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Castoriadis, creación humana y política

Castoriadis desarrolla el tema de la creación en un campo muy amplio que engloba las
ciencias, la filosofía, la historia, la política...Dado que no soy ni filósofo, ni psicoanalista, ni
economista, ni historiador, etc, tan solo puedo hablar de Castroiadis en calidad de "camarada"
suyo durante casi diez años en el grupo Socialismo o Barbarie, por haberle acompañado, o
más bien seguido, en aquella aventura política. Y me basaré en dicha experiencia para hablar
de la creación en Castoriadis. Yo creo que es ese largo camino que recorrió a través de la
reflexión política el que le condujo a ese campo tan amplio que abarcó su pensamiento, y que
es, sobre todo, a lo largo de ese camino que se formó su concepción de la creación.

I Revolución, autonomía, creación


El grupo S. o B. fue creado en 1948 a partir de una escisión que se produjo en el seno de la IVª
internacional trosquista. Su creación fue impulsada por dos jóvenes militantes, Castoriadis y
Lefort, alias Chaulieu y Montal. La ex-Unión Soviética había salido victoriosa de la guerra y
había comenzado a exportar su régimen social y político a Europa Central y pronto a China,
según ellos, había que enfrentarse a la realidad: la ex-Unión soviética ya no podía seguir
siendo considerada como un Estado obrero degenerado, situado a medio camino entre el
capitalismo y el socialismo, sino más bien como una sociedad capitalista de nuevo cuño,
caracterizada por la concentración total de su capital y su fusión orgánica con el Estado, y por
la formación de una nueva clase - la burocracia - ejerciendo colectivamente el poder sobre los
medios de producción y el proletariado.
No se trata de una discusión bizantina sobre el sexo de los ángeles. Este punto teórico
es el punto de partida a partir del cual Castoriadis, Lefort y todos aquellos que les siguieron van
a divergir no solamente del trosquismo sino también del marxismo a secas. Las primeras
manifestaciones de dicha divergencia ya pueden leerse en el Nº1 de la revista Socialismo o
Barbarie.
El editorial escrito por Castoriadis pero firmado por la totalidad del grupo, recoge en su
título los términos del dilema planteado desde 1915 por Rosa Luxemburg, pero a decir verdad,
si nos guiamos por la lógica, es la perspectiva de la barbarie la que parece más verosímil, dada
la fuerza de la mecánica determinista que la sostiene. Y esta mecánica se analiza en base a
los términos del marxismo clásico: fatalidad de las crisis cíclicas de sobreproducción,
ineluctable disminución de la productividad del trabajo, concentración del capital y huida hacia
adelante de las clases dirigentes en una sobreexplotación del proletariado que le condena a
una creciente miseria y a un autoritarismo cada vez más brutal de los regímenes políticos. El
desarrollo casi fatal de este programa, por así decirlo “cargado” de antemano, iguala toda
innovación histórica, todo aquello que se convirtió en acontecimiento en el siglo XX: las dos
guerras mundiales, como guerras y no como momentos de concentración del capital, el
totalitarismo, los campos, la exterminación de los judíos....
Este hundimiento en la barbarie, que una IIIªGuerra mundial parece, en aquella época, a
punto de precipitar, a la que solo el proletariado puede poner obstáculos, a condición de que se
percate de la verdadera naturaleza de la burocracia soviética y de sus agentes, los dirigentes
de las organizaciones obreras occidentales...
Pero ¿dónde está?, este proletariado, si las organizaciones que él mismo ha creado ya
no les representan e incluso se convierten, objetivamente, en sus enemigos. ¿Dónde reconocer
en él su protagonista, ese creador de la historia que el marxismo define? La respuesta que da
este mismo N°1 es: en la propia actividad productiva, esa actividad propiamente creadora, no
solo de riqueza para la sociedad, sino también de capacidades técnicas y de auto-
organización, para al mismo tiempo realizar la producción y resistir a la explotación, creadora,
por lo tanto, de una experiencia y por ello, potencialmente, de una conciencia. La exploración
concreta de esta experiencia proletaria, la inaugura el Nº1 con la publicación de una primera
entrega de un documento, El obrero americano, de Paul Romano, que describe y analiza la
actividad de los obreros en una fábrica de automóviles de Detroit. Después en la revista se
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publicaron varios textos de naturaleza comparable, en particular aquellos de D. Mothé a partir
de su experiencia como obrero en Renault.
Esta puesta al día de la experiencia proletaria ha sido teorizada por Claude Lefort en un
artículo publicado como editorial del Nº11, precisamente con este título La experiencia
proletaria. Las condiciones de existencia del proletariado, escribe, “exigen de este una lucha
constante para ser transformadas, por lo tanto una constante liberación de su destino
inmediato" y “el progreso de dicha lucha, la elaboración del contenido ideológico que permite
esta liberación componen una experiencia a través de la cual la clase se constituye.” Y más
adelante dice "No son las condiciones sino los hombres que son revolucionarios, y la última
pregunta consiste en saber como se adueñan y transforman su situación." El proletariado es el
resultado, por lo tanto, de su propia creación. Y “de su propia teoría” precisa Lefort.
Es, en suma, el principio que apuntala el enfoque profundamente innovador que
Castoriadis adopta para elaborar lo que él llama el contenido del socialismo, en dos extensos
artículos publicados con este título en los números 22 y 23 de la revista. Mientras que,
tradicionalmente la crítica revolucionaria partía del análisis de la sociedad capitalista y de sus
taras para deducir lo que debería y podría ser una sociedad socialista o comunista, Castoriadis
empieza describiendo los órganos de funcionamiento de la sociedad socialista, es decir,
totalmente auto-gestionada, tal y como podemos extrapolarlos a partir de las creaciones más
avanzadas del proletariado en sus luchas, y más en concreto de los Consejos obreros de la
revolución húngara. Después, en un segundo tiempo, este modelo positivo le sirve para sacar a
la luz y analizar todo lo negativo de la sociedad existente. Así, las que el revolucionario puede
hacerse con respecto a la sociedad en la que vive y de aquella a la que aspira, no las
encontrará ni en la elucubración utópica ni en la pretendida ciencia de la historia, sino en las
creaciones del movimiento obrero. El proletariado es, debido a su práctica, el inventor perpetuo
de la teoría revolucionaria y al intelectual tan solo le queda la tarea de sintetizar y sistematizar.
Aquí ya vemos aparecer, lo que en Castoriadis será el concepto de creación socio-histórica: no
ya una producción ex nihilo, alejándose radicalmente de las condiciones iniciales, con
determinación, sino una superación innovadora a través de la conciencia de uno mismo y del
mundo.
Si volvemos al N°1 de la revista y a la caracterización de la burocracia soviética como
clase, hemos de constatar que, a pesar del vigoroso apuntalamiento marxista que Castoriadis y
sus compañeros dan a la demostración de esta tesis, esta va a iniciar con respecto a la teoría y
filosofía marxistas, una divergencia que no cesara de ahondarse, pero también de enriquecer el
poder de la noción de creación.
Caracterizar la burocracia como clase al igual que la burguesía, exige que abandonemos
el criterio de la apropiación privada de los medios de producción como criterio de la clase
dominante en una sociedad capitalista. La propiedad no es más que la forma jurídica, objeta
Chaulieu/Castoriadis en Las Relaciones de producción en Rusia (N°2). Lo esencial, es el
ejercicio efectivo y exclusivo de la gestión de los medios de producción, inclusive la fuerza de
trabajo. La distinción permanente de clase, ya no se hace entre propietarios y proletarios, sino
entre dirigentes y ejecutantes.
Esta distinción, o más bien oposición entre dirigentes y ejecutantes, que se lee como
una lucha de clases, no se circunscribe como la oposición entre propietarios y proletarios, a la
esfera de la producción. Se sitúa a todos los niveles, en todas las manifestaciones del hecho
social. Se va a convertir en analizador crucial de todo aquello que acontece en la sociedad
capitalista, burocrática al este, “liberal" al oeste, y poco a poco el grupo va a poner en marcha
una crítica, no solamente de las relaciones que se entablan en la producción, y que, por
supuesto, conservan una importancia vital, sino también las relaciones entre hombres y
mujeres, padres e hijos, docentes y enseñados, etc. Es decir, lo que entonces llamamos crítica
de la vida cotidiana.
A esta dominación (dado que en este caso no estamos lejos de un cierto pensamiento
anarquista), que significa explotación, opresión, alienación…., se opone, positivamente la
autonomía. Es decir, la asunción por la misma gente, colectivamente, de sus luchas, sus
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actividades, su vida. La autonomía, y por ende la creatividad humana que manifiesta, no es un
regalo, es el reto de un conflicto, un valor político.
Es decir, caracterizar la ex Unión soviética como una sociedad capitalista implica dejar
en un segundo plano el análisis del capitalismo en términos de mecanismos objetivos que se
desprenden de las necesidades intrínsecas del capital, y con más razón, en términos de
imposición a todos los intercambios de la forma mercancía. Lo que ocurre en el primer plano, si
queremos comprender tanto a las sociedades del este como del oeste, es la lucha entre dos
bloques, cierto, pero más en concreto la lucha de clases. Hasta el inicio de los años 60, es
decir hasta la ruptura categórica de Castoriadis con el marxismo, lo que el grupo S o B retiene
de Marx es sobre todo la idea de que la historia de las sociedades modernas es la historia de la
lucha de clases, dicho de otra manera, que son los hombres los que construyen su propia
historia, y no los mecanismos objetivos que obedecen a leyes apremiantes como las de la
naturaleza.

II ‘Capitalismo moderno’ y crisis de la creatividad

A partir de 1958, Castoriadis elabora una teoría de lo que el llama el “capitalismo


moderno” que rompe radicalmente con el análisis marxista clásico. No vamos a resumir aquí
esta teoría, sino solamente señalar algunas de los principales rasgos que consagran la
repudiación de cualquier objetivismo. La ‘crisis’ que mina el capitalismo ya no es la que
determinaría la dinámica objetiva del capital, es aquella de las relaciones entre hombres.
Como lo dirá más tarde Castoriadis, “el problema, ya no es el capital en el sentido de Marx, es
la burocracia.”O dicho de otro modo, es el hecho de que no solamente en la actividad
productiva sino en un número creciente de campos, la gente está excluida de la dirección de su
propia vida, mientras que al mismo tiempo se les exige su participación. La burocratización,
también significa borrar la diferencia de clases: la sociedad ya no está formada por una minoría
de propietarios que dominan a una inmensa masa de trabajadores, puros ejecutantes; incide en
la forma de una pirámide en la que, salvo para una estrecha capa, arriba del todo, de
capitalistas y burócratas dirigentes, y abajo del todo, de una capa, también fina de puros
ejecutantes, todos los niveles intermedios, es decir, la inmensa mayoría, están ocupados por
individuos que son, en una proporción variable, a la vez dirigidos y dirigentes. La única
diferencia, escribe Castoriadis (N°35), que tenga una auténtica importancia práctica, es la que
existe a casi todos los niveles de la pirámide, salvo por supuesto en las cimas, entre aquellos
que aceptan el sistema y aquellos que, en la realidad cotidiana de la producción se enfrentan a
él.
La perspectiva revolucionaria, que se dedica a redefinir Castoriadis (El Movimiento
revolucionario bajo el capitalismo moderno, N°31, 32, 33 ), no tiene otro fundamento que la
actividad de los hombres: la conquista de la autonomía y la liberación de su creatividad. Ahora
bien lo que Castoriadis constata al mismo tiempo, a partir de 1958, con motivo del golpe de
Estado gaulista, es que la clase obrera no reacciona ni a la intensificación de la guerra de
Argelia ni a la amputación de su nivel de vida. Esto le conduce a lo que él llama la
"privatización": las masas, y en particular los trabajadores, abandonan la esfera pública y se
repliegan a la esfera privada. Lo ve como la consecuencia de la burocratización generalizada,
que genera la irresponsabilidad y la pasividad, y de la satisfacción de las necesidades
materiales en el consumo.
Este no es el lugar para discutir de la validez de este modelo de capitalismo moderno.
Es cierto que da cuenta de manera bastante detallada de la situación durante los años 60, y
sobre todo del surgimiento, principalmente entre la juventud, de una rebelión contra la
dominación bajo todas sus formas. Lo único es que no incluye la condición de posibilidad de lo
que se ha producido después, a saber el retorno con fuerza, después de unos treinta años, del
capital “en el sentido de Marx”, el combate librado, no sin éxito, por el capitalismo contra su
propia burocratización, la sumisión al imperio de la necesidad por parte de una gran parte de
los trabajadores, el desempleo de masas, la pobreza de masas, la precarización de la
existencia...
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En cuanto a la privatización, podemos dudar de que el corte que parecería marcar con
respecto al periodo anterior sea tan profundo como lo veía Castoriadis, y sobre todo, no da
debida cuenta de los acontecimientos de 1968.
Sea lo que sea, la reflexión política de Castoriadis nos lleva a dos conclusiones
fundamentales y especialmente estimulantes. Por un lado, la creación es el motor de la historia
- el dirá más tarde que tiempo es creación. Pero por otro lado, al menos en las sociedades
modernas, no es evidente, es problemática dado que no se efectúa, solamente se realiza en el
conflicto con las fuerzas que tienden a negarla. En ese sentido, es profundamente política,
tiene una parte vinculada a la lucha por la autonomía, que es precisamente la liberación de la
creatividad. Estas fuerzas no tienen nada de transcendentales, son enteramente humanas, y
hoy en día las vemos claramente en acción. Es la ofensiva llamada neoliberal que somete toda
la vida social a la economía concebida como un mecanismo, un funcionamiento, que no es más
que una repetición de los enlaces causales preestablecidos. Es el esfuerzo malogrado de los
individuos para someter su comportamiento físico (deportista, por ejemplo), sexual, afectivo,
mental … al modelo maquínico.
Hannah Arendt (La Tradición escondida, sobre Kafka) : “La potencia de una máquina
que coge y destruye K no es más que la seudo-necesidad que puede convertirse en real en
virtud de la admiración que le manifiestan los hombres. La máquina se pone en marcha porque
consideramos la necesidad como algo sublime y porque consideramos su automatismo, que
solo será interrumpido por lo arbitrario, por el símbolo de la necesidad. ” Y para ilustrar este
tema, por supuesto tendremos que citar a Gunther Anders…
En sus últimos años, Castoriadis publicó numerosos escritos, entrevistas, etc..., bastante
críticos con respecto a la sociedad actual, bastante pesimistas también, dado que llega a
preguntarse si esta sociedad es aún capaz de producir al tipo de hombre que necesita para
funcionar, y también para seguir con el proyecto de autonomía. Pero lo que me choca es que
manifiesta en sus juicios más estupor, casi incrédulo, que pasión de elucidación, e incluso una
cierta superficialidad en sus diagnósticos: “conformismo generalizado”, “subida de la
insignificancia…”.
Entonces cabría hacerse una pregunta: Castoriadis, con su impaciencia a la hora de
identificar la innovación histórica, y por consiguiente, la creación, ¿acaso no habría
subestimado la capacidad que tienen algunas estructuras para persistir y por lo tanto, para
oponerse a la creatividad humana y poner en marcha mecánicas radicalmente heteronómicas?;
¿acaso no habría subestimado el nihilismo del capitalismo, cuyo motor, por así decirlo, quema
el vínculo social, precapitalista o incluso anticapitalista? ¿No se trataría de una contradicción en
los términos?, y por último ¿acaso no habría subestimado el poder de la deshumanización de
un sistema que generó Auschwitz y que aún no sabe responder a la devastadora pregunta “se
questo è un uomo. ”.

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