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Totentanz
Felix Mendelssohn
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parecen haber regresado de la persecución, o pueden estar sentados como si
estuvieran en el jardín de Boccaccio. Están suntuosamente vestidos. Un juglar y
una damisela les cantan mientras Cupidos revolotean y agitan antorchas. Pero la
Muerte vuela rápidamente hacia ellos, una mujer temible, con el pelo desordenado
y las manos arañadas. Ella tiene alas de murciélago; su ropa es rígida como
alambre. Ella balancea una guadaña, ansiosa por acabar con el deleite y la alegría
del mundo. Los cadáveres yacen en un montón a sus pies; reyes, reinas,
cardenales, guerreros, los grandes de la tierra, cuyas almas, en forma de bebés
recién nacidos, surgen de ellos. Los ángeles, como las mariposas, están listos
para recibir a los justos, que cruzan las manos en oración; los demonios dan la
bienvenida a los condenados, que retroceden horrorizados. Los demonios, que
son bestias de presa o repugnantes reptiles, luchan por las almas; los ángeles se
elevan al cielo con los salvos; los demonios arrastran a sus víctimas a una
montaña en llamas y las arrojan a las llamas. Junto a este montón de cadáveres
hay una multitud de mendigos, lisiados, miserables, que le ruegan a la Muerte que
ponga fin a su desgracia; No le interesan. Una roca separa esta escena de otra, la
persecución. Señores valientes y damas nobles están a caballo; los cazadores con
perros y halcones los siguen en su tren. Se encuentran con tres tumbas abiertas
en las que yacen tres príncipes en diferentes etapas de descomposición. Un
monje anciano con muletas, posiblemente San Macario, señala este recuerdo.
Todos hablan alegremente, aunque uno de ellos se tapa la nariz. Solo una de las
partes, una mujer, descansa la cabeza sobre su mano y muestra una cara triste.
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En las alturas de las montañas arriba están los ermitaños, quienes han alcanzado
a través de la abstinencia y la meditación el estado más elevado de la existencia
humana. Uno ordeña una cierva mientras las ardillas juegan con él; otro se sienta
y lee; un tercero mira hacia el valle con la muerte. Según la tradición, los rostros
de este fresco son retratos de los contemporáneos del pintor. Un historiador ha
sugerido que la Muerte en el fresco se personifica como una mujer de acuerdo con
la caracterización en El triunfo de la muerte de Petrarca.
"¡Así que aquí yacen todos nuestros huesos; y para nosotros, grandes y
pequeños, ¡vengan a bailar! Como ustedes son ahora, así fue una vez nosotros;
como somos ahora, ¡así será!"
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Analís formal de la obra
Como se mencionó anteriormente, la obra está compuesta para piano solista con
acompañamiento de orquesta. La obra se inspira en cantus firmus del Dies irae
renacentista, mismo que tomó Berlioz para su sinfonía fantástica. La obra en sí
misma podría considerarse un poema sinfónico al estilo de la obertura 1812 de
Tchaikovski; contrario a este la Totentanz no relata un hecho histórico, más allá de
un análisis exhaustivo de su significado su principio generador es un Tema con
variaciones. El motivo del Dies Irae sufre seis variaciones encadenadas y, por lo
tanto, encuentra la distribución sinfónica clásica en "movimientos" contrastantes: la
primera secuencia sirve como introducción, una presentación del tema gregoriano;
las variaciones I y II forman el primer movimiento; la variación III (molto vivace), un
primer scherzo; la variación IV (adagio), el movimiento lento; la variación V, el
segundo scherzo; la variación VI , el final de carácter climático, impresionante
virtuosismo pianístico y orquestal, un verdadero diluvio de sonidos, el caos en su
más profundo significado.
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Es curioso el uso del ostinato armónico en la dominante de la tonalidad, eso
agrega mucha tensión armónica en toda la introducción hasta la cadencia.
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Cuando vuelve a presentar el tema durante la siguiente sección previa a la primera
variación reexpone el tema en la orquesta mientras continua con el ostinato
armónico en 6/8 y la orquesta en 4/4. La armonía de la orquesta ahora
acompañara armónicamente al piano solista en la región de la dominante original.
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progresión de i-iv una cadencia plagal propia de la música del medioevo. Esta
misma progresión se convertirá en V-i en su modulación a re.
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cadencia final del tema donde retoma el tempo original lo que acelera el ritmo
melódico y armónico.
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Estos mismos tresillos que servían de fanfarria en
los metales serán el motivo de la variación del
tema en las cuerdas, mientras el piano se
dedicara a hacer escalas a una velocidad
virtuosa, todo el tiempo sobre re menor dando fin
a la primera variación.
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canon que comienza en la tónica para imitarlo una quinta arriba y luego ambos a
la octava.
Comienza esta sección con una escala cromática para retomar el tema principal
en si mayor
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Continua el tema con la quinta variación sobre re menor con un pequeño fugato
acompañado por la orquesta modulando sobre una secuencia de dominantes para
crear cada vez mayor tensión.
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Sexta variación, allegro ma non tropo, a
manera de marcha, después de una
introducción que devuelve la tonalidad a re
menor. El uso de las terceras mayores y los
séptimos naturales con combinación con los
temas a los cornos le da un toque de
heroicidad a la melodía, como un triunfo sobre la muerte, o el triunfo de la muerte.
Mas aun con la cadencia semicadencia que termina en una llamada de cuerno en
los cornos con saltos de quintas de la a mi. Solo para regresar de nuevo a la
tonalidad de re menor, con un
esbozo de luz en la oscuridad.
La
variación
se aviva
acompañado por las flautas acentuando los tiempos. Siempre con las persistencia
del tema en el acompañamiento orquestal.
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Terminando en una gran sección de tónica con una escala cromática.
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Es difícil expresar la complejidad de esta pieza, y por su genial uso de la
instrumentación y de los temas podría considerarse una gran fuga sobre un tema
con orquesta y solista (fuga no en el sentido estricto de la palabra), y aunque
resulte evidente el modelo de tema y variaciones, todas y cada una de estas, su
complejidad y la forma en que Liszt varia el tema hace recordar una de las fugas
más complejas de Bach, donde el motivo se encuentra todo el tiempo y en todas
partes.
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La influencia de Celano
Cabe mencionar que el tema original del Diesi raes es del monje italiano Tomas de
Celano, amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. Describe el juicio final, y es un
claro tema del teocentrismo de la baja edad media, donde la muerte y el castigo
del infierno estaban en boca de todos los artistas, ejemplo de ello es La divina
comedia, el poema épico de dante que fue escrito un siglo posterior a Celano, y
del cual Liszt también creo un poema sinfónico.
Este tema suele ser recurrente tanto en la música clásica como en el imaginario
popular. La sinfonía fantástica de Berlioz, quinto movimiento hace referencia este
tema entre los fagotes y las tubas acompañados de las campanas tubulares.
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