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La ilustración en el Río de la Plata (lección 1)

Si bien la existencia de lo que empieza a ser la Argentina tiene su


acta de nacimiento el 25 de mayo de 1810, para comprender los
sucesos políticos y culturales es menester contar con una referencia al
momento colonial inmediatamente anterior, que se puede fechar en la
creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776.

La creación del Virreinato es una consecuencia de las reformas


borbónicas, que tienen un punto máximo de desarrollo durante el
reinado de Carlos III, quien ocupa el trono español a mediados del
siglo XVIII. Estas reformas han sido consideradas como “un proyecto
de modernización defensiva”, para el cual el estado es llamado a suplir
las insuficiencias de la sociedad mediante medidas destinadas a una
nacionalización de la economía interna y colonial, el comienzo de
explotación de zonas hasta entonces desatendidas, la liberalización
del comercio y una nueva división territorial frente a las amenazas
sobre todo inglesas.

Se introducen desde España reformas económicas, administrativas


e ideológicas. Estas ideas provenían de la filosofía de la ilustración
sobre todo de Francia del siglo XVIII. La vida cultural del Río de la
Plata se desplegaba sobre el fondo de la cultura hispánico-católica. El
iluminismo es un período histórico-cultural desarrollado principalmente
en Francia y Alemania en el siglo XVIII. Era un movimiento animado
de la fe en la razón humana como instrumento capaz de conocer la
realidad y, en función de ese instrumento y de los hechos sensibles,
someter a crítica las nociones heredadas del pasado en todos los
terrenos.

El pensamiento ilustrado no puede circular libremente allí donde se


opone al pensamiento católico o a los criterios legitimadores de la
monarquía española. Aparece la “ilustración católica”. La ilustración
americana es producto de una corriente intelectual y de una decisión
política adoptada por la metrópoli. Este hecho limita su carácter crítico
ante el poder político de la monarquía y el religioso de la Iglesia
Católica. Por todo ello, no se puede afirmar que la filosofía ilustrada
sea una ideología de las revoluciones independentistas posteriores.

Los libros estaban disponibles para la población culta del Río de la


Plata, formada principalmente por el clero, los abogados y la edición
de periódicos. En el Real Colegio de San Carlos se impartían cátedras
de latín, teología, moral y filosofía. La ultima seguía el modelo
medieval trívium: lógica, física y metafísica.

En cuanto a los periódicos que aparecen son: Telégrafo Mercantil;


Semanario de Agricultura, Industria y Comercio; Correo de
Comercio. Demandan reformas colectivas del lazo colonial que
respondan a intereses de sectores perjudicados por el régimen
monopólico. Pero no se comprueba el surgimiento de un grupo que
oficie como sujeto social, político e intelectual que esté propiciando
una ruptura con la Corona.

Pocos meses antes de la Revolución de Mayo, Manuel Belgrano no


duda de que el lazo colonial durará como mínimo dos siglos más.
Belgrano es funcionario de la Corona y las reformas que propone en
sus escritos económicos son una continuidad puntual del espíritu de
las reformas borbónicas.

Belgrano introduce un término propio de la ilustración: “fisiocracia”


que significa gobierno de la naturaleza. Para que esto resulte
aceptable, es preciso que la naturaleza misma sea observada como
una realidad autónoma (autos nomos quiere decir: estar dotado de
leyes propias, independientes).

Para la fisiocracia la naturaleza tiene leyes que determinan un


funcionamiento espontáneo que no debe ser intervenido por el
accionar humano (dejar hacer; dejar pasar). En lo que se refiere a la
economía significa que se debe dejar que la libre iniciativa de los
productores, la libertad de empresa, guíe el curso de la riqueza.

Para la fisiocracia, la riqueza de los pueblos radica en la


agricultura. En uno de los artículos aparece no sólo valorada como
productora de bienes económicos sino como objetos de atributos
morales y políticos. En la visión fisiocrática el laboreo contribuye a la
constitución de buenos sujetos sociales, a diferencia de otras prácticas
económicas que alientan la ganancia improductiva, la especulación o
la usura.

Mariano Moreno: pensar la Revolución de Mayo (Lección 2)

La figura de Mariano Moreno, está ligada a la Revolución de Mayo.


Cuando se habla de la misma se debe poner el acento en el desafío
político-intelectual que significó para sus contemporáneos pensarla.

Esto es así por diversas razones. Uno, porque todo cambio


histórico presenta un desafío. Otro, tiene que ver con el carácter
mismo de esta revolución ocurrida en Hispanoámerica. Nació sin
teoría, pero cuando ocurrió fue necesario legitimarla.

Buenos Aires fue una ciudad marginal dentro del mundo colonial
hispanoamericano, para la Corona era un resguardo militar ante la
amenaza inglesa o portuguesa y una salida de la plata altoperuana.
Las ciudades más pobladas estaban entre Córdoba, hasta Salta y
Jujuy. Esto se revirtió a partir de la creación del Virreinato del Río de
La Plata.

Una tercera parte de los habitantes de Buenos Aires estaba


compuesta por esclavos negros. Los blancos o casi blancos ocupaban
la cúspide del poder y en la cual se produce una diferenciación entre
los españoles europeos y los nacidos en América (criollos).

Mariano Moreno nació en 1778, hijo de padre español y madre


criolla. A los doce años ingresó en el Real Colegio de San Carlos, en
el cual se impartía latín, filosofía, teología y moral. Al término de estos
estudios partió al Alto Perú. Allí cursó teología para ser sacerdote,
pero se graduó de abogado.

En 1802, produce su primer texto: “Disertación jurídica sobre el


servicio personal de los indios”. Moreno acusa la codicia de los
europeos y deplora que algunos letrados eclesiásticos hayan
legitimado el derecho a esclavizar a los americanos basándose en la
supuesta naturaleza servil de los habitantes de las indias mediante
algunas teorías de Aristóteles. Afirmaba la “nativa libertad” de los
indios e introducía el concepto de Jusnaturalismo.

Por otro lado, continúa con el pensamiento tradicional cuando alaba


a la monarquía española y reconoce la legitimidad del rey, basada en
su capacidad de garantizar el bien común. La reprobación cae en su
representante en tierras americanas, encargados de ejecutar las leyes
en forma distorsionada. Al punto de imponer a los indios algunos
servicios propios de los esclavos.

Por último, propone a los mineros que contraten a quienes


voluntariamente quisiesen trabajar sobre la base de jornales
concertados y procuren reemplazar el resto por negros africanos.

Fue designado por el Cabildo como asesor de la Audiencia. En


1816 fue testigo de la primera invasión inglesa, que marcó el inicio de
la crisis institucional rioplatense. Y entonces comienza a construirse el
valor de la ciudad para resistir la presencia extranjera por sus propios
medios.

Ofició de abogado en 1809 de sectores sociales emergentes con


Representación de los labradores y hacendados. Esa
representación formaba parte de un género que circulaba en las
colonias hispanoamericanas, a través de las cuales diversas
corporaciones realizan demandas al monarca a través del virrey.

Las revoluciones hispanoamericanas no fueron producto de las


causas endógenas, sino que formaron parte del colapso de la
monarquía española determinado por las disputas políticas y las
guerras europeas.

La demanda principal en defensa de sus representados reside en


que la metrópoli acepte el libre cambio con los ingleses. El libre
comercio con ellos, era la única solución que le quedaba a España
para impedir la entera ruina de su comercio. Sostenía la conveniencia
de asociarse con Inglaterra en tanto proveedora de productos
manufacturados a cambio de bienes primarios provenientes de la
actividad agropecuaria.

Como consecuencia de que la monarquía española consideraba a


las Américas, no como colonia, como las otras naciones, sino que
formaban parte esencial de la monarquía española, se concluyó que
era preciso que gocen de “un comercio igual al de los demás pueblos
que forman la Monarquía española que integramos”.

Moreno imaginaba un orden político. El ideario republicano es un


ideal de la antigüedad clásica (Cicerón, Séneca), reactivado en el
Renacimiento con Maquiavelo y prolongado en la modernidad con
Montesquieu. Se coloca como valor central el ejercicio de la virtud, que
se define como la cualidad que conduce a ceder una parte de la
energía personal para ponerlos al servicio del bien público.

Moreno mencionaba en sus escritos el bien común. Llamaba


miembros a los integrantes de la sociedad que debían mancomunarse
para mantener el estado y esto pesaba como una obligación sagrada.
En él predominaba una idea comunalista por sobre una idea
individualista. Tomaba a la sociedad como un cuerpo unido por la
virtud, así surgió el ideal de ciudadano republicano.

Moralizó positivamente a la agricultura y ha colocado al comercio


en una zona de reprobación moral. El agricultor “[…] acostumbrado a
que la tierra le rinda en proporción a la constancia y orden con que la
cultiva, se hace por precisión justo y severo y aborrece la arbitrariedad
y el desorden. No así los comerciantes[…] se habitúan a sufrirlo todo y
a presenciar la tiranía y la opresión[…]”.

La Revolución de Mayo de 1810 se produce en el marco de la crisis


del imperio español. La crisis se produjo por: la derrota española de
Trafalgar en 1805; las invasiones inglesas de 1806 y 1807; la
designación de José Bonaparte como rey de España y el surgimiento
de Juntas de España; la disolución en el Río de la Plata de los cuerpos
militares peninsulares y la consolidación en el mismo terreno de la
hegemonía los criollos; la caída de la Junta de Sevilla y el avance de
las tropas napoleónicas.

Cuando se instaura la Primera Junta, el dilema que se presentó fue


entre elegir una independencia riesgosa y una autoridad inexistente.
Se convocó en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 a “toda
persona blanca que se presente de frac o levita”. La Primera Junta juró
el 25 de mayo y Moreno fue su secretario de Guerra y Gobierno.

La teoría moderna articuló dos concepciones: el jusnaturalismo y el


contractualismo. El segundo, parte de una hipótesis según la cual los
seres humanos, nacidos como seres pre-sociales, deciden asociarse y
construir la sociedad. La sociedad moderna es concebida como
autorreferencial, es decir, se refiere a sí misma, se autoinstituye. La
política sustituye a la religión y progresivamente el fundamento divino
deja lugar a la soberanía popular.

Apareció también la teoría de la retroversión de poderes, se trataba


de que el poder de la divino no se implanta directamente en el rey,
sino en el pueblo. Esto posibilitaba que ante la violación del pacto por
parte del monarca o de la desaparición de este sin legítimo sucesor, el
pueblo recupere los poderes.

Otro concepto nuevo es el de individuo. Hasta entonces los seres


humanos habían sido considerados seres que formaban parte de una
totalidad mayor (la polis, la ciudad-estado, el reino). La presencia o
ausencia de esta categoría de individuo abre o cierra la existencia de
un proceso de modernización socio-cultural en el contexto
hispanoamericano. En los documentos coloniales aparece una y otra
vez la noción de “pueblo”, incongruente con la de individuo. El lazo
social se pensó como algo no natural, artificial. El contractualismo
pensado por Moreno era holístico, comunitarista o corporativo.

En la América española los pueblos estaban compuestos por


vecinos, noción que incluía estatus desiguales y desigualdad de
derechos. Pertenecía a una corporación de tipo económico,
eclesiástico, profesional, etc. El ciudadano moderno en cambio, era un
componente individual de una comunidad abstracta portador de
derechos civiles y políticos que lo definen como ciudadano.

Moreno utilizó el término nación refiriéndose al conjunto de pueblos


españoles, tanto europeos como americanos. En 1812 la constitución
de Cádiz expresaba en su artículo 1º “la Nación española es la reunión
de todos los españoles de ambos hemisferios”. El término “argentinos”
comenzaba designando a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires
(no a los nativos) criollos y españoles con exclusión de las castas
(mestizos, mulatos, etc.). Era un término que comenzó siendo local y
luego designa a toda la República Argentina.

En el plano territorial, el Virreinato del Río de la Plata abarcaba


Argentina, Paraguay, Bolivia, Uruguay. El territorio con mala
comunicación y tendencias localistas ofrecía débiles elementos para
avalar un nacionalismo territorial. El término nación para moreno
indicaba el lugar de nacimiento. Poseía un componente material
(territorio, mercado, instituciones) y otro simbólico.

Lección 3 (La generación del 37: Sarmiento y Alberdi)

En este nuevo contexto gobierna Juan Manuel de Rosas, luego de


guerras civiles entre federales y unitarios. En el plano cultural, surgió
la generación del 37, considerada como el primer movimiento
intelectual con propósito de interpretar la realidad argentina que
enfatizó la necesidad de construir una identidad nacional. Pertenecían
a este movimiento Sarmiento, Alberdi, Vicente Fidel López, José
Mármol y Félix Frías. Con ideologías románticas. Se creó el Salón
Literario. Dura hasta 1880.

El romanticismo atendía a fenómenos que no formaban parte de la


racionalidad ilumnista. Cobraban importancia la imaginación y las
emociones. Giraba hacia la propia subjetividad, en la que se
buscaban elementos especificos y originales. Se admiraba al gran
hombre, al genio, al héroe. Se revalorizaba la Edad Media. Alababa a
la naturaleza en sus aspectos más sublimes, mares agitados, cielos
tormentosos, inmensas llanuras, todo lo que llena de admiración y a la
vez de temor. El romanticismo valoraba lo auténtico y a personas
simples como los campesinos.

La mayoría de los integrantes de esta generación estudió en un


colegio estatal y laico. Posteriormente, se asientan en el Salón
Literario, en la biblioteca de Marcos Sastre. Sus pensamientos
provenían de la cultura francesa. Su gran crítica a los unitarios fue ser
pura razón y no haber mirado su propia realidad americana.
Echeverría publica La cautiva en 1837; El Matadero en 1870.

Completan la revolución intelectual realizada materialmente por la


generación anterior. Ingresaron en una política activa de oposición
hacia Rosas que los lleva al exilio (Bolivia, Brasil y especialmente
Chile y Montevideo). Regresan en 1852, después de la batalla de
Caseros. En Memorias del General Paz, se encontraba la
problemática según el pensamiento antirrosista: “[…] el partido federal
no combatía solamente por la mera forma de gobierno. Otros
sentimientos y otros intereses […] Primero: era la lucha de la parte
más ilustrada contra la porción más ignorante. Segundo: la gente de
campo se oponía a la de las ciudades. Tercero: la plebe se quería
sobreponer a la gente principal. Cuarto: las provincias, celosas de la
preponderancia de la capital, querían nivelarla. Quinto: las tendencias
democráticas se oponían a las miras aristocráticas y monárquicas.

El Facundo: En 1845 gobernaba Juan Manuel de Rosas y por su


oposición a él, Sarmiento se exilió en Chile. Rosas, envió entonces, un
emisario para descalificarlo y por esos ataques, Sarmiento escribió El
Facundo. Las respuestas fueron por entregas, según el género
folletinesco de la época, publicándolo en el diario chileno El Progreso.
La primera causa fue una defensa de carácter político. El capítulo XV
del libro era reformado por el autor según la coyuntura política, ya que
ese capítulo titulado Presente y Porvenir, se propugnaba la
distribución de las rentas del Puerto de Bs. As. entre todas las
provincias, lo que afectaba a los intereses porteños.

Pasó a la historia no por la defensa política, sino porque fue


tomando la configuración de ensayo de interpretación histórico-social
que fue luego reunido en libro y junto con el Martín Fierro y Una
excursión a los indios Ranqueles, constituye uno de los pilares de la
cultura letrada en el siglo XIX. Ensayo, porque es una mezcla de
géneros. Hallamos una narración novelada con formato de biografía
histórica, un estudio histórico social de la Argentina, así como
observaciones del medio geográfico y cultural. Todo ello con una
forma literaria considerada la más relevante dentro de la lengua
castellana siglo XIX.

En esta disputa, el objetivo es ganar consenso y convencer a los


lectores de lo que se dice es verosímil. En el Facundo se hallan
pasajes en los que se recurrió a una retórica romántica, como una
especie de “argumentación por la estética” donde la palabra bella está
destinada a obtener el consenso de los lectores por la vía de la
sensibilidad.

Una de las preguntas que hay que realizar al texto es ¿Quién


escribe? Es muy difícil que en un texto, el autor no se esté
construyendo a sí mismo. Aun cuando no diga nada de sí mismo, esa
ya es una posición. Otra de las preguntas claves es ¿Qué dice? El
significado. Nos preguntamos, no la falsedad o la verdad, sino como
está construido un escenario mediante ese artefacto que es un texto.
Otra pregunta, como un texto dice lo que dice. Otra precaución es no
cometer anacronismos, es decir, no imponerle al texto los saberes ni
los conceptos de nuestra época.

En Civilización y barbarie, el subtítulo del libro, lo que relaciona a


los dos términos es la conjunción “Y”. Estas dos palabras conforman
muchas veces dos estructuras diferenciadas y polarizadas. Pero en
otros momentos, cuando se habla de Rosas, aparecen entrelazadas.
Lo que caracteriza a la Argentina de Sarmiento es ese encuentro y no
su existencia independiente. En cuanto a “Facundo” es una
personificación, se utiliza una vida concreta para abstraer de ella sus
rasgos esenciales y así construir un tipo. “Un grande hombre” expresa
una época. Esta elección generará tensiones en el texto por el hecho
de que un texto en pro de la civilización elige selecciona como gran
hombre a un caudillo bárbaro.

En el libro no existe un héroe de la civilización equivalente a


Facundo. Podría haber sido el General Paz, pero está desdibujado.
Incluso cayó bajo una de las armas más primitivas, la boleadora,
siendo él un estratega y matemático. Civilización proviene del latín
civis, está asociada al término policía, también en el sentido de pulir.
La civilización pasa el cepillo, cepilla las partes toscas, rústicas (la
palabra “rústico” proviene de campesino). Según un historiador francés
leído por Sarmiento, definía la civilización a partir del progreso, que
para él evocaba el perfeccionamiento de la vida civil. Es un proceso,
algo en movimiento permanente y a la vez inclusivo, que atenúa las
diferencias nacionales. La civilización dulcifica las costumbres y
pacifica las pasiones, especialmente la guerrera.
Sarmiento decía que era preciso llegar a la civilización y que es
superior a la barbarie. En esa parte adoptaba un lenguaje prescriptivo
indicaba lo que hay que hacer. Es el lenguaje de la moral y de la
política apuntando a la tradición clásica, a la ciudad como asiento
natural de la república.

Montesquieu sostenía que hay tres tipos de gobierno: la


monarquía, en la que el poder está en manos de uno pero bajo la ley;
el despotismo, en que el poder está en manos de uno que gobierna
sin ley y a su entero arbitrio; la república, en la que el poder está en
manos de todos si es democrática y en la de unos pocos si es
aristocrática. A su vez, cada uno se basa en un principio. La
república se basa en la virtud; la monarquía en el honor; el
despotismo reposa sobre el miedo. La virtud republicana clásica es la
entrega que cada ciudadano hace de un bien privado en aras del bien
público (res publica).

Volviendo a la obra, mientras el romanticismo elogia al hombre


rústico frente al refinado, en ella la valoración se ha invertido en pro
de la ciudad. Al comenzar este libro se lee una frase en francés, cuya
traducción literal sería “las ideas no se matan”, pero que Sarmiento la
traduce como “A los hombres se degüella, a las ideas no”. Nacionalizó
la cita mediante la palabra “degüella”. Esta frase la escribió en los
baños de “El Zonda” mientras huía a Chile. Los déspotas no la
entendieron, por ser el francés el idioma de los cultos y no de los
bárbaros.

Edipo era el que develaba el secreto de la Esfinge. Sarmiento


consideraba a Rosas como la esfinge y a él mismo como el Edipo de
los Argentinos. Esa cualidad era compartida por los gauchos rastreros
y baqueanos. Así se construye la figura de “quién habla” es decir, del
autor. Luego siguió la invocanción, recurso literario clásico, en el cual
el autor de la antigüedad llamaba en su ayuda a los dioses para que lo
iluminen a la hora de pronunciar su discurso. Sarmiento lo utilizó para
invocar al fantasma de Facundo.

Luego de esa invocación, no describió a Facundo, porque se trata


de una obra de las ciencias sociales de la actualidad. El autor buscó
causas materiales, positivas, concretas. A partir de ellas apeló a la
teoría del medio (geogénesis). Era una teoría grecolatina que sostenía
que las personas que vivían en la montaña eran distintas a las que
vivían en la llanura y las que vivían en el mar. Montesquieu, sostenía
que las personas que vivían en la democracia se correspondían con
un territorio montañoso y en las planicies el despotismo.

Luego de describir la selva y los Andes, Sarmiento decidió que la


Argentina es la pampa y en ella detuvo su descripción. La describió,
sin conocerla, como una llanura infinita donde la mirada se pierde;
como un vacío de habitantes, de sentido y de civilización. La única
sociabilidad que encontró fue la pulpería, que era un lugar de vicios.

El tipo humano que produjo la pampa fue el gaucho, los nombró


como: el cantor, el rastreador, el baqueano y el malo. El cantor poseía
el don natural de poesía y era la fuente natural de una literatura
nacional. El baqueano y el rastreador veían sentido donde los demás
sólo veían significantes, marcas sin sentido. El único tipo negativo fue
el gaucho malo.

En el siguiente capítulo ya se dedica a describir a Quiroga como el


Tigre de los Llanos. Poseído por el puro instinto. Un caudillo que entró
en conflicto con Rosas. En Buenos Aires, la civilización entró en él por
un momento. Vistió frac, mandó a sus hijos a los mejores colegios y no
se le cae de la boca la palabra constitución. Pero perdió su instinto. Lo
recuperó al salir de Buenos Aires, muriendo en su ley, como gaucho
bárbaro.

Allí tendría que haber terminado el libro pero Sarmiento le agregó el


capítulo XV, con un programa que debía ser implementado una vez
derrocado Rosas: inmigración, libre navegación de los ríos,
nacionalización de las rentas de aduana, libertad de prensa, educación
pública, gobierno representativo, religión como elemento de
moralización pública, respeto de la vida y la propiedad privada. Según
Alberini, profesor en filosofía, lo que impera en el Facundo y las obras
de la generación del 37, son un romanticismo para entender la
realidad con todas sus particularidades locales, pero un iluminismo
para articular de la manera más eficaz los procedimientos para
obtener los objetivos y valores de la ilustración.

El objetivo del libro no era explicar a Quiroga, sino a través de él,


explicar a Rosas, o sea, develar el enigma argentino: porqué y cómo la
revolución derivó en el despotismo. Según el autor, antes de la
Revolución de mayo, existían la civilización de la ciudad y la del
campo, que existían aisladas. La Revolución rompió la cápsula,
apareciendo las masas rurales. Se desató entonces una doble lucha:
de los patriotas contra los realistas y de las ciudades contra el campo.
Al final, la revolución triunfa sobre los realistas y el campo sobre la
ciudad.

La última pregunta que se debe realizar es ¿Para quién habla, para


qué público? Se trata de dos públicos: uno virtual, el que tiene en
mente el autor al escribir el libro, al que se lo encuentra en el mismo
texto (marcas textuales, guiños, términos lexicales) y otro real, es el
que lee el libro, se lo encuentra en librerías, citas, suscripciones, etc.
Fue escrito para los pares, para el mundo político e intelectual de las
clases dirigentes argentina y chilena, también pensó en el público
europeo.
El Sarmiento que llegó a presidente no tenía el mismo pensamiento
que cuando escribió el Facundo. Al viajar a Europa, le chocaba la
inequidad social: “[…] El repugnante espectáculo de la miseria y atraso
de la gran mayoría de las naciones europeas. Elogiaba la igualdad,
pensaba que ella se daba en Buenos Aires porque todos vestían igual.
No ocurría lo mismo en Chile.

Las bases de Alberdi

Alberdi, construyó otra propuesta nacida del seno de la Generación


del 37 y orientada por el romanticismo y el liberalismo. Sarmiento y
Alberdi no se comprendían. En las Cartas quillotanas de Alberdi y
Las ciento una de Sarmiento se encuentran sus diferencias
temperamentales. La escritura corporal del sanjuanino se contrapone
al razonamiento delicado, aunque no menos violento, de Alberdi.

También fueron diferentes sus concepciones y proyectos de


nación. Los de Alberdi se iniciaron en la ciudad de Buenos Aires.
Animador del Salón Literario y autor en 1837 del Fragmento
preliminar al estudio del derecho. Acudió al llamado de Echeverría
para tener una mirada hacia Europa y otra hacia América. Pensaba
que las leyes no debían imponerse sin tener un diálogo con las
costumbres locales.

En 1837, en una conferencia en el Salón Literario expresó: “La


Francia había empezado por el pensamiento para concluir con los
hechos. Nosotros hemos seguido el camino inverso: hemos
principiado por el fin” (revolución sin pensamiento, sin teoría). Según
su pensamiento, terminó el tiempo de los guerreros y llegó la hora de
los intelectuales. Pensó encontrar en Rosas un caudillo que podía ser
funcional a su proyecto.

Creía que el pueblo argentino era aún carente de instrucción y que


Rosas era apto para dirigir bien a la población. Sostenía que nuestra
lengua “[…] pide una armonía íntima con nuestro pensamiento
americano, más simpático mil veces con el movimiento rápido y
directo del pensamiento francés que no con los eternos
contorneos del pensamiento español”.

Pero Rosas, no escuchó a estos jóvenes, por lo que se oponen a él


y deben exiliarse en Montevideo. Entonces apoyó la campaña militar
de Lavalle destinada derrocar a Rosas. Sostenía también que América
practica lo que piensa Europa, utilizando la metáfora: el sol de la razón
es uno y universal, pero se refleja de diversos modos según el terreno
sobre el cual se posa. Conciliaba el modelo cosmopolita con el
localismo romántico.

Afianzándose el poder rosista después de la derrota de Lavalle,


salió de Montevideo hacia Europa y luego a un largo exilio en Chile.
Vivió mucho más tiempo fuera del país pero no dejó de escribir sobre
éste. En Chile escribió “Acción de la Europa en América” 1842 y en
1852 “Bases y puntos de partida para la organización política de
la República Argentina”. Imaginó en ambas un proyecto que
respondía a las preguntas: a)¿Cómo generar hábitos civilizados? b)
¿Cómo construir el poder en estas tierras?

Adoptó la teoría del trasplante inmigratorio cuando la Argentina


vuelve a aparecérsele vacía de civilización. Sobre todo a inmigrantes
anglosajones. Llegó a la conclusión de que cada europeo que llegaba
traía más civilización. Según él, las costumbres no se modifican a
través de la instrucción letrada formal sino a partir de otros hábitos
realmente existentes.

Proponía la doble nacionalidad en la Constitución, el fomento de los


de los matrimonios mixtos. Otro pensamiento volcado en las Cartas
quillotanas, era que todo el problema desde 1810 en adelante residía
en cómo se formaba la autoridad, el poder legítimo. Su posición
estaba dentro del “progresismo autoritario” o “liberalismo conservador”,
progresista en lo económico-social, conservador en lo político.

Se planteaba la evidencia de que la libertad política, instituida para


proteger la autonomía individual, puede volverse contra esta y
destruirla. Apareció entonces el fantasma de la dictadura de las
masas, el fantasma de la dictadura de la mayoría. Surgió entonces el
problema de cómo hacer compatible el liberalismo con la democracia,
la libertad con la igualdad. Se decidieron tipos de sufragios como
“sufragio censatario”, el ciudadano tenía una renta determinada y el
“sufragio capacitario” el ciudadano tenía cierto tipo de capacidades,
ciertos saberes. Se realizó el “liberalismo restrictivo”, empeñado en
definir un criterio de ciudadanía que impidiera el desborde de las
masas.

Aseguraba: “Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la


indigencia es asegurar la pureza y el acierto de su ejercicio. Pero
deseo ilimitadas y abundantísimas para nuestros pueblos las
libertades civiles, a cuyo número pertenecen las libertades
económicas de adquirir, enajenar, trabajar, navegar, comerciar,
transitar y ejercer toda industria”.

Para Alberdi, el eje de la sociedad estaba en el Estado y el


mercado. En este espacio, los individuos desarrollaban sus prácticas
económicas, productivas y de intercambio, buscando la satisfacción
egoísta de sus intereses privados. Y por la mano invisible del
mercado, cada individuo al perseguir su propio interés, contribuye al
mayor beneficio de todos.

El nacionalismo debe entenderse como la concepción que coloca


como actor de la historia al estado-nación. Choca con la otra
concepción de la época, el liberalismo, que sostiene que no puede
haber nada por encima de la libertad del individuo, mientras que el
nacionalismo coloca como entidad superior a la nación, a la cual debe
subordinarse el individuo. Hay dos tipos de nacionalismo: el
constitucionalista y el culturalista. Alberdi profesaba el nacionalismo
constitucionalista (asegura derechos naturales y universales: libertad,
propiedad, seguridad, etc.). Muere en Francia en 1884 en exilio.

Lección 4 (El 80`Miguel Cané)

El período abierto con la Batalla de Caseros en 1852, se cerró


en 1880 con el triunfo del estado nacional y se inició con el ascenso
del presidente Julio Argentino Roca (Partido Autonomista Nacional).
En este periodo se modernizaron las áreas política, social y
económica. Se concluyó la restauración del estado nacional, que
ostentó el monopolio de la fuerza legítima al derrotarse las disidencias
provinciales. Se federalizó la ciudad de Bs. As. se sancionaron las
leyes laicas de educación y de registro civil.

En el plano económico mundial, se ubicó en el rubro productor de


bienes agropecuarios. La apropiación de los territorios de los
aborígenes durante la campaña del desierto, abrió un gran territorio
sobre el cual las inversiones inglesas desplegaron una red de vías
férreas. El emprendimiento contra los indígenas se daba en todo el
mundo occidental. Según Alberdi, el indígena no “no figura ni compone
el mundo” y “somos europeos trasplantados a América”.

Se instaló entre 1880 y 1910 una problemática de varias


cuestiones. Social, por los desafíos que planteaba el mundo del
trabajo urbano. Nacional, ante el proceso de una construcción de una
identidad colectiva. Política, la cuestión de la democracia. E
inmigratoria, por la gran cantidad de extranjeros incorporados a la
sociedad argentina. Se ingresó a la modernidad.

La modernidad estaba asociada históricamente a acontecimientos


como la conquista y colonización de América por los europeos, la
Revolución Industrial y la Revolución Francesa. En el terreno de la
economía significó la expansión del capitalismo. En lo social, la
aparición de las clases sociales, la movilidad social, o el hecho de que
los individuos pudieran pasar por diversos sectores o clases sociales
durante su vida. En lo político, la implantación de la soberanía popular.

La modernidad es también un proceso cultural, produciéndose el


proceso de “secularización” con el que se indica el carácter terrenal de
los nuevos tiempos. Se lo llama “desencantamiento del mundo”, es
decir, el mundo se torna calculable.
Imaginando el panorama cultural del 80 como un escenario, el
romanticismo tardío y acriollado de la generación del 37 se encontraba
en el fondo, al igual que el liberalismo y el republicanismo heredado de
los padres fundadores. En un plano más atenuado el catolicismo. En
lugares dominantes, las corrientes realistas y naturalistas. Comienzan
a asomar el positivismo, el modernismo literario rubendariano y las
tendencias socialistas y anarquistas.

En cuanto a los intelectuales imperantes eran los llamados


“escritores gentleman”, para ellos la escritura era una continuidad
sociopolítica (son estancieros, funcionarios estatales, abogados,
médicos). Las intervenciones han adoptado una pluralidad de voces
entre los que se encuentran Miguel Cané (h), Eduardo Wilde, Lucio V.
Mansilla y Paul Groussac. Impulsan la modernización y al mismo
tiempo se quejan de algunas de sus consecuencias (Ubi sunt, que
significa “donde están, donde se han ido”).

Cané tenía un linaje patricio y lo conectaba con el exilio antirrosista.


Comenzó su carrera de escritor en los diarios La Tribuna y El
Nacional. Fue director general de Correos y Telégrafos, diputado,
ministro plenipotenciario en Colombia, Austria, Alemania, España y
Francia, intendente en Bs. As. , ministro del interior y de Relaciones
Exteriores.

Su visión de la realidad Argentina fue satisfactoria en un principio,


pero luego se colmó de preocupaciones debido a los tiempos
modernos. Las críticas estaban ligadas a la crisis financiera de 1890.
La crisis fue interpretada como el cumplimiento de las profecías sobre
las consecuencias negativas sobre el enriquecimiento a toda costa.

En cuanto a la inmigración, la Argentina fue el país del mundo que


más población extranjera absorbió en relación con su población nativa.
La mayoría se estableció en las zonas litorales, en especial en Rosario
y Bs. As. Los inmigrantes tuvieron una activa participación sindical,
política y económica. Pronto dominaron la industria y el comercio. El
papel integrador y nacionalizador quedó en manos del estado.

Cané encuentra motivos para alimentar su angustia al contemplar a


“una masa adventicia, salida en su inmensa mayoría de aldeas
incultas o de serranías salvajes”. Mansilla también opinó que “Buenos
Aires se va haciendo una ciudad inhabitable. Lucio V. López: “es en
Argentina donde el mal gusto que elimina la Europa que encuentra,
falto de crítica, amplio refugio”. La inmigración que llegaba a la
Argentina no era la anglosajona proveniente del norte europeo, sino la
que venía del sudeste europeo, compuesta por italianos y españoles.

Existía temor ante el ascenso social de los extranjeros, pero


también problemas para la clase dirigente, porque dentro del mundo
del trabajo existían inmigrantes que adherían a las ideologías
socialistas y anarquistas, que aquellas consideraban injustificables
para un país como la Argentina, donde no había cabida para la lucha
de clases ni el activismo político y sindical de izquierda, como el que
se llevó a cabo con la explosión de una bomba en el teatro Colón y el
asesinato del jefe de la Policía Federal a manos de un anarquista.

Uno de los contenidos del término Nación es aquel que refiere a


una entidad dadora de identidad y pertenencia. Hay dos formas de
concebir la idea de nacionalidad: un nacionalismo constitucionalista,
dice que la identidad nacional se define por pertenecer y adscribir a un
mismo conjunto de leyes fundamentales y otro culturalista dice que ser
argentino es identificarse con un conjunto de pautas culturales (la
lengua, símbolos, usos y costumbres presentes y pasados, el “tipo
nacional” como el gaucho, etc.). Éste último es el que se impuso entre
nosotros.

La principal finalidad del ideario nacionalizador fue generar un


fuerte sentimiento de identificación nacional para incorporar esas
masas a la nación y promover mejores condiciones de convivencia y
gobernabilidad. Otro objetivo pretendió imponer supremacía de los
criollos viejos ante los extranjeros. Otro objetivo trató de evitar la
anomia, que significa ausencia de marcos regulatorios, de pautas
orientadoras de la acción social o del “qué hacer” en el nuevo
escenario.

Apartado del autor: la democracia no se deriva del liberalismo. El


liberalismo clásico de raíz anglosajona sostiene como valor
supremo la libertad del individuo. Y dado que la democracia pone
el acento en la igualdad, muchas veces en la historia el
liberalismo ha entendido que la igualdad conspira contra la
libertad; otras, que conspira contra el orden, es el caso del
liberalismo conservador.

Lección 5 (El positivismo: José María Ramos Mejía y José


Ingenieros)

El movimiento positivista argentino se desarrolló entre el 1890 y


1910. Comienza en Francia en la primera mitad del siglo XIX, con
Comte, su influencia en la Argentina es detectable en intelectuales
vinculados a la formación de la docencia del normalismo argentino
como Senet entre otros. Pero las obras que más influenciaron fueron
las de Spencer, las cuales abarcaron reflexiones sobre la naturaleza,
la historia, la sociedad, la cultura…

En esta generación hay mayor sistematización, profesionalismo,


sobre todo en José María Ramos Mejía y José Ingenieros.
José María Ramos Mejía: provenía de una familia tradicional, también
antirrosista como la familia de Cané. Médico, especialista en
enfermedades nerviosas. Escribió bajo la influencia del positivismo
italiano, La neurosis de los hombres célebres en Argentina y Las
multitudes argentinas. Fue presidente del Consejo General de
Educación entre 1908 a 1912. Su preocupación su pensamiento
constante fue la enseñanza primaria.

De su producción, Las multitudes argentinas, introduce conceptos


novedosos que toma de la psicología de las masas, disciplina que
surge a partir de autores italianos y franceses. Se propone analizar y
observar los colectivos humanos (clubes, secta, multitud), tratados
como persona colectiva, dotados de ciertos rasgos psicológicos:
voluntad, imaginación, etc.

Este tema recorre el siglo XIX, por la Revolución Industrial y las


multitudes urbanas en el espacio público y político. Se partieron las
opiniones. Los intelectuales que antes apoyaban las revoluciones en
ese momento proclamaban que vuelva el orden. Otros, anarquistas
como Marx, seguían apoyando el cambio. Según Rosanvallon lo que
inquieta es esa “visión de las multitudes revolucionarias incontrolables,
masa indistinta e imprevisible, monstruo sin rostro congénitamente
irrepresentable en tanto grado cero de la organicidad. El número,
fuerza bárbara e inmortal que no puede sino destruir”.

Estas masas preocupaban a los dirigentes en Argentina, se


preguntaban qué hacer con esas masas, pregunta que sigue
preocupando aún en la actualidad. Estas multitudes preocupantes en
el siglo XIX y XX son las masas urbanas, mezcladas con los
trabajadores y por ende, con la inmigración. Para dominar ese
fenómeno primero hay que conocerlo y el positivismo cree haber
descubierto leyes científicas sobre los hechos sociales.

En ese proceso de conocimiento, elaboraban una representación,


una visión de las masas y, como contracara, una visión de la relación
entre masas y elites. Según Le Bon “Quien conozca el arte de
impresionar la imaginación de las muchedumbres conoce también el
arte de gobernarlas”. Este autor considera que al ser parte de la
multitud, el individuo es distinto de cuando está aislado, esto produce
efectos en su comportamiento. Cuando ingresa a la multitud, pasa de
ser racional a actuar impulsado por móviles irracionales.

Ramos Mejía se refiere a ellas como “las fuerzas ciegas que


discurren en las entrañas de la sociedad y que cumplen su destino sin
odios ni cariños”. Las multitudes no piensan con conceptos sino por
imágenes “y sólo las imágenes las aterrorizan o las seducen,
convirtiéndose en los únicos móviles de sus acciones”. Ante ellas,
según Ramos Mejía, más que la argumentación racional valen los
recursos del lenguaje y las imágenes sugestivas.
Pero Ramos Mejía introdujo una corrección en las teorías de Le
Bon. Sostenía que los miembros de la elite poseen la distancia crítica
suficiente para no caer nunca en el estado de multitud. En Le Bon, se
pone en relieve el papel de los líderes en el seno de esas multitudes,
no así en los escritos argentinos. Ramos Mejía utilizaba el término
meneurs, que significa conductores, guías, lideres. Escribió este autor,
que durante el tiempo de Rosas, el pueblo (que según la psicología de
las masas juzga más por los sentimientos que por la razón) encontrará
en Rosas a su conductor necesario.

Pero en esta autor se encontraba presente también el temor de que


a estas masas las dirigiera un conductor demagogo para explotar su
ignorancia. En las Multitudes políticas, sostuvo que hasta tanto no
surja una multitud política que sustituirá a las actuales agrupaciones
artificiales y personalistas, permanecerá el temor de que “el día que la
plebe tenga hambre, la multitud socialista que la organice sea
implacable y los meneurs que la dirijan representen el acabado
ejemplar de esa canalla virulencia que lo contamina todo”.

Otro tema mencionado es el migratorio. Utilizó para explicarlo las


teorías de Darwin volcadas en El origen de las especies, el que
postuló una ley general según la cual las especies vivientes luchan por
la supervivencia, y triunfan aquellas que mejor se adaptan al medio.
Estas últimas se desarrollan y expanden, mientras las demás se
extinguen.

El darwinismo social fue la extensión anticientífica de algunos


postulados del evolucionismo a la interpretación de las sociedades.
También se cruzaron con el racismo entendido como concepción que
afirma una correspondencia entre ciertos caracteres físicos
hereditarios y ciertas capacidades intelectuales y morales. A este
universo pertenecen afirmaciones como: “los blancos son más
inteligentes que los negros” o “los mestizos son más mentirosos y
ladinos”.

Estos postulados se oponen a la Ilustración y a todo programa que


sostenga que la educación puede transformar y mejorar al individuo,
porque el racismo concibe a la raza como una determinación que no
puede ser modificada por la educación y la cultura. En el texto de
Ramos Mejía aparecen afirmaciones racistas y sociodarwinianas, pero
ellas están atenuadas por el papel transformador adjudicado a la
educación. Por ser población blanca, consideraba a los inmigrantes
como un aporte conflictivo aunque imprescindible para la construcción
de una nación moderna.

Para garantizar la integración, bastaba con la educación pública y


las oportunidades de progreso material que la Argentina ofrecía a los
recién llegados. También con la potencia integradora y pedagógica del
ambiente argentino sobre la psicología del inmigrante. También los
diferenció entre el grupo que asumió la función laboriosa y patriótica y
otro grupo, una especie de fauna peligrosa que crece en la confusión
de las multitudes urbanas. Los tipos de ese “zoológico social”: el
guarango, el canalla, el huaso y el compadre y se detuvo en la
denuncia del burgués, que se enriquece con la usura y permanece
impermeable a las virtudes de caridad y patriotismo.

Otro peligro para la clase dominante ofreció el guarango porque


ejercita la simulación. Según Ramos Mejía, a pesar de haberse
formado en las universidades, se diferenciaba por faltarle el abolengo
propio del “hogar de tradición”. Por eso “aun cuando le veáis médico,
abogado, ingeniero o periodista, le sentiréis a la legua ese olorcillo
picante al establo y al asilo de guarango cuadrado”.

Las tres lecciones que extrajo Ramos Mejía: a) el mercado no


produce lazo social, antes bien, separa a los individuos; b) el
predominio de los valores económicos atenta contra la virtud
republicana, esencial para el desarrollo de una nación; c) por la
escalera de esos valores ascienden los recién llegados, amenazando
las posiciones de la clase criolla tradicional.

Para afianzar el sentimiento nacional, desde su puesto en el


Consejo Nacional de Educación, reglamentó las ceremonias escolares
como procedimiento de nacionalización de las masas. Les dedicó
también un libro Los simuladores del talento. “Aparentar lo que no se
es” era un tema de época, alimentado por el anonimato de las grandes
ciudades, en las que no se sabe quién es quién. Confesó en este libro
su inquietud ante “la prensa de las paredes y los muros bien
blanqueados” (graffiti). En ellos, manifestó, se expresan en una lengua
caótica de palotes y geroglíficos.

José Ingenieros: Nacido en Italia. Su apellido, Ingegniero, luego lo


modifica, aparentemente para nacionalizarlo. No poseía ni linaje ni
riqueza, ni posición política. Su identidad y su prestigio social
derivaban de una serie de destrezas, saberes y prácticas letradas. El
intelectual se legitimaba en su capital simbólico y no se lo consideraba
en función de otros capitales.

Se presentaba como un investigador objetivo porque estaba


independizado de todo poder político. Conocía la sociedad mediante
un método científico alejado de toda subjetividad. Bajo la influencia del
marxismo y el evolucionismo spenceriano produjo una síntesis que
denominó bioeconomismo. De Spencer adoptó las nociones de que la
experiencia empírica determina el conocimientoy que estos hechos
están relacionados por leyes inflexibles (determinismo riguroso con lo
cual la libertad es una ilusión). Además que la realidad evoluciona en
forma permanente y se desarrolla hacia lo mejor.
Se opuso en diversas ocasiones al triple dogma de la Revolución
Francesa (libertad, igualdad, fraternidad). A la libertad porque la
ciencia demuestra que en el universo impera un rígido determinismo.
A la igualdad debido a que el darwinismo demuestra que los
organismos vivientes de cualquier índole son naturalmente desiguales
y que esas desigualdades determinan el triunfo de unos y el fracaso
de otros. A la fraternidad porque impera entre los individuos es la
lucha por la supervivencia.

Para Ingenieros existía una base biológica, un medio dominante y


unas prácticas económicas que interactúan en la evolución de las
sociedades. Nace la pregunta de porque Hispanoamérica tiene un
retraso respecto a EE. UU. Según Ingenieros, la explicación residió en
tres causas principales: la desigual civilización alcanzada por las
sociedades indígenas preexistentes a la conquista, el diferente tipo de
conquista y colonización europea y la desigualdad del medio físico de
sus diferentes regiones.

Concluyendo, sostenía que mientras el futuro llega, la clase


dirigente debía entender que no debía implementarse una política
coercitiva sino consensual. Para ello era preciso atender a la
educación de la clase obrera y al mejoramiento de sus condiciones de
vida. También pensaba que cuanto más civilizada era una sociedad,
más se desarrollaba su solidaridad social.

Finalmente, construyó un modelo de sociedad jerarquizado en tres


estratos. En la cima, las minorías poseedoras de ideales del saber
científico, encargadas de liderar los cambios sociales; luego las
multitudes honestas, productivas y mediocres, auténticos baluartes del
orden y ambas separadas de los márgenes donde pululan los sujetos
de la locura y el delito (a veces en las vecindades del anarquismo
terrorista).

Lección 9 (primer peronismo)

Durante este periodo se repite en el campo intelectual, invertida, la


polarización que domina el resto de la sociedad, una minoría de
intelectuales adhiere al movimiento. Los movimientos de
modernización en algunas disciplinas comienzan en esta época.
Aunque la política no determinó el contenido de la producción
intelectual construyó los contornos por los que circularon las ideas.
Hay autores que se dedicaron con éxito a mantener la autonomía
política de su obra, pero eso no depende sólo de los intelectuales.
Además incide si es una época atravesada por tensiones políticas.
En 1940, los posicionamientos políticos adquirieron rasgos de
enfrentamientos radicales. En lo internacional, por un lado se
encontraba: Alemania nazi, Italia fascista y Japón autocrático y por el
otro los aliados: Estados Unidos, Francia, Inglaterra y fuerzas afines.
La Argentina permaneció neutral, pero algunos dirigentes
simpatizaban con los fascistas o los nazis y los radicales,
conservadores, comunistas, socialistas, con los aliados. Estos últimos
determinaron que en las elecciones de 1946, convocadas por el golpe
del 43, la opción estaba entre la democracia o el fascismo.

El Coronel Juan Domingo Perón, en cambio, definió que en ellas se


dirimía un “partido de campeonato” entre la injusticia y la justicia
social. La democracia de sufragio universal responde a derechos
políticos y la justicia social a derechos sociales. Luego de su victoria
electoral, el período se caracterizó por una redistribución económica
favorable a las clases populares, tanto a nivel salarial como a
beneficios sociales. Aquel fenómeno fue acompañado también por una
caída de la deferencia de los sectores populares hacia las escalas
superiores de la sociedad (incendio del Jockey club a manos de los
adherentes del partido peronista).

El liderazgo carismático de Perón se definió por una relación


directa entre el líder y las masas, con la secundarización de las
mediaciones institucionales. Pero el gobierno consensuado por la
mayoría no dejó de apelar a la coerción, violando libertades cívicas de
los opositores mediante la censura, la obligación de la adhesión
política de los funcionarios públicos, el control de los medios de
difusión y el encarcelamiento de opositores. Una vez más en nuestra
historia política se desató la mutua denegación de legitimidad. Como
efecto, emergió el fantasma de “las dos Argentinas”. Siempre se
mantuvo una oposición irreductible siempre dispuesta a negar
legitimidad al régimen gobernante. Perón declaró que sólo había dos
fuerzas políticas en la Argentina: el pueblo y el antipueblo.

El gobierno peronista comenzó por delegar la educación a la Iglesia


Católica (enseñanza por ley de la religión católica en las escuelas),
carente de un programa para el área educativa, la gestión se preocupó
por expulsar toda voz disidente, contaminando la cuestión cultural con
una actitud de control político. Se produjeron numerosas cesantías de
profesores opositores y en las universidades la gran cantidad de
renunciantes y expulsados determinó una enorme pérdida de planta
docente.

La fisura continuó profundizándose con el lema “alpargatas sí,


libros no”. Con la declaración del Ministro de Educación de 1950, de
que el arte abstracto era “degenerado”. La expulsión de los miembros
de la Academia de Letras por no haber avalado la candidatura al
premio Novel de Literatura de Eva Duarte por el libro “La razón de mi
vida”. Aunque también existieron manifestaciones culturales que o
bien no fueron reprimidas por el Estado, o bien fueron promovidas por
este. En 1952, los artistas abstractos llegan a ocupar un lugar
destacado en exposiciones oficiales. Se censuran películas como “El
gran dictador” de Charles Chaplin.

Pero, escritores y artistas opositores, encontraron espacios de


resistencia y producción cultural. Además siguieron funcionando
espacios alternativos como el Colegio Libre de estudios superiores y el
Instituto Libre de Segunda Enseñanza. Editoriales y librerías fueron
otros espacios de refugio y creación para los intelectuales
antiperonistas. También existían las zonas intermedias de
pensamientos grises, que tuvieron su representación en el campo
intelectual. Otra parte de progresiva ruptura e innovación estaba
formada por los “denuncialistas”, se encontraban entre otros JitriK, los
hermanos viñas, Prieto. Se llamaban a sí mismos generación sin
padres, aunque su referente fue Ezequiel Martínez Estrada, por su
abordaje crítico de la realidad.

En la Argentina los estudiantes daban cuenta de un ambiente de


mediocridad imperante en la vida cultural en general y en la
universidad peronista en particular, a diferencia de los jóvenes de
otros lugares del mundo debido a la Segunda Guerra Mundial. Eso se
leía en un número de “Centro” en 1953: la enseñanza es deficiente, la
cátedra revela incapacidades intelectuales o éticas, el libre intercambio
de ideas está bloqueado. Sin embargo, se introdujo en el país el
existencialismo de Sartre a través de varios escritos. Aparece en 1948
la novela “El túnel” de Ernesto Sábato.

Lo que más influyó del existencialismo fue el compromiso. Escribió


Sartre en1945: “El escritor tiene una situación en su época; cada
palabra suya repercute; y cada silencio también”. Años después
Sabreli repite: “El hombre es responsable hasta de lo que no hace;
todo silencio es una voz; toda prescindencia una elección”. El
existencialismo concibe al ser humano a partir de su pura libertad y
por ende está destinado a construirse a sí mismo de manera
permanente. No es más que la suma de sus actos. Esto se expresaba
como: “la existencia precede a la esencia”.

El compromiso, como lo entendían, consistía en participar de los


debates públicos pero manteniendo distancia con la práctica política
partidaria. Los intelectuales de contorno participaban: con una actitud
denuncialista y un mandato de compromiso con su situación histórica y
político social; además, otro rasgo “corporalista” o “materialista” que se
oponía al espiritualista, buscaba remarcar el enraizamiento de los
seres humanos en una realidad compleja que no puede ser eludida
mediante las ensoñaciones de su condición terrenal y de las miserias
de su época.
Cuando Perón fue derrocado por un golpe cívico- militar en 1955,
muchos de los integrantes de “Imago Mundi” pasaron a desempeñar
cargos fundamentales en la estructura universitaria. Pero no se retomó
una situación interrumpida por el fenómeno peronista, sino que lo
sucedido había significado un parteaguas en la historia argentina
moderna. Por ello, se inició una relectura del “hecho peronista” que
escindió a los intelectuales de izquierda respecto de la liberal y
resquebrajó las propias estructuras internas. Esto se proyectó hasta la
década del 80, por no decir hasta el presente.

1956-1969

Sectores de izquierda juveniles que habían militado en la oposición


al gobierno peronista empezaron a desconfiar de los sucesores de la
“Revolución Libertadora” porque fue prohibido el nombre de Juan
Domingo Perón y Eva Perón. Lo llamaban el “tirano prófugo”. Esto
llevó a una relectura del peronismo. Esa relectura se contrastó con las
visiones de la franja liberal y socialista, dentro de las cuales se
pensaba que al desalojar al peronismo se volvería a la etapa anterior
al 45.

En el último número de la revista Sur, Borges escribió que el


período peronista constaba de dos historias: “(…)una de índole
criminal, hecha de cárceles, torturas, prostituciones, robos, muertes e
incendios; otra de carácter escénico, hecha de necedades y fábulas
para consumo de patanes”. En estas opiniones y en otras se consideró
que el peronismo fue un fenómeno artificial promovido por la
demagogia de un líder, ejercida sobre masas ingenuas o ignorantes y
que desaparecería cuando despertaran al engaño.

Se fracturaron posicionamientos en el ámbito intelectual que se


potenciaron con las represiones adoptadas por la segunda etapa de la
“Revolución Libertadora”, que alcanzó su extremo con los
fusilamientos de 1956, los que dieron lugar a una investigación
llamada operación masacre de Walsh. Se trataba de un enjuiciamiento
de la técnica denominada quirúrgica, adoptada por el gobierno para
extirpar el peronismo.

Mario Amadeo dio a conocer con el título de Ayer, hoy, mañana


una relectura incisiva en la que caracterizó la etapa que acababa de
cerrarse como análoga a una “guerra perdida”, indicaba que la
Argentina era una sociedad escindida que albergaba una guerra civil
larvada pronta a estallar a menos que se adoptara una política que
forjase la unidad compacta de toda la nación. Esa política consistía en
asimilar a la masa peronista “crispada y resentida”.

Amadeo sostenía que el proletariado carecía de representación


política porque hasta 1945 nadie le había hablado en su lenguaje y
ello determinó que se lanzaran tras el caudillo que advirtió esa
necesidad. Según él, la culpa de Perón residió en que, en lugar de
resolver el divorcio entre el pueblo y las clases dirigentes, lo exacerbó.
Desde campo católico se pensaba que debía reincorporarse a la masa
peronista de lo contrario la extrema izquierda la capturaría a esta
“masa en disponibilidad”.

Germani, hablaba de un éxodo migratorio de las provincias a la


Capital, compuesta por obreros que seguían al caudillo, no sólo por los
beneficios materiales, sino también por “la experiencia (ficticia o real)
de que había logrado ciertos derechos” que afirmaban su dignidad
personal y su orgullo frente a la clase patronal. No dejaba de lado
además el hecho de que “la tragedia política argentina residió en el
hecho de que la integración política de las masas populares se inició
bajo el signo del totalitarismo”. La tarea que concibió como inmensa
residiría en retomar esa experiencia, relacionándola con la práctica de
la democracia y la libertad.

Con ello se abonaba el terreno para el tema de las dos Argentinas,


agregándose el de una falaz historia oficial y otra verdadera ocultada y
falsificada por los vencedores. Se articuló el revisionismo histórico que
desde una política opuesta tiñó la cultura política de la nueva
izquierda.

En el período comprendido entre 1956-1976, los movimientos que


estaban presentes eran: el alma Beckett del sinsentido; el alma
Kennedy de la Alianza para el progreso; el alma Lennon de flower
power; el alma Che Guevara de la rebeldía revolucionaria. A partir
de 1958 y con el programa desarrollista de Frondizi, las elites
modernizadoras irrumpieron en el universo cultural argentino. Se
fundaron diversas instituciones estatales y privadas (CONICET,
Eudeba, Fondo Nacional de las Artes y otras). El espíritu
modernizador fue notorio en las Universidades. La crítica literaria se
renovó a través de la lectura socio-política e histórica de la literatura y
del enfoque textualista. Se crearon las carreras de Psicología y
sociología.

Los despliegues intelectuales fueron influenciados en toda


Latinoamérica por la revolución cubana. Los escritores del boom
literario ya no pasaron por la revista Sur, y fue la revolución cubana la
que recibía elogios de escritores consagrados como Leopoldo
Marechal entre otros. Se leía a Marx y a Freud. A este último también
en revistas populares, shows televisivos, obras de teatro, ficción y
ensayos. Contó con sus propios difusores como Pichón Riviere,
Arnaldo Rascovsky o Eva Giberti. Se entrecruzaban el marxismo,
humanismo y existencialismo sartreano. El estructuralismo, corriente
también introducida en esta época, instaló un ánimo cientifizador y
formalizante en la crítica literaria. Esta cara de la realidad entraría
pronto en contradicción catastrófica con otras fuerzas e intereses
liberados en la sociedad argentina de las décadas del 60 y 70.

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