistoty of Logic (Tura- ( L Tecnos 1973). 70-85. ..
bridae Well, Ketil, Abacus Press 1977). I. pp. 1-65, ' ' J J. Corcoran. Anden! Logic and its moderr. ¡;;.vr
acerca de la lógica en la India y China primitivas con pretations (Dordrechl. D. Reidel. 1974): Bovii.-iv-ci.
i . abundante bibliografía; M. Luisa dalla Chiara Scabia. Historia de la lógica. 40-144; W. y M. Kn*\de. L¡
Lógica (Barcelona. Labor 1976), 9-40, 58-80: V. Mu­ desairado de la lógica (Madrid. Tecnos 1972». -- i ^
ñoz Delgado. -La lógica formal y su dimensión his- A! Dumiiriu, History o f Logic, 1.69-284.

476
LÓGICA

desarrolla especialmente desde el siglo xn tratados que se llamaron conjuntamente


7 hasta el primer cuarto del siglo xvi. Lógica moderna, lógica modernorum con
La primera gran base para la elabora- temas que no estaban codificados de ma­
ción de esa lógica la constituye la trilogía nera explícita en el mundo greco-romano.
; isagoge o Predicables de Porfirio, Cate- Ahora se unen lógica vetus y lógica nova
garfas y De interprelatione de Aristóteles, en la denominación común a ambas de ló­
asequibles en la traducción de B oecio y gica antiqua que se contrapone a lógica
Mario Victorino, además de algunos co- modernorum. París y Oxford son los cen­
- mentarlos de relativa originalidad, como el tros principales de cultivo.
de Boecio a los Tópica de Cicerón. A esc Lo nuevo de la lógica modernorum se re­
. complejo doctrinal, se agrega a principios duce a estos tratados: l.° Las propiedades
del xht el traLado anónimo, Líber de sex lógicas de los términos (suppositio, amplia­
: principas, que traLa de los seis últimos do, restrictio, appellatio, etc.); 2 .a El estu­
predicamentos y fue atribuido a Gilberto dio de los términos sincategoremáticos (De
-- Porreta4. Ese conjunto de tratados y doc- syncathegorematicis) y de las proposicio­
. trinas se le llamó lógica vetus, ars vetas. nes exponibles (De exponibilibusfi apare­
7 . El Occidente desde mediados del XII co- ce también el tratado De modis significandi
- noce todos los tratados de la lógica aristo­ con frecuencia unido a temas gramaticales.
télica. Los nuevos elementos contenidos en 3.° Los grandes tratados de conseqttemiis,
ambos Analíticos, Tópicos y Refutación de rema central que afecta a la noción de in­
- los Sofistas fueron llamados lógica nova y ferencia e influía en todos los demás trata­
' su conocimiento constituyó un acontecí- dos: el de obligationibus, singular recopila­
: miento de gran importancia. ción de las normas de la inferencia (conse-
En la transmisión doctrinal, en el conoci­ quentia) aplicadas a la práctica y ejercicios
miento del mundo griego y en la incipiente dispulaLorios; otro tratado de enorme inte­
- reflexión medieval influyen mucho los ára­ rés era el de insolubilibus. que discutía las
bes. que sirven de unión con la antigua Gre- paradojas lógicas. Estos tratados de la ló­
.; cia, Alejandría, Bizancio. Bagdad. España gica moderna son hoy muy apreciados
7- como transmisora, mediadora y fecundado- desde la logística. N o son propiam ente
ni de Europa desempeña un papel de mucha aristotélicos y han sido m enospreciados,
transcendencia. Recordemos entre los auto- suprimidos o malentendidos en la llamada
res importantes a Alkindi, Alfarabi, Avice- lógica neoescolástica , que florece desde la
. na, AI gacel y olfos en el Islam oriental. En- restauración de León X lil hasta tiempos
' - tre los occidentales y españoles meneiona- muy recientes y está expuesta en manuales
; ' mos a Ibn Hazm de Córdoba, Avempace, muy conocidos, como J", Donat, L. Salce­
Abentofail, Averroes, Ibn Sabin. Y entre los do, J. Gredt, Maquart, etc. Hay que distin­
- -judíos españoles, culturalmente unidos a los guir muy cuidadosamente la lógica pobre
. árabes, recordamos a Ibn Gabirol. Gersóni- y deformada de esos manuales neoeseolás-
£ des. Ychuda Ha-Levú Maimónides y otros5. ticos de la gran lógica escoláslica de los si­
[ En el Xin y xiv. en la Europa cristiana. glos X lil al primer cuarto del XVI. Esta es la
■ surgen nuevas doctrinas lógicas y nuevos apreciada desde la lógica matemática en

. . * V. Muñoz D dgnda «Iiltrodut/vión al patrimonio 5 Ibrahim Madkour. L"Organon d'Ari.uote d a n s


tscolásiico de lógica». C u a d e r n o s s a lm a n ti n o s d e ß - le m o n d e a r a b e (Pan's J. Vrin 1969); N. Reseller. S t u ­
j'...- Ifsißa 2 (1975). 45-7Í : H. Scheppers, «Lógica vetus. d i e s in t h e h i s t o r y o f a r a b l e L o g i c iUnivursidad da
? lofica nova», en J. Ritter y K. Gründer, H i s to r i s c h e s Pittsburgh 1963); id.. T h e d e v e l o p m e n t o f ( tr a h ie L o g ic
. hiírrer/ujc/i d e r P h ilo s o p h ie . 1. V. pp. 355-58; J. Joli- (Pittsburgh 1964); Alain de Libera, L a p h ilo s o p h ic m é ­
». %tt >' Alain da Libera (ads.). G il b e r t d e P o i ti e r s er s e s d ié v a le (Paris, PtJF 1993'!. 2-243.
7 (Vr-!nr.poraiti.\ (Napolis. Biblinpolís 19S7J.
L
ÏÏ -
477
LÓGICA

alio grado, como los tratados de Ockham, filosofía de la lógica. En la Edad Moderna
la escuela de Merton en Oxford, Buridán, continúan las grandes escuelas medieva­
W. Burleigh. Alberto de Sajorna, Pablo de les, como los tomistas que ahora desarro­
V eda, Pedro de Mantua, etc.6. llan una filosofía de la lógica desde el eme
Terminamos recordando la gigantesca de razón, algo ideal abstraído de la psico­
figura de Raimundo Lulio ( t 1316), que logía. Los jesuítas elaboran una lógica
supera todos los cauces ordinarios. Hay en cuyo objeto son los actos y conceptos for­
él un acercamiento entre lógica y retórica males del entendimiento, un ente real. Los
con intentos de aplicación a lo ético y jurí­ escolásticos llamaron a la lógica medicina
dico. Su Ars es inventiva y demostrativa a mentís, philosophia rationalis, sciemia
la vez, se concibe com o un instrumento scientiarum, scientia generalis, etc.8.
del conocim ien to en ciclo p éd ico con el Desde la entrada del Renacimiento, los
proyecto de combinatoria universal, que estudiosos de la cultura clásica objetan a la
influye mucho en Leibniz. Su doctrina de escolástica, y en particular a la lógica, su
las dignitates y primeros principios tiene barbarie lingüística, la inutilidad y falta de
en el fondo carácter axiomático. Traduce atractivo de algunos tratados de la lógica
primero al latín y después en verso catalán modernonan. El dominio de un latín clási­
la Lógica de A lgacel y es precursor de co y elegante se ha convertido en objetivo
muchas ideas, como de la lógica de rela­ básico de la educación. Cicerón, Quintilla-
ciones y de la mecanización de la lógica7. no y otros son autoridades indiscutibles,
acercando mucho la lógica a la retórica, co­
brando especial importancia los Tópicos y
4. Lógica y filosofía en el m undo la doctrina de los lugares de argumenta­
m oderno ción. Lorenzo Valla, Vives, Agrícola, Me-
lanchton, Pedro Ramus, el Brócense y otros
La lógica ha estado unida a la filosofía son ahora muy importantes. Con esa ten­
desde los griegos, ya como una parte prin­ dencia puede relacionarse la nouvelle rc-
cipal, ya com o una introducción general. thoriqite, predicada por Perelman en la
Desde los estoicos y aristotélicos hay una Universidad libre de la moderna Bruselas9.

6 N. Kretzmann, A. Kenny y J. Pingborg (eds.), 7 V. Muñoz Delgado, Lógica hispano-portuguesa

I The Cambridge history of Inter medieval Thilosophy


(Cambridge Univ. Press 1982). con macha bibliogra­
hasta 1600 (Salamanca 1972), pp, 112-122; M. Cruz
Hernández, El pensamiento de Ramón Liuti (.Madrid,
fía. destaca especialmente el cultivo e importancia de Cu siali a 1977); D, Urvoy, Penser !’Islam. Les pressu-
la lógica; A. Dumitriu, History o f Logic, II, 3-180; pposés isiamiqites de 1‘Art de Udl (Paris, J. Vrin 1980);
L. Pozzi, Le consequentiae nella lógica medieval* J. Velarde Lombraña, Historia de la lógica (Universi- •
I (Padua, Liviana 1978); J. Pingborg, Logik und Se­ dad de Oviedo, 1989), 145-153.
mantik im M ittelalter (Stuttgart, H olzboog 1972); La contraposición que se hace en mi libro Lógica
Heinz Enders, Sprachlogische Traktate des Mitleidl- foj matemática y lógica filosófica está concebida sola,
ters und der Semuntikbegrijf {Paderborn, Scboningh l | mente a partir de la ne oc seo Ins tica, anles de los gran- .
1975); A. Maieni (ed.), English Logikin littly in the des esiudios hisióricos.
!4ih and I5th Centuries (Ñápeles, BibÜopolis 1982); H W. Risse, Die Logik der Neuzeit. 1. Band 1500-

i Lambert Marie de Rijk, Lógica mudernorum (Assen,


Van Gorcum 1962,1967), 3 vols.; Joel Biard, Logique
1640, 2. Band 1640-1780 (Stuttgart-Bad Cannstatt, F.
Frommunn Verlag, 1970,1964, 1970); K. Pratili, Ges- \
et théorie du si ne au xiv siècle (París, J. Vrin, 1989). chichte der Logik im Abendlande, l IV (Graz, 1955); ■
La Universidad de Oxford está publicando estudios y L.J. Ashworth, Languuge and Logic in the Post Me-
comentarios sobre cada uno de los tratados de Ja Ló­ dieval Period (Dordrecht, D. D. Reidel 1974). . 2,
gica Magna de Pablo de Venec.ia, la mejor exposi­ 9 J. Velarde Lombraña, Historia de la lógica, 154-
ción de la lógica escolástica, encargando cada tema a 159; C, V asoli, La dialettica e la retorica dell’umanesi­
un especialista que reúne todo lo publicado sobre la mo: Invenzione e Metodo nella cultura dell leve XVI se- ■
cuestión. colo (Milán 1968); V. Muñoz Delgado, «Nominalismo, '

478
LÓGICA

Descendiendo más en particular, hay al­ cognoscitivas, convirtiéndola en una pane


gunas tendencias modernas en las que po­ de la p sic o lo g ía , com o sucede con los
demos hablar de una lógica metodológica asociacionistas y fenomenistas. Teodoro
y normativista, porque unen la lógica a la Lípps ( t 1914) en la línea psicologista es­
nueva inducción y al método general de la cribe una lógica herm enéutica, donde
ciencia, convirtiéndola en el arte de pensar busca el logos total En la línea de la fi­
correcto y de distinguir lo verdadero de lo losofía fenom enológica de E. Husserl se
falso. Así F. Bacon ( t 1626). Stuart Mili ha desarrollado una lógica fenomenológi­
(f 1873), J. Herschell, W. Whewell y otros. ca, antipsicologista, que define a nuestra
Por su parte Descartes (f 1650) une espe­ d iscip lin a com o la ciencia de lo s pen­
cialmente las matemáticas a la doctrina del samientos en cuanto tales. Ha producido
método y a las reglas para la dirección del fam osos manuales, com o el de Pfander,
espíritu, que da origen a la lógica com o O. Becker, Romero y Pucciarelli, Andrés
ars cogimndi en A. Arnauld y P. NicoJe, Avelino y otros12. Entre los grandes amo­
Lógica de Pori-Royal (1662), en la que res modernos es especialmente significati­
hay mucho de aristotélico. G assendi y vo Leibniz ( f 1716) en el que encontra­
Jungius conciben la lógica como el arte de mos una lógica com o ars inveniendi. la ¡|'
pensar correcto y de distinguir lo verdade­ idea del cálculo lógico, la de matemática
ro de lo falso. En general, son de esta ten­ universal, la teoría de las posibles formas
dencia los que conciben las leyes de la ló­ teóricas, la interpretación extensional e
gica como leyes del pensamiento. En la lí­ intensión al de los conceptos lógicos, una
nea de Descartes podemos citar a Espinosa lógica de relaciones y muchas otras ideas.
(f 1677) que adopta parte del método car­ La combinatoria y característica universal
tesiano, lo aplica de manera rigurosa em­ lo relacionan con Lulio, como él mismo
pleando la axiomática en su famosa Etica. reconoce. La riqueza de Leibniz en orden
También aprecia mucho el método mate­ a la lógica es inmensa y tarda en descu­
mático Tomás Hobbes (f 1679), que pen­ brirse y revalorizarse debidamente hasta
saba que filosofar es razonar y razonar es Couturat y B. Russell. Son también muy
calcular. convirtiendo el conocimiento en importantes Lambert, Ploucquet, Euler y
una computation'0. otros.
Otros hablan de una lógica gnoseologi- Por su vastísima cultura y su dedicación ■
ca y psicologista, cuando se concibe como a la lógica hay que recordar a Juan Cara-
una parte de la teoría del conocer, como muel (t 1682) que propone una reforma y '
sucede e n H . Cohén y e n la escuela de una am pliación de la lógica aristotélica,
Marburgo. Algunos escolásticos decían trabaja en la cuantificación del predicado,
que la lógica trataba de las operaciones inventa una sim bología para la lógica de

lógica y humanismo», en M. Revuelta y Ciríaco Morón Cf. también Gíovanni Craptilli, Mathesis universaiis.
Arroyo (eds.), El erasmisnui en España (Santander, Soc. Genesi di una idea nel xvi sécalo (Roma, Ateneo
Menéndcz Pelayo 1986), 110-173; id.. «La crítica de 1969).
los humanistas a la ciencia y a la lógica de la escolás­ 11 Ritter y Gründer, t. V, 41 3 -15,454 56; J. Ferra-
tica tardía», en Actas det Simposio Filosofía y Cien­ ter Mora, Diccionario de filosofía, l. II, art. Lógica;
cia en el Renacimiento (Universidad Compostdana Dumitriu, m , 319 ss.; E. Lledó, «A propósito de una ló ­
1988), 341-356; G. González, Dialéctica escolástica y gica hermenéutica». Revista de Filosofía (Madrid), 20
lógica humanista (Universidad de Salamanca 1987). (1961), 41-50.
Cf. Ch. Perelman y L.O. Tyleca, Retórica y Lógica 12 Robett S. Ttagesser, Phenomenology and Logic
(México, UNAM 1959). (Comell Univ. Press 1977); F. Romero y E. Pucciare­
I# J. Ritter y K. Grunder. Historisches Worter- lli, Lógica (Buenos Aires, Espasa-Calpe 1945), 18,
bucli, t. V, pp. 418-23; Veíanle Lombrafla, Historia, 250-266 con muchas noticias; Tilomas Fay, Heidegger:
154-165; Dumitriu, History o f Logic, t. III, parte VI. the critique o f Logic (La Haya, M. NijhofF I977L

479
LÓGICA

relaciones, desarrolla mucho la lógica deón- del m ism o autor An investigation o f the
tica, etc.13. ¡aws o f íhought (Londres 1854). Boole
Otro autor cada vez más importante es muestra que el vigor deductivo de la argu­
Hegel ( | 1831). que construye una lógica mentación matemática reside en la estruc­
capaz de englobar la ontología. Esa lógica tura formal de sus expresiones simbólicas,
de la identidad y diversidad está muy aso­ independientemente de las posibles inter­
ciada a la filosofía soviética. En la actuali­ pretaciones, una de las cuales son las ope­
dad influye mucho y se trata de formali­ raciones de la lógica. Boole desarrolla la
zarla y matematizarla14. lógica de clases y la de las proposiciones
Terminamos este apartado recordando a sin analizar y descubre el paralelismo entre
Kant ( | 1804) donde no siempre aparecen las leyes del pensamiento y las algebraicas,
claras las relaciones entre, lógica formal y especialmente en el caso que se limíLe a
lógica transcendental. Esta es la ciencia de operar con 1 y 0. También aplica el cálculo
las reglas del entendimiento en general. a las probabilidades. Está en relación con
Vuelve a tratar la lógica como ciencia pura, De Morgan y Hamilton, que discutían la
aislada de la psicología, del método y del cuamificación del predicado ayudándole a
objeto del conocimiento. Fichte (t 1814) y incrementar su interés por la lógica. San-
Schelling ( t 1854) pretenden enmendar a ders Peirce ( | 1914) y Schroder perfeccio­
Kant estableciendo que la lógica formal, nan esa vertiente matemática de la lógica16.
como cualquier otra ciencia, queda subordi­ Oirá linca de evolución es la de G. Fre-
nada a la lógica transcendental15. ge (1848-1925) que en su Begriffschrift
(1879) consLruye un sistema de lógica for­
mal. Su intento era reducir las matemáti­
5. Lógica matemática clásica cas a la lógica, comenzando por definir las
nociones aritméticas a partir de principios
En la constitución de la lógica matemá­ y nociones lógicas (logicismo). Es capital
tica podemos comenzar por la dirección en Frege el análisis de la proposición en
doctrinal que va de Boole (I815-1S64) a función y argumento, introduce cuantifica-
E. Schroder (1841-1902), que llegan a la dores y aplica el método axiomático. La
construcción de la llamada álgebra de la sistem atización de la lógica era la base
lógica. Esta lógica se funda en 1S47 con la para fundamentar las matemáticas, comen­
obra de Jorge Boole, The mathematical zando por la aritmética, lo que realiza en
a na lysis a f Logic, publicada en Cambridge Cnindgesetz.c det Ariíhnietik (1893) y en
en dicho año. Se perfecciona con otra obra otros escritos17.

13 Velarde, Historia, 166-216; id, «Aportaciones d e s q ita tr e f i g u r e s s y li u g is i iq t te s d e m o n t r e ? p a r K a n t


de Caramucl a la lógica», Actus II Congreso de Teo­ (París. J. Vrin 1972); Isidoro Reguera. L a ló g ic a
ría y Metodología de las Ciencias (Oviedo. Pentalfa kantiana (Madrid, Visor 19S9); Th. Kaehno Swing.
1983), 11, 273-78; B. Russell, A critica! exposition of Kuni's transcendental L o g i c (Ynle Universiiy Prcv
the Philosophy of Leibniz (Londres, Allen and Unwin 1969).
1900). Velardc, Historia, pp. 244-29S; P.H. Niikliidi.
14 RiLter y Griindcr. t. V, 475-78; Velarde. Histo­ El desarrollo de ¡a lógica matemática (Madrid, Calu­
ria de ta lógica, 227-243: Diego Marconi. La fvrma- cha 1978), 42-67; Ignacio Juné, Algebras de lioolc \
lizzazzioiie de ¡a dialettica. Hegel e Marx e la logica lógica (Universidad de Barcelona 19891.
contemporanea (Turin, Rosenberg el Seller 1979). ir Eladio Chavan!. Ensayos en torno a la raciona­
15 Ritter y Grander, t. V. 462-71; Velarde. Histo­ lidad (Salamanca, Ed. San Esteban 1990). pp, lül-l-R’-
ria, 2 18-223. 246: F. Barone, Logica formale e tras­ P. Martínez Freiré, «Sentidos, referencias y concepto
cendentale (Turin. Ed. di «Filosofia», 1957. 1965) 2 en Frege». Pensamiento 46 (19901, 403-418; Chri"
vols.; Em. Kanl, Logiqite (París, J. Vrin 1966); Fran­ (tan T h id . «From Leibniz (o Frege: m a the mui ir:: ¡
cis Courtès. Elude historìque sur la fattsse subii lite Logic between 1679 and 1879». Actas VI c tu i g m r

480
LÓGICA

- Cantor (f 1918) desarrolla por esos mis­ pecialmente importantes L ukasiew icz y
inos años la teoría de conjuntos y la arit-1 Tarski. Trabajan y perfeccionan todos los
mética transfmita. José Peano (1858-1932) temas; pero quiero destacar que, en el fon­
emprende la tarea de descubrir las ideas y do, hay un acercamiento a la filosofía y un
leyes lógicas que se usan en matemáticas, intento de situar históricamente la nueva
inventando una nueva notación mucho más lógica en la tradición greco-escolástica.
clara que la de Frege, resultando unas for­ Entre las alternativas a la lógica clásica
mulaciones mucho más diáfanas18. comienza Lukasiewicz por 1910 con una
La culm inación y síntesis de esos y nueva visión del principio de contradic­
otros trabajos aparece en 1910 con Prin­ ción y en 1920 formula una lógica de tres
cipia Mathematica de A.N. Whitehead y valores-0.
B. Russell, que tuvo Lres volúmenes en su Brouwer (1881-1966) comienza a propo­
primera edición (Cambridge 1910-1913). ner desde 1910 el neointuicionismo, opo­
Al principio del primer volumen se unen niéndose al logicismo de Principia Maíhe-
en un sistema general el álgebra lógica de matica, proponiendo que la matemática se
Boole-Schroder con las teorías de Frege, deriva de una intuición y que es esencial-
Cantor, Peano y otros. A la lógica le inte­ mente constructiva atacando la teoría de '
resa ía codificación de la lógica que había los conjuntos infinitos, el empleo univer-fri
de servir de principios de donde se habrían sal del principio de tercero excluido y la fl
de derivar las matemáticas, como de hecho doble negación. El criterio de la intuición
se intenta realizar en los tres tomos. y el constructivismo llevan consigo la mu- 1/
La derivación de las matemáticas de tílación de partes importantes de la mate- *'
principios puramente lógicos (logicismo) mélica y dc algunas leyes lógicas21.
fue muy discutida; en cambio, la lógica de El gran matemático alemán David Hil-
base se convierte en clásica y sirve de refe­ bert (1862-1943) quiere conservar los con­
rencia para todos los progresos ulteriores. juntos infinitos de Cantor, salvarlos de los
Ahí se desarrolla una lógica de proposicio­ ataques intuicionistas y de las paradojas.
nes con la teoría de juntores (p. 90-126), Mediante la axiomatización bastaría de­
una lógica de predicados (p. 127-1S6), una mostrar que la matemática finita y la infi­
teoría de clases y relaciones (p. 187-326). nita son consistentes. Esas ideas pusieron
Esa ordenación y esa presentación se ha de moda la exigencia de la demostración
reproducido en innumerables manuales19. de no-contradicción de todos los sistemas
Desde principios de siglo aparece la es­ formales, distinguiendo dos niveles (mate­
cuela polaca, que se desarrolla sobre todo mática y metamatemática) que los lógicos
entre las dos guerras mundiales con hom­ han traducido por lógica y m etalógica.
bres como Kotarbinski, Lesniewski. Sobo- Con ello también se ponen de moda las
cinski, Bochenski, etc. Sobre todo son cs-*1 propiedades metateóricas de los sistemas

iniem, dc Idgicu, mclodologfa y ftiosofia de la cien- (Cambridge, Mass. 1967); Amiré Dardon, La ph'tlo-
cia (Amsterdam, North Holland 19S2), 755-72; Igna­ sophie des mathematiques. Elude sur la lugisíique de
cio Angelelli, Studies on G. Frege and traditional Russell (Parts, PUF 1949).
philosophy (Dordrecht, D. Reidel, 1967). 10 W. y M. linéale, El desarrollo de la lógica,
11 Velarde, fiistoria, 311 -362; Riller-Grender, l. V, 529-33; Storrs McCall (ed.), Palish Logic ¡920-1939
376-83; G.D. Bourne, The philosophy of Logic. 1880- (OxJ'ord, Clarendon 1967); Jan Lukasiewicz, Estu­
1908 (La Hay a, Mouion 1966). dios de lógica y filosofía (Madrid. Rev, de Occidente
15 Paul Arthur Schilp (ed.), The philosophy o f Ber­ 1975).
trand Russell (Nueva York, Tudor 1951); id. (ed.), The 21 Kneale, El desarrollo, 623-625: A. Heyting, In­
philosophy of Alfred North Whitehead (La Salle, III troducción al intuicionismo (Madrid. Tecnos 1976);
1971); Jean van Heijenoort (ed.). From Frege to Go- M . Martínez de la Fuente, El intuicionismo matemá­
del. A source Book o f mathematical Logic 1879-1931 tico (Buenos Aires, Ed. Universitaria 1977).

481
LÓGICA

que había que demostrar en el segundo ni­ implicación y las paradojas lógicas gcnci» £
vel, como la completud, la decid¡bilídad, les produjeron descontentos y enormes ts*%
consistencia o no contradicción, etc, La fi­ fuerzos para la superación. Sólo permaná a
losofía de las matemáticas de Hilbert se cen fieles al modelo de lógica clásica
suele llamar formalismo, que con el intuí- nos dogmáticos, como el profesor
cionismo de Brouwer y el logicismo de van Orrnan Quine y Peter Geach con w 4
Frege-Russell constituyen las tres grandes entusiasmo digno de mejor causa, afir» i
teorías acerca de los fundamentos de las man algunos. Aplicando los paradigmasdc:;
matemáticas y sus relaciones con la nueva T. Kuhn. la lógica clásica está en una
lógica22. revolucionaria, en profunda crisis. Algtt* 4
Los lógicos intentan demostrar esas pro­ nos llegan hasta a decir que en el fondo e» 1
piedades m etateóricas en el sistem a de muy poco lo que la lógica ha progresado *
Russell y lo más decisivo fue el llamado, desde Aristóteles, que Kant tenía raidn ■j
teorema de Godel, demostrado en 1931, cuando se acerca a esas ideas y que en el ^
que probó que ningún sistema axiomático fondo esa lógica no tiene historia2-1. -1
de la aritmética elemental es completo si Ciertamente son hoy muchas las díspu- ,
es consistente. Con este y otros teoremas tas acerca de la lógica clásica y numerosas j
llamados de limitación de los formalismos las nuevas lógicas que aparecen negando 1
com ienza la fase crítica y degenerativa de supuestos hasta ahora admitidos general* «
la lógica clásica. Influyen otros factores y mente. Recuerdo algunos temas del paño- .$
otros aspectos que iremos viendo23. rama actual de la lógica, comparando las *
nuevas lógicas con lo que defendía el pen­
samiento clásico.
6. Nuevas lógicas 1 En la lógica estándard cada enuncia­
do tiene siempre uno de los dos valores, }
La ló g ica matemática clásica tuvo un verdadero-falso, nunca los dos y en ellos f
gran desarrollo. Pero siempre hubo algunas no hay grados de verdad y falsedad. Ahora j
anomalías que progresivamente fueron con­ aparecen lógicas con más de dos valores, 1
moviendo el edificio. El logicismo y el pro­ llamadas lógicas polivalentes, con gran
grama de formalización de Hilbert reciben variedad; desde las que admiten tres hasta
un duro golpe con los teoremas de Godel; las de infinitos valores. Hay también lógi­
el atomismo del Tractatus de Wittgenstein cas gradualistas que admiten grados de ;
ha sido desmantelado, las paradojas de la verdad y de falsedad. Más abajo hablamos

-- Kneale, 666-687; Velarde, Hist aria. 397-406; J.D, García Bacea afirma: «la historia II losó fie a de la
D. H üben y P. Bemays, Grundlagen der Mathematik lógica desde Aristóteles hasta Russell, inclusive, es
(Berlin, Springer 1934, 1939); Hilbert y W. Ackermann, uno y el mismo hilo, una y la misma lógica... La lógi­
Elemental de logica tetmea (Madrid, Teen os 1962). ca no ha progresado desde Aristóteles. Kant tenía ra­
13 K. Gödel, Obras completas, trad, de J, M os- zón... La lógica, bajo la forma que le dan Whitehead,
terin (Madrid, Alianza 1981), pp. 55-89; E. Nagel y Russell, Hilbert, Camap. Tarskí... no es más que el
R, N ew m an, El teorema de Gödel (Madrid, Tecnos esqueleto, limpio, mondo, de la misma lógica que, ■
1979); E m ilio Diaz E stivez, El teorema de Gödel recubierta aún de carne, de vida helénica, estoica, re­
(Pamplona, EUNSA 1975); J. Ladrlere, Los Itmita- nacentista más Larde, llega a ese final resultado puro
ciories internets de los fonnalismos (Madrid, Tecnos que es Principia Mathemattca», Historia filosófica
1969); G.T. Kneebone, Mathematical Logic and the de la ciencia (México, UNAM 1963), pp. 10-11. Acer­
Foundations of mathematics (Londres, D. Van Nos- ca de Quine, ver Aspectos de la filosofa de Quine -
Irand 1966); E.W. BeLh, The foundations o f mathe­ (Valencia, Cuadernos Teorema 1976). Por otra parte,
matics (La Haya, North Holland 1965). N. Rescher, Tapies ¡n philosophical Logic (Dordrecht,
34 G. Priest, «C lassical Logic Aufgehoben», en D. Reidcl 1968), pp. 6-9, publica un mapa de las dife­
G. Priest, R. Koutley y J. Norman (eds.), Paraconsistent rentes direcciones, reproducido en Teorema 1971 n.° 2,
Logic (Munich, Philosophia Verlag 1989), pp. 139-148. pp. 51-70.

482
LÒGICA

i las que admiten enunciados verdaderos


, i'.iNos al mismo tiempo. Algunos tratan
¿c las llamadas lógicas parciales o atéü-
que trabajan con fórmulas que ni son
i enlaje ras ni falsas2\
En la lógica ordinaria los functores o
júniores son extensionales en orden a las
lunciones veritativas. Tenemos ahora mu­
chas lógicas intensionales que no utilizan
funciones de verdad. P.ej., las lógicas de
U modalidad. Gardies y otros piensan que
hay muchas modalidades además de las
clásicas y que todas reciben un tratamiento
paralelo. Tendríamos la lógica modal ond­
ea que utiliza los modificadores necesario-
contingente, posible-imposible; la modal
temporal (siempre, a veces, pasado, presen­
te. Tuturo, etc.); la modal deóntica (permiti­
do, prohibido, obligatorio); la modal epis-
tintica (cree que, sabe que, etc.); la modal
bido/mica u optativa (quiere que, desea
que, etc.). También se ha desarrollado la ló­
gica de las preguntas, llamada eratédea o
crotemáüca. También hay las lógicas condi­ «Abstracción simbólica» (R. Herreros)
cionales que estudian principalmente los
enunciados contrafáciicos, introduciendo el
subjuntivo gramatical, como en el ejemplo si traducir el tiempo. Ahora se hace una am­
el vaso se hubiese caído, se habría roto. Con pliación a los modos interrogativo, impe­
el tema se unen las relaciones entre condi­ rativo, subjuntivo y se estudia el discurso
cionales, la asimetría temporal y las probabi­ teórico y el práctico26.
lidades condicionales en la lógica inductiva. 3.° En la lógica de Principia Mathema­
La lógica clásica se limitaba al discurso, tica era muy importante la implicación
apofántico, descriptivo y asertórico sin in- material, que no exige conexión signifíca-

25 Lorenzo Peña, Rudimentos de lógica matemdti- 1977); M. Sánchez Mazas, Cálculo de. las normas
ca (Madrid, CSIC 1991); Veíanle, Historia. 409-417; (Barcelona. Ariel, 1973); J. Rodríguez Marín, Lógica
N. Zinoviev, Philosophical problems o f many-valued deóntica. Concepto y sistemas (Universidad de-V a­
Logic (Dordrecht, D. Re idei 1963); R. Ackcrmann, lencia 1978); U. Nortmann, Deontische U>gik ohne
An introduction to many-valued Logic (Londres, Paradoxien. Semantik und Logik des Normativen
Routledge et Kegan 1967); E. Agazzi (ed.), Modem Lo­ (Munich, Philosophia Verlag 1989); N .D. Belnap y
gic.-A Survey (Dordrecht, D. Reidei, 1981), pp. 93-130. T.B. Steel, The logic o f questions and anxwers (Yale
24 Jean Louis Gardies, Essai sur la logique des University Press 1976), eon mucha bibliografía; N i­
modalités (Parts, PU F 1979); id., La logique du colas R escher, Hypothetical reasonin (Amsterdam,
temps (Parts, PUF, 1975); Ramón Hansana, Una in­ North Holland 1964); Donald Nute, Tapies in condi-
troducción a la lógica modal (Madrid, Tecnos 1990); tional Logic (Dodrecht, D. Reidel 1980); J. Hinükka,
G. von Wright, «Problems and Prospects o f Dcontic Saber y creer (Madrid, Tecnos 1979). De todas estas
Logic. A Survey», en E. Agazzi (ed.), pp. 399-423; ramas nuevas se estudia y busca la historia pasada y
C.E. Alchourron y E. Bulygin, Normative systems no solamente en la lógica modal. Un ejemplo es Ivan
(Viena, Springer, 1971); Giuliano di Bernardo (ed.). Boh, Epistemic Logic in the latter Middle Ages (Lon­
Logica deóntica e semantica (B olonia, II M ulino dres, Routledge 1993).

483
LÓGICA

tiva y de sentido entre el antecedente y posiciones existenciales, como en el cuan-


consiguiente. Ahora hay las lógicas rele­ tificador particular. En oposición a eSe su­
vantes que exigen relación entre el signi­ puesto han nacido las lógicas libres que
fica d o del an teced en te y el del c o n si­ no hacen asunciones de existencia en los
guiente. Las varias lógicas relevantes sue­ des ignota de sus términos. Las lógicas
len negar el modus ponens y la le y del umversalmente libres se pueden aplicar en
silogism o disyuntivo. Más recientemente un dominio vacío, cambiando la semántica
se habla de las lógicas no monotónicas, para obtener una mayor extensión de la ló­
nombre moderno de una variedad de acti­ gica ordinaria29.
vidades que consideran que la visión tra­ 6. ° Otra dirección de enorme interés
dicional de la inferencia es muy estrecha difusión se llama la lógica borrosa, vaga,
y hay que ampliarla, como en las lógicas difusa (fuzzy). La lógica clásica buscaba la
p o r defecto, donde se admiten conclusio­ máxima precisión y formalización, exakte
nes que hay que revisar al aumentar la in­ Logik la llamaba Schröder. Las lógicas di­
formación27*. fusas o vagas ofrecen modelos de razona­
4. miento aproximado, basándose en que el
° La lógica de los programas en la teo­
ría de computadores se llama lógica dinámi­ pensamiento y conocimiento humanos son
ca, que se acerca a una versión de la lógica imprecisos. Las lógicas fuzzy están encon­
modal y temporal. Otro tema que se ha trando numerosas aplicaciones en. indus­
tratado mucho en los congresos interna­ tria y en informática-0.
cionales de lógica es el de la m ecánica 7. ° La lógica y la filosofía de tiempos p
cuántica, donde parece que no se cumple sados admitía como algo fundamental los
la ley distributiva y la dualidad entre con­ tres conocidos principios; identidad, no-
junción y disyunción. La mecánica cuánti­ contradicción y tercero excluido. Hemos
ca se sirve de unas estructuras que algunos visto que el intuicionismo comenzó hacien­
creen puramenLe algebraicas y otros lógi­ do un reajuste en la aplicación del principio
cas. El problema consiste en si la mecáni­ de tercero excluido, en la negación y en el
ca cuántica supone una lógica nueva, una rechazo de algunas leyes lógicas.
lógica cuántica1*. Aparecen ahora las llamadas lógicas no-
5. ° En la lógica clásica todos los térmi­ reflexivas que niegan el principio de iden­
nos deben denotar y se hacen algunas su­ tidad. Hay otras que reajustan y aún que-

-7 M. Richard Díaz, Topics in the Logic o f Rele­ Mechattics», en E. Agazzi (ed.). pp. 331-352; id.,
vance (Munich, Philosophia Verlag 1981); José M. «The relevante o f quantum logic in the domatn uf
Méndez, «Introducción a los conceptos fundamenta­ non classic al Logics», en Actas del VII Congreso de
les de la lógica de la relevancia», Arbol 132 (1989), Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia (Ams­
75-93; Gerard Jagcc, «Non-monolonic Reasoning by terdam, Norih-Holland 19S6). 241-54.
Axiomatic Extensions», Actas del VIII Congreso de 2'} Lucila González Pazos. «Lógicas Libres», en
Lógico. Metodología y Filosofía de la Ciencia (Ams­ Lógica. Epistemología y Teoría de la Ciencia (Madrid.
terdam, N onh-H olland 1989), pp. 93-110. En esta Ministerio de Educación y Ciencia 1981), pp. S3-113;
síntesis quedan sin mencionar algunas lógicas; lógica R olf Schock, Logics without existen ce assumpíions
combinalona, minimal, presuposicional. me Teología (Eslocolmo, Almqvisl, 196S).
de Lesniewski. preferencia, la acción, diafógica, ope­ 30 J. V elarde Lombraña. Gnoscalogia de las
rativa o constructiva, positiva, etc. sistemas difusos (Universidad de Oviedo 1991);
-s W.R. Pratt, «Dynamic Logic», Actíií W Con­ id., «Análisis gnoseológico de los sistemas difu­
greso de iJígica, Metodología y Filosofía de ¡a Ciencia sos» (I), El Basilisco, n.10 10 (1991), pp, 26-3S y
(Amsterdam. Nonh-Holland 1982), 251-163; D. Harel, (II), n.° 11 (1992), 28-45; E. Trillas y Julio Gutierre?
Firstorder dynamic Logic (Viena, Sponger 1979). La Ríus (eds.). Aplicaciones de la lógica borrosa (Ma­
revista Synthcse, 29 (1974). n.oi 1-4 está dedicada a Lo­ drid, CSIC 1992). La revista Albor, 146 (1993),
gic and probability in quantum mechanics, 405 pp.; septiembre-oclubre, n.M573-574, son 230 pp, dedica­
M.L. Dalla Chiara, «Logical foundations of quantum das al tema.

484
brantan el principio de no-contradicción, losofía del lenguaje, donde trata: diversos
adm itiendo contradicciones verdaderas, aspectos de la cuantificación, la predica­
como sucede con las lógicas para-consis- ción en lógica intensional, la presuposi­
tentes, que niegan al principia e falso se- ción, nombres y descripciones, actitudes
quitur quodlibet. Cuando se quebranta so­ proposicionales, el tiempo en algunas e x ­
lamente el principio de tercero excluido se presiones, la paradoja del mentiroso.
llaman lógicas para-completas. Cuando se Tal es el contenido de este nuevo gran
quebrantan lo s tres principios se llaman manual, en el que faltan, p.ej., la lógica pa­
lógicas no aléticas31. raconsistente y la borrosa. Cada trabajo rea­
Se ha planteado el problema de clasifi­ lizado por un especialista lleva una selecta
car esas y otras lógicas nuevas en orden a bibliografía. 5 *
la lógica clásica. S e habla de lógicas di­
vergentes, heterodoxas que s e han distri­
buido en lógicas rivales, alternativas, que 7. Lógica y lingüística
anularían la lógica clásica, y lógicas suple­
mentarias, extendidas que completarían la Hay que distinguir dos perspectivas: in­
lógica ordinaria. Es sintomático que Susa­ flujo de la lingüística en la lógica formal e
na Haack publica en 1974 el libro Deviant influjo de ésta en la lingüística. Los neopo-
Logic traducido al castellano Lógica di­ sitivistas utilizaron especialm ente e] len­
vergente (Madrid 1980) y cuatro años más guaje formalizado para analizar el lenguaje
tarde publica Philosophy o f Logics , verti­ natural. En España se han celebrado ya casi
do a nuestra lengua Filosofía de las lógi­ media docena de congresos sobre los Len­
cas (Madrid 1978), admitiendo ya desde el guajes naturales y Lenguajes formales 33.
titulo pluralidad de lógicas32. También es Con la aparición de las nuevas lógicas
significativo el título y la distribución doc­ la interrelación, lógica y lingüística, se ha
trinal del manual editado por D, Gabbay y aumentado mucho y se apoya sobre todo
F. Guentner (eds.), tiandhook o f Philoso- en dos tradiciones, una derivada de M on­
phical Logic (Dordrecht, D. Reidel 1983- tague y otra de Chom sky. El tem a tiene
1989) en cuatro enormes volúm enes, que también aplicación a la filosofía.
llevan los siguientes subtítulos: vol. I. Ele­ Richard Montague (1920-1970) es el ins­
mentos de lógica clásica; vol. II. Extensio­ pirador de una de esas tradiciones con su
nes de la lógica clásica, en las que inclu­ doctrina de los lenguajes naturales que se
ye: lógica modal, lógica temporal, lógica pueden describir com o sistem as formales
intensional en general, lógica condicional, interpretados, suprime d is ta n c ia s cnLre el
lógica dinámica,- lógica deóntica, lógica de lenguaje natural y el artificial y piensa que
las preguntas; vol. III. Alternativas a la ló­ puede llegarse a una teoría general del len­
gica clásica entre las que inserta: lógica guaje, sintáctica y semántica, bajo la cual
parcial, lógica polivalente, lógica de la re­ se puedan tratar ambos tipos de lenguaje.
levancia, lógica intnicionista, lógicas li­ Montague hereda estrategias de la teoría de
bres, lógica cuántica; vol. IV. Temas de fi­ modelos estableciendo reglas semánticas y

51 N icola Grana, Sentieri della Logica (Ñapóles. G . Palau, «Lógicas divergentes y principios ló ­
Lofredo, 1982); id., Logica paraconsistente (Ñápales, gicos. ü n análisis crítico de algunas tesis de Susan
Lofredo, 1983); N . Rescher y R oben Brandom, The H aack», Revista latinoam ericana de filosofía 16
logic o f inconsistency (Nueva Jersey 1979); Graham (1990), 47-66.
Priest, Richard Routley, Jean Norman (eds.), Para- 35 Inform ación sobre eso s co n g reso s en la re­
comisient Logic. Essays on the Inconsistent (M u­ vista de San Sebastián. Theoria. 1 (1 9 8 5 ). 5 9 9 , 2
nich, Philosophia Verlag 1989), 716 pp. que inienian (1 9 8 7 ), 6 5 7 -6 5 9 , 4 (1 9 8 8 -S 9 }. 2S0-S2 4 (1 9 8 9 )
recoger todo lo que se ha escrito sobre el tema. 5 6 0 -6 4 .

485
LÒGICA
.là
*5

asignando intensiones o sentidos a las ex­ 8. Lógica e informática


presiones en vez de denotaciones34.
La otra tradición se. funda en la auténti­ La lógica ocupa un lugar central en el (i
ca revolución en lógica y lingüística que inmenso campo de la informática. Las re- 3
ha realizado N. Chomsky, especialmente laciones son mutuas y recíprocas. Además >
desde 1957 con las Estructuras sintácticas de la computación de la lógica, es decir, ;
(La Haya, M outon, 1957). Aparece una del empleo efectivo del computador como 3
nueva noción de. lenguaje como algo cons­ instrumento para resolver problemas de
tructivo por un dinamismo regulado por la lógica, tenemos la lógica de la computa- j
competencia lingüística. La lingüística y la cíó/i, es decir, que la lógica ha dado las j
lógica se consideran como una teoría ge- bases para la construcción y desarrollo de '■
nerativo-transfonnacional. Se trata de un rea­ los ordenadores. Las máquinas de Turing,
lismo frente a un convencionalismo episte­ las funciones recursivas, la doctrina de los i
mológico35. algoritmos son bases lógicas de los conp i
Ya sabemos que en las secciones de la potadores. \
serie de Congresos de Lógica. Metodolo­ En la confección de circuitos que inte-
gía y filosofía de la ciencia , celebrados gran la estructura del ordenador ha jugado
cada cuatro años, hay una sección consa­ un papel importante el álgebra de Boole. :
grada a la filosofía de la lingüística. El pri­ La lógica de circuitos nace como una ínter- i
mer Congreso de esa serie se celebró en pretación del álgebra booleana que realiza.*^
Stanford (California) en I960, en el que en 1938 Claude E. Shannon. Un circuito es )
intervino el mismo Chomsky y hasta hubo un sistema de conductores e interruptores 1
un Simposio especial sobre el modelo lin­ que puede transmitir o no corriente eléctrica ;
güístico. de un pumo a otro. Cuando pasa la comen-
Los numerosos trabajos sobre lingüística te, el interruptor está cerrado y, cuando no
suponen también un acercamiento a la filo­ pasa, está abierto. Cada interruptor tiene |
sofía. Por eso han aparecido revistas como dos estados, como las proposiciones qué 1 j
Linguistic and Philosophy en 1977 y Jottr- . pueden ser verdaderas o falsas. Dos circuí-
nal o f Philosophical Logic (1971), además tos en paralelo transmiten corriente, cuan- :i
de numerosas publicaciones y manuales de do al menos un interruptor está cerrado y '■
lógica para lingüistas y filósofos36. coincide con los valores veritativos de la j

R. Montague, Ensayos de filosofía pinna!. Se­ Carlos Peregrin Otero, La revolución de Chomsky. ^
lección c Introducción de R.H. Thomason (Madrid, Ciencia v Sociedad (Madrid, Tecnos I984j; V. San* j
Alianza 1977'); Moreno Cabrera, Lógica forma! y lin­ che/, de Zavala (ed.), Semántica y sintaxis en la lin- 9
güistica. Introducción a la Gramática da R. Montague giiísrica transfnrmatoria (Madrid, Alianza 1974, 3
(Madrid, Universidad Autónoma, 1985); D.R. Dowdy. 1976), 2 vols.: J.D. Quesada, La lingüística generan- J
R.E. Wall y S. Peelers, Introduction to Montague Se­ vo-transfomiacional: supuestos e implicaciones (Ma- 3
mantics (Dordrecht, D. Reide.l 1988); J.L. Hintikka. drid, Alianza 1974). m 3
J.M.E. Moravcsik y P, Suppes (yds.), Approaches to w J. Garrido Medina, Lógica y lingüistica (Ma- "■j
natural Language (Dordrecht, D. Reidel 1973), con drid. Síntesis 1988); O. Ducrot (ed,), Lógica y tmgiiís- J
varios trabajos de y sobre Montague; D. Davidson y tica (Buenos Aires, Nueva Visión 1978); C. Martín
G. Harman (eds.), The logic of Grammar (California. Vide, Cifr.it> de matemáticas para lingüistas (Bares ! |
Dickenson Publishing 1975). lona 1986); Sebastián Serrano, Lógica, lingüistica yj-
Jí N. Chomsky y G.A, Miller, El análisis formal matemáticas (Barcelona, Anagrama 1977); J. Allwoodj
de ios lenguajes naturales (Madrid, A. Corazón 1972); L.J. Anderson y O. Dahl, Lógica para h n g ú tífflíl
N. C hom sky, Aspectos de la teoría de la sintaxis (Madrid, Paraninfo 1981); Roben Wall. Einführung i.
(Madrid, Aguilar 1971); id., Reflexiones sobre el len­ in die Logik und Mathematik für Linguisten, 2 vols.)
guaje (Barcelona, Ariel 1979); id., El lenguaje y ¡os (Kronberg, Scriptor Verlag 1973); Luis M. Vaidés*
problemas de! conocimiento (Madrid, Visor 1988): id.. (cd.), La búsqueda del significado. Lecturas de f io - ,
El conocimiento del lenguaje (Madrid, Alianza 1989); sofia del lenguaje (Madrid, Tecnos 1991). .

4S6
LÓGICA

disyunción inclusiva. En cambio, dos in- lógico siempre han estado unidos, llegan­
icrrupíores en serie solamenre transmiten do algunos a emplear como sinónimos ra­
corriente cuando ambos están cerrados, es cional y lógico.
decir, cuando tienen el valor verdadero, Durante siglos ha predominado la llama­
comportándose como la conjunción o mul­ da posición dogmática. Para ella, la lógica
tiplicación lógica. Aquí está la base de la ló­ clásica es la expresión de la racionalidad,
gica de circuitos, que son biesmbles como los sistemas heterodoxos son una desviación
las proposiciones bivalentes37. y una aberración. Admite cierta unidad e in­
Los ordenadores digitales que trabajan mutabilidad de la razón y de su lógica. Den­
con circuitos binarios y los que posterior­ tro de esa concepción unitaria podrían ser
mente lo hacen con circuitos integrados legítimas algunas sistematizaciones distin­
siempre utilizan lógica de algún tipo, en el tas, pero no se pueden derogar los principios
primer caso la lógica de Boole y lógica de fundamentales de identidad y contradicción,
orden superior en el segundo caso. La infor­ siempre independientes de la experiencia.
mática como teoría de la computación es ló­ La otra posición defiende la historici­
gica. Por eso han surgido las lógicas de pro­ dad de la razón humana. Se ha llegado a
gramas, que introducen por 1969 Hoare y un concepto de razón y a una renovación
Floyd y de ellos nace a mediados de la dé­ de la filosofía del conocimiento, la razón
cada de los setenta la llamada lógica di­ dialéctica. Lógico y racional no se identi­
námica, como una generalización de la lógi­ fican. La razón no es autosuficienle. de­
ca de la modalidad, distinguiendo los niveles pendiendo en su ejercicio de la experien­
lógico y meLalógico con sus propiedades. cia. Existen varias lógicas y todas son ra­
También se están empleando otras lógicas y cionalmente legítim as, como sucede con
se trabaja en la actualidad de manera muy las varias geometrías. La actividad racio­
especial con la lógica borrosa, Nuevas re­ nal es mucho más compleja de lo que se
vistas como Journal of Logic Programming había creído y su horizonte ha. sido enor­
de la Universidad de Siraeusa (Nueva York) memente ampliado. La creencia en la iden­
revelan la importancia del tema33. tidad y no-contradicción nunca fue univer­
sal. La lógica paraconsistente permite abor­
dar mejor problemas como las antinomias
9. Lógica y razón discursiva. Conclusión y paradojas, faculta para desarrollar una
teoría de conjuntos inconsistente en con­
A la luz de lo que antecede aparecen tra del realismo ingenuo de los antiguos.
nuevas posiciones sobre la naturaleza de la Uno de los resultado 5 fundamentales de
razón y de la logicidad. Lo racional y lo las nuevas lógicas es haber demostrado

J; V. M uñoz D elg a d o , Lecciones de Lógica -15 Gregorio Fernández y Fernando Sáez Vacas,
(Universidad Pontificia de Salam anca 1974), II, Fundamentos de informática (Madrid, Alianza 1987);
90-94; Manuel Garrido, Lógica simbólica (Madrid, José Cuena, Lógica informática (Madrid. Alianza
Tecnos 1978), 252-57, 355-401; A . Mary Hillon, 1985); María Manzano, «La bella y la besiia (per­
Logic computino machines and Automation (Cleve- dón, lógica e informática)», Arbor, 138 (1991). n.“ 543,
land-Wueva York 1962): G.E. Hoernes y M.F. Heil- pp. 17-42; J.W. Lloyd, Foundations o f Logic Pro­
fteil, Introducción al álgebra de Boole y a los dis­ gramming (Berlin, Springer 1984); Glenn Salty, Thn-
positivos lógicos (Madrid, Paraninfo 1972); R.R. mas !. Blakeley, J.G. Colbert, Computation and Lo­
Korfhage, Lógica y aigoriimos-( M éxico, Limusa gic, Mathematics and Language (Munich, Philosophia
1970); Hnward Ganlner, La nueva ciencia de ¡a Verlag 1988); Roger Penrose, La nueva mente del em­
mente. Historia de la revolución cognitiva (Buenos perador (Madrid, Mondadori 1991); Enrique L. Dori-
Aires, Paidós 1987); G. López Rubio, Micro infor­ ga, Metodología del pensamiento. La lógica desde el
mática (Madrid, Universidad Pontificia de Salaman­ hombre primitivo hasta la informática (Barcelona,
ca 1986). Herder 1986).

487
LÓGICA

que la lógica clásica no ha hecho una for- no en la visión deformada de la situación


malización adecuada de la relación de in­ privilegiada de la lógica clásica. Son algu­
ferencia, rechazando ahora las leyes para­ nas ideas de la posición dialéctica e histo­
dójicas, el principio de Escoto y otras. ricista 39.
Desde el principio el hombre ha de edu­
carse en la visión pluralista de la lógica y Vicente Muñoz Delgado

^ Newton C.A. Da Costa, Ensaio sabre ns fitnda- «La defendihilidad logico filosòfica de leorias con-
menws da logica (5ao Paulo. Editors da Universidn- tradictorias», en Antologia de la logica cn Amido}
de, 1980), donde mcjor se explica la mieva filosofia Latina (Madrid, Fundación Banco Exterior 19SKi.
dc la logica; F. Miro Quesada, «Paraeon sis Lent Logic: id., Rudhnenlos de ìógica matematica (Madrid. CSl£‘
Some philosophical Issues», ert G. Priest y otros. Pa- 1991), 1-19: SL Komer (ed.). Philosophy of Logic {Ox­
racamistent Logic (Munich 1989), 627-652; G. Priest ford B. Blackwell 1976); W,V. Quìnc, Filosofia de
y R. Routlev. <iThc philosophical Significance of Pa- lògica (Madrid, Alianza 1973); Daniel QttesiJa.
raconsisLency», ibidem, pp. 483-539; Lorenzo Pena, lògica y sa filosofia (Barcelona. Barcanova I9SC)

488
Mathesis
La expresión hermenéutica matemática En una segunda acepción, la expresión
puede entenderse de dos modos bien dis­ hermenéutica matemática haría referencia
tintos, acaso incluso excluyentes entre sí. a una hermenéutica de la matemática, al
Para una primera acepción -—sin duda la ensayo de interpretar el lenguaje y el sim­
más inmediata y generalizada-—, el len­ bolismo matemático como si de cualquier
guaje matemático es un instrumento privi­ otro lenguaje o sistema simbólico se trata­
legiado para la actividad de interpretación. se, poniendo entre paréntesis ese estatuto
Por un lado, su universalidad, unidad, ri­ de pureza incontaminada que en Occiden­
gor, capacidad abstractiva, univocidad y te defíne a los símbolos matemáticos pre­
pureza parecen situarla por encima de las cisamente por su pretensión de no sim boli­
determinaciones concretas que afectan a zar, de ser meros signos sin significado.
los diferentes lenguajes y culturas y, por La dificultad de tal hermenéutica — que,
otro lado, el desarrollo de una amplia ga­ sin embargo, es la única que merece lla­
ma de matemáticas cualitativas (desde las marse así— es proporcional a la opacidad
teorías de conjuntos o de categorías has­ que el lenguaje matemático ha ido adqui­
ta las de catástrofes, del caos u de conjun­ riendo en virtud, precisamente, del auge
tos barrosos) permitiría la formalización alcanzado por su potencial analítico e in­
—y consiguientemente atribución de sen­ terpretativo (en el sentido de la primera
tido— de multitud de fenómenos que ve­ acepción considerada) y de la fuerza con
nían sustrayéndose a la ctiantificación. que esta tradición hunde sus raíces en la
Lenguaje absoluto (suelto de todo) pero a constitución misma de la matriz cultural
la vez asombrosamente proteico (confor­ occid en tal. En esta dirección apuntan,
mable a todo), este metalenguaje ideal efectivamente, desde las matemáticas pita­
fundaría su especial virtud interpretativa górica, platónica y aristotélico-euclídea,
precisamente en la imposibilidad de su in­ pasando por la convicción galileana — en
terpretación. Tal hermenéutica matemática la que descansará toda la ciencia moder­
es propiamente una matemática herme­ na— de que la naturaleza está escrita en
néutica, con la consiguiente inversión de caracteres m atem áticos y por el su eñ o
sentido que ya se manifiesta en la inver­ Ieibniziano de una mathesis uiüversalis,
sión del (de lo) sustantivo y del (de lo) ad­ hasta llegar a los más recientes desarrollos
jetivo. de la filo so fía analítica, las gram áticas

489
MATHESIS

universales chomskyanas, la psícologiza- La posibilidad de una hermenéutica mate­


d ò n neokantiana con que Piaget (Piaget y mática propiamente dicha pasa por la crítica
Beth, 1961) naturaliza las es truc turas-ma­ (E. Lizcano, 19S9) de esta tradición que ha
dre de Bourbaki (1972) o las investigacio­ hecho de la tecnociencia una fe viva y sin fi­
nes en informática e inteligencia artificial, suras, confiriendo a la racionalidad matemá­
por no hablar de la cuantofrcnia dominan­ tica que la soporta todas las características
te en la casi totalidad de las ciencias hu­ de un discurso puro, sagrado, en cuyo len­
manas y sociales. guaje se dicen hoy las formas secularizadas
Esta tradición constituiría el núcleo duro del destino, de lo que necesariamente ha de
de la mítica aspiración posbabciica (Stei­ ser y no puede ser de otra manera. En este
ner, 1980) a una lengua ideal en la que pu­ primer momento, una hermenéutica de la
dieran verterse cualesquiera otras; un nú­ sospecha pone de manifiesto la dimensión
cleo que presupone para las matemáticas ideológica del discurso matemático, su pa­
una suerte de suprarracionalidad transhistó­ pel en la naturalización y legitimación de
rica y metacultural desde la que dar cuenta otras formas de discurso que así ocultan sus
de cualesquiera otras formas de razón y de particulares intereses bajo las máscaras de
discurso. «La aritmética no está fundada en unas supuestas necesidad y universalidad.
la razón. Es la doctrina de la razón la que Pero esta voluntad de desenmascaramiento
está fundada en la aritmética universal» es indisociable —como señala Ricoeur— de
(Bachelard, 1981:144). El simbolismo ma­ una hermenéutica de la escucha, atenta a los
temático, lejos de echar sus raíces en el manantiales simbólicos de los que también
mismo fondo colectivo del que emergen los brotan los símbolos matemáticos, a los pro­
demás lenguajes y sistemas simbólicos, se­ cesos por los que los conceptos, teoremas,
ría así un puro código insignificante, cons­ teorías y modos de argumentación matemá­
tituido desde siempre, bien — para las con­ ticos se han ido construyendo efectivamente,
cepciones más idealistas-— en algún paraíso a ese irse diciendo/haciendo las matemáticas
eidètico separado, bien — para las variantes desde los mismos sustratos a-racionales des-.
más materialistas— inscrito en el cuerpo de los que se dicen/hacen otras formas de
mismo de las cosas y los acontecimientos. lenguaje y simbolismo — lo que Foucault
Esta tradición encuentra su cénit en el llamaría una arqueología de las matemáticas
gesto que no sólo aparta a las matemáticas (E. Lizcano, 1993c).
de toda interpretación sino que las impone Al margen de algún ensayo aislado, como
como condición de cualquier interpretación el Adversas Mathematicos de Sexto Empíri­
posible, de cualquier forma de inteligibili­ co, el programa de una hermenéutica de la
dad: «Hay poca esperanza de que la mitolo­ sospecha respecto de la lógica y las matemá­
gía comparada pueda desarrollarse sin re­ ticas está ya apuntado en el Nietzsche de So­
currir a un simbolismo de inspiración mate­ bre verdad y mentira en sentido extramoral.
mática» (Lévi-Strauss, 1958:242). Esperanza Tras la muerte de Dios, la «voluntad de ver­
que L. Apostel (1964:8) lleva a cabo al «inte­ dad» aspira a colmar un ansia de absoluto
grar las perspectivas de un Ricoeur y las de que ha perdido su antiguo objeto; y la cien­
un Lévi-Strauss en el marco de un bourba­ cia pretende «con completa altanería e insen­
ki smo ampliado», y que tiene como hitos el satez» representar el papel de señor. Pero ese
tratamiento del número en la filosofía de las señor tiene los pies de barro, hundidos en el
formas simbólicas de Cassirer (1976), la an­ fango de las significaciones imaginarias.
tropología de los números de Crump ( 1993), «Para que podamos calcular, primero tene­
la antropología — ¡matemática!— de las mos que imaginar». Así, comoquiera que la
matemáticas de Wilder (1981) o la frustra­ lógica se basa en la ilusión de que existen
da — respecto de las matemáticas— simbó­ casos idénticos, puede decirse que «la logici-
lica general de Alleati (1972). dad sólo es posible como resultado de un

490
MATHES1S

error básico». Lo cual no la descalifica, sim­ Pero el imperio matemático, la actual


plemente la recalifica, pues sólo donde cabe evidencia de que son posibles distintas re­
el error y la ilusión cabe la vida. ligiones o distintas cosmovisiones o inclu­
El saber que proporcionan la ciencia y so distintas teorías científicas para un mis­
>u lenguaje lógico y matemático es más mo hecho pero no cabe ni imaginar distin­
bien, para Nietzsche, un no-saber; la nueva tas m atem áticas, puede interpretarse en
fe que ahí se sustenta sólo es posible desde términos diferentes a los de esa voluntad
un doble olvido: olvido, primero, de que de engaño que caracteriza a las operacio­
sólo funcionan si previamente se cree en nes de enmascaramiento ideológico.
ellos, y olvido, también, de las genealogías Desde otra perspectiva, las matemáticas
efectivas de sus conceptos: todo concepto, constituyen un discurso sagrado, acaso el
incluso los matemáticos, es el «residuo de úlLirno discurso aún sagrado para la llama­
una metáfora», una ilusión que ha olvidado da posmodemidad: la creencia última en la
que lo es y de esa ignorancia es de donde que aún puede descansar la fe en una Ra­
extrae su rotundidad y opacidad. También zón cada vez más acosada. Para Mary
para el último Wittgenstein, y en especial Douglas (1975), la incuestionable y vigen-
el de las Observaciones sobre los funda­ Le autoridad de las matemáticas y de la
mentos de la matemática, la lógica sostiene ciencia se cifra en la condición religiosa
a las matemáticas «tanto como la roca pin­ que ha llegado a adquirir. Como todo dis­
tada sostiene al castillo pintado». Creemos curso sagrado, se rodea de toda una serie
en las matemáticas con el mismo tipo de fe de reglas protectoras que las declaran
con el que creemos en los bancos, y en otras inexplicables para así olvidar su génesis
instituciones de crédito. Al prolongar la re­ efectiva y poder erigirse en garantía última
flexión nietzscheana en busca de las razones de toda explicación. Esa sería la función
por las que el hombre moderno cree tan de distinciones tan al uso como las que se
firmemente en esta ilusión tan particular, esfuerzan en separar tajantemente ciencia
Wittgenstein descubre las mismas estrate­ y no-ciencia (ya sea error, superstición,
gias persuasivas que prestan credibilidad a pseudociencia o religión), postulados lógi­
esa otra ilusión en que se fundan el discurso cos o h ip ó te sis cien tíficas y creencias
y la práctica políticas; «El decir matemático compartidas, contexto de justificación y
es típicamente ilocucionario, realiza la ac­ contexto de descubrimiento, demostración
ción denominada por el acto de enunciarla. y seducción, o conceptos matemáticos y
Sus estrategias de imposición (persuasión, metáforas de la vida cotidiana. La episte­
seducción, provocación, intimidación..,) son mología no sería, entonces, sino un nuevo
en todo semejantes a las del discurso políti­ discurso sacerdotal encargado de preservar
co: “puro sinsentido y chichones” ». El ar­ la pureza de la matemática y de la ciencia
gumento matemático definitivo es un argu­ de toda amenaza de contaminación. A sí
mento de autoridad y su s'erdad es una cons­ interpreta B loor (1976). por ejemplo, la
trucción retórica: en matemáticas, son «tretas indignada protesta de Frege ante lo que
gramaticales» las que nos convencen. Des­ percibe como ataques a la matemática; sus *
de esta perspectiva, el discurso matemático Fundamentos de la aritmética están «im­
es un discurso típicamente ideológico, pues pregnados de un discurso sobre la pureza
hace pasar por natural y necesario lo que no en peligro; evocan sin cesar imágenes de
es sino artificio y arbitrariedad. En nuestros invasión, de penetración y de ruina ame-’
días no es inusual la coincidencia de políti­ nazadora». Para el fundador del programa
cos y epistemólogos «realistas» en funda­ fuerte de sociología del conocimiento la
mentar en la matemática la «naturaleza ob­ objetividad de la matemática se cifra en el
via» del liberalismo económico (E. Lizcano, efecto de realidad que induce sil condición
1993a). de creencia institucionalizada. Ya desde su
MATHESIS

erección en la antigua Grecia, el majestuoso que ponen en marcha las estrategias retóri­
edificio matemático, levantado con concep­ cas habituales en las democracias griegas y
tos inmutables y eternos, habría venido a que reproduce, punto por punto, el método
proporcionar el amparo contra la inseguri­ axiom ático-deductivo.
dad y el incierto devenir en que habría su­ Esta arqueología de las matemáticas,
mido a los primeros racionalistas la pérdida más sensible a las coincidencias con otras
de fe en los dioses (E. Severino. 1991). producciones emanadas de una misma ma­
La matemática hunde así sus raíces en el nera de concebir el mundo que a las con­
«humus de lo imaginario radical», cada secuencias de la supuesta lógica interna y
concepto matemático está impregnado de pura de un discurso matemático supuesta­
aquellas significaciones inconscientes de mente autónomo, tiene como antecedentes
las que extrajo la energía y la materia para dignos de m ención las tesis de Spengler
su construcción: no hay matemática sin sobre la inconm ensurabilidad entre las
mito (Castoriadis, 1988). Es en ese residuo matemáticas de diferentes culturas, los es­
de sentido que sobrevive al esfuerzo forma- tudios de Granel sobre la carga simbólica
lizador donde no sólo se aloja — y puede que nutre la aritmética china o los trabajos
rastrearse— la auténtica dimensión simbó­ de Panofsky sobre las interdependencias
lica de los conceptos y prácticas matemáti­ entre las m atem áticas y otros saberes y
cos sino donde se cifra también la auténtica prácticas en determinados momentos his­
dimensión mítica de la matemática. Es en tóricos. Cabe inscribir en esta tradición el
la impresionante formalización que exhiben ensayq.de Ph. Kitcher por aplicar el mode­
los Elementos de matemáticas de Bourbaki lo kuhniano al desarrollo de las matemáti­
donde P. Lavalle (1971) — siguiendo la pis­ cas; los enfoques etnom etodológicos, ya
ta de las Mitologías de Barthes— encuen- se orienten hacia la crítica textual, como
í tra, precisamente en su afán por ocultarlo, hace Livingston (1986), ya lo hagan desde
| su carácter profundo de «mito formal». una m etodología antropológica, com o es
Esta hermenéutica de la sospecha sólo el caso de la etnomatemática; ios estudios
recientemente se ha visto acompañada por de Desrosiércs (1993) sobre la com plici­
una hermenéutica de la escucha que, en el dad que construye conjuntamente la razón
campo matemático, pone de manifiesto el de Estado y la razón estadística; la aproxi­
caudal de pre-conceptos, pre-juicios, nego­ mación sem iótica de Rotman (1987) a la
ciaciones de sentido, residuos lingüísticos, construcción isomorfa del cero en mate­
tabúes culturales y ensoñaciones colectivas máticas, el punto de fuga en arle y el dine­
que bulle bajo la aparente frialdad de los ro imaginario en economía; las investiga­
conceptos y operaciones matemáticas. El ciones retóricas y sociolingüísticas sobre
matemático húngaro Szabó (1960) observa la circulación de metáforas entre las mate­
una decidida voluntad de ocultamiento en máticas y otros campos de saber, con los
el tránsito, ya anterior a Euclides, desde consiguientes efectos de poder derivados
una matemática empírico-ilustrativa hacia de la fuerza de legitimación de que disfru­
otra más abstracta donde el papel de la vi- tan las matemáticas (D. M cCloskey, 1990;
sualización no se manifieste tan abierta­ L. Preta, 1993); o nuestro propio ensayo
mente, o en el paso de las demostraciones (E, Lizcano, 1993b) de integración de to­
directas hacia los argumentos por reduc­ das estas perspectivas en el estudio de tres
ción al absurdo, en los que se escamotea el matemáticas irreductibles entre sí — como
proceso constructivo de la prueba. Estas la de la China antigua, la de la Grecia clá­
transiciones (Szabó, 1965) no responderían sica y la alejandrina— por el hecho de ser­
tanto al tópico de una progresiva autono- lo también los imaginarios colectivos de
mización de la razón abstracta cuanto a la los que emergen y por irse construyendo
voluntad de anonadamiento del adversario en el seno de modos diferentes de repre­

492
MATHESJS

sentar/inventar esa ilusión que cada cultu­ que cybernétique», Cahiers Intemation-
ra llama realidad. naux du Symbolisme, 5 (1964):7-3Ü .
- La precariedad, fragmentación y hetero­ 1964.
geneidad de las diferentes aproximaciones B a c h e l a r d , G., La philosophie du non,
a una hermenéutica de las matemáticas PUF, Pans, 1981.
acaso pudiera encontrar un enfoque más B l o o r , D., Knowledge and Social Ima­
comprensivo a partir de la antropología gery, Routledge & Kegan Paul, Lon­
cognitiva de Sperber (1978). Entendiendo dres, 1976.
lo simbólico no como un repertorio de ob­ B o u r b a k i , N., Elementos de historia de
jetos (símbolos) a interpretar sino como un las m atem áticas, A lia n z a , M adrid ,
d isp ositivo de conocim iento que actúa 1972.
cuando el dispositivo conceptualizador re­ C assirer , E., Filosofía de las formas sim­
sulta insuficiente o insatisfactorio, es posi­ bólicas, 3 vols., FCE, M exico, 1976.
ble sumergir el análisis del simbolismo C a st o r ia d is , C-, L os dominios del hom­
matemático en el del simbolismo en gene­ bre: las encrucijadas del laberinto, Ge-
ral (E. Lizcano, 1994). Ante cada nuevo disa, Barcelona, 1988.
problema — y todos los problemas mate­ C rump, T., La antropología de los núme­
máticos han sido nuevos alguna vez— , ros, Alianza. Madrid, 1993.
tanto para el matemático profesional como D e s r OSIÉRES, A., La politique des gran­
para cualquier indígena fracasa el reperto­ des nombres. Histoire de la raison sta­
rio conceptual disponible y ambos han de tistique, Eds. La D écou verte, Paris,
proceder como el científico bricoleur de 1993.
Lévi-Strauss, articulando a tientas los resi­ D o u g l a s , M., Implicit Meanings, Rout-
duos simbólicos y lingüísticos que pone a kedge & Kegan Paul, Boston, 1979.
su disposición la comunidad y la tradición. L avalle , P., «Le mythe en mathématique»,
El doble movimiento —de fiscalización y Esprit, abril 1971.
de evocación— en que puede descompo­ Lévi-Strauss, A n th r o p o lo g ie s tr u c tu r a le ,
nerse el proceso simbolizador que entonces Plon, Paris, 1958.
se desencadena es análogo a las operacio­ L iv in g s t o n , E,. The Ethnomethodologi-
nes de desplazamiento y condensación que c a l F ou n dation s o f M a th e m a tic s,
considera Freud y a los dispositivos meta­ Routledge and Kegan Paul, Londres,
fórico y metonímico que. para Jakobson, 1986.
articulan todo lenguaje. Desde esta perspec­ L izcano, E.. «¿E s posible una critica del W
tiva puede sorprenderse — como apuntaba dicurso matemático»?, Archipiélago, 2.
Nietzsche— a los objetos y operaciones 1989:116-136 y 3 1989: 123-154.
matemáticos en el momento de su estarse — , «La ciencia, ese m ito m oderno»,
haciendo, y así recuperar la verdad mate­ Claves de razón práctica, 32. 1993:
mática como negación del olvido que funda 66-70 1993a.
su carácter ideológico y com o restitución ■—. Imaginario colectivo y creación ma­
del sentido que contamina esa pureza desde temática. La construcción social del
la que se erige en discurso sagrado. número, el espacio y lo imposible en
China y en Grecia, Gedisa, Barcelo­
na, 1993b.
Bibliografía — . «Para una arqueología de las mate­
máticas», Letras de Deusto, 23. 1993,
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A postel , L., «Symbolisme et anthropolo- form ales: una a n tr o p o lo g ía del
gie philosophique: vers une hermenéuti- cero», Actas de la Internacional His-

493
M A T H E S 15 / M E D IC IN A V PA LA B R A

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1991. 1981.
S p e r b e r , D ., El sim bolisjno en general,
P rom oción cultural, B arcelona, 1978. Emmanuel Lizcano

M edicina y palabra
i plio, adecuado a la resonancia de la voz,
com o ocurre en el interior de una catedral
D e lo prim ero que ha d e ocu p arse un preparándola para el canto litúrgico.
m éd ico que se interesa por la herm enéuti­ T odo esto no sería su fic ien te si no se
c a e s del cam in o que en la e v o lu ció n de produjesen en e l hombre, a diferencia de
la s e s p e c ie s ha lle v a d o h asta e l habla. lo que ocurre en los antropoides, m odifi­
T em a que voy a perm itirm e, dejar de lado caciones muy sutiles en las estructuras de
por corresponder a la A ntropología y a la las cuerdas vocales. Es interesante obser­ .5
B io lo g ía com parada. R ecordaré tan sólo var q u e la s fib ras m u scu la r e s d e estas
i
que los australopitccos no tienen capaci­ cuerd as v o c a le s se parecen a la s fibras
dad verbal importante y que en e l hombre musculares del corazón, cosa que agradará
de Neanderthal falta la em isión de ciertos a los poetas. Cuando el enamorado da más
so n id o s im prescind ib les para e l lenguaje fuerza a la expresión de sus sentimientos
hum ano. L as nuevas ideas sobre la evolu ­ asegurando que sus palabras salen del co­
c ió n del lenguaje suponen un curioso pro­ razón, no em plea una metáfora disparata­
c e s o anatómico. El descenso de la laringe y da. M úsculos de la laringe y m úsculo car­
e l cam bio radical de la forma de la arcada diaco se parecen en la riqueza de su sarco-;
dentaría son etapas im p rescin d ib les. Se plasma y aunque éste ha sido tem a .muy.
p r o d u ce n ad em ás otras m o d ific a c io n e s debatido, los estudios hechos por Claúsér
q u e van dando a la bóveda del paladar una con e l m ic r o sc o p io e le c tr ó n ic o apoyan
m ayor profundidad e inducen cam bios en esta tesis de Goerttler vinculando histoló-,
la lengua que en conjunto vienen a repre­ gicam ente el corazón con nuestro aparato
sentar la construcción d e un espacio am­ fonético. También ha sido cuestión disco-j

494
lida el que la inervación de las cnerdas vo­ en vuestros recuerdos y com o no puede
cales guarde relación con los complicados ser mi propósito escribir un libro sobre
m ecanism os que sirven para inervar el e l lenguaje desde el punto de vista del
músculo cardiaco. En cuanto a la posibili­ biólogo, he de limitarme a un tema muy
dad de hacer que los primates más desa­ concreto de la experiencia clínica. Todos
rrollados aprendan algo del lenguaje hu­ sabem os que los problemas del lengua­
mano, hemos de ver que esto no se consi­ je , en especial del lenguaje poético o del
gue más que en forma harto insuficiente lenguaje literario, se agudizan cuando se
por la imitación sonora. Para obtener al­ pretende la traducción de un idiom a a
gún resultado estimable es menester em ­ otro. Para el m éd ico hay una «traduc­
plear los gestos, es decir, el lenguaje de c ió n » q u e es de im portancia ca p ita l.
los sordomudos. ¿Cómo traduce el ser humano sus emocio­
En algún trabajo mío me refiero a los nes en variantes de la inervación de sus
fascinantes y bien conocidos estudios de visceras?
Lilly con el lenguaje de los delfines. No Las perfeccíonadísimas técnicas actua­
voy a volver ahora sobre tema tan divulga­ les nos permiten adherir a la piel de un pa­
do. Sí he de señalar que la aptitud maravi­ ciente, durante las veinticuatro horas del
llosa de este grupo de mamíferos, ballenas día, un aparatillo que emite información
y delfin es, para una com u n icación con que se registra a distancia y que refleja la
otros seres, está íntimamente ligada al de­ frecuencia de los latidos cardiacos, las
sarrollo cada vez más complejo de un órga­ modificaciones de la tensión arterial e in­
no que, en principio, no parece tener que cluso e l trazado electrocardiográfico. A sí
ver con el lenguaje que es la mano. La po­ podem os observar, por ejemplo, que una
sición de pie, induciendo un desarrollo ex­ enfermera que a ello se presta y que pade­
traordinario de la fina motilidad de la mano ce hipertensión, aun cuando impávida nos
guarda biológicamente una secreta corres­ relata que ha sido atacada por una enfer­
pondencia con el lenguaje. Así, cuando ha­ m a durante la noche y que no ha sentido
blamos m etafóricam ente de «m anipula­ m iedo alguno, los trazados gráficos nos
ción» refiriéndonos a una influencia sobre enseñan que ha experimentado un ascenso
nuestros semejantes con el lenguaje, esta­ m uy considerable de su tensión arterial.
mos aludiendo con esa misteriosa sabiduría El aparatillo registrador es mejor traduc­
de la etimología a los vínculos arcaicos que tor de la intimidad de la enfermera que su
ligan, desde el punto de vista anatómico y lenguaje.
fisiológico, a los centros de) lenguaje con M uchas veces he hablado de la primera
la destreza manual. La mano y la laringe relación del niño con la madre en lo que
guardan misteriosa amistad que se remonta he denominado «urdimbre constituyente»,
a millones de años y con la que se ha cons­ que viene a representar una «segunda fase
truido el mundo de la cultura. embrionaria», como un segundo útero, un
B ió lo g o s com o Portman atribuyen el útero social, en los primeros tiempos de la
colapso súbito que sufre la evolución del vida. Una serie de trabajos nos indican
lenguaje en los delfines al escaso desarro­ que en esa primera fase el niño va cons­
llo de sus aletas anteriores que son en ellos truyendo lo que los m édicos llam am os
el equivalente de nuestras manos. «esquem a corporal». En el cual, de nuevo,
la relación boca-m ano es básica, primor­
dial. L os psicoanalistas primero y después
II lo s psicólogos, con fotografías tomadas a
la m ilésim a de segundo o con films, de­
Me doy cuenta de los m il problemas muestran que a través de ese proceso m is­
que estas palabras mías habrán evocado terioso que es e l juego, el niño va convir-

495
MEDICINA Y PALABRA.

tiendo sus primeras angustias en «símbo­ un defecto en el acertado manejo del «len­
los» e incorporando así, mediante el mun­ guaje del cuerpo».
do de los sím b o lo s, su pequeño ser al
mundo de los mayores, esto es a la estruc­
tura social. m
Paulatinamente se va constituyendo de
esta suerte una dualidad de mundos, un Desde muy temprano en mi vida de mé­
mundo de dentro y un mundo de fuera y dico me he encontrado forzado a discurrir
realizando ese aprendizaje, primordial por los vericuetos del lenguaje. Reconoz­
para el hombre, de distinguir entre símbo­ co que no es prudente hablar de enrevesa­
los y objetos, entre signos y realidades. Es das cuestiones que, procedentes de las re­
en ¿ 1 curso de este proceso de aprendizaje motas comarcas de la Medicina, tengo la
de los límites del propio ser, del esquema osadía de pensar que pueden interesar. El
corporal, de la mismidad incipiente y ya lenguaje es para los médicos nuestra prin­
firmé, donde va insertándose el aprendi­ cipal arma para averiguar la verdad de los
zaje de la lengua. Estudios de todo tipo, enfermos, incluso la más escondida, la
psicológicos y experimentales han docu­ que ellos mismos no conocen y además es
mentado este proceso. Por de pronto, los un instrumento imprescindible para curar­
médicos observamos que todo este vasto les. De manera muy curiosa, por mecanis­
mundo de emociones que fluye, calmo o mos sutiles que sólo hoy empezamos a
tem p estuoso, a lo largo de la vida del entrever.
hombre nunca se convierte en su totali­ Permitid que recuerde algo ya mencio­
dad en símbolo o en palabra, ambos más nado en distintas ocasiones. Hace ya bas­
o menos «neutros». Las experiencias que tantes años se reunieron tres especialistas:
hacemos con las terapéuticas por relaja­ un psicoanalista, un sociólogo y un lin­
ción muscular nos enseñan hasta qué ex­ güista ante una cinta magnetofónica en la
tremos increíbles nuestros pensamientos que se habían registrado los primeros cin­
y nuestras em ociones tienen siempre un co minutos de conversación entre un mé­
«lenguaje escondido». Que determina há­ dico y un enfermo. Incansablemente, du­
bitos de reacción, inveterados, tenaces, rante muchas sesiones, con la colabora­
tanto en los vasos arteriales como en los ción de ayudantes y expertos pasan y
músculos de las visceras y en los propios repasan esta grabación. La analizan mi­
sistemas de células que sirven para defen­ croscópicamente. A l cabo de muchos me­
dem os de los agentes nocivos. Esta es una ses trasladan lo observado a un curioso li­
de las bases de la llamada «Patología psi- bro. Curioso no sólo por su contenido,
cosomática», la insuficiencia de una tra­ sino, además, por su inusitada estructura
ducción del lenguaje de la s visceras al tipográfica. Sus páginas están seccionadas
lenguaje de los símbolos y de la palabra. en la mitad por un corte horizontal. Que­
Las primeras huellas de nuestra relación dan así como esas puertas llamadas «ho­
con los demás hombres son decisivas en landesas» que existen en casi todos los
la configuración de nuestra «aptitud tra­ cásenos del Norte de nuestra paLria, como
ductora», de nuestra capacidad para pasar una hoja superior y otra inferior que se
de un lenguaje a otro. A fin de cuentas pueden abrir y cerrar de manera indepen­
muchas enfermedades bien conocidas, por diente.
ejemplo, una esclerosis de las coronarias En la hoja superior se transcribe prime­
o un asma o una úlcera gastroduodenal, ro el texLo de la frase que se ha dicho por
tienen como uno de sus sustratos, junto, cualquiera de los interlocutores, ante todo
claro está, a otros factores, como base de en caracteres corrientes, luego en repro­
su aparición una traducción defectuosa, ducción fonética, tal como se pronuncia en

496
MEDICINA Y PALABRA

- - inglés. Por encima de estas dos líneas se El colorido emocional de los fonemas, su
: registran con signos convencionales los tonalidad, las pausas, los carraspeos, vaci­
«elementos paralingüísticos» de ese len- laciones. suspiros, etc., además de enmar­
: guaje entre m édico y enfermo. Pausas, car, como ya dije, al sujeto dentro de una
suspiros, tonalidad de la voz, ritmo de la cultura determinada, nos muestran de ma­
7 elocución, vacilaciones, énfasis, subrayado nera «microscópica» unas pulsiones pro­
pedante de la expresión, agresividad vela- fundas de ansiedad, de depresión, de agre­
. da, ansiedad, etc. sividad latente, de confianza o de deses­
■_ - El resultado de este análisis microscó- peración.
... pico es aleccion ador, pero dem asiado Quizá hoy habría que modificar alguna
com plejo para poder resumirlo en este de las conclusiones que entonces sacaron
lugar, D e él se desprende que nuestro in­ los auLores de este estudio. Pero continúa
dividualismo, que tiñe toda nuestra cul­ siendo válido que todo lo que el hombre
tura, im pregna también el vocabulario comunica sobre sí mismo o sobre los de­
técnico, cualquiera que sea la cuestión más concierne a sus problemas más pro­
; que se dispuLa. Esto vuelve difícil la ta­ fundos y no sólo a la situación actual. Ob­
rea de averiguar lo que transpira del in­ servemos que en este nivel fisonómico de
tercambio com unicativo entre dos per­ la comunicación no rige el principio aris­
sonas. A n sied ad y depresión son, por totélico del tercio excluido, es decir, el
ejemplo, términos que giran alrededor de principio de contradicción. Como vamos a
esa situación del hombre como ser aisla- ver en seguida qué ocurre con el que hoy
.- do; en la relación con el otro aparecen se llama «lenguaje del hemisferio cerebral
términos com o hostilidad, miedo o amor. no dominante». Es decir, se demuestra que
- Los esfuerzos de interpretación tienden a el enfermo, en este profundo plano, puede
degenerar en una serie oscilante de afir­ sentir ai misino tiempo amor y aversión
maciones sobre cada, uno de los partici­ por su prójimo o profesar ideas que en el
pantes. lenguaje superficial serian incompatibles o
Este libro, The Jtrsífive minutes, escrito antagónicas.
_ por los psiquiatras Pittenger y Danehey y En ese plano paralingüístico el indivi­
por el profesor de Lingüística y de Antro-1 ¡ duo siempre expresa sus actitudes profun­
pplogía Charles F. Hockett, ya es antiguo. Jí- das hacia el prójim o, su necesid ad de
Se refiere a estudios realizados en 1957 y i estima, de autoafirmación. de poder, su
publicados en 1960. En estos años los es- * miedo a la inseguridad, Ya desde sus pri­
ludios lingüísticos y la Semiología han he­ meras palabras se manifiesta en él, cuando
cho avances considerables. Esto no obs­ se hace el análisis fonético de todo ese
tante, este libro continúa siendo, en mi en­ «halo» que acompaña al lenguaje y que el r
tender, una joya, clave para desentrañar la Ij- psiquiatra K retschm er den om in ó con j-
actitud profesional del médico ante el len- j( 1 acierto «esfera», ese anhelo profundo a re- (
guaje. \ vivir la protección primera y que los pro­
El texto que sirve para el análisis repro- 1 f fesionales del psicoanálisis han estudiado
duce las frases más triviales del primer íí ^ con gran virtuosismo como «transferencia
-- encuentro entre un médico y un enfermo. afectiva».
«¿Quiere usted sentarse? ¿Qué es lo que {(, Este trabajo de Pittenger y de sus cola- í¡
le trae por aquí?», etc. Pero el análisis in- 1 boradores olvidado por razones muy cu- ;f
sisteme, tenaz, realizado por varios equi­ ríos as y en las que no voy a entrar, quizá *
pos, del que yo ahora llamaría «estraLo por la boga de lo. que se llama «textual is-
fisionómico» del lenguaje y que los auto­ mo». que niega en el lenguaje todo el po­
res califican de zona paralingüística, su­ der de lo inefable, podría ser sometido a
ministra una ubérrima cosecha de datos. diversas «lecturas».

497
MEDICINA Y PALABRA

Limitándome al campo estrictamente No se trata en estas cuestiones de


médico anticiparé, pues he de volver so­ mas teóricos, sino que también tiene*
bre ello, la iluminación que este precio­ gran importancia en la clínica. Hay
so estudio del lenguaje m édico recibe en cialistas del corazón que pretenden qo*í|§
la actualidad, iras más de un cuarto de un análisis fonológico de una cima en 1«
siglo, de los siguientes campos de la in­ que se ha grabado el lenguaje del enfer*
vestigación. mo puede tener tanta utilidad como cJ ^
E l prim er en foq u e nuevo es el que electrocardiogram a para avisarnos del
nace del énfasis actual sobre la llamada riesgo que éste tiene de sufrir a breve pía* 5
«asim etría funcional del cerebro» que zo un nuevo infarto de miocardio. Son i;
nos explica la vigencia constante de estas experiencias todavía en sus inicios, peto
capas fisonóm icas de todo diálogo. En que algún día demostrarán en la clínica .
segundo término el conocim iento, gra­ su aran utilidad.
cias a los modernos estudios de psico-
neurobtología de lo que podíamos llamar
«pluralidad de conciencias», esto es. del IV
hecho de que aun en el lenguaje y en la
actividad más cotidiana y vulgar están Voy a intentar ahora, para penetrar en -
fu n cion an d o en m uchas o c a sio n e s no este intrincado laberinto del lenguaje,
una sola forma de conciencia, sino otras, contar algunas de las peripecias de mí ■■
las denom inadas por lo s esp ecialistas vida profesional. Muy pronto en mis estu­
«form as discretam ente alteradas de la dios entré en contacto con lo que arbitra­
conciencia». riamente voy a llamar escenarios médi­
Por otro lado, la invasión en avalancha cos. Escogeré únicam ente, para mayor
del mundo de los ordenadores electróni­ sencillez, tres de ellos, los más importan­
cos, que a primera vista parecen eludir to­ tes: el escenario histriónico, el escenario ~
das esas capas fisonóm icas del lenguaje del vacío y el escenario de la frontera y ' j
para dejar éste reducido a un simple «tex­ del delirio.
to» informativo, de manera paradójica nos Durante una época de mi vida fui alum-.
han llevado a reconocer que no sólo la no del profesor Guillain, distinguido neu­
conciencia del hombre, sino también su rólogo, en el vetusto y prestigioso hospi­
inteligencia, es «plural». Por no citar más tal parisino de la Salpêtrière. Un gran cua­
que un autor, Gardner^ sabemos que pue­ dro a la entrada del aula recordaba que
den distinguirse seis tipos de inteligencia allí se habían dado las famosas lecciones
con sus lenguajes correspondientes: el ló­ de Charcot. L eccion es teatrales, si las
gico, el matemático, el musical, el del es­ hubo: lecciones «escénicas». Tanto, que
pacio, el lenguaje del cuerpo que quizá muchas veces acudían a ellas, en las pri­
culmina en el lenguaje de la danza y el meras horas de la madrugada, tras la juer­
que mi maestro, Víctor v. Weizsácker. de­ ga nocturna, junto a los alumnos forzosa­
nominaba lenguaje «pático», es decir, el mente madrugadores, encopetadas damas
del entendim ien to em ocion al consigo de grandes sombreros y lujoso atuendo. •
mismo y con los otros. Pienso que todavía Imaginad a Odette de Crecy, el delicioso
hay más. Es curioso que la intervención personaje creado por Marcel Proust, con '
de las máquinas en el lenguaje humano, cualquiera de sus amigas, sentadas en los
en lugar de em pobrecerlo com o temía­ bancos del aula médica contemplando el
mos, haya despertado, por decirlo así por espectáculo.
reacción, un viejísimo saber: el de la ri­ El profesor, con su bata blanca y el mar­
queza inmensa de los estratos profundos tillo de reflejos en la mano, mostraba a sus
de la lengua. alumnos a una pobre enferma que sobre la

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MEDICINA Y PALABRA

rr:c<u de exploración traza con su cuerpo la clínica. Sin decírnoslo, nos iba mostran­
en el aire un arco de círculo, apoyada tan do que el cuerpo humano «tiene un len­
vólo por los pies y la cabeza, como si fue­ guaje»; que muchas veces, con la enfer­
se un funámbulo consumado. Era la pre- medad, el ser humano «quiere decir algo».
»eniación ante la sociedad de comienzos Aprendíamos a la vez a diferenciar lo que
Je siglo de la llamada «histeria». Yo no entonces llamábamos enfermedad «real»,
fui. naturalmente, discípulo de Charcot, auténtica, de la enfermedad «fingida»,
poro sí estudiante de Patología general con aunque bien nos dábamos cuenta de que
Roberto N óv o a Santos en el viejísim o este fingimiento era absolutamente invo­
Hospital de los «Reyes Católicos», en San­ luntario.
tiago de Compostela. Pedro Laín ha traza­ Descubrir que una anestesia, que una
do alguna vez. el retrato del gran clínico pérdida de la sensibilidad de una parte del
gallego, hombre de mediana estatura, tez cuerpo o que una ceguera de la mitad de
oscura, con un mechón de pelo entrecano la retina eran «falsas» era cosa bien senci­
cayendo siempre sobre la trente. En la ciu­ lla. El saber del cuerpo, cuando éste lo
dad levítica que era entonces Santiago de maneja con engaño, es «demasiado per­
Compostela osaba desafiar como librepen­ fecto». En los enfermos que lo son «de
sador la fanática ortodoxia que entonces verdad» la línea que demarca la pérdida
muchos tomaban por espíritu religioso. Su de sensibilidad no se detiene junto a la
sombra se deslizaba en las noches lluvio­ mitad exacta del cuerpo, sino que rebasa
sas, fugazmente, por los oscuros soportales la línea media. Otro tanto ocurre con la
como un personaje híbrido de sabio nove- ceguera falsa, que ignora que el punto
centista y de mago que parecía haber surgi­ central de la retina, que es el que nos sirve
do de las viejas callejuelas del Hadschrin para ver con precisión, recibe su inerva­
de Praga, conocedor a un tiempo de la Pa­ ción de los dos hem isferios cerebrales.
tología más moderna y de los secretos ar­ Sucede aquí lo mismo que con los escrito­
canos del Golem, Cuando en mi casa, por res o con los pensadores demasiado per­
una afección afortunadamente trivial, se fectos. Es aconsejable poner en tela de
decidió que mi madre fuese a visitarle nos juicio la verdad cuando se nos brinda en
miró un poco espantada. Y sólo después esquemas irreprochables.
de persignarse devotamente accedió a ha­ Aquellas histéricas o enfermas así lla­
cer el viaje, entonces larguísimo, desde La madas, pues, como vamos a ver, la cosa es
Coruña a la ciudad de las peregrinaciones mucho más complicada, fueron'desapare­
cosmopolitas. ciendo del horizonte médico. Cuarenta
Era un maestro de condiciones excep­ años más tarde unos clínicos norteameri­
cionales. Utilizaba aquellas mismas histé­ canos, aunque de apellidos con resonan­
ricas con las que Charcot daba sus teatra­ cias griegas o semitas — ya veremos que
les leccion es para enseñarnos Patología esto no es cuestión baladí— , desentierran
general. Las enfermas que habían subido los protocolos de las enfermas de Charcot.
desde la barriada del Sar o venían cabal­ ¿Con qué objeto? En el fondo »con ,una fi­
gando desde las aldeas vecinas, con una nalidad también teatral, ¿Qué es lo que
parálisis o con una mudez aparecida de había ocurridu en el transcurso del tiem­
pronto, no viendo a veces del mundo más po? Nada menos que lo siguiente. Un buen
que la mitad por presentar un trastorno amigo mío, Pierre Marty, jefe de un grupo
que los m édicos llamamos hemianopsia de psicoanalistas franceses de la llamada
histérica, o bien con temblores o con vó­ «escuela de París», había hecho un descu­
mitos, eran para N óvoa Santos un precioso brimiento sorprendente. Eran todos ellos
instrumento para introducir a los inexper­ médicos consagrados a la Patología psíco-
tos estudiantes en el mundo fascinante de somática, sobre la cual vengo publicando

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MEDICINA V PALABRA

libros y trabajos desde el ano 1949. Se tra­ en esa capa profunda que los psicoanalis­
ía, en síntesis, en esta Patología de mostrar tas llaman «fantasmática», creadora de
ante el escepticism o recalcitrante e irre­ símbolos, es paupérrima. Estos pacientes
ductible de la mayoría de los médicos que sufren, en suma, de lo que mis amigos de­
eso que llamamos «psique», o al menos lo nominan «pensamiento operatorio». Tie­
que calificamos de «emociones», intervie­ nen, en efecto, sorprendente incapacidad
nen en todo enfermar humano, unas veces para describir sus em ociones y dan res­
produciéndolo, otras agravándolo. Ahora puestas inadecuadas cuando se les pregun­
bien, hay algunas enfermedades en las que ta. Por ejemplo, no son capaces de llamaT
esto aparece con más evidencia que en «miedo» a lo que sentimos cuando un ve­
otras y por esto de manera harto equívoca, hículo se precipita sobre nosotros. Mues­
pero- pertinaz, se las distingue como «en­ tran gran dificultad para comunicar con
fermedades psicosom áticas». Entre ellas el observador y tienden a actuar más que
tenemos las úlceras gastrointestinales, ma­ a pensar. Sus pensamientos se limitan a
chas enfermedades de la piel, ciertos reu­ minucias sobré acontecimientos externos
matismos, 'el asma bronquial, la hiperten­ y nunca se refieren a lo que llamamos
sión llamada esencial, la angina de pecho «vida interior». Sus sentimientos carecen
y una grave enfermedad intestinal conoci­ de expresividad, en sus frases echamos
da como colitis ulcerosa. Amén de otros de menos fantasías de colorido más o me­
muchos trastornos no siem pre livian os nos vivo, suscitadas por las peripecias de
como la jaqueca, las molestias funcionales sus recuerdos o de su vida. Lo que ahora
del intestino, los espasm os del esófago, más nos interesa es su carencia de voca­
determinadas formas de delgadez esencial, bulario para expresar lo que sienten en su
esto es, sin causa aparente, y no pocos dis­ intimidad o en su interior corporal, esto
turbios en el juego habitualm ente bien es. la deficiencia del lenguaje que ames
ajustado de los bronquios o de los vasos he llamado «pático». No aciertan a decir
periféricos. con claridad qué sensaciones tiene en la
La «escuela de París» sostiene que estos cabeza o en la parte alta de su abdomen,
enfermos, cuando se aprende a escuchar­ o si se trata de dolor, de displacer o de
los, es decir, cuando se considera «su len­ vacío.
guaje», hablan de otra manera que las de­ Hace ya algunos años encontré a Pierre
más personas. Si los enfermos patéticos y Marty en Madrid en lina reunión de psicoana­
un poco histriónicos que veía Charcot os­ listas y le dije que sus ideas estaban dando
tentaban una rica expresividad, lo que sig­ la vuelta al mundo. Mi amigo, por natura­
nifica que tenían un lenguaje del cuerpo leza muy modesto, quedó muy sorprendi­
abigarrado y prolijo, estos enferm os de do porque en este momento no sabía el al­
nuestro tiempo son de expresividad parca, cance que habían tenido sus tesis. Lo cier­
paupérrima. Con el paso de los lustros ob­ to es que un año más tarde este problema
servamos que aquellos pacientes de Nóvoa del llamado «trastorno operativo del len­
Santos y de Charcot, tan locuaces con su guaje» comenzó a ser discutido en congre­
cuerpo, hablan ahora con un lenguaje ca­ sos en todo el mundo como cuestión cardi­
rente de fantasía, de colorido verbal, em­ nal, como el corazón («core») de toda la
pobrecido. Patología psícosomática. Desde Londres a
SÍ hablan así es porque también piensan Kioto, por todas partes brotaron como se­
de distinta manera. Si son torpes e inhábi­ tas investigaciones sobre este pensé? ope­
les para expresar sus emociones es porque ra taire que ha llegado a constituir capítulo
tampoco son capaces de sentirlas en toda preferente e inexcusable de todos los Tra­
su matizada riqueza, en su plenitud, por­ tadas modernos de Patología psicosunnifi-
que su vida de fantasía o de imaginación ca y a motivar terapéuticas (de enfermóla-
m e d ic in a y p a l a b r a

des habitualmente consideradas como so­ aula oscura, en un semisótano de un viejo


máticas) que están fundadas en la aspira­ hospital. El ambiente se me antojó tétrico.
ción a modificar en su raíz profunda este El médico ocupó su sitio, al lado de la en­
«trastorno del lenguaje». ferma, un poco — así al menos lo vio mi
” Sífneos y Nemiah, los clínicos nortea­ fantasía— como un inquisidor español. La
mericanos antes aludidos, habían encon­ paciente, que aquejaba, entre otras vagas
trado para este disturbio un boniLu término molestias, una vulgar jaqueca, em pezó a
griego. Cuando los médicos inventamos contar con volubilidad su vida. El médico
una palabra griega para designar una en- guardó silencio, ese terrible silencio «téc­
.fermedad ya no hay nada que hacer. Por lo nico» del psicoanalista. P oco a poco el
general, etim ológicam ente, la construc­ torrente de palabras de la enferma se ex­
ción de estos neologismos científicos deja tinguía hasta que sufrió grave quebranto,
mucho que desear. Pero esto poco impor­ quedando reducido a un balbuceo. Sor­
ta. La cuestión es que en todas partes, por prendida de no encontrar eco, sintiéndose
todo el mundo comenzó a hablarse de alexi- observada fríamente desde los bancos del
timia como clave del «fenómeno psicoso- aula por unos individuos tan silenciosos
mático», es decir, del pensamiento opera­ com o su m édico, com enzó a responder,
torio. Alexiíinua quiere decir incapacidad con frases breves y entrecortadas, justo lo
para expresar con el lenguaje lo que suele preciso. Sus palabras se volvieron de pron­
llamarse mundo emocional. to inexpresivas, sin colorido em ocional.
He de confesar aquí que a pesar de mi Parecía recurrir, como un animal acorrala­
amistad y de mi admiración por la obra de do, a unas pautas arcaicas de com unica­
Pierre Marty nunca he podido convencer­ ción. Entonces, efectivamente, la enferma
me de la realidad de este «pensamiento empezó a hablar con arreglo a todo lo que
operatorio», pues, pese a mis esfuerzos, no yo había leído que era el «pensam iento
lograba observarlo en mis enfermos. D es­ operatorio».
de la adolescencia fui uno de los más em­ D esde mi asiento, en la penumbra in­
pedernidos y golosos admiradores de la hóspita del aula, m e preguntaba: «¿N o
obra de Marcel Proust y he escrito no po­ será todo esto un artefacto, una produc­
cas páginas sobre sus escritos y sobre su ción artificiosa de un tipo especial de len­
asma como prototipo de una enfermedad guaje?» Pero yo mismo, críLico, me con­
psicosomática. De lo último que se puede testé: «Tiene que haber algo más. Si sólo
acusar al delicioso prosista francés es de fuese esto, ¿por qué las locuaces enfermas
incapacidad fantasmal i ca y de penuria ver­ histéricas de otros tiempos, som etidas a
bal cuando trata de dar expresión a sus igual técnica de interrogatorio, respondían
emociones. Lo mismo ocurría con miles de otra manera?»
de enfermos míos, aunque no tuviesen la Para averiguar lo que en realidad suce­
alcurnia literaria del autor de A la sombra día hice lo posible por «salir de la escena».
de ¡as muchachas en flor. Yo estaba dentro de ella, sin darme bien
Todo esto representaba para mí una cri­ cuenta, «dentro de un escenario» com o un
sis personal grave. Haberme ocupado de aprendiz. Como lo estaba, también sin dar­
los problemas psicosomáticos durante cua­ se cuenta, el doctor D ’Uzan, que con habi­
terna años y haber dejado sin observar lidad dirigía la sesión. Como lo estuvieron
algo tan importante como este trastorno en sus épocas respectivas el propio Char­
verbal y del pensamiento era una omisión, co! y mi maestro N óvoa Santos. Lo que
un imperdonable descuido. Un día, encon­ ocurría es que ninguno de e llo s había
trándome en París, unos amigos me acom­ aprendido una cosa que hoy es imprescin­
pañaron a una sesión clínica de un discí­ dible en todo buen juego intelectual. Algo
pulo de Pierre Marty. Se celebraba en un que es difícil y para muchos de nuestros
M E D IC IN A Y P A L A B R A

contemporáneos imposible. Y que, sin em­ Reconozco que esta presunción mía et $
bargo. re su lia tan sencillo: salir del «esce­ demasiado atrevida. Me lleva a pensar que
nario» dando «un paso atrás». Es un ardid nuestra civilización a fuerza de compla- J
parecido al que utiliza el pintor para con­ cerse en el dominio técnico de la materia* a
templar el cuadro en el que trabaja. Si yo en la instrumentalización de la inleligen- - '
acertaba a proceder así, si conseguía «sa­ cía, ha reducido el lenguaje, dejándole S
lí rme de la escena» dentro de la cual todo desnudo, sin ropas ni ademanes, yerto, sin ;
me forzaba a meterme: educación, forma­ su cortejo géstico o fisoilómico, quedan.*
ción médica, lecturas, genio de mi época, dose tan sólo con lo imprescindible. Tan ~fi
hábitos profesionales, etc.; si daba el «paso osado era mi pensamiento que apenas me
atrás», averiguaba de pronto una serie de atrevía a formularlo. La colectividad cien-'
cosas importantes. tífica tiene sus exigencias, su rigor, su s.
La primera, que, en efecto, algo tenía normas, y yo ya me había expuesto dema- :
que haber en la sociedad actual y que no siadas veces a tácitos vapuleos para ahora . -
existía ni en la de Charcol ni en la de Nó- arriesgarme a otros más duros entre mis ;
voa Santos para preparar esta «siLuación». propios simpatizantes. No obstante, veo
Algo que servía de predisposición al «pen­ que otros, por ejemplo, el escritor francés.,
samiento operatorio», de plataforma o es­ lean Brun, hace en 1980, en una de las
cenario en el que éste tiene ocasión de ma­ reuniones de Eranos, el mismo descubrí- \
nifestarse. La segunda observación era, miento. «Las palabras — dice Brun— se %
desde luego, mucho más grave. Sin un han convertido en elementos inertes y he­
cierto «pensamiento operatorio» en el ob­ mos olvidado que fueron cosas vivas. Se
servador, naturalmente intensamente en­ parecen a esos trozos de hulla que en otras
mascarado y escondido, el fenómeno no se épocas formaron parte de la floresta primi­
produce. Al fin y a] cabo — ésta era la tiva. Los diccionarios se han vuelto cemen-
conclusión audaz— , tanto m édico como terios malinos no en el sentido de cemente- i
enfermo estaban los dos inmersos en un rios sumergidos, sino de cementerios en ’
nuevo tipo de sociedad,. De la cual es evi­ los que se en tierra a viejos marineros.» «El ~
dente que sería exagerado decir que tiene lenguaje actual — prosigue Brun— es como '
como característica expresarse en forma una “ danza macabra“ en la que gesticulan
«alexitímica», esto es, sin comunicación los esqueletos, privados hace ya mucho ¿
abierta, franca, generosa, emocional entre tiempo de su carne. Ya no somos capaces “
el mundo de la imaginación y de la pasión de ver en el otro, en el prójimo, un rostro, )
y la esfera verbal. Esto era, desde luego, algo que pertenece a los márgenes de lo -';
excesivo. De lo que sí podría tratarse es de sagrado. Sólo percibimos una figura fea y ¡
una sociedad con tendencia larvada, «po­ horriblemente neutra. Y figura viene del -
tencial» a convertirse si se ponen mal las verbo fingir.»
cosas, inmediatamente que se dispone de Otro filósofo contemporáneo Wolfgang ‘
un escenario adecuado, en una sociedad Stegmiiller; afirma: «Nada amenaza tanto
con lenguaje y con pensamiento operato­ en nuestros días la subsistencia de nuestra .1
rio. Vagamente por las mientes me venía cultura como el envilecim iento mundial i
el recuerdo de algunas lecturas. Por ejem­ del lenguaje».
plo, la afirm ación del filó so fo francés Mucho antes de leer a Brun y a Stegmii- j
Derrida cuando dice que «no se puede 11 er iba yo observando en mis enfermos 'í
transgredir el texto», que «no hay nada que los cambios secretos del lenguaje no “
fuera del texto». ¿Habrá alguna relación se detenían en la alexitimia. Una parte de ■
entre lo que se ha llamado «textualismo» y los pacientes — al principio una fracción
el «pensamiento operatorio»?, me pregun­ pequeña, pero poco a poco algo más nu;
taba. merosa— pasaba insensiblemente del /en-
MEDICINA Y PALABRA

tmtje operatorio a otro lenguaje mucho nes y la sublimidades de la bioquímica, es


nnis singular. Mejor dicho, em pezaban un saber sobre el cadáver, es decir, sobre
por no hablar. Cuando lo hacían, su pasi- el hombre, al que, mal que bien, hemos re­
wdad era extrema y su indolencia inven­ ducido a máquina, funcionando, claro está,
cible. Por añadidura afirmaban descono­ pero en el fondo «estructura». Hay autores
cer el goce la vida, sufrían de eso que los que piensan que la alexitimia, la pobreza
médicos llam am os anhedonia. D e mil del lenguaje en fantasía, tiene sus orígenes
formas, por sus comportamientos, actitu­ en una dificultad para la comunicación en­
des y expresiones, ponían en evidencia tre los dos hemisferios cerebrales, el dere­
ante nosotros, que siempre habíamos creí­ cho y el izquierdo, el encargado de la lógi­
do en el disfrute de la vida, en la hermosa ca verbal, de la palabra y de la mano dies­
plenitud de la existencia, que nuestra fe tra, el «dominante», y el derecho (en las
era un engaño, que todo el U niverso es personas que no son zurdas), del que hasta
un inm enso vacío, que la N ada era el hace poco tiempo ignorábamos su impor­
trasfondo irrevocable e inexorable de la tancia.
existencia. Aunque éste es tema en constante en­
Dicho de otra manera más adecuada. mienda y discusión, parece bastante vero­
Empezaron a aparecer por nuestras con­ símil el esquema simplificado que acabo
sultas unos personajes que antes habían de esbozar: el hemisferio encargado de la
poblado los escenarios del teatro contem­ palabra y de la lógica discursiva, de la ma­
poráneo, y no faltaron críLicos despabila­ temática, del raciocinio es el «dominante».
dos que supieron advertirlo y hasta habla­ Ei otro hemisterio tiene predilección por la
ron de la «función premonitoria del Arte». música, por las tonalidades y armonías
Estos nuevos enfermos — dijeron— que globales del mundo en torno, comprende
ahora nos sorprenden han sido descubier­ bien esos matices que no son analizables,
tos antes que por nosotros los médicos por los «clim as», las «atmósferas», y de las
los autores del llamado Teatro del absur­ que es un buen ejemplo el rostro humano.
do. Un teatro que iniciaron Valle-Inclán y Por eso se le puede llamar cerebro «fiso-
García Lorca por un camino que siguieron nómico» y, por tanto, quizá a él correspon­
Aibee. Samuel Beckett, Peter Handke, Io­ da ese componente «paralingüístico» del
nesco, Arrabal y muchos otros. Todo esto lenguaje analizado sutilmente por Pittenger
ofrecía para el m édico vivo interés. Ya y sus colaboradores del que antes hablé.
que veíam os aparecer por nuestras con­ Es ante todo el hemisferio encargado de
sultas, a continuación del q u e llamé «es­ comprender el m undo en sus límites, en lo
cenario histriónico», otro escenario que se que en la realidad nos parece infinito o
correspondía con un grupo de enfermos inefable, porque no acertamos nunca a ex­
de la clínica: el «escenario del vacío». He presarlo con toda claridad. Aquí está el
de rogar ahora perdón, pues por unos ins­ quid del problema que nos plantea esta
tantes solamente voy a acometer la incon­ «asimetría hemisférica», como ahora se la
veniencia de hablar de estos problemas en llama. Puesto que los hombres para com­
términos demasiado médicos. Pero esto es prender necesitamos reducir lo que obser­
inevitable si he de proceder, como es mi vamos a conceptos claros, nítidos, «mane­
deseo, con la máxima claridad. jables», manipulables, y, en cambio, por
Los clínicos necesitam os siempre en­ esencia, todo eso que capta de la realidad
contrar «una explicación», a ser posible el hemisferio cerebral derecho es inexpre­
«física», un «m ecanism o». N os guste o sable por las dotes analizadoras del hemis­
no, somos biznietos del método anatómico ferio izquierdo.
y todo nuestro saber, aunque ahora parez­ Al lado de esto poco importa que ana­
ca remontarse por los cielos de los electro­ tómica y fisiológicamente las cosas sean

503
MEDICINA Y PALABRA

algo más com plejas de com o las e stoy que todo lo que es digno de ser pensado se
contando aquí. Así, el lóbulo frontal no nos sustrae.» Ahora bien, la verdad que el
dominante — por tanto, el derecho en las arte pone en obra es la apertura de una
personas diestras— hace buenas m igas época mundial en la cual se hacen posibles
con el lóbulo dominante, esto es, con la la existencia, habitar la tierra y el trato con
porción central y posterior del hemisferio las cosas... Parece como si con su filosofía
izquierdo. Estas sutilezas inLeresan menos última, enalteciendo la función poética,
ahora que otra particularidad, la cual fue Heidegger intentase conquistar las gracias
intuida por un gran poeta, por Paul Clau- del Anima claudeliana, sobornar su silen­
del, y de lá cual todavía los neurofisiólo- cio. Para ello se le ocurre su famoso juego
gos no se han enterado. de palabras. Denken, que en alemán quiere
En su parábola del Anima y del Animus, decir pensar, es danken, término que los
hecha, según anuncia, «para poder com ­ alemanes emplean para expresar gratitud.
prender algunas poesías de Arturo Rim- Pensar es, efectivamente, agradecer, tener
baud», nos dice: Anima es locuela y ha­ gratitud. Lo que no está nada lejos de la
cendosa: animas es un poco bergante y un expresión «gracia». Nuestro San luán de
mocho intelectual. Le gusta presumir de la Cruz bien sabía que sólo por la Gracia
ideas revolucionarias en la tertulia a la que (con mayúscula) su pensar poético podía
a diario acude tan pronto termina de co­ expresar las úlLimas verdades, abrirse al
mer. Un día se olvida las llaves del coche verdadero Amor.
y sube de cuatro en cuatro las escaleras. Volviendo al «pensamiento operatorio»,
En la puerta se detiene estupefacto. D es­ algunos estudiosos lo atribuyen a una in­
cubre que Anima en su ausencia canta una terrupción «funcional», esto es, «sin lesión
canción de gran belleza, una canción ma­ anatómica» en el fluir e intercambio cons­
ravillosa. Quiere hacérsela repetir, pero tante que existe entre los dos hemisferios
Anima se niega. Entonces recurre a un tru­ cerebrales y las estructuras conexas. Es la
co. Intenta sorprenderla subiendo sigilosa­ buena armonía entre dos hem isferios lo
mente las escaleras... Pero no lo consigue. que permite que un texto tenga resonan­
Ya lo habréis adivinado. Anima, el hemis­ cias bellas, que lo son por aludir a la tota­
ferio cerebral no dominante, se calla siem­ lidad de lo real, no sólo a la realidad inme­
pre que el otro hemisferio, el verbal, el diata y ni ani pul able, sino a esa otra reali­
matemático, el de los conceptos, se pone a dad elu siv a que se e sco n d e com o una
hablar: intenta comprender, poner en jue­ ninfa antigua en la espesura de lo miste­
go lo que él sabe hacer. ¿Cómo poder es­ rioso. El hemisferio derecho es un perfecto
cuchar la maravillosa canción de Anima? bohemio: no cree ni pizca en la inexorabi­
Paul Claudel, hombre muchas veces mal­ lidad del tiempo, no teme su curso impla­
humorado y siempre con pasión, nunca cable. El otro hemisferio, el que llamamos
supo que con su parábola estaba explican­ dominante, encargado del habla y de la es­
do el secreto funcional del cerebro. Bas­ critura y de los cálculos, se siente como un
tantes años después de que escribiera su gran señor. Paga su poderío con ser escla­
parábola, un filósofo, Heidegger, al hablar vo de la prisa, de las normas perentorias de
del lenguaje en su gran libro Unterwegs la sociedad y. lo que es peor, casi siempre
znr Sprache (En camino hacia el lenguaje) es am biciosillo y vanidoso. Dijo en una
dirá algunas cosas a primera vista extra­ ocasión un filósofo español, José Guov
ñas. Por ejemplo: «Hablar és por sí mismo que el pensamiento era siempre soberbio.
escuchar. Es oír al lenguaje, a ese que ha­ Es curioso que los japoneses — según
blamos». «La verdad es algo que sólo la leo en un libro de Jean-Pierre Chango in ­
poesía entreabre. Mientras no entendamos disponen de dos sistemas de signos para
a los poetas no pensamos de verdad, por­ su escritura: el kana y el kanji. El primo re

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MEDICINA Y PALABRA

sólo tiene 69 símbolos; el segundo es tan nos lo descubre Leon Daudet, el hijo de
rico en ellos que para poder leer el perió­ Alfonso, el gran novelista, observándole
dico habría que conocer por lo menos tres un día a hurtadillas en su biblioteca. Un
mil dibujillos. Las clásicas lesiones en la amigo mío, excelente y ortodoxo psicoa­
zona del lenguaje en el hemisferio izquier­ nalista, el suizo Gustavo Bally, sostuvo
do (que llamamos zonas de Broca y de otra interpretación. Aquellas pobres muje­
Wemicke) siempre afectan al kana y sólo res que se contorsionaban, que exhibían
en grado mucho más leve al kan]i. No se teatralmente actitudes obscenas, que pade­
trata de especulaciones sin importancia. cían tartamudeces, afonías y anestesias, no
■Tienen su lado práctico. Estos conocimien­ sufrían a causa de una libido reprimida, de
tos permiten hoy aplicar* métodos nuevos, un impulso sexual insatisfecho, como du­
de base «musical», en el proceso de reedu­ rante largo tiempo iban a sostener los dis­
cación y recuperación del lenguaje en lo cípulos de Freud. Lo que tenían era algo
que se llama rehabilitación de enfermos muy sencillo, muy importante: teman ham­
que han sufrido lesiones anatómicas en el bre. En su caso, hambre de aliento; en otras
área de la palabra. Aunque estos conoci­ situaciones socialm ente más benévolas,
mientos todavía estén en mantillas, lo hasta hambre de cariño, de amor. El «teatro»
ahora conseguido parece alentador. que representaban las pupilas de la Salpê­
trière buscaba la finalidad de ser atendidas
en el hospital, donde se les daba albergue
V y pitanza, durante el mayor tiempo posi­
ble. Con frase lapidaria lo expresó Gus­
Antes de hablar del «tercer escenario», tavo Bally, mi malogrado amigo: «No te­
al que he llamado del límite y también del nían otra solución: ¡o la histeria o la barri­
delirio, voy a examinar qué es lo que real­ cada!»
mente ocurre en el «escenario histrióni- Nadie hizo caso de Gustavo Bally. Pero
co». A primera vista todo parece sencillo. muchos años después, ya en nuestros días,
Las enfermas, recordémoslo, adoptan con un erudito germanista, Pierre Bertaux, ini­
frecuencia actitudes eróticas, sensuales, y cia lo que va a llamarse «la desmitifica-
el espectáculo atraía, com o dije, a las ción de Hölderlin», el príncipe de los poe­
Odette de Crecy de la época porque tras el tas alemanes, quizá uno de los más impor­
patetismo y el sufrimiento de Ja enferme­ tantes poetas de Europa. Esta operación
dad aparecía algo entonces muy secreto: la medicofilológica va a extenderse por mu­
represión del sexo. Esta fue la interpreta­ chos volúmenes y dar lugar a discusiones
ción que iba a llevarse en su cabeza, muy cuyo detalle, naturalmente, voy a ahorrar a
bien ordenada, pero que tenía, como siem­ ustedes. Hölderlin es considerado como el
pre sucede con el genio, ribetes de fantasía poeta que ha llevado a sus cumbres más
y hasta de escondido misticismo, uno de egregias las esencias poéticas del idioma
los discípulos extranjeros de Charcot. Se alemán y Heidegger se sirve de su gran
trataba de un judío austríaco de escaso pe- poesía como vehículo para sus trascenden­
cu nío. de moral severa y de origen muy tales consideraciones sobre el lenguaje,
humilde, cuyas ideas iban a revolucionar como el gran acompañante en su «camino
toda la psicología del siglo X X . Ya habrán hacia el lenguaje» que ya antes cité (Un­
ustedes reconocido a Sigmund Freud. Mas terwegs zur Sprache). Sobre él ha escrito
toda esa escenografía que Charcot organi­ diversos volúmenes y gran parte de su fi­
zaba, todo este teatro histérico no era más losofía final descansa sobre la obra de
que el haz superficial de unos estratos es­ Hölderlin.
condidos. de una verdad cruel. Charcot era Pues bien: ahora se nos afirma, a la zaga
hombre profundamente melancólico, como del germanista Bertaux y por críneos como

505
Jäger, Prancl, Rúan y Zuberbühler, que dictos como «el ácido». Los resultados fue­
Hölderlin, que desde com ienzos de 1800 ron en principio alentadores y fascinantes.
estuvo recluido como loco en la famosa Procedíamos con la máxima prudencia,
«torre» de Tubinga, pésimamente acondi­ controlando personalmente el experimento
cionada como asilo psiquiátrico, no era en y empleando dosis mínimas. Algún autor
forma alguna un esquizofrénico, como se alemán publicó un libro importante rela­
venía admitiendo, sino sencillamente un cionando lo observado con las experien­
«contestatario», como ahora se dice, un re­ cias trascendentes de las visiones de los
volucionario, un «jacobino» que simula la m ísticos y señalando la importancia de
locura para salvar el pellejo. Como Ham­ las alucinaciones observada para el estu­
let, No faltan similitudes entre Hölderlin y dio de la vida religiosa en .sus más inac­
Hamlet, com o señala Bertaux y confirma cesibles cumbres. Pronto las propias ca­
su adversario, el psiquiatra de C olonia sas fabricantes del preparado nos dieron
Uwe Henrik PeLers. Hölderlin se «hace el la señal de alarma. Hubo que suspender
loco», como se lo hacía Hamlet, para es­ con rapidez toda experiencia ante la olea­
capar, el primero a las persecuciones polí­ da de drogadíctos que com o marea irre­
ticas de la época; el segundo, para huir de sistible todavía sumerge en la actualidad
los asesinos de su padre. Hölderlin es, por gran parte del mundo. V im os en nuestra
tanto, com o Hamlet, un «noble sim ula­ propia carne que era exacta la prevención
dor». D e esta suerte, uno de los genios de un intmmólogo premio Nobel, sir Mcfar-
poéticos más indiscutibles de la historia Iane Burnet: «¡H ay cosas sobre las que
de la literatura entra dentro del «escenario no se puede investigar!» Dejem os de ha­
hístriónico». B ien sabido es que sobre cerlo, pero en nuestras m entes quedó lo
este tema ha montado el gran dramaturgo aprendido.
alemán Peter W eiss una excelente obra de Un autor checo que había podido reco­
teatro. ger en su patria inmenso material partió
He aquí de qué manera, de aquella pri­ tan pronto pudo hacia Norteamérica lle­
mera experiencia de un estudiante en el vándolo en la maleta. Había demostrado
H ospital de ios «R eyes C atólicos», de que por la acción del LSD reaparecía en el
Santiago de Com postela, a los pies del fondo del alma humana un «lenguaje uni­
Apóstol, surja ahora como mítico venado versal» de imágenes muy primitivas, ar­
en un cuadro de Botticelli algo que ha de caicas. A. veces similares a dioses; otras, a
llenarnos de estupor. ¿No habrá — nos demonios. Que tenían la particularidad de
preguntamos— en el más profundo estrato aparecer, com o los arquetipos junguianos,
subconsciente del alma humana, más allá bajo las mismas extrañas configuraciones
de la libido y más allá del lenguaje, un es­ de sierpes devoradoras, de diosas terribles,
trato hístriónico en todo hombre? Durante de monstruos voraces en el subconsciente
muchos días discutí sobre estos temas con de los hombres de la más diversa condi-,
un excelente amigo, Ludwig Schajowicz, ción y de distinta raza.
autor de una Apología del histrión. Pero Este lenguaje de las profundidades que,
aquí prefiero limitarme a aportar hechos según este autor, refleja recuerdos hundi-.
de nú experiencia médica. Ocurrió lo que dos en la memoria más ancestral de la es­
voy a contar hace muchos años. Todavía pecie humana representa un acervo cultural
ignorantes de que jugábamos con fuerzas del que han nacido mitologías y religiones,
diabólicas, algunos m édicos en todo el las iconografías más audaces y la poesía
mundo comenzamos a investigar las posi­ misma. Su estupor fue inmenso cuando,
bilidades terapéuticas del preparado LSD portador de este tesoro, al llegar a Nortea­
o dietilamina del ácido lisérgico. Que vul­ mérica, país de la libertad, desde su sojuz­
garmente se conoce en los medios droga- gada Checoslovaquia se encontró con que -

506
MEDICINA Y PALABRA

Iti prohibición de tocar estos temas, de con­ se refleja no en el lenguaje apaciguado y


jurar la reaparición de estos monstruos y frío que a diario conocemos, sino en forma
dioses del subconsciente colectivo, era de la retórica grandilocuente y escalofrian­
igual en todos los países y considerada te de las grandes tragedias. Nuestro Séne­
como peligrosa. ca, con su «teatro del horror» que tanto
Apuntado esto, he de decir que la expe­ entusiasmo despierta en Antonin Artaud,
riencia que hicimos cada uno de los médi­ no era un desorbitado, sino que acertaba a
cos que pudimos Lrabajar algo con el LSD expresar ese fondo expresivo casi demen-
t'ue muy diferente. Quizá por el tipo de cial del alma humana. Mis pacientes eran
técnica empleada, por la prudencia con com o Eleonora Duse calzando el coturno
que realizamos la experiencia, con dosis trágico. Por eso tiene razón Artaud cuando
mínimas e interrumpiendo el experimento define el Teatro (con m ayúscula) com o
con rapidez tan pronto derivaba en peli­ llamada de las fuerzas más profundas y es­
groso, lo cierto es que yo nunca tuve acci­ condidas del hombre. Fuerzas en ocasio­
dentes desagradables durante mis trabajos nes crueles y brutales que nos llevan a lo
y cuando de manera excepcionalísima se más hondo de la raíz de nuestro ser.
presentaron pudieron ser corregidos inme­ Bien sé que este lenguaje arcaico, espe­
diatamente. Esto me permitió observar la luznante, fantasmagórico para muchos, no
aparición de recuerdos sepultados en el merece el nombre de lenguaje. Pero si no
subconsciente en forma de impresionante es lenguaje, ¿dónde colocar esa parte im ­
vivacidad, con colorido patético, brillante, portantísima de la literatura que tiene por
a veces deslumbrador, fulgurante, con una centro lo fantasmal, las ocurrencias más
fuerza que jamás se da en los sueños, aun disparatadas de la imaginación, más allá
en los más teatrales. Una dama que ya en de los sueños y de las leyendas, en el tras­
estado consciente había insinuado que fondo último de la creatividad del hom ­
todo su mal provenía de un intento de vio­ bre? D e Poe a Borges puede hacerse una
lación, cuando fue sometida a dosis ínfi­ antología muy nutrida de la literatura fan­
mas de la droga repitió ante los médicos la tástica que rivaliza con la utilización de lo
escena de esta violación, pero no en forma fantástico en las artes plásticas, muchas ve­
natural, como pudo haber ocurrido, sino ces representadas, por ejemplo, en el libro
como ella se la imaginaba o quizá aun con de René de Solier L ’art faruastique. Todo
mucho más patetismo. La escena era re­ ello ha encontrado rica repercusión en el
producida con la misma desorbítación ex­ surrealismo.
presiva que vemos en las grandes trage­ Llegado a este punto no extrañará que
dias, que fue probablemente la norma en vuelva a hablar de Antonin Artaud, que fue
el teatro antiguo, ese «histrionismo sagra­ encerrado varias veces por los psiquiatras
do» que dio carácter religioso a los albores en las mal llamadas «casas de salud», lo
del teatro en la antigua Grecia. que no le impidió ser el hombre que ha di­
Los enfermos o enfermas al recordar epi­ cho cosas más profundas y certeras sobre
sodios muy traumáticos de su vida — por la esencia del Teatro. Reproduciré unas pa­
ejemplo, haber sentido terror al cruzar de labras suyas tomadas del primer manifiesto
noche un bosque entre los aullidos de mas­ del Teatro de ¡a crueldad:
tines— no lo contaban de manera normal
ni siquiera asustada, sino con el patetismo «[El Teatro], abandonando las utiliza­
casi m itológico de una aventura escalo­ ciones occidentales de la palabra, con­
friante y sobrenatural. Desde estas expe­ vierte las palabras en sortilegios. A lza la
riencias fue afianzándose mi convicción voz. Utiliza las vibraciones y las calida­
de que en el fondo del alma humana reside des de la voz. Hace que los ritmos se
un «estrato histriónico» en el cual la vida deslicen locamente. Martillea los soni­

507
MEDICINA Y PALABRA

dos. Trata de exaltar, de amodorrar, de vereda reservada a santos sino que puede
encantar, de paralizar la sensibilidad. ser accesible a todos, exige ritos de acceso,
Hace que se desprenda del gesto un li­ como en los cuentos orientales, laboriosos
rismo nuevo que por su precipitación o y difíciles, y sobre todo un conductor ho­
su amplitud en el aire acaba de sobrepa­ nesto y de firmé inteligencia. Ya nuestra
sar el lirismo de las palabras. Rompe, Santa Teresa, en su sexta Morada, habló
por último, con el servilismo intelectual de estos peligros que con acierto señaló mi
al lenguaje, haciendo que brote el senti­ colega Ikemi en el coloquio de Córdoba,
do de una intelectualidad nueva y más son exactamente iguales a los que tiene el
profunda que se oculta bajo los gestos y qué, sin gurú experto, se mete en las vere­
bajo los signos, exaltados a dignidad de das arriesgadas del zen. Pretender saltar el
exorcismos particulares». camino intrincado y laborioso de la medi­
tación con la fórmula mágica de una droga
Naturalmente, era lógico que este nuevo conduce casi siempre a una catástrofe. No
manifiesto de metasurrealismo no fuese es necesario decir — hablo por mi expe­
entendido en su tiempo, ni siquiera por los riencia médica— que, salvo casos excep­
que se creían en la más avanzada y provo­ cionales como el del poeta Michaux y al­
cativa frontera del arte revolucionario. Ar­ gún otro, estas vías de atajo para penetrar
taud habla ya entonces (este texto apareció en las simas misteriosas del alma nunca
en la Nouvelle Revue Française en el nú­ son fecundas. Todo lo más sirven de simu­
mero de octubre de 1932) de romper el lacro de la creatividad, hacen nacer un em­
servilism o del teatro al texto y de otros barullado hervor de poesía turbia en la que
planos de la creación que exigen que la se entremezclan demasiado lo excelente y
sensibilidad sea puesta en un estado de lo mediocre.
percepción más profunda y más fina. Esto
— añade— es la finalidad de la magia y de
los ritos, de los cuales el teatro no es más VI
que un reflejo.
En mi práctica de médico me he encon­ Hasta ahora me he movido, como médi­
trado con frecuencia con pacientes de gran co. en la observación del lenguaje como
tálenlo literario. Alguno de ellos había pa­ forma de comunicacióu con el enfermo,
sado de dirigir Servicios de Información esto es, como instrumento de mi oficio,
en el Extremo Oriente a estudiar nuevas como pueden serlo para el albañil la llana,
drogas psicodélicas en los indígenas de la plomada y el nivel. Instrumento de cier­
Cenlroamérica. Dos circunstancias que le to interés, pues nos pone en contacto con
condujeron a la «adicción», al consumo realidades insospechadas y abismales de!
habitual de drogas. B aste que recuerde hombre.
aquí los capítulos de literatura contempo­ En la modesta práctica de todos los días
ránea en los que se alude, por experiencia descubrimos los médicos algo que está en
vivida, a esta frontera de la droga, de la la médula de la discusión contemporánea
que es tan difícil volver a salir. Los nom­ sobre el lenguaje. ¿Es éste, el lenguaje,
bres de René Benjamin, de Burroughs, de lodo lenguaje, sencillamente «comunica­
Michaux (estudiado por mi colega y buen ción»? ¿,0. com o sostuvieron desde lo?-
amigo de ambos, Ajuriaguerra) y el discu­ tiempos más remotos los adeptos de la Ca­
tido autor de «Strahlungen», Ernst Jünger, bala es la palabra, en una forma u otra re­
son prueba viva de que es empresa arries­ flejo de lo divino, de lo que está <-más
gada para el hombre, por fuerte que se juz­ allá» de nosotros? Lejos de mi animo en­
gue, moverse en estos linderos del alma. trar en este debate que loca raíces nun
La puerta mística, que hoy sabemos no es hondas de nuestro ser contemporáneo, que

508
l
MEDICINA Y PALABRA
b
r- r
agita, por consiguiente, turbios torbellinos de viva discusión en los cenáculos científi­
: de pasión. Laméntense otros de la degra- cos y en los congresos internacionales. El
I: dación de la sacralidad del lenguaje, de la médico cree con demasiada facilidad en la
Ü. "que habló con verbo encendido el místico «información», sin someterla a la crítica y
g alemán Jacob Böhme y que comenLó Er- al convertirse en vehículo de una forma
t,, nesto B enz con equilib rio y sabiduría. adulterada de lenguaje se vuelve él mismo
■y. Como médico he de preguntarme, de ma- causa de enfermedad, al ser inconsciente
r ñera lo más sencilla posible: ¿Percibo yo instrumento de una sociedad en la que el
[:_ de alguna manera ese carácter mágico, esa lenguaje se ha degradado.
C naturaleza «sagrada» del lenguaje en mi Por fortuna, los m édicos vivim os con
P práctica más vulgar y corriente, en el trato frecuencia el reverso de la medalla, en el
“ cotidiano con los enfermos? momento que la palabra recupera su esen­
He de responder con la afirmativa. Pien- cia y vuelve a transformarse en palabra
-- so que la palabra, desvalorizada hoy como germinal. Es al escuchar del enfermo o de
.... moneda tercermundista a ser simple «in- la enferma: «¡Hace seis años me dijo usLed
formación», es siempre espejo del misterio algo que ha cambiado por completo mi
que nos envuelve. Todos los días observa- vida!» Y agrega, reforzando su opinión,
b m o s ese deterioro de la palabra médica en que, equivocada o no, nos halaga: «¡Una
forma de lo que los médicos llamamos ia- palabra suya! ¡Si supiera usted el bien que
trogenia, es decir, de enfermedad produci- me ha hecho!» Tiene esto el inconveniente
• da por el propio médico. Cuando incons- grave de que con mucha frecuencia viene
cientemente. al querer comunicar al pa- el enfermo aherrojado en una neurosis ya
. ■cíente la naturaleza de su mal, el médico muy antigua, con la esperanza de que el
le induce a desaliento, a error, le hace vol- médico pronuncie esa palabra mágica que
verse enfermo de una enfermedad que no en breves segundos ha de corregir un su­
padece. Cuando, con el mismo aire solem- frimiento que tiene sus pilares en la infan­
. ne que tendría un médico de Molière, le cia primera y que no ha dejado de ser con­
pronostica: «¡Si usted no hace caso a lo que solidado y fortalecido por las ulteriores vi­
- le digo, jamás se curará!», lo que, natural- cisitudes de su existencia.
mente, la mayoría de las veces no es cierto. Con el tiempo mi acción médica se ha
O bien: «Si continúa usted tomando esas complicado con una empresa nueva: la de
drogas se envenenará». Inútil entonces ex­ desíntoxicar a mis pacientes de la inocu­
plicarle al paciente que muchas veces esas lación por el lenguaje de la propaganda
«drogas» son im itaciones de las que el de una interpretación torcida de su enfer­
- propio organismo fabrica para regular sus medad o de la terapéutica. No es ésta ta­
. actividades. O que, por lo menos, su ac­ rea baladí. Ya que el poder de este len­
ción no es tan extraña al ser vivo, pues lo guaje desacralizado, idólatra de una in­
“ que hacen es suscitar una mayor produc­ formación nion ocor de y sin espíritu es
ción de las propias drogas, de los «aulo- multiplicado al infinito por el poder dia­
coides» o fármacos producidos por el pro­ bólico de los medios de información de
pio cuerpo. Y que él, el enfermo, no sabe masas.
ya producir por haber quedado inserto en La importancia creadora de la palabra
-. una sociedad que despliega sus acciones nos vuelve a todos responsables. No sólo
depresoras sobre el propio individuo. Otras por mi saber técnico, por la experiencia
veces el médico, al exclamar con aire pa- adquirida, sino por ese eco misterioso que
v tótico: «¡Tiene usted demasiada colesteri­ en el que escucha despierta k palabra. Re­
na!», también despliega un pseudosaber. sulta de ello que la pérdida de ese hálito
pues lo muchísimo que sabemos en reali- secreto deJ lenguaje tiene graves conse­
v dad sobre la colesterina es todavía motivo cuencias en la economía de las naciones.

509
MEDICINA Y PALABRA

pues determinando enfermedades falsas, conseguido que la mona «Washoa» llegue,'


producidas por su em pleo desacertado, al cabo de treinta y seis meses, a manejar
acaba repercutiendo en lo que hoy se lla­ S5 signos comunicativos. Para un médico
ma «economía de la salud», acarreando psicosomático lo importante de esta expe­
dispendios innecesarios. riencia es que este aprendizaje determina
El propio Freud se nos revela, de mane­ en el simio un desarrollo corporal más ar­
ra inesperada para los que ven en él un monioso.
materialista empedernido, como hombre Segundo. Si este lenguaje por signos, el
sensib le a la magia del lenguaje. D ice lenguaje de los sordomudos, analizado por
(Obras completas, XV, 17, edición ingle­ Belluggi y Klima, del Instituto Salk, de
sa): «Las palabras son originariamente San Diego, en California, si este «lenguaje
mágicas y aún hoy han conservado mucho icónico» es investigado en cuanto a la asi­
de su antiguo poder de conjuro. Por esta metría cerebral, descubrimos que está tam­
razón, no debemos menospreciar el em­ bién sometido a la que conocemos como
pleo de palabras en la psicoterapia y com­ «especializaron de los hemisferios cere­
placernos cuando ias observamos en su brales». Es notable, por lo menos para mí
juego enigmático entre el paciente y el en­ sorprendente, que este A SL (American
fermo». Winquist. actualmente profesor de Sign Language) muestra diferencias entre -
religión en la Universidad de California, las naciones o pueblos que lo emplean. Se
comenta así este párrafo de Freud: «Esta descubren además en él los mismos lapsus
magia del lenguaje requiere escuchar lo no que en el lenguaje verbal y al parecer tam­
dicho en esas palabras que pasan entre el bién con él son posibles la expresión poé­
enfermo y su analista». Este moderno pro­ tica, el humorismo y la ironía.
fesor de religión no vacila en este momen­ Tercero. Los trabajos de Zaidel, enri­
to en establecer un paralelismo entre el queciendo nuestro conocim iento de los
«decir» de Freud y la expresión utilizada procesos mentales que tienen lugar en el ’
por Heidegger cuando éste habla de «la hemisferio derecho {habitualmente el no ;
necesidad de buscar esa vecindad en la dominante, excepto en las personas zur: \i
que moran, sin enfrentarse, de manera ar­ das), han puesto en evidencia que hay un
moniosa, el pensamiento y la poesía». inmenso reinado de la conciencia y del t
pensamiento que existe sin necesidad de ;
crear im ágenes fonológicas de las pala- *
vn bras. Halliday ha denominado protolen-
guaje a esta función del hombre de emitir ,=
'Antes de entrar, tras cuanto llevo dicho, significados sin palabras. N o es cierta,
en el estrato más misterioso del lenguaje, pues, la afirmación de algún filósofo que ^
el que he denominado escenario del delirio sostiene que fuera del «texto» no hay len- ,
y del límite, expongo los datos biológicos guaje. |
que pueden ayudarnos a comprenderlo. Cuarto. Fundándose en la gran capaci- i
Ék^kK.1«ii v.

dad metafórica de los niños de dos y me­


Primero. La supremacía del lenguaje dio a cinco años y en la no menos sorpren­
llamado «icónico» o gestual, la superiori­ dente capacidad de comprensión de las
dad de los gestos cuando pretendemos en­ metáforas por los niños de seis a doce
í

señar a los primates signos que sirven para anos de edad (Gardner y Winner), habla
.

de una capacidad metafórica primordial


l

comunicamos con ellos. Con las palabras,


ú

con el signo verbal, el orangután aprende (primordial metaphoricity). El lenguaje es,


í

de nosotros pocas cosas. En cambio, Bea­ según él, radical y esencialmente metafóri­
i
'1,r

triz y R. Alien Gardner, en Reno, Nevada, co. Es, de forma intrínseca, plurivalente y ,.
con el lenguaje de los sordomudos han son las convenciones arbitrarias de la so-^j

510
MEDICINA Y.EALABRA

dedad las que podándole de metaforidad le Universidades que se asoman al Océano


convierten poco a poco en monovalente. Pacífico denominan «revaluación de lo fe­
Este lenguaje unívoco, «literal», monova­ menino».
lente. que es hoy casi el único utilizado, re­
* * Sj£
sulta de la delimitación valorativa. axioló-
üicu, del control de la sociedad sobre el El lenguaje, como la Medicina, caminan
contexto y de la indiferencia del sujeto ha­ ambos por las aristas de la vida, por sus
cia los valores poéticos y emocionales que márgenes, por su confín. La gente, los pro­
tiene toda palabra. fesionales de ambas cosas, M edicina y
Lenguaje, quieren empujarías al centro,
Como antes señalé, los neurólogos co­ donde todo es seguro, fuera de la comisa
nocen la enorme complejidad con que am­ peligrosa. Habitaríamos así, médicos, filó­
bos hemisferios cerebrales se enlazan, tan­ logos y lingüistas en los «campos de segu­
to en su anatomía.como en su fisiología. ridad». en los buenos hábitos de la ciencia
Es probable que en la comunicación, ex­ reconocida. No son nada menospreciables
presiva el papel desempeñado por estos estas vastas zonas de la «coherencia so­
dos hemisferios muchas veces cambie y cial», de gran rendimiento. Pero debemos
los dos se alteren. Su interacción es lo que darnos cuenta de que junto a esta fuerza
confiere a la lengua colorido y emoción. conservadora que nos dirige hacia el cen­
Para romper esa tendencia a la «muerte tro hay otra que nos lleva a los límites de
metafórica», como la ha calificado el poe­ la realidad, al voladizo de la existencia,
ta Gerard Hopkins, esa muerte que amena­ donde se alberga el riesgo, en los bordes
za a todo lenguaje, para sacarle de su tri- limitantes con el infinito y con lo ignoto.
vialización, de su propensión a las estereo­ Cuando se quiere explicar «sociológica­
tipias, al tópico no basta con la poesía. Es- mente» el sojuzgamiento de una «lengua
preciso también el vigor metafórico que materna» por otra políticamente «domi-
brota ya en la más temprana infancia y que namev o la locura de Rölicriin diciendo
el hombre adulto ha olvidado. que éste no ha sido más que un «noble si­
H e aquí por lo que pienso que el denomi­ mulador», que así quiere eludir el rigor de
nado «fenómeno psicosomático» o «pensa­ una tiranía, nos desplazamos al centro de
miento operatorio», observado por mis co­ la plataforma, a la explicación grata a
legas en las enfermedades típicas de nues­ nuestro tiempo. Cada día se vuelve más
tro tiempo, tiene interés para el estudio del incómodo habitar en las fronteras del Ser,
hombre. R e p r e s e n ta en el fondo la a c e n ­ pero cada día se. hace más imperioso «vi­
tuación de un proceso normal de esclerosis vir en la frontera».
de lo que hay en el lenguaje de sagrado ya Nadie que yo sepa ha señalado que pa­
en la infancia. Que corre peligro de per­ ralelamente a la «desmitificación» de Höl­
derse en la instrumentalización técnica de derlin en su país, en Alemania, haya, surgi­
nuestro mundo y que ya ha suscitado, do en Francia un interés paralelo por este
como suele ocurrir en la historia del pen­ poeta alemán que emprincipio parece muy
samiento, una corriente curativa, compen­ alejado del espíritu galo. El psicoanalista
sadora, visible en la exaltación de la metá­ Laplanche, con su estudio sobre Hölderlin
fora, del poder de la imaginación, de una y el problema del padre, y después de él
Arqueología de lo imaginario y de una re­ Derrida y Foucault, éste con su Historia
valorización de aquellas secretas profundi­ de la locura, aparte de la boga creciente
dades de la naturaleza humana que algu­ de Antonio Artaud, nos enseñan la pasión
nos psicólogos, principalmente de la es­ que suscita lo que he llamado «el escena­
cuela de Jung, denominaron Anima y ahora, rio del delirio» en nuestro tiempo. El re-
sin rebozo, los filósofos y teólogos de las descubrimiento del teatro del gran poeta

511
MEPICJNA Y PALABRA

alemán Kleist por nuestros vecinos habla guaje de los psiquiatras, que en el poeta
también en el mismo sentido, pues en sus pueden distinguirse tres lenguajes diferen­
obras, Pentesilea, El cántaro roto y hasta tes: el de la conversación habitual, el len­
en el Príncipe de Homburg se respira la guaje con la madre y el lenguaje noble de
atmósfera trágica de la locura. la poesía.
La tesis de Bertaux y sus colegas que Dejando a un lado los problemas médi­
hacen de Hölderlin un simple simulador, cos y los filosóficos para atenerme, como
por noble que parezca, peca de una total venga haciendo, a mi experiencia en el
ignorancia del problema de la esquizofre­ trato con enfermos de todas clases, creo
nia, tal como se plantea en nuestro tiempo. poder añadir algo muy sencillo pero im­
BerLaux comete el craso error de confundir portante. En los últimos decenios, al dejar
con otra persona al psiquiatra Lange, que de considerar al enfermo psicótico con
fue médico de Hölderlin, atribuyéndole un menosprecio mal disimulado, al dejar de
analfabetismo literario. En realidad. Lange tener miedo el médico al enfermo mental,
era un médico bohemio, asiduo de los ca­ el pronóstico de estos pacientes ha mejora­
barets literarios- de Francfort y escritor de do. Lo inicial y decisivo fue que el médi­
importancia. Uwe Henrik Peters, profesor co, ante lo que llamaba de lirio, es decir in­
de Psiquiatría en Colonia, ha refutado la te­ conexión verbal, disparate incomprensi­
sis de Bertaux con brillantez, pero sin ex­ ble. se fue poco a poco persuadiendo de
plicamos dos cosas. Que esta tesis es «pro­ que todo delirio tiene un sentido, es decir,
pia de nuestro tiempo», lo primero. Lo se­ «se puede comprender», por absurdo que a
gundo, que no desvela el elusivo misterio primera vista parezca. Basta con saber in­
de la relación del genio con la locura. terpretar lo que el enfermo dice en un «se­
Este proceso, tan interesante para la his­ gundo plano» de su elocución.
toria del lenguaje que lleva primero a la En segundo lugar, con absoluta inde­
desmitificación de Hölderlin y después a su pendencia de este «proceso de compren­
remitificacián nos conduce a una encruci­ sión del delirio», empezó la literatura a
jada decisiva. Puesto que ba permitido ana­ volverse delirante. Es decir, a expresarse,
lizar su obra poética con minucioso amor y para llegar a las simas del hombre, en for­
descubrir algo que nos sorprende. Este poe­ ma inconexa, empleando las asociaciones
ta, que ha llevado a su máxima grandeza libres y el lenguaje de los sueños.
poética al idioma germano, tiene en sus úl­ En este doble proceso aparece como
timas creaciones una increíble pobreza en algo decisivamente dramático en la vida
su léxico, en zonas tan esenciales para la del hombre, como un factor regulador de
poesía como son la relación interpersonal, su destino, justo aquello con lo que empe­
el amor, la existencia heroica, la religión y cé mi discurso: el «lenguaje maternal».
la belleza. A pesar de esta penuria resplan­ Que fue perdiendo opacidad y ganando
dece, de cuando en cuando, con asombroso lucidez a medida que aprendíamos a inter­
vigor, en estos últimos poemas, por algu­ pretar el lenguaje secreto, el protolengua-
nos llamados «de la locura», la misteriosa je que liga a los seres humanos en su co­
llama sagrada de lo poético. Lo que nos mercio em ocional más entrañable. Si a
hace interrogarnos sobre este enigma que esto añadíamos el amor al enfermo y poco
puede pasarse de las palabras poéticas tra­ a poco aprendíamos a no achacar sus su­
dicionales y no obstante conservar, en me­ frimientos a nadie, es decir, si también
dio de versos vulgares y apagados, todo el amábamos a esas madres que mis colegas
genio mágico y sobrecogedor de la poesía. califican desdeñosamente de «esquizoíre-
Uwe Henrik Peters califica a la enfer­ nógenas», de causantes de la esquizofrenia,
medad de Hölderlin de esquizoafasia, pa­ poco a poco se iba haciendo la luz en nues­
labra con la que se quiere decir, en el len­ tra mente. ■

512
M EDICINA Y PALABRA

§j*.-- Sabemos muy bien — por lo menos lo Academia Española, dije ya que, en esbo­
^ sab em os algunos m édicos— que «el en- zo, estuvo a punto de ser «extraterritorial»
p formo aislado es la excepción», como afir- en el sentido que da a este término Gcorge
|L mó hace varios lustros el doctor O’Reilly, Steiner, con dos lenguajes matemos. Fue
É-pesonaje de The Cocktail Party, una cono- este mismo crítico, Steiner, quien señaló
p cida comedia de T.S. Eliot. Pero ahora sa­ que los grandes artistas del lenguaje en
c h e m o s también ver en esa madre e hijo nuestro tiempo escribieron y escriben con
|r que nos visitan, mutuamente inculpando- igual maestría en dos idiomas: Nabokov,
se, que son, en realidad, ambos como una Yeats, el propio Samuel Beckett, Canetti y
L^Mater doloroso zarandeados por el venda- en otras épocas Heine. En España, Josep
fe val del destino. Pía, Valle-lnclán, Cela, Gunqupiro y algu­
é vil Era preciso que contase aquí esta entra- nos otros. El propio Steiner, acaso para re­
* ñabilísima experiencia de mi práctica mé- solver ese drama íntimo de las muchas
“ dica para poder entender desde ella las úl- lenguas maternas, terminó por componer
í timas dramáticas peripecias de la literatura un excelente libro sobre el «arte de tradu­
‘“ contemporánea. Que se condensan —para cir» titulado Después de Babel, y que po­
r no citar más que nombres cimeros— en el demos leer en una buena traducción caste­
-rencor contra el lenguaje, en la hostilidad llana, Paul Celan, un gran poeta críptico
hacia el verbo que rezuma de las obras de nacido en Besarabia y que escribió en un
Samuel Beckett, de Antonin Artaud, de alemán hermoso y dislocado, hizo de sus
Peter Handkc o de ese importantísimo poe- últimos poemas (según el critico Bosehens-
F■ ta que fue Paul Celan. Todos ellos, como tein) un «lenguaje contra el lenguaje», una
{ , es natural, llen os, paradójicam ente, de especie de contralenguaje. Su trágico des­
y profundo amor por la propia literatura. tino le llevó de Cemowitsch a París, donde
. Afanosos y lúcidos los críticas, como se suicida arrojándose al Sena. Dominaba
_ sucede con Waltraud Golter para Samuel varios lenguajes matemos, llevando al ale­
Beckett, llegan a descubrir que esta hostili- mán, en el que están escritos sus poemas,
■_ dad a la lengua, al lenguaje como comuni­ formas sintácticas del ruso.
c a c i ó n , obedece al juego ambivalente de Examiné a continuación tres de los es­
dos im pulsos secretísim os: el deseo in- cenarios en los que el lenguaje se presenta
consciente de retomar al seno materno e al médico: el histriónico, el del vacío y el
~ incluso más allá, fundiéndose con la matriz del delirio. A! llegar a éste, al del delirio,
de la vida y el anhelo contrario de destruir debo recordar una singularísima obra es­
a la madre, es decir, de destruir el lenguaje. crita por un esquizofrénico, Louis Wolf-
No es una casualidad que una de las son, y prologada por Deleuze. El libro, Le
grandes novelas de nuestro tiempo donde Schizo el les ¡angues (París, 1970), es un
.este juego de terrible lanzadera mejor se valioso documento a la vez histórico, lin­
manifiesta sea Watt, uno de los libros más güístico y médico. Su tesis está condensa-
importantes de Samuel Beckett y de cuyo da en esta frase: «Y, en efecto, de lo que
protagonista se ha afirmado que es la re­ se trata es de destruir la lengua materna».
producción en clave de la vida de Ludwig A lo que se añade: «la lingüística es un
v Wittgensteín, el gran filósofo del lenguaje. asesinato ritual y propiciatorio de la len­
gua maternal». Lo cual es aducido en su
* * *
gran estudio sobre Beckett por Walraud
Estoy ahora en situación de dar un paso Golter para explicarnos por qué los prota­
atrás y examinar como desde un altozano gonistas del autor de Watt intentan regre­
el camino recorrido. Al rendir homenaje a sar a un estado anterior al nacer y en el
ese gran escritor que fue Eugenio Montes, que ya no hay vida. Maldicen, como Se­
mi predecesor en el Sillón L de la Real gismundo, de haber nacido. «Mala madre

513
MEDICINA V PALABRA

y palabras ladronas» es la-queja. Ambos, o fisonómicn. por acentos, énfasis, actitu­


madre y lenguaje son engañosos, falsarios, des, etc., de una atmósfera o clima sutilísi­
ambos impiden que lleguemos a ser noso­ mos. En esta atmósfera y en este clima
tros mismos; nos roban nuestra identidad. nuestros antepasados nos encierran, sin sa­
Todavía no se había publicado, cuando se berlo nosotros, en invisibles prisiones.
escribieron estas líneas, la gran biografía Se me dirá, de nuevo, que esto no es
de Samuel Beckett por Deidre Bair, en la lenguaje. Como médico he de disentir. Esta
que se nos cuenta que la madre del escri­ «comunicación» de climas familiares, tan'
tor, May, «con la excusa de su insomnio», impalpable que aun el especialista educa­
eludía la relación física con su marido dur­ do para escucharlo puede necesitar m eses.
miendo en cuarto aparte, Pero esto le lleva­ de convivencia estrecha con el núcleo fa­
ba a pasear durante toda la noche por la miliar, disfrazado de asistente social o de
casa, en silencio y oscuridad como un fan­ enfermero para percibirlo, se hace median­
tasma. La evidente patología de la madre te signos y símbolos pero también por pa­
de Samuel Beckett viene así a reunirse con labras, por construcciones sintácticas afi-. .
el rico muestrario de figuras maternales nadas por los siglos. A sí se transmiten las
muy neuróticas a las que. de manera indi­ «consignas» del clan familiar, las «fideli­
recta, debe la literatura creaciones geniales. dades secretas», las normas heredadas.
El crítico G olter es más marxista que Que actúan hoy, en todos los rincones del
psicoanalista, aunque juega con talento a Planeta, modelando lo más profundo de la ,
los dos paños. Lo que de sus palabras más persona. Invisibles para el que no haya
me importa es la coincidencia entre el ca­ aprendido a percibirlas, son las que determi­
minar secreto del lenguaje y el proceso nan conductas tradicionales de conformi­
paulatino de la destrucción de la comuni­ dad o de rebeldía, docilidades difíciles de
cación interhumana. ¡Ah! Esto sí que mere­ explicar, suscitan matrimonios consanguí- ¿
ce ser subrayado. La insidiosa corrosión del neos y conflictos, odios que se perpetúan, y
poder comunicativo del lenguaje empieza a Tres generaciones bastan, conforme a la ^
ser denunciada ya por Marcel Proust, como experiencia, para engendrar el escenario'^
el propio Beckett señala. La comunicación del delirio, dos o una son suficientes para $
de la informática, desprovista de su halo preparar la escenografía del vacío. ¡Tanto j
sagrado, es por el momento la última etapa poder tienen esas escondidas fuerzas d e l|
de este proceso. lenguaje que el médico actual acierta a re-^
Ahora bien, para entender esto hemos de construir como el arqueólogo diestro que :
añadir a los diversos lenguajes con los que sabe hacer correr de nuevo la vida por JasJ
el médico se encuentra en su camino, a sa­ ruinas de una ciudad desaparecida!
ber, el verbal, el fisonóm ico, el tonal, el Tenía que intentar reflejar aquí la fuerza
patético, el icónico, otro de gran interés en configuradora de las palabras cuando se
Patología; el de las atmósferas o «climas» vuelven clima o atmósfera que se transmi^
mediante los cuales se lleva a cabo, de una te casi con la fuerza de los geness para que;
en otra generación, con prohibiciones táci­ observásemos el devastador alcance dejf
tas, limitaciones secretas, esto es, lo que en lenguaje cuando éste se deshumaniza. La!
la actualidad se denom ina «fidelidades palabra estereotipada, convertida en clrg
ocultas». M e explicaré mejor. Todos obe­ ché, crece fabulosamente en nuestros día
decem os en lo más hondo de nosotros a Un estudio estadístico de las llamadas'®
consignas nunca escritas ni pronunciadas lefónicas demuestra a la vez que la peni
que gobiernan nuestra vida desde genera­ ría del vocabulario significativo, el despi]
ciones y generaciones mediante la creación farro de las frases inútiles, el 75% de 1c
por el lenguaje emocional y todos sus ricos mensajes que se transmiten por el teléfono]
armónicos musicales, por la acción géstica o por los computadores no emplean

514
MÍ- D IC'I NA Y l ' A L A H R A

que un centenar de palabras de las seis­ nuestro tiempo el especialista de ia lengua,


cientas mi! que tiene el inglés. Dice Geor- el lingüista se encuentra ante un hecho
ge Steiner que la abolición de los tabúes médico que es como una veta aurífera que
sexuales ha aniquilado la fuerza y la vitali­ hubiese surgido en su pesquisa cotidiana.
dad que existe en el centro más misterioso Ese diálogo singular que tiene por escena­
del lenguaje. rio el diván psicoanalítico, el que H buen
Ya sé que con esto no digo nada nuevo. psicoanalista tiene con su enfermo, es ac­
Por eso voy a volver a mi función de médi­ tualmente motivo de investigación por el
co. Si hacemos ahora un análisis estadístico, lingüista. Y asimismo es objeto dr lu me­
«objetivo», del lenguaje que habla un grupo ditación del filósofo. Recordemos las ulti­
de enfermos neuróticos, comparándolo con mas obras de Derrida y también a Ricoeur,
el de un grupq de enfermos «psicosomáti- en su erudiLo libro sobre la metáfora.
cos» del mismo nivel intelectual, que pa­ Antes de terminar he de decir algo que
decen úlceras de estómago, hipertensión, no puedo eludir. AI m enos si he do ser
asma, reumatismo, etc., nos encontramos fiel a mi experiencia de m édico con el
con un menor empleo de verbos auxiliares, lenguaje. Para ello he de olvidarme de to­
de adjetivos, con un abuso de formas gra­ dos los prejuicios de nuestra época histó­
maticalmente incompletas, con el empleo rica que tienen en su esencia como triste
del .ve en lugar del yo y con la elusión siste­ destino el de desvalorizar u olvidar lo sa­
mática de palabras que pueden estar carga­ grado.
das de emoción (Von Cad, Lalucat y Lolas). Si he de hablar de la experiencia médica
Pero — se me dirá— , ¿no explicaba us­ del límite, sí, siguiendo a Van Burén, pen­
ted hace un momento que no creía en el sarnos que el lenguaje se mueve siempre
«pensamiento operatorio»? Deseo ser bien sobre el precipicio del ser, en el borde de
interpretado. La llamada «devaluación del la existencia, si he de ser honesto con mi
lenguaje», lo que Steiner califica de «reti­ oficio de observador lo más lúcido posible
rada de la palabra», se manifiesta hoy en el de la realidad más real, tengo que concluir
mundo en forma universal. Pero si los mé­ este artículo manifestando mi creencia de
dicos que hablan de «alexítimia» tuviesen que el lenguaje, ese don, en poca cosa
razón, si la pobreza semántica favoreciese queda si en lugar de comportarse com o
de alguna manera la enfermedad orgánica, potro que se encabrita ante el abism o,
¡qué inmensa responsabilidad para todos echándose hacia atrás, no sabe mirar sere­
nosotros!, médicos, educadores, lingüistas, namente el misterio que nos circunda.
escritores. Entonces el lem a de la Real Los médicos tenemos, fama de positivis­
Academia Española que nos prescribe lim ­ tas, porque siempre encontramos una expli­
piar, fijar y dar esplendor a la lengua al­ cación para lo milagroso. En mi experiencia
canzaría en esta última consigna, la del es­ de médico he asistido a experiencias dramá­
plendor, dimensiones que van más allá de ticas, a vidas y muertes extraordinarias, he
la idea del lenguaje como instrumento. Un podido seguir destinos mucho más inverosí­
lenguaje sin esplendor sería entonces sig­ miles que la más inverosímil de las novelas.
no de algo que hace enfermar al hombre y También he vivido — lo digo con sencillez
cuidar de la pureza y de la riqueza de la y humildad— curaciones milagrosas. Van
lengua pasa, de pronto, a convertirse en Burén, un teólogo norteamericano, en su li­
uno de los gloriosos compromisos, devol­ bro The Edge o f Language, que yo traduci­
ver al ser humano con el esplendor de la ría por El filo del lenguaje, nos dice que
lengua a la plenitud de su riqueza, de su Dios habla desde ese último límite sobre el
armonía corporal y moral. abismo. Todo médico tiene que haberlo es­
Si hasta este momento hablé del médico cuchado alguna vez. Sea o no creyente, un
'ante el lenguaje no puedo olvidar que en día una realidad inmensa se le revela. Libre

515
MEDICINA Y PALABRA i METÁFORA

es de explicarla a su manera. O de olvidarla. Bibliografía


Puede esquivar esa sima de que habló Una-
muno en un soneto estremecedor. Esa sima Suplemento Anthopos, n.° 38, Barcelona,
forma parte también de la vida del médico. 1993. __
D e ella asciende hacia él, mortal como sus
enfermos, el supremo lenguaje. Juan Rof Carballo

Metáfora
«Tratar de la metáfora», escribía U. Eco, Tal vez se .esté aplicando el término ina­
«entraña como mínimo tratar también (y la decuadam ente, tal vez se esté confun­
lista es incompleta) de: símbolo, ideogra­ diendo un proceso psicológico con una
ma, modelo, arquetipo, sueño, deseo, deli­ función gramatical... Deshagamos, pues,
rio, rito, mito, magia, creatividad, paradig­ equívocos.
ma, icon o, representación; y también,
como es obvio: lenguaje, signo, significa­
do, sentido»1. Cumplir tal cometido en un 1. Semejanza y desemejanza.
artículo que se requiere breve es a todas La naturaleza de la metáfora:
luces imposible, por lo que se impone res­ I. La metáfora como analogía.
tringir el área del discurso seleccionando II. La metáfora como tensión
aquellos conceptos que resultan impres­ y simultaneidad
cindibles para la elucidación del tema que
nos interesa: la función hermenéutica de la Etimológicamente, el término metáfora
metáfora. Y entendiendo que la investiga­ (¡lera -cfhEpm) significa «transporte», «trans­
ción lleva en sí, desde su inicio, las condi­ ferencia», «traslación», y es éste el sentido
ciones de sus logros, empezaré con una propuesto por Aristóteles cuando la define2
definición concluyente: la metáfora es el como epffora, es decir, como traslación a
núcleo hermenéutico que nos permite di­ una cosa de un nombre que designa a otra.
señar mundos posibles. La actividad meta­ Se trataría, pues, de un tropo o figura de
fórica es la condición de posibilidad de lenguaje que consistiría en reemplazar sim­
toda producción creadora a la vez que de plemente una palabra por otra que guarde
la apertura comprensiva que permite dicha con aquella cierta relación. Las formas po­
producción. Las claves de la actividad me­ sibles de esta relación serían cuatro: a) del
tafórica son aquellas que explican el me­ género a la especie: si digo «mi nave está
canismo que nos permite construir imáge­ detenida» y la palabra «detenida» reem­
nes comprensivas del mundo, es decir, dar plaza «anclada», siendo así que estar dete­
sentido. nido es una manera de estar anclado; b)
La objeción a este planteamiento es fá­ desde la especie al género: si digo «Ulises
cil: aparentemente, es ésta una manera ha llevado a cabo miles de acciones be­
sui gèneris de entender la metáfora, cuya llas», siendo así que «miles» reemplaza a
definición resulta bastante más simple «muchos»; c) de la especie a la especie: si
desde el punto de Vista de la lingüística. digo «habiendo agotado su vida con la es-

1 Eco, U ., Semiótica y Filosofía dei lenguaje. 2 Aristóteles. Poética, 1457 b, 7-32,


Barcelona. Lumen, 1990. p. ItìS.

516
METÁFORA
§T"
h- pada de bronce» y «habiendo cortado con una comparación: está procurando que en­
t:_'su duro bronce», siendo así que «agotar» y tren en juego términos desemejantes a par­
^«cortar» son dos maneras de quitar; d) por tir de la indicación de una semejanza, La
r analogía: cuando el segundo término [de metáfora trabaja precisamente con la mos­
la com paración] es al primero como el tración equívoca de la diferencia mediante
'cuarto al tercero. Por ejemplo: dado que la aproximación ficticia de los dos térmi­
t existe la misma relación entre la tarde y nos — o de los dos ámbitos— que se rela­
;; el día que entre la vejez y la vida, podré cionan, aproximación que se realiza me­
7-.- reemplazar la tarde por la vejez y hablar diante la selección de una característica
c-._de la tarde como de «la vejez del día» y de que parece pertenecerles a ambos. Si la
v la vejez como de «la tarde de la vida»3. cima y el pico son semejantes, lo serán en
La metáfora ha sido entendida, común- una o más cualidades, no en todas: en la
” mente, a partir de Aristóteles, como «com- «agudeza» en este caso. Por un lado, si la
i paración condensada», pero la insuficien- semejanza fuese total, no habría metáfora
:: cia de tal definición ha sido puesta de ma- posible y, por otro, si se cogiese la. totali­
nifieslo ampliamente4. La consideración dad de las características del signifícame
de la metáfora como una figura de lengua­ de] vehículo6 (el pico todo entero, con to­
je destinada simplemente a establecer una das sus características) se perjudicaría la
■ comparación la elimina como posible va- interpretación del enunciado. En esto últi­
lor fundante de la creatividad, a no ser, mo cifra M. Le Guern7 la diferencia que
i. claro está, que se le concediera a la analo­ existe entre el sím bolo y la metáfora: el
gía funciones mucho más amplias. Si, to­ símbolo, dice, «es lo que representa otra
mando el ejemplo de U, Eco5, hablo del cosa en virtud de una correspondencia
«pico» de la montaña, estoy, efectivamente, analógica», mientras que en la relación
suponiendo una semejanza entre el «pico» metafórica sólo es aplicable un rasgo de
y la «cima», pero el hecho de reemplazar similaridad, que suele ser el atributo domi­
«cima» por «pico» supone algo más: la in­ nante. D e ahí concluye Le Guern que lo
tervención de un cuarto elemento en la re­ que diferencia al símbolo de la metáfora
lación: la cabeza del pájaro. Pues, cierta­ es que, en ésta última, la imagen o repre­
mente, el ejemplo, aunque de tres témiinos sentación mental no es necesaria, mientras
aparentemente, sigue el planteamiento que sí lo es en la relación simbólica.
cuarto de Aristóteles: el pico es a la cabeza La m e tá f o r a es, p u e s , el resultado de
del pájaro como la cima es a la montaña, una tensión: un «es (como), pero no es». Y
como la vejez a la vida y la tarde al día. Si si la metáfora elide el nexo comparativo
bien es cierto que toda comparación supo­ (el «como»), lo hace en razón de lo que
ne la existencia de alguna semejanza, lo ella misma pretende: aunar lo desemejante
que está claro es que no podría existir se­ para poder formar, como diría Ortega, un
mejanza alguna entre dos cosas idénticas, «nuevo objeto». Prescindir del «como»
por lo que el hecho de poder comparar su­ significa hacer hincapié en esa identidad
pone ante todo la existencia de ciertas de­ que, como decía W.A. Urban con respecto
semejanzas, y la intención del sujeto que al símbolo, contiene al mismo tiempo ver­
metaforiza hace algo más que establecer2 dad y ficción. La verdad y la ficción, lo

2 Los cuatro ejemplos son de Aristóteles. 2 Eco, U ., op. cit.-, p. 1 SO.


A Para una relación más exhaustiva de autores y 6 D esd e la p ersp ectiv a c p ifó ríc a o com pararía a. se
de los distintos tratam ientos que le han dado al d en o m in a veh ícu lo ni e le m e n to p rin cip al de la metá­
tema, puede consultarse Mnillard, Ch.T L a crea­ fora. y te n o r al e lem en to p asiv o .
ción p o r ¡a m e tá fo r a , Barcelona. Anthropos. 1992, 7 Le Gueni, M., M e t á f o r a y metonimia, Madrid.
cap. 3. C átedra, 1 9 7 6 ,4 4 .
METÁFORA.

veremos más adelante, son conceptos que capaz de comprender el juego metafórico.
presentan problemas de límites. Así, la expresión «las perlas de su boca»
El «nuevo objeto» que la metáfora con­ sólo tendrá sentido metafórico para quien
seguirá formar será resultado de ese «vai­ entienda que la persona en cuestión 1 ° no
vén de propiedades», según la expresión lleva perlas en su boca además o en vez de
de Eco: «la cima se vuelve más animal y dientes; 2.“ que con «perlas» se ha pretendi­
orgánica, el pico adquiere una propiedad do decir «dientes» —y algo más— , y 3.° que
mineral»8 y este es, desde luego, el primer quien lo dice también sabe que las perlas no
paso para trasladamos desde la interpreta­ son dientes.
ción epifórica de la metáfora (la epífora fue La actividad metafórica comparte pues
definida por Ph. Whechvright como «supe­ con el aite ese aspecto de lo lúdico que Ín­
ración y extensión del significado mediante tegra la simulación: la ficción. Y lo que no
la comparación» y) a una interpretación dia- convien e olvidar es que quien juega y
fóriea: en palabras del mismo autor; «crea­ quien finge es un sujeto, que no existen
ción de nuevos sentidos mediante la yuxta­ «objetos de lenguaje» sino acción comuni­
posición y la síntesis»10. Habremos de ma­ cativa y comprensiva, que el lenguaje es
tizar más adelante: síntesis y actividad algo vivo, y que el sujeto hablante realiza
simultánea. su actividad con ciertas intenciones, por lo
Lo que permitió dar el giro hacia una fór­ que será pertinente preguntarse cuál es la .
mula diafórica debió ser el tener en cuenta intención del sujeto que metaforiza. Y lo
que 1,° el peso de la acción metafórica no primero que se nos puede ocurrir es que la
descansa en uno sólo de los elementos que pretcnsión del hablante sea la de traspasar
intervienen en ella sino en ambos, y que lo literal, a menudo insuficiente para dar
2.° se trata, efectivamente, de una acción, razón de las intuiciones.
antes que de un resultado. A partir de la constatación de que la
La vieja costumbre, presente aún en al­ metáfora es ante todo una actividad del su­
gunos lingüistas, de tratar los distintos ele­ jeto, Ortega llegaría a la conclusión de que
mentos del lenguaje como objetos de estu­ el núcleo del juego metafórico reside en la
dio, hace que se olviden de que el lenguaje ambigüedad del «es, pero no es», o sea, en
es ante todo una actividad desarrollada por la tensión que surge al pretender forzar
un sujeto y que, por tanto, sus manifesta­ una identidad ilegítimamente propuesta.
ciones no pueden ser investigadas inde­ El «nuevo objeto» se lograría mediante la
pendientemente de las condiciones de di­ destrucción de los «objetos reales» que e n -.
cho sujeto y las relaciones que establece tran en relación, para lo cual, en primer lu­
con su entorno. C.M. Turbayne, por ejem­ gar, se destacará una semejanza irrelevan­
plo, tuvo esto en cuenta cuando puso de te, a partir de la cual se afirmará, indebida­
manifiesto eso tan obvio y tan importante mente, la identidad absoluta de ambos. Por
de que sin la conciencia a) de la dualidad supuesto, dada la irrelevancia de la seme­
de sentido de la expresión metafórica — es janza, éstos se resistirán a la identificación,’
decir: de que no se trata de una expresión rechazándose mutuamente, Sin embargo
literal— , y b) de la simulación de que tal — y en esto consiste la segunda opera­
dualidad no existe, la metáfora no es tal*11. ción— , se tratará de insistir en la identi­
Sólo habrá metáfora cuando un sujeto sea dad, la cual, por supuesto, no podrá efec- ‘

s Ibid., 181. timtivo, el comparativo, y el interactivo. Los dos prime-"


* Wheelwright, Ph., Metáfora y realidad, Madrid, ras pueden entenderse como epifóricos, mientras que el
Espasa-Calpe, 1979, 73. último se corresponderá con la interpretación diafórica.
lI) ibid, Black, M., en Múdelos y metáforas (Madrid, 11 Turbayne, C.M., El mito de ¡a metáfora, Méxi­
T écn o s, 1966), contempla tres posibles enfoques: el susr- co, F.C.E.. 1974,26. v
METÁFORA

tuarse en el ámbito de los objetos reales Claro que no todo contacto de lo dispar
sino que habrá de realizarse en otro ámbi­ dará lugar a ese salto cualitativo, y desde
to, aquel al que Ortega denomina «lugar luego no se dará en todos los individuos
sentimental», por lo que ese «nuevo obje­ por igual. Que la metáfora resulte eficaz
to» será no un «objeto real» sino un «ob­ — y la eficacia de la metáfora deberá me­
jeto estético». El «lugar sentimental» no dirse por el grado de apertura de la visión
les corresponde a los conceptos, dado que que es capaz de procurar— dependerá de
cada unidad conceptual ocupa uu lugar de­ la experiencia vital, del tipo de cultura y
terminado que no puede compartir con un de la información de que disponga la per­
concepto distinto. Los lugares «reales» sona, además de su disposición receptiva.
son refractarios a la simultaneidad de las Puede que de la conexión entre un viejo
imágenes que los conceptos representan. paraguas y una máquina de coser íLautréa-
Conceptuadas, las imágenes adquieren la inont) no resulte ninguna metáfora para
fijeza de lo repetible, de lo universal, y de algunas personas, pero es seguro que en
lo ideal. En cambio, el lugar sentimental otras muchas la imaginación, rescatando
es aquella dimensión donde los objetos ad­ recuerdos e imágenes dispares, efectúe co­
quieren valor de presencia activa y donde nexiones que hagan emerger una impre­
se actualizan en la síntesis efectuada por el sión nueva, distinta de las que estas mis­
sujeto, extraconceptualmente. mas imágenes le procurarían por separado,
La teoría oríeguiana pone de manifiesto, impresión que no tardará en germinar si se
claramente, tres cosas: 1° que la semejan­ la cuida y se la deja. El «nuevo objeto» no
za es tan sólo un ardid para poner en juego será necesariam ente una nueva im agen,
términos o ámbitos que no se corresponden podría ser un ámbito nuevo, y los ámbitos
mutuamente; 2.° que de dos términos que son estados o disposiciones del espíritu:
no se resisten a la identificación, no resulta modos en que el sujeto asimila los estímu­
metáfora alguna, y 3.° que el resultado del los y se dispone para la visión.
proceso es un sentimiento producido por la
sincronicidad de imágenes activas.
Por lo que puede concluirse que el ca­ 2. Metáforas muertas y conceptos vivos.
rácter innovador de la metáfora no radica Metáfora, lenguaje y metafísica
tan sólo en el hecho de que se amplíe un.
determinado concepto o ámbito al permitir En el opúsculo postumo Sobre verdad y
en ellos la intromisión de ciertas caracte­ mentira en sentido extramoral, N ieizsche
rísticas pertenecientes a un contexto ajeno, quiso mostrar que lo que llamamos «ver­
sino en que procura la asimilación de dos dad» no es sino el uso habitual de unas
conceptos o ámbitos dispares y que de ello metáforas cuyo engranaje conform a las
resulta, la disposición de nuevos engarces convencion es destinadas a m antener el
que le permitirán, al sujeto, adoptar un pacto social. El lenguaje seria el resultado
nuevo enfoque, una nueva manera de ver a de un doble salto cualitativo: la extrapola­
partir de la cual surgirán nuevos modelos ción de un impulso nervioso a una ima­
o interpretaciones y, por tanto, también, gen: primera metáfora y, seguidamente, la
nuevos objetos. De ahí que pueda decirse transformación de la imagen en sonido:
que cuanto más distantes sean las imáge­ segunda metáfora. Las palabras no dan ra­
nes que se ponen en conexión, más inno­ zón, nunca, de «la enigmática x de la cosa
vadora será la metáfora. en sí» 12. Los conceptos, por tanto, esos

■- Nietzsche. F., Sobre verdad v mentira en senti­


do exiramoraU Valencia, Teorema, 1980, p, 8.

519
METÁFORA

elem entos del lenguaje que se convierten La otra «verdad», la «verdad pura, sin
en el material con el que trabajará el in­ consecuencias»16 es extralingüíslica; per­
vestigador, se formarían «por equipara­ tenece, podríamos decir, al orden del si­
ción de casos no iguales»13 y por el aban­ lencio, del «gesto» no interpretado.
d on o de las diferencias individuales, es
decir, el olvid o de las notas distintivas y
«reales». «La naturaleza», dice Nietzsche,
Verificación del planteamiento de Nietzsche
atendiendo a la presente descripción
«no conoce formas ni conceptos»1,1.
de la metáfora y a la diferencia aludida
Que cuando hablamos de verdad estamos
entre símbolo y metáfora
moviéndonos en el campo de la ficción sig­
nifica, para Nietzsche, l.° que no estamos 1. La cosa en sí y el lenguaje; Los sal- ■
hablando, que no podemos hablar de las co­ tos entre una esfera y otra serán metáforas
sas reales. El uso del lenguaje implica la si se entiende que existe alguna semejanza
ficción, es decir, el paso de un orden real entre el impulso nervioso y la imagen, por
donde lo que hay son las impresiones inme­ un lado, y entre la imagen y la palabraj por
diatas, no codificadas, a un orden represen­ otro. Pero, de hecho, difícilmente puede
tativo: y 2 ° que la ficción es el resultado de averiguarse ese carácter semejante si ori­
un impulso, regido por la necesidad o el an­ ginariam ente só lo teníam os el impulso
sia de prolongar la existencia, de mantener nervioso, en el primer caso, y la imagen,
la vida, cosa que no puede lograrse sin un en el segundo caso. Para que haya metáfo­
«tratado de paz», es decir, sin el estableci­ ra es preciso que se dé la relación entre los
miento de unas convenciones que habrán de dos objetos, D e modo que más bien debe­
establecerse lingüísticamente: toda conven­ ríamos decir que se trata de una traduc­
ción exige la utilización de universales: ción. o sea, de un proceso de simboliza­
conceptos. La «verdad», por tanto, no será ción. El lenguaje es símbolo, no metáfora.
sino el resultado de una exigencia social 2. Formación de conceptos; ¿Puede de­
que a su vez responde a la necesidad o el cirse que los conceptos sean metáforas'?
ansia de vivir socialmcntc: de con-vivir. Se La operación conceptualizadora es un pro­
le dará el nombre de «verdad» a estas con­ cedimiento que pretende captar «lo esen­
venciones cuando su génesis se haya olvi­ cial», es decir, lo que tienen en común los
dado, y el mantenimiento de la verdad y la individuos de un conjunto de cosas. lil
erradicación de la mentira responderá a un concepto se refiere a estos rasgos comu­
m o v im ie n to de p reserv a ció n d el traLado de nes. Es un procedimiento frío, que no pre­
paz. La verdad, dirá Nietzsche, es un con­ tende activar, que no activa, de hecho, la
junto de metáforas gastadas, «una suma de función creadora. N o se trata, para obtener
relaciones humanas que han sido realzadas, un concepto, de aunar lo distinto (aunque
extrapoladas y adomadas poética y retórica­ las cosas de las que se parta sean distin­
m ente y que, después de un prolongado tas). sino solamente lo idéntico. Un con­
uso, un pueblo considera firmes, canónicas cepto es la formulación de una identidad
y vinculantes; las verdades son ilusiones de bajo la cual podrían acogerse todos los ob­
las que se ha olvidado que lo son; metáfo­ jetos — realmente diferentes— que partici­
ras que se han vuelto gastadas y sin fuerza pan de estas características. De manera
sensible, monedas que han perdido su tro­ que la activación volcánica propia del pro­
quelado y no son ahora ya consideradas cedimiento metafórico no iiene lugar, es­
com o monedas sino com o metal.»15 trictamente, en la formación del concepto.

Ibid., p. 8. Nietzsche, h\. op. cil.. p. 10.


■- Ibid. 16 Ibid., p. 7.

520
METAFORA

!- -- Así pues, y si nos atenemos, por supues­ la metaforicidad de la filosofía que se ha


to, a la formulación anteriormente pro­ centrado en la relación entre metáfora y
puesta, creo que es legítim o pensar que metafísica, lo cual es lógico si se tiene pre­
íNietzsche, al hablar de metáfora, se refería sente Ja idea del pensamiento posmodemo
más bien al símbolo, lo cual no resuelve, de que el pensar filosófico desde los grie­
ciertamente, el problema, pero lo sitúa en gos hasta la actualidad se engloba bajo una
un ámbito más concreto. denominación única: «la» metafísica19. El
■ El problema al que apunta Nietzsche es problema podría enunciarse, mal y pronto,
. al menos doble: el de la voluntad de fie- de la siguiente manera: la metafísica tendría
pión, por un lado, y el de la referencia Iin- un origen metafórico por cuanto se trata de
=giiística, por otro. una traslación de lo sensible a lo intelec­
Lo primero abarca, en el propio Nietzs­ tual, de lo visible a lo invisible. Siguiendo
che, un campo m ucho más am plio que el planteamiento de Nietzsche, podría de­
aquel al que se refiere en el opúsculo cita­ cirse que la metafísica es el resultado del
do17, La voluntad de ficción, entendida aquí desgaste de la «física» en la metáfora.
como la «ilusión artística» que lleva a trans- La referencia inmediata de esta discu­
. formar un impulso nervioso en imagen para sión no es, sin embargo, N ietzsche, sino
la posterior formación del concepto, es esa Heidegger, con su afirmación de que lo
misma voluntad de poder que como volun­ m etafórico sólo se da en la m etafísica.
tad de apariencia, de ilusión, de engaño, de Esto, según Ricoeur, significa tres cosas:
devenir y cambio «es más profunda y más a) «que la ontología implícita a toda la tra­
“metafísica” que la voluntad de verdad, de dición retórica es la de la "metafísica” oc­
realidad, de ser»)S. Más metafísica, proba­ cidental de tipo platónico y neoplatónico,
blemente porque el hombre superior, al asu­ en que el alma se traslada del lugar visible
mir el inevitable carácter perspectivista de al invisible»; b) «que meta-fórico quiere
la visión, toma conciencia de su propia ca­ decir transposición de] sentido propio ha­
pacidad para construir el mundo en que cia el figurado»; y c) «que ambas transpo­
-vive, y que esto supone el paso — después siciones son una sola»20. Lo primero, es
del nihilismo— a una ontología hermenéuti­ decir, la transformación de la metafísica,
ca radical que, dispersando los rescoldos de sería la base del pensar occidental. Lo se­
' la metafísica tradicional, abre la vía a una gundo es la manera en que entendemos el
«intrafísica» que no será, al fin y al cabo, funcionamiento del lenguaje. Por supues­
sino una nueva metafísica. to, aquí se está hablando de metáforas filo­
Lo segundo apunta al problema crucial sóficas, no poéticas, es decir, de aquellas
de la teoría del conocimiento en general y que dan lugar a filosofe mas. Estos filosofe­
enlaza con otra problemática: la legitima­ mos surgirían, según Dcrrida, quien sigue,
ción de «la» metafísica. en esto, el rastro de Nielzsclie21, al desgas­
El problema de la referencia lingüística tarse las metáforas. La idea de que la Filo­
nos introduce de lleno en el problema de sofía funcione con metáforas gastadas lle-

11 Para las m alizacioties que ofrecen las obras w Contra esta idea pueden leerse las conclusiones
t posteriores de N ietzsche al lema de esfe ensayo, pue­ de Ricoeur, P. en La metáfora viva (Madrid, Ed. Cris­
den verse, por ejemplo, el trabajo de Vaihinger. H., tiandad, 1980), pp. 421-423.
*1-3 voluntad de ilusión en N ietzsch e», publicado Ricoeur, P., op. cit., p. 381.
eonjunlamcme con el opúsculo en Cuadernos Teore- 21 Dcrrida, J., «La mythologie blanche», en Mar­
[, ma. Valencia 1980. y Vattimo. G., Más allá del saje- ges de la philosophie, Paris, Ed. de Minuit, 1972.
; ■ la (Barcelona, Paidós, 1989), pp, 40-45. pp. 247 ss.
'** Nietzsche. F.. Werke. Kriíische Studienausgabc,
? .Colli, G. y Montinari. M. (cotnp.), Berlin, de Gruyter.
;• 1980. voi. 13, 14(18), p. 226.
METÁFORA

vará a Dcrrida a operar un proceso de des­ cia semántica, exige a la palabra una tor­
trucción de las mismas, procedimiento que sión que desplaza su sentido.»26
Ricoeur entiende como una táctica más Según esto, la destrucción de esa verdad
dentro de su estrategia de desconstrucción. social de la que hablaba N ietzschc me­
La crítica de Ricoeur pondrá de manifiesto diante el análisis de su génesis no sería su­
el hecho de que un concepLo es algo más ficiente. no sería suficiente la uletheia: el
que una metáfora muerta, por lo que «rea­ no-olvido o recuperación del sentido — o,
vivar la metáfora muerta no es en absoluto mejor dicho, del no-sentido— de la impre­
desenmascarar el concepto»22 porque «el sión originaria, para comprender entera­
concepto no encuentra su génesis integral mente el concepto. El concepto vive en
en el proceso por el que la metáfora se ha ese mundo creado independientemente de
lexicado» y que si hay filusofewa es porque la realidad, independientemente, pues, del
«un concepto puede ser activo en cuanto referente primero, y la red creada por los
pensamiento en una metáfora ya muerta»2-1. conceptos que pertenecen a un mismo ám­
El concepto tiene su propia vida, su histo­ bito o juego lingüístico (por qué no recu­
ria, y más aún: vive en conexión con los perar esta maravillosa expresión wittgens-
demás conceptos que conforman el entra­ teniana) adquiere valor de verdad interna
mado del lenguaje filosófico. De una metá­ por la mutua coherencia de los elementos
fora gastada nace un concepto vivo. que lo integran.
Por otra pane — y en esto también refu­ El poder innovador del mundo metafóri­
ta Ricoeur a Derrida21— no puede hablar­ co estriba precisamente en el hecho de
se ya de metáfora — ni por tanto de su efi­ que, habiéndose independizado del refe­
cacia— tratándose de metáfora gastada, rente, el universo interpretativo que ha de­
puesto que las metáforas muertas están rivado de él puede generar sus propios en­
muertas por el hecho de haberse converti­ garces, sus propias derivaciones, sus pro­
do en expresiones literales. Para que una pias reglas para el movimiento intemo, sus
metáfora sea tal metáfora, es preciso que propias propuestas para las fugas incluso,
se dé el contraste entre la interpretación li­ a partir de las cuales tendrá lugar la forma­
teral del enunciado y la constatación de su ción de nuevos campos metafóricos cuan­
impertinencia en el contexto: es preciso do los elementos fugados entren en con­
que se manifieste la tensión. Hay que aña­ tacto con elementos fugados también de
dirle a esto el hecho de que la literalidad otros ámbitos. Y esta independencia para
no hace referencia, dice Ricoeur25, a lo co n e l origen sensible de sus elementos no
original, sino a lo usual; el sentido literal es privativo del juego filosófico: también
es el que está lexicado y «el empleo en el la ciencia tiene sus lenguajes, que se ha­
discurso, y no la fascinación de lo primiti­ brán gestado igualmente a partir de metá­
vo o de lo original, es lo que específica la foras gastadas.
diferencia entre lo literal y lo metafórico. Si es que se trata de metáfora, realmente,
Más aún, la distinción entre lo literal y lo y no de símbolos. Esta precisión no elimi­
metafórico no existe más que por el con­ nará, indudablemente, el problema plantea­
flicto de dos interpretaciones: la primera, do, como tampoco lo eliminaba en el caso
al no utilizar más que valores lexicados, de Nielzsche, ni tampoco le restará interés,
sucumbe a la impertinencia semántica; la pero puede aportar un elemento de juicio
segunda, al instaurar una nueva pertinen­ importante al señalar la dependencia de la

R i c o e u r. P.Top. cil., p. 396. en La desconstrucción en las fronteras de la filosofía


ihid. (B u ree lo n a , P a id ó s , 1 989),
-■> Una comeslación de Derrida a las crîlicas de 15 R ic o e u r, P ., op. cit., p . 393.
Ricoeur se enaiemra en «La re Lirada de la metafora >\ Ibid., p. 394.
METÁFORA

metafísica iradicional con respecto a la exis­ de ser si se trata de una metáfora viva: acti­
tencia de un universo referencial. Tiene, por va— algo nuevo. (Por eso sorprende y
tanto, su importancia, sobre todo en lo que. atrae la atención; participa, en esLo, de!
respecta al planteamiento de la metáfora mismo mecanismo que el humor.) El acto
como núcleo fundante de la creatividad. de presentación que la metáfora opera es
Hemos aludido, más arriba, a la diferen­ una activación de las potencialidades crea­
cia que establecía M. Le Gucrn entre el doras, lograda mediante la superposición y
símbolo y la metáfora. La metáfora, decía­ la simultaneidad; síntesis de imágenes en
mos, no sólo no requiere que el elemento un espacio y un tiempo. Al poner enjuego
transportado (el vehículo) esté todo entero las facultades de representar, la acción
presente en la menie, sino que el aporte de metafórica ensancha la disposición com ­
todas las características del objeto en cues­ prensiva de quien se entrega a ella.
tión sería perjudicial para la correcta inter­ Por ello, podemos entender que la tarea
pretación del enunciado (correcta = de hermenéutica lleva, como dice U. Eco17, a
acuerdo con la intención del hablante). Si recorrer el mundo com o un bosque de
la amada de Hemani (valga este ejemplo «símbolos»: de símbolos, no de metáforas.
de M. Le Guern) se dirige a aquél con la Para hablar de metáfora dentro de una teo­
expresión «mi león generoso», y entende­ ría hermenéutica, es mencsLer establecer
mos que la comparación abarca todo el claramente la distinción enLre una herme­
león, con la sama de sus atribuciones (car­ néutica de descubrimiento y una hermenéu­
nívoro, habítame del bosque, de duro pela­ tica constructiva, y aceptar la idea de que
je, etc.), la figura de Hcrnani se alejaría pueda seguir hablándose de hermenéutica
bastante de lo que quiere dar a entender en un panorama constructivista, es decir,
con ello la protagonista. Está claro que la en una teoría de la simultaneidad. Dicha
comparación, en este caso, se efectúa a herm enéutica, fundamentalmente com ­
partir de una o, a lo sumo, dos atribucio­ prensiva. sustituiría la noción de historia
nes: las de fuerza y valentía. por categorías como las de presente conti­
El sím bolo, en cambio, requiere de la nuo, superposición, superficie, horizontali­
presencia de la imagen completa: la coro­ dad, etc. Toda hermenéutica reveladora o
na es símbolo de la realeza aunque los re­ desveladora es deudora de un pasado míti­
yes no lleven, actualmente, corona. La rea­ co y de un origen:, de una verdad, por tan­
leza es representada por la imagen «coro­ to, a la que se tratará de traducir. .
na»; la corona toda entera representa . Cierto es que la hermenéutica revelado­
Pero esto nos lleva algo más le j o s : el ra admite o puede admitir la simultaneidad
símbolo es siempre producto del contacto de las interpretaciones, pero esto no es su­
con una realidad (o «verdad») cuya intui­ ficiente: para que el símbolo se trueque
ción sentimos la necesidad de traducir o por metáfora y que los universos simbóli­
de representar. Sím bolo es todo aquello cos pasén a comportarse como universos
que representa o interpreta algo que, por metafóricos es necesaria la pérdida del re­
demasiado abstracto o por demasiado real ferente,'de todo referente. Una hermenéu­
e inmediato, se queda siempre más allá de tica que se proponga como método para
los límites de lo comunicable. Interpretar interpretar la «misteriosa realidad» habrá
es simbolizar; ambos términos se refieren de utilizar los símbolos, no utilizará metá­
a una acción mediadora. foras. Y ¿acaso no consiste en eso el paso
La metáfora, en cambio, no representa de «la» metafísica a una epistemología ra­
sino que presenta, y lo que presenta es — ha dical: en el abandono de la idea del símbo­

27 Eco, U., op. cit., p. 266.

523
METÁFORA

lo y la adopción de la metáfora? Y, yendo El placer estético acompaña a la activi­


un poco más lejos, ¿no habremos de ver dad metafórica siempre que ésta da lugar a
en ello el mismo giro que aquel que supu­ metáforas «bien conseguidas», es decir,
so la teoría de la verosimilitud de Aristóte­ siempre que.se cumple la eficacia. .
les, en el arte dramático, con respecto a la La metáfora «bien conseguida» implica
teoría platónica del entusiasmos’? Ahondar en el proceso diversas facultades: el instin­
en esta cuestión nos llevaría muy lejos, to lúdico, la imaginación representativa y
por lo que dejaré simplemente apuntada la creadora, el impulso de vida que se tradu­
idea, y acompañada de esta otra: la teoría ce en el requerimiento de lo nuevo, y la li­
de la coherencia intema como verdad del bertad, entre otras. En realidad, podría de­
arte, en A ristóteles, podría recuperarse cirse que una metáfora o está bien conse­
para una hermenéutica que se aplicara a guida o no es metáfora. La precisión, sin
los modelos científicos y a las concepcio­ embargo, no es innecesaria, pues, dada la
nes del mundo, una hermenéutica que en­ naturaleza combinatoria de la metáfora, es
tendiese las interpretaciones del mundo fácil confundirla con cualquier otro tipo de
com o ficciones, y su verdad como cohe­ asociación. Y, si bien es cierto que los en­
rencia interna. laces metafóricos pueden surgir por azar,
Una hermenéutica constructiva utilizará también es cierto que el azar — o mejor
la metáfora porque no pretende plasmar ni deberíamos hablar de casualidad— no es
acceder a ninguna verdad exterior a ella, nunca independiente de la historia personal
sino que procura construir modelos; fic­ (recuerdos, aprendizajes, obsesiones) del
ciones cuyos elementos estén bien engar­ individuo que los efectúa. Es típico, por
zados, de tal modo que su conjunto resulte ejemplo, del movimiento surrealista con­
eficaz. fundir el monólogo mental con el poder
creador no consciente. Reverdy describió
la imagen poética (.Nord-Sud n.° 13, Í9Í8)
3. La validez de la metáfora como el acercamiento de dos realidades
que producirían una im agen tanto más
La validez de la metáfora puede deter­ fuerte cuanto más alejadas estuviesen di­
minarse desde uno de estos dos com po­ chas realidades entre sí. Huelga indicar que
nentes, o desde ambos; la eficacia, que se esta definición coincide perfectamente con
medirá por la apertura de espacios com­ el resultado de la actividad metafórica, tal
prensivos, y el placer estético, que procede como la hemos descrito en este ensayo.
del componente lúdico que esta actividad D icha im agen p oética era, para R e­
posee. vertí)', una creación pura del espíritu pues
La eficacia, por supuesto, se entenderá solamente el espíritu tendría la capacidad
de manera distinta según se trate de la de captar las relaciones o la distancia entre
configuración de m odelos científicos, de los dos objetos. Pero Reverdy no decía si
la creación artística, u otros. Con respecto había de entenderse ese «espíritu» como
a los modelos científicos, la eficacia de­ facultad consciente o inconsciente, lo cual
pende de la funcionalidad; un modelo es aprovecharía A. Bretón para, al comentar
eficaz si es operativo, y el horizonte com­ dicho artículo en sus Manifiestas, abogar
prensivo que abre está en función de los por la formación absolutamente inconscien­
resultados que se puedan obtener a partir te de estas imágenes poéticas. Los surrea­
de las operaciones que se efectúen. En la listas, y Bretón entre ellos, no tenían en
creación artística, la eficacia se cumple cuenta los muy distintos niveles de con­
siempre que la apertura, prelógica en la ciencia que la palabra «inconsciente» en­
mayoría de los casos, procura un ensan­ cubría. palabra ésta con la que creían, por
chamiento de la visión. aquel entonces, poder abrir la zona en

524
METÁFORA / METAMORFOSIS LITERARIA

sombra de lo humano y auscultar la cara posibilidad de toda producción creadora a


Oculta de la razón. Así, la escritura mecá­ la vez que de la apertura comprensiva que
nica, pudiendo tal vez procurar la disposi­ permite dicha producción... a lo que ahora
ción de receptividad atenta necesaria para podemos añadir: mediante la tensión que
leí juego creativo, no era, sin embargo, un se establece al simultanear y superponer
camino seguro para la consecución acerta­ dos imágenes dispares, forzando connota­
da de un enlace creador. D e hecho, a me­ tivamente sus límites.
nudo lograba tan sólo plasmar la incesante N o se-libra, la metáfora, de aparecer
.verborrea de los contenidos superficiales como el resultado de un movimiento dia­
de la mente, residuos de la experiencia co­ léctico, pero — dicho sea para neutralizar
tidiana que se conectan por asociaciones la crítica posmoderna— las síntesis que
automáticas, como los sueños de superfi­ efectúa no tienen valor jerárquico; son
cie, Este material podría dar lugar a que se simplemente nuevas opciones, las cuales
formasen casualmente imágenes interesan­ se ofrecerán a su vez para ser combinadas,
tes cuya síntesis llegaría a ser efectiva, dando cuenta, de este modo, de esta ten­
pero fuerza es rec o n o c er que no toda dencia compulsiva del universo a la remo-
combinación es metáfora y que la facultad delación perpetua de las formas. El insrin-
creadora no actúa simplemente por casua­ to creador, fundamentalmente ludico, no
lidad sino, en todo caso, por azar, esa ley es, en el individuo, sino la constatación ac­
intema — dhármica— que rige las conexio­ tiva del mal que todos padecemos: ese vér­
nes en el hacerse y deshacerse de los ele­ tigo que nos invita a perdemos en aquello
mentos. que brota de nuestros ojos — el universo
Llegamos así, para concluir, a la defi­ se desborda en toda mirada— tratando de
nición que dábamos al inicio de este traba­ conocerlo; una variante, al fin y al cabo,
jo: la metáfora es el núcleo hermenéutico del mal que padecía Narciso.
que nos permite diseñar- mundos posibles,
y la actividad metafórica, la condición de Chanlal Maiüani

Metamorfosis literaria
Asegura la Academia y reitera el Liceo 605c)— no hemos formulado la mayor
que «los poetas mienten mucho». Se trata acusación contra la poesía: pues lo más
de un tópico más viejo incluso que los dos terrible es su capacidad de dañar incluso a
grandes maestros del pensamiento occi­ los hombres de bien, con excepción de
dental, una especie de lugar común sólida­ unos pocos.»
mente establecido ya en la Grecia clásica A partir de la tradición que aquí se inau­
y cuyo eco llega hasta nosotros. A su tra­ gura. se puede valorar en su justa medida el
vés se expresa la (presunta) incompatibili­ gesto displicente y heterodoxo de Goethe
dad entre el artificio literario y la racional cuando titula su autobiografía — una de
sobriedad del texto científico: cuando de sus mayores creaciones— Dtcbtung und
la verdad se Lrata. sólo la ciencia sabe, Wahrheit, expresión que se erige en de­
sólo la ciencia puede. Pero incluso fuera nuncia y que invoca un territorio extraño
del ámbito epistémico. la literatura es no­ en e! que los contrarios se hallan mutua y
civa; no sólo confunde, también corrompe: necesariamente unidos; texto mucho más
«Todavía — afirma Platón (República X, profundo, evidentemente, que los ensayos
METAMORFOSIS LITERARIA

de Dilthey reunidos en Das Erlebnis and literatura y la ciencia, como discurso im­
die Dichnmg, A Ja vista de la tradición plicante, tal vez el único adecuado para
que nos informa, la conjunción en Dilthey acoger equilibradamente el lenguaje litera­
constituye una redundancia; en G oethe rio y el científico.
una crítica. Y el carácter del título se con­ El interés -sóflco es esencialmente más
tinúa en el texto; el de Dilthey es mansa­ amplio que el -lógico. No le conciernen
mente retórico; el de Goethe firmemente tan sólo cuestiones de coherencia formal,
polémico. Pues si se sospechaba desde an­ adecuación metodológica y verdad objeti­
tiguo que la poesía (la literatura) está rela­ va. Tampoco concibe el objeto únicamente
cionada con la vida, se sabía, sin embargo, bajo la especie de lo empírico, del agrega­
que está imposibilitada para el acceso a la do mensurable de los hechos y las relacio­
verdad. nes que los unen formando organismo, es­
Los textos anteriormente evocados tie­ tructura o sistema. A la filosofía — aun en
nen un valor suplementario que no radica ni sus formas más escépticas— le inquieta el
en los autores ni en las ópticas elegidas sino ámbito m eta-físico (siquiera en cuanto
en la problemática general que se presiente proyección), no desdeña la cuestión del
entre sus líneas, y que no es sino el viejo valor; tampoco se inhibe ante el problema
problema de fronteras y competencias entre estético.
el lenguaje literario y el que — por comodi­ La filosofía no acepta la restricción -ló­
dad— denominaremos científico. gica cada vez más orientada al cómputo y ~
Tal problemática fue replanteada, una la medición sino que incorpora reflexiones '
vez más, por W. Lepenies en una obra sig­ de diversa índole entre las cuales destaca _
nificativa que no vamos a escrutar en deta­ la intromisión literaria.
lle ’. Se trataba allí de buscar aval y funda­ En el fondo de la disposición filosófica
mento para una interesante hipótesis, se ­ a acoger el elemento literario late una iri-
gún la cual, la sociología se situaría como pie sospecha; la de que hay una objetivi-1
una especie de tertium quid o instancia dad no sinónima de la mera empiria; la de j
mediadora entre la literatura y la ciencia. que hay una verdad más amplia que la ob- -
A pesar de los notables esfuerzos de Lepe­ jetiva; la de que incluso la verdad, en el
nies la hipótesis se resiste sin embargo a supuesto de que se avenga a comparecer,-.!
ser probada-. La pretensión inicial de la deja intacto el ámbito del sentido. J
sociología — ya en Weber— y su e v o lu ­ Esta triple sospecha obliga a la filosofía
ción posterior ponen de manifiesto su pre­ a dirigir su inirada también a la literatura^
ferencia científica (e incluso cicntifista). depósito inagotable de saber e ignorancia,1
Tal preferencia inhabilita al discurso so­ verdad y error, añoranza y anhelo. Y l o !
ciológico para erigirse en espacio de m e­ que descubre allí no es un fárrago insensa-|
diación. Y es que tal vez el sufijo -logia to sino las ruinas y cicatrices que confor­
aparece siempre como expresión y cauce man la memoria colectiva (una memoria
de la ya mencionada rivalidad ancestral colectiva que — por supuesto— no acepta^
entre el discurso científico y el lenguaje li­ de buen grado límites convencionales comój
terario. los de nación, estado, etc.).
Cabe, sin embargo, proponer otra vía en Se aprecia — en primer lugar— que la’
la que la filosofía se sugiere como lugar categorización que procede de la literatué|
común, como ámbito de encuentro entre la ra, a pesar de no someterse a estrictas d i- J

1 L e p e n i e s , W ,, Die (¡reí Kuintrm, H a n s e r V er- e v o lu c k m h a s ta la I I G u e rra M u n d ia l, p e río d o d e i f j


!a g , M ü n c h e n , 1 9 8 5 . c im i e n t o y p r im e ro s d e s a n -o llo s . L a s o c io lo g ía actual, 3
2 Y e s o te n ie n d o e n c u e n ta q u e la m e n c io n a d a p r e d o m in a n te m e n te c ie n tíf ic a , h a r í a a ú n m á s imprí¡3
o b r a t o m a c o m o o b j e t o d e a n á li s is la s o c io l o g ía e n su b a b le la h ip ó te s is d e L e p e n ie s .

526
METAMORFOSIS l.ITERARIA

rectrices m etodológicas y precisamente convenirse en mera expresión subjetiva.


por ello, tiene mayor vigencia y universa­ En el espacio en que objetividad y subjeti­
lidad que la categorización científica. No vidad coinciden, quizá para anularse mu­
es intrascendente que podamos seguir ha­ tuamente, surgen las figuras pictóricas de
blando de quijotismo, que épocas o inicia­ sentido de Fausto o Hamler. de Macondo o
tivas queden perfectamente definidas con de la colonia penitenciaria: allí las preocu­
la palabra fáustico, que sea contundente y paciones íntimas del escritor y el esquema
preciso hablar de procesos y organizacio­ de la realidad objetiva desaparecen como
nes kqfkianos, que un paisaje o espectácu­ tales para quedar fijados en un entramado
lo se nos aparezca como dantesco. que supera ambas contingencias.
Las m encionadas categorías —-entre La categoría generada en la metamorfo­
otras— basan su universalidad precisa­ sis literaria no es tan minuciosamente des­
mente en el hecho de no reflejar la coyun­ criptiva com o la conseguida a Lravés del
tura tal cual es, de renunciar a priori a la trabajo científico, no se adecúa a la cir­
objetividad de la descripción. Operan, por cunstancia en todas y cada una de sus ma­
el contrario, un desplazamiento hermenéu- nifestaciones; tiene la primera, por el con­
tico que sortea el carácter contingente o trario, mayor profundidad y amplitud, ma­
circunstancial para alcanzar la nervadura yor potencialidad hermenéutica, puesto
arquetípica de la situación que les sirve de que su sentido no depende de la inmedia­
soporte. tez del entorno3.
La operación típicamente literaria con­ De esta forma hay que entender lo que
siste en «llevar hasta sus ultimas conse­ antes señalábamos al respecto de que las
cuencias», a través de una metamorfosis figuras literarias — cuando llevan el len­
literaria, hechos y situaciones que, por lo guaje al extremo— son más reales cuanto
tanto, no son tomados al pie de la letra. menos verídicas. La realidad producida
Valga Kafka com o ejemplo: la máquina entra en relación tensíonal con la verdad
que inscribe la sentencia en el cuerpo del de la ciencia, que se pretende, jurídica­
condenado hasta el límite de la muerte, y mente hablando, toda la verdad; sólo la
aun más allá, los caminos que conducen y verdad, parece decir el literato cuando se
extravían en el acceso al castillo, los veri­ encamina hacia la hipérbole, cuando a tra­
cuetos entre los que se demora hasta el in­ vés de la sinécdoque reduce la compleji­
finito un mensaje, la ingente dimensión dad visible a su núcleo fundamental, cuan­
sociopolítica de la muralla, no se adecúan do a través de una metáfora desplaza el
a ninguna situación empírica, y sin embar­ punto de vijúa mostrando al entorno, no ya
go la contienen. Paradójicamente, son más su fiel fotografía o reflejo especular, sino
reales cuanto menos verídicos. su caricatura, ese otro reflejo perverso al
La metamotfosis literaria se produce en que aludía Valle-Inclán al definir el esper­
la colisión de lo objetivo y lo subjetivo; y pento.
el producto del choque es metáfora o hi­ Lo específico de la metamorfosis litera­
pérbole, construcción, en cualquier caso, ria — que de esta forma introduce la leyen­
que lleva al límite — -a las últimas conse­ da en la historia— radica en que el escritor
cuencias—- la idea o el dato aportando sen­ no se relaciona con la realidad objetiva, sea
tido a la «verdad» percibida. natural, sea socialmente constituida, a partir
La literatura rehúsa ser mero reflejo fiel de la pura y mera consciencia; pero tampo­
(mimesis) del entorno;" También rechaza co en la más absoluta orfandad con respec-

3 V éanse ad hoc\ C a m p b e ll , }., Las máscaras de 1992; Durand, G., De la mitocrítica al »¡itoanálisis.
Dios, v o l. I V , Mitología creativa. A l i a n z a , M a d r i d A n th ro p o s, B a rc e lo n a 1993.

527
METAMORFOSIS LITERARIA

to a ella. Frente a las posturas extremas de Lo cierto es que la filosofía, en cuyo :


Valéry (écrire en toute conscience et dans fondo late la pregunta por el valor de las
une entière lucidité) y Shelley (the mind in verdades y el sentido de los valores, no
création is afading coal), cabe una tercera, necesita sólo instrumentos analíticos sino ~
que introduce la imaginación como soporte también posibilidades hermenéuticas. Y
de la creatividad literaria. si los primeros los ofrece la ciencia, las
La imaginación está en la base del rela­ segundas se gestan en el espacio imagi­
to (literario); y no consiste en el simple nario, del que la literatura es adecuada
desvanecimiento de la consciencia sino en manifestación. El desplazamiento que la
la complicidad con lo inconsciente (el ma- metamorfosis literaria produce, por po­
gical accident de Dylan Thomas) que po­ ner un ejemplo, de los tipos ideales de
sibilita una relación diferente (no en tér­ Weber a los prototipos hiperreales de
minos de oposición) entre lo propio y lo Kafka es una muestra de lo anteriormen­
ajeno, entre lo objetivo y lo subjetivo. te dicho; si los primeros se adecúan al
D e ello resulta que, cuando el lenguaje análisis y a la descripción del conjunto
literario llega al extremo, la imaginación social (típico), los segundos se elevan
produce figuras autónomas con respecto al sobre cualquier coyuntura, inquietando a
sujeto y al entorno,'figuras que acogen si­ todas ellas desde su extraterritorialidad
multáneamente lo propio enajenado y lo imaginaria. Se presentan, no como ope­
ajeno imaginariamente apropiado. Resulta rador analítico, sino como molde herme-
evidente que Don Quijote no es Cervantes néutico.
y que La Mancha no es una región geográ­ El desnivel entre la literatura y la cien­
ficam ente circunscribible. D on Quijote, cia no hace im posible el diálogo entre
como Fausto, como Hamlel, como la colo­ ellas, no detiene el intercambio. Por otra
nia penitenciaria o Macondo, pertenecen parte, entre la literatura y la ciencia se ha­
al régimen imaginario, transpersonal y ex­ lla la filosofía (que tolera además zonas de
traterritorial, desde el que dialogan tanto intersección con ambas).
con sujetos individualmente considerados La filosofía — siempre crepuscular, (al
como con descripciones y teorías que pre­ y como la caracterizó Hegel con la bella
tenden «decir la verdad» con referencia a imagen del búho de Minerva— se sitúa
hechos y situaciones dados. entre el día de la claridad analítico-dex-
Y si es cierto que las ciencias, por re­ cripdva y la noche onírica y confusa. Ocu­
ducir la realidad a objetividad y ésta a pa el espacio intermedio y mediador entre
em piria, pueden prescindir del espacio la luz y la sombra; interroga (y se deja in­
imaginario (de cuya existencia hay infini­ terrogar por) tanto a la ciencia como a la
dad de pruebas), la filosofía, en rigor, no literatura. Concernida por ambas, se insi­
puede, núa desde siempre como lugar de transi­
En el espacio imaginario se acumulan ción, nunca ocupado del todo, siempre
constelaciones de sentido que, dada su au­ presto a incorporar una nueva posibilidad.
tonomía, se sobreponen a cualquier cir­ Lugar hermenéutico, en una palabra, que
cunstancia. Se trata, por lo tanto, de un es­ requiere imágenes y conceptos, figuras y
pacio móvil, en constante transformación esquemas, para conjugar, siquiera de for­
e incremento, y tan real como el mundo ma tenue y efímera, el lenguaje pregnante
objetivo. Tal vez a esa realidad alude Sha­ del sentido.
kespeare cuando habla de «la materia de
los sueños». P qtxí L a n c e ro s

528
[Metodología hermenéutica
. Si el Sentido se constituye en el Mythos Morris concibe la filosofía como el sis­
;pero se instituye en el Lenguaje, entonces tema totalizador de nuestras experiencias
^tenemos que echar mano de las actuales y creencias básicas (sistem a de vida),
£ciencias del lenguaje para su dilucidación; mientras que la metafísica sería su meta-
*lá "semiología o semiótica y la simbológía. lenguaje o lenguaje de lenguajes: una es­
pecie de metasemiótica o super!enguaje
sincategoremático o formalizador de lo ca-
Hf-L M etodología sim bólica tegoremático o descriptivo (filosofía de la
I: filosofía)1.
K?'. La semiología parle del supuesto de que Subyace a lo dicho el modelo scmioló-
s toda conducta humana funciona sígnica- gico, según el cual se distinguen en el len­
jf mente, e.d., a base de signos (proceso de guaje como sistema de signos tres niveles:
jL- semiosis). El lenguaje es el sistema de sig-
— nivel semántico o designativo del ob­
í . nos por excelencia, definiéndose como un
jeto material.
t._conjunto de signos interpcrsonales comu-
— nivel sintáctico o lógico-formal (in-
te nes (o consígaos) válidos en diferentes si-
tralingüístico),
( tuaciones, es decir, un sistema de consiga
— nivel pragmático o expresivo-inter-
jL tíos plurísituacionales. Charles Morris, co-
pretativo.
| fundador de la semiología, distingue cuatro
* usos fundamentales de los signos: ínfor- Todo auténtico lenguaje debe poseer
jt-mativo, valorativo, incitativo y sislemáti- para su integridad estos tres niveles, si
I. co; sobre ellos se modulan otros cuatro bien, como ya hem os referido, los len ­
v modos de signar correspectivos: designaLi- guajes se especializan más en un nivel u
i. vo, apreciativo, prescriptivo y formativo u otro; y, así, el semántico sería el propio
; i organizativo. De acuerdo a este esquema­ de las ciencias empíricas, el sintáctico el
t i s m o se ubican en la topología signológi- de las ciencias formales y el pragmático
t\~ ca los diferentes lenguajes: el de la filosofía y las ciencias humanas.
A partir de semejante esquematismo cua­
—Lenguaje científico: designativo-in-
si trascendental, podemos aquí reconstruir
í formativo.
una metodología del sentido que funcio­
r —Lenguaje mítico: apreciativo-infor-
naría así:
mativo.
*_■ —Lenguaje poético: apreciativo-valora- 1. Semántica; Contenido o qué se dice:
r. tivo. significado o mensaje: habla: estructura li­
r —Lenguaje político: prescriptivo-valo- neal sintagmática.
“ rativo. 2. Sintáctica: Forma o montaje: cómo se
i ’ —Lenguaje moral: apreciativo-incitativo. dice: significante o código: lengua: estruc­
r —Lenguaje religioso: prescriptivo-inci- tura paradigmática.
\ lativo. 3. Pragmática: Para qué o significación
? .—Lenguaje crítico: apreciativo-siste- pregnante: lo que algo quiere decir(nos):
? inático. voluntad trascendental (Nietzschc): signi­
^ . —Lenguaje m e ta fis ic o : formativo-siste- ficancia antropológica: síntesis dialéctica:
; inático. aplicación2.
tP
r

r 1 V e r d e C h . M o rris su o b ra: Signos, Lenguaje v 2 P u e d e n co n su lta rse ad. hoc., R . B a ñ ile s {Elementos
I; ■ conducta ( L o s a d a ) ; p a r a e l
fondo, cfr. m i Mundo, de semiología), U . E c o (Obra Abieta), X . R u b c rí ü e V e n ­
; hombre y lenguaje crítico ( S íg u e m e ) . 11,2. to s (Utopías de la sensualidad y métodos del sentido).
METODOLOGÍA HERMENÉUTICA

Si ahora echamos mano de la Simbología Coimplicación, condición o complcxio


actual de un G. Durand; podríamos retradu­ vinculativa. Símbolo; el andrógino, Hertnes,
cir dichos niveles semíológicos en niveles el hijo, la luna, la música, el Mediador,
hermenéutieos: el sentido, en efecto, no se
Con ello hemos situado las hermenéuli—
expresa en el signo (que pertenece al mun­
cas relevantes del sentido: el marxismo y
do plano del significado cósico del ente),
su anclaje en el nivel semántico-social, el
sino en el símbolo (que pertenece al mundo
estructuralismo y su anclaje en el nivel
antropológico de la significación axiológi­
sintáctico-formal y la hermenéutica y su -
co). De este modo podríamos reinterpretar
anclaje en el nivel pragmático-vital, exis- ■'
el nivel semántico como el nivel ctánico-
tencial o coexistencia!. Mi hipótesis de .
material del sentido, el sintáctico como su
trabajo es que una metodología del sentí- '
nivel de mediación estructural y, finalmen­
do recorre los tres niveles, pero encuentra .
te, el pragmático como el nivel dialéctico
en el último su locus proprius! Así pues, .
de su complexión; ello se corresponde con
para obviar el sentido de un texto o con- '
la trilogía tradicional de la categoría corpo­
texto hay que realizar una iniciación a tra­
ral, la categoría inteligible-espiritual y la
vés de los tres niveles, pero el tercero es el
categoría mediadora del alma o ánima*:
determinante de un lenguaje del sentido..
(frente al sociologísmo que privilegia el pri­
1. Categorías empírico-semánticas: el
mero, y al formalismo que privilegia el se- j
Cuerpo/Corporación.
gundo).
Ambito de la sociología (marxista): el
Con el fin de aplicar nuestro modelo, .
significado social. Inducción materialista.
elegiremos un interesante mito traído por :
Realism o sensorial. Sím bolos: la Tierra
Lévi-Strauss en el capítulo XII de su An-
Madre, el huevo cósmico, lo viscoso y ca-
tropología estructural: el mito del «mucha- i
tactónico.
cho embarazado» de los indios Pawnee,'-‘J
2. Categorías lógico-sintácticas: el Es­
Helo aquí:
píritu o Logos (Esprit como Mente: Lévi-
Strauss). «Un joven ignorante comprueba que 3
Ambito de la psicología (estructural): el posee poderes mágicos que le permiten -*
significante formal. curar a los enfermos. Envidiando la cre­
Deducción idealista. Esplritualismo diai- ciente reputación del joven, un viejo he-,
rético; escisión, contradicción, distinción. chirero que trabaja en forma oficial lo
Símbolo: el Sol; el héroe occidental ascen­ visita repetidas veces ‘acompañado por
sional. su esposa. Furioso al no obtener ningún
3. Categorías dialécticas: el Alma-Ani­ secreto a cambio de sus propias ense­
ma (anima media natura o correlación: ñanzas — y había razones para ello—
Jung). ofrece al muchacho su pipa, cargada
Am bito del magma vital y su sentido con hierbas mágicas. Hechizado así, el
implicado: Existencialismo (el sentido para muchacho descubre que está embarazado.
mí) y Coexistencialisxno (el sentido para Lleno de vergüenza, abandona su aldea y
nosotros). va en busca de la muerte en medio dé

J También podríase considerar el lenguaje simbó­ Mientras que la sem iolog ía define el lenguaje
lico como metafórico, en ei sentido de P. Tacussel: como un sistema de consignos (Morris), la simbología
ver algo desde otro; Diogenes 134 (1986), p. 52. Cfr, podría redefinirlo como un sistema de consignas. De
al respecto O. Durand (La imaginación simbólica); esta forma se aproxima nuestra Axiohermenéutica a !a
asimismo, G, Durand y otros, El retomo de Hermes, Iconología de Panofski, que indaga los «significados
Anthropos, Barcelona 1988; C.G. Jung y oíros, El intrínsecos* cual «valores simbólicos*, o sea, la reali*'
hombre y sus símbolos (Coralt). dad subyacente implícita captada por intuición. ■ ■

530
METODOLOGÍA HERMENÉUTICA

las bestias salvajes. Estas se conmueven co. De este modo, Goldmann descubre tras
ante la desgracia del joven y deciden la novelística contemporánea de Kafka a
curarlo. Extraen de su cuerpo el feto y Camus al individuo perdido bajo las es­
le inculcan los poderes m ágicos que tructuras y reificado: en la novela estructu­
ellas poseen, gracias a lo cual el mucha­ ralista de un Robbe-Grillet (cfr. El. año pa­
cho, de regreso entre los suyos, mata al sado en Marienbad) aparecería un mundo
brujo perverso y se convierte a su vez sin sujeto en el que. por contra, los objetos
en un medico célebre y respetado.»45 se subjetivizarían6.
A partir de un tal esquema interpretativo
del significante (idea) por el significado
2. Interpretaciones (material), la interpretación del mito Pawnee
no ofrece dificultades: expresaria.se la lucha
Este es el mito Pawnee; se trataría aho­ de clases entre el chamán joven (clase
ra de sonsacar su Sentido a partir del es­ emergente, desposeída) y el chamán viejo
quematismo metodológico. Vayamos por (clase dominante, posesora): dialéctica de
partes. vida y muerte, de amo y esclavo (Hegel).
0. Sentido común. Aquí el sentido común C om o ya anotam os, la interpretación
no tiene mucho que hacer con un texto en marxista representa el nivel primero pero
principio ininteligible, lo que muestra la ne­ no último de la hermeneusis: el nivel de la
cesidad de un acceso hermenéutico. Tampo­ contextualización social. Pero hay otros
co la visión etnocéntrica tipo Lévi-Bruhl, niveles y consideraciones.
que considera la mentalidad mítica como 2. Interpretación estructuralista. El es-
primitiva, ilógica y sin-sentido, tiene razo­ tructuralismo, fundado por Lévi-Strauss,
nes suficientes (Lévy-Strauss ha criticado intenta reducir el sentido a la razón-Iogos,
este etnocentrismo o logocentrismo occi­ sonsacando la estructura lógica subyacente
dental, mostrando la lógica del mito, infray. a lo real c ideal: dicha estructura es siem­
1. Interpretación marxista. La herme­ pre binaria, y se expresa en «pares de
néutica marxiana sonsaca el trasfondo o oposiciones», accediendo al nivel sincró­
sustrato material-social infraestructura!, nico de lo diacrónico, es decir, al sistema
que da cuenta de una supraestructura ideo­ o sintaxis (estructura estructurante). La an­
lógica. Como quiere L. Goldmann, el sig­ tropología se reconvierte aquí en entropo­
nificado o contexto social precede y funda logía: reducción del tiempo al espacio, del
el significante formal: así es posible entre­ film a la filmina, de lo crónico a la acróni­
ver en el planteamiento medieval un signi­ co (eleatismo).
ficado aristocrático, en la Ilustración bur­ A partir de esta hermenéutica formal, el
guesa desde Descartes un optimismo ra­ propio Lévi-Strauss interpreta el mito en
cionalista-individualista, y en los trágicos .cuestión com o un lenguaje binario en tor­
desde Pascal una cierta radicalidad crítica no a dos ejes: el eje de la cultura represen­
que, en nombre de un Dios-Totalidad, pro­ tado por el hechicero viejo (orden, pose­
yecta una comunidad ideal que empalma sión, diferenciación, rol-status) y el eje del
con el propio discurso neomarxiano críti­ joven hechicero representante de la natura-

J C. Lévi-Strauss, Antropología estructural, cap. Para e l fon do. P- Zima; Goldmann, Barcelona
XII. 1975; también J. Kristeva: El texto de la novela (Lu­
5 De Lévi-Bruhl véase El alma primitiva y El men).
pensamiento prclógicu.
6 Véase de L. Goldmann, Filosojta y ciencias hu­
manas (Nueva Visión); asimismo, A. Schaff: Len­
guaje y conocimiento (México).

531
METODOLOGÍA HERMENÉUTICA

leza (indistinción, confusión, regresión, mente con el poder del Padre que queda
bosque-animales). Ello posibilita una orde­ superado (violentamente) y traspuesto9.
nación o formalización del mito. Se trata, Desde nuestra propia hermenéutica an­
pues, de un método medial pero no final: tropológica, el propio mito Pawnee ofrece­
un tal ordenamiento lógico de las relacio­ ría una excelente ejemplificación de las
nes formales ha de tener en cuenta su sig­ relaciones matriarcales y patriarcales,
nificado material (marxismo) y su signifi­ respectivamente simbolizadas por el cha­
cación o pregnancia sim bólica (sentido). mán joven y el chamán viejo, así como de
D e lo contrario, y como muestra el famoso su confrontación frontal y sin mediación.
ejem plo de la lógica culinaria en L évi- Lo’que'ello muestra es bien claro: tal
Strauss, nos quedaríamos en la lógica de confrontación dual sin mediación dialécti­
los significantes perdiendo su sentido (que ca (tertium non datur) presenta la rupLura
la tradición denominara sintomáticamente de sentido o, si se prefiere, el no-sentido:
«gustus» o «gusto» trascendental»)7*. el Sentido, como dijimos, comparece en el
Lenguaje, y el Lenguaje es el gran ausente
entre el joven y el viejo, natura y cultura,
3. Interpretación axiológica caos y civilización. Lo que falta/falla es,
pues, el lenguaje del sentido —un lenguaje
Según nuestra hermenéutica, el sentido patria rca l capaz de disolver y resolver
aparece finalmente al nivel pragmático- (coimplicar) Madre y Padre. Eros y Logos,
a.xiulógico: el sentido es el valor, que sólo en un diá-logos (complexio).
puede articularse en un lenguaje simbólico o Ya E. Frontín habló de una mediación
pregnante (el símbolo como metamorfosis personal entre la regresión materna y la
de la libido: Jung). Aquí se ancla el existen­ progresión paterna, entre Ello y Super-yo,
cialismo, en el que el sentido es aquello que y que podríamos simbolizar en la Persona
tiene valor para mí; nosotros mismos habla­ como diálogo de ánima y ánimus (cfr. el
ríamos de coexistencialismo, designando Sí-mismo, Self, Selbst o Ipse en Jung como
aquí lo que vale para mí-nosotros. totalización de contrarios)10.
D esde la primera perspectiva existen- O el Sentido como Pipa de Paz, y no de
cial-indi vi dualista, el Psicoanálisis clásico guerra, entre el chamán joven y el chamán
puede encontrar en el mito Pawnee una es­ viejo: con-sensus. Con ello, por cierto, se
pecie de mito de Bdipo: el hechicero jo ­ hubieran tenido en cuenta y razón — impli­
ven, en nombre de un i egreso cuasi inces­ cación^- el arcaico sustrato matriarcal
tuoso a la Madre Natura, mata al Chamán- pawnee, tal y como U. Pestalozza y otros lo
Padre para ocupar su lugar”. han testimoniado. En caso contrario, obte­
D esd e una perspectiva coexistencia! o nemos la hegemonía patriarcal y su edipis-
arquetípica (Jung), el m ito ofrecería la mo irresuelto, al ser traumáticamente «des­
simbólica de un ritual clásico de iniciación telados» del Sentido nutricio y matricial
(mito del héroe), en el que el joven ini­ por un tercero en discordia: en el nombre
ciando realiza su viaje al infiemo (descen- de un Padre putativo (nexns inris por so­
sus ad uterum , regresión, incesto) para bre el nexns sanguinis). La urdimbre pri­
progredir autorreconciliado y autoafirma- migenia es la base del Sentido: su desgarro
do (tras tocar fondo), enfrentándose final­ o deterioro significa una pérdida, ochi-

7 Sohre e) estructura!;smo, M. Peñalver. L a lin ­ 111 Cfr, mi M ito lo g ía c u ltu ra l ¡Anlh ropos): snhn,’
g ü í s t i c a e s tr u c tu r a ! y ¡as c ie n c ia s J e ! h o m b r e , Nueva el lemu níairi urca)-patriarcal cfr. í n i f i i U n iv tr s iih iJ
Visión. Buenos Aires 1972. P ontificia B o liv a r 'm n a . 35, n.u 123. 1°79. Pp. 15 ss.
s Puede consultarse d F r e u d de Ed. Grijalbo.
q Véase mi J u n g , Deusto 19 SS.

532
METODOLOGÍA HERMENÉUTICA

sión o represión del sentido en nombre de Androginia, Biasodación, Transversalidad


an logos significante desligado, irrelato o La Piedra Filosofal alquímico-hermética
abstracto. El Padre es así aquél que saca el Música, Tertium datur, Mixis (hieroga-
hilo de su ovillo o urdimbre, y no el que lo mos)
corta/coarta (castración)11. Fratría, Amor, Mezcla (Empcdocles)
A sí pues, las categorías matriarcal-pa- CoexistenciaÜsmo (coexistencia dual en
triarcales simbolizan estructuras ontoantw- . microfísica y psíquica: Lupaseo)
pológicas dci sentido y su axiologfa expli- Iniciación, Verklärung versus Aufklärung
citada. Entre ambas se sitúa un inte ¡-lengua­ Mandala, Cruz, Intersección, Diafísica
je cuasi flotante, considerado como fláccido Límite (hot os versus peras); Luna
o blando por el pensamiento entitativista. y Anima media natura (Zwischen, Ver­
que está significado en las siguientes Figu­ hältnis)
ras mediadoras o miplicadoras112: Intcrsiibjetividad, In impersonalidad, In-
terlenguaje
El Sentido como rito de paso (Iiminar);
El «archipiélago» como conjunto de is­
cfr. van Gennep
las unidas por aquello que las separa
Thoth, Hermes, Mercurio: numen de i a
El Ser como Nexo (Amor Ruibal) o Gozne
Relación
(E. Trias)
Abraxas gnóstico (cfr. Demian de H.
Dios-limen o liminal
Hesse)
Cristo como Mediador o Pontífice (de El ámbito inLermediador de Hermes, en
«puente») que el Sentido se dualectiza, es el ámbito si­
Zaratuslra y su emblema (sierpe-águila) multáneo (cocxistencial) de libertad y nece­
Sócrates y su Daímon interior dialógico sidad, tan bien simbolizado en el libre que­
Goethe entre M efistófeles y Fausto rer de un logos que, sin embargo, se encar­
Jung y la complexia oppositontm (co- na en el mundo. En el fondo, se trata del
niunctio) mismo y diferente Misterio de nuestra vida,
Nicolás de Cusa y su Dios como Coin­ cuyo origen procede de una libertad paren­
cidencia opposilontm tal o libre querer paterno, pero implicado en
Dialéctica, Diafórica, DualécLica, Ver- un profundo polkas o pasión (inatenta);
windung, Homeorhesis (J. Piaget) aquí, de nuevo, sólo uu amor diafórico pare­
Bohr: C ontraria sunt C om plem enta ce poder coimplicar querer y padecer13.
(versus Adualismo egoico-psicótico) Finalizaremos euti un último (encuadre)
Lenguaje com o Con-jugación o Con­ de la dualidad (dualitud) que ha recorrido
dicción (Hcidegger-Gadamer) nuestro curso o itinerario: un esquema in­
Con-senso, Mediación, Coimplicación o clusivo o sistema de nuestra metafísica del
Coimplicidad sentido.

11 Véase J. R of Carballo, Urdimbre afectiva y en­ 13 Se Lrala del tema del logos crucificado y del
fermedad; Violencia y ternura; Medicina y actividad ángel caído (ver .1. Jiménez): ver mi Caníractdtura y
creadora. Revolución (Caste lióle). Sobre el Eros como funda­
Sobre que la simbiosis madre-hijo troquela o ins­ ción y hundimiento de lo fundado. cFr. V, Gómez Pin.
taura un Sentido malricial en el hindú que le evita la De Usía a Manía (Anagrama).
neurosis, ver Dió genes, 135, 19S6, pp. 75 ss. Buda Para el trasfondo cristiano, H. Heimsoeih. «Los
sería el antiheroe oriental que asume la Shakti feme­ seis grandes temas de la metafísica occidental» (Re­
nina de un modo, para el occidental, excesivamente vista de Occidente).
regresivo, pasivo o nirvánico. Hermes represen [aria el sí y el no o si-no («sino»
13 Véase para todo ello. S. Lupaseo. Las tres ma­ como sie el non): el sí de i neón sei en le y el no del
terias. Buenos Aires 1963; así como varios, Polarité consciente (Freud); véase adhuc, H. Rombaeh, Welt
di i Symboie, París 1960: finalmente, E. Morín. El pa­ und Gegenweit, Basel 1983. así como H.O. Luthe,
radigma perdido (Kairósj. Distanz. Munich 19S5.

533
METODOLOGÍA HERMENÉUTICA

4. Cuadro resumen

Régimen matrial (preindoeuropeo) Régimen patria! (indoeuropeo)

Demeter-Dionisio Zeus-Apolo
Moira-Destino natural Nomos-Ley estatal
Verba-Yerbo (cfr. rema) Nomen-Nombre (cfr. ónoma)
Madre-Matriz Padre-Patrón
Physís (natura naturans) Natura naturata (Logos)
Devenir (Génesis) Ser (to on, ens)
Materia (hyle) Forma (morphé)
Existencia y accidentes Esencia y sustancia (ousía)
Potencia (dynamis) Acto (estado de lo real)
Relación (pros ti. ad aliud) Ab-soluto y suprasensible
Sensible y Sensibilidad (aisthesis) Razón (Nous)
Audíotáctil Visual (Eidos)
Necesidad natural (ananke) Necesidad Lógico-racional y desimplicación
Familia y Ius naturae (costumbre, fuero) Ciudad y Ius civile
Tiempo cíclico Tiempo lineal
Espacio-matriz (jora) Espacio de la representación
Alma del mundo Espíritu del mundo
Comunalismo Individualismo
Lo clónico o telúrico Lo celeste-uránico
Lo indefinido (ápeiron) Lo de-finido (peras)
Luna Sol
Agricultura Ganadería
Nexus sanguinis Nexus iuris
Origen (arjé) Fin (telos)
Abajo e izquierda Arriba y derecha
Antihéroe Héroe
Mari (vasca) López de Haro
Lethe (Sentido) Alétheia (Verdad)
Knossos, Eleusis Olimpo, Acrópolis
Tierra y Agua Aire y Fuego
Noche Día

Bibliografía

O rtiz -O sé S, A.; La nueva filosofía herme­


néutica, Anthropos, Barcelona 1987.

Andrés Oniz-Osés
Mímesis/Poiesis
i pura inconsistencia, elemento de distor­
«r sión cuya multiplicabilidad presumible se
>Imita!io vitae. speculum consuetudinis, : convierte en amenaza. Denominamos si­
venteáis»; la sentencia se atribuye a mulacro a esta primera figura de la teoría
(.'¡cerón ya desde el siglo iv y. con econo­ de la imitación, e intentamos retener con
mía ejemplar — conviene con el estilo del ello el carácter negativo que el pensamien­
orador romano— resume y completa una to platónico la atribuye. Se trata siempre
convicción secular: la de que la literatura, de una reiteración devaluada del mundo
y el arte por extensión, encuentra su fun­ sensible, de un mero producto de la habili­
damento en la imitación fmúnesís)1. dad técnica que se construye al margen de
La idea, como tantas otras, aparece en la verdad (de las ideas) y alejado de ella:
Platón, Y no sólo la ¡dea, sino su exposi­ supone, por lo tanto, la proliferación in­
ción metafórica más eficaz: el espejo. En sensata del error. «Ninguno de nuestros
d libro X de La República argumenta de! poetas — dice Platón en Fedro, 247 c— ha
siguiente modo: «...Hay muchas formas de cantado todavía el ámbito suprasensible, y
que el prodigio se realice pronto y fácil­ ninguno lo cantará jamás como le corres­
mente. Ninguna más rápida que la de ha­ ponde».
cer girar un espejo: pronto venáis hacerse Es cierto que el principio de la mimesis
el sol. el cielo, la tierra y vosotros mismos sobrevivió con creces a la versión restricti­
y otros animales y plantas y todas las ornas va y policial de la Academia. Aristóteles
cosas de las que ahora mismo hemos esta­ [Poética I y IV) no discute el fundamento
do hablando, en el espejo»2. mimético de la literatura y el arte, sino que
En el pensamiento platónico la activi­ descubre su positividad en términos ético-
dad poética es, inequívocamente, actividad políticos: un criterio pragmático redime a
mimética, pura repetición de las cosas, la imitación, que, según Aristóteles, puede
que, a su vez, «repiten» las ideas. El argu­ hacer agradable la historia (Poética I) así
mento se convierte en base de una conde­ como mover a la piedad (Poética IV).
na: puesto que está alejado de la verdad en En el propio ámbito platónico de pensa­
grado sumo, el poeta ha de ser expulsado miento, Plotino dignifica el lugar del arte
de la ciudad; su mundo, copia de copia, es. aun sin dudar de su calidad puramente
en el mejor de los casos, vano: en el peor, imitativa. Plotino interpreta (o corrige) a
peligroso. Platón en un aspecto que, a la postre, re­
La poesía, puesto que halla su funda­ sultaría esencial: el artista «no reproduce
mento y origen en la realidad sensible, tie­ simplemente la cosa contemplada»3, re­
ne estatuto de simulacro: es, como la ima­ produce directamente las ideas. D esd e
gen reflejada en el espejo, vana repetición, esta convicción (que se había abonado

1 D e enire los innumerables estudios al respecto Cn'rj'fT and Criticism, The University o f C hicago
ce la mimesis destacamos, por su vinculación con al­ Press, London 1952; Weidle, W., Von Sinn der Mime-
guno de los aspectos que trataremos en el presente sis, Eranos Jahrbuch XXXI (1962), pp. 248 ss.; Zucker­
articulo, los siguientes: Panofsky, E., Idea, Ed. Cáte­ kand), V., «Mimesis», Merkur 12 (1958), pp. 225 ss.;
dra, Madrid 1985; Feldmantt, H., Mimesis und H'ír- ürassi, E., Die Theorie des Schönen in der Antike,
kiiehkeit, W ithem Fink V erlag, München 1988; DuraonL Verlag, Köln 1980; Lukries. G., Die Eigenart
Jauss, H.R. (Hg.), Nachahmung und Illusion (Poetik des Ästhetischen, Aufbau Verlag, Berlin 1987, Band I,
und Hermeneutik 1). Wilhem Fink Verlag, München pp. 329-812.
1963; McKenn, R., «Ltierary Criticism and the Con­ - Platon, kepublica X, 596.
cept o f Imitation in Antiquiey», en Crar.e, R.S. (ed.). - Plotino, Eneadas, V, 8, 1.

535
MÍME5IS/P0IESIS

desde antiguo antes de ser largamente tra­ ideas, impone forma a la materia de sus
tada por Plotino) el arte no será ya sola­ creaciones. Esta apertura trascendental tie­
mente tolerado como copia disminuida de ne mayor importancia si cabe, en cuanto
lo real-sensible, sino que será altamente convierte al artista en testigo de la unidad
valorado como espacio de mediación entre del Todo: él transfiere a la materia la idea
la realidad de la idea y la materialidad sen­ que previamente estaba en su pensamien­
sible: «Fidias no modeló a Zeus a partir de to. El artista en cuanto artista es deposita­
ningún modelo de entre lo sensible, sino a rio de la idea y artífice de su manifesta­
partir de aquella forma que Zeus debería ción sensible; la idea, por lo tanto, no per­
tomar si decidiera manifestarse»4. manece impávida en su lugar recóndito,
A sí pues, la primera consecuencia de la sino que se aviene a desplegarse en el arle,
interpretación de Plotino es que el arte en el artista y en la obra en este orden y
(teclme) no es esencialmente diferente de sucesión. En palabras de Plotino: «La ma­
la naturaleza (physis), no es su reproduc­ teria no tenía forma, sino que ésta estaba
ción deficiente y superflua sino que ambos en el pensamiento del artisLa antes de lle­
tienen su común fundamento inmediato en gar a la piedra; y estaba en el artista, no
las ideas mismas. El arte puede, además, porque tenga ojos y manos, sino porque
añadir belleza al elemento natural allí don­ participa del arte».
de éste carece de ella. La creación artística aspira al rango de
Hay en esta concep ción un elem ento revelación, de manifestación sensible del
destacable: la poiesis continúa siendo imi­ orden esencial de las ideas. El artista, a su
tación, re-producción, pero el carácter mi- vez, aparece como mediador y depositario
mético deja de ser peyorativo en la medida de la idea, como mensajero del orden su­
en que el referente no es empírico sino prasensible.
trascendental. Los objetos producidos por Podemos decir que, a mediados del si­
el arte no son ya meras copias (de las co­ glo ni. con la filosofía de Plotino, se cierra
sas) sino representaciones cualificadas (de el ciclo de formación de la teoría clásica
las ideas mismas). del arte, una Leona basada en el concepto
Plotino refuta el anteriormente citado de mimesis, que, en sus tres diferentes ver­
pasaje del Fedro {Encadas V. 8 1-2) y se siones. ha sido decisiva en la historia occi­
enfrenta a la concepción general de Platón dental. Ya hemos esbozado someramente
con respecto al arte (expuesta asimismo en las tres versiones de la teoría mimética: la
República X, Leyes VTI, Sofista...) al argu­ platónica según la cual el arte imita las co­
mentar desde el carácter trascendental de sas sensibles y, por lo tanto, produce si­
la imitación artística. El poeta, el escultor, mulacros; la aristotélica, según la cual el
ya no reproducen la pura materialidad sino arte imita objetos y acciones •—principal­
que materializan la idea. Este desplazamien­ mente la acción humana*— no teniendo
to será fundamental para el desarrollo tanto carácter suntuario ni negativo sino, por el
del arte como de la estética, especialmente contrario, siendo de utilidad estética, etica
a partir del Renacimiento5. y política; la de Plotino que supone la
La filosofía de Plotino otorga al artista apertura del horizonte trascendental del
una dignidad m etafísica inexistente en arte. Plotino muestra que el ámbito legíti­
Platón, al hacer de él una especie de intér­ mo de la poiesis no es necesariamente el
prete del orden suprasensible, una especie técnico o el sociopolítico sino el meUdÍM-
de Demiurgo que, con la vista fija en las co: la actividad artística exige habilidad

4 Ibid. l' Aristóteles, Pocliíii. 1-14S a.


‘ '■¿ase Pano fxky, np. cil., pp. 57 y ss.
MÍMES1S/P01ESIS

técnica, la obra de arte puede y debe co­ ferentes artes, y a ellas sumamos la pro­
municar con el público, pero el arte en­ ducción posLerior de las vanguardias y del
cuentra su senLido y su verdadero arraigo arte contemporáneo, creo que se puede
en el orden de las ideas. afirmar que, aun rompiendo los moldes
En el transcurso de la historia, la refe­ clásicos y enunciando un nuevo marco de
rencia a la mimesis, en sus tres versiones y ejecución y recepción, el arte no ha renun­
aspectos, ha sido constante. Todavía en el ciado a la dignidad metafísica que Elo ti no
siglo xviii la teoría mime tica seguía siendo le confería, sino que ha continuado perci­
considerada como principio fundamental biéndose a sí mismo como materialización
del arte78, y también allí la imitación exigía de lo suprasensible fundamental. -
habilidad técnica, capacidad para educar, Las palabras de Baudelaire, imprescin­
convencer o persuadir, y, adem ás, esc dible como poeta e ineludible como criti­
rasgo que hace específica la captación del co, expresan de forma inmejorable el as­
artista — podemos denominarlo inspira­ pecto que ahora queremos considerar: «la
ción— que consiste en asir y materializar modernidad es lo transitorio, lo fugitivo,
contenidos y/o estructuras fundamentales. lo contingente, la mitad del arte, cuya otra
mitad es lo eterno e inmutable6».
Este juicio es el precipitado de una re­
II flexión precedente al respecto de la duali­
dad de lo bello: «lo bello es siempre, inevi­
..' Es usual afirmar que a comienzos del si­ tablemente, una composición doble, aun­
glo xix se impone otro tipo de sensibilidad que la impresión que produce sea una». Y
que destituye la concepción mimética (rea­ continúa: «Lo bello está constituido por un
lista, objetivista, idealista) para encontrar elemento eterno, invariable cuya cantidad
la raíz y el fundamento del arte en el suje­ es excesivamente difícil determinar y un
to creador. La estética romántica se confi­ elemento relativo, circunstancial, que será,
gura a partir de la convicción de que lo sí se quiere, por partes o en conjunto, la
propiamente artístico es la expresión del época, la moda, la moral, la pasión. Sin
sentimiento, el aporte subjetivo. este segundo elemento que es como el en­
Desde esta perspectiva, y por un camino voltorio divertido, llamativo, aperitivo, del
que no es exactamente el de la Crítica del pastel divino, el primer elemento sería in­
Juicio, el arte se suma a la modernidad, en digerible, inapreciable, no adaptado y no
el sentido más kantiano del término, con­ apropiado a la naturaleza humana»^,
sumando él Lambién un «giro copernica- A sí pues, el arte se presenta como la
no» que le conduce desde la primacía del conjunción de lo eterno y lo efímero. Y el
objeto imitado (sea éste de carácter empí­ artista es el que debe situarse de nuevo en
rico o trascendental) a la primacía del su­ medio, en-ajenado con respecto a la coti-
jeto. Este desplazamiento genera una nue- dianeidad, para poder hacerse con lo eter­
' va semántica reputativa que encuentra su no, y rc-producirlo en un soporte sensible
eje en la noción de originalidad, y exige la adecuado a la época. El lugar en el que
valoración de «lo propio», de la diferen­ desde antiguo se había ubicado, sigue per-
cia, de ío característico. teneciéndole hoy. Se trata — aquí como
Ahora bien, si reparamos en las obras allí— de mantener la tensión entre lo inva­
que produjo la época romántica en las di­ riable y lo circunstancial, y, a través de esa

7 Pur ejemplo en la obra de Batteux, Ch.. Les Beaux- -J Op. cil, p. 52.
hrts réduits a
un meme principe.
8 Baudelaire. Ch.: Oeuvres complétés. Conard, Paris
1925. Vol. I.p .6 6 .
N1ÍMESIS/POIES IS

operación, atraer «lo eterno» de forma que mimética (en su versión «metafísica», cice­
sea apreciable y soportable por el hombre roniana o plotiniana) según la cual su co­
(que es época, moda, moral, pasión). metido sería abrir la materia a la forma su­
La dualidad — esta dualidad— es per­ prasensible, acoger lo eterno en lo efímero.
ceptible para Baudelaire tanto en el arte El principio hermenéutico de Baudelaire
sacro como en el profano, tanto en el so­ supone una fisura que encuentra en el arte
lemne como en el frívolo. Y es una cons­ su lugar de manifestación: nada obliga, sin
tante del arte porque es una constante del embargo, a que tal manifestación resulte
hombre: «La dualidad del aue es una con­ armónica, equilibrada o pacífica. Si la ar- ■
secuencia Fatal de la dualidad del hombre. monía y el equilibrio son modos de compa­
Considerad, si así os place, la parte eterna­ recencia sensible de la tensión, también lo -
mente subsistente como el alma del arte, y son — y de igual manera legítimos— la di­
el elemento variable como su cuerpo»101. sonancia y las múltiples formas de deses-
La resistencia del arte en lo que (en otro tructuración (figurativa, tonal...).
contexto) hemos denominado lugar trági­ La dualidad constitutiva es, por Jo tanto,
co u, en el espacio polémico y agónico en­ el punto de partida, el lugar desde el que el
tre la eternidad y el presente, es, tal vez, lo arte se entiende a sí mismo como herme- -
que ha elevado su reputación teórica en néutico, el marco en el que se configura
nuestra modernidad. Porque mientras las como simbólico, el grado cero desde el que
ciencias — tanto humanas como de la na­ refuta cualquier teoría que perciba la mo­
turaleza—- se han vertido, a partir de la dernización y el progreso como absolutos.
primera Crítica kantiana, hacia la com ­ Pues sí el arte siempre ha sido moderno,
prensión y explicación de la época incor­ nunca ha sido sólo moderno: «Ha habido
porando a la propia filosofía a su dinámi­ una modernidad para cada pintor antiguo»,
ca, el arte se ha percibido — a través de dice Baudelaire13. Esa modernidad — en- ;
Hölderlin, de Friedrich, de Rilke, de Bau­ vokorio, exterioridad— es la presencia de ;
delaire...— como espacio simbólico, espa­ la época, del tiempo y las costumbres, de :
cio en el que coinciden (ya sea para recha­ las metamorfosis de la moda y las veleida­
zarse, ya para aliarse) la eternidad y el des del gusto. Es, a la vez, el lenguaje del
presente. - que no se puede prescindir si el cuadro, el ¡
El arte nunca se ha materializado tanto poema o la partitura pretenden comunicar
co m o p a ra equiparar sus creaciones al con el entorno. A través de lo moderno —lo j
puro producto de la fábrica elaborado en transitorio, lo contingente— el arte dialoga
serie12 o incluso al producto natural; el ar­ con el Zeitgeist, se hace con él, lo acoge, lo
tista no ha hecho valer el criterio subjetivo fija en un soporte que permite la contempla-
hasta el punto de pensar que su obra es cíón, y, por lo tanto, en análisis y la crítica.
irrelevante para el resto de los hombres y La modernidad es lo que podemos de- y.
el conjunto de las cosas, ha defendido la nominar lugar social del arte, lo que se i-
originalidad como forma propia de referir constituye en índice de su pertinencia his- X
a estructuras que no son sólo personales. tórica, de su relevancia y de su calidad i
Es decir, el arte nunca ha abandonado del epocalmente consideradas. Es el espacio
todo la apertura trascendental de la teoría de contingencia en el que las habilidades
4

Op. cit., p. 53. «Das Kunstwerk im Zeitalter seincr technischen Re- ¿jgj
11 Lanceros, P„ La herida trágica. El Pensamien­ produzierbarkeii», en Benjamín, W., Gesammelte -^j
to romántico tras Hölderlin y Nietzsche. Ed. Anlhro- Schrifien, Suhrkamp Verlag," Frankfurt/M. 1990 (3), -3
pos. Barcelona. vol. 1.2, pp. 435 y ss. *
Compárese lo dicho con la reflexión de W. Ben­ 15 Baudelaire, Ch., op. cit., p. 67. . -‘Ji
jamin a propósito del «aura» de la obra de arte en:

538
MÍMESIS/POIESIS

técnicas se erigen en criterio significativo determinado por la noción de gusto, que


y de evaluación. no vamos a considerar aquí. Retenemos
Ahora bien, lo moderno en el arte, la su­ tan sólo la alusión a «representaciones de
perficie significativa, remite a un sentido naturaleza general» y «principios y pasio­
(más o menos oculto o desvelado) extraño nes generales». La generalidad es precisa­
a la pura contingencia. Es lo que Baudelai- mente el elemento que aporta lo acrónico
re denominaba lo eterno; es lo que Plotino al arte, el que permite su vigencia y su
(¿matizaba como Idea. Sí lo fugitivo es el universalidad.
lugar social del arte, lo eterno aparece La presencia de la idea, lo general, lo
como la muestra de su aspiración religio­ eterno en el arte invitan a aventurar la hipó­
sa: pues el arte ha de debatirse en esa ten­ tesis de que nunca la obra de arte puede
sión entre lo inmanente y lo trascendente, restringirse a un determinado tiempo y a un
lo fugitivo y lo eterno, lo socio-histórico y determinado espacio: tan sólo su figura ex­
lo religioso. Es esa misma tensión la que tema, el conjunto significativo que se cons­
lo cualifica como arte. tituye en la superficie, están cronológica y
En el espacio de la pura contingencia, geográficamente determinados. No así el
bien lo sabía Platón, sólo se produce simu­ sentido que en ellos se encierra o hacia el
lacro, artesanía o diseño (según imperen que apuntan, el sentido que constituye su
criterios de imitación estricta, sometimien­ más profunda aspiración.
to a la tradición, o adaptación funcional); Dada su doble constitución, el arte no
tampoco el espacio de la pura trascenden­ participa plenamente del «espíritu de la
cia es el propio del arte, que no puede ha­ época» y de sus restricciones normativas;
bitar el ámbito, de lo absolutamente inefa­ no se adapta a la circunstancia sino que se
ble. de lo resueltamente inexpresable. Lo sobrepone intencionalm ente a ella. Un
propio del arte es el espacio — siempre ejemplo coyuntural mente oportuno: en la
nuevo, siempre por definir— que media modernidad europea, considerada como
entre lo trascendental y lo histórico y en el proceso — más o menos consumado— de
que se producen síntesis incompletas de secularización y desencantamiento, el arte
significado y sentido. A esto es a lo que adquiere su estatuto propio precisamente
denominamos contextura simbólica dei en la medida en que conserva el encanto
arte: a la tensión que ha de mantener entre de lo eterno y lo hace perceptible bajo for­
los dos universos (moderno/etemo) que se mas racionales. Para las ciencias, que se
pretenden independientes y hegemónicos. sitúan en el espacio de la pura contingen­
Y esta contextura simbólica de la obra c ia (vale decir, para las ciencias, que se
de arte determina su supervivencia, la po­ perciben como inequívocamente moder­
sibilidad de trascender la época. La crítica nas) los contenidos del arte pueden apare­
clásica apuntaba en esta misma dirección cer como anacronismo; su referente prin­
cuando señalaba que «nada puede gustar a cipal permanece ajeno a la semántica y ca­
muchos y durante largo tiempo, sino pre­ tegorías que definen la época. Y esto es
cisamente aquello que entraña representa­ así, porque el arte acoge y asume lo esen­
ciones de naturaleza general (...) esas pa­ cialmente inadecuado, lo permanentemen­
siones y principios generales por los que te intempestivo, lo absolutamente irracio-
son agitadas todas las almas»14. nalizablc,
El juicio de Johnson considera la pers­ En ese cruce de coordenadas es donde
pectiva del receptor y está excesivamente el arte se configura como símbolo: en el

,4 Johnson, S., «Preface to Shakespeare», en: Prose Véase asimismo el comentario de M.H, Abrams en El es­
and Poetry, Rupert Hart-Davjs, London 1966, p. 491, pejo y lo lámpara, Barra! Ed. Barcelona 1975, pp. 41 y ss.

539
MÍMESIS/P01ESIS

punto en el que la sensibilidad sociohistó- güedad, tan sólo el Tratado sobre lo Subli­
rica que en su superficie se muestra, se ve me de Longino confiere al artista respon­
perturbada por aquello «eterno» que cons­ sabilidad creadora.
tituye su referente profundo. La modernidad; por el contrario, afirma
desde su inicios el prestigio constitutivo y
normativo de nociones como originalidad y
ni creatividad, y con ello sitúa al artista — la
subjetividad creadora— en el centro del
La m ención de un elem ento religioso ámbito artístico y. posteriormente, en el
como esencialmente constitutivo del arte centro del discurso estético.
puede hacer pensar que consideramos arte La declaración de Wordswonh. «La poe­
sólo aquel que posee una deliberada incli­ sía es el espontáneo desborde de sentimien­
nación eclesial (celebrativa, oblativa) o tos intensos», puede indicarse como mues­
. una manifiesta intención alegórica. tra del resuello cambio de dirección al res­
Y no se trata de eso. Lo religioso es el pecto del aite en la modernidad.
ámbito de la idea, de lo eterno, del «alma Y. si es cierto que el arte y la crítica
del arte», para recoger la metáfora de Bau- modernas incorporan el elemento subjeti­
delaire. Y todo arte, en la medida en que vo que había sido históricamente obviado,
es y quiere seguir siendo arte, enuncia la refutando la teoría mimctica en todos sus
pretensión de violentar la contingencia extremos, no es menos cierto que la expli­
atrayendo hacia ella el elemento eterno. Es cación subjetiva, apreciada tanto por los
indiferente que se hable de D ios, de los creadores como por los críticos15 resulta
dioses o de su ausencia, que se pretenda la insuficiente para comprender el fenómeno
cuarta dimensión que delimita, supera y artístico en su dualidad constitutiva.
acoge a las otras tres, que se aluda a una No es absolutamente incorrecto que la
supra o mfra-realidad más allá de lo real- poesía sea «espontáneo desborde de senti­
visible, que se busquen las estructuras fun­ mientos intensos»; pero es evidente que no
damentales de una geometría imposible. toda poesía se identifica plenamente con
En todos los casos opera el imperativo de tal definición y mucho más evidente que
trascendencia, la búsqueda y la recepción cualquier «desborde espontáneo de senti­
de lo eterno. mientos intensos» no es necesariamente
El arte se constituye en la tensión enLre poético. Nadie negará que una secuencia
los ám bitos so cio-h istórico y religioso de insultos en el momento en el que al­
(moderno/etemo) y, por los mismos moti­ guien se siente agredido o engañado, un
vos, hace suya otra dualidad en la que nos alarido de dolor, un grito de júbilo, una
vamos a detener brevemente, se trata de la bofetada en el rostro del amante infiel, o el
polaridad propio/ajeno. llanto de un niño, se ajustan perfectamente
Las primeras lecturas teóricas del arte a la definición de Wordswonh; difícilmen­
parecen no reparar en la especificidad pro­ te puede mantenerse que todas esas expre­
pia del artista: poco respetuosa con tal es­ siones espontáneas del sentimiento sean
pecificidad es la teoría especular de Pla­ poesía.
tón; pero tampoco la de Aristóteles o in­ Más correcto es afirmar que el arte nece­
cluso la más benévola de Plotino, otorgan sita el aporte subjetivo, el sello del senti­
al artista un papel especialmente destaca­ miento (mas no sólo del sentimiento), que
ble en términos de creatividad . En la anti­ la creatividad, lo propio ha de ser percep-

15 P°r ejcmplo John Stuart N-liil. «WhaL is Poetry?» r a iy Es&iys (ed. E. Alexander), ] toward \V. Sams A Cu.
( IS3?) \ -Tiie Two Kinds of Poetry» ( 1833), en Lite- New York 1987, pp. 49-7S.

540
MÍMÉSIS/POIESIS

tibie en la obra. Pero lo propio se configu­ presión de lo común, colectivo. Esta doble
ra como arte a través de la recepción de lo posibilidad se evidencia en el hecho de
ajeno — de lo otro eterno-— y en la medida que la Historia de Arte se orienta tanto a la
en que lo «ajeno» pierde su absoluta alte­ búsqueda de características individuales
ridad al confrontarse con lo propio en la (de autor) como de aquellas comunes que
obra, al asumir la contingencia y la Lransí- especifican y diferencian una época.
toriedad en la forma de su manifestación. El ejercicio sintético que culmina en la
- Es posible — apuntamos aquí algo que descripción de órdenes y estilos (Barroco,
más adelante desarrollarem os— que el Renacimiento, Gótico), así como de movi­
arte alcance su cumbre cuando transita la mientos y generaciones, sólo es posible
distancia entre lo propio y lo ajeno (de tal desde el presupuesto de que el individuo
manera que los extremos se perciban con — en este caso, el individuo creador— es,
absoluta nitidez) manteniendo la tensión en buena parte, conjunto de relaciones so­
entre esos mismos extremos, soportando la ciales y que, recíprocamente, la sociedad
colisión entre esos dos mundos que se pre­ se expresa en y a través de los individuos;
tenden únicos, y haciendo de la propia ten­ es decir, no cabe entender «lo propio» (in­
sión centro del discurso. dividual) al margen de «lo común» (colec­
Hay que dar un paso más para intentar' tivo). En el nivel de la conciencia, el tejido
ubicar la confrontación propio/ajeno en un socio-histórico de relaciones define los lí­
ámbito más adecuado que aquél, ingenua­ mites de la verdad, de la justicia, del bien
mente subje ti vista, que se percibe tras el y — cómo no— de la belleza.
juicio de Wordsworth. Pues lo propio no El universo del arte deviene significativo
puede tener como referente una presunta en la medida en que establece vínculos e in­
subjetividad aislada del entorno. tercambia referencias con otras formas de
Convengamos en que «lo propio» remi­ expresión y gestión de la conciencia colecti­
te al yo, a la conciencia. El yo (la concien­ va (el saber, el derecho, la moral...), en la
cia) se vierte en el poema, en el cuadro, medida en que acoge — con actitud aquies­
configura la obra dotándola de peculiari­ cente y/o polémica— los presupuestos que
dades sintácticas y semánticas, de estilo. definen una época y los límites en los que tal
Lo propio significante (técnica) y signifi­ época se encuentra confinada. Sólo la parti­
cado (tema) se destacan como conjunto de cipación en el código que diseña el mapa de
rasgos característicos que remiten tanto a comunicaciones posibles permite evaluar las
la conciencia individual com o a la con­ competencias y destrezas individuales, esta­
ciencia colecLiva. En este sentido, lo pro­ blecer jerarquías de mérito o valor, medir la
pio aparece como sinónimo de lo moderno originalidad, otorgar crédito al mensaje, etc.
bau del ai nano: lo contingente, el envolto­ Y es que la conciencia remite siempre a
rio llamativo, el cuerpo del arte. un saber y obrar comunes (con-ciencia.
La articulación de peculiaridades que se Ge-wissen), a lo con-sabido y consolidado
manifiesta en la superficie de la obra do­ como base de acción y expresión propias
tándola de coherencia significativa puede de un colectivo determinado16. La expre­
ser leída e interpretada, por lo tanto, en un sión conciencia colectiva es, tanto desde
doble sentido: como exteriorización de «lo el punto de vista genético como estructu­
propio» individual, subjetivo; y como ex­ ral, un pleonasmo17. Es la conciencia indi-

16 De hecho, se denomina in-eonscicnle, en-nje- actuar colectivo, a la iHsdplina del grupo: a la con­
nado al que no participa plenamente de la conciencia ciencia.
colectiva (delincuente, loco), y se arbitran estrategias 17 Tamo la etnología, como la antropología o
(punitivas, terapéuticas, educativas) que tienen coma psicología señalan la previedad eran o lógica de la
objetivo re-integrarlo al código, al corpas del saber- conciencia colectiva con respecto a la conciencia in­

541
MÍMESIS.'POIEüfS

vidual la que requiere ser explicada como Pero. si hay formas de discurso absolu­
efervescencia o destello, como matiz o ré­ tamente determinadas por lo moderno (el
plica: com o algo que, en cualquier caso, periodismo, la fotografía informativa o pu­
encuentra en la conciencia colectiva su po­ blicitaria, el cine de evasión...), el arte no
sibilidad lógica y hermenéutica. La con­ está, por c! contrario, totalmente entregado
ciencia colectiva, que se vierte en código, al imperativo de inmanencia.
en texto y en imagen, en institución y cre­ Nada más evidente que este hecho: en el_
do, conforma una circunstancia que no se arle y a su través se establece un tipo de
añade al yo sino que lo contiene y lo nutre. comunicación que se prolonga más allá de
Enunciados como «creo», «pienso», «quie­ la época que determina su origen y, en el
ro» no ratifican con su presencia efectiva extremo, puede llegar a prescindir de ella.
la primacía de una subjetividad aislada y Las tragedias de Sófocles, la pintura de
autónoma, sino que apuntan hacia un se Goya, la música de Mozart prolongan su
cree, un se piensa, se quiere en el que ha­ vigencia al margen de su valor documen­
llan su origen las preferencias individuales. tal, es decir, independientemente de que
Lejos de la mistificación subjc ti vista, hay en ellas también se expresa una época.
que entender lo propio individual com o
tensión: como apropiación diferencial de lo
común, com o expresión selectiva de la épo­ IV
ca. El tributo que paga la conciencia indivi­
dual a la conciencia colectiva no se consti­ De la posibilidad de una comunicación
tuye, por sí mismo, en factor de alienación, radical que salta por encima de la circuns­
sino, por el contrario, en base de la identi­ tancia histórica intenta dar cuenta la «otra
dad socio-culturalmente mediada13. mitad» que Baudelaire exige: lo eterno e
En el arte, el elemento moderno — reto­ inmutable.
mo la definición de Baudelaire— es ex­ La exigencia implica reivindicar el ca­
presión de la conciencia, entendida como rácter metafísico del arte, rebasar el terri­
identidad dialéctica subjelivo-objetiva. Se torio de «lo propio» — que hemos definido
trata de la vertiente del arte sometida al como epocal y contingente— en busca de
imperativo de inmanencia19, en virtud del una alteridad que imponga al arte el sello
cual adquiere (el arte) su estatuto propio de la permanencia.
en el concierto general de los discursos de Y aquí es donde debemos reinterpretar
una totalidad cultural determinada. En el la vieja pmlndía de la mimesis con una
nivel de la conciencia (en la vertiente mo­ nueva cadencia. Es difícil sostener que el
derna) se produce el diálogo entre el arte y arte imita las cosas (Platón), la acción hu-
la sociedad: sólo en cuanto socio-históri­ mana (Aristóteles), la Idea (Cicerón, Ploti- :
camente condicionado es el arte socio-his­ no); pero una vez negado el recurso a un
tóricamente significativo. orden trascendental (y desdeñado, obvia-,

dividual. En su primacía lógica encuentra la sociolo­ na participación en la cociencia colectiva. La majo-


gía su condición de posibilidad. Véase Neumann, E., ría de edad en las sociedades occidentales define el j
Tiefenpsychologie und neue Ethik, Fischer Verlag. momento de la identidad lograda (participación en el í
Frankfurt/M. 1990, pp, 20 y ss.; del mismo autor colectivo con plenos derechus y deberes), el momeo-4
Ursprungsgeschiclite des Bewusstseins, Fischer Ver­ to en que se ha conseguido el mínimo de socializa-j
lag, Frankfurt/M, 1989. Desde otra perspectiva (es­ ción estipulado como necesario. . ‘íj
tructural) son imprescindibles los trabajos clásicos de 19 N o se Lrata de un imperativo externo (de unaj
C. Lévi-Strauss, Antropología Structtírale. Pión, Pa­ im posición) sino se una pre-lensión inscrita en laj
rís 1958, y La pettsée sauvage, Pion, Paris 1962. propia estructura interna del arte.
111 A sí, los ritos de iniciación consuman la conse­
cución de la identidad individual garantizando la ple-

542
M ÍMESIS/POIES IS

mente, el criterio de adecuación empírica) inconscien tes sobre y desde los que se
queda irresuelta la pregunta al respecto de produce la conciencia).
la persistencia del valor artístico — no me­ Frente al anteriormente denominado im­
ramente técnico— más allá de los límites perativo de inmanencia (en el arte), se pue­
epocales que circunscriben la confección de hablar aquí de un imperativo de tras­
de la obra. cendencia tensionalmente unido al prime­
La invocación de Baudelaire a lo eterno ro. Y, frente a la clausura socio-histórica
recuerda ía vieja definición del concepto ar­ que procede del imperativo de inmanencia,
quetipo —semper et ubique et ah ómnibus— se ha de siLuar la aspiración religiosa vin­
que incorporamos en su acepción jungiana, culada al imperativo de trascendencia.
es decir, formal: «El arquetipo es un elemen­ La aspiración religiosa del arte se pone
to formal, en sí vacío, que no es sino una/ñ- de manifiesto en su pretensión simbólica
cultas praefonncmdi, una posibilidad dada a (= radicalmente vinculante): inscribir lo
priori de la forma de la representación»20, efímero (moderno) en lo inmutable (eter­
No sé trata, por lo tanto, de contenidos prefi­ no), fundar — en palabras de Hölderlin—
jados, de esencias universales invariantes* 31. lo que permanece.
£1 arte produce novedad tópica y cróni­ En su aspiración religiosa radica la asi­
camente significativa en cuanto expresa la multaneidad esencial del arte22, que no es
conciencia colectiva (sociohistórica), pero añoranza «.reaccionaria» ni esperanza «utó­
se reviste de senLido atópico y acrónico en pica». R eacción y utopía son categorías
cuanto re-produce las formas (posibilida­ materialmente constituidas en y por la con­
des a priori) que constituyen el incons­ ciencia, en y por la história. Y en el ámbi­
ciente colectivo. to de la conciencia, el arte es «simultá­
Por contraposición a la conciencia (lo neo», es expresión y producto de la época.
propio), el inconsciente se insinúa como En el ámbito del inconsciente, donde arrai­
«lo ajeno», «lo otro»; remite a la alteridad ga la asimultaneidad esencial del arte, no
formal que a) posibilita la expresión so­ operan las categorías reacción y progreso
cialmente condicionada en tanto contenido porque tampoco el tiempo configura histo­
histórico y b) acoge ese mismo contenido ria. La asimultaneidad esencial del arte se
sustrayéndolo de su fijación meramente produce por la colisión de lo moderno y lo
epocal. Vale decir, parafraseando la sen­ eterno.
tencia clásica, que la forma da el sentido La pretensión simbólica hunde sus raí­
(entendiendo por sentido la vigencia in­ ces en la dualidad del arte (consecuencia
temporal de una c o n s tr u c c ió n originaria­ fatal — c o m o a f i r m a Baudelaire— d e la
mente histórica, y por forma los principios dualidad del hombre23), en la tensión entre

31 Jung, C.G., Arquetipos e inconsciente colecti­ rías radicalmente históricas (pre-apariencia, ya-no, o
vo. Ed. Paidós, Barcelona 1988, p, 74. Ludavía-no-consciente.,,). El ámbito de lo idéntico o
31 Véase al respecto: Bodkin, M., Archetypal Pa­ la conciencia está siempre presente en Bloch en la
tterns in Poetry. Psychological Studies in imagination, forma histórica de la posibilidad (utopía). Véase Das
Oxford University Press, London 194S; Durand, G., Prinzip Hoffnung. Suhrknmp Verlag, Frankfurt/M.
Beaux Arts et Archétypes, P.U.F., Pan's 1989; Ortiz- 1985, pp. 129 ss,; Ueding, G. (ed.), Emst Bloch. Aesthe-
Osés, A., Suplementos Atttkropos, n.° 42, Barcelona tik des Var-Scheins (2 Bände), S uhrkamp Verlag,
1994, pp. 7, 23, 25 ss., donde se definen los arquetipos Frankfurt/M. 1974.
como «estructuras simbólicas, imágenes esenciales de 53 En un sentido paralelo, afirma Wilde, la contex­
la realidad convivida». tura .simbólica del arte y de] hombre: «Al every sin­
-- Durand (op. cit.) destaca el carácter esencial gle moment o f one’s life one is what is going to be
hablando de dismultamtidad. El término asimultu- no less than what one has been. Art is a symbol, be­
neidadremite a la filosofía de E. Bloch. Sin embargo cause man is a sym bol», en W ilde, O.; Complete
el pensamiento de éste se configura en base a culegn- Works. Collins, London and Glasgow 1969, p. 922.

543
MÍMESIS/POIESIS

su referente histórico (material) y su refe­ in-fundado. Poesía (y por extensión todo


rente trascendental (formal). De tal tensión arte) es «fundar lo que permanece» y, recí­
— fundamental y constitutiva— se nutre procamente, elevar a la permanencia lo
en todo momento el arte, evitando la caída fundado y el fundamento: invocar la pre­
unilateral en cualquiera de los extremos: la sencia de las formas eternas que han de
adaptación a la conciencia, que lo converti­ acoger lo históricamente constituido.
ría en simulacro, y la huida «mística» que D e ahí que el poeta tenga que mantener
lo condenaría a la extraterritorialidad de lo. la tensión entre Jo espiritual (geistig) y lo
inefable. profano (weltlich):
Die Dichter müssen auch
Die geistigen weltlich sein.
V
(Der Einzige. Erste Fassung.)
D e la permanente tensión constitutiva La aparición consecutiva de los dos ad­
del arte hay innumerables muestras: cada jetivos en el verso indica el carácter nece­
obra plantea, en principio, un desafío her- sario y perentorio del vínculo que consti­
m enéutico al poner de m anifiesto la co­ tuye la poesía como tal: ni puramente es­
presencia de lo moderno y lo eterno en sín­ piritual, ni puramente profano, el arte se
tesis incompletas de equilibrio inestable. constituye en el intersticio que da cabida a
Si de ese conjunto inabarcable (y en ambos y los hace co-relativos.
constante incremento) reclamamos ahora El poema Dichterberuf ahonda en tal
un fragmento, la poesía de Hölderlin, es tensión y hace de ella tema. El poeta no
porque la obra del poeta alemán aúna ma­ puede permanecer adherido al quehacer y
nifestación y testimonio. La poesía de Höl­ a los problemas cotidianos. Su preocupa­
derlin es radical, decidida V consciente­ ción se centra en algo diferente que sólo a
mente simbólica: hunde sus raíces en lo él. en cuanto poeta, le fuera confiado:'
moderno para elevarse hacia lo eterno, des­
Der Höchste, der ist's, dem wir geeignet
cribe una inagotable espiral que transita los
[sind,
mencionados ámbitos en constante tensión.
Dass näher, immerneu besungen
El núcleo de la prodigiosa construcción
Ihn die befreundete Brust vernehme.
en que se constituye la poesía de Hölderlin
(Al Altísimo pertenecemos
se deja expresar lacónicamente: y hemos de cantarle siempre de nuevo
IW« bieibí aber, stiften die Dichter. para que el amistoso pedio cerca lo
(Pero lo que permanece, los poetas lo [perciba,;
[fundan.)
La dificultad de la empresa no escapa a
El verso que culmina el poema Anden­ Hölderlin. E! poeta conoce el peligro24 múl­
ken expone, a través de la presencia del tiple que amenaza al arte cuando éste se pro­
fimdar y el permanecer, la tensión entre el pone como mediación simbólica y se obliga,
tiempo (presente) y lo eLerno, y hace de por lo tanto, a tratar con la eternidad y el pre­
ella el lugar del poeta. Nunca es la poesía sente sin reducir uno al otro, sin supeditar
pora expresión del «fundar» cotidiano, del uno al otro, sin suponer síntesis apresurada"
construir efímero: de la época. Pero tam­ ni antítesis excluyentes. Sabe que el imano
poco es pura representación (imitación) de de atraer lo eterno puede conllevar la muerte
lo eterno preexistente, de lo permanente «bajo el fuego de mortales disparos».

Así también en el com ienzo de Palmos: «\Vo


aber Gefahr ist.,.».

544
MfMESIS/POIESIS

- sentido de la poesía hay que buscarlo cuándo el Sublime les prepara el campo
:-..en el centro de oxímoron que preside la y la luz diuma, y el dios trueno,
"...obra de Hölderlin: la simultaneidad de la y espía con periscopio, y cuenta
¿.. inminencia y la ausencia de lo divino (cer- y pone nombre a las estrellas del cielo.
l; ca está/el dios y difícil es captarlo. Pat-
“ mos) que expone la relación agónica entre Pero el padre nos cubre con la santa
■ lo eterno y la época. [noche
Si _. El poeta se sabe radicalmente concemi- los ojos para que podamos permanecer
do por esa inminencia ausente (= ausencia ¡No ama la brutalidad! Pues nunca
¿- inminente) que es la condición de posibi- se ha forzado con violencia el cielo25.
1 d
lidad del obrar humano (Brat und Wein,
De la segunda postura — la sumisión— ,
L_. w . 109-112). Y si el hombre de-cide, es
que se expresa sólo en plegaria y gratitud,
decir, corta el vínculo simbólico hacién-
afuma también Hölderlin su incapacidad para
;: dose portavoz de la sola inminencia o de
retener lo sagrado (Dichterberuf, v. 57 s).
. ■. la pura ausencia, es (el) poeta el que toma
Entre el construir desde la certidumbre
la palabra para restaurar la unidad como
de la ausencia y el vivir en la ilusión de la
.. unidad escindida, como totalidad trágica.
inminencia media el poeta (Dichterbentf,
" El sentido de la poesía radica precisá­
v. 59 s) rescatando lo eterno de su silencio,
is mente en expresar y asumir: expresar la
no como esencia impositiva sino como for­
conciencia colectiva vigenLe y asumir lo
ma (facultas praeformandi, arquetipo) que
in-consciente, lo oculto o invisible, atraer­
acoge a lo moderno:
ía lo como tal sin heroísmo iconoclasta ni su-
jL misión idolátrica. Pero sin miedo permanece, como debe,
;■ , Lá primera postura — heroísmo icono- [el hombre
í clasta— toma forma de exceso racionaliza- solo ante Dios, su candor le protege
' dor. El conocimiento basado en la empiria, y no necesita armas, tampoco ardides
Í-- el cómputo y la denominación, bastiones de mientras la ausencia de Dios asista26.
■■la recién adquirida conciencia ilustrada, des-
f barda sus límites propios e invade vlolenta- El último verso había sido redactado
:, mente el retiro de «lo ajeno»: la conciencia por Hölderlin (en una versión anterior del
pretende aniquilar lo inconsciente, lo mo- poema) en los siguientes términos;
r. demo pretende sobreponerse a lo elemo:
...Mientras el dios permanezca cerca
Ya durante demasiado tiempo ha sido [de nosotros.
¿ ■" [utilizado (So lang der Gott uns nah bleibt)
i .- ■ lo divino, y ha consumido, dilapidado Dichterberuf. Erste Fassung
‘ las benévolas fuerzas del cielo, por gusto,
’■\ [sin gratitud donde el cerca (nah) es el mismo del que
■;' ■una astuta raza que cree conocer Hölderlin daba cuenta en el comienzo de

Der Vater aber decket mit heil ’ger Nacht,


:. Zu lang isl ulles Gütliche dienstbar schon Damit wir bleiben mögen, die Augen zu.
i-~ Und alle Himmelskräfte verschertz, verbraucht Nicht liebt er Wildes! Doch es zwinget
; . . Die Gültigen, zur Lust, danklos, ein Nimmer die weite Gewalt den Himmel.
L Schlaues Geschlecht und zu kennen wohnt es, (Dichterberuf)
26

■ ‘ Wenn Ihnen der Erhabne den Acker baut, Furchtlos bleibt aber, so er es muss, der Mann
■ Das Tagslicht und den Donnerer, und es späht Einsam vor Gott, es schützet die Einfalt ihn,
Das Sehrohr wohl sie all und Zählt und Und keiner Waffen braucht ’s und keiner
t ‘ Nennet mit Namen des Himmels Sterne. Listen, so lange, bis Gottes Fehl hilft.

L.
Wr 545
iVi.MESISyPOlESIS / MÍSTICA

Pannos21. Finalmente se resuelve a atraer propio: el arte no se trivial iza en mera re­
explícitamente la ausencia (Fehl), no tanto producción de las cosas (Platón) ni se so­
en detrimento de la inminencia como en mete a ser pura imitación de la idea (Ploti-
estricta correlación con ella. Frente a la no). Llena el ámbito que media entre lo
violencia racionalizadora y frente al aban­ histórico y lo trascendental, entre lo mo­
dono místico, Hölderlin restituye el oxímo­ derno y lo eterno, sin adherirse dogmática­
ron fundamental, «...cl hombre permanece mente a ninguno de los extremos sino de­
ante Dios... mientras Su ausencia asista». jando ser en la tensión.
D e la mano de Hölderlin, nos atreve­
mos a corregir a Platón: «Tal vez sólo cl
VI poeta canta adecuadamente el ámbito su­
prasensible, si lo canta com o co-respon-
La obra de Hólderlin — tensión al más de.»
que dialéctica— atribuye a la poesía (y ai
arte en general) un espacio fundamental y Patxi Lanceros

Mística
Descifrar el contenido de las diversas po y hábitat familiar en los pueblos primi­
m anifestaciones de experiencia mística, tivos; a ello sigue cl sufrimiento de la prue­
desde el vuelo mágico de los Chamanes, ba iniciática que reproduce mediante seña­
hasta las fórmulas mas especulativas de les incisivas la desmembración del cuerpo;
conocimiento unitivo, puede ser el cometi­ motivo éste característico de las religiones
do de una hermenéutica mística. En el pri­ mistéricas (cultos a Dionisos y Orfeo). La
mer caso habría que acudir al complejo muerte y resurrección a una nueva vida, en .
material que la Historia de las Religiones la que el cuerpo queda restaurado, conclu­
y la Etnología nos proporcionan, y para yen el ciclo de iniciación, cuyo objetivo
ello deberíamos hacer una lectura de las primordial es el acceso a una experiencia
experiencias extáticas en los primitivos, de unidad. Podríamos decir que, en este ■
que Mircea Eliade ha considerado como tipo de rituales, la iniciación prepara las
formas arcaicas de mística, desde el len­ condiciones para la muerte a una vida pro- ;
guaje sim bólico (Le Chamanisme ct les fana y la resurrección al mundo de lo real, 1
téchniques arcaiques de Véxtase, París, de lo sagrado. El tránsito entre am bos'
1968). En este caso se trataría de una her­ mundos constituye, propiamente, la expe- )
menéutica sobre las experiencias de «sali­ rienda mística del neófito, que es introdu-
da del mundo» que pueden ser analizadas cido (iniciado), reformado, educado en los~;
en el contexto del lenguaje ritual y cuyos relatos de la creación que narran los co-v
elementos de expresión pueden ser la ges- mienzos míticos del mundo. El neófito re-,í
tualidad, la danza y el relato iniciático. Se­ correrá el camino a la inversa, anulando el. ‘X\
gún un esquema muy repetido en Eliade, valor del tiempo histórico, para reencon-J
la iniciación que puede conducir a la expe­ trarse con sus antepasados o los dioses ce-j
riencia extática da comienzo con una sepa­ lestes y, en cualquier caso, con el princi-3
ración del mundo, la segregación del gru­ pió y origen del mundo. Para ello ha sidoj

íT Nah ist /U nd schwer zu fassen der G on.


MÍSTICA

imprescindible despojarse antes de la for­ logético, de ahí también el importante va­


ma humana: Gilgamesh. el héroe mesopo- lor que Llull concedía a los diversos usos
lámico que llora la muerte de su amigo del lenguaje, fueran estos teóricos (Ars ge­
Enkidu, se reviste de pieles de león, se ne ralis ultima, 1308) o prácticos, como en
deja crecer la cabellera adoptando la natu­ la predicación (Llibre de vertuts e pecats,
raleza salvaje que lo predispone a visitar 1313). Lo que debemos destacar de tal pro­
el mundo inmortal que comparten los se­ yecto es el elemento de persuasión del len­
res primordiales, en donde no hay diferen­ guaje, que a través de los nombres de Dios,
cia de naturalezas y se comparte una mis­ se hacía igualmente comprensible al místi­
ma historia mítica. Educado y formado co judío, cristiano y musulmán.
(«Einbüdung») en ese nuevo lenguaje, el Las influencias de la mística clásica ju­
neonato regresa al mundo, como los cha­ día (Cabala), que da un valor positivo a la
manes de las regiones altaicas, podiendo lengua hebrea, como el uso de los nombres
visitar de nuevo y a voluntad propia la rea­ de D ios del Sufismo, y el contexto de la
lidad trascendente que ha conocido en su tradición cristiana a través de la «vía nega-
experiencia extática: el «árbol del mundo», tionis» del Pseudo-Díonisio (De divinis no-
que conecta los distintos niveles de la crea­ minibus), en la obra de Ramón Llull han
ción (infierno, tierra, ciclo) y mediante el sido puestas de manifiesto, no sin ciertas
cual el chamán rompe los niveles ontológi- dificultades, en numerosos estudios (Studia
cos de la existencia, es un símbolo caracte­ Luliana, Palma de Mallorca). En cualquier
rístico de este tipo de experiencias que aquí caso, la lengua que busca a Dios, porque
hemos descrito brevemente. Todas ellas viene de D ios y en la que se refleja su fuer­
son experiencias del éxtasis que reproducen za creadora, empezó a descubrir sus pro­
la muerte ritual y cuyo significado simbóli­ pios límites en las corrientes más tardías
co es la superación de la condición humana del Jasídismo, así como también en la difi­
y profana. El principio hermenéutico que cultad de pronunciar enunciados verdade­
aquí funciona es la dialéctica sagrado-pro­ ros sobre Dios que encontramos en Agus­
fano, que hace la descripción del paso de la tín de Hipona (De doctrina christiana).
vida a la muerte, y viceversa, del neófito. A La voluntad de reflexionar sobre un su­
pesar de las importantes variantes que se puesto lenguaje de origen divino no es ex­
dan entre experiencia extática, ascética, ini- traña a las reflexiones del gramático Pani-
ctática y mística, el lenguaje es el vehículo ni (siglo iv a.C.?) en la India aunque, pro­
que registra la experiencia del hombre con bablemente anterior a su obra, habría que
lo sobrenatural. considerar ct «Nirutka» (literalmente: «ex­
Un intento portentoso de construcción plicación verbal») compilado por Yáska
de «lingua universalis» lo encontramos en sobre una obra anterior, los Nighantu o el
la extensa obra del místico mallorquín Ra­ Naighantuka, que consistía en listas de pa­
mon Llull (1232-1316), quien haciéndose labras del RigVeda. Pero su interés para
eco de la recepción mística de los nombres nosostros, reside en que el Nirukta con­
de Dios («Dígnitates De1!»), ó virtudes in­ densa la reflexión simbólica y mística so­
creadas en Dios, en las religiones de tradi­ bre el lenguaje (L. Renou et J. Fil.liozat,
ción abrahámica (las gentes del Libro), L ’inde classíque. Manuel des études in-
elabora una Gramática teológica («D ic diennes, vol. I, París 1985, pp. 366-7).
Theologic ais Grammatik»: Wittgenstein, Y a sea desde una tradición mística de
Philosophische Untersuchungen), cuyos corte sensualista que podría tener una de
principios generales, los nombres de Dios, sus referencias en la India, hasta las técni­
comparten un mismo contexto de signifi­ cas de oración de los monjes hesicastas en
cado. La combinatoria luliana, de tipo el cristianismo oriental, pasando por el Su­
simbólico, tenía un claro componente apo­ fismo, que tiene en el cuerpo una base de

547
MÍSTICA

reflexión y ascesis, y la mística voluntaris­ do, sin embargo, un importante material es­
ta de los franciscanos en la Europa medie­ crito, en donde palabra y experiencia ponen
val (Francisco de Asís, Buenaventura, Ra­ de manifiesto las condiciones que hacen _
món Llull) o la llamada mística especulati­ posible una hermenéutica mística, cuyo hoí.—
va de la Escuela de Colonia, cuyo mayor rizonte es él conocimiento unitivo («unió -
representante es M, Eckhart, lenguaje y mystica») y la descripción de su contexto a -
experiencia nos deben proporcionar las partir del lenguaje como única experiencia
bases de una hermenéutica mística. Pero el («cognitio Dei experimentalis»),
cometido de una tal hermenéutica se man­
«Dice Agustín: Toda escritura es inu*
tiene siempre en la comprensión de unas
til. Se dice que D ios es una Palabra.
fórmulas que a pesar de proponerse a sí
luego se lo enuncia, (pero) se dice que
mismas como vacías (Angela da Folígno)
Dios no está enunciado, luego es inefa-
o buscar en los límites de la expresión una
ble.» Pero,, con todo, El es algo; ¿quién
adecuación con la divinidad (Angelus Si­
puede enunciar esa Palabra? Nadie lo .
lesias), la Nada y el abismo (Eckhart), la
hace, sino quien es esa Palabra. Dios es
noche y las tinieblas (Juan de la Cruz), se
una Palabra que se habla a sí misma,
declaran receptoras directas de una comu­
Donde está Dios, allí enuncia esta Pala- .
nicación con el Espíritu. En el presente ar­
bra; donde no está, no habla. Dios se luí
tículo hem os optado por hacer una re­
enunciado y está sin enunciar» (Meisier
flexión sobre la experiencia concreta de
Eckhart, Deutsche Werke (=D\V), Zurí- -
Meister Eckhart. Como en el caso de Ra­
ter Batid, Predigten, ed. de J. Quiñi,
món Llull, aunque en líneas de recepción
Stuttgart 1988, p. 732).
diversas, es un creador de lenguaje y éste
es el primero de los presupuestos para esta En este texto de Eckhart, que pertenece
reflexión. a uno de sus Sermones («Misit dominus
manum suam...»), hallamos los elementos
de reflexión que nos interesan. No es cier­
to que el lenguaje de la mística esté en
contradicción con la experiencia de silen­
cio en la que habita Dios. El místico anhe­
la la Palabra que se expresa a sí misma y
por ello crea las condiciones en su interior
para que esa palabra lo ocupe de lleno y lo
abisme en su silencio; el lenguaje sería
una ascesis (ejercicio) hacia la Palabra. Y
es por eso que la forma del lenguaje místi­
co no es discursiva: se crece en la repeti­
ción. porque sólo ella anula toda experien­
cia de alteridad y, sin embargo, es a partir
de ella que se funda la unidad de lenguaje
que se presenta en el horizonte de esa e v
S a nta M aría dei N arane o ( O viedo):
periencia instantánea, irrepetible.
prerrom ánieo
La función de su discurso no tiene un oh-
jetivo exterior: «Lo que está en mí. sale Je
El lenguaje de la mística considera toda mí; aún cuando sólo lo pienso, mi palabra
palabra exterior como vana y, con ello, la lo revela y, sin embargo, permanece dentro
inutilidad de articular ninguna experiencia de mí» (id.). La única salida es hacía tu»
directa a partir de la Escritura Santa. La mismo, de la misma manera que «la salida
confrontación con lo indecible nos ha lega­ de Dios es su entrada» (id.). Pensamiento >

548
MÍSTICA

lenguaje permanecen en el vacío a que da lu­ bién la oscuridad en la que el alma con­
gar el desasimiento («Abgeschiedcnhcit»), a fundida por la luz de las imágenes sensi­
causa del cual el hombre se siente liberado b les tropieza con su propia voluntad.
¡de sí mismo y de todas las cosas. Porque su Abandonar el sí mismo permaneciendo en
palabra, que sólo es experiencia de Dios, se el vacío del yo, requiere atravesar el de­
aviene a la verdad («Y conoceréis la verdad sierto de imágenes, más allá del cual, en un
■y:la verdad os hará libres», Jn. 8,32). La horizonte sin límite, el místico ve «cara a
Palabra no enunciada de Dios puede hablar cara» la imagen desnuda, que hasta ahora
finalmente en el vacío del alma («Dios es percibía a través de espejos (1 Cor. 13,12).
una Palabra, una Palabra no enunciada», Pero el desierto es propicio a las tentacio­
:(íd.), Este proceso de desapropiación y de­ nes, el sí mismo («Selbst») se contempla
sasimiento del mundo, busca la máxima se­ en las figuras y representaciones de aquel
mejanza con Dios: «cuando más cerca de modelo arquetípico que es Dios. El feroz
Dios estoy, tanto más habla D ios en mí» aniconism o de algunos m ísticos, cómo
'Jid), pero «si Dios no quiere hablar que se Bernardo de Claraval, debe ser entendido
'adentre en mí, porque yo no quiero salir» com o un esfuerzo por restaurar (re-for­
(Yon Abgeschiedenheií, DW, Fünfter Band. mar) la imagen original («Urbild») que sus
Traktate, p. 541). burdas copias («Abbild») nos impiden ver.
V El extrañamiento del mundo comporta, Por ello hay que atravesar el muro de las
es obvio, ensim ism am iento («Tnneblei- imágenes («Durchbrechen») y no rendir­
;ben»), permanencia en el puro querer ser, nos a su reflejo, sino a su transparencia. El
pues «el ser es lo más noble». Y, con todo, camino hacia el original es. por supuesto,
ese ensimismamiento es, en primer lugar, iniciático y el único medio que acude en
renuncia de una voluntad impropia (del sí su auxilio es la voz de la Palabra que par­
mismo) que busca afanosamente el mundo: padea en su silencio abismal («Yahvé os
«Nadie escuchará mi palabra ni mi doctrina habló entonces de en medio del fuego; vo­
a no ser que haya renunciado a sí mismo» sotros oíais el rumor de las palabras, pero
(Le. 14,26). La permanencia tiene lugar en no percibíais figura alguna, sino sólo una
el desierto, en donde se oye la palabra eter­ voz, Deut. 4,12). El carácter iniciático del
na, lugar de la transformación: «Lo mismo lenguaje místico reside en su propia for­
que escucha, es lo mismo que es escuchado mulación en las etapas de conocimiento y
en la Palabra eterna» («Qui audit me...»; constituye un ritual en la medida que la re­
D.W, Ersler Band, Predigten, p. 476). petición a veces tediosa de sus fórmulas
Para el místico no hay otra vía de inter­ anula el tiempo y el espacio a su entorno.
pretación posib le de la Palabra que no El místico anhela la palabra que se hallaba
pase por la conversión: salir, despojarse de en el inicio («ln principio crat Verbum.
sí, para entrar, ensimismarse en la nueva Jn. 1,1) y por eso recrea esas condiciones
naturaleza transformada: el lenguaje hecho atemporales en su interior; no es, por tan­
Palabra. Por esa razón el lenguaje del mís­ to, propiamente un retorno («redditus»).
tico busca, paradójicamente. las imágenes sino una recreación ritual de la nada origi­
que lo abisman en el silencio, para que allí naria, para que a partir de ese momento
sólo hable el Verbo divino en una identi­ inicial sin tiempo, la creación por la Pala­
dad perfecta entre lo que escucha y lo que bra vuelva a tener lugar: en eso consiste el
es escuchado, porque «el abismo llama al nacimiento del Padre en el alma por medio
abismo» (Ps. 41,8) y el lenguaje humano de su Hijo, del que habla Eckhart.
se deja seducir por el vértigo infiniLo de la En ese momento, que F. Schleicnnacher
Palabra absolutamente desnuda («entbil- llama inLuición del Universo, porque todo
det»); la imagen sin forma, el abismo sin él se contiene en el alma, tiene inicio pero
Fondo («Abgrund»), el desierto, pero tam­ también fin el conocimiento: se trata de la

549
MISTICA / MITO LOGOS

muerte mística, que desde nuestra perspec­ a los profetas en el Antiguo Testamento; ■jj
tiva puede tener una lectura sim bólica, pero sólo haciéndose lenguaje, siendo hom- ,5
como para Eliadc en los ritos inieiáticos de bre, se ha hecho comprensible al hombre,
pubertad, pero que para el místico es real, Tras el hecho de la Cruz, como fenómeno
porque se halla más allá del espacio profa­ de lenguaje, es restituida al Padre, cerrando- ■%
no del conocimiento representacional. Por se el c írcu lo herm enéuLico. El m ístic o , com o'— 7- ^
la muerte, en la que sucumbe finalmente el hermeneuta del misterio, desvela ese recorrí- '. ?
lenguaje (muerte del Verbo en la Cruz), el do y lo reproduce en su propio corazón. .'
hombre se hu hecho Palabra y responde a La muerte mística es la puerta de entra- .- a
aquella pregunta del comienzo: «¿Quién da a la conversión del hombre en ei Verbo.' %
puede enunciar esa palabra?» (supra). divino por medio de la transformación de
Aquella recreación del inicio en el alma la Palabra en lenguaje, y viceversa, que re- . %
humana no contradice el espíritu anicóni- produce el esquema teofánico de la crea- ■£,
co que rechaza toda representación por ser ción: «exitus-redditus» y que corresponde .
ésta mera apariencia o copia del verdadero a la conversión por la Palabra enunciada
principio. El inicio no se modela sobre la («Ent-Sprechung»). En los términos hasta _r
experiencia concreta (espacio-temporal), aquí empleados podemos decir que esta
sino que se yergue sobre la más pura nada transformación consiste en una transfigura- Jj
en la que el místico se ha formado en su ción, un abandono y despojarse de la propia
total desasimiento. imagen, de aquella voluntad impropia que ;Jjj
Con esta tanatología mísLica y, por tanto, nos aferra al sí mismo, para revestimos de_JÍ
con el nacimiento del Hijo en el corazón, la imagen sin figura, absolutamente desnu- ¡S
llegamos al final de toda formulación de da («ymagine denudari»). -J-
imágenes del lenguaje. El Hijo, el Verbo, es
el hermeneuta de aquella voz que habló Amador Vega

Mito/Logos
Resulta bastante notable el empeño con entresijos de la Realidad», mientras que J
el que estos dos términos griegos (myihos «Logos», por el contrario, aludiría a «ma-^
y lógos) se han solido oponer, extremizar ñera de dar cuenta del fundamento de la t
y exponer como irreconciliables represen­ Realidad de una forma completa y corres-yj
tantes de dos actitudes o disposiciones fi­ pendiente a la Verdad»: esto es, «Mito»
losóficas que divergían en cuanto a la e.r- valdría por «pensamiento irracional», y í|
plicación del mundo y de las relaciones «Lagos» por «pensamiento racional».
que lo constituyen: en este sentido, es bien Esto que hemos presentado sucintamen-^
conocida la falsilla — procedente de cierta te suele adoptar modos muy diversos de j
visión de la historia de la Filosofíá— se­ expresión, y sobre todo (lo cual también:
gún la cual la aparición de csá forma de nos hace dudar de lo acertado de la fa lsiij
pensar que habitualmentc llamamos Filo­ lia) se profiere con una insistencia desa­
sofía (y que Heidegger llamaba Metafísica) costumbrada y no pocas veces cargada de!
se. sustenta en una especie de salto cualita­ tintes que pretenden ser hirientes o, cuan-3
tivo «del Mito al Logos»: «Mito» tendría do menos, descalificativos: el pensamiento^
ahí el significado de «forma balbuciente y mítico (y tampoco falta quien afirma que
primaria, incompleta, de dar cuenta de los lo mítico no es pensamiento de ningunaj

Ó50
MITO/LOGOS

clase, puesto que «pensamiento» se reser­ toria», opuesto a érgon «destreza en la ac­
va para lo lógico-racionalista) correspon­ ción»: la misma oposición se hallará cons­
dería a la infancia de la Humanidad, p.ej.. a tantemente en griego, pero con el término
aquellos hombres y mujeres anteriores a la lògos en lugar de mythos (cf. A. García, t
aparición — con Platón y Aristóteles— de Calvo, «Sobre la Realidad, o de las difi-jlsj
la Filosofía, y cuyos esquemas representa­ cultades de ser ateo», en Lado. Madrid, Si­
tivos del Cosmos (en los que se incluyen glo XXI. 1973, pp. 157-185), donde el sen­
todos los problemas que desde siempre pa­ tido de la oposición (en las formas corres­
recen haber preocupado a cualquiera: la pondientes de dativo, logo i y érgói) será el
Vida, la Muerte, etc.) no se diferenciarían de «(lo que es) de palabra» y «(lo que es)
demasiado de los de los niños que todavía de hecho».
no han adquirido las correctas y reales (y Conviene resaltar, atendiendo a las es­
aun realistas) maneras de pensar de sus cuetas pinceladas anteriores, un hecho
mayores: naturalmente, en esta contraposi­ concreto correspondiente a los usos de
ción las maneras correctas y reales de pen­ mythos y lògos en el griego arcaico y aun
sar son las que corresponden al pensa­ en el clásico: ello es que ambos se utiliza­
miento lógico, cuya capacidad de abstrac­ ban, bien que con sus respectivos — pero
ción, conceptualización y racionalización en ningún caso unilaterales— matices, en
supone un progreso, así de la Filosofía y el sentido de «habla», «discurso», «pala­
los filósofos con respecto a sus infantiles bra», «razón» y otras acepciones sim ila­
antepasados, como de cualquier ser huma­ res, cuyo trasfondo común es el lenguaje:
no maduro y adulto con respecto a su pa­ es decir, el sentido profundo que ambos
sado de infante. términos presenLan es el de lenguaje, y, to­
Podría objetársenos que la contraposi­ davía en Platón, se utilizan ambos, mythos
ción que hemos brevemente subrayado ha (Fetlón, 60c, 61b) y lógos (Fedón, 60d) en
sido superada con amplitud en la Filosofía el sentido de «fábula» (de donde nuestro
Contemporánea, y que incluso la Ciencia «habla» o «fabla»), e incluso diamytholo-
—que, en principio, sería la legítima here­ géó (derivado de mythos) se usa en el mis­
dera y más conspicua valedora del pensa­ mo aspecto que dialogízomai (derivado de
miento lógico-abstractivo— ha comenza­ lógos) «conversar», «charlar»: asimismo,
do a efectuar algún guiño cómplice a los mythéomai presenta igual acepción: «char­
esquemas que habitual mente se atribuyen lar», «hablar», «conversar».
al pensamiento mítico: acaso sea así. mas El sentido que en ambos términos, mythos
la objeción no dejaría por ello de susten­ y lógos, se trasparenta es, así pues, el de len­
tarse en un tipo de pensamiento abstracti- guaje común, el lenguaje corriente de la
vo-conceptual, que sigue creyendo que lo charla, la conversación, del razonamiento
mítico es un campo ajeno a sus teorizacio­ y del sentimiento: el lenguaje que es él
nes más o menos progresadas, que no asu- . mismo contradicción, correlación y oposi­
me -—por tanto— el trasfondo mítico (el |v ción de elementos, el lenguaje que contra­
límite, la contradicción) que impregna a y dictoriamente nos descubre la propia con­
se trasluce en todos sus especializados tradicción que sustenta a la Realidad, que
quehaceres. constituye la Realidad: ella misma, la Rea­
Pero tal vez lo más curioso de éstas y lidad, es lingüistica, es tanto lógica (lógos)
otras confusiones se relacione con lo que como mítica (mythos).
los dos términos griegos f mythos y lógos, Ahora bien, aunque ciertamente el tras­
han tenido que sufrir desde que aparecie­ fondo común de los términos que nos ocu­
ran allá en los albores de la literatura grie­ pan es el que esquemáticamente acabamos
ga arcaica: en Homero el término mythos de resaltar, no es menos cierto que, debido
se emplea en el sentido de «habilidad ora- principalmente a la turbulenta historia que

551
MITO/LOCOS

han tenido que sufrir, los usos de mythos y El logos, el lenguaje, comienza por ser
lógos han ido adquiriendo un cariz que los él mismo contradictorio (consigo mismo):
ha contrapuesto progresivamente, hasta aca­
«Pues si el lenguaje, que razona todo y
bar por arrojarlos a las férreas posiciones
tiene todo razonado, quiere hablar tam­
que al inicio señalábamos: tanto es así que,
bién de sí mismo (...), entonces ese len­
incluso en los usos más vulgares, «mítico»
guaje de que se habla entra a formar par­
y «lógico» revelan el componente filosófi-
te del todo de las cosas; pero, natural­
co-científico del que hemos hecho mérito.
mente, el lenguaje que habla de él queda
Y lo que, esencialm ente, han sufrido
siempre fuera.» (Ibid., p. 41.)
ambos términos es una inversión, paralela
a la especialización que ha compartamen- Este lógos se irá desplegando a lo largo
talizadb el saber en múltiples disciplinas o del libro de Heráclito y, al desplegarse, irá
ciencias que, a su vez, han creado — todas desvelando a la vez los mecanismos con­
y cada una— los objetos de los que tratan: tradictorios en los que la Realidad se sus­
dicho de otro modo, si bien el trasfondo tenta, mecanismos que producen la Reali­
común de mythas-lógos es el lenguaje co­ dad: una sucinta declaración heraclítea, de
mún (el único que sabe), con la escisión la que justamente se servirá Parménides en
que produce las diferentes ciencias y sus su poema, señala bastante bien el carácter
objetos los términos mythos y lógos que­ de la contradicción fundamental:
darán, a su vez, escindidos: mythos se re­
«Todas las cosas, las mismas y no las
ferirá al lenguaje no-cien tífico, lagos al
mismas. Ser una cosa y no serla, lo mis­
científico, mythos será el cuento, la fábula,
mo es y no lo mismo.» (Heráclito, ed.
lo fabuloso —-irreal— , lógos será la cuen­
cit., n.° 62.)
ta — matemática— y las cuentas — banca­
das— (lo real): pero acaso sea aún más re- El eco de este fragmento heraclitano lo
scñable la inversión que hemos menciona­ h allam os en el p oem a de Parménides
do: y ésta se produce con respecto a la /> (cito por la ed. de A. García Calvo, en Lee-
aparición de mythos y lógos en Parméni- turas presocráticas, Madrid, Lucina 1981,
des y en Heráclito. l' fe pp. 183-221):
De Heráclito nos queda un conjunto de
«Mas luego de otra, a que ya mortales
los fragmentos del libro a él atribuido en el
que no saben nada se tuercen, cabezas de
que comparace el lógos actuando, p.ej., ha­
a dos: que falta de tino en sus pechos les
blando (véase Razón común. Edición críti­
traza derecha la idea torcida; y van anas-
ca, ordenación, traducción y comentario
irados, sordos y ciegos al par, pasmados,
de los restos del libro de Heráclito, a cargo
tropa indistinta, a quienes ser y no ser les
de A. García Calvo, Madrid, Lucina 1985),
da en sus leyes lo mismo y no lo mismo,
y del cual nos dice el propio García Calvo:
y hay ruta de contravuelta de todo.» (5,
47-52; el final es eco de Heráclito, n." -12:
«(...) lógos, a quien se llama por diversos
«No entienden cómo es que. difiriendo
motes “ administrador de todo” , “ divini­
(consigo, se aviene) consigo mismo a po­
dad” , “ guerra” , “ fuego inteligente” ,
nerse de acuerdo: ajuste de contravuelta,
común a todos los hombres y extraño
tal como de un arco y una lira.»)
para ellos generalmente, no es otra cosa
[ que lenguaje (si el lenguaje puede men- Lo cual es parle del discurso que la Dio­
fj. donarse a sí mismo sin convertirse en sa ofrece a Parménides: «discurso» que
otra cosa), y por tanto a la vez ordena­ corresponde al griego mythos (en 3.35 y
ción, por oposiciones y correlaciones, y a en 7,59): este discurso (mythos) se no>
la vez actividad de habla lógica, razón muestra básicamente empeñado en negar
raciocinante.» (Op. cit., p. 34.) la contradicción, o, mejor dicho, en aíir-

552
MITO/LOGOS

mar desnudamente uno de los términos sigo mismo (del ES) queda quebrada, pues
que en lógica heraclitana se presenta como ese ES, que en el orden de la eternidad es
correlato contradictorio de su opuesto — y, idéntico a sí mismo y único, se nos mues­
por tanto, a la vez el mismo y no el mismo tra, al hablar de él, com o múltiple y, por
que él— : se trata del uso predicativo de la tan lo, diferente de sí mismo.
cópula ES, y aún más, del uso de ES de Pues bien, es en este contexto confor­
forma que subsuma en sí tanto el sujeto mado por el lagos que habla por boca de
como el predicado, algo así como si dijé­ Heráclito y el mythos que profiere la diosa
ramos ES es ES, parmenídea donde se efectúa la inversión:
pues, en efecto, lo que en la tradición filo-
«de lo cual sena como una condensación
sófico-científica (metafísica) se ha consi­
esa predicación simple (y propiamente
derado como lógico, e.e. ajustado a lógos
imposible) ésti, que, según se atreve a
o razón, es precisamente el mythos parme-
formular la diosa, haciendo simultáneos
nídeo, y lo que en la misma tradición se ha
los miembros S y P, fundidos los dos en
tildado de mítico, e.e. no ajustado a razón
uno* en su cópula, para intentarsque todo
o lógos, sino desajustado conforme a un
esté dicho (concebido y sido) de una vez
mito, erróneo, confuso y no-verdadero, es
para siempre, y que su fórmula (y lo que
el lógos heraclitano.
la fórmula dice, que es lo mismo) esté
Ya en Platón, con su progresiva distin­
ahí, inmóvil, redondo, simultáneo consi­
ción y fijación de dos órdenes (kóstnoi) o
go mismo, fuera del tiempo.» (Lecturas
lugares (tópoi) mutuamente excluyentes, el
presocráticas, p. 176.)
uno inteligible (noétós) y el otro sensible
Claro que Parménides bien constata la (aisthétós), el primero eterno (no-tempo­
contradicción, sólo que pretende de alguna ral) y el otro temporal (no-etemo; devenir),
forma escapar de ella: la contradicción, el el primero idéntico a sí mismo (el orden de
camino de la contradicción, es una de las la identidad, de las ideas), el segundo co­
vías que la Diosa le prohíbe a Parménides. pia o reflejo impetfecto — cambiante, múl­
intentando con esta interdicción salvar la tiple, no-idéntico a sí mismo— , la extre-
vía que ella escoge. («Y mención ya sola mización y desvinculación entre sí de los
de vía/queda la de que es», 7. 59-60) de la opuestos — orden del Ser y orden del no-
correlación (junción y disjunción) de los Ser— alcanza un grado suficientem ente
opuestos: pero, naturalmente, ello es cosa indicativo de lo que, con A. Ortiz-Osés,
harto imposible, pues que la contradicción podem os llamar des-im plicación de los
no es vía ninguna que se pueda aceptar o contrarios (véase Las claves simbólicas de
rechazar, sino, en todo caso, constatar y nuestra cultura, B arcelona, Anthropos
no constatar: cree sin embargo la Diosa 1993, passim): claro que tampoco a Platón
que la vía de «que es» se encuentra libre, le es ajena la contradicción que tal' extre-
por así decirlo, de la contradicción: pero mización supone: y, como ocurre — y se­
—y esto es lo que parece no constatar la guirá ocurriendo siempre desde Platón—
Diosa— la pretensión de un ES dicho de en el ámbito de la lógica conceptual-abs-
una vez por todas (concebido y sido), «nun­ tractiva, Platón recurrirá al mythos como
ca fue ni será, pues ahora es todo a la una» remedio — pero no como re-mediación —
(7,63), se contradice con el tener que decir­ de lo contradictorio de so dialéctica identi­
lo: esto es, el ensayo de colocar ese “ ES” taria: así, p.ej., en el Timeo nos presenta la
fuera de la temporalidad choca contradic­ mítica figura de un demiurgo: éste se en­
toriamente con su aparición en un discurso cuentra entre el mundo inteligible o visible
(mythos), que no puede sino mostrársenos — boratos: e.e. el mundo de las Ideas— , y
temporalmente: con lo cual, también la el mundo sensible o invisible — clóralos:
pretensión de unicidad y de idenLidad con­ e.e. sin idea, sin forma, puro devenir im­

553
MITO/LOGOS

permanente—•, y será el encargado, a la desde el mundo de las sombras — lo in­


manera del artesano, de. contemplando las consciente— al mundo de la luz — lo cons­
formas (Ideas), aplicar éstas a lo informe: ciente—: sólo que el esquema platónico lo
mas esta introducción del mythos en la plan Lea como corresponde a la extremiza-
teoría que pretende desarrollarse al ampa­ ción — y mutua exclusión— de los opues­
ro del lógn.v — de un logas determinado— tos que en las mitologías de corte indoeuro­
tiene al menos un doble efecto: por una peo. como antes indicábamos, es habitual:
parte, como ha mostrado A. Ortiz-Osés, y. de este modo, lo que en la dialéctica ló­
corresponde a una cierta mitología de cor­ gico-científica platónica se nos presenta
te indoeuropeo, en la que el centra — el como esquema lógico no es sino la recrea­
medio, el entre— está ocupado estática­ ción de un viejo mito indoeuropeo: la fal­
mente, siendo a su vez esta ocupación la silla que al inicio de estas consideraciones
encargada de expulsar los contrarios — los reseñábamos, la Filosofía entendida como
opuestos— a los extrem os mutuamente un progreso y salto cualitativo del Mito al
irreconciliables; y. por otro lado, e íntima­ Logos, es ella misma un mito bien consta­
mente vinculado con lo anterior, la intro­ tado e investigado.
ducción del mythos en el ámbito del lagos De igual forma ocurre en la Ciencia ac-
platónico — de la dialéctica platónica— Lual —o, al menos, en algunos sectores de
pretende sugerir, platónicamente, que la ella— : el aparato matemático en qué se
dialéctica — la relativa separación de dos sustenta ofrece cobertura a relatos mani­
órdenes o mundos— se halla de hecho, en fiestamente míticos: así. p.ej., cuando con
sí misma, exenta de todo mythos: de nue­ lodo descaro se atreven algunos científicos
vo, pues, dos irreconciliables extremos: el a pretender concebir una historia del Tiem­
Ifigos racioentitativo y el mythos al que se po (cuya palmaria contradicción no precisa
acude en caso de penuria dialéctica. excesivos comentarios), o se pretende datar

.údkiiiíTiltAftús,...
También en Platón — por mencionar un el momento en el que se originó el Univer­
último ejemplo: pues toda su obra se en­ so. o se explica éste — el Universo— acu­
cuentra transida de referencias mito-sim­ diendo a más o menos grandes e inexplica­
bólicas— , la multicitada secuencia de la bles explosiones de concentradas masas de
República, en la que el Filósofo nos relata materia estelar (o. más bien, pre-estelar) o
la alegoría de la cueva, revela su trasfondo cósmica, o cuando en Cálculo Infinitesimal
mito-simbólico: lo oscuro, las sombras, el se maneja lo Infinitamente Grande y lo In­
Mal — la cueva— enfrentado a lo claro, la finitamente Pequeño con pasmosa seguri­
luz, el Bien — el sol: representación de la dad: en todo ello los vislumbres de lo mita-
Idea de las Ideas— , la ascensión dialécti­ simbólico asoman por sí mismos (para los
ca desde el reino de las sombras — lo in­ aspectos que no tratamos aquí directamen­
fernal, lo confuso— hacia y hasta el reino te, véase M. El iade, El mito del eterno re­
de la claridad brillante — lo celeste, lo defi­ torno, Madrid, Alianza 1992): y ello en
nido— : es también la ascensión del mythos dos sentidos complementarios:
al lagos (ambos en sentido platónico-cien­
tífico): pues bien, esto que nos presenta 1. Cualquier ciencia — e incluimos aquí J
Platón es un esquema bien conocido en la Filosofía— es un caso de lenguaje (d e j
multitud de tradiciones míticas: por citar lenguaje común, mythos y lógos en él sen-'
tan sólo uno de los teínas (profundamente lido arcaico): y, como tal, no puede sino|
investigado por C.G. Jung, p.ej., en Sím­ estar participando de la contradicción mis-|
bolos de transformación) en que el esque­ ma que el lenguaje supone: es bastante íif|
ma platónico se sustenta, podemos decir dicativo y revelador la insistencia con qué^
que lo que la ascensión dialéctica recubre la Ciencia afirma que no trata sino de he­
es el conocido y arquctipal viaje del héroe chos (cosas, objetos), intentando de esa^
MITOLOGOS

forma desvincular lo fáctico de lo lingüís­


tico. cuando en verdad los hechos son tan
lingüísticos como los no-hechos (si es que
hay algo parecido a «no-hechos», cosa har­
to dudosa): de nuevo la extremización irre­
conciliable de ios opuestos (planteada des­
de la lógica racio-entiiaLiva): el lenguaje
—que nos engaña y nos desvía de la Ver­
dad— y los hechos — que manifiestan la
Verdad— , a los cuales se vería el lenguaje
obligado a adecuarse si quiere decir verdad
alguna (adaeqnatio iiiiellecíiis ad rem).
2. Cualquier ciencia es un caso de lo
que en Heráclito se llama id té phrónésis:

«Pero, siendo la razón (lògos) común,


viven los más como teniendo un pensa­
miento privado suyo.» (N.° 4.)

Este pensamiento privado (idíe phróne-


sis), esta opinión personal, se manifiesta
reduplicada en la necesidad que toda cien­
cia tiene de utilizar una jerga particular,
especial y esp ecia liza d a , que ilusoriamen­
C ascada d e l E strecho (O rdesa)
te huiría de la indefinición — e.e. de lo
contradictorio— del lenguaje común: pero
el acceso a estas jergas científicas no pue­
de sino llevarse a cabo a partir del lengua­ La correlación coimplieaiiva lógos/aión
je común — en que se han creado— , y por se deja escribir bien en su equivalente ló-
ello m ism o nunca pueden estos pensa­ ‘gos/inythos: pues hablar de la eternidad o
mientos privados, estas lenguas especiali­ tiem po-todo corresponde justamente al
zadas, dejar de ser con tradi ciori oas en sí lenguaje mítico, e.e. al lenguaje que transi­
mismas. ta los límites para acceder a un sentido
La Ciencia — el pensam iento lógico- contradictorio consigo mismo, un sentido
abstractivo o racionalista— es un caso, así que es, a la vez, un sin-sentido: pues el
pues, de mythos (de logos en el sentido he- sólo hecho de hablar de la eternidad la
raclíteo), pero con la peculiaridad de que convierte en lo que no era, e.e. en ¡a tem­
su carácter m ítico no es asumido por la poralidad en la que cualquier discurso se
propia Ciencia, que se fundamenta en la no forja: sólo que habríamos de distinguir al
constatación de lo contradictorio de sus menos dos (y asimismo contradictorios
quehaceres o teorías. correlatos) formas de discurso conforme al
Y es así como el conflicto (la guerra, po­ mythos (higos): el de la lógica identitaria
lentas) se manifiesta en la contraposición o científico-racionalista, que no constata
de mythos y lògos al igual que en la Reali­ lo contradictorio de. su pretensión absolu­
dad toda; leemos en el libro de Heráclito: ta, y el de los relatos míticos tradicionales
en los que se observa, ante todo (y confor­
«...que es el todo di visibie/indi visible, me al lógos, por tanto), una rebelión con­
génito/ingénito, mortal/inmortal, razo- tra el Tiempo en la que las contradicciones
namiento/eternidad (lógon aióna), pa- no se soslayan sino, antes bien, quedan así
dre/hijo.» (N.° 47.) patentes, abiertas e hirientes.

555
MÍTO/LOGOS / AUTOCRÍTICA Y MITOANÁLISIS

Por su parte, el lagos que en la correla­ Bibliografía


ción (synáUaxis) se opone a aión o my-
thos no puede él mismo sino ser lo mis­ G aragalza, L.: La interpretación de los
mo que aíón o mythos, pues en cada apa­ símbolos, Barcelona, Anthropos 1989.
rición (por ejemplo, a lo largo de estás L a n c e r o s , P La herida trágica, Barcelo­
consideraciones) temporal muestra a su na, Anthropos.
vez una identidad (eterna, mítica) consigo A.: Las claves simbólicas de
O r t iz - O s é s ,
mismo: es así que el lector no tiene pro­ nuestra cultura, Barcelona, Anthropos
blema alguno en considerar los 37 «lo­ 1993. «La razón mitológica», en W .A A .,
gas» que hasta ahora han comparecido en Arquetipos y símbolos colectivos, Barce­
el presente texto com o el mismo: pero lona, Anthropos 1994.
claro,' siendo 37 no pueden sino ser dife­
rentes entre sí. Jon Baliza

Mitocrítica y mitoanálisis
Gilbert Durand se dio a conocer en 1960 tales de la filosofía académica contemporá­
con una obra de onerosa lectura e induda- nea: el estructuralismo y la hermenéutica2,
)f ble valor: Las estructuras antropológicas en un intento de configurar un método (Ja
¡1 del imaginario1. La erudición implacable mitocrítica) bidireccional; un método que
j y el estricto sistema se constituían en cre- permita el análisis del relato fundamental
dencial y baluarte de una idea que el autor (mito) y, desde este último, de la historia y
ha continuado desarrollando con amabili­ la sociedad a través de su expresión di­
dad y rigor. De forma sucinta (y. por lo námica y polimorfa.
tanto, insuficiente) podría expresarse así: el En la primera obra de Durand se detecta
>1 imaginario es el ámbito en el que se consti­ la presión ambiental del estructuralismo, así
tuye la conciencia humana (individual y co­ como la influencia de dos modelos teóricos
lectiva) y sus lenguajes; el trato con la rea­ significativos que nunca abandonarán al
lidad (entiéndase ésta como dios, homhre o pensador francés; los de Bachelard y Du­
naturaleza) remite al imaginario, a la esce­ mézil. Todo ello explica al sesgo inicial del
na fundamental en la que el mito se insinúa «estructuralismo figurativo» durandiano y
como relato básico y base de toda relación. su denuedo por identificar líneas de fuerza,
El desarrollo de esta idea no precipita a ejes de significado, regímenes de oposi­
Durand — como pudiera pensar el profa­ ción, unidades mínimas de significación.
no— en los «abismos» del irracionalismo, Todo ello explica el sesgo, más estructural-
sino que, por el contrario, le lleva a esta­ docetista que hermcnéutico-figurativo. de
blecer un diálogo fecundo con las líneas aquel trabajo inaugural que ya contenía, sin
más representativas de la tradición filosó­ embargo, las condiciones de su propio de­
fica, así como con las escuelas fundamen­ sarrollo y de su inminente apertura.

1 G. Durand. Les Structures anthropologiques de hcrmenéuiica). véase el magnífico libro de L. Gara-


j ¡'imaginaire. Bordas, París, I960 {hay traducción es- «alza, ija interpretación de los símbolos, Amhrnpi»,
j pañola en Taurus. Madrid, 1981). Barcelona, 1989,
;/ - Al respecto de las relaciones de C. Durand con
la filosofía contemporánea {específicamente con la

556
MITOCRÍTICA Y M1TOANÁLISIS

F ■ Tales condiciones se relacionan con la El relato (ya sea discursivo o plástico)


k - presencia de modelos teóricos que, como congrega esas grandes imágenes y, a tra­
r los de Cassirer, Jung, Neumann o Eliade, vés de ellas, dialoga con el entorno y lo
buscan el contenido latente en el universo transforma, lo troquela, lo con-figura.
f*-.. initósimbólico más que la distribución es- De la mitocrítica al mitoanálisis explo­
b- tructural de los significantes. El mitoanáli- ra las condiciones de esa aludida relación
sis — segundo peldaño en la trayectoria entre la gran imagen (arquetípica) y las
K durandiana-— se hace cargo del contenido imágenes típicas, y verifica la irrupción de
El mitosimbólico, de su dinamismo, y de sus la primera en espacios como el pictórico
I, posibilidades de aplicación3. . de Goya, Rembrandt o Rubens, el poético
En el momento en que el mitoanálisis se de Baudelaire, o en la novela de Sthendal,
1 “ ofrece como alternativa metodológica en de Hesse y Gide, de Proust y Meyrink.
el marco de las ciencias humanas se pro- No se trata aquí de la conservación de un
| duce el encuentro de G, Durand — a través recuerdo. En cuanto arquetípica, la imagen
de H. Corbin— con el Círculo Eranos. Si no es pasiva y pretérita sino permanente­
'E los textos de autores vinculados al niencio- mente actual y operativa. Está dotada de un
jí_:. nado círculo (Jung, Kercnyi, Eliade) ha- interno dinamismo con ambiciones organi­
j.' bían permanecido como referencia cons- zativas, figurativas; y de la misma forma
tante para el filósofo francés, su propia que configura una obra, configura una épo­
presencia efectiva, continuada y entusiasta ca: patrocina y define un ámbito sociohi stò­
jf- en Eranos sentará las bases de un inter- rico. Se puede hablar de obra (pictórica, li­
h- cambio intelectual cuyos resultados son teraria...) saturnal, prometeica, dionisiaca,
l ^ perceptibles y elogiables en las tres obras hermética. También se puede hablar de
^ máximas de Durand: L ’áme tigrée. Scien- épocas o períodos históricos, de sociedades
i ce de Vhomme el tradiiion, y De la mito- presididas por los mismos dioses.
' crítica al autoanálisis. El método de Durand asume y radicali­
,. ■ Sin abandonar la precisión sintáctica de za la «lucha de los dioses» de Max Weber
ft~- su primera obra, Durand avanza en una di- y a su través lee la historia. El mitoanálisis
| lección que busca enriquecer el escaso pa- establece una vinculación entre el texto y
í trimonio analítico y semántico de las cien- el contexto que culmina en lo que el pro­
cías humanas con una «hermenéutica ratio», pio autor denomina «prolegómenos a una
í- una razón que hace suya la contradicción sociología de las profundidades».
constitutiva de lo real, la weberiana «lucha Los infiernas (mínimas unidades mítica­
¿ de dioses», el oxímoron (Perít ut Vivai) que mente significativas) que organizan el dis­
í expresa la contradicción fundamental en curso desde la «estructura profunda» tie­
i ; todo relato que desdeña la unilateral tiranía nen su correlato en la psique individual y
L de la coyuntura y requiere el concurso de las en la sociedad. La mitocrítica estudia las
«grandes imágenes» cuyo dinamismo busca relaciones problemáticas entre esos tres
p ámbitos de expresión y ejercicio: «fiel a elementos conjugados: «la mitocrítica evi­
jj'. Jung y a Bachelard creo, por haberlo cons- dencia en un autor, en la obra de una épo­
f íatado, que las grandes imágenes poseen un ca y de un entorno determinados, los mitos
p .dinamismo interno que las incita a organi- directores y sus transformaciones signifi­
zarse en relatos típicos y que tipifican su cativas». Pero la mitocrítica tiende a su
i- propio régimen fantástico», propio «desbordamiento» al pretender una
I■
£ 3 A s í e n l o s t r a b a j o s Le décor myihique de la
i." cftanreuse de Parné. C o r l t, P a r ís 1 9 6 1 , y L'hnti$¡na~
js. tíon xymboliqttc, P .U .F ., P a r ís , 1 9 6 4 .

557
M tT O C R fT IC A Y M ITO AN ÁLISIS / M ITOLO GIA Y SIM BOLISM O

lectura com prensiva y eficaz del entorno namismo interno — índice de su persisten­
social, por ello «reclam a un m itoanálisis cia— las hace aparecer por igual en la obra
que sea a un momento cultural y a un con­ de arte, en la psique individual, y en la so­
junto social determinado lo que el psicoa­ ciedad considerada como obra colectiva.
nálisis es a la psique individual». Esta conclusión, convenientemente funda­
En esta obra Durand parte del ámbito ar­ mentada. se contiene en el postulado si­
tístico para — a través del p sicológico— guiente «no existen fronteras entre la ‘'crí­
llegar al soeiohistórico. Un elemento es co­ tica” literaria y el análisis sociocultural e
mún al análisis durandiano en los tres ám­ histórico», y éste se convierte en revolu­
bitos: buscar la profundidad. Si la crítica cionario principio hennenéuiieo del mitoa-
del arte no ha de sentirse satisfecha con el nálisis: «las obras del poeta y su crítica
análisis superficial (de temas y estilosJ sino tienen tanto valor como las obras del polí­
profundizar hasta el régimen de la imagen, tico o del economista con sus mitos».
así también la psicología no ha de perma­ Esfuerzo analítico e intención herme­
necer en el mero análisis caracteriológico, néutica: el texto de Durand sienta las ba­
ni la sociología en la mera descripción. En ses de una epistemología integral en la que
la profundidad de la obra, de la psique o la «profun didad », e l ám bito en el que
del espacio soeiohistórico topamos con la arraigan las imágenes arquetípicas, permi­
imagen arquetípica en torno a la cual se or­ te recomponer el discurso de las ciencias
ganizan, imagen que permite establecer en­ humanas estableciendo las condiciones de'
tre ellos relaciones de continuidad y/o rup­ intercambio (continuidad, tensión, ruptu- “
tura, de familiaridad y /o tensión. ra) entre lo artístico, lo individual (psico­
La crítica al estructuralism o (literario, lógico) y lo colectivo (social).
social, psicológico) proviene de este «im­
perativo de profundidad» vigente en todos
los ámbitos del análisis de G. Durand. Bibliografía
Y es en la profundidad donde se pro­
duce el encuentro con dioses y demonios, D u r a n d , C.: De la mitocrítica al miioaná-
con el oxímoron fundamental, con la con­ Usis, Ed. Anthropos, Barcelona 1993. :
tradicción constitutiva que se despliega en
grandes im ágenes (arquetípicas) cuyo di- Patxi Lanceros 1

Mitología y simbolismo
Mito-logia mítico a lo racional-científico ‘debe entotf*;
. >* . , *
ces corregirse con su revisión sincrónicas
Podríamos comenzar distinguiendo en­ ya que lo que se gana en objetividad (cieoy
tre magia, niito, religión, filosofía y cien­ tífica) se pierde en subjetividad (mágic<3
cia. Se trata de una enumeración que va de mítica), y viceversa. En consecuencia,,h¿3
menos a más en el sentido del raciocinio bida cuenta del continuum subjetivo-objefj
(explicativo), mínimo en la magia y m áxi­ tivo de la experiencia del hombre en dy
m o en la ciencia, pero de más a menos en mundo, deberíamos hablar de una contía
e l sentido del relaciocinio (im plicativo), nuidad que va de lo interior a lo exterior, il
m áximo en la magia y mínimo en la cien­ viceversa. En esta revisión magia, nütjH
cia. El proceso diacrónico de lo niágico- religión , filo so fía y ciencia a p a r e ce ría

558
MITOLOGÍA V SIMBOLISMO

como diversos modos de articulación de la camente los avatares del sentido en el mun­
realidad por parte del hombre, en un con­ do del hombre.
texto que va de lo místico y sintético a lo En este contexto podríamos hablar del
analítico y funcional. De este modo, el mito como ese rehilo de fondo o cosmovi­
pensamiento mágico-mítico no debería ya sión que sirve de horizonte constitutivo de
descalificarse como absurdo pensamiento sentido a la religión como institución ri­
primitivo, sino como el pensamiento p ri­ tual y moral de un etilos o axiologia com­
mero o prim ordial humano que, com o partida. Pero, según lo dicho, sería mejor
adujera C. Lévi-Strauss, trata de fundar hablar de m ito-logia conjuntamente, en­
una lógica relacional o ciencia cualitativa globando el aspecto mítico o cosmovisio-
de lo concreto, capaz de poner en conexión nal y religioso o moral, pudiéndosela defi­
analógica el conjunto de nuestra experien­ nir como aquel relato fundacional que re­
cia a modo de sensus communis o sentido laciona los aspectos contradictorios de la
común primario1. experiencia humana a través de un lengua­
Con ello tratamos de evitar el plantea­ je simbólico y dramático, capaz de exorci­
miento tradicional que opone absoluta­ zar el mal im plicándolo en un sentido o
mente la magia a la ciencia, el mito al lo- disposición. Lo que hace a una mito-logia
gos/razón y lo prelógico a lo lógico. Natu­ tal es su intento de encajar todas las reali­
ralmente, cabe plantear la cuestión del dades, aún las inexplicables, en la gran
pensamiento m ágico, m ítico o religioso implicación de un sentido relacional: para
en contraposición al pensamiento lógico, ello usa el simbolismo, el cual se define
filosófico o científico, tratando de recupe­ como la sutura (cultural) de la fisura (na­
rar lo excluido por estos últimos y plantea­ tural) que habita el hombre, así pues como
do precisamente por aquellos: lo irracional un lenguaje religador y, por tanto, religio­
o paralógico, lo subjetivo o psíquico, la so. En efecto, lo que hace sagrado algo es
experiencia del límite y lo líminal (mana, que esté en el lugar que le corresponde
abgrund, caos, infinito, destino). Sin em ­ (Lévi-Strauss), de donde el carácter taxo­
bargo esta contraposición clásica de razón nómico de la mitología y la pcrecuación de
e irrazón, aparte de etnocéntrica, nos lleva la realidad que organiza sil ritual.
a disputas sin fin y a innúmeros callejones La mitología es religiosa por cuanto im­
sin salida, al oponer los extremos que for­ plica en su relación/relato todas las reali­
man parte de una misma cadena o conca­ dades, a las que trata de salvar o redimir al
tenación humana a la que pertenece tanto conferirles un sentido de disposición en el
la im plicación com o la exp licación , el Uno-Todo (Lien-Pan) que incluye al pre­
mito y el Jogos, la síntesis y el análisis. sunto sinsentido insignificante: el azar y la
Por eso proponemos aquí el término mito­ muerte, lo accidental y casual, lo inerte o
logía para evitar el dualism o aludido y inerme. Ahora bien, aquí no se trata de re­
poder hablar legítimamente de un pensa­ solver las contradicciones explicándolas
miento relacional que, a través de un len­ filosóficamente a lo Hegel, sino de absol­
guaje simbólico, refiere o relata dramáti­ verlas implicándolas religiosamente: pues

, 1 Véase C. Lévi-Strauss, E l pensamiento salvaje, religión como teodicea, la filosofía como logodícea y
F.C.E., México 1964, donde defiende el pensamiento la ciencia como raciodicea.
lílvaje/silvestrc o no domesticado como inmanente a Por lo que hace el mundo de los objetos del senti­
lodos, fren le al carácter domesticado y especializado do común, A. Schiitz lo considera la realidad supre­
del pensamiento civilizado o lógico-racional (cientí­ ma y sólida de nuestra experiencia humana (influyen­
fico-instrumental). do a mi entender en la noción de realidad de X. Zu-
En el capítulo primero de L a diosa madre defino biri).
h magia como ontodicea, el mito como axiodíeea, la

559
MITOLOGÍA Y SIMBOLISMO

lo que hace algo religioso es que esté im­ de implicación: podríamos definir el sím­
plicado religado al Sentido y, por tanto, bolo como la noción hindú-budista de rasa
simbolizado (en su sentido intrínseco de en Java, cuyo significado se corresponde
consignificado o consignado ). En efecLo, en el latino jcojuí com o significación
en la mitología el contenido — lo dicho, el afectiva o razón cordial (en donde el cora­
logos como significado— está implicado zón aparece como co/razón de nuestra ra­
simbólicamente en el decir: la dicción o re­ zón). Hermano Hessc pudo escribir al res­
citación ritual, el concaten amiento cere­ pecto que «lo que amamos es sólo un sím­
monial, el lenguaje litúrgico y sacramental bolo» — un símbolo redefinido por el amor
a cuyo través lo que nombramos se coliga , de los contrarios y la sutura cultural que
místicamente. Lo significativo — el logomi- establece en nuestra fisura natural, cuya
to cómo relato del ente— se imbrica aquí brecha (hiatus, escisión) define al animal
en lo (con)signativo — el mitólogo como humano. En efecto, como dice C. Geertz,
relación del ser: en donde la aferencia la cultura se establece en el vacío que se
como implicación es la clave hermenéutica da en el hombre entre el cuerpo (natural) y
de la referencia o explicación. El acto mis­ lo que tenemos que hacer (culLuralmenle),
mo de nombrar es mítico o religador por así pues entre el ser (abierto) y el deber ser
cuanto refiere o relata las cosas contenán- (complección). Ahora bien, la cultura es
dolas en el Uno-Todo. Se trata de un acto tanto o más implicación que explicación,
numinoso de nombrar, en el que la reali­ afección que control, estados de ánima
dad típica o secular conecta con la reali­ que estados de ánimo: sólo así la razón
dad arquetípica de los númenes obtenien­ simbólica en cuanto razón relacional logra
do así sentido2. reconocer o emparentar (cognoscere) lo
Pero volvamos sobre lo dicho para po­ irreconocible para la razón pura/puritana.
der enmarcarlo. Un tal reconocimiento de lo irracional o
irracionalizado por la razón pura, no evita
por cierto el mal y e] sufrimiento radical,
Mito-logia y simbolismo pero lo hace maleable y sufrible al nom­
brarlo, encajarlo y adjuntarlo al SenLido.
Toda mitología trata de coimplicar las- Ahora el mal no deja de ser malo, pero
diferentes realidades y no de resolverlas deja de estar exiliado o desempacado al
analíticamente: de donde el carácter de reconectarse con el Uno-Todo:
trama c u asi n o v e le s c a , relatante o interac­
Sí, Señor, lo malo es lo malo:
tiva del texto mitológico, cuya textura o
felices aquellos que lo olvidan,
urdimbre de sentido confiere aferencia y
pero más felices los que lo comprenden3.
cohesión a toda referencia y coherencia.
Por ello los símbolos de la mitología no Los que lo comprenden son los que lo
son meros signos o representaciones de comprehenden, así pues los que integran
ideas o conceptos, sino auténticos tóíems el mal transustanciándolo simbólicameiiie.

- Nns deslizamos así de una visión semiótica de ? Ver C. Geertz, L a interpretación de las a d ia ­
la cu icura que privilegia lo dicho o náema (de Lévi- ras. Gedisa. Barcelona 1990. El autor tiene una con­
Strauss a Geertz) a una revisión simbólica de la cultu­ cepción occideniaJista de la cultura como una trama
ra que privilegia el decir subjetivo o nóesis (de Jung a de significaciones creada y aprendida por d hombre,
Eranos). La diferencia escriba en que la primera pien­ olvidando adjuntar «cum fundamento in re», es decir,
sa la mitología como mi significar la significación con fundamento en Ja realidad: a] olvidar esa coda.
(explicativa), mientras que la segunda concibe la mi­ Geertz recae en la relativización de la cultura arqueií-
tología como un significar el sentido (implicaiivo). pica o universal en favor de las culturas típicas, En de­
Compárese ni respecto, «El Círculo de Eranos». S u ­ finitiva. para mí la cultura es un sistema de símbolos
plementos Aiilnipos, n.° 42 (1995). cor,errados por el hombre (cum fundamentó in re).

560
MITOLOGÍA Y SIMBOLISMO

trasladándolo más allá o más acá de su ya que lo tragicómico pertenece al lengua­


sentido literal mortífero a un sentido trans­ je ritual de la auténtica mitología, la cual
puesto, metamorfoseándolo y sublimándo­ narra el combate arquetípico o fundamen­
lo, aunque no superándolo abstractamente. tal del héroe y del dragón sin posibilidad
De esta forma el lenguaje simbólico de la de desenlace final abstracto o desligado (el
mitología habla nial del mal, sin escápame cual es ya típico de nuestra mitología des-
á un discurso posmitológico que piensa po­ dramalizada, secularizada o irreligiosa).
der superar el mal. desde el bien racional: el La mitología celebra así la complicidad
discurso del pensamiento clásico que sub­ del bien y el mal, monstruo y héroe, Dios
yace a la modernidad, en el que el ser es y diablo, vida y muerte en un lenguaje re-
sustancialmente bueno y el mal un mero ac­ cursivo. Esto procede de su interés ontolò­
cidente insustancial. Pero en la mitología se gico o radical en implicarlo todo para su
llama al mal mal y al bien bien, aunque en asunción cuasi soLeriológica. Naturalmen­
un lenguaje- implicado! de las contrarios y te con ello la mitología se acerca a la ideo­
no abstractor. Cuando T. Sparks narra su logía y su función de justificar o legitimar
descenso a los inferas por la droga, es ca­ las relaciones dadas. Pero la diferencia es­
paz de expresar su búsqueda mítica de un triba en que la justificación o legitimación
lugar en el mundo del que formar parte a de la mitología pertenece al plano ontològi­
fin de vincularse con la humanidad: pero su co o metafisico, y no al ónlico o político
salida a floie es también mitológica: como en el caso clásico de la ideología. Y,
sin embargo, ello no obsta la necesidad de
Para mí y muchos como yo, la bús­
una instancia crítica respecto a la mitolo­
queda del auténtico heroísmo ha llevado
gía y su interés «totalizador». Pues no sólo
a encontrar el valor de respetar el mie­
se caracteriza por hacerlo todo bueno para
do, no de hacerlo a un lado. La recupera­
implicar, sino que esa implicación se reali­
ción parece ser un enfrentamiento con el
za en un lenguaje que, como hemos dicho,
miedo: incluso he empezado a celebrar
privilegia tanto o más el acto ritual de nom­
el miedo.
brarlo lodo que el contenido de ese nom­
Soy más valeroso cuando puedo acep­
bramiento, con lo que el peligro de recon­
tar la energía que surge de una experien­
versión ideológica resulta evidente.
cia de impotencia, y he llegado a honrar
Veámoslo más de acerca y tratemos de
la calamidad qne es una bendición. Le
exorcizar ese peligro.
estoy tan agradecido al infierno como al
cielo, y también al pesar más profundo"1.
Este texto resulta absurdo tomado literal Nombrar lo innombrable
y lógicamente, pero adquiere sentido to­
mado m itológica o simbólicamente. Re­ Todo lo realmente viviente resulta peli­
suenan en él las nnpeias del cielo y el in­ groso: tanto para sí mismo como para los
fierno de W . Blake: el modelo no es aquí demás: la mitología — lenguaje (re)vivien­
el de los dinka africanos que admiten con­ te de los seres— lo es en sí y para los de­
tradicciones como resultado de la acción, más. A nivel filosófico, esto se manifiesta
pero no como fundamentales en la existen­ específicamente en su formulación para­
cia, sino el de la lucha balinesa entre la dójica, ambivalente y contradictoria, lo
bruja trágica Rangda y el monstruo cómi­ que plantea la cuestión medial de una po-
co Barong: no hay vencedores ni vencidos, siblc/pasible lógica mitológica: la cual se

J T. Sparks, en K. Thompson (ed.), S e r hom bre,


Kairós, Barcelona 1995.
MITOLOGÍA Y SIMBOLISMO

presenta como una lógica de la contradic­ ceversa, se trataría de coafirmar esta


ción en correspondencia con la realidad implicación (coimplicación) del bien y A l'
contradictoria de la vida (humana). Pues mal, que es precisamente el discurso
mientras que la ética y la ciencia atienden una auténtica mitología en la que la actoa*l|
a la no-contradicción en su búsqueda de la lización del logos (racional) signífici l i ' l
verdad (racional), la estética y la religión virtualización del mito (irracional), y viCfrT
atienden a la contradicción en su búsqueda versa. D e donde la necesidad de coyurttw‘11
del sentido (relacional). los contrarios simbólicamente, frente il Ú
Si la lógica clásica es una lógica de la modo patológico de disyuntarlos que cyk*^
identidad de carácter ético-científico, la precisamente el conflicto salvador (la hcri»3f
lógica estético-religiosa se abre a la impli­ da. culpa o pecada sanador en toda núiofo* Jjj
cación de la diversidad: los seres mitológi­ gía religiosa). .^
cos aparecen com o sujetos no-idénticos o Ahora lo real se define como lo que not 1
metamórficos, cuyas metamorfosis se rela­ resiste por cuanto nos es contradictorié- M
tan en un lenguaje más adjetival e imagi- mente virtual. Por su parte, mi conciencié
nal que sustantivizador o conceptual (esto elige algo en detrimento de otra cosa, que Jj
último ocurre ya en su racionalización dog­ pasa así al inconsciente para impulsar des- 2
mática)5. de su potencialidad. De esta guisa, la cott*^|
Ha sido S. Lupasco quien ha definido la ciencia coimplica inconciencia, lo mismojg
realidad como un sistema de antagonismo que lo real coimplica lo virtual: no podc-13
energético en el que se cruzan fuerzas que mos resolver esta contradicción dinámica J
se atraen y repelen, configurando en su re­ sino sólo absorberla y absolverla religiosa- 3
novación incesante el equilibrio inestable mente, es decir, religadamente. El mal rea*
de identidad y diferencia, homogenidad y parece entonces como fuerza antagonista j
heterogenidad, catabolismo y anabolismo, potencial, como la permanente tentación 3
actualización y virtualización. El sujeto re­ que acecha virtualmente: es como labelle-S
presenta el operador y la actualización o za que corroe a la verdad y bondad, lo que a
determinación de lo real, el objeto repre­ sólo es posible apalabrarlo en una lógica ?
senta la realidad virtualizada o potenciali- simbólica correlacionar. *3
zada. Al actualizar un término de lo real, Ahora bien, el máximo objeto y sujeto jj
vírtualizamos o potcncializamos el otro tér­ de la simbólica propia de la mitología (reli-.|
mino de lo real: no hay escape a esta dia­ giosa) ha sido concebido como Numen o )
léctica enmarcada en un dualismo intrínse­ Divinidad, definida como complexio oppo- J
co y en un dinamismo antagonista6. sitorum. En esta contuición de los contra-3
Actualizar algo es pues potcncializar lo rios en Dios se expresa la lógica mitológi- ^
otro antagónico: de modo que la actualiza­ ca: la cual no tiene por qué llevar a un 1
ción del bien im plica no la desaparición panteísmo (donde todo es Dios) sino a un j
del mal, sino su virtualización, y vicever­ panenteísmo (donde todo está en Dios).
sa, Pero si el bien implica así a) mal y vi­ En el panteísmo la identidad de todo con

s N o s e o l v id e q u e la m it o lo g í a n o o p e r a c o n id e a s dsetiun, así com o La tragedia de ¡a energía. D e s c lé e ,


( p la t ó n ic a s ) s in o c o n a rq u e tip o s ( ju n g ia n o s ) : a q u e lla s B i lb a o 1 9 7 3 . - -
s o n a b s o lu ta s , é s ta s r e la c ió n a le s . V é a s e al resp e c to , C .G . 7 U n a t a l l ó g i c a s im b ó li c a c a p a z d e p e n s a r los =■
Ju n g : Arquetipos e inconsciente colectivo, P a id ó s, c o n tr a r i o s s im u lt á n e a m e n te (q u e e s l a c la v e d e la mi* .
B a rc e lo n a 1990. t o lo g ía ) h a s o lid o s e r c o n s id e ra d a c o m o m a g ia o arti- ■
s P o r e s o a f i r m a r la i d e n t i d a d i m p l i c a d e n e g a r e s ­ i u g io d e d é b il e s m e n ta le s , c u a n d o s e re q u ie re u n a liici- :
q u i z o i d e m e n t e la d i f e r e n c i a , a s í c o m o n e g a r la i d e n ­ d a c a p a c i d a d b ie n p a te n l e e n H e rá c líto , S c h o p e n h a u e r,
t i d a d c o im p l ic a r e c a e r c ic l o tí m i c a m e n t e e n l a d i s e m i ­ B e r g s o n , A .N . W h il e h e a d , M . H e i d e g g e r o A . A m o r
n a c ió n . P a r a t o d o e l l o : S . L u p a s c o Logique el contra- R u i b a l. ■ -

562
M ITO LO G ÍA Y SIMBOLISMO

[v.iiv iS literal; en el panenteísmo la coim- tivamente, ellos se sujetan a él, en vez c!e
n'iLjeión Je todo en Dios es simbólica; ser el sujetado o dominado por ellos.
U ideniidad incluye la diferencia, ya Esto es esencial para la curación o sana-
el Todo o Divinidad es mayor que las ción del hombre, sea uno mismo u otro, y,
¡unes que coimplica. Curiosamente el pa- cuando se consigue plenamente, resulta un
n(i:!ti.<iuo fue propugnado por K.C. Krau- sentimiento real y un conocimiento preci­
s- e n su Sistema de filosofía, influyendo so (no meramente teórico) de los opuestos.
jm' en los krausistas españoles, Por ello todos los cham anes (los brujos
continuación quiero ofrecer la Ínter- primitivos, no organizados), si eran varo­
juclación que de la mitología malektda (en nes, vestían ropa femenina y hacían labo­
Orearía) relizara J. Layard en el Círculo de res de mujer; pero si eran hembras, lleva­
(ranos; en su conclusión el autor describe ban pantalones e iban de caza. Sri Rama­
(a ideniidad del hombre con sus númenes o krishna, el m ítico hindú, se identificaba
dioses como una iniciación a la complec- fundamentalmente con la Madre Kali. cuyo
liñn o asunción de su contrario (en el hom­ sacerdote fue de joven5.
bre. su otxedad femenina). D e este modo, se Pero su identificación con el principio fe­
veri tica la concepción de los Navajos, se­ menino tomó muchas otras formas. El con­
gún la cual la identificación de un paciente cepto que se corresponde en Malekula con
con los seres sagrados lleva a la curación, el de la Madre Kali en su (inicial) aspecto
por cuanto se coaduna lo humano y lo divi­ negativo es el del Espíritu Devorador Feme­
no. cointegrándose así el hombre en el or­ nino, el cual, tanto en la Bahía del Suroeste
den cósmico sagrado. El próximo parágrafo como en las Pequeñas Islas, es considerado
transcribe la conclusión de la aportación como algo tan poderoso que la única forma
que J. Layard ofrece en Eranos 16 (1948). en que los nativos se pueden defender de él
se realiza mediante la identificación con él
de forma espiritual, a Lravés de métodos ri­
La Construcción del Hombre tuales de manera que puedan poseerlo en
lugar de ser poseídos y destruidos por el.
En la m itosim bólica de M alekula, la Así ocurre tanto en Malekula com o en
Construcción del Hombre es de hecho la la India. Si ahora, para concluir, nos refe­
Construcción de la Mujer en el Hombre, es rimos a Grecia, podemos leer en la intro­
decir, la obtención mediante la muerte ri­ ducción a la Mitología de los profesores
tual y un amplío arsenal de imaginería mi­ Jung y Kerényi que aquellos que participa­
tológica y prácticas imitativas de la habili­ ban cu los Misterios de Eleusis «se identi­
dad por parle del hombre de sentir como ficaban con Deméter». N o se trataba aquí
una mujer, primero en sus aspectos negati­ de convertirse en «hijos de dios», sino de
vos y luego en los positivos, pero no sólo una «maternidad divina»;
externamente sino especialmente a nivel in­
«Tanto hombres como mujeres com­
terno. En otras palabras, el hombre no sólo
partían el mismo destino. Los hombres
se familiariza con esos aspectos intemos de
también se mostraban bajo la forma de
sí mismo, como el ánima positiva y negati­
Demeter, y también ellos eran uno con
va, sino que los siente mediante un proceso
la Diosa»9.
de identificación, de forma que ya no sólo
sean objetos para él, sino también sujetos. Como dice Kerényi: «El reconocimien­
Y al ser sujetos, es decir, al sentirlos subje­ to de este hecho es el primer paso hacia la

s Vida de Sri Ramakrishna, A d v a ita A s h ra n a , 'J C .G , J u n g y K , K e r é n y i, Ein/ührung in die My-


1943. thologie, R h e i n , Z t ir i e h , 1 9 5 5 .

563
MITOLOGÍA Y SIMBOLISMO

comprensión mínima de lo que ocurrió en M itología y religión


Eleusis». También cita com o evidencia de
esta identificación con la D iosa y no con En la mitología asistimos a una men­
el Dios, el ejemplo del Emperador Galie- talidad arquetípjca, implicativa o religa-
no, el cual tras su iniciación hizo acuñar dora que se enfrenta así a la antimitología
monedas en las que aparecía como Galic- como típica, desimplicativa o explicativa:
na A ugusta. En los P h en eos A rcad ios, ía primera es. sintética-relacional y recur­
donde se daban m isterios sim ilares, el siva, la segunda es analítico-racional y li­
sacerdote llevaba la máscara de Demeter neal. Mientras que el paradigma mitológi­
Kidaria, la cual «no era una cara sonriente, co es la mitología religiosa en busca del
sino una imagen espantosa parecida a la sentido (gnosis), el paradigma antimitoló-
Gorgona», es decir, no demasiado distinta gico es la razón irreligada o secular en
a Win-bumba-au del Sur de Malekula. La busca de la verdad (adecuada). Esta últi­
palabra griega mnein = iniciar, significa ma mentalidad, denota un proceso de des­
«cerrar», y se usa indistintamente para ios mi tologízación o racionalización de la pri­
ojos y la boca, lo cual nos recuerda la mera, por lo que podríamos considerarla
«Piedra Ciega» de Malekula. significando com o otra forma de mitología seculariza­
esa oclusión una aceptación activa y no da: la mitología agnóstica de la moderni­
pasiva de lo que vemos dentro. Representa dad que se enfrenta heroicamente al dra­
la pasividad del principio femenino perso­ gón recursivo del tiempo cíclico o circular
nificado por Perséfona, usado activa e in­ en nombre del progreso, la historia y el
ternamente por el varón, y esto significa logos político.
«sacrificio». Finalmente el «Camino de la Desde la posmitología la mitología per­
iniciación» en Eleusis se sim boliza por los tenece al pasado que no es: desde la mito­
iniciados en el acto de seguir el supuesto logía la posmitología pertenece al futuro
«camino» de Demeter o de Perséfona, la que tampoco es. El presente se caracteriza
cual es al mismo Tiempo la Novia violada por esta polémica entre dos grandes inter­
y la Reina de la muerte que conduce a la pretaciones de la experiencia: la que pro­
vida espiritual. pugna asumir el mal y la que propugna
«El Camino», en el distrito Sur de Se- consumirlo, la que lucha con la muerte y
niang. es el Camino de la Sociedad Espiri­ la que lucha contra la muerte, la que se co­
tual a través de la identificación, consegui­ bija bajo el arquetipo de la Diosa Madre
da gradualmente tras toda un a vida de ri­ telúrica y la que se sitúa bajo el arquetipo
tos escalonados, con la horripilante Ogresa del Dios Padre celeste. En nuestro horizon­
Win-bumba-au, por la cual sus caracterís­ te cultural distinguimos nítidamente enlre
ticas negativas se loman en valores positi­ la mitología sedentaria prolonieditermnea
vos. En el distrito Norte de M ewun y su de signo agrario y la mitología nómada in­
Construcción del Hombre, nos encontra­ doeuropea y semita de signo pastoril-ga-
mos a los varones en el papel de madres nadero. Pero quizás lo más relevante cul­
siguiendo «el camino de las mujeres» me­ turalmente se encuentra precisamente en
diante la revitalización deí Creador Muerto, la mediación de ambas mentalidades, tal y
el cual es ál mismo tiempo el Niño Eterno, como aparece en el cristianismo como mi-
consiguiendo así simbólicamente la plena torreligión fratriarcal, pero también en la
hombría al experienciar riiualmente la «mu­ mitología griega del Hermes mediador de
jer interior»10. Dioniso y Apolo, así como en la cosmovi-

J. Laynnl, «The making of man in Malekula»,


inglés por
E r a n a s -J n h r h u c h . 16 (194S), tra d u c c ió n del
Manuel Eguiraun Sande.

■ 564
MITOLOGÍA Y SIMBOLISMO
í f" r -
sión neoplatónica del Alma mediadora del una mitología mediadora: múltiples mito­
mundo que arriba al Renacimiento. En el logías mediadoras frente al extrem ism o
ÍT caso del cristianismo nos encontramos con irracionalista o racionalista. Una m itolo­
| una religión mezclada o mestiza de judaís- gía-cómplice del hombre en el mundo que
p^nío y religiosidad mistérica, así pues de lo proteja del propio mundo del hombre,
F- profetismo hebreo y paganismo mediterrá- es decir, que dé cuenta y relación de la in­
neo. Su símbolo m itológico bien podría manencia pero que la trascienda simbóli­
§■■ser el Cristo de la Capilla Sixtina en su do- camente.
£ - ble movimiento de separar antimitológica- En definitiva, la m itología obtiene in­
ife mente el bien y el mal, los buenos y los terés por su con cien cia de la im p lica ­
fe_ malos, y de coimplicar simultánea o mito- ción de las realidades, por tomar en se­
ir lógicamente a los unos y los otros en un rio tanto el mal com o lo transracional y,
i- gesto que se hace eco de Hermes y Lao- finalmente, por la búsqueda de un senti­
..-coonte11. do espiritual para nuestra existencia ma­
Quizás en la m itología cristiana, así terial.
jircomo en otras mitologías mediadoras.'se
!■ encuentra el modelo para suturar inmanen-
- cia y trascendencia, panteísmo y abstrae- Conclusión
y ción, sagrado y profano, En este mismo
£ ámbito mediador reaparece el panenteísmo Esto último es posible a través de la ini­
y su visión de un Dios-cóm plice que po­ ciación simbólica que el rito instituye, me­
li dríamos redefinir como Aferencia de toda diando entre la inmanencia y la transcen­
gf referencia e Implicación de toda explicá­ dencia. El ejemplo bien podría ser Stwah-
is . ción. Más un tal Dios-Símbolo de los con- sepa, el héroe (pre)védico que se libra de
»-'• trarios más parece, como ya intuyó J, Mi- la muerte por medio de la plegaria y dife­
:: chelet en el siglo xtx, un invento de mu- rentes arlilugios simbólicos. El propio Su-
h - jeres-brujas. a su vez invento del diablo nahsepa es el hijo intermedio que repre­
y como diábolos: puesto que se trata de sal- senta al Hombre como mediador/mediado
var la religación im plicativa propia del entre lo animal (su nombre significa pene
*1: Símbolo, salvaguardando a la vez la desli- de perro) y lo divino, a cuya esfera accede
y. gación libertaria o libertad propia del Diá- místicamente al ofrendar el soma ritual,
ju' bolos. obteniendo nuevo nombre y rol (inicia­
Se han hecho añicos los mitos protecto- ción)12.
res, acaba de escribir J. Ortega Spottomo. Etl este contexto la mitología nos inicia
%" Pero todos los mitos son en principio pio- en una revisión de la experiencia del mal;
lí lectores: protejámonos de la excesiva pro- cuya solución no está en un enfrentamiento
£ lección del mito y la insuficiente protcc- directo y definitivo para su aniquilación
-i-: ción del antimito. Necesitam os entonces (imposible), sino en un afrontamiemo indí-

11 El cristianismo no es pues d folklore ritual orto- Vnruna y la sociedad representada por Indra. Véase al
' üoxo, ni el imegrismo o fundamentalismo católico, ni respecto J. Varenne. Mythes el legendcs des Brahma­
í el purísmo/puriianismo protestante, sino la síntesis ecu- nes, Gallimard, París. 1967, así corno R. Panikkar,
7 ménica de Jesús y Pablo; véase al respecto A. Loisy, Mylh, Faiíh and Hermeiieuticx, Paulist, New York,
_. U>¡ misterios pújanos y el misterio cristiano. Paidós, 1979: donde se diferencia en el rito entre las rúbricas
f Barcelona 1985; así como mi obrila Cuestiones fron- (texto en rojo-rubruin) y las ntgricas (texto en negro):
si- ¡erizas (Anthropos. cu prepanición). las primeras son institucionales o explicativas, las se­
l- Sunahsepa no es ayudado ni por la madre (que gundas son constitucionales o implicativas (en medio
ayuda al hijo menor) ni por el padre [que ayuda al queda !a página en blanco, la hostia del ofertorio o la
hijo mayor), sino por el intermedio lío materno, si- ceni/.a blanca del sacrificio). La interpretación aquí
litándose entre el orden cósmico personificado por señalada sigue pautas propias.

k.
565
MITOLOGÍA V SIMBOLISMO

recto — la larga vía simbólica de su impli­ Podríamos entonces definir finalmente J


cación. De este modo, una auténtica menta­ el mythos (mito) como mitos (trama): d
lidad mitorcligiósa no piensa en términos ma existencial proyectado a través de
de ven cim ien to d e l/lo otro, sin o de lenguaje símbólico-ritual en el cielo o c®»'
con/vencimiento y mutua implicación de píreo a modo de modelo trascendental,
los contrarios (d ialéctica). El héroe está cuyo contenido fundamental suele rcpre» -
así obligado a entenderse irremediable­ sentar la lucha repetida entre dus prirtd*
mente con el monstruo o dragón: en ello pios o series personificadas, hasta lograr lt ,
reside precisamente su heroicidad. Un mo­ asunción de los contrarios en el horizonte
delo sin duda todavía utópico para el hom­ de un sentido implicativo.
bre actual premitológico13. Según la escuela sociológica-funcional
Este sentido de relación de los contra­ (E. Durkheim, G. Dumé 2 il) el mito rcligkh
rios encuentra su representación adecuada so es heterónomo, por cuanto refleja dra*.,
en el Compás simbólico con que la divini­ máticamente la ideología fundamental áe |
dad crea o forma el mundo, cuyas puntas cada sociedad humana. Según la escuell
se unen y separan en la mano divina, re­ estructural (C. Lévi-Strauss) el mito rcli- )
sultando así un símbolo del símbolo: como gioso es autónomo, por cuanto trastoca U d
la mandarla en la que se dividen y encuen­ realidad social en una perspectiva paradóji* "■
tran dos círculos en interacción: como la ca. A nuestro propio entender el mito reli-1
rueda que gira fuera desde un eje interior: gioso es autoheterónomo: refracta o trans-1
como el tejido que consta de trama (hitos pone simbólicamente la realidad humana^
horizontales) y urdimbre (hilos verticales) (típica, ómica, histórica) en el horizonte ;
configurando una cruz: com o el número trascendental de un sentido arquetípico,.¿
tres que reúne la unidad (1) y la dualidad ontológico o transhistórico (sitb specie si- ;
(2): como la imagen simultánea de la Biblia nudtaneitatis)u. En esta [Epistemología elJj
que ajunta y diferencia la tipología del An­ tiempo se hace espacio ritual. '■'íf
tiguo Testam ento y ia antitipología del
Nuevo Testamento. " Andrés Ortiz-Osés «
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13 En la religión irania de Zoroastro/Zaralustni (el N La clave de la relación entre la divinidad tras* -j-
mazdeísmo), el mal — Ahrimán y los d e v a s o demo­ cerniente y ¡o humano inmanente nos la da la cristo- 'i
nios— serán aniquilados por Ormuz (Ahura Mazda) logia cristiana: Cristo no es solamente divino (doce- 1
y los justos: pero esLo ocurre en el otro mundo (esca­ tismo) ni solamente humano (ebionitas), sino que tiene f.
tològico) y no en el que convivimos mezclados. Aca­ naturaleza divina y humana. Pero las dos naturalezas."*
so por ello F, Nietzsche reforma el zoroastrismo, re­ del Cristo no están confundidas (monofisitas) ni tam-' Í
formulando su doctrina como una t e o lo g ía d e la m e z ­ poco .separadas (nestorianos) sino unidas: distintas.^
c l a bajo el simbolismo del a n i l l o anudador de los pero implicadas.
contrarios: cf, A s í h a b l o Z a r a t u s i r a ( S í y A m é n , 4), Por lo que hace a las escuelas referidas, los ingre-:.2
Alianza ed., Madrid, 1990. La i m p l i c a c i ó n d e l o s dientes mitológicos no pueden reducirse a ser «bue*’3
c o n tr a r i o s aparece en el zoroastrismo antiguo en su nos para comer», como afirma una tradición materia- 2
Dios Ahura Mazda, creador de los contrastes; en el lisia que arriba a M. Hams, ni tampoco meramente" \
zurvanísmo se repite en s u Dios andrógino Zurvan y «buenos para pensar», com o quiere Lévi-Strauss,"*s
en el mazdeísmo de los textos pelvi, en la afirmación sino que son buenos p a ra implicar: para implicar el ^
eterna de buenos y malos separados por el fuego pu­ sentido. De esta forma, la m itología aparece como ’
ri lìcador; verM. Eliade y I. Couliano, D i c c io n a r i o d e una religión secular. -
la s R e lig io n e s , Paidós, Barcelona, 1995.

566
Modernidad
Para el europeo del siglo XX la moderni­ ga como promesa: monótonamente, dog­
dad no es un descubrimiento sino una he­ máticamente induce a pensar que sólo son
rencia. no es una elección sino nn destino. posibles la reiteración y la experiencia
La modernidad es la plataforma que nos dentro de los límites establecidos.
sostiene o el declive por el que nos desli­ Tal vez convenga evitar la polémica so­
zamos. Es. en cualquier caso, nuestro pa­ bre la modernidad, tal vez sólo así — con
sado más reciente. menos ira y más estudio— se abran ámbi­
La eventual pregunta al respecto del tos nuevos al pensamiento; y otras formas
«grado de modernidad« alcanzado por una de vida, y otros modos de socialización. E,
sociedad en nuestro entorno deviene banal indudablemente, otros conflictos, otros de­
si se postula la modernidad como horizon­ safíos. Desde hace tiempo la modernidad
te y se ignora como presupuesto. es el problema; una cierta desidia, un cier­
Esto quiere decir, en primer término, to miedo, quizá una cierta nostalgia, nos
que la palabra modernidad — desvestida hacen pensar que también es la solución.
ya de muchos de los significados que dé­ Parece imposible, sin embargo, tratar el
bilmente la cualificaron como concepto— tema de la modernidad prescindiendo del
no resulta adecuada para discriminar y suplemento polémico que acompaña tanto
evaluar conductas teórico-prácticas: todas a la denuncia como a la apología. Tal im­
nuestras disputas son modernas, todos posibilidad radica — ya lo hemos sugeri­
nuestros problemas, preguntas y solucio­ do— en el hecho de que la modernidad (lo
nes. Modernos son el nacionalismo y el que confusamente evoca la palabra) para
socialismo, moderna es la idea de Estado, nosotros no es una época. Y no lo es por­
moderna es la democracia liberal, moder­ que no nos concede el beneficio de la dis­
na es la dialéctica de identidad y diferen­ tancia, no nos otorga un puesto de ob­
cia que nos ocupa sin desmayo. servación protegido de la inminencia de
Delata una cierta penuria — o un cierto las batallas que se libran en su seno. Sea
hastío— el hecho de que la modernidad nuestro presente o nuestro pasado más
(dos siglos después) continúe siendo el próximo, la modernidad es el soporte a
centro del debate: acaso por no querer re­ medias exp lícito de nuestras formas de
conocer el perfil de lo moderno en los ac­ convivencia, de nuestros criterios de juicio'
tuales dogmatismos, en los desgarros indivi­ y valor, de nuestro pensamiento y de nues­
duales y colectivos, como lo reconocemos tra acción.
en las conquistas y progresos asimilados a Ahora bien, tras esta constatación que
nuestro modo de vida. insta a una cierta prudencia es preciso
La modernidad inicial buscó traspasar ahondar en la pregunta ¿gué es la moder­
los límites de la experiencia, cuestionó el nidad? El uso enfático de la palabra, la
valor de las convenciones, inventó pasa­ apreciación de su inminencia, la vaga su­
dos y soñó futuros, denunció la ficción de posición de sus postrimerías no constitu­
lo real desde la certeza — pronóstico o yen respuesta. Y quizá tampoco la suge­
profecía— de lo posible. La tardomodemi- rencia de derivar inmediatamente la mo­
dad que nos cobija, la que nos sostiene y dernidad de una propuesta teórico-práctica
nos instruye, se oculta como realización (o largamente estudiada, com o es la de la
se autodeclara incompleta) y así se prolon­ Ilustración1.

1 Habermas, J., Die Moderne -ein unvollendetes


Projekt, Reclam Verlag, Leipzig, 1990.

567
MODERNIDAD

Es preciso en primer lugar constatar que digmas actual/prctérito, nuevo/viejo y efí- -


el adjetivo moderno y su derivado sustanti­ mero/eterno. Cada uno de ellos señala un
vo modernidad carecen de significado uní­ modo distinto de inscripción en el tiempo,
voco y están afectados por un elevado índi­ así como un modo distinto de relación del
ce de variabilidad. Hans Robert Jauss, Hans presente c o n ef-p a sa d o y con el futuro.'
Ulrich Gumbrecht y Rcinhart K oselleck2 Cada uno de ellos sienta las bases de una
han dedicado sendos artículos — pormeno­ «modernidad» de diferente esiilo5.
rizados, eruditos, inestimablemente valio­ Si estructuralmente la palabra moderno
sos— ai estudio del tema desde la perspec­ establece un coite en el continuo temporal
tiva de la historia semántica de ios concep­ y crea el espacio para una autopercepción
tos. No es preciso repetir sus aportaciones. diferenciada, el contenido de cada moder­
Pero sí rescatar de ellas algunos puntos nidad se especifica a través de la coalición
fundamentales. o el contraste entre dos proyecciones ima­
Gumbrecht señala tres significados bási­ ginarias; una retrospectiva y otra prospec­
cos del adjetivo moderno: actual, nuevo y tiva. Lo moderno implica necesariamente
efímero; tres términos que respectivamente una posición con respecto al pasado así
se oponen a pretérito, viejo (antiguo) y eter­ como una previsión de futuro. La prime­
no3. En los distintos contextos en los que el ra puede ser reverencial o polémica; la
adjetivo moderno aparece — desde su pri­ segunda esperanzada o apocalíptica. Lo
mera irrupción documentada en el lejano si­ moderno se establece, en cualquier caso,
glo v hasia el aciual debate pasando por las com o umbral (frontera o puente) auto-
sucesivas Querelles1— se percibe una alter­ consciente y explícito entre dos épocas.
nancia de los tres significados básicos men­ En sentido estricto correspondería a cual­
cionados. Tal alternancia excluye la posibi­ quier modernidad el estatuto de media ac­
lidad de una lectura unívoca; sugiere por el ias con el que históricamente calificamos
contrario la necesidad de una adecuación de a un periodo que apenas se consideró co­
la perspectiva hermenéutica a los requeri­ mo tal.
mientos del paradigma que, en cada casa, A caso no sean ociosas las anteriores
especifica el significado del término y el precisiones cuando de lo que se trata es de
modo de relación que establece. Pues si es interrogar al respecto de las características
válido para todos los conceptos el criterio de la modernidad que nos concierne. Ya
de que el horizonte hermenéutico se halla no es aquella de ios teólogos cristianos del
condicionado por el contexto en el que tal siglo V, tampoco nos hace modernos el re­
concepto se usa. Ja apreciación es más opor­ pudio del medievo y la invocación del cla­
tuna cuando se trata de un término (moder­ sicismo, como sucedió en el Renacimiento.
no) débilmente conceptualizado y, además, Por convicción o costumbre, la moderni­
relativo a la (auto)percepción del usuario. dad tardía retiene como propia la ruptura
Son, en eíecio, diferentes las exigencias que la Ilustración consumó frente al Barro­
de interpretación que imponen los para­ co6: se constituye así en una especie de

2 J íiuss, H.R,. L ¡tej-aungeschickte als P rovo ca­ 4 Ibid, pp. 97 ss.


tión, Stihrkump, Frankfurt, I97Ü; Gumbrecht, H.U.. 5 Empico la palabra es¡Ha en el sentido pleno con
«Modem", en Brunner/Conze/Koselleck, Geschich­ el que aparece en los escritos de P. Brown o M. Fou-
tliche Grundbegriffe, Kletl-Coita. Stuttgart, 1972 ss., cault: designa las claves de coherencia teórico-prácti-
vol. IV. pp. 93 ss.: Koselleck, R., Vergangene Zu­ ca en una época.
kunft. Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1979: Welsch, W„ 6 V éase, al respecto de la relación Ilustración-1
Unsere Postmodenic Moderne, Acta Humaniora, Barroco el texto de W. van Reijen, Die aitihouischr
Weiuheim. 19SS. pp. 65 ss. Kritik der Moderne, W ilhelm Fink Verlag. Man­
3 Gumbrecht. o/>. eie. p. 96. chen. 1994.

568
MODERNIDAD

^'prórroga, en un intento (muy poco moder- ción incurra en excesos. La hybris genera­
! no) de prolongar la Ilustración, de prolon- lizada toma forma de confianza inalterable
^ gane como Ilustración. Hay, sin embargo, en la fuerza de la razón, de prometeísmo
ì .una serie de diferencias sustantivas entre vinculado a las posibilidades presunta­
|Ma autoconciencia ilustrada y la autocon- mente ilimitadas de la nueva ciencia.
|„ ciencia tardomoderna. La Ilustración no se Puede afirmarse que el énfasis creativo
¿•/ consideró moderna sólo en el sentido de la — el afán cosmogónico— se proyectó au­
^actualidad sino también — y especifíca­ dazmente en un futuro pensado como rea­
la, mente— en el de la novedad 7: destacó el lización práctica del programa racional.
L: carácter de salida o ruptura, de novata, de Es cierto — se ha señalado ert muchas
f revelación; se concibió a -sí misma como ocasiones— que la Ilustración produjo un
momento inaugural de una nueva era. En- proceso de secularización. Pero también es
^ cumbrada en un heroísmo tal vez excesi- constatable que en sus orígenes mantuvo
vo, renegó del inmediato pasado y prescri- una estricta sim ilitud estructural con el
bió al futuro una dirección. El bucle barro- universo religioso y eclesiástico cuyo do­
ír co fue sustituido por la arista ilustrada, la minio denunciaba: se concibió a sf misma
invocación religiosa por la investigación como revelación (de la razón), como «bue­
c científica, el absolutismo monárquico por na noticia» universal y salvifica. Con acti­
; el experimento revolucionario que sembró tud misionera y militante, depositó en la
el germen de la democracia. inmanencia histórica, en la tierra, los teso­
■ La Ilustración, al especificar su carácter ros que —-la cita es de Marx— se habían
moderno en primer lugar desde el paradigma dilapidado en el cielo.
í“ de lo nuevo, se revistió de entusiasmo* *: algo Se trataba de un esquema conocido. Y
parecido al arrebato o la pasión del enamora­ así lo entendía un siglo después el afilado
do, o a la del conquistador que avista tetra genio de Nietzsche: «En el fondo, el viejo
incognita. sol, pero visto a través de la niebla y el es­
El entusiasmo es — sin duda— algo más cepticismo; la Idea sublimizada, pálida,
que la adhesión racional a un proyecto o el nórdica, konigsberguense»10.
asentimiento lógico a un programa: exige Con Nietzsche se abre un periodo reflexi­
comunión afectiva, compromiso cordial y vo menos proclive al entusiasmo. Su per­
1 anímico. En la época ilustrada, el entusias­ cepción de la actualidad — lúcida hasta la
mo, que se expresa nítidamente incluso en crueldad— descubre bajo la ilusión resplan­
la obra del escritor menos proclive al arre­ deciente de la razón la opaca dilusión del
bato pasional9, está vinculado a una auto- nihilismo. No fue. ciertamente, el primero
conciencia moderna en sentido pleno, una en percibir la paite de la sombra. Resonaba
autoconciencia que acoge y resume los sin duda en sus oídos la palabra profètica de
tres significados paradigmáticos a los que Hölderlin. Pero la crítica del poeta suabo,
ya nos hemos referido. Actualidad plena y aunque severa, es indulgente, ansia la recon­
transitoria: así es como se sabe y se siente ciliación. Y donde el poeta descubre simul­
la Ilustración; pues la novedad en la que se táneamente peligro y salvación, el filósofo
afirma y se reconoce se abre al futuro con percibe el erial del nihilismo.
.. pretensión inaugural. El nihilismo es el santo y la seña de la
En estas condiciones — autosuficicnte y modernidad resignada: coagulada com o
pletorica— no es extraño que la Ílusíra- programa pero carente de ilusión. Y la ta-

7 Constátese este extremo en el texto Je 1. Kanl. - Kant, por supuesto. Véanse referencias y análi­
Qué es ki Ilustración, F.C.E., Madrid. 1989, sis en mi libro cilado supra.
* Véase a! respecto mí libro La modernidad can­ 111 Nietzsche, F.. Crepúsculo de los ¡dolos. Alian­
sada, ed. Libertarias. Madrid. 1994. za cd., Madrid, 1973, p. 51.

569
MODERNIDAD

jante crítica de Nietzsche preludia la situa­ Frente a ella, la propuesta post moderna \
ción en Ja que se encuentra la tardomoder- (tomo como ejemplo una de sus concite* .-1
nidad: pérdida de horizonte, parálisis crea­ ciones mas conocidas, la de G. Varrímo) J
tiva. ausencia de sentido. se instala definitivamente en el nihilismo
El hombre de finales del siglo XX no acatando el dictamen del fin de la historia:",
participa ya del entusiasmo, no se siente sin alternativa ni consuelo. ‘i
concernido por promesas ni utopías. Escu­ Pero esto quiere decir que el concepto'
cha, curioso o perplejo, discursos que re­ modernidad ha renunciado a dos de sus sig* '
producen epitafios; se le ha hablado de la niñeados paradigmáticos. Se autoconcibe..
muerte de Dios, de la muerte del hombre, actual, pero en ambos casos prescinde de la '
del fin de la idea de progreso, del fin de la novedad y evita la transitoriedad. Sea como
historia. Ilustración sea .como nihilismo.se inserta en .
En estas condiciones el debate sobre lo lo dado (como proyecto, como estado) y lo
moderno carece de credibilidad y de inte­ acepta como marco general permanente.
rés. Se trata de mera observación de la Renovar desde la modernidad exige el
mera actualidad. esfuerzo de'pensar evitando los extremos
Efectivamente. Situados los parámetros de la reiteración ilustrada y la deserción
de la disputa en las posturas representadas debilista. N o tanto restaurar la tradición
por Habermas y los postmodernos, el hom­ moderna ni abandonarla, sino retomarla en ,
bre que somos, la conciencia infeliz que el lugar en el que puede volverse sobre sí
nos habita, se ve obligado a bascular entre misma y, desde su problemática misml*. ■
la reiteración y el nihilismo. El análisis de dad, proponer una alteridad incógnita.
Habermas lleva a la curiosa conclusión de Hölderlin, Nietzsche y Rilke pueden valer
que es preciso aceptar como necesidad lo como testigos y profetas de una moderni-'
que nos ha sido legado como herencia. Es dad quebrada, de una modernidad abierta
cierto que el proyecto ilustrado tolera correc­ a lo nuevo y consciente de sus limitacio­
ciones, matices y mejoras. Pero continúa nes: ellos introducen y mantienen viva la •
siendo sustantivamente válido11. Paradóji­ instancia trágica; la única que puede y
camente, la propuesta progresista de Ha­ debe reivindicar el entusiasmo en la mo­
bermas se muestra reacia a la novedad, te­ dernidad tardía, que se debate entre la au-
merosa frente a cualquier experiencia que tocomplacencia y la esterilidad. t;
pretenda atravesar los límites del proyecto
ilustrado’2. Patxi Lanceros t

11 D e Habermas, op cit., y D er philosophische adecuado. El ¡«acabamiento es consustancial al pro­


Diskurs der Moderne., Suhrkamp, Frankfurt, 1985. yecto. En cualquier caso, en una determinada época
13 La moratoria que Habermas exige para el pro­ compiten o se coaligan múltiples proyecos inacaba-'
yecto ilustrado considerándolo incompleto (unvollen­ dos. La Ilustración es, efectivam ente, un proyecto
detes) no responde satisfactoriamente a los desafías c cultural incompleto, como el cristianismo es un pro­
interrogantes actuales. La pregunta al respecto de un yecto religioso incompleto y el socialism o o el anar­
proyecto ha de hacerse en términos de si es o no es quismo son proyectos políticos incompletos. ¡

570
Nietzsche, Friedrich
El interés por un acercamiento a di­ ción conveneionalm ente admitida, su d e
versos aspectos de la obra de Friedrich decirse que pertenecen al período interme­
Nietzsche (1844-1900) desde una perspec­ dio de su pensamiento, también denomina­
tiva hermenéutica ha estado presente des­ do periodo «iluminista» o «positivista», en
de bien temprano en la recepción del pen­ el que Nietzsche se aplica a desenmascarar
samiento, En un principio, sin embargo, las ilusiones de la religión, el arte, la meta­
dicho interés se ha centrado preferente­ física y la moral, remontándose a la olvi­
mente en lo que a primera vista podrían dada trama vital de pasiones e intereses
considerarse mas bien elementos formales egoístas que se oculta tras la creencia en
de su peculiar escritura filosófica, tales las cosas ideales. Tal es, efectivam ente,
como el empleo del estilo aforístico (don­ una de las caracterizaciones más habitua­
de, no obstante, Nietzsche expresa ya a las les de la labor de Nietzsche como «maes­
claras, frente a toda voluntad de sistema, tro de la sospecha». Pero la sospecha inau­
la imposibilidad de un lagos concluyente, gurada por el pensar nietzsche ano no se li­
omniabarcador)1, v. sobre todo, en la di­ mita a insinuar algo así como que tras las
mensión más propiamente metodológica múltiples máscaras de la metafísica se es­
de su filo so fía , entendida en este caso conde el rostro verdadero de un fondo vi­
como una filosofía de la interpretación. tal pulsional, que sólo la ciencia está en
Por tanto, en aquellos rasgos que de un con d icion es de desvelar en su genuina
modo u otro remiten directamente a obras esen cia. Si a sí fuera, su p o sició n sería
como Humano, demasiado humano o Au­ ciertamente equiparable a la del positivis­
rora, esto es, las que, según una clasifica­ mo suscrito,'en aquellos mismos anos por

I Nietzsche, La genealogía de ia moral, prólogo, 8: samtaitsgabe (=K.G\V), a cargo de Gíorgio Colli y


«En otros casos, la forma aforística ofrece dificultad: Mazzino Montinari, Berlín, W. de Gruyler, 1967 ss.
ello se debe a que hoy no se loma con la suficiente 8 secciones, vol. VI, 2. p. 267. Existe, asimismo, una
seriedad dicha forma. Un aforismo, correctamente edición de bolsillo, Kritische Studienuusgctbc (=KSA),
acuñado y fundido, no queda ya “descifrado” por el Berlín, MDnchcn, de Gruyter/dtv, 1980, que recoge
hecho de ser leído; antes bien, entonces es cuando ha todo el contenido de KGW, a excepción de sus dos
de comenzar su interpretación, para lo cual se necesi­ primeras secciones, dedicadas a los escritos filológi­
ta un arte de la interpretación» (Werke, Kritische Ge- cos de juventud.

571
NIETZSCHE, FRIEDRICH

un Paul Rée en su análisis del origen de pensamiento de la diferencia en el sentido


los sentimientos morales a partir de bases apuntado por Heidegger mucho más de lo
altruistas. La temprana crítica a la que que éste ha querido admitir3.
Nietzsche ha sometido la noción de «cosa Por todo ello,-consignar en términos de
en sí» — y el consiguiente abandono de la una «psicología del desenmascaramiento»4
problemática idea de un Uno primordial, la virtualidad del arte de la interpretación
acuñada por su juvenil «metafísica de ar­ desplegado por Nietzsche resulta una con­
tista» tras la estela de la metafísica scho- sideración demasiado estrecha, incapaz de
pcnhaueríana del mundo como voluntad y dar cuenta de toda la riqueza del pcrspecti-
representación— impide, sin embargo, se­ vismo nietzscheano, así como de la índole
mejante equiparación. más radicalmente hermenéutica de su que­
Para entender, pues, en toda su ampli­ hacer intelectual, la cual, com o queda di­
tud. cuál es la posición teórica adoptada al cho, no se cifra tanto en aspectos metodo­
respecto por Nietzsche, conviene remitirse lógicos cuanta en su explícito reconoci­
a un ensayo de fecha anterior a esa etapa miento del «carácter interpretativo de todo
intermedia, en concreto de 1873, titulado acontecer»5. D e hecho, autores como Gi­
Sobre verdad y mentira en sentido extra - líes Deleuze han extendido el alcance del
moral. En él, dando muestras de un acusa­ análisis p sic o ló g ic o practicado por e]
do escepticismo gnoseológico, Nietzsche Nietzsche ilustrado hasta caracterizar el
esboza una teoría genealógica de la verdad conjunto de su rilosoffa-.cn base a la pro­
a partir del olvido del origen metafórico yección ontológica de su idea de lo que
de los conceptos que evidencia hasta qué significa interpretar; donde interpretación
punto el propio concepto de «realidad» re­ y evaluación sustituyen al ideal del cono­
sulta para él derivado, producto de la acti­ cimiento puro, en la medida en que el sen­
vidad esencialmente metaforizada, artís­ tido se muestra como el efecto de una rela­
tica, del lenguaje humano2. En la imposi­ ción de fuerzas siempre cambiante y nun­
bilidad esencial de hallar un fundamento ca determ inable por completo**. Por !o
último de lo real (lo que en otros términos mismo, resulta sumamente problemático
Nietzsche describirá luego como experien­ seguir manteniendo el sustrato biologiclsta
cia histórica de la «muerte de D ios») se de una más que difusa noción de vida para
basa la auténtica dimensión hermenéutica describir desde ella la tarea de auscultar
de su filosofía, ésa que, como bien ha sa­ ídolos que en la obra nietzseheana de ma­
bido ver Gianni Vattimo, lo aproxima a un durez se prolonga en términos de una ge-

2 «Por tamo, ¿qué es la verdad? Una multitud J Cfr. ni respecto Eugen Fínk, Nicízsches Philo-
en movimiento de metáforas, metonimias, antropo­ sophie, Stcuugart, Kohlhammcr, 1960. Trad. casi, de
morfismos: en una palabra, un conjunto de relacio­ Andrés Sánchez Pascual. La filosofía de Nietzsche.
nes humanas que, elevadas, traspuestas y adornadas Madrid. Alianza, 1966 (raed, en A U, 1976).
poética y retóricamente, tras largo uso el pueblo 5 KSA. 12, 38 (fragmentó I [115], otoño de 1885/
considera firmes, canónicas y vinculantes: las ver­ primavera de 1886): «El carácter interpretativo de todo
dades son ilusiones de las que se ha olvidado que acontecer. No hay ningún acaecimiento en sí. Lo que
)u son. metáforas ya usadas que han perdido su sucede es un grupo de fenómenos seleccionados y ic-
fuerza sensible» (Nietzsche, El libro del filósofo. sumidos por un ser que interpreta». E-s de esta con­
Traducción de Ambrosio Berusnin. Madrid, Taurus, cepción ontológica de donde deriva una teoría her­
1974, p. 91). menéutica dd texto para la cual «un mismo texto per­
1 G. Vallimo, Le nvvenlure delia diftíronza, Mi­ mite innum erables interpretaciones: no hay una
lán. GíiJ/atiti, 1980. Trad. casi, de Juan Carlos Gen- interpretación “correcta”» (ibíd., p. 39, frgio. 1 [120]).
tile: la s aventuras de ¡a diferencia. Pensar depiles 6 Gilíes Delcuzc, Nietzsche el la philosophic. Pu­
de Nietsche y Heidegger. B arcelona, Península. n í. PUF. 1962. Trad. cast. de Carmen Anal: Nietzs­
1980. che y ¡a filosofía, Barcelona. Anagrama, 1971.

572
NIETZSCHE, FRIEDRICH

nealogía de la moral. Por lo demás, la también en el universo onírico, y cuyo


apuesta exegética de pensar la filosofía de correlato metafísico es el principitan in-
(7: Ñ ietzsche en términos de una ontología dividuationis), y el impulso dionísíaco,
l hermenéutica que no se limita a la procla- destructor de identidades, tendente a la fu­
^;.m ación de una tesis m etafísica del ser sión (que se expresa artísticamente en la
[^ é o m o valor e x ig e — com o también ha música y vitalmente en la embriaguez, así
p puesto de relieve Vattimo— el reconoci- como eti el resto de elementos extáticos
miento de que en dicha ontología se en- que aparecen en las celebraciones orgiásti­
L-7 cuentra siempre implicado el problema de cas); pero Ñietzsche no concibe esc entre-
-- la cultura. cruzamiemo com o resolución de ambas
EsLa es, con todo, una exigencia cuyo tendencias contrapuestas en una apacigua­
cumplimiento quizá no aparezca lan claro dora síntesis dialéctica, sino como coim­
en el caso de la primera obra de Ñietzsche, plicación y perpetuo conflicto productivo
-£ El nacimiento de la tragedia (~ GT), don­ de criaturas siempre nuevas («en el fon­
de sí es evidente el lugar central que ocupa do», escribe en GT, una vez concertada la
el proyecto de renovación de la cultura alianza trágica entre Apolo y Dionisos, «el
moderna mediante el rescate del antiguo abismo no había quedado salvado»7); y,
espíritu trágico a partir del drama musical por otra parte, tampoco se limita a oponer
wagneriano, pero no lo son tanto las impli- el presunto asiatismo de toda modalidad
•- caciones específicam ente hermenéuticas de cultura dionisíaca al apolinismo de la
;; de esa labor. Podría pensarse a lo sumo cultura griega. Ya en este primer libro,
que es la reivindicación nielzscheana de la distanciándose de la idea de un Urdiony-
importancia del mito como fuerza vivifi- sos asiático, afinando el arte de las ¡man­
- cadora y condición posibilitante de toda ees para reconcocer el carácter diferencial
cultura, o de los simbolismos y misterios del instinto dionisíaco específicam ente
de la sabiduría dionisíaca por encima de surgido «desde la raíz más profunda de lo
los co n o cim ien to s y certidum bres del helénico»8 (y no simplemente importado
hombre teórico, donde pueden hallarse las desde fuera), sugiriendo, en fin, de este
únicas sugerencias en este sentido. Lo modo el componente esencialmente histó­
cierto es que, más allá de estos elementos rico, no meramente naturalista, que poseen
es en la reelaboración a la que el joven lo que él denomina ahí «instintos» (Tríe-
N ieL zsch e somete las tesis de La filología be), Ñietzsche avanza en el terreno de su
romántica — de Creuzer a Bachofen— so­ comprensión de la cultura aspectos de su
bre un Dionisos originario de Asia como posterior crítica a esa fascinación románti­
dios extranjero infiltrado en suelo heleno, ca por el origen que todavía domina aquí
donde cabe localizar los mejores apuntes su ideación metafísica de un Uno primor­
del estilo del preguntar genealógico que ha dial. Bien pronto se alejará, empero, de
de distinguir posteriormente a su filosofía toda veleidad romántica por la pureza ma-
de madurez. Ñietzsche explica ahí el sur­ tricial de los orígenes y demás apelaciones
gimiento de la tragedia griega como resul­ a una amorfa papilla primordial. Aun así,
tado del entrecruzamiento de dos instintos es justo reconocer en todo caso que. sí
estéticos: el impulso apolíneo, configura- bien este problema de la cultura está pre­
dor de formas definidas e identidades (que sente desde un comienzo en la meditación
se expresa en las artes plásticas, aunque nietzscheana, al principio no se muestra

7 K SA , I, 32: El nacimiento de hi tragedia, o * Idem.


Grecia y e! pesimismo. Trad. de Andrés Sánchez Pas­
cual, Madrid, Alianza. 1973, p. 48.

573
NIETZSCHE. FRIEDRICH

con tanta claridad en su vertiente herme­ luz a partir de textos como Humano, de­
néutica. precisamente por el bloqueo que más ¡culo humano. Nietzsche deja de misü-
supone la hipoteca romántica de su fe en ficar el culto a la personalidad genial del -
tas posibilidades de la música wagneriana artista y, al reconocimiento del coste so*
para transplantar al presente el sentir esté­ cial, del esfuerzo consciente y la tarea for--
tico de la época trágica de los griegos. mativa que supone, la producción de «espf* •
Es de hecho en las obras del período de ritus libres» — figura en la que encarna cr¡-
madurez donde el arte adquiere una di­ tonces la faceta intempestiva (y en esa ;
mensión hermenéutica como ámbito en el medida igualmente anticipatoria) del pon- -
cual la cultura moderna aun puede generar «amiento— añade ahora, en una lectura -
un tipo de experiencia a partir de la cual más coherente de algunos supuestos de su
restablecerse del nihilismo. Pero si esto es primera filosofía, un cuesLionamiento de la
así,, se debe a lo siguiente: en primer lugar, creencia en el individuo como identidad
a que el arte ya no es pensado como esfera última. T odavía en el período ilustrado .
privilegiada y separada del resto de mani­ compete a la ciencia el educar al espíritu
festaciones de la cultura, según hizo el jo ­ libre en un mundo sometido a continuas
ven Nietzschc en GT. sino como el terreno transformaciones; pero la radicalizaeión
donde más evidentes se hacen las conse­ de los factores disolutivos propios de-una
cuencias disolutivas al tiempo que libera­ cultura que pasa por la experiencia del ■
doras de la pérdida de un fundamento uni­ nihilismo, a la vez que abre el pensamien­
tario; en segundo lugar, a que la función to nielzscheano a otra visión que la de un
del arte se muestra doblemente anticipato- universo completamente sujeto a su mani­
ria, no sólo porque el contenido de la obra pu lación te c n o c ie n tífic a por parte del
artística guarda siempre un resto indispo­ hombre (donde halla su mejor justifica­
nible que no se somete ni a los dictados ción la caracterización heideggeriana de
del sentido común de la época ni a la ins­ Nietzsche como consumación de la meta­
pirada dicción mística del genio, sino tam­ física)9, desplaza el lugar de la creación y
bién en cuanto su forma anticipa un modo trans val oración hasta el arte, en tanto ám­
de constituir nuevas relaciones simbólicas bito de libre metaforización que se perfila
con el mundo; en tercer lugar, debido a com o m odelo o tonalidad fundamental
que tampoco se sigue pensando en térmi­ para un mundo convertido en fábula. Que .
nos absolutamente antagónicos una cultura la disolución del paradigma racionalista
estética y una cultura nihilista antes bien, totalizador del Sentido que se consuma en
es ante todo desde su imbricación desde este modo crepuscular de la experiencia
donde Nietzsche se dispone a pensar más estética no suponga tan sólo la disolución
propiamente el problema de la distancia del m etafísico «inundo verdadero», sino
hermenéutica enLre pasado y presente. también la del no menos metafísico «mun­
El primero de estos aspectos está direc­ do aparente», es lo que permite en definid- '
tamente relacionado con la crisis de la es­ va a la filosofía nietzscheana ir más allá de •=
tética romántica del genio que se insinúa un blando e ste tic is m o y configurarse
ya en la Cuarta consideración intempesti­ como auténtica posibilidad de trans valora­
va: Richard Wagner en Bayréuth, y que se ción de los valores. En Así habló Zaratus-
consolida a través de las obras interme­ tra, el talante activo de esta respuesta y
dias. La función y el significado del genio restablecimiento ante el nihilism o viene
para la cultura aparecen bajo una nueva consignado por la recurrencia de figuras y

5 M. Heidegger, Nietzsche, 2 vals. Pfullingen,


Neske, 1961.

574
NIETZSCHE, FRIEDRICH t NIHILISMO

símbolos que a lo largo de la obra expresan cado de los grandes temas de la filosofía
tal dimensión anticipado™ de sentido y de nietzscheana de madurez y, en particular, del
futuro — por cierto que frecuentemente liga­ pensamiento de la voluntad de poder como
da a los rasgos de derroche vital y recrea­ principio erótico-estético que no determina
ción. de donación y entrega propios de la una estructura estable del mundo, sino que
virtud que hace regalos (>Sólo del amor y asiente al carácter hennenáutico de la exis­
iie mi ave anunciadora puede advenirme la tencia como espacio abierto del sentido10.
\ el untad»)— . Es desde este contexto desde
donde debe entenderse el alcance y signifi­ Manuel Barrios

Nihilismo
Es difícil localizar y cuantificar las in­ ción, con ningún proyecto (si estas pala­
fluencias que se dan cita en la concepción bras se entienden en el sentido que propo­
nietzscheana del retorno. Sin duda se re­ nen las ideologías todavía vigentes).
montan a la antigua Grecia, a las religio­ Nietzsche se ubica en ese espacio impo­
nes mistéricas, al Gran Año. al ciclo dio- sible, en el ámbito de lo trágico moderno,
nisíaco. Sin duda hacen pie en la discu­ con plena conciencia del riesgo que supo­
sión que Agustín de Hipona entabla en el ne habitar el abismo de lo trágico en au­
libro XII de Chútate Dei, y que sería pos­ sencia de cualquier referente real o imagi­
teriormente reiterada en múltiples ocasio­ nario. Pues lo moderno se caracteriza por
nes. Sugerente como punto de partida es, esa doble ausencia que ya fuera enunciada
sin embargo, la mención del poeta-filósofo por Nietzsche en el famoso fragmento 125
Hölderlin, que ya desde la juventud impre­ de «La Gaya ciencia». En tal fragmaneto
sionara al filósofo-poeta Nietzsche. se enuncia la muerte de Dios y la muerte
Dos versos en la tercera redacción de del mundo a Dios vinculado: en ausencia
Empédodes muestran el extremo rigor y el del referente imaginario el referente real
extremo consuelo que rondan a la idea del se disipa y se aniquila; sobreviene el nihi­
retorno: lismo.
El primer acierto de Nietzsche es pura­
¡Vete! ¡nada temas! todo vuelve otra vez
mente diagnóstico. El nihilismo caracteriza
y lo que ha de suceder, ya está concluido.
a la modernidad. Y el nihilismo toma, a me­
En Empédocles, en esa figura febril y nudo, forma de ignorancia indolente, falta
sudorosamente construida por Hölderlin de perspectiva, superficialidad. La basta
con los fragmentos de su propia experien­ ironía de los interlocutores del loco que
cia, se abrazan por un momento lo trágico busca a D ios (y que es consciente de su
griego y lo trágico cristiano (Dioniso y el muerte) radica en la inconsciencia: incons­
Crucificado). El resultado de esta síntesis ciencia del significado de un mundo sin
desgarrada es lo trágico moderno: nebulo­ dioses, inconsciencia del sinsenlido.
sa intempestiva de reflexión y sentimiento El fragmento 125 de «La Gaya ciencia»
que no contemporiza con ningún tipo de ocupa un lugar central en el desarrollo de
institución o dogma, con ninguna tradi­ la filosofía de Nietzsche y en el devenir de

ln Para una consideración más precisa de esta do­ mi ensayo. La voluntad de poder como amor. Barce­
ble faceta del Wille zur Machi, me permito remitir a lona, Ediciones del Serbal, 1990.

575
NIHILISMO

la filosofía contemporánea. Su importan­ despiste o distracción que hace tolerable la


cia, señalada ya por Heidegger, se mani­ falta de sentido.
fiesta en la obra mencionada: en ella se es­ En ese contexto mezquino de la moder­
boza la filosofía del retomo y se sugiere la nidad, Niefzsehe ensaya una revuelta, un
figura de Zaratustra, dos elementos a tra­ «cambio de paradigma» que no tiene en
vés de los cuales Nietzsche plantea la ne­ cuenta las promesas de la ilustración ni las
cesaria alternativa al nihilismo moderno. agotadas posibilidades de la época moder­
El punto de partida es ia ausencia: au­ na. El cambio ha de afectar a la raíz del
sencia total de Dios y mundo (del mundo conjunto: supone una inversión de los va­
real que ha devenido fábula arrastrando lores y la emergencia de una subjetividad
iodo lo que de él dependía). Pero la ausen­ conlruida desde otras bases. El cambio
cia no es sino la presencia de la fisura, de exige al superhombre como portador de
la herida trágica cuyo ensanchamiento es­ los nuevos valores y de la metafísica del
quizofrénico hace invisibles los bordes y retomo.
condena a vagar en el vacío. D e esa ausen­ Es necesario restituir a la palabra super­
cia daba cuenta Hölderlin cuando hablaba hombre’ (Übenneiísch) su senLido origina­
del silen cio y la retirada de lo s dioses, rio, sentido que nunca se pierde en la filo­
cuando hablaba de la insensibilidad y su­ sofía de Nietzsche. No se trata del indivi­
perficialidad del destino hespérico, de este duo excepcional, físicamente hiperdoiado:
«tiempo indigente» (dürftige Zeit). tampoco de una raza en el sentido biológi­
La alienación del hombre moderno con­ co del término. La palabra superhombre
siste en la ignorancia de la ausencia. El alude primariamente a un contenido espi­
loco (loco desde la perspectiva moderna) ritual. En el siglo xvi se comenzó a utili­
es el representante último y desesperado zar como insulto dirigido por los católicos
de la consciencia trágica: consciencia de la a los luteranos. Evolucionó el significado
fisura, de la ausencia. con el tiempo, y en el siglo xvui tiene un
La modernidad es la época del nihilis­ sentido positivo que Nietzsche no sólo co­
mo, la época en la que lo real deviene fá­ nocía sino que explícitamente utiliza. Cier­
bula. Puede caracterizarse como época del tamente designa a una persona (personali­
fragmento y el simulacro en la medida en dad) superior a la media. Pero tal superiori­
que ambos aparecen com o residuos de una dad la otorga la altura de los sentimientos y
totalidad desvanecida por ausencia de re­ la categoría intelectual. Cuando Nietzsche
ferentes de sentido. «Bárbaros» denomina­ utiliza la palabra Übennensch para designar
ba Hölderlin a los hombres de Hesperia. al portador de los nuevos valores reclama
El juicio que la denominación esconde lo las características del «espíritu libre», recla­
comparte Nietzsche casi un siglo después. ma grandeza de sentimientos y pensamien­
El contexto m oderno está afectado de to. La caricatura que en muchas ocasiones
esclerosis múltiple: ha institucionalizado figura como nieizscheana nada tiene que
el m iedo y la renuncia encubriéndolos ver con el superhombre en ese sentido ori­
bajo el manto de una presunta verdad y de ginario presente a lo largo de la obra del fi­
una eficacia sacralizada. Pero esa verdad lósofo.
— cuya crítica ocupa a N ietzsch e desde Si el hombre ha de ser superado no es
sus primeros escritos— adorna el vacío para retornar al estado de bestia, sino para
del nihilismo; y la eficacia se manifiesta promover un sujeto capaz de re-crear y
com o puro afán increm en talista, como mantener nuevos valores, un sujeto que

1 «Uber W ahrheit und Liige im aussermoralis- TraJ. esp. en Ortiz-Osés, A.. Metafísica Jet sauiu-t
elien Sinne», en Sämtliche Werke. Band I, pp. 873 ss. Deuslo. Bilbao ¡989. pp. 143 ss.

576
NIHILISMO

«deje atrás» el nihilismo y soporte la me­ La concepción ilustrada del tiempo es

E tafísica trágica del retorno. fundamentalmente histórico-polítíca; la


concepción de Nietzsche es simbólico-re-
ligiosa. Para la primera los acontecimien­
tos aparecen y desaparecen en la historia,
~_La subjetividad en la época del nihilis­ el acontecimiento es mero suceso sin tras­
mo moderno es subjetividad cautiva, su­ cendencia posible: es susceptible de clasi­
perficial y estéril. Frente a ella Nietzsche ficación, de jerarquización, pero es consti­
K reclama fuerza y grandeza. Pero no se tra­ tutivamente efímero y fantasmal, mera apa­
p e a ya de la fuerza física que también tie- rición o apariencia.
— nen el camello y el león sino de la grande­ En la concepción simbólico-religiosa de

f za del niño, de la grandeza que sugiere la


tercera transformación y que es de carác­
ter espiritual (conjuga sentimiento y pen-
Nietzsche no hay lugar para el desvaneci­
miento porque el tiempo en el que el acon­
tecimiento se inscribe no es historia sino
sanüento)2. eternidad y el acontecimiento mismo no es
suceso sino existencia.
. No cabe duda de que la metafísica del Siglos de mitología y religión — de los
! | ’retorno exige grandeza. El pensamiento que la escena imaginaria es albacea y tes­
¡I del retomo es abismal y excesivo, es pen- tigo— se dan cita en Nietzsche para exigir
j§:'samtentp trágico. Frente a la modernidad el eterno retomo de la totalidad desgarra­
« - que se dispersa y finalmente se diluye en da, para exigir la vigencia de todo en el
|- el vacío del nihilismo, el retomo pretende todo fragmentado. Para la metafísica del
pj anular simbólicamente los fragmentos que símbolo, cada acto, cada palabra requieren
¿ constituyen la totalidad escindida. Frente la totalidad y proclaman su persistencia
jjí ál hombre que se evade en la linealidad de eterna. Pero, simultáneamente, cada acto y
¡¿ja historia con todos sus actos y pensa- cada palabra enuncian la escisión, m ues­
I' mientos Nietzsche demanda al superhom- tran la diferencia aludiendo con ello a la
fi-.bre, al sujeto capaz de afirmar el acto pro- herida trágica, a la figura de una totalidad
¿ pió, de afirmarse en el acto, de afirmar si- escindida que no se muestra sino en su
í multáneamente la totalidad y el destino. sustraerse como unidad y en su aparecer
La metafísica de Nietzsche requiere un como retomo eterno de las diferencias que
p.. tiempo que ya no es historia sino cLerni- la constituyen.
|' ;Jdad, un tiempo en el que la totalidad (lo Como en la com posición m usical ro­
fr mismo) se configura y se inscribe como mántica (Beethoven, Brahms) la totalidad
¿ retomo, como identidad dinámica y dife­ no se configura sino a través de la varia­
rí--renejada internamente. El círculo que des- ción y el retomo. La secuencia de notas
■; .cribe el retomo no es tanto geométrico o se inscribe como diferencia y fragmento
físico como metafísico y simbólico: es el cuyo retorno constituye el todo. N o hay
f círculo que acoge la contradicción como desperdicio ni resto, la melodía acoge la
p propia, que tolera los contrarios sin pre- totalidad de sonidos y silencios y se exhi­
? tender síntesis: la libertad y el destino, la be como totalidad en la reivindicación de
L vida y la muerte, el bien y el mal se en- las diferencias que no se suceden de forma
■¿ cuentran en el círculo voraz del retomo e lineal sino que retornan trayendo consigo
--inscriben sus diferencias en la geografía noticia del conjunto y de su desgarro.
l de «lo mismo» sin temer anulación o con-
■ dena, sabiendo que su existencia significa
; eternidad en esa metafísica implacable que
3 «Also Sprach Zarathustra», en Sämtliche Werke.
. proscribe la deserción y el abandono.
Band IV, pp. 29 ss. (Trad. esp. Alianza, Madrid I9SJ,
: pp. 49 ss.).

577
NIHILISMO / NUEVA MITOLOGÍA

En Nietzschc sucede lo mismo; la totali­ sugiere una ontología trágica a la que no

iASkiiHL1íá i
dad se manifiesta en su sustraerse como conviene ni la huida ni la conquista; puet
unidad, en su aparecer como diferencia y no se trata de emancipar los fragmentos
en su prolongarse como retomo formando sino de resistir en el hay del peligro y me­
un conjunto contradictorio en el que todo diar en la eterna desavenencia. —

i
(y el todo) es y no-es, nace y muere. D e nuevo, esta vez a través de Nielzi-
No otro es el sino del pensamiento trá­ che, lo trágico se instala en el ámbito de la
gico. Habitar el y de la fisura, el entre hol- modernidad com o denuncia del nihilismo'
derliniano del peligro y la salvación que se y como alternativa a la elección occiden­
insinúa como hay metacategorial y arque- tal. El eterno retomo demanda la restitu­
típico, constitutivo del ser y del no-ser. ción imaginaria de la totalidad trágica, un
El hay de «Patmos» es el hay del eterno ejercicio simbólico para el que la razón es
retorno; estancia simbólica donde se en­ insuficiente.
cuentran los contrarios y la totalidad se Tras lo s p a so s de H öld erlin , ofrece
configura como herida sin remedio. Es la Nietzsche la critica más radical y ambicio­
estancia trágica que asegura el conflicto y sa que, desde el punto de vista filosófico,
en el conflicto asegura la totalidad como se ha ejercido de la modernidad ilustrada..
desequilibrio o desajuste ontológico. Cabe una metafísica en el ámbito moder­
El eterno retorno es la dirección del ca­ no, pero ésta no ha de reiterar los pasos de
mino trágico en el que nada se supera ni se la ontología del ser sino ensayar la posibí-"
olvida; un camino que vuelve a la herida y lidad de una lectura metafísica de la onto~
se impone como único imperativo e! de no logia trágica.
desistir en la responsabilidad simbólica de Y también aquí, como en la vieja Gre­
vincular los fragmentos enunciando su cia, preceden los poetas; también aquí,
mutua dependencia, como en la vieja Grecia, precede el mito..
Equidistante de la metafísica ascética y
de la dinámica heroica, el eterno retomo Patxi Lanceros J

Nueva mitología
En los debates que la filosofía y las Falta —-se dice— una religación última :
ciencias de la cultura han entablado en los a la que la política — al menos en los paí­
últimos decenios, una pregunta se destaca: ses industrializados— pueda invocar para j
la pregunta por la posibilidad de (re)for- hacer valer ante los ciudadanos su repre- i
mular los problemas sociales en un len­ sentatividad. El consenso al respecto de tal -
guaje tomado de la religión. Incluso en los religación se ha desvanecido, y surge a s í '
suplementos culturales de los grandes pe­ lo que los teóricos sociales denominan cri- :
riódicos, pocos temas han tenido tanta reso­ sis de legitimación de la comunidad. La co­
nancia como el de la reaparición de conste­ munidad funciona, pero sin tener en cuenta '
laciones m ítico-religiosas de sentido. La las demandas de sentido de los ciudadanos .
más de una vez evocada crisis de sentido, en ella socializados.
antaño analizada sobre todo en terminolo­ ¿Quién es responsable de tal déficit d e .'
gía sociológica, induce a pensar en una legitimación?
tradición en la que se conjugan la religión El común denominador de las respuestas
y el mito. habituales indica que la Ilustración europea

578
NUEVA MITOLOGÍA

res decir, la rígida concepción científica la muerte de Dios afirmada por la Ilustra­
del mundo) que se ha instaurado Lras la ción — que será una de las más poderosas
muerte del mito como base axiológica su­ obsesiones en los debates literarios, socio­
perior y como garantía de orientación exis­ lógicos y filosóficos de los siglos x ix y
tencial. Con ello, la razón superadora y xx— . Pero antes de asistir a sus motiva­
destructora del mito se ve comprometida a ciones y su sentido, hemos de esclarecer
sustituir el criterio universal de. por ejem­ más detenidamente el significado del tér­
plo, la religión cristiana por un criterio uni- mino mito (que el prerromanticismo usa
fiendor de interpretación. En palabras de todavía como sinónimo de Religión).
Habermas: «...a reinstaurar la unidad que Se sabe que la expresión mito — cierta­
hasta ahora sólo el mito ha expresado. Esta mente en el periodismo, pero también en
unificación de los individuos singulares las ciencias humanas— tolera un uso muy
basada en el mito con su especial comuni­ amplio y sirve para caracterizar cualquier
dad política y con el horizonte de un orden cosa. Una relación rápida: la conducta so­
cósmico general debe ser reinventada por cial estandarizada, las ideologías, los sím­
la filosofía desde las condiciones qtte ofre­ bolos co le ctiv o s, las con cep cion es del
cen las ideas modernas de libertad e indivi­ mundo de una sociedad y un grupo, las
dualidad autónoma del individuo.1» historias de los dioses, los cuentos popula­
En la misma dirección apuntaba ya en res, los documentos religiosos, las leyen­
1796 o 1797 un manifiesto anónimo en el das de héroes, las narraciones sobre el ori­
que se suele ver el acia de nacimiento del gen, las alegorías naturales, etc.; algunos
prerromamicismo. Audazmente se sugiere nuevos autores hablan del «mito de la no­
en él superar la crisis de legitimación de la vela política» o de mitos cotidianos, y en­
razón ilustrada por la fundación de una tonces mito tiene el significado de fantasía
«nueva mitología». Toda la pasión que este colectiva (p.ej., imágenes oníricas de ma­
pensamiento entraña se revela de forma sas). Otros autores hablan de poesía mito­
característica en una carta que Friedrich lógica cuando quieren decir que han des­
Schlegel escribe a su hermano Wilhelm el cubierto determinadas citas de narraciones
7 de mayo de 1799: sobre dioses en textos «clásicos», por ejem­
plo en la segunda parte de Fausto.
«Cuando de religión se trata, querido
Para otros, sin embargo, el mito es algo
amigo, no hay bromas que valgan. Es lo
arcaico o irracional — equiparación que
más serio que en este tiempo hay que
entraña la muy interesante suposición de
instaurar. Es el fin de todos los fines y
que lo muy antiguo carece de razón— .
el punto medio. Veo el nacimiento de
Para Adomo y Horkhcimer (y también para
una nueva época saliendo ya a la luz:
Hans Blumenberg) el mito mismo es, por el
humilde, como el viejo cristianismo, del
contrarío, una forma de Ilustración, ya que
que nadie sospechaba que iba a devorar
la interpretación mítica del mundo ofrece
al imperio romano tal y como será devo­
al hombre una orientación en un entorno
rada esta catástrofe, la revolución fran­
en el que por doquier amenaza la muerte:
cesa, en sus más amplias órbitas. Su va­
la ciencia continua el trabajo iniciado por
lor má sólido quizá consista sólo en ha-
los mitos utilizando medios diferentes y, en
.. bcrla incitado,»
parte, más eficaces.
Se trata de la fundación de una nueva La pluralidad de accesos a la esencia del
mitología bajo las condiciones que genera mito no debe desorientamos. Al igual que

1 Habermas. J., Zur Rekonstruktion des historis­


chen Materialismus, Frankfurt/M., 1976, p. 103.

579
NUEVA MITOLOGÍA

en cualquier otra ciencia, en la mito-logia culto salvaje procedente de Tracia en el


(es decir, en la ciencia de los mitos) el ám­ que mujeres furiosas — denominadas mé­
bito objetivo (los mitos) se concreta a tra­ nades, bacantes o dríades— recorrían los
vés de decisiones previas que pertenecen altos montes cubiertos de nieve en las no­
al nivel de la teoría y no de la experiencia: ches del com ienzo de la primavera des­
la definición correcta del mito es por ello garrando y devorando los animales que
tan inasequible como la definición correc­ hallaban a su paso. Las religiones helenas
ta de la esencia humana. persiguieron rigurosam ente el «acceso
Si es Lo es así, es correcto que nos deje­ bárbaro», es decir, discutieron su legitimi­
mos guiar por el concepto de mito que se da dad. D e ello trata Las Bacantes de Eurípi­
en el pensamiento de la época que nos ha des, probablemente su última tragedia. El
vuelto a hacer conscientes de la actualidad culto salvaje queda autentificado por un re­
de la dimensión mítica: el Romanticismo. lato que narra el mito según el cual las fu­
Ahora bien, cuando los románticos se riosas mujeres'son requeridas por su dios,
ocuparon del mito intentaban, sobre todo, llamado Dioniso, para asistir como nodrizas
responder a la pregunta por el tipo de acción en las cumbres de los montes a su (re)naci-
social de la que trataba propiamente la tradi­ miento en cada primavera.
ción mítica. Y la respuesta era la siguiente: El arrebato queda así socialmente justi­
los mitos sirven para ratificar, desde la al­ ficado a través de la referencia a lo sagra­
tura de un valor supremo, la constitución y do; y la función del mito consiste en pro­
consistencia de uná sociedad. S e puede ducir esa justificación. La religión dionisía-
aquí hablar de función com unicativa del ca resultó beneficiada, ya que en el curso
mito puesto que se orienta a la comunicati- de los siglos desplazó totalmente a la reli­
vidad mutua de los actores sociales, así gión olímpica de los griegos: Dioniso llegó
como a la armonía de sus convicciones axio- a ser el dios supremo y algunas comunida­
lógicas. des griegas reconocieron a un espirituali­
Pretendo puntualizar esta función: el, o zado Dioniso en el niño divino de la cueva
uno de los rendimientos del mito (cuando de Belén.
no se trata de algo muerto) se ubica en el Esto basta para ubicar el uso del con­
ámbito normativo y tiene que ver con la cepto mito en las próximas páginas: sirve
pregunta por la justificación del conjunto para designar un vínculo de fundamenta -
de relaciones que conforman las institu­ ción entre la realidad social y lo sagrado.
ciones sociales. Los relatos m ilicos de la Si este vínculo se rompe —por ejemplo,
antigüedad sirven para mostrar esto: en como resultado del acoso de las ciencias
ellos algo del mundo natural o humano es analíticas— entonces se plantea de nuevo
desplazado a la esfera de lo sagrado y fun­ el problema de la legitimación social; y
dado a través de ese desplazamiento. ciertamente de forma más acuciante.
Fundado significa aquí derivado de; pero D e hecho, fueron los románticos los pri­
no en el sentido de una nueva relación cau­ meros en hacer al triunfo de la Ilustración
sal como en el caso de las ciencias natura­ europea (y esto quiere decir, de la rigurosa
les, sino en el sentido de justificación. cosmovisión científica) responsable de la
Justificar algo, o (como prefieren decir muerte del mito y de las orientaciones y pro­
los románticos) autentificar algo, supone tecciones que ésta garantizaba. Níetzsche (él
remitir ese algo a un valor que los hom­ mismo un romántico disidente) hace coin­
bres no discuten. Y los hombres no discu­ cidir el comienzo de la modernidad con el
ten aquello que se considera sagrado; in­ am anecer del nihilismo. Cuando Dios,
discutible, omnipresente y omnipotente. como fundamento trascendental y meta de
Un sólo ejemplo de la función justifica­ todo lo real, ha muerto; cuando el mundo
dora del mito: en el siglo vi a.C. existió un trascendental ha sufrido la pérdida de su

5S0
NU EVA MITOLOGÍA.

I fuerza vinculante y organizadora, entonces el gesto anarquista portavoz de los senti­


¡Lya no queda nada a lo que el hombre pue- mientos de toda una generación que con­
it'da aferrarse y por lo que se pueda guiar. Y duce, unos párrafos más adelante, a la si­
g esta nada se expande. La expresión nada guiente conclusión: «Quiero hablar en pri­
[[ significa ausencia de fundamento trascen­ mer lugar de una idea que, hasta donde yo
d e n t a l. La razón ilustrada del hombre mo- sé, a nadie se le ha ocurrido todavía: nece­
I; demo había planteado la pregunta crítica al sitam os una nueva m itología; pero esta
|T respecto de su necesidad. La respuesta dice: mitología ha de estar al servicio de la idea:
¡juñada en el mundo trascendental — exami- tiene que convertirse en una mitología ra­
¡:'“ nado de; cerca— es necesario. En lo suce- ciona/»4.
|: sivo, el nihilismo — «el más inquietante de Encontramos aquí la exigencia — expre­
I todos los huéspedes»2— espera ante la sada con total precisión— de una nueva
17puerta: y no desde 1882 (es decir, desde el mitología. Una exigencia que. en adelante,
r7momento en el que Nietzsche postuló la no sólo atraviesa los textos de los románti­
I-. muerte de Dios como problema primero y cos —-sobre todo de Schelling y de Frie­
central de la modernidad y como pregunta drich Schlegel— sino que impregna cons­
h, fatalmente dirigida a las filosofías, ideolo- tantemente el anhelo cultural de las gene­
e-7 gías y artes futuras), sino desde finales del raciones siguientes.
} siglo xviii y comienzos del xix. Es preciso que entendamos, en primer
■ En el principio se sitúa un texto discreto, lugar, la vinculación que existe entre la ya
Improbablemente del ano 1796 o 1797, cuyo ■enunciada critica al Estado y los deseos
ff, autor no conocemos y que nos ha llegado m íticos. R ecordem os nuestro punto de
|v —fragmentariamente— en la transcripción partida: sabemos que, en nuestros años se­
r de Hegel. Su descubridor, Franz Rosenz- tenta y ochenta, el anhelo religioso y pseu-
f w e i g , le dio hace unos sesenta años el título dorreligioso de la joven generación tuvo su
r : de Das älteste Systemprogramm des deuts- origen en el desarrollo de lo que la sociolo­
* dien Idealismus. Este texto se alza como gía denominó crisis de legitimación del E s­
j£- un hito en e) umbral de la modernidad. Con tado, y el periodism o — más brevem en­
¡Py expresiones lacónicas y rudas hace un diag- te— llamó crisis de sentido. Este diagnós­
p nóstico del Estado burgués — el Estado tico es comparable con el del joven autor
f inaugurado con la revolución francesa como del Älteste Systemprogramm (probable­
realización de la razón— como máquina, mente Schelling).
t como engranaje incompatible con el pensa Para que lo dicho r e s u lte aceptable e s
r. miento de la libertad humana. «Sólo aque- preciso recordar que en el siglo xvm do­
¡A lio que es objeto de la libertad es idea. Te- minaba una concepción de la razón que
nemos que ir más allá del Estado, puesto cabe designar como analítica5. Analítico
que todo Estado trata a todos los hombres significa (literalmente traducido) desinte­
libres como engranaje mecánico; y no pue- grador, disgregados Es el momento de la
p - de seguir haciéndolo: debe cesar»3. destrucción de las concepciones sintéticas
| No se percibe a primera vista en esta del mundo y de las totalidades, que han
p crítica al Estado, bruscamente expresada, devenido insostenibles. Ante todo, el bas-

*•" 2 Nietzsche, F.. W erke hl d re i B ü n d e n Hg. von Vernunl’i. Vom f r a n z ö s i s c h e n M a t e r i a l i s m u s ü b e r


sä«- Karl Schlcchta, München 1969, III, p. 424. K a n t z ur F r ü hro m nnt ik» , en Jochen Schmidt ( H g ) .
*v • 3 M a te r ia lie n z u r S c h i l l i n g s p h ilo s o p h is c h e n A u fk lä r u n g u n d ü e g e n a ts fk lä r u n g in d e r e u r o p ä is ­
~ -- Anfänge. Hg. M. Frank und G. Kurz. 1975, p. 110. ch en L ite ra tu r. P h ilo so p h ie u n d P o litik von d er A n li­
¡£ ■‘ ft. pp. 111s. ke b is z u r G eg en w a rt, DnrmsLadL 19S9, 377-403,
3 Este punto lo he iraiado d e Lalladamente e n mi
r.{ a n ic u lo « A u f k l ä r u n g als analytische u n d svnlheiisdic
t,-

581
N b b V A MITOLOGÍA

tióii del feudalismo se erosiona: su preten­ co.s de la literatura son los que animan esta
sión de regir y explotar a las masas «por la crítica a la Ilustración, Herder es, entre
gracia de Dios» (es decir, desde el funda­ ellos, uno de los más significativos. El
mento de una legitimación religiosa) re­ descubre en la facultad imaginativa huma­
sulta inaceptable a los ojos del tribunal de na un órgano sintético radical, que no pue­
la razón analítica. E igualmente insosteni­ de ser disuelto en pequeños datos elemen­
ble resulta la religión misma: su interpre­ tales. Sus efectos pueden ser comproba-.,
tación dei conjunto de las realidades natu­ dos, según la opinión de Herder, tanto en •
rales y sociales es incompatible, con la re­ la construcción lingüística y en los actos
cién inaugurada dignidad individual del de renovación del lenguaje, como en la •
«ciudadano mayor de edad»; e incompati­ poesía y, en general, en el arte. Se supone
ble también con los principios de la física que «nuestra razón se forma sólo a través
y la química que reducen todas las forma­ de ficciones»6, es decir: si las reglas abs­
ciones sintéticas (p.ej., el agua y el aire) a tractas formuladas como tales son las utili­
sus componentes elementales o atómicos. zadas ya intuitivamente en la gramática de
También se analiza el espíritu humano: una comunidad lingüística, se hace proble­
se revela como complejo de impresiones mática la concepción analítica de la razón.
sensoriales o facultades físicas elementa­ Con el mismo espíritu había reflexionado,
les. La mecánica hace considerables pro­ ya con anterioridad, el propio Herder so­
gresos: Helvetius, el barón d ’Holbach y bre el renacimiento de una mitología in- ;
La Mettrie muestran que también el ser cluyendo en ella los supuestos axiológicos
humano puede ser concebido como engra­ intuitivamente compartidos por una comu­
naje: construido a base de materias físicas nidad lingüística que pueden ser expresa­
más complejas de lo que podemos ver en dos por la poesía como tales: como opcio­
la naturaleza inorgánica pero elaboradas nes (religiosas) fundamentales.
según los mismos principios estructurales. También Lessing, que puso a menudo j
Asumir un alma o un espíritu sintético re­ su pluma a disposición de las exigencias ¡
sulta, desde estas condiciones, insosteni­ de la crítica, habla —siguiendo una tradi- ;
ble. Tales términos sirven para designar ción herética del siglo xiv— de la necesi­
reliquias supersticiosas, es decir, épocas dad de proclamar un «nuevo, eterno Evan­
precríticas o preanalíticas que han sido su­ gelio »7. Su promesa no pretende rechazar *
peradas por la Ilustración. También el Es­ los resultados del análisis sino someterlos 5
tado — la organización de la s o c ie d a d ci­ al contrt)] de una nueva totalidad. Expresa- ■
vil— ha de ser pensado como una gran mente destaca Lessing que la Ilustración -
máquina, como prueba una gran cantidad supuso el amanecer de un tercera época de '
de metáforas del siglo xvm. Aquí, precisa­ la humanidad (§89), pero necesita — como -
mente, interviene el Älteste Systempro­ la historia humana en su conjunto-— una ;
gramm en nombre de una concepción sin­ revelación suprarracional, es decir, un «gol- ■
tética de la razón. Para avanzar con rapidez, pe direccional» al que no puede llegar la ra- ■;
he de exponer las condiciones históricas de zón (abandonada a sí misma) (§77). 1; }
forma muy simplificada. Otro acontecim iento importante en la j
En la segunda mitad del siglo xvni, se vanguardia de la nueva m itología fue la t
multiplican las voces que caracterizaban a critica kantiana de la razón. Como su pro-3
la razón analítica, no como progresiva, pió nombre indica, vierte sobre la razónJ
sino como destructiva. Escritores y teóri­ misma la exigencia ilustrada de una crítica 1

1
6 Herders sämtliche Werke, Hg. Bernhard Suplían, 7 Erziehung des Menschengeschlechts, §86/7. J
Berlin 1877, vol. XVIII, p. 485.

582
NUEVA m i t o l o g ía

¡nipareial e insobornable. Y muestra que sagrado, que una sociedad disgregada en


lodos los resultados de la razón analítica la simplicidad de sus elementos sería a la
fundan en un acto sintético de orden su­ vez una sociedad cuya justificación tras­
perior. la autoconciencia, cuya unidad fun- cendental devendría imposible. Todo tras­
Jumenta inicialm en te la coherencia de cendental en una sociedad atomizada apa­
nuestra visión del mundo. E igualmente rece como divisible para el espíritu analí­
fundamenta el mundo moral en un princi­ tico y, en cuanto formación sintética, no
pio superior, una Idea (en palabras de resiste a la crítica.
Kant), que, si bien no se demuestra, es ra­ Antes de la Ilustración, los trascenden­
cionalmente requerida: exige la generali­ tales fueron el mito y la religión (el prerro-
zación de las acciones desde el punto de manticismo no distinguía ambos concep­
vista de su razonabilidad para todos, es de­ tos con nitidez). Los mitos articulan las
cir. de su moralidad. Pero, más aún. Kam convicciones axiológicas básicas con res­
denunció la concepción mecánica de los pecto a las cuales se unifica el pensamien­
procesos naturales haciendo referencia, en to de un grupo de fieles; aún inás: sobre
primer lugar, a las construcciones natura­ las que ese grupo hace efectiva su síntesis
les, cuyo funcionam iento no puede ser social com o «unidad de sentim iento» o
comprendido mediante la reducción a sus «solidaridad de vida». Si la unidad se
componentes elem entales, sino tan sólo quiebra, entonces el vínculo fraternal (al
cuando se postula una finalidad, es decir que tampoco la Ilustración quiso renun­
una idea, para sus funciones mecánicas. ciar) deviene mera relación sentimental y
La mecánica trabaja ateniéndose a esa idea superficial entre sujetos atomizados, que
y a su servicio: a estas construcciones las tienen igualdad de derechos pero que son
llama Kant organismos. literalmente in-diferentes (iguales). Cabe
Se percibe así la dimensión histórica de reflexionar sobre la trivialización que su­
la que el Älteste Systemprogramm es el pone el paso del lema revolucionario igual­
documento más representativo: si el uni­ dad al adjetivo igual: al ciudadano, su con­
verso moral y el universo teórico sólo pue­ ciudadano le es igual en el doble sentido
den ser comprendidos desde el presupues­ del término.
to de un principio sintético (una idea), y si Dicho de otro modo, las llamadas rela­
tal principio sintético se articula origina­ ciones inierhumanas carecen, no cierta­
riamente en la poesía, se puede concluir mente de ley — también la naturaleza inor­
que la poesía sería como el órgano de la gánica, y especialmente ella, tiene sus le­
idea («maestra de la humanidad»* en la yes— pero sí de fundamento, en el sentido
edad de oro, afirma el Systemprogramm). pleno de que la totalidad de las relaciones
Y puede todavía desearse que retome en la no está ya fundada en una síntesis trascen­
forma de una mitología reestablecida. dental.
Para asegurar una resonancia más am­ Se podría expresar lo anterior con las
plia a este pensamiento todavía abstracto , palabras de nuestro Älteste Systempro­
(una importancia como la que tuvo en la gramm de la siguiente forma: el funciona­
época romántica y como la que hoy, muta- miento del engranaje social no responde
tis mutcmdis, puede adquirir de nuevo) es ya «al servicio de las ideas». Como dice
necesario referir otra experiencia elemental. N ovalis, sería «un enorme m olino que
Algunos contemporáneos de la tardoilustra- muele por sí mismo», alejado de cualquier
ción observan, con una especie de terror finalidad superior9. O, en una formulación

* Materialien zu Schellings philosophischen Anfän­ 9 Novalis. Schriften, Hg. von Paul Kluckhohn and
ge, op. cil., p. 111. Richard Samuel, Stuttgart 1960 ss., vol. 111, p. 515.

583
NUEVA MITOLOGÍA

de Schelling del año 1800: la sociedad ci­ Schlegel— «la razón se convierte en un
vil se asemeja a «una máquina que está nuevo pontificado»11. Tal fue — y es— el
preparada para actuar por sí m ism a en caso, por ejemplo, de la razón autodivini-
ciertos casos, esto quiere decir: que actúa zada: los distintos tipos de culto a la razón
de forma ciega cuando tales casos se pre­ de la revolución francesa y los sucedáneos
sentan. La máquina fue, a buen seguro, de religión que la fe en la moderna ciencia
construida y programada por manos hu­ produce. Con otras palabras: no es repro­
manas, pero tan pronto como el artífice re­ chable la negatividad de la Ilustración,
tire de ella su mano, tendrá que continuar sino el hecho de que, con insostenible exi­
actuando según sus leyes, de forma inde­ gencia de legitimidad, haya conseguido, al
pendiente como la naturaleza visib le»10*. mismo tiempo, falsas positividades y el
Lo más peligroso es quej desde el instante aura de la legitimidad como tal («ella mis­
de su construcción, la máquina está pro­ ma se cntierra hasta la autodestrucción»,
gramada para poner su automatismo al en palabras de Schlegel, KA, III, 99). En
servicio de una idea. Pues la diferencia lo sucesivo puede sustituirse «legitimación
esencial entre los mecanismos y las estruc­ por procedimiento» como todavía hoy pide
turas orgánicas es que sus partes no están Luhmann en el marco de la tradición racio­
sometidas al plan de la totalidad con el nalista. Puesto que la legitimación no ha de
que colaboran. El todo colabora externa­ ser justificada por las Ideas —es decir, por
mente con las partes — como en un engra­ el acuerdo razonable de los ciudadanos so­
naje— pero no se refleja en ellas. cializados— su grado de compromiso se
Los contemporáneos de la Ilustración mide por criterios de eficacia. Cierto es
que se reconocen en la imagen de la má­ que ésta se halla también — y especialmen­
quina racional no se alegran excesivamen­ te— com o Cari Schmitt ha mostrado, en
te de que ei mundo haya devenido lumino­ los estados totalitarios o fascistas. Y tam­
so. Por el contrario, se incrementan la poco la República Federal carece de «pro­
«melancolía», la «hipocondría» y la verda­ cedimiento» adecuado de jurisprudencia y
dera «depresión». Y lo mismo se repite en administración; pero sí, como prueban día
nuestro presente; ahora en las fantasías co­ a día los problemas de la juventud, de un
lectivas del esquízo que, como chivo ex­ sentimiento de cohesión y sentido: precisa­
piatorio de la racionalización, representa mente el que demandaban los románticos
la cara oscura de los deseos juveniles. bajo el nombre de mitología.
Es necesario destacar — para prevenirse «Hasta aquí todo en orden», podría ob­
de falsas aquiescencias— que la crítica ro­ jetarse. Pero ¿se puede negar que la idea
mántica no ataca a la Ilustración como tal. de una nueva mitología tomó colores cada
Se trata más bien de una «salvación del vez más sombríos al alejarse de la cultura
mito por la luz» (Bloch). Hay que enten­ prerromántica para finalmente convertirse
derlo bien: la nueva mitología debe estar en lema y programa del Nacionalsocialis­
al servicio de las ideas, debe ser una mito­ mo? ¿y que, todavía hoy, rondan tal idea
logía racional (y no antinacional). sobre todo los grupos ncoconservadores y
friedrich Schlegel afirma que la criti­ retrógados?
ca no puede separarse de la fuerza de la No. Ciertamente no se puede negar. E
religión sino que, por el contrario, actúa incluso haremos bien en no apropiarnos
también allí donde — cito literalmente a sin más, ni aun bajo ei signo contrario, de

10 Schelling, F.W.J.. S u m m tlic h c W c r k c fSlìq. 11 Schlegel, F., K rU ixche A u s g a b e sei/ier


Hg. von K.W.F. Schelling, Sluttgari 1856-1S61, I. icn (K A ), Hg. von Ernst Bchlcr, Münehen ItJ-SS
Abt.. III. voi., p. 584. vpl. III, p. 88.

584
NUEVA MITOLOGÍA

la autointerpretación de Alfred Rosenberg Pero ¿cómo garantizar la racionalidad


y consortes. Pero se esconde una fuerza crí­ de esta N ueva M itología? La pregunta
tica, un potencial emancipatorio en el diag­ pierde su carácter retórico cuando se con­
nóstico prerromántico: el protosocialismo sidera la nueva mitología que realmente se
francés de los Santsimonistas o de Pierre ha manifestado en la literatura y en la so­
Leroux se fundó explícita y afirmativa­ ciedad. Si no se quieren subsumir ciertas
mente en la idea de una nueva mitología. formas de socialismo, quedan fenómenos
Y esto mismo vale — aun con mayor énfa­ como los siguientes: la absolutización de
sis— para el anarquismo socialista de Gus- la poesía com o Religión del arte (en el
tav Landauer o de Erich Mühsam, que hi­ simbolismo francés); el «espectáculo sa­
cieron totalmente propios los textos del grado» (Weihefestspiel) de Richard Wag­
prerromanticismo y concibieron una utopía ner y sucesores orientado por la idea, tam­
social iluminada por la Nueva Religión. bién romántica, de un renacimiento de la
También ha de ser nombrado Emst Bloch. tragedia griega, así como el "espectáculo
que en el año 1911 comunicaba a Georg sagrado del trabajador» (Arbsiteni'elhf-
Lukács la siguiente apreciación referente a festspiel) socialista o el Thingspiel nazi: el
los efectos de su «utopía de la Esperanza»: regreso a lo céltico en Stefan George y su
círculo, y en el círculo cósmico de Klages.
«Georg, te aseguro que Lodos los hom­
Schuler y W olfskehl. pero también en
bres, en Rusia y entre nosotros, en el oes­
todo el expresionism o, en Hans Henny
te, se sentirán cogidos de la mano, llora­
Jahn, en Hanns Johst o en Gonfried Benn;
rán y se conmoverán, serán redimidos en
finalmente — y, por desgracia, no se puede
la gran idea aglutinante; y no sólo una
olvidar— en las fantasías políticas de los
vez, como el que débilmente se estreme­
nietzscheanos StaatengríinJer-Polilikers
ce ante Tannhauser y el arte sagrado de
(en las que, como se sabe, se reconoce a
Wagner, sino a todas horas; y cesará el
Hitler), en la Iglesia nacionc.1 alemana de
errar; todo se llenará de una claridad ca­
Paul de Lagarde y el Mho aei siglo xx de
liente y candente; llega fa gran salud del
Alfred Rosenberg y su defensor Alfred
cuerpo, la técnica segura y la idea agluti­
Baeumler.
nante del Estado, y una gran arquitectura,
¿Hay — y ésta es, en este contexto in­
y un gran arte dramático (...). Los hom­
terrogativo, la única pregunta impórtame—
bres, a los que he sido enviado, vivirán y
un criterio inequívoco y discriminante que
comprenderán en sí mismos al Dios que
separe, por lo menos, las tres últimas for­
retoma.»
mas citadas de rem itologización, de la
Ni siquiera las más atrevidas utopías de idea fundacional romántica? Considero
Novalis fueron tan eufóricas y patéticas. que es importante indicarlo, aunque los
Pensemos finalmente en Jiirgen Habermas antifascistas desamparados crean estar exi­
que, en su gran reconstrucción del «Discur­ midos de la búsqueda de tal criterio (del
so de la modernidad», ha ensalzado recien­ que a menudo han carecido! en nombre de
temente a los teóricos prerrománticos de la su abstracto antifascismo. Ahora bien, ni
Nueva M itología como representantes de Nietzsche (al menos en la medida en que
una crítica de la escisión del racionalismo basa sistemáticamente su genealogía de la
que es preciso lomar en serio, una critica «degeneración» en la idea de Raza tomada
que. por otra parte, no acaricia en lo más de Gobineau), ni Lagarde. ni Rosenberg,
mínimo ambiciones contrailustradas. De he­ ni Baeumler fundan su versión del retomo
cho, la Nueva Mitología del prerromanticis- mítico en una libre comunidad de comuni­
mo pretendía, como ya sabemos, ponerse al cación con pretensiones universales, es de­
servicio de las Ideas: pretendía ser una mi­ cir, en la racionalidad del consenso, sino,
tología de la razón y lo de la contrairazón. por el contrario, en la ruptura total de la
m u e v a m i t o l o g ía

comunicación, tal y como se muestra en la ErnsL Bloch recuerda insistentemente en -


idea obsesiva de una solidaridad arraigada su Herencia de este tiempo, escrito a la ,
en la base de la raza. Lo que diferencia de vista del inminente nazismo, que el auge
forma decisiva el mencionado orden racial de concepciones m íticas del mundo en .1
de la idea de Schelling de una «simbólica épocas ilustradas no significa simplemente ;
y mitología generales» es que el primero retroceso o reacción: señala la incapacidad
evoluciona sobre la base de lo real mien­ de un Estado para satisfacer las demandas *
tras la segunda lo hace en el seno del or­ fundamentales de sus ciudadanos. Quien
den simbólico, comunicativo, fundado so­ no las percibe se arriesga a dejar a Alfrcd „
bre el diálogo. Rosenberg y consortes la posibilidad, de i
Tan sólo un orden simbólico conlleva reconocer en los anhelos míticos del euro­
una comunidad de comunicación con su peo del siglo x x la pérdida de un «máximo .
producción imaginaria de un horizonte valor» de la totalidad social, y utilizarlo
común, mientras la biologización de los para sus fines propagandísticos.
vínculos sociales encubre la ausencia real Sin duda su expresión «Alemania marxis­
de auténticas relaciones entre los miem­ ta y burguesa, sin mitos...» interpreta la cri­
bros de la sociedad. sis de legitimación de la República de Wei- •
Se puede entender el auge de la idea de mar mejor, es decir: con más éxito, que el .»
raza como el producto de una desespera­ puritanismo de los partidos burgueses, y
ción sobrecompensada en ausencia de ver­ también mejor que el (como dice Bloch)
dadera comunicación: cuando no nos unen «iluminismo sectario» de los comunistas, -
el sentimiento y el pensamiento, entonces que ciertamente cambian el mundo, pero
el poder de la sangre nos aglutina; aunque que no quieren interpretarlo precisamente "i
no tengamos nada que decimos. en el momento de máxima necesidad. L¡
Por otra parte, una comunidad racial está Se m ueve necesariam ente.sobre una
cerrada en sí misma, mientras una «simbó­ capa de h ielo fino aquel que mantiene i
lica general» aspira a la posibilidad univer­ despierta en sí mismo la conciencia de la
sal de hablar en común, tal y como fue so­ «dialéctica de desmitologi/.ación e ilustra-
ñada en las visiones supranacionales de ción». El peligro de hundirse no es, sin
Novalis, Schlegel, Schelling y hasta en la embargo, más mortal que el de no pisarlo
archirromámica «clase humana» de Marx. en absoluto y ceder la pista libre a los as- ^
En este sentido, me gustaría responder a tutos patinadores.
la pregunta planteada por mí hace unos
años al respecto de si necesitamos un nue­
vo mito, con un claro «no». No necesita­ Bibliografía
mos un nuevo mito, y, sobre iodo, no nece­
sitamos un nuevo irracionalismo o neovita- Frank, Manfred, Kaltes Herz. Unendliche ;
lismo como corean numerosos defensores Fahrt, Neue M ythologie, Suhrkamp, -
contemporáneos del mito. Pero sí necesita­ Frankfurt, 1989.
mos una aguda conciencia de la crítica si­ — , D er kommende Gott, Suhrkamp, .
tuación social y cultural cuyo diagnóstico Frankfurt, 1982.
JÜ jrsA!-'

es la herencia inolvidable de los prerro­


mánticos. Manfred Frank '■
Orden femenino
!. Sexo y saber de sí inevitable de su naturalidad. Y sin embar­
go, «el cerebro humano puede hacer que
Nacemos con un sexo. Pero aprendemos casi cualquier sistema parezca natural»
a tener una identidad sexuada. La diferen­ (S.L. Washbum y E.R.. McCown).
cia sexual (mujer/hombre) es un hecho Esta creación del parecer natural ha
biológico desde la fecundación. Las distin­ sido resaltada en las últimas décadas; y ahí
ciones femenino/masculino en las prácti­ se ha puesto de manifiesto que las estrate­
cas de mundo son procesos culturales que gias de normalización genérica han sido
canalizan el auto-reconocimiento de los un permanente artificio del poder masculi­
individuos en funciones y actitudes asig­ no sobre la naturalidad humana. La linea­
nadas a cada género desde el nacimiento. lidad estricta de saber <-4 querer í-4 ejecu­
La delimitación de la esfera psicosocial tar que sujetaba a la mujer en aspiracio­
mujer/hombre no está determinada genéti­ nes, espacios o funciones específicos se ha
camente, ni se adquiere con rapidez o faci­ desarticulado: los lím ites p sico so cia les
lidad: se construye progresivamente por que parecían prolongar las determinacio­
observación e instrucción. Ser mujer/hom­ nes biológicas han empezado a fluctuar. Y
bre es un residuo de realidad en un espec­ en este desveriebramiento de las natura­
tro variable y complejo de posibles cultura­ lidades se ha impuesto una pulsión vital
les. Así, «el exitoso desarrollo de la identi­ fundativa: el deseo de la mujer a crear su
dad genérica sexual implica tres requisitos: propio parecer natural. El recorrido de este
1. saber cómo comportarse de acuerdo con deseo es la rearticulación del territorio poli­
su papel sexual: 2, querer comportarse de morfo donde se entrelaza y expone el sexo
la manera adecuada; y 3. ser capaz de con el género.
ejecutar los esquemas comportamentales Esta nueva disposición en los lím ites
adecuados» (F.A. Beach). Saber í -> que­ contiene, al menos, dos ejes decisivos en
rer o ejecutar: un ordenamiento de los su configuración. Por un lado se trata de
procesos de inclusión dé la determinación un desorden radical en la distribución de
biológica (del sexo) en un sistema de re­ identidades y de esferas de reconocimien­
presentaciones (del género). Una normali­ to que han articulado nuestra historia. El
zación cuya eficacia reside en que los in­ deseo de realidad de la mujer no coincide
dividuos la asuman como el despliegue con el deseo del hombre que la hacía mu­

587
ORDEN FEMENINO

je r. H ay, por prim era vez — en cuanto bia las pertinencias y saca a la superficie
efecto generalizado de una cultura— , una de la realidad testimonios, espacios, rela­
bifurcación en e l soporte del deseo de rea­ cion es, deseos... silen ciados en la nor­
lidad del ser de la mujer. La producción malidad humana del hombre (es el caso
cultural de nuestra e sp e c ie ha operado de A. Weiner con su trabajo en las islas
apoyándose en una constante elemental: Trobriand y su revisión de los análisis de
un orden centrado en el hombre que com ­ B. M alinow ski). Y en el sesg o de esta
ponía la presencia de la mujer según su ca­ nueva manera de interrogar las cosas para
pacidad de seducción y/o su eficacia re­ que muchas dim ensiones ya existentes
productora (biológica o sim bólica). Una sean por fin reales para el conocimiento
angularidad que se replegaba sobre las de­ de lo humano, se deposita recurrentemen­
terminaciones biológicas para desplegarse te una inquieLud terminal: ¿cuáles son las
com o normalidad de un mundo donde la causas de esa lateralidad de la mujer?,
mujer estaba incluida de manera adicional ¿cuáles son las constantes culturales que
y sin poder decisorio sobre sus propios han obrado para producir esa negación
sign ificad os. El desdoblam iento de esta de la mujer com o su jeto-ob jeto de su
angularidad básica — no multiplicar y en­ propia realidad? N os situamos de nuevo
volver la direccionalidad androcéntrica de en el problema lím ite de las constantes
las representaciones con retoques de alte­ biológicas y de los universales culturales
ridad femenina, sino crear otro punto de — pero esta vez desde un ángulo preciso
apoyo de visibilidad del mundo que cons­ y más inquietante: con un deseo de reali­
tituya la realidad humana com o un residuo dad que cuestiona esc límite misma natu-
bifaz—■es, en nuestra actualidad, una pul­ raleza/cultura que en su disposición ya
sión y un desorden inabarcables para nues­ anticipa la solución del problema— . Los
tras reservas representativas. D e ahí, por trabajos en Antropología han sido apoya­
otro lado, que este enfrentamiento con l o s . dos y ampliados por análisis en Historia,
lím ites n ecesite la form ación de nuevos P sicología, Sociología, F ilosofía... Esta
conceptos. Un m om ento decisivo en este proliferación de inquietudes convergen­
proceso lo constituye e l desarrollo de la tes se estira en un espacio proyectivo,
«antropología de la mujer». Con anteceden­ aún por figurar, pero imprescindible para
tes tan ilustres com o M . Mead, M. Douglas que el enfrentamiento con los límites deje
o L. Mair, en la década de los setenta se un nuevo residuo de realidad: elaborar un
consolida un m ovim iento guiado por una registro conceptual que no sólo permita
preocupación básica: «contribuir a hacer revisar lo que ha consolidado la cultura
v isib le a la mujer» (B.-M . Thurén). Para para señalar los márgenes, los ocultamien-
e llo había que hacer nuevas preguntas que tos, las razones... de lo que debiera haber
permitieran observar nuevas cosas en un sido si la mujer hubiera..., sino para con­
territorio delimitado y surcado por teorías formar nuevas estrategias de posibles del
anudadas a las representaciones del hom­ saber de sí.
bre y alimentado por testimonios de infor­ Esto por dos razones principales. Una,
m antes m asculinos que exponían lo que porque mientras no se llegue a disponer de
era pertinente en un intercambio de sabe­ una nueva reserva representativa de la rea­
res entre hombres, La mujer era una im­ lidad humana, la mujer accederá al espa­
pertinencia significativa en el orden mas­ cio laboral, al poder político, a la libertad
culino, pero inevitable en la coherencia de sexual... canalizados por la lógica del or­
su mundo — com o Eva o Pandora— . Con den de realización masculina; y ahí será
su nueva mirada, la mujer entra en una di­ eficaz, incluso logrará una cierta autono­
námica sujeto-objeto (antropóloga mujer / la mía económica y una competitiva presen­
mujer com o campo de análisis) que entur­ cia social, pero sin modificar la estructura

5S8
ORDEN FEMENINO

misma sobre la que se distribuye el senti­ antes de esos cuatro mil años que conoce­
do que le impone una presencia lateral y mos aproximadamente; en éstos el hom­
fragmentada.* es reconocida públicamente bre puede no haber cam biado m ucho»
si tiene «valor de cambio» como un hom­ {Humano..., 1,1,2).
bre, pero es aceptada en el espacio privado
si sigue siendo mujer. Una identificación
' dual que sólo se puede superar a nivel psi­ 2. Creación de n atu ral femenino
cológico por firm eza del carácter, pero
que es irreconciliable en el orden de las re­ En los estudios de los procesos evoluti-,
presentaciones del saber de sí genérico. El vos de nuestra especie hay un término que
desplazamiento debe ser más raizal. Es la sintetiza la articulación del saber: homini-
otra razón — que prolonga esa exigencia zación , El Diccionario de la Real Acade­
vertical y la entronca en procesos horizon­ mia dice: «Hombre {homo, -luis). Animal
tales más amplios— : nuestra época se ca­ racional. Bajo esta acepción se comprende
racteriza por el desplazam iento de los todo el género humano». El mismo Diccio­
grandes ejes referenciales que soportaban nario categoriza así: «Mujer ( mulier, -eris).
su pasado (Razón, Historia, Progreso, Ver­ Persona del sexo femenino». La lexicolo­
dad...) y, consiguientemente, por la nueva gía y la antropología se entrelazan en la su­
presencia del caos como problematización perficie de realidad del sentido común: la
del orden de nuestras estructuras. Es una equivalencia significativa entre hombre y
época de elogio del movimiento y de fe­ humano. A sí se ha hecho impracticable
cundidad del desorden creador (G. Balan- buscar el orden de unos procesos que no
dier). Sintéticamente: transitamos de un parecían decisivos para la comprensión
pensamiento de estados a un pensamiento del género humano: la muUerizacióm — o
de procesos; una bifurcación de un pensa­ m ujerización (el térm ino sacude en su
miento geométrico, lineal y binario a un misma escritura como una irrupción vio­
pensam iento flu id ific a d o , angulado y lenta)— : la transición de la hembra a la
auto-organizativo, En esta coyuntura de mujer, esa reorganización vital del sexo en
incertidumbres, la mujer tiene nna memo­ género femenino. Para eso habría que se­
ria corporal, una disposición psicológica y guir el eje de la sexualización: la interac­
una posibilidad epistemológica, deposita­ ción hombre/mujer en la construcción del
das en su experiencia existencial del mar­ límite por donde ambos se desplazan del
gen y de la alteridad, que le permiten tra­ sexo al género y se componen en presen­
bajar el intersticio orden-desorden con cias mutuas de un mundo humano. Pero,
más libertad y urgencia creativa de nuevos durante un tiempo excesivo, la sexualidad
espacios de posibles que el hombre. Hay ha sido retenida como el residuo abismal
un imperativo de bifurcación en nuestra de la naturaleza en la cultura, y sólo se ha
época que puede asumir con menos riesgo considerado en las funciones, espacios o
y mayor eficacia quien ya se sabe desde la reglas donde se creía encontrar su norma­
diferencia. lidad, una esencia únicamente amenazada
- Pero, como en una espiral de sí mismo, por lo patológico. Y sin embargo, la sexua­
el trabajo desde la diferencia sólo será lidad es humana porque su misma naturali­
practicable si se reconoce el artificio de dad o perversión es una construcción don­
su construcción, si se rastrean «arqueoló­ de ya, anticipadamente, una cultura piensa
gicamente» los mecanismos culturales que siempre haber mazado definitivamente sus
han creado el parecer natural de la mujer. primeros límites internos. Y ahí, siempre,
Quizás porque, com o afirma Nietzsche, se dispone la mujer — antes que el hom­
«lodo lo esencial del desarrollo humano bre— , como la constancia de esos límites
ha ocurrido en tiem pos remotos, mucho y su amenaza.

5S9
ORDEN" FEMENINO

óvulo que impone su ritmo y su efkscj# 5


vital— al egoísmo corporal — de! indfaf» Jl
dúo que busca su satisfacción, y arí
duce otro ritmo y otra eficacia en el proa
samiento de la vida— . Ahí sé pone en
go un nuevo espacio social: una p r e se n d t||
del cuerpo que ramificará c! sexo en culi* P
quier actividad — es el género— ; tamWí*
una nueva rivalidad entre hombres que,"5
entrelazada ahora con la permanente pritl* ^
bilidad de deseo y de placer, necesitará ;s
«O felia», de J. E v e re n M illa is construir nuevos controles de la aleatorie*''')
dad del egoísmo corporal — es el orden—, ¿íí
Y en un momento evolutivo donde apait* ’|
ccn la utensiliación y el habla, esa nucvi
2.1. Dos DIFERENCIALES d ec isiv o s
presencia y su normalización se entrelaza- -=?
Ese desplazamiento del sexo al género rán en un registro in-orgánico de formas £
tuvo evolutivamente unos soportes orgáni­ que obedecen a coherencias representad- ^
cos a-simétricos. Además de las modifica­ vas. En el m ism o momento de su emer--;ü
ciones comunes (bipedismo, liberación de gencia, la sexualidad humana ya es del Of-
las manos, encefalización...: ver hombre), den del consLructo, y su foco de disemina-. >%
’5f
hubo dos e sp e c ífica s de la mujer que ción y de elocuencia no será el sexo, sino *
orientaron estructuralmente los procesos el cuerpo y sus modos de presencia, tanto
de hominización: la aparición de la mens­ reales como posibles. El desencadenante . j¡
truación y la transformación de la pelvis del proceso es la mujer; su fabulador, el
con su repercusión en la inmadurez post­ hombre. En su interacción crecerá el lími* Jl
natal. Entre ambas dimensiones se com­ te desco/poder. :ijg
prime una nueva presencia del otro (hom­ La desaparición de la manía sexual (del
bre o hijo/a) que posibilitará la socializa­ celo activado cíclicam ente por el ritmo
ción humana. Ese doble espacio elemental ovulatorio) incide decisivamente en la ca- j
— la doble presencia de la alteridad en la nalización del aumento de la inmadurez
mujer— será el ámbito privilegiado de ar­ postnatal desencadenada con la modifica- 3
ticulación del poder masculino para fijar ción de la pelvis y el aumento del volumen. í]
el género femenino. craneano. La alternancia estro/anestro del i- ^
La aparición de la menstruación consti­ mita la duración de la maduración postna- ^
tuye la transición de una práctica repro­ tal de los hijos en otras especies: el celo es f
ductora entre hembra y macho desencade­ un período de disponibilidad sexual de la
nada por im pulsos hormonales cíclicos hembra incompatible con el cuidado de las .^1
(estro/anestro) a unas relaciones sexuales crías; su sucesión por otro período de indi- b
estimuladas por la posibilidad de una dis­ ferencia sexual de la hembra permite la de- -f
ponibilidad permanente de la mujer. Una dicación a los hijos. Esta lógica de la vida js
reorganización radical de las relaciones se desarticula con la aparición de la mens- í;
sexuales que se opera en el desplazamien­ truación: la posible disponibilidad perma- |
to hacia un nuevo eje que va a anudar la nenie de la mujer hace compatible las reía- ^
interacción fundamental mujer-hombre: la cíoncs sexuales y el cuidado de los hijos
liberación del deseo (de las regularidades de forma continua y más prolongada. En \
hormonales) y la búsqueda de placer (in­ este nuevo espacio tiene una acogida efi- -
dependiente de la práctica reproductora). caz el «nacimiento antes de tiempo» que j
Se pasa del «egoísm o genético» — del caracteriza a la especie humana. La modi- .4
ORDEN FEMENINO

iNudi'm del canal pélvico por la posición miento humano, con el paso de la recolec­
W|vdn y el aumento de volumen craneano ción a la caza mayor (grandes animales)
tucen que el nacimiento se produzca «al hace ±*700.000 anos. En este proceso
menos un año demasiado pronto» para el adaptativo se estructuran las líneas básicas
enveso de maduración intrauterina que el de la distinción-articulación de la mujer y
telo debiera haber cumplido (en compara­ del hombre que se han mantenido hasta
ción con otras especies). Pero nace «en el llegar a nuestros días, específicamente la
momento oportuno» para pasar natural­ configuración de la «plusvalía» social de
mente por la pelvis de la madre. Este esta­ la mujer y la constitución de la familia. Un
do natal de inacabamiento sólo se expresa­ residuo cultural de tal eficacia que será re­
ra como riqueza de posibles aprendizajes cuperado continuamente como la persis­
en la medida en que hay una maduración tencia de lo natural. Sobre todo sí se tiene
extrauterina disponible, una atención a ese en cuenta que este orden esta ligado a dis­
estado deficitario sin las interrupciones cí­ posiciones generales que consideramos
clicas de la manta sexual. Un proceso vital fundativas de nuestro modo de ser huma­
decisivo: «muchos de nuestros caracteres nos: «En un sentido muy real, nuestro in­
específicamente humanos son debidos pre­ telecto, intereses, emociones y vida social
cisamente al retardo de la época de nuestra básica — todos son productos evolu cio-
madurez» (M. Crusafont Pairó). Es el so­ narios de 1 éxito de la adaptación cazado­
porte de la «reducción del instinto» que ra—•» (S.L. Washburn y C.S. Lancaster).
marca el proceso de hominización: un ina­ Esta dinámica adaplativa se convierte,
cabamiento que permite la flexibilidad in­ sin embargo, en eje de problematización
terpretativo-adaptati va de nuestra especie de nuestro saber de sí: la misma erosión
al medio. En esta direccionalidad homini- de estructuras comportamentales básicas
znnte, en cuanto disponibilidad de posi­ — «la biología, psicología y costumbres»
bles, el soporte es la mujer — la mulieriza- (W.S. Laughlin)— , que corresponden a un
ción de la especie. orden cazador-guerrero, por nuevos y cada
vez más rápidos procesos adaptativos
(agricultura, industria, información...), per­
2,2, L ín ea s de a r t ic u l a c ió n d e l l ím it e
mite pensar que su éxito sólo fue una di­
GENÉRICO
reccionalidad coyuntural impuesta por el
Desde estos sustratos orgánicos, una poder físico del hombre y adaptada a su
constatación se impone: la familia, en sus eficacia, y, más aún, nos obliga a pregun­
diferentes modalidades, no es necesaria tarnos si el nuevo éxito adaptativo de la
para la satisfacción sexual de los adultos especie no consiste, ya, en crear procesos
ni para la procreación, tampoco para el representativos — educativos— que for­
cuidado de los pequeños o la educación de men una nueva estructura comportamental
los jóvenes. Ahí se intercala una inquietud básica («intelecto, intereses, emociones y
estructural: ¿por qué. como práctica gene­ vida social») más pertinente con et nuevo
ralizada (C. Lévi-Strauss), se intercambian juego de posibles que nosotros mismos es­
mujeres — si, com o representación tam­ tamos desencadenando.
bién generalizada, los hombres son más Ciñéndonos al eje de interacción hom­
valiosos socialmente— ? La intersección bre-mujer en el paso de Ja recolección a la
de ambos aspectos nos sitúa frente a una caza, se pueden retener varias dim ensio­
constante cultural: no la diferencia que se­ nes. Estructuralmente, los grupos recolec­
para a ambos sexos, sino el espacio que tores tienen unas características-precisas,
los entrelaza: el deseo y su orden. La inte­ resultantes del equilibrio de dos necesida­
racción de estos dos aspectos se elabora, des elementales, alimentación y reproduc­
como ejes determinantes del comporta­ ción, y de la disponibilidad del territorio.

591
ORDEN FEMENINO

El espacio es común para el hombre y la acompañada de una organización diferente


mujer; el grupo es la unidad social básica, de las actividades, y, por consiguiente, de
aunque cada individuo constituye una uni­ los rituales de iniciación a funciones pro­
dad alimenticia autónoma. N o hay coope­ pias de cada ámbito genérico. Así se acen­
ración o dependencia basada en activida­ túa e institucionaliza la sedentarización de
des alimenticias; no hay «producto», y, la mujer y la dedicación a una tarea psico­
por consiguiente, la actividad económica, social que será considerada como exclusi­
en sentido estricto, no tiene cabida. EsLa va de sus capacidades: la educación de los
ausencia de división «productora» no se hijos y la estabilidad de la retaguardia del
mantiene, sin embargo, cuando se consi­ guerrero, Esta bifurcación funcional tiene
deran las actividades del grupo en relación una repercusión en los procesos biológi­
con la dinámica reproductora. Los hom­ cos: el ejercicio físico exigido por la caza
bres protegen sus bienes — territorio, mu­ desarrolla la fortaleza física, la testostero-
jeres y niños— de bandas rivales o depre- na es estimulada por una forma de vida
' dadores. Las mujeres establecen con sus donde la agresividad es recompensada, el
hijos las relaciones afectivas que serán el desarrollo osteo-m uscular es impulsado
soporte de la cohesión psicosocial: una ad­ por la síntesis de la pro teína de los ami­
hesión malrifocal que hace del binomio noácidos y la retención de nitrógeno, pota­
madre-hijo la verdadera estructura nuclear sio, fósforo y calcio que exige la presión
del grupo. La relación entre hombres e hi­ muscular... Mientras tanto, el espacio al
jos es-grupal, indirecta, más el resultado que se reduce la mujer parece el reverso de
azaroso de una com petencia entre hom ­ las potencialidades que acumula el hom­
bres por las mujeres que la consecuencia bre. B.A. Hamburg no duda de que «nues­
de una relación personal institucionalizada tros más recientes genes proceden induda­
socialmente. Este es el ámbito que m odifi­ blemente de esta era». Se crean dos «mun­
ca radicalmente la aparición de la caza dos» que seccionarán al hombre y a la
mayor. En su transformación se elabora mujer como si de dos especies diferentes
uno de los aspectos más fundativos para la se tratara (S. M oscovici).
estructura psicosocial de nuestra historia:
la representación de la mujer como propie­
b) Dimorfismo psico-social
dad privada de producción y reproducción.
La primera propiedad de que dispondrá el La separación de espacios, con sus prác­
hombre, y que rentabilizará socialmente por ticas específicas, influye en la elaboración
medio de intercambios con otros grupos: es, de procesos cognitivos propios. La caza
probablemente, su primera moneda. asocia a los hombres en una finalidad co­
Aunque de manera sintética, es impres­ mún que los supera individualmente: la
cindible resaltar diferentes niveles de di­ captura (muerte) de la presa. El conoci­
morfismo donde se fijarán los límites hom- miento de las características de la víctima,
bre/mujer. así como de su entorno, unido a las estra­
tegias de rastreo, persecución, hostiga­
miento, con trampas, lazos, estampidas...,
a) Dimorfismo bia-ecológico
desarrolla unas habilidades determinadas:
Ante todo, la caza mayor implica la di­ capacidad de observación, previsión glo­
cotomía de espacios hombre/mujer. Uno balizante, constancia en la tarea, habilida­
partirá durante largos períodos en busca de des espaciales...; nn conjunto de disposi­
la presa; la otra permanecerá en asenta­ ciones al servicio de la cooperación. Un
mientos más o menos estables dedicada a hacer compartido socialmente que dará lu­
la recolección y a la caza de pequeños ani­ gar a una cierta idea de «lo público» liga­
males. La división de espacios vitales está da a la práctica de una mínima justicia dis-

592
ORDEN FEMENINO

A tributiva. Frente al desarrollo de estas coa- dad y enriquecido su espacio de posibles,


ir lidades, la mujer, fijada en un ámbito de proyectados como siendo «naturalmente»
í- recolectora-educadora, y una vez rota la sus producciones: religión, política, filoso­
«presencia mutua» con el hombre que per- fía, arte, ciencia, música, teatro... Es lógi­
j^mitiría una delimitación común del ámbito co, afirma M. Bloch, que los hombres se
í ' de lo social, mantiene con las otras muje- hayan presentado y re-presentado com o
jy res la distancia de rivalidad propia de la los «portadores de invenciones», que los
actividad recolectora, El permanente cuí- «héroes culturales» (profetas, fundadores,
;■ dado de los niños, unido a la disminución legisladores, sabios...), los que sujetan la
F compensatoria frente al hombre de señales memoria de los pueblos, hayan sido hom­
|v agonísticas, acentúan comportamientos bre. Mientras tanto, la mujer, excluida de
que conducirán a la masiva presencia de los ejes del saber-poder del hombre, ha
i"- rasgos pedomórficos en el carácter de la existido como si su naturaleza le hiciera
mujer, aspecto decisivo en la configura- imposibles esos espacios. Como sí la mu­
gr ción psicosocial del famoso perfil de la jer Sólo tuviera naturaleza y no tuviera his­
L mujer-infantil, Durante cientos de miles de toria: como si su historia fuera la perma­
años, el hombre será el gran ausente de ese nente negación de una identidad propia.
y mundo nuclear mujer-niño. Su saber de sí, su «fidelidad a su naturale­
za», sólo podía encontrarla en la negación
de todo aquello que componía la realidad
£ c) Dimoifismo tecnológico
del varón.
frf
:¿ _ La caza de grandes animales arrastra
j una gran innovación tecnológica que, po-
d) Dimorfismo económico
Lenciada por la aparición del fuego, trans-
{' formará y canalizará el poder del hombre. En las amplias polémicas sobre la im­
Las armas establecen un tipo de relaciones. portancia de «lo económico» en estos mo­
precisas con otras especies, entre los hom- mentos de bifurcación cazadores/recolec-
'r bres y entre hombres y mujeres. La pro- toras. resalta un aspecto inmaterial que in­
fe^ piedad de las técnicas de muerte es mascu­ fluirá decisivam ente en la organización
lina y lo seguirá siendo hasta la actualidad sim bólica de nuestra historia posterior:
j . (aunque en algunos países las mujeres se una distribución de los valores que esta­
incorporen al ejército). La mujer permane- blecerá una estructura asimétrica en los in­
; cera próxima de la tierra y de la vida, el tercambios. Los niveles de dimorfismo re­
Lv recinto de la naturalidad. El arma, su pose- tenidos configuran una clara bipolaridad
y sión, su saber y su poder, constituye un de espacios humanos, pero no implican,
i foco de concentración y disem inación necesariamente, una diferencia en el apor­
. simbólica que ha determinado todas las te de recursos para el grupo. Es muy pro­
, culturas. Y es a través del arma que se bable que la mujer hiciera un aporte en la
i\ acentuarán unos límites genéricos que ya totalidad de recursos energéticos equiva­
ry son, al mismo tiempo, ecológicos, biológi- lente al del hombre. Al analizar la activi­
r f eos y cognitivos. Esta bifurcación es de dad de varias tribus de cazadores-recolec-
' gran importancia, ya que a través de la loras con las más elementales tecnologías
1- creatividad técnica juzgada como la más existentes en la actualidad, R.B. Lee no
decisiva para la supervivencia social, el sólo constata el éxito relativo de los caza­
& hombre ha estirado su proceso de apropia- dores al proporcionar recursos (carne, gra­
"! ción a cualquier espacio de producción de sas, pieles...), sino que además precisa una
y realidad humana. A medida que su activi- relación entre la actividad de unos y otras:
£ dad se ha extendido a otros espacios do el trabajo del hombre y el de la mujer son
U realidad, el hombre ha afirmado su propie­ bastantes equivalentes en términos de in­

593
ORDEN reMcNINO

dividuo-día-esfuerzo, pero «las mujeres 3. Familia y plusvalía de la mujer


proporcionan dos o tres veces más alimen­
to por peso que un hombre». Una descom­ La fam ilia no es gratuita: tampoco es
pensación material en los intercambios ca­ imprescindible. Es una solución a la crisis "
zadores í-> recolectoras; y no obstante la que desencadena la bifurcación del espa­
valoración procederá en sentido inverso. cio común hambre-mujer en dos mundos
El trabajo, la necesidad o el producto no a-simétricos de cazadores y recolectoras.
son unidades comprensibles en sí mismas, La familia recompone socialmentc las re- ..
sino funciones integradas en las represen­ laciones elementales hombre-mujer y, a]
taciones de normalidad de los individuos. mismo tiempo, institucionaliza, en su mis-,.___
Con los recursos obtenidos se ejecuta un mo núcleo de ordenamiento, la dicotomía '
intercambio simbólico: una transacción de de mundos genéricos. Hay un acontcci-
cualidades, aptitudes, espacios, aprendiza­ miento fundamental en el proceso: «el gran
je s ,.., de sujetos-acciones-objetos, que fenómeno que prepara la hominización no :
componen la totalidad del saber de sí. Y es es «el asesinato del padre», sino su naci-
en esta representación de la realidad de los miento» (E, Morin). La familia — la solu­
sujetos-acciones-objetos donde se produce ción a la crisis— es la aparición del padre '
la descompensación: a lo largo del dimor­ psicosocial. Y ahí se clausura e l orden fe* q:
fismo de los espacios, el poder físico del m enino.
hombre produce una valoración adrocéntri- El factor clave que desencadena Ja crisis .A
ca de la realidad, introduciendo una plus­ contiene, al mismo tiempo, la posibilidad "
valía, que no es material, ni mercantil, de su solución: la liberación del deseo y la ■
sino simbólica, en su labor. Esto explica búsqueda de placer individualiza la ten-'
que, «en todas las sociedades humanas co­ dencia ya existente en primates no-huma- ,
nocidas. se m anifiesta la necesidad del nos a establecer lazos más estables que los _í
éxito del varón. El hombre puede dedicar­ fijados cíclicamente por desencadenantes 4
se a la cocina, o a tejer, o a vestir muñe­ hormonales y hace emerger la posibilidad
cos, o a cazar pájaros cantores, pero si de elección del otro con una perspectiva i
esas actividades resultan ocupaciones ade­ temporal más continuada. En esta dinámi- ■?
cuadas para el hombre, entonces toda la so­ ca se han podido detectar las líneas de
ciedad, lo mismo los hombres que las mu­ fuerza de una libertad corporal y represen- ¿
jeres, las consideran importantes. Cuando tativa del otro que darían lugar a uniones.^
las mismas ocupaciones son desempeñadas afectivas más permanentes y sólidas que
por mujeres se consideran menos impor­ las determinadas por el «egoísmo genéti-
tantes» (M. Mead), También explica que co». Paradójicamente, el egoísmo corporal %
una actividad tan decisiva para la supervi­ (individual) posibilitaría la emergencia de ¿
vencia del grupo, como lo es el cuidado de un nuevo nivel de socialización — aunque
la prole, siempre haya sido importante, de ahí a señalar una «tendencia a la mono-.13
pero que no haya tenido un valor psicoso- gamia» (B.A . Hamburg) hay un abismo. |
cial específico: un espacio sujeto-acción- Es muy probable que durante largo tiempó'qí
objeto cuyo valor no es intercambiable la competencia por el placer (control de
simbólicamente con el valor del esfuerzo las mujeres) estuviera regulada por la es- :Jj
realizado por el hombre en su labor. Todo cala del poder físico. Pero la constituyente -«
el amplio dimorfismo material se conden­ azarosa que contiene el deseo del otro y la
sa en un alineamiento simbólico que retie­ necesaria reorganización social que im po^s
ne la existencia de la mujer en el borde de ne la aparición de la caza mayor rompe los 1¡
la irrealidad (J. Lorite Mena). Y sin em ­ esquemas de distribución del placer dán-riq
bargo, la mujer es el valor de base de los dolé una nueva canalización al deseo. La ' ;
intercambios entre grupos. cooperación exigida por la caza mayor

594
ORDEN FEMENINO

pone, com o condición previa, reducir el ra la plusvalía que adquiere la mujer y de­
nivel de competencia entre los individuos. termina su ser desde ese momento: existe
Una competencia estructurada en dos ni­ como objeto de los derechos de los hom­
veles: la alimentación y la sexualidad. La bres. Para que la mujer sea un bien inter­
superación de la competencia alimenticia cambiable, no sólo debe existir un ámbito
es la aparición de una finalidad común que que permite socialmente su uso — lo cual
soporta la estructura instrumental, cogniti- lo elimina como usuaria— , y que ese es­
vu y social de la caza mayor. La transfor­ pacio implique una propiedad que permita
mación de la competencia sexual en cola­ disponer de ese bien para poder transferir
boración social se materializa con el «re­ sus derechos —com o lo es la familia— ,
parto de mujeres^. Es el surgimiento de la sino, también y especialmente, que no ten­
familia: una reorganización pública del ga valor sino en su uso. Esta es la respon­
poder privado sobre la mujer. La familia sabilidad que asume la mujer y que deter­
no surge como hogar, tampoco como uni­ mina su otden: un objeto cuyo uso produce
dad económica — éstas son consecuencias un excedente, el orden que va a envolver a
de su institución— ; menos aún como con­ los sujetos que la determinan como bien de
trato entre hombre y mujer. Surge como cambio.
una distribución táctica del placer de los
hombres para disminuir su competencia en
el interior de la estrategia más global de 4. Historia y repetición
distribución de finalidades vitales en caza­
dores y recolectoras. Un acuerdo público Si se comparan los pueblos sin historia
sobre el placer privado. El placer de la escrita y los pueblos que la tienen, las pro­
mujer se canaliza y representa — se hipos- fundas diferencias culturales que marcan
tasiará— como un pacto entre hombres. sus procesos tecnológicos, económ icos o
Ahí acontece el padre psicosocial. Este en­ sociales no llegan a afectar un orden ele­
trelazamiento social de la unidad elemen­ mental que les confiere una homogeneidad
tal (madre-hijo) y de la unidad reproducto­ estructural: la distribución de los límites
ra (mujer-hombre) produce un efecto deci­ hombre/mujer y las estrategias de control
sivo: la elim inación de la com petencia de sus espacios de interacción. Con la ex­
jovenes-adultos (que conduce a la expul­ cepción de escasos países y sólo desde
sión o marginación de los primeros) por la hace pocas décadas, las amplias fluctua­
integración de los jóvenes en una célula ciones que proliferan en el arte, la técnica,
de reconocimiento social (que implica una la filosofía, la ciencia..., las mismas frac­
reorganización del poder generacional). turas en las secuencias de las representa­
Es el origen de la ramificación del reco­ ciones, nos enfrentan con violencia a una
nocimiento social: el parentesco. constante cultural más radical que las for­
La mujer empieza así a circular como mas de parentesco o las estructuras lin ­
realidad del deseo a través de los intersti­ güísticas: la reducción de la mujer a la
cios de las reorganizaciones sociales sin irrealidad de no ser hombre. Si nos atene­
tener poder sobre el orden en que es in­ mos a trabajos de gran amplitud temporal,
cluida: cuando se intercambian mujeres como- Historia de las mujeres o Historia
entre grupos, los hombres se traspasan sus de la vida privada, hay dos dimensiones
derechos sobre ellas (A. Michel). La mujer que resaltan en las articulaciones analíti­
no es sólo un bien deseable — el hombre cas. Por un lado, y masivamente, la margi­
también lo es. además de acaparar el valor nación de la mujer de la plenitud humana;
social del grupo—■, es también, y ante la mujer es re-conocida en función de los
todo, un bien que se puede cambiar. Este derechos que sobre ella tiene el hombre.
es el aspecto más radical, de alguna mane­ Un ser relativo, cuya identidad se entrela­

595
ORDEN FEMENINO

za continuamente con lo accesorio. Por A r ie s , Ph. y D uby, G. (dir.), H isto ria de


otro lado, y con una intermitencia que as­ i a vida privada, I-V. Altea, Taurus, Al­
pira a convertirse en prueba de una regula­ faguara, 1988 ss.
ridad oculta, la emergencia de mujeres ex­ B owbotham, S L a m u je r ig n o ra d a p o r
cepcionales que han influido directa, y so­ la h isto ria , B o g o tá , Pluma, Madrid, De­
bre lodo indirectam ente, en m om entos bate, 198Ó.
decisivos de la historia. Excepciones que BURCHELL, H. y M iu . m an , V. (eds.), Chan­
mostrarían que la mujer puede ser como el g in g p e r s p e c t i v e s on g e n d e r , M ilton
hombre. Pero hay otra linca subterránea K eynes, Phil., Open University Press,
más decisiva, que entrelazaría con unifor­ 1988.
midad las variaciones, que explicaría esa DUBY, G., E l caballero, la m u je r y el cura ,
tensión entre la lateralidad de la mujer y sus Madrid, Taurus, 1982.
irrupciones ocasionales: la historia ha sido C a pe a n , P. (ed.), T h e C u ltu r a l C o n s tr u c ­
la repetición monótona de unos dimorfis­ tio n o f Sexuality, Londres, Nueva York,
mos coyunturales prehistóricos manteni­ Tavistock, 1987.
dos por el poder genérico del hombre. Y Etsler, R., E l cáliz y la espada , Santiago
con su constante repliegue sobre esas deli­ de Chile, Cuatro Vientos, 1990.
mitaciones prototípicas, no sólo ha sedi­ F ic e s , E„ Actitudes patriarcales. Las mu­
mentado representativamente unas prácti­ jeres en la sociedad, Madrid, Alianza.
cas cognitivas, afectivas y sociales propias 1980.
del cazador-guerrero y de la recolectora- F i r e s t o n e , S., D ialectic o f Sex, Nueva
hogareña, sino que ha sido la mejor artífi­ York, Batam Books, 1970 (trad.: Barce­
ce de la formación de evidencias de un lona, Kairóa).
sentido común invariable al convertir un H a r r is , O. y Y o u n g , K. (eds.), A n tro p o lo ­
acontecimiento cultural en manifestación g ía y fe m in ism o , Barcelona, Anagrama,
de la naturaleza. En este terreno preciso 1979.
— el del dimorfismo genérico— , la histo­ K a tc h a d o u r ia n . H.A. (comp.), L a sexua­
ria ha sustituido a la naturaleza, ha hecho lid a d hum ana. Un estudio com parativo
necesarios unos símbolos del saber de sí de su e vo lu ció n , M éxico, FCE, 1983.
que sólo eran, y siguen siendo, posibles. L e e . R.B. y D e V o r e , R. (eds.). M a n the
Por eso no se traía tanto de revisar la his­ H unter, Hawthorne, N.Y., Aldine, 1979*.
toria, sino de resaltar su inercia repetidora L o r ite M e n a , L , E l ord en fe m en in o . Ori­
en las representaciones de la mujer frente gen de u n sim u la cro cultural. Barcelo­
a la dinámica innovadora en los espacios na. Anthropos, 1987.
donde se lia reconocido el hombre. La mu­ M a q u ie ir a , V. (ed.). M u je r e s y h om bres
jer sólo ha sido identificada por su sexo; el en ¡a fo r m a c ió n d e l p e n sa m ie n to occi­
hombre ha tenido identidad en sus espa­ d en ta l, Universidad Autónoma de Ma­
cios de actividad. Esta descompensación drid, 1989.
debe ser el punto de partida de un nuevo M a r tin , M.K. y V o o r h íes , B . .L a mujer.
juego de posibles. Un e n fo q u e a n tro p o ló g ic o , Barcelona.
Anagrama, 1978.
M ichel, A., S ociología de la fa m ilia y del
Indicaciones bibliográficas m a trim o n io , Barcelona, Península. 1974.
M ead . M., M a le and Fem ale. A Study o f the
A m o r ó s , C.. Hacia una crítica de la razón S exes in a C hanging W orld, Harmonds-
patriarcal, Barcelona, Anthropos, I9S5. worih. Penguin, 1975 (trad.: Buenos Ai­
A n d e r s o n , B.S. y Z in s s e r , J.P., Historia res. Alfa).
de Jas mujeres: una historia propia, I-II. O r tner , S. y W hitehead . H. (eds.), Sexual
Barcelona. Crítica, 1991. M eanings. The C ultural Construction of

596-
Ir ..
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versity Press. 1981. nehart and Winston, .1988.
l“ Thurén, B.-M., El poder gene rizado. El
desarrollo de la antropología feminista. José Lorite Mena

t í Ortega y Gas set, José


; (Madrid, 1883-Madrid, 1955). mediterráneo como España, tendría gran­
La «crisis de fin de siglo» entre el xix y des posibilidades de resurgir. A eso se di­
7 el x x despierta el orgullo del nuevo siglo rige la reforma filosófica que Ortega se
k que pretende levantarse sobre las cenizas propone y que tendrá expresión en libros
del que acaba de fenecer. El novecentismo, como Meditaciones del Quijote (1914), £ /
'■ como denominación de la nueva sensibili- lema de nuestro tiempo (1923), La rebe­
dad, representa la repulsa hacia un positi­ lión de las masas (1930), En torno a Gali­
vismo filosófico que había imperado en el lea (1933). Apuntes sobre el pensamiento
; último tercio del xix. Ortega y Gasset no (1941 ) ,/ /istoria como sistema (1941). ¿Qué
, sólo representa ese rechazo, sino al de es filosofía? (1958)...
■■toda la modernidad en su conjunto, puesto En la base de esa filosofía está el descu­
- que el positivismo era la expresión culmi­ brimiento de la vida como realidad radical,
nante y más pura de dicha modernidad. E l es decir, la que sitúa en el vivir el hecho
impulso con que el filósofo madrileño sur­ primario y fundamental de la filosofía; en
ge en e l p a n o ra m a e s p a ñ o l tiene c o m o d o ­ otras palabras, el cogito de la nueva filoso­
ble fin, tanto superar la modernidad, como fía. Este vivir es consustancial con la que
que, a través de esa superación, la cultura llama Ortega y Gasset razón vital concebi­
española recobre un papel acorde con su da como «forma y función de la vida»;
■ hisLoria en la filosofía universal. Aparece para esta concepción la razón «es tan sólo
' así su figura como la de un pionero de la una breve isla sobre la mar de la vitalidad
• post-modernidad, tal como se refleja en un primaria; lejos de sustituir a esta, Liene que
. temprano texto: Nada moderno y muy si­ apoyarse en ella, nutrirse de ella como
glo xx donde declara una «cierta hostilidad cada uno de los miembros vive del orga­
. contra el siglo xix... Contra él, frente a él nismo entero» (El tema de nuestro tiempo).
—dice— , han de organizarse nuestros ras­ Gracias a esta radiealidad de su pensa­
gos peculi ares» (1916). miento, Ortega puede superar el idealismo
A los pueblos mediterráneos les ha cos­ de la subjetividad nórdica, pero sin caer en
tado entender la subjetividad propia de lo el realism o ingenuo. La reducción del
moderno, pero si la superación de la mo­ mundo a la «conciencia» que realizaba
dernidad implica a su vez un rechazo de lo aquél se supera por el carácter ejecutivo de
subjetivo, esto querría decir que un país la misma vida. Es en este contexto en el

597
ORTEGA Y GASSET. JOSÉ

que puede entenderse la fórmula «yo soy durante siglos se llamó «naturaleza» de la$
yo y mi circunstancia», ya que sólo en ella cosas es una invención humana o. si que­
el segundo «yo» queda absorbido por la remos, una creencia, que se ha volatizado. '
circu nstacia incorporándose al primer Esa creencia presuponía que las cosas te­
«yo» de la persona, medíante su constitu­ nían un «ser», sin que se cayera en ia cuen­
tiva ejecutividad. No hay aquí vuelta a la ta de que eso era ya una interpretación de
«actitud natural», como algunos han pre­ la realidad. En otras palabras, el venerable’ .
tendido, sino una revolución filosófica en concepto de «ser» no es sino una mente- .
el ámbito de la teoría del conocimiento. factura del hombre, cuya utilidad ha sido.-:
Según ésta, las cosas no se dan nunca manifiesta en las admirables realización«
sueltas o aisladas, sino que son siempre de la ciencia física, hoy — por eso mis­
«cosas-para-un-yo», ni el yo se presenta mo— también en crisis. A la luz de esto sé
único e incomunicado, sino como «un yo- comprende el tremendo dramatismo que y
entre-cosas». N i prioridad de las cosas (rea­ en Ortega tiene la metáfora de la vida hu-. j
lism o), ni prioridad del yo (idealism o), mana com o naufragio. La venda se nos
sino coimplicación del yo y las cosas, que ha caído de los ojos, y el conocimiento
es lo que constituye la circunstancia. Sólo — considerado secularmente como la úni* ■
a esta luz cobra su pleno sentido filosófico ca forma respetable del conocimiento—
la conocida declaración de las Meditacio­ queda adscrito a una de las formas q u éji
nes del Quijote: «la reabsorción de la cir­ históricamente ha tenido. El hombre se en­
cunstancia es el destino concreto del hom­ cuentra otra vez en pleno naufragio, empe- ;?í
bre... Mi salida natural hacia el universo nado en la tarea de salir a flote, sabiendo» .r1
se abre por los puertos del Guadarrama o qué atenerse, pero con una conciencia mu-'%
el campo de Ontígola. Este factor de reali­ cho más lúcida de su situación, porque «en ¿
dad circunstante forma la otra mitad de mi fin — y esto es lo más importante—, todojrj
persona: sólo a través de él puedo inte­ ello nos permite tratar la crisis actual coloH=2|
grarme y ser plenamente yo m ism o... La candónos fuera de ella. Porque si el cono^Jg
ciencia biológica más reciente estudia el cimiento es lo que el hombre ha hecho y 1'**
organism o vivo com o una unidad com ­ tiene que hacer siempre, su crisis signifK^f
puesta del cuerpo y su medio particular: caria la crisis del hombre mismo, p e r o js
de modo que el proceso vital no consiste transformado en mera forma histórica dtfjSí
sólo en una adaptación del cuerpo a su la vida humana, vemos ante él otras maneíl
medio, sino también en la adaptación del ras igualm ente normales de afrontar éj
medio a su cuerpo. Yo soy yo y mi cir­ hombre el enigma de su vida, de salir de b j
cunstancia, y si no la salvo a ella no me duda para estar en lo cierto y vislumbr
salvo yo». mos después de él otras posibilidades. As¡(!
En este marco, realiza Ortega una refor­ obtenemos por vez primera una filosof
ma herm enéutica de una trascendencia que entreve el fin o término de sí misma]
mal ponderada hasta ahora. Se trata de una preforma ensayos de reacción humana qufjj
nueva aproximación a los conceptos filo­ la sustituirán» (Apuntes sobre el peniÍÍ-%
sóficos fundamentales que pretende trasto­ miento).
car la visión tradicional, empezando por el Esta reforma de la filosofía es una
concepto mismo de ser que hasta ahora téntica revolución cultural que Ortega i
era tenido como el descubrimiento arque- liza frente a la Kulturkampf d t los neoli
típico de la metafísica en cuanto ciencia tianos, en que se había educado. De acuerde
que nos introduce en la naturaleza de las con lo desarrollado en El teína de nuesli
cosas en tanto que tales. Para Ortega esto tiempo, la cultura cobra pleno sentido cu
es lo que ha hecho crisis. Las cosas no tie­ do está al servicio de la vida; frente a
nen un ser inmutable e invariable; lo que «vida para la cultura», la «cultura paraj

598
ORTEGA Y GASSF-T, JOSÉ

vida». Por eso Ortega tipifica el «conoci­ cionar en la Facultad de Filosofía y Letras
miento» como aquella forma de pensa­ de la Universidad Central de Madrid entre
miento que basado en la «razón pura» cree los años 1933-36. En ella se rebelaba Or­
en el «ser» o en la «sustancia» inalterable tega contra una filosofía que había hecho
i!e las cosas, lo que ha caracterizado a la principio de la religión. «Contra esa tradi­
filosofía occidental, muy especialmente en ción — dice— nos urge salvar la primaria
la Edad Moderna. Si en España no ha teni­ substancia de la raza, el módulo hispánico,
do ésta muy buena salud, es precisamente aquel simple temblor español ante el caos.
por haberse sentido ligada al «pensamien­ Lo que suele llamarse España no es eso,
to" —y no al «conocimiento»— como ex­ sino justamente el fracaso de eso. En un
presión espontánea de la vida. Esto es jus­ grande, doloroso incendio habríamos de
tamente lo que ha sido tradicional en Es­ quemar la inerte apariencia tradicional, la
paña: una cultura hecha desde la vida y España que ha sido, y luego, entre las ce­
para la vida. En otras palabras: la cultura nizas bien cribadas, hallaremos como una
española es un ejemplo concreto de razón gema iridiscente la España que pudo ser»
vital puesta en marcha; de aquí que en ella (Meditaciones del Quijote J.
ocupen un lugar deficitario la ciencia y la Este aspecto de su pensamiento respon­
filosofía —entendida more geométrico — de de la manera más honda y radical a su
y que, en cambio, adquieran lugar destacadí- postura filosófica, pues obedece al sentido
' simo la pintura, la poesía y el arte en gene­ que quería dar con ella a la reforma de la
ral. En ese sentido, se explica que — como cultura española de que aquí estamos ha­
dice Unamuno— la filosofía española se blando. Este hecho de la mayor importan­
manifieste en «símbolos, en cantares, en cia es el siguiente: Ortega quería conquis­
obras literarias como La vida es sueño, o el tar la filosofía para todos los españoles,
Quijote, o Las Moradas . y en pasajeros sin distinciones religiosas de ningún tipo;
vislumbres de pensadores aislados». Y es especialmente la establecida entre católi­
que, como el mismo pensador vasco señala cos y no católicos, que tan frecuentes e in­
también: «Muy bien pudiera ser que nues­ justas discriminaciones había introducido
tro pueblo o nuestra casta, poco apta para en nuestro país.
las ciencias experimentales y las de racio- Es precisamente este aspecto el que, de
. ciñió, estuviera mejor dotada que otras forma más rotunda, afecta a una reforma
para esas intuiciones de lo que llamaré no de la cultura — y de la filosofía com o ex-—
el sobre-mundo, sino el intra-mundo, lo de presión máxima de ella—• que constituía
dentro de él...». su proyecto intelectual más ambicioso. Me
El que el pensamiento español se halle refiero a una plena inserción de España en
imbricado en la literatura es algo que ya se el ámbito de una vida universal, donde los
había hecho notar innumerables veces, planteamientos de la «modernidad» que­
pero quizá eso explique a su vez que sea dasen superados. Esto suponía una plena
«pensamiento», más que «filosofía», en el reivindicación de la filosofía para España,
.sentido estricto que esta palabra ha solido com o esfera autónoma y neutral, ajena a
■adquirir en la tradición occidental. En este intereses extrínsecos — incluidos los reli­
planteamiento cobra pleno sentido una giosos— de toda clase, con lo que la obra
historia del pensamiento español como la de Ortega cierra así el círculo de su propia
realizada por nosotros (^.bellán). actuación. La Guerra Civil se interpuso, sin
Las claves de una reforma de la filoso­ embargo, en el camino, abortando el ambi­
fía realizada al hispánico m odo fueron cioso proyecto de reforma filosófica, que
puestas por Ortega durante el primer tercio quedó por ello inconcluso.
del siglo y dieron lugar a la llamada E s­
cuela de Madrid, tal como empezó a fun­ José Luis Abellán

599
a

Platón
(Demiurgo de palabras creadoras de hombres, alados, se ven obligados, desde ni­
realidad) ños, a mirar a la pared que está al fondo de
la caverna, donde se proyectan sombras;
tras esos hombres, un tapia, detrás de la cual
I. El tránsito de la oscuridad a la luz pasan otros hombres que portan objetos que
sobresalen por encima de ella; un fuego, tras
Platón es el filósofo del símbolo, en el la tapia, proyecta, en la pared del fondo de
sentido etimológico del término. Sabido es la caverna, sombras, que son las que los pri­
que símbolo significa el reconocimiento tras sioneros han visto siempre; creen que las
el encaje de dos mitades. Platón es el crea­ sombras son la verdadera realidad. La cueva
dor (acaso lo fue ya Heráclito, pero ¡quedan se abre a la luz por una larga salida. Los pri­
tan pocos fragmentos sobre «el significar»!) sioneros (o alguno de ellos) son desatados y
de la Hermenéutica, y por tanto, nos obliga obligados a salir a la luz y ver el Sol y lo
a ser henneneuias. El Académico hizo suya, por él iluminado, metáfora para referirse al
pero con una potencia existenciaria y poéti­ Bien y a las Ideas. Primero es liberado lino,
ca desconocida antes y después, una teoría quien cuando ve el sol y conoce la verdad,
griega que rezaba que la filosofía es ilumi­ retorna para enseñar a los que dentro han
nación. Una previa y cuidada formulación quedado que están en el error y deben esfor­
es la de Parménides, en el Proemio de su zarse en conocer la verdad y ver la luz. La
Poema. El mito de la Caverna1 la expresa metáfora posee múltiples lecturas, aunque el
con una riqueza tan intensa y ramificada propio Platón la interprete sólo desde la
que hay que poseer grandes dotes para rela­ perspectiva epistemológica. El mito de la
tarlo abreviadamente2. Veamos la escena: Caverna comienza en 514a del libro VII de
nuestra naturaleza, si de educación carece, la República. Aquí ofrezco varias lecturas,
se asemeja a una caverna, en la que unos que dibujo para hacerlas más patentes.

1 Uno de los trabajos hermenéutieos más impor­ /j 7 m a n a r ía t k l lo ga s, Madrid, Tai¡rus. 19S4. Reco­
tantes del M ilo de la C averna es el de E. Lledó, miendo la obra de P.M, Schuhl, E lu d e s s u r la feihukt-
■Lecturas de un mito filosóficos», Revivía R e s u r g i ­ tion pkitanicictine, París. P.U.F. 1947.
miento, n.° I. Barcelona. 19S0, pp. 77-R9. publicado, 2 De todas formas, lo que aquí se pretende es in ­
luegu, con el título «El prisionero de la Caverna»», en c ita r al lector a que le apetezca d e g u s ta r el original.

601
PLATÓN

1. Descripción textual

* Sol y cosas naturales


iluminadas y engendradas
por el Sol. metáforas-
ejemplos (hijos) del Bien
y de la Ideas.

A B C D E
fuera de la caverna
ífi :j:

2. Lectura epistemológica (la ofrecida por Platón en La República)


So^aoTÓ (lo opinable y visible) vorprá (lo pensable)
contenidos t----------------------
de esas , ,
operaciones eLKove? £wg, k.t .X. p.a0r|pLctTiKá ápxm
(imágenes) (mundo exterior) (ciencias exactas) (principios)
■1-------- T — ------ i ---------- :---------------1-------- --- -------------- 1---------- :-------------- 1
eucacna 1710X1? OiaVOLOL l ’OTCTl?
operaciones (imaginación) (creencia) (pensamiento) (inteligencia)
del alma A B C________________ D_______________ E

Só£a émaTTÍpri
(opínión/dentro de la caverna) (ciencia/fuera de la caverna)

4=+ £ # H*#

3. Lectura religioso-antropológica
la parle inferior control de ideas normales ideas-principios
del hombre los instintos y formales superiores
H----------- :------ :-------h
instintos voluntad pcnsamtcnto (parte inteligencia (parte
inferior del alma) superior del alma)
A B C' D E*
'■-------------------------
otápa-crripa-cavema fuera de la caverna,
(cuerpo-cárcel del alma) Alma liberada

5ôÇa £TTLCJTT)pT]

4. Lectura política
la ciudad ideal ciudad ideal en 7&
regímenes políticos negativos encarnación PENSABLE el otro mundo - ^
justicia posible justicia pura 38

imaginación pensamiento inteligencia •


D E3

8ó£a émaTf|jir|

602
"33
PLATÓN5

Explicación del cuadro de la Línea. Platón dice: el conocimiento no se


reduce sólo al conocimiento material y empíri­
j I. Descripción textual co (como decía Heráclito); tempoco al pura­
Se trata de una descripción de la Caverna. mente formal o deductivo (como afirmaba
Parménides): el conocimiento es como una li­
cd = pared del fondo de la caverna por don­ nca dividida en cuatro segmentos; los segmen­
de pasan las sombras que los prisione­ tos AB y BC constituyen el conocimiento ma­
ros toman como reales, como la verda­ terial, y los segmentos CD y DE constituyen el
dera realidad. conocimiento no material (el formal-deducti-
ab = prisioneros que miran en la dirección vo) el de la visión intelectual); tanto AB, BC
indicada. como CD y DE son conocimiento: pero hay
gh = paredilla o tapia tras la que pasan hom­ conocimientos que son más perfectos que
bres que portan objetos que sobresalen otros. La irían, s- (creencia) es el conocimiento
por encima y cuyas sombras se pro­ que tenemos sobre el mundo exterior, ¡Qué
yectan en cd. bien lo denomina Platón: creencia! Basado en
ef= camino por el que pasan, en una direc­ la regularidad de la repetición (del hábito) te­
ción. los porteadores. nemos sobre el mundo un conocimiento fuer­
i = fuego. temente estadístico; a eso le llama creencia;
jk = entrada. sobre el mundo exterior podemos tener imáge­
La figura la he tomado de la edición y tra­ nes o imitaciones (como el caso del arte repre­
ducción de La República de Platón por J.M. Pu- sentativo) que pueden ser equivocadas: este
bón y de M. Fernández Galindo, I.E.P., Madrid, tipo de conocimiento es más imperfecto que el
1969. Para comodidad comparativa señalar que anterior. Estos dos conocimientos constituyen
AB es la conjunción de ab + cd; BC, la conjun­ la 8ó£ci (opinión) y serían el interior de la Ca­
ción de ef + gil + i + jk (topología que ejempli­ verna. El conocimiento llamado SiavoLa (pen­
fica cuestiones epistémico-espirituales); CD y samiento discursivo y deductivo) es el que tra­
DE se hallan fuera de la Caverna, donde se en­ ta de las matemáticas y ciencias afines, es de­
cuentra el Sol y las cosas naturales iluminadas cir, las ciencias formales: es riguroso, exacto y
y engendradas por el Sol. metáforas-ejemplos más perfecto que los anteriores; ocupa el seg­
(hijos) del Bien y de las Ideas. mento CD; es riguroso y exacto, pero es pre­
paración, paideia, para el conocimiento supre­
mo, la uóqcris' (inteligencia), aprehensión, vi­
a2. Lectura epistemológica [la ofrecida sión interior, sin posibilidad de error, de las
por Platón en ¡a República]
ideas superiores — principios— , sin las cuales
El famoso mito (o metáfora) de la Caverna será imposible la existencia, el pensar y el de­
(I. Descripción textual) se encuentra en el li­ cir: estas ideas omniabarcadoras son: ser, no-
bro VII de la República; esa metáfora explica ser como alteridad o diferencia, mismidud o
la metáfora de la línea (libro VI de la Repúbli­ esencia; ocupa el segmento DE; los segmentos
ca), la cual, a su vez, explica el mito de la Ca­ CD y DE están ya fuera de la Caverna.
verna; ambas metáforas se interexplican; lo Las siguientes lecturas, 3. religión-antro­
cual constituye un símbolo-metáfora de la Ca­ pológica y 4. política no las explícito, pues en
verna y de la Línea: las hemos conjuntado el dibujo se pueden comprender a la perfec­
como puede verse en el dibujo. En la metáfora ción.

La filosofía de Platón es estructural- tón es realista y se percata de que la filo­


mentc simbólica, pero también procesual. sofía ha de dar cuenta de la realidad del
La realidad son las dos mitades, la caver­ alma encamada en el cuerpo (es decir, de
na y el fuera de la misma, como dos mita­ lo sometido a las coordinadas temporo-es-
des conforman la realidad de la 8ó£a y de paciales, es decir, de todas las realizacio­
la ém oníjiq. Platón es un pitagórico, que nes humanas), pero también de la realidad
cree que la verdadera y buena realidad es extra-temporo-espacial, la del alma libera­
la del alma liberada del cuerpo; pero Pla­ da. La realidad total es la suma de las dos

603
PLATÓN

realidades anteraentadas; ahora bien, la se­ phers, Londres, William Heinemann, 1972,
gunda es más perfecta. Así, pues, la filoso­ libro El, sabemos que escribió poemas, un ra­
fía platónica es un magno esfuerzo por su­ millete de bellos amorosos epigramas. Com­
perar lo contingente e imperfecto. Dicha puso ditirambos y una tragedia que quemó
superación es un proceso de la oscuridad al conocer a Sócrates, a fin de dedicarse a
a la luz. Platón lo ha dibujado con pasmo­ la filosofía. También fue relevante su culti­
sa nitidez en el mito de la Caverna, y en vo de la gimnástica, habiendo cosechado
521c de la República lo define así: «...sino una victoria infantil en los juegos Itsinicos.
un volverse el alma desde el día nocturno En su juventud estudió la filosofía de He-
hacia el verdadero; una ascensión hacia el ráclíto con Crátilo. Su gran maestro fue
ser, de la cual diremos que es la auténtica Sócrates. De joven pensó dedicarse a la po­
filosofía» (...áXXá tfmxfj? TrcpLayojyfi óc lítica; se desengañó pronto de los avalares
UUKTÉpLl/fjS- ti vos" q p ip a s CL? CíXp0LUf|U, políticos de Atenas e intentó aplicar sus
toü óvTOs1 oítcrav énavoSou, f|i-' 5t) tptXo- teorías políticas, de un marcado absolutis­
aocpíav áÁri&f¡ (pqaopeu1 eívcu). mo ilustrado, con nuevo y profundo desen­
gaño (Sicilia); su contribución posterior
hay que entenderla en el sentido de lo que
2. A guisa de recuerdo. H itos vamos a llamar «Ja gran política». Deno­
de la form ación intelectual de Platón mino la gran política a sus obras maduras
de leona política, así como a la fundación
Platón nació en el 427 a.C., al comienzo de la Academia, centro de formación de
de las guerras del P eloponeso (431-404 ilustrados estadistas. Sólo a través de nue­
a.C.). Murió en el 347. Su padre, del daño vos y selectos hombres se podrá cambiar la
(barrio) de Colito, se llamaba Aristón. El sociedad. Platón conoció los siguientes
nombre de su madre, PericLione. Tlustrísi- avalares políticos: las guerras del Pelopone­
mas y aristocráticas familias, siempre en so, época realmente turbulenta (431-4(14),
la cúspide de regímenes aristocráticos y con las siguientes vicisitudes: la guerra de
oligárquicos. Los antepasados de su padre Sicilia (415-413), que finaliza con una tre­
se remontaban hasta el lengendario rey menda mina para Atenas, la oligárquica re­
Cedro; los de su madre, hasta Solón. Te­ volución de los Cuatrocientos (411), reins-
nía dos hermanos y una hermana: Adei- tauración de la democracia, regreso de Al-
manto, Glaucón (inmortalizados como per­ cibíadcs que pronto es depuesto, victoria
sonajes en la República) y Potona. Esta fue naval ateniense en las Arginusas. asedio y
la madre del sucesor de Platón en la Aca­ capitulaeión de Atenas frente a Esparta
dem ia, E speusipo. La madre de Platón (404). establecimiento de la oligarquía, con
casó en segundas nupcias con el acaudala- el apoyo de Esparta, denominada de los
dos ísim o Pirilampes. Tío de Platón, her­ Treinta Tiranos, entre los que figuraban
mano de su madre, fue el político Camo­ Cámñdes y Cridas, restablecimiento de la
des, así como el funestamente célebre Cri­ democracia a manos de Trasíbulo y Tnisi-
das, primo de ella, también inmortalizados lo: bajo esta democracia. Sócrates es con­
en sus obras. Un cuadro de la época puede denado a muerte (399). A la muerte de Só­
verse en la obra de René Kraus, La vida pri­ crates, Platón, con un grupo de socrático'
vada y pública de Sócrates, Buenos Aires, partió a Megara. Luego viajó a Egipto *
Editorial Sudamericana, 1966. Si leemos La Cirene, donde conoció al matemático Ico-
República, nos percataremos de que Platón doro. Conoció al pitagórico Alquilas dr
poseía una sólida formación: conocimien­ Tárenlo que tanto le influyó. Va Ih-ihi"-
tos de literatura, de medicina, de arle, de mencionado cómo, a través de Crátilo. co­
matemáticas, de geometría, etc. Por Dió- noció la filosofía heraclítea. Estos son 'U-
genes Laercio, Lives of eminent philoso- mentores filosófico-científíeos: soeraiwuú.

604
PLATÓN

“rheraclitismo-parmenidismo, las teorías pi- tas, los a p x o v r e s- (gobernantes) de la


r tagóricas, además de un sólido conoci- polis, diseñada en la República, los filóso­
h miento de las ciencias matcmátíco-geomé- fos-reyes, que instaurarán, a la larga, un
I ”tricas. Hacia el 388, y a sus aproximada- gobierno perfecto. El proyecto educativo
i mente cuarenta de edad, efectúa su primer de esos filósofos-reyes está perfectamente
p viaje a Sicilia; deseaba, a través de Dioni- diseñado en la República 3. La Academia
‘r sio, tirano de Siracusa, implantar su nueva no es un proyecto original de Platón: es un
Ir-polis. Obviamente, fracasa. Retoma a Ate- calco de las comunidades pitagóricas, pero
jpí ñas. En el 367 funda la Academia. En 367, depurado y muy bien articulado. Afortuna­
j|_ a la muerte de Dionisio, le sucede su hijo, damente lo conocemos y, a través de él,
p- Dionisio II, sobre el que ejercía una enor- podemos saber lo que era una comunidad
j|.me influencia el platónico Dión (cuñado de pitagórica. Por otro lado, en aquella época,
pi Dionisio I), luego académico. Dionisio lí funcionaban muchas escuelas dedicadas a
£ se pretendía filósofo y decía aceptar las las Musas y registradas como ihfasos, re­
|; "doctrinas de Platón. Piatón emprende un quisito legal para poder formar una socie­
|rhme\;o viaje a Siracusa, a hacer realidad la dad que tuviese tierras y locales propios.
ij; República. Nuevas desavenencias, y Platón Para educar a esos filósofos-reyes, que ha­
^-retorna a Alenas en 366. En 361 vuelve brían recibido ya una propaideia a cargo
jl. nuevamente a Siracusa ante la insistencia de los centros públicos de la ciudad. Pla­
de Dionisio y de Dión, que a la sazón se tón traza un currículum basado fundamen­
^hallaba en la Academia platónica. Y no va talmente en las matemáticas, geometría y
Épolo: este paso entre «Escita y la funesta astronomía, para finalizar con la dialéctica
W; Caribdis» lo realiza acompañado de los aca- o filosofía. A los cincuenta años el filósofo
¡S ¿étnicos Espeusipo, Jenócrates y Eudoxo. debe volver a la Caverna, es decir, trans­
P ’ Platón traza un plan de estudios para Dio- formar la sociedad.
"nisio, más pronto se percala de que el afán
i ' por la filosofía del monarca es más ficticio
í|; que real. Platón, desanimado, retorna a 4. El ser como ideas, vida, alma
^rAtenas en 360. Desde esa fecha hasta el y existencia. Memoria y p a id e ia .
í?:;347, la de su muerte, se dedicó a escribir, La ciencia
■^‘ entristecido por otra injusticia del poder: al
asesinato de Dión, en 353. el buen Dión «El ser se dice de muchas maneras»: fue
que quería poner en práctica las teorías po- la gran formulación de Aristóteles en su
((ticas de Platón, intentando liberar Siracu- Metafísica, que rompió las aporías y de­
l^ sad e las tiranías. sastres del univocismo parmenídeo y de la
equivocidad sofística: ahora bien, la esen­
cia significativa de tal aserto ya se encuen­
Ü -Í La Academia. La realización, a largo tra en Platón, pues el ser son las ideas,
plazo, de un ideal. Pitagorismo esas entidades perfectas, idéntica cada una
consigo misma, claramente distinta cada
La Academia se enmarca dentro de lo una de las demás, perfectamente defini­
quehe llamado la «gran política». Preten- bles, por tanto: sólo puede haber ciencia
[de ser un centro de formación de estadis­ verdadera de esas entidades; la ciencia

...J Para este tenia hay que leer las Carlas, de Platón lilies in Southern Italy, Nueva York. Columbia Uni­
yféd Descripción de Grecia, de Pausan!as, y De finibns versity Press, 1940: Huit, C.,-Platon. París. 1S93: Jae­
V4c Cicerón. Recomiendo la siguiente bibliografía se ger. W.. Aristóteles, FCF, México, 19S3. \ Guthrie.
Stodaria; Delatte, A., Essai sur la politique pytliago W.K.C., llistaria de la ßlosoßa griega, vcl. IV. Ma­
rittme, Lieja, 1922; Fritz, K. vun, Pythagorean po drid, Uredos. 1990.

605
PLA TÓ N r

griega. Ja ¿ttlüttuíti, sólo lo es de lo uni­ las almas se encarnan en cuerpos. Y la


versal, inmutable y perfectamente defini­ obra de Platón es descriptiva, en el sentido
ble; sobre lo demás sólo hay aproxima­ de expositiva de sus teorías, pero también
ción, opinión, Só£a; estadística, diríamos paidética ; Platón escribe para el hombre
hoy. Así. ontología y epistemología son en su circunstancia terrena. Nuestra vida -*
indisociables. El ser es la esencia, a saber, es un fiasco necesario, pero la hemos de '
la identidad de una idea consigo misma, reconducir, en la medida de lo posible, in*".
pero el ser también es la existencia, las tentando ajustarla a las ideas que hemos - ;
ideas en cuanto que existen; no hay esen­ visto en la otra vida. ¿Cómo reconocemos
cia, propiamente hablando, de lo sensible, en esta vida las ideas puras y perfectas de <
pues la esencia implica la perfección y la la otra? Mechante el recuerdo,
neccsariedad, características que sólo se E1 lema del Académ ico reza: conocer es
dan en la idea, pero hay existencia (luego, recordar. ¿Cómo recordamos la perfección:.
ser), aunque imperfecta, de lo contingente, vista en la otra vida? Viendo, en ésta, los ¿i
de lo sensible; no todas las ideas tienen el objetos que nos espejean, en los que apa-
mismo rango; hay una jerarquización de rece, se manifiesta, aunque sea imperfec- J,
ideas, desde las normales, como casa, ár­ tamente, la idea; por ejemplo, al ver una ;
bol (i.e., todo aquello que hace que un estatua, entrevemos la idea de perfección, j
conjunto de individuos tenga una similari- de proporción perfecta que recordamos ha*
dad), hasta aquéllas de mayor extensión y berla visto, con precisión, en la otra vidaV|:
menor intensión, com o ser, no-ser como Ahora bien, hemos de estar atentos paraj*
diferencia, belleza, bondad, unidad, etc. observar el mundo, estar abiertos a la re-.,T
Pero el conjunto de la existencia no se re­ cepción de lo esencial de lo sensorial, para ~
duce sólo a las ideas; también la vida exis­ poder reconocer la idea. Necesitamos una
te y es una realidad perfectiva: existe la paideia, una educación, a todos los nive*^
vida de lo viviente en este mundo y existe les, que mejore nuestra sensibilidad y nos f
la vida perfecta que es el alma, cuya carac­ haga abrirnos a la aprehensión de la roC£j&
terística esencial es el movimiento com o moría de la idea.
pensamiento; pensar es una relación que
Platón la entiende como movimiento. Con
lo cual, Platón culmina viejas concepcio­ 5. El ser es el lenguaje. El diálogo
nes que identificaban alma con vida, m o­ platónico. Mito y concepto
vimiento y pensamiento. La vida pura, el
pensamiento perfecto es el del alma que Platón es el filósofo del lenguaje*3*5. Élj
piensa las ideas, sin los lastres de la sensi­ genial Heráclito sostuvo que la guerra j
bilidad, de la espacio-temporalidad. Pero el padre y el rey de todas las cosas. Aplí-

J L;i concepción de que el conocimiento es una y propiciaba una cultura lograda mediante el diálo
visión interior, inleleclual, mental, es la clara episle- la ornlidad, la amistad, todo !o cual se producía en l |j g£
mologización de la importancia de la visión, tanto en Academia. Tal cultura era más elitista, más seledivElSI
el mundo friego, en particular, como en el mediterrá­ más aristocrática, menos difusiva, menos burguesa,.
neo, en general. se me permite el anacronismo, Sofistas y Platón,'
3 El fondo de la cuestión es, como siempre suce­ logos de políticos y formas de ser y ver la vida de
de, una lucha por el poder y la hegemonía, entendidos rente manera. Pero el Académico jugó con las dos;
en sentido amplio, es decir, cultural, filosófico; pero tas: propició la cultura de la ornlidad, pero la i
la cultura y la filosofía siempre son trasunto de ideo­ a la escritura, ya que se percató de que los nuevos '*,
logías. La dcocracia periclea tenía en los sofistas a pos corrían de consuno con la escritura. Ahora!
sus ideológicos; éstos transmitían la cultura mediante escritura es peculiar, pues transmite su filosofía"
la escritura y los discursos públicos; Platón, defensor diantc el género literario que es el diálogo, que,
de una concepción aristocrática de la vida, pretendía luye la escritura más cercana a la orali dad.
PLATÓN

cundo esto a Platón, podemos decir que, gico-epistémico-ontológica que desprende


en su época, hubo una difusión extraordi­ bruñidos y claros, perfectamente defini­
naria de la escritura; Platón, desde su de­ dos. los conceptos, expresión de la idea.
fensa de la transmisión de la culLura a tra­ Whitehead afirmó que «la filosofía oc­
vés de [a oralidad, del diálogo habido en­ cidental no es otra cosa que notas a píe de
tre los amigos de la Academia, ataca la página a la obra de Platón», Y tiene gran
escritura (el Pedro es la máxima expre­ parte de razón. La magia de Platón consis­
sión de tal posición, pero también la Car­ te en conceptualizar la historia, es decir,
ta VII). mas hábilmente se apropia de ella las cosas que pasan, y una característica de
para la transmisión de sus doctrinas filosó­ los grandes filósofos consiste en universa-
ficas, aun cuando su escritura posee cier- lizar lo contingente, o mejor, en ver las le­
us especificidades, a saber, el escribir en yes universales presentes en todo lo contin­
diálogos. gente. Platón es el creador del lenguaje filo­
Transmitir la filosofía en diálogos es sófico; por ello, la filosofía está encerrada
propio de una civilización histórica deter­ en sus diálogos; así pues, la filosofía poste­
minada, de una época, de unos conflictos rior será hermenéutica de los diálogos de
ideológico-cuUurales y de un genio, como Platón: así, el ser es el lenguaje, el lengua­
es Platón*1. El diálogo platónico es una je filosófico, platónico-universal.
mezcla de metáforas y dialéctica. Las me­
táforas platónicas fungen propedéutica-
mente; son preparación pura la dialéctica, 6. El ser com o polis
a veces: otras, transmiten verdades a aque­
llos, los más. que no son capaces de alcan­ Acorde con los modelos tecnomorfos,
zar la verdad mediante la dialéctica; otras con los paradigmas elitistas religioso-polí­
veces, las metáforas platónicas son verda­ ticos de los pitagóricos, para quienes la
deros y poderosos mitos, a veces extraídos verdad es oculto misterio que se revela a
del acervo, del résen'oir de la mitología los pocos, la filosofía platónica deviene
griega anterior, otras, invención fundacio­ reducto sagrado y difícil, es decir, deviene
nal del propio Platón; en este caso, ofician una filosofía selectiva67. Y así, con la pre­
como transmisor privilegiado: transmiten tensión de conseguir un estado universal,
ni lo que por la dialéctica podemos alcan­ por natural8, en estrechísimo isomorfismo
zar. La dialéctica es el movimiento polé- con el alma, establece el siguiente esque­
mico-agónico de mayéuiiea intelectual, ló­ ma;

6 Podría haber habido algún otro filósofo de la recalcar que los .socráticos son los más gemimos diá­
época que hubiera escrito en diálogo; ¡pero no lo logos platónicos; cuando la figura de Sócrates se va
hubo! Mi opinión es que el diálogo com o forma de nublando hasta eclipsarse, los diálogos van monolo-
transmisión filosófica se debió a un cúmulo de cir­ gizándose, hasta convertirse en tratados, con forma'
cunstancias que lo han hecho irrepetible: en primer de diálogo, pero que son m onólogos superpuestos.
lugar, la ya antementada de preferir, por razones ideo­ En oíros periodos históricos posteriores ha habido fi­
lógicas de fondo, la oralidad a la escritura y así escri­ lósofos que han intentado (y aún lo siguen haciendo)
bir de la forma más cercana a la oralidad: la imita­ imitar a Platón. Vano intento. Cada hora tiene su afán
ción por pane de Platón de las tragedias áticas (as­ y no puede subvertirse el orden del tiempo.
pecto en el que se ha insistido poco): así como las 1 La filosofía, la Weltanschatmng platónica, se ha
tragedias son conflictos polémicos representados, los levantado, a su ve/., en m odelo de ulteriores civiliza­
diálogos platónicos son tragedia, no de situaciones, ciones y culturas: «saber para detentar el poder», ese
sino de ideas: el modo de filosofar, dialogado, de la podía ser el Jema que a las clases sociales elevadas
Academia también influyó, obviamente, así como el les ha impulsado a la hora de erigir los centros de
modo de ser agoritl, propio de la civilización griega; cullura máximos: las universidades.
finalmente, la influencia del dialogante Sócrates tam­ a Como podem os ver, ei modelo organicista es
bién fue sumamente decisiva; a este respecto deseo decisivo.

607
PLATÓN

— Los dpxovTe? (gobernantes), que son do a las Ideas, ordena la materia caótica, y
los mejores9, son el elemento racional, Xo_ así se crea el universo del que forman par­
ytCTTiKÓv, de la polis, así como en el alma te los hombres, cuya creación Platón dibu­
la racionalidad es la mejor parte. Ambos, ja detalladamente. Como puede verse, el
gobernante y alma, poseen la sabiduría, proyecto teórico global de Platón es de
on (pía. una rabiosa actualidad: no hay filosofía sin
— Los guardianes (cpúÁaKeS'), que deben cosmología, sin matemáticas, sin geome­
ser como el querer apasionado del alma, tría, pues la explicación platónica del Kós­
OupoeiSés-, poseen el valor, ávSpeía. mos y su creación es armónico-proporcio­
-—Los productores (trabajadores y otros), nal, es decir, formal, es decir, matemático-
dqpLoupyoí, que se corresponden con la geométrica.
parte más baja del alma, los apetitos, ém -
Sup.T)Tuc£)v, exhiben la templanza atotppo-
ctúvt]. Esta virtud es, en realidad, propia de S. Demiurgo de palabras creadoras
todas las clases, pues es la virtud que su­ de realidad
pone la aceptación de la función que a
cada clase compete. Evidentemente, aque­ La realidad exterior debe ser eidetizada
llos que la deben interiorizar como suya, para hacerla comprensible. La eidetización
para evitar cualquier tipo de revolución en es lenguaje: pero hay lenguajes y lengua­
la p o lis , es la clase de los Sqp-Loupyoí. jes; los hay puramente especulares y otros,
Pero no hay que olvidar que es necesaria a creadores; reflejan la realidad, pero con la
todas las clases. La Justicia (SLKaioaúpq) riqueza abierta, no acartonada, que la mis­
sería la virtud de la totalidad, es decir la ma realidad exhibe-esconde: ese lenguaje,
armónica persistencia dei conjunto. esa Idea, abierto es, además, creativo, por­
que es polémico, es decir, fuente de her­
menéuticas para siempre. Eso son los diá­
logos de Platón, creadores de nuestra rea­
7. De la filosofía y de la política
lidad filosófica.
a la cosmología

Ni el individuo ni la sociedad organiza­


Bibliografía
da en poleis . o de otras maneras, son enti­
dades aisladas o independientes. Ni el in­
A. Fuentes. Ediciones de la obra de Platón
dividuo puede viv ir sin p o lis , ni ésta sin
aquél; pero tanto individuos como poleis A l u n e , H ., Histoire du teste de Platón.
son parte del mundo, del universo. La jus­ París, 1915.
ticia es la correcta organización de la Ja c h m a n n , Der P la to n text, N aer. A U J .
polis, pero la posibilidad de tal organiza­ Gólt, Phil-hisL Kl., 11. Góttingen. !911.
ción se basa en la naturaleza del hombre y
Estas dos obras ofrecen un estudio com­
de su alma, lo cual implica una teoría so­ pleto de la transmisión de los manuscritos
bre el alma y un preciso conocimiento de que contienen la obra de Platón, así como
ésta, lo cual supone, a su vez, un necesario la historia de los mismos.
conocimiento del Kósmos, puesto que el
alma es parte del mismo. El Timeo es una S tf.phanus, H., Fiat anís Opera ijitae n-
obra fabulosa, en la que Platón explica ¡ant omnia, 3 vols. París, 1578, de la
pormenorizadamente la creación del mun­ que se ha tomado la paginación para to­
do en su totalidad. El Demiurgo, de acuer­ das las ediciones siguientes entre Lo

Obviamente, los filósofos-reyes.

608
PLATÓN

L- que entresacaremos: B e r k k er , I., la pri­ Les Belles Lettres, 1920 y ss. (bilingüe
mera edición crítica en 10 vols,, Berlín griego-francés).
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blioteca Teubneriana, Leipzig 1851 y ss., 12 vols,, Londres-Cambridge, The Loeb
¡ffialgunos de cuyos vols. fueron revisados Classical Library. 1914/1929,
por W ohlrab en 1886-88. J o w et , B., The Dialogues o f Plato, Trans-
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j i.; ; Rico G ó m e z , María. Madrid, 1957. AST, F.: Lexicón platonicum sive vocum
Fedro, edición bilingüe, notas, prólogo y platonicarum índex, Leipzig 1835-38,
traducción de GlL, L. Madrid, 1957. reimpresión en Darmstadt, 1956,
g Gorgias, traducción y notas de C a lo n g e , J. D es P la c es , E.: Lexique de la langue phi-
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¡T-Leyes, edición bilingüe, prólogo, notas y rís, Les B elles Lettres, 1964.
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4. Galeano, M., 2 vols. Madrid, 1955. en ediciones bilingues los siguientes:
^Menón, edición bilingüe, prólogo, notas y
ij£' traducción d e Ruiz de E l v ir a , A . Ma- Plato. Diàlegs:
drid, 1955. Defensa de Socrates, Critó, Eutifró, La­
^.Político, edición bilingüe, prólogo y tra- ques, Text révisât i traducció de C r e -
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77 go y notas de T o v a r , Antonio. Madrid, Meno, Alcibiades. T ext i traducció d e O li­
1969. ves C a n a l s , Jaum e, v o l. V, B arcelona,
. Ediciones castellanas de Gredos: La Bi- 1956.
g.blioleca Clásica Gredos ha publicado to- Fedó. Text i traducció d e O lives C a n a l s ,
das las obras de Platón, entre 1981 y 1992; Jaume, vol. VII, Barcelona, 1962.
traducciones de buenos especialistas bajo Carmides, tisis, Protagoras. Text i tra­
p: 1# magistral dirección de Carlos García ducció de C rexé LLS, Joan, vol. II, Bar­
jgGual, celona 1932,
11: Otras im portantes ed icion es m oder- También los elencos bibliográficos so­
% "ü: ' ' bre Platón;
¿ Bcrnet, J,, Platonis Opera , 5 vols., Ox- Lustrum Internationale Forschungsberichte
|£- ford Ciarendon Press, 1899-1907. aus dem Bereich des klassischen, Alter­
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609
PLATÓN

B. Literatura filosófica sabré Platón Para las investigaciones estiloméiricas.


a Fin de determinar la cronología y autenti­
B. I. Historias de la filosofía griega con
cidad de los diálogos:
capítulos decisivos e importantes
para la comprensión de Platón The Origin and Growth
L u t o s l a w s k i , W .,
o f P la to ’s Logic, Londres, Longman
G om perz. Th., Griechische Denker, Leip­
Green, 1897.
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tura Económica, 1957.
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Wahrheit, Berna. 1954. Pone el acento
tertums», en U e b e r w e g , Fr., Grundriss
en la interpretación de la obra platónica .
der Geschichte der Philosophie, Darms­
desde la conceptualización que supone
tadt, J95714.
la teoría de las ideas y resalta el lema de)
humanismo en el Mito de la Caverna.
B.2. Obras generales sobre Platón, así como L e v i n s o n , R.B., In Defense of Plato, Cam- ■
sobre temáticas parciales bridge, 1953. . 1
Entre las grandes monografías o estu­ The Open Society and lis Ene-
P o p p e r , K .,

dios totales de la obra completa de Platón, mies, I: The Spcll of Plato, Londres, 19667
tenemos: Sobre la época y sus aspectos sociales y j
B o n jt z , H., Platonische Studien , Berlín, culturales, tanto de Platón, como de sus -
Vahlen. 1886. predecesores:
C r o m b i e , I.M., An Examination o f Plato's La democracia a fe n /e m e , ^
A d r a d o s , F .R .,
Doctrines, 2 vols., Londres, 1962-63, Madrid, Alianza Universidad, 1975.
Hay traducción castellana en'Madrid, B a r k e r , E., Greek Political Theory. Plato *
Alianza Universidad, 1979. and his Predecessors, Londres, Methuen,
D ies , A., Auiour de Platon, 2 vols., París, 1918. J
Beauchesne, 1927. T o v a r , A,, Vida de Sócrates, Madrid, R eg
G r o t e , G., Plato and the Other Campa- vista de Occidente, 1947. Libro espe*jj
nions of Sócrates, Londres, 18887 cialm entc recomendado, tanto por lo íí
G r u b e , El pensamiento de Platón , Ma­ vastos conocimientos como por la belle-j
drid. Gredos, 1973. za de estilo.
Platon, sein Leben, seine Schrif­
R it t e r , C .,
Sobre el tema de la dialéctica;
ten, seine Lehre, 2 vols,, München, Beck,
1910/20. C o rnfo rd, F.M., Teoría platónica del i
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lapensée grecqite, Paris, 1949. Madrid, Cátedra, 1979. Una comparac
T o v a r , A., Un libro sobre Platón, M a­ entre la dialéctica platónica y la de He|
drid, Austral, 19732. R o b in s o n , Plato's earlier Dialéctica
W i e a .m o w i t z - M ö l l e n d o r f , U. von, Pla­ ford 19532, • -
ton, sein lieben und seine Werken, 2 vols.
Sobre la teoría de las ideas: yj
Vcrlin, 19597
W i n s p e a r , A .D ., The Genesis of Plato's N atorp, Platos Ideenlehre, Leipzig, Me
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610
PLATÓN i PLURALIS.MO

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Sobre Mitología y Religión: A proposito del Arte, la Erica y el Amor:
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FnsTUCiÈRE, A . J . . G adamek , H.G., Platos Dialektische Ethik,
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can. 1936. L ledô , E ., El concepto de «Poiesis» en la
Fritiger , P.: Les Mythes de Platon, Paris. filosofia griega, Madrid, CS1C, 1961.
Alcan, 1930. Robtn, L., La théorie platonicienne de
l ’amour, Paris, PUF. 1907.
Sobre temas políticos y educacionales:
S CH U HL, P .M ., P la to n et l ’a rt de son
von , Platon in Sizilien und das
Fritz. K. temps, Paris, PUF. 1933.
Problem der Philosophenherrschaft,
Berlin, 1968. Antonio Alegre Gorri

Pluralismo
Uno de los problemas más inquietantes y coherencia a todos los aspectos de nues­
de la filosofía social consiste en entender tras vidas, sino que reconoce la existencia
cómo se estructura la vida pública en una de oposiciones que no pueden ser supera­
sociedad pluralista. Las sociedades multi­ das. Ofrece una visión trágica de la vida
culturales no destacan por su unidad sino política y sus posibilidades al reconocer la
por su dispersión; parecen un caleidosco­ inevitabilidad del conflicto. Pero este re­
pio de tipos humanos ofreciendo un espec­ conocimiento, además de protegernos con­
táculo que puede ser cómico, interesante o tra decep ciones futuras, es una reserva
épico, pero a veces también trágico. Qui­ frente a las unidades enfáticas y nos plan­
siera subrayar ahora este último aspecto tea la obligación de negociar el desacuer­
porque, a pesar de la ya rutinaria celebra­ do para ofrecer un espacio social a las mi­
ción de la diversidad, la pluralidad no es norías, de atender a las exclusiones que
siempre un juego enriquecedor; con fre­ siembra inevitablemente cualquier confi­
cuencia supone la presencia de juicios in­ guración de ia sociedad.
compatibles que dan lugar a compromisos
molestos o a conflictos. Debido a la plura­
lidad de caracteres, opiniones e intereses, 1. Anatom ía del pluralism o
Ifl opinión común que es posible obtener contem poráneo
tiene siempre un límite trágico (Cover:
1986, 1629). Por supuesto que los protago­ Existe una cierta oposición entre la idea
nistas pueden situarse en una perspectiva de pluralismo y la de comunidad política.
desde la que hacerse cargo de las razones No es extraño que todos los pensadores
del otro y reconocer la validez de la posi­ políticos que han asociado sus proyectos
ción opuesta. Pero esta exigencia moral se con la idea de una comunidad unida hayan
dirige a una condición humana finita y se visto la diversidad com o algo que debía
realiza en un medio social contingente. ser cuidadosamente controlado. La tradi­
Una teoría trágica del pluralismo social ción antiliberal ha pretendido tras formar
tiene las limitaciones debidas a que no so­ las relaciones sociales de tal modo que las
lamente renuncia al objetivo de dar unidad diferencias quedaran superadas o dejaran

611
PLURALISMO

de ser al menos fuentes de división y con­ de que ciertos grupos están «naturalmen­
flicto. Tal sería, por ejemplo, el caso de te» situados para desempeñar determina­
Rousseau o Marx. En El contrato social, das funciones como gobernar, combatir, el
Rousseau sostiene que cuando la opinión trabajo doméstico o la administración eco­
individual se enfrenLa a la opinión de la nómica. La racionalización de la desigual­
voluntad general, es señal inequívoca de dad que lleva a cabo el mundo moderno
que el individuo está en el crior y no hace hará inaceptable la adscripción de tales
lo que realmente quiere. Marx trató de ha­ funciones sobre la base de una supuesta
cernos creer que la unidad social dejaría disposición natural.
de ser un problema una vez que fueran su­ El «pluralismo de las esferas» tiene hoy
peradas las divisiones de ciases en la so­ en su mejor exposición en la obra Spheres
ciedad burguesa, únicas culpables de los o f Justice, de Michael Walzer. Su punto
antagonismos entre los hombres. de partida viene determinado por una con­
Desde esta depreciación del pluralismo cepción de la sociedad contemporánea
es muy difícil entender la configuración de como una realidad compuesta por «esferas
la sociedad contemporánea y disponer de de vida», conjuntos de prácticas e institu­
alguna indicación para actuar razonable­ ciones organizadas de acuerdo con valores
mente sobre ella. En las sociedades plura­ y normas particulares. Cuando nos move­
listas existen diferencias significativas en mos de una esfera a otra, se modifican una
las actitudes y creencias fundamentales de serie de expectativas. Los valores y las
sus miembros, diferencias que alcanzan normas que gobiernan nuestra conducta
incluso a la idea que tienen de lo que debe cambian cuando pasamos de la escuela a
ser un acuerdo político justo. La voluntad la familia, del trabajo al partido, del tem­
de acuerdo o la apelación al compromiso plo al grupo de amigos. Esto equivale a
no disminuyen esas diferencias. Las difi­ una cierta «compartamentalización» de las
cultades que plantea este pluralismo para sociedades. En torno a los bordes de esas
la organización social puede entenderse esferas pueden generarse expectativas en
mejor si acertamos a definir su naturaleza conflicto y puede haber problemas a la
por relación a otras expresiones sociales hora de delimitar dónde están o deben tra­
del pluralismo, como el de la sociedad tra­ zarse esas fronteras, pero en principio los
dicional o el que caracterizaba al proceso significados son más o menos claros y de­
inicial de modernización. Estas dos versio­ term inan la c o n d u c ta apropiada en cachi
nes del pluralismo no sirven ni para enten­ ámbito. Walzer sostiene que en una socie­
der ni para actuar en la sociedad contem­ dad caracterizada por el pluralismo de las
poránea precisamente porque no recogen esferas no es necesaria otra cosa que man­
su dimensión trágica. tener esas fronteras. Los bienes de cada
Hay un tipo de pluralismo que podría esfera han de ser distribuidos de acuerdo
denominarse «encapsulación jerárquica», con sus respectivos significados sociales y
propio de las sociedades tradicionales, una nadie debería convertir una posición privi­
organización en la que diferentes grupos legiada en una esfera en privilegios para
están confinados en lugares particulares actuar en otra diferente. Las conversiones
dentro de la estructura social. Este plura­ ilícitas — como servirse de la religión para
lismo tradicional suele dar lugar a un gru­ fines políticos o gobernar la cultura desde
po dominante que excluye a ios otros de la la esfera económica— pervierten el signi­
participación política. En estos casos, los ficado social de los bienes en cuestión y
grupos subordinados están sujetos a sus constituyen una forma de tiranía. En esta
propias leyes y costumbres. La legitimidad concepción del pluralismo no hay espacio
de las jerarquías tradicionales requiere una para diferencias fundamentales en lo que
aceptación de la desigualdad y la creencia se refiere a los significados y las iden ti da-

612
PLURALISMO

des de cada una de las esferas. Pero cuan- res y los vínculos particulares pueden ser
idoesas diferencias aparecen, cuando se trascendidos con un correcto entendimien­
^'desarrolla un pluralismo trasversal, la jus­ to de la verdadera naturaleza del valor. De
ticia no se obtiene manteniendo los límites acuerdo con este modelo, la justificación
éntre las esferas, pues son los significados de lo particular se encuentra en un princi­
propios — o sea, la definición— de las es­ pio general, en un nivel más alto o de una
feras lo que está en cuestión. mayor profundidad. Los principio últimos
-. Para resolver estos problem as cabría son los que proporcionan unidad y cohe­
j otra posibilidad: pensar que el pluralismo rencia a nuestros puntos de vista morales,
-es ilusorio, que no refleja sino ju icios absorbiendo lo particular polémico en lo
equívocos que pudieran superarse sine ira universal sin discordia.
. et estudio. Si el desacuerdo tuviera este Esta idea de la objetividad moral es
carácter, la estrategia sería descubrir la po­ contradicha por la existencia de vínculos
sición «correcta». Existiría una verdad sin- particulares y valores inconmensurables
~guiar,"maciza y unitaria, en la que habrían en nuestra vida moral. Una causa habitual
. de converger los hombres sensatos y sin- de los conflictos es el significado que ad­
] ceros. Una versión de esta idea ha sido judicamos a otros sujetos u objetos parti­
brillantemente criticada por Martha Nuss- culares, y las energías emocionales y pa­
baum, quien la ve ejem plificada en los sionales con que los investim os. En un
diálogos intermedios de Platón, especial­ sentido trivial, todos los valores particula­
mente en la República y el Banquete. Pla­ ristas pueden ser considerados como una
tón sostiene en ellos que debemos distin­ forma de pluralismo o al menos de dife­
guir entre lo que la gente dice que es va­ rencia, aunque no originen necesariamente
lioso y lo que es intrínsecamente valioso. el tipo de conflictos que socavan la comu­
Lo hacemos cuando usamos la razón se­ nidad moral. La imagen platónica de una
gún el cuerdo punto de vista de la perfec­ política en que todos los miembros políti­
ción, que nos capacita para adherirnos al camente activos deben estar despojados de
_bíen en términos de su cualidad intrínseca, las sensibilidades y vinculaciones que
objetiva, y no según su función de satisfa­ constituyen la base de sus valores particu­
cer nuestras necesidades (Nussbaum: 1995, laristas es el único modelo viable de co­
193-269). En la misma medida en que ela­ munidad política sin pluralismo. La posi­
boremos n u estr o s juicios fuera de la v id a ción platónica — a la que son afines muchas
mundana particular en la que estábamos teorías morales contemporáneas, como el
■sumergidos, conseguimos advertir que las consecuencialismo— comete el error inte-
cosas particulares tienen valor únicamente lectualista de entender la vida moral en tér­
si participan de lo que tiene un valor in­ minos esencialmente cognoscitivos, como
trínseco. En el Banquete Diótima inviLa a un asunto de acciones que se apoyan en
un joven a la madurez ayudándole a ver principios morales correctos, principios
que el amor que siente por otra persona que pueden ser aprehendidos intelectual­
está dirigido hacia su belleza, una belleza mente, y sin contar con las adhesiones par­
qiie comparte con otros, por lo que es ne­ ticulares, las historias compartidas y los la­
cesario conseguir apreciar la belleza en sí zos emocionales que constituyen una parte
- misma. Uno se libera de su relación a otras esencial del significado de nuestras vidas.
particularidades — origen de la diversi- Otra fuente de pluralismo es la existen­
■ dad— cuando descubre la verdadera fuen­ cia de valores difícilmente conmensura­
te de su valor. Por eso en la concepción bles que pueden entrar en conflicto. El de­
que Platón tiene del conocimiento moral la seo de amistad, por ejem plo, puede ser
única fuente del pluralismo es el error. El contrario al ejercicio de la actividad políti­
conflicto, la inconmensurabilidad de valo­ ca, al menos para algunos, en algunas oca­

613
PLURALISMO

siones o las más de las veces. Los elemen­ el desarrollo de las diferencias. Dadas las -
tos que componen una vida buena pueden razones para dudar acerca de la posibili­
generar exigencias que están en conflicto, dad de acuerdo, especialmente para quie­
en circunstancias que no dependen de la nes consideran que la autodeterminación ..
propia actuación, y que dañan esa vida es uno de los principales atributos huma­
buena (Nussbaum: 1995, 27). El pluralis­ nos, resulta inevitable un conflicto en el
mo no implica simplemente la existencia de que habrá algo así como ganadores y per­
lo que podríamos llamar valores contingen­ dedores. Lo que se requiere es una estrate-.
temente incompatibles, es decir, aquellos gia para resolver el problema de la comu­
que sólo entran en conflicto en determina­ nidad política de tal modo que haya post- ’
das circunstancias. El pluralismo agudo bilidad de acuerdos sin que se requiera un
surge cuando se persiguen fines incompati­ consenso acerca de los fines.
bles. cuando se tienen ideas diferentes acer­ Los argumentos que he utilizado para la
ca de qué debe ser una vida buena o cuando justificación de] pluralismo y de su dimen­
sus identidades particulares conducen a di­ sión menos grata no implican una suerte ,
ferencias sistemáticas en materia política. de relativismo o la imposibilidad de reali­
Un ejemplo de pluralismo basado en di­ zar juicios acerca de los fines y objetivas
ferencias acerca de la concepción de la ex­ de la vida, No estoy sosteniendo que no
celencia humana lo ha planteado Charles sepamos o podamos saber qué es realmen-
Taylor en su descripción de cuatro posi­ te valioso, sino más bien que sabemos que ó
bles visiones del bien humano: como co­ las cosas que son valiosas — al menos, al- ;
herencia, generosidad, liberación o racio­ gunas de ellas— se excluyen entre sí. Esto <.
nalidad (1985, 234-235). Cada uno de es­ no significa que la elección entre estos va­
tos ideales es un bien genuino, pero que lores haya de ser arbitraria, aunque sea ge-
puede excluir parcialmente a los otros. neralmente difícil y siempre mejorable. ' j
Aun cuando pueda haber modos para equi­ Por eso sería un eiror exagerar la poten-
librarlos y hacerlos compatibles, ese ba­ vialidad conflictiva del pluralismo. En pri-
lance destruye el valor que sólo puede ser mer lugar porque la situación contraria —el ^
realizado mediante la persecución sistemá­ acuerdo general— no sería menos frágil: %.
tica de un ideal particular. Existe un tipo los valores compartidos no garantizan una
de grandeza, un género de excelencia que coexistencia pacífica. Las personas que va--H
sólo es posible con algo de rigor obstina­ loran los mismos objetos pueden, ante su jg
do, con una cierta unilaleralidad. Un mun­ escasez, entrar en una disputa acerca de j§i
do en el que nadie pudiera perseguir un cómo deben ser distribuidos,- Por otra paKiíi
ideal en su pura forma sería menos rico te, cuando las personas tienen diferentes^
que el nuestro, aunque fuera más conforta­ aspiraciones no solamente tienen menos^
ble y probablemente más justo. En cual­ razones para la disputa porque no tienen"
quier caso, aunque supongam os que lo nada acerca de lo que discutir, sino quc'l
correcto consiste en un equilibrio entre di­ esas diferencias pueden proporcionar uhO
ferentes valores o diferentes concepciones base para el intercambio cooperativo: EJjg
del bien, existen muy diversas combinacio­ com ercio, por ejem plo, es un beneficioj
nes que pueden ser racionalmente defendi­ mutuo, y resulta posible precisamente pofj
das. No existe un único modelo de com­ que las partes no tienen idénticas preferefl
promiso que deba derrotar inexorablemen­ cías. Pero es que además, aunque las difeg
te a los otros en el tribunal de la razón. rencias sean muy amplias, siempre ha|
De una gran parte de valores —especial­ algo en común. El pluralismo y los con
mente los que tienen que ver con vínculos flictos que ocasiona tienen lugar siemptj
particulares, lealtades y preferencias— po­ en un con texto de creencias y valore
demos estar seguros de que incrementarán compartidos. Existe algo así como un li

614
N-URALISMO

mile por abajo en cuanlo a las posibilida­ Las teorías contractualistas intentan es­
des de desintegración de la sociedad (Cho­ pecificar las condiciones de un acuerdo li­
za: 1990). bre de un m odo general que pueda ser
Pero la complejidad creciente de la cul­ aplicable a una gran variedad de escena­
tura contemporánea arroja el saldo de una rios. Esta tradición de pensamiento políti­
dramaticidad igualm ente creciente. La co se ha empeñado en superar la discre­
idea de una sociedad «doméstica» más o pancia por el contrato: desde el esfuerzo
menos separada de otros países y culturas, de Hobbes por descubrir una serie de valo­
independiente en lo que se refiere a la ges­ res comunes — básicamente, la seguridad
tión de sus propios asuntos, resulta cada y la vida— en los que subsumir los desa­
vez más anacrónica. Las cuestiones crí­ cuerdos. el intento de Bentham de «tradu­
ticas — como los problemas económicos, el cir» los desacuerdos en el lenguaje de la
medio ambiente, la emigración, !a inves­ utilidad, hasta las más recientes propuestas
tigación científica o la seguridad— sólo de Rawls para encontrar una posición an­
pueden ser tramitadas a nivel internacional, terior al desacuerdo o la exigencia plantea­
en el que nos vemos obligados a aprender da por Ackerman de que los interlocutores
a manejarnos con culturas y m odos de sociales hablen entre sí de un modo neu­
vida muy diferentes. En el mundo contem­ tral (1 9 8 9 , 2 3 ). A hora bien, cualquier
poráneo nos enfrentamos a la tarea fre­ modo de llevar a cabo el discurso — cual­
cuentemente difícil, cuando no trágica, de quier lista de condiciones como las de la
vivir con el pluralismo y sobrellevar los «posición original» de Rawls o la «posi­
conflictos. ción negociadora» de Gauthier, como los
presupuestos de las teorías clásicas del
contrato social— debe ser a su vez lema
2. La imposible neutralidad de discusión política y moral. La noción
misma de «discurso irrestricto» o «libre de-
La creencia en la neutralidad se asienta dominio» es profundamente problemática.
en la suposición de que podemos conducir Cualquier especificación de sus condicio­
nuestras vidas en materia moral y política nes se expone a ser discutible y discutida,
de tal manera que nunca tengamos que en­ a no ser que nos remontemos al limbo eté­
frentamos a conflictos trágicos, a situacio­ reo de las buenas intenciones o los princi­
nes que alguien pueda experimentar como pios generales que no son controvertidos
una imposición. El contrato social suele gracias a que apenas nos indican nada
ser el modelo en el que se hacen valer acerca de cóm o debe, proced erse en la
unos procedimientos cuya neutralidad ha­ práctica real.
bría de garantizar la aceptabilidad univer­ Casi todos estos m odelos de contrato
sal de sus resultados y, por consiguiente, tienen su inspiración en la Teoría de la
un medio para superar la discrepancia. El justicia de Rawls y en la esperanza allí ex­
contrato social es necesariamente una idea­ presada de que en una situación de neutra­
lización. pues todo proceso reai de discu­ lidad los valores com unes normalmente
sión y acuerdo puede ser distorsionado por pesan más que los particulares que se les
desequilibrios de poder, ignorancia, desa­ oponen. La teoría de Rawls fue diseñada
tención, irracionalidad, etcétera. V oy a tra­ para proporcionar un marco imparcial d en -L
tar de mostrar, considerando algunos de tro del cual resolver tos conflictos de una
los actuales modelos, que el proyecto con- sociedad pluralista, pero en ocasiones esa
Iractualista fracasa porque descansa sobre diversidad es tan amplia que alcanza inclu­
una concepción de la naturaleza humana y so a discutir sobre el marco mismo, Rawls
un ideal de neutralidad que no puede sos­ argumenta que los principios de justicia
tenerse en una sociedad pluralista. son aquéllos que podrían ser elegidos por

6 15
PLURALISMO

individuos racionales en lo que llama la los presupuestos que están en la base so­
«original posiríon», es decir, aquella en bre la que Rawls construye su teoría de la
que no comparecen los deseos individua­ justicia.
les, un espacio neutral habitado por perso­ A este respecto, me parecen muy intere­
nas desinteresadas. Sin embargo, quienes santes las observaciones que ha realizado
participan en la posición original no eligen Michael Sandel'sobre la concepción del yo
o reflexionan acerca de esa evidencia de que sostiene la teoría de la justicia de
que la- sociedad es un sistema imparcial Rawls. Sandel apunta que el liberalismo
de cooperación entre personas Ubres e de Rawls supone que podemos, y por tanto
iguales (1985, 231), ni sobre su capacidad debemos, entendernos a nosotros mismos
para adquirir un sentido de la justicia, ni como independientes, en el sentido de que
discuten la concepción esencialmente ins­ estamos siempre en una cierta distancia
trumental o ingenieril del diseño de las frente a nuestras circunstancias, condicio•
instituciones sociales de acuerdo con los nados ciertamente, pero parte de nosotras
principios de una justicia así entendida. antecede siempre a cualquier condición
Pero estos parámetros determinan aspectos (1982, 10-11). Este individuo sería esen­
cruciales de la concepción de la justicia cialmente voluntarista, independiente ele
resultante. Cada uno de ellos es, al menos sus intereses, fines y relaciones con tos
potencialménte, excluyente; lejos de pro­ otros. Según Sandel. esta concepción es
porcionar una perspectiva ímparcial sobre pobre porque resulta incapaz de dar senti­
nuestros conflictos, este marco puede con­ do a la deliberación y a la elección perso­
tribuir a silenciar o, al menos, a desfavore­ nal. Si las intenciones de uno son precisa­
cer ciertas voces, Y esta exclusión no refle­ mente aquellas cosas que uno elige de he­
ja un consenso racional de los ciudadanos cho, ¿por qué se eligen precisamente esas
sino que es un presupuesto del proceso a cosas? La elección se reduce a algo que yti
través del cual se elabora un consenso ra­ está determinado por el deseo previo o u
cional. Todo ello no sería un problema si el un ejercicio caprichoso. Unicamente una
pluralismo estuviera limitado y el concepto concepción menos rígida del yo, una con­
de justicia como fairness fuera universal- cepción que tome en cuenta el destino de
mente compartido. En cualquier caso re­ un sujeto abierto y cuya identidad es más
sulta muy difícil coincidir en una lista de bien el resultado que la premisa de su ac­
bienes primarios, salvo que nos limitemos ción, está en condiciones de hacerse cargo
a los derechos básicos y a las oportunida­ de nuestra experiencia como seres morales.
des mínimas, y el desacuerdo sena mucho En ella la acción no es voluntarista sino
mayor en lo que se refiere a los bienes ne­ cognitiva, el yo no alcanza sus fines par
cesarios para conseguir objetivos particu­ elección sino mediante la reflexión (152),
lares. En este ámbito, la justicia ha de re­ Propiamente el hombre no quiere sus ¡ines,
girse menos por criterios de imparcialidad sino que más bien los descubre. Dicha re­
y más por otros como compensación o di­ flexión proporciona una distancia crítica
versidad. respecto a los propios objetivos, de tal
La idea de Rawls de que existe en nues­ modo que éstos no son los fines de uno al
tras sociedades un «overlapping consen- menos que los reconozca y quiera como Li­
sus», una serie de supuestos compartidos o les. Y en ese reconocimiento juega un pa­
componibles, ha sido criticada por algunos pel muy importante la discusión pública.
com o inadecuada precisam ente para las Entre Jos actuales contractual islas, Ackef-
sociedades pluralistas, en las que el grado mann ha sostenido la necesidad una nueva
de diversidad es muy amplio (Raz: 1990, estrategia que no pretenda la convergencia
45). Dicho de otra manera: la dimensión ni busque la verdad, sino que considere el
de los conflictos posibles está limitada por modo de que los diferentes individuos >

616
PLURALISMO

grupos puedan convivir a pesar de sus per­ tizar» cualquier interés y sustraerlo de la
sistentes desacuerdos. Para esa estrategia pública discusión.
sugiere «ihe path o f conversational res­ Otra propuesta neutralista es la de Gau-
traint», es decir, que pongamos fuera de la thier y se sustenta sobre un principio que
agenda todo ideal que nos divida y trate­ considera incontrovertible: un sujeto que
mos de encontrar las creencias morales razonara dejando aparte cualquier premisa
compartidas por todos. Para la resolución m oral acabaría aceptando lim itacion es
de los con flictos únicam ente deben ser morales para sus acciones (1986, 5). Tam­
empleados estos valores comunes. bién este modelo es irrelevante para lo que
. Pienso que también la consideración de concierne al pluralismo moral y político,
lá moral com o una constricción autoim- ya que el problema no es convencer a los
puesta en la búsqueda del propio interés actores racionales para que acepten las li­
'resulta inadecuada para resolver los pro­ mitaciones morales a la hora de perseguir
blemas que se derivan del pluralismo mo­ su intereses, sino mediar entre concepcio­
ral. Existen muchas dificultades para lle­ nes morales opuestas, visiones contrarias
gar a cabo esta estrategia, la primera de las acerca de lo que la moral nos exige. La
cuales sería determinar qué significa exac­ energía empleada por algunos filósofos
tamente una «creencia compartida» o qué para elaborar una justificación racional de
efecto tiene la puesta entre paréntesis de la moral parece bastante desproporcionada
una creencia aislada sobre el sistema total por lo que respecta a su significación so­
.de creencias. Parece difícil dejar de apelar cial. El tipo habitual de conflictos que te­
.'a «conceptos esencialmente contestados» nemos en nuestra sociedad no es el que en­
én cualquier discusión moral y política, en frenta a los partidarios de la moral contra
las que nociones como libertad, pueblo o los que rechazan cualquier consideración
felicidad aparecen constantemente sin que moral, sino la divergencia en tomo a qué
exista una acuerdo acerca de su significa­ deba considerarse moralmente adecuado.
do. La estrategia de Ackermann cierra el Con un enfoque igualmente orientado a
.paso a una dimensión de toda conversa­ diseñar un escenario neutral. Larmore ha
ción humana que es la pretensión legítima de elaborado una teoría política del estado
.convencer a otros, restringiéndola así al des­ que exige a éste n o t r a t a r d e p r o m o v e r
cubrimiento de áreas de acuerdo pre-existen- n in g u n a c o n c e p c ió n p a r tic u la r d e la v id a
tes. Este modelo se basa además en una dis­ b u e n a p o r u n a s u p u e s ta su p e rio rid a d - in ­
tinción problemática entre lo privado y lo tr ín s e c a , e s d e c ir, p o r q u e se la c o n s id e r e
público, en donde la obligación de dejar al tu ia c o n c e p c ió n m á s v e r d a d e r a ( 19 8 7 . 4 3 ).
margen convicciones no compartidas se Larmore acepta por supuesto que las con­
'refiere tan sólo al espacio público y no al secuencias de la acción política podrán te­
diálogo privado. El resultado de esta dis­ ner efectos diferentes sobre algunos fines o
tinción es que aquellas esferas de la vida modos de vida en comparación con otros,
en que no sea posible el consenso deben pero sostiene que esto es compatible con la
sser excluidas de cualquier decisión pública neutralidad en la medida en que las políti­
y dejada en manos de la decisión privada cas eu cuestión no hayan sido adoptadas
de los individuos. Bastaría traer a colación e n o r d e n a p r o m o v e r esos objetivos. En
el caso del aborto para comprobar que este todo caso, el estado puede utilizarse para
planteamiento no es neuLro, sino que se re­ promover valores que se justifiquen por
sulta decisivamente favorable a los parti­ motivos neutrales, o sea por motivos que
darios de la posición « p r o c h o ic e » . Si todo no invoquen valores o juicios controverti­
lo controvertido pasa a formar parte de la dos. Por eso el estado puede promover la
esfera de decisión privada, la discrepancia eficacia económica (porque se supone que
se convierte en un mecanismo para «priva- todos aceptan este objetivo) pero no la
PLURALISMO

conformidad religiosa (sobre la que hay Pienso que Larmore exagera la neutrali­
profundas diferencias en la sociedad). AI dad de su justificación de la neutralidad. De
enfrentarse con un desacuerdo, el discurso entrada, esta concepción restringe drástica­
racional requiere que los participantes tra­ mente los fines de la política a aquellos que
ten de descubrir un fundamento neutral, sean comunes a todos los ciudadanos. Al­
con la esperanza de resolver la disputa o gunas personas serán obligadas a subordi­
soslayarla (53). Fuera de la vida política nar sus ideales más estimados y a aceptar
somos libres de aspirar a cualquier ideal y otros más secundarios para gobernar s u '
no tenemos que aceptar la política de la vida social. Puede ocurrir entonces que
neutralidad. Pero en el espacio político he­ consideren que los valores «compartidos»
mos de estar dispuestos a poner entre pa­ —-debido a que representan algo así como
réntesis los ideales y valores controverti­ el mínimo común denominador— son com­
dos, a suspender nuestra adhesión a ellos pletamente insuficientes para esta tarea.
en busca de fundamentos neutrales. Por Debido a que son bienes básicamente ins­
eso Larmore rechaza tajantemente la idea trumentales. como la eficiencia económica
de que el orden político exprese nuestro y la igualdad de oportunidades, su función
ideal personal o nuestras más profundas propia es pervertida cuando se les convierte
convicciones morales (91). en principios directivos de la vida social.
Larmore considera que su justificación Lejos de proporcionar un marco imparcial
de la política es neutral en tanto que no de­ para todos y en el que diferentes individuos
pende de valores morales controvertidos. y grupos puedan perseguir sus propias vi- ~
Pero su argumentación requiere, por ejem­ siones morales, una sociedad orientada ha­
plo, que uno acepte exclusivam ente una cia esos intereses promoverá sistemática­
concepción imparcial de la reciprocidad, mente algunas formas de vida — como, por
que la exigencia de justificación se conteste ejemplo, aquellas en que la adquisición de
con razones y que el discurso racional con­ un estatuto social y la competición son cen­
siste en la búsqueda de premisas comparti­ trales— a expensas de otras.
das desde las cuales se pueden resolver los Hay además* otro sentido en el que los -
desacuerdos. ¿Pero qué pasa cuando no po­ valores com partidos pueden no ser tan
demos descubrir una base común suficiente compartidos. El sentido o significado que
para resolver el desacuerdo? La respuesta un valor tiene depende en buena medida
de Larmore es que debemos restringir la ac­ del lugar que ocupe en un sistema de ñor- :
tividad de! estado a lo que pueda ser justifi­ mas y creencias. La estrategia de Larmore,
cado apelando únicamente a valores o prin­ al abstraer las normas y valores de los sis­
cipios compartidos. Pero el fanatismo no temas en que tienen su sede originaria,
sera nunca un peligro para la neutralidad. puede distorsionarlos de diversas maneras.
Un sistema político liberal no necesita sen­ Y dado que los «mismos» valores juegan .
tirse obligado a razonar con fanáticos; ¡e diferentes papeles en sistemas diferentes, ;
basta con tomar las necesarias precaucio­ las distorsiones pueden no ser «iguales»
nes para protegerse de ellos (60). Cuando para los diferentes grupos implicados, ha-"'"
se trate de una cuestión sobre la que deba ciendo que unos se sientan coaccionados '
tomarse necesariamente alguna decisión, por un procedimiento que a otros les pa-‘
Larmore permitiría que la neutralidad que­ rezca el paradigma de la imparcialidad,. ~~
dara comprometida admitiendo algún valor Existen tres áreas al menos en las que el ¡
controvertido en orden a alcanzar una deci­ principio de neutralidad es una orientación :
sión. Pero a! actuar así — insiste— sólo de­ muy imprecisa y, en ocasiones, indeseable -
ben emplearse los valores menos controver­ en sí mismo. Tenemos el caso de las leyes.;
tidos, de tal modo que la neutralidad se que atañen a la familia, un ámbito que se "
mantenga tanto como sea posible. supone de estricta intimidad y de escasa-'.
PLURALISMO

relevancia pública. Aunque es posible en momentos de escasez o a la determina­


imaginar leyes que sean más neutrales que ción de unos mínimos irrenunciables.
las vigentes, es difícil establecer qué pue­ No es una casualidad que sea en estos te­
de significar ser completamente neutral en mas donde se registran la mayor parte de las
estas materias. No es posible no legislar controversias políticas, mientras el resto de
acerca de esLos temas y cualquier legisla­ los asuntos discurre de manera relativamen­
ción supone una determinada concepción te pacífica por las vías burocráticas, la deci­
de lo que sea la familia. sión de los expertos o las rutinas en vigor. Si
Otra segunda área en que la neutralidad el estado estuviera radicalmente separado de
resulta imposible es la que concierne a los la sociedad, funcionando sólo para mantener
vínculos políticos de los ciudadanos, in­ una serie de reglas que garanticen el inter­
cluido su sentido de identidad nacional. EÍ cambio pacífico entre sujetos que persiguen
estado puede promover un sentido de iden­ sus propios fines, entonces el ideal de la
tidad nacional o volverlo más flexible, neutralidad podría tener alguna p la c ib ili­
puede incluso socavar las lealtades que dad. En un mundo así. el estado solamente
exige. Esta controversia se extiende a cues­ prohibiría aquellas acciones que interfirieran
tiones que tienen que ver con la cultura, la con el Ubre ejercicio de los intereses indivi­
política lingüística en estados plurilingües, duales. Pero un mundo así no es el nuestro.
los símbolos y los riluales políticos. Dado Las concepciones de la naturaleza huma­
que es bastante frecuente que las obligacio­ na que puedan exigir un acuerdo general
nes impuestas por el estado no formen par­ son tan abstractas que no están en condicio­
te de la identidad de algunos ciudadanos, nes de aportar unos principio normativos
estos valores pueden no ser umversalmente inequívocos, al menos aquellos que pudie­
compartidos en una sociedad. ran ser puestos inmediatamente en práctica.
El tercer campo tiene que ver con la Y las concepciones específicas de la natura­
igualdad y es donde son más profundas las leza humana no sólo resultan controverti­
razones por las que la neutralidad resulta das, sino que aparecen como arbitrarias en
inadecuada. Y es que la igualdad solamen­ su selección de determinados aspectos so ­
te puede lograrse entre personas que son bre los que pretende erigirse la estructura
plenamente miembros de la sociedad, pero normativa de la sociedad. Toda organiza­
esta pertenencia requiere del estado algo ción excluye necesariamente ciertas pers­
más que la igualdad formal, pues significa pectivas posibles, ciertas voces, ciertas for­
que cada ciudadano disponga de las opor­ mas de experiencia humana. La solución al
tunidades que son e se n c ia le s para vivir en problema de cóm o mantener una genuina
sociedad y que en las democracias de­ comunidad política bajo las condiciones del
sarrolladas suele entenderse como el catá­ pluralismo exige reconocer de entrada las
logo de prestaciones y derechos de un es­ limitaciones de todo proyecto armonizador.
tado de bienestar. La determinación de las Parece necesario avanzar hacia un modelo
necesidades mínimas y la especificación menos contractualista, hacia un modelo de
de los procedimientos para satisfacerlas decisión social en el que el acuerdo refleje
requieren alguna idea de qué es una vida un proceso abierto de discusión.
humana digna. En muchos casos estos jui­
cios no serán especialmente controverti­
dos, no porque sean neutrales sino porque 3. Derechos probablemente injustos
están ampliamente compartidos en una so­
ciedad. Pero en otros casos la dividirán Según la concepción trágica del plura­
profundamente. Y siempre habrá una plu­ lism o que estoy sosteniendo, cualquier
ralidad de posiciones en lo que se refiere a acuerdo puede ser finalmente experimen­
su concreción práctica, a las prioridades tado por alguien como injusto. No existe

619
PLURALISMO

un marco neutral ni disp onem os de un cias significativas entre los individuos y


tiempo ilimitado para resolver las diferen­ los grupos y también será diverso el juicio
cias que comparecen en una sociedad plu­ que se haga sobre las posiciones sociales.
ralista. Todo discurso incluye sus propios Un sistema, político basado en el derecho
silencios y evasiones, estructura nuestros no carece por tanto de sus propias antino­
procedim ientos de decisión colectiva de mias, de sus peculiares exclusiones y eva­
modo que, en el mejor de los casos, hace siones. Los derechos pueden proteger dife­
que resulte difícil escuchar todas las voces rencias, pero también desarrollan la función
o que sólo sean posibles determinados re­ de reproducir algún tipo de desigualdad,
sultados. Por eso necesitamos procesos de Muchas de las objeciones a los modelos
discusión pública que estén abiertos a la contractualistas suelen apelar precisamente
crítica de sus propios supuestos e interesa­ a su Falsa universalidad. Están elaborados
dos en descubrir y corregir sus mecanis­ desde la perspectiva de grupos que se sien­
mos — a menudo involuntarios y sutiles— ten excluidos, como las mujeres, los margi­
de privilegio y exclusión, Pero ese discur­ nados o las minorías de diverso tipo. Mirar
so es finito, no permite la reconciliación de vez en cuando hacia los márgenes pue­
definitiva, se cierra ocasionalm ente con de llevamos a ver problemas que son me­
una imposición may orí tana. D e ahí la na­ nos obvios aunque no menos importantes.
turaleza inherentemente trágica de la vida Los discursos ideales nos capacitan única­
política bajo las limitaciones de la condi­ mente para examinar las cuestiones desde
ción humana: debemos vivir al menos con el punto de vista del «otro generalizado»,
la posibilidad de sufrir injusticia o de ac­ ese enfoque de la vida pública desde una
tuar de tales modos que otros experimen­ perspectiva legal y judicial que es típico de
ten como injustos. las sociedades del capitalismo avanzado
En la gestión de la igualdad hay siempre {JBenhabib: 1986. 352). Pero la solidaridad
una redistribución de las ventajas y des­ real se ejercita en una comunidad de indi­
ventajas sociales, N o está nada claro que viduos y grupos concretos. Lo que necesi­
pudiéramos organizar la sociedad de ral tamos no es un algoritmo para generar res­
modo que se e.limincn todas las posiciones puestas «correctas» a los problemas de la
de ventaja social y, si esto fuera posible, vida política, un conjunto de técnicas que
deberíamos preguntamos cuáles serían los nos liberen para siempre de la necesidad de
costes de hacerlo. Hay bastantes moLivos hacer ju icios, establecer preferencias y
para dudar de esta posibilidad en una su­ adoptar decisiones comprometidas.
ciedad pluralista. Y es que el mismo con­ Nedclsky subraya a este propósito que
cepto de «ventaja social» resulta contro­ el problema característico de la autono­
vertido. Q ué constituye una ventaja es mía en el estado moderno no es proteger a
algo que depende de qué sea valorado, y los individuos de la colectividad, estable­
los diferentes individuos y grupos valoran cer barreras legales en tomo a! individuo
diferentes cosas. Asegurar que todos dis­ que el estado no pueda atravesar, sino ga­
frutan de las mismas ventajas sociales pre­ rantizar Ja autonomía de los individuos
sume que podemos ponernos de acuerdo cuando están dentro de ¡a esfera legitima
acerca de que constituye una ventaja so­ del poder colectivo (1989, 13). Pero para
cial. Por supuesto que habrá ciertos acuer­ esto hay que estar dentro. Esa idea de los
dos, particularmente acerca de qué constitu­ derechos supone que ya estamos en el
ye una desventaja. Sin aquel acuerdo sería seno de la sociedad. El derecho no es sola­
imposible definir un sistema de derechos mente una defensa contra la interferencia
sociales y establecer programas para ad­ sino una capacitación para actuar en el
quirir la igualdad de oportunidades. Pero mundo. La imagen de los derechos como
en una sociedad pluralista habrá diferen­ límites, como una pared entre el individuo

620
PLURALISMO
E 5 ' ''

y los que le rodean refleja el ideal perver­ dad pluralista habrá mucha gente para la
s o de que el ser humano más perfecto es el cual tendremos obligaciones de ju sticia
W que está más perfectamente aislado. pero ningún sentido de adhesión o afecto.
| r \ Buena parte de la discusión acerca de la Esto es debido en parte a que la sociedad
^universalidad de la justicia ha sido inspira- moderna amplía enormemente el alcance
f da por las teorías feministas de Carol Gilli- de las relaciones, que cada vez tiene uno
jjr- gan (1987), quien opone a la perspectiva más contactos con «extranjeros». Pero esta
fé de la justicia una perspectiva del cuidado dualidad también se debe al hecho mismo
jjp(care), como dos puntos de vista desde los del pluralismo; aquellos cuyas obligacio­
fe que se construyen muy diferentes enfoques nes son muy diferentes de las nuestras se­
r morales. Argumentos similares son utiliza- rán siempre extranjeros para nosotros. El
af-dos por Virginia Held (1987) en su ataque alcance de la justicia será necesariamente
visión contractual de las relaciones mayor que el del afecto.
¿himiams al insistir en que más bien debe- Hay un error básico en la crítica fem i­
t riamos lomar la relación entre madre e hijo nista que se debe a haber establecido una
^Icoino la relación social primaria y como falsa dicotomía entre justicia y cuidado,
*. nuestro modelo de sociedad. Hcld invoca pues en el seno de la justicia hay ya una
* la visión de una sociedad en que las perso- dimensión de benevolencia sin la que sería
ñas se preocupan unas de otras, prefiriendo imposible incluso la reciprocidad más aus­
r- el bien de los otros y valorando la alegría tera. Esta crítica debe su plausibilidad al
si. compartida, el afecto mutuo y los vínculos modo como Rawls formula su teoría, en
I de confianza que dicha relación promueve. concreto a la concepción de los individuos
^ Para esta concepción resulta central una com o seres dotados de una racionalidad
; ■moral de la responsabilidad hacia las ne-ce- instrumental y que buscan obtener venta­
; sidades de los otros actuales y concretos jas para sus intereses en el ámbito de los
/ frente a la moral que consiste en seguir re­ «bienes primarios», ignorando sus fines y
glas abstractas y universales. capacidades particulares, su posición so­
1 -- Ciertamente, la perspectiva de la justi- cial, su identidad. Esta visión de la perso­
: cia no debe ser exclusiva, pues no cubre na radicalmente separada de los otros des­
r todas las dimensiones de nuestra vida mo- pierta la crítica de que no tiene en cuenta
:• ral. Es pertinente insistir en la necesidad aspectos esenciales de nuestra vida moral,
de que haya más que justicia, en la impor consideraciones com o la del cuidado, la
Lancia de aquellas relaciones de hospitali- hospitalidad o el reconocimiento de la di­
~ dad y atención que van más allá de los re- ferencia. Pero el problema es, a mi juicio,
; querimientos de la vida pública. P ese a e l modo abstracto com o se describe la
todo, considero que, en la vida pública, la «posición original». Eiitre las condiciones
perspectiva de Ja justicia debe estar por de la imparcialidad está ya inscrita una
fc- encima de la del cuidado. La prioridad de suerte de benevolencia pre-discursiva sin
la justicia en la vida pública no impide una la cual el mismo criterio de imparcialidad
- ética del cuidado, al tiempo que hace im­ sería ininteligible. Antes de haber adopta­
posible un uso de esta categoría para legi- do una posición de imparcialidad ya se han
timar la dominación. Existe además una puesto en juego las principales dimensio­
"diferencia significativa entre una orienta­ nes del cuidado que los críticos de Rawls
ción ética que trata de acomodar las di­ echaban de menos en su teoría de la justi­
ferencias entre los individuos y una que cia y que éste parecía no necesitar. Como
'. apunta a las relaciones de lealtad personal, advierte Okin, para la gente real, que por
. cuidado y preocupación por los demás. supuesto saben quiénes son¡ pensar como
Tratar a alguien justamente no es lo mis- si estuvieran en la posición original re­
mo que cuidar de alguien, y en una socie­ quiere p o r sil parte haber desarrollado

tí- 621
PLURALISMO

una capacidades de empatia, cuidado y nencia a tales identidades colectivas. Las


preocupación por los otros (1989, 248). políticas de igualdad social pueden llevar
La perspectiva de la justicia incorpora ne­ a cabo una verdadera encapsulacíón de)
cesariamente la preocupación y el cuidado estilo que caracterizaba a la sociedad tra­
por los demás, y solamente entre personas dicional. La igualdad entre los individuos ■
que hayan cultivado esa hospitalidad pue­ no se agota en la igualdad entre los dife­
den emerger normas universales. Lo que rentes grupos sociales. Si la igualdad se
se nos exige no es la capacidad de ser un entendiera de manera corporativa, el esta­
nadie desencamado, sino tratar de pensar tuto público de cada individuo dependería
desde el punto de vista de todos, de un sólo de su pertenencia a un grupo étnico“
otro concreto. Sin este esfuerzo es difícil cultural etc. A diferencia de los sistemas
imaginar que personas con objetivos dife­ tradicionales de encapsulacíón jerárquica,
rentes e incluso opuestos puedan compro­ el estatuto de estos grupos podría ser equi­
meterse en la tarea de buscar normas de valente, pero no habría espacio social fue-
ju sticia que todos puedan com partir y ra de esos grupos. Esta acomodación de! ■
desarrollar la confianza mutua requerida pluralismo no resuelve los problemas de
para aquellas ocasiones en que alguien un pluralismo que tiene su motivo en la
debe sacrificar alguno de sus intereses. fuerza que representa el sujeto personal, '
En la corrección de la justicia abstracta con independencia de su adscripción so­
se plantea además un problema que Martha cial. Y entiende la vida política como un ;
M inow ha denominado «el dilema de la equilibrio entre individuos y grupos empe­
diferencia» y que consiste en la dificultad ñados en cultivar sus diferencias pero sin
de saber cuándo el trato diferenciado enfa­ ningún interés por discutirlas.
tiza las diferencias y cuándo el trato igua­
litario insensibiliza para las diferencias.
Este dilema resulta con frecuencia del he­ 4. Una dem ocracia agonal
cho de que la situación y las experiencias
de un grupo son inconscientemente toma­ Hemos vivido bajo una creencia exage-^
das como medida para otros. Aunque el rada en el poder de controlar la sociedad .
trato equitativo cumpla los criterios for­ y, por tanto, en la responsabilidad que su- -i
males de igualdad, dado que es casi inevi­ pondría no conseguirlo. Nos resulta difícil J
table privilegiar una perspectiva determi­ dejar de pensar que todo sufrimiento es el g
nada — la de los adultos, los varones, los resultado de la acción humana y abrir pasoj
occidentales, los que tienen em pleo— , a la idea de que hay un límite trágico para $
puede negar la sustancia de la igualdad y la gobemabilidad, que el destino también .1
resultar excluyeme (1990, 152). interviene en política. Y la traducción po-J
Pero se da también el peligro contrario: lírica de la idea de destino es que las in sti-l
que el cultivo de la diferencia consolide tuciones para construir el acuerdo social J
distancias que podrían salvarse o que las no son superaciones automáticas de aquella
diferencias cuyo respeto se exige para las discordia que los coniractualistas habían!
relaciones entre los diversos grupos socia­ imaginado únicamente en el origen de la
les sean avasalladas en el interior de cada historia. Que haya instituciones, normas, y
grupo. En algunas defensas que se hacen contratos significa que hay modos de n
actualmente del multiculturalismo resuena gociar las diferencias, no que hayan sidi
un cierto eco de la sociedad jerárquica suprimidas o se aviste un futuro presidid«
cuando pasa de celebrar la diversidad a por la unanimidad.
proponer políticas que erigen fronteras en­ Los peligros de que el pluralismo ensé­
tre los grupos y asignan un estatuto públi­ ñe en ocasiones su rostro menos amable^
co a sus miembros en función de su perte­ incluso su dimensión trágica, no pueden

622
PLURALISMO

ser conjurados por ¡a expectativa de que la nes que han conducido al conflicto y con­
deliberación democrática alcanzará un vertirlos en terna de pública discusión.
acuerdo universal. Esta renuncia seria in­ Pese a todo, no es posible superar todas
humana sin el esfuerzo por tematizar los las opacidades de la vida social. Es nece­
desacuerdos y tratar de minimizarlos. Ten­ sario reconocer la posibilidad de que cual­
dríamos así una suerte de democracia ago­ quier forma de orden político puede ser
nal, un escenario de combate abierto, con experimentada como represiva por alguno
resultados imprevisibles y equilibrios pre­ de sus miembros; que algunas capacidades
carios, tan distante de la estabilidad con­ humanas y determinados aspectos de la
sensual como de la indiferencia equilibra­ justicia serán siempre minusvaiorados o
da. El pluralismo trágico y la democracia desfavorecidos. La democracia agonal ce­
agonal se reclaman mutuamente al com­ lebra la lucha, pero a menudo esta lucha es
partir un interés por extender el acuerdo trágica. Esto supone aceptar la contingen­
sin deslegitimar el desacuerdo. cia de nuestras propias construcciones y la
Decía Foucault que es legítimo no estar a radicación histórica de los principios que
favor del consenso pero que se debe estar regulan nuestra vida común. Ningún mo­
contra la no consensuabilidad. En una so­ delo de «situación lingüística ideal» puede
ciedad pluralista, el ideal regulativo del con­ proporcionarnos un tribunal de apelación
senso puede resultar imposible como reali­ definitivo para las cuestiones de justicia.
dad concreta y las divergencias no se supe­ Se trataría de reconocer la historicidad y
ran enfatizando las apelaciones a la unidad, contingencia de nuestras identidades y
pero la no consensuabilidad debe ser mini­ aprender a vivir con la ambivalencia que
mizada. Precisamente uno de los mayores de esta precariedad.se deriva.
problemas de la política consiste on saber La democracia no es un sistema de g o ­
qué consenso se requiere una vez que el bierno que apacigüe necesariam ente las
consenso total se muestra inalcanzable. diferencias, aunque nos enseñe a respetar­
Una alternativa al discurso «equilibrista» las y a dejar que se hagan valer. Esta posi­
es el modelo de discurso irrestricto orienta­ bilidad es siempre una fuente de inquietud
do al descubrimiento, abierto así a lo nuevo para la estabilidad triunfante. Luhmann ha
y no clausurado por la constatación de he­ prevenido contra la ingenuidad consensual
chos inexorables. Es el planteamiento de señalando que la democracia com o partici­
las éticas comunicativas que tienen su ins­ pación incrementa el potencial de conflic­
piración en Apel y Habermas, y responden to (1971, 39). D e manera similar, Euben
a lo que podría denominarse planteamien­ opina que la participación puede llevarnos
tos «moral transformativos». Las necesi­ comprobar hasta qué punto somos diferen­
dades y los intereses no deben ser conside­ tes unos de otros. A través de la participa­
rados como algo irrefutablemente dado ción política salimos de la esfera de la fa­
sino como el resultado de un proceso de milia y el vecindario y topamos con dife­
socialización, en el que se corrigen, perfi­ rencias y extrañeza». Pero a través de ese
lan o transforman. Uno de los descubri­ encuentro, por la necesidad de deliberar
mientos que pueden hacerse es, por ejem­ con otros que son diferentes, desarrolla­
plo, que la satisfacción de un deseo es mos la capacidad de pensar en público y
compatible con los deseos de los demás y como seres públicos, hacer reclamaciones
que a veces se refuerzan, dando así lugar a públicas y dar razones (1 990, 102). D e
estrategias cooperativas. Los discursos no este modo, la actividad política crea perso­
deben limitarse a encontrar reglas para co­ nas que son y se ven a sí m ism as com o
nectar diferencias entre constelaciones fi­ ciudadanos y que están unidos en una vida
jas de intereses, sino que pueden poner en pública que expresa y preserva sus dife­
cuestión los intereses, deseos y aspiracio­ rencias. Esta es una de las grandes venta­

623
p l u r a l is m o

jas de la discusión democrática: que poda­ nes supuestamente privadas— sea precisa­
mos sentimos como sujetos de autodeter­ mente dónde colocar la frontera entre lo
minación incluso en aquellas situaciones privado y lo público, qué movilidad acepta
en que nuestras aspiraciones han sido trun­ esa demarcación y qué justifica una nueva
cadas y rechazadas nuestras opiniones. distribución de. dicho territorio. En cual­
Pero esta conciencia no hace olvidar el de­ quier caso, la disensión política no será re-
sacuerdo. Vistas así las cosas, la delibera­ conducible a unas magnitudes abarcables
ción democrática no superará necesaria­ por haber llevado a cabo una previa divi­
mente nuestras diferencias. Pero una polí­ sión del espacio social supuestamente ina­
tica participativa puede recoger el aspecto movible. , . .1
trágico de la vida política y sostener al N o se trata de tolerar la diferencia sino
mismo tiempo el protagonismo de sus ciu­ de respetar a nuestros antagonistas porque
dadanos. ellos representan formas o modalidades de
La concepción liberal del espacio políti­ ser que no necesitamos negar para afirmar
co suele subrayar la protección de una es­ nuestras propias identidades. No obstante,
fera privada dentro de la cual los indivi­ com o toda identidad es necesariamente
duos son libres de aspirar a las versiones parcial, pues la identidad presupone la di­
concretas de la vida buena. Pero este plan­ ferencia, aquéllos que son diferentes serán
teamiento no evita el con flicto, ya que también antagonistas, contra los que com­
toda especificación de esta separación de batiremos al tiempo que les respetamos.
ámbitos es controvertida. Tampoco tiene Una democracia agonal no proporciona el
en cuenta que el conflicto entre las identi­ grato espectáculo de una convivencia có­
dades públicas y privadas es frecuente­ modamente armónica. Pero la discusión es
mente una instancia de dinamismo e inno­ más interesante que una neutralización pro­
vación de nuestras sociedades, una instan­ filáctica de la diversidad. Habiendo acepta­
cia de diferenciación que ha incomodado do la pluralidad, podemos ir más allá de
siempre a quienes añoran un orden social una mera tolerancia y valorar el enriqueci­
en que uno pueda expresarse plenamente a miento que supone encontrar el acuerdo,
sí mismo en todas sus actividades y que la colaboración c incluso la resistencia de
lamentan lo que entienden com o aliena­ los otros a la hora de tratar de hacer valer
ción y fragmentación. nuestras aspiraciones.
En vez de manejar el pluralismo neutra­
lizando y privatizando áreas de la vida so­
cial, una democracia agonal politiza nues­ Bibliografía
tros ideales. La politización de las diferen­
cias es necesaria en buena medida porque A ckerm an, Bruce (1989), «Why Dialo­
la estrategia de privatización ya no es via­ gue?», Journal of Philosophy, 8 6 ,5-22.
ble. Las interdependencias de la sociedad ÁPEL, Karl Otto (1988), Diskttrs and Ve-
contem poránea son muy grandes y las rantwortung, Frankfurt: Suhrkamp.
fuerzas de norm alización, vigilan cia y B e n h a b i b , Seyla (1986), Critique, Nonn,
control son muy persuasivas. Al mismo and Utopia, New York: Columbia Uni-
tiempo, la neutralidad se desvanece como versity Press.
posibilidad de gobernar el desacuerdo. C o v e r , Robert (1986), «Violence and tlw
Pero el alcance de esa politización de al­ Word», Yak Law Journal, 95.1.601-1.62'*
gunos aspectos de nuestra identidad será C h o z a , Jacinto (1990), La realización drl
también objeto de polémica. Tal vez lo po­ hombre en la cultura, Madrid: Rialp.
líticamente controvertido en el futuro — en E ü b e n , J. Peter (1990), The Tragcdy ¡>j
lugar de estar confinado a un elenco de te­ Political Theory, Princeton: Princetoii
mas, del que se hayan suprimido cuestio­ University Press.

624
PLURALISMO / POÉTICA

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Poética
Poética puede definirse como la disci- terminado y objetivable, definido y deli­
plina que estudia el espacio donde aconte­ mitado. y que lo característico de ese espa­
ce el hecho poético. Como toda definición, cio es precisamente que en él ocurra el he­
■ ésta se establece, en principio, entre la tau­ cho poético que comúnmente se denomina
tología y la pura abstracción, pero apunta poema, en su existencia puntual, y poesía,
algunos elem entos interesantes sobre el en su sentido genérico.
¡ ."término definido: indica, por ejemplo, que La función de la poética será precisa­
se trata de un conocimiento con aspiracio­ mente. por un lado, definir ese espacia poé­
nes cientifistas, cuya metodología, por lo tico, semejante al espacio literario definido
; tanto, puede formularse y transmitirse, y por Maurice Blanchot', próximo al espa­
no de un saber intuitivo: señala que su ob­ cio de existencia del Libra de Mallarmé,
jeto de estudio acontece en un espacio de­ y. por otro lado, analizar los elem entos

’ Blanchot, Maurice. Et espacio ¡iteraría. Paidóv


r. Madrid. 1992.

625
POÈTICA

que hacen de ése un espacio poético, su­ lingüística7*, para aprovechar los logros en
m inistrando una serie de instrumentos otros campos del saber. En el espacio poé­
pata su análisis y comprensión. Si su prin­ tico confluyen, en consecuencia, elemen­
cipal objeto de estudio ha de ser el discur­ tos que no se derivan exclusivamente del
so poético-literario como principio genera­ campo lingüístico, ni incluso de la semió­
tivo de una infinitud de textos234, para los tica, pero que se codifican fundamental­
que dotará al experto de instrumentos de mente a través de esos elementos del len­
análisis, tampoco deberá descuidar la his­ guaje1'’.
toria de los diferentes discursos literarios, Partiendo de los cuatro elementos fun­
en la que el discurso analizado se integra, damentales que definen la situación total
por lo que una parte importante de la poé­ de la obra de arte (autor, lector, obra y
tica la constituirá la historia de ia litera- universo), M.H. Abrams 5 estableció una
turar'. Puesto que el discurso poético es tipología, de sucesión histórica, dentro de
histórico -1 y sólo se completa en el devenir las teorías poéticas según éstas pusieran
del tiempo, la poética habrá de ocuparse de mayor o m enor énfasis en cada uno de
relacionar dicho discurso con su Historia, esos elem entos constitutivos. Así, distin­
tanto en el momento de escritura, como guió, por un lado, las teorías miméticas,
acto de solidaridad histórica5 y como for­ aquéllas que fundamentan su explicación
ma de poder, com o en los momentos de del arte como una imitación de aspectos del.
lectura. Es indudable que la poética no universo, que configuran las teorías esteli- -
debe agotarse exclusivamente en la des­ cas más primitivas, com o las de Platón,
cripción de las características meramente Aristóteles u Horacio; las teorías pragmáti­
textuales o lingüísticas que acontecen en cas, cuyo auge tiene lugar en los siglos xvu
el espacio poético, sino que ha de estable­ y xviíi, fijan su atención en la relación en­
cerse también como una disciplina inter­ tre la obra y el lector; las teorías expresi- •;
pretativa. comprensiva en el senLido elio- v¿ts alcanzan su momento culminante en el \
tiuno6, hermenéutica en su más profunda período romántico y ponen especial énfa-
significación, y rclacional, que aspire a ex­ sis en su atención al autor como creador “
presar la archilectura de la obra, no com o de la obra; por último, a partir del Simbo­
abstracción de las diversas lecturas, sino lismo han surgido una serie de teorías ob- .
como suma de éstas, y que distinga dentro jetivas que tratan de fijar su atención ex-^
de las lecturas posibles, según ese archi- elusivamente en la obra de arte en sí. Sin ;:
modelo, aquéllas que son probables de las embargo, estos modelos teóricos no apare- -á
que tan sólo son posibles. En este sentido, cen puros. Así, por ejemplo, la Poética dey>
la poética excede los estrictos límites de la Aristóteles es una conjunción de teoría

1
2 Ducrot, Oswald y Todorov, Tzvetan, Diccionario 1 Vid. Ducrot, O. y Todorov, T., op. ctt„ p. 99. j |
enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Siglo XXI. Jakobson, Roman, Lingüística y poética. Cátedra
Buenos Aires, 1974; p. 98. Madrid, 1981, pp. 28-29. Tomachevski, Boris, Teoría '¥
3 Ibidem, p . 173. de la literatura. Akal. Madrid, 1982, p, 13. Cohén,
4 Frente a la opinión de Alonso, Dámaso, Poesía Jean, Estructura del lenguaje poético. Grados. M i'
española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. drid, 1984. pp. 9-12.
Credos. Madrid, 1981; pp. 205-209. Vid., Eco, Um­ 8 Vid.. Ermatinger, Emil (ed.), Filosofía de ta a
berto, Obra abierta. Ariel, Barcelona, 1984. literaria. Fondo de Cultura Económica, México-M adrid^
5 Barthes, Roland, El grado cero de la escritura. Buenos Aires, 1984. Schmidt, Siegfried Fundamentar,
Nuevos ensayos críticos. Siglo XXI. México, 1973; de ia ciencia empírica de la literatura Ei ámbito de
p.22. actuación social Literatura. Taurus. Madrid, 1990.
í Eliot, T.S., «The Frontiers of Criticism», en On 9 Abrams, M.H., El espejo y la lámpara. Teortf%
Poetry and Poets. Faber & Faber. London, 1957; romántica y tradición crítica. Barrai editoras. Barc$¿
pp. 116-117. lona, 1975, pp. 15-58. 4?:

626
POÉTICA

mélica y objetiva; el Ars poetica, de Hora­ formalistas rusos, como los críticos cstruc-
cio. siendo fundamentalmente una teoría turalistas. Así, Tomachevski dirá que «es
mimètica, sería el origen de las teorías tarea de la poética [...] el estudio de los
pragmáticas de los períodos clásico y neo­ modos en que se construyen las obras lite­
clásico; la Poética de Luzán y el Arte poé­ rarias»12; y Todorov señalará que la poéti­
tica de Boileau estarían incluidas denLro ca «se propone elaborar categorías que
Je las teorías pragmáticas, pero su fuente permiten comprender a la vez la unidad y
directa es la teoría mimètica de Aristóte­ la variedad de todas las obras literarias»13*.
les; las teorías expresivas románticas pue­ Sin embargo, tal com o indicará Roland
den considerarse como una nueva mani­ BarthesM, sólo en la época clásica poesía y
festación de las teorías miméLicas con un prosa fueron consideradas como magnitu­
foco de atención diferente, al tiempo que des cuya diferencia era mensurable y que,
avanzan los principios objetivos de teorías por lo tanto, podían ser estudiadas por una
posteriores', T.S. Eliot, por apuntar uno de misma disciplina; la poética. Al constituir­
los instauradores de las teorías objetivas se modernamente la poesía como un len­
en occidente, avanza en cambio en sus ul­ guaje radical y sustancialmente diferente de
timas obras los principios de una teoría la prosa, y no cuantitativamente, la poética
que va más alba del texto10*. fijó su objeto de estudio en la poesía, tal
Históricamente la poética, tal como la como lo señala Jean Cohén15.
definió Aristóteles hada el año 334 a.C., Pero otro problema que planteaba la Poé­
fue entendida como la disciplina que se tica de Aristóteles era el concepto de mi­
ocupaba de «la epopeya y el poema trági­ mesis o imitación, puesto que en él residía
co. igual que la comedia y la poesía diti­ lo definitorio de la poesía. La mimesis y la
ràmbica», y dentro de éstas, del «arte que imitatio horaciana condicionarían, salvo
imita tan sólo por medio del lenguaje, sea algunas excepciones, gran parte del dis­
en prosa, sea en verso, y en verso sea en curso literario occidental, codificando una
versos distintos mezclados o en versos de serie de sistemas expresivos dentro de la
la misma clase». Es decir, para Aristóte­ lengua literaria, por lo que durante siglos
les, la poética se establecía como estudio la poética se aproximó a la retórica, com o
general de la literatura. Sin embargo, se le ciencia del discurso y técnica y práctica de
planteaban problemas formales para su de­ la comunicación16, de la que en su origen
finición, puesto que aunque los hombres había estado bien diferenciada. Las poéti­
ligan «al nombre del verso el término poe­ cas miméticas centraban su explicación de
sía», ésta ha de definirse «en función de la la poesía en la imitación de algunos aspec­
imitación que realiza» y no atendiendo a tos del universo. En este sentido, el discur­
«immetto común»11. so poético se concebía como un modo de
Este sentido tradicional de poética . co­ comunicación, de transmisión verbalizada
mo disciplina que se ocupa del estudio ge­ de ese universo imitado, y respetaba con­
neral de la literatura, que es el que subyace secuentemente los límites y funciones del
en las poéticas neoclásicas, lo recuperarán lenguaje, del que se constituía en una mo­
desde comienzos del siglo x x tanto los dalidad específica, como modo de expre-

10 Me refiero, por ejemplo, a un arrículo como «The 11 Aristóteles, Poética, 1.


Frontiers of Criticism» (1956), en op. di., pp. 103-1 IS. 12 T o m a c h e v s k i , B ., op. cit., p . 13.
Eji é! pone en cuestión varios de los fundamentos de la 11 Ducrol, O. y Todorov; T., op. cit.. p, 98.
teoría objetiva, base del New Criticism, expuesta más u Barthes, R ., op. c it., p p . 4 6 - 4 7 .
de treinta años atrás en «The Function o f Criticism» [í C o h en . J., op. cit., p p . 9 -1 0 .
(1923), en Selected Essays’. Faber & Faber. London, Jíi Mortara Garavelli, Bice, Manual de retórica.
1941, pp. 23-34. Cátedra. Madrid, 1991, pp. 9-10.

627
POÉTICA

sión según fórmulas más bellas y, por lo lenguaje poético conserva parte de su fun- ,
tanto, más altamente socializado. La retó­ ción comunicativa, en el sentido que ad­
rica, com o arte persuasorto, suponía una quiere el término expresión. Pero, conver­
adecuación del discurso a su destinatario, tido el poema en creación autónoma, en re- -
acentuando el carácter com unicativo de velación, el discurso poético irá perdiendo ''
aquél; su «decir más bello» no era sino un todo su sentido comunicativo para estable­
modo de intentar transmiLir la visión (mi­ cerse como un instrumento cognoscitivo.
mesis) del universo del-em isor. Ambas Por otro lado, otra de las afirmaciones
compartían, desde esta perspectiva, una fundamentales del prefacio a las Baladas -
semejante concepción del discurso litera­ Uricas ponía en cuestión algunos aspectos -
rio com o «len guaje con figuras» en su diferentes de las poéticas miméticas tradi­
función comunicativa y altamente sociali­ cionales: «La mayoría de los poemas [...]
zada, por lo que fijaron su objeto de estu­ fueron escritos principalmente con la in­
dio en aquello que diferenciaba el discurso tención de probar hasta qué punto el len­
liLerario del «lenguaje común», las figuras, guaje de la conversación de las clases me­
y se establecieron como disciplinas mera­ dias y bajas se adapta a los propósitos de!
mente descriptivas y categorialés. En este deleite poético.» La utilización del lengua­
sentido, la concepción de desvío estableci­ je conversacional para enriquecer la dic­
da por los críticos estructuralistas se deri­ ción poética sin que el discurso poético se
va de esa visión expuesta. vea alterado en su ser implica que éste no
En los albores del Romanticismo, las poé­ se caracteriza ya por ser un «lenguaje eun
ticas m im é L íea s entran en crisis y las teorías figuras», sino que, desde la nueva concep­
sobre el discurso poético desplazan el cen­ ción poética, su esencia reside en un lugar '
tro de interés de éste de lo objetivo exterior otro; por otro lado, si se podía integrar el
al sujeto emisor. Wordsworth anunciaría el lenguaje de la conversación en el discurso
nuevo credo poético en el prefacio a la poético era porque éste había relajado su
edición de 1800 de Baladas hricas: «La función como instrumento común icativo,
poesía es el desbordamiento espontáneo para acentuar su carácter cognoscitivo15.
de sentimientos poderosos.» La poesía se El giro fundamental de la modernidad poé­
concibe, así, com o expresión y no como tica se había operado. No obstante, las teo­
imitación y el poeta adquiere una dimen­ rías que concebían el discurso poético como
sión de creador que le iguala a D io s17; la un modo de expresión subjetiva, participa­
imaginación1^- fr e n t e a la in t e l ig e n c i a or­ ban en cierto modo aún de las concepcio­
dinaria que operaba a través de la mime­ nes miméticas, pues tan sólo transferían la
sis, se va a convertir en el nuevo instru­ referencia! i dad de lo objetivo exterior a U
mento de conocimiento de la realidad. Es subjetividad del emisor.
precisamente la im aginación ac Luán do a Con el Romanticismo, el discurso poéti­
través de/en el discurso poético la que va a co com ienza a establecer un espacio ik
proporcionar un conocimiento más verda­ existencia relativamente autónomo y U
dero, y el poema pasa de ser reflejo a ser poética se configura de un modo diferente
revelación, se independiza del universo e Precisamente lo característico del discurro
inicia una existencia autónoma. Aún para poético desde entonces será una tende/ujj
Wordsworth y para algunos románticos, el*15 radical a objetivar el espacio poético, a mi-

17 Abrams, M.H.. op. cit.. p. 272. Barral. Barcelona, 1974. Existe una versión iriil; !
151 B owrl C.M.. Lú imaginación romántica. Tau­ ampliada: The Visionary Compsmy. A Rcadmg <•' 1'
rus. Madrid. 1972. glish Rmmmtic Poeliy. Cometí Univcrsil) í 'km
Bloom, Harold, /.av p o d a s visionarios del ro­ ca-London. 1987.
m a n t i c i s m o i n g lé s i Blake, Byron, Shelley y Keats).

628
POÉTICA

priinir paulatinamente las vinculaciones luto, de presentar la cadena esencial que


con el emisor, a dotarlo de una mayor au­ cada palabra establece con su origen en lo
tonomía. de una utópica pureza. En este no dicho por no decible. Frente a la poli-
proceso de objetivación, suponen un paso glosia, a la palabra inmediata, a la lengua
portante tanto Filosofía de la composi­ babélica, el lenguaje del absoluto es el si­
ción, como El principia poético, de Edgar lencio, como máxima capacidad significa­
Alian Poe, y posteriormente las poéticas tiva del callar todo. Pero en el silencio ab­
de Mallarmé y Valéry. La progresiva auto­ soluto no hay espacio para el lenguaje, no
nomía del espacio poético residirá precisa­ hay posibilidad para el hecho poético; es
mente en el cuestionamiento de la capaci­ más, la existencia del silencio implica la
dad comunicativa del lenguaje poéLico, en del lenguaje, y sólo dentro de éste, o frente
pa continua puesta en crisis del lenguaje en a él, aquél adquiere sentido. La poética del
el poema. Pero de ahí se derivará lina do­ silencio era la manifestación radicalizada
u b lé paradoja irresoluble, la paradoja de la de la paradoja intrínseca de la estética, mo­
^poesía moderna, puesto que la negación de derna: su cuestionamiento de la comunica­
capacidad comunicativa del lenguaje, de bilidad de! lenguaje era extremo y, en su
su dimensión social, en el espacio del poe­ intento de dotar de plena autonomía al es­
ma, implica el establecimiento del discur- pacio poético, ponía en peligro su existen­
;^ S 0 poético a partir de un no lenguaje, y, a cia. El proceso de absoluíización del len­
ij| la inversa, la concepción del discurso poé- guaje que esta nueva manifestación de la
&tico como una manifestación del lenguaje estética moderna planteaba en forma ex­
^ conlleva la aceptación de su función co- trema suponía la puesta en crisis del len­
j|'niunicatÍYa y cuestiona implícitamente la guaje a través de la negación de uno de los
autonomía del espacio poético, caracteres primordiales del signo lingüísti­
A-. La tendencia a objetivar el espacio don- co: su arbitrariedad2-1. El signo poético, ne­
_¡$ de acontece el hecho poético, a la búsque- gado su carácter arbitrario, aparecía con
í dade la pureza absoluta, de la inefabilidad un carácter sim bólico, con una relación
de la palabra original, del lenguaje primi- simbólica con su referente. La unidad del
Jjgenio, en el que palabra y objeto, repre- signo entre significante y significado se
.Wtentación y representado, eran una misma quebrantaba en el espacio poético, donde,
jé cosa, a un estadio en el que el lenguaje Le- en una tradición que establecía su origen
íynía el poder mágico, anticiparorio20, de ha- en Heráclito, el significante, la parte sensi­
ífeer presente aquello que nombraba, llevó a ble del signo, remitía directamente no a lo
plantear una poética del sllencio2\ cayo oii- ausente, al significado, sino a la realidad,
^ gen moderno puede encontrarse en los sí- de la que se erigía en referente directo: el
# fcncios mallarmeanos--. un discurso dei no espacio poético pretendía establecerse en
%4tcir, que enlazaba con la lógica wiLtgenste- la poética del silencio, y por extensión en
.líjjwana2', o del decir callando, como forma la poética moderna, como el lugar donde
•fin ís plena de expresar el sentido de lo abso­ lenguaje y realidad conviven , donde el

-g.'g ^ Hauser, Amnld. Historia social de la literatura En el «Prólogo»- a su Tractatux, Witigenstein


jpyjf/arfe. Labor. 1988: vol. I. pp. 16-17. afirmará los principios de esta lógica del silencio:
51 Stciner. Ceorge, Lenguaje y silencio. Gcdisa. «Lo que siquiera puede .ser dicho, puede ser dicho
Barcelona. 19S2. A moros Moled. Amparo. La pala- claramente; y de Jo que no se puede hablar hay que
f ía del silencio (La fundón del silencio en ¡a poesía callar. (...) A sí pues, el límite sólo podrá ser trazado en
Opaño/o s partir de 1969). Tesis doctoral. Univcrsi- el lenguaje, y lo que reside más allá del límite será sim­
Complutense. Madrid. 1991. plemente absurdo». Wittgensiein, Ludwig, Tracíauts
- Raymond. Maree). De Bandelaire al surrealis- Lagico-Philosophicns. Alianza. Madrid. 1992. p. II.
Fondo de Cultura Económica. México-Madrid- 24 Saussure, Ferdinand, Curso de lingüística ge­
fcenos Aires, 1983, pp. 22-29. neral. Losada. Buenos Aires. 1978, pp, 130-13?.

629
POÉTICA

signo lingüístico es motivado, y no sólo tico sólo puede definirse por una mera di*
representa y denota, sino que presencializa ferenciación lingüística, ignorando los ele­
la realidad. En consecuencia, desde esta mentos extra-textuales que en él conver-
perspectiva se cuestionaba implícitamente gen. Por otro lado, señala el carácter no*
no sólo la unidad inherente del signo lin­ normativo del discurso poético, pero no 'i?
güístico, sino también la sistematicidad de define ni esa norma de la que se separa
la lengua, dependiente precisamente de la (lenguaje común, prosa, etc.), ni si esa no- J
arbitrariedad de aquél. El silencio, en este normatividad puede convertirse en norma. .
senLido, no era sino la materialización del (escuelas y tendencias literarias) con lo \f-
mundo en su inefabilidad. cual disminuye el sentido poético del lex- ~
Las poéticas objetivas, que han domina­ to. El concepto de desvío no define lo
do los estudios literarios de los últimos esencial y característico de la lengua poc- .-
ochenta años, han intentado explicar el es­ tica; sólo dice que es una lengua otra, di- :
pacio poético desde una perspectiva exclu­ ferente, pero no facilita ni la magnitud ni L
sivamente textual y lingüística, y para ello el senLido de la diferencia. La afirmación. I-
han elaborado diversos conceptos. Un con­ de que la poeticidad de un discurso radica
cepto que ha alcanzado cierta resonancia a en su desviación de una norma pre-establc- T
través de la estilística, el estructuralismo y cida. implica, por un lado, que tal nivel de -
la crítica generativa es el de desvío15. D es­ poeticidad es mensurable y, por otro, que
de esta perspectiva, la lengua literaria y el su máxima expresión es el absurdo, como jri
discurso poético son concebidos como un forma extrema de la anormatividad. Por %
apartamiento de las normas que rigen el último, la hipótesis desviacionista no expli-
lenguaje común. o aquél que se establezca ca.la poeticidad de textos altamente norma- .;:
com o normativo y normal. La hipótesis tivos y socializados, ni la funcionalidad^
desviacionista encuentra sus raíces en el poética del desvío en espacios no poéticos.
«lenguaje con figuras» que estudian la poé­ La tendencia a implantar una poéíicñ
tica y la retórica tradicionales y en la con­ textual, a entender la poética como u n o
cepción romántica de que el poeta, en su disciplina exclusivamente integrada en la j|
genialidad, utiliza un lenguaje diferente lingüística, llevó a Román Jakobson a es; y.
para expresarse. Sin embargo, ya se consi­ tablecer, siguiendo las formulaciones del
dere el desvío lingüístico com o traducción formalismo ruso y del Círculo Lingüístico^
de una excepcionalidad psicológica26, ya de Praga, una función poética que diferetFf]
se considere exclusivamente con respecto ciara el discurso literario de aquél que nfi¡l
a una norma lingüística prc-establccida27, lo era. Dos rasgos caracterizan esta/tín-*®
marginando fenómenos extra-textuales y ción poética: su tendencia hacia el mensa-jj
olvidando la función interpretativa, rcla- je, a la forma del mensaje y al signo c o m o
cional y com prensiva de ía poética, lo forma indiferenciada de significante y sig-vl
cierto es que dicho concepto supone la niñeado, y la proyección del principio d e j
existencia de una lengua otra en la que tie­ equivalencia del eje de selección sobre
ne lugar el discurso poético, El concepto eje de combinación, la recurrencia28. Ü yj
de desvío, dentro de la teorización poética, función poética jakobsoniana participa ifcS
supone una concepción inmanentista de la la hipótesis desviacionista, al suponer qí
lengua literaria, por la que el espacio poé­ el predominio de dicha función estábil

15 Vid., Pozuelo Yvancos, José M.‘, La lengua li­ 25 Cohén, J., op. cit., pp. 14-17. Levin, Samuel R ,/
teraria, Librería Agora. Málaga, 1983, pp. 19-38. tructuras lingüísticas en la poesía. Cátedra. Madrid, 19
A lonso, D ., op. d i., pp. 583-595. Bcmsoño, -* Jakobson, R., op. cit., pp. 37-40. Tomachev
Carlos, Teoría de la expresión poética. Gredas. Ma­ hablará de una «orientación sobre la expresión*.*
drid, 1976; vol. I, pp. 20-25. las obras literarias, en op. cit., p. 21.

630
POÉTICA

un lenguaje diferente, y por lo tanto se íe drían adscribirse al tipo de infortunios que


pueden aplicar las objeciones señaladas, J.L. Austin califica com o actos insince­
pero además, como apunta el lingüista, la ros^, por los que emisor y receptor com ­
presencia de dicha función no es exclusiva parten que lo que se comunica no es real,
del discurso poético, sino sólo su predomi­ es un discurso de ficción31, y, por lo tanto,
nio. con lo cual éste resultaría cuantifica- está excluido del criterio de verdad. La
Lile, del mismo modo que la proyección existencia de un espacio poético determi­
de! eje de selección sobre el eje de combi­ nado no depende de una m otivación lin­
nación, de la selección en el paradigma so­ güística interna, sino de las circunstancias
bre la combinación sintagmática, es rasgo en que se produce la emisión y recepción
compartido con cualquier conducta verbal, del discurso. Las circunstancias en que
por lo que no podría ser considerada como existe un espacio poético determinado por
rasgo definitorio del discurso poético. un discurso concreto, no son las del uso
El sucesivo cuesüonamiento de las poé­ normal del lenguaje, lo que condiciona
ticas textuales, de su empeño en cifrar la tanto la emisión de dicho discurso como
diferencia del espacio poético exclusiva­ su recepción, sino que varían en un nivel
mente en el tratamiento lingüístico, igno­ interpretativo, por el que si bien el sentido
rando otros elementos extra-textuales, las de un discurso poético es exacto y real,
circunstancias en que acontece el acto co­ por lo que puede comunicar y, por lo tan­
municativo. ha llevado a hablar a diversos to, satisface los principios fundamentales
autores de una crisis de la literar¡edad19, del lenguaje, su referencia es imaginaria,
una crisis de toda una ideología inmanen- no actúa sobre el mundo, lo comunicado
lista, para valorar la dimensión pragmáti­ no es real en sentido estricto32. En el espa­
ca de cualquier investigación semiótica, cio poético, el lenguaje se encuentra en re­
La teoría de la recepción, la psicocrítica, presentación de sí mimso, él mismo es su
la pragmática literaria, etc. son corrientes propio objeto y referencia, y, en consecuen­
que avanzan más allá del inmanentismo cia, lo que comunica no son realidades, sino
que había caracterizado a la mayor parte representaciones, signos de segundo grado;
de la crítica y la poética contemporáneas. en palabras de Eliol, el poema se comunica
Quizá desde ellas pueda explicarse mejor a sí mismo33, y no la realidad de lo que el
la existencia de un espacio determinado, poeta está tratando de expresar. En conse­
que denominamos poético, sus caracterís- cuencia, el espacio de existencia del poema
licas, su sentido profundo, etc. ha de ser independiente tanto del lector
Desde esta nueva perspectiva, podría como del escritor, pero no obstante ha de
decirse que el lenguaje poético (el uso participar de la situación en que Ja existen­
poético del lenguaje), y el literario en ge­ cia viene determinada para ambos. Si el es­
neral, representa al lenguaje de uso normal pacio poético es objetivable, su objetivación
en su dimensión imaginaria, supone una depende de las circunstancias comunicati­
decoloración de éste y sus discursos po­ vas; éstas determinan su existencia.

2,1 Pozuelo Yvancos, J.M.a, up. cit., pp. 61-81. . 32 Bousofio, C., op. a /., pp. 25 y ss.
Garrido Gallardo, Miguel Angel (ed.), La crisis de ia 33 Eliot, T.S., The Use o f Poetry and the Use o f
lilerariedad. Taurus. Madrid, 1987, Cristicism. Studies in The Relation of Criticism to
30 Austin, J.L., Cómo hacer'c'osas con palabras. Poetry in England. Faber Sc Faber. London, 1964,
Palabras y accionas- Paidós. B árcelo na-Bue nos Aires- p. 30.
Mcíxico, 1990, pp. 59-63.
11 Vid., Hermítein Smiih, Barbara, Al margen drf
discurso. La relación de la literatura con el lenguaje.
Visor. Madrid, 1993, pp, 31-55.

631
POÉTICA /POLÍTICA

Es la situación comunicativa, la volun­ lo tanto, indeterminada, aunque no infini­


tad y el conocimiento de que emisor y re­ ta. Las circunstancias de su emisión pue­
ceptor se encuentran ante un discurso poé­ den ser definidas, pero no pueden ser cal­
tico, y ante el espacio definido por él, lo culadas todas sus realizaciones receptoras,
que determina, en cierto modo, su existen­ por lo que la poética es una disciplina que
cia como tal en los extremos más indeter­ ha de admitir forzosamente un alto gradó-
minados. Son las circunstancias externas de indeterminación. El discurso poético,
las que contribuyen a definir la existencia así considerado, no representa un estadio
de un espacio poético, y no exclusivamen­ final, el espacio poético no está cerrado,
te la modalidad de lenguaje utilizado, con sino que es un campo abierto, algo que las
lo que su ser depende de la Historia, deter­ poéticas textuales negaban implícitamente
mina su caída en el tiempo, su vinculación al reducirlo al texto, un espejo donde el
necesaria con dos procesos de creación de lector contemplándolo se contempla a sí
signo distinto y grado diverso, que actúan mismo, en un aei o de creación referida.
en un mismo nivel: la esentura y la lectura, Poética y lectura comparten entre sí. por
como sucesión de recepciones y no exclusi­ lo tanto, el hecho de ser actos crea iivos
vamente como acto autónomo. Si la escritu­ que existen al mismo nivel que el discurso
ra es un acto de solidaridad histórica34, es poético, pero mientras la lectura actualiza,
evidente que la lectura también lo es al po­ aunque desde múltiples perspectivas, un
ner en juego circunstancias y creencias, al espacio poético particular, puntual, la poé­
actualizarlas en la m ente receptora. La tica tiende a la slobalidad y a la abstrac­
existencia de un escritor, y para que exista ción; si la poética es una disciplina, la lec­
como tal tiene que haber creado un espa­ tura es su puesta en práctica. Cuanto más
cio literario, determina la existencia del se aproxima la poética a la definición de
lector; su solidaridad es inquebrantable, su un espacio determinado, más se aleja éste
encadenam iento acaba en la eternidad. hacía el infinito; y. sin embargo, la poética
Pero lector y escritor sólo existen en cuan­ no puede perder esa aspiración totalizado­
to que existe un espacio poético determi­ ra, aun sabiendo que su persecución, como
nado que es puntual en su emisión y lineal la de Apolo, no tiene fin.
en su recepción; su creación es momentá­
nea, pero su realización es histórica, y, por Juan José Lmz

Política
Las «cosas» eternas — el amor, la muer­ sengañada del Eclesiastés: ¿quid novi
te. la sociedad— son las que sufren las mo­ solé? La respuesta es desde Juego «nada »
dificaciones más importantes. La política Podemos recordar a lo sumo algunas b.m--
es una de ellas: perdura de edad en edad, lidades de base, que sirvan como pumo if*
pero no deja de ser siempre y de modo di­ apoyo sólido para pensar el aspecto «u?
ferente. Como para las «cosas» eternas, no puede tomar la política de nuestro' dú*
es seguro que se puede hacer de ella un No se trata de ser útil. Es una preocup
análisis muy original. En este ámbito si- ción que no le va al sabio. Pero ante u"U
sue siendo de actualidad la sabiduría dé­ incomprensión, tantas malas interpreta-»-1

Barthes, R.. i/p. c¡!.. p. 22.

632
POLITICA.

nes y palinodias de todos los órdenes, es dalidades de coacción exterior, de las dife­
s bueno decir — para quienes puedan enten- rentes formas de autoridad moral que Ies-
r, derlo— cuál es, strictissimo sensu, el dra- corresponden». Se trata de un problema
^made esta «forma» que es lo político. Aun- esencia], porque la «presión social» es para
' qué sólo sea para mostrar sus evoluciones. él uno de los caracteres mayores de los fe­
- -- Pues es de una «forma» de lo que se tra- nómenos sociológicos2.
j la, en lo que tiene de envolvente, de neeesa- Hay por lo tanto una fuerza en muchos
l rio también. Es decir, en lo más cercano a aspectos inmaterial — diré por mi parte
[.'lo que nos ha enseñado Sinvnel, una confi- «imaginal»— que funda lo político, le sir­
f~guración que preexiste a las existencias in- ve de certidumbre y de legitimación a lo
dividuales que, para ser más precisos, Ies largo de las historias humanas. Después de
l sirve de condición de posibilidad. A sí como M. Weber, hubo numerosos análisis sobre el
¿ la muerte es necesaria a la vida, o en todo tema de la «dominación legítima», sea ésta
r‘ caso le da sentido, especificándola por lo carismática, tradicional o racional. Existe
i que es, así lo político es una instancia que una buena tipología, que por cierto se podría
p ^-en su acepción más fuerte— determina completar, y que tiene la ventaja de poner el
¡i. la vida social: la limita, la restringe y le acento en la dimensión mental de la política.
f permite existir al mismo tiempo1. Es importante insistir en esto, porque se
Es tal vez esto lo que permite entender trate de una dimensión por lo general poco
" la sorprendente longevidad de aquello que tomada en cuenta por los hombres políti­
í La Boétie llamo la «servidumbre volunta- cos y los politistas, pero de la cual hemos
", na». Es cierto que no deja de ser asombro- de medir cada vez más el impacto. Agre­
[ sa esta pulsión que empuja a someterse: garía que es una dimensión cuyo hilo rojo
«rendirse» al otro, aceptar jefes: y buscar- recorre las diferentes fases de la humani­
^los de ser necesario. En efecto, las expre- dad, y es fácil trazar su genealogía. Así, en
j siones del sometimiento son m últiples y el seno de una misma colectividad (lo que
í sus retornos cíclicos son punzantes y fas- se denomina punto de vista intcrespecfri­
peinantes. Al respecto, puede decirse que co), puede decirse que es la aceptación ge­
5 hay efecto de estructura, o una ley natural neral de un cierto stam qua lo que funda
" e inexorable que incita a doblar el espina- las diversas estratificaciones sociales, sean
2o, aceptándose que alguna o algunos dic- éstas los «Estados» m edievales, In tri o
* ten la ley: el bien, lo verdadero, lo desea- cuadripartición que los historiadores o los
'■ ble, y desde luego suh contrarios. antropólogos han destacado múltiples ve­
'z-. Esto es el alfa y oniega de lo político, ces, las clases o las castas: hay en el ori­
£ por lo menos es lo que lo constituye cuan- gen una «idea» fundadora. Esta puede ser
i do reina por completo (no siempre es así, mito, historia racional, hecho legendario:
jii como habré de mostrarlo). Reconozcamos poco importa para el caso, el hecho es que
í por lo pronto que la coacción es su marca sirve de cimiento social, y de sustrato a la
t ' esencial. dominación legítima del Estado.
í; Esta coacción no siempre es física. Pue- Además, es esta idea la que funda tam­
* de decirse incluso que es con mayor iré­ bién aquella culminación de lo político que
is duenda moral o simbólica. Durkheim ve es la violencia interespecífica, violencia
f un problema sociológico esencial en la enLre entidades diferenciadas. La guerra
; "búsqueda, «a través de las diferentes mo- sagrada, llevaba a cabo en nombre del Es-

jv 1 CF, par ejemplo. G. Siinmel. S w i o l c v j t ' e l é p is - : E. Durkheim. L e s f o r m e s e k h n e n i a i r e s d e la vire


j;' _trm oh’?je. I’íirís. 1931. prefacio de J, Frenad, p. 52. i-eliaieiixe, París, 196S. p. 298. nota 2, Sobra los dife­
¡t_. De Crie último hay que consultar desde luego su obra rentes tipos de ■•dominaciones legítimas», en M. Weber,
maestra. L 'e s s e n c e tUip a l t i i q u e . P arís. 1965. cf. E c o n o iu ie el ,vr¡ d é te . París, i 971.

633
POLITICA

tado-nación, la lucha de clases, las diver­ una base que le sirve de soporte, se ve in-
sas vendettas y otros conflictos de honor: faltablemente llevado a abstraerse de ella.
es larga la lista de ias manifestaciones de Por un lado lo social, su vitalidad, su de­
una agresividad vivid a y ejercitada con sorden fundador, en resumidas cuentas la
conciencia, y con toda buena fe. A l dar sociedad «sin atributos»; por el otro, el Es­
cuenta de parejas de oposición funcional en tado, con sus diversas modulaciones, su
el seno de las tribus primitivas. Durkheim orden mortífero, y su razón monovalente.
habla incluso de una «hostilidad constitu­ No se trata de hablar, como ha podido ha­
cional» entre ellas1. Es una expresión jui­ cerse, de la «sociedad contra el Estado».
ciosa, que traduce bien el funcionamiento Ni siquiera de considerar sociedad alguna
de una estructura que rebasa a los indivi­ sin Estado. Basta con señalar que, al obrar
duos que son sus portadores, o que creen la «fuerza imaginal» en toda vida en so­
ser sus actores. Esta «hostilidad constitu­ ciedad, se emplea de una manera diferen­
cional» nos permite pensar lo político como cial: puede aceptar (e incluso reconocerse
la suma de una serie de necesidades fata­ en) la libido dominandi de uno sólo, de
les, que van desde las convulsiones politi­ una casta o una clase, com o puede tam­
queras hasta los diferentes odios sociales, bién diluirse en el cuerpo o en los cuerpos
sin olvidar desde luego las enemistades sociales más pequeños, desprendiéndose
particulares que son el lote de cualquier así de cualquier procedimiento de delega­
sociedad. ción. Estas son respresentaciónes caracte­
Estamos encadenados a todo eso, y el rísticas de la modernidad. Es un drama en
término político describe bien la dimen­ episodios que merece atención. Con un
sión de ello. Traduce la tensión paradójica buen hilo conductor, se puede dar cuenta
que en el exterior (intcrespecífico) como de este recorrido laberíntico.
en el interior (intracspecífico) preside a la Tenemos el punto de partida: coacción,
relación con el otro. Pero lo propio de la hostilidad, animosidad, letanía que podría
paradoja consiste precisamente no tanto en proseguirse al antojo, y que puede resumir­
ser imprevisible cuanto en encontrarse en se con la expresión «violencia fundadora».
otra parte de donde se la espera. Quiero Toda agregración social — es bueno recor­
decir con esto que, si bien se puede estar darlo— comienza con ella. El Otro es en sí
de acuerdo con Julien Frcund en reconocer mismo violencia. El Otro me niega, y debo
que existe una «esencia de lo político» (la adecuarme a esta negación, vérmelas con
cual delimita el ámbito de la relación con ella. Comienza entonces lo político. Reto­
el otro, o con los otros), no es intangible, y mo aquí una excelente definición de Julien
puede tener significados diferentes según Freund, quien afirma que lo político es
las épocas. «por excelencia la instancia del desplie­
A l respecto he propuesto hace ya más gue, la gestión y el desenlace de los con­
de un decenio la explicación de la tensión flictos #s. En pocas palabras, todo está di­
paradójica por la dialéctica poder/poten- cho, salvo tal vez que el «desenlace» conti­
cia 34. N o volveré sobre el detalle de mi núa siendo siempre precario y que, en la
análisis, ya que sirve de base para mi ar­ medida en que es realizable, pertenece la
gumentación. Baste con decir que explica mayor parte del tiempo al ámbito de la uto-,
el drama de lo político. Al ser tributario de pía. Lo cierto es que polémos es esta enti-

3 E. Durkheim, ibid., p. 207. J J. Freund, Sociolagie du conjlict, París, 1983,


4 M. Maffcsoli, La violence totalitaire, essai d'an- p. 11. He abordado por mi parte este problema en
thropologie politique, Paris, 1979, C.I., cf. J. Prenne!, M . M affesoli, Essai sur la violence banale et fonda-
L ‘essence du politique, Paris, 1965; cf. igualmente trice, París, 2.* edición, 1984.
P. Clastrcs. La société contre l ’Étal, Paris, 1974.
POLÍTICA

dad divina que domina el destino de la na­ P. ClasLes ha mostrado lo mismo en olro
turaleza humana, y que hay poco dominio ámbito cultural, el de la comunidad de los
exento de alguna influencia. En el trabajo, indios Guayaki. El jefe no puede ser reco­
las instituciones civiles, la religión, el mun­ nocido como tal, más que si sabe influir en
do intelectual, el comercio, e incluso en el los sentimientos, los deseos y, yo diría, el
comercio amoroso: con mayor o menor dis­ imaginario colectivo. Es, por otra parte,
creción. está presente siempre y en todas cuando está en sintonía con la pasión co­
partes, presidiendo las cosas del tiempo. mún del pueblo que el jefe Guayaki surge
Ahora bien, el conflicto es, la mayor y es reconocido com o tal.
parte del tiempo, codo menos racional. Está Remito a esos análisis pertinentes7, con­
enteramente impregnado por el «afecto», tentándome con llamar la atención sobre el
lo que es singularmente negado o denega­ aspecto a la vez difuso pero no por ello
do por la mayoría de los observadores so­ menos pleno del sentimiento y de las pa­
ciales. Esta denegación es tanto más curio­ siones colectivas. Se puede olvidar por un
sa cuanto que se sabe que la producción es tiempo su eficacia: no dejarán de manifes­
engrendrada con mucha frecuencia por la tarse con fuerza cuando menos se las es­
polémica, y que el pensamiento político, pera. He tenido ya ocasión de emplear tal
en particular, tiende a definirse en pro o metáfora, pero puede decirse que la pasión
en contra, lo que ha llevado a decir que se común es como un manto freático que sus­
estructura por «simpatía (o antipatía), no tenta toda la vida en sociedad, permitién­
por lógica»6. Esto no es infamante; tan cier­ dole ser lo que es. Los hombres políticos
to es que la ataraxia, sin ser una pasión, tal más avezados son los que han sabido sacar
vez un ideal, está muy lejos de ser el desti­ partido de este estado de hecho de una ma­
no del común de los mortales. nera consciente o instintiva. Al respecto, la
A fortiori, lo es por lo que toca a la lu­ «gestión de las pasiones» es sin duda el
cha cotidiana que encierra toda vida so­ arte supremo de cualquier buena política.
cial. La pasión juega en ella un papel nada Para poder, si no aceptar, sí por lo me­
despreciable y. aunque no es éste el centro nos reconocer esto, no hay que hacerse
de mi análisis, daré por sentado que está ilusiones sobre la «construcción» de la so­
en el origen mismo del conflicto, sea éste ciedad, sino relativizar la opción simple­
íntimo, familiar, grupal o más ampliamen­ m ente racional que prevaleció durante
te público. Por ende, de acuerdo con lo di­ toda la modernidad. Si se conserva el tér­
cho anteriormente, está también en el ori­ mino «construcción», recordemos que ésta
gen de toda vida política. Son numerosos es en buena medida simbólica. Las «tribus
los ejemplos que abogan en este sentido. primitivas» o las civilizaciones no occi­
Hablando claramente a propósito de la dentales, han sabido guardar tal dimensión
gestión de las «pasiones políticas», P. An- sim bólica. Se hallaban inmersas en una
sart muestra a partir de un análisis de la concepción aleatoria de la vida humana, y
monarquía de Luis XVI, cómo este último relativizaban con ello la importancia de la
refuerza «el poder por la gestión de las pa­ acción en el curso de la historia. Puede re­
siones», y cómo, por un movimiento cícli­ cordarse que esta sensibilidad se reconoce
co sin fin. esta gestión suscita pasiones en el gran pensador de lo político que es
análogas que el poder a su vez reconforta. Maquiavelo. Para él, la historia es un río

6 A.G. SIuma, Les chasseurs d'absolu, Paris,


1980, p. 2Ü3.
7 P. Ansart, [.a gestion des passions politiques,
Lausanne, 1983, pp. 54, 55, 11. P. Clastres, op. cit.,
pp. 171,59-

635
POLÍTICA

cuyo curso resulta vano tratar de m odifi­ este último, Se ha señalado con frecuencia
car. A lo sumo pueden aprovecharse los que el jefe es responsable de las hambru­
períodos de calma para buscar «con di­ nas, las sequías, las inclemencias naturales
ques, presas y otras medidas, corregirlo de que pueden sobrevenir. He aquí algo que
tal manera que cuando las aguas crezcan», parece paradójico, o por lo menos muy
sea menos violento y menos temible8. ¡Es primitivo. Pero tal parecería que este pen­
una sabiduría juiciosa, un relativismo de samiento mágico sobrevive a través de las
buena ley, en el que deberían inspirarse los épocas, y que aún en la actualidad se impu­
politólogos que reclaman a Maquiavelo! ta a quienes nos gobiernan hechos y perjui­
Si insisto en el efecto muy relativo de la cios contra ios que nada pueden.
acción humana sobre la construcción social En Orpbeus, un clásico de la historia de
es porque quiero hacer resaltar que lo que las religiones, S. Reinach habla de la «in­
he llamado la pasión común o el sentimien­ capacidad m ágica» del rey, que podría
to colectivo nos introduce en un vasto con- costarle la vida, o por lo menos el puesto.
'junto cósmico, del cual no es finalmente más Por su lado. M. Weber ha subrayado que
que un elemento. En efecto, en el sentido la inclemencia puede interpretarse como
más simple de] término, lo propio de la pa­ consecuencia de los pecados del jefe, lo
sión común es probar con otros, probar a los que vuelve «muy precaria su supremacía».
otros. Todas estas cosas nada tienen que ver Lévi-Strauss proporciona a su vez otros
con el racionalismo occidental, pero se inte­ ejemplos en el mismo sentido9. Lo que
gran bien en el aspecto global — holístico— puede retenerse de lodo esto es la dimen­
de la matriz naLural. Economía contra ecolo­ sión comunial de la estructuración social.
gía, de alguna manera. El espacio es un nicho, un refugio, y la je­
Puede recordarse, por lo demás, el origen fatura tiene el papel de asegurar su buen
«ecológico» del poder. Los historiadores, funcionamiento. Con cualquier nombre
antropólogos o teólogos están de acuerdo que se adorne, el dueño del poder cristaliza
sobre este fundamento. A sí como el orden la energía interna de la comunidad, movili­
social forma paite del orden cósmico, y no zando la fuerza imaginal que la constituye
se comprende más que en cuanto tal, así la en cuanto tal, y asegura un buen equilibrio
cosmogonía sirve de base teórica para la entre ésta y el medio ambiente circundante,
realeza. Con frecuencia, los reyes al morir tanto social como natural. Se trata desde
vuelven a ser lo que son en esencia: padres luego de una actitud que habrá de encon­
fundadores. En la tradición egip cia, se trarse en su apogeo en el poder carismàti­
convierten en dioses chtonios. divinidades co, pero que se expresa incluso en la racio­
del sol, de la tierra, y sirven por ello de raí­ nalidad y la funcionalidad de la burocracia.
ces al conjunto social, incorporándolo a un Aquí tambiéu pueden encontrarse expre­
lugar determinado, y haciendo que éste se siones muy diferentes, pero el hecho de
convierta en vínculo. que el jefe este al servicio de la sociedad es
Al mismo tiempo, esta puesta en situa­ una característica que ha sido analizada
ción «ecológica» del poder políLieo es una con frecuencia. Se sabe que es el concepto
buena manera de relativizarlo, y por lo romano de ministerio el que le da a la Igle­
tanto de protegerse de él. Es porque per­ sia católica la base misma de su estructura
mite la «correspondencia» con el cosm os jerárquica. Por mi pane, he mostrado que
que el jefe está llamado a responder ante* está igualmente en el origen de la idea de

* Cf. el análisis que hucu J. Burnham, Lu domina­ 1J S. Reinach. Orpheu\. París, 1930. p. 1.9.1.
rían mtmdiale. París, 1947. p. 200. Por i o que loca a M. Weber, Le judaisme aniiq'se. París. 1970. pp. 4 S '!
las comunidades primitivas, cf. P. Farb, Les indiens, Cf. también Lévi-Strauss. Tristes Trapiques. Pan-.
París, 1972. p. 21. 1955. p. 327.

. 636
POLÍTICA

É; «servicio público», cuya importancia se re- mente que se trata de una «servidumbre
Fconoce en Francia a partir del siglo xix. Lo voluntaria». La coacción moral o la pro­
H que se ha subrayado menos es que tal con- tección impuestas por el jefe, la pasión co­
Fxepro se reconoce en el derecho tomista más mún o el arraigo cósmico que utiliza, todo
ETriguroso, así como en las diversas tradicio- es causa y efecto de esta «fuerza im agi-
fe-'nes anarquistas que vienen de Joachim de nal» necesaria a toda vida en sociedad.
Flore. De los utopistas medievales a Marx, Para decirlo en términos más clásicos, no
I-e s larga la lista de quienes fueron influidos, hay política sin «religión», tomada ésta en
| a sabiendas o no, por el joachinismo. su más estricto sentido: lo que vincula a la
En esLa perspectiva, salida de] derecho gente que comparte un conjunto de su­
romano, ¡a autoridad es un servicio, es io puestos comunes. Esto puede expresarse
hace creer. Es decir, volviendo a lo de múltiples maneras, como lo «social di­
% señalado con anterioridad, lo que se inLe- vino», para Durkheim, o «la política como
£ gra en la armonía cósmica y social. Por lo forma profana de la religión» para Marx.
%. demás tanto para Santo Tomás de Aquino Lo cierto es que toda la vida social des­
g-como para Joachiip de Flore — con énfasis cansa en una necesidad fatal, la de despo­
| 'diferentes desde luego— , se está en el de- jarse de sí misino, de someterse y de «ren­
recho de insurreccionarse en nombre de la dirse» a los demás. Queda bien entendido
«libertad cristiana», cuando la autoridad que tal despojo necesita de una legitima­
t ; deja de asumir dicho papel10. Sea lo que ción, que habrá de encontrar en el Gran
5-. fuere, se quiere resaltar a través de todas Otro. Es Dios la mayor parte del tiempo,
í estas notas que existe en el orgicn del po- aunque sus avatares son múltiples; Estado,
j¿ der público la necesidad de asegurar una Partido, Progreso, Ciencia, Moral, Sene­
protección, de permitir el buen funciona- cio, etcétera; es larga la lista de sustitutos
^' miento y un crecimiento social regular. La o modulaciones de la deidad.
sumisión no es más que el correlato de. la Unas palabras de Talleyrand, gran co­
i ' protección. La característica esencial del nocedor de la cosa política, pueden ser cs-
?v jefe es la de asegurar un socorro, de ser el clarecedoras: «no hay imperio que no haya
} 'garante del equilibrio. Es esto, por lo de- sido fundado en lo maravilloso». Es cierto
f': más, lo que engendra la sumisión fatalista que lo sagrado ocupa un lugar nada des­
; ' o. más aún, esta pasividad de la masa que preciable en la estructura política, lo cual
i- habrá de buscarse o de temerse, según los puede ser ubicado en dos polos esenciales.
r regímenes. En la base de esta pasividad En primer lugar, del lado del jefe: en tanto
, está el hecho de que se cede a otros el cui- centro de la unión, como lo he dicho ya,
- • dado de asegurar la tranquilidad del con- asegura el vínculo entre el entorno social y
junto. Esta delegación habrá de tomar desde el entorno natural, entre el macrocosmos y
" luego formas muy diferentes, de la demo- el microcosmos. Se podrían dar ejemplos
- ’ cracia activa a la tiranía totalitaria, pasando al infinito en este sentido. Así, en los Alurs
[ por la aceptación tácita que es la absten- del Ugadan es su «influencia sobre las
f. ción. La naturaleza es idéntica: el que «res- fuerzas vitales la que justifica su influencia
ponde» a los demás y por los demás en la sobre los hombres» (G. Balandier), y se
‘ armonía natural o social, tiende a deman- precisa enseguida que este campo de lo sa­
. . dar o a imponer la servidumbre. grado domina igualmente a los deposita­
Retomando la expresión de La Boétie rios del poder. No son dueños de disponer
indicada más arriba, hay que tener en o no de él: están obligados a ejercerlo,

,n Cf. H. de LubEic, Im poslérilé spirititene dejan- 1987, pp. 153-154. Cf. igualmente M. Weber. Le ju-
thim de Flore, tomo I, de tocchim a Schelling. París. ddisine antique, op. at., p. 22.
POLÍTICA

siendo juguetes de la fuerza que los reba­ las civilizaciones: príncipe, presidente, em­
sa. Si se es atento, se verá que tal fatalidad perador, tecnócrata, burócrata, etcétera, por
pesa sobre todas las formas de poder. Al un lado; clérigo, intelectual, sabio, científi­
asumir esto último, ya no se es del todo uno co, médico. eLcétera, por el otro. La estruc­
mismo. Uno se vuelve otro para los demás, tura permanece inalterada: se trata de ase­
y ello porque se participa en mayor o me­ gurar la mediación entre la realidad visible
nor medida en el orbe de lo sagrado. del mundo social, y la invisible o inmaie-
Se reconoce igualmente esta dimensión rial del flujo vital que permite que éste per- -
en la mística del Graal o en la idea imperial dure12. El flujo puede ser el de una idea o
gibelina. Quien se siente, se cree o es inves­ un mito fundador; puede ser también el de
tido de una vocación imperial, no es más la comunicación o el de la imagen omni­
dueño de sí mismo. Debe responder a esta presente. En todos los casos, cobra forma
vocación, y cumplir ese ministerio y a esta en el campo de fuerza de lo religioso.
«misión». D e Federico de Hohenzollem a Es tal vez por ello por lo que los políti-'
Federico el Elector palatino, puede verse eos sobresalientes son antes que nada gran­
que hay una forma de «abnegación» de sí des «conquistadores de alma». Asimismo,
mismos en quienes aceptan esta carga. Pue­ la potencia de un imperio le debe menos.
de verse en esta abnegación una justifica­ — pese a lo que pueda pensarse— a la fuer­
ción ti posteriori de la libido dominandi, za de sus ejércitos que a la admiración que ..
aunque historiadores y antropólogos están es capaz de inspirar. Fustel de Coulanges lo. ;
de acuerdo en subrayar el aspecto propia­ señala en el caso del imperio romano, que"
mente religioso de esta forma de poder". no habría podido dominar y perdurar si no
De todas formas, desde el pumo de vista so­ hubiera suscitado el sentimiento «religio­
ciológico, el aspecto paroxístico y propia­ so» de pertenencia colectiva al imperium -
mente caricaturesco .de tal misión no deja de mundi. Desde este punto de vista, ser ciu­
arrojar luz sobre todas las manifestaciones dadano romano era el signo de pertenen-^
menos marcadas del poder político. cia a la comunidad humana y civilizada,^
Por lo demás, no es sino hasta muy tarde Uno de los elementos de la constitución^
que las funciones del rey y del sacerdote fue­ simbólica de esta realidad, ha sido justa- ^
ron disociadas. Esta separación no fue fácil: mente la multiplicación de los altares eri- ^
fue objeto de una larga historia de la cual es gidos a la gloria de los emperadores, quie-
cesaropapismo en Occidente es la expresión nes eran naturalmente adorados como di-^J
más conocida. En el caso de la ideología in­ vinidades, menos por lo que eran como jfi
doeuropea, la obra de G. Dumézil muestra individuos, q u e por p e rs o n ific a r la grande­
cómo el capellán «debe ser el doble del za romana.
rey», y cómo el «buen estado del reino» Al recurrir a otros ejemplos históricosij®
depende de la igualdad entre ambos. En el podría hacerse un análisis muy semejante^
sentido fuerte del termino, hay un paralelo de la conquista del Nuevo Mundo por lo$|§
entre el rey y el sacerdote: y este paralelis­ españoles. Llegan a triunfar en un imperios
mo es el que permite movilizar, o evcntual- preexistente y en una civilización estmcto*ij|
mente reconfortar el equilibrio de la cosa rada porque logran, entre otras cosas, sust2
social. Los términos «rey» o «sacerdote» citar un temor religioso, remplazando las
pueden cambiar, o variar de acuerdo con imágenes adoradas localmente por otras;a

11 Cf. J. Evola, La mystique du Graal et l ’idée im­ Uganda, cf. G, Balandier, Anthropologie politiqu
périale gibeline, Paris 1970, y el libre niuy enidito de Parts, 1969. p. 123.
F,A. Yaie.s, La lumière des rose croix, Paris, 1978. 13 Cf. G. Dumézil. Mythe et épopée, tomo I/Pi-J
Me rcmito asiniisrno a mi libro, M. M affesoli, La ris, 1968, pp. 195-197.
violence totalitaire, Paris, 1979. Sobre los Alurs del

638
POLÍTICA

que se revelan más eficaces. Ahí también, pero aplica también su esquema a otros pe­
se trata de la conquista de las almas. ríodos hitóricos, como la Revolución Fran­
La edificación de la Cruz o de la Virgen cesa o San Bartolomé. Sería fácil prose­
María sobre el Templo Mayor de México, guir con la lista de ejemplos, tanto históri­
es más eficaz que varios batallones. Y, por cos (desde principios del siglo xx) com o
el contrario, el cstalinismo lo probó a ex­ anecdóticos, tal y com o nos lo muestra a
pensas suyas: vio para bien o para mal, granel la nota roja.
cómo el Vaticano triunfaba subrepticia­ Basta con indicar el «principio» religio­
mente, sin divisiones blindadas, sobre to­ so de todo esto. He dicho reliance a fin de
das las fuerzas armadas rojas reunidas. En expresarlo con mayor sencillez: se trata
sus inicios, el marxismo impuso su impe­ de la sorprendente pulsión que empuja a
rio sobre los espíritus haciendo teológi­ buscarse, a ensamblarse, a «rendirse» al
camente una «crítica del cielo». No había Otro. D e ahí la noción de efervescencia
hecho más que remplazar un fanatismo en Durkheim, característica de «las épocas
por otro. Al hacer esto, había logrado mo­ revolucionarias o creadoras» (p. 301). Ex­
vilizar a las masas modernas en tomo a trapolando su propósito — a riesgo de dis­
una mística, unos santos y unos mártires. gustar a sus comentaristas más puntillo­
Y es al olvidar la efervescencia religiosa sos— , puede decirse que es justamente ahí
que había sabido suscitar, que su imperio en donde se encuentra el paso del «otro»
se derrumba con tanta rapidez13. al «Otro». Y esto, desde luego, en un m o­
En cada uno de estos casos — apuntados vimiento de reversibilidad: perderse en el
aquí muy brevemente— puede retenerse la «otro» crea a la vez al Otro, el despojo en
necesidad de una organización en torno a este Otro crea al «otro» que es la sociedad.
una imagen común. Es en función de la Hay en este proceso algo así com o una
fuerza de penetración que será evaluada la creación continua, que el jefe carismático
perdurabilidad o no de un conjunto social habrá de captar para beneficio suyo como
dado. En efecto — y he aquí el segundo la deidad. Tal vez podríamos enconLrar ahí
polo del aspecto religioso de lo político— , la clave para explicar el éxito de Ios/mr-
un jefe sólo puede suscitar adhesión en tor­ cismos, en la mitad de este siglo. Me pare­
no a una idea, una imagen o una emoción ce que tal esquem a es el más adecuado
porque el pueblo necesita estar en estado de para apreciar el desarrollo de los populis­
reliance. Se trata desde luego de una nece­ mos extremos u otros resurgimientos de.la
sidad que no es forzosamente consciente, extrema derecha en nuestros días.
que es percibida con frecuencia de modo El deseo de efervescencia, particular­
confuso, pero que no deja de ser eficaz. mente perceptible en períodos de cambios
Aunque poco estudiada, la mejor teoría de valores, es el que hará que una idea,
de esta reliance se encuentra en el positi­ una sociedad, una imagen o un fantasma
vista Durkheim, quien ha proporcionado en se vuelvan cosa sagrada y «objeto de un
Lasformas elementales de la vida religiosa verdadero culto» (p, 306). Puede ser una
numerosos ejemplos de que, según sus pro­ creación «de pies a cabeza» (p. 304), o el
pios términos, «hemos sido levantados por em pleo de alguna figura antigua que se
encima de nosotros mismos» (p. 300), Ello daba por rebasada. En uno y otro casos, se
es particularmente evidente en fiestas-pri­ trata de una creación continua que regenera
mitivas como las «corrobori» australianas a la sociedad. Es lo que llama Durkheim
o las dionisias de la antigüedad griega, «una aptitud de la sociedad para erigirse

1:1 G. Le Bon. Psychologie des fouies, preFacîo de lomb a «Blade Runner» ( 1429-2019), París, 1990.
A.Akoun, Paris, 1975, pp. 85-87. Sobre Mexico, cf. Sobre el marxismo, cf. O. Paz, Poins de convergence,
Gruzinsky, La guerre des images, de Christophe Co- París, 1976, pp. 148-149.

639
POLÍTICA / POSTMODERNIDAD

en Dios, o crear dioses» (p. 305). En di­ se proyecta ésta en un jefe carismatico, o se
chos momentos (revoluciones, revueltas, reconoce en él. Es un principio religioso que
fiestas, conmemoraciones, insurrecciones) permite comprender la «salida de sí» que es
el entusiasmo es tal, la pasión compartida Loda vida en sociedad. Si es cierto que «todo
tan impetuosa que «no se dejan contener comienza en mística y todo termina en polí­
por nada» (p. 309). Se podría proseguir al tica» (Ch. Péguy). se puede también estar.de
análisis en este sentido, o aplicarlo a otros acuerdo sobre la reversibilidad de la forma
fenómenos, lo qtie he hecho para el org¡as­ o, por lo menos, sobre el hecho de que hay
mo en La sombra de Dionisio (1982) o la un ir y venir constante entre términos, o lo
confusión en El tiempo de las tribus 1988). que designan. En un ir y venir que=delimita
Baste con decir en el marco de nuestro pro­ el ámbito de toda vida social: pondrá el
pósito que el sobresalto colectivo, la exal­ acento, según los momentos, en la soci.ali-
tación colectiva, son momentos en los cua­ dad, con la connotación emocional propia
les «el hombre se vuelve otro» (p. 301), de ella, o en la sociedad con sus consecuen­
que permiten lo que en períodos de disten­ cias más racionales. Por olvidar uno y otro
sión habrá de institucionalizarse en las «in­ polos, se corre el riesgo de no entender nada
teracciones sociales»14. de la unidad «una y diversa a la vez» del he­
En un momento en que lo político parece cho social en su globalidad.
perder todo sentido, es importante acordarse
de su principio, aunque sólo sea para apre­ B ibliografía
ciar mejor cuáles son sus m odulaciones
contemporáneas. Hemos dicho: principio M a f FESOLI. M .: La política y su doble,
religioso, que descansa en una coacción U.N.A.M ., México. 1992.
aceptada a partir del momento en que se
comparte una idea o una pasión común, que Michel Muffesali

Postmodernidad
Hoy día se habla mucho de postmoder- Ante todo, hablamos de postínodenu)
nidad; más aún se habla tanto de ella que porque consideramos que, en algún aspec­
ha venido a ser casi obligatorio guardar to suyo esencial, la modernidad ha con*
una distancia frente a este concepto, consi­ cluido. El sentido en que puede decirse
derarlo una moda pasajera, declararlo una que la modernidad ha concluido depende
vez más eoncepLo «superado»... Con todo, de lo que se entienda por modernidad.
yo sostengo que el término postmodemo si­ Creo que. entre las muchas defijiieioiiex
gue teniendo un sentido, y que este sentido hay una en la que podemos llegar a un
está ligado al hecho de que la sociedad en acuerdo: la modernidad es la época en la
que vivimos es una sociedad de la comuni­ que el hecho de ser moderno viene a -vrr
cación generalizada, la sociedad de los me­ un valor determinante. En italiano > en
dios de comunicación («mass media»). otras muchas lenguas, según creo, es U'd.r

IJ E. Durkheim. Formes Élémentaires de la Vie mismo he utilizado este análisis durhheimijn»1 - r-


Religieuse, ap. cil., pp. 300-309. Hay que referirse a Lmombre, de Dionysos, contribution à une J1
un ex dente comenlnrio de este libro: J. Prades. Per­ de l'orgie. Paris. 1982.
sistance ci métamorphose du sacré. Paris. 1987. Yo

640
PO5TM0DERNIDAD

vía una ofensa llamarle a uno «reacciona­ como una concatenación de las vicisitudes
rio», es decir, adherido a los valores del de las naciones situadas en la zona «cen­
pasado, a la tradición, a formas «supera- tral», del Occidente, que representa el lu­
;das» de pensar. Más o menos, esta consi­ gar propio de la civilización, fuera de la
deración «eulógica», elogiosa, del ser mo­ cual están los hombres primitivos, las na­
derno es lo que, a mi parecer, caracteriza ciones «en vías de desarrollo», etc. La fi­
toda la cultura moderna. Esta actitud no es losofía surgida entre los siglos xix y XX ha
tan evidente desde fines del «Quattrocen- criticado radicalmente la idea de historia
to» (fecha en que «oficialmente» se pone unitaria y ha puesto de manifiesto cabal­
el com ienzo de la Edad M oderna), aun mente el carácter ideológico de estas re­
cuando desde entonces, por ejemplo en la presentaciones. Así, Walter Benjamín, en
nueva manera de considerar al artista como un breve escrito del año 1938 («Tesis so­
genio creador, gana terreno un culto cada bre la filosofía de la historia»), sostenía
vez más intenso por lo nuevo, por lo origi­ que la historia concebida como un decurso
nal, etc., que no existía en las épocas pre­ unitario es una representación del pasado
cedentes (en las que, al contrario, la imita­ construida por los grupos y las clases so­
ción de los modelos era un elemento de ciales dominantes. ¿Qué es, en efecto, lo
suma importancia). Con el paso de los si­ que se transmite del pasado? No todo lo
glos se liará cada vez más claro que el culto que ha acontecido, sino sólo lo que parece
por lo nuevo y por lo original en el arte se relevante. Por ejemplo, en la escuela apren­
vincula a una perspectiva más general que, dimos muchas fechas de batallas, tratados
como sucede en la época de la Ilustración, de paz, incluso revoluciones; pero nunca
considera la historia humana como un pro­ nos contaron las transformaciones en el
ceso progresivo de emancipación, como la modo de alimentarse, en el modo de vivir
realización cada vez más perfecta del hom­ la sensualidad o cosas por el estilo. Y así,
bre ideal (el libro de Lessing sobre La edu­ las cosas de que habla la historia son las
cación del género humano, 1780, es una vicisitudes de la gente que cuenta, de los
. expresión típica de esta perspectiva). Si la nobles, de los soberanos y de la burguesía
historia tiene este sentido progresivo, es evi­ cuando llega a ser d a se poderosa; en cam­
dente que tendrá más valor lo que es más bio, los pobres e incluso los aspectos de la
_«avanzado» en el camino hacia la conclu­ vida que se consideraban «bajos» no ha­
sión, lo que está más cerca del final del cen historia...
proceso. Ahora bien, para concebir la his­ Si se desarrollan observaciones com o
toria como realización progresiva de la hu­ éstas (siguiendo un camino iniciado por
manidad auténtica, se da una condición: Marx y por Nietzsche, antes que por Ben­
que se la pueda ver como un proceso uni­ jamín). se llega a disolver la idea de histo­
tario. Sólo si existe la historia se puede ha- ria entendida como decurso unitario. N o
-blarde progreso. existe una historia única, existen imágenes
Pues bien, en la hipótesis que yo pro­ del pasado propuestas desde diversos pun­
pongo, la modernidad deja de existir cuan­ tos de vista, y es ilusorio pensar que exista
do —por múlLiples razones— desaparece un punto de vista supremo, comprehensivo,
la posibilidad de seguir hablando de la his­ capaz de unificar todos los demás (como
toria como una entidad unitaria. Tal con­ sería «la historia» que engloba la historia
cepción de la historia, en efecto, implicaba del arte, de la literatura, de las guerras, de
la existencia de un centro alrededor del la sensualidad, etc.).
cual se reúnen y ordenan los aconteci­ La crisis de la idea de la historia lleva
mientos. Nosotros concebimos la historia consigo la crisis de la idea de progreso: si
como ordenada en tom o al año del naci­ no hay un decurso unitario de las vicisitu­
miento de Cristo, y más específicamente, des humanas, no se podrá ni siquiera sos-

641
POSTMODER N f D AD

tener que avanzan hacia un fin, que reali­ Juntamente con el final del colonialismo
zan un pian racional de mejora, de educa­ y del im perialism o ha habido otro gran
ción. de emancipación. Por lo demás, el factor decisivo para disolver la idea de .
fin que la modernidad pensaba que dirigía historia y acabar con la modernidad: a sa­
el curso de los acontecimientos era tam­ ber, la irrupción de la sociedad de la co- •
bién una representación proyectada desde municación. Llegamos así al segundo pun*---
el punto de vista de un cierto ideal del to de este análisis, el que se refiere a la-
hombre. Filósofos de la Ilustración, Hegel, «sociedad transparente». Lo que trato de
Marx, positivistas, historicistas de todo defender es lo siguiente: a) que en el naci- -
tipo pensaban más o menos todos ellos del miento de una sociedad postmoderna de­
mismo modo que el sentido de la historia sempeñan un papel determinante los me­
era la realización de la civilización, es de­ dios de comunicación; b) que esos medios
cir, de la forma del hombre europeo m o­ caracterizan a esta sociedad no como una
derno. Como la historia se concibe unita­ sociedad más «transparente», más cons­
riamente a partir sólo de un punto de vista ciente de sí, más «ilustrada», sino como
determinado que se pone en el centro (bien una sociedad más compleja, incluso caóti­
sea la venida de Cristo o el Sacro Romano ca, y, por último, c) que precisamente en
Imperio, etc.), así también el progreso se este relativo «caos» residen nuestras espe­
concibe sólo asumiendo como criterio un ranzas de emancipación.
determinado ideal del hombre; pero habi­ Ante todo: la imposibilidad de concebir y
da cuenta que en la modernidad ha sido la hisLoria como un decurso unitario, impo- .
siempre el del hombre moderno europeo sibilidad que, según la tesis aquí defendida,
— com o diciendo: nosotros los europeos da lugar al ocaso de la modernidad, no sur­
som os la mejor forma de humanidad— , ge solamente de la crisis del colonialismo '
todo el decurso de la historia se ordena se­ y del imperialismo europeo; es también, y ^
gún que realice más o m enos completa­ quizás en mayor medida, el resultado de la
mente este ideal... irrupción de los medios de comunicación
Teniendo todo esto en cuenta, se com­ social. Estos medios — prensa, radio, tele-‘|
prende también que la crisis actual de la visión, en general todo aquello que en ita- ~
concepción unitaria de la historia, la.eonsi- líano se llama «telemática»— han sido ia v
guiente crisis de la idea de progreso y el causa determinante de la disolución de lo$j|
ocaso de la modernidad no son solamente puntos de vista centrales de lo que un
acontecim ientos determinados por trans­ lósofo francés, Jen» Fmnpois Lyotard, lla- tjj
formaciones teóricas, por las críticas que el ma los grandes relatos. Este efecto de loS;^
historicismo decimonónico (idealista, posi­ medios de comunicación es exactamente^
tivista, marxista, etc.) ha padecido en el el reverso de la imagen que se hacía d¿^
plano de las ideas. Ha sucedido algo mu­ ellos todavía un filósofo com o Theodora
cho mayor y muy distinto: los pueblos Adorno. Apoyado en su experiencia d O
«primitivos», los así llamados, colonizados vida en Estados Unidos durante la U Guerraj|
por los europeos en nombre del buen dere­ Mundial, Adomo, en obras como Dialéctt-M
cho dé la civilización «superior» y más de­ ca de la Ilustración (escrita en colabora-^
sarrollada, se han rebelado y han vuelto ción con Max Horkheimer) y Mínima mol
problemática de hecho una historia unita­ ralia, preveía que la radio (más tarde
ria, centralizada. El ideal europeo de hu­ bien la telev isió n ) tendría el efecto
manidad se ha manifestado como un ideal producir una homologación general de '
más entre otros muchos, no necesariamen­ sociedad, haciendo posible e incluso fave
te peor, pero que no puede pretender, sin reciendo, por una esp ecie de tendencia
violencia, el derecho de ser la esencia ver­ propia demoníaca interna, la formación dej
dadera del hombre, de todo hombre... dictaduras y gobiernos totalitarios capaces

642
POSTMODF.RN1DAD

—como el «Gr«'fi Hermano » de George trada. más «educada» (en el sentido de


Orwell en 1984— de ejercer un control Lessing, o de Hegel, e incluso de Comte y
exhaustivo sobre los ciudadanos por me­ de Marx); los m edios de com unicación,
dio de una distribución de slogans publici­ que en teoría hacen posible una informa­
tarios. propaganda (comercial no menos ción «en tiempo real» de todo lo que acon­
que política), concepciones estereotipadas tece en el mundo, podrían parecer en rea­
del mundo... Pero lo que de hecho ha lidad com o una e sp ecie de realización
acontecido, a pesar de todos los esfuerzos práctica del Espíritu Absoluto de Hegel, es
de los monopolios y de las grandes centra­ decir, una autoconciencia perfecta de toda
les capitalistas, ha sido más bien que ra­ la humanidad, la coincidencia entre lo que
dio. televisión, prensa han venido a ser acontece, la historia, y la consciencia del
elementos de una explosión y multipli­ hombre. Mirándolo bien, críticos de inspi­
cación general de Weítanschauungen, de ración hegeliana y marxista, como Ador­
concepciones del mundo. En los Estados no, razonan pensando cabalmente en este
Unidos de los últimos decenios han toma­ modelo y fundamentan su pesimismo en el
do la palabra minorías de todas clases, se hecho de que tal modelo (por culpa, en el
han presentado a la palestra de la opinión fondo, del mercado) no se realiza com o
pública culturas y sub-culturas de toda ín­ pudiera, o se realiza de un modo perverti­
dole. Se puede objetar ciertamente que a do y caricaturesco (como en el mundo ho­
esta toma de la palabra no ha correspon­ mologado, quizás incluso «feliz» a causa
dido una verdadera emancipación políti­ de la manipulación de los deseos, y domi­
ca —el poder económico— está todavía nado por el «Gran Hermano»). Pero La li­
en manos del gran capital, etc. Puede ser beración de todas esas múltiples culturas y
—no quiero alargar aquí demasiado la dis­ Weltanschauimgen, hecha posible por los
cusión sobre esa materia— . Pero el hecho medios de comunicación, ha olvidado pre­
es que la lógica misma del «mercado» de cisamente el ideal de una sociedad trans­
la información postula una am pliación parente: ¿qué sentido tendría la libertad de
continua de este mercado y exige en conse­ información, aunque no fuera más que la
cuencia que «iodo», en cierto modo, venga existencia de más canales de radio y de te­
a ser objeto de comunicación... Esta multi­ levisión, en un mundo en que la norma
plicación vertiginosa de las comunicacio­ fuese la reproducción exacta de la reali­
nes, este número creciente de sub-culturas dad, la perfecta objetividad, la identifica­
que toman la palabra, es el efecto más evi­ ción total del mapa con el territorio? D e
dente de los medios de comunicación y es hecho, intensificar las posibilidades de in­
a su vez el hecho que, enlazado con el formación acerca de la realidad en sus más
ocaso o, al menos, la transformación radi­ variados asp ectos hace siem pre m enos
cal del imperialismo europeo, determina el concebible la idea misma de una realidad.
paso de nuestra sociedad a la postmodemi- Se lleva a efecto quizás en el mundo de
dad. Er Occidente vive una situación ex ­ los medios de comunicación una «profe­
plosiva, una paralización irresistible no cía» de Nietzsehe: el mundo real a la pos­
sólo en comparación con otros universos tre se convierte en fábula. Si tenemos una
culturales (el «tercer mundo», por ejem­ idea de la realidad, no puede entenderse
plo) sino también en su fuero interno. Tal ésta, en nuestra situación de existen cia
situación hace imposible concebir el mun­ moderna tardía, como el dato objetivo que
do de la historia según puntos de vista uni­ está por debajo, más allá, etc., de las imá­
tarios. genes que de él nos dan Jos m edios de
La sociedad de los medios de comuni­ comunicación. ¿Cómo y dónde podremos
cación, precisamente por estas razones, es alcanzar tal realidad «en sí misma»? La
lo más opuesto a una sociedad más ilus­ realidad, para nosotros, es más bien el re­

643
POSTMODERM LDAD

sultado de cruzarse y «contaminarse» (en concebir el ser como un principio funda­


el sentido latino) las múltiples im ágenes, mental y la realidad como un sistema ra­
interpretaciones, re construcciones que dis­ cional de causas y efectos no es sino un
tribuyen los m edios de com unicación en modo de hacer extensivo a todo el ser el
competencia mutua y, desde luego, sin co­ m odelo de objetividad «científica», de
ordinación «central» alguna. una mentalidad que, para poder dominar y
A modo de conclusión provisional, es­ organizar rigurosamente todas las cosas,
toy tratando de proponer una te sis que las tiene que reducir al nivel de puras apa­
puede enunciarse así: en la sociedad de riencias mensurables, manipulables, susti-
los medios de comunicación, en lugar de tuibles, reduciendo finalmente a este nivel
un ideal de emancipación modelado sobre incluso al hombre mismo, su interioridad,
el despliegue total de la auto conciencia, su historicidad...
sobre la conciencia perfecta de quien sabe Por consiguiente, si con la multiplica­
cómo están las cosas (bien sea el Espíritu ción de las imágenes del mundo perde­
Absoluto de H egel o el hombre liberado m os el «sentido de la realidad», como se
de la ideología como lo concibe Marx), se d ice, no es en fin de cuentas una gran
abre cam ino un ideal de em ancip ación pérdida. Por una especie de perversión
que tiene en su propia base, más bien, la de la lógica interna, el mundo de los ob­
oscilación, la pluralidad y, en definitiva, jetos mensurables y manipulables por la
la erosión del mismo «principio de reali­ ciencia técnica (el mundo de lo real, se­
dad». El hombre de hoy puede finalmente gún la m eta física ) ha venido a ser el
llegar a ser consciente de que la perfecta mundo de las mercaderías, de las imáge­
libertad no es la de Spinoza, no consis Le nes, el mundo fantasmagórico de los me­
— como ha señalado siempre lá m etafísi­ dios de comunicación. ¿Tendremos que
ca— en conocer la estructura necesaria de contraponer a este mundo la nostalgia de
lo real para adecuarse a ella. Toda la im­ una realidad sólida, unitaria, estable y
portancia de las enseñanzas filosóficas de «autorizada»? Semejante nostalgia corre
autores como Nietzsche o Heidegger está el peligro de transformarse continuamen­
aquí, en el hecho de que estos autores nos te en una actitud neurótica, en el esfuer­
ofrecen los instrumentos para comprender zo por reconstruir el mundo de nuestra
el sentido emancipante del final de la m o­ infancia, donde la autoridad familiar era
dernidad y de su idea de historia. N ietzs­ a la vez amenazante y aseguradora...
che, en efecto, ha demostrado que la im a­ Pero, ¿en qué consiste más específica*
gen de una realidad ordenada racional­ mente el posible alcance emancipador. Ib
mente sobre la base de un principio (tal es berador, de la pérdida del sentido de U
la imagen que la m etafísica se ha hecho realidad, de la verdadera y propia erosión
siempre del mundo) es sólo un mito «ase­ del principio de realidad en el mundo de
gurador» propio de una humanidad toda­ lo s m edios de comunicación? Aquí, 1¿
vía primitiva y bárbara: la m etafísica es emancipación consiste mas bien en el de­
todavía un m odo violento de reaccionar sarraigo (dépaysemeni) que es también.}
anLe una situación de peligro y de violen­ al mismo tiempo, liberación de las dife­
cia; trata, en efecto, de adueñarse de la rencias, de los elementos locales, de fe
realidad con un «golpe sorpresa», echan­ que podríamos llamaren síntesis el
do mano (o haciéndose la ilusión de echar to. Una vez desaparecida la idea de uru r*
mano) del principio primero del que de­ cionalidad central de la historia, el
pende todo (y asegurándose por tanto ilu­ de la comunicación generalizada **
soriam ente el dom inio de los acon teci­ como una multiplicidad de racionalidad**
mientos...). Heidegger, siguiendo en esta «locales» — minorías étnicas, sexuales «•
- linea de N ietzsch e, ha dem ostrado que ligiosas, culturales o estéticas tcon»

644
POSTMODERNIDAD

' punk, por ejemplo)— , que toman la pala­ algo por el estilo? La esencia de lo que
bra y dejan de ser finalmente acallados y Nietzsche llamó el «superhombre», el Ue-
;■ reprimidos por la idea de que sólo existe bemiensch, está aquí plenamente; y es el
- una forma de humanidad verdadera digna cometido que él asigna a la humanidad del
de realizarse, con menoscabo de todas las futuro, precisamente en el mundo de la co­
peculiaridades, de todas las individualida- municación intensificada.
;-"des limitadas, efímeras contingentes. D i- Un ejemplo de lo que significa el efecto
:. cho sea de paso, este proceso de liberación emancipante de la «confusión» de los dia­
? de las diferencias no es necesariamente el lectos se puede encontrar en la descripción
^ abandono de toda regla, la manifestación de la experiencia estética que da Wilhelm
irracional de la espontaneidad: también los Dilthey (una descripción que, a mi pare­
; dialectos tienen una gramática y una sin- cer, sigue siendo decisiva también para
? taxis, más aún, no descubren la propia gra- Heidegger). Dilthey piensa que el encuen­
mática hasta que adquieren dignidad y vi- tro con la obra de arte (como, por lo de­
: sibilidad. La liberación de las diversida- más, el mismo conocimiento de la histo­
- des es un acto por el cual estas «toman la ria) es un modo de hacer experiencia, con
palabra», se presentan, es decir, se «po- la imaginación, de otras formas de e x is­
nen en forma» de manera que pueden ha- tencia, de otros modos de vida diversos de
’ Leerse reconocer; algo totalmente distinto aquél en el que de hecho nos deslizamos
de una manifestación irracional de la es- en nuestra vida concreta de cada día. Cada
L pontaneidad, uno de nosotros, a medida que vamos ma­
|L . El efecto emancipante de la liberación durando, restringim os los propios hori­
Í-- de las racionalidades locales no es, sin em- zontes de la vida, nos especializamos, nos
g bargo, solamente garantizar a cada uno cerramos dentro de una esfera determina­
U una posibilidad más completa de reconoci- da de aféelos, intereses, conocimientos. La
^ miento y de «autenticidad»; com o si la experiencia estética nos hace vivir otros
U emancipación consistiese en manifestar fi- mundos posibles, mostrándonos así tam­
gL nalmente lo que cada uno es «de verdad» bién la contingencia, relatividad, finitud del
|? (en términos todavía m eiafísicos, spino- mundo dentro del cual estamos encerrados.
||.z¡anos): negro, mujer, homosexual, protes- (A lgo parecido se encuenLra también en
lante, etc. La causa emancipante de la li­ Wirtgenstein...)
li* beración de las diferencias y de los «dia- En la sociedad de la comunicación g e­
’""tos» c o n siste más bien en el neralizada y de la pluralidad de culturas, el
ipendioso efecto de desarraigo que encuentro con otros mundos y formas de
mpaña al primer efecto de identifica- vida es quizás menos imaginario de lo que
i. Si, en fin de cuentas, hablo mi dia- era para Dilthey: las «otras» posibilidades
0 en un mundo de dialectos, seré tam- de existencia se llevan a efecto bajo nues­
1 consciente de que no es la única len- tros ojos, son aquéllas que están represen­
i, sino cabalm ente un d ia lecto más tadas por los múltiples «dialectos», y tam­
■e otros muchos. Si profeso mi sistema bién por los universos culturales que nos
valores — religiosos, estéticos, políti- hacen accesibles la antropología y la etno­
, étnicos— en este mundo de culturas logía. Vivir en este mundo múltiple signi­
rales, tendré también una conciencia fica hacer experiencia de la libertad enten­
da de la historicidad, contingencia, Il­ dida como oscilación continua entre perte­
ación de todos estos sistemas, comen- nencia y desasimiento.
do por el mío. Se trata de una libertad problemática, no
is lo que Nietzsche, en una página de la sólo porque este efecto de los medios no
va Ciencia, llama «continuar soñando está garantizado, es solamente una posibi­
iendo que estoy soñando». ¿Es posible lidad que se ha de reconocer y cultivar (los

645
POSTMODERNIDADI PREHISTORIA (MITOS Y CREENCIAS]

medios pueden también ser, siempre, la pragmatistas como Dewey o Wiítgenstein).


voz del «Gran Hermano»; o de la banali­ mostrándonos que el ser no coincide nece­
dad estereotipada, del vacío de significa­ sariamente con lo que es estable, fijo, per­
do...); sino también porque nosotros mis­ manente, que tiene algo que ver más bien
mos no sabemos todavía demasiado bien con el acontecimiento, el consenso, el diá­
qué fisonomía tiene — nos cuesta trabajo logo, la interpretación, se esfuerzan por ha­
concebir esta oscilación— como libertad: cernos capaces de captar esta experiencia
la nostalgia de los horizontes cerrados, de oscilación del mundo postmodemo como
amenazantes y. a la vez, aseguradores sigue oportunidad (chame) de un nuevo modo de
todavía arraigada en nosotros como indivi­ ser (quizás: por fin) humanos.
duos y como sociedad. Filósofos nihilistas
com o Nietzsche o Heidegger (y también Gianni Vattimo

Prehistoria (mitos y creencias)


La elaboración de la Prehistoria se inicia, principales fuentes para conocer a distin- •
tras la evidencia de diversos restos óseos y tos pueblos extraños, antes del triunfo del '
de la llamada cultura material de una Hu­ Cristianismo, que. mirará con prevención,
manidad infrahistórica, que no había tenido, a los pueblos que no compartían su feí
cabida en la Historia. Con independencia equiparándolos incluso con las diabólicas /
de estos vestigios, es obvio que el investi­ huestes bíblicas del país de Gog, más, tras
gador de turno tuvo que «im aginarse», las descripciones dejadas por viajeros al
cómo el hombre prehistórico, aparte de su Orieme, en las que se habla de una huma-'J
animalidad más o menos subyacente hubo, nidad, muchas veces monstruosa, que pa-'J
por fuerza de reaccionar y comportarse de sará incluso a nutrir el folklore de Occi- “
modo parejo a otros hombres — sin historia dente, y que trasciende a las páginas de la -s
conocida— , que vivían al margen del mun­ Crónica Universa! de H. Schedel, editada,'J
do clásico, y que mal o bien fueron descri­ en 1493. un año después del descubri-gjf
tos por el griego Herodoto (circo. 480-424), miento de América y de éstas incluso a la j
«padre de la etnografía», y el primero que Cosmographia Universalisrúe S. Míinster,'
estableció comparaciones de pueblos «civi­ (1544), compitiendo con las primeras dcs*|j
lizados», con pueblos «bárbaros» a la vez capciones de las gentes que habitaban el..
que esboza algo de lo que siglos después Nuevo M undo/América, cuyo pasado SíQj
servirá para configurar conceptos como el desconocía ai no saberse de historia escrij
del buen salvaje o el del estado primordial ta de las mismas, y hacerse un tanto cues*|
paradisíaco de connotaciones, tanto bíbli­ ta arriba, el que pudieran ser descendieiFSj
cas, como económicas. tes de Adán, pese a las audaces teoríay
Surgiría así, en la historiografía, el con­ que se formulan, por tratadistas diversos,
cepto de «bárbaro» pero también el más como el mismo jesuíta P. Lafitau, o inclu|
generalista de vida natural, que hicieron so el calvinista I. de la Peyrerc, imagina
suyo en Rom a Horacio (circa 66 a.c.), do un poblamiento pre-adanita del Nue\
Propercio (circa 50 a.C.); el griego Posi- Mundo.
donio (circa 135-51 a.C.). Valerio M áxi­ Indudablemente, se entra ya en la tesl*!
mo (siglo i), Tácito (55-120 d.C,), Julio tura de pensar en un hombre anterior a l «
César, Tito Livio, P linio el Viejo, etc., Historia, cuyo género de vida, etc., eníg

646
PREHISTORIA (MITOS Y CREENCIAS;

pezaron a imaginarse ya en el siglo xvtn parejas a las que presenta en aquellas so­
diversos ilustrados, en base al llamado ciedades en las que perdura...
comparativismo etnográfico, con inde­ De esta forma, empezaría a configurar­
pendencia de la ascensión biológica o la se la pregunta realizada de una «religión
evolución tecno-económica que pudieron prehistórica», fundada en la m itología y
conocer tales hombres y que, com o sabe­ creencias que movían al hombre prehistó­
mos. los primeros anticuarios y natura­ rico, al igual que muchos «pueblos salva­
listas, mas que prehistoriadores em peza­ jes», a creer, no sólo en un mundo mágico
ron a vislumbrar primero, merced a ves­ sino también en un universo demoníaco
tigios de su existencia «operativa», tales circundante, dominado por espíritus de an­
como útiles varios de piedra, huellas de tepasados, de animales varios, dém oiies
habitación, restos de caza, etc. Pero, tam­ benéficos y malignos de todo tipo, a los
bién, merced a vestigios de una presunta que siem pre interesaba tener propicios,
■¿vida sim bólica», com o pudieron ser, con el ejercicio de la magia. Se impondría
testimonios varios de arte, de adorno o de así, la utilización, más o menos referencial,
la magia. de conjuros y hechizamiemos, a cargo del
La eclosión, en Inglaterra, de la Antro­ chamán del grupo, pero también la prácti­
pología, a la que sigue la de la Prehistoria, ca de ritos de propiciación de la caza, la
tras las formulación danesa de las llama­ misma a evocar mágicamente mediante el
das Tres Edades, permitirá acceder a con­ arte mueble, pero también por arte rupes­
cepciones m etodológicas como la de la tre cuaternario, a remontar quizá a los ini­
llamada Edad de Piedra, y ea ella, del cios del Paleolítico Superior. 30.000 años
mundo paleolítico, con distimos horizon­ atrás y del que quedarán vestigios en toda
tes. Será a partir del denominada Paleolíti­ Europa, hasta el Ural. particularmente en
co Medio ( área 100.000 años a.C.), y la Francia y España, en cuevas-santuarios,
presencia en el mismo del Manto s. Nean- com o las de Lacaux, Dordoña, Francia,
dertalensis. Evidencias que se harán más (15.000 años a.C.); Altamira, Cantabria,
obvias en la etapa siguiente, Paleolítico España (11.000 años a.C.); Niaux., Ariege,
Superior (a partir de 40.000 años a.C.), Francia (10.000 años a.C.), para desapare­
con el Homo s. Sapiens, al que, aparte de cer unos 8.000 años a.C. Todo un arte má­
un ideario mitológico, en tanto concretíza- gico-religioso. que empezó a ser estudia­
do, se le atribuyeron comportamientos c do por H. Breui! y epígonos a partir de los
idearios vigentes aún en pueblos «salva­ inicios del presente siglo y que han nutri­
jes». Así, el conjunto de creencias que el do una ingente bibliografía, planteando
antropólogo E.B. Tylor agrupó bajo la de­ múltiples interrogantes en torno al men­
nominación de animismo, pero también saje místico Paleolítico y al pensamiento
aquellas que configuran el fetichismo {de­ simbólico del hombre prehistórico. Es ob­
nominación inspirada en un sustantivo vio que todo esto suponía una parafernalia
porzugués); la institución del totemismo, particular y un mundo de simbolismos de
por todo el mundo y que supone, junto con todo tipo que al prehistoriador le incum­
la de la exogamia, la creencia en anteceso­ bía descubrir, pero también, ¿porqué no?,
res no humanos, progenitores de las distin­ interpretar, así com o el valor de los mis­
tas estirpes y clanes que conforman tribus mos.
y comunidades... Todo esto propiciará la En realidad, la sim bología puede ini­
. presencia en ellas y en diversas comunida- ciarse en el Paleolítico M edio. Primero,
■des de «médicos-brujos», al igual que ocurre con el estudio de distintas «incisiones» ru­
en numerosos pueblos primitivos, y dando pestres. D espués, de distintas oquedades
caria de naturaleza, quizá institucional, al (cúpulas), e incluso el valor a m ístico a
chamanismo prehistórico, con funciones atribuir al «ocre», quizá como símbolo de

647
PREHISTORIA (MITOS Y CREENCIAS)

la vida a asimilar por su color rojo, al de la centenar de sepulturas entre el 30.000 y -


sangre, etc. No había que descuidar tam­ 8 .000 antes de nuestra era, desde el ámbito -
poco el culto que el hombre prehistórico franco-cantábrico y Gran Bretaña a los —
pudo rendir a distintas osamentas de congé­ Urales. En ellas, el muerto se presenta in*_ 7':
neres y de animales varios (¿totémicos?), y humado en una fosa, en ocasiones en «posi-
que han llegado hasta nosotros incluso de­ ción fetal», lo que hace pensar en la creen-
coradas. Resto que no siempre hay que in­ cia en un renacimiento futuro... Tal circuns­
terpretar como trofeos, pudiéndose asimis­ tancia, que no siem pre se da, ha dado
mo hablar de un presunto culto al cráneo, ocasión a múltiples lucubraciones, que en '
que nos sitúa quizá ante concretas abstrac­ los últimos años han inspirado a diversos
ciones figurativas, propicias al comparati- estudiosos del sim bolism o antiguo en el
vismo etnográfico. Puede recordarse así la sentido de atribuir a los hombres del Paleo­
«caza de cabezas» de los Celtas; los simu­ lítico Superior toda una «mitología mater­
lacros aztecas, o los ex-votos de Dayakos na», inspiradora de arquetipos y mitologe-
y de Jívaros, para quienes la conservación mas que pueden configurar un presunto
de cráneos y huesos asumen un carácter* culto Paleolítico a la Madre Tierra y que
religioso. empieza a representarse como una especie
Significado trascendente particular ten­ de Magna Mater inspiradora de diversos
drá. por otra parte, el culto ct los muertos y símbolos figurativos, sobre todo al igno- •
la inhumación de los mismos que se lleva rarse, quizá, el papel real y fecundante de
a cabo ya en el Paleolítico Medio Supe­ la unión sexual.
rior. Se ha pensado también, tras diversos De aquí que, de medio siglo a esta parte
hallazagos de cráneos de Homo Erectas, a y tras la relevancia lograda en el campo de
referir al Paleolítico Inferior y sometidos a la psicología profunda, más que en el de la
una especie de «conservación diferencial», antropología religiosa, se ha venido subra­
encontrados en Arago, Francia; N gan- yando el papel de concreta simbología fe­
dong. Java y Petralona, Grecia, en prácti­ menina (desde las primeras vulvas figu­
cas particulares, fruto de una conservación radas a datar en el Auriñaciense, el arte__
a manera de «relicarios» pero no hay nada mueble y rupestre, con símbolos y figura* .
que lo pruebe. No obstante puede afirmar­ don es femeninas). Así las famosas venus
se. con cierta seguridad, que en el Paleolí­ paleolíticas, a interpretar como arquetipos
tico Medio se da ya un culto a los muer­ chamánicos de la Madre Tierra, que pu­
tos, tras la localización de sepulturas, obra dieron trascender al N eolítico a) figurar
del hombre de Neandertal, que vivió en una D iosa Madre Universal, cuyo culto
Europa y Próximo Oriente, y al que se habrá de trascender incluso a la Historia.
atribuyen algunas manifestaciones a re­ La bibliografía al respecto es enorme, des­
lacionar con ideas religiosas como la reco­ de E. Neumann y epígonos. Cabe recordar
lecta de objetos «raros», fósiles de gas­ aquí a especialistas como M. Gimbuias.
terópodos y conchas, e incluso la ejecu­ Elinor Gadon, Riane Eisler, M. Weigle o
ción de esferoides, líticos o bolas, cuya el español A. Ortiz-Osés, que pretenden
significación desconocemos, como tam­ ver en la D iosa Madre de los chamanes
bién los ritos inhumatorios particulares, paleolíticos el arquetipo de advocaciones
aparte de acompañar al d eceso de un maternas posteriores a imponerse a partir
ajuar particular, en el que se incluían can­ del Neolítico y de las Edades del Metal. >
diles de cérvidos y elementos de adorno que habrán de tomar carta de naturaleza en
personal. deidades maternas ya en la Historia. Ari
Ya en el Paleolítico Superior aparecen Isis, Nut y Maat, en Egipto; Ishtar. Astaric
más configurados elementos simbólicos e y Lilith, en el Creciente fértil; Dcmctcr.
incluso religiosos. Se conocen más de un Kore y Hera, en Grecia; Atargatis. Ccrcs >

648
PREHISTORIA (MITOS Y CREENCIAS)

Cibeles, en Roma. Henos ante un presun­ antros construidos ad hoc, donde se bus­
to'culto materno, quizá de origen prehis­ ca comunicar con Lo Sagrado. Surgen así
tórico que podrá afectar al legado judeo- simbologías concretas para nuevos dog­
:tíano cuando éste incorpora a sus dog­ mas religiosos, de acuerdo con las concep­
mas el culto a una Reina de los Cielos, a ciones que se tienen de la V ida y de la
Identificar con la Virgen María, Madre de Muerte. Se configura también lodo un mun­
Dios. do nuevo, cuyas deidades dominantes pa­
Independientemente de todo esto, he­ recen ser divinidades femeninas nutricias,
nos también ante el llamado arte paleolíti­ y sus paredros, y a los que se confían los
co a expresarse en cuevas/santüarios deco­ primeros agricultores. Sus imágenes pre­
rados con presunta significación mágico- sentan a veces concretos atribuios (pája­
religiosa, y en las que expresa todo un ros, serpientes, felinos, etc.), a la vez que
inundo simbólico en un «santuario natu- démones psicopompos, representados ma­
.ral —la caverna— , y que como ya se' ha yormente por aves rapaces como los bui­
dicho logra su máxima expresión en la re­ tres de Chatal Hüyüc (Turquía).
gión cántabro-aquitana. A su estudio y a En el Neolítico balcánico, las configura­
las dos mil figuras inventariadas que die­ ciones religiosas, en Jas que dominan dei­
ron vida a mitogramas cavernarios, cuyo dades fem eninas, a veces con atributos
estudio ha llevado años a tratadistas como animales, han venido siendo pormemori-
H. Breuil, A. Laming Emperaire, A. Leroi zadas en los últimos años por M. Gimbu-
[doudian. B. y G. Delluc* D. Vialou, M. Lor- tas y otros especialistas con estudios parti­
fWanchet, J, Clottes, A. Marsh ack, J. Ucko, culares de un mundo simbólico, vinculado
tete., no cabe detenerse aquí. Cabe decir a concepciones cíclicas de vida, muerte y
Í do obstante que, a veces, se ha impuesto resurrección, a expresarse en el ámbito co­
|también, para su mejor conocimiento, su nocido como Vieja Europa (Oid Eitrope)
^análisis comparativo con el arte de pue- por la propia Gimbutas, abarcando Yugos­
^Wós primitivos contemporáneos, como pue- lavia, Hungría, Rumania, Ucrania occiden­
:dén ser aborígenes australianos, bosquíma- tal, Tesalia, Macedonia, Bulgaria, Grecia,
ípos, etc. etc., y en la que todo un paisaje materno al
| í ‘ Henos pues, ante un legado que en parte parecer dominado por una Potnia-Theron,
|)habrá de trascender al Mesolítico, y acaba- Señora de los Animales Salvajes, es objeto
*ri por estimular arles y creencias de pue­ de particulares cultos. El N eolítico occi­
blos marginales como escandinavos, úni­ dental s u rg e , p o r otra parte de una p r e s u n ­
cos, paleosiberianos. ta difusión por vía mediterránea (que im­
La realidad de los tiempos posglacia- pone la llamada cerámica cardial) y por
s, con la revolución neolítica que se ini- vía danubiana (con cerámica de bandas),
fcia en el Próximo Oriente, hacia el vin mi- y con m anifestaciones religiosas varias,
'lenio a.C,, cambiarían en gran parte los que habrán de fundirse con experiencias
idearios religiosos que dominaron durante religiosas autóctonas, sobre todo al lle­
d Paleolítico, más al concretizar.se parti­ gar la neolitización a la llamada «fachada
culares mitologías. La i diosi acracia social atlántica», cuyas gentes buscarán su e x ­
jfcütrió a su vez nuevas experiencias reli- presión religiosa en el megalilismo, que
'tiosas que se expresan ya en el Neolítico, emerge tras un M esolítico harto prolon­
t» función de las econom ías impuestas gado, y acusa ya Jas primeras corrientes
Con distinta imaginería que florece en el neolíticas. Surgen así, en Irlanda, Ingla­
Próximo Oriente, en los Balcanes y Euro­ terra, Bretaña y la Península Ibérica, toda
pa Occidental, con mitologeinas que nu- una serie de simulacros, dolmen icos y lu-
fren misterios sagrados y que siguen le­ mulares, por lo general, de utilización fu­
rendo por escenario cavernas/santu arios y neraria, pero tam bién menhires, crom-

649
PREHISTORIA (MITOS Y CREENCIAS) / PRESENTE ETERNO

leehs y círculos pétreos de utilización as­ Bíbligrufía fundam ental


tronómica y que permiten efectuar cere­
monias diversas, con las que se relacionan B a c h o fen , J.J.. Mitología arcaica y Dere­
ciclos astrales y estaciones agrícolas, con cho Materno, ed . d e O r t iz -O sé s , A n­
sus respectivas labores. M uchos monu­ drés, B a rcelo n a. Anthropos, 1988.
mentos megalíticos de la Península Ibéri­ A, y C a s h f o r d , J„ The Myth of
B a r in g ,

ca destinados a inhumaciones colectivas y the G oddess , Arkana-Penguin Books,


son coetáneos a los primeros prospectores Londres, 1993.
del metal. C r a w f o r d . O .G .S., The Eye Goddess,
Mientras tanto, pueblos del Próximo Phoenix House Ltd. Londres, 1957.
Oriente de base económ ica agropecuaria E is l e r , R-, The Chalice and the Blade,
y ganadera optarían por organizaciones Harper, San Francisco, 1988.
societarias de base patriarcal, impuestas E l ia d e , M ., Tratado de Historia de las
por creencias en las que domina un D ios Religiones, Madrid I.E.P., 1954.
del cielo que gobierna a los mortales des­ Gimbijtas, M., Diosas y Dioses de la ViV*
de la bóveda celeste y puede desencade­ ja Europa , 6500-3500 b.C., (ed. españo­
nar, expresando sus sentimientos, tormen­ la). Ed. Istmo, 1991.
tas y tempestades, aguaceros, sequías, etc. J a m e s , E.O., La Religion Préhistorique
E sta deidad terminará c on virtién d ose (ccl. francesa), Paris, Payot, 1959.
en el Yahvé de la tradición bíblica, pero J a m e s , E.O.. Le Culte de la Déesse-Mère

también en el dios supremo de los nóma­ (ed. franc.), Paris, Payor, 1960.
das asiáticos que conocem os como indo­ L e r o i - G o u r h a n , A.. Las Religiones de la

europeos y que irrumpirán en distintas Prehistoria (ed. española).-Ed. Lema,


oleadas en el Próximo Oriente, Europa 1987.
Oriental, M editerráneo, etc., iniciando M a r in g er , J., Los Dioses de ¡a Prehistoria...
una dialéctica particular con las gentes de (ed. en esp., Barcelona, editorial Desti-^
tradición neolítica y del Próximo Oriente, no, 1962). '
ya en el umbral de la llamada Protohis- N e u m a n n . E., The Great Mother, Routled*
toria y las Edades del Metal. Surgirá así ge and Kegan Paul, Nueva York, 1955.
un universo m ítico nuevo, cuya religión O t t e , M ., Préhistoire des Religions, ed, ‘
habrá de nutrir, ya entrada la Edad de Masson, Paris, 1993.
Hierro, la mitología histórica de la Anti­ W eigle. M ., Creation and Procreation
güedad Clásica, cou el M onte Olimpo, University o f Pennsylvania Press, Fila- \-
morada de Zeus/Júpiter y de los dioses delfia, 1989.
greco-romanos, com o suprema referencia
religiosa. José M. Gôtnez-Tabanera ï

Presente eterno
Todo lo que se diga sobre la situación terceras partes del género humano, víctfc|
actual de la humanidad, ecológica, eco ­ mas de la situación, no tienen ocasión, cs5|
nóm ica o socialm ente considerada sólo pacidad ni ganas de leer o escuchar todolffi
refleja una pálida imagen de la realidad, que se pueda decir. Son tan im potentes
porque ello está dicho y oído por una mi­ como los fetos o los no-natos. Discutir SO-J
noría privilegiada que se interesa más o bre lo que pueda pasar a los que pueden
menos por la cuestión. Pero casi las dos no pueden nacer dentro de nueve mese

650
PRESENTE ETERNO

resuda sarcásticamente triste — y valga experiencia del presente tempiterno que


como otro ejemplo de preocupación futu­ quisiera describir,
rísima a expensas del presente— cuando No todo presente es irreducible, sino
se abandona a millones de seres humanos sólo el presente tempiterno, esto es, aquel
que ciertamente no van a llegar a Ja pleni­ presente en el que se realiza una acción
tud de la vida por hambre, frío, calor, in­ verdaderamente tal. esto es, auténtica y,
fecciones evitables y condiciones subani- por tanto, única.
males de vida. Se trata de situaciones en­ C ualquier acción repetible, por este
démicas que van de mal en peor, a pesar de mismo hecho ya no es única, y, por tanto,
todas las buenas palabras, las buenas inten­ su valor depende de la cantidad oprima de
ciones y los muchos esfuerzos, Un genoci­ repeticiones. Su valor es acumulativo. No
dio por omisión puede ser mayor y más es una acción definitiva, es intercambia­
cruel que «purgas», a todas luces inicuas. ble, se puede volver atrás; en el fondo no
Hay que afrontar la situación real de la es una acción real, sino, a lo más, sola­
humanidad con toda su crudeza. Para la mente una parte de ella. Por eso la acción
actual generación, para los m illones de humana no plenamente auténtica, y en el
seres humanos de Asia y Africa no hay fondo no querida totalmente, puede ser
esperanza ni solución en el orden de la condonada. Uno puede arrepentirse de
temporalidad. No podemos continuar de­ ella, porque la acción no fue completa y
jándonos deslumbrar por utópicas solu­ dejó resquicios por los que el arrepenti­
ciones para el futuro y dejar sucumbir, miento puede penetrar. D ios perdona los
sin rito de ninguna clase, a las generacio­ pecados de los hombres, según la tradición
nes actuales. O bien sí: tenemos que de­ abrahámica, pero no el pecado contra el
fender consecuentemente que hubo que Espíritu Santo ni el pecado angélico. Este
sacrificar quince millones de ucranianos, no puede ser perdonado, porque no es un
diez o más millones de chinos, seis millo­ acto temporalmente repetible. El perdón
nes de judíos y que hay que dejar perecer representaría la aniquilación. Y si el acto
una cantidad aun mayor de víctimas anó­ debe ser perdonado realmente, este pecado
nimas de nuestros planes futurísticus sin requeriría un arrepentimiento, que es impo­
ni siquiera concederles una aureola de sible cuando el acto es único, irrepetible.
mártires para la posteridad ni proporcio­ Implicaría un suicidio ontológico, que es
narles un rito humano para su muerte pre­ metafísicamente imposible en cuanto el ser
matura. y el no ser no pueden coexistir. Es a este
A c a so la mejor m an era de acerca rse a nivel angélico, si se quiere, en donde se co­
esta experiencia sea describiendo lo que loca la problem ática de la vivencia del
podría llamarse la irrepetibilidad del tiem­ tiempo irrepetible. Es aquel tiempo por el
po. En el fondo se trata de un eufemismo cual vale la pena haber vivido; son aquellos
para hablar de la irrepetibilidad de cual­ actos que uno volvería siempre a hacer. ,
quier acción auténtica. Yo lo preferiría lla­ Lo real es único y, por tanto, irrepetible,
mar la irreducibüidad del presente. El pa­ y es en esta irrepetibilidad en donde yace
sado fiie, esto significa que, en cierta ma­ su valor. Si lo que hago hoy lo puedo
nera, ya no es sino en el presente. El futuro igualmente hacer mañana y si, en efecto,
será; esto significa que, en cierta manera, lo repito mañana, el valor de mi acción de
no es sino en tanto en cuanto es en el pre­ hoy es sólo una fracción de la suma total
sente. Mientras la realidad del pasado dice de las acciones reperibles. ¿No es el signo
una cierta referencia a un presente y con el de la madurez, a distinción de la juventud,
futuro ocurre lo mismo, la experiencia del la experiencia de la unicidad de nuestras
presenLe puede vivirse sin una necesaria acciones? El joven piensa que aún tendrá
referencia al pasado o al futuro. Esta es la amplias oportunidades para aprender, para

651
PRESENTE ETERNO

volver a hacer lo misino, para repetir el tos sean distintos que los del simple movi­
experimento, para volver a experimentar miento periódico de los astros o del simple .
lo que quizá en aquel determinado m o­ metabolismo biológico de plantas y anima-
mento no salió tan bien como deseaba. El les; están exigiendo actos tempitemos,
joven puede permitirse el lujo de equivo­ Estas y análogas consideraciones noí-j
carse, y .en esto radica su espontaneidad y pueden conducir a la vivencia central de la
optimismo. Si la cosa sale mal, aprenderá tempiternidad que venimos persiguiendo, ~
y la repetirá mejor. La madurez, por el Las generaciones llamadas iliteratas de Ja'-.
contrario, no cree en un tiempo vacío de India y muchas también que han aprendí -
contenido ni calcula ya más con un tiempo do «las letras» viven espontáneamente I t i.
«por delante» para hacer y rehacer las co­ unicidad de los momentos. Desde costum­
sas-; lia quemado ya las ocasiones y termi­ bres com o la dote, que a menudo endeuda
nado los experimentos; sabe que cada oca­ a una familia por toda su vida, hasta cele­
sión es única y cada acto irrepetible; ya no braciones com o las peregrinaciones, que
es un aprendiz que aprende con la repeti­ representan un corte único en el acontecer
ción, sino un maestro para el que cada ac­ ordinario de las cosas, hasta los actos de
ción es creadora — o destructora-—. Hasta vida diaria hechos sin conciencia alguna
qué punto esta madurez sea un ideal asin- de repetición, son ejemplos de acciones ce ‘
tótico no hace ahora al caso. «El tiempo es las que el Liempo ha sido roto y que, por
un niño jugando», dijo Heráclito. LanLo, no pueden recomponerse tempoMí­
Una de las condiciones para vivir m o­ mente; esto es, repetirse.
mentos intemporales es no quererlos repe­ Más de una vez tiene uno la impresíú#
tir nunca y, por tanto, ni desearlos, ni, en como si un encuentro, un nacimiento, una .
cierta manera, planearlos. Otra de las con­ muerte, una palabra o una sonrisa valieres -
diciones de la intcmporalidad momentánea para pagar una vida entera de fatigas y yjr
es su incompatibilidad con cualquier pen­ dores. El presente vale más que lodo el p*
samiento utilitario previo o concomitante. sado vivido y el futuro por vivir. Ahon
Los momentos intemporales, desde el pun­ bien, este presente de tal densidad no e» U
to de vista de la temporalidad, son «tiem­ mera encrucijada amorfa entre un pasada
po perdido», no son tiempo aprovechado, y un presente ni es tampoco un «ticmiv»
no conducen a ninguna parte ni preparan mejor que los otros. Son momentos inlríg--
ningún futuro. La fruición estética conser­ porales, acaso porque la memoria es flatx
va mucho de este carácter, aún en las cul­ la esperanza tenue o la espontaneidad u'..> .
turas en las que la voluntad y el propósito superior a la reflexión, pero acaso tambad
privan, Lo que el poeta llama la primera porque hayan horadado la corteza de •-*
inspiración no puede ser manipulable; el mera temporalidad. EsLe presente es, f*
verdadero amor no es planificable. Cuan­ cierta manera, intemporal, es un preseas*
do marido y mujer, después de veinticinco tempiterno, es un presente en el que.
años de casados, se dicen que lo volverían inocencia, candor, se vive sin saberl»
a hacer; cuando quien ha sido perseguido dimensión intemporal de la e x is te n e u ; *»
y ha sufrido por una causa o quien em­ un presente que ha trascendido el tifí"-**1
prendió un camino un cuarto de siglo an­ D e ahí que no sea cualquier instante
tes y afirma que lo volvería a hacer, signi­ jero el que tiene o presenta esta cujíi-J**
fica que aquel acto fue único, irrepetible y de presencial idad eterna. No es q*¡* f
que no puede.- por tanto, arrepentirse de él: liempo se pare, conforme a los dése*«
son actos transfonnantes irreversiblemen­ los poetas, sino que es como si se aboí-5*
te. Cuando el shaman y el místico quieren como si se volviese transparente \
parar el mundo, aunque sea por un momen­ ver por un «momento» el cielo nbirfm **
to, no están pidiendo sino que nuestros ac­ eternidad y el verdadero presente.

652
PRESENTE ETERNO

pr¿Cuál es en rigor el futuro al que apun­ tancias que la mencionada minoría llama
tan las Bienaventuranzas? «Bienaventúra­ anormales y extraordinarias. Los esclavos,
los los que ahora padecéis hambre porque los iliteratos, los «pecadores», los «no cre­
réis saciados; bienaventurados los que yentes», los pobres, los «otros», en último
ora' lloráis porque reiréis.» O todo es término, han sido casi siempre los más nu­
uña'explosión bucólica, sentimental y tó­ merosos en la vida de los hombres. Lo que
mente irreal que sólo sirve para engañar las élites llaman lo ordinario es, en rigor,
l íos «pobres bienaventurados», o la ben­ lo extraordinario.
dición de Cristo se cumple. La interpreta­ «El Reino de Dios se acerca» no sólo
ción tradicional, la que ha tenido a los temporalmente, sino también se avecina a
pueblos cristianos en la esperanza y los ha cada uno de nosotros sin «discriminación
ptiañtenido en la alegría mientras han creí­ de personas». Esto no es una profecía his­
d o en ella, es la interpretación temporal de tórica — que no se ha cumplido— ni una
3 tpa eternidad que viene «luego», «des- afirmación de escatología temporal — que
.és» y que, por tanto, en el «cielo» serán no se realiza— , sino la proclamación de la
colmados y resarcidos de todas las penas Buena Nueva. Esto es? ricos y pobres lo
|l|iíesentes de «este valle de lágrimas». Pero pueden obtener; creyentes de una forma u
ajpó.que resulta espurio es sustituir la espe­ otra lo pueden alcanzar, y los que no pue­
s é raiza de una eternidad por un paraíso tem- den realizar sus potencialidades pueden
|j|poral a recuperar, o de tal manera purificar también entrar en él. El Reino de Dios está
concepto de eternidad de su escoria tem- cerca porque no es un arcaico ideal del pa­
iral, que se deja luego a las gentes sin es- sado ni un utópico sueño del futuro, sino
ranza. Lo primero porque en el futuro ii- una apertura del presente. Cuando el pre­
í^Seal los pobres no son saciados ni los que sente se abre, florece, por así decir, en flor
lloran consolados. Más bien parece que de tempitemidad, el Reino de Dios apare­
Jos que tienen se enriquecen y los que no ce. Los que van a morir hoy, los que no
lenen se empobrecen más aún. Lo segun- van a conseguir ninguna de sus ambicio­
do, porque si no hay una eternidad «pos- nes. las generaciones que son visitadas por
iporal», si el cielo no viene «después», la muerte inoportuna, los lisiados, pobres
,Cuándo van a ser saciados, cuándo van a y m endigos están también invitados al
apícfr los que ahora sufren hambre y sed de banquete.
•Spán y de justicia? Y es aquí donde nuestro La calidad de la vida no se mejora con
se aplica. Es ahora en el mismo nunc, un sim ple retrasar el e n cu e n tro con la
M que vale. Y la Buena Nueva consiste en muerte, prolongando la existencia tempo­
¡abrir que los que ahora sufren puedan ral. aunque tampoco se mejora si no se
iofo, en este mismo presente, que es el cultivan los valores temporales. La cuali­
>ra de ía salvación, de la realización, de dad de la vida pertenece al orden de la
fe, ser felices, tener paz, obtener la li- cualidad y no de la canLidad, aunque haya
id. un mínimo cuantitativo indispensable para
El mensaje de la salvación — si es que que la cualidad crezca. La cualidad de la
ie que ser tal— debe estar al alcance de vida humana requiere una integración ar­
las fortunas, debe ser posible en to­ mónica entre los valores temporales y su
las situaciones y debe poder realizarse fundamento trans temporal; es lo que he­
todas las circunstancias. mos llamado la vivencia tempiterna.
No olvidemos que la verdadera historia Pero aún hay más. El Reino de D ios no
¡versal de la humanidad no es la de una llega en localización espacial o temporal,
>ría privilegiada que puede reflexionar no llega con espectacularidad ni en ningún
re el sentido de la vida, sino la historia momento calculable. «El Reino de Dios
una mayoría que ha vivido en circuns­ está entre vosotros.» Esto es, no está sola-

653
PRESENTE ETERNO

mente dentro ni tampoco exclusivamente en que les venga un D ios convertido en


en medio de «vosotros». No es ni una rea­ profeta, m esías o liberador, sino en un .
lidad eterna y meramente interior «dentro» Dios convertido en pan — en amor del pre- :
del ser humano ni es tampoco una realidad sente, antes de morir— . 1
sociológica y temporal «en medio» de los ¿Qué hacer y qué pensar?, nos hemos
hombres, E! Reino de Dios está en la mis­ preguntado. Y hemos respondido que sólo ¿
ma relación constitutiva entre los hom ­ cuando el pensar transforma nuestro hacer
bres; esto entre los hombres; en sus entra­ y el hacer nuestro pensar en un círculo no
ñas y en sus relaciones; en la solidaridad vicioso, sino vital, es cuando nos encon*
interno de todo la creación, en la relación tramos en la buena dirección. Si la acción
tempiterna. no es contemplativa, no es en realidad ac* ]'
La liberación del tiempo no significa ción; si la contemplación no es activa, no
necesariamente indiferencia para los nego­ es realmente contemplación. Más aún: la •
cios temporales, pero tampoco idolatría de dicotomía debe ser superada al nivel de la í
los mismos. antropología y de la metafísica. Optar por 7 ’
La salvación que esperan no es una sal­ un eternalismo paralizador de las activi-
vación temporal. Podrá ser que ésta venga dades humanas es tan infecundo y erró*
por y en la historia; podrá incluso ser que neo com o limitarse a la mera temporal!-.,^
sólo colaborando con la historia es como dad de la acción humana. Pero hay mái/S;
la salvación se nos dé. Pero la verdadera todavía. Querer yuxtaponer los dos rei*;$®
salvación a la que el hombre aspira no es nos, bien en una sucesión temporal:
la de un paraíso terrenal perdido o recupe­ mero» la tierra «aquí» y «luego» el cielo";/?
rable, sino un sallo mayor, un salto que se «allí», bien en una sucesión personal: de
desvirtúa así que se describe, una trascen­ una parte, el terreno de lo temporal, s e c » ^
dencia que se contradice así que se pro­ lar o meramente material o mundano, y P<*M
nuncia; pero no hay dogma alguno que otra, el terreno de lo religioso, lo espiritual
afirme que todo puede ser dicho ni que lo sagrado, es igualmente no sólo ineficaa É
todo pueda formularse adecuadamente. —-produciendo una esquizofrenia cu ltu n [^
Se nos podrá preguntar: ¿En qué sentido y humana— , sino que es también radicató¿
es esto una nueva solución? Antes de res­ mente equivocado, puesto que ni el honj-T5**
ponder se nos permitirá que reflexionemos bre ni la realidad constan de tales comp
sobre los presupuestos de la tal pregunta, tim ientos estancos. Ni la autonomía '
que son precisamente los que nuestra res­ ambas esferas ni la hejeronomía de ring
puesta niega. La novedad de la solución na de ellas puede solventar el problemj
no es una novedad histórica o intelectual, Nos hace falta encontrar la relación oni¿
no es una nueva excogitación de una hipó­ nómica entre ellas.
tesis más convincente. Su novedad estriba La solución tampoco está en echar]
en su no repetibiüdad, en su radical origi­ culpa a una u otra actitud y pensar solo 5
nalidad, aunque al formularla se coincida soluciones antiguas. El pasado es irrey®
con la tradición más añeja. Su novedad sible, precisamente porque en cuanto re
está en la aplicación personal, en la expe­ es irrepetible.
riencia intransferible, en la superación de Es infecundo, por tanto, echar la culi
una identificación excesiva entre nuestro la técnica diciendo que ella ahora sí]
ser y nuestro pensar sobre él, en la recupe­ fuerza impotentemente en resolver un])
ración de la dimensión mítica de nuestra blema que ella misma ha creado; así ¿0
existencia y en la colocación en su propio tampoco sirve para nada atacar la"pa
sitio del fagos, tanto humano como divino. dad y resignación de las masas para Hit
Estas gentes que no saben esperar son decir que gracias a ellas éstas sobreviy
esperanza viva. Y si en algo confían no es Se trata de despertar una nueva concíeñ

654
PRESENTE ETERNO

cu la que las dicotomías aludidas puedan Pero fieles al espíritu concreto, y orien­
ser superadas. tado a la acción de este estudio, en lugar
La dimensión de presencialidad que es­ de seguir por esta senda especulativa qui­
tarnos subrayando no debe interpretarse en siera terminar con algunas consideraciones
el sentido de una fuga mundi, una huida que respondiesen al tenor de los interro­
del mundo y negación de él, ni tampoco en gantes planteados al principio.
la dirección de una individualidad exacer­ ¿Qué hacer y qué pensar? En primer lu­
bada, como si todo se centrase sobre el in­ gar, hacer que nuestro pensamiento surja
dividuo. Es una dimensión fundamental­ de nuestra experiencia activa y que nuestra
mente personal; lo que significa que atañe acción sea inspirada por nuestro pensar.
tanto al individuo como a la sociedad. No Pero veamos, en segundo lugar, qué es lo
se trata de una tendencia que viene a con­ que esto puede significar.
trabalancear un excesivo activismo, sino de Significa, m e parece, que no debemos
una dimensión que viene a impregnar la buscar la plenitud del hombre ni en un fu­
vida entera del hombre sobre la tierra, dán­ turo extratemporal, esperando «oLro» mun­
dole un sentido a la vez temporal y eterno. do que venga luego, ni tampoco en un fu­
Ni la eternidad está «luego» ni la tempora­ turo temporal, abocados a «otro» mundo
lidad se basa «sobre» la eternidad. En el distinto del presente y sacrificándolo en
fondo, todo es más simple si se consigne aras de la utopía, del ideal o del reino del
recuperar la vivencia de la tempiiernidad . futuro. Significa, positivam ente, que la
No se trata ahora de dar consejos ni de vida humana no debe ser paralizada ni me­
proponerse «técnicas» de meditación, con­ diatizada por la tendencia a un futuro lineal
centración o interioridad, útiles como ellas o vertical, sino que debe concentrarse en
pueden ser. Se trata solamente de despertar la vivencia plena del presente tempiterno,
un poco más la conciencia humana, que en esto es, de aquel presente que contiene en
ella misma, de hecho, vive la tempitemidad su seno no sólo los frutos del pasado y las
como un don. La prueba más elemental sem illas det futuro, sino también un nú­
consiste en la observación que nada mera­ cleo tempiterno que abarca todo el interva­
mente temporal nos satisface ni nada exclu­ lo temporal de nuestra existencia.
sivamente eterno nos llena. No podemos O, dtciéndolo más positivamente, la ex
prescindir de lo uno ni de lo otro. La unidad periencia del presente tempiterno significa
empieza a resquebrajarse cuando una de las la viven cia de la liberación del tiem po,
dos dimensiones domina y se hace venir a pero no para escapar de él, sino para lan­
la eternidad «después» del tiempo (y ello es zarse a el con una mayor libertad; la libe­
fruto de la dominación de la historicidad), ración del tiempo para el tiempo. Significa
como cuando se englute a la temporalidad afanarse en la construcción de la ciudad
por lo atemporat (y ello es fruto de la domi­ terrestre, porque no hay otra que construir,
nación de la atemporalidad). pero sabiendo que no está en la ciudad,
La experiencia del presente tempiterno sino en la misma construcción sincera y
"acaso nos pueda inspirar en esta nueva afanosa en la que los hombres encuentran
búsqueda. La eternidad no existe fuera del su gozo.
tiempo, como tampoco en él admitiendo el
• valor metafórico de las dos preposiciones.
- Pero tampoco existe el tiempo fuera de la Bibliografía
eternidad o en ella. La tempitemidad es el
; ífmbolo mismo de la realidad, así como el P anikkar , R., Revhta Anthropos, n,os 53 y
ser—que es siempre un ser temporal— es 54, 1985,
el mismo símbolo de una realidad que so ­
flámente en el tiempo se manifiesta. R. Panikkar
Producción del sentido
Introducción un formato religioso, se despliegan esparL.
cio-temporalmente como «armas» para íttrri
E l tema del «sentido» persiste en las char contra'situaciones percibidas como
ciencias sociales por la razón de que el ser injustas, o como «máscaras» («opio») qué-'
humano (aún en las sociedades capitalistas encubren, disimulan, o sencillamente ali* “
postindustriales) sigue planteándose las vian las consecuencias negativas de un
mismas preguntas (arquetípico-existencia- mundo social contradictorio. Como dijo_J
les) — el significado de la muerte, de la Marx, «la religión es el corazón de un mun­
moral, de la alienación, del arte, etc.,— do sin corazón».
qiie siempre se han planteado, y que sólo Voy a tematizar cuatro aspectos funda­
una apropiación de valores de espesor ar- mentales que consideró Schulüssel Thi-
quetípico puede responder. A sí se «alivia» men en la hermenéutica de la cultura. Así,
(Entlastung) el «estado de arrojadq al en primer lugar, el aspecto de la creauvi-j.:"
mundo» (gcworffen in der Welt) que sufre dad sociocultttral o el Imaginario arquetí-
el ser humano al tener que hacer frente a pico; en segundo lugar, ejemplifico, esta
esas «experiencias de contingencia » 1 que esfera de lo imaginario a través de la cate­
se manifiestan como un conflicto trágico goría de «lo numinoso» o el Misterio de
enLre el sentido y el sin-sentido de unos una trascendencia primordial; en tercer lu*
modos de vida paradójicos social-históri- gar, planteo el problema de una diferen­
camente producidos, que se manifiestan ciación simbólica o de un deseentramienin
como crisis de identidad y alienación fren­ de las cosmovisiones, y finalmente, abor-. .
te a un mundo totalmente administrado. El do la cuestión de una recurrencia tempora­
mito como «ilusión colectiva» inherente a lizada del mito en las sociedades avanza­
la vida social se manifiesta como ese con­ das modernas.
junto de respuestas que se aparecen al ser
humano en el formato del símbolo, aquí y
allá, en sus mundos de la vida social, y I. Creatividad social e imaginario ar-
que construyen un conjunto de universos quetípico
simbólicos, en los que se inscribe una ma­
nera de comprender el mundo y de com ­ Según Durkheim la producción social
prenderse a sí m is m o dentro de ese mun­ del sentido, como articulación arquetípica
do. El Imaginario social, o si se quiere, la de la identidad colectiva, emerge de la in­
contextura simbólica espacio-temporal de teracción colectiva, de la efervescencia
trascendencia primordial constituye el colectiva o protointeracción social fun­
Ursprung que recurre persistentem ente dante (las prácticas rituales)2, en la cual,
ofreciendo un Kosmos Kairos, como um­ los actores se apropian un saber, un nulo,
bral de reapropiación del sentido latente una estructura mítica arquetípica, un sím­
de los mitos, como las huellas, com o el b olo colectivo articulado en torno a un
sendero de acceso hacia una comprensión «imaginario social central»3: mana, ws-
de la situación total del ser humano en el kan, m anítu, Y ahvé, etc. — que funge
mundo. Posteriormente, tales mitos, con como totalización de significado—. Así ^

1 Luhmann. N., Soziale Systeme, Frankfurt 1984, 3 Castoriadis. C., L'lmiituüon ¡masir.c.iu ¿t -
p. 170; Luhmann, N. Funktion der Religion, Frank­ Socictc, París, 1975, pp. 457-493.
furt a M, 1977, pp, 182-225.
- Durkheim, E .( Las formas elemeniales, 1982.
pp. 279. 303.

656
PRODUCCIÓN DEL SENTIDO

expresa la mitología: «toda vida es wa- nónieno de «transparencia opaca», de pre-


kan». Para Durkheim «el Dios del clan scncialización de una realidad invisible,
mismo, el principio totémico no puede de una trascendencia primordial a través
' .más que el clan mismo pero hipos ta- de una realidad visible, y esto es lo que
'ado y concebido por la imaginación en la constituye lo específico de la significa­
forma de las especies sensibles de un ani­ ción simbólica8.
mal o de un vegetal utilizados como tó- No obstante, el despliegue de este imagi­
íems»4. Lo imaginario-arquetípico (Dios) nario arquetípico, o »caos», o «Abgrurtd»
se manifiesta, se figura y se presencializa no debemos reducirlo a las objetivaciones
siempre a través de lo simo oliera-repre­ de la conciencia colectiva, ya que es más,
sentativo (el tótem material, el clan, los es, sim ultáneam ente, una cualidad, una
iignos rituales), com o su condición de substancia y una actividad9.
posibilidad. Este «Dios arquetípico» que Así describe Marcel Mauss a las signifi­
funge como imaginario social radical con caciones sociales imaginarias: mana, oren­
carácter constitutivo (a la manera de la da, manilu, wakan, brahman, Yahvé, etc.,
religión en Freud. considerada como «ilu­ son «potencialidades mágicas»'6* . Son nú­
sión» constitutiva) precisa del factor sim­ cleos de creatividad psicosocial, que, en
bólico del tótem-clan grupal. Lo imagina­ palabras de Jung, aglutinan las vivencias y
rio existe y se expresa a través de lo sim­ potencialidades de la colectividad y se
bólico5. Este Dios arquetípico o Misterio muestran com o un «acervo de c o n o c i­
(en los términos de Otto) no puede ser m iento su i generis» en el Inconsciente
ápercibido, no podemos tener noticias su­ transpersonal o colectivo ". Estos magmas
yas si no es a través del «símbolo». Esto de significaciones imaginarias (Sinn ) 12 son
se aprecia en el «doble senLido del símbo­ vistos por Jung com o la traducción del
lo», ya que, el símbolo «está ligado a y concepto de mana o «fuerza vital» en los
está ligado por»6, Por una parte, el sím­ pueblos primitivos, y del de voluntad entre
bolo de lo sagrado está ligado a sus signi­ ciertos filósofos (Schopenhauer, N ietzs­
ficaciones primarias, literales y sensibles, ch e)13. En palabras de Ortiz-Oscs pode­
a-la representación material profana del mos decir que el «rumor clónico» del In­
tótem, a las máscaras, a los báculos, a los consciente sólo es comprensible a raíz de
alucinógenos, a los tegumentos, etc. pero, una imaginación simbólica o fantástica
por otra parte, el símbolo de lo sagrado trascendental14. «El símbolo resulta ser así
está ligado por «eso otro» de lo cual red- el mediador (der VermiLler) del Incons­
"be su contenido, cual epifanía de un miste­ ciente para nuestra consciencia, el intér­
r io 7, irreductible al lenguaje lógico-identi- prete de lo imaginario, la imagen del senti­
? torio. En la hierofanía se produce ese fe- do latente15,»

-A Durkheim, E., Lnsfonms.,., Madrid, 1982, p. 194. 5 Mnuss, M., S o c io l o g í a y A n t r o p o lo g í a , Madrid.


1 Custoriadis, C., L ’In stitu tio n .., Paris', 1975. 1978, p. 123,
f pp. 177 vs. ln Mauss, M., o p u s i:it. 1978, p. 132.
8 Ricoeur. P., Freud Una intcrpretaciôn tie la 11 Jung. C.G., A r q u e tip o s e in c o n sc ie n te c o le c ti­
fcuiiuni, Mexico, 197S, p. 31. Riihner. K,, Estudiosde vo, Barcelona, 1981, p, 10.
[Ttoingia, vol. IV, Madrid, 1962, p. 2S8. o CasLiirindis, C-, L ' I n s t i t u t i o n , . . , Paris. 1975.
7 Durand, G ., La imagmaciôn simhôlica, B uenos pp. 457 ss.
[Aires, 1970. p. 130. u Orliz-Osês, A., Jung. C.G., A r q u e ti p o s y soni­
1 Ricoeur, P., Finitucle et culpabilité, vol. 2. Paris. do, Bilbao, 1988, p. 24.
T I960. 11-30, pp. 323-332. Casioriadis. C.. L'Institu­ 14 ¡tient, A. opus cil. 1988. p. 25.
tion.... Paris, 1975. pp. 177 ss. 15 Idem, A . opus cit. 1 9 8 8 . p . 2 5 .
Gare, M., «Durkheim: The Sacred Language»,
*icunomv and Society, v o l. 1 2 .1 9 8 2 .
PRODUCCIÓN' DEI. SENTIDO

Los mitos «dan al hombre algo a lo cual primera forma de interacción humana, en
atenerse»56, ofrecen al hombre una cons­ la que el símbolo es la referencia básica,
trucción del mundo (Kostnosbildung) en !u del «game», que responde a un seguimien­
que aquél participa de una u oLra forma1617. to de reglas, de unas pautas tipificadas de
Los mitos se manifiestan como sistemas acción24, de carácter intersubjetivo en el
de símbolos que establecen vigorosos, pe­ que se inscribe un «taking the role of lite
netrantes y duraderos estados anímicos y other» nsuntivo25, una reciprocidad inte­
motivaciones en los hombres formulando ractiva26, en la que confluyen el «sí mis­
concepciones de un orden general de la mo» y el «otro generalizado», individuo y
existencia18. Los mitos articulan constela­ sociedad.
ciones fundamentales de valor (magmas A la función de proyección simbólico- '
axiológicos), que preservan la ejecución arquetípica del mito debemos añadir, como
de las acciones necesarias ante la desespe­ han descrito con gran acierto Manfred
ración (Angst) de una autojustificación sin Frank y Pierre Bourdieu, la función de le­
fundamento19. gitimación de las prácticas sociocultura-
En realidad hablar un lenguaje es vivir, Iesri. Toda «forma de vida» precisa de unos
comprometerse en una cierta «forma de mitos, de «ilusiones colectivas» que con- ■;
vida». Una expresión tiene sentido sola­ Aeran sentido a unos estilos de vida, a unas'"
mente en la corriente de la vida, en su prácticas políticas, etc. Así la «idea de pre- ;
uso en contextos pragm áticos20. Según destinación» del protestantismo ascético y .
Wittgenstein hablar un cierto lenguaje es su influencia en los orígenes del capitalis­
comportarse de una cierta manera21. Pero, mo, y también, en un nivel de trascenden-,
los juegos de lenguaje no son meros jue­ cia diferente, la creencia en un «progreso ^
gos, sino «formas de vida » -2 que expresan intramundano sin fin» como significación ...
cosmovisiones lingüísticamente articula­ social imaginaria temporalizada del capi--!
das23, son conjuntos de actividades lingüís­ talismo tardío. Ambas actúan como legiti-
ticas y no lingüísticas, son instituciones y inaciones de base de unas prácticas socia-^
prácticas culturales «incorporadas» en les determinadas. "í
ellos. G,H. Mead parte, com o W ittgens­ No obstante, habiendo siquiera mostrado
tein, del análisis del juego como un sistema la dinámica y fundones del imaginario ar-j|
de prácticas sociales con arreglo a unos quetípíco, vamos a profundizar en el análi-1^
criterios determinados. A sí distingue «the. sis de la e s f e r a d e lo sagrado, ya que ahí e&’Ü
pía y», aquel comportamiento lúdico-hedo- donde se manifiestan al hombre las res?Éj|
nista e imitativo que se manifiesta com o la puestas de un orden primordial de la exi$-3 §

16 K l u c k o h n , C L ., « M y t h s a n d R i tu a l s » ; V i c k e ­ 31 Ident. L . opus eil. ) 9 8 8 , n .° 199.


r y , Í .B ., ( e d i t .) , Myth and Literature, U n iv . o f N e ­ — Idem, L . upifxcit. 1 9 8 8 , n.* 1 97.
b rask a, 1971, p. 4 3. 33 Idem, L . opus cit. 1 9 8 8 , n .“ 5 4 .
17 B e r g e r , P .L ., El dosel sagrado, B a r c e l o n a , 1971, opus cit. 1 9 8 8 , n.° 5 4 .
34 W it t g e n s t e in , 1 -,
p. 4 6 . •¡aclis, L'Institution..., P a ris , 1 9 7 5 , p . 3 4 1 .
,1S G e e r tz , C L ., La interpretación de las odiums, 35 M e a d , G.H, Espíritu, persona y sociedad.
M é x ic o , 1 9 8 7 , p p . 8 9 s s . F e r n á n d e z , J .W ., « T h e a rg u ­ x l o n a , 1 9 8 2 , p p . 1 8 2 -1 9 3 .
m e n t o f i m a g e s ...» , T u r n e r , V .W . The Anthropology 26 O r t iz - O s é s , A ., Comunicación y experienciaí l
of experience, U n iv . o f I ll in o i s , 1 9 8 6 , p p . 1 59-1 SS. erhumana, B i lb a o , 1 9 7 7 , p . 15 4 .
J u n g , C.G., Arquetipos..., B a r c e lo n a , 198 1 , p p , 9 -4 9 . 37 F r a n k , M ., Der kommende Gott, F r a n k fu r t
^ F r a n k , M „ Der kommende Gott, F r a n k f u r t , 1 9 8 2 , p p . 7 3 ss. B o u r d i e u , P „ La Distinción, M a i
1 9 8 2 , p . 1 1 1 . D u r a n d , G ., La imaginación..., B u e n o s 198 8 , p p . 9 - 9 7 .
A ire s . 1 9 7 0 , p p . 1 2 4 -1 4 1 .
3(1 W i t t g e n s t e i n , L . , Investigaciones filosóficas,
B a r c e l o n a , 1 9 8 8 , n .<’ 4 3 .

658
PRODUCCIÓN DEL SENTIDO

leticia. de ultimidad. Respuestas a pregun­ ante la cual éste, lejos de poder aplicarle
tas. como el significado de la finitud huma­ las redes de su comprensión, se siente lite­
na. de la muerte, del «dolor existencial», ralmente sobrecogido. Ella constituye un
que recurren -8 espacio-temporalmente y orden enteramente diferente de realidad,
que ponen de manifiesto la peculiar situa­ ella es lo totalmente otro, 2. El Mysterium
ción del hombre en un mundo dicotómica- se experimenta como algo tremenda, por
mentc construido (sagrado/profano)29. El la sensación de anonadamiento que expe­
hombre «está arrojado al mundo» (Gewor- rimenta el hombre ante la plenitud absolu­
ienheit)30 con otros hombres, tiene que ha­ ta del ser. Produce un temor que «aleja» al
cer frente a ese «absolutismo de la reali­ hombre frente a lo majestuoso, y por otra
dad» como condición antroposimbólica, parte, se experimenta como algo fascinan­
que describe Blumemberg, y proyecta ésta, te que «atrae», así la «zarza ardiendo» que
su posición existencial, en la conciencia se aparece a M oisés (Exodo, La Biblia).
temporalizada de sus déficits — biológicos, La ambivalencia radica en el alejamiento-
económicos, antropológicos, etc.—, en rela­ atracción que el hombre experimenta ante
ción a un entorno (Umwelt) más complejo3'. «lo trascendente». «Lo sagrado se mani­
Estos déficits se manifiestan, unas veces, fiesta en un objeto profano»35, en este sen­
como «terror» a lo tremendo-fascinante (la tido, las hierofanías podían ser interpreta­
naturaleza en sus diversas manifestaciones: das com o el conjunto de realidades de
grandeza de las montañas, el poder del mar, todo orden presentes en el mundo de las
terremotos, etc.), y, otras veces, como «alie­ religiones, y que coinciden en la función
nación»32 al ser asimilado el hombre a cosas de presencíalizar en el orden mundano
(mercancías). para el hombre esa realidad perteneciente
a un orden de ser enteramente diferente (el
Mysterium). 3. El Mysterium se manifiesta
2. «Lo numinoso» como M isterio como un centro-núcleo de absoluta supe­
rioridad a x io l ó g ic o como una «fuerza»,
Rudolf Otto ofrece el tratamiento más como una «potencialidad inconmensura­
sistemático del significado del M isterio ble»711. Si tenemos en cuenta la frase de
(«lo numinoso») como centro núcleo de la Wittgenstein (la última del n.° 7 del Trac-
experiencia de lo sagrado. Así, en su co­ tatus Lógico Philosophicus): «De lo que
nocido texto Lo Santo (Das Heiligc) afir­ no podem os hablar, debemos callar», no
ma q u e el Misterio33: 1. Es el auténtico mi­ debemos sacar la conclusión de que la fra­
nan, lo heterogéneo en absoluto, lo tho- se no quiere negar que haya algo sobre lo
teron, anyad, atienum, lo extrañable y que tengamos que callar. Expresamente se
chocante, lo que se sale resueltamente de dice en el n.° 6.5 22: «Hay además lo inex­
lo consuetudinario, comprendido, familiar presable. Esto se muestra, es lo místico»,
e íntimo, es lo totalmente otro Se traía esto es el Mysterium, «algo que puede ser
Me una realidad que se impone a) hombre y conocido (gekannt) por cualquiera, pero

. . . a B ell, D ., The Winding Passage, N e w Y o rk , 59 8 0 , 32 M a r x , K ., Manuscritos de Economía y Filoso­


* p. 333. fía, M a d r i d , 1 9 6 8 , p p . 103 s s .
« D u r k h e im , E., Las formas:.:, M a d rid , 1 9 8 2 , 33 O l i o , R -, Lo Santo, M a d r i d , 1 9 8 5 ,
pp.32ss. w O tto , R ., id. 1 9 8 5 , p p . 4 0 - 4 8 .
» H e i d e g g e r , M ., Ser y riempa, M e x ic o , 1 9 8 2 , 35 E l i a d e , M ., Morfología y dialéctica de h sa­
' Work on Mryh, Bos­
Pp- 1 9 5 -2 0 0 . B l u m e n b e r g , H ., grado, M a d rid , 1980. p p . 3 6 -3 8 .
ton, 1984, pp. 3-34. 36 O r t i z - O s é s . A ., Metafísica del sentido, B i lb a o ,
11 L u h m a n n , N ., Soziale Système, F r a n k f u r t, 1 9 4 , 1989.
"IP- 242 ss. 31 M a u s s . M -, Sociología..., M a d rid , 1 9 7 8 , p . 132.

659
PRODUCCIÓN DEL SENTIDO

que no puede ser públicamente dado a co­ nes del entusiasmo y el delirio. Pero Diony­
nocer (bekannt), es decir, comunicado a sos retom ará alguna vez reengendrado
todos en general»38. por los misterios y liberado de la locura,.
Concebimos a Dios como misterio del De todos los demás dioses griegos Diony-"
mundo en la medida en que viene «al man­ sos se distingue por ser un D ios ausente,
do»39. La frase Gottes Sein ist im Kommen cuyo retomo está próximo. El paralelismo
(el ser de Dios es/ está/ consiste en deve­ con Cristo es evidente, también éste muere
nir) quiere decir que e] ser de Dios es el y nos lega en su muerte, hasta el día de su
acontecim iento de su venir-a-sí-mismo. retorno, pan y vino44. Pero Dionysos ofre­
«Dios vino en el acontecimiento de la au- ce la particularidad de que en sus excesos
toidentificación con el hombre Jesús de culturales mantiene también ese fondo de
Dios el Padre. ,Y Dios vino a Jesús como solidaridad social, que occidente ha visto
su hijo amado, por tanto, vino también, desvanecerse junto con las formas arcaicas
poniéndose en camino hacia lo extraño, a de religiosidad. Hölderlin pone en relación
sí mismo, a Dios el Hijo. Y Dios permane­ con el mito de Dionysos aquella peculiar
ce plenamente «im kommen»: como Dios figura de interpretación de la historia, que
Espíritu Santo. Este es el Mysterium, Dios se convirtió en portadora de una esperanza
es en sí mismo el Mysterium Trinitatis, el mesiáriiea. Occidente se mueve, desde sus
mysterium de su Trinidad: que Dios es (vi­ inicios, en la noche de la lejanía de los
niendo hacia sí mismo) de Dios a Dios en dioses o del olvido del Ser, el D ios del fu­
cuanto Dios40. Como Espíritu, Dios no so­ turo renovará las perdidas fuerzas del ori­
lamente es «el que está ahí» y «el que esta­ gen, y este D ios inminente hace sentir su
ba ahí», sino también juntamente «el que venida por medio de una dolorosa concien­
viene» (der kommende Gotr)Al. Esta re­ cia de su ausencia, por medio de un «radi­
currencia temporalizada42 del imaginario cal alejamiento», haciendo sentir, cada vez
cemral arquetípico (Dios) significa reco­ con más premura a lo s abandonados lo
nocer la pregnancia y plausibilidad de Jesu­ que les ha sido sustraído, tamo más con­
cristo como nuestro futuro, como «lo que vincentemente promete su retorno: en lo
está por venir», que atrae sobre sí esperan­ hondo del mayor de los peligros despuma
zas de redención43. En esta misma línea se también lo salvado}45.
inscribe la recepción del mito de D iony­
sos. Con Semele, una mujer mortal, Zeus
engendró a Dionysos, que con divina cóle­ 3. H om bre y mundo
ra fue perseguido por Hera, la esposa de
Zeus, y finalmente reducido a la locura. Una vez que he determinado el signifi­
Desde entonces Dionysos peregrina con cado de «lo numinoso» como Mysteriun),
una salvaje cohorte de sátiros y bacantes, como magma de significaciones irreducti­
por el norte de Africa y el Asia menor, un ble funcionalmente, com o aquella esfera
«Dios extranjero», como dice Hölderlin, de trascendencia primordial en la que m-
que precipita a occidente en una «noche inscribe el sentido ontológico-existencial
ayuna de dioses» y que sólo le deja los do- del ser humano, voy a detenerme en la d¡-

Jil K a n t , 1., Die Religion innerhalb d er G reu­ B e n j a m í n . W ., ¡llumimiiions, N e w Y w k . F'f'V


r e n d e r B i m s e n V e r n u n ft , W e r k e . I V . 1 9 6 3 , p . 8 0 3 pp. 2 5 3 -2 6 5 .
<13 2 0 7 ) . •n F ra n k . M ., Der kommende Gott, F ra n k fu rt.
3'’ J u n g e ] . E .. Dios romu tnisierio Jet mundo. 5n- p . 12.
la m a n c a , 1984. p. 4 80. ■|- Idem, opus cit. 1 9 8 2 , p p . 2 5 7 - 3 2 4 .
JU Idem, optis eil. 1984. p p . 4 8 3 -4 8 4 . lí Idem, opus di. 1 9 8 2 , p . 2 7 0 . H ö ld e rlin . F . ■F~
-■ ¡dem. opus eil. 1984, p. 493. m n s » , e n Sämtliche Werke, B . 2 . 197 0 . p . 175.

660
PRODUCCIÓN DEL SENTIDO

námica evolutiva que experimenta la rela­ negro, el día y la noche, el cielo y la tierra,
ción constructiva entre hombre y mundo'*6. lo masculino y lo femenino. A sí también
El mito «construye un gigantesco juego el purusha hindú. Hablar de «lo redondo-
rdé espejos, en el cual, la reciproca imagen circundante» nos lleva a hablar del centro.
del hombre y el mundo se refleja hasta el Como afirma el neófito Kawkiutl: «Estoy
infinito y continuamente se compone y re­ en el centro del mundo», Esto revela una
compone en el prisma de las relaciones de las significaciones más profundas del
naturaleza-cultura«47. Capaz por analogía espacio sagrado. A llí donde por medio de
de comparar entre sí todos los aspectos y una hierofanía se efectúa la ruptura de
todos los niveles de la naturaleza y de la niveles, se opera al m ism o tiem po una
..cultura, el pensamiento en su estado es­ «abertura» por lo alto (el mundo divino) o
pontáneo o salvaje es, pues, inmediata y por lo bajo (el mundo de los muertos). Los
.simultáneamente analítico y sintético^, y tres niveles cósmicos — tierra, cielo y re­
posee a la vez la capacidad de totalizar en giones infernales— se ponen en comuni­
.las representaciones míticas todos los as- cación y ésta se manifiesta a través del
,'pectos de lo real y de pasar de un nivel a .-t.vz.s mundi o columna cósmica que se en­
.otro de lo real mediante transformaciones cuentra en el «centro», en el «medio», en
recíprocas de sus analogías49, Por analo­ d «ombligo de la tierra». El hombre de las
gía, el mundo enLero cobra sentido, todo sociedades premodemas aspira a vivir lo
es significante, todo puede ser significado más cerca posible del centro del mundo.
en el seno de un orden simbólico donde Sabe que su país se encuentra efectiva­
encuentran lugar50. El pensamiento mítico mente en medio de la tierra, y que su ciu­
aparece como pensamiento intemporal que dad constituye el ombligo del universo, y,
; se remonta hacia el origen de las cosas y sobre todo que el templo o el palacio son
descubre su fundamento originario y co­ verdaderos centros del mundo, pero quiere
presente51. Erich Neumann siguiendo a también que su casa se sitúe en el centro
Jung constata que al principio está la perfec­ del mundo y sea una imago ntundi53. Esta
ción, la totalidad, y puede ser «circunscrita» redondez y su circunmundanidad configu­
o descrita simbólicamente, Y el símbolo de ran la autorrepresentación sim bólica del
perfección, de totalidad es el círculo, la es- comienzo, del Estado naciente, que mues­
. fera, el huevo, el mandala, el rotumdum-re- tran el amanecer de la humanidad y del
dondo de la alquimia. Así lo pone de mani­ hombre5'.
fiesto Platón con su concepción del mundo No obstante, esta concepción mítica del
(redondo). «El Demiurgo hizo el mundo en mundo (urobórica en los términos de Neu­
. la forma de una esfera, otorgándole a esa mann) experimenta una metamorfosis que
figura todo lo más perfecto e igual a sí se manifiesta como:
mismo52,»
También encontramos la misma concep­ A ) Una fragmentación del arquetipo
À '' ción en el container (redondo) de opuestos central (die Aufspaltung des Archetypus)55
’ del tai chi chino, conteniendo lo blanco y lo al nivel del Inconsciente colectivo, que se

116 Orti/.-Osés. A.. Mitología cultural y memorias S1 Idem. pp. 315-354.


, antropológicas, Barcelona. 1987. 5: PJmön Timeo. ciiado en Neumann. E.. Lrsprnnys-

i 47 Gode li er, M„ Economía, fetichismo y religión


w las sod edades primitivas, Madrid, 1974. p. 379.
geschickte des Bewusstseins. Frankfurt. I9SA p. 20,
53 Eli ade. M., La sugrado y Io prnfc.no. Madrid.
18 Lévi-Strauss, CI., Ei pensamiento salvaje, Méxi­ 1985, pp. 37-47.
co, 1952, p. 318. 54 Ncutnunn. E.. UrSprungsgeschickte.... Frank­
’ ■ Idem, p. 253. furt, 1984. p. 22.
50 Idem, p. 323. 55 ¡dem. Opus cit. 1984. pp. 251-289.
t¡¡».

661
PRODUCCIÓN DHL SENTIDO

articuló en tomo a «lo absolutamente otro» equilibrio de los sistemas separados53; lo


(lo numinoso). Erich Neuman 56 y Andrés divino y lo nocturna se sintetizan en la
Ortiz-Osés37*59han realizado una reconstruc­ dialéctica «copulativa».
ción diacrónica de este proceso (dramáti­ B) El segundo aspecto de la metamorfo­
co) de individuación, cuyo locus cultural sis de la concepción mítica del mundo se
se encuentra representado en el «mita del m anifiesta com o un «desencantamiento
Héroe. ». del mundo»39, o como un «descentramienfo
Las diferentes fases de este proceso son: de las c o s m o v is io n e s que opera en el ni*
Un primer momento en el que se muestran vel de la consciencia colectiva, Este «de*- -
sim bolism os de indistinción o indiferen­ sencantamiento» supone una creciente su-~
ciación «urobórica» con una estructura ar- blimación de la potencialidad mágica de
quetípica «nocturna». Un segundo m o­ «lo numinoso», lo tremendo-fascinante es .
mento de atnoafirmación del yo separado filtrado por la «fuerza racionalmente vin- '
del no-yo (del inconsciente), que se mani­ culante de pretensiones de validez critica­
fiesta devaluado-deflacto, a través de una bles»61. La modernidad pluraliza institucio- 4
personalización secundaria de los conteni­ nes. roles, estilos de vida, cosmovisiones,
dos que fueron originalmente transperso­ mensajes, mercancías, etc.62. La moderoi*' ■'
nales, así como a través de un agotamiento dad transforma el destino predado a la co- -
de los componentes emocionales (ánima) lectividad y al hombre en posibilidades de ,
que incidían sobre el yo, y finalmente, a elección entre un elenco de opciones65, la-L
través de unos procesos de abstracción elección deviene imperativo herético en lá
donde el inconsciente es representado pri­ modernidad.
m ero com o im agen, después com o una Este logro procedimental del «desencan*
idea, y finalmente es racionalizado como tainiento» comporta una comprensión des■i •
un concepto. El tercer momento se mani­ centrada del mundo, donde el mundo cx-jz
fiesta como una superación (Aufhebung) temo (naturaleza), la comunidad social y la=|
de la identificación unilateral con el Padre psique han sido diferenciados, Esto convyy
y por una reasunción del ánima femenina. porta a su vez diferentes pretensiones d e ü
Es un momento de síntesis (in balance) de validez64. Y una lógica autorreferencial6S ^
la consciencia (patriarcal) y la Inconscien­ en cada dominio, pero, esta multiplicación
c ia (material). Esta avuotransformación, de realidades (en la terminología de AlfredS
resurrección y sublimación, que es a la vez Schutz), que se manifiesta como una ra-;y
una unión con el Self (Sí mismo) es des­ cionalízación del mundo de la vida signifivss
crita en la mitología como la unión de Osi- ca un avance formal (racionalidad procedí*^
ris. Dios del inframundo, con el Dios-Sol, mental-formal en sus diversas esferas: téc^al
Ra. Gilbert Durand ha realizado una inte­ nico-científica, moral, legal, artística, etc,j;«i
resante clasificación isotópica de la estruc­ pero, no un avance en el sentido, en ltejl
tura del Imaginario arquetípico en la que vorhandene Antworte a ese «absolutismo!!!
presenta un m odelo com pensatoria de de la realidad» que se n o s;

56 Idem... 61 Idem, vol. 2, p. 134.


57 Ortiz-Osés, A., Mitología citiiural..., Barcelona, 61 Berger, P.L.; Berger. B.; Kellner, H., Va i
1987. do sin hogar, Santander, 1979, pp. 63 ss.
54 Durand, O-, Las estructuras antropológicas de ÍJ Berger. P.L., The heretical imperative, N§
¡o imaginario. Madrid, 1981, pp. 414-415. York, 1980, p. 25. Kosselleck, R., Futures post, ■
59 Weber, M., Ensayos sobre sociología de la re­ ton 1985, p. 276.
ligión. Madrid, 1983, vol., pp. 83-98. w Habermas, J, Teoría... Madrid, vol. 2,1987, p. 134
^ Habermas, J,, Teoría de la acción comunicati­ ss Luhmann, N., Soziale Systeme, Frankfurt. iS
va, Madrid, 1987, vo!. 1, 1987, p. 104. PP 593-647. --

662
PRODUCCIÓN' DEL SENTIDO

vamente, por el hecho de habitar y cons­ tidad aprendiendo a controlar la naturaleza


truir un mundo. extern a al precio de reprimir su propia natu­
raleza, al precio de la renuncia, de la autoa-
lienación y de la comunicación interrumpi­
4. Recurrencia temporalizada del mito da del ego con su propia naturaleza, la cual
se ha convertido en un anónim o Id. El
El proceso de racionalización occiden­ hombre fue una vez ignorante, mientras la
tal. desde su comienzo en Grecia mani­ naturaleza era poderosa, misteriosa y fas­
fiesta su carácter paradójico, selectivo. cinante. Con las nuevas destrezas adquiri­
Adorno y Horkheimer advierten cómo, en das, la razón se confina a sí misma a una
La Odisea de Hornero, «el mundo mítico tarea simple: aprender a predecir y con­
es secularizado en el espacio que Ulyses trolar las fuerzas naturales^. El proceso
recorre, los viejos dáimones ctónicos pue­ de racionalización sociocultural occidental
blan las márgenes extremas y las aguas del conlleva un déficit, ya que oculta la con­
Mediterráneo... Pero, las aventuras dan a densación de sentido del mito, de la reli­
cada lugar su nombre, y el resultado es el gión y del arte al efectuar una «abstracción
control racional del espacio. El náufrago lógico-formal» del símbolo, reduciéndolo a
tembloroso anticipa el trabajo de la brúju­ sus aspectos meramente funcionales, ritua­
la. Su impotencia tiende a destruir a las les y mecánicos.
potencias... La simple ambivalencia de los Ernest Cassirer nos ha mostrado cómo to­
mitos (el hecho de que la tierra y el mar no das las sociedades han desplegado unas de­
están habitados por demonios), la fantas­ terminadas «formas simbólicas»69 de tras­
magoría difusa de la religión popular su­ cendencia comprendidas entre el mythos y
perada, se convierte para los ojos del Hé­ el logos, sin renunciar a ninguno de ellos.
roe maduro en “error” en peripecia respec­ Todas ellas tienen una función, pero igual­
to a la clara univocidad del fin de la propia mente constitutiva en la resolución del pro­
conservación y del regreso a la patria y a la blema planteado al hombre, su «estado de
propiedad estable»66. Horkheimer y Ador­ yecto» en el mundo (Geworfenheit), o el
no abordan el problema del «nuevo poli­ «absolutism o de la realidad». Una solu­
teísmo» (sin dioses) moderno diagnosticado ción definitiva a este problema sería un
por Weber, en el hecho de que la «ilustra­ «caso límite» tan hipotético como el pro­
ción revierte en miro». El mito originario blem a que trata de resolver. Los m itos
tiene dos sentidos: un sentido de origen y operan como el «límite» que es alcanzado
un escape de él, es decir, por una parte, el por una función convergente en matemáii
temor a ser desarraigado, de perder el víncu­ cas: no se llega nunca de hecho a alcanzar­
lo con ese Self que inhabita en la cosmovi­ la. Si existe una «condición humana», está
sión mítica, y por otra parte, el suspiro re­ entre esos dos límites: «complejidad de la
confortante de escapar de tal contextura realidad» y un «sentido (comprensión-in­
espacio-temporal mítica67*. Horkheimer y terpretación) de esa realidad». R econ o­
Adorno pretenden mostrar que cada nueva ciendo que el mito no puede ser traído a su
fase de control y dominio sobre los pode­ fin, que no podemos saber que hemos 'al­
res míticos inevitablemente origina el re­ canzado el punto en el qüe ya podem os
tomo al mito. La gente desarrolla su iden­ prescindir del mito, tal «condición huma-

“ Horkheimer, M., Adorno, Th., D ia lé ctica d el ilu- 68 Heidegger, M., «The Question Coneeming Tech­
misma, Buenos Aires, 1970, pp. 63-64. nology» en B a s i c w rítings, New York, 1976.
fil Ya había descrito esla am bivalencia del mito Cassirer, E., «M ito y Lenguaje» en E s e n c i a y
con su análisis del carácter paradójico — tremendo y efecto d e I c o n c e p to d e sím b o lo , M éxico, 1975.
fascinante a la vez— de «lo numinoso».

663
PRODUCCÍÓN DEL SENTIDO / PROGRESO

na» significa que hemos de renunciar al les imaginarias se ha acabado, sin embargo, Y
sueño de la Ilustración, en el que el indivi­ con ellas no han desaparecido el horizonte
duo autónomo ha rebasado y neutralizado de expectativas a nivel social ni a nivel in- ;;
«la complejidad» de su mundo. Podemos dividual. Bajo la costra de unas representa-":
hablar del fin de un determinado mito. Así, ciones colectivas cristalizadas, se esconde
por ejemplo, ha acabado una modernidad la potencialidad del imaginario arquelípico.
que se inauguró en 1917, con la revolución
rusa, ese conjunto de significaciones socia­ Joseixo Beríain

Progreso
Una de las formas de simular que cono­ tierra prometida, constituye el flujo dinámi­
cemos el significado teórico del término co, el aporte mesiánico, que cruza el espa­
Occidente podría ser la siguiente: el con­ cio político (de la polis) sin dejarlo incólu­
junto de los diferentes resol Lados de las me. sino fecundándolo y dibujando una tra­
operaciones complejas cuyos términos son yectoria.
la ciudad y la tierra prometida. Los diversos modos de relación de estos
La dificultad de la cuestión radica fun­ dos conceptos constituyen tal vez el sopor­
damentalmente en dos extremos: a) el con­ te fundamental de las configuraciones cul­
tenido variable de los términos, que no turales de Occidente, de los distintos mar­
describen una constante sino un cúmulo cos conceptuales e instrumentos teóricos a
problemático, y b) la multiplicidad de ope­ que hemos referido nuestras representacio­
raciones tanto realizadas como realizables: nes. Intereses y utopías, esperanzas y te­
derivación, suma, análisis, intersección, mores, encuentran su fundamento y justifi­
exclusión... Los pensamientos griego y ju­ cación allí donde se avistan por un instan­
dío han de ser fácilmente perceptibles bajo te la prosa de la ciudad y la poesía de la
cada uno de los dos conceptos. Y. sin em­ tierra prometida: Aristóteles y el Exodo.
bargo, no se trata aquí de establecer esa Cuando nos preguntamos al respecto de
vinculación y sus fundamentos, sino de ac­ nosotros mismos, por lo que somos y en
ceder a dos vectores cuyos puntos de cru­ virtud de qué, por nuestra verdad y nues­
ce, acercamiento y rechazo, han constituido tras ilusiones, lo hacemos desde este sin­
el soporte de eso que, con cierta afecta­ gular cruce de coordenadas; más o menos
ción, denominamos «cultura occidental» alejados del vértice.
con el secreto orgullo del pleonasmo. Nada tiene de extraño que las estrategias
Ei primero de estos conceptos, la ciudad, postmodernas ejerzan presión sobre los lu­
constituye el punto de encuentro de todas gares concretos en que la modernidad se
las estrategias de organización racional (en sitúa y pretende perpetuarse: en este senti­
el sentido más puramente weberiano del do. podemos entender los ataques a la idea
término) de la sociedad y de la cultura. No de progreso, a la linealidad y el curso de 1j
es necesario insistir en que la política nació historia, al desarrollo y a la evolución: ac­
como forma teórico-argumental de esta es­ tas de expropiación para liberar el terreno
trategia de organización, en tanto que la y abrir la posibilidad a nuevos usos, a nue­
democracia está ligada a ella como una de vos conslructos: al modo como antaño lo
las formas de ejercicio de la ciudadanía. El hicieron San Agustín y Bossuet. Moro >
segundo de los conceptos mencionados, la Cainpandla. Kant. Nietzsche, Marx...

664
PROGRESO

, ft- grandes ragos, debemos resumir algu- de la ciudad secular. La Ilustración pone
de esas posiciones que Occidente ha en juego diversos mecanism os teórico-
tímido como lugar teórico de su pcnsa- prácticos que fraguan lo que habitualmen-
*ento y de su acción. Le se conoce como «idea de progreso»; la
,La" ciudad ocupaba el centro de la vida ciudad se desvincula de la promesa mesiá­
i griego clásico. La coextensividad de nica, pero sin abandonarla del todo, puesto
:S‘conceptos hombre y ciudadano resume que queda irreparablemente enmarañada
-rcferencialidad de la polis como ámbiLo en las redes de una historia que imprime a
.'expresión y ejercicio, espacio en que lo los acontecimientos el sello de la razón y
~vado se configura y se desvanece, lugar el sentido; una historia que aparece como
úrídico y ético por excelencia, hasta el resultado de un proceso de secularización a
ato de convertirse en instancia última de partir del cual se pierde la referencia tras­
" finición. En el extremo opuesto de la cendente pero no conserva el marco gene­
"ilación que aquí nos ocupa, el pueblo ju- ral soteriológico. En este nuevo lugar se
_o_carece de referencia urbana. No orde- habilitan espacios para las «teologías se­
jsus códigos ético-jurídicos basándose culares»: progreso tecnológico, evolución
:la ciudad sino en función de una pro- racional, materialismo histórico...
jhesa. No elabora una política sino una Las diferentes articulaciones no descri­
loria de la salvación. La racionalización ben una trayectoria unitaria. No han surgi­
ieórico-práctica, tanto en el ámbito públi- do apoyándose unas sobre otras en un pro­
jeomo privado, no privilegia la organi- ceso mágico de esclarecimiento, en una
ión (política) sino la marcha (históri- lucha continua contra la superstición. Se­
). Nómadas reales y culturales, los ju- ñalan, por el contrario, puntos diferentes
Ós no dan cobertura ideológica al Estado en el eje de coordenadas a que venimos
■efímero, en cualquier caso— sino desde aludiendo.
promesa mesiánica y la dinámica que El privilegio concedido a la idea de pro­
".‘la imprime. greso en sus diferentes formas se nos apa­
La ciudad de Dios de San Agustín ofre- rece hoy como la ubicación dominante en
.Lía primera articulación de los modelos lo que respecta a las estrategias modernas.
tlítico y exódico e inaugura un maridaje Ubicación dominante pero problemática
Complicado, tan proclive a la pasión como que, a fuerza de generar ilusiones y dina-
ti abandono. En la formulación agustini- mizar un potencial utópico, descubre pron­
«iana —como en otras que se colocaron to un flanco desguarnecido. N ietzsche.
tn los mismos parámetros— la dominante Weber. Benjamín, Adomo y Horkheimer,
lica reproduce e interpreta el motivo de Marcuse..., buscaron, de diversas formas,
fe Jerusalé n Celeste en oposición a la Roma nuevas posibilidades de las que hoy se han
(gradada o a la corrupta Babilonia: la lu- apropiado las reflexiones pos Lmo de mas.
enlre el espíritu y la carne (ex [mordi­ La pregunta al respecto de si los referi­
damente presente en la teología paulina, dos pensadores se sitúan «fuera» de ia mo­
sible ya al «espíritu» o configuración dernidad o simplemente juegan con ella
t’ ana y doméstica) acompaña un proceso «desde dentro», que tanto parece preocu­
ffotórico lineal que supera la ciudad para par a los testarudos agrimensores del pen­
aperarla dignificada en la transhistoria, samiento. es aquí de todo punto irrelevan­
-bre el marco agustiniano se producen te. No pretendemos bailar figuras para la
Tenciones que Lienden a revitalizar la heráldica moderna ni ancestros que garan­
onomía de la ciudad, rupturas que prc- ticen el abolengo de la familia postrnodei-
Jfcflden una y otra vez estabilizar nuevas na. Interesa tan sólo exponer el núcleo,
laciones entre las dos variables. Las uto­ crítico o perverso, de aquellas tentativas
pías renacentistas trabajan ya sobre la idea de reubicación que. a nuestro juicio, cons­

665
PROGRESO

tituyen el magma de la actual discusión en círculo? La fisonomía de la idea de pro­


torno a la idea de progreso y de sus conve­ greso ¿no dibuja la misma mueca feroz que
cinos teóricos*1. la idea del retorno?»
La inrranquilizadora imagen del eterno Acaso Weber entendió este pensamiento
retorno, del círculo vicioso, se .suele pre­ excesivo en términos de sepelio cuando
sentar como la argucia nietzscheana frente afirmaba que «también parece haber muer­
a la linealidad de la historia y la inexorabi­ to la rosada mentalidad de la riente suceso-
lidad del progreso. Y. sin embargo, no ra­ ra del puritanismo, la “ilustración”2». Aca­
dica aquí el punto fuerte de la obra de so ello te obligó a una cierta cautela teórica
Nietzsche sino en el hecho de haberse si­ que se observa tanto en su metodología
tuado allende las fronteras de la moderni­ como en sus declaraciones («es justamente
dad. En tanto que las estrategias modernas la imposibilidad de trazar contornos precí-
pretendían pensar la realidad. N ietzsche sos en la realidad lo que impone la exclusi­
pensó el pensamiento. No intentó anudar va investigación de sus formas más conse­
la palabra a la cosa, el pensamiento al ob­ cuentes, como medio de captar de modo
jeto, sino quebrar el marco de la represen­ más seguro sus efectos específicos»)3.
tación. El resultado es conocido: pensa­ Weber no piensa la modernidad como
mientos sin referente real se entrecruzan estado sino la modernización como proce* \
en la obra de Nietzsche, centellean un ins­ so de racionalización (= ajuste inedios/fi-
tante en un aforismo a modo de flagelo, se nes) en el marco prescrito por la difrac* 4
desvanecen y vuelven a aparecer forman­ ción de las tres esferas de la vida que sitúa ’
do constelaciones exageradas, monstruo­ en el umbral de la sociedad y la cultura
sas, El conjunto se asemeja a los relatos de moderna. La faz unitaria del progreso se .
Carroll o a las ficciones de Borges: en au­ quiebra en la medida en que «el raciona*
sencia de realidad es difícil percibir la te­ lismo no ofrece eri modo alguno el caríe*;k;
nue línea que separa (y vincula) la sensa­ ter de una evolución progresiva paralela | f
tez y la locura, la vigilia y el sueño. La en todas las esferas de la vida»4. El proce*J|
fantasía y la ingenuidad son tan aplicables so de racionalización no se presenta comoli
a la idea de progreso como a la del retor­ unívoco ni prescribe una dirección: «es Y
no; a estos valores o a aquéllos; al hombre posible racionalizar la vida desde los
o al superhombre. Nietzsche juega al pen­ distintos puntos de vista y en las más varj|
sam iento del exceso para mostrar el exce­ riadas direcciones. El “racionalismo” esf
$8
s o del pensam iento; produce ficc io n es un concep to histórico q u e encierra
monstruosas que aluden a la monstruosi­ mundo de contradicciones (,..)»5.
dad de las otras ficciones. La violencia de La sospecha concreta de Weber acenti
su discurso, su potencial destructivo, no la ruptura de Nietzsche: perdido el refe?
radica tanto en la propuesta de configura­ rente divino (pérdida a que alude tanto U
ciones alternativas a aquellas que la m o­ «muerte de Dios» nietzscheana como
dernidad había generado sino en el hecho Entzauberung weberíana), y rota la uní
de haber inoculado el germen de la duda. y direccionalidad del progreso mesiánicO
Con resuelta ironía podría haber pregunta­ la ciudad se encuentra en un laberinto $Í8
do: «¿Y si la monotonía de la línea fuera saber a ciencia la medida del avance o
tan geométricamente estúpida como la del retroceso.

1 La perspectiva y la presentación es necesariamen­ 3 Ib id e m , p. 115.


te parcial, y se reduce a un solo aspecto, que no se pro­ J Ib id e m , p. 79.
pone como fundamental en los autores mencionados. 3 Ib id e m , p. 80.
1 M. Weber, L a ética p ro te stante y el esp íritu d el
capitalism o, Barcelona, Península, 1970, p. 259.

666
PROGRESO

Los fragmentos que componen la Dia­ canales de información, con las viejas for­
léctica de la Ilustración6 se incomodan y mas de ocultación y dogmatismo, habiendo
rebelan en esta misma brecha. Y no sólo accedido finalmente a la «transparencia».
ellos. El despertar de este sueño dramático No reparan los autores en que la distribu­
de la razón también sacudió a Bloch y a ción de las inform aciones sigue estando
Múrense, a Benjamín: también aunque de sometida a criterios esquivos para la gran
distinto modo, a los existencialistas. Sí el mayoría de los espectadores, y en que, en
«eterno retorno» — mal interpretado en estas con d icion es, tanto la información
clave de filosofía de la historia-—había pro­ com o la publicidad se convierten, por el
vocado risa e indignación, la idea de pro­ contrario, en omnímodo aparato de unifor-
greso hacía palidecer a sus paladines más mación de conciencias, en conciencia co­
entusiastas. Millones de muertos refutaron lectiva dirigida, en omnipresente e inme­
su pretendida validez universal. diato sistema de dominación.
Las tácticas postmodernas encuentran Esta nueva configuración teórica, que
su justificación en esta fractura y sacrifi­ pretende haber salvado las aporías de la
can la historia en un intento de autonomía idea de progreso a] situarse en un «más
plena para la ciudad al margen de cual­ allá» de la historia, comparte en última
quier trayectoria, meta u horizonte de sen­ instancia, la candidez del optimismo ilus­
tido. La ciudad se propone como cifra de trado. Soñar con la «democratización de
la transparencia, ubicada en la posthisto­ los saberes» necesariamente vinculada al
ria: el más allá de la realidad y de la histo­ incremento (cuantitativo y cualitativo) de
ria, la época del simulacro, puesto que los las redes de información tiene un cierto
acontecimientos carecen de sentido. No se parecido con el sueño que induce la distri­
trata ya de la Ciudad de Dios o de la Ciu­ bución equitativa de la riqueza a partir del
dad Secular, sino de la Ciudad Informáti­ mero incremento.productivo.
ca, punto de partida de los análisis de Bau- Si bien es cierto que las filosofías post-
drillard, Lyotard o Vattimo: cruzada por modemas pretenden no apoyarse en cate­
infinidad de redes de distribución informa­ gorías como «proyecto», «emancipación»,
tiva inmediata que no dejan lugar a la pro­ «novedad», «superación»..., la presencia
ducción y a la novedad. La universaliza­ problem ática de tales conceptos en sus
ción informativa debiera ser la garantía de discursos es absolutamente constatable. El
la transparencia. Si todos sabemos o pode­ intento de vaciar de contenido la idea de
mos saber, el poder se desvanece: la posibi­ progreso, de romper la forma continuista,
lidad de control generalizado de las decisio­ conduce a la postmodernidad a ensayar un
nes acaba con el secreto del poder y socava poblado campo semántico que acentúa o
sus legitimaciones. matiza la idea del «fin de la historia». Pero,
•Las múltiples aporías a que conduce la a pesar de este descomunal esfuerzo pro­
postura esbozada por Lyotard y acentuada ductivo, por cada resquicio mal vigilado
ppr Vattimo7 coinciden finalmente en una penetra la tenaz idea del fin último, del
común complacencia para con lo dado, y sentido, de la meta racional: la trampa he­
en la imposibilidad de apelar a la revolu­ geliana. El fin de la historia, la escatología
ción o la crítica. La era de la posthistoria realizada, no soluciona el problema de la
habría acabado, a través de la pluralidad historia: el presente insatisfactorio clama
de los mensajes y la proliferación de los todavía por un futuro redentor. La postmo-

■ 6 M. Horkheimer / Th.W. Adorno, D ia le k tik d e r 7 G. Vattimo, L a S o c ie d a d Tran sp are n te. Ed. Pai-
Auflehnung, Fischer Verlag, Frankfurt am Mein, 1969. dós, Barcelona, 1990.
(Trad. esp. D ia lé c tic a d e l ¡lum inism o. Ed. Sudameri­
cana, Buenos Aires, 1987),

667
PROGRESO

dernidad habría roto el hilo de la necesi­ ción de la prosecución de ésta a lo largo de


dad — racional o mecánica— que vincula un tiempo homogéneo y vacío. La critica a
este presente desasistid o con el acaba­ la representación de dicha prosecución de- r
miento salvífico, «no se podría, pues, re­ berá constituir la base de la crítica a tal re- '
currir ni a la dialéctica del Espíritu ni tam­ presentación del progreso» 1 *. r
poco a la emancipación de la. humanidad La idea de un tiempo homogéneo y va-
para dar validez al discurso, científico post- cío es el soporte general de la idea de. pro- ..
modemo»8. Y sin embargo, permanecen greso, su inseparable fundamento. Incluso
incólumes la meta y el camino: «La línea a la metáfora de ia línea es inadecuada y dé- "
seguir (...) consiste en qué el ptíblico tenga bil para referir a esa idea de tiempe homo­
acceso libremente a las memorias y a los géneo y vacío: aun cuando perfecta, pensa­
bañóos de datos (...). Se apunta una políti­ mos la línea como una sucesión de puntos;
ca en la cual serán igualmente respetados en este caso, se trataría de la prolongación
el deseo de justicia y e-1 de lo desconoci­ infinita de un punto inexistente, de un va­
do»9. Aún es posible el progreso hacía la cío; la forma pura de la continuidad. Dicha
plenitud informativa, hacia la comunica­ representación del tiempo no es todavía la
ción total, versión del Espíritu absoluto he­ historia, sino su condición a priori. La his­
geliano en clave informática. Tal vez tenía toria está constituida por el conjunto de su­
razón Foucault cuando afirmaba que «esca­ cesos lentamente depositados sobre esa
par realmente de H egel supone apreciar fonna pura. El conjunto traza la fisonomía
exactamente lo que cuesta separarse de él; familiar del progreso.
esto supone saber hasta qué punto Hegel, Apresada en estos parameños, la histo­
insidiosamente quizás, se ha aproximado a ria describe una trayectoria de perfección
nosotros; esto supone saber lo que es toda­ creciente en función de la cual la ubica­
vía hegeliano en aquello que nos permite ción se erige en la medida del valor: no
pensar contra Hegel; y medir hasta qué pun­ hay episodio válido sino por referencia a!
to nuestro recurso contra él es quizás toda­ pasado que anula y/o al futuro en que es­
vía una astucia que nos opone y al término pera ser redimido y completar su esencia.
de la cual nos espera, inmóvil y en otra par­ El presente sólo cuenta a título de frag­
te)»10. El recurso y la astucia san, en este mento y su valor radica únicamente en el
caso, la imagen del fin de la historia, el in­ servicio que presta a la totalidad, verifica-
tento de superar el progreso por aceleración ble al final del proceso. Tal vaciamiento
en la confianza de que una vez hayamos lle­ del presente es necesario para la idea de
gado, ya no habrá lugar a dónde ir. progreso en la m edida en que aquél se
Pero, ¿está la idea de progreso tan sóli­ concibe como transición: superación de lo
damente anudada a nuestro pensamiento anterior, consum ación del pretérito que
que no nos es posible zafarnos de ella a pe­ tiende a ser a su vez absorbido en el futu­
sar de la insatisfacción que nos produce? ro. Es el modelo que tan hábilmente des­
¿Cuál es su inmaculado soporte, aquél que cribió Hegel, y en el cual el sentido —el
garantiza su vigencia y perdurabilidad? absoluto-— necesita de la inmolación con­
Benjamín respondía a esta pregunta en secutiva del presente en el proceso de su
los siguientes términos: «La representa­ perfección: «Lo verdadero es el todo. Pero,
ción de un progreso del género humano en el todo es solamente la esencia que se com­
la historia es inseparable de la representa- pleta mediante su desarrollo. De lo absolu-

8 J-F. Lyotard, op. c it.. p. 109. 11 W. Benjamín, D i s c u r s o s ¡ n ie r r w n p id o s 1, M-


9 Ibidem, p, 119. drill, Taunis, 1982, p. 1S7.
10 M. Ritirarli. El orden del discurso. Barcelona.
Tusquets. 19S3. pp, 58-59.

668
PROGRESO

í ¡o hay que decir que es esencialmente re- que Benjamín. Las secuelas de su decep­
yraltado, que sólo al final es lo que es en ción son tas que alimentan hoy la preten­
rerdad, y en ello precisamente estriba su sión de impugnar el modelo explicativo
^naturaleza, que es la de ser real, sujeto, o del progreso; su pregunta al respecto de la
^devenir de sí mismo»12. posibilidad de pensar tras la barbarie nazi
Cada momento de la historia, cada «do­ debiera bastar para poner en entredicho la
cumento de cultura», queda desvalorizado representación racionalista de la historia:
¿.en la instancia que le es propia y tan sólo «No es en absoluto filosófico el asombro
¿como transición conserva cierta positivi­ acerca de que las cosas que estamos vivien­
dad. El progreso describe una secuencia do sean «todavía» posibles en el siglo xx.
’de presentes destruidos que Benjamín con­ N o está al com ienzo de ningún conoci­
g e la en una instantánea magistral: miento, a no ser de éste: que la representa­
ción de la historia de la que procede no se
«Hay un cuadro de Klee que se llama
mantiene»1"1.
\ Angelus Novus. En él se representa un
El asombro al respecto del «todavía», la s
T~ ángel que parece como si estuviese a
exclamación /cómo estamos donde esta­
punto de alejarse de algo que le tiene
mos! está indisolublemente unida a la idea
\ pasmado. Sus ojos están desmesurada­
de progreso y a su traducción moderna en
mente abiertos, la boca abierta y exten­
clave de superación racionalista. Frente a
didas las alas. Y éste deberá ser el aspec­
ella, Benjamín propone un desplazamiento
to del ángel de la historia. Ha vuelto el
al afirmar que «la historia es objeto de una
rostro hacia el pasado. Donde a nosotros
construcción cuyo lugar no está constitui­
se nos manifiesta una cadena de datos, él
do por el tiempo homogéneo y vacío, sino
ve una catástrofe única que amontona
por un tiempo pleno, «tiempo-ahora»15. La
incansablemente ruina sobre ruina, arro­
historia no es aquélla del sacrificio necesa­
jándolas a sus pies. Bien quisiera él de­
rio del presente en el altar del progreso
tenerse, despertar a los muertos y re­
sino la de su presencia y posible recupera­
componer lo despedazado. Pero desde el
ción: historia de desplazamientos y ruptu­
paraíso sopla un huracán que se ha enre­
ras que no traza dogmáticamente un curso
dado en sus alas y que es tan fuerte que
sino que se plantea como recurso: «se trata
el ángel ya no puede cerrarlas. Este hu­
de una racionalidad no lineal sino recursi­
racán le empuja irreteniblemente hacia
va»16, afirma A. Ortiz-Osés.
el futuro, al cual da la espalda, mientras
Cada presente afirma la plenitud de su
que los montones de ruinas crecen ante
razón, su verdad, su valor y su sentido, sin
él hasta el cielo. Ese huracán es lo que
remitirlo al absoluto, a la perfección del
nosotros llamamos progreso»13.
proceso. E! tiempo-ahora, lo que en otras
¡sg.’- El huracán del progreso es la drástica ocasiones Benjamín denomina «detención
Sj.' consecuencia de] tiempo homogéneo y va- mesiánica deí acaecer», no se sitúa más
cío en que se inscribe la historia: no se tra- allá de la historia sino que percibe en ella
la de una edificación constante sino de una astillas esparcidas del presente mesíánico.
incesante destrucción que ya percibieron Entender cada presente como tiempo-
t- Adorno, HorJchcimcr y Marcuse, aunque ahora abre la posibilidad a una concepción
v" tal vez con menor profundidad y alcance no moderna que no se sitúa bajo la advoca-

-------------
í ■ ■
' 12 G.VV.F. Hegel, Phänomenologie dea Geistes. 14 Ibidem, p. 182.
g- Stuttgart, Redarn. 1987, p. 22. (Trad. esp. Wenceslao Ibidem, p. IS8.
. Roces, Fenomenología del Espíritu. Madrid, FCE. ,fl A. Oniz-Osés. Metafísica de! sentida- Bilbao.
1 9 « . p. 76). L/nivizrsidad de Deuslo, 19S9.
. ' ü W, Benjamín, op. ot., p. 187.

669
PROGRESOi PSICOLOGÍA PROFUNDA

ción deí fin de la historia sino que incita a la El verdadero pensamiento destructivo
proliferación, a la multiplicidad. Aquellos mira a cada tiempo con otros ojos, como
presentes que fueron, que siguen siendo, no tiempo pleno, para el cual no cabe la posibi­
han sido redimidos sino que mantienen su lidad de desarrollo. Los nuevos propósitos
dialéctica de cultura y barbarie; nada se no cuadran con las viejas expectativas y, por
pierde en la historia, nada se gana tampoco lo tanto, es preciso destruir éstas y buscar
para servir al proyecto unitario del absoluto bajo los escombros caminos hacia territorios
hegeliano, del racionalismo moderno. inexplorados. Nada ha sido definitivamente
En el sentido que antes afirmábamos, el conseguido, nada definitivamente superado:
pensam iento es destructivo, no respeta «El pasado lleva consigo un índice temporal
alianzas ni complicidad para con ningún medíante el cual queda remitido a la reden­
proyecto, se afana, por el contrario, en la ción. Existe una cita secreta entre las gene­
tarea de abrir espacios, pretende posibilida­ raciones que fueron y la nuestra»11.
des siempre nuevas. N o le importa hacer Desde esta postura que afirma la tenaci­
trizas al presente sabiendo que perdurará dad del presente (aún del ya pasado), el
tal y como es, que nada borrará sus huellas, pensamiento puede enunciar su especifici­
«nada de lo que una vez haya acontecido dad: no tiene una meta sino múltiples pun­
ha de darse por perdido para la historia»17. tos de fuga; no es «amigo» de la verdad
Paradójicamente, el pensamiento racio­ sino enemigo de las mentiras asumidas; re­
nalista. el pensamiento que fía sus expec­ nuncia al orden establecido y ai fin último,
tativas en la plenitud del proyecto, es el a la ciudad y a la tierra prometida, cuando
ángel de la destrucción sin retomo. El ra­ se le señalan como horizonte pleno. Busca
cionalismo moderno reclama el privilegio salidas. Edifica la posibilidad.
de lo único y exige el sacrificio irremedia­
ble de lo diferente. La necesidad de com­
Bibliografía . ^
pletar el desarrollo, de continuar el proce­
so, de concluir el proyecto, es el imperati­ L P.: La Modernidad cansada,:
a n c er o s,
vo categórico de la ideología del progreso: Ed. Libertarias, Madrid 1994. M
los millones de muertos de la historia re­
ciente son tan sólo la señal de un desvío. Patxi Lanceros

Psicología profunda
Nota introductoria: Al exponer aquí la her­ estrechámente durante más de seis años,
menéutica del inconsciente o teoría interpre­ según hemos mostrado en otro lugar (Váz-'||
tativa presente en la psicología profunda, quez, 1981a, 1981b, 1986). '
nos limitaremos casi exclusivamente a los
dos autores que juzgamos más significati­
vos: Freud y Jung, con sus respectivas obras, I. Hermenéutica freudiana
el Psicoanálisis y la Psicología analítica.
Ambos presentan modelos antropológi­ No ponemos psicoanalítica, pues neo
cos contrapuestos, pese a sus puntos de s iti^'jrí'fimnc m ucho
a r ía m o s m más cespacio
para vd
u u i u Jiras s y a r iu

coincidencia y el haber colaborado muy cuenta, por muy resumida que fuese,

17 W. Benjamin, op. cit., pp. 178-179. 13 Ibidem, p. 178.

670
PSICOLOGÍA PR.OKJNDA

las principales líneas en el campo psicoana- te comprensiva. En realidad, bajo un len­


lítico, desde la escuela Meiníana inglesa o guaje neurofisiológico, late un enfoque in­
la cultural norteamericana hasta los actua­ terpretable a un nivel de significaciones
les lacanianos (Wyss 1975; Fages 1979). sim bólicas (Habermas 1968). R eciente­
mente, autores com o Kerz han matizado el
enfoque de Habermas, que parece tratar a
1. El problema de los dos modelos
Freud como a u n hermeneuta (cf. Thomá y
Cuando nos internamos en la obra de Cáchele 1989, 25s).
Freud, aparece con suficiente claridad la
presencia entrecruzada de dos modelos an­
2. La interpretación a nivel clínico-
tropológicos y antiopogenéticos contrapues­
individual
tos: uno positivista, de carácter fisiológico-
materialisla y mecanicista, heredado de su Ya desde sus primeros trabajos, en cola­
formación académica, que utilizaba más boración con Breuer, Freud se percató de
bien en sus disquisiciones «filosóficas»; y la importancia que tenía, por una parte, la
otro, mucho más intencional en la línea significación vivida por el sujeto más que
comprensiva de las ciencias del espíritu, que La acción o conducta física, y por otra, la
diría Dilthey, que iba progresivamente utili­ palabra y discurso , capaz de exorcizar los
zando en el análisis de casos clínicos a que diabólicos efectos de las imágenes de vie­
le obligaba la naturaleza del propio «mate­ jos recuerdos traumatizantes o secreto ce­
rial» humano (Vázquez 1981a, 149-157). losamente guardado por la defensa repre­
Creemos, con Pirón y Vergote, que este úl­ sora. «Una vez emergida la imagen — dice
timo es el que le ha permitido a Freud de­ Freud— , declara el enfermo mismo verla
sarrollar su teoría psicoanalítica, sin que­ fragm entarse y desvan ecerse conform e
darse enredado en una técnica hipnótica y avanza en su descripción. El paciente la va
de sugestión por la que había comenzado gastando y extinguiendo al ir traduciéndo­
en colaboración con Breuer: «su trabajo ha­ la en palabras ». hasta tal punto que, cuan­
bría estado abocado al estancamiento, si hu­ do el paciente ya no tiene más que decir,
biera estado realmente convencido de la «desaparece la imagen» (Freud OC I, 153);
realidad de algunas de sus formulaciones o, com o añade bellamente el texto origi­
teóricas, como la que le hacía declarar que nal: >W<? ein erlöster Geist zur Ruhe eingeht
el psicoanálisis terminaría en una bioquími­ (GWa Í, 283); es decir, «lo mismo que un
ca refinada». Por el contrario, el verdadero fantasma liberado retoma a su reposo».
decurso psi coanal frico estuvo en «haberse Pese a sus prejuicios teóricos, s e puede
fundado sobre las relaciones interpcrsonales, decir sin em bargo que, a nivel clín ico,
sobre la historicidad de la existencia y sobre Freud se encamina a la búsqueda de ocul­
el atributo más esencial del hombre, la pala­ tos sentidos que es preciso desvelar, en la
bra» (Huber, Pirón, Vergote 1964, 24-25). «lectura» de sueños, síntomas y actos falli­
En su propia metupsicología se entrecru­ dos, com o si tuviera delante enigmáticos
zarían raíces y ramificaciones de ambos «textos», con una serie de tachaduras y
modelos, permitiendo el segundo, tal vez, sustituciones, convencido de que es posible
«hermeneutizar» el primero hasta conse­ descifrarlos, siempre con la ayuda del pro­
guir sustituir la m etapsicología por una pio autor, ignorante de serlo, y del «con­
tnetahennenéutica, como defiende Haber­ texto» asociativo.
mas, por ejemplo, habiendo caído Freud, Se justifica así la autenticidad del «re­
según él. en un «malentendido cicntificis- tomo a Freud» de Lácan, al poner éste de
la», a causa de su positivismo fisicalista, relieve la naturaleza lingüística de las ma­
pensando que elaboraba una teoría expli­ nifestacion es inconscientes, articulando
cativa, cuando sólo era hermenéuticamen- sus estudios en torno a esta especie de afo­

671
PSICOLOGÍA PROFUNDA

rismo inicial, referido al inconsciente y a por escrito», cuyo sentido manifiesto es


sus formaciones: stritefuré amone un taii- fruto de un «trabajo elaborador» del so­
gage (Lacan 1966, 237s). Otros psicoana­ ñante, a base de «condensaciones» meta­
listas, aplicando teorías de la comunica­ fóricas y «desplazamientos» metonímicos,
ción, semiótica y simbólica, han buscado obligado por la «censura» defensiva, dis­
más bien en este campo el astuto episte­ frazando así y distorsionando el sentido
m ológico del psicoanálisis. Y con ello latente y auténticamente expresivo del de­
también se.apoya, cada vez más, el méto­ seo, aparentemente desconectado de su
do hermenéutica, con los consiguientes re­ contexto vivencial biográfico. La técnica
quisitos de: un contexto verbal bien nor­ interpretativa freudiana de asociación li­
malizado; un conjunto de principios que bre va a intentar precisamente reconectar
permitan pasar del sentido manifiesto al y recombínar los elementos descoyuntados
oculto hasta llegar a la verdad del deseo hasta conseguir reconstruir, de alguna
inconsciente, mediante la técnica asociati­ manera, el verdadero sentido que debe
va y la construcción de un pasado en pre­ corresponder a la autenticidad textual,
sente, gracias a la situación transferencia! después de haber rellenado lagunas, rees­
(Sánchez 1991). crito tachaduras y reponiendo en su sitio
términos desplazados o sustituidos, que
vuelven a ocupar su lugar en las cadenas
2.1. Interpretación del lenguaje onírico
significativas correspondientes, para que
Freud estaba orgulloso de haber conse­ se le permita, por fin, hablar al deseo pul­
guido. por primera vez, en la historia de la siones! y poder escuchen- su palabra verda­
humanidad, interpretar «científicamente» dera, gracias al análisis interpretativo. En
un sueño, entrando así en una larga tradi­ realidad, se podría decir que dicho trabajo
ción de famosos «intérpretes» judíos y de de interpretación consiste en deshacer el
otras culturas, pero superando, a la vez, su Traumarbeit o «trabajo de construcción
carácter carismàtico y m agieo-saerai, si del sueño» entendido como «proceso de
bien conservando todavía este eco, como conversión del contenido latente en mani­
aparece en su fantasía de la placa de már­ fiesto» (O CI, 726).
mol conmemorativa de cuando «se le re­
veló al Dr. Sigmund Freud el enigma de
2.2. Interpretación de síntomas
los sueños», según se lo comunica a su
amigo Flicss (OC 111, 3.643). ¿No se había Mientras en la interpretación onírica
ilusionado, muchas veces, con la idea de aparece el lenguaje del deseo en forma de
sustituir la vieja y filosófico-teológica me­ discurso narrativo, enmarcado en un esce­
tafísica, tal como él la concebía, por su nario donde los personajes fácilmente se
moderna y científica metapsicología . ca­ sustituyen o transforman, en los síntomas
paz de «solucionar los mitos del paraíso, neuróticos cobra mayor relieve el «len­
del pecado original, del bien y del mal, de guaje del cuerpo» sim bólico, en cuanto
Dios, de la inmortalidad...»? (OC I, 918). inagotable fuente de significaciones vi-
Sin olvidar este trasfondo presente en su vendadas, pero que no han podido ser di­
obra, es justamente en La interpretación chas, esto es conscientemente elaboradas,
de las sueños (1900), donde aparece más traducidas a palabras, que posibilitasen
nítidamente su genial hermenéutica del in­ ser reconocidas y asumidas como una ver­
consciente: la De ut ung o interpretación dad constituyente de la propia historia
onírica consiste precisamente en captar y biográfica del sujeto, a causa de la «repre­
precisar la Bedeutimg o significación de sión».
un determinado sueño. Este es concebido También aquí Freud optó por la visión
por Jung como un testo más bien «fijado que llama «psicológica» o nseiapsicalógi-

67 2
IL
#-■-
p s ic o l o g ía pr o fu n d a

p :=ca; es decir, por el sentido, en contraposi- reprimido, por un «fracaso» de la repre­


ción a la fisiológica y orgánica de su ami- sión, y las consiguientes «defensas» con­
‘ ■go Fliess, como se lo manifiesta una y otra tra su aparición en la conciencia. El sínto­
vez en sus cartas. Para Freud el sentido del ma expresa así un compromiso entre el
síntoma se lo confiere la «vivencia trau­ deseo reprimido y los procesos defensivos
mática» del pasado infantil, tal como per- diversos, que serian propios de cada neu­
__siste ahora, en el «recuerdo inconsciente», rosis,
sfe- en una esp ecie de pasado-en-presentc,
H Freud, al principio, tomaba en serio ía rea-
2.3. Interpretación de la transferencia
íidad física del trauma «sexual» patógeno,
.hasta que cayó en la cuenta que lo impor- Las «construcciones» y reconstruccio­
i;,-tan te era su significación vivencial, im- nes del pasado infantil, más o menos trau­
portando poco si ocurrió física o sólo ima- mático que Freud intenta conseguir, con
ginariamente. La técnica de asociación sus pacientes, analizando sueños y sínto­
permitiría, como en el sueño, descifrar el mas e interpretándolos a la luz de sus prin­
^■'"sentido de ese oculto recuerdo reprimido, cipios hermenéuticos, se actualizarían, to­
| r a fin de permitirle al sujeto que lo verbali- mando una forma dramática, en el escena­
|;'.ce: traducido a palabra verdadera, deberá rio vivo de la interacción transfe rencial y
i-"desaparecer, pues ya no tiene porqué en- contratransferencial psico anal izando-psi­
mascararse en forma de síntoma neurótico, coanalista.
p,. ya sea somatizado en la histeria de conver- La Übertragung o transferencia consti­
ÉT'sión, hecho «ritual anulatorio» en el obse- tuye, en efecto, para Freud el lugar privile­
É . sivo o miedo irracional en el fóbico. -. giado donde se lleva a cabo el juego di­
Es muy especialmente en los minucio- nám ico de fantasías, im ágenes, pensa­
'C:- sos análisis de sus famosos «casos» clfrti- mientos y representaciones de iodo tipo,
§L eos (OC II, 1.365-1.528), donde Freud se cargadas de afectividad amorosa o agresi­
£ 'muestra un genial hermeneuta del simbo- va, que hunden sus raíces en un pasado le­
¡tLfismo sintomático, considerado como una jano y se transfieren proveetivamenle ahora
ÉL forma de lenguaje. En otros trabajos y en- en la figura del analista, fantaseado com o
g.:,. sayos más teóricos y metapsicológicos, se padre, madre, amante, verdugo... cobrando
|r ocupó también de las formaciones sustitu­ el carácter de actualidad vivencial, sin
id (ivas y formación de síntomas; finalmen­ caer en la cuenta el analizando de que «re­
te, le dedica monografías cu ciertos sínto pite», de algún modo, prototípieas situa­
, mas m uy típicos de determinadas neu­ ciones vividas en su infancia. D esde el
rosis, digamos, de «carácter», como, por descubrimiento del complejo de Edipo la
ejemplo la llamada «neurosis de fracaso», transferencia cobra un nuevo sentido para
en la cual éste constituye el propio sínto­ Freud y lleva a cabo su primera exposi­
ma (OC II, 2.416), o en la «compulsión de ción de conjunto sobre ella, Zur Dynamik
destino», Schicksalzwang, según la cual el der Übertragung (1912). En esta obra,
sujeto se siente como perseguido por un pone claramente de relieve la ambivalen­
destino fatal, que Freud describe en Más cia transfcrencial; por una parte, viene a
allá del principio de placer (1920). En ser «la palanca más poderosa del éxito»
\ / todo caso, en la psicogénesis de los sínto- psico terapéutico; por otra parte, al contra­
-mas neuróticos, Freud hace entrar siem­ rio, se transforma «en el arma más fuerte
pre una secuencia que va desde la viven- de la resistencia» (OC II, 1.650-1.651).
P cía traumática en la infancia, que ha sido Por eso, a este respecto, Freud la concibió
& reprimida, dejando una «fijación» que ac- como una especie de neurosis artificial,
* túa como disposición y punto débil para que repetía la original actualizándola, lle­
§-■ las «regresiones», hasta el retorno de lo gando a contraponer las «neurosis de

673
transferencia» — histérica, obsesiva y de an­ expresar lo contrario de lo que deseamos
gustia— a las «neurosis narcisistas» — hoy, com unicar a nuestro interlocutor; pero
psicosis — . cuyo proceso terapéutico dis­ ahorra a éste, al mismo tiempo, toda répli­
curriría sin transferencia, y a las que dedicó ca, dándole a entender por medio del tono,
un ensayo metapsicológico, Übersickt der de los gestos o, si se trata de lenguaje es­
Überiragimgsneurosen (1915), que sólo re­ crito, de pequeños signos de estilo, que
cientemente se publicó (Freud 1989). uno mismo piensa lo contrario de lu que
La interpretación aquí se sitúa más ex­ manifiesta». También el sueño transforma
plícitamente en el campo relaciona! de la el contenido de las ideas latentes en su
comunicación, a pesar del diván y de la contrario con frecuencia, recuerda Freud;
pretendida «neutralidad» aséptica del psi­ y lo mismo ocurre con el disparate y el ab­
coanalista, y es posible que incluso a cau­ surdo: cuando aparece en el contenido ma­
sa de esto tome un carácter peculiar. nifiesto «sustituye en él a una juicio des­
preciativo incluido entre las ideas laten­
tes» reprimidas; teniendo en cuenta que la
2.4. Interpretación del chiste y acto fallido
represión viene a ser como «el grado in­
Los incluim os en un m ism o apartado termedio entre un reflejo de defensa y un
com o dos categorías, aparentemente de juicio condenatorio» (O C I, 1.128-1.129),
naturaleza muy distinta, puesto que, entre Publicado en forma com pleta el año..
otras cosas, los chistes constituyen un len­ 1904, el contenido de Zur Psychopatholó- •
guaje comunicativo, voluntariamente con­ gie des Alhagsleben, ya había ido apare­
trolado, mientras que las equivocaciones y ciendo a partir de 1898, comenzando por
otros actos fallidos pueden suceder en so­ su primer capítulo: El mecanismo psíquico
litario y sin dicho control; y, sin embargo, del olvido, en cuya interpretación aparece .
Freud los ve emerger de un fondo incons­ toda la dinámica del lenguaje inconsciem -fj
ciente común y ambos se dan en situacio­ te, en torno a la explicación hermenéutica f
nes normales de la vida cotidiana. de un olvido del nombre del famoso v co- íS
El chiste , com o elem ento básico de lo nocido pintor del Juicio Final de Onieto,:
cóm ico, lo estudia en su obra D er Witz Signorelli, que el propio Freud no acertaba f
itnd seine Beziehung zu/tt Unbewussten extrañamente a recordar (OC 1,756s).
(1905), en tres aspectos que corresponden Además de los olvidos y falsos recuerijjj
a la parte del ensayo: analítica, sintética y dos o «recuerdos encubridores», analiza c"|¡
teórica. En esta parte, hace notar cómo el interpreta Freud, equivocaciones, torpeulÜ
proceso de elaboración del chiste, desde la y una serie de diferentes actos fallidos»^
perspectiva del inconsciente, es muy se­ para finalizar con unas consideracionciaj
mejante a la del sueño y parecen utilizar sobre el determinismo y las creencias sti£sl
ambos técnicas comunes, como son «la re­ perstíciosas. La conclusión imerpretatiyj
presentación antinómica y el empleo del de Freud es clara: tanto las equivocacic
contrasentido». Por la antinomia, el chis­ como los actos fallidos no suceden cast)
toso contradice al interlocutor graciosa­ mente sino que «poseen una motivacU
mente dejando «a la ocurrencia del m o­ oculta», com o resultante de un confiie
mento el cuidado de eludir, por medio de inconsciente, «El impulso que se manífíj
una transformación del sentido — subraya­ ta en la perturbación del acto es muc|
mos-—, un argumento o una réplica. Quizá veces un im pulso contrario a éste;
deba la representación de la antinómica aún con mayor frecuencia es un impufi
esta ventaja a la ventaja de constituir el totalmente extraño a él y que no hace jñ
nodulo de otra forma expresiva, producto­ que aprovechar la ocasión de llegar a i
ra de placer, del pensamiento... la ironía». infestarse en la ejecución del acto por]
La esencia de ésta, efecto, «consiste en perturbación del mismo» (OC 1,929).'Ü

674
PSICOl.OGÍA PROFUNDA

2,5. El complejo de Edipo, clave prensibles, es decir, por medio de su vin­


hermenéutica culación con viven cias de generaciones
anteriores» (OC 111, 256).
Desde que Freud descubre el complejo
de Edipo, lo va convirtiendo progresiva­
mente en el centro y clave de sus interpre­ 3. La interpretación a nivel
taciones psicoanalíticas, tanto a nivel per­ sociocullural
sonal como sociocultural. Representa un
papel fundamental en la estructuración de Freud lleva los principios de su herme­
la personalidad y en la orientación del de­ néutica clínica a la interpretación de fenó­
seo humano, Los psicoanalistas hacen de menos socioculturales como la religión, el
él el eje de referencia mayor de la psicopa­ arte o la ciencia. A parte de los estudios
tologia, intentando determinar, para cada mayores que dedica a la religión — Tótem
tipo patológico, los modos de su posición und Taba (1912); Die Zukunft einer Ilu­
y de su solución. La antropología psicoa- sión (1927) y D er Mann Moses und die
nalítica no descansa hasta encontrar la es­ monoteistische Religión (1939)— su obra
tructura triangular del complejo de Edipo, más importante de conjunto, sobre este
cuya universalidad afirma en las culturas tema, es Das Unbehagen in der Kultur
más diversas y no solamente en las que (1930), (El malestar en la cultura), en el
predomina la familia conyugal» (Laplan- que vuelve a retomar el tema de la religión
che y Pontalis 1967,79-80). com o institución cultural que promete a
Ese lenguaje del deseo inconsciente que los hombres también felicidad, com o el
habla en los sueños, síntomas o actos falli­ amor, e l arte y la ciencia; com o lo hace
dos y que se dramatiza en la transferencia también en Massenpsychologie und Ich-
—pero también en el arte, en la religión y Analyse (1921), dedicándole un apartado a
en otras manifestaciones culturales— , y la Iglesia como una de las «masas artifi­
que debe ser descifrado por la hermenéuti­ ciales» junto al ejército, pero sin olvidar el
ca psicoanalítica es siempre un relato, núcleo significativo de su hermenéutica, el
nunca del todo pleno, de las mil maneras «mito» de la horda primitiva y el consi­
de vivenciar la confi ictividad edipica. Se guiente asesinato de! Padre.
trata, en definitiva, para Freud, de contes­ Entre el complejo de Edipo clínico y el.
tar al mítico enigma de la Esfinge sobre la mito «científico» fantaseado por Freud del
identidad del sujeto como hombre o mu­ Parricidio primigenio, calcado en el an­
jer, situado en la encrucijada de la atrac­ terior — el cual, a su vez, se apoya en el
ción amoroso-eròtica al padre del sexo Mito de Edipo— existe una clara depen­
contrario, y del rechazo agresivo-mortífe- dencia de extrapolación metafórica. Sin
ro al del propio sexo. embargo Freud no ha querido renunciar a
Probablemente por influencias jungia- él, pese a las insistentes críticas recibidas,
nas, con scien tem ente no reconocid as, dejando constancia de ello en todas estas
Freud llega a interpretar el propio comple­ obras. Le sirve así de articulación entre el
jo edipico clínico-infantil a la luz del Gran nivel personal y el social. «La psicología
Edipo inagrirai de la sociedad humana, individual tiene en efecto — dice— que ser
como si conservase el sujeto oscuros re­ por lo menos tan antigua como la psicolo­
cuerdos de carácter filogenètico. «La con­ gía colectiva, pues desde un principio de­
ducta del niño neurótico frente a sus pa­ bió de haber dos psicologías: la de los in­
dres, en los complejos de Edipo y de cas­ dividuos componentes de la masa y la del
tración, está colmada de reacciones que padre, jefe o caudillo». A continuación
parecen individualmente injustificadas y nos describe a figura paterna como ili­
que sólo filogenèticamente se toman com­ mitadamente narcisista y dominando a una

675
PSICOLOGÍA PROFUNDA

horda sin posibilidad de que sus indivi­ sociales y con las obligaciones morales»
duos desarrollen una auténtica individuali­ (OC III, 242-243).
dad personal, por la violencia del estado El sistema teórico de Freud, basado ex­
represivo en que se encuentran, pudiendo clusivam ente en pulsiones instintivas e
hacemos comprensible la psicología de las identificando su energía fundamentalmen­
masas actuales com o una «regresión» a di­ te como libido — que conlleva un matiz
cho estado. Y en cuanto al padre, «no era sexual, por muy amplio que se haga este
aún inmortal com o luego ha llegado a ser­ concepto— , no parece demasiado apto
lo por divinización. Cuando murió, tuvo para explicar la antropogénesís de los va­
que ser reemplazado, y lo fue probable­ lores del espíritu présentes en la cultura
mente por el menor de sus hijos.» Freud humana. Freud elabora, sin embargo, tres
concluye: «Debe, pues, de existir una po­ conceptos para intentar la solución de esta
sibilidad de transformar la psicología co­ dificultad: sublimación, renuncia y juicio
lectiva en psicología individual y de en­ de condenación (F. Villamarzo 1982). Si
contrar Jas condiciones en las cuales pue­ el «malestar en la cultura» proviene bási­
de efectuarse tal transformación... Puede camente de que supone una progresiva
deducirse que el padre les impuso la psi­ frustración pulsional, coartando las de
cología colectiva, y que esta psicología vida y desatando las de muerte, siendo así
no es, en último análisis, sino un produc­ que todos buscamos la felicidad, sólo po­
to de sus celos sexuales y su intoleran­ sible por la satisfacción de los deseos más
cia» (O C I, 1.169). profundos, sólo se ve la salida de procesos
Se nos retrotrae así al momento mítico y sublimadores com o el arte o la ciencia,
todavía pre-humano de la horda que justi­ pero Freud los encuentra muy limitados
ficaría la «deshumanización regresiva» de (OC III, 13).
la masificación moderna; pero en otras
obras ya citadas, nos ofrece el otro mo­
mento también mítico del paso a la huma­ II. H erm enéutica jungiana
nización, mediante la muerte violenta del
1. Raíces antropológicas de su modelo
padre y la autoimposicíón de los hijos del
paradójico
primer código nonnativo que da origen al
Derecho, a la Etica y a la Religión, es de­ Si quisiéramos remontarnos a los dos
cir a los elementos constituyentes o estruc­ modelos de entender al hombre que nos
turales de la cultura humana: dicho cri­ legó la filosofía griega, dinamos que Jmtg
men primordial «constituyó el punto de es mucho más platónico que Freud. Para
partida de las organizaciones sociales, de aquél, el sujeto humano aparece como un
las restricciones morales y de la religión» ser eminentemente paradójico : su perso­
(OC II, 496). Este texto aparece glosado, nalidad está formada por multitud de Ge-
unos veinticinco años después, refiriéndo­ gensatie, G egensatzepaare o dúos de
se a esa especie de contrato social llevado opuestos que se autodefinen y delimitan.
a cabo por los hijos parricidas: «Surgió La evidente diferencia de las dos catego­
así la primera forma de una organización rías de conductas, las fundadas en necesi­
social basada en la renuncia a ¡os instin­ dades biológicas muy semejantes a las de
tos, en el reconocimiento de obligaciones los animales y otras exclusivamente hu­
mutuas, en la implantación de determina­ manas, le obliga a postular dos princi­
das instituciones, proclamadas como in­ pios: el materia!, representado por el polo
violables (sagradas); en suma, los oríge­ insiintivo-biológico, y el espiritual, por el
nes de la moral y del derecho (...). Desde polo arquetípico-cultural. Y precisamen­
su origen mismo la religión aparece ínti­ te el trasfondo «natural» del que se origi­
mamente vinculada con las formaciones nan «consiste en un conflicto entre dos

676
PSICOLOGÍA PROFUNDA

£ principios, a lo s cu ales puede darse a ken: comunicar lo incomprensible— (Jung


!\ cada uno tal o cual nombre, mas esta Ge- 1957,26; GWb 12).
£.•_gensatz es la expresión y quizá también el
¿fundamento de aquella tensión que vení­
2. Los dos niveles de interpretación
am os calificando como energía psíquica»
§ (GW b8, 63-64). En la psicología analítica de Jung, lo
'fjj El sujeto, pues, estaría constituido por clínico individual se articula con lo colec­
g e sta s bipolaridades tensionales, fuentes tivo transpersonal de un modo mucho más
í \ inagotables de energía psíquico-vital y po- estrecho que en el psicoanálisis de Freud,
C. síbilitadoras de representación comprensi- por cuanto al inconsciente personal freu-
t. ya a nivel consciente, puesto que, si por diano viene a añadirse el inconsciente co­
r liña parte, «el arquetipo y el instinto consti- lectivo o arquetípico, entrevisto germinal­
:. tuyen la mayor oposición concebible», por mente por el fundador del psicoanálisis, en
; otra parte, «como entre todos los opuestos lo que llamó «restos arcaicos», pero que
?_ exisle una relación tan estrecha que no se no llegó a tematizar Por eso, al fin de su
íi-puede encontrar ni pensar ninguna posi­ vida, pudo confesar Jung, com o cordial
ción sin la correspondiente negación... Es- homenaje al que le había unido, durante
. tán coordinados como las representaciones seis años una gran amistad y estrecha c o ­
que nos hacemos de la oposición en que se laboración: «Mirando hacia atrás puedo de­
basa el energetismo psíquico. El hombre se cir que he sido el único en seguir ocupán­
. ve a sí mismo como un ser impulsado ha- dome debidamente de los dos problemas
cia algo y, al mismo tiempo, como un ser que más interesaron a Freud; el de los “res­
I que se representa algo» (Jung 1970, 151; tos arcaicos” y el de la sexualidad... Fue
y GWb8, 233). también mi objetivo principal investigar y
En correspondencia con lo anterior, explicar de ésta su significado personal y su
/■ Jung defenderá la utilización del lenguaje aspecto espiritual más allá de la función
paradójico com o el único capaz de ex­ biológica y su sentido numinoso: es decir,
presar las realidades humanas profundas. expresar lo que fascinó a Freud, pero que
Se olvida, con frecuencia que esto consti- no pudo comprender» (Jung 1966, 176).
; tuye una de las mejores claves para en- A cada uno de estos dos tipos de in­
- tender su discurso, que muchos califican consciente correspondería un tipo de len­
de oscuro por faltarles sensibilidad para guaje: mientras los mensajes del primero
la comprensión de este tipo de mensajes, se refieren a sucesos anecdóticos de viven­
que tiene mucho que ver con el se n tid o cias relacionadas con la ontogénesis bio­
del humor y la rápida captación de las su­ gráfica en situaciones espacio-temporales
tiles significaciones que logra, por ejem­ concretas, los mensajes del segundo tienen
plo, nuestros clásicos con sus juegos de un carácter transpersonal y en relación con
. palabras y de personajes en las llamadas procesos filogenéticos que fueron configu­
comedias de enredo. «Por modo extraño rando las estructuras arquetípicas, verda­
—escribe Jung en Psychologie und Alche- deras matrices de representaciones «numi-
mie (1944)— , la paradoja es uno de los nosas», gracias a esa superfunción que es
. supremos bienes espirituales; el carácter la imaginación creadora {Vázquez 19 S 1b.
unívoco empero es un sign o de debili­ 99-106), De ahí que Jung hable, por ejem­
dad... pues sólo la paradoja es capaz de plo, de «pequeños» y «grandes» sueños,
abrazar aproximadamente la plenitud de de «pequeña» y «gran» psicoterapia.
la vida, en tanto que lo unívoco y lo falto Sin embargo, no hay que olvidar que am­
de contradicción son cosas unilaterales y bos tipos de inconsciente se dan en el mis­
por tanto inadecuadas para expresar lo mo sujeto y que sus respectivos lenguajes se
inasible» — das Unerfassliche auszudnic- mezclan unas veces, se articulan otras, sien­
PSICOLOGÍA PROFUNDA

do labor del ana lista-hermeneuta discrimi­ des Traumes (G W b 8, 263-308) y Vom


nar el nivel de cada uno. Tanto del análisis Wesen der Tríiwne (GWb 8, 309-327), v
de sueños como de dibujos de sus pacientes, como introducción al lema, puede consul­
Jung va cuidadosamente urdiendo la inter­ tarse A pplied dream analysis: A jungían
pretación de! sentido, desuniendo y reco­ approach (Mattoon 1980). Fiel a su distin­
siendo estos dos bordes, personal y transper­ ción entre los dos planos del inconsciente,
sonal de su sorprendente hermenéutica para­ personal y colectivo, señala que puede ha-,
dójica, según la cual, en toda oscuridad se ber sueños que se dan predominantemente
encuentra la luz y cuanto la luz es más in­ en el primer escenario y a los que Ies iría
tensa más oscura es la sombra que proyecta, bien una teoría hermenéutica y técnica in­
y en lo más singularmente individual se en­ terpretativa de carácter freudíano o adíe* '
cuentra lo más umversalmente humano. nano, hasta cierto punto, con examen de
D esd e sus primeros años juveniles, in­ contexto, elaboraciones y amplificacio­
tentando descifrar el lenguaje delirante de nes personales’, pero existen otros cuya
los esquizofrénicos, en la clínica psiquiátri­ representación dramática y sus personajes
ca universitaria de Zurich, cuyo director corresponden a un escenario arquelípico.
era Bleuler, Jung com enzó a elaborar una Son precisam ente estos grandes sueños
teoría de los complejos, partiendo de datos — aunque son muy raros los puramente
empíricos obtenidos en su pequeño labora­ arquetípicos, pero basta para tenerlos por
torio, valiéndose de un Test de asociación tales que presenten algunos elementos
de palabras. Sus primeras interpretaciones transpcrsonales destacados— los que cen­
no sobrepasan e l n ivel de lo biográfico- tran la atención de Jung. contraponiendo
p erson al , pero progresivam ente — sobre entonces su método sintéticn-constructivo-
todo después de su separación de Frcud j i nolistic o al analítico-causal-reductivo de
(1913)— , irá cayendo en la cuenta de que Freud, lo cual supondría también una nue- .
también está presente lo arquetípico-tmns- va concepción teórica del sentido del sue- j
personal. Por eso, comparando los comple­ ño: en lugar de considerarlo siempre como
jos a los «espíritus» de las sociedades pri­ cumplimiento de deseos inconscientes,.se j
mitivas, escribe en «Fundamentos psicoló­ lo ve únicamente, de acuerdo con su ami­
gicos del espiritismo» (1919), reelaborado go y colaborador A. Macder, como eme
más tarde e incluido en Über psychische symbolische Oarstellung eines itnbewuss-
E n ergetik und das W esen der Trdtime ten Inhaltes. «una representación simbóli-"*
(1948): «Una parte de los complejos autó­ ca de unos contenidos inconscientes» o,
nom os se origina en experiencias persona­ más en concreto,^«d sueño es una amorre-^
les; pero otra parte deriva de fuentes muy presentación espontánea de la situación'jj
distintas... se vincula siempre con percep­ actual de lo inconsciente expresada en .
ciones o impresiones de los contenidos del forma simbólica».
inconsciente colectivo». Si para lo prime­ Corno mecanismos de elaboración oní-^
ro, la expresión de los primitivos es «ha rica señala Jung seis: contaminación, coik|
perdido un alma», para lo segundo, «está d en sación , duplicación-m ultiplicación,;^
poseído por un espíritu», ya sea en sentido concretización, dramatización y arcaiza-^
negativo-patológico o positivo-creador. ción (Mattoon 1980, 62-63).
(Jung 1954, 212-214; GW b 8, 343-345). Su función consiste en autor regular la^
vida psíquica com o totalidad integrada^
compensando los desajustes que produce^
2.1. Interpretación jungiana de los sueños con frecuencia, la disposición o actiludj
Tomamos lo más esencial de la herme­ más o menos unilateral, del yo consciente*^
néutica onírica jungiana de sus obras AU- con otro punto de vista «complementa- ?
getneinc Gesichtspunkte zur Psychologic rio»: algo así com o si le ofreciese a la re^

678
PSICOLOGÍA PROFUNDA

flexión del sujeto aquellas orientaciones Unbewussten (1943), donde muestra que
de las que careció o no hizo explícitas el «el alma humana es en parte propia de
pensamiento consciente, pero que «conste- cada uno. subjetiva o personal, y que en
lizó» en el inconsciente la situación re­ parte, es colectiva y objetiva».
cientemente vivida. Jung advierte, sin em ­ P uesto que el inconscien te co lectiv o
bargo. que no se entiendan las produccio­ habla e l lenguaje de los milologemas y
nes del inconsciente como dependiendo grandes sím bolos míticos, la técnica inter­
exclusivamente de la disposición co n s­ pretativa creada por Jung es la amplijica-
ciente. en forma «reactiva», sino que está ción, mediante el contraste comparativo
dotado de autonomía prospectiva, diga­ con los mitos. Su enorme experiencia en
mos vital y, por tanto, fm alística o ten­ el campo onírico — pues afirma que viene
diente hacia un objetivo; por lo que resulta interpretando anualmente unos 2.000 sue­
también insuficiente la explicación causa- ños (Jung 1954, 120)— le ha permitido
lista de Freud intentando dar cuenta del comprobar la existencia de sueños típicos,
sentido latente del texto onírico, partiendo con sus correspondientes temas , y poder
únicamente del pasado causal, tal como «com pararlos con tem as m ito ló g ico s» .
aparece en los recuerdos que se van aso­ Esto le llevó, en fin, a la convicción de
ciando a los distintos elementos que sus­ que este tipo de pensamiento onírico es
tentan el sentido manifiesto. «una forma filogenètica anterior de nues­
El enfoque finalista de Jung, en cambio, tro pensamiento», esto es, constituye una
añadido al anterior, no pregunta tanto las e sp ecie de lenguaje de la Humanidad,
influencias pre-textuales del texto onírico, prim ordial y fundante de todo otro len­
cuanto qué mensaje pretende comunicar, guaje particular determinado, y en el que
dado este contexto situacional, no tanto el hunde sus raíces cada «miLo personal».
porqué, sino el para qué del sueño. Tam­ No es de extrañar, pues, que Jung exija un
bién se puede decir que el causalismo in­ conjunto de cualidades nada vulgares al
terpretativo se mueve más bien a nivel ob­ interpretador de sueños, siempre natural­
jetivo-externo, en cuanto que busca sus re­ mente en estrecha colaboración con el so­
ferentes últimos en sucesos vivenciales de ñante: «comprensión psicológica, capaci-,
situaciones físicas, tomando los personajes dad de com binación, intuición, c o n o ci­
del sueño como pertenecientes a dicho m iento del mundo y del ser humano, y
mundo; mientras que la interpretación fi- sobre todo una sabiduría-específica que
nalística, tal como Jung la entiende, tran- depende tanto de un amplio conocimiento
curre a nivel su b je tiv o - interno o quizás com o de cierta intelige.nce dit roeu r ».
mejor «subjetual», según el cual, «toda la Esto último está de acuerdo con su con­
génesis del sueño es esencialmente subje­ cepto de racionalidad humana que consis­
tiva; siendo el sueño el teatro donde el so­ te en pensar potenciado con el sentir. Y
ñador es, a la vez, escena, actor, apuntador, en Ziéle der Psychotherapie (1929,1950),
director, autor, público y crítico». Ahora ya explícita: «considero como algo suma­
bien, paradójicamente, mientras el conte­ mente importante poseer el máximo de co­
nido de los «pequeños sueños» provenien­ nocimientos acerca de psicología primiti­
tes del inconsciente personal es más bien va, mitología, arqueología e historia com ­
subjetivo por su oculta connivencia con el parada de la religión, ya que estos campos
yo, el de los «grandes sueños» arquetípi- de la ciencia me proporcionan analogías
cos es objetivo-subjetual en cuanto pro­ in ap reciab les, con las que puedo enri­
ductos «naturales» del Sí-mismo, represen­ quecer las ocurrencias de mis pacientes»
tante de la totalidad y fundamento psicoi- (Jung 1976, 83-84; WGb 16, 48).
dc de lo estrictamente psíquico. Jung nos Finalmente, en cuanto a sus métodos y
remite a su obra Über ¿lie Psychologie des técnicas interpretativas, nos dice el propio

679
PSICOLOGÍA PROFUNDA

Jung cóm o solía proceder: «D ivido una toria», el examen del contexto «que con­
página en tres columnas; en la de la iz­ siste en averiguar, mediante las ocurren­
quierda, escribo el sueño, espaciando sus cias del soñador, que matiz significativo
fases sucesivas; en la del centro, que es un tiene para él cada detalle importante del
poco más ancha, viene el contexto onírico sueño; es decir., procedo igual que para
(constituido con ayuda de las asociaciones descifrar un texto difícil de leer. Este mé­
libres); en la de la derecha, por último, fi­ todo da com o resultado, no siempre un
guran las conclusiones a las que se puede texto inmediatamente comprensible, sino
llegar sobre el conjunto. Tratamos, pues, con frecuencia sólo importantes indicios
el sueño com o si fuera una inscripción reveladores de numerosas posibilidades».
fragmentaria que acaba de ser descubierta, A continuación, vendría la verdadera in­
que.no pudiéramos descifrar y que intentá­ terpretación, esto es, «la posterior elabora­
ramos hacer legible con la ayuda de infor­ ción de un texto legible» (die daraujfoi-
m aciones y com plem entos extraídos de gende Herstellung eines lesbaren Testes),
otros dominios. Provistos de estos parale­ que el propio Jung califica de «tarea ab­
lism os, tenemos que proceder a las inter­ sorbente» (eine auspruchsvaUe Aufgabe),
pretaciones». Hay que hacer notar que ese que supone en el intérprete las cualidades
contexto no se refiere a la situación exter­ antedichas y un fino trabajo de compulsa­
na, sino a las significaciones vividas por el ción comparativo-amplificadora a dos ni­
sujeto y sus disposiciones interiores con- veles — el de asociaciones personales y de
feridoras de sentido a los acontecimientos paralelos arquetípicos, si es el caso— , es­
que le impresionaron: «necesitam os en­ tudiar' detenidamente la actitud consciente
contrar en el psiquismo del que sueña de del sujeto, para ver si el sueño tiene carác­
qué contexto, es decir, de qué conjunto se ter «compensatorio» y cómo, determinar
han desprendido las im ágen es oníricas, el carácter «subjetivo» u «objetivo» de las
qué atmósfera las rodeaba» (Jung 1969, imágenes oníricas, y, en definitiva termi­
364). Pero el intérprete, por su parte, ha nar formulando la hipótesis interpretativa
de eviLar lodo prejuicio, si admite que se que permita la lectura del texto onírico,
encuentra ante algo totalm ente ign oto, haciendo comprensible su mensaje para­
que brota de los más insondables secretos dójico, puesto que ha de expresar, al me­
del psiquism o objetivo. Y a sí «meditar nos en los «grandes sueños», una conjimc-
sobre los propios sueños es volver a uno tio oppositorum como síntesis de lo más
mismo...» la conciencia del yo no medita singularmente personal y de lo más am­
só lo sobre ella; se detien e en los datos pliamente humano.
objetivos del sueño com o sobre una co­ Esto último podría apreciarse, sobre
municación o un mensaje procedente del todo, cuando se dispone de una serie de
alma inconsciente y única de la humani­ sueños suficientemente prolongada, como
dad. Se medita sobre el Sí-mismo y no so­ la que presenta Jung en Psicología y al­
bre el yo. D e ahí que, «lo mejor que se quimia. A parte de la estructura dramáti­
puede hacer es tratar al sueño com o a un ca en cuatro tiempos que suelen presentar
objeto totalmente desconocido; se le exa­ muchos sueños — exposición, desarrollo,
mina en todas sus facetas, se le toma, en culminación y resolución— , y más allá
cierto modo, en la mano y se le sopesa, se del principio de compensación que se da
le lleva con uno mismo, se deja volar su en cada sueño, aparece algo que se oculta­
imaginación, se le confía a otras personas» ba allí: «una suerte de plan», como si to­
(Jung 1969, 69-71). dos los sueños se convirtiesen ahora en
J u n g q u e se fu e p r o g r e s iv a m e n te a le ja n ­ eslabones de una cadena significativa, que
d o d e las té c n ic a s m á s e s tr ic ta m e n te fr e u - apunta a un objetivo común, en un autén­
d ia n a s , e m p le ó p u e s, c o m o fa s e « p r e p a r a ­ tico «proceso evolutivo y organizado que

680
PSICOLOGÍA PROFUNDA

*■ transcurre por planos jerarquizados», y al se lleva a cabo por la colaboración del


v, que Jung calificó de proceso de indivi- analista-intérprete y el paciente, gracias a
L.^dtíación. la im aginación creadora, que puede co ­
menzar fantaseando búdicamente para bus­
car paralelos amplificadores de un sueño
£>' 2.2. .Interpretación de otras formaciones
arquetípico, El paciente es elevado «al es­
* del inconsciente
tado del que juega» en sentido schilleria-
Lo dicho sobre los sueños se puede apli- no, pues «el efecto que yo pretendo produ­
d car a otras formaciones del inconsciente, cir — confiesa Jung— es la aparición de
y teniendo siempre en cuenta la bipolaridad un estado psíquico, en el que el paciente
fj. personal-arquetípica. comienza a experimentar con su ser... un
^ ; En su labor psicoterapéutica, Jung utili- estado de fluidez, de transformación y de­
; zó ampliamente la técnica de la imagina- venir... Tengo por regla no sobrepasar el
ción activa, que tenía como finalidad ofre- sentido existente, en el momento de su ac­
”■ ccr canales expresivos a la espontaneidad tuación y me esfuerzo únicamente en co­
f - del arquetipo y el ropaje necesario para su municar ese sentido al paciente, en cuanto
~ floración simbólica. «Aproveché para esto me es posible de forma que también él se
y.-—nos dice Jung, dándonos cuenta de su percate de su alcance «suprapersonal», para
í - descubrimiento— una imagen onírica o que no se sienta excluido, sino vinculada
j1; una ocurrencia del paciente para encargar- a la comunidad humana, según las exigen­
:■ le que elaborara o desarrollara este tema cias anímicas de lo «numinoso» unificador.
tj- en la actividad libre de su fantasía. Esto Ahora bien, mientras ayudo al paciente a
Sf podía ocurrir de acuerdo con las inclinacio- encontrar los m omentos eficaces de sus
nes y dotes individuales, en forma dramáti- sueños y me esfuerzo en hacerle ver el sen­
'f ca, dialéctica, visual, acústica, de baile, pic- tido general de sus símbolos, permanece él
. ' tórica, de dibujo o plástica». El resultado de todavía en un infantil estado psicológico.
- esta serie de fantasías realizadas, por ejem- Depende de sus sueños... depende de mis
y pío, en forma de dibujos, como los 12 de la ocurrencias... nada se realiza y nada per­
¿|. publicada en Zttr Empine des Individua- manece estable. En estas situaciones, su­
! tionsprozesses (1950: GWb 9/1, 309-372) o cede con frecuencia que aparece un sueño
f . los 54 de la que nos ofrece en Über Manda- especialmente coloreado o de formas ex­
iasymbolik (1930,1950; GWb 9/1, 373-407), trañas.» Es posible que al propio paciente
fue sorprendentemente muy semejante al se le ocurra la posibilidad de dibujarlo...
k; de una serie de sueños: se podía interpre- «Utilizo esa sugerencia y le pido al pacien­
g / tar como la expresión viviente de un pro- te en este momento, que pinte lo visto en el
f Ceso de individuación y cada una de las sueño o en la fantasía». Sería erróneo pen­
producciones se le podían aplicar princi- sar que se trata de un proceso artístico, sino
pios hermenéuticos similares (Jung 1970, «de algo más y distinto del arte, esto es, de
J 146s; GWb, 228s). un efecto vivo sobre el mismo paciente. Lo
En el fondo. Jung pretende provocar en que el punto de vista social sopesa como lo
üjf sus pacientes experiencias miminosas más despreciable, ocupa aquí el máximo lu­
Ü fiándose más de la acción que de la pala- gar, el sentido individual de la vida, por
bra o si se prefiere de la palabra-acción, cuya causa el paciente se esfuerza en tradu­
Jí. palabra-revelación, palabra eficaz que cir lo inefable en una forma visible, infantil­
H hace lo que dice porque es portadora de mente impotente» (Jung 1976, 85-87; GWb
^.creatividad arquetípica e intencionalidad 16 ,45s).
^ simbólica gracias al encuentro con el yo Es precisam ente desd e esta eficacia
,'/ consciente. Se trata de la eficacia transfnr- simbólica desde donde hay que juzgar d
H mudara del símbolo unificador, que aquí aprecio de Jung por la imaginación crea­

681
FICOLOGÍA PROFUNDA

dora, al servicio de la vida anímica y det lerancia y aceptación respecto a los de­
espíritu representada por la matriz arquen- más. como quien ha asumido sus propias
pica, de donde procederían, como polo in­ sombras y comprendido la paradoja fun­
consciente, los grandes símbolos cultura­ damental de la igiialdad-en-la-difergnaa
les. especialmente sacraies de todas las re­ y de lo ituiversal-en-lo-singitlar constitu­
ligiones. Su propia hermenéutica tiende a tiva de cada miembro de la comunidad
potenciar dicha eficacia y sus críticas a las humana.
instituciones sociales, incluidas las religio­ Si la interpretación freudiana mira siem­
sas es básicamente por haber convertido pre retrospectivamente al pasado edípico
sus anteriormente símbolos vivos en sím­ infantil para la lectura de cualquier texto
bolos muertos o petrificados, inconsciente; la mirada prospectiva de
Jung se dirige preferentemente a la escu­
cha del mensaje premonitorio y orientador
3. El proceso de individuación, clave
del Sí-mismo, centro y periferia de la tota­
hermenéutica
lidad personal, que no es masculina per­
Análogamente al valor de clave que co­ fección hacia el ideal superyoico del Pa­
bra el complejo de Edipo en la hermenéu­ dre, sino femenina plenitud de opuestos '
tica freudiana. lo tiene el proceso de indi­ armonizándose., nunca del todo lograda, 1
viduación en la hermenéutica de Jung y el sobre la urdimbre primigenia siempre prc- ’ '
mito de referencia es aquí, sobre todo, el sente, simbolizada por la Gran Madre en
mito del héroe. En realidad, también Edi­ la que se encuentra también la figura pa-
po es un héroe, pero Freud se limitó a sec­ tema. Las imágenes mandálicas expresa­
cionar el mito y quedarse únicamente con rían, en sueños, fantasías y otras represen­
una de las «etapas» de su caminar heroico, taciones sim bólicas, icónicas o no, esta
en lo que tiene, digamos, de menos heroi­ complexio oppositorum, que vale para la
co, dejando a un lado, por ejemplo, todo el expresión arquetípica de Dios y del propio . j
elemento «sacral» y de misterio, represen­ Selbst humano (Jung 1976, 107s; WGb
tado por el oráculo divino. El verdadero 9/1, 373s). .. -/¿
héroe, para Jung es el sujeto que se pone a Jung distinguió en el curso de la vida
la escucha de la Voz interior que le llama dos grandes etapas, a las que corresponde­
a emprender el gran camino de aventuras rían dos modos de funcionamiento psico* .á
que constituye la vida humana como reali­ lógico: psicología del amanecer que cont*7"?
zación de sí-mismo, esto es, como llegar a prende niñez, adolescencia y juventud, ex» Á
actualizar, en sí, las potencialidades huma­ travertidamente abierta hacia la Vida; y.®
nas inscritas en el cód igo genético del psicología del atardecer. a partir dei decli-
homo sapiens, en una individualidad, pa­ nar de la vida, introvertidamente polariza*^
radójicamente singular y universal a un da más bien por la Muerte, capaz de
tiempo; con una conciencia diferenciada y durar y coronar, a su vez la vida, cuando^
una soberana capacidad de sentirse centra­ el sujeto la acepta y se prepara positiva-^
do en sí-mismo, pero sin caer en estados mente para ella. Ambas separadas por la
de inflación yoica narcisista o egocéntrica, crisis del solsticio o mitad de la existencia, | |
y, a la vez, abierto desde dentro en un am­ entre los 40-50 años, Y sería precisamente
plio abrazo de comunión con todo lo ver­ aquí, cuando muchas personas se siente»!
daderamente humano, pero sin perderse en con las manos vacías y encuentran la ykftj|
ningún tipo de alienación masificadora; sin sentido, el momento para comenzar.
dispuesto el sujeto, pase lo que pase, a serio su proceso individuados
permanecer siempre fiel a s í mismo, a su Según esta básica división de etapas Vl|
ley interna y D ios interior, y, sin embargo, tales, los criterios de lectura interpretativa;^
gozando de una inmensa capacidad de to­ de las distintas expresiones simbólicas del

6S2
PSICOLOGÍA PROFUNDA

inconsciente —-míticas, oníricas o sinto­ «traducirlas», elaborando esa materia pri­


máticas— , serán en general de signo con­ ma y convirtiéndola en símbolos compren­
trario, si bien paradójicamente coincidi­ siblemente asimilables, dentro del sistema
ría» en su significado más profundo. «El sim bólico de la propia cultura. Esto lo lle­
no-querer-la-cima-de-su-vida es lo m is­ van a cabo, por ejemplo, en la religión, los
mo que no-querer-su-fin. Ambas cosas profetas y videntes, y en la cultura, los fi­
significan: Nicht-leben-Wollen, no querer lósofos y artistas creativos.
vivir, lo cual equivale a Nicht-sterben-Wo- Diacrónicameme considerada, el senti­
llen, no querer morir. Llegar a ser y pere­ do de la interpretación freudiana hay que
cer es una misma curva» (GW 13, 52). El buscarlo siempre, de modo causal-retros­
joven enfermaría si se niega a expandir pectivo, en el pasado infantil al que remite
fuera de sí la vida y contribuir a la civili­ y donde se oculta; mientras que, en la jun­
zación técnica; mientras que el anciano giana, se asoma, adelantándose y preanun­
arruina su equilibrio psíquico, si no cultiva ciando él futuro com o ideal o meta, de
su alma y crea cultura espiritual. Por eso, modo final-prospectivo (J-GW 8, 32s).
una hermenéutica freudiana podría ser vá­
lida para el primero, pero no para el se­
2. Lenguaje privado y biográfico-
gundo.
precultural versus lenguaje paradójico
singular-universal e histórico-
transcultural
IIT. Síntesis comparativo-diferencial
El lenguaje de la hermenéutica psicoa-
Terminamos con una síntesis compara­ nalítica, proveniente del inconsciente re­
tivo-diferencial entre estos dos m odelos primido. tiene como referente de su codi­
hermenéuticos, resumiéndolo en tres pun­ ficación semántica lo más privadamente
tos de intersección de los principales vec­ autobiográfico, esto es, el sentido de los
tores que recorren las obras de ambos au­ acontecimientos vividos, que el propio su­
tores.1 jeto no ha sido capaz de «verbalizar», por­
que algo en él se lo ha prohibido; no pu-
diendo así entrar en la cadena significante
1. Hermenéutica de la sospecha
del discurso cultural. Por eso, se le oculta
y de la substitución versus hermenéutica
enigm áticam ente la significación-de sus._.
ingenua del desciframiento o traducción
sueños y de sus síntomas y demás expre­
El psicoanálisis de Freud. en efecto , siones de contenidos inconscientes.
constituye un método hermenéuiico de ca­ Tampoco el soñador de «grandes sue­
rácter detectivesco, en busca de aquellos ños» y otros productos arquetípicos, com ­
significantes que, por las defensas repre­ prende su sentido; pero es precisamente
soras, han sido primero arrojados de la por una razón contraria, es decir, por ser
conciencia y substituidos por otros, apare- un lenguaje «casi mítico» y transcultural,
: tiendo más tarde «disfrazados», como un cuyos grandes m itologem as constituyen
compromiso entre deseo y la defensa, que algo así como el lenguaje básico de la Hu­
le permite atravesar la frontera de la cen- manidad, puesto que sus contenidos sim ­
' sura del yo. bólicos desbordan los significantes con­
La posición jungiana, por el contrario, ceptuales de un concreto lenguaje cultural.
es mucho más ingenua ante los contenidos Y, sin embargo, también está allí concer­
del inconsciente sobre todo colectivo: éste nido lo más singularmente personal del su­
no tiene nada que ocultar. Sus expresiones jeto, en el que se expresa, como en una es­
«arquetípicas» son simplemente tan extra­ pecie de «medium» lo transpersonal ar­
ñas a la conciencia del yo que éste debe que tip ico.

683
PSICOLOGÍA PROFUNDA

3. Hermenéutica analítico-reductiva Briefe (1873-1939), S. Fischer Ver­


versus una hermenéutica sin té tico- lag, Frankfurt am Main, 1968.
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. transferencia. Ensayo de Metapsi-
Es una consecuencia lógica del punto
cologia,.Ariel, Barcelona.
anterior. La interpretación psicoanalíti-
J u n g , C.G., GWb = Gesammelte Werke;
ca só lo se logra, mediante un «análisis»
— como hace el médico con la sangre o la 18 vis., Walter-Verlag, Olten-Freiburg,
1958-1978.
orina— en busca de aquellos elem entos
— , Erinnerungen, Träume, Gedanken,
patógenos que se esconden en las profun­
R ascher, Zürich-Stuttgart. 1967.
didades del inconsciente, por «reducción»
(Trad. esp. Recuerdos, sueños y pen­
al significado de la vivencia traumática,
seá producida por un acontecimiento real
samientos, Seix Barral, Barcelona,
1966).
o simplemente fantaseado. Es preciso ela­
— , Briefe (J906-1961), Walter-Verlag,
borar una suerte de diccionario individual
Olten-Freiburg, 1978.
qpe nos permita leer el texto del discurso
— , (1966) «Acercamiento al inconscien­
inconsciente, puesto que el diccionario de
te» en El hombre y sus símbolos.
la Real Academ ia de la Lengua no trae
Aguilar, Madrid.
este tipo de significados de semántica tan
— , (1986) Aion. Contribuciones a los
personalizada.
A la inversa ocurre, en el caso de Jung,
simbolismos del sí-mismo, Paidós,
Buenos Aires.
cuando la interpretación se lleva a cabo a
— , (1970) Arquetipo e inconsciente co­
nivel sujeto. Aquí el método interpretativo
lectivo, Paidos, Barcelona.
no puede ser analítica, sino sintético, tra­
— , (1968) Consideraciones sobre histo­
tando de leer el «mensaje arquetípico» del
ria actual, Guadarrama, Madrid.
Selbst al Yo, mediante la técnica de la am­
— , (1954) Energética psíquica y esen­
plificación, que permite descifrar el jero­
cia del sueño, Paidós, B. Aires.
glífico de las expresiones del inconsciente
— , (1990) El contenido de las psicosis,
colectivo a la luz de los mitos histórica­
Paidós, B. Aires.
m ente con ocid os, que parecen tratar el
— , (1955) El secreto de la Flor de Oro,
mismo tema «típicamente humano» y mil
Paidós, B. Aires.
veces repetido.
— , (1976) Formaciones del inconscien­
Se podría decir, en fin, que la herme­
néutica freudiana es más de au tor del
te. Paidós, B. Aires.
— , (1964) La interpretación de la natura­
texto, mientras que la de Jung lo es de tex­
leza y de la psique, Paidós, B. Aires.
to desde el contexto.
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la actualidad, Credos. Madrid.
der, Barcelona.
Antonio Vázquez. Fernández
Racionalidad y polimitismo
1. El hecho de que los griegos recurrie­ de rebajar los humos al principio de reali- P
ran a los oráculos para saber el camino que dad; Kolakowski les trae a colación para
tenían que seguir es, para Hegel, un sínto­ compensar los límites de la razón científi­
ma de la debilidad racional de] lo g o s 1. ca... Ahora, sin embargo, se trata de algo
¿Qué diría entonces de una modernidad muy distinto. Hasta ahora la filosofía se ha
como la nuestra empeñada en remitir la peleado con el mito por la gestión de la ra­
«división de poderes», tal y como afirman zón y del sentido. Siempre enfrentados y
algunos defensores de la vuelta de los m i­ siempre necesitados. Ahora, sin embargo,
tos, no a Montesquieu sino a los mismísi­ el mito se desentiende de la razón (que en­
mos dioses del Olimpo?2 trega a la ciencia) y se presenta como el
Max Weber había profetizado que los gestor del naufragio de la filosofía, con­
viejos dioses, vencidos y sepultados por los vertida en mera literatura.
vientos secularizadores, volverían un buen Para mostrar hasta que punto toda la .
día entre nosotros. No serían ya, sin embar­ Modernidad funciona gracias a un pacto
go, los seres feroces de antaño; ahora ven­ con el mito, basta recordar al Leviatan de
drían vestidos «a la moda», es decir, dis­ Hobbes, padre de la política que sabemos
puestos a no desentonar en un mundo de­ y practicamos. Pues bien, Hobbes resume
sencantado y des mitificado pero, eso sí, el nacimiento del Estado moderno con esta
como puntos de referencia de una humani­ frase: «es el nacimiento de aquel gran Le­
dad que les había echado mucho de menos-3. viatan o, para decirlo con mayor propie­
Interés por el mito siempre ha habido. dad, de aquel D ios mortal al que tenemos
Durkheim hablaba de ellos com o de los que agradecer... nuestra paz y nuestra pro­
donadores de sentido a la sociedad; Lévi- tección». La paz y hasta la democracia hay
Strauss condicionaba la posibilidad de un que agradecérsela a un Leviatan m ítico
verdadero humanismo a su reconocimien­ «cuyo poder sobre la tierra es incompara­
to; para Blumenberg es el mito el que pue- ble». SÍ eso es así — y así parece que ha

1 Hegel, W erkausgabe (Suhrkamp Verlag), vol. 18, 3 Weber, M., W issen sch a fi a is B e r u f (Berlín 1967),
P- 341. p. 28.
5 Marquard, O., A b s c h i e d v o m P r i n z i p i e l l e n
(Stuttgart 1981), p. 99.

687
RACIONALIDAD Y POLIM1TÍSMO

sido—■la paz y la libertad penden de un del destino («Gegensatz»); y la Ilustración


hilo fino pues el Leviatan de marras puede rompía la órbita del determinismo de fuer­
despertar. zas telúricas colectivas mediante la de­
Detrás del Estado moderno y laico hay cisió n soberana del individuo («Gegen­
un Leviatan invisible, al lado de la razón kraft»)4.
siempre ha cam inado el m ito. S e puede Pues bien, DA rompe con esa tradición
entender la historia de la filo so fía com o y proclama la complicidad entre «Auf­
una profanización o proceso de profana­ klärung» y mito: «schon der Mythos ist
ción: hacer público, en el lo g o s, lo que Aufklärung» (ya el mito es ilustración») y
está oculto en el mito; el paso de lo esoté­ «Aufklärung schlagt in M ythologie zu­
rico a lo exotérico. Este paso es dialéctico rück» (la ilustración acaba volviéndose
en'el sentido de que no se puede perder la mitología».
tensión entre los dos polos: si se abandona El héroe de la Ilustración es Ulises quien
el mito, el producto profanado acabara para salvar la-vida (propia) tiene que sacri­
pronto mitificándose; y si se pierde de vis­ ficar la vida (de sus acompañantes); el
ta al logos, el mito se convierte en fuerza «ilustrado» Ulises para escapar al encanto
inhumana. mítico de las sirenas tiene a) que atarse al
Esa violencia del mito invocaba M usso­ palo, extraña forma de expresar la libertad.
lini cuando decía: «nosotros hemos creado Por eso escriben sus autores que «el domi­
un mito; el mito es una creencia, un since­ nio del hombre sobre sí mismo, en lo que
ro entusiasmo que, para poder existir, no se cifra la modernidad, acaba siendo la
necesita ninguna realidad pu es es mero destrucción de ese sujeto ya que la subs­
impulso, una esperanza, fe, ánimo». Ahí tancia sometida y «atada» no es sino aque­
asomaba el lado más terrorífico del mito. lla parte vital que el famoso dominio del
Nada extraño entonces que lo s filósofos hombre quiere conservar»5. También pue­
recuperaran lina fuerte veta de la tradición de, b) taponar los oídos de sus acompañan­
ilustrada, precisam ente la que asociaba tes para que no las oigan.
triunfo de la racionalidad con destierro del Eso pone de manifiesto que el dominio
mito. Mucha de la importación de «tecno­ de la razón agota la vida en vez de poten­
logía científica» al quehacer filosófico tie­ ciarla. El logos degenera en mito. El hom­
ne que ver con esta voluntad decidida de bre tan solo puede trampear con el mito y
deshacerse del mito. engañarle, pero no vencerle. De ahí el fra­
2 . D ie D ia le k tik d e r A u fk lä r u n g hace un caso de la Ilustración y el profundo pesi­
balance patético de esta lucha de la razón m ism o de toda esa generación pues reco­
contra el mito. En esta obra, Horkheimer y nocían que el generoso proyecto de cons­
Adorno rompen con una vieja tradición truir un mundo a la altura de la razón había
ilustrada que enfrentaba totalmente mito a sido una pesadilla. Horkheimer y Adorno
logos: «die Aufklärung» era «Gegensatz» confirman así el pesimismo de un genial
y «Gegenkraft» del mito. La Ilustración, pintor, el aragonés Francisco de Goya, que
en efecto, oponía la fuerza persuasiva del había titulado uno de sus aguafuertes -el
razonamiento a la violencia sobrecogedora sueño de la razón produce monstruos».

4 Cf. Habermas. J,, «Die VerchlingUng von My­ Dienst sie geschieht, denn die beherrschte, unlerdruA-
thos und Aufklärung» en Bohrer, K.H., M y th o s u n d te und durch Sclbsterhaltung aufgelöste Substanz io
M o d e m e , pp, 405-430. gar nichts anderes als das Lebendige, als dessen i-unk-
5 Horkheimer-Adomo. D ia le k tik d e r A itfk lä r tm g tion die Leistungen der Selbtserhahung einzig m-A
(Amsterdam 1947): «die. Herrschaft des Menschen bestimmen, eigentlich gerade das, was erhalten wei­
über sich selbst, sic sein Selbst begründet, ist virtuell den soll», p. 71.
allcnma] d ie V e r n ic h tu n g d e s S u b je k ts , in dessen

688
RACIONALIDAD Y POL1MITISMO

No es mi pretensión analizar crítica­ mo. En el polimitismo está el invento más


mente las tesis defendidas por los autores grandioso de la humanidad, aquello que es
.de la Dialektik der Aujkldrung sino señalar como el oxígeno del humano existir: la di­
que a) cumplen su papel de filósofos «de visión de poderes. Esta no viene de M on-
captar su tiempo en pensamientos» («ihre tesquieu o de Locke, sino que es un regalo
Zeit in Gedanken erfasst») recurriendo a de ios dioses; es una herencia del Olimpo,
los topoi «logos» y «mito». Es deciT, que El polimitismo, con su división de pode­
¡al expresar la crisis de la modernidad en res, es como una cifra mágica encaminada
referencia al mito, hacen del mito un asun- a garantizar el logro humano por antono­
Uo de máxima actualidad, con una catego­ masia — la libertad— y que se expresa en
ría explicativa de primer orden. Y, b) no formas Lan conocidas com o la separación
;se sienten muy felices con la persistencia de los poderes legislativo, ejecutivo y ju­
['del mito. Al establecer una relación de dicial; la querencia moderna al nacionalis­
l proporcionalidad inversa entre mito y lo- mo, esto es, a la desagregación de los Es­
rgbs, la pujante presencia del primero ex- tados; el gusto por la disidencia o por la fi­
f-plica su pesimismo antropológico! gura del mercado capaz de regular por su
t ' 3. Esla breve referencia histórica indica cuenta el interés general desde el libre jue­
f.que los modernos cultivadores del mito se go de los particulares; el florecimiento de
insertan en una fuerte tradición filosófica las éticas ensimismadas... Hay que acabar,
que ellos heredan no para reproducirla dicen, con la «pretensión de universalidad»
j sino para enfrentarse al conflicto abierto de la vieja filosofía, empeñada en hablar de
entre mi Lo y razón. verdad y de bondad; hay que dejar paso a
Lo primero que llama la atención en una teoría de la desagregación (¿desregula-
ellos es que no sienten ninguna angustia ciún?) donde toda solidaridad es sospecho­
por el triunfo del mito. ¿Por qué es malo sa de monomitisma.
que triunfe el mito?, se pregunta Odo Mar- A la m ism a co n c lu sió n , aunque por
qiisxd. Lo jusLo. se responde a sí mismo, es otros cam inos, llega H ans Blum enberg,
distinguir entre mitos buenos y mitos ma­ quien caracteriza la mentalidad de nuestro
los. Y esa es la tarea de la Ilustración6. tiempo de mito gnóstico1. El gnosticism o
=■' El mito malo es el monomito. Aquí no conlleva desprecio y desinterés por la rea­
piensan en el Dios abrahámico sino en su lidad presente porque piensa que su senti­
Heredero secular: el mito de la razón. El do y salvación sólo acontece en el m o­
ttionouiilo es un mal mito poque domina y mento de su acabamiento. Pues eso es lo
; somete al hombre. Nada más pernicioso que ocurre con todas las filosofías emanci-
que pensar «tener razón». Cuando alguien patorias de la historia que cifran el sentido
cree tener razón se obliga a someterse a o realización del presente en algo que está
ella y a someter a los demás. Hay que aca­ por venir y que, en ese sentido, «no es de
bar con esa vieja pretensión de la filosofía este mundo». Para neutralizar esa tiranía
ala verdad. del monomito de la historia no hay más re­
El mito bueno es el polimitismo, es de­ medio que llamar en ayuda a los mitos
cir, la pluralidad de mitos. La pluralidad «que si originariamente son poderes y fuer­
de mitos como la pluralidad de dioses li­ zas, tienden a serlo ilimitadamente, salvo
mita el poder de cada dios y deja al hom- que se limiten unas a otras». D e ahí la bon­
[ bre campo libre suficiente para ser él mis­ dad del polimitismo.

Marquard, O., o.c.


p. 9S. Theorie Bd. 2 (hrsg.v. J. T auh es. F in k V erlag 1984.
M arquard. O.. «D as gn os lis che R ecidi v ais p p . 3 1 -3 6 ).
Gegenneu2eit» en Religionsiheorie and politisela

689
RACIONALIDAD V POLIM1TISMO

C om o se ve, esta vuelta de los mitos Lo que se conoce es una cosa, un objeto
quiere ser ilustrada. No sólo el pnlimitismo exacto mensurable, un producto industrial
se siente garante de la individualidad, prin­ que es perfectamente calculable. La cien­
cipal herencia ilustrada, sino que además cia elabora el objeto del conocimiento me­
convive con la necesidad y la existencia de diante una artificlalidad que uniforma lo»
un conocimiento científico de la realidad. ámbitos de la vida. El mundo, visto por la
En este tipo de planteamiento® se parle de ciencia, pierde el colorido y la complici­
un lagos realizado en las «Naturwissens- dad que el hombe necesita para vivir.
chafien» — es decir, se parte de la cien­ Es entonces cuando se reclaman los ser­
cia— y se pregunta por el lugar de la filo­ vicios de la filosofía. La filosofía, conver­
sofía, en general, y de las «Geisteswissens- tida en mito-logia, lo que tiene que hacer
chaften», en particular. es contar historias que compensen las pér­
Es en ese contexto donde desarrolla su didas vitales del conocimiento científico.
teoría de la «Kotnpensationsrolle» de las No se trata de una función menor pues la
viejas humanidades. El conocimiento de la tarea que se le asigna es, en realidad, la dé
realidad es un asunto dem asiado serio suplir serias carencias de la racionalidad
com o para dejárselo a las humanidades; científica que afectan al sentido, al sentí’
eso es cosa del logos científico. Lo que miento y a la identidad colectiva. Por c$0_
ocurre es que la marcha triunfal de ese lo­ se pide a la filosofía que cuente historias:
gos produce desajustes y consecuencias no historias sentimentales que rellenen el va- .
queridas en los hombres y en la sociedad. cío pasional de una ra2 Ón calculadora; his­
Es entonces cuando interviene la filosofía torias de identificación patriótica que cu*.
como una especie de taller de reparaciones bran las lagunas que causa un progreso
donde se arreglan los desperfectos causa­ disgregador e historias de sentido que Sil* .
dos por la ciencia. Veamos cómo. plan la desorientación que conlleva el de­
El proceso de modernización, pilotado sarrollo científico, ayuno de valores. .
por la ciencia, causa «lebcsweltliche Ver- N ótese que se pide a la filosofía que’-“
luste» (pérdidas vitales) tanto en el sujeto compense, es decir, que rellene o disimule,),
com o en el objeto del conocimiento. Pri­ el vacío, pero reconociendo que a ella te
mero, en el sujeto. El sujeto del conoci­ falta capacidad cognitiva para fijar un ho­
m iento científico .— el científico— tiene rizonte cualquiera a la ciencia. A la filoso?..;:
que «neutralizar» todos aquellos com po­ fía y a la «literatura» le está vedada todaj
nentes subjetivos tales como la lengua, la forma de conocimiento, por eso no puede í
religión o la cultura, que constituyen su daf. satis facción a las necesidades q'ihsufi-'J
«Lebenswelt». La ciencia se escribe en in­ ciencias de la ciencia. Tan sólo cabe
glés y todos los científicos son intercam­ muladas.
biales. Esta escisió n entre «Leben» (la 4. Religión. Si ésto fuera así, el moder
vida) y «Labor» (el laboratorio) priva al polimitismo habría resuelto el conflicto en?; i
conocimiento científico de una dimensión tre mito y razón planteado en la DialektOl%
— la vida— sin la que no se puede vivir. der Aufidarung en términos trágicos rac-’|
En segundo lugar, un em pobrecim iento di ante una solución ciarcana a la comedia.;^
del objeto. La modernidad ha fabricado un D ice Taubes9 que -«la Loa del Polimitiíitjf
sujeto del conocimiento que es un «exper­ mo tiene lugar en el preciso instante enj
to», es decir, alguien «que sabe de cosas». que produce la crisis de la filosofía y del

» Cf. Marquard, O., «Über die Unvermeindlicbkeit 9 Taubes, J„ «Zur Konjuntur des Polytheismu
des Geistes Wissenschaften», en A p o lo g ie d e s Z u fä lli­ e n M y th o s u n d M o d e r n e ( h rs g .v . B o h r e ), p . 45 9 , 1

g e n ( S tu t tg a r t 1 9 8 7 ), p p. 9 6 - 1 1 3 .

690
RACIONALIDAD Y POLIM1TISMO

historia y en el horizonte de la autodescom- viviente natural, es decir, corresponde a


posidón de la filosofía, anunciada por He­ esa aparición todavía no totalmente disuel­
gel y Marx, en el contexto de la Teoría y ta, tan oculta a la mirada del hombre que
Praxis del marxismo». Habría que relacio­ éste no puede hacerse con ella (con la apa­
nar entonces la vuelta de los mitos con el rición fantasmal); sólo puede, en el mejor
«fin de la filosofía»: la verdad y la realidad de los casos, ocultarse en ella gracias al
se habrían encontrado en un punto — en el poderío que ejerce sobre é l» 11. El destino
de la ciencia— y fuera de ella quedaría este toma al hombre pues por un ser natural, es
inmenso divertimento de contar historias. decir, por lo que fue antes de que accedie­
También cabría descifrar esta «vuelta» des­ ra al uso de la libertad; esta reducción al
de la Ideologiekriltk (mejor: la Ideo-logie- estado natural se hace de una manera ver­
kriiiky. /.acaso no proclamó hace unos años gonzante, com o ocultando al hombre su
la revista Time al robot «hombre del año»? propio ser, para que de esta manera, des­
Pero no es ésa mi intención. Lo que, por provisto de su libertad y razón, busque co­
el contrario, pretendo, es ampliar el campo bijo en una fuerza superior que sólo existe
problemático sometiendo a crítica un plan­ porque se le niega ser él mismo.
teamiento, como el que yo hasta ahora he El hombre es pues culpable como lo es
hecho, que reduce los contendientes a dos: la naturaleza caída a los ojos de su crea­
ai mito y al logos. Quisiera invitar al deba­ dor. Adviértase que en la tragedia griega
te a un tercer miembro, relegado y olvida­ «naturaleza» no tiene la connotación posi­
do, pero siempre presente: a la religión. tiva que hoy dom ina entre nosotros. El
Decía Hermann Cohen que «el mito tie­ don de la bondad natural es, según Benja­
ne sus más hondas raíces en el concepto min, un invento de la comedia. D e ahí que
de culpa, Ese es el destino, elfatum al que el destino del héroe en las tragedias grie­
no escapan ni los dioses. Ahora bien, si se gas sea la expresión eminente de la caída
concede a la religión la capacidad de ge­ culpable del hombre en lo natural.
neración del individuo, podrá establecerse Y, junto a la culpa, la infelicidad. La
entonces la diferencia entre mito y reli­ culpa se paga con la infelicidad. Hasta tal
gión. En la culpa mitológica el hombre no punto está unida la infelicidad al mito que
es tomado por un individuo sino por un para ser feliz hay que escapar al embrujo
engendro de sus m ayores»10*. Tenem os del mito. Y Benjamin recoge el dicho de
pues que lo que caracteriza al mito es su Hölderlin «quien llama dioses bienaventu­
concepto de culpa y en eso se puede ver la rados a los que no tienen destino». Feliz es
profunda diferencia entre mito y religión. el dios que escapa al destino. Y si en «algún
Años después W. Benjamin desarrollará momento encontramos a algún hombre fe­
estas ideas en «Schicksal und Charackter». liz no es porque se le recompense su ino­
Frente al destino, comenta Benjamín, todo cencia sino como tentación para una más
hombre es culpable, antes incluso de que severa inculpación. Bienaventuranza, feli­
tome cualquier decisión: «el destino es el cidad, inocencia o justicia sólo se dan fue­
medio ambiente culpable del viviente. Y ra de la órbita mítica, lejos pues del campo
tal medioambiente es el propio de un ser de influencia del mito.

10 « D e r M y th o s h a t e in e n s e i n e r t ie f s t e n U r s p r ü n ­ n a u e D i f f e r e n z v o n R e l i g i o n u n d M y th o s h e r a u s s te ­
g e im B e g r if f e d e r S c h u ld . S i e i s t d a s V e r h ä n g n is , i le n . B e i d e r m y th o l o g is c h e n S c h u l d i s t d e r M e n s c h
das F a tu m , d e m d i e G ö t t e r s e lb s t u n t e r w o r f e n s in d . n i c h t e in I n d i v i d u u m , s o n d e r n v i e l m e h r d e r S p r o s s
Und a u s d i e s e r A t e , d e r S c h u l d v e r b l c n d u n g , i s t d ie s e i n e r A lm e n » . C o h e n , H ., Die Religion der Vernunfi
T ra g ö d ie e r w a c h s e n . W e n n w i r n u n a b e r d e r R e l i ­ aus den Quellen des Judentums, 1 9 7 .
gion v e rm itte ls t d e r 5 c h u ! d d ie E r z e u g u n g d e s I n d iv i ­ 11 B e n j a m i n , W ., GS 1 p . 1 7 5 .
duums z u e rte ile n , s o w i r d s ic h h i e r w i e d e r u m d i e g c -

691
RACIONALIDAD Y POLIM ÍTISM O

Esta situación de culpa e infelicidad, in­ no cargará con la culpa del padre, el padre
dependientemente de la libertad del hom­ no cargará con la culpa del hijo; sobre el
bre, se institucionaliza en algo así como justo recaerá su justicia, sobre el malvado
una culpa genealógica: no sólo el padre recaerá su maldad» (Ez. 18,20).
paga por una culpa que no ha cometido En ese esforzado intento por descubrir
sino que el hijo tiene que pagar por la cul­ algo así com o el código genético de la
pa de lo s padres. N ada más extraño al subjetividad («Urgeschichte der Subjekti­
mito que la individualización de la culpa. vität») este pasaje ofrece una perspectiva
Pues bien, dice Benjam ín, nada tiene radicalmente diferente de la que hemos
que ver la religión con el destino, y, por visto en la Odisea, que era el referente de
tanto, con la culpa y la infelicidad propias la DA. El «código genético» de la Odisea.
de i mito. En efecto, «un orden cuyos con­ hace de Ja subjetividad humana un laberin­
ceptos constitutivos sean los de infelicidad to por el que se puede correr pero no esca­
y culpa y en cuyo interior no haya una ca­ par; es la simbiosis de mito y logos. Los
lle que copduzca a la liberación, un tal or­ profetas, por el contrario, separan radical­
den no puede ser religioso, por mucho que mente el mito de la libertad.
un mal comprendido concepto de culpa No es difícil detectar que un exceso de
haya tenido que ver históricamente con la culpabilidad — com o la que propina el
religión». Y un poco mas adelante: «lafun- mito— acaba siendo, por defecto, una ex­
damentación del concepto de carácter (la culpación del sujeto. En la religión, por d
otra pata del mito) hay que buscarla en un contrario, la individualización de la culpa
ámbito natura], ámbito que tiene que ver lleva a una radicalización de la culpabili­
tan poco con la ética o la moral como el dad. Esto se pone de manifiesto en dos mo­
destino con la religión». mentos. En primer lugar, al remitir el prin­
Cohén se centra en la individualización cipio de la subjetividad a la conciencia de
bíblica de la culpa que es lo que se opone culpa. El sujeto toma conciencia de su li­
al núcleo sustantivo de lo que es el mito. bertad al sentirse culpable: la genialidad de
Pues bien, en la B iblia es fácil observar Ezequiel es haber descubierto la culpa in­
cómo durante un largo período de tiempo dividual y el haber fundamentado al indivi­
se repite el convencim iento mítico de la duo en la conciencia de su culpa1-. O. di­
«culpa genealógica»: los hijos tienen que cho de otra manera, la historia de la Inmu­
pagar por las culpas de los padres. En Exo­ nidad comenzará tras la semana mítica, es
do. 24, queda patente la fuerza del mito: la decir, en el octavo día de la creación: d día
culpa y la expiación es el lazo místico que que se descubrió libre tras haber pecado.
une a las generaciones pasadas y deLermina Pero hay algo más. Esa relación entre'
la lógica de los acontecimientos en el seno culpa y libertad, esa conciencia de culpa
de los pueblos. Con los profetas Ezequiel y se produce en el tiempo, en el seno de uru
Jeremías, sin embargo, se rompe el malefi­ sociedad marcada por la culpa (para Co­
cio mítico: «¿Por qué andáis repitiendo hen el «pecado original» es el de la |xthrc
este refrán en la tierra de Israel: "‘los padres za en el mundo). Imposible entonces diso
comieron agraces y los hijos tuvieron den­ ciar mi responsabilidad del hecho de la in­
teras"? Por mi vida os juro — oráculo del ju sticia en el mundo. Eso explicaría la
Señor— que nadie volverá a repetir este universalidad de la conciencia de culpa no
refrán en Israel» (Ez. 18,2-3). Y más ade­ en el sentido mítico de que uno es culpa
lante: «el que peca es el que morirá; el hijo ble por el hecho de nacer, tal y co m o a! In­

!Z «Jechskel unlerscheidel sich von d e n so zialen dividuums begründe! und dass er in ihr dio k—-»--
Prophetendadurch, d a ss er die Sünde a ls die des In­ duum enLdeukL hatv. eil Cohen, H„ n.c, p. - 1-

692
RACIONALIDAD Y POLIM ITI5M O / RA ZÓN HERM ENÉUTICA

rila el príncipe Segismundo en la obra La cortamos la querencia mítica de la eterna


vida es sueño de Calderón de la Barca reproducción, entramos en el tiempo y por
¿cuando dice que «el delito mayor del hom­ esa rendija facilitamos la entrada del M e­
bre es haber nacido», sino en el sentido de sías, que diría Benjamín.
Dostoievski: «todos somos culpables de 5. Para concluir cabría preguntarse si e
todo y yo más que nadie». Se trata, en este gran reto del mito no es tanto el logos cuan­
[ segundo caso, de reconocer la historicidad to la religión. Tenemos, en efecto, por un
H de la injusticia ante la que uno se encuentra lado, que la substancia de la religión se en­
f.eri el mundo: que no es algo «natural» ni cuentra en tomo a términos como responsa­
g impuesta por los dioses («m ítico»), sino bilidad (culpabilidad individual) — tiempo
itq u e.es histórica: algo producido por el como interrupción— el otro. Esa es la cul-
í , hombre y en el tiempo. El hombre tiene que Lura de la religión. La cultura del mito es
“ hacerse responsable del mundo injusto. la exculpación individual (¿inocencia?), el
^ ' Esta constante remisión del yo al otro. tiempo indefinido entendido com o «pro­
de. la libertad o autodeterminación a la res- greso», «evolución» o «eterno retorno».
É pbnsabilidad, es decir, esta conciencia de Este «Zeitmythos» no tiene en sí ninguna
^saberse esperado en la tierra por alguien razón para parar la máquina pues piensa
Stcon el que tenemos cuentas pendientes lo que tiene todo el tiempo del mundo y en
gMiiteipreta Levinas con el término de tiem- ese tiempo se resolverán los problemas. La
|t po. El tiempo es la posibilidad de un no- religión, por el contrario, sabe que sólo tie­
| v m , lo que sólo es posible si se rompe-el ne sentido haciendo suya la causa del otro,
Wcontinuiim, El sujeto o «existant» o el «Da- inierrompiendo «los tiempos que corren»
«Tsein» están condenados a la tautología: que son los nuestros y que no nos gustan.
Jfsolo el otro rompe esa dinámica del yo. Por O, dicho de otro modo: la religión sabe que
|¡ eso el tiempo es auirui, el oLro. Ahora el tiempo de salvación tiene un plazo («be-
bien, si el tiempo es el otro sólo hay tiem- frisLete Zeit»). Y es el otro quien puede in­
pó cuando hay interrupción. El tiempo es terrumpir el «continuum» que lleva al abis­
Hapocalíptico: no en el sentido de que anun- mo. Lo contraiio al «Zeitmythos» sería «die
Sfcíe catástofres futuras sino que sólo hay Geschichtc».
salvación si se corta el curso de los tiem- La vuelta de los mitos es una manera de
pos que corren que. ellos sí, nos llevan al expresar la insatisfacción por los tiempos
desastre. El primado de la responsabilidad que corren. Pero es también la mejor for­
É sobre la libertad es una forma de llamar esa ma de que se eternicen.
experiencia según la cual sólo hacienda

Í nuestra la causa del otro («Unterbreclmng») Reyes Mate

*v
(Razón hermenéutica
La razón es interpretadora. Ine1vi table­ una situación en el mundo, en la cultura,
armente nuestro conocimiento de la realidad en la historia, que nos posibilita al mismo
■éstá marcado por el sello de la finitud de tiempo que nos limita o nos unilateraliza
:perspectiva, de situación y de captación de nuestra visión de la realidad. Nuestro acer­
■sentido. No poseemos ningún saber abso­ camiento a la realidad está siempre media­
rto. Tampoco gozamos de ninguna posi- do por el lenguaje: es un conocimiento lin-
( ción privilegiada que nos procure acceso a güisiizado, que atraviesa los diversos obje­
la realidad en sí misma. Conocemos desde tos vistos com o sign os. La realidad es

693
RAZÓN h e r m e n é u t ic a

. j fundamentalmente simbólica. Conocer es esta primera formulación general. Es el


'i comprender e interpretar nuestra realidad. problema de la comprensión. Pero convie­
Este modo de ser interpretador de nuestra ne advertir el aspecto desviante que in­
f| racionalidad nos indica ya el modo de ser troduce la tensión entre una pretendida
hermenéutico de nuestra condición huma­ orientación hacia la captación objetiva de
na: situada, mundana, proyectada, oyente. lo dicho en el texto y la pretensión de dar
El pensamiento moderno es muy cons­ cuenta de la subjetividad del autor (inter­
ol dente de este carácter hermenéutico de la ra­ pretación psicológica). La problemática se
cionalidad y del ser humano. Es una de sus agudiza todavía más con la generalización
} aportaciones a la reflexión sobre la racionali­ hermenéutica efectuada por W. Dilthey.-
dad y la ontología. Pero no ha sido fácil al- Estc pensador incorpora a la problemática
: i canzar la consciencia plena, ni el camino deja A] de la interpretación el conocimiento hisió-
í de estar plagado de obstáculos y trampas. Í { rico que había tenido tan extraordinario de­
sarrollo en la cultura alemana del siglo XIX.
El texto a interpretar es ahora la realidad
El camino hacía la universalización
-V (socio-histórica), que es el gran documen­
hermenéutica "i to de) hombre y la expresión fundamental
de la vida. ¿Cómo se comprende un hecho
La problemática de la interpretación de (texto) del pasado?
los textos religiosos y clásicos, de las le­ Dilthey va a inclinar la cuestión de la
yes, etc. es conocida desde antiguo. El es­ , inteligibilidad de lo histórico hacia el lado
fuerzo por hacer justicia a los textos, a la m epistemológico. Frente al enorme desarro-
objetividad de lo dicho; condujo a la for­ • ' lio y prestigio del conocimiento científico
mulación de reglas de interpretación que ^ . natural, trata de encontrar la distinción del
[ terminaron formando un entramado disci- Un conocimiento histórico, interpretador, en
| plinar («K unstlehre»), Se le reconoce a * la peculiaridad del objeto de las ciencias
I Schleiennacher el mérito de avanzar mas del espíritu («Geistswissenschaften») y tajá
í'j allá de las reglas y recetas de la exégesis necesidad de un conocimiento diferentcí'rií
bíblica y la filología clásica, hacia el plan- Alcanzamos así la distinción que recorre j.“‘
kÍ teamiento del problema general de la her­ toda la obra diltheyana entre la explica-
pil menéutica. Había que responder al proble­ cían («Erkláren») de las ciencias naturales ’5]
ma del significado de los textos a partir de ¡V y la comprensión («Verstehen») de l a í ^
¡\i la captación de la polisemia de las palabras
'II y.del diferente contexto del locutor y audi-
V9 ciencias(del espíritu. Dos estatutos dife-
rentes del conocimiento, que hacen justi-~g
| tor. Nos vemos necesariamente referidos a cia a dos tipos de órdenes, el natural y d j |
V la tarea del discernimiento, de la interpre- hum ano. Una polém ica («M ethodens-íp
|1 tación. Es decir, nos tenemos que plantear, treit») que no ha cesado, hasta inclusCÜÉ
^r*cómo podem os conocer lo dicho en los nuestros días, de enfrentar a ep istem ólo^
'/ij textos situados en contextos diferentes gos y metodólogos de ambos bandos éáj j
^ | (problema de herencia kantiana acerca de
la posibilidad del conocimiento), y cómo
podemos conocer lo que el hablante o au­
[ búsqueda de relevancia científica. Pe
! vía del «Verstehen» volvemos de nuevo A
i poner el acento sobre la psicología coi
tor nos ha querido transmitir (problema de ciencia fundamental del actuar humano i
herencia romántica acerca de la relación
viva con el proceso creador y su autor). Í dividual en la sociedad y la cultura, e á j f
historia. La hermenéutica sigue debatí^
\Ji ¿Cómo formular reglas, leyes universales
¡A de la comprensión («Verstehen»)?
* N os hallamos ya en el centro del proble­
* dose entre la cuestión de la objetividad'
de la subjetividad, de las reglas filológic
y de la psicología comprensiva. Pero algO^
ma hermenéutico tal como se plantea en ha quedado claro: el campo hermenéuti
)!
694
R A Z Ó N HERMENÉUTICA

es tan amplio como ¡a vida misma, como Gadamer parte de una doble experiencia j
la historia univcrsat, P. Ricoeur dirá que que podemos tener con el objeto de arte,
Dilthey coloca el problema hermenéutico con las tradiciones históricas y con las co- *
frente a una gran aporía: si la comprensión sas dichas en el lenguaje. Por una parte,
tiene que versar sobre lo que dice el texto experimentamos la distancia alienante o
o sobre aquel que se expresa en el texto; extrañamiento («Verfrcmdung») respecto
el objeto de la hermenéutica es sentido del al objeto de arte, la historia o lo dicho:
texto y su referencia, o lo vivido que se nada se me da en directo; todo se ofrece [j
expresa en él. mediatamente y con el peligro del malen­
Mientras la problemática diltheyana re­ tendido. Pero la distancia no agota toda |
corría, desgarrada y tensa, la epistemolo­ nuestra experiencia, Existe, por otra parte,
gía hermenéutica, iba a acontecer un giro la exp erien cia de la pertenencia: el ser |
copermeano: la llamada segunda revolu­ captado por el objeto de arte, el saberse
ción hermenéutica. Se trata de romper el precedido y habitado por las tradiciones y [
cerco epistem ológico que circunda a la por las palabras, imágenes, de las grandes ^
cuestión hermenéutica. Hay que mirar más creaciones de la lengua. Tomamos con- 1
allá o antes de la problemática del conoci­ J , ciencia así de que la tradición, la autori­
íU
miento interpretador hacia la condición l\ dad, el pre-juicio constituyen nuestro ser y
ontológica del ser interpretador. M. H ei­
degger y H.G. Gadamer son los grandes
i/¡ nos posibilitan el conocer lo nuevo, distin­
1\ to y verdadero. N o hace, justicia a nuestro
representantes de este giro ontológico. ser ni conocer la pretensión (idealista y
La nueva cuestión que se plantea es la desm esurada) de la reflexión critica de
siguiente: no cómo conocemos, sino, ¿cual limpiar todo prejuicio y tradición. Antes I
es el modo de ser de este ente que no exis­ de la crítica estoy situado, puesto, en una {]
te si no es interpretando? tradición. La historia me precede y no la .
La analítica transcendental heideggeria- abarco ni en su pasado afectándome hoy, |
na va ir descubriendo los caracteres olvida­ ni en mi presente y efecto histórico poste­
dos de este ser hermenéutico: un ser-ahí rior. Esta conciencia de la historia efectual I
(«Dasein»). situado en un lugar del mundo («W irkungsgeschichtliches Bewuss'tsein»)
(ser-en-el-mundo), histórico, impelido a la mantiene abierta e inacabada a toda Ínter- j
comprensión («Verstehen») por su ser-con prctación y posibilita su condición antici- j
otros en el mundo, ser-para-la muerte y por pativa. ..........................
lanío sometido a la angustia; un ser dotado Aquí mismo, surge para muchos autores
de una estructura de anticipación que ex­ (Habermas. Ricoeur) una pregunta hecha
plica que su conocer sea siempre pre-com- sospecha: ¿cómo es posible introducir una
prensión; ser en el mundo cuya articula­ instancia crítica en la tradición, la autori- i
ción significante se muestra en el lenguaje. dad, el pre-juicio? ¿Estamos a merced de
Heidegger replantea en clave de ontolo­ la historia efectual?
gía fundamental las cuestiones de la her­ La respuesta de Gadamer camina por
menéutica. Aquí radica su mérito y origi­ mostrar la dialéctica que existe entre ex­
nalidad. Pero, si abre el camino desde la trañamiento y pertenencia: una tensión o j
epistemología a la ontología, no ofrece ca­ distancia que posibilita la toma de con- 1<¡
mino de vuelta. Las cuestiones planteadas ciencia histórica y crítica. A sí mismo, la
por Dilthey quedan sin responder. d ialéctica participación y distanciación
Este déficit epistemológico de la ontolo­ con su juego de diversas interpretaciones f
gía heideggeriana ha sido visto por Gada­ abiertas, muestra un horizonte susceptible á
mer, cuya obra quiere tender un puente para de retracción y de ensanchamiento. Es de­
el tránsito de un lugar a otro. No en vano su cir, estamos ante una fusión de horizontes
obra capital se denomina Verdad y Método. («Horizontverschmelzung») que nos abre

695
RAZÓN HERMENÉUTICA

a una pluralidad de interpretaciones (y su general se puede entender como texto au-


confrontación y conflicto) en un proceso tonomizado respecto al autor y se le puede
que no es único ni cerrado. aplicar la metodología de la dialéctica ex±_
Finalmente, Gadamer ha mostrado el ca­ plicación-comprensión, sin perder las g a ­
rácter lingüístico de toda experiencia hu­ nancias de la ontología fundamental. :
mana: nuestra pertenencia a una tradición, La teoría postempirícista de la ciencia
nuestra interpretación de acontecimientos,
objetos de arte, pasa por el lenguaje. So­
II actual, es consciente cada vez más de que
en el pretendido paradigma explicativo, ló­
mos, vivim os, nos com prendem os en el
diálogo, en las cosas dichas. Se sienta aquí
*)lg ico em pírico, de las ciencias naturales
también se da, inevitablemente, un momeiK
‘ el tránsito a la escritura, al texto. to interpretador. Los hechos están siempre
f Autores como P. Ricoeur ven en Gada- cargados de teoría (Hanson), por no citar los
•J mer la permanencia irresuelta de una alter­ ÍX ineludibles modelos o paradigmas mentales
nativa entre la distanciación alienante y la de conocimiento científico predominantes
participación por pertenencia. N o se termi­ en una comunidad científica (T. Kuhn) que
na de encontrar el camino de ida y vuelta *1 posibilitan el ver o no, determinados proble­
entre ontología y epistemología, verdad y mas, anomalías, etc.
. método. P. Ricoeur va a proponer asentar- W D eten em os aquí nuestra breve visión
se definitivamente en el texto como para­ histórica del proceso de des-region al ida­
$
digma de la distancia y la comunicación, ción de la hermenéutica o de universali­
j El texto revela la historicidad de la expe- zación de la misma, Al final de este proceso
'' rienda humana hecha de comunicación en queda basLante claro el carácter inevitable­
y por la distancia. mente interpretador de nuestro conocimien­
El paradigma de la interpretación tex- to. La razón es interpretadora. La herme­
! tual que propone P. Ricoeur se caracteriza néutica es condición del ser humano.
‘ por: 1. la fijación de la significación; 2. la :1 Hemos dejado apuntados varios proble­
>j disociación con la intención mental del au­ mas que aparecen cada vez que nos las te­
tor; 3. el despliegue de referencias no os- nemos que ver con la interpretación. Uno
, tensivas; 4. el abanico universal de desti- de ellos, largamente discutido desde el si­
; natarios. A estos cuatro rasgos los deno- glo xtx , es el carácter científico de las
Lmina P. Ricoeur la objetividad del texto. ciencias del espíritu o relación entre la ex­
De esta objetividad se deriva la posibili­ plicación y la comprensión. El segundo,
dad de un tratamiento científico objetivo procede de la confrontación entre el pen­
'j del texto en el sentido del «Erklären» o samiento crítico reflexivo y la hermenéuti­
, explicación. La objetividad misma del tex- ca. Detengámonos brevemente en ellos.
I to lo exige. Y dada la condición de texto
situada también en la esfera de los signos,
la explicación se ve confrontada con la La dialéctica explicación y comprensión
com prensión. Se produce así un m ovi­
miento doble o dialéctica entre la com ­ El predominio de las ciencias naiurjló
prensión que apunta a la explicación y de y su extraordinario éxito medido en logro»
ésla hacia aquélla. tecnológicos, ha propiciado una cierta dic­
La ventaja de substituir el paradigma tadura de la metodología procedentes Jr
estas ciencias. Se creyó y aceptó durante
c clásico de la hermenéutica de la situación
de diálogo por la del texto, además de pro­ mucho tiempo que científico sólo cu re
porcionar una respuesta a la problemática som etido al paradigma lógico empinco.
«Erklären-Verstehen», es la de proporcio­ entendido frecuentemente, de una torre.»
nar un paradigma aplicable a todas las muy positivista, sin sujeto ni subjeti»i¿*í
ciencias sociales. La acción humana en que pudiera errar. Desde esta sensibilid-fU.

696
RAZÓN HERMENÉUTICA

que tuvo en los representantes del Círculo un campo limitado de construcciones posi­
de Viena a sus últimos grandes represen­ bles; segundo, porque podem os someter
tantes filosóficos, no tiene nada de extraño nuestras conjeturas a cierta contrastación o
que las reflexiones diliheyanas en tomo al falsificación. Es decir, se pueden someter
«Verstehen» sonaran a puro psicologismo. las construcciones teórico sociales a cons-
O. Neurath comparó la ayuda proporcio­ trastación lógica y falsificación empírica.
nada por la metodología comprensiva con Hay que aceptar que nos moveremos dentro
la procedente de un café: un estimulante de una lógica de la incertidumbrc y la pro­
quizá para el científico, pero sin valor nin­ babilidad cualitativa, lo cual proporciona a
guno a la hora de la declaración científica. Jas ciencias humanas y sociales un carácter
Hoy día, es dudoso que se pueda negar el de metodología por convergencia de índi­
carácLer interpretador de todo saber, inclui­ ces o indicadores. Pero aquí mismo, en este
do el de las ciencias naturales. También el primer proceso advertimos ya la mutua im­
paradigma fuerte de las ciencias está some­ plicación o dialéctica entre explicación y
tido a la subjetividad, la polisemia de un com prensión. La conjetura req uiere la
sistema como es el lingüístico, a los para* constrastación de la validación o falsifica­
digmas científicos predominantes del mo­ ción, la comprensión, en suma, requiere y
mento, de las escudas y de los «juegos de exige la explicación. En caso de conflicto
lenguaje» (Wittgenstdn). No se puede salir de interpretaciones, se da así mismo la ne­
de la razón hermenéutica. Aceptada esta cesidad de la contrastación mutua o falsifi­
realidad, que aproxima los planteamientos cación. Sin duda, nos conducirá a la inter­
y situaciones de las ciencias naturales a las pretación más probable dentro de la insupe­
del espíritu o humanas y sociales, sin em­ rable lógica de la probabilidad subjetiva. Y
bargo, nos tenemos que plantear cómo se no habrá verdadero punto final: siempre
conjuga la explicación con la comprensión. será un veredicto al que se puede apelar
Refiriéndonos a las ciencias sociales, desde otra construcción.
donde más agudamente se ha planteado el La interpenetración exp licación /com -
problema, diremos que d camino entrevis­ prensión puede verse desde la explicación.
to por P. Ricoeur es el más provechoso. Analizar una realidad social, con su pro­
Tomada la realidad social como texto ob­ fundo simbolismo, requiere dar cuenta de
jetivo se entiende un doble movimiento en su momento estructural. Exige un análisis
el que quedan entrelazadas la explicación objetivo de lo que dice la cosa m ism a.
y Ja comprensión. Pero, al mismo tiempo, el movimiento de
Un primer m omento del proceso de cualquier anáfisis socio-cultural empuja
comprensión mismo de la significación deí hacia una semántica más profunda: abre
hecho social, exige situarlo en un contexto hacia un mundo posible a través de la m e­
social, ubicarlo en un entramado de otros diación misma de lo expuesto. La explica­
hechos dentro de los que adquiere signifi­ ción se convierte así en la mediación hacia
cado. Este proceso de auténtica reconstruc­ la comprensión del sentido profundo del
ción de un texto en tamo que todo, nos re­ texto (hecho social). El análisis objetivo,
mite a un círculo o espiral interpretativa. estructural, nos permite no una visión in­
Estamos som etidos a la conjetura. Hay tuitiva de algo subyacente al texto, sino
que conjeturar a partir, inevitablemente, que nos permite mirar de una forma nueva
de visiones pcrspectivUricas. De aquí que el texto y comprenderlo en la referencia a
el hecho social abra a una pluralidad de lo que habla a través de lo que dice.
lecturas y de construcciones. Pero no esta­ Entendidos de esta manera la explica­
mos en la pura arbitrariedad: primero, por­ ción y la comprensión se entrelazan y for­
que, a pesar de la llamada específica pluri- man parte del inevitable círculo herme-
vocidad de la acción humana, siempre hay néutico de la interpretación científica.

697
RAZÓN HERMENÉUTICA

Crítica y herm enéutica Los filósofos de la religión y los habi­


tuados a tratar con la razón simbólica res­
Hay una reticencia frente a la insistencia ponden que el símbolo es el límite de la
hermenéutica de nuestra condición situada razón hermenéutica. En el símbolo se está,
en una tradición y cultura, con sus pre-jui- se participa de él. pero no se tiene con­
cios y elementos dados por supuesto. Esta ciencia refleja. En el momento en el que
rehabilitación del prejuicio, la tradición y sometemos a interpretación al símbolo le
la autoridad, ha despertado la sospecha de abandonamos y nos situamos como espec­
una vuelta, a través de la hermenéutica, ha­ tadores del mismo. O quizá mejor, no pue­
cia posiciones precriLicas. La polémica se do interpretar el símbolo porque siempre
encendió entre Habermas y Gadamer. estoy dentro de él, de un espacio simbóli­
El resultado ha sido dejar claro el inevi­ co, aunque no totalmente. De aquí que el
table momento prerreflexívo de nuestra símbolo sea lo interpretante y no lo inter­
condición histórica y de nuestro conoci­ pretado, aquello que me coim plica con
m iento situado. Pero también ha servido todo sin confundirme ni incomunicarme
para anunciar o denunciar una proclividad con ello.
hacia la asunción acrítica de la tradición. Según esta concepción mas allá de la
Se necesita la reconquista del momento re­ realidad hermenéutica está la realidad sim­
flexivo en la dimensión histórica. bólica: lo real es simbólico. Si esto es así,
La introducción de la instancia crítica se entonces la consciencia o experiencia de -
puede recuperar si mantenemos el momen­ esia realidad simbólica no es monista ni
to hermenéuiico de la distancia. Asumir dualista: es una consciencia no refleja.
positivamente el distanciamiento como la Nos hallamos ante otra posibilidad de ac­
posibilidad para introducir el momento de ceso a lo real. La razón sim bólica nos
la reflexión crítica. Entre la lejanía de lo abriría a esa realidad sin excluirnos de
dado y la cercanía de lo que me capta, sur­ ella.
ge la toma de conciencia histórica y la po­ En suma, la razón reflexiva es radical­
sibilidad de distanciarme criticamente de mente hermenéutica y la interpretación la
lo que hay y se me da com o natural y ob­ condición del ser humano. Pero la expe­
vio. A parecen horizon tes d iversos. La riencia simbólica nos dice que en el límite
misma fusión de horizontes y la posibili­ lo real es simbólico y la vía de acceso es la
dad de diversas interpretaciones de lo leja­ razón o consciencia simbólica. El pensa­
no y de lo abierto, es otra de las condicio­ miento filosófico trata con ambas expe­
nes que permite el ejercicio de la critica. riencias. •
Claro está, que jamás podremos obtener
una transparencia total sobre nuestras raí­
ces o espaldas: la condición situada del Bibliografía v
hombre y de la razón no permite esa ilu­
sión. Estamos en una tradición e historia. Gadam er, H.G., Verdad y Método, Sigue- '
Permanece siempre la interpretación. me, Salamanca, 1977. ;
— , Verdad y Método II, Sígueme, Sala- A
manca, 1992.
El limite de la razón hermenéutica P anikkar, R., «Símbolo y simbolización.^
La diferencia simbólica. Para una lectura^
La razón, parece deducirse de las reflexio­ intercultural del símbolo», en Kerényi, ^
nes anteriores, es hermenéutica. Pero ¿no K., N e u m a n n , E., S c h o l e m , G., y HilL7|
hay un límite para este carácter interpretador MAN, J., Arquetipos y símbolos colecti-‘:%
de la razón humana? ¿Toda la razón es inter­ vos. Círculo Eranos Anthropos, Barrii
pretadora? celomi, 1994, pp. 383-415. _ /* ¡¡

698
RAZÓN HERMENÉUTICA i REALIDAD Y SIGNIFICADO

RlCOEUR, P., Le conflict des interpréta­ SCHNÄDELBACH, H., Philosophie in Deutsch­


tions. Essais d ’Herméneutique, Seuil land !8 3 J-1933. Suhrkamp, Frankfurt,
Paris, 1969. 1983.
— , Du Texte à l'action. Essais d ’her­
méneutique. Seuil, Paris 1986. José María Mardones

Realidad y significado
La concepción de la realidad rnisma del dinámica— si es antes la actividad mental
mundo ha venido siendo en Occidente in­ o el cerebro, sobre todo cuando la Nueva
suficiente y sesgada, por eso ni las ciencias Física presenta a la materia como la resul­
ni la reflexión filosófica (especialmente en tante perceptiva de una serie de ondas y de
Gnoseología) han acertado a enfocar ni su campos electro-magnéticos. A sí se disuel­
naturaleza ni la complejidad de sus compo­ ve la entidad masiva del «encéfalo», mien­
nentes, y algo tan humano como el lengua­ tras que la actividad mental, cohesiva y
je y el valor de su significación ha sido una sintetizadora, queda intacta.
y otra vez tergiversado. Desde los griegos, El principio de Thorndike («todo lo real
y a pesar de la aparente superación de la es medible, lo no medible no es real»), se­
metafísica por el Empirismo, por Kant y gún el cual no habría otra realidad posible
por la Fenomenología, o por los «maestros que la que se sitúa en el campo de los sen­
de la sospecha», se ha venido perpetuando tidos orgánicos, es a todas luces gratuito,
la categoría de «sustancia» y la visión del desde un enfoque realista (y propio de la
mundo real como un conjunto de «sustan­ Física nuclear) de las múltiples posibilida­
cias» dotadas de propiedades «accidenta­ des y niveles de darse lo real. Por lo me­
les» y en mera interacción mecánica. nos es dudoso, ya que se dan otros estados
También se ha perpetuado una dicoto­ de la «materia» que no son accesibles a los
mía absoluta de «m ente/cosas» y Lévi- sentidos orgánicos de la especie humana.
Strauss en la «ouverture» de sus Mitológi­ El positivism o en cuanto ideología (o
cas (1967, T.I. p. 18) acaba concluyendo «creencia», que profesaba Thorndike) se
de la sistematicidad de los mi ios la «ine­ debía al supuesto de que las ciencias, occi
luctable» comprobación de que «la mente dentales de principios del siglo xx consti­
es una cosa entre las cosas». Por lo visto la tuían el logro sumo y definitivo del cono­
sistematicidad sólo puede proceder de la cimiento objetivo y fiable. Pero desde un
materia, lo cual es una petición de princi­ enfoque antropológico las ciencias- o c c i­
pio, pues más bien la sistematicidad pare­ dentales se reducen a un fenómeno socio­
ce provenir de la lógica, y ésta es mental. lógico que ha desarrollado unos principios,
Lo mismo que la Neurociencia cuando unas técnicas específicas y unas caracterís­
afirma que la mente no es más que la acti­ ticas metodológicas y epistémicas, referi­
vidad «neural» del «encéfalo», sin caer en das a áreas de realidad muy determinadas,
la cuenta de que el «encéfalo» y sus neu­ precisamente aquéllas que son accesibles,
ronas son el resultado de una observación en principio, a los sentidos orgánicos de
y de un filtraje de la energía estimular de una determinada especie zoológica.
las sensaciones realizados por la mente (o Inferir de todo ello que la realidad en su
si se quiere por el mismo cerebro): no está totalidad sea descriptible en términos de
pues muy claro — en el orden de prioridad «objeto-de-los-sentidos» y explicable m e­

699
REALIDAD Y SIGNIFICADO

diante estas categorías es ya «metafísica» mediante el juego pautado de diferentes ti­


popular, pues las ciencias occidentales lo pos de cadenas semánticas que se han ido
más que han ofrecido hasta el presente (en formando en la historia de la especie, en el
este terreno, aunque en su eficacia han ve­ seno de una praxis.
nido siendo muy válidas) ha sido una ex­
;}: * *
ploración radical y profunda de la dinámi­
ca que subyace en aquello que los sentidos La primera certeza que podemos obte­
perciben como «objetos» y unos modelos ner, en cuanto punto de partida de una re­
lógicos sofisticados, es decir unos cons- flexión acerca del mundo-real es la de
tructos irreales. Es decir, que las ciencias una indeterminación radical de éste, que
occidentales han creado un mundo concep­ corresponde a un desfondamiento de parte
tual y se han servido de unas representa­ del sujeto humano (o no determinación au­
ciones irreales, gracias a las cuales se ge­ tomática, pre-programada por naturaleza,
neran técnicas eficaces para manipulación para conocer, pensar, valorar, optar y or­
de las sustancias sensibles: las ciencias ganizar (a conducta y la convivencia del
aciertan en los procedim ientos técnicos modo más lógico posible; cf. El Hombre,
que generan, pero probablemente no, y noción científica , cap. 11) y la de una
desde luego no definitivamente, en la vi­ constante mediación de filtros y de cade­
sión que dan de la realidad total. Para lo nas sé micas implantadas subconsciente­
cual carecen de recursos y de competencia. mente en los sujetos, que determinan ét­
O sea, que se ha dado un giro copemi- nica, local y epoc al mente aquel desfon­
cano de las intenciones del Empirismo del damiento primario y primitivo. Y tal vez
xvm al punto de llegada del Positivismo ante la provisoriedad y la contingencia de
del xix-xx. El Empirismo pretendía atener­ modas, vigencias y códigos imperantes se
se a lo estrictamente «dado» (lo mismo que hayan esforzado las sociedades humanas
el Positivismo decimonónico), por oposi­ por acceder, mediante las creencias, a lo
ción a los sistemas de conceptos abstractos consistente y trastemporal.
de la metafísica occidental, pero han aca­ Parece por lo tanto que habría de supe­
bado teniendo que construir otra serie de rarse la rígida dicotomía «mente/cosas» y
sistemas de constructos y de modelos lógi­ admitir una serie de tipos y de modos de
cos. para poder afirmar algo con rigor acer­ darse la realidad, intermedios entre la vida
ca de lo «dado», mientras que la Filosofía psíquica (que es algo bastante complejo) y
no positivista ha tratado de describir rigu­ la cristalización última de las supuestas
rosamente lo más concreto e inmediato de «cosas» (tal como la mente las percibe en
diferentes modos de darse lo real. su cotidianidad).
Lo más cierto y completo que hoy pue­ Para proceder con rigor hay que deter­
de afirmarse, desde la concreción filosófi­ minar que sea lo inmediato a la experien­
ca, la consideración integral de la antropo­ cia humana y se verá que no son las «co­
logía y la psicología dinámica, es que los sas» ni las sensaciones orgánicas que éstas
«objetos reales» en el mundo humano (los producen, sino las vivencias y por lo gene­
mundos de otras especies no nos son sufi­ ral la praxis : el hallarse los sujetos afecta­
cientemente conocidos, pero es altamente dos por una serie de intereses y de estímu­
probable que no se compongan de «obje­ los (no exclusivamente sensoriales puros),
tos») resultan de la interacción de las ener­ en cuanto se hallan concernidos por una
gías psíquicas (inconscientes, pulsionales, serie de relaciones y de comportamientos
emocionales, expresivas y mentales) de la Esto es lo más primario (detrás de todo
especie humana, con las generadas y cons- ello se percibe indirectamente la vida in­
teldas por y en los supuestos «campos elec­ consciente, que ya no es objetivadle ni e\-
tromagnéticos» de la llamada «materia». presable).

700
REALIDAD Y SIGNIFICADO

• En segundo término viene la afectividad, dos los demás contenidos de vivencia y de


x ; (lo que «se siente» en cada momento, an- percepción. Y en último lugar, ya sin per­
’// tes de fijarse en la configuración y compo­ cepción inmediata y concreta, sino m e­
ne, nentes de las «cosas»), las cenestesias o diante parámetros teóricos, se podría infe­
r" estados corporales y las emergencias de la rir lo que «naturaleza» sea más allá de las
l ..fantasía, estrechamente asociada a veces a sensaciones inmediatas, lo mismo que «más
ir. la afectividad (miedos, deseos, rechazos, acá» de las vivencias, las fantasías y los sen­
^' empatias, dolor). timientos se puede inferir la acción de una
V'-r.: En tercer o cuarto término aparecen en vida inconsciente, más sin percepción inme­
^ el campo de la conciencia las elaborado-“ diata en ninguno de los dos casos.
ncs racionales y las apreciaciones axiales: Puede suponerse que, produciéndose los
■■el hombre standard (el llamado «hombre- . procesos de cognición por este orden, re­
di de-la-calle») percibe antes y más vivamen- sulte bastante gratuito partir de las sensa­
-1 te ios valores y su repercusión emocional ciones como de «lo dado» y «objetivo» y
i!-, en su subjetividad (lo lilil/inútil, bello/feo, darles la primacía sobre los demás conte­
deseable/rechazable, cómodo/incomodo o nidos cognitivos de la intimidad afecti-
~ peligroso/fiable) que las «sensaciones» pu- vo/mental.
ras o los rasgos objetivos de los objetos,
# * *
para lo cual ba de realizarse una labor de
objetivación que no está a su alcance y en Así como decíamos que de parle del su­
cuya persecución — siempre aplazada— se jeto humano se dan dos propiedades bá­
I - han originado los sofisticados métodos de sicas que no es posible cuestionar — el
L las ciencias occidentales. «desfondamiento» y el juego de asociacio­
[' En un quinto lugar se sitúa un doble nes «semánticas»— , de parte del mundo
i ■ tipo de percepción: la de las presiones so- objetal se da otra propiedad, al menos per­
dales, el sentirse concernido por una vi- cibida por el sujeto humano (aunque es
r gencia o un deber (algo/mucho más evol- improbable que sea meramente subjetiva),
vente y condicionante que una sensación o que es i a de una sistematicidad estricta y
W- un estímulo sensible y que suele viven- generalizada (lo que, invirtiendo los térmi­
f ciarse por lo general en forma de cnvolvi- nos, motivó a Lévi-Strauss a afirmar que
■ miento y de facticidad insoslayable y no ia «mente era una cosa entre las cosas»).
como una deducción racional); el otro tipo Nada hay caótico, sino que todo, desde
r- de couociiiliento es el del interlocutor o las im plicaciones lógicas del f u n c io n a ­
t*'
y las personas, cuyos rasgos, actitudes, dis- miento mental, hasta la maduración de los
{:■ posiciones y habla comprometen, o al me- frutos, la cocción de los diferentes tipos de
nos se presentan aquí y ahora como un cerámica o de alimentos, la maduración
complejo objeto de conocimiento no infe- sexual o la elaboración de la organización
: rencial tampoco, y que se conocen córn­ del discurso humano o la de un proceso
er plexivamente sin advertir las sensaciones práxico (de producción, de educación o de
concretas que lo están produciendo (un re- trasformación de la sociedad), todo pre­
jT flejo, una arruga, un cambio de color), a senta un orden de piel ación de fases, de
g. no ser que se reflexione racionalmente y antecedentes y de consecuentes, de moti­
I con detenimiento acerca de ello. vación y de aceptación (en la relación
| Sólo después de estos términos de da- amorosa por ejemplo, y hasta en la activi­
I ción de objeto — y en el seno de estos pro- dad sexual), cuya inversión o cambio arbi­
L cesos y situaciones de la praxis— se po- trario malogra sus resultados.
§ dría llegar a percibir la sensación . pero. Hasta el ejercitar la libertad exige una
R como venimos diciendo, mediante un es- preparación, mediante un proceso de inde-
I fuerzo considerable de abstracción de Lo­ pendización de fijaciones y dependencias.

70]
REALIDAD Y SIGNIFICADO

üe motivaciones dinamizadoras de la ca­ tencia», el referente único es la propia den­


pacidad de optar y de organizar la conduc­ sidad asertiva o «cenestesia» concreta de
ta; y a la psicoterapia y a la cura de irregu- quien lo afirma y que atribuye más o me­
ralidad orgánicas o enfermedades les suce­ nos gratuitamente o con algún fundamento
de lo mismo. al «ohjeto real» que dice conocer.
Nada se da descontextualizado ni des­ Otro referente más vulgar, pero más tra­
vinculado de otra serie de estados antece­ dicional y propio de la Antigüedad, es la
dentes y conci mirantes, sino que «vale», dureza/consistencia de las piedras (por
«significa» e incluso es y se perpetúa con eso en Siria y en Perú se las adoraba como
una identidad determinada en cuanto inte­ divinas, o la divinidad se representaba
grado en una estrucura sistèmica, que a su com o betylo ó huaca, también compa,
vez tiene una lógica inmanente. Y a estos chinea, larca según sus diferentes tamaños
órdenes estructurales sisiémicos y a su lógi­ y funciones en la cultura/culto de Tahuan-
ca es a lo que llamamos «objetivo», mien­ tinsuyo o imperio incaico): lo real ha de
tras que a los productos materiales y con­ presentar la misma «insoslayabilidad*
creciones que de ellos resultan (de sus inte­ práctica de lo mineral. Pero esta supuesta
racciones energético/sistémicas) es a lo que solidez ha sido desmentida por la Física
llamamos objetal y «cósico». nuclear. Y lo que no tenía esta consisten­
Nada se conocería ni sería tratable si no cia cuasi mineral se consideraba y se sigue
fuera por su inclusión en alguno de tales considerando irreal o menos real, aunque
sistem as operativos, intrínsecamente in­ tenga mucha más trascendencia e influjo
corporados a la praxis y a la subjetividad en la praxis social y en el desarrollo de la
humanas, el primero de los cuales es el personalidad (habría que decir en lenguaje
lenguaje. Y sólo puede conocerse y mane­ coloquial que es más fácil saltar un muro,
jarse, aun en el área de las «cosas», sino sin consecuencias a largo plazo, que una
en cuanto significa, sea cual sea su «exci­ relación o una norma).
piente» o soporte material. Es el caso de la mayoría de los psiquia­
El objeto propiamente dicho del conoci­ tras actuales (y ahora más que nunca por;
miento humano no es la entidad material radicalización de las posiciones frente a la
de las «cosas», sino su significado y su Psicología Dinámica, tal vez) que afirman
posición dentro de un sistema de coorde­ ser la causa fundamental de las perturba­
nadas lógicas y simbólicas a la vez. Con ciones psicoafectivas una serie de factores
ello no pretendemos decir que el objeto orgánicos, mientras que los psicoterapeu-
real o la materia «no existan», ciertamente Las sostienen que son la calidad o ausencia'
existen, pero no emergen en el campo de de los afectos recibidos en la primera in­
la percepción y de la conciencia sino en fancia, las fijaciones, los modelos, la co­
cuanto dotados de alguna función práxica m unicación paradójica y el sistema de
(siquiera sea la de «obra de arte») e inte­ pautas de interacción familiar o las presior!
grados en un sistema significante. nes sociales, que para los organicistas son,
Si se pregunta por la «esencia» de algo algo «irreal», sin entidad consistente y ño-
siempre habrá de responderse por referen­ pueden «causar» nada apreciable (lo cual;
cia a un sistema contextualizador dentro es pura metafísica griega y medieval, por
de un determinado campo semántico. Lo lo que pasan por alto que en algunos casos'
irrelato es indefinible e incluso innomina­ la «mala noticia» es «causa» de la gastritis.
ble, si no es metafóricamente. Y no puede — supuesta una predisposición orgánica a'
hablarse de otra experiencia «inmediata». ello—- y no las gastritis «causa» de la mala"
Lo más cercano a ]a verdad es que, ade­ noticia).
más de estas contexlualizaciones, cuando a Esta proyección de la propia cenestesia
un objeto se le atribuye «realidad» o «exis­ de «estar siendo real», que el sujeto hace'

--. ■í
702 ' -'.-•i
REALIDAD Y SIGNIFICADO

sobre el objeto ocasiona tres fenóm enos (a partir de Sinith y de Ricardo; para Vau-
psicosociales sorprendentes: identificacio­ ban por ejemplo eran inexistentes la infla­
nes del pensamiento mágico, antropomor- ción o la oferta y la demanda), la Psicolo­
tla de objetos no humanos y viceversa, co­ gía (a partir de Freud y de Watson o o de
stilcae ion alienante del otro. W undt), la F ísic a nuclear (a parrir de
El hecho universal de que las realidades Bohr, de Schródinger o de Heisenber), el
en sentido fuerte resultan de la confluen­ Estado (a partir de la respublica y del D e­
cia de energía material (y psíquica) con la recho romanos) o la Filosofía y sus cate­
dinámica de las cadenas significantes en el gorías (a partir de los griegos o de los fe-
arrastre («vecciones») de u.na praxis, tiene nomenólogos). Gracias a las categorías ju­
otras dos consecuencias de importancia: rídicas y a las instituciones creadas por
Roma la sociedad adquiere una consistencia
A) Si las cadenas y paradigmas signifi­ real y una dinámica que se siguen echando
cantes (construidos desde ellas) pertenecen en falta allí donde la administración romana
a áreas diferentes, nunca las realidades in- no arraigó (Mesoamérica, Rusia o Brasil).
tramundanas presentarán una naturaleza Las terminologías y los modelos no son
común e isomórfica ni constituirán un mis­ «co sa s» ni tienen solid ez o apariencias
mo plano de realidad. materiales y localizables, pero el progreso
La creación de nuevos paradigmas y de las civilizaciones depende realmente de
lenguaje ha de originar una multitud, orgá­ ellas y no de las piedras, la vegetación o
nica y sistematizable, de nuevos objetos los accidentes del terreno. Con toda evi­
reales (inexistentes e insospechados antes: dencia son de mayor importancia para co­
por ejemplo los carburantes líquidos para nocer y manejar el mundo «real» — que en
motores industriales, y las máquinas y sis­ su mayor parte consta ya de los productos
temas de producción correspondientes), de estos sistemas— las nociones y los mo­
por lo general de mucha mayor trascen­ delos sumamente abstractos de la Física o
dencia y dinamismo que las «cosas» loca­ de la Economía, que los objetos «reales» de
lizares, desde siempre, en el mundo fami­ la experiencia familiar. La creatividad está
liar de las paredes, las calles y los muebles todavía de parte del pensamiento abstracto
No se olvide que durante cientos de miles y no de las «cosas» concretas, aunque aquel
de años las «paredes», los «lechos» y los no puede perder de vista lo concreto (más
«muebles» eran objetos inexistentes e in­ para tras formarlo con su eficacia) . . . .
sospechados y sólo eran reales y familia­ B) El conocimiento, la comprensión ob­
res las piedras, los troncos y ramas de ár­ jetiva de las áreas de realidad del mundo
bol y los huesos... Incluso las «calles» y consiste básicamente en la interpretación
las «carreteras», algo tan real y consisten­ que de sus estim ulaciones se haga, más
te, fueron inexistentes e insospechadas du­ precisamente a la luz de algún sistema de
rante muchos siglos de la historia, hasta significación: la mitologías, el arte, la-his­
que a los ingenieros romanos se les ocurrió toria, los géneros literarios, la filosofía, la
utilizar piedras adecuadamente preparadas teología, el Derecho y todas las ciencias
para embaldosarlas. de la materia y de la naturaleza o de socie­
Pero hay todavía más: baste recordar las dad son otros tantos sistemas de significa­
consecuencias productivas y modificativas ción para una interpretración creativa de
de la visión del mundo que ha tenido la las vertientes y de las posibilidades que
creación de las terminologías y de los mo­ ofrece el mundo «real».
delos de la Anatomía (por Vesalio y por Incluso las relaciones interpersonales,
Servet; con anterioridad a ellos la constitu­ las amorosas y las sexuales dependen de
ción interna del cuerpo y sus visceras eran una hermenéutica de expresiones, actitu­
en gran parte desconocidas), la Economía des e intenciones del «otro»; de modo que

703
REALIDAD Y SIGNIFICADO

una mala interpretación puede impedir que protohistóricos, importantes para la elabo­
exista amor, entendimiento o goce. ración de «sistemas de mundo».
No es posible afirmar que esta libera­
$ $ j>
:
ción humana de la estricta vida de los
De acuerdo con la concepción organi- sentidos orgánicos propia de los taxa del
cista y rígidamente materialista habría que H. babilis y del erectas por lo menos,
afirmar que e l Homo sapiens, sapiens haya supuesto una «desrealización» de la
(Cro-Magnon) se habría ido alejando inde­ especie humana, prácticamente un error
bidamente de la «realidad» al desarrollar de ¡a naturaleza, ya que la hacía centrarse
su capacidad de símbolo. Y sin embargo el más en el mundo de los sistemas, los sig­
arranque del progreso productivo (sociali- nificantes y las ideas, que en el de los fe­
zador y lógico) dala del desarrolla de los nómenos ¡físicos (que por hipótesis mate­
procesos de simbolización: para producir rialista serían las únicas realidades efecti­
mejor y cosas más útiles el hombre necesi- vas: Lévi-Strauss afirma en La Pensée
' taba alejarse suficientemente del acoso de Sauvage que «la Revolución Francesa no
los condicionamientos materiales del me­ ha existido», sino una serie de «organis­
dio e interpretar sus experiencias senso­ mos biológicos» coexistiendo en un tiem­
riales con ayuda de modelos simbólicos. po y en un espacio y realizando actos físi­
creados por él, más en función de expe­ cos de unos determinados efectos... Por muy
riencias más amplias que las meramente absurdo que esto parezca, desde un punto de
sensitiva. vista materialista tiene toda la razón, pues la
Consta que este arranque mental de lo «Revolución Francesa» es el producto de
sensitivo se produjo por lo menos hacia el una totalización hennenéuticu de la dinámi­
-60000, cuando se datan los primeros en­ ca «física» de la una especie zoológica de­
terramientos intencionadamente significa­ terminada. Pero ¿es ésto sostcnible?)
tivos en Shanidar (Iraq) y en La Ferrassie Es cuestión no suficientemente estudia­
(Francia) con diferentes posturas del di­ da la del origen de las cadenas significan­
funto, según su edad (los niños y los fetos tes que fueron permitiendo al Homo sa­
— hay inhumación de fetos— aparecen en piens «interpretar» los fenómenos físicos
posición supina, mientras que los adultos de modo diferente del de su mera dación
están en posición fetal) y se hacen ofren­ sensitiva.
das florales y animales sobre las tumbas Si adelantamos que la paulatina labor
(restos de polen y de carbonizaciones). hermenéutica incipiente del Neanderthal
El taxum Cro-Magnon ya es capaz de en cuanto se iba mínimamente separando
una mayor abstracción y por lo tanto rea­ del condicionamiento sensorial, fue gene­
liza modelados, tallas y pinturas, hasta rando durante varios milenios una serie de
llegar a la perfección y la amplitud de de­ totalizaciones de conjuntos estimulares,
sarrollo espacial en el M agdalen iense simultáneamente percibidos por sus senii-
(—20000, es decir 40.000 años después de dos/mente (ya dinamízada para distanciar­
aquellos enterramientos) hasta que en el se), que tuvieron un cuádruple efecto: la
-5 0 0 0 (período N eolítico) las primeras percepción objelivadora de «cosas» (no de
agrupaciones urbanas hacen posib le la constelaciones estimulares), la resultante
suma de esfuerzos intelectuales (cosa im­ de los significados (esas «cosas», al consti­
posible en tribus aisladas) que da ya el im­ tuirse en tales, representaban algo más \
pulso definitivo a un progreso acelerado distinto de su mera presencia física), la .ó.”
de generación de sistemas y de técnicas, tematización de esos significados — uno
empezando por las técnicas del cuerpo y propia ya del Cro-Magnon— y finalmente
las de la metalurgia, además de las tradi­ el lenguaje, al asociarse, según la dinámica
ciones culturales de los grandes santuarios del símbolo, determinados sonidos articu­

704
REALIDAD Y SIGNIFICADO

lados y fijos y con estructuras morfosin- cer humano no es quedar prendido el suje­
.tácticas flexibles los sentimientos, las inten­ to en la estimulación, sino inferir lo que esa
ciones y los deseos o las comprobaciones estimulación puntual en cada instante ma­
del momento (las «ideas» se irían generan­ nifiesta. Las sensaciones orgánicas — ad­
do después). mítalo o no el espíritu positivista— vehicu-
Estos orígenes desencadenaron una pro­ lan siempre «información» no orgánica y el
liferación de significados y de sus signifi­ objeto real del conocimiento de cosas reales
cantes correspondientes, aunque el hom­ no queda en sensaciones, sino en totalida­
bre arcaico se excede en su «heimenéuli- des significantes (que añaden al conocer
;ca» de las apariencias m ateriales de los algo mis y distinto de la mera sensorialidad
.demás objetos — recién alumbrados en de la estimulación en cada instante).
cuanto «cosas reales»— y les atribuye sig­ Es decir que cada objeto material perci­
nificados y virtualidades que no les corres­ bido viene a tener la estructura cognitiva
ponden: es el pensamiento mágico. Para él del «símbolo». ALenerse estrictamente a
absolutamente todo parece ser el símbolo «lo dado» no significa nunca quedar en las
(viviente y operante de algo que vela/cor- puras sensaciones (cosa bastante difícil y
poreiza la mera apariencia sensoria). Y to­ abstractiva por otra parte), sino que al per­
davía en Heráclito y en el Vedánta seguirá cibir «lo dado» el sujeto humano ya ha
perpetuándose esta visión de las cosas (para elaborado una unidad de apercepción que
Heráclito hay «una armonía inmanifiesta, no consta exclusivamente de sensaciones
mejor que la manifiesta»). (que es lo tínico orgánicamente dado).
...Por mucho que se excediera el pensa­ No es difícil suponer que la repetición
miento mágico (que no es religioso, sino tradicional de unas constantes significan­
.socialmente habitual), la dirección em­ tes, en principio gestuales, a las que se
prendida no era equivocada, pues por ese añadían las constelaciones imaginativas
camino se iban a ir generando Va filosofía de la vida inconsciente: Repräsentanz
y todas las ciencias (que también indagan freudiana) haya ido fijándose cuasi insti­
lo que las sensaciones ocultan) y con ellas tucionalmente (en las diferentes culturas)
se iban a abrir posibilidades insospechadas y creando unas constantes de significa­
para la trasformación e incluso la «crea­ ción susceptibles de diferentes combina­
ción» del mundo humano. Los excesos de torias, pues estas cadenas tienen la pro­
amor a la naturaleza y el positivismo cósi­ piedad de poder combinarse y recombi­
co parecen apuntar a un ideal humano pro­ narse indefinidam ente, d a n d o lugar a
pio del Homo erectas, absolutamente al nuevas formas de modelización simbólica
:hilo de «lo dado». y de expresión. Sólo así se explica la di­
Mas la especie humana tenía por natura­ námica del lenguaje.
leza que alejarse relativamente de las puras * * #
estimulaciones de aquella otra «naturale­
za» ya que poseía una nueva manera de En este proceso de diversificación de la
percibir por totalidades: en Gesialt, que capacidad del conocer humano se produ­
implicaba la percepción de relaciones y cen. entre otros menos significativos, tres
analogías entre los direrentes objetos y la fenómenos cognitivo/prácticos muy espe­
sistematización de grandes conjunLos per- cíficamente humanos, que han venido su­
cepcionales, incluso fuera del tiempo vivi- poniendo problemas y que hasta ahora no
.do, pero con ello se hacía capaz de domn se ha logrado racionalizar reducLivamenre:
áar y prever facticidades, de planificar a c] arfe, la ética y las creencias.
Corto plazo y de actuar y existir por encima El arte es una de las manifestaciones
'de la estimulación sensorial de cada mo­ más insólitas y más características de la
mento: se incoaba la inteligencia. El cono­ especie, que parece responder a una nece­

705
REALIDAD Y SIGNIFICADO

sidad umversalmente experimentada (pues pecto o dimensión de la confluencia de [o


no hay pueblo sin alguna forma de arte, si­ diverso en lo «uno», de la totalidad en la
quiera sea musical, coreográfico, mímico particularidad, de las oposiciones en la
u ornamenta]), que interesa tanto a la co­ síntesis armónica de los conjuntos. Y ésta,
lectividad como al individuo, respondien­ concretada en porciones mínimas de ma­
do a la urgencia de expresarse de modo teria (plástica, sonora, espacio/temporal y
que esa expresión adquiera un volumen y corpóreo/dinámica, en la danza) pues una de
una comunicabilidad singulares, por enci­ las condiciones de la calidad de la obra de
ma de las limitaciones de la clausura sub­ arte es precisamente la presencia de la mate­
jetiva y de la vulgaridad cotidiana (sentida ria en un mínimo requerido; si la cantidad
también por el hombre arcaico y con más material sobrepasa la proporción que exige
intensidad que nosotros, pues la no-vulga­ la expresión del «mensaje», la obra pierde
ridad la convierte en «sacralidad»). calidad o deja de ser «artística» (en el arte
La realidad de los afcctos/ideas que se ex­ musical o en el poético se convierte respec­
presan, así como la de los objetos concerni­ tivamente en «mido» o en «palabrería»)
dos por los afectos (deseo, temor, admira­ El arte sitúa al sujeto simultáneamente
ción, fruición) vienen a ser estilizadas e in­ en el mundo de las sensaciones orgánicas
cluso metaforizadas en orden a una visión y en los planos más universales e incluso
más universal o más profunda, o más univer­ «totales» y metafísicos de la realidad, de
salmente participable, de las cosas o de las las ideas y/o de la intimidad profunda del ■
situaciones (arte dramático y coreográfico), autor. Este ofrece objetivado lo más perso­
o los objetos reales, no metaforizados, se na) de su universo vivencial — despojado
presentan a una luz que Ies transforma de de sus aspectos vulgares y subjetivos— al
anécdota en categoría, a veces la categoría espectador que, al interpretar, re-genera,
de «lo feo» o de «lo siniestro» incluso, como en su propia intimidad, vivencias análogas^
logran hacerlo el Feísmo, el Arte de Basure­ a las del artista; por eso el arte cualifica la'%
ro, o Gutiérrez Solana y Rouault, o de «lo subjetividad del público. Desde otro punto||
vulgar» como se ve en Gaul y en Warhol). de vista, también tiene lugar una transfor--:'
Lo más frecuente es que en la obra artís­ mación ideal de la «cosa», del discurso o :
tica la materia, los objetos y las personas se del sonido y el movimiento corporal, hasta L
conviertan en alegoría de otras realidades y convertirlos en un «arquetipo» materiali-Ip
dimensiones de la realidad total, y las técni­ zado aquí y ahora.
cas artísticas lo son precisamente porque Y todo ello se logra mediante diferentdÜS
logran esa conversión de lo toscamente ma­ combinatorias («creatividad») de posibilivl?
terial en una condensación de relaciones dades inherentes a la materia, al habla, a g ¡
universales, y ello en cuanto expresión con­ sustancia fónica de una lengua (de ahí la fk
creta de la subjetividad personal de un indi­ expresiones poéticas intraducibies en otl*j|
viduo. A sí la obra artística culmina en la lengua con otra «sustancia fónica»),- al cí*Jf
fusión de lo universal y de lo particular, lo pació y al ritmo temporal, a los volúnisj!||
subjetivo y lo objetivo en una porción míni­ nes, las perspectivas, las formas y los oo?^
ma de materia, o en objetos concretos ele­ lores, o los matices del claroscuro y las
vados sobre su vulgaridad práctica. lidades de las superficies, guiadas
Y la vivencia estética consiste precisa­ afectividad/razón interpretativa de laS;
mente en la percepción conjunta y emocio­ monías o las relaciones complejas d e l '
na ¡izada de esa fusión armónica y dialécti­ ferentes planos de la realidad, que el
ca de las principales dim ensiones de lo cataliza en su intimidad mental y em:
real, una verdadera unión de contrarios nal. Al arte obtenido por proce di miéii
que genera en el espectador la sensación cibernéticos le falta éste último fací
enriquecedora de estar captando algún as­ Quien no es capaz de catalizar ésta i
RF.AI.IDAD Y SIGNIFICADO

nía de relaciones universales de múltiple ral y tras largos períodos de ensayo-y-


referencia y de plasmarla en materia, no es error, ayudados por una reflexión sapien­
ni puede ser «artista» o «poeta». cial (e incluso «revelada»), como la huma­
Se puede decir, en definitiva, que el arte nidad ha ido deduciendo lo «más conve­
acierta a plasmar en materia «símbolos» niente» para sí misma (y aún así no acaba
concretos y vivos (animados por la expre­ de lograr la erradicación de algunas insti­
sividad concreta del autor) de las armonías tuciones destructivas). Mas, como es ob­
dialécticas del todo cósmico, y ello en di­ vio, este conocimiento depende de cómo se
ferentes lenguajes, capaces de ser decodi­ interpreten las actuaciones y sus efectos en
ficados por todos los tipos de sensibilidad la colectividad o en «el otro» (el esclavis-
humana, constituyendo así una verdadera mo no «interpretaba» como destructiva la
hermenéutica de la realidad del mundo y reducción de «los otros» a instrumentos sin
del hombre, una hermenéutica que es más derechos).
segura y acertada que la reflexión filosófi­ Pues bien, este tipo de conocimiento y
ca y de mayor alcance que la modeliza- de saber que ha de «informar» a los indivi­
ción científica, sólo que es intuitiva y ne­ duos y a las sociedades acerca de cómo
cesita a su vez de otra hermenéutica para responder adecuadamente a las exigen­
hacerse conscientemente inteligible. cias objetivas de los otros y de cada uno
de los elementos intervinientes en cada si­
* * *
tuación concreta, aun en contra del afecto y
El conocimiento ético también responde del deseo, y ello en armonía con las líneas
a otra necesidad específica y exclusiva de universales de realización conjunta y soli­
la especie humana, que se ve en la urgen­ daria, es lo que se conoce como ética o
cia de seleccionar, entre todas sus posibili­ «moral».
dades psicofísicas de actuación — que son No está la ética/moral constituida por
múltiples y capaces de efectos opuestos: «normas» como se cree, pues éstas son úni­
constructivos y destructivos-— las que en camente proposiciones lógicas, formuladas
cada caso conducen a los efectos menos por las sociedades para una mejor com ­
destructivos de los procesos de realización prensión colectiva de esas exigencias obje­
de los semejantes o del propio sujeto ac­ tivas. Prueba de ello es que nunca puede
tuante, aun en contra de sus pulsiones in­ una única «norma» regir rectilíneamente un
conscientes y de sus deseos. comportamiento en ninguna situación con-'
La especie humana presenta la peculiari­ creta (se produciría entonces el summum
dad de carecer en sí misma de estos crite­ ius summa iniuria), sino que siempre han
rios (por mucho que hayan dicho los jusna- de conjugarse «normas» válidas de niveles
turalistas); no hay ningún common sense distintos; y sin embargo las exigencias ob­
ético que infaliblemente oriente en cada si- jetivas y el comportamiento adecuado son
■ tuación hacia lo «más conveniente» (td epi- en cada caso unas y concretas. Para amplia­
- prepon estoico), sino que el hombre puede ción de lo dicho cf. El Hombre, noción
- incluso institucionalizar lo más destructivo: científica, cap. 11 y «Conclusión sobre la
caza de cabezas, infanticidio, potlach, es­ Realización del Hombre» pp. 625-670.
clavitud, alienación objetalizadora de la
* * *
mujer, guerra y contaminación industrial..,
- (por eso negamos que exista una intuición Creencia es otro tipo de conocimiento
moral o un «derecho natural» innatos e in­ que se caracteriza por requerir un suple­
falibles en el hombre; de haber sido así la mento de convicción y hallarse estrecha­
historia no presentaría la sucesión de horro- mente conectado con la identidad del suje­
íes institucionalizados que vem os). Y es to y su vivencia de existir realizativarnente.
únicamente con un enorme esfuerzo cultu­ Responde a la necesidad de poseer una v¡-

707
REALIDAD Y SIGNIFICADO

sión totalizadora del sistema del mundo en No todas las creencias se adquieren y se
el que vive, según el cual la conducta, las ac­ mantienen de la misma forma. Hay creen­
titudes y la interpretación de los sucesos, las cias que proceden de la tradición que da
expectativas y los temores (vivencias inevi­ identidad a un pueblo, otras que se deben a
tables, por otra parte, con o sin «creencias») una supuesta revelación y a un liderazgo
puedan elaborarse emocional y comprensi­ profético, otras que proceden de una ideo­
vamente y motivar conductas constructivas. logía cuasi política que promete un cambio
Puede haber creencias religiosas y no reli­ de situación positivo, y otras que suponen
giosas, pero en uno u otro caso los rasgos una reflexión personal y una opción. En los
son los mismos, en cuanto al efecto psicoló­ pueblos antiguos y tradicionales, las, creen­
gico y a su función social. Todas las creen­ cias no plantean ningún problema intelec­
cias'constituyen un modo insustituible de tual ni volitivo: se vive en unas creencias
fundamentar los comportamientos, el senti­ determinadas, como se es bantú o kiwai, y
do que se da a la vida y las actitudes básicas, éstas se consolidan constantemente por- la
Por eso han de ser tomadas epistémicamente ritualización de toda la existencia y la in-
en serio, ya que constituyen una propiedad culturación de los menores, que culmina en
universal y constante del «estar-en-cl-mun­ los impresionante^ ritos de iniciación.
do». El grado de certeza y de fiabilidad epis- A ello contribuye el fenómeno psicoso-
témica, que carece evidentemente de ios cial de las vigencias, que dan validez, plau-
controles artificiales de las ciencias, no pue­ sibilidad e incluso necesidad a las costum­
de ser óbice para su seriedad, pues son un fe­ bres y representaciones más inhumanas, iló­
nómeno espontáneo connatural al hombre, gicas y destructivas imaginables, y al mismo
que nunca puede ser reemplazado por las tiempo contribuyen a estabilizar las repre­
certezas científicas, a no ser que estas se sentaciones y costumbres constructivas,
conviertan en creencias; aparte de que sus El problema de la adopción personal de
campos de objetos respectivos nada tienen una concepción y de la fidelidad a la mis­
que ver entre sí (únicamente los mitos de los ma (aun en contra de las presiones socia­
orígenes pueden ser sometidos a critica por les y públicas, com o peculiaridad de la
la Paleontología, pero éstos no son ningún profesión de una creencia) sólo se plantea
contenido esencial de ninguna creencia). históricamente a partir del cristianismo; en
Las creencias suelen generarse y funda­ parte a causa del ambiente helenístico ilus­
mentarse a partir de los siguientes tipos de trado en que éste se propaga, que produjo
factores:I.*V un pluralismo no siempre grato al Poder
político (en el caso de la, helenización de
I. Fiabilidad — supuesta al menos— de judea por los Seleúcidas la opción no era
una tradición, líder o autoridad reveladora. personal, sino colectiva y étnica): y en
II. Experiencia existencial de cada suje­ pane en virtud de los rasgos intrínsecos al
to acerca de los resultados positivos (en el mismo cristianismo: superación de la uni­
equilibrio emocional y en los. comporta­ formidad étiiico-religiosa, y la ruptura tic
mientos) obtenidos al regirse, un sujeto, o. los esquemas de las religiones, de la Anti­
una sociedad, por un determinado sistema güedad, que eran cosmovisiones totales itlc
de creencias. ahí los mitos de los orígenes, presentes en
IU. Arraigo social obtenido y claves para todas las tradiciones sagradas, incluso en
la comprensión de las paradojas del irra­ la bíblica; cf Ene. Humani Generis IDílk
cional acontecer humano. con un nuevo tipo de religión consistente
IV. Elevación del tono afectivo, motiva­ en la adhesión personal y socialmcnie
ciones y mayor estabilidad persona], comprometida (así se vivía el cristianismo
V. Adhesión volitiva y habitual a un sis­ primitivo, que luego se desvirtúa intimida
tema determinado de mundo. y clasistamenle) a una persona concrtia

708
REALIDAD Y SIGNIFICADO

de la que el creyente «se fía».' de ahí fides, las «cosas» ni la interacción de todos los
fiducia-, pero que exige concretamente una «fenómenos naturales» o la actividad de las
serie de actitudes transformativas del hom­ «partículas subatómicas», sino la praxis,
bre, inédiLas en las religiones antiguas. • sus episodios y los productos materiales y
La historia del cristianismo muestra que culturales que resultan de ella.
ha ido integrando muy diferentes «cosmo­ 2. Tales productos de la praxis humana
visiones y actitudes colectivas particulares significan (nada puede llegar a ser «produc­
jf.dé etnias, iglesias y estamentos sociales to real» de la praxis si no significa algo,
L'que no le eran esenciales; escatología, pues ni siquiera sería conoscible); y secto­
^Cruzadas (en realidad «Guerra Santa»), res y seres de la «naturaleza» sólo llegan a
^cosm ología ptolemaica, intolerancia inqui- ser conocidos en cuanta concernidos por
( sitorial, pielismo y puritanismo, privatici- la praxis.
dad burguesa o teología de la liberación. 3. La percepción real no se agota en las
^ Lo más sorprendente del fenómeno es que sensaciones ni en el procesamiento cerebral
los creyentes de cada época y clima social de éstas, sino qiie ha de llegar a construir/ma-
_ se han adherido con más fuerza a cada una nejar estructuras identificables con una deter­
| de estas cosmovisiones, por las que miden minada función en cada situación, dentro de
¡fr- /a ortodoxia de los demás creyentes, que un sistema de necesidades e integradas en
fej.al amor altruista que exige la fe cristiana. algún sistema de objetos (Baudrillard).
Se ha perpetuado la actitud antigua a pesar 4. Para que tales estructuraciones defun-
de la revolución cristiana y el predominio ción/sensadones tengan relieve cognitivo en
de las creencias sobre la fe. la praxis han de haberse realizado por parte
■Esto pone de manifiesto que las creen­ del grupo/sociedad o del individuo/institu-
cias son un hecho social permanente, que ción una serie de investigaciones de signifi­
las ciencias no pueden anular. Cada socie­ cado y de valor, que les confieran el relieve
dad y cada individuo necesitan un sistema real necesario para constituir los referentes
-de referentes total y cierto, que por su na- reales de esa praxis (también la del lenguaje
P-turaleza cae fuera de la competencia de las y la del habla).
fe ciencias, ni ser «falseado» por los métodos 5. De este modo la historia colectiva y
fe. de éstas. Y el conocimiento que proporcio- la biografía individual gravitan operativa­
nan las creencias es un tipo de conocimien- mente sobre la capacidad de percepción y
to distinto, más bien simbólico y, como to- de comprensión de cada sujeto.
gf dos los tipos de conocimiento, hennenéufi- 6 . Esta historia se concreta en la serie de
¡j| co, lo cual no significa «fantástico». cadenas significantes — de muy diferentes
Los símbolos dan acceso mental a gran­ naturaleza, alcance y nivel (mágico, prácti­
des conjuntos de realidad funcionalmente co. económico, estético, filosófico, científi­
(inabarcables de otro m odo) y sólo así co. etc...)— implantadas por la evolución
;•puede conocerse «lo que hay» aunque no cultural y por los procesos de incultura-
se tenga una certeza controlada de lodo ción, aculturación y aprendizaje, en el tras­
ello (la cual sí obtienen, en parte, las cien­ fondo mental, emocional e inconsciente de
cias, pero mediante oíros símbolos). cada sujeto.
7. La realidad total del mundo humano
se densifica sobre la trama básica de esta
Pueden darse como conclusiones ciertas interacción de sistemas significantes.
las siguientes: 8 . El mundo real es el producto de la
cristalización de un sistema (como un tex­
.. 1. La realidad en sentido fuerte — para to o una partitura) en y por una praxis de­
la especie humana y cuasi etològicamente terminada en un tiempo (histórico) y en un
"considerada— no es el conjunto de todas espacio (geocu)turai).
3ES
REALIDAD Y SIGNIFICADO / RELACIÓN HERMENÉUTICA -rfS h

9. Por lo tanto la especie humana no de realidad, pues constituyen sólo una dé j


existe fijada a «cosas» (resistentes y duras), tantas formas de contextualizar la heratd»A
> CCé
sino que su existir transcurre en una flota­ náutica cualiticada del mundo (y no se « v *
ción sémica oscilante y varia, más o me­ vide; dentro de un espacio geocuhurah d é l
nos alejada de lo que exigen los procesos un tiempo y de una sociedad).
de realización al hombre: no hay lugar para
ningún relativismo histórico radical.
10. La nieta de Ict reflexión cultural es Bibliografía (del autor referente a U |w.
el difícil logro del acierto en situar las rea­ cuestiones tratadas) -r?
lidades resultantes de la praxis en su ade­ —- ■
cuado lugar significante, dentro del con­ El Hombre, noción científica, Madrid, Pi­
texto sistémico adecuado, rámide, 197S. ■
11. Conocer las realidades es siempre y Dialéctica del Concreto humano, Madrid»
fundamentalmente interpretar e integrar Maro va, 1975. .y>
los contenidos brutos de la percepción en interacción y Conocimiento, 2 vols, Salí- ':
sistemas, no cósicos ni «naturales» o cra­ manca, Amarú, 198S. ■%
samente pragmáticos, sino culturales, sé- Sexo, Comunicación y Símbolo, Barceló* ;
micos y de niveles diversos y de fino teji­ na, Anthropos, 1994. «-«.Oto*
do paramétrico. Antropología de las Religiones (en prensa)»>>
{'£
12. Las ciencias no pueden agotar las -* * \
posibilidades de conocimiento válido, ni Luis CencHkl^

Relación hermenéutica
«Todo está entrelazado entre sí hermenéutico» en el que se encerraría la.,
y la ligazón es sagrada» compresión o interpretación. Con ello la l
(Marco Aurelio, Meditaciones, VII, 9): hermenéutica corre el riesgo de recaer
un Ungüismo o idealismo de la palabra, MJ
La hermenéutica contemporánea se cons­ tom ar el lenguaje como un espejo O espe^
tituye como una filosofía de la compren­ cularmente. La especulación autohermévj
sión del ser a través de la interpretación del néulica ha sido así un peligro constante dej
lenguaje, el cual funge así de mediación. autorrefcrencialismo, al proponer que todo!
Esta importancia conferida por la herme­ es lenguaje, y el lenguaje nada: nada dfc.á
néutica al lenguaje, la sitúa como una teo­ ser-ente. .-j^l
ría y práctica medial, así pues como el ho­ Frente a este lingiiism o se trataría dej
rizonte en el que se cobijan los diferentes pasar de la cerrazón lingüística a su aper^i
lenguajes culturales: por ello ha podido ha­ tura, transitando del logos al mythos, de¡|
blarse de la hermenéutica como de una nue­ la dicción a su condición y de la palabry
va koiné o lengua común, ya que funciona al apalabramiento. En este sentido hemoS|
como interlenguaje de lenguajes o idioma podido recuperar una filosofía que, cooKy
universal de nuestra cultura. la de Angel Amor Ruibai, se centra en
Y, sin embargo, esta centralidad del len­ categoría (pos) lingüística de la relacióni«
guaje en la hermenéutica le ha acarreado pues si el lenguaje dice relación, la rela-jij
la sospecha de inmanencia lingüística, tal ción dice lenguaje y más que lenguaje, ya^
y como se expresa en la tesis del «círculo que expresa el respecto por el/lo otro

710
RELACIÓN' HERMENÉUTICA

¡vr tanto, su respeto: r e s p e c ta s u n ta s cid hermenéutica de lo real en el horizonte


diiul, según la definición clásica de la re­ cuasi trascendental de la intersubjetividad
lación. (consensual). mientras que M. Foucault y
A. Amor Rui bal (t 1930) fue profesor R. Rorty imnanentizan dicha comprensión
Je la Universidad Pontificia de Santiago ai concebirla com o recreación o redes-
Je Compostela, y su incisiva obra es filo­ cripción respectivamente. Finalmente han
sófica. filológica y teológica. El correla- sido J. Derrida y G. Vattimo los encarga­
d m s m o es la clave de su sistema, el cual dos de desfundamentar la compresión her­
podría expresarse bien por el correferen- menéutica hasta su deconstrucción y debi­
cialismo de Cirilo de Alejandría, conocido litamiento: con ello se cumple el desmon­
por nuestro autor en sus estudios filosófi- taje de la metafísica clásica del ser-razón
ai-teológicos: en h erm en éu tica m oderna del ser-len ­
guaje.
Nomina relativa (pros-ti) se mutua
Ahora bien, esta compresión hermenéu­
[signifteant
tica del ser com o lenguaje y del lenguaje
atraque cognitionem alteritts gignente.
como interpretación desmonta la filosofía
(MG 75, 868 ).
c lá s ic a d el ser com o sustancia (ottsía,
Los nombres relativos (pros-ti) se
Aristóteles), revisándolo ahora como rela-
[significan mutuamente,
ción/relato: com o acaecimiento o acciden­
concreando, cada uno el conocimiento
taron cuya interpretación es esencialmen­
[del otro.
te narración. En esta perspectiva hem os
Tratamos aquí de rehabilitar una figura podido interpretar la filosofía protoherme-
autóctona egregia, pero desconocida debi­ néutica de A. Amor Ruibal y su visión del
do a la profundidad de su pensam iento ser com o relación: en donde re-lación dice
protohermenéutico, Puede ayudar a su doble lazo (lación) y, por tanto, correlación.
comprensión la actual edición de su obra Aquí se funda/funde el llamado corre] acio-
magna Los problemas fundamentales de la nisnto de Amor Ruibal: en el que el ser ya
filosofía y del dogma (Santiago 1914 ss.) no es sustancia sino relación, y su com ­
por parte del Consejo Superior de Investi­ prensión o interpretación no es p'ór tanto el
gaciones Científicas y de la Xunta de Ga­ raciocinio sino el relaciocinio. Con ello se
licia. Mas antes de recuperarlo ofrezcamos introduce en la hermenéutica un matiz an­
el panorama de la hermenéutica contem­ tiabsolutista de signo relaciona! (que no
poránea para poder situarlo. relativista).
La neohermenéutica o hermenéutica con­ A partir de una exégisis de la filosofía
temporánea parte de M. Heidegger, al rein­ de Amor Ruibal, nuestra posición re inter­
terpretar críticamente la metafísica clásica preta el correlacionismo ruibal iano como
del ser como lenguaje del acontecer (así en coim plicacionism o, redeñniendo la rela­
De cwnino al lenguaje, 1959). Un año des­ ción como sentido. Ahora el ser dice rela­
pués (1960) su discípulo H.G. Gadainer sis­ ción, y la relación dice sentido, transgre­
tematiza la intuición heideggeriana en Ver­ diendo la clásica formulación del ser como
dad y método , redefiniendo el ámbito del sustancia o esencia que se expresa como
ser como «lingüicidad» y la tarca de su in­ verdad. Frente/junto a la verdad com o
terpretación como «comprensión». adecuación racional al ente, el sentido in­
La comprensión del ser corno lingiiicd- dica la inadecuación simbólica del hombre
dad se realiza según Gadamer en el diálo­ en el mundo: de donde el recurso al len­
go abierto y su mediación infinita, lema guaje simbólico como lugar apropiado de
poshegeliano recogido fundamentalmente la revelación de un tal ser-sentido.
por P. Ricoeur. Por su parte, K.O. Apel y Frente a la luminosidad racional del ser
J, Habermas propondrán la comprensión transcendental clásico, en la revelación her­

711
RELACIÓN HERMENÉUTICA

menéutica del ser como sentido se correve­ En esta diferencia entre el ser esencial
la simbólicamente el ser como sinsenüdo: y el ser existencial se fundan dos herme­
pues, recuperando el lenguaje raibaliano, néuticas: la herm enéutica sem iológíca
el movimiento omnímodo de la relación que arriba a un C, Geertz, y la hermenéur
encuentra su tópe en la opacidad de los rica arquesi'mbólica del Círculo Eranos
elementos constitutivos/constituyentes de (e.g. G. Durand). En el primer caso se
lo real de un modo cuasi destinal: el para­ hace una hermenéutica tipológica, en el
sí de la relación se topa con el cn-sf de los segundo se realiza una hermenéutica ar-
elementos com o su destinación, la forma quetipológica (arquetipal), en la que los
conforma a una materia de fondo, el ser arquetipos aparecen como personificacio­
encuentra al pre-ser. D e este modo, la pro- nes. figuras simbólicas o númenes mitoló­
piá relación se accidenta como un logas de gicos. Ambas hermenéuticas — la empino-
su mythos: esta hermenéutica rdacional racional y la imaginal— se entrecruzan en
relata lo irrelacional o elemental a modo el hombre como mediador mediado e in­
de límite trágico. De aquí surge una filoso­ térprete interpretado: el guardián del um­
fía de la coimplicación de los elementos bral ertLre los contrarios (¡nter-pves).
por la relación, lo que conduce a una ética De lo dicho has La aquí se colige que la
de la coimplicidad (complicidad) del hom­ relación es una categoría hermenéutica
bre ante lo destinal. que pertenece al lenguaje, pero que lo
En esta filosofía reí aei onal, la relación desborda: pues la relación añade a la pa­
aparece como el atributo de Hermes, el labra el carácter de la imbricación — un
dios de la hermenéutica, correspondiendo carácter que no aparece en el lenguaje tu
al carácter de mediación de toda interpre­ sic (lenguaje lin güístico o general-abs­
tación. En esta mediación el hombre com­ tracto) sino en el lenguaje simbólico. Pues
parece en un lugar medial como (co)rela- lo específico del lenguaje simbólico con­
tor de la relación o intérprete del ser (ani­ siste en ser relaciona!', en referir no solo
mal hermeneiiticum). Pero este ser no sólo la referencia (objetual) sino la afercncia
se concibe en ideas o esencias (arquetipos (subjetual), es decir, la afección, talunte o
racionales platónicos), sino en relaciones actitud antropológica. Ahora el raciona­
o hipóstasis (arquetipos relaciónales jun- lismo se hace unamunianamente corditi-
guianos): con ello el ser cósico o neutro lismo.
(neutralizado) queda personalizado o en­ Con ello el ser-lenguaje se convierte en
carnado antropológicam em e — un paso ser-relación, lo que es un modo dt fenmi-
que se corresponde con el tránsito del pen­ zar el ser (un aspecto estudiado por noso­
samiento griego al pensamiento cristiano, tros bajo las categorías matriarcal-femeni­
en el que el Logos del ser impersonal y su nas). Un paso más, y este ser-relación se
verdad abstracta se reconvierte en el Lo­ abre finalmente a la interacción del hom­
gos del ser personal y su sentido existen­ bre con el hombre sobre la misma tierra
cial1. madre y, en consecuencia, al intercambio

1 Amor Ruibül ha radicado su correlacionismo en ría ho m o (h o m b re ), el cual correfiere al hombre > ■-


la filosa fía, la filología. Ja ciencia y la teología. En la mujer, al tiempo que per Leuere a la correlación
teología cristiana de S. Basilio (s. iv) su visión trini­ léctica animal-humano, etc.
taria de la divinidad le lleva a una concepción rela­ En este sentido podemos traducir la Una Hit i.i.t-'
ciona}, .según la cual los nombres de relación (como del mundo (Gadamer) como r e h a -iim u ih ín t! mmu-
a m icu s/am iga) no expresan el ser esencial o sustan­ moda/omnívera (Amor Ruibal): inierred. Vca-.c
cial sino hábitu, afinidad y adjunción (cf. M G 29, respecto mi obra L a n u e v a fi lo s o fía h e n n e tn ••
5 8 8 ). Pero la genialidad de Amor Ruibal estaría en (Anlhropos. Barcelona IDSó), donde el ser nu
haber interpretado también relaeiunnlmeme los nom­ trans paren le o crisinlizado. sino vidriado o siúrioM'
bres presuntamente absolutos o sustanciales como se-

712
RELACIÓN HERMENÉUTICA / RELIGIÓN

psicosocial: un paso dado por A. Moreno Bibliografía


en Iberoamérica, a] incrusLar la relación en
la elementaridad de nuestra convivencia2. O rtiz -O sés , A., La nueva filosofía herme­
Con ello el autorreferencialismo etnocéntri­ néutica, Anthropos, Barcelona, 1987.
co de la hermenéutica se quiebra aí entrar
én correlación deseentradora. Andrés Ortiz-Osés

Religión
i una íntima concatención de los elementos
dispersos, tiene a la vista su común perte­
La indecisión que es lícito mantener al nencia a una totalidad escindida.
respecto de la procedencia etimológica del Estos dos conceptos iniciales, lejos de
término religión ha sido durante siglos lu­ agolarse a lo largo de la historia, se han
gar común desde el que se ha planteado el mantenido vigentes dando lugar a desarro­
problema del ser de la religión, del ele­ llos múltiples. La modernidad, desde sus
mento nuclear que subyacc a la pluralidad inicios, no ha supuesto tampoco su ocaso
de manifestaciones locales y sus transfor­ sino el nuevo escenario de su colisión per­
maciones históricas. manente.
El sustantivo religio (y el adjetivo religio­ Pues mientras la modernidad ilustrada
sas) tal y como lo utilizan — entre otros— acoge la trayectoria práctica y disiente en
Cicerón y Quintilianci, tiene fundamental­ su seno, la modernidad romántica se ubica
mente una orientación práctica: ética y polí­ en ei espacio m elafísico-sim bólico de la
tica. Se alude con él — permanentemente— religado.
al escrúpulo y la integridad, a la recta con­ De la primera línea son testigos suficien­
ciencia del deber, que es necesario respetar y tes y acreditados Kant (La religión dentro
obligatorio cumplir. de ¡os límites de la mera razón) o John
Frente a esta primera posibilidad, que Stuart M ili (La utilidad de la religión);
sirve de prólogo tanto a la fundamentación pero su eco se descubre bajo la pespectiva
trascendental de la ética como a su nega­ de Freud, a través de la presencia de la ley
ción, así como a Lodos los debates (socio­ del padre, bajo la perspectiva de Marx, a
lógicos o no) al respecto de la presencia través del carácLer narcótico del «opio del
pública de lo religioso, de la religión como pueblo», más decididamente en los ensa­
«conciencia colectiva» o «cem ento so­ yos inaugurales de Weber y Durkheim1, y
cial», la otra posibilidad exige un alzado en la subsiguiente sociología de la reli­
metafísico y un lenguaje simbólico: el ver­ gión. Y ya en nuestros días reedita su vi­
bo religo (y el sustantivo religalio) alude a gencia en el debate que entretiene, a Apel,

2 Ver A. Moreno. E l arco y la irania. C1P. Caía- véase su Ensayo sobre ¡os elementas principales ¿le
cas. 1995. la representación (1901). así como sus artículos on
Pata la rehabilitación actual de Amor Ruihal, cf, Vim núe phiinsophique (.1898-1906). Pero la diferencia
J.L. Abellán. H is to r ia ¿leí p e n s a m ie n to esp a ñ o l. Es- está en el realismo ruibaliaiio freme al intelectual rimo.
pasa, Madrid, 1996
Respecto a las fuentes mi bu [iun as, la II lo so lia del 1 Weber, M., E n sa y o s d e S o cio lo g ía ¿le la K cli-
galaico presenta pandelidadcs con la escuela francesa gií'm (3 vol.s.), Madrid, 198.3; Durkheim. E„ L a s fo r ­
de Renouvicr. y más en concreto con O. Hamelin: Madrid, 1983,
m a s elem en ta les tle la vida relig io sa ,

713
R E L IG IÓ N

Habermas et alii al respectó de la funda- ble; y el precio es la reducción de la reali­


mentación de una ética comunicativa con dad a objeto. Es decir, la razón sólo reco­
pretensiones universales. noce como presencias reales aquellas que
La orientación metafisico-simbolica ha- se revisten de caracteres objetuales u obje­
ila un lugar de privilegio en las obras de tivos. Lo religioso — lo sagrado— se insi­
Hölderlin y Novalis y, a través de Sche­ núa como aquello que, por carecer de «ob­
lling, Bachofen y algunos trazos de la obra jetividad» sitúa a la razón ante el límite3
de Nietzsche llega hasta nosotros. de sus competencias heurísticas. Cabe, a la
La presentación, necesariamente sucin­ vista del límite, un cauto agnosticismo, o
ta, de algunos rasgos característicos de una osada negación de un «más allá» del -
ambas perspectivas — siempre enfrentadas límite (negación que traiciona las premisas
y seguramente com plem entarias— es lo desde las cuales el propio límite se ha he­
que nos ocupa ahora. cho visible): se trata de la postura atea
cuyo precipitado es la no creencia (en la
existencia de lo sagrado) o la creencia (en
II la no existencia de lo sagrado)4.
Puede apuntarse, sin embargo, que el
La modernidad ilustrada se sitúa en el descubrimiento moderno de que ío sagra­
ámbito de la religio a través de una pode­ do no tiene carácter objetivo es un lugar
rosa y tajante reducción epistem ológica común de la religión. Se puede constatar
que se encuentra a la base de la filosofía que es tan antiguo como el texto. Se puede
crítica. Antes de evaluar la pretensión nor­ presumir que es tan viejo como el propio
mativa de la religión (su legitimidad, su sentimiento religioso.
función, su utilidad), ha de responder ésta El texto griego expresa de varias formas .
(la religión) a una pregunta previa plantea­ el limíte que no debe o no puede transgre­
da en términos de conocimiento y verdad. dir la vista (el sentido «teórico» por exce­
Se trata de saber si el discurso religioso es lencia) que objetualiza y objetiva. Tiresias
verdadero antes de considerar si es útil (o — el adivino— es castigado con la ceguera
necesario). Se trata, en última instancia, de por haberse excedido en el uso de la vista
probar (racionalm ente) la existen cia de al contemplar a la diosa (Atenea) desnuda;.
aquella fuente de la que manan tanto el pre­ Orfeo, que gracias a la música — expre­
cepto como la norma: de Dios. sión sensitiva, no visual, no teórica— ha- ;
La modernidad filosófica comienza con bía conseguido rescatar a Eurídice del Ha- ^
un gesto notable y curioso: la razón se des, la pierde por (y al) querer ver; en el j
convierte en objeto de sí misma, y se pre­ Hades — lugar sagrado— Eurídice se des- j
gunta al respecto de sus posibilidades, vanece en el momento preciso en el que la •>'
cualidades y lím ites: «pues la cuestión mirada la pretende, en el preciso instante
fundamental sigue siendo qué y cuánto en el que iba a ser objetivada. .
pueden conocer, libres de la experiencia, También la tradición judía sabe algo al xj
el entendimiento y la razón»’ . El resultado respecto de la incompatibilidad entre lo ^
¡ítWtAií

de este gesto — de orgullo y modestia si­ sagrado (El, Yavé, Dios) y la objetividad.
multáneamente^—- es la definición de un La imposibilidad preceptiva de ver a Dios
ámbito en el que el conocimiento es posi­ cara a cara es la forma que toma esa";

- Kant, !.. Kritik tier reinen Vernunft, L epzig 4 El propio contenido del termino ateo en ¡lustra-;
1979, p. 11. livo del cambio operado en la historia. Cuando EdipO j
5 Véanse, al respecto del límite, los textos impres­ es denominado aiheós. no se significa con ello qut^j
cindibles de Eugenio Trías, Lu aventura filosófica no cree o no confía en los dioses, sino que los dioses
(198K) y La lógica del limite (1991). no creen ni confían en él. ¡b 3

714
RELIGIÓN

constante religiosa. La mención del deus simbólico privilegiado, pues se trata aquí
absconditns (Is 45, 15), del rostro velado de mantener la proximidad de lo disperso
(IRe 19, 13) expresan la imposibilidad de sin violentar los diferentes mudos de ser
hacer del rostro del D ios objeto ante la de los elementos en tensión: hombres, na­
vista. Así sucede también en Ex 33, 20ss, turaleza, dioses.
esta vez con Moisés: «Yo te cubriré con Si ya al com ienzo de su obra poética
mi mano mientras paso (...) me verás de pregunta Hölderlin insistentemente por el
espaldas, pero mi rostro no se puede ver». ser de la naturaleza (¿Qué eres tú Tierra?
El ámbito sagrado (segregado, separa­ ¿Qué eres tú?), el modo de ser de los dio­
do, protegido) como lugar inasequible al ses se manifiesta pronto como ausencia y
concepto, irreductible a las tentativas de silencio. Y hay dos formas de violentarlo
objetivación, es el centro desde el que se que Hölderlin denuncia con similar acri­
abre la trayectoria lensional que preside la tud: la primera es el olvido de la ausencia,
poesía de Hölderlin. El comienzo del poe­ la indiferencia, La segunda es la actitud
ma Patmos expone de forma inmejorable inquisitiva en su forma teórica, objetiva­
la tensión entre la inminencia y la ausen­ d o s : la actitud del hombre que «observa
cia de lo sagrado, tensión que es preciso con periscopio y cuenta y denomina las
mantener y en ella mantenerse: estrellas de] cielo» (Dichterberuf}.
El mantener la tensión (y mantenerse en
Cerca está
ella) entre la inminencia y la ausencia de
el dios y difícil es captarlo ...
lo sagrado es la metafísica de la moderni­
La apelación a la inminencia de lo sa­ dad en sus inicios, de una modernidad que
grado (el dios) abre el poema. Pero se trata se sitúa fuera de las coordenadas de la
de una inminencia sin figura, inasequible, «Ilustración» (dando a este último término
inatrapable. La trayectoria del pensamien­ el significado que habitualmente preten­
to que arraiga en tal declaración de princi­ de). Y si esta última vía es el prólogo de
pios es tan escasamente ilustrada com o un «pensar postmetafísico» (Habermas), el
premoderna. eco del preludio holderliniano se escucha
Del dios no se reclama su m anifesta­ intermitentemente a lo largo de la época
ción objetiva; tampoco la palabra se incli­ moderna resonando con claridad en el Ge­
na sumisa ante una figura perfecta, fuente lassenheit de Heidegger.
de verdad y valor.
Se trata de una orientación metafisico-
simbolica; no acepta la delimitación «físi­
ca» del ámbito de conocimiento, tampoco
la delimitación epistémica del ámbito de La constatación de la ausencia de lo di­
experiencia. Inversamente, surge de una vino es el tema característico de la moder­
experiencia que se puede perseguir desde nidad, el único filosóficamente pertinente
el comienzo del texto escrito: la experien­ cuando de religión se trata,
cia trágica de la escisión entre dioses, Pues, si es cierto — como decíamos al
hombres y mundo — que simultáneamente com ienzo— que el discurso ilustrado ha
se pertenecen, se solicitan, y se rechazan5. rechazado frecuentemente tratar el proble­
Hölderlin muestra la escisión y hace de ma religioso en términos ontológicos y ha
ella el lugar del poeta: lugar m etafíslco- preferido sin embargo gestionar la heren-

5 A l respecto, los ensayos de Hölderlin, Urteil «Hölderlin über Urteil und Sein» (en Hölderlin-Jahr­
und Sein, Erläuterungen zur Antigema, y Das Werden buch XIV). Asimismo Neuinann, E., Ursprungsges-
im Vergehen. También el trabajo de Henrich, D., chichte des Bewusstseins. Frankfurt/Mein, 1985.

715
RELIGIÓN

cia ética de la religión, bien para salir de derno con respecto a la religión leyendo,
ella en dirección hacia una «Religión de la bajo las palabras, las dos actitudes que
H um anidad», es decir, wn humanismo subyacen a las ya mencionadas formas de
(Stuart M ili), bien para ensayar la restitu­ discurso. !
ción del elemento constitutivamente reli­ El discurso ilustrado, racionalista, es
gioso recorriendo un camino inverso «de discurso épico, heroico. Sabe que sólo
los efectos a las causas» (Kant,- A pel), puede enfrentarse a lo real bajo la aparien­
también es cierto que se puede observar en cia de objeto. No renuncia por ello a inco­
la persistencia de las preguntas, en la reite­ modar a la ausencia no objetiva, al resto
ración de las sanciones, el problema que a inasequible a la razón y al concepto. Fáus-
la filosofía moderna (aun en su verLiente ticamentc inquiere; prometeicamente pro­
ilustrada) le genera la constatación de la voca, hostiga. Pero el hostigamiento, la
ausencia de Dios: como tal ausencia e in­ provocación, son modos conminatorios
dependientem ente de sus consecuencias que instan a la ausencia a que se manifies­
éticas y/o sociales. te como objeto para así hacerla entrar en el
Y es que si la filosofía se entiende a sí territorio de la razón y en su discurso.
misma como pensar fundamenta}, es decir De la misma forma que el delito provo­
como pensar del fundamento y aun de su ca a la ley y hace salir a esta de su cómodo
ausencia, el ámbito de la religio carece de retiro — la fuerza a manifestarse de forma
radicalidad (arraigo) metafísica suficiente. palpable, coercitiva, violenta incluso— el
Tras toda reiigio se presiente una religado: hostigamiento racional pretende la epifa­
un punto de fuga al que permanentemente nía objetiva de la ausencia, la apertura de
aspiran el pensamiento y la palabra y por el lo encerrado en s i El delito no'es la nega­
que permanentemente se extravían. ción de la ley aunque así lo parezca a pri­
Todavía más: las problemáticas que se mera vista; no es su mayor enemigo sino,
plantean en el marco de la religio — im­ paradójicamente, su más preciado cómpli­
portantes— puede decirse que no son es­ ce. ¿Cómo se haría presente la ley en sus
trictam ente filosóficas ni significativa­ formas extremas sino enfrentándose a lo
mente religiosas. Son problemas de cohe­ que la provoca, recibiéndolo en su seno,
rencia individual y cohesión colectiva, tendiendo su brazo ocasionalmente pater­
problemas que afectan a los espacios de nal, regularmente punitivo, siempre atento?
organización y gestión de la conducta: Refiere el texto bíblico que los incrédu­
personal, doméstico, cívico, político. Se los demandaban un milagro a Jesús de Na­
traLa de cuestiones más eclesiales que reli­ zareth. La razón moderna redama objeti­
giosas, más políticas que filosóficas. vidad; más que un milagro, un ídolo: fren­
La ausencia, sin embargo, inquieta a ¡a te al deas absconditus. frente a la ausencia
Filosofía en su propio centro por mostrar­ sin nombre ni rostro, el becerro de oro.
se esquiva al discurso que pretende atra­ La orientación que hemos denominado
parla y traducirla a esquemas racionales. metafisico-simbòlica no transita la misma
En cuanto cerco de. lo encerrado en sfi vía. En cuanto metafísica, no precisa de la
muestra la incom petencia del concepto; aparición objetiva de la ausencia. En cuan­
incom peten cia asumida, bien es cierto, to simbólica, respeta el silencio como ó-
pero no por ello menos molesta. lencio (la ausencia qua ausencia) y lo aco­
Partiendo de esta constatación, puede ge en su propio modo de ser como frag­
referirse la historia del pensamiento tno- mento de la unidad escindida.

’’ 1.a acertada expresión es. conocidamente, de


E, Trías.

716
RELIGIÓN / RETÓRICA

: No provoca; asume. No pretende hacer No se trata tanto de afirmar o negar el


'de la ausencia concepto o de la sombra presunto fundamento que calla o se oculta,
| postro. Más que violentar conceptu alimen­ para lo cual habría que recurrir de nuevo a
té el retiro y la ausencia, los acoge simbó­ la decisión y al juicio y superarlos en la
licamente. La palabra entonces no preten­ enunciación propositiva. Hay que mante­
de atrapar y explicar sino atraer y unir: nerse en. la de-cisión y en el juicio (Ur-teil)
.«pues nunca se ha forzado con violencia (Hölderlin), en la escisión que une. Cual­
v el cielo». quier otra forma ■ — violenta o astuta— de
r.V Es posiblemente esta forma de trato con trato con lo divino supone un falseamiento:
|- la ausencia, con lo encerrado en sí la que tanto la negación como la afirmación ido­
L conserva el sentido permanente del ténni- látrica del contenido figural de la ausencia:
t no reUgatio7: sentido que nace de la expe-
(el hombre) no necesita armas, tampoco
rienda de la unidad escindida, de la totali-
(astucias,
l. dad fracturada. Aludiendo al momento (y
mientras la ausencia de Dios asista.
L* al estilo) de su reincorporación al discurso
(Und keiner Waffen brauchts und keiner
í" en la modernidad podemos denominarla
Listen, so lange, bis Gottes Fehl hilft.)
..romántica: aludiendo al. ámbito de su ejer-
L cicio podem os denominarla metafísica, Hölderlin (Dichterbentf).
; aludiendo a su intención podemos deno­
minarla simbólica. Patxi Lanceros

Retórica
__Renunciamos desde el principio a resu­ examinar las vinculaciones mentadas. A
mir en el breve espacio que nos corresponde continuación, expondremos las notas que
las nociones esenciales que caen bajo el determinan una dualidad de enfoques fir­
concepto de.ars rhetorica (rhetoñké téjne)}. memente asentada en la reflexión contem­
Nos ceñiremos a una quaestio más limita­ poránea sobre la retórica, dualidad que re­
da, procurando apuntar algunas perspecti­ percute directamente sobre la posibilidad
vas de las relaciones entre la oratoria y la y el modo de su conexión con la teoría y la
hermenéutica2. Para ello, recordaremos pri­ práctica de la interpretación.
mero lo que a nuestro juicio constituye tan­ Hemos escrito «técnica de la palabra en
to el eje de la antigua técnica de la palabra acto». Podríamos haber utilizado la expre­
en acto como el perfil más indicado para sión equivalente «arte del discurso». Bajo

7 Tal sentido no se traduce en sometimiento (su­ - Entre los trabajos que se ocupan de re­
misión) como pretende Zubiri, X. Véase N a t u r a l e s laciones, me permilo remitir al de Paul Ricoeur.
H is to r ia , D io s . Madrid, 1944. „Rhétorique - Poétique - Herméneutique» (en M i­
chel Meyer, ed.. De la métaphysique à la rhétori­
1 Dejando a un lado las exposiciones de franco ca­ que, Bruselas, Editions de TUniversiLé de Bruxelles,
rácter hi stòrico-evolutivo, existen dos estudios sistemá­ 1956, pp, 143-155). así como a las paginas 125-131
ticos fúndanleniales y complementarios: el de Heinrich de José Domínguez Caparros, Orígenes del discurso
Lausberg [Manual de r e t ó r i c a l i t e r a r i a — 1960— . crítico (Madrid. Gredos, 1993), donde se halla rela­
Madrid, Credos, 1966) y el de Roland Barthes (Inves­ cionada una útil selección bibliográfica.
tigaciones re tóricas, I. La antigua retórica— 1970— .
Barcelona. Ediciones Buenos Aires, 19S2).

717
RETÓRICA

cualquiera de las dos formulaciones, laie. segunda dimensión de lo aptum, el decoro


una característica definitoria de la retórica: externo: la búsqueda del ajuste perfecto
su distintiva y decisiva conciencia de que entre el mensaje y los factores implicad«
el opas a que se consagra (la orado ) sólo en la situación com unicativa, especial­
cobra vida y recibe sus rasgos esenciales a mente el emisor, el receptor y el contexto.
partir de su inserción natural en una situa­ El consilium del rétor sigue en tal pesqui­
ción socio-comunicativa, donde funciona sa, constante y la más difícil de su trabajo.-
com o encrucijada de las influencias de to­ la norma de la utiliías causas, el interés d e '
dos los factores implicados (orador, públi­ la paite. En efecto, la orado constituye un ■
co y contexto, principalmente). Esta nota uso parcial de la palabra: la retórica se
precisamente justifica buena parte del in­ presenta com o el arte que nos instruye
terés redivivo por la oratoria en las últimas para lograr la máxima eficacia en el em­
décadas, donde se ha descubierto una tra­ pleo persuasivo del lenguaje (ars bene dh
dición teórica que responde a las mismas cendi ad persuadenditm reza su definición •
inquietudes que han promovido la evolu­ más exacta). Un supuesto extremo y bien
ción de la gramática inmanente y frástica significativo del valor regulador del decoro..
hacia la pragmática y la lingüística del sobre toda la acción retórica, así como de ia .
texto. orientación de esta cualidad hacia la finali- ...
La concepción de su objeto como dis­ dad persuasiva, da lugar a un precepto per­
curso situado empapa toda la preceptiva fectamente coherente y no por ello menos'
retórica. N o obstante, existe una noción paradójico: en aquellos casos en que la uri-
donde parece concretarse de forma e x i­ litas lo aconseje, no debe dudarse en dejar a
mia: nos referimos a la idea de lo aptum un lado las propias enseñanzas del ars1.
(decorum, prepon), considerada com o Insistamos con Cicerón en lo dicho: pri*
cualidad (virtus) suprema y reguladora de nmm oratoris officiit/n esse dicere ad per-
toda la orado. Según la explicación de suadendum accommadaté*. La parcialidad,
Lausberg3, pueden distinguirse dos direc­ udlitas causae, que gobierna la adaptación
ciones en el dicere apíe. Por un lado, el del discurso a la situación (principalmente^ rf
decoro intemo; ha de procurarse la armo­ a su destinatario), insta a considerar la téc-
nía entre todos los materiales, operaciones nica oratoria como orientada hacia el con-
y partes constitutivos de) discurso (res, trol, la dirección, la anulación incluso dej¡|
verba; intellectio, inventio, dispositio, elo- la aptitud interpretativa del oyente, de':?
cutio, a d ió ; exordium, narrado, confirma­ quien se pretende una reacción determina* , | |
do, conclusio). Esta congruencia interna da. El discurso oratorio no cuenta com o^|
de las partes entre sí y con el todo de la productor de sentido, sino que se agota en
arado se logra mediante la moderación del la consecución de la respuesta activa per*/á|
ingenium creativo del rétor por medio de seguida de parte del receptor. Si bien este^j
su iudiciam, especie de pericia estructu­ aspecto puede percibirse en todos los
rante, adiestrada por el ars m ism o. Sin les y momentos de la doctrina retórica. n o sJ |
embargo, el juicio del orador y el decoro limitaremos a destacarlo mediante algunasjl
intemo de su obra se guían a su vez por la rasgos sintomáticos. - JpB
_
3 P á r r a f o s 1 .0 5 5 - 1 .0 6 2 , 1 .1 5 2 - 1 .1 5 4 , a s í c o m o lo s 1 Quimiliano, InsUmria oratoria, 2, 13,7: síefrjgM
d e m á s a q u e s e e n v í a e n é s t o s p o r m e d io d e r e m i s i o ­ dem illa nobis aliad suadebit utiliías, hanr rellcar"ü¡
n e s i n te r n a s . L a n o c ió n d e l o aptum a r t i c u l a ta m b i é n magistrorum auctorítatibus seqtiemur (apud Laui^C I
l a p r e s e n t a c i ó n d e l a r e t ó r ic a e s b o z a d a p o r T z v e ta n berg, op. cit., párrafo 1.060). ■
T o d o r o v e n la s p p . 5 9 -6 1 d e s u lib r o Théories dit 5 De crotore, 1, 31, 138 [apud Lausbeig. op. CfVJH
symbole { P a ris . S e u i l, 1 9 7 7 ), m u y c e r c a n a e n s u e s p í ­ párrafo33),
r i t u d e l a n u e s tr a .

718
RETÓRICA

En primer lugar, se insiste en que el ora­ adviene en la especial atención concedida


dor no debe enfrentarse nunca abiertamen­ al inicio del discurso, al que se confía un
te con las ideas y sentimientos del público. objetivo esencial: captar la benevolencia
Desde una perspectiva complementaria, se del público, disponerlo favorablemente, de
aclara que su tarea no consiste en la inves­ modo que la alocución resulte máximamen­
tigación de la verdad, sino en la defensa te eficaz. La tratadística retórica establece
de la parte, persuadiendo mediante lo con­ toda una tipología de las causas, en función
vencionalmente aceptado y lo verosímil. de la relación entre la perspectiva de la par­
Asi', las premisas del razonamiento retóri­ te y la opinión general o presumible en el
co (argumentado) presentan en la mayor auditorio, ésto es en función de su «grado
parte de los casos la calidad de eikotci, de dificultad». A las distintas relaciones
asunciones generalmente admitidas, pero corresponden diferentes estrategias inicia­
que carecen de los atributos de universali­ les de conciliación. Sin embargo, aun en los
dad y necesidad requeridos en el pensa­ casos más com plicados, aquéllos en que
miento lógico y científico67. A sí también la nuestra línea de defensa resulta claramente
narrado, el relato de los hechos pertinentes encontrada con las ideas y sentimientos de
a la causa, se concibe expresamente como los destinatarios (gemís turpe), se proscribe
relato parcial — prótasis argumentativa— , la explicitación de este enfrentamiento: se
sujeto al valor de la verosimilitud, no a la recomienda el empleo de medios indirectos
obligación de la verdad: porque lo realmen­ de captación de la simpatía ( insinuado), en
te sucedido puede resultar increíble, pero los que toman parte muy activa las nocio­
sobre todo porque es necesario presentar nes retóricas de dissimulatio y sima latió
como admisible la versión de lo acontecido (formas pasiva y activa de la ironía)8.
que interesa a la parte. La referencia perma­ Lo recordado en el último párrafo nos
nente a la hora de tejer nuestra narración de conduce a un nuevo grupo de fenómenos
los hechos viene dada por la opinio1. (De no menos ilustrativo. La persuasión no se
esta substitución de lo verdadero por lo ve­ procura en la oratio sólo mediante la re­
rosímil, de este plegarse acrítico a las pre­ construcción parcial de la situación y el
sunciones del público arranca el componen­ razonamiento verosímil. La eficacia de tal
te principal del tradicional desprecio de la argumentación se incrementa por medio
filosofía por la retórica, que remite siempre de la apelación al sentido estético y a las
a Platón — Gorgias, Fedro— y que se des­ em ocion es del público: junto" al dó'cere'
dobla en una censura ontológica — reivindi­ (matizado en la forma indicada), la finali­
cación de la verdad, más allá de la verosi­ dad de persuadere abraza también los pro­
militud-— y en otra de índole moral — atri­ cedimientos del delectare y del movere9.
bución de responsabilidades ético-políticas El deleite del público, por tanto, muy es­
al orador, quien las olvida de hecho en fa­ pecialmente confiado al omatus elocutivo,
vor de la adulación del público, táctica con­ no se concibe como objetivo de valor au­
veniente a su finalidad parcial.) tónomo (contra nociones comunes sobre el
Una consecuencia muy significativa de arte retórica, no sin algún apoyo en ciertas
lo que Sócrates califica en el Gorgias como evolu ciones históricas de su teoría y su
adulación ,y de lo que los oradores conocen práctica), sino como auxilio de la preten­
como decorum (orientado por la utilitas) sión convictiva10. La persuasión racional

s Barthes, op. cit., B, 1,15, p. 53. 5 Lausberg, op. cit., párrafo 257. Barthes, o p . d i.,
7 Lausberg, op. cit., párrafos 289 y 322-333 (spt¡- B, 1,2, pp. 44-45 y B, 1,27-29, pp, 62-65.
cmtim párrafo 327). Barthes, o p. cit., B, 2, 7, p. 69. 111 Lausberg, op. cit., párrafo 538.
* Lausberg, op. d i., párrafos 263-281,902. Barthes,
op. cit., B, 2,5, pp. 67-68.

719
RETÓRICA

se refuerza, a su vez, mediante el empleo posibilidades en el epílogo, aplicándosele


de los afectos. Debe advertirse de inm e­ de tal forma la misma ley dispositiva de
diato, no obstante, que la acción oratoria los miembros crecientes que debe regular
de índole subjetiva o moral no se corres­ a su vez e l orden de exposición de las
ponde con la concepción platónica de una pruebas argumentativas.
recta e ignota retórica com o psicagogía Por otra parte, la noción arriba expuesta
(adaptación de las especies de discursos a del decoro implica la complementación de
la variable naturaleza de las almas de los los medios discursivos que venimos ilus­
oyentes, con el fin de conducirlas hacia lo trando sintomáticamente mediante una eje­
verdadero y lo bueno). AI contrario, la re­ cución de la orado (actío) conveniente a la
tórica de hecho obedece más bien al pa­ finalidad de la útil itas. Resulta elocuente al
trón aristotélico, procurando utilizar en fa­ respecto la tendencia históricamente cons­
vor de la iitilitas los conceptos psicológi­ tatada a ampliar los recursos de vox y cor-
cos convencionales, el «lenguaje general pus de que dispone el orador, sumando a
- del otro» (en palabras de Barthes), una los artificios de pronunciación y gesto
8 psicología meramente verosímil. La capta­ otros golpes de efecto visuales y sonoros
ción sentimental se ordena según dos no­ (teatralización del discurso testimoniada
ciones principales; ethus, centrada en las desde la oratoria forense romana hasta el
notas de carácter y de disposición anímica sermón barroco, adjunción de las posibili­
que al orador le interesa presentar ame su dades de los nuevos lenguajes audiovisua­
público; pathos, referida principalmente a les en la publicidad contemporánea). En
los medios y efectos de la conmoción del definitiva, los medios discursivos de per­
auditorio, La importancia concedida a esta suasión se refuerzan merced a la moviliza­
vía de persuasión queda clara ,en la regla­ ción de procedimientos extradiscursivos de
mentación de su dosificación (dependiente condicionamiento del auditorio11.
de las circunstancias que determinan el de- Los hechos comentados hasta aquí cum­
coruw) y de su distribución: si bien el ra­ plen sobradamente el cometido de ilustrar
zonam iento y la conm oción se m ezclan el afán del discurso oratorio por dirigir, ma­
a lo largo de toda la oratio (convergen nipular, anular si es posible la capacidad in­
incluso en el carácter y la valoración de cier­ terpretativa de sus destinatarios, constreñi­
tos recursos persuasivos concretos — ampli­ dos de tal modo a reaccionar en el sentido
ficado — , e incluso de ciertos medios apa­ deseado por el rétor. Podríamos afirmar
rentemente sólo formales — punido, recapi­ entonces, valiéndonos de una acepción ele­
tulado—), lo hacen en proporciones diversas mental y tosca del segundo término, que la
en sus distintas partes; de tal modo, la pro­ retórica en tanto que Lécnica se orienta ha­
gresión pseudológica predomina en el cen­ cia la reducción o eliminación de la herme­
tro del discurso (narrado, confirmado), néutica. Hay más, sin embargo: en algunos
mientras que la moción de afectos corres­ aspectos, la oratoria se permite incluso
ponde principalm ente al in icio y al fin aprovechar la hermenéutica en beneficio
(exordium, perorado). El relieve concedi­ de la argumentación parcial. Uno de tales
do a este procedimiento persuasivo se ilus- aspectos viene dado por la inserción de la
Lra todavía por el detalle de que se prescri­ interpretación de textos dentro de la on¡-
be su empleo moderado en el prólogo, re­ do, inserción decisiva cuando el debate se
comendando la explotación de todas sus sitúa en el status finidonis (ésto es cuando.

11 Barthes, op. ci(„ B, 2, 6. p. 69. Chaim Pcrel-


man y L. Olbrcclus-Tyteca, T ra ta d o d e ¡a a r g u m e n ­
ta c ió n (1958), Madrid. Credos. 1989, pp. 40 y 60.

720
RETÓRICA
ÉV
L según el modelo canónico del género judi­ captación incitándolos a ejercer una activi­
c i a l , se discute la calificación legal de los dad interpretativa (por supuesto, siempre
| hechos juzgados). La determinación del dentro de los tácitos límites infranqueables
^sentido y alcance de la ley constituye en- del interés de la parte)14. Una observación
| tonces piedra angular del razonamiento: parecida justifica a ojos de los teóricos la
t en consecuencia, la búsqueda y acotación concepción del entimema o razonamiento
t- del significado se orienta siempre en favor retórico como silogismo no completamente
del interés de la parte. De hecho, los cono- expresado. Alguna de las premisas, o in­
f cidos como status legales no constituyen cluso el mismo corolario, han de ser apor­
L^sino concreciones de la discusión en tomo tados por el receptor, a cuya participación
■fz la definición jurídica de la acción, desde se abre así un portillo: se procura su com­
:\la perspectiva del texto normativo. Sus ró- plicidad, a cambio de una satisfacción inte­
^ tulos resultan bien significativos de la fi- lectual15. Por medio de tales procedimien­
Friura de sus implicaciones hermenéuticas, tos, la retórica ofrece al receptor la ilusión
jj-'así como de la transcendencia de la práctica de contribuir al cifrado y desciframiento
[■ parcial del desciframiento: scriptmn et vo- del mensaje, apariencia que burla y suple
¡unías, leges contraríete, syllogismus, ambi- con ventaja el peligro de la efectiva entre­
guitas'2. (Estas cuestiones pueden también ga del discurso a la libertad de la interpre­
tratarse al margen de toda causa concreta, tación.
y pero entonces el discurso se aleja del do- Bajo la óptica adopLada, la retórica acre­
£ minio de la retórica, para inscribirse en la dita su condición de antihermencutica. Ker­
| discusión especializada de jurisperitos.) mes, en efecto, parece haber olvidado su
Además de los transmisores de la ley, la compromiso con Filología (el conjunto del
4' oratio suele incorporar otros textos a su ar- saber, según las célebres Nuptiae de Mar­
guiñen tación: como caso modelo, podemos ciano Capel a) y haber preferido el cultivo
i considerar el del exemplum, relato que astuto de la treta que le llevó al servicio de
debe proyectar por semejanza su luz sobre Júpiter en el Amphitruo, que le llevó tal
í. la causa y. en consecuencia, que debe ser vez también al patronazgo de las artes del
ir. seleccionado y recibir una lectura en fim- comercio. Lo entendió muy acertadamente
[ ción de la militas de la parte13. Lamy (1675). para quien la retórica no sólo
. - Junto a las interpretaciones parciales de resulta útil en los tribunales, las asambleas
textos incorporadas al entramado argu­ deliberantes o las reuniones conmemorati­
mentativo. la técnica retórica conoce una vas. ni sólo en la escuela o la literatura,
segunda y más sutil vertiente de aprove- sino en la mayor parte de las situaciones
- chamiento utilitario de la hermenéutica. Si de la vida práctica: «cuando se compra,
L bien una de las cualidades recomendadas cuando se vende»16. Ocurre además que
) canónicamente para la elocutio consiste en hoy los mensajes persuasivos, sean comer­
i la perspicuitas (la claridad conceptual de ciales, políticos o de otra índole, gozan de
\■"la expresión), su opuesta (la obscuritas) una proyección insospechada hasta hace
¿ no siempre constituye una falta. Al contra- poco tiempo, gracias a las posibilidades de
( rio, el decorum y la militas pueden acon- los mass inedia. Barthes ha insistido sobre
sejar el empleo de una dificultad calcula- la congruencia entre los mecanismos de la
; da, que halague la autoestima intelectual comunicación de masas y las recomenda­
- de ciertos públicos, que contribuya a su ciones oratorias, lo que nos conduciría a

t
fc/ * -----------
¡1 12 Lnusberg. op. ct!. párrafos 104-122, 19S-222, 14 Barthes, op. di., B, 1. 12, pp, 51-52,
^ ü Lausberg, op, c¡¡., párrafos 410-423. ,fi Apiht Barthes, A. 7, 4, p. 3S.
¡f IJ Lausbsrg, op. rii., párrafo 1.069.

721
R E T O K ÍC A

concluir que buena parle de los discursos tórica se ajusta a su objeto, para el que no
destinados a influir sobre las conductas se resultan pertinentes las objeciones episte­
sirven de unas tácticas pensadas para diri­ mológicas de Sócrates ante Gorgias o Li­
gir o soslayar la capacidad de interpreta­ sias. Más acordes con la materia parecen
ción autónoma, la capacidad de reflexión las exigencias morales: al respecto, los re­
de los individuos17. La restauración de esta tares romanos salvaron su arte de la cen­
aptitud, esencial para la libertad, comienza sura prescribiendo la necesidad de que el
por la conciencia de la amenaza y avanza orador, antes incluso que dicendi peritus,
mediante el redescubrimiento de la retóri­ fuera también vir bomts1*. El imperativo
ca (en su aspecto tradicional, pero también ético del retar altera las condiciones de lo
releída y enriquecida con las aportaciones ctptum del discurso, incorporando una va­
de las disciplinas contemporáneas afines), riable compensatoria de la militas: el de- ■
cuyo conocimiento aparece como la mejor coro se desdobla entonces en una noción .
arma contra sí misma: el análisis retórico de rango «inferior, dependiente de la u/t/í- .
se ofrece entonces como fundamento de la tas de la causa concreta» (la acepción que
hermenéutica, frente a la propia práctica venimos considerando aquí) y otro signifi­
retórica. cado de carácter «superior, obligado a lo
La perspectiva desde la que venim os que éticamente es honestuin». Quintiliano -
presentando y valorando la técnica retóri­ lo expresa claramente mediante la distin- '
ca corresponde ciertamente a una práctica ción entre quid e.xpediat y quid decel: Só-
extremosa (si bien, no por escorada, me­ orates pudo haberse defendido ante tas .7
nos frecuente, hasta el punto de poder acusaciones de los atenienses, recurriendo --
identificarse con la mayor parte de los dis­ a los procedimientos de la oratoria judi-
cursos persuasivos de la vida social). El cial; sin embargo, no le convino hacerlo, •
enjuiciamiento crítico patente en tal enfo­ sacrificando la militas en beneficio de la j
que. arranca en definitiva de la censura honestas,,J. No deja de ser significativo el |j
platónica a la que aludíamos arriba, reac­ ejemplo del maestro romano: la adapta-
tualizada y matizada en diversos mónten­ ción al decoro superior condujo al filósofojjf
los de la tradición filosófica (patrística, es­ a prescindir de la oratio. El silencio, sí :
colástica, Ilustración). Por su parte, el pen­ bien resultó elocuente para la posteridad,
samiento retórico dio respuesta desde la que le reconoció su dignidad ética (Nonjik
A n tig ü e d a d al ceño fruncido de los filóso­ fuit hoc titile absolutioni, sed. quod
fos: la retórica romana, en efecto, confir­ nidias, homini fuit). no salvó al reo y patí^S
ma la concepción aristotélica de la oratoria dójico orador de la muerte. Tampoco care|g
como ars qtic permite librarse del azar a la ce de valor a! respecto el enfrentamientos
hora de satisfacer una exigencia inexcusa­ explícito entre militas y honestas en Itjfjg
ble en buena parle de las relaciones socia­ capítulos dedicados por la tratadfsticáatÉ
les, la persuasión. En cuanto técnica, la re­ género deliberativo, principalmente cuaSp

17 No es preciso esperar a la generalización de los conciencias y los comportamientos, en beneficio^


m a s s m e d ia para reconocer el Fenómeno de la «co­ los grupos sóc ¡símente dominantes. El análisis 1
municación de masas», si bien su inFluencia ha su­ co de los discursos (verbales y no verbales) en el i
puesto una transformación cualitativa. Desde la Edad no de la investigación histórica promete ser 1
Moderna, cuando comienza de modo firme en Euro­ ro, como prueba la práctica implícita y, por món
pa y su zona de influencia el proceso ininterrumpido tos, explícita, de José Antonio Maravall (véasejí
de urbanización, nos enfrentamos con una sociedad ejemplo, L a c u ltu ra d e l B a rro c o . Barcelona, <
crecientemente masificada. Desde entonces mismo el 1990, 5.1 ed.).
arsenal de la antigua retórica se moviliza y se adapta ls Lausberg. op. dr., párrafo 32.
a nuevos materiales (más allá de los verba que le son 19 Lausberg. op. cit., párrafo 1.062- Quintialii
originariamente propios), con el fin de dirigir las op. cit., 11,1, 8-15.

722
RETÓRICA

do se prevé el debate en tomo a la califica­ muestra las claves de toda exposición racio­
ción moral y social de las resoluciones nal sobre lo opinable: ese amplísimo terri­
propuestas a la asamblea (status qualita- torio que queda fuera de los estrechos con­
iisji30. Reaparece allí el tópico socrático se­ fines de la razón cartesiana, donde la cons­
gún el cual para el sabio la única utilidad tricción de la evid en cia deja paso a la
verdadera reside en lo honesto. Pero se ad­ estimación de argumentas siempre refuta­
mite a renglón seguido que entre hombres bles o matizables, a la convicción y a la
de moral menos exquisita, entre hombres persuasión, en suma; ese vastísimo reino
comunes, no siempre parece evidente esta donde habitan todos los debates de las cien­
asociación. El orador, entonces, debe ate­ cias humanas y de la propia filosofía-1.
nerse y puede valerse de la distancia entre No es mi pretensión proceder ahora a
las nociones, pero sin olvidar nunca un una confrontación de este punto de vista
gráfico consejo: incluso cuando defienda con el glosado anteriormente, Por más que
iniciativas groseramente provechosas, ale­ en algunos momentos ocurran discrepan­
jadas netamente de los dictados éticos, cias de interpretación sobre unas mismas
debe proporcionar al auditorio una coarta­ nociones, la distancia entre ambos procede
da moral, dado que (al decir de Quintí lia- básicamente de una diferencia de perspec­
no) «nadie es tan malo que quiera parecer- tiva. Aquél contemplaba la oratoria como
lo». La retórica, en definitiva, asimila cual­ inexcusablemente ligada al uso persuasivo
quier parámetro valorativo externo y lo y público del lenguaje, entendiéndola a su
transforma en una nueva herramienta per­ vez como susceptible de adaptar y orientar
suasiva, perfectamente dominadora de los hacia su mismo fin repertorios, sistemas y
resorLes de la comunicación práctica, de las canales sígnicos diversos de ios verbales,
relaciones humanas reales, interesadas. originariamente considerados por la pre­
Una nueva defensa dignificatoria del ceptiva. La teoría de la «retórica filosófi­
viejo arte de la palabra se viene elaboran­ ca», por el contrario, estima que la cir­
do durante las úlLimas décadas, al parecer, cunscripción del antiguo ars a unas pocas
con un punto de apoyo más fume. La radi- situaciones de debate público, ante públi­
calidad de su innovación procede de su lu­ cos no formados, constituye el rcduccio-
gar de origen: no son ya los rctores quie­ nismo principalmente responsable de su
nes procuran lavar la cara a su disciplina, descrédito, toda vez que le ha conducido a
sino que son los propios filósofos- quienes una asociación abusiva con las maniobras
recurren a ella para librarse de algunas de de seducción verbal. Se ha olvidado, se­
las aporías de la s u y a . Chaíni Perelman gún sus defensores, que la retórica estudia
aparece como el iniciador de este m ovi­ y regula también la discusión ante audito­
miento, al redescubrir y revalorizar la com- rios cultivados, incluso el desarrollo argu­
plemenlariedad de la dialéctica y la retóri­ mentativo de las ideas entre los propios fi­
ca aristotélicas como análisis y preceptiva lósofos.
de todo discurso argumentativo, ésto es de La cuestión del auditorio resulta efecti­
lodo razonamiento no susceptible de la vamente esencial para el sesgo que tome
íormalización lógica, ni sujeto a la verifi­ el uso de la palabra: lo indicaba la noción
cación experimental. En consecuencia, la retórica de la que parte nuestro escrito y a
retórica (en tanto que proyección de la la que no podemos sino regresar para con­
dialéctica sobre la práctica de la discusión) cluirlo, el concepto de lo aptum, que alude

a Lausherg, o¡>. cit., párrafos 233-236.


51 Cha'fm Perelman y 1... Olbrechts-Tyteca, op.
■at: pp. 30-116.

723
RETÓRICA / RETROPROCRESIÓN

también a otras circunstancias que no ha­ seducción y de la respuesta irreflexiva, por


cen menos al caso, tales la condición del un lado, y de la argumentación destinada a
orador, de la materia tratada, de las varia­ la convicción, por otro. En la medida en que
bles contextúales. La honestas obliga, ade­ un mensaje se acerque al primer extremo,
más, a no minusvalorar ninguna de las po­ convendrá aplicarle el análisis retórico, fun­
sibles combinaciones de estos factores, en damento de la distancia que pide la interpre­
el afán de forzar en nuestro favor una defi­ tación; en el grado en que se aproxime al últi­
nición de la retórica y una evaluación de mo, nos hallaremos ante un momento herme-
su incidencia socio-cultural. Sin espacio néutico en sí mismo, que como tal constituye
para diseñar una tipología, por lo demás a su vez un texto abierto a la participación
difícil, cabe aventurar que el discurso se recreativa (desciframiento-reciframien to)
mueve siempre (en la vida cotidiana como del lector.
en las especulaciones sobre lo humano)
entre los dos polos de la búsqueda de la José Javier Rodríguez

Retroprogresión
La retroprogresión, lo retroprogresivo. origen. Quiere decirse que hay en toda filo­
es un término acunado por mí mismo, y re­ sofía critica un empuje que procede del ori­
cogido por primera vez en el libro Aproxi­ gen, una «inclinación» al origen. Se trata de
mación al origen (1982). Dije allí que toda un fenóm eno que es patente ya desde el
la historia de la ciencia, c inclu so de la alba de. la especulación filosófica. Una ve/
cultura, se define por un m ovim iento de demarcado el ser del no-ser, una vez inven­
parcelación y alejamiento del origen que, tado el pensamiento lógico autónomo, esc
paradójicamente, re tro alimenta un impulso mismo pensamiento (en latín pensare, de U
de recuperar el origen perdido. Cuando misma raíz que pondas, peso: gravitación
una ciencia se hace adulta se hace también hacia algo), tendrá que encargarse de rege­
abstracta, es decir, se «olvida» de su propio nerar Ja no-dualidad de la cual en últiitu
origen. A fuerza de compartí mentar y p a r ­ in s ta n c ia procede. El p e n sa m ie n to (poinlusi
celar la realidad para conseguir una forma- gravita hacia su misma condición de ¡xam
lización que permita su tratamiento formal bilidad, hacia' la no-dualidad originaria de
(lógico, matemático, etc.), la ciencia se ale­ la cual procede. La verdad como síntesis re­
ja de su no-dualidad originaria. Pero este mite al origen como no-dualidad.
mismo alejamiento es el que de un modo u El caso es que, debajo de toda la aventu­
otro empuja a un proceso critico retropro- ra de Ja filosofía, de la ciencia y del arte,
gresivn sin el cual no puede entenderse la late un aliento místico: devolver las cosa* ¿
evolución de la ciencia y la cultura. su no-dualidad originaria. Complejidad
La ambivalencia entre la sofisticación creciente y aproximación al origen son
del código (mítico o racional) y la gravita­ caras de un mismo proceso. La mista ¿
ción subterránea hacia el origen es así (aunque tal vez hubiera que invernar a:.1'-5
constitutiva de cualquier cultura. Esta am­ vocablo) no es por tanto ninguna cosa irra­
bivalencia, en las culturas del logas, es ya cional. Al contrario. La mística, el lar-
una tensión crítica que conduce a profun­ como quiera decirse, es el impulso ms-r. ►
dizar en ambas direcciones: hacia la pro­ de la razón critica, también su funJamive--
gresiva racionalidad y hacia el inagotable Lo presintió Platón: sólo alguien que f"

724
RETROPROGRESIÓN

fondo sabe puede asombrarse por no saber. En la era retroprogresiva todo es híbri­
j¿ Tal es el círculo bermcnéutíco del filosofar do, a la vez innovador y tradicional, supe­
primordial: no conoceríamos nada si en el rado el espejismo historicista que es el es­
[fondo no lo conociéramos ya todo. pejismo del tiempo lineal. Ya dentro de
La mística es así el subsuelo de toda fi- este contexto, lo retroprogresivo es el ver­
' Ibsofía. O dicho en otras palabras, la mís­ dadero meollo de la llamada postmoderni­
tica es la lucidez, la conciencia sin símbo- dad. Porque no se trata de que hayan en­
| lo interpuesto. Los anónimos redactores de trado en crisis los conceptos de razón y de
|la s Upanishads lo proclamaron hace mile- progreso: se trata de que se han compleji-
¡rnios: el discurso humano es una delicada ficado. Lo retroprogresivo/postmodemo es
farsa sobre un tras fondo de lucidez absolu­ un avance crítico que, por el m om ento,
ta. Permanentemente, lo que no puede de- puede cobrar el aspecto de fragmentación,
r cirse fundamenta lo que se d ice. En el pastiche , provisioilalidad, vacío, eclecti­
: principi o j am ás fue el verbo. cismo. En rigor, se trata de una acomoda­
Pensar es así disociar/regenerar, y en su ción al paradigma de la complejidad, de
STmeollo encontramos la tensión retropro- una superación del espejism o lineal del
p; gresiva. Probablemente, el esquema «frag- tiempo, de una latente conciliación entre
!|mentación/reunificación» tiene su corrcs- razón y mística.
pendencia con el funcionamiento de los he- La modernidad ciertamente agoniza. Pero
H misferios izquierdo y derecho del cerebro ante esta crisis no van a servir las respuestas
humano, dentro de un proceso recursivo: el parciales: ni el neofundamentalismo (reli­
hemisferio izquierdo se encarga de re-unir gioso, nacionalista o étnico), ni el postmo-
los fragmentos de una globalidad que el he­ dernismo que predica el fin de la historia.
misferio derecho jamás fragmentó, Volver al origen abriéndose a la incerti­
t En mi libro Ensayos retroprogresivos dumbre del futuro: tal es la clave retropro­
(1987) retomo estas ideas e insisto en que gresiva que ha de suceder a la modernidad.
^procede substituir el mito canceroso del Aunque, de momento, tengam os que so­
«progreso por la noción más sutil de retro- portar los brotes puramente retro de los
Sprogreso. Precisamente conviene tomar fundamentalísmos.
^conciencia de que allí donde el avance no Pertenecemos a la era de la complejidad
| | t s retroprogresivo los costes del progreso y de la incertidumbre que es la contrapar­
|Texcedcn a sus ventajas. Por ejemplo, si la tida de una conciencia mística no degrada­
'^Sociedad informatizada no sirve para recu- da en dogmas eternos. Retroprogresión,
‘^perar ciertas virtudes de una sociedad pre- postmodernidad, balbuceos de una edad fi­
tndustrial, no sirve para mucho.Ya se sabe, nalmente pluralista, sin discursos totalita­
mgo por caso, que antes de inventarse el rios, sin síntesis supremas, donde la recu­
«toj y el calendario, los hombres no te­ peración de las «formas» del pasado se
nían la obsesión angustiosa del tiempo que concilia con la irrupción de las nuevas tec­
isa. Pues bien, si algún sentido tiene un nologías, con el pacto fértil entre comple­
JBundo informatizado y electrónico es el de jidad y origen. Tal es el nuevo equilibrio
permitimos recuperar la vieja libertad de un que la época requiere.
ando sin tiempo abstracto, de un mundo En mi libro Filosofía y mística (1992),
perpetuamente reinvemado cada día. recupero el mismo hilo conductor y expli­
Ello es que podemos construir sofistica­ co, a propósito de los griegos, cómo Occi­
o s discursos sobre el arte de vivir pero dente se alimenta de una tensión crítica re­
|er incapaces de vivir, Sólo a través de troprogresiva que, a la vez va sofisticando
recuperación crítica del origen las pa­ los lenguajes, va poniendo en crisis los su­
ras cobran un significado real, y las ac­ puestos de partida. Articulación entre lo
nés son orí si nanas. místico y lo crítico: la misma flecha as­

725
RETROPROGRESIÓN

cendente que sofistifica el logos, es la que entre lo nuevo (revolución) y lo antiguo


va poniendo en crisis los fundamentos, y, (reacción). Después, el siglo xix fui*, sin
por tanto, nos aproxima a lo m ístico, al duda, el siglo de la Historia. Lamarck y
no-fundamento, a la realidad previa a las Darwin. aunque con distintos modelo**
fragmentaciones del lenguaje. En este con­ coincidieron en el descubrimiento de U
texto, la razón crítica es el eslabón entre la evolución. Pero ya con el concepto de en­
ñccha progresiva (ascendente) y la flecha tropía comenzó la crisis del progresismo,
regresiva (descendente). Señalem os de Así, fue la misma ciencia la que corrigió"
paso que todos los fenómenos religiosos los excesos de un evolucionismo lineal.
(y no religiosos) de creencia encuentran H oy sabemos que iodo avance tiene su
su razón y explicación en el modelo pro­ coste. Sabemos que incluso el nacimiento
puesto. Es decir, si el hombre no sintiera de nuestro Universo ha tenido el coste de
una previa necesidad de no-dualidad, si el una gigantesca producción de entropía.
hombre no fuera un animal intrínsicamen- Esto no impide el progreso, sólo lo com-
te místico, resultaría inexplicable la ten­ plcjiíica: lo convierte en retroprogresivo.
dencia a la creencia y a la fe. En rigor, habría que hablar de una Teo­
La filosofía crítica — la que va desde un ría de la Retroevolucíón más que de una
problema hacia sus condiciones de posibi­ teoría de la evolución. En física, en biolo­
lidad, para decirlo al modo de Kant— es gía, en psicología, en ciencias sociales,
así la que recupera retroprogresivamente descubrimos la ambivalencia rctroprogTCv
el origen perdido en el mismo proceso de si va. Descubrimos que puede haber un au- •
soristificación de los lenguajes. Esta es su mentó simultáneo de la organización y de
ambivalencia esencial. Una filosofía críti­ la entropía; que las flechas progresiva y -
ca es aquella que consigue desenmascarar regresiva del tiempo coexisten. Calibra?:,
lo que nosotros mismos habíamos enmas­ mos que junio al empuje «progresista» hay
carado. Existe un axiom a psicoanalítico que considerar el empuje hacía el origeiL
según el cual lo más escondido es lo más Recordemos una idea de Konrad LorcnS:t.f.
significativo. En efecto; hay un exceso de cuando se producen demasiadas m u ia d o ^
significación que se manifiesta, precisa­ nes sin su correspondiente conservación' *
mente, en el exquisito cuidado que pone­ del pasado, salen monstruos; por pérdida,
mos en ocultar su significación. La con­ de genes o por pérdida de tradición.
ciencia de esta ambivalencia es la concien­ el mecanismo retroprogresivo.
cia crítica. El empuje que nos devuelve al Unas palabras sobre la deconstrucción ¡~
origen por la vía del lenguaje crítico es el en relación a nuestro tema. Cuando no eó l
empuje retroprogresivo. vivo el empuje crítico retroprogresivo, m
Suele denunciarse que Occidente, con la capas de cultura acumulada nos impidcg!||
modernidad, había apostado por la carta ver el mundo con ojos vírgenes. Es el sfa»m
unidimensional del progreso; pero lo que toma de los viejos profesores que su elea^
se dice menos es que cabe la conciliación reaccionar, ante alguna obra nueva, con íi§ p i
entre el progreso (secularización/racionali- «¿a qué escribir otro libro si todo ha simple
zacíón/complejidad creciente) y el regreso dicho ya?» La cuestión es; ¿estamos
(aproximación al inagotable origen, recu­ denados a no poder decir ya nada nuevóf
peración de la no-dualidad originaria). En Y la respuesta es que no !o estamos en,
todo caso, terminó aquella simplista iden­ medida en que somos capaces de desíi
tificación, que se inicia en el siglo xvui, la cultura acumulada para volver a vi
entre devenir histórico y progreso. Dicha mundo con ojos nuevos y, de este mi
idea, formulada por primera vez por Con- paradójicamente, generar nuevas capas*
dorcet, culminó con la Revolución France­ cultura que son, a la vez, más nuevi
sa, consagrándose el falso antagonismo más originarias.

726
RBTROPROCRHSIÓN

Deconssmcción es, de hecho, la traduc­ do y plenamente resacralizado. En otras


ción interpretativa operada por Jacques palabras, por estar abierto simultáneamen­
Derrida de los términos Ü estm ktion y te a la aventura de la ciencia y al misterio
Abbait empleados por Heidegger en Se'ni del origen. Veám oslo desde el punto de
und Zeii. Se trata de un empeño por recu­ vísta de la psicología evolutiva. A medida
perar la inocencia original de la filosofía, que le van socializando la conciencia, el
y es un ejemplo del empuje retroprogresi- niño va demarcando de sí todo lo que no es
vo que alienta en Lodo filósofo solvente: el «yo», e, incluso, todo lo que no es la ima­
intento de capturar sin distorsiones ni dua­ gen idealizada del yo. Va, por así decirlo,
lismos el modo primigenio como lo real se «empobreciendo» su identidad que, al prin­
realiza a sí mismo. En el caso de Heidegger, cipio lo incluía todo. Ahora bien, lo que ha
recuperar el Ser previo a las polémicas pe­ sido enajenado tiene que ser recuperado
núltimas en torno al ente. En el Heidegger luego, y no para regresar a un estado pree-
tardío, este ser se resuelve en Lenguaje. dípico, sino para alcanzar una conciencia
Quien habla no es el hombre sino el len­ mística que también es critica. El modelo
guaje mismo. Die Sprache selbst spricht. retroprogresivo defiende que hay que si­
Es la línea que, a su manera, seguirá la lla­ multanear el avance secularizador/raciona-
mada filosofía hermenéutica. lizador/socializador/complejificante con la
Bien mirado toda la historia de la filoso­ recuperación del origen no dual. Son las
fía es la expresión de un proceso retropro­ dos flechas, que han de ser simultáneas, de
gresivo. Por ejemplo, sujeto y objeto que la retroprogresión. Dos flechas que apun­
anduvieron indisociados en la Antigüedad, tan hacia dos ámbitos inagotables.
se separan más tarde para volver a reunirse Veámoslo desde una perspectiva socio­
críticamente a parLir de Kant. El pensa­ lógica. Max Weber profetizó la extinción
miento vuelve a ser, entonces, el acto que de las religiones institucionalizadas como
pone simul(lúteamente al sujeto y al objeto. resultado del proceso de secularización/ra-
La historia crítica del pensamiento será, cionalización característico de la moderni­
ante todo, un análisis de las condiciones en dad. La substitución de lo mágico/religio-
las que se han formado o modificado las so por lo científico/raciona! hah ría de pro­
relaciones sujeto/objeto. Vamos recuperan­ ducir el fam oso «desencantam iento del
do así, críticamente (retropregresivamente), mundo». Pues bien, de entrada, la misma
la sabiduría antigua, siguiendo, precisamen­ ciencia ya no desencanta el mundo; en se-"
te, el hilo critico de la modernidad. gundo lugar, la sensibilidad religiosa no
En consecuencia, hay que evitar las ha d e sa p a r ec id o en m o d o algun o: al c o n ­
simplificaciones. Resulta superficial, pon­ trario. El modelo retroprogresivo explica
go por caso, denunciar el antagonismo en­ esto. A medida que crece la racionaliza­
tre el supuesto irracionalismo postmoder- ción crece también la parte oscura que la
no y la línea histórica de la Ilustración. Es misma racionalización deslinda. Ello es
un clisé decir que la oposición al progreso que el animal humano necesita profundi­
se inicia con el romanticismo, se prolonga zar, desarrollarse y expanderse en ambas
en Nictzsche y Heidegger y alcanza hasta direcciones, no sólo en una. En la direc­
a los estructuralistas de los años sesenta. ción racional/cicntífica/secularizadora y
La cuestión es: ¿quién prohíbe conciliar a en la dirección metafísica/originaria/místi-
Nietzsche y Heidegger con el discurso de ca. El camino a recorrer en ambas direc­
las Luces? Esta conciliación es, precisa­ ciones es, como digo, ilimitado. El verda­
mente, el meollo de lo retroprogresivo. Ra­ dero progreso es así retroprogreso.
zón y mística. El retroprogreso es también un modelo
Un ser humano retroprogresivo se defi­ de salud. Imaginemos un árbol que sólo
ne por ser a la vez plenamente seculariza­ creciera hacia arriba, quedándose con unas

727
RETROPROGRE SIÓN / RICOEUR. PAUL

raíces enanas: inevitablemente se derrum­ gión de la modernidad, ha entrado en crisis


baría. El caso es que la parcelación/segrega- profunda con el derrumbe de las ideologías
ción de la realidad genera una angustia muy marxistas. Hoy ya nadie confía «religiosa­
peculiar que nunca queda suficientemente mente» en la política com o vehículo de
neutralizada con los discursos racionaliza- salvación. Reducida á proporciones más
dores. Es preciso el empuje de retroacción, modestas (la política como mera adminis;
de recuperación de la no-dualidad origina­ tración) queda el campo abierto para pro­
ria, para neutralizar dicha angustia. fundizar en lo genuinameute «religioso»,
Este empuje no es irracional sino que que es lo místico. (Lo místico que. al ser la
está en el meollo de lo crítico, como ya he otra faz del relativismo, impide lodo fana­
dicho. El animal retroprogresivo es el que tismo.)
se diferencia en ambas direcciones, el que Lo retroprogresivo es, en fin, algo así
a la vez que se seculariza y fragmenta va como el Tao de Occidente — y, en este con­
recuperando la no-dualidad originaria. (En texto, una conciliación entre Orlen Le y Oc­
términos de psicología profunda: recupe­ cidente— : es esa creatividad ambivalente
ración, primero del inconsciente, luego áel que nos devuelve al origen por la vía críti­
cuerpo, luego del medio ambiente, final­ ca. A l poner en crisis los propios funda­
mente de la totalidad de las cosas — con­ mentos se avanza hacia la incertidumbre y.
ciencia mística transpersonal— ). El ani­ a la vez. se aproxima uno al origen. Se
mal retroprogresivo sabe que puede cons­ avanza hacia la sofisticación de los lengua­
truir un ego fuerte y racional, y, al mismo jes y, a la vez, hacia la no-dualidad origina­
tiempo, recuperar la conciencia m ística ria. En esta ambivalencia reside el meollo
atrofiada. Sabe, además, que ya no valen de lo retroprogresivo.
los substitutivos pseudo-místicos. La polí­
tica por ejemplo, que ha sido la gran rell- Salvador Pániker

Ricoeur, Paul
Itinerario intelectual de la fenomenología. Ya desde el comien­
zo apreciam os com o Ricoeur confronta
Paul Ricoeur, nacido en Valence (Fran­ sus puntos de vistas con los de otros auto­
cia) en 1913, es uno de los exponentes res para optar, al final, por una vía entera­
máximos de la filosofía hermenéutica euro­ mente original. El mismo ha reconocido la
pea. Su pensamiento se caracteriza por un estructura polémica de las influencias que
talante de diálogo permanente con aque­ ha recibido.
llos autores y corrientes más destacadas Cuando comienza a publicar, a finales
de la contemporaneidad. En sus primeros de los años cuarenta, la tradición neo-kan­
años de investigación recibe una doble in­ tiana gozaba de gran prestigio en el ámbi­
fluencia: por una parte, Gabriel Marcel y to europeo. A esta tradición opone el exi>*
Emmanuel Mounier; y, por la otra, Ed- tencialism o, en un intento de equilibrar
mund Husserl, Los dos primeros le enca­ desde un compromiso con el hombre con­
minan hacia la búsqueda existencialista, creto el carácter de nuevo racionalismo de
hada la problemática del com promiso. aquella corriente. En una etapa intermedu
Husserl representa para él la rigurosidad enfrenLa a la filosofía del sujeto, dernaib
intelectual y reflexiva dentro del ámbito del existencialismo, las categorías de ana-

• 728
RICOEUR, PAUL

lisis propias del estructuralismo. A conti­ sin olvidar, como había hecho Husserl, ha­
nuación su pensamiento, siempre atento a cer gravitar la realidad empírica del hom­
los fenóm enos del presente, detecta una bre alrededor del hecho fundamental de la
inflación de la filosofía del lenguaje, fren­ voluntad y sus disfraces. La presencia del
ate a la defensa de lo vivido o de la acción. tema de la culpa da lugar a un cambio me­
. Muy cerca de estos años se produce el si­ todológico profundo por su particular ma­
guiente enfrentamiento entre la filosofía nera de expresarse a través de un lenguaje
analítica, propia del mundo anglosajón y indirecto, simbólico en ocasiones y siem­
americano, que Ricoeur conoce bien, y la pre con un doble sentido latente.
hermenéutica filosófica, propia de una tra­
dición continental cuyos epicentros se ubi­
can en Alemania y Francia.
Los dos últimos frentes con los que pole­
miza en Soi-metne comme un autre (1990)
son el Cogito solitario cartesiano, contra
una filosofía de la acción que implica una
comunidad de participantes coimplicados.
La acción es siempre una acción con otros
y, por tanto, también el problema del otro
está implicado en la narración. Mientras
que para Descanes el punto de partida es
el sujeto como yo y como yo pensante, en
la narración se supera la primera persona y
tomamos como sujeto todas las personas
gramaticales, aunque empleemos la terce­
ra de modo privilegiado. Esta es la razón
de que en este libro use la palabra so i para
designar la capacidad reflexiva de todas
las personas.
P. Ricoeur y A. Ortiz-Osés

Etapas de su pensamiento
F.l segundo volumen de sil Filosofía de
En cuanto a las etapas de su pensamien­ la voluntad aparece bajo el título de Fini-
to apreciamos cómo, tras una inicial preo­ tud y culpabilidad (I960). Se trata de un
cupación por la obra de Karl Jaspers, fruto libro dividido en dos partes (El hombre lá­
de la que nacen sus dos primeros libros. bil y La simbólica del mal). Es la contra­
Uno en colaboración con Mikel Dufíenne partida del primer volumen la medida en
(Karl Jaspers y la filosofía de la existen­ que pretende desprenderse de !a abstrac­
cia) de 1947, y otro de su autoría titulado ción pura, del paréntesis eidetico . introdu­
Gabriel Marcel v Karl Jaspers (1948), Ri­ ciendo lo que está dentro de él. Estamos
coeur emprende su primera gran obra Filo­ ahora en una empírica de la voluntad y no
sofia de la voluntad. La primera parte de en una eidètica o en una descripción esen­
este magno trabajo, aparecido en dos volú­ cial, que nos lleva sobre dos ideas directri­
menes, es Lo voluntario y la involuntario ces: por una parte, sobre el carácter opaco
(1950). En ella se intenta describir y com­ y obscuro de la falta; y. por otra, sobre una
prender las estructuras fundamentales de la mítica concreta pues no es posible explicar
voluntad. Para ello recurre a una teoría eidè­ el paso de la inocencia a la falta mediante
tica de lo voluntario y lo involuntario pero ninguna descripción abstracta. Su proyec­

729
RICOEUR. PAUL

to. en este momento, es el de ligar una em­ La Hermenéutica, tal como es entendida
pírica de la voluntad a una mítica concre­ por Ricoeur, es heredera de la tradición re­
ta. Al introducir el problema del mal en la flexiva en su conjunto y de su variante fe-
estructura de la voluntad fue necesaria una nomenológica en particular. Así pues, a la
renovación del método descriptivo. Para aportación de Schleiermacher, Dillhey,
captar los rasgos específicos de una volun­ Heidegger y Gadnmer. hay que añadir la
tad mala era preciso recurrir a la media­ huella dejada por la filosofía reflexiva de
ción de los símbolos y los mitos. Esto de­ Nabert. Fichte. Kant y Descartes. La Her­
manda la aparición de una hermenéutica menéutica añade a la fenomenología la ne­
filosófica que trabaje en el desciframiento cesidad de un gran rodeo (détour) a través
de este lenguaje simbólico y metafórico. de ios signos, símbolos y normas de nues­
tra cultura: la finitud de la comprensión y
el conflicto de las interpretaciones que re­
La H erm enéutica sulta de esa finitud; el carácter abierto de
las mediaciones.
La etapa siguiente confirma el giro her- El concepto de interpretación ya no
menéutico de su pensamiento. En ella nos puede ser entendido como un mero aspec­
ofrece sus reflexiones en torno a la obra de to técnico, perteneciente a una ciencia
Freud y sus repercusiones para la filoso­ exegética que busca descubrir significa­
fía y la Hermenéutica, a través de su libro ciones. La interpretación, objeto primor- ■
De la interpretación: ensayo sobre Freud dial de la Hermenéutica, es una búsqueda
{ i 965>. Se atisba ya la polaridad que daría constante de sentido, y por medio de esta
lugar a lo que Ricoeur denominó el con­ vía supone un encuentro con el ser, o me- -
flicto de las interpretaciones. La interpre­ jor dicho, con la necesidad de desvelar el
tación practicada en La simbólica del mal sentido del ser. El concepto de interpreta­
era una interpretación amplificadora, es ción ya no pertenece a una dimensión es-.,
decir, una interpretación atenta al exceso trictamente metodológica sino que se acer­
de sentido que albergaba implícitamente el ca a una línea ontológica. Pero no es tiem- „
simbolismo del mal y que sólo la reflexión po de mitologías sustancialistas, y la que.'
elevaba a una plenitud significante. Sin Ricoeur nos propone, a través de su pro­
embargo, esta interpretación se oponía a yecto hermenéutico, tampoco lo es. Ser .
una interpretación reductora, que en el viene a coincidir, según la nueva acepción,^
caso de la culpa Ricoeur creía ver perfec­ con «.ser-interpretado».
tamente ilustrada en el psicoanálisis freu- En El conflicto de las interpretaciones
díano. Se anunciaba, com o decíamos, una (1969), subtitulado Ensayos de hermenéu^L
nueva polaridad que seria el llamado con­ tica, continúa su modo de proceder frag-:S
flicto de las interpretaciones, aunque den­ mentarlo. En él están presentes el estructu^
tro de los límites de una simbología deter­ ralismo, el psicoanálisis, la fenomenología,^
minada. Se trata de un conflicto entre dos siempre en diálogo con la Hermenéutica^!
hermenéuticas: una «amplificadora» y otra Ricoeur hablará de una «vía corta» que
que llama de la «sospecha» (soupçon), en la de una ontología de la comprensión,(fiM
la que figura además de Freud, Feuerbach, la manera de Heidegger. Esta denom ina^
Marx y N ietzsche. D e esta forma, en la ción responde al hecho de que, evitando log|j
fase que comienza tras la publicación de debates sobre el método, se vuelca en on£ 8
su obra sobre Freud, la cuestión ya no es­ ontología del ser finito para encontrar allídOB
taba limitada a un conjunto sim bólico par­ comprender, no com o modo de c o n ó t^ S
ticular, sino abierta a la estructura simbóli­ miento sino como modo de ser. La «vía iaisa
ca en tanto que estructura de lenguaje es­ ga», que es la que nuestro autor se propobgjl
pecífica. recorrer, también tiene la ambición de lljS n

730
RICOEUR. PAUL ! ROM ANTICISMO

var la reflexión al plano ontològico, pero de trear a lo largo de la obra. La primera in­
una forma gradual, siguiendo los reclamos tención prima la mediación reflexiva sobre
de la semántica y de la reflexión. la posición inmediata del sujeto, tal como
La metáfora viva (1915) y Tiempo y narra­ se expresa en la primera persona del singu­
ción (1983-85) son, tal com o manifiesta lar «yo pienso». Dicha intención encuentra
Ricoeur, dos obras gem elas. Aunque la en la gramática de las lenguas naturales un
metáfora se incluye tradicionalmcnte en la importante apoyo al poder distinguir el «sí-
teoría de ios «tropos» (o figuras del discur­ mismo» (soi) del «yo» (je). La segunda in­
so) y la narración en la teoría de los «géne­ tención filosófica está inscrita en el título a
ros» literarios, los efectos de sentido pro­ través del término «même» y pretende di­
ducidos por una y por otra incumben al sociar las dos significaciones fundamenta­
mismo fenómeno central de innovación se­ les de la identidad: según se entienda por
mántica. En La metáfora, entendida como idéntico lo equivalente del idem o del ipse
tensión entre dos sentidos en el plano de 1 a latino. Esta equivocidad del término «idén­
frase, la innovación consiste en la produc­ tico» estará inmersa en la reflexión sobre
ción de una nueva pertinencia semántica la idenLidad personal y la identidad narrati­
mediante una atribución impertinente. En va, en relación con la temporalidad como
la narración, por su parte, la innovación carácter dominante del sí-mismo. La terce­
semántica consiste en la creación de una ra intención filosófica se encadena con Ja
trama (intrigue). En virtud de ella, fines y precedente al plantear una dialéctica entre
causas se reúnen en la unidad temporal de el «sí-mismo» (soi) y el «otro» (autre que
una acción total y completa. Los tres volú­ soi). Soi-même comme un autre sugiere de
menes de Tiempo y narración se ocupan, entrada que la ipseídad del si-mismo impli-.
respectivamente, de la configuración del ca la alteridad en un grado tan íntimo que
Liempo en el relato histórico, en el relato uno no se deja pensar sin el otro. Y, por úl­
de ficción y de un «tercer tiempo», entre timo, en el «como» (comme) Ricoeur esta­
d cosmológico y el fenomenològico, que blece una significación fuerte, no solamen­
se genera con la configuración de la trama. te en el sentido de una comparación (uno-
Su liUima gran aportación (que no su úl­ mismo parecido a un otro) sino más bien
timo libro) es Soi-méme camme un autre. de una implicación: uno mismo en tanto
En el título está expresado el punto de que otro.
convergencia entre las tres intenciones fi­
losóficas fundamentales que podemos ras­ Marcelino Agís

Romanticismo
A pesar de las imprecisiones que pue­ Esto es válido ante todo por lo que se re­
dan existir en torno a la naturaleza y la fiere al Rom anticism o alemán, pues fue
amplitud del movimiento romántico — no aquél que con mayor decisión y lucidez
sin fundamento se ha podido afirmar que abordó la cuestión de la naturaleza del
la historia del Romanticismo es la historia movimiento romántico. Indiscutiblemen­
de sus erradas interpretaciones— se puede te es Alemania quien detenta un claro li­
señalar de forma inequívoca que dicho derazgo teórico en el seno del movimien­
movimiento reviste una peculiar relevan­ to paneuropeo que fue el Romanticismo.
cia para la historia de la Hermenéutica. Fr. Schlciermacher es la figura señera del

731
ROMANTICISMO

giro hermenéutico que entonces se produ­ saltando su especificidad en la historia del


ce, pero resulta ineludible referirse asimis­ saber occidental. Se trata con ello de evo­
m o al m ovimiento romántico com o tal, car escuetamente el humus, el horizonte en
con el que mantuvo unas peculiares rela­ el que va a producirse el giro hermenéutí-
ciones. co. Como queda apuntado, también en este
La filosofía trascendental kantiana cons­ caso Kant actúa a modo de referente inme­
tituye uno de los referentes inmediatos tan­ diato. Por supuesto el Romanticismo es a
to del m ovim iento romántico com o del la vez una confrontación con el pensa­
giro hermenéutico propiamente dicho. La miento ilustrado y, en definíLiva, con el
Critica de la razón pura constituye un <rumbo emprendido por el pensamiento
análisis paradigmático de la finitud de la moderno a parúr del Renacimiento. Pero
razón, que considera incognoscibles las . ello no es óbice para considerar a Kant
cosas en sí y postula una concentración en como uno de los desencadenantes inme­
el análisis de la estructura del sujeto cog­ diatos del movimiento romántico. El Ro­
noscente a la búsqueda de las condiciones manticismo, aun cuando se estaba ya ges­
bajo las que es posible el conocim iento tando con anterioridad a la intervención
objetivo del mundo fenom én ico. En el kantiana, puede ser considerado a la vez.
análisis del conocimiento se opera así un en su desarrollo posterior, como «una» de
desplazamiento desde las cosas en cuanto las derivaciones id eológicas que van a
tales, hacia el sujeto del conocimiento y configurar el horizonte postkantiano. Si el
sus estructuras a priori. El entendimiento desarrollo del Idealismo especulativo, es­
humano en cuanto imellectus ectypus no pecialmente a través de Hegel, va a supo­
puede conocer las cosas absolutamente ner una ampliación de la razón ilustrada,
sino que se limita a conocerlas en cuanto desde el horizonte de razón, el Romanti­
fenómenos, según se presentan a nuestra cismo lo va a ser ante Lodo desde la pers­
facultad cognoscitiva. Resulta consecuente pectiva estética. Kant alumbra la posibili­
pensar que, mediante este repliegue, en el dad del Romanticismo a través de más de
sujeto cognoscente, se abría también un una vía. Sin duda desde la perspectiva de
horizonte propicio para que se produjera la razón práctica que instala al hombre en
un giro en la historia de la hermenéutica, lo que Hegel denominó la «mala infini­
que se centrará ahora en el análisis del tud». en cuanto implica la persecución de
comprender como tal. Todo acontecimien­ un ideal nunca plenamente alcanzable. No
to histórico o p la n tea m ien to racional, toda obstante, aquí interesa más destacar el ho­
manifestación vital van a ser examinados rizonte de la razón teorética, pues no en
desde el punto de vista de las condiciones vano se ha podido escribir que: «en el hor­
bajo las que resulta posible su compren­ no de la epistemología kantiana se cuece
sión1. el pan de la fantasía romántica»-. A la re-
A) El saber romántico. El giro herme- volución copernicana que supone en filo­
néutico se va a producir relativamente tar­ sofía el Idealismo trascendental de Kant.
de, en un lento proceso de maduración, viene a corresponder la revolución ee¡v;-
una vez ya plenamente asentado el movi­ nicana de la poesía llevada a cabo por el
miento romántico. Por ello parece oportu­ movimieito romántico. La primera cstudu
no examinar previamente algunas de las las condiciones..de posibilidad del coinvi-
características del «saber roinánLico», re­ mienio objetivo, pero a la vez la diakM:.'-*

' FR. Schleieirnachcr. Hermeneutik and Kritik - M. Ballestero. Ei principio mnuintici'.


(Hg. und tdngcleilet von M. Frank). Frankfurt a.M*. na, 1990. p. S5.
l977.pp.7-sT

732
ROMANTICISMO

• trascendental abre el horizonte de lo pen­ so poetizarlo de nuevo, responda al sentir


sable a través de las ideas de la razón. La general de los románticos. A sí para Nova-
7 segunda, por su parte, penetra audazmente lis sólo el artista es capaz de barruntar el
■: en las «nieblas de la imaginación trascen- sentido de la vida y en este sentido cabría
dental»3. Kant había vedado el paso al co- considerar al poeta como una especie de
_ nociento teórico de lo Absoluto y de las médico trascendental que ayuda a curar las
•• cosas en sí, en definitiva al conocimiento heridas que resultan de la existencia de un
V del Ser en su verdad esencial, en una pc- mundo dominado por el mecanicismo y el
- cufiar tensión entre la experiencia de la fi- intelectualismo. La poesía no es aquí por
nitud y la aspiración a lo Absoluto. Es tanto un mero adorno ni siquiera un mero
aquí donde intervienen los románticos y trasunto antropológico. En cuanto clave
’ - ofrecen su propia solución. Lo que no es para acceder a la esencia de lo real, la poe­
posible para la filosofía, lo es para el arte sía nos abre la perspectiva de la infinitud.
que mediante la «intuición estética» acier- Novalis se refiere a la «poesía superior»
\._ta, por el contrario, a ofrecernos una vi- como a la «poesía de lo infinito»0, Median­
sión simbólica de lo Absoluto. En este ho~ te la poesía surge la «máxima simpatía y
rizonte de una «ontología estética» el arte coactividad», la «comunión más íntima»
, se Ies va a mostrar a los románticos como entre lo finiLo y lo infinito. Desde este ho­
el instrumento idóneo para la percepción rizonte cabría abordar el prograna novali-
de lo Absoluto4. Es particularmente la poe- siano de «romantizar» el mundo, tendente
sía la manifestación artística que está en a concederle a ésLe una «potenciación cua­
b ■condiciones de alumbrar la entraña de la rea- litativa» mediante la convergencia entre lo
j*\ lidad. Lo mismo que ocurría con Schiller, incondicionado y las cosas, entre lo finito
f . también para los románticos el arte tiene y lo infinito.
una dimensión ontológica, en cuanto clave No sorprende que en este horizonte se ha­
■■ privilegiada para expresar lo real. ble de una poesía trascendental como mani­
La estetización de la realidad constituye fiesto contrapunto a la coetánea filosofía
t así una de las señas de identidad más pe- trascendental, tal como hacen Fr. Schlegel
f.. cufiares del universo romántico, que no y Novalis. La centralidad epistemológica
^- podría m enos de condicionar la nueva de la poesía romántica le capacitaría para
l epistemología. De esta forma, el arte, y de desempeñar este rol en cuanto «poesía y
tr un forma especial la poesía, no sólo se poesía de la poesía». Es cierto, no obstan­
3; -apoderan de aq u ello s ám b ito s Vedados a la te, que los románticos, a pesar de la esteti­
:? percepción teórica por Kant sino que in­ zación de la realidad, hicieron suya hasta
tentan ofrecer una réplica al saber moder­ cierto punto la concepción heideggeriana
no y de una forma especial al saber ilustra­ de la cercanía entre filósofos y poetas. El
do. Al fin y al cabo el conflicto entre la mismo Novalis llegó a escribir que cuanto
Ilustración y el Romanticismo es en cierto mayor es un poeta tanto «más filosófico
sentido un conflicto entre epistemologías5, es». Autores como los hermanos Schlegel,
De ahí que la queja de A.W. Schlegel de Hölderlin, Novalis están bien familiariza­
que el proceso de despoetización (Depoe- dos con la situación filosófica coetánea,
tísiehaigsprozess) del m u n d o haya durado pero cuando se disponen a plasmar filosó­
demasiado tiempo, de forma que es preci­ ficamente su visión del mundo, sus atis-

J PH. i .acoue-Labarihe el J.L. Nancy, L'ubsoiit 5 G. Gusdorf, Funden; ents du so w ir nunanliqui',


Mbtéraire, Pan's. 1978, p. Al. París, 1982. p. 191.
sí ‘ A, Jacob (dir.). Encyciopédte phiioxnphique 6 Novalis, Werke I. Hauser, p. Ó57.
Mkutiverseile. U Les notions philtisophicjites, Pan's.
K 1990, p. 2.285.

733
ROMANTICISMO

bus. aunque a menudo geniales, no dejan de todo como «falsedades manifiestas y rwJÍ* '
ser «debilitamientos de sus propias ideas», culas», el saber romántico se propone pord ■;
tal como señala N. Hartmann. Algo que en contrario como una recuperación del mito» T/
Ultima instancia cabría afirmar incluso de una remitologización de la Edad Moderna,
Schelling el máximo exponente filosófico paralela al proceso de repoclización. El
del Romanticismo. Estamos así más bien mito se les presenta a los románticos con» , -
ante la figura de un poetizar pensante. aquella instancia que ilumina el origen dd.Ñ’
También las manifestaciones más abier­ arte y de la historia, como aquello que fa- •
tamente filosóficas se sitúan bajo el signo cilita nuestra percepción de la realidad pri* •
de la estetización de la realidad, peculiar mordial. Ajenos a las manipulaciones.dé
de este movimiento. A sí el Primer Pro­ que iba a ser objeto en la Historia coman-*",
grama de un sistema del idealismo alemán poránea, los románticos se vuelven hacia =-
concibe la idea de belleza com o aquella el mito, como aquella instancia que les fa*
que en un sentido superior platónico une a editaba la superación de las estreche«* ■-
todas las demás; la verdad y la bondad del saber moderno, si bien tal como señal*
sólo se ven hermanadas en la belleza7. La Lukacs, estaban menos preocupados por la
poesía recibe así una dignidad superior y coherencia como tal que por la cuestión dé ..L
se convierte en lo que ya había sido al co­ que ninguna fuerza perdiera en intensidad..^
m ienzo: la «maestra de la humanidad». para alcanzar la «armonía». La epistemo* ■
Pero quien lleva a su plenitud esta idea es logia romántica va a tratar de desplega*,
precisamente el Schelling del Sistema del así, tanto las virtualidades poéticas como
idealismo trascendental. El arte se con­ míticas del lenguaje en el marco de una
vierte en modelo de la ciencia, de forma anhelada renovación de la verdad, con ;.
que esta ha de tratar de llegar hasta el ni­ toda su carga de metamorfosis de los sig- ~
vel del arte. La intuición estética es en de­ niñ ead os9. Por eso el mismo Schelling
finitiva la intuición trascendental que se ha concluye el Sistema del idealismo irascen-jgí;
hecho objetiva. De ahí las afirmaciones dental postulando la emergencia de una
paradigmáticas de que el arte es «el único «nueva mitología». El proyecto, si bien n03&
verdadero y eterno órgano y documento de exento de ambigüedades y perplejidades, .
la filosofía» y de que se convierte en lo intenta rectificar la unilateralidad de unl._.
«supremo» para el filósofo porque sólo de concepción «ilustrada» que concibe unívo^gp
su mano puede tener acceso a la naturale­ cántente la emergencia del pensamiento
za íntima de la realidad. De esta forma el( ciomil como un paso del «miro» al «logoS».j¿£¿
arle se presenta como el «médium absolu­ De ahí la simpatía con que Heidegger,
to de la reflexión»8. su revisión de la historia de la metafísica,*-^?
Pero si el primado del arte constituye vuelve su mirada hacia e! proyecto román«?!
uno de los rasgos más definitorios del saber tico a la vez que critica el concepto impe*||j
romántico, existen otros, también importan­ rante del proceso de secularización, de./J
tes, que se encuentran en una relación más «desencantamiento del mundo», como un í *
o menos estrecha con lo anterior. A este proceso reduccionista. La «mitología» en -2
respecto habría que referirse en primer lu­ su acepción correcta no sería tanto un su^j§¡
gar a la recuperación romántica del mito. Si cedánco para el hombre que todavía n o j |
para el saber ilustrado, bajo el imperio de está «maduro» para la ciencia exacta cusun^
las Luces, los mitos se presentaban ante to la forma bajo la que el ser mismo s * l |

7 Ch. Jamme und H. Schneider (eds.j, Mythologie K W. Benjamin, El concepto de crítica de arte en .
der Vernunft. Hegetx «ältestes Systemprogramm des el Romanticismo alemán, Barcelona, 1988, p. 73. ■
deutschen Idealismus, Frankfurt a.M., 1984, p. 12. * G. Gusdorf, op. cit., p. 201.

734
ROMANTICISMO

manifiesta «poéticamente»10, establecién­ nueva sensibilidad histórica. También en


dose así un diálogo más fructífero entre el este punto el saber romántico opera un
poetizar y el pensar. En este sentido, el sa­ giro profundo respecto a la concepción
ber romántico, a pesar de su endeblez y historiográfica de la Ilustración. Por su­
precariedad, parece tener un significado puesto que la Ilustración recurre amplia­
que va más allá de su apariencia como in­ mente a la historia a la hora de precisar su
terrupción «episódica» del proceso moder­ propio puesto en la misma. Resaltando las
no de racionalización. miserias del pasado se reafirman los valo­
A través de la potenciación del arte y res ilustrados en cuanto auténtica expre­
del mito, el saber romántico constituye un sión de la Modernidad. Los «modernos»
esfuerzo por sintonizar con las pulsiones se imponen frente a los «antiguos». En el
profundas que habían sido inhibidas por el Romanticismo por el contrario, asistimos a
moderno racionalism o. M ás allá de las una idealización y espiritualización del pa­
apariencias efímeras, pero también más sado, de los tiempos primordiales, dotados
allá de las escisiones de la cultura moder­ de una especial plenitud y armonía. Cabría
na. el Romanticismo busca la unidad pri­ hablar también aquí de una inequívoca
mordial que subyace a todo lo real. Si la «nostalgia de los orígenes». De ahí la idea­
escisión caracteriza a iu Modernidad, la lización de los comienzos de la humani­
«medicina trascendental» del Romanticis­ dad, pero también de las distintas manifes­
mo aspira a curarla mediante el retomo a taciones del espíritu del pueblo (Volks-
la auténtica realidad primordial. La expre­ geist) que vendrían a ser expresión de sus
sión Uno y Todo sirve para articular el verdades arcanas, de su identidad, más pe­
abigarrado universo romántico, al consti­ culiar. De ahí también una nueva valora­
tuir su principal línea de fuerza. Hölderlin ción de las leyendas, afín a la de los mitos,
ha expresado modélicam ente este sen ti­ en cuanto expresión de ese mundo arcano
miento, en un conocido pasaje: «Estar uni­ cuya sabiduría se quiere recuperar. La fan­
do con todo lo que vive, regresar con feliz tasía tiene que suplir la precariedad e im­
altruismo a la total naturaleza, a la cumbre precisión de unas tradiciones que a menu­
del pensamiento y de la dicha, ésta es la do se sustraen al control directo. Por lo de­
sagrada cima, el lugar del eterno reposo». más, esta actitud romántica es común a
El saber romántico no se presenta así tamo aquellos autores que, afines al Romanticis­
como manifestación de poder, en ía línea mo son críticos de la Modernidad. Así, ya
iniciada por Bacon y D escartes, cuanto Rousseau se complacía en «recrear la per­
más bien como intento de recuperación de fección de los acontecimientos primordia­
una sabiduría perdida, que constituiría una les». Salvadas las debidas distancias, otro
especie de imperativo permanente de la tanto cabría afirmar de N ietzsche o de
humanidad. En este horizonte, finalmente, Heidegger.
se perfila, además, el ideal romántico de la Destaquemos finalmente que los román­
universización de lo individual y a la vez ticos pretendieron expresar su nueva v i­
de la individualización de lo universal, sión del saber mediante sus proyectos de
ideal que tendrá su reflejo en el ámbito elaborar una nueva Enciclopedia, Si la En­
hermenéutico. ciclopedia de Diderot y D ’Alembert puede
La potenciación romántica del arte, la ser considerada como el mejor símbolo del
nueva mitología y la búsqueda de la uni­ saber ilustrado, Novalis y los hermanos
dad originaria iban a implicar a la vez una Schlegel, con sus proyectos enciclopédi-

10 M. Heidegger, Hölderlins Hymne «Der ¡ster»,


Frankfurt a.M., 1984, p. 139.

735
ROMANTICISMO

eos más o menos fragmentarios, intentan Condicionado por este horizonte del sa­
una nueva ordenación del saber desde el ber romántico se va a producir un acerca­
horizonte de la epistem ología romántica. miento creciente al problema hermenéutico.
Es el propio Novalis quien afirma que «no Estándole reservado a Fr. Schleiermacher
hay m ayor alegría que la de entenderlo un tratamiento autónomo, cabe destacar
todo», indicando así la curiosidad ilimita­ aquí las aportaciones de autores tan repre­
da que dominaba a la nueva época, una sentativos como Fr. Schlegel y Novalis, por
época que intentaba ofrecer su nuevo en­ un lado, y Fr. Ast, por otro, todos ellos in­
foque del saber acerca del hombre, de la mersos en el horizonte romántico.
naturaleza y de Dios. Pero si la Enciclope­ B) Fr. Schlegel y Novalis. Aunque ya
dia de los románticos ya no es la de Dide- Dilthey, en el marco de sus trabajos sobre
rot y D ’AIembert tampoco será la de Hegel, Schleiermacher, llamó la atención sobre la
centrada ésta en la exposición de las «cien­ importancia de la concepción hermenéuti­
cias filosóficas». La Enciclopedia romántica ca de Fr, Schlegel, viendo en ella un im­
habría de abordar todas las ciencias y las ar­ portante eslabón que conduce a la teoría
tes, en una especie de enfoque sincretisla, schleiermachiana, hay que reconocer, sin
que algunos no dudan en calificar com o embargo, que los historiadores de la Her­
gnosis. En efecto, frente a las cuidadas de­ menéutica han prestado escasa atención a
marcaciones que el saber moderno había ido esa aportación de Schlegel. No obstante, en
estableciendo, los románticos ofrecen un los tiempos recientes la situación está cam­
enfoque en el que se integran ciencia, arte, biando debido a los trabajos de H. Patscb,
magia, filosofía, realidad y ficción. N o en W. Michel, E. Behler, J. Zovko. entre otros.
vano Novalis acuña la significativa expre­ Ello tiene lugar en el horizonte no sólo de
sión de «idealismo mágico» como apropia­ un renovado estudio de la obra de Schleier­
da para la visión romántica del mundo. macher sino en el de la Fríihromantik en
En definitiva el saber romántico se mue­ general que es objeto de un particular inte­
ve entre la pasión de la totalidad — sólo el rés desde las distinLas direcciones de lo que
Todo es real, dirá N ovalis anticipando a podemos denominar, en sentido genérico,
Hegel— y los logros fragmentarios. Una de saber posmodemo12.
las utopías del Romanticismo va a consistir La crítica hermenéutica del joven Schlc­
en la elaboración de lo que Fr. Schlcgel de­ gel va a anticipar rasgos fundamentales de
nomina «libro infinito» o bien el proyecto lo que más tarde, con Schleiermacher, se
de una «nueva Biblia», abierta a las n u e­ va a constituir como hermenéutica «uni­
vas experiencias de la humanidad. Pero, a versal» o «filosófica». Sus aportaciones u!
la vez, el Romanticismo constituye un im­ campo hermenéutico se sitúan, como ya
portante capítulo de la escritura fragmen­ sabemos, en el horizonte diseñado por la
taria. El fragmento romántico sirve para filosofía trascendental de Kant, si bien en
simbolizar la tensión entre lo finito y lo in­ cuanto autor romántico, Schlegel sigue
finito, entre el todo y las partes. Mediante lina vía distinta de la emprendida por et
la experiencia del fragmento podemos per­ idealismo alemán. No se trata en su caso
cibir. no obstante, que «la totalidad está tanto de explotar' a fondo las pos ibi) idarles
presente en cada parle, y que el todo es no interpretativas del pensamiento conceptual
la suma sino la co-presencia de las partes, cuanto de la utilización de una capacidad
en lauto que co-presencia, en última ins­ no-racional, de carácter «adivinatorio-
tancia, del todo en sí m ism o»11. mediante la que estaríamos en condiciones

11 PH. Luccuie-Labarthe el J.L. Nancy. ap. clt., 11 E. Behler und i. Horisc (eds.i. Die Aknmliiíi:
p. 64. der Frührmnaniik, Pnderbom. 1987. pp. 14-15,

736
ROMANTICISMO

Rié percibir el sentido tanto de las manifes­ nía con el universo romántico, el problema
taciones artísticas com o de las naturales. de la poesía le conduce al de una nueva
[Tal como señala J. Zovko, el camino que mitología, tal como ocurre en su Diálogo
[conduce desde la kantiana crítica trascen­ sobre la poesía. El centro de la poesía ha
dental del conocim iento hasta la crítica de ser puesto en la mitología. Los moder­
[hermenéutica de Schlegel implica una his­ nos todavía no tienen una mitología pero
torización de todo el proceso de la com- les falta poco para tenerla, una tarea a la
rprensión, muy en sintonía, por lo demás, que Schlegel invita a colaborar.
[con la inflexión romántica hacia la histo- Todo ello condiciona su enfoque herme­
[xia. A l a mentada historización del proce- néutico. Su médium cognoscitivo no es
-so interpretativo, en contraste no sólo con una racionalidad rigurosa sino más bien la
■Kant sino también con Fichte, se añade fantasía y un entendimiento poetizante. La
además en Schlegel una «poetización del tarea de la comprensión y de la interpreta­
! pensamiento, también muy en la línea de ción no se puede desarrollar con unos per­
Jos ideales románticos13. Una de las utopías files rigurosos sino más bien como algo\
"de Schlegel consistía en la elaboración de que se barrunta y adivina. D e ahí que la
an sistema total que tuviera como partes alegoría y el símbolo desempeñen un pa­
constitutivas la poesía, la filosofía y la fi­ pel fundamental en la conformación de su
lología, a modo de órgano teórico median- crítica hermenéutica15. D e ahí también la
=te el que poder elaborar una adecuada teoría centralidad, para la comprensión de la rea­
[de la humanidad. Si su realización concreta lidad, de un «arte mitologizante» y de una
-puede considerarse insuficiente, expresa al «crítica poetizante» que habrían de condu­
[menos eficazmente el horizonte en que pre­ cir al ideal de «una legislación plena de lo
tendía situarse el autor. bello». Schlegel tiene desde luego el méri­
; • S chlegel se pronuncia abiertam ente to de haber historizado el comprender en
’acerca de dos referentes románticos bási­ todos sus ámbitos, pero no es de extrañar
cos; la poesía y el mito, la nueva mitolo­ que su hermenéutica haya sido concebida
gía. Su teoría de la poesía trascendental se en primer lugar como hermenéutica estéti­
-halla en el camino hacia la formulación ca porque pretendió unlversalizar el com­
del pensamiento hermenéutico. Igualmen­ prender desde el horizonte de la crítica es­
te relevante es su referencia a la poesía ro­ tética y también en otros ámbitos concep­
mántica como tal. Frente a una Edad Mo­ tuales conservó y utilizó categorías de orden
derna dominada por la escisión, se postula estético16. En este sentido la hermenéutica
la necesidad de la unión. En este sentido estética no sería propiamente una hermenéu­
•Schlegel concibe la poesía romántica a tica especial, subordinada a una hermenéuti­
modo de obra de arle total (Gesamikuns- ca general, sino que tendría ella misma una
toerk), que no sólo es capaz de unir todos proyección general.
los géneros de la poesía y de relacionar la También Schlegel rinde pleitesía al sin­
poesía, la filosofía y la retórica, sino tam­ cretismo romántico; «la crítica romántica
bién de mezclar la poesía y la prosa, de ha de ser a la vez crítica, poética, polémi­
poetizar la vida y la sociedad. Por supues­ ca, retórica, histórica, filosófica»17, que­
to tal ideal romántico constituye un proce­ dando así patente la vocación totalizadora
so eterno, que no alcanza nunca su consu­ de su proyecto teórico. Como ha puesto de
mación14. Por otra parte, también en sinto­ manifiesto W. Benjamín, los términos «crí-

13 J. Zovko, Versieh en und Nichtverslehcn bei Fr. 15 J. Zovko, c/p. ¡til., p. 12.
Schlegel, Stuttgart, 1990, p. 11. 16 W . M ich el. Ästhetische Hermeneutik und
14 Kritische Ausgabe II, pp. 182-83. (En adelante friihrornaniische Kritik, Güttingen. 1982, p. 365.
KA.) 17 KA, XVI, p. 168.

737
ROMANTICISMO

tica» y ('crítico» son de los más frecuentes La filología es objeto de un renovado -


en el vocabulario técnico de los primeros interés por parte de los románticos a la
románticos, dejándose sentir una vez más hora de orientarse filosóficamente y bus­
el influjo kantiano. Por un lado, crítica y car una nueva conexión con la tradición
hermenéutica se encuentran en una deter­ después de la crítica kantiana. «La filolo­
minada tensión y complementaridad: para gía — escribe Schlegel— no sólo es útil pa-.
comprender adecuadamente un texto se ra todas las cosas... sino que constituye un ■
requiere la presentación crítica de dicho com etido necesario de la humanidad».
texto pero para realizar dicho cometido Pero siguiendo la tradición, le reconoce % ■
también es preciso utilizar criterios her- la Antigüedad un lugar relevante como ob­
m cnéuticos. Habría así una interdepen­ jeto privilegiado de la filología19 en cuanto
dencia entre am bos conceptos pero a la su «sede» y su «patria». Tres son en reali­
vez los dos quedan subsum idos bajo la dad los puntos de referencia fundamenta­
noción de «crítica» en un sentido supe­ les en la filosofía de la historia schlegelia-
rior o bien «Criticismo superior» o bien na: la Modernidad escindida, en el presen­
crítica «elevada» o «absoluta» son expre­ te: la esperanza de la realización del Reino
siones que sirven para designar los pro­ de D ios, en el futuro — como deseo que
yectos teóricos tanto de Schlegel como de simboliza la revolución espiritual del Ro- .r
Novalis, que implican una dimensión crea­ manticismo— . y la referencia a la Antí- -
dora en la tarea de la producción del cono- güedad como marco de la tradición, en el T
cim ienlo18. pasado. Sobre ésta versa primordialmentií la
Toda exposición, explícitamente tal, del filología, en el horizonte de una hislciriia- ..
pensam iento hcrm en-cutico de Schlegcl ción de la Antigüedad frente al modelo esta- .
tropieza con la insuficiente elaboración de blecido por Winckelmann. Pero Schlegcl
esta temática por el propio autor. No dudó quiere ir más allá de una visión puramente^
en afirmar enfáticamente: «existe un im­ filológica. Aspira a algo así como a una,íí
perativo hermen-éutico», pero no llegó a fundamentación filosófica de la filología.
escribir una hermenéutica propiamente di­ El filólogo mismo ha de ser «filósofo», es-^"
cha, sino que es preciso reconstruirla a cribe en uno de sus aforismos. O bien: $C.
base de expresiones dispersas y fragmen­ ha de aplicar la filosofía a la filología y la^
tarias, a menudo meras alusiones o suge­ filología a la filosofía, es decir se ha de séf^j
ren cias. A este respecto el docum ento a la vez «filólogo y filósofo»20. Por ello ^
principal lo constituye un conjunto de afo­ parece poder afirmarse que en Schlegel ytjjL
rismos que llevan por título Zit Pftilologie se hallan presentes elementos de la hermej^.;
y que fueron redactados en 1797 a modo néutica general o filosófica en cuanto poncJ¡¿,
de notas con vistas a la redacción de una las bases para trascender los límites de una'T
obra que tenía proyectada. Pero no sólo época de la historia por paradigmática q u e ^
quedaron en meros aforismos sino que no pueda parecer. Es preciso ir más allá del ¿y
fueron publicados hasta 1928, y sólo exis­ modo de proceder, intuitivo y'sin reglas
te una edición filológico-crítica a partir de tos Antiguos, con vistas a llegar a una aa>J_
1981, en el marco de las Obras completas. tocomprensión del proceso hermenéuticó.j
Todo ello no podía menos de condicionar Junto con la exigencia de que el filólog
la historia de la recepción de las aportacio­ sea a la vez filósofo, se da en Schlegel-tij
nes hermenéuticas de Schlegel, reivindicación de] «espíritu» contra la «k

16 W. Benajatnin, op. eil., p. 81. Hermeneutik», en Zeitschrift fiir Theologie und


o H. Patsch, «Fr. Schlegels “Philosophie der Phi­ che 63 (1966). p. 445. -
lo lo g ie” und Schleierm achcrs frühe Entwürfe zur *> KA, IJ, p. 242.

738
ROMANTICISMO

tra». contra la servidumbre a la letra de un damenta tal aserto en la ya mencionada


texto. En simonía con otros representantes tensión entre la letra y el espíritu. Tenien­
de la Friihmmantik también se da en Schle­ do en cuenta la infinitud de este último, se
gel una protesta contra la «omnipotencia de deduce que sus fijaciones en la letra resul­
la letra», a la vez que se señala que es hora tan siempre insuficientes, de forma que
de que el espíritu «se despierte» y vuelva a toda obra destacada se desborda a sí mis­
empuñar la perdida «varita mágica». La le­ ma y se abre así la posibilidad de ir perci­
tra fija, sin duda el espíritu, pero es siem­ biendo cada vez mejor las virtualidades
pre imperfecta, inacabada por que el espíri­ significativas de la obra en cuestión. De
tu que trata de fijar es infinito. En realidad este modo cabría decir que una obra se va
la palabra y el espíritu se hallan en una re­ completando y perfeccionando en la histo­
lación opuesta: mientras que la palabra es ria de su recepción e interpretación.
finita y quiere hacerse infinita, el espíritu, La tarea de la comprensión es por tanto
por el contrario, es infinito y se ha de ha­ de por sí una tarca inacabada, ilimitada. Y
cer finito21. A esta infinitud del espíritu ello no sólo por los motivos ya apuntados
corresponde la «infinitud del impulso de sino también por los límites que se derivan
saber» y el que el proceso interpretativo de los presupuestos de la concepción schle-
constituya de por sí una tarea ilimitada, geliana acerca de la comprensión racional
siempre inacabada, com o muestra ya el de la realidad. Lo Infinito posee una ver­
caso de los clásicos: «Los escritos de los tiente caótica y ello genera un coeficiente
clásicos nunca son comprendidos total­ de irracionalidad, de incomprensabilidad y
mente, por ello han de ser criticados e in­ de confusión que se sustrae a una com ­
terpretados eternamente.» prensión estrictamente racional. Teniendo
Si Hegel define la filosofía como el pro­ en cuenta esta situación de fondo. Schle­
pio tiempo aprehendido en el pensamiento, gel no duda en hablar de un «no entender
Schlegel va a afirmar que la synfilosofía, la positivo» en oposición al negativo. Dicho
forma romántica de la praxis filosófica, tie­ no entender positivo vendría a ser equipa­
ne como objeto a la historia del propio rado al órgano de una «crítica adivinato­
tiempo, un diálogo filosófico con ¡a propia ria» y al «sentido del caos», inherente a lo
época. Pero en toda reflexión hermenéuti­ infinito. Es también el lugar de la «ironía»
ca acerca de un período histórico, se inter­ que da expresión a la irresoluble tensióm
fieren en realidad varias épocas y esta si­ entre lo incondicionado y lo condicionado,
tuación ha de ser tenida en cuenta por la entre lo infinito y lo finito y que conduce
synfilosofía, establcciédose así una espe­ a Schlegel a expresiones paradójicas del
cie de «fusión de horizontes» que recuerda tipo: «clara conciencia del caos»23. Nos en­
en algún sentido a la concepción gadame- contramos así en el límite entre el entender
ñana. Schlegel asume, además, explícita­ y el no entender, entre el sistema y el caos,
mente un tópico hermenéutico muy difun­ entre el saber y el inconsciente. Y también
dido en el Idealismo y en el Romanticismo, ante el sincretism o de la hermenéutica
a saber, Ja concepción de la comprensión schelegeliana. A llí donde cesa la filosofía,
como la pretensión de entender a un autor debe comenzar la poesía.
mejor de lo que él se comprendió a sí mis­ La Frühromantik constituyó de alguna
mo. En sus propias palabras: «Criticar sig­ forma un correlato romántico a la asocia­
nifica entender a un autor mejor de lo que ción de «gens de lettres» que en la Ilustra­
él se entendió a sí mismo»22. Schlegel fun­1 ción dio concreción al proyecto enciclopé­

11 KA, X V I I I , p. 3 10 . 2i J. Z o v k o , op. ci¡., p p . 1 4 9 -5 0 .


“ KA, X V I , p. 1 6 8 .

739
ROMANTICISMO

dico. Los primeros románticos constituían que lleva a cabo la formulación simbólica
también, a su vez, una especie de asocia­ de ese mundo trascendental.
ción espiritual que aunaba sus esfuerzos Novalis se suma a la historización del
con vistas a la realización de tareas comu­ comprender, peculiar del mundo románti­
nes. Ello ha dado lugar además a una pe­ co. Es absurdo,"señala, pretender pensar
culiar terminología: synfílosofía, synpoe- «fuera del tiempo». Como en todo román­
sía, syncrítica, que hacía referencia a esos tico también en Novalis se da la necesidad
proyectos comunes. Dejando a un lado a de una reconstrucción de la historia espiri­
Schleiermacher, una de las figuras con tual de la humanidad. A la vez se postula
quien Schlegel mantiene una estrecha rela­ la necesidad de una circularidad entre el
ción, en la época en que más explícita­ individuo y el todo en sintonía con la sen­
mente reflexiona sobre la problem ática sibilidad romántica. El individuo vive en
hermenéutica, es Novalis. Synfílosofía le el todo y el todo en el individuo. Se produ­
parece a Schlegel el nombre apropiado ciría así una doble dinámica, de individua­
para designar la colaboración entre los lización y totalización, tanto por lo que se
dos. Novalis habla a su vez de la intema refiere al proceso productivo como al pro­
synorganízación y synevolución que exis­ ceso receptivo.
tía entre ambos. N ovalis constituye sin Hay aforismos en que aflora más explí­
duda una de las encarnaciones paradigmá­ citamente la problemática filológica. Aun
ticas del espíritu romántico. ¿Hasta qué cuando en La Cristiandad o Europa consi­
punto lo fue también en el ámbito herrne- dera nefasta la intervención, en el seno del
neutico? La synfílosofía desarrollada en protestantismo, de la filología, por lo se
común con Schlegel, ¿aborda asim ism o refiere a la pervivencia del sentido religio­
esta problemática? Sólo en escasa medida. so, en otros pasajes asoma algo así como
Schlegel había desarrollado fragmentaria­ la conciencia de la necesidad del imperati­
mente su concepción hermenéutica, pero vo filológico. ¿No será todo lector un «fi­
en Novalis sólo cabe hablar, en sentido lólogo»?, pregunta en uno de sus aforis­
propio, de una «hermenéutica implícita» mos. En efecto, el verdadero lector viene a
debido a la ausencia de pronunciamientos ser una especie de «autor ampliado», que
expresos sobre el tema-4. El propio Schle­ actúa a modo de una instancia superior al
gel fue consciente de esta situación y así recibir el material ya previamente elabora­
lo manifiesta en uno de sus aforismos: a do por otra instancia inferior. Se puede
Novalis 1c falta s e n tid o filológico y críti formar así sucesivamente una masa de lec­
co, mientras que a Schleiermacher le falta­ tores que termina por constituir una parte
ría el poético y el artístico. D e esta forma, esencial del «espíritu efectivo»25. Novalis
la convergencia syn filosófica tropezaba vislumbra así la figura hermenéutica de la
con uno de sus límites. historia efectual.
Cabría rastrear, no obstante, una serie D e este modo el sentido no queda fijado
de rasgos de esa hermenéutica im plícita de una vez por todas, debido a proceso
del exponente cualificado del idealism o abierto que desencadena. Pero no se trau
mágico. SÍ en Schlegel cabía hablar de una únicamente de la conquista progresiva de)
hermenéutica estética, en N ovalis se dan sentido sino, además, de la multiplicidad
asimismo las bases para la misma. Tam­ de «lecturas» simultáneas de que es suscep­
bién Novalis habla de la poesía trascen­ tible una obra: cada libro puede ser inter­
dental. de modo que el poeta viene a ser el pretado de tantas maneras distintas como el
hombre trascendental como tal, el hombre hombre mismo. Estaríamos en este caso

^ E. Behler und J. Horisch. op. d i., p. 33. 25 N o v a lis , W e r k c I I , H a n s e r . p . 2 S 2 .

740
ROMANTICISMO
K.--— .
- más bien ante el problema del perspecti- la filosofía de Schelling, sobre todo de su
vismo de la interpretación. filosofía de la identidad. Por eso Dilthey la
\i_yj por último cabría recordar que también denomina hermenéutica de la filosofía de
- en Novalis el comprender se desarrolla en Schelling.
j una tensión dialéctica entre lo conocido y M ediante la com prensión tratamos de
L lo desconocido, tensión que, como en el acceder a un mundo extraño con vistas a
i caso de Schlegel, también se muestra irre- fam iliarizam os con él y apropiarlo. N o
■. soluble: «el conocim iento es un medio obstante, desde los supuestos de un idealis­
í- para abocar de nuevo en el no-conoci- mo feudatario de una filosofía de la identi­
!T miento». Frente al imperio de la luz en la dad, Ast afirma que para el espíritu no hay
K epistemología ilustrada, los Himnos a la nada que le resulte «en sí» extraño, dado
noche reivindican la otra perspectiva, el que constituye la «unidad superior infini­
= coeficiente de misterio, de oscuridad que ta» de todo lo existente. Se da así una espe­
í' afecta a todo Jo real y lo protege, comen- cie de comunión espiritual entre todo lo
" zando por los propios dioses, dado que que existe. Esta comunión es también lo
r después del proceso ilustrado la luz ya no que posibilita la comprensión de un mundo
j? constituye su «inorada». Lo mismo que extraño. Dicha comprensión resultaría im­
f ; para Zarathustra el mundo se revela más posible si no existiera una unidad origina­
iprofund o de lo que creía el «día». Un eco ria espiritual que subyace a todas las mani­
. de todo ello resuena en la lucha entre la festaciones vitales. Sin esa unidad supe­
;■ «tierra» y el «mundo» en la concepción rior. el conjunto se descompondría en una
e~ heideggeriana del arte y en su concepción masa de fragmentos, de carácter atomisla,
fp del lenguaje como desvelación y ocultá­ sin conexión entre sí, privada por tanto de
is- ción a la vez. No es sorprendente que exis- sentido y significado26.
tan conexiones entre la concepción hei- Lo mismo que en Schelling, esta unidad
jf_ deggeriana del lenguaje y la novalisiana. originaria se sitúa más allá de las distin­
j. C) Otro representante de la hermenéuti- ciones habituales entre lo real y lo ideal.
fí ca romántica es Fr. A sí, cuyos plantéa­ La vida originaria y verdadera no es ideal
la mientos también van a ser tomados en ni real dado que estas distinciones surgen
| consideración por parte de Schleierma- posteriormente como «oposiciones tempo­
:'-i chcr. aunque no con el mismo grado de rales». Sin embargo el desarrollo histórico
: aceptación. Es autor del Lexicón Plaíoni- de la humanidad vendría a confirmar des­
1 ‘ cuín, siendo el filósofo griego un cualifi- de el horizonte temporal la concepción de
\ cado punto de referencia tanto para los la filosofía de la identidad. Si la humani­
!_■ idealistas como para los románticos. Su dad es «en sí» una, lo ha sido también en
concepción hermenéutica está reflejada en el orden temporal, a saber, en aquel ámbi­
p su obra Fundamentos de gramática, her- to en que se pudo mostrar en la plenitud y
| menéatica y crítica (1808), apareciendo la en la pureza de su fuerza vital, es decir, en
i temática hermenéutica bastante nías elabo- el mundo oriental, uno de los ámbitos pre­
E- rada ya que en el caso de Schlegel, aunque dilectos de los románticos, AI no conocer
también de una forma menos original. las oposiciones que generará la evolución
| .Tampoco la obra de Ast. resulta compren- cultural, el mundo oriental se nos presenta
fe sible sin tener presentes los principios que Lodavía como «místico y religioso». Sólo
subyacen a la visión romántica del mundo. una vez que se disuelve ese mundo, em­
| Más exactamente se trata en este caso de piezan a surgir en el orden temporal las

t '6 Fr. Ast, G r u n d l in i e n d e r G r a m m a tik , M e n n e -


f: n e u u k u n d K r itik , üindshul. ISO, p, 73.
ROMANTICISMO

oposiciones que estaban implícitas en su el espíritu como entidad del que Huyen el
naturaleza. La historia propiamente dicha resto de las manifestaciones. En simonía
se compone de dos polos, el mundo griego con ello, la ley fundamantal de toda com*
y el mundo crisiiano. Pero ambos proce­ prensión ha de tener su concreción en el -
den de un núcleo común, el orientalismo. horizonte de la circularidad hermenéutica;
Ambos polos proceden de una unidad ori­ a partir de lo individual se ha de compren- ~-
ginaria y por ello tienden a reencontrase der el conjunto y, a su vez a partir del con-'.;,
en nuestro mundo. El triunfo de la cultura junto se ha de comprender lo individual. •
romántica habría de residir en la consecu­ La primera perspectiva constituye má»
ción de una concordia afirmada conscien­ bien el método analítico del conocimiettiá’•
temente de la vida poética (plástica o grie­ y la segunda, el método sintético. El todo '
ga) y la religiosa (musical o cristiana), re­ no puede ser pensado al margen de lo indi*
sultantes de la historia de la formación de vidual, en cuanto parte constitutiva suyo,
la humanidad. Se cierra así una especie de pero a la vez lo individual no puede ser
círculo: el comienzo de la formación (Bií- pensado al margen del Lodo en cuanto es* •
ditng) consistió en la unidad, la formación fera en la cual vive:s. También en e) caso .
en cuanto tal generó la pluralidad, la opo­ de esta circularidad, la explicación última,
sición de elementos, y finalmente, Ja con­ de su plausabilidad reside en la unidad ori* - •
sumación de la formación supone la com­ ginaria que subyace a lo particular y a lo •
penetración de la unidad y la pluralidad27. general, al individuo y al todo. Debido ft .
La concepción hermenéutica es solidaria esta interconexión universal cabría señalar
de esta peculiar filosofía de la historia. La que en cada elemento particular ya se halla -
historia de la comprensión viene a consti­ presente el espíritu de la totalidad, en sin­
tuir una especie de «autocomprensión her­ tonía con lo que ya se ha apuntado acerca
menéutica» de ese espíritu originario a tra­ de la relación entre el fragmento y la tota­
vés de todas sus manifestaciones. De ahí el lidad. ’
triple nivel en que se desarrolla la com ­ Siguiendo la tradición, también Ast vio- ...
prensión de una obra redactada en una len­ eula hermenéutica y explicación. Esta ven- *
gua extraña: la comprensión de los aspec­ dría a ser e) desarrollo y la exposición de .
tos particulares de la obra, la comprensión la comprensión. También aquí habría que .
de las coordenadas generales del mundo decir que el espíritu, como realidad origi- ■'
cultural del que es expresión y, finalmen­ naria, se revela, se hace visible mediante
te, la comprensión de la unidad originaria la serie total de las realidades individuales
del espíritu como referente último del sen­ para estar finalmente en condiciones de re-
tido. Desde esta perspectiva cabe afirmar tornar a sí mismo: «Con este retomo de) ■
que la comprensión hermenéutica viene a espíritu a su esencia originaria se cierra el
constituir una especie de autorreconoci- círculo de la explicación». Pero cada exis-
miento del espíritu, debido a su carácter tencia particular manifiesta al espíritu de Vf
originario y primordial. una forma individual. Amante de las divWri;
En todo este proceso, la comprensión de siones tripartitas, distingue Ast tres niveles,,^
la Antigüedad constituye el punto de parti­ en esta manifestación del espíritu: la letra S
da, como una época especial del proceso que es algo así como el cuerpo o la envoHjj|
formativo de la humanidad. Pero sólo co­ tura del espíritu: el sentido que debido a
noceremos el conjunto de sus manifesta­ relación con el conjunto anuncia al espfri-s|
ciones vitales cuando hayamos investigado tu; y finalmente el espíritu mismo en cuanto^
la unidad originaria del conjunto, a saber, «vida verdadera». En todo texto que hayaá|¡

27 Op. cif., p. 80. 28 Op. cit., p. 75.

742
ROMANTICISMO

di? ser explicado se ha de preguntar prime­ toda existencia que abarca los dos aspec­
ramente qué dice la letra; en segundo lu­ tos anteriores. A sí. para interpretar ade­
gar cómo lo dice, que sentido tiene lo ex­ cuadamente a un autor como Platón seria
presado; en tercer lugar cuál es la idea de preciso tener presentes los tres prámetros
espíritu en cuanto unidad de todo el proce­ mencionados.
so explicativo. Cabría hablar así según Ast Quien sea capaz de elevarse hasta esta
de hermenéutica de la palabra, de herme­ perspectiva de lo verdadero lo bello y lo
néutica del sentido y finalmente de her­ bueno será el único que este en condicio­
menéutica del espíritu, en cuanto consu­ nes no sólo de comprender y explicar el
mación del proceso explicativo29. Median­ espíritu de un escritor sino que será, ade­
te esta última nos elevamos por encima de más, capaz de elevarse por encima del es­
la letra así como por encima del sentido de critor en cuestión y. en este sentido, de
la letra hasta la vida originaria de la que comprenderle mejor de lo que el se haya
íluyen las dos anteriores. comprendido a sí mismo. Lo mismo que
La valoración superior del espíritu es en el caso de Schlegel, también aquí se re­
una valoración incondicionada. Esta valo­ quiere la conjunción de filosofía y filolo­
ración es aquélla que se ocupa de lo «ver­ gía para poder estar en condicion es de
dadero, lo bello y lo bueno» en sí mismos abordar tan delicada tarea. La filología
considerados. Lo verdadero en sí constitu­ só lo se hace acreedora del nombre de
ye el punto de vista de las obras de índole ciencia mediante el concurso del espíritu
filosófica y científica, lo b ello en sí el filosófico.
principio de las obras de carácter artístico,
y el bien en .sí corresponde al espíritu de Arsenio Ginzo

3lJ Op. c it , p. 82.

743
fcf.

Sentido
i entendido éste como construcción eventual
e inestable, como vínculo vulnerable entre
La religión moderna es fundamental- aquellos tres elementos que, simultánea­
; mente institución y doctrina: conjunto mente, añoran y rechazan su unidad origi­
de normas y corpas de verdades que se naria. La misma intención subyace al rela­
asisten mutuamente bajo el título de dog- to (mythos), a la palabra (logas) y al sím­
ma. N o es tal la experiencia religiosa ori- bolo (symbohm): tender un lazo o puente,
; ginaria que se. transluce en la multitud establecer una malla de relaciones (syste-
■ de narraciones mitológicas, en la infini- ma) que evoque, siquiera de forma frágil y
r dad de expresiones artísticas, litúrgicas o nebulosa, aquella totalidad primigenia.
Votivas que constituyen el primer docu­ El sesgo del pensamiento moderno (que
mento 1 en el que se muestran las proble­ se apunta ya en la filosofía de Descartes y
máticas relaciones del hombre consigo se consolida, a través del empirismo, en la
... mismo, con el mundo y con el misterio. de Kant) es bien distinto: El discurso no
E stos tres elementos, que el p r o c e s o o c ci apunta y a hacia e l sentido sino hacia la
dental de civilización ha separado progre- verdad. La aventura moderna es funda­
sivamente, constituyen, en los primeros mentalmente epistemológica; enuncia las
estratos de la humanidad, los tres rostros condiciones de la certeza, ausculta los lí­
; solidarios de una misma figura: el Dios, mites de la razón, estudia las variables for­
i el Hombre, la Naturaleza, trinidad primi- mas de adecuación entre el hecho y la pa­
genia (preludio de toda trinidad ulterior), labra, entre el sujeto y el objeto, entre el
r evocación permanente de la totalidad es­ pensamiento y el mondo.
cindida, de la herida trágica, del sentido En ese desplazamiento radican la fuer­
fragmentado y roto. za y la debilidad del pensar moderno: su
■ De ahí que la primera referencia del fuerza es de índole verilativo-funcional
. pensamiento y del lenguaje sea el sentido: y se percibe en la notable capacidad de

1 Eliade, M.. F rom p rim itiv e s to Zen. A rhem anc


i?. Sourcebook on the H istory o f Religions. Harper & Row,
L New York 1987.
SENTIDO

la cien cia y la técnica contemporáneas a) La realidad de la fisura


para proponer problemas y soluciones,
para provocar alteracion es y ensayar «En el principio era la plenitud, la totali­
correctivos. El diálogo que. desde Gali- dad»5. Esa totalidad indolente y callada
leo . ha establecido la ciencia moderna que atesora toda forma de devenir, toda p¡>* •
consigo misma, el desafío que la técnica teñe ial idad, reposa en sí misma y se perci­
plantea a la técnica, la espiral (o el círcu­ be como oscuridad y silencio. E. Neumarm -
lo) que dibujan ese diálogo y ese desafío la denomina Úroboras, y la presenta como --
se han convenido en el centro de men­ el punto cero del tiempo mítico, previo a J
ción del pensamiento. Centro en contac­ todo conocimiento y a toda acción. En esc
to con el cual el pensamiento se ejercita no-lugar — dice— «el mundo y ¡a psique
y se anula. son todavía uno»6. No hay todavía distin-
La debilidad del pensar en la moderni­ ción ni criterio, no hay todavía conciencia
dad radica en el olvido de lo que podemos ni objeto (ni. evidentemente, cada uno de ,/
denominar su «tarea» o «talante» inicial: los atributos que presuponen tales catego”
la c o n s tr u c c ió n y r e c o n s tr u c c ió n d e l s e n ti­ rías). Se trata del todo potencial y —a la
d o . Tal vez Husserl se refiriera a ese olvi­ vez— de la nada actual (tal vez la única ....
do cuando habló de la pérdida de la di­ forma concebible de la nada, que se insinúa
m ensión teórica ^ con tem p lativa) en la como plenitud no actualizada y no como •
historia del pensamiento occidentalII2; sin vacío). 1
duda se refiere a él M. Frank cuando alude La primera acción que se ejerce sobre y
al «déficit mítico» de la cultura contempo­ desde esa totalidad urobórica es acción de
ránea34. Tematizar con amplitud, diversi­ ruptura7: la separación originaria (Ur-
dad y rigor esa tarea inicial, estudiar el trennung) de la que surgen el Dios, la Na­
m últiple ejercicio que de ella han hecho turaleza y el Hombre. No hay, evidente- .
las religiones, las artes, las filosofías, ha mente, una única versión de esta ruptura. -
sido la dedicación fundamental de la her­ Hay, y eso es lo decisivo, una experiencia ...
menéutica. múltiple y unánime de la que dan cuenta to-~ '
das las mitologías, todos los relatos cosmo­
gónicos, lodos los textos que nos hacen lle­
II gar el eco de la primitiva palabra humana.........
A través de diferentes imágenes se trans­
D e forma densa y escueta (así conviene mite esa mpLura. ese desgarro originario: :
al aforismo) define A. Ortiz-Osés el senti­ imágenes que aluden a la irrupción de la -
do como «sutura simbólica de una fisura luz en las tinieblas, a la separación del cié- -
reah>A. Más que de una definición se trata lo y la tierra, a la separación del continen­
de una provocación, de una invitación a te y las aguas. Sabemos por Hesíodo y por .>
pensar la radiealidad ontológica de la heri­ el Génesis, por la mitología egipcia, por '
da y, simultáneamente, la necesaria inesta­ los mitologemas que sobreviven en Empé-~!:
bilidad de la sutura. tlocles o Platón, por las cosmogonías per- —

- Musst:rl, E., Die Krisix der europäischen Wissens­ 5 N cum ann, E., Ursprungsgeschichie des
chaften und die traszenclemale Phänomenologie. wusstseins. Fischer Vcriag, F rankfurt am Main, )'1:
M. Nijhofr, La Hava 1954. 1989, p. 18. ,.fí
•' Frank, M ., Der kommende Gon. Stihrkamp, 6 ¡bidón.
Frankfurt am Main 1982. 1 Quizá la acción que Goethe en su Faust uhicaba
4 Ortiz-Oses, A., Las claves simbölicas de nues- «en el principio»; «Im Anfang w a r d ie TaU. — tá
tra euhum, Anihropos, Barcelona 1993.
SENTIDO

sas o amerindias, que a ese primer desgarro al destino cuyo prólogo es la mencionada
le suceden otros, que la creación se consu­ batalla: de aquí surge la necesidad del cul­
ma a través de sucesivas rupturas, de suce­ to para atenuar la ira de los dioses o solici­
sivas separaciones que generan in d ivi­ tar su favor, de aquí surge la necesidad de
duos, géneros, especies. armarse técnicamente para agredir a la na­
Pero es el desgarro primigenio (la fisura turaleza o defenderse de ella, de aquí tanto
real) el que provoca la doble reacción de la la ética como .el derecho para regular la
añoranza y el anhelo: la vuelta a los oríge­ convivencia.
nes (en to pan) y la tierra prometida. Símbo­ ¿Hay sentencia más adecuada que aque­
los que no sólo tienen valor y efecto para el lla de Heráclito, reiterada por Nietzsche, al
hombre primitivo, sino para el hombre en respecto de que la guerra (póiemos) es el
general, en cualquier eLapa de su desarrollo padre de todas las cosas?
(soiange es Menschheit gibt). Como dice
Neumann: «Todos los símbolos con los que
b) La sutura simbólica
la humanidad pretende apalabrar el princi­
pio, gozan ahora de tanta vida como en el La radicalidad ontológica de la herida
tiempo originario. Tienen su lugar, no sólo impele a la búsqueda de formas de sutura
en el arte y la religión, sino también en el que, si nunca recomponen la unidad rota,
acontecer vivo del alma individual, en el impliquen los fragmentos en dispersión,
sueño y en la fantasía»8. Que tal sutura no se satisface con la pro­
El arquetipo de la ruptura está a la base puesta de un consenso racional es evidente,
del imaginario colectivo (de la humani­ puesto que el desgarro al que aludimos es
dad) y su dotación simbólica — fecunda y prc-racional: se impone al hombre ab initio,
continuamente actualizada— se convierte hasta el punto de que el hombre mismo es
en perpetua búsqueda de sentido. Se apre­ parte desgajada de la unidad originaría.
cia la ruptura en todo lo que, a nivel reli­ Para la calidad del vínculo que se trata
gioso, constituye su herencia: ei rostro de establecer, la razón es insuficiente. Por­
múltiple de la sinrazón, la enfermedad o la que la razón sólo concede el título de suje­
muerte implacable, todas las formas del to — y eso en el mejor de los casos— al
mal, la injusticia... hombre, sea individual.sea socialm ente
El desgarro es fundamental y constituti­ considerado. La naturaleza y los dioses
vo, es ontológico. Tematizado como abis­ aparecen objetivados, se mantienen a dis­
mo y caída (así en Gen 3; así en el mito tancia. se pretende atraparlos en el con­
del ángel arrojado a los infiernos) implica cepto o re-presentarlos a través del signo.
la vigencia del mal e instituye una relación Otro es, sin embargo, el talante de la su­
agónica y polémica entre el hombre, la na­ tura simbólica: -en el símbolo hay acción,
turaleza y los dioses. D e esa relación, que implicación material. Procede — la palabra
no se deja seducir por las promesas del símbolo— del verbo irregular griego bailo,
diálogo y del consenso, da cuenta el mito que significa lanzar. Se trata de un lanzar
de Prometeo y, de forma particularmente que, cualificado por el prefijo, inicia una
plástica, la m aldición de D io s a Adán búsqueda, pretende establecer un vínculo
(Gen 3) que le enfrenta también a la natu­ (symballo: unir, vincular, enlazar). De ahí
raleza, o la lucha de Jacob, que le enfrenta que el símbolo sea siempre una pieza de
—en Gen 32, 22ss— al propio Dios. unión. No es representativo (como el sig­
La historia del hombre está, en todas no) sino implicativo: no alude a un «estar
sus formas y estadios de evolución, ligada* por» sino a un «estar con».

* Neumann. E., op. cit., p. 22.


SENTIDO

N o sólo la etimología sino el uso de la cia o el respeto. Supone y exige implica­


palabra símbolo en los textos de Plutarco, ción afectiva y efectiva. D e ahí que se
Eurípides o Diodoro, confirma el carácter pueda afirmar que, en un sentido radical,
vinculante arriba mencionado. toda sutura es simbólica y todo símbolo
Habría que recordar la importancia sa- ha de ser comprendido como vínculo o su­
eral de la hospitalidad en la Grecia clásica tura.
para com prender en su justa medida la La facultad del hombre de «producir
densidad del símbolo (symbollon). La hos­ símbolos» a la que se refiere C.G. Jung9
pitalidad genera una suerte de parentesco enlaza con la persistencia — postulada por
entre el anfitrión y el huésped, parentesco Neumann— en el inconsciente tanto indi­
que se transmite a su descendencia. El vidual como colectivo de residuos de la
símbolo es la pie ¿.a que garantiza la uni­ Urirennung, de la ruptura originaria101: a
dad pretérita, que mantiene el recuerdo en través de la actualización de tales residuos
la distancia, y que asegura el reconoci­ (símbolos) se produce el re-conocimicnto
miento en el futuro. de dioses, naturaleza y hombre, el saberse
La misma factura del símbolo (en la an­ mutuamente concernidos por el destino de
tigua G recia) m anifiesta la mencionada la totalidad desgarrada.
dialéctica de totalidad y ruptura, de unidad A esa complicidad, que subyace a mda
y separación. Hemos insistido en que el comunicación radical, es, sin duda, a lo
símbolo no es una marca o signo que re­ que se refería — con expresión harto im­
presenta o indica. El símbolo primario y precisa— Lévy-Bruhl cuando hablaba de
por antonomasia es el unirágalos, la vérte­ «participación mística». Es el mismo fun­
bra de un animal partida en dos mitades damento que requiere la «magia simpatéti-
que ajustan perfectamente y con ello reco­ ca», que Frazer sitúa como substrato de la
nocen su mutua apertenencia, al completar experiencia religiosa11. De forma todavía
la unidad originaria. más nítida, el totemismo, magníficamente
Cuando se produce la separación (tras analizado por C. Lévi-Strauss11:, se basa en
un período de hospitalidad otorgada y re­ la unidad originaria de los dioses, el hom­
cibida) cada uno de los. implicados retiene bre y la naturaleza: el mismo significado
una parte de la vértebra, que posterior­ de la palabra íóíem (= es de mi familia)
mente fue un anillo o un dado, la conserva manifiesta de manera clara el carácter sim­
y la transmite como herencia, como sello y bólico del totemismo en el sentido ante­
muestra del vínculo establecido para siem­ r io r m e n te e x p u e s to . Cabe señalar final­
pre entre las dos familias. A esto alude Ja- mente la contextura simbólica (= radical­
són en la obra de Eurípides (Medea 613) mente vinculante) de los ritos eu caris ticos
cuando dice «...dispuesto estoy a enviar — como los de los misterios de Dioniso o
símbolos»: no se trata de marcas de su po­ la eucaristía cristiana— . cuya estructura y
der, de signos de su fuerza. Se trata de es­ contenido suponen la perpetua actualiza­
tas piezas que aseguran reconocimiento, ción de la dialéctica totalidad-fragmento
acogida y favor. (herida-sutura).
La sutura simbólica es, por lo tanto, más Puede enunciarse, a partir de lo dicho,
profunda que el mero acuerdo, el pacto o la vigencia de un radical simbólico que
el consenso. Más profunda que la toleran­ admite infinidad de expresiones, multitud

'' Jung, C.G.. E i ¡¡ombre v j'kj- dmbnlnr. Caralt, 12 Lévi-Strauss, C . E l pensamiemo salvaje. F.C.L.
Barcelona 1977, p. 28. Méjico 1964, pp, 60 ss.: Le wtémisme aujourd'l:».
10 Neumann. E.. o p . dl., p. 22. P.U.F.. Faris 1985 (6), pp. 29 ss.
11 Frazer. J.G.. T h e G o l d e n B o u g h . Macmillan,
London. 1987, pp. 11 ss.

7 4 .S
SENTIDO

de manifestaciones concretas — ligadas sin samente inepta en el ámbito de la creación


duda a la especificidad de cada grupo hu­ y del imaginario, cuya contextura es funda­
mano y su cultura. Ese radical simbólico mentalmente sim bólica (la exclam ación,
no pretende explicar la coyuntura o dar entre irónica y resignada, de N ietzsche
respuesta a los problemas que se generan «¡Veinte siglos y ningún dios nuevo!» da
en los distintos ámbitos de la acción o el cuenta de tal inepcia). Nunca el pensamien­
conocimiento humanos, sino reparar — de to se había visto tan coaccionado como en
forma discreta— la totalidad quebrada de estos últimos tiempos, desde que la clau­
la que el hombre es fragmento, sura judicial del Tractatus de Wittgenstein
. E l énfasis en la discreción merece una — se debe callar— ha sido objeto de vene­
pequeña nota; el símbolo asume la distan­ ración sin réplica.
cia, asume la fisura; proclama que el fun­
damento es herida o desgarro, que la histo­
ria es colisión y conflicto. Pero el símbolo
sabe también que tanto la fuerza del arco
como el canto de la lira se deben a la ten­
sión de sus cuerdas. Dar voz e imagen a
esa tensión es el cometido del símbolo:
evitar, por consiguiente, la dispersión y el
colapso, los dos extremos en los que la ten­
sión se deshace y el sentido se desvanece.
Cabe sugerir con un breve trazo la hon­
da comprensión simbólica del romanticis­
mo: como el personaje enlutado del cuadro
emblemático de C.D. Friedrich, el símbolo
mira directamente hacia el abismo, hacia el
enigma frente al cual no se puede decidir si
es plenitud o vacío.
La poesía de Hölderlin — el poeta sim­
Hermes, Heraklés y Atenea
bólico más clarividente que lia dado la his­
toria— recorre completamente el camino
de la dispersión al colapso; la tensión se Contra ese imperativo se rebela el sím­
mantiene co m o ta l en poemas como P a l­ bolo, puesto que opera en aquel lugar en el
mos o El único; afronta la dispersión en el que se da una radical inadecuación entre
final de la novela Hiperión, donde al hom­ significado y significante, en aquel lugar
bre abatido no le asisten ni la humillada frente al cual dimite el signo. Porque de lo
naturaleza ni los dioses huidos, de los cua­ que se trata es de arraigar la voz en el des­
les no cabe esperar ayuda ni sanción; el garro ontológico, de dar la palabra al si­
colapso se manifiesta en Empédocles de­ lencio o al grito, de transitar la herida en
vorado por el Etna, síntesis agresiva de na­ busca de una eventual sutura. En ese lugar
turaleza y dios. comparece el sím bolo com o «imagen de
sentido» (SirtnbHd); sutura de la herida.
El sentido sólo puede construirse como
c) El sentido
imagen desbordando los límites de una ra­
La filosofía moderna — si no la historia zón que ha olvidado su traumático naci­
de la filosofía en su conjunto— ha sido ge­ miento y que progresivamente se ha vacia­
nerosamente reiterativa en la producción do de contenido simbólico.
de análisis y definiciones. Puede afirmarse Lo dicho no debe entenderse como reac­
que, de forma simétrica, ha sido prodigio­ tivación de un combate improductivo con­

749
SENTIDO / SENTIMIENTO

tra la razón. Puede afirmarse, pervirtiendo plica nesgo: el riesgo de perder en la apues­
una frase ya célebre, que el símbolo sin ra­ ta la presunta autonomía de la propia exis­
cionalidad es tiránico pero la racionalidad tencia.
sin símbolo es estéril.
El ensayo de una hermenéutica simbó­
lica, siempre inconclusa y abierta, es lo Bibliografía
que nos concierne. Y es lo que nos acer­
ca — puesto que en el breve suspiro que P., La herida trágica. El pen-
L an c er o s.
es la historia todos som os contemporá­ samiento romántico tras Hölderlin y
neos— a Empedocles y a Heráclito, a H öl­ Nietzsche. Ed. Athropos. Barcelona.
derlin y a Nietzsche; a todos los que por y
para nosotros han asumido que pensar im­ Pcit.xi Lanceros

Sentimiento
Los órganos de los sentidos en general, nos revela el desdoblamiento que vivi­
o sea, la sensitividad, nos dan la objetivi­ mos: o sea, que lo sentido es, a la vez el
dad presencial de los objetos y abren las sentido del objeto.
puertas a su realidad definitiva, brutal, in­ Cuanto sentimos, imaginamos o pensa­
mediata. Es cierto que puedo ver algo sin mos es inseparable de la visión, del tacto,
que sea verdadero (verm e a m í m ism o del oído. N ecesito ver para pensar, oír
com o otro, sufrir una alucinación), pero de para representarme las cosas, tocar para
lo que no cabe duda es que estoy viendo, valorarlas y poder sentir como verdadera­
que saboreo al gustar y palpo al tocar. mente son. «Mis ojos son pensantes y mi
Sentim os los sentidos porque «no sola­ pensamiento es vidente, porque mis oídos
mente notamos que vemos, sino notamos son oídos pensantes y el pensamiento pien­
que vem os con ojos» (García Bacca). La sa auditivamente» (García Bacca). E inver­
diferencia entre lo sentido y el sentido, samente, cada vez que veo, oigo, toco, gus­
que establece, implica una unidad porque to, también amo, sueño y apetezco; es de­
el dominio objetivo del sentido— ver*una cir, mis sentidos materiales son, a la vez,
cosa y saber lo que es— no se puede se­ espirituales, humanos porque son inteligen­
parar de lo que se siente por ella. Esta es tes. volitivos.
la ex p erien cia básica de lo que llam a Antes de la división entre el sentido y lo
García Bacca la fam iliaridad; es decir, sentido, que corresponde a la exterioridad
por lo que sentimos con los sentidos, se e interioridad de los órganos sensibles en
nos hace habitable el Mundo y lo conver­ su ejercicio dinámico, pre-exisle una v i ­
tim os en morada. Entre lo sentido y el vencia o familiaridad con el Mundo como
sentir media la diferencia que existe entre materia que sentimos. Este sentimiento
lo subjetivo de un objeto y lo objetivo de primordial que nos dan los sentidos en sú
un sujeto. Todo lo que veo, oigo y toco actividad objetiva, revela una tónica gene­
con los sentidos es, a su vez, sentido por ral unívoca, que se difunde como una at­
mí. Los sentidos nos proporcionan la po­ mósfera ante nuestros sentidos asombra­
sibilidad de los sentimientos, porque es­ dos: es el sentir cósmico o espíritu único
tam os viviendo siempre en tonos senti­ de los sentidos. En este caso primario, los
mentales. La experiencia de los sentidos sentidos no se pueden separar del sentido,

750
SENTIMIENTO

estado indiviso entre lo que es y lo que se de mi cuerpo y me conmocionan, porque


siente, Ahora bien, cuando sentimos a tra­ todo acto de conocimiento implica un sen­
vés de la diversidad de sentires, es una to­ tir. Conocimiento y sentimiento son inse­
talidad espiritual dominante. El tono es la parables. El conocimiento es pasivo, acep­
seritimentalidad audible, la forma íntima ta las cosas que le vienen de fuera, pero
de percibir que Leñemos pues, ante lo que esta pasividad es la base del conocer, la
vemos, no somos sólo espectadores, pone­ tínica forma que tenemos para saber cómo
mos nuestro acento íntimo y, así. al pre­ son las cosas y dejamos impresionar por
senciar, nos presentamos. Los sentidos no ellas. Podem os reproducirlas porque las
son tínicamente objetivadores y objetivos, reflejamos; es decir, siempre queda impre­
son también sentimentales porque la per­ sa. en mi sensibilidad, una copia, un facsí­
cepción de la realidad objetiva es un senti­ mil de lo que veo. Toda visión es contem­
do sentimental del Mundo. plación, como decía Goethe, un sentir total
El sentido consentido es una participa­ del Mundo, una teoría, pues teorizar es
ción conjunta de todos los sentidos, pues simplemente mirar con todos los sentidos
lo que siento me acompaña en todos mis abiertos.
contactos mundanales; es consentir, que Cada sentido Liene su función propia: la
significa, además de sufrir, tolerar y per­ vista, ver; el tacto, tocar; el gusto, sabo­
mitir que los otros participen en mis actos rear; el oído, escuchar; el olfato, oler: pero
y. voliciones. Para sentir uno mismo, parti­ no se limitan a revelar los objetos por la
cularmente, es necesario sufrir o sentír impresión que causan, sino que éstos ad­
con otros, al unísono, a través de los senti­ quieren un sentido propio, singular. Este
dos que todos poseemos. Es una universa­ sentido que descubrimos por los sentidos,
lidad compartida. Pero este consentimien­ es el variado y plural de los sentires huma­
to no es subjetivo ni persona], porque no nos que damos a las cosas. Aunque cada
es lo que yo siento sino lo que sentimos objeto lo sentimos diferente, siempre tiene
todos, o sea, la objetividad del sentir. Te­ una significación única porque, nuestro
nemos, pues, esc sentido objetivo, natural, sentir une todos los sentidos y nos da una
que es de todos, y un sentir subjetivo que visión global del Mundo. Ahora bien, si
aparece cuando le doy significación a una los sentidos teorizan el Mundo al sentirlo,
cosa o cuando ésta adquiere un sentido en realidad lo interpretan subjetivamente,
para mí. Luego, sentir es lo sentido y mi pues toda teoría es un sentido que presta--
sentir. De esta ambigüedad objetivo-subje­ mos a las cosas, el nombre que les conce­
tiva, del sentir de los sentidos, se originan demos: es la unidad sentida que h e m o s
los sentimientos. Estos no pueden existir creado para conocerlas. Esto no quiere de­
sin que sientan lo sentidos, o sea, la pre­ cir que la denominación sea solamente una
sencia constante y visible de la realidad humanización de los objetos, sino que al
objetiva. Los sentimientos no nos separan nombrar o significar, se unen y objetivan
del Mundo y hasta nos ligan más estrecha­ los sentires humanos,
mente a él pero, al mismo tiempo, nos in­ Los sentidos materiales, aunque subjeti­
teriorizan para poder constituirse. Veamos vos, son exteriores y semejan cajas de re­
cómo se llega de los sentidos materiales a sonancia donde se reproduce la imagen del
los sentimientos. Mundo que conservan intacta. Pero los di­
La visión inmediata, aunque es una vi­ ferentes sentidos tienen un solo sentido
sión inquisitiva, no revela las cosas, nece­ verdadero, el interno, que se engaña difí­
sitamos sentirlas para conocerlas. Al oír cilmente porque es mucho más objetivo,
capto sonidos y, por ellos, se me aparece puesto que percibe el objeto que ha reco­
materialmente lo que siento. Los objetos gido en él, y todo lo que aparece en mi
que llego a conocer entran por los poros continente interior posee una claridad y

751
SENTIMIENTO

certidumbre indudable. Entonces se expe­ de las cosas. Tampoco la reflexión tiene


rimenta lo que se siente y esto es el senti­ nada de intuición mística ni es una facul­
miento: temporalizad on o sucesividad de tad innata de ciertas mentes privilegiadas,
sentires, un vivirse dentro, lo que significa es tan sólo la percepción sensible de lo
concentrar los sentires de los sentidos. Ya invisible. Ubersihliches sinnliche (Marx),
adentrados, ¿qué podem os hacer en este ya que vivim os como en una habitación
estado de ensim ism am iento? Crear sue­ oscura.
ños, deseos, proyectos, fabulaciones. Todo El Mundo no es solamente lo que tene­
lo que vivo dentro de m í es realmente lo mos a la vista; es, también, cuanto oculta
que siento, la materialidad de mis senti­ su propia evidencia. Y, a través del senti­
mientos. Ahora bien, este sentir interior do interno, podemos descubrir lo que se
llega un momento que se condensa y ame­ esconde fuera de nosotros. La reflexión o
naza estallar. Es, entonces, cuando m e im­ sentido interior nos objetiva interiormente
pele el deseo de realizar m is proyectos, al iluminarnos los secretos de las cosas.
mis sentires. Claro está: previamente nece­ A sí, un pintor como Franz van Mieres, do­
sito esclarecer lo que siento para manifes­ tado de poderosos ojos interiores, sorpren­
tarlo y cumplirlo. Este saber opera una se­ de en una ráfaga de luz el misterio deli­
lección de sentim ien tos, e scogien d o el cado de los seres, de las materias y los re­
más decisivo c importante o el que con fleja con precisión porque, en realidad,
mayor fuerza experimentamos, para lle­ objetiva la Naturaleza donde siempre hay
varlo a su realización inm ediata. Este algo nuestro. Schelling intuyó que el Mun­
obrar finalístico, que nace del querer, es do tiene un yo secreto y esta identidad de
común a todos los sentimientos. No pode­ origen la descubrimos a través del sentido
mos limitamos a sentir, pnes el que siente interno.
verdaderamente con pasión, experimenta M ediante la experiencia directa, diga­
la irrealidad de sus propios sentimientos y mos por una relación inmediata, captamos
aspira a vivirlos. El hombre busca realizar sensible y físicamente el misterio del ser
sus sueños, es decir, lo que vive por den­ visible que está en nosotros; los secretos e
tro, en su espíritu, para darle realidad a la incógnitas de nuestra vida. Sin este cono­
idealidad y materia a su espiritualidad. Ex­ cimiento que consiste en recoger todo lo
pliquemos con mayor amplitud qué es ese experimentado y hacerlo definitivamente
sentido interno de que proceden los senti­ propio para poseerlo, no podemos sentir­
mientos. nos ni descubrimos. Es lo que Rilke defi­
La visión desde dentro de los objetivos nió en una de sus Elegías como una incor­
es una exteriorización de lo que sentimos, poración a la sangre de todo lo sentido, y
es no dejar pasar las cosas que nos afec­ que está depositado en la memoria secreta
tan, guardándolas com o un Lesoro para del cuerpo. Pues bien, el sentido interior o
contemplarlas en el silencio de la interio­ reflexión no es un mero contacto estreme­
ridad clausurada. Es el acto de reflexión cido, sino que se adentra en las cosas e in-
o de reflejarse a sí m ism o. Pero por más visibiliza la vida que vivim os. «La obra
que creamos que la reflexión es un salto del ojo está cumplida, haz ahora la obra
cualitativo nuevo y original del ser huma­ del corazón» (Rilke). El corazón es la pla­
no, que lo diferencia del animal, resulta za del sentir verdadero, el órgano de este
que es tan sólo un ahondamiento visual Sentido interior. A llí se recogen y guardan
más agudo y directo; el sentido interior o las cenizas esenciales de la experiencia de
sexto sentido de los sentim ientos, como la vida, creando así un exterior mundo in­
llamaban los escolásticos al alma; es de­ terno. Sabem os, sentim os que tenemos
cir, el palpito secreto o premonitorio que algo dentro: un corazón, un yo que nos ha­
tenemos para expresar una visión certera bita. Es lo no todavía consciente o prc-

152
s e n t im ie n t o

conciencia que está a la espera de desarro­ realmente sensible ya que, arrastrada por
llar nuestra experiencia material del Mun­ la deducción trascendental, reduce las c o ­
do. Sintiendo y volviendo a sentir, cayen­ sas a un juicio sintético o principio supre­
do y levantándonos, vamos haciéndonos mo y no capta su singularidad, su latido
conscientes, espirituales. Ei espíritu es íntimo y desaparecen, como cosas reales,
producto de nuestro desarrollo vital, mate­ para convertirse en formas de sí mismas.
rial, que se crea como resultado de nues­ Este pensar sensible no nos hace descu­
tros actos. Marx habla de senLidos espiri­ brir la realidad, sólo su belleza exterior o
tuales, lo que suena a paradoja y no lo es, armonía de las esferas c e le s te s que se
porque son también materiales. Aclare­ manifiesta por la regularidad de los fenó­
mos. menos.
Una vez constituido el núcleo interior Husserl tampoco superará el dualismo
que llamamos espíritu, éste tiene que vivir de sensibilidad pasiva y pensamiento ra­
y realizarse. «El espíritu, ¿quién es ese Se­ cional activo. Piensa que la percepción
ñor?». se preguntaba un filósofo. Es una sensible no es só lo síntesis estética, es
presencia concreta que no puede vivir en­ también una actividad cinética, serie de
cerrada. pues perecería en sí misma. No es movimientos que nos lleva a descubrir el
el reposo total o la conciencia definitiva objeto desde sus m últiples posibilidades
de sí. como pensaba Hegel das Absoluto y perspectivas de ser. Sin embargo, esta
ist der Geist, ni el fin de la idea en sí, sino actividad de los sentidos que descubre
el principio del objetivo de la acción, del Husserl no es todavía espiritual, poemáti­
devenir, de la historia. Desde sí mismo y ca, es una mera relación cognoscitiva que
con su espíritu comienza el hombre a trans­ no crea un conocimiento sensible. Husserl
formar el Mundo, a humanizarlo, activi­ permanece dentro de la teoría kantiana que
dad que se plasma en un acto material que, constituye la sensibilidad a través del yo
al operar sobre la materia sensible, es un sintético, único creador, espíritu soberano
acto dirigido, intencionado, consciente ha­ que, aislado y sin existir por sí mismo, go­
cia el Mundo. En consecuencia, los senLi­ bierna el Mundo. Por el contrario, la teoría
dos espirituales son materiales porque te­ de Marx, sobre los sentidos espirituales,
nemos un espíritu que está metamorfoseán- afirma que toda actividad sensible, al ser
dose siempre materialmente. volitiva, práctica, es materialización de un
Los sentidos espirituales poseen una pensamiento y, a su vez, la actividad pen­
dialéctica propia: exteriorizan la interiori­ sante es resultado de la concentración o
dad e interiorizan la exterioridad, son pa­ pasividad del sentim iento. D esaparece,
sivamente activos y activamente pasivos, así, la oposición clásica entre actividad es­
porque en las cosas que hacemos manifes­ piritual y pasividad sensible, restablecién­
tamos lo que somos y. al a vez, interiori­ dose la unidad del hombre, su m onismo
zamos cuanto hacemos, creando el espíri­ esencial.
tu. De esta forma, desaparece el dualismo,
que estableció Kant. entre la pasividad de
la sensibilidad y la actividad del entendi­ Bibliografía
miento. La sensibilidad, para Kant, es un
percibir y senLir a través de formas a prio­ C. G urméndez, Teoría de los sentimien­
ri (espacio-tiempo) que organiza el mun­ tos, M éxico, 19SL
do real como puede hacerlo la razón pura.
Pero una sensibilidad apriorística no es Carlos Gurméndez
Ser-persona
La filosofía de A. Amor Ruibal intentaría cíón intrínseca como nexo y correlaiivídad .
superar el dualismo coimplicándolo: mien­ de los contrarios coímplices. Aquí se cithe*
tras que lo elemental remite al Ser «riego bra nuestro discurso de la dialéctica de Idi
como realidad destinal (paganismo), lo rela­ opuestos y su coimplicidad, así como la re*
ciona] correfiere la persona cristiana como visión del sentido como articulación cuan -
diferenciación y destinación. He aquí un lingüística y sutura poslingüística. La búí-
cuadro que recompone esta cosmovisión: queda de la re-mediación surge así de tstt
filosofía abierta en/por Amor Ruibal, desdec­
ía cual la mediación cuasi hegeliana puede
Elementos Relaciones
y debe pensarse como remedio de lo ¡fie*
Ser griego Persona cristiana mediado, así pues como salvación o redes* -
Materia entítativa Forma articulatoria ción de acuerdo al carácter filosóftcó-ieo*
Dem ónico Angélico lógico. De esta guisa, la filosofía de la reís* ’
Identidad Diferencia ción se convierte en ética de la relación: Cf}
Destinal Destinación una ética (co)relacional del sentido que
Lo dado La dación traspasa el lingüisino propio de la hcJinó*
Verdad filosófica Sentido antropológico náutica contemporánea.
Ratio (razón) Voluntas (amor) Una tal visión filosófica de la identidad y
la diferencia podría basarse en la teología
Ahora bien, para no recaer en el dualismo de Laceando, según el cual cuando habla*
clásico, nuestro autor coimplica elementos y mos del Dios trinitario no decimos algo dí*-‘
relaciones a través de una mediación intrín­ verso ni tampoco separado: y sin embargo..
seca que denomina nexo, correlación y rela­ se distinguen y diferencian las pcrcoML ..
tividad: se trata de nombrar así la junción o Así que el uno no es el otro, aunque IohML'V
juntura de elementos y relaciones no con un sea lo otro: la diferencia es personal (id * ^
tercer término extrínseco, sino coímplice- c ion al, existencial), la identidad es 'rtal<§^?::
mente. Por ello puede decirse que la rela­ thativa o sustancial (esencial). Y es q u id ’
ción no es anterior a los elementos ni tam­ cristianismo introduce la diferenciación de "
poco posterior a ellos sino simultánea: pues la persona en el continuo identitario d d . _
la relación es elemental y los elementos re­ ser: identidad griega y diferencia cristUfií*!?
laciónales. Esta visión obtiene su ejemplifi­ verdad filosófica y sentido anlropológiCjV’^
cación respectivamente en el Ser ntibaliano. razón pagana y amor evangélico —ambeí^
el cual representa el Elemento relational, y remediados en la implicación que coafinMrí.
en la Persona como Relación elemental: el la identidad del ser y la diferencia de la
primero — el Ser elemental— encuentra su sona, la mismidad del cosmos y la emw* ^
fundación en la unidad de Dios (la divini­ gencia de lo cultural, la indistinción de
dad), mientras que la segunda ■—la Persona mater-moteria y la distinción existentirtf'igjg
relational— encuentra su fundación en la igualdad de recursos y la libertad del.QÍí$^j
pluralidad de Dios (la Trinidad). la comunalidad animal y la diferenciahdjj^
Y , sin embargo, en los confines de la espiritual— . Una (re)mediación sólo p¡jjj|jj||j
realidad reaparece el desgarro del dualismo ble desde la recuperación del Alma del suÍBq
c lá sic o y la necesidad de su suturación do como espacio de la distinción y i
simbólica: de donde la susodicha media-1 de la distensión anímica: coimplica

1 E s te e s p a c io -tie m p o in te rm e d ia ] d e l A lm a d e l c n to s y r e la c io n e s ; p u e d e c o n s u lta rs e p ara d t r t


m u n d o c o n n o ta la relación trascendental d e c le - n<k>, J. S c h a a f, e n : Studia philosophica, J7 {

754
SER-PERSONA / SÍMBOLO

i El eje Ser-Persona se perfila así como la M. Heidegger y su concepción de un Ser


í (co)relación fundamental del hombre en el con caracteres divino-demoníacos. Ahora
| cosmos. Pues, como ha dicho T. Todorov bien, com o hem os visto, en el caso de
í cu La vida común, la meta del ser humano Amor Ruibal el Ser se destaca tanto del
| (humanado) no es el placer sino la rela­ espíritu puro como de la materia impura:
ción entre los humanos — en el horizonte ahora el Ser como Elemento relacional en­
de un sentido abierto por el hombre en el cuentra su correlato en el Hombre como
corazón del ser— . La relación reaparece Relación elemental, por lo que se autode-
entonces como actitud que sublima el ser fine como mediación relacional entre los
como acto en la tradición occidental. extremos: la nada y el ente.
Una vez establecida la correlación Ser- Nuestro últim o paso sería radicalizar
Persona, seria interesante volvem os a la esta postura y redefinir el Ser como impli­
tradición filosófica para enmarcar las rela­ cación de contrarios: nada y ente, divini­
ciones del Ser en nuestra cultura. Tanto en dad y demonidad. cuerpo y espíritu. El Ser
el pensamiento griego com o cristiano, el se correlaciona ahora con el Alma y el
Ser se define como idea o razón de los se­ simbolismo anímico sulurador de la esci­
res de carácter cuasi divino: esta síntesis sión de los opuestos, recuperando así una
arriba a Hegel y su noción del Ser como ra­ tradición que pasa por N. Cusa. A parar de
zón-espíritu creador de las realidades en su esta experiencia del Ser como simbólico.
devenir. Mientras que en este contexto gre- la nada códice ente y el ente nada, el cuerpo
_ co-cristiano triunfa clásicamente la correla­ se espiritualiza y el espíritu se enmateriali­
ción del Ser con lo racional-divino (idea­ za, Dios se coimplica en mundo y el mun­
lismo), la inversión materialista que arriba do se coim plica en Dios: imbricación de
a C. Marx y socios correlaciona el Ser con los contrarios compuestos en un interlen­
el otro extremo de la cadena áurea: la ma­ guaje coímplice y (re)niediador. Una filo­
teria cuasi demoníaca. sofía de la complicidad.
Esta ambivalencia de) Ser, sea con lo di­
vino sea con lo demoníaco, reaparecerá en A. Orliz-Osés

Símbolo
Si bien el símbolo nos remite genérica­ prejuicio epistemológico según el cual lo
mente al ámbito de la actividad psíquica verdaderamente relevante es el problema
de representación a través de la imagen o relativo a su fundamento, es decir, a aque­
ámbito del pensam iento ind irecto, que lla realidad, objeto o suceso radicalmente
quedaría, por tanto, en relación de oposi­ independiente y al que el símbolo referiría
ción con respecto a un supuesto conoci­ con más o menos acierto.
miento presentacional-perceptivo y más o Ha sido E. Cassirer quien ha ubicado de
menos sin mediaciones; de forma más es­ forma más precisa su naturaleza al defi­
tricta, puede decirse que la naturaleza del nirla no com o mero signo indicador de
símbolo ha de ser considerada más allá del objetos, sino, hermenéuticamente, como

-asf c o m o m i Metafísica del sentido, D e u s t o , B i lb a o p r e s a d a y t r a s p u e s t a e n e l té r m in o coimplicación: el


1989. P e r o e s ta r e l a c ió n t r a s c e n d e n t a l o f u n d a m e n ta l c u a l m ie n t a l a c o n t a c t a c í ó n de la r e l a c ió n ( g e n itiv o
« in m a n e n ta l o e le m e n ta l , p o r l o q u e q u e d a b i e n e x - o b j e t i v o y s u b je t iv o ) .

755
SÍMBOLO

una organización instauradora de la reali­ ción, a establecer una relación biunívoca


dad. D e este m odo, si la objetividad es de los signos con sus respectivos significa­
también y principalmente discurso, el pro­ dos y a consolidar un lenguaje desprovisto
blema del concepto no es el de su preten­ de marcas subjetivas que eleva a su ha­
dido fundamento desligado, como ocurre blante a la categoría de sujeto universal in­
para el cientificismo, sino el de los requi­ tercambiable o estándar. El lenguaje se
sitos estructurales inmanentes al sujeto fija, unifica y formaliza para evitar toda
que lo constituye. Esto es lo que nos per­ distorsión producida por su mediación en
mite afirmar que todo concepto es ya ex­ el proceso de transformación, pierde su po­
presión, es decir, €stá transido, lleno o tencia evocadora para ganar poder instru­
preñado (praegnans) por las condiciones mental, pierde su dignidad de instaurador
que determinan su formación, lo cual nos de sentido para ganar eficacia operativa.
aleja de aquella concepción objeLivista que Los lenguajes a los que refiere el segundo
encuentra en todo símbolo o concepto un caso, a los que ya podemos llamar propia­
valor epistem ológico proporcional a su mente simbólicos, insLauran su propio senti­
grado de independencia con respecto al do desde la individualidad de la dicción,
sujeto. Se traLa de lo que Cassirer denomi­ pues en ellos es el propio decir multívoco el
na pregnancia simbólica, y que establece que cobra importancia en el «cómo» de la
la imposibilidad de intuir objetivamente expresión, y no la precisión unívoca en el
una cosa sin integrarla de modo inmediato «qué» de lo expresado. Además, evidencian
en un sentido. La comprensión lo es siem­ la virtualidad instauradora de Urdo símbolo
pre en el modo de ¡a representación y no al cambiar la mediación instrumental del
de la mera presentación. significado por la autonomía que implica la
El concepto es, pues, el mensajero de un evocación del sentido.
sentido al que alude o remite, pero no la De forma ya clásica suele aludirse a tres
mera máscara imparcial que refiere a un modalidades sígnicas pata referir los di­
tínico término en cuya mostración se ago­ versos grados de adecuación con sus res­
la, pues si bien es juez del proceso episte­ pectivos significados.
mológico en la medida en que sin él todo En primer lugar, el signo propiamenic
conocim iento es im posible, es también dicho tiene com o características funda­
«parte» al instaurar aquello que por medio mentales su arbitrariedad y máxima ade­
de él se pretende conocer. cuación a su significado, pues no existe
Nada puede ser, por tanto, simplemente una relación enLie ambos qu e v a y a iirís
«presentado», sino más bien «representa­ allá de la elección arbitraria de los signifi­
do», ahora bien, en ese proceso de repre­ cantes siempre y cuando éstos permitan
sentación la conciencia encuentra diferen­ mantener su naturaleza funcional de analo­
tes gradaciones que van desde la adecua­ gías de abreviación que economicen y sim­
ción de una imagen o signo con aquello plifiquen el significado. Su finalidad ó .
que constituye su significación, hasta la pues, la designación abreviada de aquello a
inadecuación radical con respecto al signi­ lo que refieren.
ficado que pretende expresar. En segundo lugar, la alegoría pierde ar­
Los lenguajes a los que se refiere el pri­ bitrariedad con respecto al signo, pues al
mer caso instauran una comprensión ins­ elegir una cualidad o rasgo que resume <■
trumental operativa del mundo que circun­ presencializa aquellas nociones o concep­
da al sujeto y en ellos lo verdaderamente tos de naturaleza abstracta y que por tanto
relevante es la eficacia del proceso trans­ resulta complejo expresar de forma s e n c i­
formador más que la expresión del mismo; lla. su relación con el significado se e s ta ­
en rigor la formalízación del discurso tien­ blece por virtud de una cierta panicipuci«.-¡
de a evitar las variaciones en la significa­ cualitativa con el mismo. De este modo.

756
SÍMBOLO

podemos comprobar cómo la libertad en taciones y explicaciones, sino dejando que


su acepción típicamente moderna expresa­ exprese por sí mismo su propio sentido.»
da en el supere ande kantiano, encuentra El intento, pues, de todo excurso hermenéu-
en la mujer que rompe las tinieblas con su tico sobre el símbolo tiene como objeto la
antorcha en alto, una acertada simplifica- clarificación de un modo de expresión de
. ción alegórica que se fundamenta en la sentido que hemos vinculado a la epifanía
analogía sinóptica «ilustrar-iluminar». precisamente para evitar la tentación de pre­
En tercer lugar, el símbolo ya no es en tender agotar su genuina evocación por me­
modo alguno arbitrario en la medida en que dio de «explicaciones». Este es precisamen­
su significado es imposible de presentar por te el sentido de la consideración que J. Ja-
otro medio que no sea el símbolo mismo. cobi establece sabiamente en este punto:
Jung lo definió como la mejor formulación «enfrentarse al símbolo es hacerlo a lo en
posible, no susceptible de exposición más último término inexplicable».
clara o explícita, de algo relativamente des­
conocido. Por ello, podemos decir que crea
' o instaura un sentido, un ámbito de signifi­
cación que emerge a través de él y se agola
en él y que, por ello, lo encama.
Precisamente, al posibilitar la aparición
de lo que no es posible presentar, decir o
expresar de otro modo, constituye una epi­
fanía o aparición de lo inefable por medio
del significante y, más aún, en él mismo:
pues tal y como afirmara Goethe, constitu­
ye la transfiguración de lo concreto en un
sentido abstracto sólo akanzablc a través
de sí mismo y de esa transfiguración. Es
por ello que la re-prescntación simbólica
no admite verificación alguna, o lo que es
lo mismo, no es posible confirmarla me­
diante la mera presentación de lo que sig­
nifica. Su autosuficiencia expresiva es al
mismo tiempo, en una de las múltiples ex­
presiones antinómicas que lo definen, la
razón de su naturaleza inadecuada, pues el Dunas
símbolo nunca agota por entero su signifi­
cación y eso es lo que nos permite afirmar
su carácter parabólico, donde, según seña­ Todo lector de poesía más o menos ave­
la G. Durand, la preposición griega «para» zado sabe que ningún excurso filológico
adquiere su significación más fuerte: «que puede pretender agotar o siquiera traducir
no llega o alcanza». el contenido de un poema, al igual que la
Es .sobremanera útil señalar en este pun­ experiencia religiosa sigue siendo auténti­
to que el ámbito expresivo de los lenguajes ca sin discurso teológico alguno que la ex-
constituidos mediante símbolos no puede pliciLe. Digamos, pues, que este carácter
ser objeto de reducción filológica alguna «intraducibie» del símbolo no excluye la
so pena de degradación o difuminación de contrapartida filológica o hermenéutica,
su significatividad fundamental, pues tal y simplemente impide su utilización mera­
como advierte K. Kerényi: «No es posible mente reductiva, por lo mismo que ningún
comprender el símbolo mediante interpre­ esfuerzo hermenéutíeo por explicitar su
SÍMBOLO

capacidad significativa puede poner en la A sí pues, su significante al igual que i*


mente del lector la más elemental expe­ sig n ifica d o perm anecen infinitam enlr
riencia estética o religiosa. abiertos, sin predeterminaciones fijas de
La función de la Hermenéutica sería aquí significación, algo que ha llevado a Ricen»
la de señalar o llamar la atención, pero en a considerarlo como la condensación de »
ningún caso la de suplir o sustituir. Si hu­ discurso infinito. Pues precisamente, d
biéramos de decirlo de un modo aún más equilibrio que posibilita todo símbolo é»
sencillo, habría que remitirse a la presencia siempre un equilibrio inestable, un equili­
ancestral del discurso poético, del mítico, brio dinámico que lo aleja de la ortodoxia
el religioso, onírico, metafísica, ritual y, en dogmática o la fijación integrista y que. W
fin. el de cuantas formas de expresión hu­ acerca más a la noción junguiana de criwí
mana utilicen símbolos, para mostrar de en que cuece y se sublima sin cesar la ener­
modo inmediato la frecuencia y familiari­ gía psíquica.
dad con que éstos irrumpen en la concien­ Expresión de ese equilibrio inestable
cia humana. Allá donde la sombra, el ocul­ que constituye todo símbolo es la peculiar
tamiento o el perfil difuso formen parte del apertura a la que nos acabamos de referir;
tejido expresivo de un signo cuya insinua­ en efecto, el significante remite a todo tipo
ción fundamental necesita obligatoriamen­ de cualidades no representables, de forma
te de ese ocultar revelador o, viceversa, de que hasta le es posible llegar a la anlÍKk
esa revelación umbrosa inasible a la lumi­ mia, a este respecto es significativo el CASO
nosidad cenital del pensar estrictamente ra­ de la serpiente que puede simbolizar el po*
cional. estaremos ante la presencia inequí­ der caótico y destructivo de las fuerzas (fe
voca del símbolo, pues desde siempre su lo inconsciente pero también ser un sím*.
dominio ha sido el de «lo no sensible» en bolo de la máxima espiritualidad, de modo
cualquiera de sus formas: inconsciente, me- que puede adoptar el papel tanto de la be**
taf'ísico, sobrenatural o surreal. tia que devora al héroe como de análogo '
La función del símbolo es, además, la de del héroe mismo, tal y como ocurre en la _
lograr una conjunción de los contrarios, simbología cristiana con la analogía Cris* ■■
una complexio oppositonon que es la res­ to-serpiente.
ponsable de que la antinomia resulte tan Por otra parte, el significado, ese ámbito
hondamente fructífera para referirlo. Esa vasto de sentido que remite al fondo arque»
complexión antinómica lo ubica en el lími­ típico desde el cual se constituye y llega i
te entre !o concreto y lo difuso, lo cons­ lo concreto todo símbolo, sólo puede coDe­
ciente y lo inconsciente, lo meramente pre­ cebirse — en ningún caso ser directamente
sente y lo virtuaímente presentido. Jung le presentado— expandiéndose por todo el -
atribuyó el poder de insuflar sentido cons­ orbe de lo concreto sea mineral, vegetal,
ciente a lo inconsciente y, al mismo tiem­ humano, astral, onírico, cósmico o poético.
po, de enriquecer a la conciencia con la Tal es el caso del arquetipo del sí-mismó, -
energía psíquica que brota del hontanar que puede ser representado por la piedra
profundo del inconsciente arquelípico; pre­ preciosa en el episodio mítico del tesoro ;;
cisam ente esta naturaleza mediadora y difícil de alcanzar, por la figura del héroe
equilibrante le permitió definirlo como el humano o por la cuatemidad-mandala. --
tercio que excluye la lógica. Y es que la Significante y significado, pues, en ¿l'p
naturaleza lógica del símbolo reviste un ca­ caso del símbolo, no son sino la expresidgjy
rácter peculiar que lo aleja de la lógica de ese carácter de conjunción de opuéstOK'5
dualista tradicional propia del signo hasta que le hemos atribuido y que tan fielmente^
el límite de socavar no sólo ya el aludido expresan las diversas etimologías del tér» ;
principio del tercio excluso, sino también mino; así la del término alemán Sinnbitd ,
los de identidad y no contradicción. compuesto por los términos Sinn y

758
SÍMBOLO / SUJETO

que remiten respectivamente al sentido que ra C.G. Jung, sabemos ya que constituye
delimita y ordena y a la imagen ancestral la cara visible de lo arquetípico y que en
inconsciente, y también la del griego sym- su poder para transmutarse, sólo limitado
bolon cuya significación originaria es la de por la propia libertad de la imaginación
«acuerdo» o «contrato» entre dos partes. creadora, atesora el poder de conquistar la
La inadecuación del símbolo paia expre­ progresiva espiritualización del individuo,
sar un sentido que «no llega» a explicitar de­ proceso éste que el propio Jung concibió
finitivamente y que de este modo se le evade encaminado a la conquista de una relación
l'ti cada una de sus expresiones recurrentes fluida y estable entre el fondo psicoidc co­
queda, pues, representada por la apertura lectivo y la conciencia individual.
radical del mismo en cada uno de sus tér­
minos. Su significatividad, en consecuen­
cia, se perfecciona y completa por el poder Bibliografía fundamental
de la redundancia, repetición que nada tiene
que ver con la tautología, sino con una pe­ Ju n g , C.G.. Símbolos de transformación,
culiaridad lógica que le otorga, en su ten­ Paidós. Barcelona. 1982.
dencia a establecer aproximaciones redun­ J a c o b r, J.. Complejo, arquetipo y símbolo,
dantes. la capacidad para contrarrestar su F.C.E., México, 1983.
inadecuación concatenando ensayos o mo­ D urand. G ., La imaginación simbólica, 1 /
tivos de re-presentación. Amorrortu, BB.AA., 1971. '
Como «máquina psicológica de trans­
formación de energía» tal como lo definie­ José María G. Estoquera

Sujeto
«El título que podrían y deberían tener )/ E1 tema que introducen, el que el prome­
estas conferencias es Acerca del comienzo 11 tido volumen tendría que analizar reposa­
de la hermenéutica del yo»1. Así, inicia damente, es el de los procesos de subjeti­
Foucault una serie de ponencias en la Uni- 1 1 vación moral en el cristianismo primitivo. J[ ^
versidad de Berkeley que, con escasas va- ' ' Y su mayor novedad consiste en descubrir
fiantes, repetiría en varias universidades ^ un procedimiento de constitución del suje­
americanas en el otoño de 1980. De hecho, to cuya importancia para la cultura occi­
tales comunicaciones, junto a un pequeño dental no puede ser soslayada: «declarar J
texto titulado El combate de la castidad 1y en voz. alta y de forma inteligible la verdad {
constituyen la única indicación publicada al respecto de uno mismo»3. El enunciado
de lo que Foucault anunció como volumert J'y parece remitir a la práctica cristiana de la | ^
final de su Historia de la sexualidad, confesión. E indudablemente lo hace. Pero

1 En Foucault, M., «About the Beginning o f the zar la última época del filósofo francés, que completa
Hermeneutics o f the s e lf (Two Lectures at Dart­ las ya editadas conferencias en la Universidad de
mouth)», Political Theory, vol. 21, n.° 2, may. 1993, VermoTit ( Tecnologías del yo, ed. Paidós, Barcelona
pp. 198-227. El texto, establecido y editado por Mark 1990, en adelante TV).
Blasius, recoge el contenido de dos conferencias en 1 Foucault, M., «El combate de la castidad», en: ¡i
el Dartmouth College y las variantes introducidas por j / j Aries, Ph.; Bejín, A; Focault, M. y otros: Sexualidades (
Foucault en sus comparecencias en Berkeley. Consti- * occidentales, Ed. Paidós. Barcelona 1987, pp, 33-50. *
tuye un documento de inapreciable valor para anali- 3 About thc beg'tnrdrtg..., ed. cii., p, 201.

759
SUJETO

no sólo a ella; confesar, o mejor confesar­ anterior a las acciones, por supuesto, ante­
se, es un ejercicio habitual y requerido por rior a la voluntad, incluso anterior a los
instancias diversas en nuestra cultura: ins­ deseos»6. La profundidad que acecha —y
tancias jurídicas, por supuesto, pero tam­ que quizá sea todavía constitutiva del yo
bién médicas, psicoanalíticas, etc. Se puede moderno— induce a un permanente análi­
decir que a lo largo de unos cuantos siglos sis interpretativo, a una incansable herme­
se ha fraguado — cambiando, evidentemen­ néutica, a un desciframiento que pretende
te, de formas y criterios— un importante descubrir el secreto que late bajo las repre­
dispositivo que exige la observación, el sentaciones que sobrevienen a la concien­
análisis y la exposición de la propia subje­ cia. Esa misma profundidad señala la dife­
tividad. A este dispositivo lo denomina rencia entre los procedimientos de consti­
Foucault hermenéutica dei yo. Los trazos tución del sujeto en la antigüedad y los
a través de los cuales se configura en los que se inauguran con el cristianismo: «Las
primeros siglos del cristianismo es lo que tecnologías del yo en el mundo antiguo no
queremos presentar aquí. estaban vinculadas a un arte de la interpre­
Es preciso previamente recordar que la tación sino a artes como la mnemotecnia y
importancia de «conocerse a sí mismo» se la retórica. Auto-observación, auto-inter­
remonta, por lo menos a la Grecia clásica. pretación, auto-hermenéutica no intervie­
Es. no sólo la íamosa (y difícilmente inter­ nen en las tecnologías del yo antes del
pretable) consigna el Oráculo de Delfos. cristianismo»7.
sino también uno de los temas socráticos Al comienzo de la época cristiana, por lo
por excelencia. Por otra parte, tanto en la tanto, se produce un cambio importante id
época clásica griega como en el helenismo nivel de la concepción del sujeto y de las
se desarrollaron técnicas de conocimiento técnicas de constitución del mismo: se
de sí: parece que el examen de conciencia inaugura una «voluntad de saber» que afec­
y el control de las representaciones fue co­ ta al propio yo, a la profundidad que en c!
mún a pitagóricos, platónicos, epicúreos y se manifiesta; una obligatoriedad de que
estoicos; también la interpretación de los cada uno conozca quién es y lo que ocurre
sueños remite a fuentes tempranas45. Pero. dentro de sí. Se trata aquí de descifrar —o
Lamo en la antigüedad como en la época construir— la verdad en uno mismo: tm
imperial el yo al que tales técnicas se apli­ una verdad que se mide por la adecuación a
can no es algo dado al conocimiento sino las cosas o a las reglas que rigen el univer­
algo por construir. El conocimiento se su­ so sino la verdad que habita — oculta— en
pedita al cuidado (epimeleia), a la elabora­ el interior del propio individuo. El noli fu­
ción continua y activa del sujeto de acuer­ ras iré o el quifacit verítaiem venii ad tu-
do a ciertas reglas. cení agustinianos atestiguan esta mtc'á
El cristianismo incorpora una dimensión profundidad pictórica del sujeto. Podría de
de profundidad que se revela en los más te­ cirse que, a partir de aquí, el deifico <•<>«(>-
nues m ovim ientos f co-agitaiiones)s del ceie a li mismo multiplica su protagonismo,
alma, en los pensamientos, y que es preci­ en la forma de un: «obsérvate a li misino
so conocer: «el material primario para el examina, interpreta, descifra lo otro dentro
escrutinio y el examen del yo es un ámbito de ti». La urgencia y la necesidad de muí

Véase cf análisis de la Clave de ios .'¡¡teños, de 6 Ibid.


Arlemidoro, en Historia de la sexualidad- vol. 3. Ed. 7 Ibid., p. 253.
Siglo XXI, Méjico 1987 (HS III), pp. 7-?7.
5 Abou! fhe beginniiifi..., ed. cit.. p. 217 (también
7T., p. 89).

760
SUJETO

í actitud de desciframiento se incrementan cubrimiento y expresión de la verdad del


j-j- por el hecho de que en la profundidad re- yo características de los primeros siglos
fccién incorporada, en ese repliegue interior al del cristianismo: la exomologesis y la exa-
|k individuo, se percibe la inminencia de un goreusis.
|L implacable poder y del mayor de los peli- La primera de ellas, la exomologesis
I gros: el Diablo, el Enemigo —-podría ser el (Tertuliano traduce el término por publi-
^ inconsciente— , lo que obliga al hombre «a caíio sui)101exige reconocerse públicamen­
| - quedar consigo mismo en un estado de vigi- te. En un primer momento tiene el sentido
g- lía permanente en cuanto a las más mínimas de saberse íntimamente y reconocerse pú­
inclinaciones que se puedan producir en su blicamente cristiano. Pero en su acepción
|V cuerpo y en su alma»89. más común adopta carácter penitencial:
| :p Es importante percibir que la certeza del exige conocerse,- aceptarse y presentarse
peligro interior no genera, ni inmediata ni como pecador. N o es suficiente, afirma
F primariamente, un código de actos permi- Tertuliano, que el reconocimiento se pro­
!y tidos o prohibidos — no se desarrolla se- duzca en la conciencia sino que es preciso
f ' gún una vertiente jurídica— sino un nuevo un acto que manifieste la condición de pe­
modo de relación entre el sujeto y la ver- cador11: proclamar, por lo tanto, la verdad
| dad, una nueva relación con el pensamiento de la propia condición. Hay que insistir en
que se produce como hermenéutica del yo que no se trataba de un acto de expresión
— según una vertiente epistémica y ética— : oral de ciertas faltas sino de acogerse a un
-' el sujeto queda implicado en una inacaba­ estatuto, el estatuto de penitente, que, una

E ble red de desciframiento y expresión de


, su propia verdad, una red que liga al indi-
’ viduo consigo mismo a través del conoci-
vez adquirido, se conservaba de por vida:
el penitente, incluso después de haberse
producido la reconciliación, «no podía ca­
¿ miento y con los otros a través de la ex- sarse ni ordenarse sacerdote»12. La exomo­
Ü’ presión. logesis es el proceso por el cual se consti­
7' R econ ocem os aquí el esquem a de la tuye el sujeto ante los ojos de los otros «es
E^cotifesión y el sacramenLo de la penitencia el reconocimiento dramático del estatuto
I tal y como lo contempla todavía la Iglesia propio de penitente»13.
I" católica (incluye examen de conciencia y Quizá lo más sorprendente de esta tec­
£ decir los pecados al confesor). Un esque- nología del yo — y sin duda lo que la dife­
t ma de conocimiento, reconocimiento y c o rencia exlernamente del e x a m e n p r a c tic a ­
| municación, que exige conocer-se como do en la época helenística— sea el carácter
| sujeto pecador, reconocer-se como sujeto dramático y público, la obligatoriedad de la
|: pecador y expresar-se o ex poner-se como exposición. Para los estoicos, por ejemplo,
I sujeto pecadory. el examen de conciencia era una práctica
i: Tal esquema — que supone ai individuo fundamentalmente privada. Y aun cuando
I poseedor de una verdad íntima y poderosa se hiciera partícipe de él a alguien elegido
|,_.qae es necesario descifrar y comunicar— como maestro o corresponsal — el caso de
| se desarrolla a partir de dos formas de des­ Marco Aurelio, o del propio Séneca— , lo

8 El c o m b a te d e h ca stid a d , ed. ctt., p. 46. adminisiretur. is acuis, qui mugís gracco itoccthuh
9 Con ligeras variantes en el esquema, podría sus­ evprinu'tur el frequenmiur, exomologesis vsr (...I-
tituirse «pecador» por «enfermo» o «culpable». ¡taque exomologesis prusternendi a humilijicandi
1(1 Tertuliano. De p a e n ite n tia , cap. X (texto de hominis disciplina est, conuerxationan i ni ungen s
Ch. Municr, éditions du CERF. Paris 1984, p. 182}. miscricordicie inlicein, de ipsó qnoque habí tu caque
11 Tertuliano, o p. c it., cap. IX. p. ISO: ^H u iu s uietn. »
igilur p a e n ite m ia e secúndete e t un ¡us, qu a n ta in arto TV., p. 82.
ne g o l i u ni e s t, ta n ta o p e r o s io r p r o b a liai), III non 13 Ibid., p. 82.
cou aei en lia s o i a p rn e fe ra titr. se d aliq u o etieim acitt

761
SUJETO

que se buscaba era consejo y ayuda, den­ tas, se desarrolla fundamentalmente t t <$
tro de los limites de una discreta intimidad ámbito del monacato y se inicia coott
compartida. examen de conciencia. Juan Casiano, unta ■£
En el cristianismo primitivo, por el con­ en las Instituciones cenobíticas co m o f*
trario, la ciudad es testigo del sufrimiento, las Conferencias11 evidencia la importa*-""
la vergüenza y la humillación de quien se cia del examen permanente, no sólo de Ion
ha descubierto pecador en su conciencia y actos pasados — como sucedía en Síñis-:
;\ expresa de forma voluntaria, pública y dra­ ca— sino de los pensamientos prcScatos*-

V máticamente, su condición de sujeto peni­


tente14.
de las co-agitationes del espíritu en p o p í » :
tuo m ovim iento. Lo que se pretende
De hecho, la mostración, la revelación que el monje no se someta a los va¡veeí»"„
de uno mismo es lo más importante de la de la conciencia puesto que alejan de U j
exomologesis. A través de ella se produce contemplación de D ios y turban la inmolí* b
la reconciliación (el perdón de los peca­ lidad que tal contemplación requiere. Féffc/í
dos) y la paradójica constitución del sujeto ello el monje debe estar atento, anaUttf,
al renunciar a sí: Ego non suin ego15. A interpretar, descifrar y distinguir: es loqúf
tres modelos recurrían los autores cristia­ los padres latinos denominaban discrettoyz
nos para explicar la necesidad de la expre­ los griegos diachsis. Es preciso aseguré! |
sión. Un modelo terapéutico: es precisa el origen de los pensamientos porque.
mostrar las heridas al médico si se desea la profundidad en la que se enraízan,
que sean curadas16*; un modelo jurídico: al cha el espíritu del mal, el enemigo, qué Í5my
juez se la aplaca al confesar las fallas; y, duce a la tentación y al pecado. Como d
finalmente, el modelo del martirio: el már­ molinero que selecciona los granos, COtftO;:
tir que se enfrenta al escarnio, al dolor y a el jefe militar que separa los soldados b u e ­
la muerte y en ese acto da prueba pública nos de los m alos, como el cambista tyMyi
de su fe. El penitente, como el convicto o pesa, examina y comprueba las moneda^:
el paciente, rompe con su identidad pasa­ que se asegura de la veracidad de la eflg|iji||
da; como el mártir se aferra, aun en el su­ que las autentifica y, con ello, de su v'atóíj® 5
frimiento, a la identidad que la fe confiere. el monje ha de seleccionar y separar Wt y
Se trata de un procedimiento de subjetiva­ pensamientos, ha de certificar que la
ción por renuncia. Lo que afirma, asegura gen de Dios está grabada en ellos y itpé^l
y hace válida tal renuncia no es la convic­ diar los malos, los falsos, aquéllos que llO |
ción interna sino la demostración abierta pueden evidenciar la autenticidad de m *
■del nuevo estatuto. origen18.
La segunda tecnología que Foucault es­ El esquem a de examen que presenté;';
tudia y propone como inicio de lo que de­ Juan Casiano — procede del monacató i í ^
nomina hermenéutica del yo es la exago- rio y egipcio— tiene aún reminiscencilíjjj
reusis. Se trata propiamente de un ejerci­ estoicas, aunque evoluciona pronto en id i'l
cio oral, de la verbalización de las propias marco, como es el de la vida m onástícl^
inquietudes, pensam ientos y actos. Tal profundamente ajeno al estoicismo.-Biyjj
práctica, que tiene resonancias senequis- este marco, drásticamente jerarquizado»'»!

w Véase Tertuliano, op. cit,, caps. IX-XII. 17 S o b r e l o d o e n Instituciones cenobíticas. VI, £ 3


15 El punto décimo del capítulo IV («De los instru­ Conferencias, X II. UsSsl
mentos de las buenas obras») de la Regla de San Beni­ ,a TY., pp. 90 s.; Juan Casiano ,' Conferendatffi-
to explícita la necesidad de «negarse a sí mismo». ( 18-22). " i§ l
16 El propio San Benito en la Regía (p.ej.: caps.
XXVII y XXVIII) presenta al abad como «sabio mé­
dico».

762
SUJETO

relación con uno mismo que propicia el la que se requiere la renuncia a los propios
examen de conciencia, se somete y se su­ pensamientos y a los propios deseos, en
pedita a la obediencia. No sólo es necesa­ una palabra, la renuncia al propio yo. Tan­
rio el control de los pensamientos y repre­ to en un caso como en el otro, nos halla­
sentaciones sino también la verbalización, mos ante dos tecnologías que constituyen
la confesión al superior, que, finalmente se al sujeto, paradójicamente, en el acto por
erige en criterio de interpretación. El mon­ el cual el individuo renuncia a su yo, per­
je traba una relación hermenéutica consigo cibido como interioridad móvil, amena­
mismo a través del examen y de la expre­ zante, que requiere atenta y continua vigi­
sión. Los dos momentos no son indepen­ lancia.
dientes. no son separables. El individuo, Dicho de otra forma, la subjetivación
por sí mismo, no puede dar cuenta de la es inseparable del proceso que implica la
validez del análisis: la comunicación oral. objetivación indefinida de uno mismo: el
obligatoria19, es el único marco legítimo sujeto se constituye como objeto de cono­
de desarrollo de la hermenéutica del yo. cimiento y expresión en relación a dos al-
Ya para Juan Casiano la verbalización tie­ teridades que, de distintas formas, le so­
ne, por sí misma, carácter hermenéutico, meten: por una parte, la alteridad radical
pues el exponer los pensamientos, el sa­ y mayúscula que habita en su interior, el
carlos a la luz es ya un acto de diseretio Otro, el Dem onio, por otra, la alteridad
que garantiza la verdadera relación del in­ del superior con el que establece una re­
dividuo ten este caso el monje) consigo lación de sumisión y obediencia.
mismo en el marco de una relación con los En este marco brevemente descrito se
otros. empieza a fraguar un nuevo tipo de relación
El principio que rige la práctica de la entre el sujeto y la verdad, una relación que
exagoreusis es que todo debe ser oral­ es, simultáneamente, epistemológica y ética
mente expresado, todo debe ser dicho, ya que implica el conocimiento y, a su tra­
nada debe quedar oculto y agarrado a la vés, la constitución del sujeto.
inquietante profundidad que, en el interior Ahora bien, la importancia de las tecno­
del individuo, se insinúa como peligrosa. logías descritas no radica en su pura pre­
El autocontrol y el autoconocimiento son sencia histórica, documentalmente consta-
—evidentemente— necesarios, pero por table. No se trata tan sólo de que un ejerci­
sí mismos configuran una hermenéutica cio de búsqueda y erudición nos muestre
incompleta. Es en el acto de decir donde un paisaje extraño, pretérito y ya olvidado.
se asegura la relación sana y auténtica del Por el contrario, Foucault se refiere a los
individuo con su propio yo. Lo no expre­ mencionados procedimientos como ejem­
sado, lo que se guarda en silencio tiene plo de esos «m ezquinos orígenes» que
todavía el estigma de la mentira y del pe­ Nietzsche sitúa al comienzo de todas las
cado. grandes cosas (pudenda origo).
Aunque la exagoreusis es, como vemos, Las grandes cosas que se desarrollan a
un proceso de autoconocimiento y autoex- partir de estas tecnologías — mayoritaria-
presión notablemente distinto a la exorno- mente ignoradas— arraigan en la rela­
logesis, comparte con esta última un rasgo ción del individuo con sigo m ism o que
fundamental. El desciframiento y la comu­ con ellas, sobre todo con una de ellas, se
nicación de los pensamientos se efectúan inaugura: el yo gnoseológico (gnseologic
en una relación de estricta obediencia para self) como correlato de una relación esta-

i» En la Regla de San Benito, cap. V il («De la sobrevengan, y las faltas oculLas que hubiese com e­
humildad»!: «Descubrir a su abad por una humilde tido.»
y sincera confesión los malos pensamientos que le

763
SUJETO

blecida en términos de conocim iento y preguntarse si el sujeto gnoseológico exis­


expresión. te, si existe una profundidad irredenta que
Efectivamente, Foucault señala cómo las se da, ya constituida, al conocimiento y a
dos tecnologías descritas, exomologesis y la interpretación.
exegoreusis, han corrido históricamente «Tal vez el problema del yo (self) no sea
distinta suerte. Mientras la primera, que descubrir lo que es en su positividad, tal
propende a la constitución dramática del vez el problema no sea descubrir un yo po­
sujeto, perdió muy pronto relevancia, la sitivo o un fundamento positivo del yo. Tal
segunda, que se cifra en la relación cognos­ vez nuestro problema sea hoy descubrir que
citiva del individuo consigo mismo e insta el yo no es sino el correlato histórico de la
a la verbalización de los deseos y los pensa­ tecnología que lo produce»21. Entonces, ¡a
mientos, no ha dejado de incrementar su im­ alternativa no sería la de una hermenéutica
portancia y su significación: «esta tecnología del desciframiento, fijada a la indefinida in­
epistemológica del yo, o esta tecnología terpretación del sujeto en la positividad que
orientada hacia la permanente verbalización lo funda, sino la de una hermenéutica crea­
y descubrimiento de los más imperceptibles tiva que asumiese como objetivo Ja consti­
movimientos del yo, aparece victoriosa des­ tución del sujeto por sí mismo; una especie
pués de siglos y siglos, y es todavía domi­ de hermenéutica de artista, abierta a la crea­
nante hoy»20. ción y a la configuración del sujeto según
A Foucault no se le oculta que esta tec­ pautas no heredadas y según posibilidades
nología ha variado sus formas, ha transfor­ todavía inéditas22.
mado sus criterios y se ha incorporado a El esquema de una tal hermenéutica no
ámbitos distintos de aquellos que precipi­ se ha realizado. Algunos apuntes, algunas
taron su nacimiento en los primeros siglos indicaciones de la misma las sugiere Fou­
del cristianismo. En cualquier caso, su pre­ cault al enunciar la necesidad de un trabajo
sencia sigue siendo perceptible no sólo en ético del individuo sobre sí mismo: dar es­
las ciencias humanas, que el pensador fran­ tilo a la vida, constituir el propio yo como
cés analizara en Las palabras y tas cosas, una obra de arte al margen de constriccio­
sino también en la jurisprudencia, en la nes normativas. Es lo que el pensador fran­
psiquiatría y, sobre todo, en la relación éti­ cés concibe como «estética de la existen­
ca que el hombre occidental mantiene con­ cia»: es lo que, por otra parte, enunciaba
sigo misino y que todavía se plantea en tér­ vagamente cuando, desde comienzo de mi
minos de descubrimiento, conocimiento e trayectoria filosófica, repetía que el pensa­
interpretación. miento y la filosofía no tienden a afirmar
En Las palabras y las cosas afirmaba lo que somos, a legitimar lo existente, sinu
Foucault que la posibilidad de pensar pa­ que pensar es abrir huecos, desprenderse
saba por introducir la aberrante pregunta de sí mismo, «modificar lo que uno piensa
al respecto de si el hombre existe. Cam­ e incluso lo que uno es».
biando lo oportunamente cam biable, la
pregunta sigue valiendo aquí. Se trata de Patxi Laiict na

-ü About thc beginning..., p. 223. I9SG. p. 941. Una concepción similar y má-
21 Ibid. linda en Orliz-Oscs. A.. Metafísica del Sentida l ■■■'•
22 «El hombre no descubre verdad, pero atribuye un de Deusto. Bilbao I9S9. especialmente pp. I11' ■'
sentido, interpreta como lo hace el artista.» Veyne. P.. pp. 159 ss. y p. 172.
«Le ikritiere Foucault el su Mórale». Critique, 471-472.

764
Talante
Talante, según el D iccion ario de la rea nuestro mundo de percepciones, pen­
Real Academ ia de la Lengua, es en pri­ samientos y sentimientos. ¡De qué distinta
mer lugar, «el modo o manera de ejercitar manera vemos las cosas que están ahí. y
una cosa»; en segundo lugar, «semblante o que objetivamente no han sufrido ningún
disposición personal o estado o calidad de cambio perceptible, según que estem os
las cosas»; y en tercer lugar, «voluntad, tristes o alegres, según que nos sintamos
deseo, gusto», Ninguna de estas significa­ jóvenes o viejos, aburridos o ilu siona­
ciones salvo la segunda, «semblante o dis­ dos !» 1
posición personal (o estado o calidad de En griego el pathos, en su acepción pri­
las cosas»: las cosas no poseen semblante, mordial de sentimiento fundamenta!, era el
las caras o rostros sí, esta continuación es modo de encontrarse, por naturaleza, en la
un dislate), posee valor alguno ni psicoló­ realidad, y ethos el de hacerlo no por natu­
gico ni' filosófico. Solamente el vocablo raleza sino por hábito. Este modo de en­
tomado en las expresiones «de buen o mal contrarse, si bien, se llamaba en castellano
talante» entendido com o «con buena o «de buen talante» y si mal. «de mal talan­
mala disposición de ánimo o inclinación», te». Pero la filosofía existencial — y anLes,
es aceptable; y es en esta acepción como pienso yo, el Iuleninismo12— ha trastocado
yo adopté esta palabra. ¿Con qué inten­ hasta cierto punto esta valoración, al erigir
ción? Con la de descubrir en nuestra len­ Heidegger la «angustia» y Sartre la «náu­
gua un vocablo que pudiera traducir las sea» como los estados de ánimo más ade­
alemanas Stimmung o Befindüchkeit en cuados. por lo menos filosóficamente, mien­
tanto que «modo de encontrarse» y «esta­ tras que por «buen talante» se entendía Ira-
do de ánimo». «El hombre, cada hombre, dicionalmente «la esperanza, la confianza,
se encuentra siempre en un estado de áni­ la fe, la paz».
mo. Ahora bien, el estado de ánimo en En todo caso y como también escribí ya
que nos encontramos condiciona y colo­ hace muchos anos3, «el pathos o talante no

1 P. 21 tle El buen ¡alante. E d i to r i a l T e c n o s . S .A .. Pp. 215-6 de la Etica. Alianza Editorial. Ma­


1985. drid. 1981.
2 Ob. cii.. p . 36.

765
TALANTE i TAO

es dado. En nuestro modo de encontrar­ siem pre dado (tem peram ento), c w ha
nos bien, mal. tristes, confiados y sega­ que denom iné y sigo denominando ta­
ros. temerosos, desesperados, etc., en la lante.
realidad...» Y justamente a esto, pero en
tanto que cambiante y no de una vez por José Luis L. Anins-u/r*

Tao
«El ta o que se puede decir blar, se debe callar», del as’erto inicial de '
no es el ta o perm anente.» este otro tractatus chino en el que m> i f ' .
expresa ningtin tipo de mandamiento it
Acaso sea este inicio del libro del tao obligación (ni epistemológica, ni moral, ft)
(más conocido en Occidente por Tao Te 1 ógica) al respecto de lo — supue.siantótfc
Ching, y también, a partir de la edición de te— inefable: más bien tenderíamos a ctv
I. Preciado, por el nombre — que asi' da tí­ tenderlo como una provocación, o al otó­
tulo a la clásica obra del autor, Lúa Zi o nos como una invitación hermenéutica. .7
Lao Tsé) el que más adecuadamente seña­ Ello es que, desde el arranque misino ;
le la pauta de comprensión de este térmi­ del texto, parece convocársenos a una aeli* '
no, tao ( dao en la romanización oficial tud que el propio discurrir de sus páginas -
china, pinyin), que ha estado sujeto a toda irá desplegando: aquélla que se dedica •
clase de interpretaciones e, incluso, de di­ constatar los m ecanism os en los que ,v
versas y convulsas discusiones entre los Realidad se sustenta y a la que construye#;
especialistas y entre los no tanto. puede que fuera este ánimo que palpita en
A ello ha contribuido seguramente la ya el Tao Te Ching el que impulsara a Hci* ■
de por sí complicada traducción del idio­ degger a afirmar que la profundidad de)
ma chino, con la añadida dificultad de su término lógos en Heráclito era parangona*
sutilísimo (y bastante alejado de las escri­ ble a la de tao. V
turas de tipo más bien fonemàtico) sistema Y, ciertamente, mittatis mutandi, una ■
de escritura, llamado curacteriográfwo o comunidad de sentido late entre ambos vo- ^
ideográfico: si a todo ello sumamos la dis­ cabios: también el lógos que habla por '
tancia que media entre el chino en el que boca de Heráclito se dedica a constatar,
está escrita la obra (cuya copia más anti­ tan contradictoriamente como el tao por "
gua data de alrededor del 200 a.C.) y el chi­ boca de Lao Zi, los engranajes en los que
no actual, no ha de sorprendemos excesiva­ y por los que la Realidad se funda y cons- r-'
mente la profusión de comentaristas y de tituye: y el primero de todos atañe al pro- ^
acotadorcs que han acompañado la turbu­ pió lógos o tao que habla, siendo así que, --
lenta trayectoria del clásico chino acerca cuando habla de sí mismo, ese del que se .■/-
del tao y su re. habla no es el mismo que aquél que de sf J;
Sin embargo, tan curiosas circunstan­ mismo habla: no pudiendo, a la vez, sino g
cias no son del todo desacordes con lo que estar siendo el mismo.
el libro mismo nos dice: en efecto, una Ha habido, desde luego, más de un cckÍÑ
gran diferencia de talante y aun de profun­ mentarista y traductor que ha equiparado A
didad separa el final — famoso final— del tuo a lógos-, abona tal exégesis el que, ade­
Traaatus de Wittgenstein, en el que se más de (y conforme a) lo que ambos, tao y s
nos espeta que «de lo que no se puede ha­ lógos, están diciendo, se dejan traducir por

766
■M
TAC)

un término común: lenguaje. Y es que lo que corresponde, en el fondo, al espíritu


que en la versión del comienzo del libro (y a la letra, por tanto) del tao, como por
que al inicio hemos reproducido aparece ejemplo lo expresara Huan Yen en su cé­
como «decir» corresponde al mismo carác­ lebre tratado sobre la «red de jo y a s» ,
ter chino (transcrito aquí como tao) que al donde cada joya refleja todas las demás:
principio y al Final de la semencia se dejan una de estas joyas es la polaridad yin-
habitual mente sin traducir: así. por ejem­ yong.
plo. una versión que en ningún caso tradu­ Estos dos términos, yin y yang, signifi­
jera tao quedaría como «el tao que se pue­ caban antigua y respectivamente la ladera
de w«(ar) no es el tao permanente»: tras­ sombreada o no soleada (la umbría) de
pasado a términos herac líteos, podríamos una montaña, y la ladera soleada (la sola­
escribir que «el lagos que se puede légein na) de la misma: por extensión, llegaron a
no es el lagos permanente»: es decir, to­ adoptar los sentidos de «femenino», «pasi­
mados ambos en el sentido de «lenguaje», vo», «negativo» (yin), y «masculino», «ac­
«el lenguaje que se puede lingiiistizar no tivo», «positivo» (yang), y de igual furnia
es el lenguaje permanente». se utilizan en chino actualmente para refe­
¿Es entonces, como algunos han inter­ rirse al polo negativo o (yin) y al positivo
pretado, que hay dos Lipos diferentes de tao (yang) de la corriente eléctrica.
(uno inmanente y otro transcendente, o uno Esta última mención nó es en absoluto
humano y otro divino, o como se quiera gratuita, puesto que tomar com o ilustra­
expresar ja dicotomía), uno del que habla­ ción el caso de la corriente eléctrica (tal
mos, y que por lo tanto no es el permanen­ como hace Alan Watts en El camino del
te, y otro permanente, y por lo tanto del Tao, Barcelona, Kairós, 1988 pp. 67-68)
que en ningún caso podemos hablar? Qui­ puede acaso contribuir a atenuar un vicio
zá si siguiéramos’ los dictados de la ló g i­ bien arraigado (no sólo en Occidente, sino
ca aristotélica — que, por cierto, es la que también en Oriente); el vicio de conside­
impregna la lógica científico-técnica ac­ rar «positivo» y «negativo» en un sentido
tual— nos hallaríamos compelióos a res­ moral, e.e. correspondiendo a una mutua
ponder afirmativamente: claro que, en ese güeña en la que lo conveniente sería eli­
caso, no haríamos sino ocultar la contradic­ minar lo «negativo» y acentuar solitaria­
ción que nuestra elección abrigaría: pues, mente lo «positivo»: bien se ve que elim i­
¿acaso no estamos hablando cuando nos nado uno de los polos a! mismo tiem po
creemos capaces de escindir ese tao trans­ desaparecería el otro, así como la corriente
cendente, divino, del otro inmanente, huma­ eléctrica que en la correlación co-implica-
no?, e.e. ¿no entraría la propia transcendencia tiva de ambos polos descansa: pero es que,
y divinidad del tao permanente (o «verdade­ además, a nadie se le ocurriría considerar
ro») dentro del tao inmanente y .humano, y a uno de los dos polos com o «mejor» y
por lo tanto dejaría ya de ser permanente, más deseable que el otro, siendo cada uno
transcendente y divino? , de ellos no otra cosa que la negación del
Estas someras cuestiones manifiestan complementario («positivo» no es sino «no
suficientemente el contradictorio carácter negativo», y «negativo» no otra cosa que
del tao, y dado que no sería posible con­ «no positivo»), y mostrándose como sien­
densar en breves líneas los aspectos más do, por tanto, el mismo que el otro en su
sobresalientes con él relacionados (pues mutua diferencia, al par que diferente al
la sola mención de cflos requeriría casi otro en su mutua mísmidad.
por entero el breve espacio de que dispo­ Sin embargo, frente a tantas interpreta­
nemos), vamos a centramos en uno de los ciones empeñadas en subrayar el carácter
aspectos que, probablemente, reflejará los chino u «oriental» de la concepción que
restantes: actitud ésta la que adoptamos con el nombre de tao se desarrolla en el

767
TAO

Lao Zi (interpretaciones que pueden con­ China): lo vacío (yin) y lo Heno (yang):
ducir a dos extremos que son, en el fondo, tal correlación resulta productiva hasta el.
lo mismo: la del rechazo a lo «incompren­ punto de que
sib le oriental» y la d e la adicción a lo
«Los poetas de la cpoca Tang la in­
«verdaderamente profundo, oriental»), la
trodujeron en la poesía. Preside (la con­
insistencia con la que en el texto se trata
cepción de lo vacío-lleno en la poesía
de desenredar ciertas confusiones nos in­
china) de manera que se sirven de las
vita más bien a pensar que lo que el La o Zi
“palabras llenas” (verbos y sustantivos)
dice era — y es— tan ajeno a los más de los
y de las “palabras vacías” (palabras se­
chinos u «orientales» com o lo que en el li­
cundarias tales como pronombres perso­
bro de Heráclito se dice les era ajeno a los
nales, preposiciones, comparativos, par­
más de los griegos u «occidentales» — y
tículas, etc.).» (F. Cheng. Uécriture ¡mé-
aún les es— : pues tanto H eráclito (lógos
tique chinoise, éd. du Seuil, París, 1982.
xynós) com o el Lao Zi (dao heng) nos ha­
P- 23.)
blan de ío común (xynós, heng): y lo c o ­
mún, naturalmente, no puede ser chino ni Entre los poetas de la dinastía Tang se
no chino, griego ni no griego, sino, en todo encuentran los conocidos Li Po (Li Bu) y
caso, todo el lo yunto (y disjimio), Tu Fu (Du Fu), cuyo carácter taoísia híl
sido frecuentemente señalado: la distin­
ción entre «palabras llenas» y «palabras
vacías» se corresponde con la establecida
por A. García C alvo (cf. Del Lenguaje,
Madrid, Lucina, 1979) entre «mundo <n
que se habla» (y del que propiamente m>
se habla, sino que, en todo caso, se mués»
tra deícticam ente, por ejemplo diciendo
«esto» o «aquí»; e.e. mediante las «pala­
bras vacías» de la concepción taoísta. que
son propiamente asemánticas) y «mundo
de que se habla» (al que corresponderían
las «palabras llenas», las propiamente se­
Tan
mánticas como los nombres sustantivos y
los verbos eu tanto que palabras ideales),
Por cierto que los términos «oriente» y En efecto, la componenda entre amhus
«occidente» son un ilustrativo ejem plo de mundos, nos dice García Calvo, es lo que
la polaridad yin-yang y de su mutua corre­ se conoce com o «Realidad»: de igual for­
lación y correlatividad: en un antiguo tex­ ma, la componenda entre ambas clases de
to chino se denom ina al budism o «doctri­ palabras, vacías y llenas, es la correla­
na llegada de occidente» (e.e. de la India), ción entre los polos yin (vacío, mundo en
así com o para los ja p o n eses e l bu dism o que se habla) y yang (lleno, mundo de
llegó también de occidente (de la China), que se habla): mantenerse en la correla­
y en este siglo el budism o (especialm ente ción entre ambos polos — es decir, a>n\-
el Zen) llegó a los Estados U nidos de oc­ talarlos: pues, al igual que sucede con el
cidente (del Japón): no es extraño que lo lógos del libro de Heráclito. el tan indo
circular resulte tan sugerentc sim b ó lica ­ lo transita: también al que cree que no—,
mente. constituye lo sabio: el lógos o el (tur, >
Estos dos términos, yin y yang, expre­ pareja actitud con respecto a lo sabio -r
san adecu ad am en te otra d e las form as encuentra tanLo en el Lao Zi como en vi
que la p o la rid a d adopta (y no s ó lo en libro del de Efeso

76S
TAO

: «El saber no es la erudición, denominar al falo: pero, máa aún, la rela­


el erudito nada sabe.» ción entre la escritura china y la mitología
y simbología chinas se enraiza en concep­
(Lao Zi, LXXXI)
ciones vitales comunes:
«Ello es. en fin, que plurisciencia
«Tal sistema de escritura, y la con­
no enseña a tener seso.»
cepción del signo que en ella subyace,
(fr. 24 de la ed. de A. García han condicion ado en China todo un
Calvo, Razón común, Madrid, 1985) conjunto de prácticas significantes tales
como — además de la poesía— la cali­
^ M últiples son las sugerencias que las
grafía, la pintura y los mitos.» (F. Cheng,
‘anteriores consideraciones nos provocan,
op. cit., p. 15.)
Py que el lector podrá recorrer por sí mis-
*mo: por nuestra parte, nos limitaremos a Diríamos que la arbitrariedad y la no-ar-
seguir uno de los senderos («sendero» o bitrariedad del signo se complementan y
■«camino» parece ser la acepción más ar­ correlacionan en la escritura china respon­
caica del ideogram a correspondiente a diendo a la polaridad yin-yang: sin exten­
too) que se nos ofrecen. dernos demasiado a propósito de ello, re­
S?. Lo vacío y lo lleno, yin y yang, repre- cordamos únicamente que la mayor parte
fséntan también, como hemos indicado, a
£l
de los caracteres de que dispone la lengua
~ lo femenino y lo masculino: la polaridad china — e.e. la escritura— presenta un sis­
femenino-masculino (que no se correspon­ tema de formación común: todos y cada
de con la división «hembra-macho» de la uno de ellos incluyen un carácter o ideo­
íBiología, la Fisiología o la M edicina) es grama clave, uno de los 214 que hay: son
juina de las más constantes en la generali­ los llamados «radicales», encargados de
dad de las tradiciones mito-simbólicas: es denotar la significación del carácter com ­
;; habitual expresarla también en términos puesto, que incluye también al menos otro
de matriarcal y patriarcal: lo matriarcal carácter que indica la pronunciación, lla­
?se adecuaría más bien a lo considerado fe- mado «fonético».
|menmo, yin, e.e. corresponde a mito-sim- Pues bien, la componenda entre yin y
ibologías en las que predomina el arqueti- yang, entre vacío y lleno, entre femenino y
Xpo de la Madre, y su personificación en masculino, entre lunar y solar, entre mun­
una Gran Diosa Madre, mientras que lo pa- do en que se habla y mundo de que se ha­
j triarcal se adecuaría a lo masculino, yang, bla, entre lo asemántico (deícticos, etc.) y
^presentando mitosimbologías en las que lo lo semántico (nombres sustantivos, etc.),
^predominante sería el arquetipo del Padre entre lo indefinido y lo definido, se expre­
su consiguiente personificación en un sa también entre el hay (deíctico propia­
; Gran D ios Padre: a lo matriarcal van uni­ mente) y el es (el Ser, el límite, la defini­
d a s las mito-simbologías lunares, a lo pa- ción): esta polaridad m ito-sim bólica (lin­
f triarcal las solares. güística), que el libro del tao se encarga de
'■ Este reducidísimo esquema con respec­ constatar, se presenta también en los ideo­
to a lo matriarcal-patriarcal podría dar lu- gramas o caracteres chinos correspondien­
fgar a confusiones y extremizaciones inter- tes a hay («haber»: yóu) y «ser» (ski): el
'pretativas, lo cual no es nuestro propósito: radical del primero es el carácter corres­
fen este mismo Diccionario podrá el lector pondiente a vité «luna», el del segundo el
[hallar suficientes indicaciones para una correspondiente a ri «sol», caracteres-radi­
Incomprensión más amplia y acertada. cales estos dos, por cierto, en los que lo fi­
En la propia lengua china se utiliza el gurativo está bien constatado: todavía en
|término yang de la polaridad que comenta- ellos es fácil observar el pasado «pictográ­
finos para denominar al sol, así como para fico».

769
TAÜ

Pero, naturalmente, siendo a su vez yin drid, Lucina, 1981, pp. 225-234): y c* n i
y yang tan reales cómo las diez mil cosas como el mismo carácter que corresponde
en las que conjunta y disjuntameiUe se a! shi «ser» que aquí comentamos tiene tu»
presentan, no podían sino ser ellos mismos sentido también deíctico, asenuinrico, va­
— cada uno por su parte— contradictorios cío, y se utiliza como equivalente a noé*>
y polares en .vi mismos: y es así como el tros «éste, ésta, esto» y «ése, ésa. esn*, t
símbolo por excelencia del tao (ver ilus­ incluso como «todo lo que» y «cualquier»*:' 7
tración). de la polaridad yin-yang, muestra De la misma forma, el mundo en que te
cada parte representada (yin la oscura, habla es ya en el hecho de decirlo parte ’
yang la clara) conteniendo algo de la otra del mundo de que se habla, así como tam­
(la pane oscura, yin, contiene un círculo bién el mundo de que se habla es tumbíéé
claro, y la parte clara, yang, contiene un el mundo en que se habla, sólo que cuando
círculo oscuro), y, a su vez, esto mismo de no se habla de él: así también la fóW úW
lo otro que cada parte contiene también no puede sino ser no-real, puesto que *i
contiene lo otro de lo otro (e! círculo claro fuera real se hallaría en el hecho de serió .
contenido en la parte oscura, yin, contiene dentro de la Realidad, que quedaría (fe Mí
a su vez un círculo oscuro, y el círculo os­ modo fuera de sí misma: y lo no-rtal ÓO
curo contenido en la parte clara, yang, puede sino ser tan real, tan incluido en U ,
contiene a su vez un círculo claro): la re­ Realidad, como cualquiera de las cosas -
presentación se detiene ahí, pero simboliza que hablamos, y que son cosas precfci—-r
lo indefinido del proceso (no únicamente mente en tanto que dichas: así también, ti
lo inacabable). logas que es la contradicción misma y el
Y es que de la contradicción (correla­ que muestra la contradicción no puede .
ción co-implicativa, polaridad duaíéctica: sino formar parte de una correlación con­
véase, al respecto de la coimplicación y la tradictoria (co-implicativa), tal como eo 8 .7
duaíéctica, A. Ortiz-Osés, «La razón mito­ libro de Herácli to se opone lógos a a i¿ n y x
lógica». en Arquetipos y símbolos colecti­ es así como ’ -
vos (vv. aa.), Barcelona, Anthropos, 1994,
«El tao que puede decirse ' '■‘
pp. 295-315), si se nos permite la expre­
no es el tao permanente (ordinario, común).*
sión, no se libra ni Dios (cf., al respecto, . ’ --Mur;-
G. Scholem, El Bien y el Mal en la Cúba­
la, pp. 97-133, del antecitado volumen): y Bibliografía ; fe* .

es así que tanto yóu como shi presentan -ÍV+-.

esa polaridad correlativa cada uno por su Ltto Zi (El libro del tao), edición de I.
lado: pues yÓu se utiliza también en chino ciado, Madrid, Alfaguara, 1990.
como equivalente de nuestro «ser» (en el L ao T sé, Tao Te King, edición de
propio Lao Zi, cap. XL, se nos dice que h e l m , R,, Málaga, Sirio, 1989- -'
«las cosas del mundo nacen de yóu» y tan­ Chuang-Tzu, edición de Carmelo Elordtiy^j
to I. Preciado como R. Wilhelm lo vierten Caracas, Monte Avila, 1991. .. 1.
por «ser»): es decir, también en chino está Lie Zi (El libro de la perfecta vacuidód^^s
el hay (en principio asemántico) tan seman- edición de I. Preciado, Barcelona,.
tizado, tan lleno, como lo está en las len­ ros, 1987.
guas indoeuropeas, donde el hay ha llegado W atts, A., El camino del Tao, BarceloC^A
a adoptar un valor existencial (cf. A. García Kairós, 1988. . :v
Calvo, «¿Qué pasa cuando se dice “hay" en
absoluto?», en Lecturas presocráticas, Ma­ Jon BalW

"rt? -

770
Teoría Critica
Se denomina Escuela de Francfort a una negaba a colaborar en el contexto fuerte­
serie de pensadores que. bajo la égida de mente conservador, con rasgos fascistas, del
Max Horkheimer, constituyeron, durante período de cntreguerras de la sociedad y la
los años treinta, un grupo de investigación cultura alemanas (Mardones 1979. 15s.),
en el Instituto de Investigación Social de La Teoría Critica ofrece, más allá de las
la Universidad de Francfort. Dada la im­ discusiones emditas, un talante y una serie
portancia de muchos de sus primeros inte­ de planteamientos y sugerencias ricas en
grantes, su condición mayoritaria de judíos consecuencias hermenéuticas. Las trato de
y de exilados a Norteamérica a causa de la recoger bajo la denominación de una her­
persecución nacionalsocialista y del éxiLo menéutica crítica de lo social.
que durante los años sesenta alcanzaron al­
gunas de sus ideas, han pasado ya al circui­
to académico bajo la denominación de Teo­ El lugar del cuestionamiento
ría Critica de la Escuela de Francfort, Nom­
bres como los del citado M. Horkheimer se La Teoría Crítica de la Escuela de Franc­
alinean con los T.W. Adorno, H. Marcuse, fort es un intento de análisis interdisciplinar
E. Fromm, W. Benjamín, y otros menos de la sociedad moderna, o como decía el
conocidos, como F. Pollock, L. Lówenthal, Horkheimer del prólogo del primer número
F. Neumann, H. Grossmann, etc. Se discu­ de la ZeiTschrift fü r Sozialfo rschung, «una
te hasta hoy si este grupo complejo, que se teoría del decurso histórico». Teoría que, en
fue separando hasta quedar prácticamente estos primeros momentos se sabía y quería
M. Horkheimer, T.W. Adorno y F. Pollock, «teoría materialista de la cultura». Pretendía
se puede denominar «Escuela» y en qué apresar algo del movimiento mismo de la
sentido; asimismo, es controvertido si la historia, «documentar la autoconciencia his­
denominación Teoría Crítica tiene funda­ tórica alcanzada» (H. Dubiel, 1993, 71).
mento o es una retórica. Más discutible to­ Había en el proyecto mucho de reacción
davía es si han tenido continuadores y contra el auge de las denominadas filosofías
quiénes son los herederos de esta Primera de la eternidad que tenían en la metafísica
Generación. Se suelen citar los nombres de N. Hartmann y M. Scheler, en la psicólo-""
de J. Habermas, A. Schmidt, H. Schnádel- gía de Jung y la influencia de Klagcs, un
bach, etc. como la Segunda Generación de gesto antihistórico. Erente a esas reflexio­
la Teoría Crítica. nes, el grupo de la Escuela de Francfort
Uno de los estudiosos de la problemática trata de elaborar una consciencia histórica
de la Teoría Crítica de la Escuela de Franc­ crítica. Se declaran situados. Y con un in­
fort, H. Dubiel (1978. 1993, 72), llega a terés que preside y dirige su mirada a la
afirmar con el consentimiento de uno de los realidad.
pocos supervivientes. L. Lówenthal, que fue La Teoría Crítica se entiende, por tanto,
la orgauización y discusiones mantenidas como un pensamiento, teoría, consciente
en tomo a la revista del Instituto la Zeits- del carácter histórico y socialmcnte situa­
chiftfür Sozialforschung (1932, reed. 1980) do y condicionado. Frente a la razón «tra­
las que ayudaron a cuajar una manera de dicional» —en la ya famosa, aunque dis­
abordar las cuestiones, de presentarlas, entre cutible, denominación horkheimeriana—
las que sobresalen, «la capacidad intelectual, la teoría «crítica» es aquélla que lleva la
la visión política y una imaginación hija del marca de esta consciencia histórica de lo
estilo de vida de la gran burguesía judía» situado de toda razón humana. Se conoce
alemana (H, Dubiel, 1993, 58), a las que ha­ la realidad social desde la visión, interpre­
bría que añadir, un fuerte radicalismo que se tación, de un posicionamiento.

771
TEORÍA CRÍTICA

Se comprende, de esta manera, que la cipador es una teoría social cargada dé


Teoría Crítica no se pueda definir desde un pre-juicios, es nna teoría interpretadora y
conjunto de tesis. Este modo «positivista» de diagnóstico. -
de pensar en una teoría es negado por un
modo o estilo de pensamiento atento a la
La totalidad social concreta
realidad social y sus desplazamientos. La
teoría cambia con el movimiento de la reali­ Un dato característico del análisis social'.
dad. Busca la adaptación (crítica) a la mis­ de la Escuela de Francfort es orientarse a la
ma para poder expresar la evolución social. comprensión de la sociedad como un todo.
Este estatuto epistemológico flexible y cam­ Viene dado por su objetivo de lograr una '
biante de la Teoría Crítica manifiesta un teoría de la sociedad actual desde la per*« "
rasgo pretendido y querido por los teóricos pectiva de la evolución histórica. Y desde
crílicos: la estructura dinámico-histórica de un estilo de pensamiento, o si se quiere,
la teoría. Esta cambia conforme cambia el m etodología y técnica de investigación,
objeto. En el fondo se está indicando el pun­ que entiende el análisis del objeto siempre 0
to de vista (die Frageslelhmg) en el que se situado en un haz de condiciones históri*
sitúan los hombres de la Escuela de Franc­ cas. No existen objetos sociales indepen*
fort: en una actitud de sospecha y resisten­ dientes, aislados. Este ha sido el error me*
cia a la situación social concreta, persuadi­ todológico de la «teoría tradicional», de lú
dos de que el movimiento de la evolución sociología empirista: cree que se puedé
histórico-social mostraba, en su corriente despiezar la realidad y analizarla en su ato*
más profunda y humana, otra dirección que mización sin tener en cuenta el ámbito, la
la predominante. El primado en esta actitud totalidad social concreta, en la que está si*.
y estilo de pensamiento ante la realidad la tuado el hecho social. Se pierde el sentido
posee ésta, a cuyo conocimiento se orienta. del hecho social. Al carecer de plexo social
Cuando se indaga más específicamente u horizonte se dan falsas interpretaciones a
en qué hacían basar los miembros de la Es­ los hechos o se es ciego ante el sentido que
cuela de Francfort la diferencia de cuestio- tienen en el conjunto. No puede existir ¡ni=
namiento, mirada, perspectiva, que les se­ téntica comprensión {Verstehcn) sin situar
paraba de los teóricos «tradicionales», nos a los hechos sociales en la totalidad social
encontramos en uno de los artículos pro­ concreta (Horkheimer 1937b. 192; 1937.
gramáticos de M. Horkheimer (Teoría tra­ 258, 270; Adorno, 1973,20).
dicional y Teoría crítica, 1937; 1974, 241) La hermenéutica crítica sabe que sin ln
con una respuesta que coloca la diferencia condiciones históricas no hay objeto mi=
más radical e insalvable en el interés por la • cial. El mismo dinamismo del pensamietu
«supresión de la injusticia» (1937, 270), o to empuja hacia el conocimiento de la li»
expresado m enos negativam ente, en la talidad social dentro de la que tienen senti­
«transformación de la totalidad» en orden a do los hechos sociales. Conocimiento de
la obtención de una sociedad justa, libre, los hechos sociales concretos y conoci­
humana y racional. Al fondo se halla la re­ miento del todo social concreto se extern
ferencia a toda una tradición judía que, a de­ mutuamente. Esta suerte de círculo heiroe-
cir de M. Horkheimer, está atravesada por néutico social que va de la parte al todo *
«la voluntad de justicia», mediada posterior­ del todo a las partes viene postulado jw
mente por la razón ilustrada y el marxismo una reflexión consciente de la constinu ion
no dogmático. de los objetos que analiza. Y digamos, en
Ahora bien, una teoría que se quiere pe­ seguida, que plantea también serios pro­
gada a la evolución de la sociedad para blemas al investigador social.
captar su movimiento más profundo guia­ ¿Cómo se accede al conocimiento de
dos por un interés que llamaríamos eman­ ese todo social concreto? ¿No habrá de

772
TEORÍA CRÍTICA

píocederse por un conocimiento lo más se­ heimer y Adomo se refugiaron en plantea­


rio y riguroso que se pueda a partir del mientos epistemológicos en parte correc­
’-análisis parcial de las diferentes discipli­ tos, pero insatisfactorios, al abandonar el
nas científicas? análisis empírico y refugiarse en la inter­
r? La solución dada por la Primera Gene­ pretación cultural-filosófica global. Su ape­
ración de la Escuela de Francfort es un lación a la totalidad concreta, aun siendo
pbco más compleja: trata de conectar las correcta, es formal, no dice cómo se lleva a
"perspectivas teóricas generales con el tra- cabo.
bajo empírico particularizado; lograr la in­ Se reconoce a la fuerte personalidad de

I tegración vertical de la filosofía y las cien­


cias particulares (Dubiel, 1993, 71), Es de­
cir, corre por el camino interdisciplinar,
Horkheimer la solución relativamente ade­
cuada de la organización o puesta en prác­
tica del trabajo interdisciplinar (B onss-
unificado, finalmente, en una interpreta­ Schindler, 1982,49). El reparto de tareas y
ción de rango filosófico: se parte de una papeles, así como el planteamiento de los
fe visión Leórica general para la formulación problemas objeto de estudio, sigue llaman­
; de la hipótesis que dirigirá los análisis de do la atención.
: las diferentes disciplinas sociales, para, La hermenéutica crítica frankfortiana
: posteriormente, ser interpretados a la luz muestra bajo es Le sesgo interdisciplinar, la
"de la teoría general; al mismo tiempo, que orientación emancipadora que la anima: se
la teoría general es corregida con la ayuda dirige a la comprensión de los factores alie­
: de los datos obtenidos en el análisis con- nantes sociopolíticos, económicos y cultu­
■creto de las diversas disciplinas. Los tra- rales, es decir, propios de la naturaleza so­
sbajos sobre la autoridad y familia, Ileva- cial del hombre, y los elementos psicoló­
1dos a cabo entre obreros y empleados en gicos de la alienación de la naturaleza
Renania, materializaron estos planteamien­ interna. Esta interpretación psicosocial de

I tos. que, sin embargo, no pudieron culmi­


narse felizmente al sentir las presiones per­
secutorias del nacionalsocialismo. A dole­
las contradicciones y las distorsiones so­
ciales y su reflejo en el psiquismo humano
— conjunción de desalienaciones, de marxis­
cen de una falta de reflexión, interpretación mo y psicoanálisis— es característico de la
£ final, que subsuma y unifique el trabajo in- Teoría Crítica. Prosigue, como acabamos
£ terdisciplinar y la interpretación general. de indicar, la hermenéutica de la sospecha
Algo más acabado se presenta el estudio marxiana y freudiana. Veam os la forma
sobre los Prejuicios, llevado a cabo en Es­ crítico-negativa que adopta.
tados Unidos, y entre los que sobresale el
análisis de la Personalidad autoritaria. La dialéctica negativa
Pero hay que reconocer que el círculo
hermenéutico social entre el todo y las La hermenéutica social de la Teoría Crí­
I' partes, sigue siendo hasta nuestros días, un tica posee, como hemos indicado, un pun­
s problema metodológico y epistem ológico to de partida o interés del conocimiento
í arduo. que les lleva a poner los ojos en los con­
¿ La Primera Generación hizo el descu- flictos sociales. Es la contradicción social,
\ brimiento de una ciencia social intcrdisci- el problema que está en el origen de la in­
f plinar, advirtió el problema hermenéutico dagación crítica. Adorno en su disputa con
í último que plantea pero fue relativamente Popper, dirá que aquí radica la diferencia
\ ingenua en su solución teórica (B onss- entre los teóricos-críticos y el racionalismo
\ Schindler, 1982, 60; Dubiel. 1978, 204s.). crítico: al principio no está el problema teó­
f Después de la II Guerra Mundial y tras rico o cognitivo (Popper), sino el problema
j- abandonar’, de hecho, este tipo de trabajos social (Adorno). En la lógica del descubri­
l interdísciplinares de análisis social. Hork- miento crítico social, es el sufrimiento hu­

773
TEORÍA CRÍTICA

mano, no sólo la contradicción teórica, el gación de la negación desemboca en tu


desencadenante de la reflexión crítica. positivo, esta conclusión no se puede de­
La Teoría Crítica no es una hermenéutica ducir del proceso crítico social. La nega- ■
de lo luminoso del hacer y quehacer del ción de la negación puede engendrar nue­
hombre y la sociedad. Es una hermenéutica vas negaciones sociales. Por esta razón, U -
de lo regresivo, oscuro, distorsionado y dialéctica negativa permanece siempié
contradictorio de la acción social humana alena en ejercicio critico y auíocríiico se- -.
con sus secuelas de sufrimiento y opresión. bre la realidad social. No desemboca nunca
Es una pugna por entender por qué sucede en sistema explicativo cerrado o cu afir-'
lo que desliumaniza al ser humano y cómo mación de )o que hay. Esta radiealizac««
se puede superar. En el contexto de la situa­ de la crítica negativa no termina en uim -
ción europea y mundial de un terrible siglo apoteosis de lo negativo, sino en un penya*
xx, esta hermenéutica negativa de la nega­ miento crítico vigilante, abierto y atento l)
ción responde a una grave actualidad. dinam ism o de la realidad. El olvido de
Una reflexión que siempre se mantendrá esta práctica hermenéutica conduce a la le­
en la tensión de la justicia y liberLad, es gitim ación de la realidad contradictoria
decir, de la eliminación de la injusticia y (Horkheimer, 1931,36).
la opresión, pero, sin poder definirlas de La dialéctica negativa impulsa a su vez
una vez por todas. En el clima de los años un tipo de comprensión que empuja hacia
treinta, la Escuela de Francfort era muy la totalidad social concreta y la búsquedí -
consciente que, tras los procesos de depu­ de m ediaciones (interdisciplinares) para
ración en la Unión Soviética, se hallaba lograr tal conocimiento.
una concepción marxista dogmática, que
creía poseer la verdad del diseño de la so­ La reconstrucción comunicativa
ciedad libre, justa y racional. Esta utopía de la Teoría Crítica
pretendidamente cientifizada y concretada
en un proceso histórico lineal es la que re­ La Teoría Critica de la Primera Genera*
chazan los teóricos críticos. Se presta a los ción terminó en una formulación predomi­
mayores disparates y aberraciones en nom­ nan temen!e cultural filosófica pesimista de -
bre de la verdad objetiva. la sociedad actual. Tanto Hokheimer como
Para evitar ese dogmatismo, que siem­ Adorno vieron un predominio creciente de
pre Analiza en imposición violenta de un la llamada racionalidad instrumental que
líder o partido, se requiere mantener la penetraba más y más ámbitos de la vida
dialéctica negativa. Bajo esta denomina­ humana. En un intento explicativo de este
ción se presenta un estilo de pensamiento proceso, acelerado durante la modernidad,
donde predomina la búsqueda y desvela­ de la nueva ciencia experimental baconia-
miento de las contradicciones, de las in­ na y la civilización burguesa capitalista,
justicias e irracionalidades sociales que no llegan a una explicación metafísica: hay ■■
deben continuar. Una negación de la nega­ una perversión radical en la misma estruc-r .,
ción que no se clausura nunca. Los teóricos- tura del conocimiento humano que necesa­
críticos fueron conscientes que aquí hay riamente e.s cosificador. Estamos ante un •
un rasgo de capital importancia para una «cul-de sac» intelectual. '
hermenéutica crítica de lo social: la tarea Un intento de reformulación o, mejor, ¿
del desvelamiento de lo negativo no termi­ reconstrucción de la teoría crítica y SÜ$, -i
na jam ás, es decir, perm anece siempre déficits epistem ológicos es el llevado i ''"
abierta. Es una especie de tarea crítico-ne­ cabo por J. Habermas, considerado el
gativa que no termina nunca, porque siem­ jor representante de la Segunda Genera-- ó
pre está amenazada por la recreación de lo ción de la Escuela de Francfort. Habermas
negativo. Si en lógica es cierto que la ne­ quiere reactualizar el proyecto inconcluso ~
TEORIA CRÍTICA

(Bonss-Schindler. 1982. 61) de una teoría contradicciones y alienaciones como dis­


irríuea de la sociedad (1981, II, 527). Su torsiones de la comunicación, asimetrías y
propuesta pasa por lo que podemos consi­ desprecio a las condiciones de validez de
derar que es una reconstrucción comunica- la misma comunicación. Se muestra tam­
liva de la Teoría Crítica. bién. contrafácticamente. la utopía de una
Ante la carencia de una fundamentación sociedad justa y libre donde se restablecie­
normativa del interés emancipador que dice ran las condiciones de una auténtica c o ­
guiar a la Teoría Crítica, Habermas analiza municación sin coacciones.
los diversos tipos de ciencias y descubre, Habermas, tras sus confrontaciones con el
con ayuda de grandes anticipadores de esta teórico de sistemas N. Luhmann, se va incli­
clase de análisis, que el conocimiento siem­ nando, contra sus propias posiciones siguien­
pre está orientado por un interés. Tipológi­ do a la Primera Generación, a sustituir el
ca los diversos intereses en técnico (ciencia concepto de totalidad por el de sistema y teo­
de la naturaleza), práctico (ciencia históri­ ría de la acción (1981, IT, 460). Se lograría
ca) y emancipador (ciencia crítico-sociales dotar de control científico a un concepto difí­
y psicoanalíticas). Queda de esta manera en cil de manejar y tendente a la abstracción.
evidencia la pretendida neutralidad y obje­ Queda por realizar a la altura de nuestro
tivismo mecanicista del positivismo. tiempo la labor de análisis del momento
Tras el «giro lingüístico» Habermas ad­ social y su dinam ism o, d esvelando las
vierte en la cualidad lingüística de todo co­ contradicciones sociales que im piden la
nocimiento una vía para salir- del atolladero práctica de una sociedad más humana. Ha­
epistemológico en que había caído el pro­ bermas ha llevado a cabo agudos análisis
ceso del conocimiento mismo en la Prime­ de la racionalidad funcional que coloniza
ra Generación. El llamado giro del para­ amplios sectores de nuestra cultura y so­
digma epistemológico o de la conciencia, ciedad moderna (1981), así com o la caren­
al comunicativo o intersubjetivo, señala cia de legitimación o falsa legitimación de
una comprensión del conocimiento, siem­ que se han dotado las sociedades capitalis­
pre mediado lingüísticamente, donde la tas (1974) y las condiciones que parece
verdad y la corrección normativas se tienen que debe cumplir una profundización de­
que dilucidar mediante una discusión mocrática (1992). Pero sus análisis, siem ­
abierta y argumentativa. La fuerza de los pre efectuados con la colaboración de mu­
mejores argumentos en esta situación no chos esp ecialistas, aunque tiene cierto
coactiva, libre, es la clave de la objetividad tono interdisciplinar, sin embargo, no ha
y la adecuación normativa. La intersubjeti­ continuado las propuestas m etodológicas
vidad comunicativa es la mediación de este de la teoría crítica de los años treinta.
proceso; el discurso el método de control. Existe el reconocimiento de la pretensión,
En el fondo del mismo dinamismo comu- pero no la de su ejecución. Inevitablemen­
nicacional se presuponen las exigencias de te hay en sus trabajos una inclinación filo-
verdad, libertad y justicia. Estamos ante las sófico-social que no hace del todo justicia
fuentes comunicacionales de la teoría críti­ a la interdisciplinariedad social de la Pri­
ca (Mardones 1985, 170). En la raíz lin­ mera Generación ni a toda la riqueza her­
güística, comunicacional. de la razón hu­ menéutica social que allí se insinuaba.
mana se entrelazan estas exigencias que
guiaron el hacer de la Teoría Crítica. La ra­
zón crítico-hermenéutica es emancipadora. Bibliografía
Hay. asimismo, en Habermas un intento
de verter en categorías comunicacionales La disputa
A d o r n o , T.W. y otros (1973),
la hermenéutica crítico-negativa de la Pri­ del positivismo en la sociología alema­
mera Generación: se busca interpretar las na, Grijalbo, Barcelona, M éxico.

775
TEORIA CRITICA / TIEMPO Y MITO

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kamp, Frankfurt. José María Mantones

Tiempo y mito
a Ludwig Schajowicz distintamente, como lo hacen los pensado­
res prc-platónicos. Pero aún en la contra­
Cuando pensamos en el mito hacemos posición conceptual que, desde Platón, los
mitología. Da igual que el pensar acerca distingue, ambos términos resultan insepa­
del mito sea una interpretación, una crítica rables: el logos, entendido como argumen­
o un estudio de los mitos: en todo caso, tación o prueba explicativa, no hace más
suponemos que el mito es un discurso que que cuestionar y transformar lo qtic d
se presta a la hermenéutica, al discurrir mythos dice. En lugar de una «superación-
poético, crítico o «lógico» de sus emplaza­ del mito, lo que la escritura filosófica hace
mientos. En la tradición greco-romana, to­ es interrumpir, en pleno despliegue mito­
dos estos elementos «mitológicos» los en­ lógico, los tiempos del mito. Lo crónico
contramos en los escritos platónicos. No del mencionado desplazamiento consiste
es casual que el término mitología empie­ entonces en la nueva función de la palabra
ce a circular, por primera vez, en la época como tenaza de su propio impulso con fa­
de Platón. En tanto que pensar acerca del bulador. D e lo que se trata es de soque tul«
mito, la m itología apunta a un emplaza­ al mito en su poiesis, en el momento mo­
m iento del mito que es, en realidad, un mo de su gesta creadora. Ya sea para sacar
desplazamiento crónico o temporal de lo a la luz las consecuencias del rapio poeto
que el mito significa. Sabemos que mythos co, sea para precisar o corregir el sentido
y lagos significan lo mismo: discurso, pro­ de sus palabras o, incluso, para invenía?
nunciamiento. Pueden, pues, emplearse in- otros mitos, la escritura filosófica se apro-

776
l¿
TIEMPO Y MITO
F-1
■pía del mito fundando con ello la expe- mito con la palabra escrita parecería que
, rienda límite del logas. Es ésta una expe- se estuviese destacando su naturaleza «fic­
íriencia porque el ténnino logos alude, pri- ticia» y, de otra, al plantearse su religio
[mordialmente, a la expresión viva del pen­ como fuerza vinculante de lo humano y lo
sam iento. Sin embargo, es a través de la divino, parecería apuntarse a las implicacio­
Apalabra escrita que Platón busca reivindi­ nes mitológicas de su ficción. Ambos ele­
c a r la fuerza de la palabra hablada. De ahí mentos se encuentran enigmáticamente en
peí interés de los diálogos platónicos en si- Sócrates, pues no debe olvidarse que éste es
| mular esta fuerza y en disimular su letra un indiscutible filomitos, cuyo vínculo muy
| mediante el gesto teatral de su escritura, particular con el dios de Delfos, le permitió
i De ahí, también, que sea una condición in- imprimirle carácter (ethos) a su destino.
| dispensablc de la verosimilitud de dicha Sócrates no se cansa de afirmar su virtud
escritura la exaltación (irónica o no) de lo daimónica, el misterio iniciático que da
jvque constituye la tradición del mito, es de- impulso a sus exigencias de racionalidad,
r;'cir, la oralidad. El límite del logos se defi- En todo caso, el «mito» de Sócrates le per­
jri’ne entonces en virtud de sus propias posi- mite a Platón transformar la fuerza del la­
f bilidades logográfícas. Y es muy probable gos en el arte por excelencia de la filosofía:
¿"que, a este respecto, la más lograda inven- la dialéctica.
f-'ción de Platón haya sido el «mito» de Só- Por otra parte, en tanto que fenómeno
crates: es decir, la invención, por parte del literario, el personaje «Sócrates» es con­
u; primer escritor filosófico, de un pensador temporáneo del surgir de una memoria
í que nunca sintió la necesidad de escribir. histórica que, como la de Tucídides, busca
1“ . Pero ai afirmar esto último, no parece considerar el pasado «a partir de los he­
| que estemos empleando el término mito en chos mismos». Tucídides critica la memo­
p" el mismo sentido que, por ejemplo, al ha- ria mitológica que impide el discernimien­
;■ blar del mito de Apolo. Mientras que el. to de la verdad, y reconoce que «para una
r mito de Sócrates sería la consecuencia de lectura pública, la falta de color mítico de
un desplazamiento literario del m ito, el esta historia (la suya acerca de la guerra
| mito de Apolo seria el legado de una expe- del Peloponeso) parecerá un tanto desa­
riencia «originaria» de lo sagrado, de una gradable; pero me conformaría con que
hierofanía. Del mismo modo, la expresión cuantos quieran enterarse de la verdad de
p «mito de Sócrates» parece arrojar dudas lo sucedido y las cosas que alguna vez ha­
p sobre la existencia histórica de ese perso- yan de ser iguales o semejantes según la
[. naje; mientras que, por el contrario, hablar ley de los sucesos humanos, la juzguen
del mito de Apolo parecería que estamos útil. Pues es una adquisión para siempre y
I aludiendo a lo que es (o fue en su momen- no una obra de concurso que se destina a
l lo) la indudable realidad de una existencia un instante.» [17: 107] El interés de Tucí­
sobrehumana, La semántica del mito ten- dides no es tanto el rechazo de la religio
^ dría, pues, una doble vertiente. En un senti- del mito como la puesta en tela de juicio
^ do, un mito sería el producto de una fabri- de una manifestación literaria, de un deter­
| cación literaria, de una mitografía (de dón- minado registro temporal, de una crono­
de la acepción vulgar del mito como relato grafía del mito. Lo que el «historiador»

I imaginario, irreal o falsificador); pero en


otro sentido, un mito sería la revelación de
un tiempo sagrado, la m anifestación de
lleva a cabo es un proceso de desaeraliza-
ción de la memoria, en virtud de lo cual se
reconoce que son los propios hombres, y
una «verdad» o el desocultamienLo de una no lo dioses, los responsables de las accio­
fuerza primaria y configuradora de lo real. nes humanas. Mediante el fiel recuento de
Pero lo más interesante de esta contraposi­ lo sucedido es posible preservar la memo­
ción es que, de una parle, al asociarse el ria de una verdad que ya no depende de la

777
TIEMPO Y MITO

evocación poética de Mnemosyne, sino de La palabra escrita ofrece el espectáculo


la fidelidad a lo acontecido. Pero lo acon­ de una danza ritual, acogida en un princí*
tecido que reclama semejante fidelidad no pió para asignarle al mythos su propio e v
es cualquier «hecho histórico». Se trata de pació m nem otecnia), y luego verse éste
la crueldad inmisericorde de la guerra, de usurpado por la gran fábula del logoi,
la peste y del desamparo; de una especie Desde entonces, todo despbeque literario
de fuga de los dioses. Es así que la muerte guarda consigo el resorte arcaico de tu.
y la destrucción, provocadas por la guerra oralidad, las voces de su inicial encanto
del Peloponeso, son la punLa de lanza del musical. La palabra escrita implica, iam-
«nacimiento de la historia». Puede decirse bién, la m itificación de la escritura. Por
que, de la misma manera, es el agotamien­ esto su espacio está repleto de lugares que
to de la democracia ateniense lo que dará son, en verdad, las genuinas utopías — lü-
pie al «nacimiento de la filosofía». gares de lo que nunca tiene lugar— que
Tanto Platón como Tucídides viven to­ ilusionan el agarre del pensamiento. La
davía bajo un fuerte predominio mitológi­ abstracción de la palabra escrita es esccnO'
co. Es justo en medio de este agón (preám­ gráfica porque la actividad del pensar Ope­
bulo de la agonía del mito) que sus res­ ra con las v o c es y los silen cios de Uit
pectivas logografías intentan imponerse. escenario tan imaginario como simbólico,
Es, sobre todo, la memoria del logos lo tan simbólico como real. Siglos después de
que pasa ahora a un primer plano. A dife­ Homero y de Platón, la «literatura» no cesa"
rencia de la memoria del mythos, cuya tra­ de hablar con la voz del mito. Las VOCCS
dición oral preexiste a la mitografía; la me­ literarias, a la vez que se prolongan indefi­
moria del logos emerge, con toda preci­ nidamente, se remontan también al decir
sión, como memoria escrita. El teatro de (légein) del mito. Pero se trata éste de un
Platón, la lucidez y elocuencia de los sofis­ decir que se resguarda en lo que no dice.J
tas, y los recuentos fidedignos de los «his­ que se detiene en el umbral de lo que está
toriadores» son el producto de un mismo a punto de ser dicho, que se retrae al silen- ,
empeño escenográfico, pero irreductible al ció de su propio decir. El legado literario
vago reproche de «1 ogocentrismo». Es in ­ del mito es el legado de la fuerza momen­
discutible que la escritura da un impulso tánea de las palabras. Desde esta perspec­
fundamental a formas más abstractas de tiva, un mito puede entenderse como la
pensamiento. Pues desde el momento en «inminencia de una revelación que no Sí
que el p en sar c o n fr o n ta la p la sm a ció n de produce.» [2: 635] Es ésta la definición
su propia actividad, la imagen literaria di­ que ofrece Borges de lo que él llama un
seña el horizonte en movimiento de una su­ hecho estético. Al reconocer en el mito un
puesta fijación, de una «abstracción» inmó­ «hecho estético», podemos entender que
vil: nada más y nada menos que la «idea», cada motílenlo en la vida de cualquiera, en
el «ser» de todo lo que es. Y es, justamen­ sus sueños o en sus vigilias, está sujeto a
te, este pre-te x to de la esencia (eidos) la la mitificación, esto es, al devenir, llegar-a :
ocasión para hacer del «simulacro» de vida ser o transformarse en una inminente rever,
que es la escritura la vida misma del pen­ lación. Esta revelación no se produce pues
samiento. Escribir es contemplar el esce­ ella consiste, justamente, en un único mo­
nario de una «interioridad» que sale, que mento que, en cuanto tal, no hace más que
se exterioriza como baluarte plástico del anularse a sí mismo. Por esto, la «expe?
lenguaje. Con cada lectura, un cambio de riencia mítica» puede entenderse como, la
escena, una mudanza energética, un e s ­ inscripción paradójica de los tiempos en la
fuerzo renovado por consignar las pala­ intemporalidad (acón) del momento justo
bras com o los pensamientos escritos y pin­ (kairós). Cuando esta experiencia se con­
tados de un drama interminable. vierte en arte mitográfico aparece la «lite-:

778
TIEMPO Y MI TO

nuura». Desde emonees toda obra literaria cronometría del movimiento o el itinerario
(incluyendo a la filosofía) lleva consigo el de su duración, sino la inconmensurable
anhelo del éxtasis, del salir fuera de sí, de diversificación de lo momentáneo: el mo­
dar salida a esa voz (pilone) que son las mento justo en que experimentamos la in­
voces arcaicas del inythos. De lo que se temporalidad de nuestra realidad temporal.
trata es, pues, de hacer de la escritura el La intemporalidad, como experiencia in­
pronombre de una experiencia que es, en manente de todas las cosas que, en cuanto
el fondo, la experiencia primordial e in­ tales, no pueden ser más que tiempo, es in­
temporal del mito. Justo porque cada mito compatible con la uniformidad de un úni­
posee su tiempo, los tiempos del mito son co tiempo universal, fundamento último o
los diversos modos de hacerse con la di­ principio originario de toda temporalidad.
mensión indefinida del tiempo, con la «eter­ En lugar de salir fuera del tiem po — de
nidad» del momento. trascenderlo— lo que se descubre es, por
Desde, una antigua tradición, que se re­ el contrario, la intemporalidad de la mis­
monta a los pitagóricos y al orfismo, que ma realidad que son todos los tiem pos.
culmina en Platón y llega a ejercer todo su Pero la única manera de lograr tal «expe­
predominio bajo el cristianismo, la intem­ riencia» es haciéndose uno con lo momen­
poralidad se concibe como una ruptura táneo de todo momento. La intemporali­
con el tiempo y, por lo tanto, como una dad, la inmanencia y lo inminente confor­
manera de resolver la contradicción entre man así, ya no el gran Tiem po, sino el
la duración y la eternidad, entre el ser y el gran Mito en el cual terminan diluyéndose
devenir. «Los hombres mueren porque no y creándose los tiempos siempre de nuevo:
son capaces de conjugar el comienzo con. el pasado ya no es pasado, el futuro ya ha
el fin», dirá Alcméon de Crotone; es decir, ocurrido porque está ocurriendo, y el pre­
la rnuerie ocurre en la medida en que igno­ sente es. más que una presencia, un p re­
ramos que lo verdaderamente existente es sente, es decir, un regalo, un don, una en­
el gran Tiempo que nos libera de la des­ trega, una muestra de abundancia. «Eterno
trucción y penurias del tiempo humano, retomo de lo misino» le llamó Nietzsche-
del ciclo interminable del nacer, morir y Zaratustra a este gran Mito que es. propia­
renacer. De esta manera, el Cronos devo- mente. un pensamiento abismal (abgritnd-
rador de sus propios hijos es transformado liche Gedanke); es decir, un pensamiento-
en el Cronos agéraos de los órficos, que sin apoyo, sin sostén, sin principio ni fin,
nunca envejece ni perece: su aspecto es el y cuyo «fundamento» único es la expe­
de «una serpiente enroscada sobre sí misma, riencia de lo que, por su concepción mis­
de un círculo que rodeando y uniendo el ma, resulta inconcebible. En el Sutra del
mundo, hace del cosmos una esfera eterna y Dirimente, texto clave del budismo maha-
única, en menoscabo de las apariencias de yana [3], se nos habla de un pensamiento
multiplicidad y de cambio.» [18: 97-98, trad. insostenible (an ttnsupported thought, se­
nuestra] El llamado a salirse/-« del tiempo gún la traducción inglesa de Con 2 e), con
se expresa entonces como repudio radical lo cual se quiere, dar a entender la revela­
de la impermanencia. ción de un pensamiento liberado de toda
Pero desde otra tradición, que puede re­ dependencia física y mental, liberado in­
trotraerse a Heráclito, es precisamente la cluso de sí mismo, de su propia condición
impermanencia lo que se reinyindica como de pensamiento; un pensamiento que, por
Aeón divino, como el juego del niño cósmi­ ser la inminente revelación de lo que no se
co en virtud del cual todas las cosas (pánta) produce, es lo que no es, el no pensamien­
son una (en). No es la negación del tiempo to de un pensamiento que afuma la acción
lo que aquí se asume sino la afirmación de misma de desatar (absolvere): lo absoluto
su inmanencia. «El tiempo» no es ya la de su pura afirmación.

779
TIEMPO Y MÍTO

gar fuera de los límites de lo que, en apa«


rien d a, significa estar despierto. ¿Pero
qué significa despertar? ¿En qué momento
estamos despiertos si cada momento es elr -
desenlace de lo que, al parecer, pensamos?
¿En qué consiste la voz del pensar? ¿Es ía "
voz del pensar algo más que un sueño? -
(La voix de la penses est-elle plus qu'un
reve? - Rimbaud); esto es, algo más que el - ■
recorrido insistente de su propia «vanes- •
cencía? Un mito no pretende otra cosa que
constatar este mismo recorrido, y sacrali-
zar con ello nuestra humana mortalidad o,
mejor dicho, el vínculo de ésta con lodo lo
que existe. Como soñadores somos todo lo
que hay. En este sentido, soñar es una afir­
mación panteísta, pues supone la diviniza«
ción del mismo impulso que nos sueña: lo
momentáneo que nunca se revela a no ser
en el tránsito de su fuga. Bien entendidos,
los mitos tienen una clara función religiosa
que es también onírica, pues el vínculo (re-
Mitra joven como Funes, Pan y Cronos, ligio) de cada cual con todo lo que hay im­
el dios del tiempo rodeado por la serpiente. plica que cada momento es, propiamente.
Nacido como Panes de un huevo en llamas Ia metamorfosis de su instantaneidad o el
instante de su transformación. No hay puc*
Es precisamente en tanto que hecho o más sueño que el sueño de un momento: ni
fenómeno estético que el mito se relaciona otro despertar que ese mismo sueño; ni
con los sueños. La literatura nace del mito más mito que el instante único, y en extre­
con la misma naturalidad con que los sue­ mo paradójico, de su misma repetición.
ños nacen de la vigilia. Pero, al mismo A tono con lo anterior, puede decirse
tiem po, la literatura (la palabra escrita) que la memoria es la articulación de los
transforma el decir del mito con ía misma tiempos del mito con el sueño de los tiem­
fuerza con que los sueños imponen su vi­ pos, De ella emana, y ella a la vez se luce
gilia. Hay un pensar en los sueños, un dis­ con, el sentido y las sensaciones del tiem­
currir atávico acerca de lo que ocurre o va po: la memoria es la trama de la tempora­
ocurriendo que es genuinamente mitológi­ lidad. Por esLo, la notificación de la me­
co. Despertar en medio de un sueño impli­ moria es la señal de la poesía (Cmira oh
ca descubrir en un instante la materia oní­ diosa ¡a cólera del pelida Aquilea). Y h
rica que ocasiona ese m ism o despertar. poesía es la insistencia del recuerdo, puc'-
Tales sueños lúcidos están filogenètica­ to que su repetición procede del olvido de
mente vinculados al mito y a la experien­ sí. La memoria es poética: ella crea o
cia de su intemporalidad. Si al escribir, brica la imagen de su propio devenir.
mitificamos la propia experiencia de la es­ existir es ser tiempo, si los cuerpos consis­
critura, cuando sonam os tal parece que ten en su temporalidad, lo propio de dicha
volviésem os a contemplar el espectáculo consistencia es la metamorfosis, el devenir
de una escritura ya soñada. A la luz de los siempre otro u otra en medio de lo que s:
sueños, un mito es el recuento pertinente u «es» — que no es, ni más ni menos, que !n
oportuno de una extravagancia, de un va­ que se recuerda. La transmigración, d

780
| TIEMPO Y MITO

■paso de una existencia a otra a través de la Luego de haber vencido al temible


-no existencia, nos revela así la plenitud de dragón Vrtra, el rey de los dioses (de­
[su inmanencia. Las «otras» vidas son tan vas), Indra, ordena al dios Arquiteco
'momentáneas como «esta vida» que tam­ Vifvakarman reconstruir y embellecer
poco cesa de «ser otra». la residencia de los devas, A l concluir
En otro tiem po yo fu i m uchacho y éste su tarea, Indra, en un acto de sober­
'muchacha, árbol, pájaro y mudo pez de bia, no se muestra complacido, y deseo­
f as aguas: estas palabras de.Em pédocles so de hacer aún más esplendorosa la
[6: 494] inciden sobre el trasfondo abis- obra, insiste en que se continúen los tra­
t mal en que los tiempos del mito coinciden. bajos. El dios Vi§vakarman, agolado
|'Y coinciden porque dicho trasfondo nutre por el esfuezo, se queja a Brahmán, el
f el decir de los mitos. O en otras palabras: dios Creador. Brahmán a su vez solicita
hun mito es un modo de conjurar la fluidez la mediación de Visnu, el supremo Pro­
| de los tiempos que con Forman su propio tector, cuyas intervenciones se suceden
Ldecir. El decir del mito — lo que el mito cada vez que, de algún modo, el cosmos
£ dice y a la vez, y por lo mismo, no dice— se encuentra en peligro. Reconocido por
!Fno es algo lo que se pretenda ocultar ni lo sus avatares, o metamorfosis de salva­
Lque, sin más, se insinúa. El decir del mito ción, las encarnaciones ejemplares del
v es la fuerza de atracción, el centro de gra- dios suman nueve, siendo la más célebre
í vedad, de su poesía. Es el «hueco», «va- su avatar como dios Krishna. Esta vez
; cío» u «oquedad» en torno a lo cual gira la Visnu se transforma en un pobre y hara­
Ü expresión. Si cada mito es el recuento (y, piento joven campesino, y como tal se
por tanto, la repetición) de un tiempo en e! presenta ante Indra. Insinuando su pro­
i1 tiempo, su decir expresa, al mismo tiem- cedencia divina bajo la apariencia más
■ po, el «gran mito» de la intemporalidad. humilde, Visnu, con su mero aparecer,
, Más que la forma arquetípica de todos los busca hacer despertar al rey de los dio­
' mitos, el gran mito es la indiferencia atípi- ses de su sueño de grandeza. Le llama
\ ca —el caos, la abertura— que en un mo- «hijo» y le empieza a hablar de los innu­
mentó dado se organiza, se forma, se dis­ merables Indras que hasta este momento
t i n g u e o aparece como el decir del mito. han poblado los innumerables universos:
Como principio, el caos es la pre-figura- «A un Brahmán le sigue otro Brah­
\ ción del cosmos, del mismo modo que el mán; uno se acuesta, el otro se levanta.
olvido es el artífice de la memoria. Pero, N o se pueden contar. El número de es­
; por su m ism a efervescencia, el cosm os tos Brahmán no tiene fin, para no decir
conforma al caos y el olvido se aliene a la nada de los Indras (...) Allende la visión
i memoria. Un sólo instante basta para que más lejana, allende todo espacio imagi­
■ todo aparezca de nuevo. La repetición no nable, nacen los universos y se desvane­
t tiene entonces nada que ver con Ja mono- cen indefinidamente. Como barcos lige­
■ tonía de lo que vuelve siempre, idéntico a ros, estos universos flotan sobre el agua
; sí mismo, sino con lo incesante que no se pura y sin fondo que forma el cuerpo de
muestra, o que sólo aparece con su desa- Visnu. De cada poro de este cuerpo sale
. parecer: «El universo es uno de sus nom- un universo a cada instante y estalla.
1 bres. Nadie lo ha visto nunca y ningún hom­ ¿Tendrás la presunción de contarlos?
bre ve otra cosa.» [1: 53] ¿Crees poder enumerar los dioses de to­
Quizá convenga ilustrar con un mito lo dos estos universos —-los universos pre­
dicho hasta ahora en este escrito m itológi­ sentes y los universos pasados...— ?»
co. Su narrativa la tom am os de M ircea Durante el discurso del muchacho, una
Eliade fS: 66-69]. Es un hermoso mito in­ procesión de hormigas había hecho su
dio del tiempo. Reza así: aparición en la sala del palacio de Indra.

781
TIEMPO Y MITO

La marcha de hormigas formaba sobre «historia falsa». La falsedad de ésta ro-


el suelo una ancha columna de unos dos ponde tanto a una condena moral como i
metros. £1 muchacho las ve y se detie­ una degradación ontológica. Pues sólo
ne. Luego, asombrado, estalla en una atendiendo a la Realidad del Gran Tiempo
risa repentina. «¿De qué te ríes», le pre­ es posible salvarse, dándose uno cuenta de
gunta Indra. «¡Oh Indra! He visto a las que lo que com únm ente se toma como
hormigas desfilar en una gran forma­ realidad no es más que el fruto de una ilu­
ción. Cada una de ellas fue en otro tiem­ sión vana. Es en este sentido, que la «ni|»
po un Indra. Como tú. cada una, en vir­ tura» con la contingencia de los tiempo*
tud de su piedad, subió en otro tiempo al profanos permitiría actualizar el ámbito de
rango de Rey de los dioses. Pero ahora, lo sagrado.
después de transmigraciones múltiples, Proponemos una interpretación distinta,
cada una ha vuelto a ser hormiga. Este Pero antes de pasar a ella es necesario pre­
ejército de hormigas es un ejército de cisar lo que sigue. La impresionante y rica
antiguos Indras...» Tras esta revelación, tradición m itológica de la India incluye,
Indra comprende la vanidad de su orgu­ en su acerbo milenario, todas las posibles
llo y de sus ambiciones. Llama al admi­ perspectivas filosóficas convencionales,
rable arquitecto Vifvakarman, le recom­ de acuerdo con la ratio occidental: realis­
pensa regiamente, y renuncia para siem­ mo, idealismo, teísmo, panteísmo y ateís­
pre a agrandar el palacio de los dioses. mo (si tomamos en cuenta el budismo).
Entendemos, sin embargo, que estas clasi­
El i ade interpreta así este mito: «Indra ficaciones son demasiado estrechas c insu­
escucha de la boca misma de Visnu una ficientes a la hora de atender al legada mí­
historia verdadera: la verdadera historia tico. Por otra parte, no nos parece necesa­
de la creación y destrucción eterna de los rio oponer lo sagrado y lo profano cunto
mundos, al lado de la cual su propia histo­ una especie de disyuntiva iniciática que
ria, las aventuras heroicas sin fin que cul­ vendría a pre-pararaos ante el advenimien­
minan en la victoria sobre Vrtra parecen to de una hierofanía. Si bien aceptamos
ser, en efecto, “historias falsas”, es decir, que tiene sentido postular la experiencia
acontecimientos carentes de significación primordial del mito, y pensar sobre ella,
trascendente. La historia verdadera le re­ entendemos a su vez que dicha «experien­
vela el Gran Tiem po, el tiempo mítico, cia» no tiene porqué estar sujeta a un mo­
que es la verdadera fuente de todo ser y de delo arquetípico, originario y trascendente.
todo acontecimiento cósmico.» El proble­ Si hablamos de los tiempos del mito es con .
ma de este tipo de interpretación es que se el propósito de destacar, no sólo la plurali­
presta para oponer, de un modo demasiado dad y diversidad de aquella «experiencia
simple, lo profano del «tiempo histórico» primordial», sino también para llamar la
a lo sagrado del «tiempo mítico» con la atención sobre la experiencia mítica de la
idea de privilegiar lo segundo sobre lo pri­ intemporalidad. Pero lo intemporal, lejos
mero. Así, de la misma manera que la tra­ de ser lo que está fuera o contenido en el
dición racionalista o ilustrada identifica lo tiempo, es la concentración momentánea .
verdadero con los hechos históricos, como de la fluidez de los tiempos. A estos efec­
se destaca en Túcídides, aquí, por el con­ tos, lo que el mito de Indra nos revela está .
trario, se exalta el tiempo mítico como la inscrito en el momento de las palabras que,
auténtica realidad que trasciende la histo­ en su conjunto, apuntan al silencio de una
ria. La verdadera historia es la que deja experiencia primordial que siendo única es
traslucir la revelación de lo sagrado; mien­ también siempre oír«. ■■
tras que la otra, la que se limita al recuento P ercatém onos, antes que nada, de la
vanidoso de los hechos históricos, es una transformación de Visnu en un humilde

782
TIEMPO Y MITO

muchacho harapiento. Esta apariencia hu­ tiempo sería, en todo caso, el misterio de
milde no sólo busca humillar sino que lo que no tiene misterio; pues el tiempo
también ejerce un doble contraste: con el no contiene nada en sí mismo que no sea
rey de los dioses a quien se dirigen sus pa­ el momento fulminante de todas las cosas:
labras. y con el poder de esas palabras el destello de su misma intemporalidad. El
mismas que cautivan a quien se dirigen. gran mito de la intemporalidad es la vacui­
Nadie diría que de tal apariencia podría dad de la que emergen los tiempos de los
manifestarse un discurso tan poderoso. mitos. Y los tiempos del mito son el re­
Pero es precisamente de las apariciones y cuento hermoso — o las formas— de la
despariciones inumerables de los mundos efervescencia de los mundos: la recompo­
de lo que trata el discurso del muchacho. sición abismal del cuerpo de Visnu. La la­
Con su apariencia. Visnu busca persuadir a bor de los mitos consiste en la actualiza­
lndra de que su propia existencia divina, ción momentánea de la fuerza creadora de
como la del mismo Brahmán, no es más las palabras. Con los mitos, la experiencia
que una aparición más entre tantas otras del lenguaje se articula com o presente:
que la han precedido. La multiplicación in­ como la experiencia de un momento dado y
finita de las apariencias que desaparecen oportuno que emerge de esa misma instan­
en el momento mismo de su aparición — la cia lingüística. Los mitos nacen de esa crea­
continua creación y destrucción de los ción que es lenguaje, del decir confabulador
mundos— compone el trasfondo abismal de lo que hay. «Crear» un mito — actuali­
del cuerpo de Visnu. Las apariencias ha­ zar su legado— es, en realidad, recrear la
blan por sí mismas: basta con atender a su poíesis misma, la propia concepción de lo
momento para percatarse de su disolución que crear significa. Si esto es así, el pro­
y reaparición. Pero quien de ello se perca­ ducto de una creación no puede ser otra
ta es también una apariencia, un aparecer cosa que el prodigio de una transfigura­
más en la prolongación indefinida, y para­ ción instantánea. A l escuchar las palabras
dójica. de lo momentáneo. ¿De qué vale el de Visnu, lndra se transforma. O mejor
empeño de agrandar un palacio, aún sien­ dicho: al escuchar las palabras que son el
do el palacio de los dioses, si su grandeza mythos, que contienen la fuerza del decir
sera siempre ridiculamente pequeña com ­ del mito, lndra se percata de que «El», el
parada con la insistente proliferación de rey de los dioses, no posee más «identi­
los mundos? ¡Y cuán prolíferos no son los dad» que la que le otorga la fugacidad in­
mundos aun en su más humilde insignifi­ deleble y persistente de las metamorfosis.
cancia! Basta con mirar a las hormigas: Esto es: lndra no se pertenece a sí m is­
cada una de ellas fue en otro tiempo un In- mo: su vida no es «suya». Y sin embargo
dra. pero ahora, después de transmigracio­ está en sus manos esa misma revelación
nes múltiples, cada una ha vuelto a ser que no es más que el despertar ante lo
hormiga. Ser lndra, ser hormiga: ¿hay al­ más evidente. Lo que se revela es, pues, l o '
guna diferencia? Evidentemente que sí; que siempre ha estado manifiesto. ¿Quién
pero es siempre desde úna misma indife­ puede ocultarse de lo que nunca anda
rencia,, del devenir lndra o del devenir hor­ oculto?
miga, que lo más insignificante culmina en Desde esta perspectiva, el tiempo profa­
su grandeza y lo más grande se resuelve en no no es la negación (o la afirmación alie­
su insignificancia. nada) del tiempo sagrado; los tiempos del
El mito de lndra nos habla del misterio mito no se agotan con la profanación de lo
del tiempo. Pero la palabra «misterio» su­ sagrado o la desacralización. Precisamente
giere el encierro u ocultamiento, mientras porque los tiempos del mito son «el tiem­
que «el tiempo» es, por el contrario, lo que po», el tiempo justo de una revelación no
no cesa de manifestarse. El misterio del está sujeto a nada que no sea la intempora­

783
TIEMPO Y MITO / TÓTEM

lidad de los tiempos, Justo porque una re­ [6] K irk , G.S., & Raven , J.E., Los pre­
velación es la inminencia de lo que no se socráticos. Madrid, Editorial Gre*-
produce, aún los tiempos más sombríos y dos, 1969.
desencantados son el don de un momento [7] The Philosophy of - y
D e u s s e n , Paul,
dado, y que a nadie pertenece, ni siquiera the Upanishads. New York, Dover
al donador, que es el propio presente. Del Publications, 1966.
mito, en efecto, no hay que esperar nada [8] ■ E u a d e , Mircea, Imágenes y sítnbth- -
que no sea el estallido momentáneo que se ios. Madrid, Editorial Taurus, 1989. "
fulmina en el esplendor de su brillo. He [9] E liade, Mircea, Tratado de historia
ahí la gran lección de V ísnu. Es posible de las religiones. México, D.F., í972i-
que por esta misma razón, ese gran mitó­ [10] G raves , Robert, The Greek Myths,
lo g o que fue Fernando P essoa escribió London, Pinguin Books, 1978, • . .
que, puesto que «sentir es crear», enton­ [11] H a v e l o c k , Eric A., Preface to T im ,
ces, «ser un creador de mitos es el miste­ Harvard University Press, 1963.
rio más alto que puede obrar alguien de la [12] J ung , C.G., Dreams. Priitcenton Uni» ~
humanidad.» [15: 63] versity Press, 1974.
[13] L ledó , Emilio, La memoria del to*
gos. Madrid, Editorial Taurus, 1984.
Bibliografía selecta [14] N arajan , R.K., Gods, Demons and
Others. New York/London, Ban lam
[1] B orges , Jorge Luis, La cifra. Alian­ Books, 1986.
za Tres, Madrid, 1982. [15] P essoa , Fernando, Sobre arte y lite-
[2] B orges , Jorge Luis, Otras Inquisi­ ratura. Madrid. Alianza Tres, 1985.
ciones (1 9 5 2 ), O bras C om p letas. [16] ScHAJOwicz, Ludwig, Mito y exit-
B u e n o s A ir e s , E m e c é E d ito r es. tenda. San Juan, Editorial de la Uni*
1974. versidad de Puerto Rico, 1962/1990.
[3] C onze , Edward, Buddhist Wisdom [17] T ucídides, Historia de la guerra de!
Books. London, George Alien & Un- Peloponeso. Madrid, Editoria! Hcr»
winn, 1980. nando, 1967.
[4J D etienke , Marcel, L'invemion de la [18] V ernane , Jean Pierre, Mytlte et pen­
tnythologie. Paris, Gallimard, 1981, sée chez les Grecs. Paris. FM/Pctite
[5] D e t ien n e , M arcel, Les savoirs de collection Maspero, 1965.
Vécriture. En Crece ancienne. Press
Universitaires d eL ille, 1988. Francisco José Ramus

Tótem
La palabra «tótem» procede de otote- Antropólogos, etnólogos y demás ‘.aven­
man, término utilizado por la tribu algon- tureros» similares, fueron descubriendo que
quina de los ojibwa, cuyas costum bres en otros muchos pueblos primitivos lainhpén
fueron descritas ya por Long en 1791. Sig­ existían, como en el caso de los ojihwa. un
nifica: el que está emparentado conmigo'.1 buen número de prácticas y creencias que

1 Ver Lévi-Strauss, C , E l to tem ism o en la a ctu a li­


dad. Fondo de Cultura Económica. México 1965, p. 18.

784
TÓTEM

Relacionaban a los individuos humanos con lios de caza y sus armas de guerra. Tam­
[ciertos animales y plantas, e incluso, con bién las tatúan en sus cuerpos.
[diversos objetos y fenóm enos naturales. 9. Si el animal tótem es peligroso y te­
Las primeras interpretaciones de estos mido, se considera que defiende y protege
[procederes tan extraños establecían que se a los miembros del clan al cual representa.
Pproducían en sociedades divididas en gru- 10. Igualmente, el animal tótem respeta
Üps exogámicos, dentro de cada uno de los a los miembros del clan.
Ecúales sus miembros estaban impedidos 11. El animal tótem es capaz de prede­
[para mantener relaciones sexuales entre cir el porvenir a sus asociados y Ies sirve
[ellos. Estos grupos se definían por su tó- de guía.
|iem, con el cual mantenían unos vínculos 12. Los miembros de los pueblos toté-
[muy especiales, resumidos luego por Rei- m icos piensan que comparten un origen
,nach en ío que se denom inó «lo s doce común con sus tótems2.
[mandamientos del totemismo» y que, más
W.H. Rivers, por su parte, definió el to­
[o menos, podríamos resumir así:
temismo como una síntesis de tres elemen­
1. Ciertos animales no pueden ser muer­ tos: a) un elemento ritual, que prohíbe la
dos ni comidos. Los hombres mantienen en comida o utilización del objeto totémico
cautividad seres de estas especies anima­ (= principalmente un animal, pero también
les, rodeándoles de innumerables cuida­ un vegetal o mineral); b) un elemento so­
dos. cial. definido en la unión del tótem con un
2. Si uno de estos animales muere ca­ grupo social que constituye una unidad
sualmente, la tribu deberá llevar luto, y es exógama, y c) un elemento psicológico,
enterrado con los mismos honores que un consistente en creer que existe un parentes­
hombre. co de filiación entre el tótem y los miem­
3. Algunas veces sólo está prohibido co- bros del grupo social3.
f.mer ciertas partes del animal tótem y no Teóricos como Tylor, Frazer, el propio
í todas. Rivers, Van Genep y otros muchos, a los
| " 4. Si se precisa sacrificar un animal ha- que habría de unirse, más recientemente,
f bilualmente respetado, la Lribu se excusará la Escuela de Sociología francesa, hicieron
I ante él, atenuando lo que se considera un del totemismo u n s is te m a u n i v e r s a l que
verdadero asesinato mediante toda suerte englobaba toda suerte de elementos; deno­
£ de artificios. minaciones, símbolos, relaciones mágico-
/ . 5. Cuando el animal es sacrificado ri- religiosas, prohibiciones, estructura so­
í tualmente. es también solemnente llorado, cial, etc., y que constituía un estadio de
t* 6. En las ceremonias religiosas solem- Lránsito obligatorio en la evolución de la
| nes los individuos se visten con la piel de cultura, fuese cual fuese el pueblo del
t ciertos animales. Dentro de las sociedades mundo que se tomara com o referencia.
í [enemistas. la piel usada es la del animal A llí donde se descubría, por ejemplo, una
tótem. prohibición alimenticia, sin duda había to­
7. Algunos sujetos e incluso tribus ente- temismo y, de este modo, eran muy pocas
ir-ras se dan a sí mismos el nombre del ani­ las sociedades que escapaban a una orga­
mal tótem. nización similar.
8. Los pueblos primitivos se sirven de Estudios más recientes han refutado esta
imágenes de animales como emblemas he- teoría. A l observarse con más precisión
1ráldicos. adornando con ellas sus utensi­ las costumbres primitivas se ha comproba-

- Cf. Freud, S., Tótem y t a b ú , A lianza, M adrid 3 R i v e r s , W .H ., The History o f Melanesian So­
1970, pp. 134-5. ciety. C a m b r i d g e U n i v e r s i iy P r e s s , 1 9 1 4 .

785“
TÓTEM

do que muchos de aquellos elementos su­ de sistemas, pues se han clasificado vario»
geridos como constituyentes del totemis­ tipos diferentes de totemismo: individual,
mo no aparecen realmente, y en otros ca­ sexual, ciánico, tótem heredado del padre
sos, su combinación es arbitraria, fruto de o de la madre, etc.4.
la casualidad, además, no podría hablarse
de sistema, en singular, sino, en todo caso, Txctna Hornilla

4 V er Gran Enciclopedia Larousse ( a r t , « t o m i s ­ p rén o m » , en Bulletin de la Société Française de Philo­


Enciclopedia del Mundo Actual
m o » ). I g u a lm e n te , sophie, año 2 9 , 1 d e j u n i o , 1 9 2 9 . T a m b ié n la s ob ras
( E M A ) , n.° 9 , « L a A n t r o p o lo g í a » , N o g u e r B a r c e l o n a c lá s ic a s : M a in e , H .S .,AncientLaw, J o h n M u n a y , L o n ­
1 9 7 7 , p p . 1 8 8 -9 . P a ra u n a p ro fu n d iz a c ió n m ay o r: d r e s 1 8 6 1 , y T a y l o r , E .B ., Pimitive culture, L o n d re s
V a n G e n n e p , A ., L'Etat actuel du problème totémi­ 1871 y 1920. D e u n m o d o e s p e c i a l, L é v y - S tr a u s s , op,
que. L e r o u x , P a r i s 1 9 2 0 , y M a u s s , M ., « L 'â m e e t le cit.

786
Unamuno, M iguel de
(Bilbao, 1864-Salamanca, 1936) ría de protagonistas dos conceptos centra­
El filósofo vasco estuvo muy condicio­ les: «razón» y «vida», que actúan com o
nado por su profunda sensibilidad hacia la tendencias contrapuestas, pero imprescin­
naturaleza que vivió en dos versiones — el dibles; una tensión que sólo se explica por
paisaje vasco y la naturaleza castellana— las fuentes respectivas en que ambos con­
que le afectaron hondamente en su actitud ceptos fueron acuñados. Antes de entrar en
ante la vida. El hecho de vivir en Salaman­ su análisis, conviene que digamos algo so­
ca, como catedrático de Lengua y Literatu­ bre la evolución intelectual del propio filó­
ra Griega en la Universidad, marcó su ex­ sofo.
periencia vital a través de excursiones cam­ Unamuno se había formado y educado
pestres por campos y ciudades, que nos en un ambiente de profunda religiosidad
retrata en Andanzas y visiones españoles o católica, que fue un condicionante decisi­
en Por tierras de España y Portugal. Pero vo de su evolución posterior. Aunque su­
el reencuentro con su tierra natal —Euska- frió varias crisis desde la adolescencia y
di-—, durante su destierro en Hendaya, no sometió a profunda revisión sus creencias,
fue menos decisivo a la hora de integrar sus siempre le quedó una fe inquebrantable en
hondas tendencias regresivas en un amplio la inmortalidad de la persona tras la muer­
concepto de España y de lo español como te. Al principio intentó superar esos restos
matriz universal de sus habitantes. de la fe mediante la adscripción al krauso-
Entre ambas fechas elabora su propio positívismo — primera etapa— y al marxis­
concepto herm enéutico de la filo so fía mo — segunda etapa— , hasta que el estalli­
como «ciencia de la tragedia de la vida», do repentino y violento de la crisis de 1897
con ingredientes que había tomado de sus levantó los sentimientos religiosos dormi­
años de estudios en la Universidad de Ma­ dos que ya no le abandonarían, abriéndole
drid (1880-84) y en el ambiente intelectual a planteamientos filosóficos muy próximos
del Ateneo madrileño. Libros como Vida al existencialismo kirkegaardiano, autor al
de don Quijote y Sancho (1905), Del senti­ que leyó reiteradamente con entusiasmo. A
miento trágico de la vida en los hombres y Kierkegaard, se unió la lectura de autores
en los pueblos (1912) y La agonía del cris­ como N ietzsche y Schopenhauer, que le
tianismo (1925), son la expresión más alta abrieron a la filosofía vitalista de princi­
de su pensamiento. En ellos cobran catego­ pios de siglo.

787
UNAMUNO, MIGUEL DE

D e la etapa positivista, Unamuno heredó El conflicto inherente a semejante posi­


un concepto de razón científica, vinculado ción se va labrando durante la primera dé­
a los datos empíricos de la investigación, cada del siglo XX, en que Unamuno va defi­
herméticamente cerrado a los misterios de niendo su pensamiento agónico, con sucesi­
la vida y de la fe; de aquí su afirmación ta­ vas aportaciones de las dos tradiciones que
jante: «la creencia en la inmortalidad del le dieron alimento. Cuando en 1912 firma
alma, no ha podido hallar comprobación em­ Del sentimiento trágico de la vida, ,su ago­
pírica racional» (Del sentimiento, cap. V). Y nía trágica está tan definida que puede lle­
de la etapa existencialista hereda un con- gar a formularla con toda claridad en estos
cepLo de vida amplio e intuitivo, abierto el términos: «Toda posición de ante-río y de'
misterio, pero por eso m ism o profunda­ armonía persistente entre la razón y ia
mente irracional. Unamuno se encuentra vida, entre la filosofía y la religión, se hace
así escindido entre su necesidad viLal de fe imposible. Y la trágica historia del pensa­
y un concepto de razón que le niega ésta. miento humano no es sino de una lucha en­
Es así como surge la oposición entre la ra­ tre la razón y la vida aquélla empeñada ai
zón y la vida, que emana directamente de racionalizar a ésta haciéndola que se re­
lo que él piensa sobre aquella y de la que signe a ¡o inevitable, a la mortalidad; y
dice lo siguiente: «Es una cosa terrible la ésta, la vida, empeñada en vitalizar a la ra­
inteligencia. Tiende a la muerte como a la zón obligándola a que sin’a de apoyo a m i
estabilidad la memoria. Lo vivo, lo que es anhelos vitales. Y ésta es la historia de ¡aji­
absolutamente inestable, lo absolutamente loSofía, inseparable de la historia de la reli­
individual, es, en rigor, ininteligible. La gión» (Del sentimiento, cap. VI).
lógica tira a reducirlo todo a entidades y a En realidad, la misma estructura del li­
géneros, a que no tenga cada representa­ bro de donde está tomada la fiase anterior
ción más que un solo y mismo contenido obedece toda ella a un planteamiento se­
en cualquier lugar, tiempo o relación en mejante Los seis primeros capítulos son
que se nos ocurra. Y no hay nada que sea análisis racional del problema de la inmor­
lo mismo en los momentos sucesivos de talidad del afina en términos semejantes a
su ser. Mi idea de Dios es distisnta cada los que nosotros hemos expuesto, pero los
vez que la concibo. La identidad, que es la seis siguientes constituyen una expresión
muerte, es la aspiración del intelecto. La plena de sus más profundos anhelos espiri­
mente busca lo muerto, pues lo vivo se es­ tuales sin atenimienlo a racionalidad algu­
capa; quiere cuajar en témpanos la corrien­ na. Por eso en las últimas páginas del ca­
te fugitiva, quiere fijarla. Para analizar un pítulo VI advierte al lector:
cuerpo, hay que menguarlo o destruirlo.
«No quiero engañar a nadie ni dar por
Para comprender algo hay que matarlo,
filosofía lo que acaso no sea sino poesía
enrigidecerlo en la mente. La ciencia es un
o fantasmagoría, mitología en todo caso,
cementerio de ideas muertas, aunque de
El divino Platón, después que en su diá­
ellas salga vida. También los gusanos se
logo Fedón discutió la inmortalidad del
alimentan de cadáveres. M is propios pen­
alma — una inmortalidad ideal, es decir,
samientos, tumultuosos y agitados en los
mentirosa— lanzóse a exponer los miio»
senos de mi mente, desgajados de su raíz
sobre la otra vida, diciendo que se debe
cordial, vertidos a este papel y fijados en
también mitologizar. Vamos, pues, a mi-
él en formas inalterables, son ya cadáveres
tologizar» (Del sentimiento, cap. VI).
de pensamientos. ¿Cómo, pues, va a abrir­
se la razón a la revelación de la vida? Es El drama filosófico-religioso de Unanui-
un trágico combate, es el fondo de la tra­ no era. en sentido estricLo, expresión de la
gedia, el combaLe de la vida con la razón» crisis de fin de siglo, vivido bajo la óptica de
(Del sentimiento, cap. V). la sensibilidad modernista. Si el modemis-

788
UNAMUNO, MIGUEL DE i UTOPÌA

^tño tiene una ideología — y así lo creemos Por eso Unaniuno tenía que expresarse

Í nosotros— , ésta no puede buscarse más que


en lo que tiene de reacción contra el positi­
vismo del siglo xix en sus múltiples direc­
mejor en otros géneros literarios que en el
tratado filosófico estricto. Sus obras de fi­
losofía, como las ya citadas, son ensayos,
ciones; es decir, reacción contra el rígido y lo mejor de su pensamiento está en la poe­
empirismo en el ámbito de la ciencia contra sía: Rosario de sonetos líricas, Ei Cristo de
¿el naturalismo estricto en el orden literario y Velázquez, De Fuertev entura a P arís,
| contra la tendencia utilitarista en el aspecto Cancionero; o en la novela: Niebla, Abel
l'sociopolítico. Así se en árbol a la imagina- Sánchez, La tía Tula, San Manuel Bueno,
í ción frente al empirismo; la libertad crca- mártir; o eil el drama: El otro, Sombras de
l ’dora del arLisLa frente al naturalismo; y la sueño, El hermano Juan, etc. D esde este
jr orientación sentimental c irracionalisLa fren- punto de vista, Unamuno representa la
| te utilitarismo. Todo esto respresenta Una- máxima conciencia intelectual de genera­
} mimo en escena intelectual española, como ción del 98.
«:muy bien supo ver la fina intuición popular,
r cuando le llamaba, «el tío modernista». José Luis Abellán

^Utopía
Más allá de su acepción etimológica de familiaridades en razón de que todas ellas
«no lugar» o «sin lugar1», el acceso herme- orientan sus postulaciones hacia la organi­
/ náutico a la utopía-involucra una enorme zación de la convivencia y el fundamento
~ dificultad ya que el pensamiento utópico lia del tejido social que se juega en la consti­
■ tenido múltiples y variadas ubicaciones que tución misma de las comunidades huma­
: van desde los ejercicios de imaginación poé- nas. Para ello, el pensamiento utópico lle­
. tica o de literatura fantástica — como 'Clon, va a cabo un doble movimiento: la crítica
Uqbar, Orbis Tertitts de Borges— , pasando del orden de cosas existentes y la cons­
por las ficciones satíricas que p u e d e n dar trucción de una propuesta alternativa con­
lugar a la creación d e anti-utopías — como siderada «mejor» que la realidad actual,
; el 1984 de Orwell— , hasta las construc­ sin importar por el momento si el nuevo
ciones de imaginarios políticos como los orden de cosas se proyecta positivamente
de Tomás Moro, Campanella o los socia­ hacia el futuro o sí reivindica un pasado
listas utópicos, entre otros. Aquí, nos limi- perdido que se desea recuperar. El discur­
taremos a tratar la uLopía como imaginario so uLópico imprime una cesura en el mundo
■ político sin introducirnos en los derroteros existente al poner en entredicho el orden de
de los otros géneros y sin abarcar las uto­ su racionalidad y asienta las bases de racio­
pías religiosas, artísticas o tecnológicas que nalidad de ese «otro mundo» aún no adve­
: sugiere Blocli. nido pero en formación. La ruptura entre
La definición de lo imaginario político ambos mundos, la separación establecida en­
como género de pensamiento utópico tam­ tre la sociedad puesta en cuestión y el para­
poco es una tarea sencilla a causa del des­ digma social planteado como preferible, es
pliegue heterogéneo de m anifestaciones una separación inmanente porque nace de la
que contiene. Sin embargo, todas las uto­ condena de lo que es: es decir, la utopía es
pías de este corte, tanto antiguas como una «apuesta» ejercida con base en los tér­
modernas, guardan entre sí semejanzas y minos que ofrece la tapia (A. Roig) o. en
UTOPÍA

otros términos, lo utópico no se mueve den­ — Cuando las metas se realizan, la nalu*
tro del terreno incierto de la posibilidad raleza humana queda totalmente satúre,
sino que es, a decir de B loch , un sueño cha.
diurno con posibilidad real objetiva. Estas
La socied ad utópica entendida enmó
concepciones utópicas más que enraizarse
una sociedad perfecta que ya no admite
dentro de la posibilidad, se ubican dentro
cam bios, conduce al fin de la historia y
del campo de lo probable , de lo que está
provoca lo que Esteban Krotz llama el ma­
sujeto a la estadística y a la sumisión de las
lestar con la utopía. Sin embargo, el prcM-
«condiciones objetivas», en tanto que la no­
pio Krotz señala que este entender a la
ción de historia que manejan se encuentra
utopía como un orden absoluto y autorita­
emparentada con las nociones de progreso
rio emana de no establecer la nueva rela­
social, necesidad de lo necesario, supera­
ción entre utopía y futuro que se estructura
ción y temporalidad lineal; el presente es
a partir del surgimiento de las ciencias so­
siempre el tiempo desencantado y aplastan­
ciales. Para Krotz, la utopía: ;
te que logrará ser superado por las posibili­
dades libertarias del futuro, inclusive en las ...puede formular su concepción de una
llamadas anti-utopías. sociedad auténticamente humana en el
En la denuncia y crítica que las utopías futuro sólo porque sabe de la sucesión
realizan de la realidad existente, ésta siem­ de las etapas históricas y porque sabe
pre es considerada como negativa y des­ que esto implica que esa sucesión apun­
consoladora, no se limita a una actitud con­ ta a un futuro esencialmente abierto t
testataria pues las utopías se plantean como interminable2.
programas de acción que dan lugar a la
Pero aún planteando al futuro com o
conformación de una situación social dis­
abierto, esto no elimina el hecho de que el
tinta, ideal, casi perfecta en donde todos los
discurso utópico funde su legitimidad en
fines y anhelos del hombre quedan satisfe­
la idea de una historia unitaria portadora
chos. Esto ha llevado a que no pocos auto­
de la esencia humana, en donde la imagi­
res, como Isaiah Berlin, sostengan que:
nación utópica abre la posibilidad racional
La característica principal de muchas, de liberación, configuración y compren­
quizás de todas las utopías, es el hecho sión del devenir histórico. La historia, en­
de que son estáticas. Nada se altera en tendida como un curso unitario, coherente
ellas, porque han alcanzado la perfec­ y racional, es una operación de legitima­
ción: no hay necesidad para la novedad ción de poder emanada del discurso de los.
o el cambio; nadie puede desear alterar vencedores de los avatares históricos. La
una condición en la que todos los deseos idea de tiempo unitario que impregna las
humanos son colm ados1. diversas imágenes de la historia y los di­
versos ritmos temporales es la última ma­
La suposición de que tal condición ideal
nifestación de una ilusión metafísica mo­
puede ser alcanzada se sustenta, siguiendo
derna, la cual, a decir de Gianni VattimóT
a Berlin, en tres presupuestos:
se expresa en Ernst Bloch. Las utopías
— Los hombres tienen una naturaleza ubicadás dentro de esta noción de historia
fija e inalterable. entretejen su relato con el de la problemá­
— Dicha naturaleza orienta la acción hu­ tica de la legitimación del poder y se in­
mana hacia metas universales, comunes e sertan entonces en aquellos discursos o
inmutables. metarrelatos, como los llama Lyotard, que

1 Isa ia h B e rlin , « D e c a d e n c ia d e la s id ea s u tó p ic a s e n - E s t e b a n K ro L z , Utopía, 2 ." e d i c i ó n , México.


O c c id e n te » , e n Vuelta, 1 12, M é x ic o , m a rz o , 1 9 8 6 , p. 18. U A M -I, 1988, p . 150.

790
UTOPIA

se mueven en la legitimación de la presen­ Y así, los dos grandes relatos de la mo­


cia y el fundamento, al mismo tiempo que dernidad (según Lyotard, el liberalismo y
en la legitimación como presencia y fun­ el marxismo) basarán su certeza en el fun­
damento . damento de que el advenimiento de una
Para Jean-François Lyotard, la moderni­ sociedad nueva es en sí mismo un aconte­
dad se caracteriza por el hecho de cons­ cer valioso en cuanto se plantea como una
truir metarrelatos que permiten legitimar fase superior y necesaria del desarrollo so­
el estatuto de un discurso. Esta legitima­ cial. Sin embargo, diversos acontecimien­
ción se realiza a partir de la construcción tos históricos han mermado la confianza
de un fundamento origen que le dé al rela­ de los hombres en cuanto a la posibilidad
to una garantía de validez inalterable pero de su emancipación, y han puesto en en­
no sólo en cuanto a los enunciados denota­ tredicho la valid ez de los metarrelatos
tivos sino también en cuanto a los pres- como paradigmas de legitimación quedan­
criptivos, pues, como señala Michel Fou­ do vigentes solamente los pequeños rela­
cault en la Microfísica del poder, el ejerci­ tos, las corrientes subterráneas tanto de la
cio del poder no es posible más que a partir dinámica social com o de la teorización
de una economía de los discursos de ver­ histórica. Cuando la insignificancia del
dad que funcionen en y a raíz de esta pare­ origen se hace patente, «...la realidad más
ja {ya desde Platón era claro que la legiti­ próxima — dice Nietzsche en Aurora — , lo
mación del saber se encontraba en relación que está alrededor de nosotros, comienza
indisoluble con la del legislador). poco a poco a mostrar colores y bellezas,
Asimismo, Vattimo denota a la moder­ enigmas y riquezas de significados...»4; la
nidad por el remontarse al fundamento, al legitim ación de la conciencia racional y
origen, como despliegue necesario para sus pretensiones hegemónicas se ponen en
conferir sentido a la historia, para otorgar cuestión y nace una «filosofía del maña­
consistencia, verdad y legitimidad a su de­ na» que lejos de ser una filosofía del fun­
venir. La idea de historia en la modernidad damento se dirige hacia lo próximo y dilu­
se encuentra engarzada en las de progreso ye la función e idea de verdad como valor
y superación y es entendida com o una supremo.
«iluminación» progresiva, cuyo desarrollo Esta incredulidad y desconfianza con
se realiza a través de un proceso de apro­ respecto a los metarrelatos como garantía
piación y reapropiación de coordenadas de identidad y verdad de los relatos es lo
originarias; y las revoluciones, tanto teóri­ que. de acuerdo con Lyotard, caracteriza
cas como prácticas, las legitima como re­ al gesto posm oderno- La condición pos-
cuperaciones, renacimientos o retornos. moderna, que no está exenta de contradic­
De acuerdo con Vattimo: ciones y complejidades en la medida en
que es un m ovim iento en marcha, toma
La idea de «superación», que tanta una dirección completamente diferente a
importíyicia tiene en toda la f i l o s o f í a la de la modernidad y disuelve los valores
moderna, concibe el curso del pensa­ de progreso, superación, origen, verdad y
miento como un desarrollo progresivo fundamento en que ésta se asentaba. Sin
en el cual lo nuevo se identifica con lo embargo, aunque la posmodernidad sea
valioso en virtud de la mediación, de la vista com o un m ovim iento crítico de la
recuperación y de la apropiación del modernidad, esto no puede ser entendido
fundamento-origen3. como la puesta en cuestión del fundamen-

3 Gianni Vattimo, El fin de la modernidad, Nihilis­ A Ibidem, p. 149.


mo y Itennenéutica en ¡a cuitara posmodema, México,
Ed. Gedisa, 1986, p. 10.

791
UTOPÍA

to que busca uno más verdadero sobre el creencia de que el pensamiento deba fun-
cual erigirse sin quedar atrapados dentro dar; entonces, sólo quedan existentes las
de la lógica misma del discurso de la mo­ historias «disem inadas», «diferenciales»
dernidad. con sus propios ritmos y tiempos que tras­
greden el todo de la historia del sentido y
Si la modernidad — dice Vattimo—
del sentido de la historia. Las experiencias
se define como la época de la supera­
permanecen en el lugar donde se encuen­
ción, de la novedad que envejece y es
tran, «...en su superficie sin profundidad
sustituida inmediatamente por una no­
— dice Foucault— . en el volumen indeciso
vedad, en un movimiento incesante que
desde donde nos llegan, vibrando alrededor
desalienta toda creatividad al m ism o
de su núcleo inasignable, sobre su suelo
Liempo que la exige y la impone como
que no es más que una ausencia de suelo»6.
única forma de vida... si ello es así, en­
Para salir de la modernidad, dice Vatti-
tonces no se podrá salir de la moderni­
mo retomando a Nietzsche, es necesaria
dad pensando en superarla. El recurrir a
una conclusión nihilista, una situación que
fuerzas eternizantes indica esta exigen­
encamine al hombre hacia una «x» cual­
cia de encontrar un camino diferente5.
quiera y no hacia el centro, un acontecer
La posmodernidad es una pos historia que extinga todo proyecto de reapropia­
(termino acuñado por Arnold Gehlen) en ción y no busque dar un nuevo fundamen­
donde la noción de progreso es definida to a la existencia a través de normas idea­
como rutina en la medida en qiie la reno­ les, de imperativos de verdad, de valores
vación continua es una exigencia de la so­ últimos. La historia, desde el punto de vis­
ciedad de consumo para la supervivencia ta posmoderno, tendría como fundamento
del sistema; la novedad no perturba sino (siempre y cuando aceptemos que esta ca­
que permite a las cosas seguir marchando tegoría aún puede conservarse) al vacío, a
de la misma manera, es decir, asegura la lo desconocido renunciando a una explica­
continuidad. ción histórica enmarcada dentro del reino
Lo posmoderno, entonces, se plantea de lo necesario y de marcos privilegiados
como la negación de la categoría de «nove­ de sentido, sin que esta aparición pueda
dad», y no se constituye como lili estadio ser vista como el mero reverso de lo posi­
diferente de la historia misma sino como tivo, pues se juega fuera de la bipolaridad
experiencia del fin de la historia, enten­ de la razón instrumental y en una dialécti­
diendo éste no como un acabamiento ca­ ca a la manera de Adorno. El sentido de la
tastrófico sino como disolución y ruptura historia y de los sujetos que actúan en d b
de lo histórico como unidad, como proce­ se encuendan desgarrados por el sinsonti-
so lineal de acontecimientos (de acuerdo do que los funda; el límite permanece ahí,
con Vattimo, esta deshistorización de la como marca sujeta a un perpetuo derrum­
experiencia se manifiesta, entre otras for­ bamiento.
mas, en la contemporaneidad y simultanei­ La recusación de todo referencia) ina­
dad de los medios de comunicación con­ movible sobre el cual fundar el acontecer
temporáneos). Con la posmodernidad la histórico ha dado lugar a posiciones diMtr-
idea de una historia como proceso unitario las dentro de la posmodernidad, que
se disuelve, la noción de verdad como fun­ desde la propuesta de rumiar la inanidad dc
damento ya no subsiste y deja de existir la nuestra existencia y la condena de inte-.t:-

? ¡hidem, p. 146.
& Miehcl Foucault. -Distancia, aspecto y origen»,
en Varios, Ttvrííi <ie conjumo, España, Ed. Seix Barra!,
1971. p. 22.

792
UTOPÍA

caída en la historia sostenida por Cioran, como ficcion es, murmullos discursivos,
hasta la propuesta batailleana de jugar la en donde lo posib le queda abierto y lo
vida como una apuesta en donde lo ganado «único imposible es que lo posible tenga
h n o tiene importancia más que en función límites». El discurso histórico tomará el
;'”'de la posibilidad de abrir nuevas apuestas. carácter de un «juego discursivo» que, sin
=r. El desencanto (que a decir de Lyotard no olvidar los' límites fijados por los ordena­
’ puede ser entrevisto como un gesto pos- mientos de poder a los que se enfrenta y
L moderno) y el erotismo, entendido por Ba- la necesidad de dar sentido com o forma
taille como «la afirmación de la vida hasta de establecernos en lo humano, como dice
í en la muerte», son dos formas distintas de Bataille, abre la existencia a la policromía
^ asentarse en este mundo ahora entrevisto del presente, a la multiplicidad de lo posi­
como un presente inédito. ble, a la polisemia de una identidad infini­
Las Utopías ya no serán entendidas por ta e inédita.
la posmoderniad como ese acontecer que
- nos llevará hacia la emancipación sino Leticia Flores Farfán

793
I
Verdad
Cualquier intento de enfocar el tema- Estos tres lugares — que han devenido
problema de la verdad desde el punto de com unes— resum en un sig lo de pensa­
vista hermenéutico tiene que contar nece­ miento, un siglo en el que se ha transforma­
sariamente con tres topoi que diseñan, res­ do el sentido del problema de la verdad y se
pectivamente, un estímulo, una indicación ha invertido la dirección de la búsqueda.
y un soporte. Convencionalmente se le suele conferir
El estímulo se halla en Nietzsche: el des­ a Bacon el estatuto de pionero de una nue­
cubrimiento de la condición metafórica de va sensibilidad epistemológica. Desde él y
las palabras que dicen nuestras verdades, la tras él — en un movimiento que implicará
continuidad entre Dios y la gramática, la tanto a las ciencias naturales como a las
tan reiterada frase «no hay hechos, sólo in­ ciencias humanas o «del espíritu»— , la in­
terpretaciones» enuncian la necesidad de vestigación de la verdad consistiría en la
pansar el problema de la verdad fuera del eliminación de prejuicios (ídolos o fantas­
esquema de la adecuación, al margen de la mas). en la confección de un método ade­
«evidencia» de la polaridad sujeto-objeLo, cuado y en la elaboración de un lenguaje
más allá (o más acá) del supuesto de la rea­ depurado de introm isiones, un lenguaje
lidad y de su aliado — retóricamente opues­ enunciativo y sobrio, ajeno a la tiranía de
to— el primado de la conciencia. la costumbre y a las veleidades del afecto,
La indicación se encuentra en Heidegger. un lenguaje tendencialmente esquemático,
Quizá ya en las páginas de Ser y Tiempo. más adecuado cuanto más transparente,
Pero sin duda, y mucho más explícitamen­ mera película asertiva cuya vocación es
te, en los ensayos posteriores que vinculan desaparecer, travestir su propia existencia
la finihid, el ser, el tiempo y el lenguaje. en la descamada osamenta de la fórmula.
El soporte, finalmente, lo constituye el Fuera de todo lenguaje, en una exteriori­
trabajo de H.G. Gadamer Verdad y método, dad ajena y resguardada, la verdad espera­
un texto que abre la posibilidad (y enuncia ría en su plenitud objetiva presta a ser cap­
el compromiso) de pensar la verdad en el turada por el enunciado o el concepto.
ámbito de un lenguaje ontológicam ente Nietzsche — aquí también inteligente, sa­
cualificado, superando así tanto la metafí­ bio, destino— mostró la debilidad de ésta
sica (en la línea preludiada por Heidegger) concepción de la verdad y devolvió el pro­
como el relativismo indeferentista. blema al espesor del lenguaje.

795
VERDAD

«La verdad — afirma— es una mujer; bras, una prolongada interpretación de lo


tiene buenas razones para esconder sus ra­ que se sustrae a la conciencia en el hablar. ...
zones.» La conciencia de que en lo que Si el hombre está — como afirma Hei­
(se) manifiesta están ocultas las condicio­ degger— «arrojado en el mundo», es preci-'ri
nes y los límites de la comprensión (es de­ so entender que la palabra mundo no evoca -
cir, del conocimiento) está a la base de la una realidad física compacta y opaca; tam- f
concepción heideggeriana de la verdad: te- poco lina objetividad apropiable o entrega* " ..
matizada ésta como a-leihcia (des-oculta- da a la presunta transparencia del lenguaje .
miento) apunta a lo escondido en y por el científico. El mundo es un haz de interprc*
lenguaje. Y la importancia de esta pers­ taciones que, a pesar de su proximidad (o
pectiva radica en que la circuí andad que precisam ente por ella), se escapan a la
en élla se supone obliga a pensar no en atenta curiosidad de la mirada; y «toda ex­
una verdad exterior y ajena, sino en la ver­ periencia de verdad es una articulación in­
dad que nos es, en la verdad que de pro- terpretativa dé una precomprensión en la
fundís nos constituye como .^ujetos de co­ que nos encontramos por el hecho mismo ■'
nocimiento y acción. de existir como seres-en-el-mundo».
Equidistante del dogmatismo y del es­ Resulta sorprendente la ingenuidad de
cepticismo, la actitud hermenéutica que las perspectivas filosóficas que, fascinadas
aquí se inaugura consiste en construir el por un determinado modelo de cieniifid*
mapa de la verdad que nos sustenta a par­ dad, piensan la verdad desde el horizonte
tir de las indicaciones que se dan en el len­ de comprensión del objeto, como si el len­
guaje. La verdad no está, propiamente, ni guaje no contuviera ya las pautas de inter­
presente ni ausente: com o territorio que pretación, como si el lenguaje no enmar­
nos sostiene, al insinuarse com o soporte cara ya el ámbito de visibilidad y, con cL
enuncia la imposibilidad de una compren­ las posibilidades y los límites de conoci­
sión completa, de una perfecta intelección, miento.
posesión y dominio. N i el m étodo ni el El errar continuo de una filosofía que si­
concepto son suficientes para contener el gue enfrentando la conciencia (p resu n to '
mundo de presupuestos que hace posibles tabula rasa) al objeto preexistente y cons­
a ambos, un ámbito que se retrae cada vez tituido desde siempre, radica en no haber
más cuando se pretende circunscribirlo, descubierto el lenguaje como mediación
que esquiva las pretensiones de la con­ ontológica necesaria. Pues el lenguaje no
ciencia en una retirada hacia el origen sin es un instrumento sino el medio: el ámbito
acabamiento posible. común en el que se produce la experiencia
Estar en la verdad supone, por lo tanto, y evoluciona el discurso, el lugar en e! que
aceptar el desconocimiento y la in-cons- se configuran la conciencia y el objeto so­
cieneja como condiciones necesarias. Su­ bre la base de contenidos preexistentes.
pone también interrogar al lenguaje al Para una filosofía que asume consecuen­
respecto de lo que en él se oculta. Este es temente el linguistic turn, cuya verdadera
el sentido profundo de términos como in­ culminación no son la lingüística ni el e.v
terpretación y comprensión en la prosa tructuralismo, sino la hermenéutica que si­
gadameriana: no se trata de ignorar los gue los pasos de Nietzsche, Heidegget >
presupuestos, de acabar con ellos, sino de Gadamcr, el problema déla verdad invita .1!
hacerlos conscientes y sacarlos a la luz trabajo de «implicar lo implícito»»: inicm*-
(des-vclarlos). gar hasta las últimas consecuencias poí
Pero también es éste el sentido de la aquello que hace posible el pensamiento,
permanente sospecha de Nietzsche referi­ buscar el soporte de las opiniones, de K"»
da al lenguaje: su genealogía no es sino códigos, de los sistemas normativos, de las
una prolongada interrogación a las pala­ convenciones; conscienciar lo que invor.s-

790
VERDAD / VISIONES DEL MUNDO

cientemenle constituye la base de cada todo un programa filosófico. Su laconismo


sentencia, de cada juicio, de cada valora­ constituye un reto. Pues comprender — en
ción. su acepción más radical— significa pro­
fr- El problema de la verdad no es, por lo fundizar, en viaje sin término, hasta el con­
tanto, el que se intuye en el ingenuo dile­ senso que hace posible toda discrepancia
ma que opone el dogmatismo al escepti­ y, a la vez, hasta la discrepancia funda­
cismo. Es un problema hermenéudco que mental que late bajo cualquier consenso:
consiste en comprender la profundidad significa excavar en el elemento del len­
que sustenta cada palabra, la historia que guaje buscando el arché: el fundamento,
■Tse oculta en el lenguaje las batallas que se lo que (inconscientemente) domina.
í.han librado — que se siguen librando— en Y la pregunta por la verdad remite cons­
Tese elemento (el lenguaje) que simultánea- tantemente a esa profundidad translúcida:
j?mente se sustrae a la conciencia y la cons- a los supuestos ocultos de cada sistema, de
^tituye. cada ciencia, de cada código, de cada fe.
n i. La mejor crítica — afirma Bachofen—
consiste en comprender. La frase incluye Patxi Lanceros

Visiones del mundo (historia hermenéutica del sentido)


P tar sus avatares fundamentales en un es­
U n fenóm eno no sólo es un hecho
J7 para el entendim iento, sino una ex-
quematismo cultura] es nuestro deseo, el
[ presión del alma: no sólo un objeto,
cual sólo es posible relativamente, así pues
| sin o también un símbolo. (O. Spen-
.
electiva .y selectivamente, tratando de enu-
gler. La decadencia de occidente, I.)
clear sus articulaciones más significativas,
siquiera de un modo transversal y limita­
:.
Obertura: avatares del sentido do. Ahora bien, la cuestión de una herme­
néutica de nuestras visiones del mundo re­
| En ei principio Dios creó el cielo sulta cada vez más importante, porque en
y la tierra. (B iblia, in icio.) ella ofrecemos las propias proyecciones
del hombre y sus autointerpretaciottes.
E1 intento que subyacc a este texto es deli­ Esta interesante tarea comienza a ser posi­

I
near una historia simbólica del sentido en ble gracias a ingentes obras tanto indivi­
sus arquetipos o configuraciones culturales. duales como colectivas; entre las primeras
Se trata de una aproximación hermenéutica destacamos La decadencia de occidente.
a los ejes, coordenadas y encrucijadas signi- de O. Spengler, y Las máscaras de Dios.
ficativas del sentido, el cual se mielen en tor­ de J. Campbell, entre las segundas remiti­
no a cieñas constelaciones, nudos o nexos mos al Circulo de Eranos y sus Anuarios
que fungen a modo de redes y módulos de o JahrbücheE.
los cosmovisiones del hombre en su mundo. Relatar los avatares del sentido es resu­
I El sentido no aparece como ser o sus- mir la historia del hombre en sus coorde­
[ tancia, sino como estancia o relación; rcla- nadas antropológicas. Como falsilla inter-

1 Sobre Eranos, véase Revino Anthmpos (n,° 153) y e ideas religiosas), así como Ed. M. Brillanl-R. Aigrain
Suplementos Anthmpos (n i 43). Para todo nuestro es­ (Historie des religionsj.
ludio es relévame M. Eliade (M is ta r ía d e la s c r e e n c ia s

797
VISIONES DF.L MUNDO

pretativa de nuestro elen co usamos una dado que diferentes paleontólogos han
concepción dualista y unitaria a un tiempo, colocado el umbral del paso de la in*-
que responde a la experiencia de escisión y consciencia animal a la conciencia huma­
sutura, del pluralismo y del monismo, de la na en la experiencia del fuego. Esta con­
expansión y la impansión, de la libertad y ciencia del fuego funcionaría como una
el amor. Esta relación fundamental entre lo conciencia focal humana, y suele situarse
uno y lo otro se presenta en el texto como en la época del Pitecántropo (subre el
la relación entre el sentido implicativo y el 500000 a.C.}, encontrándose restos de s«
sentido explicativo, y parte de la arcaica uso humano en las cuevas del hombre de
correlación mitológica entre la diosa (madre) Pekin, el sinántropo com edor de erre*
y su paredro o hijo-amante, reapareciendo bros. El fuego realizaría una fundón (dar
como una confrontación simbólica entre el calor, ahuyenLar a los animales o, mucho
mana (vegetal) y el tótem (animal), cuyo después, cocinar los alimentos) y un sim­
positivo atontamiento o síntesis está repre­ bolism o cuasi num inoso basado en su
sentado en la cultura por Grecia y en la reli­ energética brillante, purificadora y trans*
gión por el Cristianismo. Tras recorrer la mutadora.
Edad Media mística y la Modernidad racio­ El cranosiano J. Campbell sitúa el fue­
nalista, arribaremos a una reflexión sobre la go primitivo junto al arquetipo de la dio­
actualidad contemporánea y culminaremos sa, tal y como comparecerá entre los tíinu
en varias rachas reflexivas sobre la reme­ jap on eses veneradores de la diosa del
diación de los contrarios. He aquí el re­ fuego Fuji. Por su parte, el mitolingüista .
corrida paso a paso: 1. El fuego: orígenes y U. Pestalozza concibe al fuego originario
sentido; 2. El totemismo animal; 3. El mana bajo la advocación de la diosa madre, de
vegetal; 4. Entre Oriente y Occidente; 5. El cuyo sexo sagrado procede aquél en el
logas del laberinto; 6. El alma y la cueva; mediterráneo arcaico (una visión compre­
7. La heterodoxia mística; 8. Razón y Ro­ sente en el Satyricon de Petronio, filmado
manticismo; 9. Eros cosmogónico; 10. El por Fellini)2. Pero más que de una identi­
amor y la muerte; 11. Remediación inicia- dad entre el Fuego y la Diosa, yo hablaría
tica; 12. El omnínombrable; 13. El héroe y de una relación simbólica entre ambos,
el santo; Oclusión final. pudiéndose considerar el fuego arcaico
Comencemos por los orígenes del senti­ como la energía de la madre naturaleza,
do, para asistir a lo originado: los sentidos así pues como su producto natural, hijo o
y su convivencia humana. fruto. En donde el fuego funge como el
sentido o protuberancia-fófem (poder)
emergente de la potencia/mana de la dio­
1. El fuego: orígenes y sentido sa madre. En este nuestro punto de parti­
da, la Madre Natura es la mater-materia
Fénix: extraña sín tesis d el nid o y de cuyo seno grávido surge la informe
de la pira, pájaro de fuego hermafro- forma del fuego a modo de vida y muer:
dita y reconciliador de ánimas y áni­ te: pues el fuego no sólo anima sino qué
ma (G. Bachelard, Poética d el fuego). . desanima, vivifica y quema, es luz y ce­
nizas, calor y devastación. D e esta guisa,
La búsqueda del origen siempre nos lle­ la dualidad del fuego simbolizaría bien la
va a lo ya originado: este origen originado androginia originaria de la naturaleza, a
.podríase representar bien por el fuego, 3 la vez solar y lunar, diurna y "nocturna.

3 J. Campbell (LcbendigerMythos), U. Pestalozza


(Reügione mediterránea).

798
VISIONES DEL MUNDO

Como ya mostró G. Bachelard en Frag­ curo inconsciente de la madre naturaleza,


mentos de una poética del fuego, la an- cuya urdimbre vegetal queda así sacrifi­
droginia del fuego se manifiesta en su ca­ cada ( quemada) en nombre de lina nueva
rácter dúplice masculino y depredador y estructura formal: el hijo, la nueva filia­
femenino o calorífico, pudiéndose distin­ ción y, fin alm en te, el reino del Padre
guir entre el fuego de ánimus y el fuego (Sol) opuesto al carácter tanto lunar com o
de ánima, el calor vertical (sublimatorio) terrestre o infraterrestre de la Mater Natu­
y el calor horizontal (o dulzura)3. Con ra. Pues lo específico del hombre es reci­
ello se expresa bien el originario carácter bir un hálito ígneo — un soplo de fuego
dual de una pro torre al i dad regida inma­ vital— en su barro originario, así recocido
nentemente por la expansión y la impan- y animado por su alma/espíritu trascen­
sión, el poder y la potencia, la luz y el ca­ dente: tal como se narra en el mito de Pro­
lor, la vida y la muerte, la ex tro versión y meteo4.
!a introversión, el cielo y el inframundo, la Con ello la primaria dualidad inmanente
caza y la agricultura, es decir, aquellas di­ se hace trascendente: ahora el fuego se en­
ferencias que luego aparecerán bajo la dis­ frenta a la naturaleza como la forma a la
tinción de tótem y mana (irtfra). materia, el hijo a la madre, el espíritu al
Y, sin embargo, la dualidad originaria cuerpo, el día a la noche y el sol al hades o
tanto de la Naturaleza como del Fuego se infierno. Cierto, en este último lugar que­
reduplica en una dualidad nueva entre la dará para siempre un resto del volcán ori­
naturaleza y el fuego; en efecto, en dife­ ginario con sus fuegos eternos (así en la
rentes m itologías el fuego adquiere un teología cristiana), pero estos fuegos que­
aspecto preponderantemente masculino darán sintomáticamente revisados en di­
frente a la sacralidad femenina de la ma­ versas tradiciones m ísticas com o fuegos
dre natura: tal es el caso e.g. del simbolis­ fríos o frígidos, por cuanto es el fuego
mo del fuego en Empédocles, interpretado del desamor que hiela el corazón; en otros
clásicamente por Hölderlin como medio casos, el volcán se sitúa en la mar (sic
de transformación de la materia para ac­ F. Nietzsche), lo cual puede interpretarse
ceder al reino espiritual (etéreo) del D ios com o una coim plicidad del fuego y del
Padre. A pesar de ello, el fuego proceden­ agua (un fuego pasado por agua). Frente a
te del volcán Etna, al que se arrojará Em­ estos fuegos lunares y sublunares, el autén­
pédocles, sigue remitiendo a la imaginería tico elemento ígneo está representado por
matriarcal-fcmenina de la diosa telúrica, el fuego cálido que s e hará habitar normal­
pero el elemento ígneo disuelve dicho ori­ mente en la región solar-celeste, donde el
gen telúrico (ctónico) portando a un esta­ fuego ya no es material y combustible sino
dio celeste (metactanicol. El sentido es formal e incombustible: en este simbolis­
ahora sentido como liberación de la ma- mo clásico comparecerá el Dios bíblico de
ter-materia por parte del fuego transmate- la zarza que arde sin consumirse, lo mismo
riü], es decir, formal o formalizador: en que los dioses pañi arcales y sus represen­
donde el fuego funge de conciencia (ani­ tantes reales portan la corona del Sol in­
mal-humana) que se destaca del fondo os­ victo.

J G. Bachelard (Fragmentos de una "poética del fue­ tanto Freud como Jung consideran su preciado robo
go, pdstumo). Sobre la mitología del friego, C,Q. Jung ígneo un triunfo de la conciencia masculina y del
(Símbolos de transformación). principio de realidad (técnica). En nuestro esquema­
4 Empédocles, siglo v [Fragmente, Dicls-Kranz), tismo hermenéulico, Prometeo podría interpretarse
: F. Hölderlin (Empédocles); sobre ello R. Bodei (La como el cazador que domina/atrapa la realidad Atien­
I filosofía y lo trágico). Sobre Prometeo (v. Esquilo), te con ayuda del fuego sublimador.

799
VISIONES DEL MUNDO

2. El totemismo animal ve en ello una prueba más de la correlación


que suele establecerse entre la caza y los
E l totem ism o e s típ ico d el anim a- hombres o grupos masculinos. El animal
lism o d e las culturas cazadoras en aparece asociado a una actividad cinegéti­
las que predom ina e l elem en to viril. ca que estaría fundamentalmente en manos
(O . Falsirol, II totemismo.) de los hombres varones, si bien en el con­
texto de unas cavernas que han sido inter­
Los paleontólogos presentan el «culto al pretadas como las grutas naturales de una
oso» como el ritual más antiguo que se co­ dividinidad matriarcal-femenina que aco­
noce, a partir de los restos (cráneos) de di­ gería al hombre/mujer paleolítico para co­
cho animal venerado hallados en tumbas mer, habitar, defenderse, soñar despierto o
.ceremonialmente dispuestas, correspon­ iniciarse ritualmenle5. Se repite así el dua­
dientes al hom bre de N ean dertal (del lismo anterior entre el fuego y la naturale­
250000 al 50000 a.C,)- Los expertos pien­ za, ahora como dualidad entre el animal y
san que el culLo al oso provendría de la ve­ su caverna: en cuya ecuación el animal es a
neración de su fuerza por parte de los gru­ la caverna como el fuego a la naturaleza.
pos humanos que se enfrentan a los anima­ O el animal (incluido el humano) como
les a vida y muerte: sea para ahuyentarlos energía filial (hijo-fuego) de la Madre Na­
y sobrevivir, sea para alimentarse con su tura: hijo mágico de su potencia numinosa.
carne y sangre. D e donde su veneración en el útero de las
El culto a los animales aparece en todo grutas naturales, en las que la cultura se
su esplendor en el Paleolítico superior, presenta com o una segunda naturaleza o
habitado por el hombre de Cro-magnon, matriz de transformación animal-humana.
cuyas cavernas ostentan las pinturas ru­ El animal cobra humanidad al ser pintado:
pestres de animales con connotaciones y el hombre-pintor recobra su animalidad
cuasi mágicas (a partir del 33000 a.C.). humanizándola. Los hijos de la Madre Na­
Los animales son pintados en las cuevas turaleza la desdoblan así en cultura: cultivo
por los cazadores humanos, que viven de del envés o interior de las cosas, reversión
la vida y la muerte de aquellos a cuyo gé­ del flujo animal en humano, contemplación
nero pertenecen: su diferencia específica en el templo del mundo del alma externada
estaría precisamente en ese desdoblamien­ y expresada, primaria formalización de la
to de la realidad en su imago simbólica, mater-materia y. con ello, apertura del palea-
accediendo así al mondo surreal de los cóiiex (animal) al neocórtex (humano) a tra­
sentidos imaginarios, proyectados e inte­ vés de un proceso de hermeneusis, interpre­
riorizados a raíz de ensoñaciones y visio­ tación y mediación (meditación).
nes a través del fuego encendido en las Las pinturas rupestres de animales por
cuevas. Se supone que estas pinturas de parte de los cazadores paleolíticos apuntan
animales pudieron ser realizadas por sa­ así hacia lo trascendente, al sobrepasar la in­
cerdotes-artistas que, a modo de chama­ mediatez cinegética y proyectar simbólica­
nes, realizaban un ritual m ágico sobre el mente su significación cuasi sagrada. Es­
objeto-sujeto de la caza. Las pinturas están te desdoblamiento esquizoide típicamente
grabadas en el fondo de las cuevas, allí humano, saca de sí el interior para pla>-
donde también se ha descubierto algunas marlo, expresando en un lenguaje vivido
figurillas de hombres (vestidos); Campbell (artístico) las vivencias cuotidianas, lo que

5 AI respe cío, G. Frankl ( A r c h a í o l ü g r o f ih e


así como J. Campbell ( M i to l o g í a p r i m i t i v a ) y
m in d ),
E.O. James ( P n h i s i o r í c r e lig ió n ) . -

800
VISIONES DEL MUNDO

permite traspasar del significado ordinario


al sentido extraordinario. Al pintar al animal
ruprestre, el hombre se identifica con él y, al
mismo tiempo, se desidentifica o diferencia
de él, cobrando una distancia que posibilita
la dualitud entre el animal y el hombre, así
como entre unos animales humanos y otros.
El hombre toma conciencia de sí mismo al
expresarse luminosamente sobre el trasfon­
do ocuro e indiferenciado de la cueva madre
(inconsciente), La vida emerge aquí de la
muerte, la forma de la materia, el animal de
la cueva, el hombre del animal: lo mismo
que el fuego emerge de la naturaleza. En
esta apertura dialéctica, el hombre-cazador
es el que mata y resucita al animal, el cual
posibilita la existencia del hombre por parti­
da doble: como animal cazado cual alimen­
to material del animal-hombre y como ani­
mal cazado cual alimento espiritual del ani­ ver el futuro, exorcizar el pasado y sanar a
mal humano (humanizado así por el sentido). los enfermos. El chamán es un ser elegido
En esta secuencia se inscribe el llamado por los espíritus, un inspirado por el viento
totemismo animal. El totemismo es el modo (mah, pneuma, spiritus) que vaga libre y li-
humano arcaico de proyectar un sentido de minalmente por los bordes de la existencia
identidad y distinción al modo indicado, ya entre lo humano y lo transhumano o anima­
que el hombre se identificará con un congé­ lesco. Pero es importante subrayar que su
nere animal para expresar al mismo tiempo capacidad de volar/viajar mágicamente ha
sus diferencias con otros congéneres tanLo sido reforzada a partir de una experiencia
animales como humanos; de este modo, el ascética o espiritualizadora (chamán parece
grupo del águila se identifica y diferencia provenir del sánscrito shramana = asceta),
del grupo del ora Cierto, el totemismo no lo que lo aproximaría al asceta indoario
es sólo animal, ya que coexisten variados tipo yogui (una especie de chamán panteis­
tótems e.g. vegetales, pero es fundamental­ ta). En ambos casos nos encontramos con
mente animal: pues en el animal encuen­ una personalidad «individuada», que se li­
tran las culturas patriarcal-cazadoras su mi­ bera de ¡as ligaduras que lo atan a lo real
men o espíritu protector4. material para vagar espiritualmente, sobre­
No extrañará en consecuencia la com­ volando el mundo a través de sus resquicios
presencia del chamán en este ámbito de o intersticios: en donde la conciencia afila­
identificaciones con el espíritu animal. En da sobrepasa a la insconsciencia pesante, al
efecto, el chamán es el individuo que, po­ modo como el fuego trasciende a la natura­
seído por el espíritu animal, es capaz de leza, el animal a la cueva, el hijo a la madre
recorrer todos los mundos para «cazar» o y el hombre a la mujer. Estamos, en efecto,
auscultar el sentido oculto, incorporándose en un contexto cultural masculinista, domi­
la energía mágica que se precisa para pre- nado por un totem ism o cin egético que,

6 M. Eliade (El c h a m a n i s m o ) ; J.M. Górne¿-Taba- lemismo como un sistema de explicación, por cuanto
nera, «Totemismo», en: Gran Enciclopedia Riaip. explica o explícita la realidad dividiéndola en grupos
C. Lévi-Strauss (El totemismo, hoy) interpreta e] to- con sus identidades (y diferencias).

801
VISIONES DEL MUNDO

como vamos a ver a continuación, encuen­ Iricial (cóncava) e indar como energía ex­
tra su contrapunto en la magia matriarcal- pansiva cuasi masculina (convexa)7.
femenina de tipo vegetal, cuya virtualidad Este dualismo entre el espíritu convexa
está significada por el término-amuleto de cuasi masculino y el alma cóncava cuasi
mana (procedente del ámbito nielanesio a femenina recubre la diferencia entre el tó­
través del misionero Codrington). tem animal propio de los grupos cazadores
y el manaísmo vegetal propio de los gru­
pos de recolectoras: mientras que el tótem
3. E l mana vegetal explica nuestra identidad proyectada fren­
te a otros, el mana implica nuestra diferen­
El mana (nattal en la mesoameri- cia inlroyectada junto a los demás. El con­
cunu cultura uzteca) no debe confun­ cepto de mana procede, como hemos indi*
dirse con la emanación de la fuerza de
un tótem individual. El mana podría cado, del trabajo misionero de Codrington
ser traducido al español por duende. entre los melanesios, y se describe como
(J.M. Gómez-Tabanera, Magia). esa fuerza numiñosa que circula por todos
los seres dotándolos de especial potencia y
A sí como junto al Fuego comparecía la fascinación. Cierto, el mana no es sola­
Diosa, así también los animales aparecen mente vegetal, pues que atraviesa todos
junto a la cueva-sím bolo de la Diosa. La los reinos y estratos del ser, pero funciona
compresencia de la divinidad matriarcal-fe- cuasi vcgetalmente a modo de savia que
menina en el Paleolítico Superior queda re­ anima y vivifica las realidades mágica­
forzada por la aparición de las famosas es­ mente. En este sentido, el mana como ener­
tatuillas de mujeres (desnudas) que, bajo el gía mágica subyace al propio fenómeno del
sobrenombre de Venus, se han encontrado totemismo, el cual se basa precisamente en
entre restos de fuego en las cavernas ru­ proyectar en un ser normalmente del reina
pestres que van de los Pirineos a Siberia (a animal propiedades energéticas tipo mana,
partir del 33000 a.C.). A sí que en los pro­ es decir, nu miñosas o sagradas (potentes,
píos santuarios, donde se pintan los anima­ transreales). De aquí la diferencia entre tó­
les del ciclo de la caza, las figuras de núme­ tem (animal) y mana (vegetal): mientras
nes esteatopigios dan testimonio de una que este último es una fuerza impersonal
cosm ovisión probablemente basada en la inmanente a todo, que funciona implicando
magia de la fertilidad/fecundídad. Ante esta las realidades en su ser energético (por coa­
dualidad de figuras de animales y de esta­ gulación), el tótem es una proyección iden*
tuillas de diosas (junto al fuego), el etnólo­ tificatoria que sirve de expansión o símbolo
go J.M, Barandiarán concibió aquéllas bajo trascendente *del grupo en cuestión. De esta
la advocación de éstas, inspirándose en la forma, la relación del mana con el totemis­
mitología vasca cuya diosa Mari se meta- mo recubre la realidad de lo inconsciente
morfosea o transforma en los más diversos con lo consciente, de lo vegetal con lo ani­
animales de caza. En esta perpectiva abierta mal, de lo implicado con lo explicado, de lo
por el etnólogo vasco, los animales fungi­ introyectado-inmaneme con lo proyectado-
rían com o apéndices o protuberancias-tó- trascendente y de lo comün/comunal con lo
tems emergente del seno de la madre Natu­ distintivo/identificativo. El nmm es materia
raleza personificada por Mari, la cual sim­ mitomística, el tótem es ya una formaliza-
boliza la relación tensional de una realidad ción: por eso el mana procede de abajo arri­
cohabitada por aditr o energía mágica ma- ba, inmanentemente, al revés que el maná

7 J.M. Barandiarán (El hombre primitivo en el País


Vasco). Para todo ello, ver A. Ortiz-Osés, E. Bome-
man y F.K. Mayr (Símbolos, mitos y arquetipos).

802
VISIONES DEL MUNDO

bíblico cuasi totémico que procede de arri­ identidad y el mana de relación, las pinturas
ba abajo e identifica el alimento trasccn- rupestres visuales y las estatuillas caverna­
dente-espiritual del pueblo elegido. rias táctiles. Ahora bien, estas distinciones,
Esta dualidad del totemismo (animal) y útiles para poder entender y entendemos, no
del manaísmo (vegetal) recorrería según los deben ocultar que, sin bien la mentalidad
expertos el Paleolítico Superior, encontran­ venatoria es típicamente guerrera o belicosa,
do su punto de encuentro precisamente en al rivalizar unos con otros, la mentalidad
las cavernas rupestres habitadas por los es­ agrosedentaria con su carácter pacífico ha
píritus animalescos (pintados) y las nume­ elaborado una típica concepción «sacrifi­
rosas figuras femeninas (talladas). La duali­ cial» basada en la muerte como vida, y vice­
dad correferida responde a la doble presen­ versa (supra), de donde la coexistencia de
cia de grupos cazadores fundamentalmente sacrificios animales e incluso humanos (la
masculinos y grupos recolectores funda­ caza de cabezas) en estas sociedades cuya
mentalmente femeninos: estos últimos re­ mitología matriarcal obtendrá una obvia re­
colectan los tubérculos de la tierra, transfor­ acción masculina (e.g. en los Mdnnerhiinde
mándolos por la consabida cocción a fuego o agrupaciones secretas de varones).
lento. Se trata de una cultura proagrícola que La doble vía aducida marcará ciertas di­
encuentra su correspondencia en los bosgtti- ferencias clásicas entre Occidente y Orien­
manos de los trópicos, en cuyo fructífero há­ te. En efecto, mientras que Occidente será
bitat verdeante y vegetariano abundan las «conquistado» por la civilización nómada
mujeres rccolectoras. Será en este contexto patriarcal — sea de cazadores sea de pasto­
proagrario en el que brote una religión ma- res— , en Oriente pervivirá la sabiduría se­
tri are al-naturalista concelebradora de la dentaria de los recolectores y plantadores
vida como muerte, y viceversa, que arriba (protoagricultorcs). En el primer caso im­
al Evangelio, en el que la muerte del cereal pera el héroe caballeresco matador de dra­
se concibe como medio de regeneración. gones, sierpes y monstruos matriarcal-fe­
De la acción inteimasculina de los caza­ meninos; en el segundo caso emerge un
dores partirá una visión totémico-patriar- antihéroe vegetariano andado en lo matri-
cal del mundo basada en la lucha y la com- cial y tinturante®.
petitividad belicosa, lo que los coloca en
una común línea con los pastores nómadas
guerreros. Por su parte, de la actuación re­ 4. Entre Oriente y Occidente..................
colectora típicamente femenina partirá una
visión mana-vegetal del mundo de tipo ma- En el zea-budismo cada cosa es
triarcal-naturalista que encontrará su conti­ en cada momento una única imagen
que ha emergido de la no-imagen,
nuación en la protoagricultura, un invento
una forma particular articulada de lo
específico de la mujer neolítica (a partir del inarticulado, y que está por desapa­
10000 a.C.). A sí entran en confrontación recer de nuevo en la nada (T. Izutsu,
dos grandes visiones del mundo: la concep­ Eranos-Jahrbuch, 48, 1979).
ción ascético-heroica proindividualista y la
concepción místico-pantefsta de tipo comu­ La gran revolución neolítica es la inven­
nal. En el límite será la diferencia entre la ción de la agricultura (a partir del 10000 a.C.),
razón masculina (escáldente) y la razón fe­ realizada probablemente por las herederas
menina (suturadora), entre la extroversión de las viejas recolectoras de tubérculos del
animal y la introversión vegetal, el tótem de Paleolítico, las cuales aparecerán en las le­

B Ad hoc, V. Propp (Las raíces históricas del ra™ dorada). Sobre el marta, véase Durkheim, Mau.ss
cuenta), así com o Jonas y Jonas (Weib und Macht), y Lévy-Brühl.
B. Neumann (Die Crosse Mutier) y J.G. Frazer (La

803
VISIONES DEL MUNDO

yendas y relatos mitológicos como las ha­ través del desierto a Canaán imponiéndo ­
das con su varita m ágica regeneradora. la fe monoteísta en Y ahvé.
Pero la agricultura primitiva rudimentaria Por su parte, en Oriente el respeto y fasci- -
típicamente femenina — la llamada horti­ nación por la Madre Natura se expresa clási- j::
cultura— caerá en manos del hombre a fi­ cántente en'el taoísmo chino, cuya visión del
nales del Neolítico, cuando la tracción de ser de lo real como tao parece una réplica de
animales y, con la aparición de los meta­ la esencia energética como mana, vegetal
les, el invento del arado (metálico) requie­ (véase el Tao Te King, de Laotsé). También
ran la fuerza bruta del varón para las nue­ en el hinduismo la energía de lo real está re-
vas tecnologías. Se implanta así un nuevo presentada por una figura femenina — Kati,
dualismo que enfrentará la vieja mentali­ Shaktí, Maya— , si bien la meta religiosa
dad recolectora con la nueva agricultura consiste en iniciarse en el vacío pleno a tra­
tecnológica en cuanto cultivo masculino vés de la inactividad representada por el dios
de la Tierra Madre, así sobreelaborada y Shiva; esto significa recular más acá de la
explotada con técnicas expansivas. D e esta sociedad y sus reglas eonfucianas, incluso
confrontación entre la simbología matriar- más acá de la naturaleza taoísta hasta llegar
cal-terrácea y el simbolismo patriarcal-fá- a la extinción de todo en el Uno previo y
lico surgen los panteones clásicos presidi­ posterior, inicio y fin indeterminado (lo ca­
dos por un Padre supremo con su consorte racterístico del yogui hindú es que parece
femenina, la cual quedará degradada a pa­ realizar un esfuerzo individual ascético para
siva mater-materia de la formalización por extinguir al propio individuo). El nirvana
parte del principio masculino (lagos- ra­ aparece así como un proceso de vegetativo
zón, idea). El refuerzo de los pastores se- don más acá de la conciencia humano-ani­
dentarizados por la agricultura confieren a mal. La misma acción/no acción (wu-utíi
ésta una nueva mentalidad «ganadera» fun­ en pro de la extinción del yo individual apa­
dada en los excedentes alimentarios de la rece en el budismo, en el que el ser coincide
concentración de cereales y ganado (pecu­ con la nada: tat twan asi (eres eso y esto)
nia viene de pécora y pecus = ganado). coincide con neti/neti (no eres ni eso t ií''
Mientras que en Occidente la evolución esto), en una típica «coincidencia» de contra­
neolítica aducida conducirá a una típica rios que en Occidente se dulcifica en «com­
cosmovisión patriarcal-racionalista e indi­ plexión» de opuestos. El mana (vegetal) pa­
vidualista, Oriente parece anclarse en una rece imponerse aquí al tótem (conciencia
visión más del tipo matriarcal-naturalista y animal). El punto de apertura a Occidente
comunalista. En Occidente resultarán de­ estaría representado por el zenbudismo (ja­
cisivas al respecto las invasiones de los ponés), cuya cosmovisión no trata de acce­
belicosos nómadas patriarcales a partir del der a la nada (lo que no significa nada), sino
2000 a.C.: los indoarios procedentes del que intenta agujerear las presuntas realida­
Cáucaso y del Danubio conquistan el Egeo des sólidas y anonadar el ser — una especie
e imponen al dios Zeus olímpico y su co­ de actitud intersticial o viaje a través de k>
horte, mientras que los hebreos llegan a resquicios de tipo chamánico— (supraf.

5 Sobre Oriente, J. Campbell (Mitología oriental), ve de mediación entre lo occidental y lo o ríen ¡.-.i
G. Tucci (Eranos-Jahrbuch 22, 1953), D . Suzuki aquí se inscribe la cultura hebrea con su prototipo
(Ertmos-Jahrbuch 23, 1954), T. Izutsu (Eranos-Jahr­ co individualismo cuasi occidental de tipo común,'.:
buch 36, 1967), H. Zimmer (Philosnpbies of hutía). cuasi oriental (y de cuya fusión procede el pe fa ­
En nuestro escrito hablamos de Oriente y Occi­ natismo cristiano , postea). Puede consultarse rí
dente transversal m ente, asf pues com o vectores respecto C. Tresmonlanl (Ensayo sobre el ptr.\.,
sim bólicos. Por otra parte, habría que distinguir en­ miento hebreo, así como E. Fromm (El miedo ;) iu
tre el Lejano Oriente y el Próximo Oriente, que sir­ libertad).

804
VISIONES DEL MUNDO

Frente al activismo heroico típicamente cultores o cultivadores aparecen sobre el


^occidental, Oriente predica/practica una 8000 a.C., fundando ciudades que, a partir
l actitud mística de tipo pasivo en la que la del 6000 a.C., son amuralladas para defen­
btada suple al ser como el vacío a lo lleno derse de los pueblos nómadas guerreros de
l y las cenizas vegetales al fuego animal. pastores y ganaderos. Organizados en tor­
^Occidente será el ámbito del Todo, la plu­ no a la Diosa Madre, ésta cederá su trono a
ralidad y la dialéctica, Oriente es el ámbito sus hijos-paredros reconvertidos en dioses
í.del Uno, el monismo y la inactividad: es la patriarcales. Con la creación de las ciuda­
[diferencia entre el principio solar y el prin­ des-estados mesopotárnicos, el centro po­
c ip io lunar, lo diurno y lo nocturno, la vida lítico está ocupado por los reyes de Sume-
[y la muerte, la explicación y la implica­ ria y Acadia, y posteriormente, Babilonia.
ción. La indiferencia oriental se opone así Se trina de una cosmovisión en la que el
[a la diferencia occidental como lo trans- mana agrícola-vegetal queda íotemizado
personal a lo personal. Mientras que en animaíescameute por el poder que domina
f Occidente triunfa la civilización y el pen­ en sus centros de producción (Akkad, Ur,
samiento racioempirista, en Oriente reina Uruk, Babilonia). En el posterior estadio
la cultura y el pensamiento miLosimbólico: babilónico, el héroe central será Marduk,
aquél sirve para vivir (es funcional), éste el vencedor de la gran madre Tiamat, tal y
. es vivencia o experiencia anímica. El alma como lo relata el poema de la creación
. holística oriental frente al espíritu analíti­ Emtma Elish, que ejercerá su influjo en la
c o occidental: aquí todo es distinto, allá cosmovisión del Génesis bíblico.
; todo es indistinto. Pero si todo es uno, este La estructura m onárquico-jerárquica
uno no es ni esto ni lo otro sino todo y, por mesopotámíco/babilónica procede de una
lo tanto, nada del ser: regresión a lo indi- nueva visión del cielo y sus movimientos
ferenciado (inconsciente) frente al progre- astrales, cuyo estudio matemático será de­
- sismo occidental y sn persecutoria manía sarrollado por la casta sacerdotal. Esta mi­
(venatoria) por alcanzar la conciencia di- tología celeste está bien representada en
ferenciada de las cosas (su explicación y los zigurats que, como torres escalonadas,
explotación). Lo indefinido se enfrenta a simbolizan a los planetas con la luna y el
la definición, lo cóncavo a lo convexo, el sol como remate del movimiento ascensio­
interior al exterior: en la mitología japone­ nal. El gran zignrat del dios Marduk en
sa el dios-luna (Tsukuyomi) representa el Babilonia debió crear, a la vista de sus rui­
centro vacío por el que circulan los con­ nas, la concepción bíblica de la torre de
trarios personificados por la diosa-sol y el Babel maldecida por Dios en el Antiguo
dios-tarménta. Mas lo prototípico de Occi­ Testamento, por cuanto se considera como
dente es que el centro está ocupado: por el el gran intento fáustico de llegar a las es­
poder totémico. trellas10.
La primera gran confrontación entre En Mesopotamia como confluencia de!
Oriente y Occidente se desarrolla entre los Tigris y el Eúfrates confluyen Oriente y
ríos Tigris y Eúfrates (Golfo Pérsico) en Occidente: el fatalismo del destino orien-
Mesopotamia (posteriormente Babilonia, talizante y el destinacionismo occidental,
actual Irak), sobre e l 3500 a.C.: allí se el mema vegetal y el totemismo animal,
entrecruza una agricultura tecnológica y ambos sintetizados en la figura de un rey
una ganadería próspera. Los pueblos agri­ cuasi divino concebido desde la nueva

lu Consúltese N. Schneider y Liagre Böhl, en F. Kö­ dentalI. Obsérvese el paso del politeísmo cósm ico
nig fC ròio y las religiones de la tierra). Asimismo. sumerio al heroísmo babilónico de Marduk (desde
P.L. ZamhoUi (Origen y destina de la cultura acciden­ Hummurabi. 1.700).
tal). Finalm ente, J. Campbell (La mitología occi-

805
VISIONES DEL MUNDO

perspectiva celeste. Pero en el cielo reina Grecia se caracteriza por el intento ex­
el sol sobre la luna y la tierra y, en conse­ traordinario de racionalizar lo irracional.
cuencia, el héroe solar (Mardak) se im- Su mentalidad directiva procede del estra­
prondrá a la divinidad lunar y telúrica (Tai­ to indoeuropeo que, a partir del 2000 a.C.,
ma!), lo mismo que el rey a la reina y el organiza el Egeo según el modelo nómada
hombre a la mujer. Pia Laviosa Zambotti patriarcal que caracteriza a los pastores y
ha relatado el paso de Ur a Uruk como un ganaderos indoarios. Zeus es ahora el Jefe
ascendente proceso de patriarcalización, del Olimpo, y a su imagen se interpreta ki
en cuya cúspide sólo queda el luminoso razón griega como un atributo olímpico y
dios-rey del fuego; un fuego-ánimus que solar frente al caos de lo indeterminado y
abrasa más que calienta y que purifica al desordenado. S in embargo, la genialidad
mundo renovándolo periódicam ente por griega está en no haber acabado con la pre­
sacrificios animales y otros rituales rege­ cedente cultura minoica-agrícola que en­
neradores, como un primitivo diluvio uni­ cuentra su esplendor en Creta. Pues, como
versal, antecedente de! bíblico, simboliza­ sucede en otros casos análogos, los inva­
do!' de la regeneración a través de la muerte: sores indoeuropeos vencen político-núli-
un tema típicamente agrícola que reaparece tarmente a la cultura egea precedente, pero
en la concepción del dios-toro lunar que no del todo culturalmente. En nuestro caso
muere y resucita, al modo como el propio será el resplandor opaco de ese tras fondo
sol se oculta o desaparece — duerme— y cretense el que otorgue al espíritu heleno
vuelve a aparecer (nótese la significación el contrapunto y contraluz preciso para su
diferente entre la muerte de la luna y la expresión magnífica.
adormición de) sol). La importancia estratégica de la cultura
cretense se aclara si tenemos en cuenta que
constituye el primer experimento logrado
5. El logos del laberinto de aunar Oriente y Occidente. Influida por
las culturas orientales — especialmente por
L a p r e h is to r ia d e D io n is o hay la egipcia— , Creta representa el primer fil­
q ue buscarla en la religiosidad agra­ tro occidental y, por tanto, de-limitado o
ria: D io n is o se n os aparece dotado
racional de la visión infinitista oriental. El
de gran afinidad con los gen ios d e­
m o n íacos y las divin id ad es subterrá­
laberinto que sirve de emblema a la «pax
neas. (A . A lv a re z d e M iranda, Las minoica» es, en efecto, el modo occiden­
religiones m istéricas.) tal de en-cuadrar al arquetipo oriental del
círculo infinito: se plantea así la cuadratu­
Si Mesopotamia representa la confronta­ ra del círculo, circunscribiendo la infini­
ción de los contrarios, Grecia preside su tud de la esfera en la finitud del cuadrado.
auténtico afrontamiento. Hemos interpreta­ Pero el enigma del laberinto así planteado
do los imperios mesopolámicos en cuanto — la cuadratura del círculo— sólo se re­
basados en la concepción del mana tntemi- suelve a su vez poniendo en circulación at
zado o entronizado, es decir, de la fuerza cuadrado, así pues curvando las rectas del
impersonal personificada en los dioses-re­ cuadrado y abriendo su espacio clausurado
yes y su centralismo. Ahora en Grecia pa­ al tiempo fluente del eterno devenir. El la­
samos del mana totemizado imperialmente berinto es así el primer cruce de la menta­
al tótem manaizado o democratizado: aquí lidad cíclica oriental y de la mentalidad li­
reside precisamente la gran aportación he­ neal occidental, lo cual describe antropoló- -
lena, en su capacidad de mediar entre lo gicamente el entrecnizamiento de la muerte
totémico-animal y el mana-vegeta!, entre como abertura y de la vida como línea rec­
el logos y el mythos, la polis y el campo, ta. Por eso el laberinto alberga la muerte
la civilización y la cultura. en el centro vacío ocupado por el Mino-

806
VISIONES DEL MUNDO

rauro, y la vida en los corredores subterrá­ está D io n iso el oscuro: pues T eseo no
neos traspasados por el hilo umbilical de acaba con el Minotauro. el cual se meta-
Ariadna1’. morfosea en un Dioniso aliado de Ariad-
El laberinto resulta el heredero mitoló­ na. A sí como los hombres y dioses olím ­
gico de la cueva paleolítica: en ambos ca­ picos provienen de la diosa madre cual
sos nos encontramos con el seno excava­ moira-destino . así la cultura indoeuropea
do de la Madre Tierra, y en ambos territo­ racionalista contacta con la cultura prein­
rios se realiza una conlactación iniciáLica doeuropea simbologista, al modo como el
con la vida y con la muerte. La diferencia día procede de la noche y el logos del la­
estribaría en que la cueva, típicam ente berinto. Por ello detrás de la presunta/pre-
oriental, es un hueco vacío de carácter suntuosa virilidad griega subyace un fon­
profundo y cerrado, mientras que el labe­ do matriarcal que la convierte en una fas­
rinto es un hueco-urdimbre estructurado cinante virilidad femenina: de donde el
de carácter horizontal y mediador. Aquí hechizo que ejercen las estatuas clásicas
se describe el paso del interior oriental a trátese del Auriga de Delfos, del Apolo de
su extemación occidental, paso que marca O lim pia o del D iscóbolo de Mirón del
el tránsito del mmm-vegetal transpersonal British Museum. Los griegos están «fija­
(transconsciente) al totem ism o animal dos» en una visión adolescente-juvenil de
person alizador (consciente). El hieratismo la existencia, como ya entrevió el propio
oriental típicamente egipcio cobra en Cre­ C. Marx; lo sabemos por Sócrates y so­
ta una individuación m anifiesta en los cios, que situaban el punto álgido de la
frescos del Palacio de Cnossos, presidido belleza humana en el momento del paso
por un arte ondulatorio — espirales, zig­ del adolescente a su juventud, que es el
zags, tridentes, odios — de un inequívoco m om ento platónico en que surge en el
signo acuático bien propio de la «talaso- efebo el primer vello masculino por sobre
cracia cretense» circundada por el mar, el blan co fon d o fem en in o . El hom bre
hasta el punto de que esta cultura sinuosa griego nunca superará del todo, por más
parece haber cobrado conciencia no a tra­ que lo pretenda, esa ligazón m aterna ,
vés del fuego, sino del reflejo/reflexión en cuya expresión es la homoerótica latente
las aguas. La diosa egea — la Potnia m e­ o patente. Pero precisamente esa capaci­
diterránea— preside esta cultura sea como dad viril helena de asumir Jo_ fem en in o.
diosa de las serpientes, diosa de la monta­ simbolizado en la homoerótica es lo que
ña con sus animales o diosa-árbol con su desconcierta a otras mentalidades unidi­
paredro ornitomorfo. Junto a ella y su mensionales que, como la adulta ócciden-
mana-adur o simpatía mágica, el toro lu­ tal, tiene graves dificultades en conciliar
nar simboliza la fuerza-indar totémica de los contrarios (como lo muestra bien sin­
signo masculino. tomáticamente T. Mann en su Muerte en
La fascinación que ha ejercido, ejerce y Vanecia). En los momentos más intensos
ejercerá la cultura griega clásica procede de su cultura —Homero, Sócrates, Platón,
de su ambigüedad y dualidad integrada. Em pédocles y los trágicos— la compre-
Detrás de Grecia y su Partenón está Creta sencia del trasfondo matriarcal-femenino
y su Laberinto, detrás del Zeus helénico significa para Grecia la lucidez ilimitada
impasible e inmortal está el Zeus cretense y la presencia complementaria, el logos
pasible y mortal, detrás de Apolo el claro1 del laberinto12.

11 Puede consultarse K. Kérényi (Lcibyrínthstu- 12 Sobre todo ello, J.J, Bachofen (Mitología arcai­
dien), así como R. Graves (Los mitos griegos). Nues­ ca y derecho materno), F. Niet/.sche iEi origen de la
tra interpretación sigue nuestra propia pauta marcada tragedia de! espíritu de la música), G. Thomson (Los
en A. Ortiz-Osós (Antropología simbólica vasca). primeros filósofos), J. Harrison (Themis) y E. Bome-

807
VISIONES DEL MONDO

Esta visión psicológica del paso o tránsi­ fuerza como impotencia, el hombre como
to del trasfondo matriarcal al estrato pa­ humus, la vida como muerte y el Creador
triarcal es determinante del dualismo grie­ como crea tura. Cristo, en efecto, coimplica
go y de su entrevisión de los contrarios a la vez el tótem animal como cordero pas­
como materia y forma, eras y logas, dai- cual y el maná vegetal como pan y vino
mon y dios. La luz helena — el nous— no eucarísticos.
logró abolir la esclavitud de la oscuridad En el entrecruzamiento de ambos moti­
(mythos): aquí radicaría a nuestro entender vos fundamentales —«1 tótem animal y el
la enigmática belleza griega. Puesto que mana vegetal— puede descubrirse el cru­
detrás de Sócrates está Diótima, así como ce de los dos elementos cristianos hereda­
tras la filosofía está sojía y tras Platón es­ dos: la herencia patriarcal de los pastores
tán los presocráticos. La ceguera luminosa nómadas hebreos con su totemismo ani­
de Homero remite a la ceguera míLica de mal y el influjo del conLexto matriarcal
Piresias, el doble vidente que fue a la vez mediterráneo con sus misterios iniciálicos
masculino y femenino y, así, completo. El de tipo cereal (e.g. Eleusis). Mientras que
propio héroe nacional griego — Aquiles—- el elemento hebreo está significado por el
recorta su silueta vivo-muerta por sobre la pastor Abel, el elemento pagano estuvo
sombra excelsa de su oponente troyano representado por el agricultor Caín hasta
Héctor. Todo ello encuentra en el fagos clá­ la venida de Cristo. Curiosamente Cristo
sico su precipitado, ya que el ¡ogos no dice se presenta como el buen pastor y el cor­
sólo razón sino también lenguaje: articula­ dero de Dios sacrificado: pero el sacrificio
ción de una rica experiencia compleja en animal se vegetalíza al convertirse el cor­
un lenguaje coimplicativo de ida y vuelta dero en pan y vino (típicos de la religiosi­
— que es por cierto la mejor definición del dad mediterránea de tipo agrícola). Con
laberinto como lenguaje dialéctico. Ello re­ ello el tótem se convierte en mana y el sa­
presenta el cambio definitivo de la cueva cramento emento en sacramento incruen­
paleolítica cerrada a la nueva cueva neolíti­ to, vegetal o simbólico. Ha sido R. G irai d
ca abierta, es decir, al laberinto como ca­ quien ha puesto de manifiesto el rechazo
verna horadada y filtrada (horizontada). de Cristo al mecanismo victimario, al asu­
mir la muerte natural tipo mana pero Re­
chazar la muerte inducida, violentada o lo-
6. El alma y la cueva temizada, es decir, proyectada en la vícti­
ma propiciatoria cual chivo expiatorio o
¿De qué aprovecha al hombre ga­
nar el mundo si pierde su alma? (Je­ buco emisario; por ello Cristo — el corde­
sús en los Evangelios.) ro pascual— muere en el árbol de la cru:
como nuevo árbol de la vida transmorlal1'-
Si Mcsopotamia representa el mana to- Con ello Jesús realiza la autoasunción
lemizado y Grecia el totemismo mandi­ del hombre por el hombre como un proce­
lado, el cristianismo sim boliza el tótem so de personalización que integra e inte­
com o mana: el poder como potencia, la rioriza la realidad anímicamente (podría-

man (Das Patdarchai), el eual incide en que los in­ E. Spmiger ( P s ic o l o g ía d e l a e d a d j u v e n i l i: >
vasores indoeuropeos aparecen en el Egeo con sus el trailRindo riiual-iniciátieo (cretense). S. Seteeiit
caballos pero sin sus mujeres, que a partir de enton­ (Le i h o m o s e x u a li d a d ¡ n ie to :ic a e n la si>¡ligua l'.ioo;'--
ces lo serán las nativas mediterráneas de tez morena, y L a h o n w s e x it t d id a d e n la m i ln lu g ía g r ie g a I.
al tiempo que considerarán a sus hijos (varones) como 15 R. Girard (La v io l e n c ia y lo silg i'tid u ), asi 1
sus auténticos «herederos», es decir, como el amado A, Ortiz-Osés ( M i to l o g í a c u l t u r a l ] y F.K. Shr-r /*•
rellejo de sí mismos. Finalmente, sobre la forma juve­ m i t o lo g í a o c c id e n t a l J.
nil izante de vida (griega), consúltese el bello texLo de

808
VISIONES DEL MUNDO

F mos llamarlo un proceso de concienciá­ entramado o relacionalidad de todo. Con


is- ción-ánima). La persona en el cristianismo ello el cristianism o imprime al m ism o
|; ¿parece como ese espacio abierto — labe- tiempo el élan de la infinitud, que reanima
Sjr ríntico— equidistante del destino natural el viejo finitismo greco-romano y su modo
£ (impersonal) y de la libertad abstracta (in- cerrado, delimitado y definido. Se trata de
F dividualística). La hegemonía cristiana de un elemento místico procedente del alma
p la persona abre la autonomía del hombre mágica oriental del propio cristianismo.
situado entre lo vegetal y lo animal, la in- Pues, como puso de manifiesto O. Spen-
i- manencia y la trascendencia, el pasado y el gler, el misticismo semita pasa a través del
f futuro: Cristo situado entre el Espíritu de judaismo, el islamismo y el cristianismo,
p a m o r y el Padre eterno representa bien el alumbrando la Gnosis y el neoplatonismo.
¡ quicio de la mediación tema tizado como Este espíritu obtendría una mentalidad cue-
j- fratría o fratría , así pues como agape (in- viforme, por cuanto encuentra en la cueva
terpersonal). La persona se define, en efec- su arquetipo adecuado. Pero la cueva no es
to, como comunicación (puesta en común) la caverna paleolítica de fondo cerrado ca­
de lo incomunicado (singular o inefable), racterizada por la angostura regresivo-ma-
; relación (hipóstasis) de lo elemental, dic- triarcal (supra), sino la cueva abierta por
ción de lo indecible, apalabramiento o arti­ arriba a lo trascendente e iluminada por
culación de lo inarticulado: el Verbo es en Dios; en palabras clásicas de Spengler:
el cristianismo un Verbo personal (Verbum
El mundo como cueva en tan diferente
personaliter), como dirá Tomás de Aquino
del mundo fáustico occidental como leja­
\ recogiendo la tradición neotestamemaria,
nía, con su apasionado afán de profundi­
1 porque la persona es verbal, es decir, mani­
dad, como diferentes son ambos del mun­
festación de lo íntimo (confesión, diríamos
do antiguo griego, el cual se define como
con San Agustín). La novedad cristiana ra­
el conjunto de las cosas corporales.
dicaría en la cosmovisión de una realidad
En la antigüedad se conoce la oposi­
interpersona] representada por la divinidad
ción entre forma y materia, en la cultura
como trinidad de personas distintas en la
occidental conocemos la oposición de
“ misma naturaleza común, lo que lleva a
fuerza y masa. Pero en la acepción del
fundar un monophtralismo.
universo como c i í é t í i la oposición per­
La especificidad de la conciencia cristia­
dura: la luz penetra en la cueva y la libra
na de la persona se ubica en la mediación
de las tiniebras (Juan J,5), El arriba y el
entre el individuo y su comuna (la Iglesia),
abajo, el cielo y la tierra, se convierten
de modo que la persona puede definirse
en poderes esenciales que se combaten
como el individuo comunal o implicado en
como bien y mal, Dios y Satán, espíritu
el consensus de la comunidad, la cual se
y carne, gracia y desgracia14.
abre en el cristianism o umversalmente.
Pues lo característico de la persona es lo Pero debemos distinguir entre cuevas
anímico, es decir, el alma entendida como distintas.
mediadora: espíriLu encamado. A partir de Hay la cueva paleolítica de fondo cerra­
aquí el cristianismo inocula una nueva vi­ do simbolizante del regressus ad urerum;
sión psicoanímica del alma como trasfondo hay la cueva del fondo abierto, que se con­
interior del mundo que llega a San Agustín, vierte en el neolítico agrario en el laberin­
concibiéndose posan sLotélicamente como el to iniciático como cueva horizontal (hori-

O. Spengler (La decadencia de occidente). El


término cuevifome procede del africanista Leo Fro-
benius (Paideuma).

809
VISIONES PEL MUNDO

zontada). Existe también la cueva abierta al Icón alado de San Marcos, entre Bizan­
hacia abajo, com o parece serlo la cueva d o y Occidente; en esta Basílica se repite
vasca, sím bolo del hábitat subterráneo de sim bólicam ente el esquema bíblico del
una diosa — Mari— que es fundamental­ Dios Arriba, abajo el agua y el hombre en
mente atónica y catactónica, es decir, sub­ medio (tierra). Sin embargo, el modelo
terránea, com o lo demuestra su desplaza­ oficial occidental de la cueva cristiana
miento subterráneo/transvcrsai a través de abierta por arriba at cielo (la vida) y por
los elementos y su habitación privilegiada abajo al Hades (la muerte), será la Basílica
en cuevas profundas por cuya base trans­ de San Pedro en Roma, coronada por la
curren las aguas1*. Finalmente, está la cue­ gran cúpula y excavada por la subterránea
va que comentamos, la cueva abierta por cripta mortuoria. De esta forma simbólica,
arriba a la trascendencia, que es la cueva la cultura cristiana reúne y coimplica la
apropiada al alma mágica propia de la cul­ vida y la muerte, la luz y las tinieblas, el
tura arábiga (semita), la cual encontraría bien y el mal. Dios y el pecado: los contra­
su exacta correspondencia en la Mezquita rios desuncidos por todos los dualismos clá­
con su cúpula en lo alto. sicos que en el mundo han sido. La máxima
A hora bien, este cuadro de la cueva expresión cristiana de esta coimplicación
abierta hacia lo alto es típicamente semita de los opuestos es la propia cruz y lo que
pero, en tanto, sólo parcialmente cristiano. desde ella se predica: el amora los enemi­
Yo diría que la especificidad de la cueva gos — algo sin duda aún demasiado mágico
cristiana, en la que nace y es sepultado Je­ para nuestra visión plana y demasiado ab­
sús (respectivamente en Belén y en el se­ surdo para nuestros oídos sordos. O la me­
pulcro), es una cueva abierta por arriba y diación como remediación: el cristianismo
por abajo: desde arriba desciende Cristo en predica una mediación universal, ta cual se
su encamación, por abajo asciende Cristo, basa en los dogmas de la encamación y de
resucitado — desde el Hades— hasta los la asunción. Cristo mismo es el mediador
cielos abiertos. Tanto la cueva de Belén universal {mediado empero por su Iglesia
como el sepulcro de Cristo resultan cuevas no siempre mediadora).
vacías-llenas, ámbitos de tránsito y transi­
ción, cuevas que encuentran su correspon­
dencia en un laberinto vertical cuyo mejor 7. La heterodoxia mística
diseño podría ser representado por el en-
trec rozamiento del románico grávido y el „ H uida d el uno al U no (Plotino,
gótico ingrávido hasta el éter. Este entre- Encadas).
cruzamiento puede encontrarse en la Basí­
lica de V enecia cromáticamente situada En la Grecia clásica las tendencias in­
entre las aguas madres subterráneas y el doeuropeas acabarán prevaleciendo sobre
cielo abierto — en la exacta intersección el trasfondo mediterráneo preindocuropeo,
de la luz solar y las sombras lunares, junto hasta el punto de que en la filosofía de Pla-

11 El totemismo vasco será representado vegetal­ va totémica, y el árbol d mana-adur transpersonal dé


mente por un árbol (el Arbol de Guemica), cuya fuer­ signo coimpücame y cohesivo (como lo muestran los
za mágica procede de abajo (raíces). Junto al totemis­ actos de juramento a su sombra). Véase al respecto
mo v egetal, el tótem propiamente animal sería el J,M. Barandiarán (Mitología vasca) y A. Orliz-Osés
aker (macho cabrío), en cunnlo animal predilecto ile (El niatriarcalismo vasco). Por lo demás, la propia
Mari y sím bolo del Señor dei inframundo (el diablo diosa Mari se meiamorfosea en los cuatro elementos y
con cuernos de la tradición cristiana, que actúa en los los tres reinos, apareciendo como personificación de la
akelnrres o ritos paganos naturalísticos). Podría de­ Tierra Madre, asociada a la serpiente y la vaca espe­
cirse que el aker simboliza el indar o fuerza expansi- cialmente.

S10
VISIONES LIEI. MUNDO

ton se propugnará la salida definitiva de nismo se realiza fundamentalmente en el


toda cueva, caverna o laberinto tachados lenguaje aristotélico-tom ista, siendo To­
de irracionales (cílogon). La genesosa am­ más de Aquino el gran sintetiz,ador de las
bivalencia de la cultura helena abierta al categorías greco-romanas y cristiano-semi­
laberinto se tornará unidimensional en el tas: la religión se racionaliza o formaliza,
Platón maduro y en Aristóteles: el laberin­ proyectándose cuasi totémicamente el lo­
to como imagen que sintetiza el círculo y gos del mythos, la reído eclesiástica como
el cuadrado (mandola) es desplazado por norma y medida. Lo que no se ajusta a la
el triángulo equilátero como versión olím­ normativa escolástica, que redefine a Dios
pica de la vida presidida por el Ingas-Tazón como el Ser Supremo (en una síntesis de
y su simetría lógica. En el proceso poste­ Aristóteles y Exodo, 3), queda ex comuni­
rior, la imagen helena del triángulo se alia­ cado com o heterodoxia. En A ristóteles
rá con la imagen cristiana de la trinidad, D ios es el Ser que piensa el pensamiento
interpretada por los Padres latinos en su (nóesis noéseos) moviendo a los seres hacia
esencialidad una, componiendo ambas fi­ su forma de pensar desmaterializada (Me­
guraciones un Dios monoteísta (Zeus-Pa- tafísica), mientras que en el Antiguo Testa­
ter). Ya en Aristóteles la realidad en su ser mento D ios es el Ser que es (Exodo, 3),
dice sustancia formal (razón), devaluando prometiendo a M oisés que seráJestará con
los accidentes a accidencias de la mater- él. El Dios judío se alía en la tradición cris­
materia otrora divinizada, y cuyo resplan­ tiana con el D ios aristotélico, conformando
dor decadente liega todavía al helenismo al D ios occidental Solitario/Solidario. En
sincretista^. ambos casos se trata del Ser Supremo o Ser
La heredera de la civilización griega será de seres: se interprete ese Ser como inteli-
Roma, cuya hegemonía política se constru­ gidor o como creador y, finalmente, como
ye sobre el fondo de la cultura etrusca de Inteligencia Creadora patriarcal.
signo matriarcal. En Roma empalidece la Pero la heterodoxia mantendrá muchos
estatuaria griega, cuya gracilidad y vivaci­ aspectos auténticos — sobre todo orientali-
dad se reproduce sin genio. Será la razón zantes y místicos— denegados por la sín­
jurídica romana la que traduzca el ambiva­ tesis oficial occidental de tipo jurídico-la-
lente logos griego — a la vez razón y pala­ tino, aunque el contrapeso de la Iglesia
bra— como mera nido. Con ello se prepa­ oriental (bizantina) no logre contrarrestar­
raba una versión del cristianismo de tipo ju- la dogm atización del cristianismo com o
rídi co-escolástico. I g le s ia romana, a pesar de infiltrar a lgu n os
Proveniente de Galilea a través del Medi­ aspectos relevantes del Mediterráneo orien­
terráneo, el cristianismo arriba a Roma y su­ tal, como la definición en Efeso de María
fre su torsión occidental. En Roma el cris­ como madre de D ios (Theotokos). Lo más
tianismo se aclimata latinamente, al Liempo peligroso para la ortodoxia eclesiástica será
que se centraliza y burocratiza, aparecien­ la religiosidad místico, que se funda en vi­
do una Iglesia Madre cuasi mediterránea vencias y experiencias interiores no con­
pero bajo un Papado canónico. Tras la uni­ trolables por la objetividad oficial estable­
ficación de Constantino, dicha Iglesia ela­ cida.
bora una ortodoxia consistente en traducir Ya en los primeros siglos, el cristianis­
la religiosidad evangélica en términos gre­ mo se enfrenta al movimiento gnóstico de
co-romanos. La oficialización del cristia­ carácter hermético y de inspiración orien-

Ih Esle esplendor decadente del helenismo podría Para lodo lo dicho y por decir, véase G. Thomson
simbolizarse en la figura romántica de Aritínoo en (Los primeros filósofos), así com o F. Comford (De la
Dclfos: en cuya expresión cabe entrever un epicureis­ religión a la filosofía).
mo estoico —el propio del emperador Adriano.

811
VISIONES DEL MUNDO

tal. El dualismo que predica la Gnosis so­ valoriza el concepto de materia como ámbito
bre el bien celeste y el mal terrestre con­ de contenidos inconscientes a recuperar, se­
tradice sin duda la gran mediación cristia­ gún la interpretación famosa de C.G. Jung.
na de cielos y tierra en Cristo; pero, por Esta valorización de la materia como mater
otra parte, la Gnosis realiza una critica de formamm arriba a! pensamiento de Avicena,
las aspiraciones humano-mundanas del estudiado por E. Bloch, y recala en la Escue­
poder religioso que no interesará precisa­ la franciscana de París bajo la autoridad de
mente a éste. Aunque la principal hetero­ S. Buenaventura, encontrando en G. Bruno
doxia gnóstica es su hincapié en la cuestión su eclosión panteísta17.
maldita del mal, sobreseído tanto por la fi­ Panteísta: ésta será la herejía religiosa
losofía griega madura (platónico-arístotéli- por excelencia, como ya reconoció nuestro
ca) desenganchada del laberinto (cuyo Mi- polígrafo M. Menéndez Peí ayo. La cues­
notauro es el demonio), como por la teolo­ tión pendiente del racionalismo analítico
gía cristiana desembarazada del pecado occidental de signo formalista es la de in­
(presuntamente superado por la gracia). tegrar holísticamente las realidades sepa­
Frente a esta postura greco-cristiana orto­ radas (abstraídas) pero pertenecientes al
doxa, la Gnosis replantea el mal radical, Todo. En definitiva, la devaluación de la
el principio demoníaco, la realidad conta­ materia por la forma es la devaluación de
minada. Sólo el maniqueo converso Agus­ la naturaleza por el hombre y su razón. De
tín de Hipona se acercará teológicamente a aquí la compresencia subterránea de visio­
esta cuestión-límite, atisbando la coimpli­ nes compensadoras, como el surgimiento
cación de bien y mal, culpa y redención, de las sagas celtas del Graal, cuya búsque­
gracia y pecado en su fórmula de la «culpa da mágico-mística se entronca con el natu­
feliz» (O fd ix culpa!). Pero, en general, la ralismo del monje irlandés Pelagio y su fi­
Iglesia se basará en Aristóteles y su con­ losofía de una naturaleza no empecatada.
cepción de] mal como mero accidente del En este mismo contexto pagano se inscri­
bien sustancial sustantivo -—una tesis for­ ben oLros fenómenos literarios, como los
malista que reduce el mal a lo meramente amores transcristianos de Tristán e Isolda,
informal o material. así como la vivencia del «amor cortés»
Con ello el Ser escolástico reniega de la por parte de los trovadores pro vénzales, o
mater-materia, a pesar de su compresencia bien la afirmación del amor humano en las
en la sacramentología católica y su princi­ cartas de Eloísa al clérigo Abelardo.
pio caro cardo salutis: la carne como qui­ Pero no s ó lo en el seno del catolicismo
cio de la salvación. La afirmación de la medieval, sino también en las otras reli­
maLeria, denegada por el formalismo puri­ giones monoteístas del Libro — el Islam y
tano, provendrá de la filosofía hermético- el judaismo— , se observan paralelos mo­
alquímica con su concepción de la ¡apis vimientos mítico-místicos. En el islamis­
— la piedra filosofal— como símbolo ar­ mo, Abenarabi de Murcia y los sufíes pre­
que típico de la realidad dual implicada: a dican el amor como remediación de Dios
la vez material y formal, piedra y espíritu, y el hombre, ya que el uno no puede con­
ser y símbolo. Esta visión hermético-alquí- cebirse sin el otro, como también afirma d
mica, que se reclama de Toih-Hcrmes, re­ místico cristiano alemán Meister Eckhart.

11 Para la Gnosis. cf. Los libros de Mermes Trisme- a r is t o té l ic a ) ;sobre la Escuela franciscana de l’am
¡;¡sto (Corpus Hcnnelicttm). así como las obras clási­ del siglo xiii, A.P. Estévsz en; A. Ortiz-Osés t M e ¡ f í ­
cas de H. Joñas. Puech, Leisegnng, Quispe! A. Orbe; s ic a d e l s e n tid o ). Para lodo el contexto, v. J. CanipN'H
sobre la tradición herméiica-al química, C G . Jung {Psi­ ¡ M ito lo g ía c r e a tiv a ), así como G. Durand (D e la rm:<-
cología y alquimia) y J. Evo la {La tradición hem éti­ c r ític a a i m ito a n á lis is ).
ca); sobre Avicena, E. Bloch (Avicena y lu izquierda

S12
VISIONES DEL MUNDO

• En el judaismo, la Cábala española y pro- Miguel Angel ha plasmado hasta el estu­


.. venzal enseña una teología cómplice de lo por la conjunción de la naturaleza alegre,
humano y lo divino, tal y como aparece en griega y despreocupada — en los felices
la Shejiná como mediación de Dios y el cuerpos de la bóveda— con la inquietud
hombre al encuentro y, por tanto, como del hombre cristiano, reflexivo y atormen­
: auténtica fusión del arriba y el abajo, la tado en el frontispicio del Juicio Final. Es
: forma y la materia, bien y mal: éste es el la junción o juntura del paganismo griego
tema más escandaloso recogido asimismo y el culturalismo cristiano, de la ingenui­
por la mística judía del Jasidismo y su en- dad y de la conciencia, de la naturaleza
•¡F3u|!lfw, !:

_ rrevisión de una teología del mal (implica­ desnuda y de la naturaleza corrompida por
do). En ambos casos, asistimos a una revi­ el pecado o bien revestida por la gracia. El
sión simbolista del literaíismo dogmático, protestantismo germánico emerge aquí en
frente al cual no funciona aquí la razón ex­ el horizonte y, con él, una nueva visión
plicativa sino la relación implicad va, re­ subjetiva del mundo que toma conciencia
presentada por el corazón como órgano de de la conciencia: sum quia cogito — soy
: asunción de lo reprimido/oprimido por porque pienso—
nuestra cabeza bien-pensante. Por esto se Pero el pensamiento que se piensa a sí
practica aquí un pensamiento simbólico mismo de Descartes a Hegel, pasando por
(cardiognosts), pues e l símbolo expresa Kant, es la secularización moderna del
una imagen aferente frente a la razón que pensamiento de Dios (nóesis noéseos). El
exuda un concepto referente. La aferencia Dios aristotélico que se piensa a sí mismo
de la imagen tiene que ver con un logosAa.- es aquí el hombre com o encarnación de
berinto, y no con un ¡ogos-iazón, así pues aquél a raíz del cristianismo. La seculari­
con la urdimbre orgánica cuasi vegetal y zación moderna, como vio Max Weber, es
no con la estructura inorgánica o mecánica un proceso de racionalización o humaniza­
(analítica). En el fondo de todo misticismo ción de la religión cristiana, especialmente
late el inmenso deseo de recuperar la uni­ protestante, cuya subjetividad luterana se
dad divina originarla que, según las Upa- convierte en racionalidad calvinista. D e
nishads, se desdobla en dos mitades de las esta forma, la conciencia religiosa se trans­
que proceden todas las cosas18. forma en consciencia laica, compareciendo
la Ilustración como un proceso de espiri­
tualización profana, o sea, de ordenación
8 , R a z ó n y rom anticism o ascética del mundo de acuerdo a patrones
de emancipación política coadyuvados por
La religión descansa en la con-
el progreso industrial tecno-científlco. La
f- templacíón de la naturaleza y, por
í- tanto, es una verdad de vida (J.L Ba- dialéctica del progreso introduce el espíri­
f chofen, Mitología arcaica). tu fáustico, igualmente nórdico, en todo el
ámbito euroamericano, a partir del pacto
[- - El Renacimiento se abre con una recu­ anglogermánico entre el idealismo alemán
jí peración de lo denegado en la Edad Media y el empirismo inglés (Hume, Locke) para
•- oficial, especialmente la materia como na- emancipar al hombre de sus cadenas y li­
í turalcza y corporalidad. En los frescos de gazones: su síntesis ideológica es la Revo­
[ la Capilla Sixtina en el Vaticano, el genial lución Francesa.

t
( 18 Sobre el Islam místico, H. Corbin {La imagina- La vuelta de la mística a lo mdiferenciado (supra),
!, ción creadora); sobre judaismo místico, G. Scholem. arriba hasta Ignacio de Loyola y su finísima noción
[ en: Círculo Eranos I (Arquetipos y símbolos colecti- de la «sama indiferencia» (un concepto oriental en el
í vos). Sobre la mística crisliana, San Juan de la CrU2 corazón de occidente).
i (Poesía y prosa).
\
813
VISIONES DEL MUNDO

Con ello la razón moderna representa la surreal del Weither. Esta aspiración infini­
razón masculina de la vida a la «caza» del ta del romanticismo encuentra su confini-
tótem-ser (formal), imponiéndose a la ra­ tu d occidental en el espléndido barroco
zón femenino-vegetal de la existencia. La musical d e J.S. Bach: aquí la fuga del infi­
ciudad desplaza definitivamente al campo nito orientalizante se enrosca o enhebra la­
como la estructura a la urdimbre, la desliga­ berínticamente en el entramado/enramudo
ción a la religación, el espíritu abstracto a la cuasi vegetal y retorcido de las formas
vivencia anímica (el alma). Pero, como en curvilíneas del contrapunto. Es la recupe­
el caso de la Edad Media, tras la civiliza­ ración cristiano-protestante de la infinitud
ción racionalista con su progreso exterior implicada o encarnada: la interiorización
subyace la cultura m iiosim bólíca con su sin fin del sentido y la dialéctica relacional
progreso interior, la cual encuentra en el ro­ de los contrarias contractos. Las cosas
manticismo su expresión adecuada. El ro­ como son se convierten aquí en las cosas
manticismo recupera el santo introvertido como deben ser: coímplices. El hecho re­
frente al héroe extrovertido, a la religión vierte en valor y el sonido en significa­
simbólica frente al Estado, al tiempo inte­ ción: el piano burgués con su troceamiento
rior frente a] espacio plano, al simbolismo analítico forma parte de una orquesta om-
frente al racionalismo. niabarcante que, bajo el espesor del órga­
En la visión romántica de F. Hölderlin, no eclesial, deja oír la dramática voz que­
el Todo se religa con el Uno para configu­ brada del hombre moderno: así hay que
rar el Uno-Todo (Hen-Pan), mientras que leer las Pasiones bachianas, cuyo pathos
el hombre fáustico de Goethe visita sinto­ bemolizado por las cuerdas es sostenido
máticamente el sobreseído «reino de las por un ethos relaciona! omnímodo (omní­
madres», redescubierto por J.J. Bachofen. voro). La cueva se abre de nuevo por arri­
N ietzsche revive a Dioniso y Jung a Her­ ba y por abajo, de cuya intersección proce­
mes, al tiempo que Eranos concelebra la de no la perfección impasible, sino la com-
reaparición del alma situada neoplatónica- plección o complexión pasible. El pietismo
mente entre el espíritu puro y el cuerpo romántico alemán se ha introducido en
impuro, así pues como relación del arriba Bach hasta alcanzar el éxtasis cromático en
y del abajo, la forma y la materia, D ios y la consonancia armónica de las polarida­
el H ades. En la p sicología jungiana del des. Las desmesuras del alma gótica me­
alma, la modernidad totémica (emblemáti­ dieval encuentran asilo en esta arquitectu­
ca) se hace modernista, al tiempo que la ra de cristal vidriado: es ía sonoridad ha-
conciencia animal moderna se hace cuasi chiana como encarnadura del espíritu, fiel
vegetal, es decir, romántico-barroca. El des­ reflejo de la encarnación del Dios cristiano
plazamiento del clasicismo (racional) por en el alma. El incienso litúrgico, símbolo
el barroco (simbólico) ha sido expuesto por católico del fuego latente en las cenizas,
nuestro D ’Ors como el desplazamiento de forma aquí parte del rito musical protes­
las columnas de piedra por árboles del tante. Romanticismo barroco: es la expre­
bosque19. sión moderna del laberinto cristiano, en'el
La aspiración infinita del romanticismo que se conjuga la melancolía profunda y la
no es la aspiración realizativa o proyectiva exaltación sublime, lo trágico pagano y el
de Fausto, sino la inspiración/aspiración drama litúrgico cristiano.

19 El clasicism o convierte los árboles en colum ­ de la trage cía del espíritu de ¡a música), C.G. Jung
nas, el barroco revierte las colum nas en árboles (Mysterium conhmctwnis), A. Ortiz-Osés (Jung: Ar­
(E. D ’Ors, Lo barroco). quetipos y sentido). Asimismo, F. Hölderlin (Hipe-
Para todo ello, J.J. Bacholen (Mitología arcaica), ritin) y J.S. Bach (El arte de la fuga, Conciertos de
W. Uoetlie (Weriher y Fausto), F. Nietzsche (El origen Brandeburgo, Pasión según San Mateo y Misa caiótica).

814
VISIONES DEL MUNDO

En medio de la civilización occidental mundo provoca su apertura al cosm os,


tecnoc ¡en tífica, el romanticismo mi tos i m- como en un intento de buscar fuera la co­
bólico significa el contrapunto (barroco) a nexión sign ificativa — el sentido— que
su racionalismo, la revuelta laberíntica falta dentro. La cueva-laberinto del mun­
frente al canon clásico, la compresencia de do empieza a le vitar como una «nave es­
la religión en la irreligión instituida, la pro­ pacial» que surca el océano cósmico: don­
testa campesina que arriba a M. Heidegger de la nave es el propio mundo en flota­
frente al cstatalismo urbano cosmopolita. ción. Esta es la visión contemporánea del
El cogito cartesiano heroico revierte en mundo com o un laberinto abierto por to­
cogitatur anLi heroico: el hombre instalado dos los lados y partes: por arriba y por
en la modernidad en e l centro divino se abajo, a derecha e izquierda, transversal-
descentra, ya que no es el pensam iento mente. Pero su ingravidez señala la flota­
pensante sino el pensam iento pensado. ción de los valores propia de la moderni­
Con ello accedemos a la crisis de la razón dad en crisis: la posmodernidad discurre
moderna que desem boca en la llamada sobre la volatilidad de todo, un discurso
posmodernidad, la cual no es sino el pri­ que debe ser compensado con el contrape­
mer síntoma del descentramicnto de la ra­ so de una nueva implicación. Precisamos
zón (divinizada) por parte de innúmeras una hermenéutica ecuménica capaz de im­
razones. El culto a la razón ha vuelto a plicar al propio mundo en una empresa
plantear la razón del culto: de ese culto más amplia: la cusmoización. Pues ya no
monoteísta y de otros cultos, Plantear la sirve la mera mundialización predicada
cuestión del culto es plantear la cuestión por sociólogos que, como A. Giddens, in­
de la cultura, pasando así de la civilización tentan reaprovechar el desanclaje propio
al culto/cultura y de la razón al sentido: el de la modernidad — la deslocalización del
cual obtiene razones cultual/culturales hombre— para relocalizarlo en un contex­
desconocidas por la civilización y su ra- to mundial. Si el dcsanclaje actual conduce
zón/verdad. Se trata de razones de cultivo a la mundialización, un necesario nuevo
— razones vegetales— y no de razones de­ reanclaje lleva inexorablemente a la cos-
predatorias o venatorias, rnoizaeión. es decir, a una recolocación
transmundana. Este es el reto de los próxi­
mos siglos, en el que se trata de anclar los
9. Eros cosmogónico sign ificad os hum ano-m undanos que se
han quedado estrechos en la sintaxis signi­
Según ta idea antigua (griega, ficación al del cosmos: es la diferencia de
clásica) hay un amor al bien; según
uso entre una razón racional (funcional,
la idea cristiana (romántico-barroca:
AOO) es el amor quien comporta el intramundana, irre 1aei onal) y una razón
valor-det-bien (M. Scheler, Esencia simbólica (relacional).
y formas de ¡a simpatía ). La democracia que debe corresponderse
con un tal proceso de mundialización/cos-
Si en el Oriente clásico el centro está moización no puede ser meramente formal
vacío, en e l Occidente clásico el centro o consensual-abstracta, sino participativa
está ocupado por la divinidad de la razón. — un concepto casi místico que pertenece
Sin embargo, en las culturas simbolistas al ámbito del consensos religioso. No se
concitadas, Dios es definido como una es­ trata de una extrapolación: el circunspecto
fera cuyo centro está en todas partes y su K. Kosik ha podido hablar de democracia
circunferencia en ninguna. La llamada cri­ metafísica en nuestros días. Pero para ello
sis de la razón occidental consiste en su la clásica hermenéutica cerrada del hombre
descentramiento: occidente como acciden­ en su mundo que arriba a H.G. Gadamer
te (R. Garaudy). El descubrim iento del ha de convertirse en la hermenéutica rela-

815
VISIONES DEL MUNDO

cional del hombre en el cosmos que arriba tido. El modelo que subyace a tal concep­
a M. Scheler: pues en el cosmos reside el ción es el modelo que Jung concibió como
alma del mundo, la cual ocupa así un ám­ individuación, en el que el hombre se ho-
bito transmundano y transhumano, lo que miniza a raíz de un proceso de diferencia­
está de acuerdo con todas las tradiciones ción de su mismidad latente, pero sin per­
mistéricas. En esta cosm ovisión que so­ derla de vista como referencia aferente.
brepasa la ya caduca m un dovisión del Ahora bien la individuación se diferencia
hombre encerrado en su cueva clausurada, nítidamente de la individualización, ya que
el nuevo mundo-laberinto que navega en no es separación/distinción (abstracción)
el espacio tiempo sideral debería aportar sino concreción/con creación posibilitada
asimismo una nueva visión universal, que precisamente por la religación del yo (indi­
podríamos redefinir como unidiversal Pues vidual) con el sí-mismo (Selbst) transperso-
si la genialidad griega está en haber me­ nal, así pues del hombre con el cosmos.
diado entre lo irracional y lo racional, y la Una problemática bien conocida por nues­
sublimidad cristiana está en haberlo hecho tro Unamuno, cuando se plantea salvaguar­
entre la trascendencia y la inmanencia, aho­ dar la identidad más íntima en el seno de la
ra nos correspondería mediar entre el mun­ más radical diferencia: la divinidad. En la
do y el cosmos, así pues entre lo intramun- tradición mística, la relación del hombre in­
dano y lo transmundano, lo típico y lo ar- dividual con la divinidad se presenta como
quetípico, la realidad inmediata y la realidad la relación de la intimidad humana con su
simbólica, la historia de las cosas y la histo­ más íntimo (Deus intimior), al modo corno
ria del alma20. la individuai gota de agua se conecta en el
En este punto no compartimos el desa­ hinduismo con el agua de la divinidad oceá­
forado pesimismo spengleriano sobre la ra­ nica omnipariente (omniparens)2i.
dical imposibilidad de remediar los dualis­ Podríamos asimismo ejemplificar dicha
mos que desgarran al hombre, concordan­ implicancia con el intrigante mito de los
do con J. Campbell en su posibilidad de indios Pawnee, en el que un carismàtico
mediación (relativa), si bien no a través de chamán joven desplaza al viejo hechicero
su superación — com o suele pensar él— cultural tras realizar un viaje iniciático o
sino a través de su asunción y correlación, pasaje heroico a través del mundo vegetal
ya que conforman nuestra identidad dife­ y animal, hasta alcanzar su propia identi­
renciada o d id e n tid a d (el vocablo es mío). dad. Se trata de una viaje retraprogresivo.
E1 ejemplo de la u n iv e r s id a d traído por el en el que se incorpora andróginamente las
propio S p en gier, prueba precisam ente fuerzas matriarcai-naturalistas que, una
contra él mismo que ha sido posible me­ vez implicadas, le servirán para arribar a sí
diar los contrarios clásicos: la nobleza y el mismo y desplazar al viejo poder caduco
sacerdocio, el castillo y el templo, la ac­ patriarcal. Frente a ello, sin embargo, no se
ción y la contemplación, la civilización y trata en nuestro caso de desplazar violenta­
la cultura. Pero la universalidad concreta mente nada ni nadie, sino de emplazado,'
que ejemplifica/ejemplariza la universidad pues si el totemismo exento de mana lleva
sólo tiene sentido si la propia universidad a una diferenciación abstracta (distinción
se autoconcibe com o u n id iv e r s id a d , o sea, representada por el culturalismo d e l viejo
como diversificación de la unidad del sen­ chamán), el mana sin anicular totémica-

10 Ver, al respecto. E. Neumann (Ursprungsges- :I Cf. San Agustín (Confesiones), M. Uimiiiumi


chichte des Bewusstseins), así como Eranos-Jahr- (Diario íntimo), R. Paníkkar (Revista Anthrop,u.
btich, 14 (1946). 51 (1982). 55 (1986) y 57 (1988). 53-54).
Asimismo, A. Giddens (Las consecuencias de la
modernidad) y K. Kosik (Claves, 44).

816
VISIONES DEL MUNDO

mente conlleva el riesgo de la regresión 10. El amor y la muerte


naturalista (representada por el chamán jo ­
ven). En el mito se da una confrontación Pues yo te amo, oh eternidad
de los contrarios, y no su afrontamiento o (F. Nietzsche, A s í habló Zaratustra).
mediación, tal y como ha sido reclamado
por nosotros más arriba (supra). En la obrita de Mann señalada se plantea
Esta problem ática general se expresa la cuestión central/medial del eros o amor
sim bólicam ente en la conocida obra de como símbolo de la amplexión de los con­
T. Mann que, filmada por Visconti y mu- trarios — nuestro tema de fondo, c í tema en
sicada por Mahler, se presenta como la ré­ cuestión. Si en el diálogo platónico el pro­
plica moderna del Banquete de Platón. Po­ tagonista es Sócrates, un profeso heleno
dríamos considerar a esa übrita —Muerte de la filosofía, en el monodiálogo de Mann
en Venecia — como el Simposio contem ­ el protagonista es Aschenbach, un profesor
poráneo, ya que en ella se plantea la cues­ alemán de literatura/música. Ambos están
tión radical del eros com o arquetipo de casados y tienen prole, y ambos están asi­
toda mediación. Eros, en efecto, es el dios mismo afecLados por la afección homoeró­
más joven y el más viejo, fungiendo en tica, es decir, por el amor de los mucha­
nuestro imaginario cual fuego a cuyo con­ chos. Con ello queda planteado el proble­
tacto se despierta nuestra conciencia, tal y ma de lo uno y lo otro, el eros patriarcal y
como se relata en el mito bíblico del pe­ la erótica matriarcal, el logas racional y el
cado original (Génesis). Pero el amor es, oscuro deseo romántico. En efecto, tanto
como el fuego, positivo y negativo, vivifi­ en la obra griega como en la germánica
cador y devastador; en efecto, su presencia los protagonistas plantean la cuestión del
benévola es vital, pero su exceso ■— sea por amor dualizado entre la procreación hetero­
ausencia sea por saturación o excedencia— sexual y la recreación homosexual, la rela­
es mortal. Por eso simboliza adecuadamen­ ción sexual y la relación sensual, la relación
te el bien y el mal. el acogimiento y la so­ hombre-mujer y la amistad intermasculina
ledad, la afección y la infección. En este — una cuestión que arriba a F. Nietzsche y
sentido, el amor (alado) puede considerarse M. FoucaulL23.
como el arquetipo de la vida, siempre que Pero si la problemática es coequivalen­
integremos en su concepto el desamor o te, las posiciones protagonistas son dife­
miedo a perder el amor. EnLonces el amor rentes. Mientras que Sócrates, casado y

— y el pánico como desamor— lo rige todo, con hijos, integra su afección homoerótica
como ya adujeran Dante y Freud. Pero volvá­ en el marco de la pedagogía iniciática y
monos a la obrita de Mann para analizar sus mayéutica, Aschenbach por su parte, tam­
actitudes modernas frente al Banquete/Sim- bién casado y con descendencia, pierde a
posio platónico: se trata de un desplaza­ su hija (físicamente) y a su mujer (psicoló­
miento mental del eros cosmogónico anti­ gicamente), sufriendo su afección homoeró­
guo (enraizado en el cosmos) al eros mun­ tica como un destino trágico, cuya asunción
dano (moderno) dualizado entre el bien y el sólo se produce in extremis a través de una
mal, la vida y la muerte, la alteración y el sublimación artística/musical que lo aboca
ensimismamiento.2 a la muerte. Cierto que también Sócrates

22 Podríam os diferenciar entre el acto (hetero­ lación homoerótica (sublimaloria) en un contexto ri-
sexual) y la potencia (homoerótica) o bien enLre la tunl-ini ciático. Véase ad hoc, M. Foucault (Historia
relación fácil (natural) y la relación difícil (cultural) tic la sexualidad) y, sobre ello, P. Lanceros (Avalares
— una terminología a entender simbólica y no ideoló­ del hombre); asimismo, H. Marcuse (Eros y civiliza­
gicamente que arriba a J.J. Bachofcn. cuando dife­ ción).
rencia entre la relación animal (desublimada) y la rc-

817
VISIONES DEL MUNDO

acabara muriendo, pero plácidamente: y no El eros socrático obtiene la mediación de


porque su afección se convierta en infec­ la filosofía, pero al eros moderno (mamúa-
ción (la peste, como en el caso de Aschcn- no) le falta la mediación con su objeto-su­
bach). Las diferencias se hacen nítidas: en jeto, es decir, el lenguaje común del eros
el Banquete de Platón el amor — con la cosmogónico perdido en la noche de los
mujer, los hijos y los efebos— posee un tiempos arcaicos. Por eso el amor — un de­
sentido vital y real, en el Simposio germá­ ntón o demonio benévolo en el Banquete—.
nico de Mann poseen por el contrario un pasa a convertirse en un demonio malévo­
sentido irreal y letal (mortífero). Esta dife­ lo, o sea, en demoníaco en Muerte en Ve-
rencia recubre la distinción entre la llama­ necia. Este último y decisivo aspecto nos
da ingenuidad griega y la conciencia moder­ lleva a una conclusión que tiene que ver
na o, más ampliamente, entre el paganismo con las premisas más arriba desarrolladas:
heleno y la decadente versión «cristiana» de la razón masculina de la vida es incapaz
Mann. El amor en el Banquete es un diose­ en la modernidad de asumir la feminidad
cillo alado, el amor en Mann un quebrade­ simbolizada por la homoerótica, hasta el
ro de cabeza: en el primer caso eleva, en el punto que Aschenbach muere infectado en
segundo deprime y problematiza al autor, el intento. Con esto se muestra bien a las
así com o al lector, e.d. a nuestra sociedad. claras la desconexión de la razón moderna
También los procesos correspectivos de respecto a su trasfondo matriarcal-femeni-
sublimación son diferentes: Sócrates-Platón no, es decir, respecto a todo lo que es
subliman su afecto espiritualizándolo a tra­ transracional. Por ello la razón sanciona la
vés de una filosofía cuasi religiosa, Mann- verdad (oficial), dejando en la sombra de
Aschenbach subliman su homoerótica a tra­ la incomprensión el sentido (consentido)23.
vés del arte concebido nietzscheanamente Todo término medio está condenado a
com o transfiguración, y definido así por muerLe: esta sentencia procedente de la
Bachelard: concepción irremediable del mundo por
parte de Spengler. olvida añadir que esa
Cuando un sufrimiento, gracias al poe­
condena a muerte procede de un espíritu
ta, ha encontrado su imagen, conocemos
mortífero. Cierto, la cuestión metafísica del
una sublimación. (Poética del fuego.)
amor — el sentido— no tiene remedio final,
La gran diferencia estriba en que Sócra­ porque al final sigue siendo medial. Pero
tes inspira amor (religación), mientras que si no tiene remedio absoluto, sí lo tiene re­
Aschenbach se inspira en el amor (coliga­ lativo o relación al, consistente precisamen-
ción): es el paso de una cultura iniciada o « te en la correlación/correlatividad de los
iniciática a una cultura desiniciada. La ca­ extremos. Surge así el amor de los contra­
pacidad sublimatoria de Sócrates, favoreci­ rios, una idea romántica contrariada clási­
da por su entomo, se pone de manifiesto en camente por la razón divisoria simboliza­
que «quiere y no quiere» reunirse con Al- da bíblicamente en el árbol del conoci­
cibíades, mientras que Aschenbach «quiere miento del bien y del mal, conocimiento
y no puede» reunirse con Tadzio. Definiti­ separador de los opuestos así desimplica-
vamente, Sócrates inspira amor, mientras dos. Pero en el gran símbolo del amor re­
que Aschenbach inspira miedo — el miedo cuperamos la unidad perdida, siquiera sim­
que respira la modernidad desligada del bólicamente, como sentido: el cual puede
alma del mundo, definirse como sutura (simbólica) de la fi­

n C om o decía San Agustín clásicamente: el que


hace la verdad accede a la luz (quifacit veritatem ve­
nir ad lucetn).

818
VISIONES DEL MONDO

sura (real); o, si se prefiere, como re-mc- que induce la primaria duaiización entre el
diación del individuo y la especie, el tipo bien (heretoscxual) y el mal (homosexual),
y el arquetipo, el inana (vegetal) y el tó­ de acuerdo a una mentalidad totémica o
tem (animal), el fuego filial y la diosa ma­ clasificatoria bien distinta de la mentali­
dre, el uno y el otro. dad-mimo o vegetal. Pues si la prohibición
La diferencia entre el logos del laberin­ del incesto es universal, como quiere Lévi-
to griego y el lagos de la razón moderna, Strauss, se trataría de que fuera unidiversal
significados respectivamente por el Ban­ (y de hecho lo es): pues lo que aquí propo­
quete de Platón y Muerte en Venecia de nemos no es la prohibición patriarcal del
Mann. reside en que la cultura griega aún incesto, ni tampoco la celebración matriar­
no ha comido de la manzana de la discor­ cal del incesto, sino la articulación fratriar­
dia, mientras que la cultura moderna está cal del incesto — su mediación implicad va,
escindida dramáticamente: ello se debe a la o sublim ación no-represora, como adujo
manducación por Adán de la manzana ses­ Marcuse-4.
gada de su árbol (versión bíblica), o bien a
la manducación por Aschenbach — repre­
sentante del hombre moderno— de las ro­ 11. Remediación iniciática
jas fresas silvestres portadoras de la peste
y la muerte (versión manniana). Lo que Nitllum esse de Deo negatur:
ahora resulta diáfano es que tanto Adán quid non esi Deus qtti aliad oppo-
nitur.
como Aschenbach comen el fruto de la dua- De dios no se deniega ningún ser:
Uzación judeocristiana y moderna, compre­ pues no es Dios el que se opone a
sente no sólo en el conocimiento dualista algo (N, Cusa, De non aliad).
del bien y del mal (separados o desimpli­
cados), sino también en la escisión del fru­ Resulta curioso al respecto considerar
to respecto a su árbol-madre. Pero con este cómo, según el paleontólogo L.S.B. Lea-
último componente reaparece la problemá­ key, la línea del prehomínido vegetariano
tica matriarcal-femenina simbolizada en el (Zinjanthropus) desaparece, permanecien­
propio Edén (paraíso matriarcal) y sus ár­ do la línea homínida del homo habilis car­
boles y frutos: al tomarlos y comerlos indi­ nívoro y belicoso. Parece un refuerzo de la
vidualizamos lo común y, al mismo tiem­ selección natural y del triunfo del más fuer­
po, nos apropiamos del prohibido fruto te. Y, sin embargo, nada más fuerte que el
matriarcal asociado a la serpiente y a la amor y la muerte, simbolizados por el hu­
mujer arquetípica (Eva). En esta última ac­ mus vegetal del que toma su nombre lauto
ción se connota la regresión cuasi incestuo­ el hombre (homo) como el humanismo cri­
sa, así pues la ligazón materna y sus secue­ tico. El Zinjanthropus yace así tras el homo
las homoeróticas prohibidas por el D ios- habilis, lo mismo que lo aórgico simboliza­
Padre. Esta prohibición del incesto es la do por Saturno subyace en Hblderlin a l o 1

3< A sí que desde el matriarcalismo se prohíbe co­ ctilpabilización del pecado sea matriarcal sea patriar­
mer la manzana porque se considera un desgarro de cal en nombre del amor/cumunión (ágape eucarísti-
la madre natura (escisión, dual i/.ación), mientras que co). Véase al respecto mi obra Mitología cultural, así
desde el patriarcalismo se considera un acto cuasi in­ como E. Drewermann (An ihren Früchten sollt ihr
cestuoso y regresivo a la madre natura (incisión, con­ sie erke unen} y H. W olff (Jesus der Mann). La origi­
fusión). Al proponer una revisión fratriarcal que eli­ nal decisión cultural cristiana consistiría en la afirma­
mine la prohibición sea matriarcal sea patriarcal en ción de la unidad (matricral) a través de la diferencia­
nombre de una cultura retropregresiva y progreregre- ción (palrial): la visión religiosa (religada) de las di­
siva (sublimadora de la naturaleza), nos reclamamos ferencias.
secularmente de la gran revolución religiosa de Jesús Para todo el horizonte, B. Malino wski (Sexo y re­
de Nazarel, el cual realiza en el Evangelio una des­ presión) y H. Kumilzky fEdipo).

819
VISIONES DEL MUNDO

orgánico representado por Zeus. En el versa, lo lleno (atómico) está vacío. Ya he­
propio Hölderlin los arquetipos del hom­ mos aprendido a ver en el tótem la pro­
bre — Cristo y Empédocles— son la sínte­ yección de mana y, viceversa, en el mana
sis de los contrarios: D ioniso y Heracles la introyección totèmica. Quizá podría­
se aúnan en Cristo, el brote vegetal y el mos concluir de, momento con un versícu­
pez en Empédocles, el filósofo que llega al lo del argentino R. Juarroz, el poeta meta­
centro cosmogónico de la Tierra Madre a fisico que ha intentado pensar los reversos
través del elem ento íg n eo paterno. Por del ser hasta acceder al sentido silente:
cierto, no deja de resultar intrigante que
Todo pensamiento debería pensar to­
este mismo filósofo haya llegado a la sabi­
das las cosas: que si algo no tiene todos
duría por mediación de su experiencia do­
los sentidos no tiene ninguno26.
ble o andrógina, por cuanto según la le­
yenda vivió como muchacho y como mu­ La expresión más pasmosa de esta cos­
chacha25. movisión unidiversitaria procede del filó­
El paso del mundo al cosm os propugna­ sofo místico Nicolás de Cusa, el cardenal
do anteriormente por nosotros puede ahora renacentista alemán (siglo xv) que define
entreverse como el tránsito a un ámbito va­ a Dios como omniimplicanie, posibilitan­
cío-lleno: el vacío abierto posee una signi­ do así la religación/redención del mismísi­
ficación matriarcal de tipo mana-vegetal, mo mal — el gran misterio de la iniquidad
lo lleno proyectado adquiere el simbolismo (mysteriuni iniqui!atis). O el mundo como
totèm ico-animal de la fuerza patrial. De travesía inacabada de un Dios que amplía su
nuevo y siempre la imperiosa necesidad de conciencia a nuestro través, y viceversa.
copensar los opuestos como vacío y lleno. Pero un tal Dios es un Dios/Diosa: una divi­
mana y tótem, adur e indar, entrancias y nidad cómplice (coímplice).
saliencias (en la terminología científica de La coimplicidad de los contrarios es el
R. Thom): su articulación p osib ilitó la pensamiento lacerante del hombre en ca­
creación y la sigue posibilitando. La dife­ mino: pues en el devenir las con tradicio­
rencia entre la creación y la producción es nes siguen su curso basta desembocar fi­
que aquella asocia y articula, mientras que nalmente en el ser: la mitene — allí donde
ésta disocia y desarticula. Síntesis y análi­ se contraen definitivamente. El interno
sis son empero ambas necesarias; la cues­ poético de Hölderlin incide en esta ilubri­
tión es cuál obtiene la primacía cualitativa cación'(virtual) de los opuestos bajo la fi­
(aquélla) y cuantitativamente (ésta). Pues gura de Empédocles concitada: tanto Em­
la necesidad mundana de analizar, frag­ pédocles como el Cristo son simbolizados
mentar y abstraer sólo se compensa con la en sus respectivas «Leyendas» religiosas
necesidad transmundana de coimplicar y como animales acuáticos — el Pez (Ijzys)—.
sintetizar. Ello está bien relatado en las ar­ expresando así la mediación tanto del agua
caicas iniciaciones matriarcales estudiadas como del pez, el animal intermedio entre
en Eranos por K. Kcrényi y E. Neuinann. el carnívoro y el vegetariano, el ani muí
En ellas el hombre llega paradójicamente a mesiánico (cf. la ballena bíblica de Joñas).
su hombría a través de su participación en Hölderlin es muy explícito en su intento
los misterios matriarcales de la mujer. La de reconciliación entre naturaleza y arle:
paradoja de la vida nos enseña finalmente en su «Fundamento para el Empcdoeles-,
cómo el vacío (cósmico) está lleno y, vice­ el poeta trágico habla del trueque del ohje-

23 Para el trasfondo, ver E. Neumann, en: Eranos I 26 R. Juarroz (Poesía verticali: asimismo, X- Ke-
(Arquetipos v símbolos colectivos), así como G. Du­ rényi. en Eranos I (o.c.), C.G. June LVicizcciie /!.;■
rand (Las estructuras antropológicas deI imaginario). rathustra). Finalmente, interesa el Coloquio Ji- Cor­
Y F. Hölderlin (Ensayos). doba (Science el conscience).

820
VISIONES DEL MUNDO

to y del sujeto, así como de los contrastes stare latino (estar en pie). Mientras que
unificados, distinguiendo entre el héroe este último proyecta el numen o espíritu pa­
clásico dominador y su anühéroe (santo) triarcal nómada aquél mienta el ánima o
unifícador; alma cuasi matriarcal: podríamos definirlo
como duende, que significa espíritu domés­
El héroe no está inclinado a unificar
tico o casero (así pues, seden Lario o asenta­
los extremos tanto como a domarlos.
do (sic J. Casares)), pero también daimon y
Esta es también la posición de A. Gehlen, jaris-gratía, o sea, «gracia demónica») (de
cuando concita a M usil y su visión de la abajo airiba, inmanente/inmanante, y no de
modernidad como yuxtaposición de los con­ arriba abajo o trascendente).
trarios sin mediación: El desenganche o desimplicacidn de los
contrarios, así como su confrontación en
Nuestra época alberga unas junto a
lugar de afrontamiento, ha sido bien narra­
otras, en desequilibrio absoluto, las opo­
do por antropólogos y mitólogos. Como lo
siciones entre individualidades y senti­
ha formulado recientemente J. Campbell
do comunitario, religión y ciencia, aris-
en Las máscaras de Dios:
tocratismo y socialismo, nacionalismo e
internacionalismo27. En los más antiguos mitos y ritos de
En el propio mundo de T. Mann ya alu­ la madre tanto los aspecLos luminosos
dido reaparece esta lucha oblicua en La. como los oscuros de esa mezcla de am­
montaña mágica, en la cual la vida totémi- bos que es la vida, habían sido honrados
co-animal de tipo viril o heroico-racional por igual, mientras que en los posterio­
se quiebra al contacto de la enfermedad, el res mitos patriarcales, orientados hacia
tiempo mítico y la vivencia mágica tipo el varón, todo lo que es bueno y noble
mana/duende basada en el encantamiento o se atribuía a los nuevos y heroicos dio­
hechizo. Thomas Mann aparece así, como ses dominantes, dejando a los poderes
su homónimo personaje evangélico Tomás, naturales nativos sólo el carácter de os­
urgando en la llaga o herida del propio curidad. al que ahora se añadía también
costado cuasi femenino del hombre moder­ un juicio moral negativo28.
no {Mann dice varón). Se podría pensar Frente al dualismo occidental, el héroe
que este entrecruzamiento de motivos en auténtico es aquel que aguanta las diferen­
sus obras procede del «cruce» de su padre cias y las coimplica: así podríamos consi­
alemán con su madre b rasileñ a, pero esta derar al O diseo/U lises, que se precia de
cruz atraviesa a todo el mundo, y Mann haberlo sufrido lodo y haberlo pasado
trata de remediarla estéticamente. todo:
Podríamos entonces diferenciar entre el
ser-mana como «estancia» que se retrotrae Puedo equipararme por mis penas a
al sedere latino (estar sentado) y un ser- los varones que han soportado más des­
tótem que dice «instancia» procedente del gracias (Canto Vil, Odisea de Homero).

-7 F. Hölderlin (Fundamento p ara el Empédaclex), númenes domésticos (lares) y, por tanto, al llar fami­
A. Gehlen (Imágenes de época), S. Zecchí (La belle­ liar: simboliza en consecuencia un ambiente o atmós­
za). El comentan n de R. Mayuna a esta obra sobre la fera Cliasi comunal, ya que es el numen que travesea
modernidad es interesante: -.<Los opuestos se disuel­ por ciertas casas embrujadas. El duende es duendo:
ven sin conciliación, incapaces de convivir trágica­ un espíritu doméstico que trastorna el interior de la
mente con las conirudicinnes». (El País, 27.VIH.94.) propia casa — el loco/loca de la casa (la imaginación
:s J. Campbell {M iUilagía accidental). en Teresa de Avila)— . Sobre el duende véase F. Gar­
Sobre el duende, procede de domas (casa) y d o ­ cía Lorca i O b r a s com pletas) y R. López-Ped raza
mare (domar o poseer), indicando su cercanía a los (Ansiedad cultural).

~ 821
VISIONES DEL MUNDO

En realidad toda vida es padecimiento que, desde la perspectiva complementaria,


pues, como adujo el Buda, hay que compa­ toma al uno plenamente en serio. Esto no
decer toda vida porque toda vida es inquie­ debe tomarse obviamente en sentido polí­
tud y sufrimiento. Problablemente subyace tico-social (que es el único sentido que
a toda odisea, sea grande com o la de Ho­ conoce la modernidad), sino en sentido
mero sea pequeña como la pergeñada en metafísico-religioso (que es único sentido
este texto que finalizamos, un intento por que reconocía la arcaicidad). En el sentido
rehacerlo todo, decirlo casi todo, repensar­ de que el devenir — la vida— llega al ser
lo todo — para su articulación y redención. — la muerte—■y, así, llega-a-ser. Pues mien­
Se trataría de redoblar por la escritura el tras vivo no soy. aún no soy del todo, lo
desdoblamiento que caracteriza al hombre cual lo soy en la muerte de] no-ser o deve­
entre el cuerpo y el alma, la vivencia y la nir. De esta guisa (pues de un guiso o mez­
conciencia, el continuum sonoro y la voz cla empedoclesiana se trata), la vida alcan­
interior, y el yo y el mí mismo, la realidad za en la muerte su (resolución: y la muerte
y lo simbólico. Formulemos un último in­ en la vida su (di)solución. Solución mutua:
tento. la vida y la muerte. Podríamos ahora com­
pletar lo dicho y coafirmar que, si el/lo que
nos mata nos salva del devenir, la que nos
12. El omninombrabie nace nos salva del ser. Salvación mutua: la
muerte nos salva de ser, la vida nos salva
Si se contaran las cosas que hizo
Jesús, no bastaría el m undo para del ser (todo y. por tanto, nada). Resolución
contener los libros que las relataran final: el ser-para-la-muerte revierte en muer-
(Evangelios, final). tc-para-ser: para ser finalmente uno y todo,
todo-uno.
Pero si las cosas que hizo Jesús llenan Pero está claro que para copensar seme­
el mundo y aún lo superan, esto simboliza jante revisión conceptual se precisa otra ló­
para nosotros que la figura del Cristo es gica distinta a la clásica de la verdad y la
fiel reflejo de un Dios que es todo en to­ falsedad (lógica bivalente). Frente a esta ló­
dos — el omninominahle de N icolás de gica bivalente, J. Lukasiewicz intentó fun­
Cusa. Implica esta visión, de nuevo y fi­ dar una lógica polivalente (trivalente) basa­
nalmente, el Uno-Todo (Hen-Pan) que lle­ da en los valores de verdadero, falso e inde­
ga hasta Hölderlin, el poeta que se hizo terminado. Su lógica tiene interés porque
todo-ano y el metaffsico que piensa lo im­ intenta superar la lógica clásica, proponien­
pensable: que la más alta hostilidad coinci­ do el valor de lo indeterminado (cuasi orien­
de con la más alta reconciliación. Uno para tal) entre los valores duales (cuasi occiden­
todos — escisión— se convierte en todos tales) del bien-verdadero y el mal-falso:
para uno — reconciliación— . Pero parémo­
Verdadero = 1, falso = 0,
nos un momento final a repensar el con­
indeterminado = 1/2.
flicto como confluxión o confluencia.
En el momento crucial en que la víctima El problema está en que la polivalencia
cae a manos del victimario — sea hombre, (trivalencia) se mantiene a nivel del cálcu­
dios o sino— éste la viola/violenta total­ lo matemático, pero no a nivel del cálculo
mente, quedando penetrada/atravesada por metalógico en el que vuelve la bivalencia
él: sobre uno cae todo, sobre el uno recae o dualidad entre lo determinado (verdade-
el todo. Pero, viceversa, es un hecho (sim­ ro-falso) y lo indeterminado. Por éso ha­
bólico) que el muerto — el uno— se con­ bría que ampliar lo determinado y lo inde­
vierte en todo; anexión al todo de la matriz terminado con lo codeterminado. En efec­
universal (Magna Mater). Morir es así ser to, en toda expresión simbólica del sentido
tomado totalmente en serio por el/lo otro: aparece esta codeterminación: así, si digo

822
VISIONES DEL MUNDO

la vida dice muerte, no es verdad que la mite (recta y curva). Su visión de lo invisi­
vida sea (determinación) muerte, pero tam­ ble a través del cristal de berilo (esmeral­
poco es falso que la vida diga muerte (deter­ da), culmina en una especie de cristaliza­
minada), ni tampoco es falso que [a vida no ción finaliniciat de lo vidriado/vidrioso del
diga muerte (determinada), lo cual no es re­ mundo visible en la figura de un Dios ya no
caer en lo indiferente de Lukasiewicz, sino definido escolásticamente como el Ser fIp-
en la cadiferencia: la vida códice muerte, sum E sse) sino com o P otencia (Ipsum
en donde comparece el principio de coim­ Posse), es decir, como virtualidad o senti­
plicación (la vida coimplica muerte). Aho­ do latente (véase De betyllo). Una divini­
ra podríamos señalar los nuevos valores dad latente y latiente bajo la pasión del
del siguiente modo: Ser,
Surge así la idea de un D ios oscuro
verdadero = 1, falso - 2,
(Bóhme-Schelling), que se despliega toté-
indeterminado = ü, codeterminado =. 112.
micamente como tremendum y manaísta-
En donde lo indeterminado es la indife­ mente como fascinosum: per modam unius.
rencia (= 0), lo determinado o bien verda­ Del D ios escolástico como Ser (Deus est
dero (= 1, unificación de los contrarios) o esse) pasam os así al m ístico Ser com o
bien falso (= 2, dualismo y desimplicación) Dios (esse est Deus), que es la fórmula del
y, finalmente, lo codeterminado (= 1/2, así maestro Eckhart. Este Ser-Dios se basa en
pues todas las mediedades o mediaciones). la negación de la negación (negado nega-
Al hablar por enésima vez de la reunión tionis), lo que lo acerca al agapeístico Ser
de los contrarios parece aflorar la sonrisa nazareno que, secularmente, se apercibe
del escéptico en medio del camino de la en el Zaratustra de Nietzsche: el cual, re­
vida: pero al fmalinicial resulta ser.' Pues lo cogiendo la última expresión inspirada/re-
uno y lo otro, los unos y los otros, proveni­ velada de la Biblia, afirma un radical-im-
mos del Todo y volvemos al Todo: el in­ plicativo Sí y Amén apocalíptico (cf. Apo­
termedio es un entreacto de vodevil, pero calipsis, final). Nuestro Unamuno tematizó
nada ilusorio (frente a Oriente). Mas frente esta implicación radical del existir así:
a Occidente hay que pensar el principio y
Nuestras vidas paralelas se encuentran
el fin actualmente en suspensión prohibito­
en el infinito: y mi yo infinito es tu yo,
ria por los modos/modas (pos) modernos.
es el Yo colectivo, el Yo Universal, el
Y en el principio era la vida: y en el fin
Universo personalizado, es Dios {Diario
la muerte. Un principio principiado — una
íntimo, fin). *
vida muerta— y un final finalizado — una
muerte más viva que nunca. Esta visión En su intuición del Sí-mismo (Selbst),
ontológica de la realidad es esencialmente Jung ha integrado nuestra conciencia egoi-
simbólica, pues trata de entrever el entra­ ca en el océano infinito del alma en el que
mado del mundo — el intramundo y el tras­ aquella flota como un islote. Descubrir el
mundo— , y no el entreacto mundano en el Sí-mismo es descubrirse a sí mismo descu­
que contemplamos nuestros disfraces. Cos­ bierto por otro: Cagitor ergo cogito —soy
movisión — visión holística— frente a las pensado luego pienso —, así podríamos ex­
visiones dimidiadas que sólo ejercitan uno presar este cambio radical poscartesiano
de los dos ojos que conducen al todo: así basado en la ambivalencia para el/lo que
mediatizado. En donde el uno se transforma nos piensa: piedad e impiedad, religión y
en dos que se convierte en otro — el otro de autonomía, aferencia mun#-vegetal y dife­
sí como otrosí necesario para (el) todo. En rencia totémieo-animalesca. El hombre es
el infinito horizonte marino que parece recto la figura de esta contradicción viviente —el
y es curvo como la tierra, entrevió el Cusa- animal omnívoro— , el homínido lastrado
no la coincidencia de los opuestos en el lí­ de un fuego sagrado que le ha permitido

823
VISIONES DEL MUNDO

interiorizar el sentido sutil del universo Aquí la realidad avanza retrocediendo, al


que promana del éter translúcido. tiempo que nos acercamos tomando dis­
tancia (como el pintor rupestre) — un pen­
samiento progreregresivo malentendido
13. El héroe y el santo como panteísmó'conñisor. Pero se olvida
siempre que el enrollamiento de la reali­
N u llu s s e n s u s s in e a n im a . dad sobre sí es diferenciante, y no identifi­
No hay sentido sin alma. cante: pues D ios no se identifica con todo,
(S. A gustín, De ordine.) sino que se diferencia en todo.
Nos las habernos con una experiencia de
El deseo de saber que Aristóteles pondera expansión impansiva que define bien la ex­
al inicio de su Metafísica como carácter hu­ pansión seguida de inipasión del cosmos,
mano permanente, ha sido lematizado en tal y como lo describen ios científicos. La
nuestra tradición cultural como libido scien- diferencia estriba en que, mientras el ro­
di: eros intelectual. Nuestro
£ deseo de saber manticismo del tipo Teilhard concibe la
busca, por una parte, referencias cognitivas materia como expansiva y el espíritu como
y, por otra parte, aferencias arquetípicas: en impansivo. el barroco tipo Bach concibe a!
la referencia salimos de nosotros hacia el espíritu com o expansivo y a la materia
espacio , en la aferencia nos religamos al como impansiva: de donde el enroscamien­
tiempo. El elemento masculino del hombre to de los pliegues corpóreos a modo de me­
proyecta lo totémico explicativo, el elemen­ diaciones camales —encarnaduras— del es­
to femenino del hombre introyecla el mana píritu, al cual encaman; así ha de entenderse
implicad vo, el movimiento affettuoso que, en el V Con­
Se funda así una dialéctica no sólo de cierto de Brandeburgo, media el allegro pri­
salida sino de regreso, una dialéctica de mero y último. Y aquí se inscribe también Ja
ida y vuelta. Pero frente a la dialéctica concepción filosófica de H. Bergson cuando
fáustíca. progresiva, expansiva y extrover­ describe el alma espiritual como «duración
tida puramente explicativa, una tal dialéc­ condensad a» o impulso que sube, junto al
tica es progreregresiva, interiorizad ora e cuerpo animado o ahilado descrito como
implicativa. Cierto, no se puede volver si «duración diluida» o impulso que cae. En la
no se sale: pero se puede salir sin regre­ filosofía barroca el cuerpo es el re-pliegue
sar. El héroe auténtico no es el desligado del alma romántica, la cual no se define
y desarraigado, sino el héroe santo, el hé­ como un yo delimitado y delimitador, sino
roe interiorizador, el héroe capaz de reali­ como un mí (sic Ortega y Gasset); pues en
zar una última redicrio in se ipsum o vuel­ la conciencia siempre hay más que en e! ce­
ta a sí. rebro, el cual ha de entenderse como un
Esta dialéctica no es meramente psico­ pliegue de aquélla29.
lógica sino ontológica. Como ío expresara A partir de este romanticismo barroco
pioneramente Teilhard de Chardin, la rea­ debe entenderse la salida del hombre de su
lidad se realiza «enrollándose» coimplica- mundo en dirección al cosmos, .anterior­
tivamente por repliegue, com presión e mente propugnada por nosotros, como una
inversión interiorizante: en donde la com­ salida no a lo general-abstracto, sino a lo
prensión intelectual procede de la compre­ universal-concreto: al alma del inunda que
sión de lo real, la evolución de la involu­ cohabita el cosmos en su más recóndita re­
ción y la explicación de la complicación. lacionalidad. Pues si el mundo es nuestro

Teilhard de Chardin {E ! fenóm eno humano). (E l espectador), D. Bolim fLa totalidad y e! arder, im­
H. Bcrgson tLa energía espinilla!), J. Ortega y Gasset plicado).

S24
VISIONES DEL MUNDO

cuerpo, el alma del mundo es intergalácti­ En la propia palabra española sentido


ca; más allá de las estrellas podemos se­ (correspondiente de sensus, Sinn, logos,
guir situando simbólicamente el espíritu tao, mana totémico), se alberga lingüísti­
que sopla donde quiere: spirhus ubi vull camente la dirección o tendencia — la su-
spirat, dice la Biblia: es el reino de la li­ fij ación ido— y la contención o aferencia
bertad sin límites, allí donde se concelebra — m arcada por la p r e fija c ió n s e n t — ,
10 más sutil y deletéreo, y a donde accede coimplicando entrambas la referencia afe­
sapiencialmente el homo divinans, el mís­ rente (el valor), O el sentido ..como proyec­
tico e iniciado. ción implicativa, salida entrante, dirección
Hay quien no sale nunca de su cueva asistida, contuición axiológica de los con­
matriciai, y queda allí fijado y coartado. trarios: el relato de una relación (anímica).
Pero bay quien sale en un viaje sin retor­ Pues como afirma Agustín de Hipona, no
no, perdido entre las grietas de un ser in- hay sentido sin alma.
misericorde con el orgullo del Superhom­ En la expresión popular «fulano es muy
bre, quedando floLando en tierra de nadie. sentido», comparece bien la marca o afec­
Frente/junto a las dos posturas, se trata de ción (aferencia) que deja el sentim iento
ir y volver de acuerdo a la dualéctica de la que subyace al referente (-ido) del sentido;
vida y de la muerte, de la emergencia y la por ello, el senLido es arquetipal, porque
demergencia, del yang expansivo y del imprime huella o carácter radical ( arje-ty-
yin impansivo. de la razón y el amor, del pos: hendidura). Este carácter anímico de]
hacer y del ser, de la estructura y la ur­ sentido es doble: ejerce un rasguño o heri­
dimbre. da procedente del referente desligador y,
El héroe desprecia la muerte y el santo al mismo tiempo (sincronicidad), lo sutura
desprecia la vida, lia dicho clarividente­ religadoramente de un modo sim bólico.
mente O. Spengler. Por eso precisamos un De este modo, el sentido reaparece como
héroe santo o. si, se quiere, una virilidad desligador y religudor, abierto y cerrado,
femenina (supra): una nueva relación en la progreregresivo: pues nos saca de noso­
que el héroe integre la muerte, y el santo tros mismos para que integremos un trozo
valore la vida, Buda. Empédocíes, Sócra­ significativo del mundo. El sentido nos
tes y Cristo vivieron y murieron: los de­ hiere y nos salva, pu diéndoselo definir
más o bien sólo vivimos o bien sólo mori­ como la aferencia del referente y la refe­
mos — un mundo dimidiado. invertegrado, rencia de lo aferente: ya que nos desgarra
11 i.solidario— . para a g a rra rn o s mejor, y nos llev a para
Que la veriebración del mundo está en (a)traernos.
el cosmos — tarea para las próximas gene­ El sentido como lenguaje de ida y vuelta
raciones— quiere decir que su autoason- posibilita así la mediación del pensamiento
ción no pasa a través de nuestras cerrazo­ y el sentimiento en un doble proceso senti-
nes y clausuras, sino a raíz de la liberación -mentaí. O el sentido como explicación im­
de la mente y las metas desde una perspec­ plicativa y religación desligadora: apertura
tiva superior — la perspectiva del alma, así interior — la cueva abierta (supra).
pues la revolución (progreregresiva) de El sentido — c lave de bóved a de un
nuesLras relaciones anímicas que son las mundo abierto— posee así dos caras psi-
mediadoras entre el mundo y el trasmun­ coaním icas: el sentido-ánima se afirma
do, el cuerpo impuro y el espíritu puro, la en la aferencia. el seniido-dninuis provec­
divinidad telúrica y la divinidad uránica. ía la referencia: dos caras de una misma
Allí donde habita el sentido: el cual no se relación ambigua que nos define bifronte-
reduce a materia ni se diluye en forma, mente. Abandonar uno de los dos frentes
sino que mienta relación cóm plice — es es también abandonar al otro a la irrela-
decir, alma (sensibilidad, senso). ción.

825
VISIONES DEL MUNDO

Oclusión final hombre puede mirar arriba o abajo, a dere­


cha o izquierda, adentro o afuera. El cristia­
Un lazo común une al cielo con
nismo se encargará de dar un paso nuevo al
la tierra, a los dioses con los hom­
bres (Platón, Gorgias). presentar al hombre-dios como mediador
entre el cielo y la tierra. Este hombre-dios
Et m odo de nuestra Obertura procedía secularizado es el homo interior: el hombre
del Antiguo Testamento, en el que se afir­ interior o anímico — el alma entre lo corpo­
ma que Dios creó al principio el cielo y la ral-material y lo espiritual.
tierra. El motto de nuestra Oclusión proce­ Este podría ser el esquema de nuestra ar­
de del Gorgias de Platón, en el que se afir­ gumentación, reducida al mínimo. Sin em­
ma un lazo común entre el cielo y la tierra. bargo queremos ofrecer, para finalizar, el
Este lazo común ha sido tematizado por no­ cuadro general y la falsilla que nos ha ser­
sotros como mediación. Pero mientras que vido de guía. En los lados aparecen los ex­
en el Antiguo Testamento la mediación en­ tremos, mediados por ciertas figuras y posi­
tre cielos y tierra es Dios, en la cultura grie­ ciones que se sitúan en el centro medial de
ga dicha mediación es el hombre. Pero el la tabla. He aquí el esquematismo seguido:

El fuego y La diosa.

Totemismo animal. (Paleolítico) Mana vegetal.

Cazadores. Recolectoras.

Pastores y ganaderos. Agricultura (neolítico). Plantadores primitivos.

Mam totemizado:
Ciudades-estado, escritura
Occidente (héroe). y especialización Oriente (santo).
(Mesopotamia y Babilonia).

Nómadas invasores Tótem monetizado: Sedemarismo


indoeuropeos (y semitas). Grecia y el logos del laberinto. protomedi terràneo (Creta).

Lagos-Nomos. El tótem como mana: Moira-Mythos.


Cristianismo. (El alma y la cueva.)

Escolástica (Santo Tomás). «Franciscanismo.» Mística


Renacimiento. (Gnosis, Alquimia, Cabala).
(Nicolás de Cusa y Miguel Angel.)

Razón. Ilustración. Romanticismo barroco: Bach. Simbolismo. Romanticismo.


Romanticismo trágico: Hölderlin.
Lógica de la coimplicación: Goethe,
Civilización (Animus). Nietzsche, Jung. Mann, Eranos, Cultura (Anima).
Hermenéutica.
Mundialización:
Cosmoización.
Sentido.

826
VISIONF.S DEL MUNDO

En nuestro contexto cultural dualizado mezclado» cuasi pan teísta. El Norte fáusti­
entre el Norte fáustico (wikingo) y el Sur co estaría significado por la visualidad om­
humanista (latina), los contrarios están nímoda. pues busca la luz que le falta,
simbolizados respectivamente por el caba­ mientras que el Sur saturado de luz busca el
llo indoeuropeo solar y por el toro medi­ laberinto, la arena y el recoveco. las som­
terráneo lunar: composición de caballeros bras de las ideas (como las llama G. Bruno
y toreadores, Hipódromo y Tauromaquia, en su obra De umbris idearum). En la ter­
espacio lineal y tiempo cíclico. Precisa­ minología de O. Spengler. podemos sim­
mente en su enigmático Guernica, el ma­ bolizar el Norte por el ojo vidente (activo)
lagueño Picasso pinta la confrontación del y el Sur por el oído y el olfato invidentes
caballo volador germano sobre la piel del (pasivos). Como mediación de ojo y oído
toro español: pero en Gaemica el caballo reaparece el lenguaje, caracterizado por la
es vencido paradójicamente por un toro re­ contigüidad dialogal: en donde contigüi­
divivo. Podríamos interpretar la escena dad dice contigo (tecum), que es el saludo
como una nueva versión de las invasiones del arcángel Gabriel — el Herines cristia­
indoarias sobre el Mediterráneo (a partir no— que media entre el ojo provcctivo de
del 2000 a.C.), pero con la incidencia de D ios y el oído concipicnte de la Virgen
que el caballo vencedor (político-m il itar- Madre, así pues entre el espíritu puro y la
mente) es finalmente vencido por el toro mater-materia a través de! Alma del mun­
(culturalmcnte). En esta perspectiva, la ciu­ do significada por Hermes como dios del
dad vasca representaría el sustrato preario lenguaje psicoaním ico (psicopompo). El
incólume, a pesar de la tragedia: el Arbol de lenguaje en su gestualidad originaria se
Guernica arraigado en la Madre Tierra; pues emparenta c o n la mano flexible y articula­
el árbol es la contrapartida vegetal del ani­ toria, y en su expresión oral con la boca
mal lunar — el toro—■que muere y revive como «cueva abierta» en la que resuenan
cíclicamente30. las ideas encarnadas. Incluso como len ­
Mientras que el caballo solar indoeuro­ guaje escrito tradicional, la pluma cuasi
peo representa clásicamente la incursión fúlica no se opone al buso femenino, como
de la razón patrial del Norte, el toro medi­ piensa Abelardo frente a Eloísa, sino que
terráneo simboliza la compresencia ctónica se inscribe en el laberinto de la urdimbre
de la diosa: confrontación del hombre ru­ estructurada. La pluma se hace onfálica, al
bio (apolíneo) y del hombre moreno (dio- igual que la lanza del caballero Don Qui-
nisiano), de la ciencia basada en la viden­ jote se pone al servicio del huso simboli­
cia y de la conciencia basada en la viven­ zado por Dulcinea, rcentendiendo la caba­
cia, del íntelectualism o de H egel y del llería como una religión, tal y como decla­
mater-naturalismo de G. Bruno, el paisano ra a Sancho Panza el antiheroico Caballero
de Em pédocles predicador de un «D ios de la Triste Figura31.

™ Como el dios lunar Tammuz. el hijo de la diosa con un sistem a de connotaciones peculiar (véase
Ishtar, muere y resuciLa cíclicam ente en el ámbito Paideuma).
mesopotámico. Para el lenguaje como mano, O. Spengler {El
Sobre la interpretación del Gtie raïca, véase J. Camp­ hombre y la técnica); para el lenguaje como media­
bell (Mitología creativa), y confróntese con S. Sebas­ ción de ojo y mano, A. Gehlen (El hombre); para el
tián (en Revista Anthropos, 6, nueva edición). lenguaje en relación a la boca, J, Rof Carballo («Un
Sobre la cosmovisión vasca y 'su diosa Mari cual medico ante el lenguaje», en: Revista y Suplemento
Perséfone o numen del inframundo, J. Caro Baroja Anthropos); sobre el lenguaje y ta sombra, E. Trias
{Los vascos). (La filosofía y .vn sombra); sobre Hermes y el lengua­
En tomo a la diferencia europea, el etnólogo Leo je anímico, R. López-Pedraza (Hermes y sus hijos).
Frobcnius diferencia entre el eje patriarcal ruso- Finalmente, para Abelardo, véase su Corresponden­
germano y el eje matriarcal franco-inglés, aunque cia con Eloísa.

827
. VISIONES DEL MUNDO

Coda plicándosc, así como la sabiduría divina


del círculo sagrado que, en su autológica
Como es ei principio, así es tam­ intrínseca (ad intra), acaba contrayéndose
bién el final. (Hegel, Lógica.) en el mundo (ad extra). La sabiduría (divi­
na) es un saber ilimitado que se limita en
Caballo y toro, ojo y oído-olfato, v i­ lo finito, el saber (humano) es un saber li­
dencia y vivencia comparecen mediados en mitado que se i limita en lo infinito.
el lenguaje cultural como ámbito del mesti­ Pero como ya dijimos, la genialidad del
zaje simbólico. Vuelve aquí la figura del fi­ Cusano está en la cosmovisión de una di­
lósofo de la mezcla, ..el mago Empédocles vinidad no enfrentada con nada, en la que
que predica la transmigración de las almas lo opuesto es uno; esta divinidad se con­
a través de los cuatro elementos, hasta al­ trae en la Humanidad — simbolizada en
canzar su purificación final en la Esfera di­ Cristo— com o reunión de contrarios. El
vina coimplicante. Habiendo sido en sus universo como contracción de Dios se con­
avatares muchacho y muchacha, vegetal y vierte así en unidiverso: todo aquello que
pájaro, su encarnadura más adecuada es la puede ser es — en Dios: el cual es en acto
de pez marino: por eso renunciará a comer todas las cosas que pueden ser, todo aque­
carne y a todo sacrificio animal, de acuerdo llo que es posible ser: principio y fin — en
con la cosmovisión órfico-pitagórica que donde el principio es el fin. El presumo
preside el mestizaje oriental/occidental. panteísmo — Dios es todo— revierte así en
Pues la referida diferencia entre el Nor­ panenteísmo -^(odo en Dios: un Dios-me­
te vidente y el Sur vivenle recubre obli­ tamorfosis, una divinidad diabólica (en el
cuamente la diferencia entre el Occidente sentido de un Dios disoluto/disuelto en el
racionalista y el Oriente simbolista. Es la mundo humano hasta reencontrarse).
diferencia entre la civilización pastoral- En las categorías cusanas de la línea
náutica típicamente europea y la civiliza­ recta y de la línea ciara cíclica se simbo­
ción agravio-feudal típicamente china. La liza respectivamente la visión patriarcal y
primera encuentra la verdad por el camino matriarcal de la existencia: aquélla es típi­
recto o de la recta; la segunda por el cami­ camente heroica y occidental, esta es tí­
no curvo o del círculo31. picamente aniiheroica y oriental. Es la di­
Es la misma oposición entre la línea recta ferencia entre el espíritu individualista de
y la a ova que se encuentra en la filosofía los cazadores-pastores y el alma comuna-
renacentista de Nicolás de Cusa, el concita­ lista de los plantadores agrícolas. Esta di­
do filósofo procedente del Norte germánico fracción se observa bien en la India, cuya
pero sobreviviente en el Sur mediterráneo, conquista por los guerreros indoarios a
simbólico Obispo de Brixen/Bressanone, la partir del 2000 a.C. impone el panteón vé-
ciudad auslroitabana del Tirol-Sur. En su dico patriarcal a los primitivos habitantes
obra magna De docta ignorantia, que po­ prevédicos (dravídicos) y su civilización
dríase traducir como «Ja sabiduría del no- agraria del Indo. El taro lunar de la diosa
saber», el Cardenal renacentista «compo­ madre agrícola es simbólicamente «devo­
ne» precisamente la sabiduría sobre el lí­ rado» por el león solar védico y el caballo
mite ilímite del sabe que sabe (lo) que no ario, lo mismo que la sierpe-demon Vritra
sabe: aquí se registra el saber humano rec­ es alanceada por el heroico India solar en
tilíneo o progresivo que, en su límite ex­ los Vedas (vocablo emparentado con vi­
plicativo. se encorva circularmente cuim- deo = visionar). Pero la cultura posterior

J2 Sobre ln visión oriental china. F. Cheng (Vacío y ham fCiencia y civilización en China). Para Empéili'-
¡¡k-iuhiil), M. Granel (El pensamiento chino), J. NectJ- d es (Fnigmcntas).

828
VISIONES DEL MUNDO

recuperará la mística prevédica (J. Camp­ A raíz de esta visión oblicua podríase
bell). hablar de una religión secular capaz de evi­
De la amalgama de estos motivos dife­ tar la intransigencia religiosa, pero también
rentes unificados surge el hinduismo clási­ la intransigencia antirreligiosa. Un modo
co y su doble vía: la vía retroprogresiva del de acercar no sólo Oriente y Occidente,
humo que preconiza el proceso lunar de sino los respectivos hemisferios oriental y
las reencarnaciones purificatorias (motivo occidental en la mente de cada hombre. Lo
indo), y la vía progreregresiva de la llama cual invita a afirmar lo real en su realencia
que preconiza la liberación de la mónada o valencia, así como al ser en su serénela,
respecto a su materia kármica para reunirse inserencia o sentido.
con la divinidad solar (motivo cuasi védi- En el hinduismo clásico, el Creador (Pra-
co). Reaparece así aquí por última vez la japati, el Dios-Quién) se autoofrenda por
duplicidad del fuego sagrado como humo amor de/en la creación, quedando así debili­
lunar y llama solar simultáneamente; pues, tado y siendo ayudado por su propia creatu-
como afirma M. Eliade, el yogui indio seria ra Agni: lo cual manifiesta la oniorrelación
como un chamán-faquir que domina el fue­ del Creador y su propia creación, la £ual
go. pero sometiéndose a su mediación pu­ aparece como el «pecado de amor» de Dios
rificadera. Un símbolo final el hombre he­ al mundo. Por ello nuestro R. Panikkar lia
roico que domina su destino sometiéndose podido fundar aquí su visión cosmoteándri-
anl¡heroicamente a él; o, mejor expresado, ca, interpretando a la creación como la pro-
que se confronta al destino (universal) afron­ tofalta del Creador de-caído por amor a la
tando su destino/destinación en el todo. Así realidad presuntamente femenina (un tema
creo que hay que entender la individuación que arriba a Zaratustra y la Gnosis):
jungiana: como un proceso en el que mío in­
dividualiza al todo, a través de su unifica­ «La protofalta es aquella realización
ción con el Lodo. divina que es indigna de Dios: la crea­
Esta dialéctica del uno-todo puede ob­ ción, al m enos com o mera creatura,
servarse en la concepción del hreduna cual pues crear significa hacer emerger algo
fuerza trascendente que se inmanentiza que no es Dios» (R. Panikkar, Riickke.hr
com o atinan: de donde la posibilidad de zum Mythos).
afirmar tanto el ser (nirvana) como el de­ He aquí que el amor divino, paradigma
venir (samsara): del humano, resulta ser a la vez el pecado y
la gracia: la gracia por cuanto sales de ti y
El límite del nirvana es el límite del
afirmas al otro, el pecado por cuanto se de­
[samsara:
sintegra la primigenia unidad indiferencia­
entre los dos no hay la menor diferencia.
da. Pero mientras que amar es pecado y
(Madhyamika Sastra.) gracia, el no-amar seria sólo pecado sin
gracia. De donde se sigue la afirmación re­
Podríase hablar de una diferencia indi­ ligiosa del amor, si bien de un amor cons­
ferente de los contrarios representados por ciente, autocrítico y asuntivo. Y lo que
dharma (religación) y moksa (desligación), asume el amor es la expresión de sí y del
realidad y vacío, ley y yoga. A través de otro, de lo uno y de lo otro, de D ios y el
estos contrarios el Mahabharata ha podi­ mundo; pues como afirma Tomás de Aqui­
do concebir una recuperación irónica del no, en el mismo acto en que Dios engendra
mundo com o juego que, por cierto, se al Hijo, crea el mundo. En consecuencia:
acerca a la concepción del ser como juego
a con-jugar en la hermenéutica contempo­ El Verbo único de Dios es expresión
ránea (véase H.G. Gadamer, Verdad y mé­ no sólo del Padre, sino también de las
todo). crea turas.

829
VISIONES DEL MUNDO

(Unicum Verbum Dei est expressivum en su disolución en una realidad compleja,


non solum Patris, sed etiam creatura- en la que la negación (el no) forma parte
ntm: Sununa Theol. I, 34.3,c.) de la afirm ación (el sí) constituyendo
nuestro si-no ontológico: donde el sí re­
Em erge aquí una línea mítico-mística suelve al no, y el no disuelve al sí en un
en m edio de la ortodoxia, que posibilita la proceso de mutua solución de los contra­
revisión romántica del Dios clásico como rios: el bien salva al mal de su disolución
un D ios sufriente, hoy estudiado sea por (mortífera), el mal salva al bien de su soli­
J. Moltmann sea por K. Kitamuri. Una tal dificación (thanática).
divinidad inmanente puede simbolizarse En las situaciones-límite perdemos la con­
por el círculo vacío del Zenbudismo, a in­ ciencia para acceder a un ámbito transindivi­
terpretar no com o el ámbito de elimina­ dual: éste es el modelo radical de la transpo­
ción de nada, sino como el ciclo implicativo sición del mal y su posible redención. En
de todo ad intra (cf. Eranos-Yearbook 61, esta misma línea, E. Drewermann ha podido
1992). Entonces reaparece un D ios tran­ hablar de la muerte (en Selbstmord) como
seúnte, el Deus transiens o Dios que pasa, última vía de gracia de la naturaleza en si­
capaz de asumir todo lo que nos pasa afue­ tuaciones desesperadas.
ra en su interioridad omniabarcante. En
este contexto, la solución del mal estaría Andrés Ortiz-Osés

830
Epídosis

Hermenéutica del alma

Nota previa
Como colofón del Diccionario de Hermenéutica presentamos el ma­
gistral estudio de Erich Neumann, miembro destacado del Círculo Era- |
nos, reintitulado por nosotros «hermenéutica del alma». Se trata del últi­
mo capítulo de su obra Psicología profunda y nueva ética (Fischer,
Francfort, 1990) que ofrecemos aquí como primicia de su edición en pre­
paración por Anthropos, Editorial del Hombre.
En su obra, el autor critica a la vieja ética por basar sus normas en la
conciencia colectiva o super-yo patriarcal, denegador de lo negado/negativo I
—la sombra, lo oscuro, lo matriarcal y demónico— en nombre de lo positi­
vo —la luz, el yo heroico, el dualismo o antagonismo clásico irreconciliable
con el/lo otro. Más allá de la típica denegación de lo propio negativo proyec-_|
tado en el otro, Erich Neumann propugna una nueva ética arque típica basada |
en la reconciliación con la sombra, la aceptaciónode la propia imperfección y j
la integración de la negatividad. Mas acá de la ley del padre como concien- ’
cia colectiva, el autor se abre al inconsciente colectivo matriarcal y a la voz
interior del alma cual daimon filial (yo hablaría más coimplicativamente del
hermano o frater). De esta guisa, el yo como centro queda descentrado, con­
frontándose al mismísimo mal para su asimilación y elaboración, que es la
cuestión sobreseída por nuestras éticas abstraccionistas clásicas,
Con ello el autor propugnaría una especie de ética implicativa, funda­
da en el proceso de conscienciación y asunción (crítica) de lo de-negado |
por nuestra conciencia, adoptando así la voz interior frente a la exterior, .
que es como recurrir ál sobreseído elemento socrático-chamánico emer-1
gente de nuestro inconsciente matricial como voz anímica, situada me­
dialmente entre el espíritu puro o descarnado y el cuerpo enmateriali/.ado.
Andrés Ortiz-Osés

831
EPÍDOSIS

La nueva ética está radicalmente orientada hacia la integración; su


objetivo primario es hacer que los fragmentos disociados que atentan
contra el sistema de vida del individuo puedan ser integrados. La cues­
tión de la coexistencia de los opuestos que saturan nuestro mundo no se
puede resolver ya con la imposición de uno de los'lados y la represión
del otro y por este motivo se hace necesario llevar a cabo una síntesis de
los opuestos.
Mientras que el fin último de la ética antigua consistía en la diferen­
ciación, la división y la disociación (cosa que se hace patente en la pro­
yección mitológica del Juicio Final en el que se separa a los chivos de
los corderos y a los buenos de los malos), en la nueva ética, por el con­
trario, la imagen que sirve de guía es la de la reunión de los opuestos en
una estructura unitaria. Esta nueva ética afirma que, partiendo de la pro­
liferación de fuerzas contrarias y de la multiplicidad de pares de opues­
tos, es posible generar una estructura que coaligue a los opuestos en la
estabilidad de una unidad superior. Dicha estructura será tanto más válida
cuanto mayor sea la tensión entre los opuestos que se coaliguen y cuanto
más polares sean las fuerzas que ingresen en la nueva combinación1.
El objetivo de la ética total consiste en la realización de la personali­
dad completa, de su totalidad. Se trata de que la oposición entre el siste­
ma consciente y el inconsciente no acabe en una disociación y de que el
gobierno del Yo no sea socavado por las reacciones de los contenidos in­
conscientes. En la nueva situación ética el Yo consciente se convierte en
una especie de jefe o responsable de una «comunidad (psíquica) de na­
ciones» a la que pertenecerían los grupos más diversos, desde los más
primitivos y pre-humanos hasta los más diferenciados y modernos, y en
la que se mantienen juntos los elementos ateos y los religiosos, los ins­
tintivos y los espirituales, los destructivos y los constructivos.
Es preciso tener en cuenta todos estos grupos de fuerzas, pues aquí,
como ocurre en la vida de los pueblos, la represión y la exclusión siem­
pre provocan reacciones que perturban la vida del todo y la mantienen en
una agitación constante**.
La nueva ética no se fija ya especialmente en que el individuo sea
«bueno» o no lo sea, sino que atiende sobre todo a que sea anímicamente

1 La estructura total que surge de la integración de los componentes psíquicos representa


la realización de una tendencia fundamental de la personalidad, la centroversión. de cuyo de­
sarrollo ya nos hemos ocupado en otras ocasiones. La centroversión tiene su origen en la fun­
ción totalizadora de la personalidad y tiende a producir y a mantener esa totalidad, tarea ésta
que en el contexto de una ética total es asumida conscientemente por el Yo.
* Traducimos la palabra «Unterdrückung» como «exclusión» y reservamos la palabra
«represión» para «Verdrängung» (N. del T.).

832
EPÍDOSIS

autónomo, es decir, sano y productivo, y a que no sea anímicamente in­


feccioso, La personalidad será éticamente autónoma si en el transcurso
de su realización logra elaborar de un modo consciente y darle salida a
las fuerzas negativas siempre presentes en toda estructura. En la ética an­
tigua era cuando menos frecuente que la personalidad «éticamente» fuer­
te, en vez de vivenciar sus propias fuerzas negativas, se limitara a expul­
sarlas hacia los puntos «flacos» de su entorno, con lo cual los contenidos
negativos que habían sido reprimidos y excluidos repercutían por com­
pensación en su entorno más cercano, en la familia o en la colectividad,
sin que la personalidad «represora» llegara a sospechar siquiera que di­
chos fenómenos pudieran ser de su incumbencia moral.
Podría parecer que el objetivo ético de «no ser infeccioso» encierra
sólo algo negativo. Esta limitación negativa se completa, empero, con el
aspecto totalizador de la personalidad, cuyas repercusiones exceden con
mucho el problema de la ética y del mal que aquí estamos considerando.
En la nueva ética, la autonomía y la integridad de la personalidad se eri­
gen en base de los procesos creativos, es decir, creadores de valores. La
existencia de dichos procesos es lo único que puede probar que se ha al­
canzado realmente una organización total y un centramiento de la perso­
nalidad. Pero el no ser infeccioso parece casi más importante que el ser
creativo, pues aunque la colectividad dependa efectivamente de las crea­
ciones de los particulares, puede tener que renunciar a ellas si se expone
al infeccioso influjo inconsciente del hombre no unificado que no está,
en cuanto tal, anímicamente sano.
Este tipo de contagio del ámbito personal más íntimo queda subsumi­
do en última instancia en la psicología del chivo expiatorio. Baste aquí
con apuntar que la adopción de contenidos del ambiente, lo mismo que la
aportación correlativa, es posible, y hasta frecuente, en virtud de la iden­
tidad inconsciente con el grupo. Es fácil encontrar numerosos ejemplos
de esto en la psicología del niño y del hombre primitivo2.
La autonomía ética y la ética total implican la invitación a que cada
cual se ocupe conscientemente de la economía de su propia sombra. Freud
tiene toda la razón cuando dice que «en realidad no es posible extirpar el
mal»3, mas como quiera que esta afirmación se hace extensiva también al
individuo, la personalidad se encuentra ante la tarea de tener que vivir li­
bre y responsablemente el mal que por destino le «corresponde».

2 Cfr., entre otros, F.C. Wiekes, Analyse der Kinderseele, y Lévy-Bruhl, Die Seele der
Primitiven,
3 S. Freud. Zeitgemüsses über Krieg und Tod. (trad, esp. «Consideraciones de actualidad so­
bre la guerra y la muerte», en Obras completas. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1965, tomo II,
pp. 1.094 y ss.).

833
EPÍDOSIS

El mal que actúa inconscientemente y se difunde subterráneamente


tiene un carácter peligrosamente epidémico; por el contrario, el mal que
se elabora conscientemente y que se asume no contamina, sino que se
enfrenta al individuo como una tarea y como un contenido que, al igual
que cualquier otro contenido anímico, ha de quedar incorporado en la
propia vida y en el modelado de la personalidad4.
Lo que aquí estamos llamando «integración» de un contenido podría
expresarse en el lenguaje popular como el «apañárselas» con algo. Asumir,
encajar, digerir o elaborar serían diversos modos de referirse al acto de la
asimilación. Estas palabras no se refieren al método basado en la represión
y en la exclusión preconizado por la ética antigua para la defensa de la per­
sonalidad respecto a sus propios contenidos, sino a los diversos grados en
que la personalidad puede apropiarse de los contenidos nuevos que al Yo
le resultan extraños y que pueden ser también peligrosos para él.
Ya hemos indicado en otro lugar cómo el desarrollo del Yo y de la con­
ciencia del individuo sigue los pasos de los acontecimientos prototípicos
de la vida del héroe. Cometer el mal es algo que forma parte del conflicto
fundamental de la existencia heroica y, por tanto, también del desarrollo de
la personalidad. La «separación de la pareja primordial» y el «asesinato de
los padres primigenios» son los grandes símbolos de la hazaña y del cri­
men del héroe que constituyen la ineludible tarea de la emancipación del
Yo. Así, en la vida normal del individuo, el —simbólico— asesinato de los
padres constituye una fase del desarrollo que no se puede saltar y, como
puede comprobarse en numerosas personas con problemas de desarrollo, el
ser «un buen chico» que evita hacerlo suele acarrear con frecuencia un pe­
ligroso sacrificio de la propia autonomía vital.
El análisis psicológico de personas con un desarrollo normal muestra
que para madurar es necesario haber cometido en cierta medida el mal,
asumiéndolo y superando el cpnflicto que. ello conlleva. La adquisición de
la autonomía no está relacionada sólo con la capacidad del Yo para acep­
tar los valores de la colectividad, sino también con su capacidad para sa­
tisfacer aquellas necesidades del individuo que son negadas por los valo­
res colectivos o, lo que es lo mismo, con su capacidad para hacer el mal.
En el transcurso del desarrollo anímico llega siempre un momento en
el que la «voz» reclama algo distinto que la «consciencia»* *. Si se sigue a

4 C.G. Jung, «Nach der Katastrophe», in Aufsätze zur Zeitgeschichte (trad. esp. «Tras la
catástrofe», en Consideraciones sobre la historia actual Guadarrama, Madrid, 1968). "
* Traducimos con el término «consciencia» (a diferencia de la «conciencia» psicológica: -
«Bewusstsein») la palabra alemana «Gewissen» que en este marco se refiere a la instancia
moral que representa en el individuo los valores vigentes en la sociedad. La «voz», por su
parte, sería la expresión individua] de lo anímico.

834
EPIDOSIS

esa voz se comete el mal. Una vez que se ha cometido «el mal» hay que
asumir, con todas las dificultades que ello acarrea, el conflicto interno y
externo. Si se mira desde la perspectiva de esta «voz», evitar el mal y el
conflicto puede ser muchas veces algo contrario a la ética.
En las fases de equilibrio, en las que la personalidad encuentra cobijo
en los valores de un canon cultural que ella misma reconoce como autén­
tico, la vitalidad emocional de las capas profundas suele encontrar los
medios de expresión adecuados5. En estas épocas la religión, el arte, el
rito y la costumbre están tan saturados de símbolos que el individuo nor­
mal puede conservar su vitalidad dentro de la cultura de su tiempo (cosa
que no le es posible, empero, al «individuo singular»).
Mas en los tiempos agitados, en las épocas de crisis y hundimiento
del canon cultural, el individuo pierde esa protección y se queda «a la in­
temperie», expuesto a las potencias primigenias y a los dioses sin ningu­
na convención a la que agarrarse. Este problema puede expresarse, por
poner un ejemplo, como un conflicto en el que la moral convencional se
opone a un determinado amor. El peligro máximo en estos casos consisti­
ría, precisamente, en no tomarse en serio la problemática, pues si uno se
mantiene aferrado a la ley deja de respetar su propia vida individual, lo
cual provoca graves trastornos y paraliza el desarrollo. Desde la perspec­
tiva del hombre antiguo y de las concepciones mitológicas, en las que las
potencias transpersonales eran concebidas como dioses, estos trastornos
serían vistos como una «venganza de Afrodita».
El peligro de las irrupciones de los dioses es el peligro de la experien­
cia vivida de las capas profundas de la psique, de cuya fuerza numinosa y
de cuya pretensión suprapersonal no se puede hacer caso omiso, so pena
de renunciar al mismo tiempo a la vitalidad y la profundidad. Se plantea
así un conflicto que consiste en tener que hacer algo que es visto por el ca­
non cultural como «malo», y ello no con la frivolidad del que se ve desbor­
dado inconscientemente, sino con una «aceptación consciente y conflictiva
del mal» que es la requerida por la «intervención de la divinidad».
Según la ética antigua es bueno y loable el dar un rodeo para evitar el
conflicto y el sufrimiento que éste lleva consigo, aun cuando con ello se
corra el riesgo de que el individuo se vea, por ejemplo, sumergido en un
mundo de fantasías sexuales. El deterioro de la capacidad para mantener
una relación humana «moralmente correcta», que es lo que esta actitud
provoca tanto en el propio individuo como en los que le rodean, sólo se
hace patente en el transcurso del tratamiento psicoanalítico al que ese in­

5 Cfr. la segunda parte de E. Neumann, Ursprungsgeschichte des Bewusstseins. Rascher,


Zürich, 1949.

835
EPfDOSIS

dividuo suele tener que recurrir en virtud, precisamente, de los trastornos


que se derivan de esa su «preservación» moral.
Hay trastornos de este tipo que se presentan en el exterior, en la rea­
lidad externa, pero no son los únicos. La propuesta que hace la nueva éti­
ca de asumir la responsabilidad de la personalidad entera no afecta sólo a
la realidad externa sino también a la realidad interna de los sueños, las
fantasías, los pensamientos, etc. Reconocer la realidad del alma significa
saber que las consecuencias de una fantasía pueden ser tan reales y tan
serias como las de una acción, cosa que ya se sabía desde hace mucho
tiempo en el Lejano Oriente. La realidad del alma*, que la psicología
profunda está empezando ahora a descubrir, es mucho más grande y mis­
teriosa de lo que pueda sospechar la conciencia del hombre medio occi­
dental. Tanto el individuo como el grupo, tanto los pueblos como el pro­
pio curso de la historia están marcados por la fuerza de las realidades
anímicas internas que aparecen primariamente en las fantasías de los in­
dividuos. Además de la religión y el arte, también la política y la técnica
pertenecen al ámbito de manifestación del mundo interior. Así como la
fantasmagoría de una persona dominada por la voluntad de poder puede
llevar a la colectividad a la guerra y a la destrucción, así también la ima­
gen interna de un hombre creador puede convertirse en patrimonio cultu­
ral de la humanidad.
Que el mundo interior sea real no quiere decir que la aceptación del
mal implique necesariamente un actuación o un obrar exterior, pues es
bastante frecuente que consista precisamente en lo contrario, en la con­
creción o la realización de una imagen interior. Realizar y vivir interior­
mente una imagen no es en modo alguno una mera abreacción o descar­
ga. La variedad de los casos y su complejidad hace que sea imposible
determinar teóricamente y «a priori» cuál sea el comportamiento ético
adecuado a una determinada situación. En toda decisión ética intervienen
tanto la constelación interna como la externa, tanto el tipo psicológico y
constitucional como la fase de la vida y la individualidad, y por ello di­
cha decisión ofrece un aspecto distinto en cada caso, pues lo que para
uno es malo puede ser bueno para otro, y viceversa.
Normalmente la represión del mal, el seguimiento de las convencio­
nes y la «preservación» en el sentido de la ética antigua sólo representan
el modo más cómodo de evitar el peligro y de atrincherarse en lo anti­

* Es de observar que en alemán «Seele» tiene un carácter más concreto, menos etéreo,
que el castellano «alma» por el que lo traducimos. Las resonancias de «Seele» son más bien
vitalistas, mientras que las de «alma» son más bien espiritualistas, por lo que aquélla estaría
más próxima al «ánima» o a la «psique» de los antiguos (cfr. al respecto Ch. Baudouin, La
obra de Jung. Credos, Madrid, 1967, pp. 295 y s.) (N. del T.).

836
EPÍD0S1S

guo. Pero «donde crece el peligro, crece también lo que salva» y la voz
de la nueva ética quiere abiertamente el peligro y, al mismo tiempo, lo
que salva, pues no hay lo uno sin lo otro.
También aquí se hace patente que el camino de la nueva ética no
consiste precisamente en un «hacerse más fácil la propia existencia». Al
individuo no le resulta nada fácil renunciar al conocimiento del bien y,
del mal que le ofrecía la ética antigua y optar por la ambigüedad de la
experiencia interna, pues ello siempre comporta el dar un paso hacia lo
incierto, afrontando el peligro que la aceptación del mal representa para
el Yo responsable.
Quizás sea posible aclarar esta situación con el siguiente sueño de
una judía de palestina:

«Estoy con X en Jaffa, De pronto aparece un gentío que me empuja y


me quedo sola, rodeada de árabes. Un árabe se ríe irónicamente y me
agarra, pero entonces otros árabes se abalanzan sobre él, le separan de mí,
le insultan y, blasfemando, dicen que “ésa” está reservada para el rey.
Nueva situación. Estoy en un puente en el que sólo hay árabes y sé que es
imposible escapar. Sé también que debo casarme con el hijo del rey ára­
be. Reflexiono. Me apena mucho que X se haya ido, pero eso ya no se
puede cambiar. Pienso que no hay remedio y que es mejor que me rinda.
Hay un sacerdote a mi lado que me dice: “sólo podemos salvarte si te ha­
ces impura”. Es natural, me digo a mí misma, que para poder salvarse
haya que volverse antes impuro y exponerse a algo. El sacerdote dice en­
tonces: “Osiris también está abajo”.»

Hay que hacer alguna observación sobre la interpretación de este


sueño para prevenir el malentendido de que la aceptación del mal sea
algo que transcurre sólo «en el exterior» y que fuera una consecuencia de
alguna situación negativa o insatisfactoria. Ambas cosas son erróneas.
Aquí, por ejemplo, se trata de una mujer que mantenía con X una rela­
ción satisfactoria tanto en lo sexual como en lo afectivo, y que en modo
alguno estaba «insatisfecha».
Para los judíos palestinos Jaffa y los árabes son frecuentemente un
símbolo de la sombra cargado de connotaciones sexuales. Del simbolis­
mo sagrado de este sueño se desprende que la situación fundamental del
«volverse impuro» no se limita a lo sexual. Tanto el estar reservada para
el «rey» como la mención de Osiris, el rey-dios egipcio de la muerte y la
resurrección, se refieren a la significación más profunda y más elevada
del acontecimiento. La «aceptación del mal» transcurre aquí esencialmen­
te «en el espacio interior», como si fuera un acontecimiento que transfor­
ma la personalidad. El carácter sagrado del simbolismo sexual de las fan­
tasías que invaden este sueño puede comprenderse en el sentido del

837
EPIDOSÏS

«anhelo del alma» goethiano, es decir, como la «unión suprema» que en


el mito tiene por modelo la relación entre Isis y Osiris cuando éste ya ha
muerto5. .
No nos proponemos entrar ahora en la interpretación de este sueño,
sino considerar tan sólo la relación entre el «volverse impuro» y la «sal­
vación». A lo que esta mujer tenía que renunciar era, precisamente, a la
pureza de su conciencia, y ello no para alcanzar una pureza superior, sino
para experimentar la transformación en el mundo inferior prometida por
Osiris, en el transcurso de la cual hay que vincularse con la oscuridad y
el abismo.
Para ello es preciso sacrificar la inocencia y la claridad, prescindir de
la ilusión de «pureza». Sólo entonces podrá esta mujer volverse hacia
una valoración nueva de la vida que no se reduzca a la imperante en la
colectividad y que abarque tanto la claridad como la oscuridad, tanto lo
puro como lo impuro.
Habida cuenta de que al distinguir entre el bien y el mal el individuo
se hace dependiente de los valores colectivos, uno de los retos más difí­
ciles que la nueva ética le plantea al individuo es el de tener el coraje su­
ficiente para llevar a cabo una valoración individual. Como los valores
de la colectividad adquieren en el Super-yo del individuo una representa­
ción interior, este proceso suele desembocar frecuentemente en un serio
conflicto anímico, pues la aceptación de la voz no quiere decir, sin más,
que se tenga por bueno todo lo que viene de dentro y la aceptación del
mal no se reduce a hacer el mal sin ninguna resistencia.
Atender la propuesta de la nueva ética implica que el individuo ela­
bore a su propio modo la porción de mal que le ha «tocado» en su consti­
tución o destino. Es preciso, pues, que el mal sea conscientemente vivido
en alguna medida (si bien esta medida varía en cada individuo). Una par­
te nada insignificante del trabajo en psicología profunda consiste preci­
samente en lograr que el individuo sea capaz de vivir en este mundo
aprendiendo a tener el valor de no querer ser ni peor ni mejor de como
realmente es.
La aceptación de lo negativo suele ser, en general, una tarea urgente,
pero lo es especialmente para aquellos hombres que tienen un modelo éti­
co muy elevado. Uno de tales hombres afirma en un sueño lo siguiente: -
«Hay ante mí un montón de letras a las. que tengo que sacar brillo.
Cuando todavía sólo había acabado cori una parte, se extiende una mano gi­
gantesca que recoge el montón como dando a entender que se da por finali­
zada la faena. Quise gritar que todavía no había limpiado todas las letras.';;.6

6 Cfr. E. Neumann, id, primera parte.

838
EPÍDOSIS

Me encontraba ante un libro grande. Había muchas letras oscuras y pre­


tendía encontrar el medio que permitiera comprobar que en realidad tam­
bién éstas relucían y brillaban, que su lado brillante sólo estaba tapado.»
No hace falta asociar al soñador con la Cabala y su doctrina manifies­
ta y oculta para darse cuenta de que el tema del sueño es el conocimiento
sagrado y secreto de que también lo opaco es en el fondo brillante. Mas
hace falta encontrar el camino, aprender a ver este hecho fundamental del
mundo —y para ello— hay que ser un hombre que «quiere sacar brillo a
todas las lerías», lo cual para la ética antigua quiere decir que hay que
«esforzarse afanosamente» por hacer el bien.
Los que aceptan el mal para «ponérselo más fácil» o «aligerarse» la
vida son siempre individuos poco desarrollados que necesitan conocer y
pasar por los valores de la ética antigua. Antes de emprender la tarea de
aceptar el mal tales individuos tendrían que comenzar por adquirir la ca­
pacidad de exclusión, de sacrificio, de disciplina y de ascetismo que per­
mite alcanzar la firmeza del Yo que caracteriza al hombre culto.
Topamos aquí de nuevo con el principio de jerarquización en la nue­
va ética, según el cual la ética no podrá ser canonizable ni podrá tener
una validez universal en la medida en que no «atienda a la persona». Uno
de los conocimientos básicos de la nueva ética es precisamente el de las
diferencias de la estructura humana, cosa que permite reconocer que in­
dividuos que viven en un mismo tiempo pueden, sin embargo, pertenecer
a las capas culturales y a los estadios de conciencia más diversos.
El grado de competencia ética está en correspondencia con la ampli­
tud de la conciencia y de la personalidad. Así, mientras que a una perso­
nalidad muy poco desarrollada, por ejemplo un Yo primitivo o infantil, le
basta con tener como «ley» la ética colectiva, por el contrario en las fo r~
mas de personalidad más elevadas en las que se despliega la totalidad, la
«voz» se impone sobre la ley colectiva de la consciencia.
En el pasado este fenómeno sólo se daba en las personalidades ética­
mente geniales, pero en la actualidad concierne ya a una capa mucho ma­
yor de hombres occidentales individualizados. El hecho de que en los ú l-.
timos años hasta la legislación haya ido tomando en cuenta al individuo
y su responsabilidad anímica y constitucional podría ser considerado
como un signo de este desarrollo.
También se inscribe en este mismo contexto el rechazo por parte de
la nueva ética del principio de castigo. El castigo siempre persigue la ex­
tirpación de lo negativo,, su represión y exclusión; no tiene como objeti­
vo un cambio real de la personalidad, sino sólo un cambio, sea real o ilu­
sorio, de la conciencia.
Por ello la nueva ética que se apoya en la psicología profunda no se
interesa por el castigo. Aunque pueda consentir, por ejemplo, que se aís­

839
EPÍDOSIS

len aquellos sectores de la colectividad que no resultan asimilables, no lo


hace, empero, basándose en el principio de castigo o en el principio de la
propia superioridad ética, sino sabiendo que ese aislamiento es una con­
secuencia de la incapacidad propia, sea psicológicas biológica. El hecho
de que un organismo no pueda digerir algo no implica que ese algo sea
indigerible, sino sólo que ese organismo es incapaz de integrarlo.

«El prisionero Atlas», de Miguel Angel

En todas partes se pueden ver ya como esbozos de la realización de


la nueva ética; tanto en la suavización del antiguo sistema carcelario
como en la pedagogía analítica, tanto en los sistemas de prestación social
como en el sistema de cumplimiento de penas de la nueva Rusia. El he­
cho de que sea posible detectar desarrollos que, siendo independientes
entre sí y procediendo de las ideologías más diversas, apuntan, sin em­
bargo, en la misma dirección, viene a confirmar nuestra teoría de que la
estructura anímica del hombre moderno se está transformando, de que la
ética antigua está en decadencia y de que está surgiendo una nueva.
La necesidad de elaborar el mal cada cual a su modo nos lleva a postu­
lar que la toma de conciencia es una obligación ética. Esta exigencia, en la
que la nueva ética viene a coincidir con la mentalidad científica del hom­
bre moderno, sigue teniendo una importancia decisiva cuando ya se ha he­
cho patente en qué medida la inconsciencia de la represión no acarrea al

84Ü
EPÍDOSIS

individuo y a la colectividad otra cosa que desgracias. Es terrible el


modo en que la mentira mantiene al hombre fijado a la represión y a la
tendencia a no querer ver la realidad, socavando y devorando desde den­
tro tanto a los individuos como a los pueblos.
Ahora bien, esto no quiere decir que en vez de negar el mal, como
hacía la ética antigua, se vaya ahora a negar la mentira. No se trata, en
efecto, de cambiar simplemente el objeto que se considera malo. En la
nueva ética el principio de verdad se refiere a la relación entre el Yo y el
inconsciente. La obligación ética de hacerse consciente implica a la con­
ciencia como una instancia encargada de establecer y garantizar la comuni­
cación entre los diversos sectores de la psique. Esta tarea se ha de realizar
sin tener en cuenta si el contenido concreto que emerge a la conciencia es
bueno o malo en el sentido de la ética antigua. El criterio ético coincide,
pues, con el criterio de verdad. En este contexto el autoconocimiento
comparece con una dignidad no tanto científica como propiamente ética.
El reconocimiento del propio mal es bueno. Es malo querer ser de­
masiado bueno, es decir, querer sobrepasar los límites de lo que, en fun­
ción de lo realmente dado, resulta posible. El mal que uno realiza cons­
cientemente, es decir, conociendo y asumiento su responsabilidad, es
éticamente bueno. La represión del mal, que siempre va acompañada por
una autovaloración ínffacionista, es mala aun cuando provenga de una
«convicción buena» o de una «buena voluntad».
Esta alianza de la nueva ética con la conciencia y el acento que en
ella recibe el Yo consciente podrían hacer pensar en una postura dema­
siado racionalista, que no haría justicia, por ejemplo, a la capacidad de
llevar instintivamente (es decir, inconscientemente) una vida armoniosa
que incluya e integre el propio mal. Pero veremos más abajo que el Yo, a
pesar del acento que sobre él recae, no tiene la ultima palabra.
La elaboración consciente del mal es algo que se opone a lo que en
terminología freudian'a se denomina «sublimación». La sublimación vale
como una argucia con la que se «desnaturaliza» el mal para orientarlo
hacia un fin cultural. Se trata, pues, más de una adaptación inconsciente
que de un encauzamiento consciente. Cuando una persona «sedienta
de sangre», que por naturaleza tiene un exceso de pulsiones agresivas,
se hace carnicero, soldado o cirujano está llevando a cabo una sublima­
ción en virtud de la cual la inclinación primitiva «hacia la sangre» queda
como incrustada dentro de las formas de realización aprobadas por la
propia cultura. Como no podemos tratar ahora el tema de la sublimación
en toda su complejidad, tendrá que bastarnos con hacer la siguiente ob­
servación.
La sublimación sólo sería posible si la supuesta «disposición a trans­
formar las pulsiones egoístas en sociales» fuese realmente operativa

841
EPÍDOSIS

como «una organización heredada»7. Ahora bien, si efectivamente exis­


tiese una tal organización, lo que no existiría entonces sería, precisamen­
te, el problema ético. La experiencia nos enseña, además, que la sublima­
ción voluntaria, es decir, promovida y dirigida por el Yo y la conciencia,
sólo es posible en una medida muy exigua,
Así pues, el Yo apenas puede cambiar la dirección de las pulsiones
naturales para orientarlas hacia fines culturales. Además, en la medida
que lo logra se mete en el interior de esa circularidad tan negativa y peli­
grosa que hemos indicado como característica de la ética antigua. La su­
blimación tiene como contrapartida la frustración y la insatisfacción (por
cierto, contagiosa) que se deriva de la represión y la exclusión de los ele­
mentos inconscientes imposibles de sublimar. Conocemos de sobra la
vida sublimada de algunos santos que se supone libre de sexualidad y
llena de amor al prójimo... al menos en lo que concierne a su conciencia.
Pero nuestra mirada no puede pasar por alto la aureola infernal que esta
santidad irradia. Sabemos, efectivamente, que este centro puro y brillante
está rodeado por una corona de fantasías sexuales perversas enviadas, a
modo de tentaciones, por el «Diablo»; conocemos también el círculo de
fuego y sangre que con las persecuciones de herejes, las hogueras y las
cámaras de tortura, los Progroms y las Cruzadas desmienten la eficacia de
las «sublimaciones» y del amor al prójimo pregonado por la conciencia.
La «exigencia absoluta» sobre la que levanta la ética antigua tiene
como necesaria contrapartida la «culpa heredada», en la que encuentra
expresión la imposibilidad de realizar una exigencia tan absoluta. De ese
sentimiento de culpa se desprende una negación de la vida en este mun­
do, de la Tierra, lo mundano y del propio ser humano, que son considera­
dos como portadores del mal y de lo negativo. Siempre que se niega la
vida o se huye de ella (y tanto en la deflación del Yo como en su infla­
ción) se está escapando del lado «inferior» del mundo, la Tierra, en di­
rección a un Cielo en el que se condensa todo lo bueno y positivo.
La aceptación de lo negativo propia de la nueva ética sería, por el
contrario, el resultado de la auto afirmación del hombre moderno, de su
afirmación de la Tierra y de la vida en este mundo. Resulta muy signifi­
cativo que este cambio de orientación se exprese con el simbolismodel
descenso e incluso del pacto con el Diablo. La alianza entre Fausto y el
Diablo es la alianza del hombre moderno con la sombra y el mal, una
alianza que permite al hombre atravesar la plétora de la vida hasta dar,
por abajo, con las Madres y, por arriba, con el Eterno-Femenino. Este ca­
mino, que no está libre de culpa, atraviesa todo el ámbito de la vida y no

7 S. Freud, id.

842
EPÍDOSIS

es casualidad que se adentre, por abajo, en los estratos paganos anteriores


al judaismo y al cristianismo. El hombre moderno, siguiendo los pasos de
Fausto, siempre vuelve a encontrarse con la figura de Pan que surge de su
inconsciente, con la imagen primigenia e inalterada del Diablo cristiano
que custodia el secreto de la naturaleza. Mas, ahora, en vez de rechazar al
Tentador se le acepta, pues parece como si en la actualidad ya sólo pudie­
ra salvarse aquél que no evite el peligro de hundimiento y de caos.
Al aceptar el mal el hombre moderno acepta el mundo y se acepta a
sí mismo, aceptando así la peligrosa ambigüedad que a ambos les corres­
ponde. Esta autoafirmación ha de ser entendida en su sentido más pro­
fundo como una afirmación del ser humano en su totalidad, que abarca
tanto lo inconsciente como la conciencia. El centro de esa totalidad no
está representado por el Yo, que es tan sólo el centro de la conciencia, ni
tampoco por el Super-yo, sino por el Sí-mismo. Aunque para la concien­
cia el Sí-mismo no es sino un concepto límite que no se puede captar ra­
cionalmente, atendiendo al proceso de desarrollo de la personalidad po­
dremos llegar a algunas conclusiones sobre su surgimiento y su modo de
aparición.
En este punto quizá pueda resultarnos útil una analogía bastante sen­
cilla. Si atendemos a la multiplicidad de los acontecimientos corporales y
a su dependencia respecto a los procesos bio-químicos y neuro-psíquicos
tendremos que reconocer que, por más que la ciencia sólo pueda explicar
estos procesos por separado, el cuerpo funciona como un organismo uni­
tario y como una totalidad. Todos los sistemas parciales, desde los proce­
sos de la célula imperceptibles salvó'para el miscroscopio hasta los ma-
crosistemas de la circulación de la sangre o de las reacciones nerviosas,
transcurren coordinados entre sí y están sintonizados en una dependencia -
recíproca. Todos estos procesos constituyen una unidad cuyo centro es el
Sí-mismo o la «entelequia» como símbolo del fenómeno total del orga­
nismo. En tanto que es una totalidad, la figura tiene una dignidad supe­
rior a la mera suma de relaciones parciales, pudiendo por ello ser vista
como el centro que dirige y gobierna a las partes periféricas. Una tal di­
rección de los procesos parciales por un centro invisible es el fenómeno
que distingue más rotundamente a lo inorgánico de lo vivo8.
Este modo teleológico de considerar el organismo no tiene nada que
ver con la investigación científica de las conexiones causales. Habida
cuenta de que todos los procesos psíquicos tienen también correlatos físi­
cos (cosa que tenemos que aceptar y que, en parte, es ya comprobable),
el sí-mismo (entendido como centro del ámbito psíquico que influye

8 Cfr. al respecto el concepto de centroversión en E. Neumann, op. cit.

843
EPÍD0S1S

también sobre los procesos inconscientes) viene a identificarse con el


cuerpo como un todo.
Sin entrar aquí en el tema de la relación entre el cuerpo y el alma,
que tan importante resulta para la psicología de la neurosis, hay que
constatar, empero, que la intromisión de lo inconsciente implica siempre
la intromisión del cuerpo. La Tierra se identifica simbólicamente con el
cuerpo y, correlativamente, la huida de la Tierra es también una huida del
cuerpo. Ahora bien, mientras que en la vida puramente orgánica la uni­
dad y centralidad del cuerpo actúa de un modo inconsciente y natural, la
condición humana se caracteriza por el hecho de que plantea una tensión
y oposición entre lo inconsciente y la conciencia que ha conducido a una
separación de los opuestos. Aunque la separación de los. opuestos (cuyos
polos pueden quedar formulados como conciencia-inconsciente, espíritu-
vida, superior-inferior, Cielo-Tierra o en otros símbolos mitológicos, fi­
losóficos, religiosos y morales) es algo necesario para el desarrollo de la
conciencia, el hecho de que lleguen a disociarse se ha mostrado como
algo fatal tanto para el individuo como para la colectividad. Dentro de
ese encarnizado enfrentamiento de los opuestos, el ser humano ha perdi­
do el centro, quedando así gravemente amenazado tanto su puesto en el
mundo como la propia convivencia.
En principio la tendencia a alcanzar un desarrollo completo parece
ser sólo una necesidad individual por cuanto que busca establecer una es­
tructura firme que contrarreste las tendencias disolventes del mundo y
del inconsciente.
Aunque no podemos considerar aquí toda la problemática del proce­
so de individuación, sí cabe apuntar, empero, que la tendencia a la esta­
bilización de la personalidad que se manifiesta en ese proceso tiene lina
importancia extraordinaria para la ética.
También aquí se puede comprobar que efectivamente se está dando
un tránsito hacia una nueva fase en el desarrollo de la humanidad.
Tanto la ley, la moral universal y los valores colectivos como la
eon.vciencia y el Super-yo son instancias que están a! servicio del Yo que
pugna por salir de su inmersión originaria en lo inconsciente. El desarro­
po de la conciencia con todos sus correlatos responde primariamente a la
necesidad de construir una estructura estable que sirva para frenar el in­
flujo disgregador del inconsciente y del mundo. Como los valores colec-
ivos favorecen este desarrollo, la consciencia, que es precisamente la
nstancia interior en la que se reflejan esos valores, ejerce inicialmente
ma función positiva y necesaria: la defensa del individuo ante una posi-
ile recaída en la agitación emocional inconsciente.
En este sentido el Super-yo establece una ética puramente externa,
leterónoma; pese a ello para el Yo primitivo representa un punto de vista

44
EPÍDOSIS

relativamente superior y resulta ser una encamación válida, aunque tam-


bién relativa, del Sí-mismo.
El Yo primitivo es un Yo infantil y su encuentro con la colectividad
tiene lugar mediante la figura del Super-yo que está cargada con todo el
peso de la autoridad externa. Para el hombre primitivo, que todavía tiene
un Yo infantil, la primera vivencia moral está constituida por la conscien­
cia en tanto que «miedo social», por la ley que funciona según el princi­
pio de premio y castigo, así como por el sentimiento de culpabilidad ante
el Super-yo cultural. La relación de ese Yo infantil con el Super-yo colec­
tivo se presenta generalmente bajo la imagen de la relación padre-hijo (si
bien este hecho simbólico no implica en modo alguno que la moral sea un
derivado de la «novela familiar»).1
El complejo de Edipo es un mito, y como mito es verdadero, pero la
interpretación personalista que hace Freud al presentarlo como una «no­
vela familiar» confunde la causa con el efecto. La teoría freud iana del
padre originario apenas consigue enmascarar la antigua historia del ori­
gen de la familia en Adán y Eva. Aunque la familia de Adán y Eva quede
ampliada en la horda primitiva, Freud sigue ubicando el inicio del desarro­
llo en la historia de una familia.
La paradoja de la interpretación personalista freudiana consiste en
que para hacer del asesinato del padre el origen del Super-yo nos vemos
obligados a postular que ese asesinato tiene que haber sucedido innume­
rables veces y tiene que repetirse por doquier.
No se trata, empero, de poner en duda el descubrimiento freudiano
de la existencia en el inconsciente del complejo de Edipo, ni de restarle
importancia. En este caso, como por lo demás suele ocurrir con frecuen­
cia, el error consiste en confundir el arquetipo del Padre con el padre
personal. Esta confusión viene propiciada por el hecho de que en la in­
fancia el arquetipo del Padre queda proyectado sobre el padre personal.
Pero el arquetipo del Padre es un símbolo, una imagen a través de la
cual el Yo infantil del hombre primitivo siente el influjo del Super-yo co­
lectivo. Podríamos decir, simplificando para aclararnos, que cuando el
Yo individual está poco desarrollado experimenta el ámbito de lo su-
praindividual-colectivo, que es precisamente el ámbito del que proviene,
que le gobierna y que le dicta sus valores, como el arquetipo del Padre.
Para poder entender esta experiencia, propia de un Yo inestable y discon­
tinuo, hay que tener en cuenta que inicialmente se da un predominio casi
absoluto de la identidad grupal sobre la individual.
El psicoanálisis reduce y malinterpreta precisamente lo principal. El
hecho de que en el tótem el arquetipo del Padre sea vivido como algo
que no es humano está expresando simbólicamente que no se trata de
algo personal-conocido, sino que es algo suprapersonal-numinoso-extra-

845
EPÍDOSIS

ño. Y es así como el hombre experimentaba en los primeros tiempos al


animal que, en su otredad, era el soporte más frecuente del tótem.
El arquetipo del Padre sólo se proyecta sobre el padre personal cuan­
do éste se presenta ante el Yo-infantil como el representante de la colec­
tividad y de los valores colectivos, cosa que es lo normal en el mundo
patriarcal. Sería, pues, preciso invertir la afirmación freudiana según la
cual «lo que comenzó con el padre encuentra su cumplimiento en la
masa»9. Tanto filogenètica como ontogenéticamente los contenidos co­
lectivos suprapersonales aparecen antes de la formación de los conteni­
dos personales referidos al Yo: el ámbito de lo personal sólo se va des­
prendiendo del ámbito de lo colectivo en el transcurso del desarrollo del
Yo. El mito precede a la «novela familiar» y, en el mismo sentido, el in­
consciente colectivo sólo segrega tardíamente el Yo consciente con su
ámbito vital propio10.
La consciencia en tanto que representante del Super-yo colectivo es
un influjo heterónomo, que viene de fuera, y ello con independencia de
que este influjo esté conscientemente promovido o no. La autoridad ex­
terna del Super-yo, que tiene el carácter de algo dado, de algo firme, de
lo impuesto y de la tradición inmutable, se contrapone a la «voz» enten­
dida como lo determinante y como determinación, como expresión de la
revelación interior, de lo nuevo y de lo que se está desplegando, de lo
que ha de venir.
La «voz» tiene siempre una carácter «filial», frente al carácter «pa­
terno» de la ley, y el asesinato del Padre se mantiene como una imagen
originaria y eterna de la historia interior de la humanidad. Esta conexión
no se da únicamente entre la religión filial del cristianismo y la religión
paterna del judaismo, sino que es el mismo arquetipo el que rige tanto la
crítica de Lutero del Papa, como también la revolución filial del Jasidis-
mo contra la posición típicamente paterna del rabinismo.
El proceso de masificación del hombre moderno suscita por compen­
sación una tendencia a la estabilidad que se manifiesta en el proceso de
individuación. Pero ahora este intento de estabilización no se apoya ya
en la firmeza de conciencia, sino que lo hace sobre una totalización de la
estructura psíquica.
El sí-mismo, el centro interior de la personalidad, va a surgir ahora en
el puesto que antes ocupaba el Super-yo como expresión de una ética co­
lectiva y heterónoma, que se le impone al Yo infantil desde fuera. El Yo
consciente, que ha llegado a su madurez y autonomía desprendiéndose, al

9 S. Freud, Das Urtbehagen in der Kultur (trad. esp. «El malestar en la cultura» en Obras
Completas, tomo III, así como en Alianza Editorial).
10 Cfr. al respecto el concepto de personalización secundaria en E. Neumann, op. cit. " ;

846
EPÍDOSIS

menos en la historia occidental, de su carácter infantil, se va a orientar


ahora por «sí mismo» o por el sí-mismo como centro de la totalidad de
la psique. Esta sustitución del Super-yo heterónomo por el sí-mismo
viene a expresar que la personalidad ha alcanzado una nueva autonomía
ética.
Orientarse por sí-mismo resulta mucho más complicado que seguir
los valores colectivos, pues exige un autocuestionamiento y un autocon­
trol constantes. Esa orientación requiere una posición activa del Yo (por
eso resulta tan importante que la conciencia acepte la tarea), pero no se
reduce a un examen de consciencia: la atención se dirige ahora hacia la
estructura total de la psique que también incluye lo inconsciente.
En este proceso el Yo deja de estar cobijado en la consciencia y se
queda «a la intemperie», expuesto a los fenómenos de la compensación.
La compensación es una tendencia fundamental de la psique en virtud de
la cual los contenidos que son necesarios para su economía global pero
están ausentes de la conciencia quedan reforzados en lo inconsciente y
hacen valer sus derechos ya sea en la fantasía, en el sueño, en los actos
fallidos o en los trastornos.
La compensación es una expresión directa de la totalidad y, por tan­
to, también del sí-mismo. En ella no se atiende unilateralmente a una
sola estructura parcial, sea la de la conciencia o la del insconsciente.
Aquí la perspectiva de la psique como un todo prevalece sobre los desva­
rios arbitrarios del sistema particular.
Ya hemos insistido anteriormente en que en el ámbito de lo orgánico
se dan por doquier fenómenos de regulación desde la totalidad correlati­
vos a éste; cabe decir que, en general, el trabajo conjunto de los siste­
mas particulares sólo es posible por la actuación equilibrante de Ios-fe­
nómenos de compensación. Cuando el Yo conoce las manifestaciones de
la compensación, las escucha y reacciona en consecuencia cabe decir
que se da una orientación por sí-mismo. Gracias al auto-cuestionamien-
to el centro de gravedad de la psique se va desplazando paulatinamente
desde el Yo y la conciencia hacia el sí-mismo y el fenómeno total de la
psique.
En este sentido podemos afirmar que el desarrollo ético que apunta
hacia la unificación de la psique acarrea también una consolidación de la
personalidad. Para evitar la inestabilidad que acarrea el aislamiento de]
lado sombrío hay que mantener cuidadosamente las conexiones entre la
sombra y la conciencia. El proceso de integración basado en la observan­
cia de la compensación y en la orientación por sí-mismo y por la totalidad
va haciendo surgir una estructura de la personalidad lo suficientemente
sólida como para no resultar dañada por la lucha entre los opuestos ni por
el predominio de uno u otro de sus lados.

847
EPfDOSIS

En esta vía, a la que podemos llamar «vía del medio», el desarrollo


de la personalidad va evitando la unilateralidad con que los sistemas par­
ciales absolutizan sus posiciones: se está libre de ser sólo «bueno» o sólo
«malo», así como también de la unilateralidad de una'actitud consciente
sólo racionalista o del irracionalismo. La personalidad se aparta también
de aquella dialéctica infernal en la que la unilateralidad de una posición
desemboca siempre en la unilateralidad de la posición contraria.
Cabe buscar ciertos precedentes de esta «vía del medio» en Oriente,
pero no se puede olvidar las diferencias. Aunque la «vía del medio» tiene
en co,mún con la espiritualidad oriental la autonomía ética y, en cierta
medida, también la independencia respecto al mundo, no comparte en
modo alguno su enemistad con el mundo: busca, por el contrario, refor­
zar y profundizar el «ser en el mundo» a través del centramiento en sí-
mismo y de la inclusión de los elementos inconscientes. En este proceso
de asimilación de las partes inconscientes de la personalidad la sublima­
ción sólo juega un papel muy limitado: lo que realmente importa ahora,
aparte de la realización de los contenidos negativos bajo el control de la
conciencia, es precisamente la transformación (de dichos contenidos) en
el interior de la personalidad.
La transformación de lo negativo constituye precisamente el proble­
ma psicológico fundamental de la alquimia. Como ha mostrado Jung11, el
propio alquimista entendía la transformación del plomo, de lo carente de
valor, en oro, el metal más valioso, como un proceso psíquico.
También podemos encontrar una problemática similar en la Cábala y
en el Jasidismo, que es el movimiento de renovación religiosa que ha
conmocionado a las masas judías orientales desde hace más de 150 años.
Cuando en este contexto se afirma que «las chispas más sagradas se en­
cuentran en lo más bajo» o que «el bien está escondido en lo oscuro», se,
está aludiendo precisamente al camino de transformación, cosa que tam­
bién ocurre cuando se interpreta la frase «amarás a Dios con todo tu co­
razón» en el sentido de que habría que amarlo «tanto con los buenos im­
pulsos como con los malos».
Esta concepción, que sólo ha sido comprendida y realizada en todo su
alcance por algunos líderes del Jasidismo, se enuncia con toda claridad en un
comentario del versículo «ama al prójimo como a ti mismo (dice Yahvé)»,
en el que sustituye la palabra hebrea que significa «a tu prójimo» por otra
palabra que, aunque se escribe distinto, suena igual y que significa «a tu pro­
pio mal». Habría que leer entonces en este versículo «ama a tu mal como a ti

11 Jung-Wilhelm, Das Geheimnis der Goldenen Blüte (trad. esp. El secreto de la Flor d
Oro. Paidös, Buenos Aires, 1976), C.G. Jung, Psychologie und Alchemie {trad. esp. Psicolo-
gia v alquimia. Plaza y Janés, Barcelona, 1976), etc.

848
EPÍDOSiS

mismo», y la interpretación rezaría: «así como tú te comportas, así me com­


porto yo, Jahvé”, es decir: así como tú amas tu mal, así lo amo yo12.
No podemos considerar aquí la transformación del mal y de lo nega­
tivo que tiene lugar en el interior de la personalidad individual; se trata
de una parte del proceso de individuación en la que suelen aparecer sím­
bolos alquímicos que aluden a esa transformación. La transformación,
cocción y refundición de la personalidad, qué frecuentemente va unida
con el simbolismo del renacimiento, se encuentra bajo el signo de una
«totalización» o «integración».
La nueva ética llega así a la siguiente valoración: es bueno lo que lle­
va a la totalidad; es malo lo que lleva a la disociación. La integración es
buena, la desintegración es mala'. La vida, la organización y la integración
están del lado del bien y, correlativamente, la muerte, la disociación y lá
desintegración caen del lado del mal. El hombre moderno descubre así la
indisoluble correspondencia entre los dos principios. La sustancia viva,
empero, se caracteriza por el hecho de que en ella predominan los proce­
sos de integración: y lo mismo ocurre en el alma viva. La valoración ética
ya no está referida a contenidos, cualidades o hechos, ni tampoco a «enti­
dades», sino que se refiere funcionalmente a la totalidad. Todo aquello
que colabora en la integración de la totalidad centrada en el sí-mismo es
«bueno», sea de lá especie que sea. Es «malo», por el contrario, todo lo
que lleva hacia la desintegración, por más que se trate de una «buena vo­
luntad», de irnos «valores colectivamente reconocidos» o de cualquier
clase de «bien en sí mismo».
El engarzamiento de lo negativo en el proceso de integración sirve
como criterio para determinar no sólo la fortaleza, sino también el mérito
ético. Una totalidad animada vive precisamente de la tensión entre los
opuestos que, ya sean definidos como lo bueno y lo malo, lo masculino y
lo femenino, lo exterior y lo interior, lo racional y lo irracional, o de cual­
quier otro modo, se encuentran aquí vinculados a alguna unidad superior.
El crecimiento armónico afecta tanto a las fuerzas inferiores como a las
superiores. Una situación dominada por las fuerzas espiritual-celestes corre
el mismo peligro de disociación que otra dominada por las instintivo-terre-
nales, La imagen rectora de la nueva ética es la imagen de un crecimiento
que va sorteando la unilateralidad de la propia tipología y del propio sexo;
con ella el hombre moderno, en vez de renunciar a la realidad del mundo,
está intentando aceptarla y sintetizarse con ella en una unidad superior.
En este sentido el Mandala se erige como uno de los símbolos funda­
mentales del proceso de individuación en el que lo anímico se configura,

12 Thorat Rabbi Nachmann, p. 73 (S.A. Horodetzky).

S49
EPÍDOSIS

por ejemplo, como una esfera o como una flor. El alma en armonía con­
sigo misma comparece ahora como una circularidad en la que la cuater­
nidad de las funciones, la polaridad de lo masculino y lo femenino y la
fragmentaria personalidad inconsciente que se ha heredado se fusionan
en una estructura unitaria.
La nueva ética es, por una lado, una ética individual, una ética de la
individuación. En este sentido la nueva ética comporta para cada indivi­
duo la tarea particular de confrontarse con los problemas morales especí­
ficos que se desprenden de su peculiar constitución psico-física y de su
propio destino. Pero la nueva ética tiene además otro aspecto, al menos
tan importante como el anterior, pues la individuación que reclama tiene
una significación colectiva. En este sentido eso que hemos llamado la es­
tabilidad de la estructura psíquica es también sumamente importante para
la colectividad.
Si hemos calificado como «infecciosa» a la constelación de la ética
antigua es porque en ella el individuo, en vez de asumir lo negativo, ela­
borándolo, transformándolo, viviéndolo y sufriéndolo en su propio ámbi­
to, lo aparta, lo separa y lo margina entre los sectores más primitivos del
grupo, desde donde retorna provocando la aparición de la enfermedad.
Por el contrario, la personalidad que ha encontrado su propio centro
y que ha adquirido autonomía ética viene a ser un lugar de apoyo y de
defensa para la colectividad, y ello en virtud de la estabilidad de su es­
tructura psíquica y de la amplitud de su conciencia. Dicha personalidad
sería como un polo fijo en el fluir de las apariencias contra el que se es­
trellan las mudables olas del colectivismo y del alma de la masa. Estas
olas sólo podrán arrastrar a aquella personalidad ética que, no habiéndo­
se desarrollado más que de un modo parcial, no está enraizada a fondo en
lo inconsciente. A esta personalidad parcialmente desarrollada se le im­
pone la presión de lo que le sucede a la masa y le domina como si se tra­
tara de una potencia hegemónica extraña a ella misma.
El hombre de la nueva ética está mucho menos expuesto a este peli­
gro por cuanto que ya ha elaborado y asimilado en gran medida aquellos
elementos del alma de la masa, del inconsciente colectivo, que son los
que se apoderan del otro tipo de hombres al provocarles bien sea horror,
bien asombro, admiración o estupor. Se trata, pues, de una personalidad
que está familiarizada con todo lo elevado del hombre, pero también con
lo inferior y con los bajos fondos, pues los ha experimentado y vivencia-
do en sí misma. Puede, por ello, resistir las inundaciones catastróficas de
los tiempos de cambio colectivo radical y la marea de los acontecimien­
tos epidémicos de las masas, ejerciendo al modo de una instancia que
protege y depura a la colectividad. Como afirma C.G. Jung: «Esta perso­
nalidad no se deja atrapar por el pánico como el que lo siente por prime­

850
EPÍDOSIS

ra vez, pues ya ha pasado antes por el horror. Está a la altura del cambio
de tiempo y, sin saberlo ni quererlo,'es un guía»13.
Podemos proponer el caso de los profetas del Antiguo Testamento como
ejemplo de una tal elaboración individual de los contenidos que operan en la
colectividad. Se trata de aquellos individuos que, habiendo experimentado
en sí mismos los aspectos sombríos de su pueblo y sus peligros antes de que
lo hubiera hecho el resto de la colectividad, podían anunciárselos de antema­
no, como si en su propio hundimiento hubieran vivenciado, por contra, las
nuevas fuerzas constructivas de las profundidades y las posibilidades de sal­
vación, y lo hicieran saber para que pueda servir de consuelo y de promesa.
En la medida en que vive la totalidad de su ser, el individuo es como
una retorta alquímica en la que se refunden los elementos de la colectivi­
dad y se alcanza una síntesis nueva que puede ser luego ofrecida a la co­
lectividad. Pero el individuo, en la medida en que al asimilar su sombra
también está elaborando el mal, es también un órgano de inmunización
de la colectividad. La Sombra del individuo está siempre conectada con
la Sombra de la colectividad y, así, al elaborar su propio mal resulta que-
está elaborando también una parte del mal de la colectividad.
Si en la psicología del chivo expiatorio el individuo arroja el mal so­
bre las espaldas del más débil, ahora nos encontramos precisamente con
el fenómeno contrario. Se trata de un «sufrimiento suplente» en el que un
individuo acepta bajo su responsabilidad una parte de la carga común de
la colectividad y se encarga de descontaminar e integrar con su trabajo
de elaboración interna esa parcela.de mal. Si lo logra, proporciona a la-
colectividad una liberación, aunque sea sólo parcial14.

13 C.G. Jung, Wirklichkeit der Seele (trad. esp. Realidad de! alma. Losada, Buenos Aires, 1957).
N Como complemento de estas consideraciones cfr. el estudio sobre el concepto de la cul­
pabilidad colectiva elaborado por C.G. Jung en Aufsätze zur Zeitgeschichte (pp. 79- y ss.).
La culpabilidad colectiva se basa en la «participación mística», es decir, en el hecho de
que los vínculos inconscientes del individuo dentro de la colectividad están regidos por la psi­
que del grupo. Por ello las acciones colectivas competen a la etica del grupo. En los aconteci­
mientos grupales queda suspendida la ética individual; así, por ejemplo, en la guerra se sus­
pende la prohibición de matar que antes era vinculante para el individuo. Se sigup de esto la
responsabilidad colectiva de todos los componentes del grupo respecto a las acciones del gru­
po, como ocurre en la ética grupal primitiva. El individuo ha de reconocer, en tanto que inte­
grante del grupo, este fundamento real del sentimiento colectivo de culpa. La regresión a una
ética de grupo provoca, por ejemplo, la instauración del castigo colectivo. A una conciencia
individual «inocente» esto le puede parecer al principio injusto. Este dictamen ético cambia,
empero, cuando la responsabilidad se extiende, como hace la ética global, basta abarcar cual­
quier forma de participación del individuo como un todo en las acciones del grupo. Para la
nueva ética, efectivamente, la responsabilidad del hombre no se agota en su intención cons­
ciente, y en este sentido plantea la obligación de reconocer y asumir la culpabilidad colectiva.
La problemática de la justicia en la relación entre el individuo y la colectividad, es decir,
el problema de la culpa colectiva, se plantea ya con toda claridad en la discusión que tiene lu­

851
EPÍDOSIS

Al tocar la cuestión del sufrimiento suplente y de la salvación nos


encontramos ya profundamente adentrados en el ámbito de lo religioso,
cosa que no habría de extrañarnos, pues ese ámbito está indisolublemen­
te unido con el de la ética. Con la aceptación de lo oscuro el individuo se
ve constantemente remitido a la relatividad de su estructura, a la condi-
cionalidad terrenal de su ser y a su dependencia de las pulsiones y de los
instintos, y de ello resulta que el individuo se va humanizando. Pues
bien, el individuo así humanizado no vivenciará ya lo divino en lo abso­
luto de una infinitud abstracta y carente de contenido, sino que lo encon­
trará bajo una figura humana, es decir, en la relativa finitud de la revela­
ción que acontece realmente como una voz en el interior del hombre.
La aceptación del lado oscuro de la existencia no plantea sólo la posi­
bilidad de que se dé una nuevo tipo de experiencia ética, sino también la
de un nuevo tipo de experiencia religiosa. Esto entra ciertamente en con­
tradicción con la ética antigua y con el tipo de religión con ella coordina­
da, pero permite que la vitalidad de las nuevas imágenes del hombre se
fusione con una nueva imagen emergente y transformada de la divinidad.
La asimilación de la sombra hace que el Yo entre en contacto con los es­
tratos de la psique que corresponden a la función inferior15. Ahora por detrás
de los problemas morales del individuo surge el problema de la colectividad
a la que éste pertenece, y se comienza a tomar conciencia de sus mentiras y
represiones, de sus insuficiencias y de su dependencia del tiempo. Finalmen­
te, y como último nivel, va apareciendo el problema moral común a toda la
humanidad, que es al mismo tiempo el problema propio de la divinidad.
En la experiencia interior el problema moral trasciende el límite de
lo personal y viene a fundirse con el problema del mal en la humanidad y
del mal en general, lo cual, en una formulación teológica, quiere decir
tanto como el problema del mal en Dios. La nueva ética se corresponde
con la concepción judía primigenia según la cual la divinidad crea la luz
y la sombra, el bien y el mal, y en la cual Dios y el Diablo no están sepa­
rados el uno del otro, sino que son aspectos diversos de lo numinoso
pero vinculados entre sí. Este rasgo supuestamente primitivo de la con­
cepción judaica de Dios viene a decir que en la experiencia viva siempre
se mantuvo junto al Dios-Padre su otro aspecto de potencia irracional.
En el judaismo antiguo el hombre temeroso de Dios no se caracteriza­
ba precisamente por tener un comportamiento ético. La conexión entre lo
divino y el mundo en el que estaba inserto el ser humano no implicaba

gar entre Abraham y Jeliová antes de la destrucción de Sodoma (Gén. 18, 23 y ss.). La discu­
sión, en la que Abraham alegaba que «con el pecador morirá también el justo», acaba empero
con el reconocimiento de la culpabilidad colectiva, incluida la del justo.
15 C.G. Jung, Psychologische Typen (trad, esp. Tipos psicológicos. Edhasa, Barcelona, 1994).

852
EPÍDOSIS

inicialmente el cumplimiento de determinadas obligaciones éticas, sino


que se realizaba en la audición interior de la voz divina. Ni Abraham, que
abandonó a su padre, ni Moisés, el asesino, ni tampoco David, el adúltero,
estaban coronados con la aureola de vencedores del Dragón oscuro, aun
cuando es posible detectar en ellos algunos de los rasgos característicos
de este último. Su naturaleza proyectaba una potente sombra, pero, preci­
samente por ello, el centro de su existencia se mantuvo siempre unido a
aquel Dios que los había creado a su imagen y semejanza. La propia divi­
nidad, además de ser omnipotente y omnisciente, contenía también en su
inescrutabilidad la cólera y los celos junto a la justicia y la gracia, lo in­
comprensible junto a lo comprensible, la oscuridad junto a la luz.
En un sueño de un contemporáneo la voz de un ser invisible recorda­
ba al soñador, cuando éste pretendía eludir la realidad de la enfermedad
y de la muerte, que «Dios ama incluso su peste». El desafío que encierra
esta frase hace temblar los cimientos de la ética antigua, destruye la anti­
gua problemática de los opuestos y obliga al Yo a buscar una orientación
nueva en la que se postula un más allá del bien y del mal como presu­
puesto de la vida válida.
El paradójico desafío que se le plantea al hombre que busca una
orientación ética no consistirá, pues, en luchar contra la peste, ni tampoco
en resignarse y padecerla, sino en llegar a amarla. Un peligroso abismo de
locura, de criminalidad y de muerte se abre bruscamente ante nosotros.
¿Qué quiere decir aquí «orientación»? ¿No será, sin más, el hundimiento
de toda ética? ¿No se tratará realmente de una seducción, irrealizable y
absurda, que atrae hacia la perdición y que habría sido propuesta precisa­
mente por lo que antes era llamado Diablo y que ahora se presenta, con
una vestimenta más moderna, como una exigencia del inconsciente?
Esta espantosa afirmación excede evidentemente toda posibilidad de
realización humana, pero contiene una revelación de la divinidad que
acaba de una vez por todas con la ingenuidad de la representación ética
que divide el mundo en dos, en luz y oscuridad, en pureza e impureza, en
salud y enfermedad. El creador de la luz y de las tinieblas, de las pulsio­
nes buenas y malas, de la salud y de la enfermedad se pone ante el hom­
bre moderno en la unidad de su ambivalencia numinosa con una impene­
trabilidad tal que, en contraste con ella, la orientación de la ética antigua
queda como una actitud pueril y demasiado segura de sí misma.
Con el surgimiento de la nueva ética y su invitación a que el indivi­
duo acepte la responsabilidad de todo su ser se sacrifica el principio de
perfección en nombre de la integración. La ética total se enfrenta a una
imperfección que afecta tanto al hombre y al mundo como a la propia di­
vinidad, pues también la divinidad es imperfecta, ya que (y en la medida
en que) encierra en sí misma el principio de oposición.

853
EPÍDOSIS

La totalidad a realizar más allá de los opuestos es una unidad en la que la


pretensión religiosa viene a coincidir con la pretensión estética y con la ética.
Una de las tareas fundamentales del hombre moderno consiste en hacerle si­
tio en su interior a esa totalidad. Esta nueva actitud que consiste en aceptar lo
oscuro y lo negativo reúne los elementos positivos del cristianismo, la afir­
mación del mundo del judaismo y la acen ni ación secular de lo terrenal del
hombre moderno que reacciona ante el colapso del cosmos antropocéntrico
con un desplazamiento, cada vez más evidente, del centro de gravedad hacia
lo suprapersonal de lo humano y hacia lo fratemal-humanitario.
,f El hundimiento de los valores antiguos ha traído el destronamiento
M del ser humano, provocando una situación anímica caótica. El hombre
moderno se descubre a sí mismo como una criatura accidental de un aste-
f\ roide diminuto dentro de una infinitud físicamente muerta y queda relati-
’ vizado por el conocimiento de la propia contingencia y limitado en lo
que respecta a sus posibilidades de salvación por la propia constitución
psico-física de la humanidad y del individuo.
El conocimiento de la limitación humana tiene que conducir, y lo irá
^ haciendo en las próximas décadas, hacia un sentimiento creciente de so-
ri lidaridad y hacia un reconocimiento de la unidad fundamental de la es-
tructura humana, a pesar de todas las diferencias. El enraizamiento de
toda religión y de toda filosofía en el inconsciente colectivo de la huma­
nidad comienza a hacerse evidente. Se hace patente que aunque los pue­
blos, las razas y los tiempos particulares puedan estar atravesados por
una pluralidad de constelaciones arquetípicas, en su estructura espiritual
la especie humana constituye una unidad indivisible.
En la misma manera en que esta solidaridad profunda influye sobre la
historia interior de la humanidad, así la unidad del globo terráqueo determi­
nará la historia del futuro. Es como si la humanidad, aterida por el frío gla­
cial del espacio cósmico carente de vida, tuviera que apretarse estrechamen­
te para poder resistir. La humanidad va retirando lenta pero progresivamente
las proyecciones mediante las que había rellenado el vacío del mundo con
jerarquías de dioses y espíritus, de cielos e infiemos y experimenta asombra­
da la plétora creadora de su propia causa anímica primigenia.
Esa misma deidad creadora, carente de*forma y múltiplemente configu­
rada, que antes rellenaba en el exterior el cielo y las esferas del mundo hu­
mano, está penetrando ahora hacia el interior, partiendo del centro de ese
círculo humano que se está empezando a formar con la asociación de todos
los sectores de la humanidad, de todos los pueblos y razas, de todos los paí­
ses y culturas.

Erich Neumann
(Trad. L. Garagalza)

854
Oclusión

La última palabra

La Hermenéutica ha devenido espacio común. La constatación quiere


significar que el pensamiento de los últimos decenios, que ha padecido la
impertinencia (= no pertinencia) de racionalismos extremos, la violencia
—tácita o explícita— de fundamentalismos varios y la insistente presión
de programas saturados de normatividad y metodologismo, mira mayori-
tariamente hacia los ámbitos abiertos de la interpretación, la compren­
sión y el lenguaje.
No se trata, sin embargo, de cansancio, debilidad o renuncia, sino de
reorientar el sentido de la búsqueda que, desde siempre, ha caracterizado
a la tarea filosófica: si hasta hace poco se dejó seducir por el canto épico
de la finalidad o el fundamento necesarios, ahora explora el vasto barbe­
cho de la mediación posible.
Para consumar el mencionado cambio de rumbo no es pre'c'i'so_ab~an-
donar definitivamente categorías o esquemas; es aconsejable, por el con­
trario, volver a pensar las herencias que inconscientemente se nos impo­
nen a modo de presupuestos o prejuicios.
En el comienzo de esta actitud —pues de una actitud se trata, de un
ethos, y no de un método o un programa— se halla sin duda la aguda y ■
tajante prosa de Nietzsche («no hay hechos, sólo interpretaciones»); tam­
bién el camino que hace Heidegger desde la fenomenología hacia el len­
guaje. Y, decididamente, el libro de H.G. Gadamer Verdad y método, que
tuvo la virtud de provocar el diálogo cultural en un paisaje ideológico
más proclive a la descalificación y al enfrentamiento.
El diccionario que este pequeño texto despide (sin voluntad de clau­
sura) quiere insertarse en esta vía que tolera múltiples direcciones y exi­
ge pluralidad de perspectivas: la hermenéutica misma ha de esquivar el
peligro de la esclerosis, de la momificación, sometiéndose a reinterpreta­
ciones.

855
OCLUSIÓN

Se trata por ello —y así debía ser— de una obra interdisciplinar y


colectiva en la que la diversidad de voces, sin renunciar a su timbre espe­
cífico, armonizan sin desentonar. Por ello también, la obra toma la forma
del diccionario: se cobija bajo la pauta convencional del alfabeto y no
exige una lectura continuada, consecutiva y monótona: permite saltos,
sugiere diferentes accesos, consiente interrupciones.
La intención de los directores ha sido contribuir al diálogo y crear
para él un espacio adecuado. A ninguno de los autores se le ha pedido (ni
siquiera se le ha exigido) que abjure de sus presupuestos y prejuicios. Se
le ha posibilitado, por el contrario, hacerlos explícitos, proponerlos como
base de interpretación y comportamiento teórico-práctico.
El resultado no es un diccionario sobre Hermenéutica sino, en to­
dos los sentidos que la preposición admite, un diccionario de Herme-
. néutica: no se define un corpus categorial; se asume la aventura de la
/] interpretación (y, con la aventura, el riesgo). El propósito ha sido siem-
1pre hacer una obra característica, original y, en la medida de lo posible,
creativa.
, Afirma el propio Gadamer que la tarea de la Hermenéutica hoy es
«explicar incluso esas figuras de comprensibilidad deficiente». La inten-
1ción que subyace a este Diccionario es, precisamente, desbordar los cau­
tos límites de la propuesta inicial gadameriana para explorar también
marginalidades, territorios en los. que parece qué la comprensión se ago­
ta, ámbitos en los que, decididamente, la lógica clásica agoniza. Conven­
cidos de que el lenguaje lo media todo, hemos pretendido, sin embargo,
someter a prueba la universalidad implicante de la palabra. Ha sido nece­
sario para ello no olvidar la subtilitas appücandi: el juego no consiste
sólo en explicar y entender sino en aplicar, en ejercer la praxis herme­
néutica, en hacer comprensible lo que no se sabe, no se quiere, (tal vez no
se puede) explicar.
La presencia, a menudo elíptica, de los directores del diccionario se
delata en sendos acentos: los que afectan a los ámbitos que podríamos
denominar mitosimbólico y estético-literario. Con ello no pretendemos
certificar una hegemonía sino aportar un sello característico. Tampoco
hemos renunciado a incluir voces que denuncian el origen hispano del
diccionario (p.ej. Identidad hermenéutica iberoamericana). También de
ellas y con ellas es preciso hacer lenguaje y generar interpretación.
Sólo nos resta agradecer todas y cada una de las contribuciones, to-
;j das y cada una de las voces que, gratuitamente, se han sumado a este diá-
| logo común, así como a Javier Torres Ripa por su colaboración editorial.
Nada se cierra aquí: los textos hablan entre sí, se suman —sin pre-
,j tensión inaugural— a un debate milenario. Pero el diálogo, el acuerdo o
1la discrepancia, habita también en los intersticios, en las involuntarias

856
OCLUSIÓN

omisiones, y adn más allá de los límites que las tapas de este volumen
cobijan.
Lo dicho, importante tal vez, no se pretende definitivo. En expresión
de Gadamer: «El diálogo que está en curso se sustrae a cualquier fija­
ción. Mal hermeneuta el que crea que puede o debe quedarse con la últi­
ma palabra.»

Patxi Lanceros

857
Indice de materias

Obertura: Ensayo General de Interpretación (A. Ortiz-Osés).......................... 11

A Hermes (G. Durand)................................ 15


Alegoría (J.J. Rodríguez).......................... 16
Alteridad y liberación (E. Dusscl)................................. 24
Antropología Biosocial (J.A. Jáuregui)............................ 39
Antropología Hermenéutica (P. Lanceros).............................. 45
Antropología Interpretativa (M. Delgado).............................. 57
Arte (X. Rubert de Ventos)................ 67

Bachofen y el simbolismo (A. Ortiz-Osés).......................... 71

Cábala (J. Caminero)............................. 75


Cassirer y las formas simbólicas (A. Ortiz-Osés).......................... 79
Ciencia y técnica (R. Femández-Lnmana)............ 90
Cine (M.A. Lomillos)........................ 101
Conocimiento (P. Lanceros).............................. 109
Consenso (R. Gabás)................................. 118
Crítica. (F. Castro)................................. 123
Cuento (C. Oriol)............................., . . . 126
Cultura y sociedad (C. M oya)................................. 129

Deconstrucción (C. de Peretti)............................ 143


Discurso (M.A. Vázquez Medcl).............. 149

Epistemitología (G. Durand)............................... 155


Estética - (J. Oteiza)................................ 166
Ethos y libertad (P. Lanceros)............................. 168
Etica (E. Neumann)........................... 174
Etica del mal (A. Ortiz-Osés).......................... 174
Explicación y comprensión (J.M.a Gómez-Heras)................ 177

859
ÍNDICE DE MATERIAS

Física (S. Lanceros-Méndez)................ 187


Folklore (J, Prat).................................... 196
Fundamento (L. Garagalza)........................... 200
Gadamer, Hans-Georg (L. Garagalza). ................... 211
Heidegger: en los confínes de la metafísica (F. Duque)............................... 213
Hermenéutica (H.G. Gadamer)....................... 228
Hermenéutica Antigua (E. Trías)...................... ; ........ 229
Hermenéutica Bíblica (V. Moría)........................... . 236
Hermenéutica Española (A. Ortiz-Osés)......................... 245
Hermenéutica Filosófica (L. Garagalza)........................... 252
Hermenéutica Jurídica (J- M. Embid) . , , ..................... 263
Hermenéutica Literaria (J. Caminero)............................ 270
Hermenéutica Sociológica (J. Beiíain)................................ 278
Hermes (A. Veijat)................................ 287
Hermética (J.A. Antón)............................ 294
Historia de la Hermenéutica (E. Coreth)................................ 296
Hombre (J, Lorite Mena)....................... 313
Identidad (P. Ricoeur).............................. 325
Identidad hermenéutica iberoamericana (A. Ortiz-Osés)........................ 329
Identidad simbólica (A. Ortiz-Osés)......................... 340
Imaginario (C Sánchez)............................ 342
Implicación (A. Ortiz-Osés)........................ 351
Iniciación (T. Hornilla)............................. 352
Inteligencia artificial (J. Bustamante)......................... 357
Interculturalidad (M, Beuchot)............................. 376
Interpretación del sentido y música (A. Ortiz-Osés)......................... 383
Islamismo (M. Abumalham)....................... 386
Judaismo (J. Trebolle)............................... 395
Juego y diálogo (J.M. Almarza)......................... 407
Jung y Eranos (A. Ortiz-Osés)......................... 410
Lectura de textos (A. López Quintas).................... 427
Lenguaje (F.K. Mayr)............................... 439
Lenguaje bíblico (L.A. Schokel)........................... 449
Lingüística (M.aT. Echenique)..................... 461
Literatura (J.J. Lanz)................................ 466
Lógica (V. Muñoz Delgado).................. 475
Mathesis (E. Lizeano).............................. 489
Medicina y palabra (J. Rof Carballo)....................... 494
Metáfora (Ch. Maillard)........................... 5)6
Metamorfosis literaria (P. Lanceros)............................ 525
Metodología hermenéutica (A. Ortiz-Osés)......................... 529

860
ÍNDICE DE MATERIAS

Mímesis/Poiesis (P. Lanceros)............................ 535


Mística (A. Vega)................................... 546
Mito/Logos (J. Baltza)................................ 550
Mitocrítica y mitoanálisis (P. Lanceros)............................ 556
Mitología y simbolismo (A. Ortiz-Osés)......................... 558
Modernidad (P, Lanceros)............................ 567

Nietzsche, Friedrich (M. Barrios).............................. 571


Nihilismo (P. Lanceros)........................ . 575
Nueva mitología (M. Frank)................................ 578

Orden femenino (J. Lorite Mena)....................... 587


Onega y Gasset, José (J,L. Abellán)........................... 597

Platón (A. Alegre Gorri)..................... 601


Pluralismo (D . Innerarity)........................... 611
Poética (J.J. Lanz)................................ 625
Política (M. Maffesoli)........................... 632
Postmodernidad (G. Vattimo)............................. 640
Prehistoria (mitos y creencias) (J.M. Gómez-Tabanera)............ 646
Presente eterno (R. Panikkar)............................. 650
Producción del sentido (J. Beriain)................................ 656
Progreso (P. Lanceros)............................. 664
Psicología profunda (A. Vázquez Fernández)............ 670

Racionalidad y polimitismo (R. Mate).................................. 687


Razón hermenéutica (J.M. Mardones)....................... 693
Realidad y significado (L. Cencilío)............................. 699
Relación hermenéutica (A. Ortiz-Osés)......................... 710
Religión (P. Lanceros)............................. 713
Retórica (JJ. Rodríguez)........................ 717
Retroprogresión (S. Pániker).............................. 724
Ricoeur, Paul (M. Agís).................................. 728
Romanticismo (A. Ginzo)................................ 731

Sentido (P. Lanceros)............................. 745


Sentimiento (C. Gurméndez)......................... 750
Ser-Persona (A, Ortiz-Osés)......................... 754
Símbolo (J.M. Estoquera)....................... 755
Sujeto (P. Lanceros)............................. 759

Talante (J.L. Aranguren) ,. . ................ 765


Tao (J, Baltza)................................ 766
Teoría Crítica (J.M. Mardones)....................... 771
Tiempo y mito (F.J. Ramos)............................. 776
Tótem (T. Hornilla)............................ "S4
st> i
ÍNDICE DE MATERIAS

Unamuno, Miguel tic (J.L. Aballan)......................... 787


Utopía (L. Flores Farían).................... 789

Verdad (P. Lanceros)........................... 795


Visiones del mundo (A. Ortiz-Osés)....................... 797

Epídosis: Hermenéutica del alma (E. Neumann)......................... 831

Oclusión: La última palabra (P. Lanceros)........................... 855

862

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