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Fernando Pessoa
UN GLOBO
Afuera, alrededor del fútbol está el espacio-tiempo con todas las dimensiones
reales e imaginarias en las que estamos para oírlo, verlo y leerlo.
Las líneas demarcan los límites de la cancha. Afuera no hay juego. Hay momentos
fugaces en los cuales sin salir de la cancha estamos fuera de juego. Cuando
rebasamos un límite ético nos pueden expulsar. ¿Y la mano, qué es la mano? En
parte es límite y en parte no.
¿Que no se pueden usar las manos ni hacer zancadillas para jugar fútbol? Tan se
puede que lo hacemos constantemente y con permiso negociado. Una infracción
cambia el rumbo del partido porque interrumpe la jugada, ganamos tiempo,
evitamos el peligro o salvamos un gol. El castigo del tiro libre directo o del penalti
o de la amonestación o de la expulsión es el precio que pagamos y no siempre
nos disuade de meter la mano como si fuera la pata o la pata como si fuera… la
pata. Y para colmo todos sabemos que muchas veces la mano se va sola hacia el
balón y muchas el balón va hacia la mano. La mano y el balón se quieren. Y por
otro lado si no vemos la mano o la falta, es como si no hubieran ocurrido.
Hacemos pases con el pie como con la mano, hacemos goles con la mano como
con la cabeza.
Las diestras y siniestras manos nuestras fueron siempre lo que por su supuesta
prohibición define y le da forma al juego. En resumen, las manos siempre están
presentes y son necesarias. Está claro que dentro de la cancha la mano existe
para que exista la guillotina…perdón, la pena máxima.
¿Qué es eso de todos los tiempos en el fútbol? ¿Dónde están los tiempos de la
ilusión por ganar, el tiempo que pasa veloz al ir perdiendo y muy lentamente al ir
ganando, los tiempos del pudo haber sido y no fue, los tiempos de la memoria y el
olvido de espectadores, oyentes y lectores, los tiempos que se queman o se
gastan cuando se detiene el partido o el tiempo de adentro de la cancha devorado
por el tiempo de afuera de la cancha?
La pregunta es:
¿Entró o no entró?
Once personas dicen “Entró”. Una sola persona dice “no entró”.
Once cámaras se abstienen de opinar porque no logran estar de acuerdo con las
once personas que dicen que entró ni con la persona que sabe que no entró.
¿En qué momento empieza el gol? Cada jugada que hacemos es de defensa y
ataque. Atacamos el balón para conseguirlo y defenderlo; defendemos el balón
para conservarlo y atacar. Una y Otra vez quitamos el balón, hacemos pases y
gambetas, nos acercamos al arco ¿y ahí qué sucede?
Las causas anteriores a un gol son necesarias pero la causa esencial es la última
que viene después de todas las anteriores. El último impulso al balón es el gol
mismo. Todo lo que hicimos, todo lo que sucedió es fundamental. Pero puede
ocurrir que la jugada final falle y no sea gol. Todas las causas anteriores pueden
suceder una y otra vez, sin gol.
¿Y los cerebros? Once cerebros de un lado y once cerebros del otro. Y por lo
menos un cerebro más por cada equipo, cerebro privilegiado que sin jugar percibe
el partido y tiene el poder de tomar decisiones no como quien mueve las piezas
del ajedrez sino un poco como quien maneja la batuta que ordena los sonidos de
una orquesta.
Nos juntamos cerebros y cuerpos para mover la única pieza del tablero. Un gran
obstáculo se nos interpone; otros once seres en movimiento hacen una compleja
barrera, una red que nos cuesta gran dificultad descifrar y superar. Atacamos a la
gente enemiga para quitarle la bola y cuando la tenemos la defendemos para no
perderla. Es la única que podemos usar para producir el valor por el que
competimos; nos une para jugar en un solo juego y nos divide para luchar en la
misma batalla. Posesionarnos con avaricia de esa bola es insuficiente, aunque
creemos que sin ella no tendríamos a donde ir.