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La polémique de la représentation dans les études littéraires testimoniales en Amérique

Latine
¿Cómo hablar de esos actos de los fusilados? ¿Cómo decirles nuestro agradecimiento
por todo lo que nos enseñan y que hemos querido ignorar a como diera lugar,
acumulando historiografías que dieran cuenta de ellos con cifras o con frases de
sociología abstracta? ¿Bastaba proponer el caso de Pablo López como ejemplar?
¿Hablar de un solo caso, aunque fuera ejemplar, no era traicionar de una manera más
sutil al resto de los casos? ¿Cómo hablar de cada uno de ellos sin repetir una y otra
vez ese momento único en el que el condenado asume la vida hasta el final de su vida?1

Compte tenu de sa proximité avec les discours argumentatifs et, en particulier, avec le
domaine juridique, le témoignage (et, par conséquent, la littérature de témoignage) a une
longue histoire de lien avec la sphère politique. Plus précisément, la littérature testimoniale à
la voix féminine, en Amérique latine, est depuis des décennies le cas paradigmatique de la
prise de parole par des sujets marginalisés (de plusieurs façons, fréquemment). On peut dire
que cette tendance est basée sur la publication des témoignages de Domitila Barrios (édité par
Moema Viezzer, "Si vous me le permettez de parler ..." Témoignage de Domitila, une femme
des mines de Bolivie, 1977) et de Rigoberta Menchú (édité par Elizabeth Burgos, je
m'appelle Rigoberta Menchú et c'est comme ça que ma conscience est née, 1983.)

El libro de Burgos y Menchú, en particular, disparó diversas preguntas que apuntan a


problemas de fondo de los textos testimoniales y que caracterizan los estudios de testimonio
en América Latina frente al corpus de estudios de testimonio en Europa, disparado por su
lado por los recuentos de los sobrevivientes de la Shoah y enfocados principalmente en la
problemática de la memoria, del trauma y de los límites de la decibilidad.
El primer efecto de la lectura crítica del testimonio de Rigoberta Menchú fue poner
en cuestión la veracidad de los hechos narrados en esta obra. Esta es la pregunta central sobre
la que gira la obra de David Stoll, Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans
(1999)2, obra esencial en la historia de la recepción del testimonio de Rigoberta y en los
análisis académicos de testimonios en América Latina. Stoll se preocupa por contrastar lo
narrado por Rigoberta con otros documentos (es decir, otros discursos), para establecer un
criterio de verdad y determinar el nivel de adecuación de los eventos narrados respecto a éste.
Stoll tiene una postura clara y no pretende esconder los propósitos de su estudio: se opone a
1Aguilar Mora, Una muerte sencilla, justa, eterna, Mexico : Era, 1990, p. 45.
2https://www.liberation.fr/planete/1998/12/17/rigoberta-menchu-le-symbole-vacille-la-prix-nobel-de-la-paix-
accusee-d-avoir-menti-sur-sa-vie_253586

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la recepción laudatoria del libro de Burgos y Menchú como denuncia y se opone, por
supuesto, a las implicaciones de su testimonio: que el intervencionismo estadounidense en
América Central tiene un costo humano extremadamente alto. Por lo tanto, pretende
deslegitimar el texto como herramienta política. Stoll no solo busca una (en el fondo
imposible) clarificación de los detalles de los sucesos vividos por Rigoberta y de su
veracidad; al hacerlo, también se ubica en el centro de una lucha entre posturas
epistemológicas: la "moderna" y la "posmoderna", pues discute con discursos que valoran la
particularidad de la experiencia de la narradora y la posibilidad de la memoria colectiva, para
reforzar un discurso típicamente científico que pretende una realidad extradiscursiva
incontestable y el contraste de datos duros para determinar la veracidad o la falsedad de una
narrativa.
La segunda polémica que nació durante estos años fue la pregunta por la mediación y
la apropiación del discurso de Rigoberta, puesto que el texto editado está basado en varias
entrevistas realizadas por Burgos (militante de izquierda venezolana) en París, y el resultado
final es el producto de una intensa labor de organización y corrección. Esta polémica se
agudizó desde el momento en el que Rigoberta se deslindó del trabajo de Burgos, en 1997. En
un artículo publicado en El periódico de Guatemala, Rigoberta asevera: «Ese no es mi libro.
Es un libro de la señora Elisabeth Burgos. No es mi obra, es una obra que no me pertenece, ni
moral ni política ni económicamente.»3
Joanna Bartow, por ejemplo, parte de esta problemática para realizar un estudio del
libro de Burgos y Menchú, Hasta no verte, Jesús mío, de Elena Poniatowska y Quarto
Despejo de Carolina Maria de Jesús. Parte de las preguntas :
A través del proceso testimonial, ¿logra el sujeto testimonial, "con habilidad y
poder", con fuerza y habilidad discursivas, la agencia y la autoridad enunciativa
para hacer del texto testimonial y el transcriptor, una herramienta para revertir las
relaciones de poder tradicionales? ¿O, al contrario, el mecanismo discursivo
mismo de los textos de testimonios mediados refuerza la apropiación del narrador
y, por lo tanto, la ubicación "dentro" de las estructuras políticas y culturales
dominantes como lo otro, sin invertir el binario de interior y exterior, centro y
margen, siendo para uno mismo y ser para los demás?4

3 «Menchú reniega de 'Así me nació la conciencia'», El Periódico (Ciudad de Guatemala), 10 de diciembre de


1997.
4 "Through the testimonial process, does the testimonial subject achieve, "with skill and might", with discursive
strength and skill, the agency and enunciative authority to make of the testimonial text, and the transcriber, a
tool for reversing traditional power relationships? Does, on the other hand, the discursive mechanism itself of
mediated testimonial texts reinforce the narrator's appropriation and therefore location "inside" dominant
political and cultural structures as the other, belying the advertised reversal of inside and outside, center and

2
Bartow se preocupa por destacar que la respuesta a estas preguntas no es única, ni es
simple. Tras su análisis de las obras, destaca elementos clave para comprender el juego de
poder entre centro y periferia en los testimonios: el silencio como resistencia, la oralidad, la
verdad como un elemento de autoridad en el texto, la tensión entre la identidad individual y
colectiva, y la auto-representación del transcriptor y el sujeto testimonial, así como la
negociación activa de la autoridad textual por parte de los sujetos testimoniales. En cada una
de las obras analizadas, estas dinámicas toman ajustes particulares.
Finalmente, y esta es la polémica en la que nos interesa sumergirnos, se ha discutido
la capacidad del testimonio difundido por Burgos, de hablar por el resto de la comunidad de
Menchú. Consideramos que esta problemática continúa abierta, puesto que un gran volumen
de las lecturas críticas de textos testimoniales latinoamericanos dan por sentada su
representatividad al subrayar su potencial de denuncia y visibilización.
Es innegable que los discursos testimoniales en cuestión tienen una determinada
fuerza persuasiva5. La recepción de estos textos ha tendido a resaltar su importancia en tanto
que oportunidades de incluir en el canon literario, y en el espacio discursivo público, voces
que habían sido excluidas sistemáticamente en diversas formas ─por discriminación regional,
racial, lingüística, económica, educativa, de género. Y efectivamente, el resultado que ha
tenido hasta ahora esta ola de estudios (y polémicas) alrededor de los testimonios de mujeres
latinoamericanas es innegable: los libros que inicialmente encendieron estas discusiones han
sido integrados al canon literario latinoamericano ─en tanto que son sujetos de
investigaciones, clases, conferencias, reediciones, antologías, conmemoraciones, premios.
Entonces, la fuerza persuasiva de un discurso, y específicamente la fuerza persuasiva
de un relato puede surgir de diferentes elementos. ¿De dónde surge el potencial persuasivo de
estos testimonios, tal como han sido interpretados?
Muchas de las lecturas iniciales de estos testimonios tienen un elemento en común:
ponen un fuerte énfasis en la capacidad de representación de estos discursos. Los asumen
como capaces de englobar muchos otros (jamás narrados), y dan por sentado que esta
capacidad de ilustración o visibilización ejercerá una presión sobre el lector y modificará su

margin, being for oneself and being for others?" (Joanna R. Bartow, Subject to change, p. 32).
5 Hablamos de una fuerza persuasiva del discurso sobre la línea de lo sugerido por Nietzsche ─particularmente
en sus textos sobre retórica─ acerca de una fuerza que no se conoce más que a través de sus efectos; una fuerza
descrita como la tensión entre contrarios (necesaria para el movimiento) y que primordialmente se observa en
las interpretaciones y los discursos, como un efecto de convencimiento.

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postura (política) frente a los hechos narrados.
Diversos teóricos y escritores interesados por la literatura testimonial destacan que
una característica común a estos textos es que colocan en el foco de atención a individuos
socialmente marginados que de otra manera no podrían haber accedido a ciertas esferas
privilegiadas de discusión. Es decir, se trata, en gran medida, de estudios que basan la fuerza
─y, más importante, la valía─ de los testimonios en su función ejemplar. Es el caso de
Asunción Lavrín:
Quien testimonia desea que otros conozcan y compartan su experiencia, que se
solidaricen con ella, que la hagan suya propia también. El testimonio es un modo de
extender el conocimiento de algo experimentado de modo singular y hacerlo una
experiencia plural. Al testimoniar, se dirige el medio de expresión hacia un fin que es
eminentemente social. El deseo de compartir esa experiencia puede obedecer a un fin
tan sencillo como “dar a conocer”, o puede dirigirse a un objetivo político en cuanto
a ejercer una influencia sobre el pensamiento o los sentimientos de quienes reciben
el mensaje testimonial.6
Esta interpretación valora los textos testimoniales como obras que dan voz a una
identidad colectiva; se piensa al narrador como la personificación de una situación
compartida, como una instancia del caso general de determinada realidad social. Algunas de
estas reflexiones críticas asumen que gracias a esta capacidad de representación, la literatura
testimonial tiene una capacidad inherente de provocar una crítica y un cambio sociales. Para
Elena Poniatowska, la literatura testimonial, en tanto "menos elegante", menos "cincelada por
los formalismos", está implícitamente ligada a la redención de grupos marginados:
[la literatura de testimonio] recoge la voz de los que Franz Fannon llamó Los
condenados de la tierra. Finalmente siento que los que no tienen voz son los que poseen
la voz más poderosa por desconocida, por improbable, por imaginativa, aterradora,
imprevisible; [...] Habrá que concluir que la literatura de testimonio responde a una
necesidad: manifestar lo oculto y documentar: escribir la historia de los que
aparentemente no la tienen. Los que no cuentan con la menor oportunidad de hacerse
oír tienen como “bocinas” a los escritores interesados en problemas sociales: los perros
dictándoles a sus amos: el reverso del anuncio clásico.7

Esta es una lectura necesariamente problemática y bastante difundida entre los


estudios sobre testimonios. Una de las voces más resonantes en este ámbito, desde finales de
los setenta, es la de John Beverley. Este autor pone atento cuidado en trazar las problemáticas
de la relación entre el discurso subalterno y la institución académica; en reconocer el amplio
espectro de posturas e implicaciones políticas que se ven involucradas en la lectura

6Lavrin, Asunción, “La literatura testimonial en Latinoamérica como experiencia de mujeres”, en Actas del 51°
Congreso Internacional de Americanistas, Chile: Universidad de Chile, 2003, pág. 89.
7Poniatowska, "El testimonio", El Informador, 30 de septiembre de 1996, pág. 5.

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─particularmente desde lugares y posiciones privilegiadas─ de testimonios que transmiten
experiencias marginales. Beverley8 valora cuidadosamente la lectura que considera que los
testimonios de sujetos marginados recopilados por intelectuales "solidarios" o
"comprometidos" tienen como principal efecto suavizar la angustia social frente a la
diferencia y la opresión, al ofrecer al público un espejismo de la subversión de la jerarquía
social gracias al poder de la toma de la palabra. Y, frente a esta posibilidad, evalúa también
las diversas formas en las que los sujetos subalternos toman el poder en sus discursos: las
denuncias que hacen, la forma en que utilizan las estrategias comunicativas del ámbito
intelectual para hacer su discurso accesible, la apropiación de lenguas y dialectos más
cercanos al centro que a su periferia. Sin embargo, en lo que toca al potencial representativo
de los testimonios, Beverley comparte la postura incuestionada de varios otros estudios:
[...] el testimonio no se ocupa tanto de la vida de un 'héroe problemático' [...] como de
una situación social colectiva problemática, en la que el narrador vive. La situación del
narrador en el testimonio es tal que debe ser representativa de una clase social o grupo.
[...] El narrador del testimonio, por otro lado, habla por, o en el nombre de, una
comunidad o grupo, aproximándose así a la función simbólica del héroe épico, a la vez
sin asumir el estatus jerárquico y patriarcal del héroe épico.9

Esto es debido a que en el análisis de Beverley separa el problema de la


representatividad de la pregunta por las dinámicas de poder y de privilegio entre el sujeto
testimoniante, los eventuales sujetos del ámbito intelectual que recopilan su discurso, y el
público lector.
Pero estas problemáticas no necesariamente son ajenas, y su estudio simultáneo puede
resultar fructífero. Un análisis que experimenta con el cruce de ambas es el de Gayatari
Spivak en "¿Puede hablar el subalterno?" 10 observa ambas problemáticas juntas. Para buscar
respuesta a la pregunta sobre la posibilidad del habla del subalterno, su argumentación pasa
por el cuestionamiento de la representatividad del discurso.
Spivak parte de la base de la construcción del Sujeto occidental moderno y su
imposición, por vía de la dispersión colonial, sobre el resto del mundo, simultánea a la
creación de un concepto del Otro aplicable a todo lo exterior al centro de poder. Lo Otro,
entre otros aspectos, se caracteriza por su silencio, pues únicamente el Sujeto occidental es
8 Beverley, "El testimonio en la encrucijada", Revista Iberoamericana, vol. LIX, no. 164-165, julio-diciembre
1993.
9Beverley, John, Testimonio: On the Politics of Truth, Minnesota: University of Minnesota Press, 2004, pág.
33. [Nuestra traducción]
10 Spivak, Gayatari, "Can the Subaltern Speak?", Marxism and the Interpretation of Culture, Chicago:
University of Illinois Press, 1988.

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sujeto constructor de conocimiento.
La representatividad se vuelve necesaria, por definición, ahí donde hay una ausencia
que necesita paliarse. Es la operación al fondo de todo gesto comunicativo: frente a la
ausencia del objeto o concepto que se desea evocar, se lo representa con un término; frente a
la ausencia del sujeto que enuncia, se representan sus palabras mediante la escritura. Y, frente
a la ausencia de la posibilidad del habla por el sujeto subalterno, se lo representa desde la
posición de quien sí goza el privilegio de comunicar.
Spivak hace un cuidadoso análisis de la ambigüedad del término representación, que
simultáneamente refiere al ámbito de la representación política y al ámbito de la
comunicación. Para ella, el olvido de esta doble significación puede borrar consecuencias
importantes de una crítica a la representatividad discursiva.
La crítica de la constitución subjetiva del sujeto dentro de las formaciones
estatales y los sistemas de economía política puede ahora borrarse, al igual que la
práctica teórica activa de la "transformación de la conciencia". La banalidad de
los subalternos políticamente astutos y autoconscientes según los intelectuales de
izquierda se revela; Representándolos, los intelectuales se representan a sí
mismos como transparentes. 11

Spivak señala que el debate puede retrotraerse hasta la tradición retórica de la


representación como tropología y como persuasión. Y destaca que la necesidad de la
representación ha estado históricamente ligada (en el ámbito de la filosofía política) con una
determinada concepción del individuo, como incapaz de agencia individual e incluso
colectiva.
Pensar la categoría de la representación en sus dos formas (la política y la discursiva)
permite visualizar cómo la puesta del mundo en representación (mediante la escritura)
conlleva la necesidad y la selección de héroes, que funcionan en este ámbito como agentes de
poder.
Es decir, lo que el ánalisis de Spivak nos permite ver son varias precisiones necesarias
para comprender más finamente la problemática de la representación en los testimonios: 1)
las dinámicas de poder entre el sujeto testimoniante y su público lector (y eventual
editor/recopilador) son inseparables de la representatividad de su narrativa, puesto que
únicamente necesita ser representado quien no puede presentarse directamente; es decir, el

11 "The critique of ideological subject-constitution within state formations and systems of political economy
can now be effaced, as can the active theoretical practice of the 'transformation of consciousness'. The banality
of leftist intellectuals' lists of self-knowing, politically canny subalterns stands revealed; representing them, the
intellectuals represent themselves as transparent" (Spivak, p. 79).

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sujeto subalterno. 2) Por lo tanto, la definición misma de este sujeto subalterno implica su
necesidad de ser representado y 3) implica una necesidad intrínseca de figuras heroicas que,
dentro del discurso como dentro de un marco político, constituyen figuras de poder.

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