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TALLER (Segunda Época).

Revista de Sociedad, Cultura y Política en América Latina


Vol. 4, N° 5 (2015) ISSN: 0328-7726

HUGO VEZZETTI Pasado y presente: Guerra, dictadura y sociedad en la


Argentina, Siglo Veintiuno Editores (tercera edición), Buenos Aires,
2012. 240 páginas.

LUCIA PINTO 1

En las últimas décadas, los estudios acerca de la memoria se han incrementado a partir
del surgimiento de la “Historia del Tiempo Presente” como rama de la historiografía. Su origen
se sitúa en la década de 1970 y su campo específico de investigación es el pasado más próximo,
mientras que su método incorpora al análisis documental de la Historia Contemporánea la
figura del testigo y la memoria viva del pasado reciente. A partir de entonces, la preeminencia
de la memoria como fuente de investigación ha traído muchas controversias al interior de la
historiografía en torno a su validez y objetividad, siendo que se diferencia de las formas
tradicionales de indagar en el pasado. Si en Europa esta rama de la historiografía se instaura en
la segunda postguerra luego del terror del Holocausto, en la Argentina este debate adquiere
centralidad luego de experiencia traumática de la última dictadura.

Pasado y presente: Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina es una obra que se


inserta en este debate de un modo sumamente original siendo que evita todo tipo de dicotomía
simplista entre memoria e historia, proponiendo un estudio de la memoria que no condena la
verdad histórica sino que parte de ella para explorar lo que el autor denomina la memoria
social, entendida como el conjunto de creencias, ideas, imágenes, esto es, el campo de
representaciones que subyace a los acontecimientos traumáticos de la última dictadura
argentina (1976-1983). La categoría de crímenes contra la humanidad que en el Juicio a las
Juntas se decide para enjuiciar las acciones perpetradas por la cúpula militar implica el
reconocimiento de una línea de continuidad entre esta masacre y el Holocausto, lo cual es
resaltado por el autor en todo momento en que se vale de los análisis de reconocidos
historiadores e intelectuales del Holocausto (Primo Levi, Hannah Arendt, Norbert Elias, Karl
Jaspers) para analizar el drama argentino. Asimismo, el autor también se sirve de estudios de
académicos argentinos como Carlos Nino, del cual retoma el problema de la temporalidad en el
momento del retorno de la democracia, y del análisis de la vida cotidiana en la dictadura que
realiza Guillermo O’Donnell.

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Instituto Gino Germani, Universidad de Buenos Aires. Contacto: lucia.pintocp@gmail.com
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Hugo Vezzetti es Licenciado en Psicología de la Universidad del Salvador, profesor de la


Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET. Fue
miembro del comité de dirección de la revista cultural Punto de Vista y ha participado en
actividades de docencia e investigación en universidades nacionales y extranjeras. Asimismo, ha
tenido un rol activo en la Universidad de Buenos Aires en el retorno de la democracia, siendo
nombrado Interventor y Decano normalizador de la Facultad de Psicología. El autor, que publicó
varios libros sobre el desarrollo del psicoanálisis en la Argentina, reconoce en esta obra la
oportunidad de poder escribir sobre “una problemática que venía ocupándome como un área
de intervención intelectual paralela a mi trabajo académico” (p.9), lo cual luego encuentra
continuidad en su posterior libro Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos,
publicado en 2009.

Pasado y presente: Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina se publica por vez


primera en 2002, y luego tiene dos reimpresiones más, siendo la última en 2012, lo cual da
cuenta de un trabajo que es previo a la reapertura de los juicios por crímenes a la humanidad
ocurrida luego de la anulación de las leyes de Obediencia debida y Punto final en 2003. Cabe dar
cuenta de esta temporalidad no sólo para advertir al lector que la obra no alcanza a analizar las
reconfiguraciones de la memoria luego de este acontecimiento sino más aún para señalar la
doble originalidad del autor en poner sur le table el tópico de la memoria social en un momento
en el cual todavía no había estallado cierto boom de la memoria que se vuelve a abrir
vigorosamente en la Argentina luego de la nulidad de las leyes y que se caracteriza por la
emergencia de nuevos debates tanto en la sociedad como en el ámbito académico e intelectual
respecto de ese pasado traumático.

La obra tiene un argumento central, que el autor lleva con inteligencia hasta sus últimas
consecuencias: Si la investigación que el Presidente Raúl Alfonsín encarga a la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), publicado luego como Nunca más
(Eudeba, 1984) da por tierra la hipótesis de una posible guerra entre el terrorismo
revolucionario y el terrorismo estatal asignando a los muertos y desaparecidos el rol de víctimas
de un plan sistemático de represión y exterminio, lo que luego tiene su correlato judicial en el
Juicio a las Juntas y en la figura de crímenes contra la humanidad en la que los principales
responsables de la masacre reciben su condena, hay quienes han quedado por fuera de esta
ecuación: la sociedad, en tanto familias, empresarios, iglesia (a la cual Vezzetti dedica largos
párrafos) periodistas, etc. Esta es la principal objeción de Vezzetti a la “teoría de los dos
demonios” ya que, una vez reconocida la superioridad de la fuerza del aparato del Estado en
relación a la guerrilla urbana pero sin dejar de asumir que hubo violencia a ambos lados, puede
decirse que esa teoría deja librado el conflicto a dos bandos, mientras la sociedad aparece
completamente por fuera, como inocente, ajena. Como dice el autor, “Se trata, entonces, de
mirar el rostro de lo visible de la acción dictatorial a la luz de una trama menos visible de
condiciones que la sostenían” (p.13).

Esa trama refiere a las representaciones, y se centra principalmente en las


representaciones de la guerra. Aquí es donde radica lo virtuoso de la apuesta de Vezzetti
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respecto de la relación memoria-historia: El autor reconoce que el Informe Nunca más produce
un impacto decisivo ya que establece un marco de verdad en el contexto de retorno a la
democracia que yace fundamentalmente en depurar la hipótesis de una guerra. Hay una verdad
que es la no existencia de la guerra, pero Vezzeti agrega otra dimensión: no hubo guerra, pero sí
hubo representaciones de la guerra. Con esto señala que no solo desde 1976 sino ya desde la
muerte de Perón, es la viva representación de que lo que se está viviendo es una guerra aquello
que domina la lectura del conflicto. Estas representaciones están presentes en el terrorismo
insurgente, como guerra revolucionaria, y en la violencia perpetrada por el Estado como guerra
antisubversiva, pero donde Vezzetti indaga con más vigor en las representaciones de la guerra
de la sociedad. Para ello, el autor señala sucesivamente en el libro que el golpe de 1976 fue bien
recibido por casi toda la sociedad (aunque no sólo por ella sino también curiosamente por la
guerrilla urbana) en la que primaba una percepción de la realidad como caos, que podría ser
resuelto con orden y autoridad, encarnada en la cúpula militar: apoyando una violencia
autoritaria, la sociedad ya presupone que hay una guerra a ganar, y apoya la causa militar.

En este sentido, el autor retoma el concepto de Norbert Elias de derrumbe civilizatorio


para dar cuenta que la dictadura fue tanto una irrupción en la historia porque las dimensiones
de la represión y violencia llevadas a cabo por el régimen militar que se apoderó del Estado
fueron inauditas, como un desenlace puesto que la violencia política encarada por la guerrilla
urbana y la impunidad estatal del gobierno constitucional en la violencia administrada por la
Triple A estaban ya presentes. Es en esta temporalidad que Vezzetti hace otra gran apuesta al
afirmar contundentemente que la guerrilla urbana o el terrorismo (que es diferenciada de la
guerrilla en sentido estricto) había sido liquidada por las fuerzas de la Triple A: Las últimas
acciones militares tanto del ERP como de Montoneros son en 1975 y resultan ambas
derrotadas. Situando esto, el autor afirma el carácter irreductiblemente político de la
intervención de las Fuerzas Armadas en la trama democrática. Con esto da por tierra con los
discursos que postulan la necesidad de la intervención militar para paliar el caos, y a cambio
propone que el blanco militar se definió por toda contestación social y política al orden, esto es
una lucha antisubversiva, pero de ningún modo una guerra contra un enemigo armado.

Asimismo, el autor sí expone con claridad un punto de inflexión dentro del período
dictatorial, y esto es la derrota argentina en la Guerra de Malvinas. Este fracaso cambia por
completo la valoración de la sociedad respecto del régimen militar y el apoyo inicial se
derrumba como los combatientes en guerra, es aquí en donde emerge con fuerza el reclamo
por los derechos humanos encabezado por las Madres de Plaza de Mayo, esto es, y la
representación de una guerra entre la subversión y el Estado se torna guerra de la dictadura
contra la sociedad inocente.

El libro también retoma el debate respecto de la adecuación del concepto de genocidio


para definir la masacre que tuvo lugar durante la dictadura, lo que se plantea en una
perspectiva interesante retomando las definiciones del derecho internacional. En la
comparación con el genocidio del Holocausto, Vezzetti se apoya en Christian Delacampagne
para establecer que no hubo genocidio en la Argentina sino masacre siendo que los asesinatos y
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desapariciones se definen por lo que la persona hace o piensa, y no lo que es. Asimismo, el
autor reserva un lugar en el libro para la descripción y análisis del horror vivido en los centros
clandestinos de detención y tortura, que arrojan a la historia argentina la figura del
desaparecido, única en las dictaduras latinoamericanas.

Para concluir, Vezzetti logra dar lugar a debates incómodos acerca de un pasado
incómodo, y asume el desafío de plantear preguntas sin temer a las respuestas que pueda
hallar. El autor da cuenta del carácter temporal de la memoria, que siempre se posa en un
presente cambiante, cuestiona la figura de víctima que arroja el Nunca más que se deriva del
hacer antedicho, y se permite evaluar reconfiguraciones recientes de la memoria.

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