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INSTITUTO DE HISTORIA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
4 / Juan Cáceres Muñoz
Imagen de Portada:
"La chingana", Atlas de Claudio Gay.
Inscripción Nº 160.500
ISBN: 978-956-17-0392-6
Derechos Reservados
ENERO, 2007
HECHO EN CHILE
Poder Rural y Estructura Social. Colchagua, 1760-1860 / 5
ÍNDICE
PRÓLOGO ........................................................................................................................... 9
ABREVIATURAS................................................................................................................. 21
PESOS Y MEDIDAS ............................................................................................................ 21
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 25
ANEXOS................................................................................................................................ 175
PRÓLOGO
Eduardo Cavieres F.
2
Ibidem, pp. 68-69.
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parte, sus contenidos tienen que ver igualmente con el tiempo en estudio.
El concepto de provincia en sus variantes coloniales (el Chile tradicional,
desde una perspectiva político-administrativa era todo una sola provincia)
difiere de sus usos republicanos (número de provincias cambia según perío-
dos, constituciones y formas políticas de visualizar la división interna para
el ejercicio del poder del Estado). Desde un punto de vista historiográfico,
igualmente los trabajos de historia regional tienen variados alcances, espe-
cialmente en lo que se refiere a cómo se entiende la extensión del espacio
denominado como tal.
En el Chile colonial, a fines del s. XVI, aparecen partidos rurales, sin sede
permanente de autoridades iniciándose, entre otros, con los de Aconcagua,
Quillota, Colchagua y Maule que comienzan a denominarse genéricamente
como corregimientos, sin perder necesariamente sus apelativos anteriores.
Bajo el régimen de Intendencias, en 1793 se rectificaron los límites de Col-
chagua y Maule para establecer el distrito de Curicó. Sus primitivos radios
eran muy amplios, corriendo desde cordillera a mar y originalmente se con-
formaron en base a lugares en donde se habían asentados indios encomenda-
dos o en donde existían anteriores pueblos de indios. Según dichos parajes,
Colchagua se extendía, aproximadamente, desde el río Maipo hasta los este-
ros de Guayquillo o Guaico y Nilahue. Ya había sido rectificada en 1694 al
crearse el partido de Rancagua. En todo caso, según María Teresa Cobos, a
partir de las documentaciones disponibles, se puede pensar que Colchagua y
Maule estaban no sólo geográficamente enlazados, sino también en términos
económicos y por un paisaje de fisonomía bastante común. Eran superficies
bien drenadas e irrigadas, de excelentes rendimientos agrícola y pecuarios,
pero también podían exhibir actividades vitinícolas y mineras además de
contar con salinas y yeseras y breales cordilleranos. Los corregimientos
sobresalían, además, demográficamente, dada la densidad de su población
que, según el Padrón de 1778, alcanzaba a un poco más de 40.000 personas,
siendo altamente ruralizadas, al estar distribuidas entre extensas estancias y
chacras de distintas dimensiones. Sus cabeceras, San Fernando y Talca, datan
de los años 1745 y 1742, respectivamente3.
3
María Teresa Cobos N., La división político-administrativa de Chile, 1541-1811; Ins.
Historia UCV, Valparaíso 1989, pp. 24-26 y 75-76.
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4
Ver Marcello Carmagnani, Los mecanismos de la vida económica en una sociedad
colonial, Chile 1680-1830, edic. en español, DIBAM, Santiago 2000.
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con claridad la explicación del proceso histórico que analiza. Tal vez el histo-
riador no puede anticipar la amplitud espacial adecuada a su estudio, pero en
el curso de la investigación podrá modificar la extensión de la región según
lo pidan los conocimientos que progresivamente obtenga” 5. De hecho, algu-
nos criterios básicos para construir una historia regional han sido, entre otros,
la delimitación mediana entre la nación y la localidad; la determinación de
características fisiográficas homogéneas del marco geográfico del objeto de
estudio y las crónicas y/o monografías relativas a la descripción general de
los hecho memorables acaecidos en la entidad analizada, como límite políti-
co-administrativo o como interpretación de la historia nacional exaltada por
el fervor de un enfoque regionalista. Aún así, no estarían claros los objetivos
de la historia regional. Para Miño Grijalva, “en términos enunciativos es
evidente también que el conocimiento de las particularidades es imprescin-
dible para poder comprender el comportamiento de las sociedades regionales
y, a mi parecer, también debe serlo para explicar el proceso histórico de la
sociedad colonial o nacional en su conjunto, y moderar así las imprecisas
o inexactas generalizaciones que se suelen hacer de manera frecuente... al
identificar una región, la característica o circunstancia elegida por el obser-
vador es la que determina al territorio, y no al contrario” 6.
En definitiva, volviendo a citar a Sergio Ortega, la historiografía regional
debería: “a) estudiar los procesos históricos introduciendo sistemáticamente
el espacio como un elemento analítico; b) el objeto de estudio de la histo-
riografía regional será la sociedad regional; c) el espacio regional estaría
determinado por la sociedad regional y no a la inversa; d) la sociedad regio-
nal y el espacio que ocupa son segmentos de una sociedad y de un espacio
más amplio, y e) la sociedad regional y el espacio que ocupa cambian con
el tiempo” 7. Aun cuando el análisis de Manuel Miño es crítico a todas estas
formas de historia regional, también recuerda algunas ideas de temáticas
que deberían estar presentes en dicha supuesta historia: a) identificación de
las características del medio geográfico y de sus transformaciones causadas
5
Citado por Manuel Miño Grijalva, ¿Existe la historia regional?, Historia Mexicana,
LI: 4, 2002, p. 872.
6
Ibidem, p.879.
7
El mismo Ortega, citado por Miño, op. cit., p. 882.
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9
Eduardo Cavieres, En torno al carácter de la historia de Chile, en E. Cavieres (Ed.),
Entre continuidades y cambios. Las Américas en la transición (s. XVIII al XIX), Edic.
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso 2006, p. 23.
Poder Rural y Estructura Social. Colchagua, 1760-1860 / 19
vieron desde sus espacios coloniales regionales hacia los nuevos ámbitos
de lo nacional, buscando acercarse hacia la hegemonía del poder, tratar de
participar de él, pero no sólo desde el punto de vista político, sino también
a través de la construcción de identidades del grupo que se pueden estudiar
y/o reestudiar a partir de las estrategias de sobrevivencia, no en términos de
lo vital, sino en relación a la mantención y superación del poder alcanzado
dentro de la sociedad.
Al respecto, estos temas son contenidos muy interesantes para la construc-
ción de una de las llamadas nuevas líneas historiográficas. Dentro de ellas, la
nueva historia social, orientada al análisis de las actitudes y comportamientos
de todos los grupos, y no necesaria y exclusivamente sólo a las muy respe-
tables y necesarias consideraciones sobre los más pobres, tiene mucho que
decir sobre este tipo de relación entre estrategias, identidades y espacios de
dominio. Cuando se habla de una sociedad jerárquica como la chilena, se
tiende a detenerla en el tiempo y se habla entonces de unas mismas familias
que dominan desde la conquista hasta nuestros días. Se trata ahora de pasar
desde las miradas sobre individuos a explicaciones de los comportamientos
de grupos, desde la historia política a la historia social, de la familia, de las
identidades y de las construcciones culturales10.
En este caso, el análisis corresponde fundamentalmente a familias de
notables. ¿Existirían ellas en términos de su poder social sin sus dominios
posibles de ejercer sobre las masas de inquilinos y campesinos pobres? Evi-
dentemente que no; tampoco sin sus concomitancias sobre sectores medios,
pequeños comerciantes, burócratas, etc. Ello no se niega, pero son ellos los
que identifican un modo de ser político y los que autoasumen los términos
de la representación política de la época en estudio, en particular a lo que se
refiere respecto al siglo XIX. Esto no significa desconocer otras formas de
representaciones u otras búsquedas de identidades de carácter popular, pero
así como ello no se niega, tampoco se puede negar el papel jugado por estos
individuos de elite, además, y sin discusión, mucho más próximos al Estado
en formación.
Las transiciones de fines del siglo XVIII al XIX, ciertamente el período
1780-1840/1860, han encontrado un fértil e interesante campo de estudio en
10
Ibidem, pp. 23-24.
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11
Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revolucio-
nes hispánicas, Mapfre-FCE, Madrid 1992, México1993, 1997 y 2000; Francois-Xavier
Guerra y Annick Lempériè (et.al), Los espacios públicos en iberoamerica. Ambigüedades
y problemas. Siglos XVIII-XIX, FCE, México 1998.
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ABREVIATURAS
J.SFdo : Judicial de San Fernando
N.SFdo : Notarial de San Fernando
E.Stgo : Escribano de Santiago
J.Stgo : Judicial de Santiago
C.Gral. : Capitanía General
R.A. : Real Audiencia
I.C. : Intendencia de Colchagua
M.I. : Ministerio del Interior
F.A. : Fondo Antiguo
F.V. : Fondo Varios
M.H. : Ministerio de Hacienda
C. M. : Contaduría Mayor
A.E.C. : Anuario Estadístico de Chile
S.C.L. : Sesiones de los Cuerpos Legislativos
B.L.D.G : Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno
S/Fjs. : Sin Fojas
PESOS Y MEDIDAS
UNA CUADRA : 125 metros cuadrados aprox.
UNA FANEGA : 72 kilos
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INTRODUCCIÓN
EL CONTEXTO
EL PROBLEMA
Este libro analiza la ciudadanía, la construcción del Estado del siglo XIX y a
sus artífices, la elite chilena del siglo XIX. Sin embargo y desde la perspectiva
de la problematización histórica, la atención se centra en el estudio de las elites
provincianas, en el papel que ellas desempeñaron durante la Independencia
y en el proceso de formación del Estado, aspectos aún no resueltos por la
historiografía nacional. En efecto, muy poco se sabe sobre los individuos que
componían a estas elites provincianas, el tipo de actividades económicas que
ejercían en el medio local, sus relaciones sociales y políticas, la forma como
ejercieron el poder local y el tipo de control practicado sobre los campesinos
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1
Se usa el término notable como lo define Bobbio en su diccionario. Norberto Bobbio,
Diccionario de Política, México, Siglo XXI, 1991, pág. 1065 y siguientes.
2
Se aclara que el análisis se centra en estos dos grupos, no por desconocer la existencia de
otros sectores elitistas, sino porque en la provincia la presencia de una elite minera, burócrata
y militar no fue tan gravitante como en otras regiones del país.
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EL MÉTODO Y LA TEORÍA
3
En general se tomó en cuenta las observaciones sobre la elite hecha en el estudio de
Tom Bottomore, Elites y sociedad, Talasa, 1993.
4
Gaetano Mosca, La clase política, Fondo de Cultura Económica, México, 1984,
pág.106.
5
Mosca escribió al respecto: “Las clases gobernantes declinan de manera inevitable cuando
ya no encuentran campo en el cual desarrollar las capacidades merced a las cuales alcan-
zaron su poder, cuando ya no prestan los servicios sociales que otrora prestaron, cuando
sus talentos y los servicios que prestan pierden importancia dentro del medio social en que
viven”. Mosca, Op. cit., pág. 65-66.
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de revitalizarse con su incorporación. En ese sentido, los últimos años del siglo
XVIII así como las décadas siguientes la elite colchagüina, de manera decidida,
fue reclutando a nuevos miembros, principalmente de origen vasco y comerciante.
Con ello y parafraseando a Pareto, la “clase gobernante” no sólo se restauró en
cantidad, sino también en calidad por familias nuevas y pudientes6.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
6
Wilfredo Pareto, The Mind and society, Nueva York, 1935, Vol. III, pág. 1.430, citado
por Peter Bachrach, Crítica de la teoría elitista de la democracia, Amorrortu editores,
pág.36
7
Respecto de un amplio análisis sobre los estudios de elites en Chile, ver en Rafael
Sagredo, Elites chilenas del siglo XIX. Historiografía, en Cuadernos de Historia N°16,
1996, pág. 103-132.
8
Juan Carlos Gómez, “Estructura de clases y estratificación social en una sociedad colonial,
San Fernando 1786”, en Andes, Nº 4, Santiago, 1986.
9
Ver los siguientes: Arnold Bauer, La Hacienda “El Huique” en la estructura agraria del Chile
decimonónico, en Enrique Florescano (Coord.), Haciendas, latifundios y plantaciones en
América Latina, siglo XXI editores, México, 1975 y Juan Guillermo Muñoz, San Antonio
de Petrel: tenencia, producción y trabajo en una hacienda costera de Chile central, siglos
XVII y XVIII, en Historias 18 (1983): pág.135-192.
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10
Alberto Edwards, La fronda aristocrática, Editorial Pacífico, Santiago, 1945; Mario Gón-
gora, Encomenderos y estancieros; estudios acerca de la constitución social aristocrática
de Chile después de la Conquista, 1580-1660, Santiago, 1970; también en Origen de los
inquilinos de Chile central, Universidad de Chile, Santiago, 1960.
11
Mary Lowenthal Felstiner, The Larraín Family in the Independence of Chile, 1780-1830,
Standford University, 1970; también ver “kinship politics in the chilean independence
movement”, en Hispanic American historical Review 56 (febrero de 1976): pp. 58-80;
Jacques Armand Barbier, Reform and politics in bourbon Chile, 1755-1796, University
of Otawa Press, 1980; también del mismo autor, Elite and cadres in Bourbon Chile, en
Hispanic American Historical Review 52 (agosto 1972): pág.416- 435.
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12
Rolando Mellafe, Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII, en
Cuadernos de Historia 1, Universidad de Chile, 1981. Eduardo Cavieres, La Serena en
el siglo XVIII. Las dimensiones del poder local en una sociedad regional, Universidad
Católica de Valparaíso, 1993.
13
Ana María Stuven, La seducción de un Orden, Ediciones Universidad Católica, Santiago,
2000; María Rosaria Stabili, El sentimiento aristocrático. Elites chilenas frente al espejo
(1860-1960). Traducción de Paula Zaldívar H. Santiago, Editorial Andrés Bello y Centro
de Investigaciones Diego Barros Arana, 2003; Gabriel Salazar, Construcción del Estado
en Chile: 1760-1860, Sudamericana, Santiago, 2005.
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