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Desde 1940, la historia evolutiva de las culturas Peruanas serán analizada por: Uhle, analizando los
primeros descubrimientos precerámicos en la costa central asociada a pescadores; Tello Rojas,
importantes descubrimientos en Chavín, Nepeña, Paraca, Sechín y Huari; y Kroeber, en base a
evidencia excavada por Uhle en Moche, estructura en 1925 una cronología científica para los andes
centrales.
Varios autores, entre ellos Uhle, Markham y Wiesse intentaron esbozar algunas cronologías para la
historia precolombina de Perú.
Para Uhle existen diferentes períodos:
-Pescadores primitivos de la costa (Ancón, Supe, Pachacamac, Arica)
-Culturas costeñas, con origen centroamericano (Proto-Chimú, Proto-Nazca y Proto-Lima)
-Tiahuanaco, “comienzo del megalítico en Perú”
-Estilos epigonales originados de Tiahuanaco
-Inca en los periodos Legendarios e Históricos
El concepto de megalítico es utilizado también por Markham (1910) que abarca las ruinas de
Tiahuanaco, Sacsahuamán, Ollantaitambo y estela Raimondi de Chavín.
Las investigaciones realizadas por Tello (1919), intentó explicar el desarrollo de la cultura de los Andes,
desde una postura histórico-cultural. Dos años más tarde propone, en Historia Antigua del Perú,
épocas para la costa, sierra y floresta peruana. En 1939, divide el territorio andino en tres áreas
naturales con límites geográficos precisos (Norte, Centro y Sur), y tres regiones longitudinales (Andes
Orientales y Occidental). En cada una de las áreas se extendió un tronco desde los que se desarrollaron
las culturas de región, 3 troncos genéticos: Chavín-Kotosh, Paracas-Cusco y Pucará-Tiahuanaco. No
realizó una cronología de esta última cuestión, sólo realizó un esquema evolutivo de las civilizaciones
andinas.
El primer esquema norteamericano, de la mano de Kroeber (1925), que se generan fases estilísticas
en base a tipologías, colecciones de museo y en relación al sitio-tipo y sus estilos alfareros; a cada una
de estas las postulo con los términos de “temprano”, “medio” y “tardío”. Este autor hace uso del
método histórico, que buscaba generar un cuadro descriptivo de los acontecimientos ocurridos en
Perú.
En un inicio los estudios peruanista comienzan a emprenderse en las excavaciones de la costa: en el
norte (valle de Chicama y Virú) y la segunda en la zona sur (valle de Ica y Nasca). De los trabajos
generados en estos valles, y el “proyecto Virú”, surgieron datos que enfatizan el desarrollo de modo
integral del análisis de los diferentes recorridos culturales de un área limitada.
El “Proyecto Virú” planteó por primera vez la urgencia de una secuencia maestra, que permitiera
ubicar temporalmente e interpretar humanamente el ambiente, y su correlación con las áreas
andinas. Analizan aspectos tecnológicos, sociológicos y religiosos a través de largos periodo y observan
instituciones a partir del interjuego entre las instituciones y el desarrollo social.
Las excavaciones del “Proyecto”, Chicama y Virú, posibilitaron la delimitación histórica de los valles.
Bird extrajo de los restos de Huaca Prieta restos antiguos a los que se realizó la primera serie de
fechados radiocarbónicos y cronologías absolutas. En esta nacerá una serie de esquemas cronológicos
para resumir y periodificar el desarrollo de la cultura antigua del Perú.
El concepto de Horizonte Estilístico fue originado por Kroeber (1942), el cual es un conjunto de
elementos estilísticos que se dispersa unitariamente sobre una extensa área y que son usados con
fines cronológicos; Posee validez en lo que refiere a la posibilidad de fijar una posición en un contexto
cronológico. Este concepto no era desconocido para la arqueología peruana, ya que el concepto de
estilo específico disperso en áreas particulares. Estos horizontes son los que se plantean para los
estilos Inca, Tiahuanaco y Chavín.
Willey hace notar las complicaciones que podrían ocurrir al no pensar en los estilos de manera vertical,
con una tradición persistente a varias épocas; y el peligro de considerar la “tradición alfarera” como
“Horizonte estilístico”. Luego las clasificaciones comenzaron a dejar de lado la utilización de
decoración alfarera para la nominación de etapas temporales.
En 1946, Bennett propone para los andes centrales una clasificación utilizando el concepto de
“grandes períodos”, desde los cuales realiza una subdivisión de la historia andina, traslada por medio
de esta el concepto de “área cultural” y “tradición” al mundo andino.
En el transcurso de 1950-1958, se realizaron varias expediciones arqueológicas a los valles de Ica y
Nazca, a partir de los que se conformaron seriaciones de sitio y cronologías.
En 1964, Menzel, Rowe y Dawson realizaron una corrección de la secuencia de Paracas (valle de Ica)
estos establecieron una numeración consecutiva para las fases de Ocucaje, equivalentes a Paracas.
Luego establecieron 8 nuevas frases para el estilo Nazca y 10 para el Ica, estableciendo una serie
completa y detallada de los cambios estilísticos en la alfarería de esa área determinada. En Perú se
generan Mesas Redondas que intentan aportar a la problemática de la cronología en los valles.
J. Rowe, en 1962, genera un esquema en términos cronológicos absolutos (escala larga): que reajusta
luego de adquirir fechados radiocarbónicos en 1962, originando un nuevo esquema de los períodos
alfareros (escala corta).
-Horizonte Tardío (1476-1534) 1470 a.d.
-Periodo intermedio Tardío (1200-1476) 930 a.d.
-Horizonte Medio (800-1200) 580 a.d.
-Periodo Intermedio Temprano (200-800 a.c.) 300-350 a.d.
-Horizonte Temprano (200-100 a.c.) 1200-1400 a.c.
-Periodo Inicial (1800-100 a.c.) 1930-2000 a.c.
Durante los periodos se encuentran más diversificaciones regionales que durante los horizontes. La
unificación de los horizontes refleja la expansión de las influencias de las tradiciones en una región
dada; la expansión de los imperios; o la difusión de las ideas religiosas relacionadas a complejos
culturales. Ambos, Horizontes y periodos, son un sistema para la clasificación de épocas de tiempo
relativo, que facilitan y precisan las discusiones en relación a la contemporaneidad y sucesión
cronológica de los estilos y culturas de los andes centrales. Estas épocas son definidas por los cambios
en la vida cultural de una región o acontecimientos de interés en la historia andina, que es un producto
de incidental y, por eso, no tiene significado especial para el sistema de cronología relativa.
El concepto de “Formativo” presentó una gran popularidad en Perú, ya que sintetizaba los primeros
yacimientos alfareros de los esquemas arqueológicos en la región de América Central y Sudamérica.
El término en la actualidad no refiere al desarrollo, sino que es usado para definir un periodo
arqueológico, de manera neutral, con gran antigüedad y subdividido en “temprano”, “medio” y
“tardío”.
Hallazgos de Huaca Prieta, por Bird; llevan a replantear, agregar y modificar los esquemas cronológicos
en los que se estructuraban; por la aparición de grupos precerámicos, planteado 2 periodos
tempranos: Agricultores tempranos (100-2300 a.c.) y cazadores nómadas (termina en 2300 a.c.).
A partir de los estudios en las Cuevas de Lauricocha, en 1958, se establece una secuencia pre cerámica
con una verdadera profundidad cronológica. Cardich divide el sitio en 5 niveles, que van desde unos 8
mil años a.c. hasta los comienzos de la alfarería.
Lanning y Hammel (1961), usa parte de la secuencia de Cardich, para a la industria lítica sudamericana
dividiéndola en 5 periodos. Más recientemente estos autores usan fechados radiocarbónicos para
estructurar un nuevo esquema de cronologías relativas, como el modo de organización de las
industrias y culturas pre alfareras de los andes centrales.
Problema: no permite el uso sistemático de la cronología para determinar cómo es la secuencia
arqueológica de las otras regiones se ajusta a la costa sur.
Entre 1960 a 1970 se desarrollan estudios de las épocas tempranas de los andes. Las excavaciones de
la costa permitieron replantear los problemas básicos, sobre el origen de la agricultura y
domesticación de las plantas y la introducción de la alfarería. Estructurando nuevas secuencias
tipológicas, sobre la costa y la sierra sur-central.
Formativo en los andes centrales, fue definido por Willey y Phillips por la consolidación de la vida
aldeana u otra actividad organizada de subsistencia colectiva, el aumento demográfico, la existencia
de jerarquías sociales, y la proliferación de centros ceremoniales, en general se usó el surgimiento de
la cerámica como hito de inicio de esta etapa (1700 a.c. en Perú).
Este criterio nos llevará a una equivocación ya que se encuentran hallazgos cerámicos para los 3000
a.c. (ecuador, Colombia, Venezuela y panamá). El caso de real alto, un asentamiento Valdivia, j. Marcos
(1986) poblado alrededor de una plaza y 2 edificios situados frente a frente, con antigüedades radio
carbónicas de 3000 a.c. es considerado un proceso de neolitización.
En 1967, Lanning, planteó que el proceso sociopolítico de Valdivia influenció sectores de Perú, como
lo son los mates pirograbados de huaca prieta (con diseños similares a la alfarería Valdivia). Para
Lathrap esos mates llegaron ya confeccionados, que no sería del todo incierto por la presencia de
contacto entre sur de ecuador y norte peruano desde el arcaico, más aún con los hallazgos de conchas
en enterramientos. Además se observan los materiales de bagua y pacopampa (Shady 1987) que
presentan fuertes influencias.
La alfarería en Perú fue descubierto con fechados de 1700 a.c. en múltiples sitios (guañape temprano,
Virú, casma, Ancón, aldas, la florida y garagay, corpus 2, chira-villa, curayacu, santa apolonia,
pandanche, kotosh-waira-jirca y shillacoto-waira-jirca, huayhuaca, pikicallepata, qaluyu, alto pachitea,
pangotsi, cueva de las lechuzas, tutishcainyo temprano y tardío)
El formativo se ha identificado con la cultura chavín, la variabilidad en Perú llevó a lumbreras (1969) a
dividirlo en: temprano (1800-1000 a.c.) anterior a chavín, ocurre inicios de la alfarería; medio (1000-
400 a.c.) relacionado al horizonte temprano y al estilo chavín; y tardío (400-100 a.c.) inicios del
intermedio temprano, relacionado a alfarería “blanco sobre negro”.
Kaulicke (1994) temprano (3400-3000 ap.), medio (3000-2650 ap.), tardío (2650-2400 ap.), final (2400-
2200 ap.) y epiformativo (posterior a 2200 ap.).
Son notables las esculturas líticas Chavín talladas en bulto y en bajo relieve, las cuales son divididas
por Rowe: la fase AB (en el arte Chavín se ha representado felinos serranos y selváticos, El Lanzón, la
esquina suroeste del Templo Nuevo, las esculturas líticas que forman la pared de la plaza circular), La
fase C (el Obelisco Tello, los relieves del Templo de Cerro Blanco del valle de Nepeña), La fase D (la
portada albinegra y una losa en bajo relieve, asociadas al Templo Nuevo ), y La fase EF (el Templo
Nuevo, la estela Raimondi). Secuencia Alfarera.
Sus edificios religiosos se construyeron siguiendo modelos arquitectónicos costeños como el plano en
U y los recintos circulares hundidos, ambos modelos surgieron independientemente en la costa y
expresaron conceptos ideológicos y religiosos particulares, ocurrio antes de Chavín en varios
asentamientos de la costa central: Garagay (Rímac), Cardal (Lurín), Pucará (Chillón). Chavín de Huántar
no fue un centro ceremonial vacío, en la confluencia de los ríos Wacheqsa y Mosna; su construcción
podría explicarse por alianzas religiosas y económicas de dos o más jefaturas o señoríos.
Cultura Paracas
Sus rasgos iconográficos y estilísticos plasmados en su espléndida cerámica y sus coloridos tejidos; su
emergencia, extensión y significado sociopolítico durante la segunda parte del Período Formativo en
la región de Ica. Los trabajos de Tello se concentraron en Cabeza Larga o Arena Blanca, Wari Kayan y
Cerro Colorado y propuso los nombres de Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis. La península de
paracas.
La cerámica “Paracas Cavernas” exhibe semejanzas con la fase Ocucaje 9 del valle de Ica; con
pigmentos minerales o vegetales aplicados luego de que las vasijas se retiraron de los hornos, y
decoración “negativa”, los pigmentos están separados por líneas incisas finas y cortantes (decoración
polícroma).
El nombre “Paracas Necrópolis” se refiere a un gran cementerio situado en la falda norte de Cerro
Colorado y que se conoce con el nombre de Wari Kayan, 429 momias, Los individuos están en posición
flexionada, envueltos con mantas de algodón hasta lograr una forma cónica. La cerámica es
monocroma y fue encontrada en asociación con los fardos funerarios de Arena Blanca.
Recientemente, R. García y J. Pinilla (1995) han propuesto una cronología alfarera para Paracas,
asignándose básicamente a la cultura Paracas u Ocucaje sus fases Karwas (600-500 a.C. [coetánea con
la fase alfarera Cerrillos de Ica, el “dios de los báculos”, botellas con doble pico y asa puente, y en
menor proporción con asa estribo, pintura postcocción es consistente para rellenar las incisiones]) y
Cavernas (500-100 a.C. [Temprana) uso de elementos geométricos para representar los diseños, el
Dios de los Báculos es reinterpretado localmente, Media) materiales de los entierros Cavernas de
Cerro Colorado de Paracas, y Tardío)]).
Paracas en particular e Ica en general tuvieron un viejo desarrollo local, situación que no fue
impedimento para establecer relaciones con la costa central y norte, la sierra central, en especial
Ayacucho y el Mantaro, sin excluir la zona de Puno, en donde la cultura Pucará (aproximadamente 100
a.C.) incorpora en su cerámica técnicas decorativas, elementos de diseño y personajes. El hecho de
que Paracas haya utilizado símbolos Chavín para decorar sus edificios, su cerámica y sus tejidos, no
significa que se sometió a éste; una sociedad que tuvo contactos políticos y religiosos no solamente
con Chavín, sino también con otros grupos de la sierra y la costa centrales.
El altiplano: Pucará
Se asigna a la fase final del período Formativo, aproximadamente 150 a.C. a 100 d.c. Lumbreras (1976)
dividió este complejo en dos modalidades. La primera comprende ceramios con representaciones de
caza de venados, figuras de patos, llamas, siendo raras las de seres humanos o diseños geométricos.
La segunda fase de la cerámica de Pucará presenta atributos decorativos distintos a la fase previa
aunque conserva los mismos colores (Un personaje frecuente es el felino con rostro de frente y cuerpo
de perfil). Lumbreras (1976) encuentra una estrecha semejanza entre la alfarería de Chiripa, Pucará y
Kalasasaya (o Tiwanaku I, II) siendo el felino el atributo unificador; plantea una tradición regional
alrededor del lago Titicaca, la misma que mantuvo contactos permanentes con la región de Ica durante
el Formativo Tardío.
Para E. Mujica reafirma la ocurrencia del estilo Cusipata entre la alfarería Qaluyu y Pucará. Cusipata
presenta las modalidades pintada e incisa, compone de crema sobre negro o crema sobre marrón, con
englobe rojo, lineales o geométricos a base de rombos concéntricos y diseños escalonados. La
cerámica Pucará, la cual se distingue por mostrar una mejor cocción, sin manchas o coloraciones,
motivos zoomorfos y antropomorfos, además de los geométricos que se vuelven más complejos
(colores naranja, marrón, amarillo, y el engobe rojo).
El final del Formativo es una fase parcialmente conocida y hasta ahora no sabemos qué relación existe
entre el abandono de los templos y la elaboración de la cerámica conocida por el nombre de “Blanco
sobre Rojo” (la sierra norte y central, y en la costa norte, central y sur, Antecedente de los Desarrollos
Regionales) corresponde a una innovación tecnológica identificada que no necesariamente constituye
un rompimiento radical con el de la etapa previa, pues mantiene elementos morfológicos y
decorativos.
Estrategias de subsistencia durante el Formativo
La diversa geografía del territorio peruano obliga a proponer la ocurrencia simultánea de varios
patrones de subsistencia; Hubo una interdependencia puna-valle, este-oeste y norte-sur. La crianza y
el pastoreo de camélidos, así como la agricultura, se consolidaron en esta etapa; pero, cabe aclarar,
no todos los pueblos las practicaron.
Costa. La agricultura y la pesca fueron la base de la alimentación, pero la primera adquirió mayor peso
según se observa en la distribución de los asentamientos a lo largo de los valles. Se plantea que en un
inicio el aporte marino era de suma importancia, luego se implementa la agricultura los que conlleva
el desplazamiento de las zonas litorales (expresados en el crecimiento gradual de la población y en la
puesta en práctica de una tecnología simple de riego). Podemos postular que la producción agrícola
estuvo controlada directamente por los templos en la medida que éstos se ubican en el piso del valle
y alrededor de los suelos agrícolas. Ambas estrategias llevan a las poblaciones a generar un patrón
mixto de alimentación.
Sierra. Las estrategias de subsistencia en la sierra fueron otras y a pesar de que en la puna la cría y el
pastoreo de llamas y alpacas fue la actividad predominante, los pobladores de este ecosistema no
estuvieron aislados pues recurrieron al intercambio para balancear su alimentación con productos de
pisos ecológicos más bajos. El intercambio de productos y el acceso directo a otros pisos ecológicos
fueron piezas claves en la alimentación de los pueblos formativos.
Conclusiones
La asignación del período Formativo a una organización sociopolítica tipo jefatura o señorío se
fundamenta en cuatro aspectos relacionados: centralización de la autoridad, integración social,
religión como poder político y territorialidad. A pesar de las diferencias en forma y tamaño de estas
tradiciones arquitectónicas, sus restos demuestran que la religión reguló la sociedad, la organización
del espacio estuvo obviamente asociada a una concepción específica del mundo.
Chavín de Huántar parece que fue abandonado luego del 200 a.C., queda por explicar por qué se
construyeron varios templos similares en un valle: a lo largo del Formativo unos fueron reemplazados
por otros, es decir, se observa una secuencia de templos para cada valle; o que hubo un centro
principal cuyo modelo se reprodujo a lo largo del valle, con edificios parecidos.
Las jefaturas o señoríos del período Formativo, se cree que no evolucionaron a formas más complejas
de gobierno. En Chavín de Huántar, luego de que el templo se abandonó, jamás se construyeron
edificios públicos en la zona. En la cuenca de Huánuco se nota un proceso similar. En la costa norte, la
situación es un poco diferente pues las formas alfareras de Cupisnique prosiguieron en las culturas
posteriores. El concepto de los edificios públicos continuó pero de manera diferente en la cultura
Moche. En la costa central, los templos en U fueron reemplazados por edificios de adobitos con formas
totalmente nuevas. A éstos se suma una alfarería pintada en varios colores, sin antecedentes en la
incisa y monocroma de la etapa previa. En la costa sur, en cambio, notamos una tendencia evolutiva
de Paracas a Nazca, al menos en la cerámica.
Burger, R. (2008). Chavín de Huántar y su esfera de influencia.
Introducción
Antes de que se desarrollara la arqueología Peruana, Chavín de Huántar fue bien conocido como un
importante centre religiosos Pre-Inca, con un estilo distintivo en cuanto a las esculturas de piedra.
Esto se conoce mediante relatos de cronistas desde el siglo XVI, y se presentan múltiples relatos del
sitio que lo describen como un centro importante para el culto y peregrinaje pagano. En las
representaciones se lo observa como una Huaca, en donde ocurrieron situaciones de culto (y
funciones de oráculo) hasta el siglo XX, luego fue prohibido por las autoridades.
El sitio está dominado por una serie de plataformas de piedra canteada, se presupone que los
visitantes llevaban a cabo las actividades al aire libre entre las plataformas principales y el cauce del
valle Mosna, en esta área se presentan 3 patios o plazas hundidas demarcadas por paredes de piedra
(una circular, cuadrada y otra rectangular).
La decoración de la plaza está representada en los Frisos de piedra ilustrando una procesión de seres
sobrenaturales antropomorfos o enmascarados y vestidos como sacerdotes en la parte superior y
jaguares en la parte inferior. Ambas líneas de figuras convergen de norte a sur en la escalera de la
pirámide central, estas figuras presentan vestimenta de plumas, tocados, materiales exóticos,
“trompetas” as valvas de los Strombus, en algunos casos armas y tallos del cactus San pedro.
Aunque el consumo de Mescalina (derivado del cactus) no puede ser comprobado, parece estar
representado en la iconografía de las esculturas; aunque se asocian varios elementos del sitio al
consumo de este psicotrópico. Las cabezas clavas de la cara exterior de la pirámide parecen ilustrar el
proceso por el cual los sacerdotes, o sus modelos míticos, eran capaces de transformarse en jaguares
y águilas de cresta por la ingestión de rapé. (Relación con shamanes amazónicos en la percepción y
transformación en jaguares para relacionarse con los seres sobrenaturales)
La presencia de armas en los frisos de la plaza nos da a pensar que pudieron ocurrir batallas rituales
como otro componente de la ceremonia, el derramamiento de sangre en contextos rituales juega un
rol importante en los festivales de tierras altas actuales.
En las plazas abiertas también deben haberse llevado a cabo banquetes. En una serie de cámaras
subterráneas (Galería de las Ofrendas) adyacente a la Plaza Circular, los investigadores recuperaron
cientos de botellas y cuencos de cerámica decorados, la mayoría de las cuales han sido traídas desde
tierras lejanas huesos de animales recuperados en la Galería de las Ofrendas, las fiestas debieron
incluir el consumo de carne de venado, camélidos, cobayos y una especie de roedor parecido al conejo
llamado vizcacha. Sumado a esto, entremezclados con los huesos de animales fueron recuperados
200 huesos humanos, muchos estaban cortados y quemados, sugiriendo que el canibalismo también
jugó un rol en los rituales de Chavín de Huántar (Baraybar 1993).
Las otras dos plazas proveen menos evidencias de los rituales que allí se llevaban a cabo, las esculturas
muestran una gran cantidad de otros seres sobrenaturales que incorporan diversos rasgos del mundo
natural. Un gran altar de piedra de 20 toneladas ubicado en el borde la plaza rectangular señala otro
aspecto del ceremonialismo: la coordinación del ritual con las observaciones celestiales, presenta una
serie de depresiones organizadas para concordar con la organización de una constelación, por lo que
se plantea la existencia de relación entre la orientación del complejo arquitectónico a otros
fenómenos astronómicos; y sus usos a agrícolas.
Mientras muchos rituales probablemente tenían lugar en las plazas abiertas, otros se confinaban a la
parte plana superior de la estructura piramidal. Desde las plazas abiertas ubicadas al este de las
plataformas de piedra, los fieles pudieron haber visto a los sacerdotes que llevaban a cabo rituales en
la cima de dos edificios de piedra tallada o en las “escaleras colgantes”. Los pasadizos y las cámaras
que estaban dentro del complejo piramidal tampoco podían ser vistas desde afuera; la Galería del
Lanzón, fue diseñada para venerar al principal objeto de culto del sitio, un obelisco de granito de 4,5
m. de altura (el Lanzón) en el cual esta tallada la imagen terrorífica de la deidad suprema. Otras
cámaras interiores no debieron ser usadas para las ceremonias sino para actividades relacionadas a
ellas.
Así, el diseño del complejo ceremonial intentaba producir una sensación de temor en consonancia con
los reclamos trascendentales y cosmológicos del centro ceremonial.
Chavín de Huántar dentro del marco Pan-regional: Polities igualitarias y el Horizonte Chavín
La emergencia de Chavín de Huántar como centro regional dominante a finales del Período
Inicial y en el Horizonte Temprano tuvo un desarrollo paralelo similar en el resto de las tierras altas
del norte y las partes altas de las cuencas costeñas adyacentes. Algunos centros regionales más
importantes fueron Pacopampa en Chota, Layzon en Cajamarca, Kuntur Wasi en el valle medio del
Jequetepeque y Pallka en el valle medio de Casma. No hay evidencia de que Chavín haya sido un
imperio o un estado expansivo, pero hay vasta evidencia de interacción entre Chavín de Huántar y
estos centros, tanto en términos de intercambio de productos como de emulación del estilo.
Uno puede hipotetizar que estos centros, cada uno capital de una pequeña polity (“entidad política”),
competían entre ellos por el prestigio, pero que al mismo tiempo intercambiaban bienes haciendo
regalos y mediante otros mecanismos; Finalmente, el refuerzo de estas relaciones a través del culto
religioso de Chavín de Huántar puede haber jugado un rol importante para consolidar estas relaciones
esencialmente simétricas, como lo refleja la abundancia de cerámica exótica en Chavín de Huántar y
otros centros coetáneos, también parece haber establecido relación con grupos que no que no eran
sus pares en términos de complejidad sociocultural.
Áreas tales como la porción Huamachuco-Quirovilcas-Cajamarca en las tierras altas del norte, o en las
zonas más bajas de los valles de Casma-Nepeña-Santa en la costa central, parecen haber evitado,
conscientemente ser parte de la esfera de interacción asociada con Chavín y produjeron patrones
culturales contrastantes y distintivos que los separaban.
Quizás la mejor evidencia de la presencia del culto Chavín proviene de las representaciones en el
clásico estilo Chavín del templo de las tierras altas, seres sobrenaturales en objetos portables. Su
reproducción en tierras distantes nos habla de una creencia religiosa, una posibilidad que parece
consistente con el modelo de peregrinaje a larga distancia al extraordinario centro en el valle de
Mosna; Chavín como un “culto regional” que corta transversalmente las fronteras étnicas y lingüísticas
reforzando la red económica y social que ya relacionaba a muchos de estos grupos.
La cerámica
La cerámica identificada con “Chavín” procedía de otros sitios, principalmente de la costa. Su primera
descripción, por Tello, fue realiza a partir de material que provenía de Chicama, que se relacionó por
ciertos parecidos iconográficos de las piedras. Larco Hoyle la denominó Cupisnique y otros
arqueólogos la llamaros “Chavín de la costa”, hoy en día entre estos dos estilos se plantean una gran
diferencia.
A sitios en Ancón y Supe, también se les fue asignada cerámica Chavín, pero en ellos sí se hallaron
semejanzas, pero con mezcla de otros materiales anteriores.
En Ica, desde Cajamarca hasta Ayacucho se encontró cerámica negra e incisa, que fue bautizada
Chavín. Actualmente, se plantea que ella solo tiene una conexión con Chavín.
La confusión ocurre porque se denominaba Chavín a una amplia gama de estilos, como si fueran
contemporáneos. En el mismo Chavín se observan fases diferentes, con estilos y conexiones distintas.
El autor en 1966-72, en una excavación, establece dos periodos cerámicos: “ofrendas” y ”Rocas”,
luego Burger, 1975, amplio la secuencia con: “Urabarriu” anterior a “ofrendas”, y “Chakinani”,
también rebautizó la fase “Rocas” a “Janabarriu”.
- Urabarriu 1200-800 a.c.
- Ofrendas 800-600 a.c.
- Chakinani 600-400 a.c.
- Rocas o Janabarriu 400-200 a.c.
En la galería de las ofrendas se plantea que fue una depositación única o simultánea, porque el recinto
fue sellado luego de la puesta de las ofrendas. Las vasijas contenían restos de comida y probablemente
bebidas, estas vasijas no serían simplemente un lote colocado allí sin razón, sino parte de un servicio
para contener alimentos. La calidad de la cerámica en un hecho innegable, aunque no todas presentan
esa característica.
Gracias a la cerámica encontrada en la Galería, se sabe que en Chavín se concentraba una producción
alfarera muy variada. En el análisis, se encontró que coexistieron cuatro de los estilos cerámicos
Chavín, estos se complementaban, pero con de escuelas o talleres distintos. Además coexisten
subestilos Chavinenses, otros de procedencia foránea, permite establecer la importante relación del
centro ceremonial con cajamarca, trujillo y lima, además de Ancash y Huánuco, que aparecen como
territorio nativo Chavín.
En las ofrendas, el estilo Chavín se presenta en las variantes: Ofrendas, Dragoniana, Flora y Qotopukyo.
Cada uno posee su propio rango de formas, tratamiento decorativo y diseño, su confección es tan
difícil que no cabe duda de que fueron creados por personas distintas, con distintos recursos
tecnológicos y artísticos.
La cerámica Ofrendas, que consideran producto doméstico, aparece como una variante de mayor
tamaño, alfarería más ruda, decorada con poca destreza e imitando los diseños y recursos decorativos
de otros estilos. Este subtipo, presenta gran similitud a la cerámica de la costa central, principalmente
en Ancón.
Es una cerámica de superficie negra ahumada, originalmente gris. Presentan de forma dominante
botellas de contorno compuesto, cuerpo usualmente globular y base plana, también cuencos de forma
más variable, en estos la decoración solo cubre los lados externos o el fondo de los cuencos. Hay
algunas botellas con “gollete-estribo”, cántaros y vasos.
La cerámica Draconiana es muy vistosa. Las formas más características son unas botellas de gollete
alargado y de perfil inflexo, con cuencos de lados bajos, la decoración a veces se puede encontrar en
toda la superficie del cuenco. Posee representación de personajes zoomorfo de aspecto draconiano,
osea, atributos saurios, serpientes, peces, etc.
El estilo draconiano presenta una gran difusión y presumiblemente estuvo asociado solo a los templos,
aparece cerámica afín en los valles de Lima, sitio de Huacoy en el valle de Chillón.
La cerámica Floral es muy distintiva, predomina el color negro con superficie brillante, aun cuando la
base usualmente es gris. Predomina en su diseño la “flor de lys”, los dibujos de personajes son escasos,
pero se distinguen jaguares y halcones. Posee áreas más grandes de dispersión: el valle de Chicama,
el valle de Jequetepeque y en Huánuco.
La cerámica Qotopukyo posee un afar gris claro muy característico, también usa cocción oxidante para
obtener colores beige y rojo. Con formas características de botella de cuerpo cilíndrico y contorno
inflexo, frecuentemente con textura “corrugada”.
En sus representaciones se observan huellas plantares felinas, flores símbolos abstractos y otras
figuras. Su dispersión es más o igual de restringida que el estilo Draconiano, el Lima se encontraron
fragmentos y en el valle de jequetepeque unas pocas piezas con formas de botellas afinidad.
Asociados a estos estilos en el centro ceremonial Chavín, se encuentran cerámicas que posee otras
tradiciones estilísticas, los estilos Raku y Wacheqsa asociados a cerámica Cupisnique de la costa norte,
y el estilo Mosna asociado a los valles interandinos de Cajamarca y alto Jequetepeque. Hay piezas
aisladas que se relacionan a los valles de Lambayeque y Jequetepeque; y otros cuya relación no se
conoce aún.
La cerámica Raku es de color gris y esta negreada por el exterior con humo. La forma más característica
es una botella con gollete en forma de estribo de contorno trapezoidal y su decoración presenta una
grabación de la superficie cuando la pasta estaba ligeramente seca. Existen al menos 3 diferentes
estilos que coexisten con Raku.
Cerámica Wacheqsa, junto a la anterior, son afines a Cupisnique. Caracterizada por un alfar rojo
comúnmente decorado con áreas pintadas con grafito negro. Presenta botellas con gollete-estribo de
contorno rectangular, cántaros y cuencos, con figuras geométricas incisas y pintadas o solamente
pintadas. Se caracteriza porque la totalidad de las vasijas son pintadas con grafito, que las dota de
aspecto metálico. Los motivos de la decoración pertenecen a personajes característicos del estilo
Cupisnique de Chicama.
La cerámica Mosna posee un área de dispersión que indica una presencia muy fuerte en los valles de
Cajamarca; encontradas tanto en Huacaloma como en Kuntur Wasi. Es una alfarería sobria, de color
anaranjado claro, pintada con una gruesa pintura roja, con representaciones sencillas y de tendencia
naturalista de aves y serpientes. Se ha planteado anteriormente que esta era una versión temprana
de Moche.
El estilo Puksha, parece estar dentro del grupo de cerámicas afines a Cupisnique, pero no se han
encontrado ninguna pieza al de Galería, a modo que por ahora queda aislada en Chavín. Se asocian
por sus acabados y colores fragmentos de Casma, Sechín, esta cerámica es fina, tricolor, con forma de
botella poco usuales, y cuello largo. Además de este estilo existen otros que presentan una situación
similar.
Después del periodo de la Ofrendas, correspondiente al segundo periodo cerámico de Chavín, entre
“Chakinani” y “rocas” o “janabarriu”. El primero es escasamente definido, mientras que el segundo es
más preciso y posee una gran dispersión, desde Ayacucho e Ica por el sur, hasta Moche y Pacopampa
al norte.
El estilo Chavín-Rocas fue siempre identificado como “Chavín clásico”, aunque también así se lo
concebía al Cupisnique de Chicama. Posee cerámica negra brillante, su decoración presenta 2 círculos
concéntricos sobre un fondo llano, frecuentemente asociado a unos bols de lado convergente.
La galería de las ofrenda presenta asociaciones recurrentes a las examinadas, con excepción de la
matriz que los contiene y los componentes específicos. El estado de los huesos varía según su
estructura, por ejemplo los huesos planos casi todos están destruidos, mientras que las manos y pies
se encuentran frecuentemente completos. Mientras que otros sitios estos huesos se encuentran en
los basureros, en Chavín se hallan colocados intencionalmente, en conjunto a restos humanos, fina y
selecta vasija de cerámica, objetos de piedra, adornos y utensilios.
Chavín presenta una relativa escasez de elementos craneales, y posee gran volumen de huesos de pies
y manos.
En la galería lo característico es que los huesos presentan huellas de contacto con el fuego, que llegan
al punto de calcinación, además se observa en un mismo elemento diferencias a nivel térmico, marcan
el alejamiento y/o acercamiento de determinadas secciones. Se presentan diferentes condiciones de
quemado para los huesos y múltiples características de esto, además se observa que algunos de ellos
fueron calcinados con tejido sobre ellos.
Evidencia cerámica
Los motivos tales como círculos y puntos; empanados en zig-zag plano o dentada; motivos felínicos;
bruñidos; peinados son asociados como marcadores del Horizonte Chavín, Existe claramente una falta
de consenso en la definición de la decoración cerámica entre ambos periodos que no nos lleva a
aclarar la naturaleza de ambos periodos.
El concepto de Horizonte
Por definición un horizonte es un fenómeno de amplia dispersión en un periodo de tiempo
relativamente corto. El problema es que no existe consenso en relación a la duración del horizonte
(van desde 400 años a 1000 años), esta discusión no hace más que complicar la clasificación del
periodo como horizonte
Evidencia radiocarbónica
Es evidente que los sitios con cerámica tempranos de la costa son más antiguos que los de las tierras
altas, en las tierras altas las evidencias de uso de cerámica fueron datadas entre el 1850 y 460 a.c.,
mayormente agrupados alrededor de 1000 a.c. para el Periodo inicial. Mientras que para el Horizonte
temprano se observan fechados desde 1420 a 200 a.c. agrupados en torno a 500 a.c.
El sitio Chavín de Huántar se presenta como centro de culto religioso y arte-estilo, Burger (1981)
plantea que fechas de 1420 y 940 a.c. quedarían exentas del análisis, ya que muestran contaminación
por carbonatos de aguas subterráneas. Correlaciona los fechados obtenidos a los datos de Lumbreras
(1972) planteando fechados de: 850-460 a.c. para ocupación Urabarriu (Periodo inicial); 460-390 a.c.
para Chakinani y 390-200 para Janabarriu (Horizonte temprano); a la fase Janabarriu la describe como
el periodo de dispersión de la influencia Chavín en el aren pan-andina.
Los sitios costeros presentan dataciones de 1090-342 a.c. para el Horizonte temprano, centrado entre
800-700 a.c. y para el Periodo inicial entre 1940 y 570 a.c., concertadas entre 1600 y 1100 a.c.
En el análisis emergen dos patrones, en la costa existe fuerte evidencia para determinar lo definido
como tradición del Periodo inicial (pre-Chavín) dominado por ollas con cuello, 1800 a.c. con 700 años
de duración. En tierras altas las cerámicas poseen formas y atributos similares a los de la costa, y
fueron asignados al Periodo inicial (Kotosh, Chavín de Huántar y Shillacoto; 1000 a.c., algunos 200-500
a.c.), esta cerámica posee características distintas a la costera y evidencia influencias de la región este
de los Andes.
Lo mismo ocurre para el Horizonte Temprano en “relación” con Chavín. Los sitios de la costa presentan
componentes tales como Huaca Prieta y Las Hadas con dataciones de 1000 a.c. Los sitios de la sierra
poseen dataciones de 500 a.c., tal como pasa con el Periodo inicial, poseen rasgos cerámicos similares
y dataciones posteriores a las de la costa.
La seriación cerámica de las diez fases de Ocucaje se realizaron en cerámicas no asociadas, la única
evidencia de esta proviene del sitio Cerrillos, algunas de las fases presentan pocas muestras cerámicas.
Según Roe (1974) y Burger (1978), apoyados por fechas radiocarbónicas es planteado que la posición
cronológica para el valle de Ica es tardía y compacta.
El autor plantea que “la iconografía costera de las figuras humanas (Huaca de los Reyes, Moxeke, Cerro
Sechín y Garagay), el felino (Huaca de los Reyes y Punkurí) y las ofrendas monstruosa (Garagay),
reflejan la influencia de la costa sobre Chavín de Huántar, junto a la introducción de la arquitectura
costera (montículos en forma de “U” y patios circulares hundidos) y rasgos cerámicos (botellas con
pico y estribo).
Una revisión del Precerámico algodonero a través de la secuencia del Horizonte Temprano
El gran cambio efectuado recientemente pone en duda la existencia de un “Horizonte temprano”, y
así también los dos periodos anteriores a este. Es necesario un análisis de la secuencia cronológica
Andina.
Propone, partiendo de la seriación de Rowe, modificar la secuencia utilizando las categorías de
Horizonte temprano y Periodo inicial, pero modificando sus divisiones temporales.
Tierras altas
En la región central, ocupaciones como Huaricoto y Kotosh, son excrecencias de asentamientos
precerámicos. La cerámica muestra una clara influencia de la floresta, la arquitectura es caracterizada
por la presencia de habitaciones rectangulares, hundidas y de esquinas redondeadas, nichos con uso
de pozos de ventilación.
Periodo Temprano
Esta datado entre el 900 y 200 a.c., es el más fragmentado de los tres Periodos tempranos en muchos
aspectos. Las unidades políticas continuarán vigentes, mientras que algunos rasgos, como la
decoración plástica o la red de comunicación fueron desintegrados. Se optó por abandonar el término
“Horizonte” planteado por Rowe.
En la costa, los montículos tempranos que constituían a este “Horizonte”, son considerados más
tempranos aún.
Chavín de Huántar
Pudo haber existido un grupo políticamente unificado, pero no el que se la ha atribuido. El sitio Pallka
en el valle de Casma comparte similitudes arquitectónicas y cerámicas, y dos sitios en contacto por
medio de la vía natural del Callejón de Huaylas, desde la Zona de Pallka y el drenaje de Casma. Chavín
actuaría como amalgamador de anacronismos más que determinados de ideas, relaciona los
montículos con forma de “U” y patios hundidos provenientes de Casma, así como los cerámicos del
grupo que devastó Casma, compartidos por Chavín de Huántar y Pallka, que se reconocen como
receptores.
Al no contar con información de las unidades políticas de Supe y Chillón-Rímac, se asume que
continuaron su desarrollo sin cambios. No hay evidencia de sitios fortificados en la zona.
Conclusiones
El análisis revela que Chavín no puede ser vista con “cultura madre”, la fundación de la civilización
andina y el desarrollo del estado yace en el Periodo Precerámico algodonero, surgen redes políticas
separadas en la costa, y jefaturas en tierras altas.
La formación del estado temprano surge en el Periodo Inicial a lo largo de la costa norte y central, con
unidades políticas en los valles de Moche, Supe y Chillón-Rímac, en donde también existen dos redes
de comunicación aisladas por las cuales se dispersan ideas relacionada tecnología, producción
cerámica y arquitectura.
El Horizonte Temprano es visto como un momento de disrupción de las viejas redes de comunicación
y la unidad política de nivel estatal. En la costa norte, la unidad política del valle de Casma es diezmada
por un grupo militarista de las tierras altas.
El fenómeno Chavín aparece en el Horizonte Temprano y cubre un área limitada en la costa nor-central
de Perú. Chavín de Huántar es considerado un receptor de la influencia de otras regiones al este y al
oeste.
En conclusión el Horizonte temprano se presenta con una naturaleza disruptiva, y debido a su
magnitud temporal este debe denominarse más bien Periodo Temprano.
Trabajo práctico 3
Bibliografía general.
W. Conklin y E. Moseley (1988). Los patrones de arte y poder en el periodo intermedio temprano.
El periodo intermedio temprano, designa a una unidad temporal entre 300-400 a.c. y el 500-600 d.c.
estos periodos representan un “remanso” entre los horizontes tanto para Uhle como para Rowe. Cabe
aclarar que en los intervalos de los períodos de unificación y diferenciación solo son una cuestión de
énfasis; en ningún periodo de unificación dejó de haber diferencias en los elementos entre las
provincias; y en los periodos de diferenciación no dejaron de haber elementos comunes entre los
valles.
También fue acuñado: “Periodo de los maestros artesanos”, por Bennett y Bird (1960). Mientras que
Lumbreras (1974) lo describe como “Periodo de los desarrollos regionales”
Herramientas de análisis, se utiliza la noción de “patrones”, para evaluar las similitudes entre las
regiones, ya que es la configuración formal de la cultura material en cualquier escala. Son distinguibles
y localizables:
-Patrón de asentamiento
-Patrones de caminos
-Redes de irrigación
-Patrones de arte (geoglifos)
-Planeamiento de establecimientos y diseño urbano
-Forma y características de las pirámides
-Distribución y tipo de viviendas
-Morfología cerámica
-Textiles, Etc.
El problema en la comparación es que los datos arqueológicos del Perú no han sido resultado de
iguales condiciones de preservación, ni de interés desde la comunidad arqueológica.
El comienza del PIT es la disolución del Horizonte temprano, disolución de la unidad del culto Chavín,
grandes complejos arquitectónicos asociados al culto fueron abandonados (Ejem: Caballo Muerto,
Valle de Moche; Cerro Sechín, Valle de Casma; Garagay, Valle de Rímac; Mina Perdida, Valle de Lurín),
en Chavín se detuvo la construcción y siguió siendo un centro de peregrinación.
La Cuenca del Titicaca se mantuvo independiente de la influencia Chavín, las tierras altas del sur
presentan sus propias características para el PIT. Ni los Patrones arquitectónicos Chavín, su cerámica
o textiles se distribuyeron de manera idéntica; La evidencia nos lleva a pensar que la costa sur fue más
influenciada por el ere del culto Chavín que por su poder organizacional.
Conclusiones
El emplazamiento estuvo condicionado por la geografía del paisaje sacralizado que circundaba el área.
Su emergencia como centro político responde a intereses de crear un polo de poder sustentado y
legitimado por el propio entorno geográfico.
Las Huacas juegan un rol vital en la planificación arquitectónica de este centro, se lo relaciona con la
percepción dual andina, explicando la orientación y las proyecciones de los templos de Cahuachi,
permitiendo establecer los lugares sacralizados en su conexión y relación. Como un vínculo primordial
con las montañas tutelares y las peculiares hidrográficas de ese territorio casi desértico.
Cahuachi fue el mayor establecimiento y la principal expresión materia del poder político y epicentro
ceremonia pan-Nazca, su espacio público adquiere un gran significado, ya que los habitantes solo
podían tener acceso a este durante los ciclos ceremoniales gestionados por las elites residentes del
sitio.
Costa norte.
Castillo y Donnan (1995). Los Mochicas del Note y los Mochicas del Sur.
Introducción
Tradicionalmente se aceptaba que los Mochicas fueron a lo largo de su historia un estado centralizado
o una entidad política unificada y monolítica controlada por una clase gobernante de sacerdotes
guerreros desde una capital ubicada en las Huacas de Moche. Los Mochicas habrían difundido sus
tradiciones a lo largo de un amplio territorio a través de un proceso de conquista militar. Nuevos
descubrimientos y nuevas líneas de investigación han llevado a cuestionar la existencia de un estado
Mochica único y unificado, y de una sola secuencia cerámica, pero a la vez han reafirmado la
uniformidad de «lo Mochica» como entidad cultural.
Cuando pensamos en los Mochicas nos imaginamos una sociedad cohesionada, que compartía un
ecosistema definido por los valles costeños de Piura a Nepeña (Donnan 1978) y que estaba expuesta
a ciclos de Niños y sequías. Es muy probable que los Mochicas hablaran una misma lengua,
emparentada con la lengua Muchik, participaran en ceremonias muy semejantes, como la Ceremonia
del Sacrificio y rindieran culto a los mismos dioses.
Luego de su muerte cada individuo recibía un tratamiento funerario que reflejaba su posición en la
sociedad a través del tipo y tamaño de su tumba y de los objetos depositados como ofrendas en ella;
los señores Mochicas contaron con artesanos de gran experiencia, capaces de enroscar minúsculas
láminas de oro y hacerlas parecer hilos, de decorar ceramios y paredes con detallados diseños que
mostraban ceremonias y rituales.
Una sola cultura Mochica
La idea que los Mochicas constituyeron una sola entidad política y cultural es el resultado de las
peculiaridades de la evidencia arqueológica. La expansión de la cultura Mochica y la difusión de su
cultura material habrían sido el resultado de una sola entidad política expansiva y militarista, que
alcanzó a conquistar la región comprendida entre los valles de Lambayeque y Nepeña.
Una sola Cultura
Las culturas precolombinas usualmente han sido definidas a través de conjuntos de objetos que
comparten los mismos rasgos estilísticos, especialmente objetos cerámicos. Una vez que el repertorio
de rasgos ha sido definido, se estudia su distribución en el espacio para entender cuál fue el ámbito
geográfico controlado o influenciado por una determinada cultura.
La primera labor de los investigadores de los Mochicas fue aislar el fenómeno Mochica de otros
fenómenos culturales, y ubicarlo en la secuencia de culturas del antiguo Perú.
Max Uhle, ubicó y excavó una serie de tumbas Mochicas, especialmente en las áreas definidas como
sitios E y F al pie de la Huaca de la Luna; determinó que este estilo era contemporáneo con la
construcción de la Huaca de la Luna. Kroeber (1925), analizó la cerámica desde una perspectiva
estilística, tratando de identificar elementos que permitieran fechar sitios y comprender la secuencia
cultural de las colecciones de Uhle caracterizando por primera vez el estilo, diferenciándolo de otros
estilos encontrados en el sitio; esté era anterior a los estilos Tiahuanaco y Chimú, por lo que Kroeber
lo llama Proto-Chimú.
Kroeber en su estudio comparó varias colecciones confirmando que se trataba no de un fenómeno
aislado, sino de un estilo consistente y difundido en la costa norte; Existen pequeñas diferencias
existían entre algunos grupos de objetos, especialmente en sus formas y contenidos iconográficos.
En base a la gigantesca colección que Rafael Larco, y las excavaciones de cementerios en diversos
valles de la costa norte entre Chicama y Santa, logró reunir la colección más grande y completa de
cerámica Mochica que existe a la fecha. Él estaba interesado en entender la mentalidad y la vida del
hombre Mochica del pasado, sus estudios interpretativos, donde describe al hombre Mochica y su
sociedad, la religión y el arte, el gobierno y el culto a los muertos.
Tanto Kroeber como Larco contaron para hacer sus observaciones con datos arqueológicos y
colecciones de ceramios procedentes principalmente de los valles de Chicama, Moche, Virú, Chao,
Santa y Nepeña. En los años sesenta, con el descubrimiento de cerámica Mochica en Vicús, surge la
primera posibilidad de contrastar el estilo Mochica definido a partir de evidencias de la región sur de
la costa norte, con una muestra de origen totalmente distinto.
La consistencia y unidad de la cultura Mochica se definió a partir de las semejanzas de un enorme
conjunto de ceramios provenientes tanto de colecciones y museos; Pero la consistencia estilística se
debía a que los objetos estudiados, en gran medida, provenían de un área restringida, los valles de
Chicama a Nepeña, Especímenes provenientes de los valles al norte del Chicama eran prácticamente
inexistentes en estas colecciones, por lo que mal podían proporcionar evidencias de la diversidad del
fenómeno cultural Mochica.
Una misma secuencia
Larco no sólo tuvo acceso a la colección más grande de cerámica Mochica, él mismo excavó un gran
número piezas en tumbas, dándose cuenta de sus asociaciones y relaciones estratigráficas; gracia a
esta información pudo establecer cinco fases sucesivas a través de las cuales evolucionó la cerámica
Mochica.
Las ideas de Larco y Kroeber fueron de mucha importancia para los jóvenes investigadores del
proyecto Virú, especialmente porque el reconocimiento y la caracterización de los estilos de la costa
norte planteada por estos autores se vio confirmada en sus investigaciones; La ocupación Mochica de
Virú, y la variante regional del estilo Mochica en esta zona, fue denominada Huancaco.
Luego de un minucioso análisis y de comparaciones con fragmentos proveniente de otros valles, James
Ford arriba a la conclusión que la cerámica Huancaco de Virú es la misma que la que Larco denominaba
Mochica en los valles de Moche y Chicama. Ford concuerda con Larco en que la cerámica Mochica
evoluciona en Moche y Chicama de un sustrato Salinar, mientras que en Virú predomina cerámica
«principalmente en técnicas de decoración negativas»; llega a Virú, como un estilo maduro y como
resultado en un proceso abrupto que se interpreta como una conquista militar que abarca los valles
de Virú, Chao, Santa y Nepeña.
Duncan Strong y Clifford Evans (1952), se encargaron del análisis posterior de las colecciones y
excavaciones del proyecto: detectaron que existen diferencias entre la cerámica de Uhle y Larco, la
más importante diferencia era el uso de pintura negra orgánica, aplicada después de la cocción.
Durante los años y con muchas contrastaciones se llevó a corroborar la secuencia de Larco; la
secuencia cronológica desarrollada por él es la mejor aproximación a la evolución del estilo Mochica
con que se cuenta; La uniformidad en la evolución de la cerámica, a su vez confirmaría la noción de
que los Mochicas fueron una sola entidad cultural. La mayor limitación de la secuencia de Larco fue
no incluir ceramios de manufactura simple y de uso doméstico. Se argüía que, como coleccionista,
Larco no estuvo interesado en este tipo de objetos.
Su secuencia describe básicamente la evolución del fenómeno Mochica en las regiones comprendidas
entre Chicama y Nepeña que, como se dijo antes, son las regiones de donde provienen los materiales
en los que se basa la secuencia; la arqueología de los valles de Jequetepeque, Lambayeque y Piura era
casi desconocida cuando Larco realizaba sus estudios. Esto nos lleva a concluir que es necesario
construir una secuencia cerámica alternativa para estas regiones. Esta secuencia deberá ser
compatibilizada con las cinco fases de Larco a fin de permitirnos comparar los desarrollos de las
diversas regiones.
Una sola entidad política
En la caracterización de las estructuras políticas se ha proyectado lo que sabemos para la región sur a
todo el ámbito Mochica, asumiendo que todos los valles de la costa norte estuvieron en algún
momento bajo el control político de un estado centralizado con sede en Moche. El colapso de este
estado fue, por lo tanto, el fin del fenómeno Mochica en toda la costa norte.
En un estado centralizado esperamos que el desarrollo en diversas regiones sea idéntico o por lo
menos congruente; El impacto de agentes exógenos debió afectar a todas las regiones integradas bajo
el régimen centralizado por igual, similar al proceso que se desarrolló entre Chicama y Nepeña. La
información disponible en este momento contradice estos argumentos para la zona al norte de la
Pampa de Paiján.
La indicación más clara de la complejidad, capacidad administrativa y militar de la sociedad Mochica-
Sur, y de la necesidad de integrar a la esfera del estado nuevos territorios y una fuerza laboral más
extensa está dada por el proceso de expansión y conquista de los valles al sur de Moche. Ford veía en
este proceso no sólo un aspecto militar, sino una expresión de instituciones que combinaban el poder
físico de la guerra con el consenso generado por los sistemas ideológicos. El impacto e influencia de la
ideología Mochica esta evidenciado en la producción y distribución de la cerámica ceremonial
Mochica; análisis generado a partir de la iconografía Mochica y en la distribución de una serie de
artefactos y elementos Mochicas en los valles de Virú, Chao y Santa.
El uso de la iconografía
Mochica como fuente histórica, como lo señalara Strong y Evans (1952:216-226) no sólo es peligroso
sino que puede resultar francamente erróneo cuando se utiliza descuidadamente; La famosas escenas
de guerra o combate presentan ambos bandos en conflicto son, en la mayoría de los casos, Mochicas,
en base a sus tocados, ornamentos y ropajes. El derrotado es despojado de su tocado y sus ropajes,
se le ata una cuerda al cuello y se le transporta a un recinto ceremonial, o en balsas. Donnan y
Hocquenghem han planteado convincente e independientemente que lo que se representa son
combates ceremoniales donde grupos de guerreros Mochicas se enfrentan, uno a uno y cuerpo a
cuerpo, en pos de prisioneros para los rituales de la ceremonia del sacrificio.
Los valles de Virú, Chao y Santa no obedece a un patrón de intercambio restringido o de una colonia,
estos valles son inundados con sitios de clara filiación Mochica, y muchos sitios asociados con la
precedente ocupación Gallinazo son abandonados. La edificación de nuevos centros de acuerdo al
plan Mochica implica cambios en las técnicas constructivas, en la producción de adobes, en la
planificación y localización de los sitios, es decir, en todos los patrones de asentamiento.
Entre estas destacan evidencias funerarias y de organización interna de los sitios que indican que la
sociedad Mochica estuvo complejamente jerarquizada, con posiciones sociales definidas desde el
nacimiento y con una élite gobernante que basaba su poder en una combinación de coerción y
consenso a través de la manipulación de violencia institucionalizada y de rituales así como otros
mecanismos ideológicos. Una economía planificada, centralizada y al servicio preferente de las élites
gobernantes, con un vasto número de especialistas controlados por el estado, y un uso casi ilimitado
de la mano de obra de los segmentos sociales dependientes.
En el valle de Nepeña, a diferencia de Virú y Santa, no encontramos un conjunto de sitios de diverso
tamaño y función distribuidos homogéneamente a lo largo del territorio, sino un único gran centro
ceremonial, Pañamarca, rodeado de pequeños cementerios; vendría a ser un puesto de avanzada, con
el que los Mochicas habrían iniciado la penetración en el valle de Nepeña.
Cómo explicar que se hallan encontrado en enormes cantidades en los valles entre Chicama y Nepeña,
sea casi inexistente en los valles entre Piura y Jequetepeque. Cuando el patrón de asentamiento de
este estado expansivo, caracterizado por un gran centro ceremonial/administrativo entre los valles
medio y bajo, no se vea reflejado en ninguno de estos valles; se podría pensar en un problema en la
muestra, o estas diferencias obedecen a diferencias estructurales, es decir son el resultado de la
acción de estados o entidades políticas distintas.
Los Mochicas del norte y los Mochicas del sur
El valle del Jequetepeque, y la historia cultural que allí estamos reconstruyendo con un programa
sistemático de investigaciones, no necesariamente deberán ser entendidos como un microcosmos de
la historia cultural de toda la región Mochica-Norte. Los valles de Jequetepeque, Zaña, Lambayeque y
Piura estuvieron física y culturalmente separados de los valles del territorio Mochica-Sur. Entre las dos
regiones se encuentra la Pampa de Paiján, una llanura desértica de más de 50 kilómetros de extensión
que sirvió como barrera natural y cultural para sociedades prehispánica antes y después de los
Mochicas. El valle del Jequetepeque parece haber servido de eje de transición para una serie de
movimientos y rutas comerciales que unían la costa norte con la zona andina central.
Existen 4 grandes diferentes en los desarrollos cerámicos entre el norte y el sur: a) la escasez
pronunciada de cerámica Mochica-Sur de la fase IV y de una serie de formas como huacos retratos,
cancheros y floreros en los valles al norte de la Pampa de Paiján, así como de decoración pictórica de
línea fina del tipo Mochica IV (Castillo y Donnan 1994); b) la excepcional calidad y belleza de la
cerámica Mochica-Norte Temprana, especialmente en piezas escultóricas donde se representan seres
humanos o animales (Donnan 1990, Narváez 1994); c) la predominancia de jarras y cántaros de
caragollete en las fases Media y Tardía del Mochica-Norte (Ubbelohde-Doering 1983); y d) el
extraordinario desarrollo de la pintura de línea fina durante el período Mochica-Norte Tardío
(McClelland 1990, Donnan y McClelland 1979).
El fenómeno Mochica norte
El primer indicio que nos reveló que la secuencia cerámica, y por lo tanto la historia ocupacional de
las dos regiones de la costa norte había seguido diferentes derroteros fue la carencia de una serie de
formas y estilos comúnmente asociados con el fenómeno Mochica-Sur. Existen evidencias de la
presencia de cerámica de estilo Mochica IV en la región norte, pero en cantidades muy limitadas y en
contextos muy mal documentado. También se intercambiaban piezas de cerámica con la sierra norte
aledaña, conchas de Spondylus con el Ecuador y plumas con la región amazónica.
Moseley definió acertadamente al estilo Mochica IV como el estilo corporativo del estado Mochica
expansivo. Las cantidades limitadas de este estilo cerámico no pueden ser interpretadas como
evidencias de la conquista y control geopolítico de la región; Ni la conquista o reorganización, se
reflejan en los datos recogidos al norte de la Pampa de Paiján.
Los estilos, por la cercanía cultural de las dos regiones Mochicas, presentan muchos rasgos en común
lo que nos lleva a enfatizar que diferencias en las estructuras políticas no necesariamente indican
diferencias culturales, es decir que los Mochicas constituyeron diferentes estados pero no diferentes
culturas. Compartieron suficientes elementos en común, como la religión y las costumbres, que
impidieron una deriva cultural, es decir que al estar aislados uno del otro con el tiempo se convirtiera
en dos culturas diferentes.
La secuencia cerámica del Mochica norte
Puede ser dividido, en este momento, en sólo tres fases: Mochica Temprano, Medio y Tardío. La
información estratigráfica encontrada hasta la fecha sugiere dos períodos ocupacionales, que incluyen
la construcción de tumbas, que estarían asociados con especímenes cerámicos de lo que más adelante
se caracteriza como Mochica Medio y Tardío; Los materiales asociados con estos entierros, y su
ocurrencia en los perfiles estratigráficos han permitido reconstruir las tres fases estilísticas de la
cerámica Mochica en el valle del Jequetepeque.
El periodo Mochica Temprano. La mayor parte de la información que poseemos de la ocupación
Mochica Temprano de estos sitios no ha sido documentada arqueológicamente. Ceramios de calidad
media, como jarras y figurinas, o ceramios simples de uso doméstico, como ollas y cuencos, son casi
desconocidos.
En Pacatnamú, ubicado al norte de la desembocadura del río Jequetepeque; El sitio de La Mina es
posiblemente el lugar más importante donde cerámica del período Mochica Temprano ha sido
encontrada; Tolón, en la margen sur del valle medio del Jequetepeque, aproximadamente a 33
kilómetros del mar; Dos Cabezas ubicado al sur de la desembocadura del río Jequetepeque.
El aspecto más característico de la
cerámica Mochica Temprano es la
extraordinaria calidad de sus
esculturas tridimensionales; estas
muchas veces incluyen una
sorprendente abstracción de
diseños, un marcado énfasis en
detalles difícilmente visibles. Es
interesante que existe una
sorprendente semejanza entre las
botellas del período Mochica
Temprano de Jequetepeque y
muchas de las botellas Mochica
huaqueadas durante los años
sesenta de sitios alrededor de Cerro
Vicús, en el valle de Piura, incluyendo
aparentemente Loma Negra.
El período Mochica Medio. Durante el período Mochica Medio, el sitio de Pacatnamú experimentó
una intensa ocupación evidenciada en la construcción de montículos de aparente carácter ceremonial
y de cementerios conteniendo numerosos entierros. Cerámica Mochica Medio ha sido encontrada en
las excavaciones de cortes estratigráficos y áreas funerarias en San José de Moro, aun cuando en
cantidades muy limitadas; las estructuras no corresponden a este periodo.
La cerámica Mochica Medio puede ser dividida, según la calidad, materiales, tratamiento de
superficie, y contenido iconográfico, en tres categorías: cerámica fina, cerámica de calidad media y
cerámica simple o doméstica.
El período Mochica Tardío. Evidencias de cerámica Mochica Tardío, especialmente las formas
diagnósticas de jarras cuello efigie llamadas «Nuevo Rey», o «Rey de Assyria» y de ollas de cuello
plataforma. Además de Pacatnamú los sitios Mochica Tardío más importantes en el valle del
Jequetepeque se encuentran localizados en el área norte, en ambas márgenes del río Chamán.
En San José de Moro, muchos entierros fueron encontrados en tres tipos de tumbas: fosas simples sin
mayores asociaciones y muy semejantes en forma a tumbas de los dos períodos anteriores, tumbas
de bota, semejantes a tumbas del período Mochica Medio encontradas en Pacatnamú, pero con muy
poca complejidad en cuanto a sus asociaciones y preparación de los cuerpos; y grandes tumbas de
cámara ricamente ornamentadas y con múltiples asociaciones.
El repertorio de formas y estilos cerámicos en el período Mochica Tardío es mucho más complejo y
rico que su contraparte del período Medio; la cerámica fina, que presenta una enorme variabilidad de
formas y diseños. Los ceramios simples y las formas domésticas durante el período Mochica Tardío
son muy semejantes a los descritos para Mochica Medio; Finalmente, las formas de cerámica simple
más frecuentes son crisoles similares a los asociados con entierros Mochica Medio
Conclusiones
Hasta mediados de la década de los ochenta, los Mochicas habían conformado además un estado
unificado único evolucionando en la costa norte a través de una secuencia cronológica de más de 700
años configurada por Larco en cinco fases. No fue sino hasta el descubrimiento y excavación de
importantes evidencias de la presencia Mochica al norte de la pampa de Paiján que la uniformidad
monolítica del fenómeno Mochica comenzó a desmoronarse. El caso mejor documentado a la fecha
para el Mochica Norte es el desarrollo en el valle de Jequetepeque; generando la reconstrucción de la
secuencia cerámica en este valle, y su diferenciación de la secuencia Mochica-Sur ha sido tratada en
la segunda parte de este trabajo.
Cabe aclarar que la secuencia cerámica no describe el desarrollo al norte de la pampa de Paiján, solo
los hallazgos efectuados en el valle de Jequetepeque; y no se podría correlacionar directamente a
otros valles.